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62.- LA ORGÍA INOLVIDABLE…

El emperador Tiberio, fue muy aficionado al dinero y difícilmente se le arrancaba. Con el tiempo, su avaricia le llevó a la rapiña y el lema que rigió su gobierno fue: ‘Que me odien con tal dé que me teman’.

Cuando comenzó su vida militar, antes de que fue César, sus compañeros le  conocieron por su afición al vino hasta tal grado, que los soldados le apodaron: ‘Biberius Caldus Mero’ (todas estas palabras aluden al vino de diversas maneras)

Su crueldad y su hipocresía eran tales, que cuando Augusto lo nombró su sucesor, las palabras que pronunció en su lecho de muerte, fueron: ‘Desgraciado pueblo romano que va a ser presa de tan lentas mandíbulas’

También era un hombre extremadamente lujurioso. En su retiro de Capri tenía una habitación destinada a sus desórdenes más secretos, guarnecida de lechos alrededor….

Y allí, un grupo elegido de jóvenes disolutos reunidos de todas partes y algunos que inventaron ‘monstruosos placeres’, a los que llamó ‘spintrias’(sus maestros de voluptuosidad) formaban entre sí una triple cadena y entrelazados de esta manera, se prostituían en su presencia para estimular sus lánguidos deseos; pues al final de su vida, solo era un anciano impotente.

Como gran adicto al sexo, en el palacio de Roma que se ha salvado del incendio, también tenía todo un sector destinado a lo mismo. Además de esa habitación especial, hay diferentes salones arreglados especialmente para estos placeres; adornados con cuadros y bajorrelieves lascivos y llenos de libros de Elephanditis (Pornografía gráfica), para tener en la acción modelos que imitar.

Sus jardines han sido diseñados como bosques y selvas consagrados a Venus Afrodita y están decorados con grutas excavadas en la roca y en las cuales hay hermosas y artísticas estatuas que parecen casi vivas. En las cuales se ven jóvenes de ambos sexos, mezclados en actitudes voluptuosas y posiciones obscenas y sugerentes, con trajes de ninfas y faunos.

Hay también un baño con una piscina especialmente diseñada, en la cual enseñó a niños de tierna edad a los que llamaba sus ‘pececillos’ a que jueguen entre sus piernas, excitándole con la lengua y con los dientes. Y a los más grandecitos que estaban en lactancia aún, les ofrecía los genitales para que le diesen el género de placer al que sus tendencias y su edad le inclinaban de una manera especial.

Recibió un legado de uno de sus amigos que le daba a elegir entre un cuadro de Parrasio en el que Atalante prostituye su boca a Meleagro o un millón de sestercios…  Tiberio prefirió el cuadro y lo colocó como un objeto sagrado en su alcoba…  Y este cuadro adorna ahora el salón principal de la casa de Tiberio en Roma, justo encima de donde se encuentra el triclinio imperial.

Aminio Rebio y Vitelio en su infancia, fueron ‘pececillos’ de Tiberio y desde su juventud, han sido marcados con el afrentoso nombre de ‘Spintria’. Y por su gran experiencia en estos oficios, Vitelio ahora es el intendente de placeres de Nerón…  

Aminio Rebio, Faonte el liberto del César y dos enviados de Tigelino; fueron a las cárceles para elegir doncellas y jóvenes cristianos… Para recreación del César y de sus invitados…

La fiesta en el palacio de Tiberio en el Esquilino, está en todo su apogeo…

Cientos de lámparas brillan sobre las mesas y penden de las murallas. Los acordes de la música, invaden el ambiente. El aroma de las flores y los perfumes de Arabia, son aspirados con deleite por los invitados lujosamente ataviados y que reclinados en sus triclinios, disfrutan de los deliciosos manjares y los exquisitos vinos que aumentan la euforia general. Y las rosas siguen cayendo…

Nerón está muy contento…

Y Popea regia y magnífica, luce su belleza con una sonrisa congelada que no llega a sus ojos, ni ilumina la expresión sombría que encubre su dolor, después del asesinato de su hijo Rufio Crispino.

Nerón ya cantó su Troyada y una atronadora tempestad de aplausos y aclamaciones le alimentan su insaciable vanidad de artista. Algunos que levantaron sus manos como enajenados por su prodigioso talento, le han dejado sumamente satisfecho.

De vez en cuando mira con una sonrisa de maligna crueldad a Marco Aurelio y a Petronio, a los que tiene como invitados de honor, muy cerca de él…

Petronio, ingenioso y elegante como siempre, hizo destellar su inteligencia y exquisita agudeza a lo largo del banquete, sacando a Marco Aurelio de varias sutilezas engañosas por parte de los demás augustanos y luchando él mismo en aquellas arenas movedizas que son las intrigas de la corte imperial; saliendo adelante con donaire y su gallardía habitual.

Marco Aurelio está tranquilo y se porta tan distinguido como su tío, con una innata elegancia y sobriedad en todos sus ademanes.

Popea mira disimuladamente a Marco Aurelio… Pues que lo único que la alienta en este banquete, es la alegría anticipada de su venganza sobre el tribuno. Se siente un poco mareada por el vino y el humo del incienso. Finge que disfruta de los espectáculos que han sido preparados para la fiesta…

Nuevamente se da lectura a versos y se escuchan diálogos en los cuales la extravagancia, ocupa el lugar del ingenio.

Después Paris el célebre mimo, hace una representación magistral en lo que parecen escenas llenas de encantamiento, pues con los movimientos de sus manos y del cuerpo, tiene una increíble habilidad para expresar cosas que parecen imposibles de hacer patentes en una danza… Sus manos parecen oscurecer el aire creando una nube animada, sugerente, voluptuosa, que circunda las formas de una doncella agitada por un inefable desmayo…

Es una verdadera pintura, no una danza…

Una pintura expresiva en la que se revelan los secretos del amor, embelesante a la par que impúdico. Y al finalizar da principio una danza báquica, llena de gritos desenfrenados y licenciosos desbordes acompañados del son de cítaras, tambores, laúdes y címbalos, en una música incitante a dar rienda suelta a la pasión.

Marco Aurelio mantiene en todo momento una actitud tranquila, digna y un tanto seria. Su carácter reservado y su calma intrigan a todos los augustanos, pero especialmente al César y a Popea…

Tanto Marco Aurelio como Petronio participan del banquete y beben vino, pero sin perder la sobriedad. Se mantienen sonrientes y ecuánimes.

Entrada la noche Faonte, el liberto del César se acercó y murmura unas palabras a su oído. El César hace un gesto de asentimiento…

Están en el salón que Nerón llama su ‘Paraíso de deleites’ y que forma parte del sector de la casa de Tiberio que fue construida para sus placeres.

Los esclavos siguen trayendo más viandas y licores que sirven en la espléndida vajilla ribeteada en oro y las ricas copas artísticamente diseñadas y decoradas con escenas voluptuosas y acordes a la ocasión. Los manjares y las bebidas han sido especialmente preparados con afrodisíacos.

Entonces Tigelino se acercó a Nerón y a Popea, diciéndoles algo en voz tan baja, que Petronio que está al lado del César, lo único que pudo captar fue la respuesta del emperador:

–           No importa. Aún nos queda el Circo. Entonces será un espectáculo digno de la multitud.

Lo que Tigelino les ha comunicado, es que por la enfermedad de Alexandra, no ha sido posible sacarla de la prisión y no participará de la fiesta de esa noche.

Popea no logró ocultar su desencanto y su frustración.

Después de un tiempo prudencial le solicitó a Nerón permiso para retirarse, pues se siente indispuesta. Y no pudo evitar mirar al tribuno con rencoroso desprecio y a Petronio con una ominosa mirada, que acompañó con su eterna y congelada sonrisa.

El César se levantó para escoltar a Popea que se despidió de los presentes y a los que Nerón les dice que regresará pronto. Y efectivamente, un poco más tarde volvió al salón, para disfrutar de la sorpresa preparada por Vitelio.

Entre los asistentes al banquete está el joven Aulo Plaucio, un hombre lleno de belleza y gallardía que es amante de Nerón y que tiene una gran voz de barítono. Nerón había dicho siempre y le ha hecho creer que lo ama y que lo nombrará su heredero al trono del imperio. En todos los banquetes, después que Popea se retira; él hace las delicias del emperador.

Entre los acordes de la música, el aroma del incienso y las bromas con que el César está demostrando su gran satisfacción en esta noche en particular, nadie se percata de la señal que Tigelino le hace a Nerón. Enseguida éste llamó a Faonte, a Doríforo y a Aulo Plaucio.

Cuando llegaron ante él, ordenó a los libertos que lo sujetaran y ante la sorpresa general; éstos lo tiraron sobre el lecho imperial y lo inmovilizaron; mientras el César, haciendo derroche de violencia, lo violó.

Después de esta infamia, Nerón se levantó como si nada hubiera sucedido y declaró:

–           Que mi madre bese ahora a mi sucesor.

A continuación,  lo acusó de conspiración y ordenó que lo torturaran, recomendando que los verdugos lo hieran de manera que se sienta morir y que su muerte sea lenta en el suplicio.

Y luego, envanecido por hacer todo siempre impunemente, se volvió hacia Petronio, lo miró y dijo con displicencia:

–           Ningún Príncipe ha sabido cuanto puede hacerse desde el poder. –Enseguida miró a Vitelio, agregando- Veamos querido amigo, lo que has preparado para nuestro deleite.

Después de que los libertos se llevaron a Aulo Plaucio, que se había desmayado de terror; Vitelio se levantó, hizo una reverencia a Nerón y se acercó a Aminio Rebio; que a su vez descorrió una cortina casi transparente que había en un extremo del salón.

Detrás de ella está un grupo de varones y doncellas que evidentemente han presenciado todo lo  sucedido. Y todo esto fue hecho a propósito, para quebrantarles el espíritu y mostrarles lo que les espera, al que tenga la osadía de no someterse…

Tigelino les da una orden y ellos avanzan formando una larga fila de un extremo a otro del enorme salón, para que el emperador y sus invitados, puedan verlos y examinarlos bien a todos.

Son veinticuatro mujeres y veintidós hombres, cuyas edades oscilan entre los quince y los veinticinco años. Todos están totalmente desnudos y llevan una corona de rosas en la cabeza. Han quedado de pie, frente al César y sus convidados.

Lo más sorprendente es que mantienen una dignidad majestuosa a pesar de la humillación que debe significarles el no llevar ninguna prenda de vestir, que los cubra…

Marco Aurelio reconoció a varios y sintió una gran opresión. Cuando vio a Margarita, la hermana de Alexandra, un profundo dolor se le clavó en el pecho… Inclinando la cabeza, cerró los ojos y oró…

Petronio permaneció imperturbable. Conoce a Nerón. Y con su elegancia característica, ni un solo músculo de su rostro, delató sus verdaderos pensamientos y sentimientos…

Séneca, movió la cabeza casi imperceptiblemente y la inclinó para esconder la expresión de su rostro…

Trhaseas frunció el entrecejo y una fugaz sombra de desaprobación nubló su semblante. Y se sumió en sus reflexiones…

Lucano pareció sorprenderse, pero asumió su actitud de siempre.

Plinio solo miró, pero no demostró nada.

Marcial levantó una ceja y no manifestó lo que pensaba. Mantuvo una actitud expectante…

Todos los demás miraron a los jóvenes con una mezcla de admiración, curiosidad morbosa, intensa avidez, lujuria y lascivia.

Nerón los observó atenta y detenidamente a cada uno de ellos y con una sonrisa, dirigió una mirada de aprobación a Vitelio, Tigelino y Aminio Rebio, que han esperado expectantes su dictamen.

Ellos los seleccionaron y están seguros de que ni siquiera el exigente y perfeccionista Petronio, podrá poner una sola objeción a aquel estupendo grupo de jóvenes que son una muestra excelente de juventud y belleza: cuerpos y rostros perfectos portes regios y de gran dignidad, sin llegar a la altivez.

Esta promete ser una gran orgía y una noche de placeres incomparables…

Vitelio le prometió que ha preparado con ellos una serie de fantasiosas representaciones en las cuales, él podrá elegir a los que más le agraden, para su placer personal.

Están por gustar de un deleite nuevo y bastante raro… Porque a pesar de su edad, todos son vírgenes…

Lo único que molestó a Nerón y mucho; fue que ninguno al mirarlos él a la cara, bajase la mirada, ni el rostro. No fueron retadores ni altivos, solo le miraron ellos a su vez con tranquilidad y sin hacer ninguna inclinación. Sin el menor rastro de temor o servilismo. Sin ninguna turbación o nerviosismo. ¡Y nadie le hizo una reverencia! Y esto último, lo consideró un gran insulto a su megalomanía.

Petronio también notó esto. Y conociendo al César, aumentó su admiración y su respeto por los cristianos. Y también su preocupación por lo que sucedería a continuación…

Nerón dio la espalda a sus prisioneros y por unos instantes permaneció así. Su rostro regordete toma una expresión concentrada y terrible… Mientras parece reflexionar, con su mano izquierda se toca su corona de laurel. Y tomando la orla de su manto cuajado de estrellas de oro y perlas, con un ademán regio lo levantó con su mano derecha y dándose vuelta, lo soltó hacia atrás.

Enseguida,  miró a los jóvenes cristianos. Caminó lentamente frente a ellos… Los fue recorriendo uno a uno con lentitud y una expresión maligna y cruel en sus ojos azules, que hizo estremecer a quienes lo conocen muy bien.

Luego dijo con voz muy pausada:

–           Estas hermosas cabezas, caerán en cuanto yo lo ordene.

Sorpresivamente, una voz muy serena y varonil, respondió:

–           El poder que Dios te ha concedido tiene un límite.

Nerón se volvió con rapidez, buscando entre los hombres al que habló y que al parecer no está enterado de que a nadie le está permitido hablar, a menos que el emperador lo haya interrogado primero.

–            ¿Quién dijo eso? –preguntó con voz contenida y terrible.

Da un paso al frente un joven que hubiera podido ser el modelo con el cual Miguel Ángel esculpió su ‘David’ y que con su armoniosa voz, confirmó:

–           Yo… -Y ante la mirada interrogante del César, agregó- Mi nombre es Oliver y soy cristiano. Cierto es que tienes poder sobre nosotros. Eres nuestro emperador y como a tal te respetamos. Pero no puedes ir más allá de lo que te ha sido concedido. A tu pesar, también tú obedeces los designios misteriosos del Dios Único y Verdadero.

Nerón amenazó con voz glacial:

–           Puedo hacer contigo lo que acabo de hacer con Aulo Plaucio.

Inesperadamente, una voz dulce entre las vírgenes, se elevó con impresionante firmeza:

–           No. Porque somos Templos vivos del Dios Único y Verdadero y no puedes profanarlos a tu placer.

Nerón se volteó rápidamente, para conocer a la que se ha atrevido a hablarle de ese modo. Y vio a la más jovencita entre las doncellas que están ahí.

–           ¿Quién eres tú? –preguntó con un tono vibrante de ira.

–           Fátima. Soy cristiana. Y te repito: Somos Templos Vivos del Espíritu Santo. Y estamos aquí, no para tu deleite; sino para dar testimonio del Dios Altísimo.

Nerón la fulmina con la mirada, antes de decir con voz escalofriante:

–           ¿Sabes que puedo enviarte para que te deshonren los gladiadores y se diviertan contigo hasta que se cansen?…

–           Puedes. Claro que puedes ¡Si Dios te lo permite!… -dijo otra voz dulce y femenina. Y sin que nadie se lo ordenase, da un paso al frente identificándose- Soy Margarita y soy cristiana… Y tú eres esclavo del amo al que perteneces: Satanás. Y es él a través de ti, el que verdaderamente nos quiere destruir. Tú solamente eres su miserable instrumento…

La joven virgen se yergue imponente y mira severamente a Nerón… Su actitud es tan digna que parece una Reyna más majestuosa que la misma Popea y tan solemne que parece una diosa, pues irradia la misma Presencia que un día dejara pasmado a Marco Aurelio, cuando Alexandra dijo que el herido permaneciera entre los cristianos…

Petronio la admira literalmente con la boca abierta…

Todos están paralizados por el asombro, pues nadie le ha censurado jamás nada al emperador y esta actitud es inaudita… Esta virgen bellísima parece una deidad airada y sus palabras manifiestan su severidad implacable…

Trhaseas se cubre la boca tratando de cubrir la exclamación que se le escapa admirado:

–           ¡Athena Parthenos!

Definitivamente las cosas para el César, no están resultando como las esperaba… Entonces dijo con tono lastimero:

–           ¿Qué clase de religión impera en vosotros que os hace hablar así? Soy tu emperador.

El tono grave de otra voz masculina, rasga el aire:

–           ¿Acaso ignoras que no hay religión si es violenta y oprime a los que no quieren?-da un paso al frente mientras agrega- Soy Sergio y soy cristiano.

Nerón exclama con desprecio:

–           ¡Cristiano! ¿Cómo se llama tu Dios?

–                      El Altísimo Señor del Universo: Yeové, el Padre Eterno. Jesucristo su Hijo y el Espíritu Santo.

–           ¿Son tres dioses? –pregunta Nerón perplejo.

–           No. –dijo otra voz masculina. Y el que habló dio un paso al frente mientras continua- Son Tres Personas Distintas y un solo Dios Verdadero. Todopoderoso. Creador, Dueño y Señor de todo el Universo. Los que le adoramos somos cristianos. Mi nombre es Joshua.

Nerón suelta una carcajada y se burla:

–                      ¡Todopoderoso! –Y con gran sarcasmo agrega- ¿No es acaso ese hebreo que fue crucificado con los malhechores en el principado de Tiberio y murió en la Palestina?

Una joven que todavía no cumple los 18 años, se adelanta y proclama:

–                      Sí. Murió en la Cruz para salvarnos. Su nombre es Jesús. Dios lo resucitó y Reina Glorioso desde el Cielo. Y gobierna todo el Universo y el mundo espiritual e invisible.-dice con voz  muy dulce, identificándose- Mi nombre es Jade y soy cristiana.

El César la mira fijamente por un momento demasiado largo…  Enseguida se dibuja en su rostro una sonrisa escalofriante y pregunta suavemente:

–           Si es como dices. ¿Por qué ha dejado que cayerais en mis manos? En este momento yo soy vuestro dios. Y os enseñaré a comportaros ante vuestro emperador. Yo voy a demostraros cuál es el verdadero poder. –Estas palabras las declara Nerón con el rostro oscurecido por una expresión despiadada e inhumana.

En el silencio que sigue, solo se oye el chisporroteo de las lámparas de aceite, porque hasta los músicos se han quedado paralizados; viendo el contraste total entre la cara de los aterrorizados comensales y el semblante tranquilo de todos los jóvenes.

Después de un momento se oye como una campana, otra voz resonante y firmemente armoniosa:

–           Mi nombre es Daniel y soy cristiano. Y te aclaro que no haremos lo que esperas de nosotros, según lo que estamos concluyendo.- Dice mientras recorre con una mirada significativa, las pinturas y las estatuas que adornan el salón- En este lugar al que nos has traído…

Nerón lo mira colérico…

Sin decir una sola palabra, va hacia su pretoriano más próximo y le saca la espada de su vaina. Con gesto feroz mira al que habló al último y camina hacia él, mientras sentencia airado e implacable:

–           ¡Doblegaré tu locura!

El joven lo mira impasible y declara:

–           Puedes aplicarme las torturas más crueles, pero no me perjudicarás. Tú en cambio, estás preparando tu alma, para tormentos eternos. Y los que me inflijas serán dulces, comparados con los que te esperan a ti. Y te los infligirá el que ahora te induce a atormentarnos.

Nerón se acerca furioso y lo atraviesa con la espada de tal forma… Que la punta de la misma sale por la espalda del infortunado, goteando sangre…

Cuando la saca con un movimiento violento; la espada ensangrentada salpica sus vestiduras de color amatista y antes de que pueda decir nada…

Y la voz del joven que está al lado del que ha sido herido, se oye con acento triunfal:

–           Yo soy Iván y también soy cristiano… Y debes saber que los que temen a Dios, no pueden ser perjudicados, ni doblegados por los tormentos. Los suplicios resultan ser sus ganancias para la Vida Eterna, porque todo lo sufren por Cristo.

Es el mayor de todos. Un  joven como de unos veinticinco años. De rubios cabellos oscuros y ensortijados. Y con unos bellos ojos verdes como el mar.

–           ¡¡¡Aaaahhh!!!

Esta exclamación de sorpresa y admiración, que brota de todas las gargantas, impide una respuesta al insolente.

Nerón voltea y se queda mudo y boquiabierto…

El joven que acaba de herir en forma tan atroz; en lugar de derrumbarse, se ha erguido aún más. Y su herida ha sanado instantáneamente de forma impresionante, ante los ojos de todos los asistentes a este drama tan singular…

El César está impactado, pero su ferocidad es más fuerte y su crueldad prevaleció. Dirige una mirada significativa hacia Aminio Rebio: hombre infame, afeminado y cruel.

Y éste se acerca al insolente, obedeciendo la orden silenciosa del emperador…

Con su mano derecha acaricia con lascivia, el cuerpo perfecto de Iván y éste le dice con tono tranquilo:

–           No lo hagas. ¡Detente o lo lamentarás!…El Ángel del Señor está conmigo y no te permitirá lo que pretendes…

Aminio Rebio no lo escucha y mucho menos le hace caso. Excitado por la lujuria ante la hermosura llena de gallardía de aquel cuerpo perfecto y musculoso, lo manosea con sumo deleite, lleno de lascivia…

Pero de repente se aparta como si hubiese sido herido por un rayo. Y grita con inmenso dolor:

–           ¡No veo! ¡No veo! El ángel me ha herido en los ojos y no puedo ver nada. ¡Piedad! ¡Piedad! –y se hace para atrás trastabillando, como hacen los ciegos cuando no tienen quién los guié.

Fátima grita con júbilo:

–           ¡Dios resguarda su santuario! Y ¡Ay de vosotros que pretendéis profanarlo!…

Todos los que antes los miraran con lujuria, han perdido la avidez y ven cómo se está arruinando su grandioso festín sexual…

Nerón está estupefacto y aterrado…

Pero arrebatado por la ira como si fuera una fiera herida, ordena a sus libertos que los cristianos sean conducidos a la tortura y que los verdugos desplieguen contra ellos toda su violencia…

Concluye diciendo:

–           Yo mismo supervisaré los tormentos. ¡Llévenselos! –Y volviéndose a los invitados del frustrado banquete, les dice- ¡Vamos! La fiesta apenas comienza…

Todos lo miran pasmados, entre admirados y aterrorizados…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, CONOCELA

37.- EL CAPRICHO DE POPEA SABINA

Los augustanos abandonan el Palatino. Al caminar por la inmensa galería porticada, Petronio miró a Marco Aurelio y dijo:

–           Barba de Bronce renuncia a su viaje por el momento. Está irritado y aburrido. ¡Esta combinación es muy peligrosa! En la fiesta se entregará a un desenfreno absoluto, tratando de aliviar su frustración y su tedio. ¡Ojalá no tengamos sorpresas desagradables!

Marco Aurelio sonrió y contestó:

–           Afortunadamente yo tengo mejores cosas de qué ocuparme y a ti te dejo los cambios de humor del César.

Petronio se detiene y advierte:

–           Fuiste invitado y ni siquiera se te ocurra pensar que puedes evitar asistir.

El tribuno movió la cabeza y fastidiado replicó:

–           Lo que a mí me sorprende es que a ti no te haya dominado el aburrimiento de cuanto te rodea.

–           ¿Quién te ha dicho lo contrario? Desde hace mucho tiempo me domina. Pero yo no tengo tus años. Y tampoco tengo alternativa. Al emperador nadie le abandona sin consecuencias…

–           Lo sé. Y según parece, tampoco se pueden desairar sus invitaciones. Definitivamente no envidio tus privilegios.

–           Además, amo los libros, la poesía y me encantan las obras de arte. Me agrada mi hogar y la belleza de las obras maestras con que lo he adornado. Tengo todo lo más exquisito y perfecto. Sé que no he de encontrar ya nada superior a lo que actualmente poseo. Y no tengo ganas de desprenderme de nada de esto por ahora.  

–           Perder el favor imperial es una gran desgracia. Y un lujo que al parecer,  nadie se puede permitir voluntariamente sin perder también la vida…

–           He disfrutado lo mejor y la vida me deleita, mientras pueda darme el placer que necesito y pueda conservarla… porque no se sabe… –finaliza dando un profundo suspiro.

Marco Aurelio está tan contrariado, que mejor se queda callado.

Petronio lo observa desconcertado, pero tampoco le dice nada.

Después de un largo silencio, Petronio agrega.

–           ¿Sabes cuál es la última noticia? Tigelino, para las fiestas, ha preparado los lupanares con las mujeres más nobles de Roma. Habrá doncellas que hagan su presentación como ninfas.

¿Eso te parece apetecible? ¡Convertir a las jóvenes patricias en prostitutas! ¿Tan hastiados están que lo execrable ya no es vergonzoso?

Petronio mira sorprendido a su sobrino y finalmente explota:

–           ¡Éste es nuestro mundo neroniano en Roma! ¡Creo que has arruinado tu vida haciéndote cristiano! ¡Por Pólux que no te comprendo! Nuestras locuras tienen cierto juicio, pero tú… Desprecio a Enobarbo, porque es un bufón griego. ¡Si al menos fuese romano!  ¡Hufff!…

–           La barbarie es barbarie en cualquier lugar. Ya no hay valores, ni honor. No veo de qué te sorprendes. Y sobre este asunto podría enseñarte cosas grandiosas que he aprendido…

–           No empieces con tus cosas cristianas.  No quiero saber nada de eso…

–           Está bien. Tienes razón. Todavía no es el momento en que podrías comprenderlas… Tal vez algún día anheles también aprenderlas.

Petronio agrega sin hacerle caso:

–           No cabe duda de que vamos de mal en peor… Pero este es el mundo que me ha tocado vivir ¡Y hay que tomarlo como es! Prepárate para ir al Fiesta Flotante en la Piscina de Agripa. Y será mejor que nos dispongamos para disfrutarlo…

Al día siguiente…

El buen gusto y refinamiento de Petronio, le han ganado el título de ‘Arbiter Elegantiarum’. Y por esas mismas cualidades, su genial dirección es indispensable para el desarrollo del artista que palpita en el emperador. Comparándolo con el Prefecto de los Pretorianos, Petronio lo supera infinitamente en cultura, intelecto, conocimiento del Arte, refinamiento y buen juicio. Y en la conversación, su ingenio conoce la mejor manera de entretener al César.

Y lo que hasta ahora ha sido el mejor talento de Petronio para ser el consejero favorito del emperador, como un arma de doble filo se está volviendo contra él…Y él ni siquiera imagina porqué…

Tigelino posee bastante buen sentido, para conocer sus propias deficiencias. Y sabe que no puede competir con Petronio, Plinio, Séneca, Trhaseas u otros de los augustanos que se distinguen por su elegancia y su alcurnia, sus talentos o su ciencia. Y ha decidido eclipsarlos por medio de una flexibilidad inagotablemente previsora en sus servicios y sobre todo por una magnificencia, capaz de sorprender aún la exaltada imaginación de Nerón.

Porque  conoce bien a Nerón y sabe por dónde llegarle, ha cultivado secretamente las debilidades de su personalidad para prevenirle en contra de su peor enemigo. Esto ha logrado que la influencia de Tigelino aumente día con día. Y no es porque Nerón le quiera más que a los demás; sino porque el Prefecto de los Pretorianos ha encontrado la manera de hacerse cada vez más indispensable para el emperador.

Arbiter Elegantiarum, esto mortifica la vanidad de Nerón ¿Cómo es posible que alguien lleve delante de él, semejante calificativo? Y además, hay que agregar el  terrible complejo que siente entre su obesa y grotesca figura y la innegable belleza varonil de su asesor artístico. La indiscutible superioridad en todos los aspectos de la poderosa personalidad de Petronio, ahora constituye su desgracia, pues esto ha despertado la envidia de Nerón y siente agobio por cada uno de sus triunfos… En cambio con Tigelino, César se siente a sus anchas; pues comparte con él su misma crueldad, sus bajezas y su ruindad.

¿Quién prevalecerá? ¿El artista o el monstruo?… La guerra y la competencia están muy reñidas…

En un suceso sin precedentes en la ciudad, los pretorianos han rodeado las arboledas que están alrededor de un lago mediano y es conocido como la gran piscina de Agripa; para que nadie se acerque a molestar al César y a sus huéspedes, que constituyen cuanto hay en Roma de notable por su riqueza, hermosura y talento.

Tigelino quiere compensar al César la contrariedad sufrida, al diferir su viaje a Acaya y al mismo tiempo mostrarle a todos que no tiene rival para alegrarle la vida al emperador. Para este objeto mandó traer desde las más remotas regiones del imperio: fieras, pájaros exóticos, peces raros, plantas, flores, etc. Y todos los detalles más insólitos que puedan realzar el esplendor de la magnífica fiesta.

Los impuestos de provincias enteras se consumen en la realización de los más insensatos proyectos…  Más el poderoso favorito no siente la menor vacilación al efectuarlos, con tal de asombrar a Nerón y complacer hasta el más mínimo de sus caprichos. Esto es lo que hace que su influencia aumente día con día y Nerón lo considere casi indispensable…

Y por eso ha dispuesto dar la fiesta en gigantescas balsas, construidas con vigas doradas, cuyos bordes fueron decorados con magníficas conchas marinas. Adornó las orillas  de la piscina con palmeras, lotos y rosales. También instaló jardines flotantes y alrededor de la piscina, a intervalos regulares, fuentes con aguas perfumadas, altares con estatuas de dioses y quemadores de incienso. Hay muchas  jaulas de oro y plata, con aves exóticas y multicolores…

En el centro de la balsa principal; está el pabellón de una tienda teñido de púrpura fenicia, que es sostenido en columnas de plata. Debajo, las mesas están preparadas para recibir a los invitados con cristalería de Alejandría y vajillas de inestimable valor; botín recogido de Grecia, Asia Menor e Italia. La balsa está adornada con tantas plantas, que semeja una isla flotante. Y hay amarrados con cuerdas de púrpura y oro; botes con forma de cisnes, delfines, aves y peces que son bogados por jóvenes de ambos sexos; cuyas caras y cuerpos están desnudos, adornados con joyas y han sido elegidos por su gran hermosura.

Cuando Nerón llegó a la balsa seguido por Popea y los augustanos, se sentaron en los triclinios. Entonces los remos hendieron el agua y se pusieron en movimiento junto con los botes; describiendo círculos alrededor de la piscina. Le rodean las otras balsas de menor tamaño; en una de las cuales van los músicos tocando sus instrumentos, resonando cantos melodiosos que llenan el ambiente de alegría.

El César con Popea a un lado, está gratamente sorprendido. Especialmente al ver surgir entre los botes, hermosos jóvenes de ambos sexos, ataviados como sirenas y  tritones, con mallas glaucas que simulan escamas. Y ejecutan una hermosa danza acuática en honor de Poseidón. Verdaderamente emocionado, Nerón aplaudió y alabó al organizador de la fiesta.

Pero al mismo tiempo y por fuerza del hábito, dirigió la vista hacia Petronio, deseando conocer su opinión. Y se mostró más entusiasmado aún, al ver que el ‘Árbitro’ sonreía complacido, mostrando su aprobación con un gran aplauso carente de envidia. Pues  realmente el espectáculo es magnífico.

La Fiesta Flotante agradó mucho al César, por su novedad. Se sirvieron tan exquisitos manjares y vinos de tantas clases, que el más exigente sibarita no habría podido objetar nada. Luego las mujeres se sentaron en la mesa de los augustanos; entre los cuales Marco Aurelio sobresale por su gallardía y juventud.

Anteriormente tanto su cuerpo como su rostro, denotaban con demasiado relieve al soldado profesional. Pero ahora la enfermedad le ha adelgazado y se ve más alto y estilizado. Sus facciones se ven como cinceladas con una varonil hermosura perfecta. Su piel morena clara y sus enormes ojos castaños, mantienen una expresión soñadora. Su porte es distinguido: a la vez flexible y soberbiamente magnífico. Parece un dios griego tan bizarro y apuesto como Petronio. Éste había afirmado como hombre de experiencia, que las damas de la corte se rendirían a sus encantos. Y en efecto, todos le miran con admiración sin exceptuar a Popea, ni a Rubria; la virgen vestal a quién César ha llamado a la fiesta.

Los vinos empezaron a llevar calor a los corazones y a los cuerpos. Y la enorme balsa prosiguió su evolución, circulando lentamente con su carga de invitados que gradualmente se van entregando a una alegre y estrepitosa embriaguez. La fiesta no había llegado ni a la mitad de su curso, cuando Nerón se levantó y le ordenó a Marco Aurelio que le deje su lugar… Quiere estar al lado de Rubria, a la que desea con violenta pasión y le empezó a hablar al oído.

Fue de este modo que Marco Aurelio quedó junto a Popea, quién extendió el brazo hacia el joven oficial y le pidió que le asegurara el brazalete que se le había desprendido y que nadie notó que ella misma lo había soltado. Al hacerlo gentilmente Marco Aurelio, con su mano un tanto temblorosa, rozó la piel de seda de la emperatriz.

Popea le miró fingidamente pudorosa y con un destello de deseo…

La fiesta prosiguió. El sol comenzó a ocultarse. La mayor parte de los invitados ya están ebrios. La gran balsa hace círculos cada vez más amplios, hasta casi llegar a la orilla. Con la penumbra del anochecer, se encendieron millares de lámparas y nuevos grupos de mujeres formados por todas las invitadas de la fiesta, que se han despojado de sus ricas vestiduras y han quedado desnudas; con voces y ademanes seductores llaman a los hombres para que se reúnan con ellas.

Entonces la balsa se aproxima a la orilla. Todos, incluido el César quién atrae consigo a Rubria riendo y haciendo pícaros comentarios, desaparecen entre la arboleda. Se diseminaron entre el bosque y las grutas artificiales, además de los muchos lugares próximos a las fuentes y manantiales y que han sido especialmente dispuestos para este fin.

Y empezó la orgía…

La lujuria y la locura se apoderaron de todos. No se puede distinguir nada en medio de la oscuridad. Ni donde está el César, ni quién está con quién. Los sátiros y los faunos dan caza a las ninfas y apagan las lámparas que les estorban. Solo la luz de la luna llena, es mudo testigo del rumor de risas, gritos, suspiros y coloquios íntimos; además de los gemidos de placer.

Marco Aurelio no está ebrio, como el día de la fiesta en el Palatino, cuando estaba con Alexandra… Y sabe perfectamente lo que está pasando a su alrededor. Y decidió irse, pensando que a estas alturas, a nadie le importará un invitado menos. Por primera vez siente náuseas…

Y recordando a Alexandra, se dijo a sí mismo:

–           La amo y le juré fidelidad. Debo regresar a casa a preparar la boda, en lugar de permanecer en este bacanal.

Y dando media vuelta se precipitó a través del bosque.

Un grupo de doncellas ataviadas con sutiles velos y bellas flores, le interceptaron el paso y danzaron a su alrededor, incitándolo a correr tras ellas…  Después de provocarlo, huyeron pudorosas y coquetas. Pero él se quedó enclavado en aquel sitio pensando en su esposa.

Jamás la había visto más hermosa, más pura, ni más digna de adoración, que al ver aquel bosque convertido en un santuario de placer y a todas aquellas jovencitas lascivas y desnudas. Y el amor y el anhelo por Alexandra, invadieron todo su ser con un poder avasallador. Simultáneamente se sintió lleno de disgusto y de una repugnancia como nunca antes la experimentara. Descubrió que le asfixiaba aquel ambiente de infamia y deseando respirar aire puro, se apresuró a huir de allí.

Más apenas había dado un paso, cuando notó que una figura velada, se alzaba delante de él. Le puso las manos sobre los hombros y le dijo al oído:

–           ¡Te deseo! ¡Te amaré y te haré dichoso! ¡Ven! Nadie nos reconocerá. ¡Apresúrate!

Un gemido de deleite, un suspiro entrecortado y un beso desquiciante acarició el lóbulo de su oreja; mientras Marco Aurelio sentía en su rostro como una oleada de fuego, su aliento perfumado.

Ella prosiguió anhelante:

–           ¡Eres bello como Apolo! Y tan delicioso, ¡Oh! Si tan solo…

La voz susurrante fue como si lo despertara de un sueño. Entonces tomando dominio de sí, preguntó:

–           ¿Quién eres?

Ella se reclinó seductora en su pecho y siguió insistiendo:

–          Qué importancia tiene eso…  ¡Pronto! ¡Ya no perdamos más el tiempo! ¡Esta noche es perfecta! ¡Y yo quiero poseerte! ¡Ven! ¡Amémonos!

Marco Aurelio insistió:

–           ¿Quién eres?

–           ¡Adivina!

Y al decir esto tomó entre sus delicadas manos el rostro del joven patricio y a través del finísimo velo, lo besó ardorosamente hasta que le faltó el aliento…

Luego se apartó provocativa, diciendo:

–           ¡Noche de amor! ¡Noche de locura! –Aspirando el aire ansiosamente, agregó- ¡Hoy estamos aquí y somos libres! ¡Hoy puedes tenerme! ¡Hoy soy tuya! ¡Y yo quiero que seas mío!

Marco Aurelio la empujó suavemente hacia atrás y dijo:

–           Lamento no poder complacerte. Estoy enamorado de una mujer incomparable. Le pertenezco y ahora voy hacia ella.

–           Quítame el velo. –dijo ella inclinando hacia él la cabeza.

Y en ese preciso momento se oyó un leve roce entre las hojas de mirto…

Y ella se separó rápidamente y desapareció como si fuese una visión. Pero a la distancia se oyó su risa extraña, estridente, ominosa…

Petronio llegó junto a Marco Aurelio. Lo tomó del brazo y empujándolo, lo instó:

–           He oído y he visto. Alejémonos rápido de aquí.

Así lo hicieron.

Cuando llegaron hasta los cisios, Petronio le dijo:

–           Yo te acompañaré.

Y subieron los dos al carruaje de Marco Aurelio. Todo el camino, lo recorrieron en silencio. Hasta que se hallaron en el atrium de la casa del joven tribuno…

Petronio preguntó:

–           ¿Sabes quién era ella?

Marco Aurelio se sintió profundamente disgustado ante la idea de que Rubria fuese una vestal y tuviese ese comportamiento tan impúdico. Y sin disimular su desprecio contestó:

–          ¿Rubria…?

–           No.

–           ¿Entonces quién?

Petronio bajó la voz y dijo:

–          El fuego de Vesta ha sido profanado porque Rubria estuvo con el César. Pero la que se acercó a ti… -y aquí su voz bajó hasta hacerse casi imperceptible- Fue la divina Augusta.

Siguió un silencio tan denso que casi se podía tocar…

Luego Petronio continuó:

–          César no pudo ocultar a Popea, su inclinación hacia Rubria y tal vez por eso, ella quiso tomar venganza. Pero llegué yo a estorbarlo. Si tú la hubieras reconocido… al rehusar su solicitud, sería irremediable tu ruina. Habrías arrastrado en ella a Alexandra y también me habrías comprometido a mí.

Marco Aurelio comprendió la magnitud de la revelación y casi se ahogó por el asombro… El tiempo pareció detenerse… Mil ideas cruzaron por su mente como relámpagos y se reflejaron en su gran perturbación…

Luego explotó:

–           ¡Estoy harto de Roma! ¡Del César, de sus fiestas, de Tigelino, de la Augusta y de todos vosotros!… ¡Me estoy asfixiando! ¡Yo no puedo seguir viviendo así! ¡No puedo! ¡Oh Dios mío! ¡No lo soporto más! ¿Me entiendes?

Petronio lo mira desconcertado y exclama:

–           ¡Marco Aurelio! Estás perdiendo el sentido del juicio, la moderación. ¿Qué te pasa?

Marco Aurelio replicó colérico:

–          Lo único que quiero es a Alexandra. Vine a prepararlo todo para mi boda y no me interesa otro amor, ni deseo a ninguna otra mujer. No quiero vuestra vida y no me interesan sus fiestas. No soporto sus obscenidades y sus crímenes. ¡Soy cristiano! ¿Lo oyes? ¡Soy cristiano! ¡Y no sabes cuánto me alegro de serlo!

Petronio lo mira asombrado. Es evidente que entre él y Marco Aurelio ya no pueden entenderse y que sus almas se han separado por completo. Hubo un tiempo en que Petronio ejercía una gran influencia en el joven militar. Había sido para él un modelo en todo y con frecuencia unas cuantas palabras irónicas suyas, bastaban para frenarlo o para inducirlo a una resolución cualquiera.

Pero ahora ya no queda nada de aquello. Y tan trascendental es el cambio, que Petronio ni siquiera intentó poner en práctica sus antiguos métodos. Porque comprendió que su ironía y su ingenio, habrán de estrellarse contra el nuevo hombre en que se ha convertido el Marco Aurelio que está ante sus ojos y al que apenas si reconoce. Después de reflexionar un momento, se encogió de hombros y se fue para su casa muy disgustado.

El veterano escéptico al ver a Marco Aurelio entendió que es un hombre tan diferente, que ya ni siquiera comprende sus reacciones. Y este conocimiento lo llenó de contrariedad y hasta de un poco de temor. Éste último llegó a su colmo, al meditar en los acontecimientos de esa noche…

Y piensa:

–           Si de parte de Popea esto no fue sólo un fugaz devaneo, sino un deseo más duradero, van a suceder una de estas dos cosas: Marco Aurelio no se le resistirá y en este caso, le vendrá la ruina por algún ‘accidente’, lo que parece poco probable por su actual estado de ánimo. O se le resiste. Y entonces sí será segura su ruina y acaso también la mía… Precisamente porque soy su pariente y porque la Augusta terminará envolviendo en su odio a la familia entera y pondrá del lado de Tigelino todo el peso de su influencia. –moviendo la cabeza, concluye-

Petronio es un hombre valiente y no le teme a la muerte. Pero tampoco tiene el menor deseo de atraerla tan pronto. La Augusta ignora si ha sido reconocida por Marco Aurelio. Si ella piensa que no ha sido descubierta, su vanidad no sufrirá gran cosa.

Pero esta situación es muy precaria, podría modificarse en el futuro y es urgente neutralizar este gran peligro.

La cuestión es: ¿Cómo va a lograrlo?…  

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

36.- EL PRESAGIO DE VESTA

Marco Aurelio se despidió de los cristianos y les pide que cuiden de Alexandra unos días, en lo que él prepara todo para recibirla en su casa. Cuando está a punto de partir, la abraza diciéndole:

–           Serás mi esposa ante la sociedad romana. Y en la boda entrarás a tomar posesión de mi vida, de mi casa y de todo lo que desde hoy también te pertenece a ti, porque será el patrimonio de nuestros hijos. Será tu bienvenida a la Gens Petronia… Reyna mía, voy a prepararlo todo, para que sea digno de ti.

Alexandra contesto emocionada:

–           Es un honor y un privilegio pertenecer a ella. También yo anhelo estar contigo y te amo como tú a mí.

–           Muy pronto estaremos juntos y no nos separaremos más… Te adoro. Por favor espérame; en tres días vendré por ti, te lo prometo.

–           Te esperaré con ansia vida mía.

Y después de besarla una vez más, se va.

En estos tres meses transcurridos, el joven tribuno adelgazó y sus facciones se hicieron más afinadas. Pero se siente radiante de felicidad, con su amor correspondido y a punto de realizarse plenamente. Ha decidido ir caminando, para volver a sentir el ambiente romano y contemplar la urbe que ama tanto y que ahora le parece que está más bella de lo que la recordara. Hasta el Tíber le parece que corriera cantando una melodía inmortal. Y haciendo eco en su ánimo, silba alegremente mientras atraviesa con paso decidido la ciudad, hasta llegar a su casa.

Donde es evidente que nadie le esperaba…

Los esclavos creían que él seguía en Benevento y por lo tanto la casa es un desorden. Habían organizado una fiesta y estaban en pleno banquete, cuando la presencia de Marco Aurelio los dejó congelados… Si hubiese aparecido un fantasma, les hubiera infundido menos terror que ver al augustano frente a ellos mirándolos con tanta severidad, que hasta la borrachera se les quitó.

Marco Aurelio no dijo ni media palabra y se encerró en la biblioteca. A la sorpresa inicial, le siguió el disgusto. Y cosa extraña; por primera vez vio en ellos, a seres humanos y miserables que están en su poder y no simples objetos. En otro tiempo les hubiera dado un castigo ejemplar. Pero ahora…

–          ‘Cuando el gato no está, los ratones están de fiesta’-pensó.

Movió la cabeza y sonrió. Luego se sentó ante su mesa escritorio y comenzó a planear sus nupcias romanas. Además de Jesús, este es el núcleo de todos sus pensamientos. Meditó sus ideas y las organizó por escrito…

Afuera, los esclavos corrieron presurosos y rápidamente pusieron todo en orden. Reina en la casa, un silencio sepulcral. Cuando todo estuvo en su lugar y no quedó ni rastro de lo sucedido. Esperaron…

Y pasaron largas horas.

Todos están llenos de pavor, creyendo que Marco Aurelio retarda su sentencia, para planear el tormento más cruel con el que castigará su gran falta.

Por fin, al atardecer salió de la biblioteca. Y cuando apareció en el umbral, los esclavos estaban temblando.

Marco Aurelio llamó a Demetrio el mayordomo y le dijo que los reuniera a todos  en el segundo peristilo, pues necesita hablarles…

En todos los rostros está pintado el terror, hasta el momento de escucharle decir:

–           No voy a castigaros. Os perdono. Tratad ahora, con un servicio esmerado, de reparar vuestra falta.

Los esclavos lo miran con asombro primero y luego cayeron de rodillas a sus pies; extendiendo sus manos y llorando agradecidos, llamándolo señor y padre.

Marco Aurelio se ruborizó conmovido y dominando su emoción les dijo:

–           Todavía no termino… Escuchad… Estoy por casarme. En tres días, recibiremos en esta casa a la que será vuestra ama y señora. Me ayudaréis a  tratarla como una reina; porque eso será tanto para vosotros como para mí. Mañana temprano iremos con el Pretor. Todos los que en esta casa tengan diez años o más de servicio, les daré la libertad. Los demás recibiréis diez piezas de oro y otros beneficios que después os diré en qué consistirán. A los que serán libertos les daré una bolsa con oro y los que deseen permanecer en esta casa, percibirán un salario de acuerdo a sus obligaciones.

Todos lo miran literalmente con la boca abierta por el asombro y se quedan petrificados.  No pueden creer lo que están oyendo y menos entender lo que está sucediendo.

Marco Aurelio continuó:

–           Por cierto Demetrio. Tú eres uno de los que recibirás tu libertad ¿Vas a ayudarme con los preparativos de mis nupcias?

Demetrio, el mayordomo,  cae a sus pies:

–           ¡Amo! ¡Gracias, amo! Aunque sea libre no solo prepararé tu boda. Seguiré sirviendo a tus hijos…

Y el hombre llora como un niño.

Y el júbilo estalla en aquella casa. Ahora hay otra fiesta con una alegría más plena. Aunque todos se plantean la misma interrogante:

¿Qué le pasó al joven patricio que no solo se ve diferente, sino que, es como si fuera una persona completamente distinta a la que conocen?  La respuesta de tal incógnita sólo la tiene, el que conoce lo que es el verdadero cristianismo.

Al día siguiente…

Hay en la ciudad una gran algarabía por el regreso a Roma de Nerón con toda su corte y es recibido por una ruidosa plebe ansiosa de juegos y de las obligadas distribuciones de cereales y aceitunas que en cantidades enormes, están depositadas en Ostia.

Cuando Marco Aurelio regresó del Pretor, después de manumitir a sus esclavos,  encontró en su casa un cisio y una invitación que le ha enviado Petronio, para que vaya a visitarle. Dio a Demetrio las instrucciones precisas para que tenga todo listo e ir luego por Alexandra. Y enseguida partió a la casa de Petronio.

Cuando llegó, después de saludarse mutuamente; Marco Aurelio le pregunta cómo está él y cómo le va con Sylvia.

Petronio le contestó:

–           Ese asunto se acabó. ¡Oh! Me he sentido tan hastiado como el mismo César y me han abrumado pensamientos tétricos. ¿Y sabes cuál es la causa? El haber buscado en otros lados lo que estaba al alcance de mi mano… A ti te estoy doblemente agradecido: primero, porque no quisiste aceptar a Aurora. Y  luego porque gracias a eso…Ahora soy inmensamente dichoso.  Una mujer hermosa vale siempre lo que pesa en oro. Pero si ama por añadidura, llega a ser el más inestimable tesoro. Tengo mi vida llena de felicidad. Lo que sobrevenga mañana no me importa. He encontrado la parte substancial que antes me faltaba…

Y al decir esto, llamó a Aurora. Ésta hizo su entrada exquisitamente arreglada y vestida de blanco. Ya no es la antigua esclava. Es una impecable patricia romana…

Petronio le abrió los brazos y le dijo:

–           Ven.

Ella corrió a su lado y se sentó en sus rodillas, reclinando sobre el pecho masculino su hermosa cabeza rubia. Los dos están enamorados… y es muy evidente. Ambos forman una bella pareja.

Petronio la mira con arrobamiento y la besa con ternura, mientras le dice:

–           ¡Dichoso quién como yo ha encontrado el amor envuelto en semejantes formas! ¡Mírala Marco Aurelio! ¡Es una escultura de Praxíteles, en un mármol palpitante de amor! ¡La copa de mi deleite está rebosante! Aurora, divina mía: hay que preparar guirnaldas para nuestras cabezas y un refrigerio. Vamos a festejar. –añade Petronio besando sugestivo el hombro de la joven.

Y cuando ella sale, toma unos rollos de un anaquel y dice a su sobrino favorito:

–           Le ofrecí darle la libertad y ¿Sabes qué me contestó? “¡Prefiero seguir siendo tu esclava!” Y no aceptó la manumisión. Yo la he acordado sin su conocimiento. El Pretor me dispensó el trámite de exigir su presencia y ella no sabe que hoy es libre y dueña de una fortuna, pues la he nombrado mi heredera. –Y alargando hacia Marco Aurelio los rollos que tomó, agrega- También tengo un legado para ti. Ten.

Marco Aurelio lo mira confuso y asombrado; tomando los rollos sin saber qué decir.

Petronio da unos pasos por la estancia mientras dice:

–           El amor es causa de transformaciones radicales en los hombres. Nerón está cada día más loco y ninguno de los que estamos cercanos a él, tenemos seguras las cabezas en nuestro cuello. No quiero sorpresas y me estoy preparando. Si por capricho pierdo su favor y pretende apoderarse de lo que es mío, el que se llevará una sorpresa será él.

Perplejo, Marco replica:

–           El amor… A mí me ha cambiado todo. Entiendo hasta cierto punto cómo te sientes y no sabes cómo quisiera que compartieras todo lo que siento yo… Pero no…

En ese momento anunció el mayordomo que todo está listo en el triclinium y los dos se dirigen hacia allá.

Marco Aurelio ya no insistió en el tema, pensando que aunque pudiera explicar todo lo que ha aprendido de Jesús, Petronio jamás lo entendería…

Petronio comenta:

–           Cuando dejas el lugar en donde vives se te abren nuevos horizontes. Tú has recorrido una parte del mundo, pero solo como soldado al servicio del ejército imperial. Ignoras completamente las peripecias de la política…

Marco Aurelio responde:

–           La política es lo que menos me importa en este momento.

–           Pues debiera importarte. Porque todos en la familia la hemos ejercido junto con la milicia y no es algo de lo que podamos desentendernos…

Petronio se sienta al lado de Aurora y después que les han puesto las guirnaldas en la cabeza, continuó:

–           ¿Qué has visto tú al servicio de Corbulón? Nada. El mundo es amplio y no todo concluye en el Transtíber. Yo voy a acompañar al César y en el viaje de regreso me separaré de él, para ir a Chipre. Porque es el deseo de esta diosa mía de áureos cabellos. Iremos para presentar nuestra ofrenda a la divinidad de Páfos. Y haz de saber que todo cuanto ella desee, lo quiero yo también.

Aurora enamorada, dice con adoración:

–           Tú eres mi dios y yo sigo siendo tu esclava.

Petronio la abrazó estrechamente y le dijo:

–           Entonces yo soy el esclavo de una esclava. ¡Sabes divina mía que yo te adoro! –  Le plantó un gran beso… Y dirigiéndose a Marco Aurelio, agregó- Ven con nosotros a Chipre. Te mandé llamar también, porque es necesario que veas hoy mismo al César. Tigelino nada más está buscando pretextos para perjudicarte y por el odio mortal que me tiene, trata de destruir todo lo que es caro para mí. Diremos que has estado enfermo y es necesario que meditemos bien en lo que hemos de contestar si él te pregunta algo de Alexandra…

Marco Aurelio dio un trago a su vaso con vino y contestó:

–           Ya tengo mi respuesta a esa pregunta… Voy a casarme con Alexandra y…

Petronio lo miró y dijo:

–           Está bien. Apoyo totalmente tu decisión. Pero escúchame… Esto es muy importante… Le dirás también que tu enfermedad te retuvo en tu casa. Que tu fiebre aumentó por tu desconsuelo por no poder ir a Nápoles a escuchar su canto y que te mejoraste con la esperanza de oírle. Y no te preocupe exagerar en este punto. La vanidad ególatra de Nerón es su talón de Aquiles. Para festejarle su cumpleaños, Tigelino ha prometido obsequiar al César con algo verdaderamente grandioso y espectacular.  Considerando que él halaga la parte más oscura de la personalidad de Enobarbo y de sus más bajos instintos…  podemos esperar cualquier barbaridad. Yo perfecciono la parte artística de la inspiración del emperador y ya no sé cuál prevalece más: si el artista o la bestia cruel… Temo que llegue a minarme.

Marco Aurelio lo miró serio y comentó:

–           ¿Sabes tú que hay personas que no temen al César y viven tan tranquilos como si él no existiese?

Petronio replica con un dejo de fastidio:

–           Ya sé quiénes son… Últimamente los tienes siempre presentes en tu mente: los cristianos.

–           No puedo evitarlo. Pienso que nuestra vida… ¿Qué es nuestra vida, sino un continuo error?

–           Nuestro ‘error’ como le llamas puede tener un final imprevisto, si no obramos con prudencia. Tenemos que ir juntos al Palatino, para que te presentes ante el César.

–           Pero Petronio…

–           Sin peros. No tenemos opción.

La única respuesta de Marco Aurelio es un suspiro de derrota.

Y los dos se dirigieron hacia el Palatino…

Cuando llegaron, se encontraron con que Nerón se siente irritado por haber tenido que regresar a Roma, pues él está ansioso por visitar Acaya. Expidió un edicto declarando que su ausencia será de corta duración y que los negocios públicos, estarán bien atendidos.

Como les teme a los dioses aun cuando insiste en no creer en ellos y desea para su viaje los mejores auspicios, decidió ir al Capitolio y visitar el templo de Vesta para presentar sus ofrendas, en compañía de todos sus augustanos.

Pero estando allí ocurrió un suceso que le hizo modificar todos sus planes.

Al estar frente al fuego sacro que ilumina la estatua de la misteriosa Vesta, súbitamente sufrió un ataque de pánico y cayó aterrorizado en los brazos de Marco Aurelio, que era el que estaba parado justo detrás de él. Inmediatamente fue sacado del Templo y conducido al Palatino en donde pronto se repuso.

Pero ya no abandonó el lecho y asombrando a los presentes, explicó la razón de su conducta:

–           Sí. Es necesario diferir el viaje a Grecia aun cuando es mi  gran sueño…  Luego haremos unos juegos especiales para honrar a la diosa, pues cuando estaba en el Templo de Vesta, ella se acercó a mí y me dijo: “Aplaza tu viaje. No es conveniente la precipitación. Te avisaré cuando lo hagas”. Estoy agradecido con los dioses, por la solicitud con que velan sobre mí.

Tigelino dijo:

–           Todos nos aterrorizamos cuando la vestal Rubria se desmayó.

Nerón replicó con admiración:

–          ¡Rubria! ¡Qué níveo cuello tiene! –Y se estremeció de deseo al recordarla.

Haloto agregó:

–           Yo noté su turbación al mirar al César.

Nerón confirmó halagado:

–          ¡Cierto! Yo también lo noté y es admirable. Rubria es muy hermosa. –Por un largo tiempo parece reflexionar y luego agrega- ¿Por qué Vesta es más aterrorizante que los otros dioses? Aun cuando soy el sumo sacerdote, hoy el miedo se apoderó de mí por completo. Solamente recuerdo que al retroceder hubiera caído si alguien no me hubiera sostenido. ¿Quién fue?

Marco Aurelio contestó:

–           Yo.

–          ¡Oh, tú fornido Marte! ¿Por qué no fuiste a Benevento? Dicen que has estado enfermo. También he oído que Atlante te quiso matar. ¿Cómo sucedió eso?

–           Así es. Y me rompió el brazo. Pero yo me defendí.

–           ¿Con un brazo roto?

–           Un bárbaro vino en mi auxilio. Era más fuerte que Atlante.

Nerón lo miró sorprendido y dijo:

–          ¿Más fuerte que Atlante? ¿Estás bromeando?

Haloto dijo:

–           Ahora tenemos a Espícuro; pero Atlante era el más hercúleo de los hombres.

Marco Aurelio confirmó:

–           Te digo César que yo lo he visto con mis propios ojos.

Nerón preguntó:

–           ¿Dónde está ese prodigio?

–           No podría decírtelo majestad. Lo he perdido de vista y no sé en dónde está.

–           ¿Y sabes de qué pueblo es oriundo?

–          Como tuve un brazo y las costillas rotas, me desmayé. No me fue posible averiguar quién era.

–           Búscalo y encuéntralo.

Tigelino intervino:

–           Yo me encargo de eso.

Pero Nerón siguió hablando a Marco Aurelio.

–          Te agradezco que me hayas sostenido, porque pude haberme lastimado. Raras veces te veo. ¿Acaso las campañas militares te han vuelto huraño? A propósito ¿Cómo está esa joven demasiado escuálida, de quién estuviste enamorado y que hice sacar para ti, de la casa de Publio?

Marco Aurelio se confundió ante esta pregunta…  Pero Petronio intervino rápido en su auxilio y dijo:

–           Señor. Apostaría a que ya la olvidó. ¿No te has fijado en su confusión? Los Níger son buenos soldados, pero aún mejores gallos y gustan de las aves por bandadas. Castígalo señor y no lo invites a la fiesta que Tigelino ha preparado en tu honor, en la Piscina de Agripa.

La treta dio resultado y el César se distrajo.

Nerón declaró:

–           No lo haré. Y confío Tigelino, en que allí no faltarán las bandadas de beldades.

Tigelino replicó sugestivo:

–           ¿Podrían estar ausentes las gracias, del sitio donde está presente el amor?

Nerón levantó los brazos y dijo con disgusto:

–           El tedio me martiriza. Me he quedado en Roma por voluntad de la diosa. Pero la ciudad me es insoportable. Partiré para Anzio. Aquí me ahogo. ¡Oh, si algún dios irritado quisiese complacerme!…

Petronio preguntó:

–           ¿Qué es lo que deseas?

–           ¡Sería maravilloso si un terremoto destruyera a Roma! Yo demostraría al mundo como debe construirse la ciudad que es capital del imperio más poderoso del mundo. ¿Cómo creéis que debería llamarse esta nueva maravilla?

Vitelio respondió:

–           Nerópolis.

Tigelino insinuó:

–          ¡César! Tú deseas que algún dios irritado destruya la ciudad ¿No es así? Tú eres dios…

Nerón hizo un gesto de hastío y replicó fastidiado:

–           Mejor veamos tu obra en la Piscina de Agripa. Mañana los espero a todos.

Los augustanos empezaron a retirarse.

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

17.- LA ORGIA Y EL DESENGAÑO II

EL SUEÑO IMPOSIBLE

Hasta ahora Popea Sabina ha dominado a Nerón en tal forma, que verdaderamente ella es el poder detrás del trono. Pero sabe perfectamente que cuando está de por medio su vanidad de cantante, auriga o poeta, es muy peligroso provocarlo. Y por eso llegó muy pronto.

Ataviada como el César, en traje de color amatista, lleva en su hermoso cuello una fabulosa gargantilla con  esmeraldas. Su actitud es dulce y sus cabellos dorados.

Y aunque es divorciada de dos maridos, tiene en su hermoso rostro, la expresión inocente de una virgen.

Es recibida con aclamaciones de: “¡Divina Augusta!”

Alexandra no había visto jamás una mujer más linda…

Y casi no da crédito a sus ojos, porque sabe que Popea Sabina, es una de las mujeres más viles y peligrosas de la tierra. Fabiola le había contado como a causa de sus intrigas, Nerón asesinó a su propia madre y a su esposa. La conoce por los rasgos de su vida que han referido los huéspedes y los siervos en la casa de Publio. Sabe que las estatuas erigidas en su honor, han sido derribadas por la noche. Y a pesar de los castigos, aparecen inscripciones injuriosas en la muralla, gritándole su vileza.

Y sin embargo, a la vista de la famosa Popea Sabina, considerada por gran parte de los romanos como la encarnación de la maldad y el crimen; a Alexandra le pareció que su rostro era angelical.

Y la admiró en su belleza y en su porte de emperatriz. Al mirarla, le parece casi imposible conciliar lo que ha oído de ella.

Asombrada, exclama:

–           ¡Ah! ¡Marco Aurelio! ¿Es posible?…

Pero él tribuno está alterado, mareado por el vino y muy impaciente por todo lo que ha sucedido y que rompió el encanto de su fascinación, alejándola de él…

Por lo mismo no la deja terminar de hablar y le dice:

–           Sí. Es muy bella. Pero tú eres mil veces más hermosa que ella. Tú misma no lo sabes, ni estás consciente  de ello o ya te hubiera pasado lo mismo que a Narciso…  Ella se baña en leche de burras, pero ni así se puede comparar contigo. Tú no te conoces a ti misma, preciosa mía. Ya no la mires, vuelve a mí tus ojos, tesoro de mi vida. Ven junto a mí y bebe un poco de vino…

Y mientras le habla, se fue acercando siempre más a Alexandra…

Al mismo tiempo que ella se aparta, estrechándose más hacia Actea.

Pero en ese preciso momento, se hizo un silencio total.

Nerón está parado, apoyando sobre la mesa un laúd; con el cual empezó a tocar y a declamar, cantando rítmicamente su propio Himno a Venus.

Ni la voz un tanto aguda ni los versos, son tan malos.

A Alexandra le pareció que el himno también era hermoso y al mismo César que tenía en las sienes su corona de laurel y levantaba su mirada hacia arriba mientras canta, le vio un aspecto más noble y mucho más terrible…

Y no tan repulsivo como al principio de la fiesta.

Cuando terminó el canto, todos contestaron con aplausos estruendosos y gritos de:

–           ¡Oh, divina voz! ¡Glorioso artista!

Lo aclama todo un público enajenado con su ídolo y ruidoso como una colmena.

Esporo lo mira arrobado… (El joven al que tratará como esposa en su viaje a Grecia)

Pitágoras, el joven griego de extraordinaria hermosura, está arrodillado a sus pies… (El mismo con quién después hará que lo casen, ordenando a los sacerdotes que hagan la ceremonia del matrimonio con los rituales completos y con Nerón vestido de novia)

Popea inclina su cabeza de dorados cabellos. Lleva sus labios a la mano de Nerón y la besa en silencio por largo tiempo.

Pero Nerón mira hacia Petronio cuyo elogio espera recibir, antes que el de cualquier otro cortesano…

Petronio comenta:

–           Si se trata de la música, Orfeo debe estar en este momento tan verde de envidia como Marcial y Lucano; que están aquí presentes. Y en cuanto a los versos, lamento que no sean peores; si lo fueran podría encontrar las palabras precisas para hacer su elogio.

Los dos poetas no tomaron a mal el epíteto de envidiosos que les dio Petronio.

Al contrario, le dirigieron a éste una mirada de gratitud y aparentando mal humor, Marcial empezó a murmurar así:

–           ¡Maldito destino que me obliga a ser contemporáneo de semejante poeta! Si no fuera así; Marco Valerio Marcial, podría encontrar un sitio en la memoria de los hombres y en el Parnaso.

Lucano, confirmó:

–           Pero no. Ahora estamos destinados a apagarnos, como una vela ante la luz del sol.

Petronio, que tiene una memoria sorprendente, empezó a repetir extractos del himno y a encomiar y analizar las más bellas expresiones.

Marcial hizo como que se olvidaba de su envidia, ante los encantos de la poesía y unió su éxtasis al de Lucano, aprobando las palabras de Petronio.

En el semblante de Nerón, se refleja una enorme satisfacción y su insondable vanidad con la que está tan engolosinado es tanta, que no se da cuenta que rayan en la estupidez.

Luego les indicó los versos que él considera más hermosos y enseguida consoló a Marcial diciéndole:

–          No pierdas el ánimo, porque cualquiera que sea la condición en que nace un hombre, el homenaje que las gentes rinden a Zeus, excluye el respeto a otras divinidades.- Y no se sonroja al compararse a sí mismo con el rey del Olimpo.

Después de esto se levantó para llevar a Popea a sus habitaciones, pues ella realmente se siente enferma y desea retirarse. Ordena a todos los presentes que ocupen sus lugares y que continúe la fiesta, prometiendo volver.

La suntuosidad de la corte lo llena todo de áureos reflejos y da a los objetos un inusitado esplendor. Igual que a los invitados, felices por estar sentados a la mesa del emperador y ansiosos de acercarse al dispensador de toda merced, riqueza o dominio… Una sola de cuyas miradas puede abatir hasta el suelo o exaltar más allá de toda previsión.

Y en efecto, un rato después regresa, para seguir disfrutando de otros espectáculos que el mismo Petronio o Tigelino, han preparado para el banquete.

En el centro del salón, sobre una plataforma, se presentan dos atletas que van a dar un espectáculo de pugilato.

Cuando empieza la lucha y aquellos poderosos cuerpos lustrosos parecen formar una sola masa, los huesos crujen entre sus brazos de hierro, aprietan las quijadas y rechinan los dientes. También se oyen los rápidos y sordos golpes que dan con los pies, sobre la plataforma cubierta de azafrán. Luego, de repente se quedan inmóviles y silenciosos, como si fueran estatuas de piedra. Enseguida vuelven a trabarse y destrabarse, con increíble habilidad.

Los ojos de los espectadores siguen con verdadero deleite los movimientos de incesante y tremendo esfuerzo, de aquellas espaldas, muslos y brazos. Es como una especie de danza malabarista, grotesca y fascinante a la vez. Pero la lucha no se prolonga demasiado…

Atlante es un maestro, fundador de la escuela de gladiadores que tiene bien fundamentada su fama de ser el hombre más fuerte del imperio.

La respiración de su oponente comienza a ser más agitada. Luego se oye salir de su garganta, algo como un estertor ronco y se le pone cianótico el semblante. Ha empezado a arrojar sangre por la boca y finalmente se desploma.

Una tempestad de aplausos, saludó el desenlace de esta lucha. Y Atlante pone el pie sobre el cuello del cadáver de su adversario. Luego pasea en el salón con el aire y la sonrisa del triunfador, una mirada de absoluta satisfacción. 

Más versos, teatro, danza, canto.

Todo es un escenario creado para expresar con la danza, como si fuera un cuadro con una pintura viva y expresiva, en  la que se revelan los secretos del amor, embelesante a la vez que impúdico.

Azuzado por Tigelino, Nerón decide probar la lealtad de su consejero favorito.

Totalmente ajeno; Petronio conversa gentil con la joven mujer que apoya su bella cabeza en su hombro derecho, con la intimidad de una amante que se sabe apreciada.  Sylvia está casada con un político que viaja mucho. Es un secreto a voces entre los cortesanos que desde hace varios años sostiene una relación muy estrecha, con el Arbitro de la Elegancia.  El tiempo ha atemperado la pasión del principio y solo ellos conocen lo que hay en su corazón.

Nerón tiene una sonrisa siniestra y con humor perverso dice a Petronio:

–          ¿Tendrías inconveniente querido Petronio, en que Sylvia anime la parte más divertida de nuestra fiesta? –y su rostro tiene una expresión burlona y cruel.

Petronio, que lo conoce demasiado bien, esboza una sonrisa inescrutable y dice con displicencia:

–          Silvia es una mujer libre que siempre hace su voluntad. ¿Quién soy yo para oponerme?

La mujer que descansaba su cabeza en el hombro de Petronio, sonríe gentilmente. Se endereza, hace una ligera inclinación y contesta:

–          Tus deseos son órdenes, majestad.

Nerón la mira complacido y dice con cierto desgano:

–          Quiero que seduzcas a Lucrecia. Aquí.-señala el triclinio vacío que está a un lado.

Por toda respuesta ella inclina más la cabeza; deja su copa sobre la mesa. Se levanta y camina hacia el triclinio donde está Vitelio. Se inclina sobre una mujer joven que está riendo por las gracejadas del intendente de placeres de Nerón.  Lucrecia fue en otro tiempo, íntima amiga y amante de Popea  Sabina.

Mientras la mira fijamente, Silvia toma una de sus manos llena de joyas y atrapándole un dedo entre los dientes, lo mordió con mucho cuidado; saboreándolo luego con toda la boca.

Un escalofrío recorrió la espalda de Lucrecia que mira sorprendida a Sylvia.

Ésta le ha soltado el dedo y la toma por la nuca con suavidad, acercando su rostro, hasta casi besarla. 

Luego comenzó a hablar con los labios apretados contra los de ella.

–                     Nerón desea realizar con nosotras una fantasía sexual.  Si eres inteligente, será mejor que me correspondas con total abandono.

La vibración de sus palabras contra sus labios, resulta terriblemente erótica…

Lucrecia comprendió.

Abrió la boca y correspondió apasionadamente a la caricia femenina.

Luego poniéndose de pie, sonrió provocativa y recorrió con la mirada desde los pies hasta la cabeza, a la hermosa mujer que la espera.

Tanto vestida como desnuda…  Es una persona fascinante…

Llevó su mano hacia el sedoso cabello rubio de Sylvia y dijo con coquetería:

–           No será ningún sacrificio. Eres perfectamente hermosa querida. Y también deliciosa. –esta última palabra la dijo humedeciendo la comisura de su boca con un gesto sugestivo.

Las dos avanzaron hacia el sitio que Nerón indicara previamente.

Lucrecia es una mujer muy alta y delgada. Tiene unos ojos castaños, muy expresivos y grandes, en un rostro anguloso de facciones bellas y finas; su cabello castaño claro, está peinado y entrelazado con perlas.

Cuando llegan al triclinium, las dos actúan como si estuvieran en la intimidad de un dormitorio.

Se miran mutuamente, valorándose la una a la otra.

Después del escrutinio, les gusta lo que ven y deciden demostrárselo sin palabras.

Se acarician suavemente al principio y con premeditada lentitud.

Silvia le levanta el peplo y quedan al descubierto los senos pequeños y turgentes, que luego son acariciados con gran delicadeza. De pronto Lucrecia, voraz; posó su mano blanca y delicada sobre uno de los senos de Sylvia y juguetea con el pezón, a través de la tela que lo cubre, al tiempo que busca su boca hambrienta… Y se enfrascan en un duelo feroz.

El beso es apasionado y delirante; sus ropas se convierten en un impedimento insoportable. Con dedos temblorosos, ambas sueltan el broche de sus hombros y los peplos caen al suelo. Lo mismo sucede con las faldas…

Y pronto, ambas están desnudas y estrechamente enlazadas una a la otra. Se consumen con un deseo que crece como un incendio y tiene que ser saciado.

Quejidos, gemidos y suspiros, acompañan el desborde de caricias que las suspenden en el aire, excitadas e insatisfechas.

Sus labios se perfilan con leves mordiscos y suaves caricias con la lengua, electrizando todas sus terminaciones nerviosas, hasta que sus cuerpos exigen una satisfacción urgente que sorprende por su frenesí.

Apenas pueden respirar por lo intenso que es el placer.

Se acarician mutuamente con deleite; sorprendidas del poder intoxicante que pueden ejercer una sobre la otra. Sus bocas tiemblan por el erotismo salvaje de sus besos. 

Sus cabezas retumban por el volumen de las sensaciones y sus corazones laten al ritmo de un tambor primitivo. Han olvidado completamente al libidinoso público que las observa.

Aminio Rebio siente una excitación sexual devastadora y su voz truena como un rugido al exclamar:

–           Lucrecia es la única mujer que preserva mi gusto por los hombres.

Estas palabras son sorprendentes en un hombre que siempre ha manifestado abiertamente, su preferencia homosexual.

Y con un salto casi felino, se aproxima a la pareja que parece casi aislada del mundo y solo concentrada en su propio placer.

Con un movimiento ágil, se despoja de la toga y de la túnica. Y se dispone a explicar explícitamente, el porqué de semejante declaración.

Queda totalmente desnudo y con una gran erección.

Se coloca detrás de Lucrecia y la toma por la cintura, elevándola hacia él.

Ella tiene las caderas anchas y las piernas largas y muy bien torneadas. Cuando las poderosas manos masculinas se cierran sobre sus pechos menudos, con los pezones bien erectos ella casi no puede respirar; pues su placer se intensifica y al reconocerlo, apenas murmura:

–          ¡Oh, gatito mío; has venido!

Aminio jadeó contra sus rizos castaños.

Ella levanta ligeramente las caderas y él la penetra por detrás. Lucrecia se arquea contra él, mientras oleadas de calor la invaden y hacen que sus movimientos sean rítmicos; en círculo, frotándose contra el cuerpo masculino, mientras él está dentro de ella. Entonces la lujuria explota en un alocado frenesí y su forma de aferrarla es tan poderosa como posesiva. Y en preciso instante, la mujer comenzó a contraerse interiormente hasta el clímax total… Se retuerce ardiendo de deseo y sus gemidos de placer, braman desde su interior incrementándose siempre más…

Treinta segundos después de penetrarla, ella alcanza el orgasmo.

Él permanece totalmente controlado y la lleva al clímax varias veces sin salir de ella; colmándola y haciéndola estremecerse en un ruidoso alivio. A Lucrecia la ha convertido en una hembra en celo y copula con ella como si fuera un animal salvaje…

 Aquello no tiene nada que ver con el amor...   Es solamente sexo. 

Tigelino, queriendo humillar aún más a Petronio; se acerca al trío y se apodera de la mujer que piensa que es preciosa para su enemigo… Aparta a Sylvia con brusquedad y la acaricia con frenesí, con pasión llena de triunfo.  Ella le sigue el juego y el trío se convierte en cuarteto.

Petronio mira todo aquello con fría calma. Sorprendido con la revelación de sus propios sentimientos, pues no está celoso. Sumido en sus pensamientos, reflexiona en el enorme vacío que siente dentro de sí y en el sabor amargo de los placeres efímeros. Siente un inmenso cansancio y tedio. ¿Qué es lo que le pasa? Tiene todo para ser feliz y sin embargo, le falta el júbilo del verdadero amor. Un dolor lo invade al cuestionarse porqué la felicidad es tan inaccesible.

Y sin comprenderlo totalmente: ¡Cómo anhela sentir un amor tan apasionado y vehemente, como el que manifestó Marco Aurelio, la mañana en que irrumpió en su biblioteca!

Lo que verdaderamente anhela en lo más profundo de su alma es encontrar una mujer que sea al mismo tiempo bellísima como un ensueño y virtuosa como una virgen, para convertirla en reina de su hogar y que ella a su vez lo adore tanto, que le de los hijos que completarían una familia feliz. Pero en este tiempo son perlas rarísimas y comprende que tal vez está soñando con un imposible. Las mujeres así ya no existen.

Un gran quebrantamiento lo envuelve y lo llena de amargura, sin encontrar ningún alivio.

Bebe un sorbo de la copa de vino y piensa: ‘¡Oh! Si tan sólo pudiera llegar a amar, deseando morir por el ser amado…’ -Suspira profundamente.

¡Algo muy similar a la envidia lo estremece, al volver su mirada hacia donde está su sobrino!…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

16.- LA ORGIA Y EL DESENGAÑO I

INTENDENTE DEL PLACER

Hasta entonces ella no le había visto nunca y su aspecto es muy diferente a como lo había imaginado…

Vio una figura casi grotesca: un hombre muy obeso, de cuello corto, con una cabeza y una cara como de niño. Trae una túnica de color amatista que ha sido prohibido a los simples mortales y  que da unos reflejos azulados a su rostro redondo, que es más bello que agradable. Tiene los cabellos peinados en bucles simétricos. No tiene barba, pues la ha sacrificado a Júpiter; aunque hay rumores de que tal sacrificio se debe a su color rojo, como la han tenido todos en su familia. Su frente es amplia, sus cejas pobladas con el ceño contraído. En todo su aspecto y sus ademanes se advierte su plena conciencia del poder supremo.

Alexandra recuerda también las conversaciones de Tito y Vespasiano en la casa de Publio y evoca la imagen que habían bosquejado de él:

Debajo de esa frente coronada de semidiós, está la cara de un muñeco siniestro y lleno de crueldad; un beodo comediante, inflado de gordura a pesar de su juventud y con algo indefinible que lo hace repugnante.

A Alexandra le pareció un ser ominoso; pero más que nada, muy repulsivo…

Después de una pausa larguísima, Nerón dejó la esmeralda y no miró más a la joven.

Ésta a su vez, quedó impresionada por sus salientes ojos azules, vidriosos y como hastiados. Unos ojos fríos y completamente vacíos de toda expresión…

Mientras tanto…

En la mesa imperial, Nerón pregunta a Petronio:

–           ¿Es ése el rehén del que está enamorado Marco Aurelio?

El escritor se detuvo en el movimiento de llevar una aceituna a la boca y dijo con una gran indiferencia:

–           Ella misma.

–           ¿Cómo se llama su patria?

–              Partia.

–           ¿Marco Aurelio la cree hermosa?

–           Pon un tronco de olivo en un peplo de mujer y Marco Aurelio lo declarará hermoso. –Sonrió y agregó- Es un hombre demasiado gentil y yo no puedo hacer nada. ¡Oh!  Pero en tu semblante, juez incomparable, estoy leyendo la sentencia… ¡No es necesario que la pronuncies! Y esa sentencia es justa: demasiado delgada, sin formas y sin gracia. Un simple botón sobre un frágil tallo.

Nerón preguntó con incredulidad:

–           ¿Cómo es posible? ¿Acaso tu sobrino no heredó en tu familia, el amor por la auténtica belleza? Por lo que he podido apreciar, tengo que admitir que tiene un rostro esplendoroso.

Petronio replicó:

–           Tú mejor que nadie, sabes que eso no es suficiente.

–           Eso es cierto. Sólo la belleza sin defectos es capaz de cautivar. ¿Y aun así enamoró a Marco Aurelio? – Nerón está perplejo.

Petronio hizo gala de toda su astucia:

–           Tu sensibilidad de artista solo aprecia la perfección absoluta  y en cuestión de mujeres, es necesaria la belleza provocativa y sensual.

El emperador confirmó:

–           No solamente en ellas, también en los hombres es necesaria, además de la fuerza. Y… – Hizo un gesto lascivo muy significativo y agregó- Y el placer supremo es obtener lo que se anhela.

El Árbitro de la Elegancia contestó un tanto displicente:

–           No obstante, estoy dispuesto a apostar con Haloto acerca de ella. Y por su preferencia hacia los varones, él encontrará que es hermosa porque está “muy estrecha de caderas”.

Nerón sonrió con picardía y repitió guiñando un ojo:

–           Muy estrecha de caderas.

En los labios de Petronio se dibujó una imperceptible sonrisa.

Pero Haloto, que hasta ese momento había estado concentrado en una discusión con Babilo el astrólogo, respecto a los sueños premonitorios; se volvió hacia Petronio y aun cuando no tiene la menor idea del asunto que se ha estado tratando, dijo con vehemencia:

–           ¡Estás equivocado! Yo opino como el César.

El escritor le replicó:

–           Muy bien. Acabo de sostener que tienes algunos destellos de inteligencia, pero el César insiste en que eres simplemente un asno.

Nerón soltó una sonora carcajada…

Y luego confirmó:

–           ¡Habet! (Así es) – volviendo hacia abajo el pulgar, como lo hace en el Circo cuando un gladiador recibe un golpe y debe ser eliminado.

En un extremo de la mesa imperial está sentado, el Intendente del Placer del César.

Aulo Vitelio heredó de su padre un maravilloso talento para la adulación y el día que nació; Sextilla su madre, una mujer severamente virtuosa y de distinguida familia, ordenó que trajeran a los astrólogos para que pronosticaran el horóscopo de su nacimiento.

Pero el augurio fue aterrador:

“Superando a Alcmeón, emulará a  Saturno y después de que alcance la dignidad suprema, un gallo cantará sobre su cabeza y tendrá el castigo de los parricidas.”

Esto espantó de tal suerte a toda su familia, que todos enfocaron todos sus esfuerzos en impedir que se le confiase ninguna provincia y que nunca tuviese el cargo de cónsul.

Cuando era todavía lactante, fue cedido por su padre al anciano Tiberio y pasó su primera infancia parte de su adolescencia en Capri, adquiriendo el afrentoso nombre de “spintria” por el género de favores concedido al emperador en sus repugnantes complacencias.

En su juventud, después de que Calígula ajusticiara a un auriga porque perdió una carrera con Incitatus, empezó a guiar los carros del emperador. Como es un hombre con una estatura muy elevada, tuvo un incidente en una carrera y la herida de su pierna le trajo como secuela, el tenerla más delgada que la otra y esto hace tenga una manera muy particular de caminar.

Después, dirigió su talento a otras cosas menos peligrosas y fue compañero de juegos de Claudio. Estas dos pasiones, más su innegable experiencia para complacer en todos los ámbitos, le atrajo  las simpatías de los últimos tres emperadores.

A Nerón lo conquistó completamente el día que estaba presidiendo los juegos neronianos y vislumbró que el emperador apenas podía reprimir el deseo de competir con los citaristas, pero no se atrevía a hacerlo, a pesar de las peticiones de varios de sus amigos. En la inquietud resultante, Nerón miraba el teatro con absoluta fascinación y moviendo la cabeza, prefirió salir.

Entonces Vitelio, se levantó y lo llamó al escenario, expresándole que también presidía los deseos del pueblo y no estarían satisfechos hasta que les mostrara su extraordinario talento. De esta manera, le proporcionó al emperador el placer de rendirse y poder cumplir de esta manera su más anhelado sueño.

Y desde aquel día, fue elevado a la cumbre de todos los honores y adquirió el cargo que le dio su nombre: Vitelio, Intendente del Placer.

Un día le pidió a Locusta que le diera el mismo veneno que le preparó a Nerón, para envenenar a Británico y lo usó con su hijo Petroniano. Luego lo calumnió para defenderse…

Y desde entonces su apetito por el vino y la comida se volvieron insaciables. Aunque acostumbra vomitar, esta voracidad ha tenido como consecuencia el que su rostro esté encendido y manchado, por el abuso del vino. Su vientre es muy abultado y su cuerpo alto y atlético, ahora tiene una obesidad mórbida.

Sextilla estaba muy deprimida, disgustada del presente y aterrorizada por un nefasto porvenir; un día le pidió veneno y él se lo ofreció sin ninguna dificultad.  De esta forma Vitelio, ahora comparte con el emperador, no solo los mismos crímenes, sino también el mismo tormento. Esto ha hecho que su amistad se vuelva más estrecha y firme.

La primera parte del augurio de su nacimiento se ha cumplido totalmente. ¿Qué pasará en el futuro?…

Pero mejor trata de no pensar en eso y ahoga su inquietud con el vino y la comida. Porque al igual que Nerón, ha perdido la paz y nada le hace sentir alivio.

Desde su primera juventud, compartió su vida con el liberto Asiático y estaban muy unidos por el comercio de su mutua prostitución. Pero un día huyó muy disgustado y ya no lo volvió a ver, hasta que supo que estaba en Puzol y era dueño de una taberna.

Vitelio mandó que lo arrestaran y lo obligó a servirlo nuevamente para sus placeres. Pero se cansó de su carácter áspero y regañón. Y la semana anterior lo vendió a un lanista.

Sus principales vicios son la glotonería y la crueldad. Y este hombre tan corrupto que ha sido el terror en las provincias donde ha gobernado, no comprende por qué haber hecho esto lo tortura tanto…

Cuando lo fustiga el remordimiento, empieza a beber desde que despierta… Y ya se siente ebrio, desde antes de emprender su travesía hacia el Gran Triclinio.

Más tarde…

El César dirigió su atención hacia una joven patricia llamada Julia Mesalina y le preguntó:

–                ¿En dónde está la hermosa Estatilia?

La linda y sensual mujer, le contesta:

–           Fue a Nápoles con Ático Vestinio. Regresarán en el otoño.

Haloto, siguiendo el hilo de una conversación anterior, insistió:

–          Pero yo creo en los sueños y sé que a veces son premonitorios.

Julia Mesalina declaró:

–           Yo sí creo. Anoche soñé que me había convertido en una virgen vestal.

A esta ocurrencia, Nerón batió palmas y todos le imitaron. La aplaudieron en medio de ruidosas carcajadas, pues Julia es conocida en Roma por sus múltiples divorcios y su fabuloso desenfreno.

Pero ella sin desconcertarse en lo más mínimo, agregó:

–           ¿Y qué? Todas ellas son viejas y feas. Solo Rubria es diferente. Y si mi sueño se volviera realidad, ya seríamos dos.

Petronio la miró y dijo con gentileza:

–           Admitamos entonces purísima Julia, que tú podrías volverte una vestal. Pero solo en sueños.

Ella replicó provocándolo:

–           Pero ¿Y si el César lo ordenase?

Petronio la miró inalterable y le dijo con calma:

–           En tal caso yo creería que los más imposibles sueños, pueden llegar a ser una realidad.

Haloto intervino:

–           Y efectivamente, muchos sueños llegan a serlo.

Nerón declaró:

–                 Ayer soñé que Júpiter lanzaba un rayo que arrancaba el cetro de la mano de Augusto   y a mí me dejaba completamente desnudo. – y miró fijamente a su astrólogo personal.

Babilo se sorprendió, tuvo un gran sobresalto y rápidamente trató de disimularlo…  Luego de una larga pausa, cautelosamente respondió:

–          Las predicciones y los sueños están relacionados.

–           No puedo evitarlo. Tengo un mal presentimiento…  Si este sueño significa un mal augurio ¿Aun crees que lo que me predijeron en Delfos se llegue a cumplir?

–           Hasta ahora lo habías considerado un augurio dichoso. ¿Por qué no seguir pensándolo así? – esquivó Babilo hábilmente.

Julia Mesalina preguntó mimosa:

–                     ¿Qué fue lo que te predijo Apolo, divinidad?

El César respondió:

–                      Que Roma dejaría de existir y mi nombre seguiría resonando a través de los siglos.

Tigelino intervino:

–                     Es un augurio glorioso.

Nerón dijo preocupado:

–                     ¿Y mi sueño de ayer? Mi corazón se angustió.

Petronio trató de tranquilizarlo:

–           Estás más fuerte que nunca ¿Por qué preocuparte por algo que tal vez nunca suceda?

Tigelino, por el odio que siente hacia Petronio, dijo impulsivo:

–                     Tú tienes razón divinidad. Los dioses no son infalibles.

Haloto, por la misma razón confirmó:

–                     Ya ves lo que le pasó a Apolo con Jacinto. No pudo impedir su muerte.

Petronio declaró imperturbable:

–                     Por eso algunos ya no creen en los dioses.

Trhaseas agregó:

–                      Sí. Para ellos mismos, son incapaces de impedir el infortunio…

El César los miró a todos con perplejidad y preguntó:

–                     Si lo interpreté correctamente, ¿Qué pasará con los Claudios? (Todos los miembros de su familia)

Séneca sentenció:

–           Para qué te preocupas… Cuanto mayor es la prosperidad, tanto menos se debe confiar en ella. Sólo el tiempo descubre la verdad.

Nerón cuestionó:

–           ¿Entonces Apolo mi protector está equivocado? ¿A quién le debo creer?

Julia Mesalina dijo:

–           Comprendo que haya gente que ya no cree en los dioses. Pero, ¿Cómo es posible no creer en los sueños?

Babilo contestó:

–           Una vez un procónsul muy incrédulo envió un esclavo al Templo de Delos con una carta cerrada y con la orden de que nadie la abriese. Hizo esto para ver si el dios podía contestar la pregunta contenida en la carta. El esclavo durmió una noche en el templo con el fin de tener un sueño profético y cuando regresó dijo: “Vi a un joven que brillaba como el sol y solo dijo una palabra: ‘Blanco’. El procónsul palideció. Y les extendió una carta con el sello intacto a sus huéspedes que al igual que él, eran incrédulos. Le pidió a uno que la abriera y la leyese… –aquí Babilo se calló. Y alzando su copa de vino empezó a beber.

Haloto no pudo contenerse:

–           ¿Qué contenía la carta?

Babilo dijo lentamente:

–           En ella había esta pregunta: “¿De qué color ha de ser el toro que debo sacrificar? ¿Negro o blanco?”

Julia Mesalina contestó:

–           No podemos ir por la vida sin creer en nada, pues nada hay para sostenerse. ¿Quién puede vivir así?

Séneca replicó:

–           La vida se divide en tres tiempos: presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevísimo. El futuro, dudoso. Y el pasado es lo único cierto.

Trasheas agregó:

–           Y sería tonto dejar de disfrutarla por creer en los augurios.

Haloto observó:

–           Los augurios siempre se cumplen… Y si alguien dice que no, que le pregunte a Vitelio.

En ese preciso instante el aludido, que había llegado ebrio al banquete; intempestivamente y sin ningún motivo, soltó una sonora carcajada.

Nerón preguntó:

–           ¿De qué se ríe ese barril de sebo?

Petronio contestó con displicencia:

–           La risa distingue a los hombres de las bestias. Y ése no tiene otra prueba para demostrar que no es un jabalí.

Vitelio dejó de reír y miró a todos con asombro, como si no los conociera. Luego levantó las dos manos y dijo con voz ronca:

–          No encuentro mi anillo. –y volviendo a reír, empezó a buscarlo en el peplo de Leticia, la mujer que está junto a él.

Queriendo burlarse, al mismo tiempo; Haloto se puso a imitar los gritos de una mujer aterrorizada y que sufre violencia.

Y una mujer joven con rostro de niña y mirada lasciva, llamada Lucila, dijo en voz alta:

–           Está buscando lo que no ha perdido. –Y añadió con poca delicadeza- Lo que quiere es agasajar a la que siempre está dispuesta para el que se le acerque.

El poeta Marcial concluyó:

–          De todas maneras,  casi siempre obtiene lo que desea.

Conforme pasan los minutos, la fiesta se hace cada vez más animada.

Multitud de esclavos van y vienen trayendo nuevas viandas. De grandes vasos llenos de nieve y adornados con guirnaldas de hiedra, extraen y sirven incesantemente diversos licores.

De graciosas y bellas jarras de metales preciosos, escancian los vinos.

Todos beben sin restricción.

A intervalos caen rosas desde arriba, sobre las cabezas de los invitados. Entonces…

Petronio dijo a Nerón:

–           Será mejor que solemnices la fiesta con tu canto, antes de que los presentes se excedan en la bebida y estén tan ebrios que no puedan apreciar el arte y la belleza que solo tú puedes brindarnos.

Y un coro de voces apoyó esta petición.

Pero Nerón se negó al principio, diciendo:

–         Los dioses saben cuántos esfuerzos me cuestan cada una de mis composiciones y de mis éxitos. Lo hago, porque comprendo que es necesario mi aporte para el arte. Y además, si Apolo me concedió el don de la voz, no es conveniente desperdiciarlo. Pero ahora tengo la garganta lastimada y estoy un poco ronco. Ayer me abrigué con un manto de pieles de visón, pero no me sirvió de nada. Estoy pensando en hacer un viaje a Anzio, para respirar el aire del mar.

Aulo Plaucio, le imploró en nombre del arte y la humanidad:

–         Todos sabemos, ¡Oh divino cantante y poeta! Que has compuesto un nuevo himno a Venus, que comparado con el de Lucrecio, el de éste último parece el aullido de un lobezno.

Esporo agregó:

–           Falta el evento más importante para que éste banquete sea una verdadera fiesta. Y un gobernante tan bondadoso como tú, no debe causar semejantes torturas a sus súbditos, privándonos de tu voz privilegiada.

Pitágoras confirmó:

–          No seas cruel, ¡Oh, César!

Y los demás le hacen coro repitiendo la petición uniéndose a todos los que están cercanos.

Nerón extiende las manos en señal de que se ve obligado a ceder.

Todos los semblantes le demuestran su gratitud. Y la atención de todos los asistentes se centra en él.

Entonces  el César da la orden de anunciar a Popea que va a cantar. Y mirando a todos…

Luego manifiesta:

–           Ella no va a venir a la fiesta porque está un poco resentida en su salud. Pero ya que  no hay mejor medicina que mi canto, que es el que le da algún alivio. La he llamado para no privarla de él.

CONTINUARA…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA