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21.- LA MAGNA OBRA DE LA REDENCION I

jardin volksgarten-600x399Mientras tanto en la Puerta del Cielo…

Leonardo, Adrián, Diego y los demás catecúmenos; escuchan atentos a una bella matrona romana. Alta, de cabellos oscuros, aspecto distinguido, de mediana edad; muy parecida a Fabiola. Su nombre es Plautina.

Su voz resuena clara como una campana, al exponer la Tercera Lección de la Doctrina Cristiana:

LA MAGNA OBRA DE LA REDENCIÓN

“Satanás penetró en el Edén para robarle al hombre, todo lo que Dios le había dado. Y no solo lo despojó de su riquísima herencia, también le mató el espíritu. Y le dio mortales heridas al alma corrompiendo el intelecto, la voluntad, los sentimientos, los instintos, suscitando apetitos culpables, destruyendo la Inocencia y la Gracia, afligiendo al Creador.

El Pecado dejó al hombre obtuso en la inteligencia del discernir el Bien y el Mal y en la Integridad. Como un humo se le había ofuscado la Verdad conocida.

Decaído de hijo adoptivo de Dios al grado de animal razonable, el hombre sentía por instinto que ‘matar’ era malo. Que corromperse en libídines obscenas debía estar mal. Pero no sabía distinguir hasta qué punto era mal el matar y cual la lujuria más abyecta a Dios.

Entonces Dios, después de haber castigado con el Diluvio, dio las primeras normas para ser menos violentos. Llamó a Sí a Moisés y le dio el Decálogo que reúne la Piedad y el Castigo.

DIEZ MANDAMIENTOS

Piedad para los débiles y castigo para los burladores que cumplen el Mal con todo conocimiento de causa. El Decálogo con su parte positiva: ‘Harás’. Y negativa: ‘No harás’ crea el Pecado con todas sus consecuencias.

Porque se peca cuando se quiere transgredir y el hombre después de la Ley, ya no tiene más la excusa de decir: ‘No sabía que era pecado.’

El Decálogo es Piedad, Castigo y Prueba. Como prueba era el Árbol que estaba en medio del Edén. Sin prueba no se puede aquilatar la cordura del hombre. Pero sobre los Diez Mandamientos de la Ley Perfecta, está la Perfección de la Ley, con los Dos Mandamientos del amor, dados por el Verbo Docente. Triple Amor a Dios: Amor del corazón, del alma, de la mente.

Porque Adán pecó con el corazón, (concupiscencia de la carne); con el alma, (concupiscencia del espíritu) con la mente, (concupiscencia de la razón); saliéndose del orden por abusar de los dones recibidos y ofendiendo a Dios con los mismos dones que había recibido de Él, para que el hombre pudiera asemejársele y serle causa de gloria.

Con las cosas que pecaron, debió ser reparado el Pecado, cancelada la ofensa y restablecido el orden violado.

Y EL VERBO SE HIZO CARNE PARA HACER ESTO.

REINA DEL CIELO Y MADRE DE DIOS

Y para restituirnos la Gracia y la Verdad en medida plena, rebosante, inagotable.

Con cuanto pecó el primer hombre, el Hombre-Dios repara.

Y el Amor Encarnado y el Amor Virginal, los dos ofrecidos voluntariamente. Totalmente. Y consumados para que Dios fuese consolado y el hombre salvado.

La muerte de Abel hizo añicos el orgullo de Adán y las escorias expertas de Eva, en el más atroz alumbramiento a las tinieblas.

La muerte de Cristo hizo añicos el Pecado y mostró a la Humanidad el alumbramiento a la Gracia.

Por un solo hombre, el hombre conoció la muerte. Por el Hombre solo, el hombre conoce la Vida. Por Adán, la Humanidad ha heredado la Culpa y sus consecuencias. Por Jesús, Hijo de Dios y de María, la Humanidad hereda nuevamente la Gracia y sus consecuencias.

Todos eran pecadores al menos del pecado hereditario. Ser justos era una grave fatiga, porque la Gracia no estaba en los espíritus. El Templo era un nombre. Los ritos, una representación mímica. La invisible Presencia del Santo de los santos no era creída más que por los simples. Los pequeños entre el Pueblo que tenía el nombre de santo.

Todavía los sacerdotes y rabíes enseñaban que Dios estaba en el Templo: magnífico en su gloria, parlante a sus ministros.

Y es en esta hora que Jesús ha venido.

trinidad

El Advenimiento de la hora de la Misericordia.

Pero no era solamente Hora de la Misericordia. Era también de Justicia. Justicia para Israel que ya no merecía más, ser el Pueblo de Dios. Otro pueblo debía ser elegido en su lugar: El Pueblo Cristiano.

El fin del Templo había llegado. La Ley Nueva, perfección de la antigua, se imponía; predicada a los hombres directamente por Dios. La Caridad de Dios se mostró en toda su plenitud a los hombres.

Dios es Infinitamente Bueno, Amoroso, Sabio, Paciente. Por estas perfecciones, Él dispuso al Redentor antes de que fuese el Pecado. Él ha puesto al alcance de todos el Cielo.

Y el Cielo es una conquista larga, muy dura, cierta. Solo para aquellos que perseveran en la buena voluntad, hasta el término de la existencia. Dios tiene todo Poder. Y Dios ha tenido misericordia. Y su alegría es comunicarse a los espíritus que anhelan al Dios Desconocido. Que no rechazan al Dios Ignorado que desean conocer.

Él ha amado a sus criaturas hasta dejar el Cielo por ellas.

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REDIMIR = RESCATAR. Volver a comprar lo que antes se vendió o empeñó.

MESIAS   =  REDENTOR.

Si en una balanza se mete un peso desproporcionado al peso equilibrador, la balanza se inclina hacia un lado. Pero si se restablece el equilibrio, las dos partes de la balanza quedan alineadas.

Por el delito de uno, muchos perecieron. La balanza de Dios estaba solamente inclinada hacia la parte de la Justicia. Pero por el Sacrificio de Cristo, la Gracia y la Vida son dadas a todos los que creen en Jesús.

Y de esta manera el equilibrio no solo es restablecido, sino que dado el sacrificio del Hombre-Dios es de un valor infinito e infinitos los méritos del Cristo-Salvador. La balanza de Dios se inclina ahora hacia la Misericordia.

Y Misericordia y Perdón rebosan del plato colmado de la Sangre Divina, que fluye para la salud del mundo. Tanta fluye, cuanto más abundante es el Pecado. Para que la Gracia abundando venciese al Pecado. Y la Vida venza a la Muerte, muriendo para dar la Vida a los espíritus inmortales de los hombres. La Vida, o lo que es lo mismo: el Reino de Dios dentro de los hombres.

EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN DEL VERBO

Pareciese que Jerusalén fuese la más adecuada para el nacimiento del Rey de los Judíos. Pero…

Jerusalén ya no era santa. Llevaba aquel nombre, pero la corrupción llenaba todos sus estratos, porque aunque Dios le había colmado de bienes, había rechazado el más necesario: “El bien de la posesión de Dios.”

Y el Don que hubiera hecho grande a Jerusalén, le fue quitado.

Ni el Nacimiento, ni la Muerte de Cristo tuvieron lugar dentro de sus muros; sino solo el delito de la Condena de Cristo. Contra la cual también las piedras se rebelaron: rompiéndose en su muerte y sacudiéndose obedientes al Querer de Dios y después, cuando Jerusalén fue arrasada…

Verdaderamente solo quién ama con todo su ser, puede conocer el inefable Misterio que es la Encarnación del Verbo…

Siendo María la más santa de las criaturas que había habido en la tierra, emanaba la santidad como un astro encendido del que se escapan etéreos rayos de sobrenatural potencia.

Y Sacerdotisa regia y purísima fue la virgen ardiente de la caridad más pura y fuerte que criatura nacida de hombre, nunca tendrá.

Ella aceptó el ofrecimiento. Y el “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí como su Palabra quiere…” fue  el ‘sea la Luz’ de la recreación del hombre, a hijo de Dios y heredero del Reino de los Cielos.

Dios se acercó a los hombres a través de Jesús. Y se hizo hombre para que el hombre pudiera conocerLo y contemplarLe sin temor.

CRISTO. Aquel que diviniza la materia, la glorifica y restituye a Adán a su dignidad original. Cristo reconstruye lo que estaba destruido. El cordero que revirginiza al hombre en la Inocencia y en la Gracia. Por su Caridad Humano-Divina, puede todo.

Pero Él, Perfección, no se ha limitado a enseñar que no hay amor más grande que el de aquel que muere por sus amigos. Él ha muerto. Éste es también el precepto implícito que con su ejemplo, Jesús ha dado.

DIOS QUERIA PERDONAR AL HOMBRE.

Porque lo amaba. Quería devolverle la Inmortalidad, la Posesión del Cielo.

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Y prometió en el momento de la sentencia del castigo: “Yo pondré enemistades entre tú y la Mujer. Y entre su raza y la descendencia suya, Ella quebrantará tu cabeza y andarás asechando su calcañal.”

María nació sin la mancha del Pecado Original y amó como criatura alguna, jamás amará. María no conoció el Pecado y por eso es la Vencedora de Satanás.

Cristo viene de la Hora Perfecta. Los siglos la trasmitieron con voz siempre más clara, con pormenores más precisos. La Voz Divina, promesa de un Mesías Redentor y de la Mujer sin concupiscencia, que castigará al Prevaricador, alumbrando al Vencedor del Pecado y de la Muerte.

María: Pacífico Puente, que reúne Cielo y Tierra. La Eva Santa y Verdadera Madre generadora de Vida,  de la Humanidad. La Amadísima que con su sola Presencia obtiene misericordia para los pecadores. Su amor perfecto. Su perfecta obediencia. Sacrificio de olor suave que aplaca la ira del Señor.

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Arcoíris de Paz. La Corredentora es el dulce astro que resplandece a la Presencia de Dios, para recordarles que Él ha prometido Misericordia a los hombres. Y ha dado a su Hijo para que los hombres tengan Perdón.

El arco iris después del Diluvio fue visto solo por los justos que permanecieron vivos sobre la tierra; pero María en un sobreabundar de misericordia, será vista por muchos que justos no son.

Y su voz, su perfume, sus prodigios, son para justos y pecadores. Y felices aquellos que entre éstos últimos; se conviertan a la justicia, a la fe en Cristo, el cual es salvación.

EL AMOR DE DIOS

El amor de un Padre que sacrifica a su Verdadero Único Hijo, para salvar la vida de sus hijos adoptivos. Y de este amor es del que ha amado Dios. Ha sacrificado a su Unigénito, para salvar a la Humanidad Culpable.

Y Jesús dejó la libertad y la pureza que son la atmósfera del Cielo, privándose de ellos y descendiendo a la cárcel humana; para ayudar al hombre al que ama. Los redimidos por Cristo conocen todo el amor de Dios.

Y Cristo es este amor infinito que Él Mismo ha revelado con su Persona, con su Palabra, con su Ejemplo y sus acciones. Jesús es Verbo y Carne. Con el Verbo instruye. Con la Carne, Redime.

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JESÚS ES EL MESIAS

Jesucristo tenía la voluntad libre. Como Dios Y como Hombre. Jesús no prevaricó. No abusó de ésta, su libre voluntad potente, para escapar de la Muerte en la Cruz. Si lo hubiera hecho, hubiera sido más Rebelde que Lucifer. Pero Cristo nunca fue rebelde.

Ninguna cosa, ni siquiera la natural repugnancia humana al suplicio, lo hizo tal. Porque sobre su Voluntad Libre, estaba y puso, la Voluntad del Padre. Y Él, el Perfectísimo Hijo Divino, de Naturaleza igual a la del Padre; no sacó ventaja.

Sino que con reverencial amor, siempre dijo al que lo había generado: Hágase tu Voluntad’ Y Bondadoso y Obediente, ofrece y rinde sus poderes, para ser arrastrado al Sacrificio. Su voluntad libre la usó para ser Perfecto como Hombre, así como era Perfecto como Dios. 

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Dios no puede pecar siendo la Perfección. Pero su Segunda Naturaleza como Hombre, estuvo sujeta a tentaciones. Y las tentaciones son los medios para pecar, si no son rechazadas. Y duras tentaciones fueron lanzadas contra el Hombre.

Todo el Odio contra Él. Todo el Rencor, el Miedo, la Envidia del Infierno y de los hombres, contra Él. Contra el Fuerte al que sentían Vencedor, aunque tuviera la mansedumbre de un cordero.

Pero Jesús no quiso pecar. Hay que dar el reconocimiento a su Fortaleza. No pecó porque no quiso pecar. Y también por su Perfección en la Justicia contra todas las insidias y los eventos, Él ha confirmado ser el hijo de Dios.

Y la Justicia consiste en practicar el amor con heroísmo de santidad. La santidad de Jesús lo ha convertido en el Santo de los santos, porque como Hombre fue el Héroe que quiso ser: ‘Amen como Yo los he amado’.

Obedecer es el precepto que nos convierte en Cristianos.

JESÚS ES EL REDENTOR  

El Hijo de del Hombre fue entregado en manos de los hombres, porque es el Hijo de Dios, pero también es el Redentor del Hombre. Y no hay Redención sin sufrimiento.

Él soportó el sufrimiento en la Carne y en la Sangre, para reparar los pecados de la carne y de la sangre. En lo Moral, para reparar los pecados de la Inteligencia y de las Pasiones. En lo espiritual, para reparar las culpas del corazón. Por todo esto, fue completa.

Y Jesús tomó sobre Sí, todas nuestras miserias y todos nuestros pecados. Los pasados, los presentes y los futuros…

redentor

 Como si hubiese sido sumergido en un estercolero pútrido, quedó Jesús ante los Ojos del Padre y de Él se horrorizó el Altísimo; porque en ese momento al tomar sobre Sí todos los pecados del mundo acumulados en los siglos, se convirtió en el Pecado y en el Hombre Culpable.

Un diluvio de culpas sobre la Tierra, desde su principio hasta su fin. Un diluvio de maldiciones sobre el Culpable. Sobre la Hostia del Pecado.

Jesús sudó sangre por la agonía de ser el Maldito. Su corazón se trituró con el conocimiento de que en aquella Hora, no era el Verbo de Dios. Era solamente el Hombre. El Hombre Culpable.

Y todos los pecados los ha descontado sobre su Cuerpo Santísimo. Y para que el hombre volviera a revestirse en su alma, de la vestidura de bodas; Él se ha revestido de llagas, moretones, sangre, heridas que traspasaron su Cuerpo.

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La Ira de Dios se abatió sobre Él. La Ira por nuestros infinitos pecados, desde el primer pecado hasta el último que será cometido. Y la Justicia ha clavado toda culpa en su Cuerpo Inocente.

Como ciervo perseguido por una turba de arqueros, Él ha sido perseguido por las flechas de Dios, para que toda culpa fuese expiada con su Sangre.

Con las torturas de su cuerpo mortal, extrajo la Maldad de toda la estirpe humana y empapado con su Sangre, nos lavó las culpas de la carne. Por esto fue aprehendido en Jerusalén.

Entregado a los sacerdotes, escribas y fariseos, que lo llevaron a los gentiles para que lo escarnecieran. Después de haber sido abofeteado, insultado, herido, escupido y arrastrado por las calles de Jerusalén como un harapo inmundo.

Y los gentiles, después de haberlo flagelado y coronado de espinas, lo condenaron a morir en una cruz con una muerte infame, como un vulgar malhechor.

El pueblo que lo había honrado con los hosannas el Domingo de Ramos, pidió su muerte y en su lugar, pidió el indulto de un asesino.

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Y Dios lo permitió. Porque es el Cordero de Dios que expía por los pecados del mundo. Cargó sobre Sí con todas las culpas y con todos los dolores, para que el hombre fuese sanado. Más tarde llegó la Gloria, pero antes fue el Dolor. Más tarde llegó el derecho a juzgar, pero antes estuvo el deber de expiar.

En medio de un mar de Angustia, de un océano de Dolor; en el que su Madre y las almas-víctimas comparten, murió en un Patíbulo y tres días después por su Voluntad Divina, Resucitó.

Volvió a la Vida Eterna y Gloriosa como Hombre. Y volvió a la plenitud de ser Dios, con el Padre y el Espíritu Santo, después de haber padecido toda clase de afrentas y de ver su corazón atravesado por la Mentira y el Odio.

Entonces fue constituido Fundador del Nuevo Templo, en el que se encuentra la Fuente Santísima del Espíritu Septiforme. Pero antes Jesucristo fue la Víctima Inmolada que purificó la Casa de Dios.

La pareja Jesús-María es la destinada a anular todo lo que hicieron Adán-Eva y devolvieron al linaje humano al punto en que fue creado: reyes ricos en gracias y dones para una regeneración completa. Perfectos en Obediencia, en Amor y en Santidad.

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Por una infidelidad de la Mujer, el género humano conoció el Pecado, el Dolor y la Muerte. Por la fidelidad de la Madre Santísima, la Virgen Inmaculada, el género humano ha obtenido la regeneración a la Gracia. Y por Ella, el Perdón; la Alegría Pura y la Vida.

Esta Gracia si bien no anula todas las consecuencias del Pecado Original, y que son el Dolor, la Muerte y los estímulos restantes para dar pena, miedo y batalla. Ayuda fuertemente a soportar el dolor presente con la esperanza del Cielo.

Ayuda a afrontar el miedo de morir, con el conocimiento de la Misericordia Divina. Ayuda a rehacer y domar los estímulos, con las ayudas sobrenaturales por los méritos de Cristo y los Sacramentos instituidos por Él.

Adán quedó mutilado de la Gracia y de la Vida sobrenatural, de la Inocencia, Integridad, Inmunidad, Inmortalidad y Ciencia. Y como cabeza de toda la Familia Humana, ha trasmitido su penosa herencia a todos sus descendientes.

Pero la Humanidad ha sido más afortunada. Por medio de Jesús-Salvador-Redentor, ha obtenido la curación.

Más todavía, la ‘recreación’ en la Gracia: la vida del alma. Y por los sacramentos por Él instituidos, las virtudes que éstos infunden.

Los dones del Espíritu Santo han obtenido también los medios para crecer siempre más en perfección, hasta alcanzar el culmen con la ‘supercreación’ que es la santidad.

Pero ni siquiera el sacrificio del Hombre-Dios que ha restituido la capacidad de amar, conocer y servir a Dios en esta vida y poseerlo con júbilo en la otra. Ha cancelado las cicatrices de las grandes heridas que el hombre se infirió voluntariamente.

Y especialmente de la Triple Concupiscencia que está siempre pronta a rehacerse llaga, si el espíritu no vigila teniendo sujetas las malas pasiones.

El hombre regenerado hijo de Dios por medio de Jesús, conoce esto que Adán no conocía. Conoce a cual inmensidad llega el Amor del Padre, que da a su Unigénito para cancelar con su Sangre, el decreto de condena de la Humanidad decaída por su Progenitor.

Nada de cuanto hay en la Creación debe estar privado de incentivos o de consecuencias buenas.

El mundo odió a Jesús sin motivo alguno. Cuando pensó destruirlo, hizo que el hombre regresara a Dios. La aparente victoria de Satanás, fue su verdadera derrota.

EL PRIMOGÉNITO

Jesús es el ‘Primogénito entre los muertos’ siguiendo el orden divino y humano.

Primogénito siguiendo el orden humano, porque Hijo por parte de Madre de Adán, que nació como debieron nacer todos los hijos de los creados por Dios: con procreación privada de Lujuria y de Dolor.

Por eso se le llama Hijo del Hombre, pues Él fue por línea humana el Hijo Primogénito (vivo en la Gracia) de Adán.

Primogénito del Padre siguiendo el orden divino, porque es el Hijo del Padre Celestial. Generado por Él y NO CREADO por Él. Generar quiere decir producir una vida. Crear quiere decir formar. El artista puede crear una obra; pero solo un padre y una madre, pueden generar una vida.

Nada impedía al Verbo de Dios aparecer entre los hombres, materializando su espíritu como un hombre adulto y amaestrar en la perfección de la Ley, repitiendo un prodigio que ya había realizado antes. (Génesis 18, 1-3)

Pero para la Justicia era necesario un Sacrificio.

Y Él quiso volverse un pequeño germen que madura en un seno de mujer. Y después, un pequeñín que llora y se amamanta para vivir. Pasando por todas las etapas de la vida: niño, adolescente, joven, hombre, al igual que cualquier nacido de mujer.

Y en el nacer y en el morir, fue igual a todos los hombres. Él, Dios; no quiso ser diferente de nosotros, puesto que por amor quiso convertirse en Hombre.

ADVIENTO ECOGRAFIA

Las únicas diferencias estuvieron en su Perfección Humana y Espiritual, porque Él quiso conservarlas tales. Y en su Pasión que completó de manera tremenda: en el cuerpo, en la mente, en el corazón y en el espíritu, como ninguna criatura lo padeció.

Y Él para Sí lo quiso, aun siendo el Eterno Inocente, que ningún castigo merecía. Jesucristo amó tanto al hombre, hasta el extremo de odiarse a Sí Mismo y derramó toda su Sangre por nosotros.

Y para salvar al hombre, tomó un alma y descendió del Cielo, al seno de la Inmaculada.

El amor materno cuando es justo, es el amor más completo, más perfecto. El más alto de los amores de la Tierra. Para María no era solamente el amor de la madre que ama a la criatura que se forma en ella y que es el fruto del amor de dos criaturas.

María amaba a Dios en su Hijo, que había venido a Ella para hacerse Hombre en su carne. Miraba su vientre inviolado y veía que era la Custodia Viviente de Dios Vivo en Ella.

Sentía palpitar el otro corazón y sabía que era el Corazón de Dios, hecho Carne.

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El Corazón de Jesús fue formado por el Espíritu Santo, generador de la Humanidad Santísima del Verbo: Dios conteniéndose a Sí Mismo, en la Perfección de la Perfección de Jesucristo.

El Corazón de Jesucristo formado por los Fuegos de la Caridad y los Lirios de la Purísima, testimonio del sublime aniquilamiento del Verbo, para que se perfeccione a Sí Mismo como Hombre, en la Caridad. ¿Habrá un Trono, un Altar, un Templo, más sagrado y más suyo que éste? Definitivamente, NO.

Él vino para perfeccionar la Ley y volverla clara con sus enseñanzas y practicable con su ejemplo. Él vino y tanto ha amado el Bien y rechazado el Mal, que aceptó morir para que el Bien triunfase en el mundo y en los corazones.

Y el Mal fuese vencido por la Sangre Divina.

Y con su sacrificio y su Redención obtuvo que los santos que NO REHÚSAN SEGUIRLO por el Camino de la Cruz, compartan con Él, la Gloria de la Resurrección. El Apóstol Juan fue el primero en comprender lo que había en el Corazón de Jesús.

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Todos los santos son frutos de ese Corazón, del amor por ese Corazón. A los que no se separan de Él, Él los lleva al Cielo como una parte de Sí Mismo.

Jesús con su Muerte destruyó nuestra muerte y nuestras culpas las anuló con su Sangre. Él nos ha rescatado del Mal. Él lo ha dejado impotente para perjudicarnos en la vida futura, clavando nuestros males en la Cruz y filtrando nuestro espíritu a través de Él, para darnos la sanidad.

Y a cada alma en particular deificarla. Y al alcanzar la perfección, compartir con ella la gloria de la Resurrección. 

Y la dulce voz de Jesús nos dice:

“Venid, mis brazos están abiertos. Sobre la Cruz me dolía el tenerlos clavados solamente porque no podía estrecharlos en torno a vosotros y bendecirlos. Pero ahora soy libre de atraerlos a mi Corazón. Mi boca tiene besos de Perdón y mi corazón tiene tesoros de Amor.

Dejad las riquezas injustas y venid a Mí, Riqueza Verdadera. Dejad los goces indignos y venid a Mí, Gozo Verdadero. ¡Cómo os sentiréis alegres, de una espiritual felicidad, si confiáis en Mí! Yo soy el Dios de la Paz. De Mí brotan todas las gracias.

Todo dolor en Mí se calma. Todo peso se vuelve ligero. Todos vuestros actos cumplidos en mi Nombre, se revisten de mi Belleza. Yo puedo daros todo si venís a mi Corazón y no de manera humana, sino sobrehumana, eterna, inefablemente dulce. No les digo que no conoceréis el Dolor. Lo he conocido Yo que Soy Dios. Pero les digo su dolor se volverá suave si lo sufres sobre mi Corazón…

Venid, dejad aquello que muere. Aquello que hace daño. Aquello que quiere el Mal. Venid a Mí que os amo. A Mí que sé dar las cosas que no perjudican y no mueren. Ayudadme con vuestra voluntad. La quiero para actuar no porque Yo la necesite. Sino porque es necesaria para vosotros, para merecer el Reino.

Venid. Ayudadme a rechazar al Infierno en el Infierno y a abriros el Cielo.

Yo comencé a consumar mi Sacrificio para vencer a Satanás, al Mundo y a la Carne, a partir del primer acto de mi Voluntad contra las voces de la carne, del mundo y de su Rey Tenebroso.

Morí a Mí Mismo para haceros vivir con mi ejemplo y morí sobre la Cruz para daros la Vida. Destinado a ser vuestro Pontífice Misericordioso, debía por experiencia propia conocer a la perfección las luchas del hombre y permanecer fiel delante de Dios a fin de enseñaros a permanecer fieles.

Recordadlo: YO TE AMO TAL COMO ERES EN ESTE MOMENTO…”

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA  

21.- LA MAGNA OBRA DE LA REDENCION I

Mientras tanto en la Puerta del Cielo… Leonardo, Adrián, Diego y los demás catecúmenos; escuchan atentos a una bella matrona romana. Alta, de cabellos oscuros, aspecto distinguido, de mediana edad; muy parecida a Fabiola. Su nombre es Plautina.

Su voz resuena clara como una campana, al exponer la tercera lección de la Doctrina Cristiana:

LA MAGNA OBRA DE LA REDENCIÓN

“Satanás penetró en el Edén para robarle al hombre, todo lo que Dios le había dado. Y no solo lo despojó de su riquísima herencia, también le mató el espíritu. Y le dio mortales heridas al alma corrompiendo el intelecto, la voluntad, los sentimientos, los instintos, suscitando apetitos culpables, destruyendo la Inocencia y la Gracia, afligiendo al Creador.

El Pecado dejó al hombre obtuso en la inteligencia del discernir el Bien y el Mal y en la Integridad. Como un humo se le había ofuscado la Verdad conocida. Decaído de hijo adoptivo de Dios al grado de animal razonable, el hombre sentía por instinto que ‘matar’ era malo. Que corromperse en libídines obscenas debía estar mal. Pero no sabía distinguir hasta qué punto era mal el matar y cual la lujuria más abyecta a Dios.

Entonces Dios, después de haber castigado con el Diluvio, dio las primeras normas para ser menos violentos. Llamó a Sí a Moisés y le dio el Decálogo que reúne la Piedad y el Castigo. Piedad para los débiles y castigo para los burladores que cumplen el Mal con todo conocimiento de causa. El Decálogo con su parte positiva: ‘Harás’. Y negativa: ‘No harás’ crea el Pecado con todas sus consecuencias. Porque se peca cuando se quiere transgredir y el hombre después de la Ley, ya no tiene más la excusa de decir: ‘No sabía que era pecado.’

El Decálogo es Piedad, Castigo y Prueba. Como prueba era el Árbol que estaba en medio del Edén. Sin prueba no se puede aquilatar la cordura del hombre. Pero sobre los Diez Mandamientos de la Ley Perfecta, está la Perfección de la Ley, con los Dos Mandamientos del amor, dados por el Verbo Docente. Triple Amor a Dios: Amor del corazón, del alma, de la mente.

Porque Adán pecó con el corazón, (concupiscencia de la carne); con el alma, (concupiscencia del espíritu) con la mente, (concupiscencia de la razón); saliéndose del orden por abusar de los dones recibidos y ofendiendo a Dios con los mismos dones que había recibido de Él, para que el hombre pudiera asemejársele y serle causa de gloria.

Con las cosas que pecaron, debió ser reparado el Pecado, cancelada la ofensa y restablecido el orden violado.

Y EL VERBO SE HIZO CARNE PARA HACER ESTO.

Y para restituirnos la Gracia y la Verdad en medida plena, rebosante, inagotable.

Con cuanto pecó el primer hombre, el Hombre-Dios repara.

Y el Amor Encarnado y el Amor Virginal, los dos ofrecidos voluntariamente. Totalmente. Y consumados para que Dios fuese consolado y el hombre salvado.

La muerte de Abel hizo añicos el orgullo de Adán y las escorias expertas de Eva, en el más atroz alumbramiento a las tinieblas.

La muerte de Cristo hizo añicos el Pecado y mostró a la Humanidad el alumbramiento a la Gracia.

Por un solo hombre, el hombre conoció la muerte. Por el Hombre solo, el hombre conoce la Vida. Por Adán, la Humanidad ha heredado la Culpa y sus consecuencias. Por Jesús, Hijo de Dios y de María, la Humanidad hereda nuevamente la Gracia y sus consecuencias.

Todos eran pecadores al menos del pecado hereditario. Ser justos era una grave fatiga, porque la Gracia no estaba en los espíritus. El Templo era un nombre. Los ritos, una representación mímica. La invisible Presencia del Santo de los santos no era creída más que por los simples. Los pequeños entre el Pueblo que tenía el nombre de santo.

Todavía los sacerdotes y rabíes enseñaban que Dios estaba en el Templo: magnífico en su gloria, parlante a sus ministros.

Y es en esta hora que Jesús ha venido.

El Advenimiento de la hora de la Misericordia.

Pero no era solamente Hora de la Misericordia. Era también de Justicia. Justicia para Israel que ya no merecía más, ser el Pueblo de Dios. Otro pueblo debía ser elegido en su lugar: El Pueblo Cristiano.

El fin del Templo había llegado. La Ley Nueva, perfección de la antigua, se imponía; predicada a los hombres directamente por Dios. La Caridad de Dios se mostró en toda su plenitud a los hombres.

Dios es Infinitamente Bueno, Amoroso, Sabio, Paciente. Por estas perfecciones, Él dispuso al Redentor antes de que fuese el Pecado. Él ha puesto al alcance de todos el Cielo.

Y el Cielo es una conquista larga, muy dura, cierta. Solo para aquellos que perseveran en la buena voluntad, hasta el término de la existencia. Dios tiene todo Poder. Y Dios ha tenido misericordia. Y su alegría es comunicarse a los espíritus que anhelan al Dios Desconocido. Que no rechazan al Dios Ignorado que desean conocer.

Él ha amado a sus criaturas hasta dejar el Cielo por ellas.

REDIMIR = RESCATAR. Volver a comprar lo que antes se vendió o empeñó.

MESIAS   =  REDENTOR.

Si en una balanza se mete un peso desproporcionado al peso equilibrador, la balanza se inclina hacia un lado. Pero si se restablece el equilibrio, las dos partes de la balanza quedan alineadas.

Por el delito de uno, muchos perecieron. La balanza de Dios estaba solamente inclinada hacia la parte de la Justicia. Pero por el Sacrificio de Cristo, la Gracia y la Vida son dadas a todos los que creen en Jesús. Y de esta manera el equilibrio no solo es restablecido, sino que dado el sacrificio del Hombre-Dios es de un valor infinito e infinitos los méritos del Cristo-Salvador. La balanza de Dios se inclina ahora hacia la Misericordia.

Y Misericordia y Perdón rebosan del plato colmado de la Sangre Divina, que fluye para la salud del mundo. Tanta fluye, cuanto más abundante es el Pecado. Para que la Gracia abundando venciese al Pecado. Y la Vida venza a la Muerte, muriendo para dar la Vida a los espíritus inmortales de los hombres. La Vida, o lo que es lo mismo: el Reino de Dios dentro de los hombres.

EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN DEL VERBO.

Pareciese que Jerusalén fuese la más adecuada para el nacimiento del Rey de los Judíos. Pero…

Jerusalén ya no era santa. Llevaba aquel nombre, pero la corrupción llenaba todos sus estratos, porque aunque Dios le había colmado de bienes, había rechazado el más necesario: “El bien de la posesión de Dios.”

Y el Don que hubiera hecho grande a Jerusalén, le fue quitado.

Ni el Nacimiento, ni la Muerte de Cristo tuvieron lugar dentro de sus muros; sino solo el delito de la Condena de Cristo. Contra la cual también las piedras se rebelaron: rompiéndose en su muerte y sacudiéndose obedientes al Querer de Dios y después, cuando Jerusalén fue arrasada…

Verdaderamente solo quién ama con todo su ser, puede conocer el inefable Misterio que es la Encarnación del Verbo…

Siendo María la más santa de las criaturas que había habido en la tierra, emanaba la santidad como un astro encendido del que se escapan etéreos rayos de sobrenatural potencia. Y Sacerdotisa regia y purísima fue la virgen ardiente de la caridad más pura y fuerte que criatura nacida de hombre, nunca tendrá. Ella aceptó el ofrecimiento. Y el “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí como su Palabra quiere…” fue  el ‘sea la luz’ de la recreación del hombre, a hijo de Dios y heredero del Reino de los Cielos.

Dios se acercó a los hombres a través de Jesús. Y se hizo hombre para que el hombre pudiera conocerlo y contemplarle sin temor.

CRISTO. Aquel que diviniza la materia, la glorifica y restituye a Adán a su dignidad original. Cristo reconstruye lo que estaba destruido. El cordero que revirginiza al hombre en la Inocencia y en la Gracia. Por su Caridad Humano-Divina, puede todo. Pero Él, Perfección, no se ha limitado a enseñar que no hay amor más grande que el de aquel que muere por sus amigos. Él ha muerto. Éste es también el precepto implícito que con su ejemplo, Jesús ha dado.

DIOS QUERIA PERDONAR AL HOMBRE.

Porque lo amaba. Quería devolverle la Inmortalidad, la Posesión del Cielo. Y prometió en el momento de la sentencia del castigo: Yo pondré enemistades entre tú y la Mujer. Y entre su raza y la descendencia suya, Ella quebrantará tu cabeza y andarás asechando su calcañal.”

María nació sin la mancha del Pecado Original y amó como criatura alguna, jamás amará. María no conoció el Pecado y por eso es la Vencedora de Satanás.

Cristo viene de la Hora Perfecta. Los siglos la trasmitieron con voz siempre más clara, con pormenores más precisos. La Voz Divina, promesa de un Mesías Redentor y de la Mujer sin concupiscencia, que castigará al Prevaricador, alumbrando al Vencedor del Pecado y de la Muerte.

María: Pacífico Puente, que reúne Cielo y Tierra. La Eva Santa y Verdadera Madre generadora de Vida,  de la Humanidad. La Amadísima que con su sola presencia obtiene misericordia para los pecadores. Su amor perfecto. Su perfecta obediencia. Sacrificio de olor suave que aplaca la ira del Señor. Arcoíris de paz. La Corredentora es el dulce astro que resplandece a la Presencia de Dios, para recordarles que Él ha prometido Misericordia a los hombres. Y ha dado a su Hijo para que los hombres tengan Perdón.

El arco iris después del Diluvio fue visto solo por los justos que permanecieron vivos sobre la tierra; pero María en un sobreabundar de misericordia, será vista por muchos que justos no son. Y su voz, su perfume, sus prodigios, son para justos y pecadores. Y felices aquellos que entre éstos últimos; se conviertan a la justicia, a la fe en Cristo, el cual es salvación.

EL AMOR DE DIOS.

El amor de un Padre que sacrifica a su Verdadero Único Hijo, para salvar la vida de sus hijos adoptivos. Y de este amor es del que ha amado Dios. Ha sacrificado a su Unigénito, para salvar a la Humanidad Culpable.

Y Jesús dejó la libertad y la pureza que son la atmósfera del Cielo, privándose de ellos y descendiendo a la cárcel humana; para ayudar al hombre al que ama. Los redimidos por Cristo conocen todo el amor de Dios. Y Cristo es este amor infinito que Él Mismo ha revelado con su Persona, con su Palabra, con su Ejemplo y sus acciones. Jesús es Verbo y Carne. Con el Verbo instruye. Con la Carne, Redime.

JESÚS ES EL MESIAS.

Jesucristo tenía la voluntad libre. Como Dios Y como Hombre. Jesús no prevaricó. No abusó de ésta, su libre voluntad potente, para escapar de la Muerte en la Cruz. Si lo hubiera hecho, hubiera sido más Rebelde que Lucifer. Pero Cristo nunca fue rebelde. Ninguna cosa, ni siquiera la natural repugnancia humana al suplicio, lo hizo tal. Porque sobre su Voluntad Libre, estaba y puso, la Voluntad del Padre. Y Él, el Perfectísimo Hijo Divino, de naturaleza igual a la del Padre; no sacó ventaja; sino que con reverencial amor, siempre dijo al que lo había generado: ‘Hágase tu Voluntad’ Y bondadoso y obediente, ofrece y rinde sus poderes, para ser arrastrado al Sacrificio. Su voluntad libre la usó para ser Perfecto como Hombre, así como era Perfecto como Dios. 

Dios no puede pecar siendo la Perfección. Pero su segunda naturaleza como Hombre, estuvo sujeta a tentaciones. Y las tentaciones son los medios para pecar, si no son rechazadas. Y duras tentaciones fueron lanzadas contra el Hombre. Todo el Odio contra Él. Todo el rencor, el miedo, la envidia del Infierno y de los hombres, contra Él. Contra el Fuerte al que sentían Vencedor, aunque tuviera la mansedumbre de un cordero.

Pero Jesús no quiso pecar. Hay que dar el reconocimiento a su Fortaleza. No pecó porque no quiso pecar. Y también por su Perfección en la Justicia contra todas las insidias y los eventos, Él ha confirmado ser el hijo de Dios. Y la justicia consiste en practicar el amor con heroísmo de santidad. La santidad de Jesús lo ha convertido en el Santo de los santos, porque como Hombre fue el Héroe que quiso ser: ‘Amen como Yo los he amado’.

Obedecer es el precepto que nos convierte en cristianos.

JESÚS ES EL REDENTOR. 

El Hijo de del Hombre fue entregado en manos de los hombres, porque es el Hijo de Dios, pero también es el Redentor del Hombre. Y no hay Redención sin sufrimiento.

Él soportó el sufrimiento en la Carne y en la Sangre, para reparar los pecados de la carne y de la sangre. En lo moral, para reparar los pecados de la inteligencia y de las pasiones. En lo espiritual, para reparar las culpas del corazón. Por todo esto, fue completa. Y Jesús tomó sobre Sí, todas nuestras miserias y todos nuestros pecados. Los pasados, los presentes y los futuros…

 Como si hubiese sido sumergido en un estercolero pútrido, quedó Jesús ante los ojos del Padre y de Él se horrorizó el Altísimo; porque en ese momento al tomar sobre Sí todos los pecados del mundo acumulados en los siglos, se convirtió en el Pecado y en el Hombre Culpable. Un diluvio de culpas sobre la Tierra, desde su principio hasta su fin. Un diluvio de maldiciones sobre el Culpable. Sobre la Hostia del Pecado.

Jesús sudó sangre por la agonía de ser el Maldito. Su corazón se trituró con el conocimiento de que en aquella Hora, no era el Verbo de Dios. Era solamente el Hombre. El Hombre Culpable.

Y todos los pecados los ha descontado sobre su Cuerpo Santísimo. Y para que el hombre volviera a revestirse en su alma, de la vestidura de bodas; Él se ha revestido de llagas, moretones, sangre, heridas que traspasaron sus Cuerpo.

La Ira de Dios se abatió sobre Él. La Ira por nuestros infinitos pecados, desde el primer pecado hasta el último que será cometido. Y la Justicia ha clavado toda culpa en su Cuerpo Inocente. Como ciervo perseguido por una turba de arqueros, Él ha sido perseguido por las flechas de Dios, para que toda culpa fuese expiada con su Sangre.

Con las torturas de su cuerpo mortal, extrajo la maldad de toda la estirpe humana y empapado con su Sangre nos lavó las culpas de la carne. Por esto fue aprehendido en Jerusalén. Entregado a los sacerdotes, escribas y fariseos, que lo llevaron a los gentiles para que lo escarnecieran. Después de haber sido abofeteado, insultado, herido, escupido y arrastrado por las calles de Jerusalén como un harapo inmundo. Y los gentiles, después de haberlo flagelado y coronado de espinas; lo condenaron a morir en una cruz con una muerte infame, como un vulgar malhechor. El pueblo que lo había honrado con los hosannas el Domingo de Ramos, pidió su muerte y en su lugar, pidió el indulto de un asesino.

Y Dios lo permitió. Porque es el Cordero de Dios que expía por los pecados del mundo. Cargó sobre Sí con todas las culpas y con todos los dolores, para que el hombre fuese sanado. Más tarde llegó la Gloria, pero antes fue el Dolor. Más tarde llegó el derecho a juzgar, pero antes estuvo el deber de expiar. En medio de un mar de Angustia, de un océano de Dolor; en el que su Madre y las almas-víctimas comparten, murió en un Patíbulo y tres días después por su Voluntad Divina, Resucitó.

Volvió a la Vida Eterna y Gloriosa como Hombre. Y volvió a la plenitud de ser Dios, con el Padre y el Espíritu Santo, después de haber padecido toda clase de afrentas y de ver su corazón atravesado por la Mentira y el Odio. Entonces fue constituido Fundador del Nuevo Templo, en el que se encuentra la Fuente Santísima del Espíritu Septiforme. Pero antes Jesucristo fue la Víctima Inmolada que purificó la Casa de Dios.

La pareja Jesús-María es la destinada a anular todo lo que hicieron Adán-Eva y devolvieron al linaje humano al punto en que fue creado: reyes ricos en gracias y dones para una regeneración completa. Perfectos en Obediencia, en Amor y en Santidad.

Por una infidelidad de la Mujer, el género humano conoció el Pecado, el Dolor y la Muerte. Por la fidelidad de la Madre Santísima, la Virgen Inmaculada, el género humano ha obtenido la regeneración a la Gracia. Y por Ella, el Perdón; la Alegría Pura y la Vida.

Esta Gracia si bien no anula todas las consecuencias del Pecado Original, y que son el Dolor, la Muerte y los estímulos restantes para dar pena, miedo y batalla. Ayuda fuertemente a soportar el dolor presente con la esperanza del Cielo. Ayuda a afrontar el miedo de morir, con el conocimiento de la Misericordia Divina. Ayuda a rehacer y domar los estímulos, con las ayudas sobrenaturales por los méritos de Cristo y los Sacramentos instituidos por Él.

Adán quedó mutilado de la Gracia y de la Vida sobrenatural, de la Inocencia, Integridad, Inmunidad, Inmortalidad y Ciencia. Y como cabeza de toda la Familia Humana, ha trasmitido su penosa herencia a todos sus descendientes. Pero la Humanidad ha sido más afortunada. Por medio de Jesús-Salvador-Redentor, ha obtenido la curación. Más todavía, la ‘recreación’ en la Gracia: la vida del alma. Y por los sacramentos por Él instituidos, las virtudes que éstos infunden. Los dones del Espíritu Santo han obtenido también los medios para crecer siempre más en perfección, hasta alcanzar el culmen con la ‘supercreación’ que es la santidad.

Pero ni siquiera el sacrificio del Hombre-Dios que ha restituido la capacidad de amar, conocer y servir a Dios en esta vida y poseerlo con júbilo en la otra; ha cancelado las cicatrices de las grandes heridas que el hombre se infirió voluntariamente y especialmente de la Triple Concupiscencia que está siempre pronta a rehacerse llaga, si el espíritu no vigila teniendo sujetas las malas pasiones.

El hombre regenerado hijo de Dios por medio de Jesús, conoce esto que Adán no conocía. Conoce a cual inmensidad llega el Amor del Padre, que da a su Unigénito para cancelar con su Sangre, el decreto de condena de la Humanidad decaída por su Progenitor. Nada de cuanto hay en la Creación debe estar privado de incentivos o de consecuencias buenas. El mundo odió a Jesús sin motivo alguno. Cuando pensó destruirlo, hizo que el hombre regresara a Dios. La aparente victoria de Satanás, fue su verdadera derrota.

EL PRIMOGÉNITO.  

Jesús es el ‘Primogénito entre los muertos’ siguiendo el orden divino y humano.

Primogénito siguiendo el orden humano, porque Hijo por parte de Madre de Adán, que nació como debieron nacer todos los hijos de los creados por Dios: con procreación privada de Lujuria y de Dolor. Por eso se le llama Hijo del Hombre, pues Él fue por línea humana el Hijo Primogénito (vivo en la Gracia) de Adán.

Primogénito del Padre siguiendo el orden divino, porque es el Hijo del Padre Celestial. Generado por Él y no creado por Él. Generar quiere decir producir una vida. Crear quiere decir formar. El artista puede crear una obra; pero solo un padre y una madre, pueden generar una vida.

Nada impedía al Verbo de Dios aparecer entre los hombres, materializando su espíritu como un hombre adulto y amaestrar en la perfección de la Ley, repitiendo un prodigio que ya había realizado antes. Pero para la Justicia era necesario un Sacrificio. Y Él quiso volverse un pequeño germen que madura en un seno de mujer. Y después, un pequeñín que llora y se amamanta para vivir. Pasando por todas las etapas de la vida: niño, adolescente, joven, hombre, al igual que cualquier nacido de mujer. Y en el nacer y en el morir, fue igual a todos los hombres. Él, Dios; no quiso ser diferente de nosotros, puesto que por amor quiso convertirse en Hombre.

Las únicas diferencias estuvieron en su Perfección Humana y Espiritual, porque Él quiso conservarlas tales. Y en su Pasión que completó de manera tremenda: en el cuerpo, en la mente, en el corazón y en el espíritu, como ninguna criatura lo padeció. Y Él para Sí lo quiso, aun siendo el Eterno Inocente, que ningún castigo merecía. Jesucristo amó tanto al hombre, hasta el extremo de odiarse a Sí Mismo y derramó toda su Sangre por nosotros. Y para salvar al hombre, tomó un alma y descendió del Cielo, al seno de la Inmaculada.

El amor materno cuando es justo, es el amor más completo, más perfecto. El más alto de los amores de la Tierra. Para María no era solamente el amor de la madre que ama a la criatura que se forma en ella y que es el fruto del amor de dos criaturas. María amaba a Dios en su Hijo, que había venido a Ella para hacerse Hombre en su carne. Miraba su vientre inviolado y veía que era la custodia viviente de Dios Vivo en Ella. Sentía palpitar el otro corazón y sabía que era el Corazón de Dios, hecho Carne. El Corazón de Jesús fue formado por el Espíritu Santo, generador de la Humanidad Santísima del Verbo: Dios conteniéndose a Sí Mismo, en la Perfección de la Perfección de Jesucristo.

El Corazón de Jesucristo formado por los Fuegos de la Caridad y los Lirios de la Purísima, testimonio del sublime aniquilamiento del Verbo, para que se perfeccione a Sí Mismo como Hombre, en la Caridad. ¿Habrá un Trono, un Altar, un Templo, más sagrado y más suyo que éste? Definitivamente, NO.

Él vino para perfeccionar la Ley y volverla clara con sus enseñanzas y practicable con su ejemplo. Él vino y tanto ha amado el Bien y rechazado el Mal, que aceptó morir para que el Bien triunfase en el mundo y en los corazones y el Mal fuese vencido por la Sangre Divina. Y con su sacrificio y su Redención obtuvo que los santos que no rehúsan seguirlo por el Camino de la Cruz, compartan con Él, la Gloria de la Resurrección. El Apóstol Juan fue el primero en comprender lo que había en el corazón de Jesús. Todos los santos son frutos de ese Corazón, del amor por ese Corazón. A los que no se separan de Él, Él los lleva al Cielo como una parte de Sí Mismo.

Jesús con su Muerte destruyó nuestra muerte y nuestras culpas las anuló con su Sangre. Él nos ha rescatado del Mal. Él lo ha dejado impotente para perjudicarnos en la vida futura, clavando nuestros males en la Cruz y filtrando nuestro espíritu a través de Él, para darnos la sanidad. Y a cada alma en particular deificarla. Y al alcanzar la perfección, compartir con ella la gloria de la Resurrección. 

Y la dulce voz de Jesús nos dice:

“Venid, mis brazos están abiertos. Sobre la Cruz me dolía el tenerlos clavados solamente porque no podía estrecharlos en torno a vosotros y bendecirlos. Pero ahora soy libre de atraerlos a mi Corazón. Mi boca tiene besos de Perdón y mi corazón tiene tesoros de Amor. Dejad las riquezas injustas y venid a Mí, Riqueza Verdadera. Dejad los goces indignos y venid a Mí, Gozo Verdadero. ¡Cómo os sentiréis alegres, de una espiritual felicidad, si confiáis en Mí! Yo soy el Dios de la Paz. De Mí brotan todas las gracias. Todo dolor en Mí se calma. Todo peso se vuelve ligero. Todos vuestros actos cumplidos en mi Nombre, se revisten de mi Belleza. Yo puedo daros todo si venís a mi Corazón y no de manera humana, sino sobrehumana, eterna, inefablemente dulce. No les digo que no conoceréis el Dolor. Lo he conocido Yo que Soy Dios. Pero les digo su dolor se volverá suave si lo sufres sobre mi Corazón…

Venid, dejad aquello que muere. Aquello que hace daño. Aquello que quiere el Mal. Venid a Mí que os amo. A Mí que sé dar las cosas que no perjudican y no mueren. Ayudadme con vuestra voluntad. La quiero para actuar no porque Yo la necesite. Sino porque es necesaria para vosotros, para merecer el Reino. Venid. Ayudadme a rechazar al Infierno en el Infierno y a abriros el Cielo.

Yo comencé a consumar mi Sacrificio para vencer a Satanás, al Mundo y a la Carne, a partir del primer acto de mi Voluntad contra las voces de la carne, del mundo y de su Rey Tenebroso. Morí a Mí Mismo para haceros vivir con mi ejemplo y morí sobre la Cruz para daros la Vida. Destinado a ser vuestro Pontífice Misericordioso, debía por experiencia propia conocer a la perfección las luchas del hombre y permanecer fiel delante de Dios a fin de enseñaros a permanecer fieles. Recordadlo: YO TE AMO TAL COMO ERES EN ESTE MOMENTO…”

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA