96.- LAS DOS COLUMNAS
Nerón, cuando asesinó a Séneca esperaba apoderarse de la fortuna estimada en trescientos millones de sestercios y descubrió que ésta no llegaba ni a la décima parte de esa cantidad.
Con la sentencia de Petronio, se encontró con que lo único que quedaba era su palacio en Roma y la quinta de Cumas; que ya no le pertenecían a él, pues estaban legalizadas a nombre de otro dueño.
Estos dos fiascos le hicieron decretar que en los testamentos se presentarían en blanco las dos primeras páginas.
Que solamente se escribiría en ellas el nombre del testador y que el que escribiese el testamento de otro, no podría asignarse ningún legado.
Empobrecido y exhausto de recursos hasta el punto de demorar la paga de los soldados y las pensiones de los veteranos, recurrió a las rapiñas y a las falsas acusaciones.
Se apoderó de los bienes y las fortunas que le apetecían con el argumento de que ‘habían sido ingratos con el Príncipe.’
Un día que cantaba en el teatro, vio a una matrona adornada con la prohibida púrpura, la señaló a sus agentes y haciéndola sacar inmediatamente, le confiscó el traje y los bienes.
Y ya no confirió ningún cargo sin añadir:
– ¿Sabes lo que necesito? Obremos de tal forma que nadie tenga nada.
Concluyó por despojar a la mayor parte de los templos y fundió todas las estatuas de oro y de plata.
Después de la muerte de Popea quiso casarse con Antonia la hija de Claudio.
Como ella se rehusó, también la acusó de conspiración e hizo que la mataran.
No hubo lazo que no rompiera con el crimen.
Y mientras tanto su red de espías, seguían llenando los tribunales con cristianos.
Pedro fue arrestado por los pretorianos y lo llevaron al Tullianum.
Los cristianos lo recibieron con gran reverencia y amor.
Algunos presos que habían sido torturados y que no eran cristianos, le pidieron que los ayudase.
Pedro oró y los sanó el Señor. El hijo de un verdugo que estaba sordo y mudo, también fue sanado.
Entonces un centurión se acercó…
Y le dijo:
– Mi nombre es Flavio. Tengo un compañero de guerra al que quiero mucho.
En Germania recibió un fuerte golpe en la nuca y está paralizado del cuello hacia abajo. ¿Podrías rogar a tu Dios para que lo cure?
Pedro le contestó:
– Flavio, ¿Crees que nuestro Señor Jesucristo pueda sanarlo?
– Sí creo. Creo que Él es Dios y si Él quiere, puede compadecerse de un pagano…
– Flavio, en el Nombre de Jesucristo, hágase como lo pides. Y dile a tu amigo que busque la Luz de la Verdad.
Por la tarde de ese mismo día, llegó el otro soldado completamente sano a darle las gracias.
Flavio dice llorando:
– Cuando seas sentenciado, yo voy a tener que matarte.
Pedro lo mira sonriendo con amor,
Y lo exhorta:
– Cumple tu deber hijo mío. Y alégrate. No me darás la muerte.
Lo que vas a hacer es abrirme las Puertas del Cielo.
El soldado sanado declara:
– Anciano, yo soy Leoncio y te doy las gracias a ti y a tu Dios.
Flavio pregunta:
– Dime cómo podemos agradecerle y adorarlo.
– Él Mismo los guiará. Venid…
Y Pedro les habla del alma y del Cielo…
Durante todo el tiempo que estuvo en prisión continuó evangelizando también a sus carceleros, realizando milagros a todos los que se lo pedían y bautizando sin cesar a los conversos…
Y los rumores de lo sucedido, traspasaron las murallas de la prisión y se expandieron por todos lados.
Entonces Pablo también fue llevado a la cárcel Mamertina.
Y cuando Nerón fue notificado de que los líderes de la Iglesia Perseguida habían sido capturados, decidió divertirse un poco…
Recordó algo que le había platicado Popea cuando era prosélita de la religión hebrea.
Y en complot con Tigelino, urdió un plan…
Para ver lo que haría el Dios de los cristianos, al verse enfrentado con su Padre.
Estaba en Roma un hombre llamado Simón que tenía muy impresionada a la gente con sus artes mágicas.
Y por sus prodigios era tenido entre los judíos como un gran personaje que ‘Tenía consigo la Fuerza de Dios’.
De acuerdo al plan preconcebido por el César, mandó sacar de la cárcel a Pedro y a Pablo y ante una gran muchedumbre reunida en la plaza del Fórum,
Decidió enfrentarlos con Simón el Mago que capitaneaba a los judíos, acérrimos enemigos de los cristianos.
Cuando todos estuvieron frente al César,
éste les dijo, señalando a Simón:
– Este hombre es sincero y vosotros, los embaucadores. Y ahora lo veremos.
Acto seguido Simón el Mago, coronado de laurel por Nerón mismo, subió hasta lo más alto del Capitolio,
¡Y empezó a volar!
Pedro al ver aquello, dijo a Pablo:
– Satanás se disfraza de ángel de Luz…
Pablo le replicó:
– A mí me corresponde orar…
Y a ti, dar las órdenes debidas.
Pablo se arrodilló y se sumergió meditando, en la Oración en el Espíritu.
Pedro levantó la voz y dijo con autoridad:
– Espíritus de Satanás que lleváis a este hombre por el aire.
En El Nombre Santísimo de Jesús yo os mando que no lo sostengáis más.
Y que lo bajéis sin dañarlo, hasta el suelo.
Los Demonios se encolerizaron y obedecieron la orden a medias.
Ante el asombro general, Simón aterrizó bastante maltrecho.
Nerón se enfureció aún más, al ver el inesperado resultado de su maquinación.
Y antes de retirarse, ordenó que los llevaran al tribunal.
El Prefecto Agripa dijo a Pedro, al tenerlos frente a sí:
– Así que tú eres el hombre que en tus reuniones aprovechas tu influencia e impides que las mujeres se casen.
Pedro le contestó:
– Yo soy fiel discípulo de mi Señor Jesucristo, el Crucificado que Resucitó y Vive y Reina por siempre, a la diestra de Dios Padre.
– Le seguirás hasta el final. También tú morirás en la Cruz.
Y a Pablo por ser ciudadano romano, lo condenó a ser decapitado.
Al anciano apóstol se le aplicaron los azotes prescritos por la ley.
Y al día siguiente fue conducido fuera de las puertas de la ciudad. Hacia el Monte Vaticano, en donde debía cumplirse la sentencia y ser crucificado.
A causa de su avanzada edad, no se le exigió que cargara con la cruz.
Cuando llegaron al sitio designado, Pedro contempló toda la Ciudad Eterna, extendida a sus pies…
Y levantando la mano derecha, bendijo:
¡URBI ET ORBI! (a la ciudad y al mundo)
Y su sonrisa se hizo más luminosa y su rostro se volvió radiante, cuando Jesús le permitió extender su mirada a través de los siglos.
Y vio el mismo lugar de su martirio, convertido en una inmensa Basílica.
Desde la cual, casi dos mil años después su sucesor 265 el último Papa
Mártir Viviente:
Benedicto XVI daría su mensaje de paz al mundo entero y su bendición apostólica: ¡URBI ET ORBI!
Y vio tambien la grandiosa plaza llena de millares de personas, escuchando reverentes a otro Pontífice Mártir y Santo:
San Juan Pablo II.
Quién desde el Vaticano llevaría el mensaje del Evangelio a todas las naciones de la Tierra.
Y desde la Basílica de San Pedro, levantando su blanca mano, bendeciría lleno de bondad y de amor, infinidad de veces.
A través del Pontificado más largo de la Historia de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana:
¡URBI ET ORBI!
Flavio, el jefe de los verdugos le indicó a Pedro que debía extenderse sobre la cruz.
Y Pedro le dijo:
– Cuando crucificaron a mi Señor pusieron su cuerpo sobre la Cruz, con los pies abajo y la cabeza en lo alto, porque mi Señor descendió desde el Cielo a la Tierra.
Os ruego que al clavarme lo hagáis de tal forma que mis pies queden en lo alto y mi cabeza en la parte inferior del madero. Porque además de que no soy digno de ser crucificado como Él, yo voy a subir de la Tierra al Cielo.
Accedieron a su petición y lo colocaron sobre la Cruz de manera, que sus pies quedaron clavados separadamente en los extremos del travesaño horizontal superior y las manos en la parte baja del fuste, cerca del suelo.
Cuando Pedro estaba ya crucificado, Dios abrió los ojos espirituales de los espectadores.
Y vieron al apóstol rodeado de ángeles que tenían en sus manos coronas de rosas y de lirios.
Y a Jesucristo colocado a su vera, mostrándole un Libro abierto…
Pedro lo leyó: “Apocalipsis”
Y dijo en voz alta:
– Gracias Dios Mío.
Y se sumergió en la Oración en el espíritu…
Dios Padre le reveló entonces…
“He aquí que en los Últimos Tiempos, enviaré a mi Séptimo Profeta y hablará con mi Voz y advertirá a los hombres:
Yo aniquilaré sus falsas iglesias, sus cultos perversos, sus falsos ídolos, sus ciudades y sus naciones
Domingo, 15 de julio del 2012, a las 17:45 hrs.
(Recibido durante la Adoración de la Santa Eucaristía)
Mi muy querida hija, es difícil para Mis hijos permanecer libres del pecado, por la maldición infligida sobre ellos por la mano de la Serpiente. No puedo esperar Yo a que Mis hijos estén completamente libres del pecado todo el tiempo, porque esto es imposible.
Es importante que cualquiera que conozca las enseñanzas de la Iglesia de Mi Hijo en la Tierra, busque el arrepentimiento de sus pecados tan a menudo como sea posible. A través del arrepentimiento será más fácil permanecer en estado de gracia y esto creará una barrera para futuras tentaciones.
Hijos Míos, ustedes están ahora por presenciar grandes cambios perdurables en el mundo. Sucederán después de que el GRAN AVISO se lleve a cabo.
Mientras muchos ignorarán estos mensajes del Cielo. Estos son importantes para aquellos que los aceptan como la Palabra de Dios, para prepararse. Ustedes son el enlace en Mi armadura contra el enemigo y a través de su Fe, Yo les levantaré y les protegeré contra la Persecución.
Será por su amor por Mi Hijo Jesucristo, el Salvador del Universo, que Yo seré capaz de salvar a aquellos hijos, que no pueden permanecer en la Luz de Dios.
Su consagración de amor, sufrimientos y oraciones será su gracia de salvación del Fuego del Infierno.
No tengan miedo por ustedes mismos.
Sino por aquellos que NO solo NO pueden ver, sino que rehúsan ver el Tiempo en que ustedes están viviendo hoy. Los preparativos están completos y el momento está maduro para que el Cambio comience, porque Yo NO voy a permitirle a la Bestia robar almas.
Esta intervención, prometida a la Humanidad durante tanto tiempo, se llevará a cabo muy pronto y entonces la Batalla empezará para salvar a Mis hijos. No teman a Mi Mano; porque cuando ésta caiga, será usada para castigar a aquellos que están tratando de destruir a Mis hijos.
Yo les impediré engañar a las almas.
Yo evitaré su asesina intención y aniquilaré sus falsas iglesias, sus cultos perversos, sus falsos ídolos, sus ciudades y sus naciones. Si continúan rechazando la Mano que les alimenta.
Ellos han sido advertidos. Ustedes, Mis amados hijos, ayudarán a Mi Hijo a salvarlos.
Nunca tengan miedo, porque aquellos con el Sello del Dios Vivo, no solo son protegidos, sino que les son dadas las gracias de defender al Mundo de Dios, para que a tantas almas como sean posibles, les sea dado el Don de Vida.
Es tiempo de preparar a todos los sacerdotes de Dios, a los obispos y a todos aquellos, que dirigen Mi Santa Iglesia Católica y Apostólica en la Tierra.
Porque el tiempo está cerca para que la Persecución de Mi Amado Vicario, el Papa Benedicto XVI, alcance su pináculo.
Muy pronto él será forzado a huir del Vaticano. Entonces, vendrá el momento cuando Mi Iglesia se divida, un lado contra el otro.
¡Hago un llamado a todos Mis siervos sagrados, a recordar sus sacratísimos votos!
¡Nunca abandonen su misión! ¡Nunca Me abandonen! ¡Nunca acepten mentiras en vez de la Verdad!
Ustedes deben pedirme que les ayude en los difíciles tiempos, que están por delante. Deben levantarse, unirse y Seguirme.
Recen para pedir la Fortaleza que necesitarán, a través de esta Cruzada de Oración especial:
Ayúdame a permanecer fiel a Tu Santísima Palabra
Oh Querido Jesús,
ayúdame a permanecer fiel a Tu Santísima Palabra en todo momento.
Dame la fortaleza para defender la Verdad de tu Iglesia
en medio de la adversidad.
Lléname con las gracias para administrar los Santos Sacramentos
en la forma en que nos enseñaste.
Ayúdame a alimentar a Tu Iglesia con el Pan de Vida
y a permanecer leal a Ti, incluso cuando me sea prohibido hacerlo.
Libérame de la cadena del Engaño que pueda enfrentar,
con el fin de proclamar la verdadera Palabra de Dios.
Cubre a todos Tus siervos sagrados con Tu Preciosa Sangre en este momento, para que permanezcamos valientes, leales y constantes en nuestra fidelidad
a Ti, Nuestro amado Salvador, Jesucristo. Amén.
No se desanimen, Mis amados siervos sagrados, porque la discordia ha sido profetizada y debe suceder en la Batalla Final por las almas.
Les amo y estaré con ustedes ahora, mientras caminan Conmigo la espinosa calle al Calvario,
Para que la Salvación pueda ser alcanzada una vez más, por todas las almas.
Su Amado Jesús y Su amado Padre, El Dios AltísimoPedro admiró por largas horas, todos los sucesos que le fueron mostrados en la Ciudad del Vaticano.
Y finalmente, con voz llena de júbilo y de adoración,
Exclamó:
– ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús!… –antes de expirar.
Las llaves del Cielo que Jesús le entregara y que habían estado en sus manos, las había entregado a Lino, en la Misa cuando le nombró su sucesor.
Y de esta manera fueron legadas durante la sucesión periódica de cada Romano Pontífice, hasta el pontificado de Benedicto XVI, el último Papa que ahora las tiene en sus manos…
En esa misma tarde, otro destacamento de pretorianos condujo a Pablo de Tarso a lo largo de la Vía Ostiense.
Pasaron por la Puerta Trigémina, hasta un lugar llamado Aqua Salviae.
Mientras avanzan, él mira hacia los Montes Albanos con la magnífica sensación de haber terminado su larga y fatigosa jornada apostólica.
Contempla ya los Cielos abiertos para recibirle y su alma está llena de júbilo,
Por el inminente encuentro con el Dios por el que ha luchado y sufrido tanto,
Para darlo a conocer y a amar.
Cuando llegaron al sitio designado para el suplicio, se volvió hacia el Oriente y oró.
Luego, se despidió de los cristianos.
El verdugo le dijo:
– Prepara tu cuello.
Pablo se arrodilló y dijo:
– ¡Oh, Señor mío Jesucristo, en tus manos encomiendo mi espíritu!
Y ofreció su cuello al verdugo.
Éste levantó la espada y descargó el golpe…
Con el rostro radiante, Pablo de tarso fue decapitado.
En el mismo instante en que se desprendió su cabeza del tronco,
Exclamó:
– ¡Jesús!…
Su sangre bañó la lóriga de su verdugo, brilló una luz intensísima.
Y quedó el aire perfumado con una fragancia maravillosa…
La Iglesia Cristiana ha sido confirmada con la sangre de sus Dos Columnas Primarias:
San Pedro y San Pablo Apóstoles…
Su ornamento final lo pondrá su último sucesor y papa mártir…
Y los cristianos que confesarán su glorioso testimonio en la Tercera Gran Persecución realizada en el imperio de terror del Anticristo…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
83.- LUNA DE MIEL PARA ¿TRES?…
En la villa de Petronio, al terminar la tercera semana de evangelización, el viernes por la tarde Diana anunció:
– Queridos hermanos, los últimos temas en que aprendimos sobre el Juicio Divino es muy importante reflexionarlos durante el fin de semana.
El sábado lo dedicaremos a explicar el importantísimo ritual de la Santa Misa, el Sacrificio Perpetuo y cómo durante su celebración los Cielos se abren y Jesús desciende desde el Cielo durante la consagración, para convertir el pan y el vino, en su Persona Viva… Y de esta manera, se convierte en el Alimento para todos los cristianos.
Conocerán por primera vez como es el Sagrado Ritual y aprenderán también cómo al participar activamente en la Misa, que es como recibimos todas las gracias y los dones que Dios reserva para sus hijos… Paulina, Junías y yo, estaremos disponibles para resolver todas sus dudas y contestar a todas sus preguntas.
Y la semana próxima, el domingo vendrá Pablo para celebrar la Primera Eucaristía para todos y dar la comunión a los cristianos bautizados…
Cuando se retiran los catecúmenos, Petronio y Aurora se van conversando a sus habitaciones comentando sobre las enseñanzas recibidas.
Alexandra se va con Diana y unas doncellas a la habitación nupcial que todavía no ha compartido con su esposo, pero que en este día la acaban de consagrar y le pidieron al sacerdote Junías que la bendijera…
Marco Aurelio se postra a orar en su cubículum en el que se ha mantenido durante su vida de soltero y le dice a Jesús:
“Te doy gracias Señor por todas las bendiciones con que has llenado nuestras vidas. Antes de consumar la unión tan largamente anhelada, en este día Señor mío, quiero hacerte la…
CONSAGRACIÓN DEL HOGAR Y LA FAMILIA
Padre eterno, quiero consagrarme en el Espíritu Santo y ofrecerme a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, para ser un hijo tuyo cada vez más entregado y fiel. Ayúdame a ser un buen esposo, guía y protector de mi familia que te consagro desde hoy.
Madre María, yo.., me entrego hoy a tu Inmaculado Corazón. Acógeme bajo tu protección maternal y condúceme a tu Hijo Jesús.
Señor Jesús, a través del Corazón Inmaculado de María me consagro y me entrego a tu Sacratísimo Corazón. Haz que mi corazón sea imagen de tu Corazón, para que tú vivas cada vez más en mí.
Sacratísimo Corazón de Jesús, Inmaculado Corazón de María; con esta consagración y entrega les correspondo al Amor que me han dado en toda vuestra vida terrenal, cuando decidieron ser redentores especialmente en el Calvario y que me siguen demostrando aún hoy…
A la vez renuevo mi consagración bautismal al Dios Uno y Trino: renuncio al pecado, al Mal y a Satanás.
Santísima Trinidad, Dios mío. Yo creo, adoro, espero y te amo. Y te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.
Creo en todo lo que Dios nos ha revelado y tal como nos lo enseña tu santo apóstol Pedro…
Mientras tanto, en la habitación nupcial que ha sido preparada con esmero y decorada exquisitamente, para celebrar este importantísimo acontecimiento; Alexandra y Diana oran fervientemente postradas en el piso…
Alexandra dice:
“Oh Jesucristo, nuestro Señor y Salvador,
Tú nos has prometido habitar siempre con nosotros.
Tú has llamado a todos los cristianos
a acercarse y compartir Tu Cuerpo y Tu Sangre.
Nosotros nos hemos alimentado de Ti… Y estás dentro de nuestro corazón.
También nos has dicho que en un hogar, el Sagrario es la habitación sagrada donde los esposos se unen Contigo, para la bendita misión de procrear nuevos hijos santificados para el Reino.
Yo te consagro mi Señor Jesús la santidad de nuestra cámara nupcial y nuestro matrimonio, para que unidos contigo, sepamos educar a nuestros hijos y llevarlos por el camino de la santidad…
Madrecita, a tu Corazón Inmaculado consagro a mi esposo y la nueva familia que vamos a formar, llévanos de tu mano para que no perdamos el camino que nos lleva hasta Jesús…
Tú que eres la Madre de Cristo y nuestra madre, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo.
Tú que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz.
Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro. Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado.
En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón de Jesús, Te pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe.
Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea ante todos, un signo visible del verdadero amor y la fidelidad.
Te pedimos, Oh Madre Santísima, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material.
Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia.
Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones. Amén
Y Diana concluye:
Por favor Jesús benditísimo,
Inflama nuestros corazones
con el fuego del Espíritu Santo,
concédenos el Espíritu de Sabiduría y de Fe,
de audacia y de paciencia,
de humildad y de firmeza,
del amor y del arrepentimiento,
a través de las oraciones
de la Santísima Madre de Dios
y las de todos los santos.
Amén”
Cuando terminan de orar, se levantan y enseguida las doncellas llevan a Alexandra al unctorium, la visten y la arreglan con esmero.
Es una novia espléndida en su alba vestidura y está lista para recibir al esposo, que llegará en cualquier momento…
Luego todas se retiran y ella se queda sola en sus habitaciones nupciales…
Es una magnífica cámara regiamente decorada, que tiene un lecho enorme, con un dosel recamado en sus bordes, con exquisitas grecas…
En una mesa junto a la terraza, han puesto deliciosos manjares para los dos cónyuges, una jarra con vino y varias copas de cristal…
Y Alexandra está parada en el piso de mármol de colores.
Entra Marco Aurelio, que la mira perdidamente enamorado y extiende las manos hacia su esposa.
Ella corresponde a su sonrisa y avanza hacia él.
‘9 Única es mi paloma, mi perfecta. Ella, la única de su madre, la preferida de la
que la engendró… Las doncellas que la ven la felicitan, reinas y concubinas la elogian:
10.«¿Quién es ésta que surge cual la aurora, bella como la luna, refulgente como el sol, imponente como batallones?»
11. Al nogueral había yo bajado para ver la floración del valle, a ver si la vid estaba en cierne y si florecían los granados. 12. ¡Sin saberlo, mi deseo me puso en los carros de Aminadib!
Marco Aurelio la estrechó entre sus brazos y le rozó su frente con los labios.
A Alexandra se le llenaron los ojos de lágrimas…
– Alexandra… -murmuró él. Sus labios encontraron una lágrima en su mejilla y le pidió- Por favor, no llores.
– Es de felicidad. No me hagas caso -susurró ella. Y cerró los ojos.
Marco Aurelio murmuró contra su piel suave:
– No puedo hacer eso. Yo te adoro con todo mi ser. –Sus largos dedos se curvaron sobre su nuca y la acarició suavemente.
Como si fuera inevitable, besó sus párpados húmedos y posó la boca suave y aterciopelada en la de ella; entreabriendo sus labios, con una seguridad y ternura electrizantes.
Un canto paradisíaco evocó en una embriagadora sinfonía, los deliciosos versos del Amor, en lejanas armonías…
7. ¡Qué bella eres, qué encantadora, oh amor, oh delicias! 8. Tu talle se parece a la palmera, tus pechos, a los racimos.
9. Me dije: Subiré a la palmera, recogeré sus frutos. ¡Sean tus pechos como racimos de uvas, el perfume de tu aliento como el de las manzanas.
10. ¡Tu paladar como vino generoso! El va derecho hacia mi amado, como fluye en los labios de los que dormitan. 11. Yo soy para mi amado, y hacia mí tiende su deseo.
Ella emitió un gemido de sorpresa y el dudó un segundo. Pero luego le rodeó la cintura con un brazo, mientras deslizaba la otra mano hacia su garganta y acarició la piel deliciosamente suave que fue exponiendo lentamente, mientras desprendió los preciosos broches que sujetaban la tela de seda…
Su mano se cerró como un copón, acunando un seno turgente y la acarició con turbadora delicadeza.
A Alexandra se le aceleró el corazón…
El calor la abrazó. El deseo se encendió y la incitó a dejarse llevar por el torbellino que la envolvió. Sentía los latidos del corazón de Marco Aurelio junto a su pecho y su respiración acelerada.
Inhalaba el aroma limpio y varonil de su piel y saboreaba su boca. Mientras el beso se hacía más profundo, más íntimo y excitante. No se dio cuenta cuando instintivamente rodeó el fuerte cuello masculino con los brazos y se estremeció toda…
Marco Aurelio levantó la cabeza abruptamente.
Relajó el abrazo y puso unos centímetros de distancia entre ellos…
Alexandra escuchó su respiración entrecortada…
Y enseguida dijo:
– No pretendía ser tan intenso…
– Yo también me dejé llevar. –replicó ella sintiéndose desorientada.
Marco Aurelio recordó los consejos de Pedro y tomó su bolso…
Es un saco de fino brocado tejido y bordado en Persia…
Sacó una cruz de madera, como de unos cincuenta centímetros y la colgó en la pared, encima del lecho…
Luego sacó el incienso y lo arrojó sobre el pebetero.
Enseguida tomó a Alexandra de la mano y le dijo:
– Ven hermana mía en Cristo… Oremos los dos al Altísimo y pidamos a nuestro Padre Celestial, suplicándole su Gracia y su protección, durante toda nuestra vida terrenal y en especial sobre nuestro matrimonio y nuestros descendientes…
Los dos caminaron hasta la orilla del lecho y se arrodillaron ante la Cruz…
Marco Aurelio como si fuera un sacerdote, dijo solemne:
– Bendito seas Señor Jesús y Bendito sea tu Nombre por los siglos de los siglos. Bendito y alabado seas por todas tus creaturas y por toda tu creación, Yeové Sebaot… Tú creaste a Adán y a Eva su mujer, para que fuera su compañera y su ayuda. Y de ambos nació toda la raza humana.
Te entregamos nuestros cuerpos, nuestras almas y nuestros espíritus. Te ofrecemos nuestro amor y nuestra sagrada alianza. Únenos en ti, porque los dos seremos una sola carne, según tu Santísima Voluntad. Bendícenos Padre Santísimo. Y con el poder de tu Espíritu Santo aumenta tu amor en nosotros y fortifícanos bendiciendo nuestra unión.
Con el paso de los años, aumenta y vigoriza tu Amor en nosotros y dame a mí la facultad de comprender y hacer sentir siempre feliz y amada, al tesoro que me has entregado en el amor de mi esposa. Ten piedad de nosotros y llévanos por tu camino, hasta nuestra vejez.
Bendice a los hijos que nos vayas a dar y a toda nuestra descendencia, con las mismas bendiciones que hoy imploro de Ti en mi sagrada unión con esta esposa santa, que he recibido de tu infinita Misericordia por mí. Y desde este momento, los dos te entregamos a nuestra descendencia y te consagramos a nuestros hijos.
Te los entregamos a todos y te los regresamos a Ti… Danos el amor que necesitamos para amarlos desde ahorita; amarnos los dos en Ti y adorarte a Ti en nosotros…
Alexandra se unió y alternadamente dijeron:
– Santísimo Amor de Jesús, te consagramos nuestros corazones, nuestras vidas y nuestras familias. Ayúdanos a realizar el plan que has trazado para nuestras vidas…
– Realiza en nuestro hogar el bello ejemplo de Tu hogar en Nazaret, que fue un modelo para cada una de nuestras familias. Esperamos obtener con Tu ayuda, la unión y el amor fuerte y perdurable que había en él.
– Que nuestro hogar se llene de gozo.
– Que el afecto sincero, la paciencia, la tolerancia y el respeto mutuo, estén siempre presentes.
– Que nuestras oraciones incluyan las necesidades de los otros, no sólo las nuestras.
– Que siempre estemos cerca de los Sacramentos.
– Que tu paz esté siempre con nosotros y cuando vengan las dificultades danos consuelo y esperanza.
– Bendice a todos los que aquí habitamos y también a los difuntos que ya han marchado hasta tu Presencia…
– Mantén nuestras familias cerca de tu Amor y que Tu protección esté siempre sobre todos nosotros.
Marco Aurelio concluyó diciendo:
– A vuestros corazones unidos nos consagramos y te entregamos también toda nuestra vida. Ayúdanos a santificarla Tú que eres Santo, Santo, Santo… Pater Noster…
Y la Oración Sublime se elevó, los dos la cantaron como un himno, acompañada de los ángeles custodios de ambos; que los secundaron en su petición y luego la llevaron hasta el Trono de Dios…
Luego los dos permanecieron abismados en meditación durante unos minutos…
A continuación se pusieron de pie y Marco Aurelio la llevó al diván que estaba junto a la puerta de la terraza. Y ella empezó a reír nerviosa, mientras se acomodaban entre los cojines de seda.
En el firmamento, el cielo estaba cuajado de estrellas y la luna llena iluminaba todo con un mágico esplendor.
Los dos contemplaron las maravillas con las que se adornaba la noche y un suspiro de admiración escapó de sus pechos casi al mismo tiempo.
Enseguida, Marco Aurelio alargó su mano hacia la mesa donde había unos platones con diversos manjares, frutas y una jarra con vino.
Escanció el licor en las copas y luego tomó de una fuente de cristal un fruto qué le ofreció a Alexandra,
mientras sonreía en una manera fascinante y como no lo había hecho nunca antes.
Era una fruta almibarada con forma como de ciruela, que acercó invitador hasta los rosados labios femeninos, sujetándolo entre el pulgar y el índice, mientras la miraba en una forma…
Ella se ruborizó intensamente y sintió que se ahogaba… Totalmente turbada, alcanzó a murmurar:
– ¿Qué es?
Marco Aurelio respondió:
– No tengo ni idea, pero parece delicioso… es… ¿Un higo quizá?… – Y lo deslizó en su boca.
Era dulce y suculento.
Marco Aurelio contemplándola, le acarició el labio inferior con el pulgar, dejando un rastro de almíbar…
Instintivamente, Alexandra se pasó la lengua por los labios y lo miró perdidamente enamorada…
Sus miradas se cruzaron y ella sintió un escalofrío de excitación sexual que la dejó mareada y sin aliento.
¡Vuelve, vuelve, Sulamita, vuelve, vuelve, que te miremos! ¿Por qué miráis a la Sulamita, como en una danza de dos coros? 2. ¡Qué lindos son tus pies en las sandalias, hija de príncipe! Las curvas de tus caderas son como collares, obra de manos de artista.
3. Tu ombligo es un ánfora redonda, donde no falta el vino. Tu vientre, un montón de trigo, de lirios rodeado. 4. Tus dos pechos, cual dos crías mellizas de gacela…
5. Tu cuello, como torre de marfil. Tus ojos, las piscinas de Jesbón, junto a la puerta de Bat Rabbim. Tu nariz, como la torre del Líbano, centinela que mira hacia Damasco.
6. Tu cabeza sobre ti, como el Carmelo, y tu melena, como la púrpura; ¡un rey en esas trenzas está preso! 7. ¡Qué bella eres, qué encantadora, oh amor, oh delicias! 8. Tu talle se parece a la palmera, tus pechos, a los racimos.
9. Me dije: Subiré a la palmera, recogeré sus frutos. ¡Sean tus pechos como racimos de uvas, el perfume de tu aliento como el de las manzanas…
Los ojos de Marco Aurelio se oscurecieron y le tembló levemente la mandíbula. Sonrió…
Y sin apartar los ojos de ella, extendió el brazo por detrás del sofá y lo dejó allí. Acariciándole el hombro con los dedos…
– ¿Te gustó?… ¿Está exquisito verdad?… -Preguntó quedamente.
Y le rozó con los labios detrás la oreja, mientras su aliento perfumado le cortó a ella la respiración.
Alejandra incapaz de hablar, asintió con la cabeza y consiguió esbozar una sonrisa.
El contacto de sus dedos y el leve roce de sus labios la abrasaban…
No recordaba haber estado nunca tan consciente de otro ser humano, como ahora. Se mordió el labio y se sintió anonadada porque jamás había sentido el huracán de sensaciones que la arrebata en este momento…
Él se había dado la vuelta buscando otra delicia con qué tentarla…
Pero solo jugó un poco con la fruta y volviéndose de repente, tomándola desprevenida; la atrapó entre sus brazos…
Una oleada de deseo incontenible, la envolvió como un torbellino…
Y fue como las otras veces que su esposo la había besado… Pero también diferente.
Aunque sintió la misma oleada de deleite inesperada y abrumadora, la fuerza erótica de su boca incluía algo nuevo e inexplicable…
Mi amado es fúlgido y rubio, distinguido entre diez mil. 11. Su cabeza es oro, oro puro; sus guedejas, racimos de palmera, negras como el cuervo.
12. Sus ojos como palomas junto a arroyos de agua, bañándose en leche, posadas junto a un estanque. 13. Sus mejillas, eras de balsameras, macizos de perfumes. Sus labios son lirios que destilan mirra fluida.
14. Sus manos, aros de oro, engastados de piedras de Tarsis. Su vientre, de pulido marfil, recubierto de zafiros.
15. Sus piernas, columnas de alabastro, asentadas en basas de oro puro. Su porte es como el Líbano, esbelto cual los cedros.
16. Su paladar, dulcísimo y todo él, un encanto. Así es mi amado, así mi amigo, hijas de Jerusalén.
Si su ternura la derretía, su pasión era irresistible.
Y un deseo avasallador, como la lava de un volcán en erupción, la envolvió toda…
Esta es una maravillosa revelación y un asalto a todos sus sentidos…
Por sus venas sintió que su sangre se convirtió en fuego líquido, que la envolvía completamente.
Y perdiendo la inhibición le devolvió el beso con hambre y deseo, saboreándolo intensamente.
Huerto eres cerrado, hermana mía, novia mía, huerto cerrado, fuente sellada. 13. Tus brotes, un paraíso de granados, con frutos exquisitos.14. Nardo y azafrán, caña aromática y canela, con todos los árboles de incienso, mirra y áloe, con los mejores bálsamos.
15. ¡Fuente de los huertos, pozo de aguas vivas, corrientes que del Líbano fluyen! 16. ¡Levántate, cierzo, ábrego, ven! ¡Soplad en mi huerto, que exhalen sus aromas! ¡Entre mi amado en su huerto y coma sus frutos exquisitos!
Le rodeó el cuello con los brazos y él se quedó inmóvil por un momento, como si lo sorprendiera.
Luego enredó los dedos en su cabello y el beso se hizo más profundo. Sus cuerpos se entrelazaron…
Marco levantó la cabeza y le puso las manos en las caderas. Tenía los ojos oscuros y el rostro arrebolado.
Y le dijo con voz ronca:
– Respecto a la comida…
Los brazos de Alexandra seguían alrededor de su cuello y ella le lanzó una mirada provocativa,
mientras preguntó:
– ¿Cuál comida?
– La que pensaba que tomaríamos con el vino. –explicó él aturdido, señalando las copas sobre la mesa. –Antes de…
– ¿Pretendes emborracharme?
Marco Aurelio soltó una deliciosa carcajada, antes de decir con voz suave:
– Relajarte un poco, sí… –Sus labios se curvaron divertidos- Creí que tenías miedo.
Ella replicó estremeciéndose por los nervios:
– Tiene que haber una primera vez.
¡Mi amado metió la mano por la hendedura; y por él se estremecieron mis entrañas. 5. Me levanté para abrir a mi amado, y mis manos destilaron mirra, mirra fluida en mis dedos, en el pestillo de la cerradura.
6. Abrí a mi amado, pero mi amado se había ido de largo. El alma se me salió a su huída. Le busqué y no le hallé, le llamé, y no me repondió…
Marco Aurelio repuso serio:
– No tiene que ser hoy… No si prefieres esperar…
Algo se derritió dentro de ella…
A pesar de todo por lo que habían pasado y del deseo que había crecido de manera tan avasalladora y que él no había logrado ocultar…
Seguía dispuesto a dejar que ella marcara el ritmo. Era un gesto de caballerosidad tan inesperado como conmovedor…
Alejandra sonrió y dijo:
– No quiero esperar. –Su mirada se volvió provocativa y preguntó- ¿Y tú?…
Marco Aurelio soltó la carcajada y exclamó:
– Entre todas las preguntas absurdas, mi adorada esposa… ésta se lleva la corona de laurel…
Volvió a besarla apagando sus risas con la boca…
2. Yo dormía, pero mi corazón velaba. ¡La voz de mi amado que llama!: «¡Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, mi perfecta! Que mi cabeza está cubierta de rocío y mis bucles del relente de la noche.»
3.- «Me he quitado mi túnica, ¿cómo ponérmela de nuevo? He lavado mis pies, ¿cómo volver a mancharlos?»
Y ella lo abrazó con fuerza, devolviéndole el beso sin inhibiciones. Provocándolo con la lengua y los dientes…
Él jadeó:
– ¿Dónde aprendiste a besar así? –Y se echó hacia atrás mientras la miraba con ojos brillantes.
– Tú me enseñaste… –Lo provocó ella- ¿Te quejas?
– ¡Oh! Cielos. ¡No!…
Y sin previo aviso, la tomó en sus brazos y la llevó hasta el lecho.
La depositó sobre él y volvió a besarla con ternura, mientras la desvestía con suma delicadeza…
Ella quedó desnuda sobre la cama y Marco Aurelio quedó mudo de admiración ante su impactante hermosura…
Después de unos segundos llenos de suspenso, él suplicó:
– Déjame contemplarte. Todavía no puedo creer que seas mía…
Ella sintió que un rubor intenso la recorría desde la cabeza hasta los pies…
Y agarró un cojín de seda para ponérselo sobre el rostro. Se moría de vergüenza…
Él admiró su cuerpo escultural y perfecto y aquellos senos turgentes y bellísimos.
Sus piernas largas y muy bien torneadas. Su vientre tan puro y tan invitante.
Era como una rosa que en todo su esplendor y estaba allí…
Solamente para él.
Por un largo momento quedó como deslumbrado…
Luego se levantó y con movimientos rápidos, se despojó de su ropa y fue por las copas de vino.
Mientras tanto Alejandra apartó la almohada de su rostro y lo vio cuando estaba de espaldas…
Se le cortó el aliento al descubrir su cuerpo vigoroso, atlético y perfecto…
Admiró su magnífica belleza y acarició con la mirada su elegante figura.
Es un hombre con un porte muy majestuoso…
16.- ¡Qué hermoso eres, amado mío, qué delicioso! Puro verdor es nuestro lecho.17.- Las vigas de nuestra casa son de cedro, nuestros artesonados, de ciprés…
3.- Como el manzano entre los árboles silvestres, así mi amado entre los mozos. A su sombra apetecida estoy sentada, y su fruto me es dulce al paladar.
Y recordó los versos del Cantar de los Cantares…
Pues su corazón palpita aceleradamente, al compás de un himno celestial, que en su memoria los repite con una cadencia maravillosa…
Realmente el Rey Salomón describió el Amor con una poesía incomparable…
EL AMOR SE ALIMENTA DE ADMIRACIÓN.
Ella se considera una mujer muy afortunada, pues Marco Aurelio es un hombre muy apuesto y muy hermoso también por dentro…
¿Qué es eso que sube del desierto, cual columna de humo sahumado de mirra y de incienso, de todo polvo de aromas exóticos? 7. Ved la litera de Salomón. Sesenta valientes en torno a ella, la flor de los valientes de Israel:
8. todos diestros en la espada, veteranos en la guerra. Cada uno lleva su espada al cinto, por las alarmas de la noche.9. El rey Salomón se ha hecho un palanquín de madera del Líbano.
10. Ha hecho de plata sus columnas, de oro su respaldo, de púrpura su asiento; su interior, tapizado de amor por las hijas de Jerusalén. 11. Salid a contemplar, hijas de Sión, a Salomón el rey, con la diadema con que le coronó su madre el día de sus bodas, el día del gozo de su corazón.
La inocente esposa lo contempló con el corazón acelerado, sintiendo que un delicioso deseo invadía todo su cuerpo. Y la hizo estremecer de expectación…
Él regresó muy sonriente y depositó las copas con vino sobre la mesilla de noche. Luego colocó las almohadas para que ella se acomodara. Se tumbó a su lado,le ofreció una copa…
Y brindó:
– Por nuestro amor, nuestro hogar y nuestros hijos…
Sin dejar de mirarla a los ojos, bebió la mitad de un trago.
Alexandra bebió solo un sorbo.
Marco se acercó y ella sintió su lengua en sus labios, saboreando el vino directamente de su boca. Sin poder contenerse dio un gritito de sorpresa y él se apartó…
La miró interrogante:
– ¿No te gusta?
Alexandra está turbadísima por el asombro y logró balbucir:
– ¡No!… Quiero decir… ¡No es eso!…
– Entonces, ¿Si te gusta?
– Sí. –contestó ella bebiéndose de un golpe, un buen trago de vino.
Marco sonrió comprensivo y agregó mirandola provocativo:
– Bien. Avísame si hago algo que no te guste. –introdujo un dedo en la copa y luego lo puso en la base del cuello femenino, junto a su clavícula derecha.
Ella sintió la frescura del vino, antes de que él inclinara la cabeza y le lamiera despacio y suavemente el vino. Alexandra entreabrió los labios y sintió que una llama la envolvía y le quemaba las mejillas.
Marco volvió a besarla, profunda y exigentemente.
Y la apretó contra las almohadas.
Ella derramó parte del vino de su copa… antes de lograr equilibrarla.
Nuevamente los envolvió el deleite de sentir mutuamente, la ola del anhelo arrebatador, el deseo exigente de posesión y la fascinación del amor pleno…
¡Que me bese con los besos de su boca! Mejores son que el vino tus amores;3. Mejores al olfato tus perfumes; ungüento derramado es tu nombre, por eso te aman las doncellas…
Cuando terminó de besarla, los dos estaban aturdidos…
¡Vaya que El amor es más embriagador que el vino…!
Él tenía el hombro mojado de licor y unas gotas se deslizaron por su pecho…
Atrevida, ella se inclinó sobre él y las recogió con la punta de su lengua…
Marco Aurelio inhaló con fuerza… Acabó el resto de su copa de un trago y la dejó sobre la mesilla.
Ella estaba nerviosa y fascinada al mismo tiempo…
Me robaste el corazón, hermana mía, novia mía, me robaste el corazón con una mirada tuya, con una vuelta de tu collar. 10. ¡Qué hermosos tus amores, hermosa mía, novia mía! ¡Qué sabrosos tus amores! ¡Más que el vino!
¡Y la fragancia de tus perfumes, más que todos los bálsamos!11. Miel virgen destilan tus labios, novia mía. Hay miel y leche debajo de tu lengua y la fragancia de tus vestidos, es como la fragancia del Líbano.
Él volvió a besarla y la acariciaba en tal forma, que la envolvió en una ola de placer, como jamás imaginó que pudiera existir. Se estremeció…
Y él le quitó la copa de vino y la puso sobre la mesilla.
Mientras la besaba en la frente,
le dijo con mucha ternura:
– No tienes por qué tener miedo.
Ella replicó:
– No es miedo, mi amor. Comparto el mismo anhelo que tú…
Marco Aurelio volvió a besarla y sus embriagadoras caricias fueron delineando cada centímetro de su piel, transmitiéndole su deseo y su adoración de una manera inequívoca.
Él la disfrutó con todo el amor y el deleite que ella le inspiraba.
Y ella aprendió los secretos maravillosos que encierra, el amor compartido en un lecho matrimonial bendecido por Dios…
12. Huerto eres cerrado, hermana mía, novia, huerto cerrado, fuente sellada. 13. Tus brotes, un paraíso de granados, con frutos exquisitos:
14. nardo y azafrán, caña aromática y canela, con todos los árboles de incienso, mirra y áloe, con los mejores bálsamos.
Y la amorosísima respuesta femenina a cada una de sus caricias, los hizo elevarse en las cumbres del placer una y otra vez hasta que, él intentó penetrarla y la frágil barrera lo detuvo…
Su rostro se contrajo y se quedó quieto, esperándola y respirando lentamente. Luego…
Le dijo dulcemente en su oído:
– Lo siento cariño… Si quieres parar…
Por toda respuesta, Alexandra se arqueó contra él y el dolor la hizo gritar.
Enseguida la barrera desapareció y el dolor disminuyó.
Poco después, una inmensa ola de deleite los envolvió a los dos y un júbilo infinito los hizo abrazarse con fuerza…
Por un momento, fue como tocar el Cielo…
Es una vorágine de felicidad increíble…
La unión de las almas y de los espíritus, es más deliciosa todavía, que la de los cuerpos. Y el amor total solo lo disfruta, quién por la Gracia de Dios, lo experimenta…
No hay nada más paradisíaco, que la plenitud absoluta que da el sentirse por fin completos…
Y en los dos hubo una explosión de deleite, simplemente maravilloso.
Después de unos minutos increíbles…
Yo soy el narciso de Sarón, el lirio de los valles. 2.- Como el lirio entre los cardos, así mi amada entre las mozas. 3.- Como el manzano entre los árboles silvestres, así mi amado entre los mozos. A su sombra apetecida estoy sentada, y su fruto me es dulce al paladar.
4. Me ha llevado a la bodega, y el pendón que enarbola sobre mí es Amor. 5. Confortadme con pasteles de pasas, con manzanas reanimadme, que enferma estoy de amor. 6. Su izquierda está bajo mi cabeza, y su diestra me abraza.
Marco Aurelio se quedó descansando, con la cabeza entre los senos turgentes, saciados y embriagadores, de Alexandra.
Los dos tienen los labios doloridos y destilando la miel del deseo largamente acariciado y sin poder creer lo que es al fin, la gracia de la posesión total…
Mientras el rey se halla en su diván, mi nardo exhala su fragancia.13. Bolsita de mirra es mi amado para mí, que reposa entre mis pechos.
Después de unos minutos maravillosos…
Temblorosos y jadeantes, recuperaron poco a poco la calma…
– ¿Estás bien? -preguntó él, besándola.
Ella replicó:
– Perfectamente. ¿Y tú?
– ¿Necesitas preguntarlo? -Volvió a besarla- Esperaba que esto fuera perfecto. Pero jamás imaginé que sería tan fantástico… ¡Esto no lo había vivido jamás!
– Yo tampoco hubiera podido imaginarlo siquiera… Todo es… ¡Es tan increíble!… ¡Gracias, Marco Aurelio! Gracias esposo mío, por hacerme tan feliz…
6Ponme cual sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo. Porque es fuerte el amor como la Muerte, implacable como el seol la pasión. Saetas de fuego, sus saetas, una llama de Yahveh.
7. Grandes aguas no pueden apagar el amor, ni los ríos anegarlo. Si alguien ofreciera todos los haberes de su casa por el amor, se granjearía desprecio.
Marco aurelio exclamó jubiloso:
– ¡Gracias a Dios!. Cuando el amor se hace entre Tres… Y Es el Inventor del Matrimonio el que lo complementa… ¡El resultado es sensacional!. ¡Oh vida mía! ¡Gracias por ser cómo eres y por haberme hecho conocerlo a Él!
Alexandra lloró de felicidad.
Y exclamó:
– Es verdad. Solo Él pudo regalarnos una experiencia tan maravillosa…
Los dos están emocionados y dichosos, saboreando todavía las mieles que da la plenitud del amor verdadero y correspondido…
Luego Marco Aurelio, siguiendo a un pensamiento interior,
la invita:
– Ahora vamos a arrodillarnos para manifestárselo… Al Señor una Alabanza eterna por hacernos tan dichosísimos… ¿Qué te parece?
– Me parece muy bien… -dijo ella mirándolo con adoración.
Marco Aurelio suspiró profundamente y exclamó:
– ¡Cuando Petronio sepa de lo que se ha perdido!…
Ella le advirtió:
– ¡No irás a contarle, Marco!…
– ¿Por qué no? Una cosa es la lujuria satisfecha y otra muy diferente lo que acabamos de vivir tú y yo. ¡Para esto nos creó Yeové! ¡Esto es lo que el mundo tampoco conoce!… El Don más sagrado de Dios, con el deleite supremo DADO por ÉL…
Otra cosa más que Satanás nos ha arrebatado y sin que nos demos cuenta. Es por eso que lo ensucia con tanta bajeza…
– Definitivamente así es. Pero sería mejor esperar a que Petronio se bautice. Cuando conozca al Señor…
– Tienes razón, mi vida. Ahora no lo entendería…
A Alexandra le agradó haberle gustado. Se siente como si flotara…
Y con una embriaguez tan deliciosa, como si se hubiese tomado toda la jarra de vino…
Cuando él se retiró de ella, tuvo una sensación de vacío y pérdida…
Ya he entrado en mi huerto, hermana mía, novia mía; he tomado mi mirra con mi bálsamo, he comido mi miel con mi panal, he bebido mi vino con mi leche. ¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!
Y los dos simultáneamente pensaron:
¡Así que esto es el verdadero amor!
¡De verdad que el sexo, solamente Dios pudo haberlo creado tan inefable y extraordinario!
¡Lo que acaban de vivir, realmente ha sido una experiencia sobrenatural! ¡Es una dicha tan indescriptible!
Es lo más parecido y solo inferior, al éxtasis que se vive con la Oración de Contemplación.
Y desde lo más profundo de su alma, elevaron una plegaria de agradecimiento al Creador…
El Sacramento del Matrimonio cristiano incluye la Luna de miel entre Tres y es la única manera de saborear el don maravilloso por el cual Dios Creador, hizo al hombre y a la mujer tan únicos y tan distintos.
Para que al unirse en Dios, conozcan el Amor Total, se complementen y se amen, de una manera perfecta.
Y una vez más en aquella noche inolvidable, los dos se arrodillan a orar…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
80.- CONVERSIÓN DEL ARBITER ELEGANTIARUM
En cuanto el César dio la señal de gracia, Octavio salió disparado del circo…
Luego Alexandra fue transportada en la litera a la casa de Petronio.
Marco Aurelio y Bernabé van a pie a su lado, haciendo apresurar la marcha, para poder llegar cuanto antes…
Y entregarla en manos del médico griego que atiende a toda la familia.
Hicieron el camino en silencio.
Sólo sonríen porque todavía no acaban de asimilar todo lo que les sucedió…
Marco Aurelio, demasiado feliz y asombrado por todo lo acontecido, va orando y dando gracias a Dios por el milagro recibido.
De vez en cuando, se inclina hacia la litera y se asoma a ver aquel rostro tan amado que a la luz del atardecer, parece un ángel que está dormido.
Le parece estar soñando por haberla recuperado.
Recuerda cuando la sacaron del Spolarium.
Le aseguró un médico desconocido, que la joven aún estaba viva…
Fue tanta la felicidad que lo inundó y su corazón latía tan rápido, que por un momento creyó que iba a desmayarse…
Y se apoyó en el brazo de Bernabé.
El gigantesco parto lo sostuvo, llorando de felicidad y murmurando alabanzas al Maravilloso Dios Vivo y Resucitado…
Que ha hecho posible este inesperado desenlace en un drama que se alargado demasiado tiempo.Petronio por su parte está embargado de sentimientos contradictorios…
Se siente demasiado impactado por todos los sucesos increíbles de este día tan peculiar…
Ahora comprende perfectamente a Prócoro…
Ya no puede negarse a reconocer la fuerza tan irresistible que lo atrae poderosamente, hacia el incomparable Dios de los cristianos…
Muchos pensamientos y sentimientos incomprensibles lo envuelven en una vorágine, que NO entiende y NO sabe cómo definir…
Experimenta una alegría muy grande y la fuerza de atracción arrolladora, con un hambre desconocida y el deseo de saciarla…
En su corazón aletea una esperanza que jamás había sentido y el deseo de rendirse al impulso de…
¡¿De Qué?!…
¡¿De Quién?!…
Lo único que sabe es que anhela con una sed profunda, que los cristianos lo sacien en el conocimiento de su religión…
Y va caminando por las calles de Roma, sumido en profunda reflexión.
A lo largo del trayecto se encontraron grupos de personas coronadas con flores,
cantando y bailando en los pórticos.
Disfrutando de la noche estrellada y de la regocijada serie de fiestas que no se han interrumpido,
desde el inicio de los juegos.
Y ya casi para llegar a la casa Bernabé habló en voz alta.
Y sus palabras llegan muy claras a toda la pequeña comitiva encabezada por Petronio y los esclavos que se les acaban de unir para recibirlos…
El pequeño grupo de espectadores,
oyó al parto cuando le dijo a Marco Aurelio:
– Fue Jesús quién la libró de la muerte.
La permanencia en la prisión me había quitado las fuerzas…
Y cuando yo la vi sujeta entre los cuernos del toro, oí claramente la voz del Señor Jesucristo que me dijo:
‘¡Defiéndela!’
Me quedé paralizado y pensé:
¡¡Cómo?!…
Luego lo vi a Él, con esa belleza maravillosa que desprende tanta luz de su corazón.
Me bendijo y me sonreía animándome…
Solo pude murmurar: ‘Ayúdame’…
Es muy largo para platicarlo, pero todo sucedió en un instante…
Y enseguida me sentí impulsado como por una catapulta…
Y cuando corrí hacia el animal, sentí que no era yo, el que lo tenía tomado por los cuernos.
¡Era Jesús!…
Sentí su Presencia Santísima tan poderosa dentro de mí, que creí que iba a desmayarme de felicidad.
Y fue Jesús el que derrotó al animal…
Y también fue Él, el que movió el corazón de ese pueblo cruel con su Misericordia…
Para que se pusiera de parte nuestra.
Nuestro Señor Vivo y Resucitado luchó en la arena contra Satanás.
Y contra la bestia que usó el emperador para destruirnos…
Ha sido su bendito Poder el que nos salvó. ¡Glorificado sea su Nombre!
Marco Aurelio contestó emocionado:
– ¡Alabado sea Jesucristo! ¡Alabado sea el Altísimo!…
Y no pudo agregar más, porque el llanto de agradecimiento le anegó los ojos.
Y cuando llegaron a la casa,
Los sirvientes advertidos por un esclavo que había sido despachado por Octavio con anticipación, ya les estaban esperando…
Depositaron a Alexandra en una espléndida estancia, amueblada con exquisito gusto e iluminada por unas hermosas lámparas corintias.
El aire está saturado de aromas florales.
Cuando regresó Octavio, acompañado de Pedro y de Diana, Petronio los recibió en el atrium.
Y junto con Aurora, les llevaron hasta la cámara donde yace la joven enferma y desmejorada,
por su permanencia de aquellas largas semanas, en los calabozos de la prisión.
Marco Aurelio le miró sorprendido y agradecido.
Pedro les dijo:
– A nuestro señor Jesucristo le gusta hacer las cosas perfectas y completas. Ven aquí…
Y tomando la mano del tribuno, la juntó con la de su esposa…
Y tocando las cabezas de los dos:
La de ella desfallecida en el lecho y la del joven arrodillado a su lado.
Pedro Oró…
Señor Jesús:
En tu Nombre Santísimo y como tu representante, yo pongo mis manos sobre mis hermanitos…
Pero que NO sean mis manos, sino las Tuyas a través de mi indigna persona, las que con el Poder de tu Espíritu Santo otorgado por tu infinito Amor y el Amor del Padre;
¡Desciendan ahora! Y en el Nombre Santísimo de Jesucristo, descienda también tu Poder y tu Amor, para restaurar la salud total, a quienes elegiste desde un principio…
¡EN EL NOMBRE DE JESÚS ALEXANDRA Y TAMBIÉN SOBRE TÍ MARCO AURELIO!
UNIDOS COMO UN SOLO CUERPO Y UNA SOLA ALMA
¡DESCIENDA SOBRE TI LA SALUD COMPLETA!
EN CUERPO, ALMA Y ESPÍRITU…
¡Y TAMBIÉN LA VIDA QUE SÓLO DIOS ALTÍSIMO, RESTAURA SOBRE SUS HIJOS!… Amén
Una conmoción y una ola de calor envolvieron a Marco Aurelio,
Durante unos segundos que parecieron demasiado largos y cargados de suspenso…
Y también se estremeció Alexandra…
El tiempo pareció detenerse…
Enseguida ella lanzó un profundo suspiro y luego abrió los ojos…
Y se sentó en el lecho sorprendida, porque no supo donde se hallaba, ni qué había pasado.
Petronio y Aurora se quedaron pasmados…
¡Alexandra se ve igual de hermosa y saludable como cuando la conoció!
Adiós a la jovencita escuálida y agonizante de hace unos momentos.
Los cristianos exclaman con entusiasmo:
– ¡Bendito y alabado sea nuestro Dios!
– ¡Gracias por su poder que nos salva y nos ama!
– ¡Alabado y glorificado sea eternamente!
– ¡Amén!
Alexandra sorprendida y un poco aturdida, mira a su alrededor…
Y pregunta:
– ¿Qué pasó?
Marco Aurelio besa a su esposa.
Y dice:
– Te lo contaremos en el triclinium. ¡Gracias a Dios que estás aquí!
Está demasiado emocionado para poder decir más…
Y luego mira a Bernabé.
Éste le sonrió.
Luego el tribuno se volvió hacia Octavio,
Que le dijo muy feliz:
– Jesús me envió por ellos. Creo que es hora de hacer una fiesta… ¿No crees?
– ¡Ya lo creo que sí!
Petronio intervino:
– Ahora mismo daré las órdenes.
Marco Aurelio dijo a Pedro:
– ¿Os quedaréis? Es por agradecimiento.
El apóstol contesta sonriendo:
– Con mucho gusto. Cuando contemplamos la Gloria y el Poder de Dios es un motivo de fiesta.
Y añade:
– Creo que estos dos, tienen mucho que decirse…
Petronio mira a la dueña de su corazón.
Y le pide:
– Aurora amada, cuida de que le proporcionen ropa y todos los cuidados necesarios.
Te espero en el triclinium con nuestros invitados…
Aurora recupera la voz y dice emocionada:
– ¡Ahora mismo, mi señor!
Y salen todos al atrium.
Aurora da las órdenes pertinentes y va a buscar un vestido para Alexandra.
Cuando se quedan solos, Marco Aurelio abraza a su esposa llorando de felicidad.
La joven también lo abraza y recibe una avalancha de besos y de frases entrecortadas,
que ella corresponde a su vez, totalmente desconcertada…
Solo recuerda el momento en que la habían atado a los cuernos del toro encadenado.
Y lo que sucedió después…
Empieza a relatarlo:
Fue llevada por su ángel guardián a una ciudad maravillosa, donde había un palacio cuyas paredes parecían hechas de luz…
Y un inmenso jardín donde,
¡Habló con el Padre Celestial!…
Él le dio un beso de bienvenida y también estaba Jesús…
¡Es tan bellísimo y sus llagas tan luminosas que parecen rubíes! ¡0h!…
Es un júbilo sublime e inenarrable, el poder contemplar a Dios y sentirse parte de su Gran Familia…
El Paraíso Celestial es el verdadero Hogar…
Cuando conversaron, el Señor le dijo que todavía no terminaba su misión en la tierra…
Y que debía volver a dar testimonio de cuanto estaba experimentando, para fortalecer la FE de los cristianos.
Ella estaba muy sorprendida y conmovida…
Luego le preguntó a Jesús:
– Señor… ¿A mí no me quieres con la corona del martirio?
Jesús sonrió y dijo:
– ¿Deseas otra más?
– Es que me parece que yo no te he dado nada todavía…
El Padre Celestial la miró con un amor infinito,
volvió a besarla.
Y dijo sonriente:
– Una segunda corona… ¡La tendrás!…
Por ahora, debes regresar a consolar el corazón de Marco Aurelio y enseñar a conocerMe y amarMe, a toda la familia de tu esposo.
También desearía que me ayudes a traer, a muchos más de mis amadísimos niños que aún no me Conocen. ¿Querrías hacerlo?
Alexandra respondió conmovida:
– ¡Oh! ¡Claro que sí, Abba Santísimo! Si tú nos ayudas te traeremos a muchos; muchos más…
Ella se arrodilló y el Señor le dio su bendición…
Y se le escapó un suspiro de nostalgia, por tener que separarse de ellos.
Luego se sintió como si despertara de un profundo sueño…
Al principio, al ver sobre ella el rostro de Marco Aurelio iluminado por la lámpara,
se sintió un poco confundida, porque aún no logra asimilar en donde se encuentra…
Ahora que ha pasado la emoción de los primeros momentos,
pregunta con voz dulce:
– ¿Qué pasó?… ¡Me siento muy bien! ¿En dónde estamos?
Marco Aurelio exclamó jubiloso:
– ¡Cristo te ha salvado y te ha devuelto a mi amor!
¡También te ha sanado!… Alabado sea el Señor Altísimo.
Estamos en la casa de Petronio, mi amor.
Aurora entra y dice a Marco Aurelio:
– Necesitamos que aseen y arreglen a Alexandra. No se tardarán mucho…
Sólo un baño rápido, para que ella pueda sentirse más cómoda.
Marco Aurelio la mira perdidamente enamorado, sin asimilar completamente que ahora ya nadie puede volver a arrebatársela.
Y dice con inmensa ternura:
– ¡Claro! Amor mío, te esperaré en el triclinium, junto con los demás –le da un beso.
Y sale sonriente al atrium donde Petronio está platicando con Pedro.
El emocionado augustano, mira a la doncella que está junto al apóstol.
Y pregunta:
– Entonces, ¿Vendrá esta hermosa jovencita a enseñarnos tu Doctrina?
Esta casa está a tu disposición y preguntaré cuantos de la familia quieren participar.
Aquí en Roma tengo quinientos esclavos. ¿Cuándo podrían empezar?
Pedro mira interrogante a Diana.
Y ella contesta feliz:
– Cuando ustedes lo dispongan.
Petronio pregunta a Pedro:
– ¿También tú vendrás?
El apóstol contesta sonriente:
– Tengo que pastorear mis ovejas.
Y aunque te cueste creerlo, aún me quedan bastantes.
Marco Aurelio no puede creer lo que oye…
Tener a Pedro aquí en la casa.
Escuchándolo como en la casa de Isabel,
¡Será absolutamente maravilloso!…
Y decide intervenir.
– Pedro, siempre serás bienvenido en esta casa.
Esperaremos con ansia tus relatos sobre el Maestro.
Petronio dice apresuradamente:
– Perdonen que tenga que retirarme ahora. Tengo dos motivos muy importantes:
Uno, no quiero irritar más a Nerón.
Y dos: necesito saber lo que pasa en el Palacio…
Pónganse de acuerdo con mi sobrino y estaré aquí para esperarlos.
Se despide de Aurora con un beso.
Y dice a Marco Aurelio cuando éste le acompaña a la litera:
– Barba de Bronce se quedó furioso. En cuanto me sea posible, me retiraré.
Me alegro que todo haya salido bien. A mi regreso platicaremos…
Y se va velozmente…
El tribuno regresa al atrium.
Octavio está contando a todos lo que pasó en el Circo.
Y Bernabé les relata lo mismo que dijo a Marco Aurelio, sobre lo que sucedió en la arena.
Pedro, escucha feliz todas las hazañas del Señor y las victorias de los mártires.
Marco Aurelio afirma que lo que más le desconcierta, es el cambio en su tío…
Y Pedro le dice:
– Dios ha permitido todo esto, para salvación de vuestras almas.
Petronio está en los umbrales de la Luz. Sigan orando…
En ese momento hacen su aparición, Aurora y Alexandra.
Las dos, magníficas en su esplendorosa juventud…
Una rubia, ricamente ataviada, parece una diosa.
La otra, con su cabello negro, sus ojos azul-mar, también luce un lindo vestido.
Y joyas que la hacen parecer como una reina.
No queda rastro alguno del sufrimiento padecido en los calabozos…
Marco Aurelio mira embelesado a Alexandra.
Y dice:
– ¡Alabado sea el Señor! Eres un milagro viviente.
– ¡Amén! –contestan todos los cristianos.
Y se dirigen al triclinium a festejar lo sucedido en ese día increíble…
Mientras tanto…
Petronio ha llegado a la Casa de Tiberio y ve a todos los augustanos en el atrium.
El cónsul Galba, se acerca a preguntarle:
– ¿Cómo están Marco Aurelio y Alexandra?
Petronio miró a su alrededor…
Y contestó sorprendido:
– Ella se recuperará. Está siendo atendida por un excelente Médico.
Marco Aurelio está muy bien. Pero…
¿Por qué están todos aquí y no ha empezado el banquete?
– Desde que regresamos del Circo, Nerón se encerró en su biblioteca y no quiere ver a nadie.
Ordenó cancelar el banquete y como no nos ha dicho nada a nosotros…
No nos hemos atrevido a retirarnos para no atraernos su cólera. Lo estamos esperando.
– ¿Entonces él no se ha dado cuenta de que yo no estaba aquí?
– No lo creo. Desde que salimos del Circo, ya no quiso saber nada de nosotros.
Afortunadamente para mí, yo salgo mañana para España. –dijo Galba suspirando con alivio.
Al poco rato, el César se presentó en el atrium, con gesto adusto y el entrecejo contraído.
Está muy encolerizado por haber terminado el espectáculo, de una manera contraria a su designio.
Al principio, ni siquiera quiso mirar a Petronio.
Pero éste, sin perder su sangre fría y con tranquila seguridad en sí mismo, así como con toda la distinción que lo caracterizan,
Se acercó a él y le dijo:
– ¿Sabes divinidad, lo que sería muy conveniente?
Escribe tú un poema sobre la doncella que por orden del señor del mundo, fue liberada de los cuernos del toro salvaje y entregada a su amante.
Los griegos son hombres de sentimientos refinados y ese poema les encantará.
Petronio como su asesor artístico, su gran cultura y su profundo conocimiento, sabe tocar las fibras precisas que laten, en el corazón del emperador…
César se sorprendió, pero esta idea le agradó a pesar de su indignación…
Y le agradó por dos razones: primero, porque es un excelente tema para un canto.
Segundo, porque así podrá glorificarse a sí mismo en él y presentarse como el Magnánimo señor del mundo.
Así que después de pensarlo un poco, miró a Petronio…
Y le dijo:
– ¡Sí! Creo que tienes razón. Pero ¿Estará bien que yo mismo celebre mi magnanimidad?
Con su acostumbrada destreza,
Petronio respondió:
– No es necesario que figuren los nombres de las personas.
En Roma todo el mundo sabrá de quienes se trata.
Y de Roma se difundirá por todo el imperio.
– ¿Pero tú estás seguro de que esto agradará a las gentes de Acaya?
Petronio afirmó contundente:
– ¡Por Zeus! Ya lo creo.
– Ahora mismo voy a trabajar en su composición. -dijo el César entusiasmado con su nuevo proyecto.
Y ordenando a todos que se retiren, pospuso el viaje a Nápoles, para el siguiente mes.
Petronio se retiró satisfecho.
Porque está seguro de que Nerón, cuya vida no es otra cosa que una adaptación de sucesos reales a sus planes literarios,
No va a desperdiciar esta oportunidad que alimentará su egolatría…
Y con este simple hecho, quedan atadas las manos de Tigelino.
Al volver a casa, vio que estaban terminando de cenar y contento, se integró a la conversación.
Marco Aurelio le dijo:
– Regresaste muy pronto.
Petronio contestó:
– El banquete se canceló y yo tengo tres semanas libres.
Nerón se va a encerrar a buscar la inspiración de las musas y yo quiero aprovechar el tiempo.
Y mirando a Pedro,
Le preguntó:
– ¿Podrás darme la instrucción que necesito en ese período?
El apóstol se queda reflexionando un momento.
Y luego, como obedeciendo a una voz interna,
Dice:
– Te dejaré aquí a Diana y mañana te enviaré a Junías y a otro predicador.
Entre los tres te evangelizarán, junto con toda tu familia.
Yo vendré dentro de dos semanas y tú habrás tomado la decisión que prefieras…
Petronio contestó:
– Está bien. Lo haremos así.
Y mirando a Alexandra, a quién Marco Aurelio tiene tiernamente abrazada.
Al verla tan hermosa, exclama:
– ¡Me parece estar soñando! Después de todo lo que hemos vivido los últimos meses…
Y luego pensar que hace apenas unas cuantas horas, teníamos el corazón casi paralizado al ver a Bernabé en la arena.
Y ahora…
En el Palacio me preguntó Galba por ustedes. Mañana se va para España.
Le dije que tú estabas bien y que Alexandra estaba siendo atendida por un Excelente Médico…
Marco Aurelio contesta emocionado:
– ¡El mejor de todos! ¡El Único! El Redentor me la devolvió.
Pedro dice:
– Te la ha devuelto porque tuviste Fe,
a fin de que no todos los labios que confiesan su Nombre, queden silenciosos.
Cuando la cena termina, Pedro se despide.
Y Petronio ordena a su mayordomo que lo envíe en su litera, para que no vaya solo.
Pero el apóstol se opone diciendo que no es conveniente llamar la atención,
Pues a él también lo andan persiguiendo y todavía no llega su hora…
Entonces interviene Octavio,
Y dice:
– Yo lo acompañaré.
Y mirando a Marco Aurelio, agrega:
– ¿Me permites quedarme con mi comitiva, para participar en este catecumenado y llevar nuevos granos de trigo a mi regreso a Tíbur?
El tribuno sonrió:
– No solo eso. Mañana iremos al Pretor.
Quiero darles a todos la libertad y que compartan nuestra felicidad.
Diana exclama:
– El Amor actúa ya… ¡Bendita y alabada sea la Santísima Trinidad!
Los cristianos contestaron:
– ¡¡¡¡¡Amén!!!!!
Entonces Pedro los bendijo a todos…
Y luego se despidió:
– La paz sea con ustedes.
Y se retiró con Octavio y dos siervos más, que son cristianos y van maravillados.
Comentando todos los milagros realizados por un Dios que sigue Vivo y activo, como cuando caminaba en Palestina…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
66.- GLADIADORES CELESTIALES
El sol está en su cenit. La multitud que hasta entonces había estado bulliciosa y alegre, se volvió hosca bajo la influencia del calor.
Y en aquel silencio expectante y siniestro, en casi todos los rostros hay una expresión malhumorada y dura.
Luego salió el mismo hombre vestido de Caronte y esperó…
Atravesó con paso lento la arena y volvió a dar los tres martillazos en la puerta por la cual habían salido los gladiadores.
Y un murmullo recorre todo el Anfiteatro:
– ¡Ahí vienen los cristianos! ¡Los Cristianos!
Rechinaron los enrejados de hierro y se abrieron las puertas y por entre aquellas lóbregas aberturas…
Se oyó el grito:
– ¡A la Arena!
Se volvió a oír el sonido de las trompetas…
Y de aquel oscuro túnel, salió una fila de carretas adornadas con flores y festones blancos, que llevan grupos de jóvenes de ambos sexos, totalmente desnudos, coronados con guirnaldas.
Van tomados de la mano, silenciosos y dignos.
Las carretas tiradas por mulas desfilan lentamente alrededor de la arena, hasta llegar al Podium Imperial.
Se oye el toque penetrante del cuerno y el silencio se hace más profundo todavía…
El rostro del César se distorsiona con una maligna sonrisa al tenerlos frente a sí.
Y esperó…
Pero esperó en vano el saludo de estos gladiadores en particular…
Pues ellos abren sus bocas para entonar un himno que se eleva suave al principio y Glorioso después:
“Pater Noster…”
El asombro se apodera de todos los espectadores mientras el himno resuena grandioso y absolutamente poderoso.
Al concluir la Oración Sublime, continuaron con “Christus Regna”.
Los condenados cantan sus estrofas triunfales con los rostros levantados hacia el Cielo.
Y el público ve aquellos semblantes serenos y llenos de inspiración.
Y todos comprenden que aquellas personas no están implorando compasión…
Porque los cristianos en esos momentos ya no ven ni al Circo, ni a sus espectadores, ni al César. Están físicamente…
Pero al mismo tiempo ¡No están allí!
El Christus Regnat resuena con una modulación cada vez más poderosa…
Y muchos se preguntan:
– ¿Qué significa esto?
– ¿Quién es este Cristo que reina en los labios de estas gentes que van a morir?
El César se sintió despechado y desilusionado.
Se estremece ardiendo por la ira y extendiendo su brazo, vuelve el pulgar hacia abajo, apuntando hacia la tierra.
Y las carretas empiezan a moverse hacia el escenario.
Algunos cristianos jóvenes, son encadenados de sus muñecas, a las argollas de los postes que circundan el círculo.
Una jovencita muy hermosa, que tiene una larga y ondulada cabellera rubia que le llega hasta la cintura, es encadenada al poste que está junto al árbol de las manzanas.
Otro grupo es conducido a donde están las parrillas y los encadenan de los pies, para colgarlos de las argollas y de esta forma quedan suspendidos con la cabeza hacia abajo.
Entre ellos hay un niño pequeño.
Es el único que está vestido con una tuniquita blanca, recamada con finas grecas.
A él también lo suspenden igual. Y con un cinturón de flores a la cintura y otro alrededor de los muslos, le sujetan los brazos a lo largo del cuerpo.
Cuando terminan de llenar de víctimas los asadores, otros son encadenados a los postes en donde está la Cruz, donde han sido colocados trozos de leña, para hacer junto con ellos una hoguera.
Cuando todo está listo, se oye nuevamente el toque de las trompetas…
Y a una señal, las monumentales parrillas son encendidas y su fuego es atizado por los esclavos.
También prenden fuego a la hoguera y pronto éste sube alto, en la base de la Cruz.
El pueblo está estupefacto, pues no se oye un solo lamento.
Por el contrario, un himno se eleva glorioso:
Cantemos jubilosos al Señor Jesús
Aclamemos a la Roca que nos salva
Delante de ÉL, marchemos dando gracias
Aclamémoslo al son de la música.
Porque el Señor es un Dios Grande
El soberano de todos los dioses
En su mano está el fondo de la Tierra
Y suyas son las cumbres de los montes
Suyo es el mar. Él fue quién lo creó.
Y la tierra firme formada por sus manos
Entremos y adoremos de rodillas
Prosternados ante el Altísimo que nos creó
Pues Él es nuestro Dios y nosotros somos su Pueblo
El rebaño que Él guía y apacienta
Canten al señor un canto nuevo
Canten al Señor toda la Tierra
Canten al Señor, bendigan su Nombre Santo
Su salvación proclamen diariamente.
Cuenten a los paganos su esplendor
Y a los pueblos sus cosas admirables
Porque grande es el Señor
Digno del honor y la Alabanza
Más temible que todos los dioses.
Pues son nada esos dioses de los pueblos
El Señor es Quién hizo los Cielos
Hay brillo y esplendor en su Presencia
Y en su Templo belleza y majestad.
Adoren a Jesús todos los pueblos
Reconozcan su Gloria y su Poder
Den al Señor la Gloria de su Nombre
Traigan ofrendas y vengan a su Templo
Póstrense ante Él con santos ornamentos
La Tierra entera tiemble en su Presencia.
El Señor Reina. Anuncien a los pueblos
Él fija el Universo inamovible
Gobierna a las naciones con Justicia
¡Gozo en el Cielo! ¡Júbilo en la Tierra!
¡Resuene el mar y todo lo que encierra!
Salten de gozo el campo y sus productos.
¡Alégrese toda la Creación!…Delante de Jesús
Porque ya viene a juzgar a la Tierra.
Juzgará con Justicia al Universo
Y a los pueblos según su rectitud.
Más o menos a la mitad del Himno, Tigelino ha hecho una señal…
Y se abren las aberturas que han sido preparadas para este propósito, por entre todo el escenario.
Cuando casi ha finalizado el canto, muchos pitones enormes se deslizan hacia las víctimas propiciatorias.
Una que mide casi diez metros sale por detrás del árbol y se enrosca alrededor de la doncella encadenada.
Que con su cara levantada al cielo… Ella sigue entonando aquel himno triunfal.
Hasta que la anaconda la tritura en un mortal abrazo y su voz se extingue al igual que las demás.
Se abren nuevamente las puertas.
Ingresan a la arena el grupo de cristianos vestidos con pieles de fieras.
Y siguiendo las instrucciones recibidas se dividen en dos grupos, que se dirigen a ambos lados del escenario.
Mientras llegan al lugar designado, van cantando también otro himno.
Marco Aurelio al verlos se pone de pie.
Y según lo convenido, se voltea hacia el sitio donde está el apóstol.
Aparentando una tranquila indiferencia, pide a uno de los sirvientes de su comitiva un refrigerio y se vuelve a sentar…
El himno resuena ante todos los espectadores que siguen pasmados y sin asimilar lo que está sucediendo:
Demos gracias al Señor porque es Bueno
Porque es eterno su Amor.
Al Señor en mi angustia recurrí
Y Él me respondió sacándome de apuros
Si Jesús está conmigo no temeré
¿Qué podrá hacerme el hombre?
El señor es mi Fuerza y es por Él que yo canto
Jesús es para mí la salvación.
El brazo del Señor hizo proezas
El brazo del Señor es Poderoso
El Brazo del Señor hizo prodigios.
No he de morir, sino que viviré
Para contar lo que hizo el Señor
Ábranme pues las Puertas de la Justicia
Para entrar a dar gracias al Señor
Ésta es la Puerta del Señor
Por ella entran los justos.
Te agradezco que me hayas escuchado
Tú fuiste para mí la salvación
La piedra que los constructores desecharon
Se convirtió en la Piedra Angular.
Esto es lo que hizo el Señor. Es una maravilla a nuestros ojos
Este es el día que ha hecho el Señor. Gocemos y alegrémonos en Él,
Danos Señor la salvación. Danos Señor la bienaventuranza.
Tú eres mi Dios y te doy gracias
Dios mío, yo te alabo con mi vida
Den gracias al Señor porque es Bueno
Porque es eterno su amor.
Aún resuenan las últimas estrofas, cuando se oyen rechinar las puertas del Caniculum…
Y empiezan a salir los leones, uno tras otro. Enormes, castaños, soberbios. Con sus magníficas y grandiosas melenas.
Salen también los tigres de Bengala, majestuosos y bellísimos, junto con las negras y relucientes panteras.
Y todas las demás fieras son lanzadas a la arena paulatinamente.
El César utiliza su esmeralda pulimentada, para ver mejor.
Primero los augustanos y luego la multitud, reciben a los leones con aplausos.
Todos miran alternativamente a los feroces animales y a los cristianos que se han arrodillado mientras cantan.
Con curiosidad morbosa quieren ver que impresión produce en ellos los feroces animales.
Pero tienen que seguir con su asombro.
Nadie se mueve.
Sumergidos en su oración individual parecen no percatarse de los portentosos rugidos de las fieras.
Los leones aunque están hambrientos por llevar varios días sin comer, no se apresuran a lanzarse sobre sus presas.
Están un poco deslumbrados por la luz del sol…
Y también aturdidos por los alaridos de la multitud.
Se desperezan con lentitud.
Abren sus poderosas mandíbulas como un bostezo y luego miran a su alrededor.
Se agazapan como al asecho, se ponen alerta y con un ronco sonido, se lanzan sobre sus indefensas presas…
Y empieza la carnicería.
De feroces dentelladas destrozan los cuerpos y los devoran, mientras brotan torrentes de sangre, de los cuerpos mutilados.
Un león se acerca a un hombre que tiene un niño en los brazos. Con un rugido corto y brusco, atrapa al niño y lo devora.
Mientras que de un solo zarpazo abre al hombre, como si lo hubiera partido a la mitad y con la garra con que le alcanzó el cuello, casi le desprende la cabeza.
El pobre padre ya está muerto, antes de caer al suelo.
En aquel horrendo espectáculo, las cabezas desaparecen entre las enormes fauces abiertas de las fieras, que las cierran de un golpe.
Y algunas aferrando a las víctimas por la mitad del cuerpo, corren con su presa pegando enormes saltos, buscando un sitio propicio donde devorarla mejor.
Marco Aurelio mira aquella masacre con asombro y con cierto sentimiento de culpa.
Al presenciar aquellos martirios tan gloriosos.
Aquellas magníficas confesiones de Fe inquebrantable y aquel heroísmo triunfante.
De aquellas víctimas que él sabe perfectamente que son inocentes de todos los crímenes que les imputan.
Le penetró en el alma un dolor acerbo, porque si el mismo Cristo murió en el tormento para salvarlo también a él…
Y está siendo testigo de cómo miles de cristianos están pereciendo y sufriendo por Él…
Le pareció un pecado el implorar misericordia, pues más bien es él quién debiera estar acompañando a Alexandra, dentro de la prisión.
Y comenzó a orar, pidiéndole a Dios que lo guíe y lo ayude a hacer su Voluntad.
Ensimismado en sus profundas reflexiones, perdió la noción del sitio en el que se encuentra y de todo lo que ocurre a su alrededor.
Por un momento le pareció que la sangre de la arena, se eleva como una ola gigantesca que rebosa fuera del Circo y que inunda Roma entera…
Deja de oír los rugidos de las fieras, los gritos de la gente, las voces de los augustanos…
Hasta que de súbito empezaron a repetir:
– ¡Prócoro se desmayó!
Petronio exclama tocando el brazo de Marco Aurelio:
– ¡Se desmayó el griego!
Y efectivamente, Prócoro Quironio está en su asiento, pálido como la cera con la cabeza echada hacia atrás… Y con la boca abierta como si estuviera muerto.
Lo sacaron fuera del Circo.
El espectáculo se ha convertido en una escalofriante Orgía de Sangre.
Los espectadores están de pie.
Algunos han bajado hasta los pasillos, para ver mejor y se producen así, mortales apreturas.
El césar, con la esmeralda sobre el ojo, contempla con atento deleite, cuanto acontece en la arena.
En el rostro de Petronio hay una expresión de repugnancia y desdén…
Aunque en su interior está impactado y lleno de preguntas sin respuesta…
Pedro está de pie, bendiciendo una y otra vez a las ovejas devoradas del Rebaño.
Nadie le mira, porque todos los ojos están atentos en el sangriento espectáculo.
Mientras bendice, con su corazón desgarrado por el dolor…
Su Oración es clara y dice:
– ¡Oh, Señor! ¡Hágase tu Voluntad! ¡Te ofrezco todo esto por tu Gloria! Te entrego las ovejas que me diste para apacentarlas.
El Adversario quiere exterminarnos. Pero Tú sabes cuales dejarás para que la Iglesia no desaparezca…
Ya están abiertas las Puertas del Cielo, para recibir tu cortejo de mártires gloriosos.
Padre santo fortalece mi espíritu para contemplar esto y seguir haciendo tu Voluntad…
Mientras tanto en el Podium, el César dice unas palabras al Prefecto de los pretorianos.
Tigelino asiente con la cabeza y se dirige al interior del Anfiteatro.
En medio de gritos, lamentos y rugidos, allá entre los espectadores se empiezan a oír risas histéricas, espasmódicas y delirantes, de personas cuyas fuerzas y nervios ya no resistieron tanta barbarie.
El pueblo se horroriza al fin…
Muchos semblantes se han puesto sombríos y varias voces comenzaron a gritar:
– ¡Basta! ¡Basta! ¡Basta ya!
Se ha colmado la medida.
Pero es más fácil traer las fieras a la arena, que sacarlas de ella.
Más el César ya había previsto el medio apropiado para esa eventualidad…
Un recurso para despejar el Circo, procurando al mismo tiempo, un entretenimiento más.
Por todos los pasillos que hay entre los asientos, se presentan grupos de arqueros numídicos.
Negros como el ébano, con sus cuerpos lustrosos y formidables, ricamente ataviados con joyas de oro y plumas multicolores, armados con arcos y flechas.
El pueblo adivinó que un nuevo espectáculo se aproxima y acoge a los arqueros con alegres aclamaciones.
Los numídicos se acercaron a la barandilla, tomaron sus posiciones para disparar.
Y a una señal comienzan a asaetear a las fieras…
Los cuerpos de los guerreros, fuertes y esbeltos, como si hubieran sido tallados en mármol negro, se doblan hacia atrás, extienden las cuerdas de sus arcos y afinan la puntería.
El zumbido de las cuerdas y el silbar de las emplumadas flechas, al atravesar velozmente el aire, se mezclan con el rugido de los animales heridos de muerte…
Las aclamaciones y la admiración de la concurrencia por su excelente habilidad.
Osos, lobos, panteras y serpientes, van cayendo uno tras otro.
Aquí y allá, los leones y los tigres al sentirse heridos, rugen de dolor y tratan de librarse de la flecha, antes de caer con el estertor de la agonía.
Y las flechas siguen zumbando por el aire, hasta que sucumben todas las fieras, debatiéndose entre las convulsiones postreras de la muerte.
Entonces centenares de esclavos se precipitan en la arena, armados con azadas, escobas, carretillas y canastos para el transporte de las vísceras. Salen en grupos sucesivos y en toda la extensión del Circo. Desplegando una actividad febril y rapidísima.
En pocos minutos, la arena queda despejada de cadáveres. Se extrajo la sangre y el cieno. Se desmanteló el escenario. Se cavó. Se niveló el piso y se le cubrió con una nueva capa de arena.
Luego pusieron en medio un entarimado de regular tamaño. Enseguida penetró una legión de cupidos que esparcieron pétalos de rosas y gran variedad de flores.
Se removió el velarium, ya que el sol había bajado considerablemente y entre el público todos se miraron unos a otros, preguntándose, qué otra cosa seguirá a continuación.
Y en efecto, sucedió lo inesperado…
El César, que había abandonado el Podium unos minutos antes, se presentó de súbito en la florida arena. Le siguen doce coristas con sendas cítaras.
Sostiene en la mano un laúd y se adelanta con paso solemne hasta el entarimado que ha sido decorado para enmarcar su actuación.
Saludó varias veces a los espectadores, alzó la vista al cielo y pareció aguardar un soplo de inspiración. Luego hizo vibrar las cuerdas…
Y comenzó a cantar la Troyada.
Mientras tanto el apóstol Pedro, tomándose la cabeza con sus manos temblorosas, exclamó en voz baja y desde lo más profundo del alma:
– ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Señor! ¡Qué pueblo, qué ciudad y qué César!
¡En qué manos has permitido que quede el gobierno del mundo! ¿Por qué has querido fundar tu Iglesia en este sitio?
Y comenzó a llorar.
Las carretas comenzaron a moverse… Sobre ellas han colocado los sangrientos despojos de los cristianos, para ser llevados a las fosas comunes.
Los sobrevivientes son enviados por otro corredor.
Nerón está cantando las últimas estrofas y su voz emocionada tiembla y se le humedecen los ojos…
Y en los de las vestales también hay lágrimas, pues sus versos son una muy sentida alegoría del incendio de Troya.
Y el pueblo que ha escuchado en silencio, permaneció mudo por largos minutos antes de estallar en una prolongada tempestad de aplausos y de clamorosas aclamaciones…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
63.- ORGÍA DE CRUELDAD Y DE SANGRE
En el palacio de Tiberio hay una zona donde están los edificios destinados para las habitaciones de los huéspedes distinguidos: rehenes reales, invitados especiales o personajes importantes que participan en los banquetes imperiales.
También están los lupanares de Tigelino y en el sótano de los edificios se hallan los calabozos que construyó Calígula, para desfogar su crueldad, lo que era su máxima diversión.
Los cristianos han sido conducidos a éste último lugar…
Y el César y sus invitados llegan detrás de ellos unos veinte minutos después.
Entonces Nerón ordena a Tigelino que se haga acompañar de Asinio Corvino y de Furio Escribonio, dos hombres abyectos y sanguinarios; para que conduzcan a las vírgenes cristianas a sus lupanares y sean violadas con especial barbarie, por los gladiadores.
Y sonriendo con maligna y anticipada satisfacción, pues conoce a fondo su índole criminal…
Le ordena a Corvino:
– Quiero que te encargues personalmente de Fátima. Haz que aprenda a temblar al escuchar mi nombre ¿Entiendes?…
El augustano sonríe con diabólica crueldad, al contestar:
– Así lo haré, divinidad. Te aseguro que quedarás plenamente satisfecho…
Una decuria conduce a las vírgenes al lugar designado, seguidos por el inesperado séquito encabezado por Tigelino.
Nerón y sus acompañantes bajan a los sótanos, donde los esperan los cristianos y sus verdugos.
Los muros están hechos con sólidas piedras cuadradas, sobrepuestas.
La luz es tenue y triste, como si se filtrase por aspilleras y se mezclase con el resplandor incierto de algunas lámparas de aceite, que iluminan un poco aquel ambiente oscuro y siniestro.
Es un amplio corredor espacioso que llega a una estancia muy grande y sigue como una especie de curva, como si formara una larga elipsis.
Y hay desparramadas gruesas piedras que sirven de asiento.
Varios hombres gigantescos barbados, semidesnudos y portando teas encendidas, se despliegan a lo largo del enorme recinto y lo iluminan totalmente.
En este lúgubre lugar, Calígula dio rienda suelta a sus sanguinarias y brutales inclinaciones, pues uno de sus placeres más gratificantes era presenciar torturas y el último suplicio de los condenados.
Este sitio ha sido diseñado y construido, precisamente para eso.
A lo largo de toda la muralla en un lado, están una especie de bancos de piedra de granito adosados a la pared; para que se instalen los morbosos espectadores que quieran observar el infernal espectáculo que proporcionarán, las desventuradas víctimas de tan macabros instrumentos…
Y en la muralla de enfrente están todos los artefactos de tortura, que la ferocidad humana ha sido capaz de inventar: argollas en el piso, en el techo y en las paredes. También están una docena de potros y otra de parrillas.
Y colgados: garfios, cadenas, flagelos, tenazas, ganchos, etc.
El lugar es húmedo y frío. Los espectadores se envuelven en sus lujosas togas, buscando un poco de alivio al estremecimiento que el aire helado les produce.
Nerón se arrebuja en su capa de visón que le diera Pitágoras, mientras le aconsejó que cuidara su garganta y hace una señal a Haloto.
Éste inclina la cabeza y da una orden…
Entonces hacen su entrada los cristianos…
Cada uno de ellos lleva cuatro verdugos.
Uno lo azota con varas y los otros dos lo empujan entre sí, como si fuera una pelota. El cuarto les avienta agua helada sobre el cuerpo desnudo. Otro más, los espera en cada instrumento de tortura…
A los que son colgados del potro, les ponen fuego bajo los pies y son desgarrados con garfios que dejan al descubierto los pulmones.
Mientras que son azotados con látigos múltiples, de nervios durísimos.
Los que son atados con grilletes a las parrillas, también son azotados y desgarrados con ganchos.
Y los que son metidos en el cepo, reciben el mismo tratamiento.
Pero en aquel lugar espeluznante, NO se oye ni una sola queja…
Al contrario.
Los mártires son tomados en el espíritu y un cántico celestial, en una lengua incomprensible para ninguno de los presentes.
Se eleva suavemente al principio…
Triunfal y resonante después…
El tiempo pasa…
Los verdugos se relevan unos a otros, hasta que empiezan a fatigarse…
Nerón se levanta con el semblante desencajado por el asombro más absoluto.
Está totalmente perturbado y después de un largo momento exclama:
– Pero ¡¿Quién es este Dios?!
Iván le contesta tranquilamente desde el potro donde ha sido atado, mientras le estiran los miembros para dislocárselos:
– Si fueres digno le Conocerás…
Más cuando Nerón voltea a mirarlo…
El joven sigue abstraído en una intensa Oración.
El César y sus acompañantes están perplejos y estupefactos. Sin poder comprender, ni asimilar lo que está sucediendo…
Marco Aurelio está dichosísimo ante este inesperado despliegue de la Presencia de Dios…
Petronio, recuerda su salvación milagrosa con la muerte de Calígula, después de que pidiera a los hebreos que lo encomendaran en sus oraciones…
Y su nombramiento como Procónsul de Bitinia por parte de Claudio…
Y por segunda vez en su vida lo sobrecoge un estremecimiento, ante un hecho totalmente sobrenatural e inexplicable…
Sin poder evitarlo, un pensamiento le sacude:
‘¿Acaso el Hijo es tan Poderoso como el Padre?’... De ser así…
¡Este Dios es Increíble…!
Y recordando la carta de Alexandra, que se ha grabado en su memoria palabra por palabra, concluye pensando:
– ‘Por eso sus adeptos están dispuestos a dar su vida por Él y NO LE TEMEN A NADA…’
En eso llega un centurión pretoriano y le dice al César que Tigelino desea hablarle…
Nerón hace una señal a Carlos, el jefe de los verdugos y éstos hacen una pausa.
Luego ordena que pasen Tigelino y sus acompañantes…
Pero éste entra solo acompañado por Xavier, el jefe de la guardia personal de Nerón.
Y éste, sorprendido les pregunta:
– ¿Qué pasó?… ¿Dónde están Corvino y Escribonio?
El Prefecto le responde:
– Nadie se pudo acercar a ellas… Tenemos veintitrés gladiadores muertos, porque les ordené que las tomaran o yo personalmente les aplicaría la pena de muerte, si no obedecían.
Corvino y Escribonio, obedeciéndote a ti, se acercaron a Fátima y…
Tigelino titubeó antes de proseguir.
Y Nerón, muy impaciente y alterado, le preguntó:
– ¿Y qué? ¡Por Zeus! ¡Acaba de una vez!…
– El Ángel que cegó a Aminio Rebio los fulminó a todos… –concluye Tigelino con tono de disculpa y de derrota.
Por unos segundos, el César se queda paralizado…
Trata de asimilar la noticia recibida…
Luego aspira profundamente y grita:
– ¡Tráelas aquí!… –Ordena Nerón con los dientes apretados.
Y furioso agrega:
– ¡Y atorméntenlas igual que a éstos!
Marco Aurelio está sorprendido y feliz… Y su esperanza se renueva…
Petronio sonríe de manera enigmática…
El canto se reanuda…
Todos los demás, están pasmados y en shock…
¡No pueden creer lo que están oyendo!…
Mientras tanto los verdugos se preparan a seguir el mismo procedimiento con las vírgenes que NO pudieron ser profanadas.
Cuando éstas llegan, se unen al himno que resuena glorioso en aquel macabro lugar…
¡Aleluya!
Alaben al Señor desde los Cielos
Alaben al Señor en las alturas
Alábenlo todos sus ángeles,
Alábenlo todos sus ejércitos.
Alábenlo el sol y la luna
Alábenlo estrellas luminosas
Alábenlo los más altos Cielos
Y las aguas que están
Por encima del firmamento.
Alaben el Santísimo Nombre de Jesús
A cuya orden fueron hechos
Él los estableció para siempre
Y les dio una Ley Eterna.
Los reyes de la Tierra y todas las naciones
Príncipes y gobernantes de la Tierra,
Jóvenes y doncellas.
Los ancianos junto con los niños.
Alaben todos el nombre de Jesús.
Sólo su Nombre es sublime.
Su majestad se eleva sobre la Tierra y el Cielo
Y ha dado a su Pueblo gloria.
Canten al Señor un canto nuevo.
Alábenlo en la Asamblea de sus santos.
Alégrense cristianos en su Creador.
Que los hijos de Dios se alegren en su rey.
Alaben su Nombre entre danzas
Al son del arpa y el tambor
Porque dios ama a sus hijos
Y viste de gloria a los humildes.
JESÚS VIVE,
JESUS REINA,
¡Aleluya! ¡Aleluya!
Las vírgenes son lanzadas, suspendidas, estiradas, desgarradas, flageladas, azotadas y asadas…
Los verdugos están exhaustos…
Los cristianos siguen alabando al Altísimo.
Los espectadores están estupefactos y Nerón está furiosísimo.
Mientras los mártires cantan, sus heridas son milagrosamente sanadas…
Y su rostro resplandece más y más, con una gloria sobrenatural…
Joshua desde la parrilla dice con gran tranquilidad, como si estuviera bronceándose en una playa:
– Tu fuego y tu tortura, regeneran nuestras almas. Sufrir por Dios es nuestra gloria y morir por Cristo la deificación total.
Margarita desde el potro, declara majestuosa:
– Tú defiendes la causa de Satanás y por eso estás tan enojado… No podrás perjudicarnos con tus suplicios…
Tú en cambio, estás preparando tu alma para el Infierno, donde hay un fuego infinitamente más fuerte que éste.
Un fuego que jamás se apaga…
Fátima, que ha sido colgada de una argolla del techo, amarrada de los pies y estirada con las argollas del suelo, para poder desgarrarla mejor con los garfios.
Mientras dos verdugos la flagelan, con su voz llena de dulzura, pregunta:
– ¿De qué te ha servido cebar en nosotros tu crueldad y tu infamia?…
¿Por qué NO reconoces que Dios te ha Vencido?
¿Por qué NO reconoces que Él es el Rey de reyes y Señor de los señores?
¿POR QUÉ NO TE INCLINAS ANTE SU SEÑORÍO, SU MAJESTAD, SU GRANDEZA Y SU PODER?
¡Eres un hombre necio!…
Esto es más de lo que Nerón puede soportar…
Se voltea hacia Tigelino y le da varias instrucciones en voz baja.
Éste asiente con la cabeza y va a hablar con Carlos, el jefe de los verdugos.
En el colmo para el emperador en esta increíble noche, Joshua vuelve a hablar:
– Jesús Resucitó… Y Venció a la Muerte. Él es el Señor, Dueño de la Vida y de la Muerte.
Esto es lo que Dios nuestro Señor, ha querido demostrarte en este día.
Nerón lo mira feroz, pero no le contesta nada.
Y espera…
Los verdugos retiran a todos los cristianos, menos a los tres que han hablado…
Los jóvenes no sólo NO se ven atormentados, sino que su hermosura ha aumentado en forma tan impresionante…
Porque es la belleza sobrenatural de los cuerpos glorificados la que palpita en ellos y deja pasmados y con la boca abierta a quienes los contemplan…
A Margarita la bajan del potro y la hacen a un lado.
Separándola de los demás que hacen una doble fila frente a los impactados espectadores y Xavier el capitán de los pretorianos se pone junto a ella, como escolta.
A Fátima que tiene su rostro radiante por el éxtasis en una visión celestial…
No se da cuenta que le han soltado los pies de la argolla del suelo y la elevan más con la cadena, hasta la argolla del techo…. Luego le separan las piernas con los grilletes y las cadenas de los tobillos a dos argollas que la dejan casi totalmente abierta…
Y le colocan debajo, sobre el piso, una gruesa cuña de hierro…
A una señal del César, sueltan la cadena del techo y Fátima se precipita de tal modo sobre la cuña…
Que le descuartiza las vísceras.
La virgen queda empalada, sin un quejido y sin perder la sonrisa…
Nerón quiso de esta brutal manera, quitarle la virginidad tan tenazmente preservada…
Pero nunca como en aquel baño de sangre, el lirio floreció más bello…
Y de las vísceras descuartizadas se expandió para ser recogido, por el Ángel de Dios.
Margarita dijo:
– Paz, para Fátima.
– Paz. –repitieron todos los cristianos.
Joshua está de pie, junto a la parrilla de donde acaban de quitarlo.
Su cuerpo glorioso ha sido completamente sanado y NO tiene una señal del tormento recibido…
Nerón lo llama:
– Ven aquí…
El joven avanza con paso firme y queda frente al emperador a un poco más de un metro de distancia.
Lo mira tranquilamente y espera…
Nerón lo mira fijamente mientras le dice:
– El señor de la vida y de la muerte soy yo…
Y de repente, el César levanta la espada que le había quitado a Xavier y que estaba oculta entre sus vestiduras…
De un solo tajo le corta la cabeza que cae, salpicando por segunda vez de sangre la vestidura color amatista del emperador y rueda a sus pies.
Y éste la mira con desprecio y le da un puntapié como si fuese un balón…
Arrojándola hasta el otro extremo del enorme salón.
Un silencio sepulcral sigue a esta ejecución y el tiempo parece detenerse…
Luego…
Ante el estupor general, el cuerpo decapitado de Joshua, NO se derrumba.
Y por el contrario, avanza con pasos firmes hasta el lugar donde ha caído la cabeza…
La toma con sus manos y la coloca a un costado de su cintura como si fuera un yelmo, rodeándola con su brazo y sosteniéndola con su mano izquierda…
Luego regresa con paso mesurado, hasta el mismo lugar en donde fuera decapitado…
Nerón está paralizado.
La cabeza en las manos del mártir, lo mira con autoridad…
Y con voz majestuosa y muy pausada, le repite:
– El Señor de la Vida y de la Muerte es el Dios Altísimo, nuestro Señor Jesucristo.
Y a ÉL debes rendirle Gloria y Alabanza.
Y ¡Como corolario de aquella noche increíble!…
Enseguida Joshua vuelve a colocar la cabeza en su cuello.
Y la gira con fuerza como si la acomodase…
Mientras continúa como si nada extraordinario hubiese en aquel gesto:
– El Fuego Purifica… Si quieres matarme, sólo podrás hacerlo con el fuego.
Y sin que nadie se lo mande, se coloca en la fila junto a sus compañeros…
Se oye el golpe seco de un cuerpo que cae al suelo, pero nadie le hace caso… Julia Mesalina se ha desmayado.
Petronio está literalmente, con la boca abierta por el asombro más absoluto…
Marco Aurelio no puede ocultar su júbilo y levanta las manos poniéndolas sobre su cabeza…
Orando y alabando en silencio.
ESTE ES EL DÍA DE LA VICTORIA
Nerón reacciona furioso y ordena:
– ¡Llévenselos a la cárcel! ¡Serán pasto de los leones!
Y devolviendo la espada a Xavier, le dice:
– Sabes lo que tienes que hacer…
El oficial inclina la cabeza, hace el saludo militar al emperador y regresa junto a Margarita.
Mientras tanto en el cuello de Joshua, hay una línea roja que se va borrando poco a poco…
Entonces la fila de prisioneros es conducida por sus aturdidos verdugos, de regreso hacia la cárcel Mamertina…
Los cristianos reanudan su canto, con un Himno de Victoria absoluto…
Nerón y sus invitados salen al exterior para dirigirse al salón donde quedaron los restos de la fiesta suspendida…
Afuera reina la intensa oscuridad que precede al alba…
En el firmamento brillan las estrellas y una luna creciente ilumina la noche estrellada, justo antes de que el sol se asome.
El emperador, una vez que ha llegado a su ‘Paraíso de Deleites’…
Se despide de sus invitados así:
– Amigos, estoy cansado y voy a retirarme.
Los que quieran quedarse, Doríforo los atenderá.
Nos veremos mañana en el Circo.
Y Nerón se retira con su séquito personal…
Mientras casi todos los invitados abandonan el Palacio y se dirigen a sus casas, comentando entre sí los extraordinarios sucesos de los que acaban de ser testigos…
Una aurora espectacular, tiñe de rojo el horizonte…
Cuando Nerón ha salido con su séquito y sus invitados, le siguen los mártires con sus verdugos que los regresarán al Tullianum…
Una vez que han quedado solos, Xavier se quita su clámide y la pone sobre los hombros de Margarita, para cubrirla en su desnudez.
Luego le indica suavemente que lo acompañe…
La hermosa virgen, después de haber soportado torturas espeluznantes y permanecer firme en su Fe, es conducida nuevamente hacia las galerías en donde están los gladiadores.
Donde la aguarda el nuevo suplicio ordenado por el emperador…
Una vez que llegan al amplio corredor que conduce al lugar designado…
Dónde ya la está esperando el verdugo…
Una multitud de hombres al verla pasar, trata de molestarla, insultándola con frases obscenas y sarcasmos lascivos.
Xavier les advierte con voz imperiosa:
– ¡Si no os calláis y la respetáis, yo mismo me encargaré personalmente de que compartáis su tormento!…
Un silencio temeroso sigue a la amenaza del tribuno…
Xavier pone su brazo izquierdo protector, sobre los hombros de la virgen y su mano derecha sobre la empuñadura de su espada.
Y trata con mucha gentileza a la doncella cristiana…
Cuando llegan al sitio designado, ella dice gentilmente:
– Por favor, valiente soldado. Antes de entregarme en manos del verdugo,
¿Me permitirías estar un momento a solas, para hacer una Oración a mi Señor Jesucristo?
El pretoriano le sonríe y contesta solícito:
– ¡Claro que sí! Mientras me informaré de algunas cosas con mis legionarios…
Y se acerca al verdugo, haciendo un comentario e iniciando una conversación trivial.
Margarita se aleja hacia un rincón y con la cara hacia el murallón, inclina la cabeza en una oración mental ardiente y fervorosa…
Invocando al Dios que ama y está dispuesta a honrar y defender con la vida…
Después de unos diez minutos, el oficial voltea hacia la joven y ve que ya está lista.
Se acerca y mientras le retira la capa, le dice con suavidad:
– Si de mí dependiera, no estarías aquí. –en su voz hay un tono que ofrece una disculpa implícita.
Margarita se conmueve por estas muestras de simpatía y sonriendo al joven tribuno,
Le dice con sencillez:
– No te preocupes por mí. Mi Señor Jesús está conmigo.
Alégrate y ten buen ánimo. Apenas yo salga de este mundo le rogaré a Dios por ti y alcanzaré la Gracia para ti.
Y Él te pagará muy pronto lo que has hecho por mí.
Después de decir esto, con una dulzura y una gracia conmovedoras, se dirige desnuda, digna y majestuosa, hacia los dos hombres.
El verdugo y su ayudante que la esperan junto a una hornilla encendida, donde hay un cubo de metal que hierve…
La sujetan con cadenas y la dejan de pie, en el centro de aquella estancia.
Luego le derraman pez derretida en todo el cuerpo, lentamente y en pequeñas dosis…
La doncella NO exhala la más mínima queja. Ni siquiera un lamento…
Margarita sufre noblemente este nuevo tormento y sonríe dulcemente a Xavier, que se ha hecho a un lado y se queda de pie junto a la muralla.
El militar está muy pensativo…
Los gladiadores y los demás que los siguieron y que han visto todo… Están con la boca abierta, totalmente pasmados…
El pretoriano no tanto; porque ¡Después de lo que ha presenciado aquella noche!…
Corresponde a la sonrisa de la virgen cristiana y espera…
Las injurias se han convertido en asombro y admiración.
Y los verdugos están completamente desconcertados…
Es el segundo suplicio de esta noche en particular.
El primer hombre que les llevaron, no les dejó completar el trabajo.
Aulo Plaucio gritaba que era inocente y a medio suplicio, prácticamente murió de terror. Después de los pavorosos alaridos, se derrumbó sobre el piso y su corazón dejó de latir…
En un inusitado contraste, ahora el cuerpo de la doncella, NO solo NO está quemado.
Sino que se parece a los de los gladiadores cuando desfilan en el circo para el combate…
Es una escultura viviente de alabastro blanquísimo. Soberbio e imponente, en una belleza impresionante…
Y lustroso como si la hubieran ungido con aceite de oliva.
Parece la estatua de una diosa, cuando los verdugos han terminado su trabajo…
Lo más impactante, es la Luz que parece irradiar a través de todos los poros de su piel…
Y más en su rostro perfecto que habrá enamorado a más de uno…
Xavier la espera con su capa desplegada entre sus manos.
La mira sonriente y la llama por su nombre:
– Margarita, por favor ven hacia mí…
Y volviendo su rostro hacia el jefe de los verdugos, le dice:
– Claudio, rinde tu informe al emperador y envíalo a mi cuartel.
Trata de ser específico y ecuánime… Bueno… Lo más que puedas…
El militar le contesta aturdido y completamente pasmado:
– Xavier… Creo que antes de hacerlo, necesitaré un buen vaso de vino… ¡Por Pólux!… Ni siquiera entiendo lo que sucede…
¡Y es la primera vez en mi vida que siento no tener las palabras adecuadas…!
– Inténtalo… De todas maneras, NO es fácil explicar todas las cosas que han sucedido esta noche…
El César te comprenderá perfectamente. No te preocupes…
Te espero en la tarde, para que platiquemos…
Su interlocutor solo mueve la cabeza asintiendo.
Margarita avanza hacia él y el tribuno la envuelve nuevamente con su clámide.
Y sale con ella dejando a todos los demás estupefactos y sin poder comprender que es lo que ha pasado…
Y los comentarios de los soldados, los esclavos, los augustanos, los invitados del Banquete, los verdugos, los gladiadores y todos los impactados testigos de lo sucedido en el palacio, en los calabozos de Calígula y ahora en el patíbulo de los condenados…
Se cruzarán como una ola gigante que desbordará sobre el recinto imperial y correrá como un rumoroso río que cubrirá todas las colinas de Roma y rebasará sus murallas…
Mientras tanto, los dos protagonistas del último encuentro y despliegue del Poderoso Dios de los cristianos, se dirigen al Tullianum.
El sol alumbra en todo su esplendor.
Al día siguiente serán los Ludus Matutinus…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
52.- EN LA ESCUELA DEL SUFRIMIENTO I

PRINCIPIO DEL DESASTRE
Mientras tanto en Roma, los cristianos advertidos por el Espíritu Santo; algunos abandonaron la ciudad y se fueron a la Puerta del Cielo o a otros lugares más lejanos, donde tenían parientes.
Otros, también siguiendo las instrucciones del Divino Espíritu, solo cambiaron de barrio o se refugiaron en casas de otros cristianos.
En la Puerta del Cielo, ante millares de cristianos reunidos, se oyó fuerte y clara, la voz apacible e inconfundible:
– ¡Qué la Paz sea con todos vosotros!
Es el apóstol Pedro que extendiendo sus manos dice tranquilamente:
– ¿Por qué perturba el temor vuestros corazones? ¿Quién de vosotros podría decir lo que va a suceder, antes de que llegue la hora? Si el castigo de Babilonia es el fuego de su Indignación Santa que ha permitido que esto sucediera, NO debéis olvidar que su Misericordia se extenderá a todos los que han sido purificados con el Bautismo y vosotros, cuyos pecados han sido redimidos con la Sangre del Cordero moriréis con su Nombre Santísimo en vuestros labios.
Creo que es necesario que Pablo os recuerde, una lección que ya habéis escuchado antes de vuestro Bautismo, cuando fuisteis catecúmenos.
Pedro se hace a un lado y la voz de Pablo resuena fuerte como una campana en aquel lugar.
Cada corazón bebe ansioso sus palabras:
“Nos gloríamos hasta en las tribulaciones, sabedores de que la tribulación produce paciencia. La paciencia, una virtud probada: la esperanza. Y la esperanza no quedará confundida pues el Amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones, por virtud del Espíritu Santo que nos ha sido dado. Porque si somos hijos, también somos herederos. Herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con Él, para ser también con Él glorificados.”
EL SUFRIMIENTO ES LA PARTE ESENCIAL DEL DOLOR.
El padecimiento toca al cuerpo y el sufrimiento toca el alma. Los dos constituyen la esencia de la Cruz, preparan al alma para la contemplación y son apoyos indispensables para la Oración.
Porque sin sufrimiento no existe la vida espiritual ni se puede llegar a la perfección. Pues la regeneración del alma es dolorosa.
El sufrimiento es medio no solo útil, sino necesario para la purificación, la transformación y divinización del alma. El que se niega a purificarse en su camino por la Tierra y NO aprende a amar de verdad, deberá hacerlo de una manera mucho más tremenda en el Purgatorio, donde la ausencia de Dios es el más terrible de los tormentos.
En nuestra jornada terrenal, Jesús dosifica el sufrimiento y nos ayuda a soportarlo, con su Amor.
Él nos imprime su Semejanza de tal forma que se llega a amar el sufrimiento y lo pedimos como una Gracia.
El alma que ama desea sufrir y el sufrimiento aumenta el amor. El amor y el sufrimiento, unen al alma con Dios hasta fundirla en una misma cosa con Él.
La comodidad y el placer son los peores enemigos del sufrimiento y cuando son apoyados por el amor propio, el alma huye del Dolor y por lo tanto de la Cruz.
El que huye de la Cruz, huye de la Luz. Se ama en la medida que se sufre. Y el que huye del sufrimiento, huye del amor.
No se puede orar; no se puede aceptar el sufrimiento, si no se cree y no se ama.
Amor es paciencia y perdón.
Paciencia en las tribulaciones. Porque el mal lo hereda el hombre de Satanás, Príncipe del Mal y Monstruo devorador e insaciable, de Odio Eterno y viviente.
El mundo es de los malos y el Paraíso de los buenos. Esta es la verdad y la promesa. El mundo pasa, el Paraíso, no. Y si es así, ¿Por qué perturbarse por lo que hacen los malos?
¿Por qué son felices los que obran mal?
Son los eternos lamentos de quién es bueno y oprimido. Porque la carne gime, cosa que no debería ser. Y cuanto más pisoteada, tanto más debería levantar, las alas del alma en el júbilo del Señor.
La Tierra es un lugar de exilio. La Humanidad entera está en marcha hacia la Eternidad. La vida es una Prueba para amar y expiar.
El sufrimiento que el hombre se procura al estar lejos de Dios y por desobedecer sus Leyes, es un cáliz amarguísimo y un sufrimiento inútil.
Al no beber en las fuentes de la Sabiduría, el hombre carece de la Fuerza de Dios, que podría consolarlo.
El hombre se cree siempre capaz de todo y trata de ser autosuficiente. Frecuentemente olvida que necesita a Dios y en ese empeño se va a la ruina.
El sufrimiento hace que el hombre recuerde que sin la ayuda Divina, somos causantes del mismo sufrimiento que nos aflige. Las desventuras manifiestan la locura y necedad humana y la existencia del Poder y la Bondad de Dios.
Cuando la soberbia más refinada de un alma llega hasta el punto de creerse buena, se cree que NO se merece sufrir tanto y se autoproclama que NO hay culpas que expiar. Cuando se piensa así, es porque se es un monstruo perfecto.
Es entonces cuando hay que mirar atrás en el pasado: ‘NO he robado’, ‘NO he matado’.
No son sólo éstas las culpas que merecen pena. No roba solamente el asaltante que hace uso de la violencia y sabe ocultarse para que no lo identifiquen.
Se roba de muchos modos y se roban muchas cosas que no son solo bienes materiales. Además del dinero, joyas, bienes: se roba honor, pureza, estima, salud, beneficios.
Y hacia Dios, respeto, culto de verdadera obediencia, agradecimiento, amor auténtico, etc.
Y esto lo hacen aparentemente las personas más honestas. ¿Aquel que lleva a alguien a desesperarse, no mata; aunque el desesperado no se suicide? Sí. Mata la parte más selecta: el espíritu, que desesperado se aleja de Dios y muere, cuando el Odio se apodera del alma.
El que con obras y palabras siembra la incredulidad y la idolatría en sí mismo o en los demás, comete el pecado de Deicidio, porque al matar la Fe imposibilita al alma para salvarse y además le roba a Dios el alma que le pertenece por justicia.
El que quita la paz y el honor a una mujer y niega la paternidad y el amor al bastardo que engendró, comete uno de los robos más graves y maldecidos por Dios… Y…
Nadie está sin culpas que expiar.
Meditando las cosas de esta forma, debemos llegar a la conclusión de que la vida más dolorosa es un castigo de amor muy leve, dado por un Dios Amorosísimo, que NO quiere castigar eternamente…
EL SUFRIMIENTO Y EL AMOR.
Nunca la caridad va separada del sufrimiento, porque al ser cosa santa, desencadena las iras del Enemigo y Satanás es experto en infligir tormento.
Y nunca el sufrimiento va separado de la gloria, porque Dios es justo y da a quién da.
Los propósitos del Amor, son constantemente atacados por el Demonio, el Mundo, la Carne. Y no hay flagelo más duro que los hombres mismos.
Ellos proporcionan el fuego y la purificación con la que el alma se prueba y se acrisola como el oro y la plata.
La sabiduría de la Resignación y las promesas del mundo futuro, preservan del Odio.
El Odio es poderoso en el mundo pero tiene sus límites.
El Amor no tiene límites, ni en fuerza, ni en tiempo. El amor se convierte en defensa y consuelo sobre la tierra y premio en el Cielo.
La justicia de Dios, siempre vigila aunque parezca ausente. Y el sufrimiento nunca debe conducir al Odio, aunque los hechos parezcan justificarlo.
Dios nunca retira la Gracia que da. Si el hombre permanece sin pecar, su sufrimiento lo lleva a la santidad.
Quien cree en Él, no debe estar triste y sin esperanza, como los que no lo conocen.
No es pecado estar triste, si los momentos son dolorosos. Es pecado ceder más allá de la tristeza y caer en la inercia y la desesperación.
La Oración y la Palabra son el lenitivo para los sufrimientos.
Solo se debe buscar el Amor de Dios para consolarnos. Y en el corazón solo debe existir un amor absoluto por Dios, sin apoyarse en nadie más.
A Dios no le agrada hacer sufrir al hombre, porque lo ama. Por ese mismo amor que lo indujo a Él para salvar, Él sabe que no hay otro camino que el de la Cruz.
Nunca impone sufrimientos que estén por encima de los que la creatura pueda soportar. Cuando el dolor aumenta, también es aumentada la capacidad de sufrimiento…
Y el Espíritu santo comunica la fortaleza necesaria, para que la voluntad del hombre siga siendo heroica y crezca la tolerancia y el amor. Y puedan cumplir la misión delicada y santa de ser víctimas que salven.
No importa el camino por el que se le llama, siempre será el amor. El alma aprende a amar hasta consumirse en una llama de amor, porque han comprendido la Fuerza Poderosa del Dolor.
Y el Amor hace que el sufrimiento sea dulzura y la dulzura sufrimiento.En la misma proporción en que se ama, Dios ayuda a triunfar.
Las almas-víctimas aman de una manera total y triunfan de una manera absoluta.
El viento de las contrariedades aviva a los que son verdaderas llamas en el amor. Arden y se consuman a sí mismas en una Oblación constante.
Los dolores más amargos son proporcionados por los más amados de los suyos. Los sufrimientos mayores vienen de los propios familiares. Son la corona de espinas de los elegidos.
Dios siempre sabe en qué medida debe probarlos. Cuando el sufrimiento aumenta, también aumenta la Gracia para soportarlo. Cuanto más fuerte es la Prueba, tanto más debemos confiar en Él.
Algunas veces es tan dolorosa que nos asalta el deseo de renunciar y el pensamiento de que era mejor NO haber conocido el Camino, jamás.
La voluntad de entrega y el amor que clama al Señor, es lo único que fortalece para salir adelante.
Cuanto se es mejor, tanto más se sufre.
El sufrimiento es amor activo que trabaja más que cualquier otra cosa a favor de las almas y principalmente en la salvación de los familiares, que son los primeros que hay obligación de salvar.
Cuanto más se sufre, más se redime. El sufrimiento es amor ofrecido en sacrificio a Dios y sirve para obtener gracias para los demás.
Nada se pierde en la economía santa del Amor Universal.
En el Sufrimiento está la perfección del Amor: Dar afecto y recibir indiferencia y odio. Dar obras y verlas rechazadas, supera en acerbidad a los tormentos que solo torturan el cuerpo.
La Indiferencia, la Ingratitud y el Odio, hieren al alma y convulsionan el espíritu.
Por eso Jesús debe ser el único amor de nuestro corazón, dulce tormento de nuestra alma y agradable martirio de nuestro cuerpo.
Debemos ser víctimas de su Corazón, por medio de un amargo disgusto que no sea Él.
Víctimas de su alma, por todas las angustias que la nuestra sea capaz de soportar.
Víctimas de su Cuerpo, con el alejamiento de todo lo que satisface al nuestro y por el sometimiento total de una carne criminal y maldita.
Él nos quiere conscientes de nuestro papel dentro del Cuerpo Místico.
Nos quiere vivos, vibrantes de Gracia, de Fe, de amor y por tanto de sufrimientos.
Nos quiere totalmente consagrados a Él, trabajando por sus intereses, sin perdonar esfuerzos, ni sufrimientos.
“En vuestro Nombre Señor obraré y sé que seré poderoso.”
Esta es la Oración que hemos hecho nosotros los apóstoles, pobres e ignorantes ante el mundo, pero ricos y sabios con Cristo. Él, lo único que nos pide son tres cosas:
1- REPARACIÓN. Sabiendo cuantas almas le ofenden, debemos trabajar con Él, reparando con nuestras oraciones, trabajos y penitencias.
2- AMOR. Intimidad con Aquel que es todo Amor y que se pone al nivel de sus creaturas para amarlas y enseñarlas a amarlo. Estrechando nuestra unión con Él.
Reparando, redimiendo y salvando con el Salvador Divino. Trabajando por Él, con Él y en Él, en íntima unión con sus sentimientos y sus deseos.
3- CONFIANZA. Debemos estar seguros de Aquel que es Bondad y Misericordia, estando en contacto con Él, las veinticuatro horas del día.
Viviendo con Él, que nos conoce y al cual conocemos.
Sabiendo que nos ama con locura, porque somos sus almas escogidas, para que viviendo en Él y conociendo su Corazón, lo esperemos todo de Él.
Este es el llamado que Jesús hace como invitación al alma que ha elegido y que siente estremecer su corazón ante este maravilloso privilegio. Pero…
EL HAMBRE DEL ESPIRITU, CONTRA LA RESISTENCIA DE LA CARNE.
Jesús tuvo necesidad de un Ángel Confortador que lo exhortara a sufrir en el Huerto de Getsemani.
Porque si para Él, era algo precioso el hacer la Voluntad del Padre, con su espíritu encendido por la Caridad, sin embargo NO estaba privado de los terrores y las rebeliones de la carne delante del sufrimiento.
Los pequeños Jesús también experimentan este dualismo entre el espíritu y la Carne.
El espíritu que grita: ‘! Inmolación para tener salvación!’
Y la carne que gime: ‘! Piedad! Quiero vivir y no sufrir’
Cuando esto sucede, Dios viene y auxilia fortificando la carne al Dolor, con su Palabra.
Él tiene piedad de nuestra carne, porque en las almas víctimas, es instrumento de Redención, cuando el Espíritu de Dios la posee y la mueve a su placer, como la hierba que el viento besa. Conocerá la gloria del Reino de Dios.
Jesús santificó también la carne, redimiéndola con su Doctrina y con la Sangre.
Es la vestidura del altar del corazón en el espíritu que se inmola en una carne pura, sacrificada, hecha preciosa por el Dolor.
No se debe esperar comprensión y gratitud del mundo. El Mundo los tratará como trató a Jesús: el Mundo no las conoce porque ya no son del mundo.
Ellas se inmolan por el Mundo y el Mundo las mira sacudiendo la cabeza, cubriéndolas de escarnio y golpeándolas con sus armas más perversas.
También el Mundo llega a matarlas y Dios les dará doble vida, porque serán mártires dos veces: del Mundo y del Amor.
No hay que cansarse de ser víctimas.
Las injurias y los golpes del Mundo, no obstante que son como golpes de ariete contra frágiles carruajes, NO deben apartarnos fuera de la Vía Purpúrea del Sacrificio, que se injerta en la Vía Regia que conduce al espíritu hacia Dios.
Hay que seguir a Jesús por la senda del Sufrimiento comprendido, aceptado, amado y vivido sólo por Él, como humilde respuesta a lo que nos pide el Señor.
Cuando las tribulaciones y el sufrimiento se hacen más agudos, hay que cuidarse del Desaliento, arma infernal usada por Satanás, para atrofiarnos toda actividad interior.
Es entonces cuando hay que encuadrar los sufrimientos, dentro de la real visión de la vida entendida como Prueba.
No hay que decir: ‘Todo es inútil’ cuando parece que la semilla haya caído en terrenos áridos.
Con el llanto se riega y con el holocausto total, todo se convierte en tierra fecunda. Y con la Oración y una inteligencia despierta al Amor, las derrotas se vuelven las más rotundas victorias.
El sufrimiento es el oro puro del amor del Alma-víctima, sangre del corazón de la mística Comunión de los Santos y que con Cristo a la cabeza, resucita a los muertos en el espíritu.
Resurrección mucho más preciosa que la de la carne.
El sufrimiento ofrecido a Dios con amor y con alegría, abandonándose completamente a la Voluntad de Dios, se convierte en un don precioso.
Y Él corresponde con su ayuda y su consuelo.
Él Mismo ayuda a sufrir. Y el auxilio de María es invaluable, con su dulzura maternal. Ella también nos forma y nos ayuda a extendernos sobre la Cruz, en la alegría de ofrecerse a Dios por los hermanos, igual que Jesús se entregó a nosotros.
Y es entonces cuando la Cruz se lleva con alegría y no pesa. El sufrimiento se vuelve dulce y conduce a la verdadera paz del corazón, porque en la Oración está el lenitivo y la fuerza para seguir siempre adelante, ofreciendo siempre a Dios todos:
Los sufrimientos interiores. Humillan mucho porque provienen de la experiencia de sus limitaciones, de sus defectos, de sus numerosos apegos.
Lo procuran, el desarrollo de las circunstancias que nos rodean y que la providencia de Dios permite para sus misteriosos designios, que siempre están llenos de Amor.
Los sufrimientos exteriores. Son los que con frecuencia nos procura Satanás, cuando nos ataca con toda su rabia y su furor, tratando de destruirnos para hacernos desistir de seguir a Jesús.
A todos nos atormenta con todo género de tentaciones. Con la Duda y la Desconfianza, con la Aridez y el Cansancio, con la Crítica, la Ironía y la Calumnia.
Y a veces con palizas que físicamente nos dejan fuera de combate por breve tiempo, pero que con la Oración son vencidas y ampliamente recompensadas.
También aquí entran los que provienen de las persecuciones que terminan con el martirio cruento.
EL SUFRIMIENTO EXPIATORIO.
El hombre peca con demasiadas maldiciones y para que Dios no acabe exterminándolo, porque además hace la tremenda acusación a Dios de las desesperaciones que son fruto natural de una vida sin Fe y alejada de Dios.
Y que se procuran a sí mismos con las consecuencias de sus actos. Y para que no finalicen condenados eternamente, es necesario que las víctimas amen, sufran, rueguen, bendigan, crean, esperen, adoren, sufran.
Sufrir, sufrir y sufrir, para que purifiquen a los que van a la muerte del espíritu.
El sufrimiento de las víctimas, es el que mantiene a raya a Satanás, que se ha vuelto poderoso por las demasiadas maldiciones que lo hacen permanecer haciendo el Mal.
El sufrimiento expiatorio convierte a las almas en salvadoras.
¡Salvar! Para salvar a la humanidad, Jesús dejó el Cielo y conoció la Muerte. Salvar es la más grande de las caridades.
Y convierte a las almas víctimas en salvadoras iguales a Cristo.
Para salvar al mundo de la desesperación las víctimas son torturadas con todas las desesperaciones y nunca cesan de sufrir.
Las calumnias y las murmuraciones del mundo, son su pan de cada día.
CON SU SUFRIMIENTO OFRECIDO Y ACEPTADO POR DIOS, SE CONVIERTEN EN LOS PEQUEÑOS CRISTOS…
¿POR QUÉ SUFREN?
Porque un alma necesita su agonía para volver a Dios.
Dios toma su ardor para calentar a otras almas y ellas se quedan frías; sufriendo la gélida aridez espiritual. Sintiendo que NO aman a Dios y con un dolor punzante por lo mismo.
Pero mantienen su fidelidad y esto detiene el Brazo de la Justicia Divina, para que NO descargue su cólera sobre los pecadores. Un solo acto de amor, cuando se sienten desamparadas, repara las ingratitudes de muchas almas.
Y cuando están insensibles y con su voluntad heroica, repiten su amor y su fidelidad y se entregan con docilidad, para seguir crucificadas, siendo un bálsamo precioso y un consuelo para el corazón de Dios.
Y beben su amargura voluntariamente, para expiar convencidos de que Dios trabaja con su sufrimiento, cuyos resultados solo verán cuando hayan regresado a Él.
Y con el llanto bañándoles las mejillas, lloran sobre el Corazón de Dios su Dolor y su tristeza, porque sobre Él es dulce amar y es dulce sufrir. Y le entregan todo su Dolor y su Tristeza.
Todo su sufrimiento y el Sufrimiento de la Creación que les rodea y que NO OFRECEN los que no saben cómo hacerlo.
Y Jesús es el Sol que ilumina con una sonrisa, en medio de la tempestad.
Y sus brazos son el consuelo que rodea su soledad.
El sufrimiento de las víctimas suple el segundo martirio que el Padre ya no quiere que Jesús cumpla.
Y por eso, a cada alma que se inmola, le es concedido expiar y salvar.
Los sufrimientos del alma-víctima, obtienen de Dios Luz, para que las almas puedan reconocerlo.
Siempre sufrirán los inocentes y los santos, porque ellos expían por todos.
Su dolor y su sufrimiento redime y salva.
Víctimas puras a las que consuma el amor, junto a la Gran Víctima, en el Sacrificio Perpetuo: La Eucaristía.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
46.- LA FE VERDADERA Y SOBRENATURAL I
Séneca no podía disimular lo divertido que estaba.
Ni Marcial la admiración que le despertaron los cristianos.
Tanto Ethan como Acacio, no solo son sabios, sino ingeniosos. Y esa combinación les encantó a los demás.
Todos se quedaron reflexionando, en lo que acaban de escuchar con el debate.
Minutos después, Trhaseas dijo:
– A mí me gustaría saber cómo se construye una fe. Si nuestras creencias son vanas, entonces nos quedamos sin nada…
Lucano confirmó:
– Yo quisiera creer igual que ustedes.
Y el poeta Marcial, preguntó a todos y a ninguno:
– ¿Cómo se puede llegar a tener Fe?
Leonardo se levanta como impulsado por un resorte y dice con alegría:
– Tomemos el ejemplo de los templos. Esos edificios sagrados verdaderamente bellos que tienen un solo defecto y es que están dedicados a la nada.
Dios estaba presente en el genio del hombre que hizo y que decoró el Partenón. Porque Él está dondequiera que hay vida o manifestación de ella. Ya sea mineral, vegetal o animal.
Él, el Creador del Universo y de todos los hombres, aunque no lo reconozcan, ni lo amen. Está en los astros, en los mares, en los vientos. En los vuelos de las águilas, en los zumbidos del mosquito. En todo está el Altísimo Creador. Dios Único y Trino.
Si la Fe se construye como se construyen los Templos, hay que buscar el espacio para que quede libre y en alto. Esto se hace, queriendo creer.
Cuando nuestra voluntad está inclinada a querer creer, el siguiente paso es muy simple: la Fe es una virtud que Dios nos regala como un don; para que podamos creer en Él y amarlo.
Cuando Dios se vislumbra y se desea conocerlo. ¡Simplemente hay que decirlo!: ‘Señor, enséñame a conocerte y a amarte.’
Y Él se encargará de traer nuestras almas a la Luz, por medio de la Fe.
La voz de Leonardo, está llena de emoción al continuar:
¿QUÉ ES LA FE?
El hombre experimenta una necesidad instintiva por buscar la Verdad.
Esta necesidad es un acicate del alma que vive y está presente en todos los hombres aunque sean paganos; pero sufre en ellos, porque tiene hambre en su nostalgia del Dios Verdadero.
El alma lo recuerda en el cuerpo que habita y al que gobierna una mente pagana. Pues el hombre no es solo carne y el cuerpo perecedero, está unido al alma que es inmortal.
LA NECESIDAD DE CREER ES MÁS IMPERIOSA, QUE LA DE RESPIRAR.
Aún quién dice que no cree en nada. En alguna cosa cree.
Tan solo el hecho de decir: ‘No creo en Dios’ presupone otra Fe. Tal vez en sí mismo o en su inteligencia soberbia.
Aunque el hombre se niegue a reconocerlo, el alma sufre porque recuerda a Dios.
Su inteligencia desea al Dios Verdadero de quién viene y tiene hambre de Él. Y trata de acercarse a Él cuando lo percibe.
LA FE ES LA QUE CONSAGRA EL ALTAR DEL CORAZÓN A DIOS.
LA Fe Verdadera y las virtudes, hacen del hombre un hijo de Dios al deificar el alma.
Y por eso hay que buscar la ciencia que no yerra y que está contenida en la Doctrina Cristiana.
Ella es la que nos guía y nos vuelve capaces de conquistar el Cielo.
La Fe, es el fundamento de la santidad. Una luz especial del Cielo con la que el alma ‘ve a Dios’ en este mundo.
Es un rayo de luz que hiriendo el rostro de Dios, lo hace visible para el alma.
Es la Vida y Fortaleza del espíritu. Es el sol que lo calienta y lo ilumina, haciéndolo crecer siempre más en perfección y santidad.
La Fe es Fruto del Espíritu Santo.
Es una luz oscura que arrastra al hombre hacia Dios por medio de la humildad y es indispensable para la salvación.
La Fe, es la Prueba que Dios exige a la soberbia y a la inteligencia del hombre, el cual para caminar por ella, debe postrar su orgullo y su propio juicio.
La Fe es el farol luminoso que alumbra el camino oscuro del espíritu y es un Caos donde el soberbio se hunde y el orgulloso se estrella…
LA FE ES EL PRECIO DEL CIELO
Desata las manos del Omnipotente. Aplaca la Justicia Divina. Arranca gracias al Eterno. La Fe santifica y salva. Da valor a los actos más sencillos y los lleva sobrenaturalizados a Dios.
La Fe es la confianza ciega y el lazo de luz que une al Cielo con la Tierra, porque es un lazo de comunicación que une al hombre con el Cielo y con Dios.
Solamente con ella, el hombre puede caminar firme en medio de los escollos y las espinas de la vida de perfección. Consiste esta luz en traspasarlo todo, fijando la mirada en un solo punto: Dios.
Y jamás separarse de Él en ninguna circunstancia de la vida, ni de la muerte.
La Fe sana el cuerpo, el alma y el corazón, porque el espíritu se acerca a Dios y deja de odiar para aprender a amar.
El alma nace de nuevo y la paz y el gozo la acompañan siempre.
Son necesarias la Fe y la humildad, para reconocer a Dios.
La Fortaleza da el poder para conservar la Fe que lo ha encontrado. La Fortaleza impide que las asechanzas del Demonio aplasten la Fe. Quién se instruye en la Verdad encuentra a Dios y la Fe llena de vigor a la Perseverancia, que es indispensable para NO decaer en el Camino de la Cruz.
Ahora podemos tener el Reino de Dios, porque Jesús lo consiguió con su muerte.
Él nos ha comprado con sus Dolores y NADIE debe pisotear la Gracia que es el Precio de la Vida y la Sangre de Dios.
Solo el que ama como un niño, cree y espera como un niño.
Los párvulos aman sencilla y escuetamente. Dios ama a los niños porque tienen aquella Fe, fidelidad y confianza propia de ellos, que cree con tenacidad. Cree sin titubear. Creen a pesar de las pruebas tremendas, porque aman con la mente, con el corazón, con todas las fuerzas, al Señor su Dios.
Los niños eran la alegría del Hombre-Dios. Para el Maestro que tenía en ellos su alivio alegre sobre la Tierra, tan llena de amargura para Él.
Eran las flores llenas de pureza, amorosos y sin malicia.
El Reino de los Cielos es para quién sabe tener el alma de niño y acoger la Verdad, con la confianza y la presteza de los niños.
Creen con simplicidad, porque tienen su alma virgen de racionalismo, de desconfianza y de soberbia de la mente. Los niños tienen la virginidad del espíritu.
Creer no quiere decir ser crédulos. Creer es aceptar y comprender, siguiendo la luz de la inteligencia, cuanto ha sido dicho por los patriarcas y los santos de Dios.
Creer es entender a la luz de la Gracia, cuanto todavía queda oscuro a la inteligencia. Creer es amar.
La credulidad es estupidez. El creer es santo, porque es tener el espíritu obediente a los misterios del Señor.
La fe Verdadera es la que hace resurgir como hijos del Altísimo.
EL PODER DE LA FE
La belleza, la potencia, la fuerza de la Fe, son tales; que la plenitud de la misma, solo podrá ser entendida en el Cielo.
Aquí no es más que un pálido reflejo, aún en las almas más penetradas de Fe. Pero este reflejo es tan poderoso, que basta para dar orientación a toda una vida y conducirla directo hacia Dios.
¿Qué aseguraba la fe de los antiguos antepasados? La llegada del Mesías.
Hecho que bastaba por sí solo para tener la seguridad en un Dios, Padre del Género Humano.
Aseguraba la Vida Eterna a todos aquellos que mueren en el Señor. Y anunciaba el eterno castigo a los trasgresores a su Ley.
Aseguraba la Trinidad de Dios. Aseguraba la existencia del Espíritu Santo, del cual vienen todas las luces espiritualmente sobrenaturales.
¿Qué asegura la Fe de los cristianos?
LAS MISMAS COSAS.
Jesús no modificó la Fe. Al contrario. La ha confirmado y la ha construido alrededor de una roca fuerte: su Iglesia, depositaria de la Verdad por Jesús Mismo.
Para los que dicen que el mundo evoluciona y debe cambiar, debiera ser más fácil creer; porque la Ciencia está comprobando las verdades aseveradas por Dios.
La alegría más grande de Dios, se la damos cuando lo dejamos salvar nuestra alma a través de la Fe.
Y el dolor más grande es cuando el hombre quiere perder su alma, al rechazar su Don de Salvación.
La Fe verdadera se encuentra en la Doctrina Cristiana, tal y como Jesús la ha dado.
La Fe no es solamente esperanza de cosas creídas. LA FE ES REALIDAD DE VIDA. Vida que comienza aquí, en esta quimera de la vida humana y terrenal y que se completa en el más allá. En el vivir eterno que nos está esperando.
El hombre quiere hacerlo todo por sí mismo. Le cuesta mucho depender de Dios y por eso es hombre de poca fe.
Porque el que cree de verdad, se abandona sin cuestionarse nada más. No hay que desconfiar de Dios.
No hay que tener miedo del mañana. Dios siempre provee lo necesario.
La gente del Mundo siempre se afana por atesorar objetos de los que no puede gozar.
La única preocupación debe ser siempre el Reino de Dios y su Justicia.
Las añadiduras las provee el Padre Celestial que ama a sus hijos y NO los desampara nunca.
Muchos rechazan creer. ¡Y no quieren creer porque tienen pavor de hacerlo!
Implica un cambio radical que NO están dispuestos a hacer.
No hay que olvidar que Dios mira las obras de los hombres y no sus palabras. El que rehúsa aceptar a Jesús como Salvador, deberá aceptarlo forzosamente como Juez.
Hay que consumir el viejo ‘yo’ en el fuego del Dolor, para que la Fe pueda ser traducida, concretada y actuada en la vida diaria.
La Fe debe bañar todas nuestras acciones y sólo entonces se vuelve práctica.
La Fe sin obras es vana y las obras sin Fe, NO sirven para nada.
La verdadera Fe, cree ciegamente que Jesús es Dios, el Salvador. Que su Palabra dice la verdad y AMA OBECIÉNDOLA.
Cree firmemente en la esperanza de alcanzar la vida Eterna y ama a Dios a través de los velos de la Fe.
Dios regala esta virtud a las almas y es de una fuerza tal, que el hombre no puede arrancarla de su corazón.
Muchas almas la enlodan, la ensucian, la pisan, la desprecian; pero en el fondo se convierte en un tormento para los malos y les repite que hay un Dios justo.
Y nunca pueden callar esta voz dulce para los buenos y terrible para los pecadores obstinados.
Vivir sin creer es imposible. Quién NO cree en Dios, en el Dios Verdadero; creerá por fuerza en otros dioses.
Quién NO CREE EN NINGÚN DIOS, creerá en los ídolos: los placeres, el dinero o la fuerza de las armas. Pero sin creer en NADA, NO pueden estar.
Peor que la Oscuridad que envuelve al ciego, es la Oscuridad del Alma que NO TIENE FE en ninguna cosa humana o sobrehumana. No les queda más que matar al alma y al cuerpo con la muerte violenta.
Cuando Judas dejó de creer en Jesús, en la satisfacción del dinero, en la ambición del poder y en la protección humana, se suicidó.
No fue por el remordimiento de su delito. Después de su Traición, todo quedó claro ante sus ojos y se dio cuenta de que NADA de esto lo hacía feliz.
De la oscuridad de su desesperación que lo tenía en la nada, se arrojó en la oscuridad del Infierno.
EL ABSOLUTISMO DE LA FE
SE CREE O NO SE CREE…
Porque NO es posible creer a medias. La esencia de la Fe es un círculo maravilloso que NO conoce interrupción y ciñe con un abrazo vital.
Creer es aceptar con simplicidad de párvulos, lo que la Bondad Divina dice que hay que creer. Por eso es necesaria la Fe Absoluta.
Pues basta rechazar una parte de la Verdad, para hacer un caos en el alma. Basta con acoger una verdad de menos en la Doctrina Cristiana, para hacer tambalear todo el edificio de la Fe.
Se cree TODO o NO SE CREE EN NADA. Se acepta TODO o NO se acepta nada.
Jesús lo dijo más conciso: “el que NO está conmigo, está contra Mí.” Por eso es necesario ser fieles, aceptando su Palabra sin quererla censurar.
Y en donde nuestra debilidad NO pueda entenderla, ¡Hay que preguntarle al Maestro que las dijo!
Él es la Luz del Mundo y ama Enseñar al que con humildad y amor le pide ser aceptado como discípulo. Él NO quiere nuestra ruina, sino nuestra salvación.
Un ejemplo de fe limitada y las consecuencias de esto, lo tenemos en Pedro.
Pedro en su pesantez humana, NO tenía todavía al Espíritu Santo con la plenitud de Pentecostés.
Era un hombre bueno que NO quería aceptar totalmente la Palabra de Jesús, en lo que era inconcebible para él: la Pasión de su Maestro.
Su mismo gran amor por Jesús, lo lleva a rechazar aquella verdad sangrienta que Él anunciaba que le estaba reservada. ‘Señor, que esto NO suceda nunca.’ Había dicho una vez.
Y después de la reprensión de Jesús, NO lo volvió a repetir.
Pero en el interior de su corazón se rebelaba ante la idea de que a su Señor le esperaba una suerte tan horrenda.
Juan por el contrario, aceptaba todo.
Su corazón de niño se trituraba con las palabras que oía decir a quién amaba y sabía que era la Verdad Absoluta.
Juan, el puro y amoroso creyente, permaneció FIEL al pie de la Cruz.
Pedro, que quiso acoger de la Verdad, aquellas verdades que lo seducían... LO RENEGÓ…
Y su culpa de aquella hora, fue una falta de valor; pero más que nada, una falta de Fe.
Si hubiera creído en Jesús con absoluta fidelidad, hubiera entendido que Jesús nunca fue más Rey, Maestro y Señor, que en aquella hora en que parecía un vulgar Delincuente.
Fue precisamente en aquel momento, en que las Enseñanzas del Maestro DEJARON DE SER UNA TEORÍA,
Para convertirse en hechos verdaderos.
Fue entonces cuando Jesús afirmó el Reino para todos aquellos que habían de compartirlo, asumiendo con Él la Púrpura y la Corona, que más espléndidos NO podían ser.
Porque la primera, era dada por la Sangre de un Dios y la segunda era el Testimonio de la Potencia que alcanza el Amor de Dios por los hombres…
De un Dios que sufrió la Muerte con el Martirio, para elevar mártires eternos de entre los hombres…
Ha sido entonces cuando Jesús ha recuperado plena y completa, su Vestidura de Señor del Cielo y de la Tierra.
Los que tienen una fe limitada, pretenden de Dios bienes de Bienestar terreno que Jesús NUNCA prometió dar, porque Él dirige hacia el Cielo y NO a las cosas del Mundo.
Todo lo que Él da de felicidad terrena es algo extra, que NO merecemos y NO podemos exigir…
Cuando se tiene una Fe Absoluta, NO SE TIENTA A DIOS, pidiéndole ‘Pruebas’ para creer…
Los Tomases se procuran los Tormentos de Tomás, que Sufrió más días que los demás…
Por NO creer en la Resurrección desde el primer momento…
Y después sufrió más días, por NO haber creído a los que lo habían constatado…
Y su Arrepentimiento y su Dolor aumentaron, ante Aquel Dios que le tomó la mano, para introducirlas en sus heridas…
LA FE DE ABRAHAM
Abraham fue el Padre de todos los creyentes.
O sea, de TODOS los que sienten resonar en su espíritu, la Voz Espiritual del Dios Altísimo.
Y saben comprender las Palabras que esta Voz inefable les dice: “Y Creen y le Obedecen a sus Mandatos.”
Pero Abraham era hombre que amaba al Dios Verdadero, su razón NO era soberbia y reconocía a Dios en todas las cosas. Se sentía su creatura.
Doblegaba su pensamiento en reverencial sujeción delante del Altísimo, cuyas manifestaciones veía en toda su Creación.
Y su espíritu era justo; conservándolo puro de toda suerte de idolatrías.
Justo era también su cuerpo, obediente a los mandatos que Dios había dado a Adán.
Trabajaba el campo para arrancarle su alimento. Y le era preciosa la fatiga que encontraba gusto en el trabajo, por más que le fuese penoso.
Le parecía justo que su pan tuviese como condimento la sal de su sudor y justa también la muerte que convertiría su carne en polvo.
Humilde delante del Altísimo, se consideraba un granillo de polvo.
Polvo. Polvo frente al Inmenso, el Infinito, el Potentísimo.
Y como un grano de polvo, se dejaba transportar por la Voluntad del Señor, sin adherirse a cosa alguna por preciosa que fuera, considerándolas transitorias solamente.
Creyente en Dios. Confiado en la Bondad de Dios. Obediente a Dios. Tenía todos los requisitos para sentir resonar en su espíritu, la Voz de Dios. Y comprender sus palabras. Y obedecer lo que Dios le ordenaba.
Abraham creyó y esperó contra toda Esperanza. Cuando ya tenía la certeza de que Saray NO tendría descendencia y andaba prófugo fuera de su Tierra y lejos de su parentela.
En las condiciones menos favorables para creer que el Señor haría de él una gran nación y que a su estirpe le sería dada aquella Tierra, que después fue la Palestina y con una descendencia que Dios multiplicaría como el polvo de la tierra.
¿Cómo puede haber posteridad y multiplicación?
Abraham NO tenía la Semilla: el heredero.
En el regazo estéril de Saray, NO florecía semilla de posteridad. Y aún así…
NO obstante todo, Abraham CREYÓ QUE DIOS LE CONCEDERÍA EL HEREDERO…
Recibió la promesa y pasaron los años. Su Fe se afianzaba con el pasar del tiempo, sin que tuviera cumplimiento la promesa de Dios.
Abraham seguía esperando y confiando en Él…
Por fin, cuando tenía cien años y ya ni su cuerpo, ni el de su esposa podían ya dar vida, Dios da el plazo de un año para que tuviera cumplimiento lo que le había prometido.
Este anuncio hizo que su Fe cobrara más vigor.
Después, cuando fue padre de Isaac, le es pedido el hijo para sacrificarlo.
En lugar de sentirse traicionado en su Fe, amó más a Dios que a su hijo y NO se lo negó.
Su amor y su lealtad fueron premiados…
Y Dios tomó en cuenta esa Fe para hacerlo santo.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
15.- EL BANQUETE
Los invitados siguen afluyendo desde el Vicus Apollinis.
Hay muchos personajes de otros países y sus ricas y coloridas vestiduras permiten adivinar su origen.
Se ven rostros oscuros y atezados; como la cara negra de un numídico con su yelmo adornado con plumas multicolores y grandes aros de oro en las orejas.
El rumor de las conversaciones crece, mezclado con el murmullo de las fuentes, al caer el agua sobre el mármol.
Actea suspende su narración y Alexandra contempla a la multitud con ojos expectantes y llenos de anhelo, como si buscase algo.
Avanza un grupo de cónsules y de senadores, en alegre algarabía…
De pronto su rostro se cubre de rubor al ver destacarse entre las columnas, las elegantes figuras de Marco Aurelio y de Petronio, que se dirigen al Gran Triclinium.
Gallardos y tranquilos como dioses; envueltos en sus blancas togas.
Al ver Alexandra aquellos dos rostros conocidos y especialmente al ver a Marco Aurelio, le pareció como si un gran peso se desprendiera de su corazón…
Y dejó de sentirse sola. La añoranza por regresar a la casa de Publio, dejó de ser dolorosa…
Lo único que prevaleció, fue el deseo de estar junto a Marco Aurelio y hablar con él.
La sola idea de que pronto iba a escuchar de nuevo su maravillosa voz que le había hablado de amor y de una felicidad digna de los dioses; en palabras que aún resonaban en sus oídos como una dulce melodía, inundó su corazón de júbilo, pero también de miedo…
Le pareció como una especie de traición el querer estar con Marco Aurelio, por sobre todo lo demás.
Por un momento sintió deseos de llorar…Pero Actea, en ese mismo instante la tomó de la mano y la llevó a través de los departamentos interiores del palacio, hasta el Gran Triclinium, en donde todo estaba listo para la fiesta.
Entonces una intensa emoción la invadió toda. Su corazón se aceleró como un caballo desbocado y casi le cortaba el aliento.
Una sensación extraña pero deliciosa, le aleteaba en el estómago y casi le dio vértigo.
Una dulce embriaguez la hace sentir como si flotase en un sueño o en una película de cámara lenta… Todo a su alrededor adquiere un tinte irreal…Vio un enorme y majestuoso salón. Miles de lámparas brillan sobre las mesas y penden de las paredes.
Parece venir de muy lejos la voz de Actea que la hace sentarse ante una mesa y ocupa un lugar a su lado.Luego se oyen las aclamaciones con que los invitados acogen al emperador.
Ella no puede creer el verlo tan cerca y tan magníficamente ataviado; sonriendo complacido por el recibimiento.
Las aclamaciones la ensordecen. Y el lujo deslumbrante la tiene pasmada.
La embriagan los perfumes y ya casi ha perdido la conciencia de sí misma, totalmente asombrada por lo que hay a su alrededor.
No se da cuenta, hasta que una voz que reconoce enseguida y casi le paraliza el corazón, se oye detrás de ella:
– ¡Salve a la más hermosa de las vírgenes de la tierra! ¡Salve a ti, divina Alexandra!
Ella, sorprendida, volteó…Marco Aurelio está a su lado, mirándola totalmente fascinado…
Se ha quitado la toga. Su cuerpo atlético está cubierto por una túnica escarlata sin mangas; con delicados dibujos bordados con hilos de plata.
Sus brazos suaves y musculosos, brazos de soldado acostumbrado a la espada y al escudo, están adornados con dos brazaletes de oro, sujetos alrededor y más arriba de los codos. Lleva en la cabeza una guirnalda de rosas.
Ella lo mira a su vez… y ve su hermoso rostro sonriente, sus grandes ojos castaños y su tez morena clara.
Con su espléndida y varonil belleza, Marco Aurelio es la personificación de la juventud y la fuerza.
Y su personalidad es tan avasalladora, que apenas puede contestar:
– Salve, Marco.
– ¡Estoy tan feliz de volver a verte! … De oírte… de tenerte tan cerca… ¡Eres más hermosa que Venus Afrodita! ¡Oh, diosa mía! No puede evitar recordarla como la imaginó en el estanque de la casa de Publio, cuando la viera por primera vez…
Y contempla a Alexandra totalmente embelesado. Como si quisiera beberse su aliento y hundirse en sus ojos de mar…
Y su fascinación aumenta gradualmente, conforme desliza lentamente la mirada de su rostro a su cuello, a sus brazos desnudos.
Acariciándola sin tocarla, en los exquisitos contornos del escultural cuerpo de la doncella que le ha robado el corazón.
La admira envolviéndola con el ardiente deseo de poseerla.
La imagina sin esas vestiduras y totalmente lista para recibirlo.
Sueña con un anhelo casi doloroso, con escuchar de sus labios que lo ama y lo desea tanto como él a ella…Con un anhelo irradiante de felicidad, de amor y un arrebatamiento casi imposible de reprimir; como el que lo envuelve en estos momentos…
Con un entusiasmo arrollador, Marco Aurelio exclama:
– Yo sabía que te encontraría en la casa del César. En cuanto te vi me llené de júbilo. Y aquí estoy. ¡Oh, diosa mía! Para adorarte para siempre. ¡Oh, Alexandra, te amo tanto!
Ella lo mira totalmente sorprendida, por esta ardiente confesión que la llena de felicidad, porque aunque ella siente lo mismo que él; también la perturba.
Se contiene y le pregunta acerca de las cosas que no comprende y que la llenan de pavor.
Alexandra inquiere angustiosamente:
– ¡Oh! ¿Por quién supiste que me encontrarías aquí?
Marco Aurelio sonríe comprensivo y trata de tranquilizarla:
– Publio me dijo como te sacaron de su casa.
– ¿Por qué me trajeron a la casa del César?
– El César a nadie le rinde cuentas de sus órdenes.
– ¿Por qué el César me arrebató de la casa de Publio? Tengo mucho miedo…
– Pero te aseguro que no debes temer. Yo personalmente, velaré por ti. Nunca te abandonaré. Tú eres mi razón de vivir.
– Marco Aurelio, todo mi anhelo es regresar a la casa de Publio. Me moriría de dolor si pierdo la esperanza de que Petronio y tú, intercedan en mi favor ante el César.
– Alexandra, tú ni siquiera imaginas cuanto te necesito: con todo mi cuerpo, mi corazón, mi vida y mi espíritu. Y por eso yo mismo velaré por tu cuidado y tu bienestar, porque tú eres la dueña y señora de todo mi ser y de mi persona.
– Tengo mucho miedo…Y aun cuando él habla evasivamente, en su voz palpita la verdad, porque son sinceros sus sentimientos:
– Te adoro, vida mía. Y ya que la casa del César te causa tanto pavor, te prometo que solo permanecerás en ella el tiempo suficiente, mientras hago lo necesario para sacarte de aquí…
– Gracias, Marco. Eres tan gentil…
Alexandra lo toma de la mano y oprimiéndola entre las suyas agrega:
– ¡Cuánto te querrán los Quintiliano por tu bondad! Tanto cuanto yo misma te estaré eternamente agradecida y te amaré…
Marco Aurelio al escucharla, no puede dominar su emoción y le parece que jamás en toda la vida, le será posible resistir a una súplica de Alexandra. Se siente lleno de ternura.
Su belleza esplendorosa le embriaga los sentidos y aviva sus febriles anhelos, haciéndole comprender cuanto ama y le es tan preciosa, esta bellísima doncella a quién en realidad adora como si fuera una deidad…Y al oído de la joven, afluyen todas las intimidades de su corazón y el gran amor que siente por ella, en palabras resonantes como dulces armonías y como el zumo de una vid embriagadora.
A pesar del ruido de la fiesta, la verdad que palpita en las dulces palabras de Marco Aurelio, embriagan a Alexandra como el más delicioso de los licores.
En medio de todas aquellas gentes extrañas, él se ha ido acercando más y más. Amante, fiel y totalmente consagrado a ella con todo su ser.
Antes, en la casa de Publio le había hablado ambiguamente del amor y de la felicidad que puede traer consigo. Pero ahora él le declara abiertamente sus sentimientos y la pasión vibra en sus palabras al describirle cuanto le ama y cuán preciosa es para él, ella en su vida.
Alexandra escucha por primera vez de los labios de un hombre, tales declaraciones.
Y éstas al llegar a sus oídos arpegian como una música fascinante que despierta dentro de su ser una felicidad tan inmensa; que la envuelve con un intenso júbilo y al mismo tiempo, una desconocida inquietud. Sus mejillas ruborizadas arden. Su corazón palpita muy fuerte. Sus labios se entreabren al impulso de un extraño asombro… Está asustada por lo que siente al escucharlo.
Y sin embargo por nada del mundo querría perderse una sola de aquellas palabras maravillosas.
Por momentos baja la mirada y enseguida levanta hacia él, su rostro lleno de timidez, que sin embargo tiene una mirada que parece decir: “¡Prosigue! ¡Por favor no calles! ¡Porque yo siento lo mismo por ti!”
Los acordes de la música, el aroma de las flores y de los perfumes que flotan en el ambiente, le causan un delicioso desmayo y cree estar soñando. Es un sueño maravilloso del que no quiere despertar…
Y sin embargo es una realidad tan palpable, como la cálida mano que aprieta la suya.
En Roma es costumbre el reclinarse en los banquetes. En su casa, Alexandra ocupaba un sitio entre Fabiola y sus hermanos. Ahora es Marco Aurelio el que está reclinado junto a ella y se ve tan hermoso, tan lleno de energía, de amor, de pasión… que ella, al influjo de aquel calor que de él emana, se siente llena de alegría y completamente ruborizada por un deleite hasta ahora desconocido que casi la desvanecen.
Pero la proximidad de la joven hace también su efecto sobre Marco Aurelio.
La contempla totalmente fascinado y el encanto de ella hizo que su corazón latiera con tanta violencia, que él creyó que sus palpitaciones se notan a través de la túnica escarlata.
Con su respiración entrecortada y las palabras temblorosas en sus labios, le es imposible reprimir sus emociones.
Y es porque nunca la había tenido tan cerca de él. Admirando su piel de seda, su belleza deslumbrante. Aspirando su perfume encantador y sintiendo el calor de su cuerpo de alabastro.
¡Oh! Y su boca desquiciante… aquellos labios que parecen la invitación irresistible de un beso embriagador…
Todo esto junto, encendieron una llama y despertaron una sed que corre por toda su sangre y que es vano intentar de apaciguar con vino.Sus ideas empezaron a perturbarse y lo único que impera es apagar aquella sed de amarla, de acariciarla, de poseerla, de besarla hasta hacerla desfallecer entre sus brazos.
Sin poder contenerse más, la tomó del brazo, tal como lo hiciera un día en la casa de Publio y le dijo al oído besándola suavemente en la oreja:
– ¡Te adoro, Alexandra! ¡Mi mujer divina!
Ella se estremeció y un suspiro escapó de su garganta.
Marco siguió acariciando y aspirando con ansia su aroma de flor primaveral. Alexandra tembló en sus brazos, totalmente indefensa ante el mundo de sensaciones nuevas que Marco Aurelio está creando dentro de ella y que ni siquiera sospechaba que pudieran existir.
El amor recorre toda su piel, con escalofríos deliciosos y avasalladores. Asustada por lo que siente, ella trató de resistir:
– Por favor déjame, Marco Aurelio.
Pero él mirándola a los ojos con una infinita ternura, continuó:
– ¡Ámame! ¡Ámame, diosa mía!En ese mismo instante los dos oyeron la voz de Actea, que estaba reclinada al otro lado de Alexandra y decía:
– El César os está mirando.
Marco Aurelio sintió una súbita cólera contra el César y contra Actea: por la interrupción y el rompimiento del encanto. No soporta la idea de que aquel momento maravilloso se quedó suspendido en el tiempo.
Levantó la cabeza por sobre el hombro de Alexandra y después de aspirar profundamente, dijo con ironía a la todavía joven liberta:
– Han pasado ya los días Actea, en que eras tú la que te veías reclinada en los banquetes, al lado del César. Dicen que la ceguera te amenaza ¿Cómo puedes entonces verle ahora?
Actea contesta con suavidad:
– Y sin embargo le veo. Él también es corto de vista y te está mirando a través de su esmeralda pulimentada.
Todo lo que Nerón hace, llama la atención. Y Marco Aurelio se alarmó. Rápidamente tomó el control de sí mismo y se dominó por completo. Sin volver la cabeza y sin cambiar de posición, miró de reojo hacia donde está el César.
Y Alexandra, que al principio del banquete estaba tan deslumbrada, que como entre brumas entrevió a Nerón, al que había olvidado completamente; pues lo único que ocupaba su mente es la presencia y la conversación con Marco Aurelio y no había vuelto ni una sola vez a mirar al emperador.
Ahora volvió sus ojos interrogantes hacia él, paralizada por el miedo.
Actea dice la verdad.
El César está inclinado sobre la mesa, con un ojo medio cerrado y con el otro, mirando a través de una esmeralda redonda y pulimentada, con la cual los observa atentamente.Alexandra se aterrorizó aún más.
Y se aferró a la mano de Marco Aurelio como una niña asustada.
El tiempo parece detenerse y todos los asistentes al banquete parecieran haber quedados como paralizados, bajo el influjo de un extraño hechizo. O al menos a ella le parece así.
Y se quedó mirando al emperador como si hubiera quedado hipnotizada, mientras pasaron por su cerebro una ráfaga de pensamientos: ¿Es éste el terrible, cruel y monstruoso Amo del Mundo?HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
F39 GLADIADORES CELESTIALES
LA OFRENDA
El sol está en su cenit. La multitud que hasta entonces había estado bulliciosa y alegre, se volvió hosca bajo la influencia del calor. Y en aquel silencio expectante y siniestro, en casi todos los rostros hay una expresión malhumorada y dura. Luego salió el mismo hombre vestido de Caronte y esperó… Atravesó con paso lento la arena y volvió a dar los tres martillazos en la puerta por la cual habían salido los gladiadores.
Y un murmullo recorre todo el Anfiteatro:
– ¡Ahí vienen los cristianos! ¡Los Cristianos!
Rechinaron los enrejados de hierro y se abrieron las puertas. Y por entre aquellas lóbregas aberturas se oyó el grito:
– ¡A la Arena!
Se volvió a oír el sonido de las trompetas…
Y de aquel oscuro túnel, salió una fila de carretas adornadas con flores y festones blancos, que llevan grupos de jóvenes de ambos sexos, totalmente desnudos, coronados con guirnaldas. Van tomados de la mano, silenciosos y dignos.
Las carretas tiradas por mulas desfilan lentamente alrededor de la arena, hasta llegar al Podium Imperial.
Se oye el toque penetrante del cuerno y el silencio se hace más profundo todavía…
El rostro del César se distorsiona con una maligna sonrisa al tenerlos frente a sí. Y esperó…
Pero esperó en vano el saludo de estos gladiadores en particular, pues ellos abren sus bocas para entonar un himno que se eleva suave al principio y Glorioso después:
“Pater Noster…”
El asombro se apodera de todos los espectadores mientras el himno resuena grandioso y absolutamente poderoso.
Al concluir la Oración Sublime, continuaron con “Christus Regna”.
Los condenados cantan sus estrofas triunfales con los rostros levantados hacia el Cielo. Y el público ve aquellos semblantes serenos y llenos de inspiración. Y todos comprenden que aquellas personas no están implorando compasión…
MARTIRIO DE CÁSTULO
Porque los cristianos en esos momentos ya no ven ni al Circo, ni a sus espectadores, ni al César. Están físicamente… Pero al mismo tiempo ¡No están allí!
El Christus Regnat resuena con una modulación cada vez más poderosa y muchos se preguntan:
– ¿Qué significa esto? y ¿Quién es este Cristo que reina en los labios de estas gentes que van a morir?
El César se sintió despechado y desilusionado. Se estremece ardiendo por la ira y extendiendo su brazo, vuelve el pulgar hacia abajo, apuntando hacia la tierra.
Y las carretas empiezan a moverse hacia el escenario.
Algunos cristianos jóvenes, son encadenados de sus muñecas, a las argollas de los postes que circundan el círculo. Una jovencita muy hermosa, que tiene una larga y ondulada cabellera rubia que le llega hasta la cintura, es encadenada al poste que está junto al árbol de las manzanas.
Otro grupo es conducido a donde están las parrillas y los encadenan de los pies, para colgarlos de las argollas y de esta forma quedan suspendidos con la cabeza hacia abajo. Entre ellos hay un niño pequeño. Es el único que está vestido con una tuniquita blanca, recamada con finas grecas. A él también lo suspenden igual. Y con un cinturón de flores a la cintura y otro alrededor de los muslos, le sujetan los brazos a lo largo del cuerpo.
Cuando terminan de llenar de víctimas los asadores, otros son encadenados a los postes en donde está la cruz, donde han sido colocados trozos de leña, para hacer junto con ellos una hoguera.
Cuando todo está listo, se oye nuevamente el toque de las trompetas…
Y a una señal, las monumentales parrillas son encendidas y su fuego es atizado por los esclavos. También prenden fuego a la hoguera y pronto éste sube alto, en la base de la cruz. El pueblo está estupefacto, pues no se oye un solo lamento.
Por el contrario, un himno se eleva glorioso:
Cantemos jubilosos al Señor Jesús
Aclamemos a la Roca que nos salva
Delante de ÉL, marchemos dando gracias
Aclamémoslo al son de la música.
Porque el Señor es un Dios Grande
El soberano de todos los dioses
En su mano está el fondo de la Tierra
Y suyas son las cumbres de los montes
Suyo es el mar. Él fue quién lo creó.
Y la tierra firme formada por sus manos
Entremos y adoremos de rodillas
Prosternados ante el Altísimo que nos creó
Pues Él es nuestro Dios y nosotros somos su Pueblo
El rebaño que Él guía y apacienta
Canten al señor un canto nuevo
Canten al Señor toda la Tierra
Canten al Señor, bendigan su Nombre Santo
Su salvación proclamen diariamente.
Cuenten a los paganos su esplendor
Y a los pueblos sus cosas admirables
Porque grande es el Señor
Digno del honor y la Alabanza
Más temible que todos los dioses.
Pues son nada esos dioses de los pueblos
El Señor es Quién hizo los Cielos
Hay brillo y esplendor en su Presencia
Y en su Templo belleza y majestad.
Adoren a Jesús todos los pueblos
Reconozcan su Gloria y su Poder
Den al Señor la Gloria de su Nombre
Traigan ofrendas y vengan a su Templo
Póstrense ante Él con santos ornamentos
La Tierra entera tiemble en su Presencia.
El Señor Reina. Anuncien a los pueblos
Él fija el Universo inamovible
Gobierna a las naciones con Justicia
¡Gozo en el Cielo! ¡Júbilo en la Tierra!
¡Resuene el mar y todo lo que encierra!
Salten de gozo el campo y sus productos.
¡Alégrese toda la Creación!…Delante de Jesús
Porque ya viene a juzgar a la Tierra.
Juzgará con Justicia al Universo
Y a los pueblos según su rectitud.
Más o menos a la mitad del Himno, Tigelino ha hecho una señal y se abren las aberturas que han sido preparadas para este propósito, por entre todo el escenario. Cuando casi ha finalizado el canto, muchos pitones enormes se deslizan hacia las víctimas propiciatorias.
Una que mide casi diez metros sale por detrás del árbol y se enrosca alrededor de la doncella encadenada que con su cara levantada al cielo… Ella sigue entonando aquel himno triunfal, hasta que la anaconda la tritura en un mortal abrazo y su voz se extingue al igual que las demás.
Se abren nuevamente las puertas. Ingresan a la arena el grupo de cristianos vestidos con pieles de fieras. Y siguiendo las instrucciones recibidas se dividen en dos grupos, que se dirigen a ambos lados del escenario. Mientras llegan al lugar designado, van cantando también otro himno.
Marco Aurelio al verlos se pone de pie. Y según lo convenido, se voltea hacia el sitio donde está el apóstol. Aparentando una tranquila indiferencia, pide a uno de los sirvientes de su comitiva un refrigerio y se vuelve a sentar…
El himno resuena ante todos los espectadores que siguen pasmados y sin asimilar lo que está sucediendo:
Demos gracias al Señor porque es Bueno
Porque es eterno su Amor.
Al Señor en mi angustia recurrí
Y Él me respondió sacándome de apuros
Si Jesús está conmigo no temeré
¿Qué podrá hacerme el hombre?
El señor es mi Fuerza y es por Él que yo canto
Jesús es para mí la salvación.
El brazo del Señor hizo proezas
El brazo del Señor es Poderoso
El Brazo del Señor hizo prodigios.
No he de morir, sino que viviré
Para contar lo que hizo el Señor
Ábranme pues las Puertas de la Justicia
Para entrar a dar gracias al Señor
Ésta es la Puerta del Señor
Por ella entran los justos.
Te agradezco que me hayas escuchado
Tú fuiste para mí la salvación
La piedra que los constructores desecharon
Se convirtió en la Piedra Angular.
Esto es lo que hizo el Señor. Es una maravilla a nuestros ojos
Este es el día que ha hecho el Señor. Gocemos y alegrémonos en Él,
Danos Señor la salvación. Danos Señor la bienaventuranza.
Tú eres mi Dios y te doy gracias
Dios mío, yo te alabo con mi vida
Den gracias al Señor porque es Bueno
Porque es eterno su amor.
Aún resuenan las últimas estrofas, cuando se oyen rechinar las puertas del Caniculum…
Y empiezan a salir los leones, uno tras otro. Enormes, castaños, soberbios. Con sus magníficas y grandiosas melenas. Salen también los tigres de Bengala, majestuosos y bellísimos, junto con las negras y relucientes panteras. Y todas las demás fieras son lanzadas a la arena paulatinamente.
El César utiliza su esmeralda pulimentada, para ver mejor. Primero los augustanos y luego la multitud, reciben a los leones con aplausos. Todos miran alternativamente a los feroces animales y a los cristianos que se han arrodillado mientras cantan. Con curiosidad morbosa quieren ver que impresión produce en ellos los feroces animales.
Pero tienen que seguir con su asombro.
Nadie se mueve. Sumergidos en su oración individual parecen no percatarse de los portentosos rugidos de las fieras. Los leones aunque están hambrientos por llevar varios días sin comer, no se apresuran a lanzarse sobre sus presas. Están un poco deslumbrados por la luz del sol y también aturdidos por los alaridos de la multitud. Se desperezan con lentitud.
Abren sus poderosas mandíbulas como un bostezo y luego miran a su alrededor. Se agazapan como al asecho, se ponen alerta y con un ronco sonido, se lanzan sobre sus indefensas presas…
Y empieza la carnicería.
De feroces dentelladas destrozan los cuerpos y los devoran, mientras brotan torrentes de sangre, de los cuerpos mutilados.
Un león se acerca a un hombre que tiene un niño en los brazos. Con un rugido corto y brusco, atrapa al niño y lo devora; mientras que de un solo zarpazo abre al hombre, como si lo hubiera partido a la mitad y con la garra con que le alcanzó el cuello, casi le desprende la cabeza. El pobre padre ya está muerto, antes de caer al suelo.
En aquel horrendo espectáculo, las cabezas desaparecen entre las enormes fauces abiertas de las fieras, que las cierran de un golpe. Y algunas, aferrando a las víctimas por la mitad del cuerpo, corren con su presa pegando enormes saltos, buscando un sitio propicio donde devorarla mejor.
Marco Aurelio mira aquella masacre con asombro y con cierto sentimiento de culpa. Al presenciar aquellos martirios tan gloriosos. Aquellas magníficas confesiones de Fe inquebrantable y aquel heroísmo triunfante, de aquellas víctimas que él sabe perfectamente que son inocentes de todos los crímenes que les imputan.
Y le penetró en el alma un dolor acerbo, porque si el mismo Cristo murió en el tormento para salvarlo también a él y está siendo testigo de cómo miles de cristianos están pereciendo y sufriendo por Él… Y le pareció un pecado el implorar misericordia, pues más bien es él quién debiera estar acompañando a Alexandra, dentro de la prisión.
Y comenzó a orar, pidiéndole a Dios que lo guíe y lo ayude a hacer su Voluntad. Y ensimismado en sus profundas reflexiones, perdió la noción del sitio en el que se encuentra y de todo lo que ocurre a su alrededor. Por un momento le pareció que la sangre de la arena, se eleva como una ola gigantesca que rebosa fuera del Circo y que inunda Roma entera…
Deja de oír los rugidos de las fieras, los gritos de la gente, las voces de los augustanos, hasta que de súbito empezaron a repetir:
– ¡Prócoro se desmayó!
Petronio exclama tocando el brazo de Marco Aurelio:
– ¡Se desmayó el griego!
Y efectivamente, Prócoro Quironio está en su asiento, pálido como la cera, con la cabeza echada hacia atrás y con la boca abierta como si estuviera muerto. Lo sacaron fuera del Circo.
El espectáculo se ha convertido en una escalofriante orgía de sangre.
Los espectadores están de pie. Algunos han bajado hasta los pasillos, para ver mejor y se producen así, mortales apreturas. El césar, con la esmeralda sobre el ojo, contempla con atento deleite, cuanto acontece en la arena.
En el rostro de Petronio hay una expresión de repugnancia y desdén… Aunque en su interior está impactado y lleno de preguntas sin respuesta…
Pedro está de pie, bendiciendo una y otra vez a las ovejas devoradas del rebaño. Nadie le mira, porque todos los ojos están atentos en el sangriento espectáculo. Mientras bendice, con su corazón desgarrado por el dolor, dice:
– ¡Oh, Señor! ¡Hágase tu Voluntad! ¡Te ofrezco todo esto por tu Gloria! Te entrego las ovejas que me diste para apacentarlas. El Adversario quiere exterminarnos. Pero Tú sabes cuales dejarás para que la Iglesia no desaparezca… Ya están abiertas las Puertas del Cielo, para recibir tu cortejo de mártires gloriosos. Padre santo fortalece mi espíritu para contemplar esto y seguir haciendo tu Voluntad…
Mientras tanto en el Podium, el César dice unas palabras al Prefecto de los pretorianos. Tigelino asiente con la cabeza y se dirige al interior del Anfiteatro.
En medio de gritos, lamentos, rugidos, allá entre los espectadores, se empiezan a oír risas histéricas, espasmódicas y delirantes, de personas cuyas fuerzas y nervios ya no resistieron tanta barbarie. El pueblo se horroriza al fin…
Muchos semblantes se han puesto sombríos y varias voces comenzaron a gritar:
– ¡Basta! ¡Basta! ¡Basta ya!
Se ha colmado la medida.
Pero es más fácil traer las fieras a la arena, que sacarlas de ella. Más el César ya había previsto el medio apropiado para esa eventualidad… Un recurso para despejar el Circo, procurando al mismo tiempo, un entretenimiento más.
Por todos los pasillos que hay entre los asientos, se presentan grupos de numídicos negros como el ébano, con sus cuerpos lustrosos y formidables, ricamente ataviados con joyas de oro y plumas multicolores, armados con arcos y flechas.
El pueblo adivinó que un nuevo espectáculo se aproxima y acoge a los arqueros con alegres aclamaciones; los numídicos se acercaron a la barandilla, tomaron sus posiciones para disparar y a una señal comienzan a asaetear a las fieras…
Los cuerpos de los guerreros, fuertes y esbeltos, como si hubieran sido tallados en mármol negro, se doblan hacia atrás, extienden las cuerdas de sus arcos y afinan la puntería. El zumbido de las cuerdas y el silbar de las emplumadas flechas, al atravesar velozmente el aire, se mezclan con el rugido de los animales heridos de muerte y la admiración de la concurrencia por su excelente habilidad.
Osos, lobos, panteras y serpientes, van cayendo uno tras otro. Aquí y allá, los leones y los tigres al sentirse heridos, rugen de dolor y tratan de librarse de la flecha, antes de caer con el estertor de la agonía. Y las flechas siguen zumbando por el aire, hasta que sucumben todas las fieras, debatiéndose entre las convulsiones postreras de la muerte.
Entonces centenares de esclavos se precipitan en la arena, armados con azadas, escobas, carretillas y canastos para el transporte de las vísceras. Salen en grupos sucesivos y en toda la extensión del Circo. Desplegando una actividad febril y rapidísima. En pocos minutos, la arena queda despejada de cadáveres. Se extrajo la sangre y el cieno. Se desmanteló el escenario. Se cavó. Se niveló el piso y se le cubrió con una nueva capa de arena. Luego pusieron en medio un entarimado de regular tamaño. Enseguida penetró una legión de cupidos que esparcieron pétalos de rosas y gran variedad de flores. Se removió el velarium, ya que el sol había bajado considerablemente y entre el público todos se miraron unos a otros, preguntándose, qué otra cosa seguirá a continuación.
Y en efecto, sucedió lo inesperado…
El César, que había abandonado el Podium unos minutos antes, se presentó de súbito en la florida arena. Le siguen doce coristas con sendas cítaras. Sostiene en la mano un laúd y se adelanta con paso solemne hasta el entarimado que ha sido decorado para enmarcar su actuación. Saludó varias veces a los espectadores, alzó la vista al cielo y pareció aguardar un soplo de inspiración. Luego hizo vibrar las cuerdas…
Y comenzó a cantar la Troyada.
Mientras tanto el apóstol Pedro, tomándose la cabeza con sus manos temblorosas, exclamó en voz baja y desde lo más profundo del alma:
– ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Señor! ¡Qué pueblo, qué ciudad y qué César! ¡En qué manos has permitido que quede el gobierno del mundo! ¿Por qué has querido fundar tu Iglesia en este sitio?
Y comenzó a llorar.
Las carretas comenzaron a moverse… Sobre ellas han colocado los sangrientos despojos de los cristianos, para ser llevados a las fosas comunes.
Los sobrevivientes son enviados por otro corredor.
Nerón está cantando las últimas estrofas y su voz emocionada tiembla y se le humedecen los ojos… y en los de las vestales también hay lágrimas, pues sus versos son una muy sentida alegoría del incendio de Troya.
Y el pueblo que ha escuchado en silencio, permaneció mudo por largos minutos antes de estallar en una prolongada tempestad de aplausos y de clamorosas aclamaciones…
HERMANO EN CRISTO JESUS: