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210.- SUDOR DE SANGRE

1abatido

Jesús se agita como presa de un súbito malestar. Vuelve a quitarse el manto, se seca las manos, la cara, el cuello, los antebrazos. El sudor continúa. Cada poro tiene su gota que se forma, crece y cae. Se oprime una y otra vez  con más fuerza, el manto sobre la cara y al quitárselo, aparecen en él claramente las huellas frescas que parecen de color negro. La hierba del suelo, está enrojecida de sangre.

Jesús da la impresión de que está próximo a desmayarse. Se afloja la cinta de su vestido, como si sintiera ahogarse. Se lleva la mano al corazón, después al cuello. Se da aire con ella, teniendo la boca abierta. Se ha sentado sobre el peñasco dejándose caer sobre la espalda; con los brazos caídos a lo largo del cuerpo y la cabeza inclinada sobre el pecho, como si estuviese ya muerto…

No se mueve para nada.

23

Permanece así durante un largo rato. Luego emite un grito ahogado y levanta la cara: Es un rostro desencajado. Un instante sólo. Luego se derrumba rostro en tierra y se queda así. Un deshecho de hombre sobre el que pesa todo el pecado del mundo; sobre el que se abate toda la Justicia del Padre; sobre el que descienden las tinieblas, la ceniza, la hiel…

Esa tremenda, tremenda, tremendísima cosa que es el abandono de Dios mientras Satanás nos tortura…

Es estar «huérfanos de Dios». Es la locura, la agonía…  Es la persuasión de ser rechazados por Dios…

 De estar condenados. ¡Es el infierno!…

3condenado

Las víctimas propiciatorias lo conocen. Y no soportan ver los mismos espasmos en Cristo, sabiendo  que es un millón de veces más atroz que el que las ha consumido a ellas y que con solo el recordarlo, los perturba profundamente.

Para vencer la Desesperación y a Satanás que es su origen. Para servir a Dios y darnos a nosotros la Vida Jesús debe saborear al Muerte. No la muerte física que le espera al ser crucificado, sino la Muerte Total.

Muerte Consciente, del luchador que cae… Después de haber triunfado con un corazón destrozado, con una Sangre que se pierde por la herida de un esfuerzo superior a las fuerzas humanas, para ser fiel a la Voluntad de Dios… 

Jesús está siendo oprimido por un trauma psíquico, superior a sus fuerzas humanas. Su agonía ha ido en aumento, hasta llegar el momento de sudar sangre: por el esfuerzo que debe hacer para vencerse y resistir el peso que sobre Él ha sido impuesto. Es el Hijo del Dios Altísimo, pero también es el Hijo del Hombre. Su Palabra y sus obras dan Fe de su Divinidad. Las necesidades materiales, las pasiones, los sufrimientos que padeció en Sí Mismo; dan testimonio de su Humanidad.

4agonia

La tercera Horade su Agonía  fue la locura, fue la desesperación, fue la agonía, fue la muerte. La muerte de su alma…

No resucitó solamente su Cuerpo. También su alma ha tenido que resucitar. Porque conoció la Muerte. Porque, ¿Qué es la muerte del espíritu?: La separación eterna de Dios.

Y Él está ahora separado de Dios. Su espíritu ha muerto. Es la verdadera hora de eternidad que concede a sus predilectos.

Nosotros conocemos la muerte del espíritu, sin haberla merecido; para comprender el horror de la condenación, que es el tormento de los pecadores impenitentes.

La conocemos para poder salvarles, Él la sufrió primero… El corazón se rompe, Él lo sufrió primero…   La razón vacila y la desesperación muerde… Él lo sufrió, porque nos ama…  Es el horror infernal, estamos a la merced del Demonio porque estamos separados de Dios. 

5JESUS Y ELANGEL

Dura así un largo rato. Entonces, una gran luz esplendorosa se forma sobre su cabeza, suspendida a la altura de un metro sobre Él aproximadamente. Un resplandor tan fuerte, que incluso el Postrado lo ve filtrarse entre sus cabellos ondulados  y  densos, tras el velo que la sangre pone en sus ojos.

Levanta la cabeza… Resplandece la Luna sobre esta pobre faz y aún más resplandece la luz angélica, semejante a la diamantina blanco-azul de la estrella Venus. La  luz lunar y angelical fundidas, iluminan y muestran un rostro rojo por la sangre.

6gotas-de-sangre

Las plegarias de María, le han obtenido la presencia de un ángel en el Getsemaní. Dios ha concedido esa gota de consuelo, para que no sobrevenga la muerte antes de que la Misión haya sido completada. El ángel le ofrece un cáliz celestial.

Jesús levanta sus brazos y lo toma entre sus manos…

7caliz

Y aparece toda la tremenda agonía en la sangre que rezuma a través de los poros: las pestañas, el cabello, el bigote, la barba están asperjados y rociados de sangre. Sangre rezuma en las sienes… Sangre brota de las venas del cuello… Gotas de sangre caen de las manos…

Todo su cuerpo está empapado de sangre. Y cuando tiende las manos para tomar el cáliz y beberlo, las mangas anchas se deslizan hacia los codos y se ve claramente como los antebrazos de Jesús, sudan sangre. En la cara, tan solo brillan dos surcos de tez palidísima, formados por las lágrimas que corren sobre la roja faz, que parece una máscara de sangre.

Jesús bebe despacio, mientras el ángel que lo acompaña en su dolor, lo conforta en su espíritu abatido y le habla de la esperanza de todos los que se salvarán por medio de su sacrificio.

Y como un bálsamo para su agonía; le va enumerando todos los nombres que están escritos en el Cielo, de aquellos que le amarán con un amor total, hasta compartir con Él, todas sus torturas.

8AGONIA

Aquellos que se enfrentarán también a Satanás y lo vencerán gracias a Él. Tal y como Él acaba de hacerlo.  ¡Jesús! ¡Jesús el Salvador! ¡Jesús, el Héroe Divino!

Acaba de obtener para los cristianos el poder enfrentar y vencer a la muerte, en todas sus múltiples torturas, con el Don de la Inmunidad al Dolor, que originalmente poseyera Adán.

En el Calvario será culminada la Magna Obra de la Redención.

¡Ya venció a Satanás!

Ahora debe vencer a la Muerte…

Jesús bebe hasta el fondo y devuelve el cáliz al ángel. Una sonrisa dolorosa ilumina su faz ensangrentada. María será la abogada de sus víctimas. Ella hará que la Misericordia de Jesús obtenga de la Justicia del Padre, la piedad para sus creaturas; que junto con Él serán hermanos en el Amor de Coparticipación.

9EL CALIZ DE JESUS

Más dulce que un vino saturado con miel, ellas están en el cáliz que el ángel le ha ofrecido para mitigar la amargura del cáliz paterno. Para fortalecer su Humanidad desfallecida, en una cruel agonía. ¡Los nombres de los redimidos que creerán…!11agonia (2)

Cada uno de ellos han sido como una inyección en sus venas, que le ha dado fuerzas. Cada uno de esos nombres será luz, vigor, en medio de las tinieblas que ya lo envuelven y durante las horas dolorosísimas… que ya han llegado. Para no mostrar el dolor que soportará como Hombre. Para no desesperar y no decir que Dios es muy severo e injusto con su Víctima, Jesús se repetirá estos nombres…

En la cara sólo las lágrimas forman dos líneas nítidas sobre la máscara roja.

Se quita otra vez el manto y se seca las manos, la cara, el cuello, los antebrazos. Pero el sudor continúa. Él presiona varias veces la tela contra la cara y la mantiene apretada con las manos y cada vez que cambia el sitio aparecen nítidamente en la tela de color rojo oscuro las señales; las cuales estando húmedas, parecen negras. La hierba del suelo está roja de sangre.

11agonia (1)

Jesús parece próximo al desfallecimiento. Se lleva la mano al corazón y luego a la cabeza y la agita delante de la cara como para darse aire, manteniendo entreabierta la boca. Arrastrándose se pega a la roca y apoya la espalda contra la piedra, de tal forma que parece como si estuviera ya muerto.  Los brazos le cuelgan paralelos al cuerpo y la cabeza contra el pecho. Ya no se mueve.

La luz angelical se desvanece poco a poco como si fuera absorbida por la luz de la luna que se filtra entre las hojas del olivo, iluminando al Héroe caído, que no se mueve para nada.

12agonia

Después de un rato,  Jesús abre sus ojos de nuevo. Con esfuerzo levanta la cabeza. Con mucha fatiga alza el cuerpo. Mira a su alrededor.  Está solo, pero menos angustiado.

Alarga una mano y tomando su manto que había dejado abandonado en la hierba, vuelve a secarse el sudor de su terrible  baño de sangre. Se seca la cara, la barba, los cabellos…

13muguet

Toma una hoja larga y ancha, empapada de rocío y con ella termina de limpiarse mojándose la cara y las manos y luego secándose de nuevo todo. Y repite lo mismo con otras hojas, hasta que borra las huellas de su tremendo sudor.

Sólo la túnica, especialmente en los hombros y en los pliegues de los codos, en el cuello y la cintura, en las rodillas, está manchada…

La mira y menea la cabeza. Mira también el manto y lo ve demasiado manchado. Lo dobla y lo pone encima de la piedra, junto a las florecillas. Por su extrema debilidad, con mucho esfuerzo se vuelve y se pone de rodillas.  Ora apoyando la cabeza en las manos que están sobre el manto. Luego eleva su rostro…

Su cara está palidísima, pero ya no tiene expresión turbada. Es una faz llena de majestad y de hermosura divina, a pesar de aparecer más exangüe y triste que nunca.

Luego, apoyándose sobre la roca se levanta y todavía tambaleándose ligeramente, con paso vacilante va hacia donde están los apóstoles…

14apagada

Los tres duermen profundamente, arropados en sus mantos, junto a la hoguera apagada. Se les oye respirar profundamente e incluso con un sonoro ronquido.

Jesús los llama…  Es inútil. Debe agacharse y dar un buen zarandeo a Pedro.

El apóstol desenvuelve su manto verde oscuro, se asusta y pregunta:

–                ¿Qué sucede? ¿Quién viene a arrestarme?

Jesús dice suavemente:

–     Nadie. Te llamo Yo.

Pedro pregunta aturdido:

–           ¿Es ya por la mañana?

–           No. Ha terminado… Es casi la segunda vigilia.

Pedro está todo entumecido.

Jesús da unos meneos a Juan, que emite un grito de terror al ver inclinado hacia él un rostro que de tan marmóreo como se ve, parece el de un fantasma.

Juan exclama asustado:

–           ¡Oh… me pareces un muerto!

Luego se acerca a Santiago, lo mueve…

Y el apóstol, creyendo que lo llama su hermano, dice:

–           ¿Apresaron al Maestro?

Jesús responde:

–                  Todavía no, Santiago…  Pero, levantaos ya. Vamos. El que me traiciona está cerca. 

15arresto

Los tres todavía pasmados, se levantan. Miran a su alrededor… Olivos, luna, ruiseñores, leve viento, paz… Nada más.

Pero siguen a Jesús sin hablar.

Llegan a donde están los otros ocho, igualmente dormidos alrededor del fuego ya apagado.

Jesús dice con voz potente:

–           ¡Levantaos! ¡Mientras viene Satanás, mostrad al insomne y a sus hijos, que los hijos de Dios no duermen!

Todos dicen al mismo tiempo:

–           ¡Sí, Maestro!

–           ¡Dónde está, Maestro?

–           Jesús, yo…

–           ¿Pero ¿qué ha sucedido?

Y entre preguntas y respuestas enredadas, se ponen los mantos…

En el preciso momento en que aparece la chusma de esbirros del Templo, capitaneada por Judas, que irrumpe en el quieto solar y lo ilumina bruscamente con muchas antorchas encendidas…

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LA ENTREGA

Son una horda de bandidos disfrazados de soldados, caras de la peor calaña afeadas por sonrisas maliciosas y demoníacas.

Vienen también algunos representantes del Templo.

Los apóstoles, súbitamente se hacen a un lado. Pedro delante y  detrás de él, los demás.

Jesús se queda quieto.

Judas se acerca resistiendo a la mirada de Jesús, que ha vuelto a ser esa mirada centelleante de sus mejores días…

Y aun así, el apóstol infiel no baja la cara… Al contrario, se acerca con una sonrisa de hiena y lo besa en la mejilla derecha.

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Jesús dice serenamente:

–           Amigo, ¿Y qué has venido a hacer? ¿Con un beso me traicionas?

Judas agacha un instante la cabeza; pero luego vuelve a levantarla… Muerto a la reprensión y a cualquier invitación al arrepentimiento.

Jesús, después de las primeras palabras; dichas todavía con la solemnidad del Maestro, adquiere el tono afligido de quien se resigna a una desventura.

La chusma, con un clamor hecho de gritos, se acerca con cuerdas y palos y trata de prender a Jesús y a los demás apóstoles.

Jesús pregunta tranquilo y solemne:

–          ¿A quién buscáis?

El encargado del Templo contesta:

–           A Jesús Nazareno.

La Voz es un trueno al responder:

–           Soy Yo.

Ante el mundo asesino y el inocente, ante la naturaleza y las estrellas, Jesús da de Sí, casi con un cierto júbilo; este testimonio abierto, leal, seguro…

¡Ah!, pero si de Él hubiera emanado un rayo no habría hecho más efecto: como un haz de espigas segadas, todos caen al suelo.

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Permanecen en pie sólo Judas, Jesús y los apóstoles…

Los cuales, ante el espectáculo de los soldados derribados se recuperan tanto, que se acercan a Jesús y con amenazas tan claras contra Judas; que éste súbitamente huye al otro lado del Cedrón y se adentra en la negrura de una callejuela…

Justo a tiempo para  evitar el golpe maestro de la espada de Simón Zelote y seguido en vano por una lluvia de piedras y palos que le lanzan los apóstoles que no estaban armados…

Jesús dice tranquilo:

–           Levantaos. ¿A quién buscáis?, vuelvo a preguntaros.

El mismo hombre vuelve a contestar:

–          A Jesús Nazareno.

Jesús responde con dulzura:

–          Os he dicho que soy Yo

Y Sí: con dulzura, vuelve a decir:

–           Dejad pues, libres a estos otros. Yo voy…  Guardad las espadas y los palos. No soy un bandolero…  Estaba siempre entre vosotros. ¿Por qué no me habéis arrestado entonces? Pero ésta es vuestra hora y la de Satanás…

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Mientras Él habla, Pedro se acerca al hombre que está extendiendo las cuerdas para atar a Jesús y descarga un golpe de espada desmañado… Si la hubiera usado de punta, lo habría degollado como a un carnero. Así…  Lo único que hace es arrancarle casi una oreja, que queda colgando en medio de un gran flujo de sangre.

El hombre grita que lo han matado…

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Se produce confusión entre aquellos que quieren arremeter y los que al ver lucir espadas y puñales tienen miedo.

Jesús dice sereno:

–          Guardad esas armas. Os lo ordeno. Si quisiera, tendría como defensores a los ángeles del Padre. –Y volviéndose hacia el herido, agrega- Y tú, queda sano. En el alma primero, si puedes…

Y antes de ofrecer sus manos para las cuerdas, toca la oreja y la cura.

De una manera incomprensible, para quien no tiene el espíritu ‘vivo’ y no saben lo que sucede a nivel espiritual…

Los apóstoles le gritan alterados:

–          « ¡Nos has traicionado!»

–          « ¡Pero ha perdido la razón!»

–          « ¿Quién puede creerte?».

Y el que no grita huye…

Y Jesús se queda solo…   Él y los esbirros…       Y empieza el camino de la Cruz…

22

Mi mayor dolor, fue pensar para cuántos mi Martirio sería estéril…

23

Todos los que rechazarían la Salvación y preferirían las Tinieblas a la Luz…

A éstos también los tuve presentes y a sabiendas de ello, me dirigí a la Muerte…

24

Satanás quería vencerme con la desesperación, para convertirme en su esclavo…

 Sentí el sabor de la muerte, cuando decidí daros la vida…

25

Y cubierto con la lepra de vuestros pecados, siendo solamente el hombre culpable a los ojos de Dios; ACEPTÉ SER EL MALDITO Y CON ELLO, ACEPTÉ TAMBIÉN EL CASTIGO.

26

Y vencí la desesperación y a Satanás, para servir a Dios y daros a vosotros la Vida…

Pero saboreé la Muerte. No la muerte física del Crucificado, (No fue tan dolorosa)

                                                  Sino la Muerte Total…       

27

La Muerte Consciente…

La Muerte que cae después de haber triunfado, con un corazón destrozado…        28

Con una sangre que se pierde por la herida de un esfuerzo muy superior a la fuerza humana. 

Y sudé sangre. ¡Sí, la sudé!… 

Para ser fiel a la Voluntad de Dios.

32

El espíritu venció la Tentación Espiritual. 

Con la Oración lo vencí: ‘¡ABBA, PADRE! Todo es posible para Ti; aparta de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como quieras TÚ…’

30

No tengo más que recordar esta Hora para llamaros hermanos. 

¿Puedo Yo que he probado; no comprender vuestra degradación y no amaros porque estáis degradados?… Os amo por esto. Porque en aquella Hora no era el Verbo de Dios…

Era el Hombre Culpable.

31

Mi mejilla arde por el beso de los traidores… 

Curádmela con el beso de la Fidelidad: ¡Convertíos y amad! Para que el Padre os pueda llamar: ¡Hijos!

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El Ángel que me acompañó en mi dolor, me habló de la esperanza de todos los que se salvarían con mi Sacrificio y fue el bálsamo para mi agonía…

Mi mirada se extendió a través de los siglos…

Y OS MIRÉ….

Y FUE CADA UNO DE VUESTROS NOMBRES como una inyección de fortaleza, para las horas dolorosísimas que se aproximaban… 

33

Fuisteis mi consuelo cuando vi que os salvaríais…

QUE ÉRAIS DIGNOS DEL SACRIFICIO DE UN DIOS.

Y desde aquel momento os he llevado en mi Corazón…

34

Y cuando sonó el momento de que vinieseis a la tierra, quise estar presente a vuestra llegada, regocijándome al pensar que una nueva flor de amor había brotado en el mundo y que viviría para Mí…

¡Oh, benditos míos!.. ¡Consuelo mío cuando agonizaba!.. Mi Madre, mi Apóstol, las mujeres piadosas…

Pero también TÚ…

Tú que estás leyendo esto y a quién mi Madre ha guiado hasta aquí… 

35

MIS OJOS AGONIZANTES TE MIRARON A TRAVÉS DE LOS SIGLOS…

Junto al rostro adolorido de mi Madre…

36

Y los cerré gozoso porque vi que te salvarías al corresponder a mi llamado a la Conversión y al Amor…

Y corrí al encuentro de mi Martirio, que se inició con un beso…

EL BESO DE LA TRAICIÓN.

36traicion

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA