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174.- UN RETRATO PERFECTO

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Los apóstoles miran asombrados y exclaman:

–                       Pero, ¿Quiénes son esos?

–                       ¿A qué vinieron?

–                       ¿Cómo se enteraron?

Juan responde:

–                       Los de Nazareth estaban alertas y avisaron a todos. Siguieron a Lázaro y se fueron sumando los demás. Cuando los otros supieron, se unieron al grupo. Véanlos allí…

Felipe pregunta a Iscariote:

–                       Dime, tú que tenías miedo de que al Maestro le faltase cortejo, ¿Te parece suficiente éste?

Judas replica:

–                       Vinieron por Lázaro…

–                       Ya lo vieron. Pero no se fueron. Señal es de que también vinieron por Jesús.

Pedro interviene:

–                       Como quieras. Y no discutamos. Tratemos de abrirles paso para que entren. ¡Ea, muchachos! ¡Hay que hacer un poco de ejercicio! Hace mucho tiempo que no abrimos paso al Maestro a codazos.

Y Pedro es el primero en hacerlo en medio de una multitud que grita hosannas…

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Cuando finalmente logran entrar y cerrar la puerta; Jesús lleva a María a una habitación que da al huerto…  Y cuando entran…

Jesús suplica:

–                       ¡No llores, Madre mía! ¡No llores! Estoy entre esta buena gente…

Todos los siguen y Lázaro se excusa:

–                       Tuve que decírselo porque Ella conoce el camino… en Siquém, un hombre gritó: ‘¡También nosotros vamos a Efraím, donde está el Maestro!’ y ya no me fue posible dar ninguna excusa. Esperaba librarme de la gente, saliendo de noche y tomando caminos no frecuentados. ¡Pero, qué va! Estaban de guardia en cada lugar y se avisaron unos con otros…

María de Jacob trae leche, miel, mantequilla y pan. Ofrece primero a María. A Lázaro lo mira de arriba abajo, mitad curiosa, mitad espantada. Su mano tiembla ligeramente cuando al dar leche a Lázaro, éste le toca ligeramente la mano y lanza un ‘¡Oh!’ cuando ve que su piel es tibia y que come igual que todos los demás…

Lázaro manifiesta su buen linaje.

Afable y señoril, le dice sonriente:

–                       Soy igual que tú. Y me gusta tu pan y la leche que me has dado. Me gustaría también dormir bajo tu techo, porque me siento cansado, además de hambriento.  –se vuelve a todos-  Muchos me tocan con algún pretexto para cerciorarse si tengo carne y huesos. Si tengo calor en el cuerpo y si respiro. Es una molestia pasajera. Terminada mi misión, me encerraré en Bethania. Cerca de Ti Maestro, te crearía molestias. He brillado y he dado testimonio de tu Poder hasta en Siria… Ahora me eclipso. Sólo Tú debes brillar en el cielo del milagro, en el Cielo de Dios y ante los hombres.

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María dice a la viejecita:

–                       Has sido buena con mi Hijo. Él me ha contado todo. Permíteme que te bese para darte las gracias. Sólo tengo mi amor para recompensarte. También yo soy pobre… Y también puedo decir que ya no tengo hijo, porque Él es de Dios y de su Misión. Y así sea. Porque siempre es santo y justo lo que Dios quiere.

María está llena de dulzura, aunque siente despedazarse…

Jesús dice:

–                       Voy a subir a la terraza a despedir y a bendecir a la gente.

Pedro pregunta:

–                       ¿Dónde está Marziam? He visto a todos los discípulos, menos a él.

Salomé de Zebedeo responde:

–                       Marziam no vino.

–                       ¿No vino? ¿Por qué? ¿Está enfermo?

–                       Está bien. También tu mujer. Porfiria no lo dejó venir.

–                       ¡Mujer tonta! Dentro de un mes será la Pascua y él debe venir…

Jesús interviene:

–                       Juan, Simón de Jonás, tú, Lázaro y Simón Zelote, venid conmigo. Vosotros esperad aquí, hasta que haya despedido a la gente y llame a los discípulos.

Y Jesús sale con ellos y cierra la puerta.

Pedro va refunfuñando. Cuando llegan a la escalera, Jesús pone una mano sobre su espalda y…

Jesús le dice:

–                       Escúchame Simón Pedro y deja de acusar a Porfiria. Ella es inocente. Obedece mis órdenes… Antes de los tabernáculos le ordené que no dejara venir a Marziam a Judea. Yo no quiero que se contamine. Procura obedecer como ellos…  Celebraremos juntos la Segunda Pascua, el catorce del siguiente mes. Y entonces seremos felices. Te lo prometo.

Pedro mueve la cabeza como diciendo: ‘Resignémonos’

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Zelote dice:

–                       Es mejor que no sigas contando a los que no irán a la ciudad para la Pascua.

Pedro contesta:

–                       Ya no tengo ganas de contar. Esto me da escalofríos. ¿Puedo decirlo a los demás?…

Jesús responde:

–                       No. Por eso os llamé aparte.

–                       Entonces tengo que pedir algo a Lázaro.

Lázaro contesta rápido:

–                       Dime. Si puedo lo haré con mucho gusto.

–                       Quiero que vayas a ver a Pilatos y averigües lo que piensa hacer por Jesús o contra Jesús. Porque se andan diciendo tantas cosas.

–                       Lo haré tan pronto llegue a Jerusalén. Quédate tranquilo. Haré lo mejor que pueda.

Jesús dice:

–                       Y perderás tu tiempo inútilmente, amigo mío. Tú lo sabes cómo hombre y Yo como Dios…  Que Poncio Pilatos, no es más que una caña que se dobla con el vendaval, tratando de evitarlo.

Jamás es falso, porque está convencido siempre de querer hacer lo que en ese momento dice y hace. Pero al oír el aullido del huracán, que viene del lado contrario se olvida. ¡Oh! No es que falte a sus promesas y voluntad. Olvida, todo lo que quería antes.

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Lo olvida porque el aullido de una voluntad más fuerte que la suya, le quita la memoria. Le manda muy lejos todos sus pensamientos que otro ventarrón le había metido y le introduce otros nuevos. Y después de todos esos miles de aullidos, se agrega el de su mujer; pues Claudia lo amenaza con separarse de él, si no hace lo que ella quiere.

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Y así él pierde toda fuerza, toda protección contra el ‘divino’ César, como dicen. Aunque están convencidos de que César es un ser más abyecto que ellos… Pero César es la patria y es grande por aquello que representa.

Sobre el grito de Claudia, está el de su ‘yo’ pequeño, lleno de ambición y de orgullo, que quiere reinar para ser grande. Quieren reinar para llenarse de dinero. Quieren reinar para dominar sobre las espaldas encorvadas.  El Odio está por debajo, cosa que no ve el pequeño Cesar llamado Pilatos, nuestro pequeño César… él solo ve las espaldas encorvadas que fingen respeto y que tiemblan ante él.

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Y a causa de esta voz tempestuosa del ‘yo’, está dispuesto a todo. Repito: A todo. Con tal de seguir siendo Poncio Pilatos, el Procónsul. El siervo de César y el dominador de una de las tantas provincias del Imperio. Y por todo esto, si ahora es mi defensor; mañana será mi juez inexorable. El pensamiento del hombre es siempre incierto. Pero es incertísimo cuando éste se llama Poncio Pilatos.

Pero tú Lázaro da contento a Pedro, si esto lo consuela…

Pedro dice:

–                       Consolar no. Pero sí me daría tranquilidad…

–                       Entonces consuela a nuestro buen Pedro y ve a ver a Pilatos.

Lázaro dice admirado:

–                       Iré, Maestro. Has pintado al Procónsul como ningún historiador o filósofo lo hubiera logrado hacer. ¡En un perfecto retrato!

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Jesús dice:

–                       Podría igualmente pintar a cada hombre con su verdadera cara, con su carácter. Pero ahora vamos con aquellos, que están haciendo mucho ruido…

Suben la escalera, salen a la terraza  y se presentan ante la multitud…

Jesús dice:

–                       Hombres de Galilea y de Samaría. Discípulos y seguidores. Vuestro amor y vuestro deseo de honrarme, revela vuestro corazón. Os bendigo por ello. Ahora regresad a vuestras casas, a vuestros negocios. Nos veremos en la Pascua en Jerusalén, donde entraré al día siguiente del sábado, antes de ella. Idos y tratad de no limitar vuestro amor por Mí, siguiéndome sólo por los senderos de la Tierra, sino por los del espíritu. Idos y que la luz brille en vosotros. Discípulos míos, quedaos en Efraím para recibir mis instrucciones.

Los bendice y repite: Idos. Obedeced.

La gente le grita:

–                       ¡Nos vamos! Pero promete que irás a Siquém antes de ir a la Pascua.

Jesús dice:

–                       Iré. Lo prometo.

–                       ¡No vayas! ¡Quédate con nosotros en Efraím! ¡Te defenderemos! ¡Te haremos Rey y Pontífice! ¡Ellos te odian! ¡Nosotros te amamos! ¡Abajo los judíos! ¡Viva Jesús!

–                       ¡Silencio! ¡No hagáis tumulto! Mi Madre está afligida por esta gritería, que me puede hacer más daño que si me maldijesen. Todavía no es mi Hora…  Idos. Pasaré por Siquém. Cumpliré mi deber de israelita, adorando al Dios Verdadero en el único Templo en que puede ser adorado…  Y de Mesías, haciéndome coronar en Jerusalén, donde seré Ungido cual Rey Universal, según la palabra de los grandes profetas.

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Enojados, varios  le gritan:

–                       ¡Abajo!

–                        ¡Eres un loco!

–                       ¡No hay profeta después de Moisés!

Jesús les dice:

–                       Nada puede cambiar lo que está destinado como salvación de todos. Seguidme si queréis entrar conmigo en mi Reino Eterno.

Intenta irse, pero los samaritanos arman tal tumulto que los galileos reaccionan. María se pone detrás de Jesús y lo abraza, como para defenderlo de las injurias que llegan de abajo…

–                       ¡Nos has traicionado!

–                        ¡Te refugiaste con nosotros, haciéndonos creer que nos amabas, para despreciarnos después!

–                       ¡Mucho más se nos despreciará ahora por tu culpa!

Luego se explica el origen del tumulto…

Origen lejano pero seguro…

–                       ¿Por qué nos enviaste entonces a tus discípulos a decirnos que eres un perseguido?

–                       Yo no envié a nadie. Que hablen los de Siquém… ¿Qué dije un día en la montaña?

Un samaritano habla:

–                       Que no podía adorar sino en el Templo, hasta que haya una nueva Era para todos. Maestro, nosotros no somos culpables, créelo. Éstos han sido engañados por falsos emisarios…

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–                       Lo sé. Idos pues. De todos modos iré a Siquém. No tengo miedo de nadie. Idos para no haceros daño. ¿No veis que por allá bajan resplandecientes al sol, las corazas de los legionarios?…

Os siguieron desde lejos al ver tanto cortejo. Y se quedaron al asecho en el bosque. Vuestros gritos los atraen ahora. Idos por bien vuestro.

La gente comprueba lo que dice Jesús y se dispersa lentamente.

Jesús repite:

–                       Idos todos vosotros a vuestras casas. Obedeced a quién os ama.

Cuando quedan solo los discípulos, Jesús ordena que entren en la casa y en el huerto.

Pedro baja con los demás a abrir.

Judas de Keriot no baja. ¡Se ríe! Una risa extraña, ¡Indescifrable!…

Y sin dejar de reír dice:

–                       Ahora verás cómo los ‘buenos samaritanos’ ¡Te odiarán! Para construir el Reino dispersas las piedras. Y las piedras esparcidas de un edificio, se convierten en armas que golpean. ¡Los has despreciado! Y no lo olvidarán…

Jesús lo mira y responde:

–                       Que me odien. No voy a dejar de cumplir con mi deber por miedo a ellos. Ven, Madre. Vamos a decirles a los discípulos lo que tienen que hacer, antes de que se vayan…

Baja entre María y Lázaro. Entran en la casa y da órdenes a los discípulos de que vayan por todas partes a avisar a sus compañeros que se reunirán en Jericó para la neomenia de Nisán y que esperen su llegada. Que Él saldrá de Efraím deteniéndose en cada lugar de su ruta y que lo busquen en Jerusalén para la Pascua.

Los divide en grupos de tres en tres y confía a Isaac, Hermas y Esteban, al nuevo discípulo, Samuel.

Ellos lo saludan y lo reciben…

Hermas le dice:

–                       Bienvenido hermano. Has dejado a un hombre por un Dios.

Después de cenar pan y leche, los discípulos se van y finalmente hay tranquilidad… pero mientras se prepara el cordero, Jesús se acerca a Lázaro y le dice:

–                       Ven conmigo al arroyo.

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Los dos juntos se separan a unos doscientos metros de la casa y Lázaro espera a que Jesús hable…

Jesús dice:

–                       Mi madre está muy abatida, lo ves. Mándame a tus hermanas… Pienso ir a Siquém con todos los apóstoles y las discípulas. Pero antes las enviaré a Bethania, mientras me detengo en Jericó por algunos días. Puedo tener todavía acá en Samaría a las mujeres, sin preocupación de…

Lázaro contesta angustiado:

–                       ¡Maestro! ¡Temes en verdad…! ¡Oh! Si es así…  ¿Por qué me resucitaste?

–                       Para tener un amigo.

–                       Si es por eso. Aquí estoy. Cualquier dolor no es nada, si puedo consolarte con mi amistad…

–                       Lo sé. Eres el más perfecto amigo…

–                       ¿De veras debo ir a ver a Pilatos?

–                       Si tú quieres. Por Pedro. No por Mí.

–                       Maestro. Te comunicaré la entrevista. ¿Cuándo dejas estos lugares?

–                       Dentro de ocho días. Apenas si hay tiempo para ir a donde quiero y estar contigo antes de la Pascua… Templarme en Bethania oasis de paz, antes de sumergirme en el tumulto de Jerusalén. Gracias por todo, amigo. Eres un buen amigo. Con diez iguales a ti, sería dulce vivir en medio de tanto Odio…

–                       Tienes ahora a tu Madre, señor mío y Ella vale por cien Lázaros. Recuerda que cualquier cosa que necesites te la procuraré…  Ordena, porque soy tu siervo en todo. También quiero decirte que cuando fui a Siria, vi a Síntica. Es activa y prudente.

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Sufre por estar lejos, pero dice que se encuentra feliz por preparar los corazones que son altares vacíos a la espera de un Dios y los prepara para que reciban a su Señor. A Ti… Espera verte antes de morir. Pues te ha amado desde el primer encuentro.

–                       Ciertamente me verá. Jamás desilusiono a los justos.

–                       No quería decirle nada de tus penas. Pero Antioquía es como una inmensa concha donde resuenan todas las voces del vasto imperio y se sabe todo lo que sucede acá. Síntica no ignora nada de tus aflicciones y por estar lejos sufre más.

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Traje un capucho que tejió con viso de dos tamaños. Síntica quiso describir con  hilo tu historia, la suya y la de Juan de Endor. Lo tiene tu Madre. ¿Y sabes cómo?  Bordó en él un cordero que defiende de una manada de hienas a dos palomas, una de las cuales tiene las alas destrozadas y la otra, la cadena rota que la tenía presa… y la descripción continúa alternando hasta que la paloma de las alas destrozadas levanta el vuelo hacia el cielo y la de la cadena rota se queda a los pies del cordero.

Parece una de esas historias que los escultores griegos graban en mármol en los festones de los templos y en los obeliscos dedicados a sus muertos. O que los pintores dibujan en vasos.

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–                       Lo usaré porque viene de una buena discípula. Vamos a casa. ¿Cuándo piensas partir?

–                       Mañana al amanecer, para que descansen los caballos. Voy a ir a Jerusalén para hablar con Pilatos. Te mandaré las noticias con María…

Y los dos siguen conversando animadamente…

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HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA