511 El Óbolo de Claudia
511 IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
426c La joven esclava salvada.
Pasan las horas.
Jesús está sentado sobre un malacate con las manos sobre las rodillas.
Ora…
Piensa… Espera.
No quita los ojos del camino que viene de la ciudad.
La luna está casi perpendicular y el mar retumba con mayor fuerza…
La Luna se eleva, levantándose cada vez más sobre el cielo estrellado.
Está perpendicular sobre la cabeza.
El mar retumba más fuerte y el agua del canal tiene un olor más intenso.
El cono de 1a Luna que hunde sus rayos en el mar se hace más amplio…
abrazando toda la balsa de agua que está frente a Jesús.
Y se pierde cada vez más lejano:
Senda de luz que desde los confines del mundo parece venir hacia Jesús, remontando el canal;
terminando en la balsa de la dársena.
La luna está casi perpendicular y el mar retumba con mayor fuerza…
Por el canal viene una barca pequeña, blanca.
Que avanza deslizándose, sin dejar huellas de su trayectoria,
en el camino de agua que se reconstruye después de su paso…
Remonta el canal…
Ya está en la dársena silenciosa.
Aborda.
Se detiene.
Y tres sombras bajan.
Son tres personas.
Un hombre musculoso, una mujer y una figura delicada, entre los dos.
Se dirigen hacia la casa del cordelero…
Jesús se levanta, para salir a su encuentro…
Va hacia ellos y los saluda diciendo:
– La paz a vosotros.
¿A quién buscáis?
– A ti, Maestro.
Responde Lidia mientras se descubre y se aproxima sola.
Y continúa:
«Claudia te ha servido.
Porque era una cosa justa y completamente moral.
señalándola, agrega:
Ésa es la muchacha.
Valeria, dentro de un poco la tomará como niñera de la pequeña Fausta.
Pero entretanto, te ruega que la tengas Tú.
Es más, que se la confíes a tu Madre o a la madre de tus parientes.
Es completamente pagana.
Bueno, peor que pagana.
El amo con quien ha crecido, la alimentó pero no le enseñó nada en absoluto…
Nunca ha oído hablar del Olimpo, ni de ninguna otra cosa.
Lo único que tiene es un terror loco hacia los hombres,
porque desde hace algunas horas, la vida se le ha descubierto totalmente….
Como es:
¡Cruel!
Y en toda su brutalidad,
Jesús pregunta:
– ¡Oh!
¡Triste palabra!
¿Demasiado tarde?
– No, materialmente…
Él la preparaba poco a poco…
Digamos… para su sacrilegio.
Y la niña está espantadísima…
Claudia ha tenido que dejarla durante toda la cena junto a ese sátiro.
Y sólo pudo intervenir cuando el vino le había nublado el pensamiento.
Haciéndole menos capáz para reflexionar.
No es necesario que te diga que si el hombre es un lúbrico en sus amores sensuales;
lo es mucho más cuando está ebrio…
Pero es solo entonces que se convierte en un juguete con el que se puede hacer lo que se quiera…
Y arrebatarle su tesoro.
Claudia se aprovechó del momento.
Ennio quiere regresar a Italia…
De la que salió porque perdió el favor imperial…
Claudia le prometió el regreso a cambio de la muchacha.
Reservándose para entrar en acción cuando el vino le hubiera hecho menos capaz de reflexionar.
Enio mordió el anzuelo…
Mañana cuando ya no esté borracho,
protestará, la buscará, hará su comedia…
Pero también mañana, Claudia buscará el modo de hacerlo callar.
Jesús protesta:
– ¿Con la violencia?
¡No!…
Lidia sonríe con travesura:
– ¡Oh, Maestro!
¡La violencia empleada con buen fin!…
Pero no será necesaria…
También Claudia se encargó de ‘ayudar’ a su marido a pasarla muy bien en la cena…
Y ahora Pilatos, que está inconsciente por el vino que digirió esta noche…
Está firmando y sellando la orden de que Ennio se presente en Roma…
¡Ah, ah!…
Y partirá en el primer buque militar.
Lo único, es que lo que hará Pilatos mañana…
Cuando esté todavía atontado por el mucho vino bebido esta noche…
Pero mientras tanto, es mejor que la niña esté en otra parte por precaución…
De que en cuanto a Pilatos se le pase la borrachera, se arrepienta y revoque la orden…
¡Es muy endeble!
Y es mejor así…
Para que la niña olvide las asquerosidades humanas…
¡Oh, Maestro!
Por este motivo fuimos a la cena.
Pero, ¡Es inconcebible!
¿Cómo hemos podido ir a esas orgías hasta hace pocos meses, sin sentir náusea?
Hemos huido de allí en cuanto hemos obtenido lo que queríamos…
Allá están todavía nuestros maridos, imitando a los brutos.
¡Qué náuseas, Maestro!
Y debemos recibirlos después…
Después que…
– Sed austeras y pacientes.
Con vuestro ejemplo haréis mejores a vuestros maridos.
– ¡Oh, no es posible!
Tú no sabes…
Livia llora más de coraje, que de dolor.
Jesús suspira.
Y ella continúa:
– Claudia te manda decir que lo hizo para mostrarte:
que te venera como al Único Hombre que merece veneración…
Y quiere que te diga que te agradece,
haberle enseñado lo que vale un alma y lo que vale la pureza.
Lo recordará siempre…
¿Quieres ver a la niña?
– Sí.
El hombre…
¿Quién es?
– El númida mudo que emplea Claudia, para sus servicios secretos.
No hay ningún peligro de delación…
No tiene lengua.
Jesús repite:
– ¡Infeliz!
Pero tampoco ahora hace el milagro.
Lidia va por la muchacha.
La toma de la mano y casi la lleva a rastras frente a Jesús.
Livia dice:
– Sabe unas cuantas palabras latinas.
Judías casi ninguna.
Es una salvajita…
Que la eligieron únicamente como objeto de placer.
Y dirigiéndose a la niña:
– No tengas miedo.
Dale las gracias.
Él fue el que te salvó.
Arrodíllate y bésale los pies.
¡Ea! ¡Hazlo!
¡No tengas miedo!
¡Ánimo!
¡No tiembles!…
¡Perdona, Maestro!
Está aterrorizada por las últimas caricias de Enio ya borracho…
Poniéndole su mano en la cabeza cubierta, con mucha compasión;
Jesús dice:
– ¡Pobre niña!
¡No tengas miedo!
Te llevaré a casa de mi Madre, por algún tiempo.
A la casa de Mamá,
¿Entiendes?
Y tendrás muchos hermanos buenos…
¡No tengas miedo, hijita mía!
¿Qué hay en la voz de Jesús y en la mirada?
Todo: paz, seguridad, pureza, amor santo.
La jovencita lo siente;
echa hacia atrás el manto y la capucha para mirarlo mejor.
Y aparece el rostro delicado de una niña que se asoma a la pubertad…
Con la figurita grácil casi todavía niña;
de gracias inmaduras e inocente aspecto, aparece envuelta en una túnica demasiado ancha para ella…
Sus modales son sencillos.
Su expresión está llena de inocencia.
El vestido que trae le queda muy largo…
Livia dice:
– Estaba casi desnuda.
Le puse lo primero que encontré.
Lleva otros en la alforja…
Jesús la mira con piedad e infinita compasión,
exclamando:
– ¡Es una niña!
Y tomándola de la mano le pregunta- ¿Quieres venir conmigo?
La niña contesta:
– Sí, patrón.
Jesús rebate:
– No.
No soy tu patrón.
Dime Maestro.
Ella dice con más confianza:
– Sí, Maestro.
Y una tímida sonrisa substituye a la expresión de miedo,
que había antes en el pálido rostro.
Jesús pregunta:
– ¿Eres capaz de caminar mucho?
– Sí, Maestro.
– Después descansarás en la casa de mi Madre.
En mi casa, hasta que llegue Fausta.
Una niña a la que vas a querer mucho.
¿Quieres?…
– ¡Oh, sí!
Y ella confiada, levanta sus bellísimos ojos verde-azul,
que lo miran asombrados bajo sus cejas color oro.
Y con un destello de terror que vuelve a turbar su mirada.
Se atreve a preguntar:
– ¿Ya nunca más aquel amo?
Jesús repite su promesa:
– ¡Jamás!
Poniendo su mano en su cabellera rubia.
Livia se despide:
– Adiós, Maestro.
Dentro de pocos días iremos al lago.
Tal vez podremos verte una vez más.
Ruega por tus pobres discípulas romanas.
Jesús repica:
– Gracias…
Vete en paz.
Adiós, Lidia.
Di a Claudia que éstas son las conquistas que pretendo y no otras.
Se vuelve hacia la niña,
agregando:
– Ven niña.
Partiremos inmediatamente.
La barca se aleja por el canal de la dársena…
Jesús llevándola de la mano, se asoma a la puerta del almacén llamando a los apóstoles.
Mientras 1a barca, sin dejar huella de su venida, regresa al mar abierto…
Jesús y los apóstoles, con la niña en medio del grupo, cubierta con un manto…
Van, por las callejuelas periféricas y desérticas,
hacia los campos…
509 El Profeta Romano
509 IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
426a Con las romanas en Cesárea Marítima. Profecía en Virgilio.
Jesús tiene un aspecto serio y pálido…
Y dice con una sonrisa de disculpa:
– No es un lugar apropiado para ustedes.
Pero no dispongo de otra cosa.
Ellas se quitan el velo y el manto.
Y se descubre que son Plautina, Livia, Valeria y la liberta Álbula Domitila.
Plautina responde:
– No vemos al lugar, sino Al que en estos momentos está en él.
Jesús sonríe y dice:
– Por esto entiendo que pese a todo;
todavía me consideráis como a un hombre justo.
– Y más que eso.
Y Claudia nos manda precisamente porque cree que eres más que un justo.
Y no toma en cuenta lo que se oyó…
Pero quiere tu confirmación al respecto, para tributarte doble veneración.
Y hacerlo con mayor razón.
– O para no hacerlo si me muestro a ella como quisieron pintarme.
Pero decidle que no hay nada de eso.
No tengo miras humanas.
Mi Ministerio y mi deseo es tan solo sobrenatural.
Y nada más.
Quiero, sí; reunir a todos los hombres en un solo reino.
¿A qué hombres?
¿A los que están hechos de carne y sangre?
¡No!
Eso lo dejo, materia frágil, cosa corruptible…
A las monarquías que pasan;
a los reinos que se tambalean.
Quiero reunir bajo mi único cetro, sólo los corazones de los hombres;
espíritus inmortales en un reino inmortal.
Cualquier otra versión la rechazo como contraria a mi Voluntad.
Quienquiera que sea que la haya dado.
Y os ruego que creáis y que digáis a quien os envía;
que la Verdad tiene solamente una palabra…
– Tu apóstol habló con mucha seguridad.
– Es un muchacho exaltado…
Y como a tal hay que escucharlo.
Plautina dice enojada:
– ¡Pero te hace daño. !
¡Repréndelo!
¡Despídelo!
Regáñalo…
Arrójalo de Ti…
– ¿Entonces dónde estaría mi misericordia?
Él lo hace llevado de un amor equivocado.
¿No debo acaso compadecerlo?
¿Y qué cambiará si lo arrojo de Mí?
Se haría doble mal a sí mismo y me haría doble mal a Mí.
– ¡Entonces para ti es como una bola atada al pie!…
Como una zancadilla constante…
– Es para Mí un infeliz a quién tengo que redimir…
Plautina cae de rodillas con los brazos extendidos,
diciendo:
– ¡Ah!
¡Maestro más grande que cualquier otro!
¡Qué fácil es tenerte por Santo, cuando se siente tu corazón en tus palabras!
¡Qué fácil es amarte y seguirte,
debido a esta caridad tuya, que es mayor que tu inteligencia!
Jesús objeta:
– No mayor.
Sino que es más asequible y comprensible a vosotros…
Que tenéis vuestro intelecto estorbado por demasiados errores…
Y no tenéis la generosidad de despojarlo de todo…
Para acoger la Verdad.
Livia dice:
– Tenéis razón.
Eres tan adivino como sabio.
– La sabiduría, porque es una forma de santidad…
Da siempre luminosidad de juicio…
Ya sobre hechos pasados o presentes, ya sobre premoniciones…
Bien se trate de cosas.
O bien de la advertencia previa a hechos futuros.
– Por esto vuestros profetas…
– Eran unos santos.
Dios se comunicaba a ellos con una gran plenitud.
– ¿Eran santos porque eran de Israel?
– Por eso y porque fueron justos en sus acciones.
Pues no todo Israel es y ha sido santo, pese a ser Israel.
No es el pertenecer por casualidad a un pueblo o a una religión,
lo que puede hacer santos a los hombres.
Estas dos cosas pueden ayudar grandemente a serlo.
Pero no son el factor absoluto de la santidad.
– ¿Cuál es ese factor?
– La voluntad del hombre.
La voluntad que hace que las acciones del hombre sean santas, si es buena.
Perversas, si es mala.
– Entonces entre nosotros puede ser que haya justos.
– Así es.
Y no cabe duda de que entre vuestro antepasados hubo justos.
Y los hay entre los que viven actualmente.
Porque sería muy horrible que todo el mundo pagano, perteneciese a los demonios.
Quienes de entre vosotros se sienten atraídos hacia el Bien y la Verdad.
Sienten repugnancia hacia el vicio y la degradación que produce…
Y huyen de él y de las malas acciones que envilecen al hombre.
Creedme que estáis ya en el sendero de la justicia.
– Entonces Claudia…
– Sí.
Y vosotras también…
Perseverad.
– Pero…
¿Si muriéramos antes de convertirnos a Tí?
¿Para qué serviría el haber sido virtuosas?
– Dios es justo en el juzgar.
Pero, ¿Por qué aplazar el ingreso al Reino?
¿Por qué debéis dar la espalda al Dios Verdadero?
Las tres bajan la cabeza.
Sigue un silencio…
Y luego hacen la confesión que dará la clave de la crueldad romana…
Y su resistencia al cristianismo:
– Porque nos parece que al hacerlo, traicionaríamos a la patria.
– Al revés.
La serviríais.
Pues la haríais moral y espiritualmente más grande.
Porque tendría la FUERZA, con la posesión y protección de Dios;
además de su ejército y sus riquezas.
Roma la Urbe del Mundo;
la Urbe de la Religión Universal…
Pensadlo…
Un silencio.
Luego Livia, encendida como una llama,
dice:
– Maestro, hace tiempo te buscábamos a Tí, aun en los escritos de nuestro Virgilio.
Porque para nosotros tienen más valor las…
Profecías de los completamente vírgenes respecto a la fe de Israel,
que las de vuestros profetas…
En los cuales podemos ver la sugestión de creencias milenarias…
Y hemos discutido de ello…
Comparando las diversas personas que en todo tiempo, nación y religión, te han presentido.
Pero ninguno te sintió con tanta exactitud como nuestro Virgilio…
porque nadie mejor que él te presagió…
¡Cuánto hablamos aquel día con Diomedes el liberto griego…
astrólogo a quién quiere mucho Claudia!
El sostuvo que esto sucedió porque los tiempos eran más cercanos.
Y los astros lo decían con sus conjunciones…
Pero no nos convenció, porque…
En más de cincuenta años ningún otro sabio de todo el mundo ha hablado de Ti por noticia de los astros…
A pesar de estar más próximos aún a tu manifestación actual.
Para apoyar su tesis adujo el hecho de los tres Sabios de los tres países de Oriente,
que vinieron a adorarte cuando eras un infante.
Y con ello provocaron la matanza de la que la misma Roma se horrorizó;
pues cuando se supo, Augusto dijo:
‘Que Herodes era un cerdo sediento de sangre…’
Claudia exclamó: “
¡Hace falta el Maestro!
Nos diría la verdad.
Y el destino de nuestro más grande poeta…
Querrías decirnos para Claudia…
Algo que nos muestre que no estás irritado contra ella.
– He comprendido su reacción de romana.
Y no le guardo ningún rencor.
Decidle que esté tranquila.
Y escuchad:
Virgilio no fue grande solo como poeta.
¿No es así?
– ¡Oh, no!
También lo fue como hombre.
En medio de una sociedad que estaba corrompida y viciada…
Fue un faro de pureza espiritual.
Nadie lo vio lujurioso, ni amante de orgías, ni de costumbres licenciosas.
Sus escritos son castos y mucho más casto fue su corazón.
Tanto es así que en los lugares donde vivió, se le llamó ‘La doncella’,
para vergüenza de los viciosos y veneración de los buenos.
– ¿Y en el alma pura de un hombre casto, no habrá podido reflejarse Dios…
aun cuando ese hombre fuese pagano?
La Virtud Perfecta, ¿No habrá amado al virtuoso?
Y si se le concedió amar y ver la Verdad debido a la belleza pura de su corazón…
¿No podrá haber tenido un fulgor de profecía?
¿De una profecía que no es más que la Verdad que se descubre…
a quién merece conocerla como premio e incentivo para una virtud mayor?
– ¡Entonces profetizó de Ti!
– Su inteligencia prendida en la pureza y en el genio;
logró ascender y conocer una página que se refiere a Mí.
Y puede llamársele al poeta pagano y justo…
Un hombre dotado de espíritu profético y anterior a Mí, por premio de sus virtudes.
Valeria y Plautina exclaman,
preguntando:
– ¡Oh, nuestro Virgilio!
– ¿Y tendrá algún premio?
– Ya lo dije.
Dios es justo.
Pero vosotras no imitéis al poeta, deteniéndoos hasta donde él llegó.
Avanzad…
Porque la Verdad, no se os ha mostrado por intuición y en parte;
sino completa…
Y os ha hablado.
Plautina sin dar respuesta,
dice:
– Gracias, Maestro.
Nos retiramos.
Claudia nos dijo que te preguntásemos si te puede ser útil en asuntos morales.
– Y os mandó que me preguntaseis si soy un usurpador…
– ¡Oh, Maestro!
¿Cómo lo sabes?
– ¡Soy más que Virgilio y que los profetas!…
– ¡Es verdad!
¡Todo es verdad!
¿Podemos servirte?
273 EL LASTRE DE LA RIQUEZA
273 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Es en la casa de Cafarnaúm, a la sombra de los árboles en el huerto umbrío,
temprano por la matutina.
Los apóstoles se fueron a predicar.
Jesús cura a unos enfermos, acompañado de Mannaém.
Que ya no lleva ni el precioso cinturón ni la lámina de oro en la frente:
sujeta su túnica un cordón de lana; una cinta de tela, como la prenda que cubre su cabeza.
Jesús tiene descubierta la cabeza, como siempre cuando está en casa.
Una vez que ha terminado de curar y de consolar a los enfermos,
sube con Manahén a la habitación alta.
Aunque parece que la canícula ha terminado, el sol todavía calienta implacable…
Se dirigen hacia la parte mas sombreada y fresca.
Y se sientan los dos en la pequeña terraza de la ventana que mira al mont
Mannaém dice:
– Dentro de poco empezará la vendimia.
Jesús le contesta:
– Sí.
Luego vendrá la Fiesta de los Tabernáculos…
Y el invierno estará a las puertas.
¿Cuándo piensas partir?
– ¡Mmm!…
De mi parte no me iría nunca…
Pero pienso en el Bautista.
Herodes es una persona débil.
Si se le sabe influir
Se le puede sugestionar para que haga el bien y si no se hace bueno;
por lo menos que no sea sanguinario.
Desgraciadamente son pocos los que le aconsejan bien.
¡Y esa mujer!… ¡Esa mujer!…
Yo quisiera estar aquí hasta que regresen tus apóstoles.
Aunque mi ascendencia ha disminuido, desde que saben que sigo los senderos del Bien.
Pero no me importa.
Quisiera tener la verdadera valentía, de saber abandonar todo para seguirte completamente,
como aquellos discípulos que estás esperando.
¿Lo lograré alguna vez?
Nosotros que no pertenecemos a la plebe, somos más obstinados para seguirte.
¿Por qué será?
– Porque los tentáculos de las míseras riquezas os retienen.
– Conozco a algunos que no son tan ricos, pero sí son doctos o están en camino de serlo.
– También están retenidos por los tentáculos de las míseras riquezas.
No se es rico sólo de dinero.
Existe también la riqueza del saber.
Pocos llegan a la confesión de Salomón: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”,
considerada de nuevo y ampliada -no tanto materialmente cuanto en profundidad-
en Qohélet.
¿Lo recuerdas?
La ciencia humana es vanidad, porque aumentar sólo el humano saber
“es afán y aflicción de espíritu.
Y quien multiplica la ciencia multiplica los afanes”.
En verdad te digo que es así.
Como también digo que no sería así, si la ciencia humana estuviera sostenida y refrenada
por la sabiduría sobrenatural y el santo amor a Dios.
El placer es vanidad, porque no dura;
arde y rápido se desvanece dejando tras sí ceniza y vacío.
Los bienes acumulados con distintas habilidades son vanidad, para el hombre que muere,
porque con los bienes no puede evitar la muerte, y los deja a otros.
La mujer, contemplada como hembra y como tal apetecida, es vanidad.
De lo cual se concluye que lo único que no es vanidad es el santo temor de Dios
y la obediencia a sus Mandamientos.
O sea, la sabiduría del hombre, que no es sólo carne,
sino que posee la segunda naturaleza: la espiritual.
Solo el que logra ver la vanidad de todo lo mundano,
logra liberarse de cualquier tentáculo de pobres posesiones
e ir libre al encuentro del Sol.
– ¡Quiero recordar estas palabras!
¡Cuánto me has dado en estos días
Ahora puedo ir entre la inmundicia de la corte, que les parece brillante solo a los necios.
Que parece poderosa y libre y es solo miseria, cárcel y oscuridad.
Me llevaré un tesoro que me permitirá vivir allí mejor, a la espera de lo superior.
Pero, ¿Llegaré alguna vez a esta meta sublime, que es pertenecerte totalmente?
– Lo lograrás.
– ¿Cuándo?
¿El año próximo?
¿Más adelante todavía?
¿O hasta que la ancianidad me haga prudente y sabio?
– Lo lograrás.
-Llegarás… alcanzando la madurez de espíritu….
Perfección de voluntad y a una decisión perfecta
En el término de unas cuantas horas.
Y al decir esto, Jesús sonríe de una manera enigmática.
Pues ha lanzado su mirada hacia el futuro y ve el heroísmo del que será capaz su discípulo.
Mannaém lo mira pensativo y escrutador…
Pero no pregunta nada más.
Después de un largo silencio que interrumpe Jesús,
al preguntar:
– ¿Has estado alguna vez con Lázaro de Bethania?
– No, Maestro.
Nos hemos encontrado algunas veces.
Puedo decir que no;
que si hubo algún encuentro, no puede llamarse amistad.
Ya sabes.
Yo con Herodes, Herodes contra él…
Por tanto…
– Ahora Lázaro te mirará más allá de estas cosas.
Te mirará en Dios…
Procura tratarlo como condiscípulo.
– Lo haré si Tú así lo quieres…
Se oyen voces llenas de alarma en el huerto, que buscan al Maestro.
Preguntan con angustia:
– ¡El Maestro!
– ¡El Maestro!
– ¿Está aquí?
Responde la voz cantarina de la dueña de la casa:
– Está en la habitación de arriba.
¿Quiénes sois?
¿Estáis enfermos?
— No. –
Somos discípulos de Juan.
– Y queremos ver a Jesús de Nazaret.
Jesús se asoma por la ventana,
y dice:
— Paz a vosotros…
Ellos levantan la cabeza y los reconoce,
invitándoles:
– ¡Oh!
¿Sois vosotros?
¡Venid! ¡Venid!
Sus pasos apresurados suben por la escalera.
Son los tres pastores: Juan, Matías y Simeón.
Jesús deja la habitación y va a su encuentro a la terraza.
Manahén lo sigue.
Se encuentran justamente en el punto en que la escalera termina en la soleada terraza.
Los tres se arrodillan y besan el suelo.
Mientras Jesús los saluda.
– La paz sea con vosotros…
Levantan la cabeza y muestran un rostro lleno de dolor.
Ni siquiera viendo a Jesús se sosiegan.
Su grito ahogado por el llanto:
– ¡Oh, Maestro!
Juan habla en nombre de los demás:
– Y ahora recógenos, Señor.
Y las lágrimas se deslizan por la cara del discípulo y de sus compañeros.
Jesús y Mannaém dan un solo grito:
– ¿¡Juan!?
– ¡Lo mataron…!
La noticia cae como un rayo que paraliza hasta el aire, en un silencio horrorizado.
Cuyo enorme fragor cubre todos los ruidos del mundo,
a pesar de que haya sido pronunciada en voz muy baja.
Petrifica a quien la dice y a quien la oye.
Y se produce un rato de silencio tan profundo…
Que parece extenderse en su profunda inmovilidad también en los animales,
las frondas y el aire,
Porque es como si la Tierra entera, para recoger esta palabra y sentir todo su horror,
suspendiera todo ruido propio.
Queda suspendido el zureo de las palomas, truncada la flauta de un mirlo,
enmudecido el coro de los pajarillos.
Y como si de golpe se le hubiera roto el artilugio, una cigarra detiene su chirrido al improviso,
mientras se detiene el viento que, haciendo frufrú de seda y crujido de palos,
acariciaba las pámpanas y las hojas.
Jesús palidece.
Sus ojos se agrandan.
Vidrian por el llanto que se asoma.
Abre los brazos.
Su voz es más profunda, por el esfuerzo que hace para que sea firme y tranquila.
Y dice:
– Paz al Mártir de la Justicia y a mi Precursor.
Cierra los ojos y los brazos sobre su pecho.
Su espíritu ora.
Entrando en contacto con el Espíritu de Dios y el de Juan Bautista.
Mannaém no dice nada, no hace ningún gesto, ni se atreve ni a moverse.
Al revés de Jesús, se pone colorado y la ira lo invade.
Se pone rígido y paralizado.
Toda su turbación se manifiesta en el movimiento mecánico de la mano derecha,
que sacude el cordón de la túnica y de la izquierda, que instintivamente busca el puñal
Pero no lo encuentra, porque se le olvidó que está desarmado.
Pues para poder ser discípulo del manso, es requisito para estar cerca del Mesías.
Y mueve la cabeza compadeciéndose de su fragilidad
y de sentirse tan impotente.
Jesús recupera la Majestad Divina que le es habitual.
Y tan solo le queda una profunda tristeza, dulcificada con paz.
Con voz serena dice:
– Venid.
Me lo contaréis.
De hoy en adelante me pertenecéis.
EVANGELIO DE SAN MARCOS
Capítulo 6
Muerte de Juan el Bautista
14. Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas.»
15. Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas.»
16. Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado.»
17. Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado.
18. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.»
19. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía,
20. pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.
21. Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea.
22. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.»
23. Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.»

18. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.» 19. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, Marcos 6
24. Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.»
25. Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
26. El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales.
27. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel
28. y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.
29. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.
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226 ¿QUÉ ES LA VERDAD?
226 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Han llegado a los límites de la ciudad de Tiberíades y salen al camino polvoriento, que lleva a Caná.
A los lados hay huertos.
Jesús se adentra en uno y se detiene a la sombra de los árboles de tupido follaje.
Llegan las mujeres.
Y luego el jadeante romano, que realmente ya no puede más.
Se pone un poco separado, a una distancia donde puede escuchar;
no habla, pero mira.
Jesús dice:
– Mientras descansamos…
Tomemos nuestros alimentos.
Allí está un pozo y cerca un campesino.
Van Juan y Tadeo.
Vuelven con una jarra que gotea la fresca agua;
seguidos por el campesino, el cual les ofrece unos espléndidos higos.
Jesús lo bendice:
– Dios te lo compense en tu salud y en tu cosecha.
El campesino pregunta:
– Dios te proteja.
¿De veras eres el Mesías?
– Sí.
– ¿Eres el Maestro, verdad?
– Lo soy.
– Nadie lo desea.
El romano grita:
– ¡Yo, Maestro!
¡Más que el agua, que tan buena es para quien tiene sed!
Jesús le pregunta:
– ¿Tienes sed?
– Mucha.
He venido corriendo detrás de Ti, desde la ciudad.
– No faltan en Tiberíades fuentes de agua fresca.
– No me comprendas mal, Maestro.
O no finjas no comprenderme.
He venido detrás de Ti, para oírte hablar.
– ¿Por qué?
– No sé por qué, ni cómo…
Fue al ver a esa mujer… (Y señala a la Magdalena)
No sé.
Algo me dijo desde mi interior: ‘Aquel Hombre te dará lo que todavía no sabes’
Y heme aquí.
Jesús ordena:
– Dadle agua e higos.
Que el cuerpo cobre fuerzas.
– ¿Y la inteligencia?
– La inteligencia cobra fuerzas y refrigerio, en la Verdad.
– Por esta razón te seguí.
He buscado la verdad en todas partes y encontré corrupción.
En las mejores doctrinas hay siempre algo que no es bueno.
He llegado hasta el envilecimiento de tener asco de mí mismo y de causarlo;
sin otro futuro que la hora en que vivo.
Le dan al romano los higos, un pan y una botija con agua…
Jesús lo mira de hito en hito, mientras come el pan y los higos que le trajeron los apóstoles.
Pronto termina la comida.
Jesús, permaneciendo sentado, empieza a hablar;
como si estuviera exponiendo una simple lección a sus apóstoles.
Y todos se agrupan a su alrededor.
El campesino también se queda cerca.
– Hay muchos que buscan la Verdad toda su vida, sin llegar a encontrarla.
Y es porque la buscan donde no está.
Parecen dementes que quieren ver teniendo una coraza de bronce que les tapa los ojos.
Y buscan con aspavientos espasmódicos, tan convulsamente, que se alejan cada vez más de la Verdad.
O la tapan arrojando encima de ella cosas que su propia búsqueda frenética remueve y hace caer.
No puede sucederles sino esto, porque buscan donde la Verdad no puede estar.
Para encontrar la Verdad es necesario unir el intelecto con el amor.
Y mirar las cosas no sólo con ojos sabios, sino también con ojos buenos,
Porque la bondad vale más que la sabiduría.
Quién ama siempre llega a descubrir una huella que lo lleva a la Verdad.
Amar no quiere decir gozar de la carne y por la carne.
Eso no es amor, es sensualidad.
Amor es amar al prójimo, para saber amar a Dios.
Este es el camino que lleva a la Verdad y la verdad es Dios.
Muchos son los que se pasan la vida buscando la Verdad, sin llegar a encontrarla.
Amor es el afecto de corazón a corazón, de parte superior a parte superior;
por el que en la compañera no se ve esclava, sino la generadora de los hijos, sólo eso.
O sea, la mitad que forma con el hombre un todo que es capaz de crear una vida, varias vidas…
O sea, la compañera que es madre, hermana, hija del hombre;
que es más débil que un recién nacido o más fuerte que un león, según los casos.
Y que como madre, hermana, hija; debe ser amada con respeto confidencial y protector.
Lo que no es cuanto Yo digo, no es amor, es vicio.
No conduce hacia arriba sino hacia abajo.
No a la Luz sino a las Tinieblas, no a las estrellas sino al fango.
Amar a la mujer para saber amar al prójimo, amar al prójimo para saber amar a Dios.
He aquí la vía de la Verdad.
La Verdad está aquí, hombres que la buscáis.
La Verdad es Dios.
La clave para comprender lo cognoscible está aquí.
Doctrina, sin defecto sólo la de Dios.
¿Cómo podrá el hombre dar respuesta a sus porqués, si no tiene a Dios que le responda?
¿Quién podrá descubrir los misterios de la Creación -aun sólo y simplemente éstos – ,
sino el Hacedor supremo que lo ha hecho?
Sólo Dios puede dar respuesta a los misterios de lo creado; porque
¿Cómo se puede comprender el prodigio viviente que es el hombre?
¿El ser en el que se funde la perfección animal, con lo inmortal que es el alma, por la que somos dioses?
¿Cómo comprender el prodigio vivo que es el hombre,
ser en que se fusiona perfección animal, con aquella perfección inmortal que es el alma?
Si, dioses somos, si tenemos viva en nosotros el alma.
Todo en la Creación habla de Dios.
Todo explica a Dios.
Todo lo descubre y manifiesta.
Si la ciencia no se apoya en Dios, se convierte en error que envilece.
El saber no es corrupción, si es Religión.
Quién tiene su saber en Dios, no cae;
porque conoce su dignidad;
porque cree en su futuro eterno…
Y Jesús se explaya explicando ampliamente, La Sinfonía de la Creación… cap. 8 de Nerón, el 29 de Octubre de 2016,) (1)
Es decir, libre aquellas culpas que envilecerían incluso al animal…
Y que, no obstante, el hombre cumple y se gloría de cumplir.
A vosotros, buscadores de la Verdad, os digo las palabras de Job:
“Pregunta a los jumentos y te instruirán, a las aves y te lo indicarán.
Habla a la Tierra y ella te responderá, a los peces y te lo darán a conocer”.
Sí, la Tierra, esta tierra que verdece;
esta Tierra florida, esta fruta le va creciendo en los árboles, estas aves que procrean;
estas corrientes de viento que distribuyen las nubes;
este Sol que no yerra su alba desde hace siglos y milenios…
Todo habla de Dios, Todo da explicación de Dios, Todo descubre y revela a Dios.
Si la ciencia no se apoya en Dios viene a ser error.
Y no eleva; antes bien, degrada.
El saber no es corrupción si es religión.
Quien sabe en Dios no cae, porque siente su dignidad, porque cree en su futuro eterno.
Mas es necesario buscar al Dios real.
No fantasmas, que no son dioses, sino sólo delirios de hombres envueltos en las vendas de la ignorancia espiritual.
Por lo cual no hay traza de sabiduría en sus religiones ni de verdad en sus fes.
Toda edad es buena para venir a la sabiduría.
Es más, siguiendo con Job, se lee:
`Al atardecer te nacerá como una luz meridiana;
cuando te creas acabado, surgirás como la estrella de la mañana.
Te verás lleno de confianza por la esperanza a tí reservada”.
Basta la buena voluntad de encontrar la Verdad.
Y antes o después la Verdad se dejará encontrar.
Pero, una vez hallada, ¡Ay de quien no la siga!
Imitando a los obstinados de Israel, los cuales, teniendo ya en su mano el hilo conductor para encontrar a Dios
con todas las cosas que de Mí afirma el Libro, no quieren someterse a la Verdad.
Y la odian, acumulando en su intelecto y en su corazón, los cúmulos del odio y las fórmulas.
Y no saben que la Tierra, a causa del excesivo peso, se abrirá bajo su paso.
Que se cree victorioso, cuando en realidad no es sino un paso de esclavo de los legalismos,
del rencor, de los egoísmos…
Y se los tragará.
Y caerán al lugar de los culpables conscientes de un paganismo que es más culpable;
que el que algunos pueblos se han dado a sí mismos, para tener una religión con que conducirse.
Yo, de la misma forma que no rechazo al hijo de Israel que se arrepiente,
no rechazo tampoco a estos idólatras, que creen en aquello que les fue propuesto, para que lo creyeran.
Y que dentro en su interior, gimen:
“¡Dadnos la Verdad!”.
Luego concluye diciendo:
He terminado.
Ahora descansaremos en este lugar verde, si el dueño lo permite.
Al atardecer iremos a Caná».
Crispo dice;
– Señor, te dejo.
Esta misma noche me iré de Tiberíades, pues no quiero profanar la ciencia que me has dado.
Me retiraré con mi siervo a las costas de Lucania.
Tengo allá una casa.
Mucho es lo que me has dado.
Comprendo que más no puedes darle al viejo epicúreo.
Pero con lo que me has dado, ya tengo con qué reconstruir mi vida y mi pensamiento.
Y… pide a tu Dios por el viejo Crispo, el único de Tiberíades que te escuchó.
Ruega porque antes del desfiladero de Líbítina pueda volver a escucharte.
Y con la capacidad que espero poder crear en mí, apoyándome sobre la base de tus palabras,
para comprenderte mejor y comprender mejor la Verdad.
Y lo saluda a la usanza romana, como saludan los militares a su emperador…
Pero luego, al pasar junto a las mujeres, que están sentadas un poco aparte,
se inclina ante María de Mágdala.
Diciéndole con admiración y gran respeto:
– Gracias María.
¡Qué bueno es haberte conocido!
Has dado a tu viejo compañero de festines, el Tesoro buscado.
Si llego a donde ya estás, te lo deberé a tí, hermosa señora….
Adiós.
Y se va.
Magdalena se lleva las manos sobre el corazón, llena de júbilo.
Y con sus brazos cruzados sobre su pecho, con expresión asombrada y radiante.
Avanza de rodillas, sobre la tierra del huerto y se arrastra hasta donde está Jesús.
Diciendo:
– ¡Oh! ¡Señor!
¡Señor, mío! ¡Mi Rabboní!
¿Entonces es verdad que puedo conducir otros al Bien?
¡Oh, mi Señor!
¡Esto es demasiada bondad!
Y postrándose hasta meter su rostro en la hierba, besa los pies de Jesús.
Y los humedece de nuevo con el llanto…
de la gran enamorada de Mágdala.
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224 DESTRUYENDO EL RESPETO HUMANO
224 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Mucha gente pasea en el malecón, cuando la barca de Pedro atraca en el pequeño puerto de Tiberíades.
En cuanto la barca se detiene, algunos de los que estaban paseando cerca del espigón;
se acercan enseguida para averiguar quién ha llegado.
Hay personas de todas las condiciones sociales y nacionalidades.
Por esto, las largas vestiduras hebreas de los más variados colores;
las melenas y las barbas majestuosas de los israelitas;
se mezclan con las vestiduras de lana cándida, más cortas y sin mangas;
además de los rostros rasurados y cabelleras cortas de los romanos.
Hay muchas cortesanas entre los romanos y los griegos;
que no titubean en mostrar sus amores en público.
Y algunos llaman por su nombre a varios israelitas,
entre los que no faltan los poderosos Fariseos con sus vestiduras lujosas llenas de franjas.
También se distinguen los vestidos aún más cortos, que cubren los cuerpos esbeltos y perfectos, de los griegos;
que parece hubieran asimilado hasta en las poses, el arte de su lejana nación.
Pues son como estatuas de dioses, que hubieran bajado a la tierra en cuerpos de hombres:
envueltos en artísticas túnicas.
Rostros clásicos y armoniosos, bajo melenas ensortijadas y perfumadas,
brazos cargados de pulseras, que destellan al ejecutar estudiados ademanes.
Entremezcladas destacan muchas cortesanas;
porque ni los romanos ni los helenos, vacilan en mostrar públicamente sus amores;
en las plazas y caminos.
Los palestinos sin embargo se abstienen de esto último;
aunque luego dentro de sus lujosas casas;
practiquen alegremente el amor libre, con mujeres públicas
Esto se ve claramente porque las cortesanas, a pesar de las miradas amenazadoras de los interpelados,
llaman familiarmente por el nombre propio a no pocos hebreos;
entre los que no falta un engalanado fariseo.
Jesús se dirige resuelto hacia el centro de la ciudad;
donde se reúnen los patricios y los mercaderes ricos, de las costas de todos los rincones del imperio
Los portales de las termas están llenos de gente elegante;
que discute cual es su atleta favorito en el disco o en la lucha grecorromana.
También charlan de modas, banquetes, concertando citas en sus palacios de mármol;
llenos de arte, esculturas y un mundo inundado de cosas bellas.
Y es precisamente que Jesús va decidido, hacia el lugar en donde la gente más distinguida
y elegante, acostumbra congregarse.
El círculo más selecto de la gente patricia privilegiada…
De los conquistadores romanos, los educados griegos y alguno que otro cortesano de Herodes,
Además de ricos mercaderes de la costa fenicia, hacia la parte de Sidón y Tiro;
porque están hablando de esas ciudades, de intercambios mercantiles y de barcos.
Los pórticos exteriores de las termas están llenos de esta gente muy rica, elegante y ociosa;
que utiliza su tiempo discutiendo de temas variados;
algunos bastante frívolos y muy banales;
como el discóbolo favorito o el atleta más ágil, lleno de destreza y armónico, de la lucha greco-romana.
O simplemente están distraídos, hablando de modas y banquetes…
Concertando citas para alegres excursiones;
invitando a las más hermosas cortesanas o a las damas que salen perfumadas;
ricamente ataviadas y enrizadas de las termas.
También aluden sus residencias llenas de obras de arte;
citando escultores famosos y otros personajes;
para afluir a este centro de Tiberíades, marmóreo y artístico como un salón.
Naturalmente, el paso del grupo suscita una gran curiosidad,
que se hace incluso morbosa, cuando hay quien reconoce a Jesús;
porque lo había visto en Cesárea.
Y todos empiezan a cruzar opiniones, según lo que saben de ÉL,..
El clímax de la espectación alcanza su cúlmen cuando…
Hay quien cree reconocer a la Magdalena, a pesar de que camine envuelta en su manto…
Con el velo blanco muy caído sobre la frente y las mejillas, de tal manera;
que muy poco se puede ver de su cara, que lleva muy inclinada.
Caminando igual que las demás mujeres hebreas, pudorosas, humildes y modestas.
Y ella va velada, con la cabeza tan baja, que es prácticamente irreconocible…
Un romano dice:
– Es el Nazareno que curó a la hija de Valeria.
Y otro romano responde:
– Me gustaría ver un milagro.
Otros agregan:
– Yo querría oírle hablar.
– Dicen que es un gran filósofo.
– ¿Le decimos que hable? – propone un griego.
Varios lo disuaden:
– No te entrometas, Teodato.
– Predica nubes.
– Le habría gustado al trágico para una sátira – responde otro griego.
Otro patricio observa burlón:
– Parece que ahora ha bajado de las nubes y camina en tierra firme.
Y alguien pregunta:
– ¿No ves que va acompañado de mujeres jóvenes y bellas?
– Parece tener éxito con ellas…
ahora mismo va siguiéndolo, todo un séquito.
Y las admiran sin disimulo….
Es entonces cuando un griego la reconoce,
y exclama:
– ¡Pero si aquella es María de Mágdala!
– ¡Quéee…!
– ¡¿María de Teófilo, no puede ser…?!
Y luego llama:
– ¡Lucio! ¡Cornelio! ¡Tito!
Los aludidos contestan al mismo tiempo:
– ¡No es ella!
— ¡¿María de Teófilo, no es así….!?
– ¿María ataviada de ese modo?
– ¿Estás borracho, Ulises?
Ulises afirma:
– Es ella.
A mí no puede engañarme, aunque se haya disfrazado así…
– ¡Verifiquémoslo!
Otro grupo de patricios señalándola,
debaten:
– ¿Ya vieron a María de Teófilo?
– ¡Oye, mirad a María, está ahí!
– ¿¡Has perdido la razón?
– ¡Sí, es María!
Varios discrepan:
– ¡No hombre no!
– ¡No, no es ella!
– ¿¡María así!?
– ¡Te hizo daño el vino de ayer!
– ¡NO! ¡Aún sigue ebrio!
– ¡Claro que es María de Teófilo!
– ¡Te digo que es ella!
— No, no es ella.
– ¡No me puedo equivocar, a pesar de que vaya tan cubierta!
– ¡Veremos!
Romanos y griegos se precipitan en masa detrás del grupo apostólico,
que está atravesando al sesgo, la enorme plaza llena de gente, de estatuas, pórticos y fuentes.
En donde paulatinamente va engrosando el grupo de curiosos, que discuten la identidad;
del personaje velado que se ha convertido en el centro de la discusión…
Y que camina en silencio, en medio del grupo de hebreos que forma el séquito;
como si estuvieran azorados, detrás de Jesús…
Hay también un grupo de mujeres que se unen a estos curiosos.
Precisamente una de ellas, es la que se apresura a ponerse casi debajo de la cara de María;
Al comprobar que es ella y no otra;
se paraliza y queda de piedra.
Otra que siguió a la primera,
le pregunta:
– « ¿Por qué estás disfrazada así?»
Y ríe burlona.
Otra más que la siguió,
y se ha quedado estupefacta al comprobar que es ella.
cuestiona pasmada:
– ¡¿Qué haces en esas trazas?!
Y su pregunta llena de sarcasmo,
explota en una sonora carcajada….
Que se une a otras llenas de admiración e incredulidad.
Y rechiflan, rasgando el aire de la la imponente plaza de Tiberíades…
María se detiene.
Se yergue.
Levanta su mano y echando el velo hacia atrás;
descubre su hermoso rostro;
con su impactante belleza natural.
¡Ya no queda ninguna duda!
Con su porte de señora poderosa;
su voz desafiante rasga el aire….
Cuando declara victoriosa:
– SOY YO.
¡Sí, soy yo!
La primera mujer, que sólo había enmudecido por su asombro total,
le dice:
– ¡Eso está mal!
No te envilezcas a ti misma.
Magdalena replica:
– Hasta ayer he sido vil, Silvia.
De ahora en adelante ya no.
La determinación que vibra en sus palabras, certifica que…
Ha vuelto a ser la María de Mágdala dominadora…
Poderosa sobre todo lo despreciable y dueña de sí misma.
Completamente dueña ya de sus impresiones;
que expresa con su espléndida voz y con resplandores en sus preciosos ojos
– Soy yo.
¡ ¡ ¡ S Í ! ! !
Y me quito el velo para que no penséis que me avergüenzo de estar con estos santos.
La mujer dice:
– ¡Oh! ¡Ah!…
Le contesta un coro de reprobación:
– ¡Oh!….
¡También se volvió santa!
– ¡María ahora va con los santos!
– ¡Pero mujer, estás equivocada!
¡Ven, estos viven muertos, déjalos!
– ¡No te degrades a ti misma!
María contesta desafiante:
– Hasta ahora he vivido degradada.
¡Pero eso se acabó…!
Varios del grupo de patricios,
exclaman RUIDOSAMENTE:
– ¿Estás loca?
– ¡¿Te volviste fanática religiosa?!
– O ¡¡¿Preferiste cambiar de estrategia, para conquistarlo?!!
– ¡Eres una mujer muy hermosa!
– ¡Tú no necesitas esto!
– ¡¿Tampoco vas a desperdiciar la vida con estupideces?!
¿ O sí…!
Y el coro masculino apoya:
– ¡Bella es la vida!
– ¡Y muy corta para disfrutarla!
Un joven moreno, de cara zorruna, pero no obstante muy apuesto.
le dice:
– Ven, que sabré estar por encima de todos, en hacerte feliz….
Y otro romano que le hace señales con ojos muy expresivos;
señalando adelante al Maestro, que ya se ha alejado de ellos;
burlonamente la invita:
Soy más hermoso y más alegre, que aquella plañidera con bigotes;
que hace amarga la vida…
Y la convierte en un funeral.
¡¡¡La vida es muy corta y la desperdicias con estupideces!!!
Y un aluvión de críticas irrepetibles;
envuelve a María, como si fuera una marejada…
El clamor que se escucha por todas partes de la plaza,
es como el rumor creciente del aluvión inesperado;
bajando por el torrente, sobre una escarpada pendiente….
Sus antiguos compañeros de disipación,
le insisten:
– ¡La vida es hermosa!
– Un triunfo.
– Una orgía de placeres.
– Ven.
Sabré ser mejor que todos, para hacerte feliz.
Cuando otro más audáz, intenta tocarla,
ella se aparta diciendo:
– ¡Retírate Lucio!
¡No me toques!…
El hombre que anteriormente fuese uno de los favoritos,
la mira pasmado e incrédulo….
Entonces el grupo masculino, se convierte en una jauría de acosadores…
El griego la invita:
– ¡Vámos María!
Todos juntos, la hemos pasado estupendamente…
Otro más:
– ¿Te atreverás a negarlo?
El romano Tito:
– ¿De verdad estás dispuesta a no disfrutar;
lo que sabes muy bien que no podemos rechazar?
El herodiano:
– ¡Nuestra vida es la Fiesta y la alegría!
Y no admite a nadie avinagrado…
Cornelio dice zalamero:
– El deleite que proporciona…
¿También piensas rechazarlo?
María se yergue más aún;
con sus ojos relampagueantes de determinación…
Defendiéndose con una dignidad, que yacía dormida, olvidada…
exclamando con fuerza irrebatible:
– ¡Y me produce náuseas!
El griego replica con ironía:
– ¡Hasta hace poco era tu vida, eh!
Un herodiano con una risita maliciosa,
se burla:
– ¡Ahora…!
¡Nos quiere demostrar que es como una virgen!
María responde decidida:
– Habéis dicho bien.
La vida que lleváis es una orgía…
Y de las más vergonzosas.
¡ T e n g o A S C O d e e l l a !
Ulises le reclama con ironía:
– ¡Oh, oh!
Hasta hace poco, también era tu vida.
El herodiano se burla,
repitiendo:
– ¡Es que ahora la hace de virgen pudorosa!
¡Una excelente fantasía, para un juego diferente…!
Con enorme sarcasmo,
Cornelio replica:
– ¡Hechas a perder a los santos!
Y Tito:
– Tu Nazareno va a perder la aureola contigo.
¡Ven con nosotros!
Los romanos insisten:
– ¡Tú desacreditas a los santos!
– ¡No pretenderás ser una vestal..!
– Ven con nosotros. nos divertiremos como nunca…- insiste el griego.
María se yergue más desafiante,
Y exclamando:
– ¡Mejor hagamos algo distinto!
¡Venid vosotros a seguirlo conmigo!
La respuesta es un coro de risotadas y burlas.
Sólo un anciano romano muy serio, que viste una toga consular,
exclama:
– ¡Respetad a esa mujer!
Pero nadie le hace caso
Magdalena rebate:
– ¡Vámos!
Mejor venid vosotros conmigo detrás de Él.
Dejad de ser bestias y tratad por lo menos de buscar, alcanzar a ser hombres.
Le responde un coro de carcajadas y de burlas.
El mismo viejo romano interviene en su favor,
y les reclama:
– Respetad a una mujer.
Ella es libre de hacer lo que quiera.
Yo la defiendo.
Y el coro de burlas cambia de objetivo:
– ¡El demagogo!
– ¡Mira lo que dice!
– ¡A Crispo se le contagió la locura!
Cornelio le pregunta:
– ¿Te hizo daño el vino de anoche?
Varios apoyan:
– ¡Solo tú faltabas!
– ¡El Demagogo tedioso!
– ¡Oídlo!
Tito responde:
– ¡No!
Lo que pasa es que está hipocondríaco, porque le duele la espalda.
Ulises aconseja:
– Vete con el Nazareno para que te la rasque.
El anciano romano replica fastidiado:
– ¡No!….
Voy…
Pero para que me quite el fango que he cogido al contacto con vosotros.
Varios lo rodean y un coro de carcajadas le responde:
– ¡Oh, Crispo!
– A los sesenta años te hemos corrompido.
– ¡¿También buscarás cambiar de vida?!
– ¡Creo que ya padece demencia senil!
Mas el hombre al que han llamado Crispo, no se preocupa de que se burlen de él
Pues ya no les hace caso y se apresura a ir detrás de Magdalena.
Que está tratando de alcanzar al Maestro, que ya se ha detenido a la sombra de un hermoso edificio;
que se extiende en forma de exedra, sobre los lados de la plaza.
Donde Jesús ya está batallando con un escriba que le reprocha haber venido a Tiberíades…
Y… con esa compañía.
Jesús pregunta:
– ¿Y tú?
¿Por qué estás aquí?
Esto respecto al hecho de estar en Tiberíades.
Te digo además, que es en Tiberíades precisamente;
donde también hay almas a las que es necesario salvar.
Y más que en otros lugares…
El escriba le apostrofa:
– No se les puede salvar:
Son gentiles, paganos, pecadores.
Jesús responde firme y dulcemente:
– He venido para los pecadores.
Para dar a conocer al Dios verdadero.
A todos.
El escriba dice altanero:
– No tengo necesidad de maestros.
¡Ni de redentores!
Soy puro y docto.
– ¡Si al menos lo fueras como para conocer tu estado!
– ¡Y Tú como para saber cuánto te comprometes…!
¡Con la compañía de una meretriz!
– Te perdono.
También en su nombre.
Ella con su humildad, anula su pecado;
tú por tu soberbia, aumentas al doble tus culpas.
– No tengo culpas.
– Tienes la culpa capital:
No tienes amor.
El escriba dice:
– ¡Raca!
Se voltea y le da la espalda.
Magdalena se angustia…
Y exclama:
Y al ver la palidez de María Virgen,
dice llorando:
– «Perdóname.
Hago que insulten a tu Hijo.
¡Me retiraré!…
Y cuando trata de hacer el intento para irse….
Jesús dice con autoridad:
– ¡NO!
Tú te quedas donde estás.
Lo quiero…
Y hay en sus ojos relampagueantes, una majestad que infunde miedo.
Que lo vuelve irresistible a la mirada.
Y luego, con dulzura y más suavemente,
Jesús repite:
– «Tu te quedas donde estás
Y si alguno no te soporta a su lado;
será él y sólo él, quien se marchará…
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111 EL MARTIRIO 2
111 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
LAS DOS COLUMNAS PRIMARIAS
Nerón, cuando asesinó a Séneca esperaba apoderarse de la fortuna estimada en trescientos millones de sestercios y descubrió que ésta no llegaba ni a la décima parte de esa cantidad.
Con la sentencia de Petronio, se encontró con que lo único que quedaba era su palacio en Roma y la quinta de Cumas; que ya no le pertenecían a él, pues estaban legalizadas a nombre de otro dueño.
Estos dos fiascos le hicieron decretar que en los testamentos se presentarían en blanco las dos primeras páginas.
Que solamente se escribiría en ellas el nombre del testador y que el que escribiese el testamento de otro, no podría asignarse ningún legado.
Empobrecido y exhausto de recursos hasta el punto de demorar la paga de los soldados y las pensiones de los veteranos, recurrió a las rapiñas y a las falsas acusaciones.
Se apoderó de los bienes y las fortunas que le apetecían con el argumento de que ‘habían sido ingratos con el Príncipe.’
Un día que cantaba en el teatro, vio a una matrona adornada con la prohibida púrpura, la señaló a sus agentes y haciéndola sacar inmediatamente, le confiscó el traje y los bienes.
Y ya no confirió ningún cargo sin añadir:
– ¿Sabes lo que necesito?
Obremos de tal forma que nadie tenga nada.
Concluyó por despojar a la mayor parte de los templos y fundió todas las estatuas de oro y de plata.
Después de la muerte de Popea quiso casarse con Antonia la hija de Claudio.
Como ella se rehusó, también la acusó de conspiración e hizo que la mataran.
No hubo lazo que no rompiera con el crimen.
Y mientras tanto su red de espías, seguían llenando los tribunales con cristianos.
Pedro fue arrestado por los pretorianos y lo llevaron a la cárcel mamertina, en el calaozo del Tullianum.
Los cristianos lo recibieron con gran reverencia y amor.
Algunos presos que habían sido torturados y que no eran cristianos, le pidieron que los ayudase.
Pedro oró y los sanó el Señor.
El hijo de un verdugo que estaba sordo y mudo, también fue sanado.
Entonces un centurión se acercó…
Y le dijo:
– Mi nombre es Flavio.
Tengo un compañero de guerra al que quiero mucho.
En Germania recibió un fuerte golpe en la nuca y está paralizado del cuello hacia abajo.
¿Podrías rogar a tu Dios para que lo cure?
Pedro le contestó:
– Flavio, ¿Crees que nuestro Señor Jesucristo pueda sanarlo?
– Sí creo. Creo que Él es Dios y si Él quiere, puede compadecerse de un pagano…
– Flavio, en el Nombre de Jesucristo, hágase como lo pides.
Y dile a tu amigo que busque la Luz de la Verdad.
Por la tarde de ese mismo día, llegó el otro soldado completamente sano a darle las gracias.
Flavio dice llorando:
– Cuando seas sentenciado, yo voy a tener que matarte.
Pedro lo mira sonriendo con amor,
Y lo exhorta:
– Cumple tu deber hijo mío.
Y alégrate. No me darás la muerte. Lo que vas a hacer es abrirme las Puertas del Cielo.
El soldado sanado declara:
– Anciano, yo soy Leoncio y te doy las gracias a ti y a tu Dios.
– Dime cómo podemos agradecerle y adorarlo.
– Él Mismo los guiará. Venid…
Y Pedro les habla del alma y del Cielo…
Durante todo el tiempo que estuvo en prisión, continuó evangelizando también a sus carceleros,
realizando milagros a todos los que se lo pedían y bautizando sin cesar a los conversos…
Y los rumores de lo sucedido, traspasaron las murallas de la prisión y se expandieron por todos lados.
Entonces Pablo también fue llevado a la cárcel Mamertina.
Y cuando Nerón fue notificado de que los líderes de la Iglesia Perseguida habían sido capturados, decidió divertirse un poco…
Recordó algo que le había platicado Popea cuando era prosélita de la religión hebrea.
Y en complot con Tigelino, urdió un plan…
Para ver lo que haría el Dios de los cristianos, al verse enfrentado con su Padre.
La primera vez que se menciona a Simón el Mago es en el Nuevo Testamento, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde dice que él era un hombre experto en las artes mágicas con las cuales,
“tenía deslumbrados a los samaritanos y pretendía ser un gran personaje” (Hechos 8, 9).
Y cuando Felipe, uno de los primeros diáconos, llevó el evangelio a esta zona.
Por la gracia de Dios, mucha gente creyó y fue bautizada, incluyendo a Simón el Mago.
Al poco tiempo Pedro y Juan visitaron Samaria, para llevar el sacramento de la confirmación a los nuevos conversos.
El poder de este sacramento, impresionó a Simón el Mago y le ofreció dinero a los apóstoles, a cambio de que le dieran ese poder.
Los apóstoles se rehusaron a perpetrar ese sacrilegio y la Iglesia hoy llama a ese pecado Simonía,.
Simón, luego de ser rechazado por los Apóstoles, abandonó la Iglesia Católica y se volvió hacia el gnosticismo, una herejía cristiana temprana, que rechaza la autoridad de los Apóstoles,
en favor del conocimiento secreto que los cristianos afirmaban recibir directamente de Dios.
Al parecer volvió a su magia demoníaca y su conflicto llegó a su punto más alto en Roma; donde tenía muy impresionada a la gente con sus artes mágicas.
Y por sus prodigios era tenido entre los judíos como un gran personaje que ‘Tenía consigo la Fuerza de Dios’.
De acuerdo al plan preconcebido por el César, mandó sacar de la cárcel a Pedro y a Pablo.
Y ante una gran muchedumbre reunida en la plaza del Fórum,
Decidió enfrentarlos con Simón el Mago que capitaneaba a los judíos, acérrimos enemigos de los cristianos.
Cuando todos estuvieron frente al César,
éste les dijo, señalando a Simón:
– Este hombre es sincero y vosotros, los embaucadores.
Y ahora lo veremos.
Acto seguido Simón el Mago, coronado de laurel por Nerón mismo, subió hasta lo más alto del Capitolio,
¡Y empezó a volar!
Pedro al ver aquello, dijo a Pablo:
– Satanás se disfraza de ángel de Luz…
Pablo le replicó:
– A mí me corresponde orar…
Y a ti, dar las órdenes debidas.
Pablo se arrodilló y se sumergió en la Oración en el Espíritu.
Pedro levantó la voz y dijo con autoridad:
– Espíritus de Satanás que lleváis a este hombre por el aire.
En El Nombre Santísimo de Jesús yo os mando que no lo sostengáis más.
Y que lo bajéis sin dañarlo, hasta el suelo.
Los Demonios se encolerizaron tanto, que obedecieron la orden a medias.
Ante el asombro general, Simón aterrizó bastante maltrecho; porque lo soltaron desde una altura considerable y cayó, rompiéndose las piernas.
Pero Pedro oró y Dios hizo el milagro.
Y Simón quedó tan avergonzado, que huyó a esconderse por un año, antes de animarse a comparecer ante el público otra vez.
Nerón se enfureció aún más, al ver el inesperado resultado de su maquinación.
Y antes de retirarse, ordenó que los llevaran al tribunal.
El Prefecto Agripa dijo a Pedro, al tenerlos frente a sí:
– Así que tú eres el hombre que en tus reuniones aprovechas tu influencia e impides que las mujeres se casen.
Pedro le contestó:
– Yo soy fiel discípulo de mi Señor Jesucristo.
El Crucificado que Resucitó y Vive y Reina por siempre, a la diestra de Dios Padre.
– Le seguirás hasta el final.
También tú morirás en la Cruz.
Y a Pablo por ser ciudadano romano, lo condenó a ser decapitado.
Al anciano apóstol se le aplicaron los azotes prescritos por la ley.
Y al día siguiente fue conducido fuera de las puertas de la ciudad.
Hacia el Monte Vaticano, en donde debía cumplirse la sentencia y ser crucificado.
A causa de su avanzada edad, no se le exigió que cargara con la cruz.
Cuando llegaron al sitio designado, Pedro contempló toda la Ciudad Eterna, extendida a sus pies…
Y levantando la mano derecha, bendijo:
¡URBI ET ORBI! (a la ciudad y al mundo)
Y su sonrisa se hizo más luminosa y su rostro se volvió radiante, cuando Jesús le permitió extender su mirada a través de los siglos.
Y vio el mismo lugar de su martirio, convertido en una inmensa Basílica, con la grandiosa plaza con su nombre, perpetuado por su donación y entrega a su misión.
Desde la cual, casi dos mil años después estaría llena de millares de personas, escuchando reverentes a otro Pontífice Mártir y Santo:
San Juan Pablo II.
La Plaza de San Pedro es una de las plazas más bonitas y grandes del mundo. Se encuentra situada en El Vaticano, a los pies de la Basílica de San Pedro.
Las dimensiones de la plaza son espectaculares: 320 metros de longitud y 240 metros de anchura.
En las liturgias y acontecimientos más destacados la Plaza de San Pedro ha llegado a albergar más de 300.000 personas.
Su sucesor 264, quién desde el Vaticano llevaría el mensaje del Evangelio a todas las naciones de la Tierra.
Y desde la Basílica de San Pedro, levantando su blanca mano, bendeciría lleno de bondad y de amor, infinidad de veces…
A través del Pontificado más largo de la Historia de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana:
¡URBI ET ORBI!
Flavio, el jefe de los verdugos le indicó a Pedro que debía extenderse sobre la cruz.
Y Pedro le dijo:
– Cuando crucificaron a mi Señor pusieron su cuerpo sobre la Cruz, con los pies abajo y la cabeza en lo alto, porque mi Señor descendió desde el Cielo a la Tierra.
Os ruego que al clavarme lo hagáis de tal forma que mis pies queden en lo alto y mi cabeza en la parte inferior del madero.
Porque además de que no soy digno de ser crucificado como Él, yo voy a subir de la Tierra al Cielo.
Accedieron a su petición y lo colocaron sobre la Cruz de manera,
que sus pies quedaron clavados separadamente en los extremos del travesaño horizontal superior y las manos en la parte baja del fuste, cerca del suelo.
Cuando Pedro estaba ya crucificado, Dios abrió los ojos espirituales de los espectadores.
Y vieron al apóstol rodeado de ángeles que tenían en sus manos coronas de rosas y de lirios.
Y a Jesucristo colocado a su vera, mostrándole un Libro abierto…
Pedro lo leyó: “Apocalipsis”
Y dijo en voz alta:
– Gracias Dios Mío.
Y se sumergió en la Oración en el espíritu.
Pedro admiró por largas horas, todos los sucesos que le fueron mostrados en la Ciudad del Vaticano.
Y finalmente, con voz llena de júbilo y de adoración,
Exclamó:
– ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús!… –antes de expirar.
Las llaves del Cielo que Jesús le entregara y que habían estado en sus manos, las había entregado a Lino, en la Misa cuando le nombró su sucesor.
En esa misma tarde, otro destacamento de pretorianos condujo a Pablo de Tarso a lo largo de la Vía Ostiense.
Pasaron por la Puerta Trigémina, hasta un lugar llamado Aqua Salviae.
Mientras avanzan, él mira hacia los Montes Albanos con la magnífica sensación de haber terminado su larga y fatigosa jornada apostólica.
Contempla ya los Cielos abiertos para recibirle y su alma está llena de júbilo,
Por el inminente encuentro con el Dios por el que ha luchado y sufrido tanto,
Para darlo a conocer y a amar.
Cuando llegaron al sitio designado para el suplicio, se volvió hacia el Oriente y oró.
Luego, se despidió de los cristianos.
El verdugo le dijo:
– Prepara tu cuello.
Pablo se arrodilló y dijo:
– ¡Oh, Señor mío Jesucristo, en tus manos encomiendo mi espíritu!
Y ofreció su cuello al verdugo.
Éste levantó la espada y descargó el golpe…
Con el rostro radiante, Pablo de tarso fue decapitado.
En el mismo instante en que se desprendió su cabeza del tronco,
Exclamó:
– ¡Jesús!…
Su sangre bañó la lóriga de su verdugo, brilló una luz intensísima.
Y quedó el aire perfumado con una fragancia maravillosa…
La Iglesia Cristiana ha sido confirmada con la sangre de sus Dos Columnas Primarias:
San Pedro y San Pablo Apóstoles…
Su ornamento final lo pondrá su último sucesor y papa mártir…
Y los cristianos que confesarán su glorioso testimonio en la Tercera Gran Persecución realizada en el imperio de terror del Anticristo…
110 EL MARTIRIO 1
110 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Simón Zelote se acerca a Jesús,
Y le dice:
– Señor, ¿Por qué no duermes durante la noche?
Hoy me he levantado, he ido a tu sitio y lo he visto vacío.
Jesús pregunta:
– ¿Para qué me querías, Simón?
– Para dejarte mi manto.
Temía que tuvieses frío: la noche estaba serena, pero muy fresca.
– ¿Y tú no tenías frío?
– Yo, durante muchos años de miseria, me he acostumbrado a vestido, comida y vivienda insuficientes…
¡Ah…, qué horror ese valle de los muertos!
No era apropiado en esta ocasión, pero otra vez que bajemos a Jerusalén, es evidente que volveremos, ¿No?
Visita, mi Señor, esos lugares de muerte. Allí hay muchos desdichados… Y la miseria corporal no es la más grave…
Lo que allí más carcome y consume es la desesperación… ¿No crees, mi Señor, que somos demasiado duros con los leprosos?
Pero antes de que responda Jesús a Simón Zelote, lo hace Judas.
Y dice:
– ¿Y entonces propones dejarlos mezclados con el pueblo?
¡Si son leprosos peor para ellos!
Pedro exclama:
– ¡Lo único que faltaba para hacer de los hebreos mártires!
¡Hasta la lepra paseándose por las calles, con los soldados y las otras cosas!…
Santiago de Alfeo observa:
– Separarlos me parece una medida de justa prudencia.
Simón comenta:
– Sí, pero con piedad.
No sabes lo que es ser leproso. No puedes opinar sobre ello.
Justo es cuidar de nuestros cuerpos, pero ¿Por qué no ejercitamos la misma justicia con las almas de los leprosos? ¿Quién les habla de Dios?
¡Y sólo Dios sabe cuán grande es su necesidad de pensar en un Dios y en la paz, en la atroz desolación en que viven!
– Tienes razón, Simón.
Iré a visitarlos, tanto en razón de la justicia como por enseñaros este acto de misericordia.
Hasta ahora he curado a los leprosos que se han cruzado en mi camino.
Hasta este momento, o sea, hasta cuando me han echado de Judá, me he dirigido a los grandes de Judá como a los más lejanos y necesitados de redención, para que colaborasen con el Redentor.
Pues bien, ahora dejo este propósito, convencido como estoy de su inutilidad. Iré a los más pequeños, no a los grandes; a los míseros de Israel.
Y entre éstos, a los leprosos del Valle de los Muertos.
No pienso defraudar la fe que tienen en Mí, estos hombres evangelizados por un leproso agradecido.
Con el Don de Ciencia Infusa…
– ¿Cómo has sabido que lo hice, Señor?
– De la misma forma que sé lo que de Mí piensan amigos o enemigos, porque escruto su corazón.
– ¡Misericordia!
Pero entonces, ¿Sabes absolutamente todo de nosotros, Maestro?
– Sí.
También que tú -y no sólo tú- querías alejar a Fotinai.
¿No sabes que no te es lícito alejar a un alma del bien?
¿No sabes que para entrar en un territorio, necesariamente se debe tener piedad, llena de dulzura, extensiva incluso a aquellos a quienes la sociedad,
que no es santa porque no está ensimismada en Dios, llama y juzga indignos de piedad?
De todas formas, no te turbes porque Yo sepa esto. Que te duela solamente, el que tu corazón tenga movimientos que Dios no aprueba.
Y esfuérzate por no volver a tenerlos.
Ya os lo he dicho: el primer año ha terminado, en éste seguiré adelante por mi camino, con nuevas formas.
Vosotros también tenéis que progresar durante este segundo año; si no, sería inútil que me cansase evangelizándoos,hiper – evangelizándoos a vosotros, mis futuros sacerdotes.
Juan pregunta:
– ¿Habías ido a orar, Maestro?
Nos prometiste que nos enseñarías tus oraciones. ¿Lo piensas hacer este año?
– Lo haré.
De todas formas, quiero enseñaros a que seáis buenos; la bondad es ya oración. Pero lo haré, Juan.
Judas pregunta:
– ¿Este año nos vas a enseñar también a hacer milagros?
– El milagro no se enseña, no es un juego malabar.
El milagro viene de Dios y lo obtiene, quien goza de gracia ante Dios.
Si aprendéis a ser buenos, gozaréis de gracia y obtendréis el don de milagros.
Pedro dice:
– Sigues sin dar respuesta a nuestra pregunta.
Lo ha preguntado Simón, lo ha preguntado Juan, y no nos has dicho a dónde has ido esta noche.
Salir tan solo, en una región pagana, puede ser peligroso.
– He ido a llevar dicha a un corazón recto.
Y puesto que está abocado a la muerte, a recoger su herencia.
– ¿Sí? ¿Era mucha?
– Mucha, Pedro.
Y de mucho valor, fruto del trabajo de un verdadero justo.
– Pues… no he visto tu bolsa más llena.
¿Son joyas? ¿Las llevas en el pecho?
– Sí, son joyas muy estimadas por mi corazón.
– Enséñanoslas, Señor.
– Las tendré cuando muera el que está para morir.
Por el momento, dejándolas donde están, son útiles a ambos, a él y a Mí.
– ¿Las has puesto a producir interés?
– ¿Pero tú crees que lo único que tiene valor es el dinero?
El dinero es la cosa más inútil y sucia que hay sobre la faz de la Tierra.
Sólo sirve para la materia, para cometer delitos y para el infierno. Raramente el hombre lo usa para el bien.
– Entonces, si no es dinero, ¿Qué es?
– Tres discípulos formados por un santo.
– ¡Has estado donde Juan el Bautista!
¡Oh!, ¿Por qué?
– ¿Por qué?…
Vosotros siempre me tenéis. Y entre todos valéis menos que una sola uña del Profeta.
¿No era, acaso, justo ir a llevarle al santo de Israel la bendición de Dios, para fortalecerlo en orden al martirio?
– Pero, si es santo…
No necesita fortalecimiento; ¡Se basta a sí mismo!…
– Llegará el día en que “mis” santos serán conducidos ante los jueces y a la muerte.
Serán santos, estarán en gracia de Dios, tendrán el refrigerio de la fe, la esperanza y la caridad; sin embargo, ya oigo su grito, el de su espíritu:
“¡Señor, ayúdanos en esta hora!”.
Necesitan mi ayuda mis santos, para ser fuertes en las persecuciones.
Bartolomé dice:
– Pero… nosotros no seremos éstos, ¿No es verdad?,
Porque yo no tengo, de ninguna manera, capacidad de sufrir.
– Eso es cierto; no tienes la capacidad de sufrir.
Pero no has sido todavía bautizado, Bartolomé».
– Sí, lo he sido.
– Con agua.
Te falta otro bautismo. Entonces sabrás sufrir.
– Soy ya viejo.
– Pasarán los años…
Y siendo mucho más viejo que ahora, serás más fuerte que un joven.
– Pero nos seguirás ayudando, ¿No?
– Estaré siempre con vosotros.
Nota: Recordemos que el objetivo de este adiestramiento, es ilustrar los Carismas del Espíritu Santo en acción,
en y con, nuestro cuerpo espiritual, para que aprendamos a manejarlo.
Y por eso las palabras en azul, nos muestran lo que la Stma. Trinidad hará con nosotros, en nuestras peripecias con los esbirros del Anticristo…
Las enseñanzas de este post, SON ESENCIALES, para el período de la Gran Persecución,
que ya comenzó en Medio Oriente y enfrentamos sus albores, con distintos brotes, en los países latinoamericanos…
Todos los apóstoles serán martirizados y su muerte será gloriosa, excepto la de Judas de Keriot; porque no se arrepintió...
– Intentaré acostumbrarme al sufrimiento – dice Bartolomé.
Según escribió San Eusebio de Cesarea, llamado el Padre de la Historia de la Iglesia,
San Bartolomé cumplió la misión de ir a predicar la Palabra de Dios, dirigiéndose a la India.
Allí dejó una copia en arameo, del Evangelio de Mateo.
Predicó en Egipto, Persia y Mesopotamia. Su muerte le es atribuida a Astiages, rey de Armenia.
Era hermano del rey Polimio, al cual San Bartolomé había convertido al cristianismo.
Los sacerdotes paganos se estaban quedando sin seguidores, se quejaron ante Astiages por la evangelización que estaba dando el Santo.
Astiages le ordenó que adorara a sus ídolos, pero San Bartolomé se negó.
Entonces fue desollado vivo ante él, sin que el mártir renunciase a Dios en ningún momento.
Su martirio ocurrió en Abanópolis Armenia, en la costa occidental del Mar Caspio.
Por eso en su iconografía, es mostrado con un libro y un cuchillo. O sosteniendo su propia piel con las manos.
Representando el instrumento de su martirio y el evangelio que predicaba.

Murió en el año 62 según describen las crónicas de Flavio Josefo: murió por Lapidación. (Antigüedades judías, 20.9.1)
Santiago de Alfeo lo apoya:
– Yo oraré siempre, ya desde este momento, para obtener de ti esta gracia.
Cuando Pablo se fue a Roma a apelar ante el César, los judíos que no pudieron matarlo, dirigieron todo el furor de su odio contra Santiago de Alfeo,
que ya tenía treinta años de haber sido consagrado Obispo de Jerusalén.
Y tal como refiere Flavio Josefo:
El Sumo Sacerdote Anás II aprovechó el intervalo transcurrido entre la muerte del Procónsul Festo y la llegada de su sucesor, Albino I en el año 62 d.C.
para buscar pretextos para condenarle.
Un grupo de judíos fueron a verlo y le dijeron:
– Sabemos que eres un hombre íntegro y queremos que desengañes al pueblo.
Y les hagas ver la equivocación que cometen, al creer que Jesús fue Cristo.
En la próxima Pascua, háblales y desengáñalos de todas esas cosas que creen en relación con Jesús.
Si así lo haces, también nosotros nos atendremos a tu testimonio, reconoceremos que eres justo y que no te dejas influir por nadie.
El día de Pascua, los que habían tratado de seducirlo, lo llevaron hasta la terraza más alta del Templo de Jerusalén,
para que pudiese ser visto y oído por la gran multitud de peregrinos.
Y le dijeron a grandes voces:
– ¡Santiago! ¡Tú eres el más honesto de todos los hombres!
Todos acatamos tu testimonio. Manifiéstanos aquí públicamente, qué opinas de los que andan por ahí, detrás de ese Jesús el Crucificado.
Santiago, también con voz muy fuerte,
respondió:
– ¿Queréis saber lo que pienso del Hijo del Hombre?
Pues bien, escuchad:
¡Creo que está sentado a la Diestra del Padre Celestial, el Altísimo Señor del Universo!
Y que un día vendrá a juzgar, a los vivos y a los muertos.
Los cristianos, al oír esta respuesta, aplaudieron con jubilosa alegría.
Los escribas y fariseos en cambio, se pusieron más coléricos…
Y dijeron entre sí:
– ¡Gran error hemos cometido!
Debemos corregirlo inmediatamente, para que sepan lo que les espera a los que piensen como él.
Lo apresaron y lo subieron hasta las almenas más altas del Templo,
Y desde ahí gritaron:
– ¡Oh, el que teníamos por justo se ha equivocado!
Al decir esto, lo empujaron y lo arrojaron al vacío.
Pero el apóstol no se hizo ningún daño y se incorporó.
Inmediatamente se arremolinaron contra él, los enemigos que desde abajo habían presenciado su caída…
Y empezaron a arrojarle piedras, mientras le gritaban con ira.
Al ver esto, Santiago se puso de rodillas y levantando los brazos hacia el cielo,
exclamó:
– ¡Señor! ¡Te ruego que los perdones, porque no saben lo que hacen!
Al comenzar la lapidación, un sacerdote hijo de Rahab, intentó detenerlos,
diciendo:
– ¡Alto! ¡No tiréis piedras, os lo ruego!
¿Acaso no veis que este santo varón corresponde a vuestra crueldad, orando por vosotros?
Pero no le hicieron caso y con una pértiga de batanero, le descargaron un golpe tan bárbaro, que le partieron el cráneo.
Su cuerpo fue sepultado en el mismo sitio en el que murió, a la vera del Templo.
El pueblo trató de atrapar a quienes lo mataron para castigarles, pero los asesinos de Santiago fueron más rápidos al escapar.
Simón Zelote dice:
– Yo soy viejo; sólo pido precederte y entrar contigo en la paz.
Tadeo añade:
– Yo… no sé lo que preferiría.
Si precederte o estar a tu lado para morir juntos.

San Simón Cananeo y Judas Tadeo, ambos murieron mártires tras predicar la fe por Egipto, Mesopotamia y Persia.
Judas Tadeo hijo de Alfeo y Simón Zelote fueron los apóstoles de Cristo
que llevaron su Doctrina a Egipto, Libia, Siria, la región del Tigris, Eúfrates, Edesa y Babilonia llegando hasta los confines de Persia.
Acompañaban su predicación con muchos milagros y hubo muchísimas conversiones.
También entre la nobleza y el mismo rey Acab de Babilonia, con toda su familia.
Entonces dos poderosos hechiceros se adelantaron a la ciudad de Sammir, (Persia) en la que vivían setenta sacerdotes de sus templos paganos.
Y predispusieron a sus habitantes contra los apóstoles, incitándoles a que cuando llegaran a predicarles la nueva religión,
los mataran si se negaban a ofrecer sacrificios en honor de los dioses.
En el año 72 d.C. después de evangelizar toda la provincia, Simón y Judas se presentaron en Sammir, (Persia)
Y en cuanto llegaron, fueron apresados y los llevaron a un templo dedicado al Sol.
Pero en cuanto los prisioneros penetraron en el recinto, los demonios hablaron a través de sus nigromantes,
y empezaron a gritar:
– ¿A qué venís aquí, apóstoles del Dios Vivo?
Entre vosotros y nosotros no hay nada en común.
Desde que llegasteis a Sammir, nos sentimos abrasados por un fuego insoportable.
Enseguida se apareció a los apóstoles un ángel del Señor y les dijo:
– Elegid entre estas dos cosas, la que queráis:
Que toda esta gente muera ahora mismo o vuestro propio martirio.
Los apóstoles respondieron:
– La elección ya está hecha.
Pedimos a Dios Omnipotente una doble merced: que conceda a esta ciudad la gracia de su conversión,
y a nosotros la corona del martirio.
A continuación, Simón y Judas rogaron a la multitud que guardara silencio.
Y cuando todos estuvieron callados, hablaron ellos,
y dijeron:
– Vamos a demostrarles que lo que ustedes adoran no son dioses.
Y Tadeo habló con autoridad:
– A vosotros espíritus de Satanás que estáis escondidos en estas imágenes,
os ordeno en el Nombre de Jesús que salgáis inmediatamente
y os manifestéis visiblemente ante quienes habéis engañado hasta hoy.
Y Simón remató:
– Sois creaturas del Altísimo Creador del Universo.
Obedeced en el Nombre de Jesús y destruid la estatua en la que hasta hoy habéis estado enmascarados.
Ante el asombro general, en aquel mismo instante de las dos estatuas salieron dos demonios espantosos,
destrozaron las imágenes que les habían servido de escondite y escaparon dando voces y alaridos espeluznantes.
La gente, impresionada por lo que acababa de ver, quedó muda de estupor.
Los sacerdotes paganos como energúmenos, se arrojaron sobre los dos apóstoles.
Y mientras a Simón lo partieron en dos, con una sierra estando vivo…
A Judas Tadeo le aplastaron la cabeza con un mazo y como no moría, finalmente lo decapitaron.
En el preciso instante en que Simón y Judas murieron,
el cielo que hasta entonces había estado sereno y despejado, se cubrió de nubarrones …
Y cayó una tormenta tan terrible, que derrumbó el templo y aplastó a los magos.
Al saber la noticia, el rey Acab fue y recogió los cadáveres.
Y los llevó a Babilonia, donde les dio sepultura en una magnífica iglesia, que mandó construir en su honor.
Judas confiesa:
– A mí me dolería sobrevivirte, pero me consolaría predicándote a las gentes.
Nota: este video contiene tantos aciertos, así como varios errores, porque han ocultado esta información,
para impedir que en la actualidad sirvan de inspiración a los cristianos y no puedan defenderse, para favorecer al Anticristo…
107 EL PREJUICIO
107 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Jesús está hablando desde el centro de una plaza, a mucha gente concentrada en torno a Él.
Habla subido al banco de piedra que hay junto a la fuente.
También están alrededor los Doce, con unas caras… que reflejan consternación…
Y gran incomodidad.
O que expresan claramente la repulsión hacia ciertos contactos…
Especialmente Bartolomé y Judas de Keriot, muestran abiertamente su contrariedad:
Para evitar lo más posible la cercanía de los samaritanos, Judas se ha puesto a caballo en una rama de un árbol, como queriendo dominar la escena.
Bartolomé ha ido a apoyarse en un portal de un ángulo de la plaza.
El prejuicio está vivo y activo en todos.
Jesús se manifiesta con total normalidad.
Es más, se está esforzando en no apabullar a los presentes con su Majestuosidad…
Tratando de todas formas, al mismo tiempo de hacerla resaltar; para eliminar en ellos todo género de duda.
Acaricia a dos o tres pequeñuelos, de los cuales pregunta el nombre.
Se interesa personalmente de un anciano ciego, al que también personalmente, le da el óbolo.
Responde a dos o tres cuestiones que le plantean, acerca de asuntos no generales sino privados.
Uno de estos asuntos es la pregunta de un padre acerca de su hija, que se ha escapado de casa por amor y que ahora solicita perdón.
Jesús aconseja:
– Concédele tu perdón inmediatamente.
El hombre se resiste:
– ¡He sufrido por ello, Maestro!
Y sigo sufriendo. En menos de un año he envejecido diez.
– El perdón te aliviará.
– No puede ser. La herida permanece.
– Es verdad, pero en esa herida hay dos espinas que hacen daño:
Una, la innegable afrenta que te ha infligido tu hija; la otra es el esfuerzo por dejar de amarla. Quita, al menos, ésta.
El perdón, que es la forma más alta del amor, la sacará.
Piensa pobre padre, que es una hija que ha nacido de tí y que siempre tiene derecho a tu amor.
Si la vieras con una enfermedad corporal y supieras que si no la cuidases tú, tú en persona, moriría, ¿La dejarías morir?
Ciertamente no. Pues piensa entonces que tú, tú en persona, con tu perdón, puedes atajar su mal y conducirla a la restauración de la salud del instinto.
Porque mira, en ella ha tomado predominio el lado más vil de la materia.
– Entonces… ¿Piensas que debo perdonar?
– Debes hacerlo.
– ¿Pero cómo voy a resistir el verla en casa después de lo que ha hecho? ¿Cómo voy a ser capaz de no maldecirla?
– Sí así fuera, no habrías perdonado.
El perdón no está en el acto de abrirle de nuevo la puerta de casa, sino en abrirle de nuevo el corazón.
Sé bueno, hombre. ¿No vamos a tener para con nuestra hija la paciencia que tenemos con el novillo indócil?
Una mujer por su parte, presenta la cuestión de si haría bien casándose con su cuñado, para dar un padre a sus huerfanitos.
– ¿Piensas que sería un verdadero padre?
– Sí, Maestro. Son tres varones.
Necesitan un hombre que los guíe.
– Hazlo entonces, y sé esposa fiel como lo fuiste con el primero.
– El tercero le pregunta que si, aceptando la invitación que ha recibido de ir a Antioquía, haría bien o mal.
– ¿Por qué quieres ir?
– Porque aquí no dispongo de medios ni para mí, ni para mis muchos hijos.
He conocido a un gentil que me contrataría, porque me ha visto hábil en el trabajo; ofrecería también trabajo a mis hijos.
Pero no querría…
Te parecerá extraño un escrúpulo en un samaritano, pero lo tengo.
No querría que perdiésemos la fe. ¿Es que ese hombre es un pagano, ¿Sabes?
– ¿Y qué quieres decir con ello?
Mira, nada contamina si uno no quiere ser contaminado.
Ve tranquilamente a Antioquía y sé del Dios verdadero. Él te guiará.
Y serás incluso el benefactor de ese patrón que conocerá a Dios a través de tu honradez.
Luego comienza a hablar a todos los presentes.
– He oído la voz de muchos de vosotros.
Y en todos he visto un secreto dolor, un pesar del que ni siquiera quizás os dais cuenta…
He visto que lloráis en vuestros corazones.
Esto se ha ido acumulando durante siglos. Y no son capaces de disolverlo ni las razones que a vosotros mismos os decís, ni las injurias que os lanzan.
Antes bien, cada vez más se endurece y pesa como nieve que se solidifica en hielo.
Yo no soy vosotros, como tampoco soy uno de los que os acusan.
Soy Justicia y Sabiduría. Una vez más, para solución de vuestro caso, os cito a Ezequiel:
Él, proféticamente, habla de Samaria y de Jerusalén llamándolas hijas de un mismo seno.
Llamándolas Oholá y Oholibá (Ezequiel 23).
La que primero cayó en la idolatría fue la primera, de nombre Oholá,
porque ya antes había quedado privada de la ayuda espiritual de la unión con el Padre de los Cielos.
La unión con Dios significa siempre salvación.
Confundió erróneamente la verdadera riqueza, la verdadera potencia, la verdadera sabiduría;
con la pobre riqueza, potencia y sabiduría de uno que era inferior a Dios.
Y más pequeño que ella misma; fue seducida por la riqueza, potencia y sabiduría de éste
hasta el punto de que se hizo esclava del modo de vivir del que la había seducido.
Buscando ser fuerte, vino a ser débil. Buscando ser más, vino a ser menos. Por imprudente enloqueció.
Cuando uno, imprudentemente, se coge una infección, mucho le cuesta luego librarse de ella. Diréis: “¿Menos? No. Nosotros fuimos grandes”.
Sí, grandes, pero ¿Cómo?, ¿A qué precio? No lo ignoráis. ¿Cuántas mujeres también consiguen la riqueza al precio tremendo de su honor?
Adquieren una cosa que puede terminar y pierden algo que no tiene fin: el buen nombre.
Oholibá, viendo que a Oholá su propia locura le había producido riqueza, quiso imitarla. Y enloqueció más que Oholá.
Además con doble culpa, porque tenía consigo al Dios verdadero y no habría debido pisotear jamás la fuerza que de esta unión le venía:
Duro, tremendo castigo ha recibido.
Y más grande aún será, la doblemente desquiciada y fornicadora Oholibá.
Dios le volverá la espalda – ya lo está haciendo – para ir a los que no son de Judá.
No se puede acusar a Dios de ser injusto porque no se imponga.
A todos abre los brazos, invita a todos; pero, si uno le dice: “Vete”, se va.
Busca amor, invita a otros, hasta que encuentra a alguien que dice: “Voy”.
Por eso os digo que podéis hallar alivio a vuestro tormento, debéis hallarlo, pensando en estas cosas.
¡Oholá vuelve en ti! Dios te llama.
La sabiduría del hombre está en saberse enmendar; la del espíritu, en amar al Dios verdadero y su Verdad.
No fijéis vuestra mirada ni en Oholibá, ni en Fenicia, ni en Egipto, ni en Grecia. Mirad a Dios. Ésa es la Patria de todo espíritu recto, y es el Cielo.
No hay muchas leyes, sino una sola: la de Dios. Por ese código se tiene la Vida. No digáis: “Hemos pecado”
Decid más bien: “No queremos volver a pecar”. La prueba de que Dios os sigue amando la tenéis en esto: os ha enviado a su Verbo a deciros: “Venid”.
Venid, os digo. ¿Os injurian?, ¿Os han proscrito?… ¿Quiénes?: seres semejantes a vosotros.
Considerad que Dios es mayor que ellos, y que os dice: “Venid”. Llegará un día en que exultaréis por no haber estado en el Templo…
Con la mente exultaréis y aún mayor será el gozo de los espíritus,
porque el perdón de Dios habrá descendido a los hombres de corazón recto dispersos por Samaria.
Preparad su venida. Venid al Salvador universal, vosotros, hijos de Dios que ya no sabéis hallar el camino.
– Nosotros iríamos, al menos algunos.
Los que no nos aceptan son los de la otra parte.
– Pues, citando de nuevo al sacerdote y profeta, os digo:
“Yo tomaré el leño de José, que Efraím tiene en su mano, con las tribus de Israel a él unidas.
Y lo uniré al de Judá para hacer de ellos un solo tronco…”. No, no es al Templo; venid a Mí; Yo no rechazo a nadie.
Yo soy aquel que fue llamado el Rey dominador de todos. Soy el Rey de los reyes. ¡Oh, pueblos todos que deseáis ser purificados, Yo os purificaré!
¡Rebaños sin pastor, o con pastores ídolos, Yo os congregaré, porque soy el Pastor bueno!
Os daré el único tabernáculo que voy a poner en medio de mis fieles.
Este tabernáculo será fuente de vida, pan de vida, luz, salvación, protección, sabiduría.
Será todo, porque será el Viviente dado en alimento a los muertos para que vivan.

“Oh Jesús Sacerdote, guarda a tus sacerdotes en el recinto de tu Corazón Sacratísimo, donde nadie pueda hacerles daño alguno; guarda puros sus labios, diariamente enrojecidos por tu Preciosísima Sangre. Entregamos en tus divinas manos a TODOS tus sacerdotes. Tú los conoces. Defiéndelos, Ayúdalos y SOSTENLOS, para que el Maligno no pueda tocarlos. Amén
Será el Dios que se efunde con su santidad para santificar.
Esto soy y seré. El tiempo del odio, de la incomprensión, del temor, queda superado.
¡Venid! ¡Ven, pueblo de Israel, pueblo separado, pueblo afligido, pueblo lejano, pueblo estimado;
infinitamente apreciado por estar enfermo, debilitado.
Infinitamente amado porque una flecha te ha abierto las venas del corazón y te ha desangrado, ha extraído de tus venas la unión vital con tu Dios!
¡Ven al seno de donde naciste, al pecho de que recibiste la vida; todavía hay para ti dulzura y calor…!
¡Siempre! ¡Ven! ¡Ven a la Vida y a la Salud!
Dice Jesús a los samaritanos de Sicar:
– Tengo otros hijos a quienes evangelizar.
Tengo que dejaros. Pero antes quisiera abriros, fúlgidos, los caminos de la esperanza y llevaros a ellos y deciros:
“Caminad seguros, que la meta es cierta”.
Hoy no voy a citar al gran Ezequiel, sino al discípulo predilecto de Jeremías, grandísimo profeta.
Baruc habla por vosotros. Realmente toma vuestras almas y habla por todas ellas al sublime Dios que está en los Cielos.

28. «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso.
29. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; = y hallaréis descanso para vuestras almas. =
30. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»
Las vuestras , no me refiero sólo a las de los samaritanos, sino a todas vuestras almas, ¡Oh, estirpes del pueblo elegido caídas en múltiple pecado!
Y también las vuestras, pueblos gentiles que sentís que entre los muchos dioses a los que adoráis hay un Dios desconocido.
Un Dios al que vuestra alma siente único y verdadero y que no obstante, debido a vuestra pesantez no podéis buscarlo para conocerlo, como el alma quisiera.
Al menos una ley moral os había sido dada, ¡Oh gentiles, oh idólatras!;
porque sois hombres y el hombre tiene en sí una esencia que viene de Dios y que se llama espíritu.
Y que tiene siempre voz y consejos elevados y empuja a vida santa.
Vosotros la habéis sometido a la esclavitud de una carne viciosa, rompiendo la ley moral humana, la que teníais, llegando a ser pecadores incluso humanamente…
Rebajando el concepto de vuestras fes y rebajándoos a vosotros mismos a un nivel animalesco que os hace inferiores a los brutos.
Y a pesar de todo oís, todos, y comprendéis más.
Y como consecuencia actuáis, en la medida en que aumenta vuestro conocimiento de la Ley de una moral sobrenatural, que el verdadero Dios os ha dado.
Baruc (Baruc 2,16-18 y Baruc 2, 24-26) ora así: “Señor, míranos desde tu santa morada. Vuelve hacia nosotros tus oídos.
Escúchanos. Abre tus ojos y piensa que no serán los muertos que están en los infiernos, cuyo espíritu está separado de sus entrañas,

Postrado ante la Cruz en la que has muerto y a la que yo también te he condenado. Sólo puedo decirte hoy que lo siento, que te amo y te pido perdón por mis errores y te pido perdón por mis pecados. Perdóname Señor, HOY ME ARREPIENTO, Perdóname Padre mío por mi maldad, perdóname Señor, por mis errores, perdóname señor por mis pecados. PERDÓNAME SEÑOR, HOY ME ARREPIENTO, PERDÓNAME MI DIOS, CRUCIFICADO.
los que rindan honor y justicia al Señor, sino el alma afligida por la dimensión de las desventuras, que camina encorvada y débil, con los ojos hacia el suelo…
El alma hambrienta de Tí, ¡Oh Dios!, es la que te rinde gloria y justicia”.
Ésta es la oración que debéis tener en vuestros corazones humillados con noble humildad, que no es degradación e indolencia,
sino conocimiento exacto de la propia mísera situación y santo deseo de hallar el medio de mejorar espiritualmente.
Y Baruc llora humildemente, y todo justo debe llorar con él, viendo y nombrando con su verdadero nombre,
las desventuras que han hecho triste, dividido y vasallo a un pueblo fuerte.
“No hemos hecho caso de tu voz y has cumplido las palabras que habías manifestado a través de tus siervos, los Profetas…
Y han sacado de sus sepulcros los huesos de nuestros reyes y de nuestros padres, los han arrojado al ardor del sol, al crudo frío de la noche;
los habitantes de la ciudad han muerto entre atroces dolores, de hambre, a espada, de peste.
Has reducido al estado presente el Templo en que se invocaba tu Nombre, a causa de la iniquidad de Israel y Judá.
No digáis, hijos del Padre: “Tanto nuestro Templo como el vuestro han surgido y resurgido y se yerguen espléndidos”.
No. Un árbol abierto desde su ápice hasta sus raíces por un rayo no puede pervivir;
podrá vegetar míseramente, presentar un conato de vida en algunos rebrotes que nazcan de raíces que se resistan a morir…
no pasará de ser un conjunto de ramajes infructíferos; jamás volverá a ser opulento árbol de copiosos frutos sanos y delicados.
Pues bien, el proceso de fragmentación iniciado con la separación, se acentúa cada vez más,
a pesar de que materialmente la construcción no parezca lesionada; antes bien, bella y nueva.
Destruye las conciencias que en ella moran. Llegará la hora en que, apagada toda llama sobrenatural, le faltará al Templo,
altar de precioso metal que para subsistir debe ser mantenido en continua fusión por el calor de la fe y de la caridad de sus ministros,
le faltará lo que constituye su vida;
entonces, gélido, apagado, ensuciado, lleno de cadáveres, pasará a ser podredumbre acometida para ruina suya,
por cuervos llegados de otras regiones y por el alud del castigo divino.
Hijos de Israel, orad, llorando, conmigo, vuestro Salvador.
Que mi voz sostenga las vuestras y penetre, pues mi voz tiene este poder, hasta el trono de Dios.
Quien ora con el Cristo, Hijo del Padre, es escuchado por Dios, Padre del Hijo.
Elevemos la antigua, justa Oración de Baruc (3, 1-7):
“Y ahora, Señor omnipotente, ¡Oh Dios de Israel!, toda alma angustiada, todo espíritu henchido de ansiedad, eleva a ti su grito.
Abre tus oídos, Señor, y ten piedad. Eres un Dios misericordioso; ten piedad de nosotros, porque hemos pecado en tu presencia.
Eternamente, ocupas tu trono; ¿Debemos nosotros perecer para siempre?
Señor omnipotente, Dios de Israel, escucha la oración de los muertos de Israel y de sus hijos, que han pecado en tu presencia.
Ellos no prestaron oídos a la voz del Señor su Dios. Se nos han adherido sus males.
No te acuerdes de la iniquidad de nuestros padres; acuérdate, más bien, de tu poder y tu Nombre…
Ten piedad, para que invoquemos este Nombre y nos convirtamos de la iniquidad de nuestros padres”.
Orad así y convertíos verdaderamente, volviendo a la sabiduría verdadera, que es la de Dios y se encuentra en el Libro de los Mandamientos de Dios y en la Ley, que dura eternamente.
Y que ahora Yo, Mesías de Dios, traigo de nuevo, en su simple e inalterable forma, a los pobres del mundo,
anunciándoles la buena nueva de la Era de la Redención, del Perdón, del Amor, de la Paz.
Quien crea en esta palabra alcanzará vida eterna.
0s dejo, habitantes de Sicar, que habéis sido buenos con el Mesías de Dios. Os dejo con mi Paz.
La multitud grita simultáneamente:
– ¡Quédate más tiempo!
– ¡Vuelve!
– ¡Ninguno nos volverá a hablar como lo has hecho Tú.
– ¡Bendito seas, Maestro bueno!
– ¡Bendice a mi pequeñuelo!
– ¡Santo, ruega por mí!
– ¡Déjame conservar un ribete de tu indumento como bendición!
– ¡Acuérdate de Abel!
– ¡Y de mí, Timoteo!
– ¡Y de mí, Yorái!
– De todos.
De todos. La paz descienda sobre vosotros.
Lo acompañan hasta unos centenares de metros fuera de la ciudad….
Y luego, muy despacio, se regresan…
78 CONTRA LA CORRIENTE
78 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Al día siguiente, en el amanecer lleno de neblina por el frío invernal, Jesús pasea lentamente arriba y abajo a lo largo de la arboleda que bordea la orilla del río.
La niebla se estanca aún entre los cañizares de las márgenes y no hay nadie hasta donde alcanza la vista en las dos orillas del Jordán.
Sólo nieblecilla baja, runrún de agua entre las cañas, rumor de aguas que por las lluvias de los días precedentes, están turbias.
Y algunos reclamos de pájaros, cortos, tristes, como lo son cuando terminada la estación de los amores, las aves están apagadas por el invierno y la escasez del alimento.
Jesús los escucha y parece interesarse mucho en el reclamo de un pajarito que con regularidad de reloj, vuelve su cabecita hacia el Norte y emite un “^chiruit?” quejumbroso,
Y luego vuelve la cabecita hacia el Sur y repite su interrogativo “¿chiruit?” sin respuesta.
Al fin el pajarito parece haber recibido una respuesta en el “chip” que viene de la otra orilla y emprende el vuelo y se aleja a través del río, con un pequeño grito de alegría.
Jesús hace un gesto como diciendo: “¡Menos mal!”
Y continúa con su paseo.
Se oye el trinar de los pájaros en busca de comida.
Juan llega corriendo a través de los prados, hasta donde está su Maestro,
y pregunta:
– ¿Te perturbo, Maestro?
Jesús contesta:
– No. ¿Qué quieres?
Juan anuncia muy contento:
– Quería decirte… creo que es una noticia que te puede confortar y he venido enseguida; no sólo por ello, sino también para pedirte consejo.
Estaba barriendo nuestras habitaciones y ha venido Judas de Keriot. Me ha dicho: “Te ayudo”.
Yo me he quedado asombrado porque siempre muestra poca disposición, para hacer las cosas de este tipo que se le mandan…
No obstante, me he limitado a decir: “¡Oh, gracias! Así lo haré antes y mejor”.
Él se ha puesto a barrer y hemos terminado pronto.
Entonces ha dicho: “Vamos al bosque. Siempre traen leña los mayores. No es correcto. Vamos nosotros. No soy un experto, pero si me enseñas…”. Y hemos ido.
Después, mientras estaba yo atando la leña, me dijo:
– Juan, te quiero decir una cosa…
– Habla. –le dije pensando que sería una crítica.
Y fue al contrario. Me dijo:
“Yo y tú somos los más jóvenes. Tendríamos que estar más unidos. Tú tienes casi miedo de mí, y tienes razón, porque no soy bueno. Pero, créeme… no lo hago adrede.
Hay veces que siento la necesidad de ser malo; quizás porque, habiendo sido único, me han enviciado. Y quisiera hacerme bueno. Los mayores – lo sé – no me ven muy bien.
Los primos de Jesús están enfadados porque… sí, les he faltado mucho, como también a su primo. Pero tú eres bueno y paciente.
Tú quiéreme. Hazte idea de que soy un hermano, un hermano malo, sí, pero un hermano al que hay que querer aunque sea malo.
El mismo Maestro dice que hay que actuar así. Cuando veas que no actúo correctamente, dímelo. Y otra cosa: no me dejes siempre solo.
Cuando vaya al pueblo, ven también tú; así me ayudarás a no hacer el mal. Ayer sufrí mucho. Jesús me habló y yo lo miré.
En mi estúpido rencor no me miraba ni a mí mismo ni a los demás.
Ayer miré y vi… Tienen razón al decir que Jesús está sufriendo… y siento que parte de la culpa es mía. No quiero seguir teniendo culpa. Ven conmigo.
¿Vas a venir? ¿Me vas a ayudar a ser menos malo?”. Esto ha dicho, y te confieso que me latía el corazón como le late a un gorrión en manos de un muchacho.
Latía de alegría porque me agrada que él se haga bueno. Por Tí me agrada. Y latía un poco de miedo porque… no quisiera volverme como Judas.
Pero luego me he acordado de cuanto me habías dicho el día que tomaste a Judas y he respondido: “Sí, ciertamente te ayudaré; pero yo tengo que obedecer, y si recibo otras órdenes…”.
Pensaba: ahora se lo digo al Maestro y si Él quiere lo hago; si no quiere, que me dé la orden de no alejarme de la casa.
Jesús mira con infinito amor a su Predilecto y le dice:
– Oye, Juan. Puedes ir.
Pero debes prometerme que si sientes que alguna cosa te turba, me lo dirás. Me has alegrado con esto. Mira, ahí viene Pedro con su pescado. Puedes irte, Juan.
El jovencito se va y Jesús se dirige a Pedro:
– ¿Buena pesca?
Pedro mueve la cabeza y responde:
– ¡Hummm! No muy buena… sólo son pescaditos.
Pero todo sirve. Santiago está renegando porque algún animal rompió el lazo y se perdió una red. Le dije: ‘¿Él no debe comer? Ten compasión de un pobre animalito.’
Pero él no lo toma así… -Y Pedro suelta una carcajada.
Jesús dice muy serio:
– Es lo que Yo digo de uno que es hermano y eso no lo sabéis hacer.
– ¿Te refieres a Judas?
– Me refiero a él. Sufre.
Tiene buenos deseos e inclinación perversa. Pero dime un poco tú; experto pescador.
Cuando quisiese ir en barca por el Jordán, para llegar al lago de Nazareth; ¿Cómo debería hacer? ¿Lo lograría?…
– ¿Desde aquí?… ¡Eh! ¡Sería un trabajo enorme!
Lo lograrías con lanchas planas. Cuesta trabajo, ¿Sabes? ¡Es lejos! Sería necesario medir siempre el fondo.
Tener ojo en la ribera. En los remolinos, en los bosquecillos flotantes en la corriente. ¡Ufff!
La vela en estos casos, estorba y no sirve. Pero, ¿Quieres regresar al lago siguiendo el río?
Ten en cuenta que no le va a uno bien, ir contra la corriente. Es menester dividirse en muchas cosas, si no…
– Tú lo has dicho.
Cuando alguien es vicioso, para ir al Bien; debe ir contra la corriente. Y no puede lograrlo por sí solo.
Judas es uno de estos. Y vosotros no lo ayudáis. El pobre rema hacia arriba solo y se pega contra el fondo. Da contra remolinos; se mete en los bosquecillos flotantes y cae en una vorágine.
Si quiere medir el fondo, no puede tener al mismo tiempo, el timón y el remo.
¿Por qué se le echa en cara si no avanza? Tenéis piedad de los extraños y de él; vuestro compañero, ¡¿No?!…
¡No es justo! ¿Ves ahí a Juan y a él, que van al poblado a traer pan y verduras? Él ha pedido que por favor no se le deje ir solo.
Se lo pidió a Juan, porque no es tonto y sabe cómo pensáis los viejos de él.
– ¿Y Tú lo has mandado? ¿Y si Juan también se echa a perder?
Santiago ha llegado con la red que sacó de las varas y escuchó las últimas palabras.
Pregunta:
– ¿Quién? ¿Mi hermano? ¿Por qué va a echarse a perder?
Jesús contesta:
– Porque Judas va con él.
– ¿Desde cuándo?
– Desde hoy. Yo le di permiso.
– Si Tú lo permites… Entonces…
– Aún más bien. Lo aconsejo a todos.
Lo dejáis muy solo. No seáis sólo sus jueces. No es peor que otros. Está muy mal educado desde su infancia.
Santiago dice:
– Así será.
Si hubiese tenido por padre y madre a Zebedeo y a Salomé, las cosas no serían así. Mis padres son buenos, pero estrictos. Se acuerdan que tienen un derecho y una obligación sobre sus hijos.
– Dijiste bien hoy hablaré exactamente sobre esto.
Vámonos. Veo que empieza a parecer gente por los prados…
Pedro dice entre animado y fastidiado:
– No sé cómo vamos a hacer para vivir.
Ya no hay tiempo para comer, orar, descansar… Y la gente aumenta siempre más.
Jesús responde:
– ¿Te desagrada? Es señal de que todavía hay quién busca a Dios.
– Sí, Maestro. Pero Tú sufres.
Ayer te quedaste sin comer y esta noche sin más cobija que tu manto. ¡Si lo supiese tu Madre!
– ¡Bendeciría a Dios que me trae tantos fieles!
Llegan Felipe y Bartolomé diciendo:
– ¡Oh! ¡Maestro! ¿Qué hacemos?
– Es una verdadera peregrinación de enfermos, quejosos y pobres que vienen de lejos, sin medios.
Jesús contesta:
– Compraremos pan.
Los ricos dan limosnas. Las emplearemos en ellos.
Felipe dice:
– Los días son breves.
El cobertizo está lleno de gente que parece que va a pernoctar. Las noches son húmedas y frías.
– Tienes razón, Felipe.
Nos estrecharemos en un solo galerón. Podemos hacerlo y arreglaremos los otros, para quienes no puedan regresar a su casa en la misma tarde.
Pedro refunfuña:
– ¡Entendido!
Dentro de poco tendremos que pedirles permiso a los huéspedes, para cambiarnos de ropa. Nos invadirán en tal forma, que nos arrojarán.
– Otras fugas verás, Pedro mío… ¿Qué tiene esa mujer?
Han llegado a la era y Jesús la ve llorando.
Bartolomé contesta:
– Ayer también estuvo y también lloraba.
Cuando hablabas con Mannaém intentó acercarse a Ti. Pero después se fue. Debe estar en el poblado, porque ha regresado y no parece enferma.
Al pasar junto a ella, Jesús le dice:
– La paz sea contigo, mujer.
Ella responde en voz baja:
– Y contigo.
Son por lo menos trescientas personas.
Bajo el cobertizo hay ciegos, cojos, mudos. Uno que no hace más que temblar.
Un jovencillo claramente hidrocéfalo, tomado de la mano por un hombre; no hace más que bufar, babear y sacudir su cabezota con expresión de estúpido.
Una mujer pregunta:
– ¿El Maestro, cura también los corazones?
Pedro la oye y dice a Jesús:
– Tal vez es una mujer traicionada.
Mientras Jesús va a donde están los enfermos, Bartolomé y Felipe van a bautizar a muchos peregrinos.
La mujer llora en un rincón sin moverse.
Jesús no niega nadie el milagro.
Llega ante el jovencito y toma entre sus manos su cabezota y con su aliento le infunde la inteligencia.
Todos se agolpan.
También la mujer velada, que perdida entre la multitud; se atreve a acercarse más y se pone junto a la mujer que llora.
Jesús dice al tonto:
– Quiero en ti la luz de la inteligencia, para abrir paso a la Luz de Dios. Oye, di conmigo: Jesús. Dilo, lo quiero.
El tonto, que antes mugía como una bestia, masculla fatigosamente:
– ¡Jesiú!
– Otra vez. –dice Jesús, que continúa teniendo entre sus manos, la cabeza deforme y lo mira fijamente.
– ¡Jess-sús!
– ¡Otra vez!
– ¡Jesús! –dice finalmente.
En sus ojos ya hay una expresión y en su boca se dibuja una sonrisa diferente.
Jesús dice a su padre:
– Hombre, tuviste fe. Tu hijo está curado.
Pregúntaselo. El Nombre de Jesús es milagro contra las enfermedades y las pasiones.
El hombre pregunta a su hijo:
– ¿Quién soy yo?
El muchacho contesta:
– Mi padre.
El hombre lo estrecha contra su pecho y dice:
– Así nació. Mi mujer murió en el parto.
Y él tenía impedida la mente y el habla. Ahora ved. Tuve fe, sí. Vengo desde Joppe. ¿Qué debo hacer por Ti, Maestro?
– Ser bueno. También tu hijo. No más.
– ¡Y amarte! ¡Oh!
¡Vamos a decírselo a tu abuela! Fue ella la que me persuadió a venir. Que sea bendita.
Los dos se van felices.
Del infortunio pasado no queda rastro. Sólo la cabeza grande del muchacho. La expresión del rostro y el habla son normales.
Varios quieren saber y preguntan a Jesús:
– ¿Se curó por voluntad tuya o por poder de tu Nombre?
– Por voluntad del Padre, siempre benigno con su Hijo.
También mi Nombre es salvación. Vosotros sabéis que ‘Jesús’ quiere decir Salvador. La salvación es de las almas y de los cuerpos.
Quién dice el Nombre de Jesús con verdadera devoción y Fe; se levanta de las enfermedades y del Pecado.
Porque en cada enfermedad espiritual y física; está la uña de Satanás; el cual produce las enfermedades físicas, para llevar a la rebelión y a la desesperación; al sentir los dolores de la carne.
Y las morales y espirituales para conducir a la condenación eterna.
– Entonces según Tú, ¿En todas las cosas que afligen al hombre; no es un extraño Belcebú?
– No es un extraño.
La enfermedad y la muerte entraron por él. E igualmente la corrupción y el delito.
Cuando veáis algún atormentado por una desgracia; recordad que él también sufre por causa de Satanás.
Cuando veáis que alguien es causa de infortunio; pensad que es un instrumento de Satanás.
– Pero las enfermedades vienen de Dios.
– Las enfermedades son un desorden del Orden.
Porque Dios creó al hombre sano y perfecto.
El Desorden introducido por Satanás en el orden puesto por Dios; ha traído consigo la enfermedad en el cuerpo y las consecuencias de la misma.
O sea; la muerte y también las herencias funestas.
El hombre heredó de Adán y Eva, la mancha de Origen. Pero no solo esa. La Mancha se extiende cada vez más; comprendiendo las tres ramas del hombre: la carne siempre más viciosa y por lo tanto débil y enferma.
La parte moral, siempre más soberbia y por lo tanto, corrompida.
El espíritu siempre más incrédulo; o sea, cada vez más idólatra.
Por esto es necesario hacer como hice con el jovencito: enseñar el Nombre que ahuyenta a Satanás. grabarlo en la mente y en el corazón.
Ponerlo sobre el ‘yo’, como un sello de propiedad.
– Pero, ¿Nos posees Tú? ¿Quién Eres que te crees tan gran cosa?
– ¡Si fuera así! Pero no lo es.
Si os poseyese estaríais ya salvados. Sería mi derecho porque Soy el Salvador. Salvaré a los que tengan fe en Mí.
Uno de los curados que antes usaba muletas y ahora se mueve ágilmente, dice:
– Yo vengo de parte de Juan el Bautista.
Me dijo: ‘Ve al que habla y bautiza cerca de Efraín y Jericó. Él tiene el poder de atar y desatar.
Mientras que yo solo puedo decirte que hagas penitencia para hacer tu alma ágil en conseguir la salvación.
Otro pregunta:
– ¿No siente el bautista que pierde gente?
Y el que acaba de hablar, responde:
– ¿Sentirlo? A todos nos dice: ‘Id. Id.”
“Yo soy el astro que se oculta. Él es el astro que sube y se queda fijo en su eterno resplandor.”
Para no permanecer en tinieblas, id a Él; la Luz Verdadera; antes de que se pague mi lamparilla.
– ¡Los fariseos no dicen así!
Están rabiosos y llenos de odio, porque atraes a las multitudes. ¿Lo sabías?
Jesús responde escueto:
– Lo sabía.
Se desata una disputa sobre la razón y modo de proceder de los fariseos.
Jesús la trunca con un:
– ¡No critiquéis! – que no admite réplica.
77 EL SEGUNDO MANDAMIENTO
77 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Jesús no está. Hay un gran desconcierto entre los discípulos. Su agitación es tanta, que parecen un enjambre provocado.
Hablan, miran fuera nerviosamente, hacia todas partes…
Finalmente toman una decisión respecto a lo que los tiene agitados.
Pedro ordena a Juan:
– Vete a buscar al Maestro. Está en el bosque junto al río. Dile que venga pronto para que diga lo que debemos hacer.
Juan va a la carrera.
Judas de Keriot, dice:
– No entiendo por qué tanta confusión y tanta descortesía.
Yo habría ido y lo habría recibido con todos los honores. Es un honor suyo y también para nosotros. Así pues…
Pedro advierte.
– Yo no sé nada.
Él será diferente a su pariente… pero a quién está con hienas se le pega el olor y el instinto.
Por lo demás, tú querrías que se fuese aquella mujer… ¡Pero ten cuidado! El Maestro no quiere y yo la tengo bajo mi protección.
Si la tocas… ¡Yo no soy el Maestro! Te lo digo para tu conducta futura.
Judas dice con ironía:
– ¡Hummm! ¿Quién es pues? ¿Tal vez la bella Herodías?
– ¡No te hagas el gracioso!
– Si me hago el gracioso es por tí.
Has creado en torno a ella una guardia real, como si se tratara de una reina…
– El Maestro me dijo: ‘Procura que no se le perturbe y respétala’ Y eso es lo que hago.
Tomás pregunta:
– ¿Pero quién es? ¿Lo sabes?
Pedro dice:
– Yo no.
Varios insisten:
– ¡Ea! ¡Dilo! ¡Tú lo sabes!
– Os juro que no sé nada. El Maestro lo sabe. Pero yo no.
– Hay que preguntárselo a Juan. A él le dice todo.
Judas pregunta:
– ¿Por qué? ¿Qué cosa especial tiene Juan? ¿Es acaso un dios tu hermano?
Santiago de Zebedeo responde:
– No, Judas. Es el más bueno de nosotros.
Santiago de Alfeo dice:
– Por mí ni me preocupo.
Ayer mi hermano la vio cuando salía del río con el pescado que le había dado Andrés y se lo preguntó a Jesús.
Él respondió: ‘Tadeo. No tiene cara. Es un espíritu que busca a Dios. Para Mí no se trata de otra cosa y así quiero que sea para todos.’
Y lo dijo en tal forma: ‘Quiero’ que os aconsejo de no insistir.
Judas de Keriot dice:
– Yo voy a donde está ella.
Pedro se enciende como un gallo de pelea y replica:
– ¡Haz la prueba! Si eres capaz…
– ¿La harás de espía para acusarme con Jesús?
– Dejo ese encargo a los del Templo.
Nosotros los del lago ganamos el pan con el trabajo y no con la delación. No tengas miedo de que Simón de Jonás la haga de espía.
Pero no me provoques y no te atrevas a desobedecer al Maestro, porque yo soy…
– ¿Y quién eres tú? ¡Un pobre hombre como yo!
– Sí, señor. al revés.
Más pobre, más ignorante, más vulgar que tú. Y no me avergüenzo. Me avergonzaría si fuese igual a ti en el corazón.
El Maestro me confió este encargo y yo lo hago.
– ¿Igual a mí en el corazón? Y…
¿Qué cosa hay en mi corazón que te causa asco? ¡Habla! ¡Acusa! ¡Ofende!…
Bartolomé interviene:
– ¡Judas! ¡Cállate! Respeta las canas de Pedro.
– Respeto a todos. Pero quiero saber qué cosa hay en mí…
Pedro estalla:
– Al punto eres servido.
Déjame hablar… hay tanta soberbia que con ella se puede llenar esta cocina. Hay falsedad y hay lujuria.
Judas casi se ahoga:
– ¿Yo falso?…
Todos se interponen y Judas debe callar.
Simón, con calma dice a Pedro:
– Perdona amigo, si te digo una cosa.
Él tiene defectos, pero tú también los tienes. Y uno de ellos es el de no compadecer a los jóvenes. ¿Por qué no tomas en cuenta la edad? ¿El nacimiento y… tantas otras cosas?
Mira. Tú obras por amor a Jesús. Pero, ¿No has notado que estas disputas le causan hastío? A él no le digo nada. –señala a Judas- pero a ti, sí.
Porque eres un hombre maduro y muy sincero, te hago esta súplica:
¡Él tiene tantas penas por sus enemigos y dárselas también nosotros! Hay tantas guerras a su alrededor. ¿Por qué provocar otra en su nido?
Tadeo confirma:
– Es verdad. Jesús está triste y ha adelgazado.
En las noches oigo que da vueltas en su cama y suspira. Hace algunos días, me levanté y ví que lloraba, orando.
Le pregunté: ‘¿Qué te pasa?’ Él me abrazó y me dijo: ‘Quiéreme mucho. ¡Qué fatigoso es ser ‘Redentor’!
Felipe agrega:
– También yo me di cuenta de que había llorado en el bosque junto al río.
Y a mi mirada interrogante respondió: ‘¿Sabes qué diferencia hay entre el Cielo y la Tierra, además de no ver a Dios?
Es la falta de amor entre los hombres. Me estrangula como una soga.
He venido a darles granos a los pajaritos, para que me amen los seres que se aman.’
Escuchar todo esto, resquebraja por un momento el gran egoísmo de Judas.
Siente una oleada de amor por su Maestro y el conocer su sufrimiento, se le clava como un puñal en su corazón.
Y se deja caer, llorando como un niño.
Y en ese preciso momento, entra Jesús con Juan:
– Pero, ¿Qué sucede? ¿Por qué ese llanto?
Pedro responde:
– Por mi culpa, Maestro. Cometí un error. Regañé a Judas muy duramente.
Judas replica entre sollozos:
– No… yo… yo… el culpable soy yo.
Yo soy el que te causa dolor. No soy bueno… Perturbo… Pero, ¡Ayúdame a ser bueno! Porque tengo algo aquí en el corazón…
Algo que no comprendo… que me obliga a hacer cosas que no quiero hacer. Es más fuerte que yo.
Y te causo dolor a Ti, Maestro; al que debería dar gozo. Créelo; no es falsedad.
Jesús dice:
– Sí, Judas. No lo dudo.
Viniste a Mí, con sinceridad de corazón; con verdadero entusiasmo. Pero eres joven…
Nadie. Ni siquiera tú mismo te conoces como Yo te conozco. ¡Ea! ¡Levántate y ven aquí!
Luego hablaremos los dos solos. Mientras tanto, hablemos de aquello por lo que me mandasteis llamar.
¿Qué hay de malo en que venga Mannaém?
¿No puede un hermano de leche de Herodes, tener sed del Dios Verdadero?
¿Tenéis miedo por Mí? Tened fe en mi palabra. Este hombre ha venido con fines honestos.
Pedro:
– ¿Entonces por qué no se dio a conocer?
Jesús:
– Precisamente porque viene como un ‘alma’; no como hermano de Herodes.
Se ha envuelto en el silencio, porque piensa que ante la Palabra de Dios, no existe el parentesco con un rey. Respetaremos su silencio.
Andrés:
– Pero si por el contrario… ¿Él lo envió?
– ¿Quién?… ¿Herodes?… No. No tengáis miedo.
Tadeo:
– ¿Quién lo manda entonces?
Santiago:
– ¿Cómo se ha informado de Ti?
– Es discípulo de mi primo Juan.
Id y sed con él corteses; como con los demás. Id. Yo me quedo con Judas.
Los discípulos se van.
Jesús mira a Judas, que está todavía lloroso y le pregunta:
– ¿Y? ¿No tienes nada que decirme?
Yo sé todo lo tuyo. Pero quiero saberlo por ti. ¿Por qué ese llanto? Y sobre todo, ¿Por qué ese desequilibrio, que te tiene siempre tan descontento?
– ¡Oh, sí Maestro! Lo dijiste.
Soy celoso por naturaleza. Tú sabes que así es… Y sufro al ver que… Al ver tantas cosas.
Esto me saca de quicio, porque soy injusto. Y me hago malo, aun cuando no quisiera. No…
– ¡Pero no llores de nuevo!
¿De qué estas celoso? Acostúmbrate a hablar con tu verdadera alma. Hablas mucho. Hasta demasiado…
Pero, ¿Con quién? Con el instinto y con tu mente. Tomas un fatigoso y continuo trabajo, para decir lo que quieres decir: hablo por ti. De tu ‘yo’.
Porque cuando tienes que hablar de otros y a otros, no te pones cortapisas, ni límites. Y lo mismo haces con tu carne.
Ella es un caballo bronco. Pareces un jinete a quien el jefe de las carreras, le hubiese dado dos caballos locos para hacer el paso de la muerte…
Uno es el sentido. Y el otro… ¿Quieres saber cuál es el otro? ¿Sí?…
Judas asiente con la cabeza.
Jesús continúa:
– Es el error que no quieres domar.
Tú… Jinete capaz pero imprudente. Te fías de tu capacidad y crees que basta.
Quieres llegar primero… no pierdes tiempo ni siquiera para cambiar de caballo.
Antes bien, los espoleas y pinchas. Quieres ser el ‘vencedor’… quieres aplauso.
¿Acaso no sabes que la victoria es segura cuando se conquista con constante, paciente y prudente trabajo?…
Habla con tu alma. De allí es de donde quiero que salga tu confesión. O, ¿Debo decirte lo que hay dentro?
Cuando se tiene una posesión demoníaca perfecta, Satanás es el Huésped dentro de nuestro corazón y la tragedia más grande de Jesús, es que Él ve con Quién está dialogando y lo tiene que mantener dentro de su círculo íntimo a pesar de ser su más grande Adversario…
Una sombra cruza por la mirada de Judas antes de responder:
– Veo que también Tú no eres justo. Y no eres firme y esto me hace sufrir.
– ¿Por qué me acusas? ¿En qué he faltado a tus ojos?
– Cuando quise llevarte con mis amigos, no te gustó.
Y dijiste: ‘Prefiero estar entre los humildes.’ Luego Simón y Lázaro te dijeron que era bueno que te pusieras bajo la protección de un poderoso y aceptaste.
Tú das preferencia a Pedro, a Simón, a Juan. Tú…
– ¿Qué otra cosa?
– Nada más, Jesús.
– Nubecillas… pompas de espuma.
Me das compasión porque eres un desgraciado que te torturas, pudiendo alegrarte.
¿Puedes decir que este lugar es de lujo? ¿Puedes decir que no hubo una razón poderosa que me obligó a aceptarlo?…
¿Si Sión no me hubiera arrojado, estaría refugiado en un lugar de asilo?
– No.
– ¿Entonces cómo puedes decir que no te trato como a los demás?
¿Puedes decir que he sido duro contigo cuando has faltado? Tú no fuiste sincero… las vides… ¿Qué nombre tenían esas vides?…
No fuiste complaciente con quién sufría y se redimía. Ni siquiera fuiste respetuoso conmigo. Y los otros lo vieron.
Y con todo; una sola voz se levanta incansable en tu defensa: la mía. Los demás tendrían el derecho de estar celosos.
Porque si ha Habido uno que fuera preferido y protegido, eres tú.
Judas, avergonzado y conmovido, llora.
– Me voy.
Es la hora en que soy de todos. Tú quédate y reflexiona…
– Perdóname, Maestro.
No podré tener paz, si no tengo tu perdón. No estés triste por mi causa. Soy un muchacho malvado… Amo y atormento…
Así sucedía con mi madre. Así es ahora contigo. Y así será con mi esposa, si algún día me caso… creo que sería mejor que me muriese.
– Sería mejor que te enmendases.
Estás perdonado. ¡Hasta luego!
Jesús sale.
Afuera está Pedro, que le dice:
– Ven, Maestro. Ya es tarde.
Hay mucha gente. Dentro de poco se pondrá el sol. Y no has comido. Ese muchacho es causa de todo.
– ‘Ese muchacho’ Tiene necesidad de todos vosotros para no ser el causante de estas cosas.
Procura recordarlo, Pedro. Si fuese tu hijo, ¿Lo compadecerías?
– ¡Uhmmm! Sí y no.
Lo compadecería. Pero le enseñaría también algunas cosas. Aunque fuese adulto le enseñaría como a un jovencillo mal educado.
Bueno… si fuese mi hijo, no sería así…
– ¡Basta!
– Sí, ¡Basta, Señor mío!
Mira, allí está Mannaém. Es el que tiene el manto rojo muy oscuro, que parece casi negro.
Me dio esto para los pobres. Y me preguntó que si podía quedarse a dormir.
– ¿Qué respondiste?
– La verdad. ‘No hay más que para nosotros…’
Jesús no dice nada. Deja a Pedro y va a dónde está Juan y le dice algo en voz baja.
Luego, ya en su puesto, comienza a hablar:
– La paz esté con todos vosotros, y con ella descienda sobre vosotros luz y santidad.
Está escrito: “No profieras en vano mi Nombre”.
¿Cuándo se le toma en vano? ¿Sólo cuando se le blasfema? No. También cuando uno lo profiere sin ser digno de Dios.
¿Puede un hijo decir: `Amo y honro a mi padre”, si luego, a todo lo que el padre desea de él opone una acción contraria?
No es diciendo: “padre, padre” como se le ama. No es diciendo: “Dios, Dios”, como se ama al Señor.
‘En Israel, que – como he explicado anteayer – tiene tantos ídolos en el secreto de los corazones, existe también un hipócrita alabar a Dios, un alabar que no queda corroborado por las obras de quienes lo hacen.
Hay en Israel también una tendencia: la de descubrir muchos pecados en las cosas externas y no querer encontrarlos donde realmente existen, en las cosas internas.
Tiene también Israel una necia soberbia, un antihumano y antiespiritual hábito: el de estimar blasfemia el Nombre de nuestro Dios pronunciado por labios paganos,
llegando a prohibirles a los gentiles el acercarse al Dios verdadero porque se considera sacrilegio. Así ha sido hasta ahora; cese ya.
El Dios de Israel es el mismo Dios que ha creado a todos los hombres. ¿Por qué impedir que los seres creados sientan la atracción de su Creador?
¿Creéis que los paganos no sienten algo en el fondo dei corazón, una insatisfacción que grita, que se agita, que busca?; ¿A quién?, ¿A qué?: al Dios desconocido.
¿Y pensáis que si un pagano orienta su propio ser hacia el altar del Dios desconocido, hacia ese altar incorpóreo que es el alma en que siempre hay un recuerdo de su Creador, el alma que espera ser poseída por la gloria de Dios,
como lo fue el Tabernáculo erigido por Moisés según la orden recibida y que llora hasta no quedar poseída, pensáis que Dios rechaza su ofrecimiento como si de una profanación se tratase?
¿Y creéis que es pecado ese acto, suscitado por un honesto deseo del alma que, despertada por celestes llamadas, dice “voy” al Dios que le está diciendo “ven”?
¿Mientras que por el contrario sería santidad el corrompido culto de un Israel que ofrece al Templo lo que tras haber gozado le sobra,
y entra a la presencia de Dios y lo nombra, al Purísimo, con alma y cuerpo que no son sino toda una gusanera de culpas?
No. En verdad os digo que es en ese israelita, que con alma impura pronuncia en vano el Nombre de Dios, donde se da la perfección del sacrilegio.
Es pronunciarlo en vano cuando – y estúpidos no sois – cuando, por el estado de vuestra alma sabéis que lo pronunciáis inútilmente.
¡Oh, verdaderamente veo el rostro indignado de Dios, volviéndose hacia otra parte con disgusto, cuando un hipócrita lo llama, cuando lo nombra un impenitente!
Y siento terror de ello, Yo que no merezco ese enojo divino.
Leo en más de un corazón este pensamiento:
“Pero entonces, aparte de los niños, ninguno podrá invocar a Dios, dado que en todas partes en el hombre hay impureza y pecado”.
No. No digáis eso. Son los pecadores quienes deben invocar ese Nombre.
Deben invocarlo quienes se sienten estrangulados por Satanás y quieren liberarse del pecado y del Seductor.
Quieren. He aquí lo que transforma el sacrilegio en rito. Querer curarse.
Llamar al Poderoso para ser perdonados y para ser curados. Invocarlo para poner en fuga al Seductor.
Está escrito en el Génesis que la Serpiente tentó a Eva en el momento en que el Señor no paseaba por el Edén.
Si Dios hubiera estado en el Edén, Satanás no habría podido estar. Si Eva hubiera invocado a Dios, Satanás habría huido.
Tened siempre en el corazón este pensamiento. Y llamad con sinceridad al Señor. Ese Nombre es salvación. Muchos de vosotros quieren bajar a purificarse.
Purificaos primero el corazón, incesantemente, escribiendo en él, con el amor, la palabra “Dios”.
No con engañosas oraciones o con prácticas consuetudinarias, sino con el corazón, con el pensamiento, con los actos, con todo vosotros mismos, pronunciad ese Nombre: Dios.
Pronunciadlo para no estar solos, pronunciadlo para ser sostenidos, pronunciadlo para ser perdonados. Comprended el significado de la palabra del Dios del Sinaí:
“En vano” es cuando decir “Dios” no supone una transformación en bien; y entonces, es pecado.
“En vano” no es cuando, como el latido de sangre en el corazón, cada minuto de vuestro día, y toda acción vuestra honesta, toda necesidad, tentación, todo dolor os trae a los labios la filial palabra de amor:”¡Ven, Dios mío!”.
Entonces, en verdad, no pecáis nombrando el Nombre santo de Dios.
Marchad. La paz sea con vosotros.
No hay ningún enfermo.
Jesús permanece con los brazos cruzados apoyado contra la pared, bajo el techado en que ya descienden las sombras.
Cuando termina, no hay ningún enfermo. Jesús se queda con los brazos cruzados y mira a los que se van yendo, después de que los ha despedido y bendecido.
El hombre vestido de rojo oscuro, parece que no sabe qué hacer.
Jesús no lo pierde de vista, cuando lo ve que se dirige hacia su caballo, lo alcanza y le pregunta:
– ¡Oye! Espérame. Ya va anochecer. ¿Tienes dónde dormir? ¿Vienes de lejos? ¿Estás solo?
El hombre contesta titubeante:
– De muy lejos… Y me iré. No sé… si en el poblado encontraré… o hasta Jericó. Allí dejé la escolta en la que no confiaba.
Jesús le dice:
– No. Te ofrezco mi cama. Ya está lista. ¿Tienes que comer?
– No tengo nada. Creí que este lugar sería más hospitalario.
– No falta nada.
– Nada. Ni siquiera el odio contra Herodes. ¿Sabes quién soy?
– Los que me buscan tienen un solo nombre: ‘Hermanos, en el Nombre de Dios’. Ven. Juntos compartiremos el pan. Puedes llevar el caballo a aquel galerón. Yo dormiré allí y te lo cuidaré.
– No. Esto jamás. Yo dormiré ahí. Acepto el pan; pero no más. No pondré mi sucio cuerpo donde Tú pones el tuyo, que es santo.
– ¿Me crees santo?
– Sé que eres santo. Juan, Cusa, tus obras… tus palabras.
El palacio real es como una concha que conserva el rumor del mar. Yo iba a donde estaba Juan… Y luego lo perdí.
Él me dijo: ‘Uno que es más santo que yo, te recogerá y te elevará’ no podrías ser otro, sino Tú.
Vine en cuanto supe en dónde estabas.
Zelote regresa del río, después de bautizar y Jesús bendice a los últimos bautizados.
Luego le dice:
– Esta persona, es el peregrino que busca refugio en el Nombre de Dios. Y en el Nombre de Dios lo saludamos como amigo.
Simón se inclina y el hombre también.
Entran en el galerón y Mannaém amarra el hermosísimo caballo blanco, con gualdrapas de color rojo que penden de la silla, adornadas con plata, en el pesebre.
Juan acude con hierba y un cubo con agua.
Acude Pedro también, con una lámpara de aceite, porque ya está oscuro.
Mannaém dice:
– Aquí estaré muy bien. Dios os lo pague.
Jesús le pone la mano en el hombro y le dice:
– Ven amigo mío. Vamos a compartir el pan…
Luego entran todos en la cocina, donde arde una tea y se reúnen para cenar…