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198 PREDICACIÓN CON ESTILO PROPIO

198 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Los apóstoles, obedientes a las órdenes recibidas; van llegando uno tras otro; en la puerta de la ciudad.

Jesús todavía no está.

Pero pronto aparece por una calle que sigue el trazado de la muralla.

Mateo dice al verlo:

–     Debe haberle ido bien al Maestro…

¡Mirad cómo sonríe!

Van a su encuentro y todos se van juntos.

Salen por la puerta y toman la vía principal.

A ambos lados hay huertas del suburbio.

Jesús les pregunta:

–     ¿Entonces?…

¿Cómo os ha ido? ¿Qué habéis hecho?

Bartolomé dice:

–     Muy mal…  

Tuvimos que huir.

Judas de Keriot: 

–     Es que por poco nos apedrean.

Tuvimos que escapar.

Vámonos de esta ciudad de bárbaros.

Volvamos a donde nos estiman. Yo aquí ya no hablo más.  

Judas está enojado: 

–     De hecho no quería ir.   

Yo no quería hablar…

Pero luego me dejé convencer y Tú no me entretuviste.

Y Tú lo sabes todo…

Jesús lo mira sorprendido,

y pregunta:

–     Pero, ¿Qué te pasó?

–      Me fui con Mateo, Santiago y Andrés.

Hemos ido a la plaza de los Juicios, porque allí hay gente fina, que tiene tiempo que perder escuchando a una persona que hable.

Decidimos dejar que Mateo hablase, porque era el más idóneo para dirigirse a los publicanos y a sus clientes.  

Entonces él empezó dirigiéndose a dos que estaban discutiendo por un campo, en una cuestión poco clara y muy embrollada, de una herencia.  

Mateo les dijo:

“No odiéis por causa de cosas perecederas y que no podéis llevaros a la otra vida.

Amaos, para poder gozar de los bienes eternos que se obtienen, tan solo con sujetar las malas pasiones.

Y de este modo ser vencedores y poseedores del bien”

Así dijiste, ¿No es verdad?

Y continuó mientras otros se acercaron a oírlo:

“Abrid vuestros oídos a la Verdad, que enseña estas cosas al mundo, para que el mundo tenga paz.

Ya veis que se sufre por esto, por este excesivo interés por las cosas perecederas.

Mas la tierra no es todo, está también el Cielo.

Y en el Cielo está Dios; de la misma forma que ahora en la tierra, está el Mesías de Dios.

Que nos envía para anunciaros que ha llegado el tiempo de la Misericordia.

Y que ningún pecador puede decir: “No seré escuchado”.

Pues si uno tiene verdadero arrepentimiento; recibe el perdón, es escuchado y amado.

Y se le ofrece el Reino de Dios».

A todo esto, ya había una gran muchedumbre reunida. 

Había quien escuchaba con respeto y había quien interrumpía y molestaba a Mateo con preguntas.

Yo ya de hecho no respondo nunca, para no estropear el discurso.

Hablo y respondo en particular al final.

Que mantengan en la memoria lo que quieran decir y que guarden silencio.

¡Pero Mateo quería responder inmediatamente!…

Nos preguntaban también a nosotros.

Y estaban los fastidiosos que se burlaban con risitas sarcásticas y sonrisas maliciosas. 

Pues decían:

–    ¡He aquí a otro loco!

–   ¡Claro que viene de la guarida de Israel.

–   Los judíos son una grama que se extiende a todas partes.

–    ¡He aquí sus eternas fábulas!

–   Ellos tienen como cómplice a Dios.

–     ¡Oídlos!

–     Está en el filo de la espada y en el veneno de su lengua.

–    ¡Oíd! ¡Oíd!

–    Ahora sacan a relucir a su Mesías.

–    Otro frenético que nos atormentará como en siglos anteriores.

–    ¡Que mueran Él y su raza!”

–    ¡Ahí tenemos otra vez sus eternas patrañas!

–     Dios es su protector.

–    ¡Mira, mira, ahora sacan a colación a su Mesías!

–    Algún otro exaltado que como de costumbre, nos va a atormentar.

–    ¡Maldición a Él y a su raza!».

Entonces perdí la paciencia e hice a un lado a Mateo; que continuaba hablándoles sonriente, como si nada;

Como si estuvieran brindándole honores.

Y empecé a hablar yo, tomando a Jeremías como base de mi discurso:

“He aquí que suben las aguas del Septentrión y se convertirán en un enorme caudal  que inunda…

Hará estrépito como torrentes de agua. Y por su parte habrá armas y habrá soldados de la tierra y honderos celestiales.

Todo bajo las órdenes de los jefes del pueblo de Dios; para castigar vuestra terquedad.

En movimiento todos ellos por orden de los Jefes del Pueblo de Dios, los que se abatirán sobre vosotros como castigo de vuestra obstinación;

A su fragor perderéis toda fuerza. Caerán orgullosos corazones, brazos, cariños, ¡Todo!

¡Seréis exterminados, residuos de la isla del pecado! 

¡Puerta del Infierno!

A su estruendo, el castigo de Dios caerá sobre vosotros, raza perversa.

¿Os habéis hecho orgullosos porque Herodes os ha reconstruido la ciudad?

Pero, ¡Seréis arrasados hasta que os hagáis calvos sin esperanza!

Seréis castigados en vuestras ciudades y poblados; en los valles y en las llanuras.

La profecía no ha muerto todavía…

Y ya no pude continuar… porque nos arrojaron.

Y ya no pude continuar…

Porque se nos hecharon encima y nos arrojaron.

Y solo por una caravana que iba pasando providencialmente por una calle, pudimos salvarnos.

Porque las piedras comenzaron a volar y dieron contra camellos y camelleros.

Se trabó una riña y pudimos huir.

Luego nos quedamos quietos en un patio de los suburbios, fuera de la ciudad.

¡Ah! Pero no vuelvo más por aquí…

Nathanael exclama:

–   ¡Oye!…

Pero perdona… los ofendiste.

¡La culpa es tuya!

¡Ahora comprendo porqué llegaron a tan hostiles medios, para arrojarnos!

Se vuelve hacia Jesús,

y agrega:

–    Escucha, Maestro.

Nosotros, Pedro, Felipe y yo, fuimos en dirección de la torre que da al mar.

Allí había marineros y dueños de naves que cargaban sus mercancías para Chipre, Grecia y hasta lugares más lejanos todavía.

Imprecaban contra el sol, el polvo, el cansancio, el trabajo…

Y proferían maldiciones contra su condición de filisteos.

Esclavos – decían – de los tiranos, pudiendo ser reyes. 

Blasfemaban contra los profetas y el Templo.

Y contra todos nosotros.

Yo quería alejarme de allí, pero Simón no quiso.

Pedro dijo:

–    «¡No’ ¡Todo lo contrario!

¡Son precisamente a estos pecadores a los que debemos acercarnos!

El Maestro lo haría así…

Y así tenemos que hacerlo nosotros». 

Felipe y yo dijimos: 

–    Habla tú, entonces» 

–     «¿Y si no sé hacerlo?» –contestó Simón Pedro.

–     «Pues te ayudamos nosotros»  

Entonces Simón se acercó sonriente hacia dos hombres que sudorosos… 

Estaban sentados encima de una voluminosa paca que no lograban izar para cargarla en el barco.

y dijo:

–   Está pesado, ¿No es verdad?…

Uno de ellos contestó:

–    Más que pesado, es que estamos cansados.

Debemos terminar pronto la carga, porque el patrón lo ha ordenado.

Quiere zarpar en la hora de la bonanza; porque por la tarde el mar estará bravo.

Y para esa hora tenemos que haber pasado ya los escollos para no correr peligro».

–   ¿Escollos en el mar?

–    Sí. Allí donde el agua está bullendo.

Son lugares peligrosos.

Los arrecifes…

–     Corrientes… ¿No?

¡Entiendo! El viento del sur da vuelta por la punta y se encuentra con la corriente…

–    ¿Eres marinero?

–    Pescador de agua dulce.

Pero el agua siempre es agua y el viento, viento.

Es un trabajo hermoso, pero duro.

Yo también más de una vez he tragado agua y la carga se me ha ido al fondo varias veces. 

Este oficio nuestro por una parte tiene sus atractivos, pero por otra es fastidioso. De todas formas en todo hay una parte agradable y otra desagradable…

Buena y mala; en ningún sitio todos son malos, como ninguna raza es toda cruel.

En todas las cosas hay siempre su lado bello y su lado feo.

Ningún lugar está hecho solo de malos… ni ninguna raza es toda cruel.

Con un poco de buena voluntad, se pone uno siempre de acuerdo y se encuentra que por todas partes, hay gente buena.

¡Ea! Os quiero ayudar.

Y Simón llamó a Felipe diciendo:

¡Se necesitan fuerzas! Coge tú de allí y yo de acá.

Y esta buena gente nos lleva allá a su nave, a las bodegas.

Los filisteos no querían… pero después consintieron.

Una vez en su sitio el fardo y otros que estaban en el puente…

Puesta en su lugar la carga; Simón se puso a alabar la nave, como solo él sabe hacerlo.

A alabar el mar…

A la ciudad hermosa, vista desde el mar.

Y se interesó por la navegación marina y las ciudades de otras naciones.

Así que todos alrededor, empezaron a darle las gracias y a celebrarlo…

Por fin, uno pregunta:

«Pero, ¿Tú de dónde eres?, ¿Del país del Nilo?».

«No, del mar de Galilea; pero como veis, no soy ningún tigre».

–     Es verdad. ¿Buscas trabajo?

–     Sí.

El patrón dice:

–    Yo te contrato, si quieres.

Veo que eres un marinero capaz.

–    Yo al revés.

Te contrato a ti.

–    ¿A mí?…

Pero, ¿No has dicho que andas en busca de trabajo?

–    Es verdad.

Mi trabajo es llevar hombres al Mesías de Dios.

Tú eres un hombre fuerte y por lo tanto, un trabajo mío.

–    Pero… ¡Yo soy filisteo!

–   ¿Y qué?

¿Eso qué significa?

–   Quiere decir que nos odiáis.

Nos perseguís desde tiempos remotos…

Lo han gritado siempre vuestros jefes…

–    Los Profetas… ¿No es así?

Pero ahora los profetas son voces que no gritan más.

Ahora existe sólo el Único,  Grande y Santo Jesús.

Él no grita… Sino que llama con voces de Amigo…

No maldice, sino bendice.

No trae desgracias, las elimina.

No odia y no quiere que se odie.

Antes al contrario, ama a todos y quiere que amemos, incluso a nuestros enemigos.

En su Reino no habrá vencidos y vencedores, libres y esclavos, amigos y enemigos.

No, no habrá estas distinciones que dañan, que provienen de la maldad humana.

Sólo habrá seguidores suyos.

Es decir, personas que viven en el amor, en la libertad; vencedores del peso y del dolor.

Os ruego que prestéis fe a mis palabras y que tengáis deseos del Mesías.

Las profecías están escritas sí; pero El es mayor que los Profetas.

Y para el que lo ama quedan anuladas las profecías.

¿Veis esta bonita ciudad vuestra?

Pues si llegaseis a amar al Señor nuestro, a Jesús, el Cristo de Dios…

Aún más hermosa la volveríais a ver en el Cielo»

Y así estuvo hablando Simón; bonachón e inspirado al mismo tiempo.

Todos le escuchaban con atención y respeto.

Sí, ¡Con respeto!…

Ya casi terminaba, cuando de una calle, salió un grupo de personas armadas con bastones y piedras. 

Que gritaban y vociferaban.

Y cuando nos vieron, nos reconocieron como forasteros…

Y por el vestido… ¡Ahora entiendo!

Como forasteros de tu misma raza, Judas.

Y como a tales nos tomaron….

Y nos han creído gente de tu ralea.

Si no nos hubieran protegido los del navío; no lo estuviéramos contando.

Nos subieron en una lancha y nos llevaron por el mar.

Nos bajaron en la playa, en la zona cercana de los jardines del sur.

Y de allí nos venimos junto con los que cultivan las flores, para los ricos de acá.

Pero tú Judas; echaste a perder todo…

¿Es esa, una nueva manera de decir insolencias? 

Judas responde con altivez:

–    Es la verdad.

Nathanael replica severamente:

–    Hay que saber decirla.

Tampoco Pedro dijo mentira alguna. ¡Pero supo hablar!

Pedro dice con sencillez:

–     ¡Oh, yo!…

Traté de ponerme en el lugar del Maestro, pensando: ‘Él se portaría, así… muy dulce’.  Entonces yo…

Judas dice muy digno:

–    Yo prefiero los modales majestuosos.

Son más propios de reyes..

Judas con posesión diabólica perfecta por la soberbia y por el pecado…

Simón Zelote lo reprende:

–   Tu acostumbrada idea.

Estás equivocado Judas.

Hace un año que el Maestro te está corrigiendo este modo de pensar; pero no le haces caso.

Tú también estás obstinado en el error; como los filisteos contra los que arremetes. 

Judas replica altanero:

–    ¿Acaso alguna vez me ha corregido por esto?

Además, cada uno tiene su modo y lo usa.

Al oír estas palabras, Simón Zelote se estremece,  (parábola del diente de león)

sobresaltado mira a Jesús…

El cual no dice nada…

Pero asiente a la mirada evocadora de Simón con una leve sonrisa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

F25 LA CLAVE DE LA FELICIDAD

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El hombre para ser felíz necesita tener la plenitud, tanto en el amar como en el sentirse amado.  Así que los seres humanos para sentirnos dichosos, necesitamos poseer plenamente el Amor. Esto tiene una base fundamental en la forma en como fuimos creados.

DIOS ES AMOR.

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Y cuando nos creó a su Semejanza, nos dio su Esencia Divina tanto en la capacidad de amar que puede crecer en la adoración absoluta; como en la necesidad de ser amados que solo encuentra su satisfacción en la posesión total de su Amor Divino.

Lucifer sabe esto perfectamente, porque él también fue creado por Dios y como hijo supo lo que significa Poseerlo y el terrible castigo que tiene que sufrir con su condenación al verse privado de ÉL y de haber perdido su dignidad como Príncipe Celestial y ahora verse convertido en el Traidor y Enemigo Mortal tanto de Dios como de sus hijos.

Por eso su Envidia y su Odio contra el hombre son infinitos, porque no soporta pensar que el ser humano TODAVÍA, tiene la oportunidad de recuperar lo que él perdió definitivamente después de su caída.

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Y SU DESCOMUNAL VENGANZA la ha esgrimido contra la humanidad desde que se apoderó de ella, con el Pecado Original cometido por Adán y Eva.

A lo largo de la historia y especialmente a partir del desventurado Siglo XX donde recibió libertad total para flagelar al hombre a su placer… Con el egoísmo desenfrenado, durante las últimas décadas ha dirigido sus criminales embestidas para destruir el núcleo más santo y poderoso con el que Dios nos protegió: LA FAMILIA.

Y en los albores del siglo XXI le ha dado el tiro de gracia con las leyes contra la vida: La Eutanasia, el Aborto y la legalización del libertinaje con el sexo sin restricciones y el matrimonio homosexual.

Homosexuals Brazilian Toni Reis and British David Harrad of Macclesfield city kiss for a picture after their wedding in Curitiba

Es la peor época de confusión en la historia humana, porque ahora se está atacando la identidad de género desde la más tierna infancia y el hombre tiene tres triunfos de supervivencia:

1.-Sobrevivir los nueve meses de gestación y nacer.

2.- Sortear los peligros que acechan a la infancia y la adolescencia y superar los abusos que destruyen la inocencia y la personalidad. De los traumas vividos bajo estas circunstancias, podemos salir en peor estado emocional que si físicamente nos hubiese atropellado un tren y arrastrar una vida miserable, como discapacitados psicológicos.

3.- Llegar  a la edad adulta sin convertirse en psicópata después de soportar la violencia intrafamiliar, los hogares disfuncionales, las familias monoparentales y ‘diferentes’ que destruyen la autoestima, la cordura y dejan el alma y la personalidad, convertidas en verdaderos andrajos.

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Afortunadamente lo que parece imposible de reparar por largos años en diversas terapias, Jesús lo obtuvo para nosotros en el Duelo Mortal que sostuvo en el Huerto de Getsemaní; donde Satanás le infligió tormentos tales, que lo hizo probar la muerte espiritual y convirtió también su alma en andrajos que lo hicieron sudar sangre.

Este infinito sufrimiento obtuvo nuestra salud integral, cuando cumplió la profecía de Isaías 53, 3-5:

  1. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta.
  2. ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado.
  3. El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados.

Jesús nos devolvió TODO.

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Y hasta el más mísero habitante de este planeta: el bebé repudiado que haya sido abandonado en un basurero, porque le han sido negados todos los derechos: a una vida digna, al amor de unos padres y una familia, a la respetabilidad de un apellido y un hogar protector, a la sanidad emocional que proporcionan las figuras paterna y materna al haber sido hijos deseados.

Sea cual sea nuestra condición actual de hijos legítimos, pero no amados o bastardos no reconocidos e igualmente rechazados…

DIOS TIENE UNA PROPUESTA que si la dejamos entrar en nuestro corazón, no seremos los mismos cuando terminemos de leer esta página. Cada palabra del siguiente mensaje es una joya de infinito valor… Que puede ser la diferencia primordial en cuanto a nuestra percepción de nosotros mismos…

¿Quieres comprobarlo?

1hijodelhombreFAMILIA Y ESTIRPE CELESTIAL

Habla Dios Padre

Hijitos Míos, hoy os quiero platicar sobre la Herencia Divina. Todos vosotros venís de una familia determinada y en ella se tienen ya reglas, costumbres, etc. impuestas por sus predecesores y que a sus descendientes les han parecido bien; para que con ellas se perpetúe el nombre y el respeto del “apellido”.

Y así conocéis a familias que hacen tal o cual cosa en determinadas ocasiones, ya sea para bien familiar o para bien del pueblo en el cual viven.

El respeto a esas costumbres van uniendo a la familia y quizá algunas otras familias se les adhieran porque se les hace bueno perpetuarlas.

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Todos vosotros provenís de Mi Familia. Todos vosotros habéis nacido de Mis Primeros Hijos, Adán y Eva. Y así como adquiristeis sus bienes, también adquiristeis sus males; pero no por ello dejáis de pertenecer a Mi Familia.

En una familia hay elementos humanos buenos y malos, pero cuando la familia es unida de corazón, se reúnen sus familiares para estudiar de qué manera se le puede ayudar al o a los miembros de la familia, para resolverles sus problemas.

Yo escogí a un pueblo en la antigüedad, de entre todos los que habitaban en el Mundo, porque ellos primeramente Me escogieron a Mí. helguera

La gran mayoría de los pueblos antiguos, por la caída en el pecado, se volvieron idólatras; ya que al caer en el Pecado de Origen, quedaron a merced del Maligno, quien los llevó a la idolatría con el ofrecimiento de vidas humanas y de la sangre de las víctimas para él.

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El único pueblo que no aceptó esos sacrificios y holocaustos al Maligno, fue el pueblo judío y Me tomaron a Mí como a su Dios, como a su UNICO DIOS.

Y por consiguiente Yo los tomé como a Mis hijos predilectos y así los empecé a formar según Mis Decretos de Amor.

Por eso el pueblo judío fue tan bendecido en la antigüedad por Mi Mano Poderosa y por ello de este pueblo salieron grandes hombres que cambiaron el curso de la historia.

Moises monte Sinai

Es el pueblo de Mi Heredad. Y en ellos puse toda Mi confianza a pesar de ser un pueblo testarudo e infiel en muchas épocas de la historia.

Yo Soy vuestro Dios y cuando Yo hago un pacto con Mis hijos, nunca Me desdigo.

Ciertamente mataron a Mi Hijo cuando se los envié y con ello se ganaron la maldición que ellos mismos se lanzaron: Que Su Sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”.

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Yo no puedo maldecir a Mis hijos. Soy vuestro Padre y Yo sólo busco el bien de Mis hijos, buenos o malos, pero seguís siendo Mis hijos.

En la antigüedad, Mi pueblo al llegar a otras ciudades, a veces se mezclaron y se adhirieron a sus costumbres y llegaron a adorar a  otros dioses.

Ellos al poco tiempo se daban cuenta, a través de los profetas que les enviaba, de que Yo no estaba contento con lo que hacían.

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Y al Yo apartarme un poco de ellos, por preferir a otros dioses; empezaban a sufrir las consecuencias por olvidar el pacto hecho con su Dios.

Cuando por fin se daban cuenta de su error y volvían a Mí, Yo olvidaba su traición y Me entregaba a ellos nuevamente. Y muchos regalos les daba para que se sintieran consentidos y amados por su Dios.

Yo les di Mis Leyes, Mis Decretos, les di Mi herencia Divina. Les marqué fechas a guardar.

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Fechas para fiestas especiales, fechas para la siembra, fechas para recordar episodios importantes de su historia; de nuestra historia en la cual Yo, su Dios; hacía tal o cuál prodigio para salvarles o ayudarles de una u otra forma.

Ellos las respetaban y Yo era su Dios y ellos eran Mi pueblo.

Con la venida de Mi Hijo, por insidias del Mal y por causa de la dureza de su corazón; no quisieron aceptarLo y Me volvieron a traicionar.

Jesús Crucificado

Por causa de ello, Mi Herencia se abrió para TODOS los pueblos que Me quisieron acoger como a su único Dios y de esta forma surge el Cristianismo, en donde la herencia del judaísmo se comparte a todos los pueblos de la Tierra.

Así como Yo no forcé al pueblo Judio a aceptarMe como a su Dios en los principios de la historia, ahora tampoco obligo a los pueblos y a las personas actuales a aceptarme como a su Dios en sus vidas.

De ésta forma Mi Herencia se vuelve UNIVERSAL y podéis daros cuenta de cómo de un aparente error, surge un gran bien para todos: niega Mi pueblo a Mi Hijo amado y Él se vuelve Herencia para todos.

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No por el hecho de que Mis hijos judíos Me hayan negado una vez más con la muerte de Mi Hijo, Yo Me he de apartar de ellos; sólo esperaré con Amor Paternal nuevamente su retorno.

Mi Amor se vuelve Universal, que aunque ya lo era, no era libremente aceptado. El amor obligado no es amor.

Todos vosotros de ésta forma, os volvéis coherederos de Mi Reino y Mis Bendiciones alcanzan a todos aquellos que Me aceptan en su corazón y más que todo, aquellos que al aceptarMe como a su único y verdadero Dios, Me transmiten, primero en su familia y luego, a todos sus hermanos por toda la Tierra.

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Yo Soy el Bien Supremo y aquél que Me tiene, aquél que Me posee; es tan fuerte Mi Presencia Divina en él, que se vuelve transmisor de Mi Herencia para todos mis hijos.

Al Amor nadie lo puede esconder. No es un tesoro que se pueda esconder en cajas fuertes o encerrarlo en un closet o ponerlo debajo de la cama.

El que adquiere Mi Verdadero Bien, el Amor; lo vive, lo transmite, lo goza, porque el Amor es en verdad Mi Herencia Divina para todos Mis Hijos.

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Os he dicho que en el Cielo sólo se vive de Amor y se vive en el Amor, así que aquél o aquellos que Me acogen, Yo les hago partícipes de su Herencia ya desde su vida en la Tierra.

No hay alimento más grande para un alma, que el alimento del Amor de su Dios. Toda la Predicación de Mi Hijo sobre la Tierra se centró en ello: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo”.

Así que os pido hijitos Míos, como herederos de vuestro Dios; que empecéis a transmitir y a compartir lo que vuestro Dios os ha dado, su verdadero y puro Amor.

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Haced de vuestro mundo material, un Mundo Espiritual. Llenadlo de Mi Amor, para que el Amor Encarnado pueda ya vivir en pleno, entre vosotros.

Pueblo Mío, Mi Herencia es para todos y todos tienen derecho a ella. Hacedla por favor, llegar a todos aquellos que aún no la conocen y así os volveréis verdaderamente pueblo Mío, uniéndoos para estudiar en qué forma se le puede ayudar a tal a cuál hermano vuestro o a tal o a cuál pueblo de la Tierra.

Yo os aseguro que la mejor herencia que les podréis dejar a un hijo o a un hermano vuestro, es la es la de enseñarles a amar y a respetar a su Padre Dios; porque con ello les estaréis asegurando el “derecho que tienen de Familia”, de ganar su Herencia Eterna en el Reino de los Cielos.

CIELO

Invocad Mi Santo Nombre cuantas veces podáis en el día, en nombre de todos ellos, ya que ellos no Me invocan.

 Invóquenme por ellos, para que ellos alcancen su salvación, para que ellos encuentren  en su corazón, el regalo tan grande que he puesto -Mi propio Ser-, Mi propia Vida.

Busquen, busquen hijos Míos estar siempre metidos en Mi Corazón buscando cuál es Mi necesidad para con todos vosotros; cuál es Mi necesidad para con vuestros hermanos en el Purgatorio, cuál es Mi gozo de las almas ya que están en el Cielo Conmigo.

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Somos familia, somos Una Familia. Y la familia tiene que estar siempre unida. Unid en vuestros corazones a toda la humanidad, los de antes, los de ahora,  los de mañana, siempre unidos en Mi Corazón.

 En Mi Trinidad, con Mi Hija, La Siempre Virgen María y su esposo  el Señor San José, todos unidos en el Cielo, con Mis Santos Ángeles, vivid, vivid en uno sólo, en Mí, en Mi Amor.

Gracias hijitos Míos, por buscar Mi compañía en todo momento y no solamente en las necesidades; sino también en los gustos y en aquellos momentos en que deseáis estar en intimidad Conmigo.

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Gracias, hijitos Míos, y ofrecedMe todos los momentos de todos los hombres para que Yo sea su Dios, su Padre por intercesión vuestra, Yo estaré siempre acompañándoos.

Porque también os quiero hablar sobre la dignidad de ser hijos Míos. Es común entre vosotros decir: él o ella, se merecía tal regalo o bendición de Dios, porque es tan bueno por tantos méritos que ha hecho.

No hijos Míos, no son vuestras obras buenas, vuestras obras de misericordia las que os hacen obtener de Mí favores especiales.

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Todos vosotros por vuestra naturaleza, sóis indignos de Mí por el pecado, es Mí Amor el que os hace dignos de Mí.

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Os dignifica el ser hijos Míos, porque un hijo de Rey lleva sangre Real por el sólo hecho de pertenecer a la Familia Real y venir de su mismo Ser.

Todos vosotros sóis hijos de Rey.

Yo no he creado almas diferentes, unas para un tipo de gente y otras para otro tipo de gente. Todas las almas que han existido, existen y existirán, han salido de Mí, de Mi Esencia Divina.

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Vuestros cuerpos son diferentes porque diversas son las razas existentes en vuestro mundo. Diversas son las condiciones sociales y económicas también. Pero las almas, TODAS, provienen de UNA sóla Esencia: la Mía.

Y si Yo Soy Rey, vosotros TODOS, sóis hijos de Rey.

Dignificáos en ésta realidad y agradecédMe con vuestra voluntad libre en el amor, tal favor.

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Mí Enemigo y por lo tanto el vuestro, sabiendo que sóis y pertenecéis a Mí Reinado, OS QUIERE DENIGRAR tanto en cuerpo como en alma.

Todos vosotros sóis reyes, no súbditos; él es el súbdito y traidor a Mí Reino y vuestro reino.

Defended vuestra dignidad de hijos de Dios, de hijos de del Rey.

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Comprended vuestra posición real y no os envilezcáis con las bajezas que el Enemigo y Traidor os propone. Mostrádle vuestra realeza y comportáos como Mi Hijo Jesucristo os lo enseñó.

Hijos Míos, sed dignos descendientes de vuestro Padre, el Rey del Universo, uniendoós al verdadero amor y al verdadero agradecimiento de corazón que todos vosotros recibís por cada momento de vuestra existencia.

Yo os amo y os quiero a todos conmigo de regreso. No os dejaré nunca solos a vuestras pequeñas fuerzas de bebés.

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No os sintáis poderosos o soberbios ante Mí, vuestro Creador. Ni os sintáis merecedores de Mis Bienes por vuestras acciones, ya que ellas mismas Me pertenecen por obligación, puesto que Yo os dí los dones y las capacidades para llevarlas a cabo.

Hijitos Míos, como Padre de todos vosotros os quiero hacer ver la responsabilidad que tenéis los hermanos mayores para con los menores.

Ya os he explicado que todos vosotros sois hermanos y así os lo indicó Mi Hijo Jesucristo, ahora os quiero explicar lo que los hermanos mayores deben hacer por sus hermanos menores.

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Le llamo hermanos mayores a aquellos de Mis hijos que han aceptado Mi Gracia y Mis Enseñanzas pero sobre todo, los que las han puesto en práctica.

Ya que es fácil escucharlas, agradecerlas, pero es más difícil hacerlas vida; ya que para ello vuestra libertad debe ser donada a Mi Voluntad y en la gran mayoría de vosotros vuestra soberbia, vuestro egoísmo, vuestra desconfianza a Mi Amor, os impide el donaros al Amor en totalidad.

Los que son vuestros hermanos mayores, son aquellos que viven en la humildad de corazón, sabiendo firmemente que sus acciones NO pueden llegar a la perfección si Yo no actúo en ellos.

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Saben aceptar que su pequeñez no puede producir actos de amor santos, como Yo los puedo hacer, cuando ya se han hecho UNO Conmigo.

Saben aceptar con madurez espiritual, la grandiosidad de las obras que Yo hago a través de ellos, sin adueñarse de nada y dándome las gracias por haberlos escogido como instrumentos dóciles de Mi Amor.

Los hermanos mayores tienen la sensibilidad espiritual para ver las necesidades de sus hermanos menores y se adelantan a ayudarles antes de que se lo pidan. Ellos han alcanzado sabiduría porque con su sencillez y pureza se lo han ganado.

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El hermano mayor ve las necesidades espirituales y materiales de sus hermanos y obra según obraría Mi Hijo Jesucristo si aún viviera sobre la Tierra.

El hermano mayor se vuelve maestro de sus hermanos menores para ayudarles a crecer en la Gracia, en Mis Enseñanzas, en Mi Amor, en el Perdón, en la Sencillez de corazón, en la laboriosidad que deberéis llevar todos en vuestra misión sobre la Tierra.

El hermano mayor ayuda a sus hermanos menores a alcanzar la santificación de su alma, porque ha aprendido a ver en ellos los dones recibidos por Mí.

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Se los explica, les ayuda a potencializarlos para bien de todos y les ayuda a crecer, aún a pesar de que al hermano menor al que le esté ayudando, pueda alcanzar un mayor puesto que él mismo, en Mi Reino.

Por lo tanto, el hermano mayor deberá vivir con una gran donación a lo que desea Mi Voluntad, sin ver en nada sus propios méritos ni necesidades.

 Porque Yo, como Padre cuidadoso y providente le daré lo necesario, para que en su humildad y donación total para con todos sus hermanos, él pueda dar mucho más.

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Vuestros hermanos mayores, Mis escogidos de todos los tiempos, son vuestros guías y son Mis consentidos; porque en ellos Me puedo derramar en Gracias, en Bendiciones, en Sabiduría, en Amor, porque sé que no actuarán con egoísmo, sino con suprema caridad don precioso de Mis elegidos.

La vida de amor que se produce por sus enseñanzas, tanto habladas como actuadas hace que se vayan modificando infinidad de almas con las que entra en contacto. Ellos se vuelven almas redentoras porque el Redentor vive en ellos.

Son hermanos mayores los que se han dejado conducir por la moción de Mi Santo Espíritu, para la difusión de Mi Reino sobre la tierra. Ellos son los que van sembrando el bien y van dando luz a los pueblos.

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Generalmente son almas sencillas, buenas, aparentemente inservibles para los bienes del Mundo, pero grandes para los bienes del Cielo. La Luz que he puesto en ellos es Luz Divina y no la puede opacar el mal ni el pecado.

Son almas transparentes porque así Soy Yo, vuestro Dios. Estas almas os dan paz, os dan alegría, os dan sencillez. Puesto que Yo, al no obligarlos a aceptarMe, ellos no os pueden obligar a nada. Saben comprender a las almas duras, a las almas difíciles.

Saben esperar el cambio y Me agradecen cuando por su medio, un pecador transforma su vida. Saben reconocer Mi Vida en ellos.

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Yo nunca olvido a Mis Hijos, que sois todos vosotros y constantemente os estoy proveyendo de almas donadas a Mi Voluntad para mostraros la senda del bien que debéis seguir para alcanzar la vida Eterna.

Muchas, muchas vidas se han donado a Mi Voluntad y con su ejemplo de vida, vida de santos que se han unido al Santo; han dejado huella y enseñanza para que vosotros os podáis dejar guiar por el que más os atraiga, según vuestro grado de espiritualidad, de vuestra condición de vida ó por vuestro grado de amor hacia Mí.

Su intercesión os llevará al conocimiento de Mi Voluntad y a vuestro crecimiento espiritual para obtener más Gloria en Mi Reino.

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Yo os daré y multiplicaré, tanto más como vosotros Me confiéis a Mí, en palabras y en obras.

Dejaos guiar por las Enseñanzas de Mi Hijo Jesucristo y de Mi Hija, la Siempre Virgen María y por vuestros hermanos mayores que han sabido hacer vida Sus Enseñanzas.

No siempre vuestros hermanos mayores van a ser grandes en edad, sino lo van a ser en Sabiduría. Mi Sabiduría que hablará por ellos, para todos vosotros.

MYRIAM DE QARAQOSH la niña cristiana iraquí

MYRIAM DE QARAQOSH
la niña cristiana iraquí

Así pruebo vuestra sencillez y humildad, para que aprendáis a escuchar aún a “niños” en edad, pero que os enseñarán Mis Verdades.

Lo único que Me interesa de vosotros es el amor que pueda salir de vuestra voluntad libre y que sean actos sinceros de vuestro más profundo ser, de vuestro corazón.

 Ya sean para agradecerMe los dones que habéis recibido de Mí; como para salvar almas, tanto de la Tierra como del Purgatorio. Actuando así seréis Dignos hijos del Rey.

Josias

Os amo, Mis pequeños príncipes.

Yo os bendigo y os proveo de todas Mis Gracias y Dones a todos los que con sencillez, humildad y confianza, se acerquen a Mí, a través de cualquiera de Mis Tres Divinas Personas.

Id en Paz y llevad Mi Amor a los vuestros.

Yo os bendigo con el Amor de Mi Corazón y lo vuelvo a entregar en pleno para todos aquellos que se acerquen a tomar de la Fuente que brota de Mi Corazón.

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Y os bendigo en Mí Santo Nombre, en el de Mí Hijo Jesús y en el del Espíritu Creador y Consolador.

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60.- LOS PROFETAS AL REVÉS

Los apóstoles, obedientes a las órdenes recibidas; van llegando uno tras otro; en la puerta de la ciudad.

Jesús llega un poquito después…

Mateo dice al verlo:

–                     El Maestro debió haber tenido buena suerte. Mirad como sonríe…

Le salen al encuentro y se van juntos por el camino principal.

Jesús les pregunta:

–                      Y bien. ¿Qué tal os fue?  ¿Qué hicisteis?

Judas de Keriot y Bartolomé responden:

–                     Muy mal.

–                     Tuvimos que huir.

Jesús pregunta:

–                     ¿Por qué? ¿Qué os sucedió?

Judas está irritado:

–                     Que por poco nos apedrean. Tuvimos que escapar. ¡Vámonos de este país de bárbaros! Regresemos a donde nos aman. Aquí no hablo más. Yo no quería hablar… Pero luego me dejé convencer y Tú no me entretuviste. Y Tú lo sabes todo…

Jesús lo mira sorprendido y pregunta:

–                      Pero, ¿Qué te pasó?

–                     Me fui con Mateo, Santiago y Andrés. Nos fuimos a la Plaza de los Juicios, porque allí hay gente que escucha, mientras tenga tiempo que perder.

Habíamos decidido que hablaría Mateo, el más apto para hablar a publicanos y a sus clientes.

Él comenzó diciendo a dos que litigaban por un campo; de una herencia embrollada:

“No odiéis por lo que muere y por lo que no podéis llevaros a la otra vida. Amaos para poder gozar de los bienes eternos; que se obtienen tan solo con sujetar las malas pasiones y de este modo ser vencedores y poseedores del bien”

Así dijiste, ¿No es verdad? Y luego continuó, mientras dos o tres, se acercaron a oírlo: Escuchad a la Verdad que enseña esto al mundo, para que el mundo tenga paz. Sois testigos de que se sufre por esto; por este interés desmesurado de las cosas que perecen. Pero la Tierra no lo es todo.

Existe también el Cielo y en el Cielo está Dios. Así como en la Tierra está ahora su Mesías; que nos mandó a anunciaros que el tiempo de la Misericordia ha llegado. Y que no hay pecador que pueda decir: ‘Yo no seré escuchado’ porque si alguien se arrepiente verdaderamente, se le escucha, es amado y se le invita al reino de Dios.

Ya se había juntado mucha gente. Unos escuchaban con respeto. Otros hacían preguntas, perturbando a  Mateo.

Yo no vuelvo a dar respuestas, para no echar a perder el discurso. Hablaré y responderé en particular. Que conserven en su cabeza lo que queramos decir y que se callen.

Pero Mateo quiso responder al punto… Y también a nosotros nos hacían preguntas.

Había quién sonreía maliciosamente y decía:

–                     ¡He aquí a otro loco! Claro que viene de la guarida de Israel.

–                     Los judíos son una grama que se extiende a todas partes. ¡He aquí sus eternas fábulas!

–                     Ellos tienen como cómplice a Dios. ¡Oídlos! Está en el filo de la espada y en el veneno de su lengua. ¡Oíd! ¡Oíd! Ahora sacan a relucir a su Mesías.

–                     Otro frenético que nos atormentará como en siglos anteriores.

–                     ¡Que mueran Él y su raza!”

Entonces perdí la paciencia e hice a un lado a Mateo que continuaba hablándoles como si nada; como si estuvieran brindándole honores.

Y comencé a hablar. Tomé a Jeremías como punto de mi discurso:

“He aquí que suben las aguas del Septentrión y se convertirán en un torrente que inunda…

A su estruendo, el castigo de Dios caerá sobre vosotros, raza perversa.

Hará estrépito como torrentes de agua. Y por su parte habrá armas y habrá soldados de la tierra y honderos celestiales.

Todo bajo las órdenes de los jefes del pueblo de Dios; para castigar vuestra terquedad.

A su estruendo perderéis toda fuerza. Caerán orgullosos corazones, brazos, cariños, ¡Todo!

¡Seréis exterminados, vanguardia de la isla del pecado!

¡Puerta del Infierno!

Os habéis hecho orgullosos porque Herodes os ha reconstruido la ciudad?

Pero, ¡Seréis arrasados hasta que os hagáis calvos sin esperanza!

Seréis castigados en vuestras ciudades y poblados; en los valles y en las llanuras. La profecía no ha muerto todavía…

Y ya no pude continuar… porque nos arrojaron.

Y solo por una caravana que iba pasando por una calle, pudimos salvarnos. Porque las piedras comenzaron a volar y dieron contra camellos y camelleros. Se trabó una riña y pudimos huir. Luego nos quedamos quietos en un patio de las afueras de la ciudad. ¡Ah! Pero no vuelvo más por aquí…

Nathanael exclama:

–                     ¡Oye!… Pero perdona… los ofendiste. ¡La culpa es tuya! ¡Ahora comprendo porqué llegaron a tan hostiles medios, para arrojarnos!

Se vuelve hacia Jesús y agrega:

Escucha, Maestro. Nosotros; esto es: Pedro, Felipe y yo, fuimos en dirección de la torre que da al mar. Allí había marineros y dueños de naves que cargaban sus mercancías para Chipre, Grecia y hasta lugares más lejanos todavía.

Maldecían contra el sol, el polvo, el cansancio. Blasfemaban contra los profetas y el Templo. Y contra todos nosotros. Yo me quería retirar, pero Simón no quiso.

Pedro dijo:

–                     No. Al revés. Son exactamente estos pecadores a quienes debemos acercarnos. El Maestro lo haría y también nosotros debemos hacerlo.

Felipe y yo dijimos:

–           Habla tú entonces.

–           ¿Y si no sé hacerlo? –contestó Simón Pedro.

–                     Entonces te ayudaremos.

Simón fue sonriente hacia dos que sudando se habían sentado sobre un gran fardo que no lograban llevar a la nave y dijo:

–                     Está pesado, ¿No es verdad?…

Uno de ellos contestó:

–                     Más que pesado, es que estamos cansados. Debemos terminar pronto la carga, porque el patrón lo ha ordenado. Quiere zarpar en las horas de bonanza; porque esta noche el mar estará intranquilo y es menester haber pasado los escollos para no peligrar.

–                     ¿Escollos en el mar?

–                     Sí. Allí donde el agua está bullendo. Lugares peligrosos. Los arrecifes…

–                     Corrientes… ¿No? ¡Entiendo! El viento del sur da vuelta por la punta y se encuentra con la corriente…

–                     ¿Eres marinero?

–                     Pescador de agua dulce. Pero el agua siempre es agua y el viento, viento. La he bebido más de una vez y la carga se me ha ido al fondo varias veces. Es un trabajo hermoso, pero duro.

En todas las cosas hay siempre su lado bello y su lado feo. Ningún lugar está hecho solo de malos… ni ninguna raza es toda cruel. Con un poco de buena voluntad, se pone uno siempre de acuerdo y se encuentra que por todas partes, hay gente buena.

¡Ea! Os quiero ayudar.

Y Simón llamó a Felipe diciendo:

¡Se necesitan fuerzas! Coge tú de allí y yo de acá. Y esta buena gente nos lleva allá a su nave, a las bodegas.

Los filisteos no querían… pero después consintieron.

Puesta en su lugar la carga; Simón se puso a alabar la nave, como solo él sabe hacerlo. A alabar el mar… la ciudad hermosa, vista desde el mar. A interesarse en la navegación marina de ciudades de otras naciones…

Y todos a su alrededor le agradecen y lo alaban; hasta que uno le preguntó:

–                     ¿De dónde eres tú?…. ¿Nilótico?

–                     No. Del mar de Galilea. Como veis; no soy un tigre.

–                     Es verdad. ¿Buscas trabajo?

–                     Sí.

El patrón dice:

–                     Yo te contrato, si quieres. Veo que eres un marinero capaz.

–                     Yo al revés. Te contrato a ti.

–                     ¿A mí?… Pero, ¿No has dicho que andas en busca de trabajo?

–                     Es verdad. Mi trabajo es llevar hombres al Mesías de Dios. Tú eres un hombre fuerte y por lo tanto, un trabajo mío.

–                     Pero… ¡Yo soy filisteo!

–                     ¿Y qué? ¿Eso qué significa?

–                     Quiere decir que nos odiáis. Nos perseguís desde tiempos remotos… Lo han gritado siempre vuestros jefes…

–                     Los Profetas… ¿No es así? Pero ahora los profetas son voces que no gritan más. Ahora existe sólo el Único,  Grande y Santo Jesús. Él no grita… Sino que llama con voces de Amigo…

Y así estuvo hablando Simón; bonachón e inspirado al mismo tiempo. Todos le escuchaban con atención y respeto. Sí, ¡Con respeto!…

Ya casi terminaba, cuando de una calle, salió un grupo de personas armadas con bastones y piedras, que gritaban y vociferaban.

Y cuando nos vieron, nos reconocieron como forasteros… Y por el vestido… ¡Ahora entiendo! Como forasteros de tu misma raza, Judas.

Y como a tales nos tomaron…. Si no nos hubieran protegido los del navío; no lo estuviéramos contando.

Nos subieron en una lancha y nos llevaron por el mar. Nos hicieron bajar en la playa, cerca de los jardines del sur. Y de allí nos venimos junto con los que cultivan las flores, para los ricos de acá.

Pero tú Judas; echaste a perder todo… ¿Es esa, una nueva manera de decir insolencias? 

Judas responde con altivez:

–                     Es la verdad.

Nathanael replica severamente:

–                     Hay que saber usarla. Tampoco Pedro dijo mentira alguna. ¡Pero supo hablar!

Pedro dice con sencillez:

–                     ¡Oh, yo!… Traté de ponerme en el lugar del Maestro, pensando: ‘Él se portaría, así… muy dulce’.  Entonces yo…

Judas dice muy digno:

–                     Yo prefiero los modales majestuosos. Son más propios de reyes.

Simón Zelote lo reprende:

–                     Tu acostumbrada idea. Estás equivocado Judas. Hace un año que el maestro te está corrigiendo este modo de pensar; pero no le haces caso. Tú también estás obstinado en el error; como los filisteos sobre los que te arrojaste.

Judas replica altanero:

–                     ¿Cuándo se me ha corregido por eso? Cada quién tiene su modo de ser y debe usarlo.

Simón Zelote tiene hasta un sobresalto al escuchar esto

Mira a Jesús que calla y que le responde con una sonrisa de aprobación.

Santiago de Alfeo dice con calma:

–                     Esta no es una razón. Nosotros… ¿No estamos aquí para corregirnos, antes que para corregir? El Maestro ha sido primero nuestro Maestro. No lo habría sido si no hubiese querido que cambiásemos nuestras costumbres e ideas.

Judas insiste:

–                     Era ya Maestro por la sabiduría.

Tadeo replica muy serio:

–                     ¿Era?… ¡Es!

–                     ¡Oh! ¡Cuántas cavilaciones! Es. Sí. Es…

Santiago de Alfeo aconseja con dulzura:

–                     Y también es Maestro de todos los demás; no solo por la sabiduría. Su enseñanza se dirige a todo lo que hay en nosotros. Él es Perfecto. Nosotros imperfectos. Esforcémonos pues por serlo y mejorarnos siempre más…

Judas replica a la defensiva:

–                     No veo la falta que he cometido. Es que éstos son una raza maldita. Todos son perversos… 

Tomás interrumpe:

–                     ¡Oye! No. No puedes afirmar eso. Juan fue a los de la clase ínfima: los pescadores que llevan el pescado al mercado. Y mira este saco húmedo… Es del pescado más sabroso. Gastaron su ganancia en dárnoslo.

Por miedo de que el de la mañana no estuviese fresco por la tarde, volvieron al mar y nos llevaron con ellos.

Me parecía estar en el Lago de Galilea. Y te aseguro que si el lugar parecía recordarlo, lo parecían más las barcas llenas de caras atentas.

Mucho más lo recordaba Juan. Parecía otro Jesús. Las palabras de su boca sonriente, le salían dulces como la miel. Su cara brillaba como otro sol. ¡Cómo se parecía a Ti, Maestro! Era como estarte oyendo a Ti.

Yo estaba conmovido. Estuvimos tres horas en el mar, en espera de que las redes extendidas sobre las boyas; estuvieran llenas de peces… Y fueron tres horas llenas de felicidad…

Querían verte, pero Juan dijo: ‘Os doy la cita en Cafarnaúm…’ Como si estuviera, en la plaza de la ciudad.

Y aun así, prometieron ir y tomaron nota. Tuvimos que luchar para que no nos cargasen con más pescado. Nos dieron hasta del más fino. Vamos a cocinarlo. Esta noche tendremos un gran banquete; para reponernos del ayuno de ayer.

Judas pregunta turbado:

–                     Pero, ¿Tú qué dijiste pues?

Juan responde:

–                     Nada especial. Sólo hablé de Jesús…

Tomás explica:

–                     A la manera como tú hablaste… También Juan citó a los profetas. Pero los puso al revés.

Judas replica sorprendido:

–                     ¿Al revés? ¿Acaso los puso de cabeza?…

–                     Sí. Tú de los profetas extrajiste aspereza y él, dulzura… Porque la misma aspereza de ellos es amor. Exclusivo. Violento, si quieres… Pero siempre amor por las almas que querrían que fuesen fieles al Señor.

No sé si lo has pensado tú, alumno de los escribas más famosos.

Porque yo sí, aunque sea orfebre. También el oro se bate y se pone al fuego, pero para hacerlo más bello. No por odio, sino por amor. Así hacen los profetas con las almas.

Yo lo entiendo; probablemente porque soy orfebre. Mira que los profetas que a ti te dieron de palos; a nosotros nos dieron un pescado exquisito. 

Judas guarda silencio, totalmente desconcertado.

Jesús pregunta a sus primos y a Zelote:

–                     ¿Y vosotros?

Santiago de Alfeo explica:

–                     Fuimos por donde están los astilleros; los calafateadores. También nosotros preferimos ir a donde están los pobres.

Pero también había ricos filisteos, que vigilaban la construcción de sus navíos.

No sabíamos quién debía hablar  y lo decidimos como los niños: con puntos. Judas sacó siete dedos, yo cuatro y Simón dos. Le tocó pues a Judas.

Todos preguntan curiosos:

–                     ¿Y qué fue lo que dijiste?

Tadeo refiere:

–                     Me di a conocer francamente por lo que soy. Les dije que les rogaba por su gran hospitalidad, a que acogiesen la palabra de un peregrino que venía con ellos, como un hermano. Luego hablé del Profeta Sofonías y del Amor del Pastor Supremo…

Me entendieron. Nos preguntaron…

Simón refirió su curación, mi hermano Santiago; tu bondad para con los pobres. La prueba aquí está. Cinco gruesas bolsas para los pobres que encontremos por el camino. Tampoco a nosotros los profetas nos hicieron ningún mal…

Judas traga saliva, pero permanece mudo.

Jesús dice consoladoramente:

–                     Pues bien. Otra vez Judas lo hará mejor. Él creyó hacerlo bien de ese modo. Como obró con fin honesto, no cometió ningún pecado. También con él estoy contento. Hacerla de apóstol, no es fácil.

Se aprende después. Una cosa me desagrada y es no haber tenido antes ese dinero y no haberos encontrado. Me hubieran servido para socorrer a una familia muy desgraciada.

Zelote dice:

–                     Todavía podemos regresar. Aún es temprano. Pero; perdona, Maestro. ¿Cómo la encontraste?…  ¿Tú que hiciste? ¿De veras nada? ¿No evangelizaste?

–                     ¿Yo? He paseado. Con el silencio dije a una prostituta: ‘Deja tu pecado’. También encontré a un niño, pilluelo como el que más y lo evangelicé. Intercambiamos regalos. Le di la hebilla que María Salomé me puso en el vestido y él me dio este trabajo suyo… -Jesús saca del bolsillo el muñeco caricaturesco…

Todos lo miran admirados y sueltan la carcajada.

Jesús continúa:

–                     Luego fui a ver los primorosos tapetes que hacen en un taller de Ascalón para venderlos en Egipto y otras muchas partes…

Consolé a una niña sin padre y le curé a su madre.

Pedro dice asombrado:

–                     ¿Y te parece poco?

–                     Sí. Porque tenía necesidad de dinero y no lo tuve.

Tomás dice:

–                     Vayamos nosotros. Los que no molestamos a nadie.

Santiago de Zebedeo le dice con burla:

–                     ¿Y tus pescados?

–                     El pescado aquí está. Vosotros que tenéis encima el anatema, id a la casa del viejo que nos hospeda y comenzad a prepararlo. Nosotros vamos a la ciudad.

Jesús dice:

–                     Sí. Os mostraré el lugar de lejos. Habrá gente. Yo no voy. Me entretendrán… No quiero disgustar al que nos da hospedaje faltando a su invitación. La descortesía es una acción que falta siempre a la caridad.

Judas de Keriot  baja más la cabeza y se pone morado como una berenjena. Cambia tantas veces de color; cuantas veces ha caído en esa falta.

Jesús continúa:

–                     Iréis a esa casa y buscaréis a la niña. No hay más que ella. No os equivocaréis. Le daréis esta bolsa y le diréis: ‘Esta te la manda Dios, porque has sabido creer. Para ti, tu mamá y tus hermanitos.’ No digáis más. Y regresaos al punto. Vámonos.

El grupo se divide: con Jesús y a la ciudad, van Juan, Tomás y los primos.

Los otros regresan a la casa del hortelano.

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, CONOCELA