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35.- EL PURGATORIO III

Las Almas del Purgatorio y Maria Simma

MARIA SIMMA

Extracto de la entrevista de Sor Emanuel.

María Simma fue una mujer que vivió hasta el dia de San José del año 2004 en las montañas austríacas. Desde temprana edad ella recibió de Dios el don de recibir la presencia sobrenatural de las almas del Purgatorio, que acudieron a ella en busca de oración y ayuda para acortar su tiempo de expiación.
María vivió una vida donde la Presencia sobrenatural se vuelve cotidiana. Las almas se presentan a ella buscando ayuda, y también dando testimonio de sus sufrimientos, su vida en la tierra y su deseo profundo de llegar cuanto antes a estar en la Presencia de Dios en forma definitiva.

entrevista

Sor Emanuel:

–           Henos aquí, María ¿Puedes contarnos ahora cómo fuiste visitada la primera vez, por un alma del Purgatorio?

María Simma:

–           Sí, fue en el año 1940. Una noche a las 3 o 4 de la madrugada. Oí a alguien que iba y venía en mi habitación. Esto me despertó. Miré para ver quien pudiese haber entrado en mi cuarto.

Y  vi que era un extraño. Iba y venía lentamente. Le pregunté con tono severo: «¿Cómo has entrado aquí? ¿Qué has perdido?». Pero él continuaba caminando en mi cuarto, sin contestarme. Entonces le volví a preguntar: «¿Qué haces? Y puesto que seguía sin querer responderme, me levanté de un salto para aferrarlo…  Pero no toqué más que el aire y el hombre había desaparecido… Entonces regresé a la cama y de nuevo comencé a sentir que iba y venía. Me preguntaba por qué veía allí a ese hombre y por qué no podía aferrarlo. Me levanté de nuevo para asirlo y para hacer que desistiese de caminar. Nuevamente me topé con la nada.

Quedé perpleja. Volví a acostarme. No volvió otra vez, pero aquella noche no conseguí adormecerme. Al día siguiente después de misa, fui a ver a mi director espiritual y le conté lo sucedido.

Él me dijo «Si todo eso sucede otra vez, no preguntes: «¿Quién eres?, sino, ¿“Qué quieres de mí?».

La noche siguiente el hombre regresó.

Era el mismo y yo le pregunté: «¿Qué quieres de mí?». Me respondió: «Haz celebrar tres misas por mí y yo seré liberado».

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Entonces comprendí que era un alma del Purgatorio.

Mi padre espiritual me lo confirmó. Me aconsejó de no rechazar jamás a las almas del Purgatorio y de acoger con generosidad sus pedidos.

–           Y después, ¿continuaron las visitas?

–           Sí, durante algunos años venían tres o cuatro almas solamente, sobre todo en el mes de noviembre. Luego no vinieron más.

–           ¿Y qué te piden estas almas?

–           Muchas veces piden de hacer celebrar misas y de asistir a esas misas; piden de recitar Rosarios y también de hacer el Vía Crucis.

–           A este punto se nos plantea una pregunta, que es fundamental: ¿Qué es exactamente el Purgatorio?
–           “Diría que es una invención genial por parte de Dios. Y aquí quisiera proponerles una imagen toda mía. Supongan que un día se abre una puerta y aparece un ser extraordinariamente bello, de una belleza tal, nunca vista sobre la tierra. Aquí quedan fascinados, trastornados por este SER de luz y de belleza sobrenaturales,

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tanto más, que Él demuestra estar locamente enamorado de ustedes (lo que nunca se hubiesen imaginado)… Y se dan cuenta que también Él tiene un gran deseo de atraerlos a Sí, de abrazarlos…  Y el fuego del amor que quema ya en sus corazones los empuja seguramente a precipitarse entre sus brazos…

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Pero de pronto, ustedes se dan cuenta en ese preciso instante, de que hace meses que no se lavan, que huelen mal, se sienten horrendamente  feos; tienen la nariz que chorrea, los cabellos grasosos y pegoteados, horribles manchas de suciedad sobre la ropa, etc., etc.

Entonces se dicen a sí mismos: «¡No, no es posible que yo me presente en este estado! Es preciso que antes me lave, me duche y luego rápidamente, regrese a verlo…».

Pero he aquí que el amor nacido en sus corazones es tan intenso, tan fuerte, tan abrasador, que este atraso debido a la ducha es absolutamente insoportable…. Y el dolor mismo de la ausencia, aunque dure sólo pocos minutos, causa un ardor atroz en el corazón.

Y ciertamente este ardor es proporcional a la intensidad de la revelación del amor: es una Llama de amor…

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Pues bien, el Purgatorio es exactamente esto. Es un atraso impuesto por nuestra impureza, un atraso antes del abrazo de Dios, una Llama de amor que hace sufrir terriblemente; una espera. O si lo prefieren, una nostalgia del Amor.

Es precisamente esta Llama, esta ardorosa nostalgia la que nos purifica de todo lo que aún es impuro en nosotros. Me atrevería a decir que el Purgatorio es un lugar de deseo, del deseo loco de Dios, de Dios que ya ha sido reconocido y visto, pero al cual el alma todavía no se ha unido.”

Las almas del Purgatorio han revelado con frecuencia con María sobre ese gran deseo, de esa sed que tienen de Dios y cómo ese deseo es para ellas profundamente doloroso. Es sin duda, una verdadera agonía. En la práctica, el Purgatorio es una gran crisis, una crisis que nace de la falta de Dios.

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Sobre esto he querido que María nos precisara un punto fundamental:

–           María, ¿las almas del Purgatorio prueban alegría y esperanza en medio de sus sufrimientos?

–           Sí, ningún alma quisiera volver del Purgatorio a la tierra, porque ellas ya tienen un conocimiento de Dios infinitamente superior al nuestro y no podrían nunca más decidirse a regresar a las tinieblas de este mundo.

He aquí entonces, la gran diferencia entre los sufrimientos del Purgatorio y los de la tierra: en el Purgatorio, aunque sea terrible el dolor del alma, la certeza que se tiene de vivir con Dios es tan fuerte e indestructible que el gozo de esta certeza supera aun el dolor y por nada del mundo esas almas quisieran volver a vivir sobre la tierra; donde al fin de cuentas, nunca se tiene seguridad de nada.

–           María, ¿Ahora podrías decirnos si es Dios quien envía un alma al Purgatorio o si en cambio, es el alma misma quien decide de ir allí?

–           Es el alma misma quien quiere ir al Purgatorio para purificarse, antes de entrar en el Paraíso. Pero aquí es preciso decir también que el alma, cuando está en el Purgatorio, adhiere perfectamente a la voluntad de Dios.

Por ejemplo, se complace del bien y desea nuestro bien; experimenta tanto amor por Dios y también por quienes aún estamos en la tierra. Estas almas están perfectamente unidas al Espíritu de Dios, a la Luz de Dios.

–           María, ¿En el momento de la muerte se ve a Dios en plena luz o en manera confusa?

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–             En manera aún confusa. Con todo hay una claridad tal, que basta para tener nostalgia.

¡Es verdad! Es una luz resplandeciente, en relación a las tinieblas de la tierra; pero todavía es nada con respecto a la Luz que el alma conocerá en el Cielo. Del resto, a tal propósito podemos hacer una confrontación con las experiencias de las que se habla en el libro «La vida más allá de la vida»: muchísimas de esas personas que, de un estado de pre-muerte (por coma, paro cardíaco, etc.) han vislumbrado algo del más allá y quedaron tan fascinadas de esa luz, que para ellas ha sido una verdadera agonía retornar a la común existencia sobre la tierra, después de aquella experiencia.

–           María, ¿Puedes decirme cuál es el papel de la Virgen con respecto a las almas del Purgatorio?

–           Sí, viene frecuentemente para consolarlas y decirles que han hecho bien tantas cosas y les da coraje.

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 ¿Hay días especiales en los cuales ella las libera?

–           Si, sobre todo el día de Navidad, el día de Todos los Santos, el Viernes Santo; las libera también el día de su Asunción y en el de la Ascensión de Jesús.

–           Pero María, ¿Por qué se va al Purgatorio? ¿Cuáles son los pecados que conducen con frecuencia a las almas al Purgatorio?

–           Son los pecados contra la caridad, contra el amor hacia el prójimo, la dureza del corazón, la hostilidad, la calumnia; sí, todas estas cosas. Sé que la maldición y la calumnia se cuentan entre las culpas más graves que necesitan una larga purificación.

Otros pecados contra la caridad son por cierto, todos nuestros repudios hacia algunas personas que no amamos, nuestro rechazo en hacer las paces, en perdonar, y todos los rencores que encerramos en el corazón.

Al respecto María nos reveló un testimonio que nos hace reflexionar. Es la historia de una persona que ella conocía muy bien. Esta persona había muerto. Era una mujer y se encontraba en el Purgatorio, padeciendo sufrimientos atroces. Y cuando esa alma visitó a María, ella le preguntó el porqué.  Y el porqué, era que ella tenía una amiga con la cual surgió una enemistad muy grande  y esa enemistad había sido causada por ella misma. Y a pesar de todo, había conservado su rencor por años y años. Y cuando su amiga en varias circunstancias, quiso hacer las paces y reconciliarse, ella la rechazaba.  Y cuando cayó gravemente enferma, mantuvo cerrado su corazón rechazando la paz que le proponía. Y hasta en el lecho de muerte, aquella amiga había venido a suplicarle de hacer las paces; pero aún en su lecho de muerte ella había rechazado reconciliarse. Y por ese motivo se encontraba aún en un purgatorio muy doloroso, y por eso había venido a pedir ayuda a María.

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Este testimonio sobre la gravedad de conservar el rencor es muy significativo. Por lo que se refiere a las palabras, nunca se dirá bastante acerca de cómo una palabra de crítica, una palabra malévola pueda realmente matar y también cómo una buena palabra pueda curar.

–           Entonces, María, ¿puedes decirnos quienes son los que tienen mayores posibilidades de ir directamente al Paraíso?

–           Son aquellos que tienen un corazón bueno, un corazón bueno hacia todos. La caridad cubre una multitud de pecados.
–             
Sí, es San Pablo quien nos lo dice.

–           Y ¿cuáles son los medios que podemos emplear sobre la tierra para evitar el Purgatorio e ir derecho al Paraíso?

–           Debemos hacer mucho por las almas del Purgatorio, porque son ellas quienes a su vez, nos ayudan. Hay que tener mucha humildad: ésta es el arma más grande contra el Maligno. La humildad elimina el mal.

A este punto no resisto al deseo de referir un bellísimo testimonio del Padre Berlioux (que ha escrito un hermoso libro sobre las almas del Purgatorio), con relación a la ayuda ofrecida por estas almas a aquellos que las ayudan con oraciones y sufragios:

«Se cuenta que una persona muy amiga de las almas del Purgatorio había consagrado toda su vida a sufragar por ellas. Habiendo llegado la hora de su muerte, fue asaltada con furor por el demonio que la veía a punto de escapársele. Parecía que el abismo entero confederado contra ella, la rodease con sus cohortes infernales.

La moribunda luchaba desde hacía tiempo entre los esfuerzos más penosos, cuando repentinamente vio entrar en su casa una multitud de personajes desconocidos,

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pero resplandecientes de belleza que pusieron en fuga al demonio y acercándose a su lecho, le dirigieron palabras de aliento y de consolación totalmente celestiales.

Emitiendo entonces un profundo suspiro y llena de alegría, gritó: ¿Quiénes son ustedes? ¿Quiénes son los que me hacen tanto bien? Aquellos buenos visitantes respondieron: «Nosotros somos habitantes del Cielo que tu ayuda ha encaminado a la felicidad y como reconocimiento, venimos a ayudarte para que cruces el umbral de la eternidad y te libres de este lugar de angustia y te introduzcas en las alegrías de la Ciudad Santa».

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Con estas palabras una sonrisa iluminó el rostro de la moribunda. Sus ojos se cerraron y ella se durmió en la paz del Señor. Su alma pura como una paloma, presentándose al Señor de los Señores, encontró tantos protectores y abogados entre las almas que ella había liberado y reconocida digna de la gloria; que entró allí triunfalmente, en medio de los aplausos y las bendiciones de quienes había liberado del Purgatorio».

–           Entonces María, ahora pienso en el buen ladrón, en aquel que estaba crucificado junto a Jesús y me gustaría saber que hizo para que Jesús le prometiese que ese mismo día, estaría con él en el Paraíso.

–           El aceptó humildemente su sufrimiento diciendo que era algo justo. Alentó al otro ladrón a aceptar también él su condición. Él tenía el temor de Dios, es decir, era humilde.

«Conocí a un joven de unos veinte años. Vivía en un pueblo vecino al mío. Este pueblo había sido duramente golpeado y destruido por una serie de aludes que mataron un gran número de habitantes. Era en el año 1954. Una noche ese joven se hallaba en la casa de sus padres. Imprevistamente un terrible alud se abate precipitando cerca de su casa. El oye gritos desgarradores, gritos lastimeros que invocan: «¡Ayúdennos! ¡Sálvennos! ¡Vengan a socorrernos!… ¡Somos arrollados por los aludes!… «. De inmediato el joven se levantó y se precipitó para socorrer a esas personas. Pero su madre que había oído los gritos le impidió pasar, cerró la puerta y dijo: «¡No, otros deben socorrerlos, nosotros no! Afuera es demasiado peligroso. No quiero que haya un muerto más»

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Pero él, puesto que había sido impactado por esos gritos y quería verdaderamente socorrer a esa gente, empujó a su madre y dice: «¡Sí, yo voy! ¡No quiero dejarlos morir así!’: y salió. Pero también él a lo largo del trayecto, fue embestido por un alud y murió…

Dos días después de su muerte, él vino a visitarme de noche y me dijo: «Haz celebrar tres misas por mí, así seré liberado del Purgatorio». Yo fui a dar cuenta de ello a su familia y a sus amigos. Ellos quedaron muy sorprendidos al oír que, solamente con tres misas, se libraría del Purgatorio. Alguno de sus amigos agregó «Yo no hubiera querido estar en su lugar en la hora de la muerte. ¡Si hubiesen visto todas las fechorías que cometió!… «. Pero ese joven con posterioridad, me declaró: «Yo he cumplido un acto de amor puro poniendo a riesgo mi vida y donándola por aquellas personas y es gracias a esto que el Señor me ha acogido tan rápidamente en Su Cielo. Es verdad, la caridad cubre una multitud de pecados».

En este episodio se ve cómo un solo acto de amor desinteresado ha sido suficiente para purificar a ese joven de una vida de fechorías y el Señor ha aprovechado de ese instante de amor para llamarlo a Sí.

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Este joven quizás nunca hubiese tenido en su vida la ocasión de realizar un acto de amor tan fuerte y quizás se hubiese convertido en un hombre malvado. El Señor en Su Misericordia, lo ha llamado a Sí justo en el mejor momento, en el momento más puro a causa de ese acto de amor.

Ahora he aquí otro episodio que demuestra cómo el Señor acepta y valoriza también un simple acto de bondad:

–           El alma de una mujer se presentó un día, con un balde en mano. «¿Qué haces con ese balde?», le pregunté. Es la llave de mi Paraíso, respondió radiante. No he orado mucho durante mi vida; raramente iba a la iglesia; pero una vez antes de Navidad, he limpiado gratuitamente toda la casa de una pobre anciana. Ha sido mi salvación». Esta es la prueba que todo depende de la caridad.

Es también importante cuando se está a punto de la muerte, abandonarse a la voluntad del Señor. Una madre de cuatro hijos que estaba por morir. En vez de rebelarse y de inquietarse, ella dijo al Señor: «Acepto la muerte en el momento que tú lo quieras y pongo mi vida en tus manos. Te confío mis hijos y sé que tú encargarás de ellos». A causa de esta inmensa confianza en Dios, esa mujer fue directamente al Paraíso sin pasar por el Purgatorio.

Verdaderamente se puede decir que el amor; la humildad y el abandono a Dios son tres llaves de oro que nos hacen entrar directamente en el Paraíso.

–           María, ¿podrías decirnos cuáles son los medios más eficaces para facilitar la liberación de las almas del Purgatorio?

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EI medio más eficaz es la Misa.

–           ¿Por qué la Misa?

–           Porque es Cristo quien se ofrece por amor nuestro. Es la ofrenda del mismo Cristo a Dios, la más bella de las ofrendas. EI sacerdote es el representante de Dios y es el mismo Dios que se ofrece y se sacrifica por nosotros. La eficacia de la Misa por los difuntos es tanto mayor cuanto más grande ha sido la estima que ellos tuvieron por la Misa cuando eran todavía en vida. Si en esas Misas han orado con todo el corazón y si han asistido también durante la semana, según el tiempo disponible, ellos sacarán grande provecho de las misas celebradas por ellos. También en esto se recogerá lo que se ha sembrado.

Agregaré que un alma del Purgatorio ve muy bien el día de sus funerales: si se reza verdaderamente por él o si simplemente, se hace acto de presencia para mostrar que está allí. Ellas dicen que las Lágrimas no sirven para nada, para ayudarlas. En cambio sirve mucho la oración. Con frecuencia esas almas lamentan el hecho de que las personas asisten a su sepultura, pero no elevan una sola plegaria a Dios; derraman muchas lágrimas, pero eso es inútil.

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Con relación a la Misa, quisiera citarles un hermoso ejemplo narrado por el santo Cura de Ars a sus parroquianos: «Hijos míos, un buen sacerdote había tenido la desgracia de perder un amigo muy querido. Por eso rezó mucho por la paz de su alma. Un día Dios le hizo saber que su amigo estaba en el Purgatorio y sufría terriblemente.

Este santo sacerdote pensó que no podía hacer algo mejor que ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa por su querido difunto. En el momento de la Consagración, tomó la Hostia entre sus manos y dijo: «Padre Santo y Eterno, en tus manos divinas está el alma de mi amigo en el Purgatorio y en mis pobres manos de ministro tuyo está el Cuerpo de Tu Hijo Jesús. Pues bien, Padre Bueno y Misericordioso, libra a mi amigo y yo te ofrezco a Tu Hijo junto con todos los méritos de Su Gloriosa Pasión y Muerte».

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Este pedido fue escuchado. De hecho, en el momento de la elevación, él vio que el alma de su amigo subía al Cielo resplandeciente de gloria. Dios había aceptado la ofrenda”.

«Por eso hijos míos, concluyó el santo Cura de Ars, cuando queramos liberar a nuestros seres queridos que están en el Purgatorio, hagamos lo mismo. Ofrezcamos al Padre, por medio del Santo Sacrificio, a Su Hijo Dilecto, junto con todos los méritos de Su Pasión y Muerte, así no podrá rechazarnos nada».

Otros medios muy eficaces para ayudar a las almas del Purgatorio son el ofrecimiento de nuestros sufrimientos, nuestras mortificaciones y el sufrimiento voluntario, como por ejemplo el ayuno, las privaciones, etc. Y, naturalmente, también los sufrimientos involuntarios como las enfermedades, los lutos, los abandonos…

–           María, tú fuiste invitada muchas veces a sufrir por las almas del Purgatorio para liberarlas. ¡Puedes decirnos qué has vivido y probado en esos momentos!

–           La primera vez un alma (era una mujer) me preguntó si quería sufrir tres horas, en mi cuerpo por ella y agregó que luego yo podría retomar mi trabajo. Yo me dije: «Si es sólo por tres horas, quiero aceptar». Esas tres horas me parecieron que durasen como tres días, tan terribles eran los sufrimientos. Pero al final, miré el reloj y vi que habían pasado sólo tres horas. EI alma luego me dijo que habiendo aceptado sufrir con amor esas tres horas, le había ahorrado veinte años de Purgatorio.

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María, ¿Por qué una vez llegados al Purgatorio, no se pueden adquirir méritos y en cambio, mientras se está en la tierra siempre se los pueden adquirir?

–           Porque en el momento de la muerte los méritos se terminan. Mientras uno vive en la tierra puede reparar el mal que ha cometido antes. Las almas del Purgatorio tienen una santa envidia por esta posibilidad nuestra. Hasta los Angeles son celosos de nosotros, porque tenemos la posibilidad de «crecer» mientras estamos sobre la tierra. Pero muchas veces la aparición del sufrimiento en nuestra vida nos hace rebelar y tenemos dificultad en aceptarlo y vivirlo bien.

–           Entonces, ¿cómo vivir el sufrimiento para que pueda dar frutos?

–           Los sufrimientos son la prueba más grande del amor de Dios. Y si se ofrecen bien, pueden ganar muchas almas.

–           Pero ¿Qué hacer para recibir los sufrimientos como un don y no como una punición o un castigo?

–           Hay que ofrecerlo todo a la Virgen Santa, pues ella sabe mejor que nadie quién necesita esta o aquella ofrenda para ser salvado.

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En el año 1954. Una serie de avalanchas muy desastrosas se abatieron sobre un pueblito cercano, causando gravísimos daños. Otros aludes se habían precipitado en dirección acá. Pero aquí sucedió que los aludes se detuvieron de un modo ciertamente milagroso, sin causar algún daño. Las almas me dijeron que en este pueblito había vivido y muerto una mujer que durante treinta años, estuvo enferma y había sido cuidada muy mal. Había sufrido terriblemente durante todos esos años, ofreciendo todos sus dolores por el bien de su pueblito.

Las almas revelaron que gracias al ofrecimiento de aquella mujer, el pueblito se había salvado. Ella había ofrecido sus sufrimientos durante 30 años y los había soportado con paciencia. Si aquella mujer hubiese gozado de buena salud, no hubiese podido proteger a su pueblito; con el sufrimiento, pacientemente soportado, se pueden salvar más almas que con las oraciones. No tenemos que ver siempre el sufrimiento como un castigo. Puede ser aceptado como expiación, no sólo para nosotros mismos, sino sobre todo para los demás. Jesucristo era inocente y fue El quien sufrió más que todos para expiar por nuestros pecados.

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Sólo en el Cielo sabremos totalmente lo que hemos obtenido por medio del sufrimiento soportado pacientemente, en unión con los sufrimientos de Cristo.

–           María, ¿Se da una cierta rebeldía por parte de las almas del Purgatorio a causa de sus sufrimientos?

–           No, ellas quieren purificarse y comprenden que los sufrimientos son necesarios.

–           ¿Cuál es el valor de la contrición y del arrepentimiento en el momento de la muerte?

–           La contrición es importantísima. Los pecados como sea son perdonados, pero queda la consecuencia del pecado. Si se quiere obtener la indulgencia plenaria en el momento de la muerte, esto es; ir derecho al Cielo, el alma tiene que estar libre de toda atadura.

–           María, quisiera preguntarte en el momento de la muerte ¿Se da un tiempo en el que el alma tiene la posibilidad de dirigirse a Dios antes de entrar en la eternidad, un tiempo si se quiere, entre lo muerte aparente y la muerte real?

–           Sí, el Señor da a cada alma algún instante para que se arrepienta de sus pecados y se decida si acepta o no acepta llegar a Dios. En ese breve tiempo se ve como en un filme la propia vida. Yo conocí a un hombre que creía en los preceptos de la Iglesia, pero no en la vida eterna; un día se enfermó gravemente y entró en coma. Entonces él se vio en una sala con una pizarra en la que estaban escritas todas sus acciones: tanto las buenas como las malas; luego la pizarra desapareció, también las paredes de aquella sala y todo era infinitamente bello. Luego se despertó del coma y decidió cambiar de vida.

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Este episodio es semejante a tantos otros refrendos en el libro «La vida más allá de la vida»: la experiencia momentánea de la luz sobrenatural es tal que esas personas no pueden vivir más cómo vivían antes.

–           Entonces, María, ¿En la hora de la muerte, Dios se revela con la misma intensidad a todas las almas?

–           A cada alma se le da el conocimiento de su propia vida y también del sufrimiento futuro, pero esto no es igual para todos. La intensidad de la revelación del Señor depende de la vida de cada alma.

–           María, ¿El diablo tiene el poder de atacarnos en el instante de nuestra muerte?

–           Sí, pero el hombre tiene también la gracia de resistirlo y de rechazarlo, porque, si el hombre no quiere, el demonio no puede hacer nada.

–           María, ¿Qué consejos darás a quien quisiera hacerse santo ya en esta tierra?

–           Ser humildísimo… No debe ocuparse de sí mismo. Debe huir del orgullo, que es la trampa más peligrosa que tiende el Maligno.

–           María, ¿Podrías decirnos si se puede pedir al Señor de hacer su propio Purgatorio en la tierra para no hacerlo después de la muerte?

–           Oh, sí. He conocido un sacerdote y una muchacha, los dos estaban enfermos en el hospital. La muchacha decía al sacerdote que ella pedía al Señor de poder sufrir en la tierra tanto cuanto fuera necesario para ir directamente al Cielo y el sacerdote respondió que él no se atrevía a pedir eso. Junto a ellos había una religiosa que escuchaba toda la conversación. Luego la muchacha murió antes y poco después murió también el sacerdote; él se apareció a la religiosa diciéndole: «Si hubiese tenido igual confianza que esa muchacha, también yo hubiese ido directamente al Paraíso ‘´

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Gracias por este hermoso testimonio, María.

Ahora María me pide 5 minutos de descanso pues tiene que dar de comer a las gallinas.

La vuelvo a ver en seguida y continuamos con nuestras preguntas

–           ¿Jesús no va al Purgatorio?

–           Ningún alma me lo ha dicho. Es la Madre de Dios quien va. Una vez pregunté a un alma del Purgatorio si debía ir ella misma a buscar a las almas de las que pedían noticias. Me respondió que no: es la Madre de Misericordia quien da noticias. Ni siquiera los santos van al Purgatorio; en cambio los Angeles están allí: San Miguel… y cada alma tiene cerca a su Angel Custodio.

–           ¡Qué estupendo, los Angeles están con nosotros! Pero, ¿qué hacen los Angeles en el Purgatorio?

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Alivian y consuelan. Las almas pueden verlos.

–           ¡Oh, qué bello! .María, si continuas a hablarnos de los Angeles casi me haces venir el deseo de ir al Purgatorio. Otra pregunta: tú sabes que, hoy, mucha gente cree en la reencarnación, ¿Qué dicen las almas sobre este tema?

–           Las almas dicen que Dios nos da una sola vida.

–           ¿Qué pasa con las personas que se suicidan? ¿Alguna vez te visitó una de esas almas?

–           Las almas que vienen a mí son sólo almas del Purgatorio. Por lo tanto hasta hoy, nunca encontré el caso de un suicida que se haya perdido; eso no significa que no las haya. Pero algunas almas me dicen que con frecuencia son más culpables aquellos que han estado alrededor de ellas, porque han sido negligentes o han difundido calumnias.

–           María, ¿hay sacerdotes en el Purgatorio? (Aquí veo que María alza los ojos al Cielo como para decir: «¡Ay de mí!…»).

–           Sí, hay muchos. Esos no han colaborado para tener respeto por la Eucaristía y entonces toda la fe sufre. Con frecuencia están en el Purgatorio por haber descuidado la oración y su fe ha disminuido; pero es también cierto que muchos de ellos han ido directamente al Paraíso. Un encuentro inolvidable para mí fue aquel con un sacerdote cuya mano derecha era negra. Le pregunté la causa: «Hubiera tenido que bendecir más», me dijo. «Di a todos los sacerdotes que encuentres que deben bendecir mucho más: ellos pueden dar numerosas bendiciones y conjurarían las fuerzas del mal».

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Bien, ¿y qué le dirías a un sacerdote que quisiera vivir verdaderamente según el corazón de Dios?

–           Le aconsejaría de rezar mucho al Espíritu Santo y de recitar cada día el Rosario.

–           María, ¿hay niños en el Purgatorio?

–           Sí, pero para ellos el Purgatorio no es muy largo ni muy penoso, porque a ellos les falta el pleno discernimiento.

–           Pienso que algunos de ellos han venido a encontrarte. Tú nos contabas la historia de aquella niñita… el alma más pequeña que has visto; era una niñita de 4 años. Pero ¿por qué estaba en el Purgatorio?

–           ¿Por qué? Esta niñita había recibido de sus padres como regalo de Navidad, una muñeca. Tenía una hermana melliza, que también había recibido una muñeca. Y he aquí que esa niñita de 4 años había roto su muñeca y entonces, a escondidas, sabiendo que nadie la veía, fue a poner esa muñeca rota en el lugar de la de su hermana y a hacer así el cambio, sabiendo muy bien en su corazoncito, que habría ocasionado muchísimo dolor a su hermana; se daba cuenta que eso era un engaño y una injusticia. Por esta causa pasó por el Purgatorio.
Sí, los niños con frecuencia tienen una conciencia más viva que la de los adultos y es preciso sobre todo luchar contra la mentira; ellos son muy sensibles.

–           María, ¿cómo pueden los padres ayudar en la formación de la conciencia de sus hijos?

–           Sobre todo con el buen ejemplo: es lo más importante y luego con la oración. Los padres deben bendecir a sus hijos e instruirlos bien en las cosas de Dios.

–           Lo dicho es muy importante. ¿Te han visitado almas que, sobre la tierra, practicaban perversiones? Pienso por ejemplo, en el campo de la sexualidad.

–              Las almas que he conocido (todas del Purgatorio), no se han perdido, pero deben sufrir mucho para purificarse. En todas las perversiones está presente la obra del Maligno. En modo particular en la homosexualidad.

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¿Qué consejo darías a todas esas personas que son tentadas por la homosexualidad, que tienen en ellos esas tendencias?

–           Les diría de rezar, rezar mucho, para tener la fuerza de alejarse. Sobre todo hay que orar al Arcángel san Miguel pues es él, por excelencia quien combate contra el Maligno.

–           ¡Oh, sí el Arcángel san Miguel! ¿Y cuáles son las tendencias del corazón que pueden conducir a la pérdida de nuestra alma, a la pérdida definitiva de nuestra alma, es decir al infierno?

–           Es cuando no se quiere ir hacia Dios, es decir cuando se dice decididamente: «¡Yo no quiero!»

–           Te agradezco por esta aclaración. Y aquí te quisiera contar que sobre este argumento, he interrogado a Vicka, una de las videntes de Medjugorje, que me decía también ella que al infierno (¡y ella al infierno lo ha visto!), van únicamente aquellos que deciden de ir allí y no es Dios quien los manda. Al contrario, El suplica al alma de acoger Su Misericordia.

–           El pecado contra el Espíritu Santo del que habla Jesús y que por tanto no es perdonado, es el rechazo radical de su misericordia y eso en plena luz y en plena conciencia. Yo señalo que Juan Pablo II lo explica muy bien en su encíclica sobre la Misericordia; pero también en esto podemos hacer mucho por medio de la oración, por las almas que están en peligro de perderse.

–           María, ¿tendrías algún testimonio al respecto?

–           Un día me encontraba en el tren. En mi compartimento había un hombre que no terminaba de criticar a la Iglesia, a los sacerdotes y hasta de ofender a Dios. No cesaba de maldecir y yo le dije: «Usted no tiene el derecho de decir todo eso, ¡No está bien!». Llegada a mi estación, mientras bajaba los dos peldaños de la escalerita, dije sencillamente a Dios: «¡Señor, que esta alma no se pierda!…». Algunos años después el alma de este hombre vino a visitarme y me contó de haber estado a la orilla del Infierno y de haberse salvado sólo por la oración que yo había hecho en aquel momento.

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Sí, es extraordinario ver cómo tan solo un pensamiento, un impulso del corazón, una sencilla oración por alguien, pueda impedirle de caer en el infierno, porque es el orgullo que hace ir al infierno. Y el infierno es eso: es el obstinarse a decir NO a Dios; pero nuestras oraciones pueden suscitar en quien muere, un acto de humildad y sólo un impulso de humildad por mínimo que sea, tiene tanta fuerza como para hacemos evitar el infierno.

–           Un alma me contó: «No habiendo observado las leyes de tránsito, me maté a causa del golpe, mientras iba en motocicleta en Viena”. Le pregunté: «¿Estabas preparada para entrar en la eternidad?». «No lo estaba, pero Dios da dos o tres minutos para que se puedan convertir a cuantos pecan contra de él con insolencia y presunción. Y sólo quien lo rechaza es condenado». El alma continuó con su comentario interesante e instructivo: «Cuando uno muere en un accidente, las personas dicen que era su hora. Es falso: eso se puede decir sólo cuando una persona muere no por su culpa. Pero según los designios de Dios, yo hubiera podido vivir aún treinta años; entonces hubiese transcurrido todo el tiempo de mi vida». Por eso el hombre no tiene el derecho de exponer su vida a un peligro de muerte, salvo en caso de necesidad.

EUTANASIA

Un médico vino un día a lamentarse que debía sufrir por haber acortado la vida de sus pacientes con inyecciones para que no sufrieran más. Dijo que el sufrimiento, soportado con paciencia, tiene para el alma un valor infinito; se tiene el deber de aliviar los grandes sufrimientos, pero no el derecho de acortar la vida con medios químicos. En otra ocasión vino una mujer. Confesó: «He debido sufrir treinta años de purgatorio porque a mi hija no la he dejado ir al convento».

–           María, ¿No te parece increíble que alguno pueda llegar al punto de decir NO a Dios en el momento de la muerte, cuando lo ve?

–           Bien, por ejemplo un hombre me dijo que no quería ir al Cielo; ¿Y saben por qué? Porque según él, Dios permite los injustos y las injusticias… Yo le dije que esto lo hacen los hombres y no Dios. Me respondió: Espero no encontrar a Dios, después de la muerte, porque entonces le romperé la cabeza con un hacha». Él tenía un odio profundo contra Dios; pero Dios deja al hombre su voluntad libre; podría impedir esta voluntad, pero no, quiere dejar a cada uno su libre elección. Dios da a cada uno, durante la vida terrena y en la hora de la muerte, muchas gracias para convertirse, aun después de una vida transcurrida en las tinieblas; pero si se pide perdón sin cálculo, ciertamente podemos salvarnos.

–           Quisiera saber qué piensas sobre las prácticas de espiritismo; por ejemplo cuando se llaman a los espíritus de los difuntos, se hacen girar las mesas, etc.

–           ¡No es bueno! Con frecuencia es el diablo quien hace mover las mesas.

¡Oh, sí, es importante decirlo! Hay que hacer saber esto a la gente; pues hoy, por desgracia, estas absurdas prácticas espiritistas aumentan cada vez más…

espiritismo-satanismo

Ahora, te ruego, acláranos, ¿existe una diferencia entre lo que tú vives con las almas de los difuntos y las prácticas de espiritismo?

–           No es lícito llamar a las almas. Yo no busco su venida; vienen por sí solas, con el permiso de Dios. En el espiritismo, en cambio, se evocan a los espíritus, se los llaman. Pero es el demonio quien viene, fingiendo ser el alma de ése o de aquél. A veces se presenta bajo falsas apariencias, sin ser llamado.

–           Tú, personalmente, ¿Has sido alguna vez engañada por falsas apariciones? ¿Por ejemplo, por el diablo que se hace pasar por un alma del Purgatorio para hablarte?

–           Sí, una vez un alma vino a verme y me dijo: «No recibas al alma que vendrá después de mí, porque te pedirá demasiados sufrimientos. Eso no está a tu alcance. Nunca podrás hacer lo que te ha de pedir “. Entonces quedé turbada. Me acordé de lo que me había dicho mi párroco que había que acoger a cada alma con generosidad y yo estaba, habituada a la obediencia. De repente pensé dentro de mí: «¿Acaso no podría ser el demonio quien esté aquí ante mí, y no un alma del Purgatorio? ¿No será el demonio que se ha camuflado?…». Dije entonces a aquel hombre: «Si eres el diablo, ¡Vete de aquí!” En seguida pegó un fuerte grito y huyó. Y efectivamente, el alma que vino luego de él era un alma que tenía mucha necesidad de mi ayuda y era en verdad importante que viniese a verme y que yo la escuchase.

–           Cuando el diablo aparece, ¿El agua bendita lo hace huir siempre?

–           Lo molesta mucho y con frecuencia huye.

–           En la actualidad, María, eres muy conocida, sobre todo en Alemania, en Austria y aun por toda Europa, gracias también a tus conferencias y a tu libro. Pero en los comienzos vivías del todo escondida. ¿Cómo es que, de la noche a la mañana, la gente ha reconocido que tu experiencia sobrenatural era auténtica?

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¡Oh! Fue cuando las almas comenzaron a pedirme que suplicara a sus familias para que restituyeran un bien mal adquirido.

Muchas veces, diversas almas han venido a verme para decirme: «Ve a mi familia, en tal pueblo, para decir a mi padre, a mi hijo, a mi hermano que restituyan tal propiedad, tal suma de dinero, tal objeto que, en tal lugar y en lo de fulano, me he procurado de mal modo y así yo seré liberada del Purgatorio cuando ese bien sea restituido». Entonces iba y refería todos los detalles de ese campo, de aquella suma de dinero, de tal objeto, de aquel vestido así y así. Y las personas quedaban sorprendidas viendo que conocía todos esos particulares, porque algunas veces las mismas familias no estaban al corriente de que aquel bien hubiese sido mal adquirido por sus parientes. Fue por tales hechos que comencé a ser muy conocida.

–           Te quiero hacer una pregunta, que puede parecer indiscreta. Tú has hecho tanto por las almas del Purgatorio que, sin duda alguna, cuando te toque morir, miles de almas te escoltarán hasta el cielo. Imagino que tú ciertamente no habrás de pasar por el Purgatorio, ¿No es así?

–           ¡Oh! No creo que iré al Cielo sin Purgatorio, porque yo he tenido más luz, más conocimiento y por tanto mis culpas son más graves. Pero espero igualmente que las almas me ayuden a subir al Cielo.

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HERMANO EN CRISTO JESUS:       

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA