865 Cómo Muere Dios
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
561d El zaforím Samuel
En la gruta de las cercanías de Gofená, se desarrolla el drama entre Jesús y su sicario…
Jesús declara:
– El Hijo del Hombre está a tus pies.
¡Pega!…
Jesús se arrodilla y extiende el cuchillo a su perseguidor, que retrocede pasmadísimo…
Samuel lo mira atolondrado…
Y murmurando:
– ¡No!…
¡No!…
Transcurre un minuto electrizante…
Sólo al cabo de un rato logra susurrar:
– ¡Tú!
¡Tú! ¡Tú!
Parece como si no supiera decir nada más.
Jesús insiste:
– ¡Captúrame, pues!
Quita esa inútil cuerda extendida para sostener una túnica sucia y desgarrada…
Te seguiré como un cordero sigue al matarife.
Y no te voy a odiar porque me lleves a la muerte.
Ya te lo he dicho.
Es el fin el que justifica la acción y transforma su naturaleza…
Para tí, Yo soy la ruina de Israel y tú crees salvarlo matándome.
Para tí Yo soy responsable de todo delito…
Y por tanto, sirves a la justicia eliminando a un malhechor.
No eres pues, más culpable que el verdugo que ejecuta una orden recibida.
¿Quieres inmolarme aquí mismo?
Ahí a mis pies, está el cuchillo con el que te he rebanado la comida.
Tómalo.
Puede transformarse, de hoja que ha servido para el amor a mi prójimo, en cuchillo de sacrificador.
Mi carne no es más dura que la carne de cordero asado,
que mi amigo me había dejado para que saciara mi hambre.
Y que Yo te he dado a tí enemigo mío, para saciar tu hambre.
¡Ata mis manos!
Él sigue murmurando:
– ¡No!…
¡No!…
Jesús insiste:
Pero tienes miedo de las patrullas romanas;
que arrestan al que ata a un inocente y que no permiten que nosotros administremos la justicia,
porque nosotros somos los súbditos y ellos los dominadores.
Por eso no te atreves a matarme…
Y luego ir adonde los que te han enviado, con el Cordero degollado cargado sobre tus hombros,
cual mercancía que hace ganar dinero.
Bueno, pues deja aquí mi cadáver y ve a advertir a tus amos.
Porque tú tanto has renunciado a esa soberana libertad de pensamiento y voluntad,
que el propio Dios deja a los hombres;
porque no eres un discípulo, sino un esclavo.
Y sirves, rendidamente sirves, a tus amos;
hasta llegar al delito, los sirves.
Pero no eres culpable.
Estás “envenenado”
Tú eres esa alma envenenada que Yo esperaba.
¡Ánimo, pues!
La noche y el lugar son propicios para el delito.
¡Mejor dicho: para la redención de Israel!
¡Oh, pobre niño’
¡Dices palabras proféticas sin saberlo!
Verdaderamente mi muerte significará redención…
Y no de Israel solamente, sino de toda la Humanidad.
Yo he venido para ser inmolado.
Ardo en deseos de serlo para ser Salvador.
De todos.
Tú, saforím del docto Jonatán ben Uziel, ciertamente conoces Isaías…
(Isaías 52, 13-15; 53, 1-12)
Pues mira, tienes delante de tí al Varón de dolores.
Y si no lo parezco, si no parezco aquel que fue visto también por David (Salmo 22)
Con los huesos descubiertos y dislocados;
si no soy como el leproso visto por Isaías, es porque no veis mi corazón.
Soy todo una llaga.
Vuestro desamor y odio, vuestra dureza e injusticia me han llagado y quebrantado por entero.
¿Y no tenía escondido mi rostro mientras me vejabas por ser lo que realmente Soy:
el Verbo de Dios, el Cristo?
¡Pero soy el hombre avezado a padecer!
¿Y no me juzgáis como hombre castigado por Dios?
¿Y no me sacrifico porque quiero hacerlo para, con mi sacrificio, devolveros la salud?
¡Ánimo!
¡Descarga tu mano!
Mira…
No tengo miedo y tú tampoco debes tenerlo:
Yo porque soy el Inocente y no temo el juicio de Dios.
Yo porque, ofreciendo mi cuello para tu cuchillo hago que se cumpla la voluntad de Dios;
anticipando un poco mi Hora para bien vuestro.
También cuando nací anticipé la hora por amor a vosotros;
para daros la paz antes de su tiempo.
Pero vosotros, de esta ansia mía de amor, hacéis arma para negar…
¡No temas!
No invoco para ti el castigo de Caín ni los rayos divinos.
Oro por ti.
Te amo.
Nada más.
¿Soy demasiado alto para tu mano de hombre?
¡Así es!
¡Es verdad!
El hombre no podría asestar golpe alguno contra Dios…
Si Dios no se pusiera voluntariamente en las manos del hombre.
Pues bien, Yo me arrodillo ante tí.
El Hijo del hombre está delante de tí, a tus pies.
¡Descarga el golpe, pues!
Jesús, efectivamente se arrodilla…
Y ofrece a su perseguidor el cuchillo sujetándolo por la hoja.
El hombre retrocede aterradísimo,
susurrando:
– ¡No!… ¡No!… ¡No!…
Jesús pregunta:
– ¿Por qué te alejas?
¿No quieres ver cómo muere un Dios?
Samuel mueve las manos y suplica:
– ¡No me mires!
¡No me mires!
¿A dónde huiré para no ver tu mirada?
– ¿Qué no quieres ver?
Samuel no puede comprender cómo Jesús;
al que está viendo transfigurado en Dios;
pueda hablarle con esa mansedumbre y esa humildad…
Arrodillado y ofreciéndose para que sea consumado el crimen…
Sus ojos se agrandan con dolor…
Y Samuel exclama:
– A Tí…
No quiero ver mi crimen.
¡Es verdad que mi pecado está ante mis ojos!
¿A dónde…?
¿A dónde huir?
El hombre está totalmente aterrorizado.
– ¡No!…
¡No!…
¡No!…
Jesús insiste:
– ¡Ánimo!
Un momento de valor…
¡Serás más célebre que Yael y Judit!
Mira, oro por tí.
Lo dice Isaías: “… y oró por los pecadores”
¿No vienes todavía?
El zaforím se empieza a retirar hacia atrás…
Jesús prosigue:
¿Por qué te alejas?
¡Ahhh!…
¿Es porque temes no ver cómo muere un Dios?
Pues mira, voy ahí al lado del fuego.
El fuego no falta nunca en los sacrificios.
Forma parte de ellos.
Mira, ahora puedes verme muy bien.
Jesús se ha arrodillado cerca del fuego.
Samuel grita:
– ¡No me mires!
¡No me mires!
¡Ohhh!…
¿A dónde huyo para no ver tu mirada?
Con una voz llena de dulzura, Jesús pregunta:
– ¿A quién?
¿A Quién quieres no ver?
– ¡A Tí…!
¡Y tampoco mi delito!
¡Verdaderamente mi pecado está frente a mí!
¿A dónde…
A dónde huir?
El hombre está completamente aterrorizado…
Jesús abre los brazos con una tiernísima invitación,
diciendo:
– ¡A mi Corazón, hijo!
¡Aquí, en estos brazos cesan las pesadillas y los miedos!
Sólo hay paz.
¡Ven, ven!
¡Hazme feliz!
Jesús se ha puesto de pie y extiende sus brazos.
El fuego los separa.
Jesús centellea con el reflejo de las llamas.
El hombre cae de rodillas, cubriéndose la cara…
Y gritando:
– ¡Piedad de mí!
¡Oh, Dios!
¡Piedad de mí!
¡Borra mi pecado!
¡Quería matar a tu Mesías!
¡Piedad!
¡Ah!
¡No puede haber piedad, para un crimen semejante!
¡Estoy condenado!
¡Piedad!
El zaforím cae postrado, con un llanto desgarrador…
Llora amargamente con el rostro pegado a la tierra…
Postrado, convulso por los sollozos y…
Gime con adoración:
– ¡Oh Altísimo Señor!…
¡Tú Perdón!…
¡Ohhh!… e impreca:
¡Malditos!…
Jesús rodea la hoguera y va hacia el hombre.
Se inclina y lo toca en la cabeza.
Lo ha tomado de los hombros por la espalda y lo ha levantado.
Se sienta en tierra estrechándolo hacia Sí…
Y lo ha acercado a su corazón.
El hombre se relaja sobre las rodillas de Jesús, con un llanto menos delirante.
Pero… ¡Qué llanto tan purificador!
Jesús acaricia su cabeza morena esperando a que se calme.
Diciendo:
– No maldigas a los que te pervirtieron.
Te hicieron el más grande favor:
El de que Yo te hablase.
El de que te tuviese así, entre mis brazos.
El hombre finalmente levanta la cabeza.
Y cambiada su cara, gime:
– ¡Tu perdón!
Jesús se inclina y lo besa en la frente.
El hombre recarga su cabeza sobre el hombro de Jesús, estremecido por los sollozos.
Quiere contar como lo sugestionaron para cometer el crimen…
Pero Jesús se lo prohíbe diciendo:
¡Cállate!…
No ignoro nada.
Cuando entraste, te conocí por lo que eras.
Y por lo que querías hacer.
Pude haberme alejado y huir.
Me quedé para salvarte.
Ya lo estás.
El pasado ha muerto.
No lo recuerdes más.
– Pero…
¿Confías tan fácilmente en mí?
¿Y si volviese al pecado?
– No.
No volverás al pecado.
Lo sé.
Estás curado.
– Lo estoy.
Pero ellos son astutos.
No me devuelvas a ellos.
– ¿Adónde quieres ir que no estén?
– Contigo.
A Efraím…
864 El Hombre de Dolores
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
561c El saforím Samuel
En las cercanías de Gofená, en la gruta donde el Rabí y el zaforím Samuel se han encontrado…
Jesús se levanta del rincón donde se mantuviera sentado, orando…
Y se ha puesto de pie, mientras continúa diciendo:
“No te es lícito hacer daño a tu prójimo”
Obedece al Sanhedrín…
Pero…
¿Será el Sanedrín el que te juzgará en la otra vida o Dios?
Y…
¿Cómo te juzgará?
No digo cómo te juzgará porque mataste al Mesías;
sino cómo te juzgará porque mataste a un inocente.
Tú no crees que el Rabí de Nazareth sea el Mesías y por eso no se te imputará tal crimen.
Pero Dios te culpará de haber matado a un inocente, porque sabes que lo es…
Te han envenenado el corazón.
Te han embriagado de Odio.
Pero no lo estás tanto, que no comprendas que Él es Inocente.
Sus obras hablan a su favor.
Vuestro miedo es lo que os empuja a ver lo que no existe.
No hay razón de que temáis que os suplante.
Os abre los brazos y os llama hermanos.
No os maldice.
Tan solo quiere salvaros.
Porque sabéis y sabiendo, pecáis…
¿Puedes acusarlo?
¿Lo has visto faltar a la Ley;
faltar al respeto a Sanedrín o cometer algún pecado?
¡Habla!…
Por obedecer al veredicto del Sanhedrín, es ahora un proscrito.
Él podría lanzar un grito…
Y toda Palestina lo seguiría, para marchar contra unos cuantos que lo odian.
Sin embargo aconseja a sus discípulos el perdón y la paz.
Podría, porque el Cielo y el Infierno le están sujetos…
Podría fulminaros con la Ira divina y librarse así de sus enemigos.
Sin embargo, Él ruega por vosotros.
Cura a vuestros familiares, cura vuestros corazones.
Os da pan, vestido, fuego.
Yo soy Jesús de Nazareth, el Mesías.
Aquel que buscas;
para obtener la recompensa y los honores de Libertador de Israel, prometidos por el Sanhedrín.
Yo Soy Jesús de Nazareth, el Cristo.
Aquí Estoy.
Aquí me tienes.
Aprehéndeme…
Como Maestro y como Hijo de Dios;
te declaro libre y absuelto, de la obligación de no levantar la mano contra quién te ha hecho el bien.
Jesús se ha puesto de pie, echándose el capucho del manto hacia atrás…
Mostrando totalmente su ascético y aún hermoso rostro…
Extiende las manos como para ser apresado y atado.
Se ve más delgado…
Habiéndose quedado sólo con la túnica interior corta y ceñida, que lo deja en paños menores…
Con el manto oscuro pendiéndole de los hombros y que le cae por la espalda.
Estando firmemente erguido, parece incluso más esbelto…
Pero con su altura, también su estatura pareciera haber aumentado…
Sus ojos están clavados en la cara de su perseguidor…
Las llamas de la hoguera parecen poner chispas de fuego en sus cabellos…
E iluminan sus ojos de zafiro.
Con esa majestad suya y dignidad sin miedo…
Su actitud infunde más respeto y reverencia…
Que si estuviese rodeado de un ejército para defenderlo.
El reflejo móvil de las llamas;
que le encienden puntos luminosos en sus cabellos rubios-cobrizos llenos de rizos sueltos;
haciendo brillar sus grandes pupilas dentro del círculo zafíreo de los iris…
Con esa majestad suya y dignidad sin miedo;
infunde más respeto;
que si estuviera rodeado de un ejército que lo defendiera.
Extendiendo las manos como para ser capturado, atado.
Avanzando unos pasos hasta estar cerca…
Y frente a su perseguidor…
Jesús repite:
“Aquí Estoy.
Aquí me tienes.
Aprehéndeme…”
El hombre que llegó con el aluvión, está con la boca abierta, totalmente fascinado…
Paralizado por el estupor.
Se han abierto sus ojos espirituales…
Y puede contemplar a Jesús con toda su impactante Majestad;
de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad…
La sublime humanidad del Dios-Hombre y la increíble Divinidad del Santo de los santos…
Que los sacerdotes adoran en Lugar Santísimo del Templo de Jerusalén;
se encuentran sin el Velo de púrpura y escarlata, con los querubines bordados en oro…
Con toda su divina grandeza…
Ante el despavorido zaforím…
La persona humana del Hijo del Hombre y la Persona Divina del Hijo de Dios…
Están en todo su esplendor ante el zaforím-escriba y futuro sacerdote que ha llegado hasta ahí…
Hasta la gruta de Gofená…
Y que él estaría más que dispuesto a sacrificarlo…
Samuel tiene ante sus ojos…
Lo que ningún otro ser humano fuera de la Virgen María, ha contemplado jamás…
Después de algunos larguísimos y al mismo tiempo, cortos instantes…
Samuel solo atina a murmurar:
– ¡Tú!.. ¡Tú!.. ¡Tú!..
Jesús insiste:
– Aprehéndeme.
Quita aquella inútil cuerda en la que están secándose tus vestidos y átame con ella.
Te seguiré como el cordero al matador.
No te odiaré porque me lleves a la muerte.
Para tí, soy Culpable de todos los crímenes…
Y obedeces a la justicia, acabando con un malhechor.
Para tí, soy la ruina de Israel y crees salvarlo, matándome…
¿Quieres inmolarme aquí?
Allí está el cuchillo con el que partí el pan.
Tómalo.
Lo que emplee por amor a mi prójimo, puede ser el cuchillo que me sacrifique.
Mi carne no es más resistente que la del cordero asado, que mi amigo me dio para calmar mi hambre.
Y que Yo te he dado a tí, mi enemigo…
¿Temes a las patrullas romanas?
Ellas arrestan al que mata a un Inocente y no permiten que nos hagamos justicia;
porque somos súbditos y ellos los dominadores.
Por eso no te atreves a matarme…
Cargando mi cadáver para que lo muestres y ganes el premio.
Bueno…
Déjalo aquí y avisa a tus jefes.
Porque tú no eres un discípulo, sino un esclavo.
Porque has renunciado a la soberana libertad de pensamiento y voluntad…
Que Dios ha dado a los hombres.
Y tú obedeces ciegamente a tus jefes…
Hasta el crimen.
Pero no eres culpable.
Estás ‘envenenado’
Yo esperaba a tu alma envenenada…
¡Ea!…
La noche y el lugar son propicios, para el crimen.
Digo mal…
Para la Redención de Israel.
¡Oh, pobre hombre!
Dices palabras proféticas sin saberlo.
Mi muerte será realmente Redención.
Y no solo de Israel, sino de todos los hombres.
Vine para ser inmolado…
Ardo en deseos de ser el Salvador de todos…
Tú zaforim del docto Jonathás ben Uziel, conoces a Isaías.
El Hombre de Dolores está delante de tí.
Si no parezco al que vio David, con los huesos descubiertos.
Si no soy como el leproso que vio Isaías, es porque no ves mi corazón.
Soy TODO una Llaga…
La falta de amor, el Odio, la dureza, vuestra injusticia.
Me han herido todo y despedazado…
¿No tenía acaso oculto mi rostro mientras me ofendías…
Por lo que realmente Soy:
el Verbo de Dios?…
¡Ea!
¡Pega!…
No tengo miedo, ni tú tampoco debes tenerlo.
Porque Soy Inocente y no tengo miedo al Juicio de Dios.
Al extender mi cuello al cuchillo, hago que se cumpla la Voluntad de Dios.
Anticipando un poco mi hora, en bien vuestro…
¡No tengas miedo!
¡No invoco sobre tí el castigo de Caín!
Ruego por tu bien.
TE AMO.
¿Tu mano no me alcanza porque soy muy alto?
Es verdad…
El hombre no podría dar el golpe final a Dios;
si Dios se pusiese voluntariamente en sus manos…
Pues bien.
Me arrodillo ante tí.
El Hijo del Hombre está a tus pies.
¡Pega!…
Jesús se arrodilla y extiende el cuchillo a su perseguidor;
que retrocede pasmadísimo…
Samuel lo mira atolondrado…
863 El Sicario
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
561b El saforim Samuel
En la gruta que está en las cercanías de Gofená, están los dos viajeros que se han encontrado…
Jesús estaba diciendo:
– Espero a alguien.
Sí…
Es verdad.
Samuel exclama:
– ¡¿Al Rabí?!
– No hay necesidad de que lo espere.
Él no necesita mi palabra para ser curado de su enfermedad:
No tiene el alma ni el cuerpo enfermos.
Estoy a la espera de una pobre alma envenenada, que delira y quiero curarla.
– ¡Eres un apóstol!
Porque se sabe que Él los envía a evangelizar…
Porque Él tiene miedo de salir desde que ha sido condenado por el Sanedrín.
¡Por eso tú tienes sus doctrinas!
Por eso piensas como Él.
Su Doctrina es no reaccionar contra quién ofende.
– Es uno de sus valores.
Su Doctrina enseña el amor, el perdón, la justicia, la bondad y la mansedumbre.
Ama a los enemigos, como si fuesen sus amigos;
porque todo lo ve en Dios.
– Si me encontrara…
Si como espero y yo lo encuentro, no me amará.
¡Sería un necio!
Pero no puedo hablar contigo porque eres su apóstol.
Y me arrepiento de haber hablado lo que he dicho…
Lo lamento porque se lo comunicarás a Él.
– No es necesario.
Pero, en verdad te digo que te amará…
Es más, que te ama muchísimo ya…
No obstante que vayas a Efraím para tenderle una trampa y entregarlo al Sanhedrín;
que ha prometido una gran recompensa a quién lo haga.
Samuel se alarma y pregunta:
– ¿Eres…
Profeta o tienes espíritu de Pitón?
¿Te ha comunicado Él su poder?
¿También tú eres un maldito?
¡Y yo he aceptado tu pan, tu túnica!
¡Te has comportado conmigo como amigo!
Está escrito: “No levantarás tu mano contra el que te ha hecho el bien”
¡Y tú esto has hecho!
Porque, si sabías que yo…
¿Quizás para impedirme actuar?
Bueno pues, si contigo voy a ser clemente por haberme dado pan, sal, fuego y vestido…
Porque faltaría contra la justicia haciéndote un mal.
Pero no perdonaré a tu Rabí, porque no lo conozco.
Y ciertamente no me ha hecho el bien, sino el mal.
– ¡Insensato!
¡Desdichado!
¿No te das cuenta de que deliras?
¿Cómo puede uno que no conoces haberte hecho el mal?
¿Cómo puedes respetar el sábado, si no respetas el precepto de no matar?
– Yo no mato.
– Materialmente, no.
Pero no hay diferencia entre quien mata y quien pone la víctima en las manos del asesino.
Respetas la palabra de un hombre, que dice que no se debe perjudicar a quien te ha echo un bien.
Y luego no respetas la palabra de Dios…
Engañosamente, tendiendo una trampa;
por un puñado de monedas, por un poco de honor;
el sucio honor de traicionar a un Inocente, te preparas a cometer un delito…
Porque te prestaste a un crimen…
Samuel corrobora:
– No lo hago solo por dinero y honor.
Sino para agradar a Yeové y salvar a la patria.
Quiero hacer lo que hicieron Yael y Judith…
(el gesto de Yael (contra Sisara) en Jueces 4, 17-22, y Judit (contra Holofernes) en Judit 12, 10-20; 13).
Su fanatismo le brota por todas partes…
Está más exaltado que antes.
Jesús prosigue respondiendo:
– Sísara y Holofernes eran enemigos de nuestra patria.
La habían invadido.
Eran crueles.
¿Pero qué es el Rabí de Nazareth?
¿A qué país invade?
¿Qué usurpa?
Es pobre y no quiere riquezas.
Es humilde y no quiere honores.
Es Bueno…
Bueno con todos.
Son millares los que se han visto agraciados y han recibido beneficios de su mano.
¿Por qué lo odiáis?
¡ ¿ Por qué tú lo odias ? !
Jesús repite esta última frase muy despacio y haciendo un énfasis muy especial.
Sigue un largo momento de electrizante espectación…
Luego vuelve a escucharse su Voz poderosa, llena de amor y misericordia,
repercutiendo entre las paredes de la gruta, donde flamean las llamas de la hoguera;
con una resonancia casi sobrenatural,
cuando continúa:
“No te es lícito hacer el mal a tu prójimo.
Sirves al Sanhedrín.
Pero…
¿Será el Sanhedrín el que te juzgue en la otra vida?
¿O será Dios?
¿Y cómo te juzgará?
No te digo que te vaya a juzgar por haber matado al Cristo…
Pero sí te digo que te juzgará por haber matado a un inocente.
Tú no crees que el Rabí de Nazareth sea el Cristo…
Y por eso, por tu idea de que no lo es;
no se te imputará este delito.
Dios es justo y no juzga como culpa, el acto llevado a cabo sin plena advertencia.
No te juzgará por tanto por haber matado al Cristo, porque para tí Jesús de Nazareth no es el Cristo.
Pero sí que te acusará de haber matado a un inocente.
Porque tú sabes que es Inocente.
Te han envenenado, embriagado con palabras de odio;
pero no lo estás tanto, como para no entender que Él es Inocente.
Sus obras hablan en su favor.
Vuestro miedo;
más el de los maestros que el vuestro de discípulos;
teme y ve lo que no existe.
Es el miedo de quienes temen que Él los suplante.
¡No temáis…
Que Él os abre los brazos para deciros:
“Hermanos”!
No envía soldados contra vosotros.
No os maldice.
Lo único que quisiera sería salvaros.
Salvaros a vosotros, a los grandes y a los discípulos de los grandes;
de la misma forma que quiere salvar al último de Israel.
A vosotros más que al ínfimo de Israel;
más que al niño que todavía no sabe lo que es el odio y el amor.
Porque vosotros tenéis más necesidad de ser salvados que los ignorantes y los niños;
porque sabéis…
Y pecáis sabiendo.
¿Tu conciencia de hombre, si la despojas de las ideas que en ella han metido;
si la depuras de los venenos que te hacen delirar…
Te puede decir que Él es culpable?
¡Dilo!
Sé sincero.
¿Acaso lo has visto un solo día faltar contra la Ley…
O aconsejar que se falte contra ella?
¿Lo has visto pendenciero, ávido, lujurioso, calumniador, duro de corazón?
¡Habla!…
¿Lo has visto acaso, irrespetuoso para con el Sanhedrín?
Vive como un proscrito por obedecer al veredicto del Sanhedrín.
Podría lanzar un grito y toda Palestina lo seguiría para marchar contra los pocos que lo odian…
Y sin embargo, aconseja a sus discípulos paz y perdón.
Podría;
de la misma manera que da vida a los muertos, vista a los ciegos, movimiento a los paralíticos,
oído a los sordos, liberación a los endemoniados;
porque ni el Cielo ni el Infierno son insensibles a su voluntad…
Podría fulminaros con el rayo divino y liberarse así de sus enemigos.
Y sin embargo, ruega por vosotros y os cura a vuestros parientes;
os cura el corazón;
os da pan, vestidos, fuego…
Porque Yo soy Jesús de Nazareth, el Cristo…
Aquel que tú buscas,
para recibir la recompensa prometida a quien lo entregue al Sanhedrín…
Y así ganarte los honores de libertador de Israel.
Yo soy Jesús de Nazareth, el Cristo.
¡Aquí me tienes…!
862 El Zaforím
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
561a El saforím Samuel
En la gruta de la montaña, donde Jesús se quedó después que Mannahém lo dejara;
se ha refugiado también un desventurado sobreviviente de un desastroso deslave…
Y continúan el diálogo que iniciaron, después que Jesús lo auxiliara.
El viajero pregunta asombrado:
– ¿Querrías mi estima aunque fuera un malvado?
Jesús responde:
– La querría para hacerte bueno.
El hombre tiene más o menos la edad de Judas.
Inclina la cabeza y reflexiona…
Jesús le ha entregado sus vestiduras, que están totalmente secas.
Samuel tiene la túnica que el Maestro le ha dado en sus manos, pero no la ve.
Piensa.
Automáticamente se la pone sobre la piel desnuda, pues que se ha quitado todo…
Incluso la túnica interior.
Se pone la vestidura divina y se queda pensativo…
Jesús, que ha regresado a su rincón, pregunta:
– ¿Cuándo comiste?
Samuel contesta:
– Ayer.
No alcancé a llegar al valle.
Y perdí el camino, la bolsa y el dinero.
Jesús le alarga sus alimentos diciendo:
– Ten.
Me sobró un poco.
Era lo que tenía para mañana.
Pero tómalo.
A mí no me pesa el ayuno.
– Si debes caminar, necesitarás fortalecerte.
– ¡Oh!
No voy muy lejos.
Solo a Efraím.
– Eres samaritano.
– ¿Te desagrada?…
No soy samaritano.
– ¿Quién eres?
– Soy solamente un viajero.
Igual que tú…
– Efectivamente…
Tu acento es galileo.
¿Quién eres?
¿Por qué no te descubres?
¿Por qué no muestras tu cara?
¿Acaso eres un criminal?
¿Necesitas ocultarte por algún delito?
No te voy a denunciar.
¿Cuál es tu nombre?
– Soy un viajero, lo he dicho antes.
Mi Nombre no te diría nada…
O tal vez te diría demasiado.
Y además…
¿Qué es el nombre?
Mi Nombre te diría poco o mucho…
No tengo nada que me obligue a estar oculto.
¿Si te ofrezco una túnica para tu cuerpo aterido…
Un pan para tu hambre…
Y sobre todo, mi piedad para tu corazón…?
¿Acaso necesitas saber mi Nombre para sentir el alivio con la ropa seca, la comida y el afecto?
Pero, si quieres darme un nombre, llámame “Piedad”
No tengo nada vergonzoso que me obligue a ocultarme.
Pero no por ello NO me denunciarías…
¡El objetivo que pretendes alzanzar…!
Los malos pensamientos dan frutos de malas acciones.
Porque tu corazón tiene adentro, un pensamiento no bueno…
El desventurado viajero se estremece de forma muy clara y no es precisamente por el frío exterior…
Va hacia donde está el Hombre que le ha hablado como un Profeta.
¡Y que lo ha pasmado totalmente!
Pero del Rabí se ven solamente los ojos y además, velados por los párpados semicerrados.
Jesús le ofrece un envoltorio que le había dejado Mannaém…
Mientras le dice:
– Come…
Come, amigo.
No hay otra cosa que hacer.
Samuel lo toma y se queda reflexionando…
Enseguida el hombre desventurado regresa a la hoguera.
Acercándose de nuevo al fuego para calentarse…
Come muy despacio sin hablar.
Está pensativo.
Jesús se ha quedado sentado, totalmente envuelto en su manto, en su rincón.
El huésped fortuito, poco a poco va reponiéndose.
El calor de la hoguera;
el pan y la carne asada que Jesús le ha dado, lo ponen de buen humor.
Se levanta, se estira…
Mira atentamente a su alrededor.
Mucho tiempo atrás…
Alguien clavó entre las paredes rocosas, una gruesa escarpia que ya está oxidada…
Se le ocurre que podría improvisar un tendedero.
Entonces extiende desde una punta de roca hasta la escarpia, el cordón que llevaba como cinto.
Y tiende encima para que se sequen:
Túnica, manto y gorro…
Sacude las sandalias, las acerca a la flama a la que alimenta generosamente.
Jesús parece dormir.
El hombre también se sienta al calor de las llamas.
Y piensa.
Después de un rato…
Se gira lentamente…
El viajero mira al Desconocido que se ha portado de manera tan noble.
Luego de un largo lapso de reflexión;
Samuel pregunta:
– ¿Duermes?
Jesús contesta:
– No.
Pienso y oro…
– ¿Por quién?
– Por todos los infelices.
Por todos los necesitados, de todas las clases.
¡Y son tantos!
– ¿Eres un Penitente?
– Lo soy.
La Tierra tiene mucha necesidad de Penitencia…
Para que los débiles puedan tener fuerzas, para resistir a Satanás.
– Dijiste bien.
Hablas como un Rabí.
Lo comprendo porque soy un zaforím.
(alumno para ser escriba y futuro sacerdote)
Estoy con el rabí Jonathás ben Uziel.
Soy su discípulo predilecto…
Ahora, si el Altísimo me ayuda, me amará mucho más…
Y todo Israel alabará mi nombre…
Jesús no replica.
Pasa el tiempo…
El otro, pasado una media hora, se levanta y va a sentarse al lado de Jesús.
Mientras se alisa con la mano el pelo, que casi lo tiene ya seco;
ordenándose la barba…
Samuel vuelve a preguntar:
– Oye…
Dijiste que vas a Efraím.
Pero…
¿Vas por azhar o es que estás allí?
¿Vives ahí?
Jesús responde:
– Vivo allí.
– ¡Pero has dicho que no eres samaritano!
– Lo repito:
No lo soy.
No soy samaritano.
– ¿Y quién puede vivir allí si no…?
– Dicen que ahí se ha refugiado el Rabí de Nazareth.
El maldito.
El proscrito.
¿Es verdad?…
– ¡Así es!
Es verdad.
Jesús el Mesías del Señor, está ahí.
Samuel exclama fanático y lleno de Odio:
– ¡No es el Mesías del Señor!
¡No es el Cristo!
¡Es un mentiroso!
¡Es un Blasfemo!
¡Es un Demonio!
¡Es la causa de nuestras desgracias!
¡Es la razón de todos nuestros males!
¡Y no surge un vengador de todo el pueblo que lo derribe!
– ¿Te ha hecho algún mal, para que aún con la voz lo odies?
– ¡A mí… ¡No!
Sólo una vez lo vi en la Fiesta de los Tabernáculos.
Y en medio de un gentío tal, que me costaría trabajo reconocerlo.
Hace poco tiempo que estoy definitivamente en el Templo.
Antes…
No podía por muchas razones…
Sólo cuando el rabí estaba en su casa, me la pasaba a sus pies bebiendo justicia y doctrina.
Porque desde hace mucho tiempo soy discípulo de Jonathás ben Uziel.
Me pareció oír un reproche en tu voz.
Cuando me has preguntado si lo odio…
¿Eres acaso un seguidor del Nazareno?
– No.
Pero cualquiera que sea justo, condena el odio.
– El odio es justo…
Cuando se odia a un enemigo de Dios y de la Patria.
Y eso es el Rabí Nazareno.
Es cosa santa el combatirlo y odiarlo.
Destruirlo y odiarlo es santo.
– ¿Combatir al hombre?
¡¿Destruirlo?!
¿O la Idea que representa…
Y la Doctrina que sostiene y proclama?
– ¡Todo!
¡TODO!
No se puede destruir una de esas cosas si se pasa por alto otra.
O se abate todo…
O no sirve para nada.
No se puede combatir una cosa, si no se ataca la otra.
En el hombre existe su doctrina y su idea.
Se debe destruirlo todo…
O no se hace nada.
Cuando se acepta una idea, se abraza conjuntamente al hombre que la representa y a su doctrina que propaga.
Da lo mismo…
Lo sé por experiencia propia.
Las ideas de mi maestro son mías.
Sus deseos son ley para mí.
Cuando se abraza una idea
– Efectivamente…
Un buen discípulo actúa así.
De veras eres un buen discípulo.
Pero conviene distinguir si el maestro es bueno.
Sólo en este caso;
seguirlo…
Porque no es lícito perder la propia alma por amor hacia un hombre.
– Jonathás ben Uziel es un buen hombre.
– ¡No!
No lo es.
– ¿Qué dices?
¿A mí me lo dices?
Estamos solos.
Puedo matarte porque has ofendido a mi maestro.
¿Te atreves a decirme a mí eso, estando aquí solos y pudiendo yo matarte, para vengar a mi maestro?
Ten en cuenta que soy un hombre robusto y muy fuerte.
– No tengo miedo.
No tengo miedo a la violencia.
Y tampoco tengo miedo…
A lo que pueda suceder…
No te tengo miedo y no me opondré.
Porque aun sabiendo que si arremetes contra Mí…
No voy a reaccionar.
– ¡Ah, ahora entiendo!
Comprendo todo perfectamente…
Eres un discípulo del Rabí.
Un apóstol…
Así llama Él a sus discípulos más fieles…
Y vas dónde Él.
¿Vas a juntarte con ellos?
El que estuvo contigo antes, era igual a Tí y ahora esperas a otro semejante.
Jesús finaliza diciendo:
– Espero a alguien.
Sí…
Es verdad.
861 El Viajero
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
561 El saforim Samuel
Por la noche, Jesús está solo, todavía en la caverna.
La hoguera resplandece dando luz y calor.
Afuera se oye el estrépito de un aguacero envuelto por la luz incierta del amanecer lluvioso.
El viento entra rápido, esparciendo un fuerte olor a resinas y ramajes de enebro…
Entre chasquidos y chisporroteos, por todo el antro.
Jesús se ha retirado al fondo de la gruta, a una concavidad en cuyo suelo hay muchos ramajes secos.
La llama de vez en cuando, ondea, merma y aumenta, alternadamente…
Debido a rachas de viento que enfilan la espesura de las plantas, para introducirse silbando en la caverna;
que resuena como una bocina.
No es un viento continuo:
Cesa, luego se levanta de nuevo;
como las olas de un mar en momentos de ola larga.
Cuando silba fuerte, impulsa las cenizas y hojas secas hacia el estrecho pasillo rocoso,
por el que Jesús ha ido hacia la gruta más grande.
Y la llama se pliega hasta lamer el suelo en aquella dirección…
Cuando cesa la racha de viento, la llama se eleva de nuevo, todavía ondulante…
Para resplandecer otra vez enhiesta.
Jesús no hace caso.
Medita.
Luego, al sonido del viento se une el de la lluvia que golpea, primero rala, luego más densa;
contra el ramaje y hojas de las plantas.
Un verdadero turbión, transforma pronto los senderos de las laderas en ruidosos torrentes.
Ahora es la voz del agua la que predomina porque el viento lentamente calla.
La luz muy relativa, del crepúsculo borrascoso…
Y la del fuego que terminada la hojarasca, rojea pero sin llama, apenas dan claridad a la caverna…
Cuyos rincones ya están totalmente en sombra.
A Jesús que está vestido de oscuro, ya no se le distingue.
A duras penas si levanta la cara, porque la tiene agachada sobre las rodillas dobladas…
Se ve su blancura marfilínea que contrasta con la pared oscura.
Fuera de la gruta en el sendero…
Se oye un ruido de pasos y palabras entrecortadas por jadeo:
propias de uno que está cansado y agitado…
Enseguida se proyecta en el vacío de la entrada, una sombra oscura que chorrea agua por todas partes.
Luego se puede ver a un hombre de barba tupida y negra, que emite un «¡Oh!» de alivio…
Mientras arroja al suelo la prenda empapada de agua que cubre su cabeza.
Sacude el manto, suspira aliviado;
mientras monologa consigo mismo:
– «¡Mmm…!
¡Vas a tener que sacudirlo muy bién, Samuel!
Se sienta dejándose caer sobre una piedra cercana al fuego…
Cuyos tizones terminada ya la llama, rojean formando esos dibujos extraños,
que constituyen la última vida de la leña quemada.
Y trata de reavivarlo soplando.
Se quita las sandalias y trata de secarse los pies fangosos,
con algunas partes del manto que están menos mojadas que el resto.
Pero se seca con agua.
Su esfuerzo sólo sirve, para quitar el barro de los píes y pasarlo al manto.
Sigue monologando:
¡Hum!
¡Estoy mojado hasta los huesos!
¡Malditos sean ellos, él y todos!
Y he perdido incluso la bolsa.
¡Claro!
Mucho es ya que no haya perdido la vida…
“Es el camino más seguro” dijeron.
¡Ya!…
¡Pero ellos no lo recorren!
¡Fíjate qué regueros en los pelos!
Parezco un canalón roto que suelte agua por mil agujeros.
¡Parece que hubiera caído en la hoya de un batanero!
¿Y las sandalias?
¡Barcas!
¡Barcas en el fondo del río!
¡Pues bien empezamos!
¡Si no hubiera visto esta llama!
¡El lugar no está mal!
¿Quién habrá encendido la hoguera?
Algún otro desgraciado como yo.
Pero ¿Dónde estará ahora?
Allí hay un agujero…
Quizás otra gruta…
¿No serán bandoleros?
¡Pero…
Qué tonto eres!
¿Pero… Y si son ladrones?…
¡Samuel eres un tonto…!
¿Qué pueden quitarme ya, si no tengo un céntimo?
¡Son unos malditos!
¿Será que Belcebú está de su parte y lo defiende?
¡Mmm!
¡La recompensa es alta… pero…!
¡Bueno!
¡No importa!
Este fuego vale más que un tesoro.
¡Si tuviese unas cuantas ramas para reavivarlo…!
Me quitaría los vestidos para secarlos…
¡Digo yo…!
¡¿No?!
¡Ya no tengo otra cosa hasta el regreso!…
Jesús dice sin moverse de su lugar.
– Si quieres ramas amigo…
Aquí hay.
Al oir esa voz imprevista justo detrás de él, el hombre se sobresalta…
se pone inmediatamente en pie y se vuelve verdaderamente espantado.
Parece terriblemente asustado.
Abriendo desmesuradamente los ojos para tratar de ver al que le habló…
pregunta:
– ¿Quién eres?
Jesús contesta:
– Un viajero como tú.
He sido Yo el que ha encendido el fuego.
Y me alegro de que te haya servido de guía.
Jesús se acerca con un haz de leña en los brazos y lo deja caer al lado del fuego.
Habla en tono amistoso, pero no se acerca hasta el punto de que el fuego lo ilumine.
Regresa a su rincón envuelto en su manto.
Mientras dice:
– Reaviva la llama, antes de que la ceniza cubra todo y se apague.
Ya no tengo yesca, ni eslabón.
Porque quién me las prestó, se fue después de la puesta de sol.
Jesús, totalmente envuelto en su manto se sienta donde estaba y permanece así…
Samuel se inclina a soplar con todas sus fuerzas, en la hojarasca que ha arrojado sobre las brasas,
hasta que la flama se levanta otra vez.
Ríe, mientras sigue echando ramas cada vez más gruesas que reaniman el fuego.
Se mantiene ocupado en eso hasta que la hoguera resurge y la sigue alimentando siempre más…
Jesús se ha vuelto a sentar en su sitio y lo observa.
El hombre se quita la ropa mojada y dice fastidiado:
– Ahora tendría que desnudarme para secar la túnica.
Prefiero estar desnudo antes que mojado como estoy.
Pero no puedo ni quitármela.
Se desplomó una pendiente y me arrastró el deslave.
Se ha venido abajo un trozo de ladera y caí debajo de una cascada de tierra, lodo y agua.
¡Mira!
Mi vestido está roto.
¡Aah, ahora estoy bien!
¡Fíjate!
Se me ha desgarrado la túnica.
¡Maldito viaje!
¡Si, al menos, hubiera transgredido el sábado!
Pero no.
Hasta la puesta del sol he estado detenido.
Después…
¿Y ahora cómo me apaño?
Para salvarme he soltado la bolsa, que se habrá caído hacia el valle…
O se habrá quedado enganchada en algún matorral…
¡A saber dónde!…
Jesús extiende el brazo, ofreciendole su propia vestidura…
Diciendo:
– Aquí tienes mi túnica.
Está seca y caliente.
Ten mi vestido.
A Mí me basta con el manto.
Tómalos.
Estoy sano.
No tengas miedo.
– También eres bueno.
Un buen amigo…
¿Cómo podré agradecértelo?
– Queriéndome como a un hermano.
– ¡Queriéndote como a un hermano!
Tú no sabes quién soy.
No me conoces.
¿Querrías mi estima aunque fuera un hombre malvado?
– La querría para hacerte bueno.
El hombre es joven, tiene más o menos la edad de Judas.
Inclina la cabeza y reflexiona…
860 Pontífice Eterno
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
560c En las cercanías de Gofená
Los dos sanedristas toman el camino opuesto por el que vino Jesús.
Mannaém los acompaña para despedirlos, hasta la entrada de la gruta.
Regresando con una cara muy expresiva…
Cuando ya el ruido de sus pasos se ha alejado;
Mannaém dice:
– ¡Al menos por una vez serán ellos los que violarán la distancia sabática!
¡Y no tendrán paz, hasta que paguen al Eterno lo que creen deberle, con el sacrificio de un animal!
¿No sería mejor para ellos sacrificar su tranquilidad, declarándose abiertamente “tuyos”?
¿No sería eso más grato ante el Altísimo?
Jesús responde:
– Lo sería.
Pero no los juzgues.
Son masa que fermenta despacio.
Cuando llegue el momento decisivo, muchos que se creen mejores que ellos, caerán…
Y estos dos se levantarán contra todo un mundo.
– ¿Lo dices por mí, Señor?
Mejor quítame la vida, antes que reniegue de Tí.
– No me renegarás…
En tí hay otros elementos que ellos no tienen y que te ayudarán a ser fiel.
– Es verdad.
Soy… Herodiano.
Es decir lo fui…
Porque ya estoy separado del Consejo.
También me he apartado del partido desde que lo veo ruin e injusto -como los otros- respecto a Tí.
¡Ser herodiano!…
Ante las otras castas, es poco menos que ser pagano.
No digo que seamos unos santos.
Es verdad que no lo somos.
Hemos incurrido en impureza por una finalidad impura.
Hablo como si fuera todavía el herodiano de antes de ser tuyo.
Somos por tanto, doblemente impuros, según el juicio humano:
Porque nos hemos aliado con los romanos buscando nuestro propio beneficio.
Pero dime, Maestro…
Tú que siempre dices la verdad y no te abstienes de decirla por temor a perder un amigo.
Entre nosotros, que nos hemos aliado con Roma para…
Gozar todavía de efímeros triunfos personales.
Los fariseos, jefes de los sacerdotes, escribas, saduceos, que se alían con Satanás, para luchar contra Tí.
Y todos los del Templo que se han aliado con los herodianos, para destruirte.
¿Quién es más impuro?
Yo, ya ves que ahora que he visto que el partido de los herodianos se pone contra Tí, los he dejado.
No digo esto para que me alabes, sino para manifestarte cómo pienso.
¡Y ellos, hablo de los fariseos y sacerdotes, escribas y saduceos…
creen que sacan un beneficio de esta inesperada alianza de los herodianos con ellos!
¡Desdichados!
No saben que los herodianos lo hacen para ganar méritos ante los romanos…
Y por tanto, mayor protección de éstos.
Y después…
Definidos y terminados la causa y el motivo que los une ahora;
abatir a los que ahora toman como aliados.
Éste es el juego recíproco de los unos y los otros.
Todo está basado en el engaño.
Y esto me repugna de tal manera, que por eso me he independizado del todo.
Tú…
Tú apareces como un gran fantasma amedrentador.
¡Para todos!
Y eres también el pretexto para el sucio juego de los intereses de los distintos partidos.
¿El motivo religioso?
¿El sagrado desdén hacia “el blasfemo”, como te llaman?
¡Todo son engaños!
Tú les infundes mucho miedo…
¡A todos!
El único motivo es, no la defensa de la Religión, no el sagrado celo por el Altísimo;
sino sus intereses, ávidos, insaciables.
Me dan asco como cosa inmunda.
Y quisiera…
Quisiera que fueran más valerosos los pocos que no son inmundicia.
Temen por sus intereses…
¡Ah!…
¡Cómo me es gravoso y me desagrada llevar una vida doble!
Quisiera seguirte solo a Tí.
Pero te sirvo más así, que si te siguiera.
Siento este peso tan grande…
Pero dices que será pronto…
Como…
Maestro, Tú dices que pronto serás Inmolado.
¿Pero realmente serás inmolado como el Cordero?
¿No es un lenguaje figurado?
La vida de Israel está tejida con símbolos y figuras…
– Tú quisieras que eso no me pasara.
Y quisieras que conmigo fuera así.
No, mi caso no es una figura.
– ¿No lo es?
¿Estás completamente seguro?
Yo podría…
Muchos podríamos repetir antiguos gestos haciendo que te ungieran como Mesías.
Y podríamos defenderte.
Bastaría una palabra para que surgieran a millares los defensores del verdadero Pontífice santo y sabio.
Ya no hablo de un rey terreno, porque ya sé que tu Reino es enteramente espiritual.
Pero, dado que humanamente fuertes y libres no lo seremos ya nunca;
pues al menos que sea tu santidad la que gobierne y dé nueva salud al corrompido Israel.
Tú lo sabes…
Nadie aprecia al actual sacerdocio o a quienes lo sostienen.
¿Quieres esto, Señor?
Ordena y yo actuaré.
– Ya has avanzado mucho en tu pensamiento, Mannahém.
Pero todavía estás tan lejos de la meta como la Tierra del Sol.
Yo seré Sacerdote…
No se trata de una figura.
Es una realidad.
Seré Sacerdote para siempre.
Pontífice Inmortal de un Organismo al que daré vida, hasta el fin de los siglos.
Pero no seré ungido con el óleo de la alegría, ni proclamado y defendido con actos violentos…
Expresión de la voluntad de un puñado de fieles, que llevarían a la Patria a una escisión más feroz aún.
Y a hacerla más esclava que nunca.
¿Y crees que una mano de hombre puede ungir al Cristo?
En verdad te digo que no.
La verdadera Autoridad que me ungirá Pontífice y Mesías es la de Aquel que me ha enviado.
Ningún otro que no sea Dios;
puede ungir a Dios como Rey de reyes y Señor de los señores, para toda la Eternidad.
– ¡Entonces…!
¡¡No se puede hacer nada!!
¡¿Entonces nada?!
¡¿No hay NADA que hacer?!
¡Esto es insoportable!
¡Oh, mi dolor es…!
Mannaém empieza a llorar…
Inclina la cabeza agregando:
¡Me entristece tanto…!
Jesús sonríe y responde:
– Si puedes hacer algo…
Amarme.
Amarme con la humanidad y con el espíritu;
de la misma forma que Yo os amo con el Espíritu y la Humanidad,
para estar conmigo más allá de la Humanidad.
Amarme.
Amar no al Hombre que se llama Jesús…
Sino lo que Es Jesús.
Ahí está todo.
Jesús enfatiza por tercera vez:
AmarMe.
En eso se resume todo.
Amar no a la criatura que lleva por nombre Jesús…
Sino a lo que Jesús ES.
Amarme con todo tu ser, así como Yo os amo;
para que estés conmigo más allá de lo temporal.
¡Seremos muy felices en el Reino de mi Padre, nosotros que nos amamos!
Mira qué hermosa aurora.
La luz tímida de las estrellas no llegaba hasta aquí dentro;
pero la luz segura del Sol, sí.
Lo mismo sucederá en los corazones de aquellos que lleguen a amarme con justicia.
Vamos afuera, al silencio del monte, exento de voces humanas enronquecidas de intereses.
Jesús sale afuera de la cueva con Mannaém a su lado.
Sigue contemplando y añade:
Mira aquellas águilas.
Mira cómo se alejan con amplios vuelos en busca de presa.
¿Vemos las presas?
Nosotros, no;
pero las águilas sí;
porque el ojo del águila es más poderoso que el nuestro.
Y desde arriba, donde se cierne en vuelo, ve un amplio horizonte y sabe elegir.
Yo también.
Lo que vosotros no veis Yo lo veo.
Y desde arriba, donde aletea mi espíritu, sé elegir a mis dulces presas.
No para despedazarlas, como hacen los buitres y las águilas…
Sino para llevarlas conmigo.
¡Seremos así felices allí, en el Reino del Padre mío, nosotros, que nos hemos amado!…
Y Jesús, que hablando, ha salido a sentarse al sol a la entrada de la caverna;
teniendo a su lado a Mannahém, lo arrima ahora hacia Sí…
Manteniéndolo estrechado por los hombros…
Calla y sonríe a algo que ve y contempla…
859 Una Santidad Perfecta
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
560b En las cercanías de Gofená
Tanto José de Arimatea como Nicodemo tratan de entregar sus ofrendas al Maestro pero…
Jesús se niega rotundamente:
– ¡No!
Los discípulos que están evangelizando, traen cada vigilia de sábado cuanto necesitan ellos
y cuanto necesitamos nosotros los que estamos en Efraím.
Más no hace falta.
El obrero vive de su salario.
Eso es justo.
Lo demás sería superfluo.
Lo mismo he impuesto a los de Efraím y a mis propios apóstoles.
Les exijo que a su regreso no tengan ni una moneda de reserva…
Que toda dádiva sea repartida por el camino;
tomando para nosotros lo mínimo indispensable, para la frugalísima comida de una semana…
Y no traigan ni una migaja de provisión.
Lo que queréis darme, dádselo a algún necesitado.
– ¿Por qué, Maestro?
– Para enseñarles el desprendimiento de las riquezas…
Y la superioridad del espíritu, sobre las preocupaciones del mañana.
Por eso y por otras razones que me reservo.
No insistáis más.
– Como quieras.
Pero nos apena no poder servirte.
– Llegará la hora en que lo haréis.
Volviéndose hacia Oriente o sea, hacia el lado puesto a aquel por el que ha venido…
E indicando un tímido claror que aparece lejano a través de una abertura.
Jesús agrega:
Ya va a amanecer.
¿No es ya aquella la primera luz del alba?
José mira y confirma:
– Lo es.
Debemos separarnos.
Regreso a Gofená, donde dejé mi caballo.
Nicodemo por esta otra parte, bajará a Berot.
Y de allí a Rama, terminado el sábado.
– ¿Y tú, Mannaém?
Mannaém responde:
– ¡Oh!
Yo no tengo temor alguno.
Bueno, yo iré abiertamente por los caminos descubiertos que van hacia Jericó…
Donde ahora está Herodes.
Dejé el caballo encargado y seguro…
En una casa de gente pobre que por una limosna no sienten repulsa de nada;
ni siquiera de un samaritano como creen que soy.
Por ahora me quedo contigo.
En la bolsa traigo alimentos para los dos.
Jesús dice:
– Entonces nos despedimos.
Nos volveremos a ver en Pascua.
José protesta:
– ¡No!
¡No querrás ya arriesgarte a esa prueba!
¡No deberás exponerte al peligro!
Nicodemo exclama:
– ¡No lo hagas, Maestro!
– Es verdad que sois malos amigos que me aconsejáis el pecado y la cobardía.
¿Cómo, reflexionando sobre el gesto que pongo, podríais amarme?
Decidlo.
Sed sinceros.
¿Dónde debo adorar al Señor, en la Pascua de los Ácimos?
¿Al monte Garizim?
(al monte Garizim, donde los samaritanos tenían su Templo, opuesto al de Jerusalén…
(Deuteronomio 11, 26- 32; 27,11-13; Josué 8; 30-35; 2 Macabeos 6,1-2)
Tengo que presentarme ante el Señor.
E ir al Templo de Jerusalén, como debe hacerlo todo varón de Israel…
En las tres grandes fiestas anuales.
¿Habéis olvidado que ya se me acusa de no respetar el sábado?
Mannahém lo puede testificar…
A pesar de que hoy sin ir más lejos, Yo secundando vuestro deseo;
de noche haya recorrido un camino que armonizara vuestro deseo y la ley sabática?
– Nosotros también hemos estado en Gofená por este motivo…
– Y ofreceremos un sacrificio para expiar una involuntaria transgresión por un motivo ineluctable.
Los dos dicen al mismo tiempo:
– ¡Pero Tú, Maestro!
– ¡Ellos te descubrirán inmediatamente!
Jesús:
– Aunque no me descubrieren.
Yo haría que me viesen.
Nicodemo y José:
– ¡Eso sería tu destrucción…!
Quieres tu ruina.
– Es buscar como si te mataras.
– ¡No!
Vuestra inteligencia está llena de Tinieblas.
Vuestra mente está muy envuelta en sombras.
No es como quererme matar.
No voy a suicidarme.
Es únicamente obedecer a la Voz del Padre mío que me dice:
“Ve…
Es la Hora”
Siempre he buscado conciliar la Ley con las necesidades…
Incluso el día que tuve que huir de Bethania y refugiarme en Efraím,
porque todavía no era la hora de ser capturado.
El Cordero de Salvación sólo puede ser inmolado en la Pascua de los Ázimos.
¿Podréis pretender que sí eso he hecho respecto a la Ley;
no lo haga respecto a la orden del Padre mío?
Ahora marchaos…
Y no os aflijáis de esa manera.
Vine para ser proclamado Rey de todas las Naciones.
Porque esto es lo que quiere decir ‘Mesías’…
¿No es verdad?
Sí, quiere decir eso.
Y “Redentor” también quiere decir eso.
Sólo que el verdadero significado de estas dos palabras, no corresponde a lo que vosotros os imagináis.
De todas formas, os bendigo;
implorando al Cielo que descienda sobre vosotros, un rayo de luz…
Junto con mi bendición.
Porque os quiero y porque me queréis.
Porque quisiera que vuestra justicia fuera plenamente luminosa.
Porque no sois malos, pero sois también vosotros “viejo Israel”
Y no tenéis la voluntad heroica de despojaros del pasado y haceros nuevos.
Hasta pronto, José.
Sé justo y bueno.
Justo como aquel que durante muchos años fue para Mí tutor…
Y fue capaz de realizar toda renovación para servir al Señor su Dios.
Si él estuviera aquí entre nosotros…
¡Cómo os enseñaría a saber servir a Dios con perfección…!
¡A ser justos, justos, justos!
¡Pero justo es que esté ya en el seno de Abraham!…
Para no ver la injusticia de Israel.
¡Oh, santo siervo de Dios!…
Nuevo Abraham de corazón traspasado pero de voluntad perfecta…
Él no me habría aconsejado la cobardía…
Si él estuviese aquí, él jamás me aconsejaría la villanía.
Me repetiría las palabras que solía decirme,
cuando algo duro pesaba sobre nosotros:
“Levantemos el corazón.
Encontraremos la mirada de Dios y olvidaremos el dolor que los hombres nos infligen.
Hagamos cualquier cosa por dura que sea;
pensando que es el Altísimo quién nos la presenta.
Y de este modo santificaremos aún las cosas más pequeñas.
Y Dios nos amará.”
¡Oh!…
¡Esto es lo que hubiera dicho para consolarMe;
animándoMe a sufrir lo más grave…
Enmedio de los más grandes dolores!…
Y nos habría consolado…
Nos habría animado…
¡Oh, Madre mía!…
Jesús se desprende de José;
a quién había abrazado y baja su cabeza.
Se queda en silencio un largo minuto…
Al contemplar su próximo martirio y el de su pobre Madre…
Luego levanta la cabeza y abraza a Nicodemo diciendo:
– La primera vez que viniste a mí como discípulo oculto…
Te dije que para entrar en el Reino de Dios y tener el Reino de Dios en vosotros;
era necesario que renacierais en espíritu y en verdad…
Que vuestro amor por la Luz fuera mayor del que por ella tenga el mundo.
Hoy quizás es la última vez que nos encontramos en secreto…
Te repito las mismas palabras:
Renace en tu espíritu, Nicodemo.
Para poder amar la Luz que soy Yo.
Y para que Yo more en tí, como Rey y Salvador.
Ahora marcháos.
Que Dios esté con vosotros.
Los dos sanedristas toman el camino opuesto por el que vino Jesús.
Mannaém los acompaña para despedirlos, hasta la entrada de la gruta.
858 Las Tinieblas del Mundo
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
560a En las cercanías de Gofená
El día señalado…
Mannahém lleva a Jesús hasta una gruta donde lanza un chillido semejante al de un búho…
José y Nicodemo, salen a un corredor rocoso.
Después de los saludos, los guían a un lugar en donde encendieron una hoguera.
Jesús está diciendo:
– Yo, en efecto, he venido y recojo.
Pero vosotros…
¡Oh, vosotros consideráis siempre maldito…
Incluso aquello que Yo he considerado merecedor de ser recogido!
Nicodemo dice:
– Eres severo con nosotros, Maestro.
– Soy justo.
¿Podéis acaso decir, que en vuestro corazón no me censuráis por ciertas acciones mías?
¿Podéis decir que aprobáis, mi pareja misericordia hacia judíos y galileos…
Y hacia samaritanos y gentiles?
¿O incluso más amplia para con éstos y los grandes pecadores;
precisamente porque ellos la necesitan mayormente?
¿Podéis decir que no pretenderíais de Mí,
gestos de violenta majestad para manifestar mi Origen sobrenatural…
Y sobre todo, fijaos bien.
Sobre todo, mi misión de Mesías según vuestro concepto del Mesías?
Decid sinceramente la verdad:
Aparte de la alegría de vuestro corazón por la resurrección de vuestro amigo…
¿No habríais preferido, antes que esta resurrección…
Que Yo hubiera llegado a Bethania dispuesto y cruel;
como nuestros antiguos respecto a los amorreos y los de Basán…
También como Josué respecto a los de ¡Ay y Jericó!
¡O mejor aún…
Haciendo caer con mi Voz, las piedras y los muros sobre los enemigos,
como las trompetas de Josué hicieron respecto a las murallas de Jericó…
Haciendo caer del cielo sobre los enemigos gruesas piedras;
como sucedió en el descenso de Betherón, también en tiempos de Josué.
O como en tiempos más recientes…
Llamando a celestes jinetes que corrieran por los aires;
vestidos de oro, armados de lanzas, formados en cohortes.
Que hubiera movimiento de escuadrones de caballería…
Asaltos por una y otra parte…
Con agitación de escudos.
Ejércitos con yelmos y espadas desenvainadas…
Con lanzamiento de dardos para aterrorizar a mis enemigos?
(gestas narradas en: Números 21, 21-35 Deuteronomio 2, 26-37; Josué 6-8; 10; 2 Macabeos 5, 1-4)
Sí…
Habríais preferido esto;
porque a pesar de que me améis mucho, vuestro amor es todavía impuro.
Y la seducción -en cuanto a desear lo no santo- os la proporciona vuestro pensamiento de israelitas;
vuestro viejo pensamiento.
El que tiene Gamaliel…
Igual que el último de Israel;
el que tiene el Sumo Sacerdote, el tetrarca, el labriego, el pastor, el nómada, el hombre de la Diáspora.
El pensamiento fijo del Mesías Conquistador.
La pesadilla de quien teme ser aniquilado por Él.
La esperanza de quien ama a la Patria con la violencia de un amor humano.
El suspiro de quien está oprimido por otras potencias de otras tierras.
No es culpa vuestra.
El pensamiento puro;
como había sido dado por Dios acerca de lo que Yo Soy,
se ha ido cubriendo a lo largo de los siglos, de estratos de escorias inútiles.
Y pocos saben con sufrimiento, restituir a la idea mesiánica su pureza inicial.
Estando ya cercano el tiempo en que será dado el Signo, que Gamaliel espera…
Y todo Israel con él.
Llegando ya el tiempo de mi perfecta manifestación…
Ahora además…
Satanás trabaja para hacer más imperfecto vuestro amor y más torcido vuestro pensamiento.
Llega su Hora.
Yo os lo digo.
Y en esa Hora de Tinieblas…
Incluso los que actualmente ven o están solamente un poco privados de vista;
resultarán ciegos del todo.
Pocos, muy pocos, en el Hombre Abatido reconocerán al Mesías.
Pocos lo reconocerán como verdadero Mesías;
precisamente porque será abatido, como le vieron los profetas.
Yo quisiera por el bien de mis amigos;
que supieran verMe y conocerMe mientras es de día;
para poder también reconocerMe desfigurado…
Y verMe en las Tinieblas de la Hora del Mundo…
Pero decidme ahora lo que queríais decirme.
La hora avanza rápida y vendrá el alba.
Lo digo por vosotros…
Porque Yo no temo encuentros peligrosos.
José repite:
– Pues lo que te queríamos decir, era que alguien debe haber dicho dónde estás…
Y que este alguien;
ciertamente no somos ninguno de nosotros, tampoco Lázaro y sus hermanas ni Nique.
¿Con quién más has hablado del lugar elegido para refugio tuyo?
– Con ninguno, José.
– ¿Estás seguro?
– Seguro.
– ¿Y has dado orden a tus discípulos de que no hablaran de ello?
– Antes de partir no les hablé del lugar.
Llegado a Efraím, di orden de que fueran evangelizando y de actuar en representación mía.
Y estoy seguro de su obediencia.
– Y…
¿Estás Tú solo en Efraím?
– No.
Estoy con Juan y Judas de Simón.
Ya lo he dicho.
Él, Judas;
porque leo tu pensamiento;
no puede haberme perjudicado con su irreflexión;
porque nunca se ha alejado de la ciudad…
Y en esta época no pasan por ella peregrinos de otros lugares.
– En el Sanhedrín se sabe que estás allí.
Hay quien dice que es lógico:
Dado que te han proscrito en los lugares santos…
No te quedaba otra solución que refugiarte en Samaria.
Todos están muy contentos de haberte podido reducir al silencio…
Y de poder señalarte ante las masas como amante de samaritanos.
Dicen:
“Hemos ganado la batalla y lo demás será juego de niños.”
Te rogamos que hagas lo posible porque no sea verdad.
– No lo será.
Dejad que hablen.
Los que me aman no perderán la paz, con las apariencias.
Dejad que el viento cese del todo.
Es viento de tierra.
Luego vendrá el viento del Cielo y se abrirá el entrecielo, apareciendo la gloria de Dios.
¿Tenéis algo más que decirme?
– Respecto a Tí, no.
Cuídate.
Vigila, sé cauto…
No salgas de donde estás.
– Te avisaremos si algo sucede…
– No es necesario.
Quedaos donde estáis.
Pronto vendrán las discípulas.
Y esto sí;
decid a Elisa y a Nique que se unan a las otras, si quieren.
Decídselo también a las dos hermanas.
Como el lugar en donde estoy es conocido.
Los que no tienen miedo al Sanhedrín…
Vendrán, para que mutuamente nos consolemos.
– No pueden venir las dos hermanas hasta que Lázaro no regrese.
Salió con gran pompa.
Toda Jerusalén ha sabido que se marchaba a sus propiedades lejanas…
Y no se sabe cuándo va a volver.
También tenemos que decirte esto:
Pero su criado ha vuelto ya de Nazareth y ha dicho que tu Madre estará aquí con las otras,
antes de que concluya esta luna.
Ella está bien.
Y también María de Alfeo.
El criado las ha visto.
Pero tardarán un poco;
porque Juana quiere venir con ellas y no puede hacerlo hasta el final de esta luna.
Y también…
Como amigos fieles, aunque…
Imperfectos como dices…
Si nos lo permites…
quisiéramos ofrecerte una ayuda…
Queremos socorrerte, Maestro.
Jesús se niega rotundamente:
– ¡No!
857 El Príncipe del Siglo Futuro
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
560 En las cercanías de Gofená.
El día señalado, Mannahém el hermano de Herodes, lleva a Jesús hasta una gruta localizada en los montes…
Por un camino muy dificultoso, el que ha tomado Mannahém para guiar a Jesús al lugar donde lo esperan.
Es un sendero montano, estrecho, pedregoso, entre espesuras y bosques.
La luz de una clarísima luna en su primera fase, a duras penas se abre paso entre la maraña de las ramas.
A veces desaparece por completo y Mannahém la suple con antorchas ya preparadas,
que ha llevado consigo en bandolera como armas bajo el manto.
Él va adelante y Jesús detrás;
caminan callados en medio del gran silencio de la noche.
Dos o tres veces algún animal salvaje, corriendo por los bosques, hace un rumor semejante a sonido de pasos.
Y ello hace que Mannahém se detenga receloso.
Pero aparte de esto, ninguna otra cosa turba el camino, ya de por sí muy fatigoso.
Señalando un punto específico, Mannahém dice:
– Maestro…
Aquello de allí es Gofená.
Ahora torcemos por aquí…
Cuento trescientos pasos y estaré en las grutas donde ellos esperan desde la puesta del Sol.
¿Te ha parecido largo el camino?
Pues hemos venido por atajos que creo que mantienen la distancia legal.
Jesús hace un gesto como queriendo decir:
«No se podía hacer de otra manera».
Mannahém, atento a contar sus pasos, se calla.
Ahora están en un pasaje rocoso y pelado;
que asemeja a una caverna encajada entre las paredes del monte que casi se tocan.
Tan extraña es, que se diría que la fractura la produjo algún cataclismo…
Una enorme cuchillada en la roca del monte que hubiera cortado a éste, al menos un tercio desde la cima.
Arriba, por encima de las paredes cortadas a pico;
por encima del rumor agitado de las plantas nacidas en el borde del enorme tajo, brillan las estrellas;
pero la luna no baja aquí, a esta sima.
La luz humeante de la antorcha despierta a algunas aves de rapiña,
que gañen agitando las alas en los bordes de sus nidos entre las grietas.
Mannahén exclama:
« ¡Ahí es!»
E introduce en una brecha de la pared rocosa, un grito semejante al quejido de un voluminoso búho.
Del fondo viene una luz rojiza…
Por otro pasillo rocoso que está cerrado por encima, como un zaguán.
Al no ver a Jesús, que está un poco atrás…
José de Arimatea aparece preguntando:
– ¿El Maestro?
Jesús responde:
– Estoy aquí, José.
La Paz esté contigo.
– A Tí, la paz.
¡Ven!
Venid.
Hemos encendido fuego para poder ver serpientes y escorpiones…
Y para combatir el frío.
Yo voy delante.
Se vuelve…
Y por las ondulaciones del sendero que va entre las entrañas del monte…
Los guía por un corredor rocoso hacia un lugar iluminado con una hoguera.
Allí está Nicodemo, alimentando el fuego con ramajes y enebros.
Jesús lo saluda diciendo:
– La paz también a ti, Nicodemo.
Aquí estoy, con vosotros.
Hablad.
Nicodemo pregunta:
– Maestro.
¿Nadie se ha enterado de tu venida?
Jesús replica:
– ¿Y quién quieres, Nicodemo?
– ¿No están contigo tus discípulos?
– Solo Juan y Judas de Simón.
Los otros evangelizan desde el crepúsculo del día siguiente del sábado, hasta el ocaso del viernes.
Pero he salido de casa antes de la hora sexta, diciendo que no se me esperara antes del alba siguiente al sábado.
Porque voy a llegar hasta el domingo…
Todos están acostumbrados a mis ausencias…
Como para que ello pueda suscitar sospechas en alguno.
Estad por tanto, tranquilos.
Tenemos todo el tiempo que queramos, para hablar sin preocupación alguna de ser sorprendidos.
Éste…
Es un lugar propicio.
Verdaderamente este es el mejor lugar.
José dice:
– Sí.
Madrigueras de serpientes y buitres..
Y de bandidos cuando se tiene el tiempo bueno, cuando estos montes se llenan de rebaños.
Pero ahora los bandidos prefieren otros lugares,
en que puedan abalanzarse más rápidamente sobre apriscos y caminos de caravanas.
Nos desagrada haberte traído hasta acá.
Pero es que desde aquí, podemos partir por diferentes caminos;
sin llamar la atención y sin que nadie nos vea.
Porque donde se sospecha que alguien te quiere…
Ahí está el ojo penetrante del Sahnedrín…
Nicodemo objeta:
– Bueno, en esto disiento de José.
Creo que somos nosotros los que vemos sombras, donde no las hay.
Y también me parece que, desde hace algunos días, se ha calmado mucho la cosa…
José objeta:
– Te engañas, amigo.
Te lo digo yo y te lo aseguro.
Hay calma porque no tienen necesidad de buscar al Maestro, pues ya saben dónde está.
Por eso lo vigilan a Él y no a nosotros.
Por eso recomendé que no dijese a nadie que nos veríamos.
No fuera que hubiera alguno dispuesto…
A cualquier cosa.
Para evitar…
Bueno, lo que queríamos decirte:
Es que ‘alguien’ denunció donde te encuentras.
Y que ese alguien no soy yo, ni tampoco Nicodemo, Mannahém o Lázaro;
ni sus hermanas o Nique.
Mannaém dice:
– No creo que los de Efraím…
Nicodemo:
– No.
Los de Efraím no.
Y ningún otro de Samaria.
Sólo por actuar de forma distinta a como actuamos nosotros, los de la otra parte…
José mira a Jesús y pregunta:
– ¿Hablaste con alguien más?
Jesús contesta:
– Con nadie, José.
– ¿Estás seguro?
– Cierto.
– ¿Y tus discípulos?
– No.
Están conmigo, Juan y Judas de Simón.
Judas, aunque es un poco imprudente, no ha podido hacerme daño alguno con su irreflexión.
Porque no se ha alejado de la ciudad y en estos días hay pocos peregrinos.
– Entonces el mismo Belcebú te denunció.
Porque el Sanhedrín sabe que estás aquí.
– ¡Bien!
¿Cómo reaccionó cuando lo supo?
– De diversas maneras Maestro.
Alguien dijo que esto era lógico.
Como te pusieron en el bando en lugares santos;
el único refugio era Samaría.
Otros sostienen que eres un ‘samaritano del alma’, más que de raza…
Y que esto es suficiente para condenarte.
Todos están felices porque consiguieron callarte.
Y ya pueden decir a las multitudes que eres amigo de los samaritanos.
Dicen: “Hemos ganado la batalla y lo demás será juego de niños.”
Te rogamos que hagas lo posible porque no sea verdad.
Jesús objeta:
– No, José.
No es por ese motivo.
Es porque ellos no tienen en su corazón esa maligna serpiente que tenéis vosotros…
Ellos no temen ser despojados de ninguna prerrogativa.
No tienen que defender intereses sectarios, ni de casta.
No tienen NADA;
aparte de una instintiva necesidad de sentirse perdonados y amados,
por Aquel al que sus antepasados ofendieron y al que ellos siguen ofendiendo,
al permanecer fuera de la Religión perfecta.
Y permanecen fuera, porque siendo orgullosos ellos y siéndolo vosotros;
no se sabe por ambas partes;
deponer el rencor que divide y tender la mano en nombre del único Padre.
Claro que aunque ellos tuvieran tanta voluntad como para eso…
Vosotros la demoleríais;
porque NO sabéis perdonar;
no sabéis decir, hollando toda necedad:
“El pasado ha muerto porque ha surgido el Príncipe del Siglo futuro, que a todos recoge bajo su Signo”
Yo en efecto, he venido y recojo.
Pero vosotros…
¡Oh, vosotros consideráis siempre maldito…
Incluso aquello que Yo he considerado merecedor de ser recogido!
856 Precauciones Imprescindibles
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
559a En Efraím
Es plenamente de noche.
Una noche sin Luna, aunque clara de estrellas.
No es posible saber la hora que es, pues no se ve la posición de la luna ni su fase.
Pero es una noche serena.
Todo Efraím ha desaparecido bajo el velo negro de la noche.
El torrente también.
Ahora sólo se escucha su rumor…
Sus espumas y reflejos han quedado totalmente anulados, bajo la bóveda verde de los árboles de las orillas,
que son obstáculo incluso para esa luz no luz, que viene de las estrellas.
Un pájaro nocturno se lamenta en algún lugar.
Luego se calla a causa de un rumor de ramajes y crujir de cañas…
Un rumor proveniente de la parte de la montaña y que se va acercando a la casa siguiendo el torrente.
Luego una forma alta y robusta surge de la orilla por el sendero que sube hacia la casa.
Se detiene un poco como para orientarse.
Pasa al ras de la pared, tanteándola con las manos;
encuentra la puerta.
La roza, pero sigue adelante.
Dobla, aún tanteando, la esquina de la casa.
Llega a la pequeña puertecita del huerto.
La palpa, la abre, la empuja, entra.
Ahora va al ras de las paredes que dan al huerto.
Cuando llega a la puerta de la cocina, vacila;
pero luego continúa hasta la escalerita externa.
Sube ésta a tientas.
Se sienta en el último escalón.
Una sombra oscura que se pierde en la sombra de la noche.
Pero por el Oriente, el color del cielo nocturno…
Un entrecielo oscuro percibido como tal sólo por estar tachonado de estrellas;
empieza a cambiar de tonalidad, a tomar un color que el ojo logra percibir como tal:
Un color ceniciento oscuro de pizarra, que parece bruma densa y humosa…
Y es el claror del alba que avanza:
Se produce lentamente el cotidiano milagro nuevo de la luz que regresa.
La persona, acurrucada en el suelo, toda ovillada y cubierta con el manto oscuro, se mueve…
Ahora se estira, levanta la cabeza, echa un poco hacia atrás el manto.
Ya es posible descubrir su identidad…
Está vestido como un hombre cualquiera, con una gruesa túnica marrón y un manto igual;
es una tela sencilla, de trabajador o peregrino…
Sin franjas, hebillas ni cinturones.
Un cordón de lana trenzada sujeta la túnica a la cintura.
Se pone en píe.
Se desentorpece.
Mira al cielo, donde la luz avanza y ya permite ver lo que hay alrededor.
Es una noche serena y llena de estrellas.
Efraím está envuelto en los velos nocturnos.
El arroyo no es más que un murmullo en el silencio.
En el Oriente, clarea el alba.
Una puerta abajo, se abre chirriando.
El que espera, se asoma sin hacer ruido, para ver quién sale de casa.
Es Jesús, que suavemente cierra de nuevo la puerta y se dirige hacia la escalera.
La persona que estaba acuclillada en el suelo, cubierta bajo un manto oscuro;
se pone de pie al oír que se abre la puerta de la cocina…
Jesús sale.
Un carraspeo discreto llama su atención, levanta la cabeza y se detiene a media escalera…
El hombre se inclina para saludarlo…
Diciendo en voz baja:
– Soy yo, Maestro.
Soy Mannahém.
Ven, ven, que tengo que decirte algo.
Te he estado esperando.
La varonil voz es apenas un susurro…
Mientras el hermano de Herodes se inclina deferente, saludando.
Jesús sube los últimos escalones,
preguntando:
– La paz sea contigo.
¿Cuándo viniste?
¿Cómo?
¿Por qué?…
Mannahém dice:
– Creo que apenas había pasado el galicinio, cuando he puesto pie aquí.
He estado en aquellos matorrales allá en el fondo, desde la segunda vigilia de ayer por la noche.
Jesús exclama admirado:
– ¡Toda la noche, bajo el sereno!
– No había otra solución.
Tenía que hablarte a solas.
Esperé a que salieras para orar.
Alabado sea el Altísimo.
– Eternamente lo sea. -contesta Jesús.
Y mira a Mannahém.
Trae un vestido común y corriente de color café y un manto más oscuro, de tela tosca.
No luce ninguna de sus acostumbradas joyas…
Ni tampoco los riquísimos adornos que siempre resaltan sus finas vestiduras.
Parece un trabajador común o un peregrino.
Está irreconocible…
Mannahém explica:
– Tenía que conocer el camino para venir…
Y la casa, sin ser visto.
Por eso vine de día y me metí entre la espesura allá arriba.
Vi aquietarse la actividad en la ciudad.
Vi a Judas y a Juan volver a casa.
Es más, Juan pasó casi a mi lado con su carga de leña.
Pero no me vio, porque yo estaba muy adentrado en lo profundo de la espesura.
Mientras hubo luz para ver, observé a una anciana entrar y salir…
También que ardía la lumbre en la cocina.
Y te ví a Tí…
Que Tú bajabas de aquí arriba ya en pleno crepúsculo.
Cuando que cerrabais la casa.
Entonces vine con la luz de la luna nueva y estudié el camino.
Entré incluso en el huerto.
Aquella puertita es menos útil que si no estuviera.
Oí que hablabais…
Pero yo tenía que hablarte a solas.
Me marché para volver a la tercera vigilia y estar aquí.
Sé que normalmente te levantas a orar antes de que se haga de día.
Y esperaba que también hoy lo hicieras.
Alabo al Altísimo porque haya sido así.
– ¡Toda la noche al raso!
¿Pero cuál es el motivo para tener que verme con tanta incomodidad?
– No había otra solución.
Tenía que hablar contigo a solas.
Jesús le pregunta:
– ¿Por qué tantas precauciones?
Mannahém responde:
– Maestro…
José y Nicodemo quieren hablarte y han tratado de hacerlo, burlando cualquier vigilancia.
Lo intentaron varias veces…
Pero parece que Belcebú ayuda a tus enemigos…
Tuvieron que renunciar…
Porque tanto su casa como la de Nique, tienen vigilancia continua.
Ella es una mujer valiente.
Se puso en camino ella sola, por Adomín.
Pero la siguieron y se detuvo cerca de la ‘cuesta sangrienta’…
(Llamaban “Cuesta de la Sangre”a un punto del monte Adomín,
por los delitos que en ese lugar llevaban a cabo los bandoleros).
Para no revelar el lugar en que estabas…
Y para justificar las provisiones que llevaba en su cabalgadura, les dijo:
“Voy a ver a un hermano mío que está en una gruta en los montes.
Si queréis venir, vosotros que enseñáis lo de Dios, haréis una obra santa,
porque está enfermo y tiene necesidad de Dios.”
Y con esta audacia los persuadió a irse.
Pero ya no se atrevió a venir aquí.
Y fue en realidad a ver a alguien que está en una gruta y que Tú le confiaste…
Le llevó lo que traía para Tí.
– Es verdad.
¿Pero cómo lo hizo saber Nique a los demás?…
– Fue a Bethania.
Lázaro no está.
Y María no es una mujer que tiemble ante nadie…
Se vistió como quizás no lo hizo Esther para ir donde el rey;
como una reina…
Y fue al Templo, públicamente con Sara y Noemí.
Luego a su palacio de Sión.
Y, mientras…
Taimadamente los judíos iban o mandaban a alguien donde ella para…
Honrarla.
Así podían verla como señora en su casa;
Noemí, anciana y vestida modestamente, iba a Bezetha, donde el José el Anciano.
Y así llegó a la casa de José de Arimatea con el recado.
Nos pusimos de acuerdo en que yo vendría, porque nadie sospecha de mí…
Pues soy un nómada que va de un palacio de Herodes a otro.
A decirte que antes del ocaso del Viernes al Sábado, José y Nicodemo, uno de Arimatea y otro desde Rama;
vendrán y te esperarán en Gofená.
Conozco el lugar y el camino.
Vendré aquí al atardecer para guiarte.
Yo te llevaré…
De mí te puedes fiar.
Pero fíate sólo de mí, Maestro.
José te ruega que nadie sepa de este encuentro;
por el bien de todos.
– También por el tuyo, Mannahém.
– Señor…
Yo soy yo.
Yo no tengo bienes que cuidar, ni intereses de familia, como José.
– Y esto confirma mis palabras de que las riquezas materiales, son siempre un peso…
Puedes decirle a José que nadie sabrá de nuestro encuentro.
– Entonces puedo marcharme, Maestro.
El sol ya ha salido y podrían levantarse tus discípulos.
– Bien, márchate.
Y que Dios esté contigo.
Pero antes de irte…
Ven.
Te mostraré el punto donde nos encontraremos la noche del sábado…
Bajan sin hacer ruido y salen del huerto.
Siguiendo luego a la ribera del torrente…