661 El Vendaval
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
489a En Nob.
Jesús termina de hablar.
Solamente el viento hace oír su voz, cada vez más fuerte…
En el copete del montecito en que está Nob se ensaña tanto,…
Que los árboles crujen temiblemente.
La gente se ve obligada a retirarse a las casas.
Cuando ya se han dispersado, Jesús entra de nuevo en la casa.
Cuya puerta se cierra, para evitar el vendaval.
Apareciendo de detrás de la albarrada, entra en el huerto, llamando a la puerta cerrada.
Son Matías, seguido por Mannahém y Timoneo.
Jesús mismo sale a abrir.
Señalando a los dos que se han quedado acobardados en el umbral del huerto
y no se atreven a levantar la cara para mirar a Jesús,
Matías dice:
– ¡Maestro, aquí los tienes!…
Mientras cierra la puerta, para dar a entender a los de dentro que no salgan a curiosear.
Sale al huerto.
Y va hacia los dos, con los brazos ya abiertos para el abrazo…
Mientras Jesús dice:
– ¡Mannahém!
¡Timoneo!
¡Amigos míos!
Los dos levantan la cara, tocados por el amor trémulo en la voz del Maestro;
le ven la cara y los ojos, henchidos de amor.
Y su miedo desaparece…
Se echan a correr hacia Él,
con un grito ronco de llanto:
– ¡Maestro!
Caen a sus pies, le abrazan los tobillos y besan sus pies desnudos…
Bañándolos de lágrimas.
Jesús les dice:
– ¡Amigos míos!
No ahí.
Aquí, en mi corazón.
¡Os he esperado mucho!
¡Y os he comprendido mucho!
¡Vamos!…
Y trata de ponerlos de pie.
Ellos, llorando suplican:
– ¡Perdón!
– ¡Perdón!…
– No nos lo niegues, Maestro.
– ¡Hemos sufrido mucho!
– Lo sé.
Pero, si hubierais venido antes…
Antes os hubiera dicho:
“Os quiero”.
Timoneo es el primero que habla, levantando un rostro interrogativo,
mientras pregunta:
– ¿Nos quieres?
¿Maestro?
¿Cómo antes?
– Más que antes…
Porque ahora estáis curados de todo lo humano, en vuestro amor por Mí.
Mannahém, como movido por un resorte, se pone en pie.
Ya no resiste, se arroja al pecho de Jesús.
Timoneo hace lo mismo…
Los dos, diciendo:
– ¡Es verdad!
– ¡Oh, Maestro mío!
– ¿Veis lo bien que se está aquí?
¿No es mejor aquí que en un pobre palacio?
¿Dónde se me podrá tener más y más poderoso, dulce, rico de tesoros sin fin;
sino allí donde se me tiene como Salvador, Redentor, Rey espiritual, Amigo amoroso?
– ¡Es verdad!
– ¡Es verdad!
– ¡Oh!
¡Nos habían seducido!
– ¡Y nos parecía que te honrábamos y que era justa su idea!
– No penséis ya más en ello.
Ha pasado.
Pertenece al pasado.
Dejad que el tiempo, fluyendo veloz como el torbellino que nos choca, lo lleve lejos…
Lo disuelva para siempre…
Pero, vamos a entrar en casa.
No es posible seguir aquí…
Es verdaderamente un torbellino lo que arremete contra el pueblo desde el norte.
Ramas que se tronchan;
tejas que vuelan;
algún antepecho inseguro de las terrazas de los techos que cae con fragor.
El nogal y el manzano se tuercen como si quisieran descuajarse del suelo.
Entran en casa y los cuatro apóstoles miran sorprendidos,
el rostro aún húmedo de lágrimas de los dos discípulos,
que contrasta con la sonrisa que también muestran.
Pero no dicen nada.
El anciano Juan, dice:
– Alguna catástrofe se está preparando.
Pedro agrega:
– Sí.
No sé qué van a hacer los que están todavía en las cabañas…
El viento es tan fuerte;
que las llamitas de una lámpara de tres boquillas, encendida para iluminar la habitación cerrada,
vacilan, a pesar de que las puertas estén bien cerradas.
Con el estrépito del viento, que continuamente aumenta y golpea la casa con tierra y detritos…
Tanto que parece que cayera un granizo menudo…
Se mezclan gritos de mujeres, cada vez más cercanos;
son esposas asustadas, madres angustiadas:
– ¡Nuestros maridos!
– ¡Nuestros hijos!
– Están en camino.
– Tenemos miedo.
– Se ha derrumbado una pared de la casa abandonada…
– ¡Señor!
– ¡Jesús!
– ¡Piedad!».
Jesús se pone en pie;
apenas puede abrir la puerta que el viento comprime con toda su violencia.
Algunas mujeres, curvadas para resistir el viento…
Una verdadera tromba de aire bajo un cielo terrorífico…
Gimen echando hacia delante los brazos.
Jesús dice:
– Entrad.
¡No temáis!
Mira al cielo y a los árboles ya próximos a quebrarse.
Tadeo grita:
– Entra, Jesús!
¿Ves cómo se rompen las ramas y caen tejas?
No es prudente estar afuera.
Pedro sentencia:
– ¡Pobres olivos!
Esto es granizo.
Donde caiga se pueden despedir de recoger.
Jesús no entra.
Es más, sale del todo, en medio del torbellino;
que le retuerce la túnica y le levanta los cabellos.
Abre los brazos, ora…
Y luego ordena:
– ¡Basta!
¡Lo quiero!
Jesús vuelve a la casa.
El viento, después de un último mugido, cesa de golpe.
Es impresionante el silencio que reina, después de tanto fragor.
Es tal, que a las puertas o ventanas de las casas se asoman caras asombradas.
Quedan las señales del huracán:
hojas, ramas quebradas, telas hechas jirones.
todo está en calma.
El firmamento responde a la tierra, que ya no está agitada,
aligerándose de nubes que de negras pasan a ser claras y se esparcen sin causar daño.
Antes al contrario, dejan éstas caer una salpicadura de agua
que termina de purificar el aire enturbiado por tanta tierra.
– ¿Pero que ha sucedido?
– ¿Así ha terminado?
– ¿Parecía el fin…
Y ahora viene la calma?
Voces que preguntan, de una casa a otra.
Las mujeres que habían corrido hacia Jesús, ahora corren hacia afuera.
Diciendo:
– ¡El Señor!
– ¡El Señor está con nosotros!
– ¡Ha hecho el milagro!
– ¡Ha detenido el viento!
– ¡Ha roto las nubes!
– ¡Hosanna!
– Hosanna’.
– ¡Alabanza al Hijo de David!
– ¡Paz!
– ¡Bendición!
– ¡Cristo está con nosotros!
– ¡Con nosotros está el Bendito!
– ¡El Santo!
– ¡El Santo!
– ‘El Santo’
– ¡El Mesías está con nosotros!
– ¡Aleluya!
Todos los habitantes del pueblo salen a la calle, los reales y los ocasionales…
(o sea, apóstoles y discípulos que acuden todos, a la casita donde está Jesús).
Todos quieren besarlo, tocarlo, ensalzarlo.
– ¡Alabad al Señor Altísimo.
Él es el Amo de los vientos y las aguas.
Si ha escuchado a su Hijo, ha sido para premiar vuestra fe y amor para con Él.
Y querría despedirlos.
Pero ¿Quién calma a un pueblo que está de fiesta, agitado por un milagro manifiesto?
Especialmente, si es un pueblo lleno de mujeres.
Los esfuerzos de Jesús son vanos.
Él sonríe paciente…
Mientras el anciano que le da hospedaje,
le lava con sus lágrimas la mano izquierda y se la llena de besos.
Llegan los primeros hombres de regreso de Jerusalén, jadeantes, asustados.
Temen alguna qué catástrofe.
Ven al pueblo de fiesta.
Y preguntan:
– ¿Qué pasa?
– ¿Qué ha pasado?
– ¿Pero no habéis tenido una borrasca?
– Desde el monte se veía desaparecer a la ciudad, tras nubes de polvo.
– Creíamos que se hubiera venido abajo.
¡Y aquí todo está en pie!
– ¡El Señor!
– ¡El Señor!
Ha venido a tiempo de salvarnos de la destrucción.
– Sólo la casa maldita se ha derrumbado.
– Y alguna teja con alguna rama.
– ¿Y vosotros?
– ¿Qué ha sucedido en Jerusalén?
Las preguntas y las respuestas se cruzan.
Pero los hombres se abren paso para ir a venerar al Salvador.
Luego explican que había miedo en la ciudad por la borrasca inminente.
Que todos huían de las cabañas hacia las casas.
Los dueños de los olivos lloraban ya su recolección…
Cuando de repente, el viento se ha calmado;
el cielo se ha aclarado con poca lluvia…
De modo que toda la ciudad se ha quedado asombrada.
Y dado que la fantasía trabaja inmediatamente en ciertos casos…
Los hombres refieren que, mientras la gente huía;
muchos que habían estado en el Templo los días antes,
viendo que el Moriah era el más embestido por las ráfagas,
tanto que el viento había volcado los bancos de los cambistas
y había habido daños en la casa del Pontífice…
Decían que era el castigo de Dios por los insultos contra su Mesías.
Y más, más y más…
Llegan otros hombres y la narración toma más colorido.
Casi haciéndose más apocalíptica que la narración del Viernes Santo…
648 Parábola de la Granada
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
484a parábola de la granada.
Jesús va justamente hasta el torrente y se sienta en una peña.
Sobre su cabeza, la leve sombra de un sauce;
al lado, las risueñas aguas que descienden.
La gente se sienta en la hierba nueva de las dos orillas.
Entretanto, han traído del pueblo pan, leche recién ordeñada, quesos, fruta y miel…
Y se lo ofrecen a Jesús para que coma de ello con los suyos.
Y lo miran comer, después de la ofrenda y bendición de los alimentos:
Como un mortal (¡Qué sencillo!)
Como un Dios (¡Qué soberanamente hermoso y espiritualmente imponente!)
Lleva una túnica de lana blanca…
(Un blanco levemente marfileño, como es el color de la lana hilada en casa)
Y el manto azul oscuro echado a la espalda.
El sol, filtrándose a través del sauce,
enciende sus cabellos con chispas de oro en continuo movimiento
que reproduce el de las livianas hojitas del sauce.
Y un rayo logra acariciarle la mejilla izquierda,
haciendo del esponjoso rizo en que termina la guedeja caediza sobre la mejilla;
una madeja de oro en hilos que repite más pálidamente su color,
en la blonda y no excesiva barba
que cubre el mentón y la parte baja de la cara.
La piel, de un color marfil antiguo;
a la luz del sol muestra el delicado bordado de las venas en las mejillas y en las sienes.
Y una de ellas atraviesa de la nariz al pelo la frente lisa y alta…
Y será precisamente de esa vena,
de donde caerá mucha sangre,
por una espina que la traspasaba durante la Pasión…
Siempre, cuando contemplamos a Jesús tan hermoso y compuesto en su varonil cuidado,
es imposible olvidar cómo quedó…
después de los sufrimientos y las agresiones de los hombres…
Jesús come…
Y sonríe a unos niños que están arrimados a sus rodillas, relajada la cabeza sobre ellas.
O que lo miran comer…
Asombrados al pensar que Jesús es Dios Encarnado
y ha tenido la Humildad de volverse como ellos…
Y Jesús, cuando llega a la fruta y la miel, les ofrece a ellos…
Y a los más pequeños cual si fueran pajarillos,
les pone en la boca granos de uva o migas untadas en la miel filamentosa.
Un niño al que sin duda le gustan y espera encontrarlas…
Se marcha corriendo por entre la gente en dirección a un árbol.
Vuelve con los brazos cruzados sobre su pequeño pecho,
haciendo de éste un cesto vivo en que descansan tres granadas
de un volumen y belleza maravillosos.
Se las ofrece a Jesús, insistiendo.
Jesús toma los frutos y abre dos de ellos;
los divide en tantas partes como pequeños amigos tiene.
Y las reparte.
Luego, tomando en la mano la tercera, se pone en pie;
teniendo en la palma izquierda, bien a la vista, la espléndida granada…
Y empieza a hablar:
– ¿Con qué compararé el mundo en general…
Y en particular Palestina, que estuvo unida,
-y lo está en el pensamiento de Dios- en una única nación,
y que luego se escindió por un error y por un obstinado odio entre hermanos?
¿Con qué compararé a Israel, así como está,
en el estado en que, por su voluntad, se halla?
Lo compararé con esta granada.
Y os digo en verdad, que las desavenencias que hay entre judíos y samaritanos se repiten,
en forma y medida distinta pero con una única sustancia de odio,
entre todas las naciones del mundo,
y en ocasiones entre provincias de una misma nación.
Y se consideran insalvables como si fueran cosas creadas por Dios mismo.
No.
El Creador no ha hecho tantos Adanes y tantas Evas como razas hay recíprocamente adversas,
como tribus hay,
como familias hay constituidas en enemigas la una de la otra.
Hizo a un solo Adán a una sola Eva.
Y de ellos han venido los hombres todos,
que se esparcieron luego para poblar la Tierra,
como si fuera una sola casa que va enriqueciéndose en el número de habitaciones
a medida que aumentan los hijos,
se casan y procrean a los nietos para sus padres.
¿Por qué entonces tanto odio entre los hombres, tantas barreras, tantas incomprensiones?
Habéis dicho:
“Sabemos estar unidos sintiéndonos hermanos”.
No es suficiente.
Debéis amar también a los que no son samaritanos.
Mirad este fruto.
Ya conocéis su sabor, además de su belleza.
Está cerrado aún, como ahora.
Y ya os prometéis el jugo dulce de su interior;
abierto, alegra también la vista con sus filas apretadas de granos,
semejantes a rubíes dentro de un cofre.
Pero ¡Ay del incauto que lo mordiera sin haberle quitado las separaciones amarguísimas
puestas entre una y otra familia de granos!
Se intoxicaría los labios y las entrañas.
Y rechazaría el fruto diciendo:
“Es veneno”
Igualmente, las separaciones y los odios entre un pueblo y otro, una tribu y otra
transforman en veneno aquello que había sido creado para ser dulzura.
Son inútiles.
Lo único que hacen es, como en este fruto,
crear límites que comen espacio y producen incomprensión y dolor.
Son amargos.
Y a quien clava sus dientes, o sea,
a quien muerde a su prójimo a quien no ama,
para producirle daño y dolor,
le dan una amargura que envenena el espíritu.
¿No se pueden hacer desaparecer?
Se puede.
La buena voluntad los elimina;
de la misma forma que la mano de un niño quita las paredes de amargura en el dulce fruto
que el Creador hizo para deleite de sus hijos.
Y el primero que tiene buena voluntad es el mismo, único Señor,
Dios tanto de los judíos como de los galileos, de los samaritanos como de los batenos.
Y esto lo demuestra enviando al único Salvador, que salvará a éstos y a aquéllos
pidiendo sólo la fe en su Naturaleza y Doctrina.
El Salvador que os habla pasará derribando las inútiles barreras,
borrando el pasado que os ha dividido;
para sustituirlo por un presente que os hermane en su Nombre.
Vosotros todos, de aquí y de allende los confines,
lo único que tenéis que hacer es secundarlo y el odio caerá.
Y desaparecerá la postración que suscita rencor.
Y desaparecerá el orgullo que suscita injusticia.
Mi Mandamiento es éste:
Que los hombres se amen como hermanos que son.
Que se amen como el Padre de los Cielos los ama y como los ama el Hijo del hombre,
que por la naturaleza humana que ha asumido se siente hermano de los hombres.
Y que por su Paternidad se sabe dueño de vencer al Mal con todas sus consecuencias.
Habéis dicho: “Es nuestra ley no traicionar”.
Entonces lo primero, no traicionéis a vuestras almas privándolas del Cielo.
Amaos los unos a los otros, amaos en Mí.
Y la paz descenderá sobre los espíritus de los hombres,
como ha sido prometido.
Y vendrá el Reino de Dios, que es Reino de paz y de amor
para todos aquellos que tienen recta voluntad de servir al Señor su Dios.
Os dejo.
Que la Luz de Dios ilumine vuestros corazones…
Vamos…
Se envuelve en su manto,
se pone en bandolera su saca y abre la marcha.
Junto a Él, a uno de los lados, Pedro.
Y al otro el notable que ha hablado al principio.
Detrás, los apóstoles.
Más atrás, puesto que en grupo no es posible caminar por el sendero que sigue el torrente…
Los jóvenes de Efraím…
605 La Última Tentación
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
464d En la casa de campo de Cusa, intento de elegir rey a Jesús. El testimonio del Predilecto.
Dice Jesús:
– Esta página evangélica, desconocida y tan ilustrativa…
Ha sido dada para los rectos de corazón.
Juan, al escribir después de muchos lustros su Evangelio, hace una breve alusión a este hecho.
(Una brece alusión a este hecho es la de Juan 6, 14-15,
puesta al final del episodio de la primera multiplicación de los panes, que ocupa los precedentes versículos 1-13.
La multiplicación de los panes no fue contemporánea del intento de proclamar a Jesús rey,
pero sirvió para suscitar la idea;
tanto, que el evangelista une en la narración esos dos hechos, distantes en el tiempo)
Obediente al deseo de su Maestro, cuya naturaleza divina ilustra más que ningún otro evangelista,
descubre a los hombres este detalle ignorado.
Y lo descubre con esa discreción virginal suya que envolvía todas sus acciones y palabras,
con pudor humilde y reservado.
Juan, mi confidente de los hechos más graves de mi vida,
nunca se engalanó pomposamente con estos beneficios míos.
Antes al contrario -leed bien-, parece sufrir cuando los revela y parece decir;
“Debo decir esto porque es una verdad que exalta a mi Señor,
pero os pido perdón de tenerme que mostrar como el único que la sabe”
Y con palabras concisas alude al detalle que sólo él conoce.
Leed el primer capítulo de su Evangelio, donde narra su encuentro conmigo:
“Juan el Bautista se hallaba de nuevo con dos discípulos suyos…
Los dos discípulos, oídas estas palabras…
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído las palabras de Juan
y habían seguido a Jesús.
El primero con que se topó Andrés…”
Él no se nombra;
es más, se esconde tras Andrés, al que pone de relieve.
En Caná estaba conmigo, y dice: “Jesús estaba con sus discípulos… y sus discípulos creyeron en Él”
Eran los otros los que tenían necesidad de creer.
Él ya creía.
Pero se unifica con los otros, cual criatura que necesitara ver milagros para creer.
Testigo de la primera expulsión de los mercaderes del Templo y del coloquio con Nicodemo,
del episodio de la Samaritana, nunca dice:
“Yo estaba allí”
Sino que conserva la línea de conducta que había tomado en Caná, y dice: “Sus discípulos”
incluso cuando estaba él sólo o él y otro más.
Y así continúa, no nombrándose nunca;
antes al contrario, poniendo siempre delante a sus compañeros,
cual si él no hubiera sido el más fiel, el siempre fiel, el perfectamente fiel.
Recordad la delicadeza con que alude al episodio de la Cena, del cual resulta que él era el predilecto,
reconocido como tal también por los demás;
que a él recurren cuando quieren saber los secretos del Maestro:
“Así pues, empezaron los discípulos a mirarse unos a otros, no sabiendo a quién aludía el Maestro.
Estaba uno de ellos, el predilecto de Jesús, recostado en el pecho de Jesús.
A éste le hizo una señal Simón Pedro y le preguntó: “¿De quién habla?’
Y aquél, estando recostado en el pecho de Jesús, le preguntó a Él: “¿Y quién es, Señor?”
Ni siquiera se nombra como llamado en el Getsemaní con Pedro y Santiago.
Ni siquiera dice: “Yo seguí al Señor”.
Dice:
“Le siguió Simón Pedro y otro discípulo;
y este otro, siendo conocido por el Pontífice, entró con Jesús en el atrio del Pontífice”.
Sin Juan Yo no habría tenido el consuelo de verlos a él y a Pedro, en las primeras horas de la captura.
Pero Juan no se jacta de ello.
Fue uno de los personajes principales en las horas de la Pasión,
el único apóstol que en ella estuvo siempre presente, amorosamente, compasivamente,
heroicamente presente junto a Cristo, junto a la Madre, frente a una Jerusalén desatada…
Y calla su nombre incluso en ese episodio especialmente importante de la Crucifixión
y de las palabras del Moribundo:
“Mujer, ahí tienes a tu hijo”
“Ahí tienes a tu madre”.
Es el “discípulo”, el sin nombre…
sin otro nombre aparte del que tras haber constituido su vocación,
constituye su gloria: “el discípulo”.
No se exalta siquiera después de haber recibido el honor de ser el “hijo” de la Madre de Dios.
Y en la Resurrección dice todavía: “Pedro y el otro discípulo,
(a los que María de Lázaro había hablado del sepulcro vacío)
Salieron y fueron…
Corrían…
Pero aquel otro discípulo corrió más que Pedro y llegó antes…
Agachándose, vio… pero no entró…”.
¡Hechura de delicada humildad!
Él, el predilecto, el fiel;
deja que Pedro entre antes, aún cuando había sido pecador por cobardía, pero cabeza.
No lo juzga.
Es su Pontífice.
Antes al contrario, lo socorre con su santidad porque también los que son “cabeza”
pueden ser apoyados por sus súbditos;
es más, tienen necesidad de ellos como apoyo.

Cuando están equivocados, más necesitan de nuestra oración. Cuando los consagramos al Inmaculado Corazón de María, los arrancamos de las garras de Satanás y aunque tengan posesión como Judas, le destruimos sus planes al Adversario…
¡Cuántos súbditos son mejores que sus “jefes”!
¡No neguéis nunca vuestra piedad, oh súbditos santos, a los “jefes” que se pliegan,
bajo el peso que no saben llevar…!
¡O a aquellos a los que el humo del honor produce ceguera y embriaguez!
¡Sed, oh súbditos santos, los cirineos de vuestros Superiores;
Sed -sé, mis pequeños Juanes.
Porque aquí os hablo a todos los que estén leyendo y alimentándose de estas palabras;
a esos “Juanes” que se adelantan corriendo y guían a los “Pedros”
Y luego se detienen dejándolos entrar, por respeto a su cargo…
Y que -¡oh obra maestra de humildad!- y que para no humillar a los “Pedros”
que no saben comprender y creer, llegan al punto de dar de sí una imagen…
Y dejar creerlo, de que también ellos como los “Pedros” son tardos e incrédulos!
Leed el último episodio del lago de Tiberíades.
Es también Juan el que repitiendo el acto de otras veces,
reconoce al Señor en el Hombre que está en pie en la orilla…
Y después de haber compartido juntos el alimento, ante la pregunta de Pedro:
“¿Y de éste que será?”, es siempre “el discípulo”, nada más.
Por lo que a él respecta, se anonada.
Más cuando debe decirse algo que haga resplandecer con luz cada vez más divina,
al Verbo de Dios Encarnado,
¡Ah! entonces Juan alza los velos y revela un secreto.
En el sexto capítulo del Evangelio dice:
“Dándose cuenta de que querían apoderarse de Él para hacerlo rey, huyó de nuevo solo al monte”.
Y esta hora del Cristo es comunicada a los creyentes para que sepan que múltiples y complejas,
fueron las tentaciones y las luchas intentadas contra Él en sus distintas características de Hombre:
Maestro, Mesías, Redentor, Rey.
Y que los hombres y Satanás, el eterno instigador de los hombres…
No le evitaron ninguna insidia a Cristo, para rebajarlo, abatirlo, destruirlo.
Contra el Hombre,
contra el eterno Sacerdote, contra el Maestro, contra el Señor;
arremetieron las malicias satánicas y humanas,
enmascaradas bajo los pretextos más aceptables como buenos.
Y todas las pasiones del ciudadano, del patriota, del hijo, del hombre;
fueron hurgadas o tentadas para descubrir un punto débil que sirviera de fulcro.
¡Oh, hijos míos que no reflexionáis más que en la tentación inicial y en la última.
Y que de mis fatigas de Redentor os parecen “fatigas”
sólo las últimas y dolorosas;
sólo las últimas horas.
Y amargas y desengañadoras sólo las últimas experiencias:
Poneos sólo una hora en mi lugar.
Pensad que es a vosotros a quienes se os propone la paz con los coterráneos, su ayuda,
la posibilidad de llevar a cabo el necesario acrisolamiento para hacer santo al País amado,
las posibilidades de restaurar, de reunir a los diseminados miembros de Israel,
de acabar con el dolor, con la servidumbre, con el sacrilegio!
Y no digo:
poneos en mi lugar, pensando en vosotros como destinatarios de una corona que se os ofrece.

10. No temas por lo que vas a sufrir: el Diablo va a meter a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis tentados, y sufriréis una tribulación de diez días. Mantente fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida. Apocalipsis 2
Digo sólo que tengáis mi Corazón de Hombre durante una hora…
Y que penséis en cómo habríais salido de esta seductora propuesta.
¿Cómo triunfadores fieles a la divina Idea…
O más bien, como vencidos?
¿Habríais salido de ella más santos y espirituales que nunca…
U os habríais destruido a vosotros mismos adhiriéndoos a la tentación o cediendo a las amenazas?
¿Y con qué corazón habríais salido de ella, tras haber constatado hasta qué punto Satanás
usaba sus armas para herirme en la misión y en los sentimientos;
llevándome a los discípulos buenos por un camino desviado,
poniéndome en estado de lucha abierta con los enemigos, en ese momento ya desenmascarados,
agresivos ahora por haber sido descubiertas sus arterías?
No estéis ahí con el compás y la medida pequeña, con el microscopio y la ciencia humana;
no andéis ahí midiendo, comparando, refutando, con pedantes razonamientos de escriba,
sobre si Juan habló con exactitud y hasta qué punto es verdad esto o aquello.
No superpongáis la frase de Juan y el episodio dado ayer, para ver si los contornos coinciden.
Ni erró Juan por debilidad senil, ni ha errado el pequeño Juan (María Valtorta) por debilidad de enferma.
Éste ha dicho lo que ha visto.
Juan el grande, pasados muchos lustros después del episodio, narró lo que sabía…
Y con fina concatenación de lugares y hechos,
reveló el secreto que sólo él conocía de cuando intentaron, no sin malicia, coronar a Cristo.
En Tariquea, después de la primera multiplicación de los panes, surge en el pueblo la idea
de hacer del Rabí nazareno el rey de Israel.
Están presentes Mannahém, el escriba y otros muchos que aún imperfectos en el espíritu,
pero honestos de corazón, recogen la idea y la apoyan para dar honor al Maestro,
para acabar con la lucha injusta contra Él, por error en la interpretación de las Escrituras,
un error difundido por todo Israel cegado por sueños de humana regalidad
y por esperanzas de santificar a la Patria contaminada por muchas cosas.
Muchos, como era natural, se adhieren simplemente a la idea.
Muchos fingen subrepticiamente su adhesión para perjudicarMe.
Unidos estos últimos por el odio contra Mí,
olvidan sus odios de casta, que los habían mantenido siempre separados.
Y se alían para tentarMe…
Para poder dar después una apariencia legal, al delito que ya sus corazones habían decidido.
Esperan en una debilidad mía, en un orgullo mío.
El orgullo y la debilidad, con consiguiente aceptación de la corona que me ofrecían,
darían una justificación a las acusaciones que querían lanzar contra Mí.
Y después…
Después ello serviría para dar la paz a su espíritu engañoso, atrapado por los remordimientos,
porque se dirían a sí mismos, esperando poder creerlo:
“Roma, no nosotros, ha castigado al Nazareno revoltoso”
La eliminación legal de su Enemigo…
(enemigo era para ellos su Salvador)…
Aquí están las razones de la proclamación que intentaron.
Aquí está la clave de los odios más fuertes, que siguieron.
Aquí tenéis en fin, la alta lección de Cristo.
¿La comprendéis?
Es lección de humildad, de justicia, de obediencia, de fortaleza, de prudencia,
de fidelidad, de perdón, de paciencia, de vigilancia, de saber soportar,
respecto a Dios, respecto a la propia misión, respecto a los amigos, respecto a los ingenuos,
respecto a los enemigos, respecto a Satanás,
respecto a los hombres que de éste son instrumentos de tentación,
respecto a las cosas, respecto a las ideas.
Todo debe ser contemplado, aceptado, rechazado, amado o no, mirando al fin santo del hombre:
el Cielo, la voluntad de Dios.
Pequeño@ Juan…
Ésta fue una de las horas de Satanás para Mí.
Y como las tuvo el Cristo las tienen los pequeños Cristos.
Es necesario sufrirlas y superarlas, sin soberbias ni desconfianzas.
No carecen de finalidad buena.
Pero no temas, porque Dios, durante estas horas, no abandona, sino que sujeta al que es fiel.
Y luego, desciende el Amor para hacer reyes a los fieles.
Y posteriormente acabada la hora de la Tierra, suben los fieles al Reino,
en paz para siempre, victoriosos para siempre…
Quedad en Mi paz, pequeño Juan coronado@ de espinas…
Mi paz…
601 La Recepción
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
464 En la casa de campo de Cusa.
En la otra orilla, junto al paso constituido por el puente, espera ya un carro cubierto.
Cusa dice:
– Sube, Maestro.
No te cansarás, a pesar de que el trayecto sea largo…
Y no tanto por razón de la distancia;
como por el hecho de que he ordenado que tengan siempre aquí, carretas aparejadas de bueyes.
Para no causar molestias a los invitados más cumplidores de la Ley.
Debemos ser compasivos con ellos…
Jesús responde preguntando:
– Pero…
¿Y dónde están ésos?
– Delante de nosotros, en otros carros.
Cusa agrega con un grito:
– ¡Tobiolo!
El carretero, que está enyugando a los bueyes,
responde:
– ¿Señor?
– ¿Dónde están los otros invitados?
– ¡Muy adelante!
Estarán ya muy cerca de la casa.
– ¿Has oído, Maestro?
– ¿Y si Yo no hubiera venido?
– Estábamos seguros de que vendrías.
¿Por qué no ibas a haber venido?
– ¿Qué por qué?
Cusa, Yo vengo para que veas que no soy un cobarde.
Sólo son cobardes los malos, los que tienen culpas que les hacen temer la justicia…
La justicia de los hombres.
Por desgracia mientras que deberían temer en primer lugar en único lugar:
La de Dios.
Mas Yo no tengo culpas y no tengo miedo de los hombres.
– ¡Pero Señor!
¡Todos los que están conmigo te veneran!
Como yo también.
¡No deberíamos causarte miedo por nada!
¡Nuestro deseo es honrarte, no atacarte!
Cusa está apenado y casi indignado…
Mientras el carro avanza lentamente chirriando, entre los verdes campos,
Jesús sentado enfrente de él,
responde:
– Más que a la guerra abierta de los enemigos…
Debo temer a la subrepticia de los falsos amigos…
O al errado celo de amigos verdaderos, que todavía no me han entendido.
Y tú eres de éstos.
¿No te acuerdas de lo que dije en Béter?
Aunque no muy seguro…
Y sin responder directamente a la pregunta;
Cusa susurrando,
responde:
– Yo te he entendido, Señor.
– Sí, me has entendido.
Con la ráfaga del dolor y la alegría, tu corazón se había vuelto límpido;
como aparece límpido el horizonte después de una tormenta y un arco iris…
Y veías lo correcto.
Luego…
Vuélvete Cusa, a mirar nuestro Mar de Galilea.
¡Parecía tan terso con la aurora!
Durante la noche la neblina del rocío había limpiado el aire.
Y el fresco nocturno había calmado la evaporación del agua:
Cielo y lago eran dos espejos de zafiro claro, que mutuamente se reflejaban sus bellezas…
Las colinas de alrededor estaban frescas y limpias como si las hubiera creado Dios durante la noche.
Mira ahora…
El polvo de los caminos costeños, recorridos por personas y animales;
el fuego del sol que hace a los bosques y jardines vaporear, como calderas al fuego…
Incendia el lago evaporando sus aguas, mira cómo han turbado el horizonte.
Primero las riberas, nítidas por la gran tersura del aire, parecían cercanas;
ahora, mira…
Parecen temblar empañadas confusas…
Semejantes a cosas vistas a través de un velo de impuras aguas.
Eso ha sucedido en ti.
Polvo: humanidad.
Sol: orgullo.
Cusa, no te perturbes a ti mismo…
Cusa agacha la cabeza y juguetea mecánicamente con los adornos de su túnica…
Y con la hebilla del rico cinturón que sujeta la espada.
Jesús calla.
Permanece con los ojos casi cerrados, como bajo efecto de un momento de sopor.
Cusa respeta su descanso…
O lo que cree que es descanso.
El carro avanza lentamente en dirección sudeste, hacia las leves ondulaciones que constituyen,
el primer escalón de la meseta que limita el valle del Jordán por este lado, el oriental.
Sin duda por la riqueza de aguas subterráneas….
O de algún curso de agua.
Los campos son fertilísimos y hermosos;
por todas partes se ven racimos y frutos.
El carro cambia de dirección…
Deja el camino de primer orden y toma uno particular;
se adentra en un paseo frondosísimo en el que hay sombra y frescor al menos relativo,
respecto al horno que es el soleado camino principal.
En el fondo del paseo hay una casa blanca, baja, de aspecto señorial…
Rodeada por los campos y los viñedos, donde están diseminadas casas pequeñas.
El carro atraviesa un puente y un poste señalizador;
a partir del cual el huerto se transforma en un jardín con un paseo recubierto de guijo.
Al sonar de forma distinta las ruedas sobre la grava…
Jesús abre los ojos.
Cusa dice:
– Hemos llegado, Maestro.
Ahí están los invitados que nos han oído y vienen hacia nosotros.
Efectivamente muchos hombres, todos de rica condición;
se agolpan donde comienza el paseo…
Y saludan con pomposas reverencias al Maestro, que está llegando.
Los más reconocidos:
Mannahém, Timoneo, Eleazar…
Junto con muchos otros desconocidos que solamente por sus vestiduras;
podrían ser identificados, como los más aguerridos enemigos del Mesías.
La gran mayoría, llevan espada.
Otros en vez de las espadas….
Ostentan abundantes perifollos farisaicos sacerdotales o rabínicos.
El carro se detiene.
Jesús es el primero en bajar.
Se inclina, como saludo de conjunto para los presentes.
Los discípulos Mannahém y Timoneo se acercan y lo saludan en particular, postrándose.
Luego también se acerca Eleazar…
(el fariseo bueno del convite en casa de Ismael)
Y junto con éste, se abren paso dos escribas que tienen interés en ser reconocidos.
Estos son:
Aquel al que en Tariquea le fue curado su hijito el día de la primera multiplicación de los panes.
Y aquel que al pie del monte de las bienaventuranzas, dio comida para todos.
Otro más se abre paso:
El fariseo que en casa de José de Arimatea en el tiempo de la siega, fue instruido por Jesús;
acerca del verdadero móvil de sus injustos celos.
Cusa procede a las presentaciones, que son acompañadas de las consabidas reverencias protocolares…
Y pareciera una procesión de celebridades.
Entre tanto Simón, Juan, Leví, Eleazar, Nathanael, José y Felipe, etc. etc.
Saduceos, escribas, sacerdotes, herodianos…
Y se debería mencionar que estos últimos constituyen la mayoría.
Algún que otro prosélito y fariseo;
dos miembros del Sanedrín, cuatro arquisinagogos…
Y perdido inexplicablemente aquí dentro, un esenio.
Jesús se inclina al oír cada uno de los nombres.
Mirando penetrantemente a cada uno de los rostros, algunas veces sonriendo levemente…
Como cuando para aclarar más su identidad,
alguno especifica algún hecho que le puso en relación con Jesús.
Así, un cierto Joaquín de Bosra,
dice:
– Curaste de la lepra a mi mujer, María.
¡Bendito seas!
Y el esenio, continúa:
– Te oí cuando hablaste cerca de Jericó.
Y un hermano nuestro dejó las orillas del Mar Salado para seguirte.
Volví a saber de ti por el milagro de Elíseo de Engadí.
En aquellas tierras nosotros los puros, vivimos esperando…
¿Qué es lo que esperarán?…
No es posible saberlo…
Pero lo que sí es notorio, es que al decirlo, mira con un aire de superioridad un poco exaltada…
A todos los demás que ciertamente no muestran apariencia de místicos…
Sino que en su mayoría, parecen disfrutar alegremente de las comodidades que su posición les concede.
Definitivamente se han reunido todas las clases privilegiadas del pueblo de Israel,
Tanto en la riqueza material como espiritual…
Siendo experto en los protocolos del palacio de Herodes y conociendo también a los esenios…
Cusa libera a su Invitado de las ceremonias de los saludos y lo conduce a una cómoda estancia de baño,
donde lo deja para las abluciones usuales, sin duda gratas con ese calor.
Vuelve con sus invitados.
Habla animadamente con ellos.
Y llegan casi a una disputa porque los presentes tienen dispares opiniones:
Unos quisieran abrir inmediatamente la conversación…
– ¿Cuál?
Otros por el contrario, proponen no asaltar enseguida al Maestro…
sino convencerlo antes porque le guardan un profundo respeto.
Triunfa esta última parte, que es la más numerosa.
Así que Cusa como amo de la casa, llama a los criados para ordenar la preparación de un banquete,
que habrá de celebrarse hacia el atardecer…
Dejando tiempo a Jesús para descansar.
“Porque está cansado y se ve”
Cosa que es aceptada por todos.
Tanto que cuando Jesús aparece de nuevo, los invitados se despiden con grandes reverencias.
Y lo dejan con Cusa, que lo conduce a una habitación umbría,
donde hay un lecho bajo recubierto de ricas alfombrillas.
Pero Jesús cuando se queda solo…
Tras haber entregado a un siervo las sandalias y la túnica,
para que les limpien el polvo y las señales de la peregrinación del día anterior…
No duerme.
Sentado en la orilla del lecho, con sus pies descalzos, apoyados en la estera del suelo.
Cubierto su cuerpo hasta los codos y las rodillas con la túnica corta (la prenda interior).
Piensa intensamente.
Y si por una parte, con su ropaje tan reducido, con la espléndida y perfecta armonía de su cuerpo varonil;
le da un aspecto más juvenil…
por otra parte, la intensidad del pensamiento, que ciertamente no es dichoso;
le incide arrugas y le carga el rostro con una expresión de doloroso cansancio que lo avejenta.
No se escucha ningún ruido en la casa y tampoco en el campo;
donde maduran los racimos con el calor adusto.
Las cortinas oscuras que cuelgan en las puertas y ventanas no ondean mínimamente.
566 El Dios Verdadero
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
453b Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico.
Jesús ha finalizado de hablar:
– Ahora, mientras el sol domina, id cada uno a su casa y meditad en mis palabras.
Varios le preguntan:
– ¿Y Tú a dónde vas, Señor?
– ¡A mi casa!
– ¡A mi casa!
Todos los ricos de Ippo quieren que vaya con ellos.
Y casi discuten por defender cada uno el motivo por el que Jesús debe ir a su casa.
Él levanta la mano imponiendo silencio.
A duras penas lo obtiene.
Y dice:
– Voy a estar con éstos.
Y señala a los pobres.
Los cuales, apiñados en un grupo al margen de la multitud,
lo miran con los ojos de quienes, siempre vilipendiados, se sienten queridos.
Jesús repite:
– Voy a estar con éstos, para consolarlos y compartir el pan con ellos.
Para darles un adelanto de la alegría del Reino,
donde el Rey estará sentado entre los súbditos en el mismo banquete de amor.
Entretanto, puesto que su fe está escrita en sus caras y en sus corazones, les digo a ellos:
“Hágase lo que en vuestro corazón pedís…
Y alma y cuerpo exulten con la primera salvación que os dona el Salvador”.
Hay al menos un centenar de pobres.
De éstos, al menos los dos tercios, tienen taras físicas:
Están ciegos o visiblemente enfermos.
El otro tercio es de niños que mendigan para sus madres viudas o para sus abuelos…
Bien, pues es prodigioso ver que los brazos tullidos, las caderas baldadas, las espaldas contractas,
los ojos apagados, las personas extenuadas que literalmente se arrastran,
toda la flora dolorosa de las enfermedades y desdichas, debidas a accidentes de trabajo
o contraídas por exceso de fatigas y de privaciones, cómo se restauran, dejan de existir.
Y estos infelices vuelven a la vida, vuelven a sentirse capaces de bastarse a sí mismos.
Los gritos llenan la vasta plaza y en ella retumban.
Un romano se abre paso a duras penas por entre la multitud delirante y se acerca a Jesús,
mientras Él, también con dificultad, se dirige hacia los pobres que han sido curados
y que desde su sitio lo bendicen, pues no pueden hender la muchedumbre compacta.
El romano pregunta:
– ¡Salve, Rabí de Israel!
¿Lo que has hecho es sólo para los de tu nación?
Jesús responde:
– No, hombre.
Ni lo que he hecho, ni lo que he dicho.
Mi poder es universal, porque universal es mi amor.
Y mi doctrina es universal, porque para ella no hay castas, ni religiones, ni naciones, que limiten.
El Reino de los Cielos es para la Humanidad que sabe creer en el Dios verdadero.
Y Yo soy para aquellos que saben creer en el poder del Dios verdadero.
– Yo soy pagano.
Pero creo que eres un dios.
Tengo un esclavo al que quiero;
un anciano esclavo, que me sigue desde que yo era niño.
Ahora la parálisis lo está matando lentamente y con muchos dolores.
Pero es un esclavo y quizás Tú…
– En verdad te digo que no conozco sino una verdadera esclavitud que me produzca repulsión:
la del pecado, la del pecador obstinado.
Porque quien peca y se arrepiente halla mi piedad.
Tu esclavo será curado.
Ve y cúrate de tu error, entrando en la verdadera fe.
– ¿No vienes a mi casa?
– No, hombre.
– Verdaderamente…
He pedido demasiado.
Un dios no va a casas de mortales.
Eso se lee sólo en las fábulas…
Pero nadie hospedó jamás a Júpiter o a Apolo.
– Porque no existen.
Pero Dios, el verdadero Dios entra en las casa del hombre que cree en Él.
Y lleva a ellas curación y paz.
– ¿Quién es el verdadero Dios?
– El que es.
– ¿No Tú?
¡No mientas!
Te siento dios…
– No miento.
Tú lo has dicho.
Yo lo soy.
Yo soy el Hijo de Dios venido para salvar a tu alma también;
como he salvado a tu amado esclavo.
¿No es ése que viene llamando a voces?
El romano se vuelve.
Ve a un anciano, seguido por otras personas, que envuelto en una manta,
corre gritando:
– ¡Mario!
¡Mario!
¡Amo mío!
-¡Por Júpiter!
¡Mi esclavo!
¡Y corre!… Yo…
He dicho: Júpiter…
¡No!
Digo: por el Rabí de Israel.
Yo… yo… – el hombre ya no sabe qué decir…
La gente se abre de buena gana para dejar pasar al viejo curado.
Que dice:
– Estoy curado, amo.
He sentido un fuego en mis miembros y una orden: “¡Levántate!”
Me parecía que fuera tu voz.
Me he levantado…
Me tenía en pie…
He intentado andar…
Podía…
Me he tocado las llagas de la cama…
No había llagas.
He gritado…
Nereo y Quinto han venido inmediatamente.
Me han dicho dónde estabas.
No he esperado a tener vestidos.
Ahora te puedo servir todavía…
El anciano de rodillas, llora mientras besa las vestiduras del romano…
Qué le dice:
– No a mí.
A Él, este Rabí, te ha curado.
Habrá que creer, Aquila.
Él es el verdadero Dios.
Ha curado a aquéllos con la voz.
Y a ti… con no sé qué…
Debemos creer…
Señor…
Soy pagano, pero…
Toma… No.
Es demasiado poco.
Dime a dónde vas y te retribuiré».
Había ofrecido una bolsa, pero la vuelve a guardar.
– Voy debajo de aquel pórtico oscuro, con ellos.
– Te mandaré para ellos.
¡Salve, Rabí!
Lo contaré a los que no creen…
– Adiós.
Te espero en los caminos de Dios.
El romano se marcha con sus esclavos.
Jesús se marcha con sus pobres, con los apóstoles y discípulas.
El pórtico -más calle cubierta que pórtico- es umbrío y fresco.
Y la alegría es tanta que el lugar, de por sí muy común, también parece hermoso.
De vez en cuando, uno de la ciudad viene y da dádivas.
Regresa el esclavo del romano con una pesada bolsa.
Jesús otorga palabras de luz y consuelos de dinero.
Y cuando regresan los apóstoles con una serie de provisiones,
Jesús parte el pan, bendice el alimento y lo ofrece a los pobres.
A sus pobres…
556 Fe y Esperanza
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
450 Milagros en el arrabal cercano a Ippo y curación del leproso Juan.
Las barcas apostólicas atracan en un sosegado atardecer
en el pequeño puerto natural formado por el lecho de un torrente que ahora está seco;
aquí, donde en el tramo de unos metros,
ondea la ola cerúlea del lago que no es repelida por el agua del torrente;
hay casas grandes y chicas, de hortelanos y pescadores.
Éstos explotan las aguas ricas en pesca;
aquéllos, la faja de tierra que va desde el litoral hacia el interior,
pingüe y húmeda por las aguas cercanas,
que se extiende más hacia el norte y menos hacia el sur,
para terminar pronto en donde empieza la barrancada que entra casi a pico en el lago

29. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?» Mateo 8
y desde la cual se arrojaron a éste, los puercos del milagro hecho a los gerasenos.
Ippo no está en la orilla del lago,
como podría suponerse, al ver las casas que hay en el margen,
casi en el extremo sudeste del lago.
Las palabras de los discípulos parecen confirmarlo.
Este núcleo de casas a la orilla del mar de Galilea,
es la vanguardia de Ippo, que está más hacia el interior.
Como Ostia para Roma o el Lido para Venecia,
representa para la ciudad del interior la salida al lago.
La ciudad se sirve de esta salida como vía lacustre de importación y exportación.
Y también para abreviar los viajes desde esta zona a la orilla opuesta galilea.
Finalmente también es un lugar de recreo para los ociosos de la ciudad,
y de aprovisionamiento del pescado que le procuran los muchos pescadores del arrabal.
Dada la hora que es, los habitantes están en las terrazas o en los huertos, están cenando.
Pero como los huertos tienen setos bajos y también las terrazas tienen pretiles bajos,
pronto los habitantes ven la pequeña flota de barcas que atraca en el pequeño puerto.
Y unos por curiosidad, otros porque conocen a los que llegan,
se levantan y salen a su encuentro.
Un pescador afirma tajante:
– Es la barca de Simón de Jonás y las de Zebedeo.
Entonces no puede ser sino el Rabí, que viene aquí con sus discípulos.
Un hortelano a su mujer, la cual tiene el rostro quemado por las lágrimas,
en tono impositivo le dice.
– Mujer, toma inmediatamente al niño y sígueme.
Quizás es Él.
Él lo curará.
Nos lo trae el ángel de Dios.
Un hombre mientras camina, le hace propaganda a Jesús,
diciendo:
– Yo, por mí, creo.
Recuerdo aquel milagro.
¡Vaya que si lo recuerdo!
¡Todos esos cerdos!
Los cerdos que apagan en las aguas,
el fuego del calor de los demonios entrados en ellos…
Gran tormento debía ser, si los cerdos siempre tan desdeñosos de limpieza,
se arrojaron al agua…
Otro hombre le contesta:
– ¡Tú lo dices!
Sin duda tenía que ser un tormento.
Estaba también yo y me acuerdo.
Los cuerpos echaban humo y también el agua.
El lago se puso más caliente que las aguas de Hamatha.
Y por donde pasaron corriendo quedó abrasado bosque y hierba.
Un tercero le responde:
– Yo he ido, pero no he visto nada de particular…
– ¿Nada?
¡Entonces es que tienes escamas en los ojos!
¡Mira!
Se ve desde aquí.
¿Ves allá? -señala un punto en específico.
¿Allí donde está ese río seco?
Ve con la vista un poco más adelante y mira si…
– ¡Que no, hombre!
Eso lo destruyeron los soldados de Roma,
cuando buscaban a aquel granuja en las frías noches de Tébet.
Acamparon allí e hicieron fuego.
– ¿Y quemaron todo un bosque para hacer fuego?
¡Mira cuántos árboles faltan allí!
– ¡Un bosque!…
¡Son dos o tres encinas!
– ¿Y te parece poco?
– No.
Pero ya se sabe.
Para ellos lo nuestro es pajuz.
Ellos son los dominadores y nosotros los oprimidos.
¡Ah! ¿Hasta cuándo…?
La discusión pasa del terreno sobrenatural al político.
Un hombre de unos cuarenta años, tanteando en torno a sí con un bastón,
pide quejumbroso:
– ¿Quién me lleva donde el Rabí?
¡Piedad de un ciego!
¡Dónde está?
Decídmelo.
Lo he buscado en Jerusalén, en Nazaret, en Cafarnaúm.
Siempre había salido antes de llegar yo…
¿Dónde está?
¡Oh! ¡Tened piedad de mí!
Recoge improperios de los que se llevan el golpe en las piernas o en la espalda,
pero ninguno se mueve a piedad.
Todos chocan contra él al pasar, sin que una mano se tienda para guiarlo.
El pobre ciego se detiene, amedrentado y desconsolado…
– ¡Ajch-Ajch, il il leee! »
(Es una palabra el grito agudo modulado por las mujeres)
¡Pero es un grito, no una palabra!
Parece más el chillido de ciertas aves que un sonido de palabra humana.
Y luego gritan:
– ¡El Rabí!
– ¡El Rabí!
– ¡Bendecirá a nuestros hijos!
– Su palabra hará saltar al fruto que llevo en mi seno.
¡Goza, criatura mía!
El Salvador te hablará.
Dice una lozana esposa mientras se acaricia el vientre abultado bajo la suelta túnica.
Una mujer ya ajada, suspira gimiendo:
– ¡Quizás a mí me lo hace fecundo!
Significaría la alegría y la paz entre yo y Eliseo.
He ido a todos los lugares donde se dice que la mujer consigue la fecundidad.
He bebido el agua del pozo que hay cerca de la tumba de Raquel
y la del arroyuelo de la gruta donde su Madre le dio a luz…
He ido a Hebrón…
A aplicarme durante tres días la tierra del lugar en donde nació Juan el Bautista…
He comido los frutos de la encina de Abraham y he llorado invocando a Abel,
en el lugar en que fue dado a luz y asesinado…
He ensayado todas las cosas santas, todas las cosas milagrosas del suelo y del Cielo.
Médicos, medicinas, votos, oraciones y dádivas…
Pero mi seno no se ha abierto a la semilla.
Y Eliseo apenas si me soporta.
¡Le cuesta no odiarme!
¡Pobre de mí!
Con una piedad que está mezclada con un leve desprecio…
Y un notorio sentido de triunfo,
las que pasan con su seno henchido de maternidad…
O con los lactantes prendidos de sus pingües senos,
le dicen:
– ¡Ya eres vieja, Sela!
– ¡Resígnate!
– ¡No!
¡No digáis eso!
¡Ha hecho resucitar a los muertos!
¿No va a poder dar vida a mis entrañas?
Un joven que viene sujetando las varas de una improvisada parihuela,
sujeta por el otro lado por una niña muy afligida.
En la camilla hay una mujer todavía joven, aunque reducida a un esqueleto amarillento.
Exclama gritando:
– ¡Paso!
¡Abran paso!
Dejad paso a mi madre enferma.
Un hombre añoso que parece influyente, dice:
– Habrá que hablarle del pobre Juan.
Enseñarle el lugar donde está.
Es el más infeliz de todos, porque estando leproso no puede ir en busca del Maestro…
Varios dicen:
– ¡Antes nosotros!
– ¡Primero nosotros!
– Si se adentra hacia Ippo, se acabó.
Los de la ciudad acapararán…
– Y nosotros nos quedaremos como siempre, atrás.
– ¿Pero qué pasa allí?
– ¿Por qué gritan así las mujeres, allí en la orilla?
– ¡Porque son estúpidas!
– ¡No”
– Son gritos festivos.
– ¡Corramos…!
La calle es un río humano que se encanala hacia el guijarral del lago y del torrente…
Hacia el lugar donde están Jesús y los que le acompañan,
bloqueados por los primeros que han llegado.
Cuando llegan los que venían conversando llenos de esperanza,
se enteran de las noticias…
– ¡Milagro!
– ¡Milagro!
– ¡Mirad, el hijo de Elisa desahuciado por los médicos, está curado!
El Rabí lo ha curado metiéndole saliva en la garganta.
Los «Ajch-Ajch-il-il-leee» de las mujeres se hacen aún más vibrantes y agudos,
mezclados con los fuertes «hosanna» masculinos.
Jesús, a pesar de su estatura, ha sido literalmente excedido.
Los apóstoles hacen todo lo que pueden para abrirle paso.
¡Vamos, abran paso! ¡Ya! ¡Ya!…
Pero es prácticamente imposible.
La multitud se ha compactado..
Oremos…
530 La Intercesora
496 IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
438a María Santísima con María de Alfeo en Tiberíades, donde Valeria.
En Tiberíades, en casa del barquero discípulo que las ha hospedado…
Cuando María se queda sola, se pone de rodillas y ora.
Ora… Ora.
Pero no pierde nunca de vista las barcas que surcan el lago.
Las barcas de los señores, las que navegan llenas de luz, entre flores, cantos e inciensos…
Todas van bogando lentamente.
Van hacia oriente, se hacen pequeñas en la lejanía…
El sonido de los cantos ya no llega.
Se queda una barca solitaria, que brilla en el espejo luminoso del agua del lago.
Navega lentamente, frente a Tiberíades;
resplandeciente en medio del lago luminoso por la luna menguante.
Navega lentamente, desplazándose hacia arriba y hacia abajo…
María la observa hasta que ve volver la proa hacia la orilla.
Entonces se pone de pie,
y dice:
– Señor, ayúdame!
Haz que sea…
Desciende ágil la pequeña escalera.
Entrando despacio en una habitación que tiene la puerta entornada…
Al blanco claror de la luna es posible distinguir un lecho.
María se inclina hacia él y llama:
– ¡María!
¡María!
¡Despiértate!
¡Vamos!
María de Alfeo se despierta.
Y atónita por el sueño…
Pregunta mientras se restriega los ojos:
– ¿Ya es hora de irnos?
¡Qué pronto amaneció!
Y se levanta somnolienta.
Está tan adormilada, que ni siquiera comprende que no es luz de alba, sino de luna;
la tenue fosforescencia que entra por la puerta abierta.
Sólo cuando salen a la calle, se da cuenta de esto cuando está fuera…
En el pequeño pedazo de tierra cultivada que hay delante de la casa del barquero.
Exclama asombrada:
– ¡Pero si es de noche!
¡Todavía no amanece!
María responde:
– Todavía no.
Pero necesitamos irnos cuanto antes.
vamos a acortar el tiempo y a salir antes de esta ciudad…
Al menos eso espero.
– Pero…
– ¡Ven!
Por aquí, siguiendo la orilla.
¡Apresúrate!
¡Ven pronto por aquí…
¡Tenemos que llegar, antes de que la barca toque tierra y llegue a la playa!
– ¿La barca?
¿Qué barca?
Pregunta María mientras corre detrás de la Virgen, que va muy deprisa…
caminando por la orilla desierta, en dirección al pequeño muelle, hacia el que se dirige la barca.
Llegan jadeantes primero que la barca…
María agudiza la mirada.
Exclama:
– ¡Alabado sea Dios!
¡Son ellas!
¡Bendito sea Dios!
Ahora ven detrás de mí…
Sígueme.
Porque hay que ir a donde vayan ellas…
No sé dónde viven…
– Pero, María.
Por piedad…
¡Nos tomarán por unas meretrices!
La virgen sacudiendo la cabeza,
dice firmemente:
– Basta con no serlo.
¡Ven!
Y la jala hacia la penumbra de una casa.
La barca toca tierra.
Mientras hace una maniobra, para atracar…
Se acerca una litera….
Suben a ella dos mujeres y otras dos se quedan en tierra.
Que se pone en movimiento al paso cadencioso de cuatro númidas muy altos;
vestidos con una túnica muy corta y sin mangas; que apenas si cubre la espalda.
Las dos mujeres avanzan, caminando al lado de la litera.
La virgen las sigue a pesar de las protestas que en voz baja hace María de Alfeo.
– ¡Dos mujeres solas…!
¡Detrás de aquellas!
Van medio desnudos…
¡Válgame Dios!…
¡Oh!…
Avanzan pocos metros de camino y luego la litera se detiene.
Baja una mujer, mientras el guía llama a un portal.
Hay voces femeninas despidiéndose:
– ¡Salve, Lidia!
– ¡Salve, Valeria!
Dale un beso a Faustina por mí.
Mañana por la noche volveremos a leer en tranquilidad, mientras los otros juerguean.
El portal se abre.
La litera reanuda la marcha, alejándose a través de la avenida.
Y cuando Valeria con su liberta, está ya para entrar.
María va hacia ella,
diciendo:
– ¡Señora!
¡Una palabra!
Valeria mira a las dos mujeres envueltas en un manto hebreo, muy sencillo que cubre mucho el rostro…
Y creyendo que son unas mendigas…
Ordena:
– ¡Bárbara, da el óbolo!
María objeta:
– No, señora.
No pido dinero.
Soy la Madre de Jesús de Nazaret y ésta es mi pariente.
Vengo en su Nombre para solicitarte una cosa.
Valeria la mira asombrada,
exclamando:
– ¡Dómina!
Quizás…
Es que persiguen a tu Hijo…
– No más de lo habitual.
Pero Él querría…
– Entra, Dómina.
No es digno que te quedes en la calle como una mendiga.
– No.
Lo digo pronto, si me escuchas en secreto…
Valeria se yergue imperiosa, ante todos sus siervos,
ordenando:
– ¡Fuera todos vosotros!
Cuando la liberta y los porteros se han alejado,
agrega:
– Estamos solas.
Valeria la mira sorprendida y se angustia:
– ¡Domina!…
¿Tu Hijo acaso está… Perseguido?
María responde:
– No más de lo que suele estar. Él querría…
¿Qué quiere el Maestro?
Yo no he ido por no ser causa de mal para Él en su ciudad.
¿Y Él?
¿No ha venido por no causarme daño ante mi esposo?
– No.
Por consejo mío.
A mi Hijo lo odian, señora.
– Lo sé.
– Encuentra consuelo sólo en su misión.
– Lo sé.
– No pide honores ni soldados, no aspira a reinos ni a riquezas.
Pero hace valer su derecho sobre los espíritus.
– Lo sé.
– Señora…
Él quisiera devolverte a la jovencita…
Pero no te vayas a enojar si te digo:
Que ella no podría dar cabida a Jesús en su corazón, viviendo en tu entorno.
Tú eres mejor que otras.
Pero a tu alrededor…
Hay mucho fango del mundo…
Aquí ella no podría hacer que su espíritu fuera de Jesús.
– Es verdad.
¿Y entonces?
– Tú eres madre…
– Así es.
¿Y qué quisiera?
– Tú eres madre.
Mi Hijo tiene sentimientos paternales para cada corazón.
Mi Hijo tiene sentimientos de padre para con todos los espíritus.
¿Soportarías tú que tu hija creciera en medio de quienes podrían causar su ruina?…
– No.
Y he comprendido…
Bueno, pues…
Di a tu Hijo estas palabras:
‘En recuerdo de Faustina a quién salvaste su cuerpo;
Valeria te deja a Áurea, para que salves su espíritu’
Es verdad.
Nos encontramos en medio de la corrupción.
Estamos demasiado pervertidos como para inspirar confianza a un santo…
Domina…
¡Ruega por mí!
Se retira ligera, antes de que la Virgen pueda darle las gracias.
Valeria se ha ido llorando…
María de Alfeo se ha quedado petrificada.
María la invita:
– Vamos, María…
Mañana al anochecer partimos.
Y al caer de la tarde estaremos en Nazaret…
– Vamos…
La ha cedido como…
como si fuera una cosa…
– Para ellos es una cosa.
Para nosotras es un alma.
Ven…
¡Mira!…
¡El Cielo empieza a iluminarse!
Las noches son demasiado cortas…
¡Vámonos!…
Y toman el camino de la ribera…
Ya blanquea el cielo allá en el fondo.
451 Parábola de la Encrucijada
451 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA385
385 Parábola de la encrucijada y milagros cerca del pueblo de Salomón
Sale de la casita la pequeña tropa, aumentada por el anciano,
que se contempla a si mismo admirado,
con la túnica de alguno de los apóstoles de pequeña estatura.
– Si quieres quedarte, padre…
Pero el anciano le interrumpe:
– ¡No, no!
¡Voy yo también!
¡Déjame ir! ¡He comido ayer!
He dormido esta noche, ¡Y además en una cama!
¡Y ya no tengo el dolor en el corazón!
– Pues ven.
Estarás conmigo, con Bartolomé y mi hermano Judas.
Vosotros, de dos en dos, diseminaos como se ha dicho.
Antes de la sexta todos aquí de nuevo.
Id, y que la paz sea con vosotros.
Se separan.
Unos van hacia el río, otros hacia los campos.
Jesús deja que se adelanten y luego se pone en marcha Él también, el último.
Cruza lentamente el pueblo.
Y no pasa desapercibido a los pescadores que regresan del río o que van a él;
ni a las diligentes amas de casa que se han levantado con el alba para las coladas,
para regar sus pequeñas huertas o para hacer el pan.
Pero ninguno dice nada.
Sólo un muchachito, que empuja hacia el río a siete ovejas,
pregunta al anciano:
– ¿A dónde vas, Ananías?
– Voy con el Rabí.
Pero vuelvo con Él. Soy su siervo.
Jesús corrige:
– No.
Eres mi padre.
Todos los ancianos justos son un padre y una bendición para el lugar que los hospeda.
Y para quien los socorre.
Bienaventurados los que aman y honran a los ancianos.
Dice Jesús con aspecto solemne.
El niño lo mira con temor.
Luego susurra:
– Yo daba siempre un poco de mi pan a Ananías…
Como queriendo decir: «No me regañes, que no lo merezco».
Ananías confirma
– Sí.
Micael era bueno conmigo.
Era amigo de mis nietos…
Y luego ha seguido siéndolo también del abuelo.
Ayudaría. Pero tiene once hijos y viven todos con la pesca…
Algunas mujeres se acercan curiosas y se ponen a escuchar
Jesús dice:
– Dios ayudará siempre a quien ayuda lo que puede al pobre.
Y siempre hay forma de ayudar.
Muchas veces, el decir: “No puedo” es embuste.
Porque, si uno se lo propone, siempre se encuentra el bocado superfluo, la manta rota,
el vestido que ya no se usa, para dárselo a quien no tiene estas cosas.
Y el Cielo recompensa el don.
Dios te recompensará, Micael, por esos pedazos de pan que has dado al anciano.
Jesús acaricia al niño y reanuda su camino.
Las mujeres se quedan cabizbajas donde estaban.
Luego preguntan al niño, el cual dice lo que sabe.
Y el miedo se apodera de las avaras mujeres que han cerrado el corazón,
a las necesidades del anciano…
Entretanto, Jesús ha llegado a la altura de la última casa
y ahora se dirige hacia la bifurcación
que desde el camino de primer orden se desvía hacia el poblado.
Se ve desde aquí que por el camino principal pasan caravanas que van de regreso
hacia las ciudades de ta Decápolis y la Perea.
– Vamos allí y predicamos. ¿Quieres hacerlo tú también, padre?
– No sé hacerlo. ¿Qué digo?
– Sí que sabes.
Tu alma posee la sabiduría de perdonar y de ser fiel a Dios.
Y de tener resignación incluso en las horas de dolor.
Y sabes que Dios socorre a quien en Él espera.
Ve y díselo a los peregrinos.
– ¡Ah, esto sí!
– Judas, ve con él.
Yo me quedo con Bartolomé en la bifurcación.
Y así es: llegando allí, se pone a la sombra de un grupo de plátanos frondosos…
Y espera paciente.
Alrededor, los campos están hermosos, llenos de espigas y de árboles frutales.
Frescos en esta hora matutina.
La mirada los contempla con placer.
Y las caravanas pasan por el camino…
Pocos miran a los dos que están apoyados a los troncos de los plátanos.
Piensan que son viandantes cansados.
Pero alguno reconoce a Jesús y lo señala.
O se inclina saludando.
El primero para su burrito y los de los parientes, baja y se dirige hacia Jesús:
Se presenta diciendo:
– ¡Dios sea contigo, Rabí!
Soy de Arbela.
Te escuché el otoño pasado.
Ésta es mi esposa; ésta, su hermana viuda; y mi madre.
Este hombre anciano es su hermano.
Y ése, joven, es el hermano de mi mujer.
Y aquí ves a los hijos de todos nosotros.
He sabido que has hablado en el vado.
Pero llegué allí de noche…
¿No nos vas a decir a nosotros ninguna palabra?
Jesús responde:
– La Palabra no se niega nunca.
Pero espera unos minutos, porque están viniendo otros…
En efecto, abatidos, están llegando a la bifurcación los habitantes del pueblo.
Y otros, que ya habían pasado por el camino en dirección hacia el norte, regresan;
otros, despertada su curiosidad, se detienen y bajan de sus cabalgaduras,
o se quedan sobre la silla.
Se forma un pequeño auditorio, que va aumentando cada vez más.
Vuelven también Judas de Alfeo y el anciano.
Y con ellos vienen dos enfermos y varios sanos.
Jesús empieza a hablar.
Los que recorren los caminos del Señor,
los caminos indicados por el Señor, y los recorren con voluntad buena,
acaban encontrando al Señor.
Vosotros encontráis al Señor regresando de cumplir vuestro deber de fieles israelitas
respecto a la Pascua santa.
Y he aquí que la Sabiduría os habla, como deseáis,
en este cruce donde nos hace encontrarnos la bondad divina.
Muchas son las encrucijadas que el hombre encuentra en el camino de su vida,
y más encrucijadas sobrenaturales que materiales.
Todos los días, la conciencia se ve puesta ante las bifurcaciones y cruces del Bien y del Mal.
Y debe elegir con atención para no errar.
Y si yerra, debe saber volver para atrás humildemente cuando alguien lo llama o le advierte.
Y, aunque le pareciera más bonita la vía del Mal,
o simplemente la de la tibieza,
debe saber elegir la vía escabrosa pero segura del Bien.
Escuchad una parábola.
Un grupo de peregrinos, venidos de lejanas regiones en busca de trabajo,
se encontró en los confines de un estado.
En estos confines había unos contratantes de trabajo,
que habían sido enviados por distintos patrones.
Había quien buscaba hombres para las minas.
Otros buscaban hombres para las tierras de labor y para los bosques;
otros, siervos para un rico infame;
otros, soldados para un rey que estaba en la cima de un monte,
en su castillo, al cual se llegaba por un camino muy empinado.
El rey quería soldados,
pero exigía que fueran no tanto soldados de violencia
cuanto soldados de sabiduría,
para enviarlos luego por las ciudades a santificar a sus súbditos.
Por eso vivía arriba, como en un eremitorio, para formar a sus siervos
sin que las distracciones mundanas los corrompieran ni retrasaran o
anulasen la formación de su espíritu.
No prometía altos salarios.
No prometía vida cómoda.
Pero aseguraba que el estar a su servicio produciría santidad y premio.
Esto decían sus enviados a los que llegaban a las fronteras.
Sin embargo, los enviados de los patrones de las minas o de las tierras decían:
“No será una vida cómoda, pero seréis libres y ganaréis lo suficiente
para vivir un poco holgadamente”.
Y los que buscaban siervos para un patrón infame prometían incluso
abundante comida, ocio, goces, riquezas:
“Basta con que consintáis a sus caprichos ¡De ninguna manera penosos!
y todos gozaréis como sátrapas”.
Los peregrinos se consultaron entre sí.
Preguntaron:
“¿Pero están cerca las tierras y las minas y el palacio del mundano y el del rey?”.
“¡No!” respondieron los contratantes.
“Venid a esa encrucijada para mostraros los distintos caminos.”
Fueron.
“Mirad.
Aquel camino espléndido, umbrío, florido, liso, con fuentes frescas,
desciende hacia el palacio del señor”
dijeron los contratantes de los siervos.
“Mirad.
Este camino polvoriento, que va entre campos serenos, conduce a las tierras de labor.
Calienta el sol, pero, como podéis ver, también está bien”
dijeron los de las tierras.
“Mirad.
Este camino, tan marcado por ruedas pesadas, y con manchas oscuras,
señala la dirección de las minas.
No es ni buena ni mala…” dijeron los de las minas.
“Mirad.
Este sendero empinado, hundido entre rocas encendidas por el sol,
sembrado de espinos y barrancos, que hacen lenta la marcha,
pero, en compensación, procuran una fácil defensa contra los asaltos de
los enemigos, conduce a oriente, al castillo severo, diríamos casi sagrado,
donde los espíritus se forman en el Bien” dijeron los del rey.
Y los peregrinos miraban, miraban, y calculaban…
Tentados por muchas cosas, de las cuales sólo una era totalmente buena.
Y lentamente se fueron dividiendo.
Eran diez.
Tres torcieron hacia los campos… dos hacia las minas.
Los que quedaban se miraron y dos dijeron:
“Venid con nosotros. Donde el rey.
No vamos a ganar, ni vamos a gozar en la Tierra, pero seremos santos eternamente”.
“¿Aquel sendero de allí? ¡Ni locos!
¿No ganar? ¿No gozar?
No merecía la pena dejar todo y venir a tierras extranjeras para tener
todavía menos de lo que teníamos en nuestra patria.
Nosotros queremos ganar y gozar…”.
“¡Pero perderéis el Bien eterno!
¿No habéis oído que es un patrón infame?”.
“¡Eso son cuentos!
Después de un poco lo dejamos, habremos gozado y seremos ricos”.
“No os liberaréis jamás de él. Mal han hecho los primeros,
siguiendo la avidez de dinero.
¡Pero, vosotros!
Vosotros seguís la avidez de placer.
¡Oh! ¡No cambiéis el destino eterno por una hora que pasa!”.
“Sois unos estúpidos y creéis en las promesas ideales.
Nosotros vamos a la realidad. ¡Adiós!…”
y echándose a correr entraron por el bonito camino umbrío, florido, rico
en agua, liso, en cuyo fondo brillaba bajo el sol, el mágico palacio del mundano.
Los dos restantes tomaron, llorando y orando, el empinado sendero.
Y era tan difícil que, a los pocos metros, casi se desanimaron.
Y la carne parecía cada vez más ligera, a medida que avanzaban.
Y la fatiga se sentía consolada por un extraño júbilo.
Llegaron jadeantes, arañados, a la cima del monte.
Fueron admitidos a comparecer ante el rey, el cual les dijo todo lo que
exigía para incorporarlos en el número de sus valientes, y terminó:
“Pensadlo durante ocho días y luego dad una respuesta”.
Y ellos pensaron mucho y sostuvieron duras luchas contra el Tentador,
que quería amilanar; contra la carne, que decía:
“Vosotros me sacrificáis”; contra el mundo, cuyos recuerdos todavía seducían.
Pero vencieron. Permanecieron.
Vinieron a ser héroes del Bien.
Llegó la muerte, o sea, la glorificación.
Desde lo alto del Cielo vieron en las profundidades, a aquellos que
habían ido donde el amo infame.
Encadenados también ahora, después de la vida, gemían en la oscuridad del Infierno.
“¡Y querían ser libres y gozar!” dijeron los dos santos.
Y los tres condenados, horrendos de aspecto, los vieron y los maldijeron,
y maldijeron a todos, a Dios el primero, diciendo:
“^Nos habéis engañado a todos!”.
“No. No podéis decir eso.
Se os había advertido el peligro.
Habéis querido vosotros vuestro mal” respondieron los bienaventurados,
que, a pesar de que veían y oían los torpes gestos de burla y blasfemias
lanzados contra ellos, estaban serenos.
Y vieron a los de los campos y las minas en distintas regiones purgativas,
y ellos a su vez los vieron y dijeron:
“No fuimos ni buenos ni malos, y ahora expiamos nuestra tibieza.
¡Orad por nosotros!”.
“¡Lo haremos! Pero, ¿Por qué no vinisteis con nosotros?”.
“Porque fuimos no demonios, pero sí hombres…
Amamos más que al Eterno y Santo a lo que ,aun siendo honesto, era transitorio.
Ahora aprendemos a conocer y a amar con justicia”.
La parábola ha terminado.
Todos los hombres están en la encrucijada.
Toda la vida en una encrucijada.
Bienaventurados los que son firmes y generosos
en la voluntad de seguir los caminos del Bien.
Dios sea con ellos.
Dios toque y convierta a quien así no es y lo conduzca a serlo.
Idos en paz.
– ¿Y los enfermos?
Jesús pregunta:
– ¿Qué tiene la mujer?
– Fiebres malignas que le retuercen los huesos.
Ha ido hasta las aguas milagrosas del Mar Grande.
Pero sin alivio.
Jesús se inclina hacia la enferma y le pregunta:
– ¿Quién crees tú que Soy Yo?
– El que buscaba.
El Mesías de Dios.
¡Ten piedad de mí, que te he buscado mucho!
– Tu fe te dé salud, tanto a tus miembros como a tu corazón.
¿Y tú, hombre?
El hombre no responde.
Por él habla la mujer que le acompaña:
– Un cáncer le roe la lengua.
No puede hablar.
Y muere de hambre.
Efectivamente, el hombre es un esqueleto.
– ¿Tienes fe en que te puedo curar?
El hombre indica que sí con la cabeza.
Jesús ordena:
– Abre tu boca.
Y acerca su cara a la horrenda boca roída por el cáncer.
Echa en ella su aliento,
y dice:
«¡Quiero!».
Un momento de espera y luego dos gritos:
– ¡Mis huesos otra vez sanos!
– María, estoy curado!
¡Mirad! Mirad mi boca.
¡Hosanna! ¡Hosanna!
Y quiere levantarse, pero se tambalea por la flaqueza.
– Dadle de comer – ordena Jesús.
Y hace ademán de retirarse.
– ¡No te marches!
¡Vendrán otros enfermos!
Volverán atrás otros…
¡También a ellos, también a ellos! – grita la multitud.
– Todas las mañanas, desde la aurora hasta la hora sexta vendré aquí.
Que alguna persona voluntariosa se ocupe de reunir a los peregrinos.
Varios dicen:
– ¡Yo, yo, Señor!
– Que Dios os bendiga por esto.
Y Jesús tuerce hacia el pueblo con sus primeros compañeros
y con los otros, que han ido llegando poco a poco – todos con más gente – mientras hablaba.
Jesús pregunta:
– Pero dónde están Pedro y Judas de Keriot?
– Han ido a la ciudad que está cercana.
Llenos de dinero. A comprar…
Sonriendo, Simón Zelote observa:
– Sí.
Judas ha obrado un milagro y está de fiesta.
Juan mientras acaricia al viejecito, que está alegre.,
dice:
– También Andrés.
Y tiene una oveja como recuerdo.
Le ha curado a un pastor la pierna rota.
Y el pastor le ha recompensado así.
Se la daremos al padre…
La leche es buena para los ancianos…
Entran en la casa y preparan un poco de comida…
Están ya para sentarse a la mesa, cuando llegan los dos que faltaban,
cargados como burros y seguidos por un carrito cargado de esos cañizos
que sirven de cama a los pobres de Palestina.
Pedro dice:
– Perdona, Maestro.
Pero esto era necesario.
Ahora estaremos bien.
Y Judas:
– Observa.
Hemos comprado lo estrictamente necesario, limpio y pobre.
Como te gusta a Ti – y se ponen a trabajar para descargar.
Y luego despiden al carrero.
– Doce yacijas y doce cañizos.
Algunos utensilios para la comida.
Aquí las semillas.
Ahí los denarios.
Y mañana mucha gente.
¡Uf! ¡Qué calor!
Pero ahora va todo bien.
¿Tú qué has hecho Maestro?…
MENSAJE A LAS ALMAS VÍCTIMAS
Tenemos mucho trabajo que hacer.
Los que manejamos nuestro cuerpo espiritual,
tenemos diferentes capacidades en desarrollo…
Y voy a hablarles a TODOS sobre lo que el Señor quiere que hagamos:
Cada semana haremos ORACION DE PODER, dependiendo de lo que está sucediendo…
Publicaremos a una Nación Apóstol, porque Satanás está
FLAGELANDO CON FUERZA COLOSAL
A las diferentes naciones…
También publicaremos un milagro realizado por nuestro Señor Jesucristo…
Y si es posible, junto con un testimonio;
(así que estaremos listos para recibir lo que nos envíen: peticiones, comentarios, etc…)
Que todos meditaremos…
Pues durante nuestro trabajo semanal, todo estará relacionado…
En su mensaje de Año Nuevo, Abba nos habló de la urgente necesidad de aprender a escucharLos…
Y según lo que nos indique el Espíritu Santo, haremos nuestra Oración de Poder, sin debilidades, dudas, ni limitaciones…
Para alegrar nuestro corazón,
AL VER DESPLEGARSE LA POTENCIA DE NUESTRO DIOS…
Porque todos ya lo estamos resintiendo en diversas circunstancias,
con dolorosas experiencias y tremendas sacudidas
en nuestra batalla personal de cada uno de nosotros…
Así que atentos a los sucesos, porque nuestro deber es ayudar a la HUMANIDAD,
a cargar la Cruz, y a LIMITAR el golpe de los flagelos usando el Poder Divino…
Y si Jesús, calmó la tormenta del mar de Tiberíades, nosotros tenemos la obligación de SALVAR ALMAS
Y CALMAR LA FURIA DE LOS TIFONES Y HURACANES…
Porque la situación no está para tibiezas…
Así que suplicamos a nuestros hermanos sacerdotes, que al igual que nosotros, están batallando
Con las restricciones que aplican a nuestro ministerio…
En la Epiclesis y la Oración que hacemos mentalmente en la Liturgia de la Eucaristía antes de la Consagración;
Si tenemos la desgracia de celebrar la santa Misa en una iglesia cerrada y sin fieles con cuerpos físicos y mortales,
Ayudados por las benditas almas del Purgatorio que están presentes,
Haremos la Oración de poder con la Unción sacerdotal y actuaremos nuestra FE,
como lo hacía san Antonio de Padua…
Ayudados por todos los seguidores de Crónica de una Traición y los hermanitos laicos que YA DEBEN
TENER LA FE SUFICIENTE PARA ACTUAR

Como semáforos metereológicos, espero que no nos hayamos tardado demasiado en marcar el alto a este huracán…
Y la audacia de PRACTICAR
EL PODER SOBRE TODOS LOS ELEMENTOS
OBEDECIENDO plenamente a nuestro ABBA…
En sus Palabras del Evangelio: San Juan, 14, 12, Marcos 16, 14-18
https://cronicadeunatraicion.com/2020/05/29/el-amor-de-fusion-1/
https://cronicadeunatraicion.com/2020/05/29/el-amor-de-fusion-2/
Plenamente fortalecidos con el Amor de Fusión del que ya nos habló nuestro Señor…
Recuerden que nuestros enfrentamientos, que ya estamos teniendo…
Nos convertirán en LOS GUERREROS DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS,
en la Iglesia Triunfante
Meditemos el siguiente mensaje:
Hablan el Padre Celestial y Nuestro Señor Jesucristo
Mis pequeños, ya os hemos dicho, que la vida de oración es la entrega del alma a Nuestro Corazón.
La oración es el alimento del alma, es la vía por la cual aseguraréis la Presencia Divina dentro de vuestro ser.
Ciertamente, Nosotros habitamos en vuestra alma,
pero en vosotros queda que Nos hagáis caso, para que vuestros actos, vuestras palabras,
vuestros pensamientos estén inmersos en la Divinidad.
No es lo mismo un consejo que deis dentro de lo humano, a un consejo que deis dentro de lo Divino.
No es lo mismo que actuéis dentro de lo humano, a que actuéis dentro de lo Divino.
Nuestra Vida en vosotros siempre va a hacer la diferencia, Nuestra Presencia tiene que brotar a través de vosotros.
Ser otros Cristos, quiere decir eso,
que la Divinidad está actuando en vuestra vida íntima, en vuestra vida espiritual
y así vuestra vida, viene a ser la Mía.
Ser otro Cristo, es dejar Mi Vida, es dejar Mis Valores, es dejar Mis enseñanzas, es dejar Mis Milagros en todos vuestros hermanos.
Ésa paz, ésa armonía, que Yo dejaba a Mi paso entre vuestros hermanos,
solamente se puede dar, cuando se vive en ésa vida de oración, en ésa Vida Divina.
Yo llevaba ésa Vida Divina en Mi Corazón, Yo no Me apartaba de la Presencia de Mi Padre, Él no se apartaba de Mí.
Somos Uno solo, Una unidad, la Trinidad Divina
Y a eso habéis sido llamados también vosotros, vivir en la Trinidad y hacer que la humanidad entera entre dentro de ésa Trinidad Divina,
el Amor de Dios Padre, Mi Amor, de Dios Hijo, el Amor de Dios Espíritu Santo,
Y DEBÉIS LLEVAR A VUESTROS HERMANOS
A LA UNIDAD CON LA TRINIDAD
Pero solamente así, dejando que Nosotros Vivamos en vuestro ser y que vosotros Nos llevéis a vuestros hermanos,
solamente así, podréis llevar a cabo vuestra misión en la forma correcta.
Si vivís para vosotros, si actuáis para vosotros, si pensáis para vosotros, vuestra vida será terrena, vuestro trato con los demás será terreno,
todo lo que salga de vosotros será terreno y eso no dará crecimiento al alma.
Quiero que os deis cuenta perfectamente de ésta gran diferencia, de vivir para vosotros y transmitir vuestro “yo”,
que vivir en Nosotros y transmitirNos a vuestros hermanos.
¿Cómo crecerán mejor vuestros hermanos en lo espiritual?
la respuesta es clara, es obvia y así quiero que os mantengáis, en lo obvio Divino,
solamente a través de Nosotros podéis ayudar realmente a vuestros hermanos.
Os Amo, Mis pequeños, y quiero que os améis los unos a los otros como Yo os Amé y os sigo Amando.
Yo, vuestro Padre y vuestro Dios, os he dado un regalo inmenso: el alma. Mis pequeños, es parte de Mí vuestra alma…
Soy Yo en vosotros.
Como dicen las escrituras, el alma está guardada en una vasija de barro, sois tierra, como lo sabéis,
barro al que Yo le di vida y de ahí salieron vuestros primeros padres.
El barro ahora se queda, se queda en la tierra, se queda en el barro, se une al barro de la tierra,
pero el alma, el alma crece y así debe ser vuestra alma en este tiempo.
Creced, creced, Mis pequeños, recordad que, de todo mal, Yo siempre saco un bien y estos son momentos de crecimiento espiritual.
No penséis en el barro, no penséis en vuestro exterior, que éste se quedará aquí en la Tierra,
pensad en vuestra alma que es parte Mía y Yo Soy Omnipotente,
y las almas que se acercan a Mí, adquieren esa omnipotencia.
Ciertamente, vuestra vasija de barro no permite que la omnipotencia de vuestra alma se desarrolle,
porque vuestra alma todavía está envuelta en el pecado,
pero, cuando se libere, entenderéis la potencia que llevabais en vuestro interior.
En estos momentos dejad que vuestra FE os haga entender esto.
Tenéis un gran regalo que Yo os di, pero con vuestra Oración podéis hacer grandes cosas
porque la omnipotencia de Mi Ser, que vive en vosotros, puede realizar grandes prodigios porque es el amor,
Mi Amor, el que los va a realizar para el bien de vosotros y de vuestros hermanos.
VEIS CÓMO DE UN MAL
YO SIEMPRE SACO UN BIÉN
Os reúno y vuestra potencia de Oración unida a Mi Amor, que está en vosotros,
Puede realizar grandes prodigios, grandes milagros.
Pedid para que Mi Amor se extienda por todos lados, para que las sombras se disipen,

19. Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús. Filipenses 4
No escatiméis, no dudéis, utilizad pues esa potencia de amor para que podáis ayudar a vuestros hermanos y os podáis ayudar a vosotros mismos.
PedidMe un aumento de Fe en vosotros, una confianza plena y una sabiduría infinita
para que podáis vosotros utilizarla en ayudar, en ser los Cristos de este mundo,
EN SER LOS CRISTOS DE ESTE MOMENTO
En dejarMe vivir plenamente entre todos vosotros.
Satanás… Satanás está vencido, aunque todavía os molestará más.
Pero esa potencia de amor que lleváis en vuestro interior, y unidos todos en esa intención,
PODÉIS VENCERLO
MINIMIZAR Y DISMINUIR SUS ATAQUES
NO DUDÉIS
No dudéis, Mis pequeños, no dudéis.
Que mi paz y mi amor quede con vosotros.
En el amor hay fraternidad, en el amor hay sencillez, en el amor hay donación del uno para el otro, no hay obligaciones,
SIMPLEMENTE,
TODO SE REDUCE A AMAR AL PRÓJIMO
Y al amar al prójimo, os estáis amando a vosotros mismos.
Y al estar amándoos a vosotros mismos, estáis amando a vuestro Dios en vuestro interior.
Es tan grande Nuestra Gracia, es tan grande Nuestro Poder y vuestra mente tan limitada, que no podéis entender Nuestra Divinidad,
pero la entendéis realmente en el Amor, es algo de lo que vive el alma.
Un alma que no viva en el amor, que no esté sumergida en el amor, no avanza, decrece, se echa a perder.
Por eso, Mis pequeños, vuestra misión es, amor, es reparación en el amor, es dar vida en el amor, es combatir todo error con el amor.
Mis enseñanzas, a través de Mi Hijo, fueron así, en el Amor, en la vida íntima, en reparar el interior,
para que inmediatamente el exterior, quedara con salud.
La Fé restaura todo, Mis pequeños, una Fé, que acepta curación interior, que acepta renovación, que acepta la Vida de su Dios,

Porque el Espíritu de Dios NO NOS HACE COBARDES, al contrario, NOS DA PODER para amar a los demás y nos fortalece para que podamos vivir, una buena vida cristiana, 2Tim 1-7
ésa Vida fortísima, ésa Vida Omnipotente en vuestro interior, restaura vuestro exterior.
Toda enfermedad, todo lo que afecta vuestro cuerpo, queda automáticamente restaurado al restaurar vuestro interior,
ÉSE ES EL MILAGRO
ésos son los Milagros que Mi Hijo hacía, restaurar el interior e inmediatamente el exterior quedaba restaurado.
Él veía el alma principalmente y la Fé que Él pedía que tuviera el alma, hacía que la persona quedara limpia de su enfermedad.
A VOSOTROS OS FALTA FÉ,
PARA QUE PODÁIS HACER
LOS GRANDES MILAGROS QUE MI HIJO HACÍA.
Pedid, pedid ayuda al Santo Espíritu de Amor en vuestro interior, para que con vuestra Fé, se restaure vuestro interior y vuestro exterior.
Hijitos Míos, pronto la Humanidad entera sufrirá los flagelos del castigo,
la Humanidad no ha querido prepararse para ello, como no se prepararon para el Diluvio.
Para una gran cantidad de hermanos vuestros, esto les caerá como sorpresa,
Una sorpresa para el estado de su alma, porque han querido vivir más para el mundo que para Mí, vuestro Dios.
Mis pequeños, me duele mucho deciros todo esto, porque los padres siempre aman a los hijos
y más Yo, que Soy vuestro Dios y Creador, pero veo que pasa el tiempo y no son muchas las almas que quieran venir a Mí.
es por eso que por el bien de toda la humanidad, tengo que soltar estos flagelos que os harán entrar en razón, Mis pequeños,
Tendréis en varios países del mundo flagelos tremendos que pondrán a todas las demás naciones a pensar y a arrodillarse…
Y como ya os he dicho antes, estas naciones que se arrodillarán, sabrán que pronto también a ellas les llegará algún flagelo,
PORQUE TODOS SERÉIS PROBADOS
EN EL AMOR.
SÍ, MIS PEQUEÑOS, EN EL AMOR,
PORQUE YO LO QUE PERMITO QUE OS PASE,
SIEMPRE VA A SER PARA QUE VUESTRO AMOR CREZCA.
Cuando vosotros os alejáis de Mí, retiro mi Presencia y mi Protección…
DOSIFICANDO EL FLAGELO DE SATANÁS
CON QUE OS GOLPEA
AHORA ESTÁ TAN LETALMENTE PODEROSO,
A CAUSA DE MIS HIJOS SATANÍCOS,
QUE LO FORTALECEN CONTINUAMENTE…
Yo no os mando un castigo por venganza o nada más para destruiros, lo hago para que entendáis que os habéis salido de los caminos del Amor.
Os vuelvo a repetir, Me duele mucho que esto suceda, pero lo tengo que hacer para salvar vuestras almas,
porque si os dejo así, Mis pequeños, infinidad de almas se perderían.
Es doloroso pero cierto, que cuando tenéis algún mal, cuando algo grave está sucediendo en vuestra vida,
cuando veis que vuestra vida se puede perder, es cuando volvéis a Mí, cuando os arrepentís,
cuando os arrodilláis y es cuando clamáis Mi Nombre, pidiendo perdón y ayuda.
Vuestro corazón es duro, sois como el pueblo judío en la antigüedad, de cerviz dura, tercos, necios, groseros, malvados,
¿Por qué os cuesta tanto trabajo vivir en el bien, cuando al vivir en el bien recibís Mis Bendiciones a manos llenas?
Cuando vivís en el mal, vosotros mismos os hacéis daño, os atacáis los unos a los otros, no hay paz en vuestra alma ni alrededor vuestro
Y además, no recibís Mis Bendiciones, porque no las pedís, porque no Me tomáis en cuenta para vuestra vida.
No hay Sabiduría en vosotros y, así, os perdéis de tantas Bendiciones que podríais recibir de Mí
pero, porque preferís vivir en el mal os castigáis a vosotros mismos.
Sabéis que Yo no obligo a las almas, pero ahora tengo que permitir esto para que vosotros entendáis que debéis venir hacia Mí.
Porque os amo, debéis estar Conmigo, ya que Satanás os podría destruir eternamente cuando estáis apartados de Mí.
Yo os quiero de regreso Conmigo… y como no estáis Conmigo
Y veo que estáis destruyendo vuestra alma, destruyendo vuestra vida, tengo que rescataros de alguna forma.
Os amo infinitamente, Mis pequeños. ¡Cómo quiero que vuestro corazón arda también de amor por Mi Corazón!,
FUNDIDO TOTALMENTE CON EL MÍO
Hijitos Míos, el Mal entró en el mundo y el mundo no luchó por sacar ése mal
Y debido a que dejasteis que el mal fuera carcomiendo vuestra alma,
Y no os acercasteis a Mí, para que vuestra alma fuera recuperada por Mi Gracia,
este Tiempo de Dolor, también será de purificación,
Y AGRADECEDMELO, Mis pequeños, porque ése arrepentimiento de corazón, que quiero tengáis
Es lo que os va a dar el regalo de los Cielos Nuevos y las Tierras Nuevas,
DE UN MUNDO NUEVO QUE NO CONOCÉIS
Cuando Yo permito dolor, pesar, lágrimas en vuestra vida, Mis pequeños, siempre es para purificaros;
a diferencia de lo que hace Satanás con las almas, que también las lleva a la desesperación, al obscurecimiento espiritual,
pero en la maldad y os lleva a un callejón sin salida, en donde os lleva a la desesperación.
Debéis aceptar lo que pase en vuestra vida, porque no es de casualidad
Y lo que pase, será para vuestro bien, aunque será doloroso,
aceptadlo humildemente y ofrecédMelo como Mi Hijo lo ofrecía en todo momento para vuestra salvación.
En vuestros momentos de dolor, acordaos de los momentos de dolor de Mi Hijo y poneos junto a Él y así vuestro dolor disminuirá,
porque estaréis salvando vuestra alma y salvando la de muchos.
Sí, Mis pequeños, vuestro dolor será para salvación de vosotros mismos y de vuestros hermanos.

Nuestro verdadero bautismo lleno de gloria y júbilo celestial, es cuando somos capaces de decir: “Crucifícame Señor, porque te adoro sobre todas las cosas…
¿Veis la diferencia del dolor bondadoso, que viene de Mí y del dolor malvado que viene de Satanás?
Es muy diferente, Mis pequeños, el dolor que Yo permito en vuestra vida, os lleva a la perfección,
porque tarde o temprano tendréis la Luz del Espíritu Santo que os explicará el por qué de ése dolor.
. LUCHAD PUES, MIS PEQUEÑOS,
PARA MEJORAROS
Y PARA QUE VUESTRO CASTIGO DISMINUYA O SE ANULE
Orad por vuestros hermanos que están viviendo en el mal y que recibirán un dolor malvado y negativo de Satanás
Pedid por ellos acallando su mente y su corazón,
para que no se vuelquen en blasfemias contra Mí, vuestro Dios, que solamente busco vuestro bien.
Ayudadles a través de vuestra oración, de vuestra donación, de la aceptación de vuestros dolores para la salvación de sus almas.
TraédMelos, os lo agradeceré, Mis pequeños y si os unís, os repito, a los dolores de Mi Hijo, veréis que la prueba la pasaréis fácilmente
Y podría decir, hasta alegremente, porque así como Mi Hijo se abrazó a Su Cruz,
sabiendo que con ella iba a salvar innumerables almas y que os iba a abrir las Puertas del Paraíso,

En la Tierra el Amor de Jesús DOSIFICA nuestro calvario, Y ÉL ES EL CIRENEO que nos ayuda a recorrer el Camino Y subir a la Cruz…
nuevamente, así vosotros, al uniros a Mi Hijo, también abrazad ahora vuestra cruz, porque con ella muchas almas serán salvadas.
Ya os he dicho que estoy reuniendo a Mi pueblo, el que será preservado en estos tiempos, que iniciará una nueva generación.
Cuando Moisés sacó a mi pueblo de Egipto, estaba contaminado por vivir entre el paganismo egipcio y vosotros estáis igual.
Con esto quiero que os deis cuenta la afectación que vosotros tenéis y que tomáis de vuestro alrededor.
Quizá muchos de ellos no tenían una Fe firme, pero aun así los rescaté; aunque estaban afectados por la cultura egipcia y por sus dioses.
Eran testarudos, no aceptaban la purificación que tenían que tener, porque Yo quería formar un pueblo, verdaderamente Mío,
Limpio de otras culturas.
Ya os he dicho que Soy un Dios Celoso, …
Yo no acepto ningún ídolo ni nada antes que a Mí.
La afectación de ese culto que tenían, hizo que adoraran, primeramente, a un buey, hecho de oro.
Ahora podéis razonar, que ¿Cómo es posible, que la imagen de un animal,
aunque sea hecho con un metal noble, pueda ser más grande que Yo, vuestro Dios?
Porque, actualmente, muchos de vosotros traéis, también, una afectación cultural de lo que veis por aquí o por allá.
Ciertamente, ahora voy escogiendo a Mi pueblo, a Mi nuevo pueblo, para el tiempo que vendrá
Y quiero que aprendáis de lo que sucedió con el pueblo judío en Egipto,
que por su testarudez, por su forma de pensar, que estaban afectados por las culturas egipcias,
Y también, por ser un pueblo que no cedía a Mi Amor, a Mis Leyes, tuvieron que pasar cuarenta años en el desierto,
de un lado para el otro, hasta que esa generación testadura murió,
Y pude llevar después, a los hijos de ellos, a las nuevas tierras en donde vivirían y se guiarían por Mis Leyes, siguiendo Mi Voluntad.
Cuando el hombre se deja guiar por Mí, Soy Bondadoso, podría decirse que, hasta Soy Débil a sus oraciones,
cuando aquellos son humildes, sencillos y os he dicho que lo que Me pidáis lo concederé,
siempre y cuando, ME TENGÁIS A MÍ
COMO LO PRIMERO EN VUESTRA VIDA

¿Qué nombre tiene lo que ocupa mis pensamientos la mayor parte del tiempo? Es el nombre de mi ídolo…
Y en vuestro futuro; que no antepongáis a nada ni a nadie antes que a Mí,
YO SOY VUESTRO DIOS
Y así será en este tiempo, que voy escogiendo ya, el pueblo,
el nuevo pueblo, donde se Me dará a Mí, ese lugar.
Soy vuestro Dios y no permito a nada ni a nadie que esté ante Mí,
como ahora estáis viendo que anteponéis ídolos, hechos por el hombre,
Anteponéis a personas antes que a Mí, vuestro Dios, o a animales,
a cosas, que creéis que su valor es mayor que Mi Amor y Mi Poder.
Ese pueblo judío tuvo que sufrir una purificación fuerte,
para que olvidaran todo aquello que no era bueno para sus fines religiosos y ceremoniales.
Yo Me merezco todo, porque Soy vuestro Dios y vuestro Creador,
Me merezco todo, porque es Mi Amor Infinito el que os cuida y os provee de todo.

2 Timoteo 3 – Biblia de Jerusalen
Carácter de los hombres en los postreros días
1. Ten presente que en los últimos días sobrevendrán momentos difíciles;
2. los hombres serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos,
3. desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos del bien,
4. traidores, temerarios, infatuados, más amantes de los placeres que de Dios,
5. que tendrán la apariencia de piedad, pero desmentirán su eficacia. Guárdate también de ellos.
¿Por qué Me dais a Mí las sobras?
¿Por qué os olvidáis de Mí, que Yo Soy Todo para vosotros?
Por eso, es tan importante que viváis esa unión íntima Conmigo, y que viváis ese amor, pequeñito que tenéis, unido al Mío, tan Grande
y Poderoso, pero qué Humilde es hacia vosotros.
¿Acaso tenéis en la Tierra, un padre más Poderoso que Yo?
¿Acaso tenéis en la Tierra, un hermano más poderoso que Yo?
¿Acaso tenéis en la Tierra un amigo más poderoso que Yo?,
Yo Soy Todo para vosotros, Me hago Sencillo, Humilde,
Me abajo a vosotros, para que hablemos con sencillez, sin que Me tengáis el miedo que se Me tenía en ese tiempo.
Soy vuestro Padre, Soy vuestro Dios, y quiero que se Me trate así, con respeto, porque Soy vuestro Mayor,
pero con sencillez, sin temor, como le habláis a vuestro padre, a vuestro hermano, a vuestro amigo.
RespetadMe, amadMe, dejad que Mi Voluntad Viva en vosotros y todo será perfecto en vuestra vida.
Dejad que Yo habite en vosotros, respetaré vuestras decisiones, pero no Me hagáis a un lado,
CompartidMe todos vuestros pensamientos, todos vuestros deseos, todas vuestras metas…
y Yo os daré Mi Opinión, con sencillez, con respeto, para que todo salga perfecto en vuestra vida.
Quiero Vivir nuevamente con vosotros, como se vivía en el Paraíso Terrenal, con vuestros Primeros Padres,
Yo, con vosotros, sin temor puro Amor, con una familiaridad Divina.
Empezad, pues, Mis pequeños, a tratadMe así, como vuestro Padre más amoroso,
como vuestro Hermano a quien tanto amáis, como vuestro Amigo, a quien tanto queréis.
AmadMe, amadMe, como Yo os amo.
Hijitos Míos, hace tiempo os dije que estáis rodeados de pura mentira, y así es, Mis pequeños,
Satanás se ha encargado de hacer que vosotros no viváis en la Verdad que Yo os he traído a la Tierra.
Eso por un lado, pero lo que tenéis todos los días, también, es una mentira.
Por eso os he insistido para que Me pidáis el don de Discernimiento Santo,
PARA QUE VOSOTROS VIVÁIS LA REALIDAD
Mis pequeños, el Cielo es vuestro Hogar Verdadero, Mi Palabra es la Verdad Absoluta,
Mi Ejemplo, debe ser vuestra vida diaria entre los hombres.
TENÉIS TODO
ESTÁIS LLAMADOS A LA PERFECCIÓN
Estáis llamados a vivir, según lo que Yo os he pedido, que es Mi Divina Voluntad.
Mis pequeños, el Amor ya no es lo que mueve vuestra vida, a vuestras almas.
No vivís como debéis vivir, cuando fuisteis creados.
Fuisteis creados en el Amor, fuisteis creados para servir al Amor, que soMos Nosotros, en Nuestra Santísima Trinidad.
PERO NO ES EL SERVIR,
CÓMO HUMANAMENTE VOSOTROS LO CONOCÉIS
Es un servicio Santo, es un servicio que Nos hacéis a Nosotros, como Dios…
Y AL HACERLO OS DA UNA GRAN FELICIDAD
Pero la gran mayoría de vosotros, no habéis llegado a ese punto.
Todos vosotros tenéis una misión en la Tierra,
todos vosotros debéis servir a vuestro Dios y servir al hombre.
Cuando vosotros servís, con el deseo de ayudar, con el deseo de dar plenamente, de lo que tenéis,
QUE NO ES VUESTRO, como os heMos dicho,
Y que con ello producís una gran satisfacción, primeramente en vuestros hermanos, con el don que se os ha dado,
Nos dais a Nosotros una gran satisfacción también, porque eso es amor, porque eso es donación,
porque eso es vida en la Gracia, Mis pequeños,.
Debéis actuar en perfección y para ello, debéis pedir la Sabiduría Santa.
Es Amor, es Amor lo que Yo daba, junto con los Milagros.
Yo buscaba realmente la trasformación espiritual, junto con la sanación física..
El amor que pongáis en ayudarle a vuestros hermanos, se os regresará al ciento por uno en el Reino de los Cielos,
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412 EL PROFANADOR
365 Judas Iscariote insidia la inocencia de Margziam.
Jesús entra en la verde quietud del Huerto de los Olivos.
Margziam sigue a su lado.
Iban hablando de Pedro.
Y el jovencito sonríe al pensar en la afanosa carrera que va a tener que hacer Pedro para alcanzarlos.
Diciendo:
– ¡Maestro, quién sabe lo que dirá!
Y si hubieras seguido hasta Bethania sin pararte aquí, se sentiría verdaderamente desconsolado.
También sonríe Jesús, mirando al jovencito,
y responde:
– Sí.
Me va a sepultar a lamentos.
De todas formas, le servirá para otra vez.
Así estará más atento.
Yo hablaba y él se distraía charlando con unos o con otros…
– Es que le preguntaban, Señor – dice Margziam para disculparlo, sin reírse ya.
Se hace un gesto delicado de que se responderá después, cuando calle la Palabra del Señor.
Y Jesús dice:
– Acuérdate de esto para tu vida futura.
Para cuando seas sacerdote.
Exige el máximo respeto en las horas y lugares de instrucción.
– Pero entonces será el pobre Margziam, Señor, el que hable…
– No importa.
Es Dios el que habla por los labios de sus siervos, en las horas de su ministerio.
Y como tal debe ser escuchado con silencio y respeto.
Margziam hace una leve mueca significativa, como comentario de un razonamiento suyo interior.
dice:
– ¿No estás convencido?
¿Por qué esa expresión?
Habla, hijo, sin temor.
– Señor mío…
Me preguntaba si Dios está también en los labios y en el corazón de sus sacerdotes de ahora… y…
Con terror me decía si serían iguales los futuros…
Y concluía diciendo que…
Muchos sacerdotes hacen quedar mal al Señor…
He pecado, sin duda…
Pero son tan malos y antipáticos, tan secos… que…
– No juzgues.
Pero recuerda esta impresión de disgusto.
Tenla presente en el futuro.
Y, con todas tus fuerzas, preocúpate de no ser como estos que te desagradan.
Y que tampoco lo sean los que dependan de ti.
Haz servir para el bien incluso el mal que ves.
Toda acción y toda cognición deben ser transformadas en bien,
pasando por un juicio y una voluntad rectos.
– ¡Señor, antes de entrar en la casa, que ya se ve, respóndeme a otra cosa!
Tú no niegas que el actual sacerdocio sea defectuoso.
Me dices a mí que no juzgue.
Pero Tú juzgas. Y puedes hacerlo.
Y juzgas con justicia.
Escucha, Señor, mi pensamiento.
Cuando los actuales sacerdotes hablan de Dios y de la religión, siendo la mayoría de ellos como son…
Y me refiero ahora a los peores…
¿Deben ser escuchados como verdad?
– Siempre, hijo mío.
Por respeto a su misión.
Cuando realizan actos de su ministerio, no son el hombre Anás, el hombre Sadoq…
Separa siempre del ministerio la pobre humanidad.
– Pero si realizan mal también su ministerio…
– Dios suplirá.
¡Y, además!…
¡Escúchame, Margziam!
No hay ningún hombre completamente bueno ni completamente malo.
Y ninguno es tan completamente bueno,
que tenga derecho a juzgar a los hermanos como completamente malos.
Tenemos que tener presentes nuestros defectos,
contrastar con ellos las buenas cualidades de los que queremos juzgar.
Entonces tendríamos una medida justa de juicio caritativo.
Yo todavía no he encontrado un hombre completamente malo.
– ¿Ni siquiera Doras, Señor?
– Ni siquiera él, porque es marido honesto y padre amoroso.
– ¿Ni siquiera el padre de Doras?
– También él era marido honesto y padre amoroso.
– Pero nada más que eso, ¿Eh?
– Sólo eso.
Pero en eso no era malo.
Por tanto, no era completamente malo.
– ¿Y tampoco Judas es malo?
– No.
– Pero no es bueno.
– No es totalmente bueno, como no es totalmente malo.
¿No estás convencido de lo que digo?
– Estoy convencido de que Tú eres totalmente bueno.
Y que estás absolutamente exento de maldad.
Tanto, que no encuentras nunca una acusación para ninguno.
Esto sí.
– ¡Oh, hijo mío!
¡Si pronunciara la primera sílaba de una palabra de acusación.
todos vosotros arremeteríais como fieras contra el acusado!…
Yo, actuando así, evito que os manchéis con pecado de juicio.
Entiéndeme, Margziam.
No es que Yo no vea el mal donde lo hay.
No es que no vea la mezcla de mal y bien que hay en algunos.
No es que no comprenda cuándo un alma sube o baja del nivel en que la puse.
No es nada de esto, hijo mío.
Es prudencia, para evitar las anti-caridades entre vosotros.
Y actuaré siempre así.
También en los siglos venideros, cuando tenga que pronunciarme sobre una criatura.
¿No sabes, hijo, que a veces vale más una palabra de alabanza, de ánimo, que mil reprensiones?
¿No sabes que de cien casos pésimos, señalados como relativamente buenos,
al menos la mitad vienen a ser realmente buenos al no faltarles, después de mi benévola palabra,
la ayuda de los buenos, que, en caso distinto, huirían del individuo señalado como pésimo?
Hay que sostener a las almas, no hundirlas.
Pero si Yo no soy el primero en sostener, en celar las partes feas,
en solicitar para ellas vuestra benevolencia y ayuda;
jamás os entregaríais a ellas con activa misericordia.
Recuérdalo, Margziam…
– Sí, Señor… (un fuerte suspiro).
Lo recordaré… (otro fuerte suspiro)…
Pero es muy difícil ante ciertas evidencias…
Jesús lo mira fijamente.
Pero del jovencito no ve sino la parte alta de la frente, porque baja mucho la cara.
– Margziam, levanta la cara. Mírame.
Y respóndeme.
¿Qué evidencia es esa que es difícil pasar por alto?
Margziam se azora…
Se pone rojo bajo el color morenito de la piel…
Responde:
– Pues… son muchas, Señor…
Jesús insta:
– ¿Por qué has nombrado a Judas?
Porque es una “evidencia”.
Quizás la que te es más difícil superar…
¿Qué te ha hecho Judas?
¿En qué te ha escandalizado?
Y Jesús pone las manos encima de los hombros del muchacho,
que ahora está tan colorado que es todo púrpura oscura.
Margziam lo mira, con los ojos brillantes, por las lágrimas que asoman…
Luego se suelta…
Y se marcha gritando:
– ¡Judas es un profanador!…
Pero no puedo hablar… ¡Respétame, Señor!…
Y se introduce en el bosque, llorando…
En vano llamado por Jesús,