748 Reconocimiento Sobrenatural
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
525a El juicio sobre Sabea de Betlequí.
Ya ven los bosques que orillan el río.
El sol poniente de invierno tiñe de oro las cimas de los árboles…
Y esparce una luz amarilla y clara,
sobre las personas que están recogidas entre los árboles.
Los escribas que se adelantaron, van gritando:
– ¡Aquí está el Mesías!
– ¡Está aquí!
– ¡Poneos en pie!
– ¡Salid a su encuentro!
Y tuercen hacia un sendero que termina en un roble colosal,
de poderosas raíces semidescubíertas que sirven de asiento,
a quien se refugia al lado de su tronco.
El grupo de personas recogido alrededor se vuelve;
se pone en pie, se abre y se disgrega…
Para salir al encuentro de los que llegan.
Junto al tronco se quedan solamente tres escribas;
Juan de Éfeso y dos ancianos:
Un hombre y una mujer.
Más otra mujer que está sentada en una raíz,
que asoma sobre la tierra, con la espalda apoyada en el tronco.
Con la cabeza agachada y reclinada sobre las rodillas,
que tiene a su vez estrechadas entre los brazos anudados.
Está toda cubierta por un velo de un morado tan oscuro que parece negro.
Parece ajena a todo.
No reacciona con el griterío.
Un escriba la toca en el hombro,
diciendo:
– Está aquí el Maestro, Sabea.
Levántate y salúdalo.
La mujer no responde, ni se mueve.
Los tres escribas se miran y sonríen irónicos…
haciendo un gesto de complicidad a los otros que se están acercando.
Y dado que los que esperaban al no ver a Jesús…
Se habían callado…
Entonces ellos y sus cómplices gritan más fuerte que nunca,
para que la mujer no se dé cuenta del engaño.
Un escriba se dirige a la anciana madre que está con su hija,
diciéndole:
– Mujer…
Al menos tú, saluda al Maestro y di a tu hija que lo haga también.
La mujer se postra, junto con su marido;
ante Judas Tadeo, Juan y el ladrón arrepentido.
Luego levantándose,
dice a su hija:
– Sabea, tu Señor está aquí.
Venéralo.
La joven no se mueve.
La sonrisa irónica de los escribas se acentúa…
Uno, delgado y narigudo, dice con voz nasal y alargando las palabras:
– ¿No te esperabas esta prueba, no es verdad?
Y tu corazón se estremece.
Sientes que tu fama de profetisa está en peligro y no pruebas suerte.
Me parece que esto es suficiente para definirte como embustera…
La mujer levanta la cabeza de golpe.
Echa hacia atrás el velo y mira con ojos bien abiertos,
mientras dice:
– No miento, escriba.
Y no tengo miedo, porque estoy en la verdad.
¿Dónde está el Señor?
– ¿Cómo es eso?
¿Dices que lo conoces y no lo ves?
Lo tienes delante de ti.
Ella responde contundente:
– Ninguno de éstos es el Señor.
Por eso no me movía.
Ninguno de estos.
Sadoq cuestiona:
– ¿Ninguno de éstos?
¿Y ese galileo rubio no es el Señor?
Yo no lo conozco, pero sé que es rubio y con ojos de cielo.
No es el Señor…
– Entonces este alto y de aspecto grave.
Mira qué trazos de rey.
Sin duda es Él.
Sin mirar a Tadeo,
ella responde tajante:
– No es el Señor.
No es ninguno de éstos el Señor.
Y la mujer bajando de nuevo la cabeza;
la mete entre las rodillas, regresando a su postura inicial.
Pasa un largo rato.
Luego…
Ya se ve venir a Jesús.
Los escribas han impuesto silencio a la poca gente que está ahí.
Por tanto, su llegada no resulta advertida por ninguna aclamación.
Jesús viene adelante, entre Pedro y su primo Santiago.
Camina lenta…
Silenciosamente.
La hierba tupida ahoga todo rumor de pasos.
Mientras la madre se enjuga las lágrimas con su velo,
un escriba dice estas palabras hirientes:
«Vuestra hija está desquiciada y miente»
El padre suspira e incluso reprende a su hija.
Jesús llega al linde del sendero y se detiene.
La joven, que no ha podido oír nada;
que no ha podido ver nada;
se pone en pie bruscamente.
Arroja el velo, descubriendo así toda la cabeza;
eleva hacia adelante los brazos, emitiendo un grito poderoso:
– ¡Ahí está y viene a mí, mi Señor!
¡Éste es el Mesías!
¡Oh hombres que queréis engañarme y envilecerme!
¡Veo sobre Él la luz de Dios señalándomelo…
Y yo lo venero!
Y se arroja al suelo, pero quedándose donde estaba…
A unos dos metros frente a Jesús.
Rostro en tierra, entre la hierba,
grita:
– ¡Yo te saludo, Rey de los pueblos!
¡Admirable, Príncipe de paz, Padre del siglo sin fin, Caudillo del pueblo nuevo de Dios!
Permanece postrada bajo su amplio manto oscuro, de un morado casi negro, como el velo.
Luego se levanta.
Pero, en el momento en que se ha levantado, pegada al tronco negro y arrojado el velo,
se ha quedado con los brazos tendidos hacia delante, como una estatua.
Es posible observar que bajo el manto está vestida con una túnica de gruesa lana de un blanco marfileño,
ceñida simplemente con un cordón en el cuello y en la cintura.
Ysobre todo, es posible admirar su belleza de mujer madura.
Tendrá treinta años.
Y treinta años en Palestina, equivalen al menos, a cuarenta de los nuestros generalmente:
porque, si para María Santísima esta regla tiene una excepción;
para las otras mujeres la madurez llega pronto.
Especialmente para las de cabellos y tez morenos, con facciones muy bien modeladas como ésta.
Ella es el tipo clásico de la mujer hebrea.
Posiblemente así habrán sido Raquel, Rut y Judit, celebres por su belleza.
Alta, radiante y bien conformada, pero esbelta;
lisa su piel de morenita palidez;
pequeña la boca de labios un poco abultados, vivamente rojos;
nariz recta, larga, delgada;
con dos ojos profundos, oscuros, de suavidad de terciopelo entre arcos de pestañas largas y muy tupidas;
frente alta, lisa, regia;
algo alargado el óvalo de su cara;
espléndidos cabellos de ébano como una corona de ónix.
No lleva ninguna joya;
pero tiene un cuerpo estatuario y una majestuosidad de reina.
Ahora se levanta, apoyándose en sus manos largas, morenas, muy bellas,
unidas a los brazos por una muñeca delgada.
Ya está en pie de nuevo, contra el tronco oscuro.
Mira en silencio al Maestro.
Algunos escribas le dicen:
– Te equivocas, Sabea.
– Él no es el Mesías…
Sino el que antes has visto y no has reconocido.
Ella menea la cabeza negando firme, severa.
No aparta los ojos del Señor.
Luego su rostro se transfigura…
Y adquiere una expresión que no se puede decir si es de alegría ferviente…
O de somnolencia extática;
participa de ambas cosas;
porque parece palidecer como quien está próximo al desvanecimiento;
mientras que toda la vida se concentra en sus ojos,
que se iluminan con una luz de alegría, de triunfo, de amor…
Es imposible describirlo.
¿Ríen esos ojos?
No, no ríen, como tampoco lo hace la severa boca.
Sin embargo, hay en ellos una luz de alegría.
Y cada vez adquieren mayor potencia de intensidad…
De una intensidad que impresiona.
Jesús la mira con su mirada mansa, un poco triste…
Un escriba susurra:
– ¿Ves como es una demente?
Jesús no replica.
Mira y calla.
Con la mano izquierda suelta y sujetándose con la derecha el manto a la altura del pecho…
La mujer abre la boca y extiende los brazos como antes.
Parece una enorme mariposa de alas moradas y cuerpo de marfil viejo.
Un nuevo grito sale de sus labios:
– ¡Oh Adonai, eres grande!
¡Sólo Tú eres grande, Adonai!
Grande eres en el Cielo y en la Tierra, en el tiempo y en los siglos de los siglos…
Y más allá del tiempo, desde siempre y para siempre.
¡Oh Señor!
¡Hijo del Señor!
Bajo tus pies están tus enemigos.
Sujeto está tu trono por el amor de los que te aman.
La voz se hace cada vez más segura y fuerte;
al mismo tiempo que los ojos se separan del rostro de Jesús.
Mirando a un punto lejano…
Un poco por encima de las cabezas atentas, que tiene a su alrededor….
Y que ella domina sin esfuerzo,
pues está erguida y pegada al tronco de este roble crecido;
en una prominencia del terreno,
como encima de un pequeño ribazo.
885 Los Altares Vacíos
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
566g En Efraím el día de la llegada de la Madre de Jesús con Lázaro y las discípulas.
Judas de Keriot no baja.
¡Se ríe!
Una risa extraña, ¡Indescifrable!…
Y sin dejar de reír dice:
– Ahora verás cómo los ‘buenos samaritanos’
¡Te odiarán!
Para construir el Reino dispersas las piedras.
Y las piedras esparcidas de un edificio, se convierten en armas que golpean.
¡Los has despreciado!
Y no lo olvidarán…
Jesús lo mira fijamente…
(En realidad está desafiando a Satanás, presente en el apóstol infiel…)
Y responde:
– Que me odien.
No por miedo a su odio dejaré de cumplir con mi deber.
Se vuelve hacia María diciendo:
– Ven, Madre.
Vamos a decirles a los discípulos lo que tienen que hacer…
Antes de despedirlos para que se vayan…
Baja por la escalera entre María y Lázaro.
Entran en la casa, donde están apiñados los discípulos que han concurrido en Efraím.
A éstos les imparte la orden de que se dispersen por todas partes,
a avisar a sus compañeros que se reunirán en Jericó para la neomenia de Nisán.
Y que esperen su llegada.
Que Él saldrá de Efraím, deteniéndose en cada lugar de su ruta y que lo busquen en Jerusalén para la Pascua.
Los divide en grupos de tres en tres…
Confía a Isaac, Hermas y Esteban al nuevo discípulo:
Samuel.
Ellos lo reciben…
Esteban lo saluda diciendo:
– La alegría de verte en la Luz…
Atenúa mi angustia de ver que todas las cosas se transforman en piedras contra el Maestro.
Hermas, sin embargo, lo saluda así:
– Bienvenido hermano.
Has dejado a un hombre por un Dios.
Y Dios ahora está verdaderamente contigo.
Isaac, humilde y reservado, sólo dice:
– La paz sea contigo, hermano.
Los efraimitas han tenido el buen pensamiento de traerles pan, leche y un cordero.
Ofrecidos el pan y la leche, los discípulos dialogan entre sí.
Después de cenar, los discípulos se van y finalmente hay tranquilidad…
Pedro y Tomás se quedan en la cocina, preparando la comida del día siguiente…
Pero mientras se prepara el cordero, Jesús se acerca a Lázaro y le dice:
– Ven conmigo.
Vamos por la orilla del torrente.
Lázaro obedece con su habitual prontitud.
Los dos juntos se separan a unos doscientos metros de la casa…
Lázaro espera a que Jesús hable…
Jesús dice:
– Quiero comunicarte esto:
Mi Madre está muy postrada, con un abatimiento casi completo. .
Ya lo ves tú mismo.
Mándame a tus hermanas…
Pienso ir a Siquém con todos los apóstoles y las discípulas.
Pero antes las enviaré a Bethania, mientras me detengo en Jericó por algunos días.
En Samaria…
Puedo tener la osadía de llevar conmigo algunas mujeres, pero no en otra parte…
Lázaro contesta angustiado:
– ¡Maestro!
¿Verdaderamente temes que…?
¡¡Temes en verdad…!!
¡Oh!…
Si es así…
¿Por qué me resucitaste?
– Para tener un amigo.
– ¡¡Pues eso!!…
¡Entonces aquí me tienes!
Si es por eso.
Aquí estoy.
Cualquier dolor, no es nada;
si puedo ayudarte, si puedo consolarte…
Cualquier pena, para mí no es nada, si te puedo confortar con mi amistad.
– Lo sé.
Eres mi mejor amigo…
Por eso echo mano de tí como del más perfecto de los amigos.
Y seguiré haciéndolo.
– ¿De veras debo ir a ver a Pilatos?
– Si tú quieres.
Si lo consideras oportuno…
Pero será por Pedro…
No por Mí.
– Maestro.
Te comunicaré la entrevista y te mantendré informado.
¿Cuándo vas a dejar este lugar?
– Dentro de ocho días.
Apenas si hay tiempo para ir a donde quiero y estar contigo en tu casa antes de la Pascua…
Cobrar nuevas fuerzas y templarme en Bethania, mi oasis de paz…
Antes de sumergirme en el tumulto de Jerusalén…
Gracias por todo, amigo.
Eres un buen amigo.
Con diez iguales a tí, sería dulce vivir en medio de tanto Odio…
– Tienes ahora a tu Madre, Señor mío…
Y Ella vale por cien Lázaros.
Recuerda que cualquier cosa que necesites te la procuraré…
Ordena, porque soy tu siervo en todo.
Jesús le sonríe con un amor infinito…
Y Lázaro prosigue:
– ¿Ya sabes, Maestro…
Que el Sanhedrín está totalmente decidido a crear las acusaciones, puesto que no las hay…
Para obligarte a marcharte para siempre?
Esto lo he sabido por el Anciano Juan, al que encontré por casualidad en Ptolemaida;
muy contento por el nuevo hijo que le va a nacer de un momento a otro.
Me dijo:
“Me apena el que haya decidido esto el Sanhedrín;
porque hubiera querido que el Maestro estuviera presente en la circuncisión de mi hijo;
que espero que sea varón.
Nacerá para primeros de Tammuz. (Entre Junio y Julio)
Pero para entonces…
¿Estará todavía con nosotros el Maestro?
Yo quisiera…
Que bendijera al pequeño ‘Emmanuel’…
(Y el nombre ya te puede decir cómo pienso)
en el momento de su primer acto en el mundo.
Porque mi hijo…
No tendrá que luchar para creer, como hemos tenido que hacer nosotros.
Crecerá en el tiempo mesiánico y le será fácil aceptar la Idea”
Será cristiano...
Juan ha alcanzado a creer que eres el Prometido.
Jesús suspira profundamente…
Y dice:
– Y este solo, sobre muchos, me compensa de lo que los otros no hacen.
Lázaro, vamos a despedirnos aquí, en paz.
Y gracias por todo, amigo mío.
Eres verdaderamente un amigo.
Con diez como tú, hubiera sido incluso hasta dulce la vida entre tanto odio…
– Pero recuerda siempre que cualquier cosa que puedas necesitar –basta con que pueda– te la procuraré.
Ordéname y yo seré tu siervo en todo.
No seré sabio ni santo, como otros que te aman;
pero otro más fiel que yo, si excluyes a Juan, no podrás encontrarlo.
No creo ser soberbio diciendo esto.
Y ahora que hemos hablado de Tí, te voy a hablar de algo importante…
También quiero decirte que cuando fui a Siria, vi a Síntica.
Es activa y prudente.
La vi.
Y la vi activa y sabia como sólo una griega que se ha hecho seguidora tuya puede serlo.
Tiene una pequeña escuela, a la que van muchas jóvenes procedentes de los más variados lugares.
Y al atardecer está con alguna pobre niña de raza mixta y por tanto, de ninguna religión.
Las instruye sobre Tí.
Le dije: “¿Por qué no te haces prosélita? Te ayudaría mucho”
Me respondió:
“Porque no quiero dedicarme a los de Israel sino a los altares vacíos que esperan a un Dios.
Los preparo para que reciban a mi Señor.
Luego, establecido ya su Reino, iré a mi patria…
Y bajo el cielo de la Hélade, consumiré mi vida preparando los corazones de los maestros.
Esto es lo que sueño.
Pero sí muero antes por enfermedad o persecución, me iré igualmente feliz…
Porque será signo de que he cumplido mi trabajo.
Y que Él llama a su Presencia a su sierva, que lo amó desde el primer encuentro”
– Es verdad.
Síntica me ha amado realmente desde el primer encuentro.
– Pues porque te ha amado desde el primer encuentro.
Dice que goza preparando tus caminos.
Sufre mucho |por estar lejos.
Pero dice que se encuentra muy feliz,
por preparar los corazones que son altares vacíos a la espera de un Dios…
Y los prepara para que reciban a su Señor.
A Tí…
Espera verte antes de morir.
– Ciertamente me verá.
Jamás desilusiono a los justos.
Nunca defraudo sus esperanzas en Mí.
– No quería decirle nada de tus penas.
Pero Antioquía es como una inmensa concha,
donde resuenan todas las voces del vasto imperio de Roma…
Y se sabe todo lo que sucede acá.
Síntica no ignora nada de tus aflicciones y por estar lejos sufre más.
Quería darme dinero, que no acepté.
Le dije que lo usara para sus niñas.
Pero sí tomé un gorro tejido por ella con lino cendalí de dos cuerpos.
Lo tiene tu Madre.
Traje un capucho que tejió con viso de dos tamaños.
Síntica quiso describir con hilo tu historia, entrelazada con la suya y la de Juan de Endor.
Lo tiene tu Madre.
¿Y sabes cómo?
Bordó en él, un cordero que defiende de una manada de hienas a dos palomas;
una de las cuales tiene las alas destrozadas y la otra, la cadena rota que la tenía presa…
Y la descripción continúa alternando;
con la historia desarrollándose…
Hasta que la paloma de las alas destrozadas levanta el vuelo hacia el cielo…
Y la de la cadena rota se queda cautiva voluntariamente, a los pies del cordero.
Parece una de esas historias,
que los escultores griegos graban en mármol en los festones de los templos, en las cenefas de los obeliscos…
En las estelas dedicadas a sus muertos.
O que los pintores dibujan en sus vasijas y pintan también en sus vasos.
Quería mandártelo con dependientes míos.
Lo he tomado yo.
Es una preciosa obra de arte, que he entregado a tu Madre.
– Lo usaré porque viene de una buena discípula.
Vamos hacia la casa.
¿Cuándo tienes pensado salir?
– Mañana al amanecer.
Para dejar descansar a los caballos.
Luego no voy a hacer ningún alto en el camino hasta llegar a Jerusalén…
E iré a ver a Pilatos.
Si puedo hablar con él, te mandaré sus respuestas con María.
Y también todas las noticias…
Lentamente regresan a la casa…
Y los dos siguen conversando animadamente de cosas menores…
884 Del Amor al Odio
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
566f En Efraím el día de la llegada de la Madre de Jesús con Lázaro y las discípulas.
Suben la escalera, salen a la terraza y se presentan ante la multitud…
Eleva los brazos y dice fuerte:
– Hombres de Galilea y de Samaria, discípulos y seguidores.
Vuestro amor, vuestro deseo de honrarme y de honrar a mi Madre y a mi amigo, escoltando el carro de ellos;
me dice cuál es vuestro pensamiento, revelando vuestro corazón.
Os Bendigo por ello.
Pero ahora volved a vuestras casas, a vuestros asuntos y vuestros negocios.
Vosotros, los de Galilea:
Id y decid a los que se han quedado allí que Jesús de Nazaret los bendice.
Hombres de Galilea, nos veremos para la Pascua en Jerusalén;
donde entraré el día siguiente del sábado que precede a la Pascua.
Hombres de Samaria, idos también vosotros.
Sabed no limitar vuestro amor por Mí a seguirme y buscarme por los caminos de la Tierra;
sino también por los del espíritu.
Id y que la Luz brille en vosotros.
Discípulos del Maestro, separaos de los fieles y quedaos en Efraím para recibir mis instrucciones.
Los bendice y repite:
Idos.
Obedeced.
Los discípulos y los nazarenos dicen:
– ¡Tiene razón!
– Lo estamos incomodando.
– ¡Quiere estar con su Madre!
La gente le grita:
– ¡Nos vamos!
— Pero antes queremos su promesa de que va a venir a Siquem antes de la Pascua.
– Nos marchamos.
– ¡Promételo!
– ¡A Siquem!
– Promete que irás a Siquém antes de ir a la Pascua.
– ¡A Siquem!
Jesús dice:
– Iré.
Lo prometo.
Marchaos.
Iré antes de subir para la Pascua a Jerusalén.
Los efrainitas le gritan:
– ¡No vayas!
– ¡Quédate con nosotros en Efraím!
– ¡Con nosotros!
– ¡Te defenderemos!
– ¡Te haremos Rey y Pontífice!
– ¡Ellos te odian!
– ¡Nosotros te amamos!
– ¡Abajo los judíos!
– ¡Viva Jesús!
Jesús ordena:
– ¡Silencio!
¡No hagáis tumulto!
¡No creéis alboroto!
Mi Madre está afligida por esta gritería, que me puede hacer más daño que si me maldijesen.
Todavía no es mi Hora…
Idos.
Pasaré por Siquém.
Cumpliré mi deber de israelita, adorando al Dios Verdadero en el único Templo en que puede ser adorado…
Pero suprimid de vuestro corazón el pensamiento de que pueda, por una baja cobardía humana;
no cumplir mi deber de israelita adorando al verdadero Dios en el único Templo en que puede ser adorado.
Y por una sacrílega rebelión contra la voluntad del Padre mío, no cumplir mi deber de Mesías,
asumiendo una corona en otro lugar que no sea Jerusalén…
Donde seré ungido Rey universal, según la palabra y la verdad vista por los grandes profetas.
Enojados, varios le gritan:
– ¡Abajo!
– ¡Eres un loco!
– ¡Eres un iluso!
– ¡No hay profeta después de Moisés!
Jesús les dice:
– Y vosotros también.
¿Sois acaso libres?
No.
¿Cómo se llama Siquem?
¿Cuál es su nuevo nombre?
Y como para ella, para muchas otras ciudades de Samaria, Judea, Galilea.
Porque la catapulta romana nos nivela a todos.
¿Se llama, acaso, Siquem?
No.
Neapoli se llama.
Lo mismo que Bet-San se llama Escitópolis.
Y muchas otras ciudades que por voluntad de los romanos o de los vasallos aduladores,
han tomado el nombre que el dominio o la adulación les han puesto.
Y vosotros individualmente…
¿Pretendéis ser más que una ciudad, más que nuestros dominadores, más que Dios?
No.
Nada puede cambiar aquello que está destinado para salvación de todos.
Yo sigo el camino derecho.
Seguidme si queréis entrar conmigo en mi Reino Eterno.
Hace ademán de retirarse.
Pero los samaritanos se alborotan tanto, armando tal tumulto, que los galileos reaccionan.
Contemporánea y presurosamente salen de la casa, al huerto…
Y luego escaleras arriba hasta la terraza, los que estaban en la casa.
Aparece en primer lugar detrás de Jesús, el rostro pálido, triste y angustiado de María.
La Madre se pone detrás de Jesús y lo abraza, como para defenderlo de las injurias que llegan de abajo…
– ¡Nos has traicionado!
– ¡Te refugiaste con nosotros, haciéndonos creer que nos amabas, para despreciarnos después!
– ¡Mucho más se nos despreciará ahora por tu culpa!
Y muchos otros reclamos similares…
Se acercan a Jesús también las discípulas, los apóstoles y la última, muy asustada es María de Jacob.
Luego se explica el origen del tumulto…
Origen lejano pero seguro…
– ¿Por qué nos enviaste entonces a tus discípulos a decirnos que eres un perseguido?
– Yo no envié a nadie.
Que hablen los de Siquém…
¿Qué dije un día en la montaña?
Un samaritano habla:
– Es verdad.
Nos dijo que hasta que se instaure una nueva Era para todos, sólo puede haber adoradores en el Templo.
Que Él no podía adorar sino en el Templo;
Maestro, nosotros no somos culpables, créelo.
Éstos han sido engañados por falsos emisarios…
– Lo sé.
Idos pues.
De todos modos iré a Siquém.
No tengo miedo de nadie.
Ahora marchaos para no perjudicar ni a los de vuestra sangre ni a vosotros mismos.
Idos para no haceros daño.
¿No veis que por allá, bajando por el camino vienen resplandecientes al sol, las corazas de los legionarios?…
Os siguieron desde lejos al ver tanto cortejo.
Y se quedaron al asecho en el bosque.
Vuestros gritos los atraen ahora hasta aquí.
Idos por bien vuestro.
Efectivamente, lejos, en el camino principal que se ve subir hacia los montes.
En el tramo en que Jesús encontró al hambriento, se ve un brillo de luces que se mueven y avanzan.
La gente comprueba lo que dice Jesús y se dispersa lentamente.
Se quedan los de Efraím, los galileos, los discípulos.
Jesús repite:
– Idos todos vosotros a vuestras casas.
Obedeced a quién os ama.
Cuando quedan solo los discípulos, Jesús ordena que entren en la casa y en el huerto.
Pedro baja con los demás a abrir.
Judas de Keriot no baja.
¡Se ríe!
Es una risa extraña, ¡Indescifrable!…
Y sin dejar de reír dice:
– Ahora verás cómo los ‘buenos samaritanos’ …
¡Te odiarán!
Para construir el Reino dispersas las piedras.
Y las piedras esparcidas de un edificio, se convierten en armas que golpean.
¡Los has despreciado!
Y no lo olvidarán…
Jesús lo mira y responde:
– Que me odien.
No voy a dejar de cumplir con mi deber por miedo a ellos.
Ven, Madre.
Vamos a decirles a los discípulos lo que tienen que hacer, antes de que se vayan…
883 Un Retrato Perfecto
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
566e En Efraím el día de la llegada de la Madre de Jesús con Lázaro y las discípulas.
Y Jesús sale con ellos y cierra la puerta.
Cruza el pasillo, la cocina, sale al huerto seguido por Pedro, que refunfuña…
Y por los otros.
Pero antes de poner pie en la terraza se detiene en la pequeña escalera;
se vuelve, pone una mano en el hombro de Pedro, que levanta su cara descontenta…
Y le dice:
– Escúchame bien, Simón Pedro…
Y deja de acusar y censurar a Porfiria.
Ella es inocente.
Obedece mis órdenes…
Antes de los tabernáculos le ordené que no dejara venir a Margziam a Judea.
– ¡Pero la Pascua, Señor!
Pedro sigue refunfuñando.
Jesús continúa:
– Soy el Señor.
Tú lo dices.
Y, como Señor, puedo ordenar cualquier cosa, porque toda orden mía es justa.
Por tanto, no te turbes con los escrúpulos.
¿Recuerdas lo que está escrito en los Números?
“Si alguno de vuestra nación está contaminado por un muerto o realizando un viaje lejano;
que celebre la Pascua del Señor el día catorce del segundo mes, al atardecer” (Números 9, 10-11).
Yo no quiero que se contamine.
Pedro objeta:
– Pero Margziam no está impuro.
Espero al menos, que Porfiria no se vaya a morir precisamente ahora…
Y no está en viaje…
– No importa.
Yo quiero que sea así.
Hay cosas que contaminan más que un cadáver.
Margziam…
No quiero que se contamine.
Déjame actuar, Pedro.
Yo sé las cosas.
Sé capaz de obedecer igual tu mujer y el mismo Margziam.
Procura hacerlo como ellos.
Celebraremos con él la Segunda Pascua, el catorce del siguiente mes.
Y entonces seremos felices.
Te lo prometo.
Pedro mueve la cabeza como diciendo: ‘Resignémonos’
Y ya no objeta nada.
El Zelote observa:
– ¡Hace mucho que no sigues contando a los que no estarán en Jerusalén para Pascua!
Pedro contesta:
– Ya no tengo ganas de contar.
Todo esto me da una cierta impresión…
Que me hiela…
Todo esto me produce escalofríos…
¿Puedo decirlo a los demás?…
Jesús responde:
– No.
Intencionadamente por eso, os he llamado aparte.
– Entonces…
Yo también tengo algo que decir aparte a Lázaro.
Lázaro contesta rápido:
– Dime.
Si puedo lo haré con mucho gusto.
– La idea es de tu amigo Simón Zelote.
Así que aunque no me respondas a mí, no importa.
Quiero que vayas a ver a Pilatos y averigües lo que piensa hacer por Jesús o contra Jesús.
Ya sabes…
Hazlo con diplomacia, aunque el resultado sea en Bién o en Mal.
¡Porque corren todo tipo de voces!…
– Lo haré.
En cuanto llegue a Jerusalén.
Pasaré por Betel y Ramá en vez de por Jericó, para ir a Bethania.
Me quedaré en el palacio de Sión e iré donde Pilatos.
Quédate tranquilo Pedro, que seré hábil y sincero.
Haré lo mejor que pueda.
Jesús interviene diciendo:
– Y perderás tu tiempo inútilmente, amigo mío.
Tú lo sabes cómo hombre y Yo como Dios…
Que Poncio Pilatos, no es más que una caña que se dobla con el vendaval…
Por la parte opuesta al huracán…
Tratando de evitarlo.
Jamás es falso;
porque está convencido siempre de querer hacer lo que en ese momento dice y hace.
Pero al oír el aullido de la borrasca, del huracán, que viene del lado contrario se olvida.
¡Oh!…
No es que falte a sus promesas y voluntad.
Realmente olvida, todo lo que quería antes.
Lo olvida porque el aullido de una voluntad más fuerte que la suya, le quita la memoria.
Soplando le manda muy lejos todos sus pensamientos que otro ventarrón le había metido…
Y le introduce otros nuevos.
Después de todos esos miles de aullidos, se agrega el de su mujer;
pues Claudia lo amenaza con separarse de él, si no hace lo que ella quiere.
Y una vez separado de la Nieta de Octavio César Augusto…
Perdería todo su poder y su fuerza…
Y también la protección del “divino César” como ellos le llaman…
Aunque están convencidos de que César es un ser más abyecto que ellos…
Pero ellos saben ver la Idea en el hombre…
Es más, la Idea anula al hombre que la representa.
Y la Idea no se puede decir que sea abyecta porque todo ciudadano ama y es justo que ame a la Patria;
que quiera su triunfo…
Y César es la Patria…
Así que… Incluso un miserable es…
Es un grande por lo que representa…
Pero no quería hablar de César, sino de Pilatos…
Decía pues, que por encima de todas las voces que rugen:
Desde la de su mujer a la de las muchedumbres…
Está la voz – ¡Y qué voz!- de su ‘yo’
De ese yo pequeño del hombre pequeño;
de ese yo ávido del hombre ávido;
de ese yo orgulloso del hombre orgulloso.
Sobre el grito de Claudia, está el de su ‘yo’ pequeño, lleno de ambición y de orgullo,
que quiere reinar para ser grande.
Quieren reinar para llenarse de dinero.
Quieren reinar para dominar sobre las espaldas encorvadas.
El Odio está por debajo…
El odio, por debajo, incuba;
pero eso no lo ve el pequeño César llamado Pilatos, nuestro pequeño César..
Él solo ve las espaldas encorvadas que fingen respeto y que tiemblan ante él.
Aunque sientan realmente otra cosa…
Y a causa de esta voz tempestuosa del ‘yo’, está dispuesto a todo.
Repito:
A todo.
Con tal de seguir siendo Poncio Pilatos, el Procónsul.
El siervo de César y el dominador de una de las tantas provincias del Imperio.
Y por todo esto, si ahora es mi defensor;
mañana será mi juez inexorable.
El pensamiento del hombre es siempre incierto e inestable.
Pero es incertísimo cuando éste se llama Poncio Pilatos.
Pero tú Lázaro, da contento a Pedro, si tú quieres…
Y si esto lo va a consolar…
Pedro dice:
– Consolar no.
Pero sí me daría tranquilidad…
– Entonces consuela a nuestro buen Pedro y ve a ver a Pilatos.
Lázaro dice admirado:
– Iré, Maestro.
Has pintado al Procónsul como ningún historiador o filósofo lo hubiera logrado hacer.
En una descripción perfecta…
¡En un perfecto retrato!
– De la misma manera…
Podría describir a cada hombre con su verdadera efigie:
Su carácter.
Pero vamos donde éstos que están alborotados…
Sube los últimos escalones, llega a la terraza…
Y se presenta.
882 La Madre Dolorosa
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
566d En Efraím el día de la llegada de la Madre de Jesús, con Lázaro y las discípulas.
Pedro pregunta:
– Pero, ¿Qué ruido es ese?
Juan responde:
– ¡Los carruajes!
¡Son los carruajes!
Los que no han perdido el valor siguieron a Lázaro… -y sale corriendo junto con los demás…
Y al abrir la puerta se ve un espectáculo increíble:
Además de María que viene sentada junto a su Hijo en el carro de Lázaro;
vienen las discípulas, junto con Lázaro.
Además de Juana (que está en su carro junto con María, Matías, Esther y otros domésticos)
Viene su mayordomo y hombre de confianza: el ex-pastor Jonathán.
Seguidos por todo un desfile de carros y una enorme multitud de gente:
Caras conocidas y caras desconocidas: de Nazareth, Caná, Tiberíades, Naím, Endor.
Y los samaritanos de todos los pueblos por los que han pasado durante el viaje…
Además de otros cercanos.
Todos se precipitan sobre los carruajes impidiendo el paso.
¡Parece una verdadera romería!
Abierta la puerta, el espectáculo tumultuoso se ha presentado ante la vista, en toda su grandiosidad…
Los apóstoles miran asombrados y exclaman:
– ¿Pero qué quieren éstos?
– ¿Por qué han venido?
– ¿Cómo lo han sabido?
– ¿Quiénes son esos?
– ¿A qué vinieron?
– ¿Cómo se enteraron?
Juan responde:
– ¡Hombre!
Los de Nazareth estaban alerta…
Cuando llegó Lázaro al anochecer para salir por la mañana;
durante la noche fueron sin demora a los centros habitados cercanos.
Los de Nazareth estaban alertas y avisaron a todos…
Y lo mismo hicieron los de Caná;
porque Lázaro había pasado para recoger a Susana y encontrarse con Juana de Cusa.
Y lo han seguido o precedido.
Para ver a Jesús y por ver a Lázaro.
También los de Samaria han tenido noticia y se han agregado.
Siguieron a Lázaro y se fueron sumando los demás.
Cuando los otros supieron, se unieron al grupo.
¡Y aquí están todos!…
Véanlos allí…
Felipe pregunta a Judas de Keriot:
– Dime…
Tú que tenías miedo de que al Maestro le faltase cortejo…
¿Te parece suficiente con éste?
Judas replica:
– Vinieron por Lázaro…
– Ya lo vieron.
Dado que ya lo vieron se habrían podido marchar.
Pero, sin embargo, han seguido hasta aquí.
Señal de que hay también quien viene por el Maestro.
Pedro interviene:
– Como quieras.
Y no discutamos.
Tratemos de abrirles paso para que entren.
¡Ea, muchachos!…
¡Hay que hacer un poco de ejercicio!
Hace mucho tiempo que no abrimos paso al Maestro a codazos.
Y Pedro es el primero que se pone a abrir el surco entre la gente aclamadora, que grita hosannas..
Curiosa, devota o chismosa…
Según los casos.
Y, conseguido esto, ayudado por los otros y por muchos discípulos que diseminados entre la multitud,
tratan de reunirse con los apóstoles…
Mantiene vacío un espacio para que las mujeres puedan refugiarse en casa-
Al igual que Jesús y Lázaro…
Luego cierra la puerta.
El último en retirarse es él.
Tranca con cerrojos y barras…
Y manda a otros a cerrar por la parte del huerto.
Cuando finalmente logran entrar y cerrar la puerta…
Haciendo una profunda reverencia ante María.
Una María de cara triste, pálida y cansada…
Un rostro ya de María Dolorosa.
Pedro la saluda diciendo:
– ¡Por fin!
¡La paz sea contigo, María bendita!
¡Por fin te veo de nuevo!
¡Ahora todo es hermoso porque estás con nosotros!
Ella responde:
– Sí…
Ahora todo es menos doloroso porque estoy aquí con Él.
Lázaro dice:
– ¡Te había asegurado que te estaba diciendo estrictamente la verdad!
María Santísima responde:
– Tienes razón…
Pero para mí el Sol se oscureció.
Y toda paz cesa cuando supe que mi Hijo estaba aquí…
¡Comprendí…!
¡Oh!…
Otras lágrimas ruedan por las pálidas mejillas femeninas.
Jesús lleva a María a una habitación que da al huerto…
Y cuando entran…
Jesús suplica:
– ¡No llores, Madre mía!
¡No llores!
Estaba aquí en medio de esta buena gente…
Con otra María que es también una madre…
Jesús la guía hacía un cuarto que da al huerto tranquilo.
Todos los siguen.
Lázaro se excusa:
– Tuve que decírselo porque Ella conoce el camino…
Y no comprendía por qué tomaba ese otro.
Creía que estabas conmigo en Bethania.
En Siquém, un hombre gritó: ‘¡También nosotros vamos a Efraím, donde está el Maestro!’
Y ya no me fue posible dar ninguna excusa.
Esperaba librarme de la gente, saliendo de noche y tomando caminos no frecuentados.
¡Pero, qué va!…
Estaban de guardia en cada lugar…
Y mientras un grupo me seguía, el otro iba por los alrededores a avisar.
María de Jacob trae leche, miel, mantequilla y pan.
Ofrece primero a María.
A Lázaro lo mira de arriba abajo, mitad curiosa, mitad espantada.
Su mano tiembla ligeramente cuando al dar leche a Lázaro, éste le toca ligeramente la mano…
Lanza un ‘¡Oh!’ cuando ve que su piel es tibia…
Y que come su torta igual que todos los demás…
Lázaro manifiesta su buen linaje y su alta alcurnia.
Es el primero en reírse…
Afable y señoril, le dice sonriente:
– Sí, mujer.
Soy igual que tú.
Me gusta tu pan con miel y la leche que me has dado.
Me gustaría también dormir bajo tu techo, porque me siento muy cansado, además de hambriento.
Se vuelve hacia todos, explicando:
– Muchos me tocan con algún pretexto…
Para cerciorarse si tengo carne y huesos.
Si tengo calor en el cuerpo y si respiro.
La fama adquirida, es una molestia pasajera.
Terminada mi misión, me encerraré en Bethania.
Cerca de Tí Maestro, crearía demasiadas distracciones y te produciría muchas molestias.
He brillado y he dado testimonio de tu Poder hasta en Siria…
Ahora me eclipso.
Sólo Tú debes resplandecer en el cielo del milagro…
En el Cielo de Dios y en la presencia los hombres.
María mientras tanto, dice a la ancianita:
– Has sido buena con mi Hijo.
Él me ha dicho cuánto…
Él me ha contado todo.
Permíteme que te bese para darte las gracias.
Sólo tengo mi amor para recompensarte.
También yo soy pobre…
Y yo también puedo decir que ya no tengo hijo, porque Él es de Dios y de su Misión…
Y así sea siempre.
Porque santo y justo es todo lo que Dios quiere.
María se muestra dulce, pero…
¡Cuán quebrantada está ya!…
María está llena de dulzura, aunque siente despedazarse…
Todos los apóstoles la miran con compasión.
Tanto, que se olvidan de los que afuera se agitan y también de preguntar por los parientes lejanos.
Jesús dice:
– Voy a subir a la terraza a despedir y a bendecir a la gente.
Entonces Pedro reacciona y pregunta:
– ¿Dónde está Margziam?
He visto a todos los discípulos, menos a él.
Salomé de Zebedeo, (La madre de Santiago y de Juan)
responde:
– Margziam no vino.
– ¿No vino?
¿Por qué?
¿Está enfermo?
– Está bien.
También tu mujer.
Porfiria no lo dejó venir.
– ¡Mujer tonta!
¡Margziam tiene que venir, claro, para la Pascua!
Hubiera podido ya ahora dejarlo venir y dar una alegría al hijo y a mí.
Pero es más corta que una oveja para entender las cosas y…
Dentro de un mes será la Pascua y él debe venir…
Jesús interviene:
– Juan…
Simón de Jonás tú, Lázaro y Simón Zelote, venid conmigo.
Ordena a todos los demás, agregando:
Vosotros esperad aquí, hasta que haya despedido a la gente, separando de ella a los discípulos.
Y Jesús sale con los cuatro, cerrando tras Sí la puerta.
881 Presentimiento Maternal
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
566c En Efraím el día de la llegada de la Madre de Jesús con Lázaro y las discípulas.
Después que Elisa preguntara, qué es lo que falta por hacer…
Zelote responde:
– La verdad es que…
Como hombres, ya hicimos todo.
María de Jacob nos ayudó.
Está sola.
Es una samaritana muy buena.
Ahora la conocerán.
Está en el horno haciendo el pan.
Tuvo diez hijos.
Ocho murieron y dos se olvidaron de ella, al acabarse las riquezas.
Y sin embargo no guarda rencor…
– ¡Ah!
¿Lo veis?
¿Veis como, incluso entre los paganos y samaritanos, hay quien sabe perdonar?
¡Y debe ser terrible, ¡Eh?
¿Lo sabéis?
¡Debe ser terrible tener que perdonar a un hijo!…
¡Es mejor llorarlo muerto, que pecador!
No lo olvidéis.
¡Ah! ¿Estáis seguros de que Judas no está?
Pedro responde:
– Si no se ha transformado en pájaro, no puede estar.
Porque las ventanas están abiertas;
pero menos ésta, todas las puertas están cerradas.
Elisa suspira y dice:
– Bueno…
Entonces…
Estuvo en Jerusalén María de Simón, con su pariente.
Fue para ofrecer sacrificios en el Templo.
Luego vino donde nosotras.
Parece una mártir.
¡Qué afligida está!
Nos preguntó a todas si sabíamos algo de su hijo…
Que si Judas estaba con el Maestro, que si seguía con él y que si no se había retirado de Él.
Andrés pregunta asombrado:
– ¿Qué le pasa a esa mujer?
Tadeo le responde:
– Qué tiene un hijo.
¿Te parece poco?…
Nique agrega:
– La conforté.
Quiso que fuéramos al Templo con ella.
Y fuimos todas juntas a orar.
Luego se marchó, pero todavía con su pesar.
Yo le dije:
‘Si te quedas con nosotros, dentro de poco iremos a donde está el Maestro.
Allá está tu hijo’
Yo sabía que Jesús está aquí.
Todo Palestina lo sabe hasta en los confines.
Y ella respondió: “¡No! ¡No!
El Maestro me dijo que no estuviese en Jerusalén para la primavera.
Yo obedezco.
Pero he querido, antes del tiempo de su regreso, subir ahora al Templo.
Tengo mucha necesidad de Dios”
Y luego dijo algo muy extraño:
“No tengo ninguna culpa…
Pero es tanta mi tortura, que el Infierno está dentro de mí y yo dentro de él…
Por lo afligida que me siento”
Le hicimos muchas preguntas…
Pero no quiso expresarse más;
ni sobre sus torturas, ni sobre su angustia.
Tampoco quiso añadir más, acerca de sus aflicciones.
Ni de los motivos por los que Jesús le prohibió ir a Jerusalén.
Nos recomendó que no dijésemos nada, ni a Jesús, ni a Judas.
Luego se fue con su martirio personal.
Tomás pregunta conmovido:
– ¡Pobre mujer!
Así pues…
¿No vendrá a la Pascua?
– No vendrá.
Pedro dice:
– ¡En fin…
¡Si Jesús se lo ha impuesto, sus motivos tendrá!…
Habéis oído, no?
¡En todas partes se sabe que Jesús está aquí!
¡Pero totalmente en todas partes!
Zelote dice:
– Sí.
Y quienes lo decían convocaban en su Nombre para una sublevación “contra los tiranos”
Esto decían algunos;
otros, que está aquí porque se ha visto desenmascarado…
Andrés observa:
– ¡Siempre las mismas razones!
¡Deben haber gastado todo el oro del Templo para enviar a todas partes a esos… siervos suyos!
Suenan unos golpes en la puerta.
Todos exclaman:
– ¡Ya llegaron!
– ¡Están aquí!
Y van rápidamente a abrir.
Sin embargo, es Judas con sus compras.
Mateo lo sigue.
Judas ve a Elisa y a Nique…
Y las saluda.
Preguntando:
– ¿Estáis solas?
Nique responde:
– Solas.
María no ha venido todavía.
Elisa comenta:
– María no viene por las comarcas del sur…
Mateo:
– Así que no puede estar con vosotras.
Judas:
– Me refería;
a si no estaba Anastática.
Elisa:
– No.
Se ha quedado en Betsur.
– Por qué?
También ella es discípula.
¿No sabes que de aquí nos iremos a Jerusalén para la Pascua?
Debía estar.
¡Si no son perfectas las discípulas y los fieles, quién lo va a ser?
¿Quién va hacer el cortejo al Maestro, para destruir esos cuentos de que todos lo abandonan?
¿Para demostrar la inconsistencia de la leyenda de que le han dejado Solo?
– ¡Si es por eso!…
No será una pobre mujer la que colme los vacíos.
Las rosas están bien entre las espinas y en los huertos cerrados.
Y para la Rosa de Jericó, yo soy como una madre…
Y yo lo dispuse así.
– ¿Entonces para Pascua no estará?
– No estará.
Pedro interviene:
– ¡Ya son dos!
Judas pregunta con recelo:
– ¿Qué quieres decir?
¿Cuáles dos?
– ¡Nada!…
¡Nada!
¡Cálculos míos!…
Uno puede contar muchas cosas ¿No?
Incluso las… moscas, por ejemplo… que se posan en mi cordero desollado.
Entra María de Jacob, seguida por Samuel y Juan, con los panes recién sacados del horno.
Elisa saluda a la mujer y también lo hace Nique.
Y Elisa expresa unas palabras para que la mujer, enseguida se sienta a gusto…
diciendole:
– Somos hermanas tuyas en el dolor, María.
Yo estoy sola.
Perdí a mi esposo y a mis hijos.
Y también ésta es viuda.
Por tanto nos amaremos, porque sólo quien ha llorado sabe comprender.
Pero, en esto, Pedro dice a Juan:
– ¿Por qué estás aquí?
¿Y el Maestro?
Juan contesta:
– En el carruaje con su madre.
— ¡¿Y no lo decías?!
– No me has dado tiempo.
Vienen todas.
¡Pero ya veréis qué desmejorada está María de Nazaret!
Parece que han pasado por ella lustros y el dolor la ha envejecido.
Dice Lázaro que se acongojó mucho cuando le dijo que Jesús estaba refugiado acá.
Judas exclama irónico y despectivo:
– ¿Por qué se lo dijo ese bobo?
Antes de morir era inteligente.
Tal vez en el sepulcro se le deshizo el cerebro y todavía no se le ha compuesto.
¡No en vano se muere!…
Severo Samuel responde:
– Nada de eso.
Ten cuidado al hablar.
Lázaro de Bethania lo dijo a María, cuando ya venían en camino…
Y Ella se sorprendió por la dirección que tomaban…
Juan agrega:
– Así es.
Cuando pasó la primera vez por Nazareth, sólo le dijo: ‘Te llevaré a donde está tu Hijo dentro de un mes…’
Y ahora al partir, ni siquiera le dijo que vendrían a Efraím.
Judas interrumpe grosero y mordaz:
– Todos saben que Jesús está aquí.
Y…
¿Ella es la única en ignorarlo?
– María lo había oído y lo sabía.
Pero como corre un fangoso río de mentiras por la Palestina, Ella no daba oídos a ninguna noticia.
Se consumía en el silencio, orando.
Pero cuando emprendieron el viaje;
Lázaro tomó el camino que va a lo largo del río…
Para desorientar a los Nazarenos, a todos los de Caná, Séforis, Belén de Galilea…
Tomás pregunta:
– ¡Ah!
¿Están también Noemí, Mirtha y Áurea?
Samuel responde:
– No.
No se los permitió Jesús.
La orden la llevó Isaac cuando fue a Galilea.
– ¿Entonces ellas tampoco estarán?
– No estarán con nosotros.
Pedro exclama:
– ¡Y van tres!
Felipe dice:
– Tampoco nuestras mujeres y ni siquiera nuestras hijas.
El Maestro lo dijo y lo repitió antes de dejar Galilea.
Mi hija Mariana me dijo que Jesús se lo había ordenado desde la Pascua pasada…
Pedro pregunta:
– ¡Ahora son más…!
¡Bueno, muy bién!
¿Están por lo menos Juana, Salomé y María de Alfeo?
– Sí.
También Susana.
– Y también Margziam, claro…
Pero ¿Qué es ese ruido?
Echándose a la calle con los otros, Juan responde:
– ¡Los carros!…
¡Los carros!
Con todos los nazarenos que no se han dado por vencidos y han seguido a Lázaro…
También los de Caná…
880 Los Corderos del Cordero
A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
566b En Efraím el día de la llegada de la Madre de Jesús con Lázaro y las discípulas.
Tadeo pregunta:
– ¿Y José?
Elisa responde:
– ¿Quién?
¿El de Seforí?
¡Tiene un miedo!
¡Ah!..
También estuvo con él vuestro hermano José.
Llegó y se marchó enseguida.
Pero pasando por Bethania…
Para decir a las hermanas que a toda costa le impidan al Maestro ir a la ciudad y quedarse allí.
Yo estaba allí y lo oí.
Así supe también que José de Seforí ha tenido muchos problemas y ahora tiene mucho miedo.
Vuestro hermano le ha encargado de que esté al corriente de los complots que se traman en el Templo.
Ese hombre de Seforí lo puede saber por medio de un pariente suyo,
que es marido no se si de la hermana o de la hija de su cuñada…
Y que trabaja en el interior del Templo.
Santiago de Zebedeo exclama:
– ¡Cuántos miedos!
Ahora, cuando vayamos a Jerusalén, quiero mandar a mi hermano a casa de Anás.
Podría ir también yo, porque también yo conozco bien a ese viejo zorro.
Pero Juan sabe hacer mejor las cosas.
Y a él no le importa que lo maltraten.
Anás lo apreciaba mucho entonces, cuando escuchábamos las palabras de ese viejo lobo…
¡Creyendo que era un cordero!
Le mandaré a Juan, que sabrá soportar incluso improperios sin reaccionar.
Sabe guardar silencio.
Yo…
A mí si me dice algo contra el Maestro…
O sólo con que pronunciara maldiciones contra mí porque lo sigo;
le saltaría al cuello, lo atraparía, le apretaría el pescuezo en ese viejo cuerpajo;
como si estuviera escurriendo una red.
¡Y le haría vomitar esa alma negra y torva que tiene dentro!
¡Aunque esté rodeado por todos los soldados y los sacerdotes del Templo!
Andrés dice escandalizado:
– ¡Oh!…
¡Si el Maestro te oyese hablar así!…
– Por eso no digo nada cuando está Él.
Pedro agrega:
– ¡Tienes razón!
No eres el único en tener esos deseos.
¡Yo también los tengo!
Tadeo confirma:
– Lo mismo que yo…
Pero no sólo por Annás.
Santiago de Zebedeo agrega:
– ¡Oh!
¡Tratándose de esto!…
Yo tengo una lista larga…
A muchos les prendería fuego.
Pedro agrega:
– En mi lista larga te digo…
De esos tres carcamales de Cafarnaúm excluyo al fariseo Simón, porque parece pasablemente bueno.
Luego los dos lobos de Esdrelón:
El viejo costal de huesos de Cananías y en Jerusalén…
Enseguida…
Bueno, una degollina…
Os digo que una degollina en Jerusalén.
Con el primero de todos:
Elquías.
¡Me tienen ya hasta la coronilla todas esas serpientes apostadas al acecho!
Pedro realmente está furioso.
Diciéndolo con mucha serenidad, resulta aún más impresionante…
Con esa calma glacial suya;
peor que la ira de Pedro;
Judas Tadeo dice:
– Y yo te ayudaría.
Pero..
Aunque primero empezaría por eliminar las serpientes que tenemos más cerca.
– ¿Quién?…
¿Samuel?
– ¡No, no!
No tenemos cerca sólo a Samuel.
¡Hay muchos que muestran un rostro…
Y tienen un alma distinta de la expresión que muestran!
Hay otros que tienen una cara diferente con la que esconden, lo que tienen en el corazón.
No los pierdo de vista.
¡Nunca!…
Quiero estar seguro antes de obrar.
¡Pero cuando lo esté…!
La sangre de David quema.
Como quema la de Galilea.
Y yo tengo las dos fundidas en mí…
Pedro dice:
– ¡Si llega el caso, me lo dices… ¡Eh!
Que te ayudo…
– No.
La venganza de la sangre, corresponde a los parientes.
Me toca a mí hacerlo…
– Si se te ofrece algo y quieres ayuda, me avisas. –dice Pedro.
Elisa que desde hace unos momentos ha llorado copiosamente, en silencio.
Con sus mejillas bañadas en llanto, interviene diciendo:
– ¡Pero hijos!…
¡Hijos míos!
¡No habléis así!
¡No es eso lo que enseña el Maestro!
¡Parecéis tigrillos furiosos, en lugar de mansos corderos!
¡Ustedes sóis los corderos del Cordero!
Olvidaos del espíritu de venganza.
¡Han quedado muy atrás ya los tiempos de David!
Jesús ha anulado la ley de Thalión.
¡Si invocáis a Satanás en vosotros al odiar a vuestros enemigos, al desear vengaros…
entrará en vosotros y os corromperá!
Satanás no es una fuerza.
¡Creédmelo!
Dios lo es.
Satanás es debilidad, peso, ceguera.
Quedaríais encadenados y no podríais mover un dedo, no digo ya contra vuestros enemigos.
¡Ni siquiera para acariciar a vuestro afligido Jesús!
Cristo anula la ley de la sangre y del thalión.
Él deja los Diez mandamientos inmutables, pero abroga las otras duras leyes mosaicas.
De Moisés quedan las prescripciones de piedad, humanidad y justicia;
compendiados y perfeccionados por nuestro Jesús en su mayor Mandamiento:
“Amar a Dios con todo el ser…
Amar al prójimo como a nosotros mismos, perdonar al que ofende, dar amor a quien nos odia”.
¡Oh, perdonad si yo siendo mujer me he atrevido a enseñar a mis hermanos…
Aunque sean mayores que yo!
Pero soy una madre anciana.
Y una madre puede hablar siempre.
¡Creedlo, hijos míos!
Si vosotros mismos invocáis a Satanás odiando a los enemigos, teniendo deseos de venganza…
Satanás entrará en vosotros y os corromperá.
Satanás NO es una fuerza.
Sólo lo es para los odiadores que NO CONOCEN a Dios.
Para los que arrullan el resentimiento y abrazan la venganza;
llenándose de la amargura que la IRA el ODIO caldean en el alma…
Encadenándola también en la eternidad.
¡Ánimo, hijos!
Aún los que tenéis más años que yo.
¡Ea! ¡Hijos míos!…
En ustedes he vuelto a encontrar la alegría de ser madre, amándoos a todos como a hijos.
No me aflijáis perdiéndoos de nuevo…
Todos sóis hijos para una mujer que os quiere;
No me hagáis de nuevo una mujer angustiada, por haber perdido otra vez a mis hijos amados.
Y para siempre…
Satanás es debilidad, peso, ceguera.
El Odio y la Venganza son sus más pesadas ataduras
Quedaríais encadenados…
No sabríais ya ni mover un dedo, no sólo contra los enemigos;
sino tampoco para ofrecer una caricia a nuestro afligido Jesús, si el odio y la venganza os encadenaran.
¡Ni siquiera para acariciar a vuestro afligido Jesús!
Que tan atormentado se encuentra ya, por todo lo que le rodea…
Porque si morís con el odio o el delito;
muertos estaréis para toda la eternidad y no podremos reunirnos arriba;
jubilosos, en torno a nuestro común amor:
Jesús.
Prometedme aquí enseguida a mí, que os lo suplico;
a una pobre mujer, a una pobre mamá…
Que no volveréis a tener nunca estos pensamientos.
¡Oh, hasta vuestras caras cambian!
¡Me parecéis desconocidos, distintos!
Desapareció la bondad.
¡Qué feos os pone el rencor!
¡Tan dulces como erais!
María os diría las mismas palabras.
Con más fuerza porque Ella es María.
Pero mejor es que Ella no conozca todo el dolor…
¡Oh pobre Madre!
¿Qué está sucediendo?
Escuchadme.
¿Debo creer acaso que surge la hora de las Tinieblas?
La Hora que se tragará a todos;
la Hora en que Satanás será rey en todos, menos en el Santo.
Y revolcará también a los santos…
Descarriandoos incluso a vosotros…
Haciéndoos cobardes, perjuros, crueles como él lo es?
¡Oh, hasta ahora había tenido siempre esperanza!
Siempre he dicho:
“Los hombres no prevalecerán contra Cristo”
¡Pero ahora!…
¡Ahora, por primera vez, temo y tiemblo!
Sobre este cielo sereno de Adar veo alargarse invasora la espesa oscuridad…
De la gran Tiniebla que se llama Lucifer y a todos los llena con su negrura.
Lo veo entenebreceros a todos, esparciendo venenos que os enferman.
¡Oh, tengo tanto miedo!…
Elisa, que ya desde hacía un rato lloraba aunque sin estremecimientos;
se abandona ahora, apoyada la cabeza en la mesa junto a la cual está sentada.
Dando rienda suelta a su llanto, reclinando su cabeza sobre la mesa…
Sollozando ruidosa, abierta y dolorosamente.
Los apóstoles se miran entre sí, unos a otros…
Luego, apenados y afligidos, tratan de consolarla.
Pero ella no quiere consuelos.
Y les exige:
– Sólo una cosa vale.
¡Vuestra promesa!
¡Por vuestro bien!
Porque Jesús no tenga entre sus dolores éste, el mayor:
El de veros condenados a vosotros, sus predilectos.
Los hombres han quedado pasmados;
reflexionan…
Luego los apóstoles a una sola voz, todos prometen y simultáneamente exclaman:
– Si eso es lo que quieres, te lo prometemos.
– ¡No llores, mujer!
– Perdonaremos a quien nos ofenda.
– Renunciamos al odio y a la venganza.
– ¡No llores mujer!
– Amaremos a quien nos odie.
– ¡No llores!
– ¡Sí, Elisa, si esto es lo que quieres!
– ¡No llores, mujer!
– Te lo prometemos.
– Escucha…
No vamos a alzar ni un dedo contra ninguno.
– No vamos ni siquiera a mirar, para no ver.
– ¡No llores!
– ¡No llores!
– Perdonaremos a quienes nos ofenden.
– ¡Amaremos a quienes nos odia!
– ¡Ánimo!
No llores.
Elisa alza su rugoso rostro, brillante por el llanto.
Y dice:
– ¡Recordad que me lo habéis prometido!
¡Repetidlo!
Todos levantan la mano derecha, como si fuera un juramento y…
Obedientes como niños, todos dicen en tono de juramento:
– Te lo prometemos.
Y no queda contenta hasta que todos y cada uno se lo prometen.
Finalmente Tadeo dice por Todos:
– Te lo prometemos, mujer.
Elisa levanta su cara arrugada y resplandeciente en lágrimas…
Diciendo:
– Acordaos de que me lo habéis prometido.
Mientras se seca el rostro con las manos,
agrega:
– ¡Amados hijos míos!
Queridos hijos míos, ahora sí que me habéis dado un gran placer.
¡Ahora sí me agradáis!
Me habéis dado un gran placer.
Veo que sois buenos.
Ahora que mi aflicción se ha acabado y que os habéis limpiado de ese amargo fermento…
Ahora que se ha calmado mi angustia…
Ahora que habéis abandonado esa levadura amarga y habéis vuelto a ser puros como antes;
preparémonos para recibir a María.
¿Qué es lo que falta por hacer?… – dice mientras termina de secarse los ojos.
879 El Más Suave Castigo
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
566a En Efraím el día de la llegada de la Madre de Jesús con Lázaro y las discípulas.
En la casa de María de Jacob, los dos apóstoles tienen un coloquio en la cocina.
Pedro pregunta:
– ¿Y por qué manda con nosotros a Samuel?
Simón Zelote responde:
— Sin lugar a dudas, para prepararlo para su misión.
No veo motivo de inquietud…
¡Llaman!
¡Tienen que ser las discípulas!…
Pedro se quita el ensangrentado mandil y corriendo, sigue al Zelote;
que apresuradamente ha ido hacia la puerta de la entrada.
Aparecen por las distintas puertas, los otros apóstoles que están en la casa…
Y todos gritan:
– ¡Ahí están!
– ¡Son ellas!
Pero cuando se abre la puerta…
Se quedan tan claramente desencantados al ver a Elisa y a Nique;
que las dos discípulas preguntan:
– ¿Pero ha sucedido algo?
Pedro dice:
– ¡No!
¡No!
Es que…
Creíamos que fuera la Madre y las discípulas galileas…
Elisa replica:
– ¡Ah!
Y os habéis llevado un chasco.
Nosotras sin embargo, estamos muy contentas de veros…
Y de saber que está para llegar María.
Tadeo las invita por todos:
– Un chasco, no…
¡Bueno, un poco desilusionados sí…!
¡Pero, venid!
¡Entrad!…
Paz a las buenas hermanas.
– También a vosotros.
– ¿El Maestro no está?
Zelote explica:
– Ha salido con Juan al encuentro de María.
Se sabe que viene por el camino de Siquem en el carro de Lázaro.
Entran en casa mientras Andrés se ocupa del burrito de Elisa.
Nique ha venido a pie.
Hablan de lo que sucede en Jerusalén, preguntan por los amigos y discípulos…
Por Analía, María y Martha, el anciano Juan de Nobe, José de Arimatea, Nicodemo…
Por muchos otros.
La ausencia de Judas de Keriot, permite que hablen en paz y abiertamente.
Elisa, mujer anciana y de experiencia…
Que estuvo en los tiempos de Nobe en contacto con Judas y que ya lo conoce muy bien…
Que «lo ama sólo por amor a Dios», como abiertamente lo confiesa;
pregunta:
– ¿Está Judas aquí?
– Fue a hacer las compras con Mateo.
Elisa suspira y habla con franqueza:
– En Jerusalén parece que todo está en calma.
Ya no interrogan a los discípulos;
desde que Pilatos encaró a los del Sanhedrín…
Recordándoles enérgicamente, que solo él, es quién imparte la justicia en Palestina…
Y que por tanto, dejen ya ese asunto.
Porque él ya lo finiquitó.
Nique observa:
– Mannahém nos dijo y también Valeria;
Que Pilatos está verdaderamente tan cansado de estos disturbios que tienen agitado al país…
Que están creciendo y pueden causarle muchos problemas.
Pero también se dice…
Porque la Augusta Claudia no se lo permite…
Que está muy fastidiado, por la insistencia con que los judíos le dicen que Jesús quiere proclamarse Rey.
Que si no fuese por los informes de los centuriones y la presión de su mujer;
acabaría por castigar al Mesías con el destierro,
con tal de quitarse ya de encima todos estos problemas y ya no tener ninguna molestia.
Zelote exclama:
– ¡Sólo faltaría eso!
¡Y es capaz de hacerlo!
¡Muy capaz!…
Es el más leve y suave de los castigos romanos…
Y el más usado después de la flagelación.
¿Pero os lo imagináis?
Jesús solo…
¿Quién sabe en qué lugar?
Y nosotros desperdigados…
Pedro objeta:
– ¡Ya… ya!
¡Desperdigados!
Eso lo dices tú.
A mí no me desperdigan.
Voy detrás de Él…
Bartolomé le dice:
– ¡Simón!…
¡Simón!
¿Eres tan ingenuo como para pensar que te dejarían?
Te atan como a un galeote y te llevan a donde quieran ellos.
A lo mejor incluso a las galeras.
O a una de sus prisiones…
Y ya no puedes seguir al Maestro.
Pedro se alborota el pelo inseguro;
totalmente descorazonado.
Zelote dice:
– Se lo diremos a Lázaro.
Lázaro irá abiertamente donde Pilatos…
Que sin duda lo recibirá con mucho gusto;
porque a estos gentiles les gusta ver seres extraordinarios…
Totalmente abatido, Pedro exclama:
– ¡Habrá ido a verlo antes de salir…
Y ya Pilatos no tendrá deseos de recibirlo de nuevo!
– Entonces irá como hijo de Teófilo.
O acompañará a su hermana María a ver a las damas.
Eran amigas cuando…
Bueno, en fin, cuando María era pecadora…
Elisa informa:
– ¿Sabéis que Valeria, después de que se divorció de su marido, se hizo prosélita?
Valeria ha tomado una decisión seria.
Lleva una vida recta de mujer justa, que es un ejemplo para muchos de nosotros.
Dio libertad a sus esclavos y les habla del Dios Verdadero.
Había tomado una casa en Sión.
Pero ahora que Claudia ha venido, ha regresado con ella…
Ahora vive con Claudia…
Pero dice que se unirá a Juana de Cusa…
– ¿Entonces?…
Nique agrega:
– No.
A mí me ha dicho:
“En cuanto venga Juana, voy con ella.
Pero ahora quiero convencer a Claudia”…
Parece que Claudia no logra superar el límite suyo, para aceptar creer en el Mesías.
No puede aceptar a Jesús como el Dios verdadero.
Para ella es un sabio, nada más…
Incluso parece que antes de ir a la ciudad, se hubiera intranquilizado bastante por las voces que corrían…
Y que escéptica, hubiera dicho:
“Es un hombre como nuestros filósofos.
Y no de los mejores, porque su palabra no corresponde con su vida”
Al parecer ha tenido unos conflictos interiores…
Unas serias dudas…
En definitiva que ahora se haya permitido una serie de cosas, que antes había abandonado.
Felipe dice:
– Era de esperar.
¡Almas paganas!
¡Mmm!
Bartolomé sentencia:
– Una buena puede haberla…
¡Pero las otras!…
¡Inmundicias!
¡Inmundicias!…
878 Un Mes para la Pascua
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
566 En Efraím el día de la llegada de la Madre de Jesús con Lázaro y las discípulas.
Con el mismo tono irónico y lúgubre,
Judas de Keriot dice:
– Entonces hubiera sido mejor que no te las hubiera pedido nadie…
¡Total…!
No quisiera que nos sucediera como en Nobe:
Tantos preparativos para nada…
Santiago de Alfeo responde:
– ¿Si te digo que nos ha advertido un grupo de discípulos?
¿Qué crees?…
¿Que lo han soñado?
Han hablado con Lázaro.
Los ha enviado por delante de propósito.
Venían aquí a avisar que antes del Sábado estaría aquí la Madre con las discípulas,
llegando con el carro de Lázaro…
Felipe confirma:
– De momento no han venido…
Tras haber confiado sus tortas a Santiago de Zebedeo y a Andrés, que las llevan al horno;
mientras se seca las manos en el mandil,
María de Jacob pregunta:
– Vosotros que habéis visto a ese hombre:
¿No os da miedo?
Santiago de Alfeo trata de tranquilizarla, diciendo:
– ¿Miedo?
¿Por qué?
Toda nerviosa exclama:
– ¡Es un hombre que vuelve de estar con los muertos!
Está llena de ansiedad.
– Cálmate, madre.
Es en todo como nosotros.
Imperiosamente, Judas interviene:
– Más bien estáte atenta al palique con las otras mujeres.
No sea que vayamos a tener a toda Efraím aquí dentro, dando la lata.
– Desde que estáis aquí no he tenido conversaciones imprudentes…
Ni con los de la ciudad ni con los peregrinos.
He preferido pasar por necia…
Antes que aparentar saber las cosas, para no crear dificultades al Maestro y perjudicarlo.
Y sabré callar también hoy.
Ven, Tomás… – y sale para ir a sacar sus tesoros escondidos.
Riendo irónicamente, con esa risa siniestra tan difícil de soportar,
Judas agrega:
– Esa mujer está asustada pensando que va a ver a un resucitado.
Santiago le responde:
– No es la única.
Me han dicho los discípulos que en Nazaret estaban todos inquietos.
Pasó lo mismo en Caná y en Tiberíades.
Uno que vuelve de la muerte después de cuatro días de sepulcro…
No se encuentra tan fácilmente como las margaritas en primavera.
¡Pasmados y pálidos estábamos nosotros también, cuando salió del sepulcro!
Pero, en vez de estar ahí haciendo comentarios inútiles…
¿No podrías trabajar?
Todos estamos trabajando…
Hay todavía muchas cosas que hacer.
Entre lo que hoy que se puede hacer….
Ve al mercado y compra lo que se necesite.
Lo que hemos traído nosotros no es suficiente ahora que vienen ellas…
No hubiéramos tenido tiempo de volver a la ciudad para hacer compras…
El crepúsculo nos habría detenido en el sitio en que estábamos la puesta del Sol.
Entonces Mateo entra en la cocina muy bien arreglado.
En realidad, todos están con sus mejores galas.
Judas lo llama para acompañarse en el encargo y los dos salen.
Zelote dice:
– ¡Ese Tomás de veras que es un artista!
Con una insignificancia adornó la habitación, como para un banquete de bodas.
Id a ver.
Todos van menos Pedro, que sigue ocupado en aderezar el cordero que se servirá.
Y dice:
– No veo el momento de que estén aquí.
Dentro de un mes será la Pascua…
Dejando a los demás admirando el salón que adornara Tomás;
Simón Zelote que también está regiamente vestido, ha regresado casi inmediatamente.
Pedro continúa:
– Estoy suspirando por verlos aquí.
Quizás venga también Margziam.
Dentro de un mes estamos en Pascua.
Ya habrá salido de Cafarnaúm o Betsaida.
Zelote responde:
– Estoy contento de que venga María.
Por el Maestro.
Lo confortará más que todos los demás.
Y necesita ser confortado.
– Mucho.
Pero, ¿Te has dado cuenta de lo triste que está también Juan?
Le he preguntado, pero ha sido inútil;
dentro de su dulzura, tiene más firmeza que todos nosotros.
Y si no quiere, nada le hace hablar.
Pero estoy seguro de que sabe algo.
Parece la sombra del Maestro.
Lo sigue siempre.
Lo mira siempre.
Y cuando no ve que alguno observa…
Porque si lo ve, entonces responde a tu mirada con esa sonrisa suya que amansaría hasta a un tigre…
Cuando no se ve observado, su cara se pone tristísima.
Intenta preguntarle tú.
Te quiere mucho.
Y sabe que eres más prudente que yo…
Zelote objeta:
– ¡Oh no!
¡No, eso no!
Tú te has hecho un ejemplo de prudencia para todos nosotros.
Ya no se reconoce en ti al Simón de otros tiempos.
Eres verdaderamente esa piedra, que dura y sólidamente escuadrada, nos sostiene a todos nosotros.
– ¡Vamos, hombre, no digas eso!
Yo soy un pobre hombre.
Bueno, claro…
Estando con Él tantos años uno se hace un poco como Él.
Un poco… muy poco;
pero ya muy distinto de como uno era antes.
Todos nos hemos…
¡No! No todos, por desgracia.
Judas sigue siendo igual, lo mismo aquí que en Agua Especiosa…
– ¡Dios lo quiera, que sea igual!
– ¿Qué?
¿Qué quieres decir?
– Nada y todo, Simón de Jonás.
Si el Maestro me oyera, me diría: “No juzgues”
Pero esto, no es juzgar.
Es temer.
Temo que Judas sea peor que cuando estábamos en Agua Especiosa.
– Ya de por sí lo es…
Aún en el caso de que sea ahora, como entonces.
Lo es porque debía haber cambiado mucho, crecido en justicia.
Y sin embargo, es siempre igual.
Pues tiene en su corazón el pecado de acidia espiritual, que entonces no tenía.
Porque al principio…
Era loco sí, pero lleno de buena voluntad…
Dime una cosa:
¿Para tí qué significa el que el Maestro haya decidido mandar con nosotros a Samuel?
¿Y reunir a todos los discípulos…
Todos los que puedan reunirse en Jericó, para la neomenia de Nisán?
Antes había dicho que ese hombre se iba a quedar aquí…
Y antes también nos había prohibido decir dónde estaba Él.
Yo tengo sospechas…
– No.
Yo veo las cosas claras y lógicas.
Sin saber por quién ni cómo ha sido divulgado;
a estas alturas, toda Palestina sabe que el Maestro está aquí.
Ya ves que han venido peregrinos y discípulos de lugares tan separados como Quedes y Engadí, Joppe y Bosra.
Por tanto, es inútil seguir conservando el secreto.
Además, la Pascua se acerca…
Y está claro que el Maestro quiere tener consigo a los discípulos para su regreso a Jerusalén.
Ya lo oíste, el Sanhedrín dice que está derrotado y ha perdido a todos los discípulos.
Él le responde entrando en la ciudad a la cabeza de ellos…
– ¡Tengo miedo, Simón!
Mucho miedo…
¿Ya has oído, no?
Todos, incluso los herodianos, se han unido contra Él…
– ¡Ya!
¡Que Dios nos ayude!…
– ¿Y por qué manda con nosotros a Samuel?
– Sin lugar a dudas, para prepararlo para su misión.
No veo motivo de inquietud…
¡Llaman!
¡Tienen que ser las discípulas!…
877 Preparativos
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
566 En Efraím el día de la llegada de la Madre de Jesús con Lázaro y las discípulas.
El crepúsculo baña con sus colores todo el valle de Efraín.
Los dos caminantes han llegado a su destino.
Tanto el discípulo como el Maestro, siguen sus reflexiones en silencio.
Entran en la casa.
En la cocina está Samuel, partiendo leña para ahorrarle a la anciana el esfuerzo de encender el fuego.
Jesús le dice a la mujer:
– ¿Duermen los peregrinos?
María de Jacob responde:
– Creo que sí.
No oigo ningún ruido.
Ahora voy a llevar esta agua a las caballerizas.
Están en la leñera.
Cargándose con dos artesas colmadas de agua,
Juan dice:
– Lo hago yo, madre.
Mejor, ve tú donde Raquel.
Me ha prometido queso fresco.
Dile que se lo pagaré el sábado.
Juan se marcha con su carga lleno de amor…
Se quedan solos Jesús y Samuel.
Jesús se acerca a él…
El cual, agachado hacia el fuego, está soplando para que se encienda la llama.
Le pone una mano en los hombros y dice:
– Judas nos ha interrumpido allí arriba…
Quiero decirte que te voy a mandar con mis apóstoles para el día después del Sábado.
Quizás lo prefieras así…
Samuel responde:
– Gracias, Maestro.
Siento perder tu compañía.
Pero en tus apóstoles te veré también.
Y prefiero, ¡Sí! estar lejos de Judas.
No me atrevía a pedírtelo…
– De acuerdo.
Queda decidido.
Ten piedad de él.
Como la tengo Yo.
Y no digas nada a Pedro ni a nadie…
– Sé guardar silencio, Maestro.
Y sobre todo, también sé guardar secretos.
– Después vendrán los discípulos.
Allí estarán Hermas y Esteban, también Isaac:
Dos sabios y un justo.
Y muchos otros…
Te encontrarás bien, entre hermanos verdaderos.
– Sí, Maestro.
Tú comprendes y auxilias.
Eres verdaderamente el Maestro bueno – y se inclina para besar la mano de Jesús.
Pasan las horas, ha concluído la vigilia del Viernes.
En la casa de María de Jacob ya están levantados, aunque apenas raya el alba.
Los apóstoles, quienes normalmente están en misión, han llegado…
Llenando con su alegría el hogar de la viuda…
En la casa hay un intenso movimiento de preparación de fuegos y agua caliente.
Casi todos los apóstoles están activos y felices, como preparando una gran fiesta…
A María la ayudan a cribar harina y a amasarla para hacer pan.
La ancianita está inquieta como una niña, mientras diligentemente trabaja;
preguntando a éste o a aquél:
– ¿Es hoy, no?
¿Los otros lugares están preparados?
¿Estáis seguros de que no son más de siete?
Miestras desolla un cordero, preparándolo para ser guisado…
Pedro le responde por todos:
– Debían estar aquí antes del sábado…
Quizás las mujeres no estaban preparadas todavía y por eso se han retrasado.
Pero hoy seguro que llegan.
¡Ah, esto me pone contento!
¿El Maestro ha salido?
A lo mejor ha ido a su encuentro…
Saliendo con un recipiente colmado de agua hirviendo…
Bartolomé responde:
– Sí.
Ha salido con Juan y Samuel en dirección al camino de la Samaria central.
Andrés agrega:
– Entonces podemos estar seguros de que llegan.
Él sabe siempre todas las cosas.
En un rincón donde se ha sentado y desde donde expone la ira de su amargura ociosa…
Judas suelta su risa irónica, desagradable y lúgubre…
Pedro lo mira y pregunta:
– Yo quisiera saber por qué te ríes así.
¿Qué tiene de gracioso el que hable mi hermano?
Judas responde:
– No me río por tu hermano.
Todos estáis contentos.
Yo también puedo estarlo y reírme incluso sin motivo.
Pedro lo mira con una expresión muy elocuente, pero vuelve al trabajo que estaba haciendo.
Entonces ingresa goteando rocío como si viniera de los bosques…
Llevando un haz de ramas florecidas:
Un milagro de candor aljofarado de rocío, que parece transmitir claridad y belleza a la cocina.
Es Tadeo invitando:
– ¡Mirad!
He conseguido encontrar una rama de árbol en flor.
No es almendro, como quería;
pero Ella, ahora que ha terminado de florecer el almendro, tiene otras ramas…
Así que aceptará esta mía.
Santiago de Alfeo exclama:
– ¡Qué bonitas!
¿Dónde las has encontrado?
– En el huerto de Noemí.
Sabía que era tardío por la orientación hacia tramontana, que lo tiene retrasado.
Y he subido allí.
Andrés dice:
– ¡Por eso pareces tú también un árbol del bosque!
Las gotas de rocío te brillan en el pelo y te han mojado la túnica.
– El sendero estaba húmedo como si hubiera llovido.
Ya se dan los rocíos abundantes de los meses más bonitos.
Judas Tadeo se marcha con sus flores…
Al cabo de un rato, llama a su hermano para que le ayude a colocarlas.
Comprendiendo lo que sucede y la ayuda que puede proporcionar…
Tomás dice:
– Voy yo…
Que entiendo de eso, mujer.
¿No tienes alguna ánfora de cuello alto, si es posible de tierra roja?
María de Jacob responde:
– Tengo lo que buscas y también otros recipientes…
Son los que usaba en los días de fiesta…
Para las bodas de mis hijos o en otras ocasiones importantes.
Si esperas un momento a que meta estas tortas en el horno…
Voy a abrirte el baúl donde están guardadas las cosas buenas.
¡Son muy pocas ya, después de tantas desventuras!
Pero he conservado algunas para…
Recordar…
Y sufrir…
Ya que aunque sean recuerdos de alegría, ahora hacen llorar…
Porque recuerdan lo que ha terminado.
Con el mismo tono irónico y lúgubre que últimamente utiliza,
Judas de Keriot dice:
– Entonces hubiera sido mejor que no te las hubiera pedido nadie…
¡Total…!
No quisiera que nos sucediera como en Nobe:
Hicimos tantos preparativos para nada…
876 Las Abejas y Sus Enseñanzas
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
565c Jesús conforta a Samuel, turbado por Judas de Keriot.
Jesús empieza a bajar.
El sendero es tan estrecho, que deben caminar uno detrás del otro.
Pero esto no impide a Judas hablar.
Diciendo:
– Te fías mucho de ese hombre, Maestro.
Ya te he dicho quién es.
Es el más exaltado y revoltoso de todos los discípulos de Jonathás.
Ahora ya es tarde.
Te pusiste en sus manos.
Samuel es un espía a tu lado.
¡Y Tú, que más de una vez…
Y más que Tú los otros, habéis pensado que lo fuera yo…!
Yo no soy un espía.
Jesús se detiene y se vuelve.
Dolor y majestad se funden en su cara y en su mirada, que se clava en el apóstol infiel…
Dice:
– No.
No eres un espía.
Eres un Demonio.
Has robado a la Serpiente su prerrogativa de seducir y de engañar, para separar de Dios.
Tu comportamiento no es una piedra, ni un bastón;
pero me hiere mucho más, que los golpes de las piedras o de los palos.…
En medio de un duro padecimiento, no habrá otro mayor que el de tu conducta, con la que me torturarás.
¡Oh, en mi atroz padecimiento, nada superará a tu comportamiento en su capacidad de dar martirio al Mártir!
Jesús se tapa la cara con las manos, como para esconder su horror…
Y se apresura, echándose a correr sendero abajo.
Detrás de Él, Judas le grita:
– ¡Maestro…
Maestro!
¿Por qué me causas dolor?
Ese falso me calumnió…
¡Escúchame, Maestro!
Jesús no le hace caso.
Jesús no escucha.
Corre, vuela ladera abajo.
Pasa sin detenerse al lado de los leñadores o pastores que lo saludan.
Saluda, pero no se detiene.
Judas se resigna a callar.
Están casi abajo cuando se encuentran con Juan, que estaba subiendo hacia ellos.
El más joven de los apóstoles, con su rostro iluminado por la alegría al verlo…
Con su serena sonrisa, trae de la mano a un niñito que gorjea chupando un panal de miel.
Juan dice:
– ¡Maestro, aquí estoy!
Vengo a avisarte que hay personas de Cesárea de Filipo.
Supieron que estás aquí y han venido.
Pero, ¡Qué extraño…!
¡Ninguno ha hablado y todos saben dónde estás!
Llegaron muy cansados.
Están descansando.
He ido a pedir a Diná leche y miel, porque hay un enfermo.
Lo he puesto en mi cama.
No tengo miedo.
Y el pequeño Anás ha querido venir conmigo.
No lo toques Maestro, porque está todo pegajoso de miel.
Juan ríe, ya que tiene numerosas marcas de dedos y gotas de miel en la túnica.
Ríe tratando de detener atrás al niño…
Que querría ir a ofrecer a Jesús su panal medio chupado.
Y que grita:
– ¡Ven!
¡Hay muchos panales para Tí!
Juan explica:
– ¡Sí!
Están recogiendo los panales en la casa de Diná.
Yo lo sabía.
Sus abejas enjambraron hace poco.
Haciendo un gran esfuerzo, Jesús solamente sonríe y comienza a caminar.
Todos se ponen en camino otra vez.
Llegan a la primera casa, donde todavía se oye el ‘tam, tam’ que usan los apicultores.
Racimos de abejas que parecen voluminosas piñas de un extraño tipo de uva, penden de algunas ramas.
Algunos hombres los recogen para llevarlos a las nuevas colmenas.
Más allá, en las colmenas ya aprestadas…
Hay un salir y entrar de abejas, incansables, zumbadoras.
Los hombres saludan.
Una mujer viene con unos maravillosos panales y se los ofrece al Maestro.
Jesús pregunta:
– ¿Por qué te privas tú de ellos?
Ya le has dado a Juan…
Diná responde:
– Mis abejas han dado copioso fruto.
No me resulta gravoso ofrecerlo.
Pero, bendice los nuevos enjambres.
Mira, están recogiendo el último.
Este año se han duplicado nuestras colmenas.
Jesús va hacia las minúsculas ciudades de las abejas y una a una;
las bendice levantando la mano en medio del zumbido de las obreras, que no se detienen en su trabajo.
Un hombre dice:
– Están del todo jubilosas y agitadas.
Porque tendrán casa nueva…
Otro añade:
– Y nuevas bodas.
Realmente parecen mujeres preparando la fiesta nupcial.
Un tercero responde:
– Sí, pero las mujeres hablan más que trabajan.
Éstas sin embargo, trabajan calladas.
Y trabajan incluso en días de festejo de bodas.
Trabajan sin pausa para crearse su reino y sus riquezas.
Jesús dice:
– Trabajar sin pausa en la virtud es lícito;
es más, debe hacerse.
Trabajar sin pausa por lucro, no.
Esto lo hacen sólo aquellos que no saben que tienen un Dios, al que hay que honrar en el día suyo.
Trabajar en silencio es un mérito que todos deberíamos aprender de las abejas.
Porque en el silencio se hacen santamente las cosas santas.
Sed vosotros en la justicia como vuestras abejas, incansables y silenciosos.
Dios ve.
Dios premia.
La paz a vosotros.
Despidiéndose de esta manera, sale de la casa de Diná.
Se queda solamente con sus dos apóstoles.
Entonces dice:
– Y especialmente a los que trabajan para Dios, les propongo como modelo a las abejas.
Ellas depositan en lo recóndito de la colmena,
la miel formada en su interior con el infatigable trabajo en corolas sanas.
Su esfuerzo ni siquiera parece esfuerzo, al estar lleno de buena voluntad.
Y así vuelan como puntos de oro, de flor en flor…
Luego entran cargadas de extractos, a elaborar su miel en lo recóndito de las celdillas.
Habría que saber imitarlas.
Elegir enseñanzas, doctrinas, amistades sanas, capaces de ofrecer extractos de verdadera virtud.
Y luego saber aislarse para elaborar, a partir de aquello que solícitamente se ha recogido…
La virtud y la justicia;
que son como la miel extraída de muchos elementos sanos…
Entre los cuales no es la última, la buena voluntad;
sin la cual esos extractos recogidos acá o allá, para nada sirven.
Saber humildemente meditar en lo recóndito del corazón,
sobre las cosas buenas que hemos visto y oído;
sin envidias por el hecho de que haya, además de abejas obreras, abejas reinas:
De que haya alguien más justo que ese que medita.
Todas las abejas son necesarias en la colmena:
tanto las obreras como las reinas.
¡Ay de ellas, si todas fueran reinas!
¡Ay, si todas fueran obreras!
Morirían las unas y las otras.
Porque si faltaran las obreras, las reinas no tendrían alimento para procrear.
Y las obreras dejarían de existir, si las reinas no procrearan.
No se envidie a las reinas, que también ellas tienen sus penalidades y su penitencia.
El Sol lo ven sólo una vez, en su único vuelo nupcial.
Antes y después, siempre;
para ellas sólo existe la clausura entre las paredes ambarinas de la colmena.
Cada uno tiene su misión.
Cada misión es una elección.
Cada elección es un honor, sí, pero también una carga.
Y las obreras no pierden tiempo en vuelos inútiles o peligrosos;
hacia flores enfermas o venenosas.
No intentan la aventura.
No desobedecen a su misión.
No se rebelan contra el fin para el que han sido creadas.
¡Oh, admirables, pequeños seres!
¡Cuánto enseñáis a los hombres!…
Jesús, sumiéndose en una meditación suya, calla.
Judas…
De repente, recuerda de que tiene que ir a alguna parte que no explica bien…
Y se marcha casi corriendo.
Se quedan solos, Jesús y Juan.
Éste mira a Jesús sin que se note;
es una mirada atenta, de amorosa angustia.
Jesús levanta la cabeza y se vuelve un poco,
de forma que encuentra la mirada escrutadora del Predilecto.
Su rostro se aclara mientras lo acerca hacia Sí.
Juan abrazado así, caminando,
pregunta:
– ¿Judas te ha causado nuevo dolor, no es verdad?
Y debe haber turbado también a Samuel.
Jesús responde:
– ¿Por qué?
¿Te ha hablado de eso?
– No.
Pero lo he captado.
Ha dicho sólo:
“Generalmente, conviviendo con uno que es verdaderamente bueno, nos hacemos buenos.
Pero Judas no lo es, a pesar de que viva con el Maestro desde hace tres años.
Está corrompido hasta el tuétano, en la profundidad de su ser.
Tan lleno está de maldad, que la bondad de Cristo no penetra en él”
Yo no he sabido qué decir…
Porque es verdad…
Pero ¿Por qué es así Judas?
¿Es posible que no cambie nunca?
Todos recibimos las mismas lecciones…
Y cuando vino no era peor que nosotros…
– ¡Juan mío!
¡Mi dulce niño!
Jesús lo besa en esa frente suya tan despejada y pura.
Y entre los cabellos rubios y ligeros que se alzan en su parte más alta,
le susurra:
– Hay criaturas que parecen vivir para destruir el bien que hay en ellas.
Tú eres pescador y sabes qué le sucede a la vela bajo la presión de un torbellino.
Tanto se baja hacia el agua, que vuelca casi la barca y se vuelve peligrosa para ésta;
de forma que a veces es necesario amainarla y prescindir de esa ala que lleva al nido.
Porque la vela, cuando está a merced del torbellino deja de ser ala,
para ser lastre que lleva al fondo, a la muerte en vez de a la salvación.
Pero si el indomable soplo del torbellino se aplaca, aunque sólo fuera durante breves instantes…
La vela enseguida vuelve a ser ala que veloz corre hacia el puerto, conduciendo a la salvación.
Esto es lo que sucede con muchas almas.
Basta con que el torbellino de las pasiones se aplaque,
para que esa alma plegada y casi sumergida por el huracán desatado…
Por lo que no es bueno;
vuelva a sentir aspiraciones hacia el Bien.
– Sí, Maestro.
Pero y…
Dime…
¿llegará alguna vez Judas a tu puerto?
Jesús tiene una expresión de infinito dolor…
cuando exclama:
– ¡Oh…!
¡No me hagas mirar al futuro de uno de aquellos a quienes más aprecio!
¡Tengo delante de Mí el futuro de millones de almas para las que será inútil mi dolor!…
Tengo delante de Mí todas las repugnancias del mundo…
La náusea me estremece profundamente.
La náusea de todo este bullir de cosas inmundas que como un río cubre la Tierra…
Y la cubrirá con aspectos diversos…
Pero en todo caso horrendos para la Perfección, hasta el final de los siglos.
¡No me hagas mirar!
¡Deja que calme mi sed y me consuele en un manantial sin sabor a corrupción.
Que olvide la podredumbre verminosa de demasiados…
Mirándote sólo a tí, mi paz!
Y lo besa otra vez, entre las cejas,
|sumiendo su mirada en los límpidos ojos del virgen y amoroso.