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PRIMER MISTERIO DE DOLOR

LA ORACION DE JESÚS EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ

“Después, Jesús salió y se fue, como era su costumbre, al monte de los Olivos y lo siguieron también sus discípulos. Llegados al lugar les dijo: ‘Oren para que no caigan en tentación.’ Después se alejó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra y doblando las rodillas oraba con estas palabras: ‘Padre, si quieres aparta de Mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.’ (Entonces se le apareció un ángel del cielo para animarlo. Entró en agonía y oraba con mayor insistencia. Su sudor se convirtió en gotas de sangre que caían hasta el suelo) Después de orar se levantó y fue hacia donde estaban los discípulos.  Pero los halló dormidos, abatidos por la tristeza. Le dijo: ‘¿Ustedes duermen? Levántense y oren para que no caigan en tentación.’ Todavía estaba hablando cuando llegó un grupo encabezado por Judas, uno de los Doce. Como se acercara a Jesús para darle un beso, Jesús le dijo: ‘Judas, ¿Con un beso traicionas al Hijo del hombre?’ (Lucas 22, 39-48)

Dice Jesús:

“OREN PARA QUE NO CAIGAN EN TENTACIÓN” 

Fue lo que dije a mis discípulos en aquella noche del Jueves Santo, poco antes de mi aprehensión.  Fue lo que Yo hice… Para resistir en la terrible prueba de la Hora que se aproximaba.

Estaba abatido por la tristeza. Como un hombre que ha sido herido de muerte y que siente que la vida se le escapa, como a alguien que está oprimido por un trauma psíquico superior a sus fuerzas.

Yo Soy el Hijo de Dios Altísimo; pero también Soy el Hijo del Hombre.

Y en este momento mi Divinidad estaba aniquilada, por el Amor y la Obediencia.

Era solamente el hombre a quien Dios, NO ayudaba más.

Mi sufrimiento y mi abatimiento eran tan intensos que se convirtieron en una agonía en aumento, hasta llegar el momento en que sudé sangre; por el tremendo esfuerzo que hice para vencerme y resistir el peso que se me había impuesto.

Mis ojos habían leído en el corazón de Judas Iscariote.

Judas era doble, astuto, ambicioso, lujurioso, ladrón, inteligente. Su apariencia siempre intachable y muy elegante.

También era más culto que los demás y había logrado imponerse a todos.

Era un hombre  tan  audaz, que me allanaba el camino más difícil.

Y mi alma agonizaba por el doble esfuerzo que tenía que hacer, al tratar de vencer los dos más grandes dolores que un hombre pueda soportar:

 La despedida de una Madre sin igual y la proximidad del Amigo Infiel…

Dos heridas que me taladraban el corazón, una con su Llanto y otra con su Odio.

Judas amaba desenfrenadamente tres cosas: el dinero, las mujeres y el poder.

Creyó en Mí como Mesías, pero al sentirse defraudado en lo que esperaba: ser el ministro de un poderoso rey terrenal; volcó sobre Mí todo su odio y lo único que deseó fue vengarse.

Por eso me traicionó.

Tuve que compartir el pan con mi Caín y sonreírle como a un amigo, para que los demás no se diesen cuenta y así evitar un crimen.

No existió Dolor más grande; más absoluto que el mío.

Era Yo una sola cosa con el Padre. Me amaba y lo amaba, como sólo el Dios que es Amor,  puede amar.

Las víctimas expiatorias han probado el rigor de Dios.

Después viene la gloria, pero sólo después de que la Justicia se ha aplacado.

También Yo sentí cómo la severidad de mi Padre aumentaba de hora en hora y supe lo que se sufre, cuando Dios lo abandona a uno.

Cuanto más se acercaba la hora, de la Hora de la Expiación, más sentía que Dios se alejaba de Mí y empecé a sentir terror. 

Fue espantoso experimentar el ansia por la vida, la languidez, el cansancio y el tedio, hasta llegar a la desesperación…

Fue cuando me sentí solo, desamparado y totalmente indefenso…

`Todos me han traicionado, todos me han abandonado y el Padre Dios, no viene en mi ayuda.’

 Era la Hora de las Tinieblas.

Y AL ALEJARSE EL PADRE, LLEGÓ SATANÁS 

Había venido al Principio de mi Misión para que no la realizase y ahora regresaba.

Judas tenía a Lucifer y Yo lo tenía cerca; él en el corazón, y Yo a mi lado.

Fuimos los dos personajes principales de la Tragedia y Satanás se ocupaba personalmente de nosotros.

Después que empujó a Judas hasta el punto sin retorno, se volvió contra Mí…

De una manera vívida y cruel, me presentó todos los tormentos y torturas que iba a sufrir por manos de los hombres y trató de convencerme de que mi sufrimiento era inútil, por la ingratitud e incredulidad humanas.

Con la Oración lo vencí: ‘¡ABBA, Padre! todo es posible para Ti, aparta de Mí esta copa; pero  no sea lo que Yo quiero, sino lo que quieras Tú’

Y el espíritu dominó el terror que sentía la carne.

Vencí la tentación física.

Trató luego de halagarme y atormentó mi alma con el recuerdo de mi Madre y sus sufrimientos…  

La inutilidad de mi muerte por los hombres ingratos…

Me ofreció vivir rico, feliz y amado…

Realizando un largo apostolado en el que él me ayudaría.

Dios me perdonaría, al ver cuántos hombres se salvarían al creer en Mí y además no sufriría una muerte tan atroz.  

También en el desierto me había tentado con poner a Dios a prueba con la imprudencia.

Con la Oración lo vencí: ‘¡ABBA, PADRE! Todo es posible para Ti; aparta de Mí esta copa. Pero no sea como Yo quiero, sino como quieras Tú.’

El espíritu superó la Tentación Moral. El alma venció sus pasiones.

Entonces se burló de Mí.

Me presentó el Abandono del Padre. Que el Cielo estaba cerrado para Mí y que Dios no me amaba más; porque al estar cubierto con todos los pecados del mundo, le causaba asco y por eso me entregaba al escarnio de una plebe feroz y que me había dejado completamente solo…

Totalmente solo… En manos de él…

 Que podía destruirme y nadie me defendería.

 Los hombres, o eran indiferentes o me odiaban.

Yo redoblé mis plegarias para cubrir las palabras satánicas.

Pero mi Oración subía a un Cielo que estaba cerrado y volvía a caer sobre Mí como una piedra…

Y fue entonces que probé toda la amargura del Cáliz: el sabor de la desesperación.

Quise vencer la desesperación y a Satanás, que es su origen y FUE CUANDO SUDÉ SANGRE…

Satanás quería vencerme con la desesperación, para convertirme en su esclavo…

 Sentí el sabor de la muerte, cuando decidí daros la vida…

Y cubierto con la lepra de vuestros pecados, siendo solamente el hombre culpable a los ojos de Dios; ACEPTÉ SER EL MALDITO Y CON ELLO, ACEPTÉ TAMBIÉN EL CASTIGO.

Y vencí la desesperación y a Satanás, para servir a Dios y daros a vosotros la Vida…  

Pero saboreé la Muerte. No la muerte física del Crucificado, (No fue tan dolorosa)

Sino la Muerte Total…

La Muerte Consciente…  

La Muerte que cae después de haber triunfado, con un corazón destrozado…

Con una sangre que se pierde por la herida de un esfuerzo muy superior a la fuerza humana.

Y sudé sangre. ¡Sí, la sudé!…

Para ser fiel a la Voluntad de Dios.

El espíritu venció la Tentación Espiritual.

Con la Oración lo vencí: ‘¡ABBA, PADRE! Todo es posible para Ti; aparta de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como quieras TÚ…’

No tengo más que recordar esta Hora para llamaros hermanos.

¿Puedo Yo que he probado; no comprender vuestra degradación y no amaros porque estáis degradados?… Os amo por esto.

Porque en aquella Hora no era el Verbo de Dios…

Era el Hombre Culpable.

Mi mejilla arde por el beso de los traidores…  

Curádmela con el beso de la Fidelidad. ¡Convertíos y amad!

Para que el Padre os pueda llamar: ¡Hijos!

El Ángel que me acompañó en mi dolor, me habló de la esperanza de todos los que se salvarían con mi Sacrificio y fue el bálsamo para mi agonía…

Mi mirada se extendió a través de los siglos…

Y OS MIRÉ….

Y FUE CADA UNO DE VUESTROS NOMBRES como una inyección de fortaleza, para las horas dolorosísimas que se aproximaban…

Fuisteis mi consuelo cuando vi que os salvaríais…  

QUE ÉRAIS DIGNOS DEL SACRIFICIO DE UN DIOS.

Y desde aquel momento os he llevado en mi Corazón…

Y cuando sonó el momento de que vinieseis a la tierra, quise estar presente a vuestra llegada, regocijándome al pensar que una nueva flor de amor había brotado en el mundo y que viviría para Mí…

¡Oh, benditos míos!.. ¡Consuelo mío cuando agonizaba!.. Mi Madre, mi Apóstol, las mujeres piadosas…

Pero también TÚ…

Tú que estás leyendo esto y a quién mi Madre ha guiado hasta aquí…

MIS OJOS AGONIZANTES TE MIRARON A TRAVÉS DE LOS SIGLOS…

Junto al rostro adolorido de mi Madre…

Y los cerré gozoso porque vi que te salvarías al corresponder a mi llamado a la Conversión y al Amor…

Mi mayor dolor, fue pensar para cuántos mi Martirio sería estéril…

Todos los que rechazarían la Salvación y preferirían las Tinieblas a la Luz…

A éstos también los tuve presentes y a sabiendas de ello, me dirigí a la Muerte…

Y corrí al encuentro de mi Martirio, que se inició con un beso…

EL BESO DE LA TRAICIÓN.

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Oración:

Amado Padre Celestial: Llénanos el corazón de arrepentimiento y amor, para ser Agradecidos al Amor tan incomprendido en su profundidad y plenitud, que sólo un Dios Único y Trino, infinitamente maravilloso como TÚ, podías manifestar como lo hiciste por nosotros los hombres. Ayúdanos a conocerte y amarte, adorarte y servirte. Porque no bastarían un millón de vidas de adoración y sacrificio, para corresponderte aunque solo fuera un poquito, de lo mucho que te debemos. Gracias ABBA. Amen

PADRE NUESTRO…

DIEZ AVE MARÍA…

GLORIA…

INVOCACIÓN DE FÁTIMA…

CANTO DE ALABANZA…