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La Guerra del Padre Pío

CÓMO FUE LA PERSECUCIÓN CONTRA EL PADRE PÍO POR LA JERARQUÍA DE LA IGLESIA

La batalla personal del padre Pío, se abrió en dos frentes: 

El físico y material por medio de miembros de la misma Iglesia. 

Y el espiritual, con sus combates personales con Satanás…

El Maligno ataca preferentemente a quienes están en misiones importantes para Dios.

Esto explica que el Padre Pío sufriera dos persecuciones dentro de la Iglesia.

La primera está vinculada a sus estigmas.

Y la segunda fue en los años ’60.

El Padre Pío fue rehabilitado por el Papa Pablo VI de las restricciones injustas y severas a su ministerio, que el Santo había tomado con profunda obediencia.

El humilde fraile italiano había sido bendecido con dones sobrenaturales como la lectura de las almas, los corazones y las mentes.

Y también fenomenales poderes intercesores por los enfermos para curaciones milagrosas.

Pero las batalla-internas de recelos y envidia funcionaron a la perfección durante un tiempo para aislarlo y castigarlo.

‍Obviamente la obediencia del Padre Pío a sus superiores, aunque lo persiguieran, no justifica las persecuciones.

‍Y constituyen un pecado grave de sus superiores.

LA PRIMERA PERSECUCIÓN

La primera persecución contra el padre Pío se vincula a la experiencia de los estigmas visibles, que había recibido el 20 de septiembre de 1918

(desde comienzos de esa década los tenía, pero invisibles).

Los estigmas le dieron gran fama.

El provincial de los capuchinos de Foggia primero.

Y la Curia Generalicia de los Capuchinos en Roma después, le enviaron médicos famosos para estudiar sus heridas.

Ambos galenos dieron veredictos favorables.

Para el profesor Romanelli, director de un hospital, no cabía duda que los estigmas eran sobrenaturales.

Para el doctor Jorge Festa,  estos “tenían un origen que los conocimientos científicos estaban lejos de explicar”.

El hecho de poseer los estigmas y la atestiguación médica en su favor, acreció la fama del padre.

Miles de personas fueron a ver al Padre Pío a San Giovanni Rotondo para besarle las manos, confesarse con él o ir a sus misas.

Hasta los periódicos informaron que un sacerdote de Pietrelcina tenía los estigmas de la pasión de Cristo.

‍La Santa Sede quiso investigar.

Uno de sus más importantes allegados se hizo presente.

Se trataba del sacerdote y doctor en medicina Agostino Gemelli – cuyo nombre lleva hoy el policlínico en donde fue hospitalizado san Juan Pablo II tras el atentado de la Plaza de San Pedro,

el 13 de mayo de 1981.

‍El padre Gemelli también era franciscano y una autoridad en psicología experimental.

Fundador de la Universidad Católica de Milán y gran amigo del  papa Pío XI. Gemelli viajó a San Giovanni Rotondo para ver al padre Pío.

Y una vez ante él, le pidió que le mostrase los estigmas.

‍El padre le preguntó si tenía una autorización escrita, lo cual era necesario.

Como Gemelli dijo que no, Pío se negó a mostrárselos.

‍El padre Gemelli se sintió desairado y se fue del convento con la idea de que los estigmas, que no había revisado, eran falsos.

De este modo Gemelli publicó un artículo de negativa publicidad para el padre Pio, afirmando la falsedad de los estigmas y su carácter neurótico.

‍El Tribunal del Santo Oficio, apoyado en esta opinión emitió un decreto declarando que no constaba que los estigmas fuesen de carácter sobrenatural.

En los años siguientes se emitieron tres decretos más de carácter restrictivo.

El último formalmente sancionaba al padre Pío:

le prohibía recibir visitas o que los fieles mantuviesen con él correspondencia epistolar.

‍No podía pues, ni confesar ni dar dirección espiritual.

Incluso su propio confesor fue apartado de él.

No podía mostrar las llagas, ni hablar de ellas, ni permitir que se las besaran,

La Misa debía celebrarla en privado, sin fieles y sin los muchos hijos de carácter espiritual que para entonces ya tenía.

Entre 1923 a 1933, el padre Pío pasó diez años aislado del mundo exterior en esta confinación impuesta por la autoridad eclesial.

‍El sufría y sus hijos espirituales también.

Pero se mostró siempre obediente.

‍La opinión de Gemelli no fue la única herida infligida contra su fama.

Nada menos que el arzobispo de Manfredonia, Pasquale Gagliardi, en cuya diócesis se encuentra situado el convento, le acusó de estafador.

Hombre de proceder pecaminoso, miraba con cierta envidia que aquel humilde convento se convirtiese en fuente de peregrinación.

Y que recogiese en limosnas y donaciones el aporte de los fieles agradecidos llegados de afuera.

Eso excitó su codicia.

Además le resultaba un reproche que en el aquel lugar hubiese un hombre santo, cuya vida era una denuncia de la suya propia, que navegaba por aguas impuras.

‍El santo, que leía las conciencias, le descubrió que mantenía una amante, cosa que excitó su odio contra él. ‍

De hecho monseñor Gagliardi tenía mala reputación aún antes del caso del padre Pío.

Había fieles que le acusaban de simonía y conducta depravada, pero él siempre había logrado eludir las acusaciones.

Por lo que respecta al padre Pío, monseñor Gagliardi tejió una conspiración en su contra.

Contaba con un grupo de canónigos que le apoyaban y calumniaban al santo.  

Pero él mismo procedió aún con más audacia.

Personalmente, monseñor Gagliardi se trasladó a Roma para entrevistarse con el papa Pío XI.  

Tal reunión se realizó el 2 de julio de 1922.  

Y agregó el perjurio a sus calumnias: 

“Yo mismo lo he visto, lo juro, descubrí un frasco de ácido con el que se provoca las heridas y colonia para perfumárselas.

El Padre Pío es un poseso del demonio y los monjes de su convento unos estafadores…”.  

El 16 de mayo de 1923, el Santo Oficio procedió a su condena formal, negando el carácter sobrenatural de los carismas del padre Pío y aislándole.

Pero también amigos del padre Pío, como Emmanuele Brunatto, exigieron una investigación.

Así se descubrió la verdad sobre estos farsantes.

‍Los canónigos amigos de Gagliardi que habían infamado al padre Pío fueron descubiertos paulatinamente y sancionados.

‍Pero también hubo testigos con numerosas pruebas que demostraron los escándalos de monseñor Gagliardi.

De modo que en octubre de 1929, por fin, el arzobispo de Manfredonia fue destituido.

Despojado de sus insignias episcopales e incluso de los derechos del estado clerical se retiró miserablemente a la vida privada.

No obstante el Santo Oficio mantuvo sus presiones sobre el padre Pío.

Pesaba aún la opinión del padre Gemelli y entre 1931 y 1933 se le aisló aún más.

Pero finalmente, en 1933 el papa Pio XI envió a monseñor Paretto para obtener información de primera mano y fidedigna sobre la personalidad y los fenómenos en torno al padre Pío.

‍Esta opinión fue favorable.

En julio de 1933, por voluntad expresa de Pío XI, el Santo Oficio rehabilita al Padre Pío.

Pasarán casi 30 años hasta que vuelva a ser perseguido por el Santo Oficio, siendo pontífice Juan XXIII.

Veamos por qué.

LAS REALES RAZONES DE LA NUEVA PERSECUCIÓN AL PADRE PÍO

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Resulta intrincada la manera en que sus compañeros frailes intentaron manipularlo.

Un tema muy divisivo era el dinero invertido en el hospital, que el Padre Pío había fundado, la Casa Alivio del Sufrimiento.

Cientos de miles de dólares fueron donados para la construcción del hospital.

Entusiasmados por la idea de hacer dinero rápido, los superiores del Padre Pío le preguntaron si podían utilizar las donaciones para otros fines.

Aparentemente también para un esquema para hacerse rico rápidamente.

El Padre Pío se negó porque el dinero no le pertenecía.

Cuando perdieron grandes sumas de dinero en el esquema, le ordenaron a él, por obediencia, darles las donaciones del hospital.

Para su disgusto, se negó de nuevo.

Esto le valió su descontento, y con el fin de buscar pruebas contra él, espiaban lo que pasaba en su confesionario.

Un informe detallado sobre del Padre Pío alegando males acciones, fue enviado al Papa Juan XXIII.

Incluía acusaciones de que el Padre Pío tenía contacto sexualizado con algunas mujeres que iban a la confesión.

El libro de Stefano Campanella – “Obedientia et pax.

La verdadera historia de una persecución falsa”  – es una clase magistral para la comprensión de los acontecimientos que condujeron a la información falsa dada a San Juan XXIII.

Y las consecuencias para el Padre Pío.

CÓMO SE PROCESÓ LA SEGUNDA PERSECUCIÓN

El principio de la llamada “segunda persecución” del padre Pío, sucedió entre 1960 y el 1961.

Estuvo involucrado Umberto Terenzi, párroco romano del Divino Amor, que quería proteger al fraile y a su Casa de Alivio del Sufrimiento, de las injerencias de los que mostraban demasiado interés por el dinero.

‍Terenzi obtuvo del Santo Oficio el encargo verbal de investigar, pero presentándose a San Giovanni Rotondo como representante papal, ciertamente exageró:

Dejó que se creyese (pero no era así) que se tenían que referir los hechos al Pontífice.

Y ahí le dio pie a sus perseguidores.

Se pusieron micrófonos y una grabadora en el lugar donde el padre Pío, fuera del confesionario, se reunía con los fieles.

Y en una charla con una tal Cleonice Morcaldi, los que escuchaban creyeron oír “un beso”.

Las grabaciones fueron enviadas al Santo Oficio.

‍La iniciativa enfadó al Papa que, por esto, ordenó quitar los micrófonos.

‍No sólo esto, sino que desde ese momento evitó todo encuentro con Terenzi.

‍Fue nombrado por tanto, Carlo Maccari como visitador apostólico.

LA VISITA APOSTÓLICA DE MONSEÑOR MACCARI

La CDF, entonces conocida como el Santo Oficio, dio el rol de visitador apostólico a Mons. Maccari.

En el verano de 1960, el solemne Mons. Maccari visitó al Padre Pío, en el 50 aniversario de la ordenación del santo, y luego hizo una lista de sanciones.

Una difusión del P. Apostoli, Padre Pio: Los años posteriores, aborda el tema de la visita de Mons. Maccari.

Este Monseñor tenía el simple cometido de recoger información para referirla a su superior. ‍Pero se sintió tan apoyado por el Papa que se atrevió a hablar en su nombre.

Y acabó acreditando las acusaciones falsas contra el padre Pío, el fraile que puede decirse hermanado con Roncalli:

“no sólo por la coincidencia de las misma fecha de ordenación sacerdotal -explicó Campanella- sino sobre todo por la concepción idéntica de la misión y papel del sacerdote.

Y del mismo modo de posicionarse en el interior de la Iglesia, es decir encontrar la paz interior en la obediencia”.

Al Padre Pío se le prohibió celebrar bodas y bautizos, sólo se le concedió un espacio estricto de 30 minutos para la misa .

Lo cual era ajustado si tenemos en cuenta que el Padre Pío pasaba cuatro horas celebrando la misa en un día de fiesta.

A algunos individuos se les prohibió ir con él para confesarse, y cuando oía confesiones, él sólo tenía tres minutos para cada penitente.

No se le permitió hablar con las mujeres a solas.

Además, los monjes en el monasterio que eran sus amigos fueron trasladados, entre ellos algunos que actuaban en calidad de enfermeros de San Pio porque estaba muy enfermo.

Y especialmente, el padre Pío tuvo que cederles el título de la Casa Alivio del Sufrimiento.

Lo más irritante, es que el superior del Padre Pío, el padre Rosario, fue más allá de la CDF.  

Puso carteles embarazosos diciéndole a la gente que no se acercase al Padre Pío.

Prohibió a los otros frailes mostrar bondad hacia el Padre Pío, como ayudarlo a subir las escaleras o llevarle un vaso de cerveza cuando había calor extremo.

Durante un tiempo pareció que el Padre Pío viviría sus últimos años tratado como un bellaco.

‍Para un relato maravillosamente detallado de este período en la vida de San Pio, es recomendable el libro de Renzo Allegri, El Padre Pío: El hombre de la Esperanza.

UN NUEVO GOLPE CON LA VISITA APOSTÓLICA DEL PADRE PHILIPPE

Lo verdaderamente inédito, relatado por Campanella, es la visita apostólica de un solo día, hecha en febrero de 1961 por el padre dominico Paolo Philippe.

Llegado a la localidad de Garganica, el futuro cardenal y consultor del Santo Oficio, interrogó al padre Pío.

El informe de este suceso no deja espacio a otras interpretaciones.

El padre Pío me pareció un hombre de inteligencia limitada -escribió el padre Paolo Philippe.

Pero muy astuto y obstinado, un agricultor astuto que camina por sus caminos sin enfrentar a sus Superiores de frente, pero sin ninguna voluntad de cambiar.

Él no es ni puede ser un santo (…) y ni siquiera un sacerdote digno”.

“El padre Pío ha pasado insensiblemente de manifestaciones menores de afecto a actos cada vez más graves, hasta el acto carnal.

Y ahora, después de tantos años de vida sacrílega, quizás no se da cuenta de la gravedad del mal.

Esta es la historia de todos los místicos falsos que han caído en el erotismo.

El padre Pío no es sólo un falso místico, que es consciente de que sus estigmas no son de Dios.

Sino que  a pesar de esto, deja que se construya toda su fama sanctitatis sobre sí.

Y peor todavía, es un desgraciado sacerdote, que se aprovecha de su reputación de santo para engañar a sus víctimas”.

En fin, el padre Pío era para el dominico:

“El mayor fraude que se pueda encontrar en la historia de la Iglesia”.

Y pensar que le bastó un solo día de investigación, construida exclusivamente en rumores, para poner en papel tanta animosidad.

LA POSICIÓN DE JUAN XXIII Y DE PABLO VI

El Papa, titubeante, llamó a consultas al arzobispo de Manfredonia.

De la charla, que Campanella cuenta en su libro, se evidencia que Juan XXIII entendió que las acusaciones dirigidas al padre Pío se habían construido artificialmente.

Y por esto ordenó al Santo Oficio que no aumentara las sanciones al fraile estigmatizado.

Por tanto, aunque la persecución existió, no fue Roncalli el que la dirigía.

Cuando llegó Pablo VI al pontificado cambió las cosas rápidamente.

El Papa no era reacio a San Pío.

Como cardenal de Milán, Pablo VI había enviado una solicitud de oraciones al Padre Pío en 1959 .

En 1964, el Papa Pablo intervino con la CDF y ordenó que al Padre Pío se le permitiera practicar su ministerio “en completa libertad” y que no fuera limitado “como un criminal”.

Ahora ha pasado medio siglo desde que el buen nombre de Padre Pío fue restaurado en 1964. 

Este es un motivo de celebración en sí mismo, pero hay aún más razones para la alegría.

El hecho de que lo sucedido en 1964 significa que el Padre Pío tuvo cuatro años enteros antes de su muerte en 1968, para ejercer su ministerio y establecer su reputación como santo.

LA RESPUESTA DEL PADRE PÍO

A LA PERSECUCIÓN DESDE DENTRO DE LA IGLESIA

En el libro de Padre Pio: La Verdadera Historia de Bernard Ruffin,

se relata que después de las vísperas del 11 de junio de 1931, el Padre Raffaele convocó a la sala convento al Padre Pío para leerle el decreto recibido:

“El Padre Pío es despojado de todas las facultades de su ministerio sacerdotal, excepto la facultad de celebrar la Santa Misa.

La que puede seguir haciéndolo siempre que lo haga en privado, dentro de las paredes del convento, en la capilla interior, y no publicitada en la iglesia”.

Respuesta del Padre Pío:

“Que se haga la voluntad de Dios”… entonces él se cubrió los ojos con las manos, bajó la cabeza y murmuró:.‘La voluntad de los superiores es la voluntad de Dios’”

Esto causó un inmenso sufrimiento a Pío, que lo confió en privado a su amigo y ex profesor, el padre Agostino.

Él no se quejó o hizo objeciones, sobre todo de una manera pública.

El Padre Agostino le preguntó cómo pasó su tiempo y Pio respondió:

“Rezo y estudio tanto cuanto pueda, y luego molesto a mis hermanos”.

Pío pasó a hacer bromas con sus hermanos.

En lo que respecta a estudiar, pasó mucho tiempo leyendo la Sagrada Escritura.

Y estudió sobre todo los Padres de la Iglesia.

Dios permitió que estas cosas le sucedieran a él…

Y él optó por tratar con esto de la forma en que la Escritura nos dice que manejemos el ayuno, en privado.

El Padre Pío no permitió que su “ayuno” fuera “visto”.

Dos años más tarde, el 14 de marzo de 1933, el Papa Pío XI, envió representantes personales para ver al Padre Pío (Monseñor Luca Pasetto y Monseñor Felice Bevilaqua).

Porque había sido “encarcelado” (como se refirió a él), sin la posibilidad de celebrar la Misa públicamente desde junio de 1931.

Bernard Ruffin continúa en su libro:

“No encontraron un fanático de ojos salvajes, ni neurótico, ni un rebelde amargado enloquecido, sino un hombre agradable, de buen humor.

Según [el Padre] Raffaele, Pasetto estaba muy impresionado con la humildad de Pío, su docilidad, y el conjunto de su conducta.

Reconoció a Pío como un hombre de oración y totalmente divino”.

El Postulador de la causa de San Pio, el Padre Florio Tessari, en un inteview en L’Osservatore Romano dijo esto acerca de él en junio de 2009:

El Padre Pío fue: “un fraile que observó profundamente los consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia) en su vida.

Él sufrió las dificultades en silencio como un auténtico Cirineo y al mismo tiempo fue crucificado sin cruz…”

Luego pasó a señalar dos elementos fundamentales que llevaron a la canonización del Padre Pío:

“La Fe hasta el final y la obediencia también hasta el final, a pesar de las dificultades que encontró en su vida…”

Por supuesto, que la Fe y la Obediencia hasta el final fue dentro de la Institución de la Iglesia, en comunión con sus superiores, obispos y otras autoridades que trabajan en nombre del Santo Padre.

No tiró la toalla, y se abandonó en la senda en que Dios permitió que sufriera.

Hay algo que aprender del gran santo en la manera en que manejó una situación particular que involucró a sus partidarios.

El sufrimiento de los males fisicos y morales, ES LA OFRENDA más digna que puedes hacer a Aquel que nos ha salvado sufriendo

‍San Pío se enteró que algunos hombres iban a ir tan lejos como para exponer información escandalosa sobre los miembros de alto rango de la jerarquía en un libro.

El esfuerzo estaba dirigido a liberarlo de su “prisión”.

‍Ruffin explica la respuesta de Pío. Cuando el Padre Pío, sin embargo, se enteró del próximo libro, tomó a Morcaldi por la garganta.

“¡Tu diablo!” rugió..”¡Quítate y échate a los pies de la Iglesia en vez de escribir esta basura!.¡No te configures en contra de tu madre!”

Incluso después que se enteró más tarde por Bevilacqua durante esa visita que las acusaciones eran ciertas, 

San Pío continuó tratando de disuadir los esfuerzos para poner fin a su “prisión” a través de la utilización de lo que equivalía a un chantaje.

Él no quería exponer escándalos, incluso si fueran verdad, por el daño que vendría a la Santa Madre Iglesia, y cómo afectaría a la unidad.

Pío sabía que incluso los obispos no son inmunes a los efectos del pecado original, y que las puertas del infierno no prevalecerían contra la Iglesia.

Fuente: Foros de la Virgen  María

375 PERSECUCION Y MARTIRIO

375 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

En la comitiva apostólica, ya no caminan.

Corren.

Corren con la nueva aurora, aún más esplendorosa y genuina que las anteriores;

adornada con todo un destellar de gotas de rocío que llueven, junto con pétalos

multicolores, sobre cabezas y prados.

Para poner tonalidades de flores deshojadas junto a las ya innumerables de las

florecillas de las márgenes y del interior, que se yerguen sobre sus tallos.

Y para encender nuevos diamantes en los hilos de hierba reciente.

Corren entre cantos de aves en celo y de brisa ligera, de risueñas aguas,

que suspiran o arpegian: pasando entre las ramas,

acariciando el heno y los cereales.

que crecen día tras día o fluyendo entre las márgenes,

Y alejándose, plegando delicadamente los tallos que tocan las límpidas aguas.

Corren como si fueran a un banquete de amor.

Incluso los mayores maduros como Felipe, Bartolomé, Mateo, el Zelote,

comparten la alegre prisa de los jóvenes.

Y lo mismo sucede entre los discípulos:

los más viejos emulan a los más jóvenes en andar deprisa.

No se ha secado todavía el rocío en los prados

cuando llegan a la zona de Betsaida

comprendida en el poco espacio que hay entre el lago, el río y el monte.

Y del bosque del monte, desciende por un sendero un jovencito corvo bajo el peso

de un haz de ramas.

Baja raudo, casi corriendo.

Por la postura no ve a los apóstoles…

Canta contento, corriendo así, bajo su haz de leña.

Cuando llega al camino principal, a la altura de las primeras casas de Betsaida,

deja caer al suelo su carga y se endereza para descansar.

Y echa hacia atrás sus cabellos oscuros.

Alto y fino, derecho, de cuerpo fuerte y extremidades ágiles y delgadas, también

fuertes: una bonita figura juvenil.

Andrés dice:

–        Es Margziam.

Pedro le responde:

–        ¿Estás mal de la cabeza?

Ése es un hombre ya.

Andrés pone abocinadas las manos en la boca y lo llama con fuerza.

El jovencito, que estaba agachándose para coger de nuevo la carga, tras haberse

ceñido bien con el cinturón la corta túnica, que apenas si le llega a las rodillas,

y que está abierta en el pecho, porque probablemente ya no cabe en ella…

Se vuelve en la dirección del reclamo y ve a Jesús, a Pedro y a los demás,

que lo están mirando,

parados junto a un grupo de sauces llorones que sueltan sus

frondas en las aguas de un ancho arroyo;

el último afluente del Jordán por la izquierda antes del lago de Galilea y situado

justamente en donde empieza el pueblo.

Deja caer el haz, alza los brazos,

y grita:

–        ¡Mi Señor! ¡Mi padre!.

Y se lanza de carrera.

Pero también Pedro se echa a correr,

vadea el arroyo sin quitarse siquiera las sandalias, limitándose a remangarse las

vestiduras, para correr luego por el camino polvoriento,

dejando las grandes señales húmedas de sus sandalias marcadas en el terreno seco

Se encuentran los dos exclamando:

–        ¡Padre mío!

–        ¡Hijo mío querido!

Están recíprocamente, el uno entre los brazos del otro.

Y verdaderamente, Margziam es tan alto como Pedro,

de forma que sus cabellos oscuros, durante el beso de amor, caen sobre el rostro de

Pedro; de todas formas, siendo esbelto, parece más alto que Pedro.

Pero Margziam se separa del dulce abrazo y prosigue su carrera hacia Jesús,

que ya está en esta parte del arroyo y viene caminando lentamente en medio de la

corona de los apóstoles.

Margziam cae a sus pies, con los brazos levantados,

y dice:

–        ¡Oh, mi Señor, bendice a tu siervo!

Mas Jesús se inclina, lo pone de pie, lo acerca a su corazón,

lo besa en las dos mejillas,

y le desea

–        «Continua paz y crecimiento en sabiduría y en gracia, en los caminos del Señor.

También los demás apóstoles saludan jovialmente al jovencito:

especialmente los que no lo veían desde hacía meses le manifiestan su contento

por su desarrollo.

¡Pero Pedro! ¡Ah, Pedro!…

¡Si lo hubiera procreado él, no se sentiría tan contento!

Da una vuelta alrededor de Margziam, lo mira, lo toca… 

Y pregunta a éste o a este otro:

–        ¿No es acaso guapo?

¿No está bien modelado?

¡Fijaos que derecho! ¡Qué pecho tan alto! ¡Qué piernas más derechas!…

Un poco delgado, con poco músculo todavía. ¡Pero promete!

¡Verdaderamente promete mucho!

¡Y la cara!

Observad y decidme si parece ahora esa criaturita que llevaba en brazos el año

pasado y me parecía como llevara un pajarillo:

desnutrido, apagado, triste, asustadizo…

¡Hay que ver Porfiria!

¡Verdaderamente lo ha hecho muy bien, con toda su miel, mantequilla, aceite,

huevos, hígado de pescado.

Merece que se lo diga inmediatamente.

Y Pedro pregunta a Jesús:

–         ¿Me dejas Maestro, ir donde está mi esposa?

Jesús responde: 

–        Ve, ve, Simón.

Yo iré pronto.

Margziam, todavía de la mano de Jesús,

dice

–        Maestro…

Estoy seguro de que mi padre encargará a mi madre que haga de comer.

Déjame dejarte para ayudarla…

–        Ve.

Y que Dios te bendiga por honrar a quienes son para ti padre y madre.

Margziam toma de nuevo su haz de leña, se lo carga, y se marcha corriendo,

da alcance a Pedro y camina al lado de él.

Bartolomé observa:

–         Parecen Abraham e Isaac subiendo el monte.

Simón Zelote dice:

–        ¡Pobre Margziam!

¡Sólo faltaría eso! Y Andrés agrega: 

–         ¡Y pobre hermano mío!

No sé si sería capaz de hacer de Abraham…

Jesús lo mira

luego mira la cabeza entrecana de Pedro, que se va distanciando al lado de su

Margziam,

y dice:

–        En verdad os digo que llegará un día en que Simón Pedro sentirá alegría al

saber que su Margziam ha sido encarcelado, herido, flagelado,

colocado ante el umbral de la muerte.

Y que se sentiría con fuerzas incluso de extenderlo con su propias manos sobre el

patíbulo para revestirlo de la púrpura de los Cielos.

Y para fecundar con la sangre del mártir la tierra;

envidioso y afligido sólo por un motivo: por no estar él en el lugar de su hijo

y subalterno, porque su elección como Jefe supremo de mi Iglesia le obligará a

reservarse para Ella hasta que Yo le diga:

“Ve a morir por ella”

Vosotros no conocéis todavía a Pedro.

Yo lo conozco.

Andrés pregunta:

–        ¿Prevés el martirio para Margziam y mi hermano?

–         ¿Te duele, Andrés?

–        No.

Lo que me duele es que no lo preveas también para mí.

–        En verdad, en verdad os digo que seréis revestidos todos de púrpura,

menos uno.

Todos inquieren:

–       ¿Quién? ¿Quién?

Jesús responde triste y solemne: 

–        Dejemos el silencio sobre el Dolor de Dios.   

Y todos callan atemorizados y pensativos

Entran en la primera calle de Betsaida, entre huertas llenas de plantas tiernas.

Pedro, con otros de Betsaida, está llevando a un ciego a la presencia de Jesús.

Margziam no está.

Sin duda se ha quedado a ayudar a Porfiria.

Con los de Betsaida y los padres del ciego,

hay muchos discípulos venidos a Betsaida

de Sicaminón y otras ciudades;

entre éstos, Esteban, Hermas, el sacerdote Juan y Juan el escriba y muchos otros.

Pedro explica: 

–        Te lo he traído, Señor.

Estaba aquí esperando desde hace varios días. 

 Mientras el ciego y sus padres entonan una nenia de

–        «¡Jesús, Hijo de David, piedad de nosotros!»,

«Pon tu mano en los ojos de mi hijo y verá»,

«¡Ten piedad de mí, Señor!

¡Yo creo ti!»

Jesús toma de la mano al ciego y retrocede con él unos metros para resguardarlo

del sol, que ya inunda la calle.

Lo arrima a la pared cubierta de follaje de una casa, la primera del pueblo.

Y Él se pone de frente.

Se moja de saliva los dos índices

y le restriega los párpados con los dedos húmedos;

luego le aprieta los ojos con las manos:

La base de la mano en la concavidad de las órbitas y los dedos abiertos

y metidos entre los cabellos del desdichado.

Así ora.

Luego le quita las manos.

Y le pregunta:

–        ¿Qué ves? 

El hombre responde:

–        Veo hombres

Son sin duda hombres.

Pero así me imaginaba los árboles vestidos de flores; pero son hombres, porque

andan y gesticulan en dirección a mí.

Jesús impone otra vez las manos y las vuelve a quitar,

Y dice:

–        ¿Y ahora?

–         ¡Ahora veo bien la diferencia entre los árboles plantados en la tierra

y estos hombres que me están mirando!... ¡Y te veo a Ti!

¡Que hermosura la tuya!

Tus ojos son iguales que el cielo y tus cabello parecen rayos de sol…

Y tu mirada y tu sonrisa son propios de Dios

¡Señor, te adoro!

Y se arrodilla para besarle la orla de su túnica.

Jesús le dice:

–        Levántate y ven adonde tu madre… 

Que durante tantos años ha sido para ti luz y consolación…

Y de la cual no conoces otra cosa sino el amor.

Lo toma de la mano y lo lleva a su madre,

que está arrodillada a algunos pasos de distancia, en actitud de adoración,

de la misma forma que antes estaba en actitud

de súplica.

Jesús le dice:

–        Levántate, mujer.

Aquí tienes a tu hijo, que ve la luz del día.

Quiera su corazón seguir la Luz eterna.

Ve a casa. Sed felices.

Y sed santos por agradecimiento a Dios.

Pero, al pasar por los pueblos,

no digáis a ninguno que te he curado, para que la

muchedumbre no se desplace aquí enseguida para impedirme ir a donde es justo

que vaya a llevar confirmación en la fe.

Y luz y alegría a otros hijos de mi Padre.

Y rápido, por un senderillo que discurre entre huertos,

se escabulle en dirección hacia la casa de Pedro,

donde entra saludando a Porfiria con su dulce saludo.

273 EL LASTRE DE LA RIQUEZA

273 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Es en la casa de Cafarnaúm, a la sombra de los árboles en el huerto umbrío,

temprano  por la matutina.

Los apóstoles se fueron a predicar.

Jesús cura a unos enfermos, acompañado de Mannaém.

Que ya no lleva ni el precioso cinturón ni la lámina de oro en la frente:

sujeta su túnica un cordón de lana; una cinta de tela, como la prenda que cubre su cabeza.

Jesús tiene descubierta la cabeza, como siempre cuando está en casa. 

Una vez que ha terminado de curar y de consolar a los enfermos,

sube con Manahén a la habitación alta.

Aunque parece que la canícula ha terminado, el sol todavía calienta implacable…

Se dirigen hacia la parte mas sombreada y fresca.

Y se  sientan los dos en la pequeña terraza de la ventana que mira al mont

Mannaém dice:

–       Dentro de poco empezará la vendimia.

Jesús le contesta:

–       Sí.

Luego vendrá la Fiesta de los Tabernáculos…

Y el invierno estará a las puertas.

¿Cuándo piensas partir?

–       ¡Mmm!…

De mi parte no me iría nunca…

Pero pienso en el Bautista.

Herodes es una persona débil.

Si se le sabe influir

Se le puede sugestionar para que haga el bien y si no se hace bueno;

por lo menos que no sea sanguinario.

Desgraciadamente son pocos los que le aconsejan bien.

¡Y esa mujer!… ¡Esa mujer!…

Yo quisiera estar aquí hasta que regresen tus apóstoles.

Aunque mi ascendencia ha disminuido, desde que saben que sigo los senderos del Bien.

Pero no me importa.

Quisiera tener la verdadera valentía, de saber abandonar todo para seguirte completamente,

como aquellos discípulos que estás esperando.

¿Lo lograré alguna vez?

Nosotros que no pertenecemos a la plebe, somos más obstinados para seguirte.

¿Por qué será?

–      Porque los tentáculos de las míseras riquezas os retienen.

–      Conozco a algunos que no son tan ricos, pero sí son doctos o están en camino de serlo.

Y tampoco vienen. 

–       También están retenidos por los tentáculos de las míseras riquezas.

No se es rico sólo de dinero.

Existe también la riqueza del saber.

Pocos llegan a la confesión de Salomón: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”,

considerada de nuevo y ampliada -no tanto materialmente cuanto en profundidad-

en Qohélet.

¿Lo recuerdas?

La ciencia humana es vanidad, porque aumentar sólo el humano saber

“es afán y aflicción de espíritu. 

Y quien multiplica la ciencia multiplica los afanes”.

En verdad te digo que es así.

Como también digo que no sería así, si la ciencia humana estuviera sostenida y refrenada

por la sabiduría sobrenatural y el santo amor a Dios.

El placer es vanidad, porque no dura;

arde y rápido se desvanece dejando tras sí ceniza y vacío.

Los bienes acumulados con distintas habilidades son vanidad, para el hombre que muere,

porque con los bienes no puede evitar la muerte, y los deja a otros.

La mujer, contemplada como hembra y como tal apetecida, es vanidad.

De lo cual se concluye que lo único que no es vanidad es el santo temor de Dios

y la obediencia a sus Mandamientos.

O sea, la sabiduría del hombre, que no es sólo carne,

sino que posee la segunda naturaleza: la espiritual.

Solo el que logra ver la vanidad de todo lo mundano,

logra liberarse de cualquier tentáculo de pobres posesiones

e ir libre al encuentro del Sol.

–      ¡Quiero recordar estas palabras!

¡Cuánto me has dado en estos días

Ahora puedo ir entre la inmundicia de la corte, que les parece brillante solo a los necios.

Que parece poderosa y libre y es solo miseria, cárcel y oscuridad.

Me llevaré un tesoro que me permitirá vivir allí mejor, a la espera de lo superior.

Pero, ¿Llegaré alguna vez a esta meta sublime, que es pertenecerte totalmente?

–       Lo lograrás.

–       ¿Cuándo?

¿El año próximo?

¿Más adelante todavía?

¿O hasta que la ancianidad me haga prudente y sabio?

–        Lo lograrás.

-Llegarás… alcanzando la madurez de espíritu….

Perfección de voluntad y a una decisión perfecta

En el término de unas cuantas horas.

Y al decir esto, Jesús sonríe de una manera enigmática.  

Pues ha lanzado su mirada hacia el futuro y ve el heroísmo del que será capaz su discípulo.

Mannaém lo mira pensativo y escrutador…

Pero no pregunta nada más.

Después de un largo silencio que interrumpe Jesús,

al preguntar:

–        ¿Has estado alguna vez con Lázaro de Bethania?

–         No, Maestro.

Nos hemos encontrado algunas veces.

Puedo decir que no;

que si hubo algún encuentro, no puede llamarse amistad.

Ya sabes.

.

Yo con  Herodes, Herodes contra él…

Por tanto…

–        Ahora Lázaro te mirará más allá de estas cosas.

Te mirará en Dios…

Procura tratarlo como condiscípulo.

–        Lo haré si Tú así lo quieres…

Se oyen voces llenas de alarma en el huerto, que buscan al Maestro.

Preguntan con angustia:

–        ¡El Maestro!

–       ¡El Maestro!

–       ¿Está aquí?

Responde la voz cantarina de la dueña de la casa:

–        Está en la habitación de arriba.

¿Quiénes sois?

¿Estáis enfermos?

—       No. – 

         Somos discípulos de Juan. 

–       Y  queremos ver a Jesús de Nazaret.

Jesús se asoma por la ventana,

y dice:

—      Paz a vosotros…

Ellos levantan la cabeza  y los reconoce,

invitándoles:

–      ¡Oh!

¿Sois vosotros?

¡Venid! ¡Venid!

Sus  pasos apresurados suben por la escalera.

Son los tres pastores: Juan, Matías y Simeón.

Jesús deja la habitación y va a su encuentro a la terraza.

Manahén lo sigue.

Se encuentran justamente en el punto en que la escalera termina en la soleada terraza.

Los tres se arrodillan y besan el suelo.

Mientras Jesús los saluda.

–       La paz sea con vosotros…

Levantan la cabeza y muestran un rostro lleno de dolor.

Ni siquiera viendo a Jesús se sosiegan.

Su grito ahogado por el llanto:

–       ¡Oh, Maestro!

Juan habla en nombre de los demás:

–      Y ahora recógenos, Señor.

Porque somos tu herencia.

Y las lágrimas se deslizan por la cara del discípulo y de sus compañeros.

Jesús y Mannaém dan un solo grito:

–        ¿¡Juan!?

–        ¡Lo mataron…!

La noticia cae como un rayo que paraliza hasta el aire, en un silencio horrorizado.

Cuyo  enorme fragor cubre todos los ruidos del mundo,

a pesar de que haya sido pronunciada en voz muy baja.

Petrifica a quien la dice y a quien la oye.

Y se produce un rato de silencio tan profundo…

Que parece extenderse en su  profunda inmovilidad también en los animales,

las frondas y el aire,

Porque es como si la Tierra entera, para recoger esta palabra y sentir todo su horror,

suspendiera todo ruido  propio.

Queda suspendido el zureo de las palomas, truncada la flauta de un mirlo,

enmudecido el coro de los pajarillos.

Y como si de golpe se le hubiera roto el artilugio, una cigarra detiene su chirrido al improviso,

mientras se detiene el viento que, haciendo frufrú de seda y crujido de palos,

acariciaba las pámpanas y las hojas.

Jesús palidece.

Sus ojos se agrandan.

Vidrian por el llanto que se asoma.

Abre los brazos.

Su voz es más profunda, por el esfuerzo que hace para que sea firme y tranquila.

Y dice:

–       Paz al Mártir de la Justicia y a mi Precursor.

Cierra los ojos y los brazos sobre su pecho.

Su espíritu ora.

Entrando en contacto con el Espíritu de Dios y el de Juan  Bautista.

Mannaém no dice nada, no hace ningún gesto, ni se atreve ni a moverse.

Al revés de Jesús, se  pone colorado y la ira lo invade.

Se pone rígido y paralizado.

Toda su turbación se manifiesta en el movimiento mecánico de la mano derecha,

que sacude el cordón de la túnica y de la izquierda, que instintivamente busca el puñal

Pero no lo encuentra, porque se le olvidó que está desarmado.

Pues para poder ser discípulo del manso, es requisito para estar cerca del Mesías.

Y mueve la cabeza compadeciéndose de su fragilidad

y de sentirse tan impotente. 

Jesús recupera la Majestad Divina que le es habitual.

Y tan solo le queda una profunda tristeza, dulcificada con paz.

Con voz serena dice:

–       Venid.

Me lo contaréis.

De hoy en adelante me pertenecéis.

EVANGELIO DE SAN MARCOS

Capítulo 6

Muerte de Juan el Bautista

14. Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas.»

15. Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas.»

16. Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado.»

17. Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado.

18. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.»

19. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía,

20. pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.

21. Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea.

22. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.»

23. Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.»

18. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.» 19. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, Marcos 6

24. Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.»

25. Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»

26. El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales.

27. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel

28. y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.

29. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

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243 MATERNIDAD ESPIRITUALIZADA

243 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Todavía es de noche.

Una preciosa noche de Luna menguante.

Cuando, silenciosamente, Jesús con los apóstoles y las mujeres,

Juan de Endor y Hermasteo, se despiden de Isaac,

que es el único que está despierto, para emprender el camino siguiendo la orilla del mar.

El rumor de los pasos es sólo un leve crujido de grava comprimida por las sandalias.

Ninguno habla.

Hasta que no dejan unos metros atrás la última de las casitas.

Quien en ella duerme…

O en las otras anteriores, ciertamente no ha advertido la silenciosa partida del Señor y sus amigos.

El silencio es profundo.

Sólo el mar habla:

A la Luna, que ya se encamina hacia el poniente, empezando a declinar; a las arenas.

Y les cuenta las historias de las profundidades, con su larga ola de marea alta incipiente;

que va dejando cada vez menos margen seco al litoral.

Esta vez las mujeres van adelante, con Juan, Simón Zelote, Judas Tadeo y Santiago de Alfeo;

los cuales ayudan a las discípulas a pasar pequeños escollos que aparecen acá o allá;

húmedos de agua salubre y resbaladizos.

E1 Zelote va con la Magdalena, Juan con Marta;

mientras que Santiago de Alfeo se ocupa de su madre y de Susana.

Y Judas Tadeo no cede a ninguno el honor

de tomar en su recia y larga mano, otra parte en que asemeja a Jesús.

La mano menuda de María, para sostenerla en los pasos difíciles.

Cada uno de ellos habla en voz baja con su compañera.

Parece como si todos quisieran respetar el sueño de la Tierra.

El Zelote habla muy animadamente con María de Mágdala.

Y más de una vez Simón abre los brazos con el gesto de quien dijera:

«Así es y no hay otra posibilidad».

Pero, dado que son los que van más adelantados, no es posible oir lo que dicen.

Juan habla sólo de vez en cuando con su compañera, señalándole el mar y el Carmelo;

cuya ladera occidental está todavía blanca de luna.

Quizás está hablando del camino que recorrieron la otra vez, bordeando el Carmelo por la otra parte.

También Santiago, entre María de Alfeo y Susana, habla del Carmelo.

Dice a su madre:

–      Jesús me ha prometido,

que subiríamos allá arriba, los dos solos.

y que me diría una cosa sólo a mí. 

María de Alfeo inquiere:

–      ¿Qué querrá decirte, hijo?

¿Me lo participas luego?

–       Mamá…

Si es un secreto, no te lo puedo decir.

Responde sonriendo, con esa sonrisa suya tan afectuosa,

Santiago, cuya semejanza con José, el esposo de María, es muy sensible en las facciones.

Y más aún, en la serena dulzura.  

María de Alfeo  dice:

–      Para la madre no hay secretos.  

Santiago comenta:

–      No los tengo, la verdad.

Pero si Jesús me quiere allá arriba solo.

Y hablarme sólo a mí, es señal de que no quiere que nadie sepa lo que quiere decirme.

Tú, mamá…

Eres mi querida mamá a la que quiero mucho, pero Jesús está por encima de ti y su voluntad también.

De todas formas, le preguntaré, cuando llegue el momento, si te puedo decir a ti sus palabras.

¿Estás contenta ahora?

–      Te olvidarás de preguntarlo…

–      No, mamá.

No te olvido nunca, aunque estés lejos de mí.

Siempre que oigo o veo algo bonito pienso:

“¡Si estuviera aquí mi madre!”

–      ¡Amor!

Dame un beso, hijo mío.

María de Alfeo está emocionada.

Pero la emoción no mata la curiosidad.

Vuelve al asalto después de unos momentos de silencio.

–      Has dicho: su voluntad.

Entonces es que has comprendido que te quiere manifestar algún designio suyo.

¡Venga, hombre, al menos esto lo puedes decir!

¡Esto te lo habrá dicho estando presentes los demás!  

Santiago, muy sonriente,

le dice:

–     La verdad es que iba delante sólo con Él.

–     Pero los otros podían oír.

–     No me dijo mucho, mamá.

Me recordó las palabras y la oración de Elías en el Carmelo:

“De los profetas del Señor he quedado yo sólo”;

“sé propicio a mi oración, para que este pueblo reconozca que Tú eres el Señor Dios”».

–      ¿Y qué quería decir?

Santiago se defiende: 

–      ¡Cuántas cosas quieres saber, mamá!

Ve donde Jesús, entonces; que te las diga.

–      Habrá querido decir…

Que, dado que el Bautista ha sido apresado, queda sólo El como profeta en Israel.  

Susana dice:

–      Y que Dios deberá conservarlo mucho tiempo para que el pueblo sea adoctrinado.  

María de Alfeo:: –

      ¡Mmm!

Dudo que Jesús pida ser conservado mucho tiempo.

Para sí mismo no pide nada…

¡Venga, Santiago mío, díselo a tu madre!  

Santiago con firme dulzura,

responde:

–       La curiosidad es un defecto, mamá.

Es cosa inútil, peligrosa y a veces dolorosa.

Haz un buen acto de mortificación…  

María de Alfeo se lamenta.

Y toda agitada pregunta:

–       ¡Ay, pobre de mí!

¿No habrá querido decir que me van a encarcelar a tu hermano, o…

Quizás… matarlo?

–      Judas no es “todos los profetas”, mamá;

aunque, por tu amor, cada uno de tus hijos representa al mundo…

–      Pienso también en los demás,

Porque… porque entre los profetas futuros estáis ciertamente vosotros.

Entonces…

Entonces, si sólo quedas tú…

Si sólo quedas tú es señal de que los otros, mi Judas… ¡Oh!

María de Alfeo deja de repente donde están a Santiago y a Susana.

Y ligera como una jovencilla, vuelve hacia atrás corriendo,

sin hacer caso a la pregunta que le dirige Judas Tadeo.

Llega, como si alguien la estuviera persiguiendo, al grupo de Jesús. 

Y dice:

–      Jesús mío,…

Estaba hablando con mi hijo…

de lo que le dijiste… del Carmelo… de Elías… de los profetas…

Dijiste… que Santiago se quedará solo…

¿Qué será de Judas, entonces?

¡Es mi hijo, sabes!

Dice toda jadeante por la congoja y por la carrera realizada.  

Jesús responde:

–       Lo sé, María;

Como también sé que te sientes feliz de que sea mi apóstol.

Date cuenta de que tú tienes todos los derechos como madre y Yo los tengo como Maestro y Señor. 

–      ¡Es verdad…!

¡Es verdad… pero Judas es mi hijito!…

Y María de Alfeo, vislumbrando un momento futuro, se echa a llorar con ganas.

-¡Oh, son lágrimas muy mal empleadas!

Pero todo se le comprende a un corazón de madre.

Ven aquí, María. No llores.

Ya te consolé otra vez.

En aquel momento te prometí que aquel dolor te alcanzaría de Dios grandes gracias; 

para ti, para tu Alfeo, para tus hijos…

Jesús ha pasado su brazo por encima de los hombros de su tía y la ha juntado estrechamente a Sí…

Ahora ordena a los que iban con Él:

–      Vosotros id adelante…

Luego, ya sólo con María de Alfeo,

sigue diciendo:

–       Y no mentí.

Alfeo murió invocándome.

Por tanto, toda deuda suya hacia Dios quedó cancelada.

María, tu dolor obtuvo esta conversión hacia el pariente que antes Alfeo no había comprendido;

hacia el Mesías que no había querido reconocer;

ahora, este dolor tuyo obtendrá que el vacilante Simón y el reacio José,

imiten a tu Alfeo.

–      Sí, pero…

¿Qué vas a hacer con Judas, con mi Judas?

–       Lo amaré más aún de cuanto le amo ahora.

–      No, no.

Hay un presagio amenazador en esas palabras.

¡Oh, Jesús! ¡Oh, Jesús!…

María Virgen vuelve hacia atrás, porque, ante ese dolor cuya naturaleza todavía desconoce;

quiere consolar también a su cuñada.

En cuanto sabe de qué dolor se trata, porque su cuñada, al verla a su lado;

llora aún más fuerte y se lo dice. 

Ella se pone más pálida que la misma Luna.

María de Alfeo gime:

–      Dile tú que no, que no…

La muerte para mi Judas…

María Virgen, aún más pálida,

le dice:

–      ¿Podría pedir esto para ti, si ni siquiera para mi Hijo pido que sea salvado de la muerte?

María, di conmigo:

“Hágase tu voluntad, Padre, en el Cielo, en la Tierra y en el corazón de las madres”.

Hacer la voluntad de Dios a través del destino de nuestros hijos; 

es el martirio redentor de nosotras las madres…

Además… nadie ha confirmado que vayan a matarlo a Judas,

O matarlo antes de que tú mueras.

¡Tu oración de ahora por que alcance la mayor longevidad; 

cómo te pesaría entonces, cuando, en un Reino de Verdad y Amor, veas todas las cosas; 

a través de las luces de Dios y a través de tu maternidad espiritualizada!

Entonces -estoy seguro de ello-, como bienaventurada y como madre;

querrías que Judas fuera semejante a mi Jesús en su destino de redentor.

Y anhelarías vivamente tenerlo pronto contigo de nuevo, para siempre.

Porque el tormento de las madres es verse separadas de sus hijos.

Un tormento tan grande, que creo que perdurará como ansia amorosa, incluso en el Cielo que nos acogerá.

El llanto de María, tan fuerte y en medio del silencio de un primer destello de alba…

Ha hecho que todos vuelvan atrás para saber lo que pasa,

Con lo cual han oído las palabras de María Virgen y la emoción se extiende:

Llora María de Magdala susurrando:

«Y yo le he procurado ese tormento a mi madre ya desde esta Tierra»;

Llora Marta diciendo:

«La separación de los hijos y la madre significa dolor recíproco».

Brillan también los ojos de Pedro.

Por su parte el Zelote dice a Bartolomé:

–     « ¡Qué palabras de sabiduría para explicar; 

La mejor manera de amar a los hijos es ¡SALVÁNDOLOS! con la Oración

lo que será la maternidad de una bienaventurada!

Nathanael responde:

–     « ¿Y cómo valorará las cosas una madre bienaventurada?

¿A través de las luces de Dios y de la maternidad espiritualizada…

!Se queda uno sin respiración…!

¡Como ante un luminoso misterio».

Judas dice a Andrés:

–      La maternidad.

Expresada en esos términos, se despoja de todo sentido de peso, para ser pura ala.

–      Da la impresión de estar viendo ya a nuestras madres;

transformadas en una inimaginable belleza.

Tadeo agrega: 

–       Es verdad.

La nuestra, Santiago, nos amará así.

Juan dice a Santiago su hermano:

–      ¿Te imaginas lo perfecto que será entonces su amor? 

Y es el único en que se dibuja una luminosa sonrisa…

 ¡Tanto le emociona gozosamente la idea, de que su madre llegue a amar en modo perfecto!  

Con tono de disculpa, Santiago de Alfeo,

dice:

–      Siento haber causado tanto dolor.

Ha intuido más de lo que he dicho…

Créeme, Jesús.  

Jesús responde:

–      Lo sé.

Lo sé.

María se está labrando a sí misma.

Y éste ha sido un golpe más fuerte de cincel; pero le quita mucho peso  muerto.

Tadeo mirando a María de Alfeo,

le recrimina severo:

-¡Venga, madre!

¡Deja ya de llorar!

Esto me duele.

Que sufras como una pobre mujercita que no conoce las certezas del Reino de Dios.

No te pareces en nada a la madre de los niños Macabeos. 

– recrimina a su madre Judas Tadeo, severo, aunque  

Y la abraza besándola en la cabeza, en sus cabellos entrecanos,

añade:

–     «Pareces una niña con miedo a las sombras y a las fábulas que le cuentan para asustarla.

Pero tú sabes dónde encontrarme: en Jesús.

¡Qué mamá! ¡Qué mamá!

Deberías llorar si se te hubiera dicho que, en un futuro, fuera a traicionar a Jesús, a abandonarlo.

O fuera a ser un réprobo.

Entonces sí, entonces deberías llorar incluso sangre.

Pero, si Dios me ayuda, no te daré nunca ese dolor, madre mía.

Quiero estar contigo por toda la eternidad..

El reproche primero; las caricias, después…

Terminan por enjugar el llanto de María de Alfeo, que ahora se siente y se la ve…

Toda avergonzada de su debilidad.

En el tránsito de la noche al día, habiéndose ocultado la Luna sin haber empezado todavía a amanecer…

La luz ha disminuido.

Pero es sólo un breve intervalo incierto…

Inmediatamente después, la luz primero plomiza, luego levemente gris y casi enseguida verdastra; 

Finalmente luce esplendorosa la vía láctea con transparencias de azul

Dando a continuación paso a una claridad de casi incorpórea plata;

que termina afirmándose cada vez más, facilitando el camino por el guijarral húmedo; 

que las olas han dejado al descubierto.

Mientras, los ojos se alegran con la vista del mar, ya de un azul más claro;

pronto a encenderse de visos de gemas preciosas.

Y luego el aire embebe su plata de un rosa cada vez más seguro, hasta que este rosa-oro de la aurora; 

se hace lluvia rosa-roja que cae en el mar, en los rostros, en los campos…

Formando contrastes de tonalidades cada vez más vivos,

los cuales alcanzan el punto perfecto, el más bonito del día cuando el Sol;

saltando los confines del oriente, lanza su primer rayo hacia montes y laderas,

bosques, prados y vastas llanuras marinas y celestes,

Y acentúa todos los colores: la blancura de las nieves o de las lejanías montañosas;

con un color añil entreverado de verde diaspro.

O el cobalto del cielo, que palidece para acoger el rosa;

el zafiro veteado de jaspe y orlado de perlas del mar.

Y hoy el mar es un verdadero milagro de belleza:

No muerto en la tranquilidad pesada, ni agitado bajo la lucha de los vientos,

sino majestuosamente vivo con su reñir de leves olas, apenas señaladas,

con una ondulación coronada por una cresta de espuma. 

Jesús dice:

–      Llegaremos a Dora antes de que el sol queme.

Reanudaremos la marcha al declinar del sol.

Mañana, en Cesárea, terminará vuestro esfuerzo, hermanas.

También nosotros descansaremos.

Allí estará ciertamente vuestro carro.

Nos separaremos…

Y mirando a la Magdalena pregunta:

¿Por qué lloras, María?

¿Voy a tener que ver hoy llorar a todas las Marías?

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237 LA VOCACIÓN Y EL MARTIRIO

237 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

La comitiva apostólica partió al rayar el alba y ya llevan varias horas caminando. 

La mañana serena y luminosa favorece la marcha.

Van salvando colinas orientadas hacia el oeste, o sea, hacia el mar.  

Mateo dice:

–      Hemos hecho bien en llegar a los montes a las primeras horas de la mañana.

Con este sol no habríamos podido estar en la llanura.

Aquí hay sombra y frescor.

Me dan pena los que siguen la vía romana.

Que es buena para el invierno.

Jesús agrega: 

–      Después de estas colinas…

Tendremos el viento del mar, que siempre templa el aire.

Santiago de Alfeo añade: 

–      Comeremos allá, en aquella cima.

El otro día era muy bonito.

Y desde aquí debe serlo todavía más, porque el Carmelo está más cerca.

.Y también el mar.  

Andrés exclama:  

–       ¡Es verdaderamente bonita nuestra tierra!

Judas confirma:  

–       ¡Oh! Sí.

Hay de todo en ella:

Montes nevados, suaves colinas, lagos, ríos…

Todo tipo de plantas… 

Y no falta el mar.

Realmente es la tierra de delicias celebrada por nuestros salmistas, nuestros profetas;

nuestros grandes guerreros y poetas

Tadeo: 

–      Recítanos algún fragmento,.

Santiago de Zebedeo, ruega: 

–      Hazlo tú que sabes tantas cosas.

La bien entonada y varonil voz de Judas,

parece cantar: 

“Con la belleza del Paraíso Él ha formado la tierra de Judá.

Con la sonrisa de sus ángeles ha decorado la tierra de Neftalí,

con los ríos de miel del cielo ha dado sabor a los frutos de su tierra.

La Creación entera se refleja en ti, gema de Dios,

don de Dios a su pueblo santo.

Más dulce que los pingües racimos que maduran en las laderas de tus montes,

más suave que la leche que llena las ubres de tus corderas,

más embriagadora que la miel que lleva el sabor de las flores que te visten, tierra bienaventurada,

es tu belleza para el corazón de tus hijos.

El cielo ha descendido y se ha hecho río para unir dos gemas,

se ha hecho colgante y cinturón sobre tu verde vestido.

Tu Jordán canta.

Uno de tus mares ríe, el otro recuerda que Dios es terrible,

mientras las colinas parecen danzar al atardecer,

cual donosas muchachas en un prado;

tus montes rezan en las auroras angélicas o cantan el aleluya bajo el ardor del sol.

O adoran con las estrellas tu poder, Señor altísimo.

No nos has encerrado entre apretados confines,

delante nos has dejado el abierto mar para decirnos que el mundo es nuestro”.  

Lleno de orgullo nacional y amor por la patria,

Pedro comenta: : 

–     ¡Bonito, ¿Eh?!

¡Precioso!

Sólo he estado en la parte del lago y en Jerusalén;

durante muchos años no he visto nada más.

Ahora conozco sólo Palestina.

Pero estoy seguro de que no hay nada más bonito en el mundo.

Juan añade: 

–      María me decía que también es muy bonito el valle del Nilo.  

Simón Zelote: 

–       Y el hombre de Endor habla de Chipre, como de un paraíso.

–       ¡Ya, pero nuestra tierra!…

Y los apóstoles;

todos menos Judas de Keriot y Tomás, que están con Jesús, un poco más adelante,

siguen cantando las bellezas de Palestina.

Las mujeres que van las últimas en la comitiva apostólica.  

Porque son bonitas y porque serán un recuerdo de su viaje… 

No pueden contenerse de recoger semillas de flores, para plantarlas en sus huertos y  jardines. 

Hay algunas águilas y cóndores,

que dibujan amplios círculos por encima de las crestas de las colinas…

Y de vez en cuando descienden en busca de alguna presa.

Surge una lucha entre dos buitres.

Giran, giran, perdiendo plumas;

en un elegante y fiero duelo que termina con la huida del perdedor;

que quizás va a morir a lo alto de algún remoto pico;

al menos así lo juzgan todos, pues su vuelo es muy cansado, un vuelo de moribundo.  

Tomás comenta: 

–       Le ha hecho daño la avidez. 

Mateo añade: 

–       La avidez y la obstinación siempre hacen daño.  

Felipe

–      ¡También a los tres de ayer!…

Pedro:

–      ¡Misericordia eterna!  

Tadeo:

–     ¡Qué triste destino!  

Andrés pregunta: 

–      ¿No se curarán jamás?   

Mateo:

–      Pregúntaselo al Maestro.

Le preguntan a Jesús,

y responde:

–      Mejor sería preguntar si se van a convertir.

Porque en verdad os digo que es preferible morir leproso y santo, que no sano y pecador.

La lepra queda en la Tierra, en la tumba;

el pecado, en la eternidad. 

Simón Zelote: 

–      A mí me gustó mucho ayer tu discurso de por la noche.

Judas:   

–      Pues a mí no.

Era muy duro para demasiados israelitas.

Jesús: 

–      ¿Estás tú entre ellos?

–       No, Maestro.

–       ¿Y entonces?

¿Por qué esta susceptibilidad?

–       Porque te puede perjudicar.

–      Entonces… 

¿Para evitar perjuicios, debería hacer tratos con los pecadores y hacerme su cómplice?

–       No digo eso.

No podrías hacerlo.

Pero sí guardar silencio.

No buscarte la enemistad de los grandes…

–       Callar es otorgar.

No doy mi visto bueno a los pecados; ni de los pequeños ni de los grandes.

–       ¿Ves lo que le ha pasado al Bautista?

–       Su gloria.

–       ¿Su gloria?….

A mí me parece que es su ruina.

–       Persecución y muerte…

Por fidelidad a nuestro deber, son gloria para el hombre.

El mártir es siempre glorioso.

–       Pero con la muerte se impide a sí mismo ser maestro.

Y aflige a sus discípulos y familiares;

él se quita las penas, pero deja a los otros sumergidos en penas mucho mayores.

El Bautista no tiene a sus más cercanos familiares, es verdad;

pero tiene de todas formas, deberes para con sus discípulos.

–      Aunque tuviera a esos familiares sería igual.

La vocación está por encima de la sangre.

–       ¿Y el cuarto mandamiento?

–       Viene después de los dedicados a Dios.

–      Ya has visto ayer cómo una madre sufre por un hijo…

Jesús llama a María: 

–       ¡Madre! Ven.

María va donde Jesús,

y pregunta:

–      ¿Qué quieres, Hijo mío?

–      Madre… 

Judas de Keriot está perorando en defensa de tu causa, por amor a ti y a Mí.

–      ¿Mi causa?

¿En qué?

–       Quiere persuadirme de que sea más prudente;

para no caer como nuestro pariente Juan.

Y me está diciendo que hay que tener compasión de las madres y no arriesgar la propia vida, por ellas;

porque así lo quiere el cuarto mandamiento.

¿Tú qué piensas de ello?

Te cedo la palabra, Madre, para que adoctrines con dulzura a nuestro Judas.  

María declara: 

–       Yo digo que dejaría de amar a mi Hijo como Dios

que pensaría que siempre me he equivocado,

que he sufrido siempre error acerca de su Naturaleza,

si lo viera perder su perfección, rebajando su pensamiento a consideraciones humanas;

perdiendo de vista las consideraciones sobrehumanas.

O sea: redimir.

Tratar de redimir a los hombres, por amor a ellos y para gloria de Dios;

a costa de crearse penas y rencores.

Lo seguiría queriendo como a un hijo descarriado, por efecto de una fuerza maligna,

lo seguiría queriendo por piedad,

por el hecho de ser hijo mío, porque sería un desdichado;

pero no ya con esa plenitud de amor, con que lo amo ahora viéndolo fiel al Señor.   

Judas puntualiza:

–       A Sí mismo, quieres decir.

–       Al Señor.

Ahora Él es el Mesías del Señor y debe ser fiel al Señor como todos los demás.

Es más, más que ninguno.

Porque su Misión es mayor que toda otra misión que haya existido, existe y existirá, en la Tierra;

ciertamente recibe de Dios la ayuda proporcional a tan alta misión.

–       Pero, ¿no llorarías si le sucediera algún mal?

–       Todas mis lágrimas.

Pero lloraría lágrimas y sangre, si lo viera desleal a Dios.

¿No estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y en hueco de mi mano?

Las sutilezas rabínicas de Judas insisten: 

–       Ello disminuirá mucho el pecado de los que lo persigan.

–       ¿Por qué?

–       Porque tanto Él como tú, casi los justificáis.

–       No lo creas.

Los pecados serán siempre iguales a los ojos de Dios,

tanto si nosotros juzgamos que ello es inevitable,

como si juzgamos que ningún hombre de Israel debería obrar mal, respecto al Mesías.

–       ¿Hombre de Israel?

¿Y si fueran gentiles no sería lo mismo?

–       No.

Para los gentiles sólo habría pecado hacia un semejante.

Israel sabe quién es Jesús.

–       Mucho Israel no lo sabe.

–       No lo quiere saber.

Es incrédulo voluntariamente

A la anti-caridad, por tanto, une la incredulidad y niega la esperanza.

Pisotear las tres virtudes principales no es un pecado mínimo, Judas;

ES GRAVE muy grave, espiritualmente más grave que el acto material respecto a mi Hijo.

La victoria de la Madre,

Maestra formada en el corazón de Israel:

el sagrado Templo de Jerusalén, es irrebatible.

Judas no contesta más. 

Porque ya se ha quedado sin argumentos suficientes…

Entonces se agacha para atarse una sandalia y se queda retrasado.

La caminata continúa, con los demás participando en diferentes diálogos..

Llegan a un risco que está casi en la cima y que se extiende por entero hacia adelante;

como si quisiera correr hacia la sonrisa azul del mar infinito.

Un tupido encinar proyecta una luz de color esmeralda claro, en que inciden leves agujas de sol,

en este picacho bonito, aireado, abierto a la costa ya cercana, frente a la majestuosa cadena del Carmelo.

Hacia abajo, al pie del monte del risco saliente como por anhelo de volar,

más abajo de unos pequeños campos a mitad de la pendiente,

hay un valle estrecho con un torrente profundo.

Bastante imponente por la violencia de las aguas, en tiempo de crecida;

mas ahora reducido a un espumaje de plata en el centro del lecho.

El torrente corre hacia el mar rozando la base del Carmelo.

Un camino realzado sigue su orilla derecha.

Un camino que une una ciudad construida en el centro de la bahía, con las del interior de Samaria.  

Jesús dice:

–       Aquella ciudad es Sicaminón.

Llegaremos en la noche.

Ahora descansaremos porque el descenso, aunque fresco y corto, es difícil.

Y, sentados en círculo, mientras se asa en una tosca brocheta un cordero que fue regalo de los pastores. 

Se generaliza la conversación entre todos…  

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222 JARDÍN DE AZUCENAS

222 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

La barca costea el trecho que va de Cafarnaúm a Magdala.

María de Magdala está por primera vez, en la que será, su postura habitual de convertida:

sentada en el fondo de la barca a los pies de Jesús…

el cual está sentado, con porte grave, en uno de los bancos de la barca.

El rostro de la Magdalena tiene hoy un aspecto muy distinto del de ayer;

no es todavía ese rostro radiante de la Magdalena que sale al encuentro de su Jesús,

cada vez que Él va a Betania,

pero es ya un rostro liberado de temores y tormentos;

y su mirada, que antes fuese descarada y luego reflejaba humillación, ahora es seria, pero segura,

y en su noble seriedad brilla de vez en cuando,

una chispa de alegría escuchando a Jesús, que habla con los apóstoles o con su Madre y Marta.

Ahora van hablando de la bondad de Porfiria, tan sencilla y amorosa.

Y de la afectuosa acogida de Salomé.

Junto con las mujeres e hijas de Bartolomé y Felipe.

Éste dice:

–     Si no fuera porque son todavía muy niñas…

Y su madre es contraria a que estén por los caminos, también te seguirían, Maestro.  

Jesús responde: 

–     Me sigue su alma.

Que es igualmente santo amor. Felipe, escúchame.

Tu hija mayor está para prometerse, ¿No?

–     Sí, Maestro.

Dignos esponsales y un buen esposo.

¿No es verdad, Bartolomé?

–      Es verdad.

Lo puedo garantizar porque conozco a la familia.

No he podido aceptar hacer yo la propuesta.

Pero lo habría hecho si no estuviera ocupado en el seguimiento del Maestro;

con plena tranquilidad de crear una santa familia.

–     Pero la muchacha me ha rogado que te dijera que no hicieras nada.  

Felipe dice: 

–     ¿No le gusta el novio?

Está en un error.

De todas formas, la juventud no tiene seso.

Espero que se persuada. No hay razón para rechazar a un excelente esposo.

A menos que…

¡No, no es posible! 

Jesús lo incita: 

–     ¿A menos que…?

Termina, Felipe

–     A menos que ame a otro.

Pero eso no es posible.

No sale nunca de casa y en casa vive muy retirada.

¡No es posible!

–     Felipe…

Hay amadores que penetran hasta en las casas más cerradas.

Y saben hablar a sus amadas a pesar de todas las barreras y vigilancias;

derriban cualquier obstáculo (viudez o juventud bien custodiadas… u otros)

Y las consiguen.

Hay amadores que no pueden ser rechazados, porque su anhelo es impositivo;

porque vencen seductoramente toda posible resistencia, hasta la del mismo diablo.

Pues bien, tu hija ama a uno de éstos.

Y además al más poderoso.

–     ¿Y quién es?

¿Uno de la corte de Herodes?

–     ¡Eso no es poder!

–     ¿Uno… uno de la casa del Procónsul?,

¿Un patricio romano? No lo permitiré de ninguna manera.

La sangre pura de Israel no tendrá contacto con la impura.

Aunque tuviera que matar a mi hija.

¡No sonrías, Maestro, que yo sufro!

–     Porque estás como un caballo encabritado.

Ves sombras donde sólo hay luz. ¡Tranquilízate, hombre!

El Procónsul no es más que un siervo también, como lo son también sus amigos patricios.

Y siervo es el César.

–     ¡Estás bromeando, Maestro!

Querías asustarme.

Nadie hay mayor que César, ni con más autoridad que él.

–     ¿Y Yo, Felipe?

–     ¡Tú!

¿Tú quieres casarte con mi hija!

–     No.

Con su alma.

Soy Yo el amante que penetra en las casas más cerradas y en los corazones más cerrados aún:

Con un sinfín de llaves.

Soy Yo el que sabe hablar a pesar de todas las barreras y vigilancias,

el que abate todo obstáculo y toma lo que anhela:

puros o pecadores, vírgenes o viudos, de vicios libres o esclavos.

Doy a todos ellos un alma única y nueva, regenerada, beatificada, eternamente joven.

Son mis esponsales.

Y nadie puede negarme mis dulces presas; ni el padre, ni la madre, ni los hijos, ni siquiera Satanás.

Sea que hable al alma de una joven como tu hija;

sea que se trate de un pecador envuelto en el pecado y encadenado por Satanás con siete cadenas;

Cuando Dios te quiere, te busca, te sigue, te persigue y te consigue

el alma viene a mí.

Y nada ni nadie me las arrebatará.

No hay riqueza, ni poder, ni alegría del mundo, que comunique esa felicidad perfecta;

propia de quienes se desposan con mi pobreza, con mi mortificación:

despojados de todo pobre bien; vestidos de todo bien celeste.

Jubilosos, con esa beatitud de ser de Dios, sólo de Dios…

Son los señores de la tierra y del Cielo: de la primera, porque la dominan; del segundo, porque lo conquistan.  

Bartolomé exclama: 

–     ¡Nunca ha sido así en nuestra Ley! 

–     Despójate del hombre viejo, Natanael.

La primera vez que te vi te saludé definiéndote perfecto israelita sin engaño.

Pero ahora eres de Cristo, no de Israel.

Sélo sin engaño y sin ataduras.

Revístete de esta nueva mentalidad.

Si no, habrá muchas bellezas de la redención que he venido a traer a toda la Humanidad, que no podrás entender.

Felipe interviene diciendo:

–     ¿Y dices que has llamado a mi hija?

¿Y ahora qué hará?

Yo ciertamente no me voy a oponer, pero quisiera saber, incluso para ayudarla, en qué consiste su llamada…

–     En llevar a las azucenas de amor virginal al jardín de Cristo.

¡Habrá muchas en los siglos futuros!… ¡Muchas!

Macizos de incienso para contrapesar las sentinas de vicios.

Almas orantes para contrapesar a blasfemos y ateos;

auxilio en todas las desdichas humanas: alegría de Dios.

María de Magdala toda ruborizada, abre los labios para preguntar: 

–    ¿Y nosotros, las ruinas que Tú reconstruyes?

¿Qué acabamos siendo?

–     Lo mismo que las hermanas vírgenes…

–     ¡Oh, no es posible!

Hemos pisado demasiado fango y… y…

¡No puede ser!  

La Virgen responde: 

–     ¡María, María!

Jesús no perdona nunca a medias.

Te ha dicho que te ha perdonado y así es.

Jesús confirma: 

–    Tú…

Y todos los que como tú han pecado y han sido perdonados por mi amor, que con vosotros se desposa;

perfumaréis, oraréis, amaréis, consolaréis, siendo conscientes ya del mal. 

Y aptos para curarlo donde se encuentra, siendo almas mártires ante los ojos de Dios.

Y amadas por tanto, como las vírgenes».

–     ¿Mártires?

¿En qué, Maestro?

DAME MÁS AMOR, PARA AMARTE MÁS Y ADORACIÓN, PARA ADORARTE ETERNAMENTE

–     Contra vosotras mismas…

Y los recuerdos del pasado.

Y por sed de amor y expiación.

–     ¿Lo debo creer?…

La Magdalena mira a todos los que están en la barca, pidiendo confirmación a la esperanza que se enciende en ella.

Jesús le dice: 

–     Pregúntaselo a Simón.

Una noche estrellada, en tu jardín, hablé de ti y de vosotros pecadores en general.

Todos tus hermanos te pueden decir si mi palabra no cantó los prodigios de la misericordia.

Y la inversión respecto a todos los redimidos.

–     Me lo ha expresado también el niño, con voz de ángel.

He vuelto con el alma confortada después de su lección.

Por él te he conocido mejor aún que por mi hermana.

Tanto que hoy me sentía más fuerte para afrontar el regreso a Mágdala.

Y, ahora que me dices esto, siento crecer mi fortaleza.

He dado escándalo al mundo, pero te juro mi Señor, que ahora el mundo al mirarme; comprenderá tu poder.

Jesús deposita un momento la mano sobre su cabeza.

Mientras María Santísima le sonríe como ella sabe hacer:

paradisíacamente.

Ya se ve Magdala, que se extiende en el borde del lago.

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111 EL MARTIRIO 2

111 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

LAS DOS COLUMNAS PRIMARIAS

Nerón, cuando asesinó a Séneca esperaba apoderarse de la fortuna estimada en trescientos millones de sestercios y descubrió que ésta no llegaba ni a la décima parte de esa cantidad.

Con la sentencia de Petronio, se encontró con que lo único que quedaba era su palacio en Roma y la quinta de Cumas; que ya no le pertenecían a él, pues estaban legalizadas a nombre de otro dueño.

Estos dos fiascos le hicieron  decretar que en los testamentos se presentarían en blanco las dos primeras páginas.

Que solamente se escribiría en ellas el nombre del testador y que el que escribiese el testamento de otro, no podría asignarse ningún legado.

Empobrecido y exhausto de recursos hasta el punto de demorar la paga de los soldados y las pensiones de los veteranos, recurrió a las rapiñas y a las falsas acusaciones.

Se apoderó de los bienes y las fortunas que le apetecían con el argumento de que ‘habían sido ingratos con el Príncipe.’

Un día que cantaba en el teatro, vio a una matrona adornada con la prohibida púrpura, la señaló a sus agentes y haciéndola sacar inmediatamente, le confiscó el traje y los bienes.

Y ya no confirió ningún cargo sin añadir:

–   ¿Sabes lo que necesito?

Obremos de tal forma que nadie tenga nada.

Concluyó por despojar a la mayor parte de los templos y fundió todas las estatuas de oro y de plata.

Después de la muerte de Popea quiso casarse con Antonia la hija de Claudio.

Como ella se rehusó, también la acusó de conspiración e hizo que la mataran.

No hubo lazo que no rompiera con el crimen.

Y mientras tanto su red de espías, seguían llenando los tribunales con cristianos.

Pedro fue arrestado por los pretorianos y lo llevaron a la cárcel mamertina, en el calaozo del Tullianum.

Los cristianos lo recibieron con gran reverencia y amor.

Algunos presos que habían sido torturados y que no eran cristianos, le pidieron que los ayudase.

Pedro oró y los sanó el Señor.

El hijo de un verdugo que estaba sordo y mudo, también fue sanado.

Entonces un centurión se acercó…

Y le dijo:

–   Mi nombre es Flavio. 

Tengo un compañero de guerra al que quiero mucho.

En Germania recibió un fuerte golpe en la nuca y está paralizado del cuello hacia abajo.

¿Podrías rogar a tu Dios para que lo cure?

Pedro le contestó:

–   Flavio, ¿Crees que nuestro Señor Jesucristo pueda sanarlo?

–   Sí creo. Creo que Él es Dios y si Él quiere, puede compadecerse de un pagano…

–  Flavio, en el Nombre de Jesucristo, hágase como lo pides.

Y dile a tu amigo que busque la Luz de la Verdad.

Por la tarde de ese mismo día, llegó el otro soldado completamente sano a darle las gracias.

Flavio dice llorando:

–   Cuando seas sentenciado, yo voy a tener que matarte.

Pedro lo mira sonriendo con amor,

Y lo exhorta:

–   Cumple tu deber hijo mío.

Y alégrate. No me darás la muerte. Lo que vas a hacer es abrirme las Puertas del Cielo.

El soldado sanado declara:

–   Anciano, yo soy Leoncio y te doy las gracias a ti y a tu Dios.

Flavio pregunta:

–      Dime cómo podemos agradecerle y adorarlo.

–     Él Mismo los guiará. Venid…

Y Pedro les habla del alma y del Cielo…

Durante todo el tiempo que estuvo en prisión, continuó evangelizando también a sus carceleros,

realizando milagros a todos los que se lo pedían y bautizando sin cesar a los conversos…

Y los rumores de lo sucedido, traspasaron las murallas de la prisión y se expandieron por todos lados.

Entonces Pablo también fue llevado a la cárcel Mamertina.

Y cuando Nerón fue notificado de que los líderes de la Iglesia Perseguida habían sido capturados, decidió divertirse un poco…

Recordó algo que le había platicado Popea cuando era prosélita de la religión hebrea.

Y en complot con Tigelino, urdió un plan…

Para ver lo que haría el Dios de los cristianos, al verse enfrentado con su Padre.

La primera vez que se menciona a Simón el Mago es en el Nuevo Testamento, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde dice que él era un hombre experto en las artes mágicas con las cuales,

“tenía deslumbrados a los samaritanos y pretendía ser un gran personaje” (Hechos 8, 9).

Y cuando Felipe, uno de los primeros diáconos, llevó el evangelio a esta zona.

Por la gracia de Dios, mucha gente creyó y fue bautizada, incluyendo a Simón el Mago.

Al poco tiempo Pedro y Juan visitaron Samaria, para llevar el sacramento de la confirmación a los nuevos conversos.

El poder de este sacramento, impresionó a Simón el Mago y le ofreció dinero a los apóstoles, a cambio de que le dieran ese poder.

 Los apóstoles se rehusaron a perpetrar ese sacrilegio y la Iglesia hoy llama a ese pecado Simonía,.

 Simón, luego de ser rechazado por los Apóstoles, abandonó la Iglesia Católica y se volvió hacia el gnosticismo, una herejía cristiana temprana, que rechaza la autoridad de los Apóstoles,

en favor del conocimiento secreto que los cristianos afirmaban recibir directamente de Dios.

Al parecer volvió a su magia demoníaca y su conflicto llegó a su punto más alto en Roma; donde  tenía muy impresionada a la gente con sus artes mágicas.

Y por sus prodigios era tenido entre los judíos como un gran personaje que ‘Tenía consigo la Fuerza de Dios’.  

De acuerdo al plan preconcebido por el César, mandó sacar de la cárcel a Pedro y a Pablo.

Y ante una gran muchedumbre reunida en la plaza del Fórum,

Decidió enfrentarlos con Simón el Mago que capitaneaba a los judíos, acérrimos enemigos de los cristianos.

Cuando todos estuvieron frente al César,

éste les dijo, señalando a Simón:

–    Este hombre es sincero y vosotros, los embaucadores.

Y ahora lo veremos.

Acto seguido Simón el Mago, coronado de laurel por Nerón mismo, subió hasta lo más alto del Capitolio,

¡Y empezó a volar!

Pedro al ver aquello, dijo a Pablo:

–    Satanás se disfraza de ángel de Luz…

Pablo le replicó:

–   A mí me corresponde orar…

Y a ti, dar las órdenes debidas.

Pablo se arrodilló y se sumergió en la Oración en el Espíritu.

Pedro levantó la voz y dijo con autoridad:

–     Espíritus de Satanás que lleváis a este hombre por el aire.

En El Nombre Santísimo de Jesús yo os mando que no lo sostengáis más.

Y que lo bajéis sin dañarlo, hasta el suelo.

Los Demonios se encolerizaron tanto, que obedecieron la orden a medias.

Ante el asombro general, Simón aterrizó bastante maltrecho; porque lo soltaron desde una altura considerable y cayó, rompiéndose las piernas. 

Pero Pedro oró y  Dios hizo el milagro.

Y Simón  quedó tan avergonzado, que huyó a esconderse por un año, antes de animarse a comparecer ante el público otra vez.

Nerón se enfureció aún más, al ver el inesperado resultado de su maquinación.

Y antes de retirarse, ordenó que los llevaran al tribunal.

El Prefecto Agripa dijo a Pedro, al tenerlos frente a sí:

–    Así que tú eres el hombre que en tus reuniones aprovechas tu influencia e impides que las mujeres se casen.

Pedro le contestó:

–   Yo soy fiel discípulo de mi Señor Jesucristo.

El Crucificado que Resucitó y Vive y Reina por siempre, a la diestra de Dios Padre.

–    Le seguirás hasta el final.

También tú morirás en la Cruz.

Y a Pablo por ser ciudadano romano, lo condenó a ser decapitado.

Al anciano apóstol se le aplicaron los azotes prescritos por la ley.

Y al día siguiente fue conducido fuera de las puertas de la ciudad.

Hacia el Monte Vaticano, en donde debía cumplirse la sentencia y ser crucificado.

A causa de su avanzada edad, no se le exigió que cargara con la cruz.

Cuando llegaron al sitio designado, Pedro contempló toda la Ciudad Eterna, extendida a sus pies…

Y levantando la mano derecha, bendijo:

pedro

“Aquí donde Nerón gobierna hoy, Cristo gobernará por siempre.”

¡URBI ET ORBI! (a la ciudad y al mundo)

Y su sonrisa se hizo más luminosa y su rostro se volvió radiante, cuando Jesús le permitió extender su mirada a través de los siglos.

Y vio el mismo lugar de su martirio, convertido en una inmensa Basílica, con la grandiosa plaza con su nombre, perpetuado por su donación y entrega a su misión.  

Desde la cual, casi dos mil años después estaría llena de millares de personas, escuchando reverentes a otro Pontífice Mártir y Santo:

San Juan Pablo II.

La Plaza de San Pedro es una de las plazas más bonitas y grandes del mundo. Se encuentra situada en El Vaticano, a los pies de la Basílica de San Pedro.

Las dimensiones de la plaza son espectaculares: 320 metros de longitud y 240 metros de anchura.

En las liturgias y acontecimientos más destacados la Plaza de San Pedro ha llegado a albergar más de 300.000 personas.

Su sucesor 264, quién desde el Vaticano llevaría el mensaje del Evangelio a todas las naciones de la Tierra.

Y desde la Basílica de San Pedro, levantando su blanca mano, bendeciría lleno de bondad y de amor, infinidad de veces…

A través del Pontificado más largo de la Historia de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana:

Un papa profundamente mariano: “TOTUS TUUS”

¡URBI ET ORBI!

Flavio, el jefe de los verdugos le indicó a Pedro que debía extenderse sobre la cruz.

Y Pedro le dijo:

–    Cuando crucificaron a mi Señor pusieron su cuerpo sobre la Cruz, con los pies abajo y la cabeza en lo alto, porque mi Señor descendió desde el Cielo a la Tierra.

Os ruego que al clavarme lo hagáis de tal forma que mis pies queden en lo alto y mi cabeza en la parte inferior del madero.

Porque además de que no soy digno de ser crucificado como Él, yo voy a subir de la Tierra al Cielo.

Accedieron a su petición y lo colocaron sobre la Cruz de manera,

que sus pies quedaron clavados separadamente en los extremos del travesaño horizontal superior y las manos en la parte baja del fuste, cerca del suelo.

Cuando Pedro estaba ya crucificado, Dios abrió los ojos espirituales de los espectadores.

Y vieron al apóstol rodeado de ángeles que tenían en sus manos coronas de rosas  y de lirios.

Y a Jesucristo colocado a su vera, mostrándole un Libro abierto…

Pedro lo leyó: “Apocalipsis”

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Y dijo en voz alta:

–           Gracias Dios Mío.

Y se sumergió en la Oración en el espíritu.

Pedro admiró por largas horas, todos los sucesos que le fueron mostrados en la Ciudad del Vaticano.

Y finalmente, con voz llena de júbilo y de adoración,

Exclamó:

–           ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús!… –antes de expirar.

Las llaves del Cielo que Jesús le entregara y que habían estado en sus manos, las había entregado a Lino, en la Misa cuando le nombró su sucesor.  

En esa misma tarde, otro destacamento de pretorianos condujo a Pablo de Tarso a lo largo de la Vía Ostiense.

Pasaron por la Puerta Trigémina, hasta un lugar llamado Aqua Salviae.

Mientras avanzan, él mira hacia los Montes Albanos con la magnífica sensación de haber terminado su larga y fatigosa jornada apostólica.

Contempla ya los Cielos abiertos para recibirle y su alma está llena de júbilo,

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Por el inminente encuentro con el Dios por el que ha luchado y sufrido tanto,

Para darlo a conocer y a amar.

Cuando llegaron al sitio designado para el suplicio, se volvió hacia el Oriente y oró.

Luego, se despidió de los cristianos.

El verdugo le dijo:

–           Prepara tu cuello.

Pablo se arrodilló y dijo:

–           ¡Oh, Señor mío Jesucristo, en tus manos encomiendo mi espíritu!

Y ofreció su cuello al verdugo.

Éste levantó la espada y descargó el golpe…

Con el rostro radiante, Pablo de tarso fue decapitado.

En el mismo instante en que se desprendió su cabeza del tronco,

Exclamó:

–           ¡Jesús!…

Su sangre bañó la lóriga de su verdugo, brilló una luz intensísima.

Y quedó el aire perfumado con una fragancia maravillosa…

La Iglesia Cristiana ha sido confirmada con la sangre de sus Dos Columnas Primarias:

San Pedro y San Pablo Apóstoles…

Su ornamento final lo pondrá su último sucesor y papa mártir…

Y los cristianos que confesarán su glorioso testimonio en la Tercera Gran Persecución realizada en el imperio de terror del Anticristo…

112 EL MARTIRIO 3

112 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

Tomás dice:

–  Yo soy de la idea de tu primo.

Muerte de Santo Tomás

Alrededor del año 40 d.C. el apóstol Tomás se fue a evangelizar al norte de la India.

El Espíritu Santo acompañó su predicación con muchísimos milagros y le salvó de manera prodigiosa, de numerosos peligros.

Tras nueve años hubo muchas conversiones, entre ellas Migdonia esposa de Casisio, cuñado del rey Gondófares.

Cuando el esposo se enteró, se quejó con el rey.

Éste mandó encerrar al apóstol,

y envió a la reina para que convenciera a su hermana del error que había cometido al hacerse cristiana.

Pero las cosas salieron al revés y fue Migdonia la que hizo que la reina se convirtiera.

Y ésta regresó diciendo:

–   Yo también creía como vosotros, que Migdonia mi hermana había cometido una gran estupidez.

Pero ahora estoy convencida de que ha obrado con gran sabiduría.  Ella me puso en contacto con el apóstol y he conocido a Cristo. 

He comprobado que Él Resucitó y me ha hecho conocer el Camino de la Verdad.

También he comprendido que los verdaderos necios, son los que se niegan a creer en Cristo.

El rey mandó entonces que le trajeran a Tomás a su presencia.

Lo llevaron atado de pies y manos.

Cuando lo tuvo ante sí, le ordenó que convenciera a las mujeres de su error.

Hubo entonces una larga discusión, donde el apóstol defendió la Fe Cristiana con todos los recursos del Espíritu Santo,

y no hubo manera de rebatirlos.

Entonces viéndose derrotados; por consejo de Casisio, el rey ordenó que arrojaran a Tomás en un horno encendido,

del cual salió el apóstol sano y salvo al día siguiente.

En vista de este prodigio; Casisio propuso a su cuñado que para que aquel poderoso hombre perdiera la protección divina

e incurriera en la Ira de su Dios, le obligase a ofrecer sacrificios en el Templo del Sol.

Cuando trataron de llevar a cabo su plan…

Tomás le dijo al rey:

–   ¿Quieres ver que en cuanto esté frente a la efigie de esa divinidad tuya, mi Dios la destruirá?

Hagamos un trato:

si sucede como te he dicho promete que serás tú el que adores a mi Señor Jesucristo. ¿Aceptas?

El rey replicó indignado:

–           ¿Cómo te atreves a hablarme como si fueras mi igual?

Enseguida ordenó que llevaran a Tomás hasta el templo del dios solar.

Cuando lo lanzaron al suelo obligándolo a postrarse, el apóstol dijo en arameo su lengua natal:

–    Adoro a mi Señor Jesucristo en cuyo Nombre Santísimo yo te ordeno a ti,

Demonio que te escondes en el interior de esta escultura, que ahora mismo la destruyas.

Al instante, la imagen que era de bronce se derritió como si hubiera sido hecha de cera.

Los sacerdotes encargados del culto del malogrado ídolo, se enfurecieron al ver lo ocurrido…

Y el pontífice que los presidía exclamó:

–  ¡Yo vengaré la afrenta que acabas de hacer a mi dios!

Mientras pronunciaba esta amenaza, se apoderó de una espada y con ella atravesó el corazón del apóstol.

Y así fue sacrificado Tomás.

El rey y Casisio al ver que el pueblo trató de vengar este asesinato y quisieron quemar vivo al pontífice pagano,

llenos de miedo huyeron de allí.

Los cristianos recogieron el cuerpo y lo enterraron con honores y gran veneración.

Santiago de Zebedeo opina:

–     Yo, sin embargo, pienso como Simón el Zelote.

Jesús pregunta:

–     ¿Y tú, Felipe?

–     Bueno… no quiero pensar en ello. El Eterno me dará lo que sea mejor.

El martirio de Felipe lo juntaremos con el de Andrés y el de Santiago de Zebedeo, en el siguiente post.

Andrés exclama:

–     ¡Oh…, callad!

¡Parece como si el Maestro debiera morir pronto! ¡No me hagáis pensar en su muerte! Andrés predicó en la costa del Mar Negro, el Caúcaso y Grecia. que fue su campo de apostolado.

San Andrés fue crucificado en Patrás de Acaya, en Grecia, alrededor del año 60. En una cruz aspada o Cruz de San Andrés

Y al estar atado y no clavado a la cruz, pudo predicar durante dos días al pueblo antes de morir.

Pedro confirma:

–     Es así, como has dicho, hermano mío.

Eres joven y estás sano, Jesús; debes enterrarnos a todos los de más edad que Tú.

Jesús responde:

–     ¿Y si me mataran?

Pedro grita:

–     ¡Que no te suceda jamás! ¡Te vengaría!

–     ¿Cómo? ¿Con venganza de sangre?

–     ¡Hombre, pues… incluso con sangre si me autorizas!

Si no, cancelando las acusaciones lanzadas contra Ti con mi profesión de fe ante las gentes.

El Martirio de San Pedro

El mundo te amará por mi infatigable predicación.

–     Es cierto. Así será.

¿Y tú, Juan? ¿Y tú, Mateo?

Mateo contesta:

–     Yo debo sufrir y esperar a haber lavado mi espíritu con abundancia de dolor.

Fue ejecutado mientras celebraba la Santa Misa…

Después de algunos años de apostolado en Palestina, Mateo se trasladó a Etiopía, donde realizó muchos milagros y resucitó a una hija del rey Egido.

Éste y toda su familia se hicieron cristianos. Cuando el rey murió, subió al trono Hitarco.

En el año 60d.C. en la ciudad de Nadaver  Etiopía, el nuevo monarca se enamoró perdidamente de Efigenia

y prometió a Mateo la mitad de su reino si lograba convencer a la joven para que lo aceptara por esposo.

El apóstol le contestó a Hitarco:

–   Tu antecesor iba a la iglesia. Ve tú también el próximo Domingo y escucha lo que hablaré sobre el matrimonio.

El rey, pensando que Mateo iba a convencer a Efigenia, acudió a la iglesia ilusionado.

Mateo habló largamente sobre las excelencias del matrimonio.

Hitarco mientras le oía, reafirmó su idea de que Mateo le estaba ayudando a inclinar hacia él, el ánimo de Efigenia, que también estaba presente.

Y tan persuadido estaba de esto, que aprovechando una pausa que hizo el apóstol, se puso de pie y lleno de júbilo felicitó al predicador.

Mateo rogó al rey que guardara silencio, que se sentara de nuevo y que por favor siguiera escuchando, pues todavía no había terminado.

Mateo concluyó su conferencia de esta manera:

–   Cierto que el matrimonio,

si los esposos observan escrupulosamente las promesas de fidelidad que al contraerlo mutuamente se hacen, es una cosa excelente.

Pero prestad atención: supongamos que un ciudadano cualquiera arrebatara la esposa a su propio rey.

¿Qué ocurriría?

Pues no solo el usurpador cometería una gravísima ofensa contra su soberano,

sino también incurriría en un delito que está castigado con la pena de muerte.

Y el delito no es por haber querido casarse; sino por haber quitado a su rey, algo que legítimamente le pertenece

y por haber sido el causante de que la esposa faltase al juramento de fidelidad hecho a su verdadero esposo.

Estando así las cosas:

¿Cómo tú Hitarco, súbdito y vasallo del rey eterno, sabiendo que Efigenia es una virgen consagrada al Señor,

te has atrevido a poner tus ojos en ella y pretendes que sea infiel a su verdadero esposo, que es precisamente tu Soberano.

Al oír esto, Hitarco se encolerizó y salió furioso de la iglesia.

Mateo, sin inmutarse prosiguió su homilía y exhortó a los oyentes a la paciencia y a la perseverancia.

Al final, bendijo a las vírgenes y en especial a Efigenia, que asustada se había arrodillado ante él.

Cuando terminó la celebración eucarística, Mateo aún estaba en el altar orando con los brazos extendidos hacia el cielo,

cuando un sicario enviado por el rey, se le acercó y le clavó una lanza en la espalda y lo mató.

MARTIRIO DE SAN MATEO

Poco después Hitarco quiso quemar la casa en que vivían las vírgenes, pero el santo apóstol se apareció y las rescató de las llamas.

Por su parte, el rey contrajo lepra y se suicidó con su propia espada.

El pueblo proclamó rey a un hermano de Efigenia que también había sido bautizado por Mateo

Y la Fe se propagó por tierras etíopes.

Juan dice:

–     Y yo… no sé.

Yo quisiera morir inmediatamente para no verte sufrir; quisiera estar a tu lado para consolar tu agonía.

Quisiera vivir mucho para servirte durante mucho tiempo; quisiera morir contigo para entrar contigo en el Cielo. Cualquier cosa querría, porque te amo.

Después de la Asunción de la Virgen María y antes de la destrucción de Jerusalén,

 Juan fue a establecerse en Éfeso, junto con una comunidad de creyentes.

En una ciudad cercana, una vez vio a un apuesto joven y lo llevó a presentar al obispo a quién él mismo había consagrado.

Y le dijo:

–    En presencia de Cristo y ante esta congregación, dejo a este joven a tus cuidados.

El obispo lo hospedó en su casa, lo evangelizó, lo bautizó y lo confirmó.

Pero después de un tiempo el muchacho frecuentó malas compañías y acabó convirtiéndose en un asaltante de caminos.

Después de algún tiempo, Juan volvió a la ciudad,

y le dijo al Obispo:

–    Devuélveme ahora el encargo que Jesucristo y yo encomendamos a tus cuidados en presencia de tu iglesia.

El obispo se sorprendió y san Juan le explicó que era el joven que le había confiado.

Y el obispo exclamó:

–   Ha muerto para Dios.

Se convirtió en un ladrón.

Entonces el apóstol averiguó dónde podría encontrarlo y lo fue a buscar a la montaña donde estaba la guarida.

Cuando llegó, el joven renegado lo reconoció y trató de huir lleno de vergüenza.

Juan le gritó:

–    ¡No te vayas!

¿Por qué huyes de mí, tu padre, que soy un viejo y sin armas?

Siempre hay tiempo para el arrepentimiento.

Yo responderé por ti, ante mi Señor Jesucristo y estoy dispuesto a dar la vida por tu salvación.

Es Cristo quién me envía.

El joven escuchó estas palabras, inclinó la cabeza y se soltó llorando.

Luego se acercó a Juan para implorarle una segunda oportunidad.

El apóstol lo reconcilió con la iglesia.

Juan también hizo una predicación poderosa.

Cuando era obispo de Éfeso, se había convertido Drusilla y ésta no quiso ya vivir con su marido que se llamaba Andronic.

y se refugió en un sepulcro.

Un joven que se llamaba Calímaco y estaba perdidamente enamorado de ella, la siguió hasta ese lugar.

Y la apremiaba para que correspondiera a su pasión.

Asediada Drusilla por su marido y por el pretendiente, deseaba morir y lo consiguió.

Frenéticamente enamorado Calímaco, sobornó a un criado de Andronic y entró a su sepulcro.

Le quitó a su amada el sudario y exclamó:

–     Lo que tú no me has querido conceder cuando vivías, lo tomaré ahora que estás muerta.

En el demencial ataque, sació sus deseos en el cadáver de Drusilla.

En ese mismo instante, salió del sepulcro una serpiente.

Calímaco se desmayó y la serpiente lo mató.

Hizo lo mismo con el criado cómplice y se quedó enrollada en su cuerpo.

Entonces llegaron Andronic y Juan y se sorprendieron al ver que Calímaco estaba vivo.

Juan ordenó a la serpiente que se fuera y ésta le obedeció.

Volviéndose hacia Calímaco, le preguntó:

–   ¿Cómo resucitaste?

Calímaco le contestó:

–   Un ángel me habló y me dijo:

‘Era preciso que murieras, para que al revivir te conviertas en cristiano’.

Por favor enséñame tu Doctrina, porque yo quiero ser bautizado. Y te ruego que resucites a Drusilla.

El apóstol realizó enseguida ese milagro y todos le suplicaron que resucitase también al sirviente.

Pero éste era un hombre muy protervo, en cuanto recobró la vida, dijo que prefería morir otra vez, antes que ser cristiano y quedó muerto al instante.

Juan solamente sentenció que el árbol malo, siempre produce malos frutos.

Aristodemo, gran sacerdote del Templo de Artemisa,

aunque le sorprendieron mucho estos milagros, se negó a convertirse.

y le dijo a Juan:

–    Dejadme que os envenene.

Y si el veneno no os mata, entonces me convenceré.

El apóstol aceptó la propuesta,

pero a condición de que Aristodemo envenenara primero,  a dos ciudadanos de Efeso que estaban sentenciados a muerte.

Aristodemo les hizo beber el veneno y los dos murieron casi instantáneamente.

Cuando Juan tomó el mismo veneno, no le hizo ningún efecto.

Después resucitó a los dos muertos y el gran sacerdote se convirtió, junto con los dos resucitados.

San Juan era el único superviviente del colegio apostólico…

Y aunque anciano venerable, gozaba de excelente salud,

Hasta el punto de dar pie a que circulara entre la primitiva comunidad cristiana la leyenda de que no habría de morir.

Emperador Domiciano

Domiciano fue el instrumento de Dios para hacerle beber el cáliz de la pasión, que el Maestro le predijera.

Este emperador observó tanto su religión pagana, que no dudó en enterrar vivas a dos vestales que fueron infieles a su voto de castidad.

Buen gobernante en los comienzos, se volvió sumamente desconfiado.

A partir del año 93 un régimen de terror pesó sobre Roma y la delación se hizo la norma de gobierno.

Los filósofos fueron los primeros en sufrir las consecuencias, como ya había ocurrido en el reinado de Nerón.

Unos padecieron la muerte, otros fueron desterrados, como Epicteto y Dión Crisóstomo.

Tácito y Juvenal aseguran que inundó de sangre la ciudad, inmolando a sus más ilustres habitantes.

Naturalmente, también los cristianos, culpables de ateísmo, es decir, de menospreciar el culto al emperador y a la diosa Roma.

Refiere Hegesipo, judío converso y cercano a los sucesos, que Domiciano mandó prender conjuntamente

a los descendientes del rey David y a los cristianos.

Pero con San Juan obró de distinta manera.

Estaba decidido a exterminar de una vez por todas, esa nefasta superstición…

El prestigio de que gozaba entre los fieles le hacía más peligroso.

Y tenía que mandar un mensaje implícito, a todos los rincones del imperio.

Mandó prenderle en Efeso y le trajo conducido a Roma el año 95.

En el año 95d.C. el emperador Domiciano mandó arrestarlo en Éfeso, para que lo trajeran a Roma.   

Cuando el emperador lo tuvo frente a él, el heraldo anunció:

–   Éste es Juan, el apóstol de Cristo el crucificado’.

El cruel emperador se mostró insensible a la vista de este venerable anciano.

El hijo de Vespasiano lo miró atentamente.

Y recordó que los cristianos decían que Juan no moriría hasta que Jesús, su Dios regresara. 

Y tomó una decisión perversa:

Ahora mismo vería si eso era verdad.

Y le dijo a Juan:

–  ¡Si verdaderamente tu Jesús es Dios, entonces pídele que te salve!

 Y le condenó al más bárbaro de los suplicios:

Sería arrojado vivo en una caldera de aceite hirviendo; pero hubo de sufrir primero el terrible suplicio de la flagelación.

El santo octagenario escuchó con un gozo estremecedor, el anuncio de la sentencia.

Los verdugos encendieron la colosal hoguera y prepararon la tinaja con el aceite chisporroteante.  

Y san Juan estaba radiante de felicidad…

Al fin iban a quedar colmados sus deseos.

El cáliz que Jesús le prometiera beber, un día ya muy lejano en Palestina, estaba pronto con toda su amargura.

Domiciano no comprendió, el gozo de su prisionero…

 Y agregó diciéndole al jefe de los verdugos:

– ¡Llévenselo!

Y se lo llevaron cerca de la Puerta Latina, donde lo flagelaron.

Y fue el primer asombro de sus verdugos:

El bienaventurado apóstol, no exhaló un sólo lamento;…

Y su rostro parecía más radiante, con una alegría incomprensible durante su tormento, pues  alababa a Dios en su idioma natal: el arameo. 

Mientras el estupor aumentaba, todos los habitantes de la ciudad,  parecían congregarse en una  multitud pasmada y expectante…  

Luego los verdugos le condujeron al siguiente patíbulo…

Y Juan fué un humilde corderito imitando a su Maestro amado, pues  herido y sangrante por los flagelos…

¡Avanzó sin proferir una sola queja!

Domiciano esperaba quitarle la sonrisa y la dulzura, con su segundo suplicio.

que ya estaba listo para freir, al hombre que odiaba de una manera incomprensible…

Pues habían preparado un caldero con aceite hirviente y lo metieron ahí.

Los verdugos atizan el fuego y el aceite borbotea.

Pero Dios Tenía otros planes y no quiso que las cosas llegaran a su fin.

Le había concedido el mérito y el honor del martirio, pero al mismo tiempo,

volvía a repetirse el milagro de los tres jóvenes en el horno de Babilonia.

El fuego perdía sus propiedades destructoras.

Ante la admiración de verdugos y populacho, al contacto con el aceite, San Juan fué sanado de las heridas del primer tormento,

¡Y continuaba ileso en la caldera!

Y el aceite hirviendo le servía de baño sanador, refrescante y tratamiento rejuvenecedor.

Dentro del caldero se ve a Juan de rodillas, orando en el espíritu.

Se le ve intacto, sereno, alegre.

Pasó un largo rato y Juan continúa orando.

Todos los espectadores han enmudecido por el asombro.

Nada puede hacerle daño a este hombre portentoso.

El malévolo baño, lo único que consiguió fue sanarlo y rejuvenecerlo,

ante los ojos admirados de todos lo que lo contemplan.

Domiciano lo mira furioso.

Su plan para destruir la Fe en Jesucristo, lo único que obtuvo fue aumentarla.

El tirano tomó  como magia el prodigio y tomó otra decisión perversa:

Luego dice a sus oficiales, antes de retirarse:

–   Saquen a este hombre de aquí. No quiero verlo.

Ya que Juan había salido sin huella alguna de la flagelación recibida y mucho más más joven y vigoroso del segundo  suplicio, 

Esto produjo un aluvión de conversiones al cristianismo en Roma y en todo el imperio, conforme las noticias se dispersaron. 

Después de esta humillante derrota, el emperador desistió de querer asesinarlo.

Juan salió incólume y fue desterrado a la isla de Patmos, en el mar Egeo.

Y Domiciano tuvo que tragarse su derrota, con un mísero consuelo:

Por algo eligió Patmos…

Porque de esta manera el martirio continuaba.

Patmos es una pequeña isla, árida y semidesértica, que servía de escala a los navíos que iban o venían de Roma a Efeso.

En esta isla, donde los prisioneros realizaban trabajos forzados. Y no había nada, pues era un lugar árido,agreste, volcánico.

Y fue precisamente aquí, que San Juan escribió su  Apocalipsis, su último y gran servicio a la Iglesia.

Un domingo se le aparece Cristo glorificado y le ordena escribir sus Siete Cartas a las comunidades de:

Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea.

Sin embargo, el Apocalipsis es un mensaje de esperanza y encierra un deseo infinito en ese Amén, con que el apóstol anciano, que presiente el fin,

responde a las palabras de Jesús: “Vengo pronto”. Y Juan contesta: “Amén. Ven, Señor Jesús” (Apoc. 22, 20) 

Cuando Domiciano murió en el año 99d.C. el senado revocó sus decretos y su sucesor el emperador Nerva, le dio la amnistía.

Regresó a Éfeso, donde descansaba entreteniéndose con una tortolilla.

Juan pasó los últimos años, en un estricto ascetismo: tomaba solo pan y agua. Y su vida era muy austera y sencilla.

Por su edad avanzada, ya no tenía fuerzas y no predicaba.

Sólo aconsejaba a los obispos de la Iglesia.

Repetía incesantemente: ‘Hijitos, ámense los unos a los otros’.

Un día, sus discípulos le preguntaron por qué siempre repetía esto.

Y Juan les respondió:

–   ‘Este es el mandato del Señor y si ustedes lo cumplen, con eso bastará.’

Después que transcurrieron veintiséis años desde que regresó de la isla de Patmos a Éfeso, se le apareció Jesucristo

y le dijo:

–     “Ya es hora de que vengas a mi banquete, con tus hermanos”

Tenía poco más de un siglo de edad. 

Juan reunió a siete de sus discípulos y les dijo:

–           Tomad las espadas en vuestras manos y seguidme.

Así lo hicieron. 

Lo siguieron fuera de la ciudad, hasta cierto lugar donde les ordenó sentarse.

él se apartó a un sitio tranquilo, un poco más allá y comenzó a orar.

Era muy temprano, antes del amanecer.

Después de un rato los llamó y les dijo:

–    Cavad con vuestras espadas una zanja en forma de cruz, del tamaño que yo tengo.

Así lo hicieron, mientras él seguía orando en el espíritu.

Después de terminar su oración, llamó a  sus discípulos, les dio instrucciones…

Los abrazó diciendo:

–           Tomad un poco de tierra madre y cubridme hasta el cuello.

Colocad este velo delgado en mi rostro y abrazadme de nuevo por última vez; porque vosotros ya no me veréis más en esta vida.

Todos volvieron a abrazarlo llenos de pesar.

Lamentándose amargamente, mientras lo despedían en paz.

Luego se metió en la zanja y justo cuando el sol acababa de salir, él entregó su espíritu.

Habían pasado 68 años después de que él fuera testigo de la Crucifixión y muerte de su amado Maestro.

Todos los años el ocho de mayo, sale una fragante mirra de su tumba y los enfermos que oran pidiéndolo, por su intercesión se sanan. 

Vivió hasta el gobierno pleno del emperador Trajano, después de que todos sus compañeros apóstoles, habían sido abatidos por el Edicto de Nerón.

Y Juan contestándole a Jesús dice:

–    Y yo, que soy el menor entre mis hermanos, pienso que todo esto me será posible con tal de que sepa amarte a la perfección.

¡Jesús, aumenta tu amor! – finaliza Juan.

Judas corrige:

–     Querrás decir: “Aumenta mi amor”.

Porque somos nosotros quienes debemos amar cada vez más…

Juan objeta:

–     No. Digo: “Aumenta tu amor”

Porque nosotros amaremos en la medida en que Él nos encienda cada vez más con su amor.

Jesús acerca hacia sí al puro y apasionado Juan, lo besa en la frente y le dice:

–     Has revelado un Misterio de Dios sobre la santificación de los corazones.

Dios se efunde sobre los justos y en la medida en que éstos se rinden a su amor, Él lo va aumentando… y así crece la santidad.

Éste es el misterioso e inefable actuar de Dios y de los espíritus; se cumple en los silencios místicos,.

Y su potencia, indescriptible con humanas palabras, crea indescriptibles obras maestras de santidad.

No es un error, sino palabra sabia, pedir que Dios aumente su amor en un corazón.

“Señor: dame más amor. para amarte siempre más. Dame adoración para adorarte, por toda la Eternidad…”

109 LA DESPEDIDA

109 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

Es una clara noche de luna.

Tan nítida, que el terreno aparece con todos sus detalles y los campos, con el trigo nacido pocos días antes,

parecen alfombras de felpa verdeplata vareteadas con las listas oscuras de los senderos.

Velándolas están los troncos de los árboles: del todo blancos por el lado de la Luna; del todo negros por el lado oeste.

Jesús va caminando seguro y solo.

Avanza muy deprisa por su camino…  

Hasta que se encuentra con un curso de agua que desciende gorgoteando hacia la llanura en dirección norte-este.

Remonta su curso hasta un lugar solitario al lado de una escarpadura cubierta de vegetación espesa.

Tuerce otra vez, trepando por un sendero y llega a un refugio natural de la ladera del collado.

Entra.

Se inclina hacia un cuerpo extendido en el suelo.

Un cuerpo que casi ni se vislumbra a la luz de la luna, que ilumina el sendero, pero no penetra en la cueva.

Lo llama:

–     Juan.

El hombre se despierta y se incorpora, todavía entre las nieblas del sueño.

Pronto se da cuenta de Quién es el que lo ha llamado…

Y se levanta bruscamente, para postrarse en tierra diciendo:

–      ¿Cómo es que viene a mí mi Señor?

–     Para alegrar tu corazón y el mío.

Anhelabas mi presencia, Juan; aquí estoy. Levántate.

Vamos a salir a la luz de la luna.

Sentémonos a conversar en esta peña que hay junto a la cueva.

Juan obedece, se levanta y sale.

Pero, una vez que Jesús se ha sentado…

él, con la piel de oveja que mal cubre su flaquísimo cuerpo, se pone de rodillas delante del Cristo,

echándo hacia atrás sus cabellos largos y desordenados que le pendían por delante de los ojos, para ver mejor al Hijo de Dios.

El contraste es fortísimo:

Jesús, de tez pálida, rubio, cabellos esponjosos y ordenados, corta barba en la parte baja del rostro.

El otro, todo él, una mata de pelos negrísimos, tras los cuales apenas si asoman dos ojos hundidos que parecen febriles,

por el fuerte brillo de su negro de azabache.

Jesús dice:

–     Vengo a decirte “gracias”.

Has cumplido y cumples, con la perfección de la Gracia que hay en ti, tu misión de Precursor mío.

Cuando llegue la hora, entrarás en el Cielo a mi lado, porque habrás merecido todo de Dios;

pero ya durante la espera tendrás la paz del Señor, amigo mío dilecto.

–    Muy pronto entraré en la paz.

Bendice, Maestro mío y Dios mío, a tu siervo; para fortalecerlo en la última prueba. Sé que está cercana.

Y que debo dar todavía un testimonio: el de la sangre.

Tú tampoco desconoces – menos todavía que yo – que mi hora está llegando.

Tu venida aquí ha sido deseo de la misericordiosa bondad de tu corazón de Dios, para fortalecer al último mártir de Israel y primero del nuevo tiempo.

Dime sólo una cosa: ¿Voy a tener que esperar mucho hasta que vengas?

–     No, Juan.

No mucho más de cuanto transcurrió desde tu nacimiento, hasta el mío.

–     ¡Bendito sea el Altísimo! Jesús…

¡Puedo llamarte así?

bautista

–     Puedes, por sangre y por santidad.

Este Nombre, pronunciado incluso por los pecadores, puede pronunciarlo el santo de Israel.

Para ellos significa salvación. Sea para ti dulzura. ¿Qué quieres de Jesús, tu Maestro y primo?

–     Voy a la muerte.

Me preocupo de mis discípulos como un padre lo hace con sus hijos. Mis discípulos…

Tú, que eres Maestro, sabes cuán vivo es nuestro amor por ellos.

El único pesar de mi muerte es el temor a que se descarríen, como ovejas sin pastor.

Recógelos Tú.

Te restituyo los tres tuyos, que en espera de Tí, han sido perfectos discípulos míos.

En ellos, sobre todo en Matías, habita realmente la Sabiduría.

Tengo otros discípulos que irán a Tí. Deja de todas formas que te confíe personalmente a estos tres; son los tres preferidos.

–    También Yo les profeso este amor.

Ve tranquilo, Juan. No perecerán ni éstos ni los otros verdaderos discípulos que tienes.

Recojo tu herencia. La velaré como el tesoro más apreciado, recibido del perfecto amigo mío y siervo del Señor.

Juan se postra y se inclina profundamente hasta tocar el suelo y cosa que parece imposible en un personaje tan austero,

solloza fuertemente, de alegría espiritual.

Jesús le pone una mano sobre la cabeza:

–     Tu llanto, que es alegría y humildad, encuentra su correspondencia en un lejano canto, al son del cual tu pequeño corazón saltó de júbilo.

Aquel canto y este llanto son el mismo himno de alabanza al Eterno, que “ha hecho grandes cosas; Él, que es poderoso en los espíritus humildes”.

Mi Madre también va a entonar de nuevo su canto, el mismo que en aquel momento cantó.

Pero después, Ella recibirá la mayor de las glorias, como tú tras tu martirio. Te traigo su saludo. Todos los saludos y todos los consuelos. Lo mereces.

Aquí, sólo es la mano del Hijo del Hombre lo que está sobre tu cabeza; pero del Cielo abierto desciende la Luz y el Amor para bendecirte, Juan.

–     No merezco tanto. Soy tu siervo.

–     Tú eres mi Juan.

Aquel día, en el Jordán, Yo era el Mesías que se estaba manifestando;

aquí, ahora, soy tu primo y tu Dios,  con el deseo de darte el viático de su amor de Dios y de pariente.

Levántate, Juan. Démonos el beso de despedida.

–     No merezco tanto…

Lo he deseado siempre, durante toda la vida; sin embargo, no oso cumplir este gesto contigo: Tú eres mi Dios.

–     Yo soy tu Jesús. Adiós.

Mi alma estará al lado de la tuya hasta la paz. Vive y muere en paz, por tus discípulos. Ahora sólo puedo darte esto.

En el Cielo te daré el céntuplo, porque has hallado toda gracia ante los ojos de Dios.

Lo ha puesto en pie y lo ha abrazado besándolo en las mejillas, recibiendo a su vez el beso de Juan, quien tras ello, vuelve a arrodillarse.

Jesús le impone las manos y ora con los ojos levantados al cielo. Parece como si lo estuviera consagrando.

Jesús se manifiesta imponente.

El silencio se prolonga así, durante un tiempo.

Luego Jesús se despide con su dulce saludo.

–     Mi paz esté siempre contigo. 

Y emprende el regreso, por el mismo camino que había recorrido antes.

R LA GRAN PERSECUCIÓN

NOVIEMBRE 18 2020 8: 50 AM

LLAMADO DE MARÍA ROSA MÍSTICA AL PUEBLO DE DIOS

Pequeñitos, la Paz de mi Señor esté con todos vosotros y mi Amor y Protección Maternal, os acompañen siempre.

Hijitos, El Nuevo Orden Mundial ya comenzó, la inmensa mayoría de los gobernantes de este mundo le sirven a sus intereses.

HAMBRE, PERSECUCIÓN, ENCARCELAMIENTO,

MALTRATO, DESAPARICIÓN Y MUERTE,

ES LO QUE LE ESPERA AL PUEBLO DE DIOS

Este único gobierno que ya comenzó a regir en el mundo, traerá esclavitud y sometimiento a las naciones más pobres.

Quienes vivan en los días finales, sabrán lo que significa ser perseguido por causa de la Verdad.

El Pueblo de Dios, será perseguido, torturado, encarcelado y desaparecido;.

La agenda del Nuevo Orden Mundial, tiene como finalidad someter a las naciones,

Y DESAPARECER DE LA FAZ DE LA TIERRA

A LA RELIGIÓN CATÓLICA CRISTIANA

Porque para este régimen el Nombre de mi Hijo Jesús, es un Obstáculo para sus planes.

En el Tiempo del reinado del Anticristo, el Nuevo Orden Mundial le servirá y todas las naciones del mundo estarán bajo su sometimiento.

Mi Adversario lo dirigirá y la Hoz y el Martillo, serán el azote de las naciones y del Pueblo de Dios.

Mis hijitos fieles caminarán al Destierro, millones serán confinados en campos de concentración,

EL HOLOCAUSTO Y MARTIRIO DEL PUEBLO DE DIOS,

SERÁ A GRAN ESCALA

Todo aquel que profese la Fe en mi Hijo, será perseguido, encarcelado, torturado o desaparecido.

El Pueblo de Dios, vivirá como los primeros cristianos, alejados de las cabeceras de las ciudades y poblaciones,

viviendo en el monte, o en cavernas, o en mis refugios marianos.

El signo del Pez (Ictus) nuevamente será la señal de los cristianos,

que formarán comunidades y por la Gracia del Santo Espíritu, mantendrán viva la Fe y la doctrina de mi Hijo.

Ellos, serán la Iglesia Remanente, el Pueblo de Dios elegido que habitará mañana la Nueva Creación.

La Nueva Iglesia del Pueblo de Dios se levantará después de la Purificación:

Será pobre, sencilla, humilde, pero rica en dones y carismas y al servicio del Pueblo de Dios.

“SU DIOS ES MI DIOS” Uno de los 21 ejecutados por ISIS no era Cristiano Copto. Se volvió Cristiano al ver la inmensa FE de los otros 20 mártires. Como no negó a Jesucristo, también fue decapitado y llegó al Cielo, con boleto express.

NO TENGÁIS MIEDO MIS HIJITOS

A LO QUE ESTÁ POR LLEGAR

Porque bien sabéis que el Cielo no os abandonará.

En vuestro Paso por la Eternidad, seréis fortalecidos espiritualmente con los carismas y dones,

que necesitáis para sobrellevar los días de vuestro paso por el Desierto.

DAR LA VIDA POR MI HIJO EN AQUELLOS DÍAS,

SERÁ EL MAYOR GOZO,

PUES NO SENTIRÉIS TEMOR

NI MIEDO ALGUNO DE LA MUERTE,

Porque el Poder del Espíritu Santo, estará con vosotros y antes de que os caiga la espada, seréis arrebatados y llevados al Cielo.

Preparaos pues mis hijitos, porque vuestro Paso por el Desierto de la Purificación está por comenzar.

Los presos en Medio Oriente cantan alabanzas, antes de ser ejecutados, igual que Pablo y Silas en prisión…

NO TEMÁIS,

PERMANECED FIRMES EN LA FE,

CON VUESTRAS LÁMPARAS ENCENDIDAS

CON LA ORACIÓN

Alerta y vigilantes como buenos soldados; llevando siempre consigo puesta vuestra Armadura Espiritual, a mañana y noche,

Los Guerreros de Luz tienen compromiso y responsabilidad, EN CADA ACTO QUE REALIZAN

 

Listos y preparados para enfrentar la batalla final por vuestra libertad. Que nada ni nadie, os robe la Paz de mi Señor. 

Os Ama vuestra Madre, María Rosa Mística

Dad a conocer los mensajes de salvación a toda la humanidad, mis Amados Hijitos

http://www.mensajesdelbuenpastorenoc.org/mensajesrecientes.html