24 REGRESO A BELÉN
24 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
La mañana siguiente, Jesús pasea con Judas Iscariote de arriba abajo; cerca de una de las puertas del recinto del Templo.
Judas pregunta:
– ¿Estás seguro de que vendrá?
Jesús responde:
– Lo estoy. Al alba salió de Betania y en Get-Sammi debía encontrarse con mi primer discípulo.
Jesús se detiene y mira fijamente a Judas.
Lo tiene frente a Sí. Lo estudia.
Después le pone una mano sobre la espalda y le pregunta:
– Judas, ¿Por qué no me dices lo que estás pensando?
Judas se sorprende:
– ¡Quée!… no pienso en nada en especial en este momento, Maestro. Pienso que hasta te hago demasiadas preguntas. No puedes lamentarte de mí mutismo.
– Es verdad. Me haces muchas preguntas y me das muchas noticias. Pero no me abres tu corazón.¿Crees que me interesan mucho las noticias sobre el censo o sobre la estructura de esta o aquella familia?
No soy un ocioso que haya venido aquí a pasar el tiempo. Tú sabes para que vine. Y puedes comprender bien que lo que para Mí tiene el mayor interés, es el ser Maestro de mis discípulos.
Por eso exijo de ellos, sinceridad y confianza. ¿Te amaba tu padre, Judas?
– Me amaba mucho. Era yo su orgullo. Cuando regresaba de la escuela y años después, cuando regresaba de Jerusalén a Keriot, quería que le dijera todo.
Se interesaba en todo lo que hacía. Si había cosas buenas, se alegraba. Si no lo eran tanto, me consolaba.
Y si había cometido algún error y me habían reprendido, me mostraba la justicia de la reprensión o en donde estaba mal lo que yo había hecho.
Pero lo hacía tan dulcemente… que más que un padre, parecía un hermano mayor. Casi siempre terminaba de este modo: “Esto te digo, porque quiero que mi Judas sea un justo. Quisiera ser bendecido a través de mi hijo.”
Judas está tiernamente conmovido por la evocación de su padre.
Jesús que ha estado mirando atentamente a su discípulo, dice:
– Mira Judas. Puedes estar seguro de todo lo que te digo. Nada hará más feliz a tu padre, que el que seas un discípulo fiel.
El espíritu de tu padre se regocijará allí donde está, en espera de la luz; porque así te educó; al ver que eres mi discípulo.
Más para que lo seas verdaderamente, debes decirte: “El padre que parecía un hermano mayor, lo he encontrado en mi Jesús.
Y a Él, igual que el padre amado al que todavía lloro; le diré todo para que sea mi guía. Para tener sus bendiciones y sus dulces reproches.”
Quiera el Eterno y tú sobre todo, hacer que Jesús no tenga otra cosa que decirte: “Eres bueno. Te bendigo.”
Judas exclama impulsivo:
– ¡Oh, sí! ¡Sí, Jesús; sí! Si me llegas a amar tanto como él; podré ser bueno como Tú quieres y como mi padre quería. Mi padre podrá sacar aquella espina de su corazón.
Pues él siempre me mimaba mucho y me decía: “Estás sin guía, hijo y te hace mucha falta.” ¡Cuándo sepa que te tengo a Ti!
– Te amaré como ningún otro hombre sería capaz. Te amaré tanto…Mucho te amaré. No me desengañes.
– No, Maestro, no. Sé que estoy lleno de contradicciones. Envidias, celos, manías de ser el primero en todo. La carne me arrastra.
Todo choca dentro de mí contra los impulsos buenos. Todavía hace poco, me causaste mucho dolor. Mejor dicho… Tú no. Me lo causó mi naturaleza malvada.
Pensaba que yo era tu primer discípulo… Y Tú me dijiste que tienes a otro.
– Tú lo viste. ¿No recuerdas que en la Pascua, estaba Yo en el Templo con unos Galileos?
– Pensé que eran tus amigos. Creí que yo era el primer elegido para esto y con ello, el predilecto.
– En mi corazón no hay distinción entre los últimos y los primeros. Si el primero faltase y el último fuese santo; entonces sí que a los ojos de Dios habrá distinción.
Pero Yo… Yo los amaré igual: con un amor de dicha al santo y con un amor que sufre al pecador. Pero…
Jesús se interrumpe y exclama con alegría:
– ¡Oh! Ahí viene Juan con Simón. Juan es mi primero y Simón es el que estaba enfermo.
Judas hace un mohín y dice:
– ¡Ah! ¡El leproso! Lo recuerdo. ¿Y ya es tu discípulo?
– Desde el día siguiente.
– ¿Y por qué yo tuve que esperar tanto?
– ¿Judas?…
– Es verdad. Perdón.
Cuando llegan, Juan y Jesús se saludan con un beso mutuo.
Simón se postra a los pies de Jesús, besándolos y diciendo:
– ¡Gloria a mi Salvador! Bendice a tu siervo para que sus acciones sean santas a los ojos de Dios y yo le dé gloria por haberme dado a Ti.
Jesús le pone las manos sobre la cabeza y le dice:
– Sí. Te bendigo para agradecerte tu trabajo. Levántate Simón. ¡Éste es el nuevo discípulo! También él quiere la Verdad. Y por esto es un hermano para todos vosotros.
Se saludan entre sí. Los dos judíos con mutuo escudriño. Juan con franqueza.
Jesús pregunta:
– ¿Estás cansado, Simón?
Simón sonríe:
– No, Maestro. Junto con la salud me ha venido tal fuerza, como no la había tenido antes.
– Y sé que la usas bien. He hablado con muchos y sé lo que han trabajado a favor del Mesías.
Simón ríe contento y dice:
– Ayer hablé de Ti a un israelita honrado. Espero que un día lo conocerás. Quiero ser yo quién te lleve a él.
– No es imposible.
Judas interrumpe:
– Maestro, me prometiste venir conmigo a Judea.
– Iré. Simón continuará instruyendo a la gente sobre mi venida. Amigos, el tiempo es breve y la gente es mucha. Ahora voy con Simón.
Al atardecer nos encontraremos en el camino del Monte de los Olivos y distribuiremos el dinero a los pobres. ¡Id!
En su interior, Judas está renuente a separarse de Jesús; pero obedece con prontitud.
Y dice:
– Vamos, Juan.
Y los dos apóstoles más jóvenes, se alejan alegremente.
Cuando Jesús queda solo con Simón, le pregunta:
– ¿Esa persona de Betania, es un verdadero israelita?
– Lo es. Existen en él, todas las ideas imperantes; pero tiene verdadera ansia por el Mesías.
Y cuando le dije: “Él está entre nosotros” me contestó: “Feliz de mí, que vivo en estos tiempos.”
– Algún día iremos a su casa, a llevarle mi bendición. ¿Qué te parece el nuevo discípulo?
– Se ve que es muy joven y parece inteligente.
– Lo es. Tú que también eres judío; lo comprenderás y lo compadecerás más que los otros, por sus ideas.
– ¿Es un deseo o una orden?
– Es una dulce orden. Tú que has sufrido, puedes tener mayor comprensión. El dolor es maestro de muchas cosas.
– Porque Tú me lo mandas, seré para él comprensión.
– Así es. Probablemente mi Pedro y no tan solo él; se admirará un poco de cómo cuido y me preocupo más por este discípulo. Pero algún día lo entenderán…
Cuando uno no ha madurado en su formación, tiene más necesidad de cuidado. Los demás… ¡Oh! Los otros se formarán por sí mismos, tan sólo por el contacto. No quiero hacer todo Yo.
Pido la voluntad del hombre y la ayuda de los demás, para formar a un hombre. Os llamo para que me ayudéis… Y agradezco mucho la ayuda.
– Maestro, ¿Te imaginas que él te proporcionará desilusiones?
– No. Pero es joven y se formado en el Templo y en Jerusalén.
– Oh! Cerca de Ti, se curará de todos los vicios de esta ciudad… Estoy seguro.
Jesús murmura:
– Así sea.
Y luego dice con voz más fuerte:
– Ven conmigo al Templo. Evangelizaré al Pueblo…
Y se van juntos.
Al día siguiente.
Al rayar el alba, Jesús está con Juan, Simón y Judas, en la cocina de la casita.
Y les dice:
– Amigos. Os ruego que vengáis conmigo por la Judea. Si no os cuesta mucho. Sobre todo a ti, Simón.
El apóstol le pregunta:
– ¿Porqué, Maestro?
Jesús contesta:
– El camino es muy duro por los montes de Judea y tal vez para ti sea más duro si te encuentras con algunos de los que te hicieron daño.
– Por lo que toca al camino, me siento fuerte y no siento ninguna fatiga. Mucho menos si voy contigo. Por lo que toca a quién me dañó… el odio cayó junto con las escamas de la lepra.
Y no sé, créemelo; en qué has hecho el mayor milagro, si al curarme la carne corroída o el alma que ardía con el rencor. Pienso que no me equivoco si afirmo, que el milagro más grande fue en el alma.
Una llaga del espíritu, no se cura tan fácilmente.
Y Tú me has curado de un golpe, en una forma completa.
El hombre no se cura de un hábito moral, si Tú no aniquilas ese hábito con tu querer santificante. Aunque uno lo quiera hacer con todas sus fuerzas.
– No te equivocas al juzgar así.
Judas pregunta un poco resentido:
– ¿Por qué no lo haces así con todos?
Juan pone una mano sobre el brazo de Judas y le dice cariñoso:
– Lo hace, Judas. ¿Por qué le hablas así al Maestro? ¿No te sientes cambiado, desde que estás con Él?
Yo era discípulo de Juan el Bautista; pero me siento totalmente cambiado, desde que Él me dijo: ‘Ven’
Y mirando a Jesús agrega:
– Perdón, Maestro. Hablé en tu lugar. Es que no quiero que Judas te cause ningún dolor.
Jesús lo tranquiliza:
– Está bien, Juan. No me ha causado ninguna pena como discípulo. Cuando lo sea, si continúa con su modo de pensar, me causará dolor.
Vendrá un día en que tendréis la Sabiduría, con su Espíritu… entonces podréis juzgar justamente.
Judas pregunta:
– ¿Y todos podremos juzgar justamente?
– No, Judas.
– ¿Pero hablas de nosotros los discípulos o de todos los hombres?
– Hablo refiriéndome primero a vosotros y después a los demás. Cuando llegue la hora; el Maestro instituirá discípulos y los enviará por el mundo…
– ¿No lo estás haciendo ya?…
– Por ahora no os empleo más que para que digáis: “El Mesías está aquí. Venid a Él.”
Entonces os haré capaces de que prediquéis en mi Nombre y que hagáis milagros en mi Nombre…
– ¡Oh! ¿También milagros?
– Sí. En los cuerpos y también en las almas.
Judas está feliz ante la idea y exclama gozoso:
– ¡Oh! ¡Cómo nos admirarán!
Juan mira pensativamente a Jesús y su cara se nubla con un gesto de dolor.
Luego dice con un dejo de tristeza en la voz:
– Entonces ya no estaremos más con el Maestro.
Y yo tendré temor de hacer lo que es de Dios, a mi manera de hombre.
Simón dice:
– Juan, si el Maestro lo permite, me gustaría decirte lo que pienso.
Jesús contesta:
– Díselo a Juan. Deseo que mutuamente os aconsejéis.
– Ya sabes que es un consejo.
Jesús sonríe y calla.
Simón le dice a Juan:
– Creo que no debes y no debemos temer. Si nos apoyamos en la sabiduría del Maestro Santo y en su promesa. Si Él dice: “Os enviaré”.
Y promete vestir nuestra miseria intelectual, con los rayos de la potencia que el Padre le da para nosotros, debemos estar seguros que lo hará y que lo podremos hacer, por su infinita misericordia.
Todo saldrá bien, si no introducimos el orgullo, el deseo humano en nuestro obrar. Pienso que si corrompemos nuestra misión, que es del todo espiritual, con elementos que son terrenales,
entonces la promesa de Cristo se depreciará; no por incapacidad suya, sino porque nosotros la rebajaremos con nuestra soberbia. No sé si me explico bien…
Judas le dice:
– Lo has hecho muy bien. Yo me equivoqué. Pero sabes… Pienso que en el fondo desear ser admirados como discípulos del Mesías, es porque somos suyos a tal punto, que haremos lo que Él hace.
Y todo proviene de aumentar más la figura poderosa de Él entre el pueblo. ¡Alabanzas al Maestro que tiene tales discípulos! Esto es lo que quería decir yo.
Simón le contesta:
– No es todo error lo que dices. Pero, mira Judas. Provengo de una casta que es perseguida por haber entendido mal lo que es el Mesías.
Si lo hubiésemos esperado con una justa visión de su Ser, no habríamos caído en errores que son blasfemias a la Verdad y rebelión contra la ley de Roma. Por lo cual tanto Dios, como Roma; nos han castigado.
Hemos querido ver en el Mesías, sólo a un hombre conquistador y a un libertador humano de Israel. A un nuevo líder y más grande que el héroe, Judas Macabeo. Sólo esto y ¿Por qué?
Porque cuidábamos más de nuestros intereses; de la patria y de los ciudadanos, que de Dios. ¡Oh! El amar la patria es una cosa santa; pero ¡Qué es frente el Cielo eterno! La patria verdadera es la celestial.
Cuando fui perseguido y anduve fugitivo, me escondía en las cuevas de las bestias. Compartía con ellas el lecho y la comida, para escapar de los romanos y sobre todo, de las delaciones de falsos amigos.
También cuando en espera de la muerte, probé el olor del sepulcro en mi cueva de leproso… ¡Cuánto he pensado y he visto! He visto con el espíritu, la figura verdadera tuya, Maestro y Rey del espíritu.
La tuya, ¡Oh, Mesías! Hijo del Padre que llevas al Padre y no a los palacios de polvo; no a las deidades de fango. ¡Tú! ¡A Ti! ¡Oh, me es fácil seguirte!
Perdona mi entusiasmo que se explaya de este modo, porque te veo cómo te había imaginado. Te reconocí inmediatamente, porque mi alma ya te había conocido…
Jesús sonríe y contesta:
– Por esto te llamé. Y por eso te llevo conmigo, ahora en mi primer viaje a Judea. Quiero que completes el reconocimiento.
Y quiero que también éstos jóvenes, aprendan a ser capaces como tú, de llegar a la verdad por medio de una meditación constante.
Y sepan cómo su Maestro ha llegado a esta hora. Después entenderéis. Hemos llegado ya a la Torre de David. La Puerta Oriental está cerca.
Judas pregunta:
– ¿Saldremos por ella?
– Sí, Judas. Primero iremos a Belén. Allí nací. Es bueno que lo sepáis, para que lo digáis a los demás. También esto entra en el conocimiento del Mesías y de la Escritura.
Encontraréis las profecías escritas en las cosas, con voces que no pertenecen más a la Profecía, sino a la historia. Daremos la vuelta, donde están los palacios de Herodes.
Judas dice:
– Donde vive la vieja zorra, malvada y lujuriosa.
Jesús advierte:
– No juzguéis. Sólo Dios es Quién juzga. Vayamos por aquella vereda, entre las hortalizas, nos cobijaremos bajo la sombra de un árbol, cerca de algún lugar hospitalario hasta que el sol deje de quemar.
Después…
Jesús continúa instruyendo…
Y emprenden la marcha hacia Belén.
32.- UNA BODA INESPERADA
Marco Aurelio escuchó al anciano Pontífice, hablar de Jesús y de su Doctrina.
Y lo que escuchó lo cautivó y lo dejó reflexionando… Y aumentó su atracción por Aquel Dios Desconocido que empieza a descubrir…
A partir de aquel día, Alexandra se acercó con menos frecuencia al lecho del enfermo. Y no volvió a hacerlo sola. Pero observaba que él la seguía con la mirada suplicante y vivía pendiente de cada gesto y palabra suya, cual si fuera un favor inestimable.
Vio que sufría y no osaba quejarse por temor de alejarla de su lado. Que para él, solo ella era la felicidad y la salud.
Y ella se siente atraída con los encantos secretos que el amor inspira y que Marco Aurelio ejerce cada vez con más fuerza sobre ella.
Y conforme pasan los días y se acerca a su lecho, ve irradiar en el rostro de él la misma alegría y el gozo que a ella la invaden.
Un día notó en sus ojos, huellas de que había llorado y sintió el deseo de enjugar sus lágrimas con sus besos.
Él se ha vuelto tan sufrido, como si hubiera hecho voto de paciencia. También ve sus esfuerzos para no hacer nada que a ella le desagrade y por esto ella se siente grandemente amada.
Y el sentirse objeto de tanta adoración, la hace sentirse a la vez dichosa y culpable.
El joven patricio le había escrito una carta a Petronio y la contestación fue ésta:
Tito Petronio a Marco Aurelio Petronio.
Salve.
Por favor carísimo. Puesto que te encuentras herido y según dices te están pasando cosas estupendas. (Aunque no especificas cuales) Tu laconismo no necesita explicación. Ya me contarás cuando regrese y nos veamos otra vez.
No podía creerlo cuando leí que ese gigante parto había matado a Atlante con tanta facilidad. Ese hombre vale lo que pesa en oro y solo de él depende el llegar a ser un favorito del César. Pregúntale si es una excepción o si existen más hombres como él, en su país. Sería grandioso contar con él en los juegos públicos.
Agradece a todos los dioses, el que hayas salido vivo de tales manos. Te has salvado ciertamente porque eres patricio e hijo de un cónsul. No das muchos detalles de tu convivencia con los cristianos y del tratamiento que te han dado. A pesar de lo que dices percibo tu estado de inquietud y melancolía y sé que todo es por Alexandra.
Lo interpreto por el laconismo de tu carta. Explícate, porque hay en ella tantos enigmas; que siendo totalmente sincero, tengo que confesarte que no entiendo a los cristianos, ni a Alexandra. Y tampoco te entiendo a ti.
Y no te sorprenda que me intereses tanto. Es que yo intervine en este asunto tuyo, me siento responsable de tu situación y por eso lo considero asunto mío.
Pasando a otro asunto, quiero hacerte partícipe de mi alegría…
Haloto me ofreció por Aurora siete caballos ganadores. ¡Y los rechacé!… ¿Puedes creerlo? Gracias también a ti, porque te negaste a tomarla.
Porque ahora yo estoy saboreando las delicias del verdadero amor y me siento muy feliz.
Contéstame pronto, pues no sé cuándo vuelva a verte. En la cabeza de Barba de Bronce, los proyectos cambian como los vientos de otoño.
En la actualidad, mientras continuamos en Benevento, desea irse directamente hasta Grecia, sin volver antes a Roma. Tigelino le aconseja que haga una visita a la ciudad, aunque sea por poco tiempo, ya que el pueblo anhelante por su persona, (léase pan y juegos) puede sublevarse si Nerón prolonga su ausencia.
Así que no puedo decirte con certeza, que es lo que va a suceder.
Considera sin embargo si no sería preferible para ti, en lugar de permanecer en Roma, una temporada de reposo en tus propiedades de Sicilia. Lo único que te deseo es que recuperes pronto tu salud porque ¡Por Zeus! Ya no sé ni siquiera que es lo que debo desear en obsequio tuyo. Adiós.
Cuando Marco Aurelio recibió esta carta, pensó en no contestarla. Pero luego decidió posponer la contestación, solo un tiempo más.
Ha cambiado mucho. En sus conversaciones con Mauro, Isabel y Lautaro, hay menos orgullo. Está haciendo su efecto lo que escucha en las reuniones que hay dos veces a la semana y que llegan hasta su ventana.
También se aficionó a Bernabé, con quién suele conversar horas enteras, porque en sus conversaciones puede mezclar el nombre de Alexandra y atesora con ansia todas las anécdotas del gigantesco parto.
La vida en la casita es una rutina familiar. La hermana de Alexandra, Margarita es la confidente de la joven y la ha seguido a su ‘destierro’ particular.
Margarita también es gentil con el herido, pero se porta muy reservada y distante y Marco Aurelio lo atribuye a que está sufriendo las consecuencias de su arrebato por Alexandra.
Él no sabe que la joven es una virgen consagrada de la Iglesia Cristiana y por eso su reserva es tan extrema.
Pero un día que lo atendió en lugar de Alexandra, pudo observar con detenimiento su extraordinaria belleza y comprendió lo que Bernabé le platicara el día anterior: las dos heredaron la hermosura de su madre.
Por lo que le parece completamente incomprensible, es que siendo mayor que Alexandra, no haya conquistado el amor de un hombre y no esté casada todavía, pues si él no hubiera conocido primero a la joven que le robó el corazón, seguramente se hubiera enamorado de esta joven tan bella como misteriosa…
Por las tardes, cuando terminan las labores domésticas suelen sentarse juntas a hilar, tejer o escuchar música, mientras otra persona lee partes del Evangelio y toda la familia las reflexiona en oración comunitaria.
Santiago, el hermanito menor de David, juega mucho con un vecinito romano que se llama Fabio y junto con otros chiquillos forman la algarabía del patio.
Marco Aurelio disfruta mucho la armonía y la convivencia con casi todos los miembros de la casa. Sin embargo, a David no lo soporta y disimula la aversión que el joven le inspira.
Y la razón es que está terriblemente celoso por el amor con que Alexandra le trata.
En una ocasión David, estuvo cortando duraznos de uno de los árboles del huerto y también cortó un hermoso racimo de uvas de la vid que da sombra en una de las terrazas y envió a Fabio con el delicioso obsequio para que las entregara a Alexandra.
Y al oír que ella le daba las gracias, se puso pálido.
Y entonces Marco Aurelio habló como todo un descendiente de los Quirites, (nobles romanos) para quién todo extranjero es poco menos que un gusano.
Y en cuanto David se retiró, exclamó enojado:
– ¡Alexandra! ¡Cómo puedes permitir que ese muchacho te haga obsequios! ¿Ignoras acaso que los griegos llaman a la gente de su nación, perros judíos?
Ella lo miró asombrada por semejante estallido y contestó:
– Yo no sé cómo los llaman los griegos. Sólo sé que es cristiano y por lo tanto, hermano mío.
Marco Aurelio se quedó mudo, luego se dominó y le suplicó anhelante:
– Perdóname Alexandra. Para mí tú eres una reina y… yo no… -y volvió el rostro, para que ella no lo viese llorar.
Cuando regresó David, le trató con amabilidad. Y a partir de ese momento se convirtió en su amigo.
Alexandra comprende el considerable esfuerzo que le cuestan estas victorias sobre sí mismo. Y por eso, ella le ama siempre más.
Mientras tanto Marco Aurelio reflexiona y se maravilla en el poder sobrenatural de esa Religión que tiene la virtud de cambiar radicalmente a los hombres. Comprende que hay algo extraordinario en ella, algo que no había sido conocido antes en la Tierra.
Su convivencia entre los cristianos, le ha convencido que es precisamente esta Religión, la que adorna a Alexandra con esa belleza excepcional e inexplicable que en él despertara junto al amor, el respeto. Junto al deseo, el homenaje. Alexandra se ha convertido en un ser único sobre la tierra.
Y con todo lo que le está pasando se siente inclinado a amar a Cristo. Tiene que inclinar la cabeza ante ese Dios que no comprende. Está dispuesto a sometérsele, porque algo se ha despertado en su alma… Y también es el Dios de Alexandra.
La joven observa la evolución que se opera en el alma de Marco Aurelio. Ve la lucha que sostiene consigo mismo, su mortificación, sus dudas. Y cada vez nota más el silencioso respeto que él muestra hacia Cristo. Y ello hace que su corazón se incline hacia él, con una fuerza arrolladora.
En una atracción casi imposible de resistir, hasta que…
Un día que Pedro llegó de visita, Marco Aurelio le llamó y le dijo:
– Vivo asediado por la pena y el sufrimiento. Antes de conoceros me hubiera apoderado de ella y la hubiera retenido por la fuerza. Pero vuestra virtud y vuestra Religión han efectuado un cambio dentro de mí, que me apartan de la violencia.
Yo mismo no entiendo por qué me pasa esto y a vos, que al presente hacéis las veces de padre para Alexandra, os digo: si ella me acepta, dádmela por esposa y os juro que no tan solo no le he de prohibir que confiese a Cristo; sino que yo mismo anhelo iniciarme en los misterios de vuestra religión y os pido: ‘¡Dadme la Luz!’.
Conozco todos los obstáculos, pero yo la amo más que a mi vida y no quiero perderla. Quiero amar lo que ella ama y que nuestra familia sea una familia cristiana. Porque quiero a vuestro Dios, para que sea también el mío. Disipad mis tinieblas. Ved que soy sincero.
Los hombres han dicho: ‘Grecia creó la sabiduría y la belleza. Roma creó el poder y la fuerza…’ ¿Y vosotros los cristianos, qué es lo que traéis? Os pido que reveléis los misterios que necesito conocer. Ilumíname lo que hay detrás de vuestras puertas, ¡Abrídmelas!…
Pedro, cuyo corazón se conmovió ante aquella alma doliente que como ave enjaulada pugna por abrirse paso en demanda de libertad.
Extendió la mano sobre Marco Aurelio, tocándolo sobre la cabeza y dijo:
– Traemos el Amor. ¡Tocad y se os abrirá! La gracia de Dios descienda sobre ti. La Sangre de Jesús lave tus pecados. Yo te Bendigo en Nombre del Redentor.
Hizo el signo de la cruz sobre él. Y aquel descendiente de los Quirites tomó la mano del anciano Galileo y la llevó a sus labios, lleno de gratitud y de reverencia…
Pedro se sintió complacido al ver aquella alma que es tierra propicia para la semilla divina y en su red de pescador lo ingresa como una nueva conquista para Cristo.
Y los presentes regocijados ante aquella inesperada escena, exclamaron al unísono:
– ¡Gloria al Altísimo!
Alexandra está atónita.
Marco Aurelio tiene su rostro radiante de alegría y le dijo desde su lecho:
– Alexandra… ¿Quieres ser mi esposa, la reina de nuestro hogar? ¿Quieres ayudarme a conocer y amar al Dios tuyo, el que desde hoy será también mío y de nuestros hijos? ¿Me amas como yo te amo?
Ella comenzó a llorar de alegría y sus labios temblorosos no pueden pronunciar palabra. Está totalmente anonadada.
El apóstol la incitó:
– Hija mía, ¿No le vas a contestar?
La joven se arrodilló delante de Pedro.
Y dijo con voz llena de humildad, sumisión y turbación:
– Sí. Le amo. Y sí. Quiero ser su esposa.
Marco Aurelio dijo:
– Mientras acabo de sanar, quiero instruirme para ser Bautizado. Luego haremos la boda según las leyes romanas. Y ante el mundo entero, también serás mi esposa. Te juro que te seré fiel, te amaré y te respetaré. Y desde hoy eres dueña de mi vida y de todo lo que me pertenece. – y tomando la mano de Alexandra, la llevó a sus labios, mientras la miraba con adoración…
Alexandra, temblando de felicidad, le contestó:
– También yo te juro serte fiel. Amarte y respetarte todos los días de mi vida. Y mi ser te pertenece, amadísimo esposo mío.
Entonces Pedro tomó la mano de Alexandra y la puso en la de Marco Aurelio.
Y colocando sus manos en la cabeza de ambos jóvenes, declaró:
– Amaos en el Señor y para su Gloria. Yo los declaro unidos en matrimonio: Esposo y Esposa. Y que no separe el hombre lo que Dios acaba de unir. Os Bendigo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y Bendigo los hijos que daréis a Dios con vuestro santo amor.
Los dos jóvenes se miraron llenos de felicidad.
Alexandra se inclinó sobre el lecho, para darle un dulce beso en los labios. Y se sentó a su lado, apretando la fuerte mano masculina entre las suyas…
Los demás los llenaron de parabienes y bendiciones.
Y Pedro comenzó a narrar como Jesús hizo su primer milagro en las Bodas de Caná…
Desde ese día, Marco Aurelio se unió a aquellas reuniones donde fue conociendo a Jesús, el Dios-Hombre que le acaba de entregar el regalo más precioso que él anhelara tanto: el amor de Alexandra, Bendecido por Él.
Al despedirse, Pedro les dijo que les enviaría un evangelizador para darles la instrucción necesaria, pues los tiempos son sumamente graves…
Al día siguiente…
En la Puerta del Cielo, Mauro camina alegremente por el largo pórtico que conduce a los salones donde son instruidos los catecúmenos.
Se encuentra con su colega y amigo Lucano, el compañero en los viajes de Pablo de Tarso.
El médico evangelista y escritor, le saluda:
– La Paz sea contigo, Mauro. ¡Qué alegría verte por aquí!
Mauro contesta sonriente:
– Y también contigo, caro hermano mío. Terminé de dar algunos temas y voy de regreso a Roma. Allá también tengo ministerio.
– ¿Ya no ejerces la medicina?
– Entre los pacientes y las evangelizaciones, transcurre mi vida. ¿Y tú qué haces querido Lucas?
– Estamos iguales. Yo estoy aquí colaborando con Pablo. Aunque le dedico más tiempo a la Palabra, ejerzo poco la medicina. Ahora estoy escribiendo. ¿Qué tema vas a dar?
– Voy a hablar del Perdón…
– ¡Apasionante y bellísimo! Yo voy a hablar del Octavo Sacramento.
– ¡Somos bienaventurados! SER APÓSTOLES ES EL PRIVILEGIO MÁS GRANDE que puede darnos nuestro Señor. Sólo dime cual no es apasionante…
Y los dos se despiden y caminan en direcciones opuestas…
Mientras tanto, en la casa donde está Marco Aurelio, éste se decidió a contestar la carta de Petronio…
Marco Aurelio Petronio a Tito Petronio.
Salve.
Es tu deseo que te escriba lo más minucioso posible: convenido. No puedo asegurarte empero que sea con más claridad, ni que puedas entenderme. Porque yo mismo aún no sé cómo explicarlo.
Te describí mi permanencia entre los cristianos y la forma en que tratan a sus enemigos, entre los cuales tenían derecho de contarnos, tanto a Prócoro como a mí. Te conté la bondad con la que me han tratado y cómo me han atendido.
No, mi carísimo. No me respetaron porque yo fuera hijo de un cónsul. Esas consideraciones carecen de peso entre ellos, puesto que perdonaron a Prócoro a quién insté a que lo enterraran en el jardín. Son personas excepcionales, como el mundo no ha conocido hasta hoy.
Y del mismo modo sus enseñanzas son tan extraordinarias como ellos. Te aseguro que si yo me encontrara en mi casa postrado en el lecho, con un brazo y las costillas rotas atendido por los míos, aun cuando fuesen miembros de mi propia familia; por supuesto hubiera disfrutado de mayores comodidades. Pero no me hubieran hecho objeto ni siquiera de la mitad de los cuidados que ellos me han prodigado.
Y entérate también de esto: Alexandra es como todos los demás. Si hubiera sido mi hermana o mi esposa, no podría haberme atendido con mayor afecto. Y ¿Puedes creerlo?
En medio de estas personas sencillas, habitantes de este pobre aposento, que es a la vez cocina y triclinium, en donde también se encuentra el lecho donde postrado te escribo, soy el hombre más feliz del mundo. Más que en ninguna otra época de mi vida.
Le ofrecí a Alexandra regresarla a la casa de Publio y ella me declaró que en la actualidad, eso es imposible, porque Publio y Fabiola se irán a Sicilia y porque de regresar ella a su hogar, esa noticia tarde o temprano llegaría hasta el Palatino.
Y entonces César podría arrancarla nuevamente de la familia Quintiliano. Pero Alexandra sabe que yo no volveré a perseguirla. Que he dejado atrás las medidas de violencia, que soy incapaz de renunciar a su amor o de vivir sin ella. Voy a llevarla a mi casa bajo el arco de guirnaldas que adornará la puerta. Y sentarla en mi hogar como reina, ama y señora, al convertirla en mi esposa.
Ella ya aceptó. Así que ahora es tu sobrina. En cuanto a los cristianos, aman a sus semejantes… Pero abominan nuestros dioses, nuestra manera de vivir, nuestros crímenes y nuestra corrupta sociedad. Todavía ignoro muchas cosas, pero estoy aprendiendo.
Lo único que sé con precisión, es que donde comienza esta religión, concluye el poder de Roma… Nuestro sistema de vida y la distinción entre conquistadores y conquistados, entre ricos y pobres, señores y esclavos. Concluye el gobierno, el César, la ley y el orden del mundo. Concluye también la muerte.
Y por sobre todo esto, surge la figura de Cristo lleno de una Misericordia jamás conocida y de una Bondad tan infinita, que contrasta con los instintos del hombre y con nuestros propios romanos instintos.
Y para mí, Alexandra vale más que Roma y todo su señorío. Tú sabes cuánto la amo y que no hay nada que yo no haga por su amor. Pues bien, quiero que sepas que soy augustano y de noble descendencia; pero eso no me impide ser también cristiano.
Cuando aprenda más sobre mi nueva religión, te lo comunicaré. ¡Ah! Y por cierto: tú serás el padrino de nuestras nupcias romanas. Cuídate mucho. Adiós.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
11.- SATYRICÓN
Después que el general se marchara, Marco Aurelio en rápida carrera, se montó otra vez en el caballo y salió como un bólido de la casa. Y a galope tendido, prácticamente voló en dirección a la domus de Petronio, dando a su paso empellones a todo lo que se cruzó por su camino.
Cuando llegó… El portero al verlo, no se atrevió a detenerlo.
Marco Aurelio entró hasta el atrium con la violencia de un huracán.
Y como le dijeron que el amo estaba en la biblioteca, se precipitó hacia allí con el mismo ímpetu.
Encontró a Petronio escribiendo… y furioso se lanzó contra él. Le arrebató el stylus, lo hizo pedazos y lo arrojó al suelo. Barrió con el brazo todo lo que había sobre la mesa de trabajo y temblando por la furia, le clavó los dedos en los hombros a Petronio.
Levantando y acercando su rostro al de su tío, le preguntó con voz ronca:
– ¿¡Qué has hecho con ella!? ¿Dónde está?…
Aquel flexible y de tan refinado hasta cierto punto ‘delicado’ Petronio, cogió las manos con que el joven guerrero le oprimía los hombros. Y sujetándole las dos con una de las suyas, como si fuera de acero…
Le dijo gélidamente:
– Solo por las mañanas me encontrarás incapaz. Por la tarde tengo todo mi vigor.- y mirándolo con fijeza, añadió con seriedad- Intenta desprenderte. Algún tejedor debe haberte enseñado gimnástica y un gladiador modales.
Y su semblante no tenía el menor rastro de enojo… Pero sus ojos destellaban con una energía tan intrépida, como nadie lo hubiera imaginado. Después de un largo momento, dejó caer las manos de Marco Aurelio.
Éste se encontró ante él, abrumado por la ira y la vergüenza.
Y casi llorando dijo:
– Tienes unas manos de acero. Pero si me has traicionado, te juro por Marte que he de clavar un puñal en tu pecho, aunque te refugies en las habitaciones del César.
Petronio replicó:
– No te tengo miedo. Pero hablemos con calma… Como puedes ver, el acero es más fuerte que el hierro, aunque parezca más frágil. Sin embargo te pareces a tu padre y sé muy bien de lo que eres capaz… Por el contrario, no sabes cuánto me apena tu rudeza. Y lo que más me sorprende es tu ingratitud…
– ¡¿Dónde está Alexandra?!
– En un prostíbulo.
– ¡¡¡Petronio!!!
– Es decir, en la Domus Transitoria.
– ¡Oh no! ¡Por Pólux! ¡¿Cómo pudiste…?!
– Cálmate y siéntate.
Marco Aurelio se dejó caer sobre la silla más próxima. De repente se sintió exhausto, estaba sufriendo demasiado…
Y Petronio continuó:
– He pedido al César dos cosas que ha prometido concederme. Primero: sacar a Alexandra de la casa de Publio. Y segunda: dártela. ¿Traes algún puñal entre los pliegues de tu túnica? Creo que ya es tiempo de que me hieras. Solo que te advierto que esperes siquiera un par de días, porque serías llevado a una prisión… Y mientras tanto tu amada, se fastidiará sola en tu casa.
Se hizo un silencio total.
Marco Aurelio miró a Petronio con ojos atónitos. Y completamente apenado dijo:
– Perdóname. La amo tanto que me estoy volviendo loco.
Petronio se irguió aún más. Le sonrió y luego se pavoneó ante él:
– Admírame, Marco Aurelio. Anteayer dije al César: “Marco Aurelio el hijo de mi hermano Cayo, se ha enamorado a tal grado de una escuálida doncella que han criado los Quintiliano, que los suspiros tienen convertida la casa en un baño de vapor.
Ni tú, ¡Oh, César! Ni yo; porque ambos sabemos lo que es la verdadera belleza, daríamos ni siquiera mil sestercios por ella. Pero ese muchacho ha sido siempre obtuso como un trípode, ahora acaba de perder el poco juicio que le quedaba y necesito ayudarlo”.
Casi se le desorbitaron los ojos a Marco Aurelio al exclamar:
– ¡¡¡Petronio!!!
– Si no alcanzas a comprender que todo esto lo dije para la mayor seguridad de Alexandra, voy a creer que dije al César la verdad.
Marco Aurelio inclinó la cabeza y reconoció:
– ¡Tienes razón! ¡Perdóname!
– Convencí a Barba de Bronce de que un hombre de su temperamento artístico y estético, NO podría considerar bonita a esa muchachita. Y Nerón, que hasta ahora solo mira las cosas a través de mis ojos, NO encontrará belleza en ella. Y al NO encontrarla, NO la deseará. Era necesario que nos pusiéramos en guardia contra ese monstruo. Ahora no será él quien aprecie la hermosura de tu princesa parta, sino Popea. Y ésta se esforzará por despedirla cuanto antes del palacio.
Además, dije a Enobarbo: “Haz venir a Alexandra y entrégasela a Marco Aurelio. Tú tienes el derecho de hacerlo porque ella es un rehén. Y así, tú la guardarás causando una gran pena a Publio.” Y él convino en esto con mayor satisfacción, pues mi consejo le dio la oportunidad de mortificar a personas honorables.
– ¡Qué asco de hombre! Pero no voy a hablar mal de él, si gracias a eso me entrega a la mujer de mis sueños.
Petronio agregó con cinismo:
– Este es el mundo en que vivimos. Quién no aprende a vivir en él, termina siendo devorado. Así pues, te harán custodio oficial de ese rehén en especial y pondrán en tus manos a ese tesoro parto. El César, para salvar las apariencias, la guardará por unos días en su casa y enseguida te la enviará. ¡Hombre afortunado!
Marco Aurelio no puede disimular su inquietud:
– Entonces ¿Nada la amenaza en el Palatino?
– Si tuviera que permanecer allí, Popea emplearía a Locusta, la hechicera que le proporciona a Nerón sus venenos. Pero tratándose tan solo de unos cuantos días, no hay peligro. Moran diez mil individuos en esa casa. El César quizá ni siquiera llegue a verla.
– ¿Y qué piensas hacer mientras tanto?
– Enobarbo ha dejado a mi exclusivo arbitrio todo el asunto. Hace un momento estuvo aquí el centurión que acaba de conducirla al palacio y la ha confiado al cuidado de Actea. Es una buena mujer y yo dispuse que le fuera entregada la rehén. Es evidente que Fabiola comparte mi opinión, pues le escribió una carta a Actea recomendándole a Alexandra.
Marco Aurelio no puede contener una exhalación de profundo alivio.
– ¡¡¡Aaah!!! – Y enseguida pregunta ansioso- ¿Y luego qué vas a hacer? ¿Cuándo podré verla?
Petronio contesta complacido:
– Mañana habrá fiesta en el Palatino y he pedido para ti, un asiento junto a esa joven.
– Perdona Tito mi impaciencia. Creía que habías dado orden de llevarla para ti o para el César.
– Puedo perdonar tu impaciencia, pero me cuesta más trabajo perdonar tus modales groseros, tus exclamaciones vulgares y tus gritos de estibador. Necesitas pulirte. ¿Cómo fuiste capaz de pensar eso de mí?
– ¡Es que yo no sabía nada! ¡Pensé que tú también te habías enamorado de ella!…
Petronio aspira profundamente, antes de contestar:
– Debes saber que Tigelino es el encargado de los lenocinios cesáreos y que si yo quisiera a esa joven para mí, ahora mismo y mirándote de frente te diría: “¡Marco Aurelio! Te quito a Alexandra… ¡Y me voy a quedar con ella hasta que me harte!”. -y dijo esto clavando en su sobrino sus ojos grises acerados, con una mirada insolente y fría.
El joven tribuno se anonadó por completo y dijo:
– La falta es mía. Tú eres bueno y digno. Te lo agradezco con todo mi corazón. Solo dime: ¿Por qué no enviaste a Alexandra directamente a mi casa?
– Porque el César desea guardar las apariencias. En toda Roma se hablará de esto y ella permanecerá en palacio hasta que se aplaquen los comentarios. Con todas las cosas que ha hecho Enobarbo, no es conveniente alborotar más a quienes ya lo odian y lo desprecian profundamente. Después la enviaremos sin ruido hasta tu casa y todo habrá terminado.
– Tienes razón. Todavía hay comentarios por el regalo que hizo a Popea, cuando le mandó la cabeza de Octavia.
– Barba de bronce es un canalla cobarde. Yo creo que matar a su padre, a su madre, a su hermano y a su esposa, es digno de un reyezuelo asiático como Herodes y no de un emperador romano. Sin embargo él, después de cometer estos asesinatos, se ha tomado el trabajo de escribir al senado cartas de justificación.
– ¿Por qué? Se considera el Amo del Mundo y nadie se atreve a protestar por sus fechorías.
– Nerón las ha escrito porque quiere salvar las apariencias.
Marco Aurelio mueve la cabeza con perplejidad:
– No entiendo. ¿Por qué ese inútil esfuerzo de aparentar justicia en el crimen que se ha cometido y que se sabe que será impune?
Petronio contestó con indiferencia:
– Yo creo que es porque el crimen es algo feo y repugnante, en tanto que la virtud es siempre noble y bella. El verdadero esteta es por lo tanto, un hombre virtuoso. ¡Admírame!
Pero Marco Aurelio, como hombre realista que es, no quiso filosofar y contestó:
– ¡Mañana veré a mi Alexandra y lo más pronto posible la tendré en mi casa todos los días junto a mí, hasta la muerte!
– Tú tendrás a Alexandra para amarla y yo tendré a Publio Quintiliano sobre mi cabeza, como la espada de Damocles… Porque a mí me culpará y será mi enemigo para siempre… Estoy seguro de que él invocará en su auxilio y contra mí, la venganza de todas las divinidades, pidiendo que yo sufra la más espantosa de las muertes…
Marco Aurelio lo interrumpió:
– Publio estuvo en mi casa. He prometido darle noticias de Alexandra.
– Le quité Alexandra para dártela, porque te quiero como si fueras mi hijo. Escríbele que el deseo del divino César es la suprema ley y que a tu primer hijo le pondrás por nombre Publio. Es necesario dar algún consuelo a ese pobre hombre.
Y Marco Aurelio se puso a escribir la carta que le hará perder al general, hasta el último resto de su esperanza…
Más tarde cuando estaban en el triclinium, Petronio entregó a Marco Aurelio un hermoso tubo de plata labrada que contiene unos rollos. Y le dijo:
– He aquí un obsequio para ti.
Marco Aurelio lo toma y lee el título:
– “SATYRICÓN” (Sátiras). ¡Muchas Gracias Petronio!
Se siente muy feliz y una sonrisa luminosa vuelve a dibujarse en su semblante. Luego mira a Petronio con curiosidad y pregunta:
– ¿Es una obra nueva?
– Acabo de terminarla.
Marco Aurelio desenrolla el manuscrito como a la mitad, lo lee un poco y dice:
– Tú has dicho que no escribes versos. Pero aquí veo que la prosa alterna con ellos.
Petronio le responde:
– Cuando la leas fija tu atención en la “Fiesta de Trimalquión”. En cuanto a los versos, eran necesarios. Pero me han hastiado desde que he tenido que soportar a Nerón escribiendo un poema épico.
Incapaz de contener su entusiasmo, Marco Aurelio exclama:
– Lo poco que leí me encantó. Promete ser un libro muy interesante. Pero todo lo que escribes es genial, ya lo sé. Una vez más muchas gracias Petronio, yo también te amo como si fueras mi padre.
Petronio sonrió complacido y dijo:
– Me alegro mucho que te guste. Y también yo sé que lo disfrutarás.
Marco Aurelio suspiró ruidosamente antes de preguntar:
– ¿Me ayudarás a preparar todo para recibir a Alexandra en mi casa?
– ¿Qué quieres hacer?
– Verás…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
R28 ENGENDRO DE SATANÁS
Miércoles 24 de septiembre de 2014 a las 15:05 hrs.
Mi muy querida hija, al igual que Mi Amada Madre fue elegida por Dios para proclamar la Venida del Mesías, también es Ella quien está llamada para preparar a la humanidad para Mi Segunda Venida.
Ella ha sido elevada a la más alta Jerarquía en el Cielo y se le han otorgado grandes poderes por Mi Padre Eterno. Sin embargo, Ella permanece como era entonces, como es ahora y será siempre: una sierva devota y humilde de Dios.
Ella le sirve en Su Plan para elevar al hombre al estado perfecto en el que estaba destinado a ser.
La belleza del hombre, creado a Imagen Viva de Dios, es indescriptible.
Ningún hombre, mujer o niño en este mundo; pueden compararse a lo que fue creado cuando Dios formó a Adán y Eva.
El Pecado fue su caída y Lucifer su Enemigo destruyó entonces, este estado perfecto.
Manchado por el pecado, el hombre nunca va a recuperar este estado perfecto de nuevo; hasta que la Serpiente y todos los que le adoran sean desterrados.
Hasta que llegue ese día, la belleza del cuerpo humano y del alma permanecerán empañadas.
El hombre es el más grande amor de Dios. Los ángeles son Sus siervos por lo que ellos también, deben mostrar amor por las Criaturas de Dios.
El Amor que Dios tiene por Su familia a todo lo que Él creó y hasta que Él recupere las almas de Sus hijos, nunca descansará.
Dios permite muchos sufrimientos, humillaciones y tragedias, todos los cuales son causados por el odio de uno a quien Él mantenía en la más alta estima: el antiguo Arcángel Lucifer, quien se convirtió en Satanás.
Caído por sus celos, orgullo y amor propio; causó en Mi Padre el mayor dolor inimaginable. Y hoy, así como entonces; él todavía hace lo mismo.
Los ángeles leales de Mi Padre, todos los santos y Mi amada Madre; han formado un vínculo, que nunca puede ser roto.
Lo que Mi Padre dicte se lleva a cabo por medio de su Jerarquía Elite. Él nunca es cuestionado.
Lo que Mi Padre desée, es la forma correcta y el modo más poderoso. Es la manera en la que el género humano puede ser salvado de la Maldición del Maligno. Esa es Su prerrogativa. Nadie se atrevería a cuestionarlo.
En Su Último Plan, la etapa final en la que Él traerá Su Plan de Salvación a su fin, Él intervendrá de muchas maneras.
El título de Mi Madre, “La Madre de la Salvación “, el último que le fue dado por el Padre Eterno, Dios Altísimo, no es un accidente.
Ella fue enviada a advertir al mundo y prepararlo para el ataque final del Maligno contra la raza humana.
Ella ha sido designada a esta tarea y os pido que aceptéis esto. Y que respondáis a su llamada a la oración en todo momento.
La Santísima Trinidad traerá muchas Bendiciones a aquellos que respondan a esta, la última misión del Cielo – la Misión de Salvación. Aceptad con agradecimiento que este tipo de privilegio le ha sido demostrado a la humanidad con amor y amabilidad de corazón.
Vuestro Amado Jesús
Domingo 21 de septiembre de 2014 a las 17:45 hrs.
Mi muy querida bienamada hija, Mi Corazón pertenece a todas las familias y es Mi Deseo de bendecir a cada familia, pequeña, mediana o grande en este momento.
Cuando el amor está presente en las familias, esto significa que el poder de Dios se mantiene, porque todos Sus hijos le pertenecen. Fue Él quien creó a cada uno de ellos.
Dios preserva Su Amor al hombre a través de la unidad de la familia, porque es dentro de tales circunstancias, que Su Amor florece de forma natural.
El amor contenido dentro de las familias que están unidas, otorga grandes gracias porque el amor de los miembros de la familia por el otro es uno de los más grandes Regalos de Dios.
Dios usa el amor en la familia para desplegar sus alas, de modo que cada miembro de una amorosa familia le ayudará a difundir este amor, adonde quiera que vayan.
Del mismo modo, cuando la unidad de la familia se rompe, esto tendrá un impacto directo en vuestra comunidad, vuestra sociedad y en vuestras naciones.
Cuando Dios creó a Adán y Eva, Él deseó una familia Propia, sobre la cual Él prodigó todo.
Él siempre se esmera en proteger a las familias; porque este es el lugar donde el Amor fué descubierto al principio por el hombre mortal.
Cuando el amor florece en las familias, así también florecerá en esas naciones. Debido a que el amor por el otro evoluciona desde la familia, es precisamente por esta razón, que es atacada por Satanás.
Satanás usará toda influencia que pueda para infestar a las personas de manera que justifiquen cualquier razón para romper la unidad familiar.
Evitará que las familias se formen y tratará de evitar que se reúnan, si esto último es la Voluntad de Dios.
La familia, nacida del Amor de Dios, siempre será atacada por el Maligno.
Para proteger a vuestra familia del Mal, por favor rezad esta Cruzada de Oración.
Cruzada de Oración (167) Proteger a mi familia
Oh Dios, mi Padre Eterno, a través de la gracia de Tu Hijo amado, Jesucristo, por favor protege a mi familia, en todo momento, del mal.
Danos la fuerza para elevarnos por encima de la intención del Maligno y para permanecer unidos en nuestro amor a Ti y a los demás.
Sostennos a través de cada prueba y sufrimiento que podamos soportar y mantén vivo el amor que nos tenemos el uno al otro para que estemos en unión con Jesús.
Bendice nuestras familias y danos el Regalo del Amor, incluso en tiempos de conflicto.
Fortalece nuestro amor, para que podamos compartir la alegría de nuestra familia con los demás; de modo que Tu Amor pueda ser compartido con todo el mundo. Amén.
RECORDAD QUE DIOS CREÓ A CADA UNO DE VOSOTROS A SU SEMEJANZA;
(Al ver al hombre: LA OBRA MAESTRA DE LA CREACIÓN y más perfectamente hermoso que él; fue cuando Lucifer enloqueció de celos)
PARA QUE ÉL PUDIERA CREAR LA FAMILIA PERFECTA
Sed agradecidos por vuestras familias ya que es uno de los mayores Dones que Él ha derramado sobre la raza humana.
Cuando el sufrimiento en esta tierra llegue a su fin y cuando se borre el odio, Dios unirá a la humanidad como una en Él.
Vosotros seréis íntegros nuevamente y Su Familia tendrá la Vida Eterna.
Vuestro Jesús
http://www.elgranaviso-mensajes.com/
29 DE SEPTIEMBRE DEL 2014
Amadísimos hijos de Mi Corazón:
MI HIJO LES AMA CON AMOR ETERNO…
Y YO COMO MADRE DE LA HUMANIDAD, LES AMO INFINITAMENTE.
El hombre debe reencontrar el Camino de la Verdad, debe reconocer a mi Hijo; para esto es necesario el conocimiento, de lo contrario, ¿Cómo va a reencontrar el camino si antes no ha adquirido el conocimiento sobre Mi Hijo, sobre Su Entrega, sobre Su Palabra, sobre las Leyes y Mandamientos del Padre?
Si el hombre no adquiere conocimiento, le es infinitamente difícil reconocer la Verdad.
En este instante el Enemigo del alma ha adquirido gran influencia sobre las almas y con autoridad concedida por el libre albedrío, les conduce hacia la perdición…
Sufro por ello. Mi Corazón sufre ante las aberraciones que causa el hombre. Gran dolor padece Mi Hijo por ello.
Son instantes en que todo aquel que diga amar en espíritu y verdad a mi Hijo debe dar testimonio de ese amor y de esa fe que profesa.
La Iglesia, Cuerpo Místico de mi Hijo, debe dar testimonio con fe,
del Amor que profesa hacia mi Hijo.
El testimonio no solamente se lleva en la oración, el testimonio en este instante debe ser de ACCIÓN. Además de orar con gran fervor, de amar infinitamente a Mi Hijo como bien lo saben ustedes; además de alimentarse con el Cuerpo y la Sangre de Mi Hijo y de luchar por ser cumplidores de Los Mandamientos, deben dar TESTIMONIO PÚBLICO del amor hacia Mi Hijo, siendo cada uno portador de la Buena Nueva de Mi Hijo.
CADA UNO DE USTEDES, COMO CUERPO MÍSTICO DE MI HIJO,
DEBE ANUNCIAR SIN TEMOR EL AMOR MISERICORDIOSO DE MI HIJO Y A LA VEZ LA JUSTICIA MISERICORDIOSA DE MI HIJO,
A la que le lleva el libre albedrío desenfrenado del hombre. De lo contrario, la Justicia Divina no actuaría.
La humanidad es responsable con sus malos actos y obras, es responsable de esa pronta Justicia Divina a la que el hombre se acerca más y más.
¡Con cuánta ligereza toman los acontecimientos que se suscitan en este instante!
No los viven en carne propia y los dejan pasar de lejos. Pero aquellos que son testimonio del amor de Mi Hijo, deben alertar a sus hermanos que duermen; para que reconozcan los Signos de este Instante.
La confusión reina por doquier, Satanás ha sabido prepararse bien para este instante en que la humanidad ha dejado de lado a Mi Hijo y a esta Madre; ha desterrado a Mi Hijo y a Mí me desprecia…
Debido a esto, ESPIRITUALMENTE EL HOMBRE SE ENCUENTRA DEBILITADO Y EL MALIGNO ENGAÑADOR LES HA LLEVADO A LO MÁS BAJO QUE EL HOMBRE PUEDE CAER.
La Palabra de mi Hijo en este instante es dada para explicitarles lo que ya en otras de mis apariciones anuncié a la humanidad, pero la humanidad ha olvidado.
La Guerra se encuentra ante ustedes y no la reconocen.
La mente de Mis hijos fue invadida y entrenada mediante la tecnología al servicio del Mal, a través de los videojuegos;
PARA QUE EN ESTE INSTANTE MIREN EL DESARROLLO QUE VA TOMANDO LA GUERRA COMO ALGO NORMAL EN LA VIDA DEL HOMBRE.
¡Cómo ha flagelado la tecnología mal empleada a la humanidad!
Aún miro con dolor que a pesar de Mis Llamados, Mis hijos continúan permitiendo que sus pequeños, que los jóvenes y que los mismos adultos; se sumerjan en los juegos de violencia.
Cuando la humanidad es sometida desde todos los ángulos a la violencia; el libre albedrío continúa sometiéndose por propia voluntad a mantener la violencia en la memoria, mediante la tecnología perjudicial desarrollada en los videojuegos.
Éstos entrenan la mente humana para actuar sin sentimientos.
¿CÓMO ES QUE EL PUEBLO DE MI HIJO NO RECONOCE UN TENTÁCULO DEL ANTICRISTO?
No le reconoce porque no se informa sobre estos hechos, porque no se adentra en el conocimiento de lo que llega a sus manos.
Prepárense conociendo lo que llega a sus manos y encontrarán detrás de todo ello a Satanás, encontrarán detrás de todo ello la huella del Anticristo.
EL ANTICRISTO NO ES UNA INVENCIÓN, ES EL ENGENDRO DE SATANÁS,
Y ustedes esperan que reprenda con dureza, que él luche abiertamente contra la Iglesia de Mi Hijo para reconocerle;
esperan esto porque no conocen el ardid preparado por él mismo y sus secuaces:
Todos aquellos que unidos le preparan un trono, un gobierno único, una moneda única, una religión única, un mandato único.
Un gobierno que será flagelo del Cuerpo Místico de Mi Hijo, al cual miraré con tristeza reducido a un pequeño número de almas.
Cuanto les manifiesto hoy, será desarrollado en silencio para que la humanidad no le culpe; sino le mire como a un salvador.
Amados hijos, ustedes esperan a un Agresor del Pueblo de Mi Hijo, ¡Qué equivocados están!
El Anticristo se hará presente con falso amor y solapada astucia, con suavidad, sin imponerse.
Y por ello les será difícil reconocerle en el primer instante;
hasta que éste, ya en posesión de la humanidad, inicie y desarrolle su vil plan para perseguir a todos aquellos que continúen manteniéndose en la Fe hacia Mi Hijo.
¡Cuánto lamento que continúen en la tibieza y la comodidad!
¡Cuánto lamento que no se instruyan y por esa ignorancia nieguen enfáticamente con seguridad cuanto Yo les alerto!
¡Cuánto me duele que nieguen la existencia de Satanás, que nieguen la presencia del Anticristo en la Tierra, por ignorancia!
LES INVITO A SER UN PUEBLO INSTRUIDO ESPIRITUALMENTE
ANTE TANTO AVANCE TECNOLÓGICO QUE LES CARCOME LA MENTE Y ENDURECE EL CORAZÓN
Y QUE TOMA EL CONTROL DE LOS MÍOS
Y ANTE LA NEGACIÓN DEL MAL QUE HASTA ALGUNOS DE MIS HIJOS PREDILECTOS NIEGAN.
EL MAL EXISTE, HIJOS,
ES EL QUE LOS ENGAÑA PARA QUE USTEDES CAIGAN EN SUS REDES.
¡Qué sordo es el Pueblo de Mi Hijo, qué sordos son Mis hijos!
¿Cómo es que en este instante tan crucial para la humanidad se niegan a escucharme?
Es porque no desean ser alertados.
Es más conveniente para el Mal tomar como presa a un pueblo ignorante;
para que así se le facilite toda su estrategia.
Amados hijos Míos:
¿Cómo esperan reconocer al Anticristo, AL QUE SE VA A SENTAR EN LA SILLA DE PEDRO EN LA TIERRA?…
¿Cómo esperan reconocerle?…
EL ANTICRISTO MANTIENE UN PODER INMENSO SOBRE LA HUMANIDAD A TRAVÉS DE TODOS SUS TENTÁCULOS,
DENTRO DE ELLOS LA ECONOMÍA MUNDIAL.
Ésta es dominada por un grupo de creaturas poderosas económicamente.
Y ustedes son engañados instante a instante, no desean escuchar Mis Advertencias.
La economía se derrumbará en un abrir y cerrar de ojos,
El caos hará presa de todos Mis hijos cuando el dios dinero desaparezca y será entonces cuando los gobernantes decidan bajo qué condiciones administrarán la subsistencia de Mis hijos.
Todo esto es el gran propósito del Anticristo y en este instante el terreno es el propicio para que este propósito se vaya desarrollando con prontitud, porque la semilla del Amor de Mi Hijo ha sido sembrada en terreno pedregoso para que no germine.
Amados Míos, el oro negro será tomado por aquellos que han ansiado poseerle para dominar a la humanidad, en parte esta es la lucha de las Naciones.
La economía mundial caerá y una sola moneda será impuesta.
MIS LEGIONES CELESTIALES DARÁN ALIMENTO A MIS HIJOS,
NO ME SEPARARÉ DE USTEDES NI UN INSTANTE, CAMINEN EN FE
PERO A LA VEZ CONOZCAN AL ENEMIGO DEL ALMA Y SUS ARDIDES PARA QUE NO CAIGAN EN SUS GARRAS.
Hijos Míos, todo se dará a cumplimiento:
el Cuerpo Místico de Mi Hijo se estremecerá y será herido profundamente, aún así no pierdan la Fe, continúen en pie siendo testimonio vivo del obrar y actuar de Mi Hijo.
Mi Hijo no sólo devolvía la vista al ciego, no sólo hacía milagros; sino que Él congregaba a las multitudes para instruirlas, para llevar la Palabra de Su Padre y para hablarles del Reino.
Así ustedes deben obrar y actuar en este instante.
MIS HIJOS PREDILECTOS DEBEN ABLANDAR EL CORAZÓN Y LA MENTE
DEBEN RECORDAR QUE PROMETIERON PROTEGER AL REBAÑO QUE MI HIJO COLOCÓ EN SUS MANOS
Y ASÍ ALERTAR SOBRE TODO AQUELLO QUE PUEDA LLEVAR A MIS HIJOS A CAER POR DESCONOCIMIENTO.
“No todo aquel que diga ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los Cielos”, sino aquel que viva, obre y actúe en la Voluntad del Padre
y la Voluntad del Padre es que se alerte al Pueblo de Mi Hijo ante todas las amenazas que le asechan por doquier.
NO HE MENCIONADO EN NINGUNO DE MIS LLAMADOS QUE SEA EL FIN DEL MUNDO
PERO SÍ QUE ESTA GENERACIÓN SERÁ PURIFICADA,
ELLA MISMA HA LLAMADO A LA PURIFICACIÓN…
Si el hombre es de bien, el bien se acerca al hombre…
Si el hombre camina en espíritu y verdad, el Espíritu Santo derrama sobre él Sus Dones…
Si el hombre ama a sus hermanos, el Amor Divino desciende sobre él.
Pero aquel que camina en el desamor, el desamor toma posesión de sus sentidos y del corazón. Aquel que alza la mano en contra de su hermano, llama la violencia sobre él.
CADA UNO DE USTEDES LLAMA LA JUSTICIA DE MI HIJO SOBRE SÍ MISMO Y SOBRE LA HUMANIDAD.
¿Qué ha sido del Pueblo de Mi Hijo? ¡Cuán pocos miro en este instante!
Y de esos pocos, ¿Cuántos son verdaderamente fieles y no temen el ser señalados?
Ustedes que son integrantes de grupos de oración, de grupos de apostolado;
ustedes que sirven a mi hijo, serán duramente probados y acrisolados.
Y el número será reducido, pues NO TODOS ESTARÁN DISPUESTOS A SACRIFICARSE POR MI HIJO.
Amado Pueblo Mío, amados hijos de Mi Corazón Inmaculado, son el Pueblo de Mi Hijo,
Mi Hijo me ha encomendado entregarle a Él su verdadera Iglesia,
por esto les guío constantemente, les llamo insistentemente a ser fieles, a dar testimonio vivo, a no avergonzarse de profesar la Fe y les llamo y les invito a imitar a esta Madre hasta el pie de la Cruz de Gloria.
Oren, hijos Míos, por Estados Unidos, padecerá grandemente.
Oren, hijos míos, por China, su pueblo se dolerá.
Oren por Corea del Norte, Mis hijos padecerán.
Manténganse alerta, no declinen en ningún instante, no olviden que yo soy su madre y no les desampararé en ningún instante.
MI MANTO ES PROTECCIÓN, ES ESCUDO PARA USTEDES,
RECUERDEN QUE LOS HIJOS FIELES SON SELLADOS, PARA QUE SE RECONOZCAN ENTRE SÍ.
Les amo infinitamente, vengan a Mí; Yo soy Su Madre, no teman. Mirarán los Cielos nuevos y la Tierra nueva y unidos a Mis Coros Celestiales entonarán: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya al Dios Uno y Trino!
Les bendigo hijos, no declinen; aquí estoy, soy su Madre.
Les bendigo en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Mamá María.
http://www.revelacionesmarianas.com/luz_de_maria.htm
SEPTIEMBRE 18 DE 2014 – 8:10 A.M.
LLAMADO URGENTE – URGENTE DE MARÍA ROSA MÍSTICA A LOS PADRES DE FAMILIA
Hijitos, que la paz de Dios y el amor de esta Madre, os acompañe siempre.
Hoy quiero hablaros de la descomposición de las familias y el desmoronamiento de las sociedades, a causa del alejamiento de Dios.
Siento gran tristeza al ver cómo se están destruyendo los hogares por la falta de amor y carencia de Dios en las familias. Toda esta tecnología y modernismo está inundando los hogares, robándose el espacio que había para el diálogo y la oración.
Son muy pocos los hogares donde hoy se conserva la sana doctrina moral y espiritual; son muy pocos los hogares donde se reza y se destina tiempo para el diálogo, el amor y la oración.
La inmensa mayoría de las familias de hoy viven a las carreras, cada cual va por su lado; preocupados sólo por los afanes de este mundo y por el deseo materialista de poseer más y más bienes materiales, que solo llevarán a esta humanidad a la pérdida de la vida eterna.
Son muy pocas las familias que hoy asisten a la Santa Misa y oran juntos.
Qué tristeza siento al ver a mis niños que desde pequeños son sumergidos en el mundo de la tecnología y sus padres se preocupan más por esto, que por impartir una buena educación moral y espiritual.
El televisor, el computador y el celular, están desplazando a los padres en el hogar; se están formando sociedades robóticas, generaciones de seres humanos carentes de amor y de bases morales y espirituales; todo esto llevará a esta generación a su propia destrucción.
LOS PROGRAMAS DE VIOLENCIA QUE SE PASAN POR TELEVISIÓN Y POR LOS JUEGOS COMPUTARIZADOS,
están haciendo de los niños y jóvenes seres agresivos y violentos, que no aceptan ningún tipo de diálogo.
Todo mal entendido se arregla entre los jóvenes, por la vía del hecho; en la juventud de hoy impera la ley del más fuerte, ante el menor problema la respuesta es violencia, agresión y en muchos casos la muerte.
Toda esta violencia descontrolada es el veneno que a diario ven vuestros hijos; esa es la enseñanza que reciben por los programas televisivos y juegos computarizados.
Desde pequeños se les está inculcando la cultura de la violencia, venganza, odio, resentimiento, suicidio, drogadicción, adulterio, fornicación y muerte. Y lo más triste: alejamiento de Dios y sus preceptos.
Este es el veneno moral y espiritual que está siendo inyectado en la mente de vuestros hijos.
¡Padres de familia, DESPERTAD DE UNA VEZ; sacad el televisor y el computador de las habitaciones de vuestros hijos! ¡Prestadle más atención a vuestros hogares; porque se están perdiendo vuestros hijos, por vuestra falta de liderazgo!
¡Volved al rezo de mi Santo Rosario en familia y yo vuestra Madre me encargaré de enderezar vuestros hogares!
¡Ayudadme padres de familia, os lo pido; porque el cielo llora conmigo por la destrucción de los hogares!
La ausencia de Dios en muchos de vosotros padres de familia, es la causa por la cual se están destruyendo muchos hogares.
Muchas familias se están perdiendo por causa del modernismo y la TECNOLOGÍA MALIGNA de estos últimos tiempos.
¡Padres de familia, ¿Cuánto hace que no os confesáis y asistís con vuestros hijos a la Santa Misa dominical? ¿Cuánto hace que no rezáis en familia? ¿Cuánto hace que no dialogáis y escucháis a vuestros hijos?
¡Amar es mucho más que dar alimento y cosas materiales!
Os digo, el Infierno está lleno de esos padres que confundieron el amor con las cosas materiales. Muchas familias yacen hoy en el Abismo: padres e hijos se maldicen mutuamente por no haber destinado el tiempo suficiente en esta vida, para el diálogo, el amor y la oración.
¡Padres de familia, como Madre de la humanidad os exhorto a que volváis vuestros ojos a Dios y retoméis cuanto antes el control de vuestros hogares! ¡Fuera de vuestros hogares la tecnología de muerte, por ella hay muchas almas condenadas!
¡CONSAGRADME VUESTROS HOGARES Y FAMILIAS A MI CORAZÓN INMACULADO Y YO NO DEJARÉ QUE SE PIERDAN!
Colaboradme vosotros padres de familia, impartiendo en vuestros hogares una sana doctrina moral y espiritual. Volved a llevar a Dios a vuestros hogares, para que vuelvan a renacer sociedades justas y el amor de Dios vuelva a morar en el corazón de las familias y el mundo entero.
Desagarrad vuestros corazones, porque está cerca el Regreso Triunfal de mi Hijo.
Os ama vuestra Madre, María Rosa Mística.
Dad a conocer mis mensajes a toda la humanidad.
22.- LAPIDACIÓN DE ESTEBAN
Esteban había sido discípulo de Gamaliel y con el beneplácito de su maestro, se integró a las filas de discípulos de Jesús. Era un zaforim que fue ordenado diácono junto con otros siete por Pedro, para ayudar a atender los servicios en la naciente Iglesia de Jerusalén.
Por la entrega absoluta a su ministerio y su entusiasmo para proclamar el Evangelio, estaba lleno de Gracia y poder. El Espíritu Santo realizaba grandes prodigios y señales milagrosas, que aumentaban las conversiones y los prosélitos de la Iglesia Cristiana.
Esto produjo una gran envidia y unos celos terribles entre los levitas del Templo de Jerusalén.
Un día unos miembros de la sinagoga de los libertos y unos peregrinos venidos de diferentes partes de Asia, se pusieron a discutir acaloradamente con él; pero no lograron hacer frente a la Sabiduría y al Espíritu con que Esteban los derrotaba.
Y al no poder resistir a la Verdad, lo denunciaron al Templo. Entonces los escribas y fariseos repitieron la historia de lo que hicieron con Jesús: sobornaron a unos rufianes para que lo calumniasen afirmando: “Hemos oído hablar a este hombre, contra Moisés y contra Dios”
De esta forma alborotaron al pueblo, a los ancianos, a los maestros y doctores de la Ley. Por orden de Nahúm, los esbirros de Caifás fueron y lo arrestaron y lo llevaron ante el Gran Consejo.
En la sala del Sanhedrín, que conserva el mismo orden, disposición y número de personas que tenía la noche del Jueves al Viernes, durante el Proceso de Jesús… El Sumo Sacerdote Caifás y los otros están en sus escaños. Y en el mismo lugar donde estuviera Jesús, ahora se encuentra Esteban y como a Él, también le han amarrado con cuerdas.
Sadoc hace una señal y entran los dos testigos comprados.
Frente al Sumo Sacerdote declaran:
– Este hombre no cesa de hablar contra nuestro Lugar Santo y contra la Ley. Le hemos oído decir que Jesús el Nazareno destruirá el Templo y cambiará las costumbres que nos dejó Moisés.”
Caifás pregunta:
– Estás oyendo las acusaciones. ¿Es así?
En ese mismo instante, el rostro de Esteban se transfiguró y la Presencia Divina se manifestó a través del joven diácono.
Esteban, lleno del Espíritu Santo, declaró:
– Hermanos y padres escúchenme…
El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abraham cuando estaba en Mesopotamia… -Y Esteban hace una extensa disertación de la historia del Pueblo de Dios y finaliza diciendo-
Nuestros padres tenían en el desierto la Tienda del Testimonio, como mandó el que dijo a Moisés que la hiciera según el modelo que había visto. Nuestros padres que les sucedieron, la recibieron y la introdujeron bajo el mando de Josué en el país ocupado por los gentiles, a los que Dios expulsó delante de nuestros padres, hasta los días de David, que halló gracia ante Dios y pidió encontrar una Morada para la casa de Jacob. Pero fue Salomón el que le edificó Casa, aunque el Altísimo no habita en casas hechas por mano de hombre como dice el profeta: ‘El cielo es mi trono y la tierra el escabel de mis pies. Dice el Señor: ¿Qué Casa me edificaréis? O ¿cuál será el lugar de mi descanso?’ ¿Es que no ha hecho mi mano todas estas cosas?
Esteban proclama:
¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo! ¡Como vuestros padres, así vosotros! ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que anunciaban de antemano la venida del Justo, de aquel a quien vosotros ahora habéis traicionado y asesinado; vosotros que recibisteis la Ley por mediación de ángeles y no la habéis guardado.
Todos los miembros del Sanhedrín al oír esto, sus corazones se consumieron de rabia y rechinaron sus dientes contra él.
Esteban ha hablado (como en Hechos 6, 8-15; 7, 1-54), confesando su fe y dando testimonio de la verdadera Naturaleza de Cristo y de su Iglesia; en efecto,
El alboroto ha alcanzado su punto álgido. Un tumulto que en su violencia es totalmente similar, al que hervía contra Cristo en la noche fatal de la Traición y el Deicidio. Puñetazos, maldiciones, blasfemias horribles lanzan contra el diácono Esteban; quien al recibir los brutales golpes, se tambalea y vacila al verse sacudido ferozmente, porque le dan tirones hacia uno u otro lado.
Pero él conserva su calma y dignidad. Es más, no sólo está tranquilo y majestuoso, sino que se le ve incluso tan feliz, que parece casi extático. Sin preocuparse por los salivazos que resbalan por su rostro, ni la sangre que desciende de su nariz, que ha sido violentamente golpeada…
Levanta su rostro transfigurado y lleno de una sobrenatural luminosidad y su mirada esplendorosa y risueña para centrarse en una visión que sólo él contempla.
Abre los brazos en cruz, los levanta como para recibir lo que está viendo y…
Esteban cae de rodillas exclamando:
– ¡Veo los Cielos abiertos y al Hijo del Hombre, a Jesús. Al Mesías de Dios a Quién vosotros habéis matado. Sentado en el Trono a la derecha de Dios Padre!
La confusión aumenta. Entonces el tumulto pierde ese mínimo de humanidad y legalidad que todavía conservaba y con la furia de una jauría de lobos, de chacales, de fieras hidrófobas… Todos se arrojan sobre el diácono: le muerden, lo pisotean, le dan de puntapiés, lo agarran, lo levantan por agarrándole por los cabellos, lo arrastran haciéndole caer otra vez… Poniendo a la furia el obstáculo de la propia furia, porque en medio del tumulto los que tratan de arrastrar hacia afuera al mártir, se ven obstaculizados por los que tiran en la otra dirección para golpearle o para pisotearlo de nuevo.
Y asombrosamente en medio de este brutal maltrato, el rostro de Esteban no pierde su expresión de júbilo bienaventurado. Y esto provoca que en sus encarnizados verdugos aumente su odio mortal…
Entre los furiosos más furiosos hay un joven bajo y feo al que llaman Saulo… Y la ferocidad de su rostro es indescriptible.
En un rincón de la sala está Gamaliel, que en ningún momento ha tomado parte en el tumulto y que en ningún momento ha dirigido la palabra a Esteban, ni a ninguno de los poderosos. Su desprecio por la escena injusta y bestial, es bastante obvio.
En otro rincón, también con expresión de desdén y sin participar ni en el proceso ni en la agitación, está Nicodemo mirando a Gamaliel; cuyo rostro tiene una expresión más clara que cualquier palabra.
Pero de improviso, exactamente cuando ve que por tercera vez levantan a Esteban por los cabellos, Gamaliel se envuelve en su amplísimo manto y se dirige hacia una salida opuesta a aquella hacia la cual están arrastrando al diácono.
El acto no le pasa desapercibido a Saulo, que grita:
– Rabí, ¿Te marchas?
Gamaliel no responde.
Saulo, temiendo que Gamaliel no haya entendido que la pregunta iba dirigida a él, repite y especifica:
– Rabí Gamaliel, ¿No tomas parte de este juicio?
Gamaliel se vuelve rígidamente, con una mirada tan terrible, imperiosa y glacial, que causa terror… Responde secamente: «Sí». Pero es un “sí” que dice más que un largo discurso.
Saulo comprende todo lo que hay en ese “si” y apartándose de la jauría sanguinaria, corre adonde Gamaliel.
Lo alcanza, lo detiene y le dice:
– ¿No querrás decirme ¡Oh Rabí!, que desapruebas nuestra condena?
Gamaliel no lo mira y tampoco le responde.
Saulo insiste:
– Ese hombre es doblemente culpable por haber renegado de la Ley, siguiendo a un samaritano poseído por Belcebú y por haberlo hecho después de haber sido tu discípulo.
Gamaliel sigue sin mirarlo y guardando silencio.
Saulo entonces pregunta:
– ¿Eres acaso también tú seguidor de ese malhechor llamado Jesús?
Gamaliel le contesta con voz glacial:
– No lo soy todavía. Pero si Él era EL que decía ser y verdaderamente hay muchas cosas que demuestran que lo era, ruego a Dios llegar a serlo.
Saulo grita horrorizado:
– ¡Horror!
– Ningún horror. Tenemos una inteligencia para usarla y una libertad para aplicarla. Que cada uno haga uso de la libertad que Dios ha dado a cada hombre y de la luz que ha puesto en el corazón de cada quién. Los justos antes o después, usarán estos dos dones de Dios para el bien y los malos para el mal.
Y se marcha en dirección al patio donde está el gazofilacio y va a apoyarse en la columna en que Jesús se apoyó cuando habló a la pobre viuda que da al Tesoro del Templo todo lo que tiene: dos monedas de escaso valor.
Lleva poco tiempo allí y otra vez llega Saulo y se le planta delante.
El contraste entre los dos es fortísimo. Gamaliel es alto, de noble porte, de hermosas facciones fuertemente semíticas: tiene frente despejada, ojos negros muy inteligentes y penetrantes, encajados bajo las cejas abundantes y bellamente delineadas. Naríz recta, larga y delgada que recuerda en cierta forma la nariz de Jesús. Su piel es blanca y su boca de labios delgados, con su barba y su bigote que en el pasado fueran muy negros, ahora están entrecanos.
Saulo es de baja estatura, musculoso de piernas cortas y gruesas, un poco separadas en las rodillas. Que se aprecian bien porque se ha quitado el manto y lleva sólo una túnica corta y grisácea como vestido. Sus brazos son cortos y fornidos; su cuello corto y fuerte, sostiene una cabeza gruesa, morena, con cabellos cortos e ásperos. Tiene orejas más bien grandes, frente convexa, nariz chata, labios gruesos, pómulos altos y gruesos, ojos oscuros y grandes, algo así como de buey. De ninguna manera dulces ni mansos, pero sí muy inteligentes; bajo unas pestañas muy arqueadas y espesas. Sus mejillas están cubiertas por una barba que mantiene corta y bien cuidada.
Durante unos momentos guarda silencio, mirando fijamente a Gamaliel. Luego le dice en voz baja:
– ¿No lo apruebas porque fue tu discípulo, antes de que te abandonara por el Nazareno o…?
Gamaliel le responde, con voz clara y fuerte:
– No apruebo la violencia. Por ningún motivo. De mí nunca recibirás la aprobación para ningún plan violento. Esto lo dije incluso públicamente a todo el Sanedrín, cuando apresaron por segunda vez a Pedro y a los otros apóstoles y los condujeron ante el Sanedrín para ser juzgados.
Y repito lo mismo: “Si es proyecto y obra de los hombres, perecerá por sí solo. Si es de Dios, no podrá ser destruido por los hombres; al contrario, los hombres podrán ser castigados por Dios”. Recuérdalo.
– ¿Tú, el mayor de los rabíes de Israel eres protector de estos blasfemos seguidores del Nazareno?
– Soy protector de la justicia. Y la justicia enseña a juzgar con justicia y cautela. Te repito que si esto: viene de Dios resistirá. Si no, caerá por sí solo. Pero yo no quiero mancharme las manos con una sangre, que no sé si merece la muerte.
– Tú… Tú fariseo y doctor ¿Dices eso? ¿No temes al Altísimo?
– Más que tú… Pero yo pienso. Y recuerdo… Tú eras sólo un niño, aún no eras hijo de la Ley y yo ya enseñaba en este Templo con el rabí más sabio de aquellos tiempos, Hillel… Y con otros que eran sabios pero no justos. Nuestra sabiduría recibió dentro de estos muros, una lección que nos hizo pensar durante todo el resto de la vida.
Los ojos del más sabio y justo de nuestro tiempo se cerraron con el recuerdo de aquel momento y su mente se extinguió estudiando aquellas verdades oídas de labios de un niño que se revelaba a los hombres, especialmente a los justos.
Mis ojos siguieron vigilantes, mi mente siguió pensando, coordinando acontecimientos y cosas… Yo tuve el privilegio de oír al Altísimo hablar por medio de la boca de un niño que luego fue un hombre justo, sabio, poderoso, santo, al cual mataron precisamente por estas cualidades suyas.
Las palabras que dijo entonces se vieron confirmadas por los hechos acaecidos muchos años después, en la época anunciada por Daniel…
¡Mísero de mí, que no comprendí antes! ¡Que esperé a la última, terrible señal para creer, para comprender! ¡Pobre pueblo de Israel, que ni comprendió entonces ni comprende ahora!
¡La profecía de Daniel (Daniel 9) y la de otros profetas y de la Palabra de Dios continúan…! ¡Y se cumplirán para este Israel obcecado, ciego, sordo, injusto, que sigue persiguiendo al Mesías en los siervos de Jesús!
Saulo exclama iracundo:
– ¡Maldición! ¡Tú blasfemas! ¡En verdad que no habrá salvación para el pueblo de Dios, si los rabíes de Israel blasfeman y reniegan de Yahveh, el Dios verdadero; por exaltar a un falso Mesías y creer en Él!
– No blasfemo. Lo hacen todos los que insultaron al Nazareno y continúan haciéndolo al perseguir a sus seguidores. Tú sí que blasfemas porque lo odias a Él y a los suyos. Pero has expresado una verdad diciendo que ya no hay salvación para Israel. Pero no porque haya israelitas que se pasen a su grey, sino porque Israel lo envió a la muerte y lo mató.
¡Me causas horror! ¡Traicionas a la Ley y al Templo!
– Denúnciame entonces al Sanedrín, para que yo siga la misma suerte de ese que está para ser lapidado. Será el principio y compendio feliz de tu misión. Y yo seré perdonado por mi sacrificio, de no haber reconocido y comprendido a Dios que pasaba como Salvador y Maestro, entre nosotros, sus hijos y su pueblo.
Saulo, con un gesto iracundo se marcha lleno de despecho y vuelve al patio que está enfrente de la sala del Sanedrín, patio en el que aún se oye el griterío de la turba exacerbada contra Esteban.
Alcanza a los verdugos y se une a ellos, pues ya lo esperaban. Y salen del Templo y de las murallas de la ciudad. Insultos, escarnios y golpes, llueven sobre el diácono, que avanza extenuado, cubierto de heridas y trastabillando, hacia el lugar del suplicio.
Fuera de las murallas hay un espacio yermo y pedregoso, absolutamente desierto. Cuando llegan allí, los verdugos se abren en círculo dejando solo en el centro al condenado. Esteban tiene los vestidos rasgados y manchados. Está sangrando por muchas partes del cuerpo a causa de las heridas que ha recibido. Le arrancan las vestiduras antes de alejarse y sólo se queda con la túnica interior corta.
Todos se quitan las vestiduras y las entregan a Saulo, dado que él no participa en la lapidación; porque aunque no lo reconozca, le han afectado las palabras de Gamaliel…
Mientras recibe las vestiduras, Esteban le dice a Saulo:
– Amigo mío te espero en el camino del Mesías. Señor, no les tomes en cuenta este pecado…
Saulo se revuelve como toro furioso y como tiene las manos ocupadas, le grita:
– ¡Cerdo! ¡Endemoniado!
Y a sus injurias añade una fuerte patada en la espinilla del diácono, que está a punto de derribarlo…
Entonces los verdugos recogen pesadas y agudas piedras y empieza la lapidación.
Esteban recibe los primeros golpes permaneciendo de pie y con una sonrisa de perdón en la boca herida.
Después de la lluvia de piedras que le llegan desde todas las partes, Esteban cae de rodillas, apoyándose en las manos heridas y recordando las palabras de Jesús en la despedida de la Ascensión, murmura tocándose las sienes y la frente heridas:
– ¡Como Él me lo predijo! La corona… Los rubíes… ¡Oh, Señor mío! ¡Maestro Jesús, recibe mi espíritu!
Otra granizada de piedras sobre la cabeza ya herida le hacen desplomarse bañado en sangre y el suelo pronto queda impregnado de su sangre. Mientras distiende sus miembros bajo otra granizada de piedras, expira susurrando:
– Señor… Padre… perdónalos… No les guardes rencor por este pecado… No saben lo que…
La muerte le corta la frase en sus labios. Un último estremecimiento le hace acurrucarse en posición fetal y así se queda… El joven diácono ha muerto.
Los verdugos se acercan a él. Le lanzan encima una última descarga de piedras y casi lo sepultan bajo ellas. Luego vuelven a vestirse y se marchan. Tornan al Templo para referir, ebrios de celo satánico, su proeza.
Mientras hablan con el Sumo Sacerdote y otros poderosos, Saulo va a buscar a Gamaliel. No lo encuentra. Regresa hirviendo de odio contra los cristianos. Habla con los sacerdotes. Solicita y obtiene unos pergaminos con el sello del Templo, donde le autorizan a perseguir a los cristianos.
La sangre de Esteban parece haberlo enfurecido, como le sucede a un toro al ver el color rojo, o a un alcohólico si le dan un vino generoso.
Está para salir del Templo, cuando ve bajo el Pórtico de los Paganos, a Gamaliel. Va donde él. Quizás quiere empezar una discusión o justificarse.
Gamaliel cruza el patio, entra en una sala y le cierra la puerta en su nariz.
Saulo, ofendido y furioso, sale a toda prisa del templo para ir a perseguir a los cristianos.
Dice Jesús :
– Me manifesté muchas veces y a muchos. Pero no en todos actuó mi manifestación de igual manera. Se puede ver cómo a cada una de mis manifestaciones correspondan con su santificación, los que tienen buena voluntad, necesaria para tener Paz, Vida, Justicia.
En los pastores la Gracia trabajó durante los treinta años de mi vida oculta y luego floreció como espiga santa cuando llegó el tiempo en que los buenos se separaron de los malos para seguir al Hijo de Dios, que pasaba por los caminos del mundo, lanzando su grito de amor para convocar a las ovejas de la Grey eterna, desparramadas y desorientadas por Satanás.
Estuvieron presentes en medio de las turbas que me seguían, porque con sus sencillas palabras predicaban a Cristo diciendo: “Es Él. Nosotros lo reconocemos. Sobre su primer vagido descendió la canción de cuna de los ángeles.
Y a nosotros los ángeles nos dijeron que tendrían paz los hombres de buena voluntad. Buena voluntad es el deseo del Bien y de la Verdad. ¡Sigámosle! ¡Seguidle! Tendremos todos la Paz prometida por el Señor”.
Humildes, sencillos, pobres; ellos, mis primeros enviados; se colocaron entre los hombres se dispusieron como los primeros soldados del Rey de Israel, del Rey del mundo. Ojos fieles, bocas honestas, corazones llenos de amor, incensarios que derramaban el perfume de sus virtudes para que el aire que respiraba mi Divina Persona, fuese menos corrupto.
Y los encontré a los pies de la Cruz, después de haberlos bendecido con mi mirada, cuando caminaba atormentado en mi sendero al Gólgotha. Fueron de los pocos que no me maldijeron. Me amaron, creyeron en Mí, esperaron, me miraron con ojos de compasión; pensando en la lejana noche de mi Nacimiento y llorando ante el Inocente, cuyo primer sueño tuvo lugar sobre las pajas del pesebre y el último, sobre un leño aún más doloroso. Esto porque mi manifestación a ellos, almas rectas, los había santificado.
Gamaliel y con él Hillel, no eran sencillos como los pastores, ni santos como Simeón, ni sabios como los Tres reyes Magos. En él y en su maestro y pariente, estaba la maraña de las lianas farisaicas ahogando la luz y el libre desarrollo del árbol de la fe.
Pero dentro de su condición de fariseos había pureza de intención. Creían estar dentro de lo justo y deseaban estarlo; lo deseaban instintivamente, porque eran justos e intelectualmente, porque su espíritu gritaba descontento: “Este pan está mezclado con demasiada ceniza. Dadnos el pan de la verdadera Verdad”.
Pero Gamaliel no tenía suficiente fortaleza como para tener el valor de romper estas lianas farisaicas. Su modo de ser lo tenía demasiado esclavizado. Y con su humanidad, las consideraciones de la estima humana, del peligro personal, del bienestar familiar. Por todas estas cosas Gamaliel no había sabido comprender “al Dios que pasaba entre las gentes de su pueblo”, ni usar “esa inteligencia y esa libertad” que Dios ha dado a cada uno de los seres humanos para que las usen para su propio bien.
Sólo la señal esperada durante tantos años, señal que lo había abatido, que lo aterrorizó con remordimientos incesantes, suscitaría en él el reconocimiento de Cristo y el cambio de su viejo pensamiento.
No había sido el único titubeante en decidirse y en actuar con fortaleza. Tampoco José de Arimatea y menos todavía Nicodemo, supieron domeñar inmediatamente bajo su pie las costumbres y lianas judías y abrazar notoriamente la nueva Doctrina.
Tanto fue así, que su modo usual fue el ir a Cristo “a hurtadillas” por temor a los judíos o el hacer como que se encontraban con Él y generalmente en sus casas del campo o en la de Bethania de Lázaro, porque sabían que era más segura y más temida por los judíos enemigos de Cristo y respetada por los romanos, con la protección de Roma hacia el hijo de Teófilo. Pero eso sí, tanto José como Nicodemo fueron más valientes que Gamaliel, hasta el punto de demostrar su amor en la tarde del Viernes.
Todas formas, respecto a Gamaliel, ciertamente éstos siempre estuvieron mucho más adelante en el Bien y en el valor (hasta el punto de atreverse a realizar aquellas acciones compasivas del Viernes Santo). Menos adelante estaba el rabí Gamaliel.
Pero vosotros que leéis, observad la potencia de su recta intención. Por ella su justicia, humanísima, se impregna de lo sobrehumano. La de Saulo por el contrario se ensucia de lo demoníaco, cuando el mal al desatarse pone a ambos, a él y a su maestro Gamaliel, ante el dilema de elegir el Bien o el Mal, lo justo o lo injusto.
El árbol del Bien y del Mal se yergue ante cada uno de los hombres para presentarles, con el más lisonjero y apetitoso aspecto sus frutos del Mal; mientras entre la frondas con engañosa voz de ruiseñor, silba la Serpiente tentadora.
Le corresponde al hombre, criatura dotada de razón y alma dadas por Dios, el saber discernir y querer el fruto bueno de entre los muchos no buenos que lesionan y matan el espíritu.
Y coger este fruto, aunque ello sea fatigoso y punzante, aunque tenga sabor amargo, aunque tenga modesto aspecto. Su metamorfosis en virtud de la cual este fruto se hace liso y suave para el tacto, dulce para el gusto, hermoso para la vista; se produce solamente cuando, por justicia de espíritu y de razón, sabemos elegir el fruto bueno y nos nutrimos con su extracto, amargo pero santo.
Saulo tiende sus manos ávidas hacia el fruto del Mal, del odio, de la injusticia, del delito. Y las tenderá hasta cuando quede fulminado, abatido, cegado respecto a la vista humana para adquirir la sobrenatural, y pase a ser no sólo justo, sino incluso apóstol y confesor de Aquel a quien antes odiaba y perseguía en sus fieles.
Gamaliel, rompiendo las lianas tenaces de su humanidad y del hebraísmo, por el nacimiento y florecimiento de la lejana semilla de luz y justicia, no sólo humana sino también sobrehumana, que mi cuarta epifanía -o manifestación, que quizás es para vosotros palabra más clara y comprensible- le había puesto en el corazón, en ese corazón suyo de rectas intenciones, semilla que él había custodiado y defendido con honesta afección y elegida sed de verlo nacer y florecer, tiende las manos hacia el fruto del Bien.
Su voluntad y mi Sangre rompieron la dura cáscara de esa lejana semilla, que él había conservado durante decenios en el corazón, en ese corazón de roca que se abrió junto con el velo del Templo y con la tierra de Jerusalén y que lanzó el grito de su supremo deseo, hacia Mí que ya no podía oírlo con oído humano, aunque sí y nítidamente, con mi espíritu divino, allí, arrojado al suelo al pie de la cruz.
Y bajo el fuego solar de las palabras apostólicas y de los mejores discípulos. Y bajo la lluvia de la sangre de Esteban primer mártir; esa semilla echa raíces, se hace planta, florece y da frutos.
La planta nueva de su cristianismo, nacida donde la tragedia del Viernes Santo había abatido, desarraigado, destruido todas las plantas y hierbas antiguas. La planta de su nuevo cristianismo y de su santidad nueva ha nacido y se yergue ante mis ojos.
Perdonado por mí, siendo culpable por no haberme comprendido antes por la justicia suya que no quiso participar ni en mi condena ni en la de Esteban; su deseo de hacerse seguidor mío, hijo de la Verdad, de la Luz, recibe también la bendición del Padre y del Espíritu Santificador.
Y pasa de ser deseo a ser realidad sin necesidad de una potente y violenta fulminación, como la que fue necesaria para Saulo en el camino de Damasco, para el altanero protervo, que con ningún otro medio habría podido ser conquistado y conducido hacia la Justicia, la Caridad, la Luz, la Verdad, la Vida eterna y gloriosa del Cielo.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
14.- LA PROFECIA DE CAÍN
En Nazareth, María, descalza, va y viene por su casita. Son los primeros albores del día. Con su vestido azul pálido, parece una delicada mariposa que roza sin ruido alguno, paredes y objetos. Se acerca a la puerta que da hacia la calle y la abre con cuidado. Mira hacia fuera y ve que no hay nadie. La deja entreabierta. Vuelve a poner todo en orden.
Abre puertas y ventanas. Entra en el cuarto de trabajo en donde antes estaba la carpintería y ahora tiene sus telares. Cubre con cuidado uno donde hay un tejido comenzado y una sonrisa aflora al verlo. Sale al huerto. Las palomas se le amontonan sobre los hombros y la acompañan hasta una despensa donde están sus alimentos.
Toma trigo y les dice:
– Aquí. Hoy aquí. No hagáis ruido. ¡Está muy cansado!
Luego toma harina y va a la cocina, en donde está el horno y se pone a amasarla, para hacer el pan. Sonríe llena de felicidad. De la masa, toma una cantidad y la pone aparte, la cubre con un lienzo y continúa con su trabajo. Está colorada y en sus cabellos hay una mancha de harina.
Se escucha una voz femenina:
– ¿Ya estás trabajando? – Es María de Alfeo, que ha entrado sin hacer ruido.
María contesta:
– Sí. Hago el pan y mira: las tortas de miel que a Él tanto le gustan.
– Hazlas. Hay mucha masa. Yo te ayudo y te la preparo.
María de Alfeo, robusta y más gruesa; trabaja con fuerza amasando el pan; mientras maría pone miel y mantequilla en sus panecillos. Hace muchos redondos y los pone sobre una lámina.
Luego dice con preocupación:
– No sé cómo hacer para avisarle a Judas. Santiago no se atreve y los demás… -y da un profundo suspiro.
María contesta:
– Hoy vendrán. Simón Pedro viene siempre los lunes, con los pescados. Lo enviaremos a la casa de Judas.
– Quien sabe si quiera ir.
– Simón jamás me dice que no.
En ese momento Jesús aparece, diciendo:
– La paz sea en éste, vuestro día.
Las mujeres se sobresaltan al oír su voz.
María dice:
– ¿Ya te levantaste? ¿Por qué? Quería que durmieras.
– He dormido como un niño, Mamá. Tú no debes haber dormido.
– Te he mirado dormir. Siempre lo hacía así, cuando eras pequeño. Siempre sonreías en sueños. Y esas sonrisas me quedaban todo el día, como una perla en el corazón. Pero esta noche no sonreías Hijo. Suspirabas como si estuvieras afligido. –María lo mira con ansia.
– Estaba cansado, Mamá. Y el mundo no es esta casa en donde todo es sinceridad y amor. Tú… tú sabes Quién Soy y puedes entender lo que significa para Mí, el contacto con el mundo. Es como quien camina por un camino sucio y lodoso. Aun cuando se camine con cuidado y esté uno atento, lo salpica a uno un poco el fango. Y el hedor nos llega aun cuando no se respire. Y si a este hombre le gusta la limpieza y el aire puro, puedes imaginar cuanto le fastidie.
– Sí, Hijo. Lo entiendo. Pero me duele que sufras.
– Ahora estoy contigo y no sufro. Es el recuerdo… y me ayuda para que mi alegría de estar contigo, sea mucho más grande.
Y Jesús se inclina para besar a su Madre. Acaricia también a la otra María que entra toda colorada, porque estaba prendiendo el horno y le expresa su mayor preocupación:
– Será necesario avisar a Judas Tadeo.
– No es necesario. Judas estará aquí hoy.
– ¿Cómo lo sabes?
Jesús sonríe y calla.
María dice.
– Hijo, los lunes de todas las semanas viene Simón Pedro. Me quiere traer los peces que atrapó en las primeras horas. Llega poco después del amanecer. Hoy estará contentísimo al verte. Simón es bueno. En el tiempo que se queda, nos ayuda. ¿No es así, María?
Ésta asiente con la cabeza y Jesús dice:
– Simón Pedro es un hombre sincero y bueno. Pero también el otro Simón que dentro de poco veréis, es un gran corazón. Voy a su encuentro. Están por llegar. Ayer Yo me les adelanté.
Jesús sale mientras las mujeres ponen el pan en el horno. Luego van a la habitación de María, donde ella se pone las sandalias y cambia su vestido por uno de lino muy blanco. Después de un rato la puerta de la calle se abre y entra el grupo: Jesús con los discípulos y los pastores.
Él le dice:
– Mamá, he aquí a mis amigos.
Jesús les pone los brazos rodeándoles la espalda a los dos pastores y los presenta a María:
– He aquí a los dos hijos que buscan una madre. Sé su alegría, Señora.
María contesta con dulzura:
– Os saludo. ¿Tú? ¿Leví? Y ¿Tú? Por la edad, Él me dijo que tú eres José. Este nombre, aquí es dulce y sagrado. Venid. Con alegría os digo: mi casa os acoge y una madre os abraza en recuerdo del gran amor que vosotros tuvisteis por mi Niño.
Los pastores están encantados.
Luego sigue Zelote.
– Éste es Simón, Mamá.
María dice:
– Mereciste el favor porque eres bueno. Lo sé. Que la Gracia de Dios, sea siempre contigo.
Simón, más experto en las costumbres del mundo se inclina hasta la tierra, llevando los brazos cruzados sobre el pecho y dice:
– Te saludo, Madre verdadera de la Gracia. Y no pido otra cosa al Eterno ahora que conozco la Luz y a ti, que eres una bella luna.
Jesús continúa con las presentaciones:
– Éste es Judas de Keriot.
Judas se inclina y dice obsequioso:
– Tengo una madre, pero mi amor por ella desaparece ante la veneración que siento por ti.
María dice con dulzura:
– No por mí. Por Él. Yo soy porque Él Es. Para mí no quiero nada. Sólo la pido para Él. Sé cuánto honraste a mi Hijo en tu ciudad. Pero Yo te digo: que en tu corazón sea el lugar donde Él reciba de ti, todo el honor. Entonces yo te bendeciré con corazón de Madre.
– Mi corazón está debajo del calcañal de tu Hijo. Feliz opresión. Sólo la muerte destruirá mi lealtad.
La voz de Jesús continúa:
– Este es nuestro Juan, Mamá.
Juan se ha arrodillado y María lo toma por los hombros mientras dice:
– Estuve tranquila desde que supe que estabas cerca de Jesús. Te conozco. Sé bendito, quietud mía. –María lo besa en la frente.
La voz ronca de Pedro, se oye desde afuera:
– He aquí al pobre Simón que trae su saludo y… -entra y se queda con la boca abierta. Baja su canasto y se postra- ¡Ah, Señor Eterno! ¡Dios te bendiga, Maestro! ¡Ah, qué feliz soy! ¡No podía estar más sinTí!
Jesús dice:
– Levántate Simón.
– Me levanto, sí. Pero… ¡Ey tú, muchacho!- se dirige a Juan- Despáchate a Cafarnaúm a avisar a los demás. Y ve primero a la casa de Judas. –mira a María de Alfeo y agrega- Está por llegar tu hijo, mujer. –se dirige otra vez a Juan- ¡Pronto! Haz de cuenta que eres una liebre con los perros por detrás.
Juan sale riéndose y Pedro se levanta, diciendo:
– ¡Eh! ¡No! ¡No quiero que te vayas sin mí otra vez! te seguiré como la sombra sigue al cuerpo. ¿Dónde estuviste, Maestro? ¡Ah! Verte es como un vino nuevo que se le sube a uno, tan solo con olerlo. ¡Oh, mi Jesús! –Pedro está a punto de llorar por el gozo.
– También Yo deseaba verte. A todos vosotros. Aun cuando estaba con amigos queridos. Mira Pedro, éstos dos son los que me han amado desde que tenía pocas horas de nacido. Todavía más: ya han sufrido por Mí. Aquí hay un hijo sin padre, ni madre por mi causa. Pero encontrará tantos hermanos, cuántos sois vosotros. ¿No es verdad?
– ¿Me lo pides, Maestro? Pero si por una suposición el Demonio te amase; yo lo amaría porque te ama. También sois pobres por lo que veo. Así pues, somos iguales. Venid a que os bese. Soy pescador, pero tengo el corazón más tierno que un pichoncito. Es sincero, no os fijéis si soy áspero. Lo duro es por fuera. Por dentro soy todo miel y mantequilla. ¡Con los buenos! ¡Porque con los malvados…!
Jesús dice tomando a Judas por un brazo:
– Éste es un nuevo discípulo.
Pedro lo mira queriéndolo reconocer:
– Me parece haberlo visto antes.
– Sí. Es Judas de Keriot. Tu Jesús, por medio de él tuvo una buena acogida en esa ciudad. Os ruego que os améis aunque seáis de diferentes regiones. Todos sed hermanos en el Señor.
– Y como a tal lo trataré si él lo es. ¡Eh!… ¡Sí! –Pedro mira fijamente a Judas, con esa mirada amonestadora- ¡Eh! ¡Sí! Es mejor que lo diga. Así me conocerá al punto y bien. Lo digo: no tengo mucha estima por los judíos en general y por los ciudadanos de Jerusalén en particular. Pero soy honrado y en mi honradez te aseguro que hago a un lado todas las ideas que tengo sobre vosotros y que quiero ver en ti, sólo al hermano discípulo. Te toca a ti que yo no cambie de pensamiento ni de decisión.
Zelote pregunta sonriendo:
– ¿Y también contra mí tienes los mismos prejuicios?
– ¡Oh! ¡No te había visto! ¿Contra ti?… ¡Oh! Contra ti, no. Tienes la honradez pintada en la cara. Se te brota la bondad del corazón, hasta afuera; como un bálsamo oloroso dentro de una copa porosa. Algunas veces, cuanto más uno envejece; tanto más se hace uno falso y malvado. Pero tú eres como aquellos vinos alabadísimos. Entre más añejos, más secos y buenos.
Jesús dice:
– Has juzgado bien, Pedro. Venid ahora, mientras las mujeres trabajan para nosotros. Sentémonos debajo de ese fresco emparrado. ¡Qué hermoso es estar aquí con los amigos!
Y salen al huertecillo.
Cuando todos se acomodan a su alrededor, Jesús dice:
– En estos meses de presencia y de ausencia, me he formado un juicio de vosotros. Os he conocido y conozco con experiencia de Hombre. Ahora he pensado en enviaros al mundo. Pero antes debo haceros maestros capaces de enfrentaros a él con dulzura y sagacidad. Con calma y constancia. Con conciencia y ciencia de vuestra misión. Aprovecharemos este tiempo de sol ardiente que impide que se pueda viajar por la Palestina; para vuestra instrucción y formación de discípulos. He detenido a este hijo, -señala a José- porque le doy el encargo de llevar a sus compañeros mis palabras. Para que también allá se forme un núcleo robusto que me anuncie, no tan sólo con decir que Estoy; sino con las características más esenciales de mi Doctrina.
Como primera cosa os digo que es absolutamente necesario en vosotros, el amor y la unión. ¿Qué cosa sois? Personas de toda clase social. De todas las edades y de diferentes regiones. He querido escoger a quienes carecen de enseñanza y conocimientos, para que más fácilmente penetre Yo con mi doctrina. Y cuidándoos unos a otros, lleguéis a decir: ‘Todos somos iguales. Todos tenemos las mismas debilidades y todos necesitamos el mismo adiestramiento. Hermanos en los defectos personales o nacionales. Debemos desde ahora en adelante ser hermanos en el conocimiento de la Verdad y en el esfuerzo de practicarla’
Sí. Hermanos. Quiero que así os llaméis y como a tales os consideréis. Sois como una sola familia. ¿Qué familia próspera es la que el mundo admira? La que está unida y la que está concorde. Si un hijo se hace enemigo del otro. Si un hermano daña al otro, ¿Puede durar acaso la prosperidad de esa familia? ¡No! En vano el padre de familia se esforzará en trabajar; en allanar las dificultades; en imponerse al mundo. Sus esfuerzos son inútiles, porque las propiedades se acaban. Las dificultades aumentan. El mundo se ríe de esta situación perpetua de lucha que despedaza corazones y riquezas, que unidas eran fuertes contra el mundo. Y quedan convertidas en un montoncillo de intereses contrarios, de los que se aprovechan los enemigos de la familia, para acelerar más pronto su ruina.
Jamás seáis así vosotros. Permaneced unidos. Amaos. Amaos para enseñar a amar. Ved. También lo que nos rodea nos enseña esta gran fuerza. Ved este enjambre de hormigas cuya fuerza radica en que están unidas. Meditad esto. ¿Tenéis algo que preguntar?
Judas de Keriot pregunta:
– ¿Ya no regresaremos más a Judea?
– ¿Quién lo dijo?
– Tú, Maestro. Has dicho que prepararás a José para instruir a los otros que están en Judea. ¿Tan mal te fue que ya no quieres regresar allá?
Tomás curioso, pregunta:
– ¿Qué te hicieron en Judea?
Y el fogoso Pedro exclama al mismo tiempo:
– ¡Ah! Yo tenía razón en decir que habías regresado agotado. ¿Qué te hicieron los perfectos de Israel?
Jesús dice:
– Nada, amigos. Ninguna otra cosa, más que lo que acá también encontraré. Si diera vueltas por toda la tierra, encontraría amigos mezclados con enemigos. Judas, ¡Te había pedido que guardases el secreto!
Judas replica muy disgustado:
– Es verdad. Pero, ¡Yo no puedo callar cuando veo que prefieres la Galilea que a mi patria! Eres injusto. Allá también recibiste honores.
– ¡Judas! Judas… ¡Oh, Judas! Tu reproche es injusto. Tú mismo te acusas al dejarte llevar de la ira y de la envidia. Había buscado la forma para dar a conocer tan solo el bien que recibí en Judea. Y sin mentir, había podido decir con alegría estas cosas buenas, para que os amasen a los de Judea. Con alegría, porque el Verbo de Dios no conoce separaciones de lugares; antagonismos, enemistades, discriminaciones. A todos vosotros os amo. ¿Cómo puedes decir que prefiero la Galilea, cuando quise hacer los primeros milagros y las primeras manifestaciones, en el sagrado recinto del Templo y de la Ciudad Santa que es cara a cualquier israelita?
¿Cómo puedes decir que soy parcial, si de los diez discípulos, porque Tadeo y Santiago, mis primos son de la familia? ¿Cuántos sois de Judea? Y si a vosotros agrego a los pastores, ¿Puedes ver de cuantos de Judea soy Amigo? ¿Cómo puedes decir que no os amo a vosotros los judíos, si cuando nací y cuando me preparé a la misión, quise que hubiera dos judíos, por cada uno de Galilea? ¿Y me acusas de injusticia? Pero examínate Judas y dime si el injusto eres tú.
Jesús ha hablado majestuosa y dulcemente. Pero aunque no hubiese dicho más, habrían sido suficientes las tres veces que pronunció la palabra: ¡Judas! Para darle una gran lección. La primera la dijo el Dios Majestuoso que llama al respeto. La segunda, el Maestro que enseña de un modo paternal, la tercera fue la súplica de un amigo acongojado por los modales del otro.
Judas, mortificado; baja la cabeza. Pero continúa enojado y se ve feo al dejar ver sus sentimientos…
Y Pedro no sabe callar:
– Y por lo menos pide perdón, muchacho. Si estuviese en lugar de Jesús, no te bastarían palabras. ¿Qué Él sea injusto? ¡Eres un señorito irrespetuoso! ¿De este modo es como os educan en el Templo? ¿O a ti no te pudieron educar? Porque si ellos son…
Jesús interviene:
– Basta, Pedro. Dije lo que tenía que decir. También de esto os hablaré mañana. Y ahora repito lo que había dicho a éstos en Judea: ‘No digáis a mi Madre que los judíos maltrataron a su Hijo. Está muy afligida al intuir que tuve aflicciones. Respetad a mi Madre. Vive en la sombra y en el silencio. Tan solo es activa en la virtud y en orar por Mí y por todos. No introduzcáis ni siquiera el eco del Odio, donde todo es amor. Respetadla. Tiene más valor que Judith y lo veréis. Pero no le obliguéis antes de que sea la Hora, a gustar las heces que son los sentimientos de los desgraciados del mundo. De los idólatras que se creen conocedores de Dios y por lo cual unen la idolatría y la soberbia.
Lo que una palabra imprudente provocó, es motivo para una lección. Escuchad:
Pensad realmente y que os sirva de regla al obrar; que ninguna cosa permanece siempre oculta. Haced el bien y ofrecedlo al Señor Eterno ¡Oh! Él sabrá si es que os conviene darlo a conocer a los hombres. Y quién ve una acción, no juzgue solamente por las apariencias. Nunca acuséis. Pedro dijo a Judas: ¿Qué Maestro tuviste? ¿Qué Soy Yo? En verdad os digo que no habrá maestro más sabio, paciente y perfecto que Yo. Y sin embargo también se dirá de uno de los míos: Pero, ¿Qué Maestro tuvo?
Al juzgar no os dejéis llevar por motivos personales. Judas, al amar a su región más de lo razonable, creyó ver que Yo era injusto con ella. Para ver bien, hay que ver todo en Dios. Hay que estar atentos. Siempre muy atentos. Mirad por ejemplo a mi Madre. ¿Podéis imaginar en Ella, inclinación al Mal? Pues bien, ya que el amor la empuja a seguirme, dejará su casa cuando mi amor lo quiera. Ella, después de haberme rogado. Ella, mi Maestra, me decía: ‘entre tus discípulos es necesario que esté también tu Madre, Hijo. Quiero aprender tu Doctrina.’
Ella, que poseyó esta Doctrina en su seno. Y mucho antes en su corazón, como un Don que Dios le daba, a la futura Madre de su Verbo Encarnado. Ella dijo: ‘Pero juzga Tú si es que puedo ir, sin que pierda la unión con Dios. Sin que me acerque a lo que es mundo y que Tú afirmas que penetra con sus hedores y pueda corromper este corazón mío que fue, es y qué quiere pertenecer sólo a Dios. Me examino por cuanto sé y me parece que puedo hacerlo, (Y aquí Ella sin saberlo, se tributó la mayor alabanza) porque no encuentro diferencia entre mi inocente paz de cuando era flor del Templo, a la que poseo ahora que hace seis lustros, que soy mujer de hogar. Pero soy yo una sierva indigna que no conoce y que mal juzga todavía las cosas del espíritu. Tú Eres el Verbo, la Sabiduría, la Luz. Y puedes ser Luz para tu pobre Mamá, que se resigna a no verte más, antes que no ser grata al Señor.’ y debí decirle con el corazón que se me estremecía de admiración: ‘Mamá, Yo te lo digo: el mundo no te corromperá. Antes bien, el mundo será perfumado por ti’
Mi Madre, lo acabáis de oír, supo ver los peligros del vivir en el mundo también para Ella. Y vosotros hombres, ¿No los veis? ¡Oh! Satanás está al acecho. Y solo los que vigilan serán los vencedores. ¿Los demás? Para los demás será lo que está escrito.
Judas pregunta:
– ¿Qué es lo que está escrito, Maestro?
– “Y Caín se arrojó sobre Abel y lo mató. El Señor dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano? ¿Qué es lo que has hecho con él? La voz de su sangre clama a Mí. Así pues, serás maldito sobre la tierra, que ha sabido gustar la sangre que el hombre derramó abriendo las venas de su hermano. Y jamás cesará esta horrible sed de la Tierra por la sangre humana. Ella, envenenada con esta sangre, será estéril para ti, más que una mujer ajada por los años. Y huirás a buscar paz y pan. Y no los encontrarás. Tu remordimiento te hará ver sangre en cada flor y hierba, en cada gota de agua y alimento. El cielo te parecerá sangre. Sangre en el mar. Y del Cielo, de la Tierra y del mar se elevarán tres voces que llegarán a ti: la de Dios, la del Inocente y la del Demonio. Y para no escucharlas te darás muerte.
(Ninguno de sus oyentes sabe que acaba de profetizar la agonía y la muerte de Judas)
Pedro observa:
– El Génesis no dice así.
Jesús contesta:
– No. El Génesis, no. Lo digo Yo. Y no me equivoco. Lo digo por los nuevos Caínes, de los nuevos Abeles. Por los que no vigilándose a sí mismos y al Enemigo, llegarán a ser una sola cosa con él.
Juan dice:
– Pero entre nosotros no los habrá. ¿No es así Maestro?
– Juan, cuando el Velo del Templo se rasgue, sobre toda Sión se verá escrita una gran verdad.
– ¿Cuál, Señor mío?
– Que los hijos de las Tinieblas, en vano estuvieron en contacto con la Luz. Acuérdate de ello, Juan.
– ¿Seré yo un hijo de las Tinieblas?
– No, tú no. Pero no lo olvides; para explicar el Crimen al mundo.
– ¿Cuál Crimen Señor? ¿El de Caín?
– No. Este es el primer acorde del Himno de Satanás. Hablo del Crimen Perfecto. El crimen Inconcebible… El que para entenderlo es menester mirarlo a través del Sol Divino del Amor y a través de la meta de Satanás. Porque solo el Amor Perfecto y el Odio Perfecto. Solo el Bien Infinito y el Mal Infinito, pueden explicar semejante ofrenda y semejante Pecado. –Se escucha un gran estruendo- ¿Habéis oído?… Parece que Satanás oye y aúlla con el deseo de realizarlo. Vámonos antes de que las nubes se abran y dejen caer los rayos y el granizo.
Bajan corriendo por la zanja y saltan al huerto de María, cuando de repente la tempestad se desata furiosa…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
5.- EL PRIMER DISCÍPULO
Jesús se dirige a la pequeña casa blanca que está entre los olivos y se encuentra con Juan. Los dos se abrazan afectuosamente.
Juan le dice:
– Iba a buscarte… Pensábamos que estarías en Betania.
– Así quería hacerlo. Debo comenzar a evangelizar también los alrededores de Jerusalén. Pero luego me entretuve en la ciudad… Para instruir a un discípulo nuevo.
Después que entran en la casa, Jesús pregunta:
– ¿Hace mucho tiempo que llegaste?
Juan contesta:
– No, Maestro. Con el alba salí de Docco, junto con Simón. Nos detuvimos en la campiña de Betania y hablamos de Ti a los campesinos. Simón fue a hablarle de Ti a un amigo suyo, al que conoce desde que eran niños y es el dueño de casi toda Betania. Mañana viene y me pidió que te dijera que es muy feliz al servirte. Simón es muy capaz. Yo quisiera ser como él. Pero sólo soy un muchacho ignorante.
Jesús le objeta:
– No, Juan. También tú haces mucho bien.
– ¿Estás de veras contento con tu Juan?
– Muy contento, Juan mío. Muy contento.
– ¡Oh, Maestro mío!- Juan se inclina y toma la mano de Jesús para besarla. Después levanta su alforja y dice- He traído pescado seco que me dieron Santiago y Pedro. Y al pasar por Nazareth, tu madre me dio pan y miel para Ti. Aunque caminé sin detenerme, pienso que ya está duro.
– No importa Juan. Tendrá siempre el sabor de las manos de Mamá.
Juan saca sus tesoros y preparan la cena. Ésta termina pronto. Y luego salen al olivar. Caminan un poco, hasta llegar a un punto desde el cual se ve toda Jerusalén. Jesús se detiene y dice:
– Sentémonos aquí y hablemos.
Juan se sienta sobre la hierba, a los pies de Jesús. Es solo un jovencito, que está junto a la persona que más quiere. Y dice contento:
– Aquí también es hermoso, Maestro. Mira como la ciudad parece más grande ahora que es de noche. Más que de día.
Jesús contempla y comenta:
– Es la luz de la luna que hace desaparecer los alrededores. Mira… parece como si el límite se extendiera dentro de una luz plateada. Allá está la cúpula del Templo. Parece como si estuviera suspendida en el aire, ¿O no?
Juan concluye:
– Parece como si los ángeles lo tuviesen sobre sus alas de plata.
Jesús da un hondo suspiro.
– ¿Por qué suspiras, Maestro?
– Porque los ángeles han abandonado el Templo. Su aspecto de pureza y de santidad está solo en sus muros. Los que deberían darle ese aspecto al alma del Templo, son los primeros en quitárselo. No se puede dar lo que no se tiene, Juan. Aunque sean muchos los que viven ahí; ni una décima parte son capaces de dar vida al Lugar Santo. Muerte sí que le dan. Le comunican la muerte que está en sus almas; las que están muertas para todo lo que es santo. Tienen fórmulas, pero no la vida de ellas. Son cadáveres que tienen calor, tan solo por la putrefacción que los hincha. Y así como ahora los ángeles han abandonado el Templo, después el Espíritu Santo también abandonará la Iglesia, cuando sus sacerdotes repitan los errores que están cometiendo éstos.
Juan dice intranquilo:
– ¿Te han hecho algún mal, Maestro?
– No. Al contrario. Me dejaron hablar cuando lo pedí.
– ¿Lo pediste?… ¿Por qué?
– Porque no quiero ser el que empiece la lucha. Ésta vendrá por sí misma. Porque en algunos produciré un terror humano irrazonable. Y para otros, será un reproche. Pero esto debe estar en el libro de ellos, no en el mío.
Después de un rato de silencio, Juan vuelve a hablar:
– Maestro, conozco a Anás y a Caifás. Mi padre los provee siempre con el mejor pescado. Y cuando estuve en Judea por causa de Juan el Bautista, venía también al Templo y ellos nos trataban bien a nosotros, los hijos de Zebedeo. Si te parece, hablaré de Ti al Sumo Sacerdote. Y también conozco a uno que hace negocios con mi padre. Es un rico mercante de pescado. Tiene una casa muy grande y hermosa cerca del hípico. Es un hombre bueno y sé que podemos contar con él. Estarías mejor y te cansarías menos. Para venir hasta aquí se debe pasar por ese suburbio de Ofel, tan sórdido y mugriento. Siempre lleno de burros y de gente que busca pleitos.
– No, Juan. Te lo agradezco. Estoy bien aquí. ¿Ves cuanta paz? Se lo dije también al otro discípulo que me propuso lo mismo. Él decía que para ser mejor tenido.
– Yo lo digo para que te canses menos.
– No me canso. Caminaré mucho y jamás me cansaré. ¿Sabes que es lo que produce cansancio? La falta de amor. ¡Oh! Esto es una carga muy pesada en el corazón.
– Yo te amo, Jesús.
– Y me das consuelo. Te quiero mucho, Juan. Te querré siempre, porque jamás me traicionarás.
Juan está aterrado:
– ¡Traicionarte!… ¡Oh!
– Y con todo habrá muchos que me traicionarán… Juan, escucha. Te dije que me detuve a instruir a un nuevo discípulo. Es un joven judío, instruido y conocido.
– Entonces te encontrarás mejor con él, que con nosotros, Maestro. Me alegra que tengas a alguien que sea más capaz que nosotros.
– ¿Crees tú que me costará menos trabajo?
– ¡Claro! Si es menos ignorante que nosotros, te entenderá mejor. Te servirá excelente. Sobre todo si te ama perfectamente.
– ¡Qué si lo has dicho bien! Pero el amor no está en proporción a la instrucción y ni siquiera con la educación. Uno que jamás ha amado y ama por primera vez, lo hace con toda la fuerza del primer amor. Lo mismo sucede con el primer amor del pensamiento. El amado penetra, se imprime más en un corazón y un pensamiento vírgenes de otro amor; que en aquel en quién ya ha habido otros amores. Pero Dios dispondrá. Oye, Juan. Te ruego que seas amigo suyo. Mi corazón tiembla al ponerte a ti, cordero sin trasquilar; con el experto de la vida. Él reconocerá tu inexperiencia. Pero también eres águila y si el experto te quisiera hacer tocar el suelo lleno de fango y oscuridad, del buen sentido humano; tú con un golpe de alas, sabrás librarte y volarás hacia el sol. Por eso te ruego que seas amigo de mi nuevo discípulo, porque los demás no lo aceptarán fácilmente, ni lo querrán mucho. Especialmente, Pedro.Quiero que le trasmitas tu corazón…
– ¿Yo? ¡Oh, Maestro!… Pero ¿No bastas tú?
– Soy el Maestro, al que no se dirá todo. Tú eres condiscípulo, un poco más joven, con quién más fácilmente se abre uno. No te digo que me repitas todo lo que él te diga. Odio a los espías y a los traidores. Pero te ruego que lo evangelices con tu fe y tu caridad. Con tu pureza. Es una tierra sucia con aguas muertas. Se puede secar con el sol del amor; purificarse con la honestidad de pensamientos, deseos y obras. Cultivarse con la fe. Puedes hacerlo…
– Si crees que puedo… ¡Oh! ¡Si dices que puedo hacerlo, lo haré por amor a Ti!
– Gracias, Juan.
– Maestro, cuando regresamos de Cafarnaúm; después de Pentecostés, encontramos la acostumbrada suma del desconocido. El niño se la llevó a mi madre, ella la entregó a Pedro y él me la dio diciendo que tomase un poco para el regreso y que el resto te lo diese a Ti, para lo que puedas necesitar… Pues Pedro también piensa que aquí todo es incómodo. Yo solo tomé dos denarios para dos pobres que encontré. Viví con lo que me dio mi madre y con lo que me dieron los buenos a quienes prediqué en tu Nombre. Aquí está la bolsa.
– Mañana la distribuiremos entre los pobres. De esta forma también Judas aprenderá nuestro modo de administrarnos.
– ¿Ya vino tu primo? ¿Cómo hizo para llegar tan pronto? Estaba en Nazareth y no me dijo que vendría.
– No. Judas es el nuevo discípulo. Es de Keriot. Tú lo viste en Pascua, aquí. La tarde en que curé a Simón. Estaba con Tomás.
Juan exclama admirado:
– ¡Ah! ¡Es él!…-Juan se queda perplejo.
Jesús confirma:
– Es él. ¿Y qué hace Tomás?
– Obedeció tus órdenes. Dejó a Simón Cananeo y fue al encuentro de Felipe y Bartolomé, por el camino del mar.
– ¡Bien! Quiero que os améis sin preferencia. Os ayudéis mutuamente. Os compadezcáis, el uno al otro. Nadie es perfecto, Juan. Ni los jóvenes; ni los viejos. Pero si tenéis buena voluntad, llegaréis a la perfección y lo que os falte, lo supliré Yo. Sois como los hijos de una familia santa, en la que hay muchos temperamentos desiguales. Quién es duro; quién suave. Quién valiente, quién tímido. Quién impulsivo y quién muy cauto. Si fueseis todos iguales, seríais una fuerza en un solo temperamento y una flaqueza en todo lo demás. Pero de esta manera hacéis una unión perfecta; porque os completáis mutuamente. El amor os une. Debe uniros el amor por un único motivo: Dios.
– Y por Ti, Jesús.
– La causa de Dios es primera. Y después el amor hacia su Mesías.
– Y Yo… ¿Qué es lo que soy en nuestra familia?
– Eres la paz amorosa del Mesías de Dios. ¿Estás cansado Juan? ¿Quieres regresar? Yo me quedo a Orar.
– También yo me quedo contigo a Orar. Déjame que me quede contigo a Orar.
– Quédate.
Jesús recita unos salmos y Juan lo sigue. Pero la voz se acaba pronto y el jovencito se queda dormido, con la cabeza apoyada en las rodillas de Jesús, que sonríe y extiende su manto sobre la espalda del más joven de sus apóstoles. Lo mira con amor y mentalmente hace la comparación entre éste y el otro discípulo que acaba de aceptar. Juan era discípulo del Bautista y se ha despojado hasta de su modo de pensar y juzgar; entregándose completamente, para ser moldeado por su Maestro.
Judas es el que no se quiere despojar de sí mismo y trae consigo su ‘yo’ enfermo de soberbia, sensualidad, avaricia. Conserva su manera de pensar y con ello neutraliza los efectos de la Gracia y no se entrega. Jesús suspira y piensa: “Judas, cabeza de todos los apóstoles fallidos… ¡Y son tantos!…Juan: cabeza de los que se hacen ‘hostia’ por amor a Mí. Judas investiga, cavila, escudriña, aparenta ceder pero en realidad no cambia su modo de pensar. Juan se siente nada. Acepta todo. No pide razones. Se contenta con hacerme feliz. Es mi descanso su confianza absoluta: “Todo lo que Tú haces Maestro; está bien hecho.” Y por eso será el Predilecto. Porque será mi paz llena de amor.
Jesús también necesita consuelo… Y continúa orando mentalmente.
La mañana siguiente, Jesús pasea con Judas Iscariote de arriba abajo; cerca de una de las puertas del recinto del Templo.
Judas pregunta:
– ¿Estás seguro de que vendrá?
Jesús responde:
– Lo estoy. Al alba salió de Betania y en Get-Sammi debía encontrarse con mi primer discípulo.- Jesús se detiene y mira fijamente a Judas. Lo tiene frente a Sí. Lo estudia. Después le pone una mano sobre la espalda y le pregunta- Judas, ¿Por qué no me dices lo que estás pensando?
Judas se sorprende:
– ¡Quée!… no pienso en nada en especial en este momento, Maestro. Pienso que hasta te hago demasiadas preguntas. No puedes lamentarte de mí mutismo.
– Es verdad. Me haces muchas preguntas y me das muchas noticias. Pero no me abres tu corazón.¿Crees que me interesan mucho las noticias sobre el censo o sobre la estructura de esta o aquella familia? No soy un ocioso que haya venido aquí a pasar el tiempo. Tú sabes para que vine. Y puedes comprender bien que lo que para Mí tiene el mayor interés, es el ser Maestro de mis discípulos. Por eso exijo de ellos, sinceridad y confianza. ¿Te amaba tu padre, Judas?
– Me amaba mucho. Era yo su orgullo. Cuando regresaba de la escuela y años después, cuando regresaba de Jerusalén a Keriot, quería que le dijera todo. Se interesaba en todo lo que hacía. Si había cosas buenas, se alegraba. Si no lo eran tanto, me consolaba. Y si había cometido algún error y me habían reprendido, me mostraba la justicia de la reprensión o en donde estaba mal lo que yo había hecho. Pero lo hacía tan dulcemente… que más que un padre, parecía un hermano mayor. Casi siempre terminaba de este modo: “Esto te digo, porque quiero que mi Judas sea un justo. Quisiera ser bendecido a través de mi hijo.” Judas está tiernamente conmovido por la evocación de su padre.
Jesús que ha estado mirando atentamente a su discípulo, dice:
– Mira Judas. Puedes estar seguro de todo lo que te digo. Nada hará más feliz a tu padre, que el que seas un discípulo fiel. El espíritu de tu padre se regocijará allí donde está, en espera de la luz; porque así te educó; al ver que eres mi discípulo. Más para que lo seas verdaderamente, debes decirte: “El padre que parecía un hermano mayor, lo he encontrado en mi Jesús. Y a Él, igual que el padre amado al que todavía lloro; le diré todo para que sea mi guía. Para tener sus bendiciones y sus dulces reproches.” Quiera el Eterno y tú sobre todo, hacer que Jesús no tenga otra cosa que decirte: “Eres bueno. Te bendigo.”
Judas exclama impulsivo:
– ¡Oh, sí! ¡Sí, Jesús; sí! Si me llegas a amar tanto como él; podré ser bueno como Tú quieres y como mi padre quería. Mi padre podrá sacar aquella espina de su corazón. Pues él siempre me mimaba mucho y me decía: “Estás sin guía, hijo y te hace mucha falta.” ¡Cuándo sepa que te tengo a Ti!
– Te amaré como ningún otro hombre sería capaz. Te amaré tanto…Mucho te amaré. No me desengañes.
– No, Maestro, no. Sé que estoy lleno de contradicciones. Envidias, celos, manías de ser el primero en todo. La carne me arrastra. Todo choca dentro de mí contra los impulsos buenos. Todavía hace poco, me causaste mucho dolor. Mejor dicho… Tú no. Me lo causó mi naturaleza malvada. Pensaba que yo era tu primer discípulo… Y Tú me dijiste que tienes a otro.
– Tú lo viste. ¿No recuerdas que en la Pascua, estaba Yo en el Templo con unos Galileos?
– Pensé que eran tus amigos. Creí que yo era el primer elegido para esto y con ello, el predilecto.
– En mi corazón no hay distinción entre los últimos y los primeros. Si el primero faltase y el último fuese santo; entonces sí que a los ojos de Dios habrá distinción. Pero Yo… Yo los amaré igual: con un amor de dicha al santo y con un amor que sufre al pecador. Pero… ¡Oh! Ahí viene Juan con Simón. Juan es mi primero y Simón es el que estaba enfermo.
– ¡Ah! ¡El leproso! Lo recuerdo. ¿Y ya es tu discípulo?
– Desde el día siguiente.
– ¿Y por qué yo tuve que esperar tanto?
– ¿Judas?…
– Es verdad. Perdón.
Cuando llegan, Juan y Jesús se saludan con un beso mutuo. Simón se postra a los pies de Jesús, besándolos y diciendo:
– ¡Gloria a mi Salvador! Bendice a tu siervo para que sus acciones sean santas a los ojos de Dios y yo le dé gloria por haberme dado a Ti.
Jesús le pone las manos sobre la cabeza y le dice:
– Sí. Te bendigo para agradecerte tu trabajo. Levántate Simón. ¡Éste es el nuevo discípulo! También él quiere la Verdad. Y por esto es un hermano para todos vosotros.
Se saludan entre sí. Los dos judíos con mutuo escudriño. Juan con franqueza.
Jesús pregunta:
– ¿Estás cansado, Simón?
Simón sonríe:
– No, Maestro. Junto con la salud me ha venido tal fuerza, como no la había tenido antes.
– Y sé que la usas bien. He hablado con muchos y sé lo que han trabajado a favor del Mesías.
Simón ríe contento y dice:
– Ayer hablé de Ti a un israelita honrado. Espero que un día lo conocerás. Quiero ser yo quién te lleve a él.
– No es imposible.
Judas interrumpe:
– Maestro, me prometiste venir conmigo a Judea.
– Iré. Simón continuará instruyendo a la gente sobre mi venida. Amigos, el tiempo es breve y la gente es mucha. Ahora voy con Simón. Al atardecer nos encontraremos en el camino del Monte de los Olivos y distribuiremos el dinero a los pobres. ¡Id!
En su interior, Judas está renuente a separarse de Jesús; pero obedece con prontitud. Y dice:
– Vamos, Juan.
Y los dos apóstoles más jóvenes, se alejan alegremente.
Cuando Jesús queda solo con Simón, le pregunta:
– ¿Esa persona de Betania, es un verdadero israelita?
– Lo es. Existen en él, todas las ideas imperantes; pero tiene verdadera ansia por el Mesías. Y cuando le dije: “Él está entre nosotros” me contestó: “Feliz de mí, que vivo en estos tiempos.”
– Algún día iremos a su casa, a llevarle mi bendición. ¿Qué te parece el nuevo discípulo?
– Se ve que es muy joven y parece inteligente.
– Lo es. Tú que también eres judío; lo comprenderás y lo compadecerás más que los otros, por sus ideas.
– ¿Es un deseo o una orden?
– Es una dulce orden. Tú que has sufrido, puedes tener mayor comprensión. El dolor es maestro de muchas cosas.
– Porque Tú me lo mandas, seré para él comprensión.
– Así es. Probablemente mi Pedro y no tan solo él; se admirará un poco de cómo cuido y me preocupo más por este discípulo. Pero algún día lo entenderán… Cuando uno no ha madurado en su formación, tiene más necesidad de cuidado. Los demás… ¡Oh! Los otros se formarán por sí mismos, tan sólo por el contacto. No quiero hacer todo Yo. Pido la voluntad del hombre y la ayuda de los demás, para formar a un hombre. Os llamo para que me ayudéis… y agradezco mucho la ayuda.
– Maestro, ¿Te imaginas que él te proporcionará desilusiones?
– No. Pero es joven y se formado en el Templo y en Jerusalén.
– Oh! Cerca de Ti, se curará de todos los vicios de esta ciudad… Estoy seguro.
Jesús murmura:
– Así sea. –Y luego dice con voz más fuerte- Ven conmigo al Templo. Evangelizaré al Pueblo…
Al día siguiente. Al rayar el alba, Jesús está con Juan, Simón y Judas; en la cocina de la casita. Y les dice:
– Amigos. Os ruego que vengáis conmigo por la Judea. Si no os cuesta mucho. Sobre todo a ti, Simón.
El apóstol le pregunta:
– ¿Porqué, Maestro?
Jesús contesta:
– El camino es muy duro por los montes de Judea y tal vez para ti sea más duro si te encuentras con algunos de los que te hicieron daño.
– Por lo que toca al camino, me siento fuerte y no siento ninguna fatiga. Mucho menos si voy contigo. Por lo que toca a quién me dañó… el odio cayó junto con las escamas de la lepra. Y no sé, créemelo; en qué has hecho el mayor milagro, si al curarme la carne corroída o el alma que ardía con el rencor. Pienso que no me equivoco si afirmo, que el milagro más grande fue en el alma. Una llaga del espíritu, no se cura tan fácilmente. Y Tú me has curado de un golpe, en una forma completa. El hombre no se cura de un hábito moral, si Tú no aniquilas ese hábito con tu querer santificante. Aunque uno lo quiera hacer con todas sus fuerzas.
– No te equivocas al juzgar así.
Judas pregunta un poco resentido:
– ¿Por qué no lo haces así con todos?
Juan pone una mano sobre el brazo de Judas y le dice cariñoso:
– Lo hace, Judas. ¿Por qué le hablas así al Maestro? ¿No te sientes cambiado, desde que estás con Él? Yo era discípulo de Juan el Bautista; pero me siento totalmente cambiado, desde que Él me dijo: ‘Ven’- y mirando a Jesús agrega- Perdón, Maestro. Hablé en tu lugar. Es que no quiero que Judas te cause ningún dolor.
Jesús lo tranquiliza:
– Está bien, Juan. No me ha causado ninguna pena como discípulo. Cuando lo sea, si continúa con su modo de pensar, me causará dolor. Vendrá un día en que tendréis la Sabiduría, con su Espíritu… entonces podréis juzgar justamente.
Judas pregunta:
– ¿Y todos podremos juzgar justamente?
– No, Judas.
– ¿Pero hablas de nosotros los discípulos o de todos los hombres?
– Hablo refiriéndome primero a vosotros y después a los demás. Cuando llegue la hora; el Maestro instituirá discípulos y los enviará por el mundo…
– ¿No lo estás haciendo ya?…
– Por ahora no os empleo más que para que digáis: “El Mesías está aquí. Venid a Él.” Entonces os haré capaces de que prediquéis en mi Nombre y que hagáis milagros en mi Nombre…
– ¡Oh! ¿También milagros?
– Sí. En los cuerpos y también en las almas.
Judas está feliz ante la idea y exclama gozoso:
– ¡Oh! ¡Cómo nos admirarán!
Juan mira pensativamente a Jesús y dice con un dejo de tristeza en la voz:
– Entonces ya no estaremos más con el Maestro. Y yo tendré temor de hacer lo que es de Dios, a mi manera de hombre.
Simón dice:
– Juan, si el Maestro lo permite, me gustaría decirte lo que pienso.
Jesús contesta:
– Díselo a Juan. Deseo que mutuamente os aconsejéis.
– Ya sabes que es un consejo.
Jesús sonríe y calla.
Simón le dice a Juan:
– Creo que no debes y no debemos temer. Si nos apoyamos en la sabiduría del Maestro Santo y en su promesa. Si Él dice: “Os enviaré” y promete vestir nuestra miseria intelectual, con los rayos de la potencia que el Padre le da para nosotros, debemos estar seguros que lo hará y que lo podremos hacer, por su infinita misericordia. Todo saldrá bien, si no introducimos el orgullo, el deseo humano en nuestro obrar. Pienso que si corrompemos nuestra misión, que es del todo espiritual, con elementos que son terrenales, entonces la promesa de Cristo se depreciará; no por incapacidad suya, sino porque nosotros la rebajaremos con nuestra soberbia. No sé si me explico bien…
Judas le dice:
– Lo has hecho muy bien. Yo me equivoqué. Pero sabes… Pienso que en el fondo desear ser admirados como discípulos del Mesías, es porque somos suyos a tal punto, que haremos lo que Él hace. Y todo proviene de aumentar más la figura poderosa de Él entre el pueblo. ¡Alabanzas al Maestro que tiene tales discípulos! Esto es lo que quería decir yo.
Simón le contesta:
– No es todo error lo que dices. Pero, mira Judas. Provengo de una casta que es perseguida por haber entendido mal lo que es el Mesías. Si lo hubiésemos esperado con una justa visión de su Ser, no habríamos caído en errores que son blasfemias a la Verdad y rebelión contra la ley de Roma. Por lo cual tanto Dios, como Roma; nos han castigado. Hemos querido ver en el Mesías, sólo a un hombre conquistador y a un libertador humano de Israel. A un nuevo líder y más grande que el héroe, Judas Macabeo. Sólo esto y ¿Por qué? Porque cuidábamos más de nuestros intereses; de la patria y de los ciudadanos, que de Dios. ¡Oh! El amar la patria es una cosa santa; pero ¡Qué es frente el Cielo eterno! La patria verdadera es la celestial.
Cuando fui perseguido y anduve fugitivo, me escondía en las cuevas de las bestias. Compartía con ellas el lecho y la comida, para escapar de los romanos y sobre todo, de las delaciones de falsos amigos. También cuando en espera de la muerte, probé el olor del sepulcro en mi cueva de leproso… ¡Cuánto he pensado y he visto! He visto con el espíritu, la figura verdadera tuya, Maestro y Rey del espíritu. La tuya, ¡Oh, Mesías! Hijo del Padre que llevas al Padre y no a los palacios de polvo; no a las deidades de fango. ¡Tú! ¡A Ti! ¡Oh, me es fácil seguirte! Perdona mi entusiasmo que se explaya de este modo, porque te veo cómo te había imaginado. Te reconocí inmediatamente, porque mi alma ya te había conocido…
Jesús sonríe y contesta:
– Por esto te llamé. Y por eso te llevo conmigo, ahora en mi primer viaje a Judea. Quiero que completes el reconocimiento. Y quiero que también éstos jóvenes, aprendan a ser capaces como tú, de llegar a la verdad por medio de una meditación constante. Y sepan cómo su Maestro ha llegado a esta hora. Después entenderéis. Hemos llegado ya a la Torre de David. La Puerta Oriental está cerca.
Judas pregunta:
– ¿Saldremos por ella?
– Sí, Judas. Primero iremos a Belén. Allí nací. Es bueno que lo sepáis, para que lo digáis a los demás. También esto entra en el conocimiento del Mesías y de la Escritura. Encontraréis las profecías escritas en las cosas, con voces que no pertenecen más a la Profecía, sino a la historia. Daremos la vuelta, donde están los palacios de Herodes.
Judas dice:
– Donde vive la vieja zorra, malvada y lujuriosa.
Jesús advierte:
– No juzguéis. Sólo Dios es Quién juzga. Vayamos por aquella vereda, entre las hortalizas, nos cobijaremos bajo la sombra de un árbol, cerca de algún lugar hospitalario hasta que el sol deje de quemar. Después…
Jesús continúa instruyendo…
Y emprenden la marcha hacia Belén.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
32.- UNA BODA INESPERADA
Marco Aurelio escuchó al anciano Pontífice, hablar de Jesús y de su Doctrina. Y lo que escuchó lo cautivó y lo dejó reflexionando… Y aumentó su atracción por Aquel Dios Desconocido que empieza a descubrir…
A partir de aquel día, Alexandra se acercó con menos frecuencia al lecho del enfermo. Y no volvió a hacerlo sola. Pero observaba que él la seguía con la mirada suplicante y vivía pendiente de cada gesto y palabra suya, cual si fuera un favor inestimable. Vio que sufría y no osaba quejarse por temor de alejarla de su lado. Que para él, solo ella era la felicidad y la salud.
Y ella se siente atraída con los encantos secretos que el amor inspira y que Marco Aurelio ejerce cada vez con más fuerza sobre ella.
Y conforme pasan los días y se acerca a su lecho, ve irradiar en el rostro de él la misma alegría y el gozo que a ella la invaden. Un día notó en sus ojos huellas de que había llorado y sintió el deseo de enjugar sus lágrimas con sus besos.
Él se ha vuelto tan sufrido, como si hubiera hecho voto de paciencia. También ve sus esfuerzos para no hacer nada que a ella le desagrade y por esto ella se siente grandemente amada. Y el sentirse objeto de tanta adoración, la hace sentirse a la vez dichosa y culpable.
El joven patricio le había escrito una carta a Petronio y la contestación fue ésta:
Tito Petronio a Marco Aurelio Petronio.
Salve.
Por favor carísimo. Puesto que te encuentras herido y según dices te están pasando cosas estupendas. (Aunque no especificas cuales) Tu laconismo no necesita explicación. Ya me contarás cuando regrese y nos veamos otra vez. No podía creerlo cuando leí que ese gigante parto había matado a Atlante con tanta facilidad. Ese hombre vale lo que pesa en oro y solo de él depende el llegar a ser un favorito del César. Pregúntale si es una excepción o si existen más hombres como él, en su país. Sería grandioso contar con él en los juegos públicos. Agradece a todos los dioses, el que hayas salido vivo de tales manos. Te has salvado ciertamente porque eres patricio e hijo de un cónsul. No das muchos detalles de tu convivencia con los cristianos y del tratamiento que te han dado. A pesar de lo que dices percibo tu estado de inquietud y melancolía y sé que todo es por Alexandra. Lo interpreto por el laconismo de tu carta. Explícate, porque hay en ella tantos enigmas; que siendo totalmente sincero, tengo que confesarte que no entiendo a los cristianos, ni a Alexandra. Y tampoco te entiendo a ti. Y no te sorprenda que me intereses tanto. Es que yo intervine en este asunto tuyo, me siento responsable de tu situación y por eso lo considero asunto mío.
Pasando a otro asunto, quiero hacerte partícipe de mi alegría…
Haloto me ofreció por Aurora siete caballos ganadores. ¡Y los rechacé!… ¿Puedes creerlo? Gracias también a ti, porque te negaste a tomarla. Porque ahora yo estoy saboreando las delicias del verdadero amor y me siento muy feliz.
Contéstame pronto, pues no sé cuándo vuelva a verte. En la cabeza de Barba de Bronce, los proyectos cambian como los vientos de otoño. En la actualidad, mientras continuamos en Benevento, desea irse directamente hasta Grecia, sin volver antes a Roma. Tigelino le aconseja que haga una visita a la ciudad, aunque sea por poco tiempo, ya que el pueblo anhelante por su persona, (léase pan y juegos) puede sublevarse si Nerón prolonga su ausencia. Así que no puedo decirte con certeza, que es lo que va a suceder.
Considera sin embargo si no sería preferible para ti, en lugar de permanecer en Roma; una temporada de reposo en tus propiedades de Sicilia. Lo único que te deseo es que recuperes pronto tu salud porque ¡Por Zeus! Ya no sé ni siquiera que es lo que debo desear en obsequio tuyo. Adiós.
Cuando Marco Aurelio recibió esta carta, pensó en no contestarla. Pero luego decidió posponer la contestación, solo un tiempo más.
Ha cambiado mucho. En sus conversaciones con Mauro, Isabel y Lautaro, hay menos orgullo. Está haciendo su efecto lo que escucha en las reuniones que hay dos veces a la semana y que llegan hasta su ventana. También se aficionó a Bernabé, con quién suele conversar horas enteras, porque en sus conversaciones puede mezclar el nombre de Alexandra y atesora con ansia todas las anécdotas del gigantesco parto.
La vida en la casita es una rutina familiar. La hermana de Alexandra, Margarita es la confidente de la joven y la ha seguido a su ‘destierro’ particular.
Margarita también es gentil con el herido, pero se porta muy reservada y distante y Marco Aurelio lo atribuye a que está sufriendo las consecuencias de su arrebato por Alexandra. Él no sabe que la joven es una virgen consagrada de la Iglesia Cristiana y por eso su reserva es tan extrema.
Pero un día que lo atendió en lugar de Alexandra, pudo observar con detenimiento su extraordinaria belleza y comprendió lo que Bernabé le platicara el día anterior: las dos heredaron la hermosura de su madre. Por lo que le parece completamente incomprensible, es que siendo mayor que Alexandra, no haya conquistado el amor de un hombre y no esté casada todavía, pues si él no hubiera conocido primero a la joven que le robó el corazón, seguramente se hubiera enamorado de esta joven tan bella como misteriosa…
Por las tardes, cuando terminan las labores domésticas suelen sentarse juntas a hilar, tejer o escuchar música, mientras otra persona lee partes del Evangelio y toda la familia las reflexiona en oración comunitaria.
Santiago, el hermanito menor de David, juega mucho con un vecinito romano que se llama Fabio y junto con otros chiquillos forman la algarabía del patio.
Marco Aurelio disfruta mucho la armonía y la convivencia con casi todos los miembros de la casa. Sin embargo, a David no lo soporta y disimula la aversión que el joven le inspira. Y la razón es que está terriblemente celoso por el amor con que Alexandra le trata.
En una ocasión David, estuvo cortando duraznos de uno de los árboles del huerto y también cortó un hermoso racimo de uvas de la vid que da sombra en una de las terrazas y envió a Fabio con el delicioso obsequio para que las entregara a Alexandra. Y al oír que ella le daba las gracias, se puso pálido.
Y entonces Marco Aurelio habló como todo un descendiente de los Quirites, (nobles romanos) para quién todo extranjero es poco menos que un gusano.
Y en cuanto David se retiró, exclamó enojado:
– ¡Alexandra! ¡Cómo puedes permitir que ese muchacho te haga obsequios! ¿Ignoras acaso que los griegos llaman a la gente de su nación, perros judíos?
Ella lo miró asombrada por semejante estallido y contestó:
– Yo no sé cómo los llaman los griegos. Sólo sé que es cristiano y por lo tanto, hermano mío.
Marco Aurelio se quedó mudo, luego se dominó y le suplicó anhelante:
– Perdóname Alexandra. Para mí tú eres una reina y… yo no… -y volvió el rostro, para que ella no lo viese llorar.
Cuando regresó David, le trató con amabilidad. Y a partir de ese momento se convirtió en su amigo.
Alexandra comprende el considerable esfuerzo que le cuestan estas victorias sobre sí mismo. Y por eso, ella le ama siempre más.
Mientras tanto Marco Aurelio reflexiona y se maravilla en el poder sobrenatural de esa Religión que tiene la virtud de cambiar radicalmente a los hombres. Comprende que hay algo extraordinario en ella, algo que no había sido conocido antes en la Tierra.
Su convivencia entre los cristianos, le ha convencido que es precisamente esta Religión, la que adorna a Alexandra con esa belleza excepcional e inexplicable que en él despertara junto al amor, el respeto. Junto al deseo, el homenaje. Alexandra se ha convertido en un ser único sobre la tierra. Y con todo lo que le está pasando se siente inclinado a amar a Cristo. Tiene que inclinar la cabeza ante ese Dios que no comprende. Está dispuesto a sometérsele, porque algo se ha despertado en su alma… y también es el Dios de Alexandra.
La joven observa la evolución que se opera en el alma de Marco Aurelio. Ve la lucha que sostiene consigo mismo, su mortificación, sus dudas. Y cada vez nota más el silencioso respeto que él muestra hacia Cristo. Y ello hace que su corazón se incline hacia él, con una fuerza arrolladora.
En una atracción casi imposible de resistir, hasta que…
Un día que Pedro llegó de visita, Marco Aurelio le llamó y le dijo:
– Vivo asediado por la pena y el sufrimiento. Antes de conoceros me hubiera apoderado de ella y la hubiera retenido por la fuerza. Pero vuestra virtud y vuestra Religión han efectuado un cambio dentro de mí, que me apartan de la violencia. Yo mismo no entiendo por qué me pasa esto y a vos, que al presente hacéis las veces de padre para Alexandra, os digo: si ella me acepta, dádmela por esposa y os juro que no tan solo no le he de prohibir que confiese a Cristo; sino que yo mismo anhelo iniciarme en los misterios de vuestra religión y os pido: ‘¡Dadme la Luz!’. Conozco todos los obstáculos, pero yo la amo más que a mi vida y no quiero perderla. Quiero amar lo que ella ama y que nuestra familia sea una familia cristiana. Porque quiero a vuestro Dios, para que sea también el mío. Disipad mis tinieblas. Ved que soy sincero. Los hombres han dicho: ‘Grecia creó la sabiduría y la belleza. Roma creó el poder y la fuerza…’ ¿Y vosotros los cristianos, qué es lo que traéis? Os pido que reveléis los misterios que necesito conocer. Ilumíname lo que hay detrás de vuestras puertas, ¡Abrídmelas!…
Pedro, cuyo corazón se conmovió ante aquella alma doliente que como ave enjaulada pugna por abrirse paso en demanda de libertad. Extendió la mano sobre Marco Aurelio, tocándolo sobre la cabeza y dijo:
– Traemos el Amor. ¡Tocad y se os abrirá! La gracia de Dios descienda sobre ti. La Sangre de Jesús lave tus pecados. Yo te bendigo en Nombre del Redentor.
Hizo el signo de la cruz sobre él. Y aquel descendiente de los Quirites tomó la mano del anciano Galileo y la llevó a sus labios, lleno de gratitud y de reverencia…
Pedro se sintió complacido al ver aquella alma que es tierra propicia para la semilla divina y en su red de pescador lo ingresa como una nueva conquista para Cristo.
Y los presentes regocijados ante aquella inesperada escena, exclamaron al unísono:
– ¡Gloria al Altísimo!
Alexandra está atónita.
Marco Aurelio tiene su rostro radiante de alegría y le dijo desde su lecho:
– Alexandra… ¿Quieres ser mi esposa, la reina de nuestro hogar? ¿Quieres ayudarme a conocer y amar al Dios tuyo, el que desde hoy será también mío y de nuestros hijos? ¿Me amas como yo te amo?
Ella comenzó a llorar de alegría y sus labios temblorosos no pueden pronunciar palabra. Está totalmente anonadada.
El apóstol la incitó:
– Hija mía, ¿No le vas a contestar?
La joven se arrodilló delante de Pedro. Y dijo con voz llena de humildad, sumisión y turbación:
– Sí. Le amo. Y sí. Quiero ser su esposa.
Marco Aurelio dijo:
– Mientras acabo de sanar, quiero instruirme para ser Bautizado. Luego haremos la boda según las leyes romanas. Y ante el mundo entero, también serás mi esposa. Te juro que te seré fiel, te amaré y te respetaré. Y desde hoy eres dueña de mi vida y de todo lo que me pertenece.-y tomando la mano de Alexandra, la llevó a sus labios, mientras la miraba con adoración…
Alexandra, temblando de felicidad, le contestó:
– También yo te juro serte fiel. Amarte y respetarte todos los días de mi vida. Y mi ser te pertenece, amadísimo esposo mío.
Entonces Pedro tomó la mano de Alexandra y la puso en la de Marco Aurelio. Y colocando sus manos en la cabeza de ambos jóvenes, declaró:
– Amaos en el Señor y para su Gloria. Yo los declaro unidos en matrimonio: Esposo y Esposa. Y que no separe el hombre lo que Dios acaba de unir. Os bendigo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y bendigo los hijos que daréis a Dios con vuestro santo amor.
Los dos jóvenes se miraron llenos de felicidad.
Alexandra se inclinó sobre el lecho, para darle un dulce beso en los labios. Y se sentó a su lado, apretando la fuerte mano masculina entre las suyas…
Los demás los llenaron de parabienes y bendiciones.
Y Pedro comenzó a narrar como Jesús hizo su primer milagro en las Bodas de Caná…
Desde ese día, Marco Aurelio se unió a aquellas reuniones donde fue conociendo a Jesús, el Dios-Hombre que le acababa de entregar el regalo más precioso que él anhelara tanto: el amor de Alexandra, bendecido por Él.
Al despedirse, Pedro les dijo que les enviaría un evangelizador para darles la instrucción necesaria, pues los tiempos son sumamente graves…
Al día siguiente…
En la Puerta del Cielo, Mauro camina alegremente por el largo pórtico que conduce a los salones donde son instruidos los catecúmenos. Se encuentra con su colega y amigo Lucano, el compañero en los viajes de Pablo de Tarso.
El médico evangelista y escritor, le saluda:
– La Paz sea contigo, Mauro. ¡Qué alegría verte por aquí!
Mauro contesta sonriente:
– Y también contigo, caro hermano mío. Terminé de dar algunos temas y voy de regreso a Roma. Allá también tengo ministerio.
– ¿Ya no ejerces la medicina?
– Entre los pacientes y las evangelizaciones, transcurre mi vida. ¿Y tú qué haces querido Lucas?
– Estamos iguales. Yo estoy aquí colaborando con Pablo. Aunque le dedico más tiempo a la Palabra, ejerzo poco la medicina. Ahora estoy escribiendo. ¿Qué tema vas a dar?
– Voy a hablar del Perdón…
– ¡Apasionante y bellísimo! Yo voy a hablar del Octavo Sacramento.
– ¡Somos bienaventurados! Solo dime cual no es apasionante…
Y los dos se despiden y caminan en direcciones opuestas…
Mientras tanto, en la casa donde está Marco Aurelio, éste se decidió a contestar la carta de Petronio…
Marco Aurelio Petronio a Tito Petronio.
Salve.
Es tu deseo que te escriba lo más minucioso posible: convenido. No puedo asegurarte empero que sea con más claridad, ni que puedas entenderme. Porque yo mismo aún no sé cómo explicarlo. Te describí mi permanencia entre los cristianos y la forma en que tratan a sus enemigos, entre los cuales tenían derecho de contarnos, tanto a Prócoro como a mí. Te conté la bondad con la que me han tratado y cómo me han atendido. No, mi carísimo. No me respetaron porque yo fuera hijo de un cónsul. Esas consideraciones carecen de peso entre ellos, puesto que perdonaron a Prócoro a quién insté a que lo enterraran en el jardín. Son personas excepcionales, como el mundo no ha conocido hasta hoy. Y del mismo modo sus enseñanzas son tan extraordinarias como ellos. Te aseguro que si yo me encontrara en mi casa, postrado en el lecho, con un brazo y las costillas rotas, atendido por los míos, aun cuando fuesen miembros de mi propia familia; por supuesto hubiera disfrutado de mayores comodidades; pero no me hubieran hecho objeto ni siquiera de la mitad de los cuidados que ellos me han prodigado.
Y entérate también de esto: Alexandra es como todos los demás. Si hubiera sido mi hermana o mi esposa, no podría haberme atendido con mayor afecto. Y ¿Puedes creerlo? En medio de estas personas sencillas, habitantes de este pobre aposento, que es a la vez cocina y triclinium, en donde también se encuentra el lecho donde postrado te escribo, soy el hombre más feliz del mundo. Más que en ninguna otra época de mi vida.
Le ofrecí a Alexandra regresarla a la casa de Publio y ella me declaró que en la actualidad, eso es imposible, porque Publio y Fabiola se irán a Sicilia y porque de regresar ella a su hogar, esa noticia tarde o temprano llegaría hasta el Palatino. Y entonces César podría arrancarla nuevamente de la familia Quintiliano. Pero Alexandra sabe que yo no volveré a perseguirla. Que he dejado atrás las medidas de violencia, que soy incapaz de renunciar a su amor o de vivir sin ella. Voy a llevarla a mi casa bajo el arco de guirnaldas que adornará la puerta. Y sentarla en mi hogar como reina, ama y señora, al convertirla en mi esposa.
Ella ya aceptó. Así que ahora es tu sobrina. En cuanto a los cristianos, aman a sus semejantes… Pero abominan nuestros dioses, nuestra manera de vivir, nuestros crímenes y nuestra corrupta sociedad. Todavía ignoro muchas cosas, pero estoy aprendiendo. Lo único que sé con precisión, es que donde comienza esta religión, concluye el poder de Roma; nuestro sistema de vida y la distinción entre conquistadores y conquistados; entre ricos y pobres, señores y esclavos. Concluye el gobierno, el César, la ley y el orden del mundo. Concluye también la muerte.
Y por sobre todo esto surge la figura de Cristo, lleno de una Misericordia jamás conocida y de una bondad tan infinita, que contrasta con los instintos del hombre y con nuestros propios romanos instintos.
Y para mí, Alexandra vale más que Roma y todo su señorío. Tú sabes cuánto la amo y que no hay nada que yo no haga por su amor. Pues bien, quiero que sepas que soy augustano y de noble descendencia; pero eso no me impide ser también cristiano. Cuando aprenda más sobre mi nueva religión, te lo comunicaré. ¡Ah! Y por cierto: tú serás el padrino de nuestras nupcias romanas. Cuídate mucho. Adiós.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
11.- SATYRICÓN
Después que el general se marchara, Marco Aurelio, en rápida carrera se montó otra vez en el caballo y salió como un bólido de la casa. Y prácticamente voló en dirección a la domus de Petronio, dando a su paso empellones a todo lo que se cruzó por su camino.
Cuando llegó… El portero al verlo, no se atrevió a detenerlo.
Marco Aurelio entró hasta el atrium con la violencia de un huracán.
Y como le dijeron que el amo estaba en la biblioteca, se precipitó hacia allí con el mismo ímpetu. Encontró a Petronio escribiendo y furioso se lanzó contra él. Le arrebató el stylus, lo hizo pedazos y lo arrojó al suelo. Barrió con el brazo todo lo que había sobre la mesa de trabajo y temblando por la furia, le clavó los dedos en los hombros a Petronio. Levantando y acercando su rostro al de su tío, le preguntó con voz ronca:
– ¿¡Qué has hecho con ella!? ¿Dónde está?
De pronto sucedió una cosa sorprendente…
Aquel flexible y de tan refinado hasta cierto punto ‘delicado’ Petronio, cogió las manos con que el joven guerrero le oprimía los hombros. Y sujetándole las dos con una de las suyas; como si fuera de acero…
Le dijo gélidamente:
– Solo por las mañanas me encontrarás incapaz. Por la tarde tengo todo mi vigor.- y mirándolo con fijeza, añadió con seriedad- Intenta desprenderte. Algún tejedor debe haberte enseñado gimnástica y un gladiador modales.
Y su semblante no tenía el menor rastro de enojo, pero sus ojos destellaban con una energía tan intrépida, como nadie lo hubiera imaginado. Después de un momento dejó caer las manos de Marco Aurelio.
Éste se encontró ante él, abrumado por la ira y la vergüenza.
Y casi llorando dijo:
– Tienes unas manos de acero. Pero si me has traicionado, te juro por Marte que he de clavar un puñal en tu pecho, aunque te refugies en las habitaciones del César.
Petronio replicó:
– No te tengo miedo. Pero hablemos con calma. Como puedes ver, el acero es más fuerte que el hierro, aunque parezca más frágil. Aunque sé de lo que eres capaz… Por el contrario, no sabes cuánto me apena tu rudeza. Y lo que más me sorprende es tu ingratitud…
– ¡¿Dónde está Alexandra?!
– En un prostíbulo.
– ¡¡¡Petronio!!!
– Es decir, en la Domus Transitoria.
– ¡Oh no! ¡Por Pólux! ¡¿Cómo pudiste…?!
– Cálmate y siéntate. He pedido al César dos cosas que ha prometido concederme. Primero: sacar a Alexandra de la casa de Publio. Y segunda: dártela. ¿Traes algún puñal entre los pliegues de tu túnica? Creo que ya es tiempo de que me hieras. Solo que te advierto que esperes siquiera un par de días, porque serías llevado a una prisión… Y mientras tanto tu amada, se fastidiará sola en tu casa.
Se hizo un silencio total.
Marco Aurelio miró a Petronio con ojos atónitos. Y completamente apenado dijo:
– Perdóname. La amo tanto que me estoy volviendo loco.
Petronio se irguió aún más. Le sonrió y luego se pavoneó ante él:
– Admírame, Marco Aurelio. Anteayer dije al César: “Marco Aurelio el hijo de mi hermano Cayo, se ha enamorado a tal grado de una escuálida doncella que han criado los Quintiliano, que los suspiros tienen convertida la casa en un baño de vapor. Ni tú, ¡Oh, César! Ni yo; porque ambos sabemos lo que es la verdadera belleza, daríamos ni siquiera mil sestercios por ella. Pero ese muchacho ha sido siempre obtuso como un trípode, ahora acaba de perder el poco juicio que le quedaba y necesito ayudarlo”.
Casi se le desorbitaron los ojos a Marco Aurelio al exclamar:
– ¡¡¡Petronio!!!
– Si no alcanzas a comprender que todo esto lo dije para la mayor seguridad de Alexandra, voy a creer que dije al César la verdad.
Marco Aurelio inclinó la cabeza y reconoció:
– ¡Tienes razón! ¡Perdóname!
– Convencí a Barba de Bronce de que un hombre de su temperamento artístico y estético, no podría considerar bonita a esa muchachita. Y Nerón, que hasta ahora solo mira las cosas a través de mis ojos, no encontrará belleza en ella. Y al no encontrarla, no la deseará. Era necesario que nos pusiéramos en guardia contra ese monstruo. Ahora no será él quien aprecie la hermosura de tu princesa parta, sino Popea. Y ésta se esforzará por despedirla cuanto antes del palacio. Además, dije a Enobarbo: “Haz venir a Alexandra y entrégasela a Marco Aurelio. Tú tienes el derecho de hacerlo porque ella es un rehén. Y así, tú la guardarás causando una gran pena a Publio.” Y él convino en esto con mayor satisfacción, pues mi consejo le dio la oportunidad de mortificar a personas honorables.
– ¡Qué asco de hombre! Pero no voy a hablar mal de él, si gracias a eso me entrega a la mujer de mis sueños.
Petronio agregó con cinismo:
– Este es el mundo en que vivimos. Quién no aprende a vivir en él, termina siendo devorado. Así pues, te harán custodio oficial de ese rehén en especial y pondrán en tus manos a ese tesoro parto. El César, para salvar las apariencias, la guardará por unos días en su casa y enseguida te la enviará. ¡Hombre afortunado!
Marco Aurelio no puede disimular su inquietud:
– Entonces ¿Nada la amenaza en el Palatino?
– Si tuviera que permanecer allí, Popea emplearía a Locusta, la hechicera que le proporciona a Nerón sus venenos. Pero tratándose tan solo de unos cuantos días, no hay peligro. Moran diez mil individuos en esa casa. El César quizá ni siquiera llegue a verla.
– ¿Y qué piensas hacer mientras tanto?
– Enobarbo ha dejado a mi exclusivo arbitrio todo el asunto. Hace un momento estuvo aquí el centurión que acaba de conducirla al palacio y la ha confiado al cuidado de Actea. Es una buena mujer y yo dispuse que le fuera entregada la rehén. Es evidente que Fabiola comparte mi opinión, pues le escribió una carta a Actea recomendándole a Alexandra.
Marco Aurelio no puede contener una exhalación de profundo alivio.
– ¡¡¡Aaah!!! – Y pregunta ansioso- ¿Y luego qué vas a hacer? ¿Cuándo podré verla?
Petronio contesta complacido:
– Mañana habrá fiesta en el Palatino y he pedido para ti, un asiento junto a esa joven.
– Perdona Tito mi impaciencia. Creía que habías dado orden de llevarla para ti o para el César.
– Puedo perdonar tu impaciencia, pero me cuesta más trabajo perdonar tus modales groseros, tus exclamaciones vulgares y tus gritos de estibador. Necesitas pulirte. ¿Cómo fuiste capaz de pensar eso de mí?
– ¡Es que yo no sabía nada! ¡Pensé que tú también te habías enamorado de ella!…
Petronio aspira profundamente, antes de contestar:
– Debes saber que Tigelino es el encargado de los lenocinios cesáreos y que si yo quisiera a esa joven para mí, ahora mismo y mirándote de frente te diría: “¡Marco Aurelio! Te quito a Alexandra y me voy a quedar con ella hasta que me harte”. -y dijo esto clavando en su sobrino sus ojos grises acerados, con una mirada insolente y fría.
El joven tribuno se anonadó por completo y dijo:
– La falta es mía. Tú eres bueno y digno. Te lo agradezco con todo mi corazón. Solo dime: ¿Por qué no enviaste a Alexandra directamente a mi casa?
– Porque el César desea guardar las apariencias. En toda Roma se hablará de esto y ella permanecerá en palacio hasta que se aplaquen los comentarios. Con todas las cosas que ha hecho Enobarbo, no es conveniente alborotar más a quienes ya lo odian y lo desprecian profundamente. Después la enviaremos sin ruido hasta tu casa y todo habrá terminado.
– Tienes razón. Todavía hay comentarios por el regalo que hizo a Popea, cuando le mandó la cabeza de Octavia.
– Barba de bronce es un canalla cobarde. Yo creo que matar a su padre, a su madre, a su hermano y a su esposa, es digno de un reyezuelo asiático como Herodes y no de un emperador romano. Sin embargo él, después de cometer estos asesinatos, se ha tomado el trabajo de escribir al senado cartas de justificación.
– ¿Por qué? Se considera el Amo del Mundo y nadie se atreve a protestar por sus fechorías.
– Nerón las ha escrito porque quiere salvar las apariencias.
Marco Aurelio mueve la cabeza con perplejidad:
– No entiendo. ¿Por qué ese inútil esfuerzo de aparentar justicia en el crimen que se ha cometido y que se sabe que será impune?
Petronio contestó con indiferencia:
– Yo creo que es porque el crimen es algo feo y repugnante, en tanto que la virtud es siempre noble y bella. El verdadero esteta es por lo tanto, un hombre virtuoso. ¡Admírame!
Pero Marco Aurelio, como hombre realista que es, no quiso filosofar y contestó:
– ¡Mañana veré a mi Alexandra y lo más pronto posible la tendré en mi casa todos los días, junto a mí; hasta la muerte!
Petronio replicó:
– Tú tendrás a Alexandra para amarla y yo tendré a Publio Quintiliano sobre mi cabeza, como la espada de Damocles… Porque a mí me culpará y será mi enemigo para siempre… Estoy seguro de que él invocará en su auxilio y contra mí, la venganza de todas las divinidades, pidiendo que yo sufra la más espantosa de las muertes…
Marco Aurelio lo interrumpió:
– Publio estuvo en mi casa. He prometido darle noticias de Alexandra.
– Le quité Alexandra para dártela, porque te quiero como si fueras mi hijo. Escríbele que el deseo del divino César es la suprema ley y que a tu primer hijo le pondrás por nombre Publio. Es necesario dar algún consuelo a ese pobre viejo.
Y Marco Aurelio se puso a escribir la carta que le hará perder al general hasta el último resto de su esperanza…
Más tarde, cuando estaban en el triclinium, Petronio entregó a Marco Aurelio un hermoso tubo de plata labrada que contiene unos rollos. Y le dijo:
– He aquí un obsequio para ti.
Marco Aurelio lo toma y lee el título:
– “SATYRICÓN” (Sátiras). ¡Muchas Gracias Petronio!
Se siente muy feliz y una sonrisa luminosa vuelve a dibujarse en su semblante. Luego mira a Petronio con curiosidad y pregunta:
– ¿Es una obra nueva?
– Acabo de terminarla.
Marco Aurelio hojea el manuscrito como a la mitad, lo lee un poco y dice:
– Tú has dicho que no escribes versos. Pero aquí veo que la prosa alterna con ellos.
Petronio le responde:
– Cuando la leas fija tu atención en la “Fiesta de Trimalquión”. En cuanto a los versos, eran necesarios. Pero me han hastiado desde que he tenido que soportar a Nerón escribiendo un poema épico.
Incapaz de contener su entusiasmo, Marco Aurelio exclama:
– Lo poco que leí me encantó. Promete ser un libro muy interesante. Pero todo lo que escribes es genial, ya lo sé. Una vez más, muchas gracias, Petronio; yo también te amo como si fueras mi padre.
Petronio sonrió complacido y dijo:
– Me alegro mucho que te guste. Y también yo sé que lo disfrutarás.
Marco Aurelio suspiró ruidosamente antes de preguntar:
– ¿Me ayudarás a preparar todo para recibir a Alexandra en mi casa?
– ¿Qué quieres hacer?
– Verás…
HERMANO EN CRISTO JESUS: