Archivos de etiquetas: CORREDENTORES

383 SACRAMENTO DE LA CONFESION

383 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Y justo mientras se incendian el cielo y el lago por el fuego del ocaso, regresan hacia Cafarnaúm.

Están contentos.

Vienen hablando unos con otros.

Jesús habla poco, pero sonríe.

Hacen la observación de que, si el mensajero hubiera sido más preciso, habrían podido ahorrar camino.

Pero también dicen que la fatiga ha merecido la pena, porque un grupo de hijos de tierna edad,

ha recuperado a su padre sano,

cuando ya se estaba enfriando por la cercana muerte.

Y también porque ya no están sin un mínimo de dinero.  

Jesús dice:

–        Ya os había dicho que el Padre proveería a todo. 

Felipe pregunta:

–        ¿Y es un antiguo amante de María de Magdala?

Tomás responde:

          Parece…

Según lo que nos han dicho…   

Tadeo pregunta:

–        ¿A ti, Señor, que te dijo el hombre?

Jesús sonríe evasivamente.  

Mateo afirma:

–         Yo lo he visto más de una vez con ella, cuando iba a Tiberíades con amigos.

Esto es cierto. 

Santiago de Alfeo, insiste: 

-¡      Dínoslo hermano, condesciende a nuestra pregunta!…

La posesión demoníaca perfecta, tiene una arrogancia que se siente superior a los demás Y NO RECONOCE; pues no sólo admite señalando los pecados en los demás…

¡El hombre te pidió sólo la salud o también ser perdonado?

Con mucho desdén hacia Santiago,

Judas pregunta:

–        ¡Qué pregunta más sin sentido!

¿Pero cuándo el Señor no exige arrepentimiento para conceder una gracia?   

Tadeo lo defiende:

–         Mi hermano no ha dicho una estupidez.

Jesús cura o libera y luego dice: «Ve y no peques más»

Judas replica:

–        Porque ve ya el arrepentimiento en los corazones. 

 –        En los endemoniados no hay arrepentimiento ni voluntad de ser liberados.

Lo cual lo ha demostrado, no sólo uno.

Recuerda todos los casos y verás que huían o arremetían como enemigos;

o por lo menos intentaban una o la otra cosa.

Y si no lo llevaban a cabo era sólo porque se lo impedían sus parientes..    – concluye Judas Tadeo.

Simón Zelote añade: 

–         Y por el poder de Jesús.

La posesión demoníaca perfecta, causada por la impenitencia y el egoísmo desenfrenado; provocan la ceguera moral, emocional y espiritual que Satanás necesita, para hacer capaces a sus instrumentos de cometer los más atroces crímenes….

Judas: 

–         Pero en ese caso Jesús tiene en cuenta la voluntad de los parientes,

que representan la voluntad del endemoniado.

El cual, si no estuviera impedido por el demonio, desearía la liberación. 

Santiago de Zebedeo. exclama:

 –        ¡Cuántas sutilezas!

¿Y para los pecadores entonces?

Me da la impresión de que usas la misma fórmula, aunque no sean endemoniados.   

Mateo dice:

–         A mí me dijo: «Sígueme» 

Y no le había dicho todavía ni una palabra respecto a mi estado».    

Judas, que quiere tener siempre razón, a toda costa.

le responde:

–         Pero te la veía en el corazón.

Pedro dice: 

–        ¡Bueno, bien!

Pero ese hombre, que según la opinión general era un gran lujurioso y un gran pecador;

no endemoniado, ni poseído;

porque un demonio, con los pecados que tenía ese hombre, lo debía tener por maestro…

si no incluso por amo, moribundo, etc. etc.,

En definitiva. ¿Qué te ha pedido?

Estamos paseando por las nubes, me parece…

Hemos regresado a la primera pregunta.  .

Jesús condesciende a su deseo,

respondiendo:

–         Ese hombre ha querido estar solo conmigo, para poder hablar con libertad.-   

Lo primero que ha expuesto no ha sido su estado de salud…

Sino el de su espíritu.

Ha dicho: «Estoy muriendo, pero no cuanto he hecho creer a los demás para poderte tener pronto.

Necesito tu perdón para sanar.

Pero me basta tu perdón.

Si no me curas, me resignaré.

Lo he merecido.

Lo que te pido es que salves mi alma»

Y me ha confesado sus muchos pecados. 

Una nauseante cadena de pecados…

Jesús dice esto, pero su rostro resplandece de alegría.

Bartolomé observa:

–         ¿Y sonríes, Maestro?

¡Me sorprende!

–         Sí, Nathanael

Sonrío. Porque esos pecados ya no existen.

Y porque junto con los pecados, he sabido el nombre de la redentora.

En este caso el apóstol ha sido una mujer.   

Varios exclaman simultáneamente:

–        ¡Tu Madre! 

Otros:

–         ¡Juana de Cusa!

–        Si él iba a menudo a Tiberíades, quizás la conoce.

Jesús mueve la cabeza, negando.

Le preguntan:

–           ¿Entonces quién?

–         María de Lázaro – responde Jesús.

–         ¿Ha venido aquí?

¿Por qué sin que la viéramos ninguno de nosotros?

–         No ha venido.

Ha escrito a su antiguo compañero de pecado.

He leído las cartas.

Todas suplican lo mismo: escucharla, redimirse como ella se ha redimido, seguirla en el Bien como la

había seguido en el pecado.

Y con palabras conmovedoras y llenas de lágrimas, esas cartas le ruegan que alivie el alma de María,

del remordimiento de haber seducido su alma.

ALMAS VÍCTIMAS Y CORREDENTORAS

Y lo ha convertido. 

Tanto, que se había aislado en su campiña para vencer las tentaciones de las ciudades.

La enfermedad, más de remordimiento del alma que física;

ha acabado de prepararlo a la Gracia. Eso es.

¿Estáis contentos ahora?

¿Comprendéis ahora por qué sonrío?

Todos dicen:

–       Sí, Maestro.

Y luego, viendo que Jesús alarga el paso como para aislarse…

Se ponen a conversar en tono bajo entre sí…

Están a la vista de Cafarnaúm cuando, en la confluencia del camino que han recorrido ellos ,

con el que bordea el lago viniendo de Magdala, se cruzan con los discípulos, que han venido a pie,

evangelizando desde Tiberíades.

Todos, menos Margziam, los pastores y Mannahém; 

que han ido desde Nazaret hacia Jerusalén con las mujeres.

Los discípulos han aumentado, por algunos que se han unido a ellos de retorno de la misión.

Y que traen consigo nuevos prosélitos de la doctrina cristiana.

Jesús los saluda dulcemente.

Pero enseguida se vuelve a aislar en una meditación y oración profundas,

unos pasos más adelante que ellos.

(Esto es ORAR en medio del mundo)

Los apóstoles por su parte, se unen al grupo de los discípulos, especialmente con los más influyentes;

o sea, Esteban, Hermas, el sacerdote Juan, Juan el escriba, Timoneo, José de Emaús,

Hermasteo el filisteo, que al parecer vuela en el camino de la perfección),

Abel de Belén de Galilea, cuya madre va al final del nutrido grupo con otras; mujeres.

De esta manera, discípulos y apóstoles se intercambian preguntas y respuestas sobre las cosas acaecidas

desde que se dejaron. 

Así, se habla de la curación y conversión de hoy

y del milagro del estáter en la boca del pez…

Esto, por las causas que lo han originado,

suscita grandes comentarios, que se propagan de fila en fila, cual fuego aplicado a pajas secas..

374 EL CAMINO DE LA CRUZ

374 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Pedro con el rostro profundamente preocupado…

Y escandalizado como los demás,

Toma de un brazo a Jesús, lo separa un poco,

y le dice en voz baja al oído:

–        ¡Pero, Señor…!

No digas esto. No está bien.

Ya ves que se escandalizan.

Decaes del concepto en que te tienen.

Por nada del mundo debes permitir esto.

Ya de por sí nunca te va a pasar nada semejante.

¿Por qué pensarlo como si fuera verdadero

Debes subir cada vez más en el concepto de los hombres, si te quieres afirmar;

debes terminar por ejemplo, con un último milagro,

como reducir a cenizas a tus enemigos.

Pero nunca degradarte hasta aparecer como un malhechor castigado.

Pedro parece un maestro o un padre afligido corrigiendo con amorosa angustia a un

hijo que ha dicho una necedad.

Jesús, que estaba un poco inclinado para escuchar el bisbiseo de Pedro,

se yergue severo, con rayos en los ojos.

Pero rayos de amargura, y grita fuerte, para que todos oigan,

y la lección sirva para todos:

–        ¡Aléjate de Mí!

¡Tú que en este momento eres un satanás

que me aconseja desistir de la obediencia a mi Padre!

¡Para esto he venido!

¡No para los honores!

Tú, aconsejándome la soberbia, la desobediencia y el rigor sin caridad,

tratas de seducirme al mal. ¡Vete!

¡Me escandalizas!

¿No comprendes que la grandeza no está en los honores sino en el sacrificio?

¡Y que nada importa aparecer a los ojos de los hombres como gusanos,

si Dios nos considera ángeles?

Tú, hombre ignorante, no comprendes lo que es grandeza y razón según Dios,.

Y ves, juzgas, sientes, hablas según el hombre.

El pobre Pedro queda anonadado por esta severa corrección;

se separa, compungido y rompe a llorar…

No es el llanto gozoso de pocos días antes;

sino el sollozo desolado de quien comprende que ha pecado y ha causado dolor a la

persona amada.

Jesús lo deja llorar.

Se descalza, se remanga las vestiduras y vadea el arroyo.

Los demás hacen lo mismo en silencio.

Ninguno se atreve a decir una palabra.

Al final de todos va el pobre Pedro, en vano consolado por Isaac y el Zelote.

Andrés se vuelve más de una vez y lo mira.

Y luego susurra algo a Juan, que está muy afligido;

pero Juan menea la cabeza en señal de negación.

Entonces Andrés se decide.

Se adelanta corriendo.

Alcanza a Jesús.

Lo llama suavemente, con visible temor: –

        ¡Maestro! ¡Maestro!…

Jesús deja que lo llame varias veces.

Al final se vuelve, severo

y pregunta:

–        ¿Qué quieres?

–        Maestro, mi hermano está compungido…

Llora…

–        Se lo ha merecido.

–        Es verdad, Señor.

Pero de todas formas es un hombre…

No puede hablar bien siempre.

–        Efectivamente, hoy ha hablado muy mal – responde Jesús.

Pero ya se le ve menos severo.

Y un atisbo de sonrisa dulcifica la mirada divina.

Andrés se siente más seguro y aumenta la peroración en pro de su hermano.

–      Pero Tú eres justo

Y sabes que el amor a Ti ha sido lo que le ha hecho caer…

–        El amor debe ser luz, no tinieblas.

Él lo ha hecho tinieblas y ha envuelto en ellas su espíritu.

–        Es verdad, Señor.

Pero las vendas se pueden quitar cuando se quiera.

No es como tener el espíritu mismo tenebroso.

Las vendas son lo externo; el espíritu es lo interno, el núcleo vivo…

El interior de mi hermano es bueno.

–        Que se quite entonces las vendas que se ha puesto. –

        ¡Lo hará, sin duda, Señor!

Ya lo está haciendo.

Vuélvete y mira: lo desfigurado que está por ese llanto que no consuelas Tú.

¿Por qué has sido tan severo con él?

–         Porque él tiene el deber de ser «el primero»

de la misma forma que le he dado el honor de serlo.

Quien mucho recibe, mucho debe dar.

–        ¡Es verdad, Señor, sí!

Pero, ¿No te acuerdas de María de Lázaro?,

¿De Juan de Endor?, ¿De Áglae?, ¿De la Beldad de Corozaín?, ¿De Leví?

A éstos les diste todo…

Y ellos todavía te habían dado sólo la intención de redimirse…

¡Señor!… Atendiste mi súplica por la Beldad de Corozaín y por Áglae…

¿No lo harías ahora por tu Simón y mi Simón, que ha pecado por amor a Ti?

Jesús baja su mirada hacia este hombre apacible que se vuelve intrépido y

apremiante en favor de su hermano, como lo fue, silenciosamente, en favor de Áglae

y de la Beldad de Corozaín.

Y su rostro resplandece de luz, al ordenar a Andrés:

–        Ve a llamar a tu hermano y tráemelo aquí

–        ¡Gracias, mi Señor! Voy…

Y se echa a correr, raudo como una golondrina.

Cuando llega con Pedro,

le dice:

–        ¡Ven, Simón!.

¡El Maestro ya no está irritado contigo!

Ven, que te lo quiere decir.

–        No, no.

Me da vergüenza…

Hace demasiado poco que me ha corregido…

Será que quiere que vaya para reprenderme otra vez…

–        ¡Qué mal lo conoces!

¡Venga, ven!

¿Piensas que yo te llevaría a otro sufrimiento?

Si no estuviera seguro de que te espera allí una alegría, no insistiría. Ven. 

 –        ¿Y qué le voy a decir? – dice Pedro.

Mientras se pone en marcha un poco recalcitrante, frenado por su humanidad,

aguijado por su espíritu, que no puede estar sin la indulgencia de Jesús y sin su amor

–         ¿Qué le voy a decir? – sigue preguntando.

–         ¡Nada, hombre!

¡Será suficiente con que le muestres tu rostro! – le dice su hermano animándolo.

Todos los discípulos, a medida que los dos hermanos los van adelantando, los miran

Y comprendiendo lo que sucede, sonríen.

Llegan donde Jesús.

Pero Pedro, al último momento, se detiene.

Andrés no se anda con pequeñeces.

Con un enérgico tirón, como los que da a la barca para empujarla al mar,

lo echa hacia adelante.

Jesús se detiene…

Pedro levanta la cara…

Jesús la baja…

Se miran…

Dos lagrimones se deslizan por las mejillas enrojecidas de Pedro…

Jesús le dice:

–        Ven aquí, niño grande irreflexivo;

para que te haga de padre enjugando este llanto. 

Y levanta su mano, en que es muy visible aún, la señal de la pedrada de Yiscal.

Y seca con sus dedos esas dos lágrimas.

Pedro todavía tembloroso,

pregunta: 

–         ¡Oh, Señor!

¿Me has perdonado?

Agarrando la mano de Jesús con las suyas…

Y mirándolo con unos ojos

como los de un perro fiel que desea obtener el perdón del amo resentido.

–        Nunca te he condenado…

–        Pero antes…

–        Te he amado.

Es amor no permitir que en ti arraiguen desviaciones de sentimiento y de

pensamiento.

Debes ser el primero en todo, Simón Pedro.

–        ¿Entonces…

Entonces me estimas todavía?

¿Me quieres contigo todavía?

No es que yo quiera el primer puesto, ¡Eh!

Me conformo con el último, pero estar contigo, a tu servicio…

Y morir verdaderamente a tu servicio mi Señor, mi Dios

Jesús le pasa el brazo por encima de los hombros

y lo estrecha contra su costado.

Entonces Simón, que no ha dejado suelta en todo este tiempo la otra mano de

Jesús, se la cubre de besos… dichoso.

Y susurra:

–        ¡Cuánto he sufrido!…

Gracias, Jesús.

–        Da las gracias más bien a tu hermano.

Y en el futuro lleva bien tu carga con justicia y heroísmo.

Vamos a esperar a los otros.

¿Dónde están?

Están parados en el lugar en que se encontraban, cuando Pedro alcanzó a Jesús,

para dejar libertad al Maestro de hablar a su apóstol humillado.

Jesús les hace señas para que se acerquen.

Con ellos hay un grupito de labriegos, que habían dejado de trabajar en los campos

para venir a hacer preguntas a los discípulos

Jesús, todavía con la mano en el hombro de Pedro,

dice:

–        Por lo que ha pasado….

Habéis entendido que estar a mi servicio es una cosa severa.

Le he reprendido a él.

Pero la corrección era para todos.

Porque los mismos sentimientos estaban en la mayoría de los corazones, formados

o en gestación.

Así os los he truncado.

Y quien todavía los cultiva,

muestra que no comprende mi Doctrina, ni mi Misión ni mi Persona.

He venido para ser Camino, Verdad y Vida.

Os doy la Verdad con lo que enseño.

Os aliso el Camino con mi sacrificio; os lo trazo e indico.

Pero la Vida os la doy con mi Muerte.

Y acordaos de que quien responde a mi llamado y se alista en mis filas para

cooperar en la redención del mundo, debe estar dispuesto a morir para dar a otros

la Vida.

Por tanto, quien quiera seguirme debe estar dispuesto a negarse a sí mismo,

al viejo yo con sus pasiones, tendencias, costumbres, tradiciones, pensamientos… 

Y seguirme con su nuevo yo.

Tome cada cual su cruz como Yo la tomaré.

La tome, aunque le parezca demasiado infamante.

Deje que el peso de su cruz triture a su yo humano, para liberar al yo espiritual,

al cual no produce horror la cruz; antes al contrario, le es apoyo y objeto de

veneración, porque el espíritu sabe y recuerda.

Y que me siga con su cruz.

¿Qué al final del camino le esperará la muerte ignominiosa como me espera a Mí?

No importa.

No se aflija;

antes al contrario, exulte por ello, porque la ignominia de la tierra, se transformará

en grande gloria en el Cielo;

mientras que será un deshonor la vileza frente a los heroísmos espirituales.

Siempre decís que queréis seguirme hasta la muerte.

Seguidme entonces.

Y os guiaré al Reino por un camino abrupto, pero santo y glorioso,

al final del cual conquistaréis la Vida eternamente inmutable.

Esto será «vivir».

Por el contrario, seguir los caminos del mundo y la carne es «morir».

De modo que quien quiera salvar su vida en esta tierra, la perderá;

mas aquel que pierda su vida en esta tierra por causa mía y por amor a mi

Evangelio la salvará.

Pensad esto:

¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si luego pierde su alma?

Y otra cosa: guardaos bien, ahora y en el futuro,

de avergonzaros de mis palabras y acciones.

Eso también sería «morir».

Porque el que se avergüence de Mí y de mis palabras delante de esta generación

necia, adúltera y pecadora, de que he hablado, y esperando recibir su protección

y ganancia, la adule, renegando de Mí y de mi Doctrina

MATEO 7, 16

arrojando a las bocas inmundas de los cerdos y perros las perlas recibidas,

para recibir luego como paga, excrementos en vez de dinero, será juzgado por el

Hijo del hombre cuando venga en la gloria de su Padre, con los ángeles y santos, a

juzgar al mundo.

Él, entonces, se avergonzará de estos adúlteros y fornicadores;

de estos villanos y usureros.

Y los arrojará fuera de su Reino; porque no hay sitio en la Jerusalén celeste para

adúlteros, ruines, fornicadores, blasfemos y ladrones.

Y os digo en verdad, que algunos de mis discípulos y discípulas presentes no

experimentarán la muerte antes de haber visto la fundación del Reino de Dios.

Y ungido y coronado a su Rey.

El Reino de Dios vio sus comienzos el Viernes Santo, por los méritos de Cristo.

luego se afirmó con la Iglesia constituida

Pero no todos vieron esta creciente afirmación.

Reemprenden la marcha, hablando animadamente;

mientras el sol desciende lentamente en el cielo…

373 PRIMER ANUNCIO DE LA PASIÓN

373 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Jesús dejó la ciudad de Cesárea de Filipo con las primeras luces de la mañana,

porque ya queda lejos con sus montes y la llanura lo rodea de nuevo.

Se dirige hacia el lago de Merón para ir después hacia el de Genesaret.

Van con Él los apóstoles y todos los discípulos que estaban en Cesárea.

Pero una expedición tan numerosa por el camino no causa estupor a nadie,

porque ya se ven otras, dirigidas a Jerusalén, de israelitas o prosélitos, procedentes de

todos los lugares de la Diáspora, que desean pasar un tiempo en la Ciudad Santa

para escuchar a los rabíes y respirar largamente el aire del Templo.

Caminan a buena marcha, bajo un sol ya alto pero que todavía no molesta,

porque es un sol de primavera que juega con el follaje nuevo

y las frondas florecidas.

Y suscita flores, flores, flores por todas partes.

La llanura que precede al lago, toda ella, es una alfombra florecida.

La mirada, volviéndose hacia los montes que la circundan, ve a éstos remendados con

las matas cándidas, tenuemente róseas o de color rosa intenso, casi rojo,

de los diversos tipos de árboles frutales.

Y al pasar cerca de las raras casas de campesinos o de los talleres de herrador

esparcidos por el camino, la vista se alegra ante los primeros rosales florecidos,

en los huertos a lo largo de los setos o contra las tapias de las casas.

Simón Zelote observa: 

–        Los jardines de Juana deben estar todos en flor. 

También el huerto de Nazaret debe parecer un cesto lleno de flores.

Santiago de Alfeo dice:

–         María es la dulce abeja que va de rosal en rosal

de los rosales a los jazmines, que pronto florecerán;

a las azucenas, que ya tienen los capullos en el tallo.

Y tomará la rama del almendro, como hace siempre, junto con la del peral o del

granado, para ponerla en el ánfora de su habitación.

Cuando éramos niños le preguntábamos todos los años:

«¿Por qué tienes siempre ahí una rama de árbol en flor

y no metes en su lugar las primeras rosas?». 

Y Ella respondía:

«Porque en esos pétalos veo escrita una orden que me vino de Dios

y siento el aroma puro del aura celeste».

¿Te acuerdas, Judas?

Tadeo responde:

–        Sí. Me acuerdo.

Y recuerdo que, ya hombre, esperaba con ansia la primavera, para ver a María

caminar por su huerto bajo las nubes de sus árboles en flor y entre los setos de las

primeras rosas.

Nunca vi espectáculo más hermoso que esa eterna niña moviéndose evanescente

entre las flores y entre vuelos de palomas…

Tomás suplica:

–        ¡Oh, vamos pronto a verla, Señor!

¡Yo también quiero ver todo eso! 

Jesús responde:

–        Basta con que aceleremos el paso….

Y hagamos paradas breves, por las noches, para llegar a Nazaret a tiempo.

–        ¿Me das esta satisfacción verdaderamente, Señor?

–        Sí, Tomás.

Iremos a Betsaida todos y luego a Cafarnaúm.

Allí nos separaremos: nosotros vamos en la barca a Tiberíades y luego a Nazaret.

Así cada uno, salvo vosotros judíos, vamos a tomar los indumentos más ligeros.

El invierno ha concluido.

Juan parece cantar:

–        Sí.

Y nosotros vamos a decir a la Paloma:

«Álzate, apresúrate, amada mía; ven, porque el invierno ha pasado, la lluvia ha

terminado, las flores pueblan el suelo…

Álzate, amiga mía; ven, paloma escondida, muéstrame tu faz y deja que oiga tu voz». –

Pedro dice

–         ¡Sí señor!

¡Juan!

¡Pareces un enamorado cantando su canción a su amada!

Juan responde:

–        Lo estoy.

De María lo estoy.

No veré a otras mujeres que despierten mi amor.

Sólo María, la amada de todo mi ser.

Tomás dice:

–       También lo decía yo hace un mes.

¿Verdad, Señor? 

Mateo dice:

–        Yo creo que estamos todos enamorados de Ella.

¡Un amor tan alto, tan celestial!…

Como sólo esa Mujer puede inspirar.

Y el alma ama completamente su alma,

la mente ama y admira su intelecto,

la vista mira y se complace en su gracia pura, que embelesa sin producir agitación, 

como cuando se mira una flor…

María, la Belleza de la tierra y creo, la Belleza del Cielo…

Felipe agrega:

–         ¡Es verdad!

¡Es verdad!

Todos vemos en María cuanto de más dulce hay en la mujer: la niña pura y

la madre dulcísima;

y no se sabe por cuál de estas dos gracias se la ama…

Pedro sentencia:

–        Se la ama porque es «María».

¡Eso es! 

Jesús los ha estado oyendo hablar

y dice:

–          Todos habéis hablado bien.

Y Pedro muy bien.

A María se ama porque es «María».

Os dije, mientras íbamos a Cesárea, que solamente aquéllos que unan una fe perfecta

a un amor perfecto llegarán a conocer el verdadero significado de las palabras:

“Jesús, el Cristo, el Verbo, el Hijo de Dios y el Hijo del hombre».

Pero ahora os digo que hay otro nombre denso en significados.

Y es el de mi Madre.

Sólo aquellos que unan una perfecta fe a un perfecto amor llegarán a conocer el

verdadero significada del nombre «María», de la Madre del Hijo de Dios.

Y el verdadero significado empezará a aparecer claro para los verdaderos creyentes y

para los verdaderos amantes en una hora tremenda de tormento

cuando la Madre sea sometida a suplicio con su Hijo, cuando la Redentora redima

con el Redentor, a los ojos de todo el mundo y por todos los siglos de los siglos.

Mientras se detienen a orillas de un caudaloso arroyo,

en el que están bebiendo muchos discípulos.

Bartolomé pregunta:

–        ¿Cuándo?

Jesús responde evasivo:

–         Detengámonos aquí a compartir el pan.

El sol marca mediodía.

Al caer de la tarde, estaremos en el lago Merón.

Y podremos acortar el camino con unas barcas..

Se sientan todos sobre la tierna hierba, tibia de sol, de las orillas del arroyo.

Juan dice

–         Es una pena echar a perder estas flores tan delicadas.

Parecen pedacitos de cielo caídos aquí en los prados.

Son cientos y cientos de miosotis.

Santiago su hermano, lo consuela:

–        Renacerán más bonitas mañana.

Han florecido para hacer del suelo una sala de banquetes para su Señor. 

Jesús ofrece y bendice los alimentos y todos se ponen a comer alegremente.

Los discípulos, todos, como si fueran girasoles, miran en dirección a Jesús,

que está sentado en el centro de la fila de sus apóstoles.

La comida pronto termina, condimentada con serenidad y agua pura.

Pero, dado que Jesús permanece sentado, ninguno se mueve.

Es más, los discípulos se cambian de sitio para acercarse, para oír lo que dice Jesús

como respuesta a los apóstoles

que siguen preguntando sobre lo que había dicho  antes, de su Madre.

–          Sí.

Porque ser madre de mi carne ya sería una gran cosa.

Fijaos que se recuerda a Ana de Elcana

como madre de Samuel y él era sólo un profeta;

pues bien, la madre es recordada por haberlo engendrado.

Por tanto ya María sería recordada y con altísimas alabanzas, por haber dado al

mundo a Jesús el Salvador.

Pero ello sería poco, respecto a cuanto Dios exige de Ella, para completar la medida

requerida para la redención del mundo.

María no defraudará el deseo de Dios. 

Jamás lo ha defraudado.

Desde las demandas de amor total hasta las de sacrificio total.

Ella se ha entregado y se entregará.

Y cuando haya consumado el máximo sacrificio, conmigo por Mí, en favor del mundo,

los verdaderos fieles y los verdaderos amantes comprenderán el verdadero

significado de su Nombre.

Y por todos los siglos,

a todo verdadero fiel, a todo verdadero amante, le será concedido comprenderlo.

El Nombre de la Gran Madre, de la Santa Nutriz que lactará por todos los siglos a los

párvulos de Cristo con su llanto, para criarlos para la Vida de los Cielos.

Judas de Keriot, pregunta:

–        ¿Llanto, Señor?

¿Debe llorar tu Madre?

–        Todas las madres lloran.

La mía llorará más que ninguna otra

–        ¿Pero por qué?

Yo he hecho llorar a la mía alguna vez, porque no soy siempre un buen hijo.

¿Pero Tú?

No das nunca pesares a tu Madre.

–        No.

Efectivamente, como Hijo suyo, no le doy pesares.

Pero le daré muchos como Redentor.

Dos harán llorar con un llanto sin fin a mi Madre:

Yo, salvando a la Humanidad;

la Humanidad, con sus continuos pecados.

Todo hombre que haya vivido, que vive o que vivirá,

cuesta lágrimas a María.

Santiago de Zebedeo pregunta sorprendido:

–        ¿Pero por qué?

–        Porque todo hombre me cuesta torturas a Mí para redimirlo.

Bartolomé afirma seguro:

–        ¡Pero decir esto de los que ya han muerto o no han nacido todavía!

Te harán sufrir los vivos, los escribas, fariseos, saduceos, con sus acusaciones, sus

celos, sus mezquindades; pero más no.

–         También mataron a Juan Bautista…

Israel no ha matado sólo a este profeta, ni es el único sacerdote de la Voluntad eterna

matado por causa del odio de los que no obedecen a Dios.

Tadeo dice:

–        Pero Tú eres más que un profeta y que el mismo Bautista, tu Precursor.

Tú eres el Verbo de Dios.

Israel no levantará su mano contra Ti.

–        ¿Lo piensas así, hermano?

Estás en un error – le responde Jesús.

–        No. ¡No puede ser!

¡No puede suceder! ¡Dios no lo permitirá!

Sería degradar para siempre a su Cristo!

Judas Tadeo está tan agitado que se pone en pie.

Jesús también se levanta y lo mira fijamente a la cara palidecida, a los ojos sinceros.

Dice lentamente:

–        Y sin embargo así será.

Y baja el brazo derecho, que lo tenía alzado, como jurando.

Todos se ponen en pie y se arriman aún más a Él: una corona de caras afligidas.

Y más aún, incrédulas.

Una serie de comentarios recorre el grupo:

–        Si fuera así… tendría razón Judas Tadeo

–        Lo que le sucedió a Juan el Bautista fue una cosa mala,

pero exaltó al hombre, heroico hasta el final;

si le sucediera eso al Cristo sería disminuirlo.

–         Cristo puede ser perseguido, pero no degradado.

–        Tiene la unción de Dios.

–        ¿Y quién podría ya creer, si te vieran en poder de los hombres?

–        No lo permitiremos.

El único que permanece en silencio es Santiago de Alfeo.

Su hermano arremete contra él:

–        ¿No hablas?

¡No te mueves!

¡No oyes!

¡Defiende a Cristo contra sí mismo!

Santiago, por toda respuesta, se lleva las manos a la cara,

se separa bastante… 

Y llora.

–        ¡Es un estúpido! – sentencia su hermano.

Hermasteo le responde:

–         Quizás menos de lo que crees.

Y añade:

–         Ayer, explicando la profecía, el Maestro habló de un cuerpo deshecho que se

reintegra y de uno que por sí mismo se resucita.

Creo que uno no puede resucitar sin estar antes muerto.

Tadeo rebate:

–        Pero puede haber muerto de muerte natural, de vejez.

¡Y ya sería mucho para el Cristo!

Y muchos le dan la razón.

Simón Zelote observa:

–        Sí,

Pero entonces no sería una señal para esta generación,

que es mucho más vieja que Él. 

–        Ya.

Pero no está claro que hable de Sí mismo. – rebate Judas Tadeo,

Obstinado en su amor y respeto.

Isaac dice:

–        Ninguno que no sea el Hijo de Dios puede resucitarse a Sí mismo.

Así como tampoco ninguno que no sea el Hijo de Dios puede nacer como nació Él.

Yo lo digo, yo que vi su gloria natal.

Y el pastor testimonia con firmeza. 

Jesús, con los brazos cruzados, los ha escuchado mirándolos a medida que hablaban.

Ahora es Él el que hace ademán de hablar,

y dice:

–        El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres,

porque es el Hijo de Dios, sí,

pero también el Redentor del hombre.

Y no hay redención sin sufrimiento.

Mi sufrimiento será corporal, de la carne y de la sangre, para reparar los pecados de

la carne y de 1a sangre;

moral, para reparación de los pecados de la mente y las pasiones;

espiritual, para reparación de las culpas del espíritu.

Será completo.

Por tanto, a la hora establecida, me prenderán, en Jerusalén.

Y tras haber sufrido ya mucho por culpa de los Ancianos y de los Sumos Sacerdotes,

de los escribas y fariseos, seré condenado a una muerte infamante.

Y Dios no lo impedirá, porque así debe suceder

siendo Yo el Cordero de expiación por los pecados del mundo entero.

Y, en un mar de angustia, compartida por mi Madre y por otras pocas personas,

moriré en el patíbulo; y tres días después, por mi Voluntad Divina, por ella sola,

resucitaré a una vida eterna y gloriosa como Hombre y volveré a ser: Dios en el Cielo

con el Padre y el Espíritu. 

Pero antes tendré que padecer toda suerte de oprobios… 

Y sentir mi corazón traspasado por la Mentira y el Odio.

Un coro de gritos se eleva en el aire tibio y perfumado de primavera.

345 PEDAGOGOS EN ANTIGONIO

345 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

El anciano Felipe mientras sirve a los huéspedes leche humeante,

dice: .

–       Mi hijo Tolmái ha venido para los mercados.

Hoy, a la sexta, regresa a Antigonio.

El día está templado.

¿Queréis ir, según vuestro deseo? 

Pedro responde:

–        Iremos, seguro.

¿Cuándo has dicho?

–        A la sexta.

Podréis volver mañana, si queréis; o si preferís, en la víspera del sábado, al caer de la tarde, cuando vienen para las funciones del sábado todos los subalternos hebreos

o los que han entrado en la fe.

–        Lo haremos así.

Se podría incluso elegir ese lugar, para que vivieran éstos.

–        Será un placer en todo caso, aunque los pierda.

Porque es un lugar salubre.

Y podríais hacer mucho bien con los subalternos, algunos de los cuales

son todavía los que dejó el amo.

Otros provienen de la bondad de la bendita ama, que los rescató de amos crueles.

Por eso no son todos israelitas.

Pero ahora ya no son tampoco paganos.

Hablo de las mujeres.

Los hombres, todos, están circuncidados.

No sintáis aversión…

Pero están todavía muy lejos de la justicia de Israel.

Los santos del Templo, que son perfectos, se escandalizarían de ellos…

Pedro exclama:

–       ¡Ah, ya!

¡Ya! ¡Ya!…

¡Bueno, bien!

Ahora podrán progresar aspirando sabiduría y bondad de los enviados del Señor…

¿Estáis oyendo cuántas cosas que hacer tenéis aquí? – termina Pedro, dirigiéndose a los dos.

Síntica promete:

–        Lo haremos.

No defraudaremos al Maestro

Y sale para preparar lo que cree oportuno.

Juan de Endor pregunta a Felipe:

–        ¿Piensas que en Antigonio voy a poder hacer un poco de bien,  también a otros,

enseñando como pedagogo?

–        Mucho bien.

El anciano Plauto ha muerto ya hace tres lunas y los niños de los gentiles no tienen escuela.

En cuanto a los hebreos, no hay maestro, porque todos los nuestros huyen de ese lugar

que está cerca de Dafne.

Se necesita uno que sea…

que sea… como era Teófilo…

Sin rigideces para… para…

Pedro concluye expeditivo.

–        Sí, en fin,

sin fariseísmo, quieres decir.

–        Eso… sí…

No quiero criticar…

Pero pienso…

Maldecir no sirve para nada.

Mejor sería ayudar…

Como hacía la ama, que con su sonrisa conducía a la Ley más y mejor, que un rabí.

Juan de Endor exclama:

–        ¡Ahora comprendo por qué me ha enviado aquí el Maestro!

Soy exactamente el hombre con los requisitos precisos…

¡Haré su voluntad!

¡Hasta el último respiro!

Ahora creo, creo con firmeza que es exclusivamente una misión de predilección ésta mía.

Voy a decírselo a Síntica.

Vais a ver como nos quedamos allí..

Voy, voy a decírselo.

Y sale, animado como hacía tiempo no lo estaba.

Pedro exclama:

–        ¡Altísimo Señor, te doy las gracias y te bendigo!

Sufrirá todavía, pero no como antes…

¡Ah, qué alivio! 

Y luego siente el deber de explicar a Felipe un poco, de la forma que puede,

el por qué de su alegría:

«       Debes saber que los…«rígidos» de Israel – tú los llamas «rígidos» – persiguen a Juan.

–        ¡Ah, comprendo!

Perseguido político como… como… – y mira al Zelote.  

Simón confirma:

–        Sí, como yo y más;

por otros motivos también.

Porque, además de por la casta distinta, los irrita por ser del Mesías.

Por lo cual, dicho sea de una vez por todas, él y ella quedan confiados a tu fidelidad…

¿Comprendes?

–        Comprendo.

Y sabré cómo moverme.

–        Ante los demás, ¿Cómo los vas a llamar?

–        Dos pedagogos recomendados por Lázaro de Teófilo,

él para los niños, ella para las niñas.

Veo que tiene bordados y telares…

Gente extranjera hace y vende muchas labores femeninas en Antioquía.

Pero son labores toscas y recargadas

Ayer he visto una labor suya que me ha recordado a la buena ama mía…

Serán labores muy solicitadas…

Pedro dice:

–        Una vez más, alabado sea el Señor.

Judas Tadeo., responde: 

–        Sí.

Esto disminuye en nosotros el dolor de la ya próxima despedida.

–        ¿Ya os queréis marchar?

Y Tadeo explica:

–        Tenemos que marcharnos.

La tormenta nos ha hecho perder tiempo.

Para los primeros días de Sabat tenemos que estar con el Maestro.

Nos está esperando, porque ya vamos con retraso.   

Se separan y va cada uno a sus asuntos:

Felipe a donde lo llama una mujer;

los apóstoles al sol, en la azotea. 

Santiago de Alfeo pregunta: 

–        Podríamos partir el día siguiente del sábado.

¿Qué os parece? 

Todos asienten…

–       ¡Por mí!…

¡Fíjate tú! 

Pedro:   

–       Todos los días me levanto con el tormento de Jesús solo, sin ropa, desatendido,

y todas las noches me acuesto con el mismo tormento.

De todas formas, hoy lo decidimos.

Andrés comenta:

–        Decidme.

¿Creéis que el Maestro sabía todo esto?

Hace días que me pregunto cómo sabía que encontraríamos al cretense;

cómo ha visto con anticipación el trabajo de Juan y Síntica;

cómo, cómo… en definitiva, muchas cosas.  

Zelote dice:

–        Verdaderamente creo que el cretense tiene épocas fijas de estancia en Seleucia.

Quizás Lázaro se lo dijo a Jesús…

Y Él, por ello, decidió la partida sin esperar a la Pascua… 

Santiago de Alfeo. pregunta: 

–        ¡Sí! ¡Eso!

¿Y Juan cómo va a celebrar la Pascua? 

Mateo dice:

–        Pues como todos los israelitas… 

Tadeo dice:

–        No.

Sería caer en la boca del lobo».

-¿Pero qué dices, hombre?

Entre tanta gente, ¿Quién lo va a descubrir?

Pedro dice y corta la frase: 

–       El Iscar…

¡Oh, ya hablé!

No penséis en ello.

Es un capricho de mi mente…

Pedro está colorado, afligido por haber hablado.

Judas Tadeo le pone una mano en el hombro, sonriendo con su sonrisa grave,

y dice:

–        ¡Bueno, hombre!

Todos pensamos lo mismo…

Pero mejor no decírselo a ninguno.

Bendigamos, más bien, al Eterno, que ha desviado la mente de Juan, de este pensamiento.

Todos, abstraídos, guardan silencio.

Pero para ellos, verdaderos israelitas, es una preocupación el cómo va a poder celebrar

la Pascua en Jerusalén, el discípulo exiliado…

Y vuelven sobre el tema. 

Mateo dice:

–        Yo creo que Jesús proveerá.

Quizás Juan lo sabe.

Basta preguntárselo.

Juan suplica:

–        No lo hagáis.

No creéis deseos y espinas donde apenas si se acaba de establecer la paz.

Santiago de Alfeo. confirma: 

–        Sí.

Es mejor preguntárselo al Maestro mismo

Andrés pregunta: 

–       ¿Cuándo lo veremos?

¿Qué pensáis vosotros? 

Santiago de Zebedeo dice: 

–        Si partimos el día siguiente del sábado,

para el final de la luna estaremos seguro en Tolemaida…

Tadeo observa:

–        Si encontramos nave… 

Y su hermano añade:

–        Y si no hay tempestad.

–        Por lo que se refiere a la nave, siempre hay alguna que parte para. Tiro.  

Y pagando, haremos que se haga escala en Tolemaida aunque la nave vaya para Joppe.

Zelote pregunta a Pedro:

–        ¿Tienes todavía?

–       . Contando incluso con que me ha pelado bien ese ladrón del cretense,

a pesar de todas sus declaraciones de querer favorecer a Lázaro.

Pero tengo que pagar la permanencia de la barca y la de Antonio…

Y no toco los denarios que me han dado para Juan y Síntica.

Son sagrados.

Los dejo intactos, a costa incluso de no comer.

Zelote comenta:

–       Haces bien.

Ese hombre está muy enfermo.

Él cree que podrá ejercer la función de pedagogo.

Yo creo que su única función será la de enfermo, pronto… 

Santiago de Zebedeo, confirma: .

–        Sí, también yo creo eso.

Síntica, más que labores, tendrá que hacer ungüentos 

Juan dice admirado:

–        Ese ungüento, ¿Eh?

¡Qué prodigio!

Síntica me ha dicho que quiere hacer más

y usarlo para poder entrar en familias de aquí».

Mateo proclama: 

–       ¡Buena idea!

Un enfermo que se cura es siempre un discípulo conquistado, y con él los suyos

  Pedro exclama: 

      ¡Ah, no, eso no! 

Andrés cuestiona y con él, otros más:

—      ¿Cómo?

¿Quieres decir que el milagro no arrastra hacia el Señor?  

Pedro interroga:

–        Sois unos niñitos!

¡Parece que acabáis de bajar del Cielo!

¿Pero no veis lo que le hacen a Jesús?

¿Se ha convertido Elí de Cafarnaúm

¿Y Doras?

¿Y Oseas de Corazín?

¿Y Melquías de Betsaida?

¿Y – perdonad los de Nazaret

 y toda Nazaret por los cinco, seis, diez milagros cumplidos,

hasta el último, el de vuestro sobrino? 

Ninguno replica, porque es la amarga verdad…

Después de unos minutos de silencio,

Juan dice: 

–        No hemos encontrado todavía al soldado romano.

Jesús ya lo había dado a entender..

Zelote dice: . 

–        Se lo diremos a los que se quedan.

Es más, será otra misión más en su vida.

Vuelve Felipe

diciendo:

–        Mi hijo está ya listo.

Se ha dado prisa.

Está con su madre, que prepara regalos para los nietos.

–        ¿Es buena tu nuera, no?

–        Buena.

Ha sido consuelo mío en la pérdida de mi José.

Es como una hija.

Era sierva de Euqueria. La educó ella.

Venid a reponer fuerzas antes de poneros en marcha.

Los otros ya lo están haciendo…

.Y,precedidos por el carro de Tolmái, nieto de Felipe, trotan hacia Antigonio…

Llegan pronto a esta pequeña ciudad.

Sepultada en la feracidad de sus jardines, protegida de las corrientes por las cadenas de

montes que tiene alrededor; 

suficientemente lejanas para no ahogarla, pero suficientemente cercanas para protegerla

y derramar sobre ella los efluvios de sus bosques de árboles resinosos y esenciales;

toda llena de sol, alegra la vista y el corazón con sólo cruzarla.

Los jardines de Lázaro están al sur de la ciudad.

Están precedidos por un paseo, por ahora sin frondas, a lo largo del cual están las casas

de los que trabajan en los jardines.

Son casitas bajas, pero bien cuidadas.

A sus puertas se asoman caras de niños que observan curiosos…

Y de mujeres que saludan sonriendo.

Las razas distintas se manifiestan en la diversidad de los rostros.

Tolmái, en cuanto traspasan la cancilla donde empieza la propiedad,

hace un especial chasquido de tralla al ir pasando por delante de todas las casas;

debe ser como una señal

Y los que viven en ellas, tras haber observado, entran de nuevo y luego vuelven a salir,

cierran las puertas y empiezan a caminar por el paseo, detrás de los dos carros,

que van al paso y luego se paran en el centro de una confluencia de senderos

(dirigidos, como los radios de una rueda, en todas las direcciones

entre muchos campos dispuestos en cuadros, unos desnudos, otros de un verde perenne,

custodiados por laureles, por acacias o árboles semejantes.

O por otros árboles que a través de los tajos incididos en su tronco

rezuman leche olorosa y resinas).

En el ambiente hay un olor mixto de aromas balsámicos, resinosos, fragantes.

Panales por todas partes.

Y pilones para el riego, en que beben palomas blanquísimas.

Y, en zonas especiales, de tierra desnuda, recientemente cavada,

escarban gallinitas también blancas custodiadas por muchachas.

Tolmái restalla la tralla repetidas veces,

hasta que todos los súbditos del pequeño reino se reúnen en torno a los recién llegados.

Entonces empieza su presentación:

–       Escuchad.

Felipe, jefe nuestro y padre de mi padre, manda y recomienda a estos santos de Israel,

venidos aquí por voluntad de nuestro patrón.

Que Dios esté siempre con él y con su casa.

Mucho nos quejábamos porque aquí faltaba la voz de los rabíes santos.

He aquí que la bondad del Señor y de nuestro patrón, lejano pero que mucho nos ama

Dios le compense el bien que ofrece a sus siervos,

nos procuran lo que nuestro corazón soñaba.

En Israel ha aparecido Aquel que había sido prometido a las gentes.

Ya nos lo habían dicho durante las Fiestas en el Templo y en la casa de Lázaro.

Pero ahora realmente ha llegado para nosotros el tiempo de la gracia,

porque el Rey de Israel ha pensado en sus siervos más pequeños

y ha enviado a sus ministros a portarnos sus palabras.

Éstos son sus discípulos.

Y dos de ellos vivirán en medio de nosotros, aquí o en Antioquía;

enseñando la Sabiduría para ser instruidos en orden al Cielo.

Y también la otra que se necesita para la tierra.

Juan, pedagogo y discípulo de Cristo, enseñará a nuestros niños estas dos sabidurías;

Síntica, discípula y maestra con la aguja, enseñará la ciencia del amor a Dios

y el arte del trabajo femenil a las muchachas.

Recibidlos como bendición del Cielo y amadlos como los ama Lázaro de Teófilo y Euqueria

– gloria a sus almas y paz – Y como los aman las hijas de Teófilo, Marta y María,

nuestras amadas señoras y discípulas de Jesús de Nazaret, el Rabí de Israel,

el Prometido, el Rey.

El pequeño pueblo de hombres, vestidos con cortas túnicas, de manos terrosas

que sostienen utensilios de jardinería;

de mujeres, de niños de todas las edades, escucha asombrado.

Luego bisbisean.

Finalmente saludan con una profunda reverencia…

Y Tolmái empieza las presentaciones:

–        Simón de Jonás, el jefe de los enviados del Señor;

Simón el Cananeo, amigo de nuestro señor;

Santiago y Judas, hermanos del Señor;

Santiago y Juan, Andrés y Mateo.

Y luego, a los apóstoles y discípulos:

–        Ana, mi mujer, de la tribu de Judá, como, por lo demás, mi madre,

porque somos puros, venidos con Euqueria de Judá.

José, el varón consagrado al Señor,

y Teoqueria, primogénita, que en el nombre lleva el recuerdo de los justos señores,

sabia hija y amante de Dios como una verdadera israelita.

Nicolái y Dositeo. Nicolái es nazireo. Dositeo es el tercero de los hijos; ya lleva casado

(y un fuerte suspiro acompaña el anuncio de esto) varios años con Hermiona.

Ten aquí, mujer…

Se adelanta una jovencísima morenita con un lactante en brazos.

–       Ésta es.

Es hija de un prosélito y de una griega.

Mi hijo la vio en Alejandrocena de Fenicia,cuando fue para unas compraventas…

Y la quiso para sí…

Y Lázaro no se opuso, antes al contrario me dijo: «Mejor así que al mal».

Y no es ningún mal.

Pero yo quería sangre de Israel…

La pobre Hermiona está con la cabeza agachada como una acusada.

Dositeo está visiblemente agitado y se ve que sufre.

Ana, la madre y suegra, mira con ojos entristecidos…

Juan, a pesar de ser el más joven,

siente la necesidad de elevar los espíritus humillados

y dice:

–        En el Reino del Señor no hay ya griegos o israelitas, romanos o fenicios;

sino solamente hijos de Dios.

Cuando, a través de estos que han venido, conozcas la Palabra de Dios,

sentirás elevarse tu corazón a nuevas luces.

Y ésta ya no será «la extranjera» sino la discípula, como tú y como todos,

del Señor nuestro Jesús.

Hermiona levanta la humillada cabeza y sonríe con gratitud a Juan.

En los rostros de Dositeo y de Ana se ve la misma expresión de agradecimiento.

Tolmái responde austero:

–        Y Dios quiera que sea así,

porque, aparte del origen, nada tengo que recriminar a mi nuera.

El que está en sus brazos es Alfeo, el último nacido, que del padre de ella, prosélito,

ha tomado el nombre.

La pequeña de los ojos de cielo bajo los rizos de ébano es Mírtica, del nombre de la madre

de Hermiona.

Y éste, el primogénito, es Lázaro, porque así lo quiso el señor nuestro, y el otro es Hermas.

Juan. interviene nuevamente,

diciendo:

–        El quinto se debe llamar Tolmái y la sexta Ana,

para decir al Señor y al mundo  que tu corazón se ha abierto a nuevas comprensiones.  

Tolmái se inclina sin decir nada.

Luego reanuda las presentaciones:

–       Éstos son dos hermanos de Israel: Miriam y Silvano, de la tribu de Neftalí.

Y éstos son Elbónides Danita y Simeón judío.

Luego, aquí están los prosélitos, que eran romanos, caridad de Euqueria hecha obra; 

arrancados por ella al yugo y a gentilidad: Lucio, Marcelo, Solón, hijo de Elateo.

Síntica observa: 

–        Nombre griego.

–        De Tesalónica.

Esclavo de un siervo de Roma – el desprecio es manifiesto al decir «siervo de Roma» –

Euqueria lo tomó, junto con el padre agonizante, en un momento confuso;

si el padre murió pagano, Solón es prosélito…

Priscila ven aquí adelante con tus hijos…

Una mujer alta y delgada, de rostro aquilino, se adelanta empujando a una niña y a un niño;

cogidas de la falda lleva a dos pequeñuelos.

–        Ésta es la mujer de Solón, que fue liberta de una romana ya difunta.

Y Mario, Cornelia, María y Martila, gemelas.

Priscila es experta en esencias.

Amiclea, ven con tus hijos. Ésta es hija de prosélitos.

Y prosélitos son los dos niños, Casio y Teodoro.

Tecla, no te escondas

Es la mujer de Marcelo.

Su dolor es que es estéril. También hija de prosélitos.

Éstos son los colonos.

Ahora a los jardines.

Venid.

Y los guía por la vasta propiedad, seguido de los jardineros,

que explican los cultivos y trabajos;

mientras las muchachas vuelven a sus gallinitas,

que han aprovechado la ausencia de las guardianas para irse a otros lugares,

sobrepasando los límites, establecidos.

Tolmái explica:

–        Se las trae aquí para limpiar la tierra de larvas, antes de la siembra de los cultivos anuales.

Juan de Endor sonríe a las gallinitas, que cloquean

y dice:

–        Parecen las que tenía yo…

Y se agacha para echar miguitas de pan que tenía en el talego,

hasta que se ve rodeado de polluelas.

Y ríe porque una de ellas, petulante, le arrebata el pan de los dedos.  

Pedro exclama:

–        ¡Menos mal!

Dando con el codo a Mateo y señalando a Juan, que juega con los pollos…

Y a Síntica, que está hablando griego con Solón y Hermiona.

Luego vuelven hacia la casa de Tolmái

que explica:

–        Éste es el sitio.

Pero, si queréis enseñar, se puede hacer un lugar.

¿Os quedáis aquí o…?  

Juan de Endor suplica:

–        ¡Sí, Síntica!

¡Aquí! ¡Es más bonito!

Antioquía me ahoga de recuerdos… 

Síntica concede:

–        ¡Sí, hombre, claro!

Como quieras.

Basta con que tú estés bien.

Para mí todo es igual.

No miro ya hacia atrás… sólo adelante, adelante…

¡Ánimo, Juan!

Aquí estaremos bien.

Niños, flores, palomas y gallinas para nosotros, pobres criaturas.

Y para nuestra alma el gozo de servir al Señor.

¿Qué opináis vosotros? 

Pregunta volviéndose a los apóstoles.  

Pedro dice:

–        Pensamos como tú, mujer

–        Pues ya está dicho.

–        Muy bien.

Nos iremos contentos…

Juan de Endor, vuelve a su dolor…

exclamando:

–        ¡Oh, no os marchéis!

¡No os volveré a ver!

¿Por qué tan pronto? ¿Por qué?… – 

–        ¡No nos marchamos ahora!

Estamos aquí hasta… hasta que seas…

Pedro no sabe expresar lo que será Juan,

Y para que no se vea que también él está repleto de lágrimas,

abraza a Juan, que está llorando,

y trata de consolarlo así…  

Nota importante:

Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,

para no perder la vista.

Y a un corderito, de nuestro grupo de oración, un padre de familia joven,

que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.

¡Que Dios N.S. les pague vuestra caridad….!

Y quién de vosotros quiera ayudarnos,

aportando una donación económica; para este propósito,

podrán hacerlo a través de éste link

https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC

https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC

19. que nosotros tenemos como segura y sólida ancla de nuestra alma, y = que penetra hasta más allá del velo, =Hebreos 6

343 EXILIADOS…

343 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

En una bellísima puesta de sol, se delinea la ciudad de Seleucia

como un voluminoso aglomerado blanco en el límite de las aguas azules del mar calmo

y risueño: todo un jugueteo de olitas bajo un cielo que funde su cobalto sin nubes

con la púrpura del ocaso.

La nave, desplegadas sus velas, enfila veloz hacia la ciudad lejana,

y tanto inciden en ella los esplendores del sol poniente, que parece incendiarse,

con fuego de alegría por la fiesta de la llegada ya cercana.

En el puente de la nave, entre los marineros, que ya ni trajinan ni están inquietos,

están los pasajeros, que ven acercarse la meta.

Sentado junto a Juan de Endor (más macilento aún que cuando partió),

se ve al marinero herido

Todavía tiene fajada la cabeza con una venda ligera;

su tez, pálida-marfil por la gran cantidad de sangre que ha perdido.

Pero sonríe y habla con sus salvadores, o con los compañeros que, pasando,

se congratulan con él de verlo en el puente.

También el cretense se percata de su presencia.

Deja por un momento su puesto, poniéndolo en manos del jefe de la tripulación,

para ir a saludar a su «óptimo Demetes», que ha vuelto al puente por primera vez

después de sufrir la herida.

Y dirigiéndose a los apóstoles,

les dice:

       «Y gracias a todos vosotros» .

«No tenía ninguna esperanza de que sobreviviera, después del golpe de ese pesado travesaño

y del hierro que lo hacía todavía más pesado

Verdaderamente, Demetes, éstos te han dado de nuevo a la vida,

porque estabas ya dos veces muerto.

La primera, yaciendo como una mercancía en el puente, donde habrías perecido por el

desangramiento… y por las olas, que te hubieran llevado al mar;

habrías descendido al reino de Neptuno, a hacer compañía a nereidas y tritones.

La segunda, por haberte curado con esos maravillosos ungüentos.

Y se va hacia el puente de mando para tomar el timón, pues ya están muy cerca del atracadero.

Pedro dice:

–           Vamos a tomar nuestro cargamento.

No veo la hora de alejarnos de este asqueroso pagano.

Juan… Síntica…

En cuanto bajemos con la carga, vendremos por ustedes…

Y los ocho apóstoles se van ligeros a hacer lo que han dicho.

Los dos que se quedan,

observan los diques y la sinfonía de silbidos con que se trasmiten las órdenes

para que el navío quede a punto para el desembarco.

Juan de Endor dice muy triste:

–           Síntica, cada vez damos un paso más hacia lo desconocido.

Otro paso que nos aleja del dulce pasado.

Otra agonía… no creo que aguante…

Síntica está muy pálida y también agobiada por la tristeza,

pero es siempre la mujer fuerte que da fuerzas a los que ama:

–        Es verdad, Juan.

Otro golpe que destroza el corazón.

Otra agonía…

Pero no digas: ‘Otro paso más hacia lo desconocido’ No está bien.

Conocemos nuestra misión.

Jesús nos lo dijo.

Y nos estamos uniendo a la Voluntad de Dios, que sólo Él sabe por qué lo está permitiendo…

Ni siquiera debemos decir: ‘Otro golpe’

Nosotros seguimos fieles a su Voluntad.

El golpe abate.

Nosotros nos unimos.

Nos vemos libres de los placeres sensibles de nuestro amor por Él, por nuestro Maestro.

Y nos reservamos las delicias suprasensibles, haciendo que nuestro amor y obligación

se trasladen a un plan superior.

¿No estás convencido de ello?

¿Sí?

Juan asiente en silencio con un gesto afirmativo.

–        Entonces no debes decir ‘otra agonía’

Decir agonía significa que la muerte está cerca.

Pero nosotros al llegar a un plano espiritual por nuestros propósitos, no morimos,

sino que ‘vivimos’.

Porque lo espiritual es eterno.

Por esta razón subimos a una vida mejor, anticipo de la vida verdadera del Cielo.

¡Ea, ánimo!

¡Olvida que eres el Juan inútil!

Y piensa que eres el hombre destinado al Cielo.

Reflexiona, reacciona y medita…

Y espera solo en ser el ciudadano de aquella patria inmortal.

Los apóstoles ya tienen la carga lista para desembarcar,

cuando la nave entra majestuosa, al lugar donde va a atracar.

Se acercan los dos que están sufriendo el dolor infinito del alejamiento

del que ya aman con todo su ser.

Nicómedes se acerca a despedirlos.

Y Pedro dice:

–        Adiós y muchas gracias.

–        ¡Salve hebreos!

También yo os las doy.

Si os apresuráis, encontrareis alojamiento…

Hasta la vista…

Después de bajar la carga, los diez descienden.

Y cargados con sus fardos, se alejan en busca del albergue…

Al día siguiente…

Erguido enfrente de los apóstoles bajo el primer sol de la mañana…

El anciano posadero dice:

–        En los mercados encontraréis seguro un carro.

Pero, si queréis el mío os lo dejo, en recuerdo de Teófilo.

Si vivo tranquilo, se lo debo a él.

Me defendió, porque era justo.

Ciertas cosas no se olvidan.   

Pedro objeta:

–        Es que tú estarías sin tu carro varios días…

Y además, ¿Quién lo guía?

Yo con un burro… todavía…

¡Pero con un caballo!…

–        ¡Es igual!

No te voy a dar un potro indómito.

doy un prudente caballo de tiro, bueno como un cordero.

Llegaréis pronto y sin fatigaros.

Para la hora novena estaréis en Antioquía;

mucho más considerando que el caballo conoce muy bien el camino y va solo.

Me lo devolverás cuando quieras, sin interés por mi parte,

si no es el de hacer una cosa grata al hijo de Teófilo.

Decidle que todavía le debo muchas cosas.

Y que lo recuerdo y me siento siervo suyo. 

Pedro pregunta a sus compañero

–       ¿Qué hacemos? – 

–        Lo que te parezca mejor.

Tú juzga y nosotros obedecemos…

-¿Probamos con el caballo?

Lo digo por Juan…

Y también para abreviar…

Me siento como si estuviera llevando a uno a la muerte

y estoy deseando acabar todo esto lo antes posible…

Todos aprueban: 

–        Tienes razón

–        Entonces, hombre, acepto.

—       Y yo ofrezco con alegría.

Voy a aparejar el vehículo.

El hospedero se marcha.

Pedro da rienda suelta a su pensamiento:

–        He consumido en estos pocos días la mitad del tiempo de vida que tenía.

¡Una pena!… ¡Una pena!…

Habría querido tener el carro de Elías, el manto que cogió Eliseo,

que les hiciera olvidar, que les…

¡No sé! Algo, en definitiva, que no les hiciera sufrir tanto…

Pero, si logro saber quién es la causa principal de este dolor,

dejo de ser Simón de Jonás si no lo retuerzo como a un paño empapado.

No digo matarlo, ¡No!,

Pero sí exprimirlo, como él ha exprimido la alegría y la vida a esos dos pobrecillos…

Santiago de Alfeo.,

dice:

–        Tienes razón.

Es una gran pena.

Pero Jesús dice que se debe perdonar las ofensas… 

–         Si me las hubieran hecho a mí, debería perdonar.

Y podría.

Estoy sano y fuerte.

Y si alguien me ofende tengo fuerza para reaccionar incluso contra el dolor.

¡Pero, el pobre Juan!

No, no puedo perdonar la ofensa contra el redimido del Señor;

contra uno que muere afligido de esta forma…

Andrés suspira, diciendo: 

–        Yo pienso en el momento en que lo dejemos del todo… – 

Mateo susurra:

–        Yo también.

Es un pensamiento fijo y que aumenta a medida que se acerca el momento…

Pedro dice:

–        Hagámoslo pronto, por piedad

Poniendo una mano en el hombro de Pedro.

Zelote dice serenamente:

–        No, Simón.

Perdona si te observo que te equivocas deseando eso.

Tu amor al prójimo se está transformando en un amor desviado.

Y esto no debe suceder en ti, que siempre has sido recto.

–       ¿Por qué, Simón?

Eres culto y bueno.

Muéstrame mi error.

Y yo, si así lo veo, te diré: tienes razón.

–        Tu amor se está haciendo malsano, porque está para transformarse en egoísmo.

–        ¿Cómo?

¿Me aflijo por ellos y soy egoísta?

–        Sí, hermano;

porque tú, por exceso de amor, todo exceso es desorden.

Y por tanto, induce al pecado, te envileces.

Quieres no sufrir tú de ver sufrir.

Eso es egoísmo, hermano en el nombre del Señor.

Pedro concede:

-¡Es verdad!

Tienes razón. Y

Te agradezco esta advertencia.

Así se debe hacer entre buenos compañeros. Bien.

Entonces ya no tendré prisa…

Pero, decid la verdad,

¿No es un acto de piedad? 

Todos dicen: 

–       Lo es, lo es… 

–       ¿De qué forma los vamos a dejar? 

Andrés sugiere: 

–       Propondría hacerlo cuando nos haya recibido Felipe,

pero quedándonos quizás ocultos un tiempo en Antioquía.

Y preguntándole a Felipe cómo se van adaptando… 

Santiago de Alfeo.. objeta: 

–        No.

Sería hacerles sufrir demasiado con una separación tan brusca.  

Santiago de Zebedeo, comenta:

–        Entonces…

Sigamos a medias el consejo de Andrés.

Quedémonos en Antioquía, pero no en casa de Felipe.

Y durante unos días vamos a verlos, cada vez menos, cada vez menos, hasta que…

No volvemos… 

Tadeo opina:

–        Dolor renovado una y otra vez.

Y cruel desilusión.

No. No se debe hacer. 

–        ¿Qué hacemos, Simón?

Pedro dice abatido:

–       ¡Ah!, por lo que a mí respecta,

quisiera estar en su lugar, más bien que tener que decir: «Me despido de vosotros»

Zelote dice: 

–        Propongo una cosa.

Vamos con ellos a casa de Felipe.

Nos quedamos allí.

Luego, siguiendo todavía juntos, vamos a Antigonio.

Es un lugar ameno…

Y allí también estamos un tiempo.

Una vez que ellos se hayan aclimatado, nos retiramos, con dolor pero con virilidad.

Yo diría esto.

A menos que Simón-Pedro tenga órdenes distintas del Maestro. 

–        ¿Yo? No.

Me dijo: «Haz todo, bien, con amor, sin pereza y sin prisa.

Y de la forma que juzgues mejor».

Hasta ahora creo que lo he hecho. 

¡Está eso de que dije que era pescador!…

Pero, si no lo hubiera dicho no me habría dejado estar en el puente.

Tadeo lo conforta:

–      No te crees escrúpulos tontos, Simón.

Son puntadas del demonio para turbarte. 

Juan de Zebedeo confirma:

–       Verdaderamente es así!

Creo que está alrededor de nosotros como no lo ha estado jamás,

poniéndonos obstáculos y creándonos miedos, para movernos a actos viles.

Y concluye en voz baja:

«       Creo que quería inducir a la desesperación a ellos dos, reteniéndolos en Palestina…

Y ahora que se escapan de su asechanza se venga en nosotros…

Me lo siento alrededor como una serpiente escondida entre la hierba…

Y ya hace meses que me lo siento alrededor así…

Mirad, ahí vienen el hospedero por un lado y Juan y Síntica por el otro.

Os diré el resto cuando estemos solos, si os interesa.

Nota importante:

Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,

para no perder la vista.

Y a un corderito, de nuestro grupo de oración, un padre de familia joven,

que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.

¡Que Dios N.S. les pague vuestra caridad….!

Y quién de vosotros quiera ayudarnos,

aportando una donación económica; para este propósito,

podrán hacerlo a través de éste link

https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC

19. que nosotros tenemos como segura y sólida ancla de nuestra alma, y = que penetra hasta más allá del velo, =Hebreos 6

338 UNA ORACION PROFUNDA

  1. 338 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Jesús está de nuevo al pie del macizo sobre el que se alza Yiftael.

No en la calzada – llamémosla así – o camino de herradura recorrido antes con el carro;

sino en una senda tan empinada, que se diría que es para cabras monteses.

Pues está toda formada de grandes lascas, con grietas profundas, pegada contra el monte.

Pareciera que está excavada, en la pared vertical del monte;

como si éste hubiera sido rayado por una enorme zarpa

La limita un tajo que se abre a pico a nuevas profundidades;

en cuyo fondo espuma ruidoso un torrente.

Pisar en falso ahí, significa despeñarse sin esperanza, rebotando de una mata a otra.

Matas de zarzas y de otras plantas agrestes, nacidas entre las fisuras de la roqueda.

Y sin la disposición vertical propia de las plantas, sino oblicua, o incluso horizontal,

porque a ello las constriñe su lugar de arraigamiento.

Pisar en falso ahí significa la laceración a causa de todos los peines espinosos,

de estas plantas;

quedar deslomado por los golpes contra los troncos rígidos,

que se asoman hacia el abismo.

Pisar en falso ahí, significa desgarraduras con las piedras aguzadas,

que sobresalen de las paredes del tajo.

Pisar en falso ahí, significa llegar sangrando y quebrantado a las aguas espumosas

del ruidoso torrente y ahogarse.

Y yacer sumergido en un lecho de escollos puntiagudos, a merced de los ramalazos

de las violentas aguas.

Mas a pesar de ello, Jesús recorre este sendero, este arañazo en la roca,

más peligroso aún por la humedad que sube del torrente, evaporándose;

que rezuma de la pared superior;

que gotea de las plantas nacidas en esta pared superior vertical;

casi levemente cóncava.

Va lentamente, estudiando dónde pone el pie,

sobre las aguzadas piedras, algunas removidas.

A veces, el sendero se estrecha tanto,

que se ve obligado a apretarse contra la pared rocosa.

Para pasar puntos sobremanera peligrosos,

debe agarrarse a las ramas colgantes de la pared.

Rodea así el lado oeste y llega al lado sur;

que es el lado en que el monte, después de un descenso a plomada desde la cima,

se hace más cóncavo…

Y da más respiro en anchura al sendero, aunque se lo quita en altura:

tanto que, en ciertos puntos, Jesús tiene que caminar agachado,

para no golpear la cabeza contra las rocas.

Quizás tiene intención de detenerse,

al llegar a un lugar en que el sendero termina bruscamente,

como por rocas desprendidas.

Pero observa…

Y ve que hay debajo una caverna, más que una caverna, es una gran grieta del monte.

Y desciende a ella por entre las rocas caídas.

Entra.

Una grieta al principio; dentro, una amplia gruta…

Como si el monte hubiera sido excavado mucho tiempo atrás, a golpe de pico.

Se ve claramente dónde se han asociado a las curvas naturales de la roca,

con las producidas por los hombres,

Los cuales, en el lado opuesto a la hendidura de entrada;

abrieron a una estrecha galería, en cuyo fondo hay una franja de luz…

Y una lejana vista de bosques que indican, que la galería penetra de sur a este

cortando el espolón del monte.

Jesús se mete por esa galería semi-oscura y estrecha.

Y la recorre hasta llegar a la abertura;

situada por encima del camino que sigue con los apóstoles y el carro para subir a Yiftael.

Los montes que rodean el lago de Galilea, están frente a Él.

Allende el valle; en dirección nordeste, resplandece el gran Hermón vestido de nieve.

Aquí no tan vertical, ni hacia arriba ni hacia abajo.

Pero sí han excavado en la ladera del monte, una escalera primitiva,

que conduce al camino de herradura del valle y también a la cima, donde está Yiftael.

Jesús se muestra satisfecho de su exploración.

Vuelve para atrás al interior de la vasta caverna…

Y busca un sitio resguardado.

Allí amontona hojarasca que el viento ha empujado hacia dentro del antro:

haciendo de esta manera una mísera yacija.

Un velo de hojas secas entre su cuerpo y el suelo desnudo y gélido…

Se deja caer encima y se queda así, inmóvil, extendido, con las manos debajo de la cabeza,

los ojos fijos en la bóveda rocosa, absorto…

Pareciera aturdido, como quien hubiera soportado un esfuerzo,

o un dolor superior a sus fuerzas.

Luego, lágrimas lentas, sin sollozos;

empiezan a descender de sus ojos…

Y caen a ambos lados de la cara, para perderse entre sus cabellos, hacia las orejas.

Y terminar ciertamente entre la hojarasca…

Llora así, largamente…

Sin decir nada, ni hacer ningún movimiento…

Luego se sienta y con la cabeza entre las rodillas;

alzadas y ceñidas con sus manos entrelazadas;

llama, con toda su alma, a su lejana Madre:

–       ¡Madre! ¡Madre!

¡Madre mía! ¡Mi eterna dulzura!

¡Oh, Mamá, cuánto quisiera tenerte a mi lado!

¿Por qué no te tengo siempre, único consuelo de Dios?

Solamente la gruta hueca, responde a sus palabras, a sus sollozos;

con un susurro de imperfecto eco…

Y parece que ella misma llore y solloce también, con sus salientes, sus rocas…

Y las pocas y todavía pequeñas estalactitas, que en un ángulo penden;

delatando quizás el más sujeto a labor de aguas internas.

E1 llanto de Jesús continúa, aunque ahora más tranquilo…

Como si el simple hecho de haber invocado a su Madre, lo hubiera consolado.

Y lentamente, se transforma en un monólogo.

–       Han partido…

¿Y por qué? ¿Y por quién?

¿Por qué he tenido que dar este dolor…?

¿Y  a mí mismo también?

¿Si ya el mundo me llena de dolor mis jornadas?…

¡ J u d a s ! …

Se queda en silencio por un largo lapso de tiempo…

¿Quién sabrá a dónde vuela ahora el pensamiento de Jesús…?

Que levanta la cabeza de las rodillas y mira hacia adelante…

Con ojos dilatados y el rostro tenso,

propio de quien está absorto en espectáculos espirituales futuros…

¡O en gran meditación!

Ya no llora, pero sufre visiblemente.

Luego, parece responder a un interlocutor invisible.

Para hacerlo se yergue y se pone en pie.

Diciendo:

–       Soy Hombre, Padre.

Soy el Hombre.

La virtud de la amistad, herida y arrancada de Mí,

se lamenta y se retuerce dolorosamente…

Sé que debo sufrir todo.

Lo sé. Como Dios, lo sé.

Y como Dios, lo quiero por el bien del mundo.

También como hombre lo sé;

porque mi espíritu divino lo comunica a mi humanidad.

Y también como hombre lo quiero, por el bien del mundo.

¡Pero, qué DOLOR, ¡Oh Padre mío!  

Esta hora es mucho más penosa, que la que viví con mi espíritu y el tuyo en el desierto…

Y es mucho más fuerte, LA TENTACIÓN PRESENTE DE NO AMAR…

Y no soportar a mi lado a ese ser legamoso y tortuoso, que tiene por nombre Judas;

causa del mucho dolor que hasta la saciedad como y bebo.

Y que tortura las almas a las que Yo había dado paz.

Y es mucho más fuerte la tentación presente…” (1)

–       Padre, siento que te vas haciendo riguroso con tu Hijo,

a medida que me voy acercando al final, de esta expiación mía por el género humano.

Se va alejando de mí cada vez más tu suavidad…

Y aparece severo tu Rostro a mi espíritu;

que cada vez se ve más apartado hacia las profundidades, donde la Humanidad,

padeciendo tu castigo, gime desde milenios.

Me era suave el sufrimiento; suave el camino al principio de la existencia;

suave también, cuando de hijo del carpintero, pasé a ser Maestro del mundo,

arrancándome de una Madre para darte a Ti Padre, al hombre caído.

Me fue suave también, respecto a este momento, la lucha con el Enemigo,

en la Tentación del desierto.

La afronté con el ardimiento del héroe, que cuenta con todas sus fuerzas…

¡Oh, Padre mío!…

Que ahora mis fuerzas están debilitadas por la falta de amor de demasiados…

Y el conocimiento de demasiadas cosas…

Yo sabía que Satanás, una vez terminada la tentación, se marcharía…

Y así fue.

Y los ángeles vinieron a consolar de ser hombre, al Hijo tuyo;

de ser objeto de la Tentación del Demonio.

Pero ahora NO cesará. 

Una vez pasada la hora en que el Amigo sufre, por los amigos enviados  a un país lejano.

Y por el amigo perjuro, que lo perjudica de cerca y de lejos.

No cesará.

No vendrán tus ángeles a consolarme en este momento;

ni pasado este momento.

Antes al contrario;

vendrá el mundo con TODO su ODIO, su burla, su incomprensión;.

Vendrá y estará cada vez más cerca;

será cada vez más tortuoso y legamoso el perjuro, 

el traidor, el vendido a Satanás.

La posesión demoníaca perfecta NO PUEDE reverenciar a Dios, porque Satanás lo odia y a sus instrumentos, es lo que les trasmite… Y POR ESO SON TAN CRUELES

¡PADRE!...

Es verdaderamente un grito de congoja, de espanto, de invocación…

Y Jesús se estremece…

y ESTA ANGUSTIA SE REPETIRÁ

en la Hora del Getsemaní.

¡Padre! Lo sé.

Lo veo…

Mientras Yo aquí sufro y seguiré sufriendo…

Y te ofrezco mi sufrimiento por su conversión.

Y por los que me han sido arrebatados de mis brazos…

Y están marchando a su destino;

con el corazón traspasado;

él se está vendiendo para ser mayor que Yo….

¡El Hijo del hombre!

¿Soy Yo, no es verdad, el Hijo del hombre?

( ¡LA DUDA LO MUERDE…! )

(Pero la rechaza inmediatamente)

¡  S Í !

Pero no soy el único que lo es.

La Humanidad, la Eva fecunda ha generado a sus hijos…

Si Yo soy Abel, el Inocente,…

NO falta Caín entre la prole de la Humanidad.

Y, si soy el Primogénito;

porque soy como habrían debido ser los hijos del hombre;

sin mancha ante tus ojos;

él, el engendrado en pecado;

es el primero de lo que vinieron  a ser,

después de que mordieron el fruto envenenado.

Ahora, no contento con tener dentro de sí,

los fómites repugnantes y blasfemos de la mentira,

la anti-caridad, la sed de sangre, la avidez de dinero, la soberbia y la lujuria;

ÉL…

«Judas con posesión diabólica perfecta…» ¡Este magnífico actor, se le parece mucho en la fisonomía, al verdadero Judas…!

EL HOMBRE QUE PODRÍA HACERSE ÁNGEL

se hace como el Demonio, para ser el hombre que se  convierte en demonio...

«Y Lucifer quiso ser como Dios; por ello, fue expulsado del Paraíso.

Y transformado en demonio, habitó el Infierno.”

¡Pero, Padre!

¡Oh, Padre mío!

Yo lo amo… lo amo todavía.

Es un hombre…

Es uno de aquellos por quienes te dejé…

Por mi humillación, sálvalo…

¡Concédeme redimirlo, Señor Altísimo!

¡Sé que es incongruente lo que pido;

Yo, que CONOZCO todo cuanto existe!…

Pero, Padre mío, no veas en mí por un instante a tu Verbo.

Contempla sólo mi humanidad de Justo…

Y deja que Yo, por un instante, pueda ser sólo «el Hombre» en gracia tuya;

el Hombre que no conoce el futuro, que puede forjarse ilusiones…

El Hombre que, no conociendo el ineluctable destino;

puede orar, con esperanza absoluta,

para arrancar el milagro.

¡Un milagro!

¡Un milagro a Jesús de Nazaret!

a Jesús de María de Nazaret, nuestra eterna Amada!

¡Un milagro que viole lo signado y lo anule!

¡La salvación de Judas!

Ha vivido a mi lado, ha bebido mis palabras;

ha compartido conmigo el alimento, ha dormido sobre mi pecho…

¡No sea él, no, no sea él mi demonio!…

No te pido no ser traicionado…

Debe suceder, Y SUCEDERÁ....

Para que, por mi dolor de ser traicionado;

sean anuladas todas las mentiras;

por mi dolor de ser vendido;

quede expiada toda avaricia;

por mi congoja de ser blasfemado;

reparadas todas las blasfemias.

Y por la congoja de no ser creído;

reciban la FE aquellos que no la tienen, ahora o en el futuro;…

Para que, por mi tortura;

queden purificados todos los pecados de la carne…

¡Pero, te lo ruego: no él, NO él, Judas, mi amigo, mi apóstol!

Yo querría que ninguno traicionara…

Ninguno…

Ni siquiera el más lejano habitante de los hielos hiperbóreos…

O de los fuegos de la zona tórrida…

Yo quisiera que sólo Tú fueras el Sacrificador…

Como otras veces lo fuiste, quemando los holocaustos con tu fuego…

Dado que debo morir a manos del hombre…

Y más que el verdugo real;

será verdugo el amigo traidor, el corrompido que portará en sí

ese hedor de Satanás que ya está aspirando;

La ENVIDIA produce el ODIO gratuito y con ello Satanás consigue, los CRÍMENES más ruines…  

buscando ser como Yo, EN CUANTO AL PODER

Así piensa en su orgullo y ansia; 

Judas es levita y sacerdote.

Y para ser admitido ante el Sancta Sanctorum

sólo le falta el requisito de la edad, -25 años- los va a cumplir en el invierno anterior

a la Pascua en la que asesinaron a Jesús…

Con todas las implicaciones espirituales que ESTO significa.

Y EL HOMBRE-DIOS SERÁ SU PRIMER SACRIFICIO RITUAL

Dado que debo morir a manos del hombre;

Padre, otorga que no sea el Traidor

aquel a quien he llamado amigo y he amado como tal   

Multiplica, Padre mío, mis torturas, pero dame el alma de Judas…

Pongo esta oración sobre el altar de mi Persona víctima…

¡Padre, acógela!…

¡El Cielo está cerrado y mudo!…

¿Es éste el horror que tendré conmigo hasta la muerte?

¡El Cielo está mudo y cerrado!…

¿Será éste el silencio y la mazmorra en que exhalaré mi espíritu?

El Cielo está cerrado y mudo!…

¿Será ésta la suprema tortura del Mártir?…

Padre, hágase tu Voluntad y no la mía…

Pero, por mis penas, ¡Oh, al menos esto!,

Por mis penas, da paz e ingenuidad al otro mártir de Judas;

a Juan de Endor, Padre mío…

Él realmente es mejor que muchos.

Ha recorrido un camino como pocos saben ni sabrán.

Para él ya se ha cumplido todo de la Redención.

Dale pues, tu paz plena y completa;

para que Yo lo tenga en mi Gloria;

cuando también para Mí, todo se haya cumplido,

para honrarte y obedecerte…

¡Padre mío!…

Jesús, lentamente, ha ido arrodillándose.

Ahora llora rostro en tierra.

Ora mientras la luz del breve día invernal muere precoz en el antro oscuro.

Y el grito del torrente parece ganar voz;

cuanto más aumenta la sombra en el valle…

(1)  EL DRAMA DEL HOMBRE-DIOS

Lucha entre las dos Naturalezas unidas en Cristo.

Dios es AMOR y como Dios, no podía sino amar.

Como Hombre, NO PODÍA, NO sentir rechazo por el falso discípulo.

Aviándose hacia la meta de su Misión Redentora,

advertía la preparación a ese abandono paterno;

QUE SERÍA TOTAL en las horas de la Pasión.

El gran Solitario y gran Desconocido, como era el Verbo Encarnado,

venido a vivir en medio de los hombres;

se sintió siempre «solo y desconocido».

Sólo su Madre lo conoció verdaderamente y fue su perfecta compañera.

En los demás;

a medida que iba acercándose la hora redentora,

iba aumentando la Incomprensión, el Odio o el Abandono.

La pasión incruenta, pero pasión al cabo.

Y, respecto a la oración que sigue, aproximadamente una página después,

Que no sorprenda a los supercríticos esta Oración al Padre.

Es evangelio que Cristo fue tentado «como Hombre» en el desierto.

y que sufrió hasta sudar sangre en su lucha de Hombre,  

SOLO UN HOMBRE, COMPLETAMENTE HUMANO…

Puro hombre, que ya NO era sostenido por la Divinidad;

en el Getsemaní, en la noche del Jueves Santo.

Ésta es otra de sus horas de «auténtico» Hombre…

SOLAMENTE UN HOMBRE MÁS,..

como TODOS los que habitamos este planeta Tierra que es nuestra casa. 

Hombre, sujeto al amor y al dolor humanos, en Él perfectos;

porque era «perfecto» entre todos los hombres.

Nota importante:

se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,

para no perder la vista y a un corderito, de nuestro grupo de oración,

un padre de familia joven que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.

Que Dios N:S: les pague vuestra caridad….

Y quién de vosotros quiera ayudarnos, aportando una donación económica;

para este propósito, podrán hacerlo a través de éste link

https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC

19. que nosotros tenemos como segura y sólida ancla de nuestra alma, y = que penetra hasta más allá del velo, = Hebreos 6

337 LAS FLORES TRIUNFALES DEL SALVADOR

337 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

AL día siguiente, perseguidos por un tiempo lluvioso y frío, que dificulta la marcha,

reanudan el viaje por el mismo camino, el único de este pueblo,

que parece un nido de águila en la cima de un pico solitario.

Tiene que bajar del carro también Juan de Endor,

porque el camino cuesta abajo, es todavía más peligroso que cuesta arriba,

Y aunque el burro por sí solo no correría peligro, el peso del carro,

fuertemente empujado hacia adelante por el desnivel,

hace que el pobre animal vaya muy mal.

Como van también mal sus conductores, que hoy tienen que sudar no ya para empuja;

sino para retener el vehículo, que podría despeñarse, provocando alguna desgracia. 

O por lo menos, pérdida de la carga.

El camino es así, horrible hasta llegar a un tercio, aproximadamente, de su longitud

(el último tercio respecto al valle).

Y se bifurca: un ramal, más cómodo y llano que va hacia el oeste.

Se paran a descansar y se secan el sudor.

Pedro premia al borrico que tiembla todo, de jadeo y que sacude las orejas resoplando,

ciertamente absorto en una profunda meditación, sobre la dolorosa condición de los asnos

y sobre los caprichos de los hombres que escogen estos caminos.

Al menos también Simón de Jonás atribuye a estas consideraciones,

la expresión pensativa del animal.

Y para subirle los ánimos, le cuelga al cuello una saca de habas forrajeras.

Mientras el asno quebranta el duro alimento con ávido placer,

también los hombres comen pan, queso y beben la leche de que sus odres están llenos.

Termina la comida.

Pero Pedro quiere dar de beber al asno,

mientras comenta:

–       «Mi Antonio, que merece los honores más que César» 

Y va con un cubo que tiene en el carro, a sacar agua a un torrente cercano,

que discurre hacia el mar

Jesús dice: .

–        Ahora podemos reanudar la marcha…

Iremos incluso al trote, porque pienso que detrás de aquel collado es todo llanura…

Los apóstoles objetan:

–        Pero nosotros no podemos trotar.

De todas formas, caminaremos ligero.

Pedro llama:

–        ¡Vamos, Juan y tú, mujer, montad y vamos!

Jesús en cuanto suben los dos;

dice

–        Yo también subo, Simón.

Y guío Yo.

Todos los demás seguidnos…

Pedro pregunta:

–        ¿Por qué?

¿Te encuentras mal

¡Estás muy pálido!…

–        No, Simón.

Quiero hablar a solas con ellos… 

Y señala a los dos que, como Él, están pálidos también;

intuyendo que ha llegado el momento del adiós.

Pedro concede:

–        Ah! Bien.

Sube, sube.

Nosotros te seguimos.  

Y Pedro se agrega al grupo de los apóstoles caminantes.

Mientras Jesús se sienta en la tabla que sirve de asiento, para el conductor,

y dice:

–        Ven aquí a mi lado, Juan.

Y tú, Síntica, acércate…

Juan se sienta a la izquierda del Señor.

Síntica a sus pies, casi en el borde del carro, de espaldas al camino;

con la cara levantada hacia Jesús.

Colocada así, sentada sobre los talones, relajada como si soportara un peso agotador;

abandonadas las manos en su regazo y unidas para mantenerlas quietas, porque tiemblan;

Se le ve la cara cansada, sus bellísimos ojos de color negro-violeta

están como empañados por el mucho llanto vertido; bajo la sombra de su velo y su manto;

muy cubierta con ambos, parece una Piedad desolada.

¡Y Juan…!

El pobre y penitente Juan de Endor…

Pareciera que si al final del camino le esperara el patíbulo, estaría menos turbado.

El asno se pone al paso, tan obediente y juicioso, que no obliga a su nuevo conductor,

a una estrecha vigilancia. 

Y Jesús aprovecha de ello, para abandonar las riendas y tomar la mano de Juan;

poniendo la otra en la cabeza de Síntica.

Diciendo:

–        Hijos míos, os agradezco toda la alegría que me habéis procurado.

Este año ha estado para Mí, tachonado de flores de alegría;

porque he podido tomar vuestras almas,

y ponérmelas delante, para no ver las cosas feas del mundo.

Y perfumarme el aire viciado por el pecado del mundo,

e infundirme dulzura y confirmarme, en la esperanza de que mi Misión no es inútil.

Margziam, tú, Juan mío; Hermasteo, tú, Síntica; María de Lázaro, Alejandro Misax y otros más…

Sóis las flores triunfales del Salvador, al que sólo sienten como tal, los rectos de corazón…

¿Por qué meneas la cabeza, Juan?

–        Porque eres Bueno y me pones entre los rectos de corazón.

Pero yo siempre tengo en mi pensamiento mi pecado…

–      Tu pecado es el fruto de una carne azuzada, por dos malvados.

Tu rectitud de corazón es el substrato de tu yo honesto, deseoso de cosas honestas;

desgraciado, porque estas cosas te fueron arrebatadas por la muerte o la maldad;

mas no por ello menos vivo aun, bajo el cúmulo de tanto dolor.

Fue suficiente que la Voz del Salvador se filtrara en las profundidades,

donde tu yo se marchitaba;

para que saltaras y te pusieras en pie,

Liberándote de todo peso, para venir a Mí. ¿No es así?

Pues entonces eres recto de corazón; mucho;

mucho más recto que otros que no tienen tu pecado,

pero que tienen otros mucho peores; porque son pecados meditado…

Y conservados vivos, obstinadamente…

Benditos seáis pues, mis Flores de mi triunfo de Salvador;

en este mundo,  tardo en comprender y enemigo, que da de beber amargura…

y aversión al Salvador.

Habéis representado el amor. ¡Gracias!

En las horas más penosas que he vivido este año;

os he tenido presentes, para recibir de vosotros consuelo y apoyo.

En las horas más penosas que viviré, os tendré todavía más presentes.

Hasta la muerte.

Y estaréis conmigo eternamente.

Os lo prometo.

Os confío mis más estimados intereses…

O sea, la preparación de mi Iglesia de Asia Menor.

Allí no puedo ir, porque aquí en Palestina, está mi lugar de misión.

Y porque la mentalidad reaccionaria de los importantes de Israel;

me perjudicaría con todos los medios, si fuera a otro lugar distinto.

¡Ya quisiera tener otros Juanes y otras Sínticas, para otros países!

¡De modo que mis apóstoles encontraran arada la Tierra para esparcir la semilla,

en la Hora que ha de llegar!

Sed dulces y pacientes. Y al mismo tiempo fuertes, para penetrar y soportar.

Encontraréis cerrazón y escarnio.

No os descorazonéis por ello.

Pensad esto: «Comemos el mismo pan y bebemos el mismo cáliz que bebe nuestro Jesús».

No sois más que vuestro Maestro y no podéis pretender mejor suerte que la suya.

La mejor suerte es ésta: compartir lo que es del Maestro.

Doy una sola orden: que no os desaniméis;

 que no pretendáis daros una respuesta acerca de esta lejanía;

que no es un destierro, como quiere pensar Juan,

sino que es antes al contrario;

un poneros a las puertas de la Patria antes que a todos los demás

como a siervos más formados que ningún otro.

El Cielo desciende para vosotros, como materno velo…

Y el Rey de los Cielos ya os acoge en su seno, os protege bajo sus alas de luz y amor,

como a los primogénitos de la inconmensurable nidada, de los siervos de Dios;

del Verbo de Dios;

que en Nombre del Padre y del eterno Espíritu, os bendice para ahora y para siempre.

Y orad por Mí, el Hijo del hombre que se está acercando a todas sus torturas de Redentor.

¡Oh, verdaderamente mi Humanidad está para conocer todas las más amargas experiencias,

que van a triturarla!...

Orad por Mí. Tendré necesidad de vuestras oraciones…

Serán caricias…

Serán profesiones de amor…

Serán ayudas, para no llegar a decir:

«La Humanidad está hecha sólo de demonios»…  

(¡Y vaya que sí lo está...!)

–        ¡Adiós, Juan!

Vamos a darnos el beso del adiós…

No llores de ese modo…

Aun a costa de arrancarme jirones de carne, te habría tenido conmigo;

si no hubiera visto todo el bien que esta separación producirá para ti y para Mí.

Eterno bien…

Adiós, Síntica.

Sí, besa si quieres mis manos;

pero piensa que si la diversidad de sexo me veda besarte como a una hermana;

a tu alma sí le doy mi beso fraterno…

Y esperadme, con vuestro espíritu. Iré. 

(Con el Carisma de la Ubicuidad)

Me tendréis cerca de vuestros trabajos y de vuestras almas.

Sí, porque, si bien el amor por el hombre, ha encerrado mi Naturaleza Divina,

en carne mortal; no ha podido limitar su libertad.

Libre soy de ir, como Dios, a quien merece tener consigo a Dios.

Adiós, hijos míos.

El Señor está con vosotros…

Y se deshace del abrazo convulso de Juan, que circunda con fuerza sus espaldas.

Y de Síntica, que se ha agarrado a sus rodillas.

Y salta del carro. hace un gesto de saludo a sus apóstoles,.

Y se echa a correr por el camino ya recorrido;

rápido como ciervo perseguido.

E1 asno, al sentir caer del todo las riendas, que antes estaban encima de las rodillas de Jesús;

se ha detenido del todo.

Y también, están atónitos los ocho apóstoles;

mirando al Maestro que se aleja cada vez más.  

Juan de Zebedeo,

susurra:

–        Lloraba… 

Santiago de Alfeo, en voz baja,

agrega:

–        Y estaba pálido como un muerto… 

Santiago de Zebedeo, observa:

–        Ni siquiera ha tomado su talego…

Ahí está en el carro… 

Mateo pregunta:

–       ¿Y ahora cómo se las va a componer?

Tadeo lanza toda su poderosa voz,

llamándolo:

–        ¡Jesús!  ¡Jesús!  ¡Jesús!…

Pero un recodo del camino absorbe dentro del verde de sus plantas al Maestro;

sin que Él se vuelva siquiera a mirar a quién lo llama…

–       Se ha marchado…

Pedro está desolado.

Y lo manifiesta su voz:

–       Lo único que podemos hacer…

Es ponernos en marcha también nosotros… –

Mientras se sube al carro y agarra las riendas, para arrear al burro.

Y el carro se pone en camino, con su chirrido;

acompañado del rítmico sonido de los cascos herrados…

Y del angustioso llanto de los dos que, abatidos en el fondo del carro,

gimen amargamente:

–       No lo volveremos a ver:

–       Nunca, nunca…

Nota importante:

Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,

para no perder la vista.

Y a un corderito, de nuestro grupo de oración, un padre de familia joven,

que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.

¡Que Dios N.S. les pague vuestra caridad….!

Y quién de vosotros quiera ayudarnos,

aportando una donación económica; para este propósito,

podrán hacerlo a través de éste link

https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC

336 VERDUGO PURIFICADOR

  1. 336 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Debe haber llovido toda la noche.

Pero con el alba ha venido un viento seco que ha repelido las nubes hacia el sur,

más allá de las colinas de Nazaret.

Por ello, un tímido sol invernal se atreve a asomarse y a encender con su rayo

un diamante en cada hoja de los olivos; mas es vestido de gala que pronto pierden,

porque el viento agita sus frondas y las desnuda…

Y parecen llorar esquirlas de diamante, que se desvanecen entre la hierba adornada,

en el camino lodoso.

Pedro, con la ayuda de Santiago y Andrés,

prepara carro y burro.

No se ve a los otros todavía.

Luego salen uno tras otro de una cocina, porque dicen a los tres que ya estaban fuera

–       Id ahora vosotros a tomar algo.

Y los tres entran, para salir poco después, esta vez con Jesús.  

Pedro explica:

–      He vuelto a poner la cubierta, por el viento.

Si estás decidido a ir a Yiftael, tendremos de frente el viento… y punza.

No comprendo por qué no nos vamos por el camino que va a Sicaminón,

luego el del litoral… Es más largo, pero menos escabroso.

¿Has oído lo que decía ese pastor al que he logrado tirar de la lengua?

Ha dicho: «Yotapata, durante los meses de invierno, queda aislada.

Sólo hay un camino para llegar a ella.

Y no se va con corderos, no…

No se debe llevar nada en las espaldas, porque hay pasos que se salvan

más con las manos que con los pies…

Y los corderos no pueden nadar…

Hay dos ríos, llenos muchas veces… 

Y hasta el propio camino es un torrente que corre por un fondo de rocas.

Yo voy allí después de los Tabernáculos, y en plena primavera.

Y vendo bien, porque entonces la gente se aprovisiona para meses».

Eso ha dicho…

Y nosotros… con este cacharro… (y da una patada a la rueda del carrito)…

y con este burro… ¡Mmmm!…

Jesús responde:

–        El camino que va de Sefori a Sicaminón era mejor.

Pero lo utiliza mucha gente…

Recuerda que conviene no dejar rastro de Juan…

Zelote observa:

–        El Maestro tiene razón.

Podríamos encontrar incluso a Isaac con otros discípulos… 

¡Y en Sicaminón ya no digamos!… 

Pedro acepta:

–        Pues nada… vamos…

Andrés dice:

–        Voy a llamar a esos dos… 

Y mientras Andrés hace esto, Jesús se despide de una anciana y de un niño,

que salen de un aprisco con unos cubos de leche.

Llegan también unos pastores, barbados.

Jesús les agradece la hospitalidad ofrecida en la noche de lluvia.

Juan y Síntica ya están en el carro, que ahora, guiado por Pedro, se dirige por el camino.

Jesús acelera el paso para seguirlo;

a su lado el Zelote y Mateo;

detrás de Él, Andrés, Santiago, Juan y los dos hijos de Alfeo.

El viento corta la cara e hincha los mantos.

La cobertura extendida sobre los arcos del carro, cruje como una vela;

a pesar de que la lluvia de la noche la haya hecho más pesada.

Mirándola. Pedro susurra:

–        ¡Bueno caramba, pues se secará pronto! –

¡Basta con que a este pobre hombre no se le sequen los pulmones!…

Espera, Simón de Jonás… Se hace así –

Y para el burro, se quita el manto, sube al carro y arropa muy bien a Juan.  

Qué le pregunta.

–       ¿Pero por qué?

Ya tengo el mío…

–        Porque yo, tirando del asno, tengo ya tanto calor,

como si estuviera en un horno de pan.

Y además estoy habituado a estar desnudo en la barca.

Y cuanto más tormenta más desnudo.

El frío es para mí, un acicate y me hace más ágil.

¡Vamos  arrópate bien!

María me ha dado en Nazaret tantas recomendaciones;

tantas, que, si te pones malo, no voy a poder presentarme a Ella jamás…

Baja del carro y agarra otra vez los ramales e incita al asno para que camine.

Pero pronto debe pedir ayuda a su hermano y a Santiago;

para ayudar al burro a salir de un sitio cenagoso en que se ha hundido la rueda.

Y así van, empujando por turnos el carro para facilitar la labor al burro,

que hinca sus robustas patas en el fango y tira – ¡pobre animal! -,

resoplando afanoso y espurreando ávido…

Porque Pedro lo estimula a caminar, ofreciéndole unos pedazos de pan

y unos trozos de manzana, que le concede sólo cuando hacen un alto en el camino.

Mateo que observa la maniobra,

le dice bromeando:

–        Eres un sinverguenza, Simón de Jonás.

–        No.

Aplico con dulzura al animal a su deber.

Si no hiciera esto, tendría que usar la tralla… y eso me duele.

Si no pego a la barca cuando hace caprichos, y es de madera,

¿Por qué debería pegar a éste, que es de carne?

Ahora mi barca es éste… está en el agua…

¡Vaya que si está en el agua!

Por tanto, lo trato como a la barca.

¡Yo no soy Doras, eh!

¿Sabéis que quería llamarlo Doras, antes de comprarlo?

Pero luego oí su nombre y me gustó.

Se lo he dejado…  

Los apóstoles preguntan curiosos:

–        ¿Cómo se llama? 

–        ¡Adivinad! – y Pedro se ríe bajo su barba.

Salen los más extraños nombres.

Y los de los más cafres fariseos o saduceos, etc. etc

Pero Pedro siempre menea su cabeza…

Se dan por vencidos.

–        ¡Se llama Antonio!

¿No es un nombre bonito?

¡Ese maldito romano!

¡Se ve que el griego que me lo vendió, también tenía sus resentimientos contra Antonio!

Todos ríen, mientras Juan de Endor,

explica:

–        Será uno de los que obtuvo la libertad previo pago de una talla,

después de la muerte de César.

¿Es viejo?

–        Tendrá setenta años…

Y debe haber hecho todos los tipos de trabajos…

Ahora tiene un hospedaje en Tiberíades…

Llegan al crucero de Sefori con el camino de Nazaret Tolemaida.

Nazaret-Sicaminón, Nazaret-Jotapata.

El hito consular tiene escritas las tres indicaciones de Tolemaida, Sicaminón y Yotapata.

Pedro pregunta:

–        ¿Entramos en Sefori, Maestro? 

–        Es inútil.

Vamos a Yiftael.  Sin detenernos.

Comeremos mientras andamos.

Es preciso estar allí antes de que anochezca.

Marchan y marchan, atravesando dos torrentillos bien cargados,

afrontando las primeras pendientes de un sistema de montes en dirección norte-sur,

pero que forman al norte un nudo escabroso, que luego se resuelve hacia el este. 

Jesús señala diciendo:

–        Allí está Yiftael  

Pedro observa:

–        No veo nada.

–        Está a septentrión.

Por la parte nuestra hay pendientes a pico, y lo mismo a oriente y a poniente.

–        De modo que hay que rodear todo aquel monte, ¿No?

–        No.

Hay un camino junto al monte más alto, al pie de él, en el valle

Acorta mucho, aunque es un camino muy empinado.

–        ¿Has estado allí alguna vez?

–        No. Pero lo sé.

¡Verdaderamente es un camino empinado!

Tanto que, llegados a él se sienten desfallecer: parece como si uno, de tanto como

se reduce la luz en el fondo de este valle,

tan horrendo y escarpado que hace pensar en las dantescas simas, del octavo círculo,

y descendiera veloz al encuentro de la noche.

Es un camino verdaderamente ahondado en el volumen rocoso;

tan lleno de desniveles, que está dispuesto casi en escalones;

un camino estrecho, agreste, encajado entre un torrente rabioso…

y una pendiente aún más rabiosa,

que continúa, con empinada subida, hacia el norte.

La luz aumenta a medida que se sube, pero, como contrapartida,

aumenta también el cansancio; tanto que aligeran de los talegos personales el carroy baja también Síntica para que el carrito vaya lo más ligero posible.

Juan de Endor, que después de aquellas pocas palabras no había vuelto a abrir la boca

sino para toser, querría bajarse también.

No se lo conceden, así que se queda donde estaba, mientras todos empujan el carro

y tiran del asno;

y sudan cada vez que hay un desnivel.

Pero ninguno se queja.

Al contrario, todos tratan de mostrarse satisfechos del ejercicio;

para no humillar a los dos por los que lo hacen…

(los cuales ya más de una vez han expresado su pesar por este esfuerzo).

El camino hace un ángulo recto, y luego otro ángulo, más corto,

que termina en una ciudad acomodada en lo alto de una ladera;

o tan empinada que, como dice Juan de Zebedeo, da la impresión

de que vaya a deslizarse hacia abajo con sus casas.

-Sin embargo, es muy sólida.

Todo un bloque con la roca.

Síntica recuerda y dice:

–        Como Ramot entonces…

Juan dice:

–        Más todavía.

Aquí la roca es parte de las casas, no sólo base de ellas.

Recuerda más a Gamala. ¿Os acordáis?  

Andrés replica:

–        Sí.

Y también de aquellos cerdos…  

Simón Zelote agrega:

–        De allí justamente partimos para Tariquea, el Tabor y Endor…

Juan de Endor, suspira, 

diciendo:

–        Estoy destinado a daros recuerdos penosos y grandes trabajos…

Judas de Alfeo. exclama impetuoso:  

–        ¡De ninguna manera!

Tú nos has dado una amistad fiel.

Nada más, amigo

Y todos se unen a él para confirmar más claramente.

–        De todas formas…

Alguno no me ha amado…

Ninguno me lo dice…

Pero yo sé meditar, sé reunir en un solo cuadro los hechos diseminados.

Esta partida, no, no estaba prevista… 

Y la decisión no es espontánea…  

Dulcemente afligido,

Jesús pregunta:

–        ¿Por qué hablas así, Juan?

–        Porque es verdad.

Alguno no me ha aceptado.

He sido elegido yo, no otros, ni siquiera los grandes discípulos, para ir lejos.

Santiago de Alfeo, entristecido por esta luz que viene a la mente del hombre de Endor.

pregunta:

–        ¿Y entonces Síntica? 

–        Síntica viene para no trasladarme a mí solo…

Para ocultarme compasivamente la verdad…

–        ¡No, Juan!…

–        Sí, Maestro.

Fíjate, podría hasta decirte el nombre de mi torturador.

¿Sabes dónde lo leo?

¡Me basta mirar a estas ocho personas buenas para leerlo!

¡Me basta reflexionar en la ausencia de los otros para leerlo!

El hombre por quien Tú me encontraste, es el mismo que quisiera que Belcebú me encontrara.

Y me ha conducido a este momento.

Y a ti también, Maestro;

porque Tú también sufres come yo, o quizás más que yo.

Y me ha conducido a este momento, para hacerme caer de nuevo en la desesperación.

Y en el odio.

Porque es malo, es cruel, es envidioso… y más cosas.

El alma oscura en medio de tus siervos luminosísimos, es Judas de Keriot…

–        No hables así, Juan.

No falta sólo él.

Todos, excepto el Zelote, que no tiene familia, faltaron durante las Encenias.

De Keriot, y menos aún en este período, no se viene en pocas etapas.

Son casi doscientas millas de camino.

Y era justo que fuera a casa de su madre, como Tomás.

También he prescindido de Nathanael, porque es anciano.

Y de Felipe, para que acompañara a Nathanael…

–        Sí.

Faltan otros tres.

Pero… ¡Oh, Jesús bueno!…

Tú conoces los corazones porque eres el Santo.

Pero no eres el único que los conoce

También los perversos conocen a los perversos;

porque se reconocen en ellos.

Yo fui perverso, y me he visto de nuevo, en mis peores instintos, en Judas.

De todas formas, lo perdono.

Solamente por una cosa le perdono, el que me mande a morir tan lejos:

porque precisamente por él vine a ti.

Y que Dios le perdone todo lo demás… todo lo demás.

Jesús no intenta rebatir… Calla.

Los apóstoles se miran unos a otros, mientras a fuerza de brazos empujan al carro,

por el camino resbaladizo.

Está ya cerca la noche cuando llegan a la ciudad.

Allí, desconocidos entre desconocidos, se alojan en una posada,

construida en el extremo sur del pueblo, el extremo sur:

un risco, cuya pared está tan cortada a pico y es tan profunda, que lanzar hacia abajo

la mirada por ella hace venir vértigo; mientras en el fondo

ruido, sólo ruido, en la sombra de pez que ya viste al valle, ruge un torrente.

Nota importante:

Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,

para no perder la vista y a un corderito, de nuestro grupo de oración,

un padre de familia joven que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.

Que Dios N:S: les pague vuestra caridad….

Y quién de vosotros quiera ayudarnos, aportando una donación económica;

para este propósito, podrán hacerlo a través de éste link

https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC

335 DOS VIDAS CONSAGRADAS

335 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Y ya llegó la noche.

Otra noche de despedida para la casita de Nazaret y sus habitantes.

Otra cena durante la cual la pena quita las ganas de comer a las bocas

y pone taciturnas a las personas.

Están sentados a la mesa Jesús, Juan y Síntica, Pedro, Juan, Simón y Mateo.

Los demás no han podido:

¡Es tan pequeña la mesa de Nazaret!

¡Hecha realmente para una pequeña familia de justos, que, al máximo,

pueden invitar a sentarse al peregrino y al afligido,

para ofrecerles un alivio más de amor que de alimento!

Al máximo esta noche, se hubiera podido sentar a la mesa Margziam,

porque es un niño muy menudito, que ocupa poco sitio…

Pero Margziam, muy serio y silencioso, está comiendo en un rincón,

sentado en una banquetita, a los pies de Porfiria…

Para quien la Virgen ha reservado su silla del telar -,

que, sumisa y silenciosa, come la comida que le han dado,

mirando con ojos compasivos a los dos que están para partir.

Estos tratan de tragar sus bocados con la cabeza muy baja,

para esconder el rostro excoriado por las lágrimas.

Los dos hijos de Alfeo, Andrés y Santiago de Zebedeo;

se han instalado en la cocina, junto a una especie de hintero.

Pero se les ve por la puerta abierta.

La Virgen María y María de Alfeo van y vienen sirviendo a éstos y a aquéllos; 

maternales, acongojadas, tristes.

Y, si  María santísima acaricia con su sonrisa, muy dolorosa esta noche;

a aquellos a quienes se acerca; 

María de Alfeo, menos reservada y más campechana, une a la sonrisa el acto y la palabra,

Y más de una vez anima, añadiendo una caricia o incluso un beso,

según quién sea la persona favorecida, a éste o a aquél a nutrirse,

tomando los alimentos más apropiados para su físico y para el próximo viaje.

Tanto se aplica a convencer al exhausto Juan, que en estos días de espera

está aún más demacrado;

Para que coma esto o aquello, alabando su sabor y sus propiedades salutíferas,

que por amor compasivo hacia él, le daría de comer a sí misma.

Pero, a pesar de sus… seducciones, los alimentos se quedan casi intactos en el plato de Juan.

Y María de Alfeo se aflige por ello,

como una madre que ve que su lactante rechaza el pezón.  

Y exclama:

–       ¡Pero así no puedes partir, hijo!

Y movida por la maternidad de su alma, no reflexiona que Juan de Endor

tiene más o menos su edad y que el nombre de hijo, está mal dado.

Pero ella ve en él sólo una criatura que sufre…

Y por ello, no encuentra sino este nombre para consolarlo… –

       Te va a hacer daño viajar con el estómago vacío;

en esa carreta tambaleante con el frío húmedo de la noche.

Y, además, ¡A saber cómo comeréis durante este horrible y largo viaje!…

¡Eterna piedad! ¡Por mar tantas millas!

Yo me moriría de miedo.

Y costeando tierras fenicias. ¡Y luego!…

¡Peor todavía!

Claro, el patrón de la nave será filisteo, o fenicio.

O de alguna otra nación infernal…

Y no tendrá piedad con vosotros…

¡Vamos hijo, ahora que tienes todavía a tu lado a una madre que te quiere!…

Come: sólo un trocito de este pescado bonísimo…

Aunque sólo sea por contentar a Simón de Jonás, que lo ha preparado en Betsaida;

con mucho amor y hoy me ha enseñado a cocinarlo de esta manera, para ti…

Y para Jesús, para que os dé muchas fuerzas.

¿No te apetece realmente?…

Entonces… ¡Ah, esto si que te lo comerás!

Y va ligera hacia la cocina y vuelve con una bandeja repleta de un humeante preparado

Ciertamente un tipo de harina,  de granos cocidos en leche hasta deshacerlos:

«Mira, esto lo he hecho yo, porque me he acordado de que un día hablaste de ello

como de un dulce recuerdo le tu niñez…

Es rico y bueno. ¡Venga, un poco!».

Juan se deja meter en el plato alguna cucharada de este blando manjar,

y trata de tragarlo; pero las lágrimas descienden para mezclar su sal, con el alimento.

mientras pliega aún más su rostro hacia el plato.

Los otros reciben con muchos signos de alegría este alimento;, que es una golosina. 

Sus rostros se han iluminado al verlo. Margziam se ha puesto de pie…

.Pero luego ha sentido la necesidad de preguntarle a la Virgen María 

–        ¿Lo puedo comer?

Faltan todavía cinco días para el final del voto…  

María lo acaricia,

diciendo:

–       Sí, hijo mío.

Lo puedes comer.

Pero el niño vacila todavía.

Entonces María, para calmar los escrúpulos del pequeño discípulo,

consulta a su Hijo:

–       Jesús,

Margziam pregunta si puede comer la cebada monda…

por la miel, que hace que sea un plato dulce, ¿Sabes?…

Jesús responde:

–        Sí, sí, Margziam.

Esta noche te dispenso Yo de tu sacrificio;

a condición de que Juan se coma también su cebada con miel.  

Y mirando al viejo pedagogo,

agrega:

¿Ves cómo lo desea el niño?

Pues ayúdale a conseguir esto.

Y Jesús, que está al lado de Juan, le toma la mano y se la sujeta,

mientras éste se esfuerza, obediente, en terminar su cebada.

María de Alfeo ahora está más contenta.

Y vuelve al asalto con un buen plato de peras cocidas en el horno, humeantes.

Entra, del huerto, con su bandeja,

y dice:

–       Llueve.

Empieza ahora. ¡Qué pena!

Pedro, que en toda acción ve la vela y la navegación.,

dice:

–       ¡No, mujer, no!

¡Al revés!

¡Es mejor!

Así no habrá nadie por las calles.

Cuando uno se marcha, los saludos hacen siempre daño..

Mejor correr con el viento en la vela y sin encontrar bajos o escollos,

que le hagan detenerse a uno y moverse lentamente;  

y los curiosos son exactamente eso: bajos y escollos…  

Juan, tratando de rechazar la fruta,

dice:

–       Gracias, María.

Pero no como más.   

Pero María de Alfeo,

es implacable:

–       ¡Ah, esto no!

Las ha cocido María.

¿No querrás despreciar la comida hecha por ella?

¡Mira qué bien las ha preparado!

Con sus especias en el agujerito..

.Con su mantequilla en la parte baja…

Deben ser un manjar regio.

Almíbar. Para cocerlas tan doradas, se ha dorado también ella en el fuego del horno.

Vienen bien para la garganta, para la tos…

Dan calor y son medicinales.

Y volviéndose hacia su cuñada, agrega:

María dile cuánto bien le hacían a mi Alfeo cuando estaba enfermo.

Pero las quería hechas por ti. ¡Sí, claro!

¡Tus manos son santas y dan salud!…

¡Benditos los alimentos que preparas tú!…

Estaba más tranquilo mi Alfeo después de comer esas peras…

Respiraba con más suavidad…

¡Pobre marido mío!…

Y María aprovecha la oportunidad de la evocación, para poder por fin llorar.

Y salir a llorar.

Pues siendo mal pensados, sin la pena por los dos que parten, para el «pobre Alfeo»

no habría  habido ni una lágrima de la consorte, esa noche…

María de Alfeo estaba llena de llanto por Juan y Síntica,

También por Jesús, Santiago y Judas Tadeo, que se marchan;

tan llena, que abrió una salida al llanto para no ahogarse.

María toma su lugar ahora,

pone delicadamente una mano en el hombro de Síntica, que está frente a Jesús,

entre Simón y Mateo.

Y muy amorosa, dice:

–        ¡Vamos, ánimo, comed!

¿Queréis marcharos añadiendo a mi angustia, la de que os habéis marchado casi en ayunas?

Síntica levanta su cara cansada y signada por el llanto de varios días.

Y dice:

–        Yo he comido, Madre.Y luego la baja hacia el hombro en que está la mano de María.

Y roza la mejilla contra la mano menuda para recibir su ternura.

María le acaricia con la otra mano los cabellos,

y acerca hacia sí la cabeza de Síntica, cuya cara ahora está apoyada en el pecho de María.

La Madre insiste:

–       Come, Juan.

Te vendrá muy bien.

No te puedes enfriar.

Tú, Simón de Jonás, te encargarás de darle la leche caliente con miel, todas las noches

O, al menos, agua muy caliente con miel.

Acuérdate.

Síntica dice:

–        También yo me ocuparé de ello, Madre.

Puedes estar segura.

–       Efectivamente, estoy segura

Pero lo harás a partir de que te instales en Antioquía.

Por ahora se encargará Simón de Jonás.

Y acuérdate, Simón, de darle mucho aceite de oliva.

Por eso te he dado esa orza.

Cuida de que no se rompa.

Y, si le ves más cerrado de respiración, haz como te he dicho con el otro frasco de bálsamo.

Tomas la cantidad suficiente para untarle el pecho, la espalda y la parte de los riñones.

Y lo calientas hasta que lo puedas tocar sin quemarte; luego le untas;

y le recubres enseguida con esas fajas de lana que te he dado.

Lo he preparado concretamente para eso.

Tú, Síntica, recuerda su composición.

Para volver a hacerlo.

Siempre tendrás lirios, alcanfor y díctamo, resinas, claveles, laurel, artemisias y todo lo demás.

He oído que Lázaro tiene en Antigonio jardines de esencias. 

Zelote, que los ha visto,

confirma:

–       Y además magníficos

Y añade:   

«       No doy ningún consejo.

Pero digo que para Juan ese lugar debería ser saludable;

para el espíritu y para el cuerpo; incluso más que Antioquía.

Está protegido del viento.

Tiene una brisa ligera que viene de los bosquecillos de árboles de resinas;

arraigados en las laderas de un pequeño collado, que forma barrera al viento del mar. 

Pero que permite a las sales marinas beneficiosas, extenderse hasta allí.

Es un lugar sereno, silencioso,

Y no obstante, alegre, por las mil flores y los mil pájaros que viven allí en paz…

Bueno, bien, vosotros veréis; lo que más os hace al caso.

¡Síntica es muy juiciosa!

Porque en estas cosas, es mejor ponerse en manos de las mujeres.

¿No es verdad?

Jesús dice:

–       Por eso Yo confío a mi Juan al buen juicio y al buen corazón de Síntica.

Juan de Endor  dice:

–        Y yo también.

Yo… yo… yo no tengo ya ninguna energía…

Y… ya jamás serviré para nada. 

Síntica lo corrige: ..

–        ¡Juan, no digas eso!

Si el otoño desnuda los árboles, no se puede concluir que no tengan ya vitalidad

al contrario, trabajan, con oculta energía, para preparar el triunfo de los próximos frutos.

Tú eres lo mismo.

Ahora te ves empobrecido por el viento frío de este dolor; 

pero, en realidad, en lo profundo de ti, trabajas ya para los ministerios nuevos.

Tu propio dolor te servirá de acicate para la acción.

Estoy segura.

Entonces serás tú, siempre tú, el que me ayudarás a mí, que soy una pobre mujer; 

que todavía tiene mucho que aprender, para llegar a ser algo para Jesús.

–       ¿Pero qué crees que puedo ser ya?

Ya nada tengo que hacer… ¡Estoy acabado!

–        No. ¡No está bien decir eso!

Sólo el que muere puede decir: «Como hombre estoy acabado».

Otro no puede decirlo.

¿Crees que no tienes ya nada que hacer?

Lo bajaré de la Cruz: «Crucifícame, Señor mío y Dios mío; porque TE ADORO sobre todas las cosas…»

Todavía te queda lo que un día me dijiste: cumplir el sacrificio.

¿Y cómo, sino con el sufrimiento?

Juan, es necio citarte a los sabios a ti, que eres un pedagogo;

pero te recuerdo a Gorgias de Leontine 

Enseñaba que sólo con los dolores y sufrimientos se expía en esta vida y en la otra.

Y te recuerdo también a nuestro gran Sócrates:

«Desobedecer a quien es superior a nosotros, sea dios u hombre, es un mal y una vergüenza».

Ahora bien, si éste era un justo modo de actuar ante una injusta sentencia,

emanada de hombres injustos; 

¿Qué no será, ante una orden emanada del Hombre santísimo y de nuestro Dios?

Obedecer, por el solo hecho ya de que es obedecer, es una cosa grande;

grandísima será, entonces, prestar obediencia a una orden santa que juzgo,

– y tú conmigo debes juzgarla igual – gran misericordia.

Tú siempre dices que tu vida se acerca a su fin.

Y todavía no sientes haber anulado tu deuda con la Justicia.

¿Por qué no juzgas, entonces, este gran dolor como un medio para anular la deuda,

y además para hacerlo en el breve tiempo que te queda?

¡Un gran dolor para conseguir una gran paz!

Créeme: vale la pena sufrirlo.

Lo único importante en la vida es llegar a la muerte habiendo conquistado la Virtud.

–        Me das ánimos, Síntica…

Hazlo siempre.

–        Lo haré.

Lo prometo aquí.

Pero tú facilítamelo, como hombre y como cristiano.

La cena ha terminado.

María recoge las peras que han quedado, las mete en un recipiente y se las da a Andrés;

que sale, para volver luego,

diciendo:

–        Llueve cada vez más.

Yo diría que es mejor…  

Pedro responde:

—        Sí.

Esperar siempre es más angustioso.

Voy enseguida a preparar el burro.

Venid también vosotros, con los arcones y todo lo demás.

Tú también, Porfiria, ¡Rápidamente!

Eres tan paciente, que te has conquistado al asno.

Y se deja vestir sin resistirse.

Después se encargará Andrés, que te asemeja.

¡Vemos, todos afuera!

Y Pedro incita a todos a que salgan de la habitación y de la cocina,

excepto a María, a Jesús, a Juan de Endor y a Síntica.

Juan de Endor exclama:

–        ¡Maestro!

¡Oh, Maestro, ayúdame!

¡Llegó el momento de… sentir que se me desgarra el corazón!

¡Ha llegado, sí, el momento!

¿Por qué, Jesús Bueno, no has hecho que muriese aquí?

¿Una vez experimentada la congoja de mi condena y hecho el esfuerzo de aceptarla?

Y Juan cae sobre el pecho de Jesús, llorando angustiosamente.

María y Síntica tratan de calmarlo.

María, a pesar de que siempre es tan reservada, lo separa de Jesús,

Lo abraza.

y le dice:

–        Hijo amado,

hijo mío predilecto…

Síntica, entretanto, se arrodilla a los pies de Jesús,

y dice:

–        Bendíceme…

Conságrame, para quedar fortalecida. Señor, Salvador, Rey,

yo, aquí, en presencia de tu Madre, juro y profeso que seguiré tu doctrina.

Y te serviré hasta el último respiro.

Juro y profeso que me dedicaré a tu doctrina y a los seguidores de ella;

por amor a ti, Maestro y Salvador.

Juro y profeso que mi vida no tendrá ninguna otra finalidad,

y que todo lo que significa mundo y carne, ha muerto definitivamente para mí.

Y espero, con la ayuda de Dios y de las oraciones de tu Madre,

vencer al Demonio,

para que no me arrastre al error y no ser condenada en la hora de tu Juicio.

Juro y profeso que no me doblegarán ni las seducciones, ni las amenazas.

Y que no tendré memoria lábil, a menos que Dios permita que suceda de otra forma.

Pero espero en Él y creo en su bondad,  por lo cual estoy segura

de que no me dejará a merced de fuerzas oscuras más fuertes que las mías.

Consagra a tu sierva, oh Señor, para que se sienta defendida de las insidias,

de todos los enemigos.

Jesús extiende las manos sobre su cabeza, con las palmas abiertas,

como hacen también los sacerdotes…

Y ora por ella.

María lleva a Juan al lado de Síntica y le hace arrodillarse,

y dice:

–        También a él, Hijo mío;

para que te sirva con santidad y paz.

Y Jesús repite el acto sobre la cabeza inclinada del pobre Juan.

Luego lo levanta y hace levantarse a Síntica, pone las manos de ellos en las de María,

y dice:

–        Que sea Ella la última que os acaricia, aquí…

Y sale rápidamente, para ir quién sabe a dónde.  

juan gime:

–        ¡Madre, adiós!

¡No olvidaré nunca estos días! 

–        Yo tampoco te olvidaré, amado hijo

–        Igual yo, Madre…

Adiós. Déjame besarte una vez más…

¡Después de tantos años, me había saciado de besos maternos!…

Pero ahora ya no… –

Síntica llora en los brazos de María, que la besa.

Juan da rienda suelta a su llanto.

María lo abraza también a él;

ahora tiene – verdadera Madre de los cristianos – a los dos entre sus brazos.

Y toca apenas, con sus labios purísimos, la mejilla rugosa de Juan:

un beso pudoroso, pero amorosísimo.

Con el beso queda el llanto de la Virgen en la flaca mejilla…

Entra Pedro:  

Y dice:

–       Está preparado.

Venga, vamos… 

Y no dice nada más, porque está emocionado.

Margziam, que sigue a su padre como la sombra al cuerpo,

se echa al cuello de Síntica y la besa; luego abraza a Juan y lo besa,

lo besa muchas veces…

Pero llora también él.

Salen: María, llevando de la mano a Síntica;

Marziam de la mano de Juan.

–        Nuestros mantos… – dice entre lágrimas Síntica.

Y hace ademán de entrar en las habitaciones.

Pedro se muestra rudo para no dejar ver su emoción. 

Y dice:

–       ¡Están aquí, están aquí!

¡Tomad, rápido!… –

Pero, detrás de los dos que ahora se arropan en sus mantos,

se enjuga las lágrimas con el dorso de la .mano…

Al otro lado del seto, el farolillo trémulo del carro,

dibuja un cerco amarillo en el ambiente oscuro…

Se oye el susurro de la lluvia entre el ramaje de los olivos,

y su choque contra el pilón rebosante de agua…

Una paloma, despertada por la luz de las lámparas que llevan los apóstoles,

amparadas bajo los mantos,

bajas, para iluminar los senderos llenos de charcos,

zurea quejumbrosamente…

Jesús ya está al pie del carrito, sobre el cual ha sido extendida como techo una manta.  

Pedro incita:

–        ¡Vamos, vamos, que llueve recio!

Y, mientras Santiago de Zebedeo sustituye a Porfiria en los ramales,

él, sin muchas ceremonias, levanta del suelo a Síntica y la pone en el carro.

Y, todavía más rápido, agarra a Juan de Endor y lo sube encima del carro;

Sube él, y da un fustazo tan enérgico al pobre burro,

que éste, casi llevándose por delante a Santiago, empieza a correr inmediatamente.

Y Pedro insiste hasta que llegan al camino propiamente dicho, bastante lejos de las casas…

Un último grito de despedida sigue a los que parten, que lloran inconteniblemente…

Pedro detiene luego al burro fuera de Nazaret,

para esperar a Jesús y a los demás;

que no tardan en darles alcance caminando ligeros bajo la lluvia que arrecia.

Toman un camino entre las huertas;

para ir de nuevo hacia el norte de la ciudad sin cruzarla.

Pero Nazaret está oscuro y duerme bajo el agua gélida de la noche de invierno…

Y ni los que están despiertos oyen el chocar de los cascos del asno;

poco perceptibles contra el suelo de tierra empapado…

La comitiva avanza con el máximo silencio.

Sólo se oyen los sollozos de los dos discípulos,

mezclados con el rumor de la lluvia entre las frondas de los olivares.

Nota importante:

Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,

para no perder la vista y a un corderito, de nuestro grupo de oración,

un padre de familia joven que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.

Que Dios N:S: les pague vuestra caridad….

¡Muchísimas gracias y Bendiciones…!  

Y quién de vosotros quiera ayudarnos, aportando una donación económica;

para este propósito, podrán hacerlo a través de éste link

https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC

334 EL SUEÑO EQUIVOCADO

334 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Y empieza el Tercer Año de su vida pública.

Jesús será el Justo.

Juan, Santiago, Mateo y Andrés han llegado ya a Nazaret… 

Y mientras esperan a Pedro, pasean por el huerto de Nazaret;

jugando con Margziam o hablando entre ellos.

Pareciera como si Jesús faltara en este momento de casa,

y María estuviera ocupada en algunas labores en la cocina;

se deduce por el humo que  sale del horno y el aroma del pan.

A los cuatro apóstoles se les ve contentos de estar en casa del Maestro.

Y lo exteriorizan.

Margziam, hasta tres veces,

les dice

–       ¡Pero no os riáis de esa forma!

Y la tercera vez, Mateo nota la recomendación,

y pregunta:

–       ¿Por qué, niño?

¿No es justo sentirse contentos de estar aquí?

Tú has disfrutado de este sitio, ¿No?

Pues ahora lo hacemos nosotros. – y le da afablemente un cachetito.

Margziam lo mira muy serio.

Pero sabe callar.

Regresa Jesús con sus primos Judas y Santiago;

los cuales saludan efusivamente a los compañeros;

de los que han estado separados muchos días.

María de Alfeo asoma la cabeza desde el interior del horno;

toda colorada y llena de harina.

Y sonríe a sus hijotes.

El último en regresar es Simón Zelote,

que dice:

–       He hecho todo, Maestro.

Dentro de poco, Simón estará aquí.

Santiago pregunta:

–         ¿Qué Simón?

¿Mi hermano o Simón de Jonás?

–       Tu hermano, Santiago.

Viene a saludarte con toda la familia.

Efectivamente, pasados pocos minutos, se escuchan  unos golpes en la puerta,

y una densa parlería anuncian la llegada de la familia de Simón de Alfeo,

que es el primero en entrar, llevando de la mano a un niñito de unos ocho años;

tras él, Salomé, rodeada por su nidada.

María de Alfeo se apresura a salir del cuarto del horno y besa a sus nietos;

contenta de verlos ahí.  

Mientras los niños estrechan amistad con Margziam;

el que conoce bien a Alfeo, el niño sanado por Jesús.  

Jesús sale del taller de la carpintería,

Y Simón su primo, pregunta:

–       ¿Te marchas, entonces, otra vez?

Jesús responde:

–       Sí, es hora.

–       Tendrás todavía días lluviosos.

–       No importa.

Los días nos van acercando a la primavera.

–       ¿Vas a Cafarnaúm?

–       Sí, iré también allí.

Pero no enseguida.

Ahora atravesaré la Galilea e iré allende sus confines.

–       Cuando estés en Cafarnaúm y yo lo sepa, iré a verte.

Te llevaré a tu Madre y a la mía.

–       Te quedaré agradecido.

Entretanto no la desatiendas.

Se queda completamente sola.

Tráele a los niños.

Aquí puedes estar seguro de que no se vician…

Simón se pone como la brasa por la alusión de Jesús a sus pensamientos pasados.

Y por la mirada que le ha lanzado su mujer como diciendo:

«¿Has oído? Te está bien merecido».

Y Simón cambia de tema diciendo:

–       ¿Dónde está tu Madre?

–       Está haciendo el pan.

Ahora vendrá…

Pero los hijos de Simón no esperan y van al horno detrás de su abuela.

Y una niñita, poco mayor que el curado Alfeo, sale casi inmediatamente,

diciendo:

–       María está llorando.

¿Por qué?

¡Eh, Jesús!,

¿Por qué llora tu Madre?  

Salomé muy solícita,

pregunta: :

–       ¿Está llorando?

¡Oh, querida mía! Voy con ella.!

Y Jesús explica:

–       Llora porque me marcho…

Pero vendrás a hacerle compañía, ¿No?

Te enseñará a bordar y tú alegrarás sus días.

¿Me lo prometes?

Alfeo mientras se come un bollito caliente que le acaban de dar.  

dice:

–       Vendré también yo;

ahora que mi padre me deja.  

Pero, aunque el bollo esté tan caliente que casi no puede ser sujetado con los ledos,

parece que está helado respecto al calor de vergüenza que asalta a Simón de Alfeo,

por las palabras de su hijo.

A pesar de ser una mañana de invierno más bien fresca;

debido a un ligero cierzo que barre las nubes del cielo, pero raspa la piel).  

Simón se cubre de abundante sudor, como si fuera pleno verano…

Jesús hace como que no se da cuenta.

Y los apóstoles aparentan un gran interés, por lo que están contando los hijos de Simón.  

Así se concluye el incidente

Y Simón puede reponerse y preguntar a Jesús, que por qué no están todos los apóstoles.

Jesús responde:

–        Simón de Jonás está para llegar.

Los demás me alcanzarán en el momento oportuno.

Ya está determinado.

–       ¿Todos?

–       Todos.

–       ¿También Judas de Keriot?

–       También él…

–       Jesús, ven un momento conmigo – le solicita su primo Simón.

Y separados ya hacia el fondo del huerto,

Simón pregunta:

–       ¿Pero sabes bien, quién es Judas de Simón?

–       Es un hombre de Israel.

Nada más. Nada menos.

–       ¡No querrás decirme que es…!

Ya está para acalorarse y levantar la voz.

Pero Jesús lo calma interrumpiéndole y poniéndole una mano en un hombro;

mientras le dice:

–       Es como lo hacen las ideas imperantes…

Y los que entran en contacto con él.

Porque por ejemplo, SI AQUÍ (y recalca mucho las palabras)

Hubiera encontrado solamente corazones justos y mentes inteligentes;

No habría sentido interés en pecar.

Pero no los ha encontrado.

Por el contrario, ha encontrado un elemento totalmente humano,

y en él ha asentado sin ninguna dificultad, su ‘yo’ muy humano, que me sueña;

me ve y trabaja por mí, como rey de Israel, en el sentido humano del término.

De la misma forma que me sueñas y me quisieras ver tú.

Y estarías dispuesto a trabajar tú…

Y contigo José, tu hermano.

Y con vosotros dos, Leví, arquisinagogo de Nazaret…

Matatías, Simeón, Matías, Benjamín, Jacob….

Y menos tres o cuatro, todos vosotros de Nazaret.

Y no sólo los de Nazaret…

Encuentra dificultades para formarse porque todos vosotros contribuís a deformarlo.

Cada vez más.

Es el más débil de mis apóstoles.

Pero, por ahora, no es sino un débil.

Tiene impulsos buenos, deseos rectos, amor por Mí…

Desviado en cuanto a la forma, pero amor en todo caso.

Vosotros no le ayudáis a separar estas partes buenas,

de las partes no buenas que forman su ‘yo;’

antes al contrario, agraváis éstas cada vez más;

añadiendo vuestras incredulidades y limitaciones humanas.

Pero vamos a casa.

Los demás han entrado ya…

Simón lo sigue un poco apesadumbrado.

Están ya casi en la puerta, cuando detiene a Jesús,

y dice:

–       Hermano mío, ¿Estás enojado conmigo?

–       No.

Es que intento formarte también a ti, como formo a todos los demás discípulos.

¿No has dicho que quieres ser discípulo?

–       Sí, Jesús.

Pero las otras veces no hablabas así, ni siquiera cuando corregías.

Eras más dulce…

–       ¿Y para qué ha servido?

Antes lo era.

Hace dos años que lo soy…

Unos, a costa de mi paciencia y bondad, os habéis emperezado; 

otros habéis afilado colmillos y garras.

El amor os ha servido para dañarme. ¿No es así?.–       Es así.  Es verdad.

Pero, ¿Vas a seguir siendo bueno?

–       Seré justo.

Y aun así, seré como no merecéis,

vosotros de Israel que no queréis reconocer en Mí al Mesías prometido.

Entran en la pequeña habitación;

tan abarrotada de personas, que muchos han terminado en la cocina o en el taller de José.

Y éstos son los apóstoles,

menos los dos hijos de Alfeo; que se han quedado con su madre y su cuñada.

A ellas ahora se añade María, que entra llevando de la mano al pequeño Alfeo.

El rostro de María presenta claros signos de haber llorado.

Pero, mientras María está para responder a Simón;

que le asegura que irá a su casa todos los días;

por la callejuela serena avanza un carro, haciendo tanto ruido, con un sonido de cascabeles,

que llama la atención de los hijos de Zebedeo por la bulla que hace, y… 

Mientras afuera llaman, al mismo tiempo, abren adentro

Aparece el rostro alegre de Simón Pedro, que ha llamado con el mango de la tralla.

Y está todavía sentado en el carro…

A su lado, tímida pero sonriente; lleva a Porfiria, sentada encima de unas cajas;

de tamaño decreciente como si fuera un trono.

Margziam sale corriendo y trepa al carro para saludar a su madre adoptiva.

Salen también los demás, entre los cuales está Jesús.  

Pedro dice:

–       Maestro, aquí estoy.

He traído a mi mujer con este vehículo; porque es una mujer que resiste poco caminando.

María, el Señor esté contigo.

También contigo, María de Alfeo.

Mira a todos, mientras baja de su vehículo y ayuda a bajar a su mujer.

Y saluda conjuntamente al grupo.

Quisieran ayudarle a descargar el carrito, pero él se opone enérgicamente. «

Después, después… » dice.

Y ni corto ni perezoso, se acerca a la ancha puerta del taller de José y la abre de par en par; 

tratando de hacer entrar el carro como está.

No pasa, naturalmente.

Pero la maniobra sirve para atraer la atención de los que han venido de visita.

Y hacerles comprender que sobra gente…

Efectivamente, Simón de Alfeo se despide con toda su familia…

Después que se van,

Pedro dice:

–       Oh, ahora que estamos solos,

vamos a preocuparnos de nosotros…

Mientras haciendo retroceder al burrito que, cubierto como está de cascabeles

hace bulla por diez;

Tanto que Santiago de Zebedeo no puede contenerse,

  de preguntar riendo:

–       «¿Y dónde lo has encontrado tan enjaezado?».

Pero Pedro está concentrado en bajar las cajas que había en el carro;

pasárselas a Juan y Andrés, que se quedan asombrados, pues creían que iban a sentir peso;

y sin embargo, las cajas son ligeras…

Y lo comentan…  

Pedro ordena:

–       ¡Eah, id para el huerto!

¡Y no os quedéis ahí como chorlitos!

Mientras a su vez, baja con una cajita que sí que pesa,

para colocarla en un rincón de la habitación.

–       Y ahora el burro y el carro.–        ¡Esto es lo difícil!…

–       Y tiene que entrar todo en casa…

María dice en voz baja:

–        Por el huerto, Simón.

Hay una valla en el seto del fondo.

No lo parece, porque está cubierta de ramajes…

Pero está.

Pedro sigue el sendero que va bordeando la casa, entre esta casa y el huerto vecino.

Jesús dice:

–       Yo voy a mostrarte dónde está la valla…

¿Quién viene a apartar las matas que la cubren?

–       Yo. Yo.

Todos se dirigen presurosos hacia el fondo del huerto.

Entretanto, Pedro se marcha con su rumoroso cargamento y

María de Alfeo cierra la puerta…

Trabajando con un hocino, queda libre el rústico vallado y abren un paso;

por el que entran burro y carro.

Pedro se apresura a cortar los lazos que mantienen sujetos los cascabeles a los jaeces.  

diciendo:

–        ¡Bueno, bien!

Y ahora quitamos todo esto.

Me han roto los oídos  y 

Andrés pregunta:

–        ¿Y por qué los has tenido, entonces?

Pedro replica:

–       Para que toda Nazaret me oyera llegar.

Y lo he conseguido…

Ahora los quito para que nadie de Nazaret nos oiga partir.

Lo mismo, he metido vacías las cajas…

Nos marcharemos con las cajas llenas.

Y nadie, si es que alguien nos ve, se sorprenderá de ver a una mujer,

sentada a mi lado en las cajas.

El que ahora está lejos se las da de tener tino y sentido práctico.

Bueno pues, cuando quiero, también lo tengo yo…

Andrés, que ha dado de beber al burro y lo ha llevado al lado de la tosca leñera,

que hay junto al horno. 

pregunta:

–       Perdona, hermano.

¿Para qué es necesario todo esto?

–       ¿Para qué?

¡No sabes nada!…

¡Maestro, no saben todavía nada!

Jesús dice:

–       No, Simón.

Estaba esperándote a ti para hablar.

Venid todos al taller.

Las mujeres están bien donde están.

Lo que has hecho ha estado bien hecho, Simón de Jonás.

Van al taller.

Porfiria con el niño y las dos Marías se han quedado en casa.

Jesús explica:

–      He querido que vinierais…

Porque tenéis que ayudarme a mandar fuera de aquí, muy lejos;

a Juan y a Síntica.

Lo tengo decidido desde los Tabernáculos.

Como habéis podido constatar, no era posible tenerlos con nosotros; 

ni siquiera aquí, sin poner en peligro su paz.

Como siempre, Lázaro de Betania me ayuda en esta obra.

Ellos ya lo saben.

Simón Pedro lo sabe desde hace pocos días.

Vosotros lo sabéis ahora.

Esta noche dejaremos Nazaret.

Aunque en lugar de la primera luna tuviéramos agua y viento.

Ya deberíamos haber partido;

pero supongo que es que Simón de Jonás habrá tenido dificultades,

para encontrar el medio de transporte…

Pedro responde:

–       ¡No lo sabes bien!

Ya perdía la esperanza de encontrarlo.

Pero, al final, lo he podido conseguir de un ruin griego…

Será útil…

–       Sí.

Será útil, especialmente para Juan de Endor.

Pedro pregunta:

–       ¿Dónde está, que no se le ve? 

–       En su habitación, con Síntica.

–       Y… ¿Cómo ha recibido la cosa? – pregunta otra vez Pedro.

–       Con mucho dolor.

También la mujer.. 

Juan observa: .

–       Y también Tú, Maestro.

En tu frente hay una arruga que no tenías.

Y tienes mirada grave y triste.    

Jesús concede:

–       Es verdad.

Estoy muy apenado…

Pero, hablemos de lo que tenemos que hacer. 

Escuchadme bien, porque luego nos tendremos que separar.

Partimos esta noche, a mitad de la primera vigilia.

Nos marcharemos como quien huye… porque son culpables.

Sin embargo, nosotros no vamos con intención de hacer ningún mal,

ni huimos por haberlo hecho;

nos vamos para impedir que algún otro lo haga,

a quien no tendría la fuerza para soportarlo.

Partiremos pues…

Iremos por el camino de Sefori…

Haremos un alto a mitad de camino en una casa, para partir al alba.

Es una casa que tiene muchos pórticos para los animales.

En ella hay pastores amigos de Isaac.

Los conozco.

Me darán hospedaje sin pedir nada. 

Luego tenemos que llegar a Yiftael, necesariamente ese mismo día;

aunque sea de noche;

allí pernoctaremos.

¿Crees que podrá el animal? 

Pedro confirma:

–       ¡Y mucho más!

Ese griego deshonesto me lo ha hecho pagar,

pero me ha dado un animal bueno y fuerte.

–       Está bien.

Al día siguiente por la mañana iremos a Tolemaida y nos separaremos.

Vosotros, guiados por Pedro, que es vuestro jefe,

y al cual debéis obedecer ciegamente;

iréis por mar hasta Tiro.

Allí encontraréis una nave preparada para zarpar en dirección a Antioquía.

Subiréis y daréis esta carta al patrón de la nave, para que la vea.

Es de Lázaro de Teófilo.

Vosotros pasáis por dependientes suyos, enviados a sus tierras de Antioquía.

O mejor, a sus jardines de Antigonio.

Esto sois para todos.

Sabed mostraos atentos, serios, prudentes y silenciosos.

Cuando lleguéis a Antioquía, id enseguida a ver a Felipe, el administrador de Lázaro,

y le dais esta carta…

Zelote dice:

–        Maestro, él me conoce.

–       Muy bien.

       ¿Cómo va a creer que soy un subordinado?

–       Para Felipe no hace falta.

Sabe que debe recibir y hospedar a dos amigos de Lázaro y ayudarlos en todo.

Así está escrito.

Vosotros los habéis acompañado. Nada más.

Él os llama: «sus queridos amigos de Palestina».

Y es lo que sois, congregados por la fe y por la acción que lleváis a cabo.

Descansaréis hasta que la nave, acabadas sus operaciones de descarga y carga,

vuelva para Tiro.

De Tiro, con la barca, vendréis a Tolemaida y desde allí vendréis a reuniros conmigo a Akzib…

Juan suspira diciendo:

–       ¡Por qué no vienes con nosotros?

–       Porque me quedo a orar por vosotros.

Y especialmente por estos dos pobres.

Me quedo para orar.

Así empieza mi Tercer Año de vida pública.

Empieza con una partida muy triste; como el primero y el segundo.

Empieza con una intensa oración y penitencia, como el primero…

Porque éste tiene las dificultades dolorosas del primero, y más aún.

Entonces me preparaba para convertir al mundo.

Ahora me preparo para una obra sin duda más vasta y potente.

Pero, escuchadme atentamente:

Habéis de saber que, si en el primero fui el Hombre-Maestro,

el Sabio que llama a la Sabiduría, con humanidad perfecta e intelectual perfección,

y en el segundo fui el Salvador y Amigo,

el Misericordioso que pasa acogiendo, perdonando, compadeciéndose, soportando;

en el tercero seré el Dios Redentor y Rey, el Justo.

No os asombréis pues, si veis en mí formas nuevas; 

si en elCordero veis el súbito fulgor del Fuerte.

¿Qué ha respondido Israel a mi invitación de amor?

¿Qué ha respondido ante mis brazos abiertos a él y mis palabras:

«Ven, Yo amo y perdono»?

Ha respondido con embotamiento y dureza de corazón voluntarios y cada vez mayores,

con el embuste, con la insidia.

Pues bien, así sea.

Lo había llamado – sin excluir clase alguna al hacerlo –plegando mi frente hasta el polvo:

Israel ha escupido encima de la Santidad que se humillaba.

Le había invitado a santificarse: me ha respondido entregándose al Demonio.

He cumplido mi deber en todo: ha llamado «pecado» a mi deber.

He callado: ha llamado «prueba de culpabilidad» mi silencio.

He hablado: ha llamado «blasfemia» mi palabra.

¡Basta ya!

No me ha dado respiro.

No me ha concedido una sola alegría.

Y la alegría para mí era nutrir y formar en la vida del espíritu, a los recién nacidos a la Gracia.

Les tienden insidias y debo arrancármelos de mi pecho,

produciendo en ellos y en Mí, el espasmo de padres e hijo

arrancados el uno al otro, para ponerlos a salvo del Maligno Israel.

Los poderosos de Israel, que se llaman a sí mismos «santificadores» haciendo alarde de serlo,

me impiden, quisieran impedirme, salvar y gozar de mis salvados.

Hace ya muchos meses que tengo a un Leví publicano como amigo y a mi servicio:

el mundo puede constatar si Mateo es motivo de escándalo o de emulación.

Pero la acusación no cesa.

Como no cesará tampoco para María de Lázaro, ni para los otros muchos a quienes salvaré.

¡BASTA YA!

Yo recorro mi camino, cada vez más áspero y regado de llanto…

Yo camino…

Ninguna de mis lágrimas caerá inútilmente.

Elevan su grito a mi Padre…

Después elevará su grito otro humor mucho más poderoso.

Yo camino.

El que me ame que me siga y se haga viril, porque llega la hora severa.

No me detengo. Nada me detiene.

Tampoco ellos se detendrán…

Pero, ¡Ay de ellos! ¡Ay de ellos!

¡Ay de aquellos para quienes el Amor se hace Justicia!…

El Signo del Nuevo Tiempo será una Justicia severa;

para todos los que se obstinan en su pecado, contra las palabras del Señor

y la acción del Verbo del Señor…

Jesús parece un arcángel castigador.

¡Tanto resplandecen sus ojos, que lanza fuego contra la pared humosa…

Hasta su Voz, que tiene tonos agudos de bronce y plata, golpeados con violencia,

parece resplandecer.

Los ocho apóstoles se han puesto pálidos y están casi encogidos de temor.

Jesús los mira… con piedad y amor.

Dice:

–       No os lo digo a vosotros, amigos míos.

No son para vosotros estas amenazas.

Vosotros sois mis apóstoles, Yo os he elegido.

La voz es ahora dulce y profunda.

Termina:

–       Vamos allí.

Hagámosles ver a los dos perseguidos…

Y os recuerdo que piensan que parten para prepararme el camino a Antioquía;  

que los amamos más que a nosotros mismos.

Venid..

Y todo termina.   

Nota importante:

Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,

para no perder la vista y a un corderito, de nuestro grupo de oración,

un padre de familia joven que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.

Que Dios N:S: les pague vuestra caridad….

¡Muchísimas gracias y Bendiciones…!  

Y quién de vosotros quiera ayudarnos, aportando una donación económica;

para este propósito, podrán hacerlo a través de éste link

https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC