LA CIENCIA DE LA MUERTE 2
LA CONVERSION ES LA RESURRECCIÓN DEL ESPÍRITU
Jesús llevó su Amor a empurpurarse con su Sangre sobre la cima del Calvario y ahí esplende, para recordarnos que fuimos hechos para el Cielo.
Y relampaguea para llamarnos a Sí. Para volver a grabar el Nombre Santo de Jesucristo, sobre el altar de nuestro corazón sin Dios y sobre el templo profanado de nuestra mente.
Para consagrarlos al Dios Verdadero con un verdadero culto a Dios.
Hay que amar, alabar, cantar, invocar, bendecir, CREER en el Nombre Bendito de Jesús.
EL ARREPENTIMIENTO ES EL DOLOR DE HABER CAUSADO DAÑO.
“Yo Soy el Señor Dios Tuyo.”
Pareciera que el dedo de Dios haya escrito esta sentencia en todo lo creado.
El pecador trata de ahogar este grito de la conciencia.
Pero siempre llega el momento en que en medio de la ebriedad y del placer. En el ajetreo del trabajo, en el reposo de la noche, en el paseo solitario, en el vacío de Dios, le reprocha:
‘Sufres porque has convertido en dios a esta carne que ávido besas; este oro que avaro acumulas; este odio que carcome tu existencia, con el ansia de venganza.’
Dios es Paz.
El que quiere recuperarla, debe escombrar la mente, el corazón, la carne; de todo lo que no es paz y causa turbación.
EL PECADO ES UNA MALDICIÓN, que atrae la Justicia Divina.
El arrepentimiento quita el anatema cuando es sincero.
Cada hombre debe examinarse con sinceridad y entonces sabe en dónde ha errado.
De Dios nadie puede hacer burla.
El alma que se acerca a Él con humildad, obtiene su Perdón.
NO HAY ARREPENTIMIENTO
MIENTRAS DURE EL DESEO POR EL OBJETO POR EL QUE PECAMOS.
Dios no perdona a quién no se arrepiente, porque es necesario limpiar el corazón para obtener gracias…
Y las excusas no se pueden perdonar.
EL MAL NO BASTA NO HACERLO.
TAMBIÉN ES NECESARIO NO DESEAR HACERLO.
Por eso Jesús dijo: “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió con ella adulterio en su corazón.”
Porque el pecado a los ojos de Dios es un delito realizado, cuando hay deleite alimentando pensamientos de adulterio, se es adúltero;
De homicidio, homicida; de traición, traidor; etc.
Jesús vino para salvar a los pecadores y cada alma que se arrepiente y se convierte; es una justificación para la tremenda humillación a que se sometió el Infinito al tomar forma humana.
Porque en la llama del arrepentimiento, el alma se ofrece amando a la Flama del Amor Divino, que la absuelve y la absorbe dentro de Sí Mismo.
El hombre es débil y cuando peca por lo sorpresivo de los ataques de Satanás, Dios le perdona si surge en él un arrepentimiento sincero y la voluntad de no pecar más.
PORQUE QUIÉN ES REALMENTE FIEL Y AMA A DIOS, NO SE DOBLEGA A LAS PASIONES,
NI LO QUEMA EL FUEGO DE SATANÁS,
YA QUE EL PECADO LE REPUGNA.
Y cuando amamos a Dios con todo nuestro ser, no pecamos.
Porque el pecado es un dolor que se da a Dios.
Quién ama verdaderamente no quiere lastimar jamás al Amado, ni con el más mínimo dolor.
Para el pecador arrepentirse significa abandonar su vida de pecado,

Postrado ante la Cruz en la que has muerto y a la que yo también te he condenado. Sólo puedo decirte hoy que lo siento, que te amo y te pido perdón por mis errores y te pido perdón por mis pecados. Perdóname Señor, HOY ME ARREPIENTO, Perdóname Padre mío por mi maldad, perdóname Señor, por mis errores, perdóname señor por mis pecados. PERDÓNAME SEÑOR, HOY ME ARREPIENTO, PERDÓNAME MI DIOS, CRUCIFICADO.
Y volverse hacia Dios por el camino de la Oración y la Penitencia.
Los pecadores son los muertos del espíritu y cuando el hombre atiende el llamado de Dios y se arrepiente, se verifica el milagro anunciado por Jesús.
Y los que escuchan y atienden su llamada, se levantan de su tumba espiritual y resucitan a la verdadera Vida.
NO HACER EL MAL, NO ES SUFICIENTE PARA ESCAPAR DEL INFIERNO.
El poder de Dios arranca de la esclavitud del pecado, pero el arrepentimiento debe llevar a la conversión.
Es decir, al deseo continuo de conocer, amar y pertenecer, cada vez más a Dios; buscando hacer siempre la Voluntad Divina.
Y el Reino de Dios llega al corazón que acepta la Ley que vino de los Cielos a través del Evangelio de Jesús, porque al practicarla el hombre se convierte en ciudadano del Reino.
LA CONVERSIÓN DEBE VIVIRSE TODOS LOS DIAS.
Para el cristiano, convertirse significa despertarse cada día, con el deseo ferviente de ser mejor que el día anterior,
de pertenecer más a Dios y amarle cada vez más, limando las imperfecciones.
Tratando de conquistar con el heroísmo y la voluntad, estratos más elevados de la perfección.
Conquistando la salvación con todas las potencias y poniendo en juego todos los dones recibidos de la Gracia de Dios.
LA RESURRECCIÓN MORAL Y ESPIRITUAL.
La salvación se encuentra en el Evangelio.
Aceptando todas sus verdades espirituales, practicando una auténtica caridad.
No se puede conciliar el Reino de Dios, con el Reino de Satanás.
No es posible dar gusto al mismo tiempo a la carne y al espíritu.
ES INDISPENSABLE EL ESCOGER.
Él se ha dado a Sí Mismo dejando el seno del Padre, para hablar a los hombres.
Se ha humillado Él, Dios; a morir como un malhechor, para lavar nuestro corazón y volverlo capaz de acoger a Dios.
Él ha dado el Paráclito para que fuese Maestro en el conocimiento de su Doctrina de Caridad, pureza, bondad, humildad.
JESÚS LLAMA:
“¡Venid! Mis brazos están abiertos. Mi boca tiene besos de perdón y mi Corazón tiene Tesoros de Amor. Dejad las riquezas injustas y venid a Mí, Soy la Riqueza Verdadera.
Dejad los goces indignos y venid a Mí, Gozo Verdadero. Yo Soy el Dios de la Paz. Todo Dolor en Mí se calma. Todo peso se vuelve ligero.
Venid. Dejad aquello que mata y que muere. Aquello que hace daño. Aquello que quiere el Mal. Ayudadme a rechazar al infierno en el Infierno y a abriros el Cielo.
Venid a Mí que os amo. Ayudadme con vuestra voluntad. La quiero para actuar. No porque yo la necesite, sino porque es necesaria para vosotros, para merecer el Reino.
Yo puedo darles todo si venís a mi Corazón y no de manera humana, sino sobrehumana, eterna, inefablemente dulce.
No les digo que no conoceréis el Dolor, lo he conocido Yo que Soy Dios.
Pero les digo:
tu dolor se volverá suave si lo sufres sobre mi Corazón. Todo dolor en Mí se calma”
El llamado a la conversión, es el llamado a la Vida, a la resurrección del espíritu.
Y esto solo puede suceder aquí en la Tierra, en este momento, mediante un milagro de gracia.
Solo aquí, en nuestro único día.
La respuesta la tenemos nosotros con nuestra voluntad.
EL QUE LO AMA DE VERDAD Y QUIERE AMARLO SIEMPRE MÁS
SE LIBERA DE LAS CADENAS DEL ERROR Y DEL PECADO Y LE DA EL ‘SÍ’.
HAY QUE DAR EL PRIMER PASO Y DECIR A JESÚS: ‘SEÑOR. VENGO A TI.’
Y A SATANÁS: ‘ALÉJATE DE MÍ. YO NO TE PERTENEZCO’.
PREPARACIÓN A LA MUERTE
La muerte es inevitable. Entró en el mundo como consecuencia inmediata del Pecado. Nadie ama la muerte, sobretodo sí es dolorosa, sí es prematura e inmerecida. Nadie la ama.
Y sin embargo, todos debemos morir. Por eso se debe mirar a la muerte con la misma serenidad, con que se mira todo lo que debe terminar.
Si pedimos a Dios poder amarla, avanzaremos velozmente en el camino de la perfección.
Dios desea estar con sus creaturas y las creaturas debieran desear estar con Él.
La contemplación de la Muerte es Escuela de Vida.
Si vivimos con santidad, la muerte se convierte en esto:
Separación temporal del cuerpo, del espíritu, para después resucitar triunfalmente para siempre, reunidos y felices en Dios.
Todos nacemos desnudos. Todos morimos y somos destinados a la corrupción.
Como se nace, reyes o pordioseros, así se muere. Es solo la envoltura superficial de lo ostentoso, lo que permite una diferencia entre uno y otro.
Pero lo esencial, el ser humano, no deja de ser carne muerta.
Despojos cuyo destino final es la destrucción. No es así lo incorruptible: el alma.
EN LA HORA DE LA MUERTE
La Cruz de la muerte es la última cruz del hombre y tiene dos brazos. Uno es la Cruz de Jesús y el otro el nombre de María.
Entonces la muerte sucede en la paz de los liberados también de la cercanía de Satanás, porque estas son las dos cosas que el maldito no soporta.
Todos vamos a morir y esto nunca hay que olvidarlo, si queremos salir victoriosos de la extrema insidia que nos odia infinitamente.
El grito que salva porque nunca se le invoca inútilmente, es el Nombre de Jesús.
El vela en espera de ser llamado y acude pronto, pues ante el Nombre de Jesús, tiemblan de alegría los Cielos y de terror los Abismos.
Y SE OBRAN LOS MILAGROS…
Sólo los hijos desamorados e imprudentes esperan el último momento, para llamarlo.
Satanás vela para apoderarse de las almas, como un ladrón que ataca de repente.
El mundo está lleno de muertes repentinas y es uno de los productos de nuestra manera de existir.
Hemos multiplicado los placeres y la muerte. El saber y la muerte.
Hay que luchar para que el sol quemante de nuestra carnalidad, no nos vuelva irreconocibles a los ojos de Dios y repelentes ante Él.
Hay que vencer, pidiéndole a Dios que nos ayude en nuestra voluntad de ser buenos y con un ferviente deseo de complacerlo. A Él le basta con esto.
Quién hace esto, hace todo. Porque Dios es nuestro refugio contra Satanás que trata de impedírnoslo.
Por eso hay que arder en el amor de Dios. El pecado nos ha enfermado.
Jesús vino por los enfermos y los pecadores.
Las fiebres pueden conocer sus caricias. Nuestros sudores, su Sudario. Nuestras agonías, sus brazos para sostenernos. Nuestras angustias, su Palabra.
Y la carne, fiera enloquecida; cuando se pierde se encuentra la Vida.
Los que están enfermos por haber traicionado la Ley de Dios y servido a la carne, pueden encontrar alivio, Jesús no se cansa de salvar.
Él es el único que sufre y vela con nosotros. Sonríe a nuestras esperanzas y en canto el Padre lo quiere, las convierte en realidad.
Para los que tienen el decreto de muerte, Él toma a los que tiemblan frente al Misterio de la Muerte y que lo llaman.
Él trasforma las tinieblas en Luz, el dolor en alegría y nos toma de la mano.
Él conoce la muerte. La ha conocido antes que nosotros.
Él sabe que es solo un instante y que Dios aturde los sentidos sobrenaturalmente, para no dejar al alma sola en la lucha extrema.
Hay que confiar y mirarlo solo a Él.
Y cuando Él está con nosotros y su Amor y su Sangre nos cubren, ya no hay miedo para el encuentro con Dios.
Y así se gana el Combate Final.
VIVIR MURIENDO
El que quiere vivir por el espíritu y quiere llevar a otros a que vivan la misma vida, debe posponer la carne; casi matarla, para cuidar solo del espíritu.
El hombre debe pasar por una autogénesis a una segunda creación. Volver a crearse y hacer que el espíritu reine hasta llegar a la perfección.
Por eso hay que llorar por las culpas, pero ¡Hay que levantarse!
No siendo muertos vivos y formar parte en el futuro, de los eternos condenados.
El amor es el factor más potente que Jesús nos da en anticipo, para estimular un cambio.
El hombre es como un niño que aprende a hacerse adulto e independiente de la ayuda de otros, precisamente como lo necesita un incapaz que debe ser ayudado en todo;
para crecer, nutrirse caminar y lo auxilia el que ya está formado, habiendo alcanzado la edad perfecta en el cuerpo, en el intelecto, en el espíritu.
Y Jesús hace de ‘madre’ para hacer del hombre ‘infante espiritual’, un adulto de la estirpe selecta, un regio sacerdote, una hostia viviente, que continuamente se ofrece a Dios como Cristo, con Cristo, por Cristo,
a fin de continuar el Sacrificio Perpetuo que se ha iniciado con Cristo y que terminará hasta el Fin de los Siglos.
Y la leche que nos nutre, es su Caridad.
Verdaderamente los hombres han sido redimidos por el Amor, antes que por la Sangre y que la Muerte del Hijo de Dios.
Y es su Amor el que da la madurez necesaria, para que el alma aprenda a ser vino y hostia, consagrados a su Amor.
El hombre es un ser que solo delante del holocausto, se rinde. Jesús obtuvo su triunfo, después de la Muerte.
Y lo mismo es para sus discípulos.
Para ser harina de hostias, es necesario saberse despojar de todas las impurezas por el Amor.
Ninguna otra cosa como el Amor, es absoluta en operar esta depuración de la personalidad, para volverla apta para vivir en el Cielo.
Pero después de tanto dolor, toda la amargura que se vive por amor a nuestro Rey, la encontraremos convertida en dulzura.
Todas las heridas con las que seamos afligidos, serán gemas eternas. ¡Todo el dolor será júbilo!
El tiempo pasa y todo instante pasa. Solo queda Dios y con Él, su Eternidad.
Cuando se piensa en esto, se anhela el Dolor como el aire para respirar.
La uva es más dulce, cuanto más madura es y más madura es, cuanto más sol agarra.
El dueño de la viña no cosecha su uva para hacerla vino, si no está bien madurada.
Y para que madure. La poda de modo que el sol pueda descender y circular entre racimo y racimo.
Y hacer de los granillos ásperos y verdes, otras tantas perlas de líquido azucarado.
En el otoño, después de tanto sol y tanta podadura, las uvas están bellas y útiles al hombre.
Dios es el Sol y las almas-víctimas, la viña donde debe formar el Vino Eterno.
Dios es el Sol y el Viñador.
Las circunda y las inunda con sus rayos.
Y los mortifica para que sean verdaderos sarmientos cargados de fruta y no vanos zarcillos que no sirven a nadie.
Es necesario que el Sol y el Viñador los trabajen a su completo placer en las almas.
Y ellas deben imitar a los racimos que no hacen voces de protesta, ni hacen resistencia al Sol y al Viñador.
Sino al contrario, se dejan abrir para recibir los rayos cálidos.
Se dejan medicar con líquidos apropiados.
Se dejan acomodar sin reacción alguna. Y así se hacen siempre más grandes y dulces.
Un verdadero prodigio de jugos y de belleza.
También las almas deben desear el sol y la obra del Eterno Viñador,
cuanto más se acerca para ellas la hora de la Divina Vendimia.
No están destinadas al Místico Lagar, los racimos reacios y enfermos que no han querido volverse maduros, sanos y dulces.
Y que se han escondido, para no ser curados.
Los que son dignos de la Vendimia, son los racimos que no han tenido miedo de ser podados y medicados.
Y que dócilmente se han sacrificado en sus gustos por Dios.
Cuando la Vendimia se avecina, las almas-víctimas deben aumentar sus esfuerzos, para absorber cuanto más puedan de Dios.
ÉL LOS CONVERTIRÁ EN LICOR DE VIDA ETERNA.
Deben secundar su generosidad, para secundar las Obras de Jesús.
Él quiere hacer de ellos, racimos dignos de ser puestos a los pies del Trono de Dios.
ALMAS – VÍCTIMAS.
Los CORREDENTORES tienen el deber de salvar primeramente a sus familias.
Y Jesús tiene con ellos los mismos cuidados que el Viñador tiene con las plantas haraganas.
Aunque ahora no sepan darnos las gracias, cuando lleguen a la Vida las darán,
porque la Luz les ilumina horizontes que su humanidad les vela.
Y con éstas promesas no hay que llorar, sino continuar orando, llorando y sufriendo por ellos,
en los brazos de Jesús que son más dulces que aquellos de todas las madres.
Jesús nos devolverá los seres que hemos amado, en un Reino donde la triste muerte de la Tierra no tiene acceso y donde la horrible muerte del espíritu, ya no es posible.
Las promesas de Jesús secan las lágrimas, cuando desciende esta esperanza que es Fe y bendición.
La separación es penosa, pero cuando sabemos que no es total, el dolor disminuye.
Vivir muriendo, es morir amando.
Y morir amando es seguir el camino de la Cruz.
Es amar el Calvario, el Dolor, el Sacrificio, hasta el martirio Total.
MORIR AMANDO
Amar Es morir. Amar totalmente, es morir totalmente.
Para el que ama, la muerte deja de ser Destrucción para volverse Construcción.
El que muere construye, reedifica.
El que ama se dona totalmente, con una generosidad absoluta; porque lo único que desea, es la felicidad del ser amado y su completo bienestar.
PARA EL ALMA-VÍCTIMA QUE LLEGA A AMAR A DIOS CON UN AMOR TOTAL,
LA MUERTE ES LA OFRENDA CON LA CUAL AGRADECE TODOS LOS DONES RECIBIDOS
de Aquel que murió por ella primero y obtener la sonrisa y el beso de Jesús, es la máxima de las recompensas.
El Amor fue el sacerdote del Calvario.
El Amor es el sacerdote del místico altar donde se realiza la inmolación total, para morir por el Dios Único y Trino,
al cual ha llegado a amar de tal forma, que la muerte no solo ha perdido su horror, sino que se ha convertido en una imperiosa necesidad, con la cual puede abrazar a su Dios,
al probarle de esta manera, como Él es más importante que su propia vida y no puede ahogar el grito de su corazón, que clama jubiloso en una triple oblación.
Morir amando es una gloria que solo puede comprender el que la prueba.
Morir amando es rendir el Verdadero Culto a Dios.
Morir amando solo se puede gozar cuando se ha aprendido la Ciencia de la Muerte y una dulzura inefable envuelve las palabras:
“Sacrifícame Señor mío y Dios mío, porque te adoro sobre todas las cosas…”
El Amor de Dios, el hombre lo rechaza con desprecio y en los tiempos actuales, el Amor Vilipendiado de Dios, por Justicia y Respeto de su Perfección, no puede soportar más las afrentas.
Dios llama una y otra vez por todos los medios, pidiendo que se abran los corazones a su Amor Intensísimo y que se hagan víctimas, aceptando ser consumidos, para darle alivio al Amor.
Advierte que es la hoguera de un holocausto lo que ofrece;
pero que NO HUYAN de él, los que no se han vendido a Satanás.
NINGUNO, por más pequeño y mezquino que sea por su estado de pecado debe creerse rechazado por Él.
Eso es Misericordia.
Y de las almas más miserables, puede y quiere hacer, estrellas fulgidísimas para su Cielo.
“YO TE AMO TAL COMO ERES, EN ESTE MOMENTO.”
No importa los pecados que hayas cometido. Ya los he pagado Yo en la Cruz. En Ella y con los brazos abiertos, te estoy diciendo cuanto te amo.
Te estoy esperando. Arrepiéntete y conviértete. SOY TU PADRE Y TE AMO.
Quiero darte consuelo y alivio. Venid a Mí, todos. Pobres, manchados, débiles y los haré reyes. Dadme vuestra miseria, Yo la cubriré con mi Grandeza.
Dadme vuestras tinieblas y Yo os daré mi Luz. Vuestras imperfecciones y Yo os daré mi Perfección. Vuestro egoísmo y Yo lo cubriré con mi Bondad.
¡Venid! Entrad en mi Amor y dejadlo entrar en vosotros.
Soy el Pastor que se fatiga hasta la muerte por la oveja perdida y por ella Yo he dado mi Sangre.
¡Oh, mis corderitos! No teman si muchos harapos y manchas hay en vuestros vestidos y heridas en vuestra alma.
Abrid solo el corazón y aspirad mi Amor.
Seréis justos para con Dios y para con vosotros mismos, porque daréis consuelo a Dios y a vosotros, salvación.
¡Venid! Generosos que me amáis ya. Arrastrando a los hermanos que titubean todavía.
Si en todos pido que me permitan entrar,
es para dar alivio al Amor Rechazado.
A vosotras amadísimas almas-víctimas, pido de daros totalmente a Mí.
Seréis destruidos sobre la Tierra por mi Amor vehemente, pero recreados de una gloria tan alta, como ustedes no lo pueden concebir.
¡QUÉ FULGOR TENDRÁN LAS ALMAS QUE ACOGIERON EL AMOR DE DIOS,
HASTA SER CONSUMIDAS POR ÉL!
Tendrán el Fulgor mismo de mi Amor que quedará en ellas:
LA CIENCIA DE LA MUERTE 1
En el Cenáculo hay unos grandes salones anexos al triclinium principal, que es donde se celebra la Eucaristía y en uno de ellos, están reunidas más de trescientas personas que han sido convocadas por el trabajo apostólico de todos los discípulos de Jesucristo.
Son personas de todas las edades, estratos sociales y razas. De hecho, son personas que sólo podrían accesar al Patio de los Gentiles, en el Templo de Jerusalén.
Mannaém, ungido por el Espíritu Santo y ordenado sacerdote por Pedro de acuerdo a los carismas recibidos, es el maestro elegido por Dios para instruir a los nuevos catecúmenos cristianos.
Muy poco queda del antiguo y regio hermano de Herodes.
Ahora es un maestro cristiano, humilde, amoroso y sencillo; al que escuchan con mucha atención los nuevos catecúmenos cristianos, que anhelan recibir las enseñanzas de su nueva religión.
Mannaém ungido por el Espíritu Santo, habla con poder y convicción:
El Misterio de la Muerte
Dios creó todo, pero la Muerte, no es obra suya. Dios no creó la Muerte. Ha sido generada por los esponsales humanos con Satanás.
Adán la generó, antes de generar a su hijo, cuando débil ante la debilidad de la Mujer pecó seducido por ella, bajo el silbido de la Serpiente y las lágrimas de los ángeles.
Pero la pequeña muerte no es un gran mal, cuando con ella cae como una hoja que ha terminado su ciclo, la carne. Al contrario, es un bien porque nos regresa a nuestro Origen, en donde un Padre nos Espera…
Y así como no ha hecho la muerte de la carne, Dios tampoco ha hecho la muerte del espíritu.
Al contrario, él mandó al Resucitador Eterno, a su Hijo Jesucristo a darnos la Vida, a los que estábamos muertos.
El milagro de Lázaro, del joven de Naím y de la hija de Jairo, fueron milagros de la pequeña muerte.
De Magdalena, Zaqueo, Dimas, etc. Todos muertos en el espíritu, Jesús hizo vivos en el Señor.
La muerte da gloria a Dios, cuando es aceptada y sufrida con santidad.
La muerte es una voluntad de Dios que se cumple, también aunque el ejecutor de ella, sea un hombre feroz que se ha vuelto árbitro de los destinos de los demás.
Y por su adhesión a Satanás, se convierte en instrumento para atormentar a sus iguales, asesinando a los mismos y siendo maldito por Dios.
La muerte es siempre la extrema obediencia a Dios, que amenazó con la muerte al hombre por su pecado. La muerte del cuerpo, es liberación del espíritu.
Nuestra vida en la Tierra no es más que una gestación para nacer a la Luz, a la Vida.
Muchos miran con horror la fosa sepulcro oscuro, donde el cuerpo que se ama con idolatría, vuelve a la verdad de su origen: Lodo.
Fango del cual se suelta una flama, una luz: EL ALMA.
Qué es lo que hace valioso al cuerpo con el espíritu, que es manifestación de Dios y ante el cual la carne es una nada despreciable.
El hombre cuida mucho de los derechos de la carne que es perecedera y mortal.
Y que solo cuando es tenida como esclava del espíritu y no dueña del espíritu, puede convertirse a su debido tiempo en regia habitante del Reino de los Cielos.
La pequeña muerte es la que nos saca de la tierra y libera nuestro espíritu de la carne.
La gran Muerte es la que mata lo inmortal: el espíritu.
De la primera se resucita. De la segunda NO se resucita en la Eternidad. Se estará para siempre separado de la Vida, porque Dios es nuestra vida.
Los animales obedeciendo la orden de los instintos saben regularse en la comida, en los connubios, en el escogerse las madrigueras.
Y el hombre con sus continuas desobediencias en el orden natural y sobrenatural, muchas veces se da la primera y la segunda muerte;
con abusos en sus placeres y en sus vicios, matando también su carne; al manejarlos como si fueran armas esgrimidas en un loco frenesí de autodestrucción, matando su alma.
Buscan la muerte con los errores de la vida. Y la perdición con las obras de sus manos.
Siempre es justa la hora de la muerte, porque es dada por Dios. Él es el Dueño de la vida y de la muerte.
Y si no son de Él ciertos medios de muerte usados por el hombre por instigación demoníaca;
son siempre de Él, las sentencias de muerte dadas por Él, para quitar a un alma de un tormento terreno demasiado atroz o para impedir mayores culpas a aquella alma.
La muerte es siempre un calvario, grande o pequeño, pero siempre calvario.
Aunque las apariencias indiquen lo contrario. Porque es proporcionada por Dios, a las fuerzas de cada uno de sus hijos.
Fuerzas que Dios aumenta a medida que la muerte que ha destinado para su creatura, es cumplida santamente.
Cuando la hora de la reunión con Dios está más próxima, es más necesario aumentar la Fe, porque en la hora de la muerte Satanás nunca se cansa de perturbar con sus trampas:
Es astuto, feroz, lisonjero y con sonrisas, con cantos, con engaños, aparentes caricias de sus garras, tratando de hipnotizar con silbidos repentinos con los que siempre ha buscado doblegarnos;
aumenta sus operaciones para arrancarnos del Cielo.
Y es precisamente en esta hora cuando debemos abrazarnos de la Cruz, para que las olas del último huracán satánico no nos sumerjan.
Después viene la Paz Eterna. Hay que tener ánimo.
La Cruz es la fuerza en la Hora de la Muerte.
El justo no le teme a la muerte, porque sabe que al obrar el bien tiene la sonrisa de Dios.
Para los impíos la muerte es pavorosa. Tienen miedo. Y más miedo todavía cuando sienten que no han actuado bien o lo han hecho mal del todo.
La boca mentirosa del hombre trata de engañarse a sí mismo, para consolarse y engañar a los demás. ‘Yo he actuado bien’
Pero la conciencia, que está como un espejo de dos caras bajo su rostro y el Rostro de Dios; acusa al hombre de no haber obrado bien y de no obrar para nada bien como lo proclama.
Y es entonces cuando un gran miedo los molesta: el miedo del Juicio de Aquel que todo lo conoce.
Y aquí la gran pregunta: ¿Por qué si se le teme tanto como a Juez, no evitan el tenerlo como tal?
¿Por qué lo rechazan como salvador y no lo aceptan como Padre?
¿Por qué si lo temen, no actúan obedeciendo sus Mandatos y no lo saben escuchar con voz de Padre que guía, hora por hora con mano de amor?
Si al menos lo obedecieran cuando habla con voz de Rey. Sería obediencia menos premiada, porque es menos dulce a su corazón. ¡Pero sería obediencia!
Entonces, ¿Por qué no lo hacen y sin embargo le tienen pavor a la muerte?
La muerte no se evita y son felices los que llegan a ella vestidos de amor, al encuentro de Aquel que los espera.
Temen a la muerte aquellos que no conocen el amor y que no tienen la conciencia tranquila. Éstos, cuando por enfermedad, por edad o por cualquier otro motivo, se sienten amenazados por la muerte; se asustan, se afligen o se rebelan.
Intentan por todos los medios y con todas sus fuerzas, escapar de ella.
Inútilmente, porque cuando la hora ha sido señalada, ninguna cautela vale para desviar la muerte.
La muerte de los inocentes que mueren sin rencor, es bella como un martirio.
Y como no tienen la mancha del odio, también son víctimas que Dios toma como hostias. Son las flores de hoy, cortadas por el Enemigo de Dios que busca destruir a sus hijos.
Y por el Odio desencadenado con todas sus fuerzas en el fragor del Infierno de la violencia en su máximo esplendor.
No solamente la muerte del pecador es horrible, sino también su vida.
No hay que ilusionarse sobre su aspecto exterior, es un maquillaje. Un barniz para cubrir la verdad.
Porque una hora; solamente una hora de la paz del justo, es incalculablemente más rica en felicidad, que ni la más larga vida de pecado.
Las apariencias indican lo contrario.
Y así como a los ojos del mundo no aparecen la riqueza y la alegría de los santos; así también se esconde el abismo de inquietud y de insatisfacción que hay en el corazón del injusto.
Y del que como cráter de un volcán en erupción vomita vapores acres, corrosivos y venenosos; que intoxican a los desventurados, cada vez más.
Tratan de sofocar la inquietud buscando darse todas las satisfacciones que apetecen en su ánimo extraviado y por lo mismo satisfacciones de maldad, porque están fermentados en ella.
Los pecadores obstinados e impenitentes, llegan a la perfección del mal y su muerte es un horror que los hace estallar en la otra vida, porque los sumerge en un horror mucho más grande.
LA GRAN MUERTE.
El alma tiene derecho a la Vida Verdadera.
El alma muere cuando se la mantiene separada de Dios. Hay que nutrirla lo más posible con la Palabra de Dios.
Y solo así saturados de Él, todos los días tendremos vitalidad espiritual, para vencer todas las asechanzas y todas las tentaciones.
La muerte del espíritu se puede constatar a la medida que se pierde la noción del Bien y del Mal.
El alma que se ha sumergido en la impenitencia final, es incapaz de sentir ni siquiera remordimientos y se vuelve insensible al daño causado al prójimo.
La falta de remordimiento es la señal de su decadencia espiritual.
El espíritu está muerto cuando no se tiene la gracia vivificante del Espíritu Santo.
Un espíritu muerto, comunica su muerte al alma y de la misma manera que un espíritu vivo, trasmite su vida al alma.
Como la sangre trasmite la vida al cuerpo, así el espíritu proporciona la vida al alma.
¡Hay que vivir! Sólo entonces la muerte no será un fin, sino un principio. Un principio de alegría sin medida.
El espíritu es el señor de nuestro ser y cuando está muerto es un esclavo.
Y ésta será la culpa de la que responderemos.
El hecho de que el hombre lo atropelle y lo mate, no le cambia su característica de señor de nuestro ser.
EL QUE DEJA QUE EL ENEMIGO MATE SU ESPÍRITU
SE CONVIERTE EN CÓMPLICE DEL DELITO DE DEICIDIO.
Porque a los ojos de Dios, el espíritu es la parte selecta que Él Mismo dio al hombre y permite a Dios convertirnos en Templos Vivos e hijos suyos.
El espíritu es el que volverá a animar la carne, en la hora del Último Juicio.
Resurrección gloriosa del espíritu vivo o tremenda realidad, para merecer la Segunda Muerte.
Dios no quiere moradas hechas por mano de hombre.
Él quiere los templos que Él hizo con sus propias Manos.
Templos de sangre y de alma.
Templos que la Sangre de Jesús ha revestido de Púrpura Inmortal, Purificando sus preciosos altares.
ESTO ES LO QUE ÉL QUIERE, PARA RECONCILIARSE CON EL HOMBRE.
Las tentaciones son inevitables, pero ellas por sí solas no hacen daño. Son malas cuando cedemos a ellas.
Nunca serán más fuertes que nosotros, porque el Padre siempre da fuerzas superiores a quién quiere permanecer en el Bién.
El Mal está, cuando deseamos ceder al mal y es entonces cuando nosotros mismos saboteamos las fuerzas de Dios con una voluntad perversa, al abandonarnos al beso de la Tentación.
Cuando procedemos así, sometemos al alma a un trance de muerte y de un alma enferma o moribunda, salen aquellos sentimientos que causan asombro.
Y no debería.
En un cuerpo corrupto están los hedores de la muerte y en las almas corruptas, están las manifestaciones de Pecado.
Por eso hay que ser cristianos verdaderos y no de nombre o de palabra.
El signo de la Cruz debe ser grabado en las fibras vivas de nuestro corazón, no sobre frontones vacíos.
Hay que abrir el corazón al Amor.
Para el cristiano, la muerte ha sido destruida con la Muerte de Jesús.
Nuestras culpas han sido anuladas con su Sangre. En anticipo Él nos ha rescatado.
Y el espíritu que es impulsado por el Espíritu Santo, debe dar obediencia y agradecimiento a Dios por los dones del Espíritu Santo que auxilian al espíritu vivo en el que Él habita.
Y nos convierte en verdaderos hijos de Dios. Y por eso hay que imitar en todo a Cristo.
¿Hay sufrimiento? Hay que reflexionar en quién nos hace sufrir. Veremos que es el hombre.
Siempre está el nombre de un hombre (o una mujer) detrás de la causa de nuestro sufrimiento y solo Dios puede aliviarlo.
¿Nos sentimos débiles en el espíritu y mortificados por nuestras caídas?
EXAMINÉMONOS BIÉN.
¿Somos nosotros los que pusimos los medios y no huimos de nuestros tentadores?
En nuestra alma la culpa ha sido lavada por el Bautismo, pero han quedado los fomes.
Por eso debemos rechazar totalmente las tentaciones y buscar siempre la semejanza y la perfección, tal como lo ordenó el Mandato de Jesús.
Quién espontánea y premeditadamente mata su alma, termina casi siempre por matar también su cuerpo.
Violento contra su alma, se vuelve violento contra su carne.
Y la mata con sus vicios y termina suicidándose como Judas.
Quién sin premeditación mata su alma con el pecado mortal, pero poseyendo voluntad de vida, arrepentido busca regeneración y confía en la Misericordia,
No solo devolverá la vida a su espíritu, sino por la humillación de la caída, disminuirá en soberbia y crecerá en su amor por Dios.
LA CONVERSIÓN ES LA RESURRECCIÓN DEL ESPÍRITU
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
36.- EL PRECIO DEL PODER
El agua del río Nisava corre suavemente por su amplio cauce, hasta desembocar en el lago Ascanión que parece un espejo reflejando los bellos colores del atardecer. En su ribera hay un palacio, que tiene un embarcadero que da hacia un cuidado jardín, bordeado de altos sauces.
Una hermosa jovencita en cuyo rostro destacan unos expresivos ojos azules y que no tiene más de 16 años, atrapa una pelota que lanza con delicadeza hacia un pequeñín de dos años, con el que está jugando sobre el césped. Pero el niño se queda muy quieto y deja pasar de lado el juguete.
Ella le dice con dulzura:
– Tino… ¿Ya no quieres jugar?
El robusto niñito que la sigue de cerca, es muy parecido a ella y le contesta señalando hacia el extremo del jardín que limita con el borde del lago, mientras dice con cierta dificultad:
– Mami. El niño que tiene una ‘peliposa’ en la espalda, dice que me va a cuidar…
La joven lo mira asombrada, mientras digiere la información recibida…
Y con ese maravilloso instinto que tienen las madres para entender el idioma particular de sus hijos, comprende lo que trata de decirle su hijito: ‘Peliposa’ significa ‘Mariposa’
En el siguiente cuidadoso interrogatorio, averigua que lo que el niño le está informando es: que un joven que tiene un par de ‘alitas’ luminosas en la espalda y le sonríe con un encanto avasallador; también es un formidable guerrero que desde ahora lo está tomando bajo su cuidado y va a ser su amiguito.
La joven sonríe perpleja, mientras lo toma amorosa en sus brazos.
Se pregunta si será acaso un hada de los bosques, ya que su casa colinda con el bosque cercano…
Mientras recorre el sendero que lleva hacia el interior de la casa, un exquisito perfume muy parecido al incienso, la envuelve…
Más tarde, ella le contaría a su regocijado esposo el curioso incidente.
El joven Procónsul aceptó la inverosímil historia con una sonrisa de complacencia y el niño contestaría con su inocencia infantil a las preguntas curiosas de su padre.
Luego el gallardo militar lo tomó en sus brazos, ¡Cuánto lo amaba!…
Y dijo:
– Tal vez sean nuestros lares, que mandaron un espíritu protector. Porque a este niño lo he consagrado especialmente a Marte y será la gloria de nuestra familia…
Ella replicó:
– Mantengo una lámpara encendida a Juno y Minerva en nuestro lararium para que los dioses nos protejan siempre. Pero yo no he visto nunca un hada y no sé como son.
– Yo los vi una vez en las Saturnales y pienso que mi pequeño Aurelio es lo que vio. Elena eso significa que será grande; porque en su espíritu, ya puede vislumbrar el mundo de los dioses… ¿No crees?
– Constancio yo no he sido favorecida con ese privilegio y me temo que soy una ignorante en esas cuestiones. Mis padres sólo me enseñaron lo que una esposa virtuosa debe saber. Pero mi amor, pienso como tú y espero que los dioses sigan bendiciendo nuestro hogar… Es además lógico, pues nuestra ciudad es precisamente el reino de las ninfas.
Y Elena contempló feliz el cuadro que forman padre e hijo jugando, antes de irse a dormir.
Después, poco antes de que el niño cumpliera cuatro años de edad, fue salvado de ser arrastrado por la corriente del río Nisava, cuando el pequeñín se resbaló en la orilla. El invisible guardián lo levantó en el aire y lo depositó sano y salvo junto a una aterrorizada y joven madre, a la que el pequeño se le había escapado corriendo.
Helena vio el prodigio y dio las gracias al invisible guardián. Pero tampoco en esta ocasión pudo constatar cómo es; salvo por la descripción proporcionada por su hijo…
Él le dijo que es un formidable guerrero que viste de blanco y tiene unas poderosas alas luminosas y una espada como no hay otra igual.
Naissus (Lugar de las ninfas) es la tercera ciudad más grande de Serbia, en Yugoslavia. Es un lugar estratégico donde se ha desarrollado un importante centro mercantil y militar. Está situada sobre una cuenca muy fértil junto al lago Ascanion y ubicada en el cruce de caminos de los Balcanes que conecta el Asia Menor con Europa.
Rodeada por una cadena de colinas al norte y al sur, es una auténtica fortaleza. Un bastión que ha puesto a salvo al imperio romano de las invasiones góticas.
Constancio que se distinguido tanto por su habilidad militar, como por su competente gobierno en Dalmacia, es el Gobernador.
Constantino ha cumplido ya dieciséis años, adora a su padre y ha pasado la mayor parte de su infancia en los campamentos militares romanos acompañándolo y aprendiendo de él a ser un valiente soldado y un hombre con objetivos muy claros y definidos…
Y por la tarde de un verano que languidece, por la verde campiña el hermoso corcel blanco galopa veloz.
El viento suave despeina los cabellos rubios y acaricia la cara del joven que lo monta. Sus enormes ojos zarcos, idénticos a los de su padre, se iluminan con el recuerdo de este día maravilloso.
En el campo Marte sacó el primer lugar en estrategias militares y ganó el primer premio en tiro al blanco. Cuando deje la pretexta será un soldado formidable y en cuanto se entere su padre, estará muy orgulloso de él. También obtuvo la excelencia casi en todas las diferentes disciplinas académicas.
Cuando llega a casa, se dirige directamente al establo y bajando del caballo, al mozo encargado de las caballerizas le dice alegremente:
– Centella es un corcel muy noble. Se merece doble ración de avena. Cepíllalo y descánsalo.
El hombre respondió:
– Sí amo. También le daremos zanahorias. Le encantan.
El joven se interna en la casa canturreando feliz. Atraviesa el segundo peristilo y avanza por la galería hasta el cubículo principal.
Cuando está a punto de entrar, se detiene en seco… Al oír la voz angustiada de su madre…
Elena dice:
– ¿De qué sirve que yo me oponga? Si ya lo decidiste, de todas maneras lo harás… No me dejas ninguna alternativa.
Constancio es el hombre de confianza del emperador Maximiano y éste le ha pedido que colabore en el gobierno y la administración del Imperio de Occidente. Le ha ofrecido el trono imperial y la adopción…
Con la condición de que se divorcie de su esposa y se case con su hijastra Teodora; único medio que existe para el imprescindible parentesco entre los Augustos y sus Césares.
¡El precio es completamente inaudito! Aunque se siente conmocionado en su interior; la ambición de la gloria prevalece y no obstante que siente un profundo amor por su esposa Elena, le ha sido imposible resistirse a la regia propuesta…
Pues piensa que así podrá regir el destino de Roma con su primogénito: el hijo al que ama con predilección y que quedará en un primer lugar directo en la línea de sucesión.
Apuñalando su propio corazón por desprenderse de la mujer que más ama…
Constancio responde implacable:
– Celebro que seas tan comprensiva, Elena. Tienes razón: no tienes alternativa. Acompáñame mañana con el Pretor y firmaremos el divorcio por mutuo consentimiento.
Elena trata de objetar:
– Pero Constantino…
Constancio la interrumpe con autoridad:
– El se vendrá conmigo y será mejor que no discutas. Yo sé lo que nuestro hijo necesita y ya tengo planificado el mejor futuro para él… -Luego dice con un dejo de angustia- ¡Será emperador!… ¿Acaso no lo comprendes?
Elena replica llorando:
– Decías que me amabas y no tienes piedad. ¿Cómo puedes ser tan cruel? Estás matando mi corazón…
– Lo siento mucho Elena. Lo que hay en juego es demasiado valioso y no puedo dejar pasar esta oportunidad…
Constantino aprieta los puños y las lágrimas brotan ardientes.
En un instante, su felicidad se esfuma y un puñal se le clava en medio del corazón. Es incapaz de seguir escuchando…
El puño de su mano derecha, lo aprieta contra sus labios y ahoga un grito ronco que quiere escapar de su garganta.
Se retira rápidamente sin hacer ruido y se refugia en su cubiculum. El torbellino emocional que lo envuelve es caótico. Siente una enorme confusión… ¡Sus padres siempre se han amado mucho! ¿Qué diablos está sucediendo?…
Este ha sido un golpe tan fuerte, que el sufrimiento que lo estremece es insoportable… La impotencia y el enojo lo envuelven con un dolor que lo ahoga. Está conmocionado: ¡Divorcio…
¿Escuchó bien?… De lo único que está seguro, es que su padre habló como nunca antes lo había oído…
Flavio Julio Constancio tal como lo anunciara, al día siguiente repudia a Elena y los dos firman el divorcio. Y él se marcha a Milán llevándose a su hijo, el joven Flavio Aurelio Constantino.
Con el corazón destrozado, Elena ve partir a los dos más grandes amores de su vida. Y llorando amargamente, entra corriendo a la casa y se refugia en su cubículum…
Diecisiete años atrás…
En Daprasano Bitinia; en la Hacienda que tenían sus padres en un enorme huerto de olivos y de parras vitivinícolas que eran herencia de sus ancestros por varias generaciones, tenían una hostería.
Junto con ellos Elena atendía diligente, a los numerosos viajeros que transitaban por la zona. Laborando para mantener las dependencias limpias y la comida sabrosa y a punto. Era obsequiosa con sus huéspedes; siempre humilde, sencilla, recatada, sonriente y muy dulce en el trato.
El apuesto tribuno que llegó a comandar el ejército que estaba acantonado en la región: un general muy joven y valiente, de noble familia, de carácter suave y espíritu exquisito. Un hombre culto y refinado que tenía una tez tan clara, que le apodaban ‘Cloro’; se detuvo en la posada para almorzar. Conoció a la joven y quedó prendado de ella.
Elena está por cumplir trece años, tiene el cabello castaño y una hermosura impactante. Todos sus encantos estaban en auge, era como un capullo recién abierto. Cuando Constancio la miró por primera vez, quedó absolutamente cautivado. Pero su asombro no tuvo límites cuando al tratarla, pudo percibir la enorme riqueza de dones que la hacían más fascinante aún. Esta joven incomparable, poseía la auténtica aristocracia del alma: una inteligencia privilegiada y un corazón lleno de bondad.
La posada se convirtió en su lugar favorito para ir a comer. Con el tiempo y con el trato, él se enamoró perdidamente. Ella a su vez le correspondió igual y muy pronto, la pidió en matrimonio a sus padres.
Luego Constancio fue nombrado Procónsul y su vida transcurría en una felicidad casi perfecta.
Había sido un amor tan maravilloso y tan completo, que cuando tuvieron a su primogénito: Constantino.
Sus vidas eran tan plenas como si realmente estuvieran hechos para ser felices para siempre. Pero los cuentos de hadas son una cosa y la vida real otra. Ese entorno de ensueño ya no existe…
Aún no puede asimilar lo que ha sucedido. ¿En qué momento se desmoronó su mundo y su matrimonio? ¿Cuándo cambió su príncipe encantador? Fue poco tiempo después que fuera nombrado Prefecto de los Pretorianos.
Constancio se ha convertido en un desconocido, ¿Dónde está el hombre enamorado que le juró amor eterno y fue el esposo más cariñoso y gentil? Con profundo dolor debe reconocer que ya no existe… Va a casarse con una verdadera princesa. Ella ha sido relegada por un trono…
Lo que siente es peor que si hubiese quedado viuda, pues no tiene una tumba donde llorar y le han arrebatado a su amadísimo hijo…
A los treinta años, su hermosura privilegiada y su alma llena de virtudes fueron insuficientes para retener al hombre que ama con todo su corazón. Es una esposa repudiada y cambiada por otra mujer. Se ha quedado completamente sola, sin esposo y sin hijo…
Una oleada de dolor la envuelve y la ahoga…
Elena se dobla sobre sí misma y está a punto de derrumbarse al exclamar con angustia:
– ¡Oh, Dioses! ¡Cómo quisiera morir!…
Y en ese preciso instante, la cortina se abre y entra su aya Margarita:
– Elena, ha llegado un correo del palacio imperial. Trae una carta y viene con una decuria de pretorianos.
Ella se siente incapaz de reaccionar. Pero como no está muerta, aunque es lo único que desearía…
Ordena:
– Pásalos al tablinum. Enseguida voy.
Se lava la cara para borrar las huellas del llanto y se compone lo mejor que puede.
Cuando acude a recibirlos, el comandante le extiende una vitela lacrada y le dice:
– La Augusta Priscilla os manda sus saludos y tengo orden de escoltaros a Spalato.
Elena contesta automáticamente:
– Estoy a las órdenes de la emperatriz.
Luego rompe el sello y lee:
Querida Elena:
No te pregunto como estás porque lo imagino. Maximiano salió de aquí después de avisar a Dioclesiano que Constancio sería su César; por eso he enviado por ti. Por favor no desprecies mi invitación. No quiero que estés sola, Elena. En mí tienes a una hermana que te ama y desea ayudarte a pasar por este trance tan difícil. Te espero con anhelo para que juntas podamos enjugar tus lágrimas. No necesitas nada, por favor vente como estás. Aquí encontrarás todo lo que requieres. Adiós.
Priscilla.
Elena piensa:
– ‘Tal vez Minerva ha tenido compasión y ha movido a la augusta para socorrerme…’
HERMANO EN CRISTO JESÚS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
36.- EL PRECIO DEL PODER
El agua del río Nisava corre suavemente por su amplio cauce, hasta desembocar en el lago Ascanión que parece un espejo reflejando los bellos colores del atardecer. En su ribera hay un palacio, que tiene un embarcadero que da hacia un cuidado jardín, bordeado de altos sauces.
Una hermosa jovencita en cuyo rostro destacan unos expresivos ojos azules y que no tiene más de 16 años, atrapa una pelota que lanza con delicadeza hacia un pequeñín de dos años, con el que está jugando sobre el césped. Pero el niño se queda muy quieto y deja pasar de lado el juguete.
Ella le dice con dulzura:
– Tino… ¿Ya no quieres jugar?
El robusto niñito que la sigue de cerca, es muy parecido a ella y le contesta señalando hacia el extremo del jardín que limita con el borde del lago, mientras dice con cierta dificultad:
– Mami. El niño que tiene una ‘peliposa’ en la espalda, dice que me va a cuidar…
La joven lo mira asombrada, mientras digiere la información recibida…
Y con ese maravilloso instinto que tienen las madres para entender el idioma particular de sus hijos, comprende lo que trata de decirle su hijito: ‘Peliposa’ significa ‘Mariposa’
En el siguiente cuidadoso interrogatorio, averigua que lo que el niño le está informando es: que un joven que tiene un par de ‘alitas’ luminosas en la espalda y le sonríe con un encanto avasallador; también es un formidable guerrero que desde ahora lo está tomando bajo su cuidado y va a ser su amiguito.
La joven sonríe perpleja, mientras lo toma amorosa en sus brazos.
Se pregunta si será acaso un hada de los bosques, ya que su casa colinda con el bosque cercano…
Mientras recorre el sendero que lleva hacia el interior de la casa, un exquisito perfume muy parecido al incienso, la envuelve…
Más tarde, ella le contaría a su regocijado esposo el curioso incidente.
El joven Procónsul aceptó la inverosímil historia con una sonrisa de complacencia y el niño contestaría con su inocencia infantil a las preguntas curiosas de su padre.
Luego el gallardo militar lo tomó en sus brazos, ¡Cuánto lo amaba!…
Y dijo:
– Tal vez sean nuestros lares, que mandaron un espíritu protector. Porque a este niño lo he consagrado especialmente a Marte y será la gloria de nuestra familia…
Ella replicó:
– Mantengo una lámpara encendida a Juno y Minerva en nuestro lararium para que los dioses nos protejan siempre. Pero yo no he visto nunca un hada y no sé como son.
– Yo los vi una vez en las Saturnales y pienso que mi pequeño Aurelio es lo que vio. Elena eso significa que será grande; porque en su espíritu, ya puede vislumbrar el mundo de los dioses… ¿No crees?
– Constancio yo no he sido favorecida con ese privilegio y me temo que soy una ignorante en esas cuestiones. Mis padres sólo me enseñaron lo que una esposa virtuosa debe saber. Pero mi amor, pienso como tú y espero que los dioses sigan bendiciendo nuestro hogar… Es además lógico, pues nuestra ciudad es precisamente el reino de las ninfas.
Y Elena contempló feliz el cuadro que forman padre e hijo jugando, antes de irse a dormir.
Después, poco antes de que el niño cumpliera cuatro años de edad, fue salvado de ser arrastrado por la corriente del río Nisava, cuando el pequeñín se resbaló en la orilla. El invisible guardián lo levantó en el aire y lo depositó sano y salvo junto a una aterrorizada y joven madre, a la que el pequeño se le había escapado corriendo.
Helena vio el prodigio y dio las gracias al invisible guardián. Pero tampoco en esta ocasión pudo constatar cómo es; salvo por la descripción proporcionada por su hijo…
Él le dijo que es un formidable guerrero que viste de blanco y tiene unas poderosas alas luminosas y una espada como no hay otra igual.
Naissus (Lugar de las ninfas) es la tercera ciudad más grande de Serbia, en Yugoslavia. Es un lugar estratégico donde se ha desarrollado un importante centro mercantil y militar. Está situada sobre una cuenca muy fértil junto al lago Ascanion y ubicada en el cruce de caminos de los Balcanes que conecta el Asia Menor con Europa.
Rodeada por una cadena de colinas al norte y al sur, es una auténtica fortaleza. Un bastión que ha puesto a salvo al imperio romano de las invasiones góticas.
Constancio que se distinguido tanto por su habilidad militar, como por su competente gobierno en Dalmacia, es el Gobernador.
Constantino ha cumplido ya dieciséis años, adora a su padre y ha pasado la mayor parte de su infancia en los campamentos militares romanos acompañándolo y aprendiendo de él a ser un valiente soldado y un hombre con objetivos muy claros y definidos…
Y por la tarde de un verano que languidece, por la verde campiña el hermoso corcel blanco galopa veloz.
El viento suave despeina los cabellos rubios y acaricia la cara del joven que lo monta. Sus enormes ojos zarcos, idénticos a los de su padre, se iluminan con el recuerdo de este día maravilloso.
En el campo Marte sacó el primer lugar en estrategias militares y ganó el primer premio en tiro al blanco. Cuando deje la pretexta será un soldado formidable y en cuanto se entere su padre, estará muy orgulloso de él. También obtuvo la excelencia casi en todas las diferentes disciplinas académicas.
Cuando llega a casa, se dirige directamente al establo y bajando del caballo, al mozo encargado de las caballerizas le dice alegremente:
– Centella es un corcel muy noble. Se merece doble ración de avena. Cepíllalo y descánsalo.
El hombre respondió:
– Sí amo. También le daremos zanahorias. Le encantan.
El joven se interna en la casa canturreando feliz. Atraviesa el segundo peristilo y avanza por la galería hasta el cubículo principal.
Cuando está a punto de entrar, se detiene en seco… Al oír la voz angustiada de su madre…
Elena dice:
– ¿De qué sirve que yo me oponga? Si ya lo decidiste, de todas maneras lo harás… No me dejas ninguna alternativa.
Constancio es el hombre de confianza del emperador Maximiano y éste le ha pedido que colabore en el gobierno y la administración del Imperio de Occidente. Le ha ofrecido el trono imperial y la adopción…
Con la condición de que se divorcie de su esposa y se case con su hijastra Teodora; único medio que existe para el imprescindible parentesco entre los Augustos y sus Césares.
¡El precio es completamente inaudito! Aunque se siente conmocionado en su interior; la ambición de la gloria prevalece y no obstante que siente un profundo amor por su esposa Elena, le ha sido imposible resistirse a la regia propuesta…
Pues piensa que así podrá regir el destino de Roma con su primogénito: el hijo al que ama con predilección y que quedará en un primer lugar directo en la línea de sucesión.
Apuñalando su propio corazón por desprenderse de la mujer que más ama…
Constancio responde implacable:
– Celebro que seas tan comprensiva, Elena. Tienes razón: no tienes alternativa. Acompáñame mañana con el Pretor y firmaremos el divorcio por mutuo consentimiento.
Elena trata de objetar:
– Pero Constantino…
Constancio la interrumpe con autoridad:
– El se vendrá conmigo y será mejor que no discutas. Yo sé lo que nuestro hijo necesita y ya tengo planificado el mejor futuro para él… -Luego dice con un dejo de angustia- ¡Será emperador!… ¿Acaso no lo comprendes?
Elena replica llorando:
– Decías que me amabas y no tienes piedad. ¿Cómo puedes ser tan cruel? Estás matando mi corazón…
– Lo siento mucho Elena. Lo que hay en juego es demasiado valioso y no puedo dejar pasar esta oportunidad…
Constantino aprieta los puños y las lágrimas brotan ardientes.
En un instante, su felicidad se esfuma y un puñal se le clava en medio del corazón. Es incapaz de seguir escuchando…
El puño de su mano derecha, lo aprieta contra sus labios y ahoga un grito ronco que quiere escapar de su garganta.
Se retira rápidamente sin hacer ruido y se refugia en su cubiculum. El torbellino emocional que lo envuelve es caótico. Siente una enorme confusión… ¡Sus padres siempre se han amado mucho! ¿Qué diablos está sucediendo?…
Este ha sido un golpe tan fuerte, que el sufrimiento que lo estremece es insoportable… La impotencia y el enojo lo envuelven con un dolor que lo ahoga. Está conmocionado: ¡Divorcio…
¿Escuchó bien?… De lo único que está seguro, es que su padre habló como nunca antes lo había oído…
Flavio Julio Constancio tal como lo anunciara, al día siguiente repudia a Elena y los dos firman el divorcio. Y él se marcha a Milán llevándose a su hijo, el joven Flavio Aurelio Constantino.
Con el corazón destrozado, Elena ve partir a los dos más grandes amores de su vida. Y llorando amargamente, entra corriendo a la casa y se refugia en su cubículum…
Diecisiete años atrás…
En Daprasano Bitinia; en la Hacienda que tenían sus padres en un enorme huerto de olivos y de parras vitivinícolas que eran herencia de sus ancestros por varias generaciones, tenían una hostería.
Junto con ellos Elena atendía diligente, a los numerosos viajeros que transitaban por la zona. Laborando para mantener las dependencias limpias y la comida sabrosa y a punto. Era obsequiosa con sus huéspedes; siempre humilde, sencilla, recatada, sonriente y muy dulce en el trato.
El apuesto tribuno que llegó a comandar el ejército que estaba acantonado en la región: un general muy joven y valiente, de noble familia, de carácter suave y espíritu exquisito. Un hombre culto y refinado que tenía una tez tan clara, que le apodaban ‘Cloro’; se detuvo en la posada para almorzar. Conoció a la joven y quedó prendado de ella.
Elena está por cumplir trece años, tiene el cabello castaño y una hermosura impactante. Todos sus encantos estaban en auge, era como un capullo recién abierto. Cuando Constancio la miró por primera vez, quedó absolutamente cautivado. Pero su asombro no tuvo límites cuando al tratarla, pudo percibir la enorme riqueza de dones que la hacían más fascinante aún. Esta joven incomparable, poseía la auténtica aristocracia del alma: una inteligencia privilegiada y un corazón lleno de bondad.
La posada se convirtió en su lugar favorito para ir a comer. Con el tiempo y con el trato, él se enamoró perdidamente. Ella a su vez le correspondió igual y muy pronto, la pidió en matrimonio a sus padres.
Luego Constancio fue nombrado Procónsul y su vida transcurría en una felicidad casi perfecta.
Había sido un amor tan maravilloso y tan completo, que cuando tuvieron a su primogénito: Constantino.
Sus vidas eran tan plenas como si realmente estuvieran hechos para ser felices para siempre. Pero los cuentos de hadas son una cosa y la vida real otra. Ese entorno de ensueño ya no existe…
Aún no puede asimilar lo que ha sucedido. ¿En qué momento se desmoronó su mundo y su matrimonio? ¿Cuándo cambió su príncipe encantador? Fue poco tiempo después que fuera nombrado Prefecto de los Pretorianos.
Constancio se ha convertido en un desconocido, ¿Dónde está el hombre enamorado que le juró amor eterno y fue el esposo más cariñoso y gentil? Con profundo dolor debe reconocer que ya no existe… Va a casarse con una verdadera princesa. Ella ha sido relegada por un trono…
Lo que siente es peor que si hubiese quedado viuda, pues no tiene una tumba donde llorar y le han arrebatado a su amadísimo hijo…
A los treinta años, su hermosura privilegiada y su alma llena de virtudes fueron insuficientes para retener al hombre que ama con todo su corazón. Es una esposa repudiada y cambiada por otra mujer. Se ha quedado completamente sola, sin esposo y sin hijo…
Una oleada de dolor la envuelve y la ahoga…
Elena se dobla sobre sí misma y está a punto de derrumbarse al exclamar con angustia:
– ¡Oh, Dioses! ¡Cómo quisiera morir!…
Y en ese preciso instante, la cortina se abre y entra su aya Margarita:
– Elena, ha llegado un correo del palacio imperial. Trae una carta y viene con una decuria de pretorianos.
Ella se siente incapaz de reaccionar. Pero como no está muerta, aunque es lo único que desearía…
Ordena:
– Pásalos al tablinum. Enseguida voy.
Se lava la cara para borrar las huellas del llanto y se compone lo mejor que puede.
Cuando acude a recibirlos, el comandante le extiende una vitela lacrada y le dice:
– La Augusta Priscilla os manda sus saludos y tengo orden de escoltaros a Spalato.
Elena contesta automáticamente:
– Estoy a las órdenes de la emperatriz.
Luego rompe el sello y lee:
Querida Elena:
No te pregunto como estás porque lo imagino. Maximiano salió de aquí después de avisar a Dioclesiano que Constancio sería su César; por eso he enviado por ti. Por favor no desprecies mi invitación. No quiero que estés sola, Elena. En mí tienes a una hermana que te ama y desea ayudarte a pasar por este trance tan difícil. Te espero con anhelo para que juntas podamos enjugar tus lágrimas. No necesitas nada, por favor vente como estás. Aquí encontrarás todo lo que requieres. Adiós.
Priscilla.
Elena piensa:
– ‘Tal vez Minerva ha tenido compasión y ha movido a la augusta para socorrerme…’
HERMANO EN CRISTO JESÚS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
35.- EL PURGATORIO III
Las Almas del Purgatorio y Maria Simma
Extracto de la entrevista de Sor Emanuel.
María Simma fue una mujer que vivió hasta el dia de San José del año 2004 en las montañas austríacas. Desde temprana edad ella recibió de Dios el don de recibir la presencia sobrenatural de las almas del Purgatorio, que acudieron a ella en busca de oración y ayuda para acortar su tiempo de expiación.
María vivió una vida donde la Presencia sobrenatural se vuelve cotidiana. Las almas se presentan a ella buscando ayuda, y también dando testimonio de sus sufrimientos, su vida en la tierra y su deseo profundo de llegar cuanto antes a estar en la Presencia de Dios en forma definitiva.
Sor Emanuel:
– Henos aquí, María ¿Puedes contarnos ahora cómo fuiste visitada la primera vez, por un alma del Purgatorio?
María Simma:
– Sí, fue en el año 1940. Una noche a las 3 o 4 de la madrugada. Oí a alguien que iba y venía en mi habitación. Esto me despertó. Miré para ver quien pudiese haber entrado en mi cuarto.
Y vi que era un extraño. Iba y venía lentamente. Le pregunté con tono severo: “¿Cómo has entrado aquí? ¿Qué has perdido?”. Pero él continuaba caminando en mi cuarto, sin contestarme. Entonces le volví a preguntar: “¿Qué haces? Y puesto que seguía sin querer responderme, me levanté de un salto para aferrarlo… Pero no toqué más que el aire y el hombre había desaparecido… Entonces regresé a la cama y de nuevo comencé a sentir que iba y venía. Me preguntaba por qué veía allí a ese hombre y por qué no podía aferrarlo. Me levanté de nuevo para asirlo y para hacer que desistiese de caminar. Nuevamente me topé con la nada.
Quedé perpleja. Volví a acostarme. No volvió otra vez, pero aquella noche no conseguí adormecerme. Al día siguiente después de misa, fui a ver a mi director espiritual y le conté lo sucedido.
Él me dijo “Si todo eso sucede otra vez, no preguntes: “¿Quién eres?, sino, ¿“Qué quieres de mí?”.
La noche siguiente el hombre regresó.
Era el mismo y yo le pregunté: “¿Qué quieres de mí?”. Me respondió: “Haz celebrar tres misas por mí y yo seré liberado”.
Entonces comprendí que era un alma del Purgatorio.
Mi padre espiritual me lo confirmó. Me aconsejó de no rechazar jamás a las almas del Purgatorio y de acoger con generosidad sus pedidos.
– Y después, ¿continuaron las visitas?
– Sí, durante algunos años venían tres o cuatro almas solamente, sobre todo en el mes de noviembre. Luego no vinieron más.
– ¿Y qué te piden estas almas?
– Muchas veces piden de hacer celebrar misas y de asistir a esas misas; piden de recitar Rosarios y también de hacer el Vía Crucis.
– A este punto se nos plantea una pregunta, que es fundamental: ¿Qué es exactamente el Purgatorio?
– “Diría que es una invención genial por parte de Dios. Y aquí quisiera proponerles una imagen toda mía. Supongan que un día se abre una puerta y aparece un ser extraordinariamente bello, de una belleza tal, nunca vista sobre la tierra. Aquí quedan fascinados, trastornados por este SER de luz y de belleza sobrenaturales,
tanto más, que Él demuestra estar locamente enamorado de ustedes (lo que nunca se hubiesen imaginado)… Y se dan cuenta que también Él tiene un gran deseo de atraerlos a Sí, de abrazarlos… Y el fuego del amor que quema ya en sus corazones los empuja seguramente a precipitarse entre sus brazos…
Pero de pronto, ustedes se dan cuenta en ese preciso instante, de que hace meses que no se lavan, que huelen mal, se sienten horrendamente feos; tienen la nariz que chorrea, los cabellos grasosos y pegoteados, horribles manchas de suciedad sobre la ropa, etc., etc.
Entonces se dicen a sí mismos: “¡No, no es posible que yo me presente en este estado! Es preciso que antes me lave, me duche y luego rápidamente, regrese a verlo…”.
Pero he aquí que el amor nacido en sus corazones es tan intenso, tan fuerte, tan abrasador, que este atraso debido a la ducha es absolutamente insoportable…. Y el dolor mismo de la ausencia, aunque dure sólo pocos minutos, causa un ardor atroz en el corazón.
Y ciertamente este ardor es proporcional a la intensidad de la revelación del amor: es una Llama de amor…
Pues bien, el Purgatorio es exactamente esto. Es un atraso impuesto por nuestra impureza, un atraso antes del abrazo de Dios, una Llama de amor que hace sufrir terriblemente; una espera. O si lo prefieren, una nostalgia del Amor.
Es precisamente esta Llama, esta ardorosa nostalgia la que nos purifica de todo lo que aún es impuro en nosotros. Me atrevería a decir que el Purgatorio es un lugar de deseo, del deseo loco de Dios, de Dios que ya ha sido reconocido y visto, pero al cual el alma todavía no se ha unido.”
Las almas del Purgatorio han revelado con frecuencia con María sobre ese gran deseo, de esa sed que tienen de Dios y cómo ese deseo es para ellas profundamente doloroso. Es sin duda, una verdadera agonía. En la práctica, el Purgatorio es una gran crisis, una crisis que nace de la falta de Dios.
Sobre esto he querido que María nos precisara un punto fundamental:
– María, ¿las almas del Purgatorio prueban alegría y esperanza en medio de sus sufrimientos?
– Sí, ningún alma quisiera volver del Purgatorio a la tierra, porque ellas ya tienen un conocimiento de Dios infinitamente superior al nuestro y no podrían nunca más decidirse a regresar a las tinieblas de este mundo.
He aquí entonces, la gran diferencia entre los sufrimientos del Purgatorio y los de la tierra: en el Purgatorio, aunque sea terrible el dolor del alma, la certeza que se tiene de vivir con Dios es tan fuerte e indestructible que el gozo de esta certeza supera aun el dolor y por nada del mundo esas almas quisieran volver a vivir sobre la tierra; donde al fin de cuentas, nunca se tiene seguridad de nada.
– María, ¿Ahora podrías decirnos si es Dios quien envía un alma al Purgatorio o si en cambio, es el alma misma quien decide de ir allí?
– Es el alma misma quien quiere ir al Purgatorio para purificarse, antes de entrar en el Paraíso. Pero aquí es preciso decir también que el alma, cuando está en el Purgatorio, adhiere perfectamente a la voluntad de Dios.
Por ejemplo, se complace del bien y desea nuestro bien; experimenta tanto amor por Dios y también por quienes aún estamos en la tierra. Estas almas están perfectamente unidas al Espíritu de Dios, a la Luz de Dios.
– María, ¿En el momento de la muerte se ve a Dios en plena luz o en manera confusa?
– En manera aún confusa. Con todo hay una claridad tal, que basta para tener nostalgia.
¡Es verdad! Es una luz resplandeciente, en relación a las tinieblas de la tierra; pero todavía es nada con respecto a la Luz que el alma conocerá en el Cielo. Del resto, a tal propósito podemos hacer una confrontación con las experiencias de las que se habla en el libro “La vida más allá de la vida”: muchísimas de esas personas que, de un estado de pre-muerte (por coma, paro cardíaco, etc.) han vislumbrado algo del más allá y quedaron tan fascinadas de esa luz, que para ellas ha sido una verdadera agonía retornar a la común existencia sobre la tierra, después de aquella experiencia.
– María, ¿Puedes decirme cuál es el papel de la Virgen con respecto a las almas del Purgatorio?
– Sí, viene frecuentemente para consolarlas y decirles que han hecho bien tantas cosas y les da coraje.
¿Hay días especiales en los cuales ella las libera?
– Si, sobre todo el día de Navidad, el día de Todos los Santos, el Viernes Santo; las libera también el día de su Asunción y en el de la Ascensión de Jesús.
– Pero María, ¿Por qué se va al Purgatorio? ¿Cuáles son los pecados que conducen con frecuencia a las almas al Purgatorio?
– Son los pecados contra la caridad, contra el amor hacia el prójimo, la dureza del corazón, la hostilidad, la calumnia; sí, todas estas cosas. Sé que la maldición y la calumnia se cuentan entre las culpas más graves que necesitan una larga purificación.
Otros pecados contra la caridad son por cierto, todos nuestros repudios hacia algunas personas que no amamos, nuestro rechazo en hacer las paces, en perdonar, y todos los rencores que encerramos en el corazón.
Al respecto María nos reveló un testimonio que nos hace reflexionar. Es la historia de una persona que ella conocía muy bien. Esta persona había muerto. Era una mujer y se encontraba en el Purgatorio, padeciendo sufrimientos atroces. Y cuando esa alma visitó a María, ella le preguntó el porqué. Y el porqué, era que ella tenía una amiga con la cual surgió una enemistad muy grande y esa enemistad había sido causada por ella misma. Y a pesar de todo, había conservado su rencor por años y años. Y cuando su amiga en varias circunstancias, quiso hacer las paces y reconciliarse, ella la rechazaba. Y cuando cayó gravemente enferma, mantuvo cerrado su corazón rechazando la paz que le proponía. Y hasta en el lecho de muerte, aquella amiga había venido a suplicarle de hacer las paces; pero aún en su lecho de muerte ella había rechazado reconciliarse. Y por ese motivo se encontraba aún en un purgatorio muy doloroso, y por eso había venido a pedir ayuda a María.
Este testimonio sobre la gravedad de conservar el rencor es muy significativo. Por lo que se refiere a las palabras, nunca se dirá bastante acerca de cómo una palabra de crítica, una palabra malévola pueda realmente matar y también cómo una buena palabra pueda curar.
– Entonces, María, ¿puedes decirnos quienes son los que tienen mayores posibilidades de ir directamente al Paraíso?
– Son aquellos que tienen un corazón bueno, un corazón bueno hacia todos. La caridad cubre una multitud de pecados.
– Sí, es San Pablo quien nos lo dice.
– Y ¿cuáles son los medios que podemos emplear sobre la tierra para evitar el Purgatorio e ir derecho al Paraíso?
– Debemos hacer mucho por las almas del Purgatorio, porque son ellas quienes a su vez, nos ayudan. Hay que tener mucha humildad: ésta es el arma más grande contra el Maligno. La humildad elimina el mal.
A este punto no resisto al deseo de referir un bellísimo testimonio del Padre Berlioux (que ha escrito un hermoso libro sobre las almas del Purgatorio), con relación a la ayuda ofrecida por estas almas a aquellos que las ayudan con oraciones y sufragios:
“Se cuenta que una persona muy amiga de las almas del Purgatorio había consagrado toda su vida a sufragar por ellas. Habiendo llegado la hora de su muerte, fue asaltada con furor por el demonio que la veía a punto de escapársele. Parecía que el abismo entero confederado contra ella, la rodease con sus cohortes infernales.
La moribunda luchaba desde hacía tiempo entre los esfuerzos más penosos, cuando repentinamente vio entrar en su casa una multitud de personajes desconocidos,
pero resplandecientes de belleza que pusieron en fuga al demonio y acercándose a su lecho, le dirigieron palabras de aliento y de consolación totalmente celestiales.
Emitiendo entonces un profundo suspiro y llena de alegría, gritó: ¿Quiénes son ustedes? ¿Quiénes son los que me hacen tanto bien? Aquellos buenos visitantes respondieron: “Nosotros somos habitantes del Cielo que tu ayuda ha encaminado a la felicidad y como reconocimiento, venimos a ayudarte para que cruces el umbral de la eternidad y te libres de este lugar de angustia y te introduzcas en las alegrías de la Ciudad Santa”.
Con estas palabras una sonrisa iluminó el rostro de la moribunda. Sus ojos se cerraron y ella se durmió en la paz del Señor. Su alma pura como una paloma, presentándose al Señor de los Señores, encontró tantos protectores y abogados entre las almas que ella había liberado y reconocida digna de la gloria; que entró allí triunfalmente, en medio de los aplausos y las bendiciones de quienes había liberado del Purgatorio”.
– Entonces María, ahora pienso en el buen ladrón, en aquel que estaba crucificado junto a Jesús y me gustaría saber que hizo para que Jesús le prometiese que ese mismo día, estaría con él en el Paraíso.
– El aceptó humildemente su sufrimiento diciendo que era algo justo. Alentó al otro ladrón a aceptar también él su condición. Él tenía el temor de Dios, es decir, era humilde.
“Conocí a un joven de unos veinte años. Vivía en un pueblo vecino al mío. Este pueblo había sido duramente golpeado y destruido por una serie de aludes que mataron un gran número de habitantes. Era en el año 1954. Una noche ese joven se hallaba en la casa de sus padres. Imprevistamente un terrible alud se abate precipitando cerca de su casa. El oye gritos desgarradores, gritos lastimeros que invocan: “¡Ayúdennos! ¡Sálvennos! ¡Vengan a socorrernos!… ¡Somos arrollados por los aludes!… “. De inmediato el joven se levantó y se precipitó para socorrer a esas personas. Pero su madre que había oído los gritos le impidió pasar, cerró la puerta y dijo: “¡No, otros deben socorrerlos, nosotros no! Afuera es demasiado peligroso. No quiero que haya un muerto más”
Pero él, puesto que había sido impactado por esos gritos y quería verdaderamente socorrer a esa gente, empujó a su madre y dice: “¡Sí, yo voy! ¡No quiero dejarlos morir así!’: y salió. Pero también él a lo largo del trayecto, fue embestido por un alud y murió…
Dos días después de su muerte, él vino a visitarme de noche y me dijo: “Haz celebrar tres misas por mí, así seré liberado del Purgatorio”. Yo fui a dar cuenta de ello a su familia y a sus amigos. Ellos quedaron muy sorprendidos al oír que, solamente con tres misas, se libraría del Purgatorio. Alguno de sus amigos agregó “Yo no hubiera querido estar en su lugar en la hora de la muerte. ¡Si hubiesen visto todas las fechorías que cometió!… “. Pero ese joven con posterioridad, me declaró: “Yo he cumplido un acto de amor puro poniendo a riesgo mi vida y donándola por aquellas personas y es gracias a esto que el Señor me ha acogido tan rápidamente en Su Cielo. Es verdad, la caridad cubre una multitud de pecados”.
En este episodio se ve cómo un solo acto de amor desinteresado ha sido suficiente para purificar a ese joven de una vida de fechorías y el Señor ha aprovechado de ese instante de amor para llamarlo a Sí.
Este joven quizás nunca hubiese tenido en su vida la ocasión de realizar un acto de amor tan fuerte y quizás se hubiese convertido en un hombre malvado. El Señor en Su Misericordia, lo ha llamado a Sí justo en el mejor momento, en el momento más puro a causa de ese acto de amor.
Ahora he aquí otro episodio que demuestra cómo el Señor acepta y valoriza también un simple acto de bondad:
– El alma de una mujer se presentó un día, con un balde en mano. “¿Qué haces con ese balde?”, le pregunté. Es la llave de mi Paraíso, respondió radiante. No he orado mucho durante mi vida; raramente iba a la iglesia; pero una vez antes de Navidad, he limpiado gratuitamente toda la casa de una pobre anciana. Ha sido mi salvación”. Esta es la prueba que todo depende de la caridad.
Es también importante cuando se está a punto de la muerte, abandonarse a la voluntad del Señor. Una madre de cuatro hijos que estaba por morir. En vez de rebelarse y de inquietarse, ella dijo al Señor: “Acepto la muerte en el momento que tú lo quieras y pongo mi vida en tus manos. Te confío mis hijos y sé que tú encargarás de ellos”. A causa de esta inmensa confianza en Dios, esa mujer fue directamente al Paraíso sin pasar por el Purgatorio.
Verdaderamente se puede decir que el amor; la humildad y el abandono a Dios son tres llaves de oro que nos hacen entrar directamente en el Paraíso.
– María, ¿podrías decirnos cuáles son los medios más eficaces para facilitar la liberación de las almas del Purgatorio?
EI medio más eficaz es la Misa.
– ¿Por qué la Misa?
– Porque es Cristo quien se ofrece por amor nuestro. Es la ofrenda del mismo Cristo a Dios, la más bella de las ofrendas. EI sacerdote es el representante de Dios y es el mismo Dios que se ofrece y se sacrifica por nosotros. La eficacia de la Misa por los difuntos es tanto mayor cuanto más grande ha sido la estima que ellos tuvieron por la Misa cuando eran todavía en vida. Si en esas Misas han orado con todo el corazón y si han asistido también durante la semana, según el tiempo disponible, ellos sacarán grande provecho de las misas celebradas por ellos. También en esto se recogerá lo que se ha sembrado.
Agregaré que un alma del Purgatorio ve muy bien el día de sus funerales: si se reza verdaderamente por él o si simplemente, se hace acto de presencia para mostrar que está allí. Ellas dicen que las Lágrimas no sirven para nada, para ayudarlas. En cambio sirve mucho la oración. Con frecuencia esas almas lamentan el hecho de que las personas asisten a su sepultura, pero no elevan una sola plegaria a Dios; derraman muchas lágrimas, pero eso es inútil.
Con relación a la Misa, quisiera citarles un hermoso ejemplo narrado por el santo Cura de Ars a sus parroquianos: “Hijos míos, un buen sacerdote había tenido la desgracia de perder un amigo muy querido. Por eso rezó mucho por la paz de su alma. Un día Dios le hizo saber que su amigo estaba en el Purgatorio y sufría terriblemente.
Este santo sacerdote pensó que no podía hacer algo mejor que ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa por su querido difunto. En el momento de la Consagración, tomó la Hostia entre sus manos y dijo: “Padre Santo y Eterno, en tus manos divinas está el alma de mi amigo en el Purgatorio y en mis pobres manos de ministro tuyo está el Cuerpo de Tu Hijo Jesús. Pues bien, Padre Bueno y Misericordioso, libra a mi amigo y yo te ofrezco a Tu Hijo junto con todos los méritos de Su Gloriosa Pasión y Muerte”.
Este pedido fue escuchado. De hecho, en el momento de la elevación, él vio que el alma de su amigo subía al Cielo resplandeciente de gloria. Dios había aceptado la ofrenda”.
“Por eso hijos míos, concluyó el santo Cura de Ars, cuando queramos liberar a nuestros seres queridos que están en el Purgatorio, hagamos lo mismo. Ofrezcamos al Padre, por medio del Santo Sacrificio, a Su Hijo Dilecto, junto con todos los méritos de Su Pasión y Muerte, así no podrá rechazarnos nada”.
Otros medios muy eficaces para ayudar a las almas del Purgatorio son el ofrecimiento de nuestros sufrimientos, nuestras mortificaciones y el sufrimiento voluntario, como por ejemplo el ayuno, las privaciones, etc. Y, naturalmente, también los sufrimientos involuntarios como las enfermedades, los lutos, los abandonos…
– María, tú fuiste invitada muchas veces a sufrir por las almas del Purgatorio para liberarlas. ¡Puedes decirnos qué has vivido y probado en esos momentos!
– La primera vez un alma (era una mujer) me preguntó si quería sufrir tres horas, en mi cuerpo por ella y agregó que luego yo podría retomar mi trabajo. Yo me dije: “Si es sólo por tres horas, quiero aceptar”. Esas tres horas me parecieron que durasen como tres días, tan terribles eran los sufrimientos. Pero al final, miré el reloj y vi que habían pasado sólo tres horas. EI alma luego me dijo que habiendo aceptado sufrir con amor esas tres horas, le había ahorrado veinte años de Purgatorio.
María, ¿Por qué una vez llegados al Purgatorio, no se pueden adquirir méritos y en cambio, mientras se está en la tierra siempre se los pueden adquirir?
– Porque en el momento de la muerte los méritos se terminan. Mientras uno vive en la tierra puede reparar el mal que ha cometido antes. Las almas del Purgatorio tienen una santa envidia por esta posibilidad nuestra. Hasta los Angeles son celosos de nosotros, porque tenemos la posibilidad de “crecer” mientras estamos sobre la tierra. Pero muchas veces la aparición del sufrimiento en nuestra vida nos hace rebelar y tenemos dificultad en aceptarlo y vivirlo bien.
– Entonces, ¿cómo vivir el sufrimiento para que pueda dar frutos?
– Los sufrimientos son la prueba más grande del amor de Dios. Y si se ofrecen bien, pueden ganar muchas almas.
– Pero ¿Qué hacer para recibir los sufrimientos como un don y no como una punición o un castigo?
– Hay que ofrecerlo todo a la Virgen Santa, pues ella sabe mejor que nadie quién necesita esta o aquella ofrenda para ser salvado.
En el año 1954. Una serie de avalanchas muy desastrosas se abatieron sobre un pueblito cercano, causando gravísimos daños. Otros aludes se habían precipitado en dirección acá. Pero aquí sucedió que los aludes se detuvieron de un modo ciertamente milagroso, sin causar algún daño. Las almas me dijeron que en este pueblito había vivido y muerto una mujer que durante treinta años, estuvo enferma y había sido cuidada muy mal. Había sufrido terriblemente durante todos esos años, ofreciendo todos sus dolores por el bien de su pueblito.
Las almas revelaron que gracias al ofrecimiento de aquella mujer, el pueblito se había salvado. Ella había ofrecido sus sufrimientos durante 30 años y los había soportado con paciencia. Si aquella mujer hubiese gozado de buena salud, no hubiese podido proteger a su pueblito; con el sufrimiento, pacientemente soportado, se pueden salvar más almas que con las oraciones. No tenemos que ver siempre el sufrimiento como un castigo. Puede ser aceptado como expiación, no sólo para nosotros mismos, sino sobre todo para los demás. Jesucristo era inocente y fue El quien sufrió más que todos para expiar por nuestros pecados.
Sólo en el Cielo sabremos totalmente lo que hemos obtenido por medio del sufrimiento soportado pacientemente, en unión con los sufrimientos de Cristo.
– María, ¿Se da una cierta rebeldía por parte de las almas del Purgatorio a causa de sus sufrimientos?
– No, ellas quieren purificarse y comprenden que los sufrimientos son necesarios.
– ¿Cuál es el valor de la contrición y del arrepentimiento en el momento de la muerte?
– La contrición es importantísima. Los pecados como sea son perdonados, pero queda la consecuencia del pecado. Si se quiere obtener la indulgencia plenaria en el momento de la muerte, esto es; ir derecho al Cielo, el alma tiene que estar libre de toda atadura.
– María, quisiera preguntarte en el momento de la muerte ¿Se da un tiempo en el que el alma tiene la posibilidad de dirigirse a Dios antes de entrar en la eternidad, un tiempo si se quiere, entre lo muerte aparente y la muerte real?
– Sí, el Señor da a cada alma algún instante para que se arrepienta de sus pecados y se decida si acepta o no acepta llegar a Dios. En ese breve tiempo se ve como en un filme la propia vida. Yo conocí a un hombre que creía en los preceptos de la Iglesia, pero no en la vida eterna; un día se enfermó gravemente y entró en coma. Entonces él se vio en una sala con una pizarra en la que estaban escritas todas sus acciones: tanto las buenas como las malas; luego la pizarra desapareció, también las paredes de aquella sala y todo era infinitamente bello. Luego se despertó del coma y decidió cambiar de vida.
Este episodio es semejante a tantos otros refrendos en el libro “La vida más allá de la vida”: la experiencia momentánea de la luz sobrenatural es tal que esas personas no pueden vivir más cómo vivían antes.
– Entonces, María, ¿En la hora de la muerte, Dios se revela con la misma intensidad a todas las almas?
– A cada alma se le da el conocimiento de su propia vida y también del sufrimiento futuro, pero esto no es igual para todos. La intensidad de la revelación del Señor depende de la vida de cada alma.
– María, ¿El diablo tiene el poder de atacarnos en el instante de nuestra muerte?
– Sí, pero el hombre tiene también la gracia de resistirlo y de rechazarlo, porque, si el hombre no quiere, el demonio no puede hacer nada.
– María, ¿Qué consejos darás a quien quisiera hacerse santo ya en esta tierra?
– Ser humildísimo… No debe ocuparse de sí mismo. Debe huir del orgullo, que es la trampa más peligrosa que tiende el Maligno.
– María, ¿Podrías decirnos si se puede pedir al Señor de hacer su propio Purgatorio en la tierra para no hacerlo después de la muerte?
– Oh, sí. He conocido un sacerdote y una muchacha, los dos estaban enfermos en el hospital. La muchacha decía al sacerdote que ella pedía al Señor de poder sufrir en la tierra tanto cuanto fuera necesario para ir directamente al Cielo y el sacerdote respondió que él no se atrevía a pedir eso. Junto a ellos había una religiosa que escuchaba toda la conversación. Luego la muchacha murió antes y poco después murió también el sacerdote; él se apareció a la religiosa diciéndole: “Si hubiese tenido igual confianza que esa muchacha, también yo hubiese ido directamente al Paraíso ‘´
Gracias por este hermoso testimonio, María.
Ahora María me pide 5 minutos de descanso pues tiene que dar de comer a las gallinas.
La vuelvo a ver en seguida y continuamos con nuestras preguntas
– ¿Jesús no va al Purgatorio?
– Ningún alma me lo ha dicho. Es la Madre de Dios quien va. Una vez pregunté a un alma del Purgatorio si debía ir ella misma a buscar a las almas de las que pedían noticias. Me respondió que no: es la Madre de Misericordia quien da noticias. Ni siquiera los santos van al Purgatorio; en cambio los Angeles están allí: San Miguel… y cada alma tiene cerca a su Angel Custodio.
– ¡Qué estupendo, los Angeles están con nosotros! Pero, ¿qué hacen los Angeles en el Purgatorio?
Alivian y consuelan. Las almas pueden verlos.
– ¡Oh, qué bello! .María, si continuas a hablarnos de los Angeles casi me haces venir el deseo de ir al Purgatorio. Otra pregunta: tú sabes que, hoy, mucha gente cree en la reencarnación, ¿Qué dicen las almas sobre este tema?
– Las almas dicen que Dios nos da una sola vida.
– ¿Qué pasa con las personas que se suicidan? ¿Alguna vez te visitó una de esas almas?
– Las almas que vienen a mí son sólo almas del Purgatorio. Por lo tanto hasta hoy, nunca encontré el caso de un suicida que se haya perdido; eso no significa que no las haya. Pero algunas almas me dicen que con frecuencia son más culpables aquellos que han estado alrededor de ellas, porque han sido negligentes o han difundido calumnias.
– María, ¿hay sacerdotes en el Purgatorio? (Aquí veo que María alza los ojos al Cielo como para decir: “¡Ay de mí!…”).
– Sí, hay muchos. Esos no han colaborado para tener respeto por la Eucaristía y entonces toda la fe sufre. Con frecuencia están en el Purgatorio por haber descuidado la oración y su fe ha disminuido; pero es también cierto que muchos de ellos han ido directamente al Paraíso. Un encuentro inolvidable para mí fue aquel con un sacerdote cuya mano derecha era negra. Le pregunté la causa: “Hubiera tenido que bendecir más”, me dijo. “Di a todos los sacerdotes que encuentres que deben bendecir mucho más: ellos pueden dar numerosas bendiciones y conjurarían las fuerzas del mal”.
Bien, ¿y qué le dirías a un sacerdote que quisiera vivir verdaderamente según el corazón de Dios?
– Le aconsejaría de rezar mucho al Espíritu Santo y de recitar cada día el Rosario.
– María, ¿hay niños en el Purgatorio?
– Sí, pero para ellos el Purgatorio no es muy largo ni muy penoso, porque a ellos les falta el pleno discernimiento.
– Pienso que algunos de ellos han venido a encontrarte. Tú nos contabas la historia de aquella niñita… el alma más pequeña que has visto; era una niñita de 4 años. Pero ¿por qué estaba en el Purgatorio?
– ¿Por qué? Esta niñita había recibido de sus padres como regalo de Navidad, una muñeca. Tenía una hermana melliza, que también había recibido una muñeca. Y he aquí que esa niñita de 4 años había roto su muñeca y entonces, a escondidas, sabiendo que nadie la veía, fue a poner esa muñeca rota en el lugar de la de su hermana y a hacer así el cambio, sabiendo muy bien en su corazoncito, que habría ocasionado muchísimo dolor a su hermana; se daba cuenta que eso era un engaño y una injusticia. Por esta causa pasó por el Purgatorio.
Sí, los niños con frecuencia tienen una conciencia más viva que la de los adultos y es preciso sobre todo luchar contra la mentira; ellos son muy sensibles.
– María, ¿cómo pueden los padres ayudar en la formación de la conciencia de sus hijos?
– Sobre todo con el buen ejemplo: es lo más importante y luego con la oración. Los padres deben bendecir a sus hijos e instruirlos bien en las cosas de Dios.
– Lo dicho es muy importante. ¿Te han visitado almas que, sobre la tierra, practicaban perversiones? Pienso por ejemplo, en el campo de la sexualidad.
– Las almas que he conocido (todas del Purgatorio), no se han perdido, pero deben sufrir mucho para purificarse. En todas las perversiones está presente la obra del Maligno. En modo particular en la homosexualidad.
¿Qué consejo darías a todas esas personas que son tentadas por la homosexualidad, que tienen en ellos esas tendencias?
– Les diría de rezar, rezar mucho, para tener la fuerza de alejarse. Sobre todo hay que orar al Arcángel san Miguel pues es él, por excelencia quien combate contra el Maligno.
– ¡Oh, sí el Arcángel san Miguel! ¿Y cuáles son las tendencias del corazón que pueden conducir a la pérdida de nuestra alma, a la pérdida definitiva de nuestra alma, es decir al infierno?
– Es cuando no se quiere ir hacia Dios, es decir cuando se dice decididamente: “¡Yo no quiero!”
– Te agradezco por esta aclaración. Y aquí te quisiera contar que sobre este argumento, he interrogado a Vicka, una de las videntes de Medjugorje, que me decía también ella que al infierno (¡y ella al infierno lo ha visto!), van únicamente aquellos que deciden de ir allí y no es Dios quien los manda. Al contrario, El suplica al alma de acoger Su Misericordia.
– El pecado contra el Espíritu Santo del que habla Jesús y que por tanto no es perdonado, es el rechazo radical de su misericordia y eso en plena luz y en plena conciencia. Yo señalo que Juan Pablo II lo explica muy bien en su encíclica sobre la Misericordia; pero también en esto podemos hacer mucho por medio de la oración, por las almas que están en peligro de perderse.
– María, ¿tendrías algún testimonio al respecto?
– Un día me encontraba en el tren. En mi compartimento había un hombre que no terminaba de criticar a la Iglesia, a los sacerdotes y hasta de ofender a Dios. No cesaba de maldecir y yo le dije: “Usted no tiene el derecho de decir todo eso, ¡No está bien!”. Llegada a mi estación, mientras bajaba los dos peldaños de la escalerita, dije sencillamente a Dios: “¡Señor, que esta alma no se pierda!…”. Algunos años después el alma de este hombre vino a visitarme y me contó de haber estado a la orilla del Infierno y de haberse salvado sólo por la oración que yo había hecho en aquel momento.
Sí, es extraordinario ver cómo tan solo un pensamiento, un impulso del corazón, una sencilla oración por alguien, pueda impedirle de caer en el infierno, porque es el orgullo que hace ir al infierno. Y el infierno es eso: es el obstinarse a decir NO a Dios; pero nuestras oraciones pueden suscitar en quien muere, un acto de humildad y sólo un impulso de humildad por mínimo que sea, tiene tanta fuerza como para hacemos evitar el infierno.
– Un alma me contó: “No habiendo observado las leyes de tránsito, me maté a causa del golpe, mientras iba en motocicleta en Viena”. Le pregunté: “¿Estabas preparada para entrar en la eternidad?”. “No lo estaba, pero Dios da dos o tres minutos para que se puedan convertir a cuantos pecan contra de él con insolencia y presunción. Y sólo quien lo rechaza es condenado”. El alma continuó con su comentario interesante e instructivo: “Cuando uno muere en un accidente, las personas dicen que era su hora. Es falso: eso se puede decir sólo cuando una persona muere no por su culpa. Pero según los designios de Dios, yo hubiera podido vivir aún treinta años; entonces hubiese transcurrido todo el tiempo de mi vida”. Por eso el hombre no tiene el derecho de exponer su vida a un peligro de muerte, salvo en caso de necesidad.
Un médico vino un día a lamentarse que debía sufrir por haber acortado la vida de sus pacientes con inyecciones para que no sufrieran más. Dijo que el sufrimiento, soportado con paciencia, tiene para el alma un valor infinito; se tiene el deber de aliviar los grandes sufrimientos, pero no el derecho de acortar la vida con medios químicos. En otra ocasión vino una mujer. Confesó: “He debido sufrir treinta años de purgatorio porque a mi hija no la he dejado ir al convento”.
– María, ¿No te parece increíble que alguno pueda llegar al punto de decir NO a Dios en el momento de la muerte, cuando lo ve?
– Bien, por ejemplo un hombre me dijo que no quería ir al Cielo; ¿Y saben por qué? Porque según él, Dios permite los injustos y las injusticias… Yo le dije que esto lo hacen los hombres y no Dios. Me respondió: Espero no encontrar a Dios, después de la muerte, porque entonces le romperé la cabeza con un hacha”. Él tenía un odio profundo contra Dios; pero Dios deja al hombre su voluntad libre; podría impedir esta voluntad, pero no, quiere dejar a cada uno su libre elección. Dios da a cada uno, durante la vida terrena y en la hora de la muerte, muchas gracias para convertirse, aun después de una vida transcurrida en las tinieblas; pero si se pide perdón sin cálculo, ciertamente podemos salvarnos.
– Quisiera saber qué piensas sobre las prácticas de espiritismo; por ejemplo cuando se llaman a los espíritus de los difuntos, se hacen girar las mesas, etc.
– ¡No es bueno! Con frecuencia es el diablo quien hace mover las mesas.
¡Oh, sí, es importante decirlo! Hay que hacer saber esto a la gente; pues hoy, por desgracia, estas absurdas prácticas espiritistas aumentan cada vez más…
Ahora, te ruego, acláranos, ¿existe una diferencia entre lo que tú vives con las almas de los difuntos y las prácticas de espiritismo?
– No es lícito llamar a las almas. Yo no busco su venida; vienen por sí solas, con el permiso de Dios. En el espiritismo, en cambio, se evocan a los espíritus, se los llaman. Pero es el demonio quien viene, fingiendo ser el alma de ése o de aquél. A veces se presenta bajo falsas apariencias, sin ser llamado.
– Tú, personalmente, ¿Has sido alguna vez engañada por falsas apariciones? ¿Por ejemplo, por el diablo que se hace pasar por un alma del Purgatorio para hablarte?
– Sí, una vez un alma vino a verme y me dijo: “No recibas al alma que vendrá después de mí, porque te pedirá demasiados sufrimientos. Eso no está a tu alcance. Nunca podrás hacer lo que te ha de pedir “. Entonces quedé turbada. Me acordé de lo que me había dicho mi párroco que había que acoger a cada alma con generosidad y yo estaba, habituada a la obediencia. De repente pensé dentro de mí: “¿Acaso no podría ser el demonio quien esté aquí ante mí, y no un alma del Purgatorio? ¿No será el demonio que se ha camuflado?…”. Dije entonces a aquel hombre: “Si eres el diablo, ¡Vete de aquí!” En seguida pegó un fuerte grito y huyó. Y efectivamente, el alma que vino luego de él era un alma que tenía mucha necesidad de mi ayuda y era en verdad importante que viniese a verme y que yo la escuchase.
– Cuando el diablo aparece, ¿El agua bendita lo hace huir siempre?
– Lo molesta mucho y con frecuencia huye.
– En la actualidad, María, eres muy conocida, sobre todo en Alemania, en Austria y aun por toda Europa, gracias también a tus conferencias y a tu libro. Pero en los comienzos vivías del todo escondida. ¿Cómo es que, de la noche a la mañana, la gente ha reconocido que tu experiencia sobrenatural era auténtica?
¡Oh! Fue cuando las almas comenzaron a pedirme que suplicara a sus familias para que restituyeran un bien mal adquirido.
Muchas veces, diversas almas han venido a verme para decirme: “Ve a mi familia, en tal pueblo, para decir a mi padre, a mi hijo, a mi hermano que restituyan tal propiedad, tal suma de dinero, tal objeto que, en tal lugar y en lo de fulano, me he procurado de mal modo y así yo seré liberada del Purgatorio cuando ese bien sea restituido”. Entonces iba y refería todos los detalles de ese campo, de aquella suma de dinero, de tal objeto, de aquel vestido así y así. Y las personas quedaban sorprendidas viendo que conocía todos esos particulares, porque algunas veces las mismas familias no estaban al corriente de que aquel bien hubiese sido mal adquirido por sus parientes. Fue por tales hechos que comencé a ser muy conocida.
– Te quiero hacer una pregunta, que puede parecer indiscreta. Tú has hecho tanto por las almas del Purgatorio que, sin duda alguna, cuando te toque morir, miles de almas te escoltarán hasta el cielo. Imagino que tú ciertamente no habrás de pasar por el Purgatorio, ¿No es así?
– ¡Oh! No creo que iré al Cielo sin Purgatorio, porque yo he tenido más luz, más conocimiento y por tanto mis culpas son más graves. Pero espero igualmente que las almas me ayuden a subir al Cielo.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
34.- EL PURGATORIO II
¿CÓMO ES EL PURGATORIO?
Es una prisión de fuego en la cual casi todas las almas salvadas son sumergidas después de la muerte y en la cual sufren las más intensas penas.
Santo Tomás Aquino, dice que ¡El fuego del Purgatorio es igual en intensidad al fuego del infierno y que el mínimo contacto con él es más aterrador que todos los sufrimientos posibles de esta tierra!
San Cirilo de Alejandría no duda en decir que “sería preferible sufrir todos los posibles tormentos en la Tierra hasta el día final que pasar un solo dia en el Purgatorio”. Nuestro fuego en comparación con el fuego del Purgatorio, es una brisa fresca”.
El fuego que conocemos en la Tierra fue hecho por la bondad de Dios para nuestra comodidad y nuestro bienestar. A veces es usado como tormento y es lo más terrible que podemos imaginar. El fuego del Purgatorio por el contrario, está hecho por la Justicia de Dios para penar y purificarnos y es incomparablemente más severo.
Nuestro fuego como máximo, arde hasta consumir nuestro cuerpo hecho de materia; por el contrario el fuego del Purgatorio actúa sobre el alma espiritual, la cual es inexplicablemente más sensible a la pena. El fuego del Purgatorio inflige el más agudo dolor y la más violenta pena, pero nunca mata al alma ni le quita sensibilidad.
Tan severo como es el fuego del Purgatorio, es la pena de la separación de Dios la cual el alma también sufre en el Purgatorio y esta es la pena más severa. El alma separada del cuerpo anhela con toda la intensidad de su naturaleza espiritual estar con Dios. Es consumida de intenso deseo de volar hacia Él. Aun es retenida y no hay palabras para describir la angustia de esa aspiración insatisfecha.
En el purgatorio hay tres niveles principales, pero las almas necesitan relativamente poco para ser liberadas, para ir al paraíso. Esto es así por dos razones, los sufragios de la Iglesia Militante y la regeneración del alma en su aceptación del sufrimiento.
En el nivel más bajo, llamado Cámara del Sufrimiento, Satanás puede todavía golpear a las almas, cosa que no puede hacer más en los niveles más altos. Aquí se expían los pecados de la mente: la soberbia, la egolatría. Y del corazón: el egoísmo, la dureza y el rencor.
Es verdad que nosotros somos probados aquí en la tierra y que nuestra prueba termina con la muerte. Sin embargo, las almas que están en la más profunda y tercera parte del purgatorio; tienen que sufrir por los pecados que han cometido antes de obtener el beneficio de nuestras oraciones, de nuestras Misas y de nuestras buenas acciones. Y el continuo ataque de Satanás forma parte de esos sufrimientos.
El alma sufre todo lo que sufrió Jesus en el Jueves Santo: la agonía en el Getsemaní, las torturas a manos de los demonios cuando estuvo Preso en las mazmorras del Sanhedrín y la Flagelación en el Pretorio de Pilatos.
Los niveles de sufrimiento en cada una de las Tres Cámaras del purgatorio son tantos, como enfermedades hay sobre la tierra… Y varían en intensidad, de acuerdo a los pecados que hay que expiar… Pueden ir desde una simple inflamación de una uña hasta algunas que pueden consumir el cuerpo entero con el fuego. Este fuego sólo existe en los niveles más bajos del purgatorio y no en los más altos.
Los pecados que llevan al Purgatorio son los pecados contra la caridad, la dureza de corazón, la hostilidad, la maledicencia, la calumnia, rehusarse a la reconciliación… La persona que desaprovecha sus sufrimientos, al morir ve lo mucho que pudo haber ganado para su propio bien y el de otros, por el ejercicio de la Comunión de los Santos, llevándolos bien.
No es cierto lo que muchos teólogos enseñan hoy al afirmar que el Paraíso, Purgatorio e Infierno son sólo condiciones. Todos y los tres, también son lugares.
Después de esta vida el tiempo no existe más. Pero se nos ha dicho que un alma tiene que sufrir por un cierto periodo de tiempo en el Purgatorio. Es sólo porque nosotros no estamos en condiciones de comprender la entidad de una pena si ésta no es expresada en términos de tiempo. Porque el tiempo en el Purgatorio es relativo. Algunas almas están solo media hora y otras por lo que queda del tiempo, hasta el último día. Las almas dicen que allá, una duración de media hora alcanza cuarenta años, del tiempo terrenal.
Ningún alma querría volver del Purgatorio a la tierra: Aun cuando allá el sufrimiento es terrible, existe la certeza de vivir para siempre con Dios. Ellas No quieren volver a la tierra, donde nunca estamos seguros de nada.
A María Simma, alma víctima por las Almas del Purgatorio, la primera vez que un alma le preguntó si no le importaría sufrir por ella tres horas en su cuerpo para que ella pudiera salir del Purgatorio. Contesto que sí y tuvo la impresión de que eso había durado tres días, porque fue muy doloroso. Esa alma le dijo que por haber aceptado con amor ese sufrimiento de tres horas, ¡Le había ahorrado 20 años de Purgatorio! Porque el sufrimiento en la tierra tiene un valor distinto.
Todo esto es alentador porque confiere un significado extraordinario a nuestros sufrimientos, aún los sacrificios más pequeños pueden tener un poder inusitado para ayudar a las almas.
Las almas del Purgatorio no pueden ya hacer nada en favor de sí mismas porque al momento de la muerte, el tiempo de ganar méritos se termina.
Si los vivos no rezan por ellas, quedan abandonadas. Cada uno de nosotros tiene el inmenso poder de aliviarlas. Mientras estamos vivos podemos reparar el mal que hayamos hecho. Pero a menudo el sufrimiento nos lleva a rebelarnos.
Los sufrimientos son la prueba más grande del amor de Dios. Debemos acogerlos como un don y entregarlo a Nuestra Señora. Ella es quien sabe mejor quien necesita tal o cual ofrenda para salvarse. Los sufrimientos soportados con paciencia salvan más almas que la oración; pero la oración nos ayuda a soportar nuestros sufrimientos.
En el Purgatorio hay diferentes grados de dolor. Cada alma tiene un sufrimiento único. Los Ángeles custodios les proporcionan consuelo.
Por eso si sentimos que sufrimos tanto que anhelamos la muerte, podemos usar este maravilloso Don y entregárselo a Jesús a través del Inmaculado Corazón de María. Diciendo: “Dios mío, puedo ofrecer este sufrimiento para salvar almas”. Esto nos da una fe renovada y valor. Al hacerlo así nuestra alma gana gran bienaventuranza, una gran felicidad para el Cielo.
En el Cielo hay miles de tipos y grados de felicidad; para cada alma es una felicidad plena. Cada uno sabe que no merecía más. La soberbia conduce al infierno. El infierno es obstinarse en decirle “NO” a Dios.
Nuestra oración puede suscitar un acto de humildad en los moribundos, un solo instante de humildad puede evitarles el infierno. El sufrimiento soportado con paciencia, tiene para el alma un valor infinito. Se tiene el deber de aliviar los grandes sufrimientos, pero no el derecho de acortar la vida con medios químicos.
Hemos de acoger con amor y gratitud este regalo de las pruebas. San Juan de la Cruz dice que la Providencia provee a cada hombre de la purificación necesaria a fin de permitirnos entrar directamente al Cielo a la hora de la muerte.
Mientras estamos en la tierra podemos hacer crecer cada minuto nuestro amor. Valoremos cualquier oportunidad de ser tan bellos como Dios nos desea ya en su presencia. ¡Si viéramos a toda luz el esplendor de un alma pura, gritaríamos de emoción y de alegría! El alma humana es espléndida y maravillosa delante de Dios.
Los santos no son almas sin faltas, sino aquellas que se levantan una y otra vez después de cada caída y piden perdón.
Cada hora, cada segundo de nuestra vida tiene un peso de eternidad.
Un alma religiosa purgante, revela los distintos niveles del Purgatorio
“Les puedo decir acerca de los diferentes niveles de Purgatorio porque he pasado a través de ellos. En el Purgatorio Grande hay varios estados. Es el más bajo y más doloroso, es la Cámara del Sufrimiento… Es como un infierno temporal y aquí están los pecadores que han cometido crímenes terribles en la vida y cuya muerte les sorprendió en ese estado.
Se han salvado por un milagro y con frecuencia lo lograron por las oraciones de sus santos padres u otras personas piadosas. A veces ni siquiera tuvieron tiempo para confesar sus pecados y el mundo los creyó perdidos; pero Dios cuya misericordia es infinita y les dio en el momento de la muerte, la contrición necesaria para su salvación en razón de una o más acciones buenas que realizaron durante la vida.
Para esas almas el purgatorio es terrible. Es un verdadero infierno, con la diferencia de que en el infierno se maldice a Dios; mientras que nosotros le bendecimos y le damos gracias por habernos salvado.
En el Purgatorio más bajo, no se recibe ningún beneficio de las oraciones de nadie. Dios está disgustado si se puede decir así. Cuando muchos religiosos mueren, porque Él ha llamado a estas almas a Sí mismo para que pudieran servirle fielmente en la tierra e ir directamente al cielo en el momento de la muerte; pero a causa de su infidelidad tienen que permanecer mucho tiempo en el Purgatorio, mucho más que las personas en el mundo que no han tenido tantas gracias.
Los grandes pecadores que fueron indiferentes a Dios y los religiosos que no fueron lo que deberían haber sido, están en el nivel más bajo del Purgatorio. Mientras están aquí, las oraciones ofrecidas por ellos no se aplican a ellos. Debido a que han ignorado a Dios durante su vida, ahora en su turno quedan abandonados, a fin de que puedan reparar sus vidas negligentes y sin valor.
Algunas oraciones bien dichas, algunos sacrificios ofrecidos por las almas víctimas, pueden sacarlas de aquí y llevarlas al siguiente nivel. Pero cuando hay almas como la mía, cuyas vidas han sido tan vacías y que prestaron poca o ninguna atención a su salvación; entonces toda su vida tiene que ser iniciada de nuevo en este lugar de expiación.
El alma tiene que perfeccionarse y el amor y el deseo por ÉL, a quien no amamos lo suficiente en la tierra, lo debemos completar en este lugar. Esta es la razón por la que la liberación de algunas almas se retrasa. Dios me ha dado una gracia muy grande permitiéndome pedir oraciones. Yo no me lo merecía, pero sin esto me habría quedado como la mayoría de los que están aquí, por siglos.
La extensión en tiempo por la cual las almas permanecen en el Purgatorio depende de:
a) el número de sus faltas;
b) la malicia y la deliberación con que éstas fueron realizadas;
c) la penitencia hecha o no, la satisfacción hecha o no, por los pecados cometidos durante la vida;
d) y también depende de los sufragios ofrecidos por ellos después de sus muertes.
La malicia del pecado es muy grande. Lo que a nosotros nos parece una pequeña falta, es en realidad una seria ofensa contra la infinita bondad de Dios. La culpa ha sido remitida por la absolución, pero la pena debida por los pecados tendrá que ser pagada en el Purgatorio. Nuestro Señor nos enseña que deberemos rendir cuentas por cada palabra que decimos y que no dejaremos la prisión hasta que no hayamos pagado hasta el último céntimo. (Mt 5:26).
Mientras que en la tierra muchos no imaginaron siquiera que Dios realmente existe, nosotros en el Purgatorio conocemos y comprendemos lo que Dios realmente ES; porque nuestras almas están libres de todos los lazos que las cautivaban y les impedían darse cuenta de la santidad y majestad de Dios.
Y de su gran misericordia… Somos mártires, consumidos por el Fuego del Amor. Una fuerza irresistible nos atrae hacia Dios que es nuestro Centro, pero al mismo tiempo otra fuerza nos empuja de nuevo a nuestro lugar de expiación.
El siguiente nivel es la Cámara de la Perfección, allí nuestras almas son regeneradas para volverlas dignas de entrar al Reino. Somos crucificadas y vivimos todos los tormentos de Jesús en el Viernes Santo…
En el Segundo Purgatorio están las almas de aquellos que murieron con los pecados veniales no totalmente expiados antes de la muerte o con los pecados mortales que han sido perdonados, pero que no han realizado la entera satisfacción de la Justicia Divina. En esta parte del Purgatorio, también hay diferentes grados de acuerdo a los méritos de cada alma. Aquí se expían los pecados de la carne.
En el segundo Purgatorio, que todavía sigue siendo el Purgatorio pero muy diferente del primero se sufre mucho, pero menos que en el gran lugar de expiación: la Cámara del sufrimiento. De esta forma, el purgatorio de las almas consagradas o de aquellos que han recibido gracias más abundantes, es más largo y mucho más doloroso que el de la gente común del mundo.
El perfeccionamiento de un alma es un proceso largo y estás asombrada de que después de tantas oraciones, estoy tanto tiempo privada de la vista de Dios. Por desgracia, el perfeccionamiento de un alma no asume menos tiempo en el purgatorio que en la tierra. Hay un pequeñísimo número de las almas, que tienen sólo unos pocos pecados veniales que expiar y éstas no se quedan mucho tiempo en el Purgatorio.
Luego hay una tercera etapa, que es el purgatorio del deseo, donde no hay fuego. Se llama el Umbral.
Las almas que no desean ardientemente el cielo, que no aman a Dios suficientemente, están ahí. Es ahí donde estoy en este momento. Además, en estas tres partes del Purgatorio, hay muchos grados de variabilidad. Poco a poco en la medida que el alma se purifica, sus sufrimientos son cambiados.
Muy pocos escapan a este. Para evitarlo se debe tener un ardiente deseo del Cielo y de la visión de Dios. Eso es raro, más raro de lo que la gente piensa. Ya que incluso las personas piadosas tienen miedo de Dios y no tienen un deseo suficientemente fuerte de ir al Cielo.
Este Purgatorio tiene su martirio, muy doloroso como los demás y la privación de la vista de nuestro amado Jesús se suma a los intensos sufrimientos. Estamos en el estado de no poder satisfacer nuestros anhelos. ¡Oh, qué sufrimiento que es!, pero lo deseamos y no hay murmuración contra Dios aquí. Queremos solamente lo que Dios quiere.
En la tierra sin embargo, no se puede comprender lo que tenemos que soportar. Estoy muy aliviada porque ya no estoy en el fuego. Tengo ahora sólo el deseo insaciable de ver a Dios. Es un sufrimiento muy cruel, pero creo que el final mi exilio está a la mano y que pronto voy a salir de este lugar donde yo extraño a Dios con todo mi corazón.
Lo conozco bien, me siento más a gusto, pero yo no te puedo decir el día ni la hora de mi liberación. Sólo Dios lo sabe. Puede ser que tenga todavía muchos años de anhelo por el Cielo. Continúa orando, yo te lo pagaré más adelante, aunque yo rezo mucho por ti ahora”.
Aquí vemos a San Miguel como vemos a los ángeles. Él no tiene cuerpo.
Él trata de conseguir que las almas terminen su purificación. Él es quien las conduce al Cielo. Él es uno de los Serafines, como dijo Monseñor. Él es el ángel más alto en el cielo.
Nuestros Ángeles Guardianes propios vienen a vernos, pero San Miguel es mucho más hermoso de lo que ellos son. En cuanto a la Santísima Virgen, la vemos en cuerpo. Ella viene al purgatorio en sus fiestas y se remonta al cielo con muchas almas. Mientras que ella está con nosotros no sufrimos. San Miguel la acompaña. Cuando él viene solo, sufrimos como siempre.
EL DOGMA DE LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS NO BASTA CONOCERLO, SE NECESITA VIVIRLO
Cuántos tesoros aún por descubrir y valorar
Cuánto bien no hecho, cuánto bien descuidado por la superficialidad de fe, de esperanza y de caridad, dones maravillosos, pero muchas veces casi desperdiciados en una tibieza y negligencia incomprensibles
Es cierto que las necesidades materiales y sobre todo espirituales son para vosotros muchas, pero ¿por qué no tener en cuenta que también nosotras, Almas Purgantes, podemos ayudaros mucho para resolver todos vuestros problemas personales y sociales? ¡Si supieras lo que quiere decir Purgatorio!!! ¡Si lo supieran los cristianos, que tan rápidamente se olvidan de nosotras, que tan fácilmente se olvidan de sus promesas, que tan mal viven su fe, que más que en nosotras, piensan en la podredumbre y cenizas de nuestros cuerpos!!!
Oración enseñada por Jesús a Santa Gertrudis para liberar mil almas del Purgatorio:
“Oh Padre Eterno, os ofrezco la Preciosa Sangre de vuestro Divino Hijo, Jesús, unido a las Misas celebradas hoy alrededor del mundo, por todas las santas almas del Purgatorio. Amén”.
Visiones que tuvieron los Santos sobre el Purgatorio
La experiencia de los Santos reafirma nuestra fe en el purgatorio, sobre su existencia y sobre cómo podemos hacer los vivientes para ayudar a las almas que están atrapadas allí.
Santa Magdalena de Pazzi, (1566-1607) Monja carmelita, gran mística que frecuentemente caía en éxtasis. Fue objeto de los más extraordinarios fenómenos místicos y dones recibidos de Nuestro Señor.
Recorriendo las diversas estancias preparadas por la Misericordia y Justicia divinas, la santa de la pureza comprendió la Santidad de Dios, la maldad del pecado y del porque Dios le había revelado los sufrimientos del Purgatorio.
“Un tiempo antes de su muerte, que tuvo lugar en 1607, la sierva de Dios, Magdalena de Pazzi, se encontraba una noche con varias religiosas en el jardín del convento, cuando entró en éxtasis y vio el Purgatorio abierto ente ella. Al mismo tiempo, una voz la invitó a visitar todas las prisiones de la Justicia Divina y a ver cuán merecedoras de compasión son esas almas allí detenidas.
Y se la oyó decir: “Si, iré”. Consintió así a llevar a cabo el penoso viaje. Caminó durante dos horas alrededor del jardín, que era muy grande, parando de tiempo en tiempo. Cada vez que interrumpía su caminata, contemplaba atentamente los sufrimientos que le mostraban
Las religiosas vieron entonces que retorcía sus manos, su rostro se volvió pálido y su cuerpo se arqueó bajo el peso del sufrimiento, en presencia del terrible espectáculo al que se hallaba confrontada.
Entonces comenzó a lamentarse en voz alta: “¡Misericordia, Dios mío, misericordia! Desciende, oh Preciosa Sangre y libera a estas almas de su prisión. ¡Pobres almas! Sufren tan cruelmente y aun así están contentas y alegres. Los calabozos de los mártires en comparación con esto eran jardines de delicias.
Al continuar su camino. Cuando hubo dado algunos pasos paró aterrorizada y suspirando profundamente exclamó: ¡Oh! ¡Qué! ¡Religiosos también en esta horrenda morada! ¡Buen Dios! ¡Cómo son atormentados! ¡Oh, Señor!”.
Ella no explicó la naturaleza de sus sufrimientos, pero el horror que manifestó en contemplarles le causaba suspiros a cada paso. Pasó de allí a lugares menos tristes. Eran calabozos de las almas simples y de los niños que habían caído en muchas faltas por ignorancia. Sus tormentos le parecieron a la santa mucho más soportables que los anteriores. Allí solo había hielo y fuego. Y notó que las almas tenían a sus Ángeles guardianes con ellas, pero vio también demonios de horribles formas que acrecentaban sus sufrimientos.
Avanzando unos pocos pasos, vio almas todavía más desafortunadas que las pasadas, y entonces se oyó su lamento, “¡Oh! ¡Cuán horrible es este lugar; está lleno de espantosos demonios y horribles tormentos! ¿Quiénes, oh Dios mío, son las victimas de estas torturas? Están siendo atravesadas por afiladas espadas, y son cortadas en pedazos”. A esto se le respondió que eran almas cuya conducta había estado manchada por la hipocresía.
Avanzando un poquito más, vio una gran multitud de almas que eran golpeadas y aplastadas bajo una gran presión y entendió que eran aquellas almas que habían sido impacientes y desobedientes en sus vidas. Mientras las contemplaba, su mirada, sus suspiros, todo en su actitud estaba cargado de compasión y terror.
Un momento después de su agitación aumentó, era el calabozo de las mentiras el que se abría ante ella. Y dijo: “Los mentirosos están confinados a este lugar que colinda con el Infierno y sus sufrimientos son excesivamente grandes. Plomo fundido es vertido en sus bocas, los veo quemarse y al mismo tiempo, temblar de frío”.
Luego fue a la prisión de aquellas almas que habían pecado por debilidad y se le oyó decir: “Había pensado encontrarlas entre aquellas que pecaron por ignorancia, pero estaba equivocada: ustedes se queman en un fuego más intenso”.
Más adelante, ella percibió almas que habían estado demasiado apegadas a los bienes de este mundo y habían pecado de avaricia. Y exclamó: ¡Que ceguera las de aquellos que buscan ansiosamente la fortuna perecedera! Aquellos cuyas antiguas riquezas no podían saciarlos suficientemente, están ahora atracados en los tormentos. Son derretidos como un metal en un horno.
De allí pasó a un lugar donde las almas prisioneras eran las que se habían manchado de impureza. Ella las vio en tan sucio y pestilente calabozo, que la visión le produjo náuseas. Parecían leprosos y los gusanos las cubrían. Ella se volvió rápidamente para no ver tan horrible espectáculo.
Viendo a los ambiciosos y a los orgullosos, dijo “Contemplo a aquellos que deseaban brillar ante los hombres; ahora están condenados a vivir en esta espantosa oscuridad”.
Entonces le fueron mostradas las almas que tenían la culpa de ingratitud hacia Dios. Estas eran presas de innombrables tormentos y se encontraban ahogadas en un lago de plomo fundido, por haber secado con su ingratitud la fuente de la piedad.
Finalmente en el último calabozo, ella vio aquellos que no se habían dado a un vicio en particular, sino que por falta de vigilancia apropiada sobre sí mismos, habían cometido faltas triviales. Allí observó que estas almas tenían que compartir el castigo de todos los vicios en un grado moderado, porque esas faltas cometidas solo alguna vez las hacen menos culpables que aquellas que se cometen por hábito.
Después de esta última estación la santa dejó el jardín, rogando a Dios nunca tener que volver a presenciar tan horrible espectáculo: ella sentía que no tendría fuerza para soportarlo.
Su éxtasis continuó un poco más y conversando con Jesús, se le oyó decir: “Dime Señor, el porqué de tu designio de descubrirme esas terribles prisiones, de las cuales sabía tan poco y comprendía aún menos…” ¡Ah! ahora entiendo; deseaste darme el conocimiento de Tu infinita Santidad, para hacerme detestar más y más la menor mancha de pecado, que es tan abominable ante tus ojos”.
SANTA LIDUVINA
(1380-1433) Cuentan las antiguas crónicas que recién paralizada, una noche soñó Liduvina que Nuestro Señor le proponía este negocio: “Para pago de tus pecados y conversión de los pecadores, ¿qué prefieres, 38 años tullida en una cama o 38 horas en el purgatorio?”. Y que ella respondió: “prefiero 38 horas en el purgatorio”. Y sintió que moría que iba al purgatorio y empezaba a sufrir.
Y pasaron 38 horas y 380 horas y 3,800 horas y su martirio no terminaba, y al fin preguntó a un ángel que pasaba por allí, “¿Por qué Nuestro Señor no me habrá cumplido el contrato que hicimos? Me dijo que me viniera 38 horas al purgatorio y ya llevo 3,800 horas”.
El ángel fue y averiguó y volvió con esta respuesta: “¿Qué cuántas horas cree que ha estado en el Purgatorio?” ¡Pues 3,800! ¿Sabe cuánto hace que Ud. se murió? No hace todavía cinco minutos que se murió. Su cadáver todavía está caliente y no se ha enfriado. Sus familiares todavía no saben qué Ud. se ha muerto. ¿No han pasado cinco minutos y ya se imagina que van 3,800?”.
Al oír semejante respuesta, Liduvina se asustó y gritó: Dios mío, prefiero entonces estarme 38 años tullida en la tierra. Y despertó.
Y en verdad estuvo 38 años paralizada y a quienes la compadecían les respondía: “Tengan cuidado porque la Justicia Divina en la otra vida es muy severa. No ofendan a Dios, porque el castigo que espera a los pecadores en la eternidad es algo terrible, que no podemos ni imaginar”. Y seguía sufriendo contenta su parálisis para pagar sus propios pecados y para conseguir la salvación de muchos pecadores.
En uno de los viajes que nuestra Santa hizo al Purgatorio ocurrió lo siguiente: Un desafortunado pecador, enredado en las corrupciones de éste mundo, fue finalmente convertido por las oraciones y urgentes exhortaciones de Liduvina, el hizo una sincera confesión de todos sus pecados y recibió la absolución, pero tuvo poco tiempo para practicar la penitencia, ya que poco después murió por causas de la plaga.
La Santa ofreció muchas oraciones y sufrimientos por su alma; y algún tiempo después, habiendo sido transportada por su Ángel al Purgatorio, ella quiso saber si él estaba todavía allí y en qué estado. «Él está aquí,» dijo su Ángel, «y está sufriendo mucho. ¿Estarías dispuesta a sufrir algunos dolores con el fin de disminuir los de él?» «Claro que sí,» dijo ella, «Estoy lista para sufrir cualquier cosa con tal de ayudarlo.»
Instantáneamente, su Ángel la condujo a un lugar de espantosas torturas. « ¿Es esto el infierno hermano mío?» preguntó sobrecogida de horror. «No, hermana», le contestó el Ángel, «pero esta parte del Purgatorio está en el límite con el Infierno».
Mirando hacia todos lados, vio ella lo que se asemejaba a una inmensa prisión, rodeada con murallas de una prodigiosa altura, cuya oscuridad, junto con las monstruosas piedras, la llenaron de horror. Acercándose a este gigantesco enclaustramiento, ella oyó un ruido confuso de lamentos, gritos de furia, cadenas, instrumentos de tortura, golpes violentos que los verdugos descargaban contra sus víctimas.
Este ruido era tal que todo el tumulto del mundo, en tempestad o batalla, no podría tener comparación con él. « ¿Que es entonces este horrible lugar?» pregunto Santa Liduvina a su buen Ángel. « ¿Deseas que te lo muestre?» «No, te lo suplico», dijo sobrecogida de terror, «el ruido que oigo es tan aterrador que no puedo seguir escuchándolo; ¿Cómo puedo, entonces, soportar la vista de esos horrores?»
Continuando con su misteriosa ruta, ella vio un Ángel sentado tristemente en las paredes de un pozo. « ¿Quién es ese Ángel?» le preguntó a su guía. «Es», dijo él, «el Ángel guardián del pecador en cuya suerte estas interesada. Su alma está dentro de ese pozo, donde tiene un Purgatorio especial».
Tras estas palabras, Liduvina miró inquisitivamente a su Ángel; ella deseaba ver esa alma que le era tan querida, y tratar de librarlo de tan espantoso hoyo. El Ángel que comprendió su deseo, descubrió el pozo, y una nube de llamas, junto con los más lastimeros lamentos brotaron de él. « ¿Reconoces esa voz?» le pregunto el Ángel a ella.
« ¡Ay! Sí», contestó la sierva de Dios. « ¿Deseas ver esta alma?» continuó él. Al oír su respuesta afirmativa, el Ángel le llamó por su nombre e inmediatamente Liduvina vio aparecer en la boca del foso un espíritu envuelto todo en llamas, que parecía un metal incandescente al rojo vivo y quien al verla le dijo en una voz escasamente perceptible, « ¡Oh Liduvina, sierva de Dios! ¿Quién me ayudará para contemplar la cara del Altísimo?
La visión de ésta alma, presa del más terrible tormento de fuego, le causó tal conmoción a la Santa que el cinturón que ella usaba alrededor del cuerpo se rasgó en dos y siéndole imposible seguir viéndole en tal estado, despertó repentinamente de su éxtasis.
Las personas presentes percibiendo su temor, le preguntaron su causa. « ¡Ay!» replicó ella « ¡Que tan espantosas son las prisiones del Purgatorio! Fue para ayudar a las almas que yo consentí descender allá. Sin este fin, aunque me fuere dado todo el mundo no pasaría otra vez por el terror que tan horrible espectáculo me causó.
Algunos días después, el mismo Ángel que ella había visto tan desolado, se le apareció con una actitud feliz, le dijo que el alma de su protegido había abandonado el pozo y había pasado al Purgatorio ordinario.
Éste alivio parcial no satisfizo a Liduvina, continuó rezando por el pobre paciente, aplicando a él los méritos de sus sufrimientos, hasta que pudo ver que las puertas del Cielo se abrieron para él.
El Purgatorio es un lugar al cual no estarían contentos de entrar
Viernes 7 de octubre del 2011, a las 21:45 hrs.
Mi amadísima hija, la razón de que envío tantos mensajes a Mis hijos es para ayudarles a preparar sus almas, de una forma que no era posible hasta ahora.
Muchos de Mis hijos no han leído la Sagrada Biblia, ni están al tanto de todas Mis enseñanzas.
Mucho tiempo es gastado por Mis siervos sagrados, enfocándose en Mis enseñanzas en donde les pido que amen a su prójimo, lo cual es bueno. Pero no se habla de las consecuencias que enfrenta la humanidad en caso de que ellos rechacen al Padre. ¿Por qué Mis siervos sagrados niegan la existencia del infierno y pintan un cuadro optimista del Purgatorio?
A Mis hijos les han sido enseñadas muchas cosas buenas a través de las iglesias que proclaman la Gloria de Dios Padre Todopoderoso. Tristemente sin embargo, a la existencia del Purgatorio y del infierno se le ha restado importancia, a tal punto que Mis hijos se han vuelto complacientes acerca de su existencia.
Mis hijos han sido engañados también, acerca de la existencia del Maligno. Muchos de Mis siervos sagrados niegan su existencia. Oh, qué necios son en creer que el hombre puede fortalecer su fe, sin conocer o entender la verdad de los poderes del Maligno.
La falta de dirección de parte de Mis siervos sagrados, ha significado que el mal en el mundo ha florecido de una manera que pudo haber sido prevenida a través de la oración.
Se le ha permitido a Satán vagar libremente sobre esta Tierra por algún tiempo, por la ceguera de Mis siervos sagrados. Si a Mis hijos se les hubiera prevenido apropiadamente de los estragos causados por Satán, entonces la oración para mitigar su influencia hubiera sido más fuerte.
La existencia del Purgatorio
La existencia del Purgatorio es mal entendida. Muchos creen que es simplemente un tiempo de espera de purificación antes de que las almas entren al Cielo, para aquellas almas que no han estado en estado de gracia al momento de la muerte.
Hay diferentes niveles de Purgatorio hijos y todas las almas sienten un dolor ardiente de oscuridad, que se intensifica entre más profundo es el nivel.
Esto significa que las almas que estuvieron a punto de ser echadas al infierno, sufren la pena de arder más.
Aunque todas las almas en el Purgatorio eventualmente entrarán al Reino de Mi Padre, no es un lugar en donde Mis hijos se sentirían contentos de entrar.
Esto es el por qué ustedes deben combatir el pecado y buscar el perdón lo más regularmente posible, para permanecer en estado de gracia. Esto es por lo que ustedes deben obedecer los Diez Mandamientos todo el tiempo.
Es tiempo ahora de enfrentar la verdad, hijos.
Recen por las gracias que ustedes necesitan para liberarse del pecado, para que
así puedan entrar al Cielo. Estén preparados cada día, pues no saben de los
planes que ya están en marcha, que les esperan. Les doy este mensaje para que
la verdad esté clara. Estos importantes mensajes no han sido presentados a
ustedes, claramente, por décadas. Es importante que estén bien preparados.
Rezando Mi coronilla de la Divina Misericordia todos los días a las 15:00
horas, intervendré en el momento de su muerte a su favor, no importa cuán
pecadores hayan sido y les mostraré Mi Misericordia.
Les digo esto porque
les amo, no para asustarles sino para asegurar que propaguen la verdad a sus
familias.
Mi Palabra hoy, es simplemente un recordatorio de la verdad, la cual les ha sido negada, tras la máscara de la tolerancia.
Es un poco como que el padre de un niño que echan a perder, porque le aman demasiado. Si el padre le sobrealimenta, entonces la salud del niño sufrirá. Sin embargo el padre sigue dando al niño el alimento al cual se ha acostumbrado, por puro amor equivocado. Esto puede llevar al deterioro de la salud del niño. Este niño a su vez, se hace ignorante de cuál alimento es sano comer, porque él no conoce acerca de ellos. Nunca le han dicho.
Vayan ahora y díganle a sus hermanos y hermanas la verdad acerca del infierno y el Purgatorio antes de que sea muy tarde; porque si ustedes no lo hacen, nadie va hacer.
Su Maestro y Divino Salvador, Jesucristo
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
33.- EL PURGATORIO I
A pesar de la persecución, los cristianos siguen aumentando en número y los catecúmenos están descubriendo los misterios maravillosos y los tesoros que encierra la doctrina cristiana. Y este conocimiento fortalece su fe, para defender con el testimonio de la sangre, su asombrosa religión.
La enseñanza de este día, corresponde a uno de los tres reinos espirituales, que existen en la creación:
EL PURGATORIO
Referencia Biblica de la existencia del Purgatorio: 2 Macabeos, cap 12, vers 46: “Es, pues, un pensamiento santo y saludable el rezar por los difuntos, a fin de que sean libres de las penas de sus pecados”.
En la vida entendida como Prueba, en el momento decisivo de la muerte, nosotros mismos determinamos nuestro destino final, que proporcionaremos al alma inmortal por su Origen Divino; en alguna de las Tres Moradas que existen y que habremos elegido según el nivel de aceptación o rechazo a la gracia Divina otorgada en Jesucristo.
Dios es Amor. Y según el fuego de las pasiones en que hayamos consumido nuestra vida terrenal, será el fuego que nos siga a la Vida Eterna…
Fuego responde a Fuego.
En el Paraíso es Fuego de Amor Perfecto.
El Purgatorio es Fuego de Amor Purificador.
Y el Infierno es Fuego de Amor Ofendido.
En el Paraíso: porque los elegidos amaron a la perfección, el Amor a ellos se da en su Perfección.
En el Purgatorio: porque los purgantes amaron tibiamente, el Amor se hace flama que los lleva a la perfección.
En el Infierno: porque los malditos ardieron en todos sus fuegos, más que en el Fuego de Dios; el Fuego de la Ira de Dios los arde en eterno.
Y esto no lo podemos cambiar. Porque tanto el Cielo, como el Purgatorio y el Infierno fueron creados por Dios, al igual que el Universo y el planeta en que vivimos.
Nuestra justicia ejercida en el Amor hacia Dios y hacia nuestro prójimo, serán los que proporcionarán los elementos de Premio o de Condena, de acuerdo a como vivimos y usamos todos los dones que la existencia terrenal nos concedió… Principalmente el de la Fe…
PORQUE ESTÁ ESCRITO:
El que rechace a Jesús como Salvador, inexorablemente deberá enfrentarlo como Juez…
De acuerdo a las Sagradas escrituras, hay dos juicios que enfrentaremos delante de Dios:
EL JUICIO FINAL, QUE OCURRIRÁ TRAS LA SEGUNDA VENIDA DE JESUCRISTO…
Y el JUICIO PARTICULAR que enfrentan todas las almas, en el momento de dejar este mundo material cuando es el momento de su muerte.
Cada ser humano tendrá que rendir cuentas a Cristo por todos y cada uno de sus pecados.
Nadie podrá oponer excusas. Porque nuestra maldad le da vida a los pecados cometidos y son lo que Jesús llamó ‘espíritus inmundos’…
¿Cómo explicaremos la presencia adherida a nuestras almas, al igual que una madre en estado de gestación en nuestro propio ser, de estos espíritus que tienen el sello de creación de nuestro ADN y muestran la semejanza de la misma imagen única, dada a cada uno de nosotros por nuestro Creador y Padre Celestial?…
Muchos mentirosos hijos del Padre de la Mentira, no podrán aducir su acostumbrado: ‘Yo no fui… Yo no soy…’ Porque la evidencia estará al frente, como cada vez que nos miramos ante un espejo.
¿QUE PASA DESPUES DE LA MUERTE?
Santo Tomás de Kempis, el autor de Imitación de Cristo trata así el tema del Juicio: “Mira al fin en todas las cosas y de qué suerte estarás delante de aquel Juez justísimo, al cual no hay cosa encubierta, ni se amansa con dádivas, ni admite excusas, sino que juzgará justísimamente. ¡Oh ignorante y miserable pecador! ¿Qué responderás a Dios, que sabe todas tus maldades.”
La muerte no se evita y son felices los que llegan a ella vestidos de amor, al encuentro de Aquel que los espera.
Temen a la muerte aquellos que no conocen el amor y que no tienen la conciencia tranquila. Éstos, cuando por enfermedad, por edad o por cualquier otro motivo, se sienten amenazados por la muerte; se asustan, se afligen o se rebelan. Intentan por todos los medios y con todas sus fuerzas, escapar de ella.
Inútilmente, porque cuando la hora ha sido señalada, ninguna cautela vale para desviar la muerte.
No solamente la muerte del pecador es horrible, sino también su vida. No hay que ilusionarse sobre su aspecto exterior, es un maquillaje. Un barniz para cubrir la verdad. Porque una hora; solamente una hora de la paz del justo, es incalculablemente más rica en felicidad, que ni la más larga vida de pecado.
Las apariencias indican lo contrario. Y así como a los ojos del mundo no aparecen la riqueza y la alegría de los santos; así también se esconde el abismo de inquietud y de insatisfacción que hay en el corazón del injusto.
Y del que como cráter de un volcán en erupción, vomita vapores acres, corrosivos y venenosos que intoxican a los desventurados, cada vez más. Tratan de sofocar la inquietud buscando darse todas las satisfacciones que apetecen en su ánimo extraviado y por lo mismo satisfacciones de maldad, porque están fermentados en ella.
Los pecadores obstinados e impenitentes, llegan a la perfección del mal y su muerte es un horror que los hace estallar en la otra vida, porque los sumerge en un horror mucho más grande.
El justo no le teme a la muerte, porque sabe que al obrar el bien tiene la sonrisa de Dios.
La muerte de los inocentes que mueren sin rencor, es bella como un martirio. Y como no tienen la mancha del odio, también son víctimas que Dios toma como hostias. Son las flores de hoy, cortadas por el Enemigo de Dios que busca destruir a sus hijos. Y por el Odio desencadenado con todas sus fuerzas en el fragor del Infierno de la violencia en su máximo esplendor.
Para los impíos la muerte es pavorosa. Tienen miedo. Y más miedo todavía cuando sienten que no han actuado bien o lo han hecho mal del todo.
La boca mentirosa del hombre trata de engañarse a sí mismo, para consolarse y engañar a los demás. ‘Yo he actuado bien’
Pero la conciencia, que está como un espejo de dos caras bajo su rostro y el Rostro de Dios, acusa al hombre de no haber obrado bien y de no obrar para nada bien como lo proclama. Y es entonces cuando un gran miedo los molesta: el miedo del Juicio de Aquel que todo lo conoce.
Y aquí la gran pregunta: ¿Por qué si se le teme tanto como a Juez, no evitan el tenerlo como tal? ¿Por qué lo rechazan como Salvador y no lo aceptan como Padre? ¿Por qué si lo temen, no actúan obedeciendo sus mandatos y no lo saben escuchar con voz de Padre que guía, hora por hora con mano de amor?
Si al menos lo obedecieran cuando habla con voz de Rey. Sería obediencia menos premiada, porque es menos dulce a su Sagrado Corazón. ¡Pero sería obediencia! Entonces, ¿Por qué no lo hacen y sin embargo le tienen pavor a la muerte?
¿EN QUÉ CONSISTE EL PURGATORIO?
Las almas inmersas en aquellas llamas, no sufren sino por el Amor.
Dios Uno y Trino para las almas creadas por Él solo quiere el Bien. Jesús ha dicho que la Caridad es la más grande de las absoluciones y cancela las culpas y debilidades del hombre; ya que quien ama, vive en Dios y viviendo en Dios, poco peca. Si peca, rápido se arrepiente. Y para quien se arrepiente está el Perdón del Altísimo.
Las almas faltaron al amor. Si hubiesen amado mucho, habrían cometido pocos pecados relacionados con su debilidad e imperfección; pero no habrían nunca alcanzado la pertinacia consciente de la culpa aunque sea venial. Si hubieran cuidado de no lastimar a su amor; el Amor, viendo su buena voluntad, las habría absuelto también de las venialidades cometidas.
En la Tierra, las culpas se reparan expiándolas y si es posible a través del mismo medio con el que se cometieron. Quien ha perjudicado, restituyendo cuanto ha quitado con prepotencia. Quién ha calumniado, retractándose de la calumnia, etc. Y si esto quiere la pobre justicia humana, ¿Qué no querrá la Justicia Santa de Dios? ¿Y cual medio usará Dios para obtener su reparación? El mismo. El Amor exigiendo amor.
Este Dios al que hemos ofendido y que nos ama paternalmente; que desea reunirse con sus creaturas, las lleva a obtener esta reunión, a través de Sí Mismo. Y todo se clava sobre el Amor.
Menos para los ‘muertos verdaderos’: los Condenados. Para estos muertos, está muerto también el Amor.
Las almas que viven su crucifixión espiritual en el Purgatorio, buscan y anhelan a Dios, no pudiéndolo tener todavía. Están separados de Él y ese es su mayor tormento. Dilapidaron el talento de su vida y ahora deben conocer y amar en el Purgatorio, Al que rehusaron conocer y amar en la existencia.
Ahora es justo que sean castigados de las culpas contra la Caridad, con el Fuego de la Caridad que rechazaron. Era Amor, ahora es Castigo. No se desprecia el Don de Dios. Ellas lo amaron con mucha tibieza y el Don se cambia en Castigo. Dios se retira.
Entonces ellas deben trabajar y completar activamente su expiación en el Purgatorio, pensando en la hora de su liberación en Dios.
El Purgatorio es Fuego de Amor Expiatorio. Las faltas de amor cometidas contra su Dios, las hace indignas de entrar a poseerlo. Las llamas purificadoras del Purgatorio, son un incendio que destruye las imperfecciones que no hubo voluntad de corregir.
La Justicia Divina debe ser reparada. El alma tiene que limpiar sus impurezas y alcanzar el grado del amor perfecto, para unirse con la Perfección. El tiempo decretado por Dios de separación de Él, es de acuerdo a las culpas cometidas y a la gravedad de las mismas. Tanto más largo, cuanto más la culpa oprime el Amor.
Los sufrimientos del Purgatorio las transforma y las ayudan a alcanzar el grado de amor perfecto que las absuelve y las regresa a Dios. Nunca como después de la muerte las almas aman, porque su amor infuso a la Luz de Dios; los hace comprender como debieron amar y con qué perfección deben aprender a hacerlo; por lo que se negaron a aceptar en la Tierra.
El primer período es del Remordimiento. Luego sigue el del Amor activo, en el que ofrecen y Oran. Después, poco a poco van conociendo, momento por momento de eternidad. Y al conocer van aprendiendo a amar.
Cuando sepan amar como nos ha sido mandado, terminará la expiación. Porque el Poder y el Paraíso se consiguen amando, tanto en la Tierra como en el Purgatorio.
¡Cómo se expía allí, lo que se hace sufrir al prójimo! ¡Por eso hay que ser buenos mientras se puede!…
Se purgan primero las culpas de la mente. Después las del corazón, los egoísmos. Por último las de la carne.
Luego deben desprenderse de los afectos terrenos y ese es otro tormento. A medida que crece en su interior el Fuego del Amor de Dios, van dejando de sentir el Fuego Purgativo que las rodea. Es un Fuego Poderoso que infunde deseos de sufrir y por eso ya no hace daño el sufrimiento.
Ellas lo saben casi todo, en una medida mucho menor que los santos; pero lo saben. Los Purgantes comprenden lo que en vida no comprendieron, por estar saturados de sí mismos. No pueden dejar de sufrir, porque ahora es cuando comprenden, inmersos como están en un Fuego Expiatorio. Ven, conocen y aprenden a amar a Dios y al prójimo, a los que en vida amaron poco y mal.
Los sufrimientos del prójimo, aumentan su expiación; porque habiendo desaparecido el egoísmo, saben amar y sufrir con él y por él.
Cuando un alma está en el purgatorio, no hace más que amar; reflexionar y arrepentirse a la Luz del Amor que para ella ha encendido aquellas llamas, que ya son Dios; pero que se lo ocultaban para su castigo. Y éste es el tormento. El alma recuerda la visión de Dios tenida en el Juicio Particular.
Se ha llevado consigo aquel recuerdo y puesto que tan solo el vislumbrar a Dios, es júbilo que supera a toda cosa creada; el alma está ansiosa de volver a gozar de aquella felicidad. Aquel recuerdo de Dios y aquel rayo de Luz que la ha investido al comparecer delante de Él, hacen que el alma ‘vea’ en su verdadera dimensión, las faltas cometidas contra su Bien.
Y este ‘ver’ constituye; junto con el pensamiento de que por aquellas faltas cometidas voluntariamente, impiden la posesión del Cielo y la Unión con Dios por años o siglos. Y esto constituye la pena purgativa.
Es el amor y la certeza de haber ofendido al Amor, el tormento de los Purgantes.
La Cruz que fue despreciada en la vida terrenal y el Cáliz que bebió Jesús, junto con el martirio del viernes Santo; deben experimentarlo con toda la crudeza de su realidad y sin lenitivos. El espíritu vivo está crucificado y Jesús ya no es el Cirineo; porque ellos no lo quisieron cuando Él se los ofreció.
Entre más un alma en la vida ha faltado y más ciega está, por las espirituales cataratas que le hacen más difícil conocer y alcanzar aquel perfecto arrepentimiento de amor, que es el coeficiente primordial de su purgación y de la entrada en el Reino de Dios. El Amor fue suspendido en su vivir y ha quedado retardado, cuanto más un alma lo ha oprimido con la culpa.
Pero a medida que por el Poder del Amor ella se limpia, se acelera su resurrección al Amor y como consecuencia, su conquista del Amor; que se completa en el momento en el cual finalizada la expiación, es alcanzada la perfección del Amor y es admitida en la Ciudad de Dios.
Las almas Purgantes no sufren más que por el Amor y expían con el Amor. El Amor que no le supimos dar en la vida terrenal, lo debemos dar en el Purgatorio. Y es por esto que el Purgatorio es solo sufrimiento de Amor.
Porque el hombre tiene toda la vida para amar a Dios. Y por haberlo amado poco en su Ley y haberle dado la espalda al pensamiento de Él, se vive amando y sin amarlo a Él; es justo que al no merecer el Infierno y sin tampoco merecer el Paraíso, tendrán que merecerlo ahora al incendiarse en la Caridad.
Ardiendo más y más, cuanto más tibios han sido en la Tierra. Es justo que suspiren por miles y miles de horas de expiación de amor; lo que miles y miles de veces faltaron de suspirar en la Tierra por: Dios. Objetivo supremo de la inteligencia creada.
A cada vez que se le dio la espalda al Amor, corresponden años o siglos de nostalgia amorosa. Años o siglos, según la gravedad de la Culpa.
Teniendo la seguridad de alcanzar a Dios. Conociendo la súper eterna Belleza de Dios por aquel fugaz encuentro del Primer Juicio, cuyo recuerdo han llevado consigo para volverles más viva el ansia de Amor, ellas suspiran por Él. Lloran por su lejanía. Y saber que son ellas mismas la causa de esa lejanía las hace lamentarse, arrepentirse y las penetra siempre más de aquel Fuego Encendido por la Caridad por el Supremo Bien.
El Purgatorio es el lugar en el cual el pensamiento de Dios, el recuerdo de Dios cuya Esencia brilló en el instante del Juicio Particular, las ha llenado del deseo de poseerla. Ellas expían la falta de amor por nuestro Dios. A través del Amor conquistan al Amor y por grados de Caridad siempre más encendida, lavan sus vestiduras hasta volverlas cándidas y luminosas para entrar en el Reino de la Luz.
El pensamiento de Dios. El recuerdo de Dios. Es para los Purgantes un santo deseo; nostalgia apesadumbrada pero plena de esperanza. Esperanza plena de tranquila espera. De segura paz que alcanzará la perfección, cuando se volverá conquista de Dios. Pero ya desde el espíritu purgante hay una alegre creatividad purgativa; porque toda pena cada instante de pena las acerca a Dios, su Amor.
Las almas inmersas en aquellas llamas, no sufren más que por el Amor. No merecen poseer la Luz, ni siquiera son dignas de entrar en el Reino de la Luz. Ellas al presentarse ante Dios, son investidas de la Luz de una breve, anticipada beatitud que les asegura su salvación y les da el conocimiento de lo que será su eternidad.
Y experimentan compasión hacia su alma, por haberla defraudado de años de la feliz posesión de Dios.
Se sumergen después en el lugar de purgación, investidos por las llamas expiatorias. Estas son un incendio de amor, porque las purifica encendiéndolas en el Amor. Ellas dan amor, porque cuando el alma ha alcanzado en ellas aquel amor que no alcanzaron en la Tierra, son liberadas y se reúnen con el Amor en el Cielo.
Ellas arden en un fuego verdadero y necesitan el refrigerio de la Sangre de Jesús y sólo nosotros podemos dárselos. Las almas del Purgatorio están implorando continuamente la Sangre Salvadora del Redentor. Las cuentas del Rosario son flores que llevan cada una, una gota de la Sangre Preciosa de Jesús. Y es un refrigerio y un alivio sobre el alma por la que se ha ofrecido.
Porque las almas purgantes no ven todavía a Dios, pero lo aman ya como en el Cielo y tienen los impulsos caritativos de los santos. Ellas esperan la ayuda y el consuelo de los hermanos militantes que apresuran su liberación.
Ellas nada pueden hacer para ellas mismas; pero sí pueden pedir y obtener para nosotros peregrinos aún sobre la Tierra. Ellas ofrecen su martirio sin descanso, para que nosotros venzamos a las fuerzas del Infierno. Y en el intercambio, nosotros podemos abreviar su pena debida a sus culpas y ellas hacen brotar una fuente de Gracias insospechadas pero reales.
Cuando los méritos de Cristo por las oraciones de los vivientes que los aman, son lanzadas como esencia de ardor en el Fuego Santo del Purgatorio; la incandescencia del Amor los penetra más fuerte y más adentro, entre el rutilar de las llamas que hace siempre más lúcido para ellas el recuerdo de Dios visto en aquel instante y disminuye el velo que los separa de Él.
Por eso es necesario rogar porque estas almas que sufren para alcanzar la gloria, sean veloces en alcanzar el Amor Perfecto que las absuelve y las une con Él. Nuestras oraciones, nuestros sufragios, son otros tantos aumentos del Fuego del Amor.
Aumentan el ardor, pero ¡Oh, feliz tormento! También la capacidad de amar. Aceleran el proceso de purgación. Levantan a grados siempre más altos a las almas inmersas en aquel Fuego. Las llevan a los umbrales de la Luz. Abren las puertas de la Luz y finalmente introducen al alma en el Cielo.
A cada una de estas oraciones provocadas por nuestra caridad para quien nos ha precedido en la segunda vida, corresponde un aumento de caridad para nosotros. Caridad de Dios que nos agradece por proveer a sus hijos penantes que lo retribuyen por obrar para admitirlos en el Gozo de Dios.
Nunca como después de la muerte de la tierra, nuestros seres queridos nos aman. Porque su amor está ya infuso de la Luz de Dios y a ésta Luz, ellas comprenden como nos amaron y como debieron amarnos.
Ya no pueden decir palabras que invocan perdón y dan amor. Pero se las dicen a Jesús y ofrecen sus sufrimientos por nosotros.
Y Jesús escucha a nuestros muertos que ahora saben ver y amar como se debe. Y Jesús presenta al Padre esas peticiones encendidas por la Caridad que arde en ellas y las hace dignas ante el Trono del Altísimo.
Por eso hay que confiar en Jesús. Él trabaja por nosotros y por nuestros seres queridos. Él eleva nuestros espíritus, llenándolos de alegría con la certeza de estas verdades.
Como en la vida de la tierra entre más se crece en el amor y más sutil se hace el velo que cela al viviente de la Divinidad, así también en el Segundo Reino; entre más crece la purificación y por eso el amor, más próximo y visible se hace el Rostro de Dios.
Ya trasluce y sonríe entre el relampaguear del Fuego Santo.
Y es como un sol que se acerca siempre más y su Luz y su calor anulan siempre más, la luz y el calor del fuego purgativo; hasta que pasando del merecido y bendito tormento del Fuego, al conquistado y feliz refrigerio de la posesión; pasando de fuego A Fuego. De luz a Luz. Elevadas a ser Luz y Fuego con Él, Sol Eterno, como chispa absorbida por una hoguera. Y como lámpara arrojada en un incendio. ¡Oh, Gozo de los gozos cuando son introducidas en su Gloria! ¡Pasando de aquel reino de espera, al Reino del Triunfo, con el conocimiento del Perfecto Amor!
Este conocimiento es un misterio que la mente puede conocer por querer de Dios; pero no puede ser descrito con palabras humanas. Creamos que merecemos sufrir por toda una vida, para poseerlo en la hora de la muerte.
Y es como un sol que se acerca siempre más y su Luz y su calor anulan siempre más, la luz y el calor del fuego purgativo; hasta que pasando del merecido y bendito tormento del Fuego, al conquistado y feliz refrigerio de la posesión; pasando de fuego A Fuego. De luz a Luz. Elevadas a ser Luz y Fuego con Él, Sol Eterno, como chispa absorbida por una hoguera. Y como lámpara arrojada en un incendio. ¡Oh, Gozo de los gozos cuando son introducidas en su Gloria! ¡Pasando de aquel reino de espera, al Reino del Triunfo, con el conocimiento del Perfecto Amor!
Este conocimiento es un misterio que la mente puede conocer por querer de Dios; pero no puede ser descrito con palabras humanas. Creamos que merecemos sufrir por toda una vida, para poseerlo en la hora de la muerte.
Creamos que no hay más grande caridad que la que procuramos con las oraciones a los seres que amamos sobre la Tierra y que ahora han iniciado su purgación en el amor, al cual le cerraron en vida las puertas del corazón, tantas y tantas veces.
Las verdades escondidas son reveladas para que procedamos en consecuencia. Para nosotros mismos y para los que amamos en el más allá. Por eso las almas víctimas se dejan consumir con una mayor alegría y una mayor decisión. El sufrimiento de la Tierra es nada en comparación del Sufrimiento del Purgatorio. La Cruz y el Calvario son dulces cuando es Jesús el que nos lleva entre los brazos. Los tormentos de la Crucifixión en la Tierra son dosificados por el Amor.
Y en el Purgatorio no es así. Ahí Jesús no puede dar el lenitivo de la Fe y por eso es mejor consumir la vida, en el sufrimiento del Amor por Él. Y derramar este amor también en el Purgatorio, para abrir las Puertas del Cielo a los que amamos.
Seremos dichosos si sabemos amar hasta incinerarnos de cuanto es débil y pecó. Al espíritu purificado por la inmolación del Amor, le vienen al encuentro los serafines y le enseñan el ‘Sanctus’ Eterno que cantaremos a los pies del Trono de Dios…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
32.- LA IGLESIA NIÑA
En la ciudad de Tmuis, Egipto; el obispo Ethan, de familia poderosa y grandes riquezas, era un hombre ilustre y versado en filosofía. Cuando fue arrestado compareció ante el Tribunal…
El Procónsul Xanteas, le dijo:
– ¿Puedes al fin entrar en razón?
Ethan contestó tranquilamente:
– Yo siempre estoy en mi cabal juicio. Y vivo razonablemente.
– Sacrifica a los dioses.
– No sacrifico.
– ¿Por qué?
– Porque las Sagradas y Divinas Escrituras dicen: “El que sacrifica a los dioses, fuera del Único Dios, será exterminado.”
– Sacrifica pues al Único Dios.
– No sacrifico. Pues Dios no desea tales sacrificios. Está escrito: “¿Para qué me ofrecen ustedes esa multitud de víctimas? Dice el Señor. Estoy harto de ellas. Yo no quiero los holocaustos de los carneros, ni la sangre de los machos cabríos. Tampoco quiero que me ofrezcan Flor de Harina.”
El hermano de Ethan; un abogado llamado Noel lo interrumpió:
– ¿Para qué hablas de flor de harina, cuando te estás jugando la vida?
Xanteas preguntó:
– ¿Cuáles son los sacrificios gratos a tu Dios?
Ethan contestó:
– Un corazón puro. Una conducta digna y una lengua sincera: he aquí los sacrificios que agradan a Dios.
– ¡Vamos, sacrifica!
– Yo no sacrifico. Ni siquiera lo aprendí.
¿No sacrificó Pablo?
– Ciertamente que no.
– ¿Y Moisés no sacrificó?
– En otros tiempos se mandó a los judíos a que ofrecieran sacrificios al Dios Único en el Templo de Jerusalén.
– Si perteneces al Dio Único y Verdadero, sacrifica.
– Yo soy cristiano. No soy judío. Mi sacrificio es diferente. Yo no ofrezco animales, ni vegetales muertos. Yo mismo soy el sacrificio viviente, para mi Dios Vivo.
– ¡Basta de palabras inútiles y sacrifica!
– Yo no mancharé mi alma.
– ¿Al alma se le puede perjudicar?
– Yo estoy deificando mi alma. Si hago lo que quieres haré daño a mi alma y a mi cuerpo.
– ¿A este mismo cuerpo?
– A este mismo.
– ¿Resucitará esta carne?
– Indudablemente.
– ¿Por qué eres tan necio? Si es el mismo Dios, yo no veo el daño.
– Los judíos no reconocieron al Mesías y lo mataron. El Mesías es Jesús. Jesucristo es mi Señor y mi Dios. Yo soy cristiano. Yo soy Templo vivo del Espíritu Santo.
Ellos siguen esperando al Mesías y será tarde cuando reconozcan su error. Y verán que no lo reconocieron y que su Templo ya ni siquiera existe. Por eso Dios los ha abandonado y Él en el Santa Sanctorum ya no está.
– ¿No negó Pablo a Cristo?
– No, hombre. ¡Ni en sueños!
– Yo juré. Jura tú también.
– A nosotros no nos está permitido jurar.
– ¿No era Pablo un hombre ignorante? ¿No era sirio? ¿No disputaba en siríaco?
– No. Era hebreo y disputaba en griego. Y en sabiduría superaba a todo el mundo. Yo lo conocí.
– ¿Te atreverías a decir que también sobrepasaba a Platón?
– En sabiduría sobrepasó no solo a Platón, sino también a todos los filósofos. Él supo convencer a los sabios. Si quieres te repetiré sus palabras.
– Lo que tienes que hacer es sacrificar.
– Yo no sacrifico como tú lo quieres. Mi sacrificio es la Eucaristía, sacrificio incruento. Y también yo mismo: sacrificio viviente.
– ¿Es un problema de conciencia?
– Así es.
– ¿Porqué no guardas la misma actitud de conciencia para con tu mujer y tus hijos?
– Ellos están en manos de Dios y serán los únicos que se alegrarán con mi sacrificio. Además, los deberes para con Dios, están por encima de todos los demás. Está escrito: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”
– ¿Qué Dios es ése?
Ethan elevó sus manos al cielo y dijo:
– El Dios que hizo el Cielo y la Tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. Él es el Creador y Hacedor de todo lo visible y lo inmaterial. Él Es el Dios Inefable. Él Solo, existe y permanece por los siglos de los siglos. Amén.
Entonces los abogados trataron de impedir que Ethan hablara tanto con Xanteas y le dijeron:
– ¿Por qué resistes al Procónsul?
Ethan contestó:
– Yo solo respondo a lo que se me pregunta.
Xanteas exclamó:
– ¡Ya cállate la boca y sacrifica!
– Yo no sacrifico porque no quiero perder mi alma. Y no solo los cristianos cuidamos de ella, también los paganos. Ahí tienes el ejemplo de Sócrates. Al ser conducido a la muerte, estaban presentes su esposa y sus hijos, pero él no retrocedió. Al contrario; con ánimo prontísimo y a pesar de su edad, recibió la muerte.
– ¿Cristo es Dios?
– Indudablemente.
– ¿Cómo pruebas que es Dios?
– Él hizo ver a los ciegos, oír a los sordos, limpió a los leprosos, resucitó a los muertos, restituyó el habla a los mudos, liberó a los posesos y sanó muchas otras enfermedades. El mar y los vientos le obedecían. Cuando fue muerto se resucitó a Sí Mismo. Él está Vivo y sigue obrando muchos milagros.
Si quieres comprobarlo por ti mismo y eres digno, le conocerás. ¡Invócalo! Su Nombre es Jesús.
– ¿Cómo es eso?
– Él vive dentro de mí. Y dentro de cada cristiano que se convierte a sí mismo en hostia viva y santa. Quién se crucifica espiritualmente en Él, puede constatar esta Verdad. Cuando somos templos vivos, Él ama y sigue actuando a través de nosotros. Y obra prodigios de amor de acuerdo a la Fe en Él. El cristiano crucifica su voluntad en la Voluntad de Dios.
– ¿Cómo pudo un Dios ser Crucificado?
– Fue crucificado por nuestra salvación. Y para ser dioses debemos ser crucificados también nosotros en nuestro espíritu y nuestra alma. Él sabía que al venir al mundo sufriría ultrajes y sería crucificado. Y se entregó a todo el sufrimiento por nosotros. Su pasión había sido predicha en las Sagradas Escrituras, que los judíos pueden comprender pero no comprenden. El que tenga buena voluntad que se acerque y vea si todo esto no es así.
– Recuerda que te traté con todo respeto. Pude haberte humillado en tu misma ciudad, sin embargo por el deseo de honrarte, no lo hice.
– Te doy las gracias. Y ahora concédeme el favor supremo.
– ¿Qué deseas?
– Usa de tu poder y haz lo que se te mandó.
– ¿Así? ¿Sin motivo alguno, quieres morir?
– Motivos no faltan: Seré Muerto por Dios y por la Verdad.
– ¿Pablo era Dios?
– No.
– ¿Qué era?
– Un hombre semejante a nosotros. Pero estaba lleno del espíritu de Dios. Y en ese Espíritu obraba milagros, señales y prodigios.
– Te perdono gracias a tu hermano.
– Más bien concédeme este favor supremo. Usa de tu poder y haz lo que se te mandó.
– Si supiera que estabas en la miseria y que por eso llegaste a semejante locura, no te perdonaría. Pero tienes una fortuna tan grande que podrías alimentar a toda la provincia de Egipto. Por eso te perdono y te exhorto a sacrificar.
– Yo no sacrifico. Y en esto miro por mí mismo.
Entonces los abogados dijeron a Xanteas:
– Ya sacrificó privadamente en el salón de las deliberaciones.
Ethan exclamó:
– ¡Es totalmente falso que yo haya sacrificado!
Y Xanteas dijo:
– Tu pobre mujer te está mirando.
Ethan contestó:
– El Señor Jesucristo es el Salvador de todos nosotros. Aunque esté encadenado, yo le sirvo. Él me llamó a compartir la herencia de su Gloria. Él es bastante Poderoso para llamarla a ella también.
Noel intervino:
– Ethan pide un plazo.
Xanteas dijo:
– Te doy un plazo para que reflexiones.
Ethan replicó:
– Ya reflexioné mucho y escogí padecer por Cristo.
En ese momento Noel, los abogados, los miembros del tribunal, el Procurador Xanteas y todos sus parientes, se lanzaron sobre él. Unos se arrojaron a sus pies. Otros lo abrazaban. Otros más, le suplicaban que tuviera consideración de su familia, de su esposa y que viera por el bienestar de sus hijos.
Ethan permaneció inmóvil, como un peñón azotado por las olas de una tempestad. Desechó todo lo que le gritaban en aquella algarabía y proclamó lleno de júbilo:
– Mi espíritu ya se encamina al Cielo. Tengo a Dios ante mis ojos. Mis parientes y allegados son los santos mártires y los apóstoles.
Con su mirada extasiada, su rostro se iluminó y su sonrisa se volvió más radiante.
Estaba allí un centurión llamado Enzo. Al ver todo este barullo: las lágrimas de los parientes; las argucias de Xanteas, el alboroto de los abogados. Y que Ethan permanecía inflexible e inconmovible a pesar de todo.
Entonces Enzo intervino diciendo:
– ¿Por qué atentan ustedes, aunque vana e inútilmente, contra la perseverancia de este hombre? ¿Por qué quieren convertir en infiel, al que es fiel a Dios? ¿Por qué quieren forzarlo a que reniegue de Dios, para que complazca a los hombres? ¿Acaso no se dan cuenta de que sus ojos ya no ven las lágrimas de ustedes y sus oídos ya no entienden sus palabras? ¿Cómo va a doblegarse por lágrimas terrenas aquel cuyos ojos están contemplando la gloria celestial?
Entonces la cólera de todos estalló contra Enzo y le pidieron al magistrado que le aplicara la misma sentencia que a Ethan.
Xanteas sólo le preguntó:
– ¿También tú eres cristiano?
El militar contestó con gallardía:
– Sí. Por la gracia de Dios.
Entonces Xanteas con mucho gusto, accedió a la demanda de los alborotados y ordenó que tanto Ethan como Enzo, fueran pasados a filo de espada.
Ya iban encaminados al lugar del suplicio, cuando Noel, gritó:
– ¡Ethan pide apelación!
Xanteas lo mandó llamar y le preguntó:
– ¿Vas a apelar?
Ethan contestó:
– Yo no he apelado, ni me pasa por la mente tal cosa. No hagas caso a mi pobre hermano. Por mi parte, doy gracias a los mandatos imperiales y a tu sentencia, porque así comparto la herencia de Jesucristo.
Después de esto, Ethan partió de nuevo.
Cuando llegaron al lugar del suplicio, Ethan extendió sus manos hacia el Oriente y exclamó:
– Hijitos muy amados y todos ustedes que buscan a Dios, vigilen sus corazones. Nuestro Enemigo como León Rugiente, merodea buscando a quién arrebatar. Todavía no sufrimos nada. Ahora es cuando empezamos a sufrir. Es ahora cuando principiamos a ser discípulos de nuestro Señor Jesucristo.
Queridos, observen los Mandamientos de Jesús. Invoquemos al Dios Puro. Inefable. Al que se sienta entre los Querubines. Al Creador de todo el Universo. Al que es Principio y Fin. A él la Gloria por los siglos. Amén.
Al terminar de decir esto, los verdugos cumplieron la sentencia y los decapitaron a los dos.
* * * * * * *
El Procónsul de Pérgamo, Lisímaco estaba en su tribunal, cuando le llevaron a un grupo de cristianos.
Al verlos, tomó aliento y dijo:
– Sin duda ustedes conocen el decreto imperial que los obliga a adorar a los dioses, dueños del Universo, por eso les aconsejo que se acerquen a los altares y sacrifiquen.
Uno dijo inmediatamente:
– Yo no puedo, soy cristiano.
– ¿Cómo te llamas?
– Ulises.
El Procónsul dirigiéndose a todos:
– Pues si quieren vivir, tendrán que sacrificar a los dioses.
Y Ulises contestó:
– Adoro a Cristo, el hijo de Dios que no hace mucho tiempo vino a la tierra para salvarnos y arrebatarnos de los extravíos del Demonio. Por eso no ofreceré sacrificios a tales ídolos. Haz conmigo lo que quieras. A mí me es imposible ofrendar a estas sacrílegas apariencias de Satanás, ya que los que a ellos sacrifican; al rendirles culto a estos ídolos, se hacen semejantes a ellos. Y con ellos perecen en el Infierno, haciéndolos gritar de alegría al ver precipitarse a nuevos condenados, en el tenebroso horror de su Reino de Odio.
Porque el Infierno es el Reino Maldito en el que los espíritus se odian y se dañan mutuamente, presas de la desesperación. Pero aquí en la tierra, el hombre culpable que ya es de Satanás; no sabe que es su tenebroso rey, el que lo tortura después de haberlo seducido, para convertirlo en su esclavo. El que adora a los dioses, en realidad está adorando a Satanás y sus secuaces.
El Procónsul irritado:
– ¡Sacrifica a los dioses y no digas disparates!
Ulises sonriendo:
– ¡Mueran los dioses que no han hecho el Cielo ni la Tierra!
– Es necesario que sacrifiques, porque así lo ordena el emperador.
– Los vivos no sacrifican a los muertos.
– ¿Te parece que los dioses estén muertos?
– ¿Quieres escucharme? Esos dioses no fueron ni siquiera hombres que vivieran un tiempo, para poder morir. Son ángeles que pecaron y fueron arrojados del Cielo por el Verdadero Dios y Creador suyo. ¿Quieres saber como esto es la verdad? Quítales el honor que tú les tributas y conocerás que no son nada.
En cambio nuestro Dios es Infinito y Todopoderoso. Ellos emiten oráculos y engañan a los hombres y esto no te debe asombrar. El Diablo desde el principio cayó de su propio orden, por maldad. Seduciendo a la soberbia humana, les hace creer que son dioses. Procura anular el amor que Dios tiene al hombre y es su Adversario declarado. A los suyos les anuncia lo que quiere: justamente los males que él mismo va a perpetrar. Y por permisión de Dios, tienta a los hombres. ¡Créeme oh, Procónsul! que ustedes viven en una no pequeña quimera.
– Dijiste muchas tonterías y terminaste maldiciendo a los dioses y al Augusto. Para que la cosa no siga a delante, ¡Te ordeno que sacrifiques!
– ¡Imposible que yo sacrifique! Jamás sacrifiqué a los ídolos.
Lisímaco ordenó que lo atormentaran en el potro.
Mientras lo torturaban, el gritaba:
– ¡Soy cristiano y siempre lo seré!
Mientras tanto, Lisímaco se dirigió a otro:
– ¿Cómo te llamas?
– Magnus
– ¿Formas parte del consejo de la ciudad?
– Soy un simple ciudadano.
– ¿De qué ciudad?
– De Tiátira.
– ¿Tienes hijos?
– Sí. Muchos, gracias a Dios.
Entonces uno del público, gritó:
– ¡Él declara tener hijos en el sentido de la Fe de los cristianos!
Entonces el Procónsul dijo a Magnus:
– ¿Por qué mientes diciendo que tienes hijos?
Magnus contestó:
– ¿Quieres comprobar que no miento, sino que digo la Verdad? En toda la provincia y en toda la ciudad tengo hijos según Dios. Soy Obispo.
– Sacrifica a los dioses.
Desde mi juventud sirvo a Dios y jamás ofrecí sacrificios a los ídolos. Soy cristiano y nada más escucharás de mi boca. Porque tampoco es posible decir nada más grande, ni más bello.
Ante esto, Lisímaco también lo envió al tormento y preguntó a una mujer:
– ¿Cómo te llamas?
– Giovanna
– ¿También tú compartes la locura de estos dos?
– No es ninguna locura. La vida es guerra de todos los días. El enemigo es uno solo con muchas caras: Satanás; él vive para desorientar, torturar, destruir. Causando penas a Dios y a los espíritus. El Odio homicida de Satanás no tiene límites. Y solo hasta que el hombre comprenda esto; le abra su corazón al Amor y su alma al Huésped Divino: Jesucristo; podrá conocer la dicha bienaventurada de ser de Dios.
El Procónsul mueve la cabeza con fastidio y entonces los del pueblo gritan:
– ¡Ten lástima de tu hijo!
Giovanna contestó:
– Mi hijo tiene a Dios. Como Dios vela por todos, así tendrá compasión de él. Yo no adoraré a Satanás y no sacrificaré en sus altares.
Entonces intervino Nicandro y los que estaban en el tribunal, se lanzaron contra él; porque era una persona de linaje distinguido y fue interrogado extensamente acerca de la Religión Cristiana.
Él contestó detalladamente a todas las preguntas y al final el Procónsul no quiso creerle y no aceptó las verdades de la Fe.
Le dijo:
– Esta religión es una ‘superstición muy peligrosa’.
Y ya no quiso acceder a ninguna demanda por más justificada que fuera.
Por último le preguntó:
– ¿También tú eres cristiano?
Nicandro afirmó con voz sonora:
– Sí.
Y también fue sentenciado junto con los demás, con el apodo de ‘paráclito de los cristianos’ (abogado)
Desde aquel momento se produjo una desunión entre los cristianos. Unos se manifestaron totalmente dispuestos para el martirio y llenos de ardor, confesaron su Fe hasta el final. Pero aparecieron otros que no estaban preparados, ni ejercitados. Eran débiles todavía e incapaces de sostener un fuerte combate.
De ellos, unos diez salieron como abortados del seno de la Iglesia; produciendo en los demás una gran pena y mucha tristeza.
Y atemorizando el ánimo de los demás, que todavía no habían sido detenidos. Éstos, aún a costa de grandes sacrificios, asistían a los mártires y no se alejaban de ellos.
Los que estaban presos, fueron acometidos por la angustia y la incertidumbre del desenlace en la confesión de Fe. No los espantaban los tormentos con que los afligían; sino que mirando el último momento, estaban temerosos de que alguno pudiera apostatar y convertirse en presa del Infierno.
Como Camila. Ella era una de las mujeres que habían apostatado. El Demonio ya la tenía por presa conquistada, pero queriendo asegurar más su condenación a través de la blasfemia, cometió el error de torturarla. Como se había mostrado débil y cobarde; la sometieron al tormento, para que confesara los crímenes que se les imputaban.
Pero una vez puesta en la suplicio, ella invocó a la Virgen María, la Madre Santísima…
– ¡Inmaculado corazón de María, ayúdame!
Y recapacitó.
Fue como si despertara de un profundo y maléfico sueño. Esa pena corporal le recordó el castigo eterno del Infierno.
Entonces se fortaleció y desmintió los rumores calumniosos diciendo:
– ¿Cómo podrían comer niños esos hombres que ni siquiera pueden alimentarse con la sangre de los animales irracionales?…
Gracias a Cristo, a la fortaleza del Espíritu Santo, a la resistencia y perseverancia de los confesores, los diabólicos tormentos no surtieron ningún efecto.
Resplandeció la gloria de Dios, a pesar de que escogieron otras torturas, cada una más cruel y sanguinaria que la anterior, maquinadas para saciar su Odio Infernal.
Entonces los cristianos que en la primera detención negaron la Fe, fueron encarcelados igual que los confesores y sufrieron los mismos tormentos, pero ellos tuvieron que soportarlos con toda su humana miseria.
Para nada les sirvió su apostasía.
Los confesores de la Fe estaban en la cárcel como cristianos y ningún otro crimen se les imputaba. Mientras que los apóstatas fueron acusados de homicidio y otras infamias. Ellos sufrían terriblemente más que los otros, pues habían perdido a Dios.
Los confesores caminaban alegres, con rostros radiantes de gloria y de gracia. Sus mismas cadenas parecían un aderezo magnífico y exhalaban a su paso el buen olor de Cristo, hasta el grado de parecer que se habían perfumado con ungüentos profanos.
Los renegados en cambio, estaban tristes y cabizbajos.
Fueron cubiertos con toda clase de ignominias. Los mismos paganos los abrumaban con insultos, tachándolos de miserables y cobardes. Acusándolos de criminales y asesinos. Habían perdido el nombre honroso, glorioso y vivificante de cristianos.
Este contraste sirvió para que los que eran arrestados consideraran el hecho y compararan al verlos.
Se sentían fortalecidos y confesaban sin vacilar la Fe, no admitiendo ni con el pensamiento, ninguna de las argucias diabólicas.
Después de tanto sufrimiento los confesores salieron de este mundo, a través de diferentes formas de martirio. Como valerosos atletas, después de tantos combates y brillantes triunfos, alcanzaron la gloriosa corona de la Inmortalidad.
Uriel era muy conocido en la ciudad de Pérgamo. Fue reclamado a gritos, por el populacho. Y entró en el Anfiteatro con su espíritu ardiente del Espíritu Santo, adiestrado y sostenido por el testimonio de su conciencia. Estaba muy ejercitado en la práctica de la Doctrina Cristiana. Debió dar vuelta al anfiteatro con un letrero por delante, escrito en latín que decía: “Este es Uriel el cristiano”
Mientras el pueblo lanzaba gritos furiosos contra él; el Procónsul al saber que Uriel era ciudadano romano, ordenó que se le regresara a la cárcel con los demás prisioneros. Mandó un informe al emperador y esperó la respuesta.
En este intervalo se puso de manifiesto la infinita Misericordia de Cristo, porque Uriel les habló a los apóstatas, así:
– Hermanos, ¿Cómo es posible que cuando los ángeles estaban terminando de tejer la corona de la victoria para vosotros, habéis hecho que suspendan su tarea? ¿Debo creer que vosotros que ya teníais un pie en el umbral del Paraíso penséis en retirarlo para retroceder al valle del destierro y de las lágrimas amargas, con riesgo de vuestra condenación eterna?…
Y los vivos en el espíritu, comunicaron su vida a los muertos.
Y los confesores, comunicaron su Gracia, a los que no supieron defenderla.
Y los apóstatas en su mayoría, arrepentidos; pidieron y obtuvieron el Perdón Divino.
Para la Iglesia fue motivo de gran gozo recibir otra vez vivos, a los que había abortado como muertos. Dios, que no quiere la muerte del pecador, sino su conversión; los sostenía mientras fueron llevados de nuevo ante el Procónsul, para ser interrogados.
Por fin el emperador había contestado con un rescripto, ordenando que los obstinados en la confesión sufrieran el suplicio final y los renegados fueran puestos en libertad. En el nuevo interrogatorio se dio sentencia de decapitar a los ciudadanos romanos y arrojar a los demás a las fieras. Entonces la Gloria de Dios brilló de manera singular en los que antes habían negado la fe y ahora, en contra de las suposiciones de los paganos, la confesaron con firmeza.
Los habían interrogado aparte prometiéndoles la libertad, pero ellos confesaron la Fe y fueron agregados al destino de los mártires.
Sólo quedaron excluidos los que en realidad no habían renunciado a sus vicios, sus malas pasiones. Y prefirieron negar las verdades eternas, por no perder las posesiones terrenas. Estos hijos de la perdición, con su conducta habían maldecido el Camino de la Cruz y sellaron su propia condenación, renegando de su dignidad de hijos de Dios.
Y los cristianos fueron sometidos a toda clase de suplicios.
Y los que sobrevivían de los durísimos combates, finalmente fueron degollados.
Ulises, Magnus y Giovanna, fueron quemados en la hoguera.
El Procónsul, para complacer al populacho, entregó de nuevo a Uriel a las fieras y luego lo pusieron sobre una parrilla al rojo vivo. Al achicharrarse y al despedir su cuerpo el olor por la grasa quemada, habló así al pueblo:
– Verdaderamente lo que están haciendo ustedes, eso sí es comer hombres. Nosotros no comemos a nadie; ni hacemos mal alguno.
Finalmente, después de numerosos suplicios que Uriel venció con el fuego de su amor por Dios, lo decapitaron.
Algunos paganos decían:
– Es necesario quitarles aún la esperanza de la resurrección. A causa de esta creencia introducen entre nosotros su ‘locura’. Desprecian los tormentos y enfrentan con gozo la muerte. Si no pueden encontrar sus cuerpos, entonces veremos como su Dios los resucita.
Y creyendo poder triunfar contra Dios, quisieron impedir la resurrección arrojando a los perros los cadáveres de los muertos en la cárcel y los despojos que el fuego y las fieras habían dejado, dejándolos expuestos al aire libre y montando guardia noche y día, para impedir que fuesen sepultados.
Y de esta forma, ni aún después de haberlos matado, cesaba su odio. Fueron objeto de toda clase de ultrajes y durante seis días los mantuvieron así.
Luego fueron quemados y reducidos a cenizas que enseguida fueron arrojadas al río, para cancelar incluso sus rastros sobre la tierra.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
30.- DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN
Desde un otero cercano a Jerusalén, Jesús observó la ciudad. Y mientras la contemplaba detenidamente, abundantes lágrimas silenciosas resbalaron por sus mejillas y cayeron llenas de tristeza, envueltas en un dolor sin esperanza de consuelo o comprensión. La escena que refiere Lucas parece no tener ilación. Jesús compadece las desventuras de una ciudad culpable y ¿No sabrá compadecer sus costumbres?
El Hombre-Dios como Humano, llora por las ruinas de su Patria. El Dios hombre sabe que son precisamente esas costumbres las que producen las desventuras y el verlas en el futuro, aumenta su Dolor.
Con su espíritu profético, su Ira contra los Profanadores del Templo es lógica consecuencia por lo que Él sabe de las desventuras que arrollarán a Jerusalén.
Las profanaciones del Culto Divino, de la Ley Divina, provocan los Castigos del Cielo.
Al convertir la Casa de Dios en una cueva de ladrones, aquellos sacerdotes indignos e indignos creyentes, atraían sobre todo el Pueblo la maldición y la muerte.
Los males que sufre un pueblo, es la consecuencia de vivir peor que animales, pues Dios retira su Protección. Y esto Satanás lo sabe tan bien, que por eso hace todo lo posible para que los hombres con sus acciones, atraigan la Justicia Divina.
Dios se retira y el Mal avanza. Este es el fruto de una vida nacional indigna de los que se consideran hijos de Dios.
Y tanto los hombres como las naciones debieran recordar que inútilmente se llora, después de que se ha rechazado la Salvación.
Cuando Jesús estuvo caminando en el suelo de Palestina, lo arrojaron con una guerra sacrílega que partió de cada conciencia entregada al Mal y se esparció por toda la nación.
Los países no se salvan con las armas, sino con una forma de vida que atraiga la Protección del Cielo.
El Domingo de Ramos antes de entrar a Jerusalén, Jesús tenía bajo su mirada la Ciudad que lo rechazaba. Con sus casas amontonadas, sus callejas tortuosas. Todo aquel pueblo que es de su raza y contra cuya negativa nada puede. Y exclamó su terrible Premonición:
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina cobija a sus polluelos bajo sus alas! ¡Pero tú no has querido! Y he aquí que tu casa será abandonada y permanecerá desierta…
Os aseguro que no me veréis, hasta el día que digáis: ¡Bendito sea el que viene en el Nombre del Señor!
Salió del Templo con sus discípulos al atardecer.
Después de cruzar la Puerta de las Ovejas, el grupo siguió los basamentos del Santuario, junto a aquellas enormes murallas que mandó edificar Herodes, vistas desde el Valle del Cedrón.
Desde allí donde Jesús las miró en aquel instante; esas murallas producen todavía una profunda impresión de poder. Son bloques enormes, irregularmente aparejados, de donde brotan macizos de hierbas, arbustos. Y desde donde vuelan recortándose blancas sobre el cielo azul, las palomas que anidan en sus cavidades.
El miércoles anterior a la Pascua, dijo un discípulo:
– ¡Maestro, mira que piedras! ¡Qué imponente construcción!
Otros ponderaron los formidables cimientos y su riqueza.
Jesús respondió:
– ¿Veis todas esas grandiosas construcciones? ¿Veis todo eso? Mírenlo bien. Pues en verdad os digo que vendrán días en que todo eso será arrasado y de ese edificio no quedará piedra sobre piedra. Todo será destruido.
Impresionados por la insistencia que su Maestro ponía en anunciar estas catástrofes, los discípulos le siguieron preguntando. Habían llegado a la ladera del monte.
Jesús les habló de las sorprendentes cosas que anunciarían el Fin del Mundo y el glorioso Advenimiento del Hijo del Hombre.
Y ellos preguntaron asombrados:
– ¿Y cuándo sucederá todo esto?
Jesús les respondió:
– ¿Signos? No faltarán para quienes sepan comprenderlos. Se verán aparecer falsos Mesías, que arrastrarán al Pueblo por falsos caminos. Habrá guerras, sediciones, revueltas. La misma naturaleza hará crisis. Habrá terremotos, prodigios celestes, pestes y hambrunas en la humanidad.
En cuanto a los fieles, y eso también tendrá valor de signo… Habrán sido perseguidos, detenidos, flagelados. Tendrán que testificar a Cristo con sus sufrimientos y Él habrá puesto en sus labios una sabiduría, a la cual no podrán responder sus adversarios: porque el Espíritu Santo hablará en ellos.
Entonces, cuando el Evangelio haya sido proclamado en el mundo entero, el mundo será destruido… Como lo será Jerusalén, cuando sea sitiada por un ejército. Y entre tanto en el Lugar Santo reinará ‘La Abominación de la Desolación’ vaticinada por el Profeta Daniel.
¡Horas atroces!… ‘Que los que estén en Judea huyan a las montañas. Que los que estén en las ciudades, se alejen de ellas. Que el que esté sobre su terrado se guarde de entrar en su casa, al bajar para llevarse algo… Porque aquellos serán los días de la Venganza en los que se cumplirá la Escritura. ¡Ay de las nodrizas! ¡Ay de las mujeres embarazadas!
Porque las tribulaciones serán tales, como nunca se vieron otras semejantes desde el comienzo del mundo. Y como jamás volverán a verse. Grande será la angustia de este país. Grande la cólera sobre este Pueblo. Porque caerá bajo el filo de la espada o lo llevarán cautivo entre todas las naciones.
Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que se cumplan los Tiempos de los Pueblos.
Cuatro décadas después, al principio del mes de Nisán del año setenta de la Era Cristiana, un ejército romano asedió la Ciudad Santa. Cuatro legiones, tropas auxiliares sirias y númidas, con un total de sesenta mil hombres, equipados con el mejor material bélico.
Lo comanda Tito, hijo de Vespasiano; proclamado emperador seis meses antes por un golpe de estado de las legiones de Egipto. Y esta es otra razón más para vencer, pues necesita de estos lauros para asegurarse el trono imperial.
Israel insultado. Humillado de innumerables formas por los últimos procuradores, se había sublevado con la loca presunción de lograr contra Roma, el heroico milagro de los macabeos contra los griegos. Todo el Pueblo Elegido hace contra los legionarios una guerra anárquica, pero feroz.
¿Era éste el tiempo que Jesús predijera?
Los signos no habían faltado… No fueron solo los prodigios y las sacudidas sísmicas que relata Flavio Josefo.
Pulularon los falsos profetas. Algunos estaban locos: como el iluminado egipcio que desde el Monte Olivete aseguraba que las murallas de la ciudad, se desplomarían ante su mandato.
Pero otros eran más peligrosos; como los sicarios herederos de los antiguos zelotes, que dirigidos por un personaje extraño, valiente, satánico: Juan de Guiscala, trataron de imponer la tiranía del puñal.
Se repitieron con demasiada frecuencia las despiadadas rivalidades de las distintas facciones, generando las guerras y las revueltas. El Pueblo hebreo estaba confuso, dividido y reinaba una brutal contienda entre los ansiosos de paz y los amantes de la guerra.
Los ancianos presintiendo lo que se avecinaba, lloraron por la ciudad considerándola perdida.
Cuando entró Juan en Jerusalén, toda la población salió a las calles creyendo que venía a ayudarles. Pero él y sus hombres además de las disensiones que produjeron, fueron la causa directa de la destrucción de la ciudad…
Pues no eran más que una caterva de bandidos que consumió las provisiones de los defensores, atrayendo de este modo sobre sí la sedición y el hambre, además de la guerra. Apresaron a Antipas, su familia y su corte… Y los decapitaron.
En la misma Jerusalén asediada, se combatieron fieramente saduceos, fariseos y zelotes. Unos, tomaron la Torre de David. Otros, cercaron el Templo ocupando Ofel y Bezetha; mientras que los otros, convirtieron el Lugar santo en una fortaleza.
EL sanedrín fue disuelto. El Sumo Sacerdocio estaba vinculado a determinadas familias… Ellos anularon la sucesión, los cargos y se los repartieron entre sí, sorteándolos. Y de esta manera se apoderaron del Gobierno y nombraron magistrados a quienes se les antojó.
Los sacerdotes lloraron y se lamentaron por el escarnio de la Ley y las dignidades sagradas.
El Sumo Sacerdote Anás II hijo de Anás, reunió a los sacerdotes más queridos por el pueblo: Gorión, hijo de José el Anciano; Simeón, hijo de Gamaliel; Joshua, hijo de Gamala… Y los exhortó a que animaran al pueblo a derribar la tiranía de los zelotes y a que entregaran la ciudad a los romanos.
Pero Juan de Guiscala llamó en su auxilio a veinte mil Idumeos que acamparon delante de las murallas.
Entonces estalló una violenta tempestad y se desencadenaron vientos huracanados, acompañados de caudalosos aguaceros, rayos y terremotos. Todos vieron esto como un presagio de destrucción y de grandes calamidades.
Los Idumeos pensaron que Dios se había irritado porque tomaron las armas y que no escaparían al castigo.
Anás II y sus compañeros creyeron que ya habían vencido sin batalla, convencidos de que Dios era su General.
Por su parte, los zelotes aprovecharon lo más fuerte de la tempestad: favorecidos por el viento y los estampidos de los truenos, les abrieron las puertas a los Idumeos.
Éstos entraron en el Templo y no perdonaron a nadie.
Al día siguiente el Primer recinto estaba inundado de sangre y cuando amaneció, había ocho mil quinientos cadáveres. Los restos de Anás II y los príncipes de los sacerdotes, fueron arrojados a la basura.
Y aquel Viernes, fue el inicio del desastre.
Los que se habían sublevado en el Nombre de Dios para hacer respetar la Ley usaron tanta violencia, que terminaron por raptar a las mujeres judías para violarlas. Cometieron incontables asesinatos motivados por la venganza y la codicia. Llevaron su crueldad al extremo de impedir la sepultura de los cadáveres, dejándolos pudrirse al sol.
Y la misericordia desapareció.
Los malos se indignaron tanto con la caridad de los vivos, que a los que se atrevieron a enterrarlos también los asesinaron. Es tanto el terror, que los supervivientes y los torturados que estaban en las cárceles, envidiaron el reposo de los muertos.
Los zelotes pisotearon todos los derechos humanos.
Se ríen de las Leyes de Dios y ridiculizaron los oráculos de los profetas, calificándolos como artimañas de embaucadores y sin embargo ellos mismos fueron los instrumentos para que se cumplieran algunas predicciones.
Una profecía muy antigua asegura que la ciudad sería conquistada y el Templo quemado, cuando naciera la revuelta entre los israelitas y mancillasen con sus propias manos el Santuario de Dios.
Mientras tanto los jefes romanos quieren avanzar rápido contra la ciudad e incitaron a Vespasiano diciéndole que los dioses están de su parte, como lo demuestran las discordias de Israel.
Vespasiano responde que es mejor esperar a que la guerra civil los devore; pues mientras ellos se destruyen mutuamente, les facilitarán las cosas para un triunfo más cómodo. Y la fuerza romana aumentará en la misma proporción que la debilidad del adversario, que está ocupado en destruirse a sí mismo.
Vespasiano avanzó desde Antioquia hasta Ptolemaida y allí unió fuerzas con Tito. Luego, sistemáticamente fue conquistando una a una, todas las ciudades de Palestina; hasta que fue capturado Josefo el general judío, líder del ejército israelí.
Tiene veintiocho años de edad, pertenece a la tribu de Leví. Lleva en las venas sangre real. Es sacerdote, hijo de Matías sacerdote fariseo, perteneciente a la primera de las veinticuatro clases sacerdotales. Tiene un hermano que también es sacerdote, el cual junto con sus padres y toda su familia, ha quedado dentro de Jerusalén.
Tito le respeta porque ha sido un formidable adversario, digno y valiente en la batalla.
Vespasiano sabe que con su captura, prácticamente acabaría la guerra y ordena que lo vigilen estrechamente, pues piensa remitirlo a Nerón.
Pero el prisionero le dijo:
– No pienses Vespasiano en retener cautivo a Josefo. Si no me mandase Dios a ti, de sobra conozco la Ley de los judíos y de qué manera debe morir el general de un ejército. ¿Me envías a Nerón? ¿Por qué?… Tú Vespasiano eres César y Emperador. Y también lo será tu hijo Tito.
Átame más fuerte. Encadéname. Pues muy pronto tú mismo me libertarás. Porque te anuncio César que eres señor no sólo de mí… Sino de tierras, mares y de todo el Imperio. Debes vigilarme más que ahora, para castigarme si afirmé falsamente y con atrevimiento, lo que te he vaticinado como procedente de Dios.
Vespasiano miró a su prisionero y no le quiso creer, pensando que era una estratagema para poderse librar del destino que lo esperaba.
Pero después cuando Vespasiano interrogaba a otros prisioneros, descubrió que Josefo había pronosticado a su pueblo que Jotapata sería conquistada cuarenta y siete días después de que él fuese capturado vivo por los romanos; predicción que se había cumplido cabalmente.
Y sintiendo curiosidad por su propio vaticinio, lo retuvo a su lado y no lo envió a Nerón. Regresó a Cesárea después de haber sometido todas las ciudades próximas a Jerusalén.
Después de la muerte de Nerón, en el año de los cuatro emperadores; sus jefes y sus legiones, rechazaron la noticia de que un hombre tan corrompido como Vitelio dirigiese los destinos del Imperio. No estaban dispuestos a soportar a otro tirano cruel y querían a un buen gobernante. Después de debatirlo, decidieron proclamarlo emperador.
Él se rehusó.
A pesar de su repugnancia y sus esfuerzos por alejar de sí aquel título, terminó por aceptarlo cuando las legiones de Egipto también lo proclamaron.
Entonces Vespasiano recordó la osadía de Josefo, que le profetizó su ascenso al trono en vida de Nerón. Y decidió quitarle la infamia al mismo tiempo que las cadenas, dándole la Epitimia, (En derecho griego, la condición de hombre libre que goza de todos los derechos y honores civiles)
Al ser liberado y según la ley romana, tomaría el nombre de su vencedor: Flavio Josefo. Se convertiría en cronista del nuevo emperador y un importante historiador, pues él era un israelita que amaba a Dios y a su patria.
Y Josefo tuvo que gustar la amargura de testificar para la posteridad, la forma tan apocalíptica como desapareció de la faz de la tierra, todo lo que en el mundo había amado y era precioso y sagrado para él: el Templo, símbolo de su religión. Su familia, su pueblo y su nación.
Y pasar el resto de su vida, en medio de los paganos que los habían destruido y que nunca comprenderían la magnitud de su tribulación.
Tito acampado en Scopo, dirigió cuidadosamente su ataque y sitió Jerusalén.
Los judíos se creyeron fuertes al principio pues contaban con diez mil soldados, más veinte mil Idumeos y excelentes mercenarios. Y la ciudad rodeada por una triple muralla, erizada de noventa torres, parecía inexpugnable. Tenía cuatrocientos balistas y escorpiones que habían sido arrebatados a la Legión de Cestio Galo.
Pero si los romanos demoraban en atajar por la fuerza, un aliado más temible trabajó más aprisa para ellos: el Hambre.
Esta calamidad que también había sido profetizada, llegó a ser tan espantosa que impulsó a errores nefandos…
Había una mujer transjordana de noble y rica familia que huyendo de la guerra civil, se había refugiado en Jerusalén. Y los bienes que llevó de Perea, se los robaron los sediciosos cuando saquearon su mansión.
Unos soldados atraídos por el olor a carne asada, entraron a la casa y amenazaron con degollarla, si no les entregaba el alimento.
Con mirada de demente, ella les entregó una bandeja en la que estaba el cuerpo descuartizado de su hijo y del cual ya había consumido una mitad.
Ellos se horrorizaron ante el espantoso asado y se marcharon dejándolo a la madre.
Cuando los romanos se enteraron de aquel crimen, Tito se encolerizó y dijo que los padres merecían aquellos alimentos, porque no renunciaban a las armas.
Y reflexionó cuanta sería la desesperación de sus enemigos, que los había hecho perder la cordura.
Este suplicio duró cien días.
La ciudad estaba superpoblada. El ataque (Y esto también lo dijo Jesús) se realizó tan repentinamente, que los peregrinos de la Pascua se encontraron bloqueados, junto con un gran número de refugiados de las provincias.
Un muro de asedio de ocho kilómetros de largo, semejante al que permitió a César vencer en Alesia a Vercingétorix imposibilitó toda clase de avituallamiento.
Los soldados robaban para comer. Los desgraciados que intentaban huir de aquel infierno, topaban con el cerco de los romanos y al ser apresados, los regresaban con las manos cortadas si eran mujeres. A los hombres los crucificaron en un sitio bastante visible.
Un día, el vientre de un crucificado se abrió bajo el peso de las monedas de oro que había escondido en sus entrañas. Y partir de ese momento todos los prisioneros fueron desventrados. Y dos mil de ellos fueron destripados en una sola noche.
Forzados el segundo y luego el tercer recinto, Jerusalén seguía sin rendirse.
Los jinetes nubios de Tito, lanzados al galope a través de las callejuelas, barrían todo a su paso cercenando las cabezas.
Casa por casa, los barrios fueron tomados y sus habitantes aniquilados. Parecía que nada podía acabar con aquella ciudad enardecida, cuyos pobladores asediados como espectros famélicos, todavía tenían fuerzas para efectuar incursiones.
Cuando Tito entró en la ciudad se admiró no solo de sus fortalezas, sino de las torres que habían sido abandonadas. Cuando vio sus grandes y macizas dimensiones, el tamaño de las piedras y lo exacto de su conexión, su dureza y amplitud…
Tito dijo:
– En verdad nos asistió la Divinidad en esta guerra. Pues solo Él pudo ser el que arrojara a los judíos de estas fortificaciones, ¿Qué hombres o máquinas hubieran conseguido someterlos?
Tomada la Torre Antonia sólo quedó el Templo, que rechazó el asalto general de los romanos.
Tito vaciló en usar el fuego. ¿Acaso él iba a destruir aquella maravilla de magnificencia? Sus arietes lo habían atacado durante seis días sin afectarlo lo más mínimo y en un contraataque judío perdió muchos soldados…
Comprendió que sus esfuerzos por conservar un templo extranjero, sólo lo estaba perjudicando a él mismo. Entonces mandó que se prendiese fuego a las puertas. Ardió el precioso cedro y la plata que las forraba, se derritió.
Los judíos miraron consternados el fuego que los rodeaba y que duró dos días. Al amanecer del tercero fue embestido el Templo por todas partes.
Los romanos se quedaron asombrados ante la magnífica y maravillosa belleza que iba aumentando en grandeza y riqueza, conforme se acercaban al Lugar donde estaba el Santo de los santos.
Y comprobaron que el Templo era más grandioso de lo que se desprendía de los relatos… Y porqué merecía tantas alabanzas.
Un legionario tomó una madera encendida y prendió una ventana de oro, por la cual penetraron en el recinto que circundaba el Lugar Santo y pasaron a filo de espada a todos los que encontraron a su paso.
En torno al altar se amontonaron los cadáveres de los sacerdotes y la sangre se deslizaba por las gradas…
Tito victorioso, intentó evitar el desastre junto con su estado mayor. Penetró en el Santuario y ordenó que apagaran el fuego, para que no llegase al Lugar Santísimo.
Pero los soldados exasperados por la espera y la batalla, no le oyeron o fingieron que no le oían; pues además de su ira y su odio contra los hebreos, los impulsaba la esperanza del botín, pensando que en el interior encontrarían grandes tesoros, al ver que todo lo que los rodeaba estaba hecho de oro.
Uno de ellos esquivó a Tito, cuando éste corrió a detenerlo y arrojó fuego a los goznes de la puerta. La llama no tardó en brillar en el interior del Lugar Santísimo, devorando el Velo que rodeaba al Santo de los Santos.
Legionarios y beduinos empuñando antorchas, activaron el incendio fatal.
El victorioso romano sentenció:
– Este pueblo está tan manifiestamente bajo el Castigo Divino, que parecería impío concederle gracia.
Y se retiró con su estado mayor, abandonando a su destino al que había sido el orgullo de Israel.
Y ya nadie estorbó a los incendiarios.
Mientras ardía el Templo ocurrió el saqueo de cuanto hallaban a la mano. No hubo misericordia para la edad, ni respeto para la dignidad en la matanza que siguió: niños, ancianos, mujeres, gente profana, ministros, religiosos.
Mataban, violaban, degollaban, en los atrios y en todos lados. Todos fueron perseguidos y matados: los que suplicaban piedad y los que se resistían con las armas.
El fragor del incendio formó un eco siniestro con los sonidos de los moribundos. Y como la colina era alta y grandes las proporciones del Santuario, parecía que toda la ciudad era pasto de las llamas.
Sublime y espantoso era aquel estruendo. Todo retumbaba.
Y así fue quemado el Templo de Jerusalén.
Los soldados reunieron tanto botín en los saqueos, que el peso del oro se vendió en Siria en menos de la mitad de su valor anterior. Y también la ciudad fue saqueada e incendiada. Después de sacarlos a la superficie, los romanos mataron, esclavizaron o destrozaron, a los que se habían escondido en las cloacas; donde también encontraron muchos tesoros.
Y así fue conquistada Jerusalén.
Pasado a cuchillo el pueblo, carbonizado el Templo y la ciudad convertida en una brasa; lo único que faltaba era decidir la suerte de los noventa y siete mil cautivos…
El rey Izate con su familia en calidad de rehenes, fueron encadenados y enviados a Roma. Los sediciosos fueron ajusticiados, entre ellos Juan de Guiscala. Los hombres más altos y hermosos, fueron escogidos como trofeos para el desfile del triunfo. Los demás, si pasaban de los diecisiete años, fueron encadenados y mandados a las minas egipcias.
Tito distribuyó grupos considerables y los envió como regalo a las provincias, para las luchas de gladiadores y los juegos de circo con bestias. Los menores de diecisiete años, fueron vendidos como esclavos.
Y así desapareció una nación.
Liberó a los que estaban en las cárceles y demolió la ciudad y el Templo, salvo las Torres: Fasael, Híppico, Mariamne y parte de la muralla que cerraba la ciudad por el oeste. Ésta, para que les sirviese de campamento a los que quedasen de guarnición. Y aquellas, para que mostrasen a la posteridad qué ciudad y qué clase de fortificaciones había sometido el valor romano.
Y también como monumentos de su buena fortuna, que había conquistado lo inconquistable. Derribaron todo lo demás de tal forma, que nadie hubiera creído que algún tiempo sirvió de habitación a seres humanos.
Y así fue arrasada Jerusalén.
Tito elogió a sus tropas y las recompensó, pues su bravura había aumentado el poder y la gloria de Roma.
Y ninguno de los que se arriesgó más que otros, quedaría sin su justa retribución. Les entregó largas espadas de oro, ascendiéndolos de rango entre los militares y les repartió parte de los despojos del botín. Los envió a distintos lugares donde estarían mejor situados.
Al asesinato de Esteban, que narra el Evangelista San Lucas en el Libro de los Hechos de los Apóstoles; le había seguido la primera persecución contra los cristianos, donde murieron dos mil; incluido Nicanor, uno de los siete diáconos.
La mayoría de los demás, se dispersaron y se transformaron en misioneros itinerantes. Ocho años antes de la tragedia de Israel, en el año 62 d.C. y según palabras de Flavio Josefo: “Anás II era un saduceo sin alma. Convocó astutamente al Sanedrín en el momento propicio: el Procurador Festo había fallecido. El sucesor, Albino; todavía no había tomado posesión. Hizo que el Sanedrín juzgase a Santiago, el hermano de Jesús llamado el Cristo y a algunos otros. Los acusó de haber trasgredido la Ley y los entregó para que fueran apedreados.”
A partir de aquel momento, los cristianos serían tratados como delincuentes y la Iglesia Perseguida empezó a tomar precauciones, para sobrevivir. Refugiados en Pella y Transjordania, los primeros cristianos que supieron reconocer a tiempo los signos del desastre; al recibir las espantosas noticias recordaron las proféticas palabras del Maestro:
“No pasará esta generación antes de que sucedan estas cosas. El Cielo y la Tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.”
Todo lo que Jesús predijera estaba consumado.
Cinco meses había durado el sitio que acabó después de tantas escenas de horror inimaginable.
Jerusalén había sido destruida y arrasada. El Templo, había ardido y desaparecido. De la resistencia judía sólo quedaban unos cuantos grupos insignificantes, ocultos en cuevas y que sucumbirían al cabo de tres años, con la toma de Masada.
Judea se convirtió en una provincia romana separada de Siria y ocupada por una legión acuartelada en Jerusalén.
Habían desaparecido el Sanedrín y el Sumo Pontificado.
En cruel ironía, Roma exigió el impuesto ritual que todos los judíos debían pagar al Templo, para ingresarlo al tesoro de Júpiter.
Tito regresó a Roma trayendo consigo como prisioneros de guerra a los jefes, junto con Simón bar Giora, además de setecientos hombres escogidos por su estatura y belleza corporal, para presentarlos en su Triunfo. Hombres que después fueron regalados como esclavos a diversos funcionarios romanos…
Vespasiano le salió al encuentro y decidieron celebrar juntos sus gloriosas hazañas.
Al amanecer Vespasiano y Tito, coronados de laurel y vestidos de púrpura, se dirigieron al Pórtico de Octavio donde los esperaba el Senado, los principales magistrados y los del Orden Ecuestre.
Después de la recepción, las oraciones rituales y un corto discurso al pueblo desde el Podium Imperial que había sido preparado para esta ocasión tan solemne, despidieron al ejército para que celebrase el banquete que había sido ordenado por los emperadores. Luego se pusieron las vestiduras triunfales y se dirigieron a la Puerta de la Pompa, para ofrecer sacrificios a los dioses que estaban adyacentes. Después dieron la señal de partida para el cortejo triunfal.
Es imposible describir la cantidad y magnificencia de lo que se exhibió: impresionantes obras de arte, exquisitas y variadas en riqueza hechas con plata, oro, marfil y piedras preciosas. Un increíble caudal de objetos: vestiduras de púrpura con bordados babilónicos. Abundantes coronas, tiaras y joyas. Diferentes especies de animales, magníficos y soberbios en belleza.
Enormes imágenes de los dioses, ostentando la destreza de los artífices, hechas con diferentes materiales. Los portadores de esta riqueza vestían de púrpura recamada en oro, solo los que los mandaban, superaban la riqueza de su indumentaria. También los cautivos estaban adornados y los finos tejidos que los cubrían, ocultaban la fatiga de sus cuerpos.
Pero lo más asombroso fueron las torres hechas con oro y marfil. Estaban trabajadas con tal arte, que era una delicia contemplarlas.
En ellas estaban representadas con diversas escenas, las peripecias de la guerra. Toda la historia de la Destrucción de Jerusalén, estaba narrada de manera magistral en ellas. Todos los trágicos sucesos que los israelitas habían padecido: Se veía cubierta de cadáveres lo que había sido una nación feliz. La fuga del enemigo. La captura de los adversarios. La conquista de las fortificaciones. La entrada del ejército. La matanza y las súplicas de los derrotados. El Templo en llamas. El derrumbe de las casas. El río que corría en una ciudad ardiente. Jerusalén arrasada.
El arte de estas representaciones era tan perfecto que a los espectadores del desfile les parecía haber presenciado todos estos sucesos.
Al último venían los despojos del Tesoro del Templo de Jerusalén: la mesa de oro que pesaba muchos talentos y su candelabro áureo que tenía la caña central en un pedestal, con los brazos tan abiertos que semejaban un tridente, con un bronce en forma de lámpara, en el extremo de cada uno. Estas lámparas eran siete. Muchos objetos del culto sagrado. El último de los despojos era la Ley de los Hebreos.
Después desfilaron muchísimos hombres, llevando las imágenes de la Victoria. Finalmente, pasó Vespasiano seguido de Tito.
También Domiciano cabalgaba con ellos con aspecto glorioso, en un corcel tan soberbiamente hermoso, que a su paso despertaba la admiración.
Vespasiano tenía tan poca afición a la pompa exterior, que cuando vio la lentitud de la marcha en el desfile y cansado de la ceremonia…
Exclamó:
– Es mi justo castigo por haber deseado neciamente a mi edad el triunfo y haber aceptado lo que no me correspondía por nacimiento.
Se detuvieron en el Templo de Júpiter Capitolino a esperar la noticia de que el general enemigo había muerto.
Simón bar Giora había desfilado entre los cautivos con una cuerda en el cuello, luego fue torturado y enseguida ejecutado en el Forum. Cuando se avisó que había expirado, el pueblo gritó de alegría. Ofrecieron sacrificios y rezaron, así como lo acostumbran en semejantes solemnidades.
Luego se trasladaron al Palacio Imperial y allí fueron guardados la Ley Sagrada y los velos purpúreos del santuario destruido en Jerusalén.
Los emperadores ofrecieron un banquete a sus invitados y los demás celebraron en sus casas. La ciudad de Roma estaba de fiesta por la victoria de su ejército, el fin de sus guerras civiles y sus esperanzas de dicha y prosperidad.
Después de estabilizar el imperio, Vespasiano construyó en un tiempo asombrosamente rápido un templo dedicado a la Paz. Lo adornó con pinturas y estatuas. Reunió todas las riquezas que había conquistado en sus campañas militares y las depositó en él, junto con los tesoros del Templo de Jerusalén.
En una ironía final, éstos también le sirvieron para financiar la obra más grandiosa de la arquitectura romana: el Anfiteatro Flavio, que también fue construido por el resto esclavizado del Pueblo Elegido del desaparecido Israel, en lo que fuera la Casa Dorada de Nerón y en el lugar en donde estaba la estatua colosal del aciago emperador.
Por esto, también sería llamado Coliseum.
Éste sería considerado dos milenios después una de las siete maravillas del mundo y símbolo tanto del genio de sus creadores, como de la barbarie humana que lo sacralizó para la historia de la cristiandad. Su espectacular estructura, a pesar de que solamente es una ruina y ya no tiene la magnificencia de su inicio, actualmente es un exponente de lo grandioso que era el Imperio Romano.
Y de cómo fue el magnífico altar donde fueron sacrificados los cristianos, al Dios al que aprendieron a amar hasta ofrendarle la vida.
El Coliseo Romano está en el corazón, de la moderna Ciudad Eterna.
HERMANO EN CRISTO JESUS: