520 El Buen Pastor
520 IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
432a Con los campesinos de Yocaná, cerca de Sefori.
Los apóstoles comentan…
Bartolomé:
– ¡Cuánta gente!
Tomás:
– ¡Han venido todos, incluso los niños!…
Andrés:
– El Maestro estará contento…
Tadeo exclama:
– ¡Ah, ahí está el Maestro!
Vamos a acercarnos.
Se unen al Maestro, que camina con dificultad por el prado.
Porque va apretujado entre los muchos que le rodean.
Cuando los apóstoles logran llegar hasta Él.
Jesús pregunta:
– ¿Judas sigue todavía ausente?
– Sí, Maestro.
Pero si quieres lo llamamos…
– No hace falta.
Mi Voz lo alcanza en el lugar donde esté.
Y su conciencia, libre, le habla con su propia voz.
No es necesario añadir vuestras voces…
Para forzar una voluntad.
Venid, sentémonos aquí con estos hermanos nuestros.
Y perdonad si no he podido compartir con vosotros el pan,
en un ágape de amor.
Mientras se acercan al lugar designado,
todos recuerdan al soberbio apóstol rebelde.
Pues es de sobra conocidos su desprecio y su repudio
hacia éstos ínfimos de la sociedad judía: los siervos hebreos.

La SOBERBIA es el principal signo de la posesión demoníaca perfecta y NO PUEDE reverenciar a Dios, porque Satanás lo odia y a sus instrumentos, es lo que les trasmite…
Actitud que se agudizó el año pasado, en la anterior visita
cuando verificaron el castigo, en las tierras de Doras…
Pero ahora comparten el gozo de tener la Presencia del Dios Vivo.
¡Y eso es lo único que importa!
Se sientan en círculo con Jesús en el centro.
Quien quiere alrededor de Él a todos los niños.
Los cuales, se pegan a Él mimosos y con confianza.
Una mujer grita:
– ¡Bendícelos, Señor!
Que vean lo que nosotros anhelamos ver.
¡La libertad de amarte!
Un anciano gime:
– Sí.
Nos quitan incluso esa libertad.
No quieren ver grabadas tus palabras en nuestro espíritu.
Ahora nos impiden vernos.
Y te prohíben a Ti venir…
¡Ya no oiremos palabras santas!
Un hombre joven, se lamenta:
– Abandonados así, nos volveremos pecadores.
Tú nos enseñabas el perdón…
Nos dabas tanto amor, que podíamos soportar la malevolencia del patrón…
Pero ahora…
Jesús dice:
– No lloréis.
No os dejaré sin mi palabra.
Volveré, mientras pueda…
Varios dicen:
– No, Maestro y Señor.
– Él es malo.
– Y también sus amigos.
– Podrían dañarte…
Y por causa nuestra.
– Nosotros hacemos el sacrificio de perderte;
pero no nos des el dolor de decir:
“Por nosotros lo prendieron”».
– Sí, sálvate, Maestro.
Jesús dice:
– No temáis.
Se lee en Jeremías (Jeremías 36)
cómo él mismo dijo a su secretario Baruc que escribiera lo que el Señor le dictaba.
Y que fuera a leer el escrito recibido a los que estaban reunidos en la casa del Señor;
leerlo en vez del profeta, que estaba preso y no podía ir.
Así voy a hacer Yo.
Muchos y fieles Baruc tengo entre mis apóstoles y discípulos.
Ellos vendrán a deciros la palabra del Señor…
Y no perecerán vuestras almas.
Y Yo no seré prendido por causa vuestra;
porque el Dios altísimo me ocultará a sus ojos…
Hasta que llegue la hora en que el Rey de Israel deba ser mostrado a las turbas,
para que el mundo entero lo conozca.
Y no temáis tampoco perder las palabras que hay en vosotros.
También en Jeremías se lee que, aun después de que Yoyaquim, rey de Judá
– el cual esperaba destruir las palabras eternas y veraces quemando el rollo –
destruyera el volumen.
El dictado de Dios permaneció,
porque el Señor mandó al profeta:
“Toma otro volumen
y escribe en él todas las cosas que había en el volumen quemado por el rey”.
Y Jeremías dio un volumen a Baruc…
Un volumen sin escritura.
Y dictó nuevamente a su secretario las palabras eternas…
Además de otras más como complemento de las primeras,
porque el Señor remedia los estropicios humanos
cuando el remedio es un bien para las almas.
Y no permite que el odio anule lo que es obra de amor.
Ahora bien, aunque a Mí,
comparándome a un volumen lleno de verdades santas, me destruyeran…
¿Creéis que el Señor os dejaría perecer sin la ayuda de otros volúmenes?
En ellos estarán mis palabras y las de mis testigos,
que narrarán lo que Yo no voy a poder decir
por estar prisionero de la Violencia y ser destruido por ella.
¿Y creéis que lo que está impreso en el libro de vuestros corazones,
podrá borrarse por el paso del tiempo sobre las palabras?
No.
El ángel del Señor os las repetirá…
Y las mantendrá frescas en vuestros espíritus deseosos de Sabiduría.
Y no sólo eso, sino que os las explicará…
Y seréis sabios en la palabra de vuestro Maestro.
Vosotros selláis el amor a Mí con el dolor.
¿Puede acaso, perecer lo que resiste incluso la persecución?
No puede perecer.
Yo os lo digo.
El don de Dios no se cancela.
El pecado es lo único que lo anula.
Pero vosotros, ciertamente no queréis pecar…
¿No es verdad, amigos míos? Muchos contestan:
– No, Señor.
– Significaría perderte también en la otra vida.
– Pero nos harán pecar.
– Nos ha impuesto que no salgamos ya más de las tierras el Sábado…
– Y ya no volverá a haber Pascua para nosotros.
Así que pecaremos…
Jesús afirma:
– No.
No pecaréis vosotros.
Pecará él.
Sólo él.
Él, que hace violencia al derecho de Dios y de los hijos de Dios,
de abrazarse y amarse en dulce coloquio de amor y enseñanza en el día del Señor.
– Pero él hace reparación con muchos ayunos y dádivas.
Nosotros no podemos…
Porque ya es demasiado poca la comida,
en proporción al esfuerzo que hacemos…
Y no tenemos qué ofrecer…
Somos pobres…
– Ofrecéis aquello que Dios aprecia:
Vuestro corazón.
Dice Isaías (58, 3 – 7) hablando en nombre de Dios a los falsos penitentes:
“En el día de vuestro ayuno aparece vuestra voluntad y oprimís a vuestros deudores.
Ayunáis para reñir, discutir y perversamente, pelear.
Dejad de ayunar como hasta hoy, para hacer oír en las alturas vuestros clamores.
¿Es éste, acaso, el ayuno que Yo deseo?
¿Que el hombre se limite a afligir durante un día su alma,
y castigue su cuerpo y duerma sobre la ceniza?
¿Vas a llamar a esto ayuno y día grato al Señor?
El ayuno que prefiero es otro.
Rompe las cadenas del pecado, disuelve las obligaciones que abruman;
da libertad a quien está oprimido, quita todo yugo.
Comparte tu pan con quien tiene hambre, acoge a los pobres y a los peregrinos,
viste a los desnudos y no desprecies a tu prójimo”
Pero Yocaná no hace esto.
Vosotros, por el trabajo que le hacéis y que lo hace rico, sois sus acreedores.
Y os trata peor que a deudores morosos.
Alzando la voz para amenazaros y la mano para golpearos.
No es misericordioso con vosotros y os desprecia por ser siervos.
Pero el siervo es tan hombre como el patrón.
Y si tiene el deber de servir,
tiene también el derecho a recibir lo necesario para un hombre;
tanto materialmente como en el espíritu.
No se honra el Sábado, aunque se pase en la sinagoga;
si ese mismo día el que lo practica pone cadenas
y da a sus hermanos áloe como bebida.
Celebrad vuestros sábados razonando entre vosotros acerca del Señor.
Y el Señor estará en medio de vosotros…
Perdonad y el Señor os glorificará.
Yo soy el buen Pastor y tengo piedad de todas las ovejas.
Pero sin duda, amo con especial amor,
a las que han recibido golpes de los pastores ídolos,
para que se alejen de mis caminos.
Para éstas, más que para ninguna otra, he venido.
Porque el Padre mío y vuestro me ha ordenado:
“Apacienta estas ovejas destinadas al matadero,
matadas sin piedad por sus amos, que las han vendido diciendo:
`¡Nos hemos enriquecido!’,
Y de las que no han tenido compasión los pastores”.
Pues bien, apacentaré el rebaño destinado al matadero,
¡Oh pobres del rebaño!
Y abandonaré a sus iniquidades a los que os afligen
y afligen al Padre, que en sus hijos sufre.
Extenderé la mano hacia los pequeños de entre los hijos de Dios
y los atraeré hacia Mí para que tengan mi gloria.
Lo promete el Señor por la boca de los profetas
que celebran mi piedad y mi poder como Pastor.
Y os lo prometo Yo directamente a vosotros que me amáis.
Cuidaré de mi Rebaño.
A quienes acusen a las ovejas buenas de enturbiar el agua
y de deteriorar los pastos por venir a Mí, les diré:
“Retiraos.
Vosotros sois los que hacéis que falte el manantial y se agoste el pasto de mis hijos.
Pero Yo los he llevado a otros pastos y los seguiré llevando.
A los pastos que sacian el espíritu.
Os dejaré a vosotros el pasto para vuestros gruesos vientres,
dejaré el manantial amargo que habéis hecho manar vosotros.
Y Yo me iré con éstos, separando las verdaderas de las falsas ovejas de Dios;
ya nada atormentará a mis corderos,
sino que exultarán eternamente en los pastos del Cielo”.
¡Perseverad, hijos amados!
Tened todavía un poco de paciencia, de la misma forma que la tengo Yo.
Sed fieles, haciendo lo que os permite el patrón injusto.
Y Dios juzgará que habéis hecho todo y por todo os premiará.
No odiéis, aunque todo se conjure para enseñaros a odiar.
Tened fe en Dios.
Ya visteis que Jonás fue liberado de su padecimiento y Yabés fue conducido al amor.
Como con el anciano y el niño,
lo mismo el Señor hará con vosotros:
en esta vida, parcialmente y en la otra, totalmente.
Lo único que os puedo dar son monedas,
para hacer menos dura vuestra condición material.
Os las doy.
Dáselas, Mateo.
Que se las repartan.
Son muchas, pero en todo caso pocas para vosotros que sois tantos…
Y que estáis tan necesitados.
No tengo otras cosas…
Otras cosas materiales.
Pero tengo mi amor, mi potencia de ser Hijo del Padre,
para pedir para vosotros los infinitos tesoros sobrenaturales
como consuelo de vuestros llantos y luz de vuestras brumas.
¡Oh, triste vida que Dios puede hacer luminosa!
¡Él sólo!
¡Sólo Él!…
Y digo: “Padre, te pido por éstos.
No te pido por los felices y ricos del mundo,
sino por estos que lo único que tienen es a Ti y a Mí.
Haz que asciendan tanto en los caminos del espíritu,
que encuentren toda consolación en nuestro Amor.
Y démonos a ellos con el amor, con todo nuestro amor infinito;
para cubrir de paz, serenidad y coraje sobrenaturales,
sus jornadas, sus ocupaciones,
de forma que, como enajenados del mundo por el amor nuestro,
puedan resistir su calvario…
Y después de la muerte, tenerte a Ti, a Nosotros, beatitud infinita”.
Jesús, mientras oraba, ha ido poniéndose de pie
y librándose poco a poco de los niñitos que se habían dormido sobre Él.
En su Oración, su aspecto es majestuoso y dulce.
Ahora baja de nuevo los ojos,
diciendo:
– Me marcho.
Es la hora, para que podáis volver a vuestras casas a tiempo.
Nos veremos todavía otra vez.
Y traeré a Margziam.
Pero, cuando ya no pueda volver…
Mi Espíritu estará siempre con vosotros.
Y estos apóstoles míos os amarán como Yo os he amado.
Deposite el Señor sobre vosotros su bendición.
Poneos en camino.
Y se inclina a acariciar a los niñitos, que duermen.
Y no opone resistencia a las expresiones de afecto de esta pobre turba,
que no sabe separarse de Él…
Pero al final, cada uno se pone en camino por su parte,
de forma que los dos grupos se separan mientras la Luna desciende.
Ramas encendidas deben dar algo de luz al camino.
Y el humo acre de las ramas aún ligeramente húmedas,
es una buena justificación del brillo de los ojos…
Judas los está esperando apoyado en un tronco.
Jesús lo mira y no dice nada.
Ni siquiera cuando Judas dice:
– «Estoy mejor».
Siguen caminando durante la noche, como mejor pueden…
Luego con el alba, más ágilmente.
A la vista de un cuadrivio,
Jesús se detiene y dice:
– Separémonos.
Conmigo vienen Tomás, Simón Zelote y mis hermanos.
Los otros irán al lago, a esperarme.
Judas dice:
– Gracias, Maestro…
No me atrevía a pedírtelo.
Pero Tú me lo has facilitado.
Estoy verdaderamente cansado.
Sí lo permites, me detengo en Tiberíades…
Santiago de Zebedeo no se puede contener,
agregando:
– En casa de un amigo.
Judas abre muchísimo los ojos…
Pero se limita a esto.
Jesús se apresura a decir:
– Me basta con que el sábado vayas a Cafarnaúm con los compañeros.
Venid para que os bese a los que me dejáis.
Y con afecto, besa a los que se marchan,
dando a cada uno de ellos un consejo en voz baja…
Ninguno expresa objeción alguna.
Sólo Pedro, ya cuando se marcha, dice:
– Ven pronto, Maestro.
los demás apoyan:
– Sí, ven pronto.
Y Juan termina:
– Estará muy triste el lago sin Ti.
Jesús los bendice una vez más.
Y promete:
– ¡Pronto!
Todos se separan y se van…
512 El Hombre-Dios
512 IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
427 Bartolomé instruye a Áurea Gala.
Son tan precoces las albas estivas…
Que breve es el tiempo que media entre el ocaso de la Luna y la aparición del primer albor.
De manera que, a pesar de que hayan caminado ligeros;
la fase más oscura de la noche los sorprende todavía en las cercanías de Cesárea.
Y tampoco da suficiente luz una rama encendida de un arbusto espinoso.
Es necesario hacer un alto…
Incluso porque la jovencita, menos acostumbrada que ellos a caminar de noche;
tropieza a menudo en las piedras medio sepultadas en la arena, del camino.
Caminan rápido y todavía está oscuro en las cercanías de Cesárea.
Jesús dice:
– Es mejor detenernos un poco.
Castañeteando los dientes, mezclando hebreo y latín en un nuevo idioma, para hacerse entender…
La niña responde rápida:
– No, no.
Si puedo…
Vámonos lejos, lejos, lejos…
Podría venir…
Por aquí pasamos para ir a esa casa.
Jesús trata de tranquilizarla:
– Iremos detrás de aquellos árboles y nadie nos verá.
No tengas miedo.
Bartolomé, para darle ánimos,
dice:
– No tengas miedo.
A estas horas, ese romano está debajo de la mesa, borracho como una cuba,
convertido en una sopa de vino…
Pedro agrega:
– Y estás con nosotros.
¡Todos te queremos!
No permitiremos que te hagan daño.
¡Oh! ¡Somos doce hombres fuertes!…
Pedro, que apenas es un poco más alto que ella.
Él tan corpulento, cuánto grácil y delicada es ella.
Él quemado por el sol y ella blanca como alabastro.
¡Pobre florecita que fue criada para ser solamente estimulante, valiosa, admirada y más preciosa!
Entonces se escucha la voz llena de amor de Juan…
La jovencita, a la última luz de la improvisada antorcha;
Levanta sus maravillosos ojos azul verde como reflejo del mar,
con dos limpios iris aún brillantes por el llanto vertido con el terror de poco antes…
Es recelosa, pero, no obstante, de ellos se fía…
Juan le dice:
– Eres una hermanita nuestra.
Y los hermanos defienden a sus hermanas.
Y cruza con ellos el arroyo seco que está pasado el camino.
Para entrar en una propiedad que termina allí en un tupido huerto.
Es noche oscura.
Cuando llegan a la arboleda,
se sientan y aguardan.
Los hombres se dormirían gustosos…
Pero a ella cualquier ruido la hace gritar.
Y el galope de un caballo la hace agarrarse convulsa al cuello de Bartolomé;
que quizás por parecer el más anciano, atrae su confianza y confidencia.
Por tanto es imposible dormir.
Bartolomé le dice:
– No tengas miedo.
Cuando uno está con Jesús, nunca sucede una desgracia.
La niña contesta temblando:
– ¿Por qué?
Mientras sigue todavía asida al cuello de Bartolomé.
– Porque Jesús es Dios en la tierra.
Y Dios es más fuerte que los hombres.
– ¿Dios?
¿Qué cosa es Dios?
Bartolomé exclama:
– ¡Pobre criatura!
Pero, ¿Cómo te educaron?
¿No te enseñaron nada?…
La niña contesta:
– Sí.
A conservar blanco el cutis.
brillante la cabellera.
A obedecer a los patrones.
A decir siempre que sí…
Pero yo no podía decir sí al romano…
Era feo y me daba miedo.
¡Todo el día tenía miedo!
En su casa siempre había unos ojos…
Siempre allí…
Cuando en el baño, en los vestidores dónde uno se viste;
en el cubiculum…
Siempre estaban unos ojos…
Y esas manos… ¡Oh!
¡Y si alguien no decía sí, era apaleado!…
Y comienza a llorar.
Jesús dice:
– No lo serás más.
¡Ya no recibirás más palos!
Ya no está el romano.
Ni están sus manos…
Lo que hay es la paz…
Felipe comenta:
– ¡Es una crueldad!
Cómo a bestias y peor todavía…
Porque a una bestia le enseñas su oficio.
Y los otros comentan:
– ¡Pero qué horror!
¡Como a animales de valor, no más que como a animales!
Y peor todavía…
Porque un animal sabe al menos que le enseñan a arar.
O a llevar la montura y el bocado porque ésa es su función.
Pero a esta criatura la lanzaron sin saber…
Ella responde:
– Si hubiese sabido, me hubiera arrojado al mar.
Él decía: ‘Te haré feliz…’
Zelote dice:
– De hecho te hizo feliz.
De una manera que nunca imaginó.
Feliz en la tierra y feliz en el Cielo.
conocer a Jesús, es la felicidad.
Hay un silencio en el que todos y cada uno,
meditan en las crueldades y los horrores del mundo.
Luego en voz baja, la niña le pregunta a Bartolomé:
– ¿Me puedes decir que es Dios?
¿Y por qué Él es Dios?…
Después de una pausa agrega:
– ¿Porque es hermoso y bueno?…
Bartolomé se siente atolondrado.
Se toma de la barba con perplejidad.
Y dice lleno de incertidumbre:
– Dios…
¿Cómo haré para enseñarte a ti, que no tienes ninguna idea de religión en tu cabeza?
¿Qué estás vacía de toda idea religiosa?
– ¿Religiosa?
¿Qué es?
Esto provoca otra pregunta todavía más complicada, para el abrumado apóstol:
– ¿Qué cosa es religión?
Bartolomé decide pedir auxilio:
– ¡Oh, que esto no me lo esperaba!…
¡Altísima Sabiduría!
¡Me siento como uno que se está ahogando en un gran mar!
¿Cómo me las arreglo ante esta sima?
¿Qué puedo hacer ante el abismo?
Jesús aconseja:
– Lo que te parece difícil, es muy sencillo Bartolomé.
Es un abismo, sí.
Pero vacío…
Y puedes llenarlo con la Verdad.
Peor es cuando los abismos están llenos de fango, veneno, serpientes.
Habla con la sencillez con que hablarías a un niño pequeño.
Y ella te entenderá mejor, como no lo haría un adulto.
Bartolomé pregunta:
– ¡Maestro!
¿Pero no podrías hacerlo Tú?
– Podría.
Pero la niña aceptará más fácilmente las palabras de un semejante suyo:
que las mías que son de Dios.
Y por otra parte es que…
Os encontraréis en lo futuro ante estos abismos y los llenaréis de Mí.
Debéis pues aprender a hacerlo.
– Es verdad.
Voy a intentarlo.
Lo probaré…
Después de pensarlo un poco, Bartolomé pregunta:
– Oye niña, ¿Te acuerdas de tu mamá?
Ella sonríe y contesta:
– Si, señor.
hace siete años que…
Que las flores florecen sin ella.
Pero antes estaba con ella.
– Está bien.
¿La recuerdas?
¿La amas?
Ella solloza con un:
– ¡Oh!
Y da un pequeño grito.
El acceso de llanto unido a la exclamación lo dice todo.
– ¡Pobre criatura!
No llores.
¡Pobre niña!
Escucha:
Oye, el amor que tienes por tu mamita…
– Y por mi papá y por mis hermanos… -contesta sollozando.
– Sí.
Por tu familia…
El amor por tu familia.
Los pensamientos que guardas por ella.
El deseo que tienes de regresar a ella…
– ¡Nunca más los veré…!
¡Ya nunca…!
– Pero todo es algo que podría llamarse religión de la familia.
Las religiones, las ideas religiosas son el amor…
El pensamiento, el deseo de ir a donde está aquel o aquellos en quienes creemos;
a quienes amamos y anhelamos;
a quienes deseamos ver…
Ella señalando a Jesús,
pregunta:
– Si yo creo en ese Dios que está allí.
¿Tendré una religión?…
¡Es muy fácil!
Bartolomé está totalmente desorientado:
– ¡Bien!
¿Fácil qué cosa?…
¿Tener una religión o creer en ese Dios que está allí?
La niña dice convencida:
– En ambas cosas…
Porque fácilmente se cree en un Dios Bueno, como el que está allí.
El romano me nombraba muchos y juraba.
Decía:
‘¡Por la diosa Venus!
¡Por el dios Júpiter!
¡Por el dios Cupido!
Han de ser dioses malos, porque él hacía cosas malas cuando los invocaba.
Pedro comenta en voz baja:
– No es tan tonta la niña.
Ella dice:
– Pero yo no sé todavía que cosa es Dios.
Veo que es un hombre como tú…
Entonces es un Hombre- Dios.
¿Y cómo se hace para comprenderlo?
¿En qué aspecto es más fuerte que todos?
No tiene ni espada, ni siervos…
Bartolomé suplica:
– Maestro, ayúdame…
Jesús responde:
– No, Nathanael.
Enseñas muy bien.
– Lo dices porque eres bueno.
Busquemos otro modo de seguir adelante.
Se vuelve hacia la niña,
diciendo:
– Oye niña…
Oye niña, Dios no es hombre…
Él es como una luz, una mirada, un sonido tan grandes, que llenan el cielo y la tierra e iluminan todo.
Y todo lo ve, instruye todo y a todo da órdenes…
Y en todas las cosas manda…
– ¿También al romano?
Entonces no es un Dios bueno.
¡Tengo miedo!…
Bartolomé se apresura a aclarar:
– Dios es bueno y da órdenes buenas.
A los hombres les ha prohibido armar guerras, hacer esclavos;
arrebatar a las hijitas de sus madres y espantar a las niñas…
Pero los hombres no siempre escuchan las órdenes de Dios.
Ella dice:
– Pero tú, sí.
– Yo sí.
– Si es más fuerte que todos…
¿Por qué no se hace obedecer?
¿Y Cómo habla, si no es un hombre?
Bartolomé está perdido,
y exclama:
– ¡Dios…!
¡Oh, Maestro!…
Jesús dice:
– Sigue.
Sigue, Bartolomé.
Eres un maestro muy competente.
Sabes decir con gran simplicidad pensamientos muy profundos.
¿Y ahora ya no quieres seguir?…
¿Siendo un maestro tan sabio?
¿Y sabiendo decir con tanta sencillez los más altos pensamientos, tienes miedo?
¿No sabes que el Espíritu Santo está en los labios de los que enseñan la Justicia?
Bartolomé argumenta:
– Parece fácil cuando se te escucha.
Todas tus palabras están aquí dentro.
¡Pero sacarlas afuera cuando se debe hacer lo que Tú haces!…
¡Oh, miseria de nosotros los humanos!
¡Maestros inútiles!
¡Ay, míseros de nosotros, pobres hombres!
¡Qué maestros de tres al cuarto!
– El reconocer la nulidad propia,
predispone el corazón a la enseñanza del Espíritu Paráclito…
– Está bien, Maestro…
De todas formas vamos a intentar seguir adelante.
Se vuelve hacia ella, mirándola con ternura,
diciendo:
– Escucha, niña…
Dios es fuerte, fortísimo.
Más que César.
Más que todos los hombres juntos con sus ejércitos y sus máquinas de guerra…
Pero no es un amo despiadado que haga decir siempre que sí…
so pena del azote para quien no lo dice.
Dios es un Padre.
¿Te quería mucho tu padre?
– ¡Mucho!
Me puso por nombre Áurea Gala, porque el oro es precioso.
Y Galia es mi patria.
Y decía que me amaba más que el oro que en otro tiempo tuvo…
Y más que a la patria…
– ¿Te azotó tu padre?
Áurea Gala contesta:
– No. Jamás.
Cuando no me portaba bien, me decía:
‘Pobrecita hija mía’ y lloraba.
– ¡Eso!
Así hace Dios.
Es Padre, nos ama y llora si somos malos.
Pero no nos obliga a obedecerle.
Pero el que decide ser malo, un día será castigado con suplicios horrendos…
– ¡Oh, qué bueno!
El dueño que me arrebató de mi madre y me llevó a la isla.
Y también el romano, irán a los suplicios.
¿Y lo veré?…
Esto es demasiado para el pobre Nathanael,
que contesta:
– Tú verás de cerca a Dios, si crees en Él y eres buena.
Y para ser buena no debes odiar ni siquiera al romano.
– ¿No?
¿Y cómo lograrlo?
– Rogando por él.
– ¿Qué es rogar?
– Hablar con Dios diciéndole que lo amamos.
Y pidiéndole lo que necesitamos…
Ella llevada por su coraje, con salvaje vehemencia,
exclama apasionadamente:
– Pero, ¡Yo quiero que mis dueños tengan una mala muerte!
Bartolomé objeta:
– No.
No debes…
Jesús no te amará si dices así.
– ¿Por qué?
– Porque no se debe odiar a quien nos ha hecho el mal.
– Pero no puedo amarlos.
– Pero puedes por ahora no pensar en ellos.
Trata de olvidarlos…
Luego, cuando Dios te instruya más…
Rogarás por ellos.
Decíamos pues, que Dios es Poderoso, pero deja a sus hijos en libertad de obrar.
Ella pregunta:
– ¿Yo soy hija de Dios?…
¿Tengo dos padres?…
¿Cuántos hijos tiene Dios?…
Bartolomé contesta:
– Todos los hombres son hijos de Dios, porque han sido hechos por Él.
¿Ves las estrellas allá arriba?
Las ha hecho Él.
¿Y estos árboles?
Los ha hecho Él.
¿Y la tierra donde estamos sentados?
¿Y aquel pájaro que canta?
¿Y el mar con su grandeza?
¡TODO!
¡Y a todos los hombres!
Y los hombres son más hijos que todo, porque son hijos por una cosa que se llama alma…
Y que es luz, sonido, mirada, no grandes como su luz, su sonido, su mirada, que llenan el Cielo y la Tierra;
pero hermosos de todas formas.
Y que no mueren nunca, como tampoco muere Él.
Porque es una partecita de Dios que es inmortal como Él.
– ¿Dónde está el alma?
¿Tengo yo también un alma?
– Sí.
En tu corazón.
Y es la que te ha hecho comprender que el romano era malo.
Y ciertamente no te hará desear ser como él.
¿No es verdad?
– Sí…
Áurea reflexiona después del titubeante si…
Y luego con firmeza dice:
– ¡Sí!
Era como una voz de dentro y una necesidad de que alguien me auxiliara…
Y con otra voz aquí dentro – pero esta era mía – llamaba a mi mamá…
Porque no sabía que existía Dios, que existía Jesús…
Si lo hubiera sabido, le habría llamado a Él con aquella voz que tenía aquí dentro.
Jesús interviene:
– Has comprendido bien, niña.
Y crecerás en la Luz.
Yo te lo aseguro.
Cree en el Dios verdadero.
Escucha la voz de tu alma alma en la que no existe todavía una sabiduría adquirida,
pero en la que tampoco existe mala voluntad…
Y encontrarás en Dios a un Padre.
Y en la muerte, que es un paso de la tierra al Cielo para los que creen en el Dios Verdadero y son buenos…
Encontrarás un lugar en el Cielo cerca de tu Señor.
Como ella se ha arrodillado delante de Él,
Jesús le pone su mano sobre la cabeza.
Áurea dice:
– Cerca de Ti.
¡Qué bien se siente uno al estar contigo!
No te separes de mí, Jesús…
Ahora sé Quién Eres y por eso me arrodillo.
En Cesárea tuve miedo de hacerlo…
Me parecías sólo un hombre…
Ahora sé que Eres Dios escondido en un Hombre.
Y que para mí eres un Padre y un Protector…
Jesús agrega:
– Y Salvador, Áurea Gala.
Ella exclama jubilosa:
– Y Salvador.
¡Sí! Me salvaste…
– Y te salvaré más.
Tendrás un nombre nuevo…
– ¿Me quitas el nombre que me dio mi padre?
El amo en la isla me llamaba Aurea Quintilia, porque nos dividían por color y por número.
Porque yo era la quinta rubia así…
Pero ¿Por qué no me dejas el nombre que me dio mi padre?
– No te lo quito.
Llevarás, añadido a tu antiguo nombre, el nombre nuevo, eterno».
– ¿Cuál?
– Cristiana.
Porque Cristo te salvó…
Comienza a alborear.
Vámonos.
Jesús se vuelve hacia su más anciano apóstol,
y agrega:
– ¿Ves Nathanael qué es fácil hablar de Dios a los abismos vacíos?
Hablaste muy bien.
La niña se instruirá fácilmente.
Se formará rápidamente en la Verdad.
Y ordena con suavidad:
– Sigue adelante con mis hermanos Áurea…
La niña obedece pero con temor.
Preferiría quedarse con Bartolomé, el cual comprende todo…
El apóstol le dice:
– Voy enseguida.
Vete…
Obedece.
EL TERCER PURGATORIO
Habla Dios Padre
Hijitos Míos, desde que sois pequeñitos, vosotros vais a la escuela, vais creciendo y vais aprendiendo de muchas materias.
Se va aumentando la base del conocimiento que primeramente os dieron vuestros padres, con el que luego vais tomando de la escuela,
de la universidad y luego de que vosotros mismos vais tomando de los libros.
¿Qué pasaría Mis pequeños, si después de tener todo ese conocimiento no hicierais nada?,
¿Qué os quedarais con el conocimiento, que no lo compartieras, que no trabajarais con lo que aprendisteis?
¿Para poder vivir del fruto de ese conocimiento?
Dirían que fue inútil en vuestra vida, que os hubierais llenado de tanto conocimiento;
aunque hubierais hecho una maestría o todavía más, un doctorado, para nada.
Lo mismo sucede en la vida espiritual.
Si vosotros os llenáis de Conocimiento y aún a pesar de que tuvierais por ejemplo, Mi Gracia
y que Yo os transmitiera directamente Conocimiento Divino, Sabiduría Divina,
leyerais infinidad de libros, que os llenarais de gran conocimiento religioso, un gran alimento para el alma;
si no dierais nada de esto, sería inútil, sería una pérdida de tiempo;
sería estéril vuestra vida espiritual y en vuestra vida humana.
LA VIDA EN LA TIERRA ES LA OPORTUNIDAD
QUE TENÉIS PARA CONOCERME POR MEDIO DE LA FE
Y APRENDER A AMAR
PRACTICANDO ESE AMOR CON EL AMOR AL PRÓJIMO
Voy a esto, Mis pequeños:
Todo lo que obtenéis de Mí, si no lo ponéis en obras, de nada sirve lo que aprendísteis.
Es una obligación Divina dar a vuestros hermanos lo que Yo os doy,
tanto en las capacidades que vosotros tenéis en lo humano, como en lo espiritual.
Yo os las he regalado, Yo os las di para que vosotros las potencializárais.
Vosotros de ninguna forma podéis obtener capacidades si no habéis nacido con ellas.
Y si nacisteis con ellas, Yo os las di, Mis pequeños;
son Mis regalos para cada uno de vosotros.
Pero si el Conocimiento que se obtiene no se da, os repito:
es estéril vuestra vida y ahí es a donde os quiero llevar:
a las Obras de Misericordia.
Debéis dar el Conocimiento, debéis ayudar a vuestros hermanos, os debéis dar a vuestros hermanos.
Y de ésa forma, empezaréis a hacer dinámico todo Mi Amor y Conocimiento que Yo os doy;
para eso os mandé a Mi Hijo.
Os mandé a Mi Hijo, para que os enseñara todo esto.
Él, siendo Mi Hijo y siendo Dios, pudo haberse quedado en el Reino de los Cielos.
Pero Él, con todo ese Conocimiento Divino, os lo dio;
caminó entre los hombres, ahí está lo dinámico, convivió con gente de todos niveles para darse y para dar.
No mandó a ángeles, se pudo haber quedado aquí en el Reino de los Cielos, pudo haberMe pedido eso:
mandar emisarios, ángeles que enseñaran a los hombres.
Pero Yo le pedí que bajara a la Tierra y que conviviera entre vosotros y ahí entra la primera parte del fruto del Amor, que es la humildad.
Si no tenéis humildad y ésa empieza Conmigo, con vuestro Dios, no sois nada.
El aceptó como Hijo Mío, en Obediencia, en Humildad Divina, convivir entre vosotros.
Todo un Dios inmenso, inconmensurable,
enseñándoos en su propia Persona lo que son las Virtudes, lo que es el Amor.
Aprendisteis del Maestro por excelencia.
Aprendiste de todo un Dios, cómo os debéis comportar.
Hubierais tenido pretexto de alguna forma, si Yo hubiera enviado otro tipo de emisario a enseñar a los hombres.
No tendría la Perfección que tiene Mi Hijo.
Así no tenéis pretexto y por otro lado, tenéis el Conocimiento real y Divino;
en el cual no podéis tener ningún tipo de duda de lo que debéis hacer, para que también podáis ser perfectos.
Aquellos que han buscado ésa vida que dejo Mi Hijo, ésas Enseñanzas que él os dio;
encontraron la santidad, porque además se dieron igual que Él,
recibieron Sabiduría Divina, porque Me la pidieron,
porque Me buscaron,
porque hicieron a un lado el mundo y prefirieron la perla preciosa que Soy Yo, vuestro Dios.
Y al tener ésa perla preciosa, se dieron cuenta del tesoro tan grande y lo compartieron:
y a eso estáis llamados todos vosotros, Mis pequeños.
Podéis alcanzar la santidad y debéis alcanzarla para entrar fácilmente al Reino de los Cielos,
porque ningún alma entra al Reino de los Cielos si no es santa.
Os purificáis en la Tierra u os purificáis en el Purgatorio.
Pero tenéis que alcanzar la santidad para estar en el Reino de los Cielos.
Y si seguís el ejemplo de vida de Mi Hijo Jesucristo, es como alcanzareis la santidad en la Tierra.
Y podréis pasar fácilmente al Reino de los Cielos al momento en que Yo os mande llamar;
al final de vuestra vida, de vuestra misión en la Tierra.
Por eso os repito, el Conocimiento que se os da tiene que terminar en obras…
Y así es como alcanzareis fácilmente la santidad de vida.
Hijitos Míos, en las Escrituras, se os habla de que no podéis entrar a la fiesta, o sea, al Reino de los Cielos;
si no estáis bien arreglados, si vuestras ropas no están limpias y puras.
Y por eso, he Creado el Purgatorio; para que vosotros seáis purificados en él.

En el Purgatorio tenemos que APRENDER a AMAR HASTA ALCANZAR LA SANTIDAD, completamente SOLOS, sin la ayuda Divina…
Pero ciertamente, ahí conoceréis todo el daño que Me hicisteis y el que le hicisteis a vuestros hermanos.
Ciertamente tendréis la oportunidad, en el tiempo que Yo decida, para purificaros;
y para que os ganéis la entrada al Reino de los Cielos.
La estancia para algunos, será muy dolorosa;
otros, vivirán en la esperanza, en la alegría de saber que en cualquier momento, estarán Conmigo para siempre.
Mis pequeños, poco os acordáis del sufrimiento de las ánimas del Purgatorio;
poco hacéis para aliviar sus penas.
Si realmente os amarais, como decís que lo hacéis, debierais tener no solamente el alma de vuestros seres queridos;
sino también de todos vuestros hermanos de todo el Mundo, continuamente en vuestros pensamientos…
Y sobre todo, en los momentos en que podéis lograr para ellos, un alivio a sus dolores y penas.

En el Purgatorio sufrimos el Getsemaní y el Calvario SIN PALIATIVOS, TAL COMO LO SUFRIÓ JESÚS, por nuestra NEGATIVA TERRENAL a cooperar en La Redención
Habréis escuchado, una o varias veces, del sufrimiento que tienen las almas allí, en ése lugar de purificación.
Para que entendáis un poco esto, os quiero decir que así como vuestra alma, cuando está en vuestro cuerpo vivo, no puede gozar todo el gozo que Yo le puedo dar;
porque vuestro cuerpo no soportaría tanto gozo.
De igual manera, vuestra alma no podría vivir el sufrimiento de purificación que se sufre en el Purgatorio estando en vuestro cuerpo,
porque moriríais inmediatamente, os estoy hablando a nivel espiritual.
Cuando vuestra alma sale de vuestro cuerpo, vuestras potencias cambian,
se engrandecen, se vuelven también infinitas, porque si vosotros salisteis de Mí,
si Yo os creé a Imagen y Semejanza Mía, vuestra alma es infinita y vuestras potencias también.
Por eso no entendéis perfectamente, cuando os hablo de Amor,
porque estoy hablando de un Amor a nivel espiritual,
con potencias que vuestra mente humana y vuestras capacidades humanas, no pueden ni sentir ni imaginar,
porque vuestro cuerpo limita las potencias del alma.
Así como Mi Amor es el que se debiera manifestar en vosotros con gran potencia;
VUESTRA ALMA CUANDO SE LIBERA DEL CUERPO
ADQUIERE SUS POTENCIAS INFINITAS PARA AMAR
Y SER AMADA
Con la purificación es lo mismo, vuestra alma está libre ya de vuestro cuerpo y está en el Purgatorio.
Las penas, la purificación que tendréis ahí, es a nivel alma,
o sea, con vuestras potencias ya libres y
EL DOLOR ES INMENSO Y TREMENDO
Os digo esto para que entendáis la gravedad y el dolor tan grande que se vive en el Purgatorio,
donde ciertamente, hay una esperanza de salir de ahí y que también ésa esperanza, ya a ciertos niveles,
va minimizando el dolor del padecimiento de purificación que tenéis.
De igual manera, quiero que entendáis el dolor que se vive en el Infierno.
También es infinito, como os dije, ya que vuestra alma es infinita…
y son dolores que vosotros no imagináis que puedan existir,
porque vuestras capacidades se ven minimizadas por vuestro cuerpo.
Hijitos Míos, os he dicho que son tiempos de mucho dolor.
Me causa mucho dolor el veros que no actuáis como verdaderos hermanos,
que no os cuidáis los unos a los otros, que no veis por el hermano abatido y sufriente,
que no veis por aquel que necesita de vuestra ayuda, tanto material como espiritual.
Y en este sentido Me quiero dirigir ahora hacia vuestras hermanas, las benditas ánimas del Purgatorio.
Por esa apatía espiritual, ellas están sufriendo más;

Los sufrimientos en el Purgatorio expían nuestros propios pecados, PERO YA NO TIENEN MÉRITOS DE CORREDENCIÓN, porque éstos se terminan con la muerte…
porque ellas van saliendo del Purgatorio gracias a las Misas bien dichas y a vuestras oraciones.
Pero ya no hay mucho ni de lo uno ni de lo otro.
No hay Misas que tengan un valor alto, ni tampoco hay suficientes oraciones,
para que ellas puedan salir pronto del Lugar de Purificación.
Sabéis que el Dolor ahí es tremendo;
pero existe la esperanza de que en algún momento saldrán…
Y que gozarán eternamente en el Reino de los Cielos.
Pero mientras tanto su dolor es tremendo.
Muchos se imaginan que solamente es un paso, un momento en el que se estará en el Purgatorio.
Y en la gran mayoría de los casos, Mis pequeños, NO ES ASÍ.
Sabed que hay diferentes niveles en el Purgatorio.
El más bajo está prácticamente tocando el Infierno:
ES EL TERCER PURGATORIO.
Y ahí las almas son todavía tremendas, malas.
Pero, por alguna oración de alguien o por un hecho particular, esas almas se salvaron,
DE MANERA EXCEPCIONAL
Pero necesitan un tiempo más largo de purificación, que aquellas almas que trataron de estar toda su vida conMigo;
pero que no cumplieron totalmente todo lo necesario, para entrar al Reino de los Cielos al momento de su muerte.
La hermandad espiritual debe crecer en vosotros, Mis pequeños.
Y debéis aprender a ver el dolor en vuestros hermanos y tratar de evitarlo en lo más que podáis;
así mismo tiene que ser con las Benditas ánimas del Purgatorio.
Vuestras oraciones intercediendo por ellas, vuestras misas ofrecidas con todo el amor hacia Mí, vuestro Padre, vuestro Dios;

El Amor aumenta con la Purificación. Cuando aumenta el Amor; disminuye el rigor de la Justicia Ofendida y aumenta el deseo para fundirnos con la Esencia Divina.
CON LA INTENCIÓN DE QUE SE PURIFIQUEN
Y CREZCAN PRONTO EN EL AMOR
SE PURIFIQUEN DE SU MALDAD
Y VAYAN SALIENDO DEL PURGATORIO
Penitencias, ayunos, sacrificios, buenas obras;
todo lo que podáis OFRECER para irle quitando Dolor a esos hermanos vuestros;
son necesarios para que ellas ya puedan gozar eternamente conMigo.
Pero necesitáis ser más conscientes de esta realidad espiritual;
no estarán un momento y ya saldrán.
Son tormentos fuertes según cómo vivieron en su vida.
En el Purgatorio se concientiza el pecado, en lo que fallasteis…
Y además no solamente el Dolor que Me causasteis;
sino el que causasteis a vuestros hermanos y
TODO LO QUE ESE PECADO
LUEGO VA CAUSANDO ALREDEDOR VUESTRO
LAS CONSECUENCIAS UNIVERSALES
DE LO QUE NI SIQUIERA CONSIDERÁSTEIS FALTAS GRAVES
Toda acción tiene una reacción y a veces no veis esa reacción, que puede ser muy larga;
que puede afectar a muchísimas almas.
Una palabra o una acción dicha en público que afecte a las almas;
ya con ello afectasteis a muchísimas almas y éstas, a la vez, quizá después lo proclamen a otros hermanos vuestros.
Y aquel que comete una falta así, que cause afectación espiritual a muchas almas;
tendrá que pagar por todo el daño causado a todas esas almas.
Y por eso su tiempo en el Purgatorio será mayor;
si es que llega al Purgatorio y no se pierde eternamente.
Por eso debéis cuidar vuestros pensamientos, vuestras palabras, vuestras obras, vuestras omisiones;
porque para mucha gente a vuestro al rededor, para muchas almas que os están observando;
podéis ser un buen ejemplo y ayudar a muchas almas a crecer en Virtud y en Amor;
pero podéis ser también un mal ejemplo y causar una destrucción espiritual;
A VECES TAN TREMENDA, QUE AFECTARÁ A MUCHAS ALMAS
que quizá hasta se puedan perder eternamente, por culpa vuestra.
Tenéis que cuidaros, tenéis que cuidar vuestra forma de ser.
Os repito, vuestras palabras, obras, acciones, omisiones;

El Día del Juicio ante el Tribunal de Cristo, seremos recompensados. O nuestras obras serán quemadas como la paja. Tal vez recibamos alguna recompensa, QUIZÁS NINGUNA.
todo esto puede causar un mal a muchas almas y tendréis que responder por ellas
al momento de vuestro juicio.
Reparad, Mis pequeños, reparad por vuestras faltas pasadas; ciertamente perdonadas.
Pero el daño que habréis hecho a otras almas, eso tendrá que ser también purgado.
Cuidad pues Mis pequeños, cuidad vuestra alma y cuidad a vuestros hermanos;
ROGADME PORQUE PRONTO SALGAN DEL PURGATORIO.
Os repito, ahora el tiempo de Purgatorio es más largo, porque hay muy pocas almas que estén orando por ellas.
Son vuestros hermanos, lo que hagáis por ellas, tarde o temprano, también será un bien para vosotros;
porque un alma, que por vuestra intercesión sale del Purgatorio,
ELLA DESDE EL CIELO ME ROGARÁ POR VUESTRA SALIDA DE AHÍ,
Es un bien que os hacéis los unos a los otros.
Cuando obráis en el amor, Mi Amor cae sobre todas las almas y os favorece a todos.
No desperdiciéis toda ocasión que tengáis para ayudar a vuestros hermanos, vivos y difuntos.
Y así iréis procurando con ello que vuestra salida del Purgatorio sea pronta.
Cuando el alma llega al Cielo, a vuestro Hogar, Mi Reino;
también tendréis un gozo, que en éstos momentos no os podéis imaginar.
Ciertamente, he dado a conocer estos gozos y estos sufrimientos a almas que escojo,
pero ni aún ellas os lo pueden explicar.
Ciertamente, son gozos y dolores tremendos, porque los viven a nivel espiritual y por eso no los entendéis.
Quedaos pues con esta explicación, de que vuestra alma fuera de vuestro cuerpo,
tiene gozos y dolores indecibles, inimaginables para vuestras pobres potencias humanas.
Amad y haced todo lo posible por vuestros hermanos que sufren indeciblemente en el Purgatorio
y uníos también a las alegrías tremendas, inimaginables, que vuestros hermanos están gozando en el Reino de los Cielos
y pedidles, a unos, ayuda para no seguir cayendo en faltas y que hagan que vuestra alma tenga que ser purificada más tiempo en el Purgatorio
Y a vuestros hermanos, en el Reino de los Cielos, pedidles que os ayuden a lograr llegar
a donde Yo, vuestro Padre y vuestro Dios, os espero;
para que viváis eternamente Conmigo.
Habla Nuestro Señor Jesucristo
Hijitos Míos, tened una gran devoción por las Benditas Almas del Purgatorio,
en estos tiempos muy necesitadas están;
porque no hay suficientes Misas y oraciones para poderlas sacar del Purgatorio, lo más pronto posible…
Y SUFREN
SUFREN MUCHÍSIMO
Que vuestras oraciones, vuestras Misas, el rezo del Santo Rosario y todo lo que podáis hacer por ellas;
les alcance un alivio pronto en el Reino de los Cielos,
para que puedan salir rápidamente, porque su sufrimiento es muy grande.
Ciertamente un alma en el Purgatorio, saldrá en un determinado tiempo;
pero también, dependiendo del nivel en el que se encuentre.
Hay niveles muy bajos y dolorosos, todavía cercanos al Infierno, en donde el alma sufre mucho;
están también atormentadas no por demonios, pero sí por su propio dolor.
El Purgatorio es un lugar de purificación y arrepentimiento.
Un tiempo de meditación en el cual, el alma se da cuenta de todo el mal que sus pecados causaron.

En el Purgatorio tenemos que APRENDER a AMAR HASTA ALCANZAR LA SANTIDAD, completamente SOLOS, sin la ayuda Divina…
Hay pecados que pueden hacer solamente daño a la persona que los comete;
pero hay pecados que causan mucho mal, porque muchas almas los toman como propios y los repiten.
Por eso, cuando os he pedido ser otros Cristos,
debéis ser almas de ejemplo, para que otras almas tomen el buen ejemplo que vosotros deis.
Y ese buen ejemplo les alcance su salvación eterna.
Pero si sois almas malas, que en lugar de dar un buen ejemplo,
dais un mal ejemplo, vais a causar mucho daño en muchos de vuestros hermanos.
Por eso, hay almas que pasan tanto tiempo en el Purgatorio;
porque afectaron a muchas almas que las vieron hacer tal o cual cosa, que era pecaminosa.
Y que ellos repitieron, causándoles hasta una muerte eterna o también, una estancia larga en el Purgatorio.
Tenéis que pensar en vuestro futuro, Mis pequeños.

Los sufrimientos en el Purgatorio expían nuestros propios pecados, PERO YA NO TIENEN MÉRITOS DE CORREDENCIÓN, porque éstos se terminan con la muerte…
Pero en vuestro futuro eterno, porque debéis cuidar vuestros actos, vuestras palabras, el ejemplo que deis a los demás.
Porque tendréis que pagar también, por lo malo que hagan otras almas, por el mal ejemplo que disteis.
Y que tomaron como propio y repitieron,
DAÑANDO A MUCHOS MÁS.
Mientras estéis en la Tierra, reparad; haced penitencias, ayunos, por el bien de vuestra alma.
Porque si por algún tiempo en vuestra vida, disteis mal ejemplo y muchos os vieron y repitieron ese mal ejemplo;
TENSRÉIS QUE PADECER POR VUESTROS PROPIOS PECADOS
Y POR EL MAL QUE HICIERON ESAS ALMAS
POR CAUSA VUESTRA
En cambio, os ganaréis más Gloria, más Amor, más cuidados Divinos;
cuando vuestros actos o vuestras palabras, fueron buenos;
disteis un buen ejemplo y ese buen ejemplo fue tomado también, por hermanos vuestros y lo repitieron.
Y a la vez, otras y muchas almas más lo volvieron a repetir.
Tendréis una corona de Gloria, porque fuisteis verdaderos Cristos enseñando el Bien;
fuisteis apóstoles Míos, porque eso es ser un apóstol,
ES SER OTRA IMAGEN MÍA ENTRE VUESTROS HERMANOS
Seréis muy recompensados por todo ese bien que causáis en otras almas.
Tened cuidado Mis pequeños, con lo que decís y hacéis, que puede ser bueno o malo,
para las almas que estén a vuestro alrededor.
Todo será Juzgado, nada se escapa a Mis Ojos.
Os repito, cuidad vuestro futuro eterno.
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F9 ACTUALIDAD DE LOS DIEZ MANDAMIENTOS
Habla Nuestro Señor Jesucristo.
Hijitos Míos, Soy vuestro Dios. Soy el Dios Encarnado. El que ha venido a traeros la Luz de Mi Padre al Mundo, a Mis pequeños, a los que son Míos, a los que siguen y seguirán Mis Enseñanzas. Os vengo a prevenir nuevamente sobre las acciones del Enemigo, del Mal, del Demonio que hizo caer en el pecado a vuestros Primeros Padres.
El mal siempre ha existido en el Mundo desde que éste fue permitido por vuestros Primeros Padres. El mal se enseñoreó y tomó posesión de Mi Creación. Yo os lo di a conocer como Príncipe de éste Mundo, en donde él, desde el Principio; ha combatido al Amor y a Sus Enseñanzas. Yo vine al Mundo a daros Luz, para disipar las tinieblas en las que vuestros antepasados estaban.
Si antes se caminaba prácticamente en la obscuridad, porque no escuchaban a los profetas de la antigüedad, ahora también se camina en las tinieblas por que no han aceptado Mis Enseñanzas.
El juicio que tuvieron las almas de ése tiempo, fue más benévolo que el que tendréis ahora; ya que antiguamente les era más difícil que Mis Mensajes y Mis leyes se difundieran mejor entre los pueblos que existieron en el pasado.
Ahora habéis tenido Mi propia Predicación. Yo vuestro Dios, Personalmente he bajado a la Tierra a ayudaros. Yo os he dejado Leyes y Mandamientos a seguir, para obtener vuestra salvación y la de los vuestros. Os he dado Leyes para producir un nuevo cambio de actitudes, para que Mi Reino de Amor se dé en el Mundo ayudado por vosotros, por vuestra libre y total donación a Mi Voluntad.
Os he dado profetas, os he concedido la guía amorosa de Mi Madre, la Siempre Virgen María. Os he dado todo, hijitos Míos; para crear y producir amor a través vuestro y ¿Qué habéis hecho con todo ello?
Os he indicado que la espiritualidad que debéis acrecentar en vosotros mismos y en vuestras acciones, hará que Mi retorno se dé; porque habréis preparado el terreno para que Mi Amor sea fecundo en los corazones. Y así, cuando retorne Yo vuestro Dios y Salvador al Pueblo Escogido, hallaré la vid fecunda que alabará al Sembrador y a Sus Enseñanzas.
Pero así como Yo trabajo para los Míos, para los que han dejado todo lo del mundo. Han dejado todo lo que os pueda separar de Mis Enseñanzas, de Mi Amor, de la vida de la Gracia; también el Mal trabaja para difundir sus errores.
Os he prevenido de la actuación del mal y de sus secuaces. Os he dicho que el mal tiene también sus seguidores. Que es la cizaña que trata de ahogar al buen grano, que son los que Me siguen.
Os he avisado que desde el Principio, la serpiente antigua iba a tratar de morder el talón de Mi Madre o sean los seguidores de la Verdad. Os he prevenido desde antiguo que el Mal iba a tender sus redes y caerían en ellas los que Me dieran la espalda: los traidores a la Verdad.
Así como Yo os he dado una cultura de Amor, Enseñanzas de Vida Eterna, Enseñanzas de Paz; para que los pueblos todos pudieran vivir en paz, en armonía, en amor fraterno. Así también Mi enemigo y el vuestro; ha procurado crear toda una cultura de odio, de muerte, de obscuridad espiritual, de ataque a todo lo que de su Dios proviene.
Él ha atacado desde el Principio cambiando Mis Leyes, destruyendo la vida desde sus inicios, sembrando el error y la desesperación. Cambiando la vida espiritual que debéis llevar, por vida material que no os dejará nada para la vida eterna. Os hace creer en una vida limitada, en la carne y sus placeres. Y no en una Vida Eterna: espiritual, llena de un amor muy superior al mundano.
Estáis esperando a un personaje específico para atacarlo con vuestras débiles fuerzas espirituales. Pero no habéis crecido lo suficiente como para poderlo enfrentar contra todo su poder.
Estáis esperando a la persona real del Anticristo para poder enfrentarlo y según vosotros, atacar sus enseñanzas negativas al tenerlo ya en forma patente ante vosotros.
Y NO OS DAIS CUENTA DE QUE YA HABÉIS SUCUMBIDO A LA CULTURA DE MUERTE Y DE PECADO QUE ÉL HA DIFUNDIDO A TRAVÉS DE LOS SIGLOS.
Así como Yo he preparado a los Míos para que Me reconozcan cuando retorne. Así, el Maligno ha preparado a los suyos para que lo acepten, lo sigan y ataquen Mis Leyes de Amor que os he dado.
Ahora es el tiempo de la separación del trigo bueno y la cizaña. Mis hijos han escuchado Mi Voz. La Voz de su Dios, la Voz del Amor, la Voz de la Unión Fraterna y de la Paz de los pueblos; la Voz de la Pureza y de la Gracia, la Voz que las ha de guiar al Nuevo Paraíso, al Reino del Amor Eterno.
Los que son hijos del mal han seguido su voz. La voz del Pecado, la voz de la Impureza, la voz del Libertinaje, la voz de la Guerra entre hermanos y entre los pueblos. La voz de la muerte que se provoca en lo espiritual y en Mis pequeños asesinados en el vientre de sus madres. La voz de la depravación que ya no mide consecuencias. La voz que ataca todo lo bello que vuestro Dios os quiere dar y en lo que ya no queréis creer.
El Mal ha tendido sus redes. Os ha preparado también para que cuando él se muestre al mundo como persona física, también tenga sus seguidores que lo alaben y lo entronicen; para que así el Mal, su depravación, su libertinaje sin leyes de ninguna índole, prevalezcan en vuestro Mundo.
Haced una pequeña reflexión. Tomaos un pequeño tiempo de reflexión y os daréis plena cuenta de ésta verdad.
VOSOTROS CREÍAIS QUE LA PRESENCIA DEL ANTICRISTO IBA A TRAEROS LA MALDAD A PARTIR DE SU APARICIÓN EN ADELANTE
Y no os habéis dado cuenta de que su podredumbre ya estaba diseminada, para preparar a sus seguidores; quienes lo apoyarán para reinar sobre todos vosotros, sobre todo el Mundo.
Os habéis dejado embaucar por sus mentiras. No habéis contraatacado con la vivencia en la virtud y en el amor y ahora habéis permitido que la cizaña cubra prácticamente, todo vuestro planeta. Y habéis así hecho fecundo el terreno para que el Anticristo reine entre vosotros.
Os vuelvo a abrir los ojos de la mente y del espíritu, para que os deis cuenta de lo que pronto acontecerá en el Mundo. Seréis testigos de su aparición personal. Será encumbrado por sus seguidores, por la cizaña. Y tratará de ahogar a los Míos, al buen trigo.
Solamente cuando recapacitéis bien en esta verdad, cuando os deis cuenta de que cada uno de vosotros permitisteis en poco o en mucho, que él pudiera seguir sembrando sus errores entre vosotros y en los vuestros. Cuando recapacitéis de corazón, pidáis perdón y ayuda por vosotros y por toda la vida en la Tierra. Cuando pidáis ayuda para vuestros hermanos caídos y mayor crecimiento espiritual entre los que luchan por el bien.
CUANDO ATAQUÉIS AL MAL CON EL BIEN,
Entonces será cuando estaréis abonando Mi Tierra. En ése momento la virtud y el Amor Me llamarán a Mi Retorno. A salvaros de las garras del Mal y del Error y para salvaros, para la Eternidad.
Hijitos Míos, os vuelvo a recordar esto para que no esperéis hasta el último segundo para recapacitar y hacer un recuento de vuestra vida y de vuestro Mundo. ESTÁIS VIVIENDO MOMENTOS DE CAMBIO
Y de vosotros depende que éstos cambios sean con dolor y muerte. O sean de bienestar y vida.
Recordad que en Mí no hay rencores ni venganzas. Yo sólo quiero vuestro arrepentimiento sincero, para levantaros a la altura de Mi Corazón y permitiros gozar nuevamente de Mi Gracia y de la vida Eterna en Mi Reino de Amor.
ACUDID A MI MADRE, para que Ella os guíe por caminos seguros de Pureza, Verdad y Amor, virtudes que ahora faltan en el Mundo.
Como antes os dije, los que son Míos viven en el Mundo, pero no son del mundo. No os ensuciéis de las cosas del mundo. Sed Míos y Yo os rescataré y os llevaré por caminos seguros de salvación. BuscadMe y Me encontraréis, buscad la Vida y encontraréis la Salvación Eterna. Pedid con verdadero ahínco la virtud de la humildad para que os deis cuenta de lo que actualmente sois. Y también pedid el Don del Discernimiento, para que el Maligno no os pueda engañar más.
Yo os bendigo en el Santo Nombre de Mi Padre, en Mi Santo Nombre y en el Santo Nombre de Mi Espíritu. Y que aquellos que se acojan a la protección de Mi Madre Santísima, queden bajo Su Amparo Eterno.
Habla Dios Padre
Hoy Hijitos Míos, os voy a hablar de un tema muy importante: vuestras acciones. Todos vosotros habéis visto alguna vez lo que pasa cuando se avienta una piedra en un lago: se forman ondas, primero pequeñas y fuertes y hacia el exterior grandes y suaves. Así sucede con vuestras acciones buenas y malas.
Cada alma es como el lago y lo que vuestra voluntad haga, se va a reflejar a las demás almas, a todas, vivas en la Tierra y vivas en el Purgatorio y en el Cielo. Todas vuestras acciones tienen trascendencia; nada se pierde, todo afecta a bien o a mal.
Una buena acción afectará primero a los más cercanos a vosotros y se irá difundiendo hasta lugares y personas a las que vosotros ni siquiera conocéis. Se irradia el bien y vosotros lo habéis constatado alguna vez. Algún acto bueno que hicisteis, sobre todo aquellos que no llevaban alguna intención soberbia, ayuda primero al que la recibe; éste transmite la experiencia a otro u otros y estos toman esta buena acción como enseñanza en sus vidas.
Al hacerla suya y vivirla, la va a transmitir a otros. Y así indefinidamente hasta que en alguno se detenga esa fuerza benéfica por no quererla transmitir, por falta de amor hacia los demás. Es una propagación de Mí Amor, hacia vuestro prójimo.
Lo mismo sucede con las obras malas. Se van propagando, afectan a varios, hasta que el amor existente en alguien que las recibe, las detiene. Estas ondas del bien o del mal también afectan al Purgatorio y al Cielo. Las de mal, detienen y atrasan la salvación y glorificación de muchas.
Estad muy atentos con vuestras acciones porque todo se afecta y os afectáis a vosotros mismos. Porque si observáis bien al lanzar la piedra, al chocar contra una pared o algo sólido; esa onda se regresa hasta el punto de impacto de donde nació la onda y estos sóis vosotros.
LO SÓLIDO CON LO QUE CHOCA LA ONDA ES MÍ JUSTICIA
Y sí os dáis cuenta, Yo no os regreso el mal. Yo no os castigo. El castigo regresa por sí mismo a vosotros. Todo regresa a la fuente de inicio.
Si de vosotros nació algo bueno, una idea, una acción, una ayuda; ella tarde o temprano regresará a vosotros como un bien para vosotros y los vuestros. Pero si vosotros produjisteis un mal, tarde o temprano se os regresará a vosotros y a los vuestros.
Es una ley real, dinámica, justa. Por eso estad atentos con vuestras acciones y procurad que todo lo que de vosotros salga sea bienestar, generosidad, amor y así vuestras vidas se verán colmadas con lo mismo que hagáis.
Vosotros habéis sido constituidos para formar parte de la Creación Divina, para producir frutos de conversión y salvación, para dar gloria a vuestro Dios y Creador. Vuestras obras, todas, deben ser tendientes a que en ellas se manifieste el Espíritu de Dios y para que a través de ellas se manifieste Su Presencia y Su Voluntad, siempre buscando un mayor crecimiento y desarrollo espiritual.
Con la caída en el Pecado Original de vuestros Primeros Padres, empieza la banalidad de los actos humanos. Ese pecado se vuelve el primer acto humano y todos vosotros conocéis el resultado. Las capacidades y la fragilidad humanas, NUNCA se van a poder comparar a Mis Capacidades y a la finalidad amorosa de Mis Obras.
Mientras que Mis Obras siempre son tendientes al Amor; las vuestras, cuando las hacéis u obráis sólo a nivel humano, son tendientes siempre al egoísmo.
Vuestra tendencia actual por tener el alma caída en el pecado, por tener la mancha del egoísmo; es de separación de vuestro Dios, a Su Voluntad y a la búsqueda de la vanagloria personal. Os apropiáis de los Dones recibidos y los utilizáis para vuestros propios intereses, que en la mayoría de los casos son para buscar un reconocimiento mundial, para llenar vuestras míseras pretensiones humanas, para enriqueceros ó para tener poder y control sobre vuestros propios hermanos.
No buscáis el servicio, la caridad, la mejora espiritual y material de vuestros semejantes, ayudados por méritos y dones que NO son vuestros. Tomáis y os apropiáis de los dones de Mi Santo Espíritu para vuestro propio beneficio.
Siempre que el hombre ha tomado Mis Dones para su propio beneficio o para ponerse en contra Mía, de vuestro Dios y Creador, siempre ha sufrido una caída espectacular. Entre éstas caídas está el Pecado Original; otra es la Torre de Babel, que cuando unidos los hombres de ése tiempo, se ponen en Mi contra y resulta la confusión de las lenguas.
Luego, cuando los hombres se van adueñando de tierras y constituyen países, empiezan las guerras de hermanos contra hermanos y siempre con una finalidad egoísta. Ya sea de posesión de más tierras, de posesión de las riquezas que ésos otros pueblos han obtenido con su trabajo. Ya sea por posesión humana, causado por la belleza de una mujer o por tratar de aniquilar tal o cuál pueblo por sentirse superiores en raza o intelecto.
Cuánto mal produce el hombre cuando refleja en sus obras a su propio egoísmo, a su propio yo. Gran cantidad de los que llamáis “avances científicos”, están encaminados a ver por vuestros propios intereses y no los habéis puesto bajo Mi Guía o bajo Mi Protección; evitando con ello lo que a Mí se Me debe: el Primer Holocausto, la consagración de cada acto u obra humana.
Cuando vuestros planes, vuestros ideales, vuestra vida son consagrados y ofrecidos a Mí como debe ser y además aceptando vuestra pequeñez con sincera humildad; sabiendo que aún los más grandes logros humanos SIEMPRE van a ser defectuosos y limitados, como vosotros lo sois por causa del pecado y porque sois niños, en capacidades y en vida interior.
Cuando obráis y aceptáis esto, obtendréis grandes logros; porque Yo vuestro Padre, voy a sustituir vuestras incapacidades, vuestras deficiencias con Mi Amoroso Poder, con Mi Amorosa Sabiduría. Y así entonces obraremos JUNTOS y obtendréis cosas tan grandes que os maravillaréis.
Cuando obráis con vuestras propias capacidades y con tonta vanagloria humana, obtenéis fracaso tras fracaso. Os daré un ejemplo de vuestra época en donde se dio éste egoísmo y ésta vanagloria humana: el trasatlántico Titanic. Según sus ingenieros era una maravilla de la ingeniería humana. Se envanecen a tal grado que declaran: ‘Ni Dios lo podrá hundir’ y obtienen su lección en el primer viaje. (Dios retiró su protección y chocaron con un iceberg)
Lo construyeron para ellos mismos, para envanecerse y además, no solamente no Me tomaron en cuenta para ofrecérMelo y consagrárMelo, puesto que el conocimiento se los dí Yo. Sino que además hasta ponen ésta pequeña obra humana en contra Mía, Me retaron y perdieron.
Esto no quiere decir que Yo voy a estar siempre pendiente a ver si vuestras obras Me las estáis ofreciendo o no. De hecho lo conozco y no lo estoy haciendo con la finalidad de destruir lo que se os olvidó, lo cuál tiene remedio.
Porque vosotros contáis con esa gracia, la de retomar todos vuestros actos del pasado en los cuáles Yo aún no aparecía como Actor principal en vuestras vidas y en éste presente Me podéis ofrecer todo aquello y Yo lo tomaré. Y os lo agradeceré como si lo acabarais de hacer. Y obtendréis las gracias y bendiciones que retuve en ésos momentos pasados por vuestro olvido.
Lo que sucedió con el Titanic no fue olvido, sino soberbia humana y reto directo a Mí, vuestro Dios.
¿OS DÁIS CUENTA DE QUE CADA DÍA OBRÁIS ASÍ ?
Creáis Titanics en vuestras vidas y con vuestras obras diarias. A veces con olvidos y a veces con retos soberbios. Os afanáis en construir grandes obras humanas, deficientes, pequeñas y al no tomarMe en cuenta consagrándoMelas y ofreciéndomelas. Así se quedan, pequeñas y deficientes. Y no producen crecimiento espiritual para los demás ni para vosotros mismos. Y por consiguiente, se desvanecen tanto vuestras obras como vosotros mismos.
No dejáis huella de amor y servicio en vuestro paso por el Mundo, sino de egoísmo y destrucción.
Buscáis sobresalir de entre vuestros semejantes y si sobresalís, a veces quedáis marcados por vuestro mal proceder. Porque buscasteis vuestras propias necesidades y gustos. Vuestro bienestar antes que el de los demás. De ésta forma conocéis los nombres de personajes del pasado y actuales; que han sido muy destructivos al propiciar guerras entre hermanos al hacerlos luchar pueblo contra pueblo o nación contra nación.
Por otro lado podéis ver la vida de semejantes vuestros, que sin buscar vanagloria sino servicio a sus semejantes; poniendo toda su vida y esperanzas en Mi Voluntad. PidiéndoMe ayuda en todo momento al saberse pequeños y limitados; han hecho grandes obras en el Amor divino y en el humano. Porque ha habido primeramente humildad y en seguida caridad.
De aquí surgen nombres de mujeres y hombres grandes entre vosotros, que han dado crecimiento a la humanidad a nivel científico, moral o espiritual. Y al ser reconocidos así, han tenido un reconocimiento mundial que nunca buscaron. En muchos de ellos se les reconoce una verdadera santidad, porque ellos dejan reflejar Mi Presencia interior y no su egoísmo humano.
¿Comprendéis ahora cómo deben ser vuestros actos pequeños y deficientes, a la vista de vuestro Padre? DádMe todo lo vuestro. TODO. Aún lo más pequeño y deficiente. Para que unido a Mi Amor, a Mi Voluntad en los méritos de Mi Hijo Jesucristo; vuestras obras alcancen niveles inconmensurables. Niveles inimaginables a vuestras escasas capacidades.
Entended una vez más de que sois niños y que vuestro conocimiento, aún el de vuestros grandes sabios actuales; es infinitamente inferior al Mío. Y que si os quedáis solos y actuáis solos; vuestros actos seguirán así, infinitamente pequeños y deficientes.
Contáis con Mi Gracia, contáis con Mi Voluntad, contáis con Mi Guía Paterna. TOMADLAS Y APRENDERÉIS A VIVIR OTRA VIDA. Amadlas y aprenderéis a vivir otra vida. Una vida llena de Mi Gloria y una vida llena de Gracias Divinas, porque ya no obraréis solos.
Vuestras obras irán impregnadas de Mi Presencia Divina y así avanzaréis a pasos agigantados en vuestra ascensión espiritual y amorosa hacia Mi Corazón Paterno.
Buscad vuestra fusión a MI Voluntad, a Mi Ser… Y veréis el cambio tan fuerte, tan radical que se dará en vuestras vidas y en el desarrollo integral de todo el género humano. Ya no viváis ni actuéis aislados.
Yo vuestro Dios y Creador, lleno de un inmenso deseo de compartir todo aquello que hacen Mis hijos…
Quiero vivir en vuestras vidas para levantaros…
Y llevaros a la Dignidad en la que fuisteis pensados y constituidos en el Principio.
Venid a Mí y no os arrepentiréis, no desperdiciéis Mis Tesoros infinitos.
Hijitos Míos, Mis pequeños, Mis amados de Mi corazón: Yo vuestro Dios y Creador, he puesto Una Ley en vuestro corazón.
OS HE DADO MIS PRECEPTOS PARA QUE AL SER CUMPLIDOS,
PUDIÉRAIS VIVIR EN LA LIBERTAD EN LA QUE FUISTEIS CREADOS.
Y al daros a Mi Único Hijo, os elevo al rango de hijos del Padre y coherederos de Mi Reino.
Así como Mi Hijo os explicó en el pasado Mensaje, sobre lo que está sucediendo y sucederá en breve en vuestro Mundo; Yo ahora os quiero ayudar a que reflexionéis sobre vuestro comportamiento pasado y presente; para que podáis afectar el futuro, con vuestra mejora de vida espiritual.
Yo vuestro Dios, Dios de todas las generaciones; dí a Mi pueblo escogido Diez Mandamientos a cumplir; haciéndoles hincapié en que si los llevaban a cabo, Yo vuestro Dios, su Dios; los consentiría siempre.
Aún desde el principio Mi Pueblo Escogido fue terco y falto de fé para Conmigo. Aún a pesar de haberles mostrado Mi Poder con grandes prodigios, con los que los iba guiando y protegiendo de los otros pueblos que los querían destruir.
Les di profetas, les di reyes, les di de las mejores tierras… Les di grandes hombres, que fueron muchas veces ejemplo para los otros pueblos. Y aún así Me dieron la espalda. LES DI A MI PROPIO HIJO. Y burlándose de Él, lo mataron.
El Mal ha atacado siempre a Mi Obra. Y en ella sin excepción, os encontráis todos vosotros.
Hoy os quiero recordar algunas cosas y a poneros en guardia; para que os deis cuenta como el Demonio os ha atacado durante todo el tiempo de la Creación, desde que hubo vida humana sobre la Tierra.
Yo os dí Diez Mandamientos que aunque Mi Hijo os dijo que lo ideal sería que se resumieran en dos,
OS LOS DI PARA QUE OS COMPORTARAIS COMO VERDADEROS HIJOS MÍOS AL CUMPLIRLOS.
El Maligno ha atacado Mis Mandamientos y los ha ridiculizado ante todos vosotros. Por lo cual vosotros ya ni los tomáis en cuenta y caéis en la soberbia. Y con ella él os ha tapado los ojos del alma.
Al vivir ciegos espiritualmente, actuáis como seres libertinos, que no queréis aceptar ni seguir ley alguna; con lo cuál habéis permitido que el Pecado se haya implantado fuertemente en el Mundo y sea la causa de que vaya rápidamente a su destrucción total.
Al Primer Mandamiento:
AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS, CON TODO TÚ CORAZÓN Y A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO
el Maligno os envuelve en su mentira para alejaros de Mí. Os endiosa a vosotros mismos, a través del embellecimiento de vuestro exterior, volviéndoos dioses de carne.
Os ha llevado a exaltar a vuestro propio ego, ya en lo físico, ya en lo intelectual. Os ha hecho creer que valéis muchísimo, porque es vuestra belleza exterior y vuestras capacidades intelectuales las que realmente cuentan. Ahora sois bellezas reales. Estatuas labradas vivientes. Hermosuras que van de un lado a otro causando sensación en algunos y envidias en otros. Sois ahora estatuas bellísimas al estilo griego; pero frías como el granito y vacías de Mi Vida Divina en vuestro corazón.
Sois ídolos de carne y hueso. Y que al igual que los ídolos de madera o de piedra que no saben AMAR y no saben ADORAR a su verdadero Dios, así ahora estáis vosotros viviendo en este mundo de falsedad.
Al Segundo Mandamiento:
NO JURARÁS EL SANTO NOMBRE DE DIOS.
El Mal con sus mentiras, os hace jurar por alguien más; ya que tan falsos os habéis vuelto que tenéis necesidad de anteponer Mi Nombre o el nombre de una persona respetable; porque ya vuestra persona ha perdido toda veracidad y respetabilidad.
Al jurar en Mi Nombre o en el de otros, estáis mostrando vuestra inseguridad en vuestro valer. Juráis en mi Nombre porque vuestro nombre, vuestra honra ya no es fidedigna. Ya no es lo suficientemente valiosa como para ser respetada por los demás. El Maligno os ha llevado a la deshonra total. Al fango, al pecado mortal; para que por medio de vuestra caída se deshonre Mi Obra Creadora.
Al Tercer Mandamiento:
SANTIFICARÁS MIS FIESTAS.
Os ha llevado a haceros olvidar lo que el Domingo y lo que las Fiestas de Guardar deben significar para un verdadero hijo Mío.
En la antigüedad era un honor poder acercarse al Arca de la Alianza ó posteriormente, poder ir a la sinagoga. Sólo la gente preparada podía hacerlo. Se preparaban para que su presencia ante Mi Presencia fuera del máximo respeto. Y del máximo gozo al permitírseles conocer Mi Palabra y poder usarla para poder comunicarse más respetuosamente con su Dios.
Esperaban con ansia el Día del Señor: la Fiesta Divina en la que el hombre podía entrar en la Casa de su Señor y su Dios. Aún su vestimenta era la mejor, para presentarse ante su Dios y se purificaban antes de entrar al recinto sagrado. Se interesaban en estudiar Mis Palabras, dadas a través de Mis profetas. Y todo era gozo inmenso, por estar ante Mi Presencia.
Todo el día era consagrado a su Dios. Y ahora, ¿Qué os ha sucedido, Mis pequeños? Os habéis dejado embaucar por el Maligno. Y con sus ataques ha desviado vuestra atención hacia la cosas del mundo en el día que Me pertenece.
Si no salís de “día de campo” con la familia, os sentáis ante el televisor a ver un juego de pelota u os reunís con los amigos a platicar de algún tema de “interés” tomando bebidas alcohólicas, que sólo van a adormilar más vuestros sentidos; para que el Día se pase sin que Me toméis en cuenta.
TOMÁIS MI DÍA COMO VUESTRO DÍA DE DESCANSO TOTAL y Yo que deseo estar con Mi familia terrena en Mi Casa, no lo puedo tener; porque Mi Familia se ha olvidado de su Padre Celestial.
Al Cuarto Mandamiento:
“AMAR AL PADRE Y A LA MADRE”.
El Maligno os ha llevado a la destrucción de la familia. De hecho ya muchos de vosotros vais al Sacramento del Matrimonio con la firme idea de no concebir, lo cual de inmediato anula al Sacramento, ya que se pone en contra de Mi Orden Divina de “Creced y Multiplicaos”.
La soberbia os ha negado tanto, que ya no respetáis las canas de vuestros progenitores.
Se os vuelven carga y los abandonáis; si no en asilos u hospitales, sí en sus hogares y casi nunca los visitáis.
Llega con otros a tal grado su soberbia y su falta de agradecimiento a sus progenitores, que por ser de cuna humilde y que a pesar de que ellos se dieron con gran sacrificio, para darle una carrera al hijo o a la hija; estos al sentirse en mejor posición económica y social, niegan a sus padres.
¡Cuánta maldad ha puesto Mi Enemigo en el corazón del hombre! Oíd bien esto: Aquél que no respete a su padre o a su madre, no merece vivir Conmigo en el Reino de los Cielos.
Para el Quinto Mandamiento: “NO MATARÁS”
El Maligno os ha llevado a destruiros unos a otros de palabra y de obra. De palabra con la crítica, afectando a la honra de vuestros semejantes. Y de obra al matarles cuerpo y alma.
Os habéis vuelto FRATICIDAS, al matar a vuestros hermanos con el mal ejemplo; llevándolos a una vida sin Dios, a una vida en el pecado, a una vida vacía en los vicios y en las drogas.
Matáis a vuestros hermanos al ser cómplices de aquellos que convirtiéndose en instrumentos del mal, producen muerte moral y espiritual por medio de las revistas o publicaciones inmorales y pornográficas. O por medio de programas de televisión y de cine. Y vosotros permitís que vuestros hijos los vean.
Y por último, quizá sean los que menos hay que están pecando contra éste Mandamiento, sean los asesinos que por asaltar, matan a sus hermanos. Por ello os dijo Mi Hijo Jesucristo: “Temed más a aquél que pueda matar vuestra alma”.
Para el Sexto Mandamiento:
“NO FORNICARÁS NI COMETERÁS ACTOS IMPUROS”.
El Maligno os ha llevado a ver con “naturalidad” lo que va en contra de éste Mi Mandamiento, que afecta a la pureza en la que creé al Primer hombre y a la Primera mujer. Os hace creer que el amor consiste en el goce sexual simplemente.
Y así os ha engañado en tal forma, que ahora lo véis tan “normal” en películas y revistas; que aquél que no ha tenido experiencias sexuales prematrimoniales, lo consideran raro, enfermo o anticuado.
Ya os he explicado que no os puedo decir como algunos de vosotros os decís que sois peor que animalitos; ya que ellos siguen un instinto de reproducción natural para mantener la especie. Ellos no piensan si sea bueno o malo. Ellos sólo se guían por el instinto que puse al crearlos.
Vosotros no. YO OS DÍ UN ALMA y con ella la inteligencia y demás capacidades que dá el ser racionales.
La reproducción en el ser humano no se dá por instinto, sino por AMOR y con él, el respeto a la persona amada. Y todo esto con fines de PROCREACIÓN para dar alegría a vuestro Dios. El acto sexual es un acto superfluo y falto de vida, que sólo lleva a cabo el goce corpóreo, pero no en el alma.
Ya que en la gran mayoría de los casos, como ahora lo utilizáis; vais a impedir la vida por medio de los artificios que el Maligno os ha dado para que no prosigáis con Mi Obra Creadora.
Para el Séptimo Mandamiento:
“NO HURTARÁS”.
El modelo de vida que os ha propuesto el Maligno es el de “mientras más tengas, más vales” y así el hombre no respeta ahora la forma de obtener en dinero y las cosas materiales.
APLASTA, DESTRUYE, HUMILLA,
PASA POR SOBRE LO QUE SEA, POR SOBRE QUIÉN SEA, PARA “SER ALGUIEN EN LA VIDA”
Y así el hurto se vuelve la mejor forma. Se le roba al cliente en los mercados alterando las balanzas. Se le roba al pueblo, tomando sus bienes para bien propio. Se le roba al que más tiene por envidia… Se le roba al pacífico por “dejado”.
Se le roba al prójimo en estos tiempos, a todos niveles y en todos los medios posibles.
Para el Octavo Mandamiento:
“NO LEVANTARÉIS FALSOS TESTIMONIOS NI MENTIRÉIS”.
Mi Enemigo, siendo el Padre de la Mentira; la ha enseñado a todos vosotros para conseguir todo lo que en forma deshonesta o injusta, deseéis conseguir.
De hecho, prácticamente no existe sobre la Tierra hijo Mío que no use de la mentira todos los días, para obtener una u otra cosa. Desde el pequeñín hasta el anciano, la mentira grande o pequeña, deshonra sus labios y mancha su corazón.
Contra el Noveno Mandamiento:
“NO DESEARÁS LA MUJER DE TU PRÓJIMO”
Es parecido al Sexto Mandamiento, pero ahora peor puesto que el Maligno contra éste mandamiento; os hace voltear hacia la mujer casada y al dañarla con la seducción, os lleva a la destrucción de la familia.
La mujer seducida por el placer sexual o por la seducción al dinero y las cosas materiales, es arrancada del núcleo familiar por hombres sin escrúpulos, vendidos al Mal.
La falta en la vivencia de Mis Sacramentos y de la Oración os debilita. Debilita vuestra alma y la hace fácil presa de las pasiones de la carne. La falta de oración en la familia, os vuelve vulnerables a los ataques destructivos del Mal.
Y así, el mal ejemplo diseminado a través de los medios de comunicación, hace estragos en las familias. Por querer seguir patrones nefastos transmitidos en los medios de comunicación viniendo de “países desarrollados”, os hacen enlodaros al igual que están ellos.
Cuando tarde recapacitáis del mal en el que caísteis, “por gusto o por conveniencia”; la destrucción familiar se ha dado y desgraciadamente, con la repercusión futura en sus miembros.
Para el Décimo Mandamiento:
“NO CODICIARÁS LAS COSAS AJENAS”
El Maligno os lleva a desear en forma enfermiza multitud de cosas; para crearos un status de vida con el cuál podáis presumir a vuestros semejantes.
Así os lleva en una gran mayoría de veces, a gastar aún del dinero que no poseéis; lo que os llevará a hipotecar vuestros bienes primarios: como casa, coche y a veces es tal el problema en el que caéis; que hasta “vendéis” la vida del cónyuge o de algún hijo o hija, con tal de obtener el bien deseado.
Os llenáis de cosas. Vivís para obtener cosas. Morís por obtener cosas.
Y OS OLVIDÁIS DE BUSCAR AFANOSAMENTE, PARA OBTENER LO MÁS IMPORTANTE PARA EL HOMBRE:
A SU DIOS.
Cuando el hombre aprende a buscar a su Dios y lo llega a poseer, todo lo demás le sale sobrando.
Las cosas del mundo adquieren su propio valor y así se vuelven insignificantes en comparación al Bien obtenido que Soy Yo, vuestro Dios
Hijitos Míos, espero que esta pequeña explicación a Mis Mandamientos os haga reflexionar sobre cómo el Maligno os está atacando actualmente y con ellos os lleve a un cambio de vida, en donde busquéis afanosamente los verdaderos valores que deben vivir en el alma de cada uno de vosotros.
Tratad de vivir más profundamente en Mí y así el Maligno NADA PODRÁ CONTRA VOSOTROS.
Yo os bendigo con la Gracia y los Dones de Mi Santo Espíritu y os lavo con la Sangre Preciosa de Mi Hijo Jesucristo; para devolveros vuestra dignidad, la de ser Mis hijos para toda la Eternidad.
Yo os bendigo en Mi Santo Nombre, en el de Mi Hijo y en el del Espíritu de Amor.
Yo os bendigo en Mí Santísimo Nombre, en el de Mí Hijo, modelo de Gracia y Donación y en el de Mí Santo Espíritu, guía interna que todos lleváis en vuestro corazón.
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166.- EL PASTOR PERSEGUIDO
Los apóstoles no hablan. Caminan pensativos. La partida imprevista los ha desorientado. ¡Se sentían tan seguros ya! Están abrumados por la desilusión y la comprobación de lo que es el mundo y los hombres…
Jesús por su parte, aunque no sonríe; no camina triste, ni abatido. Va con la frente levantada en lo alto, delante de todos. Sin altivez y sin miedo. Camina como quien sabe a dónde va y lo que debe hacer. Camina como un valiente. Como un héroe a quien nada perturba, ni amedrenta.
Cuando Jesús se separa del camino principal y toma un camino secundario que lleva hacia el norte, los apóstoles se miran entre sí y comprenden que no van a Galilea, sino a Samaría. Pero no preguntan.
Llegan a una arboleda que hay en la colina y Jesús dice:
– Detengámonos aquí y comamos. Ya es mediodía.
Se acercan a un arroyo que lleva poca agua. Se sientan en unas piedras grandes que hay en la orilla y que están a la sombra de unos enormes sauces.
Jesús ofrece y bendice la comida.
Todos comen en silencio y pensativos.
La voz de Jesús los saca de sus meditaciones.
– ¿No me preguntáis a dónde vamos? La preocupación del mañana os ha dejado mudos. ¿O ya no soy vuestro Maestro?
Los doce levantan la cabeza. Son doce caras afligidas y atolondradas que miran el rostro impasible de Jesús y se oye solo un:
– ¡Oh!
Pedro habla en nombre de todos.
– Maestro, Tú sabes que para nosotros Tú no has cambiado. Sin embargo desde ayer estamos como si hubiéramos recibido un fuerte golpe en la cabeza. Todo nos parece un sueño. Y Tú… Vemos y sabemos que eres Tú. Pero nos parece como si te hubieses alejado de nosotros. Así nos sentimos desde que hablaste con tu Padre, antes de llamar a Lázaro.
Desde que lo sacaste del sepulcro y lo resucitaste con la fuerza de tu Voluntad y tu Poder. Casi nos da miedo. Lo digo por mí… Luego nosotros… esta partida tan repentina como misteriosa.
Jesús pregunta:
– ¿Tenéis doble miedo? ¿Sentís el peligro que se os viene encima? ¿Creéis no tener fuerza suficiente para enfrentaros y superar la última prueba? Decidlo francamente. Todavía estamos en la Judea. Estamos cerca de los caminos que llevan a Galilea. Cualquiera de vosotros se puede ir si quiere. Y está a tiempo para no ser objeto del Odio del Sanedrín…
Los apóstoles al oír esto se turban. El que estaba tumbado sobre la hierba, se endereza. El que estaba sentado se pone de pie. Luego se ponen alerta y…
Jesús continúa:
– Porque desde ahora Soy un hombre perseguido según la Ley. Tenedlo en cuenta. A esta hora va a leerse en todas las sinagogas, el bando de que soy el Gran Pecador. Y de que cualquiera que sepa dónde estoy, tiene la obligación de denunciarme al Sanedrín para que me cautive…
Los apóstoles gritan. Algunos maldicen al Sanedrín. Otros invocan la justicia divina. Otros lloran. Otros se quedan como estatuas…
Jesús dice:
– Callaos. Escuchad: nunca os he engañado. He amado vuestra compañía, como si fuerais mis hijos. no os he escondido ni siquiera mi última hora. Mis peligros… Mi Pasión. Se trataba de cosas mías. Ahora tenéis que pensar en vuestra seguridad y en la de vuestras familias…
Os ruego que lo hagáis con libertad completa. No penséis esto a través del amor que me tenéis. Por el hecho de que os haya elegido. Y como os dejo libres de cualquier obligación para con Dios y para con su Mesías, imaginaos que es la primera vez que os encuentro y que después de haberme escuchado; decidiréis si os conviene o no, seguir al Desconocido, cuyas palabras os han conmovido.
Imaginaos que es la primera vez que me oís y que me veis. Y que os digo: “Ved bien que soy un Perseguido, que me odian. Que el que me ama y me sigue, es perseguido y odiado como Yo, en su propia persona, intereses, afectos. Ved bien que la Persecución, puede llevar a la muerte y a la confiscación de los bienes familiares.”
Pensadlo bien y decidid. Os seguiré amando siempre, aunque me digáis: “Maestro, ya no puedo seguirte…” Medirse y medir, es siempre una sabia providencia en las cosas pequeñas o en las grandes. Os amo a todos. Sé que mis discípulos puestos a prueba sin estar suficientemente preparados, tanto en el saber cómo en la reflexión; podrían no triunfar, como buenos atletas en el estadio. Repito: Reflexionad.
Los verdugos se contentarán con capturarme. No os escandalicéis de vuestra debilidad. Os dejo en plena libertad de decidir entre vosotros. Voy a ir allá, entre aquel matorral, a orar. Uno por uno, vendrá a decirme lo que piense. Cualquiera que sea vuestra decisión… La bendeciré. Os amaré teniendo en cuenta el amor que me habéis dado.
Jesús se levanta y se va.
Los apóstoles quedan espantados, perplejos; conmovidos. Al principio, nadie se atreve a hablar.
Pedro es el primero en tomar la palabra:
– ¡Qué me trague el Infierno si lo abandono! ¡Estoy seguro de mí! ¡Aunque me atacasen todos los demonios que hay en la Genhna, con Leviatán al frente! ¡No me separaré de El por temor!
Felipe dice:
– Tampoco yo. ¿Voy a ser inferior a mis hijas?
Judas de Keriot afirma:
– Yo estoy seguro de que no le harán nada. El sanedrín amenaza. Pero lo hace para hacernos ver que todavía vive. Es el primero en saber que nada vale, si Roma no quiere. ¡Sus amenazas!… ¡Es Roma la que condena!
Andrés le hace notar:
– Pero en cosas religiosas, el Sanedrín es el Sanedrín.
Al escucharlo, le empieza a hervir la sangre al impulsivo Pedro y le replica en tono amenazador:
– ¿Tienes miedo hermano? Ten en cuenta que en nuestra familia jamás ha habido bellacos.
Andrés replica:
– No tengo miedo y espero poder demostrarlo. Tan solo respondí a Judas.
Judas de Keriot confirma:
– Tienes razón. El error del Sanedrín está en querer usar el arma política, para no decir y que no se le diga que levantó su mano contra el Mesías. Estoy seguro de ello. Les gustaría hacer caer al Mesías en Pecado. Y hasta lo han intentado, para hacerlo odioso a las multitudes. ¡Pero matarlo!…
¡Eh no! ¡Tienen demasiado miedo! Un miedo que no tiene comparación, porque lo llevan dentro. ¡Saben muy bien, que Él es el Mesías! Y tanto lo saben, que sienten que para ellos ha llegado el fin; porque vienen los tiempos nuevos.
Quieren destruirlo. Pero, ¿Destruirlo ellos? No. Eso no puede ser posible. Por eso buscan una razón política; para que sea el Procónsul… Para que sea Roma, quien acabe con Él. Pero el Mesías no hace sombra a Roma y Roma no le hará ningún mal. El Sanedrín aúlla en vano.
Pedro pregunta:
– ¿Entonces tú te quedas con Él?
Judas contesta decidido:
– ¡Claro! ¡Más que todos!
Zelote dice:
– Yo no pierdo o gano nada, quedándome o yéndome. Tan solo tengo la obligación de amarlo y lo haré.
Bartolomé proclama:
– Yo lo reconozco como el Mesías y por esto lo sigo.
Santiago de Zebedeo afirma:
– También yo. Lo creí, desde el momento en que Juan Bautista me lo señaló.
Tadeo dice:
– Nosotros somos sus hermanos. A la Fe hemos juntado el amor de la sangre. ¿No es verdad Santiago?
Santiago de Alfeo responde:
– Desde hace años, Él es mi sol. Sigo su trayectoria. Si cae en el abismo que le habrán abierto sus enemigos, lo seguiré.
Mateo dice:
– ¿Y yo? ¿Puedo olvidar que me redimió?
Tomás exclama:
– Mi padre me maldeciría siete veces siete, si lo abandonase. Por otra parte, tan solo por el amor a María, yo no me separaría jamás de Jesús.
Juan no habla. Está con la cabeza inclinada, abatido.
Los demás toman esta actitud como debilidad y le preguntan:
– ¿Y tú? ¿Eres el único en quererte ir?
Levanta su cara tan franca en sus gestos como en su mirada y clavando sus ojos azules en ellos dice:
– Yo estaba rogando por todos vosotros. Queremos hacer. Decidir por nuestras propias fuerzas… Y no nos damos cuenta de que al hacerlo así, dudamos de las palabras del Maestro. Si Él asegura que no estamos preparados, estará en los cierto. Si no lo hemos logrado en tres años, ¿Vamos a lograrlo en pocos meses?…
Todos lo atacan como regañándolo:
– ¿Qué estás diciendo?
– ¿En pocos meses?
– ¿Qué sabes tú?
– ¿Eres profeta?
Juan contesta:
– No soy nada.
Judas de Keriot grita con rabia:
– ¡Y entonces!… ¿Qué sabes tú? ¿Él te lo dijo acaso? Tú no ignoras sus secretos…
Juan le responde:
– Amigo. No me odies si comprendo que la tranquilidad se está acabando. ¿Cuándo será? No lo sé. Pero sí llegará el fin. Él lo dice. ¡Cuántas veces lo ha dicho!… ¿Acaso no escuchamos? No queremos creer. El Odio de los otros, son la señal de que sus palabras son verdaderas…
Y por eso prefiero orar; porque no hay otra cosa que hacer. Pedir a Dios que nos haga fuertes. ¿No te acuerdas Judas que Él nos dijo que Él había orado a su Padre, para tener fuerzas en las Tentaciones? La fuerza viene de Dios. Yo imito a mi Maestro, como es razonable hacerlo…
Pedro le pregunta:
– ¿Entonces te quedas?
– ¿Y adonde quieres que yo vaya, si no me quedo con Él, que es mi vida y mi todo? Como solo soy un pobre jovencillo, el más necesitado de todos. Todo lo pido a Dios, Padre de Jesús y nuestro…
Pedro declara:
– Dicho está. Nos quedamos todos. Vamos a donde está. Ha de estar triste. Nuestra fidelidad lo contentará.
Jesús está orando de rodillas, con el rostro inclinado sobre la hierba. Se yergue al oír el ruido de las pisadas. Y mira a los Doce con una mirada seria y un poco triste.
Pedro dice:
– Alégrate Maestro. Ninguno de nosotros te abandona.
Jesús advierte:
– Tomasteis muy pronto vuestra decisión…
Pedro reitera:
– Las horas y los siglos, no cambiarán nuestra decisión.
Iscariote proclama:
– Ni las amenazas nuestro amor.
Jesús los mira de uno por uno. Una mirada larga, profunda; que los Doce sostienen sin vacilaciones.
Su mirada se detiene de una manera muy especial en Judas, que lo mira a su vez, con más seguridad que todos los demás.
Jesús abre sus brazos con un acto de resignación y dice:
– Vámonos. Todos vosotros habéis sellado vuestro destino.
Regresa a tomar su alforja y ordena:
– Tomemos el camino que nos indicaron que lleva a Efraím.
La sorpresa no tiene límites…
Y todos preguntan:
– ¿A Samaría?
– A los confines de Samaría. Juan también fue a esos lugares, para vivir predicando al Mesías, hasta que llegase su hora.
Santiago de Zebedeo objeta:
– Sin embargo no se salvó.
– No busco salvarme, sino salvar. Y salvaré en la Hora Señalada. El Pastor Perseguido va a donde están las ovejas más infelices…
Y con paso rápido se ponen en camino. Cuando llegan al arroyo que corre de Efraím al Jordán, Jesús llama a Pedro y a Bartolomé…
Les da una bolsa diciendo:
– Adelantaos y buscad a María de Jacob. Recuerdo que Malaquías me dijo que era la más pobre del lugar, pese a su gran casa. Ahí nos hospedaremos. Dadle suficiente dinero para que nos hospede sin molestias. Conocéis la casa. Tiene cuatro granados. Está cerca del puente que da al arroyo.
Pedro y Bartolomé contestan:
– Los conocemos, Maestro.
– Haremos como ordenas.
Y rápidos se van.
Jesús los sigue lentamente junto con los demás…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
144.- ENCUENTRO CON DIOS
Están ya cerca de Beterón. Bartolomé con Esteban alcanza a Jesús, para decirle que uno de Elquías el Fariseo, ha venido a pedirle que lo lleve lo más pronto posible, porque su mujer está agonizando y dejó a un siervo suyo para guiarlo.
Jesús ordena:
– Tráelo y apresuremos el paso.
El siervo acude. Es un viejo robusto y consternado. Saluda…
Jesús le sonríe y le pregunta:
– ¿De qué está muriendo tu patrona?
– Tenía que dar a luz a un niño; pero se le murió en el vientre. Y su sangre se ha corrompido. Delira como una loca y está agonizando. Le han abierto las venas, para que le baje la temperatura, pero toda la sangre está envenenada y debe morir. La han bajado a la cisterna para calmar el ardor. Éste disminuye mientras está en el agua helada y luego, más que antes, tose y tose… ¡Se morirá!
Pedro exclama:
– ¡Y cómo no! ¡Con ciertos remedios…!
– ¿Desde cuándo está enferma?
El siervo va a responder, cuando llega corriendo por la bajada, el jefe del regimiento romano. Es un centurión.
Se detiene ante Jesús y lo saluda:
– ¡Salve! ¿Eres Tú el Nazareno?
Jesús contesta:
– Lo soy. ¿Qué se te ofrece?
– Mi nombre es Octavio. Un día nuestro caballo mató a un niño hebreo y Tú lo curaste para impedir que los hebreos armasen alboroto contra nosotros. Ahora las piedras hebreas han hecho caer a un soldado y él está tendido con la pierna rota. No puedo detenerme, estoy en servicio. Nadie lo quiere en el poblado. No puede caminar. No puedo llevarlo conmigo con la pierna rota. Sé que no nos desprecias, como hacen todos los demás hebreos… Quisiera…
– ¿Quieres que te cure al soldado?
– Sí. Curaste también al siervo del centurión y a la niña de Valeria. Salvaste a Alejandro de la ira de tus compatriotas. Estas cosas se saben entre los de arriba y entre los de abajo.
– Vayamos a donde está el soldado.
El siervo pregunta:
– ¿Y mi patrona? – un poco descontento.
– Después.
Jesús camina detrás del oficial que a paso largo, sin estorbo de vestido alguno, parece como si corriera. Y le comenta a Jesús que le precede…
El centurión dice:
– Un tiempo estuve con Alejandro. Él te ad… hablaba de ti. La casualidad me pone ahora cerca de Ti.
Jesús contesta:
– ¿La casualidad? ¿Por qué no dices Dios? El verdadero Dios.
El oficial calla por unos instantes.
Luego dice de modo que solo Jesús lo oiga:
– El Verdadero Dios sería el de los hebreos… Pero no se hace amar… ¡Si es como los hebreos! Ni siquiera tiene compasión de un herido…
– El Verdadero Dios es el Dios de los hebreos, de los romanos, griegos, árabes, partos, escitas, íberos, galos, celtas, libios, hiperbóreos. ¡No hay más que un solo Dios!
Pero muchos no lo conocen. Otros lo conocen mal. Si lo conociesen bien, todos se tratarían como hermanos y no habría vejaciones, ni odios, ni calumnias, ni venganzas, ni lujurias, ni robos, homicidios, adulterios y mentiras. Yo conozco al Dios Verdadero. Y vine para darlo a conocer.
Octavio titubea un poco antes de decir:
– Se dice… Nosotros debemos estar siempre preparados y dar cuenta a los centuriones y éstos al Procónsul. Se dice que tú Eres Dios. ¿Es verdad?…
El soldado está preocupado al decir estas palabras. Mira a Jesús por debajo de la sombra de su yelmo y parece que le tuviese temor…
Jesús sonríe y contesta con sencillez:
– Lo soy.
– ¡Por Júpiter! ¿Entonces es verdad que los dioses bajan a hablar con los hombres? ¡Después de haber recorrido el Mundo detrás de las insignias, vengo aquí ahora ya viejo a encontrar a un Dios!
Jesús le corrige:
– A Dios. Al Único. No a un dios.
El soldado se siente anonadado al ver que lleva atrás de él, a Dios… No habla más. Piensa… Esta es una noticia un poco difícil de digerir…
Piensa hasta llegar a la entrada del poblado donde encuentran al regimiento…
Alrededor del herido que tirado en tierra, se lamenta dolorosamente…
El centurión se dirige al Tribuno y dice:
– ¡Aquí lo tienes! –señalando a Jesús.
El oficial le dice:
– Gracias por haber venido… ¿Podrías?…. Ayudarnos… –no sabe cómo expresarlo y se limita a señalar a su soldado tirado.
Jesús se abre paso, se acerca. Observa al herido… La pierna ha sufrido un duro golpe. El pie lo tiene al revés. Está hinchada y amarillenta. El soldado sufre mucho…
Al ver que Jesús alarga su mano, suplica:
– ¡No me vayas a hacer mucho mal!
Jesús sonríe. Apenas toca con la punta de sus dedos, donde se ve el moretón de la fractura.
Y dice:
– ¡Levántate!
El Tribuno aclara:
– Tiene otra fractura más arriba, en la cadera… –dice el oficial, como queriéndole decir: ¿No tocas esa?
En ese momento, uno de Beterón se acerca y dice:
– ¡Maestro! Maestro… Pierdes el tiempo con los paganos y mi mujer se muere…
Jesús dice:
– Ve a traérmela.
– No puedo. ¡Está loca!
– Ve a traérmela si tienes fe en Mí.
– Maestro, no se puede, está desnuda y no se puede vestir. Está loca y rasga los vestidos. Está agonizando. No puede más.
Jesús repite con autoridad:
– Ve a traérmela si es que no eres inferior en la Fe a estos gentiles.
El hombre se va de mala gana.
Jesús mira al romano extendido a sus pies y le dice:
– ¿Puedes tener Fe?
El herido contesta:
– Yo sí… ¿Qué quieres que haga?
– Que te levantes.
El tribuno dice:
– Ten cuidado, Camilo que… – y se interrumpe quedando con la boca abierta por el asombro más absoluto.
Porque el soldado está ya de pie, ágil y curado del todo. Camilo mueve las piernas brincando en una y otra haciendo un ejercicio completo…
Los israelitas no lanzan sus hosannas. No es un hebreo el que ha sido curado. Parece como si estuvieran enojados y en su mirada se refleja una crítica contra Jesús.
No así los soldados, que desenvainan sus cortas y anchas dagas, las levantan después de golpearlas contra sus escudos, como si se tratase de una fiesta.
Jesús está en medio del círculo de espadas levantadas hacia el cielo.
El Tribuno lo mira, no sabe qué hacer. El soldado curado llora de agradecimiento y mira a Jesús totalmente asombrado… Luego pone una rodilla en tierra, levanta su espada y…
Finalmente lo saluda con voz fuerte:
– ¡Salve, Maestro! ¡Muchas gracias!…
Octavio está igual…Ni qué decir, él un pagano que está tan cerca de Dios…
El tribuno piensa y decide que debe tributar a Dios lo que tributaría al César. Y da orden de que se le dé el saludo militar dado al emperador…
Se oye un fuerte:
– ¡Ave!
Mientras que las hojas de las espadas brillan al ponerse como horizontales sobre el brazo derecho.
No contento con esto, el Tribuno dice en voz baja:
– No te preocupes si viajas de noche. Los caminos… están vigilados. Hay auxilio contra los ladrones.
Jesús contesta:
– Gracias. Que la Luz se te muestre…
Octavio dice asombrado:
– Puedes estar tranquilo. Yo… -se calla. Ya no sabe qué más decir.
Jesús le sonríe diciendo:
– Gracias. Vete y sé bueno. Aún con los ladrones, sé bueno. Se fiel en tu servicio, pero sin crueldad. Son infelices y deberán dar cuentas de sus acciones ante Dios.
– Lo haré, Señor.
El tribuno corrobora:
– Yo también haré como dices. ¡Salve!…
Octavio suspira:
– ¡Quisiera volver a verte otra vez!…
Jesús sonríe y vaticina:
– Nos volveremos a ver, sobre otro monte. –y repite- Sed buenos. Adiós.
Los soldados se ponen en marcha y prosiguen su camino.
Jesús entra en el poblado…
Le salen al paso varias personas que se deshacen en comentarios. Del grupo salen un hombre y una mujer. El hombre es el marido de la enferma. Se inclinan ante Jesús. La mujer se pone de rodillas, el hombre no.
Jesús dice:
– Alzaos y alabad al Señor. Debo decirte a ti, -se dirige al hombre- que tu conciencia no está limpia… Viniste a mí por mero egoísmo. No porque me ames, ni porque creas en Mí. Dudaste de mi Palabra. Y ¡Sabes quién Soy!… Después abrigaste un prejuicio porque me detuve primero a curar a un gentil, así como todo el poblado que se rehusó a atender al herido.
Por un exceso de misericordia y por tratar de que tu corazón sea bueno, curé a tu esposa, sin haber ido a tu casa. No lo merecías. Lo hice para mostrarte que no era necesario haber ido allí. Basta que Yo lo quiera.
Pero en verdad te digo y digo a todos vosotros, que a quienes despreciáis son mejores que vosotros. Y saben creer mejor que vosotros en mi poder. Levántate mujer. Vete y procura creer de hoy en adelante, en gratitud de lo recibido por el Señor.
La expresión de los pobladores es fría. Reaccionan solo cuando Jesús los reprende. Lo siguen con poco entusiasmo hasta la plaza, donde se detiene a hablar, porque no lo invitan a la sinagoga y ninguna casa le abre sus puertas.
Jesús dice:
– Cuando Dios está con los hombres, éstos pueden todo contra la desgracia, cualquiera que sea su nombre. Pero la condición necesaria para tener a Dios de nuestra parte es obrar por un motivo de justicia. Os vine a decir que seáis sinceros en vuestras acciones, porque Dios ve todas las cosas y los sacrificios son inútiles. Vanas las plegarias que se hacen por mera ostentación de culto, cuando el corazón está lleno de pecados, de odio, de perversos deseos…
No murmuréis. Me acusáis de que tengo amistades con el enemigo, con el opresor. Lo estoy leyendo en vuestros corazones. Pero vosotros, ¿No os hacéis amigos de Satanás, al haceros secuaces de los que atacan al Hijo del Hombre, al enviado de Dios? Vosotros me odiáis. Pero Yo conozco la cara del que os inspira el odio. ¡Oh, los que descarrían y engañan las conciencias, serán juzgados siete veces más severamente que los engañados!
Hice un milagro y os he dicho la verdad, para persuadiros de que Yo Soy. Ahora me voy. Si hay alguno entre vosotros que sea justo, que me siga. Porque triste es el futuro de este lugar en donde anidan las sierpes para engañar y traicionar. ¡Vámonos!
Jesús se regresa por el camino por donde vino.
Los apóstoles le dicen:
– ¿Por qué rabí has hablado de este modo?
– Te odiarán.
Jesús responde:
– No trato de conquistar el amor con compromisos, con mentiras.
– En ese caso sería mejor no haber venido.
– No. Era necesario no dejar ninguna duda.
– ¿Y a quién convenciste?
– A nadie. Por ahora a nadie. Pero pronto alguien dirá: ‘No podemos maldecir a nadie, porque se nos avisó y no lo hicimos.’
– ¿A quién aludías al decir…?
– Preguntádselo a Judas e Keriot. Conoce a muchos de este lugar y todos sus ardides…
Judas contesta:
– Así es. Pero casi todo el lugar es propiedad de Elquías. Pero… no creo que Elquías…
Las palabras mueren en los labios de Judas que al levantar sus ojos de la cintura, que se estaba ajustando como para darse tono, encuentra la mirada de Jesús…
Una mirada tan penetrante, que parece como si fuera magnética.
Judas baja la cabeza diciendo:
– Ciertamente que es una población soberbia y odiosa, digna de quién se ha apoderado de ella. Cada quién tiene lo que se merece. Ellos tienen a Elquías, nosotros a Jesús. El maestro ha hecho muy bien en hacerles notar que sabe todo… Muy bien.
Jesús no contesta nada y reanuda su caminar.
Felipe observa:
– Pero que si son malos. ¿Habéis visto? ¡Ni siquiera un saludo después del milagro! ¡Ni siquiera una limosna! ¡Nada!…
Andrés suspira:
– Me preocupa muchísimo cuando el Maestro los desenmascara así.
Juan dice:
– Que lo haga o que no lo haga, da lo mismo. De todos modos lo odian. Quisiera regresar a Galilea.
Pedro suspira y dice:
– ¡A Galilea! ¡Qué bueno sería! – y baja pensativo la cabeza…
Jesús no tiene mucho tiempo para aislarse en sus pensamientos.
Juan y Santiago su primo. Y luego Pedro y Simón Zelote, lo alcanzan y tratan de llamar su atención sobre el panorama que se ve desde lo alto del monte. Es inútil su intento porque se ve a las claras, que está muy triste…
Tratan de distraerlo trayendo a su memoria hechos prodigiosos y más felices. Y almas conquistadas… Se trata de cosas, cada una de las cuales es capaz de infundir alegría, pero en los que hay una mezcla de tristeza y el recuerdo de un dolor.
Al darse cuenta, los mismos apóstoles murmuran:
– Verdaderamente que en todas las cosas de la tierra, se encuentra el dolor. Es un lugar de expiación.
Andrés observa:
– Ley justa para nosotros los pecadores. Pero, ¿Por qué Él debe sufrir tanto?
Se prende una discusión amigable a la que casi se han integrado todos, menos Judas de Keriot que se ha quedado hasta el final de la fila de apóstoles…
Encuentran a un grupo de viandantes entre los que hay varios extranjeros que se acercan y empiezan a hacer preguntas…
Jesús se adelanta con Simón y Bartolomé.
Los demás contestan e instruyen a los distintos viajeros… Cuando resuelven sus inquietudes, se despiden y alcanzan al Maestro…
Judas se emociona y se ha ocupado de los peregrinos más ricos… Aprovecha las circunstancias y despliega todas sus habilidades con la gente a la que enseña, imitando al Maestro en voz, modales e ideas.
Pero es una imitación teatral, pomposa, a la que le falta el fuego de la convicción… Los que lo escuchan se lo dicen sin rodeos… Lo que lo pone nervioso…
Él les echa en cara que sean unos necios y que por eso no comprenden nada…
Luego les dice que los deja porque:
– No es justo arrojarles las perlas de la sabiduría a los cerdos.
Pero se queda porque la gente sencilla, le ruega que los compadezca porque son tan inferiores a él, como lo es un animal a un hombre.
Jesús que parece estar distraído con lo que le dicen los once que le rodean, pareciera no escuchar lo que está diciendo Judas… Que por cierto, no le agradaría nadita.
Los apóstoles han retomado su inquietud anterior y se lo manifiestan a Jesús, que suspira y se queda callado hasta que Andrés le dice:
– Yo creo que sufres porque tu amor es rechazado. No sufres por no castigar, como tú humanidad lo pediría. Sino que sufres por no poder hacer el bien, como quisieras.
Cada quien expresa su opinión. Santiago de Alfeo su primo y Juan se quedan en silencio…
Jesús les pregunta:
– ¿Vosotros no decís nada?
Santiago dice:
– Juan y yo creemos… Somos de los israelitas que tenemos tanto miedo de Dios, que no nos atrevemos a pronunciar su Nombre y ¿Cómo puede Satanás atreverse a hacer daño a Dios?… Y con todo, vemos que siempre sufres más porque Eres Dios y Satanás te odia. Te odia más que a nadie. Te topas con el odio hermano mío, porque Eres Dios.
Juan confirma:
– Sí. Te topas con el Odio, porque Eres el Amor. No son los Fariseos, ni los rabinos, los que te causan dolor. Es el Odio que se apodera de los hombres y os lanza ciegos de ira contra Ti; porque con tu amor le arrancas muchas presas.
Jesús dice:
– Falta todavía algo más: el que echó a perder el corazón del hombre, fue Satanás. la Serpiente, el Adversario, el Enemigo, el Odio. Llamadle como queráis. Pero, ¿Por qué lo hizo? Porque es muy envidioso. No pudo soportar que el hombre fuese destinado al Cielo, de donde fue arrojado él. Quiere que el hombre participe del destierro al que ha sido condenado. ¿Por qué fue arrojado?
Por haberse rebelado contra Dios. Lo sabéis. ¿En qué se rebeló? No obedeciendo. En el principio del dolor hay una desobediencia. ¿No es pues lógico que para restablecer el orden, que es siempre alegría, deba existir una obediencia perfecta? Es difícil obedecer, sobre todo en cosas importantes. Lo difícil causa dolor a quién lo cumple. Y Yo debo sufrir para Borrar el Pecado por excelencia; que tanto en Lucifer, como en Adán y en el último ser viviente sobre la tierra fue y será siempre: Pecado de desobediencia a Dios.
Vosotros debéis obedecer en cierto límite. Eso poco que os parece mucho, pero que no lo es, que Dios os pide, teniendo en cuenta su Justicia, lo que podéis dar. Vosotros de la Voluntad de Dios, conocéis sólo lo que podéis realizar. Pero yo conozco todo su Pensamiento en los sucesos grandes o pequeños. No se me han puesto límites en conocer y en ejecutar lo que sé.
El Sacrificador Amoroso, el Abraham Divino, no perdona a su Víctima y a su Hijo. Es el Amor insatisfecho y ofendido, que exige reparación y ofrenda. La Obediencia es honor y gloria. En verdad os digo que los verdaderos obedientes serán como dioses, pero después de una lucha continua contra sí mismos. Contra el Mundo, contra Satanás.
La Obediencia es Luz. Cuanto más obediente se es, tanto más se llenan de Luz y se ve mejor. La obediencia es paciencia. Cuanto más obediente se es, tanto más se soportan las cosas y las personas. La obediencia es humildad, caridad y heroicidad. El héroe del espíritu es el santo, el ciudadano de los Cielos, el hombre divinizado.
Si la caridad es la virtud en que se encuentra de nuevo al Dios Uno y Trino. La Obediencia es la virtud en donde me encuentro Yo, vuestro Maestro. Haced que el mundo os reconozca como mis discípulos: por una obediencia absoluta a todo lo que es santo. Llamad a Judas. Tengo que decir algo también para él.
Judas acude.
Jesús señala el panorama que se empequeñece, cuanto más se desciende…
Y dice:
– Os voy a proponer una parábola breve a vosotros, futuros maestros del espíritu. Tanto más veréis cuanto más subáis por el camino de la perfección, que es arduo y penoso. Veíamos antes las dos llanuras: la filistea y la de Sarón. Con muchos poblados, campos y huertas y lográbamos ver, allá en la lejanía, el gran mar azul. Ahora vemos menos. El horizonte se ha reducido y se reducirá hasta desaparecer, cuando lleguemos a la llanura…
Lo mismo sucede con quien baja en el espíritu, en vez de subir. Su virtud y su saber se hacen cada vez más limitados, lo mismo que su modo de juzgar. Hasta que desaparecen. Es entonces cuando la vida del espíritu ha muerto para su misión. No es capaz de discernir, como tampoco de guiar. Es un cadáver y puede corromper, así como está, corrupto ya.
El descender anima bastante, porque en el fondo hay satisfacción de los sentidos. También nosotros descendemos a la llanura a encontrar descanso y comida. Pero si esto es necesario para nuestro cuerpo. No es necesario satisfacer el apetito del sentido y la pereza del espíritu, con bajar a los valles del sensualismo moral y espiritual. Sólo está permitido tocar un valle, el de la humildad. Y es porque hasta él desciende Dios, para tomar el espíritu del humilde y llevarlo arriba, consigo. Quién se humilla será exaltado. Cualquier otro valle es letal, porque aleja del Cielo.
Judas dice:
– ¿Para esto me llamaste, Maestro?
Jesús responde:
– Para esto. Has hablado mucho con los que te hacían preguntas.
– Sí, pero no vale la pena. Son más duros de cabeza que unos mulos…
– Y yo he querido depositar un pensamiento donde no queda nada. Para que puedas nutrir tu espíritu.
Judas lo mira cortado. No sabe si es una alabanza o un regaño.
Los demás, que no habían oído a los seguidores de Jesús; no comprenden que Jesús echa en cara a Judas su soberbia…
Judas piensa que es mejor desviar la conversación por otros caminos:
– Maestro, ¿Qué piensas? ¿Esos romanos podrán comprender algún día tu Doctrina, pues por tan poco tiempo han tenido contacto contigo? Aquel Alejandro se fue… Y no lo volveremos a ver…
También éstos. Se puede decir que en ellos existe un instinto por buscar la Verdad. Pero están sumergidos hasta el cuello en su paganismo. ¿Lograrán llegar a decidirse por alguna cosa buena?
Jesús contesta:
– ¿Quieres decir que encuentren la Verdad?
– Eso es, Maestro.
– ¿Y por qué no podrán lograrlo?
– Porque son pecadores.
– ¿Sólo ellos lo son? ¿No los hay entre vosotros?
– Ciertamente muchos. Por esto digo que si nosotros, alimentados con la sabiduría y verdad seculares, somos pecadores y no logramos ser justos y seguidores de la Verdad que representas. ¿Cómo lo podrán llegar ellos, repletos de inmundicias cómo están?
– Cualquier hombre puede llegar a poseer la Verdad, esto es a Dios. Cualquiera que sea el punto de que se parta. Mientras no haya soberbia en la inteligencia y perversión en la carne; sino una búsqueda sincera de la verdad y de la luz. Pureza de fin y anhelo por Dios; cualquier hombre está ya en los caminos de Dios.
– Soberbia en la mente… Depravación en la carne… Maestro, entonces…
– Continúa lo que estás diciendo. Está bien…
Judas tergiversa todo y concluye:
– Luego, ellos no podrán llegar a Dios porque son depravados.
– No era esto lo que querías decir, Judas. ¿Por qué has tergiversado el pensamiento y tu conciencia? ¡Oh, cuán difícil es que el hombre suba a Dios! El obstáculo se encuentra en sí mismo; que no quiere confesar y reflexionar sobre sí mismo y sus defectos.
Es verdad también que muchas veces se calumnia a Satanás, echando sobre él la culpa de cualquier ruina espiritual. Y mucho más calumniado lo es Dios, a quien se achaca todo lo sucede. Dios no viola la libertad del hombre… Satanás no puede vencer una voluntad firme en el bien.
En verdad os digo que el setenta por ciento de las veces, el hombre peca por su voluntad. Y no se levanta del pecado, porque evita el examinarse…Y aun cuando la conciencia con un movimiento imprevisto, se yergue ante él y le grite la verdad que no ha querido meditar, el hombre sofoca ese grito. Borra esa figura enérgica y afligida que se yergue ante su inteligencia.
Altera con esfuerzos su pensamiento, al que había llegado la voz acusadora y rehúsa decir, por ejemplo: “Entonces nosotros… Yo… No podemos llegar a la Verdad, porque tenemos soberbia en la inteligencia y corrupción en la carne.” Una soberbia verdaderamente rival de la satánica; en tal forma que los actos de Dios, se les juzga o se les pone obstáculos, cuando son contrarios a los intereses de los hombres y de los partidos. Este pecado hará que muchos en Israel se condenen.
Judas dice muy firme:
– Pero no todos somos así.
– Es verdad. Hay corazones buenos, todavía y en todas las clases sociales. Más numerosos los hay entre la gente humilde del pueblo, que entre los doctos y ricos. ¿Cuántos? Teniendo en cuenta este pueblo de Palestina al que hace ya casi tres años que evangelizo y hago bien. ¡Y por el cual muero! Se ven más estrellas en un cielo nublado, que corazones en Israel, deseosos de venir a mi Reino.
– ¿Y los gentiles? ¿Esos gentiles entrarán?
– No todos. Pero sí muchos. También entre mis discípulos… No todos perseverarán hasta el fin.
– ¿Por qué dijiste al centurión, que lo volverías a ver sobre un monte? ¿Cómo haces para saberlo?…
Jesús mira a Judas fijamente, de una manera extraña. Una mirada que está envuelta parte en alegría, parte en tristeza.
Jesús responde:
– Porque será uno de los que estarán presentes cuando Yo sea levantado y esté arriba. Y dirá a Gamaliel, el Gran Doctor de Israel, unas palabras severas pero verdaderas… Y desde ese momento, tomará su camino que lo llevará a la Luz…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
127-EL ÓBOLO DE CLAUDIA
Los cordeleros siguen trabajando.
Luego, Jesús regresa despacio al almacén y se queda pensativo. Se sienta sobre un montón de cuerdas enrolladas. Ora intensamente…
Los once apóstoles continúan durmiendo profundamente. La vida en el puerto se desarrolla con la misma pacífica rutina, de las provincias gobernadas por el imperio más poderoso del mundo.
Roma es una máquina de eficiencia y disciplina…
Una hora después, el cordelero asoma la cabeza en el depósito y le dice a Jesús que vaya a la puerta, porque…
– Hay un esclavo que te quiere ver.
El esclavo. Un númida, está parado junto al platanar, en la plaza llena de sol… Cuando ve a Jesús, se inclina y sin hablar, le entrega una tableta encerada.
Jesús la lee y dice:
– Dirás que esperaré hasta antes del alba. ¿Entendiste?
El esclavo mueve la cabeza asintiendo. Y para que vea por qué no habla, abre su boca y le enseña la lengua tronchada.
Jesús mueve la cabeza con un gesto lleno de tristeza y dice:
– ¡Infeliz! – acariciándolo con mucha compasión.
Por las mejillas del esclavo corren dos lágrimas. Toma la mano blanca entre las suyas negras y se la pone en la cara. La besa, se la lleva al pecho y se echa en tierra. Toma el pie de Jesús y se lo pone en la cabeza…
Un lenguaje mudo para expresar su agradecimiento por ese gesto de amor.
Y Jesús repite:
– ¡Infeliz! -pero no lo cura.
El esclavo se levanta y pide la tableta encerada. Claudia no quiere dejar huellas de su contacto epistolar.
Jesús sonríe y devuelve la tableta. El númida se va y Jesús se acerca a donde está el cordelero…
El Maestro dice:
– Simón, debo quedarme hasta antes del alba. ¿Me lo permites?
Simón contesta:
– Todo lo que quieras. Me desagrada ser pobre…
– Me agrada que seas honrado.
– ¿Quiénes eran esas mujeres?
– Unas extranjeras que necesitaban de consejo.
– ¿Están sanas?
– Como Yo y tú.
– Entonces está bien. Ahí están tus apóstoles.
Los once salen del almacén, somnolientos.
Pedro dice:
– Maestro, hay que cenar antes de partir.
Jesús contesta:
– No. No partiremos hasta el amanecer.
– ¿Por qué?
– Porque me pidieron que así lo hiciera.
– ¿Por qué? ¿Por quién?… Es mejor caminar de noche… La luna es nueva.
– Espero salvar a una criatura y esto es más luminoso que la luna y más refrescante que las frescuras de la noche.
Pedro lo lleva aparte:
– ¿Qué pasó? ¿Viste a las romanas? ¿Qué humor tienen? ¿Son ellas las que se van convertir? ¡Dímelo!…
Jesús sonríe:
– Si me dejas responder te lo diré, hombre curiosísimo. Vi a las romanas. Muy lentamente caminan hacia la Verdad. Pero no retroceden… Lo que ya es mucho.
– Y… acerca de lo que dijo Judas, ¿Hay algo?
– Que continuarán venerándome como a un sabio.
– ¿Por causa de Judas? ¿Es él el que lo ha hecho?
– Vinieron a buscarme a Mí no a él…
Pedro pregunta inquieto:
– Entonces, ¿Por qué Judas tuvo miedo de encontrarse con ellas? ¿Por qué no quería que vinieras a Cesárea?
– Simón, no es la primera vez que Judas tiene caprichos estrambóticos…
– Es verdad. ¿Y van a venir esta noche las romanas?
– Ya vinieron.
– Entonces, ¿Por qué esperamos hasta que amanezca?
– ¿Por qué eres tan curioso?
– Maestro, sé bueno… Por favor dime todo.
– Te lo diré para quitarte toda duda. También tú escuchaste la conversación de aquellos tres romanos…
– ¡Claro que la oí!… Inmundos. Apestosos. Demonios. Pero a nosotros, ¿Qué nos importa?… ¡Ah! ¡Entiendo!… Las romanas van a ir a la cena y luego vendrán a pedirte perdón, por haber estado en medio de la inmundicia… Me maravilla que consientas en ello.
– Yo me maravillo de que te formes juicios temerarios.
– ¡Perdóname, Maestro!
– Sí. Pero ten en cuenta que las romanas van a ir a la cena y yo pedí a Claudia que interviniese a favor de esa muchachita…
– ¡Ah, pero Claudia no puede hacer nada!… El romano compró a la muchacha y tiene todo el poder sobre ella.
– Pero Claudia tiene mucho más poder sobre el romano. Y Claudia me mandó decir que no parta hasta antes del alba. No hay otra cosa. ¿Estás contento ahora?
– Sí, Maestro. Pero no has descansado nada. Ven. Estás muy agotado. Vigilaré para que te dejen en paz. Ven. Ven. –y amorosamente tiránico lo jala, lo empuja y lo obliga a tirarse en el montón de cáñamo.
Pasan las horas. El sol se oculta. Cesa el trabajo. Entra la noche, las golondrinas van a sus nidos y los niños a la cama. Uno tras otro van muriendo los ruidos, hasta que solo queda el estrépito de las olas, al estrellarse sobre la playa…
Los apóstoles duermen sobre el cáñamo.
Jesús está sentado sobre un malacate con las manos sobre las rodillas. Ora… Piensa… Espera. No quita los ojos del camino que viene de la ciudad.
La luna está casi perpendicular y el mar retumba con mayor fuerza…
Por el canal avanza una barca pequeña y sube hasta la dársena silenciosa. Se detiene y bajan tres personas. Un hombre robusto, una mujer y una figura delicada. Se dirigen hacia la casa del cordelero…
Jesús se levanta y sale a su encuentro…
Cuando llega hasta ellos saluda:
– La paz sea con vosotros. ¿A quién buscáis?
Livia contesta:
– A ti, Maestro. –descubriéndose y acercándose ella sola- Claudia hizo lo que le pediste, porque era una cosa justa y completamente moral… –señala hacia la barca y agrega- Aquella es la muchachita. Dentro de poco tiempo, Valeria la tomará como doncella de su pequeña Fausta… Pero te ruega que entre tanto la tengas Tú, que puedes confiarla a tu Madre o a la madre de tus parientes. Es pagana del todo… Mejor dicho, es peor que pagana. El dueño que la alimentó no le enseñó nada en absoluto… Nunca ha oído hablar ni del Olimpo, ni de ninguna otra cosa. Tan solo se siente aterrorizada ante los hombres, porque hace unas cuantas horas la vida se le reveló como es: brutal y cruel…
Jesús pregunta:
– ¡Oh! ¿Demasiado tarde?
– No, materialmente… él la preparaba poco a poco… Digamos… para su sacrilegio. Y la niña está espantadísima… Claudia tuvo que dejarla durante toda la cena cerca de ese sátiro y sólo pudo intervenir cuando el vino le había nublado el pensamiento. No es necesario que te diga que si el hombre es un lúbrico en sus amores sensuales, lo es mucho más cuando está ebrio…
Pero es solo entonces que se convierte en un juguete con el que se puede hacer lo que se quiera y arrebatarle su tesoro. Claudia se aprovechó del momento.
Ennio quiere regresar a Italia, de la que salió porque perdió el favor imperial… Claudia le prometió el regreso a cambio de la muchacha.
Ennio mordió el anzuelo… Mañana cuando ya no esté borracho protestará, la buscará, hará su comedia… Pero también mañana Claudia buscará el modo de hacerlo callar.
Jesús protesta:
– ¿Con la violencia? ¡No!
Livia sonríe con travesura:
– ¡Oh, Maestro! ¡La violencia empleada con buen fin!… Pero no será necesaria… También Claudia se encargó de ‘ayudar’ a su marido a pasarla bien en la cena… Y ahora sólo Pilatos, que está inconsciente por el vino que digirió esta noche, está firmando y sellando la orden de que Ennio se presente en Roma… ¡Ah, ah!… Y partirá en primer buque militar.
Pero mientras tanto, es mejor que la niña esté en otra parte por precaución de que en cuanto a Pilatos se le pase la borrachera, se arrepienta y revoque la orden… ¡Es muy endeble! Y es mejor así… Para que la niña olvide las asquerosidades humanas…
¡Oh, Maestro! Por este motivo fuimos a la cena. Pero, ¿Cómo pudimos ir allá hasta hace unos cuantos meses, sin haber sentido náuseas?… Tan pronto obtuvimos lo que se deseaba, nos salimos… Todavía nuestros maridos están imitando a los brutos ¡Qué náuseas, Maestro! Y debemos recibirlos después… después que…
– Sed austeras y pacientes. Con vuestro ejemplo haréis mejores a vuestros maridos.
– ¡Oh, no es posible! Tú no sabes… -Livia llora más de coraje, que de dolor.
Jesús suspira y ella continúa:
– Claudia te manda decir que lo hizo para mostrarte que te venera como al Único Hombre que merece veneración… Y quiere que te diga que te agradece haberle enseñado lo que vale un alma y lo que vale la pureza. Lo recordará siempre…
¿Quieres ver a la niña?
– Sí. El hombre ¿Quién es?
– El númida mudo que emplea Claudia, para sus servicios secretos. No hay ningún peligro de delación… No tiene lengua.
Jesús repite:
– ¡Infeliz!
La romana toma a la niña de la mano y casi la arrastra hasta donde está Jesús…
Livia dice:
– Sabe unas cuantas palabras latinas. Judías casi ninguna. Es una salvajita… Que la eligieron únicamente como objeto de placer. –y dirigiéndose a la niña- No tengas miedo. Dale las gracias. Él fue el que te salvó. Arrodíllate y bésale los pies. ¡Ea! ¡Hazlo! ¡No tengas miedo! Perdona Maestro, todavía tiene el terror que le inspiraron las caricias de Ennio que estaba ebrio…
– ¡Pobre niña! -dice Jesús poniéndole su mano en la cabeza- ¡No tengas miedo! Te llevaré a casa de mi Madre, por algún tiempo. A la casa de Mamá, ¿Entiendes? Y tendrás muchos hermanos buenos… ¡No tengas miedo, hijita mía!
En la Voz y en la mirada de Jesús hay todo: paz, seguridad, pureza, amor santo.
La niña lo siente y se echa para atrás el manto con su capucho, para mirarlo mejor. Y aparece el rostro delicado de una niña que se asoma a la pubertad…
Sus modales son sencillos. Su expresión está llena de inocencia. El vestido que trae le queda muy largo…
Livia dice:
– Estaba casi desnuda. Le puse lo primero que encontré. Lleva otros en la alforja…
Jesús la mira con piedad e infinita compasión y dice:
– ¡Es una niña! -Y tomándola de la mano le pregunta- ¿Quieres venir conmigo?
La niña contesta:
– Sí, patrón.
Jesús rebate:
– No. No soy tu patrón. Dime Maestro.
– Sí, Maestro. –le dice con más confianza.
Y una tímida sonrisa se asoma en la carita que antes estaba pálida por el miedo.
Jesús pregunta:
– ¿Eres capaz de caminar mucho?
– Sí, Maestro.
– Después descansarás en la casa de mi Madre. En mi casa, hasta que llegue Fausta. Una niña a la que vas a querer mucho. ¿Quieres?…
– ¡Oh, sí! –y ella confiada, levanta sus bellísimos ojos verde-azul, que lo miran asombrados bajo sus cejas color oro y con un destello de terror que vuelve a turbar su mirada, se atreve a preguntar- ¿Ya no más aquel patrón?…
– No, más. –le promete Jesús, poniendo su mano en su cabellera rubia.
Livia se despide:
– Adiós, Maestro. Dentro de pocos días iremos al lago. Tal vez podremos verte una vez más. Ruega por tus pobres discípulas romanas.
Jesús repica:
– Gracias… Vete en paz. Adiós, Lidia. Di a Claudia que éstas son las conquistas que pretendo y no otras. – se vuelve hacia la niña y agrega- Ven niña. Partiremos ahora.
Y tomándola de la mano, se dirige a la puerta del almacén y llama a los apóstoles.
La barca se va sin dejar rastro de haber venido y entra al mar abierto…
Caminan rápido y todavía está oscuro en las cercanías de Cesárea. Se detienen un poco, porque la niña que no está acostumbrada a caminar de noche y frecuentemente tropieza con las piedras del caminan…
Jesús dice:
– Es mejor esperar un poco. La niña no ve y está cansada.
La niña responde rápida:
– No, no. Si puedo… Vámonos lejos, lejos, lejos… Podría venir… Por aquí pasamos para ir a esa casa. –Lo dice castañeteando los dientes, mezclando hebreo y latín para hacerse entender.
Jesús trata de tranquilizarla:
– Vamos detrás de aquellos árboles y nadie nos verá. No tengas miedo.
Bartolomé, para darle ánimos, dice:
– No tengas miedo. A estas horas, ese romano es una sopa de vino bajo la mesa…
Pedro agrega:
– Y estás con nosotros. Todos te queremos. No permitiremos que te hagan daño. ¡Oh! ¡Somos doce hombres fuertes!…
Pedro, que apenas es un poco más alto que ella. Él la robustez y ella la delicadeza. Él quemado por el sol y ella blanca como alabastro.
¡Pobre florecita que fue criada para ser solamente admirada y más preciosa!
Juan le dice:
– Eres una hermanita nuestra y los hermanos defienden a sus hermanas.
Cuando llegan a la arboleda, se sientan y aguardan. Los hombres se dormirían gustosos, pero a ella cualquier ruido la hace gritar.
Y el galope de un caballo la hace que se cuelgue del cuello de Bartolomé que tal vez por ser el de mayor edad atrae su confianza y de esta manera… No es posible dormir.
Bartolomé le dice:
– No tengas miedo. Cuando uno está con Jesús, nunca sucede una desgracia.
La niña contesta temblando:
– ¿Por qué? – y sigue todavía asida al cuello de Bartolomé.
– Porque Jesús es Dios y Dios es más fuerte que los hombres.
– ¿Dios? ¿Qué cosa es Dios?
Bartolomé exclama:
– ¡Pobre criatura! Pero, ¿Cómo te educaron? ¿No te enseñaron nada?…
La niña contesta:
– Sí. A conservar blanco el cutis, brillante la cabellera. A obedecer a los patrones. A decir siempre que sí…
Pero yo no podía decir sí al romano… Era feo y me daba miedo. En su casa siempre había unos ojos. En el baño, en los vestidores, en el cubiculum… Unos ojos… Y esas manos… ¡Oh! ¡Y si alguien no decía sí, era apaleado!… –y comienza a llorar.
Jesús dice:
– No lo serás más. Ya no está el romano. Ni están sus manos… Sólo la Paz.
Felipe comenta:
– ¡Es una crueldad! Cómo a bestias y peor todavía… Porque a una bestia le enseñas su oficio. Pero a esta criatura la lanzaron sin saber…
Ella responde:
– Si hubiese sabido, me hubiera arrojado al mar. Él decía: ‘Te haré feliz…’
Zelote dice:
– De hecho te hizo feliz, de una manera que nunca imaginó. Feliz en la tierra y feliz en el Cielo. Porque conocer a Jesús, es la felicidad.
Hay un silencio en el que todos meditan en las crueldades del mundo.
Luego en voz baja, la niña le pregunta a Bartolomé:
– ¿Me puedes decir que es Dios? ¿Y por qué Él es Dios?… –después de una pausa agrega- ¿Porque es hermoso y bueno?…
Bartolomé se siente atolondrado. Se toma de la barba con perplejidad y dice lleno de incertidumbre:
– Dios… ¿Cómo haré para enseñarte a ti, que no tienes ninguna idea de religión en tu cabeza?
Esto provoca otra pregunta todavía más complicada, para el abrumado apóstol:
– ¿Qué cosa es religión?
Bartolomé decide pedir auxilio:
– ¡Oh, que esto no me lo esperaba!… Estoy ahora como uno que se ahoga en el mar. ¿Qué puedo hacer ante el abismo?
Jesús aconseja:
– Lo que te parece difícil, es muy sencillo Bartolomé. Es un abismo, sí. Pero vacío… Y puedes llenarlo con la Verdad. Peor es cuando los abismos están llenos de fango, veneno, sierpes. Habla con sencillez como si hablases a un infante. Y ella te entenderá como no lo haría un adulto.
Bartolomé pregunta:
– Maestro, ¿Pero no podrías hacerlo Tú?
– Podría. Pero la niña aceptará más fácilmente las palabras de un semejante suyo, que las mías que son de Dios. Y por otra parte, os encontraréis en lo futuro ante estos abismos y los llenaréis de Mí. Debéis pues aprender a hacerlo.
– Es verdad. Lo probaré…
Después de pensarlo un poco, Bartolomé pregunta:
– Oye niña, ¿Te acuerdas de tu mamá?
Ella sonríe y contesta:
– Si, señor. hace siete años que… antes estaba con ella.
– Está bien. ¿La recuerdas? ¿La amas?
Ella solloza en un:
– ¡Oh! -y da un pequeño grito.
– No llores. ¡Pobre niña! Oye, el amor que tienes por tu mamita…
– Y por mi papá y por mis hermanos… -contesta sollozando.
– Sí. Por tu familia… el amor por tu familia. Los pensamientos que guardas por ella. El deseo que tienes de regresar a ella…
– ¡Nunca más los veré…!
– Pero todo es algo que podría llamarse religión de la familia. Las religiones, las ideas religiosas son el amor… El pensamiento, el deseo de ir a donde está aquel o aquellos en quienes creemos; a quienes amamos y a quienes deseamos ver…
– Si yo creo en ese Dios que está allí, ¿Tendré una religión?… ¡Es muy fácil!
Bartolomé está totalmente desorientado:
– ¡Bien! ¿Fácil qué cosa?… ¿Tener una religión o creer en ese Dios que está allí?
La niña dice convencida:
– En ambas cosas… Porque fácilmente se cree en un Dios Bueno, como el que está allí. El romano me nombraba muchos y juraba. Decía: ‘¡Por la diosa Venus, por el dios Júpiter, por el dios Cupido!’ Han de ser dioses malos porque él hacía cosas malas cuando los invocaba.
Pedro comenta en voz baja:
– No es tan tonta la niña.
Ella dice:
– Pero yo no sé todavía que cosa es Dios. Veo que es un hombre como tú… Entonces es un Hombre- Dios. ¿Y cómo se hace para comprenderlo? ¿En qué aspecto es más fuerte que todos? No tiene ni espada, ni siervos…
Bartolomé suplica:
– Maestro, ayúdame…
Jesús responde:
– No, Nathanael. Enseñas muy bien.
– Lo dices porque eres bueno. Busquemos otro modo de seguir adelante. – se vuelve hacia la niña- Oye niña… Oye niña. Dios no es hombre… Él es como una luz, una mirada, un sonido tan grande que llena el Cielo y la tierra. Y todo lo ilumina, todo lo ve, todo lo ordena y en todas las cosas manda…
– ¿También al romano? Entonces no es un Dios bueno. ¡Tengo miedo!…
Bartolomé se apresura a aclarar:
– Dios es bueno y da órdenes buenas. A los hombres les ha prohibido armar guerras, hacer esclavos, arrebatar a las hijitas de sus madres y espantar a las niñas… Pero los hombres no siempre escuchan las órdenes de Dios.
Ella dice:
– Pero tú, sí.
– Yo sí.
– Si es más fuerte que todos, ¿Por qué no se hace obedecer? ¿Y Cómo habla, si no es un hombre?
Bartolomé está perdido y exclama:
– Dios… ¡Oh, Maestro!…
Jesús dice:
– Sigue. Sigue, Bartolomé. Eres un maestro muy competente. Sabes decir con gran simplicidad pensamientos muy profundos. ¿Y ahora ya no quieres seguir?… ¿No sabes que el Espíritu Santo está en los labios de los que enseñan la Justicia?
Bartolomé argumenta:
– Parece fácil cuando se te escucha. Todas tus palabras están aquí dentro. Pero sacarlas, ¡Oh, miseria de nosotros los humanos! ¡Maestros inútiles!
– El reconocer la nulidad propia dispone el corazón a la enseñanza del Espíritu Paráclito…
– Está bien, Maestro… –La mira con ternura y dice- Oye niña. Dios es fuerte, fortísimo. Más que César. Más que todos los hombres juntos con sus ejércitos y sus máquinas de guerra… Pero no es un Señor sin compasión que quiera siempre que se le diga que sí, so pena de azotarlo. Dios es un Padre. ¿Te quería mucho tu padre?
– ¡Mucho! Me puso por nombre Áurea Gala, porque el oro es precioso y Galia es mi patria. Y decía que me amaba más que el oro que en otro tiempo tuvo y más que a la patria…
– ¿Te azotó tu padre?
Áurea Gala contesta:
– No. Jamás. Cuando no me portaba bien, me decía: ‘Pobrecita hija mía’ y lloraba.
– Bueno. Pues así hace Dios… Es Padre, nos ama y llora si somos malos. Pero no nos obliga a obedecerle. Pero el que decide ser malo, un día será castigado con suplicios horribles…
– ¡Oh, qué bueno! El dueño que me arrebató de mi madre y me llevó a la isla. Y también el romano, irán a los suplicios, ¿Y lo veré?…
Esto es demasiado para el pobre Nathanael, que contesta:
– Tú verás de cerca a Dios, si crees en Él y eres buena. Y para ser buena no debes odiar ni siquiera al romano.
– ¿No? ¿Y cómo lograrlo?
– Rogando por él.
– ¿Qué es rogar?
– Hablar con Dios diciéndole que lo queremos…
Ella, llevada por su coraje, exclama apasionadamente:
– Pero, ¡Yo quiero que mis dueños tengan una mala muerte!
Bartolomé objeta:
– No. No debes… Jesús no te amará si dices así.
– ¿Por qué?
– Porque no se debe odiar a quien nos ha hecho el mal.
– Pero no puedo amarlos.
– Pero puedes por ahora no pensar en ellos. Trata de olvidarlos… Luego, cuando Dios te instruya más… rogarás por ellos. Decíamos pues, que Dios es Poderoso, pero deja a sus hijos en libertad de obrar.
Ella pregunta:
– ¿Yo soy hija de Dios?… ¿Tengo dos padres?… ¿Cuántos hijos tiene Dios?…
Bartolomé contesta:
– Todos los hombres son hijos de Dios, porque Él los creó. ¿Ves esas estrellas allá arriba? Él las hizo. ¿Ves estas plantas? Él las hizo. La tierra en la que estamos sentados, el pájaro que canta, el mar inmenso… Todo y a todos los hombres, los creó Él. Y los hombres son más hijos suyos que todo lo demás. Porque tienen algo especial que se llama alma y que no muere, porque es una partecita de Dios que es inmortal como Él.
– ¿Dónde está el alma? ¿Tengo yo también un alma?
– Sí. En tu corazón. Es la que te hizo comprender que el romano era malo y que ciertamente no te dejará que desees ser como él. ¿No es verdad?
– Sí… -Áurea reflexiona… Y luego con firmeza dice- ¡Sí! Era como una voz que estuviese adentro y como una necesidad de tener quién me ayudase. Y con otra voz que era la mía, llamaba a mi mamita… Porque yo no sabía que Dios existía. Ni que existiese Jesús… Si lo hubiera sabido, lo hubiera llamado a Él, con esa voz que llevaba dentro…
Jesús interviene y dice:
– Has comprendido bien, niña. Crecerás en la Luz. Yo te lo aseguro. Cree en el Dios Verdadero. Escucha la voz de tu alma en la que no existe todavía una sabiduría, pero en la que tampoco existe mala voluntad… Y encontrarás en Dios a un Padre. Y en la muerte, que es un paso de la tierra al Cielo para los que creen en el Dios Verdadero y son buenos… Encontrarás un lugar en el Cielo cerca de tu Señor.
Como ella se ha arrodillado delante de Él, Jesús le pone su mano sobre la cabeza.
Áurea dice:
– Cerca de Ti. ¡Qué bien se siente uno al estar contigo! No te separes de mí, Jesús… Ahora sé Quién Eres y por eso me arrodillo. En Cesárea tuve miedo de hacerlo… Me parecías sólo un hombre… Ahora sé que Eres Dios escondido en un Hombre. Y que para mí eres un Padre y un Protector…
Jesús agrega:
– Y Salvador, Áurea Gala.
Ella exclama jubilosa:
– Y Salvador. ¡Sí! Me salvaste…
– Y te salvaré cada vez más. Tendrás un nombre nuevo…
– ¿Me quitas el nombre que me dio mi padre? ¿Por qué no me lo dejas?
– No te lo voy a quitar. Junto a tu nombre antiguo tendrás otro nuevo… Eterno.
– ¿Cuál?
– Cristiana. Porque Cristo te salvó… Comienza a alborear. Vámonos. –Jesús se vuelve hacia su más anciano apóstol y agrega- ¿Ves Nathanael qué es fácil hablar de Dios a los abismos vacíos? Hablaste muy bien. La niña se instruirá fácilmente. Es la verdad. –y ordena con suavidad- Sigue adelante con mis hermanos Áurea…
La niña obedece pero con temor. Preferiría quedarse con Bartolomé, el cual comprende todo…
El apóstol le dice:
– Voy enseguida. Vete… Obedece.
Y quedándose con Jesús, Pedro, Simón y Mateo, advierte:
– Está mal que la tenga Valeria. Es pagana.
Jesús contesta:
– No puedo decirle a Lázaro que la tome.
Mateo sugiere:
– Está Nique, Maestro.
Pedro sugiere:
– Y Elisa…
Zelote:
– Y Juana, es amiga de Valeria… Valeria se la cederá con gusto. Estaría en una casa buena.
Jesús piensa y calla.
Bartolomé decide:
– Haz lo que te parezca. La niña con frecuencia vuelve atrás su cara. Voy con ella… Confía en mí, porque ya estoy viejo. Me gustaría quedarme con ella. Una hija más…-Da un suspiro profundo y agrega- Pero no es de Israel…
Y se va el buen Nathanael, que es demasiado israelita.
Jesús lo mira y sacude su cabeza.
Zelote pregunta:
– ¿Por qué eso Maestro?
Jesús replica:
– Porque me causa dolor ver que aún los prudentes, son esclavos de prejuicios…
Pedro se acuerda de las dificultades que hubo por la griega y dice:
– Pero, lo digo aquí entre nosotros. Bartolomé tiene razón… Y aún más, debe tomar sus providencias. Acuérdate de Síntica y de Juan. Para que no suceda algo semejante. Envíala a donde está Síntica…
Jesús contesta:
– Dentro de poco, Juan morirá… Síntica no está del todo instruida, para ser maestra de una niña como Áurea. Y no es un ambiente propicio…
Zelote insiste:
– Y con todo, no puedes tenerla. Piensa que Judas pronto se reunirá con nosotros. Y Judas… Permíteme que te lo diga, maestro… Es un lujurioso y un… Uno que fácilmente habla, cuando puede obtener una utilidad… Y tiene demasiados amigos entre los Fariseos…
Pedro exclama:
– Exacto… Simón ha dicho la verdad. También yo pensaba en lo mismo. Haz lo que dice él, Maestro.
Jesús piensa y calla… Pasan algunos minutos…
Luego Jesús dice:
– Oremos. El Padre nos ayudará…
Y todos oran fervorosamente.
El alba se ha teñido de colores. Atraviesan un poblado y toman el camino que va por la campiña…
El sol calienta más fuerte. Se sientan a comer a la sombra de un nogal gigantesco.
Jesús pregunta:
– ¿Estás cansada? – a la niña que come sin ganas- Dínoslo y nos detendremos.
Áurea responde:
– No, no… vámonos.
Santiago de Alfeo dice:
– Se lo hemos preguntado varias veces. Pero siempre dice que no…
Áurea insiste:
– Puedo. Todavía tengo fuerzas. Vámonos lejos…
Vuelven a caminar y Áurea se acuerda de algo.
– Tengo una bolsa. Las señoras me dijeron: ‘La darás cuando empiecen los montes.’ Y los montes están aquí.
Jesús se detiene…
Ella busca en la alforja que Livia le dio. Saca la bolsa y se la entrega al Maestro.
Jesús dice:
– El óbolo… No quisieron quedarse sin dar las gracias. Son mejores que muchos de los nuestros… -mira a sus apóstoles y dice- Toma Mateo. Guarda este dinero. Nos servirá para hacer limosnas secretas…
Mateo pregunta:
– ¿Debo decirlo a Judas de Keriot?
Jesús dice tajante:
– No.
– Él va a ver a la niña…
Jesús no responde.
Continúan caminando con fatiga, debido al mucho calor, al polvo y al reverbero. Comienzan a subir el Monte Carmelo. Aunque aquí hay más sombra y está más fresco, Áurea va tropezando con más frecuencia.
Bartolomé se acerca a Jesús:
– Maestro, la niña tiene fiebre y está agotada. ¿Qué hacemos?
Áurea se niega a detenerse. Está colorada por la fiebre. Acepta que Bartolomé y Felipe le ayuden; pero continúa caminando…
Pasan la colina y llegan al otro lado. La llanura de Esdrelón está allá abajo y más allá las colinas entre las que se encuentra Nazareth…
Continúan caminando y casi al pie de la colina, distinguen a un grupo de discípulos. Para las mujeres hay una carreta de la que tira un fuerte mulo.
Jesús exclama:
– ¡Es la Providencia que nos socorre! -y ordena que todos se detengan, mientras va a hablar con ellos y sobre todo con las discípulas.
La lleva aparte con Isaac y les cuenta algo de lo sucedido con Áurea:
– La arrebatamos a un patrón inmundo. Quisiera llevarla a Nazareth para curarla, porque está enferma de miedo y de cansancio. Peo no tengo en qué llevarla. ¿A dónde vais vosotros?
Isaac contesta.
– A Belén de Galilea. A la casa de Mirta. Es imposible tolerar el calor de la llanura…
– Id primero a Nazareth. Os lo pido por caridad. Llevadla a donde está mi Madre y decidle que dentro de tres días, estaré en casa. La niña tiene fiebre y por eso no debéis hacer caso de sus delirios. Os lo contaré después…
– Sí, Maestro. Lo que Tú quieras. Partimos al punto. ¡Pobrecita niña! ¿La azotaba?…
– Quería violarla.
– ¿Cuántos años tiene?
– Más o menos trece…
Mirta exclama:
– ¡Un vil! ¡Inmundo! Nosotros la cuidaremos con cariño. Somos madres, ¿Verdad Noemí?
Noemí contesta:
– Cierto Mirta. Señor, ¿Es tu discípula?
Jesús se queda callado por unos omentos y luego dice:
– No lo sé todavía… Rogad mucho y no digáis nada a nadie. ¿Entendisteis? A nadie.
Las dos mujeres afirman:
– Así lo haremos.
Van con el carruaje. Isaac guía. Lo siguen Jesús y las mujeres. La observan por unos momentos y…
Exclaman:
– ¡Qué hermosa es!
Mirta la acaricia y dice:
– Querida, no tengas miedo. Soy una mamá, ¿Sabes? Ven… -Y entre todos la levantan y la acomodan en la carreta.
Isaac humedece estos paños para ponérselos sobre la frente…Siente su calor y exclama:
– ¡Qué calentura!… ¡Pobre hija!…
Las dos mujeres se inclinan sobre ella y muestran sus cuidados maternales…
Áurea no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor, por la fiebre.
Cuando Isaac levanta el látigo para partir, le dice a Jesús:
– Maestro, en el puente encontrarás, a Judas de Keriot, que te está esperando como un mendigo…. Él fue el que nos dijo que pasarías por aquí. ¡La paz sea contigo, Maestro! Al anochecer estaremos en Nazareth!
El carruaje parte rápido… Y…
Jesús dice:
– ¡Demos gracias al Señor!
Suerte para la niña. Suerte para Judas. Es mejor que no se sepa nada…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
121.- LA OVEJA NEGRA
Unos días después…
Pedro dice a Jesús:
– Judas se ha hecho como un demonio, apenas te fuiste. No se podía hablar con él; ni razonar. Se peleó con todos y ha escandalizado a todos en la casa de Elisa.
Bartolomé, tratando de excusarlo al ver que el rostro de Jesús se ha puesto enérgico, dice:
– Tal vez se puso celoso porque te trajiste a Simón…
Pedro replica:
– No es cuestión de celos. Deja de excusarlo. O me peleo contigo por no haber podido desahogarme contra él. Pues, Maestro… Logré mantener la boca cerrada. ¡Piénsalo! ¡Estuve callado! Por obediencia y porque te amo. Pero… ¡Vaya que me costó! Después de que Judas salió golpeando las puertas… Nosotros pensamos que era mejor irnos para evitar que le diésemos una tunda de bofetadas. Y Bartolomé y yo, nos salimos antes de que regresase… Porque sentía que no podía aguantarme más.
Jesús contesta:
– Hiciste bien. Como también los demás.
– ¿También Judas? ¡Oh, no Señor mío! ¡No lo digas! Dio un espectáculo indigno.
– Él no hizo bien, pero no lo juzgues.
– …No, Señor… -el ‘No’ le sale a Pedro con un gran esfuerzo.
Se hace un silencio…
Y luego Pedro pregunta:
– Pero… ¿Puedes decirme al menos, porqué Judas de repente se ha vuelto así? ¡Parecía haberse hecho tan bueno! ¡Estábamos tan bien!… De mi parte he ofrecido oraciones y sacrificios para que continuase así… Porque no puedo verte afligido… A partir de las Encenias aprendí que hasta una cucharada de miel tiene valor. Y esta verdad la aprendí del discípulo más pequeño… No la olvidé porque he visto sus frutos y comprendí que hay que amarte no solo con palabras; sino salvando las almas con nuestro sacrificio para darte alegría… Pero Señor, dime ¿Por qué Judas ha cambiado tanto, así?
– Ya no te preocupes de ello… Vamos a descansar, porque vamos a salir al anochecer…
Al día siguiente, van caminando a través de la llanura. Son las primeras horas de la mañana y…
– ¡No veo la hora de llegar a los montes! -exclama Pedro bufando y secándose el sudor que le corre por las mejillas y el cuello.
Judas, cuyo temor de verse descubierto se ha desvanecido; ha vuelto a ser el mismo autoritario y petulante sobre todos los apóstoles.
Con mucho sarcasmo pregunta:
– ¿Cómo? ¿A ti que antes no te gustaban, ahora sí?
– ¿Y qué quieres? Ahora si los busco. En estos calores es lo mejor. Pero nunca como mi mar… ¡Ah, ese!… –Pedro suspira- No comprendo por qué los campos son más calientes después de la siega. El sol siempre es el mismo y…
Mateo responde con su sentido común:
– No es que sean más calientes. Es que son más tristes y se cansa uno al verlos así, más que cuando tienen todavía la mies.
Santiago de Zebedeo replica:
– No. Simón tiene razón. Son insoportablemente calientes después de la siega. Jamás había sentido tanto calor.
Judas dice:
– ¿Jamás? ¿Y dónde pones el que sentimos en la casa de Nique?
Andrés le responde:
– Jamás como éste.
Judas insiste:
– ¡Apuesto que no! Hace cuarenta días que el verano está encima y por eso el sol quema.
Bartolomé dice con tono grave:
– Es un hecho que el rastrojo despide más calor que los campos con espiga. El sol que antes se abatía sobre las espigas; ahora lo hace directamente contra el suelo desnudo y caliente. Y por eso reverbera su calor hacia arriba. Y el hombre se encuentra en medio de dos fuegos…
Iscariote se ríe con ironía y le presenta sus respetos diciendo:
– Rabí Nathanael, te saludo y te agradezco tu docta lección. –sus palabras son mordaces, lo mismo que su voz.
Bartolomé lo mira, pero no dice nada.
Felipe dice muy serio:
– No hay porqué burlarse. Es como él lo dijo. No podrás negar una verdad que miles de cabezas con buen sentido, han dicho que así es.
Judas explota:
– ¡Claro que sí! ¡Claro que sí! Sé muy bien que sois de los doctos; de los expertos; de los sensatos; de los buenos; de los perfectos… ¡Sois todo! ¡Todo! ¡Tan solo yo soy la Oveja Negra de la blanca manada!…
¡Sólo yo soy el cordero bastardo! ¡El oprobio que se ve y tiene cuernos de cabro!… ¡Sólo yo soy el Pecador; el Imperfecto; la causa de todo el mal que existe entre nosotros; en Israel; en el mundo… y tal vez hasta en las estrellas! ¡No puedo más!
No puedo ver que yo sea el último. Ver que nulidades tan grandes como esos dos necios, que están hablando con el Maestro; sean admirados como dos santos oráculos. Estoy cansado de…
Con las mejillas rojas por la indignación, Pedro empieza a decir:
– ¡Oye muchacho!… – pero no termina porque…
Judas Tadeo lo interrumpe:
– ¿Mides a los demás con tu medida? Trata tú de ser una nulidad como son mi hermano Santiago y Juan de Zebedeo. Y te aseguro que ya no habrá imperfecciones en nuestro grupo de apóstoles.
Judas replica:
– ¡Esto es lo que yo estaba diciendo! ¡Que la imperfección soy yo! ¡Oh! ¡Es demasiado! ¡Es…!
Tomás interviene:
– También yo lo creo. Porque demasiado fue el vino que nos hizo beber José… Y con este calor hace daño… Tan solo quieres burlarte… -tratando de que la disputa se convierta en un chiste.
Pero Pedro, a quien ya se le acabó la paciencia; con los dientes apretados y los puños cerrados, dice:
– Oye muchacho. Una sola cosa te aconsejo. Sepárate un poco de nosotros…
– ¿Yo? ¿Separarme yo? ¿Por qué tú lo mandas? Tan solo el Maestro puede darme órdenes. Solo a Él obedezco. ¿Quién eres tú? Un pobre…
– Pescador, ignorante, vulgar, inútil para cualquier cosa. Tienes razón… Soy el primero en decírmelo. Y ante nuestro Yeové Omnipresente y Omnividente digo que preferiría ser el último y no el primero. Digo que quisiera verte o a cualquier otro en mi lugar. Pero más que todo a ti, para que te vieses libre del monstruo de los celos, que te hace tan duro. Y no tuvieses que obedecer, sino que yo lo hiciese…
Créeme que me costaría menos trabajo hablarte como al ‘primero’, que ahora. Creo que necesitas reflexionar… Te encontrabas a tus anchas solo, como lo hiciste desde Beter hasta el valle. Continúa haciéndolo… El Maestro va a la cabeza. Tú a la cola. En medio nosotros. Los ‘nada’… No hay nada mejor para comprender y calmarse, que estar solos… Acepta mi consejo. Es mejor para todos y sobre todo, para ti. –lo toma del brazo y lo saca fuera del grupo.
Lo lleva hasta atrás. Separándolo como veinte metros, se detiene y le ordena en voz firme, mientras lo mira fijamente:
– Quédate allí, mientras nosotros damos alcance al Maestro y luego… vente despacio. Mucho muy despacio… Y verás que se te pasa, a ti el berrinche… Y a nosotros… el temporal.
Lo deja plantado y se une a sus compañeros que van adelante unos diez metros. Cuando los alcanza dice:
– ¡Uff! He sudado más hablándole que caminando. ¡Qué tipo! ¿Se podrá sacar algo bueno de él?
Judas Tadeo le responde:
– No lo creo, Simón. Mi hermano se obstina en conseguirlo… Pero… de él no se sacará nada bueno.
Andrés dice en voz baja:
– Con él… ¡Es un buen castigo el que se nos ha venido encima! Juan y yo casi le tenemos miedo. Y nos callamos para no discutir.
Bartolomé dice:
– Es lo mejor que podéis hacer.
Tadeo confiesa:
– Yo no logro hacerlo.
– Yo muy mal… Pero he encontrado el secreto. –dice Pedro.
Todos le preguntan:
– ¿Cuál es? ¡Dínoslo!…
– Trabajando como un buey que tira del arado. Un trabajo tal vez inútil… Pero que me ayuda a no echar contra Judas, todo lo que me bulle por dentro.
Santiago de Zebedeo dice:
– ¡Ah! ¡Ahora comprendo por qué hiciste aquel destrozo de arbustos, cuando bajábamos hacia el valle! Por esto, ¿No es verdad?
– Exacto… pero hoy no tenía por aquí, nada que romper, sin causar algún daño. No hay más que árboles frutales y sería un pecado atacarlos. Me he cansado más con vencerme. Me duelen los huesos.
Bartolomé y Zelote hacen el mismo gesto y dicen cariñosamente casi al mismo tiempo a Pedro:
– ¿Y te sorprendes de que Él te haya hecho el primero entre nosotros?
– Eres un maestro…
Pedro los mira sorprendido y dice:
– ¿Yo? ¿Por esto? ¡Tonterías!… soy un pobre hombre… Sólo os pido que me ayudéis con vuestros doctos consejos. Con vuestras ideas cariñosas y sencillas… ¡Amor y sencillez! Para que sea como vosotros… y sólo por amor a Él, que ya bastantes aflicciones tiene ya consigo…
Mateo confirma:
– Tienes razón. Por lo menos nosotros no hay que dárselas.
Tomás pregunta:
– Yo estuve muy preocupado cuando lo mandó llamar Juana. ¿Vosotros no sabéis nada?
Pedro responde:
– ¡Claro que no! Pero sospechamos que ese que nos sigue… ¡Habrá hecho una buena fechoría!
Tadeo confiesa:
– ¡Chitón! Lo mismo pensé al escuchar al Maestro el sábado…
Santiago de Zebedeo agrega:
– Igualmente yo…
Tomás exclama:
– ¡Vamos! No me lo habría imaginado, ni siquiera cuando vi a Judas tan negro aquella tarde. Y tan grosero, si es que así puede decirse.
Pedro concluye:
– Bueno. No hablemos más de eso y procuremos hacer que se haga mejor con nuestro cariño, con nuestros sacrificios. Como nos enseñó Marziam.
Andrés pregunta sonriendo:
– ¿Qué estará haciendo ahora?
– ¡Bah!… Pronto estaremos son él. No veo la hora. Estas separaciones me cuestan mucho.
Santiago de Zebedeo dice:
– No entiendo por qué el Maestro lo separó de nosotros. Ya no es un niño. Ni está endeble.
Felipe agrega:
– El año pasado caminamos mucho con él. Ahora que ha crecido más, con mayor razón podría hacerlo.
Mateo advierte.
– Yo me imagino que es para que no asista a ciertas tonterías.
Tadeo refunfuña:
– Y que no se junte con ciertos tipos… -Porque realmente no soporta a Iscariote.
Pedro dice reflexivo:
– Tal vez vosotros dos tenéis razón…
Tomás asegura:
– ¡Eso no! Tal vez solo quiere que se haga más fuerte. Veréis que el año próximo nos acompañará.
Bartolomé pregunta pensativo:
– ¡El año que entra! ¿Estará todavía el año próximo el Maestro con nosotros? Sus discursos… me parecen que…
Los demás le ruegan:
– ¡No lo digas!
– No quisiera decirlo. Pero el no decirlo no sirve para desterrar lo que ha sido predeterminado.
Pedro responde:
– Entonces… Con mayor razón debemos tratar de ser mejores en estos meses; para no causarle ningún daño y estar listos. Quiero pedirle que ahora que descansemos en Galilea, nos instruya mucho a nosotros Doce… Dentro de poco llegaremos.
Bartolomé confiesa:
– Y no veo la hora. Ya estoy viejo y las caminatas con este calor, me causan muchas incomodidades.
Mateo comenta:
– También a mí. Fui un vicioso y soy más viejo de lo que se puede pensar, si se tienen en cuenta los años… las crápulas… Ahora todo lo sufro en los huesos…
Zelote agrega:
– ¿Y yo? Estuve enfermo por años… Y aquella vida en las cuevas, con poca comida y miserable… ¡Todo se deja ver ahora!…
La voz de Judas los sobresalta a todos:
– Pero siempre has dicho que desde que te curó, te has sentido siempre fuerte… –a sus espaldas, pues ya se les juntó. Y con su inseparable ironía agrega – ¿Ya se te acabó tan pronto el efecto del milagro?
Mentalmente, Simón implora: “Señor ven aquí y dame paciencia” Pero con una cortesía exquisita, responde a Judas:
– No. No ha terminado el efecto del milagro. Y todos pueden verlo, no he vuelto a enfermarme. Me siento fuerte, duro. Pero los años son años y las fatigas, fatigas. Y luego estos calores que nos hacen sudar como si estuviéramos metidos en un horno.
Y las noches tan heladas que nos congelan el sudor en la espalda, mientras el rocío vuelve a humedecer nuestros vestidos empapados por el sudor; es claro que estos cambios no me hacen bien. Por eso no veo la hora en que podamos descansar un poco. Por la mañana sobre todo, cuando dormimos bajo las estrellas, estoy hecho una piedra por lo duro. Si me enfermo, ¿Para qué sirvo?
Andrés le responde:
– Para que sufras. Él dice que el sufrimiento vale igual que el trabajo y la Oración.
– Es cierto. Pero preferiría servirle como apóstol y…
Judas de Keriot dice:
– Y también estás cansado. Confiésalo. Estás cansado de continuar con esta vida sin perspectiva de horas mejores. Antes bien, viendo cómo se echan encima las persecuciones y las derrotas. Y empiezas a reflexionar que corres el peligro de volver a ser proscrito.
– No reflexiono nada. Lo que digo es que me siento mal.
Judas contesta con una sonrisa cargada de ironía:
– ¡Oh! ¡Cómo te curó una sola vez!…
Bartolomé presiente otra agria discusión y la evita llamando a Jesús:
– Maestro, ¿No nos toca nada a nosotros? Siempre vas adelante…
Judas se queda mohíno y pensativo… Y cesa en sus intentos de querer molestar a los demás.
Más tarde, busca la oportunidad de estar a solas con Jesús y le dice:
– Tenme contigo. No quiero errar más para no causarte dolor ni a Dios; ni a Ti…
Eso es todo.
Pero es más que suficiente para que el Maestro lo abrace con amor…
Cuando llegan las horas de más calor, se detienen a descansar a la sombra de una tupida arboleda y junto a un arroyo. Después de haber orado, ofrecido y bendecido los alimentos, comen y conversan. Sombra, frescura, silencio en las horas en que arde más inclemente el sol. Y que invitan a dormitar. Todos se acomodan a su gusto en el verde pasto y a la sombra de los árboles…
Jesús se sienta apoyando su espalda contra el tronco de un árbol y se interesa en los insectos que vuelan sobre las flores. En un determinado momento, hace una señal a Juan, a Judas de Keriot y a Bartolomé que están despiertos. Y cuando éstos llegan junto a Él, los invita a observar un pequeño drama de la naturaleza.
Los tres apóstoles se sientan alrededor y escuchan atentos a su Maestro que dice:
– Ved este pequeño insecto y observad el trabajo que está realizando… Está recogiendo polen y mientras lo hace, coopera a la fecundación de las plantas…
Jesús da una enseñanza sobre la razón y el instinto… En el transcurso, se han levantado los demás y asisten a la lección…
Para finalizarla, Jesús dice:
– … El insecto no es responsable si comete una mala acción, porque está siguiendo su instinto. El hombre sí lo es. El hombre goza de una inteligencia superior y tanto lo será, cuanto más comprenda las cosas de Dios. Por esto el hombre es más responsable de sus acciones.
Bartolomé dice:
– Entonces Maestro. Nosotros a quienes adoctrinas, tendremos mayor responsabilidad.
Jesús responde:
– Muy grande. Y mayor la tendréis en lo futuro, cuando se realice el Sacrificio y venga la Redención. Y con ella la Gracia que es fuerza y luz. Después de ella vendrá quién os dará mayores fuerzas para querer… Quien no quisiere, tendrá que responder, ¡Y en qué forma!
– Entonces muy pocos serán los que se salven.
– ¿Por qué Bartolomé?
– Porque el hombre es muy débil.
– Pero si robustece su debilidad confiando en Mí, se hace fuerte. ¿Creéis que no comprendo Yo vuestras luchas? ¿Qué no compadezco vuestras debilidades? Ved. Satanás es como una araña que está tejiendo su tela de esta ramita a aquella flor. ¡Tan sutil, tan engañosa! Ved como brilla el hilito, parece de plata. Parece una filigrana impalpable. En la noche no se le puede ver. Cuando el alba nace, brillará como una piedra preciosa.
Y las moscas imprudentes que vuelan por la noche en busca de alimento; caerán atrapadas en la telaraña y también las maripositas que se sienten atraídas por lo que brilla…
¡Pues bien! Mi amor hace con Satanás, lo que hace ahora mi mano que destruye la tela. Mirad como la araña huye y se esconde. Tiene miedo del más fuerte. También Satanás tiene miedo del más fuerte. Y el más fuerte es el amor.
Pedro, que siempre saca conclusiones de todo, pregunta:
– ¿No sería mejor acabar con la araña?
– Sería mejor. Pero esa araña no hace más que cumplir con lo que debe. Es verdad que mata a las pobres maripositas tan bonitas; pero acaba también con muchas moscas feas que acarrean enfermedades y contaminan a los sanos y a los vivos.
Zelote pregunta:
– ¿Pero en nuestro caso qué cosa hace la araña?
Jesús contesta:
– ¿Que qué hace Simón? Hace lo que hace la buena voluntad en vosotros. Destruye las vacilaciones; la flojedad; la vana presunción. Os obliga a que estéis vigilantes. ¿Qué cosa es la que os hace dignos de premio? La Lucha y la Victoria.
¿Podéis conseguir la Victoria si no tenéis la Lucha? La presencia de Satanás hace que se vigile continuamente. El amor por su parte, hace que su presencia no sea tan dañina. Si os quedáis cerca del Amor, Satanás os tentará; pero no podrá haceros daño en realidad.
– ¿Nunca?
– Nunca. Ni en las cosas pequeñas, ni en las grandes. Veamos una cosa pequeña: te aconseja que tengas cuidado de tu salud. Un consejo engañoso para poderte separar de Mí. El Amor te tiene junto conmigo, Simón. Y tus dolores dejan de existir aún ante tus ojos.
– ¡Oh, Señor! ¿Lo sabes?
– Sí, pero no pierdas tu valor. ¡Ea! ¡Arriba! El amor te dará tantas fuerzas, que es el primero en reírse de ti, que tiemblas por causa de tus reumas…
Jesús sonríe al avergonzado apóstol. Lo abraza para consolarlo. Y aún en medio de la sonrisa de Jesús, hay dignidad.
Los demás también se ríen.
Jesús mira a Judas y su sonrisa se hace más grande… Con su sonrisa le muestra su felicidad, para darle un estímulo en su intento de regresar a Dios… Porque aún este tenue deseo, que persiste como una flor en su corazón desierto; hace que el Padre Celestial le mire con ojos benignos a este discípulo al que ama y que sabe que no puede salvar… Pese a todos sus esfuerzos.
Jesús lo sabe… Y suspira profundo…
¡La mirada de Dios posada sobre un corazón!
Es necesario un tacto infinito para curar los corazones.
Y Jesús, manteniendo a Judas cerca de Sí, quiere enseñarles a los demás, el arte de redimir y de ayudar a quien se redime. Jesús debe ser feliz; para dar al desgraciado apóstol aún este medio para levantarse…
El acicate de la alegría del Maestro, al ver que regresa a Él…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
95.- TESTIMONIO APOSTOLICO
El sábado en la casona de Antioquía, se han reunido toda la familia de Filipo y los siervos; junto con todos los habitantes de Antigonia, Síntica y Juan de Endor.
Filipo ha pedido a los apóstoles que antes de irse les dirijan el Mensaje del Maestro de Nazareth y el primero que empieza a hablar es Pedro:
– Me dijisteis que en la Pascua oísteis que algunos hablaban con fe y otros con desprecio de Maestro. Y también me dijisteis que por la gran fidelidad que sentís por la casa de Lázaro pudisteis resistir a la mala impresión que os trataron de causar los grandes de Israel.
Pero ser docto, no quiere decir ser santo, ni poseer la verdad. Y la Verdad es ésta: Jesús de Nazareth es el Mesías Prometido. El Salvador de quién hablan los Profetas, el último de los cuales duerme en el seno de Abraham, después del glorioso martirio que sufrió por causa de la justicia. Juan Bautista dijo y aquí hay algunos que lo oyeron: “He aquí al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”
Entre los más humildes, como los que están aquí presentes y que oyeron sus palabras, creyeron en ellas; porque la humildad sirve para llegar a la Fe. Pero difícilmente los soberbios son capaces de desprenderse de los fardos que cargan y aunque oigan, no escuchan y aunque vean, no reconocen. Dios siempre premia el saber creer, aun contra todas las apariencias. Os exhorto pues a ser humildes y a tener un fe pronta, para que forméis parte del ejército del Señor que conquistaréis el Reino de los Cielos…
Pedro hace una señal a Simón Zelote y éste continúa:
– No hemos venido aquí a juzgar a Jerusalén; nos lo prohíbe la caridad, que es la virtud principal. No miremos los corazones de los demás; sino el nuestro y llenémoslo de esa fe de la que habló Simón Pedro. Y vistámonos de fiesta, porque en el Mesías está consumada nuestra esperanza. El Mesías, el Santo de Dios está verdaderamente entre nosotros, para que nuestras tierras y nuestros valles canten un hosanna al Hijo de David, al Altísimo que ha enviado a su Verbo, como lo había prometido a los patriarcas y a los profetas.
Yo que os hablo era un leproso condenado a morir en una muerte cruel; rodeado por la soledad, cual si fuera una fiera. Alguien me dijo: “Ve al Rabbi de Nazareth y te curarás” Tuve fe y fui. Me curé no solo en el cuerpo, sino tambien en el corazón. De este modo, no me veo más separado de los hombres y al no odiar, tampoco de Dios.
De proscrito, rebelde y enfermo; me convertí en siervo del Mesías con un corazón nuevo. Me llamó a la misión de ir entre los hombres, para que los amara en su Nombre y para que los instruyese en lo único que es necesario saber: Que Jesús de Nazareth es el Salvador y que son bienaventurados los que crean en Él.
Zelote voltea y mira a Santiago de Alfeo y éste prosigue:
– Soy pariente del Nazareno. Mi padre y el suyo fueron hermanos carnales. Pero no puedo llamarme hermano, sino siervo; porque la paternidad de José el hermano de mi padre, fue una paternidad espiritual nacida del corazón.
Y os digo que en verdad, el Verdadero Padre de Jesús nuestro Maestro, es el Altísimo a quién adoramos.
Él ha querido que su divinidad una y trina, se encarnase en la Segunda Persona y viniera a la Tierra a encarnarse en el seno purísimo de la Virgen de Israel; permaneciendo siempre unida a los que viven en el Cielo.
Porque Dios, el Infinitamente Poderoso puede hacerlo y lo hace por el amor que tiene para sus creaturas.
Jesús de Nazareth es nuestro hermano, porque nació de una mujer y es como uno de nosotros. Es nuestro Maestro, porque es el sabio por excelencia. Es la Palabra misma de Dios que ha venido a hablarnos, para que pertenezcamos a Dios. Es nuestro Dios, siendo una sola cosa con el Padre y el Espíritu Santo con quienes siempre está unido por el Amor, por el Poder y por la Naturaleza Divina.
Estas cosas que el Justo José que fue mi pariente pudo conocer, sean vuestra herencia. Cuando el mundo trate de arrebatárselos al decir que “Es un hombre cualquiera”, contestad: ‘¡No! Es Dios el Hijo de Dios. Es el Retoño del tronco de Jesé.
Es la Estrella de Jacob. Es la Vara que se yergue en Israel. Es el Dominador.” No permitáis que os hagan cambiar de opinión. Esto es la fe.
Santiago mira a Andrés y con un gesto le cede la palabra.
El siempre tímido Andrés parece convertirse en un gigante, cuando su cara se ilumina y sus palabras resuenan vigorosas como una campana…
Andrés confirma y dice:
– Efectivamente, esto es la Fe. Yo soy un pobre pescador del lago de Galilea. En las noches silenciosas cuando pescaba, monologaba así: ‘¿Cuándo vendrá? ¿Viviré todavía? Según la profecía faltan muchos años…’ Para el hombre, unas cuantas decenas de años son siglos. Y me preguntaba a mí mismo: ‘¿Cómo vendrá? ¿A dónde llegará? ¿De quién?’ Mi ignorancia humana me hacía imaginar gloria de reyes, palacios regios, cortejos, trompetas, poder y majestad. Y me decía: ‘¿Quién podrá mirar a este gran Rey?’ Me lo imaginaba más formidable que el Mismo Yeové en el Sinaí…
Me decía yo: “Los hebreos vieron que en el monte había truenos y relámpagos. Y no quedaron reducidos a ceniza, porque el Eterno estaba detrás de las nubes. Pero nosotros lo miraremos con nuestros ojos mortales y moriremos…”
Yo era discípulo del Bautista. Cuando no tenía que pescar, iba a verlo con otros compañeros. Era un día como éste con su luna… Las riberas del Jordán rebosaban de gente que se estremecía bajo las palabras del Bautista. Yo había visto a un hermoso joven, pausado que venía por un sendero. Su vestidura era sencilla y su mirada dulce. Parecía como si pidiera amor, como si lo diera. Por un instante sus ojos azules se posaron en mí y experimenté algo inaudito. Algo así, como si acariciaran mi alma. Fue como si un ángel me hubiese tocado y por un momento me sentí tan lejano de la tierra y tan diverso que dije: ¡Voy a morir! ¡Dios está llamando mi alma!
Pero no morí y me quedé extático, contemplando a aquel joven desconocido que había puesto sus ojos sobre el Bautista. Y que cuando Juan lo sintió, se volvió, corrió hacia Él. Hablaron entre sí y como la voz de Juan era un continuo retemblar, pudimos comprender lo que decía, pues deseábamos con todo el ansia saberlo.
Mi corazón me decía que no era igual que todos los demás. Entre sí se dijeron: ‘Debes bautizarme’… ‘Por ahora hagamos así. Hay que cumplir con todo lo prescrito…’
Juan había dicho antes: “Vendrá quién no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias.” Y también había dicho: “En medio de vosotros. En medio de Israel; hay alguien a quien no conocéis. Tiene en sus manos el ventilador. Limpiará su era y quemará las pajas con un fuego que jamás se apaga.”
Tenía ante mí a un bello joven del pueblo; de aspecto suave y humilde. Y con todo sentí que era Él, a Quien ni el Santo de Israel, el último Profeta, el Precursor, era digno de desatar su calzado. Pensé que Era a quién no conocíamos. Pero no sentí miedo.
Más bien, cuando Juan después del trueno terrible de Dios; después del grandísimo resplandor de la Luz en forma de una hermosa paloma, dijo: “He aquí al Cordero de Dios…” Y yo grité en medio de mi corazón que rebosaba de alegría al contemplar a ese joven de dulce y humilde aspecto: “¡CREO!” Y por esta Fe soy su siervo… Si la tuviereis, tendréis paz y consuelo…
Andrés mira a Mateo y con su mirada le dice: “¡Mateo, ahora te toca a ti proclamar las maravillas del Señor!”
Y Mateo dice:
– Yo no puedo hablar como Andrés. Él siempre ha sido un hombre recto y yo era un pecador. Por esto mis palabras no resuenan con el tímpano de la alegría, pero sí tienen la esperanza de un Salmo.
Yo era realmente un gran pecador. Mi vida transcurría en medio del error. La corteza de mi insensibilidad había aumentado y con ella me sentía contento. Sólo cuando algún fariseo o el sinagogo, me echaban en cara mis errores y me decían que algún día me presentaría ante el Juez Inexorable, sentía un poco de temor… Pero tornaba a decirme: “¡Qué importa! ¡Ya estoy condenado! Démosle rienda suelta a todo lo que queramos… ¡Oh, cuerpo mío!” Y cada vez me hundía más en el abismo del pecado.
Hace dos primaveras que un Desconocido llegó a Cafarnaúm. Y para mí también lo era, cómo para todos los que ignoraban su misión. Pocos lo conocían. Éstos a quienes estáis viendo y otros pocos. Me atrajo su aspecto viril y al mismo tiempo casto. Esto último fue lo que más me impresionó. Veía que era un hombre austero, pero que siempre estaba pronto a hacer caso a los niños. Algo así como las abejas que van en busca de las flores. En los juegos de los niños encontraba su placer… También me llamó la atención su poder. Hacía milagros y me dije: “Es un exorcista. Un santo” Pero me sentía muy avergonzado ante Él… Y trataba de huir de su Presencia…
Él me buscaba. O al menos así me lo parecía. No pasó ni una vez cerca de mi banco, sin que me mirara con esa mirada dulce y en cierto punto hasta triste. Y cada vez mi conciencia se estremecía y sentía que despertaba de su sopor.
Cómo la gente alababa mucho sus palabras, tuve deseos de oírlo. Y un día me escondí detrás de la esquina de una casa y oí que hablaba de que la caridad, atrae el perdón de nuestros pecados y desde aquella tarde, en mi corazón nació el deseo de que Dios perdonara mis pecados. Yo hacía cosas en secreto… Pero Él sabía que era yo, porque Él como Dios, lo sabe todo. Otra vez, lo oí explicar el capítulo 52 de Isaías y decía que en su reino, en la Jerusalén Celestial, no habrá inmundos, ni incircuncisos del corazón. Y prometió que esta ciudad celestial, de la que habló tantas bellezas, que sentí nostalgia de ella; sería para todo el que a Él viniera.
Y la siguiente vez, su mirada ya no fue de tristeza, sino de llamamiento y de orden. Me atravesó el corazón y vi el estado de mi alma. La cauterizó. Tomó en su puño mi pobre alma enferma. La taladró con su amor que no espera… Y me encontré de repente con un alma nueva. Y fui a Él arrepentido y confiado… No esperó a que yo le dijese: ¡Señor, ten piedad! Se me quedó mirando y me dijo: ¡Sígueme!…
Él venció a Satanás, dentro de mi corazón de pecador. Que lo sepa todo aquel que se sienta turbado dentro de su corazón. Él es el Salvador al que no hay que esquivar. Al contrario, entre más pecadores nos sintamos, tanto más hay que acudir a Él con humildad. Con arrepentimiento…
Santiago de Zebedeo, ahora es tu turno…
Santiago dice:
– También Yo estuve con Andrés en el Jordán. Pero yo lo vi, hasta que las palabras del Bautista nos lo señalaron. Al punto creí y cuando se fue, después de su maravillosa manifestación, me quedé como quién después de haber contemplado el sol en su zenit, se le encierra dentro de una oscura cárcel. Me moría por encontrar el sol. El mundo estaba sin luz, después que apareció la Luz de Dios y se me había desaparecido.
Estaba solo entre los hombres. Cuando comía me sentía con hambre. Nada me atraía, ni dinero, ni cariños, ni trabajo. Todo me parecía vacío, opaco, oscuro sin Él. Y lloraba como el niño que ha perdido a su madre. Mi alma suplicaba: ¡Regresa, Cordero del Señor! ¡Oh, Altísimo, así como enviaste a Rafael para que guiase a Tobías, manda a tu ángel para que me lleve a encontrarle…!
Pasaron muchos días que para mí fueron como siglos… Apresaron a Juan y lo vi venir un día por el camino que viene del desierto. No lo reconocí al punto.
Simón de Jonás, ha dicho que son necesarias la fe y la humildad para reconocerlo. Simón Zelote ha confirmado la absoluta necesidad de la Fe, para reconocer en Jesús de Nazareth, al que está en el Cielo y en la Tierra. Simón Zelote tuvo necesidad de una gran fe, dado el estado miserable de su penosa enfermedad. Por eso ha afirmado que la Fe y la esperanza son indispensables, para alcanzar al hijo de Dios.
Santiago el hermano del Señor, ha mencionado el poder de la fortaleza para conservar lo que se ha encontrado. La fortaleza que impide que las asechanzas del demonio y de Satanás, aplasten nuestra fe.
Andrés ha dicho que es necesario conjugar la Fe con una santa sed de justicia, tratando de conocer y retener la verdad, defendiéndola; no por orgullo humano de ser doctos, sino por el deseo de conocer y amar a Dios. Quien se instruye en la Verdad, encuentra a Dios.
Mateo, en otro tiempo pecador. Nos ha mostrado cómo es necesario despojarse de los sentidos por un reflejo de Dios que es Pureza Infinita. Lo que más llamó la atención a Mateo, cuando todavía estaba envuelto por el pecado, fue la ‘casta virilidad’ del Desconocido que se había presentado en Cafarnaúm. Como primer paso se abstuvo de todo lo que no estaba bien. Y de este modo limpió el camino para llegar a Dios y a la resurrección de la virtud en su corazón. De la continencia, pasó a la misericordia y de ésta a la contrición. Cuando Dios le dijo: ‘Sígueme’ él dijo ‘Voy’ pero ya su corazón había dicho primero ‘Voy’ y el Salvador lo había estado llamando desde la primera vez que la virtud del Maestro llamó su atención.
Imitad para evitar el mal y encontrar el Bien. Por mi parte les digo que cuanto más el hombre se esfuerza en vivir para el espíritu, se prepara mejor para reconocer al Señor; para lo cual la vida angelical sirve muchísimo.
Entre nosotros los discípulos, Juan fue el que lo reconoció inmediatamente, pese a la ausencia y por la virtud con la que se encuentra dotado. Aun cuando Jesús había hecho una gran penitencia y su rostro estaba demacrado, lo reconoció mejor que Andrés. Por lo cual yo os digo: ‘Sed castos, para que podáis reconocerlo’
Santiago mira a Judas Tadeo y el apóstol sonríe…
Tadeo prosigue:
– Sí. Sed castos para poder reconocerlo; pero también para poderlo conservar en vosotros con su sabiduría y con su amor. Isaias dijo: “No toquéis lo que es impuro… Purificaos vosotros, quienes cargáis los vasos del Señor.” En realidad cualquier alma que se hace discípulo, es semejante a un vaso lleno del Señor y el cuerpo en el que está, es cómo el que carga el vaso sagrado. Y no puede estar Dios dónde hay impureza.
Mateo dijo cómo el Señor ha dicho que nada inmundo o profano habrá en la Jerusalén Celestial. Es menester no ser inmundos acá abajo, ni alejarse de Dios; para poder entrar. Infelices los que dejan todo para la última hora en que esperan arrepentirse. No siempre tendrán tiempo de hacerlo. Así como los que ahora lo calumnian, no tendrán tiempo de crearse un corazón propio para el momento de su triunfo y no gozarán de sus frutos.
Tanto los que esperan, como los que temen ver en el Rey santo y humilde a un monarca terrenal, no estarán preparados para aquella hora. Se verán envueltos en el engaño, desilusionados por lo que se habían imaginado, pues Dios no piensa como ellos.
La humillación de ser Hombre, pesa sobre Él. Esto debemos recordarlo. Isaías dice que todos nuestros pecados pesan sobre la Persona Divina que se ha revestido de carne humana. Cuando pienso que el Verbo de Dios tiene junto a Sí, como una costra sucia, toda la miseria del Género Humano; siento una gran compasión y trato de comprender el sufrimiento que debe padecer su alma sin culpa.
Es como el asco que una persona sana sentiría al verse cubierta de todo lo sucio, de todo lo inmundo, de un leproso.
Verdaderamente que es el traspasado por nuestros pecados; el llagado con todas las concupiscencias del hombre. Su alma que vive entre nosotros, debe estremecerse ante toda la miseria que contempla. Y sin embargo Él no dice nada. No abre su boca para decir: “Me causáis asco”
La abre sólo para decir: “Venid a Mí, para que os quite vuestras culpas” Es el Salvador. Llevado de su infinita bondad ha querido ocultar su belleza, la que según dijo Andrés, si se hubiera aparecido tal como está en el Cielo, no habría convertido en cenizas. Más ahora se ha hecho atractiva, como la de un manso cordero, para que todos puedan acercarse a Él. Para que todos puedan salvarse.
Su estado de humillación durará hasta que cumplido su término de vivir entre los hombres pecadores, sea levantado sobre la multitud de los rescatados, en el triunfo de su santa realeza. ¡Un Dios que saborea la muerte, para salvarnos a la vida!
Que estas consideraciones os ayuden a amarlo sobre todas las cosas. Él es el Santo, puedo afirmarlo como Santiago también, pues crecimos junto con Él. Y afirmo que estaré siempre pronto a dar mi vida por proclamar esta fe, para que los hombres crean en Él y tengan la vida eterna.
Juan de Zebedeo, sólo faltas tú. Te toca hablar…
El joven Juan. El discípulo predilecto de Jesús, toma la palabra y dice:
– ¡Qué bellos son sobre los montes, los pies del mensajero que anuncia la felicidad y predica la salud! Del que dice a Sión: “Reinará tu Dios”
Hace dos años que estos pies caminan incansables por los montes de Israel llamando a sus ovejas para que formen la grey de Dios, confortando, sanando, perdonando, dando paz… Su Paz.
En verdad que me quedo asombrado de que los collados no revienten de alegría y cómo las aguas de nuestra patria no se estremezcan, al sentir la caricia de sus pies. Pero lo que más me asombra es el ver que no griten de alegría los corazones y que llevados por el júbilo no canten: ¡Sea Alabado el Señor! ¡El Esperado ha llegado! ¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor! El que derrama Gracias y bendiciones, paz y salud. Y llama a su Reino abriendo el camino, derramando amor con sus acciones, con su palabra, con su mirada, con su aliento.
¿Qué le pasa a este mundo para que esté ciego a la Luz que vive entre nosotros? ¿Qué lastres impiden a las almas que no vean esta Luz? ¿Qué montañas de pecado tiene sobre sí, para que esté tan oprimido, aplastado, ciego, encadenado, paralizado, de modo que queda inerte el Salvador?
¿Qué cosa es el Salvador? Es la Luz fundida con el Amor. Mis hermanos han alabado al Señor. Han traído a la memoria sus obras, han señalado las virtudes para poder llegar a Él.
Yo os digo: Amad. No hay virtud mayor, ni más semejante a su Naturaleza. Si amáis podréis practicar todas las virtudes sin fatiga; comenzando por la castidad. No será gravoso ser castos, porque amando a Jesús, a ningún otro ser amaréis inmoderadamente. Seréis humildes porque veréis en Él sus infinitas perfecciones. Creeréis, porque siempre se le cree al ser amado y sentiréis el dolor que salva: el arrepentimiento por los dolores causados y que Él no merecía. Y seréis fuertes. ¡Oh, sí! ¡El que está unido con Jesús es fuerte contra cualquier cosa! Os veréis llenos de Esperanza, porque no dudaréis de su Corazón que os ama, como sólo Él lo hace. Seréis sabios.
Amadle a Él, que anuncia la verdadera felicidad, que predica la salvación y que es incansable en reunir a sus ovejas, por sus senderos llenos de paz.
Existe su Reino que no es de este mundo, como en realidad existe Dios. Dejad cualquier camino que no sea el suyo y caminad hacia la Luz. No seáis como el mundo que no quiere verla. Que no quiere reconocerla y la rechaza. Dirigíos a vuestro Padre que es el Padre de las Luces; que es Luz ilimitada, por medio de su Hijo que es la Luz del mundo; para que podáis saber lo que es Dios en el abrazo del Paráclito, que es el brillar de luces en una sola beatitud de Amor, que une los Tres en Uno.
¡Oh, Infinito océano de Amor en donde la tempestad no existe y dónde no hay Tinieblas! ¡Acógenos! ¡A todos! ¡Tanto a los inocentes como a los que se han convertido! ¡En tu Paz! ¡Por toda la eternidad! ¡Para la gloria eterna de nuestro Señor Jesús, Salvador que ama al hombre, hasta el sublime aniquilamiento de Sí Mismo!
Juan, con los brazos abiertos, entrega a Dios a todas las ovejas que lo están escuchando…
Después de un prolongado silencio, donde los oyentes han quedado arrebatados junto con Juan que subiendo en las alas del Amor llevó su apasionamiento en la Oración…
Filipo pregunta:
– ¿Y Juan el Pedagogo, no va a hablar?
Pedro contesta:
– Os hablará siempre, cuando nosotros ya no estemos. Dejadlo que goce de su paz. Y dejadnos a nosotros, unos minutos para despedirnos de él…
Salen todos los demás y vuelven a quedar solos los diez… Reina un profundo silencio y todos están pálidos. Los apóstoles, porque saben lo que va a suceder y los discípulos porque lo presienten.
Pedro dice:
– Oremos… –Recita despacio el Pater Noster y luego pone las manos sobre las dos cabezas inclinadas de Síntica y Juan de Endor. Y agrega- Ha llegado el momento de despedirnos, hijos… ¿Qué queréis que diga al Señor en vuestro nombre? Pues Él estará ansioso de saber cómo os encontráis…
Síntica cae de rodillas, cubriéndose la cara con las manos y Juan de Endor la imita.
Pedro los acaricia y se muerde los labios intentando contenerse para no llorar…
Juan levanta su cara destrozada por un dolor desgarrador y dice sollozando:
– Comunicarás al Maestro que hacemos su Voluntad…
Y Síntica agrega:
– Y que nos ayude a realizarla hasta el final…
El llanto les impide decir nada más.
Pedro dice:
– Está bien. Démonos el beso de despedida. Este momento tenía que llegar… –Pedro no dice nada más, porque brota el llanto incontenible…
Síntica suplica:
– Bendícenos.
– No. Yo no. Mejor uno de los hermanos de Jesús.
– No. Tú eres el jefe. Los bendeciremos dándoles el beso.
Tadeo se arrodilla y dice:
– Bendícenos a todos. Tanto a los que partimos, como a los que se quedan.
Y los demás apóstoles también se arrodillan.
Pedro tiene la voz ronca por el llanto y pronuncia la Bendición Mosaica sobre todos los arrodillados. Luego se inclina y besa en la frente a Síntica, como si fuese su hermana. Levanta y abraza y besa a Juan de Endor y sale de la habitación mientras los demás se despiden de los discípulos que se quedan…
Afuera, ya los está esperando el carro.
Y Filipo los acompaña y los despide.
Dice a Pedro:
– Comunicarás al patrón que no se preocupe por los dos recomendados.
Berenice la esposa de Filipo, en voz baja dice a Zelote:
– Dile a María que me ha parecido sentir la paz de Euqueria desde que se hizo discípula. –Y añade en voz alta- Decid al Maestro, a María y a todos que los amamos…
Y se cruzan los saludos:
– ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Oh, no los veremos más! ¡Adiós hermanos! ¡Adiós!…
La carreta parte veloz y en el pavimento se oyen los cascos del caballo. Los dos discípulos corren hacia el camino. Pero la carreta ha dado la vuelta en la curva y ya no la ven… Ha desaparecido…
Dos gritos angustiados se cruzan en los dos que se miran con los ojos llenos de lágrimas:
– ¡Síntica!
– ¡Juan!
– ¡Estamos solos!
¡Dios está con nosotros!… Ven pobre Juan. El sol desciende y te puede hacer daño permanecer afuera. Ven. El viento está muy frío…
– El sol se me ha ocultado para siempre… Sólo en el Cielo volverá a levantarse…
Síntica lo abraza estrechamente, como si fuera una mamá amorosa. Entran a la sala donde estaban antes. Se sientan junto a una mesa y lloran con un llanto desgarrado y desconsolador…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
85.- SETENTA VECES SIETE
Jesús regresa con sus apóstoles, después de una gira evangelizadora, por los alrededores de Bethania.
Zelote dice:
– Fue una buena idea la de Salomón el barquero, ¿No crees Maestro?
– Sí. Fue una buena idea.
Judas dice desdeñoso:
– Pues yo no veo nada de bueno en esto. Nos dio lo que a él que es discípulo, no le sirve para nada. No hay porqué alabarlo.
Zelote contesta serio:
– Una casa siempre sirve para algo.
– Siquiera hubiera sido como la tuya. Pero, ¿Qué fue? ¡Una casucha apestosa!
– Eso es todo lo que tiene Salomón. –replica Zelote.
Pedro pregunta:
– Pero si durante tantos años a él no le ha pasado nada. Nosotros también podemos estarnos un poco. ¿Qué quieres? ¿Qué todas sean como la de Lázaro?
– No quiero nada. No veo la necesidad de este regalo. Si uno está allá; se puede estar mejor en Jericó. No hay más que unos cuantos kilómetros de distancia. Y para gente como nosotros que parecemos perseguidos. Obligados de ir de acá para allá, ¿Qué son unos cuantos Km?
Jesús interviene antes de que la paciencia de os demás se acabe, como se deja entrever:
– Salomón, en proporción a sus riquezas, ha dado más que todos, porque dio todo. Lo dio por amor. Lo dio para proporcionarnos un asilo, en caso de que la lluvia nos sorprendiese en esos lugares poco hospitalarios. Y sobre todo, por si llegase a suceder que la mala voluntad de los judíos fuese tan grande, que nos obligase a poner el río de por medio… Esto por lo que se refiere al regalo.
A mí me ha causado una gran alegría que un discípulo pobre y vulgar, pero muy fiel y lleno de voluntad, haya llegado a esta generosidad que muestra a las claras que tiene el deseo de ser siempre mi discípulo. En realidad estoy viendo que muchos discípulos, con las pocas lecciones que les di; os superan a vosotros que habéis escuchado tantas.
No sabéis sacrificar por Mí, sobre todo tú Judas, ni lo que os cuesta menos: el juicio personal. Tú eres terco en tu modo de pensar y nada te puede doblegar.
Judas responde:
– Tú dices que la lucha contra sí mismo es la más difícil…
– ¿Y con esto quieres darme a entender que me equivoco, diciendo que no es difícil? ¿O no es así? Tú has comprendido muy bien lo que he querido decir. Para el hombre. Y eso eres netamente tú. No tiene valor sino lo que puede venderse o comprarse.
El ‘juicio personal’ no se vende, ni se compra con dinero. A no ser que… que uno lo venda a alguien, esperando alguna utilidad. A la manera de un comercio ilícito, semejante al que el alma contrae con Satanás y hasta más vasto. Porque comprende además del alma, el pensamiento, el criterio o la libertad propia.
Dale el nombre que tú quieras. Existe también esta clase de desgraciados. Por el momento, no pensemos en ellos. Elogié a Salomón, porque veo todo el bien que hubo en su acción. Y basta con ello.
Dentro de poco Ermasteo podrá caminar sin ningún daño y Yo volveré a Galilea. Pero no vendréis todos conmigo. Una parte irá por Judea, para que regrese allá, con los discípulos judíos. De forma que todos estéis unidos para la Fiesta de las Luces.
Los apóstoles dicen entre sí:
– ¿Tanto tiempo?
– ¡Oh, no!
– ¿A quién le tocará?
Jesús escucha y responde:
– Tocará a Judas de Simón. A Tomás, Bartolomé y Felipe. Quiero que aviséis a todos los discípulos, para que se encuentren en la Fiesta. Por esta razón los buscaréis, los juntaréis y se los diréis. Los ayudaréis en todo y después me seguiréis; llevando con vosotros a los que hayáis encontrado y recomendando a otros que esparzan la noticia de que se reúnan.
Tenemos amigos en los principales lugares de Judea, nos harán el favor de avisar a los discípulos. Yo subiré a Galilea a lo largo del otro lado del Jordán. Recogeréis también a los que la otra vez no se atrevieron a venir. Los que quieran que se les instruya o necesiten algún milagro; que vengan. Porque luego se arrepentirá de no haberlo hecho. Los traeréis a Mí. Me quedaré en Aera, hasta que lleguéis.
Judas dice:
– Entonces es mejor que nos vayamos pronto.
– No. Partiréis la tarde anterior a la mía. Os quedaréis con Jonás en Getsemaní, hasta el día siguiente y luego partiréis por la Judea. De este modo podrás ver a tu mamá y ayudarla en estos tiempos de contratos comerciales.
– Ya aprendió a hacerlo por sí misma, desde hace años.
Pedro le pregunta con sorna:
– ¿No te acuerdas que el año pasado le fuiste indispensable para la vendimia?
Judas se pone colorado como un jitomate. Su cara se afea con la ira y la vergüenza.
Pero Jesús se adelanta a cualquier respuesta:
– Un hijo siempre sirve para ayudar a su madre y para consolarla. Después, hasta Pascua, no la verás otra vez. por esto, vete a hacer lo que te digo.
Judas no se revuelve contra Pedro; pero arroja su ira contra Jesús:
– Maestro, ¿Sabes qué debo decirte? Que me da la impresión de que quieres deshacerte de mí. Por lo menos alejarme, porque me crees sospechoso. Porque injustamente me crees culpable de algo y porque faltas a la caridad contra mí. Porque…
Jesús contesta con severidad:
– ¡Judas! ¡Basta!… Podría decirte muchas cosas. Tan solo te digo: “OBEDECE”
Jesús es majestuoso, al pronunciar estas palabras. Alto. Con ojos centelleantes en su rostro severo… Infunde un gran respeto.
Judas se atemoriza y se pone detrás de todos.
Mientras Jesús solo, se pone a la cabeza.
Entre el uno y el otro; el grupo mudo de los apóstoles…
Y de este modo, llegan a Bethania.
Al día siguiente…
Lázaro está semi-tendido en un triclinio, leyendo un pergamino… Jesús se asoma por el umbral de la sala blanca de la casa de Lázaro y dice:
– Lázaro amigo mío, te ruego que vengas conmigo.
Lázaro se levanta inmediatamente:
– Al punto, Maestro. ¿A dónde vamos?
– Por el campo. Quiero estar solo contigo.
Lázaro lo mira preocupado y le pregunta:
– ¿Tienes noticias tristes que darme en privado?
– Sólo quiero pedirte un consejo. Y ni siquiera el aire debe saber lo que hablemos. Manda traer el carro, porque no quiero que te canses. Cuando estemos en el campo, te hablaré.
– Entonces yo guiaré; de este modo ni siquiera el siervo oirá lo que hablemos.
– Es mejor así.
– Vengo al punto, maestro.
Lázaro va por el carro y Jesús se queda pensativo por unos momentos.
Luego sale al patio interior, en donde están los apóstoles.
– ¿A dónde vamos Maestro? –preguntan al ver que Jesús se pone el manto.
– A ningún lugar. Salgo con Lázaro. Esperadme aquí juntos. Pronto estaré de regreso.
Los Doce se miran entre sí, no muy contentos…
Lázaro llega en un carro muy veloz que viene cubierto.
El discípulo más pequeño pregunta:
– ¿Vas con el carro?
Jesús contesta:
– Sí. Para que Lázaro no se canse de sus piernas. Hasta pronto, Marziam. Pórtate bien. la paz sea con todos.
Sube al carro que patina sobre la grava de la calle y se van por el camino principal.
Tomás grita:
– ¿Vas a Aguas Hermosas, Maestro?
– No. Os vuelvo a repetir que seáis buenos.
El caballo parte con un buen trote. El camino que desde Bethania va a Jericó pasa por los campos que pronto empezarán a perder su follaje. Siguen hasta la llanura.
Jesús sigue pensativo y Lázaro no habla; tan sólo se ocupa de guiar el caballo. Cuando llegan hasta los viñedos, Jesús hace señales para detenerse.
Y Lázaro obediente. Lleva el caballo por una vereda que lleva a otro poblado…
Lázaro dice:
– Aquí estaremos más tranquilos que en el camino principal. Con estos árboles, nadie nos verá.
Y en realidad es así. Porque unos arbustos con follaje tupido impide que sean vistos. Se bajan del carro y Lázaro está de pie ante Jesús, esperando sus palabras.
Jesús dice:
– Lázaro, me veo obligado a alejar a Juan de Endor y a Síntica. Comprendes que la prudencia lo aconseja y también la caridad. Sería una prueba muy dolorosa para ambos que llegaran a percatarse de las persecuciones de que son objeto. Y podría provocar en uno de los dos, sorpresas muy amargas.
Lázaro dice:
– En mi casa…
– No. Ni siquiera en tu casa. Tal vez físicamente no se les tocaría, pero moralmente se les humillaría. El mundo es cruel. Hace pedazos a sus víctimas. No quiero que se pierdan estas dos fuerzas. Por esto voy a unir a mi pobre Juan con Síntica. Quiero que muera en paz y que no esté solo. Y que lleve la ilusión de que va a otras partes, no porque sea el ‘exgaleote’, sino porque es el discípulo prosélito, que puede ir a otras regiones a predicar al Maestro.
Síntica lo ayudará… Es una hermosa alma. Y será una gran fuerza en la Iglesia futura. ¿Me puedes decir a donde estaría bien enviarlos? ¿A dónde que sean útiles y que estén seguros?
– Maestro… yo… ¿Aconsejarte a Ti?
– No, no. Habla. Tú me quieres. Tú no traicionas. Amas a quien amo. Tú no tienes cabeza estrecha como los demás.
– Yo… Sí… Te aconsejaría que los enviases a donde tengo amigos… a Chipre o a Siria. Escoge. En Chipre tengo personas de confianza. En Siria… Tengo todavía una casita, de la que cuida un mayordomo que es más fiel que una oveja. ¡Nuestro viejo Felipe!
Si me lo permites; esos a quién Israel persigue y tú amas, podrán desde ahora considerarse mis huéspedes. Y estarán seguros allí… ¡Oh! ¡No es un palacio! Son la propiedad secreta de mi madre. Los jardines, los huertos de flores y los árboles de esencias raras… ¡Ella los amaba tanto!… Mi mamá.
¡Cuántas cosas buenas hacía con lo que producían! –Lázaro llora y luego se controla- pero hablemos de Ti. ¿Te parece bueno el lugar?
Jesús lo mira y sonríe:
– Sí. Una vez más te doy las gracias. Me quitas de encima un gran peso…
– ¿Cuándo partirán? Te lo pregunto para preparar una carta para Felipe. Le diré que dos amigos míos tienen necesidad de tranquilidad. Y con eso bastará.
– Tienes razón. Con eso bastará. Pero te ruego que ni siquiera el aire sepa algo de esto. Tú lo estás viendo. Se me espía…
– Lo sé. No lo diré a nadie. Pero, ¿Cómo harás para llevarlos allá? Tienes contigo a los apóstoles…
– Los enviaré a diversas misiones y en ese intervalo, haré que se vayan a Antioquia los dos. A esto me obligan…
– A que te cuides de los tuyos. Tienes razón, Maestro. Sufro al verte afligido.
– Tu buena amistad me llena de consuelo, Lázaro. Te lo agradezco. Pasado mañana parto y me llevo a tus hermanas. Tengo necesidad de muchas discípulas, para que entre ellas se pierda Síntica.
– Se hará como Tú deseas. Mis hermanas te pertenecen, como Yo te pertenezco; con todas mis propiedades, mis siervos y mis bienes. Todo es tuyo, Maestro. Úsalo como Tú lo consideres más conveniente. Te prepararé la carta para Felipe y te la entregaré en tus manos.
– Gracias Lázaro.
– Es todo lo que puedo hacer. Si estuviese sano iría yo mismo. Cúrame, Maestro e iré.
– No, amigo. Yo te necesito tal como estás.
– ¿Aunque no haga nada?
– Aunque no hagas nada. ¡Oh, Lázaro mío! –y Jesús lo abraza y le da el beso de la amistad.
Vuelven a subir al carro para regresar.
Ahora es Lázaro el que está muy pensativo. Jesús no le pregunta la razón.
Pero él se la dice:
– Pienso en que perderé a Síntica. Me atraen su saber y su bondad.
– La adquiere Jesús.
– Es verdad… Es verdad. ¿Cuándo volveré a verte, Maestro?
– En primavera.
– ¿Hasta la primavera? El año pasado estuviste conmigo en la Fiesta de las Encenias.
– Este año daré contento a los apóstoles. Pero el año entrante estaré mucho contigo. Te lo prometo.
Casi están para llegar a Bethania.
Lázaro detiene el carro y dice:
– Maestro. Haces bien en alejar de Ti al hombre de Keriot. Desconfío de él. No te ama. No me gusta. Jamás me ha gustado. Es un sensual y un ambicioso. Y así puede ser capaz de cometer cualquier pecado. Maestro, él es el que te denunció…
– ¿Tienes pruebas?
– No.
– Entonces no juzgues. No eres muy experto en juzgar. Acuérdate que juzgabas que María estaba del todo perdida.
– Es verdad. Pero mira… Ten cuidado de Judas.
Jesús ya no dice nada y momentos después entran en el jardín; donde los apóstoles, curiosos los esperan.
Y en una mañana tranquila de Octubre, todos se dirigen a Jericó. La ausencia de los cuatro apóstoles y sobretodo, de Judas; hace que el grupo de los restantes, se sienta más íntimo y feliz.
Juan de Endor camina fatigosamente bajo el peso que lleva en la espalda.
Pedro lo nota y le dice:
– Dámelo. Ya que quisiste cargar con este lastre. ¿Lo extrañas mucho?
– Me lo ordenó el Maestro.
– ¿Sí? ¡Oh! ¿De qué se tratará?
– No lo sé. Ayer por la tarde me dijo: ‘Toma tus libros y me seguirás con ellos’
– ¡Oh, qué bonito!… Bueno. Si lo dijo Él, quiere decir que se trata de algo bueno. ¿Eh? ¿También tú sabes cómo ella?
– Casi como ella. Es muy docta.
– Pero no vas a seguirnos con ese peso, ¿Verdad?
– No lo creo. No lo sé. También yo puedo cargarlo.
– No amigo. Me interesa que no te vayas a enfermar. Estás un poco desvencijado, ¿Sabes?
– Lo sé. Siento que me muero.
– No digas tonterías. Déjanos llegar siquiera hasta Cafarnaúm. Nos sentimos tan bien ahora, sin que esté ese… ¡Maldita lengua! Falté otra vez a la promesa que le hice al Maestro…-Y Pedro corre para alcanzar a Jesús- ¡Maestro!… ¡Maestro!
Jesús pregunta:
– ¿Qué quieres Simón?
– Murmuré de Judas y te había prometido no hacerlo otra vez. ¡Perdóname!
– Bien. Procura no hacerlo más.
– Todavía me quedan cuatrocientos ochenta y nueve veces que me puedes perdonar…
Andrés pregunta admirado:
– ¿Pero qué estás diciendo hermano?
Y Pedro con una cara de pícaro, torciendo el cuello, bajo el peso del saco de Juan de Endor, dice:
– ¿No te acuerdas que dijo Él, que debíamos perdonar setenta veces siete? Por eso me quedan todavía cuatrocientos ochenta y nueve perdones. Iré haciendo bien las cuentas…
Todos sueltan la carcajada… Hasta Jesús…
Pero dice:
– Harás mejor en llevar la cuenta de todas las veces que sabes ser bueno. ¡Muchacho grandulón!
Pedro se acerca y Jesús y dice:
– ¡Oh, Maestro querido! Qué feliz soy de estar contigo sin… Deja eso. También Tú estás contento… Y sabes lo que quiero decir. ¿En dónde nos quedaremos esta noche?
– En Jericó.
– Allí, el año pasado vimos a la velada. Pero quién sabe lo que fue de ella. Cómo me gustaría saberlo. Y también encontramos a ese de los viñedos… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!…
La risa de Pedro es tan ruidosa y contagiosa, que todos comprenden y recuerdan. Y también se ríen del momento en que se encontraron con Judas de Keriot que con mentiras se había escapado del grupo apostólico…
Y Jesús dice con reproche:
– En realidad. ¡Eres incorregible, Simón!
– No dije nada, Maestro. Tan solo me vino a la mente la cara que hizo cuando nos encontró allí… en sus viñedos…
Y Pedro se ríe con tantas ganas, que tiene que pararse mientras los otros siguen caminando.
Las mujeres alcanzan a Pedro y María le pregunta dulcemente:
– ¿Qué te pasa, Simón?
Pedro contesta:
– ¡Oh, no puedo decirlo porque cometería otra falta contra la caridad! Pero, Madre, dime tú que eres sabia. Si hago una insinuación o lo que es peor, si digo una calumnia, peco. Pero si me río de una cosa que todos conocen. De un hecho que todos saben. Como por ejemplo, cuando se acuerda uno de haber sorprendido con las manos en la masa a un mentiroso. La sorpresa que sufrió, sus excusas… Y uno vuelve a reírse de aquello, ¿Es malo?
María dice.
– Es una imperfección contra la caridad. No es pecado como la murmuración o la calumnia. Ni siquiera como la insinuación. Pero siempre es una falta de caridad. Es como una hebra de hilo que se saca de un tejido. No se trata de un agujero que eche a perder la tela, pero es algo que perjudica y da pie para que haya rasgaduras y agujeros. ¿No te parece?
Pedro se restriega la frente un poco avergonzado y dice:
– Así es. No había reparado en ello.
– Piénsalo bien y no lo volverás a hacer. Hay risas que son más ofensivas a la caridad, que una bofetada. ¿Se equivocó alguien? ¿Lo sorprendimos en una falta? ¡Y qué!… ¿Por qué debemos recordarlo y hacer que otros lo recuerden? Bajemos el velo sobre las culpas del hermano, pensando siempre: ‘Si yo fuese el culpable, ¿Me gustaría que otro se acordase de esta falta mía e hiciese que los demás se acordasen de ella?’
Hay bochornos, Simón; que causan muchos dolores. No sacudas la cabeza. Sé lo que quieres decir… También los culpables sufren. Créemelo. Procura siempre partir del pensamiento: ‘¿Me gustaría a mí esto?’ Y comprobarás que así no pecarás jamás y que siempre tendrás paz en ti… Abandónate a Dios.
– Así lo haré, María. Te lo prometo.
Pedro ya no ríe. Meditando en lo que le dijo la Virgen, alcanza a sus compañeros…
Más adelante se encuentran una caravana grande y rica que va custodiada por hombres altos y morenos, que van muy bien armados. Y se agregan a ella.
Atraviesan la llanura del otro lado del Jordán y cuando abrevan sus animales en un estanque, Jesús platica con el rico mercader que la conduce y se entera de que van a pasar por las ciudades por las que Él también pasará. Como sabe que los ladrones se la pensarán bien antes de asaltarlos, decide ir con él, para que las mujeres vayan más seguras.
El mercader le pregunta:
– ¿Eres el Mesías?
Jesús le contesta:
– Sí.
– Me llamo Alejandro Misace. Hace días estuve en el Templo; en el Patio de los Gentiles y te oí. Yo te protegeré y Tú me protegerás. Llevo un cargamento de mucho valor. Nos detendremos en el siguiente poblado. En el albergue me conocen bien; porque dos veces al año hago este viaje. Me alegro de haberte encontrado, porque he perdido de vista a Dios.
– Porque tienes por dioses el comercio, el dinero, la vida… Y Dios es el que te concede estas cosas. ¿Por qué entraste al Templo?
– Por curiosidad. Fui a hacer algunos negocios, vi a un grupo de personas que te veneraban y recordé lo que había oído de Ti en Ascalón, de un fabricante de tapetes. Pregunté quién eras y te seguí. Cómo habían terminado mis negocios de ese día… luego en Jericó te volví a ver y ahora te vuelvo a encontrar.
– Es Dios Quién une y entrelaza nuestros caminos. Yo no tengo nada que darte por tu bondad. Pero antes de separarnos, espero darte un obsequio…
– No es necesario. ¡Mira! Detrás de aquel recodo empieza el poblado. Voy a adelantarme. ¡Nos veremos en el albergue! -y a galope tendido se va por el camino.
HERMANO EN CRISTO JESUS: