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784 Gestación de la Iglesia

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

536b Llegada a Betania con los apóstoles ya reunidos.

Avanzan rápido porque a pesar del sol, hay una brisa ligera que invita a caminar para entrar en calor.

Y han caminado un buen trecho cuando Nathanael, que tiene frío y lo expresa arrebujándose más que nunca en el manto…

Advierte que Jesús no trae el suyo y solamente lleva la túnica.

Extrañado pregunta:

–            ¿Maestro, qué has hecho con tu manto?

Jesús responde:

–            Lo dí a una leprosa.

Hemos curado y consolado a siete leprosos.

Zelote exclama:

–           ¡Pero tendrás frío!

Toma el mío.

Me acostumbré al frío, en los gélidos sepulcros…

Cuando el viento helado del invierno soplaba.

–              No Simón.

Mira, allá está Bethania.

Pronto estaremos en casa.

¡De veras que no tengo frío!

Tengo tanto gusto en el corazón, que me calienta más que un grueso manto.

Y no siento nada de frío.

Hoy he tenido mucho júbilo espiritual…

Que es más confortador que un manto abrigado.

¡Hemos curado y consolado a siete leprosos!

Tadeo dice:

–               Hermano mío, nos das méritos que no tenemos.

Nosotros no los curamos.

Tú, no nosotros, has curado y consolado…

–              Vosotros preparasteis su corazón para creer en el milagro.

Por tanto conmigo y como Yo, habéis ayudado a sanar y consolar.

¡Si supieseis cómo gozo y cuanto disfruto al asociaros a Mí, en todas mis cosas y en todas las Obras de Amor!

¿No recordáis las palabras de Juan de Zacarías, mi primo:

Es necesario que Él crezca y que yo merme empequeñeciéndome”

Lo decía con toda razón porque cualquier hombre por grande que sea, digamos Moisés o Elías;

debe desaparecer como las estrellas ante los rayos del sol…

Desaparecer ante Aquel que viene de los Cielos y es más que cualquier hombre…

Desaparecer porque es Aquel que viene del Padre Santísimo.

También Yo, fundador de una sociedad que durará lo que duren los siglos y que será santa como lo es su Fundador y Cabeza.

De una sociedad que continuará representándoMe, hará mis veces y será una sola conmigo…

De la misma manera que los miembros y el cuerpo del hombre son una sola cosa con la cabeza que lo dirige,

que está en posición dominante respecto a aquéllos…

Debo decir:

Es necesario que ese cuerpo brille y que Yo me ofusque.”

Vosotros seréis mis continuadores.

Dentro de poco no estaré más entre vosotros, aquí en la Tierra materialmente,

para dirigir a mis apóstoles, discípulos y seguidores, acá en la tierra…

Estaré espiritualmente con vosotros siempre…    

Y vuestras almas sentirán mi Espíritu, recibirán mi Luz.

Vosotros tendréis que aparecer en primera línea, entretanto que Yo regresaré al lugar de donde he venido.

Por eso os vengo preparando gradualmente, para que seáis los primeros en salir.

Algunas veces me hacéis la observación de que ‘Antes nos mandabas’

Efectivamente os enviaba más…

Había necesidad de que fuerais conocidos.

Ahora que lo sois.

Ahora que para este pequeño lugar de la Tierra sois ya “los Apóstoles”

Yo os tengo siempre junto a Mí, participantes en todas mis acciones, de forma que el mundo diga:

“Los asocia a las obras que cumple, porque ellos se quedarán aquí después de Él para continuarle”.

“Los ha hecho socios en las obras que realiza, porque ellos se quedarán aquí…

Porque después de Él, seguirán siendo su continuación.”

Sí, es verdad amigos míos.

Debéis avanzar cada vez más.

Pasar adelante, poneros a la vista de todos…

Iluminaros, ser mi continuación, ser Yo.

Mientras Yo, como una madre que lentamente deja de sostener a su hijito que ha aprendido a caminar;

me retiro…

El traspaso de Mí a vosotros no debe ser violento…

Los pequeños de la grey, los humildes fieles podrían asustarse.

Sufrirían confusión y desorientamiento.

Yo los paso dulcemente, con toda suavidad de Mí a vosotros, para que no se sientan solos ni por un solo momento.

Y vosotros amadlos, mucho…

Amadlos muchísimo, como Yo los amo.

Amadlos en recuerdo mío, como Yo los he amado…

Jesús calla y se queda absorto…

Perdiéndose en un pensamiento íntimo suyo.

Y no sale de ese estado hasta cuando, llegando fuera de Bethania, ve a los otros apóstoles que han venido por el otro camino.

775 El Juicio Final

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

534a Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos

Los que llenan la amplia estancia están totalmente fascinados.

Hay un momento de silencio.

Enseguida el sinagogo pregunta:

–              ¿Puedo hacerte una objeción sin que por esto sea una ofensa?

–              Habla.

Estoy aquí como Maestro para dar sabiduría a quien me pregunte.

–              Dijiste que algunos pronto serán gloriosos en el Cielo.

¿Acaso no está cerrado?

¿Acaso no están los justos en el Limbo, en espera de entrar en el Cielo?

–              Así es.

El Cielo está cerrado y lo estará hasta que el Redentor lo abra.

Pero su Hora ha llegado.

En verdad te digo que no vendrá otra fiesta después de ésta, antes de ese día.

En verdad te digo que estando ya en la cima del monte de mi sacrificio fuerzo ya las puertas…

Mi sacrificio ya empuja en las puertas del Cielo, porque está ya en acción.

En verdad, en verdad te digo que ya estoy  forzando las puertas;

Al estar ya casi sobre la cumbre del monte de mi Sacrificio…

Este ya me empuja sobre las Puertas del Cielo, porque ya está en movimiento.

En verdad te digo que el Día de la Redención, ya alborea en el Oriente y pronto estará en el cenit.

Cuando se cumpla, ¡Recuérdalo!…

Se abrirán las sagradas cortinas y las Puertas Celestiales.

Porque Yeové ya no estará presente con su Gloria en el Debir.

(‘El Santo de los santos’ que estaba en la parte más sagrada del Templo de Jerusalén)

E inútil será poner un Velo entre el Incognoscible y los mortales, pues Dios habrá abandonado su Templo.

La Humanidad que nos ha precedido y que fue justa volverá al lugar a donde había sido destinada…

Con el Primogénito a la cabeza, ya completo en carne y espíritu.

Y sus hermanos vestidos con la vestidura de luz que tendrán, hasta que también sus carnes sean llamadas al júbilo.

Jesús pasa al tono de canto, propio de cuando un arquisinagogo o un rabí, repite palabras bíblicas o salmos.

(Ezequiel 37, 4-6.12-14).

Diciendo:

Y Él me dijo: “Profetiza a estos huesos y diles: “Huesos secos, escuchad la palabra del Señor…

Ved que infundiré en vosotros el espíritu y viviréis.

Pondré alrededor de vosotros los nervios, haré crecer a vuestro alrededor las carnes, extenderé la piel,

os daré el espíritu y viviréis y sabréis que soy el Señor…

Ved que abriré vuestras tumbas…

Os sacaré de los sepulcros…

Cuando infunda en vosotros mi espíritu tendréis vida y haré que descanséis en vuestra tierra”.

Toma de nuevo su modo habitual de hablar, baja los brazos, pues los había extendido hacia adelante…

Y dice:

“Son dos estas resurrecciones de lo seco, de lo muerto, a la vida.

Dos resurrecciones que están ocultas en las palabras del profeta.

La primera es la resurrección a la Vida y en la Vida…

O sea, en la Gracia que es Vida, de todos aquellos que acogen a la Palabra del Señor;

al Espíritu engendrado por el Padre, que es Dios como el Padre;

del que es Hijo y que se llama Verbo, el Verbo que es Vida y da la Vida.

La Vida de la que todos tienen necesidad y de la que está privado Israel tanto como los gentiles.

Porque, si para Israel hasta ahora era suficiente para tener la eterna Vida,

tener esperanza en la Vida (la Vida que viene del Cielo) y esperarla.

De ahora en adelante para tener vida, Israel deberá acoger a la Vida.

En verdad os digo que aquellos de mi pueblo que no me acogen a Mí-Vida, no tendrán Vida.

Y mi venida será para ellos razón de muerte, porque habrán rechazado a la Vida que venía a ellos para comunicarse.

Ha llegado la hora en que Israel quedará dividido en los vivos y los muertos.

Es la hora de elegir…

Y de vivir o morir.

La Palabra ha hablado, ha mostrado su Origen y Poder…

Ha curado, ha enseñado, resucitado espiritualmente y pronto habrá cumplido su misión.

Ya no hay disculpa para los que no vienen a la Vida.

El Señor pasa.

Una vez que haya pasado, no vuelve.

No volvió a Egipto para dar vida nueva a los hijos primogénitos de aquellos que lo habían escarnecido y avasallado en sus hijos.

No regresará tampoco esta vez, cuando la inmolación del Cordero haya decidido los destinos.

Los que no me acogen antes de mi Paso, me odian y odiarán,

no tendrán sobre su espíritu mi Sangre para santificarlos y no vivirán.

No tendrán a su Dios con ellos para el resto del peregrinaje sobre la Tierra.

Sin el divino Maná, sin la nube protectora y luminosa, sin el Agua que viene del Cielo;

privados de Dios, irán vagando por el vasto desierto que es la Tierra.

Toda la Tierra, toda ella un desierto si para quien la recorre falta la unión con el Cielo, la cercanía del Padre y Amigo: Dios.

Y hay una segunda resurrección:

La universal, en que los huesos, blancos y dispersados a causa de los siglos…

Volverán a estar frescos y cubiertos de nervios, carne y piel.

Y se llevará a cabo el Juicio.

La carne y la sangre de los justos exultarán con el espíritu en el eterno Reino.

Y la carne y la sangre de los réprobos sufrirán con el espíritu en el eterno castigo.

¡Yo te amo, Israel!

¡Yo te amo Gentilismo!

¡Yo te amo, Humanidad!

Y por este amor os invito a 1a Vida y a la Resurrección bienaventurada.

El sinagogo se queda reflexionando en esta sorprendente revelación y…

Jesús concluye:

–              Dios Hablará.

Dios Obrará.

Dios vivirá.

Dios se descubrirá  a los corazones de sus fieles con Naturaleza Incognoscible y Perfecta.

Los hombres amarán al Dios-Hombre…

Y Él los amará…

Los que llenan la amplia estancia están como hechizados.

No hay distinción entre el estupor de los hebreos y el de los otros, de otros lugares y religiones.

De hecho los más reverentemente asombrados son los extranjeros.

Uno, un hombre entrado en años y de grave porte, está susurrando algo.

Jesús se vuelve y pregunta:

–               ¿Qué has dicho, oh hombre?

–                He dicho que…

Me estaba repitiendo a mí mismo las palabras oídas a mi pedagogo en mi juventud:

“Le está concedido al hombre subir con la virtud a divina perfección.

En la criatura está el resplandor del Creador, que cuanto más el hombre se ennoblece a sí mismo en la virtud,

casi como consumiendo la materia en el fuego de la virtud, más se revela.

Y le está concedido al hombre conocer al Ente que al menos una vez en la vida de un hombre,

que con severo o con paterno aspecto, se muestra a él para que pueda decir:

“¡Debo ser bueno: ¡Mísero de mí si no lo soy!

Porque un Poder inmenso ha refulgido ante mí,

para hacerme comprender que la virtud es deber y signo, de la noble naturaleza del hombre”.

Hallaréis este resplandor de la Divinidad unas veces en la hermosura de la naturaleza…

Otras, en la palabra de un moribundo.

En la mirada de un desdichado que os mira y juzga…

En el silencio de la persona amada, que callando censura una acción vuestra deshonrosa.

Lo hallaréis en el terror de un niño ante un acto vuestro de violencia…

O en el silencio de las noches mientras estéis solos con vosotros mismos y en la habitación más cerrada y solitaria,

advirtáis un otro Yo, mucho más poderoso que el vuestro y que os habla con un sonido sin sonido.

Y ése será el de Dios, este Dios que debe ser;

este Dios al que la Creación adora, aun quizás sin saber que lo está haciendo.

Este Dios que único, verdaderamente satisface el sentimiento de los hombres virtuosos,

que no se sienten ni saciados ni consolados por nuestras ceremonias y nuestras doctrinas.

Ni ante las aras lujosas, que están vacías aunque una estatua las presida”.

Sé bien estas palabras, porque desde hace muchos lustros las repito como mi código y mi esperanza.

He visto, he trabajado…

También he sufrido y llorado.

Pero lo he soportado todo.

Y mantenía la esperanza con virtud, esperando encontrar antes de la muerte;

a este Dios que Hermógenes me había prometido que conocería…

Ahora yo me decía que verdaderamente lo he visto.

Y no como un fulgor.

No como un sonido sin sonido he oído su Palabra.

Sino que en una serena y bellísima forma de hombre se me ha aparecido el Divino.

El hombre se arrodilla agregando:

“Y  yo lo he sentido, lo estoy viendo y estoy lleno de un sagrado estupor.

El alma, esta cosa que los verdaderos hombres admiten…

El alma mía te acoge, ¡Oh Perfección!

Y te dice: “Enséñame tu Camino y tu Vida y tu Verdad…

para que un día yo, hombre solitario, me una de nuevo contigo, suprema Belleza”.

El hombre se ha inclinado hasta quedar postrado…

Jesús dice:

–               Nos uniremos.

Y te digo también que más tarde, te unirás con Hermógenes.

–               ¡Pero si murió sin conocerte!

–                No es el conocimiento material el único necesario para poseerme.

El hombre que por su virtud llega a sentir al Dios desconocido y a vivir virtuosamente en homenaje a este Dios,

bien se puede decir que ha conocido a Dios, porque Dios se ha revelado a él como premio de su vivir virtuoso.

¡Ay si fuera necesario conocerMe personalmente!

Pronto ya alguno no dispondría de un modo de reunirse conmigo.

Porque os lo digo, pronto el Viviente dejará el reino de los muertos para volver al Reino de la Vida…

Y ya los hombres no tendrán otra manera de conocerme sino por la fe y el espíritu.

Pero en vez de detenerse, el conocimiento de Mí se propagará…

Y será perfecto porque estará libre de todo lo que significa el lastre de la carne.

Dios hablará, Dios actuará, Dios vivirá…

758 Un Jardinero Triunfador

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

529a Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nobe.

En la casa de Juan de Nobe, Jesús y los apóstoles trabajan en el huerto y mientras lo hacen con diligencia, conversan entre ellos…

Pedro le pregunta:

–               ¿Qué quieres decir con eso?

Elisa responde:

–                 Digo que a veces una gran paz en lugar donde hay tormentas…

Es preparación a una tempestad más peligrosa que nunca.

Tú, que eres pescador, deberías saberlo.

–              ¡Claro que lo sé, mujer!

El lago a veces, es una enorme tina llena de aceite azul;

pero casi siempre, cuando pende la vela y el agua está detenida de esa forma, pronto hay una tempestad…

Y de las peores.

Viento de bonanza, viento de sepulcro para los navegantes.

–                 ¡Uhm!

Si yo estuviese en vuestro lugar, desconfiaría de ‘taaanta’ paz

¡Demasiada, diría yo!

Tomás interroga:

–                ¡Pero entonces!

Si cuando hay guerra, padece uno porque la hay.

¡Y cuando hay paz, se  sufre porque puede venir una guerra más cruel que la anterior!

¿Cuándo habrá alegría, cuándo puede uno sentirse feliz?

–                 En la otra Vida.

Aquí el dolor está siempre pronto.

Santiago de Zebedeo la embroma diciendo:

–                 ¡Uff!

¡Qué lúgubre estás mujer!

¡Entonces está muy lejano el tiempo de mi felicidad!

¡Soy uno de los más jóvenes!

Alégrate tú Bartolomé.

Eres el que está más cerca para gozarlo.

Tú y Zelote.

Tomás dice:

–                 ¡Lúgubre y astuta mujer!

¡Claro, las mujeres ancianas!

Lo peor es que siempre adivinan y tienen razón…

También mi madre, cuando dice a uno de nosotros:

“¡Ten cuidado, que vas por el camino de cometer una estupidez por esto o por aquello otro!”

Adivina siempre…

Pedro dice con experiencia:

–                 Las mujeres son perversas, malignas o más astutas que las zorras.

Nosotros no valemos nada respecto a ellas;

Cuando para entender ciertas cosas, que ellas no quieren que entendamos…

Andrés interviene diciendo a su hermano:

–             ¡Tú cállate!

Te cupo en suerte una mujer que te creería, aún si le dijeses que el Líbano está hecho de mantequilla.

Lo que dices, es ley para ella.

Porfiria escucha, cree y calla.

–             Sí…

Es verdad…

Pero su madre vale por ella y por cien mujeres más.

¡Qué víbora!

¡Es una tremenda serpiente!…

Todos se ríen.

Incluso Elisa y el anciano que ayuda a los jóvenes a cavar la tierra.

Regresan Simón Zelote, Mateo y Judas de Keriot…

Diciendo:

–                     Todo está  hecho, Maestro.

Hemos terminado.

Mateo;

–                      ¡Venimos cansados!

¡Qué vuelta más grande!

Ha sido una gran caminata.

Pero mañana voy a descansar.

Hablando a los que cavan la tierra…

Va donde ellos y tomando un azadón para trabajar;

Judas dice:

–                   Mañana os toca a vosotros.

Tomás le pregunta:

–                  ¿Pero si estás cansado por qué trabajas?

–                   Porque tengo que plantar arbolitos.

Este lugar está pelado como el cráneo de un viejo.

Y es una pena…

¡Sería un pecado!…

Hinca la azada en e1 suelo con enérgicos golpes con el pie, haciendo un hoyo más profundo.

El anciano Juan protesta:

–                ¡En los buenos tiempos no estaba así!

Pero luego sucedieron muchas cosas…

Muchas cosas han desaparecido.

Demasiadas cosas murieron…

Para mí no valía la pena trabajar en rehacer esto.

Soy viejo.

Y más que viejo, estaba afligido y desolado.

Bajando después de haber atado las vides…

Mirando el trabajo de Judas,

Felipe advierte:

–                 ¿Pero qué agujeros estás haciendo?

Esos son para árboles, no para plantitas, como decías…

Judas concluye:

–                   Cuando un árbol es pequeño, siempre es una plantita.

Las mías lo son en verdad.

El tiempo es propicio.

Me lo aseguró, quién me lo dijo.

Se vuelve hacia Jesús y agrega:

–               ¿Sabes quién fue, Maestro?

El pariente de Elquías que es arbolista y cultivador.

¡Y qué si lo sabe hacer bien!

¡Conoce a maravilla árboles frutales y olivos!

¡Tiene un huerto!

¡Y unos olivos!

Estaba renovando una parte del olivar.

Cortaba una rama de olivo y le dije:

“Dame de estos árboles”.

“¿Para quién?” preguntó.

“Para un viejecito de Nobe que nos alberga en su casa.

Esto servirá para que me perdone por todos los escándalos que le he dado.’

Juan de Nobe contesta:

–                No hijo.

Eso no se hace con plantas, sino con la conducta.

Y con Dios.

Yo… yo…

Miro, oro y perdono.

Pero mi perdón…

De todas formas, te quedo agradecido por los arbolitos…

Aunque…

¿Tú crees que podré comer sus frutos?

–                   ¿Por qué no?

Siempre hay que tener esperanza.

¡Querer triunfar!…

¡Hay que querer triunfar!…

Es más, siempre hay que querer triunfar…

Entonces se triunfa.

Y  todo se logra…

Juan de Nobe:

–                   ¡No hay triunfo sobre la vejez!

Y tampoco lo deseo.

Elisa suspira profundamente,

diciendo:

–                  Sobre muchas otras cosas no hay triunfo.

.¡Si bastase con querer para obtenerlo!

Yo tendría a mis hijos…

739 Fundación y reglas para el Primer Monasterio

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

522b En Jericó. 

En la entrada de la casa de Zaqueo, 

Jesús ha terminado su primera predicación  y despide a la multitud, diciendo: 

“Id, llevando en vosotros esta advertencia mía”

Bendecid a Dios, que os manda al Médico… 

Que extirpa vuestras sensualidades ocultas bajo un velo de santidad espiritual,

como enfermedades escondidas que roen la vida bajo un velo de salud aparente…

Vamos, Zaqueo.

Entremos… 

Zaqueo responde: 

–                  Sí, Señor mío.

Ya no tengo más que a un viejo criado.

Y yo mismo abro la puerta…

Junto con mi corazón emocionado por tu infinita bondad.

Abierto el cancel, hace que pasen Jesús y los apóstoles.

Y los guía a las habitaciones, pasando por el jardín que ha sido transformado en un huerto.

Con una parte que ahora es hortaliza.

La casa está limpia de todo lo superfluo.

Zaqueo prende una lámpara y llama al siervo.

Cuando este llega, le dice:

–                 El Maestro está aquí.

Cena aquí y dormirá aquí con los suyos.

¿Preparaste todo como te dije?

El siervo contesta:

–                 Sí.

Todo está preparado menos las verduras, que voy a echar ahora en el agua hirviendo.

–                 Entonces cámbiate de vestido y ve a llamar a los que sabes.

–                 Voy patrón.

El anciano se vuelve hacia Jesús y agrega.

–                   ¡Bendito seas Maestro, porque ya puedo morir contento!

 Y se va.

Zaqueo dice a Jesús:

–                   Es el siervo que tenía mi padre y que se ha quedado conmigo.

A todos los demás, los licencié.

Lo quiero mucho.

Fue la voz que jamás se calló cuando yo pecaba y por eso yo lo maltrataba.

Ahora después de Ti, es al que más amo.

Llegan los amigos de Zaqueo y les dice: 

–                   Venid amigos, allí hay fuego.

Y todo cuanto puede dar descanso a vuestros cansados y helados cuerpos.

Tú Maestro, ven.

Lo lleva a su propia habitación, que está en el fondo del pasillo.

Entra, cierra la puerta…

Y dice:

–                    Siéntate, Maestro.

Jesús se sienta sobre un banco de madera.

Zaqueo echa agua humeante en un barreño,

luego se pone en el suelo, a sus pies;

medio sentado, medio arrodillado.

descalza a Jesús, le sirve.

Lavándole los pies y secándolos con una toalla. 

Antes de calzarle las sandalias, besa un pie desnudo y se lo pone encima del cuello,

diciendo:

–                  ¡Así!

¡Para que aplastes los residuos y arrojes los restos del viejo Zaqueo!

Se levanta y mira a Jesús con una sonrisa humilde y lágrimas en los ojos.

Hace un gesto para señalar todo el ambiente que lo rodea y dice:

–                He cambiado todo.

He dejado que sobreviviese el recuerdo de mi conversión en estas paredes desnudas.

En este lecho duro.

Lo demás lo vendí porque me quedé sin dinero y quería hacer el bien. 

Mira a Jesús con una sonrisa que le tiembla en los labios;

una sonrisa humilde, mezclada con un poco de llanto.

Con un gesto señala todo el cuarto,

diciendo:

–                     Aquí dentro he pecado mucho.

Pero he cambiado todo, para que lo que tenía ese sabor ya no estuviera presente en mí…

Los recuerdos…

Yo soy débil…

He dejado que viviera entre estas paredes desnudas, en este lecho duro, sólo el recuerdo de la conversión.

Lo demás…

Lo he vendido, porque me había quedado sin dinero y quería hacer el bien. 

Señalando la sala donde quedaron sus amigos…    

Zaqueo continúa hablando:

–              No sé si he hecho bien;

si aprobarás lo que he hecho.

Quizás he empezado por donde tenía que terminar.

Pero ellos también existen.

Y sólo un viejo publicano puede no sentir rechazo hacia ellos en Israel.

No.

Lo he dicho mal.

No sólo un viejo publicano.

Tampoco Tú.

Es más, eres Tú el que me ha enseñado a amarlos verdaderamente.

Antes eran mis cómplices en el vicio, pero no los quería.  

Ahora me opongo a ellos, pero los quiero.

Tú y yo.

El Todo Santo y el pecador convertido.

Tú, porque no has pecado nunca y quieres darnos tu alegría, la de un Hombre sin culpa;

yo, porque he pecado mucho…

Ahora los reprendo y los amo.

Porque sé cuán dulce es la paz que proviene del hecho de ser perdonados, redimidos, renovados…

La he deseado para ellos.

Esto también lo quise para ellos.

Los he buscado.

¡Al principio fue una cosa muy dura!

Quería hacerlos buenos a ellos y tenía que hacerme bueno yo mismo…

¡Qué fatigas!

Vigilarme porque sentía que me vigilaban.

La más mínima cosa habría bastado para que se alejaran…

Y además…

Muchos pecaban por necesidad, por necesidad de oficio. 

He vendido todo para tener dinero para mantenerlos;

hasta que encontraran otros oficios menos fructíferos…

Más cansados, pero honestos.

Y siempre hay alguno de ellos que viene, mitad curioso…

Mitad deseoso de ser un hombre y no sólo un animal.  

Y debo hospedarlos, hasta que se hacen mansos para el nuevo yugo.

Muchos ya se circuncidaron.

El primer paso hacia el verdadero Dios…

Pero yo no los obligo.

Extiendo mis brazos al abrazar las miserias;

yo, que de ellos no puedo tener asco.

Quisiera dar a todos ellos lo que Tú quieres dar:

La alegría de no tener remordimientos, dado que no podemos como Tú, carecer de culpa.

La paz de estar sin pecado.

Dime ahora Señor mío, si me he atrevido a mucho…

–                   Has obrado bien, Zaqueo.

Les das a ellos más de lo que esperas y de lo que piensas, que Yo quiero dar a los hombres.

No sólo la alegría del perdón, de no tener remordimientos;

sino también la alegría de ser pronto ciudadanos de mi Reino celeste.

No ignoraba estas obras tuyas.

Observaba tu marcha por el arduo… 

Pero glorioso, camino de la caridad;

porque esto es caridad.

Y de la más genuina.

Has aprendido la palabra del Reino.

Pocos la han comprendido…

Porque sobrevive en ellos la concepción antigua y la convicción de ser ya santos y doctos.

Tú, eliminado de tu corazón el pasado, te has quedado vacío…

Has querido y has podido, meter dentro de tí las palabras nuevas, lo futuro, lo eterno.

Sigue así, Zaqueo.

Y serás el exactor de tu Señor Jesús.

Concluye Jesús…

Sonriendo y poniendo su mano en la cabeza de Zaqueo.

–                    ¿Estás conforme conmigo, Señor?

¿En todo?

–                      En todo, Zaqueo.

Se lo he dicho también a Nique, que me hablaba de ti.

Nique te comprende.

Es una mujer abierta a la piedad universal.

 –                       ¿Apruebas todo, Señor?

–                       Todo, Zaqueo...

Vamos, entremos en tu casa…

 

736 Precursor y Mártir de la Justicia

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

521a En Tecua.

Jesús ha terminado de hablar y bendiciendo a la multitud, se ha despedido.

La multitud le requiere advirtiéndole así…

Muchos le dicen: 

–               ¡Quédate, Maestro!

–               Quédate con nosotros.

–               ¡El desierto fue siempre bueno para los santos de Israel!  

Jesús responde: 

–                No puedo.

Tengo a otros que me esperan.

Vosotros estáis en Mí, Yo en vosotros, porque nos queremos.

Jesús, con dificultad pasa a través de la gente que le sigue;

olvidada de comprar o vender y de todas las demás cosas.

Enfermos curados que lo siguen bendiciendo, corazones consolados que le dan las gracias…

mendigos que lo saludan: «Maná vivo de Dios»…

El viejecito Elí-Ana se mantiene pegado a Él;

así hasta el extremo de la ciudad.

Y sólo cuando Jesús bendice a Mateo y a Felipe, que se quedan en Tecua…

se decide a dejar a su Salvador.

Y lo hace totalmente postrado, adorando, con besos fervorosos en los pies desnudos del Maestro…

Con llanto y palabras de agradecimiento.

Jesús le dice: 

–               Levántate, Elí-Ana.

Te voy a dar el beso.

Un beso de hijo a padre y que te compense de todo…

A ti te aplico las palabras del Profeta:

‘Tú que lloras. No llorarás más, porque el Misericordioso ha tenido piedad de ti.’ 

No tendrás muchas comodidades.

Tu trabajo te devolverá un poco, lo necesario para que puedas sobrevivir. 

Pan y agua para tu continencia personal y complementar tu sacrificio, para ayudarMe a Mí…

Con tu propia co-redención…

No he podido hacer más…

Si uno solo, a Ti te echó fuera.

A Mí, todos los poderosos de un pueblo me arrojan.

Y es mucho si encuentro que comer y refugio para Mí y para mis apóstoles.

Pero tus ojos han visto a Aquel que deseabas ver y tus oídos han escuchado mis palabras,

de la misma forma que tu corazón debe sentir mi amor.

Ve y quédate en paz, porque eres un mártir de la Justicia;

uno de los precursores,

de todos aquellos que hayan de ser perseguidos por causa mía.

¡No llores, padre!

Y lo besa en su blanca cabeza.

El anciano le devuelve el beso en la mejilla.

Y en su oído le murmura:

–               Desconfía del otro Judas.

No quiero ensuciar mi lengua… 

Sólo te digo: ‘Desconfía’

No viene con pensamiento bueno a casa de mi hijo…

Y tampoco tiene buenas intenciones, como los que siempre lo acompañan.

Acuérdate de nosotros en tus oraciones.

Aunque Eliana no lo dijo, Jesús conoce el nombre de su hijo…

Desgraciadamente Simón Boeto, es el compinche de Elquías.

Formando parte de los que encabezan la conjura para matar a Jesús…

Jesús contesta:

–               Está bien.

Pero no pienses más en el pasado.

Pronto acabará todo y ya nadie me podrá hacer daño alguno.

Adiós, Elí-Ana.

El Señor está contigo.

Se separan…  

Pedro que va al lado de Jesús, con esfuerzo,

 pregunta: 

–              Maestro,

¿Qué te ha dicho el anciano con voz tan leve?

porque Jesús da largos pasos con sus largas piernas.

Camina fatigosamente y por ser tan bajo de estatura,

no puede seguir con su paso corto, el largo de Jesús.

Jesús esquiva una respuesta precisa, 

diciendo: 

–               ¡Pobre viejo! 

¿Qué crees que me haya dicho, que no supiera Yo?

–               Te dijo algo de su hijo,

¿No es verdad?

¿Te dijo quién es?

–                 No, Pedro.

Te  lo aseguro.

Se reservó el nombre en su corazón…

–                ¿Pero Tú lo conoces?

–                Lo conozco, pero no te lo diré.

Sigue un largo silencio.

 

Luego, brota el sufrimiento torturador en la pregunta de Pedro…

Y su confesión:

–                Maestro…

¡¿Pero para qué?!

¿Qué es lo que va hacer Iscariote a la casa de un hombre tan malo, como lo es el hijo de Eli-Ana? 

¡Tengo miedo Maestro!

Ese no tiene buenos amigos.

No es franco, ni abierto en sus actitudes.

En él no hay la fuerza para resistir al Mal.

Tengo miedo Maestro.

¿Por qué?

¿Por qué Judas va a las casas de esos hombres tan malos? 

¿Porqué siempre a escondidas?  

La cara de Pedro es una expresiva máscara de angustiosa interrogación.

Jesús lo mira, pero no responde.

En realidad, ¿Qué puede responder?

¿Qué puede decir para no mentir y para no lanzar al fiel Pedro contra el infiel Judas?…

Prefiere que Pedro, prosiga hablando:

–            ¿No dices nada?

Desde ayer que el viejo creyó reconocer entre nosotros a Judas, no tengo paz.

Me pasa lo mismo que aquel día que hablaste con la mujer del Saduceo.

¿Recuerdas?…

¿Recuerdas mis sospechas?

–              Lo recuerdo.

¿Y tú recuerdas mis palabras de entonces?

–              Sí, Maestro.

–              No hay nada más que decir, Simón.

Las acciones del hombre tienen apariencias distintas de la realidad.

Pero Yo estoy contento de haber proveído a la necesidad de ese anciano.

Es como si Ananías hubiera vuelto.

 

Y realmente si Simón de Tecua no lo hubiera acogido, lo habría llevado a la casita de Salomón;

para tener allí a un padre que siempre esperara nuestra llegada.

Pero, para Elí-Ana es mejor así.

Simón es bueno, tiene muchos nietos.

A Elí le gustan los niños…

Los niños hacen olvidar muchas cosas dolorosas…

Con su habitual destreza,

Jesús cambia de tema para no responder preguntas peligrosas.

Al hablarle de los niños, Jesús ha apartado de Pedro, el pensamiento de Judas.

Siguen caminando…

Y sigue hablándole de los niños que han conocido acá o allá, hasta llegar a recordar a Margziam,

que quizás a esa hora está retirando las redes, después de la pesca en el bonito lago de Genesaret.

Y Pedro, ya lejos de Elí y Judas con el pensamiento…

sonríe y pregunta:

–                Pero después de Pascua vamos allá, ¿No?

Es tan hermoso.

Mucho más que esto.

Nosotros galileos somos pecadores para los de Judea…

¡Pero si se vive aquí!

¡Oh, Misericordia eterna!

Si a nosotros se nos hubiera de castigar…

No.

Aquí ciertamente no va a haber un premio.

Jesús llama a los otros que se han quedado atrás…

Y se aleja con ellos por el camino calentado por el sol de Diciembre.

 

732 Lección sobre los Traidores

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

520a El remordimiento de Tomás.

Tadeo y Tomás, están enfrascados en un debate muy polémico, sobre Judas de Keriot.

Tomás dice:

–              Tengo un gran remordimiento.

Tadeo le responde:

–              Pero no debes crearte remordimientos.

No lo hiciste por malicia.

Y por lo tanto te digo, que no hay culpa.

Te lo aseguro.

–           ¿De veras?

¿Estás totalmente seguro?

¿O lo dices sólo por consolarme?

–             Lo digo porque es verdad.

Tomás, no pienses más en el pasado.

No sirve para borrarlo…

–              Es como dices.

Pero, piensa esto:

Si por causa mía mi Maestro sufriera desgracias.

Tengo el corazón lleno de angustia  y de sospechas…

Soy un pecador porque juzgo al compañero…

Y con juicio no piadoso.

Soy pecador porque debería creer en las palabras del Maestro,…

Él disculpa a Judas…

Tú…

¿Crees eso de tu hermano?

–            Le creo en todo menos en esto.

Pero no te aflijas, todos pensamos lo mismo.

También Pedro que se muere de dolor, se esfuerza en pensar siempre bien de él.

Jesús ve la necesidad de intentarlo todo, para que se haga bueno.

Pero, no desfallezcas.

Todos nosotros tenemos el mismo pensamiento.

También Andrés, que es más manso que un corderito.

Mateo, el único de entre nosotros que no tiene horror a ningún pecador o pecadora, hace lo mismo.

El tan amoroso y puro Juan, que tiene la feliz fortuna de no temer al mal ni al vicio,

porque está tan colmado de caridad y de pureza;

que no le cabe sitio para recibir otra cosa…  

No se atreve a pensar mal de él.

Y mi primo, me refiero a Jesús;

que ciertamente tiene otros pensamientos junto a éste…

Pensamientos por los que ve la necesidad de tener a Judas, entre nosotros…

Hasta haber agotado todo intento de redimirlo o hacerlo bueno.

–                 Sí.

Pero…

¿Cómo terminará?

Él tiene muchas…

No tiene…

Bueno, ya me entiendes sin que hable.

¿A qué punto llegará?

–              No lo sé…

Quizás se separe de nosotros…

Quizás se quede a esperar a ver quién es más fuerte en esta lucha;

entre Jesús y el mundo hebreo…

–              ¿Y otras cosas?

¡No crees que él ya en este momento sirve a dos señores?

–               Esto es seguro.

–              ¿Y no temes que pueda servir a los más numerosos, de forma que dañe totalmente al Maestro?

–               No.

No lo amo a él.

Pero no puedo pensar que…

Al menos por ahora, no.

Judas es un convenenciero.

Pero…

Pero sí temiera esto;

si llegara el día en que el favor de la muchedumbre abandonara al Maestro.

También como estoy seguro de que, si el pueblo en aclamación lo consagrara rey y caudillo nuestro,

Judas abandonaría a todos por Él.

Es un oportunista…

¡Que Dios lo retenga!

¡Y proteja a Jesús y a todos nosotros!…

Los dos se dan cuenta de que han venido caminando muy despacio.

Ven que se han distanciado mucho, de sus compañeros.  

Así que dejando de hablar, caminan rápidos para llegar donde ellos.

Y terminan corriendo ligeros para alcanzarlos… 

Cuando lo consiguen.

Mateo les pregunta:

–               Pero qué hacéis?

El Maestro os requiere.

Tomás y Judas Tadeo avanzan hacia Jesús con paso presuroso.

Cuando llegan donde está Él,

Mirándolos fijamente a los ojos,

les pregunta:

–                ¿De qué hablabais entre vosotros?

Los dos se miran.

¿Confesar?

¿No hacerlo?

¿Decir?

¿No decir?

Vence la sinceridad.

Y dicen al mismo tiempo:

–             ¡¡De Judas!!

Jesús contesta:

–              Lo sabía.

Pero quise conocer vuestra sinceridad.

Me hubierais causado un gran dolor, si hubieseis mentido…

No volváis a hacerlo.

De todas formas, no habléis ya más de él;

especialmente, de esa manera.

Hay muchas cosas buenas de las que hablar.

¿Por qué descender siempre a considerar, lo que es demasiado, material?

Isaías dice (Isaías 2, 22):

“Dejad al hombre que tiene el espíritu en las narices”.

Yo os digo:

Dejad de analizar a este hombre y preocupaos de su espíritu.

La posesión demoníaca perfecta NO PUEDE reverenciar a Dios, porque Satanás lo odia y a sus instrumentos, es lo que les trasmite… Y POR ESO SON TAN CRUELES

El animal que hay en él, su monstruo…

No debe atraer vuestras miradas ni vuestros juicios.

más bien, tened amor;

un amor doloroso y activo, por su espíritu.

Liberadlo del monstruo que lo tiene sujeto.

¿No sabéis…?

Yo os digo que dejéis de pensar en él, sólo como un hombre…

Y que os preocupéis de su espíritu.

Lo animal que hay en él…

¿No sabéis…?

Se vuelve para llamar a los otros siete,

diciendo:

Venid aquí todos.

Os viene bien lo que os voy a decir, porque todos tenéis los mismos pensamientos en vuestro corazón…

¿No sabéis que aprendéis más a través de Judas de Keriot que a través de cualquier otra persona?

Muchos Judas encontraréis…

Y poquísimos Jesús, en vuestro ministerio apostólico.

Los Jesús serán dulces, buenos, puros, fieles, obedientes, prudentes, no ambiciosos.

Serán muy pocos…

Pero cuántos…

¡Cuántos Judas de Keriot encontraréis vosotros, vuestros seguidores…

Y sucesores por los caminos del mundo!

Y para ser maestros saber, porque debéis pasar por este aprendizaje…

Él, con sus defectos, os muestra al hombre como es;

Yo os muestro al hombre como debería ser.

Dos ejemplos igualmente necesarios.

Vosotros, conociendo bien al uno y al otro;

debéis tratar de transformar al primero en el segundo…

Mi paciencia sea vuestra norma.

Mateo se adelanta, diciendo: 

–                 Señor, yo he sido un gran pecador.

Sin duda, yo también seré muestra.

Pero quisiera que Judas, que no es tan pecador como lo fui yo…

Se convirtiera como me convertí yo.

¿Es soberbia decir esto?

–                No, Mateo, no es soberbia.

Diciéndolo, rindes honor a dos verdades.

La primera, es que veraz es la sentencia que dice:

“La buena voluntad del hombre obra milagros divinos”

La segunda, es que Dios te ha amado infinitamente, ya desde antes de que pensaras en ello.

Y lo hacía porque no desconocía tu capacidad de heroísmo.

Tú eres el fruto de dos fuerzas:

Tu voluntad y el amor de Dios.

Y digo antes tu voluntad;

porque sin ella vano habría sido el amor de Dios.

Vano, inoperante…

Santiago de Alfeo pregunta: 

–               ¿Pero sin nuestra voluntad no podría Dios convertir?

–               Ciertamente.

Pero luego se requeriría, en todo caso;

la voluntad del hombre, para persistir en la conversión obtenida milagrosamente.

Impetuosamente,

Felipe dice: 

–               ¡Entonces en Judas no ha habido esta voluntad!

Ni la hay.

Ni antes de conocerte ni ahora… 

Algunos ríen, otros suspiran.

Jesús es el único que defiende al apóstol ausente:

–              ¡No digáis eso!

La ha tenido y la tiene.

Pero la funesta ley de la carne, a intervalos la supera.

Es un enfermo…

Un pobre hermano enfermo.

En todas las familias está el débil, el enfermo;

aquel que es el dolor, la angustia, el peso de la familia.

Y a pesar de ello…

¿No es acaso al hijito de salud frágil, al que más quiere la madre?

¿No es el hermanito desdichado, el más servido por sus hermanos?

¿No es él, al que el padre ofrece el bocado selecto;

quitándoselo de su propio plato, para darle una alegría;

para no darle a entender que es un peso y no hacerle por tanto, pesada su enfermedad?

Tomás confirma: 

–                Es verdad.

Es justamente así.

Mi hermana gemela, era frágil en su primera edad.

Yo había tomado toda la robustez.

Pero el amor de toda la familia la socorrió tanto,

que ahora es una floreciente esposa y madre. 

–               Pues haced con vuestro hermano espiritual débil,

lo que haríais con un hermano carnal débil.

Yo no voy a pronunciar palabras de recriminación.

Vosotros no sois más que Yo.

Vuestro paciente amor es la recriminación más fuerte.

Una recriminación, contra la que no se puede reaccionar.

En Tecua voy a dejar a Mateo y a Felipe para que esperen a Judas…

El primero debe recordar que fue pecador;

el segundo, que es padre…  

Los dos apóstoles mencionados, responden al mismo tiempo: 

–                Sí, Maestro.

–                Lo recordaremos.

–                En Jericó, si todavía no está con nosotros;

dejaré a Andrés y a Juan.

Que deberán recordar que no todos han recibido con igual medida los dones gratuitos de Dios…

Pero… 

Id a donde está aquel anciano mendigo, que va por el camino con paso vacilante.

La ciudad está a la vista.

Con la limosna podrá procurarse pan.

Pedro dice: 

–                 Señor, no podemos.

Judas se ha marchado con la bolsa…

Y las hermanas, no nos han dado nada.

Jesús responde:

–                 Tienes razón, Simón.

Están como aturdidas por el dolor.

Y nosotros también.

No importa.

Tenemos un poco de pan.

Somos jóvenes y estamos fuertes.

Vamos a dárselo al anciano, para que no se caiga por el camino.

730 El Martirio de Lázaro

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

519b En casa de Lázaro.

Y Jesús abre la marcha hacia la casa, haciendo señas a los apóstoles de no seguirlo.

María se adelanta corriendo.

Abre una puerta, corre por un pasillo y de éste abre otra puerta, que da a un pequeño patio interior…

Camina unos pocos pasos y entra en una habitación, que parece una pequeña bodega;

pues está estorbada por barreños, vasijas, ánforas, vendas…

Un olor que es mezcla de aromas y de descomposición penetra en las fosas nasales.

Hay una puerta frente a la de antes y María la abre…

Y con una voz que quiere ser radiante de alegría,

grita:

–                 ¡Lázaro!

¡Aquí está el Maestro!

 

¡Viene a decirte que tengo razón, hermano mío!

¡Ánimo, sonríe;

que está entrando el amor nuestro, nuestra paz! 

Y se inclina hacia su hermano, lo incorpora en las almohadas, lo besa;

sin hacer caso del olor que a pesar de todos los paliativos emana de su cuerpo llagado…

Y está todavía agachada para colocarlo,

cuando ya el dulce saludo de Jesús resuena en la habitación,

que envuelta en una luz mortecina, parece iluminarse por la Presencia Divina.

Lázaro dice:

–                 Maestro…

¿No tienes miedo?…

Estoy…

Jesús lo interrumpe:

–              ¡Enfermo!

Nada más que eso.

Lázaro, las normas han sido dadas muy amplias y severas, por un comprensible sentido de prudencia.

Mejor exagerar en prudencia que en imprudencia, en ciertos casos como los de enfermedades contagiosas.

Pero tú no eres contagioso, pobre amigo mío, no estás contaminado.

Tanto, que no creo faltar a la prudencia respecto a los hermanos, si te abrazo y te beso así…

Y tomando el cuerpo consumido, besa a Lázaro.

–               ¡Tú eres realmente la Paz!

Pero todavía no has visto.

María está destapando el horror.

Soy ya un muerto, Señor.

No sé cómo mis hermanas pueden resistir…

Yo tampoco sabría cómo…

Pues verdaderamente son espantosas y repugnantes las llagas que han salido,

a lo largo de las varices de las piernas.

Las espléndidas manos de María trabajan suaves en ellas;

mientras con su voz llena de ternura,

responde:

–                Tus males son rosas para tus hermanas.

Rosas espinosas porque tú sufres, sólo por ello.

¿Ves, Maestro?

¡La lepra no es así!

Jesús confirma: 

–              No es así.

Es una enfermedad muy mala la que te consume, pero no es causa de peligro.

¡Cree en tu Maestro!

Tapa, María.

Ya he visto.

Suspirando, tenaz en la esperanza,

Martha dice: 

–               ¿Y…

No vas a tocar? 

–                No hace falta.

No por repulsa, sino para no hurgar en las llagas.

Marta se agacha sin insistir más, hacia una palangana donde hay vino o vinagre aromatizado;

sumergiendo unos paños, que luego pasa a su hermana.

Lágrimas mudas caen en el líquido rojizo…

María venda las míseras piernas y extiende de nuevo las mantas sobre los pies;

ya inertes y amarillentos como los de un muerto.

Lázaro pregunta:

–                 ¿Estás solo?

–                  No.

Con todos, menos con Judas de Keriot, que se ha quedado en Jerusalén y vendrá después…

Es más, si ya estoy lejos, lo mandáis a Betabara.

Allí estaré.

Y que me espere allí.

–                  Te vas a marchar pronto…

–                  Y volveré pronto.

Dentro de poco es la Dedicación.

En esos días estaré contigo.

–                  No podré honrarte para las Encenias…

–                  Estaré en Belén para ese día.

Necesito volver a ver mi cuna…

–                  Estás triste…

Lo sé…

¡Y no poder hacer nada!…

 

–                No estoy triste.

Soy el Redentor…

Pero, tú estás cansado.

No luches contra el sueño, amigo mío.

–                Era por tributarte honor…

–                Duerme, duerme.

Luego nos veremos…

Y Jesús se retira sin hacer ruido.

Cuando están afuera en el patio, 

Martha pregunta: 

–                ¿Has visto, Maestro?

–                Sí, ya he visto.

Mis pobres discípulas…

Yo lloro con vosotras…

Pero en verdad os digo en confianza, que mi corazón está mucho más llagado que vuestro hermano.

Está comido por el dolor, mi corazón…

Y las mira con una tristeza tan viva;

que las dos olvidan su dolor por el de Él.

Y no pudiendo abrazarlo por ser mujeres;

se limitan a besarle las manos y la túnica.

Queriendo servirle como hermanas afectuosas.

Y lo atienden en una salita, donde lo envuelven en amor.

Las voces fuertes de los apóstoles se oyen más allá del patio…

Están todos, menos la voz del discípulo díscolo y malo.

Jesús escucha y suspira…

Suspira esperando pacientemente al fugitivo.

 

729 Autoidolatría y Reparación

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

519a Alto en Bethania.

Jesús, que ya ha llegado hasta la pesada cancilla, llama a uno de los siervos para que le abran.

Entra.

Pregunta por Lázaro.

El siervo responde: 

–               ¡Oh, Señor!

¿Ves?

Vuelvo de recoger hojas de laurel, alcanfor, bayas de ciprés;

otras hojas y frutos olorosos, para hervirlo con vino y resinas;

y con ello hacerle baños a mi señor.

Su carne se cae a pedazos y no se soporta el hedor.

 

Has venido, pero no sé si te dejarán pasar…

Por miedo a que el aire oiga, el siervo apaga su voz en un susurro,

diciendo:
–                Ahora, que ya no se puede ocultar que tiene las llagas.

Las dueñas rechazan a todos…

Por miedo.

Ya sabes…

A Lázaro lo quieren realmente pocos…

Y muchos, por muchos motivos gozarían si…

¡Oh, no quiero pensar en lo que es el miedo de toda la casa!

–                Hacen bien ellas.

Pero no temáis.

No sucederá esta desventura.

–                Pero…

Curarse, ¿Podrá?

Un milagro tuyo…

 

–                 No se curará.

Pero servirá para glorificar al Señor.

El siervo se siente defraudado…

¡Jesús, que cura a todos y aquí no hace nada!…

De todas formas, se limita a emitir un suspiro como única manifestación de lo que piensa.

Luego dice:

–                Voy donde las dueñas de la casa a anunciarte.

Jesús se ve rodeado por los apóstoles, que están interesados en las condiciones de Lázaro.

Todos quedan consternados cuando Jesús habla de ellas.

Pero ya vienen las dos hermanas.

Su florida y distinta belleza parece empañada por el dolor y la fatiga de las veladas prolongadas.

Pálidas, alicaídas, demacradas, cansados los ojos que en otro tiempo, en ambas eran radiantes;

vienen sin joyas: sin anillos, collares, ni pulseras;

vestidas con dos vestidos ceniza oscuro, parecen más siervas que señoras.

A cierta distancia de Jesús se arrodillan, ofreciéndoles sólo llanto.

Un llanto resignado, mudo, que desciende como de una fuente interna…

Y que no puede contenerse.

Jesús se acerca.

Marta alarga los brazos susurrando:

–               Apártate Señor.

En verdad, tememos ser ya pecadoras contra la ley sobre la lepra. (Levítico 13,- 14)

¡Pero no podemos, ¡Oh Dios!…

¡No podemos provocar un decreto de esa clase contra nuestro Lázaro!

Pero tú no te acerques;

porque, no tocando sino llagas, estamos contaminadas.

Sólo nosotras.

Porque hemos apartado a todos los demás.

Todo nos lo dejan en la puerta de la habitación y nosotras tomamos las cosas.

Tolo lo lavamos y quemamos, en la habitación contigua a la de nuestro hermano.

¿Ves nuestras manos?

Están corroídas de la cal viva que usamos para los vasos que tenemos que devolver a los criados.

Pensamos con ello que somos menos culpables…

Martha llora desconsoladamente.

María de Mágdala, que hasta este momento ha guardado silencio,

gime a su vez:

–                Tendríamos que llamar al sacerdote.

Pero… Yo…

Yo soy la más culpable porque me opongo a esto.

Y afirmo que no es la terrible enfermedad maldita en Israel.

¡No es, no es!

Pero nos odian tanto.

Y son tantos…

Que dirían que lo es.

¡Por mucho menos, Simón tu apóstol, fue declarado leproso!

Entre accesos de llanto, Martha dice: 

–                No eres sacerdote ni médico, María.

–                 No lo soy.

Pero tú sabes lo que he hecho para estar segura de lo que digo.

Volviéndose hacia su Rabboní,

María continúa:

Señor, he ido y he recorrido todo el valle de Hinnón;

todo Siloán;

todos los sepulcros cercanos a En Rogel.

Vestida de sierva, velada, con la luz de las auroras…

 

 

Cargada de víveres y aguas con sustancias medicinales, vendas y vestidos.

Repartía todo.

Y daba, daba…

Decía que era un voto por mi Amado.

Era verdad.

Pedía sólo poder ver las llagas de los leprosos.

Deben haber pensado que estaba loca…

¿Alguien acaso, quiere ver esos horrores?

Pero yo, puestos mis presentes en los bordes de las rocas, pedía ver.

Y ellos arriba, yo más abajo;

ellos asombrados, yo con repugnancia;

llorando ellos, llorando yo…

¡He mirado, mirado, mirado!

He visto cuerpos cubiertos de escamas, de costras, de llagas;

caras corroídas, cabellos blancos y más duros que cerdas;

ojos que eran huras de podredumbre;

mejillas tan corroídas que dejaban ver los dientes;

calaveras en cuerpos vivos;

manos reducidas a garras de monstruos;

pies como ramas nudosas;

hedores, horrores, podredumbre.

¡Oh! ¡Si pequé adorando la carne!

¡Si gocé con los ojos, con el olfato, con el oído, con el tacto…

De lo hermoso, de lo perfumado, de lo armonioso, de lo suave y liso!

¡Oh, te aseguro que los sentidos se han purificado ya, con la mortificación de esto que he conocido!

Los ojos…

Contemplando aquellos monstruos, han olvidado la belleza seductora del hombre;

los oídos…

Con esas voces ásperas, que ya no son humanas, han expiado el pasado gozo de voces viriles.

Y se ha estremecido mi carne.

Y se ha rebelado mi olfato…

Y todo resto de culto a mí misma ha muerto,

porque he visto lo que somos después de la muerte…

Pero he traído conmigo esta certeza:

Que Lázaro no está leproso.

Su voz no está lesionada;

sus cabellos y todo el vello están intactos.

Y las llagas son distintas.

¡No es lepra!

¡No, no es!

 

Y Marta me aflige porque no cree;

porque no conforta a Lázaro en el sentido de no creerse contaminado.

¿Ves?

Ahora, que sabe que estás aquí…

No quiere verte para no contaminarte.

¡Los miedos tontos de mi hermana le privan incluso de tu consuelo!…

La naturaleza apasionada de su carácter, la lleva a la cólera.

Pero, viendo que su hermana rompe a llorar desoladamente,

su vehemencia cesa enseguida y abrazando a Marta, la besa.

Y le dice:
–                    ¡Martha, perdón!

¡Perdón!

¡El dolor me hace injusta!

¡Es el amor con que os amo a ti y a Lázaro, el que querría convenceros!

¡Pobre hermana mía!

¡Pobres mujeres, eso es lo que somos!

Jesús interviene diciendo:

–                    ¡Vámos, ánimo!

¡No lloréis así!

Necesitáis paz y compasión recíproca, por vosotras y por él.

Y Lázaro no está leproso, os lo digo Yo.

Martha suplica: 

–                     ¡Oh, ven a verlo, Señor!

¿Quién mejor que tú puede juzgar si está leproso?

Jesús repite: 

–                     ¿No te he dicho que no lo está?».

–                     Sí.

¿Pero cómo puedes decirlo, si no lo ves?

–                   ¡Martha!

¡Martha!…

Dios te perdona porque sufres y eres como uno que delira.

Tengo compasión de ti y voy a ver a Lázaro;

le destaparé las llagas y…

–                   ¡Y las curarás! – grita Marta poniéndose de pie.

–                    Ya te he dicho otras veces, que no puedo hacerlo…

Jesús también tiene que obedecer la Voluntad del Padre,

que no se ha manifestado en Querer hacerlo…

Pero os daré la paz de saber que estáis en regla con la ley sobre los leprosos.

Vamos…

728 El Fugitivo

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

519 Inexplicable ausencia de Judas Iscariote 

La comitiva apostólica ha llegado a Bethania. 

Están al borde de las primeras casas…

Jesús despide a los discípulos Leví, José, Matías y Juan.

Y les confía al neodiscípulo Bartimeo, llamado Bartolmái.

Después de haber sido bendecidos, los discípulos pastores se van con el nuevo llegado…

Junto con otros siete hombres que tenían con ellos.

Jesús los mira mientras se marchan.

Luego se vuelve a mirar a sus apóstoles.

Diciéndoles:

–              Ahora vamos a esperar aquí a Judas de Simón…

Varios dicen sorprendidos:

–              ¡Ah!

¡Te diste cuenta de que se fue!

–               Creíamos que no te habías fijado en ello.

–               Había mucha gente y has estado hablando siempre.

–               Primero con el joven, luego predicaste…

–               Replicaste a los fariseos…

–               Y enseguida encontramos a los pastores

–                Luego fuimos a la casa de Bartimeo…

Jesús dice: 

–               Lo noté desde el momento en que se fue. 

He visto cuando se alejaba. 

Nada se me oculta y nada me pasa inadvertido…

Por esto entré en las casas amigas y les dije que enviasen a Judas a Bethania, si es que me buscaba…

Tadeo refunfuña entre dientes:

–               Dios quiera que no.

 

Jesús lo mira;

pero aparenta no dar importancia a sus palabras.

Al ver que todos son del mismo parecer que Tadeo,  pues sus caras hablan mejor que sus palabras…

agrega:

–              Será bueno este descanso en espera de su regreso.

Nos hace falta y nos aliviará a todos.

Luego iremos hacia Tecua.

Hace frío pese al sol.

El tiempo está frío pero la tendencia es a cielo sereno.

Evangelizaré esa ciudad.

Luego subiremos de nuevo pasando por Jericó.

E iremos a la otra orilla.

Me han dicho los pastores que muchos enfermos me buscan…

 

Y les he enviado el mensaje de que no emprendan el viaje;

sino que me esperen en estos lugares.

Pedro dice con un cierto tono…

Y un gran suspiro:

–              Sí…

Vamos pues.

Iremos a Tecua y a Jericó.

Tomás le pregunta:

–              ¿No estás contento de ir a casa de Lázaro?

–               Lo estoy.

–               ¡Lo dices de una manera…!

–               No lo digo por Lázaro, sino por Judas.

Jesús le advierte:

–               Eres un pecador, Pedro.

Sin poder contenerse más;

Pedro salta encolerizado:

–                Lo soy.

Pero él, Judas de Keriot que se marcha…

Así…

¡Es un impertinente!

¡Es un descarado!

¡Es un tormento! 

¿O acaso no?

–               Sí.

Pero si él lo es; no debes serlo tú.

Ninguno de nosotros debe serlo.

Recordad que Dios nos pedirá cuentas.

Digo nos pedirá, porque antes que a vosotros, Dios Padre, a Mí me ha confiado a ese hombre.

Y nos pedirá cuentas de lo que hayamos hecho para redimirlo.

Tadeo pregunta:

–             ¿Y esperas lograrlo, hermano?

No puedo creerlo.

Tú, esto sí que lo creo;

Tú conoces el pasado, el presente y el futuro.

Y por tanto, no puedes engañarte respecto a ese hombre.

Y… bueno, es mejor que no diga lo demás.

–              El saber callar es una gran virtud.

Pero ten en cuenta que prever el futuro de un corazón, no libra a nadie de perseverar hasta el fin,

para arrancar a un corazón de la ruina.

No caigas tú también en el fatalismo de los fariseos;

que sostienen que lo que está destinado debe cumplirse;

y nada impide el cumplimiento de lo que está destinado;

razón con la cual avalan también sus culpas y avalarán el último acto de su odio hacia Mí.

Muchas veces Dios acepta el sacrificio de un corazón que se sobrepone a la náusea que experimenta.

Un sacrificio que supera sus sentimientos de desdén, sus antipatías incluso justificadas, su repugnancia…

para arrancar a un espíritu del pantano en que se está hundiendo.

Sí, Yo os lo digo.

Muchas veces Dios (el Omnipotente, el Todo) espera a que una criatura (una nada),

haga o no haga un sacrificio, una oración…

para signar o no signar la condena de un espíritu.

Nunca es tarde.

Nunca es demasiado tarde para intentar y esperar, salvar un alma.

Yo os daré pruebas de ello.

Incluso a las puertas de la muerte, cuando tanto el pecador como el justo que por él se aflige,

están próximos a dejar la Tierra para ir al primer juicio de Dios,

siempre es posible salvar y ser salvados.

Entre la copa y los labios dice el proverbio, siempre hay lugar para la muerte.

Y Yo digo:

Entre la extrema agonía y la muerte hay siempre tiempo para obtener un perdón…

Para uno mismo o para aquellos que queremos que sean perdonados.

Nadie replica. 

725 Encuentro Privilegiado

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

518a En Jerusalén, encuentro con el ciego curado. 

Jesús sale fuera del Templo y baja por el camino que lleva a Ofel.

En el cruce de una calle se encuentra con el ciego que hace poco curó;

cargado con cestos de olorosas manzanas.

Bartimeo va muy alegre…

Bromeando con otros jóvenes que al igual que él, también van cargados;

pero en dirección contraria.

Tal vez para el joven que nunca ha visto el rostro de Jesús, el encuentro hubiera pasado inadvertido.

Pero Jesús conoce muy bien la cara del que fue curado milagrosamente y su nombre…

Por eso llama:

–                 Bartimeo…

El joven ex-ciego se vuelve y mira interrogante al hombre alto y majestuoso;

que caminando por la callejuela y pese a su humilde vestidura, lo llama por su nombre…

Le ordena:

–                Ven aquí.

El joven se acerca sin poner en el suelo su carga.

Mira a Jesús, pensando que quiere comprarle manzanas…

Bartimeo le dice:

–                Mi amo ya las vendió.

Pero todavía tengo, si quieres.

Son bellas y sabrosas.

Llegaron ayer de las huertas de Sarón.

Si compras muchas, podrás obtener un descuento, porque…

Jesús sonríe levantando su mano, para indicar al joven que no hable tanto.

Y le dice:

–               No te he llamado porque quiera comprar manzanas.

Sino para alegrarme contigo y bendecir contigo al Altísimo, que tuvo misericordia de ti…

–               ¡Oh, sí!

¡Es verdad!

¡Doy gracias al Altísimo por tan grande favor!

A cada momento lo hago.

Porque veo la luz y por el trabajo que puedo realizar;

ayudando de este modo por fin, a mis padres.

He encontrado un buen patrón.

No es hebreo, pero es bueno.

Los hebreos no me quisieron…

Porque saben que he sido expulsado de la sinagoga. 

–               ¿Te han expulsado?

¿Por qué?

¿Qué has hecho?

–              Yo nada.

Te lo aseguro.

Es el Señor el que lo ha hecho.

En sábado me hizo encontrar a ese Hombre que dicen que es el Mesías.

Él me curó, como puedes ver.

Me dió unos ojos nuevos.

Por eso me han echado fuera de la sinagoga.

–                ¿Te echaron fuera?

¿Por qué?

¿Qué hiciste?

–               Yo nada.

Te lo aseguro.

El Señor lo hizo todo.

Y él me curó, como puedes ver.

Me dio unos ojos nuevos.

Por esto me echaron fuera.

Los hebreos no me quisieron…

Porque saben que…

Bartimeo pone en el suelo su cesto de manzanas.

Jesús sonríe de manera enigmática…

Y dice para probarlo:

–               Entonces el que te curó, no te hizo un buen favor del todo.

Bartimeo protesta:

–                ¡No digas eso, hombre!

¡Esto que dices es una blasfemia!

Primero, Él me demostró que Dios me ama, pues me dio la vista.

Tú no sabes qué cosa es realmente ‘ver’ porque siempre has visto.

Pero quien nunca ha visto…

¡Oh!…

Significa…

Con la vista se tienen todas las cosas.

Te aseguro que cuando vi allí en Siloé.

Me eché a reír y a llorar, pero de alegría, ¡Eh!

Lloré como nunca había llorado en mi desventura.

Porque comprendí cuán grande había sido ella…

Y cuán Bueno fue conmigo el Altísimo.

Ahora puedo ganarme la vida y con un trabajo honrado.

Además…

Espero poder encontrar al hombre que dicen que es el Mesías.

Y al discípulo suyo que me…

–             ¿Y qué harías?

–              Lo bendeciría.

A Él y a su discípulo.

Y diría al Maestro que ha venido de Dios…

Le rogaría que me tomare por su siervo…

–               ¿Cómo?

Por su causa estás condenado al Anatema.

Difícilmente encontraste trabajo.

Todavía se te puede castigar y…

¿Quieres estar a su servicio?

¿No sabes que se persigue a todos los que siguen Al que te curó?

–               ¡Ya lo sé!

Pero Él es el Hijo de Dios.

Eso se dice entre nosotros.

A pesar de que aquellos de arriba…

(y señala al Templo)

No quieran que se diga.

Y ¿No merece la pena dejarlo todo, para servirle a Él?

Ellos no quieren que se diga esto.

¿Y por servirle, no vale la pena dejar todo?

–                ¿Crees pues en el Hijo de Dios y que está en Palestina?

–                 Creo.

Quisiera conocerlo para creer en Él, no solo por lo que sé;

sino con todo mi ser.

Si sabes quién sea y donde se encuentre, dímelo.

Para ir a donde está…

Verlo, manifestarle que creo completamente en Él…

Y servirlo.

–                 Lo has visto ya.

Ya no hay necesidad de que vayas a donde está.

El que en estos momentos te habla y ves, es el Hijo de Dios.

Al decir estas palabras, el rincón semioscuro donde se han refugiado para hablar,

bajo el arco de calleja;

se ilumina extrañamente con una luminosidad que emana de Jesús,

el Cual adquiere una grandísima majestad.

Porque Jesús hace algo insólito…

Ha descubierto, su esplendorosa belleza futura…

La que asumirá después la Resurrección y conservará en el Cielo:

Su belleza de criatura humana glorificada;

de su cuerpo glorificado con la inefable belleza de su absoluta Perfección.

Se ha transfigurado haciéndose bellísimo…

Resplandeciente como está en el Cielo;

para premiar al humilde joven  y confirmarlo en su Fe.

Y Bartimeo contempla por un instante, el destello de la gloria de Dios.

Es Dios.

Con todo el  poder y el esplendor, de Dios Todopoderoso.

¡Jesús es Dios…!

Bartimeo cae en tierra, adorándolo.