28.- NÉMESIS
Un hombre como de cuarenta años, alto, atlético. Con un rostro en el que resaltan unos ojos castaños de mirada dulce y bondadosa, examina con delicadeza y movimientos expertos…
Y luego declara:
– Sí, Lautaro. Fui médico militar. La guerra es una buena escuela. La herida de la cabeza es leve. Cuando éste, -señaló a Bernabé- lo aventó contra la pared, el joven extendió el brazo tratando de protegerse y al caer pegó contra la balaustrada y se le desarticuló. Así fue como se fracturó también las costillas, pero por lo mismo, salvó la cabeza y su vida.
El anciano replica:
– Sabemos que eres un buen médico y por eso mandé a buscarte.
Y mientras platican, Mauro empezó a reducir el brazo para entablillarlo…
Y Marco Aurelio se desmayó. Lo cual lo favoreció, pues así no sintió el sufrimiento causado al volver a articular el brazo y la reducción de los huesos rotos. Terminada la operación, Marco Aurelio recuperó el conocimiento y vio delante de él a Alexandra.
Ella está a su cabecera, sosteniendo una palangana, donde Mauro introduce una esponja y humedece la cabeza de su paciente.
Marco Aurelio no puede dar crédito a sus ojos. Creyó estar soñando y después de largo rato, musitó como un suspiro:
– ¡Alexandra!
La palangana tembló en las manos de ella, al escuchar ese llamado. Lo miró con tristeza y le contestó en voz baja:
– ¡Que la paz sea contigo!
Y permaneció allí de pie, mirándolo con compasión y mucha tristeza.
Marco Aurelio a su vez la mira anhelante, extasiado ante ella, deseando grabarse su imagen. Ve su rostro pálido, las hermosas trenzas de negros cabellos, vestida con su ropa de esclava.
Sus ojos bellísimos y preocupados mientras le atienden…
El tribuno la envuelve con una mirada tan intensa, que la hace ruborizar. Mientras la contempla, reflexiona que esa palidez y esa pobreza en que ahora la ve, son obra suya. Que ha sido él, el que la arrancara de una casa en la que ella vivía rodeada de amor y comodidades.
Él le había quitado su bienestar para arrojarla en aquella mísera estancia, vistiéndola con aquella pobre túnica de lana oscura.
Y le dijo emocionado:
– Alexandra… Tú no permitiste mi muerte.
Ella contestó con dulzura:
– Quiera Dios devolverte la salud.
Para Marco Aurelio, que ahora ve todos los agravios que le ha inferido; esas palabras fueron como un bálsamo, que le llegó hasta lo más íntimo del alma. Y si poco antes el dolor le había debilitado, ahora lo desfallece la emoción…
Y una especie de languidez profunda, a la par que inefable, se apoderó de todo su ser, con un gozo incomparable.
Mientras tanto, Mauro después de lavarle la herida en la cabeza, le aplicó un ungüento.
Bernabé se llevó la palangana y Alexandra le dio al herido, una copa con vino medicado para el dolor; sosteniéndole con delicadeza, mientras se la acerca a los labios. Más tarde ella llevó la copa vacía al aposento contiguo.
El ya casi ha recuperado sus facultades y Lautaro, después de hablar con Mauro, se aproximó al lecho y dijo:
– Dios no te ha permitido ejecutar una mala acción y te ha conservado la vida a fin de que reflexiones y te arrepientas. Él ante quien el hombre es solo polvo, te entregó indefenso en nuestras manos… Pero Cristo en quién creemos nos ha ordenado amar aún a nuestros enemigos.
Por eso hemos curado tus heridas y como Alexandra te lo ha dicho, imploramos a Dios para que te devuelva la salud. Más no podemos permanecer consagrados a tus cuidados… Piensa con calma y medita bien si es digno de ti, continuar en tu persecución contra ella.
Ya lo ves: has dejado a esa joven sin tutores y a nosotros sin techo. Pero te perdonamos y te devolvemos bien por mal.
Marco Aurelio preguntó:
– ¿Me abandonaréis acaso?
Lautaro declaró:
– Vamos a abandonar esta casa, para escapar de la persecución del Prefecto. Tu compañero murió. Tú que eres poderoso entre los tuyos, estás herido. De todo esto nosotros no tenemos la culpa, pero puede caer sobre nosotros la cólera de la ley de Roma.
– No temáis que os persigan, yo os protegeré
Lautaro se calló que no se trataba solo de ellos. Sino de proteger a Alexandra de él y de su porfiada persecución personal.
Y solo dijo:
– Señor, tu brazo derecho está sano. Aquí tienes tablillas y un stylus. Escribe a tu casa para que tus sirvientes traigan una litera y te lleven a donde tendrás comodidades que no podemos ofrecerte en medio de nuestra escasez. Vivimos aquí con una pobre viuda que vendrá más tarde acompañada por su hijo. Éste podrá llevar tu carta. En cuanto a nosotros, tendremos que buscar otro lugar…
Marco Aurelio se puso pálido.
Comprendió que lo que quieren es separarlo de ella y que si ahora la pierde otra vez, no volverá a verla nunca. Mil ideas cruzaron por su mente en unos segundos. Necesita evitarlo e influir desesperadamente en Alexandra y en sus guardianes, pero no sabe cómo.
Lo esencial es verla. Gozar de su presencia, aunque solo fuese por unos pocos días y luego decidirá qué hacer.
Y por esto, reuniendo con esfuerzo sus pensamientos, dijo:
– Escúchenme cristianos. Antes yo no os conocía y vuestros hechos me demuestran, que sois gente buena y honrada. A esa viuda que ocupa esta casa, decidle que permanezca en ella. Quédense también ustedes y déjenme que los acompañe.
Este hombre que es médico, sabe que no es posible que me traslade hoy fuera de aquí. Estoy enfermo. Tengo un brazo y las costillas rotas. Debo permanecer inmóvil, al menos unos días. Por consiguiente os declaro que no saldré de esta casa, a menos que me arrojéis por la fuerza… –y aquí se detuvo porque la respiración le faltó.
Lautaro respondió:
– No emplearemos ningún género de violencia contra ti, señor. Deseamos tan solo salvar nuestras vidas.
Marco Aurelio no está acostumbrado a las objeciones.
Frunció el ceño y dijo:
– Permitidme tomar aliento…
Luego de unos instantes, declaró:
– Por Atlante a quién mató Bernabé, nadie ha de preguntar. Él debía partir hoy a Benevento a donde fue llamado por Haloto y todos creerán que se ha ido. Cuando entramos en esta casa, nadie nos vio, a excepción de un griego que estuvo con nosotros.
Les indicaré donde vive ese hombre, tráiganlo aquí. Comunicaré en una carta que también he partido para Benevento. Si el griego dio algún aviso al Prefecto, declararé que fui yo quien mató a Atlante y él, quién me rompió el brazo.
Esto haré. Os lo juro por las sombras de mi padre y de mi madre. Podéis permanecer aquí con la seguridad de que nadie os hará ningún daño. Haced venir a ese hombre, ese griego cuyo nombre es Prócoro Quironio.
Lautaro contestó:
– Entonces Mauro se quedará contigo y te atenderá la viuda.
Marco Aurelio replicó frunciendo todavía más el ceño:
– Fíjate bien anciano, en lo que te estoy diciendo. Yo te debo gratitud y tú me pareces un hombre bueno y honrado, más no me dices lo que verdaderamente piensas. Tienes miedo de que yo haga venir a mis esclavos y se lleven a Alexandra. ¿No es verdad?
Lautaro contestó con acento severo:
– Así es.
– Entonces ten presente esto. Hablaré a Prócoro delante de todos vosotros. Y escribiré a mi casa una carta, donde anuncio mi viaje a Benevento. No me valdré en lo sucesivo de otros mensajeros, más que de ustedes. Tened esto en cuenta y no me irritéis más.
Y Marco Aurelio tiene contraído el rostro por la indignación.
Y luego añadió con exaltación:
– ¿Crees que negaré que mi deseo de permanecer aquí es para verla? Aunque tratara de ocultarlo, eso lo adivinaría un necio. Pero ya no volveré a intentar llevármela por la fuerza. Te diré más: si ella se niega a permanecer aquí, haré pedazos con esta mano que tengo sana, los vendajes que habéis puesto sobre mi cuerpo.
No tomaré alimentos, ni bebidas. Y dejaré que mi muerte caiga sobre ti y tus hermanos. ¿Para qué me has atendido entonces? ¿Por qué no has dado orden de que me maten?
Y al decir estas últimas palabras, tiene el semblante pálido de ira y de agotamiento.
Alexandra al oírlo, está segura de que Marco Aurelio cumplirá lo que dice y se quedó anonadada, ante la amenaza de estas palabras. Ella no quiere que muera. Indefenso y herido, ya no le tiene miedo, sino compasión.
Marco Aurelio ejerció en su suerte una influencia demasiado trascendental y ha intervenido de tal forma en su vida, que nunca podrá olvidarlo.
Días enteros ha pensado en él e implorado de Dios que lo guíe a la Luz y lo convierta. Que le diera una oportunidad para que ella pueda devolverle bien, por el mal que de él recibiera. Perdón y misericordia a cambio de su persecución, ablandándole el corazón y ganándolo para la causa de Cristo. Dándole la gracia de la salvación…
Y creyó que éste era el momento preciso y que sus plegarias habían sido escuchadas.
Se acercó a Lautaro con serena dignidad. Con tanta majestad, que el anciano presbítero comprendió que una Voluntad más alta, es la que habla por su boca, cuando ella tranquilamente declara:
– Permanezca él entre nosotros, Lautaro. Con él nos quedaremos hasta que Cristo le devuelva la salud completa.
Lautaro confirma muy respetuoso:
– Sea como tú lo dices.
Marco Aurelio, que en todo ese tiempo no había apartado la vista de Alexandra, quedó impactado.
La obediencia reverente del anciano, ¿A qué? ¿A quién?… Le causó una impresión avasalladora. Alexandra apareció ante sus ojos como una especie de sacerdotisa, en medio de los cristianos. Por un momento irradió una Presencia, que la iluminaba toda.
Y él se sintió subyugado a la emanación de aquella Presencia, aquella especie de Luz invisible que se percibió en la doncella. Y al amor que hasta ese momento le había arrastrado hacia ella, se unió algo así como un temor reverencial. Y su pasión le pareció por mi primera vez, algo rayano en la insolencia.
Jamás hubiera creído que las relaciones que hay entre ella y él, tomarían un giro de ciento ochenta grados. Ahora no es ella la que depende de su voluntad. Es él, el que está en aquel lugar, quebrantado y enfermo.
Ha dejado de ser una fuerza ofensiva y conquistadora hasta quedar indefenso, entregado por completo a la merced y a los cuidados de la joven. Para su índole altiva y dominante, con cualquier otra persona que no fuera Alexandra, esto hubiera sido una tremenda humillación.
Pero en lugar de sentirla, creció su admiración, su respeto y su reconocimiento hacia la que ahora es su dueña absoluta.
Desea manifestarle su gratitud desde el fondo de su corazón, junto con todos los sentimientos que él alberga y que jamás mujer alguna le había inspirado. Pero con todo lo que ha pasado está extenuado y no le es posible hablar.
Con la mirada le expresa todo y también el inmenso júbilo que lo invade, porque va a permanecer a su lado. Va a poder verla y tenerla cerca. Su único temor es perder más tarde, lo que por fin ha conquistado.
¡Todo es tan sorprendente! Y lo más inusitado es la timidez. Pues cuando ella se acercó a darle de beber, no se atrevió ni siquiera a tocar su mano. Y ella lo notó.
Por primera vez se analizó a sí mismo y vio que era tiránico, insolente, corrompido hasta cierto punto y en caso necesario, también era inexorable e implacable. La vida militar le había dejado con su disciplina, unos resabios de justicia, de religión y de conciencia suficientes, para discernir que no puede ser ruin, con quién le está dando una lección de magnanimidad y de bondad tan regios.
Cuando se enoja es muy impulsivo y en su furia puede arrasar como un huracán. Pero ahora se siente dominado por una ternura insólita, está enfermo y desvalido. Lo único que le importa es que nadie se interponga entre él y Alexandra.
Advirtió también con asombro que desde el momento en que ella se puso de su parte, todos se rindieron. Es como si estuvieran confiados en que son protegidos por un poder sobrenatural.
Marco Aurelio le pidió nuevamente a Lautaro que fuesen a buscar al griego y él mandó a Bernabé. Después de tomar el domicilio, éste tomó su manto y salió apresuradamente.
Prócoro fue despertado por la esclava, que le anunció que una persona pregunta por él y desea verlo con urgencia. El griego se levantó, se aseó rápido y fue a ver quién lo busca. Y se quedó petrificado…
Mudo por el asombro, mira al colosal parto.
Bernabé declaró:
– Prócoro Quironio, tu señor Marco Aurelio te ordena que vengas conmigo a donde se encuentra él.
Más tarde, Prócoro y Bernabé cruzaron la entrada y el primer patio. Llegaron al corredor que conduce al jardín de la casita y entraron en ella. La tarde está nublada y fría.
En la semipenumbra, Marco Aurelio adivinó, más que reconocer a Prócoro, en aquel hombre encaperuzado.
El griego vio en el extremo de la habitación junto a una ventana, un lecho y al tribuno acostado en él. Se le acercó y sin mirar a ninguno de los presentes, le dijo:
– ¡Oh, señor! ¿Por qué no has…?
Pero Marco Aurelio le cortó en seco:
– Silencio y escucha con atención. – Y mirando a Prócoro fijamente; de manera enfática y pausada; como queriendo significar al griego que cada una de sus palabras es una orden, agregó- Atlante se arrojó sobre mí intentando robarme y en defensa de mi vida, yo le maté. ¿Entiendes? Estas gentes curaron las heridas que recibí en la lucha.
Prócoro comprendió al punto.
Y sin demostrar duda ni asombro, levantó los ojos hacia lo alto y exclamó:
– ¡Pérfido malhechor! Pero yo te advertí señor, que desconfiases de él porque era un pícaro. ¡Ah! Pero ¡Caer sobre su benefactor, sobre un hombre tan magnánimo…!
Marco Aurelio lo miró interrogante y con una entonación muy especial, le dijo:
– ¿Qué has hecho hoy?…
– ¿Cómo? ¿Qué?… ¿No te he dicho señor, que hice voto por tu salud?
– ¿Nada más?
– Me preparaba a venir a visitarte, cuando este buen hombre llegó a mi casa y me dijo que enviabas por mí.
– Aquí tienes una tablilla. Con ella irás a mi casa. Buscarás a Dionisio, mi mayordomo y se la darás. En esa tabla le comunico que he partido para Benevento. De tu parte le dirás que me fui esta mañana, llamado por una carta urgente de Petronio –y aquí recalcó- He ido a Benevento, ¿Entiendes?
– Te has ido, señor. Esta mañana te despedí en la Puerta Capena. Y desde el momento de tu partida se apoderó de mí tal nostalgia, que si tu magnanimidad no viene a endulzarla, he de llorar hasta morir.
Marco Aurelio, aunque enfermo y habituado a las artimañas del griego, no puede reprimir una sonrisa. Está contento de que Prócoro le haya comprendido inmediatamente.
Así que dijo:
– Entonces también escribiré, que te enjuguen las lágrimas. Dame la vela.
Prócoro se adelantó unos pasos hacia la chimenea y tomó una de las velas que ardían junto a la pared. Pero mientras hizo esto, se le cayó el capuchón y la luz le dio de lleno en la cara.
Mauro saltó de su asiento. Y poniéndosele al frente, le preguntó:
– ¿Nicias, no me reconoces?
Y había en su voz una entonación tan terrible que todos se volvieron a mirarle, asombrados.
Prócoro alzó la vela y se le cortó la respiración. Horrorizado la dejó caer al suelo y empezó a gemir:
– ¡Yo no soy…! ¡Yo no soy…! ¡Perdón!
Mauro se volvió a los cristianos allí reunidos y les dijo:
– ¡Éste es el hombre que me traicionó! ¡Y que nos arruinó a mí y a mi familia!
La historia la saben todos, hasta Marco Aurelio.
Prócoro gimió:
– ¡Perdón! ¡Oh, señor Marco Aurelio! ¡Sálvame! Yo he confiado en ti. Ayúdame… tu carta… yo la entregaré… Por favor, señor…
Pero el patricio que conoce muy bien al griego, declaró:
– ¡Entiérrenlo en el jardín! Otro puede llevar la carta.
Prócoro escuchó esta sentencia de muerte y mira aterrado las manos de Bernabé, que lo ha tomado por el cuello mientras él se arrodillaba diciendo:
– ¡Por vuestro Dios! ¡Tened piedad de mí! ¡Seré cristiano!¡Mauro! ¡Hazme tu esclavo pero no me mates! ¡Ten piedad!…
Un silencio denso siguió a estas palabras…
Mauro cerró los ojos y aspiró profundamente. Se vio el esfuerzo que hizo para dominarse. Oró en silencio y después de una larga pausa, dijo:
– Nicias… ¡Qué Dios te perdone como yo te perdono los crímenes que cometiste contra mí! Yo te bendigo e imploro de Dios que te bendiga con tu conversión.
Y Bernabé soltó al griego diciendo:
– ¡Que el Salvador tenga piedad de ti, así como yo ahora!
Prócoro se desplomó en el suelo y miró a todos lados aterrorizado, sin poder creer lo que está sucediendo.
Lautaro dijo:
– Vete. Arrepiéntete para que Dios te perdone, como nosotros te hemos perdonado.
Prócoro se levantó sin poder hablar. Se aproximó al lecho de Marco Aurelio. Éste acaba de condenarlo a pesar de haber sido su cómplice.
Y los demás, que son los ofendidos, le perdonaron y le dejan ir. Esta idea estará fija en su mente más tarde.
Y sin poder asimilar lo sucedido, le dijo a Marco Aurelio con voz quebrantada:
– Dame la carta, señor…Dame la carta.
Y tomando la carta que el tribuno le alargó, hizo una reverencia a todos. Y salió despavorido.
Cuando se sintió a salvo en la calle, se preguntó una y otra vez:
– ¿Por qué no me mataron?
Y no encuentra una respuesta a esta pregunta.
Marco Aurelio está tan asombrado como Prócoro.
Que esas gentes le hayan tratado de aquella manera, en lugar de tomar venganza por el asalto que él mismo había perpetrado a su hogar. Y le hubieran curado sus heridas con solicitud, es algo que atribuye en parte a la doctrina que todos ahí profesan.
Pero la conducta que han tenido con Prócoro, es algo que está totalmente fuera del alcance de su comprensión, porque rebasa los límites de la magnanimidad a que puedan llegar los hombres.
Y aturdido se pregunta al pensar en los crímenes que Prócoro había cometido: ¿Por qué no mataron al griego?
Habrían podido hacerlo con absoluta impunidad. Bernabé lo habría enterrado en el jardín. O podía tirarlo por la noche al río Tíber, ya que durante ese período de asesinatos nocturnos, algunos cometidos por el mismo César en persona; el río arroja por las mañanas cuerpos humanos con tanta frecuencia, que nadie se preocupa por averiguar de dónde proceden.
En su concepto, los cristianos tienen no solo el poder, sino el derecho de matar a Prócoro. Porque la venganza de una ofensa personal y más siendo tan grave como la que recibiera Mauro, le parece no solo natural, sino totalmente justificada. El abandono de tal derecho, le parece totalmente inconcebible. ¡Y no logra entenderlo!
Lautaro había dicho que se debía amar a los enemigos, pero nunca había visto la aplicación de esta teoría que le parece imposible. Y todavía no logra asimilar lo que ha ocurrido. ¡Ni siquiera entregaron al griego al tribunal!
Prócoro le infirió a Mauro el más terrible agravio que un hombre puede hacer a otro. El solo pensamiento de que alguien matase a Alexandra y vendiese a sus hijos como esclavos ¡Le subleva el corazón como una caldera!
¡Él…! ¡No existe tormento que no fuera capaz de aplicar en satisfacción de su venganza! ¡La crucifixión le parece poco! ¡Aunque Prócoro muriese un millón veces, nunca pagaría lo que hizo!
Pero Mauro ha perdonado.
Bernabé, que ha matado a Atlante en defensa propia; le había perdonado.
La única respuesta es:
Los cristianos al abstenerse de matar a Prócoro, le han dado una prueba de bondad tan grande, que no tiene paralelo en el mundo. También han demostrado el amor por sus semejantes que les lleva a olvidarse de sí mismos; de las ofensas recibidas, de su propio bienestar o infortunio.
Porque viven solo para su Dios. Y lo más sorprendente es que después de que Prócoro se fue, en todos los semblantes parece resplandecer una íntima alegría. Y hay una paz tan contagiosa, como Marco Aurelio no la había experimentado jamás.
Lautaro se aproximó a Mauro, le puso la mano en el hombro y dijo:
– Demos gracias al Altísimo, porque Cristo ha triunfado una vez más.
Mauro levantó la cara y sus ojos reflejan una serena bondad. ¡Y su rostro irradia la misma extraña Presencia, que el de Alexandra cuando le permitió quedarse!
Marco Aurelio, que solo conoce el placer o la satisfacción nacidos de la venganza, lo mira con curiosidad; sin poder evitar pensar, que aquello es una locura.
Y en lo profundo de su corazón sintió un indignado asombro, cuando vio a Alexandra posar sus labios de reina sobre las manos de aquel hombre. Y le pareció que el orden del mundo está totalmente trastornado.
Lautaro declaró que aquel era un día de grandes victorias.
Y cuando Alexandra regresó a llevarle una bebida caliente, Marco Aurelio la tomó de la mano y le dijo:
– ¿Entonces tú también me has perdonado a mí?
Alexandra lo miró con compasión y dijo:
– Somos cristianos y no nos está permitido guardar rencor en nuestro corazón.
Marco Aurelio la miró con una mayor admiración…
Y dijo:
– Alexandra, Quienquiera que sea tu Dios, le rindo homenaje solo porque es tu Dios.
– Le alabarás desde el fondo de tu corazón, cuando lo conozcas y hayas aprendido a amarle.
Marco Aurelio cerró los ojos, pues se siente demasiado débil. Ella se fue y regresó más tarde para ver si él dormía. Pero al sentirla, Marco Aurelio abrió los ojos y le sonrió.
Alexandra puso su mano sobre su rostro mientras le dice suavemente:
– Duerme y descansa.
Marco Aurelio experimentó y se dejó dominar por una sensación de dulcísimo bienestar. Pero luego se sintió más penosamente mal.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
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NOVIEMBRE 9 DE 2012 – 8:40 A.M.
LLAMADO URGENTE DE MARÍA ROSA MÍSTICA A LAS NACIONES
Hijitos míos, que la Paz de Dios esté con vosotros.
Hijitos, la inmensa mayoría de la humanidad no quiere acogerse a la Misericordia de Dios. ¡Qué tristeza siente mi Corazón de Madre de la humanidad, al ver el desprecio de estos hijos ingratos! Mi Padre respeta vuestro libre albedrío y no os impone nada. Os muestra el bien y el mal; si os dejáis guiar por Él, os llevará a la Vida Eterna; mas si lo abandonáis y le dais la espalda; Él, también os abandonará.
La inmensa mayoría de la humanidad camina sin Dios y sin ley. Niegan la existencia del TodoPoderoso y se creen dioses. ¡Pobres criaturas, cuando despierten del Engaño en que mi Adversario los tiene, será muy tarde para ellas! Los placeres de la carne y el materialismo mundano están llevando a la humanidad a su perdición. El no cumplimiento de los Preceptos Divinos, la mundanidad y la vida fácil, hará que muchos se pierdan.
El Tiempo ha comenzado su cuenta regresiva; los días, meses y años, ya no tienen la misma duración. Todo se está acelerando y la humanidad no se ha percatado de ello. Mi Padre esperará hasta el último segundo a esta humanidad, a ver si toma conciencia y se arrepiente. De no hacerlo, vendrá el Castigo con todas sus nefastas consecuencias.
Hijitos, intensificad vuestra oración y pedid por la paz; porque está por derrumbarse. Los reyes de este mundo quieren desestabilizar la paz, para exterminar gran parte de la humanidad. Hay planes de destrucción masiva. La Tecnología de Muerte sería utilizada para desaparecer gran parte de la población mundial.
Por eso os pido hijitos que oréis, ayunéis y hagáis penitencia, para detener el curso de estos acontecimientos catastróficos para la humanidad. El ansia de poder y expansionismo de las potencias traería la Guerra y con ella la muerte y la desolación.
Estad pues alerta y vigilantes mi Ejército Mariano, acordaos que el Poder de la Oración en cadena es la única que puede detener estos acontecimientos.
Uníos en oración a mi Corazón Inmaculado y rezad conmigo mi Santo Rosario, para detener los planes de mi Adversario y sus huestes del Mal. Hago un llamado a las Naciones para que se hagan jornadas de oración con mi Santo Rosario a nivel mundial y así sean detenidos los planes de destrucción masiva que mi Adversario y sus aliados quieren llevar a cabo, para exterminar gran parte de la población mundial.
Preparaos mi Ejército Mariano, porque todo está por comenzar. La oración, el ayuno, la penitencia, unidas a la fe y la confianza en Dios; serán las armas con que derrotaremos a mi Adversario y sus huestes del Mal.
Es con el poder de la oración en cadena como se debilitarán las fortalezas de mi Adversario. Cuento con vosotros mis pequeños. Acordaos: ¡La victoria es de los hijos de Dios!
Vuestra Madre que os ama. María Rosa Mítica.
¡ORAD POR LA CONVERSIÓN DE RUSIA, OS LO PIDO HIJITOS MÍOS!
Agosto 28 / 2013 – 8:45 a.m.
LLAMADO URGENTE DE JESÚS EL BUEN PASTOR A LA HUMANIDAD
Ovejas de mi grey, paz a vosotras.
La manipulación genética va en contra de las leyes de la vida. ¡Hombres de ciencia de este mundo, estáis creando monstruos; estáis manipulando la vida y esto os va a salir muy caro! Vuestra Tecnología de Muerte se revertirá en contra de vosotros. Vuestras ansias de poder y vuestra soberbia, serán vuestra muerte.
Toda criatura manipulada genéticamente es una afrenta a las leyes de la Creación. La manipulación genética de los alimentos traerá graves problemas de deformaciones y enfermedades incurables en la población que los consuma.
Todos aquellos que consuman carne, vegetales y alimentos manipulados genéticamente, adquirirán diversos tipos de cáncer, sufrirán malformaciones ellos y su descendencia.
La manipulación genética traerá virus, pestes, enfermedades desconocidas por la ciencia humana y creará una sociedad de seres deformes con mutaciones en diferentes partes del cuerpo, que harán de estas pobres criaturas, monstruos. ¡Pobres seres, serán el repudio de la humanidad!
¡Oh pueblo mío, los hombres de ciencia se creen dioses y traerán muchas desgracias a la creación! La manipulación genética es obra de mi Adversario que quiere burlarse de la vida que Dios creó.
Rebaño mío, absteneos de consumir alimentos manipulados genéticamente, porque los reyes de las naciones poderosas quieren exterminar gran parte de la humanidad y será la población de las naciones menos desarrolladas, los conejillos de indias de esta manipulación macabra.
Las naciones poderosas están invirtiendo grandes cantidades de recursos en la investigación genética, argumentando que deben prepararse para una escasez mundial de alimentos y que la ciencia genética sería la solución para abastecer el mundo de comida.
¡Cuidado rebaño mío, porque seréis convertidos en esclavos y eunucos al servicio del Nuevo Orden Mundial!
Se vienen haciendo experimentos genéticos con diferentes clases de ganado y manipulando genes humanos con genes de animales, lo cual va en contra de las leyes de la creación; así mismo están haciendo con los productos agrícolas.
Todos sus fracasos serán enviados a los países menos desarrollados y éstos pagarán el precio de la macabra manipulación genética.
Los reyes de este mundo quieren acabar con la población de las naciones más pobres, porque según ellos, la clase tercermundista debe desaparecer para que sólo reine la población de las naciones desarrolladas.
¡Oh pueblo mío, qué dura y pesada es la cruz que os espera! No tengáis miedo,
YO estaré con vosotros, todo esto hace parte de vuestra purificación. Aferraos a Mí, como el sarmiento a la vid y no se os perderá ni uno sólo de vuestros cabellos.
Acordaos: Sólo los que perseveren alcanzarán la corona de la vida.
Mi paz os dejo, mi paz os doy. Arrepentíos y convertíos, porque el Reino de Dios está cerca.
Vuestro Maestro y Pastor, Jesús el Buen Pastor de todos los tiempos.
Dad a conocer mis mensajes, ovejas de mi grey.
ENERO 13 DE 2014 – 8:10 A.M.
LLAMADO DE DIOS PADRE A LA HUMANIDAD
Pueblo mío, heredad mía, paz a vosotros.
Fenómenos celestiales se os están manifestando, así sabréis que se acerca el Regreso Triunfal de Mi Hijo.
Mi Creación está en plena transformación. No os asustéis por lo que veréis, porque vienen muchas manifestaciones celestiales y la tierra sufrirá grandes cambios.
Conservad la calma y orad, porque todo lo que veréis hace parte del plan de Dios para purificar la Creación y sus criaturas. Las aves muy pronto migrarán y la vida marina, por el mal uso de la tecnología del hombre comenzará a desaparecer.
El hombre será víctima de sus propios inventos y la transformación de la Creación, llanto y dolor traerá a muchas naciones.
La Tecnología de Muerte se revertirá contra la humanidad. Las plantas nucleares se desestabilizarán cuando la tierra comience a gemir como mujer de parto. ¡Oh, cuánto dolor y muerte traerá a mis criaturas y a mi Creación el mal uso de la tecnología Humana!.
Muchas naciones van a desaparecer en el Tiempo de la Guerra. El ansia de poder y expansionismo de los reyes de este mundo, traerá muerte y desolación.
¡Oh humanidad, volved a Mí. Aún os quedan campanadas de esperanza y misericordia. Os aseguro que si lo hacéis, no os castigaré como merecen vuestros pecados!
Dichosos aquellos que hoy descansan en la paz del Señor. Dichosos aquellos a los cuales se les ha perdonado sus pecados y dichosos aquellos que confían en el Señor, porque verán su gloria y serán habitantes de su Nueva Creación.
Mi Pueblo huye de la Persecución. La sangre de mis inocentes clama justicia. La sangre de mis mártires clama justicia y el llanto de mi Creación clama justicia.
No temáis, Pueblo mío. Muy pronto mi Justicia restablecerá el orden y el derecho y todos los obradores del mal, serán borrados de la faz de la tierra.
¡Oh humanidad ingrata y pecadora, volved vuestros ojos a vuestro Creador, porque la noche está llegando! No sigáis haciendo caso omiso a mis Llamados, porque cuando llegue Mi Justicia, ya no os escucharé.
Escuchadme y dejad vuestra rebeldía, acordaos que no me complazco con la muerte del pecador.
Acogeos a Mí, para que alcancéis Misericordia. Escuchad a mis profetas de estos Últimos Tiempos, porque soy Yo vuestro Padre, quien os está hablando a través de mis mensajeros.
Dejad vuestra terquedad y sordera espiritual, porque lo que está en juego es vuestra salvación.
Os estoy esperando con mis brazos abiertos, como todo buen padre que espera a sus hijos. No dejéis mis manos misericordiosas extendidas: no quiero vuestra muerte, sino que viváis conmigo eternamente.
Vuestro Padre, Yahvé, Señor de las Naciones.
MARZO 19 DE 2014 – 8:10 A.M.
Paz a vosotras, ovejas de mi grey.
Se está acercando la Noche de Mi Justicia y ya no habrá marcha atrás; el acortamiento de los días cada vez es más notorio; la duración del tiempo está llegando a su límite y la inmensa mayoría de la humanidad parece que no ve estas señales.
El Tiempo se está acortando como está escrito y la humanidad continúa en su cotidianidad. Muchos siguen adormecidos y no van a poder despertar.
El Gran Conflicto Bélico entre las Naciones está tocando a la puerta, en cualquier momento se desatará. El Jinete de la Muerte y de la Hambruna se aproxima y viene a descargar su copa de dolor sobre los habitantes de la tierra.
Días aciagos para la humanidad están por comenzar y no tienen reversa. La humanidad conocerá la Justicia de mi Padre y sabrá que Dios es Misericordioso y Justo y da a cada cual según sus obras. La paz de los hombres está por romperse y traerá nefastas consecuencias para la Creación.
Y la humanidad, la soberbia, el ansia de poder y expansionismo de los reyes de este mundo serán los causantes de esta Tragedia que enlutará la tierra y sus habitantes; dejando huellas imborrables de dolor, hambruna, pestes y muerte por toda la Creación.
Será el hombre con su Tecnología de Muerte quien desatará la Justicia Divina. Su tecnología de destrucción se esparcirá por toda la Creación y nadie estará seguro en ningún lugar. El gran conflicto bélico será aprovechado para disminuir la población mundial.
El cielo de muchas naciones será fumigado con la muerte silenciosa y habrá dolor y llanto por doquier. ¡Pobre humanidad, no sabe lo que les espera!
La Guerra todo lo desestabilizará y el caos y la anarquía se apoderará de las naciones. El Dragón Rojo del Comunismo esparcirá su doctrina de dominio, persecución y muerte, sobre los habitantes de la tierra y junto con mi Adversario someterá a Mi Pueblo.
Rebaño mío, orad en cadena a nivel mundial. Sólo la oración, el ayuno y la penitencia que hagáis, mitigará el curso de los acontecimientos que están por suceder.
Dedicad más tiempo a la oración, porque los días de la Gran Purificación están comenzando y sólo el Poder de la Oración podrá salvaros de la desolación y muerte que se aproximan.
Mi paz os dejo, mi paz os doy. Arrepentíos y convertíos, porque el Reino de Dios está cerca.
Vuestro Maestro y Pastor, Jesús el Buen Pastor de todos los tiempos.
Dad a conocer mis mensajes a toda la humanidad.
07 DE JUNIO DE 2014 – 8:15 A.M.
LLAMADO DE JESÚS SACRAMENTADO A LA HUMANIDAD
Hijos míos, que mi paz esté con vosotros.
Siento gran tristeza al ver la degradación espiritual, moral y social, en este mundo. La Tecnología de estos Últimos Tiempos está haciendo de los seres humanos entes. Todo este modernismo se está robando los espacios de convivencia humana.
Muchos seres humanos parecen zombis atrapados por la tecnología. Tecnología y modernismo que está llevando a la muerte espiritual a muchos.
La juventud está perdida, se ha creado ídolos y esta idolatría los está apartando del Dios de la vida y los está conduciendo al Abismo. Toda esta Tecnología de Muerte está acabando con las sanas costumbres y con las bases morales y espirituales.
Los niños desde pequeños son sumergidos en este mundo materialista, casi que nacen con un computador entre sus brazos.
Los padres de familia han descuidado la crianza de sus hijos, porque ya es más importante el celular y el computador que la misma familia.
Sociedades robóticas se están formando, toda esta tecnología está destruyendo el núcleo familiar. Ya no hay espacio en los hogares para el diálogo familiar y menos para la Oración, porque el celular y el computador están llevando a las familias a una crisis de valores y lo más triste a la pérdida de la fe y temor de Dios.
La tecnología está siendo mal utilizada. Si no se controla todo esto, muy pronto las familias desaparecerán y los hogares se convertirán en oficinas y espacios solamente para descansar.
¡Padres de familia, retomad el control y liderazgo en vuestros hogares, porque vosotros sois responsables ante Mí, por la pérdida de vuestros hijos!
Mirad, esta Tecnología de Muerte está envenenando a vuestros hijos con el veneno de la maldad, sexo, violencia, pornografía, rebeldía, ocultismo y demás miserias y pecados de la carne. Todo esto es el alimento moral y espiritual que a diario reciben vuestros hijos.
La complicidad y falta de carácter de muchos padres de familia, está llevando a la muerte espiritual a muchos jóvenes.
Hijos míos, la tecnología mal utilizada es un boomerang que se devuelve a vosotros, es arma de doble filo…
¡Recapacitad, oh humanidad, recapacitad padres de familia; retomad de nuevo el control de vuestros hogares y dejad de ser tan permisivos, para que no os perdáis vosotros y vuestras familias!
Os digo, que en el Averno hay ya familias enteras, que se perdieron porque en vida idolatraron a hombres y a dioses de este mundo. Y no tuvieron tiempo para la oración y el arrepentimiento.
Los dioses de la tecnología humana se están robando el alma de las familias y el alma de esta generación ingrata y pecadora. El dios celular y el dios computador, están haciendo perder a muchos.
Hijos míos, Yo soy la Luz del Mundo y he venido a guiaros y a daros vida en abundancia; no me reemplacéis por cosas muertas; volved a mí, y os daré la Vida Eterna.
¡Padres de familia, enderezad el rumbo de vuestros hogares para que mañana no tengáis de qué lamentaros, porque en verdad os digo, que seréis reos de culpa ante Mí, por la pérdida de vuestros hijos!
Mi paz os dejo, mi paz os doy. Arrepentíos y convertíos, porque el Reino de Dios está cerca.
Vuestro Maestro y Pastor, Jesús Sacramentado. El Amado, que no es Amado.
Dad a conocer mis mensajes a toda la humanidad.
AGOSTO 25 DE 2014 – 2:30 P.M.
La Paz de mi Señor esté con vosotros, hijitos de mi Corazón.
Se está acercando la hora en que mi Padre derramará la copa de su Santa Justicia sobre ti, oh Babilonia de estos Últimos Tiempos.
¡Oh, nación americana que no has querido acogerte al llamado que mi Padre te está haciendo para que te conviertas!
Os digo, la sangre que derramáis de mis inocentes criaturas, clama justicia.
Vuestra sodomía, idolatría y decadencia moral son una afrenta al Amor del Padre. El yugo que ponéis sobre muchas naciones será puesto sobre vuestra nación y vuestra doble moral será desenmascarada. Ya no se te llamará más la Gran Nación, sino que serás llamada la Gran Desolada.
El fuego de la Justicia Divina caerá sobre ti y el fuego de la boca del gran Dragón Amarillo, muy pronto asolará y destruirá gran parte de vuestro territorio.
¡Oh nación del Águila, si no volvéis a Dios de corazón, serás destronada y solo quedará de ti un recuerdo!
Dejad vuestra soberbia y prepotencia; dejad de pecar; dejad de retar la sabiduría de Dios, porque has llegado al extremo de creerte divina y todo esto mañana será vuestra desgracia.
¡Oh nación de las cincuenta estrellas, si no volvéis a Dios como los Ninivitas; mi Padre os desaparecerá de la faz de la tierra!
¡Oh Pueblo de Dios, entonad un cántico plañidero por la Reina de las Naciones para que se convierta y no sea castigada!
¡Volved a Dios habitantes de la gran nación, dejad de subyugar a las naciones, parad de derramar sangre inocente!
¡Ayunad y reparad por todos vuestros pecados! ¡Pedid mi santa intercesión, para que el rigor de la Justicia Divina os sea más llevadera y vosotros y vuestras ciudades no desaparezcan al paso de la Santa Ira de Dios!
Hoy mi Corazón está triste por la suerte que le espera a esta nación, si continúa en su loca carrera de desenfreno y pecado.
¡Haced hijitos míos, una gran cadena de oración, ayuno y penitencia, pidiéndole a mi Padre que tenga piedad y misericordia de la gran nación americana.
Como Madre de la humanidad hago un llamado urgente a los habitantes de esta nación, para que se acojan lo más pronto posible a la misericordia de mi Padre.
Hago un llamado a su gobernante para que detenga la Guerra que solo traería desolación y muerte a la Creación.
La Guerra despertará la Justicia Divina y pobres de vosotros hijitos, porque no sabéis a lo que os enfrentaréis.
La Guerra desestabilizará la Tierra y todo el Sistema Planetario se afectará, por la Tecnología de Muerte que hoy se maneja.
¡Detened la Guerra reyes de este mundo, porque mi Padre no permitirá que le destruyáis lo que con tanto amor creó!
Estáis avisados ¡Parad el derramamiento de sangre, no entréis en la Guerra! ¡Dejad vuestra ansia de poder y expansionismo, porque esto solo traería desolación y muerte!
Que la Paz de Dios reine en el corazón de los gobernantes de este mundo, para que cese la injusticia, la violencia y la guerra y florezca la justicia y la paz entre las naciones.
Vuestra Madre, María Santificadora.
Dad a conocer mis mensajes a toda la humanidad, hijitos de mi corazón.
SEPTIEMBRE 18 DE 2014 – 8:10 A.M.
Hijitos, que la paz de Dios y el amor de esta Madre, os acompañe siempre.
Hoy quiero hablaros de la descomposición de las familias y el desmoronamiento de las sociedades, a causa del alejamiento de Dios. Siento gran tristeza al ver cómo se están destruyendo los hogares por la falta de amor y carencia de Dios en las familias. Toda esta tecnología y modernismo está inundando los hogares, robándose el espacio que había para el diálogo y la oración.
Son muy pocos los hogares donde hoy se conserva la sana doctrina moral y espiritual. Son muy pocos los hogares donde se reza y se destina tiempo para el diálogo, el amor y la oración.
La inmensa mayoría de las familias de hoy viven a las carreras, cada cual va por su lado; preocupados sólo por los afanes de este mundo y por el deseo materialista de poseer más y más bienes materiales, que solo llevarán a esta humanidad a la pérdida de la Vida Eterna.
Son muy pocas las familias que hoy asisten a la Santa Misa y oran juntos. Qué tristeza siento al ver a mis niños que desde pequeños son sumergidos en el mundo de la tecnología y sus padres se preocupan más por esto, que por impartir una buena educación moral y espiritual.
El televisor, el computador y el celular, están desplazando a los padres en el hogar. Se están formando sociedades robóticas. Generaciones de seres humanos carentes de amor y de bases morales y espirituales.
Todo esto llevará a esta generación a su propia destrucción.
Los programas de violencia que se pasan por televisión y por los juegos computarizados, están haciendo de los niños y jóvenes seres agresivos y violentos, que no aceptan ningún tipo de diálogo.
Todo mal entendido se arregla entre los jóvenes, por la vía del hecho. En la juventud de hoy impera la ley del más fuerte, ante el menor problema la respuesta es violencia, agresión y en muchos casos la muerte.
Toda esta violencia descontrolada es el veneno que a diario ven vuestros hijos; esa es la enseñanza que reciben por los programas televisivos y juegos computarizados.
Desde pequeños se les está inculcando la cultura de la violencia, venganza, odio, resentimiento, suicidio, drogadicción, adulterio, fornicación y muerte… Y lo más triste, alejamiento de Dios y sus preceptos.
Este es el veneno moral y espiritual que está siendo inyectado en la mente de vuestros hijos.
¡Padres de familia, despertad de una vez; sacad el televisor y el computador de las habitaciones de vuestros hijos!
¡Prestadle más atención a vuestros hogares, porque se están perdiendo vuestros hijos, por vuestra falta de liderazgo!
¡Volved al rezo de mi Santo Rosario en familia y yo vuestra Madre me encargaré de enderezar vuestros hogares!
¡Ayudadme padres de familia, os lo pido; porque el cielo llora conmigo por la destrucción de los hogares!
La ausencia de Dios en muchos de vosotros padres de familia, es la causa por la cual se están destruyendo muchos hogares.
Muchas familias se están perdiendo por causa del modernismo y la Tecnología Maligna de estos Últimos Tiempos.
¡Padres de familia ¿Cuánto hace que no os confesáis y asistís con vuestros hijos a la Santa Misa dominical? ¿Cuánto hace que no rezáis en familia? ¿Cuánto hace que no dialogáis y escucháis a vuestros hijos?
¡Amar es mucho más que dar alimento y cosas materiales! Os digo, el infierno está lleno de esos padres que confundieron el amor con las cosas materiales.
Muchas familias yacen hoy en el Abismo; padres e hijos se maldicen mutuamente por no haber destinado el tiempo suficiente en esta vida para el diálogo, el amor y la oración.
¡Padres de familia, como Madre de la humanidad os exhorto a que volváis vuestros ojos a Dios y retoméis cuanto antes el control de vuestros hogares!
¡Fuera de vuestros hogares la tecnología de muerte! ¡Por ella hay muchas almas condenadas!
¡Consagradme vuestros hogares y familias a mi Corazón Inmaculado y yo no dejaré que se pierdan!
Colaboradme vosotros padres de familia, impartiendo en vuestros hogares una sana doctrina moral y espiritual.
Volved a llevar a Dios a vuestros hogares, para que vuelvan a renacer sociedades justas y el amor de Dios vuelva a morar en el corazón de las familias y el mundo entero.
Desgarrad vuestros corazones, porque está cerca el Regreso Triunfal de Mi Hijo.
Os ama vuestra Madre, María Rosa Mística.
Dad a conocer mis mensajes a toda la humanidad.
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P19 ¡URGENTÌSIMO! ¡ORANDO POR LA PAZ!
¡EL PODER DE LA ORACIÓN EN CADENA DERRIBA FORTALEZAS Y CAMBIA PROFECÍAS!
18 DE ABRIL DE 2013 – 8:50 A.M.
LLAMADO DE JESÚS DE NAZARETH AL MUNDO CATÓLICO
(Y TAMBIÉN A TODOS LOS CRISTIANOS, VER MENSAJE DE VASSULA, AL FINAL DE ESTE MENSAJE)
Hijos míos, paz a vosotros.
Orad para que la guerra sea detenida, porque la paz está a punto de desestabilizarse.
Si Rusia no es consagrada lo más pronto posible al Corazón Inmaculado de mi Madre, os aseguro que traerá muchas desgracias y propagará su doctrina herética al mundo entero, haciendo que todos los acontecimientos se den antes del tiempo señalado por la voluntad divina.
Hijos míos, escuchad: Mi Padre respeta vuestro libre albedrío y no os impone nada; acordaos que estáis en el no tiempo, debéis de orar, ayunar y hacer penitencia, para detener el curso de los acontecimientos que están por desatarse.
El poder de la oración en cadena derriba fortalezas y cambia profecías.
Por vuestras oraciones, ayunos, súplicas y penitencias, os envié un Papa que hará la voluntad de Dios, siempre y cuando el mundo católico no lo abandone en la oración.
Si oráis por el Papa Francisco, él hará la voluntad de mi Padre,
más si descuidáis la oración por él, mi adversario y sus instrumentos infiltrados en la sede de Pedro, lo llevarán a cometer errores en contra de la fe, el evangelio y doctrina de mi Iglesia.
Hijos míos, os digo todo esto para que despertéis espiritualmente y comencéis a hacer de la oración vuestra mayor prioridad.
Acordaos que estáis en tiempos de batalla espiritual y no podéis descuidaros con la oración, ayuno y penitencia, ya que estas son vuestras fortalezas y armas espirituales que os protegerán de los ataques de mi adversario y sus huestes del mal.
La voluntad de mi Padre es que yo no pierda a ninguno de los que él me ha dado, sino que los resucite en el último día. (Juan 6, 39).
Hijos míos, no es voluntad de Dios que la humanidad sufra, es vuestro libre albedrío quien elige el camino.
Cuando la humanidad se aparta de Dios y sus preceptos de vida, cae en el desamor y la injusticia; es el hombre apartado de Dios quien sojuzga a su propio hermano y lo esclaviza y esto no hace parte de la voluntad divina.
Aprended de los habitantes de Ninive que estaban apartados de Dios, pero por la predicación de Jonás se convirtieron y Dios se arrepintió del castigo.
Haced lo mismo en estos tiempos para que vuestra purificación os sea más llevadera. Porque en verdad os digo: Si no os arrepentís, todos pereceréis.
Mi paz os dejo, mi paz os doy. Arrepentíos y convertíos, porque el Reino de Dios está cerca. Vuestro Maestro y Pastor. Jesús de Nazareth.
Dad a conocer mis mensajes a toda la humanidad
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APRENDAN EL SANTO ROSARIO
SEÑALES DEL FIN DE LOS TIEMPOS
LLAMADO URGENTE A ¡TODOS LOS CRISTIANOS!
02.06.88
Era ya el tercer día que rezaba el Rosario completo, así como las tres oraciones que el Señor desea que recemos.
– ¿Señor?
– Yo Soy. Vassula mía, la perseverancia 1 debilita al demonio, disminuye el mal. Aprendan el Santo Rosario. Embellece Mi Iglesia.
El Señor quiere decir que los Ortodoxos, los Protestantes, así como otras Iglesias, que no rezan el Santo Rosario, deberían aprenderlo, enriqueciendo así a la Santa Iglesia, alejando al demonio y aplastándolo.
De este modo, disminuirán la herejía y la apostasía que se han infiltrado en la Iglesia, a causa de la infidelidad y la desobediencia.
– Sí, Vassula, el Amor aumentará y el mal disminuirá.
Y para aquellos que sostienen que esto no ha sido dicho por Mí 2 les haré ver cuán faltos de sentido son sus argumentos, cómo su celo está desviado y cómo no parecen ver claramente Mi Rectitud.
Ellos afirman únicamente sus propias ideas y estarían dispuestos a desconocerme. 3 Sorprendidos por el pobre instrumento que Yo escogí para manifestarme, te rechazarán como enviada por Mí. Han olvidado lo que dicen las Escrituras. 4
Las Escrituras dicen: “Me he dejado encontrar por los que no me buscaban, y Me he revelado a aquellos que no preguntaban por Mí”.
Así, Yo, El Señor, les digo: ¡Abran sus corazones, no sus mentes!
Vassula de Mi Sagrado Corazón, tú Me has oído susurrar en tu oído 5 . Yo quiero mostrarte en Timoteo 1 y 2, todo lo que ha sido predicho para los últimos días de tu era.
Mi Creación se ha degenerado y ha caído mas bajo que los Sodomitas.
Las Tinieblas han caído sobre ella como un velo mortal enviado por Satanás. Satanás ha enviado a muchos falsos maestros y falsos profetas, que se presentan hoy en día como filósofos, enseñando dogmas que no proceden de Mí, tu Señor. Mis hijos, cegados por su ignorancia, caen en estas trampas tendidas por Satanás.
Deseo que estos pasajes de Timoteo se lean públicamente como advertencia:
1 Timoteo 4, 1-16; y 6, 20-21 y 2 Timoteo 2, 14-26 — estas profecías fueron especialmente dichas para tus tiempos.
Luego en 2 Timoteo 3, 1-17, el pasaje predice el estado de tu era, tal como se encuentra en la actualidad, porque estos son los últimos días antes del Fin de los Tiempos.
Solemnemente, les pido a todos, que redoblen sus oraciones para Mi “Retorno”. Mi Sagrado Corazón está abierto a toda alma que se arrepienta y quiera volver a Mí.
Flor, busca siempre el Espíritu de Verdad y de Discernimiento, antes de escribir Conmigo.
El Amor te ama y te guiará.
Ven, descansa en Mi Sagrado Corazón. Yo no te abandonaré jamás. ¿Nosotros?
– Sí, Señor. Sí, Santa Madre.
1 Esforzándome por agradar a Nuestra Señora y a Jesús, rezando el Santo Rosario, obedeciendo Su Santa Voluntad
2 Rezar el Rosario
3 Al afirmar que estos Escritos no vienen de Dios, porque muchas cosas escritas por Dios aquí, no se ajustan a sus conveniencias
4 Isaías 65,1-2
5 Hace dos noches, Jesús susurró en mi oído que tenía que leer en la Biblia la 1ª y 2ª epístolas a Timoteo
A8.- EL FLAGELO DEL CISMA
¡LOS ANUNCIOS SOBRE LA APARICIÓN DEL FALSO MESÍAS MUY PRONTO SE ESCUCHARÁN!
ABRIL 01 DE 2013 – 8:50 A.M.
Ovejas de mi grey, paz a vosotras.
El tiempo de la gran apostasía cada día va en aumento, gran señal para todos aquellos que esperan mi pronto regreso.
Todo está listo para que mi adversario comience su show de engaño que llevará a millones de almas a la perdición. Orad por mi Vicario electo, por mi Benedicto y la Iglesia, para que su calvario sea más llevadero.
Mi Iglesia ha comenzado su pasión, sus enemigos ya le dictaron sentencia;
su cuerpo místico se estremecerá,
pero las fuerzas del mal no podrán derrumbarla.
¡Adelante cirineos, ayudad con vuestras oraciones a llevar el peso de la cruz de mi Iglesia!
Mi Iglesia se tambaleará y pareciera que las fuerzas del mal la derrumbaran; pero no.
Mi Iglesia soy Yo y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
Mi Iglesia será azotada por el látigo del Cisma que la flagelará.
Preparaos pueblo mío, para que caminéis junto a mi Iglesia por la vía dolorosa rumbo al calvario donde será crucificada,
para luego resucitar en una nueva Iglesia Carismática y Espiritual
que agrupará a los hijos de Dios en los tiempos de mi reinado en la Jerusalén Celestial.
Los anuncios sobre la aparición del falso mesías muy pronto se escucharán;
tened mucho cuidado, bien sabéis que todo es un engaño al cual no debéis prestarle atención.
Confiad sólo en Mí, que soy vuestro Eterno Pastor;
NO TENGÁIS MIEDO, porque el cielo no os abandonará.
Fortaleced vuestra fe, para que podáis salir victoriosos en la batalla de cada día y así os acerquéis al Reino de Dios y su Gloria Eterna.
De nuevo os digo, preparaos para la llegada del Aviso, porque cuando todo comience a desestabilizarse y la paz se haya perdido, es ahí cuando enviaré mi despertar de conciencias que os mostrará la verdad y os fortalecerá en la fe, para que podáis enfrentar la gran batalla final que os dará la libertad y os hará dignos de ser llamados hijos de Dios, heredad de mi Padre.
Orad, ayunad, haced penitencia y una buena confesión de vida, alimentaos con frecuencia de mi Cuerpo y de mi Sangre, para que podáis resistir el paso por la eternidad.
Mi paz os dejo, mi paz os doy. Arrepentíos y convertíos, porque el Reino de Dios está cerca.
Vuestro Eterno Pastor, Jesús de Nazareth.
Dad a conocer mis mensajes a toda la humanidad.
Enoch. http://www.mensajesdelbuenpastorenoc.org /mensajesrecientes.
P12.- LA GRAN TRIBULACIÓN
¡SERÉIS PROBADOS Y PURIFICADOS EN EL CUERPO, ALMA Y ESPÍRITU, ASÍ COMO SE PRUEBA EL ORO EN EL FUEGO!
Marzo 20 de 2013 –8:15 a.m.
LLAMADO DE JESÚS EL BUEN PASTOR A SU REBAÑO
Así dice el Señor:
La paz en vuestro espíritu se desestabilizará, así como la paz del mundo.
Recogeos en oración, porque los días de la Gran Batalla Espiritual se acercan. La Tribulación será tan grande que hará estremecer no solo la creación, sino también el alma de mis hijos.
Los hombres se preguntarán: ¿Qué está pasando? ¿Por qué se nos ha perdido la paz en el espíritu? ¡Señor ven a salvarnos, no ocultes tu Santo Rostro de tu pueblo fiel!
Hijos míos, es necesaria vuestra transformación espiritual, para que podáis entrar en mi nueva creación. Vuestro cuerpo, alma y espíritu, deben ser purificados para que puedan entrar limpios de toda mancha de pecado a la Jerusalén Celestial.
Cuando mi Santo Espíritu sea apartado de mis Templos por la Gran Abominación, todos aquellos que se alejen de la oración y de mi Madre, se van a perder.
Porque al ser apartado de mis Casas, si vuestro espíritu no está fortalecido con la oración, ayuno, penitencia, si no está unido a mi Madre, a través del rezo del Santo Rosario, va a ser presa fácil de mi adversario.
Acordaos de lo que dice mi Palabra: Habrá una angustia tan grande como no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora ni la habrá jamás (Mateo 24, 21).
Mi despertar de conciencias os abrirá el entendimiento y os preparará para los días del Gran Armagedón.
Hijos míos, si al regresar a este mundo descuidáis la oración y seguís en vuestra tibieza espiritual, os aseguro que correréis riesgo de perderos.
Os aviso de todo esto hijos míos, para que desde ya os vayáis preparando espiritualmente para aquellos días de angustia y aflicción en el espíritu, necesarios para vuestra purificación.
Seréis probados y purificados en el cuerpo, alma y espíritu, así como se prueba el oro en el fuego.
¡Fuego de purificación espiritual, que transformará vuestro cuerpo, alma y espíritu, para que podáis entrar en la nueva creación y ser llamados pueblo elegido de Dios!
Serán los días de la gran cosecha, donde se separará el trigo de la cizaña y quedará el trigo maduro, la cizaña será arrojada al fuego.
Preparaos pues hijos míos, porque se acercan los días en que será recogida la cosecha. Ya los segadores están listos, para venir a segar y recolectar el trigo.
Ya el hacha está en la raíz del árbol y todo árbol que no de buen fruto, será cortado y tirado al fuego, donde arderá por toda la eternidad.
Haced de la oración, ayuno y penitencia, vuestra fortaleza.
Colocaos vuestra Armadura Espiritual a mañana y noche y estad listos como buenos soldados para el gran combate espiritual que os dará la libertad y os hará merecedores de habitar el paraíso de la Jerusalén Celestial.
Mi paz os dejo, mi paz os doy. Arrepentíos y convertíos, porque el Reino de Dios está cerca. Vuestro Maestro, Jesús el Buen Pastor de todos los tiempos.
Dad a conocer mis mensajes a toda la humanidad.
148.- PRIMER MONASTERIO
Jesús ha regresado a Jericó. Lo rodea la gente de toda la ciudad. Zaqueo trata de acercarse y es una empresa casi imposible.
Jesús premia su constancia y grita:
– ¡Zaqueo, acércate a Mí! Dejadlo pasar, porque quiero entrar a su casa.
Hay que obedecer. La multitud se apretuja para dejar pasar a Zaqueo.
Jesús, con su hermosa sonrisa le dice:
– La paz sea contigo, Zaqueo. Acércate para que te dé el beso de paz. Lo has merecido.
Zaqueo contesta:
– ¡Oh, sí Señor! bien que me lo he merecido. ¡Qué difícil es llegar hasta Ti!
Jesús lo besa y dice:
– No te premio por esta fatiga; sino por las otras que los demás ignoran y que Yo conozco. Tienes razón. Es difícil llegar a Mí. Pero no es la multitud el único obstáculo. Ni siquiera el más insuperable.
¡Oh, pueblo que me has traído en triunfo! El obstáculo más difícil, el más compacto, el más duro de romperse, es el propio ‘yo’. He visto a un pecador convertido. A uno que fue duro de corazón. Que fue amante de comodidades, soberbio, vanidoso, lujurioso y avaro. Y lo he visto despojarse de su antiguo ‘yo’ aún en las cosas menores. Y tomar modales y afectos como los que lo empujaron a correr a su Salvador, que le dieron ánimos para llegar hasta Él; suplicar humildemente, oír pullas y aceptar los reproches con paciencia. Que sufrió en su cuerpo los golpes de la gente. En el corazón al verse rechazado y arrojado por todos, sin poder conseguir siquiera una mirada mía. Otras cosas vi en él. Cosas que también vosotros conocéis; pero que no queréis contar con ellas, para encontrar consuelo.
Diréis: ‘¿Y cómo las conoces Tú, si no vives entre nosotros?’ Os respondo: porque leo en el corazón de los hombres. Por eso no ignoro sus acciones y sé ser justo en premiar, en proporción del camino hecho para llegar a Mí. Y como no ignoraba las obras de Zaqueo; sus pensamientos, sus fatigas; así tampoco ignoraba que en muchos de esta ciudad que me habían aclamado, había más bien un amor sensible que espiritual.
Si me hubierais amado rectamente; hubierais sido compasivos con vuestro conciudadano. No lo habríais mortificado recordándole su pasado, que él ha borrado y que Dios ya no recuerda. Porque el perdón no se pierde a no ser que la creatura vuelva a pecar. Y si lo juzga otra vez, es por el nuevo pecado. No por el que ya ha sido perdonado. Ahora os digo y procurad meditarlo en las horas de la noche, que el amarme en verdad no consiste en aclamarme; sino en hacer lo que Yo hago y enseño.
En practicar el amor mutuo. En ser humildes y misericordiosos, recordando que sois de un mismo lodo, en lo que se refiere a la parte material. Que el polvo se puede convertir en pantano y el espíritu que no ha conocido derrotas, el día de mañana podría conocerlas en número y alcance peor, que las de aquel viejo pecador que había renacido a la Gracia. Mañana os hablaré. Por ahora basta. Ven Zaqueo.
Zaqueo contesta:
– Sí, Señor mío. Ya no tengo más que a un viejo criado. Y yo mismo abro la puerta, con mi corazón emocionado por tu infinita bondad.
Abierto el cancel, hace que pasen Jesús y los apóstoles. Y los guía a las habitaciones, pasando por el jardín que ahora es hortaliza.
La casa está limpia de todo lo superfluo.
Zaqueo prende una lámpara y llama al siervo:
– El Maestro está aquí. Cena aquí y dormirá aquí con los suyos. ¿Preparaste todo como te dije?
El siervo contesta:
– Sí. Todo está preparado.
– Entonces cámbiate de vestido y ve a llamar a los que sabes.
– Voy patrón. –se vuelve hacia Jesús y agrega- ¡Bendito seas Maestro, porque ya puedo morir contento! -y se va.
Zaqueo dice a Jesús:
– Es el siervo que tenía mi padre y que se ha quedado conmigo. A todos los demás, los licencié. Lo quiero mucho. Fue la voz que jamás se calló cuando yo pecaba y por eso yo lo maltrataba. Ahora después de Ti, es el que más amo.
Llegan los amigos de Zaqueo y les dice:
– Venid amigos, allí hay fuego. Y todo cuanto puede dar descanso a vuestros cansados y helados cuerpos. Tú Maestro, ven.
Lo lleva a su propia habitación. Hecha agua hirviente en una jarra, quita las sandalias a Jesús y le lava los pies. Se los besa y antes de ponerle otra vez las sandalias, se pone el pie desnudo sobre el cuello, diciendo:
– ¡Así! ¡Para que arrojes los restos del viejo Zaqueo!
Se levanta y mira a Jesús con una sonrisa humilde y lágrimas en los ojos.
Hace un gesto para señalar todo el ambiente que lo rodea y dice:
– He cambiado todo. He dejado que sobreviviese el recuerdo de mi conversión en estas paredes desnudas. En este lecho duro. Lo demás lo vendí porque me quedé sin dinero y quería hacer el bien. siéntate, Maestro…
Jesús se sienta sobre un banco de madera. Y Zaqueo a sus pies. Sentado en el piso…
Zaqueo continúa hablando:
– Tú me enseñaste a amarlos verdaderamente. Antes eran mis cómplices en el vicio, pero no los amaba. Ahora los reprendo y los amo. Porque sé cuán dulce es la paz que proviene del hecho de ser perdonados, redimidos, renovados… esto también lo quise para ellos. Los busqué. ¡Qué fatigas! ¡Al principio fue una cosa muy dura! Los he hospedado hasta que acepten el nuevo yugo. Muchos ya se circuncidaron. Pero yo no los obligo. Extiendo mis brazos al abrazar las miserias; yo, que de ellos no puedo tener asco. Quisiera dar a todos ellos lo que Tú quieres dar: la alegría de no tener remordimientos. La paz de estar sin pecado. Dime ahora Señor mío, si me he atrevido a mucho…
– Has hecho bien, Zaqueo. También les has dado la alegría de ser ciudadanos de mi Reino Celestial. No ignoraba tus obras. Te seguía por el camino arduo, pero glorioso de la Caridad. Porque esto es caridad y muy digna de alabanza. Tú has comprendido la palabra del Reino. Pocos lo han logrado, porque sobrevive en ellos la antigua concepción y convicción de ser ya santos y doctos. Tú después de haber arrancado de tu corazón el pasado, quedaste vacío y has querido poner dentro de ti las palabras nuevas, lo futuro, lo eterno. Continúa así, Zaqueo…
– ¿Apruebas todo, Señor?
– Todo, Zaqueo.
– ¿Sabes Señor, que tus enemigos asueldan hasta ladrones, la hez de pueblo, para tener secuaces prontos, para infundir miedo e imponerse sobre los demás?… Lo supe por uno de mis pobres hermanos… ¡Eh! ¡Cuantas veces los verdaderos culpables son los que parece que no cometen ningún mal! Me explicó como y el porqué se había hecho ladrón… Le dije: ‘No robes. Si tienes hambre, pan no te faltará. Te buscaré un trabajo honrado. Como todavía no has cometido ningún homicidio, detente. Sálvate.’
Lo persuadí. Me dijo que se había quedado solo, porque los otros habían sido comprados con mucho dinero, por los que te odian y ahora están listos para fomentar motines, diciendo que son partidarios tuyos, para escandalizar al pueblo. ¿Qué intentan hacer, Señor?
– Josué pudo detener el Sol. Pero éstos a pesar de lo que hagan; no podrán detener jamás la Voluntad de Dios.
– ¡Tienen dinero, Señor! El Templo es rico y usan el oro que se ofrece en el Templo, para que triunfen sus empresas.
– No tienen nada. ¡La Fuerza es mía! Su edificio caerá, como hojas secas en el Otoño, no tengas miedo, Zaqueo. Tu Jesús será Jesús.
– Dios lo quiera, Señor. Nos llaman. Vamos…
Después de al comida están todos sentados en la sala que había sido muy bella y lujosa. Y que ahora es solo ancha y austera.
Zaqueo habla de una quinta de labranza, comprada con el dinero con el que todos contribuyeron…
Y dice:
– ¡Debíamos hacer algo! La ociosidad no es buena medicina para evitar el pecado. La quinta no es un lugar fértil, porque se le descuidó. Nique nos prestó a sus campesinos, para que nos enseñen como abrir los pozos descuidados; a limpiar los campos; a podar los árboles que había y a plantar nuevos.
Conocíamos muchas cosas, pero no las santas obras del hombre. En este trabajo que es nuevo para nosotros, encontramos una vida realmente nueva. A nuestro alrededor nada nos recuerda el pasado, tan solo la conciencia; pero está bien, somos pecadores. ¿Quieres venir a verlos?
– Cuando salgamos para ir al Jordán, me detendré en ese lugar. Me has dicho que está situado, sobre el camino que lleva al río…
– Así es, Maestro. Está feo. La casa se está cayendo. No tenemos nada de muebles. No tuvimos dinero para tanto… Tal vez cuando hayamos reparado nuestros crímenes contra el prójimo. Fuera de Démetes, Valente y Leví, que están demasiado viejos para ciertas privaciones y que duermen aquí, los demás se han acostumbrado a dormir en el heno, Señor.
– Muchas veces ni eso tengo. También Yo dormiré en el heno, Zaqueo. Dormí en él mis primeros sueños y fueron dulcísimos, porque el amor los cubrió. Puedo dormir allí y no me molestará; porque estaré en medio de hombres en quienes ha resucitado la buena voluntad.
Y Jesús mira con unos ojos que son una caricia a estas primeras flores de redimidos de varios países. Son quince… y ellos lo miran.
No son hombres que lloren fácilmente, ¡Sólo Dios sabe cuantas lágrimas hicieron derramar! Y sin embargo sus caras se iluminan con una luz de esperanza sobrenatural, al oír que el Maestro les dice palabras alentadoras.
Zaqueo continúa hablando:
– ¿Entonces apruebas todo lo que hemos hecho? Mira Maestro, te había dicho ‘te seguiré’ y quería realizarlo. Pero esa misma tarde, Démetes, por uno de esos infames negocios que tenía, vino porque necesitaba dinero. Yo no tenía. Te lo había dado todo. Y le dije: ‘No tengo dinero. Pero tengo algo que vale más que un tesoro.’ Le conté mi conversión. Tus palabras. La paz que tenía yo dentro de mí…
Hablé mucho. Al final, él dio un puñetazo sobre la mesa y exclamó: “Mercurio a perdido un secuaz y los sátiros un compañero. Tómame contigo. Haré lo que hiciste. Quiero oler perfume y no más hedores nauseabundos.”
Y se quedó. Y a los que les di la mano en el Mal y que tal vez pecaron por mis consejos, los busqué para ayudarlos para atraerlos al bien. Y así como he restituido a los que hice mal, he buscado reparar con ellos y han hablado conmigo. No todos han sido como Démetes. Algunos huyeron, después de injuriarme. Otros se han andado por las ramas y evadieron comprometerse. Otros se estuvieron un poco de tiempo, pero luego regresaron a su infierno. Estos se quedaron.
Pienso que debo seguirte de este modo. Que debemos seguirte, luchando contra nosotros mismos; soportando los desprecios del mundo, que no sabe perdonarnos. Cuando vemos que el no nos perdona; lágrimas secretas brotan del corazón. Así como cuando vuelven los recuerdos, muchos de los cuales nos afligen. Algunos de ellos son…
Démetes interviene agregando:
– La terrible Némesis que nos echa en cara nuestros crímenes y que nos dice que en ultratumba se vengará de nosotros.
Y empiezan a hablar acusándose, todos los demás:
Leonel:
– Las maldiciones de los que convertí en esclavos, después de haberles arrebatado lo que tenían.
Anastasio:
– Las lágrimas de mi madre, de mi esposa, de mis hijos; muertos de hambre. Mientras yo derrochaba todo en banquetes y mujeres.
Heliodoro:
– Las súplicas de las viudas y huérfanos que no podían pagar y a los que secuestré sus últimas cosas, en nombre de la Ley.
Lucio:
– Los lamentos de los que ya desvanecidos, golpee para hacerlos trabajar.
Valente:
– Las horribles cosas cometidas en los países conquistados y aterrorizados después de la batalla.
Adriano:
– Son nuestros pecados… ¡Oh! ¡Mis crímenes no tienen Nombre! No tengo sangre en las manos, pero disfruté de todas las miserias de las inocentes jovenzuelas de los derrotados. De las huérfanas. De las vendidas como mercancía, por un pedazo de pan. Caminé detrás de los ejércitos buscando doncellas sin protección y las convertí en mercancía infame. Por mis manos pasó la virginidad de las jovencitas. La honra de jóvenes esposas; cuando las ciudades eran conquistadas. Mis lupanares eran célebres… Señor, no me maldigas, ahora que sabes…
Los apóstoles se apartan del último que habló.
Jesús se levanta y se le acerca…
Le pone la mano en la espalda y le dice:
– Es verdad. Tu crimen ha sido grande. Tienes mucho que reparar. Pero Yo la Misericordia; te aseguro que aunque fueras el mismo demonio y hubieses cometido todos los crímenes de la Tierra; si tú quieres, puedes reparar todo. Y Dios te perdonará, porque es como un Padre.
Si tú quieres, une tu voluntad a la mía. También Yo quiero que seas perdonado. Únete a Mí. Dame tu pobre corazón destruido; plagado de cicatrices y de abatimiento; después de que dejaste el Pecado. Lo pondré en mi Corazón… donde pongo a los más grandes pecadores y lo llevaré conmigo al Sacrificio Redentor.
La Sangre más Santa. La que
manará de mi Corazón. Las últimas gotas de Sangre de la Víctima por los hombres;
se esparcirá sobre las peores piltrafas humanas y las regenerará. Ten
esperanza. Una esperanza mucho mayor que tus grandes crímenes; fundada en la
Misericordia de Dios, porque es ilimitada para quien en ella sabe confiar.
El pecador siente deseos de tomar y besar la mano de Jesús pero no se atreve.
Jesús lo comprende y extiende su mano pálida y ascética.
Y dice:
– Bésame la palma. Ese beso me aliviará de una tortura. Mano besada, mano herida. Herida por amor. ¡Oh! ¡Si todos supiesen besar a la Gran Víctima! y que Ella muriera cubierta de llagas, sabiendo que en cada una están los besos y está el amor de todos los hombres redimidos…
Y empuja su mano contra los labios del romano arrepentido. Y la conserva así hasta que el antiguo pecador se separa como saciado de haber bebido la Misericordia, de haber apagado sus remordimientos…
Jesús regresa a su lugar y al pasar pone la mano sobre la cabeza rizada de un joven hebreo que no tiene más de veinte años.
Le pregunta:
– ¿Y tú hijo mío, no tienes nada que decir a tu Salvador?
El joven levanta la cabeza y lo mira… es una mirada que revela una historia de dolor, de odio, de arrepentimiento, de amor.
Jesús le mira fijamente y el joven hace lo mismo…
Jesús lee una historia muda y dice:
– Por eso te llamé ‘hijo’. Ya no estás solo. Perdona a todos los de tu raza y a los extranjeros como Dios perdona. Ama el Amor que te ha salvado. Ven un momento conmigo. Quiero decirte una palabra aparte.
El joven se levanta y lo sigue. Cuando están solos…
Jesús le dice:
– El Señor te ha amado mucho, aunque a primera vista no lo parezca. La vida te ha probado mucho. Los hombres te han hecho mucho daño. Ambos habrían podido convertirte en una ruina irreparable. Detrás de ellos estaba Satanás, envidioso de tu alma.
Dios los contuvo y puso a Zaqueo en tu camino y con él a Mí, que te estoy hablando. Ahora te digo que debes encontrar en este amor, todo lo que no has tenido. Y debes olvidar todo lo que te ha herido. Perdona a tu madre. Perdona al patrón infame. Perdónate a ti mismo. No te odies así, hijo. Odia el tiempo que estuviste cometiendo pecados. Pero no a tu corazón que ha decidido no pecar más. Que tus pensamientos sean buenos amigos de tu corazón y que juntos lleguen a la perfección.
– ¿Perfecto yo?
– ¿Oíste lo que dije a ese hombre? ¡También él estuvo en el fondo del Abismo! ¡Gracias hijo!…
– ¿De qué, Señor mío? ¡Soy yo quién debo darte las gracias!
– De que no hayas querido ir con quién compra hombres para traicionarme…
– ¡Oh, Señor! ¿Crees que lo iba a hacer cuando sé que no desprecias ni siquiera a los ladrones? Uno de los que está ahora en poder de los romanos, me refirió tus palabras en un valle cerca de Modín. Pero no he hecho nada que merezca tu gratitud. Tú eres bueno. También yo quiero serlo. Y avisar a un amigo tuyo, ¿Puedo llamar así a Zaqueo?
– Puedes. Todos los que me aman son mis amigos. También tú…
– ¡Oh! Se lo dije para que te protegiese. Pero esto no vale la pena.
– Te repito que te doy las gracias. Porque no te vendiste contra Mí y esto es lo que vale.
– ¿Y el haber advertido a Zaqueo no vale?
– Hijo mío. Ninguna cosa podrá impedir el Odio, para que no me ataque. ¿Has visto alguna vez un río desbordado?
– Sí.
– ¿Algo pudo detener las aguas?
– No. Todo fue cubierto y destruido. Hasta las casas fueron arrastradas.
– Así es el Odio. Pero me revolcará. Seré sumergido, pero no destruido. Y en las horas más amargas, el amor de quién no quiso odiar al Inocente, será mi consuelo. Mi luz en las tinieblas de horas oscurísimas. Mi dulzura en el cáliz del vino mezclado con hiel y mirra.
– Hablas de Ti Mismo como si… Para los ladrones que mueren en la cruz, es que está destinada esa copa… ¡Pero Tú no eres un ladrón! ¡Tú no eres criminal! ¡Tú Eres…!
– El Redentor. Dame un beso hijo…
Jesús le toma la cabeza entre las manos y lo besa en la frente.
Y se inclina para recibir en la mejilla, el beso tímido del joven que se arroja llorando sobre el pecho de Jesús.
Jesús dice con mucha ternura:
– No llores, hijo mío. El Amor me sacrifica. Y siempre es un dulce sacrificio aún cuando no le guste a la naturaleza humana.
Lo tiene en sus brazos hasta que el llanto cesa. Y tomándolo de la mano, regresa con él a donde están los demás.
Y torna a hablar:
– Mientras comíamos. Uno de vosotros dijo que quería preguntarme algo. Háganlo ahora porque luego nos separaremos.
Démetes dice:
– Fui yo. Zaqueo no supo explicarlo nadie de tu religión tampoco. ¿Qué cosa es el alma?
– El alma es…
Y Jesús explica de manera magistral La Sinfonía de la Creación…
Y al terminar dice:
– Hay algo más que preguntar…
– No, Señor. Tenemos que empezar a aprender todo…
– Por algunos días os dejaré a Juan y a Andrés. Después les enviaré a discípulos buenos y sabios. Levantaos y vámonos. Tengo que hablar a la gente. Pasad adelante. Y no tengáis miedo. Habéis desafiado al mundo cuando hacíais el mal, no debéis temerlo ahora que os despojasteis de él.
Lo que habéis empleado hasta ahora para dominarlo, la indiferencia al qué dirán. La única arma que hace que el mundo se canse de hablar. Volved a emplearla ahora y no deis importancia a lo que no la tiene.
Más tarde en el rancho donde se juntan los diversos y heterogéneos amigos de Zaqueo que en realidad es muy pobre sobre todo ahora que es invierno y no sirve para que el corazón se alegre.
Hay tres campos arados y negruzcos para el trigo. Un huerto con árboles frutales y con otros que acaban de plantarse. Una hilera de vides y la hortaliza.
Un establo con una vaca. Un borrico para la noria. Un gallinero con unas cuantas gallinas, cinco pares de palomos. Seis ovejas. Una casa con su cocina y tres cuartos. Un cobertizo, un tejaban que hace de leñera y un pesebre. Un pozo con su brocal y una cisterna. Es todo…
En los pensamientos de todos, están las palabras que no dicen…
– Si resiste la estación…
– Si los animales tienen crías…
– Si los árboles pegan…
Todo está sujeto al ‘si…’ esperanzas muy precarias.
Andrés se acuerda de que años antes sucedió la cosecha prodigiosa que tuvo Doras, porque el Maestro bendijo sus terrenos para que fuese humano con sus siervos y dice:
– Maestro… si tú bendices este lugar… también Doras era un pecador…
Jesús responde:
– Tienes razón. Lo hice aún sabiendo que no cambiaría de corazón. Con mayor razón o haré con los que lo han cambiado y me aman.
Jesús abre sus brazos y lo bendice diciendo:
– Lo hago inmediatamente porque quiero convenceros de que os amo.
Y continúan su camino hacia el río…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
141.- SEGUNDA TRAMPA
Jesús con Juan, llega hasta una casa vieja que a la vez es una bodega y un almacén. La puerta es alta y estrecha. En ella hay tres escalones que los años han consumido. Es la casa de José de Séforis…
Juan llama y espera.
La puerta se abre con mucho ruido de cerrojos.
Una anciana saluda:
– ¡Oh, Juan! Dios sea contigo.
Juan contesta:
– No vengo solo, María, el Maestro viene conmigo.
– La paz sea contigo también, honra de Galilea. Entrad. Voy a llamar a José.
Se quedan solos en el vestíbulo y una carita morena se asoma por detrás de la cortina que separa la habitación de un corredor y curiosea temerosa.
Jesús pregunta a Juan:
– ¿Quién es este niño?
– No lo sé, Señor. Antes no estaba. Desde que estoy contigo, no he vuelto con mi padre aquí. –se vuelve al niño y lo llama- Ven niño.
Se acerca un niño como de cuatro años.
Juan le pregunta:
– ¿Quién eres?
El chiquillo contesta:
– No te lo digo.
– ¿Por qué?
– No quiero oír que me digan palabras feas. Si las dices te responderé y a José no le gusta.
Juan se echa a reír con el razonamiento del pequeñuelo:
– Esto sí que es raro. Maestro, ¿Qué piensas?
También Jesús sonríe y atrae hacia Sí al pequeño…
Lo mira fijamente y le pregunta:
– ¿Sabes quién Soy Yo?
– Sí que lo sé. Eres el Mesías de quién será todo el mundo y entonces no se dirán más palabras feas a los niños como yo.
– ¿No eres israelita, verdad?
– Estoy circuncidado… Y me dolió mucho… Y también es muy doloroso sentir que nadie… -llora sin la valentía que hace poco tenía.
Juan lo mira extrañado.
Jesús toma al niño y lo pone sobre sus rodillas.
Le pregunta:
– Te quiero mucho. Jesús quiere mucho a todos los niños. Y sobre todo a los huérfanos. ¿Cómo te llamas?
– También yo soy así. –la vocecita se convierte en un murmullo- Soy romano… Me llamo Marcial. Así me llamaba mi mamá…–y llora desconsolado.
– También Yo te llamaré Marcial, como tu mamá. Es una cosa buena la que ha hecho José, debes quererlo mucho…
– Sí, pero menos que a Tí, El dice siempre: “Si un día encuentras a Jesús de Nazareth, al Mesías, ámalo con todo tu ser, porque gracias a Él fuiste salvado del error.” María dijo desde allá a la criada, que había llegado el Mesías y vine a ver quién me había salvado.
– José debió ponerte otro nombre. ¿Cómo te llamas ahora?
– Tengo un nombre feo, no me gusta. Me llamo Manasés. –y el niño dice esto con una cara tan desconsolada que Jesús y Juan no pueden menos que sonreír.
Jesús trata de consolarlo:
– Manasés es un nombre que tiene un significado muy tierno para nosotros. Quiere decir: ‘El Señor me ha hecho olvidar todos los dolores’ José te lo puso pensando que le harías olvidar todos sus dolores. Es un hombre bueno.
– María también es buena y ahorita me está haciendo mis tortas de miel. Voy a ver si están cocidas y te traigo una.
Y se baja de las rodillas de Jesús y corre hacia la cocina.
José entra en la habitación y saluda a sus huéspedes.
Se arrodilla a los pies de Jesús y luego dice:
– Perdóname que te haya hecho esperar. El viernes es siempre un gran día. ¿Cómo estás Juan? ¿Tienes noticias de tu padre?
Juan contesta:
– No. Desde los Tabernáculos no lo veo.
– Está bien, lo mismo que Salomé. Esta mañana lo vi, con la última carga de pescado. También puedo decirte a ti Maestro, que tus familiares están bien en Nazareth.
Jesús dice:
– Gracias. Tú haces mucho más de lo que enseño. Ya vi al niño.
– ¡Lo viste!… Mira, el niño no es un niño hebreo. Es hijo de romanos. De dos libertos de un romano que vivía en Cesárea Marítima. Cuando se fue, lo olvidó y el niño se quedó solo. Los hebreos no lo recogieron. Los romanos… Tú sabes lo que son ellos… ¡El niño andaba pidiendo limosna! ¡Lo he hecho circuncidar! Y le cambié el nombre. Pero, ¡No quiero que se muestre a los demás, ni que recuerde su pasado!
Jesús pregunta dulcemente:
– ¿Por qué, José? El niño sufre por esto y… Se comprende.
– No quiero ser criticado por haber acogido a un…
– Un inocente. No es más que eso, José. ¿Por qué temes al juicio de los hombres, cuando el Juicio más alto, el Divino, sanciona tu actitud como santa? ¿Por qué no dices: ‘Si, el niño es romano; pero yo no siento repugnancia por él? Porque es hijo del Creador, como lo somos todos’ La verdadera circuncisión está por llegar y se verificará en el corazón de los hombres. Ten valor en hacer el bien, José. Serás grande. Muy grande…
Toquidos en el portón de la calle interrumpen la conversación.
Llegan los apóstoles…
Pedro entra y tiene el mismo aire de abatimiento que tenía en el Jordán, cuando pasaron Betabara. Se deja caer como exhausto sobre el primer asiento que encuentra, con la cabeza entre las manos.
Los demás, si no están tan abatidos; si se ven como perdidos. En los ojos de Marziam, hay señales de llanto.
Isaac se acerca a Jesús y le toma la mano, para acariciarla…
El pastor discípulo dice:
– Siempre como aquella noche de la matanza en Belén… Y a salvo otra vez. ¡Oh, Señor mío! ¿Hasta cuando te podrás salvar?
Este grito abre las bocas y todos hablan sin orden; contando las injurias, los maltratos, el miedo por…
Otro toquido en la puerta.
Judas exclama:
– ¡Ay de mí! ¿Nos habrán seguido?
José de Séforis va a mirar y…
Exclama admirado:
– ¡José el anciano! ¡Qué honor!
Y abre la puerta para dejar entrar al más influyente en el Templo después de Gamaliel…
José de Arimatea dice a Jesús:
– La paz sea contigo, Maestro. Estuve… y vi… Mannaém me encontró cuando salía del Templo, con el alma entristecida… ¡Oh! ¡Y no poder intervenir! No poder hacerlo para seguir siéndote más útil. Y… ¡Oh! ¿Estás aquí también tú, Judas de Keriot?… Habrías podido hacerlo tú, que eres amigo de tantos. ¿No te sientes obligado tú que eres su apóstol?
Judas contesta lacónico:
– Tú eres discípulo suyo.
– No. Si lo fuera lo seguiría como los demás. Soy un amigo suyo.
– Es la misma cosa.
– No. También Lázaro es su amigo, pero no vas a decir que sea su discípulo…
– En su interior sí.
– Los que no son discípulos de Satanás. Lo son de su Palabra, porque reconocen que es la Palabra de Sabiduría.
El breve encuentro entre José y Judas de Keriot se agota.
Otra llamada a la puerta y los dos José se dirigen a abrir…
José de Arimatea se inclina para decir algo al oído a José de Séforis, que muestra una viva sorpresa y por un instante se vuelve a mirar a los apóstoles. Luego abre la puerta.
Entran Nicodemo y Mannaém. Les siguen todos los pastores-discípulos que hay en Jerusalén. Y varias discípulas.
También el sacerdote Juan con otro anciano. Todos muestran una honda preocupación.
Nique pregunta:
– Maestro, ¿Qué pasó? La ciudad parece un avispero. Los que te aman corren a buscarte donde suponen que estás. Yo misma fui a la casa de Lázaro. ¡Es demasiado! ¿Cómo te salvaste?
Jesús contesta:
– La Providencia que siempre vela por Mí. No lloren… Bendigan al Eterno y robustezcan su corazón.
– Pero no debes ir más al Templo, Maestro. ¡Por mucho tiempo no debes subir! ¡No debes subir!
Todos están conformes con esto y sus voces resuenan en las gruesas paredes de la vieja casa, como el eco de un aviso suplicante.
El pequeño Marcial, el niño romano que estaba escondido; al oír esto, curioso saca su cabecita entre los pliegues de la cortina y corre hacia Jesús. Le echa los brazos al cuello y lo besa.
Jesús lo estrecha con un brazo, atrayéndolo hacia Sí, Mientras responde a los que le dicen lo que debe hacerse.
– No. No me muevo de aquí. Id a decir a Lázaro que me espera, que no puedo ir. Yo, Galileo y amigo desde hace años de la familia me quedo aquí, hasta el crepúsculo de mañana. Y luego… ya veré a dónde ir.
Pedro dice llorando:
– Siempre dices lo mismo y luego regresas allá. Pero no te dejaremos ir más. Al menos yo. Creí en realidad que estabas perdido…
El anciano que está con el sacerdote Juan exclama:
– Jamás se ha visto cosa semejante. ¡Basta! Está decidido. Si no me rechazas… Soy muy viejo para el Altar. Pero para morir por Ti tengo fuerzas todavía. Moriré fuera del sagrado recinto, al que he consagrado toda mi vida. ¡Pero Tú me abrirás un lugar más santo!
¡Oh, no puedo ver más la abominación! ¿Porqué mis viejos ojos tenían que ver estas cosas? ¡La Abominación que vio el Profeta, está ya dentro de los muros y va a sumergir a la ciudad! ¡La santidad del Señor esta bajo una costra de fango! ¡Pero si la Víctima es pura; los sacrificadores son unos seres inmundos!
¡Anatema sobre nosotros! ¡El Señor verá sobre el Monte la Abominación de su Pueblo!… ¡Ah!… –y se tira al suelo, cubriéndose el rostro con un llanto desgarrador.
El sacerdote Juan, dice:
– Lo he traído. Hace tiempo que quería. Pero hoy, después de lo que vio, ya nadie pudo contenerlo. El viejo Natán, se ve con frecuencia revestido con el espíritu profético. Acepta a mi amigo, Señor.
Jesús dice:
– No rechazo a nadie. Levántate sacerdote y levanta el espíritu. En lo alto no hay fango. Y a quién sabe estar en lo alto, el fango no lo toca.
El sacerdote Natán antes de levantarse lleno de adoración, toma la punta del vestido de Jesús y lo besa.
Jesús habla con todos. Les da instrucciones, los bendice. Y los despide de uno por uno. Todos se van yendo en pequeños grupos.
Y solo cuando la habitación queda vacía, se nota la ausencia de Judas de Keriot. Muchos se sorprenden de que haya salido sin orden alguna.
Jesús, para impedir comentarios, dice:
– Habrá ido a hacer algunas compras para nosotros. –y continúa hablando a José de Arimatea y a Nicodemo.
Nicodemo pregunta:
– ¿Quién es este niño?
Jesús contesta.
– Es marcial. Un hijo que José ha adoptado por hijo.
– No lo sabía.
– Casi nadie lo sabe.
José de Arimatea observa:
– Es muy humilde este hombre. Otro cualquiera lo hubiera publicado.
Jesús dice:
– ¿Lo crees? Vete Marcial. Lleva a Marziam a enseñarle la casa.
Marcial toma de la mano a Marziam y lo lleva hacia el interior… Y luego que se han ido…
Jesús continúa diciendo:
– ¡Está equivocado, José! ¡Cuán difícil es juzgar con rectitud!
Nicodemo y José dicen al mismo tiempo:
– ¡Pero Señor! acoger a un huérfano, porque sin duda lo es.
– Y no vanagloriarse de ello, es sin duda humildad.
Jesús aclara:
– El niño no es de Israel, como su nombre lo dice…
Jose y Nicodemo:
– ¡Ah! ¡Comprendo!
– Entonces está bien que se quede oculto…
Jesús:
– Ya se le circuncidó.
José:
– No importa. Tú sabes.
– ¡Cómo se ve que todos sois Israel, aún en los mejores! ¡Cómo se ve que aún al hacer el bien, no comprendéis y no sabéis ser perfectos! Uno solo es el Padre de los Cielos y toda criatura es hijo suyo. No os avergoncéis de hacerlo en el que no pertenezca a vuestra raza. La carne es para el sepulcro, el alma para Dios.
Silencio.
Luego José de Arimatea se levanta y dice:
– Me voy Maestro. Ven mañana a mi casa.
– No. Es mejor que no vaya.
Nicodemo también se despide y los dos se van.
Santiago de Zebedeo exclama:
– ¡Quisiera saber a donde ha ido Judas! ¡Podría decir que se fue a donde hay pobres, pero aquí está la bolsa!
Jesús dice:
– No os preocupéis, ya vendrá.
Después de un rato, regresa Judas… gallardo, sonriente, franco.
Judas explica:
– Maestro, quise ir a ver… La tempestad está calmada. Acompañé a las mujeres… ¡Tan miedosas todas! No te dije nada porque me lo hubieras prohibido. Pero yo quería comprobar por mí mismo si hay algún peligro. Nadie piensa más en lo que pasó. El sábado vacía las calles.
Jesús contesta:
– Está bien. Ahora estamos aquí y mañana…
Los apóstoles gritan:
– ¡Cuidado con ir al Templo!
– No. Iré a nuestra sinagoga. A la de los fieles galileos.
Al día siguiente…
Jesús sale con sus apóstoles y con José de Séforis, en dirección a la sinagoga. No ha dado más que unos cuantos pasos por la calle principal, después de haber dado vuelta en la callecita donde vive José; que Judas de Keriot le llama la atención, para que vea a un joven que avanza en su dirección…
Tocando las paredes con un bastón, levantando su cara sin ojos hacia lo alto, a la manera como suelen hacerlo los ciegos. Sus vestidos son pobres pero limpios.
Parece ser muy conocido en Jerusalén porque muchos le dicen:
– Oye. Hoy te equivocaste de camino.
– Los caminos del Moria ya los dejaste atrás.
– Estás ahora en Bezetha.
El joven declara:
– Hoy no pido limosna de dinero. –responde con una sonrisa y continúa caminando hacia el norte de la ciudad.
Judas dice:
– Míralo Maestro. Tiene los párpados pegados. Creo que ni siquiera tiene ojos. La frente se une con las mejillas sin hueco alguno. Ha nacido infeliz y así morirá, sin haber visto ni siquiera una vez, la luz del día. Ni la cara de un hombre. Dime pues Maestro. Si nació así, ¿Quién tiene la culpa? ¿Cómo pudo haber pecado antes de nacer? ¿Acaso habrán pecado sus padres y Dios los castigó haciendo que él naciese ciego?
Los demás se estrechan a Jesús para oír su respuesta y acelerando el paso, vienen dos Jerosolimitanos que han seguido al ciego.
Con ellos viene José de Arimatea, que no se acerca. Sube a las gradas de un portón y vuelve su mirada tratando de observar a todos.
Jesús responde y sus palabras resuenan claras en el silencio que le rodea:
– Ni él, ni sus padres pecaron. La pobreza frecuentemente es un freno para pecar. Si él nació así, es para que una vez más se muestren en él, el poder y las obras de Dios. Ve y tráeme al ciego aquí.
Judas se vuelve hacia el otro apóstol joven:
– Ve tú, Andrés. Prefiero quedarme aquí y ver lo que hace el Maestro.
Señalando a Jesús que se ha inclinado sobre el camino polvoriento, ha escupido sobre un puñado de tierra y con el dedo está mezclando su saliva, formando de esta forma, una bolita de lodo.
Mientras Andrés, siempre condescendiente, se va a traer al ciego.
Judas dice a Pedro y a Mateo:
– Venid aquí vosotros que sois de menos estatura y veréis mejor.
Se pone detrás de todos y pareciera querer ocultarse entre los hijos de Alfeo y Bartolomé, que son los más altos.
Andrés regresa trayendo de la mano al ciego, que no cesa de decir:
– No quiero dinero. Déjame ir. Sé en donde está a quién llaman Jesús. Voy a pedirle…
Andrés se detiene ante el Maestro y dice:
– Este es Jesús. El que está delante de ti…
Contrariamente a lo que suele hacer, Jesús no le pregunta nada al ciego. Le pone inmediatamente el poco de lodo que tiene entre los dedos, sobre los párpados cerrados…
Luego Jesús le manda:
– Ahora ve lo más pronto que puedas a la cisterna de Siloé, sin detenerte a hablar con nadie.
El ciego, con los párpados enlodados, se queda perplejo por un instante, pareciera querer decir algo, pero cierra sus labios y obedece.
Sus primeros pasos son lentos, como de quién se siente dudoso o desilusionado. Luego se da prisa, tocando con su bastón el muro. Cada vez va más rápido… Parece como si alguien lo guiara…
Los dos Jerosolimitanos se hechan a reír con sarcasmo, sacuden la cabeza y se van. José de Arimatea de manera sorprendente lo sigue sin saludar siquiera al Maestro y regresa al Templo, de donde venía. De este modo el ciego, los dos y José de Arimatea se dirigen al sur de la ciudad.
Jesús continúa su camino a la sinagoga…
En la fuente de Siloé, José se detiene semioculto por unos bojes que rodean el huerto.
Los otros dos siguen al ciego hasta la fuente y lo miran cuando se acerca cauteloso al estanque y tomando agua, se lava por tres veces.
La última, aprieta su cara con las dos manos y deja caer el bastón. Pega un grito como de dolor… Luego aparta lentamente las manos…
Y su grito se transforma en uno de júbilo:
– ¡Oh, Altísimo! ¡Yo veo! -Y se hecha en tierra, vencido por la emoción y con las manos apretadas a las sienes, grita- ¡Veo! ¡Veo! ¡Esta es la tierra! ¡Ésta, la luz! ¡Ésta, la hierba de la que solo conocía su frescura! -va hacia el arroyo. Lo mira correr- ¡Y ésta el agua!… ¡Así la sentía entre los dedos, (mete la mano) fría! Que no puede apresarse, pero no la conocía… ¡Qué bella! ¡Qué bello! ¡Qué bello es todo!
Levanta su cara y ve un árbol… se acerca. Lo toca.
Extiende su mano y toma una ramita, la mira. Ríe, ríe. Se pone una mano sobre la frente y mira el firmamento, el sol. Y las lágrimas bajan de sus virginales párpados abiertos, para contemplar el mundo.
Baja los ojos a la hierba, donde se balancea el tallo de una flor. Y se ve a sí mismo reflejado en el agua que corre del manantial…
Se mira y dice:
– ¡Así soy!
Y admirado contempla una tórtola que ha venido a beber un poco más allá, a una cabra que arranca las hojas de un rosal silvestre.
Y a una mujer que viene a la fuente con su hijito en el pecho. Aquella mujer le recuerda a su madre, cuya cara todavía no conoce.
Y levantando los brazos al Cielo, grita:
– Te bendigo, ¡Oh Altísimo! Por la Luz, por mi madre y por Jesús.
Y corre dejando tirado su bastón, que ya no necesita.
Los dos que lo siguieron, no esperaron a ver todo esto. Apenas vieron que el joven ve, se fueron ligeros a la ciudad.
José por su parte, se queda hasta el final y cuando el ex-ciego pasa rápido delante de él y entra en las callejuelas del suburbio de Ofel. Sale de su lugar y se dirige a la ciudad, muy pensativo…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
129.- ¡QUÉ VIVA LA PARRANDA!…
Áurea entra al taller y se inclina para ver el trabajo de Tomás. Lo admira. Le pregunta para qué sirve y si a ella le quedará bien.
Tomás le dice:
– Te quedará mucho mejor el ser buena. Estos adornos embellecen el cuerpo, pero no el alma. Y si se tienen solo por coquetería, hacen daño al espíritu.
Áurea pregunta extrañada:
– Entonces, ¿Para qué las haces? ¿Quieres hacer mal a un alma?
Tomás se sonríe y contesta:
– Lo superfluo hace mal a un alma débil. Pero para una que es fuerte es un adorno. Y esto es algo que sirve para mantener el manto en su lugar.
– ¿Para quién lo haces? ¿Para tu esposa?
– No tengo esposa, ni la tendré.
– Entonces para tu hermana.
– Ella tiene más de los que necesita.
– Para tu mamá.
– ¡Mi mamá ya está vieja! ¡Para qué pueden servirle!…
– Pero son para una mujer…
– ¡Claro que sí!
– ¡Qué hermosos son!
– ¿Se puede entrar?
Se oye la voz ronca de Pedro que llega con todos los apóstoles, menos Bartolomé e Iscariote.
Jesús los saluda:
– ¡La paz sea con vosotros! ¿Por qué vinisteis con este calor?
– Porque… no pudimos aguantar. ¡Hace tres semanas que no te vemos!
– Os dije que esperarais a Judas…
– Pero no vino… Y cuando llegó el tercer sábado nos venimos. Se quedó Nathanael que no se siente bien, a esperarlo a ver si va. Pero no lo creemos. Cuando pasamos por Tiberíades nos dijeron… bueno, luego te contaré… -dice Pedro sin terminar, porque Andrés le dio un tirón.
– Está bien. Luego me contarás. Estabais deseosos de descansar y ahora que lo podéis hacer… ¿Cuándo se vinieron?
– Ayer por la tarde. El lago no era un corderito. Desembarcamos en Tariquea, para no encontrarnos con Judas…
– ¿Por qué?
– Maestro, queríamos sentirnos contentos contigo, sin él.
– ¡Sois egoístas!
– No. El tiene sus alegrías… No sé quien puede darle tanto dinero para pasar una vida así… ya entendí, Andrés. No me jales tan fuerte. Me vas a romper el vestido. ¿Quieres que se convierta en un harapo?
Andrés se pone rojo.
Los demás sueltan la risa.
Jesús sonríe.
Pedro continúa:
– Está bien. vinimos hasta Tariquea por… no me vayas a regañar. Tal vez porque hacía calor. Tal vez porque lejos de Ti, siento que me hago malo. No entiendo por qué se separó de Ti para juntarse con… ¡Deja de jalarme la manga, Andrés! Ves que puedo detenerme cuando es necesario… Bueno Maestro, no quise pecar. Y si hubiera visto a Judas, lo habría hecho. Llegamos a Tariquea y al alba nos pusimos en camino. ¡Qué calor!…
– Pronto hubiera ido con vosotros.
– ¿Cuándo?
– Después que el sol hubiera salido de la constelación del León.
– ¿Y te parece que hubiéramos aguantado estar sin Ti? ¡Oh, querido Maestro! –y Pedro abraza a Jesús.
– Y pensar que cuando estábamos juntos, no hacéis más que lamentaros del tiempo, del cansancio, del camino…
– Porque somos unos torpes. Porque mientras estamos juntos, no comprendemos lo que eres para nosotros. Pero ya estamos todos aquí…
Un mes después…
Jesús y María están sentados sobre la banca de piedra, junto a la puerta del comedor. El crepúsculo agoniza y pronto llegará la noche…
– ¡Hay tantos obstinados que se creen justos, en todas las clases! Aún entre mis familiares y apóstoles. Créeme Madre que su obstinación en aceptar mi Pasión, reside en esto. Rechazan a los gentiles sin tener en cuenta que tienen un mismo origen y que Dios quiere dar a todos un solo destino.
María contesta:
– Tienes razón. Bartolomé y Judas de Keriot son los más resistentes, ellos que son los más instruidos y capacitados. Judas no podría decir a qué clase pertenezca. Está saturado de las auras del Templo. Pero Bartolomé es bueno, su resistencia encuentra excusa. La de Judas, no.
Supiste lo que dijo Mateo, que a propósito fue a Tiberíades… y Mateo es un experto en estas materias… “¿Pero quién da tanto dinero a Judas?” Y lo que dijo Santiago de Zebedeo no puede pasarse por alto: ‘Porque esa vida cuesta y mucho…’ ¡Pobre María de Simón!
Jesús suspira.
– ¿Supiste que las romanas están en Tiberíades? Hijo, mañana iré. Hablaré con Valeria. Y a mí no me negará nada. Llevaré conmigo a María de Alfeo. Áurea se quedará en la casa de Simón de Alfeo, porque no faltaría quién criticase que se quede con vosotros varios días. Así es el mundo. Iré primero a Caná…
– Me preocupa que te fatigues.
– ¡Por salvar un alma! ¿Qué son treinta kilómetros? Nada. Bendícenos Hijo.
– Si Mamá. Con todo el corazón de un Hijo, con todo el poder de Dios. Ve y que los ángeles guarden tu camino…
– Gracias Jesús. Digamos la Oración, Hijo.
Se ponen de pie y juntos recitan el Padre Nuestro…
Tres días después…
Tiberíades está a la vista. Las dos viajeras cansadas, caminan hacia ella en medio del crepúsculo que va desapareciendo.
María de Alfeo mira espantada a su alrededor y dice:
– Dentro de poco estará oscuro y todavía no llegamos. Dos mujeres solas y cerca una ciudad llena de… ¡Oh, qué gente!… Belzebú por muchas partes…
María de Nazareth contesta:
– No temas, María. Belcebú no nos hará ningún mal. Sólo lo hace a quién le da cabida en su corazón
– Estos paganos lo tienen.
– En Tiberíades no hay tan solo paganos. También entre ellos hay justos.
– ¡Cómo! Pero, ¿Cómo? ¡Si no tienen a nuestro Dios!…
María no replica porque comprende que es inútil. Su buena cuñada no es sino una de tantas israelitas que creen ser las únicas que poseen la virtud… Por ser hebreas.
En medio del silencio se oye el ruido de las sandalias que producen los pies cansados y llenos de polvo…
Cuando llegan a Tiberíades, van al puerto de los pescadores y buscan la casa de José el barquero, que es discípulo.
Más tarde, cuando terminan de cenar, María de Alfeo cansada, se retira con los niños, a dormir.
Quedan en la terraza alta, la Virgen María, el barquero y su mujer, que empieza a cabecear de sueño, arrullada por el sonido de las olas, que rompen en la playa del lago.
José la excusa:
– Está cansada.
María dice:
– ¡Pobrecita! Las mujeres de casa siempre están cansadas al anochecer.
– Sí, porque trabajan… No son como aquellas que se entregan al paseo. -Dice con desprecio señalando unas barcas iluminadas, que se alejan de la playa entre cánticos y gritos…
– ¿Quiénes son?
– Romanas y sus compinches. Entre ellas están Herodías, su licenciosa hija Salomé y también otras hebreas. Porque tenemos muchas iguales a lo que fue María de Mágdala, antes de que se arrepintiese…
– Son unas pobres mujeres que no conocen la felicidad…
– ¿Qué no la conocen? Somos nosotros los que no la conocemos, al no lapidarlas para limpiar a Israel de las que se han corrompido. Y por cuya causa y por sus pecados, Dios nos maldice… Regresarán al amanecer… Todos borrachos y los esclavos los llevarán a sus casas, para dormir la mona… ¡Mira! Allá van las mejores barcas…
Pero más me enojan los hebreos que se mezclan con ellos…
Oye, ¿Sabías que aquí está Judas el Apóstol?
María lo mira atónita y pregunta:
– ¿Por qué? ¿Va con esos?…
José el barquero dice disgustado:
– No. Sino con malos amigos y con una mujer… Yo no lo he visto. Ninguno de nosotros lo ha visto así…
Pero algunos Fariseos se burlan de nosotros y nos dicen: “Vuestro apóstol ya cambió de maestro. Ahora tiene una mujer y está bien acompañado de publicanos.”
Maria dice muy seria:
– No juzgues por lo que oíste decir, José… Sabes que los Fariseos no nos quieren. Y no tributan ninguna alabanza al Maestro.
– Es verdad esto. Pero corre la voz… y nos causa sinsabor… él, que debiera ser santo por estar con el Santo, solo es un borracho, pecador y lujurioso…
– Como brotó, así morirá. No peques contra tu hermano. ¿Dónde está? ¿Conoces el lugar?
– Sí. En casa de un amigo suyo, que tiene una bodega de especias y vinos.
– Yo necesito ver a Valeria, la amiga de Claudia… ¿Son iguales todas las romanas?
– ¡Oh, más o menos! Aunque no se dejen ver, causan daño.
– ¿Quiénes son las que no se dejan ver?
– Las que fueron a la casa de Lázaro en la Pascua. Se han retirado más… Quiero decir que casi no asisten a los banquetes. Pero con una cierta frecuencia, para poder decir que no son unas inmundas.
– Pero, ¿Lo dices porque estás seguro de ello o porque tus prejuicios hebreos te hacen expresarte así? Examínate de veras.
– Bueno… realmente no lo sé. No las he visto más en las barcas de esos… pero de que vayan en la barca de noche, Sí.
– También tú vas, ¿O no?
– ¡Claro! Cuando quiero pescar.
– El calor es terrible. Y solo si uno está en el lago encuentra descanso. Fue lo que dijiste cuando cenábamos.
– Es verdad.
– Entonces, ¿Por qué no podemos pensar que ellas van al lago por el mismo motivo?
José no responde…
Luego dice.
– Es tarde. Las estrellas nos dicen que ya es la segunda vigilia. Me voy a dormir. ¿No vas a dormirte?
María replica:
– No. Voy a Orar. Saldré pronto. No te vayas a sorprender si no me encuentras cuando raye el alba.
– Eres dueña de hacer lo que te parezca. ¡Ana! ¡Ea! Vámonos a acostar. –y sacude a su mujer que se ha quedado dormida.
Cuando María se queda sola, se pone de rodillas y ora. Ora… Pero no pierde de vista las barcas que bogan llenas de luces, de flores, de cantos, de inciensos. Y se hacen pequeñas en la distancia…
Se queda una barca solitaria, que brilla en el espejo luminoso del agua del lago. Boga lentamente.
María no la pierde de vista, hasta que ve que se dirige a la playa…
Entonces se levanta y dice:
¡Señor, ayúdame! Haz que sea…
Y baja ligera por la escalera hasta la habitación donde duerme su cuñada.
– ¡María! ¡María! ¡Despiértate! Vamos.
María de Alfeo se despierta y restregándose los ojos:
– ¿Ya es hora de irnos? ¡Qué pronto amaneció!
Y se levanta somnolienta. Sólo cuando salen a la calle, se da cuenta y exclama:
– ¡Pero todavía no amanece!
– Todavía no. Pero necesitamos irnos cuanto antes. ¡Ven pronto por aquí, antes de que la barca llegue a la playa!
– ¿La barca? ¿Cual barca? -pregunta mientras corre detrás de María, por la playa desierta; hacia el pequeño muelle.
Llegan jadeantes primero que la barca…
María mira fijamente y exclama:
– ¡Bendito sea Dios! ¡Son ellas! Sígueme. Hay que ir a donde van ellas. No sé donde viven…
– Pero, María. Por piedad… ¡Nos tomarán por unas meretrices!
– Basta con no serlo. ¡Ven! –dice la Virgen sacudiendo su cabeza.
Y la jala hacia la penumbra de una casa. La barca toca tierra. Mientras hace una maniobra, se acerca una litera…. Suben a ella dos mujeres y otras dos se quedan en tierra. Y caminan al lado de la litera, que se pone en movimiento al paso cadencioso de cuatro númidas muy altos, vestidos con una túnica muy corta y sin mangas; que apenas si cubre la espalda.
La virgen la sigue a pesar de las protestas que en voz baja hace María de Alfeo.
– Dos mujeres solas… detrás de aquellas. Van medio desnudos… ¡Oh!…
Avanzan unos cuantos metros y la litera se detiene. Desciende una mujer, mientras alguien llama a un portón.
– ¡Salve, Lidia!
– ¡Salve, Valeria! Dale un beso a Faustina en mi nombre. Mañana por la noche leeremos tranquilas. Mientras que aquellos se dan su banquete…
Se abre el portón y Valeria con su liberta está a punto de entrar…
La Virgen se adelanta y dice:
– Domina, una palabra…
Valeria mira a las dos mujeres hebreas envueltas en un manto sencillo, que les cubre el rostro.
Las toma por unas mendigas y dice:
– Bárbara. Dales una limosna.
– No, Domina. No quiero dinero. Soy la Madre de Jesús de Nazareth y ésta es una pariente mía. Vengo en su Nombre a pedirte un favor.
Valeria la mira sorprendida y se angustia:
– ¡Domina!… ¿Tu Hijo acaso está… Perseguido?
María responde:
– No más de lo que suele estar. Él querría…
– Entra Domina. No está bien que estés en la calle como una mendiga.
– No hay necesidad. Quisiera hablarte en secreto…
– ¡Retírense todos! -ordena Valeria.
– Luego
– – Estamos solas. ¿Qué quiere el Maestro? No he venido a hacerle ningún daño en su ciudad. Él no vino, para no causarme ningún daño ante mi esposo.
– No. Porque yo se lo aconsejé. A mi Hijo se le odia, Domina.
– Lo sé.
– Solo encuentra consuelo en su Misión.
– Lo sé.
– No exige honores, ni soldados. No aspira a reinos, ni a riquezas. Hace tan solo sentir su derecho sobre los corazones.
– Lo sé.
– Domina. Él quisiera devolverte a la jovencita… Pero no te vayas a enojar si te digo, que ella no podría dar cabida a Jesús en su corazón, viviendo en tu entorno. Tú eres mejor que otras. Pero a tu alrededor… hay mucho fango del mundo…
– Así es. ¿Y qué quisiera?
– Tú eres madre. Mi Hijo tiene sentimientos paternales para cada corazón. ¿Te gustaría que tu hijita creciese en medio de lo que pudiera arruinarla?
– No. He comprendido… Bueno, dile a tu Hijo estas palabras: ‘En recuerdo de Faustina a quién salvaste su cuerpo; Valeria te deja a Áurea, para que salves su espíritu’ Es verdad. Nos encontramos en medio de la corrupción. Para poder dar garantías a un Santo. Domina… Ruega por mí. –y se retira ligera, antes de que la Virgen pueda darle las gracias.
Valeria se ha ido llorando…
María de Alfeo no sabe qué decir.
Y balbucea:
– La cedió como si fuese una cosa…
– Para ellos lo es. Para nosotros es un alma. Ven… ¡Mira!… ¡El Cielo empieza a iluminarse! Las noches son demasiado cortas… ¡Vámonos!…
Y toman el camino de la ribera…
En una casa. En un rincón, se encuentran con Judas de Keriot, visiblemente borracho, que ha regresado de algún banquete y tiene los vestidos sucios y la cara desfigurada.
María pregunta:
– ¡Judas!… ¿Tú?… ¿En este estado?
Judas no tiene tiempo de fingir que no la conoce. Y no puede huir… la sorpresa y el susto lo despabilan y se queda como enclavado, sin reaccionar…
María se le acerca, venciendo la repugnancia que el apóstol despierta en Ella y le dice:
– Judas. Desgraciado hijo… ¿Qué estás haciendo? ¿No piensas en Dios? ¿En tu alma? ¿En tu mamá? ¿Qué haces Judas? ¿Por qué quieres ser un Pecador…? ¡Mírame, Judas! ¡No tienes derecho a matar tu alma!… –y trata de tomarlo de la mano.
Judas reclama:
– ¡DÉJAME EN PAZ! Al fin y al cabo, soy un hombre. Y soy… Soy libre de hacer, lo que todos los demás hacen. Dile al que te envió a espiarme; que no soy todavía un espíritu… ¡Soy joven!
– No eres libre de arruinarte, Judas. Ten piedad de ti mismo… Obrando así, nunca serás un espíritu dichoso… ¡Judas!… Él no me envió a expiarte. Él ruega por tí… Él no hace otra cosa más que esto. Y también yo con Él. En nombre de tu mamá…
– Déjame en paz. –pero luego; sintiendo que ha sido maleducado, se corrige- No merezco tu compasión. ¡Adiós! -y escapa corriendo.
Maria de Alfeo, dice:
– ¡Qué demonio!… se lo diré a Jesús… Tiene razón mi hijo Judas.
– Tú no dirás nada a nadie. Rogarás por él. Eso es lo que harás…
– ¡Lloras! ¿Lloras por él? ¡Oh!…
– Sí. Me sentí feliz por haber salvado a Áurea… ahora lloro porque Judas es pecador. Pero a Jesús, que ya está muy afligido; no le llevaremos sino buenas noticias. Con nuestras penitencias y plegarias, arrancaremos de las garras de Satanás al pecador… ¡Cómo si fuese un hijo, María! ¡Cómo si fuese un hijo! También tú eres madre y comprendes… Por esa madre infeliz… Por esa alma pecadora… Por nuestro Jesús…
– Sí. Pediré al Señor… Pero no pienso que lo merezca…
– ¡María!… ¡María, no hables así!… Vámonos.
La virgen está muy cansada, cuando de regreso vuelve a pisar el umbral de su hogar. Le abre Simón, quién después de saludarle, se retira prudente al taller. Encuentra a Jesús, poniendo la puerta del horno en su lugar, después de haberla reparado. Está poniendo aceite en los goznes. Apenas ve a su Madre, se limpia las manos en su delantal de trabajo y va a su encuentro…
Jesús saluda:
– La Paz sea contigo, Mamá.
María contesta:
– La Paz sea contigo, Hijo.
– Qué cansada debes estar. Llegaste pronto…
– Desde el amanecer hasta el crepúsculo, descansé en casa de José. Si no fuera por este calor tan fuerte, me hubiera venido luego para decirte, que te cedieron a Áurea.
– ¿De veras? -el rostro de Jesús rejuvenece, ante la alegre sorpresa.
Parece un joven de veinte años y se parece más a su Madre, que siempre parece una jovencita; tanto en su rostro, como en sus movimientos.
– De veras, Jesús. No me costó ningún trabajo conseguirlo. La mujer consintió enseguida. Se sintió conmovida al reconocer que tanto ella como sus amigos, se encuentran en tal estado, que no puede educar a una criatura para Dios. Un reconocimiento tan humilde; tan sincero; tan verdadero. No es muy fácil encontrar a alguien, que sinceramente reconozca tener defectos.
– Así es. No es fácil. En Israel son muy pocos. Ellas son unas almas hermosas, sepultadas bajo una costra de suciedad. Pero cuando ésta caiga…
– ¿Sucederá, Hijo?
– Estoy seguro de ello. Instintivamente se dirigen al Bien. terminarán por acercarse a Él. ¿Qué te dijo?
– ¡Oh! ¡Pocas palabras!… Nos entenderemos al punto. ¿No sería mejor, llamar a Áurea? Quiero comunicárselo, si me lo permites.
– ¡Claro, Mamá! Mandaremos a Simón. –y con voz fuerte llama a Zelote.
– Simón. Ve a la casa de simón de Alfeo y dile que mi madre que ha regresado. Trae a la niña y a Tomás, que ya debe haber terminado el favor que le pidió a Salomé…
Simón se inclina y se va.
María le cuenta a Jesús, todas las peripecias de su viaje… Menos lo de Judas.
Jesús sonríe:
– Me has traído la prueba de lo que las romanas sienten por Mí. Si Juana hubiese intervenido se hubiera podido pensar, que se la cedían a la amiga. Ahora vamos a esperar hasta el sábado y si Mirta no viene, nos iremos con Áurea.
María dice:
– ¡Hijo! Quisiera quedarme…
Jesús contesta:
– Estás muy cansada, lo veo.
– No. No es por eso… Pienso que Judas podría venir aquí. Cómo no está mal que en Cafarnaúm, haya siempre un amigo que lo hospede. Tampoco lo está que alguien lo acoja cariñosamente aquí…
– Gracias Mamá. Sólo tú comprendes, lo que todavía puede salvarlo…
Y ambos suspiran por el discípulo que les causa dolor…
Regresan Simón y Tomás; con áurea que al instante, corre a abrazar a María.
Jesús la deja con su madre y va a adentro con sus apóstoles.
– Rezaste mucho, hija Y el buen Dios te escuchó… -empieza diciendo María.
Pero es interrumpida por un grito de alegría:
– ¡Me quedo contigo! -y le echa los brazos al cuello, besándola.
María la besa también.
Y teniéndola abrazada le dice:
– Cuando uno recibe un gran favor, hay que pagarlo, ¿Oh no?
– Claro que sí. Y yo te pagaré amándote mucho.
– Gracias hija. Pero Dios es más que yo. Él es el que te concedió este gran favor. Esta Gracia inmensa de acogerte entre los hijos de su Pueblo. De hacerte discípula del Maestro-Salvador. Yo sólo fui el instrumento de esta gracia que Él el Altísimo, te concedió. ¿Qué darás pues al Altísimo, para decirle que se lo agradeces?
– No sé. Dime cómo, Madre…
– Con amor. Pero el amor para que sea verdaderamente real, tiene que ir unido con el sacrificio. Porque cuando algo nos cuesta, es porque tiene valor, ¿O no es verdad?
– Cierto.
– Bueno, yo diría que Tú, con la misma alegría con qué gritaste: ‘¡Me quedo contigo!’ Tienes qué gritar: ¡Sí, Señor! Cuando yo, su pobre sierva, te diga lo que Él dispone de ti.
– Dímelo, Madre. –dice Áurea poniendo su carita seria.
– Dios quiere confiarte a dos buenas mujeres, que son madres. A Noemí y a Mirta…
Las lágrimas se asoman a los ojos de la niña y le ruedan por sus sonrosadas mejillas.
– Ellas son buenas. Mi Jesús y yo las queremos. Jesús a una de ellas le salvó su hijo. A la otra, yo le amamanté el suyo. Tú viste que son buenas.
– Es cierto. Pero esperaba quedarme contigo.
– Hija, no se puede tener todo. tú misma ves que yo no estoy con mi Jesús. Os lo he entregado. Estoy separada, muy separada de él; mientras va caminando por la Palestina para predicar, curar y salvar a niñas…
– Es verdad.
– Si lo quisiera para mí sola, a ti no te hubiera salvado y vuestras almas no se salvarían. Piensa cuán grande es mi sacrificio. Os doy un Hijo que será Inmolado por vuestras almas. Por otra parte, tú y yo estaremos siempre unidas; porque las discípulas están siempre unidas con el Mesías, formando una Gran Familia, por el amor que tienen hacia Él.
– Es verdad. ¿Y podré venir aquí? ¿Nos volveremos a ver otra vez?
– Sin duda alguna. Hasta que Dios lo quiera.
– ¿Y rogarás siempre por mí?
– Lo haré siempre.
– Y cuando estemos juntas, ¿Me seguirás enseñando muchas cosas?
– Sí, hija.
– ¡Ah, yo quiero ser como tú! ¿Lo lograré? Quiero saber, para ser buena…
– Noemí es madre de un sinagogo que es discípulo del Señor. Mirta tiene un hijo que mereció la gracia del milagro y es un buen discípulo. Las dos mujeres son buenas e inteligentes, además de que abrigan en su corazón un gran amor.
– ¿Me lo aseguras?
– Te los aseguro, hija.
– Entonces bendíceme. Y que se haga la voluntad del Señor, como dice la Oración de Jesús. La he dicho tantas veces… Es justo que se haga ahora lo que dije, para conseguir que no fuese con los romanos…
– Eres una buena muchachita. Dios siempre te ayudará más. Ven. Vamos a decirle a Jesús que la discípula más joven, sabe hacer la Voluntad de Dios…
Y tomándola de la mano, entra a la casa con ella.
El viernes por la tarde, acalorados pero alegres llegan Mirtha y Noemí, con el joven Abel. Bajan de sus borricos y Abel los lleva al pesebre.
Ellas entran por la puerta del taller. Tomás está guardando las herramientas. Simón barre el aserrín y Jesús está limpiando los cacharros de cola y de pintura.
Las mujeres se inclinan al entrar y luego se arrodillan ante Jesús.
Al hacerlo dicen:
– La paz sea contigo, Maestro y con vosotros también.
Jesús contesta:
– La paz sea con vosotras. Sois muy fieles. ¡Venir con este calor!
– ¡Oh, no es gran cosa! Se encuentra uno tan bien aquí, que se olvida todo. ¿Dónde está tu Mamá?
– Está allá. Terminando un vestido para Áurea. Id vosotras.
Y las dos toman sus alforjas y van donde está María.
Zelote dice:
– Maestro, Mirta además de conservar al hijo que tenía, ha conseguido una nueva criatura y en poco más de un año.
– Sí. En poco más de un año… Hace más de un año que María Magdalena se convirtió. ¡Cómo pasa el tiempo! Me parece que fue ayer… ¡Cuántas cosas han pasado en un año!
Regresa Abel y encuentra a Tomás todavía pensativo y perdido en sus recuerdos. Moviendo distraídamente sus instrumentos de orfebre.
Abel se inclina a verlos y pregunta:
– ¿Tuviste trabajo?
Tomás contesta:
– ¡Oh! He hecho felices a todas las mujeres de Nazareth. He reparado un montón de joyas. Tuve que pedir a Mateo que me trajera metal de Tiberíades. Me he creado una buena clientela. ¡Ja,ja! -Ríe alegre- me estoy preparando. Me he propuesto hacerme propaganda con el trabajo, cuando vaya a predicar entre los infieles. Y estoy haciendo progresos…
– Eres un hombre inteligente como orfebre y como apóstol.
– Me esfuerzo en serlo por amor a Jesús. ¿Con que has ganado una hermana? Trátala bien, ¿Sabes? Es como una palomita salida del nido. Te lo digo yo que estoy acostumbrado por razón de mi trabajo, a tratar mujeres. Una suave palomita que tuvo mucho miedo al gavilán.
Y que busca alas maternas, alas fraternas como defensa. Si tu madre no la hubiese querido, la hubiera pedido yo para mi hermana gemela. Un hijo más, un hijo menos. Es muy buena mi hermana, ¿Sabes?
– También mi madre. Se le murió una niña cuando quedó viuda. Tal vez se le puso mal la leche, cuando murió mi padre. Apenas si me acuerdo de ella. Y tal vez ni siquiera lo haría, si mi madre no la llorase y si cualquier niña pobre de Belén, no tuviese derecho a comer y a vestirse, en recuerdo de la muertita. Tal vez por eso yo también quiero mucho a las niñas. Aunque pienso que ésta ya no es una niña… Pero la consideraré como a tal por su corazón. Si es como mi madre, Noemí y tú, decís…
– Puedes estar seguro. Vamos. La conocerás.
Van al comedor en donde están las mujeres, Jesús y Zelote.
Mirta, que ha venido con una gran esperanza, está conquistándose el corazón de Áurea y le prueba un vestido de lino que le hizo.
– Te queda bien. –le dice acariciándola, mientras le ajusta el vestido- ¡Oh! Ahí está mi hijo Abel. Acércate hijo. Mira… Ésta es Áurea. Pertenecerá a nuestra familia, ¿Lo sabías?
Abel contesta:
– Sí. Y me siento contento como tú.
Mira a la niña. La estudia… Sus negros ojos se clavan en ella. Se muestra satisfecho y sonríe.
Le dice:
– Nos amaremos en el Señor que nos salvó. Y lo amaremos y haremos que otros lo amen. Seré para ti un hermano en espíritu y en cariño. Lo prometo ante el Maestro y mi madre… -y con una gran sonrisa, le tiende su mano fuerte y morena.
Áurea vacila por un momento, se sonroja y estrecha la mano de Abel.
Le contesta:
– Así lo haremos. En el Señor.
Los presentes se sonríen entre sí.
Se escucha una voz ronca:
– Aquí se puede entrar sin llamar a la puerta.
Es Pedro que viene seguido por todos los apóstoles, menos Judas.
Al día siguiente en la tarde, después del descanso del mediodía, se hacen los preparativos para la partida…
Tomás ofrece a la Virgen un brocamantón que se pone en el escote del vestido:
– Sé que no lo usarás, María. Pero acéptalo de todos modos. Tuve la idea de hacértelo, cuando un día mi Maestro habló de ti comparándote con los lirios de los valles. Y para que la alabanza que te dio tu Hijo, se aprecie como símbolo tuyo. Y si no logré dar al metal la viveza de un tallo real y la fragancia de la flor; mi sincero y respetuoso amor por ti lo hagan finísimo como una caricia. Y lo perfumen de la devoción que siento por ti, Madre de mi Señor.
– ¡Oh, Tomás! Es verdad que no uso joyas, porque me parecen cosas fútiles. Pero esto no lo es. Es amor de mi Jesús y de su apóstol. Y me gusta mucho. Y me acordaré del buen Tomás, que ama mucho a su Maestro. Gracias Tomás por tu amoroso afecto.
Todos admiran el trabajo perfecto y Tomás saca otra preciosidad: tres estrellitas de jazmín, con una ramita, unidas en un círculo, un par de peinetas y un par de aretes que le hacen juego…
Y se las entrega a Áurea:
– Porque no fuiste codiciosa. Y has estado aquí mientras el jazmín estuvo en flor. Y porque estas estrellitas te recuerden a nuestra Estrella.
Áurea los recibe y llora de felicidad:
– Muchas gracias, Tomás. No lo olvidaré.
Se despiden y se van, montados en los borricos.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
109.- EL PRÍNCIPE DE PAZ
El grupo apostólico sigue su camino por campos arados y huertos. En un recodo, encuentran a unos escribas y éstos saludan a Jesús:
– La paz sea contigo, Maestro. Te hemos esperado aquí, para… venerarte.
Jesús responde:
– No es verdad. Para estar seguros de que no había alguna trampa. Hicisteis bien. convenceos de que no he tenido modo alguno de ver a la mujer, ni a ninguno de los que están con ella. Vuestro corazón fomenta ciertas condiciones que queréis que acepte, cuando me encuentre con esa mujer y de antemano os digo que las acepto.
– Pero… Si no las conoces…
– ¿No es verdad que me las queréis imponer?
– Lo es.
– Así como conozco vuestra intención, así también sé lo que me diréis. Y os aseguro que acepto lo que queréis proponerme, porque servirá para dar gloria a la Verdad. Hablad.
– ¿Sabes cómo están las cosas?
– Sé que a la mujer se le tiene por endemoniada y que ningún exorcista ha podido arrojarle el demonio.
– ¿Puedes jurar que jamás la has visto?
– El justo no jura porque tiene el derecho de que se le crea por su palabra. Yo os digo que jamás la he visto. Y que jamás he pasado por su poblado, cosa que todos pueden confirmar.
– Y con todo, ella pretende conocer tu rostro y tu voz.
– De hecho, su alma me conoce por voluntad de Dios.
– Tú dices que por voluntad de Dios. ¿Pero cómo puedes asegurarlo?
– Se me ha dicho que pronuncia palabras inspiradas.
– También el Demonio habla de Dios.
– Pero con errores mezclados a propósito, para extraviar a los hombres y conducirles a que piensen erróneamente.
– Pues bien… Nosotros queremos que nos permitas someter a la mujer a una prueba.
– ¿De qué modo?
– ¿De veras no la conoces?
– Os lo he asegurado.
– Entonces mira. Enviaremos delante de Ti, alguien que vaya gritando: ‘Aquí está el Señor’ y veremos si saluda al que vaya con él, como si fueses Tú.
– ¡Pobre mujer! Acepto. Escoged de entre quienes me acompañan a quienes queráis que nos precedan. Os seguiré con otros. Más si hablare la deberéis dejar, para que Yo juzgue sus palabras.
– Es claro. Pacto es pacto. Y lo mantendremos lealmente.
– Que así sea y que sirva para llamaros al corazón.
– Maestro, no todos somos enemigos tuyos. Algunos de nosotros estamos realmente a la expectativa… Y tenemos el deseo sincero de conocer la verdad para seguirte.
– Es cierto. Y Dios los ama.
Los escribas ven atentamente a los apóstoles. Escogen a Judas Tadeo y a Juan.
– Nosotros vamos adelante con éstos. Tú te quedas con nuestros compañeros y los tuyos. Después de un poco de tiempo, nos seguiréis.
Y así lo hacen.
Se ven los bosques a lo largo del río y a unas personas que esperan en un lindero del bosque.
Los escribas que se adelantaron gritan:
– ¡Ved! ¡Ved que ha llegado el Mesías! ¡Levantaos y venid a su encuentro!
Y se desvían hacia un gigantesco roble, cuyas raíces han salido afuera y sirven de asiento a quienes se acercan a él.
El grupo de personas que había, sale al encuentro de los que vienen. Junto al tronco se quedan solo los tres escribas, un hombre y una mujer ancianos; además de otra mujer sentada sobre una gran raíz, con la espalda recargada contra el tronco.
Tiene la cabeza inclinada sobre las rodillas, con las manos juntas. La cubre un velo de color morado tan fuerte, que se ve casi negro; parece no poner atención a lo que la rodea. No se mueve ni con el griterío.
Un escriba le toca la espalda y le dice:
– Sabea, el Maestro está aquí. Levántate y salúdalo.
Ella no responde. No se mueve.
Los tres escribas se miran irónicos. Y hacen una señal de inteligencia a los que se acercan. Y como los que estaban a la espera, al no ver a Jesús, se han callado; ellos y sus compinches gritan con toda la fuerza de sus pulmones, para que la mujer no se dé cuenta del engaño.
Un escriba dice a anciana que está junto a ella:
– Mujer. Al menos tú saluda al Maestro y di a tu hija que lo haga.
La mujer se postra junto a su marido, delante de Tadeo.
Y luego, incorporándose dice a su hija:
– Sabea. Tu Señor está aquí. Venéralo.
La joven no se mueve.
La sonrisa irónica de los escribas se acentúa y uno flaco y narigudo, dice con voz nasal:
– No te esperabas esta prueba, ¿Verdad? Tu corazón tiene miedo. Comprendes que tu fama de profetiza está en peligro y no te atreves… Creo que esto es suficiente para declararte mentirosa…
La mujer levanta su cabeza.
Se echa para atrás el velo y mira con ojos agrandados, mientras dice:
– No miento, escriba. No tengo miedo porque estoy en la verdad. ¿En dónde está el Señor?
– ¡Cómo! ¿Dices que lo conoces y no lo estás viendo? Lo tienes delante de ti.
– Ninguno de éstos es el Señor. Por eso no me he movido. Ninguno de estos.
– ¿Ninguno de éstos? ¿Cómo? ¿Ese Galileo rubio no es el Señor? Yo no lo conozco pero sé que es rubio y con ojos azules.
– No es el Señor.
– Entonces ese alto y majestuoso. Mira la fisonomía de rey que tiene. Es él sin duda.
– No. Entre ellos no está el Señor.
Y la mujer baja su cabeza y sigue en la misma actitud de antes.
Pasa un poco de tiempo y después se ve que Jesús se acerca.
Los escribas han hecho señal a la poca gente, para que guarde silencio. Y por eso nadie lanza un hosanna a su llegada.
Jesús viene entre Pedro y Santiago. Camina despacio. La tupida hierba absorbe sus pasos.
Mientras la anciana se seca unas lágrimas con su velo, un escriba la molesta diciendo:
– Vuestra hija está loca y es una mentirosa.
Mientras su padre suspira y también la reprocha, Jesús llega a los límites del sendero y también se detiene.
La joven, que no ha podido ver ni oír nada; se pone de pie. Echa para atrás su velo y se descubre casi toda la cabeza.
Extiende los brazos con un fuerte grito y proclama:
– ¡Ved que viene ahí, mi Señor! ¡Él es el Mesías! ¡Oh, vosotros que me habéis querido engañar y humillar! ¡Veo sobre Él la Luz de Dios que me lo señala y lo honro!
Y se postra en tierra a unos dos metros de Jesús, diciendo:
– Te saludo, ¡Oh, Rey de los Pueblos! ¡Oh, Admirable! ¡Oh, Príncipe de la Paz!¡Padre de los Siglos que no conocen fin! ¡Jefe del Nuevo pueblo de Dios!
Luego se levanta y se queda de pie, contra el tronco del roble. Es alta y hermosa. Su cabello negro como el ébano, es una brillante guirnalda de ónix, alrededor de una cabeza majestuosa.
Su túnica de color marfil, revela una figura esbelta. Tiene unos treinta años y una cara muy bella, que mira en silencio al Maestro y sacude la cabeza…
Cuando los escribas le dicen:
– Te has equivocado, Sabea. Él no es el Mesías; sino el que viste antes y no reconociste.
Ella niega con severidad y mira fijamente a Jesús. Con su semblante lleno de estupor y de alegría. De triunfo, de amor, de éxtasis, de adoración…
Jesús la mira un poco triste.
En voz baja le dice un escriba:
– ¿Ves que es una loca?
Jesús no le rebate. Está de pié con su mano izquierda que le pende a un lado y con la derecha se sostiene el manto, recogido sobre el pecho. Mira y calla.
La mujer extiende sus brazos y parece una gigantesca mariposa de alas moradas y cuerpo de marfil.
Y un grito potente sale de sus labios:
– ¡Oh, Adonaí, Tú eres Grande! ¡Sólo tú eres Grande! ¡Oh! ¡Adonaí! Eres grande en el Cielo; en la Tierra; en el Tiempo; en los siglos de los siglos y más allá del Tiempo; por siempre y para siempre, ¡Oh, Señor; Hijo del Señor! Bajo tus pies están tus enemigos. Y tú Trono mantiene el amor de los que te aman.
La voz aumenta en intensidad, en firmeza y fuerza; mientras sus ojos se separan de Jesús y miran en un punto lejano, sobre las cabezas de los que la rodean.
Después de una pausa, torna a hablar:
– El Tono de mi Señor está adornado con las doce piedras, de las doce tribus de los justos. En la gran perla que es el trono, el blanco, el precioso y resplandeciente Trono del Santísimo Cordero; están engastados topacios con amatistas, esmeraldas con zafiros, rubíes con sardónices; ágatas; crisolitos con aguamarinas, ónices, jaspes, ópalos.
Los que creen. Los que esperan; los que aman; los que se arrepienten; los que viven y mueren en la justicia; los que sufren; los que dejan el error por la Verdad; los que siendo duros de corazón, se han hecho mansos por su Nombre; los inocentes; los arrepentidos; los que se despojan de toda cosa, para poder fácilmente seguir al Señor. Los vírgenes cuyo espíritu resplandece cual luz semejante al de un alba del Cielo de Dios… ¡Gloria al Señor! ¡Gloria a Adonaí! ¡Gloria al Rey sentado sobre su Trono!
Su voz parece el toque de una trompeta. La gente se sacude. La mujer parece que ve realmente lo que está describiendo. Y con su mirada extática puede ver la Gloria Celestial. Descansa sin cambiar de actitud.
Su cara palidece y sus ojos se hacen más brillantes. Vuelve a hablar, bajando su mirada sobre Jesús que la escucha atento; rodeado de escribas que mueven la cabeza escépticos; burlones.
Y de los apóstoles y seguidores que están pálidos, presas de sacra emoción.
Prosigue extática y el tono de su voz es menos alto:
– ¡Veo! ¡Veo en el Hombre lo que se oculta en el Hombre! Pero mis rodillas se doblan ante el Santo de los santos oculto en el Hombre.
De repente su voz cambia de tono y se hace imperiosa; cual si fuera una orden:
– ¡Mira a tu Rey! ¡Oh, Pueblo de Dios! ¡Conoces su Rostro! ¡La belleza de Dios está delante de ti! La Sabiduría de Dios ha tomado una boca para instruirte. Ya no son los Profetas, ¡Oh, Pueblo de Israel! Los que te hablan del Inefable. ¡Es Él Mismo!
El que conoce el Misterio que Es Dios, que te habla de Dios. El que conoce el Pensamiento de Dios, que te acerca a su pecho. ¡Oh, Pueblo Infantil después de tantos siglos! Y te alimenta con la leche de la Sabiduría de Dios para que te hagas adulto. Para obtenerlo se encarnó en un vientre… En el vientre de una mujer de Israel. Más grande que cualquier otra mujer, ante la Presencia de Dios y de los hombres. Ella arrebató el Corazón de Dios, con sus palpitaciones de paloma. La hermosura de su espíritu, sedujo al Altísimo y Él la hizo su Trono.
María de Aarón pecó porque en ella existía el pecado. Débora dictó lo que tenía que hacerse, pero no lo realizó. Yael fue fuerte, pero ensució sus manos con sangre. Judith era justa, tenía al Señor; Dios estaba en sus palabras y le permitió que realizara su propósito; para que Israel se salvase. Más por amor a su patria, empleó una astucia homicida.
La Mujer que lo engendró a Él, sobrepuja a todas estas mujeres, porque es la esclava perfecta de Dios y le sirve sin pecar. Toda Pura, Inocente y Bella. Es el hermoso astro de Dios, desde que sale hasta que se pone. Toda bella, resplandeciente y pura; para ser Estrella y Luna. Luz para los hombres, para que encuentren al Señor.
No precede ni sigue al Arca Santa, como María de Aarón; porque Ella es el Arca Misma.
Sobre la turbia ola de la Tierra cubierta con el diluvio de las culpas, Ella camina y salva. Porque quién se acerca a Ella, encuentra al Señor. Paloma sin mancha, vuela y trae la rama de olivo; olivo de paz a los hombres; porque Ella es la Oliva sin igual.
Está callada, pero con su silencio habla. Y hace más que Débora, que Yael; que Judith. No aconseja a la guerra, ni incita a matar. Ni derrama sangre, fuera de la Inigualable suya, con la que fue hecho su Hijo. ¡Desgraciada Madre! ¡Sublime Madre!…
Judith tenía al Señor, pero había vivido con un hombre. Ésta ha dado al Altísimo, su Flor Inviolable. Y el Fuego de Dios bajó al cáliz del Lirio suave. Y un seno de Mujer ha encerrado a la Potencia; a la Sabiduría y al Amor de Dios. ¡Gloria a la Mujer! ¡Cantadle alabanzas, ¡Oh! mujeres de Israel!
La mujer se calla.
Los escribas dicen:
– ¡Está loca! ¡Está loca! ¡Hazla callar! Es una posesa. Obliga al espíritu que la posee a que se vaya.
Jesús responde:
– No puedo. No es más que el Espíritu de Dios y Dios no se arroja a Sí Mismo.
– No lo haces porque ella te alaba y ha alabado a tu Madre; lo que estimula tu orgullo.
– Escriba, piensa lo que sabes de Mí y verás que Yo no conozco el orgullo.
– Y sin embargo solo un demonio puede hablar en ella; para hacer que celebre de este modo a una mujer… ¡La Mujer! ¿Y qué es en Israel y para Israel, la mujer? ¿Qué otra cosa, sino pecado a los ojos de Dios? ¡Seducida y seductora!…
Otro escriba agrega:
– Si no creyésemos, costaría trabajo creer que en la mujer haya un alma. Le está prohibido acercarse al Santo de los santos, por su inmundicia. Y ésta dice que Dios ha elegido a Ella…
Los escribas están escandalizados y hacen coro.
Jesús responde sin mirar a nadie, como si hablase consigo Mismo:
– Está escrito: “La mujer aplastará la cabeza de la serpiente… La Virgen concebirá y dará a luz a un Niño que será llamado Emmanuel… Un retoño saldrá de la raíz de Jesé. Una flor nacerá de esta raíz y sobre ella, reposará el Espíritu del Señor.”Esta Mujer. Mi Madre, escriba. Por honra propia de tu saber, recuerda y comprende la Palabra de los Libros Sagrados.
Los escribas no encuentran palabras con qué responder. Miles de veces han leído estas palabras y las han tomado por verdaderas. ¿Pueden ahora negar su valor? Mejor se callan.
Alguien prende una hoguera, porque se siente el frío cerca de la ribera, donde sopla el aire del Crepúsculo.
La luz del fuego parece sacudir a la mujer que había callado y se estremece.
Mira de nuevo a Jesús y con voz estentórea grita:
– ¡Adonaí! ¡Adonaí! ¡Tú eres Grande! ¡Cantemos al Divino un cántico nuevo! ¡Shalem! ¡Shalem! ¡Melquic!… ¡Paz! ¡Paz! ¡Oh, Rey a Quién nadie resiste!
La mujer se calla de pronto.
Y por primera vez recorre con sus ojos a los que rodean a Jesús. Mira a los escribas y comienza a llorar. Su cara se llena de tristeza y carece de resplandor.
Habla lentamente y con profundo dolor:
– ¡No! ¡Ay de quién se te opone! No estoy ahora en los verdes bosques de Betlequi; viuda virgen que encuentra en el Señor su única paz. Conciudadanos: temamos al Señor, porque ha llegado la hora de estar prontos a responder a su llamada. Hagamos que la vestidura de nuestro corazón esté limpia para no ser indignos de su Presencia.
Ciñámonos de fuerza; porque la Hora del Mesías es Hora de Prueba. Purifiquémonos como hostias para el altar, para que Él que lo mandó, nos acepte. Quién es bueno, hágase mejor. Quién es soberbio, hágase humilde. Quién es lujurioso, castigue su cuerpo, para poder seguir al Cordero. Que el avaro se haga bienhechor; porque Dios nos beneficia en su Mesías. Y que cada uno practique la justicia, para poder pertenecer al Pueblo del Bendito que llega.
Ahora hablo ante Él. Ante quien cree en Él y ante quien no cree y se burla del Santo. Y de los que hablan y creen en su Nombre y en Él. Pero no tengo miedo. Decís que estoy loca. Decís que en mí, habla un demonio. Sé que podríais hacerme lapidar por blasfema. Sé que lo que voy a decir os parecerá un insulto, una blasfemia y me odiaréis. Más no importa. Tal vez soy una de las últimas voces que hablan de Él, antes de su manifestación.
Tendré tal vez la misma suerte que otras muchas voces. Pero no temo. Largo es el destierro en el frío y en la soledad de la tierra; para que el que piensa en el Seno de Abraham ; en el Reino de Dios que nos abre el Mesías, más santo que el Santo Seno de Abraham.
Sabea del Carmelo de la estirpe de Aarón, no le teme a la muerte. Teme al Señor y habla cuando Él la hace hablar y así encontraría su voluntad para hacer la Voluntad de Dios. Dice la Verdad porque habla de Dios con las palabras que Dios le da.
No temo a la muerte. Aun cuando me llaméis demonio y me lapidéis por blasfema. Aun cuando mis padres y mis hermanos mueran por esta deshonra, no temblaré de miedo, ni de compasión. Sé que el demonio no habla en mí, porque apaga toda concupiscencia y toda Betlequi lo sabe.
Sé que las piedras no harían sino apagar por un instante, el respiro de mi canto. Pero después se le dará uno mucho más sublime, en la libertad del más allá. Sé que Dios consolará el dolor de los de mi sangre. Y su dolor será breve. Pero será eterna la alegría de los padres mártires, de una mártir. No temo que me matéis. Pero sí temo a la muerte que me vendría de Dios, si yo no lo obedeciera. Y hablo y digo lo que Él me ordena que diga.
De lo alto llega a mí una voz que dentro de mi corazón grita y dice: “El antiguo pueblo de Dios, no puede cantar el nuevo cántico; porque no ama a su Salvador. Los salvados de todas las naciones cantarán el cántico nuevo. Los del Pueblo Nuevo del Mesías, Señor. No los que odian a mi Verbo…”
Para desgracia de los funcionarios del Templo de Jerusalén, Sabea del Carmelo no ha terminado…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
83.- SACERDOTES DISCIPULOS
Jesús está en las llanuras de Corozaím. Los campos están llenos de viñedos en donde ya empezó la vendimia.
Isaac se excusa de no haber podido llegar antes, porque dice que los nuevos discípulos lo retrasaron. Y no sabía si debía traerlos o no.
Y agrega:
– Pero pensé que el camino del cielo está abierto a todos los de buena voluntad y vinieron conmigo.
Jesús dice:
– Dijiste y obraste bien. Traédmelos aquí.
Isaac va y regresa con dos hombres jóvenes.
– La paz sea con vosotros. ¿Os parece tan segura la palabra de los apóstoles, que queréis uniros con nosotros?
– Sí. Y mucho más la tuya. No nos rechaces, Maestro.
– ¿Por qué habría de hacerlo?
– Porque somos de Gamaliel.
– ¡Y qué con eso! Yo honro a Gamaliel. Y quisiera que estuviese conmigo porque es digno de ello. Lo único que le falta es hacer de su sabiduría, una perfección. ¿Qué os dijo cuándo lo dejasteis? Pues seguramente fuisteis a saludarlo.
Esteban dice:
– Fuimos. Y nos dijo: “Bienaventurados vosotros que podéis creer. Rogad porque olvide para poder recordar.”
Los apóstoles, que se habían acercado curiosos alrededor de Jesús; se miran entre sí y se preguntan en voz baja:
– ¿Qué habrá querido decir?
– ¿Qué quiere olvidar para recordar?
Jesús oye el murmullo y explica:
– Quiere olvidar su sabiduría, para tomar la mía. Quiere olvidar que es el rabí Gamaliel; para recordar que es un hijo de Israel en espera del Mesías. Quiere olvidarse de sí mismo, para recordar la Verdad.
Hermas dice en tono de excusa.
– Maestro. Gamaliel no es mentiroso.
– No lo es. Pero el fárrago de pobres palabras humanas que sustituyen a la Palabra, lo es. Es necesario olvidarlas. Despojarse de ellas y venir a la Verdad. Esto requiere humildad. El escollo…
– ¿Entonces también nosotros debemos olvidar?
– Así es. Olvidar todo lo que es y pertenecer al hombre. Recordar todo lo que es de Dios. Venid. Podéis hacerlo.
– Queremos hacerlo. –afirma Hermas.
– ¿Habéis vivido ya la vida de discípulos?
Esteban responde:
– Sí. Desde el día en que sepultamos al difunto Bautista. La noticia llegó a Jerusalén muy pronto. La llevaron los cortesanos y jefes de Herodes. Su muerte nos sacó del entorpecimiento.
– La sangre de los mártires, siempre es fuerza para los entorpecidos. Recordadlo.
– Sí, Maestro. ¿Hablarás hoy? Tengo hambre de tu Palabra.
– Hablaré. Y mucho…
La mirada aguda de Jesús, descubre a un hombre envuelto en su manto de lino.
Y le pregunta:
– ¿No eres tú el sacerdote Juan?
El hombre contesta:
– Sí, maestro. Más árido que el valle maldito, es el corazón de los judíos. Huí en tu busca.
– ¿Y el sacerdocio?
– La lepra me expulsó de él la primera vez. los hombres la segunda y es porque te amo. Tu Gracia me aspira a Ti. También ella es la que me saca de un lugar profanado, para traerme a uno puro. Tú me purificaste, Maestro, en el cuerpo y en el espíritu. Y lo puro no puede, no debe estar cerca de lo impuro. Sería ofensa para quién lo purificó.
– Tu juicio es severo, pero no injusto.
– Maestro, las deshonestidades de la familia las conocen, quienes viven dentro de ella. Y se cuentan a los que tienen corazón recto. Tú lo eres. Y también lo sabes. Yo no lo diré a otro. Aquí estamos Tú, tus apóstoles y dos que saben cómo Tú y como yo. Por esto…
– Está bien. Pero… ¡Oh! ¿También tú? La paz sea contigo. ¿Viniste a repartir otros alimentos?
El recién llegado responde:
– No. Para recibir los tuyos.
El escriba Juan.
– He venido con el leproso que curaste en mis tierras. Venimos para seguirte.
– ¡Venid! Uno, dos, tres, cuatro… ¡Buena cosecha! Pero… ¿Habéis reflexionado en la posición que teníais en el Templo? Sabéis y Yo sé… pero no añado más.
El sacerdote Juan afirma:
– Soy hombre libre y voy a donde yo quiero. Y quiero estar contigo.
Los otros tres confirman lo mismo y de esta forma se agregan al grupo de los discípulos.
Más tarde, cuando Jesús ha terminado de hablar, un hombre entre la multitud se abre paso y dice:
– No soy discípulo, pero te admiro. Quiero hacerte una pregunta: ¿Es lícito retener el dinero de otro?
– No. Es robo. Como lo es el quitar el dinero al que pasa.
– ¿Aunque sea el dinero de la familia?
– Aunque así sea. No es justo que alguien se apropie del dinero de los demás.
– Entonces Maestro, ven a Abelmain, que está sobre el camino de Damasco y ordena a mi hermano que reparta conmigo la herencia de nuestro padre, que murió sin dejar testamento. Él se quedó con todo y ten en cuenta que somos gemelos. Yo tengo los mismos derechos que él.
Jesús lo mira y dice:
– Es una situación difícil y tu hermano no obra bien. Pero lo que puedo hacer es orar por ti y por él; para que se convierta e ir a tu tierra a evangelizar para tocarle el corazón. No me pesa el camino, si puedo poner paz entre vosotros.
El hombre lleno de rabia grita:
– ¿Y para qué quiero tus palabras? Es otra cosa la que se requiere en este caso.
– Pero, no dijiste que ordenase a tu hermano que…
– Ordenar no es evangelizar. El mandar va unido a la amenaza. Amenázalo de que lo herirás en su persona, si no me da lo mío. Tú lo puedes hacer. Así como restituyes la salud, puedes provocar enfermedades.
– Oye, vine a convertir no a herir. Pero si tienes fe en mis palabras, encontrarás la paz.
– ¿Qué palabras?
– Te dije que rogaré por ti y por tu hermano, para que él se consuele y se convierta.
– ¡Cuentos! ¡Cuentos! No soy un estúpido para creerlo. Ven y ordena.
Jesús, que ha sido paciente y manso; cambia su aspecto en severidad. Antes estaba inclinado sobre el hombrecillo fuerte e iracundo.
Se endereza y dice:
– Hombre, ¿Quién me hizo juez y árbitro de vosotros? Nadie. Para quitar una división entre dos hermanos acepté ir. Para ejercer mi misión de pacificador y Redentor. Y si hubieses creído en mis palabras, al regresar habrías encontrado a tu hermano ya convertido.
No supiste creer. No tendrás el milagro. Tú, si hubieras sido el primero en apoderarte del tesoro, te habrías quedado con él privando de él a tu hermano. Porque en verdad, así como sois gemelos, tenéis iguales pasiones. Y tanto tú como tu hermano tenéis un solo amor: el oro. Una sola fe: el oro. Quédate pues con tu fe. Adiós.
El hombre se va maldiciendo, con escándalo de todos; que quisieron pegarle.
Pero Jesús se opone:
– Dejadlo que se vaya. ¿Por qué queréis ensuciaros las manos, pegando a un animal? Lo perdono porque es un hombre poseído por el demonio del oro, que lo extravía. Perdonad también vosotros y rogad porque este infeliz recobre la libertad.
Varios dicen:
– Es verdad. Su cara se volvió horrible por la avaricia. ¿Lo viste?
– Es verdad. Cuando el Maestro se lo negó por poco le pega.
– Mientras lo maldecía, su cara se hizo como de demonio.
– Un demonio que tentaba al maestro, para hacer un mal.
Jesús dice:
– Escuchad. En realidad los cambios del espíritu se reflejan en la cara. Sucedió como si el demonio se hubiese asomado a la superficie de su poseído. Pocos son los que siendo demonios con acciones o con aspecto, no traicionen lo que son. Y estos pocos son los perfectos en el Mal y completamente poseídos.
La siguiente semana…
Jesús va hacia el Templo de Jerusalén.
Le preceden en grupo los discípulos y lo siguen las discípulas. Jerusalén está en la pompa de su mayor solemnidad y hay mucha gente. Se encuentran con Gamaliel que lo saluda grave y profundamente.
El gran Doctor de la Ley, mira fijamente a Esteban, el cual a su vez le envía una sonrisa, desde el grupo de los discípulos. Gamaliel, después de haberse inclinado ante Jesús, llama aparte a Esteban y le dice unas palabras… Después el discípulo regresa con los suyos.
Arrojarse en tierra y besar los pies de Jesús, es lo que hacen los campesinos de Yocana, capitaneados por su mayordomo.
La gente mira asombrada al grupo que también ha venido a la Fiesta de los Tabernáculos. El abuelo de Marziam responde con un grito, al grito del nieto. Y después de haber venerado al Maestro, abraza al niño, lo acaricia con lágrimas y besos, lleno de felicidad.
Al empezar a caminar, Jesús dice al mayordomo:
– Te ruego que me dejes tus hombres. Serán mis huéspedes hasta la noche.
El mayordomo responde respetuoso:
– Todo lo que ordenes, se hará. –y se va después de una profunda reverencia.
Jesús camina en medio del jubiloso grupo de campesinos.
El Templo está ya muy cerca y el hormiguero de gente es mucho mayor.
Un campesino de Yocana grita:
– Ved. Ahí está el patrón. –y se echa en tierra para saludarlo.
Todos los demás hacen lo mismo.
Y Jesús queda en medio de un grupo de postrados y frente a un tieso Saduceo que lo mira a su vez y que viene con otros de su casta. Un montón de telas preciosas, franjas, fíbulas, filacterias; todas mayores que las comunes.
Yocana mira atento a Jesús; una mirada llena de curiosidad, pero no irreverente. Luego hace un saludo tieso y una ligera inclinación de cabeza.
Jesús le corresponde con cortesía. Tres Fariseos lo saludan; mientras otros lo ven con desprecio y vuelven el rostro.
Uno solo; joven, con rostro duro y mirada de odio, le lanza un insulto que sobresalta a los que acompañan a Jesús.
El mismo Yocana voltea iracundo para contenerlo…
Después que pasan, un campesino dice a Jesús:
– El que te maldijo es Doras.
Jesús dice tranquilo:
– Déjalo en paz. Tengo a vosotros que me bendecís.
Cuando llegan al muro del Templo, Jesús da órdenes a Judas y a Zelote, para las compras del rito y de las ofertas.
Luego llama al sacerdote Juan y le dice:
– Tú que eres de este lugar, invita a algún levita que sepas que es digno de conocer la verdad; para que este año pueda celebrar realmente una fiesta alegre…
Juan se apresura a obedecer acompañado por Esteban.
Jesús les grita:
– Alcánzanos en el Pórtico de los Paganos.
Cuando salen del Templo, Jesús se reúne con los discípulos.
Y su Madre le dice:
– ¡Oh, Hijo! Juana de Cusa lloró conmigo, aunque parece muy serena.
Jesús pregunta:
– ¿Por qué Mamá?
– Por Cusa. Se está portando de manera inexplicable. A veces la ayuda en todo. otras, la rechaza completamente. Si están solos, donde nadie los ve; es el marido ejemplar de siempre. Pero si hay personas que sean de la corte, entonces se hace el autoritario y desprecia a su buena esposa. Ella no entiende el por qué…
– Te lo diré. Cusa es siervo de Herodes. Compréndeme, Mamá, SIERVO. No se lo digo a Juana, para no afligirla, pero así son las cosas. Cuando no tiene miedo de reproche o de burla del soberano, es el buen Cusa. Cuando los teme, deja de serlo.
– Es que Herodes está muy enojado por causa de Mannaém y…
– Herodes está así, por el remordimiento tardío de haber cedido al deseo de Herodías. Pero Juana tiene ya muchas cosas buenas en la vida. Debe llevar su cilicio bajo la diadema…
Se detienen ante una hermosa casa que Lázaro les ofreció para el banquete y donde todo está ya preparado. Les abren y entran todos hasta una sala dispuesta para más de un centenar de personas.
Llega María Magdalena que estaba ocupada en los preparativos y se postra ante Jesús.
Luego llega Lázaro con una sonrisa de dichoso en su cara de enfermo. Entran poco a poco los huéspedes y la cortesía de las mujeres, hace que pronto se sientan a sus anchas.
El sacerdote Juan conduce ante Jesús a los dos que tomó del Templo: Un anciano de aspecto patriarcal y un levita muy joven.
Los presenta:
– Maestro. Éste es mi buen amigo Jonathás y mi joven amigo Zacarías. Son verdaderos israelitas, sin malicia, ni rencor.
Jesús sonríe con dulzura:
– La paz sea con vosotros. Estoy contento de que estéis conmigo. El rito debe observarse, aún en estas dulces costumbres. Es hermoso que la fe antigua, extienda la mano amiga a la nueva fe que nace del mismo tronco. Sentaos a mi lado mientras llega la hora de la comida.
El viejo sacerdote, alisándose una larga barba blanca como la nieve, dice:
– Cuando fue a verme a mí, su maestro y me mostró su cuerpo curado, tuve deseos de conocerte. Pero Maestro, ya casi nunca salgo de mi lugar. Ya estoy viejo. Abrigaba la esperanza de verte antes de morir y Yeové, me escuchó. ¡Alabado sea Él! Hoy te escuché en el Templo. Superas a Hillell el viejo, el sabio.
Yo no puedo dudar de que seas lo que mi corazón espera. Pero, ¿Sabes lo que significa haber bebido por ochenta años la fe de Israel, como ha venido trasmitiéndose durante generaciones? ¿Fe de… una fabricación humana? Es como nuestra propia sangre y yo… ¡Yo estoy tan viejo!
Escucharte es como sentir el agua que brota de un fresco manantial. ¡Oh, sí! ¡Un agua pura! Pero yo… estoy lleno de agua sucia que viene de muy lejos. ¿Qué puedo hacer para vaciarme de esa agua y poder gustarte a Ti?
– Creer en Mí y amarme. El justo Jonathás, no tiene necesidad de otra cosa.
– Pero pronto moriré. ¿Tendré tiempo para creer todo lo que dices? No lograré ni siquiera escuchar todas tus palabras…
– Las aprenderás en el Cielo. Tan solo el condenado muere para la sabiduría. Quien muere en Gracia de Dios, alcanza la Verdad. ¿Quién piensas que Yo sea?
– El Esperado al que antecedió el hijo de mi amigo Zacarías. ¿Lo conociste?
– Era mi pariente.
– ¡Oh! ¿Entonces Tú eres pariente del Bautista?
– Sí, sacerdote.
– Ya murió. Llevó a cabo su misión porque… ¡Oh, tiempos crueles que vivimos!
– Vendrán tiempos más crueles, sacerdote.
– ¿Lo dices Tú? Roma… ¿No es así?
– No solo Roma. El culpable Israel; será la primera causa.
– Es verdad. Dios nos castiga.
– Ven sacerdote de Israel. La mesa está preparada. Te toca a ti, patriarca entre nosotros que somos todos más jóvenes, ofrecer y bendecir.
– ¡Oh! ¡No, Maestro! No. ¡No puedo hacerlo ante Ti! ¡Tú Eres el Hijo de Dios!
– Y sin embargo ofreces el incienso ante el altar. ¿No crees que allí también esté Dios?
– ¡Sí que lo creo! ¡Con todas mis fuerzas!
– ¿Y entonces? Si no tiemblas de ofrecer ante la Gloria Santísima del Altísimo, ¿Por qué vas a temblar de miedo ante la Misericordia que se revistió de Carne, para traerte también a ti la Bendición de Dios, antes de que te sobrevenga la noche?
¡Oh! ¿No sabéis vosotros de Israel que para que el hombre pudiese acercarse a Dios y no morir; puse sobre mi Divinidad, el velo de la carne? Ven, cree y sé feliz. En ti venero a todos los sacerdotes santos…
El anciano sacerdote tiembla de felicidad ante la actitud del Dios Encarnado y obedece.
El rito es celebrado y el banquete continúa con la Fiesta de los Tabernáculos…
Al día siguiente…
Jesús con los apóstoles y los discípulos, caminan en dirección a Bethania.
Esteban se acerca a su Maestro y le dice:
– Quisiera decirte una cosa, Maestro. Esperaba que me lo preguntases, pero no lo has hecho. Ayer me habló Gamaliel…
– Lo ví.
– ¿No me preguntas que me dijo?
– Espero que me lo digas, porque el buen discípulo no guarda secretos con su Maestro.
– Gamaliel… Maestro, adelántate conmigo un poco.
– Vamos pues. Podrías hablar en presencia de todos.
Esteban se pone colorado y le dice:
– Debo darte un consejo, Maestro. Perdóname.
– Si es bueno, lo aceptaré. Habla. Te escucho.
– Maestro, antes o después, en el Sanedrín todo se sabe. Es una institución que tiene miles de ojos y cientos de brazos. Por todas partes penetra. Todo lo ve. Todo lo oye. Tiene más informadores, que piedras hay en los muros del Templo. Muchos viven de ese modo.
– Haciendo de espías. Termina pues. Es verdad y lo sé. ¡Y bien! ¿Qué se dijo más o menos de verdad, al Sanedrín?
– Se refirió todo. No sé cómo pueden saber ciertos detalles. Ni siquiera sé si sean verdaderos. Pero voy a repetir textualmente lo que me dijo Gamaliel: ‘Dí al Maestro que haga circuncidar a Ermasteo o que lo aleje para siempre. No es menester agregar más.’
– Así es. No es menester agregar más. Primero porque por esta razón voy a Bethania. Dile a Gamaliel que le agradezco su consejo. Espera, que os voy a bendecir a todos, pues ya nos vamos a separar.
HERMANO EN CRISTO JESUS: