EL OCTAVO SACRAMENTO
En la casa de Nicolás, Fernanda está en el jardín posterior, rodeada por Emiliano su cuñado, otros familiares y su esposo, además de todos los sirvientes de la casa, que escuchan muy atentos a la joven domina, que explica con infinito amor, la lección de ese día…
EL OCTAVO SACRAMENTO ES:
EL DOLOR.
La Humanidad se horroriza por las ruinas que dejan las guerras en las ciudades y que destruyen palacios, templos, puentes, etc. Y maldice los explosivos que destrozan pulverizándolo todo, lesionando y destruyendo todo.
El hombre era la Obra más perfecta y maravillosa de la Creación. Y Dios estaba lleno de júbilo, cuando lo contempló terminado.
Los Cielos se estremecieron de admiración. Y la Tierra cantó su alegría, porque sería el planeta que acogería regiamente al rey-hombre, hijo de Dios.
El Pecado. Más nefasto que todas las dinamitas, ha trastornado las raíces de hombre, en lo más íntimo del Pensamiento de Dios.
El Pecado, destruyó el complejo conjunto perfecto de carne y de espíritu, movido por los sentimientos; en el que la carne era más pesada, pero no era contraria y mucho menos enemiga. Con un espíritu que no estaba prisionero en ella, porque era su rey…
Y ella era dócil y lo guiaba hacia Dios. Era atraído por Él como un imán divino, mediante las relaciones de amor entre su Creador y su criatura.El Pecado trastornó aquel armónico contorno que Dios había puesto alrededor de su hijo, para que fuese un rey feliz. Caído el amor del hombre hacia Dios, cayó el amor de la Tierra hacia el hombre.
Y la ferocidad se desencadenó sobre la tierra; entre los animales y entre hombre y hombre. La sangre, que solo debiera haber sido calor de apasionado amor; se volvió una ardiente caldera de Odio.
Y en ardiente gorgoteo, contaminó el altar de la Tierra; en el cual el único rito que Dios quería, era el del Amor.
Y nació una planta espinosa y de fruto amargo: el Dolor.
Cuando el hombre desobedeció, él mismo introdujo el dolor a la tierra. Al principio, el dolor fue sufrido como el hombre lo podía sufrir, en su embrionaria espiritualidad contaminada: un dolor animal hecho con los primeros dolores de la mujer y de las primeras heridas inferidas a la carne fraterna.
Un dolor feroz de alaridos y maldiciones, semilla siempre de nuevas venganzas. Después se fue refinando en la ferocidad, pero no en el mérito. Y el Dolor se fue haciendo más vasto y complicado al igual que el Pecado.
Ninguno de los nacidos de mujer, está exento de las consecuencias del Pecado. Que violó para siempre el orden establecido por Dios. Alteró la armonía entre las criaturas y el Creador. Contaminó el amor, antes todo santo, con los falsos amores: el rebullir de pasiones carnales y fácilmente desordenadas…
Para que causaran las imperfecciones y la muerte espiritual al alma humana, creada con predestinación a la Gloria. ¿Irreparables estas consecuencias? ¿Obstáculo al Cielo para los hijos de Adán? NO.
Si incancelables son los signos del Pecado. Si el castigo del dolor y de la Muerte permanecen. Si los fomes han quedado después del Redentor. Y los Sacramentos instituidos por Él, hacen descender la Gracia a los hombres.
No están cerrados los Cielos, ni negada la Gloria a aquellos que heroicamente saben conseguir la santidad.
El Mal, cualquiera que sea, tiene un noventa y nueve por ciento origen en el hombre.
Y el Bien tiene una sola fuente: Dios.
Desde el momento en que Satanás quiso ser igual a Dios en todas sus acciones: libertad, potencia y libertad de actuar. Quiso su propio pueblo como contraparte al Pueblo de Dios. Y este fin persigue sin detenerse, lleno de Odio hacia Dios y hacia las criaturas que Él ama como Padre.
Y su Inteligencia conservada igual después de la fulminación divina. Inteligencia agudísima, adecuada al Príncipe de los ángeles…
Y sus poderes los usa para este fin, espiando en cada acción del hombre. Escuchando en cada una de sus palabras. Extrayendo del conocimiento de cada acción y palabra humana:
De la constitución física del individuo, de las enfermedades, de las desgracias, de los estudios, de las ocupaciones, de los proyectos, de los afectos, de todo, ABSOLUTAMENTE DE TODO lo que le interesa al hombre…
Para hacer otros tantos terrenos donde sembrar su cizaña: creando confusiones y divisiones. Utilizando todas las armas para atormentarlo. Creando prodigios para seducirlo y hacerlo caer en el error.El hombre es un niño irreflexivo y destructor, que busca con medios cada vez más refinados, la manera de atormentar con armas cada vez más mortíferas y con intransigencias morales, cada vez más astutas; para obtener dominio sobre los demás.
Dos son las necesidades del hombre: el Amor y el Dolor. El Amor que impide cometer el Mal. Y el Dolor que repara el Mal.
Esta es la Ciencia que se debe aprender: Saber amar y saber sufrir.
Pero el Mundo NO sabe amar y NO sabe sufrir. Sabe hacer sufrir. Pero esto NO es amor, es Odio.
Soledad, amargura, desolación. Satanás trabaja para aumentar el sufrimiento y llevar a las almas a la ruina, por medio de la desesperación.
¡Cuánto dolor hay sobre la Tierra y solo Dios Puede aliviarlo! Dios pliega siempre el Mal al Bien.El dolor desde el punto de vista humano, es un mal por el sufrimiento que comporta. Pero desde el sobrenatural, es un bien; porque aumenta los méritos de los justos, al fortalecer las virtudes por el ejercicio de las mismas.
Porque saben sufrir sin desesperarse, sin rebelarse. Y les da la oportunidad de ofrecerlo a Dios, como sacrificio de expiación por las flaquezas propias…
Repara los pecados del mundo y es redención por los que NO son justos. Para el hombre es muy difícil comprender y aceptar esto.
La vida es Cruz. Siempre.
Los que reniegan de Dios, cargan la cruz sin Él. Las almas que huyen de la Cruz y del Dolor, huyen del Amor. Volviéndose muy desgraciadas al carecer de la Paz interior que fortalece al alma con la Presencia de Dios.
El Dolor aceptado sin rebelión es Expiación.
En la pobre justicia humana, se pide que quién causó un daño, restituya lo que quitó arbitrariamente. Quién calumnió se retracte y así sucesivamente.
La Justicia de Dios exige la Reparación de la culpa por medio de la expiación, con los mismos medios que se usaron para cometerla.
Nadie quiere sufrir, pero todos buscan que los demás sufran…
En su paso por la tierra, el hombre más que para sufrir, vive para hacer sufrir. Pero es mejor sufrir y expiar por un poco de tiempo en la Tierra… Y mientras dura la jornada terrena, que es solo un Instante en la Eternidad…Que expiar en el Purgatorio, donde el tiempo está en proporción de uno a mil…
En el Purgatorio se sufre intensamente el Dolor de haber amado poco. Y el proceso de regeneración, con el consiguiente crecimiento espiritual al que es sometida el alma por medio de la Purificación en el Purgatorio, es tanto más intenso y más doloroso, en cuanto menos se amó.
El Dolor es Cruz, pero también Alas. Y es el camino que lleva a la conquista de las virtudes.
El Dolor es el termómetro perfecto que mide la capacidad de amar. Porque el Amor y el Dolor tienen una unión íntima, tan fuerte que parece indisoluble.
Cuanto más se está en la Luz, tanto más se acepta, se ama y se desea el Dolor.
Por el contrario, mientras más alejados estamos de Dios, tanto más se teme y se odia el dolor. Y por lo mismo, hay una rebelión contra él.
LOS PECADORES.
Que se han rebelado contra los Mandamientos de Dios, odian el Dolor porque es el principal obstáculo, para el goce de todos sus vicios. Y NO soportan a este gran maestro de la vida espiritual, ya que lo consideran un verdugo cruel y despiadado que les impide el disfrute de la vida.
Y se rebelan contra el sufrimiento con la violencia: el suicidio o el homicidio. Así el dolor es mal que los fermenta y los convierte en presas del Infierno.
Porque Satanás los atormenta y los lleva gradualmente a la desesperación; haciendo que el hombre blasfeme por el dolor que él mismo se ha provocado y del cual termina acusando al Creador; maldiciéndolo y buscando venganzas que llevan a males mayores.
LOS TIBIOS.

Los cristianos que viven el evangelio de San Evangelista: un evangelio que NO EXISTE, pero que ellos han acomodado a su manera de vivir. Con la Palabra de Dios que les gusta, DESECHANDO lo que les disgusta….Porque se NIEGAN A OIR LO QUE NO LES CONVIENE.
Huyen del Dolor como de su peor enemigo.
Se la pasan gimoteando, buscando milagros y consuelos divinos.
Son las almas débiles, faltas de fuerzas para operar tanto en el Bien como en el Mal.
Primero: aceptan el Dolor con resignación amorosa.
Su Fe y su fidelidad les dicen que Dios es infinitamente Bueno y Misericordioso.
Y que si Él lo PERMITE, es porque de su dolor, va a sacar un bien mayor que es necesario.
Ya que al unirlo con los méritos de Jesús, Él va a darles un valor infinito, santificándolo al fundirlo con Él; ya que el Amor impide el Mal y el Dolor lo repara.
Lo soportan y ruegan, pidiendo amor para AMAR MÁS A DIOS Y ADORARLO SOBRE TODAS LAS COSAS, (Sobre todo los seres más amados, porque Satanás los usa para hacernos renegar de Dios, con el dolor de la TRAICIÓN más artera)Y aceptar el Dolor y el Sufrimiento, para amarLo más a ÉL (a la Santísima Trinidad) y para saber sufrir.
Segundo: Aman obedeciendo y haciendo fuerza a sus quereres naturales, para hacer siempre la Voluntad Divina. El Dolor que les comporta, lo lloran en los brazos de Dios. Sus lágrimas se enjugan al calor de la Ternura Divina.
Y comprenden la razón de su Sufrir.
Saben que Él las ama tanto, que les DA Y PERMITE dolores con un fin santo. Y al dejar su corazón en sus manos; reciben curación, aliento y consuelo.

Alabar enmedio de las lágrimas, produce los más grandiosos milagros y palpamos físicamente, el Infinito Amor del Señor…
Tercero: la sabiduría comporta dolor. El que aumenta su saber, aumenta su dolor.
El que conoce al Señor, le confía sus afectos, intereses, esperanzas y dolores. Se abandona totalmente en Dios y ve en Él al Amigo, al Hermano, al Padre. A aquel que lo ama con su Amor Perfecto, como Perfecta es su Naturaleza Divina y se Une a Él.
Por eso hay que dar a Dios, lo que es de Dios y al hombre lo que es del hombre. Dar a cada uno el juicio justo. Si meditamos bien en nuestros tormentos, que a veces se convierten en un sufrimiento mortal, veremos que en cada tormento está el nombre de un hombre, (o de una mujer)
Nunca el de Dios. Y en el momento de la Desolación, el alma más que nunca debe ser la hija de Dios. Y le llama con la seguridad de que puede hablarle, porque ha conquistado el derecho de ser escuchada.
NO más oscuridad de desolación humana. NO más afán de creyente que quiere y NO puede alcanzar la paz en el Dolor. Sino la alegría del sufrir: Una alegría del alma, bajo el llanto de una carne que muere por último.
Carne y sentimientos son los vestidos del ‘yo’ espiritual, el verdadero ‘yo’. Y la criatura santificada por su heroísmo, puede alcanzar a decir: “Por aquel sí’ que yo he dicho, ¡Escúchame!
Y hay que esperar en Dios y confiar en Él.Cuando se juntan dos para llevar una pena, ésta se hace más ligera. Él enjuga toda lágrima de sus ojos y le consuela de un dolor que NO le puede evitar, porque sirve para la Gloria de Dios y la suya.
Comprende que la vida es una ráfaga que termina, cuando en el Cielo le son arrancadas las espinas que le fueran clavadas por amor. Sabe que el mundo necesita Sufrimiento. Y pide el dolor para unirlo con Jesús, para la salvación de las almas.
Y así, uniendo su voluntad a la divina, comparte con Dios, la necesidad del Dolor Absoluto, completo, profundo, hasta llegar a bendecirlo como una Gracia Inmerecida, que le permite unirse y parecerse al Dios Redentor, que adora con confianza y con amor.
Porque el Dolor es una gran Absolución cuando se sufre con santidad y se une a la Magna obra de la Redención.
Vivir junto a Jesús es un gran gozo hasta en el Dolor. Y morir por Él, es pasar a la gloria. El alma se convierte de consolada, en consoladora. Y desea enjugarle las lágrimas a un Dios que NO es amado.
Convertirse al Amor es saber soportar el dolor. Porque el amor nunca va separado del sufrimiento. Porque al ser una cosa santa, desencadena la Furia del Enemigo.
En compensación, el sufrimiento nunca va separado de la Gloria, porque Dios es justo y da a quien da. Ya desde la Tierra, el alma prueba la Gloria del Cielo.
Y el Reino de Dios en ella, lo siente hecho realidad, por la Paz verdadera que le da la Presencia de Dios dentro de ella.
Esta Paz que es imperturbable en medio del más atroz de los tormentos, mientras apuran el cáliz amarguísimo del Odio. Y de lo que darán testimonio, los mártires.
SE DEBE IMITAR A CRISTO EN TODO
Y es todavía siempre por el Dolor, el Holocausto con el que el hombre salva.
Continuando la Obra de salud, iniciada por Cristo, pues el Martirio del Dolor, está siempre presente en la vida de los elegidos.
Los cuales demuestran su justicia mediante su amor al Dolor, NO solamente soportado con resignación, sino también pedido como ‘Octavo Sacramento’ y ‘Novena Bienaventuranza’ para ser ungidos ‘víctimas’ y ser la verdadera efigie de Jesucristo Víctima.
Porque es por el Dolor y la Muerte, que Jesucristo fue el Salvador y el Redentor. Del Mal, Dios siempre saca un fin bueno.
Los que martirizan al alma-hostia, hacen que ésta se encamine hacia la perfección.
El Purificador deberá dar cuenta de su crueldad. Pero las victorias sobre el Mal, son la Corona de los elegidos.
Si la Maldad NO pudiera crear en manos de Dios una consecuencia buena, Dios la hubiese destruido.
El Mal glorifica a los justos. La obediencia a la Voluntad de Dios es el perno que fija y NO nos permite desfallecer, aumentando el amor y el deseo de perseverar.
Jesús fue Obediente hasta el extremo y nos recuperó a nosotros.
Y compartimos con Él, la Sublime Misión de recuperarle los hijos a Dios a través del Dolor y el Sacrificio… (de nuestra voluntad, a SU VOLUNTAD)
Al beber del mismo cáliz que Jesús, que también en su Amargura es bello. Porque tiene en su borde el sabor de los labios del Maestro, que ha sido el que bebió primero.
LA FUERZA DEL DOLOR.
El Dolor NO es un castigo cuando se acepta y se hace uso de él rectamente.
Y se convierte en Sacerdocio que da un gran poder sobre el Corazón de Dios.
Un gran mérito nacido con el Pecado.
Sabe aplacar la Justicia, porque Dios sabe emplear para el Bien, cuanto el Odio hace para causar Dolor.
A través de la Oración, el Dolor se hace soportable y se convierte solo en una molestia de la materia.
Y el corazón se fortalece con las fuerzas del león, para que el espíritu vuelva a ser rey.Cuanto más un alma está en la Luz, tanto más ama y acepta; ama y desea, el Dolor.
Cuando se vive inmerso y viviente en la Luz, se ama y se pide: EL OCTAVO SACRAMENTO.
Porque si con el Dolor hay Paz, entonces es prueba de que viene de Dios. Las almas-hostias hacen lo que Jesús hizo: hacer del Dolor el principal instrumento para salvar.
NO debe preocupar el llanto. También Él lloró.
Él sollozó gimiendo y con repugnancia de carne y de mente, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, ha dicho: “Hágase tu Voluntad”
IMITAR AL MAESTRO, ES EL SECRETO QUE SALVA
“Hágase tu Voluntad” Lo ha dicho. El espíritu solo, ha tenido el coraje de decirlo.
Entre las repugnancias y los miedos de todo el Cuerpo y del Pensamiento, contra el espíritu;
Se debe decir: ‘Señor, fundo mi voluntad en la tuya y haz que tu Voluntad sea la mía.”
Y mientras la crueldad del Dolor flagela, Dios está junto al alma valerosa, como un Padre y un Amigo que la compadece.
Que la vela, que llora con ella y de la que recoge el infinito tesoro que Él necesita para salvar: el Dolor que Redime.
Porque la tierra es un altar contaminado y el Dolor es el Holocausto por el Pecado.
El Amor es el holocausto por el sacrificio. Y el Amor nace en las almas al purificarse por el Dolor.
Dios NO condena las lágrimas, NI la repugnancia del hombre por el Sufrimiento y el Dolor. Condena solo el Pecado, la resistencia a la Conversión y la Desesperación en su Misericordia. Lamentarse con Dios refugiándose en Él, hace que las lágrimas sean las monedas más preciosas para la conquista del Cielo; si el hombre padece y las soporta, sin salir del amor y de la justicia.
Siempre hay dolores más fuertes que los propios.
(Cuando analizamos nuestra condición… Y vemos las circunstancias dolorosas de nuestra propia vida, comprobamos como Satanás nos ha pulverizado y casi nos ha destruído...
Y tenemos dos opciones: RENDIRNOS PARA QUE ACABE DE HACERLO…
Entregándonos con el Espejismo de que SI NO guerreamos, desistirá de atacarnos y abandonará la idea de hacernos sufrir… -(la banderita blanca con él, es una pésima idea)
O hacer de nuestro Dolor un Arma Poderosísima que unida a los Dolores de nuestro Redentor, nos haga pasar de la Retaguardia al Frente...
Haciéndole pagar muy caro, por cada una de LAS LÁGRIMAS DIVINAS y de nuestras propias lágrimas, con la Oración de Intercesión…)
Cuando el hombre se lamenta de su suerte y recuerda los dolores de Dios; se ve el sufrimiento tan relativo, que la Cruz cada día se hace más soportable.El llanto es el tributo de nuestra condición de hombres.
Jesús y María Inmaculada lloraron muchísimo.
Los Dos que debieron estar exentos, tanto por su Pureza como por su Santidad.
Lloraron para Redimir y debieron vivir sumergidos en el Dolor.Las almas unidas a Dios deben expiar por sí mismas y por las demás, haciendo del Llanto una moneda para Rescatar a los esclavos que Satanás tiene amarrados a sus galeras.
El alma-ostia pide Sufrir, para aliviar el sufrimiento de los demás y transformarlo en Paz y Luz, para que puedan salvarse.
El hombre acusa a Dios, por el dolor que él mismo se genera.
Y los verdaderos hijos de Dios, saben amar el Dolor. Lo quieren y lo piden para expiar por sí y por los demás.
Vivir unidos a Dios, es Alegría también en el Dolor.
LA LEY DEL DOLOR.
A esta dolorosa consecuencia del Desorden de un Ángel y de los Progenitores, nadie escapa.
Ni siquiera el Hijo del Hombre, el Santísimo Verbo del Padre, que sin haber pecado, conoció los asaltos del Tentador que en la Hora en que fue el ‘Hombre’.
El Cordero de Expiación, cargó con los Pecados de todos los hombres y fue condenado a morir fuera de la Ciudad Santa, en el Desierto de los desiertos.
Aquel NO solo de su Pueblo, sino de los amigos y hasta de su Padre.
Porque siendo Dios y por lo tanto Eterno, Purísimo y exento de las consecuencias del Pecado, conoció el Dolor y la Muerte. Jesús vino a santificar el Dolor.
Sufriendo el Dolor por todos los hombres y fundiendo los dolores humanos en el Suyo Infinito, dando así mérito al Dolor.
Con el Martirio del Dolor, viene el Martirio del Amor…
NO menos consumante con su ardiente Dulzura, que el del Dolor.
Nadie fue más probado que Jesús.
Y nadie como Él, conoció la Soledad, la Incomprensión, el Abandono. Desde los celestes a los humanos.
Nadie padeció los dolores que Él ha padecido.
Dolores de toda especie. Siempre en aumento en cantidad y en intensidad. Y cada vez mayores.
Pero Él nunca reclamó al Padre por este Océano de Dolores que lo circundaban y que subían con sus olas amargas, cada vez más grandes, para sumergirlo. Nunca acusó al Padre.Sabía que Él permitía esto para exaltarlo después por sus méritos en medida infinita, en proporción a su Sufrimiento.
Él sabía que el Mal, el Dolor, la Soledad, la Angustia que sufría, venían del hombre decaído y manejado como una marioneta por Satanás.
Y NO podían dar más que Dolor a Aquel que era Dios en vestidura humana.
Y que lo había hecho así para devolverle los hombres a Dios.
Los mismos a los que Satanás impulsaba y él lo sabía, porque estaba consciente de su próxima derrota; por la restitución del estado de Gracia a los redimidos.
Y se vengaba con su máximo Odio contra el Amor.
El Dolor meditado, comprendido, contemplado sobrenaturalmente; NO es castigo del Rigor Divino, sino Gracia del Amor Divino.
Gracia que Dios concede a sus mejores hijos, para hacer de ellos pequeños ‘Cristos’….
Por Coparticipación al Cáliz Amargo, a la Dolorosa Pasión del Getsemani al Gólgota…
A la Cruz que fue el Patíbulo de Cristo…
Yugo pesadísimo, aplastante.
Yugo que NO hubiera podido ser portado sin el Amor de Dios y por el prójimo, que lo vuelve ‘suave y ligero’…
Si NO a la carne; al menos al corazón, a la mente, al espíritu.
Fue el perfecto amor a Dios y al prójimo, el que hizo correr al Verbo de Dios al encuentro con su Cruz, con la ansiedad de haber ‘Todo cumplido’.El Dolor es Holocausto y Participación a la misma suerte de Jesús.
El Dolor es embriagante más allá de la alegría, cuando es el Dolor de Cristo.
Y Él ayuda siempre al alma que lo ama hasta el Sacrificio.
Jesús subió a la Cruz Orando y Sufriendo. La Conversión se obtiene con la Oración y el Dolor.
Después en el ánimo preparado para recibirla, se enciende la Luz de Dios y se hace Palabra y Vida. Y por eso se debe gustar el Pan del Dolor de Dios.
En el tiempo preciso se debe contemplar el Dolor como el mejor de los dones. Pero debe haber amor, una grande Fe y un gran, GRAN agradecimiento.
La peor de las torturas morales son la Ingratitud y el Desamor. Es peor que la tortura física.
Dar afecto y recibir indiferencia y rencor. Dar obras y verlas rechazadas, supera en potencia a los golpes del flagelo y al penetrar de las espinas. Estas son cosas que golpean solo la carne…
Pero la Indiferencia, la Ingratitud y el Rencor, golpean al alma y sacuden al espíritu.
En momentos así, NO se deben mirar a las criaturas sino a Dios. NO se debe pensar en la criatura que lastima, sino en Orar para proveer su paupérrima alma y entregarle su alma a Dios para que la sane y la convierta.
No se debe amar a la criatura por su persona, sino amar a Jesús en ella y así se encontrará lo Iue debe ser amado.
En la Hora de las Tinieblas el egoísmo domina y por medio de él, Lucifer trastorna el mundo.
Para el cristiano-alma-víctima, son algunas personas que NO agradecen o que traicionan. Para Dios, son millones los que se niegan a Reconocerlo…
Debemos Consolarlo con nuestro amor.
Fernanda calla y todos meditan en la enseñanza recibida.
Tan asombrosa y tan perfecta…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
64.- EL OCTAVO SACRAMENTO
En la casa de Nicolás, Fernanda está en el jardín posterior, rodeada por Emiliano su cuñado, otros familiares y su esposo, además de todos los sirvientes de la casa, que están recibiendo las enseñanzas de la joven domina.
Ella se ha encargado de darles la Evangelización, para transformarlos en los formidables Guerreros Celestiales que serán cuando estén dispuestos a morir por el Dios que los salvó primero a ellos y que les dará la Gracia y el Poder, una vez que se hayan donado y sean también corredentores.
Cuando reciban el gran honor y el privilegio santo de la invitación del Padre Celestial, para ser colaboradores en La Magna Obra de la Redención y que comienza, al pedir el Sacramento del Bautismo.
Por el momento sólo son catecúmenos ansiosos de Conocer y Amar cada vez más, a este Maravilloso Dios Crucificado que los ha inundado de plenitud y felicidad, conforme avanzan en el Conocimiento de su Poderosa Doctrina.
La lección de hoy también es importantísima.
Y por eso escuchan muy atentos a la joven domina:
EL OCTAVO SACRAMENTO ES: EL DOLOR
La Humanidad se horroriza por las ruinas que dejan las guerras en las ciudades y que destruyen palacios, templos, puentes, etc. Y maldice los explosivos que destrozan pulverizándolo todo, lesionando y destruyendo todo.
El hombre era la Obra más perfecta y maravillosa de la Creación. Y Dios estaba lleno de júbilo, cuando lo contempló terminado.
Y los Cielos se estremecieron de admiración.
Y la Tierra cantó su alegría, porque sería el planeta que acogería regiamente al rey-hombre, hijo de Dios.
El Pecado. Más nefasto que todas las dinamitas, ha trastornado las raíces de hombre, en lo más íntimo del Pensamiento de Dios.
El Pecado, destruyó el complejo conjunto perfecto de carne y de espíritu, movido por los sentimientos; en el que la carne era más pesada, pero NO era contraria y mucho menos enemiga.
Con un espíritu que NO estaba prisionero en ella, porque era su rey y ella era dócil y lo guiaba hacia Dios.
Era atraído por Él como un imán divino, mediante las relaciones de amor entre su Creador y su criatura.
El Pecado trastornó aquel armónico contorno que Dios había puesto alrededor de su hijo, para que fuese un rey feliz. Caído el amor del hombre hacia Dios, cayó el amor de la Tierra hacia el hombre.
Y la ferocidad se desencadenó sobre la tierra; entre los animales y entre hombre y hombre.
La sangre, que solo debiera haber sido calor de apasionado amor; se volvió una ardiente caldera de Odio.
Y en ardiente gorgoteo, contaminó el altar de la Tierra; en el cual el único rito que Dios quería, era el del Amor.
Y nació una planta espinosa y de fruto amargo: el Dolor.
Cuando el hombre desobedeció, él mismo introdujo el dolor a la tierra.
Al principio, el dolor fue sufrido como el hombre lo podía sufrir, en su embrionaria espiritualidad contaminada: un dolor animal hecho con los primeros dolores de la mujer y de las primeras heridas inferidas a la carne fraterna.
Un dolor feroz de alaridos y maldiciones, semilla siempre de nuevas venganzas.
Después se fue refinando en la ferocidad, pero no en el mérito. Y el Dolor se fue haciendo más vasto y complicado al igual que el Pecado.
Ninguno de los nacidos de mujer, está exento de las consecuencias del Pecado. Que violó para siempre el orden establecido por Dios. Alteró la armonía entre las criaturas y el Creador.
Contaminó el amor, antes todo santo, con los falsos amores: el rebullir de pasiones carnales y fácilmente desordenadas, para que causaran las imperfecciones y la muerte espiritual al alma humana, creada con predestinación a la Gloria.
¿Irreparables estas consecuencias? ¿Obstáculo al Cielo para los hijos de Adán? NO.
Si incancelables son los signos del Pecado. Si el castigo del dolor y de la Muerte permanecen. Si los fomes han quedado después del Redentor. Y los Sacramentos instituidos por Él, hacen descender la Gracia a los hombres.
No están cerrados los Cielos, ni negada la Gloria a aquellos que heroicamente saben conseguir la santidad.
Y el Mal, cualquiera que sea, tiene un noventa y nueve por ciento origen en el hombre.
Y el Bien tiene una sola fuente: Dios.
Desde el momento en que Satanás quiso ser igual a Dios en todas sus acciones: libertad, potencia y libertad de actuar. Quiso su propio pueblo como contraparte al Pueblo de Dios.
Y este fin persigue sin detenerse, lleno de Odio hacia Dios y hacia las criaturas que Él ama como Padre.
Y su Inteligencia conservada igual después de la fulminación divina. Inteligencia agudísima, adecuada al Príncipe de los ángeles…
Y sus poderes los usa para este fin, espiando en cada acción del hombre. Escuchando en cada una de sus palabras.
Extrayendo del conocimiento de cada acción y palabra humana; de la constitución física del individuo, de las enfermedades, de las desgracias, de los estudios, de las ocupaciones, de los proyectos, de los afectos, de todo…
ABSOLUTAMENTE DE TODO lo que le interesa al hombre; para hacer otros tantos terrenos donde sembrar su cizaña: creando confusiones y divisiones. Utilizando todas las armas para atormentarlo. Creando prodigios para seducirlo y hacerlo caer en el error.
El hombre es un niño irreflexivo y destructor, que busca con medios cada vez más refinados, la manera de atormentar con armas cada vez más mortíferas y con intransigencias morales, cada vez más astutas, para obtener dominio sobre los demás.
Dos son las necesidades del hombre: el Amor y el Dolor. El Amor que impide cometer el Mal. Y el Dolor que repara el Mal.
Esta es la Ciencia que se debe aprender: Saber amar y saber sufrir. Pero el mundo NO sabe amar y NO sabe sufrir. Sabe hacer sufrir. Pero esto no es amor, es Odio.
Soledad, amargura, desolación. Satanás trabaja para aumentar el sufrimiento y llevar a las almas a la ruina, por medio de la desesperación. ¡Cuánto dolor hay sobre la Tierra y solo Dios Puede aliviarlo!
Dios pliega siempre el Mal al Bien.
El dolor desde el punto de vista humano, es un mal por el sufrimiento que comporta.
Pero desde el sobrenatural, es un bien; porque aumenta los méritos de los justos, al fortalecer las virtudes por el ejercicio de las mismas.
Porque saben sufrir sin desesperarse, sin rebelarse. Y les da la oportunidad de ofrecerlo a Dios, como sacrificio de expiación por las flaquezas propias; repara los pecados del mundo y es redención por los que no son justos.
Para el hombre es muy difícil comprender y aceptar esto.
La vida es cruz. Siempre.
Los que reniegan de Dios, cargan la cruz sin Él.
Las almas que huyen de la cruz y del dolor, huyen del Amor. Volviéndose muy desgraciadas al carecer de la Paz interior que fortalece al alma con la Presencia de Dios.
El Dolor aceptado sin rebelión es expiación. En la pobre justicia humana, se pide que quién causó un daño, restituya lo que quitó arbitrariamente. Quién calumnió se retracte y así sucesivamente.
La Justicia de Dios exige la reparación de la culpa por medio de la expiación, con los mismos medios que se usaron para cometerla.
Nadie quiere sufrir, pero todos buscan que los demás sufran…
En su paso por la Tierra, el hombre más que para sufrir, vive para hacer sufrir.
Pero es mejor sufrir y expiar por un poco de tiempo en la Tierra… Y mientras dura la jornada terrena, que es solo un instante en la Eternidad…
Que expiar en el Purgatorio, donde el tiempo está en proporción de uno a mil…
En el Purgatorio se sufre intensamente el dolor de haber amado poco. Y el proceso de regeneración, con el consiguiente crecimiento espiritual al que es sometida el alma por medio de la Purificación en el Purgatorio, es tanto más intenso y más doloroso, en cuanto menos se amó.
El Dolor es Cruz, pero también alas. Y es el camino que lleva a la conquista de las virtudes. El Dolor es el termómetro perfecto que mide la capacidad de amar.
Porque el amor y el dolor tienen una unión íntima, tan fuerte que parece indisoluble.
Cuanto más se está en la Luz, tanto más se acepta, se ama y se desea el dolor.
Por el contrario, mientras más alejados estamos de Dios, tanto más se teme y se odia el dolor. Y por lo mismo, hay una rebelión contra él.
LOS PECADORES.
Que se han rebelado contra los mandamientos de Dios, odian el Dolor porque es el principal obstáculo, para el goce de todos sus vicios. Y no soportan a este gran maestro de la vida espiritual, ya que lo consideran un verdugo cruel y despiadado que les impide el disfrute de la vida.
Y se rebelan contra el sufrimiento con la violencia: el suicidio o el homicidio.
Así el dolor es mal que los fermenta y los convierte en presas del Infierno.
Porque Satanás los atormenta y los lleva gradualmente a la desesperación; haciendo que el hombre blasfeme por el dolor que él mismo se ha provocado y del cual termina acusando al Creador; maldiciéndolo y buscando venganzas que llevan a males mayores.
LOS TIBIOS.
Huyen del Dolor como de su peor enemigo.
Se la pasan gimoteando, buscando milagros y consuelos divinos.
Son las almas débiles, faltas de fuerzas para operar tanto en el Bien como en el Mal.
LOS JUSTOS.
Primero: aceptan el dolor con resignación amorosa.
Su Fe y su fidelidad les dicen que Dios es infinitamente Bueno y Misericordioso.
Y que si Él lo permite, es porque de su dolor, va a sacar un bien mayor que es necesario.
Ya que al unirlo con los méritos de Jesús, Él va a darles un valor infinito, santificándolo al fundirlo con Él.
Ya que el Amor impide el Mal y el Dolor lo repara.
Lo soportan y ruegan, pidiendo amor para amarlo y para saber sufrir.
Segundo: Aman obedeciendo y haciendo fuerza a sus quereres naturales, para hacer siempre la Voluntad Divina. El Dolor que les comporta, lo lloran en los brazos de Dios. Sus lágrimas se enjugan al calor de la ternura divina.
Y comprenden la razón de su sufrir. Saben que Él las ama tanto, que les da dolores con un fin santo. Y al dejar su corazón en sus manos; reciben curación, aliento y consuelo.
Tercero: la sabiduría comporta dolor. El que aumenta su saber, aumenta su dolor. El que conoce al Señor, le confía sus afectos, intereses, esperanzas y dolores.
Se abandona totalmente en Dios y ve en Él, al Amigo, al Hermano, al Padre. A aquel que lo ama con su Amor Perfecto, como Perfecta es su Naturaleza Divina y se une a Él.
Por eso hay que dar a Dios, lo que es de Dios y al hombre lo que es del hombre. Dar a cada uno el juicio justo.
Si meditamos bien en nuestros tormentos, que a veces se convierten en un sufrimiento mortal, veremos que en cada tormento está el nombre de un hombre. Nunca el de Dios.
Y en el momento de la desolación, el alma más que nunca debe ser la hija de Dios. Y le llama con la seguridad de que puede hablarle, porque ha conquistado el derecho de ser escuchada.
No más oscuridad de desolación humana. No más afán de creyente que quiere y no puede alcanzar la paz en el Dolor.
Sino la alegría del sufrir: Una alegría del alma, bajo el llanto de una carne que muere por último.
Carne y sentimientos son los vestidos del ‘yo’ espiritual, el verdadero ‘yo’.
Y la criatura santificada por su heroísmo, puede alcanzar a decir:
“Por aquel sí’ que yo he dicho, ¡Escúchame!
Y hay que esperar en Dios y confiar en Él.
Cuando se juntan dos para llevar una pena, ésta se hace más ligera. Él enjuga toda lágrima de sus ojos y le consuela de un dolor que no le puede evitar, porque sirve para la Gloria de Dios y la suya.
Comprende que la vida es una ráfaga que termina, cuando en el Cielo le son arrancadas las espinas que le fueran clavadas por amor.
Sabe que el mundo necesita sufrimiento. Y pide el dolor para unirlo con Jesús, para la salvación de las almas.
Y así, uniendo su voluntad a la Divina, comparte con Dios, la necesidad del Dolor Absoluto, completo, profundo…
Hasta llegar a bendecirlo como una Gracia Inmerecida, que le permite unirse y parecerse al Dios Redentor, que adora con confianza y con amor.
Porque el dolor es una gran absolución cuando se sufre con santidad y se une a la Magna obra de la Redención.
Vivir junto a Jesús es un gran gozo hasta en el dolor.
Y morir por Él, es pasar a la gloria.
El alma se convierte de consolada, en consoladora. Y desea enjugarle las lágrimas a un Dios que NO es amado.
Convertirse al Amor es saber soportar el Dolor. Porque el amor nunca va separado del sufrimiento. Porque al ser una cosa santa, desencadena la furia del Enemigo.
En compensación, el sufrimiento nunca va separado de la Gloria, porque Dios es justo y da a quien da. Ya desde la Tierra, el alma prueba la Gloria del Cielo.
Y el Reino de Dios en ella, lo siente hecho realidad, por la Paz verdadera que le da la Presencia de Dios dentro de ella. Esta paz que es imperturbable en medio del más atroz de los tormentos, mientras apuran el cáliz amarguísimo del Odio.
Y de lo que darán testimonio, los mártires.
SE DEBE IMITAR A CRISTO EN TODO.
Y es todavía siempre por el Dolor, el holocausto con el que el hombre salva.
Continuando la Obra de salud, iniciada por Cristo, pues el Martirio del Dolor, está siempre presente en la vida de los elegidos.
Los cuales demuestran su justicia mediante su amor al Dolor, NO solamente soportado con resignación, sino también pedido como ‘Octavo Sacramento’ y ‘Novena Bienaventuranza’
Para ser ungidos ‘víctimas’ y ser la verdadera efigie de Jesucristo Víctima.
Porque es por el Dolor y la Muerte, que Jesucristo fue el Salvador y el Redentor.
Del Mal, Dios siempre saca un fin bueno. Los que martirizan al alma-hostia, hacen que ésta se encamine hacia la perfección.
El Purificador deberá dar cuenta de su crueldad.
Pero las victorias sobre el Mal, son la corona de los elegidos.
Si la maldad no pudiera crear en manos de Dios una consecuencia buena, Dios la hubiese destruido.
El Mal glorifica a los justos. La Obediencia a la Voluntad de Dios es el perno que fija y NO nos permite desfallecer, aumentando el amor y el deseo de perseverar.
Jesús fue Obediente hasta el extremo y nos recuperó a nosotros.
Y compartimos con Él, la sublime misión de recuperarle los hijos a Dios a través del Dolor y el sacrificio…
Al beber del mismo cáliz que Jesús, que también en su amargura es bello; porque tiene en su borde el sabor de los labios del Maestro, que ha sido el que bebió primero.
LA FUERZA DEL DOLOR.
El Dolor no es un castigo cuando se acepta y se hace uso de él rectamente.
Y se convierte en Sacerdocio que da un gran poder sobre el Corazón de Dios.
Un gran mérito nacido con el Pecado. Sabe aplacar la Justicia, porque Dios sabe emplear para el Bien, cuanto el Odio hace para causar Dolor.
A través de la Oración, el Dolor se hace soportable y se convierte solo en una molestia de la materia.
Y el corazón se fortalece con las fuerzas del león, para que el espíritu vuelva a ser rey.
Cuanto más un alma está en la Luz, tanto más ama y acepta; ama y desea, el Dolor.
Cuando se vive inmerso y viviente en la Luz, se ama y se pide: EL OCTAVO SACRAMENTO.
Porque si con el dolor hay Paz, entonces es prueba de que viene de Dios.
Las almas-hostias hacen lo que Jesús hizo: hacer del Dolor el principal instrumento para salvar.
No debe preocupar el llanto. También Él lloró.
Él sollozó gimiendo y con repugnancia de carne y de mente, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, ha dicho: “Hágase tu Voluntad”
IMITAR AL MAESTRO ES EL SECRETO QUE SALVA.
“Hágase tu Voluntad” Lo ha dicho.
El espíritu solo, ha tenido el coraje de decirlo.
Entre las repugnancias y los miedos de todo el Cuerpo y del Pensamiento, contra el espíritu; se debe decir: ‘Señor, fundo mi voluntad en la tuya y haz que tu Voluntad sea la mía.”
Y mientras la crueldad del Dolor flagela, Dios está junto al alma valerosa, como un Padre y un Amigo que la compadece. Que la vela, que llora con ella y de la que recoge el infinito tesoro que Él necesita para salvar: el Dolor que redime.
Porque la tierra es un altar contaminado y el Dolor es el Holocausto por el Pecado. El Amor es el holocausto por el sacrificio. Y el Amor nace en las almas al purificarse por el Dolor.
Dios no condena las lágrimas, ni la repugnancia del hombre por el sufrimiento y el dolor. Condena solo el Pecado, la resistencia a la Conversión y la Desesperación en su Misericordia.
Lamentarse con Dios refugiándose en Él, hace que las lágrimas sean las monedas más preciosas para la conquista del Cielo, si el hombre padece y las soporta, sin salir del amor y de la justicia.
Siempre hay dolores más fuertes que los propios. Cuando el hombre se lamenta de su suerte y recuerda los dolores de Dios, se ve el sufrimiento tan relativo, que la Cruz cada día se hace más soportable.

Señor, TE DOY GRACIAS POR ESTE SUFRIMIENTO que no comprendo y que te entrego por …¿¿¿??? SÓLO SÉ QUE TE AMO Y TE BENDIGO POR ESTO… Lléname de tu Amor para seguir adelante…
El llanto es el tributo de nuestra condición de hombres.
Jesús y María Inmaculada lloraron muchísimo. Los Dos que debieron estar exentos, tanto por su Pureza como por su Santidad. Lloraron para redimir y debieron vivir sumergidos en el Dolor.
Las almas unidas a Dios deben expiar por sí mismas y por las demás, haciendo del llanto una moneda para rescatar a los esclavos que Satanás tiene amarrados a sus galeras.
El alma-ostia pide sufrir, para aliviar el sufrimiento de los demás y transformarlo en paz y luz, para que puedan salvarse.
El hombre acusa a Dios, por el dolor que él mismo se genera. Y los verdaderos hijos de Dios, saben amar el Dolor. Lo quieren y lo piden para expiar por sí y por los demás.
Vivir unidos a Dios, es alegría también en el Dolor.
LA LEY DEL DOLOR.
A esta dolorosa consecuencia del desorden de un Ángel y de los Progenitores, nadie escapa.

Cada día nuestro Dolor y Sufrimiento son mayores y más amargos… Convirtamos nuestras lágrimas en diamantes que adornen LA CORONA DE VENCEDORES, Con la cual ABBA nos recibirá en la Patria Celestial…
Ni siquiera el Hijo del Hombre, el Santísimo Verbo del Padre, que sin haber pecado, conoció los asaltos del Tentador que en la Hora en que fue el ‘Hombre’.
El Cordero de Expiación, cargó con los pecados de todos los hombres y fue condenado a morir fuera de la Ciudad Santa, en el Desierto de los desiertos. Aquel no solo de su Pueblo, sino de los amigos y hasta de su Padre.
Porque siendo Dios y por lo tanto Eterno, Purísimo y exento de las consecuencias del Pecado, conoció el Dolor y la Muerte.
Jesús vino a santificar el dolor, sufriendo el Dolor por todos los hombres y fundiendo los dolores humanos en el suyo infinito, dando así mérito al Dolor.
Con el Martirio del Dolor, viene el Martirio del Amor, no menos consumante con su ardiente dulzura, que el del Dolor.
Nadie fue más probado que Jesús.
Y nadie como Él, conoció la soledad, la incomprensión, el abandono. Desde los celestes a los humanos.
Nadie padeció los dolores que Él ha padecido. Dolores de toda especie, siempre en aumento en cantidad y en intensidad. Y cada vez mayores.
Pero Él nunca reclamó al Padre por este Océano de Dolores que lo circundaban y que subían con sus olas amargas, cada vez más grandes, para sumergirlo.
Nunca acusó al Padre. Sabía que Él permitía esto para exaltarlo después por sus méritos, en medida infinita, en proporción a su Sufrimiento.
Él sabía que el mal, el dolor, la soledad, la angustia que sufría, venían del hombre decaído y manejado como una marioneta por Satanás.
Y no podían dar más que dolor a Aquel que era Dios en vestidura humana.
Y que lo había hecho así para devolverle los hombres a Dios. Los mismos a los que Satanás impulsaba y él lo sabía, porque estaba consciente de su próxima derrota; por la restitución del estado de Gracia a los redimidos.
Y se vengaba con su máximo Odio contra el Amor.
El Dolor meditado, comprendido, contemplado, sobrenaturalmente; no es castigo del Rigor Divino, sino Gracia del Amor Divino.
Gracia que Dios concede a sus mejores hijos, para hacer de ellos pequeños ‘Cristos’, por coparticipación al Cáliz Amargo, a la Dolorosa Pasión del Getsemani al Gólgota, a la Cruz que fue el Patíbulo de Cristo…
Yugo pesadísimo, aplastante. Yugo que no hubiera podido ser portado sin el Amor de Dios y por el prójimo, que lo vuelve ‘suave y ligero’, si no a la carne; al menos al corazón, a la mente, al espíritu.
Fue el perfecto amor a Dios y al prójimo, el que hizo correr al Verbo de Dios al encuentro con su Cruz, con la ansiedad de haber ‘Todo cumplido’.
El Dolor es Holocausto y participación a la misma suerte de Jesús. El dolor es embriagante más allá de la alegría, cuando es el Dolor de Cristo. Y Él ayuda siempre al alma que lo ama hasta el sacrificio.
Jesús subió a la Cruz Orando y Sufriendo.
La conversión se obtiene con la Oración y el Dolor. Después en el ánimo preparado para recibirla, se enciende la luz de Dios y se hace Palabra y Vida. Y por eso se debe gustar el Pan del Dolor de Dios.
En el tiempo preciso se debe contemplar el Dolor como el mejor de los dones. Pero debe haber amor, una grande Fe y un gran, gran agradecimiento. La peor de las torturas morales son la ingratitud y el desamor. Es peor que la tortura física.
Dar afecto y recibir indiferencia y rencor. Dar obras y verlas rechazadas. Supera en potencia a los golpes del flagelo y al penetrar de las espinas. Estas son cosas que golpean solo la carne; pero la indiferencia, la ingratitud y el rencor, golpean al alma y sacuden al espíritu.

SEÑOR, YO PERDONO A…. POR…. TE ENTREGO TODO, BENDÍCENOS. DALE LA LUZ Y TU GRACIA…. Y A MÍ….. TE AMO.
En momentos así, no se deben mirar a las criaturas sino a Dios.
No se debe pensar en la criatura que lastima, sino en orar para proveer su paupérrima alma y entregarle su alma a Dios para que la sane y la convierta. No se debe amar a la criatura por su persona, sino amar a Jesús en ella y así se encontrará lo que debe ser amado.
En la Hora de las Tinieblas el Egoísmo domina y por medio de él, Lucifer trastorna el mundo.
Para el cristiano-alma-víctima, son algunas personas que no agradecen o que traicionan.
Para Dios, son millones los que se niegan a Reconocerlo…
Debemos consolarlo con nuestro amor.
Fernanda calla y todos meditan en la enseñanza recibida. Tan asombrosa y…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
34.- PERDONA NUESTRAS OFENSAS II
Es necesario saber siempre perdonar, porque TODOS tienen necesidad del Perdón.
El crecimiento espiritual se manifiesta a través de esfuerzos superiores a las fuerzas humanas. No es un mérito guardar silencio: pero lo es y muy grande, cuando se lo guarda al NO responder cuando se recibe una ofensa. Este Perdón es muy valioso como testimonio para impulsar a otros a la conversión.
La única medicina para calmar la ira, es callarse.
En las disputas es muy difícil conservar la justicia y la paz del espíritu. Y los que son enemigos nuestros, son amigos de Satanás. ¿Queremos ser amigos de Satanás, al odiar al que nos odia?
El perdón es un regalo que nos devuelve el equilibrio interior y la salud: mental, espiritual y física. A fuerza de otorgarse una y otra vez; es como cubrirnos con una cúpula de fuerza protectora para las agresiones. En otras palabras: les quitamos a los demás, el poder para hacernos daño.
El Perdón es el Testimonio más poderoso de que Dios está con quién lo ejerce.
Al igual que la Fe y el amor, tiene su origen en la voluntad.
Esta es la respiración de la vida del cristiano:
QUERER CREER. QUERER AMAR. QUERER PERDONAR. QUERER SALVARSE.
Amar Quiere decir imitar con espíritu de amor a quién se ama. El Amor es magnánimo y misericordioso. Tiene necesidad de perdonar. Porque no puede odiar.
EL PERDON HACIA LOS DEMÁS, ATRAE EL PERDÓN DE DIOS.
El hambre de aceptación es un instinto básico en el ser humano y es por eso que los rechazos y las agresiones son tan dolorosos. Son como ardientes flechas que producen heridas punzantes en las que se inocula un veneno atormentador compuesto de Ira, Dolor, Amargura, Rencor y Venganza.
Su doloroso aguijón produce primero un escozor que dependiendo de nuestra susceptibilidad y nuestra soberbia, se va agigantando hasta convertirse en Odio. Nos enferma y nos hace perder el equilibrio en nuestras tres partes: el cuerpo, el alma y el espíritu.
Cuando concluí la enseñanza del Padre Nuestro, lo hice con estas palabras: “Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre Celestial los perdonará. En cambio, si NO perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.”
Mis palabras NO dejan alternativa.
Cuando tenemos una fe auténtica al orar el Pater Noster, si lo decimos, tenemos que hacerlo.
Y SI NO LO DECIMOS, PERDEMOS LO MÁS IMPORTANTE DE DIOS EN ESTA TIERRA: SU PERDÓN.
YO practiqué esta enseñanza cuando desde la Cruz, oré para el perdón para mis asesinos…”
¿POR QUÉ DEBEMOS Y NECESITAMOS PERDONAR?
El hombre para ser feliz, necesita amar y ser amado.
Si Dios es amor y estamos hechos a imagen y semejanza de Él, es por eso que el Amor juega un papel tan fundamental en todas las relaciones humanas.
Al enfrentarnos a un mundo que NO SABE AMAR, el rechazo es determinante en las consecuencias de nuestras reacciones a lo que nos rodea.
Fuimos creados para amar y al empeñarnos en odiar, nos forzamos a funcionar al contrario.
Éste conflicto es el núcleo de todas las alteraciones psicológicas en el ser humano.
Especialmente dañino es, cuando se ve obligado a odiar, lo que debe ser lo más amado en este mundo después de Dios: los hijos o los padres.
El hombre es la maquinaria más perfecta y su desequilibrio afecta las tres partes de él. Cuando el Odio se enseñorea de nuestro ser, el espíritu muere a la Gracia y se pierde la armonía con su Creador.
Al perder la armonía con la principal fuente de la Vida: Dios; se entra en contacto con la energía emanada por Satanás a través del Odio, que afectan terriblemente al alma y al cuerpo.
EL ODIO MATA EL ESPÍRITU.
El espíritu muerto es controlado por Satanás.
El alma se enferma.
De acuerdo al daño recibido son las alteraciones psicológicas manifestadas. Y la dureza de corazón y de carácter se agudiza.
Entre más herida está una persona, más llena de Odio, Amargura; y más endurecida estará. Al NO tener armonía con Dios, perdemos la armonía con nosotros mismos y NO podemos tenerla tampoco con los que nos rodean.
Y la depresión es el termómetro que marca la intensidad de una ira reprimida y convertida en Odio contra sí mismos y que NO encuentra salida a través de una venganza contra el que lo dañó.
El cuerpo: una mente dañada, se proyectará en un cuerpo enfermo. Éste es el origen de un gran porcentaje de las enfermedades crónicas, que la ciencia no ha podido curar.
El Odio es invalidante: la artritis y el cáncer, son un claro ejemplo de ello. Cuando el hombre aprende a perdonar, la mejoría es notable.
EL PERDON ES SALUD PARA EL CUERPO Y PARA EL ALMA.
Y PARA EL ESPIRITU ES SALVACIÓN.
PERDONAR ES SANAR. PERDONAR ES LIBERARSE. PERDONAR ES RESUCITAR.
EL PERDON DE DIOS
Dios perdona a cualquiera que con corazón contrito, humilde y decidido a perseverar en el bien, se lo pide. Porque por más grande que sea el pecado cometido, el arrepentimiento sincero, alcanza de Dios el Perdón.
Dios conoce nuestra debilidad. Sabe de qué barro estamos hechos y distingue perfectamente las intenciones del corazón. La humildad y el amor, siempre obtienen su Perdón.
La soberbia de la inteligencia y la lujuria de la carne, son los pecados que espiritualmente dejan al alma como un cadáver putrefacto y asqueroso.
Y así es como nos ven los ojos de Dios.
El llanto del arrepentimiento de un corazón contrito y humillado, es amor expiatorio que unido al Amor Purificador del Perdón de Dios, curan las almas de tan horrendas heridas.
Cuando se ama a Dios, el Pecado duele y no se quiere OfenderLo.
Para gozar de la protección de Dios, es necesario su Perdón. El alma que se sabe perdonada y tiene la seguridad de tener a Dios consigo, recupera la alegría y la paz. El bienestar se extiende hasta el cuerpo.
Yo sabía que esto era tan importante, que por eso lo convertí en Sacramento. El salmo 32, expresa muy bien este alivio.
ES NECESARIO EL PERDÓN DE DIOS
El Sacramento de la Reconciliación, es un Sacramento de Liberación y de Sanación
Interior. Yo lo instituí precisamente por esto: el Pecado toma vida propia.
Y quise liberar a vuestro espíritu de las cadenas y las cargas por el Pecado. Y vuestra alma del Caos y la Destrucción, que siempre traen consigo.
El Perdón de Dios resucita nuestro espíritu a la Gracia y nuestra alma se une a la Vida: la Santísima Trinidad.
¿POR QUÉ ES NECESARIO EL PERDÓN DE LOS DEMÁS?
Casi nunca nos gusta reconocer las cosas lamentables de nuestra propia conducta. No es fácil reconocer nuestras culpas. Se necesitan grandes dosis de humildad, para reconocer los propios errores.
Y una confesión dolorosa que NO siempre estamos dispuestos a hacer.
Una auténtica disculpa, es mucho más que el mero reconocimiento de un error. Equivale a confesar que algo que dijimos o hicimos, le provocó un daño a otro.
Y que ese daño como un boomerang, también nos lastima a nosotros.
Nuestro equilibrio interior es tan sensible, que aunque conscientemente nos neguemos a aceptar que actuamos mal y disponemos de una montaña de justificaciones; la conciencia es un juez tan implacable, que hasta que NO resarcimos el daño, es como nos sentimos mejor.
El arrepentimiento sincero, es una medicina dolorosa y amarga, pero sus efectos son tan saludables, que cuando lo llevamos activo a solicitar el Perdón y somos capaces de decir sinceramente: ‘Lo siento. Lamento mucho haber… Por favor, Perdóname.’
Estas palabras obran efectos maravillosos y curativos. Purifican de una manera esplendorosa nuestro interior. ¡Cuántas relaciones importantes se restaurarían, si fuésemos capaces de decirlas más seguido!
En una ocasión tuve un paciente que me fue a consultar, aquejado por una serie de síntomas: insomnio, depresión, dolores de cabeza, trastornos estomacales, etc. El reconocimiento médico no reveló ningún trastorno orgánico.
El Espíritu Santo me hizo ‘percibir’…Y finalmente le dije:
– Si no me dice usted lo que pesa en su conciencia, NO podré ayudarlo.
El hombre me miró sorprendido. Y después de dolorosas vacilaciones, confesó que como albacea del testamento de su padre, había despojado a su hermano de su parte de la herencia.
Allí mismo lo persuadí para que pidiera perdón a su hermano y le devolviera lo que le había quitado.
Después de haberlo hecho, el hombre fue a darme las gracias, porque se había curado.
A veces dudamos de pedir perdón por temor a vernos desairados. Es una dolorosa posibilidad que NO debe detenernos. Porque en el dado caso de que así sucediera, ya NO ES responsabilidad nuestra, el que no haya una reconciliación.
Vale la pena porque seremos nosotros los que sanaremos.
¿PORQUÉ ES NECESARIO EL PERDÓN HACIA NOSOTROS MISMOS?
ARREPENTIMIENTO: Pesar de haber hecho una cosa con intención de resarcir y reparar el daño.
REMORDIMIENTO: Inquietud interior que perturba la conciencia, ante el recuerdo de un crimen cometido.
Cómo podemos observar el remordimiento es pasivo y el arrepentimiento es activo. Esta diferencia marca las consecuencias de nuestras acciones.
Cuando reconocemos nuestras culpas y pedimos perdón al que ofendimos, el siguiente paso es perdonarnos a nosotros mismos.
Cuando este último perdón NO lo llevamos a cabo, NO podemos recuperar la paz del espíritu.
Diablo significa Acusador.
Él hace honor a este título utilizando algunos pecados nuestros, como verdaderos tormentos que convierten la vida en un infierno.
Cuando esto sucede, el hombre que comete pecados tan atroces que le resulta imposible pensar que pueda alcanzar el Perdón: los remordimientos torturan tanto y el hombre se siente tan culpable, que cree que Dios no puede perdonarlo.
La humildad, llorando dice: ‘Señor, ten piedad de mí. Yo no puedo, Tú si puedes. Ayúdame porque solo Tú puedes hacerlo.’
La soberbia impotente, declara: ‘Dios NO puede perdonarme. Es imposible.’
El que dice estas palabras está midiendo a Dios consigo mismo. Y piensa que Dios NO perdonará, porque si él fuese el ofendido, NO perdonaría.
El humilde compadece y perdona, aun cuando sufra por haber sido ofendido.
El soberbio NO perdona, porque NO quiere renunciar a su Rencor.
El que NO se perdona a sí mismo, está odiándose. Y sé autodestruye con un castigo AUTO-impuesto, ya que de manera subconsciente busca sufrimientos para castigarse y se entrega a relaciones destructoras.
El arrepentimiento auténtico debe tener un valor viril y sin pedir excusas, ni dárselas; hay que aceptar las consecuencias del pecado, como un doloroso medio de expiación.
Y con renovadas fuerzas, aceptarnos como somos, amándonos y con inmensa gratitud hacia Dios.
Cuando hemos alcanzado el Perdón de Dios, debemos hacerlo extensivo a nuestra voluntad, con este pensamiento: “Si Dios me ha perdonado, ¿Quién soy yo para NO hacerlo?”
La soberbia impulsada por Satanás, es la que dice que Dios NO PUEDE perdonarnos.
Pues donde abunda el pecado, sobreabunda la Gracia. Esto debemos recordarlo porque nos muestra la infinita misericordia de Dios y debe ser el baluarte cuando Satanás quiere afligirnos, con sentimientos de culpa.
Entonces, ¿Qué es lo que debemos hacer? Efectuar los Siete Pasos del Perdón aplicados a ¡NOSOTROS MISMOS!
Por ejemplo, si nuestro pecado fuese como el de Judas y ya cometimos el DEICIDIO, después de pedir perdón al Señor con arrepentimiento sincero, vamos a orar: “Yo…(fulano de tal), ME PERDONO A MÍ MISMO POR HABER MATADO A JESÚS, EN….
¡Y asunto concluido! Aceptemos las CONSECUENCIAS de nuestro Pecado como expiación por el mismo.
Y cuando Satanás venga a fastidiarnos, simplemente le decimos: ¡VADE RETRO SATÁN! Mi Abba ya me perdonó y yo también me perdoné…
¡LÁRGATE DE AQUÍ! ¡YO NO TENGO NADA CONTIGO! Invoquemos a nuestra Madrecita y verán como sale huyendo el muy Cobarde…
¿PORQUÉ ES NECESARIO PERDONAR A LOS DEMÁS?
Muchas personas creen equivocadamente que el perdón solo debe otorgarse, cuando el ofensor se muestra arrepentido. Si queremos obtener óptimos resultados, debemos corregir este error.
Primero que nada tenemos que estar conscientes, que el perdón es un Regalo. Tanto para el perdonado, como para el perdonador.
El que recibe la mayoría de los beneficios, es el que lo otorga.
A menos que decidamos amar nuestras enfermedades y desequilibrios y seguir manteniéndonos alejados de Dios por el resentimiento; NO nos queda otra alternativa.
Porque ni siquiera podremos volver a orar el ‘Pater Noster’, con la seguridad de estar siendo atendidos.
Hagamos el Perdón activo, si podemos decirle a nuestro Ofensor: “Yo te perdono por esto…” Qué bien o si NO, al menos hagámoslo espiritualmente y digámosle a Jesús: “Señor yo perdono a fulano por esto… Bendícelo.”
Punto final, ya no tenemos pagarés que nos estorben para seguir amando y produciendo Amor…
¿CUÁNTAS VECES SE DEBE PERDONAR?
Para el Amor y para el Perdón, no hay límites. No lo hay. Ni en Dios, ni en los verdaderos hijos de Dios. Mientras dure la vida, no hay límite.
En el cristiano, por más que las culpas produzcan dolor, hay que perdonar siempre al que nos hace daño.
La primera vez que perdonamos de verdad duele tanto; que es como si nos desollaran vivos.
Después va disminuyendo la sensación de dolor, hasta que quedamos envueltos en una muralla de amor tan densa; que los dardos envenenados del Demonio, pierden toda su eficacia.
Conforme nos habituamos a ejercer el Perdón, se va formando un escudo formidable a nuestro alrededor, que inclusive desarma al Enemigo.
Porque se convierte en un ejercicio tan habitual, que llegamos a perdonar en el mismo momento en que estamos siendo ofendidos y al contestar con amor, estamos poniendo la otra mejilla, al mismo tiempo que detenemos la flecha de fuego llena de Odio que se ha lanzado para herirnos, antes de que ésta llegue a tocarnos.
El Perdón de las ofensas es la Prueba de nuestra caridad y de nuestra unión con el Verbo.
Si consideramos las flechas de las ofensas como ofensas, NO las podemos amar. Si consideramos a los que nos afligen como injustos, NO los podemos amar.
Si consideramos las ofensas como plumas agregadas para volar a Dios y miramos a los torturadores como los cooperadores más valiosos para que adquiramos méritos celestiales, entonces SÍ los podemos amar.
Desgraciadamente vivimos en un mundo que nos obliga a practicar el perdón continuamente y por lo mismo, su valor es inapreciable. Porque al ser el Odio, el principal elemento que nos rodea; la única manera de neutralizarlo es el Perdón.
Él nos ayuda a convertirnos en amos de nuestras pasiones y el Dolor deja de ser un Verdugo, para transformarse en un Maestro.
Y el maravilloso bienestar que lo acompaña es sensacional.
Entonces somos espectadores de las ofensas que nos infieren, sin sentirnos lastimados por ellas. Y somos capaces de realizar, al compadecer el porqué de la crueldad del ofensor, el precepto más asombroso de la Doctrina Cristiana: amar a nuestros enemigos.
EL AMOR A NUESTROS ENEMIGOS
“El que no ama, permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un asesino. Y como lo saben ustedes, en el asesino NO permanece la Vida Eterna.” (1 de Juan 3, 15)
A S E S I N O.
Es una palabra bastante fuerte para calificar una conducta bastante común en nuestros días.
Es imposible pasar por esta vida, sin encontrarnos con gente que de muy diversas maneras, nos lastiman una y otra vez.
La reacción más natural es el enojo y el resentimiento.
Entonces ¿Cómo poder cumplir con el Mandamiento tan perentorio de Jesús?
El Perdón es totalmente activo y requiere de un enorme esfuerzo de la voluntad, pero su ejercicio es sumamente fácil, si dejamos que sea Jesús el que lo haga por nosotros.
Si él vive dentro de nosotros y de verdad lo amamos. Basta con que le entreguemos lo que sentimos y le pidamos ayuda. Nunca nos defraudará.
Cuando logramos dominar el ejercicio del Perdón, nuestra vida se transforma de manera total.
Es infinitamente feliz y saludable; porque el Odio aparte hacernos vivir infelices y amargados. Es una pasión tan avasalladora, que cuando no se vierte al exterior en desórdenes de conducta violentos, se vuelve contra nosotros mismos y toma cualquiera de las dos formas: alteraciones físicas que desarrollan enfermedades psicosomáticas hasta llegar al cáncer.
O alteraciones nerviosas en forma de depresión que culmina con el suicidio. lA DESESPERACION ES EL PRIMER PASO…
Viendo el contexto completo de lo que significa el Odio, adquiere sentido la fuerte palabra: ‘asesino’.
Si no somos asesinos de los demás, lo somos de nosotros mismos.
Si es el Odio o la indiferencia, uno de los látigos que nos fustigan, roguemos a Dios para que sane nuestro corazón, entregándole nuestros sentimientos y pidiéndole que resucite el amor.
Porque es solamente amando como adquiere sentido nuestra vida. Cuando todas nuestras potencias están ocupadas en amar, no hay lugar para el resentimiento.
Es al señor al que le toca castigar, las venganzas se le deben entregar a Él. Al hombre le toca amar y perdonar. Compadecer y perdonar. Orar y perdonar. ¡Cuánta necesidad de ayuda y de perdón, tienen los culpables ante Dios!
Y solo a través de la Oración se ahuyentan los fantasmas de Satanás y podemos sentir la Presencia de Dios que nos llena de fortaleza, amor y compasión.
Si Dios está cerca puede uno enfrentarse a todo y soportarlo con rectitud y mérito. Solo la Fe en Aquel del cual nos alimentamos, puede ayudarnos a vencer el Odio y hacer posible lo que para muchos no solo es imposible, sino una verdadera locura: el amor por nuestros enemigos.
¿CÓMO DETECTAR AL ESPIRITU RENCOROSO?
El espíritu rencoroso es uno de los principales obstáculos para la Oración. El rencor es hijo del Odio y la Soberbia. El rencor es pecado. El pecado impide la comunicación con Dios.
Satanás es habilísimo para disfrazarse con la hipocresía. El que trata de orar con el rencor en el corazón, NO recibe contestación. Y el alma deja de orar. Deja de ser creyente. Es por eso que Jesús es tan intransigente con este Mandamiento.
En nuestro corazón siempre debe haber paz y alegría. Y el espíritu rencoroso nos está saboteando, si al pensar en nuestro ‘enemigo’ sentimos malestar y evitamos encontrarnos con él. Decimos perdono, pero no olvido.
Reconocemos que en el fondo del corazón, nos alegra que le vaya mal y lo consideramos ‘un justo castigo por su maldad’. Deseamos que Dios se encargue de vengar pronto nuestros agravios.
Cuando ‘inadvertidamente’ dejamos caer indirectas y pequeñas puyas venenosas que le hagan la existencia tan pesada, como nos la hicieron a nosotros. Cuando nos vengamos con críticas y murmuraciones, tratando de destruir la reputación del ‘enemigo’.
Si reconocemos cualquiera de estas circunstancias con alguien relacionado a nuestra vida, ¡Es el momento de efectuar los Siete Pasos del Perdón, para recuperar nuestro equilibrio interior!
En primer lugar, debemos recordar que el verdadero cristiano no ve en sus semejantes, ‘enemigos’. El Enemigo ya sabemos quién es.
Porque se debe amar a los malvados.
Porque con el amor se alcanza la misericordia que los convierte y los salva.
Cuando se siente aversión por el enemigo, es señal de que se puede fermentar en el corazón, la levadura del Odio.
El que camina por el Sendero de la Cruz, siguiendo a Jesús y NO perdona, termina por encaminarse hacia el Odio.
NO SE DEBE ODIAR AL QUE NOS ODIA. No abráis ni siquiera un resquicio a lo que no es de Dios.
¡Hay peligro de perecer y de ser vencidos por el verdadero Enemigo! ¡NO! Tened Caridad y prudencia…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
29.- EL CAZADOR, CAZADO
Marco Aurelio, después de unas horas, se sintió más penosamente mal.
Y estuvo muy enfermo en realidad. La noche llegó y con ella una violenta fiebre. Cuando ésta cedió, no podía dormir y seguía con la mirada a Alexandra a dondequiera que iba.
Por momentos caía en una especie de sopor, durante el cual oía lo que sucedía a su alrededor, pero luego se sumergía en febriles delirios.
Y así transcurrieron varios días…
Cuando recuperó la conciencia, despertó y miró alrededor de él. Una lámpara brilla dando su claridad. Todos están calentándose al fuego, pues hace frío y se ve como de sus bocas sale el aliento en forma de vapor.
Pedro está sentado, con Alexandra en un escabel a sus pies. Luego Mauro, Lautaro, Isabel y David, un joven de rostro agraciado y cabellos negros y ensortijados… Todos están atentos, escuchando al apóstol que habla en voz baja…
Y también Marco Aurelio concentró su atención tratando de escuchar lo que dice. Entiende que está hablando de la Muerte y Resurrección de Cristo y de las enseñanzas que Jesús les dio durante cuarenta días, antes de ascender al Cielo.
Marco Aurelio pensó:
– Sólo viven invocando ese Nombre.
Y cerró los ojos invadido por la fiebre.
Cuando los volvió a abrir, vio la brillantez de la luz de la chimenea, pero ahora no hay nadie. Trozos de leña se consumen y las astillas de pino que acaban de poner, iluminan suavemente a Alexandra sentada cerca de su lecho.
Y al mirarla se conmovió, ella está velando su sueño. Es fácil adivinar su cansancio. Está inmóvil y tiene cerrados los ojos. Él se pregunta si está dormida o solamente absorta en sus pensamientos. Contempló su delicado perfil… sus largas pestañas caídas lánguidamente, sus manos sobre sus rodillas.
Y vio que sobre su belleza exterior que es tan extraordinaria, hay otra belleza que irradia desde adentro de su ser y la hace sobrenaturalmente hermosísima…
Y aunque le repugna llamarla cristiana, tiene que aceptarla con la religión que ella confiesa. Aún más, comprende que si todos se han retirado a descansar y solo ella permanece en vela. Ella, a quién él ha ofendido tanto, es sólo porque su religión así lo prescribe.
Pero ese pensamiento que causa admiración al relacionarlo con la religión de Alexandra, le fue también muy desagradable… Hubiera preferido que la joven obrara así, tan solo por amor a él.
Alexandra abrió los ojos y vio que él la miraba.
Se acercó y le dijo con dulzura:
– Estoy contigo.
Marco Aurelio murmuró débilmente:
– Y yo he visto lo que en verdad eres en mis sueños. Gracias. –y volvió a dormirse.
A la mañana siguiente despertó. Débil, pero con la cabeza fresca y sin fiebre.
Bernabé hurga en la chimenea apartando la ceniza de los carbones encendidos.
Marco Aurelio recordó como este hombre había destrozado a Atlante. Y examinó con atención su enorme espalda y sus poderosos brazos. Sus piernas sólidas y fuertes como columnas. Y pensó: “¡Gracias a los dioses que no me ha roto el cuello! ¡Por Marte! ¡Si los demás partos son como éste, las legiones romanas NO cruzarán sus fronteras!
Luego dijo en voz alta:
– ¡Hola esclavo!
Bernabé sacó la cabeza de la chimenea y sonriendo con expresión amistosa, le dijo con cordialidad:
– Que Dios te de buenos días y mejor salud. Pero yo soy un hombre libre y no un esclavo.
Esto le hizo una impresión favorable, pues su orgulloso temperamento le impide el alternar con un esclavo. Éstos sólo son objetos sin índole humana.
Esta respuesta le facilita interrogar a Bernabé acerca del lugar en donde Alexandra ha nacido.
– Entonces ¿Tú no perteneces a Publio?
Bernabé respondió con sencillez:
– No. Sirvo a Alexandra como serví a su madre. Por mi propia voluntad.
Y se puso a agregar trozos de leña al fuego de la chimenea.
Cuando terminó, se irguió y declaró:
– Entre nosotros no hay esclavos.
– ¿Dónde está Alexandra?
– Salió. Y yo voy a hacerte de comer. Ella te estuvo velando toda la noche.
– ¿Y por qué no la relevaste tú?
– Porque ella quiso velar a tu lado y mi deber es obedecerla. – Pasó por sus ojos una expresión sombría.- Si la hubiera desobedecido, tú no estarías vivo ahora.
– ¿Entonces lamentas el no haberme dado muerte?
– No. Cristo nos manda no matar.
– Pero… ¿Y Secundino y Atlante?
– No pude evitarlo. –murmuró Bernabé.
Y miró con tristeza sus manos. Luego puso una olla sobre la rejilla y se quedó contemplando el fuego, con mirada pensativa.
Finalmente declaró:
– La culpa fue tuya. ¿Por qué levantaste tu mano contra la hija de un rey?
Una oleada de orgullo irritado ruborizó las mejillas de Marco Aurelio, ante el reproche del parto…
Más como se sentía débil, se contuvo. Especialmente porque predomina el deseo de saber más detalles sobre Alexandra. Más aún con la confirmación de su linaje real, pues como la hija de un rey ella puede ocupar en la corte del César una posición igual a las de las mejores y más nobles patricias romanas.
Cuando se calmó, pidió al parto que le contase como era su país.
Bernabé contestó:
– Vivimos en los bosques, pero poseemos tal extensión de territorio, que no se pueden saber los límites, pues más allá se extiende el desierto…-y siguió describiendo sus ciudades, la familia de Alexandra…
Sus gentes, sus costumbres y como se defendían de los que trataban de invadirlos.
Concluyó diciendo:
– Nosotros no les tememos a ellos, ni al mismo César romano.
Marco Aurelio respondió con tono severo:
– Los dioses han dado a Roma el dominio del mundo.
Bernabé replicó con sencillez:
– Los dioses son espíritus malignos. Y donde no hay romanos, no hay supremacía de ningún género.
Y se volvió a avivar el fuego de la chimenea, revolviendo con un cucharón, la olla donde se cocinan los alimentos. Cuando estuvo listo, vació en un plato grande y esperó a que se enfriara un poco.
Luego dijo:
– Mauro te aconseja, que aún el brazo sano lo muevas lo menos posible. Alexandra, me ha ordenado que te dé de comer.
¡Alexandra ordenaba! No había ninguna objeción que hacer. Así pues, Marco Aurelio ni siquiera protestó.
Bernabé vació el líquido en un tazón, se sentó junto a la cama y lo llevó a los labios del joven patricio. Y hay tal solicitud y tan afable sonrisa en su semblante, que el tribuno no da crédito a sus ojos.
Aquel titán tan terrible que había aniquilado a Atlante y que luego se había vuelto contra él como un tornado ¡Le habría hecho trizas si no hubiera intervenido Alexandra!
Ahora es un delicado enfermero, tan solícito como gentil, al tomar el tazón entre sus dedos hercúleos y acercarlo a los labios de Marco Aurelio.
En ese momento apareció Alexandra, vestida con el camisón de dormir y con el cabello suelto.
Marco Aurelio sintió que su corazón se aceleró al verla y la amonestó suavemente por no estar descansando.
Ella dijo con acento afable:
– Me preparaba para dormir y vine a ver cómo estás. Dame la taza Bernabé. Yo le daré de comer.
Y tomando entre sus manos el recipiente, se sentó a la orilla del lecho, dio de comer al enfermo, que se siente a la vez rendido y gozoso.
Cuando ella se inclina hacia él, percibe el tibio calor de la joven y le rozan sus cabellos ondulados y negrísimos. Se siente desfallecer de felicidad. Está pálido por la emoción.
Al principio tan solo la había deseado y ahora siente que la adora con todo su ser. Antes solo prevalecía su egoísmo y ahora reconoce haber sido tan insensible y tan ciego, que empieza a pensar en ella y en lo que ella necesita y desea.
Como un niño obediente se tomó la mitad el contenido del tazón. Y aun cuando la compañía de Alexandra y el contemplarla lo extasían de dicha, le dijo:
– Basta ya. Vete a descansar, diosa mía.
Ella replicó ruborizada:
– No me llames de ese modo. No está bien que me digas así.
Sin embargo lo mira sonriente y le reitera que ya no tiene sueño, ni fatiga. Y lo insta para que termine de comer.
Y finalizó diciendo:
– No me retiraré a descansar hasta que llegue Mauro.
El la escucha encantado y se siente invadido por una gran alegría y una gratitud sin límites.
Emocionado le dice:
– Alexandra… Yo no te había conocido antes. Hasta hoy me doy cuenta que quise alcanzarte con medios reprobables. Así pues ahora te digo: regresa a la casa de Publio y descansa en la seguridad de que en adelante, no habrá ninguna mano que se levante contra ti.
Una nube de tristeza cubrió el rostro de la joven y contestó:
– Dichosa me sentiría si llegara a verlos aunque fuera de lejos, pero ya no puedo volver a su casa.
Marco Aurelio la miró asombrado y preguntó:
– ¿Por qué?
Alexandra le contempló por unos segundos, antes de responder:
– Los cristianos sabemos por Actea lo que sucede en el Palatino. ¿Acaso no sabes que el César, poco después de mi fuga y antes de partir para Nápoles, hizo comparecer a su presencia a Publio y a Fabiola? Y creyendo que me habían secundado los amenazó con su cólera.
Por fortuna Publio pudo decirle: ‘Majestad, tú me conoces y sabes que no te mentiría. Nosotros no hemos favorecido su fuga e ignoramos igual que tú, que suerte ha corrido ella.’ Y el césar creyó y enseguida olvidó. Por consejo de mis superiores, jamás les he escrito comunicándoles donde estoy, a fin de que siempre puedan decir la verdad y que ignoran dónde me encuentro.
Acaso tú no comprendes esto, Marco Aurelio; pero has de saber que entre nosotros está prohibida la mentira, aunque para ello debamos arriesgar la vida. Esta es la Religión que da norma hasta a los afectos de nuestro corazón. Y por lo mismo no he visto, ni debo ver a mis padres.
Desde que me despedí de ellos, solo de vez en cuando, ecos lejanos les hacen saber que estoy bien y que no me amenaza ningún peligro.
Al decir estas palabras la añoranza la invadió y las lágrimas humedecieron sus ojos. Pero se recuperó rápidamente y añadió:
Sé que también ellos languidecen por nuestra separación. Pero nosotros disponemos de un consuelo que los demás no conocen.
Marco Aurelio está anonadado: ¡Actea cristiana!…
Y dice lleno de confusión:
– Sí, lo sé. Cristo es vuestro consuelo. Más yo no comprendo eso.
– ¡Mira! Para nosotros no hay separaciones, dolores, ni sufrimiento, que Dios no transforme luego en gozo. La muerte misma que ustedes consideran como el término de la vida, para nosotros es solo el comienzo de la verdadera Vida. Considera cuán regia es una Religión que nos ordena amar aún hasta a nuestros enemigos.
– He sido testigo de lo que dices. Pero contéstame: ¿Ahora eres feliz?
– Lo soy. Amo a Dios sobre todas las cosas. Y todo el que confiesa a Cristo, no puede ser desgraciado.
Marco Aurelio admiró su convicción, pero no alcanza a comprenderla y le dijo:
– ¿Entonces no quieres volver a la casa de los Quintiliano?
– Lo anhelo con toda mi alma. Y he de volver algún día si esa es la Voluntad de Dios.
– Pues entonces yo te digo: ‘Regresa’ Y te juro por mis lares que no alzaré mi mano contra ti.
– No. Me es imposible exponer al peligro a los que se encuentran cerca de mí. El César no quiere a los Quintiliano. Si yo volviera…y ya ves que rápido se extiende por toda Roma una noticia, mi regreso al hogar haría ruido en la ciudad. Nerón lo sabría, castigaría a Publio y a Fabiola. Por lo menos me arrancaría una segunda vez de su lado.
– Es verdad. Eso podría suceder. Y lo haría tan solo para demostrar que sus mandatos deben ser obedecidos. –Y cerrando los ojos exclamó- ¡No soportaría saberte otra vez en el Palatino!
Y él sintió como si se abriera ante sí, un abismo sin fondo. Él es un patricio. Un tribuno militar. Un potentado. Pero sobre todos los potentados del mundo al que pertenece, está un loco cuyos caprichos y cuya malignidad, son imposibles de prever…
Solamente los cristianos pueden prescindir absolutamente de Nerón o dejar de temerle, porque son gentes que parecen no pertenecer a este mundo, ya que la misma muerte les parece cosa de poca monta. Todos los demás tienen que temblar en presencia del tirano.
Y las miserias de la época en que viven se presentan a los ojos de Marco Aurelio, en toda su monstruosa malignidad. Y pensó que en tales tiempos, solo los cristianos pueden ser felices.
Y sobre todo, aquilató por primera vez la dimensión del daño que le había hecho a ella. Y una honda pena se apoderó de él.
Bajo la desalentadora influencia de ese pesar; lleno de impotencia, le dijo:
– ¿Sabes que eres más feliz que yo? Tú estás en medio de la pobreza, viviendo con gentes sencillas, pero tienes tu Religión. Tienes tu Cristo. Pero yo solo te tengo a ti. Y cuando huiste de mi lado, me convertí en una especie de mendigo en medio de mi riqueza.
Ella lo miró atónita y sin saber qué decir.
Marco Aurelio prosiguió:
– Tú eres más cara a mi corazón que todo lo que hay en el mundo. Yo te busqué porque no puedo vivir sin ti. Hasta ahora solo me ha sostenido la esperanza de volver a verte. No anhelaba ni placeres, ni fiestas. No podía dormir, ni descansar, ni comer. Y no encontraba alivio para mi dolor. Si no hubiera sido por la esperanza de encontrarte, me hubiera arrojado sobre mi espada.
Alexandra replicó conmovida:
– No digas eso Marco Aurelio. Ningún ser humano debe idolatrar a otro hasta ese punto.
– Pero pensé que si moría, ya no te volvería a ver. Te estoy diciendo la verdad pura, cuando te afirmo que no podré vivir sin ti. Hasta ahora solo me ha sostenido la ilusión de volver a verte como ahora lo hago y hundirme en la mirada de esos ojos tuyos bellísimos, que son mi anhelo.
La mira con un amor tan intenso que ella se ruboriza y no le contesta nada.
Él agrega apasionado:
– ¿Recuerdas nuestras conversaciones en casa de Publio? Un día trazaste un pescado en la arena y entonces yo no sabía su significado. ¿Recuerdas que jugamos a la pelota? Yo te amaba ya más que a mi vida y trataba de decírtelo, cuando Publio nos interrumpió.
Y Fabiola al despedirse de Petronio, le dijo que Dios era Uno, Justo y Todopoderoso. Yo no tenía ni la menor idea de que Cristo era su Dios y el tuyo. Yo no conozco a tu Dios. Tú estás sentada cerca de mí y sin embargo, solo piensas en Él…
Marco Aurelio calló, palideció y cerró los ojos, mientras ardientes lágrimas silenciosas se deslizaron por sus mejillas…
Es apasionado tanto en el amor como en el odio. Y dejó salir sus palabras con sinceridad, desde el fondo mismo de su alma. Puede percibirse al oírlo: la amargura, el dolor, el éxtasis, los anhelos, la adoración. Acumulados y confundidos por tanto tiempo, hasta que se desbordaron en un torrente de ardorosas frases.
Alexandra está sorprendida y su corazón empezó a palpitar con fuerza. Sintió compasión y pena por aquel hombre y sus sufrimientos. Se siente conmovida por la adoración que ha descubierto… ¡Él la ama!… ¡La adora!…
Sentirse amada y deificada por aquel hombre que hasta ayer era tan peligroso e indomable y que ahora se le está entregando totalmente, en cuerpo y alma. Rindiéndose como si fuera un esclavo suyo.
Esa conciencia de la sumisión de él y del poder que le ha dado a ella, la inundaron de felicidad y regresaron por un momento los sentimientos y los recuerdos de otros días.
Ahora ha vuelto a ser para ella, aquel espléndido Marco Aurelio; hermoso como un dios pagano. El mismo que en la casa de Publio le había hablado de amor y despertado como de un sueño, su corazón virgen al amor de un hombre.
Pero es también el mismo de cuyos brazos Bernabé la había arrancado en el banquete del Palatino y rescatado del incendio en que su pasión la envolviera…
Y ahora que se ven pintados en su rostro imperioso, el éxtasis y el dolor. Que yace en aquel lecho, con el rostro pálido y los ojos suplicantes. Herido, quebrantado por el amor, rendido y entregado a ella; se le presentó a Alexandra como el hombre que ella había deseado y amado.
Como el hombre grato a su alma, como nunca antes lo fuera. ¡Y de súbito comprendió que ella también lo ama! Y que ese amor la arrastra como un torbellino y la atrae hacia él, como el más poderoso imán.
Y en ese preciso momento llegó Mauro que viene a ver a su paciente, para revisarlo y seguir atendiéndolo.
Marco Aurelio suspiró derrotado, porque la respuesta de la joven, NO alcanzó a llegar.
Alexandra se retiró con el alma llena de ansiedad…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
F23 EL OCTAVO SACRAMENTO
EL OCTAVO SACRAMENTO ES:
EL DOLOR.
La Humanidad se horroriza por las ruinas que dejan las guerras en las ciudades y que destruyen palacios, templos, puentes, etc. Y maldice los explosivos que destrozan pulverizándolo todo, lesionando y destruyendo todo.
El hombre era la Obra más perfecta y maravillosa de la Creación. Y Dios estaba lleno de júbilo, cuando lo contempló terminado. Y los Cielos se estremecieron de admiración. Y la Tierra cantó su alegría, porque sería el planeta que acogería regiamente al rey-hombre, hijo de Dios.
El Pecado. Más nefasto que todas las dinamitas, ha trastornado las raíces de hombre, en lo más íntimo del Pensamiento de Dios.
El Pecado, destruyó el complejo conjunto perfecto de carne y de espíritu, movido por los sentimientos; en el que la carne era más pesada, pero no era contraria y mucho menos enemiga. Con un espíritu que no estaba prisionero en ella, porque era su rey y ella era dócil y lo guiaba hacia Dios. Era atraído por Él como un imán divino, mediante las relaciones de amor entre su Creador y su criatura.
El Pecado trastornó aquel armónico contorno que Dios había puesto alrededor de su hijo, para que fuese un rey feliz. Caído el amor del hombre hacia Dios, cayó el amor de la Tierra hacia el hombre. Y la ferocidad se desencadenó sobre la tierra; entre los animales y entre hombre y hombre. La sangre, que solo debiera haber sido calor de apasionado amor; se volvió una ardiente caldera de Odio. Y en ardiente gorgoteo, contaminó el altar de la Tierra; en el cual el único rito que Dios quería, era el del Amor.
Y nació una planta espinosa y de fruto amargo: el Dolor.
Cuando el hombre desobedeció, él mismo introdujo el dolor a la tierra. Al principio, el dolor fue sufrido como el hombre lo podía sufrir, en su embrionaria espiritualidad contaminada: un dolor animal hecho con los primeros dolores de la mujer y de las primeras heridas inferidas a la carne fraterna. Un dolor feroz de alaridos y maldiciones, semilla siempre de nuevas venganzas. Después se fue refinando en la ferocidad, pero no en el mérito. Y el Dolor se fue haciendo más vasto y complicado al igual que el Pecado.
Ninguno de los nacidos de mujer, está exento de las consecuencias del Pecado. Que violó para siempre el orden establecido por Dios. Alteró la armonía entre las criaturas y el Creador. Contaminó el amor, antes todo santo, con los falsos amores: el rebullir de pasiones carnales y fácilmente desordenadas, para que causaran las imperfecciones y la muerte espiritual al alma humana, creada con predestinación a la Gloria.
¿Irreparables estas consecuencias? ¿Obstáculo al Cielo para los hijos de Adán? NO.
Si incancelables son los signos del Pecado. Si el castigo del dolor y de la Muerte permanecen. Si los fomes han quedado después del Redentor. Y los Sacramentos instituidos por Él, hacen descender la Gracia a los hombres. No están cerrados los Cielos, ni negada la Gloria a aquellos que heroicamente saben conseguir la santidad.
Y el Mal, cualquiera que sea, tiene un noventa y nueve por ciento origen en el hombre. Y el Bien tiene una sola fuente: Dios.
Desde el momento en que Satanás quiso ser igual a Dios en todas sus acciones: libertad, potencia y libertad de actuar. Quiso su propio pueblo como contraparte al Pueblo de Dios. Y este fin persigue sin detenerse, lleno de Odio hacia Dios y hacia las criaturas que Él ama como Padre. Y su Inteligencia conservada igual después de la fulminación divina. Inteligencia agudísima, adecuada al Príncipe de los ángeles…
Y sus poderes los usa para este fin, espiando en cada acción del hombre. Escuchando en cada una de sus palabras. Extrayendo del conocimiento de cada acción y palabra humana; de la constitución física del individuo, de las enfermedades, de las desgracias, de los estudios, de las ocupaciones, de los proyectos, de los afectos, de todo, ABSOLUTAMENTE DE TODO lo que le interesa al hombre; para hacer otros tantos terrenos donde sembrar su cizaña: creando confusiones y divisiones.
Utilizando todas las armas para atormentarlo. Creando prodigios para seducirlo y hacerlo caer en el error.
El hombre es un niño irreflexivo y destructor, que busca con medios cada vez más refinados, la manera de atormentar con armas cada vez más mortíferas y con intransigencias morales, cada vez más astutas, para obtener dominio sobre los demás.
Dos son las necesidades del hombre: el Amor y el Dolor. El Amor que impide cometer el Mal. Y el Dolor que repara el Mal. Esta es la Ciencia que se debe aprender: Saber amar y saber sufrir. Pero el mundo no sabe amar y no sabe sufrir. Sabe hacer sufrir. Pero esto no es amor, es Odio.
Soledad, amargura, desolación. Satanás trabaja para aumentar el sufrimiento y llevar a las almas a la ruina, por medio de la desesperación. ¡Cuánto dolor hay sobre la Tierra y solo Dios Puede aliviarlo! Porque Dios pliega siempre el Mal al Bien.
El dolor desde el punto de vista humano, es un mal por el sufrimiento que comporta. Pero desde el sobrenatural, es un bien; porque aumenta los méritos de los justos, al fortalecer las virtudes por el ejercicio de las mismas. Porque saben sufrir sin desesperarse, sin rebelarse. Y les da la oportunidad de ofrecerlo a Dios, como sacrificio de expiación por las flaquezas propias; repara los pecados del mundo y es redención por los que no son justos. Para el hombre es muy difícil comprender y aceptar esto.
La vida es cruz. Siempre…
Los que reniegan de Dios, cargan la cruz sin Él. Las almas que huyen de la cruz y del dolor, huyen del Amor. Volviéndose muy desgraciadas al carecer de la paz interior que fortalece al alma con la Presencia de Dios. El Dolor aceptado sin rebelión es expiación.
En la pobre justicia humana, se pide que quién causó un daño, restituya lo que quitó arbitrariamente. Quién calumnió se retracte y así sucesivamente. La Justicia de Dios exige la reparación de la culpa por medio de la expiación, con los mismos medios que se usaron para cometerla.
Nadie quiere sufrir, pero todos buscan que los demás sufran…
En su paso por la tierra, el hombre más que para sufrir, vive para hacer sufrir. Pero es mejor sufrir y expiar por un poco de tiempo en la tierra… Y mientras dura la jornada terrena, que es solo un instante en la Eternidad; que expiar en el Purgatorio, donde el tiempo está en proporción de uno a mil…
En el Purgatorio se sufre intensamente el dolor de haber amado poco. Y el proceso de regeneración, con el consiguiente crecimiento espiritual al que es sometida el alma por medio de la Purificación en el Purgatorio, es tanto más intenso y más doloroso, en cuanto menos se amó.
El Dolor es Cruz, pero también alas. Y es el camino que lleva a la conquista de las virtudes. El dolor es el termómetro perfecto que mide la capacidad de amar. Porque el amor y el dolor tienen una unión íntima, tan fuerte que parece indisoluble. Cuanto más se está en la Luz, tanto más se acepta, se ama y se desea el dolor. Por el contrario, mientras más alejados estamos de Dios, tanto más se teme y se odia el dolor. Y por lo mismo, hay una rebelión contra él.
LOS PECADORES.
Que se han rebelado contra los mandamientos de Dios, odian el Dolor porque es el principal obstáculo, para el goce de todos sus vicios. Y no soportan a este gran maestro de la vida espiritual, ya que lo consideran un verdugo cruel y despiadado que les impide el disfrute de la vida.
Y se rebelan contra el sufrimiento con la violencia: el suicidio o el homicidio.
Así el dolor es mal que los fermenta y los convierte en presas del Infierno. Porque Satanás los atormenta y los lleva gradualmente a la desesperación; haciendo que el hombre blasfeme por el dolor que él mismo se ha provocado y del cual termina acusando al Creador; maldiciéndolo y buscando venganzas que llevan a males mayores.
LOS TIBIOS.
Huyen del Dolor como de su peor enemigo. Se la pasan gimoteando, buscando milagros y consuelos divinos. Son las almas débiles, faltas de fuerzas para operar tanto en el Bien como en el Mal.
LOS JUSTOS.
Primero: aceptan el dolor con resignación amorosa. Su Fe y su fidelidad les dicen que Dios es infinitamente Bueno y Misericordioso. Y que si Él lo permite, es porque de su dolor, va a sacar un bien mayor que es necesario. Ya que al unirlo con los méritos de Jesús, Él va a darles un valor infinito, santificándolo al fundirlo con Él; ya que el Amor impide el Mal y el Dolor lo repara. Lo soportan y ruegan, pidiendo amor para amarlo y para saber sufrir.
Segundo: Aman obedeciendo y haciendo fuerza a sus quereres naturales, para hacer siempre la Voluntad Divina. El Dolor que les comporta, lo lloran en los brazos de Dios. Sus lágrimas se enjugan al calor de la ternura divina.
Y comprenden la razón de su sufrir. Saben que Él las ama tanto, que les da dolores con un fin santo. Y al dejar su corazón en sus manos; reciben curación, aliento y consuelo.
Tercero: la sabiduría comporta dolor. El que aumenta su saber, aumenta su dolor. El que conoce al Señor, le confía sus afectos, intereses, esperanzas y dolores. Se abandona totalmente en Dios y ve en Él, al Amigo, al Hermano, al Padre. A aquel que lo ama con su Amor Perfecto, como Perfecta es su Naturaleza Divina y se une a Él.
Por eso hay que dar a Dios, lo que es de Dios y al hombre lo que es del hombre. Dar a cada uno el juicio justo.
Si meditamos bien en nuestros tormentos, que a veces se convierten en un sufrimiento mortal, veremos que en cada tormento está el nombre de un hombre. Nunca el de Dios.
Y en el momento de la desolación, el alma más que nunca debe ser la hija de Dios. Y le llama con la seguridad de que puede hablarle, porque ha conquistado el derecho de ser escuchada.
No más oscuridad de desolación humana. No más afán de creyente que quiere y no puede alcanzar la paz en el Dolor. Sino la alegría del sufrir: Una alegría del alma, bajo el llanto de una carne que muere por último. Carne y sentimientos son los vestidos del ‘yo’ espiritual, el verdadero ‘yo’. Y la criatura santificada por su heroísmo, puede alcanzar a decir: “Por aquel sí’ que yo he dicho, ¡Escúchame!
Y hay que esperar en Dios y confiar en Él.
Cuando se juntan dos para llevar una pena, ésta se hace más ligera. Él enjuga toda lágrima de sus ojos y le consuela de un dolor que no le puede evitar, porque sirve para la Gloria de Dios y la suya. Comprende que la vida es una ráfaga que termina, cuando en el Cielo le son arrancadas las espinas que le fueran clavadas por amor.
Sabe que el mundo necesita sufrimiento. Y pide el dolor para unirlo con Jesús, para la salvación de las almas. Y así, uniendo su voluntad a la divina, comparte con Dios, la necesidad del Dolor Absoluto, completo, profundo, hasta llegar a bendecirlo como una Gracia Inmerecida, que le permite unirse y parecerse al Dios Redentor, que adora con confianza y con amor.
Porque el dolor es una gran absolución cuando se sufre con santidad y se une a la Magna obra de la Redención.
Vivir junto a Jesús es un gran gozo hasta en el dolor. Y morir por Él, es pasar a la gloria. El alma se convierte de consolada, en consoladora. Y desea enjugarle las lágrimas a un Dios que no es amado.
Convertirse al amor es saber soportar el dolor. Porque el amor nunca va separado del sufrimiento. Porque al ser una cosa santa, desencadena la furia del Enemigo. En compensación, el sufrimiento nunca va separado de la Gloria, porque Dios es justo y da a quien da. Ya desde la Tierra, el alma prueba la Gloria del Cielo.
Y el Reino de Dios en ella, lo siente hecho realidad, por la Paz verdadera que le da la Presencia de Dios dentro de ella. Esta paz que es imperturbable en medio del más atroz de los tormentos, mientras apuran el cáliz amarguísimo del Odio. Y de lo que darán testimonio, los mártires.
SE DEBE IMITAR A CRISTO EN TODO. Y es todavía siempre por el Dolor, el holocausto con el que el hombre salva. Continuando la Obra de salud, iniciada por Cristo, pues el Martirio del Dolor, está siempre presente en la vida de los elegidos. Los cuales demuestran su justicia mediante su amor al Dolor, no solamente soportado con resignación, sino también pedido como ‘Octavo Sacramento’ y ‘Novena Bienaventuranza’ para ser ungidos ‘víctimas’
Y ser la verdadera efigie de Jesucristo Víctima. Porque es por el Dolor y la Muerte, que Jesucristo fue el Salvador y el Redentor.
Del Mal, Dios siempre saca un fin bueno. Los que martirizan al alma-hostia, hacen que ésta se encamine hacia la perfección.
El Purificador deberá dar cuenta de su crueldad. Pero las victorias sobre el Mal, son la corona de los elegidos. Si la maldad no pudiera crear en manos de Dios una consecuencia buena, Dios la hubiese destruido.
El Mal glorifica a los justos. La obediencia a la Voluntad de Dios es el perno que fija y no nos permite desfallecer, aumentando el amor y el deseo de perseverar.
Jesús fue Obediente hasta el extremo y nos recuperó a nosotros. Y compartimos con Él, la sublime misión de recuperarle los hijos a Dios a través del Dolor y el sacrificio, al beber del mismo cáliz que Jesús; que también en su amargura es bello, porque tiene en su borde el sabor de los labios del Maestro, que ha sido el que bebió primero.
LA FUERZA DEL DOLOR.
El Dolor no es un castigo cuando se acepta y se hace uso de él rectamente.
Y se convierte en Sacerdocio que da un gran poder sobre el Corazón de Dios. Un gran mérito nacido con el Pecado. Sabe aplacar la Justicia, porque Dios sabe emplear para el Bien, cuanto el Odio hace para causar Dolor.
A través de la Oración, el Dolor se hace soportable y se convierte solo en una molestia de la materia. Y el corazón se fortalece con las fuerzas del león, para que el espíritu vuelva a ser rey.
Cuanto más un alma está en la Luz, tanto más ama y acepta; ama y desea, el Dolor. Cuando se vive inmerso y viviente en la Luz, se ama y se pide: EL OCTAVO SACRAMENTO.
Porque si con el dolor hay Paz, entonces es prueba de que viene de Dios. Las almas-hostias hacen lo que Jesús hizo: hacer del Dolor el principal instrumento para salvar. No debe preocupar el llanto. También Él lloró. Él sollozó gimiendo y con repugnancia de carne y de mente, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, ha dicho: “Hágase tu Voluntad”
IMITAR AL MAESTRO ES EL SECRETO QUE SALVA.
“Hágase tu Voluntad” Lo ha dicho. El espíritu solo, ha tenido el coraje de decirlo. Entre las repugnancias y los miedos de todo el Cuerpo y del Pensamiento, contra el espíritu; se debe decir: ‘Señor, fundo mi voluntad en la tuya y haz que tu Voluntad sea la mía.”
Y mientras la crueldad del Dolor flagela, Dios está junto al alma valerosa, como un Padre y un Amigo que la compadece. Que la vela, que llora con ella y de la que recoge el infinito tesoro que Él necesita para salvar: el Dolor que redime. Porque la tierra es un altar contaminado y el Dolor es el Holocausto por el Pecado. El Amor es el holocausto por el sacrificio.
Y el Amor nace en las almas al purificarse por el Dolor. Dios no condena las lágrimas, ni la repugnancia del hombre por el sufrimiento y el dolor. Condena solo el Pecado, la resistencia a la conversión y la desesperación en su Misericordia.
Lamentarse con Dios refugiándose en Él, hace que las lágrimas sean las monedas más preciosas para la conquista del Cielo, si el hombre padece y las soporta, sin salir del amor y de la justicia. Siempre hay dolores más fuertes que los propios. Cuando el hombre se lamenta de su suerte y recuerda los dolores de Dios, se ve el sufrimiento tan relativo, que la Cruz cada día se hace más soportable.
El llanto es el tributo de nuestra condición de hombres. Jesús y María Inmaculada lloraron muchísimo. Los Dos que debieron estar exentos, tanto por su Pureza como por su Santidad. Lloraron para redimir y debieron vivir sumergidos en el Dolor. Las almas unidas a Dios deben expiar por sí mismas y por las demás, haciendo del llanto una moneda para rescatar a los esclavos que Satanás tiene amarrados a sus galeras.
El alma-ostia pide sufrir para aliviar el sufrimiento de los demás y transformarlo en paz y luz, para que puedan salvarse. El hombre acusa a Dios, por el dolor que él mismo se genera.
Y los verdaderos hijos de Dios, saben amar el Dolor. Lo quieren y lo piden para expiar por sí y por los demás. Vivir unidos a Dios, es alegría también en el Dolor.
LA LEY DEL DOLOR.
A esta dolorosa consecuencia del desorden de un Ángel y de los Progenitores, nadie escapa. Ni siquiera el Hijo del Hombre, el Santísimo Verbo del Padre, que sin haber pecado, conoció los asaltos del Tentador que en la Hora en que fue el ‘Hombre’. El Cordero de Expiación, cargó con los pecados de todos los hombres y fue condenado a morir fuera de la Ciudad Santa, en el Desierto de los desiertos.
Aquel no solo de su Pueblo, sino de los amigos y hasta de su Padre. Porque siendo Dios y por lo tanto Eterno, Purísimo y exento de las consecuencias del Pecado, conoció el Dolor y la Muerte.
Jesús vino a santificar el Dolor, sufriendo el Dolor por todos los hombres y fundiendo los dolores humanos en el suyo infinito, dando así mérito al Dolor. Con el Martirio del Dolor, viene el Martirio del Amor, no menos consumante con su ardiente dulzura, que el del Dolor.
Nadie fue más probado que Jesús. Y nadie como Él, conoció la soledad, la incomprensión, el abandono. Desde los celestes a los humanos. Nadie padeció los dolores que Él ha padecido. Dolores de toda especie, siempre en aumento en cantidad y en intensidad. Y cada vez mayores.
Pero Él nunca reclamó al Padre por este Océano de Dolores que lo circundaban y que subían con sus olas amargas, cada vez más grandes, para sumergirlo. Nunca acusó al Padre. Sabía que Él permitía esto para exaltarlo después por sus méritos, en medida infinita, en proporción a su Sufrimiento.
Él sabía que el mal, el dolor, la soledad, la angustia que sufría, venían del hombre decaído y manejado como una marioneta por Satanás.
Y no podían dar más que dolor a Aquel que era Dios en vestidura humana.
Y que lo había hecho así para devolverle los hombres a Dios. Los mismos a los que Satanás impulsaba y él lo sabía, porque estaba consciente de su próxima derrota; por la restitución del estado de Gracia a los redimidos. Y se vengaba con su máximo Odio contra el Amor.
El Dolor meditado, comprendido, contemplado, sobrenaturalmente; no es castigo del Rigor Divino, sino Gracia del Amor Divino. Gracia que Dios concede a sus mejores hijos, para hacer de ellos pequeños ‘Cristos’, por coparticipación al Cáliz Amargo, a la Dolorosa Pasión del Getsemani al Gólgota, a la Cruz que fue el Patíbulo de Cristo…
Yugo pesadísimo, aplastante. Yugo que no hubiera podido ser portado sin el Amor de Dios y por el prójimo, que lo vuelve ‘suave y ligero’, si no a la carne; al menos al corazón, a la mente, al espíritu. Fue el perfecto amor a Dios y al prójimo, el que hizo correr al Verbo de Dios al encuentro con su Cruz, con la ansiedad de haber ‘Todo cumplido’.
El Dolor es Holocausto y participación a la misma suerte de Jesús. El dolor es embriagante más allá de la alegría, cuando es el Dolor de Cristo. Y Él ayuda siempre al alma que lo ama hasta el sacrificio.
Jesús subió a la Cruz orando y sufriendo. La conversión se obtiene con la Oración y el Dolor. Después en el ánimo preparado para recibirla, se enciende la luz de Dios y se hace Palabra y Vida. Y por eso se debe gustar el Pan del Dolor de Dios.
En el tiempo preciso se debe contemplar el Dolor como el mejor de los dones. Pero debe haber amor, una grande Fe y un gran, GRAN agradecimiento HACIA DIOS.
La peor de las torturas morales son la ingratitud y el desamor. Es peor que la tortura física. Dar afecto y recibir indiferencia y rencor. Dar obras y verlas rechazadas, supera en potencia a los golpes del flagelo y al penetrar de las espinas. Estas son cosas que golpean solo la carne; pero la indiferencia, la ingratitud y el rencor, golpean al alma y sacuden al espíritu.
En momentos así, no se deben mirar a las criaturas sino a Dios. No se debe pensar en la criatura que lastima, sino en orar para proveer su paupérrima alma y entregarle su alma a Dios para que la sane y la convierta. No se debe amar a la criatura por su persona, sino amar a Jesús en ella y así se encontrará lo que debe ser amado.
En la Hora de las Tinieblas el egoísmo domina y por medio de él, Lucifer trastorna el mundo. Para el cristiano-alma-víctima, son algunas personas que no agradecen o que traicionan. Para Dios, son millones los que se niegan a Reconocerlo… Debemos CONSOLARLO con nuestro amor.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
P82 IDOLATRÍA TECNOLÓGICA I
Para reconocer cuáles son nuestros ídolos personales, hay que reflexionar:
¿En qué piensas cuando te levantas? ¿En qué piensas a lo largo del día? ¿En qué piensas cuando te retiras a descansar? ¿En qué piensas los siete días de la semana?
SI CRISTO NO ES EL CENTRO DE NUESTRA VIDA…
Al responder con honestidad a estas preguntas, podemos ponerle un nombre al ídolo que domina nuestras vidas y nuestro corazón…
FEBRERO 16 DE 2015 – 8:30 A.M.
LLAMADO DE MARÍA ROSA MÍSTICA A LOS HIJOS DE DIOS
Hijitos de mi Corazón, que la Paz de Dios esté con vosotros y mi Protección Maternal os acompañe siempre.
Los hijos de la oscuridad han comenzado a mostrarse, por sus frutos los conoceréis. Mi Adversario y sus instrumentos buscan siempre llamar la atención ¡Qué tristeza siento en mi Corazón de Madre de la Humanidad al ver a tantas almas que le sirven en este mundo a mi Adversario y han vendido su alma a cambio de fama, poder y dinero! ¡Pobres almas, creen que todo es un juego y no saben lo que les espera en la Eternidad!…
Entended mortales que vosotros no le interesáis para nada a mi Adversario. A él lo que le interesa es robaros el alma. En el Seol seréis atormentados por todos los Demonios a los cuales les servisteis en este mundo.
Millones de almas le sirven hoy a mi Adversario: artistas, políticos, gobernantes, príncipes, reyes, hombres de ciencia, escritores, deportistas… E incluso muchos dentro de la Iglesia de Mi Hijo. Muchas almas se han dejado seducir por el Reino de la Oscuridad.
Mis jóvenes… LA INMENSA MAYORÍA ESTÁ PERDIDA POR EL DIOS DE LA TECNOLOGÍA
La droga, el sexo, el dinero, la soberbia, apostasía, alcoholismo, ocultismo y demás dioses de este mundo y de la carne. Este mundo está en poder de las Tinieblas, porque le ha dado la espalda al Dios de la vida. Han sacado a Dios de sus vidas y de sus hogares.
Si el hogar que es la primera sociedad está en crisis ¿Qué se puede esperar de las demás sociedades?… Sólo caos, apostasía y decadencia moral y espiritual. Eso es lo que hoy reina en este mundo.
Os digo, si mi Padre no os enviara el Aviso, serían muy pocos los que habitarían la Nueva Creación. Porque al paso que va esta humanidad sin la intervención divina, la Creación correría el riesgo de desaparecer.
Hijitos todo está por desatarse, las Campanadas de Misericordia están llegando a su fin y cuando esto suceda ya no habrá marcha atrás. La inmensa mayoría de la humanidad no cree en lo que está por venir y como en el tiempo de Noé, siguen en su cotidianidad sin prepararse espiritualmente. Cuando despierten de su letargo espiritual van a lamentarse y ya será muy tarde para esas almas.
Os digo pequeños, si los acontecimientos descritos en la Santa Palabra de Dios no se han desatado; es porque mi Padre espera pacientemente a que se consuma el último segundo de Misericordia, porque espera al pecador a ver si en el último instante se arrepiente.
Vosotros pensáis como hombres, mas Dios tiene otros planes y todos ellos están encaminados a la salvación de las almas. El hombre está destinado a repetir su historia porque su esencia es el pecado… Y donde reina el pecado nace la soberbia y con ella la destrucción y la muerte.
Dios es temido por su Paciencia y ¡Qué tristeza que esta humanidad de estos Últimos Tiempos tenga que conocer la Justicia Divina para poder enderezar el rumbo de sus vidas! Siguen negándose a acogerse al Amor y Misericordia de Dios. Siguen llamando bien a lo que es mal y mal a lo que es bien.
Mis lágrimas no cesan de brotar. Mi Hijo y Yo, estamos manifestándonos con Señales y Prodigios por el mundo entero, esperando que esta humanidad cambie. Pero el corazón de los hombres de estos Últimos Tiempos cada vez es más duro e insensible al Llamado del Cielo. Nunca antes se habían enviado tantos instrumentos al mundo como sucede al presente. Por todos los medios el Cielo está agotando los recursos, porque mi Padre no quiere que os perdáis, sino que viváis con Él Eternamente.
Qué tristeza siento al ver que los enviados de mi Señor hoy son despreciados, perseguidos, criticados, puestos en duda y medidos con la vara de la ingratitud y el señalamiento.
CUANDO LLEGUEN LOS DÍAS DE ANGUSTIA OS VAIS A LAMENTAR POR NO HABERLOS ESCUCHADO.
Ayer como hoy, la historia se repite. Pedid pues Discernimiento al Santo Espíritu de Dios y dejaos conducir por su Luz y Sabiduría. Leed la Santa Palabra de Dios y confrontadla con los mensajes que os estamos enviando y así sabréis discernir quién viene de Dios y quién es instrumento del Adversario. Desgarrad vuestros corazones porque se acerca el Regreso Triunfal de Mi Hijo.
Vuestra Madre, María Rosa Mística.
Noviembre25 de 2009 1:35 p.m.
La Noche de mi Justicia muy pronto cubrirá mi Creación y mis criaturas. El celo por mi heredad me devora. No permitiré la destrucción de mi Creación; pues será asolada y casi destruida por el hombre y su Tecnología de Muerte. Mi intervención Divina no permitirá que esto suceda.
Mi Adversario Encarnado y su doctrina de muerte hará que la inmensa mayoría de la humanidad atente contra mi Creación. La soberbia, apostasía, egoísmo, envidia y prepotencia del hombre de hoy, desencadenarán la desgracia. Muy pronto los dioses de carne y hueso, como ídolos de barro; rodarán por el suelo y con ellos sus obras. Y no volverán a hacer recordados.
Os digo dioses de barro, que vuestros días están contados, pesados y medidos; así como el del rey Baltasar, vuestro reinado llegará a su fin.
Después de la desolación y la desaparición de todos los impíos; restableceré mi Creación y será el Nuevo Paraíso para mis sobrevivientes. Mi tierra la heredarán los hijos de Dios. Aquellos que permanecieron firmes y fieles en las pruebas. Ellos brillarán como crisoles, yo seré su Dios y ellos serán Mi Pueblo. Me llamarán y responderé a su llamado. Seremos una Gran Familia en el Amor, la Paz y la Armonía.
Por eso os digo: no desfallezcáis Pueblo Mío, porque la hora de vuestra Emancipación se acerca. Permaneced fieles a vuestro Dios y os concederé el gozo de una nueva vida. Mis Nuevos Cielos y mi Nueva Tierra os esperan.
La Gloria de Dios aguarda por vosotros, no temáis. Los días están cerca, en que vosotros veréis al Rey en todo su esplendor.
Dichosos vosotros Pueblo Mío, porque lo que el ojo no vio, ni el oído escuchó, vosotros lo veréis y escucharéis mañana. Mi Reinado está cerca, falta poco. Permaneced perseverantes y fieles a vuestro Dios y la corona de la Vida os concederé.
¡Ánimo Pueblo Mío! No desfallezcáis, porque muy pronto descubriréis el verdadero significado que se encierra en la palabra Gozo.
Que mi paz esté con vosotros y permanezca siempre. Soy vuestro Padre.
Jesús Yahvé, Señor de las Naciones.
JULIO 14 /2011 8:30 A.M.
El Pecado del hombre de hoy, está rompiendo con el equilibrio y la armonía que rigen mi Creación. El Universo y el hombre son esencia del Amor de Dios y guardan una estrecha relación. Mi Juicio a las Naciones es necesario, porque al paso que va la humanidad si no intervengo, el hombre y su Tecnología de Muerte destruirían mi Creación.
A través de toda la historia de la humanidad, nunca existió una generación tan perversa y pecadora, como sucede al presente. El Cosmos se conmociona por el Pecado del hombre de estos Últimos Tiempos. Toda mi Creación, exceptuando el hombre; guarda equilibrio y armonía. Es el hombre, mi criatura más amada, la que está rompiendo las leyes naturales y espirituales de todo cuanto existe.
Os digo que el pecado de un solo hombre afecta a muchos. Y el pecado de muchos, afecta el equilibrio de la Creación y rompe con la armonía de las cosas creadas. La Creación es una sola y en ella está incluida la humanidad. La esencia humana es una sola, los seres humanos no son diferentes en su esencia. El hombre es uno solo, creado a Imagen y Semejanza de su Creador.
Hay diferentes razas, pero una sola es la unidad: el ser humano.
Entended que sois seres espirituales y que hacéis parte de un Universo que es también espiritual. Por eso cuando la relación hombre y Cosmos se rompe, se afecta el equilibrio y la armonía que rige en el Ecosistema. Todo fue creado con amor y sabiduría y guarda una estrecha relación. Pero el Pecado del hombre de hoy, está rompiendo ese equilibrio espiritual y universal, haciendo que el Universo se descontrole.
El hombre es un universo unido al Cosmos y todo está sabiamente relacionado por el Amor de Dios Padre. Al romperse el Equilibrio del Amor por parte del hombre, todas las demás criaturas sufren y la Creación se descontrola.
Hijos míos, espero que entendáis todo esto y que recapacitéis y toméis conciencia del daño que vuestro desamor está haciendo a mi Creación. Recapacitad y volved a Mí, que Soy la Vida.
Arrepentíos de corazón y haced cadenas de oración, ayuno y penitencia a nivel mundial. Imitad al pueblo de Nínive.
Entonces tendré misericordia de la humanidad y no la castigaré como merecen sus pecados. Acordaos: Hasta el último segundo esperaré al pecador para que se convierta. De lo contrario, será mi Justicia la que se encargue de restablecer el orden y el derecho.
Soy vuestro Padre: YAHVE.
Octubre 06 de 2011 8:50 a.m.
Pueblo mío, heredad mía, que mi Paz esté con vosotros.
Estáis ya en tiempos de Purificación. Cada día se irá intensificando más la Prueba. Grandes acontecimientos en el Cielo y en la Tierra anunciarán el paso de Mi Justicia. La Purificación para mi Pueblo fiel y orante será más llevadera. Los días serán difíciles, pero si confiáis en vuestro Dios y guardáis sus preceptos, todo pasará como un sueño para vosotros.
Para todos aquellos que me han dado la espalda, estos días serán su peor pesadilla.
La tecnología del hombre de hoy no podrá detener el Fuego de Mi Justicia. El Cosmos está a punto de sufrir grandes cambios que afectarán la vida en la Tierra. El Universo se conmocionará, las estrellas perderán su brillo, el sol y la luna se oscurecerán (Joel 2, 10).
De las entrañas de mi Tierra, dragones de fuego brotarán y mi Creación temblará y gemirá como mujer en parto.
LA TECNOLOGÍA DEL HOMBRE SE REVERTIRÁ CONTRA ÉL
Y en su afán de querer detener el paso de mi Justicia, lo que hará será acrecentar los problemas. Lo que está escrito se cumplirá al pie de la letra, porque no sale una palabra de mi Boca, sin que regrese a Mí, dando el fruto esperado.
La falta de agua y la carencia de alimentos, traerá la Guerra entre las naciones. El conflicto armado sólo producirá más desolación y muerte y hará de mi Creación un Valle de Lágrimas. La soberbia del hombre desencadenará muchas desgracias.
¡Pobre de ti Jerusalén, porque serás probada como se prueba el oro en el fuego!
¡Oh reyes de la tierra, de nada os servirán vuestros corceles y vuestras flechas de fuego! ¡De nada servirán vuestros pájaros de acero! ¡Vuestra ciencia y tecnología no servirán de nada en el Tiempo de Mi Justicia!
¡Oh naciones impías que no quisisteis acogeros a mi Misericordia, QUE NEGÁSTEIS MI EXISTENCIA, que no hicisteis caso a mis advertencias y que despreciasteis a mis Emisarios! ¿Por qué os quejáis y lamentáis ahora? No digáis que no estabais avisadas, porque con mucha anterioridad os había anunciado estos Tiempos.
¡Ya es tarde para vosotras Babilonias modernas! ¡Tapasteis vuestros oídos a mi Verdad y vuestros hijos se rebelaron contra Mí, siguiendo cada uno los dictámenes de su perverso corazón! Nadie os escuchará en el tiempo de Mi Justicia. Ya no hay marcha atrás.
Mi Justicia todo lo transformará, todo lo purificará. No os destruiré por completo a pesar de vuestros pecados y maldad. Dejaré supervivientes como lo hice con Lot y su familia.
Ellos habitarán mis Nuevos cielos y mi Nueva tierra y serán Mi Pueblo y yo seré su Dios. La paz, el amor y la armonía, florecerán como cedros del Líbano y Mi Voluntad se hará en los Cielos y en la Tierra y no volverá a recordarse el pasado. Que mi paz permanezca entre vosotros, Pueblo mío, heredad mía.
Soy vuestro Padre: Yahvé.
OCTUBRE 25 DE 2011 – 7: 30 A.M.
Hijos míos, que mi Paz permanezca siempre en vosotros.
Los días están ya anunciando mi Próxima Venida. Padre mío, perdónalos porque no saben lo que hacen. ¿Cuántos ultrajes a mi Divinidad tendré más que soportar? Mi Pasión se revive y mi Calvario es más Doloroso por tanta ingratitud y tantísimo Pecado de la inmensa mayoría de la humanidad de estos Últimos Tiempos.
Cada aborto, cada inocente que muere, despedaza mi Carne. Las manos criminales me azotan. Los niños y ancianos que mueren de hambre, son espinas que se clavan en mi cabeza. Mi ser se estremece de Dolor, cuando el hombre con su Tecnología de Muerte manipula la vida.
La Cruz que tengo que cargar en estos Tiempos es más pesada, que la que cargué camino del Gólgota.
¡Cuánto me duele ver a mis jóvenes, sumidos en la oscuridad y la muerte! ¡Cuánto me duele ver los hogares destruidos! ¡Los mal vividos, las viudas y los huérfanos desamparados! Lágrimas corren por mis ojos al ver que derramé mi sangre para redimirlos…
Y TODO PARECE QUE FUE EN VANO.
¡Oh, que pesada es mi Cruz y qué lenta es mi Agonía!
Venid cirineos y ayudadme a cargar esta Cruz. Llorad conmigo hijas de Jerusalén, enjugad mi rostro con vuestras lágrimas y os dejaré grabada en vuestra alma mi Retrato.
Yo soy el Cristo de todos los tiempos, que yace moribundo y triste, viendo tanta miseria humana, tanta ingratitud y tanto pecado de esta generación impía. ¡Oh pastores de la Casa de mi Padre, mi Rebaño se está perdiendo por vuestra displicencia y falta de compromiso a mi Evangelio!
Cada sacerdote que se me pierde, hace estremecer mi Iglesia y Mi Sangre brota a borbotones, viéndolos caer en el Abismo. Soy vuestro Sumo Sacerdote que hoy os llama pastores de mi rebaño, a que retoméis el Camino de mi Evangelio y no sigáis en vuestra vida disipada.
Os di ejemplo de humildad y entrega a la Voluntad de mi Padre ¿Por qué entonces me atravesáis como Longinos con la lanza de vuestra ingratitud, falta de fe y compromiso a mi evangelio? Muchos ya no creen en Mí. Muchos ponen en duda el Misterio de la Transustanciación de mi Cuerpo y de mi Sangre, encerrados en la sencillez de una hostia consagrada. Y celebran mi Santo Sacrificio sólo por cumplir.
Tengo sed de verdaderos sacerdotes que se entreguen a Mí y cumplan con la Doctrina de mi Iglesia y mi Evangelio. Mi Pueblo yace sediento en busca de Mi Palabra ¿Quién podrá mitigar mi sed? Mis ovejas están cayendo en el despeñadero, porque no hay pastores que las guíen y las lleven al redil.
La mies es mucha y los obreros son muy pocos. Apacentad mis ovejas pastores de mi Rebaño y cumplid con vuestro ministerio sacerdotal como os lo enseñé. No sigáis descuidando mi Rebaño, para que no tengáis de qué lamentaros: porque en verdad os digo: Al que mucho se le da, mucho se le exigirá. Haced buen uso de los Talentos que os dí, para que podáis ser justificados y no tenga que deciros mañana, apartaos de Mí.
Tengo sed, estoy agonizando. Grande es mi dolor y lenta mi agonía, por la multitud de vuestros pecados. Venid a consolarme Pueblo Mío. Venid a consolarme pastores de mi Rebaño. Vuestra compañía mitiga mi dolor y mi tristeza. No tardéis, porque ya la tarde está feneciendo y la Noche está que llega. Os espero donde estoy Preso y Solitario.
Soy vuestro Maestro, Jesús de Nazareth.
El Amado que no es Amado.
JUNIO 05 DE 2012 – 8:40 A.M.
Hijitos míos, Paz a vosotros.
Los días y las noches han comenzado acortarse más y más hasta llegar al límite. Llegará el instante en que todo quedará suspendido y nada de lo que comencéis, será terminado. Vuestro ciclo vital sufrirá grandes cambios que darán inicio a vuestra Purificación.
Muy pronto la Tierra girará más aceleradamente por todos los fenómenos cósmicos que están por suceder. Todo cambiará incluyendo vuestros hábitos terrenales; es por eso que debéis acomodaros desde ya, al nuevo ciclo de vida que muy pronto llevaréis. Cada una de mis palabras se cumplirá como está escrito, Todo se Cumplirá hasta la última letra.
Mi Iglesia ha comenzado su Calvario y todo terminará en el Cisma. Mis predilectos se están atacando unos a otros. La División ha comenzado. MI Iglesia sufrirá, pero es necesario que todo esto suceda para que renazca una Nueva Iglesia Purificada y al servicio del Pueblo de Dios.
Mi Pueblo encontrará consuelo y orientación en la Nueva Iglesia, que será pobre, sencilla, humilde; pero llena de los Carismas del Espíritu y dispuesta siempre al servicio de mi Rebaño y al cumplimiento de la Voluntad Divina.
Hijos míos, las Señales de mi Próxima Venida han comenzado a manifestarse y serán más nítidas a medida que vayan pasando los días de este Tiempo que ya no es tiempo para la humanidad, sino cumplimiento de la Voluntad Divina.
Los reyes de esta tierra han comenzado la implantación del Nuevo Orden Mundial que traerá cambios nefastos para la humanidad. Van a explotar la fe para hacer creer a la humanidad que todos los males que le sobrevengan es culpa de Dios y que Dios lo permite, así harán perder la fe a muchos y crearán división.
Van a usar su tecnología para proyectar hologramas en el firmamento con la imagen de un Dios justiciero y vengativo que quiere el mal para la humanidad. Así justificarán la Tercera Guerra Mundial, aduciendo que es obra de Dios que quiere exterminar gran parte de la humanidad para reinar con los vencedores.
Todo este show mediático será puesto en funcionamiento con el fin de que la humanidad pierda la fe y reniegue de Dios. Al final del conflicto bélico aparecerá Maitreya en el cielo holográficamente, proclamándose como el único y verdadero Dios: el pacificador, que viene a traer la paz en todos los confines de la tierra.
Y lo adorarán todos los reyes de la tierra y todos aquellos que no están inscritos en el Libro de la Vida. El falso dios, hará grandes prodigios, hasta hacer descender fuego del cielo a la vista de los hombres. (Apocalipsis 13, 13).
Estad pues preparados hijos míos, y por nada reneguéis de vuestra fe. Sabed que todo es un Engaño de mi Adversario para haceros perder. Estáis pues avisados sobre el plan que montarán los reyes de este mundo para hacerle creer a la humanidad que toda su miseria y desgracia es producto de Mí; para luego mostrar a mi Adversario Encarnado como el único y verdadero Dios.
Acordaos que soy el Dios de la Misericordia y el perdón. Que no me complazco con la muerte del pecador, antes deseo que viva y tenga el gozo de la vida eterna. No os dejéis pues engañar; uníos como mis primeros cristianos y luchad por conservar vuestra fe; que nada ni nadie os aparte del amor de Dios.
MI Paz os dejo, mi Paz os doy. Arrepentíos y convertíos porque el Reino de Dios está cerca. Vuestro Maestro y Pastor, Jesús de Nazareth.
JUNIO 08 de 2012 – 8:15 a.m.
Hijos míos, Heredad mía, Paz a vosotros.
El Nuevo Orden Mundial al servicio de mi Adversario ya tiene todo listo para cambiar el destino de la humanidad. Mi Pueblo será esclavizado y todos sus bienes serán expropiados. Todo comenzará con la implantación de la Marca de la Bestia: el Microchip.
Mi Pueblo fiel caminará por el desierto de la Purificación, solo los que perseveren alcanzarán la corona de la vida. Os digo, que todos aquellos que se dejen marcar perderán su individualidad y serán esclavos al servicio de un sistema.
La llamada globalización que los reyes de este mundo están llevando a cabo, someterá bajo su dominio a las naciones más pobres. Todo lo controlará el Nuevo Orden Mundial, los ricos serán más ricos y los pobres más pobres.
Hijos míos, el Nuevo Orden Mundial está regido por la Masonería que es una tenebrosa organización dirigida por mi Adversario. Es mi Adversario quien dirige a los gobernantes de las naciones poderosas. Entre sus objetivos está acabar con una tercera parte de la humanidad por medio de la Guerra y establecer un único gobierno a nivel mundial, donde todas las demás naciones que no hacen parte de este selecto grupo, estarían sometidas a un régimen dictatorial.
Un solo gobierno, una sola religión, una sola moneda (Amero) Un solo ejército y organizaciones secretas al servicio del Régimen; entre ellas una autoridad religiosa que se encargaría de encarcelar, torturar y desaparecer a todos aquellos que no estuvieran marcados y que no se acogieran a las leyes y a la religión del Nuevo Orden Mundial.
Pueblo mío, la llamada globalización es el comienzo del Nuevo Orden Mundial. Las naciones poderosas explotarán los recursos naturales apoderándose de las cosechas y fuentes hídricas de las naciones sometidas y éstas morirán de hambre y sed.
La globalización con sus tratados, le dará potestad a las naciones poderosas de ejercer dominio territorial sobre las naciones más pobres, así perderían la identidad como naciones libres y pasarían a ser unas colonias más del régimen.
Hijos míos, todo esto fue planeado hace mucho tiempo por los llamados Illuminatis que son los verdaderos reyes que rigen los destinos de la humanidad. Esta organización ultrasecreta es la encargada de manejar las economías y políticas de las naciones. Provocan guerras y crean desastres, utilizando tecnologías de los seres infernales llamados por vosotros extraterrestres.
Hijos míos, os anuncio todas estas cosas para que sepáis del futuro que se os depara y así estéis preparados para asumir con fe y valentía los cambios que sufrirá este mundo.
Hijos míos, Heredad mía; la oración en cadena a nivel mundial es la única que puede derrumbar todos los planes y estrategias de los hijos de la oscuridad. Os lo repito, solo la oración, el ayuno, la penitencia, que hagáis en cadena a nivel mundial, os librará de los planes de mi Adversario.
Orad en cadena a nivel mundial con el rezo del Santo Rosario. (Misterios dolorosos) Rosario a la Preciosísima Sangre de mi Hijo y el Exorcismo de mi amado Miguel, dado a mi siervo León XIII. Y veréis rodar por el suelo todos los planes de mi Adversario y sus agentes terrenales.
Adelante Pueblo Mío. Colocaos la armadura espiritual para que entréis en batalla y combatid junto a vuestra Madre María y junto a mis Ejércitos Celestiales toda fuerza del Mal. La victoria es de mi Pueblo Fiel. Tenedlo por seguro.
Paz a vosotros heredad mía. Vuestro Padre Yahvé, Señor de los Ejércitos.
Dad a conocer mis mensajes pueblo mío
http://www.mensajesdelbuenpastorenoc.org/mensajesrecientes.HTML
P7.- ADVERTENCIA DIVINA
12 mar 2013 Dios Padre: La batalla ahora se enfurece entre Mi jerarquía y el dominio de la bestia
Martes 12 de marzo, 2013 a las 14:38 hrs.
Mi queridísima hija, el Cielo llora de pena en este día terrible, predicho desde hace mucho tiempo.
Toda la humanidad enfrentará el mayor engaño y decepción de todos, el cual ha sido perpetrado por la Bestia.
Las lágrimas de Mi Hijo, cuya muerte en la Cruz dio la libertad a Mis hijos, ahora caen en agonía sobre todo el mundo.
Mi Ira está contenida en este momento, pero Mi Furia es muy grande.
Muy pronto el engaño se pondrá de manifiesto a todos los nombrados por Mi Hijo para guiar Su rebaño en la tierra.
La batalla ahora se enfurece entre Mi jerarquía y el dominio de la bestia.
Será doloroso pero pronto, el castigo que seguirá a la perversa persecución, conspirada por el enemigo y sus secuaces, exterminará la podredumbre.
Hago un llamado a todos Mis hijos para que regreséis a Mi Hijo y pongáis toda vuestra confianza en Él en este momento.
Sed valientes Mis pequeños, porque este dolor será de breve duración.
A los que siguen a la bestia y al falso profeta se les dará conocimiento (clarividencia), por el Poder de Mi Mano, con el fin de traerlos de vuelta al Corazón de Mi Hijo.
Si ellos rechazan este Don, entonces están perdidos y sufrirán el mismo tormento que enfrentará el impostor, quien será arrojado al abismo por la eternidad.
La coronación del falso profeta, será celebrada por grupos masónicos en todos los rincones, quienes planean las etapas finales para la persecución de todos Mis hijos.
Los que van a celebrar con él y quienes lo hacen por ignorancia, con el tiempo sentirán aún más dolor que quienes ya conocen la Verdad.
Esperad ahora con valentía y esperanza, porque todo esto tiene que suceder antes de que el Glorioso Reino de Mi Hijo sea manifestado.
Debéis prometer vuestra lealtad a Mi amado Hijo en todo momento y negaros a aceptar las mentiras.
Si, y cuando se os pida participar en una nueva Misa, sabed que será la maldición más grande jamás infligida por Satanás en contra de Mis hijos.
Sabed que el Cielo os guiará y que al aceptar el dolor con dignidad, ayudaréis a Mi Hijo a cumplir con el Pacto Final.
Vuestro Amado Padre,
Dios el Altísimo
http://www.elgranaviso-mensajes.com/

MARIA DE LA DIVINA MISERICORDIA
http://www.thewargningsecondcoming.com
64.- EL OCTAVO SACRAMENTO
En la casa de Nicolás, Fernanda está en el jardín posterior, rodeada por Emiliano su cuñado, otros familiares y su esposo, además de todos los sirvientes de la casa, que escuchan muy atentos a la joven domina:
EL OCTAVO SACRAMENTO ES: EL DOLOR.
La Humanidad se horroriza por las ruinas que dejan las guerras en las ciudades y que destruyen palacios, templos, puentes, etc. Y maldice los explosivos que destrozan pulverizándolo todo, lesionando y destruyendo todo.
El hombre era la Obra más perfecta y maravillosa de la Creación. Y Dios estaba lleno de júbilo, cuando lo contempló terminado. Y los Cielos se estremecieron de admiración. Y la Tierra cantó su alegría, porque sería el planeta que acogería regiamente al rey-hombre, hijo de Dios.
El Pecado. Más nefasto que todas las dinamitas, ha trastornado las raíces de hombre, en lo más íntimo del Pensamiento de Dios. El Pecado, destruyó el complejo conjunto perfecto de carne y de espíritu, movido por los sentimientos; en el que la carne era más pesada, pero no era contraria y mucho menos enemiga. Con un espíritu que no estaba prisionero en ella, porque era su rey y ella era dócil y lo guiaba hacia Dios. Era atraído por Él como un imán divino, mediante las relaciones de amor entre su Creador y su criatura.
El Pecado trastornó aquel armónico contorno que Dios había puesto alrededor de su hijo, para que fuese un rey feliz. Caído el amor del hombre hacia Dios, cayó el amor de la Tierra hacia el hombre. Y la ferocidad se desencadenó sobre la tierra; entre los animales y entre hombre y hombre. La sangre, que solo debiera haber sido calor de apasionado amor; se volvió una ardiente caldera de Odio. Y en ardiente gorgoteo, contaminó el altar de la Tierra; en el cual el único rito que Dios quería, era el del Amor.
Y nació una planta espinosa y de fruto amargo: el Dolor.
Cuando el hombre desobedeció, él mismo introdujo el dolor a la tierra. Al principio, el dolor fue sufrido como el hombre lo podía sufrir, en su embrionaria espiritualidad contaminada: un dolor animal hecho con los primeros dolores de la mujer y de las primeras heridas inferidas a la carne fraterna. Un dolor feroz de alaridos y maldiciones, semilla siempre de nuevas venganzas. Después se fue refinando en la ferocidad, pero no en el mérito. Y el Dolor se fue haciendo más vasto y complicado al igual que el Pecado.
Ninguno de los nacidos de mujer, está exento de las consecuencias del Pecado. Que violó para siempre el orden establecido por Dios. Alteró la armonía entre las criaturas y el Creador. Contaminó el amor, antes todo santo, con los falsos amores: el rebullir de pasiones carnales y fácilmente desordenadas, para que causaran las imperfecciones y la muerte espiritual al alma humana, creada con predestinación a la Gloria. ¿Irreparables estas consecuencias? ¿Obstáculo al Cielo para los hijos de Adán? NO.
Si incancelables son los signos del Pecado. Si el castigo del dolor y de la Muerte permanecen. Si los fomes han quedado después del Redentor. Y los Sacramentos instituidos por Él, hacen descender la Gracia a los hombres. No están cerrados los Cielos, ni negada la Gloria a aquellos que heroicamente saben conseguir la santidad.
Y el Mal, cualquiera que sea, tiene un noventa y nueve por ciento origen en el hombre. Y el Bien tiene una sola fuente: Dios.
Desde el momento en que Satanás quiso ser igual a Dios en todas sus acciones: libertad, potencia y libertad de actuar. Quiso su propio pueblo como contraparte al Pueblo de Dios. Y este fin persigue sin detenerse, lleno de Odio hacia Dios y hacia las criaturas que Él ama como Padre. Y su Inteligencia conservada igual después de la fulminación divina. Inteligencia agudísima, adecuada al Príncipe de los ángeles…
Y sus poderes los usa para este fin, espiando en cada acción del hombre. Escuchando en cada una de sus palabras. Extrayendo del conocimiento de cada acción y palabra humana; de la constitución física del individuo, de las enfermedades, de las desgracias, de los estudios, de las ocupaciones, de los proyectos, de los afectos, de todo, ABSOLUTAMENTE DE TODO lo que le interesa al hombre; para hacer otros tantos terrenos donde sembrar su cizaña: creando confusiones y divisiones. Utilizando todas las armas para atormentarlo. Creando prodigios para seducirlo y hacerlo caer en el error.
El hombre es un niño irreflexivo y destructor, que busca con medios cada vez más refinados, la manera de atormentar con armas cada vez más mortíferas y con intransigencias morales, cada vez más astutas, para obtener dominio sobre los demás.
Dos son las necesidades del hombre: el Amor y el Dolor. El Amor que impide cometer el Mal. Y el Dolor que repara el Mal. Esta es la Ciencia que se debe aprender: Saber amar y saber sufrir. Pero el mundo no sabe amar y no sabe sufrir. Sabe hacer sufrir. Pero esto no es amor, es Odio.
Soledad, amargura, desolación. Satanás trabaja para aumentar el sufrimiento y llevar a las almas a la ruina, por medio de la desesperación. ¡Cuánto dolor hay sobre la Tierra y solo Dios Puede aliviarlo! Dios pliega siempre el Mal al Bien.
El dolor desde el punto de vista humano, es un mal por el sufrimiento que comporta. Pero desde el sobrenatural, es un bien; porque aumenta los méritos de los justos, al fortalecer las virtudes por el ejercicio de las mismas. Porque saben sufrir sin desesperarse, sin rebelarse. Y les da la oportunidad de ofrecerlo a Dios, como sacrificio de expiación por las flaquezas propias; repara los pecados del mundo y es redención por los que no son justos. Para el hombre es muy difícil comprender y aceptar esto.
La vida es cruz. Siempre.
Los que reniegan de Dios, cargan la cruz sin Él. Las almas que huyen de la cruz y del dolor, huyen del Amor. Volviéndose muy desgraciadas al carecer de la paz interior que fortalece al alma con la Presencia de Dios. El Dolor aceptado sin rebelión es expiación. En la pobre justicia humana, se pide que quién causó un daño, restituya lo que quitó arbitrariamente. Quién calumnió se retracte y así sucesivamente. La Justicia de Dios exige la reparación de la culpa por medio de la expiación, con los mismos medios que se usaron para cometerla.
Nadie quiere sufrir, pero todos buscan que los demás sufran…
En su paso por la tierra, el hombre más que para sufrir, vive para hacer sufrir. Pero es mejor sufrir y expiar por un poco de tiempo en la tierra… Y mientras dura la jornada terrena, que es solo un instante en la Eternidad; que expiar en el Purgatorio, donde el tiempo está en proporción de uno a mil…
En el Purgatorio se sufre intensamente el dolor de haber amado poco. Y el proceso de regeneración, con el consiguiente crecimiento espiritual al que es sometida el alma por medio de la Purificación en el Purgatorio, es tanto más intenso y más doloroso, en cuanto menos se amó.
El Dolor es Cruz, pero también alas. Y es el camino que lleva a la conquista de las virtudes. El dolor es el termómetro perfecto que mide la capacidad de amar. Porque el amor y el dolor tienen una unión íntima, tan fuerte que parece indisoluble. Cuanto más se está en la Luz, tanto más se acepta, se ama y se desea el dolor. Por el contrario, mientras más alejados estamos de Dios, tanto más se teme y se odia el dolor. Y por lo mismo, hay una rebelión contra él.
LOS PECADORES.
Que se han rebelado contra los mandamientos de Dios, odian el Dolor porque es el principal obstáculo, para el goce de todos sus vicios. Y no soportan a este gran maestro de la vida espiritual, ya que lo consideran un verdugo cruel y despiadado que les impide el disfrute de la vida. Y se rebelan contra el sufrimiento con la violencia: el suicidio o el homicidio. Así el dolor es mal que los fermenta y los convierte en presas del Infierno. Porque Satanás los atormenta y los lleva gradualmente a la desesperación; haciendo que el hombre blasfeme por el dolor que él mismo se ha provocado y del cual termina acusando al Creador; maldiciéndolo y buscando venganzas que llevan a males mayores.
LOS TIBIOS.
Huyen del Dolor como de su peor enemigo. Se la pasan gimoteando, buscando milagros y consuelos divinos. Son las almas débiles, faltas de fuerzas para operar tanto en el Bien como en el Mal.
LOS JUSTOS.
Primero: aceptan el dolor con resignación amorosa. Su Fe y su fidelidad les dicen que Dios es infinitamente Bueno y Misericordioso. Y que si Él lo permite, es porque de su dolor, va a sacar un bien mayor que es necesario. Ya que al unirlo con los méritos de Jesús, Él va a darles un valor infinito, santificándolo al fundirlo con Él; ya que el Amor impide el Mal y el Dolor lo repara. Lo soportan y ruegan, pidiendo amor para amarlo y para saber sufrir.
Segundo: Aman obedeciendo y haciendo fuerza a sus quereres naturales, para hacer siempre la Voluntad Divina. El Dolor que les comporta, lo lloran en los brazos de Dios. Sus lágrimas se enjugan al calor de la ternura divina. Y comprenden la razón de su sufrir. Saben que Él las ama tanto, que les da dolores con un fin santo. Y al dejar su corazón en sus manos; reciben curación, aliento y consuelo.
Tercero: la sabiduría comporta dolor. El que aumenta su saber, aumenta su dolor. El que conoce al Señor, le confía sus afectos, intereses, esperanzas y dolores. Se abandona totalmente en Dios y ve en Él, al Amigo, al Hermano, al Padre. A aquel que lo ama con su Amor Perfecto, como Perfecta es su Naturaleza Divina y se une a Él.
Por eso hay que dar a Dios, lo que es de Dios y al hombre lo que es del hombre. Dar a cada uno el juicio justo. Si meditamos bien en nuestros tormentos, que a veces se convierten en un sufrimiento mortal, veremos que en cada tormento está el nombre de un hombre. Nunca el de Dios. Y en el momento de la desolación, el alma más que nunca debe ser la hija de Dios. Y le llama con la seguridad de que puede hablarle, porque ha conquistado el derecho de ser escuchada.
No más oscuridad de desolación humana. No más afán de creyente que quiere y no puede alcanzar la paz en el Dolor. Sino la alegría del sufrir: Una alegría del alma, bajo el llanto de una carne que muere por último. Carne y sentimientos son los vestidos del ‘yo’ espiritual, el verdadero ‘yo’. Y la criatura santificada por su heroísmo, puede alcanzar a decir: “Por aquel sí’ que yo he dicho, ¡Escúchame!
Y hay que esperar en Dios y confiar en Él.
Cuando se juntan dos para llevar una pena, ésta se hace más ligera. Él enjuga toda lágrima de sus ojos y le consuela de un dolor que no le puede evitar, porque sirve para la Gloria de Dios y la suya. Comprende que la vida es una ráfaga que termina, cuando en el Cielo le son arrancadas las espinas que le fueran clavadas por amor. Sabe que el mundo necesita sufrimiento. Y pide el dolor para unirlo con Jesús, para la salvación de las almas. Y así, uniendo su voluntad a la divina, comparte con Dios, la necesidad del Dolor Absoluto, completo, profundo, hasta llegar a bendecirlo como una Gracia Inmerecida, que le permite unirse y parecerse al Dios Redentor, que adora con confianza y con amor. Porque el dolor es una gran absolución cuando se sufre con santidad y se une a la Magna obra de la Redención.
Vivir junto a Jesús es un gran gozo hasta en el dolor. Y morir por Él, es pasar a la gloria. El alma se convierte de consolada, en consoladora. Y desea enjugarle las lágrimas a un Dios que no es amado. Convertirse al amor es saber soportar el dolor. Porque el amor nunca va separado del sufrimiento. Porque al ser una cosa santa, desencadena la furia del Enemigo. En compensación, el sufrimiento nunca va separado de la Gloria, porque Dios es justo y da a quien da. Ya desde la Tierra, el alma prueba la Gloria del Cielo. Y el Reino de Dios en ella, lo siente hecho realidad, por la Paz verdadera que le da la Presencia de Dios dentro de ella. Esta paz que es imperturbable en medio del más atroz de los tormentos, mientras apuran el cáliz amarguísimo del Odio. Y de lo que darán testimonio, los mártires.
SE DEBE IMITAR A CRISTO EN TODO. Y es todavía siempre por el Dolor, el holocausto con el que el hombre salva. Continuando la Obra de salud, iniciada por Cristo, pues el Martirio del Dolor, está siempre presente en la vida de los elegidos. Los cuales demuestran su justicia mediante su amor al Dolor, no solamente soportado con resignación, sino también pedido como ‘Octavo Sacramento’ y ‘Novena Bienaventuranza’ para ser ungidos ‘víctimas’ y ser la verdadera efigie de Jesucristo Víctima.
Porque es por el Dolor y la Muerte, que Jesucristo fue el Salvador y el Redentor.
Del Mal, Dios siempre saca un fin bueno. Los que martirizan al alma-hostia, hacen que ésta se encamine hacia la perfección.
El Purificador deberá dar cuenta de su crueldad. Pero las victorias sobre el Mal, son la corona de los elegidos. Si la maldad no pudiera crear en manos de Dios una consecuencia buena, Dios la hubiese destruido.
El mal glorifica a los justos. La obediencia a la Voluntad de Dios es el perno que fija y no nos permite desfallecer, aumentando el amor y el deseo de perseverar. Jesús fue Obediente hasta el extremo y nos recuperó a nosotros. Y compartimos con Él, la sublime misión de recuperarle los hijos a Dios a través del Dolor y el sacrificio, al beber del mismo cáliz que Jesús, que también en su amargura es bello, porque tiene en su borde el sabor de los labios del Maestro, que ha sido el que bebió primero.
LA FUERZA DEL DOLOR.
El Dolor no es un castigo cuando se acepta y se hace uso de él rectamente. Y se convierte en Sacerdocio que da un gran poder sobre el Corazón de Dios. Un gran mérito nacido con el Pecado. Sabe aplacar la Justicia, porque Dios sabe emplear para el Bien, cuanto el Odio hace para causar Dolor. A través de la Oración, el Dolor se hace soportable y se convierte solo en una molestia de la materia. Y el corazón se fortalece con las fuerzas del león, para que el espíritu vuelva a ser rey.
Cuanto más un alma está en la Luz, tanto más ama y acepta; ama y desea, el Dolor. Cuando se vive inmerso y viviente en la Luz, se ama y se pide: EL OCTAVO SACRAMENTO.
Porque si con el dolor hay Paz, entonces es prueba de que viene de Dios. Las almas-hostias hacen lo que Jesús hizo: hacer del Dolor el principal instrumento para salvar. No debe preocupar el llanto. También Él lloró. Él sollozó gimiendo y con repugnancia de carne y de mente, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, ha dicho: “Hágase tu Voluntad”
IMITAR AL MAESTRO ES EL SECRETO QUE SALVA.
“Hágase tu Voluntad” Lo ha dicho. El espíritu solo, ha tenido el coraje de decirlo. Entre las repugnancias y los miedos de todo el Cuerpo y del Pensamiento, contra el espíritu; se debe decir: ‘Señor, fundo mi voluntad en la tuya y haz que tu Voluntad sea la mía.”
Y mientras la crueldad del Dolor flagela, Dios está junto al alma valerosa, como un Padre y un Amigo que la compadece. Que la vela, que llora con ella y de la que recoge el infinito tesoro que Él necesita para salvar: el Dolor que redime. Porque la tierra es un altar contaminado y el Dolor es el Holocausto por el Pecado. El Amor es el holocausto por el sacrificio. Y el Amor nace en las almas al purificarse por el Dolor. Dios no condena las lágrimas, ni la repugnancia del hombre por el sufrimiento y el dolor. Condena solo el Pecado, la resistencia a la conversión y la desesperación en su Misericordia.
Lamentarse con Dios refugiándose en Él, hace que las lágrimas sean las monedas más preciosas para la conquista del Cielo, si el hombre padece y las soporta, sin salir del amor y de la justicia. Siempre hay dolores más fuertes que los propios. Cuando el hombre se lamenta de su suerte y recuerda los dolores de Dios, se ve el sufrimiento tan relativo, que la Cruz cada día se hace más soportable.
El llanto es el tributo de nuestra condición de hombres. Jesús y María Inmaculada lloraron muchísimo. Los Dos que debieron estar exentos, tanto por su Pureza como por su Santidad. Lloraron para redimir y debieron vivir sumergidos en el Dolor. Las almas unidas a Dios deben expiar por sí mismas y por las demás, haciendo del llanto una moneda para rescatar a los esclavos que Satanás tiene amarrados a sus galeras.
El alma-ostia pide sufrir para aliviar el sufrimiento de los demás y transformarlo en paz y luz, para que puedan salvarse. El hombre acusa a Dios, por el dolor que él mismo se genera. Y los verdaderos hijos de Dios, saben amar el Dolor. Lo quieren y lo piden para expiar por sí y por los demás. Vivir unidos a Dios, es alegría también en el Dolor.
LA LEY DEL DOLOR.
A esta dolorosa consecuencia del desorden de un Ángel y de los Progenitores, nadie escapa. Ni siquiera el Hijo del Hombre, el Santísimo Verbo del Padre, que sin haber pecado, conoció los asaltos del Tentador que en la Hora en que fue el ‘Hombre’. El Cordero de Expiación, cargó con los pecados de todos los hombres y fue condenado a morir fuera de la Ciudad Santa, en el Desierto de los desiertos. Aquel no solo de su Pueblo, sino de los amigos y hasta de su Padre. Porque siendo Dios y por lo tanto Eterno, Purísimo y exento de las consecuencias del Pecado, conoció el Dolor y la Muerte.
Jesús vino a santificar el dolor, sufriendo el Dolor por todos los hombres y fundiendo los dolores humanos en el suyo infinito, dando así mérito al Dolor. Con el Martirio del Dolor, viene el Martirio del Amor, no menos consumante con su ardiente dulzura, que el del Dolor.
Nadie fue más probado que Jesús. Y nadie como Él, conoció la soledad, la incomprensión, el abandono. Desde los celestes a los humanos. Nadie padeció los dolores que Él ha padecido. Dolores de toda especie, siempre en aumento en cantidad y en intensidad. Y cada vez mayores.
Pero Él nunca reclamó al Padre por este Océano de Dolores que lo circundaban y que subían con sus olas amargas, cada vez más grandes, para sumergirlo. Nunca acusó al Padre. Sabía que Él permitía esto para exaltarlo después por sus méritos, en medida infinita, en proporción a su Sufrimiento.
Él sabía que el mal, el dolor, la soledad, la angustia que sufría, venían del hombre decaído y manejado como una marioneta por Satanás. Y no podían dar más que dolor a Aquel que era Dios en vestidura humana. Y que lo había hecho así para devolverle los hombres a Dios. Los mismos a los que Satanás impulsaba y él lo sabía, porque estaba consciente de su próxima derrota; por la restitución del estado de Gracia a los redimidos. Y se vengaba con su máximo Odio contra el Amor.
El Dolor meditado, comprendido, contemplado, sobrenaturalmente; no es castigo del Rigor Divino, sino Gracia del Amor Divino. Gracia que Dios concede a sus mejores hijos, para hacer de ellos pequeños ‘Cristos’, por coparticipación al Cáliz Amargo, a la Dolorosa Pasión del Getsemani al Gólgota, a la Cruz que fue el Patíbulo de Cristo…
Yugo pesadísimo, aplastante. Yugo que no hubiera podido ser portado sin el Amor de Dios y por el prójimo, que lo vuelve ‘suave y ligero’, si no a la carne; al menos al corazón, a la mente, al espíritu. Fue el perfecto amor a Dios y al prójimo, el que hizo correr al Verbo de Dios al encuentro con su Cruz, con la ansiedad de haber ‘Todo cumplido’.
El Dolor es Holocausto y participación a la misma suerte de Jesús. El dolor es embriagante más allá de la alegría, cuando es el Dolor de Cristo. Y Él ayuda siempre al alma que lo ama hasta el sacrificio.
Jesús subió a la Cruz orando y sufriendo. La conversión se obtiene con la Oración y el Dolor. Después en el ánimo preparado para recibirla, se enciende la luz de Dios y se hace Palabra y Vida. Y por eso se debe gustar el Pan del Dolor de Dios.
En el tiempo preciso se debe contemplar el Dolor como el mejor de los dones. Pero debe haber amor, una grande Fe y un gran, gran agradecimiento. La peor de las torturas morales son la ingratitud y el desamor. Es peor que la tortura física. Dar afecto y recibir indiferencia y rencor. Dar obras y verlas rechazadas. Supera en potencia a los golpes del flagelo y al penetrar de las espinas. Estas son cosas que golpean solo la carne; pero la indiferencia, la ingratitud y el rencor, golpean al alma y sacuden al espíritu. En momentos así, no se deben mirar a las criaturas sino a Dios. No se debe pensar en la criatura que lastima, sino en orar para proveer su paupérrima alma y entregarle su alma a Dios para que la sane y la convierta. No se debe amar a la criatura por su persona, sino amar a Jesús en ella y así se encontrará lo que debe ser amado.
En la Hora de las Tinieblas el egoísmo domina y por medio de él, Lucifer trastorna el mundo. Para el cristiano-alma-víctima, son algunas personas que no agradecen o que traicionan. Para Dios, son millones los que se niegan a Reconocerlo… Debemos consolarlo con nuestro amor.
Fernanda calla y todos meditan en la enseñanza recibida. Tan asombrosa y…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
34.- PERDONA NUESTRAS OFENSAS II
Es necesario saber siempre perdonar, porque todos tienen necesidad del Perdón. El crecimiento espiritual se manifiesta a través de esfuerzos superiores a las fuerzas humanas. No es un mérito guardar silencio: pero lo es y muy grande, cuando se lo guarda al no responder cuando se recibe una ofensa. Este Perdón es muy valioso como testimonio para impulsar a otros a la conversión.
La única medicina para calmar la ira, es callarse. En las disputas es muy difícil conservar la justicia y la paz del espíritu. Y los que son enemigos nuestros, son amigos de Satanás. ¿Queremos ser amigos de Satanás, al odiar al que nos odia?
El perdón es un regalo que nos devuelve el equilibrio interior y la salud: mental, espiritual y física. A fuerza de otorgarse una y otra vez; es como cubrirnos con una cúpula de fuerza protectora para las agresiones. En otras palabras: les quitamos a los demás, el poder para hacernos daño.
El Perdón es el testimonio más poderoso de que Dios está con quién lo ejerce. Al igual que la Fe y el amor, tiene su origen en la voluntad.
Esta es la respiración de la vida del cristiano:
QUERER CREER. QUERER AMAR. QUERER PERDONAR. QUERER SALVARSE.
Amar Quiere decir imitar con espíritu de amor a quién se ama. El Amor es magnánimo y misericordioso. Tiene necesidad de perdonar. Porque no puede odiar.
EL PERDON HACIA LOS DEMÁS, ATRAE EL PERDÓN DE DIOS.
El hambre de aceptación es un instinto básico en el ser humano y es por eso que los rechazos y las agresiones son tan dolorosos. Son como ardientes flechas que producen heridas punzantes en las que se inocula un veneno atormentador compuesto de Ira, Dolor, Amargura, Rencor y Venganza. Su doloroso aguijón produce primero un escozor que dependiendo de nuestra susceptibilidad y nuestra soberbia, se va agigantando hasta convertirse en Odio. Nos enferma y nos hace perder el equilibrio en nuestras tres partes: el cuerpo, el alma y el espíritu.
Cuando concluí la enseñanza del Padre Nuestro, lo hice con estas palabras: “Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre Celestial los perdonará. En cambio, si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.”
Mis palabras no dejan alternativa. Cuando tenemos una fe auténtica al orar el Pater Noster, si lo decimos, tenemos que hacerlo.
Y SI NO LO DECIMOS, PERDEMOS LO MÁS IMPORTANTE DE DIOS EN ESTA TIERRA: SU PERDÓN.
YO practiqué esta enseñanza cuando desde la Cruz, oré para el perdón para mis asesinos…”
¿POR QUÉ DEBEMOS Y NECESITAMOS PERDONAR?
El hombre para ser feliz, necesita amar y ser amado. Si Dios es amor y estamos hechos a imagen y semejanza de Él, es por eso que el Amor juega un papel tan fundamental en todas las relaciones humanas. Al enfrentarnos a un mundo que no sabe amar, el rechazo es determinante en las consecuencias de nuestras reacciones a lo que nos rodea.
Fuimos creados para amar y al empeñarnos en odiar, nos forzamos a funcionar al contrario.
Éste conflicto es el núcleo de todas las alteraciones psicológicas en el ser humano. Especialmente dañino es, cuando se ve obligado a odiar, lo que debe ser lo más amado en este mundo después de Dios: los hijos o los padres.
El hombre es la maquinaria más perfecta y su desequilibrio afecta las tres partes de él. Cuando el odio se enseñorea de nuestro ser, el espíritu muere a la Gracia y se pierde la armonía con su Creador. Al perder la armonía con la principal fuente de la Vida: Dios; se entra en contacto con la energía emanada por Satanás a través del Odio, que afectan terriblemente al alma y al cuerpo. EL ODIO MATA EL ESPÍRITU.
El espíritu muerto es controlado por Satanás.
El alma se enferma. De acuerdo al daño recibido son las alteraciones psicológicas manifestadas. Y la dureza de corazón y de carácter se agudiza.
Entre más herida está una persona, más llena de odio, amargura; y más endurecida estará. Al no tener armonía con Dios, perdemos la armonía con nosotros mismos y no podemos tenerla tampoco con los que nos rodean.
Y la depresión es el termómetro que marca la intensidad de una ira reprimida y convertida en odio contra sí mismos y que no encuentra salida a través de una venganza contra el que lo dañó.
El cuerpo: una mente dañada, se proyectará en un cuerpo enfermo. Éste es el origen de un gran porcentaje de las enfermedades crónicas, que la ciencia no ha podido curar.
El odio es invalidante: la artritis y el cáncer, son un claro ejemplo de ello. Cuando el hombre aprende a perdonar, la mejoría es notable.
EL PERDON ES SALUD PARA EL CUERPO Y PARA EL ALMA.
Y PARA EL ESPIRITU ES SALVACIÓN.
PERDONAR ES SANAR. PERDONAR ES LIBERARSE. PERDONAR ES RESUCITAR.
EL PERDON DE DIOS
Dios perdona a cualquiera que con corazón contrito, humilde y decidido a perseverar en el bien, se lo pide. Porque por más grande que sea el pecado cometido, el arrepentimiento sincero, alcanza de Dios el Perdón.
Dios conoce nuestra debilidad. Sabe de qué barro estamos hechos y distingue perfectamente las intenciones del corazón. La humildad y el amor, siempre obtienen su Perdón.
La soberbia de la inteligencia y la lujuria de la carne, son los pecados que espiritualmente dejan al alma como un cadáver putrefacto y asqueroso.
Y así es como nos ven los ojos de Dios.
El llanto del arrepentimiento de un corazón contrito y humillado, es amor expiatorio que unido al Amor Purificador del Perdón de Dios, curan las almas de tan horrendas heridas.
Cuando se ama a Dios, el Pecado duele y no se quiere ofenderlo.
Para gozar de la protección de Dios, es necesario su Perdón. El alma que se sabe perdonada y tiene la seguridad de tener a Dios consigo, recupera la alegría y la paz. El bienestar se extiende hasta el cuerpo.
Yo sabía que esto era tan importante, que por eso lo convertí en Sacramento. El salmo 32, expresa muy bien este alivio.
ES NECESARIO EL PERDÓN DE DIOS
El Sacramento de la Reconciliación, es un Sacramento de Liberación y de Sanación
Interior. Yo lo instituí precisamente por esto: el pecado toma vida propia. Y quise liberar a vuestro espíritu de las cadenas y las cargas por el pecado. Y vuestra alma del Caos y la Destrucción, que siempre traen consigo.
El Perdón de Dios resucita nuestro espíritu a la Gracia y nuestra alma se une a la Vida: la Santísima Trinidad.
¿POR QUÉ ES NECESARIO EL PERDÓN DE LOS DEMÁS?
Casi nunca nos gusta reconocer las cosas lamentables de nuestra propia conducta. No es fácil reconocer nuestras culpas. Se necesitan grandes dosis de humildad, para reconocer los propios errores. Y una confesión dolorosa que no siempre estamos dispuestos a hacer.
Una auténtica disculpa, es mucho más que el mero reconocimiento de un error. Equivale a confesar que algo que dijimos o hicimos, le provocó un daño a otro. Y que ese daño como un boomerang, también nos lastima a nosotros. Nuestro equilibrio interior es tan sensible, que aunque conscientemente nos neguemos a aceptar que actuamos mal y disponemos de una montaña de justificaciones; la conciencia es un juez tan implacable, que hasta que no resarcimos el daño es como nos sentimos mejor.
El arrepentimiento sincero, es una medicina dolorosa y amarga, pero sus efectos son tan saludables, que cuando lo llevamos activo a solicitar el Perdón y somos capaces de decir sinceramente: ‘Lo siento. Lamento mucho haber… Por favor, Perdóname.’
Estas palabras obran efectos maravillosos y curativos. Purifican de una manera esplendorosa nuestro interior. ¡Cuántas relaciones importantes se restaurarían, si fuésemos capaces de decirlas más seguido!
En una ocasión tuve un paciente que me fue a consultar, aquejado por una serie de síntomas: insomnio, depresión, dolores de cabeza, trastornos estomacales, etc. El reconocimiento médico no reveló ningún trastorno orgánico.
El Espíritu Santo me hizo ‘percibir’…y finalmente le dije:
– Si no me dice usted lo que pesa en su conciencia, no podré ayudarlo.
El hombre me miró sorprendido. Y después de dolorosas vacilaciones, confesó que como albacea del testamento de su padre, había despojado a su hermano de su parte de la herencia.
Allí mismo lo persuadí para que pidiera perdón a su hermano y le devolviera lo que le había quitado.
Después de haberlo hecho, el hombre fue a darme las gracias, porque se había curado.
A veces dudamos de pedir perdón por temor a vernos desairados. Es una dolorosa posibilidad que no debe detenernos. Porque en el dado caso de que así sucediera, ya no es responsabilidad nuestra, el que no haya una reconciliación.
Vale la pena porque seremos nosotros los que sanaremos.
¿PORQUÉ ES NECESARIO EL PERDÓN HACIA NOSOTROS MISMOS?
ARREPENTIMIENTO: Pesar de haber hecho una cosa con intención de resarcir y reparar el daño.
REMORDIMIENTO: Inquietud interior que perturba la conciencia, ante el recuerdo de un crimen cometido.
Cómo podemos observar el remordimiento es pasivo y el arrepentimiento es activo. Esta diferencia marca las consecuencias de nuestras acciones.
Cuando reconocemos nuestras culpas y pedimos perdón al que ofendimos, el siguiente paso es perdonarnos a nosotros mismos.
Cuando este último perdón no lo llevamos a cabo, no podemos recuperar la paz del espíritu.
Diablo significa acusador. Él hace honor a este título utilizando algunos pecados nuestros, como verdaderos tormentos que convierten la vida en un infierno. Cuando esto sucede, el hombre que comete pecados tan atroces que le resulta imposible pensar que pueda alcanzar el Perdón: los remordimientos torturan tanto y el hombre se siente tan culpable, que cree que Dios no puede perdonarlo.
La humildad, llorando dice: ‘Señor, ten piedad de mí. Yo no puedo, Tú si puedes. Ayúdame porque solo Tú puedes hacerlo.’
La soberbia impotente, declara: ‘Dios no puede perdonarme. Es imposible.’ El que dice estas palabras está midiendo a Dios consigo mismo. Y piensa que Dios no perdonará, porque si él fuese el ofendido, no perdonaría.
El humilde compadece y perdona, aun cuando sufra por haber sido ofendido.
El soberbio no perdona, porque no quiere renunciar a su rencor.
El que no se perdona a sí mismo, está odiándose. Y sé autodestruye con un auto castigo impuesto, ya que de manera subconsciente busca sufrimientos para castigarse y se entrega a relaciones destructoras.
El arrepentimiento auténtico debe tener un valor viril y sin pedir excusas, ni dárselas; hay que aceptar las consecuencias del pecado, como un doloroso medio de expiación. Y con renovadas fuerzas, aceptarnos como somos, amándonos y con inmensa gratitud hacia Dios.
Cuando hemos alcanzado el Perdón de Dios, debemos hacerlo extensivo a nuestra voluntad, con este pensamiento: “Si Dios me ha perdonado, ¿Quién soy yo para no hacerlo?”
La soberbia impulsada por Satanás, es la que dice que Dios no puede perdonarnos.
Pues donde abunda el pecado, sobreabunda la Gracia. Esto debemos recordarlo porque nos muestra la infinita misericordia de Dios y debe ser el baluarte cuando Satanás quiere afligirnos, con sentimientos de culpa.
¿PORQUÉ ES NECESARIO PERDONAR A LOS DEMÁS?
Muchas personas creen equivocadamente que el perdón solo debe otorgarse, cuando el ofensor se muestra arrepentido. Si queremos obtener óptimos resultados, debemos corregir este error.
Primero que nada tenemos que estar conscientes, que el perdón es un regalo. Tanto para el perdonado, como para el perdonador. El que recibe la mayoría de los beneficios, es el que lo otorga.
A menos que decidamos amar nuestras enfermedades y desequilibrios y seguir manteniéndonos alejados de Dios por el resentimiento; no nos queda otra alternativa. Porque ni siquiera podremos volver a orar el ‘Pater Noster’, con la seguridad de estar siendo atendidos.
¿CUÁNTAS VECES SE DEBE PERDONAR?
Para el Amor y para el Perdón, no hay límites. No lo hay. Ni en Dios, ni en los verdaderos hijos de Dios. Mientras dure la vida, no hay límite.
En el cristiano, por más que las culpas produzcan dolor, hay que perdonar siempre al que nos hace daño.
La primera vez que perdonamos de verdad duele tanto; que es como si nos desollaran vivos. Después va disminuyendo la sensación de dolor, hasta que quedamos envueltos en una muralla de amor tan densa; que los dardos envenenados del Demonio, pierden toda su eficacia.
Conforme nos habituamos a ejercer el Perdón, se va formando un escudo formidable a nuestro alrededor, que inclusive desarma al Enemigo. Porque se convierte en un ejercicio tan habitual, que llegamos a perdonar en el mismo momento en que estamos siendo ofendidos y al contestar con amor, estamos poniendo la otra mejilla, al mismo tiempo que detenemos la flecha de fuego llena de odio que se ha lanzado para herirnos, antes de que ésta llegue a tocarnos.
El Perdón de las ofensas es la Prueba de nuestra caridad y de nuestra unión con el Verbo.
Si consideramos las flechas de las ofensas como ofensas, no las podemos amar. Si consideramos a los que nos afligen como injustos, no los podemos amar.
Si consideramos las ofensas como plumas agregadas para volar a Dios y miramos a los torturadores como los cooperadores más valiosos para que adquiramos méritos celestiales, entonces sí los podemos amar.
Desgraciadamente vivimos en un mundo que nos obliga a practicar el perdón continuamente y por lo mismo, su valor es inapreciable. Porque al ser el Odio, el principal elemento que nos rodea; la única manera de neutralizarlo es el Perdón. Él nos ayuda a convertirnos en amos de nuestras pasiones y el dolor deja de ser un Verdugo, para transformarse en un Maestro.
Y el maravilloso bienestar que lo acompaña es sensacional. Entonces somos espectadores de las ofensas que nos infieren, sin sentirnos lastimados por ellas. Y somos capaces de realizar, al compadecer el porqué de la crueldad del ofensor, el precepto más asombroso de la Doctrina Cristiana: amar a nuestros enemigos.
EL AMOR A NUESTROS ENEMIGOS
“El que no ama, permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un asesino. Y como lo saben ustedes, en el asesino no permanece la Vida Eterna.”
A S E S I N O.
Es una palabra bastante fuerte para calificar una conducta bastante común en nuestros días.
Es imposible pasar por esta vida, sin encontrarnos con gente que de muy diversas maneras, nos lastiman una y otra vez. La reacción más natural es el enojo y el resentimiento; entonces ¿Cómo poder cumplir con el Mandamiento tan perentorio de Jesús?
El Perdón es totalmente activo y requiere de un enorme esfuerzo de la voluntad, pero su ejercicio es sumamente fácil, si dejamos que sea Jesús el que lo haga por nosotros.
Si él vive dentro de nosotros y de verdad lo amamos. Basta con que le entreguemos lo que sentimos y le pidamos ayuda. Nunca nos defraudará.
Cuando logramos dominar el ejercicio del Perdón, nuestra vida se transforma de manera total.
Es infinitamente feliz y saludable; porque el Odio aparte hacernos vivir infelices y amargados. Es una pasión tan avasalladora, que cuando no se vierte al exterior en desórdenes de conducta violentos, se vuelve contra nosotros mismos y toma cualquiera de las dos formas: alteraciones físicas que desarrollan enfermedades psicosomáticas hasta llegar al cáncer.
O alteraciones nerviosas en forma de depresión que culmina con el suicidio.
Viendo el contexto completo de lo que significa el odio, adquiere sentido la fuerte palabra: ‘asesino’.
Si no somos asesinos de los demás, lo somos de nosotros mismos.
Si es el Odio o la indiferencia, uno de los látigos que nos fustigan, roguemos a Dios para que sane nuestro corazón, entregándole nuestros sentimientos y pidiéndole que resucite el amor.
Porque es solamente amando como adquiere sentido nuestra vida. Cuando todas nuestras potencias están ocupadas en amar, no hay lugar para el resentimiento.
Es al señor al que le toca castigar, las venganzas se le deben entregar a Él. Al hombre le toca amar y perdonar. Compadecer y perdonar. Orar y perdonar. ¡Cuánta necesidad de ayuda y de perdón, tienen los culpables ante Dios!
Y solo a través de la Oración se ahuyentan los fantasmas de Satanás y podemos sentir la Presencia de Dios que nos llena de fortaleza, amor y compasión.
Si Dios está cerca puede uno enfrentarse a todo y soportarlo con rectitud y mérito. Solo la Fe en Aquel del cual nos alimentamos, puede ayudarnos a vencer el Odio y hacer posible lo que para muchos no solo es imposible, sino una verdadera locura: el amor por nuestros enemigos.
¿CÓMO DETECTAR AL ESPIRITU RENCOROSO?
El espíritu rencoroso es uno de los principales obstáculos para la Oración. El rencor es hijo del Odio y la Soberbia. El rencor es pecado. El pecado impide la comunicación con Dios.
Satanás es habilísimo para disfrazarse con la hipocresía. El que trata de orar con el rencor en el corazón, no recibe contestación. Y el alma deja de orar. Deja de ser creyente. Es por eso que Jesús es tan intransigente con este mandamiento.
En nuestro corazón siempre debe haber paz y alegría. Y el espíritu rencoroso nos está saboteando, si al pensar en nuestro ‘enemigo’ sentimos malestar y evitamos encontrarnos con él. Decimos perdono, pero no olvido. Reconocemos que en el fondo del corazón, nos alegra que le vaya mal y lo consideramos ‘un justo castigo por su maldad’. Deseamos que Dios se encargue de vengar pronto nuestros agravios. Cuando ‘inadvertidamente’ dejamos caer indirectas y pequeñas puyas venenosas que le hagan la existencia tan pesada, como nos la hicieron a nosotros. Cuando nos vengamos con críticas y murmuraciones, tratando de destruir la reputación del ‘enemigo’.
Si reconocemos cualquiera de estas circunstancias con alguien relacionado a nuestra vida, ¡Es el momento de efectuar los Siete Pasos del Perdón, para recuperar nuestro equilibrio interior!
En primer lugar, debemos recordar que el verdadero cristiano no ve en sus semejantes, ‘enemigos’. El Enemigo ya sabemos quién es.
Porque se debe amar a los malvados. Porque con el amor se alcanza la misericordia que los convierte y los salva.
Cuando se siente aversión por el enemigo, es señal de que se puede fermentar en el corazón, la levadura del Odio.
El que camina por el sendero de la cruz, siguiendo a Jesús y no perdona, termina por encaminarse hacia el Odio.
NO SE DEBE ODIAR AL QUE NOS ODIA. No abráis ni siquiera un resquicio a lo que no es de Dios.
¡Hay peligro de perecer y de ser vencidos por el verdadero Enemigo! ¡NO! Tened Caridad y prudencia…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
29.- EL CAZADOR, CAZADO
Marco Aurelio, después de unas horas, se sintió más penosamente mal.
Y estuvo muy enfermo en realidad. La noche llegó y con ella una violenta fiebre. Cuando ésta cedió, no podía dormir y seguía con la mirada a Alexandra a dondequiera que iba. Por momentos caía en una especie de sopor, durante el cual oía lo que sucedía a su alrededor, pero luego se sumergía en febriles delirios.
Y así transcurrieron varios días…
Cuando recuperó la conciencia, despertó y miró alrededor de él. Una lámpara brilla dando su claridad. Todos están calentándose al fuego, pues hace frío y se ve como de sus bocas sale el aliento en forma de vapor. Pedro está sentado, con Alexandra en un escabel a sus pies. Luego Mauro, Lautaro, Isabel y David, un joven de rostro agraciado y cabellos negros y ensortijados… Todos están atentos, escuchando al apóstol que habla en voz baja…
Y también Marco Aurelio concentró su atención tratando de escuchar lo que dice. Entiende que está hablando de la Muerte y Resurrección de Cristo y de las enseñanzas que Jesús les dio durante cuarenta días, antes de ascender al Cielo.
Marco Aurelio pensó:
– Sólo viven invocando ese Nombre.
Y cerró los ojos invadido por la fiebre.
Cuando los volvió a abrir, vio la brillantez de la luz de la chimenea, pero ahora no hay nadie. Trozos de leña se consumen y las astillas de pino que acaban de poner, iluminan suavemente a Alexandra sentada cerca de su lecho.
Y al mirarla se conmovió, ella está velando su sueño. Es fácil adivinar su cansancio. Está inmóvil y tiene cerrados los ojos. Él se pregunta si está dormida o solamente absorta en sus pensamientos. Contempló su delicado perfil; sus largas pestañas caídas lánguidamente; sus manos sobre sus rodillas. Y vio que sobre su belleza exterior que es tan extraordinaria, hay otra belleza que irradia desde adentro de su ser y la hace sobrenaturalmente hermosísima…
Y aunque le repugna llamarla cristiana, tiene que aceptarla con la religión que ella confiesa. Aún más, comprende que si todos se han retirado a descansar y solo ella permanece en vela; ella, a quién él ha ofendido tanto, es sólo porque su religión así lo prescribe. Pero ese pensamiento que causa admiración al relacionarlo con la religión de Alexandra, le fue también muy desagradable…
Hubiera preferido que la joven obrara así, tan solo por amor a él.
Alexandra abrió los ojos y vio que él la miraba. Se acercó y le dijo con dulzura:
– Estoy contigo.
Marco Aurelio murmuró débilmente:
– Y yo he visto lo que en verdad eres en mis sueños. Gracias. –y volvió a dormirse.
A la mañana siguiente despertó. Débil, pero con la cabeza fresca y sin fiebre.
Bernabé hurgaba en la chimenea apartando la ceniza de los carbones encendidos. Marco Aurelio recordó como este hombre había destrozado a Atlante. Y examinó con atención su enorme espalda y sus poderosos brazos. Sus piernas sólidas y fuertes como columnas. Y pensó: “¡Gracias a los dioses que no me ha roto el cuello! ¡Por Marte! ¡Si los demás partos son como éste, las legiones romanas no cruzarán sus fronteras!
Luego dijo en voz alta:
– ¡Hola esclavo!
Bernabé sacó la cabeza de la chimenea y sonriendo con expresión amistosa, le dijo con cordialidad:
– Que Dios te de buenos días y mejor salud. Pero yo soy un hombre libre y no un esclavo.
Esto le hizo una impresión favorable, pues su orgulloso temperamento le impedía el alternar con un esclavo. Éstos sólo son objetos sin índole humana. Esta respuesta le facilita interrogar a Bernabé acerca del lugar en donde Alexandra había nacido.
– Entonces ¿Tú no perteneces a Publio?
Bernabé respondió con sencillez:
– No. Sirvo a Alexandra como serví a su madre. Por mi propia voluntad.
Y se puso a agregar trozos de leña al fuego de la chimenea. Cuando terminó, se irguió y declaró:
– Entre nosotros no hay esclavos.
– ¿Dónde está Alexandra?
– Salió. Y yo voy a hacerte de comer. Ella te estuvo velando toda la noche.
– ¿Y por qué no la relevaste tú?
– Porque ella quiso velar a tu lado y mi deber es obedecerla. – Pasó por sus ojos una expresión sombría.- Si la hubiera desobedecido, tú no estarías vivo ahora.
– ¿Entonces lamentas el no haberme dado muerte?
– No. Cristo nos manda no matar.
– Pero… ¿Y Secundino y Atlante?
– No pude evitarlo. –murmuró Bernabé.
Y miró con tristeza sus manos. Luego puso una olla sobre la rejilla y se quedó contemplando el fuego, con mirada pensativa. Finalmente declaró:
– La culpa fue tuya. ¿Por qué levantaste tu mano contra la hija de un rey?
Una oleada de orgullo irritado ruborizó las mejillas de Marco Aurelio, ante el reproche del parto…
Más como se sentía débil, se contuvo. Especialmente porque predomina el deseo de saber más detalles sobre Alexandra. Más aún con la confirmación de su linaje real, pues como la hija de un rey ella puede ocupar en la corte del César una posición igual a las de las mejores y más nobles patricias romanas.
Cuando se calmó, pidió al parto que le contase como era su país.
Bernabé contestó:
– Vivimos en los bosques, pero poseemos tal extensión de territorio, que no se pueden saber los límites, pues más allá se extiende el desierto…-y siguió describiendo sus ciudades, la familia de Alexandra…
Sus gentes, sus costumbres y como se defendían de los que trataban de invadirlos.
Concluyó diciendo- Nosotros no les tememos a ellos, ni al mismo César romano.
Marco Aurelio respondió con tono severo:
– Los dioses han dado a Roma el dominio del mundo.
– Los dioses son espíritus malignos. –replicó Bernabé con sencillez- Y donde no hay romanos, no hay supremacía de ningún género.
Y se volvió a avivar el fuego de la chimenea revolviendo con un cucharón, la olla donde se cocinaban los alimentos. Cuando estuvo listo, vació en un plato grande y esperó a que se enfriara un poco. Luego dijo:
– Mauro te aconseja, que aún el brazo sano lo muevas lo menos posible. Alexandra, me ha ordenado que te dé de comer.
¡Alexandra ordenaba! No había ninguna objeción que hacer. Así pues, Marco Aurelio ni siquiera protestó.
Bernabé vació el líquido en un tazón, se sentó junto a la cama y lo llevó a los labios del joven patricio. Y hay tal solicitud y tan afable sonrisa en su semblante, que el tribuno no da crédito a sus ojos. Aquel titán tan terrible que había aniquilado a Atlante y que luego se había vuelto contra él como un tornado ¡Le habría hecho trizas si no hubiera intervenido Alexandra! Ahora es un delicado enfermero, tan solícito como gentil, al tomar el tazón entre sus dedos hercúleos y acercarlo a los labios de Marco Aurelio.
En ese momento apareció Alexandra, vestida con el camisón de dormir y con el cabello suelto.
Marco Aurelio sintió que su corazón se aceleró al verla y la amonestó suavemente por no estar descansando.
Ella dijo con acento afable:
– Me preparaba para dormir y vine a ver cómo estás. Dame la taza Bernabé. Yo le daré de comer.
Y tomando entre sus manos el recipiente, se sentó a la orilla del lecho, dio de comer al enfermo, que se siente a la vez rendido y gozoso. Cuando ella se inclina hacia él, percibe el tibio calor de la joven y le rozan sus cabellos ondulados y negrísimos. Se siente desfallecer de felicidad. Está pálido por la emoción.
Al principio tan solo la había deseado y ahora siente que la adora con todo su ser. Antes solo prevalecía su egoísmo y ahora reconoce haber sido tan insensible y tan ciego, que empieza a pensar en ella y en lo que ella necesita y desea.
Como un niño obediente se tomó la mitad el contenido del tazón. Y aun cuando la compañía de Alexandra y el contemplarla lo extasían de dicha, le dijo:
– Basta ya. Vete a descansar, diosa mía.
Ella replicó ruborizada:
– No me llames de ese modo. No está bien que me digas así.
Sin embargo lo mira sonriente y le reitera que ya no tiene sueño, ni fatiga. Y lo insta para que termine de comer. Y finalizó diciendo:
– No me retiraré a descansar hasta que llegue Mauro.
El la escucha encantado y se siente invadido por una gran alegría y una gratitud sin límites. Emocionado le dice:
– Alexandra… Yo no te había conocido antes. Hasta hoy me doy cuenta que quise alcanzarte con medios reprobables. Así pues ahora te digo: regresa a la casa de Publio y descansa en la seguridad de que en adelante, no habrá ninguna mano que se levante contra ti.
Una nube de tristeza cubrió el rostro de la joven y contestó:
– Dichosa me sentiría si llegara a verlos aunque fuera de lejos, pero ya no puedo volver a su casa.
Marco Aurelio la miró asombrado y preguntó:
– ¿Por qué?
Alexandra le contempló por unos segundos, antes de responder:
– Los cristianos sabemos por Actea lo que sucede en el Palatino. ¿Acaso no sabes que el César, poco después de mi fuga y antes de partir para Nápoles, hizo comparecer a su presencia a Publio y a Fabiola? Y creyendo que me habían secundado los amenazó con su cólera. Por fortuna Publio pudo decirle: ‘Majestad, tú me conoces y sabes que no te mentiría. Nosotros no hemos favorecido su fuga e ignoramos igual que tú, que suerte ha corrido ella.’ Y el césar creyó y enseguida olvidó. Por consejo de mis superiores, jamás les he escrito comunicándoles donde estoy, a fin de que siempre puedan decir la verdad y que ignoran dónde me encuentro. Acaso tú no comprendes esto, Marco Aurelio; pero has de saber que entre nosotros está prohibida la mentira, aunque para ello debamos arriesgar la vida. Esta es la Religión que da norma hasta a los afectos de nuestro corazón. Y por lo mismo no he visto, ni debo ver a mis padres. Desde que me despedí de ellos, solo de vez en cuando, ecos lejanos les hacen saber que estoy bien y que no me amenaza ningún peligro. – Al decir estas palabras la añoranza la invadió y las lágrimas humedecieron sus ojos. Pero se recuperó rápidamente y añadió- Sé que también ellos languidecen por nuestra separación. Pero nosotros disponemos de un consuelo que los demás no conocen.
Marco Aurelio está anonadado: ¡Actea cristiana!…
Y dice lleno de confusión:
– Sí, lo sé. Cristo es vuestro consuelo. Más yo no comprendo eso.
– ¡Mira! Para nosotros no hay separaciones, dolores, ni sufrimiento, que Dios no transforme luego en gozo. La muerte misma que ustedes consideran como el término de la vida, para nosotros es solo el comienzo de la verdadera Vida. Considera cuán regia es una Religión que nos ordena amar aún hasta a nuestros enemigos.
– He sido testigo de lo que dices. Pero contéstame: ¿Ahora eres feliz?
– Lo soy. Amo a Dios sobre todas las cosas. Y todo el que confiesa a Cristo, no puede ser desgraciado.
Marco Aurelio admiró su convicción, pero no alcanza a comprenderla y le dijo:
– ¿Entonces no quieres volver a la casa de los Quintiliano?
– Lo anhelo con toda mi alma. Y he de volver algún día si esa es la Voluntad de Dios.
– Pues entonces yo te digo: ‘Regresa’ Y te juro por mis lares que no alzaré mi mano contra ti.
– No. Me es imposible exponer al peligro a los que se encuentran cerca de mí. El César no quiere a los Quintiliano. Si yo volviera…y ya ves que rápido se extiende por toda Roma una noticia, mi regreso al hogar haría ruido en la ciudad. Nerón lo sabría, castigaría a Publio y a Fabiola. Por lo menos me arrancaría una segunda vez de su lado.
– Es verdad. Eso podría suceder. Y lo haría tan solo para demostrar que sus mandatos deben ser obedecidos. –Y cerrando los ojos exclamó- ¡No soportaría saberte otra vez en el Palatino!
Y él sintió como si se abriera ante sí, un abismo sin fondo. Él es un patricio. Un tribuno militar. Un potentado. Pero sobre todos los potentados del mundo al que pertenece, está un loco cuyos caprichos y cuya malignidad, son imposibles de prever…
Solamente los cristianos pueden prescindir absolutamente de Nerón o dejar de temerle, porque son gentes que parecen no pertenecer a este mundo, ya que la misma muerte les parece cosa de poca monta. Todos los demás tienen que temblar en presencia del tirano. Y las miserias de la época en que viven se presentan a los ojos de Marco Aurelio, en toda su monstruosa malignidad. Y pensó que en tales tiempos, solo los cristianos pueden ser felices.
Y sobre todo, aquilató por primera vez la dimensión del daño que le había hecho a ella. Y una honda pena se apoderó de él. Bajo la desalentadora influencia de ese pesar; lleno de impotencia, le dijo:
– ¿Sabes que eres más feliz que yo? tú estás en medio de la pobreza, viviendo con gentes sencillas, pero tienes tu Religión. Tienes tu Cristo. Pero yo solo te tengo a ti. Y cuando huiste de mi lado, me convertí en una especie de mendigo en medio de mi riqueza.
Ella lo miró atónita y sin saber qué decir.
Marco Aurelio prosiguió:
– Tú eres más cara a mi corazón que todo lo que hay en el mundo. Yo te busqué porque no puedo vivir sin ti. Hasta ahora solo me ha sostenido la esperanza de volver a verte. No anhelaba ni placeres, ni fiestas. No podía dormir, ni descansar, ni comer. Y no encontraba alivio para mi dolor. Si no hubiera sido por la esperanza de encontrarte, me hubiera arrojado sobre mi espada.
Alexandra replicó conmovida:
– No digas eso Marco Aurelio. Ningún ser humano debe idolatrar a otro hasta ese punto.
– Pero pensé que si moría, ya no te volvería a ver. Te estoy diciendo la verdad pura, cuando te afirmo que no podré vivir sin ti. Hasta ahora solo me ha sostenido la ilusión de volver a verte como ahora lo hago y hundirme en la mirada de esos ojos tuyos bellísimos, que son mi anhelo.
La mira con un amor tan intenso que ella se ruboriza y no le contesta nada.
Él agrega apasionado:
– ¿Recuerdas nuestras conversaciones en casa de Publio? Un día trazaste un pescado en la arena y entonces yo no sabía su significado. ¿Recuerdas que jugamos a la pelota? Yo te amaba ya más que a mi vida y trataba de decírtelo, cuando Publio nos interrumpió. Y Fabiola al despedirse de Petronio, le dijo que Dios era Uno, Justo y Todopoderoso. Yo no tenía ni la menor idea de que Cristo era su Dios y el tuyo. Yo no conozco a tu Dios. Tú estás sentada cerca de mí y sin embargo, solo piensas en Él…
Marco Aurelio calló, palideció y cerró los ojos, mientras ardientes lágrimas silenciosas se deslizaron por sus mejillas…
Es apasionado tanto en el amor como en el odio. Y dejó salir sus palabras con sinceridad, desde el fondo mismo de su alma. Puede percibirse al oírlo: la amargura, el dolor, el éxtasis, los anhelos, la adoración. Acumulados y confundidos por tanto tiempo, hasta que se desbordaron en un torrente de ardorosas frases.
Alexandra está sorprendida y su corazón empezó a palpitar con fuerza. Sintió compasión y pena por aquel hombre y sus sufrimientos. Se siente conmovida por la adoración que ha descubierto… ¡Él la ama!… ¡La adora!… Sentirse amada y deificada por aquel hombre que hasta ayer era tan peligroso e indomable y que ahora se le está entregando totalmente, en cuerpo y alma. Rindiéndose como si fuera un esclavo suyo. Esa conciencia de la sumisión de él y del poder que le ha dado a ella, la inundaron de felicidad y regresaron por un momento los sentimientos y los recuerdos de otros días.
Ahora ha vuelto a ser para ella, aquel espléndido Marco Aurelio; hermoso como un dios pagano. El mismo que en la casa de Publio le había hablado de amor y despertado como de un sueño, su corazón virgen al amor de un hombre. Pero es también el mismo de cuyos brazos Bernabé la había arrancado en el banquete del Palatino y rescatado del incendio en que su pasión la envolviera.
Y ahora que se ven pintados en su rostro imperioso, el éxtasis y el dolor. Que yace en aquel lecho, con el rostro pálido y los ojos suplicantes. Herido, quebrantado por el amor, rendido y entregado a ella; se le presentó a Alexandra como el hombre que ella había deseado y amado. Como el hombre grato a su alma, como nunca antes lo fuera. ¡Y de súbito comprendió que ella también lo ama! Y que ese amor la arrastra como un torbellino y la atrae hacia él, como el más poderoso imán.
Y en ese preciso momento llegó Mauro que viene a ver a su paciente, para revisarlo y seguir atendiéndolo.
Marco Aurelio suspiró derrotado, porque la respuesta de la joven, no alcanzó a llegar.
Alexandra se retiró con el alma llena de ansiedad…
HERMANO EN CRISTO JESUS: