352 PARÁBOLA DE LOS OBREROS Y LA VIÑA
352 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Jesús ha subido encima de una caja que está colocada contra una pared.
Todos por tanto, lo pueden ver bien.
Ya se ha esparcido por el aire su dulce saludo, seguido luego por las palabras:
«Hijos de un único Creador, escuchad»,
para proseguir, en el atento silencio de la gente:
El tiempo de la Gracia para todos ha llegado, no sólo para Israel,
sino para todo el mundo.
Hombres hebreos que estáis aquí por diversas razones, prosélitos, fenicios, gentiles,
TODOS, oíd la Palabra de Dios.
Comprended la Justicia, conoced la Caridad.
Teniendo Sabiduría, Justicia y Caridad, dispondréis de los medios para llegar al Reino de Dios,
a ese Reino que NO ES UNA ESCLUSIVIDAD de los hijos de Israel;
sino que es de todos aquellos que amen de ahora en adelante, al Verdadero, Único Dios.
Y crean en la Palabra de su Verbo.
Escuchad.
He venido de muy lejos, no con miras de usurpador, ni con la violencia del conquistador.
He venido sólo para ser el Salvador de vuestras almas.
Los dominios, las riquezas, los cargos, no me seducen.
Para Mí no son nada.
Son cosas a las que ni siquiera miro.
Es decir, las miro con conmiseración;
porque me producen compasión; siendo como son:
CADENAS para apresar a vuestro espíritu, impidiéndole así acercarse al Señor Eterno, Único,
Universal, Santo y Bendito.
Las miro y me acerco a ellas como a las más grandes miserias.
Y trato de liberarlas del lisonjero y cruel engaño, que seduce a los hijos de los hombres,
para que puedan usarlas con justicia y santidad.
No como crueles armas que hieren y matan al hombre y lo primero;
siempre, al espíritu de aquel que las usa no santamente.
Pero en verdad os digo, PUPILAS APAGADAS, salud a un cuerpo agonizante,;
que da luz a los espíritus y salud a las almas enfermas….
¿Por qué?
Por qué el hombre ha perdido de vista el verdadero fin de su vida.
El hombre no sabe o no recuerda…
Recordando, no quiere prestar obediencia a esta santa orden del Señor:
Y hablo también para los gentiles que me escuchan.
De hacer el bien, que es bien en Roma como lo es en Atenas, en Galia o en África;
porque la Ley Moral existe bajo todos los cielos y en todas las religiones;
en todo corazón recto.
Y las religiones, desde la de Dios hasta la de la moral individual;
dicen que la parte mejor de nosotros sobrevive.
Y QUE SEGUN COMO HAYA OBRADO EN LA TIERRA,
ASÍ SERÁ SU SUERTE EN LA OTRA VIDA…
Fin pues del hombre, es la conquista de la Paz en la otra vida;
NO las comilonas, la usura, el abuso de la fuerza, el placer aquí por poco tiempo;
para pagarlos eternamente con muy duros tormentos.
Pues bien, el hombre no sabe, no recuerda o no quiere recordar esta verdad.
Si no la sabe, es menos culpable.
Si no la recuerda, es bastante culpable, porque hay que tener encendida la Verdad,
cual antorcha santa, en las mentes y en los corazones;
pero si no la quiere recordar y cuando resplandece…
Cierra los ojos para no verla, aborreciéndola como a la voz de un orador pedante;
entonces su culpa es grave, muy grave.
Y no obstante, Dios perdona esta culpa, si el alma repudia su comportamiento malo…
Y se propone perseguir durante el resto de la vida, el fin verdadero del hombre;
que es conquistarse la paz eterna en el Reino del Dios Verdadero.
¿Habéis seguido hasta ahora un camino malo?
¿Abatidos, pensáis que es tarde para tomar el camino recto?
¿Desconsolados, decís: “¡No sabía nada de esto!
¿Ahora me veo ignorante e inhábil”?
NO.
No penséis que es como con las cosas materiales.
Y que hace falta mucho tiempo y fatiga para rehacer de nuevo, con santidad, lo ya hecho.
La Bondad del Eterno, verdadero Señor Dios, es tal que, ciertamente;
no os hace recorrer hacia atrás la vida vivida para colocaros de nuevo en la bifurcación
en que vosotros errando, dejarais el recto sendero, para seguir el malo;
SU BONDAD es tanta que, desde el momento en que decís:
“Quiero ser de la Verdad”,
O sea, de Dios, porque Dios es Verdad,
Dios, por un milagro enteramente espiritual, infunde en vosotros la Sabiduría,
siendo así que ya no sois ignorantes sino poseedores de la ciencia sobrenatural,
igual que los que desde años antes la poseen.
Sabiduría es desear tener a Dios, amar a Dios, cultivar el Espíritu,
tender al Reino de Dios repudiando TODO lo que es carne, mundo y Satanás.
Sabiduría es obedecer a la Ley de Dios;
que es ley de caridad, de obediencia, de continencia, de honestidad.
Sabiduría es amar a Dios con todo el propio ser,

Señor, enciende mi corazón en el FUEGO de tu AMOR ARDIENTE y ayúdame a AMAR como Tú Quieres que lo haga…
amar al prójimo como a nosotros mismos.
Estos son los dos elementos indispensables para ser sabios con la Sabiduría de Dios.
Y en el prójimo están incluidos no sólo los que tienen nuestra misma sangre, raza o religión,
sino TODOS los hombres:
ricos, pobres, sabios, ignorantes, hebreos, prosélitos, fenicios, griegos, romanos…
Jesús se ve interrumpido por un grito amenazador de algunos exaltados.
Los mira y dice:
– Sí.
Esto es el amor.
Yo no soy un maestro servil.
Digo la Verdad porque debo hacerlo…
Así para sembrar en vosotros lo necesario para la Vida Eterna.
OS GUSTE O NO, tengo que decíroslo, para cumplir mi deber de Redentor;
os toca a vosotros cumplir con el vuestro, de personas necesitadas de Redención.
Amar al prójimo, pues. TODO EL PRÓJIMO.
Con un amor santo.
No amarlo con deshonesto concubinato de intereses, de forma que es “anatema”
el romano, fenicio, prosélito o viceversa…,
Mientras no hay de por medio sensualidad o dinero.
Y luego, si surgen en vosotros el deseo carnal o de la ganancia, ya no es “anatema”…
Se oye otra vez el rumor de la gente.
Los romanos, por su parte, en su sitio en el atrio,
exclaman:
– « ¡Por Júpiter!
– ¡Habla bien éste!».
Jesús deja que se calme el rumor…
Y prosigue:
– -Amar al prójimo como querríamos ser amados nosotros.
Porque no nos agrada ser maltratados, vejados, que nos roben o subyugue…,
Ni ser calumniados o que nos traten groseramente.
La misma susceptibilidad, nacional o individual, tienen los demás.
No nos hagamos, pues, recíprocamente, el mal que no quisiéramos recibir nosotros.
Sabiduría es prestar obediencia a los Diez Preceptos de Dios:
“Yo soy el Señor tu Dios. No tengas otro Dios aparte de Mí.
No tengas ídolos, no les rindas culto.
No tomes el Nombre de Dios en vano.
Es el Nombre del Señor tu Dios.
Y Dios castigará a quien lo use sin razón, por imprecación o para convalidar un pecado.
Acuérdate de santificar las fiestas.
El Sábado está consagrado al Señor, que descansó en Sábado de la Creación…
Y le ha bendecido y santificado.
Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas en paz largamente sobre la tierra…
Y eternamente en el Cielo.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No hablarás con falsedad contra tu prójimo.
No desearás la casa, la mujer, el siervo, la sierva, el buey, el asno;
ni nada que pertenezca a tu prójimo”.
Ésta es la Sabiduría.
Quien esto hace es sabio y conquista la Vida y el Reino que no tienen fin.
Desde hoy, pues, proponeos vivir según la Sabiduría;
anteponiéndola a las pobres cosas de la tierra.
¿Qué decís? Hablad.
¿Decís que es tarde?
Un amo de una viña, al amanecer de un día, salió para contratar obreros para su viña.
Y ajustó con ellos un denario al día.
Salió de nuevo a la hora tercera.
Y, pensando que eran pocos los jornaleros contratados;
viendo en la plaza a otros desocupados en espera de que los contratara, los tomó y dijo:
“Id a mi viña, que os daré lo que he prometido a los otros”.
Y éstos fueron.
Habiendo salido a la hora sexta y a la hora nona, vio todavía a otros y les dijo:
“¿Queréis trabajar para Mí? Doy un denario al día a mis jornaleros”.
Aceptaron y fueron.
Salió, en fin, a la hora undécima.
Vio a otros que, ya declinando el sol, estaban inactivos:
“¿Qué hacéis aquí, tan ociosos?
^No os da vergüenza estar sin hacer nada todo el día?”, les preguntó.
“Nadie nos ha contratado.
Hubiéramos querido trabajar y ganarnos el pan.
Pero nadie nos ha llamado a su viña”.
“Bien, pues yo os llamo a mi viña. Id y recibiréis el salario de los demás”.
Eso dijo porque era un buen patrón y sentía piedad del abatimiento de su prójimo.
Llegada la noche, terminados los trabajos, el hombre llamó a su administrador,
y dijo:
“Llama a los jornaleros y paga su salario, según lo que he fijado,
empezando por los últimos, que son los más necesitados;
porque no han tenido durante el día el alimento que los otros una o varias veces han tenido,
Y además, son los que, agradeciendo mi piedad, más han trabajado;
los he observado;
licéncialos, que vayan a su merecido descanso y gocen con su familia,
de los frutos de su trabajo”.
Y el administrador hizo como el patrón le ordenaba.
Y dio a cada uno un denario.
Habiendo llegado al final aquellos que llevaban trabajando desde la primera hora del día,
se asombraron al recibir también sólo un denario.
Y manifestaron sus quejas entre sí y ante el administrador, el cual dijo:
Id a quejaros al patrón, no vengáis a quejaros a mí”.
Y fueron y dijeron: “¡No eres justo!
Hemos trabajado doce horas, primero en medio del aguazo, luego bajo el sol de fuego,
y luego otra vez con la humedad del anochecer.
Y tú nos has dado lo mismo que a esos haraganes que han trabajado sólo una hora!…
¿Por qué?”.
Y especialmente uno de ellos levantaba la voz juzgándose traicionado
y explotado indignamente.
Y el amo de la Viña preguntó:
“Amigo, ¿Y en qué te he perjudicado?
¿Qué he pactado contigo al alba?
Una jornada de continuo trabajo y, como salario, un denario. ¿No es verdad?”.
“Sí. Es verdad.
Pero tú has dado lo mismo a ésos, por mucho menos trabajo…”.
“¿Has aceptado este salario, porque te parecía bueno?”
“Sí. He aceptado porque los otros daban incluso menos”.
“¿Te he maltratado aquí?”
“No, en conciencia no”.
“Te he concedido reposo a lo largo de la jornada y comida…
¿No es verdad?
Te he dado tres comidas.
Y la comida y el descanso no habían sido pactados. ¿No es verdad?”.
“Entonces, ¿Por qué los has aceptado?”
“Hombre, pues…
Tú dijiste: `Prefiero así, para evitar que os canséis volviendo a vuestras casas’.
No dábamos crédito a nuestros oídos…
Tu comida era buena, era un ahorro, era…”.
“Era una gracia que os daba gratuitamente y que ninguno podía pretender.
¿No es verdad?”.
“Es verdad.”
“Por tanto, os he favorecido.
¿Por qué os quejáis entonces?
Debería quejarme yo de vosotros;
que, habiendo comprendido que tratabais con un patrón bueno
trabajabais perezosamente, mientras que éstos, que han llegado después de vosotros,
habiendo gozado del beneficio de una sola comida –
y los últimos de ninguna, han trabajado con más ahínco, haciendo en menos tiempo
el mismo trabajo que habéis hecho vosotros en doce horas.
Os habría traicionado si os hubiera reducido a la mitad el salario,
para pagar también a éstos.
No así.
Por tanto, coge lo tuyo y vete.
¿Pretendes venir a imponerme en mi casa lo que a ti te parece?
Hago lo que quiero y lo que es justo.
No quieras ser malo y tentarme a la injusticia.
¡Oh, vosotros todos, que me escucháis!
En verdad os digo que el Padre Dios propone a todos los hombres el mismo pacto.
Y les promete la misma retribución.
Al que con diligencia se pone a servir al Señor, Él lo tratará con justicia;
aunque fuere poco su trabajo debido a la muerte cercana.
En verdad os digo que no siempre los primeros serán los primeros en el Reino de los Cielos.
Y que allí veremos a últimos ser primeros y a primeros ser últimos.
Allí veremos a hombres no pertenecientes a Israel, más santos que muchos de Israel.
He venido a llamar A TODOS, en nombre de Dios.
Pero, si muchos son los llamados, pocos son los elegidos;
porque pocos desean la Sabiduría.
No es sabio el que vive del mundo y de la carne y no de Dios.
No es sabio ni para la tierra ni para el Cielo:
en la tierra se crea enemigos, castigos, remordimientos…
Y pierde el Cielo para siempre.
Repito: sed buenos con el prójimo, quienquiera que sea.
Sed obedientes, dejando a Dios la tarea de castigar a quien manda injustamente.
Sed continentes sabiendo resistir a la sensualidad;
honrados, sabiendo resistir al oro; coherentes, calificando de anatema,
a aquello que se lo merece.
Y no cuando os parece.
Y luego estrecháis contactos con el objeto que antes habíais maldecido como idea.
No hagáis a los demás lo que no querríais para vosotros.
Y entonces…
Los vendedores frustrados, irrumpen en el patio,
gritando:
– ¡Vete, profeta molesto!
– ¡Nos has fastidiado el mercado!… –
¡Nos has arrebatado los clientes!…
Y los que habían hecho alboroto en el patio cuando Jesús había empezado a enseñar
no todos fenicios:
también hay hebreos, que están en esta ciudad por intereses personales…
Y se unen a los vendedores para insultar amenazando y sobre todo,
para obligar a Jesús a abandonar el lugar;
porque no les gusta lo que aconseja en orden al mal.
Jesús cruza los brazos y los mira, triste, solemne.
La gente, dividida en dos partidos, se enzarza, defendiendo u ofendiendo al Nazareno.
Lanzando Improperios, alabanzas, maldiciones, bendiciones;
gritos de:
– «Tienen razón los fariseos.
– Eres un vendido a Roma, amigo de publicanos y meretrices.
– « ¡Callad, lenguas blasfemas!
– ¡Vosotros sois los vendidos a Roma, fenicios del infierno!.
– , «¡Sois diablos!»
– «¡Que os trague el infierno!»,
– «¡Fuera! ¡Fuera!»,
– ¡Fuera vosotros, ladrones que venís a mercadear aquí, usureros!» etcétera, etcétera.
Intervienen los soldados,
diciendo:
– « ¡De amotinador nada!
– ¡Es Él la víctima!».
Y con las lanzas echan fuera del patio a todos y cierran el portón.
Se quedan con Jesús los tres hermanos prosélitos y los seis apóstoles.
El Triano se acerca a los tres hermanos,
y pregunta:
– ¿Pero cómo se os ha ocurrido hacerle hablar?
Elías responde:
– ¡Muchos hablan!
– Sí.
Y no pasa nada porque enseñan lo que gusta al hombre.
Y es indigesto…
El viejo soldado mira atentamente a Jesús…
Que ha bajado de su sitio y está callado, como abstraído.
Afuera, la gente sigue enzarzada en la discusión….
Tanto que, del recinto militar salen otros soldados y con ellos el propio centurión.
Instan para que les abran, mientras otros se quedan a rechazar tanto a quien grita:
– « ¡Viva el Rey de Israel!», como a quien lo maldice.
El centurión, inquieto, da unos pasos adelante.
Arremete coléricamente contra el viejo Aquila:
– ¡Así tutelas a Roma tú?
¡Dejando aclamar a un rey extranjero en la tierra dominada?
El viejo saluda con reciedumbre y responde:
– Enseñaba respeto y obediencia.
Y hablaba de un reino que no es de esta tierra.
Por eso lo odian.
Porque es bueno y respetuoso.
No he hallado motivo para imponer silencio a quien no iba contra nuestra ley.
El centurión se calma,
y barbota:
– Entonces es una nueva sedición de esta fétida gentuza…
Bien.
Dadle a este hombre la orden de marcharse inmediatamente.
Cumplid esto y, en cuanto esté libre el trayecto, escoltadlo hasta fuera de la ciudad.
Que vaya a donde quiera.
A los infiernos, si quiere.
Pero que se vaya de mi jurisdicción. ¿Entendido?
El centurión saluda y responde:
– Sí.
Lo haremos.
El centurión da media vuelta;
con grandes resplandores de coraza y ondeos de manto purpurino.
Y se marcha sin siquiera mirar a Jesús.
Los tres hermanos dicen a Jesús:
– Lamentamos…
Jesús replica con mansedumbre:
– No tenéis la culpa vosotros.
No os ocasionará ningún mal,
Yo os lo digo…
Los tres cambian de color…
Felipe dice:
– ¿Cómo es que sabes que tenemos este temor?
Jesús sonríe dulcemente, es como un rayo de sol en su rostro triste…
– Conozco lo que hay en los corazones y en el futuro.
Los soldados se han puesto al sol, a esperar.
Y no pierden ojo, más o menos solapadamente, mientras hacen comentarios…
Escipión y los soldados,
comentan:
– ¿Podrán querernos a nosotros, si odian incluso a ése, que no los subyuga?
– Y que hace milagros, debes decir…
– ¡Por Hércules!
– ¿Quién de nosotros ha sido el que ha venido avisar,
de que estaba el sospechoso y había que vigilarlo?
– ¡Ha sido Cayo! H
– ¡El cumplidor!
– Ya hemos perdido el rancho y perder el beso de una muchacha!…
– ¡Ah, sí!
– ¡Epicúreo!
– ¿Dónde está la bella?
– ¡Está claro que a ti no te lo digo, amigo!
– Detrás del alfarero, en los Cimientos.
– Lo sé, unas noches…
El triario, como paseando, va hacia Jesús.
Se mueve alrededor de Él, mirándolo insistentemente.
No sabe qué decir…
Jesús le sonríe para infundirle ánimo.
El hombre no sabe qué hacer…
Pero se acerca más.
Jesús, señalando las cicatrices,
dice:
– ¿Son todas heridas?
Se ve que eres un hombre valeroso y fiel…
El viejo soldado se pone como la púrpura por el elogio.
– Has sufrido mucho por amor a tu patria y a tu emperador…
¿No querrías sufrir algo, por una patria más grande: el Cielo?;
¿Por un eterno emperador: Dios?
El soldado mueve la cabeza,
y dice:
– Soy un pobre pagano.
De todas formas, quién sabe si no llegaré también yo a la hora undécima.
Pero, ¿Quién me instruye? ¡Ya ves!…
Te echan.
¡Éstas heridas sí que hacen daño, no las mías!…
Al menos yo se las he devuelto a los enemigos.
Pero Tú, a quién te hiere, ¿Qué le das?
– Perdón, soldado.
Perdón y amor.
– Tengo razón yo.
La sospecha sobre Ti es estúpida.
Adiós, galileo.
Jesús se queda solo, hasta que vuelven los tres hermanos y los discípulos, con comida.
Los hermanos ofrecen a los soldados; los discípulos, a Jesús.
Éstos comen, inapetentes, al sol;
mientras los soldados comen y beben alegremente.
Luego un soldado sale a dar una ojeada a la plaza silenciosa.
Y grita:
– Podemos ponernos en marcha.
Se han ido todos. Sólo están las patrullas.
Jesús se pone en pie dócilmente.
Bendice y conforta a los tres hermanos.
Y les da una cita para la Pascua en el Getsemaní.
Luego sale, encuadrado entre los soldados.
Le siguen sus discípulos, apesadumbrados.
Y recorren las calles vacías, hasta la campiña.
El Triario lo saluda:
– Salve, galileo
Jesús responde:
– Adiós, Aquila.
Te ruego que no hagáis ningún mal a Daniel, Elías y Felipe.
Sólo Yo soy el culpable.
Díselo al centurión.
– No digo nada.
A estas horas ya ni se acuerda de esto.
Y los tres hermanos nos proveen bien;
especialmente de ese vino de Chipre que el centurión prefiere a la propia vida.
Quédate tranquilo.
Adiós.
Los soldados franquean, de regreso, las puertas.
Mientras Jesús y los suyos se encaminan por la campiña silenciosa, en dirección este.
Nota importante:
Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,
para no perder la vista.
Y a un corderito, de nuestro grupo de oración, un padre de familia joven,
que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.
¡Que Dios N.S. les pague vuestra caridad….!
Y quién de vosotros quiera ayudarnos,
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341 LA FURIA DE POSEIDÓN
341 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
El Mediterráneo es una planicie borrascosa de aguas verde-azules que se embisten entre sí
formando altísimas olas con una hermosa cresta de espuma.
Hoy no hay niebla de calina, no.
Pero el agua marina, pulverizada por los continuos embates de unas olas contra otras,
se transforma en líquidas partículas saladas que abrasan, que traspasan incluso los vestidos,
enrojeciendo los ojos, quemando las gargantas, formando una opaca niebla sutil;
que se esparce como un velo de polvos de tocador salinos, por todas partes;
tanto en el aire, como encima de las cosas,
que parecen asperjadas con una harina brillante:
Y son los diminutos cristales salinos.
Esto no sucede en los lugares a donde llegan los embates de las olas
o sus vigorosas mojaduras,
que lavan el puente de un lado al otro y se precipitan hacia dentro,
saltando por encima de una parte de la obra muerta,
para volver a caer al mar, con estrépito de cascada, por los vanos de la parte opuesta.
Y la nave se alza y se hunde…
Como pajuela a merced del océano, reducida a una nada respecto a éste,
Que cruje y se queja desde las sentinas, hasta lo más alto de los mástiles…
El mar es realmente el amo y la nave su juguete…
El navío sube y baja, balanceándose a merced del oleaje marítimo;
desde su base en el fondo hasta la punta de sus mástiles,
cruje la madera golpeada por este mar embravecido.
A excepción de los que tienen que gobernar la nave, no hay nadie en el puente de mando.
Las escotillas atrancadas no permiten ver lo que pasa bajo la cubierta.
Pero indudablemente la mayoría de los navegantes están rezando a sus dioses favoritos,
para escapar de la cólera de la Naturaleza desatada con todo su furor.
El rugido del viento y los golpes de las olas,
de un mar que se manifiesta poderoso e implacable…
Ya no hay neblina, ni obscuridad.
Las poderosas olas se levantan y se estrellan sobre el puente de la nave,
pasando de un lugar al otro;
rompiéndose en una cascada, que moja todo lo que toca.
Aparte de los que están maniobrando, no hay ya nadie en el puente.
Ni ninguna mercancía.
Sólo los botes de salvamento.
Los hombres de la tripulación (el primero de todos el cretense Nicómedes),completamente desnudos, bamboleándose como se bambolea la nave,
corren de un lado para el otro;
para protegerse o para hacer maniobras, que son extremadamente difíciles;
porque el puente está continuamente inundado y resbaladizo.
Las escotillas atrancadas, no permiten ver lo que sucede bajo cubierta.
Pero, ciertamente ahí dentro, tampoco están muy tranquilos…
Y como prueba de esto…
Pedro saca la cabeza enmarañada por el viento que lo golpea sin piedad,
mirando con atención, evaluándolo todo…
Y vuelve a cerrar, justo antes de que un torrente de agua se le eche encima.
por la escotilla entreabierta.
Pero luego, en un momento de ausencia de ola, vuelve a abrir y sale afuera.
Cierra rápido y logra saltar antes de que la siguiente ola lo atrape.
Se agarra de donde puede y contempla este mar, que es literalmente un fragoroso infierno…
donde ruge el viento, el agua y la madera golpeada por las olas.
Se agarra a los soportes y observa ese infierno desatado en que se ha convertido el mar;
Por todo comentario, se limita a silbar.
Y masculla algunas palabras.
Llega otra ola gigantesca…
Con una tremenda fragorosa avalancha…
Precipitándose poderosa, sobre la envergadura…
rompiendo un trozo de mástil…
Y al caer, arrastrado ahora por un aluvión de agua que irrumpe en el puente,
junto con un tremendo torbellino de viento, abatiendo un trozo del casco.
Los que están debajo deben tener la sensación de estar naufragando..
Pedro sigue avanzando sobre cubierta, con mucha dificultad…
Nicómedes está desnudo en la cubierta, girando órdenes a diestra y siniestra.
Y cuando lo ve, le grita:
– ¡Fuera! ¡Fuera!
¡Largo de aquí!
¡Largo! Cierra esa portezuela.
Si la nave se llena de agua nos iremos a pique, hasta el fondo.
Agradece que todavía no ha echado la carga al mar…
No puede seguir, porque otra ola barre el puente, cubriendo a los que están en él.
– ¿Lo ves?
Grita a Pedro, que chorrea agua por todas partes
Y agrega:
¡Jamás había visto una tempestad igual!
¡Lárgate de aquí! ¡Te lo ordeno!
No quiero hombres de tierra sobre la cubierta, en este terrible momento..
Éste no es sitio para jardineros, y…
¡Ya es mucho si no me veo obligado a deshacerme de la carga!…
¡Jamás he visto una tempestad como ésta!
¡Vete, te digo!
No quiero hombres de tierra estorbándome.
Y no sigue con su invectiva….
Porque una ola se estrella sobre el puente y cubre todo…
Amenazando con arrastrarlos también a ellos hacia el océano embravecido..
Es el segundo día de navegación, en una mañana terriblemente comprometida;
dado que el sol, que aparece y desaparece tras nimbos muy densos,
viene todavía de oriente.
Pues la nave, a pesar del zarandeo a que se ve sometida, avanza muy poco.
Y el mar parece ponerse cada vez más violento.
Nicómedes está amarrado con una cuerda en su cintura,
y grita:
– ¿Lo has visto?
Pedro bañado como una sopa, sin mostrar ninguna emoción,
contesta:
– Lo estoy viendo.
Pero esto no me altera.
No sólo sé vigilar jardines.
He nacido en el agua. De lago, es verdad…
¡Pero también en el lago hay tempestades!…
Antes de… cultivador fui pescador y conozco…
Pedro está tranquilísimo y sabe acompañar las oscilaciones a la perfección,
con sus piernas separadas y musculosas.
El cretense lo observa mientras se mueve para acercarse a él.
Y le pregunta:
– ¿No tienes miedo?
– ¡En absoluto!
¡Ni en sueños!
– ¿Y los demás?
– Tres de ellos son pescadores, cómo yo.
Mejor dicho, lo fueron.
Los demás a excepción del enfermo son fuertes.
– ¿También la mujer?…
Nicómedes se interrumpe bruscamente, tras un momento de aparente quietud,
grita a Pedro:
¡Pon atención!
¡Agárrate!
Una ola gigantesca se ha estrellado sobre el puente.
Pedro espera a que pase,
y dice:
– ¡Qué bien me hubiera sabido esta bañada en los días calurosos!
¡Paciencia!…
¿Decías algo sobre la mujer? Ruega…
Y no estaría mal que también lo hicieras tú….
¿Dónde nos encontramos?
¿En el canal de Chipre?…
– ¡Ojalá fuera así!
Me acercaría a la isla y esperaría a que se calmaran los elementos.
Apenas estamos a la altura de la colonia Julia o Berito, si lo prefieres.
Ahora viene lo peor…
Aquellas son las montañas del Líbano.
Pedro hace ritmo con sus piernas cortas y musculosas, siguiendo el movimiento del navío.
Y señalando hacia un punto determinado,
pregunta:
– ¿No podríamos anclar en aquella población que se ve a lo lejos?
– El puerto no es bueno, tiene bajíos y escollos.
No se puede.
¡Cuidado!…
Llega otro torrente con un tronco de árbol,
que hiere a un hombre de los que hacen maniobras…
Y no lo arrastra la marejada porque es detenido por un obstáculo…
Sigue otra ola gigantesca…
Otro torbellino y otro pedazo de mástil que se va;
golpeando otra vez al hombre que, si no es arrastrado por las aguas,
es sólo porque la ola lo deja atascado,
contra el mismo obstáculo, que lo ha librado milagrosamente..
El cretense grita:
– ¡Lo estás viendo!
¡Es muy peligroso estar aquí!
¡Vete abajo!
¡Lo estás viendo!
– Lo veo.
Pero ese hombre…
– Si no está muerto, volverá en sí.
Yo no puedo hacer nada.
No puedo atenderlo. Lo ves…
Estoy tratando de gobernar la nave, hasta que salgamos de esto…
No cabe duda que el cretense está al tanto de todo…
– Déjamelo a mí.
Le atenderá la mujer…
– ¡Haz lo que quieras!
¡Pero ya lárgate a tu camarote y cierra bien!
Pedro se arrastra hasta el lugar en donde está el marino herido.
Y tira de él por un pie, lo acerca a sí.
Lo ve… Silba…
Masculla:
– Tiene la cabeza abierta como una granada madura.
Aquí haría falta el Señor…
¡Si estuviera Él!
¡Señor Jesús!
Maestro mío, ¿Por qué nos has dejado?
Un gran dolor estremece su voz…
Se carga al moribundo sobre la espalda y la túnica se le mancha de sangre.
Y se dirige hacia la portezuela del camarote…
El cretense le grita:
– ¡Es inútil todo!
¡Míralo bien!
Pedro, con su carga encima, no le hace caso.
Y agarrándose fuertemente ante el embate de otra ola…
Vuelve a la escotilla.
El cretense le grita:
– Es un esfuerzo inútil.
No hay nada que hacer.
¿No lo ves?
Pero Pedro, yendo cargado, le hace un gesto como diciendo: «no importa»
Y se arrima contra un palo para resistir una nueva ola.
Pedro dice para sí mismo:
– Eso lo veremos.
Y abriendo la escotilla,
grita:
– ¡Santiago! ¡Juan!
¡Venid aquí!
Los dos apóstoles acuden rápido..
Pedro cierra tras de sí la portezuela.
Y con ayuda de los apóstoles transportan al hombre herido;
hasta una mesa cercana, donde lo depositan.
A la pálida luz de las lámparas que se bambolean,
los apóstoles preguntan:
– ¿Estás herido?
Pedro objeta:
– Yo no.
La sangre es de éste. Rogad para que…
Y llamando a la griega,
añade:
¡Síntica! Ven, mira aquí un momento.
Una vez me dijiste que sabías curar heridos.
Mira esta cabeza…
Ven aquí y ayúdame a curarlo.
Tiene la cabeza abierta…
Síntica deja de sostener a Juan de Endor que está bastante mal y sufre mucho.
Y se acerca hasta la mesa en donde han puesto al herido.
La joven griega lo mira…
Y exclama:
– ¡La herida es muy profunda!
Es igual a la que vi en dos esclavos.
Uno al que había golpeado el amo.
Y otro, al que lo había golpeado una enorme roca en Craparola.
Es necesaria mucha agua para lavar la herida y detener la sangre…
Pedro dice:
– ¡Si solamente quieres agua!…
¡Hay incluso demasiada!
Ven, Santiago, con la artesa y ayúdame.
Entre los dos lo haremos pronto…
Van y vuelven, chorreando.
Y Síntica, con paños empapados en agua, lava y aplica compresas en la nuca…
Y aparece el daño infligido en el cráneo, en toda su horrorosa realidad…
Desde la sien hasta la nuca, el hueso está al descubierto.
No obstante, el hombre abre de nuevo los ojos, vagarosos y sin expresión.
Y se le oye roncar, está estertoroso.
Se apodera de él el miedo instintivo de morir.
Balbucea aterrado unas palabras en griego…
Síntica le habla en su mismo idioma, tratando de consolarlo, con su tono más maternal,
diciéndole:
– ¡Bueno! ¡Bueno!
¡Te vas a curar! ¡Tranquilízate!
El hombre está semiinconsciente y la mira sorprendido.
Y al escuchar su lengua materna, un atisbo de sonrisa se dibuja en sus labios.
Busca la mano de Síntica y se aferra a ella.
En los umbrales de la muerte y con los embates del sufrimiento,
instintivamente el hombre es un niño, que busca la caricia maternal de la mujer,
que le ha hablado con ternura…
Cuando Síntica ve que la hemorragia se detiene,
dice con fe:
– Voy a ungirlo con el ungüento de María.
no se sabe si por el mar, el bamboleo del barco, por la sangre o por las tres cosas,
trata de objetar:
– Pero eso es para los dolores reumáticos de Juan…
Síntica explica:
– ¡Oh, lo hizo María con sus manos!
Se lo aplicaré rogando a Jesús…
Rogad también vosotros.
El Padre Celestial nos escuchará… Y
no le puede hacer ningún mal.
El aceite es medicina…
Mateo encoge los hombros y Síntica va hacia la alforja de Pedro.
Saca un recipiente que parece de bronce.
Lo abre y toma un poco de ungüento.
Lo calienta entre sus manos y lo vierte sobre un trozo de lino doblado,
que pone sobre la cabeza del herido, con un vendaje apretado.
Y lo recuesta sobre su manto doblado como si fuera una almohada.
Luego se sienta junto a él, orando mientras el herido parece adormecerse.
Arriba se sigue abatiendo la furia de los elementos sobre la nave;
que se hunde y se empina sin tregua.
Pasado un rato, se abre el portillo y entra presuroso un marinero.
Pedro pregunta:
– ¿Qué pasa?
– Que estamos en peligro.
Vengo por los inciensos y las oblaciones para hacer un sacrificio…
– ¡Déjate de esas cosas!
– ¡Nicomedes quiere sacrificar a Venus!
Estamos en su mar…
– Que está desenfrenado, como ella. – barbota en voz baja Pedro,
Luego agrega con voz más fuerte:
– «Venid vosotros.
Vamos al puente.
Quizás tengamos que intervenir…
Y mirando a Síntica,
le pregunta:
– ¿Tienes miedo de quedarte con el herido y con estos dos?
Los dos, son Mateo y Juan de Endor que están hechos unos guiñapos
y absolutamente mareados…
Y Síntica responde:
– ¡No!
No. Id si os parece…
Nota importante:
Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,
para no perder la vista.
Y a un corderito, de nuestro grupo de oración, un padre de familia joven,
que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.
¡Que Dios N.S. les pague vuestra caridad….!
Y quién de vosotros quiera ayudarnos,
aportando una donación económica; para este propósito,
podrán hacerlo a través de éste link
273 EL LASTRE DE LA RIQUEZA
273 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Es en la casa de Cafarnaúm, a la sombra de los árboles en el huerto umbrío,
temprano por la matutina.
Los apóstoles se fueron a predicar.
Jesús cura a unos enfermos, acompañado de Mannaém.
Que ya no lleva ni el precioso cinturón ni la lámina de oro en la frente:
sujeta su túnica un cordón de lana; una cinta de tela, como la prenda que cubre su cabeza.
Jesús tiene descubierta la cabeza, como siempre cuando está en casa.
Una vez que ha terminado de curar y de consolar a los enfermos,
sube con Manahén a la habitación alta.
Aunque parece que la canícula ha terminado, el sol todavía calienta implacable…
Se dirigen hacia la parte mas sombreada y fresca.
Y se sientan los dos en la pequeña terraza de la ventana que mira al mont
Mannaém dice:
– Dentro de poco empezará la vendimia.
Jesús le contesta:
– Sí.
Luego vendrá la Fiesta de los Tabernáculos…
Y el invierno estará a las puertas.
¿Cuándo piensas partir?
– ¡Mmm!…
De mi parte no me iría nunca…
Pero pienso en el Bautista.
Herodes es una persona débil.
Si se le sabe influir
Se le puede sugestionar para que haga el bien y si no se hace bueno;
por lo menos que no sea sanguinario.
Desgraciadamente son pocos los que le aconsejan bien.
¡Y esa mujer!… ¡Esa mujer!…
Yo quisiera estar aquí hasta que regresen tus apóstoles.
Aunque mi ascendencia ha disminuido, desde que saben que sigo los senderos del Bien.
Pero no me importa.
Quisiera tener la verdadera valentía, de saber abandonar todo para seguirte completamente,
como aquellos discípulos que estás esperando.
¿Lo lograré alguna vez?
Nosotros que no pertenecemos a la plebe, somos más obstinados para seguirte.
¿Por qué será?
– Porque los tentáculos de las míseras riquezas os retienen.
– Conozco a algunos que no son tan ricos, pero sí son doctos o están en camino de serlo.
– También están retenidos por los tentáculos de las míseras riquezas.
No se es rico sólo de dinero.
Existe también la riqueza del saber.
Pocos llegan a la confesión de Salomón: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”,
considerada de nuevo y ampliada -no tanto materialmente cuanto en profundidad-
en Qohélet.
¿Lo recuerdas?
La ciencia humana es vanidad, porque aumentar sólo el humano saber
“es afán y aflicción de espíritu.
Y quien multiplica la ciencia multiplica los afanes”.
En verdad te digo que es así.
Como también digo que no sería así, si la ciencia humana estuviera sostenida y refrenada
por la sabiduría sobrenatural y el santo amor a Dios.
El placer es vanidad, porque no dura;
arde y rápido se desvanece dejando tras sí ceniza y vacío.
Los bienes acumulados con distintas habilidades son vanidad, para el hombre que muere,
porque con los bienes no puede evitar la muerte, y los deja a otros.
La mujer, contemplada como hembra y como tal apetecida, es vanidad.
De lo cual se concluye que lo único que no es vanidad es el santo temor de Dios
y la obediencia a sus Mandamientos.
O sea, la sabiduría del hombre, que no es sólo carne,
sino que posee la segunda naturaleza: la espiritual.
Solo el que logra ver la vanidad de todo lo mundano,
logra liberarse de cualquier tentáculo de pobres posesiones
e ir libre al encuentro del Sol.
– ¡Quiero recordar estas palabras!
¡Cuánto me has dado en estos días
Ahora puedo ir entre la inmundicia de la corte, que les parece brillante solo a los necios.
Que parece poderosa y libre y es solo miseria, cárcel y oscuridad.
Me llevaré un tesoro que me permitirá vivir allí mejor, a la espera de lo superior.
Pero, ¿Llegaré alguna vez a esta meta sublime, que es pertenecerte totalmente?
– Lo lograrás.
– ¿Cuándo?
¿El año próximo?
¿Más adelante todavía?
¿O hasta que la ancianidad me haga prudente y sabio?
– Lo lograrás.
-Llegarás… alcanzando la madurez de espíritu….
Perfección de voluntad y a una decisión perfecta
En el término de unas cuantas horas.
Y al decir esto, Jesús sonríe de una manera enigmática.
Pues ha lanzado su mirada hacia el futuro y ve el heroísmo del que será capaz su discípulo.
Mannaém lo mira pensativo y escrutador…
Pero no pregunta nada más.
Después de un largo silencio que interrumpe Jesús,
al preguntar:
– ¿Has estado alguna vez con Lázaro de Bethania?
– No, Maestro.
Nos hemos encontrado algunas veces.
Puedo decir que no;
que si hubo algún encuentro, no puede llamarse amistad.
Ya sabes.
Yo con Herodes, Herodes contra él…
Por tanto…
– Ahora Lázaro te mirará más allá de estas cosas.
Te mirará en Dios…
Procura tratarlo como condiscípulo.
– Lo haré si Tú así lo quieres…
Se oyen voces llenas de alarma en el huerto, que buscan al Maestro.
Preguntan con angustia:
– ¡El Maestro!
– ¡El Maestro!
– ¿Está aquí?
Responde la voz cantarina de la dueña de la casa:
– Está en la habitación de arriba.
¿Quiénes sois?
¿Estáis enfermos?
— No. –
Somos discípulos de Juan.
– Y queremos ver a Jesús de Nazaret.
Jesús se asoma por la ventana,
y dice:
— Paz a vosotros…
Ellos levantan la cabeza y los reconoce,
invitándoles:
– ¡Oh!
¿Sois vosotros?
¡Venid! ¡Venid!
Sus pasos apresurados suben por la escalera.
Son los tres pastores: Juan, Matías y Simeón.
Jesús deja la habitación y va a su encuentro a la terraza.
Manahén lo sigue.
Se encuentran justamente en el punto en que la escalera termina en la soleada terraza.
Los tres se arrodillan y besan el suelo.
Mientras Jesús los saluda.
– La paz sea con vosotros…
Levantan la cabeza y muestran un rostro lleno de dolor.
Ni siquiera viendo a Jesús se sosiegan.
Su grito ahogado por el llanto:
– ¡Oh, Maestro!
Juan habla en nombre de los demás:
– Y ahora recógenos, Señor.
Y las lágrimas se deslizan por la cara del discípulo y de sus compañeros.
Jesús y Mannaém dan un solo grito:
– ¿¡Juan!?
– ¡Lo mataron…!
La noticia cae como un rayo que paraliza hasta el aire, en un silencio horrorizado.
Cuyo enorme fragor cubre todos los ruidos del mundo,
a pesar de que haya sido pronunciada en voz muy baja.
Petrifica a quien la dice y a quien la oye.
Y se produce un rato de silencio tan profundo…
Que parece extenderse en su profunda inmovilidad también en los animales,
las frondas y el aire,
Porque es como si la Tierra entera, para recoger esta palabra y sentir todo su horror,
suspendiera todo ruido propio.
Queda suspendido el zureo de las palomas, truncada la flauta de un mirlo,
enmudecido el coro de los pajarillos.
Y como si de golpe se le hubiera roto el artilugio, una cigarra detiene su chirrido al improviso,
mientras se detiene el viento que, haciendo frufrú de seda y crujido de palos,
acariciaba las pámpanas y las hojas.
Jesús palidece.
Sus ojos se agrandan.
Vidrian por el llanto que se asoma.
Abre los brazos.
Su voz es más profunda, por el esfuerzo que hace para que sea firme y tranquila.
Y dice:
– Paz al Mártir de la Justicia y a mi Precursor.
Cierra los ojos y los brazos sobre su pecho.
Su espíritu ora.
Entrando en contacto con el Espíritu de Dios y el de Juan Bautista.
Mannaém no dice nada, no hace ningún gesto, ni se atreve ni a moverse.
Al revés de Jesús, se pone colorado y la ira lo invade.
Se pone rígido y paralizado.
Toda su turbación se manifiesta en el movimiento mecánico de la mano derecha,
que sacude el cordón de la túnica y de la izquierda, que instintivamente busca el puñal
Pero no lo encuentra, porque se le olvidó que está desarmado.
Pues para poder ser discípulo del manso, es requisito para estar cerca del Mesías.
Y mueve la cabeza compadeciéndose de su fragilidad
y de sentirse tan impotente.
Jesús recupera la Majestad Divina que le es habitual.
Y tan solo le queda una profunda tristeza, dulcificada con paz.
Con voz serena dice:
– Venid.
Me lo contaréis.
De hoy en adelante me pertenecéis.
EVANGELIO DE SAN MARCOS
Capítulo 6
Muerte de Juan el Bautista
14. Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas.»
15. Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas.»
16. Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado.»
17. Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado.
18. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.»
19. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía,
20. pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.
21. Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea.
22. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.»
23. Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.»

18. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.» 19. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, Marcos 6
24. Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.»
25. Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
26. El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales.
27. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel
28. y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.
29. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.
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198 PREDICACIÓN CON ESTILO PROPIO
198 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Los apóstoles, obedientes a las órdenes recibidas; van llegando uno tras otro; en la puerta de la ciudad.
Jesús todavía no está.
Pero pronto aparece por una calle que sigue el trazado de la muralla.
Mateo dice al verlo:
– Debe haberle ido bien al Maestro…
¡Mirad cómo sonríe!
Van a su encuentro y todos se van juntos.
Salen por la puerta y toman la vía principal.
A ambos lados hay huertas del suburbio.
Jesús les pregunta:
– ¿Entonces?…
¿Cómo os ha ido? ¿Qué habéis hecho?
Bartolomé dice:
– Muy mal…
Judas de Keriot:
– Es que por poco nos apedrean.
Tuvimos que escapar.
Vámonos de esta ciudad de bárbaros.
Volvamos a donde nos estiman. Yo aquí ya no hablo más.
Judas está enojado:
– De hecho no quería ir.
Yo no quería hablar…
Pero luego me dejé convencer y Tú no me entretuviste.
Y Tú lo sabes todo…
Jesús lo mira sorprendido,
y pregunta:
– Pero, ¿Qué te pasó?
– Me fui con Mateo, Santiago y Andrés.
Hemos ido a la plaza de los Juicios, porque allí hay gente fina, que tiene tiempo que perder escuchando a una persona que hable.
Decidimos dejar que Mateo hablase, porque era el más idóneo para dirigirse a los publicanos y a sus clientes.
Entonces él empezó dirigiéndose a dos que estaban discutiendo por un campo, en una cuestión poco clara y muy embrollada, de una herencia.
Mateo les dijo:
“No odiéis por causa de cosas perecederas y que no podéis llevaros a la otra vida.
Amaos, para poder gozar de los bienes eternos que se obtienen, tan solo con sujetar las malas pasiones.
Y de este modo ser vencedores y poseedores del bien”
Así dijiste, ¿No es verdad?
Y continuó mientras otros se acercaron a oírlo:
“Abrid vuestros oídos a la Verdad, que enseña estas cosas al mundo, para que el mundo tenga paz.
Ya veis que se sufre por esto, por este excesivo interés por las cosas perecederas.
Mas la tierra no es todo, está también el Cielo.
Y en el Cielo está Dios; de la misma forma que ahora en la tierra, está el Mesías de Dios.
Que nos envía para anunciaros que ha llegado el tiempo de la Misericordia.
Y que ningún pecador puede decir: “No seré escuchado”.
Pues si uno tiene verdadero arrepentimiento; recibe el perdón, es escuchado y amado.
Y se le ofrece el Reino de Dios”.
A todo esto, ya había una gran muchedumbre reunida.
Había quien escuchaba con respeto y había quien interrumpía y molestaba a Mateo con preguntas.
Yo ya de hecho no respondo nunca, para no estropear el discurso.
Hablo y respondo en particular al final.
Que mantengan en la memoria lo que quieran decir y que guarden silencio.
¡Pero Mateo quería responder inmediatamente!…
Nos preguntaban también a nosotros.
Y estaban los fastidiosos que se burlaban con risitas sarcásticas y sonrisas maliciosas.
Pues decían:
– ¡Claro que viene de la guarida de Israel.
– Los judíos son una grama que se extiende a todas partes.
– ¡He aquí sus eternas fábulas!
– Ellos tienen como cómplice a Dios.
– ¡Oídlos!
– Está en el filo de la espada y en el veneno de su lengua.
– ¡Oíd! ¡Oíd!
– Ahora sacan a relucir a su Mesías.
– Otro frenético que nos atormentará como en siglos anteriores.
– ¡Que mueran Él y su raza!”
– ¡Ahí tenemos otra vez sus eternas patrañas!
– Dios es su protector.
– ¡Mira, mira, ahora sacan a colación a su Mesías!
– Algún otro exaltado que como de costumbre, nos va a atormentar.
– ¡Maldición a Él y a su raza!”.
Entonces perdí la paciencia e hice a un lado a Mateo; que continuaba hablándoles sonriente, como si nada;
Como si estuvieran brindándole honores.
Y empecé a hablar yo, tomando a Jeremías como base de mi discurso:
“He aquí que suben las aguas del Septentrión y se convertirán en un enorme caudal que inunda…
Hará estrépito como torrentes de agua. Y por su parte habrá armas y habrá soldados de la tierra y honderos celestiales.
Todo bajo las órdenes de los jefes del pueblo de Dios; para castigar vuestra terquedad.
En movimiento todos ellos por orden de los Jefes del Pueblo de Dios, los que se abatirán sobre vosotros como castigo de vuestra obstinación;
A su fragor perderéis toda fuerza. Caerán orgullosos corazones, brazos, cariños, ¡Todo!
¡Seréis exterminados, residuos de la isla del pecado!
¡Puerta del Infierno!
A su estruendo, el castigo de Dios caerá sobre vosotros, raza perversa.
¿Os habéis hecho orgullosos porque Herodes os ha reconstruido la ciudad?
Pero, ¡Seréis arrasados hasta que os hagáis calvos sin esperanza!
Seréis castigados en vuestras ciudades y poblados; en los valles y en las llanuras.
La profecía no ha muerto todavía…
Y ya no pude continuar… porque nos arrojaron.
Y ya no pude continuar…
Porque se nos hecharon encima y nos arrojaron.
Y solo por una caravana que iba pasando providencialmente por una calle, pudimos salvarnos.
Porque las piedras comenzaron a volar y dieron contra camellos y camelleros.
Se trabó una riña y pudimos huir.
Luego nos quedamos quietos en un patio de los suburbios, fuera de la ciudad.
¡Ah! Pero no vuelvo más por aquí…
Nathanael exclama:
– ¡Oye!…
Pero perdona… los ofendiste.
¡Ahora comprendo porqué llegaron a tan hostiles medios, para arrojarnos!
Se vuelve hacia Jesús,
y agrega:
– Escucha, Maestro.
Nosotros, Pedro, Felipe y yo, fuimos en dirección de la torre que da al mar.
Allí había marineros y dueños de naves que cargaban sus mercancías para Chipre, Grecia y hasta lugares más lejanos todavía.
Imprecaban contra el sol, el polvo, el cansancio, el trabajo…
Y proferían maldiciones contra su condición de filisteos.
Esclavos – decían – de los tiranos, pudiendo ser reyes.
Blasfemaban contra los profetas y el Templo.
Y contra todos nosotros.
Yo quería alejarme de allí, pero Simón no quiso.
Pedro dijo:
– “¡No’ ¡Todo lo contrario!
¡Son precisamente a estos pecadores a los que debemos acercarnos!
Y así tenemos que hacerlo nosotros”.
Felipe y yo dijimos:
– Habla tú, entonces”
– “¿Y si no sé hacerlo?” –contestó Simón Pedro.
– “Pues te ayudamos nosotros”
Entonces Simón se acercó sonriente hacia dos hombres que sudorosos…
Estaban sentados encima de una voluminosa paca que no lograban izar para cargarla en el barco.
y dijo:
– Está pesado, ¿No es verdad?…
Uno de ellos contestó:
– Más que pesado, es que estamos cansados.
Debemos terminar pronto la carga, porque el patrón lo ha ordenado.
Quiere zarpar en la hora de la bonanza; porque por la tarde el mar estará bravo.
Y para esa hora tenemos que haber pasado ya los escollos para no correr peligro”.
– ¿Escollos en el mar?
– Sí. Allí donde el agua está bullendo.
Son lugares peligrosos.
Los arrecifes…
– Corrientes… ¿No?
¡Entiendo! El viento del sur da vuelta por la punta y se encuentra con la corriente…
– ¿Eres marinero?
– Pescador de agua dulce.
Pero el agua siempre es agua y el viento, viento.
Es un trabajo hermoso, pero duro.
Yo también más de una vez he tragado agua y la carga se me ha ido al fondo varias veces.
Este oficio nuestro por una parte tiene sus atractivos, pero por otra es fastidioso. De todas formas en todo hay una parte agradable y otra desagradable…
Buena y mala; en ningún sitio todos son malos, como ninguna raza es toda cruel.
En todas las cosas hay siempre su lado bello y su lado feo.
Ningún lugar está hecho solo de malos… ni ninguna raza es toda cruel.
Con un poco de buena voluntad, se pone uno siempre de acuerdo y se encuentra que por todas partes, hay gente buena.
¡Ea! Os quiero ayudar.
Y Simón llamó a Felipe diciendo:
¡Se necesitan fuerzas! Coge tú de allí y yo de acá.
Y esta buena gente nos lleva allá a su nave, a las bodegas.
Los filisteos no querían… pero después consintieron.
Una vez en su sitio el fardo y otros que estaban en el puente…
Puesta en su lugar la carga; Simón se puso a alabar la nave, como solo él sabe hacerlo.
A la ciudad hermosa, vista desde el mar.
Y se interesó por la navegación marina y las ciudades de otras naciones.
Así que todos alrededor, empezaron a darle las gracias y a celebrarlo…
Por fin, uno pregunta:
“Pero, ¿Tú de dónde eres?, ¿Del país del Nilo?”.
“No, del mar de Galilea; pero como veis, no soy ningún tigre”.
– Es verdad. ¿Buscas trabajo?
– Sí.
El patrón dice:
– Yo te contrato, si quieres.
Veo que eres un marinero capaz.
– Yo al revés.
Te contrato a ti.
– ¿A mí?…
Pero, ¿No has dicho que andas en busca de trabajo?
– Es verdad.
Mi trabajo es llevar hombres al Mesías de Dios.
Tú eres un hombre fuerte y por lo tanto, un trabajo mío.
– Pero… ¡Yo soy filisteo!
– ¿Y qué?
¿Eso qué significa?
– Quiere decir que nos odiáis.
Nos perseguís desde tiempos remotos…
Lo han gritado siempre vuestros jefes…
– Los Profetas… ¿No es así?
Pero ahora los profetas son voces que no gritan más.
Ahora existe sólo el Único, Grande y Santo Jesús.
Él no grita… Sino que llama con voces de Amigo…
No trae desgracias, las elimina.
No odia y no quiere que se odie.
Antes al contrario, ama a todos y quiere que amemos, incluso a nuestros enemigos.
En su Reino no habrá vencidos y vencedores, libres y esclavos, amigos y enemigos.
No, no habrá estas distinciones que dañan, que provienen de la maldad humana.
Sólo habrá seguidores suyos.
Es decir, personas que viven en el amor, en la libertad; vencedores del peso y del dolor.
Os ruego que prestéis fe a mis palabras y que tengáis deseos del Mesías.
Las profecías están escritas sí; pero El es mayor que los Profetas.
Y para el que lo ama quedan anuladas las profecías.
¿Veis esta bonita ciudad vuestra?
Pues si llegaseis a amar al Señor nuestro, a Jesús, el Cristo de Dios…
Aún más hermosa la volveríais a ver en el Cielo”
Y así estuvo hablando Simón; bonachón e inspirado al mismo tiempo.
Todos le escuchaban con atención y respeto.
Sí, ¡Con respeto!…
Ya casi terminaba, cuando de una calle, salió un grupo de personas armadas con bastones y piedras.
Que gritaban y vociferaban.
Y cuando nos vieron, nos reconocieron como forasteros…
Y por el vestido… ¡Ahora entiendo!
Como forasteros de tu misma raza, Judas.
Y como a tales nos tomaron….
Y nos han creído gente de tu ralea.
Si no nos hubieran protegido los del navío; no lo estuviéramos contando.
Nos subieron en una lancha y nos llevaron por el mar.
Nos bajaron en la playa, en la zona cercana de los jardines del sur.
Y de allí nos venimos junto con los que cultivan las flores, para los ricos de acá.
Pero tú Judas; echaste a perder todo…
¿Es esa, una nueva manera de decir insolencias?
Judas responde con altivez:
– Es la verdad.
Nathanael replica severamente:
– Hay que saber decirla.
Tampoco Pedro dijo mentira alguna. ¡Pero supo hablar!
Pedro dice con sencillez:
– ¡Oh, yo!…
Traté de ponerme en el lugar del Maestro, pensando: ‘Él se portaría, así… muy dulce’. Entonces yo…
Judas dice muy digno:
– Yo prefiero los modales majestuosos.
Son más propios de reyes..
Simón Zelote lo reprende:
– Tu acostumbrada idea.
Estás equivocado Judas.
Hace un año que el Maestro te está corrigiendo este modo de pensar; pero no le haces caso.
Tú también estás obstinado en el error; como los filisteos contra los que arremetes.
Judas replica altanero:
– ¿Acaso alguna vez me ha corregido por esto?
Además, cada uno tiene su modo y lo usa.
Al oír estas palabras, Simón Zelote se estremece, (parábola del diente de león)
sobresaltado mira a Jesús…
El cual no dice nada…
Pero asiente a la mirada evocadora de Simón con una leve sonrisa.
EL COMBATE ESPIRITUAL 2
Era de origen romano-bretón. Su padre Calpurnio era diácono y oficial del ejército romano; su madre era familia de San Martín de Tours; su abuelo había sido sacerdote.
Alrededor del año 403, a la edad de 16 años cayó prisionero de piratas junto con otros jóvenes, para ser vendido como esclavo a un pagano del norte de Irlanda llamado Milcho. (Que era un sacerdote druida)
Lo sirvió cuidando ovejas. Trató de huir varias veces, sin éxito.
La Divina Providencia aprovechó este tiempo de esclavitud, de rudo trabajo y sufrimiento, para espiritualizarlo.
Preparándolo para el futuro, pues en sus propias palabras dice que:
“aún no conocía al verdadero Dios”, queriendo decir que había vivido indiferente ante la religión y se preocupaba más por las cosas del mundo…
Con familiares santos, educación católica completa y una TIBIEZA espiritual escalofriante…
No hay qué olvidar que Dios permite las pruebas para nuestro bien y durante ese período, Patricio conoció perfectamente las costumbres y la cultura religiosa de las personas a las que servía…
Y del pueblo que lo rodeaba…
En ese período de esclavitud lo más importante, como él lo dice:
“oraba de continuo durante las horas del día…
Y fue así como el amor de Dios y el temor ante su grandeza, crecieron más dentro de mí, al tiempo que se afirmaba mi fe y mi espíritu se conmovía y se inquietaba,
de suerte que me sentía impulsado a hacer hasta cien oraciones en el día y por la noche otras tantas.
Con este fin, permanecía solo en los bosques y en las montañas. Y si acaso me quedaba dormido, desde antes de que despuntara el alba me despertaba para orar.
En tiempos de neviscas y de heladas, de niebla y de lluvias.
Por entonces estaba contento, porque lejos de sentir en mi la tibieza que ahora suele embargarme, el espíritu hervía en mi interior”.
Después de seis años en tierra de Irlanda y de haber rezado mucho a Dios para que le iluminara sobre su futuro;
Una noche soñó que una voz le mandaba salir huyendo y llegar hasta el mar, donde un barco lo iba a recibir.
Huyendo, caminó más de 300 kilómetros para llegar a la costa.
Encontró el barco, pero el capitán se negaba rotundamente a transportarlo. Sus reiteradas peticiones para que le dejasen viajar gratis fueron siempre rechazadas.
Hasta que al fin, después de mucho orar con fervor, el capitán accedió a llevarlo hasta Francia.
La travesía fue aventurada y peligrosa. Después de tres días de tormenta en el mar, tocaron tierra en un lugar deshabitado de la costa.
Caminaron un mes sin encontrar a nadie y hasta las provisiones se agotaron.
Patricio narra esa aventura diciendo:
“llegó el día en que el capitán de la nave, angustiado por nuestra situación, me instaba a pedir el auxilio del cielo.
Y me decía: ‘¿Cómo es que nos sucede esto, cristiano? Dijiste que tu Dios era grande y todopoderoso.
¿Por qué entonces no le diriges una plegaria por nosotros, que estamos amenazados de morir por hambre? Tal vez no volvamos a ver a un ser humano…’
A aquellas súplicas yo respondí francamente:
‘Poned toda vuestra confianza y volved vuestros corazones al Señor mi Dios, para quien nada es imposible, a fin de que en este día os envíe vuestro alimento en abundancia
y también para los siguientes del viaje, hasta que estéis satisfechos puesto que Él tiene de sobra en todas partes’.
Fue entonces cuando vimos cruzar por el camino una piara de cerdos. Mis compañeros los persiguieron y mataron a muchos. Ahí nos quedamos dos noches.
Y cuando todos estuvieron bien satisfechos y hasta los perros que aún sobrevivían quedaron hartos, reanudamos la caminata.
Después de aquella comilona todos mostraban su agradecimiento a Dios y yo me convertí en un ser muy honorable a sus ojos y desde aquel día tuvimos alimento en abundancia.”
Finalmente llegaron a lugar habitado y así Patricio quedó a salvo a la edad de veintidós años y volvió a su casa.
Con el tiempo durante las vigilias de Patricio en los campos, se reanudaron las visiones que había tenido…
Y a menudo, oía “las voces de los que moran más allá del bosque Foclut, más allá del mar del oeste.
Y así gritaban todas al mismo tiempo, como si salieran de una sola boca, estas palabras:
‘Clamamos a ti, oh joven lleno de virtudes, para que vengas entre nosotros nuevamente’ “.
Eternas gracias deben dársele a Dios, porque al cabo de algunos años el Señor les concedió aquello por lo que clamaban.
Porque Patricio pasó varios años en Francia antes de realizar su trabajo de evangelización en Irlanda.
Sostuvo buenas relaciones personales con el obispo San Germán de Auxerre.
Durante este tiempo le ordenaron sacerdote.
Hizo un viaje a Roma y el Papa Celestino I fue quien le envió a Irlanda con una misión especial…
Ya que su primer enviado Paladio nunca logró cumplir, porque a los doce meses de haber partido murió en el norte de Britania.
Para realizar esa misión encomendada por el Pontífice, San Germán de Auxerre consagró obispo a Patricio.
Se afirma que a su arribo a tierras irlandesas, San Patricio permaneció una temporada en Ulster, donde fundó el monasterio de Saúl.
Y con la energía que lo caracterizaba se propuso la tarea de conquistar el favor del “Gran Rey” Laoghaire, que vivía con su corte en Tara, de la región de Meath.
Utilizaba un lenguaje sencillo al evangelizar.
Por ejemplo, para explicarles acerca de la Santísima Trinidad, les presentaba la hoja del trébol, diciéndoles que así como esas tres hojitas forman una sola verdadera hoja,
así las tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, forman un solo Dios verdadero.
Todos lo escuchaban con gusto, porque el pueblo lo que deseaba era entender.
Trabajó en el norte, en la región de Slemish, con un esfuerzo heroico en las tierras donde había estado cautivo y donde Patricio cuidaba el ganado y oraba a Dios cuando era un joven esclavo.
Una anécdota relata que cuando el amo se enteró del regreso de Patricio convertido en venerado predicador, se puso tan furioso que prendió fuego a su propia casa, pereciendo en medio de las llamas.
San Patricio y sus enemigos
Sus acérrimos opositores fueron los DRUIDAS, sacerdotes y representantes de los dioses paganos.
También sufrió mucho a manos de los herejes pelagianos, que para arruinar su obra recurrieron inclusive a la calumnia.
Para defenderse, Patricio escribió su Confessio.
Por fortuna poseemos una colección bastante nutrida de esos escritos, que nos muestra algo de él mismo, como sentía y actuaba.
Circulaba entre los paganos un extraño vaticinio, una profecía respecto al santo, que Muirchu su historiador nos transmite textualmente así:
“Cabeza de azuela (referencia a la forma aplanada de la cabeza tonsurada) vendrá con sus seguidores de cabezas chatas.
Y su casa (casulla o casuela, es decir casa pequeña) tendrá un agujero para que saque su cabeza.
Desde su mesa clamará contra la impiedad hacia el oriente de su casa. Y todos sus familiares responderán, Amén, Amén”.
Por lo tanto cuando sucedan todas estas cosas, nuestro reino que es un reinado de idolatría, se derrumbará”.
En la evangelización, San Patricio puso mucha atención en la conversión de los jefes, aunque parece ser que el mismo rey Laoghaire no se convirtió al cristianismo, pero si varios miembros de su familia.
Consiguió el amparo de muchos jefes poderosos, en medio de muchas dificultades y constantes peligros, incluso el riesgo de perder la vida (más de cinco veces) en su trato con aquellos bárbaros.
Pero se notaba que había una intervención milagrosa de Dios que lo libraba de la muerte todas las veces que los enemigos de la religión trataban de matarlo.
En un incidente que ocurrió en misión su cochero Odhran, insistió en reemplazar al santo en el manejo de los caballos que tiraban del coche,
por consiguiente fue Odhram quien recibió el golpe mortal de una lanza que estaba destinada a quitarle la vida a San Patricio.
No obstante los contratiempos, el trabajo de la evangelización de Irlanda, siguieron firmes.
En varios sitios de Irlanda, construyó abadías, que después llegaron a ser famosas y alrededor de ellas nacieron las futuras ciudades.
En Leitrim, al norte de Tara, derribó al ídolo de Crom Cruach y fue uno de los lugares donde edificó una de las iglesias cristianas. En la región de Connaught, realizó cosas notables.
En la población de Tirechan se conservó para la posteridad la historia de la conversión de Ethne y Fedelm, hijas del rey Laoghaire.
También existen las narraciones de las heroicas predicaciones de San Patricio en Ulster, en Leinster y en Munster.
Por su santidad, manifiesta en su carácter su lenguaje sencillo al evangelizar.
Y por el don de hacer milagros, San Patricio logró muchas victorias sobre sus oponentes paganos y hechiceros.
Ese triunfo le sirvió para que los pobladores de Irlanda se abrieran a la predicación del cristianismo.
De hecho hacen referencias en los textos del Senchus Mor (el antiguo código de las leyes irlandesas)
a cierto acuerdo concertado en Tara entre los paganos y el santo y su discípulo San Benigno (Benen).
Dicen esos libros que “Patricio convocó a los hombres del Erin para que se reunieran todos en un sitio a fin de conferenciar con él.
Cuando estuvieron reunidos, se les predicó el Evangelio de Cristo para que todos lo escucharan.
Y sucedió que, en cuanto los hombres del Erin escucharon el Evangelio y conocieron como este daba frutos en el gran poder de Patricio, demostrado desde su arribo…
Y al ver al rey Laoghaire y a sus druidas asombrados por las grandes maravillas y los milagros que obraba, todos se inclinaron para mostrar su obediencia a la voluntad de Dios y a Patricio”.
Hay muchos relatos que en la actualidad han rebajado a SIMPLES LEYEMDAS MÍTICAS Y FANTASÍAS, en el afán de exterminar el cristianismo, para consolidar la religión única del Anticristo…
Sobre las CONFRONTACIONES de San Patricio con los magos druidas… (ESTO ES MUY IMPORTANTE)
Porque los hijos de las Tinieblas nos confrontarán a los guerreros de la Luz,
¡EXACTAMENTE IGUAL Y CON MÁS PODER! en un duelo mortal, en cuanto se consolide el Imperio del Maligno…
Dicen que un Sábado Santo, cuando nuestro santo encendió el Fuego Pascual, se lanzaron con toda su furia a apagarlo, pero por más que trataron no lo lograron.
Entonces uno de ellos exclamó:
“El fuego de la religión que Patricio ha encendido, se extenderá por toda la isla”. Y se alejaron.
La frase del mago se ha cumplido; la religión católica se extendió de tal manera por toda Irlanda, que hoy sigue siendo un país católico, iluminado por la luz de la religión de Cristo que a su vez ha dado muchos misioneros a la Iglesia.
Y al igual que México, ya sprobó leyes impulsadas por los esbirros del Anticristo…
7. San Juan María Bautista Vianney: “Lo hace porque yo convierto muchas almas para el buen Dios”
El Santo Cura de Ars nació en Francia en el año 1786.
Fue un gran predicador, hacía muchas mortificaciones y a veces comía solamente papas, fue un hombre de oración y caridad.
Pero la principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas.
No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él de otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas partes de Francia, y finalmente de otros países.
Ya en 1835, su obispo le prohibió asistir a los retiros anuales del clero diocesano porque “las almas le esperaban allí”.
Durante los últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas diarias en el confesionario.
Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos.
En 1855, el número de peregrinos había alcanzado los veinte mil al año.
Debido a su fructífera labor pastoral se le nombró patrón de los sacerdotes.
DONES Y MILAGROS EXTRAORDINARIOS
En primer lugar, la obtención de dinero para sus limosnas y alimento para sus huérfanos-
En segundo lugar, conocimiento sobrenatural del pasado y del futuro.
En tercer lugar, curación de enfermos, especialmente niños.
El mayor milagro de todos fue su vida.
Practicó la mortificación desde su primera juventud y durante cuarenta años su alimentación y su descanso fueron insuficientes humanamente hablando, para mantener su vida.
Aun así, trabajaba incesantemente, con inagotable humildad, amabilidad, paciencia y buen humor, hasta que tuvo más de setenta y tres años.
Su cuerpo permanece incorrupto en la iglesia de Ars
San Agustín decía que: “el demonio es como un perro encadenado que no puede morder”. Y esto lo pudo comprobar el Santo cura de Ars de forma irrefutable…
Sin embargo, aunque la acción del demonio es limitada, algunas veces Dios suelta un poco la cuerda que lo encadena, para dar alguna lección específica, que fortalezca nuestro crecimiento espiritual.
Muchos Santos fueron testigos de esto, especialmente el santo cura de Ars, San Juan María Bautista Vianney.
Se sabe que él siendo cura de Ars, comenzó a oír ruidos inquietantes en su habitación, por las noches cuando iba a dormir.
En un principio pensó que se trataba de roedores, pero poco a poco se dio cuenta de que era obra del Demonio.
El ruido que salía de la habitación era tal, que muchos se compadecían del sacerdote exclamando:
“Pobre santo hombre, ¡No es posible descansar así!… ¿Cómo puede vivir en medio de este horrendo barullo?”.
Una noche el mismo demonio se presentó desafiante ante Vianney diciendo:
“¡Vianney, Vianney, despierta, dormilón! ¡No eres más que un pobre cura comedor de papas!”
Esto lo decía burlándose de las austeras comidas del sacerdote.
Con la intención de atormentarle más, el demonio cubrió la habitación con una sombra oscura y maloliente, zarandeó su cama y lo tomó de los pies para arrastrarlo varios metros.
Lejos de inmutarse, el santo cura de Ars respondió:
“Ya sé que no quieres que duerma porque mañana me espera una larga jornada de confesiones, pero quiero decirte que me das verdadera lástima:
la gran mayoría de los que asistan a la Santa Misa de mañana se arrepentirán de sus pecados mediante el Sacramento de la Reconciliación.
Y si continúan con su vida de buenos cristianos, se irán al Cielo. En cambio tú me das una gran pena, porque ya estás condenado y no tienes remedio ¡Pobrecillo de ti!”
El demonio se fue furioso dando un sonoro portazo, así que San Juan María Vianney volvió a su cama, rezó tranquilo y se durmó.
LA RAZÓN POR LA QUE EL SANTO CURA DE ARS
FUE UNO DE LOS SANTOS MÁS ODIADOS POR SATANÁS
¡Este santo es increíble!
El demonio odia a todos los santos porque muestran que el camino de la salvación es posible para todos los hombres, pero al santo Cura de Ars lo odió especialmente MUCHO más que a otros; PORQUE LO TEMÍA.
Los ataques del demonio al Cura de Ars
San Juan María Bautista Vianney fue un sacerdote de la parroquia Ars, un poblado cercano a Lyon, en Francia.
Allí llevaba una vida en extremo austera y su alimento principal (al menos por largo tiempo) fueron las patatas.
Son célebres los asaltos con tentaciones y persecuciones que sufría a manos del diablo, para hacerlo renunciar a su actividad pastoral.
Quizás los más conocidos son los ataques nocturnos que sufría para despertarlo y no dejarlo descansar.
Los acosos tomaban diferentes formas.
A veces, el Maligno lo molestaba como una bandada de murciélagos que infestaban la habitación.
Otras como una multitud de ratas que recorrían su cuerpo y cubrían su cama totalmente.
Muchas veces era jalado por los pies hacia el suelo, dejándolo caer con violencia.
Y padecía todo tipo de ruidos estruendosos y molestos.
Semejante empeño en desmoralizar a este santo tenía sus razones.
Santo confesor
La principal razón por la que el demonio atacaba al santo Cura de Ars era que, como santo confesor, salvaba cientos de almas para Cristo.
San Juan María Vianney ejerció este Sacramento de modo eminente -pues ocupaba la mayor parte de su actividad pastoral y ejemplar – por el extraordinario don que Dios le concedió para la confesión.
En verdad, el Espíritu Santo obró grandes cosas a través de este humilde párroco de pueblo.
Se dice que varios testigos veían luces sobrenaturales alrededor de su persona, que levitaba y que realizó varios milagros.
Además, recibió un don especial para expulsar demonios de los posesos.

En una ocasión. alguien le dió una bofetada a San Juan María Vianney, él solo dijo por respuesta: “Amigo, la otra mejilla va a tener celos”.
Tan grande fue su vocación por convertir a los hombres, que Dios le ayudaba con el Don de Discernimiento de espíritu y la lectura de los corazones…
Por esta gracia, el Cura de Ars podía conocer los secretos de las almas y no había pecado que no conociera de quienes acudían a la confesión.
Por este don, además de su inquebrantable voluntad para oír confesiones, hasta los pecadores más tenaces se reconciliaban con Cristo cuando concurrían a su parroquia.
Dios le permitía conocer quienes eran los que más necesitaban el Sacramento y “POR QUÉ” y así él los llamaba a confesarse sin hacer fila.
Hacia el final de su vida, por lo menos los últimos diez años, los peregrinos que buscaban la reconciliación a través del Cura de Ars, debían esperar ¡Hasta sesenta horas!
Lo que más le molestaba el Demonio
En una ocasión el demonio le dijo a través de un poseso:
“Tú me haces sufrir. Si hubiera tres como tú en la tierra, mi reino sería destruido. Tú me has quitado más de 80.000 almas”.
Por esta labor de confesor incansable y las gracias que Dios dispensaba a través de este gran santo, san Juan María Vianney, fue constantemente asediado por el Maligno.
El santo reconocía cómo los ataques estaban vinculados a su trabajo pastoral y menciona lo qué hacía para combatirlos:
“Me vuelvo a Dios, hago la señal de la cruz y digo algunas palabras de desprecio al demonio.
Por lo demás, he advertido que el estruendo es mucho mayor y los asaltos se multiplican, cuando al día siguiente ha de venir algún gran pecador”.
Con cierto humor el santo Cura de Ars decía:
“El Garras es muy torpe, él mismo me anuncia la llegada de grandes pecadores”.
¡Qué importante es el sacramento de la confesión! Ahora ya sabemos porque el santo Cura de Ars es el patrono de los sacerdotes.
ATACADO POR LAS FUERZAS DEL INFIERNO
Era de esperarse que un triunfo tan grande de la misión, así como la santidad del instrumento que Dios usó con este fin, atrajese la furia del Infierno.
El enemigo no podía soportar las innumerables conversiones de los penitentes y resentido de que esas almas fueran arrebatadas de su poder.
Y trató por todos los medios que Dios le permitió, para disuadir a don Juan María Vianney de su extraordinario amor por los pecadores…
Pero su Fe en nuestro Señor lo selló y lo mantuvo firme, como un muro de defensa.
Por un periodo de 35 años el santo Cura de Ars fue asaltado y molestado de una manera física y tangible, por el demonio.
La ocupación ordinaria del demonio permitida por Dios hacia nosotros, es la TENTACIÓN…
Pero el demonio también puede asechar a las almas de diversas maneras.
Con el ASEDIO:
a) Acción extraordinaria del demonio, cuando busca aterrorizar por medio de apariciones o por medio de ruidos inexplicables…b)
La Obsesión: va más allá.
Puede ser externa cuando el demonio actúa en los sentidos externos del cuerpo y de forma física.
O interna cuando influencia nuestra alma y acciona nuestro cuerpo espiritual y los sentidos espirituales…
c) Posesión: cuando el demonio toma control de todo el organismo.
El Cura de Ars sufrió de la primera: asedio.
Los ataques del demonio comenzaron en el invierno de 1824.
De 1824 a 1858 por un período de unos treinta y cinco años, el Cura de Ars era presa de obsesiones externas del Maligno.
Las luchas de don Vianney con el diablo ayudaron a hacer más viva y desinteresada su caridad.
El pobre hombre sentía cada noche que rasgaban la ropa de su cama, para descubrir a la mañana siguiente que efectivamente alguien le había dejado sólo jirones.
Esta mala broma duró un tiempo y puesto que él no era un tonto, decidió no prestarle apenas prestaba atención a estas cosas extraordinarias.
Ruidos horribles y gritos estrepitosos se oían fuera de la puerta del presbíterio, viniendo aparentemente del pequeño jardín de enfrente.
Al principio el Padre Vianney pensó que eran salteadores que venían a robar.
Y a la siguiente noche le pidió a un señor que se quedase con él.
Después de medianoche se comenzó a escuchar estentóreos ruidos y golpes contra la puerta de enfrente, parecía como si varios carros pesados estuviesen siendo arrastrados por los cuartos.
El señor André buscó su pistola y miró por la ventana; pero no vio nada, solo la luz de la luna.
Decía: “por 15 minutos la casa retembló y mis piernas también”. Y nunca más quiso quedarse en la casa.
Esto sucedía casi todas las noches.
Aún ocurría cuando el santo cura ¡No estaba en el pueblo!
El santo sacerdote pasó su vida en una continua batalla con el pecado a través de su trabajo en el confesionario.
Enmedio del silencio de la noche, podía oir gritando y golpeando a muchos murciélagos en la entrada del patio de la casa parroquial.
También escuchaba como rabiosos rugidos de fieras; de truenos de tormenta; hojas de cuchillos que chirriaban de manera exasperante o como si hubiera el tráfico de muchos carruajes tirados por caballos.
Estas confrontaciones con el Demonio llegaron a convertirse en una pelea de verdad…
Y para soportarla, el santo no tenía otro recurso que su paciencia y sus oraciones.
Cuando su confesor le preguntó cómo repelía estos ataques, él respondió:
“A veces apelo al buen Señor, hago la señal de la cruz y dirijo unas palabras de desprecio hacia el diablo.
Por otra parte, me di cuenta de que el ruido era más fuerte y los ataques más insistentes, cuando al día siguiente, debía acercarme a algún gran pecador .
Confió a Mons. Mermod, uno de sus amigos y penitentes más fieles:
. “Al principio, tenía miedo.
Yo no sabía lo que era, pero ahora estoy feliz: porque eso quiere decir que la pesca del día siguiente será siempre excelente.
El diablo me ha molestado mucho esta noche, mañana habrá una gran cantidad de personas y muchas conversiones…
Entonces, me quedaba en mi pobre colchón, tratando de descansar.
Cuando estaba a punto de dormirme, de repente fui sacudido, arrancado de mi sueño por los gritos de recuerdos sombríos, por golpes tremendos.
Era como si un martillo irrumpiera a través de la puerta de la rectoría.
Inmediatamente, sin que se moviera el picaporte de la puerta, el Cura de Ars se daba cuenta con horror, que tenía muy cerca de sí al demonio.
“Yo no le impedia entrar, dijo don Vianney entre broma y molesto, pero él igual entraba»
Sillas volcadas, sacudían la habitación, junto con muebles pesados…
Y me gritaban con voz aterradora:
¡Vianney Vianney! Mangiapatate! Ah! Que no estás muerto todavía! Un día voy a tenerte!
O bien, emitía gritos de animales, imitando a los gruñidos de un oso, el llanto de un perro o gatos en pelea…
Y se arrojaba en las cubiertas de la cama, agitándolas furiosamente.
También el diablo imitaba el sonido de un martillo sobre unos clavos contra el suelo y atado un barril con aros de hierro; tocaba un tambor en la mesa o la chimenea, cantando con una voz aguda.
Y el Cura en repetidas ocasiones sintió una mano mostruosa y enorme, que le tocó la cara o ratones que corrían por todo su cuerpo.
Una noche oyó un ruido como de un enjambre de abejas;
se levantó, encendió la vela, hizo a un lado las cortinas para ahuyentarlos, pero no vio nada.
Varias veces el diablo lo jaló, para arrojarlo de la cama con mucha fuerza…
En el dormitorio, al sentir el vuelo de los murciélagos que bordeaban las vigas sucias, se agarraba a los cubrecamas.
O en el suelo por horas, podía escuchar el golpeteo continuo y exasperante de un rebaño de ovejas.
En la sala, en el comedor, retumbaba el galope de un caballo que se elevaba hasta el techo y luego hacia abajo, con sus cuatro patas, en el suelo.
Estas farsas del infierno fastidiaban mucho al pobre cura de Ars, pero no pudieron derribarlo.
Alrededor de 1820, don Vianney había llevado desde la iglesia hasta la rectoría un viejo lienzo, que representaba la Anunciación.
El cuadro fue colgado en una pared de la escalera.
Entonces diablo se ventiló en esa imagen cubriendola de suciedad.
Hubo que sacarla de allí.
Margherita Vianney, una noche mientras pasaba por la rectoría, oyó al Cura de Ars salir de la habitación antes que nadie e ir a la iglesia.
Y dijo:
“Unos minutos más tarde estalló cerca de mi cama un ruido violento, como si cinco o seis hombres hubieran golpeado con fuertes golpes en la mesa o en el gabinete.
Y sentï mucho miedo.
Me levanté y encendí una lámpara, pero vi que todo estaba perfectamente en orden.
Por lo tanto regresé a mi lecho, pero tan pronto como yo estuve en la cama, se repetía el mismo ruido.
Me vestí a toda prisa y me dirigí a la iglesia.
Cuando mi hermano llegó a casa, le dije lo que había sucedido y me dijo que era el Demonio.
“Hija mía, no debes temer: es el gruñón. Él no puede hacerte daño. En cuanto a mí, siempre me atormenta de la manera más desquiciada posible.
A veces me agarra de los pies y me arrastra por el cuarto.
Lo hace porque yo convierto muchas almas para el buen Dios”.
El demonio hacía ruidos durante horas, similares a rompimiento de cristales, silbidos y relinchos.
“Que a veces incluso se oye un viento muy violento.
Otras veces me agarra por los pies y me arrastra por toda la habitación”
Un día en 1838, Dionigi Chaland, Bouligneux, un joven estudiante de filosofía, fue admitido en la cámara del Cura de Ars.
A mediados de la confesión, hubo un levantamiento general que sacudió la habitación, incluso el reclinatorio se sacudió como todo lo demás. Se asustó muchísimo.
El cura lo sujetaba por el brazo tratando de tranquilizarlo y le dijo: “No es nada, dijo, es sólo el diablo.”
Era el 23 de febrero de 1857.
Esa mañana don Vianney había comenzado a confesar.
Unos minutos antes de las siete, las personas que pasaron por la vicaría vieron llamas que salían de la habitación del cura.
Corrieron a avisarle cuando se encontraba por el confesionario para ir a celebrar la misa.
El cura le entregó la llave, para que fueran a apagarlo y respondió con calma:
– “El Gruñón está furioso. Al no poder atrapar al pájaro le prende fuego a su jaula”
Las obsesiones diabólicas disminuyen en número e intensidad, más el Santo envejeció.
El espíritu de la oscuridad, incapaz de disminuir el valor del alma heroica, desalentado, renunció a la lucha; o
O Dios dispuso que esta vida tan hermosa, tan pura, tan tranquila en apariencia, a pesar de la evidencia interna, se llenara de una profunda paz.
Desde 1855 hasta su muerte, don Vianney ya no fue tan atormentado por el diablo durante la noche.
El sueño seguía siendo muy difícil, aunque se detuvieron los ataques, lo cogió una tos persistente, que era suficiente para mantenerlo despierto.
Esto no le impide, sin embargo, su rendimiento sin fin para el ministerio de la confesión.
“Mientras yo pueda dormir una hora o media hora durante el día, dijo, me gustaría comenzar mi trabajo.”
Esta hora o esta media hora, se la pasaba en su habitación, justo después del almuerzo.
Acostado en el colchón, tratando de conciliar el sueño, pero incluso estos breves momentos el demonio aprovechaba, a veces para molestarlo.
Por último, el Maligno nunca regresó, y estaba seguro de que don Vianney veía con pesar un alejamiento “como compañero”
Ni siquiera le preocupaba en su agonía, lo que en cambio hizo con otros Santos.
Incluso antes de terminar su prueba terrenal, el Cura de Ars había infligido una derrota final de Satanás.
10 enseñanzas del cura de Ars tras sus combates con el demonio
Verifique:
- No imagine que exista un lugar en la tierra donde podamos escapar de la lucha contra el demonio; si tenemos la gracia de Dios, que nunca nos es negada, podemos siempre triunfar.
- Como el buen soldado no tiene miedo del combate, así el buen cristiano no debe tener miedo de la tentación. Todos los soldados son buenos en el campamento, pero es en el campo de batalla que se ve la diferencia entre corajudos y cobardes.
- El demonio tienta solamente las almas que quieren salir del pecado y aquellas que están en estado de gracia. Las otras ya le pertenecen, no precisa tentarlas.
- Una santa se quejó a Jesús después de la tentación, preguntándole: «¿dónde estabas, mi Jesús adorable, durante esta horrible tempestad?» A lo que Él le respondió: «Yo estaba bien en medio de su corazón, encantado en verla luchar».
- Un cristiano debe siempre estar listo para el combate. Como en tiempo de guerra, tiene siempre centinelas aquí y allí para ver si el enemigo se aproxima. De la misma manera, debemos estar atentos para ver si el enemigo no está preparándonos trampas y, si él viene a tomarnos de sorpresa…
- Tres cosas son absolutamente necesarias contra la tentación: la oración, para aclararnos; los sacramentos, para fortalecernos; y la vigilancia para preservarnos..
- Con nuestros instintos la lucha es raramente de igual a igual: o nuestros instintos nos gobiernan o nosotros gobernamos nuestros instintos.¡Qué triste es dejarse llevar por los instintos! Un cristiano es un noble; él debe, como un gran señor, mandar en sus vasallos.
- Nuestro ángel de la guarda está siempre a nuestro lado, con la pluma en la mano, para escribir nuestras victorias. Precisamos decir todas las mañanas: «Vamos, mi alma, trabajemos para ganar el Cielo».
- El demonio deja bien tranquilo a los malos cristianos; nadie se preocupa con ellos, mas contra aquellos que hacen el bien él suscita mil calumnias, mil ofensas.
- La señal de la cruz es temida por el demonio porque es por la Cruz que escapamos de él. Es preciso hacer la señal de la cruz con mucho respeto. Comenzamos por la cabeza: es el principal, la creación, el Padre; después el corazón: el amor, la vida, la redención, el Hijo; por último, los hombros: la fuerza, el Espíritu Santo. Todo nos recuerda la cruz. Nosotros mismos estamos hechos en forma de cruz.
120 IGLESIA NACIENTE
120 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Jesús sigue en su casa de Nazaret. Y más exactamente en lo que fuera el taller de carpintería.
Con Él están los doce apóstoles y María, María madre de Santiago y Judas, Salomé, Susana y Marta.
Una Marta muy apenada, con claros signos de llanto bajo sus ojos, una Marta que se ve y se siente fuera de lugar en este ambiente, tímida y solitaria, ante la Madre del Señor.
María trata de armonizarla con las otras mujeres y de quitarle ese sentido de molestia que ve que padece; pero su ternura parece dilatar cada vez más el corazón de la pobre Marta.
Rubor y lágrimas se alternan bajo ese velo, muy caído, que quiere cubrir dolor y desazón.
Entran Juan con Santiago de Alfeo.
Y Juan dice:
– No estaba, Señor.
Ha ido con su marido a casa de una amiga que la ha invitado. Eso han referido los domésticos.
Santiago de Alfeo concluye:
– Lo sentirá mucho, sin duda; de todas formas, ya recibirá tus instrucciones y te verá.
Jesús dice:
– Bien.
No es el grupo de discípulas exactamente como lo había pensado. De todas formas, ya veis que en vez de Juana está Marta, hija de Teófilo, hermana de Lázaro.
Los discípulos ya conocen a Marta. Mi Madre también.
Tú, María, y tú, Salomé, quizás también, ya sabéis por vuestros hijos quién es Marta, no tanto como mujer según los criterios de este mundo, cuanto como criatura ante los ojos de Dios.
Tú, Marta, por tu parte, ya conoces a estas mujeres, que te consideran hermana y te van a querer mucho.
Hermana e hija. Tú tienes mucha necesidad de esto, buena Marta, para sentir, ¿Por qué no?
La consolación humana de nobles afectos que Dios no sólo no condena; sino que los ha puesto en el hombre como apoyo del trabajo que la vida supone.
Dios te ha traído justo en la hora por mí elegida para poner la base, diría el cañamazo en que vais a bordar vuestra perfección de discípulas.
Discípulo quiere decir aquel que sigue la disciplina del Maestro, de su doctrina. Por tanto, en sentido amplio serán llamados discípulos todos aquellos que ahora y en el transcurso de los siglos sigan mi doctrina.
Y para no dar muchos nombres diciendo “discípulos de Jesús según la enseñanza de Pedro o de Andrés, de Santiago o Juan, de Simón o Felipe, de Judas o de Bartolomé o de Tomás y Mateo”,
se utilizará un solo nombre, que los aglomerará bajo un único signo: “cristianos”
Y mi Iglesia será llamada “católica” porque será Universal y abarcará a toda la Creación. Porque mis discípulos, se unirán a Mí y también seran corredentores…
Piedras vivas y valiosas en la Magna Obra de la Redención… “Mis otros cristos” vivientes y vibrantes de vida y de amor…
Pero entre el gran número de quienes se sujeten a mi disciplina ya he elegido a los primeros y luego a los segundos. Y así se hará a lo largo de los siglos en memoria mía.
De la misma forma que en el Templo y aún antes, desde Moisés, hubo un Pontífice, hubo sacerdotes, levitas y responsables de los distintos servicios, funciones o tareas, hubo cantores, etc.,
Así en mi Templo nuevo, que será tan grande y duradero como toda la Tierra, habrá mayores y menores, todos útiles, todos amados por Mí.
Y también mujeres, esa categoría nueva que Israel siempre ha despreciado confinándola, destinada sólo a los cantos virginales en el Templo o a la instrucción de las vírgenes en el Templo y nada más.
No argumentéis acerca de si ello era justo o no; en la religión cerrada de Israel y en el tiempo de ira, era justo.
Todo el deshonor recaía sobre la mujer, origen del pecado. En la religión universal de Cristo y en el tiempo del perdón todo esto cambia.
Toda la Gracia se ha reunido en una mujer y Ella la ha dado a luz al mundo para redención de éste.
La mujer, por tanto, ya no representa el desdén de Dios sino la ayuda de Dios. Por la Mujer, la amada del Señor, todas las mujeres pueden ser discípulas del Señor.
No sólo como la masa sino incluso como sacerdotisas menores, coadjutoras de los sacerdotes, a los cuales pueden servir de gran ayuda, respecto a ellos mismos y respecto a los fieles y no fieles,
respecto a aquellos que no serán conducidos a Dios tanto por el rugido de la palabra santa, cuanto por la sonrisa santa de una discípula mía.
Vosotras me habéis pedido seguirMe, como me siguen los hombres.
Ahora bien, sólo seguirme, escucharme o poner en práctica es demasiado poco, para lo que quiero de vosotras: os santificaríais, lo cual es grande, pero no me es suficiente.
Soy Hijo del Absoluto y de mis predilectos quiero lo absoluto. Quiero todo, porque he dado todo.
Además, no sólo existo Yo, también existe el mundo, esta cosa impresionante que es el mundo.
Debería ser impresionante en santidad: una santidad inmensa de la multitud de los hijos de Dios en número y en magnitud.
Sin embargo, lo impresionante del mundo es su iniquidad.
Su compleja iniquidad es verdaderamente inmensa, en el número de manifestaciones y en la magnitud del vicio.
Todos los pecados están asentados en el mundo, el cual, en vez de ser multitud de hijos de Dios, lo es de hijos de Satanás.
En el mundo está presente de forma especial el pecado de más claro signo de filiación satánica: el ODIO. El mundo odia. Y quien odia ve – y quiere hacérselo ver a quien no lo ve – el mal incluso en lo más santo.
Si le preguntarais al mundo para qué he venido Yo, no os diría: “Para hacer el bien, para redimir”, sino que os diría: “Para corromper y usurpar”.
Y si le preguntarais qué piensa de vosotras, las que me seguís, no os diría: “Le seguís para santificaros, para confortar al Maestro, con santidad y pureza”,
sino que diría: “Le seguís porque estáis seducidas por ese hombre”.
Así es el mundo. Os hablo de estas cosas para que calculéis todo antes de manifestaros al mundo como discípulas elegidas, las primeras del linaje de las discípulas futuras, cooperadoras de los siervos del Señor.
Tomad el corazón en vuestras propias manos, ese corazón sensible de mujer, y decidle que vosotras, y él con vosotras, habréis de soportar burlas y calumnias.
Que os escupirán y pisotearán; que todo esto lo recibiréis del mundo, del desprecio, de la mentira, de la crueldad del mundo.
Preguntadle si será capaz de recibir todas estas heridas sin gritar de indignación maldiciendo a quienes lo hieren.
Preguntadle si se siente con fuerzas de afrontar el martirio moral de la calumnia sin llegar a odiar a los calumniadores y a la Causa por que será calumniado.
Y, puesto que deberá beber el odio del mundo, que lo circundará.
Preguntadle si va a saber emanar siempre amor; si, henchido de amargura de ajenjo, va a saber sacar dulzura; si, sufriendo todo tipo de tortura de incomprensión, escarnio, murmuración;
va a saber sonreír señalando con la mano al Cielo, su meta, a la que queréis conducir a los demás (conducirlos por esa caridad de mujer, que es materna incluso en tierna edad.
Que es materna incluso para con ancianos que podrían ser abuelos vuestros y que de hecho son niños espirituales, recién nacidos, incapaces de comprender y conducirse por el camino, por la vida y la verdad
y la sabiduría que he venido a dar con el ofrecimiento de mí mismo: Camino, Vida, Verdad, Sabiduría divina).
De todas formas, aunque me dijerais: “No me siento con fuerzas, Señor, para desafiar al mundo entero por ti”, os amaría igualmente.
Ayer una jovencita me ha pedido que la inmole antes de que se cumpla la hora de su matrimonio,
porque siente que me ama como se debe amar a Dios, o sea, con la totalidad de sí misma, hasta la perfección absoluta en la entrega.
Y lo voy a hacer. Le he ocultado la hora para que el alma no tiemble a causa del miedo; o, más que el alma, la carne.
Su muerte será como la de una flor que un atardecer cierra su corola pensando abrirla al día siguiente, pero que no la vuelve a abrir porque el beso de la noche le ha aspirado la vida.
Además, lo haré, según su deseo, de forma que su sueño de muerte preceda en pocos días al mío; para no hacer esperar en el Limbo a esta primera virgen mía; para encontrarla enseguida en cuanto muera Yo.
¡No lloréis! Soy el Redentor… Fijaos cómo esta joven santa, que no se limitó al hosanna inmediatamente después del milagro, sino que, cumplido éste, como moneda que puede producir intereses,
ha sabido trabajarlo, pasando de la gratitud humana a la sobrenatural, del deseo terreno al ultraterreno, mostrando poseer una madurez de espíritu superior a la de casi todos.
Digo “casi”, pues entre vosotros que me estáis oyendo hay niveles de perfección iguales e incluso superiores -; fijaos, cómo no me ha pedido seguirme,
antes bien, ha manifestado su deseo de cumplir su evolución de niña a ángel, en el secreto de su casa.
Bueno pues, siento tanto amor por ella, que en las horas de amargura, causadas por lo que el mundo es, evocaré a esta dulce criatura y bendeciré al Padre, que me enjuga con estas flores de amor y pureza,
las lágrimas y sudores de Maestro de un mundo que no me recibe.
Bien, pues si tenéis el coraje de perseverar como discípulas escogidas, he aquí que os señalo la tarea que debéis cumplir para justificar vuestra elección y presencia conmigo y con los santos del Señor.
Mucho podéis hacer en ayuda de vuestros semejantes y de los ministros del Señor. Ya se lo dejé entrever a María de Alfeo hace muchos meses.
¡Cuánta necesidad de la mujer ante el altar de Cristo!
Una mujer puede, mucho más y mejor que el hombre, tratar las infinitas miserias del mundo, que luego pasarán al hombre para su completa curación.
Se os abrirán muchos corazones, especialmente femeninos, a vosotras, mujeres discípulas; los acogeréis como a amados hijos extraviados que vuelven a la casa paterna y que no tienen el coraje de ponerse ante su padre.
Infundiréis nueva fuerza al culpable, aplacaréis al que condena. Muchos se acercarán a vosotras buscando a Dios: los acogeréis como a fatigados peregrinos, diciendo: “Ésta es la casa del Señor, Él vendrá enseguida”.
Y entretanto, los circundaréis de vuestro amor: si no llego Yo, llegará un sacerdote mío.
La mujer sabe amar, está hecha para el amor. Envileció sí, el amor haciéndolo deseo del sentido, pero en el fondo de su carne, atrapado vive aún el verdadero amor, la gema de su alma:
el amor que no sabe del lodo acre del sentido, el amor hecho de alas y perfumes angélicos, de llama pura, de recuerdos de Dios y de su procedencia de Dios, de recuerdos de que es obra creada por Él.
La mujer es la obra maestra de la bondad junto a la obra maestra de la creación, que es el hombre: “Que tenga Adán ahora una compañera para que no se sienta solo”.
La mujer no debe abandonar a Adán. Aprovechad, pues, esta facultad de amar. Amad con ella al Cristo y, por El, al prójimo.
Sed plena caridad para con los culpables arrepentidos; decidles que no tengan miedo de Dios. ¿Cómo no habríais de saber hacerlo vosotras, que sois madres y hermanas?
¿Cuántas veces vuestros pequeñuelos, vuestros hermanitos, estuvieron enfermos y tuvieron necesidad del médico! Y tenían miedo.
Pero vosotras, con caricias y palabras de amor, les quitasteis el miedo.
Y ellos, con su manita en la vuestra, recibieron vuestros cuidados, perdido ya el terror que tenían. Los culpables son vuestros hermanos e hijos enfermos que temen la mano del médico y su sentencia…
No, no ha de ser así; vosotras que sabéis lo bueno que es Dios decid que Dios es bueno y que no hay que tenerle miedo. A pesar de que, en tono firme y tajante, dirá:
“No volverás a hacer esto jamás”, no arrojará de su presencia a aquel que consumó el hecho y enfermó, sino que le asistirá para curarle.
Sed madres y hermanas con los santos, que también necesitan amor. Ellos se fatigarán, se consumirán en la evangelización. Los desbordará la cantidad de cosas que tendrán que hacer.
Ayudadlos vosotras con discreción y diligencia.
La mujer sabe trabajar, en la casa, sirviendo a las mesas, con las camas, en los telares y en todo aquello que es necesario para la vida cotidiana.
El futuro de la Iglesia será un continuo dirigirse de los peregrinos a los lugares de Dios;
vosotras sus pías hospederas, asumiéndoos los trabajos más humildes para dejar libres a los ministros de Dios para continuar la obra del Maestro.
Vendrán tiempos difíciles, sangrientos, crueles. Los cristianos – incluso los santos – vivirán horas de terror, de debilidad.
El hombre no es nunca muy fuerte en el sufrimiento; en cambio, la mujer posee respecto al hombre esta verdadera regalidad del saber sufrir.
Enseñad esta cualidad al hombre, sosteniéndole en estas horas de temor, de abatimiento, de lágrimas, de cansancio, de sangre.
En nuestra historia tenemos ejemplos de magníficas mujeres que supieron cumplir actos de audacia liberadora.
Tenemos a Judit, a Yael. De todas formas – debéis creerlo – ninguna es mayor, por ahora,
que la madre ocho veces mártir (siete en sus hijos y una en sí misma) del tiempo de los Macabeos.
Pero ha de venir otra, a la que seguirán muchas mujeres heroínas del dolor y en el dolor, consuelo de mártires, mártires ellas mismas, ángeles de los perseguidos; mujeres que, cual mudas sacerdotisas,
predicarán a Dios con su modo de vivir y que, sin más consagración que la recibida del Dios-Amor, serán verdaderamente personas consagradas y dignas de serlo.
Éstos son, a grandes rasgos, vuestros principales deberes.
No voy a disponer de mucho tiempo para vosotras en particular; os formaréis oyéndome, profundizaréis en vuestra formación bajo la guía perfecta de mi Madre.
Ayer, esta mano materna, Jesús coge con su mano la mano de María
Mientras continúa:
– Ha conducido a mí a la niña de que os he hablado, la cual me dijo que el solo hecho de escucharla y de estar unas pocas horas a su lado,
Le había servido para madurar el fruto de la gracia recibida, llevándolo a la perfección.
No es la primera vez que mi Madre trabaja para el Cristo, su Hijo.

Con tu Rosario Madrecita, convertido en la Red Divina de la salvación, te entrego con cada Ave María, LAS ALMAS DE…
Tú y tú, primos míos además de discípulos, sabéis lo que María significa para la formación de las almas en Dios.
Y se lo podréis decir a quienes – hombres o mujeres – sientan el temor de no haber sido preparados por mí para la misión, o de una insuficiente preparación, cuando Yo ya no esté con vosotros.
Mi Madre estará con vosotros ahora y cuando Yo no esté. Y después, una vez que me haya marchado definitivamente.
Ella os queda, y con Ella la Sabiduría en todas sus virtudes; seguid desde ahora todos sus consejos.
Ayer noche, ya solos, estando sentado al lado de mi Madre, como cuando era niño, con mi cabeza apoyada sobre ese hombro suyo tan dulce y fuerte, me dijo…
Habíamos estado hablando de la jovencita que se había puesto en camino en las primeras horas de la tarde llevándose en su corazón virginal un sol más radiante que el del firmamento:
Su secreto santo, me dijo: “¡Qué dulce es ser la Madre del Redentor!”.
Sí, qué dulce es cuando la criatura que al Redentor se acerca es ya una criatura de Dios, una criatura en que la única mancha es la de origen, la cual no puede ser lavada sino por Mí .
Y todas las otras manchas de imperfección humana han sido lavadas por el amor.
Sí, dulce Madre mía, purísima Guía de las almas hacia tu Hijo,
Estrella santa de orientación, Madre suave de los santos, compasiva Criadora de los más pequeños, saludable Cura de los enfermos.
Sí, pero no siempre vendrán a ti estas criaturas que no contrastan con la santidad:
Lepras y horrores y hedores y amasijo de serpientes en torno a cosas inmundas se arrastrarán hasta tus pies,
¡Oh Reina del género humano!, para gritarte:
“¡Piedad! ^Socórrenos! ¡Llévanos a tu Hijo!”.
Entonces habrás de poner esta cándida mano tuya sobre las llagas, inclinarte con tus ojos de paloma paradisíaca hacia las deformidades infernales, aspirar el hedor del pecado…
Y no huir, antes al contrario, acoger en tu corazón a estos mutilados a causa de Satanás. A estos abortos, a esta podredumbre humana.
Y lavarlos con el llanto y traerlos a Mí… Entonces dirás: “¡Qué difícil es ser la Madre del Redentor!”.
Pero tú lo harás, porque eres la Madre… Beso y bendigo estas manos tuyas que tantas criaturas traerán a Mí. Cada una será una gloria mía.
Aunque, antes que mías, Madre santa, tuyas serán estas glorias.
Vosotras, amadas discípulas, seguid el ejemplo de mi Maestra, y de Santiago y Judas, y de todos aquellos que quieran formarse en la gracia y en la sabiduría.
Seguid su palabra: es la mía, pero más dulce; nada que añadir a ella, porque es la palabra de la Madre de la Sabiduría.
Y vosotros, amigos míos, sabed tener de las mujeres la humildad y la constancia. Deponiendo la soberbia propia del varón, no despreciéis a las mujeres discípulas,
sino, más bien, templad vuestra fuerza, podría incluso añadir “vuestra dureza e intransigencia”, en contacto con la dulzura de las mujeres.
Pero, sobre todo, aprended de ellas a amar, creer y sufrir por el Señor, pues en verdad os digo que ellas, las débiles, serán las más fuertes en la fe, amor y audacia, en el sacrificio por su Maestro,
al que aman con total integridad de sí mismas, sin pedir ni pretender nada, satisfechas sólo de amar para darme conforte y alegría.
Id ahora a vuestras casas o a las en que estáis alojados. Yo me quedo aquí con mi Madre. Dios sea con vosotros.
Se marchan todos excepto Marta.
Jesús indica:
– Quédate tú, Marta.
Ya he hablado con tu sirviente. Hoy no hospeda Betania, sino la pequeña casa de Jesús. Ven. Comerás con María y dormirás en el cuarto pequeño que está al lado del suyo.
El espíritu de José, conforte nuestro, te confortará mientras duermes, y mañana volverás a Betania más fuerte y más segura, a preparar también allí a mujeres discípulas, en espera de la otra, que tú y Yo amamos más.
No dudes, Marta. Nunca prometo en vano. Ahora bien, para transformar un desierto lleno de víboras en un huerto paradisíaco, se requiere tiempo…
El primer trabajo no se ve; parece como si nada hubiera cambiado…
Y sin embargo, la semilla está ya depositada; todas las semillas.
Luego vendrá la lluvia del llanto y las abrirá… Y los árboles buenos crecerán.
¡Ven! ¡No llores más!
111 EL MARTIRIO 2
111 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
LAS DOS COLUMNAS PRIMARIAS
Nerón, cuando asesinó a Séneca esperaba apoderarse de la fortuna estimada en trescientos millones de sestercios y descubrió que ésta no llegaba ni a la décima parte de esa cantidad.
Con la sentencia de Petronio, se encontró con que lo único que quedaba era su palacio en Roma y la quinta de Cumas; que ya no le pertenecían a él, pues estaban legalizadas a nombre de otro dueño.
Estos dos fiascos le hicieron decretar que en los testamentos se presentarían en blanco las dos primeras páginas.
Que solamente se escribiría en ellas el nombre del testador y que el que escribiese el testamento de otro, no podría asignarse ningún legado.
Empobrecido y exhausto de recursos hasta el punto de demorar la paga de los soldados y las pensiones de los veteranos, recurrió a las rapiñas y a las falsas acusaciones.
Se apoderó de los bienes y las fortunas que le apetecían con el argumento de que ‘habían sido ingratos con el Príncipe.’
Un día que cantaba en el teatro, vio a una matrona adornada con la prohibida púrpura, la señaló a sus agentes y haciéndola sacar inmediatamente, le confiscó el traje y los bienes.
Y ya no confirió ningún cargo sin añadir:
– ¿Sabes lo que necesito?
Obremos de tal forma que nadie tenga nada.
Concluyó por despojar a la mayor parte de los templos y fundió todas las estatuas de oro y de plata.
Después de la muerte de Popea quiso casarse con Antonia la hija de Claudio.
Como ella se rehusó, también la acusó de conspiración e hizo que la mataran.
No hubo lazo que no rompiera con el crimen.
Y mientras tanto su red de espías, seguían llenando los tribunales con cristianos.
Pedro fue arrestado por los pretorianos y lo llevaron a la cárcel mamertina, en el calaozo del Tullianum.
Los cristianos lo recibieron con gran reverencia y amor.
Algunos presos que habían sido torturados y que no eran cristianos, le pidieron que los ayudase.
Pedro oró y los sanó el Señor.
El hijo de un verdugo que estaba sordo y mudo, también fue sanado.
Entonces un centurión se acercó…
Y le dijo:
– Mi nombre es Flavio.
Tengo un compañero de guerra al que quiero mucho.
En Germania recibió un fuerte golpe en la nuca y está paralizado del cuello hacia abajo.
¿Podrías rogar a tu Dios para que lo cure?
Pedro le contestó:
– Flavio, ¿Crees que nuestro Señor Jesucristo pueda sanarlo?
– Sí creo. Creo que Él es Dios y si Él quiere, puede compadecerse de un pagano…
– Flavio, en el Nombre de Jesucristo, hágase como lo pides.
Y dile a tu amigo que busque la Luz de la Verdad.
Por la tarde de ese mismo día, llegó el otro soldado completamente sano a darle las gracias.
Flavio dice llorando:
– Cuando seas sentenciado, yo voy a tener que matarte.
Pedro lo mira sonriendo con amor,
Y lo exhorta:
– Cumple tu deber hijo mío.
Y alégrate. No me darás la muerte. Lo que vas a hacer es abrirme las Puertas del Cielo.
El soldado sanado declara:
– Anciano, yo soy Leoncio y te doy las gracias a ti y a tu Dios.
– Dime cómo podemos agradecerle y adorarlo.
– Él Mismo los guiará. Venid…
Y Pedro les habla del alma y del Cielo…
Durante todo el tiempo que estuvo en prisión, continuó evangelizando también a sus carceleros,
realizando milagros a todos los que se lo pedían y bautizando sin cesar a los conversos…
Y los rumores de lo sucedido, traspasaron las murallas de la prisión y se expandieron por todos lados.
Entonces Pablo también fue llevado a la cárcel Mamertina.
Y cuando Nerón fue notificado de que los líderes de la Iglesia Perseguida habían sido capturados, decidió divertirse un poco…
Recordó algo que le había platicado Popea cuando era prosélita de la religión hebrea.
Y en complot con Tigelino, urdió un plan…
Para ver lo que haría el Dios de los cristianos, al verse enfrentado con su Padre.
La primera vez que se menciona a Simón el Mago es en el Nuevo Testamento, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde dice que él era un hombre experto en las artes mágicas con las cuales,
“tenía deslumbrados a los samaritanos y pretendía ser un gran personaje” (Hechos 8, 9).
Y cuando Felipe, uno de los primeros diáconos, llevó el evangelio a esta zona.
Por la gracia de Dios, mucha gente creyó y fue bautizada, incluyendo a Simón el Mago.
Al poco tiempo Pedro y Juan visitaron Samaria, para llevar el sacramento de la confirmación a los nuevos conversos.
El poder de este sacramento, impresionó a Simón el Mago y le ofreció dinero a los apóstoles, a cambio de que le dieran ese poder.
Los apóstoles se rehusaron a perpetrar ese sacrilegio y la Iglesia hoy llama a ese pecado Simonía,.
Simón, luego de ser rechazado por los Apóstoles, abandonó la Iglesia Católica y se volvió hacia el gnosticismo, una herejía cristiana temprana, que rechaza la autoridad de los Apóstoles,
en favor del conocimiento secreto que los cristianos afirmaban recibir directamente de Dios.
Al parecer volvió a su magia demoníaca y su conflicto llegó a su punto más alto en Roma; donde tenía muy impresionada a la gente con sus artes mágicas.
Y por sus prodigios era tenido entre los judíos como un gran personaje que ‘Tenía consigo la Fuerza de Dios’.
De acuerdo al plan preconcebido por el César, mandó sacar de la cárcel a Pedro y a Pablo.
Y ante una gran muchedumbre reunida en la plaza del Fórum,
Decidió enfrentarlos con Simón el Mago que capitaneaba a los judíos, acérrimos enemigos de los cristianos.
Cuando todos estuvieron frente al César,
éste les dijo, señalando a Simón:
– Este hombre es sincero y vosotros, los embaucadores.
Y ahora lo veremos.
Acto seguido Simón el Mago, coronado de laurel por Nerón mismo, subió hasta lo más alto del Capitolio,
¡Y empezó a volar!
Pedro al ver aquello, dijo a Pablo:
– Satanás se disfraza de ángel de Luz…
Pablo le replicó:
– A mí me corresponde orar…
Y a ti, dar las órdenes debidas.
Pablo se arrodilló y se sumergió en la Oración en el Espíritu.
Pedro levantó la voz y dijo con autoridad:
– Espíritus de Satanás que lleváis a este hombre por el aire.
En El Nombre Santísimo de Jesús yo os mando que no lo sostengáis más.
Y que lo bajéis sin dañarlo, hasta el suelo.
Los Demonios se encolerizaron tanto, que obedecieron la orden a medias.
Ante el asombro general, Simón aterrizó bastante maltrecho; porque lo soltaron desde una altura considerable y cayó, rompiéndose las piernas.
Pero Pedro oró y Dios hizo el milagro.
Y Simón quedó tan avergonzado, que huyó a esconderse por un año, antes de animarse a comparecer ante el público otra vez.
Nerón se enfureció aún más, al ver el inesperado resultado de su maquinación.
Y antes de retirarse, ordenó que los llevaran al tribunal.
El Prefecto Agripa dijo a Pedro, al tenerlos frente a sí:
– Así que tú eres el hombre que en tus reuniones aprovechas tu influencia e impides que las mujeres se casen.
Pedro le contestó:
– Yo soy fiel discípulo de mi Señor Jesucristo.
El Crucificado que Resucitó y Vive y Reina por siempre, a la diestra de Dios Padre.
– Le seguirás hasta el final.
También tú morirás en la Cruz.
Y a Pablo por ser ciudadano romano, lo condenó a ser decapitado.
Al anciano apóstol se le aplicaron los azotes prescritos por la ley.
Y al día siguiente fue conducido fuera de las puertas de la ciudad.
Hacia el Monte Vaticano, en donde debía cumplirse la sentencia y ser crucificado.
A causa de su avanzada edad, no se le exigió que cargara con la cruz.
Cuando llegaron al sitio designado, Pedro contempló toda la Ciudad Eterna, extendida a sus pies…
Y levantando la mano derecha, bendijo:
¡URBI ET ORBI! (a la ciudad y al mundo)
Y su sonrisa se hizo más luminosa y su rostro se volvió radiante, cuando Jesús le permitió extender su mirada a través de los siglos.
Y vio el mismo lugar de su martirio, convertido en una inmensa Basílica, con la grandiosa plaza con su nombre, perpetuado por su donación y entrega a su misión.
Desde la cual, casi dos mil años después estaría llena de millares de personas, escuchando reverentes a otro Pontífice Mártir y Santo:
San Juan Pablo II.
La Plaza de San Pedro es una de las plazas más bonitas y grandes del mundo. Se encuentra situada en El Vaticano, a los pies de la Basílica de San Pedro.
Las dimensiones de la plaza son espectaculares: 320 metros de longitud y 240 metros de anchura.
En las liturgias y acontecimientos más destacados la Plaza de San Pedro ha llegado a albergar más de 300.000 personas.
Su sucesor 264, quién desde el Vaticano llevaría el mensaje del Evangelio a todas las naciones de la Tierra.
Y desde la Basílica de San Pedro, levantando su blanca mano, bendeciría lleno de bondad y de amor, infinidad de veces…
A través del Pontificado más largo de la Historia de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana:
¡URBI ET ORBI!
Flavio, el jefe de los verdugos le indicó a Pedro que debía extenderse sobre la cruz.
Y Pedro le dijo:
– Cuando crucificaron a mi Señor pusieron su cuerpo sobre la Cruz, con los pies abajo y la cabeza en lo alto, porque mi Señor descendió desde el Cielo a la Tierra.
Os ruego que al clavarme lo hagáis de tal forma que mis pies queden en lo alto y mi cabeza en la parte inferior del madero.
Porque además de que no soy digno de ser crucificado como Él, yo voy a subir de la Tierra al Cielo.
Accedieron a su petición y lo colocaron sobre la Cruz de manera,
que sus pies quedaron clavados separadamente en los extremos del travesaño horizontal superior y las manos en la parte baja del fuste, cerca del suelo.
Cuando Pedro estaba ya crucificado, Dios abrió los ojos espirituales de los espectadores.
Y vieron al apóstol rodeado de ángeles que tenían en sus manos coronas de rosas y de lirios.
Y a Jesucristo colocado a su vera, mostrándole un Libro abierto…
Pedro lo leyó: “Apocalipsis”
Y dijo en voz alta:
– Gracias Dios Mío.
Y se sumergió en la Oración en el espíritu.
Pedro admiró por largas horas, todos los sucesos que le fueron mostrados en la Ciudad del Vaticano.
Y finalmente, con voz llena de júbilo y de adoración,
Exclamó:
– ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús!… –antes de expirar.
Las llaves del Cielo que Jesús le entregara y que habían estado en sus manos, las había entregado a Lino, en la Misa cuando le nombró su sucesor.
En esa misma tarde, otro destacamento de pretorianos condujo a Pablo de Tarso a lo largo de la Vía Ostiense.
Pasaron por la Puerta Trigémina, hasta un lugar llamado Aqua Salviae.
Mientras avanzan, él mira hacia los Montes Albanos con la magnífica sensación de haber terminado su larga y fatigosa jornada apostólica.
Contempla ya los Cielos abiertos para recibirle y su alma está llena de júbilo,
Por el inminente encuentro con el Dios por el que ha luchado y sufrido tanto,
Para darlo a conocer y a amar.
Cuando llegaron al sitio designado para el suplicio, se volvió hacia el Oriente y oró.
Luego, se despidió de los cristianos.
El verdugo le dijo:
– Prepara tu cuello.
Pablo se arrodilló y dijo:
– ¡Oh, Señor mío Jesucristo, en tus manos encomiendo mi espíritu!
Y ofreció su cuello al verdugo.
Éste levantó la espada y descargó el golpe…
Con el rostro radiante, Pablo de tarso fue decapitado.
En el mismo instante en que se desprendió su cabeza del tronco,
Exclamó:
– ¡Jesús!…
Su sangre bañó la lóriga de su verdugo, brilló una luz intensísima.
Y quedó el aire perfumado con una fragancia maravillosa…
La Iglesia Cristiana ha sido confirmada con la sangre de sus Dos Columnas Primarias:
San Pedro y San Pablo Apóstoles…
Su ornamento final lo pondrá su último sucesor y papa mártir…
Y los cristianos que confesarán su glorioso testimonio en la Tercera Gran Persecución realizada en el imperio de terror del Anticristo…
93 ODIO, VENGANZA Y MIEDO
93 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Están aún comiendo y ya han encendido las lámparas, porque la tarde desciende muy presurosa.
El viento boreal incita a tener cerrada la puerta. Entonces se escuchan los toques que llaman.
Y se oye la voz alegre de Juan.
Y todos reaccionan simultáneamente, se levantan apresurados para recibirlos…
– ¡Nos alegramos de que hayáis regresado!
– ¡Habéis tardado poco!
– ¿Qué novedades hay, entonces?
– ¡Qué cargados venís!
Todos hablan al mismo tiempo, mientras se ayuda a los tres a liberarse de las pesadísimas sacas que traen sobre los hombros.
– ¡Despacio!
– ¡Dejadnos saludar al Maestro!
– ¡Un momento!
Es un alboroto alegre, familiar, por la alegría de estar juntos otra vez.
Jesús los saluda:
– ¡Hola, amigos! Dios os ha dado días tranquilos.
Judas de Keriot responde:
– Sí, Maestro, pero no tranquilas noticias. Lo preveía.
Todos quieren saber:
– ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?…
Se ha creado un ambiente de curiosidad.
– Dejadlos primero que tomen algo y repongan fuerzas – dice Jesús.
– No, Maestro.
Primero te damos lo que tenemos para Tí y para los demás.
Y primero… Juan, da la carta.
– La tiene Simón.
Yo temía estropearla entre la carga.
El Zelote, que ha estado luchando hasta ese momento con Tomás, que quería traerle agua para sus pies cansados,
acude diciendo:
– Aquí la tengo, en la bolsa del cinturón.
Y abre el bolsillo interno de su ancho cinturón de cuero rojo y extrae de él un rollo ya aplastado.
Diciendo:
– Es de tu Madre.
Estando cerca de Betania, encontramos a Jonathán que estaba yendo a casa de Lázaro con la carta y otras muchas cosas.
Judas explica:
Jonathán va a Jerusalén porque Cusa está poniendo en orden su palacio… Quizás Herodes va a Tiberíades…
Y Cusa no quiere que su mujer esté cerca de Herodías.
Mientras Jesús desata los nudos del rollo y lo despliega para leerlo..
Los apóstoles cuchichean mientras Jesús lee con beata sonrisa las palabras de su Madre.
Y luego dice:
– Escuchad, también hay algo para los galileos.
Mi Madre escribe:
“A Jesús, mi dulce Hijo y Señor, paz y bendición.
Jonathán, siervo de su Señor, me ha traído de parte de Juana, unos obsequiosos regalos;
ella pide a su Salvador, para sí, para su esposo y para toda su casa, la bendición.
Jonathán me dice que él, por orden de Cusa, va a Jerusalén, habiendo recibido la indicación de abrir de nuevo el palacio de Sión.
Yo bendigo a Dios por esto, porque así puedo hacerte llegar mis palabras y mi bendición.
Igualmente, María de Alfeo y Salomé envían a sus hijos besos y bendiciones.
Y, dado que Jonathán ha sido extremadamente bueno, también hay saludos de la mujer de Pedro para su marido lejano.
Y para Felipe y Natanael, de sus familiares.
Todas vuestras mujeres, queridos hombres que os encontráis lejos, bien con la aguja, bien con el telar y con el trabajo de la huerta,
os envían ropa para estos meses de invierno.
Y dulce miel, aconsejándoos que la toméis con agua bien caliente en las húmedas noches.
Cuidad de vosotros mismos. Esto es lo que las madres y esposas me dicen que os diga, y yo lo transmito; también a mi Hijo.
No por nada nos hemos sacrificado, creedlo.
Disfrutad de los humildes presentes que nosotras, discípulas de los discípulos de Cristo, damos a los siervos del Señor;
dadnos sólo la alegría de saber que estáis sanos.
Ahora, amado Hijo mío, pienso que desde hace casi un año, ya no eres todo mío.
Y me parece haber vuelto al tiempo en que sabía sí, que Tú ya habías venido, porque sentía tu pequeño corazón latir en mi seno;
pero también podía decir que no habías venido todavía, porque estabas separado de mí por una barrera que me impedía acariciar tu amado cuerpo,
y sólo podía adorar tu espíritu. ¡Oh, mi querido Hijo y adorable Dios!
También ahora sé que vives y que tu corazón late con el mío, jamás separado de mí aunque esté separado;
pero no te puedo acariciar, oír, servir, venerar, Mesías del Señor y de su pobre sierva.
Juana quería que fuese donde ella para que yo no estuviera sola en la fiesta de las Luminarias.
Pero he preferido quedarme aquí con María a encender las lámparas; por mí y por Tí.
Ya que aunque fuera la mayor de las reinas de la Tierra y pudiera encender mil, diez mil lámparas; estaría en la oscuridad, porque Tú no estás aquí.
Mientras que por el contrario, estaba en la perfecta luz en aquella oscura gruta cuando te tuve en mi corazón, Luz mía y Luz del mundo.
Será la primera vez que me diré: “Mi Niño hoy tiene un año más” sin tener a mi Niño.
Y será más triste que tu primer cumpleaños en Matarea.
Mas Tú llevas a cabo tu misión y yo la mía.
Y ambos hacemos la Voluntad del Padre y trabajamos para la gloria de Dios: esto enjuga toda lágrima.
Querido Hijo, comprendo lo que haces por lo que me dicen.
Como las olas desde mar abierto llevan la voz de alta mar hasta una solitaria y cerrada bahía,
así el eco de tu santo trabajo por la gloria del Señor llega a la tranquila casita nuestra, a oídos de tu Madre.
Siendo para Ella causa de júbilo, mas también de estremecimiento; porque si todos hablan de Tí, no todos lo hacen con igual corazón.
Vienen amigos y personas que han recibido algún bien, a decirme: “¡Bendito sea el Hijo de tu vientre!”
Y vienen enemigos tuyos a herir mi corazón diciendo: “¡Sea anatema!’.
Mas por éstos yo ruego, porque son unos infelices; más que los paganos, que vienen a preguntarme: “¿Dónde está el mago, el divino?”
Y no saben que dicen una gran verdad, dentro de su error.
Porque verdaderamente Tú eres sacerdote y grande, que es el sentido de esa palabra para la antigua lengua y divino eres, mi Jesús.
Y yo te los mando, diciendo: `Está en Betania’. Porque es lo que sé que tengo que decir, hasta que Tú no lo ordenes de otra manera.
Y ruego por estos que vienen a buscar salud para lo que muere, a fin de que encuentren salud para el espíritu eterno.
Y, te lo suplico, no te aflijas por mi dolor: queda compensado por la gran alegría que me producen las palabras de los sanados de alma y de carne.
Pero María sufrió y sufre todavía un dolor más fuerte que el mío. No me hablan sólo a mí.
José de Alfeo quiere que sepas que, durante un reciente viaje suyo de negocios a Jerusalén, lo pararon y lo amenazaron por causa tuya.
Eran hombres del Gran Consejo.
Yo creo que algún grande de aquí les dio la referencia, porque si no ¿Quién podía conocer a José como cabeza de familia y hermano tuyo?
Yo te digo esto por obediencia de mujer. Pero por mí te digo: quisiera estar a tu lado, para confortarte.
De todas formas, actúa Tú, Sabiduría del Padre, sin tener en cuenta mi llanto.
Simón tu hermano, quería casi ir a Tí, después de este hecho.
Y quería ir conmigo, pero la estación en que estamos lo ha retenido.
Y más aún el temor de no encontrarte, porque nos dijeron en tono de amenaza, que Tú donde estás no puedes permanecer.
¡Hijo, Hijo mío, adorado y santo Hijo mío! Estoy con los brazos alzados como Moisés en el monte, para rogar por Tí,
que estás batallando contra los enemigos de Dios y tuyos, mi Jesús al que el mundo no ama.
Aquí ha muerto Lía de Isaac. Lo he sentido mucho porque fue siempre buena amiga mía.
Pero el padecimiento mayor eres Tú, lejano y no amado.
Yo te bendigo Hijo mío. Y así como yo te doy paz y bendición, te ruego dársela Tú a Mamá”.
Pedro grita:
– ¡Llegan hasta esa casa esos desvergonzados!
Y Tadeo exclama:
– José… podía haberse guardado para sí lo sucedido.
Pero… ¡Lo ha llenado de satisfacción el poder comunicarlo!
Felipe sentencia:
– Grito de hiena no asusta a los vivos.
Judas dice:
– Lo malo es que no son hienas, son tigres. Buscan presa viva.
Y volviéndose hacia Simón Zelote,
le solicita:
– Refiere tú lo que hemos sabido.
Simón relata:
– Sí, Maestro. El temor de Judas está justificado.
Hemos estado donde José de Arimatea y donde Lázaro; allí abiertamente, como amigos tuyos.
Después, yo y Judas – como si yo fuera un amigo suyo de la infancia – hemos estado donde algunos amigos suyos de Sión…
Bueno, pues José y Lázaro te dicen que dejes este lugar enseguida y vayas adonde ellos durante estas fiestas. Cede, Maestro; es por tu bien.
Además, los amigos de Judas dijeron:
“Mira que ya se ha decidido ir a sorprenderlo para inculparlo. Precisamente en estos días de fiestas en que no hay gente.
Que se retire durante un tiempo, para que queden burladas estas víboraes.
La muerte de Doras ha estimulado su veneno y su miedo, porque además de sentir odio tienen miedo.
El miedo les hace ver lo que no existe y el odio les hace incluso mentir”.
Judas agrega:
– ¡Todo, pero es que saben TODO de nosotros!
¡Es odioso! ¡Y todo lo alteran, todo lo exageran! Y, cuando les parece que no hay todavía suficiente para maldecir, se lo inventan. Yo me siento asqueado y abatido.
Me viene el deseo de expatriarme, de marcharme…; no sé… lejos… fuera de este Israel que no es sino pecado…
Judas de Keriot está totalmente deprimido.
Jesús lo exhorta:
– ¡Judas, Judas!, una mujer para dar a un hombre al mundo trabaja nueve lunas…
Tú para dar al mundo el conocimiento de Dios, ¿Querrías emplear menos tiempo?
Se necesitarán no nueve lunas, sino milenios de lunas; del mismo modo que la luna nace y muere en cada lunación,
manifestándose a nosotros como acabada de nacer, luego llena, luego menguada…
sucederá así siempre en el mundo, mientras exista: habrá fases crecientes, llenas y decrecientes, de religión.
Pero, aun cuando parezca muerta tendrá vida, como la luna, que está aun cuando parece que haya llegado a su fin.
Y quien haya trabajado en esta religión, recibirá el consiguiente pleno mérito, a pesar de que sólo una exigua minoría de almas fieles quede sobre la Tierra.
¡Venga, venga! Nada de fáciles entusiasmos en los triunfos ni de fáciles depresiones en las derrotas.
Judas responde:
– No obstante… deja este lugar.
No somos nosotros fuertes todavía y sentimos que frente al Sanedrín tendríamos miedo; yo al menos… los otros, no lo sé…
Pero, hacer la prueba lo considero una imprudencia. Nosotros no tenemos el corazón de los tres jóvenes de la corte de Nabucodonosor.
Todos los discípulos concuerdan:
– Sí, Maestro, es mejor.
– Es prudente.
– Judas tiene razón.
– Mira cómo también tu Madre y tus familiares…
– Y Lázaro y José.
– Hagámosles venir en vano.
Jesús extiende los brazos y dice:
– Hágase como queréis; pero luego se vuelve aquí.
Veréis cuántos vienen. Yo ni fuerzo ni tiento vuestra alma; efectivamente, no la siento preparada…
Bueno… veamos los trabajos que han hecho las mujeres.
Pero mientras todos, con ojos risueños y voces de alegría, extraen de las sacas los paquetes con la ropa, las sandalias o los alimentos de las madres y de las esposas…
Y tratan de interesar a Jesús para que admire tanta gracia de Dios, Él permanece triste y absorto.
Se ha retirado con una lamparita al rincón más alejado de la mesa en que están la ropa, las manzanas, recipientes de metal, pequeños quesos…
Y lee una y otra vez la carta materna, haciendo con una mano de visera para los ojos, parece meditar, pero en realidad está sufriendo.
Pedro está rebosante de alegría y lo manifiesta,
diciendo:
– Mira, Maestro, mi esposa, ¡Pobrecilla!
¡Qué prenda tan linda y qué manto con capucha me ha hecho! Quién sabe lo que le habrá costado hacerlo, porque no es tan experta como tu Madre.
Con los brazos cargados de sus tesoros.
Jesús responde con cortesía:
– Bonitos, sí, bonitos. Es una esposa excelente – pero con la vista lejos de lo que le ha mostrado.
Santiago de Zebedeo dice:
– A nosotros nuestra madre nos ha hecho dos túnicas dobles.
¡Pobre mamá! ¿Te gustan, Jesús? Es un color bonito, ¿No es verdad?
– Muy bonito, Santiago; te quedarán bien.
Tadeo añade:
– Mira, estoy seguro de que estos cinturones los ha hecho tu Madre; es Ella la que borda así.
Y este velo doble para cubrir del sol, yo también digo que lo ha hecho María; es igual que el tuyo.
La túnica no; ciertamente ha sido nuestra madre la que la ha confeccionado.
¡Pobre mamá! Después de tanto como ha llorado este verano, ve menos y frecuentemente se le rompe el hilo.
¡Qué buena es! – Judas de Alfeo besa la gruesa túnica de color rojo-marrón.
Bartolomé observa:
– No estás alegre, Maestro.
Ni siquiera miras lo que te han mandado.
Simón Zelote argumenta:
– No puede estarlo.
Jesús responde:
– Estoy pensando…
Pero… Volved a hacer los paquetes. Ponedlo todo en orden. No es este el momento de que nos prendan, y no nos prenderán.
Bien entrada la noche, con el claro de la luna, iremos hacia Doco y luego a Betania.
Juan:
– ¿Por qué a Doco?
– Porque allí hay una mujer que se está muriendo y espera de Mí la curación.
– ¿No pasamos por casa del encargado?
– No, Andrés, por ningún sitio.
Así nadie tendrá necesidad de mentir diciendo que no sabe dónde estamos. Si vuestra preocupación es que no nos persigan.
La mía es no crear complicaciones a Lázaro.
Judas:
– Pero Lázaro te espera.
– Y vamos donde él. O, mejor,…
Simón, ¿Me hospedas en la casa de tu viejo siervo?
Zelote responde:
– Con mucho gusto, Maestro.
Tú ya sabes todo. Por tanto, puedo decirte en nombre de Lázaro, de mí mismo y de quien vive en ella, que esa casa es tuya.
Jesús apremia:
– Vamos. Rápido. Para estar en Betania antes del sábado.
Y mientras todos se dispersan con lámparas, para hacer lo que la improvisa partida requiere, Jesús se queda solo.
Vuelve Andrés, se acerca a su Jesús y dice:
– ¿Y esa mujer?
Me duele abandonarla ahora que parecía que iba a venir… Es prudente… ya lo has visto…
– Vete a decirle que dentro de un tiempo volveremos y que mientras tanto recuerde tus palabras…
– Las tuyas, Señor. Yo he dicho sólo las tuyas.
– Ve. Date prisa.
Y cuida de que nadie te vea. Verdaderamente en este mundo de malvados, los inocentes deben tomar aspecto de pérfidos…
Todo termina aquí, con esta gran verdad.
72 RENACER EN EL ESPÍRITU
72 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Hacia el final de la primera vigilia, (20.00hs) es una noche apacible en el olivar y el cielo ostenta su maravilloso esplendor,
con una luna llena que ilumina con su brillo plateado, lo que de otra manera sería una gran oscuridad.
Jesús y Simón cananeo están conversando en la cocina, sobre las incidencias que cambiarán su destino en Jerusalén.
Juan los interrumpe al entrar diciendo:
– ¡Maestro! ¡Aquí está Nicodemo!
Después de los saludos, Simón toma a Juan y salen de la cocina, dejándolos solos a los dos.
Nicodemo dice preocupado:
– Maestro, perdona si te he querido hablar en secreto. Desconfío, por Tí y por mí, de muchos.
No es sólo cobardía esto mío. También es prudencia y deseo de beneficiarte, más que si te perteneciera abiertamente.
Tú tienes muchos enemigos. Yo soy uno de los pocos que aquí te admiran.
He pedido consejo a Lázaro. Lázaro es poderoso por herencia, temido porque goza de favor ante Roma, justo ante los ojos de Dios;
sabio por maduración de ingenio y cultura, verdadero amigo tuyo y verdadero amigo mío.
Por todo esto he querido hablar con él. Y me siento feliz de que él haya juzgado del mismo modo.
Le he dicho las últimas… discusiones del Sanedrín sobre Tí.
Jesús corrige con suavidad:
– Las últimas acusaciones. No tengas reparo en decir las verdades desnudas, como son.
– Las últimas acusaciones. Sí, Maestro.
Yo estaba ya para decir “Pues bien, yo también soy de los suyos”. Aunque sólo fuera porque en esa asamblea hubiera al menos uno que estuviera a tu favor.
Pero José, que se había acercado a mí, me susurró: “Calla. Mantengamos oculto nuestro pensamiento. Luego te explico”. Y una vez fuera, dijo…
Exactamente dijo: “Así es de mayor provecho. Si saben que somos discípulos, nos mantendrán al margen de cuanto piensan y deciden.
Y pueden dañarle y también perjudicarnos. Como sencillos admiradores de Él; no nos tendrán secretos’
Comprendí que tenía razón. ¡Son muchos!… ¡Y muy malos! También yo tengo mis intereses y mis obligaciones. Lo mismo que José… ¿Comprendes, Maestro?
– No os reprocho nada. Antes de que tú llegases,estaba diciéndole esto a Simón.
Y he determinado incluso, alejarme también de Jerusalén.
– ¡Nos odias porque no te amamos!
– ¡No! ¡No odio ni siquiera a los enemigos!
– Tú lo dices. Pero es así. ¡Tienes razón!
Sólo que, ¡Qué dolor para mí y para José! ¿Y Lázaro? ¿Qué dirá Lázaro, que justamente hoy ha decidido proponerte que dejaras este lugar para ir a una de sus propiedades de Sión?
Bueno, ¿Ya sabes que Lázaro tiene poder económico, no? Buena parte de la ciudad es suya, de la misma forma que muchas tierras de Palestina.
Su padre, a su patrimonio y al de Euqueria, de tu tribu y familia, había unido aquello que los romanos dan como recompensa al servidor fiel,
cuando lo mantuvo como regente de Siria y era muy influyente en todos los asuntos que el imperio tenía por acá.
A sus hijos les ha dejado una herencia muy grande y lo que más cuenta: una velada pero potente amistad con Roma.
Sin ésta, ¿Quién habría salvado de la ignominia a toda la casa después de la infamante conducta de María?
¿Su divorcio, conseguido sólo porque se trataba de “ella“, su vida licenciosa en esa ciudad, que es su feudo?
Y en Tiberíades, que es el elegante lupanar donde Roma y Atenas han constituido un lecho de prostitución para tantos del pueblo elegido?
¡Verdaderamente, si Teófilo sirio hubiera sido un prosélito más convencido, no habría dado a los hijos educación helenizante que tanta virtud mata y siembra tanta voluptuosidad!
Y que bebida y expulsada sin consecuencias por Lázaro y especialmente por Marta, ha contagiado a la desenfrenada María.
¡Y ha proliferado en ella, convirtiéndola en el fango de la familia y de Palestina!
No, sin la poderosa sombra del favor de Roma, se les habría aplicado el anatema más que a los leprosos.
Pero, considerando que las cosas están así, aprovéchate de ello. Con Lázaro tendrás también, la protección oculta de Roma.
Jesús rechaza con firmeza:
– No. Me retiro. Quien quiera verme vendrá a Mí.
– ¿¡He hecho mal en hablar!? – Nicodemo se siente abatido.
– No. Espera… ¡Persuádete!
Y Jesús abre una puerta llamando:
– ¡Simón! ¡Juan! ¡Venid!
Los dos acuden.
Jesús les pregunta:
– Simón, dile a Nicodemo lo que te estaba diciendo cuando ha entrado él.
– Que para los humildes es suficiente con los pastores; para los poderosos, Lázaro, Nicodemo, José y Cusa.
Y que Tú te ibas a ir lejos de Jerusalén, aunque sin dejar Judea. Esto estabas diciendo. ¿Por me lo haces decir? ¿Qué ha ocurrido?
– Nada. Nicodemo temía que yo me fuera a causa de sus palabras.
Nicodemo interviene diciendo:
– He dicho al Maestro que el Sanedrín se muestra cada vez más enemigo.
Y que sería buena cosa que se pusiera bajo la protección de Lázaro. Ha protegido tus bienes porque tiene a Roma de su parte y protegería también a Jesús.
Simón confirma:
– Es verdad. Es un buen consejo.
A pesar de que mi casta esté mal vista incluso por Roma, una palabra de Teófilo me ha conservado el patrimonio durante la proscripción y la lepra.
Y Lázaro es muy amigo tuyo, Maestro.
Jesús objeta:
– Lo sé. Pero ya me he pronunciado. Y lo que he dicho Yo lo hago.
– ¡Entonces, te perdemos!
– No, Nicodemo.
Hombres de todas las sectas se acercan al Bautista; a Mí podrán venir hombres de todas las sectas y de todos los niveles.
– Nosotros venimos a ti sabiendo que eres superior a Juan.
– Podéis seguir viniendo.
Seré un rabí solitario Yo también, como Juan, y hablaré a las turbas deseosas de oír la voz de Dios y capaces de creer que Yo soy esa Voz.
Y los demás me olvidarán… si son, al menos, capaces de tanto.
Nicodemo afirma:
– Maestro, estás triste y desilusionado.
Tienes razón en estarlo. Todos te escuchan y creen en ti hasta el punto de que obtienen milagros.
Hasta incluso uno de Herodes, uno que por fuerza debería tener corrompida la bondad natural en esa corte incestuosa y ha sido seguidor del Bautista.
También hasta soldados romanos.
Sólo nosotros, los de Sión, somos tan duros… No todos, no obstante. Ya ves…
Maestro, nosotros sabemos que has venido de parte de Dios y que eres su más alto doctor. También Gamaliel lo dice.
Nadie puede hacer los milagros que Tú haces si no tiene a Dios consigo. Esto piensan también los doctos como Gamaliel.
¿Cómo es que entonces no podemos nosotros tener la fe que tienen los pequeños de Israel? ¡Oh! ¡Dímelo! ¡Dímelo!
No te traicionaré, aunque me dijeras: “He mentido para conferir valor a mis palabras de sabiduría con la impresión de un sigilo que nadie puede despreciar”.
¿Eres Tú el Mesías del Señor, el Esperado, la Palabra del Padre encarnada para instruir y redimir a Israel según el Pacto?
– ¿Lo preguntas porque tú quieres? O ¿Por qué otros te mandaron a que me lo preguntases?
– Yo lo pregunto, Señor.
Tengo aquí, un tormento. Tengo una gran confusión.
Vientos contrarios y contrarias voces. Hay en mí una borrasca. ¿Por qué no hay en mí, hombre maduro?
Esa pacífica seguridad que tiene, éste casi analfabeto muchacho; en cuya cara le pone esa sonrisa…
En sus ojos, esa luz. Ese sol en su corazón.
Nicodemo se vuelve hacia Juan, preguntando:
– ¿De qué modo crees Juan, para estar así; tan seguro?
Enséñame tu secreto, hijo. Ese secreto con el que supiste ver y encontrar al Mesías; en Jesús, el Nazareno.
Juan se pone colorado como un jitomate. Baja la cabeza como si pidiese permiso para decir una cosa muy grande. Y responde con sencillez:
– Amando.
– ¡Amando!
Le toca el turno a Simón Zelote y Nicodemo lo mira escrutador.
Luego lo interroga:
– ¿Y tú, Simón, hombre probo y maduro?
Tú, docto que has sido probado hasta el punto de sentirte inducido a temer el engaño en todas partes. Y has sido acrisolado… ¿Cómo has hecho para convencerte?
– Meditando.
Nicodemo exclama:
– ¡Amando! ¡Meditando! También yo amo y medito… ¡Y no estoy seguro todavía!
Interviene Jesús diciendo:
– Yo te diré el verdadero secreto.
Éstos han sabido nacer de nuevo. Con un nuevo espíritu; libre de toda cadena; desligados de todo compromiso; vírgenes de cualquier otra idea.
Y por esto han comprendido a Dios.
Si uno no nace de nuevo; no puede ver el Reino de Dios; ni creer en su Rey.
– ¿Cómo puede un hombre volver a nacer; si ya es adulto?
Una vez fuera del seno materno, el hombre no puede jamás volver a entrar en él. ¿Aludes tal vez a la Reencarnación, como creen muchos paganos?
No, en ti no es posible esto; además, no se trataría de un volver a entrar en el seno materno, sino de un reencarnarse más allá del tiempo y por tanto, no ahora. ¿Cómo es esto? ¿Cómo? ¿En qué forma?
Jesús con mucha autoridad, como si estuviera en la cátedra del Templo,
Responde:
– No hay más que una existencia de la carne sobre la Tierra y una eterna vida del espíritu más allá de la Tierra. Sólo hay una existencia de la carne sobre la Tierra. Y una vida eterna.
Yo no hablo de la carne y de la sangre; sino del espíritu inmortal, que renace a la vida verdadera por dos cosas: Por el agua y por el Espíritu. Lo más grande es el espíritu; sin el cual, el agua no es más que un símbolo.
Quien se ha lavado por el agua; debe purificarse luego con el espíritu y con Él; encenderse y renacer. Luego el alimentarse hasta llegar a la edad perfecta.
Porque lo que ha sido engendrado por la carne es y seguirá siendo carne, y con ella muere tras haberla servido en sus apetitos y pecados.
Pero lo que ha sido engendrado por el Espíritu es espíritu.
Y vive volviendo al Espíritu Generador después de haber cultivado el propio espíritu hasta la edad perfecta.
El Reino de los Cielos no será habitado sino por seres llegados a la edad espiritual perfecta. No te maravilles, por tanto, si digo: “Es necesario que vosotros nazcáis de nuevo”.
Éstos han sabido renacer. El joven ha matado la carne y ha hecho renacer el espíritu poniendo su ‘yo’ en la hoguera del amor. Enteramente ha sido consumido de toda materia.
Y he aquí que de las cenizas surge su nueva flor espiritual, maravilloso heliotropo que sabe dirigirse hacia el Sol Eterno.
El de edad; puso la guadaña en la meditación honesta a los pies de su viejo modo de pensar.
Y arrancó la vieja planta dejando sólo el retoño de la buena voluntad. Del que hizo nacer su nuevo pensamiento.
Ahora ama a Dios con su espíritu nuevo y lo ve…Lo que nace de la carne, es carne. Lo que nace del espíritu, es espíritu. Cada uno tiene su modo para llegar al puerto.
Cualquier viento es bueno, con tal de que se sepa usar la vela. Vosotros oís que sopla el viento y por su corriente podéis regular y dirigir la maniobra.
Pero no podéis decir de donde viene. Ni llamar al viento que necesitáis.
También el Espíritu llama. Y viene llamando y pasa. Pero sólo el que está atento puede seguirlo.
El Hijo conoce la Voz de su Padre. Y la voz del espíritu; conoce la Voz del Espíritu y Quién lo engendró…
– ¿Cómo puede suceder esto?
– Tú, Maestro en Israel; ¿Me lo preguntas?
¿Ignoras estas cosas? Se habla y se da testimonio de lo que sabemos y hemos visto. Pues bien, Yo hablo y doy testimonio de lo que sé.
¿Cómo podrás aceptar las cosas que no has visto; si no aceptas el testimonio que te traigo? ¿Cómo puedes creer en el Espíritu; si no crees en la Palabra Encarnada?…
No bajes la frente, Nicodemo. He venido a salvar. No a destruir. Dios no ha enviado a su Unigénito al mundo para condenar al mundo; sino para que el mundo se salve por medio de Él.
Yo he bajado para volver a subir llevándome conmigo a los que están aquí abajo. Uno sólo ha bajado del Cielo: el Hijo del hombre.
Uno sólo al Cielo subirá con el poder de abrir el Cielo: Yo, Hijo del hombre.
Recuerda a Moisés. Él levantó una serpiente en el desierto para curar las enfermedades de Israel.
Cuando Yo sea levantado en alto, aquellos a quienes la fiebre de la culpa hace ciegos, sordos, mudos o que por ella han perdido el juicio o están leprosos y enfermos, serán curados.
Y quienquiera que crea en Mí tendrá vida eterna.
También quienes en Mí hayan creído tendrán esta vida beata. En el mundo he visto todas las culpas, todas las herejías, todas las idolatrías.
Pero, ¿Puede acaso la golondrina que vuela veloz por encima del polvo ensuciarse el plumaje?
No. Lleva por las tristes vías de la Tierra una coma de azul, un olor de cielo, emite un reclamo para conmover a los hombres y hacerles levantar del fango la mirada y seguir su vuelo que al cielo retorna.
Igualmente Yo. Vengo para llevaros conmigo. ¡Venid!… Bajé para ascender, llevándoos conmigo. ¡Venid!
Quién cree en el Unigénito; no será juzgado. Ya está a salvo. Porque Él; el Hijo del Hombre, ruega al Padre, diciéndole: Éste me ha amado’
Pero el que no cree; es inútil que haga obras santas. Está ya juzgado porque no ha creído en el Hijo Unigénito de Dios.
¿Cuál es mi Nombre, Nicodemo?
– Jesús. (Jesús en hebreo antiguo, Yeshúa o Ieshúa significa ‘Salvación’)
– ¡No! ¡Salvador! Yo Soy Salvación.
Quién no cree en Mí; rechaza su salvación. Y la Justicia Eterna lo ha sentenciado.
Y el juicio es éste:
‘La Luz se envió a ti y al mundo para salvaros. Y tú y los hombres habéis preferido las tinieblas a la Luz…’
Porque preferíais las obras malvadas, que se habían hecho costumbre en vosotros. A las obras buenas, las que Él os señalaba como obras que seguir para ser santos”.
Vosotros habéis odiado la Luz, porque los malhechores aprecian las tinieblas para sus delitos; habéis evitado la Luz para que no proyectara luz sobre vuestros ocultos resentimientos.
No por ti, Nicodemo, pero la verdad es ésta. Y el castigo guardará relación con la condena, por lo que respecta al individuo y por lo que respecta a la colectividad.
Si me refiero a los que me aman y ponen en práctica las verdades que enseño; naciendo en el espíritu por segunda vez, la más verdadera.
Digo que no temen la Luz antes bien, a ella se arriman; porque su luz aumenta aquella con que fueron iluminados: recíproca gloria, que hace dichoso a Dios en sus hijos y a los hijos en el Padre.
No, ciertamente los hijos de la Luz no temen ser iluminados; antes bien, con el corazón y con las obras, dicen: “No he sido yo sino Él, el Padre, Él, el Hijo, Él, el Espíritu, quienes han cumplido en mí el Bien.
A ellos la gloria eternamente.
Y desde el Cielo responde el eterno canto de los Tres que se aman en su perfecta Unidad: “A ti eternamente la bendición, hijo verdadero de nuestra voluntad”.
Jesús se vuelve hacia su predilecto:
– Juan, acuérdate de estas palabras para cuando llegue la hora de escribirlas.
Y dirigiéndose al magistrado del Sanedrín pregunta:
– Nicodemo, ¿Estás convencido?
– Sí, Maestro. ¿Cuándo podré hablarte otra vez?
– Lázaro sabrá llevarte. Iré a su casa, antes de alejarme de aquí.
– Me voy, Maestro. Bendice a tu siervo.
– Mi paz sea contigo.
Nicodemo sale con Juan.
Jesús se vuelve a Simón:
– ¿Ves la obra del poder de las Tinieblas?…
Como una araña, tiende su trampa, envuelve y aprisiona a quien no sabe morir para renacer como mariposa… Con una fortaleza capaz de romper la tela tenebrosa y traspasarla.
llevándose como recuerdo de su victoria, jirones de reluciente red en las alas de oro, como oriflamas y lábaros conquistados al enemigo.
Aprendiendo la ciencia de MORIR VIVIENDO y MORIR AMANDO.
Morir para daros la fuerza de morir.
Vete a descansar Simón. Y Dios sea contigo.
El discípulo se retira y Jesús sale al huerto. Se postra a orar…