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38.- EL DIOS INMANENTE

En la cocina de la casa de Pedro,  ha terminado la cena. Los platos con restos de pescado, carne, queso y frutas; han sido recogidos y quedan sobre la mesa, las jarras y las copas.

Porfiria la mujer de Pedro, después de haber trabajado todo el día; ahora, cansada pero feliz, está en su rinconcito escuchando lo que dicen los apóstoles. Ella mira a su Simón con amor y admiración; al oírlo hablar palabras nuevas que no tienen nada que ver con barcas, ni con redes, ni pescados, ni dinero.

Pedro está feliz y se revela en él, el futuro Pedro que predicará a las multitudes:

–                     Les sucederá como a los funcionarios de la Torre de Babel. Su misma soberbia provocará el derrumbe de sus teorías y quedarán aplastados.

Andrés objeta a su hermano:

–           Pero Dios es Misericordioso. Impedirá el derrumbe para darles tiempo de reconocer sus errores.

–           No conjetures. En la cúspide de su soberbia, pondrán calumnias y persecuciones. ¡Oh! Ya me lo imagino. Persecuciones sobre nosotros para dispersarnos por ser testigos odiosos. Y cómo atacarán con engaños a la Verdad, Dios los castigará y perecerán.

Tomás pregunta:

–                     ¿Tendremos fuerza para resistir?

–                     Bueno; yo por mí no las tendré. Confío en Él.

Y Pedro señala al Maestro que escucha y calla; con la cabeza un poco inclinada, como para tener escondida la expresión de su rostro.

Mateo dice:

–                     Yo pienso que Dios no nos dará pruebas superiores a nuestras fuerzas.

Y Santiago de Alfeo, concluye:

–           O por lo menos las aumentará en proporción a ellas.

Simón Zelote agrega:

–                     Él ya lo hace. Yo era rico y poderoso. Si Dios no me hubiese querido conservar para un fin suyo, habría perecido en la dispersión, cuando fui perseguido y leproso. Habría terminado conmigo mismo. Sin embargo en mi derrumbe completo, descendió una riqueza nueva que nunca antes había yo tenido. La riqueza de la persuasión de que Dios existe.

Antes, Dios… Yo era un creyente. Era un fiel israelita; pero mi fe era de formalismos. Me parecía que su premio era siempre inferior a mis virtudes. Me tomaba la libertad de discutir con Dios, porque creía yo ser algo sobre la tierra. Simón Pedro tiene razón. Yo también edificaba una Torre de Babel con las auto  alabanzas y satisfacciones de que yo era ‘algo’.

Cuando todo se me derrumbó y fui gusano aplastado bajo el peso de toda esta inutilidad humana; entonces no discutí más con Dios; sino conmigo mismo, con mi fatuo ser y terminé por destruirlo. Y cuando más lo hacía al abrir camino a lo que pienso sea el Dios Inmanente en nuestro ser terrestre, tanto más alcanzaba yo una fuerza; una riqueza nueva: La certeza de que yo no estaba solo y de que Dios velaba sobre el hombre vencido por el hombre y por el Mal.

Cuando me quedé vacío, Dios me llenó con una Fe diferente.

Judas de Keriot contesta un poco severo:

–                     Según tú, ¿Qué piensas que sea Dios? Lo que dijiste: ‘El Dios Inmanente de nuestro ser terrestre’ ¿Qué quieres decir? No te comprendo y me parece una herejía… Dios es lo que conocemos por la Ley y los Profetas. No hay otro medio.

Zelote replica:

–                     Si estuviese Juan, te lo diría mejor que yo. Pero yo te lo digo como lo sé. Dios es lo que conocemos por la Ley y los Profetas; es verdad. Pero, ¿En qué lo conocemos? ¿Cómo lo conocemos?

Judas Tadeo salta a la arena:

–                     Poco y mal. Los profetas que nos lo describieron, lo conocían. Nosotros tenemos una idea confusa que se filtra de la obstrucción de un montón de sectas…

Iscariote interviene con desdén y con tono agresivo:

–                     ¿Sectas? Pero, ¿Cómo hablas? No tenemos sectas. Somos los hijos de la Ley. TODOS.

Tadeo le rebate:

–                     Los hijos de las leyes. No de la Ley. Hay una pequeña diferencia, del singular al plural. Pero en realidad así es. Somos hijos de lo que hemos creado y ya no somos lo que Dios nos dio.

Judas dice:

–                     Las leyes han nacido de la Ley.

Tadeo refuta otra vez:

–                     También las enfermedades nacen de nuestro cuerpo y no me vas a decir que sean cosa buena.

Judas no puede contradecir  lo que dice Tadeo y trata de llevar la disputa al punto de donde surgió:

–                     Pero déjame saber qué cosa es el Dios Inmanente de Simón Zelote.

Simón Zelote responde:

–                     Nuestros sentidos siempre tienen necesidad de una base para captar una idea. Los ángeles ven y aman a Dios espiritualmente. Nosotros tenemos necesidad de crearnos una ‘figura’ de Dios. Figura que se obtiene de las cualidades esenciales que le atribuimos a Dios, para dar nombre a su perfección absoluta, infinita.

Cuanto más el hombre se concentra, puede llegar a una precisión en el conocimiento de Dios. Esto es lo que yo llamo Dios Inmanente. No soy filósofo. Tal vez emplee mal la palabra.

Pero a final de cuentas para mí, Dios Inmanente quiere decir sentir, percibir, ver y oír a Dios en nuestro espíritu. Sentirlo y percibirlo, no como una idea abstracta; sino como una presencia real, que nos habla y nos da una fortaleza y una paz desconocida.

Judas pregunta con cierta ironía:

–                     Está bien. Pero a fin de cuentas, ¿Cómo lo sentías? ¿Qué diferencia hay entre sentir por la fe y sentir por inmanencia?

Pedro interviene:

–                     Dios es seguridad, muchacho. Cuando lo sientes quiere decir que llegas a captar no solo el concepto de su Majestad terrible; sino la Paternidad dulcísima de Dios.

Quiere decir que sientes que aunque todo el mundo te juzgase y condenase injustamente; Él, el Eterno Padre; no solo no te juzga, sino que te absuelve y consuela.

Quiere decir que sientes que aunque todo mundo te odie; experimentas en ti un amor mayor que cualquier cosa en el mundo.

Quiere decir que arrojado en una cárcel o en un desierto, no estarás solo y siempre sentirás que alguien te habla y te dice: ‘Sé santo para que seas como tu Padre.’ Quiere decir que por el amor verdadero a este Padre Dios, se piensa sólo en devolver amor con amor; tratando de copiar a Dios lo más posible, en las propias acciones.

Judas de Keriot exclama y sentencia:

–                     ¡Eres un soberbio! ¡Copiar a Dios! No puedes…

Pedro replica:

–                     No es soberbia. El amor lleva a la obediencia. Copiar a Dios, me parece una forma de obediencia; porque dice Dios que nos hizo a su imagen y semejanza.

–                     Tú lo has dicho: ‘Nos hizo’ No debemos ir más allá.

–                     ¡Eres un infeliz si así piensas, querido muchacho! Olvidas que hemos caído y que Dios nos quiere llevar a dónde estábamos…

Jesús toma la palabra:

–                     Todavía mucho más, Pedro; Judas y todos vosotros. Todavía mucho más. La perfección de Adán era susceptible aún de aumento; mediante el amor que lo hubiera llevado a una imagen siempre más exacta de su Creador. Adán sin la mancha del pecado habría sido un espejo tersísimo de Dios.

Por esto os digo: ‘Sed perfectos, como Perfecto es el Padre que está en los Cielos.’ Como el Padre. Por lo tanto, como Dios. Pedro dijo muy bien. y también Simón. Os ruego que recordéis sus palabras y las apliquéis a vuestras almas.

Porfiria por poco se desmaya de alegría, al oír que así se alaba a su marido. Llora detrás del velo, inmóvil; feliz.

Pedro parece como si tuviera un ataque de apoplejía. Se ha puesto colorado…  Colorado; por unos instantes no sabe qué decir…

Más luego dice:

–                     Pues bien. Entonces dame el premio. La parábola de esta mañana. Lo prometiste.

Jesús sonríe y se pone a explicarles la parábola del Sembrador…

Cuando termina… Dice:

–                     ¿Habéis entendido? ¿Tenéis algo que preguntar? ¿No? Entonces debemos ir a descansar, para irnos mañana a Cafarnaúm… Debo ir primero a cierto lugar, antes de empezar el viaje a Jerusalén para la Pascua…

Judas pregunta:

–                     ¿Volveremos a pasar por Arimatea?

–                     No es seguro. Depende de…

Se oyen afuera unos fuertes toquidos en la puerta…

Pedro se levanta para abrir y pregunta:

–                     ¿Quién podrá ser a esta hora?

Es Juan…  Espantado. Lleno de polvo y con señas visibles de haber llorado…

Todos gritan:

–                     ¿Tú aquí?

–                     ¿Qué ha pasado?

Jesús se pone de pie y pregunta:

–                     ¿Y mi Madre dónde está?

Juan, que ha seguido avanzando; se arrodilla a los pies de su Maestro. Extiende los brazos como pidiendo ayuda…

Y dice muy afligido:

–                     Tu Madre está bien. Pero también llora como yo y como muchos otros. Te ruega que no vengas por la ribera del Jordán. Y por esto me mandó a que viniese a donde estás, pues… Juan tu primo ha sido apresado…

Juan llora mientras un alboroto se levanta entre todos los presentes.

Jesús palidece visiblemente, pero no se intranquiliza.

Le dice:

–                     Levántate. Cuéntanos…

–                     Bajaba yo con tu Mamá y con las mujeres. También iban Isaac y Timoneo. Obedecí tus órdenes y llevábamos a María a dónde estaba Juan… ¡Ah! ¡Tú sabías que era el último adiós! ¡Qué debía ser la última despedida!

Hace unos días hubo una tempestad que hizo que nos detuviéramos unas horas. Pero fueron suficientes para que Juan no volviese a ver a María… Llegamos a la hora de la siesta y él ya había sido apresado en la madrugada…

Todos preguntan…  Todos quieren saber:

–                     ¿Dónde?

–                     ¿Cómo?

–                     ¿Quién fue?…

–                     ¿En su cueva?…

Juan exclama desconsolado:

–                     ¡Fue traicionado! ¡Emplearon tu Nombre para traicionarlo!… ¡Y poderlo aprehender!…

Todos preguntan al mismo tiempo:

–                     ¡Qué horror!…

–                     ¿Quién fue?…

Juan se estremece. Despacio…  Con horror…

Dice algo que ni siquiera el aire debería oír:

–                     Un discípulo suyo…

El alboroto es mayúsculo…

Quién maldice… Quién llora… Quién no sabe qué decir… Ni qué hacer… Y se queda como estatua…

Juan se echa al cuello de Jesús y grita:

–                     ¡Tengo miedo por Ti!… Los santos tienen sus traidores. Que se venden por el oro y por el temor a los grandes. Por sed de premio… ¡Por obedecer a Satanás!… Por miles y miles de cosas. ¡Oh, Jesús! ¡Jesús, Jesús!…¡Qué dolor! Fue mi primer maestro. Mi Juan, que me entregó a Ti.

Jesús palidece aún más y dice:

–                     Está bien. Está bien… Por ahora nada me sucederá…

Juan está inconsolable:

–                     ¿Y después…? ¿Y después?… Me veo… Los veo a ellos… Tengo miedo de todos… También de mí… ¡También estará entre nosotros tu traidor!…

Pedro grita:

–                     Pero, ¿Estás loco?… ¿Crees que no lo haríamos pedazos?

Y Judas de Keriot, remata:

–           ¡Oh, que sí estás loco…! Yo jamás lo seré. Pero si me sintiese tan débil de modo que pudiese llegar a serlo, me mataría. Es mejor así; que ser asesino de Dios.

Jesús retira a Juan y sacude enérgicamente a Judas, diciéndole:

–                     ¡No blasfemes! ¡Ninguna cosa te podrá hacer débil, si no quieres! Y si fuese así. Llora y no añadas un crimen más al Deicidio…  Quien se separa de Dios se hace débil.luego regresa a dónde está Juan, que llora inclinado sobre la mesa y le dice- Yo también sufro. Era mi pariente. Fue mi Precursor.

Juan añade:

–                     Sólo vi a algunos de sus discípulos. Estaban consternados y furiosos contra el traidor. Los otros acompañaron a Juan hasta su prisión, para estar junto a él hasta su muerte.

Zelote trata de consolar a Juan, a quién quiere mucho.

–           Aún no lo han matado. Todavía puede huir.

Juan responde:

–                     Aún no lo matan. Pero morirá.

Jesús confirma:

–                     Sí, morirá. Lo sabes, como Yo lo sé…  Esta vez nadie; ni nada lo salvará. ¿Cuándo? ¡Sólo el Padre lo sabe!…  Yo sólo sé que no saldrá vivo de las manos de Herodes.

Juan continúa:

–                     Sí. De Herodes. ¡Oye! Él fue a esos desfiladeros por donde pasamos al regresar a Galilea, entre el Monte Ebal y Garizím; porque el traidor les dijo: ‘El Mesías está muriendo, porque sus enemigos lo asaltaron. Te quiere ver para confiarte un secreto’ Y él fue con el traidor y con otro. En el fondo del valle había soldados armados de Herodes que lo estaban esperando para capturarlo.

Los demás huyeron y llevaron la noticia a los discípulos que estaban cerca de Ennón. Apenas habían llegado cuando llegué con tu Madre. Y lo que es horrible es que fue uno de los de nuestra ciudad… Y que los fariseos de Cafarnaúm estuvieron a la cabeza del complot para aprehenderlo. Habían estado con él y le dijeron que habías sido su huésped y que partías para Judea. Si no hubiera sido por Ti, no hubiera salido de su cueva…

Un silencio sepulcral cae después de la narración de Juan…

Jesús parece destruido. Sus ojos son de un color azul-negro, como si estuviesen empañados. Tiene la cabeza inclinada. La mano que está sobre la espalda de Juan, le tiembla levemente.

Nadie se atreve a hablar.

Jesús rompe el silencio:

–                     Iremos a Judea por otro camino. Descansad. Voy arriba, entre los olivos. Tengo necesidad de estar solo…

Y se va sin añadir más.

Santiago de Alfeo murmura:

–                     Ciertamente que va a llorar.

Tadeo dice:

–                     Sigámoslo, hermano.

Zelote objeta:

–                     No. Déjalo que llore… Vamos despacio a cuidarle. Tengo miedo de asechanzas por todas partes.

Pedro dice:

–                     Sí. Vamos nosotros los pescadores a la orilla. Si alguien viene de la parte del lago, lo veremos.-Y a los demás- Vosotros por los olivos. Ciertamente estará en su lugar acostumbrado, junto al nogal.

Cuando despunte el sol, prepararemos las barcas para irnos pronto. ¡Qué serpientes! ¡Eh! Ya lo había dicho yo. ¡Eh, muchacho! ¿La Madre de él está de veras segura?

Juan contesta:

–                     ¡Oh, sí! También los pastores que eran discípulos de Juan, se fueron con Ella. ¡Ya no veremos más a nuestro Juan!…

Andrés responde:

–                     ¡Cállate, cállate! Me parece el canto del cuco. Uno que sigue al otro… y …

Pedro grita enfurecido:

–                     ¡Por el Arca Santa! ¡Callad! Si continuáis hablando de desventuras que pueden sobrevenir al Maestro, ¡Ved  que probaréis mis remos sobre vuestros riñones!…

Y todos salen. Unos se van por la playa y otros por los olivos…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, CONOCELA