361 PARÁBOLA DEL BANQUETE
361 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Los más encumbrados y poderosos Fariseos del Consejo del Sanedrín;
están reunidos en la casa del fariseo Ismael ben Fabi
donde sólo faltan, Anás, Caifás y los verdaderos amigos de Jesús:
José de Arimatea y Nicodemo…
Porque todos los otros distinguidos y poderosos fariseos y escribas,
reunidos en este banquete del Sábado, en su casa,
forman un coro ruidoso e inconforme…
Eleazar ben Annás le toca a Jesús en el brazo:
– Maestro, escúchame.
Tengo un caso especial que someter a tu consideración.
Recientemente he adquirido de un pobre desdichado una propiedad;
este hombre se ha echado a perder por una mujer.
Me ha vendido la propiedad, pero sin decirme que en ella hay una sierva anciana,
su nodriza, ya ciega y medio chiflada.
El vendedor no la quiere.
Yo… no la querría.
Pero, ponerla en plena calle…
¿Qué harías tú, Maestro?
Jesús responde:
– ¿Tú qué harías, si tuvieras que dar a otro un consejo?
– Diría: “Quédate con ella, que no va a ser un pan lo que te arruine”.
– ¿Y por qué dirías eso?
– Bueno, pues…
Porque creo que yo actuaría así y querría que hicieran eso conmigo…
– Estás muy cerca de la justicia, Eleazar.
Y el Dios de Jacob estará siempre contigo.
Los otros murmuran entre sí.
Jesús les pregunta:
– ¿Qué tenéis que criticar?
¿No he hablado rectamente?
¿Y éste?, ¿No ha hablado también rectamente?
Ismael, defiende a tus invitados, tú que siempre has usado misericordia.
– Maestro, hablas bien, pero…
¡Si se actuara siempre así!… Seríamos víctimas de los demás.
– Y es mejor, según tú, que sean los demás víctimas nuestras ¿No?
– No digo eso.
Pero hay casos…
– La Ley dice que hay que tener misericordia…
– Sí, hacia el hermano pobre, hacia el forastero, el peregrino, la viuda y el huérfano.
Pero esta vieja que ha venido a parar a los brazos de Eleazar no es su hermana,
ni peregrina, forastera, huérfana o viuda.
Para él no es nada; ni menos ni más que un objeto viejo del ajuar no suyo,
pero olvidado en la propiedad vendida por quien es su verdadero dueño.
Por eso Eleazar podría incluso echarla sin escrúpulos de ningún tipo.
A fin de cuentas, la culpa de la muerte de la vieja no sería suya,
sino de su verdadero amo…
– El cual, siendo también pobre, no la puede seguir manteniendo;
de forma que también está exento de obligaciones.
Así que, si la anciana se muere de hambre, la culpa es de la anciana. ¿No es así?
– Así, Maestro.
Es la suerte de los que… ya no sirven.
Enfermos, viejos, incapaces, están condenados a la miseria, a la mendicidad.
Y la muerte es lo mejor para ellos…
Así es desde que el mundo existe.
Y así será…
Un lamento entra a través de las ventanas trancadas…
Porque la sala está cerrada y las lámparas encendidas; quizás por el frío.
Jesús pregunta:
– ¿Quién me llama?
Ismael ben Fabi dice:
– Algún importuno.
Haré que lo manden afuera.
O algún mendigo.
Diré que le den un pan.
– Jesús, estoy enfermo. ¡Sálvame!
– Ya decía yo.
Un importuno.
Castigaré a los siervos por haberlo dejado pasar.
Y se levanta Ismael.
Pero Jesús, al menos veinte años más joven que él.
Y con todo el cuello y la cabeza más alto,
lo sienta de nuevo poniéndole la mano en el hombro mientras ordena:
– Quédate ahí, Ismael.
Quiero ver a este que me busca.
Que entre.
Entra un hombre de cabellos todavía negros.
Puede tener unos cuarenta años.
Pero está hinchado como una cuba y amarillo como un limón;
violáceos los labios en la boca jadeante.
Le acompaña la mujer que hospedara a Jesús por la mañana.
El hombre avanza con dificultad, por la enfermedad y por temor.
¡Se ve tan mal mirado!…
Pero ya Jesús ha dejado su sitio y ha ido hasta el infeliz.
Luego lo ha tomado de la mano y lo ha llevado al centro de la sala, al espacio vacío
que hay entre las mesas, colocadas en forma de “u” justo debajo de la lámpara.
Jesús pregunta:
– ¿Qué quieres de Mí?
El hombre responde:
– Maestro… te he buscado mucho…
Desde hace mucho…
Nada quiero aparte de salud…
Por mis hijos y mi mujer… Tú puedes todo…
Ya ves mi mísero estado…
– ¿Y crees que te puedo curar?
– ¡Vaya que si lo creo!…
Cada paso que doy me hace sufrir…
Cada movimiento brusco es un dolor para mí…
Y no obstante, he recorrido kilómetros para buscarte…
Y luego, con el carro, te he seguido aún… pero no te alcanzaba nunca…
¡Vaya que si lo creo!
Me extraña no estar ya curado desde que mi mano está en la tuya,
porque todo en Ti es santo, ¡Oh, Santo de Dios!
El pobrecillo resopla como un fuelle por el esfuerzo de tantas palabras.
La mujer mira a su marido y a Jesús…
Y llora.
Jesús los mira y sonríe.
Luego se vuelve hacia el viejo tembloroso que le preguntó primero
que si iba a modificar la Ley,
y pregunta:
– Tú, anciano escriba…
Respóndeme: ¿Es lícito curar en Sábado?
– En sábado no es lícito hacer obra alguna.
– ¿Ni siquiera salvar a uno de la desesperación?
No es trabajo manual.
– El sábado está consagrado al Señor.
– ¿Cuál obra más digna de un día sagrado, que hacer que un hijo de Dios
diga al Padre: “Te amo y te alabo porque me has curado”?».
– Debe hacerlo aunque sea infeliz.
– Cananías,
¿Sabes que en este momento tu bosque más hermoso está ardiendo…
y toda la ladera del Hermón resplandece envuelta en purpúreas llamas?
El viejecillo pega un salto como si le hubiera mordido un áspid:
– Maestro, ¿Dices la verdad o estás bromeando?
– Digo la verdad.
Yo veo y sé.
– ¡Oh, pobre de mí!
¡Mi más hermoso bosque! ¡Miles de siclos reducidos a ceniza! ¡Maldición!
¡Malditos sean los perros que me lo han prendido fuego!
¡Que ardan sus entrañas como mi madera!
El viejecillo está desesperado.
– ¡No es más que un bosque, Cananías, y te lamentas!
¿Por qué no alabas a Dios en esta desventura?
Éste no pierde madera, que renace, sino la vida y el pan para los hijos.
Y debería dar a Dios esa alabanza que tú no le das.
Entonces, escriba, ¿No me es lícito curar en sábado a éste?
– ¡Maldito Tú, él y el sábado!
Tengo otras cosas mucho más graves en que pensar…
Y dando un empujón a Jesús, que le había puesto una mano en el brazo.
Sale enfurecido, y se le oye dar gritos con su voz bronca, para que le traigan su carro.
Jesús pasea lentamente sus ojos mirando a los que tiene alrededor,
Pregunta:
– ¿Y ahora?
Y ahora, decidme, vosotros. ¿Es lícito o no?
Ninguna respuesta.
Eleazar agacha la cabeza.
Antes había entreabierto los labios, pero vuelve a cerrarlos,
sobrecogido por el hielo que reina en la sala.
Con majestuoso aspecto y voz tronante,
como siempre cuando está para realizar un milagro.
Jesús declara:
– Bien, pues entonces voy a hablar Yo.
– Hablaré, Yo.
Hablo. Digo:
Hombre, hágase en ti según crees. Estás curado.
Alaba al Eterno. Ve en paz.
El hombre se queda un poco desorientado.
Se estremece y…
Emite un grito de alegría, se arroja a los pies de Jesús y se los besa.
– ¡Ve, ve!
Sé siempre bueno. ¡Adiós!
El hombre sale, seguido de la mujer, la cual hasta el último momento se vuelve a saludar a Jesús.
– Pero, Maestro…
En mi casa… En sábado…
– ¿No das tu aprobación?
Ya lo sé.
Por esto he venido.
Y volviéndose hacia Ismael ben Fabi,
agrega:
– ¿Tú, amigo? No.
Enemigo mío.
No eres sincero ni conmigo ni con Dios.
– ¿Ofendes ahora?
– No.
Digo la verdad.
Has dicho que Eleazar no está obligado a socorrer a esa anciana,
Pero tú tenías a dos huérfanos en tu propiedad.
Eran hijos de dos de tus siervos fieles, que se han muerto trabajando,
uno de ellos con la hoz en el puño, la otra matada por la excesiva fatiga
por haberte tenido que servir, como le exigías para no despedirla.
Servirte por ella y por su marido.
Tú decías: “He hecho contrato por dos personas que trabajaran.
Y para seguirte teniendo, quiero el trabajo tuyo y el del muerto”.
Y ella te lo ha dado.
Y ha muerto con su hijo en el vientre, porque esa mujer era madre.
Y no hubo para ella la piedad que se tiene con la bestia encinta.
¿Dónde están ahora esos dos niños?
– No lo sé…
Desaparecieron un día.
– No mientas ahora.
No es necesario añadir el embuste para que Dios aborrezca tus sábados,
a pesar de su total carencia de obras serviles.
¿Dónde están esos niños?
– No lo sé.
Ya no lo sé. Créelo.
– Yo lo sé.
Los encontré una noche de Noviembre, fría, lluviosa, oscura.
Los encontré hambrientos y temblando, cerca de una casa, como dos perrillos
en busca de un pedazo de pan que llevarse a la boca…
Maldecidos y despedidos por quien tenía entrañas de perro, más que un perro verdadero.
Porque un perro habría tenido piedad de aquellos dos huerfanitos.
Y ni tú ni aquel hombre la habéis tenido.
¿Ya no te servían sus padres, verdad? Estaban muertos.
Los muertos sólo lloran, en sus sepulcros, al oír los sollozos de esos hijos infelices
de que los demás no se ocupan.
Pero los muertos, con su espíritu, elevan sus llantos y los de sus huérfanos a Dios.
Y dicen: “Señor, vénganos Tú;
porque el mundo aplasta cuando ya no le es posible seguir explotando”.
¿No te servían todavía los dos pequeñuelos, verdad?
Apenas si la niña podía servir para espigar…
Y tú los despediste negándoles incluso aquellos pocos bienes que pertenecían
a su padre y a su madre.
Podían morir de hambre y frío como dos perros en un camino de carros.
Podían vivir y hacerse el uno ladrón, la otra prostituta.
Porque el hambre porta al pecado. ¿Pero a ti qué te importaba?
Hace un rato citabas la Ley como apoyo de tus teorías.
¿Es que la Ley no dice: “No vejéis a la viuda y al huérfano, porque, si lo hacéis
y elevan su voz hacia Mí, escucharé su grito y mi furor se desencadenará,
Y os exterminaré y vuestras mujeres se quedarán viudas y vuestros hijos huérfanos”?
Y entonces, ¿Por qué no la observas? ¿Me defiendes ante los demás?
¿Y por qué no defiendes mi doctrina en ti mismo?
¿Quieres ser amigo mío? ¿Y por qué haces lo opuesto de lo que Yo digo?
Uno de vosotros va corriendo a más no poder, arrancándose los pelos,
por la destrucción de su bosque.
¡Y no se los arranca ante las ruinas de su corazón!
¿Y tú a qué esperas a hacerlo?
¿Por qué queréis siempre creeros perfectos, vosotros a quienes la suerte ha hecho subir?
Y, suponiendo que lo fuerais en algo, ¿Por qué no tratáis de serlo en todo?
¿Por qué me odiáis porque os destapo las llagas?
Yo soy el Médico de vuestro espíritu.
¿Puede un médico curar si no destapa y limpia las llagas?
¿No sabéis que muchos – y esa mujer que ha salido es uno de ellos – merecen,
a pesar de su pobre apariencia, el primer puesto en el Banquete de Dios?
No es lo externo, es el corazón, es el espíritu, lo que vale.
Dios os ve desde lo alto de su Trono. Y os juzga.
¡Cuántos ve mejores que vosotros!
Por tanto, escuchad.
Como regla comportaos así, siempre: cuando os inviten a un banquete de bodas,
elegid siempre el último puesto.
Recibiréis doble honor cuando el amo de la casa os diga:
“Amigo, ven adelante”. Honor de méritos y honor de humildad.
Mientras… ¡Oh, triste hora para un soberbio, ser puesto en evidencia!
¡Y oír que le dicen: “Ve allá, al final, que aquí hay uno que es más que tú”!
Y haced lo mismo en el banquete secreto del desposorio de vuestro espíritu con Dios.
Quien se humilla será ensalzado y quien se ensalza será humillado.
Ismael, no me odies porque te medico.
Yo no te odio. He venido para curarte.
Estás más enfermo que aquel hombre.
Tú me has invitado para darte lustre a ti mismo y satisfacción a los amigos.
Invitas a menudo, pero es por soberbia y gusto.
No lo hagas. No invites a ricos, a parientes y a amigos.
Abre, más bien, la casa, abre el corazón, a los pobres, mendigos, lisiados, cojos,
huérfanos y viudas.
La única compensación que te darán serán bendiciones.
Pero Dios las transformará para ti en gracias.
Y al final… ¡Oh, al final, qué feliz ventura para todos los misericordiosos,
que serán retribuidos por Dios en la resurrección de los muertos!
¡Ay de aquellos que acarician solamente una esperanza de ganancia,
y luego cierran su corazón al hermano que ya no puede ser útil!
¡Ay de ellos!
– Maestro… yo… quiero complacerte.
Tomaré de nuevo a esos niños.
– No.
– ¿Por qué?
– ¿Ismael?!…
Ismael agacha la cabeza.
Quiere aparentar humildad.
Pero es una víbora a la que se le ha hecho soltar el veneno.
Y no muerde porque sabe que no lo tiene, pero espera la ocasión para morder…
Eleazar trata de instaurar de nuevo la paz diciendo:
-Dichosos los que participan en el banquete con Dios,
en su espíritu y en el Reino eterno.
Pero, créelo, Maestro, a veces es la vida la que supone un obstáculo.
Los cargos…
Las ocupaciones…
Jesús dice aquí la parábola del banquete,
y termina:
– Has dicho los cargos… las ocupaciones.
Es verdad.
Pero por eso te he dicho al principio de este convite que mi Reino se conquista con
victorias sobre uno mismo y no con victorias de armas en el campo de batalla.
El puesto en la gran Cena es para estos humildes de corazón que saben ser grandes
con su amor fiel que no mide el sacrificio y que todo lo supera para venir a mí.
Una hora basta para transformar un corazón.
Si ese corazón quiere.
Y basta una palabra.
Yo os he dicho muchas. Y miro…
En un corazón está naciendo una planta santa.
En los otros, espinos para Mí, y dentro de los espinos hay áspides y escorpiones.
No importa.
El que me ame que me siga.
Yo paso llamando.
Los que sean rectos que vengan a Mí.
Paso instruyendo.
Los buscadores de justicia acérquense a la Fuente.
Respecto a los otros… respecto a los otros juzgará el Padre santo.
Ismael, me despido de ti. No me odies. Medita.
Siente que fui severo por amor, no por odio.
Paz a esta casa y a sus habitantes.
Paz a todos, si merecéis paz.
Nota importante:
Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,
para no perder la vista.
Y a un corderito, de nuestro grupo de oración, un padre de familia joven,
que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.
¡Que Dios N.S. les pague vuestra caridad….!
Y quién de vosotros quiera ayudarnos,
aportando una donación económica; para este propósito,
podrán hacerlo a través de éste link
279 LOS CINCO JUANES
279 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Jesús está en las llanuras de Corozaín, extendidas a la largo del valle del alto Jordán,
entre el lago de Genesaret y el de Merón.
Una campiña llena de viñas en que ya se empieza a vendimiar.
Isaac conversa con Jesús.
En esta mañana se han unido a Él los discípulos que estaban en Sicaminón, Esteban y Hermas.
Isaac justifica el no haber podido llegar antes porque no sabía si traer a los nuevos discípulos.
Y dice:
– Pero he pensado que el camino del Cielo está abierto para todos, los que tienen buena voluntad.
Y a mí me parece que éstos, a pesar de ser discípulos de Gamaliel, la tienen.
Jesús responde:
– Has hablado y obrado bien.
Isaac se marcha y regresa con los dos.
Jesús los saluda:
– La paz a vosotros.
¿Tan verdadera habéis juzgado la palabra apostólica, que habéis querido uniros a ella?
Esteban responde
– Sí.
Y más la tuya.
No nos rechaces, Maestro.
– ¿Por qué habría de hacerlo?
– Porque somos de Gamaliel.
– ¿Y qué?
Yo honro al gran Gamaliel y quisiera tenerlo conmigo porque es digno de ello.
Sólo le falta esto para que su sabiduría se convierta en perfección.
¿Qué os ha dicho cuando os habéis despedido de él?
Porque os habréis despedido de él, ¿No?
– Sí.
Nos ha dicho: “Dichosos vosotros que podéis creer.
Orad porque yo olvide para poder recordar”.
Los apóstoles, que curiosos se han apiñado en torno a Jesús, se miran unos a otros…
Y se preguntan en voz baja:
– ¿Qué ha querido decir?
– ¿Qué quiere?
– ¿Olvidar para recordar?
Jesús oye este cuchicheo,
y explica:
– Quiere olvidar su sabiduría para asumir la mía.
Quiere olvidar que es el rabí Gamaliel,
para acordarse de que es un hijo de Israel, que espera al Cristo.
Quiere olvidarse de sí mismo, para acordarse de la Verdad.
Hermas dice:
– Gamaliel no miente, Maestro.
– No.
Lo engañoso es la maraña de pobres palabras humanas;
las palabras que ocupan el puesto de la Palabra;.
Hay que olvidarlas, despojarse de ellas;
acercarse desnudo y virgen a la Verdad, para ser vestido y fecundado.
Esto requiere humildad.
El escollo…
– ¿Entonces nosotros también tenemos que olvidar?
– Sin duda.
Olvidar todo lo que es cosa de hombre.
Recordar todo lo que es cosa de Dios.
Venid.
Hermas asegura:
– Queremos hacerlo.
– ¿Habéis vivido ya la vida de los discípulos?
Esteban responde:
– Sí.
Desde el día en que supimos que habían matado al Bautista.
La noticia llegó muy rápida a Jerusalén, por boca de los cortesanos y principales de Herodes.
Su muerte nos sacó del entorpecimiento.
– La sangre de los mártires siempre significa vida para los pusilánimes;
Esteban, no lo olvides.
– Sí, Maestro.
¿Vas a hablar hoy?
Siento hambre de tu palabra.
– Ya he hablado.
Pero hablaré más, mucho, a vosotros discípulos.
Los compañeros vuestros, los apóstoles, han empezado ya su misión tras una activa preparación.
Pero no son suficientes para las necesidades del mundo.
Y es preciso tener todo hecho dentro de los márgenes de tiempo.
Yo soy como quien tiene un plazo y antes de que termine ese tiempo tiene que tener todo hecho.
Os pido a todos, ayuda.
Y ayuda os prometo y un futuro de gloria en nombre de Dios.
La penetrante mirada de Jesús, detecta a un hombre todo arropado en un manto de lino:
Y pregunta:
– ¿No eres el sacerdote Juan?
El hombre responde:
– Sí, Maestro.
El corazón de los judíos es áspero como la quebrada maldita.
– ¿Y el sacerdocio?
– La lepra fue la primera que me expulsó del sacerdocio;
luego fueron los hombres, porque te amo.
Tu Gracia me aspira hacia sí: hacia Ti;
ella también me arroja de un lugar profanado para conducirme a lugar puro.
Tú me has purificado, Maestro, en el cuerpo y en el espíritu.
Una cosa pura no puede acercarse a una cosa impura;
sería una ofensa para quien ha purificado.
– Tu juicio es severo, pero no injusto.
– Maestro, las fealdades de la familia son patentes sólo a quienes viven en ella.
Y no deben manifestarse sino a la persona de recto corazón.
Tú lo eres.
A otros no se lo diría.
Aquí estamos Tú, tus apóstoles…
Y otros dos que también saben como Tú y como yo.
Por tanto…
– Bien.
Pero…
¿Tú también?
¡Paz a ti!
¿Has venido para ofrecer más comida?
– No.
He venido por tu alimento.
– ¿Se te ha malogrado la cosecha?
– ¡No!
Maestro mío, busco otro pan y otra cosecha: los tuyos.
Tengo conmigo al leproso que curaste en mis tierras.
Ha vuelto a su patrón.
Pero tanto él como yo tenemos ahora un patrón al que seguir y servir: Tú.
– Venid.
Uno, dos, tres, cuatro…
¡Buena recolección!
Pero, ¿Habéis reflexionado sobre vuestra posición en el Templo?
Vosotros ya sabéis, Yo también…
Y no digo más…
El sacerdote Juan. dice:
– Soy hombre libre y voy con quien quiero.
El escriba Juan que también ha venido,
agrega:
Es el que el sábado dio comida en la primera multiplicación,
al pie del monte de las Bienaventuranzas.
Hermas y Esteban dicen:
– Y nosotros también.
Y Esteban añade:
– Háblanos, Señor.
No sabemos en qué consiste exactamente nuestra misión.
Danos lo mínimo para poderte servir inmediatamente.
El resto vendrá mientras te seguimos.
El escriba juan, pregunta:
– Sí.
En el monte hablaste de las bienaventuranzas.
Ello era lección para nosotros.
Pero, respecto a los demás, en el segundo amor, el del prójimo…
¿Qué debemos hacer?
Por toda respuesta, Jesús pregunta:
– ¿Dónde está Juan de Endor?
Juan el apóstol dice:
– Allí, Maestro, con aquellos curados.
– Que venga aquí.
Y corre a llamarlo.
Acude Juan de Endor.
Jesús le pone la mano en el hombro, con especial saludo,
y dice:
– Pues bien, voy a hablar ahora.
Quiero teneros delante de Mí a vosotros que lleváis nombre santo.
tú, mi apóstol; tú, sacerdote; tú, escriba; tú, Juan del Bautista;
y tú, por último, cerrando la corona de gracias concedidas por Dios.
Y, aunque te nombre el último, sabes que no eres el último en mi Corazón.
Un día te prometí estas palabras que voy a decir.
Recíbelas.
Y Jesús, como hace habitualmente, sube a un pequeño ribazo;
para que todos puedan verlo.
Tiene enfrente, en primera fila, a los cinco Juanes.
Detrás de éstos, el nutrido grupo de los discípulos;
mezclado con la multitud de los que, de todas las partes de Palestina,
han venido por necesidad de salud o de palabra.
– Paz a todos vosotros.
La sabiduría descienda sobre vosotros.
Escuchad
Un día ya lejano uno me preguntó:
si Dios es misericordioso con los pecadores y hasta qué punto lo es.
Quien lo preguntaba era un pecador que había sido perdonado
y que no lograba convencerse del absoluto perdón de Dios.
Yo por medio de parábolas lo calmé, lo conforté y prometí que para él hablaría siempre de misericordia,
para que su corazón arrepentido -que, cual niño extraviado, lloraba dentro de él- se sintiera
seguro de ser ya propiedad de su Padre del Cielo.
Dios es Misericordia porque es Amor.
El siervo de Dios debe ser misericordioso para imitar a Dios.
Dios se sirve de la misericordia como de un medio para atraer hacia sí a los hijos descarriados.
El siervo de Dios debe servirse de la misericordia como de un medio para llevar a Dios, a los hijos descarriados
El precepto del amor es obligatorio para todos.
Pero debe ser triplemente obligatorio en los siervos de Dios.
No se conquista el Cielo si no se ama.
Decir esto es suficiente para los creyentes.
A los siervos de Dios les digo:
“No se hace conquistar el Cielo a los creyentes si no se los ama con perfección”.
¿Y vosotros, quiénes sois, vosotros que os ceñís aquí alrededor de Mí?
Por lo general sois criaturas que tendéis a la vida perfecta,
a la vida bendita, fatigosa, luminosa, del siervo de Dios, del ministro de Cristo.
¿Cuáles son vuestros deberes en esta vida de siervo y ministro?
Un amor total a Dios, un amor total al prójimo.
Vuestra finalidad: servir. ¿Cómo?
Restituyendo a Dios a aquellos que el mundo, la carne, el demonio le han arrebatado.
¿En qué modo?
Con el amor: el amor que tiene mil formas para desarrollarse…
Y un único fin: hacer amar.
Pensemos en nuestro hermoso Jordán.
¡Qué imponente, a su paso por Jericó!
Pero, ¿Era así en su nacimiento? No.
Era un hilo de agua.
Y lo hubiera seguido siendo si hubiera estado siempre solo.
Pero he aquí que de los montes y collados, de una y otra ribera de su valle,
desciende un sinfín de afluentes
unos solos, otros ya formados de cien arroyos;
Y todos desaguan en el lecho que va creciendo y creciendo;
hasta convertirse, del delicado riachuelo de plata azul que reía y jugaba en su niñez de río,
en el amplio, solemne, pacífico río que inserta una cinta de azul celeste
entre las fértiles riberas de esmeralda.
Así es el amor.
Un hilo inicial en los párvulos del camino de la Vida,
que apenas si saben salvarse del pecado grave por temor al castigo;
luego, prosiguiendo en el camino de la perfección, he aquí que de las montañas de lo humano,
agrestes, áridas, soberbias, duras
se exprimen, por voluntad de amor, multitud de riachuelos de esta principal virtud.
Y todo sirve para que ésta mane y brote:
los dolores, las alegrías, de la misma forma que sobre los montes sirven para formar riachuelo
las nieves heladas y el sol que las derrite.
Todo sirve para abrir a éstas el camino:
la humildad como el arrepentimiento; todo sirve para llevarlas al río principal.
Porque el alma, impulsada por ese Camino, se complace en bajar al anonadamiento del yo,
aspirando a subir de nuevo, atraída por el Sol-Dios,
una vez transformada en río caudaloso, hermoso, benefactor.
Los arroyuelos que nutren el arroyo embrional del amor de temor son, además de las virtudes;
las obras que las virtudes enseñan a cumplir
las obras que, precisamente por ser riachuelos de amor,
son de misericordia.
Examinémoslas juntos.
Algunas ya eran conocidas por Israel, otras os las doy a conocer Yo,
porque mi ley es perfección de amor.
106 EL MESÍAS
106 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Viene hacia Jesús un grupo de notables samaritanos guiados por Fotinai.
El principal dice:
– Dios sea contigo, Rabí.
Esta mujer nos ha dicho que eres un profeta y que no te desdeñas de hablar con nosotros.
Te rogamos que nos concedas tu Presencia y que no nos niegues tu Palabra, porque…
Sí, es verdad que hemos sido amputados de Judá, pero no hay por qué decir que sólo Judá sea santo y todo el pecado esté en Samaria.
También hay justos entre nosotros.
Jesús responde:
– Este concepto se lo he expresado Yo también a esta mujer.
No me impongo, pero tampoco me muestro reluctante si alguien me busca.
– Eres justo.
La mujer nos ha dicho que Tú eres el Cristo. ¿Es verdad?
Respóndenos en nombre de Dios.
– Lo soy.
La hora mesiánica ha llegado. Israel ha sido reunido por su Rey. Y no sólo Israel.
– Pero Tú serás para quienes…
No están en error como estamos nosotros – observa un anciano de porte grave.
– Hombre, te veo como cabeza de todos los presentes.
Y leo en ti una honrada búsqueda de la Verdad. Escúchame ahora tú que estás instruido en las lecturas sagradas.
A mí me fue dicho lo mismo que el Espíritu dijo a Ezequiel cuando le confirió una misión profética:
“Hijo del hombre, Yo te envío a los hijos de Israel, a los pueblos rebeldes que se han alejado de mí… Son hijos de dura cerviz y corazón indomable…
Quizás te escuchen, aunque sin hacer luego caso de tus palabras, que son mías.
Efectivamente, se trata de una casa rebelde. Pero, al menos, sabrán que entre ellos hay un profeta. No les tengas miedo.
No te asusten sus argumentaciones, porque son incrédulos y subversivos… Refiéreles mis palabras, te presten o no oídos.
Haz lo que te digo, escucha lo que te digo para no ser rebelde como ellos. Por tanto, come todo alimento que Yo te ofrezca”. Y he venido.
No me hago falsas ilusiones, no pretendo ser acogido como un triunfador; pero, puesto que la Voluntad de Dios es mi deleite, la cumplo.
Si queréis, os manifiesto las palabras que el Espíritu ha depositado en Mí.
– ¿Cómo es posible que el Eterno haya pensado en nosotros?
– Porque es Amor, hijos.
– No hablan así los rabíes de Judá.
– Pero sí os habla así el Mesías del Señor.
– Está escrito que el Mesías había de nacer de una virgen de Judá.
Tú, ¿De quién y cómo naciste?
– En Belén Efratá, de María de la estirpe de David, por obra de espiritual concepción.
Quered creerlo.
La bonita voz de Jesús es un tañido de alegre triunfo al proclamar la virginidad de su Madre.
– Tu rostro resplandece con intensa luz.
No, Tú no puedes mentir. Los hijos de las tinieblas tienen tenebroso el rostro, turbada la mirada.
Tú eres luminoso; tu mirada tiene la limpieza de una mañana de Abril, tu palabra es buena. Entra en Sicar, te lo ruego.
Y adoctrina a los hijos de este linaje.
Luego te marcharás… Y nos acordaremos de la Estrella que rayó nuestro cielo…
– ¿Y si la siguierais?… ¿Por qué no?
– Pero si no podemos, ¿No…
Hablan mientras se dirigen a la ciudad.
– Somos los separados, al menos así se dice.
Hemos nacido con esta fe y no sabemos si es justo dejarla. Además…
Sí, contigo podemos hablar, lo percibo. Y también nosotros tenemos ojos para ver y cerebro para pensar.
Cuando, por viajes o exigencias comerciales, pasamos a vuestra Tierra,
todo lo que vemos no es suficientemente santo, como para persuadirnos de que Dios esté con vosotros los de Judá, ni tampoco con vosotros los galileos.
– En verdad te digo que el no haberos persuadido, el no haberos conducido de nuevo a Dios…
No con ofensas y maldiciones, sino con el ejemplo y la caridad, le será imputado al resto de Israel.
– ¡Cuánta sabiduría tienes!
¿Estáis oyendo?
Todos asienten con un murmullo de admiración.
Entretanto, han llegado a la ciudad.
Muchas otras personas se acercan mientras se dirigen a una de las casas.
– Escucha, Rabí. Tú, que eres sabio y bueno, resuélvenos una duda:
De ello puede depender buena parte de nuestro futuro.
Tú, que eres el Mesías, restaurador por tanto, del reino de David, debes sentir alegría de restablecer la unión con el cuerpo del Estado,
de este miembro desgajado; ¿No?
– Me preocupo no tanto de reagrupar las partes separadas de una entidad caduca, cuanto de conducir de nuevo a Dios a todos los espíritus.
Y me siento dichoso cuando restauro la Verdad en un corazón. Pero… expón tu duda.
– Nuestros padres pecaron.
Desde entonces Dios detesta a las almas de Samaria.
Por tanto, aunque siguiéramos la vía del Bien, ¿Qué beneficios obtendríamos?
Siempre seremos unos leprosos ante los ojos de Dios.
– Como todos los cismáticos, vuestro pesar es eterno; vuestra insatisfacción, perenne.
Te respondo también con Ezequiel:
“Todas las almas son mías”, dice el Señor, tanto la del padre como la del hijo. pero morirá sólo el alma que haya pecado.
Si un hombre es justo, si no es idólatra, si no fornica, si no roba y no practica la usura; si tiene misericordia de la carne y del espíritu de los demás,
será justo ante mis ojos y tendrá vida verdadera.

Esa cruz me pertenece Señor, ¡Crucifícame Jesús, porque te adoro sobre todas las cosas! Y ayúdame a Amar, haciendo Tu Voluntad y no la mía…´´
¿Si un justo tiene un hijo rebelde, éste tendrá la vida por haber sido justo su padre? No, no la tendrá.
Y, si el hijo de un pecador es justo, ¿Morirá como su padre por ser hijo suyo?
No; vivirá con eterna vida por haber sido justo.
No sería justo que uno cargase con el pecado del otro. El alma que haya pecado morirá, la que no haya pecado no morirá.
Pero, aun quien haya pecado podrá tener la verdadera vida si se arrepiente y se une a la Justicia.
El Señor Dios, el único y solo Señor, dice:
“No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y tenga la Vida”.
Para esto me ha enviado, ¡Oh hijos errantes! Para que tengáis la verdadera vida.
Yo soy la Vida. Quien cree en Mí y en quien me ha enviado, tendrá la vida eterna, aunque hasta este momento haya sido un pecador».
– Hemos llegado a mi casa, Maestro.
¿No sientes horror de entrar?

Postrado ante la Cruz en la que has muerto y a la que yo también te he condenado. Sólo puedo decirte hoy que lo siento, que te amo y te pido perdón por mis errores y te pido perdón por mis pecados. Perdóname Señor, HOY ME ARREPIENTO, Perdóname Padre mío por mi maldad, perdóname Señor, por mis errores, perdóname señor por mis pecados. PERDÓNAME SEÑOR, HOY ME ARREPIENTO, PERDÓNAME MI DIOS, CRUCIFICADO.
– Sólo me produce horror el pecado.
– Entra entonces, haz aquí un alto en tu camino.
Compartiremos el pan y luego, si no te es molestia, nos distribuirás la Palabra de Dios; dicha por Tí tiene otro sabor…
Nosotros tenemos aquí un tormento: el de no sentirnos seguros de estar en la Verdad…
– Todo se calmaría si os atrevierais a ir abiertamente a la Verdad.
Que Dios hable en vosotros, ciudadanos. Pronto anochecerá.
No obstante, mañana, a la hora tercera, os hablaré largamente, si lo deseáis.
Idos y que la Misericordia os acompañe.
103 UN CORAZÓN HERIDO
103 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Señalando al hombre que camina detrás…
Pedro pregunta:
– Señor, ¿Qué vamos a hacer con éste?
Es José y los sigue desde que han dejado Emaús.
Va conversando con los dos hijos de Alfeo y Simón, que se ocupan de él de modo particular.
Jesús responde:
– Ya lo he dicho: viene con nosotros hasta Galilea.
– ¿Y luego?…
– Luego… se quedará con nosotros; ya verás…
– ¿También él discípulo? ¿Con ese pasado?
– ¿También tú fariseo?
– ¡No! Pero…
Lo que me parece es que los fariseos nos vigilan demasiado…
– Y si lo ven con nosotros nos crearán dificultades.
Es lo que quieres decir, ¿No?
¿Y entonces, por temor a que nos molesten, tendríamos que dejar a un hijo de Abraham a merced de su desolación?
No, Simón Pedro; es un alma que puede perderse o salvarse según el tratamiento que se dé a su profunda herida.
– ¿Pero, ¿No somos nosotros ya tus discípulos?…
Jesús mira a Pedro y sonríe con gentileza.
Luego responde:
– Te dije un día, hace muchos meses: “Vendrán otros muchos discípulos”.
E1 campo de acción es vastísimo; los obreros, debido a esta vastedad, serán siempre insuficientes…
Y también, porque muchos acabarán como Jonás: perdiendo su vida en el duro trabajo.
Pero vosotros seréis siempre mis predilectos.
Termina Jesús, arrimando a sí a este Pedro apurado, que con la promesa se ha tranquilizado.
– Entonces viene con nosotros, ¿No?
– Sí. Hasta que su corazón recobre la salud.
Está envenenado de tanta animadversión como ha tenido que tragar. Está intoxicado.
Santiago, Juan y Andrés alcanzan al Maestro y se ponen también a escuchar.
– No podéis evaluar el inmenso mal que un hombre puede hacer a su congénere con una actitud de hostil intransigencia.
Os ruego que recordéis que vuestro Maestro fue siempre muy benigno con los enfermos espirituales.
Sé que opináis que mis mayores milagros y principal virtud se manifiestan en las curaciones de los cuerpos.
No, amigos… Acercaos también los que vais delante y los rezagados; el camino es ancho y podemos andar en grupo.
Todos se arriman a Jesús, que prosigue:
– Mis principales obras, las que más testifican mi Naturaleza y mi Misión, las en que recae dichosa, la mirada de mi Padre,
son las curaciones de los corazones, tanto cuando son sanadoras de uno o varios vicios capitales;
como cuando eliminan la desolación que abate el ánimo, persuadido de estar bajo sanción divina y abandonado de Dios.
¿Qué es un alma, si pierde la seguridad de la ayuda de Dios?
Es como una delgada correhuela: no pudiendo seguir aferrada a la idea que constituía su fuerza y dicha, se arrastra por el polvo.
Vivir sin esperanza es horroroso. La vida es bonita, dentro de sus asperezas, sólo si recibe esta onda de Sol divino.
El fin de la vida es ese Sol. ¿Es lóbrego el día humano?, ¿Está empapado de llanto y signado con sangre? Sí. Pero saldrá el Sol.
Se acabarán, entonces, dolor y separaciones, asperezas y odios, miserias y soledades de momentos angustiosos, de momentos de ofuscación.
Luminosidad, entonces, canto y serenidad, paz y Dios.
Dios, que es el Sol eterno. Fijaos qué triste está la Tierra cuando hay eclipse. Si el hombre dijese para sí: “El Sol ha muerto”,
¿No le parecería acaso, vivir para siempre en un oscuro hipogeo, como emparedado, enterrado, difunto antes de haber muerto?
¡Ah…, pero el hombre sabe que más allá de ese astro que oculta al Sol, que hace fúnebre al mundo, sigue estando el radiante Sol de Dios!
Así es el pensamiento de la unión con Dios durante una vida. ¿Hieren los hombres?, ¿Despojan a otros de sus bienes? ¿Calumnian?
Sí. Pero Dios medica, reintegra, justifica… ¡Y con medida colmada! ¿Dicen los hombres que Dios te ha rechazado?
Bueno, ¿Y qué?; el alma que se siente segura piensa, debe pensar: “Dios es justo y bueno, ve las causas de las cosas y es más benigno.
Más que el mejor de los hombres, infinitamente benigno; por tanto, no me rechazará si apoyo mi rostro lloroso sobre su pecho y le digo:
“Padre, sólo Tú me quedas; tu hijo está desconsolado y abatido; dame tu paz…”.
Ahora Yo, el Enviado, el enviado por Dios, recojo a aquellos a quienes el hombre ha confundido, o han sido arrastrados por Satanás, y los salvo.
Ésta es mi obra, ésta es verdaderamente mía. El milagro obrado en los cuerpos es potencia divina,
la redención de los espíritus es la obra de Jesucristo, el Salvador y Redentor.
Pienso, y no yerro, que estos que han encontrado en Mí su rehabilitación ante los ojos de Dios y los propios, serán mis discípulos fieles,
los que podrán arrastrar con mayor fuerza a las turbas hacia Dios, diciendo: “¿Vosotros pecadores? Yo también. ¿Vosotros descorazonados? Yo también.
¿Vosotros desesperados? También yo. Ved cómo a pesar de todo, el Mesías ha tenido piedad de mi miseria espiritual y me ha querido sacerdote suyo;
porque El es la Misericordia y quiere que se persuada de ello el mundo (y nadie es más capaz de persuadir que quien tiene propia experiencia)”.
Yo, ahora, a éstos los uno a mis amigos y a los que me adoraron desde el momento de mi Nacimiento, es decir, a vosotros y a los pastores;
los uno en particular, a los pastores, a los curados, a aquellos que, sin especial elección como la de vosotros doce,
han entrado en mi camino y habrán de seguirlo hasta la muerte.
En Arimatea está Isaac. Me ha pedido esto José, amigo nuestro.
Tomaré conmigo a Isaac para que se una a Timoneo, cuando llegue.
Si prestas fe a que en Mí hay paz y razón de toda una vida, podrás unirte a ellos; serán para ti buenos hermanos».
José Emmaús exclama:
– ¡Oh, Consolación mía!
Es exactamente como Tú dices. Mis grandes heridas, tanto de hombre como de creyente, se van curando cada hora que pasa.
Hace tres días que estoy contigo y ya me parece como si eso que, hace sólo tres días, era mi tormento, fuera un sueño que se va desvaneciendo.
Lo hice, sí; pero, ante tu realidad, cuanto más va pasando el tiempo, más va perdiendo sus extremos cortantes.
Estas noches he pensado mucho.
En Joppe tengo un pariente que es bueno, aunque haya sido causa involuntaria de mi mal, pues por él conocí a aquella mujer.
Que esto te diga si podíamos saber de quién era hija…
¿De la primera mujer de mi padre? Sí, lo habrá sido; pero no de mi padre; llevaba otro nombre y venía de lejos.
Conoció a mi pariente por unas transacciones de mercancías. Yo la conocí así.
Mi pariente ambiciona mis negocios. Y se los voy a ofrecer, porque sin dueño se perderían.
Los adquirirá. Incluso por no sentir todo el remordimiento de haber sido causa de mi mal… Así podré bastarme y seguirte tranquilo.
Sólo te pido que me concedas la compañía de este Isaac que nombras; tengo miedo de estar solo con mis pensamientos: son demasiado tristes todavía…
– Te daré su compañía.
Tiene buen corazón. El dolor lo ha perfeccionado. Ha llevado su cruz durante treinta años. Sabe lo que es el sufrimiento…
Nosotros, entretanto, continuaremos. Nos alcanzaréis en Nazaret.
Simón pregunta:
– ¿No nos vamos a detener en casa de José?
Jesús responde:
– José está probablemente en Jerusalén…
El Sanedrín tiene mucho que hacer. De todas formas lo sabremos por Isaac.
Si está, le llevaremos nuestra paz; si no, nos quedaremos sólo a descansar una noche.
Tengo prisa de llegar a Galilea.
Allí hay una Madre que sufre, porque tenéis que pensar que hay a quien le apremia causarle dolor y quiero confortarla.
102 EL CORDERO DE DIOS
102 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Juan y su hermano llaman a una casa, en el poblado de Emaús. Cuando les abren, avisan que el Maestro está por llegar.
Luego salen a la entrada del pueblo y llegan hasta donde están Jesús y los otros, detenidos en un lugar apartado.
Juan dice:
– Está, Maestro.
Y está contentísimo de que verdaderamente hayas venido.
Nos ha dicho: “Id a decirle que mi casa es suya. Ahora voy yo también”.
Jesús responde:
– Vamos entonces.
Caminan durante un tiempo y se encuentran con el anciano jefe de la sinagoga, Cleofás a quién conociera en Agua Especiosa.
Se saludan mutuamente con una inclinación de cabeza; no obstante después el anciano, que parece un patriarca, se arrodilla con un devoto saludo.
Algunos habitantes del lugar al ver esto, se acercan curiosos.
El anciano se levanta y dice:
– He aquí al Mesías prometido.
Recordad este día, habitantes de Emaús.
Unos observan con una curiosidad enteramente humana, otros ya expresan en sus miradas una religiosa reverencia.
Dos de ellos se abren paso y dicen:
– Paz a ti, Rabí.
– Estábamos presentes nosotros también aquel día.
– Paz a vosotros, y a todos.
He venido, como me había pedido vuestro jefe de la sinagoga.
– ¿Vas a hacer milagros aquí también?
– Si hay hijos de Dios que crean y tengan necesidad de ello, ciertamente lo haré.
El jefe de la sinagoga dice:
– Quienes deseen oír al Maestro que vengan a la sinagoga.
Igualmente el que tenga enfermos. ¿Puedo decir esto, Maestro?
– Puedes.
Después de la hora sexta estaré a vuestra entera disposición. Ahora soy del buen Cleofás.
Y, seguido de un séquito de gente, prosigue al lado del anciano hasta su casa.
Cleeofás presenta a su familia:
– Éste es mi hijo, Maestro; y ésta, mi mujer…
Y la mujer de mi hijo y los niños pequeños. Siento mucho el que mi otro hijo esté con el suegro de mi hijo Cleofás en Jerusalén, junto con un infeliz de aquí…
Ya te contaré. Entra, Señor, con tus discípulos.
Entran y reciben las atenciones que son habituales, para reponer fuerzas, en el uso hebreo.
Luego se acercan al fuego, que arde en una amplia chimenea, porque el día está húmedo y frío.
Cleofás dice:
– Dentro de poco nos sentaremos a la mesa.
He invitado a los notables del lugar. Hoy celebraremos una gran fiesta. No todos creen en ti, pero tampoco son enemigos; solamente indagadores.
Quisieran creer, pero hemos sufrido demasiadas veces desilusiones sobre el Mesías en estos últimos tiempos. Hay desconfianza.
Sería suficiente una palabra del Templo para eliminar cualquier tipo de duda, pero el Templo…
Yo he pensado que viéndote a ti y oyéndote, así, simplemente, se podría hacer mucho en este sentido.
Yo quisiera proporcionarte verdaderos amigos.
– Tú eres ya uno de ellos.
– Yo soy un pobre anciano.
Si fuera más joven, te seguiría; pero los años pesan.
– Me estás sirviendo ya con tu creer.
Me estás predicando ya con tu fe. Estate tranquilo, Cleofás. No me olvidaré de tí en la hora de la Redención.
El hijo del jefe de la sinagoga avisa:
– Aquí llegan Simón y Hermas.
Entran dos personas de media edad, de noble aspecto.
Y se ponen todos en pie.
– Éste es Simón y éste Hermas, Maestro.
Son verdaderos israelitas, de corazón sincero.
– Dios se manifestará a sus corazones.
Entretanto, descienda la paz sobre ellos. Sin paz no se oye a Dios.
– Está escrito también en el libro de los Reyes hablando de Elías.
Simón pregunta:
– ¿Son tus discípulos éstos?
– Sí.
– Los hay de las más diversas edades y lugares.
¿Y Tú? ¿Eres galileo?
– De Nazaret, pero nacido en Belén en tiempos del censo.
– Betlemita entonces.
Ello confirma tu figura.
– Benigna confirmación… para la debilidad humana; mas la confirmación se halla en lo sobrehumano.
Hermas dice:
– En tus obras, quieres decir, ¿No?
– En ellas y en las palabras que el Espíritu enciende en mis labios.
– El que te oyó me las repitió.
Verdaderamente grande es tu sabiduría. ¿Tienes intención de fundar con ella tu Reino?
– Un rey debe tener súbditos que estén en conocimiento de las leyes de su reino.
– ¡Pero tus leyes, son todas espirituales!
– Tú lo has dicho, Hermas.
Todas espirituales. Yo tendré un reino espiritual. Mi código, por tanto, es espiritual.
– ¿Y la reconstitución de Israel, entonces?
– No caigáis en el error común de tomar el nombre “Israel” en su significado humano.
Se dice “Israel” para decir “Pueblo de Dios”. Yo constituiré de nuevo la libertad y la verdadera potencia de este pueblo de Dios.
Y a él mismo, restituyendo al Cielo las almas, redimidas y conocedoras de las eternas verdades.
Cleofás invita:
– Sentémonos a las mesas. Os lo ruego…
Y toma asiento junto a Jesús, en el centro.
A la derecha de Jesús está Hermas, al lado de Cleofás está Simón, luego el hijo del arquisinagogo y en los otros sitios, los discípulos.
Jesús, a petición del huésped, realiza el ofrecimiento y la bendición.
Y empieza la comida.
Hermas pregunta:
– ¿Vienes aquí, a esta zona, Maestro?
– No. Voy a Galilea. Aquí estoy de paso.
– ¿Cómo? ¿Dejas Agua Especiosa?
– Sí, Cleofás.
– Pues iban las turbas incluso en invierno.
¿Por qué les quitas esta ilusión?
– No soy Yo. Así lo quieren los puros de Israel.
– ¡¿Qué?!
¿Por qué? ¿Qué mal hacías? Palestina tiene muchos rabíes que hablan donde quieren. ¿Por qué no se te concede a Tí?
– No indagues, Cleofás.
Eres anciano y sabio. No metas en tu corazón veneno de amargo conocimiento.
Hermas pregunta:
– ¿Quizás es que manifestabas doctrinas nuevas?
¿Consideradas peligrosas evidentemente por error de valuación, por los escribas y fariseos?
Cuanto de Tí sabemos no nos parece… ¿Verdad, Simón? Pero quizás es que nosotros no sabemos todo.
¿En qué consiste para Tí la Doctrina?
– En el conocimiento exacto del Decálogo, en el amor y en la misericordia.
El amor y la misericordia, esta respiración y esta sangre de Dios, son la norma de mi conducta y de mi doctrina.
Y Yo los aplico en todos los aprietos de cada uno de mis días.
– ¡Pues esto no es ninguna culpa! Es bondad.
– Los escribas y fariseos la juzgan como culpa.
Mas Yo no puedo mentir a mi misión, ni desobedecer a Dios, que me ha enviado como “Misericordia” a la Tierra.
Ha llegado el tiempo de la Misericordia plena, después de siglos de Justicia.
Ésta es hermana de la primera; como dos que han nacido de un solo seno. Pero, mientras que antes era más fuerte la Justicia,
y la otra se limitaba sólo a atenuar el rigor, porque Dios no puede prohibirse el amar.
Ahora la Misericordia es reina ¡Y cuánto se regocija por ello la Justicia, que tanto se afligía por tener que castigar!
Si os fijáis bien, veréis fácilmente que ambas siempre existieron desde que el Hombre le obligó a Dios a ser severo.
El subsistir de la Humanidad no es sino la confirmación de cuanto estoy diciendo. Ya en el mismo castigo de Adán está incorporada la misericordia.
Podía haberlos reducido a cenizas en su pecado. Les dio la expiación.
Y en el horizonte de la mujer causa de todo mal, abatida por este ser causa del mal, hizo refulgir una figura de Mujer causa del bien.
Y a ambos les concedió los hijos y los conocimientos de la existencia.
Al asesino Caín, junto con la justicia le concedió el signo y era misericordia, para que no lo mataran.
Y a la Humanidad corrompida le concedió a Noé para conservarla en el arca y luego prometió un pacto sempiterno de paz.
Ya no más el fiero Diluvio. Ya no más.
La Justicia fue sometida por la Misericordia. ¿Queréis recorrer conmigo la Historia sagrada para llegar hasta el momento mío?
Veréis siempre y cada vez más amplias, repetirse las ondas del amor. Ahora está colmo el mar de Dios y te eleva,
¡Oh, Humanidad! sobre sus aguas delicadas y serenas.
Te eleva al Cielo purificada, hermosa y te dice: “Te llevo de nuevo al Padre mío”.
Los tres han quedado abismados en el hechizo de tanta luz de amor.
– Así es.
¡Pero sólo Tú eres así! ¿Qué será de José? ¡Deberían haberlo escuchado ya! ¿Lo habrán hecho?
Ninguno responde.
Cleofás se vuelve hacia Jesús y dice:
– Maestro, uno de Emaús, cuyo padre había repudiado a su mujer,
la cual fue a establecerse a Antioquía con un hermano suyo, propietario de un emporio, ha incurrido en culpa grave.
Él no había conocido jamás a aquella mujer, repudiada, no quiero indagar las causas, tras pocos meses de matrimonio.
Nada había sabido de ella porque naturalmente, su nombre había quedado desterrado de esa casa.
Ya hecho un hombre, heredados de su padre actividad comercial y bienes pensó formar un hogar.
Y habiendo conocido en Joppe a una mujer, dueña de un rico emporio, la tomó por esposa.
Ahora no sé cómo se ha sabido, se ha sacado a la luz que esa mujer era hija de la mujer del padre de él.
Por tanto pecado grave, aunque para mí, es muy insegura la paternidad de la mujer.
José habiendo sido condenado, ha perdido al mismo tiempo su paz de fiel y su paz de marido.
Y a pesar de que con gran dolor hubiera repudiado a su mujer, quizás hermana suya la cual, por el sufrimiento cayó en estado febril y murió.
A pesar de ello, no lo perdonan.
En conciencia, yo digo que de no haber habido enemigos en torno a sus riquezas, no habrían procedido contra él de este modo.
¿Tú qué harías?
Jesús responde:
– El caso es muy grave, Cleofás.
Cuando llegaste a mi encuentro, ¿Por qué no me hablaste de ello?
– No quería alejarte de aquí.
– ¡Pero si a Mí estas cosas no me alejan!
Ahora escucha. Materialmente hay incesto y por tanto, castigo.
bien, la culpa, para ser moralmente culpa, debe tener a la base la voluntad de pecar. ¿Este hombre ha cometido incesto a sabiendas? Tú dices que no.
Entonces, ¿Dónde está la culpa, quiero decir la culpa de haber querido pecar? Está aún la del contubernio con una del propio padre.
Pero tú dices que no era seguro que lo fuese. Y, aunque lo hubiera sido, la culpa cesa al cesar el contubernio.
El cese aquí es seguro, no sólo por el repudio, sino porque ha sobrevenido la muerte.
Por ello digo que ese hombre debería ser perdonado, incluso de su aparente pecado.
Y digo que, dado que no ha sido condenado el incesto regio, que continúa ante los ojos del mundo, debería mostrarse piedad hacia este doloroso caso,
cuyo origen se encuentra en la licencia de repudio que Moisés concedió, para evitar males, aunque no más graves, sí más numerosos.
Licencia que Yo condeno, porque el hombre, se haya casado bien o mal, debe vivir con el cónyuge y no repudiarlo.
Y favorecer adulterios o situaciones similares a ésta.
Además, repito, a la hora de ser severos, hay que serlo en igual medida con todos; es más, antes con uno mismo y con los grandes.
Ahora bien, que Yo sepa, ninguno, quitando al Bautista, ha alzado la voz contra el pecado regio.
¿Los que condenan están inmunes de culpas similares o peores? ¿O tal vez, estas culpas quedan cubiertas por el velo del nombre y del poder,
de la misma forma que el pomposo manto proporciona cobijo a su cuerpo, frecuentemente enfermo por el vicio?
– Bien has hablado, Maestro.
Así es. Pero, en definitiva, ¿Tú quién eres?… – preguntan a una los dos amigos del sinagogo.
Jesús no puede responder porque se abre la puerta y entra Simón,, suegro de Cleofás hijo.
– ¡Bienvenido de nuevo! ¿Entonces?…
La curiosidad es tan viva, que ninguno piensa ya en el Maestro.
Simón contesta:
– Entonces… condena absoluta.
Ni siquiera han aceptado el ofrecimiento del sacrificio. José ha quedado separado de Israel».
– ¿Dónde está?
– Ahí fuera. Y está llorando.
He tratado de hablar con los más influyentes. Me han arrojado de su presencia como si fuera un leproso. Ahora… pero…
Lo han hundido a ese hombre, en los bienes y en el alma. ¿Qué más puedo hacer?
Jesús se levanta y se dirige hacia la puerta, sin decir nada.
El anciano Cleofás piensa que se ha sentido ofendido por la falta de atención.
Y dice:
– ¡Oh, perdona, Maestro!
Es que el dolor que me causa este hecho me turba la mente. ¡No te vayas! ¡Te lo ruego!
– No me voy, Cleofás. Sólo voy donde ese desdichado.
Venid, si queréis, conmigo.
Jesús sale al vestíbulo.
La casa tiene una franja de terreno delante, unos cuadros pequeños de jardín, más allá de los cuales está el camino.
En el suelo, a la entrada, hay un hombre.
Jesús se le acerca con los brazos abiertos.
Detrás, todos los demás tratando de ver.
Jesús habla lleno de dulzura:
– José, ¿Ninguno te ha perdonado?
El hombre se estremece al oír esa voz nueva, llena de bondad, después de tantas voces de condena.
Levantael rostro y lo mira asombrado.
– José, ¿Ninguno te ha perdonado?
Jesús se inclina para tomarle sus manos y levantarlo.
José, lleno de desdicha, pregunta:
– ¿Quién eres?
– Soy la Misericordia y la Paz.
-. Para mí ya no hay ni misericordia ni paz.
– En el seno de Dios siempre hay misericordia y paz.
Es un seno colmado de estas cosas y especialmente para los hijos infelices.
– Mi culpa es tal, que estoy separado de Dios.
Déjame, para no contaminarte, Tú, que ciertamente eres bueno.
– No te dejo. Quiero llevarte a la paz.
– Pero si yo soy un anatema. ¿Tú quién eres?
– Te lo he dicho: Misericordia y Paz.
Soy el Salvador, soy Jesús. Levántate. Yo puedo lo que quiero. En nombre de Dios te absuelvo de la involuntaria contaminación.
El otro mal no existe. Yo soy el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.
Todo juicio del Eterno ha quedado deferido a mí. Quien cree en mi Palabra tendrá la vida eterna… Ven, pobre hijo de Israel.
Repón las fuerzas de tu cuerpo cansado y fortalece el espíritu abatido. Culpas mucho mayores perdonaré.
¡NO! ¡De Mí no provendrá la desesperación de los corazones! Yo soy el Cordero sin mancha, pero no evito por miedo a contaminarme a las ovejas heridas.
Es más, las busco y las conduzco conmigo.
Demasiados, demasiados son los que se encaminan a la completa destrucción a causa de demasiada severidad, incluso injusta, de juicio.
¡Ay de aquellos que debido a un intransigente rigor conducen a un espíritu a desesperar! Tales no promueven los intereses de Dios, sino los de Satanás.
Pues bien, veo que una pecadora ansiosa de redención ha sido alejada del Redentor, veo que persiguen a un jefe de sinagoga por ser justo;
veo que ha sido castigado uno que inadvertidamente ha caído en culpa.
Veo que se hacen demasiadas cosas desde allí, desde allí donde viven el vicio y la mentira.
Y, como la pared que ladrillo a ladrillo se alza hasta cerrarse, así estas cosas y en un año ya he visto demasiadas,
están levantando entre Mí y ellos un muro de dureza.
¡Ay de ellos cuando esté completamente levantado con los materiales aportados por ellos mismos!
Ten: bebe, come. Estás exhausto.
Luego, mañana, vendrás conmigo. No temas. Cuando recuperes la paz del espíritu, podrás juzgar libremente sobre tu futuro.
Ahora no podrías hacerlo, y sería peligroso dejártelo hacer.
Jesús se ha llevado consigo al hombre dentro de la sala y le ha obligado a sentarse en su sitio.
Incluso le sirve. Luego se vuelve hacia Hermas y hacia Simón,
Y dice:
– Ésta es mi Doctrina.
Ésta y no otra. Y no me limito a predicarla, sino que la hago realidad. Quien tenga sed de Verdad y de Amor venga a Mí.
Dice Jesús:
“Y con esto termina el primer año de evangelización. Conservad nota de ello. ¿Qué puedo deciros?
Lo he dado porque mi deseo era que fuera conocido. Pero, como con los fariseos, sucede con este trabajo.
Mi deseo de ser amado, conocer es amar, se ve rechazado por demasiadas cosas.
Y esto es un gran dolor para Mí, que soy el Eterno Maestro a quien vosotros habéis hecho prisionero…
F72 COMO NOSOTROS PERDONAMOS…
En el Libro Enfrentando a Nerón, tenemos la odisea de como un cónsul romano que NI idea tenía de lo que era el cristianismo, se convirtió en un formidable apóstol y dio testimonio de Jesucristo en el Coliseo, ante un enfurecido emperador Domiciano que también trató de exterminar a los cristianos en el primer siglo.
Entre las lecciones que recibió para instruirse en el cristianismo está la forma EN QUE APRENDIÓ A PERDONAR y que estamos reproduciendo, para todos nuestros hermanitos actuales que estén interesados en hacerlo. Para esto transcribiremos los dos post que fueron escritos como enseñanza para los primeros cristianos…
Esperamos que los disfruten tanto, como sucedió con nosotros, cuando el Maestro nos los enseñó.
Así que DISFRÚTENLOS.
“Cuando Marco Aurelio termina de escribir, llegó Mauro a revisar a su paciente.
Y teniendo reunidos a todos los miembros de la casa, les anunció:
– Bien Marco Aurelio, por disposición de Pedro, ya no seré solamente tu médico, sino también tu maestro. David, -dice dirigiéndose al joven- si hay cristianos catecúmenos que quieran escuchar la enseñanza, ve a llamarlos. Y mientras revisaré a mi querido hermanito.
David respondió feliz:
– Voy inmediatamente.
Mauro con gran delicadeza procedió a examinar a Marco Aurelio, que mira sonriente y extasiado a su esposa, que a su vez le sonríe con amor y dulzura.
Para sorpresa de Marco Aurelio, David regresa con una treintena de personas que se distribuyen en la habitación.
Y el tribuno escucha su primera lección particular, en la voz fuerte y sonora de Mauro:
“PERDONA NUESTRAS OFENSAS…”
Dios es Amor. Dios ama. Ama como padre a sus hijos. Como Jesús, Dios-Hombre a sus hermanos. Él siendo Amor, NO puede ser más que Justicia, porque solo quién no ama es injusto. Por lo tanto es siempre Justo, tanto en el castigar como en el premiar. Dios tuvo Misericordia y compasión desde antes de crear al Hombre, cuya Culpa futura NO era ignorada por su Creador.
Y esto, el haber creado al hombre para darle el Cielo y hacerse una Familia con la semejanza divina. Y haberlo creado conociendo su destino en el que por su propia voluntad sería un pecador, un rebelde, un prevaricador, un ladrón, homicida, violento, mentiroso, concupiscente, sacrílego, idólatra.
Y sobre todo, haberlo creado sabiéndolo capaz de matar a su Verbo. Que por el hombre tomaría un Cuerpo y por la Humanidad sería herido infinitas veces con sus pecados, desde su venida redentora hasta el Fin de los Siglos; da la medida exacta de la Infinita Misericordia y Compasión de Dios.
Él miraba en lo Eterno a su Verbo. Y su Pensamiento Eterno pensaba en todas las cosas que para el Verbo habría creado. Y contemplando en lo eterno la futura Creación, en la cual todo sería creado ‘bueno´.. Vio a la Serpiente atacar, corromper, envenenar todas las cosas, llevándoles el Dolor.
Vio al hombre Decaído. Vio a Caín asesino de Abel; figura del otro Caín (Israel) que asesinaría al nuevo Abel: su Verbo.
Aún el más santo de los hombres, delante de un conocimiento similar; habría si NO odiado; sentir al menos surgir indiferencia por el Ingrato inútilmente beneficiado, Destructor de los bienes recibidos.
Dios, NO. Dios sabe todo. Pero su Misericordia y compasión NO murieron, NI languidecieron. Al contrario, oculto precisamente por este Conocimiento eterno; desde la Eternidad fue decretado que porque el Hombre y los hombres serían pecadores, homicidas de sí mismos en su parte eterna y de sus hermanos.
Para hacerlos de nuevo ‘vivos’, ‘hijos’, ‘coherederos’; ERA NECESARIO sacrificar al Hijo.
Él sería el Hijo del Hombre. El Adán Fiel y Santísimo. El Abel y el Cordero Inmolado por los Caínes Deicidas.
Y de la Primera Culpa (aquella del Edén) y de la Segunda Culpa (la del Templo) vendrá la Redención. Y Dios será Compasivo y Misericordioso con todos aquellos que con su ‘buena voluntad’, querrán ser hijos de Dios, habiendo acogido con amor a Cristo.
Y seguido y practicado los Mandamientos y las enseñanzas de la Palabra Divina.
¡Y EL PERDON FUE PRIMERO QUE EL PECADO!
Dios quería perdonar al hombre y La Promesa de la Redención le fue dada al hombre en el Edén…
El Amor Perfecto e Infinito creó el medio para absolver al Culpable, antes de crearlo. ¡El Perdón es la Venganza de Dios!
¿CÓMO SE APRENDE A PERDONAR?
Para practicar esta enseñanza es necesario comprender, CÓMO FUNCIONA el Perdón.
EL PERDÓN CONSTA DE SIETE PASOS DIVIDIDOS EN DOS PARTES.
La primera parte la da el Hombre, NO PUEDE puede darlos Dios. Porque entra en juego algo de lo que Dios quiso que el hombre fuera el soberano absoluto: la voluntad.
La voluntad es el propio ‘yo’. Es un gran amigo. Un gran tentador. Un gran enemigo y un gran juez.
Es amigo fiel en el hombre bueno. Es amigo hipócrita en el que NO es bueno, porque después de servir de cómplice para las fechorías que incita, se convierte en juez inexorable y atormenta con reproches crueles. Es un gran enemigo en el hombre inclinado a la soberbia.
Pero la buena voluntad, el gran amigo que lleva al Heroísmo espiritual, es lo que se necesita para llevar a cabo los cuatro primeros pasos, en la Primera Parte del Proceso del Perdón.
Como el perdón depende en gran parte del libre albedrío concedido al hombre, por eso al hombre le toca realizar más de la mitad del ejercicio que debe hacerse al perdonar.
La palabra clave es: QUIERO.
1°- QUERER PERDONAR.
Independientemente de los sentimientos.
Aquí lo que importa es nuestra voluntad. No debemos mirar el agravio recibido, por grave que sea. Tampoco importa lo que sentimos. Eso es aparte.
Lo único que debemos tener en cuenta es el amor por nuestro Dios y el deseo de imitar a nuestro Salvador.
Debemos ‘forzar’ nuestro ‘yo indignado’ y como dueños de nuestra voluntad, uniéndola a la de Jesús que dijo: “Padre, hágase tu voluntad y no la mía…”, decir: ‘Quiero’. “Quiero perdonar.”
2°- QUERER RECONOCER NUESTROS SENTIMIENTOS COMO PECADOS. 
La Ira. La Furia. El Orgullo lastimado. La Soberbia herida. El deseo de Venganza. El Rencor. El Odio. ¿Qué son?…
PECADOS. CON LOS CUALES ESTAMOS OFENDIENDO A DIOS. NO importa lo que otro nos haya hecho. Importa lo que nosotros estamos haciendo.
Y esos sentimientos hieren al Amor y ofenden gravemente al Señor.
Cuando reconocemos esto, sabemos que es Satanás el que quiere derrotarnos con el Pecado, para apartarnos de Dios.
3°- QUERER ARREPENTIRSE…
Y pedir humildemente Perdón a Dios.
Al arrepentirnos por el dolor que hemos causado al Señor, le pedimos perdón.
Y cuando renunciamos a estos sentimientos-pecados, le entregamos nuestra alma herida y nuestro corazón desgarrado, para que Él los sane.
Y con la reconciliación con Dios, desaparecen las cadenas con las que Satanás nos había atrapado.
4°- QUERER ROMPER EL PAGARÉ DE NUESTRO DEUDOR.
Orando. PERDONANDO. Especificando la Ofensa recibida y el nombre del ofensor. Pidiendo las bendiciones de Dios, sobre nuestro enemigo.
Al declarar el perdón al ofensor por el agravio recibido, con esto cancelamos la deuda del culpable con nosotros.
Y oramos por él, para que la Gracia de Dios descienda sobre el que ha pecado contra nosotros.
Así devolvemos Bien por mal, al invocar las bendiciones de Dios sobre él.
Y aquí se acaba nuestra intervención
Para los pasos que da el hombre es necesaria la humildad. La fe. El Arrepentimiento…
Y MUCHO VALOR.
La entrega es necesaria, porque se requiere Poder, para vencer al Rencor.
Querer doblegar el amor propio herido, es un esfuerzo titánico y MUY doloroso.
Solo cuando lo intentamos por primera vez, lo podemos comprender. Es como dar un salto al vacío. Al llegar a este punto (cuarto paso), solemos quedarnos sin voz.
Y las palabras más angustiosas, son las que debemos obligarnos a pronunciar…
“Padre amado, YO PERDONO A…. Por haberme… Y te ruego que Tú también lo perdones y lo bendigas con la Luz de tu salvación…”
Cuando logramos vencer la parálisis momentánea y recuperamos la voz, nuestra alma desgarrada brota con cada sílaba.
Para esto es necesario un tremendo esfuerzo de voluntad.
Pero, ¡Vaya que vale la pena!
Para los pasos que da Dios, el hombre NO puede intervenir, porque está fuera de su capacidad.
Lo único necesario es la Fe.
¡Y el Gozo que se experimenta es tan maravilloso!
¡Cómo el bienestar que invade todo nuestro ser, al ver como Dios siempre cumple sus promesas!
5°- DIOS ESCUCHA NUESTRA ORACIÓN Y HACE LO QUE LE PEDIMOS. 
Satanás YA NO puede acusar al culpable de habernos ofendido delante de Dios, porque nosotros ya le perdonamos. Y pierde su dominio sobre nosotros y sobre el instrumento que usó para dañarnos.
Tampoco puede acusarnos a nosotros, porque ya fuimos perdonados y NO tiene pecados con qué encadenarnos y torturarnos.
La Misericordia de Dios llega al ofensor para que se convierta y se salve. Y Dios recupera otra oveja perdida.
Y a nosotros, con esa misma misericordia nos llena de Gracia, con la cual regeneramos nuestra propia alma, para que alcance la perfección.
6°- DIOS TOMA NUESTRO CORAZÓN Y NUESTRA MENTE Y SANA LOS RECUERDOS DOLOROSOS. 
¡DEJAMOS DE SENTIRNOS OFENDIDOS!
LAS OFENSAS PIERDEN SU DIMENSION ¡Es como si le hubieran sucedido a otra persona ajena a nosotros y el corazón hubiera sido anestesiado! DEJAN DE DOLER.
El Amor de Dios es el bálsamo perfecto y santo. Nos fortalece y quita de las manos del ofensor, el arma con la que nos estaba destruyendo.
Al orar por nuestro ‘enemigo’ Dios NO puede resistir la Fuerza del Perdón, que es la Fuerza del Amor Perfecto.
Porque éste es amor operante que destruye el Odio y abre las fuentes de la Gracia, haciendo que cada día crezcamos en amor, santidad y perfección, hasta ser verdaderos hijos suyos.
7°- DIOS TOMA TODO NUESTRO SER Y LO LLENA DE AMOR.Jesús desde la cruz dijo: “Padre, perdónalos… porque no saben lo que hacen…” Y Él amó a sus asesinos mostrándonos con el ejemplo:
El Amor al Enemigo.
Es un Don que Dios nos da, después de que ya hicimos nuestra parte.
Él nos hace sentir el amor y la compasión por el alma que yace encadenada por Satanás. Que es el verdadero culpable de nuestro dolor, ya que el hombre pecador es su instrumento para destruirnos.
Con este amor sublime se rompe el círculo que Satanás ha tratado de crear por medio de la Venganza y el Rencor.
Dios ama a través de nosotros a esa alma desgraciada, que llena de odio nos aflige y trata de destruirnos.
Y a nosotros nos da la fortaleza necesaria para soportar las injurias y convertirlas en amor y en alegría, pues la dicha que se siente es incomparable.
Y para lograrlo, lo único que es necesario, ES LA DECISIÓN DE QUERER PERDONAR.
Sentir el Poder de Dios en el Perdón Total, es una de las experiencias más sublimes que el Espíritu Santo nos puede dar.
Alcanzar el amor a este grado de virtud, es lo que deifica al alma; porque se ha llegado a la Semejanza Perfecta con el Salvador.
Entonces es cuando somos y nos sentimos dioses.
Hijos verdaderos del Dios Único y Trino, el Altísimo Señor del Universo.
EL PERDON ES EL AMOR PERFECTO.
Jesús es el Hijo del Amor. Y como Hombre vino a instaurar el Amor en la Tierra. El amor es Paciencia y Perdón.
Jesús como Maestro enseñó:
“El holocausto perfecto es amar como a nosotros mismos a los que nos persiguen y nos guardan rencor. Quién haga esto poseerá la Paz.”
Está dicho: los mansos poseerán la Tierra y gozarán de abundancia y de paz.
En verdad os digo que el que sabe amar a sus enemigos, llega a la perfección y posee a Dios.
A vosotros os ordeno que améis, que perdonéis. Si en el mundo existe el Odio, en vosotros solo debe existir el Amor. Un amor para todos.
¡Cuántos traidores encontraréis en vuestro camino! Pero NO debéis odiarlos y devolverles mal por mal. De otra manera el Padre os odiará. Antes que vosotros Yo he sido objeto de Odio. Se me ha traicionado y sin embargo, siempre perdonado.
Es importante el dominio de sí mismos y tolerar las ofensas, que es la manifestación más sublime de la Caridad.
Esto solo lo pueden conseguir los que quieren que en su vida, NO haya otra ley que la Ley del Amor, que Yo proclamé y practiqué en toda su realidad.
NO podéis imaginar lo que significó para Mí, tener a la mesa al Traidor. Haberme dado a él en la Eucaristía. Humillarme ante él, al lavarle los pies. Tener que compartir con él, la Copa Ritual y poner mis labios en donde él había puesto los suyos.
Hay discusión sobre mi modo de haber muerto tan rápidamente. Es verdad que los golpes de la Flagelación enfermaron mi Corazón.
Pero también es verdad que estaba enfermo y despedazado por el esfuerzo de tener que soportar a mi lado al Traidor. Ya desde la Cena empecé a morir físicamente. Lo perdoné con mi silencio.
Y lo amé al grado de que habría perdonado su Traición; si se hubiese arrepentido y venido a Mí, en lugar de suicidarse.
Porque un espíritu vale tanto, que es digno de que se superen cualquier repugnancia y resentimiento. El valor de un alma es tan grande, que aún a costa de morir por el esfuerzo, se debe perdonar para salvarla.
Y ese será siempre mi más grande dolor: NO HABER PODIDO SALVAR A JUDAS, PORQUE ÉL NO QUISO.
EL INFIERNO ESPERA A LOS QUE NO SABEN PERDONAR
¿Se os calumnia? Amad y perdonad.
¿Se os golpea? Amad y perdonad. Presentad la otra mejilla a quién os abofetea.
¿Se os roba? Perdonad y regalad lo robado. Dad sin juzgar al culpable. Dios os recompensará y el inicuo pagará su pecado.
Ama a quién te odia. Ruega por quién te persigue. Justifica a quién te calumnia. Bendice a quién te maldice. Haz el bien a quien te hace daño. Sé pacífico con el furioso. Condescendiente con el que te desagrada.
NO critiques. NO juzgues. Tratad de amar y de haceros amar. NO penséis en lo que pasó y rogad por los infelices que os han causado daño. PERDONADLOS.
Si perdonáis a los hombres en sus errores, también vuestro Padre de los Cielos os perdonará los pecados.
Pero si tenéis rencor y NO perdonáis, tampoco vuestro Padre os perdonará. Si tú perdonas, Dios perdona. Es menester limpiar el corazón para obtener gracias. Debemos augurar al prójimo aunque sea malo, un mayor bien.
El Perdón es rocío en la sed ardiente del culpable. Es una humedad de lágrimas que es consuelo y lluvia de gracias celestiales; que trae consigo la limpieza y jugos vitales espirituales.
Dios perdona todo a quién lo ama con todo su ser. Y el Perdón de Jesús hace dignos de orar y de ser escuchados.
Perdonad al culpable, como Dios perdonó. Amadlo, porque con el dolor que os dio, os ha proporcionado un medio para merecer un premio mayor en el Cielo. Unid a lo que él os proporciona, el Perdón. Y vuestro premio será mucho mayor.
La mirada que se niega al pariente pobre o al amigo que ha caído en desgracia, es igual a un puñal que se ha clavado en medio del corazón. De igual modo la mirada de odio, la de desprecio, que se lanzan al enemigo o al mendigo.
Hay que perdonar y amar al enemigo, aunque la carne se rehúse a hacerlo. El perdón es amor del espíritu. NO vengarse, es manifestación y mérito del espíritu. Haced a los demás, lo que queráis que se os hiciese. Y NO hagáis a otros, lo que no queráis para vosotros. ¡Amad! ¡Amad! ¡Amad!
Amad a amigos y a enemigos. Para que seáis semejantes a Mí. Amad por respeto a Mí, que Soy Creador de vuestros enemigos. Quiero que en vosotros exista la perfección del Amor.
Es inútil presentar ofrendas ante el altar, si ANTES no se han sacrificado en el interior del corazón, todos los rencores por amor a Dios y NO se ha llevado a cabo el rito santísimo de saber perdonar.
Antes de presentar la ofrenda, haced la inmolación del amor propio y reconcíliate con tu hermano. Después trae tu ofrenda. Y solo entonces será santo tu sacrificio.
Vestid a los desnudos del espíritu, perdonando a quién os ofende. La ofensa es anti Caridad. La anti Caridad, despoja a Dios. Por eso el que ofende se desnuda y solo el perdón del ofendido lo vuelve a vestir. Porque lo trae hacia Mí y Yo estoy dispuesto a perdonar a quien ha sido perdonado.
Nadie hay que no haya ofendido a Dios. Yo perdono al que perdona. Se os tratará como tratéis. Perdonad por tanto, si queréis ser perdonados. Y os alegraréis en el Cielo, por la caridad que hayáis tenido.
EL INFIERNO ESPERA A LOS QUE NO SABEN PERDONAR. Y pondré en las manos de quién fue generoso, una recompensa mucho mayor.
NO solo daré o que disteis, sino mucho más. Cuando vosotros decís: ‘Padre pequé. Perdóname.’ Vosotros sentís cuán dulce es el Perdón.
Así como lo es también para Mí, el perdonar. Pensad en vuestra propia condición. Pensad en que vuestra intransigencia NO se cambie en daño, al obligarMe a ser intransigente con vosotros. Sed misericordiosos para obtener Misericordia.
Nadie puede considerarse sin pecado para que pueda ser inexorable con el pecador. Es preciso compadecer y perdonar. Porque si la vida del hombre es frágil y mucho más frágil es su bienestar.
NO juzguéis el pecado de los culpables. Y NO os alegréis cuando lo estén expiando. PERDONAD pues, PARA QUE SE OS PERDONE.
Es menester perdonar como Dios perdona. Por más dolor que os produzca, PERDONAD. Perdonad siempre a quién os hace mal. Perdonad para ser perdonados; porque también habéis ofendido a Dios y a los hermanos.
El Perdón abre el Reino de los Cielos, tanto al perdonado como al que perdona. Como os comportéis, así seréis tratados.
PERDÓNANOS NUESTRAS OFENSAS, COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN…
Hay deudas materiales, morales y espirituales. Es una deuda material el dinero o la cosa que se restituye, porque se la prestaron a uno. Es una deuda moral la honra ofendida y no reparada; Como el amor pedido y no recibido.
Es una deuda espiritual la obediencia a Dios, a quién pedir lo que se quiera siempre es poco. Es obediencia espiritual el amarlo.
El egoísta quiere tener pero NO dar. Este es el antípoda del Cielo. Tenemos deudas con todos. ¡Hay de quien NO perdona! NO será perdonado.
Dios no puede en Justicia, perdonar la deuda que tiene el hombre con Él, Ser Santísimo, si el hombre NO perdona a su semejante.
Yo Soy el Cristo Salvador. De Mí está dicho que Soy el que llevará la justicia entre las naciones. Es verdad. Porque si los ciudadanos de todos los países, hicieran lo que enseño; los odios, las guerras, los atropellos, tendrían fin.
EL INFIERNO ESPERA A LOS QUE NO SABEN PERDONAR.
LA DOCTRINA DEL AMOR Y DEL PERDON. Compendia el Mandamiento de ser perfectos como el Padre Celestial es Perfecto. Amando a Dios y al prójimo. Y ser justos con el prójimo es todavía más difícil, que ser amantes de Dios.
Porque Dios es Bueno y es fácil amar a quién es bueno. Dios es Consuelo y es fácil amar a quién conforta y consuela. Dios es sostén y es fácil amar a quién sostiene. Dios es Perdón y es fácil amar a quién perdona. Dios es amor y es muy fácil amar a quién ama.
Pero el prójimo; frecuentemente es malvado, injusto, pronto a afligir y a aumentar nuestro dolor con sus incomprensiones, obstinaciones, escarnios y durezas. Fácil a abandonarnos si nos ve agobiados e infelices; cuando no se hace cómplice de quién nos oprime, para tiranizarnos y afligirnos todavía más.
Duro para perdonar cuando se cree injustamente ofendido o perjudicado por nosotros, aunque seamos inocentes. Es durísimo para perdonar, cuando ha sido probada la culpa. Y por todo eso, amarlo es muy difícil.
Pero está dicho: “Amad a aquellos que os odian y seréis hijos del Altísimo.” ¿Por qué? Porque este es el amor Perfecto. La más grande semejanza e imagen con Dios.Así como cada hijo asume la vida que el Padre le trasmite con los genes. Y son incancelables en la sangre o en el aspecto. En el carácter, más que en el apellido, la herencia física paterna en el ser. Así se asumen los principales atributos de Dios, aquellos que son su Esencia al asumir la vida misma de Dios. Viviendo por Él, en Él y para Él.
Y convirtiéndonos en verdaderos hijos; no por igualdad de naturaleza y sustancia. Sino por sobre naturalización de la criatura, que así se diviniza por su participación relativa a las acciones de Dios Uno y Trino. Y por semejanza, haciendo lo que Él hace siempre: AMANDO.
El perdón es dulce. Los que perdonan son la réplica más acabada de Dios, puesto que Él perdonó y sigue perdonando. Así es como el hombre se hace espiritual y debemos imitar a Jesús, porque una de las armas favoritas de Satanás es inocular el Odio y fermentar el rencor. Porque así la carne es terreno propicio para cultivar los vicios satánicos.
El Odio es el antagonista del Amor y en donde está el Odio, está Satanás. El Odio está siempre cubierto por la soberbia y muchas veces se disfraza con la más refinada hipocresía. Se anida en los corazones vengativos y el corazón que odia, NO puede amar a Dios.Y Dios NO puede estar en un corazón que odia.
Continuará…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPIRITU
La importancia de este artículo es muy relevante, por los Acontecimientos que YA se ciernen sobre nosotros.
La mayoría de la gente que intuye la Esencia del Cristianismo le huye, porque NO quiere sufrir. El Hedonismo se ha vuelto su meta y NO quieren saber nada de Dolor.
Pero aquí hay un grave problema:
Por el hecho de que NO queramos reconocer que Australia ES un continente que existe, va a dejar de existir.
Por el hecho de que DECIDAMOS NEGAR A DIOS Y A SUS VERDADES, van a dejar de existir.
El Infierno Existe, igual que Australia. Satanás existe, Igual que Dios.
Toda la Creación existe Y VIVE, porque Dios la Hizo…
Y lo más problemático para el hombre actual: está regida por Leyes de Amor, igual al Amor que la Creó.
Satanás está determinado a exterminar el Cristianismo y especialmente a la Iglesia Católica.
El Mundo NO quiere saber nada de sufrimiento, porque está enfocado en el Egoísmo y el Placer.
Pero el hecho de que digas: DIOS NO EXISTE, NO lo mata.
Aunque sus Leyes NO te importen… TE RIGEN, al igual que a todas las creaturas en todo el Universo.
El hecho de que te niegues a reconocer la Cruz con la que fuimos salvados y que también te niegues a cargarla, al pertenecer al Mundo que Dios Creó, estás sometido a sus Leyes y Preceptos… TE GUSTE O NO.
Desde el momento en que el Hombre ASESINÓ A DIOS, clavándolo en un madero y le proporcionó el amarguísimo cáliz que lo hizo SUDAR SANGRE…
Selló su propio destino.
La Humanidad atea y pecadora, creyente o NO. Deberá cargar su propia Cruz y caminar su propio Calvario, le guste o NO.
Porque cometió el error de Imponérselo a su Creador y por Ley de amor y de Justicia, vivirá lo MISMO QUE DIÓ.
ESO ES LO QUE PADECEN EN EL INFIERNO Y EN EL PURGATORIO LAS ALMAS…
Pero sin paliativos y sin Dios.
Los que de vosotros aprendáis a manejar el cuerpo espiritual con TODAS sus potencias sin perder el piso, enfrentaréis la Verdad y NO podréis dejar de postraros agradeciendo la Infinita Bondad Divina.
Puedes elegir como ancestro a un simio o un elefante… Ese es TU Problema.
La realidad es UNA: Somos hijos de Dios y nuestro deber de amor es arrodillarnos y dar gracias por todo lo que tenemos, ADMINISTRÁNDOLO porque NO nos pertenece…
Al Mundo le guste o NO, beberá y Vivirá:
EL CALVARIO COMPLETO DE JESÚS…
En las Catástrofes que Dios PERMITIRÁ, los hombres veremos desaparecer nuestros ídolos materiales.
Y veremos a nuestros piés, DERRIBADO al Dios Dinero y a todos nuestros apegos materiales…
Si NO sabemos actuar con prudencia y sabiduría renegaremos…
Pero si estamos templados con la Sabiduría del Espíritu Santo, lograremos responder como Job:
Y TRANSMITEREMOS A NUESTRO ALREDEDOR ESTA VERDAD.
Los Primeros cristianos lo comprendieron y lo Testimoniaron…
Y LAS ACTAS MARTIRIALES LO COMPRUEBAN…
¿CÓMO LO HICIERON Y LO SIGUEN HACIENDO MILES DE CRISTIANOS EN EL MEDIO ORIENTE?
Para desgracia de Satanás y sus esbirros, MILES DE CRISTIANOS VERDADEROS
SON HÉROES QUE ESTÁN SIGUIENDO
LAS ENSANGRENTADAS HUELLAS DE JESÚS
Y ESTÁN DEJANDO UN CAMINO LUMINOSO…
EL MUNDO DEBERÁ aprender a vivir sin dioses materiales…
Y cuando éstos desaparecen ¿Qué te queda?
Para nuestra desgracia, esto solo lo aprenderemos en la práctica. Sobre la marcha…
Después de un terremoto o un desastre natural…
¿Cuál es tu balance? ¿Hay algo de qué dar gracias?
¿Tienes la vida?
Y cuando lo único que tienes es a Dios…
¡Sómos las creaturas más dichosísimas sobre la tierra! Porque lo tenemos TODO.
Que el Mundo quiera o No, tiene que mirar Y ACEPTAR O RECHAZAR…
Los acontecimientos y la Naturaleza nos van a enseñar lo que significa la Verdadera Pobreza de Espíritu…
En la Puerta del Cielo, están acelerando la preparación de los catecúmenos.
Regina habla a un grupo de más de quinientos.
Su voz argentina resuena hasta el último rincón de aquel salón:
LA RIQUEZA.
Dios creó el oro y lo dejó en las entrañas de la Tierra, porque quería que fuese útil al hombre con sus sales y para que sirviese de adorno para sus templos.
Pero Satanás ha mordido el corazón del hombre y le inyectó la maldita hambre del oro y la sed de poder.
Arrastrándolo con esto a los sentimientos más abyectos.
Y sembrando mucho mal con su fascinante e inútil esplendor, de este metal que no tiene la culpa.
La mujer por tenerlo se hace coqueta y se entrega a la lujuria…
El hombre por su causa se hace ladrón, usurpador y homicida.
Duro para con su prójimo y para consigo mismo, porque despoja a su alma de su verdadera herencia, para proporcionarse algo efímero.
Y se pierde por unas pocas piedras relumbrosas que a la hora de la muerte tiene que abandonar.
El hombre se desvela más por el oro, que por otras cosas. Los avaros y los codiciosos se ríen que hay un premio y un castigo, para las acciones que se realizan durante la vida.
No reflexionan que por este pecado pierden la Protección de Dios, la Vida Eterna, la alegría. Y que a cambio, lo único que obtienen son remordimientos, maldiciones en el corazón; miedo de estar acompañados, miedo a los castigos humanos.
Miedo que Satanás les inyecta, para no dejarlos disfrutar lo que con sus delitos y su amor al dinero, perjudicaron al prójimo.
Pues lo que se obtiene con delito, se convierte en maldición. Los espera un fin terrible a los que a este punto llevan sus crímenes. Un fin terrible porque es eterno.
La otra vida no es el abismo muerto y sin recuerdos del pasado vivido.
La otra vida es gloria para los justos; espera paciente para los que penan; tormento terrible para los que esperan en la certeza de una maldición eterna. El ansia por las riquezas los hunde en tan tenebroso destino.
No solo se es rico de dinero. Quién logra despojarse de todas las vanidades y se afana por poseer la verdadera sabiduría, logrando desprenderse de los tentáculos de las pobres posesiones terrenas, emprende el vuelo de las elevadas cumbres espirituales.
Jesús dijo que no se puede servir a Dios y al dios dinero, ¡Porque la raíz de todos los males es el afán del dinero y algunos por dejarse dominar por él, se extravían en la Fe y se atormentan con muchos dolores!
Hay otros todavía más duros. No trabajan pero hacen trabajar.
Y acumulan riquezas con el sudor de los demás.
Despilfarran los bienes maliciosamente y fertilizan con el sudor ajeno.
Los que obran así, tienen su hora terrena de triunfo, pero atraen sobre sí la Justicia Divina que vengará a los oprimidos.
Los viciosos no pueden vivir en la pobreza. La codicia empuja al robo.
El avaro nunca está satisfecho y siempre desea más.
El dinero es la cosa más peligrosa sobre la Tierra. Porque muy pocos saben hacer uso de él.
No sirve sino para la materia, el crimen y el Infierno. Muy raras veces el hombre lo emplea para el bien.
Es muy raro encontrar a un rico que no sea injusto y es más fácil desarrollar las virtudes en medio de la pobreza.
El dinero o las mercancías obtenidas con la injusticia, no enriquecen ni sacian.
La amargura de la perversidad humana, crea odio en los miserables, contra los poderosos.
La fiebre satánica de los delirios por las riquezas, conducen a ricos y pobres a su destrucción.
El rico que vive para su dinero, el ídolo más infame de su espíritu en ruinas.
Y el pobre que vive odiando al que envidia y le desea toda clase de males.
No basta no hacer el Mal. Es menester no desearlo, para no acarrearse daño espiritual.
La ambición, la gloria y el poder, son como una burbuja de agua sucia, en la superficie de un desagüe de lavadero: iridiscente pero sucia.
Una sola cosa es necesaria: poseer la sabiduría aún a costa de la vida. La pobreza es un freno en el pecar.
Entre ustedes, los que sean ricos no deben ser altaneros, ni poner su esperanza en lo inseguro de las riquezas. Sino en Dios que nos provee espléndidamente de todo, para que lo disfrutemos, para que practiquen el bien y que se enriquezcan de buenas obras.
Den con generosidad y con liberalidad. De esta forma, estarán atesorando para el futuro, un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera. “Porque donde está tu tesoro, está tu corazón”
Tanto en el bueno como en el malvado, el corazón (o sea, el impulso vital de todas nuestras acciones) está donde está el tesoro que más se quiere.
Cuando se ama a Dios sobre todas las cosas, Él se vuelve el tesoro más precioso y se hace todo por llegar a poseerlo.
Los que tienen la obligación de enseñar la sabiduría a los pobres con su conducta, son los ricos que despojados del afecto por las riquezas materiales, compran para sí el Reino por medio de las Obras de Misericordia para los pequeños y despreciados: los menos afortunados, despojándolos de su abatimiento.
La miseria, al mismo tiempo que envilece al hombre, lo lleva a que pierda la Fe en la providencia que es necesaria, para resistir las pruebas de la vida.
El despego de las riquezas es una escalera que lleva a poseer las riquezas eternas.
Dios no descuida al que deja todo por la verdadera Riqueza y Felicidad:
La de servir a Dios hasta la muerte.
Las cosas que tenemos NO nos pertenecen. Porque Dios nos las concede para administrarlas por un pequeño espacio de tiempo.
Los hombres son los administradores de las migajas de la Gran Creación, pero el Verdadero Dueño es el Padre de los vivientes.
Los ricos son solo los depositarios de estas riquezas que Dios les ha concedido con el fin de que sean distribuidores de ellas para con quien sufre.
Es un honor que Dios hace al hacerlos partícipes de su providencia a favor de los pobres, enfermos, viudas, huérfanos.
Dios no hizo llover comida, vestidos, etc. Sobre el camino de los pobres, porque entonces quitaría al rico el mérito de la caridad para con sus hermanos.
No todos los ricos pueden ser doctos, pero sí pueden ser buenos.
Pobre es quién le falta lo necesario para vivir.
Todos pueden compartir lo que tienen con el que muere de cansancio, de hambre, de frío.
No deben olvidar que en cada ser humano, hay un Cristo pobre o crucificado, que espera la misericordia del que posee más.
LA POBREZA.
LA POBREZA ES UNA REINA VESTIDA DE HARAPOS.
A la vista espanta a la naturaleza, pero el que se abraza a ella, disfruta de la paz y la alegría que solamente Dios puede dar.
Porque a unas manos vacías las llena el Señor, al cual le agrada dar al que no tiene y reconoce que lo que tiene es de Él y se lo devuelve.
Los que tienen la pobreza material, la llevan con toda clase de molestias.
La Providencia existe y los ricos del mundo son sus ministros, porque Dios les concede el honor de ser el único medio para hacer que las riquezas no sean un peligro.
El que logra ver a Cristo que sufre en los necesitados, hace de las riquezas la moneda con la que compra el Cielo.
Los pobres están en Dios. Por eso Jesús quiso nacer pobre y permaneció pobre, a pesar de los ríos de dinero que los óbolos de los ricos le ofrendaron, porque los pobres le aman con todas sus fuerzas.
Los ricos tienen muchas cosas. Los pobres tienen solo a Dios.
Los ricos tienen amigos. Los pobres están solos.
Los ricos tienen muchas consolaciones, los pobres carecen de ellas.
Los ricos tienen diversiones. Los pobres no tienen más que trabajo.
A los ricos se les facilita todo con dinero.
Los pobres tienen además el miedo a la enfermedad y a la carestía, porque es su fin la muerte y la indigencia.
Pero tienen a Dios que es su Amigo y su Consolador. El que los distrae de su penosa vida actual, con esperanzas celestiales.
El rico poco se acerca a Dios, porque piensa que nada le hace falta y todo lo puede con su riqueza.
La pobreza hace al alma humilde al decir: ‘Padre, socórrenos con tu Misericordia.’
Los pobres conservan en su corazón, las joyas de la palabra de Dios: son su Tesoro, su única riqueza y la cuidan como tal.
En el Cielo, muchos asientos los ocuparán los que en la Tierra fueron despreciados como nada y pisoteados como polvo.
La Buena Nueva está destinada principalmente a los pobres, para que tengan un consuelo sobrenatural en la esperanza de una vida gloriosa, después de soportar la triste jornada de la vida humana.
LA POBREZA DE ESPIRITU
Las cosas que hacen rico al hombre son: el oro como riqueza material y los afectos como riqueza moral.
Los bienes hacen acaudalada una vida.
En los afectos se cuentan los lazos de sangre o por matrimonio. Las amistades, la capacidad intelectual, los cargos públicos.
“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.”
Para ser un pobre de espíritu, es necesario poseer la libertad de las riquezas.
Es decir: ser un rico pobre. Estar satisfecho con lo que se tiene, sin envidiar a nadie, ni codiciar nada.
Porque aún el más miserable pordiosero, puede ser pecaminosamente rico en espíritu, por la desmoderada afición a algo o a alguien, convirtiéndolo en pecado.
Porque incluso el amor puede llegar a ser un mal, cuando convertimos en ídolos a la persona amada.
La santa Pobreza de espíritu se despoja de todo, para poder conquistar más libremente a Dios, que es la Suprema Riqueza.
El pobre de espíritu si es rico en bienes materiales, no peca porque tenga dinero, ya que lo emplea para ser santo. Todos le aman y lo bendicen porque es como los oasis en los desiertos que salvan la vida. Sin avaricia alguna dan con alegría, para aliviar la desesperación de los demás.
Si es pobre, se alegra en su pobreza. Come su pan con la alegría del que desconoce el ansia por el dinero y duerme tranquilamente sin pesadillas. Descansado se levanta a su trabajo, que se le hace más llevadero, porque lo lleva a cabo sin ambición ni envidia.
El que llega a la verdadera sabiduría, no busca lo mejor para el cuerpo que perece, sino más bien le da lo peor. Reservando todos los derechos para el espíritu.
Porque Dios NO confía las verdaderas riquezas a quién en la Prueba Terrena, mostró NO saber usar las riquezas materiales.
La Pobreza de espíritu es una de las verdades menos comprendidas.
Para la superficialidad humana, los que se burlan creyéndose sabios piensan que es una estupidez.
El alma entregada a Dios, sabe como guardar el equilibrio justo y pone el espíritu como rey de cuanto hay en el hombre. Con todas sus dotes físicas y morales, sujetas como siervas a este rey.
Cuando el hombre no es espiritual, ni está entregado a Dios, sobrevienen las idolatrías y las esclavas se convierten en reinas, quitan de su trono al espíritu y producen una anarquía que lleva a la ruina y a la destrucción.
La Pobreza de espíritu consiste en tener esa libertad soberana, de todas las cosas que son la delicia del hombre y por las que se llega al impune delito material y moral que frecuentemente escapa a la ley humana.
Y que hace numerosas víctimas que tienen consecuencias trágicas, para la inmensa mayoría de los que lo sufren.
EL POBRE DE ESPIRITU DEJA DE SER ESCLAVO DE LAS RIQUEZAS.
Si no se despoja de ellas y de toda comodidad, sabe usarlas con frugalidad, que es un doble sacrificio y se vuelve pródigo con los pobres. El que comprende las palabras:
‘Haceos amigos con las riquezas injustas’ convierte en su siervo al dinero.
Lo que de otra manera lo conduciría a la lujuria, la prepotencia y la falta de caridad, lo hace que le sirva para allanarle el camino al Cielo.
Camino tapizado con mortificaciones y obras de misericordia para ayudar a sus semejantes; reparando y curando las numerosas injusticias que se llevan a cabo en un mundo que carece de amor y se encuentra plagado de injusticias sociales.
¿Cuántas veces hace esto el generoso que aunque no nade en las riquezas, es capaz de sacrificar ‘sus dos céntimos’, para aliviar una necesidad?
Son ‘Pobres de espíritu’ los que perdiendo lo mucho o lo poco que poseen, saben conservar la paz y la esperanza… y no maldicen, ni odian a nadie. No reniegan de Dios, ni se rebelan contra los hombres.
Pobreza de espíritu es también la humildad que no se hincha y no se ensoberbece proclamándose ‘superhombre’, sino que reconocen el Don de Dios y le agradece por su misericordia al haberlo otorgado.
Conservan la sencillez y admiran al Espíritu, verdadero Autor de la Sabiduría.
Es también generosidad que sabe despojarse aún de los afectos más legítimos y a veces de la misma vida: las riquezas más estimadas por el hombre, para seguir a Dios.
Saben ser mártires para ser generosos en el sentido más completo, porque su espíritu sabe hacerse pobre, para ser rico con la única riqueza eterna: Dios.
Las riquezas se deben amar como un don de la Providencia Divina. Pero nunca se deben amar por sobre el Dador de ellas y de su Voluntad.
Saber desprenderse de ellas y NO maldecir a Dios, si alguien las arrebata.
Zaqueo es la figura evangélica que comprendió perfectamente esto y supo dar su justo valor a la riqueza, para hacerse pobre de espíritu.
El alma que empieza a crecer en el Amor, corta todos los tentáculos que la esclavizan a la tierra.
Y al hacer de Dios su tesoro, el poder de la recta intención hace germinar el deseo justo que empuja a un mayor conocimiento del Bien…
Y a buscar a Dios continuamente, para alcanzarlo con un arrepentimiento sincero y justo, que le da el valor a la renuncia.
Ser pobre de espíritu no es ser estúpido y bobo.
El estafador tal vez se considere muy listo, abusando del que le pone la otra mejilla y le entrega también el manto.
Pero el cristiano que lo hace, es porque comprende que el espíritu está sobre la inteligencia: es el rey de todo cuanto hay en el hombre.
Se está ejerciendo ya la santa Pobreza de Espíritu, cuando somos capaces de conformarnos con lo que poseemos y nos sentimos muy dichosos y afortunados porque nuestra riqueza infinita es Dios.
Y ES cuando podemos sentir la maravillosa libertad que se encierra en las siguientes palabras: “Yo necesito poco para vivir mi existencia. Y lo poco que necesito, lo necesito poco…”
Todas las dotes físicas y morales le deben estar sujetas y ser siervas de este rey.
La criatura filialmente entregada a Dios, sabe tener las cosas en su punto justo, destruyendo todas las idolatrías.
El hombre entiende la pobreza como la falta de dinero, de tierras, de palacios, de joyas.
Son cosas que ama y que le cuesta sacrificio renunciar a ellas y dolor al perderlas.
Pero por una vocación de amor, también sabe despojarse de ellas.
Cuantas mujeres no dejan todo para mantener al esposo o al amante y lo que es peor… Continúan con ellos, por una vocación de amor humano.
Otros, por una idea lo dejan todo: soldados, científicos, políticos, dirigentes de nuevas doctrinas sociales, más o menos justas.
Y se inmolan todos los días por su ideal, vendiendo la vida por la belleza de un ideal y haciéndose pobres por alcanzar ese ideal.
Así también los seguidores de Jesús.
Saben renunciar a las riquezas de la vida, ofreciéndosela a Él, por su amor y por el prójimo. Renuncia mucho más grande que aquella de las riquezas materiales.
La gente del mundo se afana y se aflige por proveerse de objetos que no pueden gozar.
Para practicar la Pobreza de espíritu, se deben desprender de todos los bienes; dando a los familiares lo que les pertenece y lo propio para hacer caridad.
Se debe sacrificar la riqueza de los afectos. Es el oro más puro y valioso que cualquier otro: saber renunciar a la familia, por amor a Dios.
Es fabricar perlas eternas con llanto…
Y rubíes con la sangre que mana por la herida del corazón que es desgarrado, por la separación del padre, de la esposa y de los hijos.
EL DESPOJO TOTAL DE LA POBREZA
El despojo total de la pobreza se efectúa en ‘NO TENER’
Y es similar del ‘NO PERTENECERSE’.
El que decide ser pobre dice: “Me doy. Me entrego. Me vacío. Me nulifico. Todo lo entrego. De todo me despojo: entrego todas las personas, todos los afectos.
Devuelvo al Señor todo cuanto de Él he recibido, con todos sus dones y sus gracias: te doy mi cuerpo, mi alma, mi vida, mis sentidos, mis potencias, mis sentimientos, mis esperanzas, mi inteligencia, mi espíritu y todo mi ser.
Con todas sus palpitaciones hasta mi eternidad.’
Esto es el Despojo de la Pobreza.
En el desprecio de todo adorno y comodidad, hasta llegar a despreciarse a sí mismo, desnudándose de todo olor mundano y vistiéndose solo de Jesús.
Es así como cada día se encuentran más las verdaderas riquezas y se hallan los encantos de la pobreza.
La pobreza y la Obediencia tienen el aroma de lo divino.
El alma unida a Dios, es muy rica con las riquezas y los tesoros que Él siempre tiene consigo. Pero es totalmente pobre y vacía en sí misma.
Es decir: todo lo tiene, sin tenerlo.
Y se queda con su pobreza, aunque esté vestida de perlas.
Porque los pobres de espíritu son los que devuelven los dones al dador de ellos. Los que se renuncian totalmente y mueren a su propia voluntad, para vivir solamente de la Voluntad Divina.
Al alma creada que se da, se le da a ella un Dios Increado, proporcionándole una dicha desconocida por el mundo.
Dios dio al hombre los afectos humanos buenos, para que sean un alivio que lo levante en medio de las fatigas de la vida.
Muchas raíces están trabadas en el ser humano y deben ser separadas.
Y a veces, definitivamente cortadas.
Dios llama y pasa. Con libertad espiritual se viene al servicio de Dios.
Nada debe impedir a quién se entrega.
Dios es tan exigente, como es infinitamente generoso en premiar.
El hombre debe amar a sus seres queridos con el amor perfecto que se obtiene a través del amor a Dios, que sublima todos los amores.
Cuando le amamos a Él sobre todas las cosas, le pertenecemos por entero.
Y Él tiene derecho de posesión total: por Creación y por Redención.
Nadie es más grande que Él, en tener derecho sobre los afectos.
Al cumplir la Voluntad divina con perfección, implica hasta el sacrificio total de cualquier querer o voz de sangre y de afecto.
La riqueza de los afectos, es la que está más ligada al espíritu y arrancarla causa más dolor, que rasgarse la carne.
Los afectos son una riqueza casi viva. Sin embargo por amor a Dios, es necesario dejarlos también a ellos, porque por ese mismo dolor, se expía para salvarlos.
Dios no condena los afectos. Él los ha bendecido con la Ley y los Sacramentos, pero deben ser dejados sobre la Tierra, para conquistar el Cielo, que es la morada verdadera.
Todo cuanto Dios ha creado para el hombre, debe mirarse a través de la lente celestial. Cuanto Dios ha dado debe ser tomado con reconocimiento, pero devuelto con prontitud a su requerimiento.
Cuando el hombre muere, deja todo lo terrenal, incluyendo a los seres queridos.
Y queda totalmente solo frente a Dios, para enfrentar el destino que Él mismo se procuró.
El que decide ser discípulo y dejarlo todo, debe ‘morir’ a las cosas de la Tierra en una muerte mística, pero real.
Es una experiencia desgarradora.
Pero igualmente el alma se queda totalmente sola ante Dios y ‘vive muriendo’.
Haciendo solamente su Voluntad, en la misión que todavía debe cumplir en los días que le es concedido vivir, en el resto de su jornada terrena.
Dios no destruye la riqueza afectiva. La levanta de la Tierra para trasplantarla en el Cielo.
Allá serán reconstruidas eternamente las santas convivencias familiares, las amistades, toda aquella forma de afecto honesto y bendito que Jesús quiso para Sí Mismo y que sabe que preciosas son.
Pero nunca serán más preciosas que Dios y que la vida Eterna.
El amor de la sangre nunca debe hacernos salir del camino de la justicia. Porque sobre Dios NO hay nadie.
Los lazos de sangre se subliman porque con nuestras lágrimas, damos a nuestros familiares la ayuda definitiva para atraerlos hacia el Cielo y hacia Dios, por el camino del sacrificio de los afectos.
Renunciar a la riqueza de un afecto por seguir la voluntad de Dios sin pesares humanos, es la Perfección de la Renuncia aconsejada al joven del Evangelio.
Dios no destruye los lazos familiares. Él los santifica y enseña a amarlos con un amor sobrenatural. Y ¿Cuál amor más alto que tener caridad por las almas enfermas de nuestros familiares?
Se recibe mucha ingratitud; pero también ésta es necesaria para que trabaje el amor que las redime. Y los de casa son los primeros.
No hay que llorar por la carne y la sangre que sufren, al sentir que a quién engendramos, nos rechazan. Nuestro sufrimiento trabaja más que cualquier otra cosa a favor de nuestra alma y la de ellos.
No hay que formarse remordimientos por haber querido ser más de Dios, que de nuestra familia. Porque más que ella es Dios.
Así podemos sentir como nuestros amores se van transformando y se han concentrado en uno solo: Dios.
Con nuestro sufrimiento desgarrador engendramos hijos para Dios.
El alma-victima prueba todos los suplicios: el de la renuncia a los afectos, a las comodidades, a los intereses.
Satanás arrebata todo.
Después vendrá algo mucho más grande y que ciñe con una corona inmortal. Hay que ser como columnas y permanecer firmes y fieles.
Nunca se debe mirar a lo que hemos dejado para seguir a Jesús.
El pasado, los afectos y todo lo que se abandona para caminar por el Camino de la Cruz, son un peligroso lastre que puede arrollarnos en la rebeldía, si volvemos la vista y el dolor nos desgarra.
Así no se puede trabajar en ningún apostolado.
Porque todas estas cosas impiden que el fuego del amor se encienda en nuestro espíritu y son un estorbo para cumplir la misión.
Se debe vigilar porque el corazón viva en una sumisión completa a la Voluntad de Dios que se manifiesta en la suerte que vivimos.
Soportando pacientemente, sin permitir al pensamiento la libertad de un juicio que no sea benévolo con Él.
En otras palabras: no se debe reflexionar en el estado que se tiene, para que no haya rebeliones que matan el amor.
Y Dios dará la fortaleza como Don del Espíritu Santo, que es la renuncia a los que se ama.
La riqueza más grande que el oro y más preciosa que la misma existencia, es la riqueza intelectual: el propio pensamiento.
Los escritores lo donan a las muchedumbres, más ellos lo hacen elástico para acomodarlo a su público. Pero lo hacen por lucro y su verdadero pensamiento no lo dicen nunca.
Dicen aquello que sirve para su tesis, pero su intimidad la guardan celosamente en lo más profundo de su mente; porque son pensamientos de dolor, por penas íntimas o reproches de la conciencia, que es la lejana voz de Dios.
Y esta es la renuncia más grande: la renuncia a la propia manera de pensar, para adquirir la de Dios.
Arrodillando la razón en amorosa sumisión a la Voluntad Divina.
Regina calla…
Ella no sabe cuán pronto deberá dar el más grandioso y estremecedor testimonio de todo cuanto acaba de enseñar…
Una de las cosas que más asombraron al mundo pagano y hacían nuevos y siempre más numerosos prosélitos para la Iglesia; era la calma, la serenidad, la fortaleza de los mártires, durante la hora del martirio.
Solo de Dios puede venir esta inmutable y serena paz.
Pero el martirio del corazón no es menos atroz que el de la carne. Y solo Dios puede comunicar a los desgarrados del corazón, el heroísmo de una resignación que es verdaderamente la cuarta frase del ‘Pater’ vivida con toda la carne y con toda el alma, la inteligencia y el espíritu.
El mundo ciego cambiará esta calma heroica, don del Espíritu Santo, por indiferencia y desamor.
El mundo ensucia todo cuanto toca.
Pero lo sucio no penetra en un bloque de diamante. Se posa encima y después cae con la más pequeña lluvia.
Hay que dejar que los ciegos del mundo no vean.
Los demás para los cuales el Espíritu es Luz, leen el Nombre de Dios en el coraje del mártir y…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
73.- POBREZA DE ESPÍRITU
En la Puerta del Cielo, están acelerando la preparación de los catecúmenos.
Regina habla a un grupo de más de quinientos.
Su voz argentina resuena hasta el último rincón de aquel salón:
LA RIQUEZA.
Dios creó el oro y lo dejó en las entrañas de la Tierra, porque quería que fuese útil al hombre con sus sales y para que sirviese de adorno para sus templos.
Pero Satanás ha mordido el corazón del hombre y le inyectó la maldita hambre del oro y la sed de poder.
Arrastrándolo con esto a los sentimientos más abyectos.
Y sembrando mucho mal con su fascinante e inútil esplendor, de este metal que no tiene la culpa.
La mujer por tenerlo se hace coqueta y se entrega a la lujuria…
El hombre por su causa se hace ladrón, usurpador y homicida.
Duro para con su prójimo y para consigo mismo, porque despoja a su alma de su verdadera herencia, para proporcionarse algo efímero.
Y se pierde por unas pocas piedras relumbrosas que a la hora de la muerte tiene que abandonar.
El hombre se desvela más por el oro, que por otras cosas. Los avaros y los codiciosos se ríen que hay un premio y un castigo, para las acciones que se realizan durante la vida.
No reflexionan que por este pecado pierden la Protección de Dios, la Vida Eterna, la alegría. Y que a cambio, lo único que obtienen son remordimientos, maldiciones en el corazón; miedo de estar acompañados, miedo a los castigos humanos.
Miedo que Satanás les inyecta, para no dejarlos disfrutar lo que con sus delitos y su amor al dinero, perjudicaron al prójimo.
Pues lo que se obtiene con delito, se convierte en maldición. Los espera un fin terrible a los que a este punto llevan sus crímenes. Un fin terrible porque es eterno.
La otra vida no es el abismo muerto y sin recuerdos del pasado vivido.
La otra vida es gloria para los justos; espera paciente para los que penan; tormento terrible para los que esperan en la certeza de una maldición eterna. El ansia por las riquezas los hunde en tan tenebroso destino.
No solo se es rico de dinero. Quién logra despojarse de todas las vanidades y se afana por poseer la verdadera sabiduría, logrando desprenderse de los tentáculos de las pobres posesiones terrenas, emprende el vuelo de las elevadas cumbres espirituales.
Jesús dijo que no se puede servir a Dios y al dios dinero, ¡Porque la raíz de todos los males es el afán del dinero y algunos por dejarse dominar por él, se extravían en la Fe y se atormentan con muchos dolores!
Hay otros todavía más duros. No trabajan pero hacen trabajar.
Y acumulan riquezas con el sudor de los demás.
Despilfarran los bienes maliciosamente y fertilizan con el sudor ajeno.
Los que obran así, tienen su hora terrena de triunfo, pero atraen sobre sí la Justicia Divina que vengará a los oprimidos.
Los viciosos no pueden vivir en la pobreza. La codicia empuja al robo.
El avaro nunca está satisfecho y siempre desea más.
El dinero es la cosa más peligrosa sobre la Tierra. Porque muy pocos saben hacer uso de él.
No sirve sino para la materia, el crimen y el Infierno. Muy raras veces el hombre lo emplea para el bien.
Es muy raro encontrar a un rico que no sea injusto y es más fácil desarrollar las virtudes en medio de la pobreza.
El dinero o las mercancías obtenidas con la injusticia, no enriquecen ni sacian.
La amargura de la perversidad humana, crea odio en los miserables, contra los poderosos.
La fiebre satánica de los delirios por las riquezas, conducen a ricos y pobres a su destrucción.
El rico que vive para su dinero, el ídolo más infame de su espíritu en ruinas.
Y el pobre que vive odiando al que envidia y le desea toda clase de males.
No basta no hacer el Mal. Es menester no desearlo, para no acarrearse daño espiritual.
La ambición, la gloria y el poder, son como una burbuja de agua sucia, en la superficie de un desagüe de lavadero: iridiscente pero sucia.
Una sola cosa es necesaria: poseer la sabiduría aún a costa de la vida. La pobreza es un freno en el pecar.
Entre ustedes, los que sean ricos no deben ser altaneros, ni poner su esperanza en lo inseguro de las riquezas. Sino en Dios que nos provee espléndidamente de todo, para que lo disfrutemos, para que practiquen el bien y que se enriquezcan de buenas obras.
Den con generosidad y con liberalidad. De esta forma, estarán atesorando para el futuro, un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera. “Porque donde está tu tesoro, está tu corazón”
Tanto en el bueno como en el malvado, el corazón (o sea, el impulso vital de todas nuestras acciones) está donde está el tesoro que más se quiere.
Cuando se ama a Dios sobre todas las cosas, Él se vuelve el tesoro más precioso y se hace todo por llegar a poseerlo.
Los que tienen la obligación de enseñar la sabiduría a los pobres con su conducta, son los ricos que despojados del afecto por las riquezas materiales, compran para sí el Reino por medio de las Obras de Misericordia para los pequeños y despreciados: los menos afortunados, despojándolos de su abatimiento.
La miseria, al mismo tiempo que envilece al hombre, lo lleva a que pierda la Fe en la providencia que es necesaria, para resistir las pruebas de la vida.
El despego de las riquezas es una escalera que lleva a poseer las riquezas eternas.
Dios no descuida al que deja todo por la verdadera Riqueza y Felicidad:
La de servir a Dios hasta la muerte.
Las cosas que tenemos NO nos pertenecen. Porque Dios nos las concede para administrarlas por un pequeño espacio de tiempo.
Los hombres son los administradores de las migajas de la Gran Creación, pero el Verdadero Dueño es el Padre de los vivientes.
Los ricos son solo los depositarios de estas riquezas que Dios les ha concedido con el fin de que sean distribuidores de ellas para con quien sufre.
Es un honor que Dios hace al hacerlos partícipes de su providencia a favor de los pobres, enfermos, viudas, huérfanos.
Dios no hizo llover comida, vestidos, etc. Sobre el camino de los pobres, porque entonces quitaría al rico el mérito de la caridad para con sus hermanos.
No todos los ricos pueden ser doctos, pero sí pueden ser buenos.
Pobre es quién le falta lo necesario para vivir.
Todos pueden compartir lo que tienen con el que muere de cansancio, de hambre, de frío.
No deben olvidar que en cada ser humano, hay un Cristo pobre o crucificado, que espera la misericordia del que posee más.
LA POBREZA.
LA POBREZA ES UNA REINA VESTIDA DE HARAPOS.
A la vista espanta a la naturaleza, pero el que se abraza a ella, disfruta de la paz y la alegría que solamente Dios puede dar.
Porque a unas manos vacías las llena el Señor, al cual le agrada dar al que no tiene y reconoce que lo que tiene es de Él y se lo devuelve.
Los que tienen la pobreza material, la llevan con toda clase de molestias.
La Providencia existe y los ricos del mundo son sus ministros, porque Dios les concede el honor de ser el único medio para hacer que las riquezas no sean un peligro.
El que logra ver a Cristo que sufre en los necesitados, hace de las riquezas la moneda con la que compra el Cielo.
Los pobres están en Dios. Por eso Jesús quiso nacer pobre y permaneció pobre, a pesar de los ríos de dinero que los óbolos de los ricos le ofrendaron, porque los pobres le aman con todas sus fuerzas.
Los ricos tienen muchas cosas. Los pobres tienen solo a Dios.
Los ricos tienen amigos. Los pobres están solos.
Los ricos tienen muchas consolaciones, los pobres carecen de ellas.
Los ricos tienen diversiones. Los pobres no tienen más que trabajo.
A los ricos se les facilita todo con dinero.
Los pobres tienen además el miedo a la enfermedad y a la carestía, porque es su fin la muerte y la indigencia.
Pero tienen a Dios que es su Amigo y su Consolador. El que los distrae de su penosa vida actual, con esperanzas celestiales.
El rico poco se acerca a Dios, porque piensa que nada le hace falta y todo lo puede con su riqueza.
La pobreza hace al alma humilde al decir: ‘Padre, socórrenos con tu Misericordia.’
Los pobres conservan en su corazón, las joyas de la palabra de Dios: son su Tesoro, su única riqueza y la cuidan como tal.
En el Cielo, muchos asientos los ocuparán los que en la Tierra fueron despreciados como nada y pisoteados como polvo.
La Buena Nueva está destinada principalmente a los pobres, para que tengan un consuelo sobrenatural en la esperanza de una vida gloriosa, después de soportar la triste jornada de la vida humana.
LA POBREZA DE ESPIRITU
Las cosas que hacen rico al hombre son: el oro como riqueza material y los afectos como riqueza moral.
Los bienes hacen acaudalada una vida.
En los afectos se cuentan los lazos de sangre o por matrimonio. Las amistades, la capacidad intelectual, los cargos públicos.
“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.”
Para ser un pobre de espíritu, es necesario poseer la libertad de las riquezas.
Es decir: ser un rico pobre. Estar satisfecho con lo que se tiene, sin envidiar a nadie, ni codiciar nada.
Porque aún el más miserable pordiosero, puede ser pecaminosamente rico en espíritu, por la desmoderada afición a algo o a alguien, convirtiéndolo en pecado.
Porque incluso el amor puede llegar a ser un mal, cuando convertimos en ídolos a la persona amada.
La santa Pobreza de espíritu se despoja de todo, para poder conquistar más libremente a Dios, que es la Suprema Riqueza.
El pobre de espíritu si es rico en bienes materiales, no peca porque tenga dinero, ya que lo emplea para ser santo. Todos le aman y lo bendicen porque es como los oasis en los desiertos que salvan la vida. Sin avaricia alguna dan con alegría, para aliviar la desesperación de los demás.
Si es pobre, se alegra en su pobreza. Come su pan con la alegría del que desconoce el ansia por el dinero y duerme tranquilamente sin pesadillas. Descansado se levanta a su trabajo, que se le hace más llevadero, porque lo lleva a cabo sin ambición ni envidia.
El que llega a la verdadera sabiduría, no busca lo mejor para el cuerpo que perece, sino más bien le da lo peor. Reservando todos los derechos para el espíritu.
Porque Dios NO confía las verdaderas riquezas a quién en la Prueba Terrena, mostró NO saber usar las riquezas materiales.
La Pobreza de espíritu es una de las verdades menos comprendidas.
Para la superficialidad humana, los que se burlan creyéndose sabios piensan que es una estupidez.
El alma entregada a Dios, sabe como guardar el equilibrio justo y pone el espíritu como rey de cuanto hay en el hombre. Con todas sus dotes físicas y morales, sujetas como siervas a este rey.
Cuando el hombre no es espiritual, ni está entregado a Dios, sobrevienen las idolatrías y las esclavas se convierten en reinas, quitan de su trono al espíritu y producen una anarquía que lleva a la ruina y a la destrucción.
La Pobreza de espíritu consiste en tener esa libertad soberana, de todas las cosas que son la delicia del hombre y por las que se llega al impune delito material y moral que frecuentemente escapa a la ley humana.
Y que hace numerosas víctimas que tienen consecuencias trágicas, para la inmensa mayoría de los que lo sufren.
EL POBRE DE ESPIRITU DEJA DE SER ESCLAVO DE LAS RIQUEZAS.
Si no se despoja de ellas y de toda comodidad, sabe usarlas con frugalidad, que es un doble sacrificio y se vuelve pródigo con los pobres. El que comprende las palabras:
‘Haceos amigos con las riquezas injustas’ convierte en su siervo al dinero.
Lo que de otra manera lo conduciría a la lujuria, la prepotencia y la falta de caridad, lo hace que le sirva para allanarle el camino al Cielo.
Camino tapizado con mortificaciones y obras de misericordia para ayudar a sus semejantes; reparando y curando las numerosas injusticias que se llevan a cabo en un mundo que carece de amor y se encuentra plagado de injusticias sociales.
¿Cuántas veces hace esto el generoso que aunque no nade en las riquezas, es capaz de sacrificar ‘sus dos céntimos’, para aliviar una necesidad?
Son ‘Pobres de espíritu’ los que perdiendo lo mucho o lo poco que poseen, saben conservar la paz y la esperanza… y no maldicen, ni odian a nadie. No reniegan de Dios, ni se rebelan contra los hombres.
Pobreza de espíritu es también la humildad que no se hincha y no se ensoberbece proclamándose ‘superhombre’, sino que reconocen el Don de Dios y le agradece por su misericordia al haberlo otorgado.
Conservan la sencillez y admiran al Espíritu, verdadero Autor de la Sabiduría.
Es también generosidad que sabe despojarse aún de los afectos más legítimos y a veces de la misma vida: las riquezas más estimadas por el hombre, para seguir a Dios.
Saben ser mártires para ser generosos en el sentido más completo, porque su espíritu sabe hacerse pobre, para ser rico con la única riqueza eterna: Dios.
Las riquezas se deben amar como un don de la Providencia Divina. Pero nunca se deben amar por sobre el Dador de ellas y de su Voluntad.
Saber desprenderse de ellas y NO maldecir a Dios, si alguien las arrebata.
Zaqueo es la figura evangélica que comprendió perfectamente esto y supo dar su justo valor a la riqueza, para hacerse pobre de espíritu.
El alma que empieza a crecer en el Amor, corta todos los tentáculos que la esclavizan a la tierra.
Y al hacer de Dios su tesoro, el poder de la recta intención hace germinar el deseo justo que empuja a un mayor conocimiento del Bien…
Y a buscar a Dios continuamente, para alcanzarlo con un arrepentimiento sincero y justo, que le da el valor a la renuncia.
Ser pobre de espíritu no es ser estúpido y bobo.
El estafador tal vez se considere muy listo, abusando del que le pone la otra mejilla y le entrega también el manto.
Pero el cristiano que lo hace, es porque comprende que el espíritu está sobre la inteligencia: es el rey de todo cuanto hay en el hombre.
Se está ejerciendo ya la santa Pobreza de Espíritu, cuando somos capaces de conformarnos con lo que poseemos y nos sentimos muy dichosos y afortunados porque nuestra riqueza infinita es Dios.
Y ES cuando podemos sentir la maravillosa libertad que se encierra en las siguientes palabras: “Yo necesito poco para vivir mi existencia. Y lo poco que necesito, lo necesito poco…”
Todas las dotes físicas y morales le deben estar sujetas y ser siervas de este rey.
La criatura filialmente entregada a Dios, sabe tener las cosas en su punto justo, destruyendo todas las idolatrías.
El hombre entiende la pobreza como la falta de dinero, de tierras, de palacios, de joyas.
Son cosas que ama y que le cuesta sacrificio renunciar a ellas y dolor al perderlas.
Pero por una vocación de amor, también sabe despojarse de ellas.
Cuantas mujeres no dejan todo para mantener al esposo o al amante y lo que es peor… Continúan con ellos, por una vocación de amor humano.
Otros, por una idea lo dejan todo: soldados, científicos, políticos, dirigentes de nuevas doctrinas sociales, más o menos justas.
Y se inmolan todos los días por su ideal, vendiendo la vida por la belleza de un ideal y haciéndose pobres por alcanzar ese ideal.
Así también los seguidores de Jesús.
Saben renunciar a las riquezas de la vida, ofreciéndosela a Él, por su amor y por el prójimo. Renuncia mucho más grande que aquella de las riquezas materiales.
La gente del mundo se afana y se aflige por proveerse de objetos que no pueden gozar.
Para practicar la Pobreza de espíritu, se deben desprender de todos los bienes; dando a los familiares lo que les pertenece y lo propio para hacer caridad.
Se debe sacrificar la riqueza de los afectos. Es el oro más puro y valioso que cualquier otro: saber renunciar a la familia, por amor a Dios.
Es fabricar perlas eternas con llanto…
Y rubíes con la sangre que mana por la herida del corazón que es desgarrado, por la separación del padre, de la esposa y de los hijos.
EL DESPOJO TOTAL DE LA POBREZA
El despojo total de la pobreza se efectúa en ‘NO TENER’
Y es similar del ‘NO PERTENECERSE’.
El que decide ser pobre dice: “Me doy. Me entrego. Me vacío. Me nulifico. Todo lo entrego. De todo me despojo: entrego todas las personas, todos los afectos.
Devuelvo al Señor todo cuanto de Él he recibido, con todos sus dones y sus gracias: te doy mi cuerpo, mi alma, mi vida, mis sentidos, mis potencias, mis sentimientos, mis esperanzas, mi inteligencia, mi espíritu y todo mi ser.
Con todas sus palpitaciones hasta mi eternidad.’
Esto es el Despojo de la Pobreza.
En el desprecio de todo adorno y comodidad, hasta llegar a despreciarse a sí mismo, desnudándose de todo olor mundano y vistiéndose solo de Jesús.
Es así como cada día se encuentran más las verdaderas riquezas y se hallan los encantos de la pobreza.
La pobreza y la Obediencia tienen el aroma de lo divino.
El alma unida a Dios, es muy rica con las riquezas y los tesoros que Él siempre tiene consigo. Pero es totalmente pobre y vacía en sí misma.
Es decir: todo lo tiene, sin tenerlo.
Y se queda con su pobreza, aunque esté vestida de perlas.
Porque los pobres de espíritu son los que devuelven los dones al dador de ellos. Los que se renuncian totalmente y mueren a su propia voluntad, para vivir solamente de la Voluntad Divina.
Al alma creada que se da, se le da a ella un Dios Increado, proporcionándole una dicha desconocida por el mundo.
Dios dio al hombre los afectos humanos buenos, para que sean un alivio que lo levante en medio de las fatigas de la vida.
Muchas raíces están trabadas en el ser humano y deben ser separadas.
Y a veces, definitivamente cortadas.
Dios llama y pasa. Con libertad espiritual se viene al servicio de Dios.
Nada debe impedir a quién se entrega.
Dios es tan exigente, como es infinitamente generoso en premiar.
El hombre debe amar a sus seres queridos con el amor perfecto que se obtiene a través del amor a Dios, que sublima todos los amores.
Cuando le amamos a Él sobre todas las cosas, le pertenecemos por entero.
Y Él tiene derecho de posesión total: por Creación y por Redención.
Nadie es más grande que Él, en tener derecho sobre los afectos.
Al cumplir la Voluntad divina con perfección, implica hasta el sacrificio total de cualquier querer o voz de sangre y de afecto.
La riqueza de los afectos, es la que está más ligada al espíritu y arrancarla causa más dolor, que rasgarse la carne.
Los afectos son una riqueza casi viva. Sin embargo por amor a Dios, es necesario dejarlos también a ellos, porque por ese mismo dolor, se expía para salvarlos.
Dios no condena los afectos. Él los ha bendecido con la Ley y los Sacramentos, pero deben ser dejados sobre la Tierra, para conquistar el Cielo, que es la morada verdadera.
Todo cuanto Dios ha creado para el hombre, debe mirarse a través de la lente celestial. Cuanto Dios ha dado debe ser tomado con reconocimiento, pero devuelto con prontitud a su requerimiento.
Cuando el hombre muere, deja todo lo terrenal, incluyendo a los seres queridos.
Y queda totalmente solo frente a Dios, para enfrentar el destino que Él mismo se procuró.
El que decide ser discípulo y dejarlo todo, debe ‘morir’ a las cosas de la Tierra en una muerte mística, pero real.
Es una experiencia desgarradora.
Pero igualmente el alma se queda totalmente sola ante Dios y ‘vive muriendo’.
Haciendo solamente su Voluntad, en la misión que todavía debe cumplir en los días que le es concedido vivir, en el resto de su jornada terrena.
Dios no destruye la riqueza afectiva. La levanta de la Tierra para trasplantarla en el Cielo.
Allá serán reconstruidas eternamente las santas convivencias familiares, las amistades, toda aquella forma de afecto honesto y bendito que Jesús quiso para Sí Mismo y que sabe que preciosas son.
Pero nunca serán más preciosas que Dios y que la vida Eterna.
El amor de la sangre nunca debe hacernos salir del camino de la justicia. Porque sobre Dios NO hay nadie.
Los lazos de sangre se subliman porque con nuestras lágrimas, damos a nuestros familiares la ayuda definitiva para atraerlos hacia el Cielo y hacia Dios, por el camino del sacrificio de los afectos.
Renunciar a la riqueza de un afecto por seguir la voluntad de Dios sin pesares humanos, es la Perfección de la Renuncia aconsejada al joven del Evangelio.
Dios no destruye los lazos familiares. Él los santifica y enseña a amarlos con un amor sobrenatural. Y ¿Cuál amor más alto que tener caridad por las almas enfermas de nuestros familiares?
Se recibe mucha ingratitud; pero también ésta es necesaria para que trabaje el amor que las redime. Y los de casa son los primeros.
No hay que llorar por la carne y la sangre que sufren, al sentir que a quién engendramos, nos rechazan. Nuestro sufrimiento trabaja más que cualquier otra cosa a favor de nuestra alma y la de ellos.
No hay que formarse remordimientos por haber querido ser más de Dios, que de nuestra familia. Porque más que ella es Dios.
Así podemos sentir como nuestros amores se van transformando y se han concentrado en uno solo: Dios.
Con nuestro sufrimiento desgarrador engendramos hijos para Dios.
El alma-victima prueba todos los suplicios: el de la renuncia a los afectos, a las comodidades, a los intereses.
Satanás arrebata todo.
Después vendrá algo mucho más grande y que ciñe con una corona inmortal. Hay que ser como columnas y permanecer firmes y fieles.
Nunca se debe mirar a lo que hemos dejado para seguir a Jesús.
El pasado, los afectos y todo lo que se abandona para caminar por el Camino de la Cruz, son un peligroso lastre que puede arrollarnos en la rebeldía, si volvemos la vista y el dolor nos desgarra.
Así no se puede trabajar en ningún apostolado.
Porque todas estas cosas impiden que el fuego del amor se encienda en nuestro espíritu y son un estorbo para cumplir la misión.
Se debe vigilar porque el corazón viva en una sumisión completa a la Voluntad de Dios que se manifiesta en la suerte que vivimos.
Soportando pacientemente, sin permitir al pensamiento la libertad de un juicio que no sea benévolo con Él.
En otras palabras: no se debe reflexionar en el estado que se tiene, para que no haya rebeliones que matan el amor.
Y Dios dará la fortaleza como Don del Espíritu Santo, que es la renuncia a los que se ama.
La riqueza más grande que el oro y más preciosa que la misma existencia, es la riqueza intelectual: el propio pensamiento.
Los escritores lo donan a las muchedumbres, más ellos lo hacen elástico para acomodarlo a su público. Pero lo hacen por lucro y su verdadero pensamiento no lo dicen nunca.
Dicen aquello que sirve para su tesis, pero su intimidad la guardan celosamente en lo más profundo de su mente; porque son pensamientos de dolor, por penas íntimas o reproches de la conciencia, que es la lejana voz de Dios.
Y esta es la renuncia más grande: la renuncia a la propia manera de pensar, para adquirir la de Dios.
Arrodillando la razón en amorosa sumisión a la Voluntad Divina.
Regina calla…
Ella no sabe cuán pronto deberá dar el más grandioso y estremecedor testimonio de todo cuanto acaba de enseñar…
Una de las cosas que más asombraron al mundo pagano y hacían nuevos y siempre más numerosos prosélitos para la Iglesia; era la calma, la serenidad, la fortaleza de los mártires, durante la hora del martirio.
Solo de Dios puede venir esta inmutable y serena paz.
Pero el martirio del corazón no es menos atroz que el de la carne. Y solo Dios puede comunicar a los desgarrados del corazón, el heroísmo de una resignación que es verdaderamente la cuarta frase del ‘Pater’ vivida con toda la carne y con toda el alma, la inteligencia y el espíritu.
El mundo ciego cambiará esta calma heroica, don del Espíritu Santo, por indiferencia y desamor.
El mundo ensucia todo cuanto toca.
Pero lo sucio no penetra en un bloque de diamante. Se posa encima y después cae con la más pequeña lluvia.
Hay que dejar que los ciegos del mundo no vean.
Los demás para los cuales el Espíritu es Luz, leen el Nombre de Dios en el coraje del mártir y…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
33.- PERDONA NUESTRAS OFENSAS I
Cuando Marco Aurelio termina de escribir, llegó Mauro a revisar a revisar a su paciente. Y teniendo reunidos a todos los miembros de la casa, les anunció:
– Bien Marco Aurelio, por disposición de Pedro, ya no seré solamente tu médico, sino también tu maestro. David, -dice dirigiéndose al joven- si hay cristianos catecúmenos que quieran escuchar la enseñanza, ve a llamarlos. Y mientras revisaré a mi querido paciente.
David respondió feliz:
– Voy inmediatamente.
Mauro con gran delicadeza procedió a examinar a Marco Aurelio, que mira sonriente y extasiado a su esposa, que a su vez le sonríe con amor y dulzura.
Para sorpresa de Marco Aurelio, David regresa con una treintena de personas que se distribuyen en la habitación.
Y el tribuno escucha su primera lección particular, en la voz fuerte y sonora de Mauro:
“PERDONA NUESTRAS OFENSAS…”
Dios es Amor. Dios ama. Ama como padre a sus hijos. Como Jesús, Dios-Hombre a sus hermanos. Él, siendo Amor, no puede ser más que Justicia, porque solo quién NO AMA es injusto. Por lo tanto es siempre Justo, tanto en el castigar como en el premiar.
Dios tuvo Misericordia y compasión, desde antes de crear al Hombre, cuya culpa futura no era ignorada por su Creador. Y esto, el haber creado al hombre para darle el Cielo y hacerse una familia con la semejanza divina.
Y haberlo creado conociendo su destino, en el que por su propia voluntad sería un pecador, un rebelde, un prevaricador, un ladrón, homicida, violento, mentiroso, concupiscente, sacrílego, idólatra. Y sobre todo, haberlo creado sabiéndolo capaz de matar a su Verbo.
Que por el hombre tomaría un Cuerpo y por la Humanidad sería herido infinitas veces con sus pecados, desde su venida redentora hasta el fin de los siglos, da la medida exacta de la Infinita Misericordia y Compasión de Dios.
Él miraba en lo eterno a su Verbo. Y su Pensamiento Eterno pensaba en todas las cosas que para el Verbo habría creado y contemplando en lo Eterno la futura Creación, en la cual todo sería creado ‘Bueno’; vio a la Serpiente atacar, corromper, envenenar todas las cosas, llevándoles el Dolor.
Vio al hombre Decaído. Vio a Caín, asesino de Abel; figura del otro Caín (Israel) que asesinaría al nuevo Abel: su Verbo.
Aún el más santo de los hombres, delante de un conocimiento similar; habría, si no odiado; sentir al menos surgir indiferencia por el Ingrato, inútilmente beneficiado, destructor de los bienes recibidos.
Dios, no. Dios sabe todo. Pero su misericordia y compasión no murieron, ni languidecieron. Al contrario, oculto precisamente por este conocimiento eterno; desde la Eternidad fue decretado que, porque el Hombre y los hombres serían pecadores, homicidas de sí mismos en su parte eterna y de sus hermanos.
Para hacerlos de nuevo ‘vivos’, ‘hijos’, ‘coherederos’; era necesario sacrificar al Hijo.
Él sería el Hijo del Hombre. El Adán Fiel y Santísimo. El Abel y el Cordero Inmolado por los Caínes Deicidas. Y de la Primera Culpa (aquella del Edén) y de la Segunda Culpa (la del Templo) vendrá la Redención.
Y Dios será Compasivo y Misericordioso con todos aquellos que con su ‘buena voluntad’, querrán ser hijos de Dios, habiendo acogido con amor a Cristo. Y seguido y practicado los Mandamientos y las enseñanzas de la Palabra Divina.
¡Y EL PERDON FUE PRIMERO QUE EL PECADO!
Dios quería perdonar al hombre y la Promesa de la Redención le fue dada al hombre en el Edén…
El Amor Perfecto e Infinito creó el medio para absolver al Culpable, antes de crearlo. ¡El Perdón es la Venganza de Dios!
¿CÓMO SE APRENDE A PERDONAR?
Para practicar esta enseñanza es necesario comprender, cómo funciona el Perdón.
EL PERDON CONSTA DE SIETE PASOS, DIVIDIDOS EN DOS PARTES.
La primera parte la da el Hombre, NO puede darlos Dios. Porque entra en juego algo de lo que Dios quiso que el hombre fuera el soberano absoluto: la voluntad.
La voluntad es el propio ‘yo’. Es un gran amigo. Un gran tentador. Un gran enemigo y un gran juez.
Es amigo fiel en el hombre bueno. Es amigo hipócrita, en el que NO es bueno; porque después de servir de cómplice para las fechorías que incita, se convierte en juez inexorable y atormenta con reproches crueles. Es un gran enemigo en el hombre inclinado a la soberbia.
Pero la buena voluntad, el gran amigo que lleva al heroísmo espiritual, es lo que se necesita para llevar a cabo los cuatro primeros pasos, en la Primera Parte del Proceso del Perdón.
Como el perdón depende en gran parte del libre albedrío concedido al hombre, por eso al hombre le toca realizar más de la mitad del ejercicio que debe hacerse al perdonar. La palabra clave es: QUIERO.
1°- QUERER PERDONAR.
Independientemente de los sentimientos. Aquí lo que importa es nuestra voluntad.
No debemos mirar el agravio recibido, por grave que sea. Tampoco importa lo que sentimos. Eso es aparte.
Lo único que debemos tener en cuenta es el amor por nuestro Dios y el deseo de imitar a nuestro Salvador.
Debemos ‘forzar’ nuestro ‘yo indignado’ y como dueños de nuestra voluntad, uniéndola a la de Jesús que dijo: “Padre, hágase tu voluntad y no la mía…”, decir: ‘Quiero’. Quiero perdonar.
2°- QUERER RECONOCER NUESTROS SENTIMIENTOS COMO PECADOS.
La Ira. La Furia. El Orgullo lastimado. La Soberbia herida. El deseo de Venganza. El Rencor. El Odio. ¿Qué son?… PECADOS.
CON LOS CUALES ESTAMOS OFENDIENDO A DIOS.
No importa lo que otro nos haya hecho.
Importa lo que nosotros ESTAMOS haciendo. Y esos sentimientos hieren al Amor y ofenden gravemente al Señor. Cuando reconocemos esto, sabemos que es Satanás, el que quiere derrotarnos con el Pecado, para apartarnos de Dios.
3°- QUERER ARREPENTIRSE…
Y pedir humildemente Perdón a Dios.
Al arrepentirnos por el Dolor que hemos causado al Señor, le pedimos perdón.
Y cuando renunciamos a estos sentimientos-pecados, le entregamos nuestra alma herida y nuestro corazón desgarrado, para que Él los sane.
Y con la Reconciliación con Dios, desaparecen las cadenas con las que Satanás nos ha atrapado.
4°- QUERER ROMPER EL PAGARÉ DE NUESTRO DEUDOR.
Orando. Perdonando. Especificando la OFENSA recibida y el NOMBRE DEL OFENSOR.
Pidiendo las bendiciones de Dios, sobre nuestro ‘enemigo.’
Al declarar el perdón al ofensor por el agravio recibido, con esto cancelamos la deuda del culpable con nosotros.
Y oramos por él, para que la Gracia de Dios descienda sobre el que ha pecado contra nosotros. Así devolvemos Bien por mal, al invocar las bendiciones de Dios sobre él.
Y aquí se acaba nuestra intervención
Para los pasos que da el hombre es necesaria la humildad. La fe. El Arrepentimiento y MUCHO VALOR. La entrega es necesaria, porque se requiere Poder, para vencer al Rencor.
Querer doblegar el amor propio herido, es un esfuerzo titánico y MUY doloroso.
Solo cuando lo intentamos por primera vez, lo podemos comprender. Es como dar un salto al vacío. Al llegar a este punto (cuarto paso), solemos quedarnos sin voz.
Y las palabras más angustiosas, son las que debemos OBLIGARNOS a pronunciar.
Cuando logramos vencer la parálisis momentánea y recuperamos la voz, nuestra alma desgarrada brota con cada sílaba.
Para esto es necesario un tremendo esfuerzo de voluntad. Pero, ¡Vaya que vale la pena!
Para los pasos que da Dios, el hombre NO PUEDE intervenir, porque está fuera de su capacidad.
Lo único necesario es la Fe.
¡Y el Gozo que se experimenta es tan maravilloso!
¡Cómo el bienestar que invade todo nuestro ser, al ver como Dios siempre cumple sus promesas!
5°- DIOS ESCUCHA NUESTRA ORACIÓN Y HACE LO QUE LE PEDIMOS.
Satanás ya NO puede acusar al culpable de habernos ofendido delante de Dios, porque nosotros ya le perdonamos. Y pierde su dominio sobre nosotros y sobre el instrumento que usó para dañarnos.
Tampoco puede acusarnos a nosotros, porque ya fuimos perdonados y NO tiene pecados con qué encadenarnos y torturarnos.
La Misericordia de Dios llega al ofensor para que se convierta y se salve. Y Dios recupera otra oveja perdida. Y a nosotros, con esa misma Misericordia nos llena de Gracia, con la cual regeneramos nuestra propia alma, para que alcance la perfección.
6°- DIOS TOMA NUESTRO CORAZÓN Y NUESTRA MENTE Y SANA LOS RECUERDOS DOLOROSOS.
¡Se olvidan las ofensas!
¡Es como si le hubieran sucedido a otra persona ajena a nosotros y el corazón hubiera sido anestesiado!
DEJAN DE DOLER.
El Amor de Dios es el bálsamo perfecto y santo. Nos fortalece y quita de las manos del ofensor, el arma con la que nos estaba destruyendo.
Al orar por nuestro ‘enemigo’ Dios NO puede resistir la Fuerza del Perdón, que es la Fuerza del Amor Perfecto. Porque éste es amor operante que destruye el Odio y abre las fuentes de la Gracia, haciendo que cada día crezcamos en amor, santidad y perfección, hasta ser verdaderos hijos suyos.
7°- DIOS TOMA TODO NUESTRO SER Y LO LLENA DE AMOR.
Jesús desde la cruz dijo: “Padre, perdónalos… porque NO saben lo que hacen…” Y Él amó a sus asesinos mostrándonos con el ejemplo: EL AMOR AL ENEMIGO.
Es un Don que Dios nos da, después de que ya hicimos nuestra parte.
Él nos hace sentir el amor y la compasión por el alma que yace encadenada por Satanás. Que es el verdadero culpable de nuestro dolor, ya que el hombre pecador es su instrumento para destruirnos.
Con este amor sublime se rompe el círculo que Satanás ha tratado de crear por medio de la Venganza y el Rencor. Dios ama a través de nosotros a esa alma desgraciada, que llena de odio nos aflige y trata de destruirnos.
Y a nosotros nos da la Fortaleza necesaria para soportar las injurias y convertirlas en amor y en alegría, pues la dicha que se siente es incomparable. Y para lograrlo, lo único que es necesario, ES LA DECISIÓN DE QUERER PERDONAR.
Sentir el Poder de Dios en el Perdón Total, es una de las experiencias más sublimes que el Espíritu Santo nos puede dar.
Alcanzar el amor a este grado de virtud, es lo que deifica al alma, porque se ha llegado a la semejanza perfecta con el Salvador.
Entonces es cuando somos y nos sentimos dioses. Hijos verdaderos del Dios Único y Trino, el Altísimo Señor del Universo.
EL PERDON ES EL AMOR PERFECTO.
Jesús es el Hijo del Amor. Y como Hombre vino a instaurar el Amor en la Tierra. El amor es Paciencia y Perdón.
Jesús como Maestro enseñó:
“El holocausto perfecto es amar como a nosotros mismos a los que nos persiguen y nos guardan rencor. Quién haga esto poseerá la Paz.
Está dicho: “los mansos poseerán la Tierra y gozarán de abundancia y de paz. En verdad os digo que el que sabe amar a sus enemigos, llega a la perfección y posee a Dios. A vosotros os ordeno que améis, que perdonéis. Si en el mundo existe el Odio, en vosotros solo debe existir el Amor.”
Un amor para todos.
¡Cuántos traidores encontraréis en vuestro camino! Pero no debéis odiarlos y devolverles mal por mal. De otra manera el Padre os odiará. Antes que vosotros Yo he sido objeto de Odio; se me ha traicionado y sin embargo, SIEMPRE HE PERDONADO.
Es importante el dominio de sí mismos y tolerar las ofensas, que es la manifestación más sublime de la Caridad. Esto solo lo pueden conseguir los que quieren que en su vida, no haya otra ley que la Ley del Amor, que Yo proclamé y practiqué en toda su realidad.
No podéis imaginar lo que significó para Mí, tener a la mesa al Traidor. Haberme dado a él en la Eucaristía. Humillarme ante él, al lavarle los pies. Tener que compartir con él, la Copa Ritual y poner mis labios en donde él había puesto los suyos.
Hay discusión sobre mi modo de haber muerto tan rápidamente. Es verdad que los golpes de la Flagelación enfermaron mi Corazón. Pero también es verdad que estaba enfermo y despedazado por el esfuerzo, de tener que soportar a mi lado al Traidor.
Ya desde la Cena empecé a morir físicamente.
Lo perdoné con mi silencio. Y lo amé al grado de que habría perdonado su Traición; si se hubiese arrepentido y venido a Mí, en lugar de suicidarse. Porque un espíritu vale tanto, que es digno de que se superen cualquier repugnancia y resentimiento.
El valor de un alma es tan grande, que aún a costa de morir por el esfuerzo, se debe perdonar para salvarla.
Y ese será siempre mi más grande dolor: NO HABER PODIDO SALVAR A JUDAS, PORQUE ÉL NO QUISO.
EL INFIERNO ESPERA A LOS QUE NO SABEN PERDONAR.
¿Se os calumnia? Amad y perdonad.
¿Se os golpea? Amad y perdonad. Presentad la otra mejilla a quién os abofetea.
¿Se os roba? Perdonad y regalad lo robado. Dad sin juzgar al culpable. Dios os recompensará y el inicuo pagará su pecado.
Ama a quién te odia. Ruega por quién te persigue. Justifica a quién te calumnia. Bendice a quién te maldice. Haz el bien a quien te hace daño. Sé pacífico con el furioso. Condescendiente con el que te desagrada.
No critiques. No juzgues. Tratad de amar y de haceros amar.
NO penséis en lo que pasó y rogad por los infelices que os han causado daño. PERDONADLOS.
Si perdonáis a los hombres en sus errores, también vuestro Padre de los Cielos os perdonará los pecados. Pero si tenéis rencor y NO perdonáis, tampoco vuestro Padre os perdonará. Si tú perdonas, Dios perdona. Es menester limpiar el corazón para obtener gracias. Debemos augurar al prójimo aunque sea malo, un mayor bien.
El Perdón es rocío en la sed ardiente del culpable. Es una humedad de lágrimas que es consuelo y lluvia de gracias celestiales; que trae consigo la limpieza y jugos vitales espirituales.
Dios perdona todo a quién lo ama con todo su ser. Y el Perdón de Jesús hace dignos de orar y de ser escuchados.
Perdonad al culpable, como Dios perdonó. Amadlo, porque con el dolor que os dio, os ha proporcionado un medio para merecer un premio mayor en el Cielo. Unid a lo que él os proporciona, el Perdón. Y vuestro premio será mucho mayor.
La mirada que se niega al pariente pobre o al amigo que ha caído en desgracia, es igual a un puñal que se ha clavado en medio del corazón. De igual modo la mirada de odio, la de desprecio, que se lanzan al enemigo o al mendigo.
Hay que perdonar y amar al enemigo, aunque la carne se rehúse a hacerlo. El perdón es amor del espíritu. No vengarse, es manifestación y mérito del espíritu. Haced a los demás, lo que queráis que se os hiciese. Y NO hagáis a otros, lo que no queráis para vosotros. ¡Amad! ¡Amad! ¡Amad!
Amad a amigos y a enemigos. Para que seáis semejantes a Mí. Amad por respeto a Mí, que Soy Creador de vuestros enemigos. Quiero que en vosotros exista la perfección del Amor.
Es inútil presentar ofrendas ante el altar, si antes no se han sacrificado en el interior del corazón, todos los rencores por amor a Dios y no se ha llevado a cabo el rito santísimo de saber perdonar.
Antes de presentar la ofrenda, haced la inmolación del amor propio y reconcíliate con tu hermano. Después trae tu ofrenda. Y solo entonces será santo tu sacrificio.
Vestid a los desnudos del espíritu, perdonando a quién os ofende. La ofensa es anti Caridad. La anti Caridad, despoja a Dios. Por eso el que ofende se desnuda y solo el perdón del ofendido lo vuelve a vestir. Porque lo trae hacia Mí y Yo estoy dispuesto a perdonar a quien ha sido perdonado.
Nadie hay que NO haya ofendido a Dios. Yo perdono al que perdona. Se os tratará como tratéis.
Perdonad por tanto, si queréis ser perdonados. Y os alegraréis en el Cielo, por la caridad que hayáis tenido.
EL INFIERNO ESPERA A LOS QUE NO SABEN PERDONAR.
Y pondré en las manos de quién fue generoso, una recompensa mucho mayor. No solo daré lo que disteis, sino mucho más. Cuando vosotros decís: ‘Padre pequé. Perdóname.’ Vosotros sentís cuán dulce es el Perdón.
Así como lo es también para Mí, el perdonar. Pensad en vuestra propia condición. Pensad en que vuestra intransigencia no se cambie en daño, al obligarMe a ser intransigente con vosotros. Sed misericordiosos para obtener misericordia.
Nadie puede considerarse sin pecado para que pueda ser inexorable con el pecador. Es preciso compadecer y perdonar. Porque si la vida del hombre es frágil, mucho más frágil es su bienestar.
No juzguéis el pecado de los culpables. Y NO os alegréis cuando lo estén expiando. PERDONAD PUES, PARA QUE SE OS PERDONE.
Es menester perdonar como Dios perdona. Por más dolor que os produzca, perdonad.
Perdonad siempre a quién os hace mal. Perdonad para ser perdonados; porque también habéis ofendido a Dios y a los hermanos.
El Perdón abre el Reino de los Cielos, tanto al perdonado como al que perdona. Como os comportéis, así seréis tratados.
PERDÓNANOS NUESTRAS OFENSAS, COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN…
Hay deudas materiales, morales y espirituales. Es una deuda material el dinero o la cosa que se restituye, porque se la prestaron a uno. Es una deuda moral la honra ofendida y no reparada; Como el amor pedido y no recibido. Es una deuda espiritual la obediencia a Dios, a quién pedir lo que se quiera siempre es poco. Es obediencia espiritual el amarlo.
El egoísta quiere tener pero no dar. Este es el antípoda del Cielo. Tenemos deudas con todos. ¡Hay de quien no perdona! No será perdonado. Dios NO PUEDE en Justicia, perdonar la deuda que tiene el hombre con Él, Ser Santísimo, si el hombre no perdona a su semejante.
Yo Soy el Cristo Salvador. De Mí está dicho que Soy el que llevará la Justicia entre las naciones. Es verdad. Porque si los ciudadanos de todos los países, hicieran lo que enseño; los odios, las guerras, los atropellos, tendrían fin.
EL INFIERNO ESPERA A LOS QUE NO SABEN PERDONAR.
LA DOCTRINA DEL AMOR Y DEL PERDON.
Compendia el Mandamiento de ser perfectos como el Padre Celestial es Perfecto. Amando a Dios y al prójimo. Y ser justos con el prójimo es todavía más difícil, que ser amantes de Dios. Porque Dios es Bueno y es fácil amar a quién es bueno.
Dios es Consuelo y es fácil amar a quién conforta y consuela. Dios es sostén y es fácil amar a quién sostiene. Dios es Perdón y es fácil amar a quién perdona. Dios es amor y es muy fácil amar a quién ama.
Pero el prójimo; frecuentemente es malvado, injusto, pronto a afligir y a aumentar nuestro dolor con sus incomprensiones, obstinaciones, escarnios y durezas. Fácil a abandonarnos si nos ve agobiados e infelices; cuando no se hace cómplice de quién nos oprime, para tiranizarnos y afligirnos todavía más.
Duro para perdonar cuando se cree injustamente ofendido o perjudicado por nosotros, aunque seamos inocentes. Es durísimo para perdonar, cuando ha sido probada la culpa. Y por todo eso, amarlo es muy difícil.
Pero está dicho: “Amad a aquellos que os odian y seréis hijos del Altísimo.” ¿Por qué? Porque este es el Amor Perfecto. La más grande semejanza e imagen con Dios.
Así como cada hijo asume la vida que el Padre le trasmite con los genes. Y son incancelables en la sangre o en el aspecto. En el carácter, más que en el apellido, la herencia física paterna en el ser. Así se asumen los principales atributos de Dios, aquellos que son su Esencia al asumir la vida misma de Dios.
Viviendo por Él, en Él y para Él. Y convirtiéndonos en verdaderos hijos; no por igualdad de naturaleza y sustancia. Sino por sobre naturalización de la criatura, que así se diviniza por su participación relativa a las acciones de Dios Uno y Trino. Y por semejanza, haciendo lo que Él hace siempre: amando.
El perdón es dulce. Los que perdonan son la réplica más acabada de Dios, puesto que Él perdonó y sigue perdonando.
Así es como el hombre se hace espiritual y debemos imitar a Jesús, porque una de las armas favoritas de Satanás es inocular el Odio y fermentar el rencor. Porque así la carne es terreno propicio para cultivar los vicios satánicos.
El Odio es el antagonista del Amor y en donde está el Odio, está Satanás. El Odio está siempre cubierto por la soberbia y muchas veces se disfraza con la más refinada hipocresía.
Se anida en los corazones vengativos y el corazón que odia, no puede amar a Dios. Y Dios NO puede estar en un corazón que odia.
El perdón es dulce. Los que perdonan son la réplica más acabada de Dios, puesto que Él perdonó y sigue perdonando. Así es como el hombre se hace espiritual y debemos imitar a Jesús, porque una de las armas favoritas de Satanás es inocular el Odio y fermentar el rencor.
Porque así la carne es terreno propicio para cultivar los vicios satánicos.
El Odio es el antagonista del Amor y en donde está el Odio, está Satanás.
El Odio está siempre cubierto por la soberbia y muchas veces se disfraza con la más refinada hipocresía. Se anida en los corazones vengativos y el corazón que odia, no puede amar a Dios. Y Dios no puede estar en un corazón que odia.
Continuará…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
21.- LA MAGNA OBRA DE LA REDENCION I
Mientras tanto en la Puerta del Cielo…
Leonardo, Adrián, Diego y los demás catecúmenos; escuchan atentos a una bella matrona romana. Alta, de cabellos oscuros, aspecto distinguido, de mediana edad; muy parecida a Fabiola. Su nombre es Plautina.
Su voz resuena clara como una campana, al exponer la Tercera Lección de la Doctrina Cristiana:
LA MAGNA OBRA DE LA REDENCIÓN
“Satanás penetró en el Edén para robarle al hombre, todo lo que Dios le había dado. Y no solo lo despojó de su riquísima herencia, también le mató el espíritu. Y le dio mortales heridas al alma corrompiendo el intelecto, la voluntad, los sentimientos, los instintos, suscitando apetitos culpables, destruyendo la Inocencia y la Gracia, afligiendo al Creador.
El Pecado dejó al hombre obtuso en la inteligencia del discernir el Bien y el Mal y en la Integridad. Como un humo se le había ofuscado la Verdad conocida.
Decaído de hijo adoptivo de Dios al grado de animal razonable, el hombre sentía por instinto que ‘matar’ era malo. Que corromperse en libídines obscenas debía estar mal. Pero no sabía distinguir hasta qué punto era mal el matar y cual la lujuria más abyecta a Dios.
Entonces Dios, después de haber castigado con el Diluvio, dio las primeras normas para ser menos violentos. Llamó a Sí a Moisés y le dio el Decálogo que reúne la Piedad y el Castigo.
Piedad para los débiles y castigo para los burladores que cumplen el Mal con todo conocimiento de causa. El Decálogo con su parte positiva: ‘Harás’. Y negativa: ‘No harás’ crea el Pecado con todas sus consecuencias.
Porque se peca cuando se quiere transgredir y el hombre después de la Ley, ya no tiene más la excusa de decir: ‘No sabía que era pecado.’
El Decálogo es Piedad, Castigo y Prueba. Como prueba era el Árbol que estaba en medio del Edén. Sin prueba no se puede aquilatar la cordura del hombre. Pero sobre los Diez Mandamientos de la Ley Perfecta, está la Perfección de la Ley, con los Dos Mandamientos del amor, dados por el Verbo Docente. Triple Amor a Dios: Amor del corazón, del alma, de la mente.
Porque Adán pecó con el corazón, (concupiscencia de la carne); con el alma, (concupiscencia del espíritu) con la mente, (concupiscencia de la razón); saliéndose del orden por abusar de los dones recibidos y ofendiendo a Dios con los mismos dones que había recibido de Él, para que el hombre pudiera asemejársele y serle causa de gloria.
Con las cosas que pecaron, debió ser reparado el Pecado, cancelada la ofensa y restablecido el orden violado.
Y EL VERBO SE HIZO CARNE PARA HACER ESTO.
Y para restituirnos la Gracia y la Verdad en medida plena, rebosante, inagotable.
Con cuanto pecó el primer hombre, el Hombre-Dios repara.
Y el Amor Encarnado y el Amor Virginal, los dos ofrecidos voluntariamente. Totalmente. Y consumados para que Dios fuese consolado y el hombre salvado.
La muerte de Abel hizo añicos el orgullo de Adán y las escorias expertas de Eva, en el más atroz alumbramiento a las tinieblas.
La muerte de Cristo hizo añicos el Pecado y mostró a la Humanidad el alumbramiento a la Gracia.
Por un solo hombre, el hombre conoció la muerte. Por el Hombre solo, el hombre conoce la Vida. Por Adán, la Humanidad ha heredado la Culpa y sus consecuencias. Por Jesús, Hijo de Dios y de María, la Humanidad hereda nuevamente la Gracia y sus consecuencias.
Todos eran pecadores al menos del pecado hereditario. Ser justos era una grave fatiga, porque la Gracia no estaba en los espíritus. El Templo era un nombre. Los ritos, una representación mímica. La invisible Presencia del Santo de los santos no era creída más que por los simples. Los pequeños entre el Pueblo que tenía el nombre de santo.
Todavía los sacerdotes y rabíes enseñaban que Dios estaba en el Templo: magnífico en su gloria, parlante a sus ministros.
Y es en esta hora que Jesús ha venido.
El Advenimiento de la hora de la Misericordia.
Pero no era solamente Hora de la Misericordia. Era también de Justicia. Justicia para Israel que ya no merecía más, ser el Pueblo de Dios. Otro pueblo debía ser elegido en su lugar: El Pueblo Cristiano.
El fin del Templo había llegado. La Ley Nueva, perfección de la antigua, se imponía; predicada a los hombres directamente por Dios. La Caridad de Dios se mostró en toda su plenitud a los hombres.
Dios es Infinitamente Bueno, Amoroso, Sabio, Paciente. Por estas perfecciones, Él dispuso al Redentor antes de que fuese el Pecado. Él ha puesto al alcance de todos el Cielo.
Y el Cielo es una conquista larga, muy dura, cierta. Solo para aquellos que perseveran en la buena voluntad, hasta el término de la existencia. Dios tiene todo Poder. Y Dios ha tenido misericordia. Y su alegría es comunicarse a los espíritus que anhelan al Dios Desconocido. Que no rechazan al Dios Ignorado que desean conocer.
Él ha amado a sus criaturas hasta dejar el Cielo por ellas.
REDIMIR = RESCATAR. Volver a comprar lo que antes se vendió o empeñó.
MESIAS = REDENTOR.
Si en una balanza se mete un peso desproporcionado al peso equilibrador, la balanza se inclina hacia un lado. Pero si se restablece el equilibrio, las dos partes de la balanza quedan alineadas.
Por el delito de uno, muchos perecieron. La balanza de Dios estaba solamente inclinada hacia la parte de la Justicia. Pero por el Sacrificio de Cristo, la Gracia y la Vida son dadas a todos los que creen en Jesús.
Y de esta manera el equilibrio no solo es restablecido, sino que dado el sacrificio del Hombre-Dios es de un valor infinito e infinitos los méritos del Cristo-Salvador. La balanza de Dios se inclina ahora hacia la Misericordia.
Y Misericordia y Perdón rebosan del plato colmado de la Sangre Divina, que fluye para la salud del mundo. Tanta fluye, cuanto más abundante es el Pecado. Para que la Gracia abundando venciese al Pecado. Y la Vida venza a la Muerte, muriendo para dar la Vida a los espíritus inmortales de los hombres. La Vida, o lo que es lo mismo: el Reino de Dios dentro de los hombres.
EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN DEL VERBO
Pareciese que Jerusalén fuese la más adecuada para el nacimiento del Rey de los Judíos. Pero…
Jerusalén ya no era santa. Llevaba aquel nombre, pero la corrupción llenaba todos sus estratos, porque aunque Dios le había colmado de bienes, había rechazado el más necesario: “El bien de la posesión de Dios.”
Y el Don que hubiera hecho grande a Jerusalén, le fue quitado.
Ni el Nacimiento, ni la Muerte de Cristo tuvieron lugar dentro de sus muros; sino solo el delito de la Condena de Cristo. Contra la cual también las piedras se rebelaron: rompiéndose en su muerte y sacudiéndose obedientes al Querer de Dios y después, cuando Jerusalén fue arrasada…
Verdaderamente solo quién ama con todo su ser, puede conocer el inefable Misterio que es la Encarnación del Verbo…
Siendo María la más santa de las criaturas que había habido en la tierra, emanaba la santidad como un astro encendido del que se escapan etéreos rayos de sobrenatural potencia.
Y Sacerdotisa regia y purísima fue la virgen ardiente de la caridad más pura y fuerte que criatura nacida de hombre, nunca tendrá.
Ella aceptó el ofrecimiento. Y el “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí como su Palabra quiere…” fue el ‘sea la Luz’ de la recreación del hombre, a hijo de Dios y heredero del Reino de los Cielos.
Dios se acercó a los hombres a través de Jesús. Y se hizo hombre para que el hombre pudiera conocerLo y contemplarLe sin temor.
CRISTO. Aquel que diviniza la materia, la glorifica y restituye a Adán a su dignidad original. Cristo reconstruye lo que estaba destruido. El cordero que revirginiza al hombre en la Inocencia y en la Gracia. Por su Caridad Humano-Divina, puede todo.
Pero Él, Perfección, no se ha limitado a enseñar que no hay amor más grande que el de aquel que muere por sus amigos. Él ha muerto. Éste es también el precepto implícito que con su ejemplo, Jesús ha dado.
DIOS QUERIA PERDONAR AL HOMBRE.
Porque lo amaba. Quería devolverle la Inmortalidad, la Posesión del Cielo.
Y prometió en el momento de la sentencia del castigo: “Yo pondré enemistades entre tú y la Mujer. Y entre su raza y la descendencia suya, Ella quebrantará tu cabeza y andarás asechando su calcañal.”
María nació sin la mancha del Pecado Original y amó como criatura alguna, jamás amará. María no conoció el Pecado y por eso es la Vencedora de Satanás.
Cristo viene de la Hora Perfecta. Los siglos la trasmitieron con voz siempre más clara, con pormenores más precisos. La Voz Divina, promesa de un Mesías Redentor y de la Mujer sin concupiscencia, que castigará al Prevaricador, alumbrando al Vencedor del Pecado y de la Muerte.
María: Pacífico Puente, que reúne Cielo y Tierra. La Eva Santa y Verdadera Madre generadora de Vida, de la Humanidad. La Amadísima que con su sola Presencia obtiene misericordia para los pecadores. Su amor perfecto. Su perfecta obediencia. Sacrificio de olor suave que aplaca la ira del Señor.
Arcoíris de Paz. La Corredentora es el dulce astro que resplandece a la Presencia de Dios, para recordarles que Él ha prometido Misericordia a los hombres. Y ha dado a su Hijo para que los hombres tengan Perdón.
El arco iris después del Diluvio fue visto solo por los justos que permanecieron vivos sobre la tierra; pero María en un sobreabundar de misericordia, será vista por muchos que justos no son.
Y su voz, su perfume, sus prodigios, son para justos y pecadores. Y felices aquellos que entre éstos últimos; se conviertan a la justicia, a la fe en Cristo, el cual es salvación.
EL AMOR DE DIOS
El amor de un Padre que sacrifica a su Verdadero Único Hijo, para salvar la vida de sus hijos adoptivos. Y de este amor es del que ha amado Dios. Ha sacrificado a su Unigénito, para salvar a la Humanidad Culpable.
Y Jesús dejó la libertad y la pureza que son la atmósfera del Cielo, privándose de ellos y descendiendo a la cárcel humana; para ayudar al hombre al que ama. Los redimidos por Cristo conocen todo el amor de Dios.
Y Cristo es este amor infinito que Él Mismo ha revelado con su Persona, con su Palabra, con su Ejemplo y sus acciones. Jesús es Verbo y Carne. Con el Verbo instruye. Con la Carne, Redime.
JESÚS ES EL MESIAS
Jesucristo tenía la voluntad libre. Como Dios Y como Hombre. Jesús no prevaricó. No abusó de ésta, su libre voluntad potente, para escapar de la Muerte en la Cruz. Si lo hubiera hecho, hubiera sido más Rebelde que Lucifer. Pero Cristo nunca fue rebelde.
Ninguna cosa, ni siquiera la natural repugnancia humana al suplicio, lo hizo tal. Porque sobre su Voluntad Libre, estaba y puso, la Voluntad del Padre. Y Él, el Perfectísimo Hijo Divino, de Naturaleza igual a la del Padre; no sacó ventaja.
Sino que con reverencial amor, siempre dijo al que lo había generado: ‘Hágase tu Voluntad’ Y Bondadoso y Obediente, ofrece y rinde sus poderes, para ser arrastrado al Sacrificio. Su voluntad libre la usó para ser Perfecto como Hombre, así como era Perfecto como Dios.
Dios no puede pecar siendo la Perfección. Pero su Segunda Naturaleza como Hombre, estuvo sujeta a tentaciones. Y las tentaciones son los medios para pecar, si no son rechazadas. Y duras tentaciones fueron lanzadas contra el Hombre.
Todo el Odio contra Él. Todo el Rencor, el Miedo, la Envidia del Infierno y de los hombres, contra Él. Contra el Fuerte al que sentían Vencedor, aunque tuviera la mansedumbre de un cordero.
Pero Jesús no quiso pecar. Hay que dar el reconocimiento a su Fortaleza. No pecó porque no quiso pecar. Y también por su Perfección en la Justicia contra todas las insidias y los eventos, Él ha confirmado ser el hijo de Dios.
Y la Justicia consiste en practicar el amor con heroísmo de santidad. La santidad de Jesús lo ha convertido en el Santo de los santos, porque como Hombre fue el Héroe que quiso ser: ‘Amen como Yo los he amado’.
Obedecer es el precepto que nos convierte en Cristianos.
JESÚS ES EL REDENTOR
El Hijo de del Hombre fue entregado en manos de los hombres, porque es el Hijo de Dios, pero también es el Redentor del Hombre. Y no hay Redención sin sufrimiento.
Él soportó el sufrimiento en la Carne y en la Sangre, para reparar los pecados de la carne y de la sangre. En lo Moral, para reparar los pecados de la Inteligencia y de las Pasiones. En lo espiritual, para reparar las culpas del corazón. Por todo esto, fue completa.
Y Jesús tomó sobre Sí, todas nuestras miserias y todos nuestros pecados. Los pasados, los presentes y los futuros…
Como si hubiese sido sumergido en un estercolero pútrido, quedó Jesús ante los Ojos del Padre y de Él se horrorizó el Altísimo; porque en ese momento al tomar sobre Sí todos los pecados del mundo acumulados en los siglos, se convirtió en el Pecado y en el Hombre Culpable.
Un diluvio de culpas sobre la Tierra, desde su principio hasta su fin. Un diluvio de maldiciones sobre el Culpable. Sobre la Hostia del Pecado.
Jesús sudó sangre por la agonía de ser el Maldito. Su corazón se trituró con el conocimiento de que en aquella Hora, no era el Verbo de Dios. Era solamente el Hombre. El Hombre Culpable.
Y todos los pecados los ha descontado sobre su Cuerpo Santísimo. Y para que el hombre volviera a revestirse en su alma, de la vestidura de bodas; Él se ha revestido de llagas, moretones, sangre, heridas que traspasaron su Cuerpo.
La Ira de Dios se abatió sobre Él. La Ira por nuestros infinitos pecados, desde el primer pecado hasta el último que será cometido. Y la Justicia ha clavado toda culpa en su Cuerpo Inocente.
Como ciervo perseguido por una turba de arqueros, Él ha sido perseguido por las flechas de Dios, para que toda culpa fuese expiada con su Sangre.
Con las torturas de su cuerpo mortal, extrajo la Maldad de toda la estirpe humana y empapado con su Sangre, nos lavó las culpas de la carne. Por esto fue aprehendido en Jerusalén.
Entregado a los sacerdotes, escribas y fariseos, que lo llevaron a los gentiles para que lo escarnecieran. Después de haber sido abofeteado, insultado, herido, escupido y arrastrado por las calles de Jerusalén como un harapo inmundo.
Y los gentiles, después de haberlo flagelado y coronado de espinas, lo condenaron a morir en una cruz con una muerte infame, como un vulgar malhechor.
El pueblo que lo había honrado con los hosannas el Domingo de Ramos, pidió su muerte y en su lugar, pidió el indulto de un asesino.
Y Dios lo permitió. Porque es el Cordero de Dios que expía por los pecados del mundo. Cargó sobre Sí con todas las culpas y con todos los dolores, para que el hombre fuese sanado. Más tarde llegó la Gloria, pero antes fue el Dolor. Más tarde llegó el derecho a juzgar, pero antes estuvo el deber de expiar.
En medio de un mar de Angustia, de un océano de Dolor; en el que su Madre y las almas-víctimas comparten, murió en un Patíbulo y tres días después por su Voluntad Divina, Resucitó.
Volvió a la Vida Eterna y Gloriosa como Hombre. Y volvió a la plenitud de ser Dios, con el Padre y el Espíritu Santo, después de haber padecido toda clase de afrentas y de ver su corazón atravesado por la Mentira y el Odio.
Entonces fue constituido Fundador del Nuevo Templo, en el que se encuentra la Fuente Santísima del Espíritu Septiforme. Pero antes Jesucristo fue la Víctima Inmolada que purificó la Casa de Dios.
La pareja Jesús-María es la destinada a anular todo lo que hicieron Adán-Eva y devolvieron al linaje humano al punto en que fue creado: reyes ricos en gracias y dones para una regeneración completa. Perfectos en Obediencia, en Amor y en Santidad.
Por una infidelidad de la Mujer, el género humano conoció el Pecado, el Dolor y la Muerte. Por la fidelidad de la Madre Santísima, la Virgen Inmaculada, el género humano ha obtenido la regeneración a la Gracia. Y por Ella, el Perdón; la Alegría Pura y la Vida.
Esta Gracia si bien no anula todas las consecuencias del Pecado Original, y que son el Dolor, la Muerte y los estímulos restantes para dar pena, miedo y batalla. Ayuda fuertemente a soportar el dolor presente con la esperanza del Cielo.
Ayuda a afrontar el miedo de morir, con el conocimiento de la Misericordia Divina. Ayuda a rehacer y domar los estímulos, con las ayudas sobrenaturales por los méritos de Cristo y los Sacramentos instituidos por Él.
Adán quedó mutilado de la Gracia y de la Vida sobrenatural, de la Inocencia, Integridad, Inmunidad, Inmortalidad y Ciencia. Y como cabeza de toda la Familia Humana, ha trasmitido su penosa herencia a todos sus descendientes.
Pero la Humanidad ha sido más afortunada. Por medio de Jesús-Salvador-Redentor, ha obtenido la curación.
Más todavía, la ‘recreación’ en la Gracia: la vida del alma. Y por los sacramentos por Él instituidos, las virtudes que éstos infunden.
Los dones del Espíritu Santo han obtenido también los medios para crecer siempre más en perfección, hasta alcanzar el culmen con la ‘supercreación’ que es la santidad.
Pero ni siquiera el sacrificio del Hombre-Dios que ha restituido la capacidad de amar, conocer y servir a Dios en esta vida y poseerlo con júbilo en la otra. Ha cancelado las cicatrices de las grandes heridas que el hombre se infirió voluntariamente.
Y especialmente de la Triple Concupiscencia que está siempre pronta a rehacerse llaga, si el espíritu no vigila teniendo sujetas las malas pasiones.
El hombre regenerado hijo de Dios por medio de Jesús, conoce esto que Adán no conocía. Conoce a cual inmensidad llega el Amor del Padre, que da a su Unigénito para cancelar con su Sangre, el decreto de condena de la Humanidad decaída por su Progenitor.
Nada de cuanto hay en la Creación debe estar privado de incentivos o de consecuencias buenas.
El mundo odió a Jesús sin motivo alguno. Cuando pensó destruirlo, hizo que el hombre regresara a Dios. La aparente victoria de Satanás, fue su verdadera derrota.
EL PRIMOGÉNITO
Jesús es el ‘Primogénito entre los muertos’ siguiendo el orden divino y humano.
Primogénito siguiendo el orden humano, porque Hijo por parte de Madre de Adán, que nació como debieron nacer todos los hijos de los creados por Dios: con procreación privada de Lujuria y de Dolor.
Por eso se le llama Hijo del Hombre, pues Él fue por línea humana el Hijo Primogénito (vivo en la Gracia) de Adán.
Primogénito del Padre siguiendo el orden divino, porque es el Hijo del Padre Celestial. Generado por Él y NO CREADO por Él. Generar quiere decir producir una vida. Crear quiere decir formar. El artista puede crear una obra; pero solo un padre y una madre, pueden generar una vida.
Nada impedía al Verbo de Dios aparecer entre los hombres, materializando su espíritu como un hombre adulto y amaestrar en la perfección de la Ley, repitiendo un prodigio que ya había realizado antes. (Génesis 18, 1-3)
Pero para la Justicia era necesario un Sacrificio.
Y Él quiso volverse un pequeño germen que madura en un seno de mujer. Y después, un pequeñín que llora y se amamanta para vivir. Pasando por todas las etapas de la vida: niño, adolescente, joven, hombre, al igual que cualquier nacido de mujer.
Y en el nacer y en el morir, fue igual a todos los hombres. Él, Dios; no quiso ser diferente de nosotros, puesto que por amor quiso convertirse en Hombre.
Las únicas diferencias estuvieron en su Perfección Humana y Espiritual, porque Él quiso conservarlas tales. Y en su Pasión que completó de manera tremenda: en el cuerpo, en la mente, en el corazón y en el espíritu, como ninguna criatura lo padeció.
Y Él para Sí lo quiso, aun siendo el Eterno Inocente, que ningún castigo merecía. Jesucristo amó tanto al hombre, hasta el extremo de odiarse a Sí Mismo y derramó toda su Sangre por nosotros.
Y para salvar al hombre, tomó un alma y descendió del Cielo, al seno de la Inmaculada.
El amor materno cuando es justo, es el amor más completo, más perfecto. El más alto de los amores de la Tierra. Para María no era solamente el amor de la madre que ama a la criatura que se forma en ella y que es el fruto del amor de dos criaturas.
María amaba a Dios en su Hijo, que había venido a Ella para hacerse Hombre en su carne. Miraba su vientre inviolado y veía que era la Custodia Viviente de Dios Vivo en Ella.
Sentía palpitar el otro corazón y sabía que era el Corazón de Dios, hecho Carne.
El Corazón de Jesús fue formado por el Espíritu Santo, generador de la Humanidad Santísima del Verbo: Dios conteniéndose a Sí Mismo, en la Perfección de la Perfección de Jesucristo.
El Corazón de Jesucristo formado por los Fuegos de la Caridad y los Lirios de la Purísima, testimonio del sublime aniquilamiento del Verbo, para que se perfeccione a Sí Mismo como Hombre, en la Caridad. ¿Habrá un Trono, un Altar, un Templo, más sagrado y más suyo que éste? Definitivamente, NO.
Él vino para perfeccionar la Ley y volverla clara con sus enseñanzas y practicable con su ejemplo. Él vino y tanto ha amado el Bien y rechazado el Mal, que aceptó morir para que el Bien triunfase en el mundo y en los corazones.
Y el Mal fuese vencido por la Sangre Divina.
Y con su sacrificio y su Redención obtuvo que los santos que NO REHÚSAN SEGUIRLO por el Camino de la Cruz, compartan con Él, la Gloria de la Resurrección. El Apóstol Juan fue el primero en comprender lo que había en el Corazón de Jesús.
Todos los santos son frutos de ese Corazón, del amor por ese Corazón. A los que no se separan de Él, Él los lleva al Cielo como una parte de Sí Mismo.
Jesús con su Muerte destruyó nuestra muerte y nuestras culpas las anuló con su Sangre. Él nos ha rescatado del Mal. Él lo ha dejado impotente para perjudicarnos en la vida futura, clavando nuestros males en la Cruz y filtrando nuestro espíritu a través de Él, para darnos la sanidad.
Y a cada alma en particular deificarla. Y al alcanzar la perfección, compartir con ella la gloria de la Resurrección.
Y la dulce voz de Jesús nos dice:
“Venid, mis brazos están abiertos. Sobre la Cruz me dolía el tenerlos clavados solamente porque no podía estrecharlos en torno a vosotros y bendecirlos. Pero ahora soy libre de atraerlos a mi Corazón. Mi boca tiene besos de Perdón y mi corazón tiene tesoros de Amor.
Dejad las riquezas injustas y venid a Mí, Riqueza Verdadera. Dejad los goces indignos y venid a Mí, Gozo Verdadero. ¡Cómo os sentiréis alegres, de una espiritual felicidad, si confiáis en Mí! Yo soy el Dios de la Paz. De Mí brotan todas las gracias.
Todo dolor en Mí se calma. Todo peso se vuelve ligero. Todos vuestros actos cumplidos en mi Nombre, se revisten de mi Belleza. Yo puedo daros todo si venís a mi Corazón y no de manera humana, sino sobrehumana, eterna, inefablemente dulce. No les digo que no conoceréis el Dolor. Lo he conocido Yo que Soy Dios. Pero les digo su dolor se volverá suave si lo sufres sobre mi Corazón…
Venid, dejad aquello que muere. Aquello que hace daño. Aquello que quiere el Mal. Venid a Mí que os amo. A Mí que sé dar las cosas que no perjudican y no mueren. Ayudadme con vuestra voluntad. La quiero para actuar no porque Yo la necesite. Sino porque es necesaria para vosotros, para merecer el Reino.
Venid. Ayudadme a rechazar al Infierno en el Infierno y a abriros el Cielo.
Yo comencé a consumar mi Sacrificio para vencer a Satanás, al Mundo y a la Carne, a partir del primer acto de mi Voluntad contra las voces de la carne, del mundo y de su Rey Tenebroso.
Morí a Mí Mismo para haceros vivir con mi ejemplo y morí sobre la Cruz para daros la Vida. Destinado a ser vuestro Pontífice Misericordioso, debía por experiencia propia conocer a la perfección las luchas del hombre y permanecer fiel delante de Dios a fin de enseñaros a permanecer fieles.
Recordadlo: YO TE AMO TAL COMO ERES EN ESTE MOMENTO…”
HERMANO EN CRISTO JESUS: