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295 EL JUICIO PERSONAL

295 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Jesús regresa con los apóstoles de una gira apostólica por las cercanías de Betania.

Debe haber sido una gira breve, porque no traen siquiera los talegos de las provisiones.

Vienen hablando entre ellos.

Dicen:
–       Ha sido un buen regalo el de Salomón el barquero.

¿No es verdad, Maestro?

Jesús responde: 

–       Sí, un buen regalo.

Judas disiente de los demás,

observando con desprecio:

–       No veo mucho de bueno en esa cosa.

Nos ha dado lo que ya a él, que es discípulo, no le sirve.

No hay motivo para ensalzarlo…

Simón Zelote, dice serio:

–       Una casa siempre viene bien.

–       Si fuera como la tuya.

Pero, ¿Qué es?

Una casucha malsana.

—      Es todo lo que tiene Salomón 

Pedro añade: 

–      Y de la misma forma que él allí se ha hecho viejo sin enfermedades,

podremos ir de vez en cuando nosotros.

¿Qué quieres?

¿Todas las casas como la de Lázaro? 

–       No quiero nada.

No veo la necesidad de este regalo.

Cuando se fuera a ese lugar, se podría estar en Jericó.

Están sólo a unos pocos estadios de distancia.

Para unos como nosotros, que parecemos gente perseguida,

obligados a caminar siempre,

 –      ¿Unos pocos estadios qué es?

Antes de que la paciencia de los otros falle, como ya claros signos lo avisan…. 

Jesús interviene:,

–       Salomón, en proporción a sus bienes, ha dado más que nadie.

Porque ha dado todo.

Lo ha dado por amor.

Lo ha dado para ofrecernos un cobijo en caso de que nos coja la lluvia,

en esa zona poco hospitalaria.

O en caso de una crecida del río.

Y sobre todo, en caso de que la mala voluntad judía, se haga tan fuerte que sea aconsejable

interponer entre ella y nosotros el río.

Esto por lo que respecta al regalo.

Y el que un discípulo, humilde y rudo, pero muy fiel y lleno de buena voluntad,

haya sabido llegar a esta generosidad, que denota en él la clara voluntad de ser para siempre

discípulo mío, me procura una gran alegría.

Verdaderamente veo, que muchos discípulos con las pocas lecciones que han recibido de Mí

os han superado a vosotros, que mucho habéis recibido.

Vosotros no me sabéis sacrificar, tú especialmente, ni siquiera eso que no cuesta nada:

el juicio personal…

Tú te lo conservas duro, resistente a cualquier flexión.

La posesión demoníaca perfecta NO PUEDE reverenciar a Dios, porque Satanás lo odia y a sus instrumentos, es lo que les trasmite…

Judas replica: 

–       Dices que la lucha contra uno mismo es la más costosa…

–       ¿Y con eso quieres decirme que me equivoco al decir que no cuesta nada?

¿Es así? 

¡Tú sabes bien lo que quiero decir!

Para el hombre -y verdaderamente eres un auténtico hombre- sólo tiene valor lo que es

comerciable.

El yo no se comercia a precio de moneda.

A menos que…

A menos que uno se venda a alguien esperando un beneficio.

Un tráfico ilícito, semejante al que el alma contrae con Satanás.

Es más, mayor, porque además de al alma abraza también al pensamiento,

juicio, o libertad del hombre, llámala como quieras.

Existen también estos desdichados…

Pero no pensemos en ellos por el momento.

He elogiado a Salomón porque veo todo lo bueno que hay en su acto.

Y basta así.

Hay un largo momento de silencio.

Luego Jesús continúa:

–       Dentro de algunos días Hermasteo podrá andar sin perjuicio.

Yo voy a volver a Galilea.

No vendréis todos conmigo.

Una parte se quedará en Judea y luego volverá arriba con los discípulos judíos,

de forma que estemos todos juntos para la fiesta de las Luces.

Los apóstoles comentan entre sí…

–      ¿Tanto tiempo?

–      ¿Y a quién le va a tocar? 

Jesús recoge el cuchicheo…

y responde:

–       Les va a tocar a Judas de Simón, a Tomás, a Bartolomé y a Felipe.

Pero no he dicho que haya que estar en Judea hasta la fiesta de las Luces.

Incluso quiero que recojáis o aviséis a los discípulos, para que estén para la fiesta de las Luces.

Por tanto, iréis, los buscaréis.

Los reunís y los avisáis.

Y mientras, les ponéis atención y les ayudáis en todo. 

Luego seguiréis mis pasos trayendo con vosotros a los que hayáis encontrado;

para los otros, dejáis dado el aviso de que vengan.

En estos momentos tenemos ya amigos en los principales lugares de Judea.

Nos harán este favor de avisar a los discípulos.

Después, en el camino de regreso hacia Galilea, por la Transjordania,

y sabiendo que Yo iré por Gerasa, Bosra, Arbela, hasta Aera;

vais recogiendo a todos los que a mi paso no se hayan atrevido a manifestar su petición

de doctrina o milagro y que luego hayan lamentado el no haberlo hecho.

Los conduciréis a Mí.

Estaré en Aera hasta vuestra llegada.

Judas dice: 

–       Entonces convendría salir en seguida.

–       No.

Saldréis al caer de la tarde del día anterior de mi partida.

Iréis donde Jonás, al Getsemaní.

Allí estaréis hasta el día siguiente.

Luego saldréis para Judea.

Así podrás ver a tu madre y le servirás de ayuda en este momento de contrataciones agrícolas.

–        Ya hace años que ha aprendido a arreglárselas por sí sola.  

Con una buena dosis de ironía,.

Pedro observa: 

–       ¿No te acuerdas de que el año pasado le eras indispensable para la vendimia?

Judas se pone más rojo que una amapola, afeado por su ira y vergüenza.

Pero Jesús sale al paso de cualquier posible respuesta hablando Él:

–       Un hijo siempre sirve de ayuda y de confortación a su madre.

Ya hasta Pascua, e incluso después, no te volverá a ver.  

Por tanto, ve y haz lo que te digo.

Judas no replica ya a Pedro,

pero descarga su rabia contra Jesús:

–       Maestro,

¿Sabes qué tengo que decirte?

Que tengo la impresión de que quieres deshacerte de mí; 

al menos separarme, porque tienes sospechas;

porque me crees injustamente culpable de algo, porque me faltas a la caridad,

porque…

Jesús ordena imperioso: 

–       ¡Judas!

¡Basta! Podría decirte muchas cosas.

Sólo te digo: «Obedece».

Jesús se muestra majestuoso al decir esto.

Alto, con mirada centelleante y rostro severo…

Hace temblar.

Judas también se atemoriza.

Se repliega y se pone el último de todos, mientras que Jesús se pone a la cabeza, solo.

Entre ambos, el grupo enmudecido de los apóstoles.

291 CORDERO Y PASTOR

291 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Y, como queriendo truncar toda discusión, se vuelve hacia los muros del Templo.

Pero un doctor de la Ley, que estaba sentado escuchando seriamente bajo el pórtico,

se levanta y se le pone delante para preguntarle:

–        Maestro,

¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?

Has respondido a los otros, respóndeme también a mí.  

Jesús responde cuestionando:

–        ¿Por qué quieres tentarMe?

¿Por qué quieres mentir?

¿Esperas que diga algo disconforme con la Ley por el hecho de que añado a la Ley conceptos

más luminosos y perfectos

¿Qué está escrito en la Ley?

¡Responde! 

¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?

–        Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas,

con toda tu inteligencia.

Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

–        Bueno, has respondido bien;

haz eso y obtendrás la vida eterna.

–      ¿Y quién es mi prójimo?

El mundo está lleno de gente buena y mala, conocida y desconocida, amiga y enemiga de Israel.

¿Cuál es mi prójimo

Jesús responde con otra parábola:

–         Un hombre, bajando de Jerusalén a Jericó,

en uno de los pasos estrechos de las montañas, se topó con unos ladrones. 

Éstos lo hirieron cruelmente, lo despojaron de todo cuanto llevaba, incluso de sus vestidos,

y lo dejaron más muerto que vivo en el borde del camino.

Pasó por ese mismo camino un sacerdote que había terminado su turno en el Templo.

¡Todavía perfumado de los inciensos del Santo!

¡Debería haber tenido también el alma perfumada de bondad sobrenatural y de amor,

pues que había estado en la Casa de Dios, casi en contacto con el Altísimo!

Este sacerdote tenía prisa de volver a su casa

Miró pues hacia el herido y no se detuvo.

Pasó ligero de largo y dejó al desdichado en la cuneta.

Luego, un levita. ¿Contaminarse, teniendo que servir en el Templo?

¡De ninguna manera!

Recogió su vestido para que no se manchase de sangre,

lanzó una mirada huidiza hacia el hombre que gemía en medio de su sangre

y aceleró el paso en dirección a Jerusalén, hacia el Templo.

El tercero que pasó, viniendo de Samaria, en dirección al vado, fue un samaritano.

Vio la sangre, se detuvo;

descubrió la presencia del herido en el crepúsculo que ya se iba espesando

se apeó del burro, se acercó al herido, lo confortó con un trago de vino generoso,

desgarró su manto para hacer vendas, le lavó las heridas con vinagre, se las ungió con aceite,

se las vendó con amor;

luego cargó al herido sobre su jumento,

guió con cautela al animal, sujetando al mismo tiempo al herido

y confortándolo con buenas palabras, sin preocuparse del cansancio,

sin enfado por el hecho de que el herido fuera de nacionalidad judía.

Cuando llegó a la ciudad, lo llevó a una posada y lo veló toda la noche.

Al alba, viéndolo mejorado, lo dejó en manos del posadero,

a quien pagó con antelación unos denarios y dijo

«Cuídalo como si se tratara de mí mismo.

A mi regreso te daré lo que hayas gastado de más.

Y con medida generosa, si haces bien las cosas».

Y se marchó.

Doctor de la Ley, respóndeme:

¿Quién de estos tres fue «prójimo» del que se topó con los ladrones?

¿Acaso el sacerdote?

¿Acaso el levita?

¿No lo fue, más bien, el samaritano?

Que no se preguntó quién era el infortunado, porque estaba herido, 

O si hacía mal en socorrerlo perdiendo tiempo y dinero.

y arriesgándose a ser acusado de haberlo herido él?

El doctor de la Ley respondió:

–         Fue «prójimo» éste, porque tuvo misericordia.

–        Haz tú lo mismo.

Así amarás al prójimo y a Dios en el prójimo y merecerás la vida eterna.

Jesús calla, su enseñanza ha terminado.

Ya ninguno se atreve a hablar.

Jesús aprovecha para ir donde las mujeres, que están esperando al pie de los muros; 

para ir con ellas de nuevo a la ciudad.

Ahora se han añadido al grupo de los discípulos un sacerdote de aspecto patriarcal y un levita muy joven. 

Pero Jesús está ahora hablando con su Madre -entre sí y ella, tiene a Margziam-,

y le pregunta

–       ¿Me has escuchado, Madre?

–      Sí, Hijo mío.

Y a la tristeza de María Cleofás se ha unido la mía.

Ella ha llorado, poco antes de entrar en el Templo…

–       Lo sé, Madre.

Y sé el motivo.

No debe llorar, sólo orar.

–       ¡Ora mucho!

Las noches pasadas dentro de su cabaña entre sus hijos dormidos, oraba y lloraba.

La oía llorar a través de la pared delgada de los ramajes adyacentes.

¡Ver a pocos pasos a José y a Simón, cercanos pero tan lejos!…

Y no es la única que llora.

Juana, que la ves tan serena, ha llorado en mi presencia…

–        ¿Por qué, Madre?

–         Porque Cusa…

Se comporta de una forma… inexplicable.

Un poco la complace en todo, un poco la rechaza en todo;

si están solos, donde nadie los ve, es el marido ejemplar de siempre;

pero si están con él otras personas, que sean de la corte…  

Se vuelve autoritario y despreciativo, para con su mansa esposa.

Ella no comprende por qué…

–       Te lo digo Yo.

Cusa es siervo de Herodes

Entiéndeme, Madre: «Siervo».

Esto no se lo digo a Juana para no apenarla.

Pero es así.

Cuando no teme la reprensión y el escarnio del soberano, es el buen Cusa;

cuando tiene motivo para temerlos, deja de serlo.

–        Es porque Herodes está muy irritado por Mannaém y…

–       Es porque Herodes ha perdido el juicio por el tardío remordimiento

de haber cedido a las peticiones de Herodías.

Pero Juana tiene ya mucho bien en la vida.

Debe, bajo la diadema, llevar su cilicio.

–        Analía también llora..

¿Por qué?

–       Porque su prometido se está poniendo contra Ti.

–      Que no llore.

Díselo.

Se trata de una resolución.

Es bondad de Dios.

Su sacrificio conducirá de nuevo a Samuel al Bien.

Por el momento esto la librará de presiones para la celebración del matrimonio.

Le prometí que la tomaría conmigo.

Me precederá en la muerte…

María exclama angustiada: 

–       ¡Hijo!…

 María palideciendo, aprieta la mano de Jesús. 

Jesús dice conciliador:   

–        ¡Mi querida Mamá!

Es por los hombres

Ya lo sabes.

Es por amor a los hombres.

Bebemos nuestro cáliz con buena voluntad, ¿No es verdad?

María traga las lágrimas,

y responde:

–       Sí.

Un «sí» acongojado, verdaderamente desgarrador.

Margziam levanta su carita,

y dice a Jesús:

–        ¿Por qué dices estas cosas feas que hacen sufrir a Mamá?

Yo no te voy a dejar morir

Te voy a defender como defendía a los corderos.

Jesús lo acaricia.

Y, para animar a los dos afligidos,

pregunta al niño:

–        ¿Qué harán ahora tus ovejitas?

¡No las echas de menos?  

–       ¡Pero si estoy contigo!

De todas formas pienso en ellas siempre,

y me pregunto: «¿Las habrá sacado a pastar Porfiria?,

¿Habrá tenido cuidado de que Espuma no se meta en el lago?»

Porque Espuma es muy vivaracho, ¿Sabes?

Su madre lo llama una y otra vez, ¡Pero nada!

Hace lo que quiere.

¡Y Nieve, que es tan glotona que come hasta que se siente mal!

Mira, Maestro… 

Yo entiendo lo que es ser sacerdote en tu Nombre,

lo comprendo mejor que los otros.

Y señalando con la mano a los apóstoles, que vienen detrás,

agrega:

–        Ellos dicen muchas palabras elevadas, hacen muchos proyectos… 

para el futuro.

Yo digo: «Seré pastor.

Seré para los hombres como con las ovejitas.

Será suficiente».

Mamá, nuestra Mamá,

me ha contado ayer un pasaje muy bonito de los profetas…

Y me ha dicho: «Exactamente así es nuestro Jesús».

Y yo dentro del corazón dije:

«Pues yo también seré exactamente así».

Luego le dije a nuestra Mamá:

«Por ahora soy cordero, pero luego seré pastor;

sin embargo, Jesús ahora es  Pastor.

Y… también Cordero.

Pero tú eres siempre la Cordera, sólo nuestra Cordera, blanca…

Bonita, encantadora, con palabras más dulces que la propia leche.

Por eso Jesús es tan Cordero: porque ha nacido de ti, Corderita del Señor.

Jesús se inclina y lo besa impetuosamente

Luego pregunta:

–        ¿Entonces verdaderamente quieres ser sacerdote?

–       ¡Sí, claro, mi Señor!

Por eso trato de hacerme bueno y de saber mucho.

Voy siempre donde Juan de Endor.

Me trata siempre como a un hombre.

Y con mucha bondad.

Quiero ser pastor de las ovejas descarriadas y de las no descarriadas.

Y médico-pastor de las heridas y de las que tengan algún miembro fracturado,

como dice el Profeta.

¡Qué bonito!».

Y el niño da un salto y choca las manos.  

Pedro se acerca y pregunta:

–     ¿Por qué está tan contento este curruco?

Jesús responde: 

–       Ve su camino.

Clarísimamente. Hasta el final.

Yo con mi «sí» consagro esta visión suya.

Han llegado.

Se paran delante de una casa que está en la zona del barrio de Ofel,

pero en un lugar más distinguido. 

Pedro pregunta:

–        ¿Nos detenemos aquí?

–       Esta es la casa que Lázaro me ha ofrecido para el banquete de alegría.

María ya está aquí.

–       ¿Por qué no ha venido con nosotros?

¿Por miedo a las burlas?

–       ¡No!

Ha sido una disposición mía.

–       ¿Por qué, Señor?

–       Porque el Templo es más susceptible que una esposa encinta.

Mientras pueda, no quiero provocar ningún choque.

Y no es por cobardía.

–       No te va a servir de nada, Maestro.

Yo en tu lugar no sólo chocaría con él, sino que lo echaría abajo del Moria

junto con todos los que viven dentro.

–       Simón, eres un pecador;

Se debe orar por los semejantes, no matarlos.

–        Yo soy pecador, pero Tú no... Y… deberías hacerlo. 

Jesús agrega con tristeza:

–        Habrá quien lo haga.

Cuando se colme la medida del pecado.

–        ¿Qué medida?

–        Una medida tan grande… 

Que henchirá el Templo y rebosará hacia Jerusalén.

No puedes comprender…

¡Marta, abre pues tu casa al Peregrino!  

290 PARÁBOLA DE LOS TALENTOS

290 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Jesús continúa enseñando lo que realmente significa seguirlo…

Eso es lo que debéis hacer vosotros antes de empezar la nueva vida

y de tomar partido contra el mundo.

Porque ser discípulo mío significa eso:

presentar batalla a la vortiginosa y violenta corriente del mundo, de la carne, de Satanás.

Si no os sentís con valor de renunciar a todo por amor a Mí,

no vengáis, porque no podéis ser discípulos míos.  

Un escriba que se ha mezclado en el grupo,

admite diciendo: 

–        Bien.

Lo que dices es verdad

Pero, si nos despojamos de todo, 

¿Con qué te servimos?

La Ley tiene prescripciones que son como monedas que Dios ha dado al hombre

para que, usándolas, se compre la vida eterna.

Dices: «Renunciad a todo» y mencionas el padre, la madre, las riquezas, los honores.

Dios ha dado también estas cosas y nos ha dicho, por boca de Moisés,

que las usáramos con santidad para aparecer justos ante los ojos de Dios.

Si nos quitas todo, ¿Qué nos das?

–        He dicho, rabí, que el verdadero amor.

Os doy mi doctrina, que no quita ni una iota a la antigua Ley; antes bien, la perfecciona.

–        Entonces todos somos discípulos iguales, porque todos tenemos las mismas cosas

–       Todos según la Ley mosaica

no todos según la Ley que perfecciono Yo según el Amor.

Pero no todos en ésta, alcanzan la misma suma de méritos.

Entre mis propios discípulos no todos obtendrán una suma de méritos igual;

y alguno de ellos, no sólo no alcanzara suma alguna;

sino que perderá incluso su única moneda: su alma.

–        ¿Cómo?

A quien más se le da, más le quedará.

Tus discípulos y más tus apóstoles, te siguen en tu misión.

Y conocen tu forma de actuar; han recibido muchísimo.

Mucho han recibido tus discípulos efectivos;

menos, los discípulos que lo son sólo de nombre.

Nada han recibido los que, como yo, te oyen sólo por una contingencia

Es evidente que en el Cielo los apóstoles tendrán muchísimo;

mucho, los discípulos efectivos; menos, los discípulos de nombre; nada, los que son como yo.

–        Humanamente es evidente.

Y humanamente puede ser también un mal.

Porque no todos son capaces de hacer  producir los bienes recibidos.

Escucha esta parábola, y perdona si adoctrino demasiado tiempo aquí;

pero es que Yo soy la golondrina que va de paso,

y estaré poco tiempo en la Casa del Padre, pues he venido para todo el mundo.

Y además, este pequeño mundo que es el Templo de Jerusalén,

no quiere dejarme recoger el vuelo y permanecer donde la gloria del Señor me llama.

–        ¿Por qué dices eso?

–        Porque es la verdad

El escriba mira a su alrededor y agacha la cabeza.

Ve que lo que ha dicho Jesús es verdad.

Lo ve en demasiados rostros de miembros del Sanedrín, rabíes y fariseos,

que han ido engrosando cada vez más la aglomeración de gente que hay en torno a El:

rostros verdes de bilis o purpúreos de ira;

miradas que equivalen a maldiciones y a esputos de veneno;

rencor en fermentación por todas partes; deseos de pegarle a Cristo,

que queda en deseo, sólo por miedo a los muchos que circundan al Maestro con devoción

y que están dispuestos a todo por defenderlo.

Miedo quizás también a represalias por parte de Roma,

que mira con benignidad al pacífico Maestro galileo.

Jesús reanuda sereno la exposición de su pensamiento con la parábola.

Y continúa:

–        Un hombre, antes de emprender un largo viaje y ausentarse por un largo período,

llamó a todos sus siervos y les confió todos sus bienes

A uno le dio cinco talentos de plata; a otro, dos de plata; a uno, uno sólo, de oro.

A cada uno según su grado y habilidad.

Y luego se marchó.

Entonces, el siervo que había recibido cinco talentos de plata negoció sagazmente sus talentos,

y, pasado un tiempo, le produjeron otros cinco.

E1 que había recibido dos talentos de plata hizo lo mismo, y dobló la suma recibida.

Pero el que había recibido más de su señor (un talento de oro puro),

víctima del miedo a no saber negociar, del miedo a los ladrones, a mil quimeras;

víctima sobre todo, de la holgazanería;

cavó un profundo hoyo en el suelo y escondió el dinero de su señor.

Pasaron muchos, muchos meses.

Volvió el amo.

Llamó enseguida a sus súbditos para que restituyeran el dinero que habían recibido, en depósito.

Vino el que había recibido cinco talentos de plata y dijo:

«Aquí tienes, mi señor. Me diste cinco talentos.

Me parecía mal no hacer producir lo que me habías dado;

así que me las he ingeniado para ganar otros cinco. No he podido más…».

El amo le respondió:

–          Bien, muy bien, siervo bueno y fiel.

Has sido fiel en lo poco, te has aplicado con buena voluntad, has sido honesto.

Te daré autoridad sobre muchas cosas.

Entra en la alegría de tu señor.

Luego vino el otro, el de los dos talentos,

y dijo

–        Me he permitido emplear tus bienes para beneficio tuyo.

Aquí tienes las cuentas para que veas cómo he empleado tu dinero. ¿Ves?

Eran dos talentos de plata. Ahora son cuatro.

¿Estás contento, mi señor?».

Y el amo dio a este siervo bueno la misma respuesta que había dado al primero.

Vino por último aquel que, por gozar de la máxima confianza del amo, había recibido el talento de oro.

Desenrolló el paño en que lo conservaba, lo sacó y dijo:

–        Me confiaste lo que tenía mayor valor, porque me juzgas prudente y fiel,

de la misma forma que yo sé que eres intransigente, exigente y que no toleras pérdidas de tu dinero,

sino que si te sobreviene la desgracia te resarces con quien tienes a tu lado,

porque, en verdad, cosechas donde no sembraste, recoges donde no esparciste,

siendo así que no perdonas un centavo ni al encargado de tus tierras ni a tu banquero, por ninguna razón

Tu dinero debe ser el que tú dices.

Ahora bien, yo, temiendo disminuir este tesoro, lo he cogido y lo he escondido.

No me he fiado de nadie, ni siquiera de mí mismo.

Ahora lo he desenterrado y te lo devuelvo.

Aquí tienes tu talento».  

El amo, airado respondió:

«¡Oh, siervo inicuo y holgazán!

Verdaderamente no me has amado porque no me has conocido,

ni has amado mi bienestar porque has dejado el talento improductivo.

Has traicionado la estima que había depositado en ti

Te desautorizas a ti mismo.

Por ti mismo te acusas y te condenas.

Sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido.

¿Por qué, entonces, no has obrado de forma que pudiera cosechar y recoger?

¿Así respondes a mi confianza?

¿Así me conoces?

¿Por qué no has llevado el dinero a los banqueros,

de forma que a mi regreso lo hubiera retirado con los intereses?

Te había instruido para ello con especial esmero, mas tú, necio holgazán, no lo has tenido en cuenta.

Te sea, pues, arrebatado el talento y todos los demás bienes;

que sean para el que tiene diez talentos»

Y muchos objetaron:

–       Pero tiene ya diez.

Y éste se queda sin nada… 

–        Eso es.

A quien tiene, y trabaja con eso que tiene, le será dado más, hasta que le sobre.

Pero a quien no tiene, porque no quiso tener, le será arrebatado incluso lo que se le dio.

Respecto al siervo parásito que ha traicionado mi confianza

y ha dejado improductivos los dones recibidos, arrojadlo de mi propiedad.

Y que se aleje con lágrimas en los ojos y remordimiento en el corazón.

Ésta es la parábola

Ves, rabí, que le quedó menos al que más tenía,

porque no supo merecer la conservación del don de Dios.

No se puede afirmar que uno de esos que llamas discípulos sólo de nombre,

que tienen poco con que negociar.

Y de los que, como dices, me escuchan sólo por una contingencia,

y que tienen la única moneda de su alma, no lleguen a poseer el talento de oro 

arrebatado a uno de los más beneficiados y sus frutos correspondientes.

Las sorpresas del Señor son infinitas, porque infinitas son las reacciones del hombre.

Veréis a gentiles que alcanzan la Vida Eterna, a samaritanos recibiendo el Cielo…

Y veréis a israelitas puros y seguidores míos perder el Cielo y la eterna Vida.

Jesús calla.

Y, como queriendo truncar toda discusión, se vuelve hacia los muros del Templo.

289 TOMAR LA CRUZ

289 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Es la Fiesta de los Tabernáculos.

Toda la comitiva apostólica ha llegado al Templo, para celebrar la Fiesta de los Tabernáculos.

Luego entran y casi enseguida, se topan con Nicodemo,

el cual hace un gesto respetuoso de saludo;

no se acerca a Jesús;

pero le dirige una sonrisa de avenencia llena de paz.

Las mujeres, no pudiendo ir más allá, se detienen.

Mientras, Jesús con los hombres va a la Oración, al lugar de los hebreos.

Y después que han cumplidos todos los ritos,

se vuelve para reunirse con los que lo esperan en el pórtico de los Paganos

Los pórticos, vastísimos y altísimos, están llenos de gente que escucha las lecciones de los rabíes.

Jesús se dirige a donde ve que están parados los dos apóstoles y los dos discípulos

que había mandado delante.

Enseguida se forma un círculo alrededor de Él;

a los apóstoles y discípulos se unen numerosas personas que estaban, acá o allá,

entre la muchedumbre que llena el patio marmóreo.

Tanta es la curiosidad, que hasta algunos alumnos de rabíes, algunos espontáneamente,

otros mandados por sus maestros, se acercan al círculo que se ciñe en torno a Jesús.

Él, sin rodeo alguno, dice:

–        ¿Por qué os apiñáis alrededor de Mí?

Responded.

Tenéis rabíes conocidos y sabios, bienquistos de todos;

Yo soy el Desconocido y el Malquisto.

¿Por qué, pues, venís a Mí?

Varios responden:

–        te amamos. 

–       «Porque tienes palabras distintas de los otros».

–       «Para ver tus milagros»

–       «Porque hemos oído hablar de ti»,

–        «Porque sólo Tú tienes palabras de vida eterna.

–        Porque tus obras corresponden a las palabras».

          Porque queremos unirnos a tus discípulos».

Jesús mira a cada uno según va hablando;

 como para traspasarlos con la mirada y leer los más ocultos sentimientos;.

Algunos no resisten esa mirada..

Se alejan o se esconden detrás de una columna o de gente más alta.

Jesús continúa:

—      Pero, ¿Sabéis qué quiere decir y qué es el hecho de seguirme?

Doy respuesta solamente a estas palabras, porque la curiosidad no merece respuesta.

Y porque quien tiene hambre de mis palabras, como consecuencia me ama y desea unirse a Mí

Por tanto, los que han hablado se clasifican en dos grupos:

Los curiosos, de los cuales no me ocupo.

Y los que ponen buena voluntad;

a éstos los adoctrino sin engaño, acerca de la severidad de esta vocación.

Venir a Mí como discípulo quiere decir:

Renuncia de todos los amores en aras de un solo amor: el mío.

Amor egoísta a  uno mismo: amor culpable a las riquezas, a la sensualidad o el poder;

amor justo a la propia esposa; santo, hacia la madre o el padre;

amor cariñoso de los hijos y a los hijos o hermanos:

todo debe ceder ante mi amor, si uno quiere ser mío.

En verdad os digo que mis discípulos han de ser más libres que las aves que extienden su vuelo

por el cielo, más libres que los vientos que recorren el firmamento sin ser detenidos

por nadie ni por nada;

libres, sin pesadas cadenas, sin vínculos de amor material,

sin siquiera las finas telarañas de las más leves barreras.

El espíritu es como una delicada mariposa enclaustrada dentro del capullo pesado de la carne;

su vuelo lo puede obstaculizar -o pararlo del todo- simplemente la irisada e impalpable

tela de una araña:

la araña de la propia sensibilidad, de la falta de generosidad en el sacrificio.

Quiero todo, sin reservas

El espíritu tiene necesidad de esta libertad de dar, de esta generosidad de dar,

para poder estar seguro de no caer en la telaraña de las inclinaciones, costumbres, reflexiones,

miedos, tejido todo ello como otros tantos hilos de esa monstruosa araña

que es Satanás, Ladrón de almas.

Si uno quiere venir a Mí y no odia santamente a su padre, a su madre, su mujer y sus hijos,

a sus hermanos y hermanas e incluso la propia vida, no puede ser discípulo mío.

He dicho: «odia santamente».

En vuestro corazón decís: «El odio -Él lo enseña- no es jamás santo. Por tanto, se contradice».

No. No me contradigo.

Digo que se odie lo grave del amor, la pasionalidad terrenal del amor al padre y a la madre,

a la esposa y a los hijos, a los hermanos y hermanas, a la propia vida

pero ordeno que se ame, con la libertad ingrávida propia de los espíritus:

a los padres y la vida.

Amadlos en Dios y por Dios, no posponiendo jamás a Dios,

no posponiéndolo a ellos, ocupándoos y preocupándoos, de conducirlos a donde

el discípulo ha llegado, o sea, a Dios Verdad.

Así amaréis santamente a los padres y a Dios.

Y conciliaréis los dos amores.

Y haréis de los vínculos de la sangre no un peso sino alas, no culpa sino justicia.

Debéis estar dispuestos a odiar también vuestra vida para seguirme a Mí.

Odia su vida aquel que, sin miedo a perderla o a que sea humanamente triste, la pone a mi servicio

Pero es sólo apariencia de odio, un sentimiento erróneamente llamado «odio»

por la mente del hombre que no sabe elevarse,

del hombre todo terrenal, superior en poco a los animales.

En realidad, este aparente odio, que es el negar las satisfacciones sensuales a la existencia

para dar cada vez más amplia vida al espíritu, es  amor;

amor es y del más alto que existe, del más bendito.

Negarse las bajas satisfacciones, prohibirse la sensualidad de los deseos,

atraerse reprensiones y comentarios injustos, arriesgarse a sufrir castigos, rechazos,

maldiciones, quizás persecuciones, 

 todo esto es una serie continua de penas

Porque Satanás siempre nos arrebata y NOS ATACA CON LO QUE MÁS AMAMOS…

Mas es necesario abrazarse a ellas e imponérselas como una cruz.

Un patíbulo en que expiar todos los pecados pasados;

para presentarse uno justificado ante Dios;

un patíbulo del cual se obtienen todas las gracias, verdaderas, poderosas,

santas gracias de Dios para aquellos a quienes amamos.

Quien no carga con su cruz y no me sigue;

quien no sabe hacer esto, no puede ser discípulo mío.

Por tanto, los que decís: «Hemos venido porque queremos unirnos a tus discípulos»

pensadlo mucho, mucho.

No es vergüenza, sino sabiduría, sopesarse, juzgarse y confesar, a sí mismo y a los demás:

«No tengo la aptitud del discípulo».

«Conócete a tí mismo, tórnate consciente de tu ignorancia y entonces serás sabio.»

Los paganos, como base de una de sus disciplinas, tienen la necesidad de «conocerse uno a sí mismo».

¿Acaso vosotros, israelitas, no vais a saber hacerlo para conquistar el Cielo?

Porque -recordad esto siempre: 

Bienaventurados los que vienen a Mí.

Pero, si venís para luego traicionarme a Mí y al que me ha enviado,

mejor es no venir para nada y seguir siendo hijos de la Ley como habéis sido hasta ahora.

¡Ay de aquellos que primero dicen: «Voy» y luego, traicionando la idea cristiana,

escandalizando a los pequeños y buenos.

¡Perjudican al Cristo!

¡Ay de ellos!..

¡Y los habrá, siempre los habrá! 

Sed, pues, como aquel hombre que, queriendo edificar una torre,

primero calcula atentamente los gastos necesarios y hace balance de su dinero,

para ver si tiene los medios para concluirla.

Y no verse obligado, una vez echados los cimientos, a suspender la obra por falta de dinero.

Si esto sucediera, perdería incluso lo que tenía primero y se quedaría sin torre y sin talentos;

a cambio atraería hacia sí las burlas del pueblo, que diría:

«Éste empezó a edificar, pero no pudo concluir;

ahora tendrá que llenar su estómago con los restos de su construcción inacabada».

Sed también -sacando así enseñanza sobrenatural de los pobres-hechos de este mundo-

como los reyes de la Tierra, que, cuando quieren hacer la guerra a otro rey

examinan todo con calma y atención, los pros y los contras;

meditan si lo que van a sacar con la conquista les compensa o no el sacrificio de las vidas de sus súbditos;

estudian si es posible conquistar el lugar, 

estudian la posibilidad de victoria de su ejército…

(numéricamente la mitad del de su rival pero más combativo);

y, si, lógicamente, ven que es improbable que diez mil venzan a veinte mil,

entonces, antes de que estalle la batalla, mandan al encuentro de su rival,

-que ya está en guardia a causa de las operaciones militares del otro

una embajada con ricos presentes

y lo amansan, lo apaciguan con pruebas de amistad,

para anular sus sospechas,

en fin firman un tratado de paz, que siempre es más ventajoso,

humana y espiritualmente, que una guerra. 

287 EL REGRESO DE LOS 72

287 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

En el largo crepúsculo de un sereno día de Octubre, regresan los setenta y dos discípulos

con Elías, José y Leví.

Cansados, llenos de polvo…

¡Pero, qué dichosos!

Dichosos los tres pastores por poder ya servir libremente al Maestro;

dichosos también de estar -después de tantos años de separación- unidos a sus compañeros de antaño;

dichosos los setenta y dos, por haber desarrollado bien su primera misión:

los rostros resplandecen más que las lamparillas que iluminan las cabañas

construidas para este numeroso grupo de peregrinos.

En el centro está la cabaña de Jesús.

Dentro de ella, María con Margziam, que le ayuda a preparar la cena;

alrededor, las cabañas de los apóstoles.

En la de Santiago y Judas está María de Alfeo;

en la de Juan y Santiago, María Salomé con su marido;

en la que esta pegando a esta última, Susana con su marido,

que no es ni apóstol ni discípulo…

Oficial, pero que debe haber hecho valer su derecho de estar allí,

sobre la base de haber concedido a su mujer ser toda de Jesús.

Luego, alrededor, las de los discípulos, quién con familia, quién sin ella;

los que están solos -los más- se han agregado a uno o más compañeros.

Juan de Endor ha tomado consigo al solitario Hermasteo,

pero ha tratado de acercarse lo más posible a la cabaña de Jesús;

así es que Margziam va a menudo donde él, a llevar esto o aquello,

o a alegrarle con sus palabras de niño inteligente y feliz de estar con Jesús, María y Pedro,

y además en una fiesta.

Terminada la cena, Jesús se encamina hacia las laderas del monte de los Olivos.

Los discípulos le siguen en masa.

Aislados del runrún y la multitud, después de orar en común,

informan a Jesús más ampliamente de cuanto no han podido hacerlo antes

en medio de unos que iban y otros que venían.

Se revelan asombrados y contentos, mientras dicen:

–       ¿Sabes, Maestro, que por la fuerza de tu Nombre,

hemos dominado no sólo las enfermedades sino incluso a los demonios?

¡Qué cosa, Maestro!

¡Nosotros, nosotros, unos pobres hombres, por el simple hecho de que nos habías enviado Tú

podíamos liberar al hombre del espantoso poder de un demonio!…

y narran muchos casos, sucedidos en uno u otro lugar.

Sólo de uno dicen:

–       Sus familiares, para más exactitud su madre y unos vecinos,

lo trajeron a la fuerza a nuestra presencia.

Pero el demonio se burló de nosotros diciendo:

«He vuelto aquí por voluntad suya, después de que Jesús Nazareno me había expulsado,

y ya no me vuelvo a marchar de él, porque me ama más a mí que a vuestro Maestro

y me ha buscado de nuevo».

Y, de repente, con una fuerza irresistible, arrancó al hombre de las manos del que lo sujetaba

y lo arrojó por una escarpada.

Corrimos a ver si se había reventado

Qué va, hombre!

Corría como una joven gacela, profiriendo blasfemias y palabras burlescas

que ciertamente no eran de este mundo…

Sentimos compasión de la madre…

¡Pero él! ¡Pero él! ¿Pero puede hacer eso el demonio?

Jesús dice afligido:

–       Eso y más todavía.

–       Quizás si hubieras estado Tú…

–       No.

A ese hombre le había dicho: «Ve y no quieras volver a caer en tu pecado».

Ha querido.

Era consciente de querer el Mal y ha querido.

Está perdido.

El que sufre posesión por su primitiva ignorancia es distinto del que se deja poseer

sabiendo que, haciéndolo, se vende de nuevo al demonio.

No habléis de él.

Es un miembro amputado sin esperanza.

Es un voluntario del Mal.

Alabemos, más bien, al Señor por las victorias que os ha dado.

Yo sé el nombre del culpable y los nombres de los salvados.

Veía a Satanás caer del Cielo como un rayo por vuestro mérito unido a mi Nombre.

Porque he visto también vuestros sacrificios, vuestras oraciones,

el amor con que ibais a los desdichados para cumplir lo que Yo había indicado.

Habéis obrado con amor y Dios os ha bendecido.

Otros harán lo mismo que hacéis vosotros, pero sin amor,

y no obtendrán conversiones…

Mas no os alegréis por haber dominado a los espíritus,

alegraos porque vuestros nombres están escritos en el Cielo.

No los borréis jamás de allí…

–      Maestro,

¿Cuándo vendrán esos que no van a obtener conversiones?

¿Quizás cuando ya no estés con nosotros? 

–       No, Agapo.

En todo tiempo.

–        Es decir, ¿Incluso mientras nos adoctrinas y nos amas?

–        Sí.

Amaros, os amaré siempre, aunque estéis lejos de mí.

Mi amor llegará siempre a vosotros y lo sentiréis.

–        ¡Es verdad!

Yo lo sentí una tarde que estaba preocupado por no saber qué responder

a las preguntas de uno.

Ya estaba para marcharme avergonzado.

Pero me acordé de tus palabras:

«No temáis. En su momento se os darán las palabras que habréis de decir»,

te invoqué con mi espíritu.

Dije: «Sin duda Jesús me ama, así que pido el auxilio de su amor»

y me vino el amor…

Como un fuego, una luz… una fuerza…

El hombre estaba frente a mí, y me observaba y sonreía maliciosamente con ironía,

haciendo guiños a sus amigos;

se sentía seguro de vencer la disputa.

Abrí mi boca y fue como un torrente de palabras que salía con gozo de mi necia boca.

Maestro, ¿Viniste realmente o fue una ilusión?

No lo sé.

Sé que, al final, el hombre – y era un escriba- se ha arrojado a mi cuello diciéndome:

“Bienaventurado tú y quien te ha conducido a esta sabiduría».

Me pareció una persona deseosa de buscarte. ¿Vendrá?

–       La idea del hombre es lábil como palabra escrita en el agua,

su voluntad se mueve cual ala de golondrina que revolotea en busca de la última comida del día.

De todas formas, ora por él…

Y… sí, fui a ti.

Y como tú, me tuvieron también Matías y Timoneo, Juan de Endor, Simón, Samuel y Jonás.

Quién advirtió mi presencia, quién no la advirtió; pero he estado con vosotros,

y estaré con quien me sirva en amor y verdad, hasta el final de los siglos.

–       Maestro, no nos has dicho todavía si entre los presentes habrá personas sin amor…

–       No es necesario saberlo.

Sería falta de amor por mi parte, indisponeros hacia un compañero que no sabe amar.

–       ¿Pero hay?

Esto sí lo puedes decir…

–        Hay.

El amor es la cosa más sencilla, dulce e infrecuente que hay;

no siempre arraiga, aunque haya sido sembrado.

–        Pero, si no te amamos nosotros,

¿Quién te puede amar?

Casi hay indignación en los apóstoles y discípulos, que se alborotan, descontentos,

por la sospecha y el dolor.

Jesús baja los párpados.

Y con sus ojos cela también su mirada para que no señale a nadie.

Eso sí, hace su gesto de resignación, el gesto dulce y triste de sus manos,

que se abren con las palmas hacia arriba;

su gesto de resignada confesión, de resignada constatación,

y dice:

–        Así debería ser.

Pero no es así.

Muchos todavía no se conocen.

Pero Yo sí los conozco y siento compasión de ellos.

Pedro pregunta:

–        ¡Oh!

¡Maestro, Maestro!

¿No seré yo, eh? 

Mientras se pega literalmente a Jesús, aplastando al pobre Margziam entre sí y el Maestro.

Y echa sus brazos cortos y robustos a los hombros de Jesús.

Y lo agarra y lo menea, enloquecido por el terror de ser uno que no ama a Jesús.

Jesús abre sus ojos, luminosos a pesar de estar tristes.

Y mira el rostro interrogativo y aterrorizado de Pedro,

y le dice:

–        No, Simón de Jonás, tú no eres;

tú sabes amar y sabrás amar cada vez más;

tú eres mi Piedra, Simón de Jonás,

una buena piedra, sobre la cual apoyaré las cosas que más quiero.

y estoy seguro de que las sostendrás imperturbable.

–       ¿Y entonces?,

–       ¿Yo?,

–       ¿Yo?

Las preguntas se repiten de boca en boca, como el eco.

–        ¡Calma!

¡Calma! Estad tranquilos y esforzaos en poseer todos el amor.

–        Pero, de nosotros,

¿Quién sabe amar más?

Jesús extiende su mirada (una caricia sonriente) a todos…

luego baja su mirada y la posa en Margziam, que sigue apretado entre Él y Pedro,

y apartando un poco a Pedro y poniendo al niño de cara a la pequeña muchedumbre,

dice:

–        Éste es el que más sabe amar de vosotros.

El niño.

No os acongojéis, de todas formas,

los que tenéis ya barba en la cara e hilos canos en los cabellos.

Todo el que renace en Mí se hace «un niño».

¡Marchaos en paz!

Alabad a Dios, que os ha llamado,

porque verdaderamente veis con vuestros ojos los prodigios el Señor.

Bienaventurados los que vean lo que vosotros veis.

Porque os digo que muchos profetas y reyes anhelaron ver lo que vosotros veis y no lo vieron,

y muchos patriarcas habrían querido saber lo que vosotros sabéis y no lo supieron,

y muchos justos habrían querido escuchar lo que vosotros oís y no pudieron escucharlo.

Mas, de ahora en adelante, los que me amen sabrán todo.

–       ¿Y después, cuando te vayas, como dices?

–       Después hablaréis vosotros por mí.

Y luego…

¡Oh, las grandes formaciones, no por número sino por gracia,

de los que verán, sabrán y escucharán lo que vosotros ahora veis, sabéis y oís!

¡Oh, las grandes, amadas formaciones de mis «pequeños-grandes»!

¡Ojos eternos, mentes eternas, oídos eternos!

¿Cómo explicaros a vosotros que estáis en torno a mí lo que será este eterno vivir

-más que eterno, sin medida- de los que me amarán y por mí serán amados

Nacimiento del Estado de Israel 14 de mayo de 1948

hasta el punto de abolir el tiempo, y serán los «ciudadanos de Israel»

aunque vivan cuando ya Israel no sea sino un recuerdo de nación-,

los contemporáneos de Jesús vivo en Israel?

Estarán conmigo, en Mí,

hasta el punto de conocer lo que el tiempo ha borrado y la soberbia ha confundido.

¿Qué nombre les daré?

Vosotros apóstoles, vosotros discípulos, los creyentes serán llamados «cristianos».

¿Y éstos? ¿Qué nombre tendrán éstos?

Un nombre conocido solamente en el Cielo.

¿Qué premio tendrán ya en la Tierra? Mi beso, mi voz, el calor de mi carne.

Todo, todo, todo Yo mismo. Yo, ellos. Ellos, Yo.

20. y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí. GÁLATAS 2

¡La comunión total…

Podéis iros.

Yo me quedo aquí a deleitar mi espíritu en la contemplación de mis futuros conocedores

y amantes absolutos.

La paz sea con vosotros.

285 SETENTA VECES SIETE

285 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Transcurrida la comida y después de haber saludado a los pobres.

Jesús continúa con los apóstoles y discípulos en el jardín de la casa de María de Magdala.

al límite de éste a sentarse, al lado mismo de las tranquilas aguas del lago,

donde unas barcas de vela se mueven en busca de pesca.

Pedro, que está observando,

comenta:

–       Tendrán buena pesca.  

Jesús responde:

–       Tú también tendrás buena pesca, Simón de Jonás.

–       ¿Yo, Señor?

¿Cuándo?

¿Te refieres a que vaya a pescar para procurarnos comida para mañana?

Voy inmediatamente

y…

–       No tenemos necesidad de comida en esta casa.

La pesca tuya es futura, y en el campo espiritual.

Y contigo serán también magníficos pescadores la mayor parte de los presentes.  

Mateo pregunta:

–       ¿No todos, Maestro?

–       Los que, perseverando…

Vengan a ser sacerdotes míos tendrán buena pesca.

No todos.

Santiago de Zebedeo. pregunta: 

–        ¿Conversiones, no? 

–        Convertir…

Perdonar, guiar hacia Dios…

¡Muchas cosas!

–       Maestro…

Antes has dicho que a uno que no preste oídos a su hermano,

ni siquiera en presencia de testigos se le lleve a que le aconseje la sinagoga.

Ahora bien, si he entendido bien lo que nos has dicho desde que nos conocemos,

me parece que la sinagoga va a ser sustituida por la Iglesia, eso que vas a fundar.

Entonces, ¿A dónde vamos a ir para que aconsejen a los hermanos cabezotas?

–        A vosotros mismos…

Porque vosotros seréis mi Iglesia.

Por tanto, los fieles se dirigirán a vosotros, bien sea para que los  aconsejéis

en un asunto propio, bien sea para que les deis un consejo para terceros.

Os digo más aún: no sólo podréis dar consejos,

sino que podréis incluso absolver en mi Nombre.

Podréis liberar de las cadenas del pecado y vincular a dos que se aman

haciendo de dos una sola carne.

Y cuanto hagáis será válido ante los ojos de Dios como si hubiera sido el mismo Dios

quien lo hubiera hecho.

En verdad os digo: lo que atéis en la tierra será atado en el Cielo,

lo que desatéis en la tierra será desatado en el Cielo.

Y os digo también esto, para que comprendáis la potencia de mi Nombre,

del amor fraterno y de la oración:

si dos discípulos míos, quiero decir ahora todos aquellos que crean en el Cristo

se reúnen para pedir cualquier cosa justa, en mi Nombre, mi Padre se la concederá.

Gran poder tiene, efectivamente, la oración; gran poder, la unión fraterna;

grandísimo, infinito poder, mi Nombre y mi Presencia entre vosotros.

Donde dos o tres se reúnan en mi Nombre, efectivamente, Yo estaré en medio de ellos,

y oraré con ellos, y mi Padre no dirá que no a quien conmigo ora.

Porque muchos no obtienen porque oran solos,

porque oran por motivos ilícitos, con orgullo o con pecado en su corazón.

Lavad vuestro corazón, para que pueda estar con vosotros;

luego orad, y seréis escuchados.

Pedro está pensativo.

Jesús se da cuenta y le pregunta el porqué.

Pedro explica:

–        Estoy pensando en la magnitud de la responsabilidad que se nos asigna.

Y siento miedo, miedo de no saber hacerlo bien.

–        Efectivamente, Simón de Jonás.

O Santiago de Alfeo o Felipe, y así los demás; no sabrían hacerlo bien;.

Pero el sacerdote Pedro, el sacerdote Santiago, el sacerdote Felipe o Tomás, sabrán hacerlo bien,

porque obrarán junto con la divina Sabiduría.

¿Cuántas veces deberemos perdonar a un hermano?

¿Cuántas, si pecan contra los sacerdotes?

¿Cuántas, si pecan contra Dios?

Porque, si sucede como ahora, sin duda pecarán contra nosotros,

visto que pecan contra Ti tantísimas veces. 

Dime si debo perdonar siempre o sólo un determinado número de veces;

por ejemplo, ¿Siete veces?, ¿O más?

–        No te digo siete, sino setenta veces siete;

un número sin medida, porque el Padre también os perdonará a vosotros

(a vosotros, que deberíais ser perfectos) muchas veces,

un número grande de veces

Pues bien, debéis ser con los demás como el Padre es con vosotros,

porque representáis a Dios en la tierra.

Es más, oíd esta parábola que os voy a exponer y que servirá para todos.

Y Jesús, que estaba rodeado solamente por los apóstoles,

en un pequeño quiosco de boj,

se dirige hacia los discípulos, que, respetuosamente, están en grupo en una plazoleta

embellecida con un pilón, lleno de agua cristalina.

La sonrisa de Jesús es una señal de que va a hablar;

así que, mientras Él camina, con su paso lento y largo por lo cual, sin apresurarse, recorre mucho

espacio en poco tiempo, los discípulos se llenan de alegría…

Y cual niños reunidos en torno a alguien que los hace felices, se cierran en círculo:

es una corona de rostros atentos.

Jesús, se adosa a un alto árbol y empieza a hablar.

–         Cuanto he dicho antes a la gente debe ser perfeccionado para vosotros,

que sois los elegidos de entre la gente.

E1 apóstol Simón de Jonás me ha dicho:

«¿Cuántas veces debo perdonar? ¿A quién? ¿Por qué?».

Le he respondido en privado.

Ahora voy a repetir para todos mi respuesta en aquello que es justo que sepáis ya desde ahora.

Escuchad cuántas veces y cómo y por qué se tiene que perdonar.

Hay que perdonar como perdona Dios,

el cual, si uno peca mil veces, pero se arrepiente, mil veces perdona;

le basta ver que en el culpable no hay voluntad de pecar,

no hay búsqueda de lo que hace pecar,

sino que el pecado es sólo fruto de una debilidad del hombre.

En el caso de persistencia voluntaria en el pecado,

no puede haber perdón por las culpas cometidas contra la Ley.

Pero vosotros perdonad el dolor que estas culpas os produzcan individualmente.

Perdonad siempre a quien os haga un mal.

Perdonad para ser perdonados,

porque también vosotros tenéis culpas con Dios y con los hermanos.

El perdón abre el Reino de los Cielos tanto al perdonado cuanto al que perdona;

asemeja a lo que sucedió entre un rey y sus súbditos: 

Un rey quiso hacer cuentas con sus súbditos.

Los llamó, pues, uno a uno, empezando por los que estaban más arriba.

Vino uno que le debía diez mil talentos.

Pero este súbdito no tenía con qué pagar el anticipo que el rey le había prestado para 

que se construyera la casa y adquiriese todo tipo de cosas que necesitara,

porque verdaderamente no había administrado -por muchos motivos, más o menos justos-

solícitamente la suma que había recibido para estas cosas.

El rey-amo, indignado por la holgazanería de su súbdito y por la falta a su palabra,

ordenó que fueran vendidos él, su mujer, sus hijos y cuanto poseía,

hasta que quedase saldada la deuda.

Pero el súbdito se echó a los pies del rey, llorando y suplicando, le rogaba:

«Déjame marcharme.

Ten un poco de paciencia y te devolveré todo lo que te debo, hasta el último denario».

El rey, movido a compasión por tanto dolor -era un rey bueno-, no sólo aceptó esto,

sino que, habiendo sabido que entre las causas de la poca diligencia y de no pagar

había también enfermedades, llegó incluso a condonarle la deuda.

El súbdito se marchó contento.

Pero, saliendo de allí, encontró en el camino a otro súbdito, un pobre súbdito al que 

había prestado cien denarios tomados de los diez mil talentos que había recibido del rey.

Convencido de gozar del favor regio, creyó todo lícito,

así que cogió al infeliz por el cuello y le dijo:

«Devuélveme inmediatamente lo que me debes».

Inútil fue que el hombre, llorando, se postrase a besarle los pies gimiendo:

«Ten piedad de mí, que estoy viviendo muchas desgracias.

Ten un poco de paciencia todavía y te devolveré todo, hasta el último centavo».

El súbdito, inmisericorde, llamó a los soldados e hizo que el infeliz fuera encarcelado

para que se decidiera a pagar, so pena de perder la libertad o incluso la vida.

La cosa se vino a saber ampliamente entre los amigos del desdichado,

los cuales, llenos de tristeza, fueron a referirlo al rey y amo.

Éste, conocido el hecho, ordenó que fuera conducido a su presencia el servidor despiadado.

Mirándolo severamente, dijo:

«Siervo inicuo, te había ayudado para que te hicieras misericordioso

para que consiguieras incluso una riqueza;

luego te he ayudado condonándote la deuda

por la que tanto implorabas que tuviera paciencia.

Tú no has tenido piedad de un semejante tuyo,

mientras que yo, que soy rey había tenido mucha piedad de ti.

¿Por qué no has hecho lo que yo hice contigo?».

Y lo entregó, indignado, a los carceleros, para que lo retuvieran,

hasta que pagase todo, diciendo:

«De la misma forma que no tuvo piedad de uno que le debía muy poco,

cuando yo, que soy rey, había tenido mucha piedad de él,

de la misma forma no halle piedad en mí». 

Esto hará también mi Padre con vosotros, si sois despiadados con vuestros hermanos;

si, habiendo recibido tanto de Dios, os cargáis de culpas más que un fiel.

Recordad que tenéis más obligación de evitar el pecado que ningún otro.

Recordad que Dios os anticipa un gran tesoro, pero que quiere que le rindáis cuentas de él.

Recordad que ninguno como vosotros debe saber practicar amor y perdón.

No seáis siervos que queráis mucho para vosotros y luego no deis nada a quien os pide.

El comportamiento que tengáis será el que recibiréis.

Y se os pedirá cuenta del comportamiento de los demás que hayan sido impulsados al bien

o al mal por vuestro ejemplo.

¡Si sois santificadores, recibiréis verdaderamente una gloria grandísima en el Cielo!

Pero, de la misma forma, si sois corruptores, o simplemente holgazanes en santificar,

seréis duramente castigados.

Os lo repito: si alguno de vosotros no está dispuesto a ser víctima de su propia misión,

que se marche, pero que no falte a su misión.

Y digo: que no falte en las cosas verdaderamente nocivas para su propia formación y la de los demás.

Y sepa tener a Dios por amigo ofreciendo siempre en su corazón perdón a los débiles.

Así, Dios Padre ofrecerá el perdón a todo aquel de vosotros que sepa perdonar.

La pausa ha terminado.

Se acerca el tiempo de los Tabernáculos.

Aquellos a quienes esta mañana he hablado aparte, desde mañana irán precediéndome

y anunciándome a la gente de los respectivos lugares;

los que no vienen que no se desalienten.

Si he reservado a algunos de ellos, ha sido por motivo de prudencia y no por desprecio;

estarán conmigo, pero pronto los enviaré como ahora envío a los primeros setenta y dos.

La mies es mucha y los obreros serán siempre pocos respecto a las necesidades;

habrá, pues, trabajo para todos y ni siquiera serán suficientes.

Por tanto, sin rivalidades, rogad al Dueño de la mies

que siga mandando nuevos obreros para su cosecha.

Entretanto, marchaos.

Yo y los apóstoles, en estos días de pausa, hemos completado vuestra instrucción

acerca del trabajo que tenéis delante, repitiendo lo que Yo ya dije antes de enviar a los doce.

Uno de vosotros me ha preguntado:

“¿Cómo curaré en tu Nombre?».

Curad siempre antes el espíritu.

Prometedles a los enfermos que obtendrán el Reino de Dios si saben creer en mí,

y, vista en ellos la fe, ordenad a la enfermedad que se aleje, y se alejará.

Y haced lo mismo con los enfermos del espíritu.

Encended, antes que nada, la fe.

Comunicad, con la palabra firme, la esperanza.

Yo me agregaré depositando en ellos la divina caridad,

como la deposité en vuestros corazones después de que creísteis en Mí

y esperasteis en la misericordia.

Y no temáis ni a los hombres ni al demonio.

No os harán ningún mal.

Lo único que debéis temer es la sensualidad, la soberbia, la avaricia,

que pueden ser causa de entregaros a Satanás y a los hombres-demonio,

que también existen.

Poneos, pues, en movimiento y precededme por los caminos del Jordán.

Cuando lleguéis a Jerusalén, id al valle de Belén a reuniros con los pastores.

Y, con ellos, volved donde mí, al lugar que sabéis: celebraremos juntos la fiesta santa,

para luego regresar más confirmados que nunca a nuestro ministerio.

Idos con paz.

Os bendigo en el santo Nombre del Señor».

283 LOS SIERVOS DE DIOS

283 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Jesús está en una de las colinas de la ribera occidental del lago.

Exactamente debajo de la colina, están Mágdala y Tiberíades:  

es un paisaje lleno de huertos de olivos y es justamente a la sombra de una arboleda,

junto a un pequeño arroyuelo, donde se han reunido los apóstoles y discípulos,

alrededor de Jesús, para descansar.

Mientras comen,

Jesús continúa la lección iniciada con la parábola del rico insensato.

porque el hombre está demasiado absorbido por preocupaciones materiales y miedos estúpidos.

Jesús dice:

–    Creed que sólo hay que preocuparse de este enriquecimiento en virtud.

Estad atentos, además, a que vuestra preocupación no sea nunca ansiosa, inquieta.

El bien es enemigo de las inquietudes, de los miedos, de las prisas; todas estas cosas

denotan demasiado todavía la avaricia, la rivalidad, la humana desconfianza.

Que vuestro trabajo sea constante, esperanzado, pacífico; sin arranques bruscos

ni bruscas detenciones, como hacen los onagros silvestres; 

que ninguno que esté en su sano juicio los usa para recorrer seguro camino)

Pacíficos en las victorias, pacíficos en las derrotas.

El dolor por un error cometido, que os entristece porque con él habéis contrariado a Dios,

debe ser también pacífico, debe sentir el alivio de la humildad y la confianza.

El abatimiento, el odio hacia uno mismo es siempre síntoma de soberbia y de falta de confianza.

Yo necesito pocas cosas. Y las pocas que necesito, las necesito poco…San Francisco de Asís

El humilde sabe que es un pobre hombre sujeto a las miserias de la carne, que algunas veces triunfa;

el humilde tiene confianza no tanto en sí mismo cuanto en Dios.

Y mantiene la calma incluso en las graves derrotas, diciendo:

«Perdóname, Padre. Sé que conoces mi debilidad que a veces me domina.

Sientes compasión de mí, lo creo.

Confío firmemente en que me vas a ayudar, incluso más que antes, en el futuro,

a pesar de que te satisfaga tan poco».

No os mostréis apáticos ni avaros respecto a los bienes de Dios.

Dad la sabiduría y virtud que tengáis.

Sed laboriosos en el espíritu,

EN NUESTRAS RODILLAS ESTÁ EL PODER. 16. Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder.

como los hombres lo son para las cosas de la carne.

Y respecto a la carne, no imitéis a los del mundo que siempre tiemblan por su futuro,

por el miedo de que les falte lo superfluo, de que les venga una enfermedad o la muerte,

de que los enemigos los puedan perjudicar, etc. Dios sabe de qué tenéis necesidad.

No temáis por tanto, por vuestro mañana.

Vivid libres de los miedos, que pesan más que las cadenas de los galeotes.

No os afanéis por vuestra vida, ni por la comida, la bebida o el vestido.

La vida del espíritu vale más que la del cuerpo.

Y el cuerpo más que el vestido, porque vivís con el cuerpo, no con el vestido;

y con la mortificación del cuerpo ayudáis al espíritu a conseguir la vida eterna.

Dios sabe hasta cuándo dejaros el alma en el cuerpo; hasta esa hora os dará lo necesario.

Si se lo da a los cuervos, animales impuros que se alimentan de cadáveres

y que tienen su razón de existir precisamente en esta función suya 

de eliminar sustancias en putrefacción,

¿No os lo va a da a vosotros?

Ellos no tienen despensas ni graneros, y Dios los nutre igualmente.

Vosotros sois hombres, no cuervos.

Además, los presentes sois la flor y nata de los hombres, porque sois los discípulos del Maestro, 

los evangelizadores del mundo, los siervos de Dios.

¿Vais a pensar que Dios, que cuida el muguete, cuyo único trabajo es el de perfumar, adorando,

y lo hace crecer y lo viste con vestidura tan hermosa como jamás tuviera Salomón,

puede descuidaros, incluso en lo relativo a vuestro vestido?

Vosotros sí que no podéis añadir ni un diente a las bocas desdentadas,

ni alargar una pulgada a una pierna contraída, ni volver aguda la pupila empañada.

No siendo capaces de estas cosas,

¿Vais a pensar que podéis repeler miseria y enfermedad, hacer brotar del polvo frutos?

No podéis.

Pero no seáis gente de poca fe.

Tendréis siempre lo necesario.

No os entristezcáis como la gente del mundo, que se desvive por conseguir cosas de que gozar.

Vosotros tenéis a vuestro Padre, que conoce vuestras necesidades.

Debéis sólo buscar el Reino de Dios y su justicia.

Sea éste vuestro primer interés.

Todo lo demás se os dará por añadidura.

No temáis, vosotros de mi pequeño rebaño.

Mi Padre se ha complacido en llamaros al Reino para que poseáis este Reino.

Podéis, por tanto, aspirar a él

Somos los apóstoles de los Últimos Tiempos..

y ayudar al Padre con vuestra buena voluntad y santa laboriosidad

Vended vuestros bienes, distribuidlos en limosna, si estáis solos.

Dejad a los vuestros la provisión para el viaje de vuestro abandono de la casa

por seguirme a Mí, porque justo es no dejar sin pan a los hijos o esposas.

Y si no podéis, por este motivo, sacrificar las riquezas pecuniarias,

sacrificad las riquezas de afecto, que son también monedas, valoradas por Dios

por lo que son: oro más puro que ningún otro, perlas más preciosas,

que las que se arrebatan a los mares, rubíes más singulares que los de las entrañas de la tierra.

Porque renunciar a la familia por Mí es caridad más perfecta que oro sin un solo átomo impuro,

es perla hecha de llanto,

rubí hecho de sangre que rezuma por la herida del corazón,

desgarrado por la separación del padre y de la madre, de la esposa y de los hijos.

Estas bolsas no merman, este tesoro no se devalúa jamás.

Los ladrones no se introducen en el Cielo, la carcoma no come lo que en él se deposita.

Tened el Cielo en el corazón y el corazón en el Cielo, junto a vuestro tesoro. .

Porque el corazón, en el bueno y en el malo, está donde lo que consideráis amado tesoro vuestro.

Por tanto, de la misma forma que el corazón está donde el tesoro (en el Cielo),

el tesoro está donde el corazón (es decir, en vosotros);

es más, el tesoro está en el corazón.

Y con el tesoro de los santos, está, en el corazón, el Cielo de los santos.

Estad siempre preparados, como quien va a emprender un viaje o espera a su amo.

Vosotros sois siervos del Amo-Dios.

En cualquier momento os puede llamar a su presencia, o venir a vosotros.

Estad pues siempre preparados para ir, o a rendirle honor,

ceñida la cintura con cinturón de viaje y de trabajo, con las lámparas encendidas en vuestras manos.

Al salir de una fiesta nupcial con uno que os haya precedido en los Cielos

y en la consagración a Dios en la tierra,

El puede recordarse de vosotros, que estáis esperando; y puede decir:

«Vamos donde Esteban, o donde Juan, o Santiago y Pedro».

Y Dios es rápido para venir, o para decir: «Ven».

Por tanto, estad preparados para abrirle la puerta cuando llegue; o para salir, si os llama.

Bienaventurados los siervos a quienes encuentre en vela el Amo cuando llegue.

En verdad os digo que, para recompensarlos por la fiel espera, se ceñirá el vestido,

los sentará a la mesa y se pondrá a servirlos.

Puede llegar a la primera vigilia, a la segunda o a la tercera… No lo sabéis.

Por tanto, estad siempre vigilantes.

¡Dichosos vosotros, si estáis así y así os encuentra el Amo!

No os engañéis diciendo: «¡Hay tiempo! Esta noche no viene».

Sería un mal para vosotros No sabéis.

Si uno supiera cuándo viene el ladrón, no dejaría sin guardia la casa

para que el malhechor pudiera forzar la puerta y las arcas.

Estad preparados también vosotros, porque, cuando menos os lo penséis,

vendrá el Hijo del hombre y dirá: «Es la hora»».

Pedro, que incluso se ha olvidado de terminar su comida por escuchar al Señor,

viendo que Jesús calla,

pregunta:

–       ¿Esto que dices es para nosotros o para todos?

–        Para vosotros y para todos;

pero más para vosotros, porque vosotros sois como administradores puestos por el Amo al 

frente de los siervos y tenéis doble obligación de estar preparados:

por vosotros como administradores y por vosotros como simples fieles.

¿Cómo debe ser el administrador al que el amo ha colocado al frente de sus domésticos

para dar a cada uno, a su tiempo, la debida porción?

Debe ser avisado y fiel.

Para cumplir su propio deber, para hacer cumplir a los subordinados el deber que ellos tienen.

Si no, saldrían perjudicados los intereses del amo,

que paga para que el administrador actúe haciendo las veces de él

y vele por sus intereses en su ausencia.

Dichoso el siervo al que el amo, al volver a su casa, encuentre obrando con fidelidad, diligencia y justicia.

En verdad os digo que lo hará administrador de otras propiedades, de todas sus propiedades,

descansando y exultando en su corazón por la seguridad que ese siervo le da.

Mas si ese siervo dice: 

«¡Ah! ¡Bien! El amo está muy lejos y me ha escrito que tardará en volver.

Por tanto, puedo hacer lo que me parezca,

y luego, cuando calcule que esté próximo a regresar, tomaré las medidas oportunas».

Y empieza a comer y a beber hasta emborracharse… 

Y a dar órdenes de borracho.

Y ante la oposición a cumplirlas, por no perjudicar al amo, por parte de los siervos buenos

subordinados a él empieza a pegar a los siervos y a las siervas hasta hacerlos enfermar y languidecer

Y se siente feliz y dice: «Por fin saboreo lo que significa ser jefe y ser temido por todos».

¿Qué le sucederá?

Le sucederá que llegará el amo cuando menos se lo espere,

quizás incluso sorprendiéndolo en el momento en que está robando dinero

o sobornando a alguno de los siervos más débiles.

Entonces, os digo que el amo lo quitará del puesto de administrador,

y lo cancelará incluso de las filas de sus siervos,

porque no es lícito mantener a los infieles y traidores entre los honestos;

y tanto mayor será su castigo cuanto más lo quiso y lo instruyó su amo.

Porque el que conoce más la voluntad y el pensamiento de su amo; 

más obligado está a cumplirlo con exactitud.

Si no  hace como su amo le ha dicho (ampliamente, como a ningún otro), recibirá muchos bastonazos. 

Sin embargo, el que, como siervo menor, sabe poco, y yerra creyendo actuar correctamente,

recibirá un castigo menor.

A quien mucho se le dio mucho le será pedido.

Mucho tendrá que restituir aquel a quien mucho se le confió.

Porque hasta del alma de un niño de una hora se pedirá cuenta a mis administradores.

Mi elección no es fresco reposo en un soto florido.

He venido a traer fuego a la tierra;

¿Qué puedo desear, sino que arda?

Por eso me fatigo, como quiero que os fatiguéis vosotros hasta la muerte

y hasta que la tierra toda sea una hoguera de celeste fuego.

Debo ser bautizado con un bautismo.

¡Cuán angustiado viviré hasta que se cumpla!

¿No os preguntáis por qué?

Porque por él os podré hacer portadores del Fuego,

fermento activo en todas y contra todas las capas sociales, para fundirlas en una única cosa:

el rebaño de Cristo.

¿Creéis que he venido a poner paz en la tierra?

¿Según los modos de ver de la tierra? No.

Todo lo contrario: discordia y separación.

Porque, de ahora en adelante, mientras toda la tierra no sea un único rebaño,

de cinco que haya en una casa, dos estarán contra tres

y el padre estará contra el hijo y el hijo contra el padre, y la madre contra las hijas,

y éstas contra aquélla, y las suegras y nueras tendrán un motivo más para no entenderse,

porque habrá labios que hablen un lenguaje nuevo, y será como una Babel;

porque una profunda agitación estremecerá el reino de los afectos humanos y sobrehumanos.

Mas luego vendrá la hora en que todo se unificará en una lengua nueva

que hablarán todos los salvados por el Nazareno,

y se depurarán las aguas de los sentimientos,

irán al fondo las escorias y brillarán en la superficie las límpidas ondas de los lagos celestes.

Verdaderamente, servirme no es descansar,

según el significado que el hombre da a esta palabra;

es necesario ser héroes, infatigables.

Mas os digo que al final será Jesús, siempre Jesús, el que se ceñirá el vestido para serviros,

y luego se sentará con vosotros a un banquete eterno,

y todo cansancio y dolor serán olvidados.

Ahora, dado que ninguno nos ha vuelto a buscar, vamos al lago.

Descansaremos en Magdala.

En los jardines de María de Lázaro hay sitio para todos,

y ella ha puesto su casa a disposición del Peregrino y de sus amigos.

No hace falta que os diga que María de Magdala ha muerto con su pecado

y que de su arrepentimiento ha renacido María de Lázaro, discípula de Jesús de Nazaret;

ya lo sabéis, porque la noticia ha corrido como fragor de viento en un bosque.

No obstante os digo una cosa que no sabéis:

que todos los bienes personales de María de Lázaro son para los siervos de Dios

y para los pobres de Cristo.

Vamos..

280 LA PERFECCIÓN DEL AMOR

280 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Jesús está en las llanuras de Corozaín, extendidas a la largo del valle del alto Jordán,

entre el lago de Genesaret y el de Merón. 

Una campiña llena de viñas en que ya se empieza a vendimiar.  

Está hablando a una muchedumbre que rebasa el centenar y donde se incluyen los apóstoles y discípulos,

que ya salen a misionar evangelizando, las distintas regiones,

que constituyen  la provincia gobernada por Poncio Pilatos.   

Está comenzando la enseñanza sobre las Obras de Misericordia, que son el núcleo medular de su Doctrina

Y sus discípulos que pertenecían al Templo de Jerusalén y también sufren la persecución y el odio del Sanedrín,

están en la primera fila de sus  cautivados oyentes, 

Escuchan fascinados, como la voz de tenor de Jesús, resuena  desenvolviendo  la Perfección en el Amor. 

Jesús continúa diciendo:

DAR DE COMER A LOS HAMBRIENTOS   

Es deber de gratitud y amor.

Deber de imitación.

Los hijos se sienten agradecidos a su padre por el pan que les procura.  

cuando se hacen hombres, lo imitan procurando pan a sus hijos;

Y también procuran con su propio trabajo el pan a su padre, ya incapacitado para el trabajo por la edad:

es ésta una amorosa restitución, obligada restitución de un bien recibido.

Lo dice el Cuarto Precepto:

«Honra a tu padre y a tu madre».

También es honrar su canicie no reducirlos a mendigar el pan de otros.

Pero antes del cuarto está el primer Precepto

“Ama a Dios con todo tu ser» y el segundo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo».

Amar a Dios por sí mismo y amarlo en el prójimo es perfección.

Se le ama dando pan a quien tiene hambre,

en recuerdo de cuantas veces Él sació el hambre del hombre con milagros.

Mas no nos fijemos sólo en el maná y las codornices;

fijémonos también en el milagro continuo del trigo que germina por bondad de Dios,

que ha dado la tierra capaz de ser cultivada…

Y que regula los vientos, lluvias, estaciones; para que la semilla se haga espiga

y la espiga pan.

¿No ha sido acaso milagro de su Misericordia, el haber enseñado con luz sobrenatural

al hijo culpable que esos tallitos altos y finos, terminados en granazón de semillas de oro

con caliente fragancia de sol, encerradas dentro de la dura capa de escamas espinosas,

eran alimento que había que recolectar…

Y quitarle la cáscara, molerlo, amasarlo, cocerlo?

Dios ha enseñado todo esto: 

cómo recolectarlo, limpiarlo, molerlo, amasarlo y cocerlo.

Puso las piedras junto a las espigas, puso el agua junto a las piedras;

encendió, con tornasoles de agua y sol, el primer fuego sobre la tierra… 

Y el viento trajo granos y los colocó encima del fuego.

Y ardieron emanando agradable fragancia, para que el hombre entendiera

que mejor que cuando se saca de la espiga, como es el uso de las aves,

O como glutinoso amasijo de harina empapada de agua, es cuando el fuego le tuesta.

¿No pensáis, vosotros que ahora coméis el buen pan cocido en el horno familiar,

en cuánta misericordia significa el hecho de haber llegado a este acabado de la cocción?,

¿Cuánto camino se ha hecho recorrer al conocimiento humano, desde la primera espiga

masticada como hace el caballo hasta el pan actual?

¿Y quién lo ha hecho?

El que da el pan.

Y lo mismo para todos los otros alimentos que el hombre, por benéfica luz,

ha sabido detectar entre las plantas y los animales con que el Creador ha cubierto la faz de la tierra,

lugar de castigo paterno para el hijo culpable.

Dar de comer a los hambrientos,  es oración de gratitud al Señor y Padre

que nos da de comer.

Y es imitar al Padre, de quien tenemos semejanza, dada gratuitamente,. 

Y que es necesario aumentar cada vez más,  imitando sus acciones.

DAR DE BEBER A LOS SEDIENTOS

¿Habéis pensado alguna vez que sucedería si el Padre no hiciera llover las aguas?

Pues bien, si dijera:

«Por vuestra dureza para con quien tiene sed, impediré a las nubes que desciendan a la tierra»,

¿Podríamos protestar y maldecir?

El agua, más incluso que el trigo, es de Dios;

porque el trigo es cultivado por el hombre;

mas sólo Dios cultiva los campos de las nubes; 

que descienden en forma de lluvias o rocíos, de nieblas o nieves.

Y nutren campos y aljibes;

colmando ríos y lagos, recibiendo así a los peces que, junto con otros animales,

sacian al hombre.

¿Podéis responder a quien os dice: «Dame de beber»

«No. Esta agua es mía y no te la doy?

¡Mentirosos!

¿Quién de vosotros ha hecho un solo copo de nieve o una sola gota de lluvia?,

¿Quién ha evaporado un solo diamante de rocío con su calor astral?

Ninguno.

Es Dios quien lo hace.

Y si las aguas descienden del cielo y vuelven a subir;

es sólo porque Dios regula esta parte de la Creación, como regula el resto.

Dad pues la buena agua fresca de las venas del suelo…

O la pura de vuestro pozo, la que ha llenado vuestras cisternas, a quien tiene sed.

Son aguas de Dios.

Y son para todos

Dadlas a quien tiene sed.

Por una obra tan pequeña, que no os cuesta dinero,

que no requiere más trabajo que el de acercar una taza o una jarra,

os digo que seréis recompensados en el Cielo.

Porque no ya el agua sino la obra de caridad es grande ante los ojos y el juicio de Dios.

VESTIR A LOS DESNUDOS

Pasan por los caminos de la tierra personas necesitadas desnudas, avergonzadas,

en condiciones que da pena.

Son ancianos abandonados, inválidos por enfermedades o desgracias,

leprosos que por la bondad del Señor regresan a la vida, viudas cargadas de hijos,

personas a quienes un infortunio ha privado de todo lo que significa comodidad,… 

O huerfanitos inocentes.

Si tiendo mi mirada por la vasta tierra,

por todas partes veo personas desnudas o cubiertas de andrajos,

que apenas si resguardan la decencia y no amparan del frío.

Y estas personas miran con ojos descorazonados,

a los ricos que pasan envueltos en esponjosas vestiduras,

cubiertos sus pies con suave calzado…

Descorazonados con bondad, los buenos; con odio, los menos buenos.

¿Por qué no aligeráis su desaliento y los hacéis mejores, si ya son buenos…  

O destruís el odio si son menos buenos, con vuestro amor?

No digáis: «Sólo me alcanza para mí».

Como para el pan, siempre hay algo más de lo necesario en la mesa

y en los armarios de quien no es un completo desvalido.

Entre los que me estáis escuchando hay más de uno que ha sabido,

de un vestido que ya no se usaba por estar deteriorado, sacar un vestidito para un huérfano

o para un niño pobre.

Y de una sábana vieja hacer pañales para un inocente que no los tenía.

Y hay uno que, siendo él un pordiosero, supo compartir durante años,

el pan mendigado trabajosamente con quien, por la lepra, no podía ir extendiendo la mano

por las puertas de los ricos.

Pues bien, en verdad os digo que estos misericordiosos no han de buscarse entre los poseedores de bienes,

sino entre las humildes huestes de los pobres, que por serlo, saben lo penosa que es la pobreza.

También en este caso, como para el agua y el pan, pensad que la lana y el lino con que os vestís; 

provienen de animales y plantas creadas por el Padre no sólo para los hombres ricos,

sino para todos los hombres.

Porque Dios ha dado una sola riqueza al hombre, la suya, que es la riqueza de la Gracia,

de la salud, de la inteligencia.

la contaminada riqueza del oro, que habéis elevado de metal no más bonito que los demás

y mucho menos útil que el hierro,

con el cual se hacen layas, arados, gradas, hoces, cinceles,  martillos, sierras, 

cepillos para los carpinteros, las santas herramientas del santo trabajo-a metal noble;

lo habéis elevado a una nobleza inútil, engañosa, por instigación de Satanás,

que de hijos de Dios, os ha reducido a seres salvajes como fieras.

¡La riqueza de lo santo os había puesto en condiciones de santificaros cada vez más!

¡No esta riqueza que tanta sangre y lágrimas hace brotar!

Dad como se os ha dado.

Dad en nombre del Señor, sin temor a quedaros desnudos.

Mejor sería morir de frío por haberse desnudado en favor del mendigo,

que congelar el corazón, aun estando cubierto por esponjosas vestiduras, por falta de caridad.

El suave calor del bien cumplido es más dulce que el de un manto de purísima lana, .

Y la carne vestida del pobre habla a Dios y dice: «Bendice a quien nos ha cubierto».

Si dar de comer, dar de beber, vestir, privándose uno a sí mismo para dar a los demás,

une la santa templanza a la santísima caridad.

Y también la bienaventurada justicia, por la cual se modifica con santidad la suerte de los hermanos infelices,

dando de lo que no sin el permiso de Dios abundantemente tenemos,

en pro de quien, por la maldad de los hombres o por enfermedad, carece de ello,

HOSPEDAR A LOS PEREGRINOS 

Une la caridad a la confianza y al recto pensamiento sobre el prójimo.

Sabed que éstas son también virtudes.

Virtudes que denotan en quien las posee, además de caridad, honestidad.

Porque el que es honesto obra bien.

Y dado que se piensa que los demás actúan como habitualmente actuamos,

sucede que la confianza, la sencillez, que creen que las palabras de los demás son verdaderas,

denotan que el que escucha estas palabras dice la verdad en las cosas grandes y pequeñas,

por lo que no desconfía de lo que los demás manifiestan.

¿Por qué pensar, frente al peregrino que os pide hospedaje:

«¿Y si luego es un ladrón o un homicida?»

¿Tanta estima tenéis de vuestras riquezas, que os echáis a temblar por ellas ante cada extraño que llega?

¿Tanta estima tenéis de vuestra vida, que os acurrucáis de horror al pensar que os podáis quedar sin ella?

¿Acaso creéis que Dios no puede defenderos de los ladrones?

¿Acaso teméis que en el viandante se cele un ladrón y no tenéis miedo del tenebroso huésped

que os despoja de aquello que es insustituible?

¡Cuántos hospedan en su corazón al demonio!

Podría decir:

Todos alojan el pecado capital y ninguno tiembla por ello.

¿Entonces sólo es precioso el bien de la riqueza y la existencia?

¿No será más valiosa la eternidad, que os dejáis arrebatar y matar por el pecado?

¡Pobres almas, pobres almas despojadas de su tesoro,

entregadas a las manos de los asesinos -así, sin más, como si tuviera poca importancia-,

mientras que se abaluartan las casas, se meten cerrojos, perros, cajas de seguridad,

para defender las cosas que no nos llevamos a la otra vida!

¿Por qué querer ver en cada peregrino un ladrón?

Somos hermanos.

La casa se abre para los hermanos que van de paso.

¿No es de nuestra misma sangre el peregrino?

¡Sí! Es sangre de Adán y Eva!

¿No es nuestro hermano?

¡Claro que sí!

El Padre es uno sólo: Dios, que nos ha dado un alma igual,

de la misma forma que a los hijos de un mismo lecho, un solo padre da una misma sangre.

¿Es pobre?

Haced que vuestro espíritu, privado de la amistad del Señor, no sea más pobre que él.

¿Lleva un vestido roto?

Haced que no esté más rota vuestra alma por el pecado.

¿Su pie está lleno de barro o polvoriento?

Haced que vuestro yo no esté más deteriorado por los vicios,

que sucias sus sandalias por tanto camino hecho, rotas por haber andado mucho.

¿Su aspecto es desagradable?

Haced que no lo sea más el vuestro ante los ojos de Dios.

¿Habla una lengua extranjera?

Haced que el lenguaje de vuestro corazón no sea incomprensible en la ciudad de Dios.

Ved en el peregrino a un hermano.

Todos somos peregrinos en camino hacia el Cielo;

todos llamamos a las puertas que hay a lo largo del camino que va al Cielo;

las puertas son los patriarcas y los justos, los ángeles y los arcángeles,

a los cuales nos encomendamos para recibir ayuda y protección.

Y así llegar a la meta sin caer exhaustos en la oscuridad de la noche, en medio de la crudeza del hielo,

víctimas de las asechanzas de los lobos y chacales de las malas pasiones,

Y de los demonios.

De la misma forma que queremos que los ángeles y los santos nos abran su amor

para recibirnos e infundirnos nuevo aliento para proseguir el camino,

hagamos lo mismo nosotros con los peregrinos de la tierra.

Por cada vez que abramos la casa y los brazos, saludando con el dulce nombre de hermano

a un desconocido, pensando en Dios que lo conoce,

os digo que habrán quedado recorridas muchas millas del camino que va al Cielo.

VISITAR A LOS ENFERMOS

¡Oh, verdaderamente todos los hombres, de la misma forma que son peregrinos, están enfermos!

¡Verdaderamente las enfermedades más graves son las del espíritu;

Las invisibles y mayormente letales!

Y, a pesar de ello, de éstas no se siente asco; no repugna la llaga moral,

no produce náuseas el hedor del vicio, no da miedo la locura demoníaca,

no horroriza la gangrena de un leproso del espíritu,

no pone en fuga el sepulcro lleno de podredumbre de un hombre de corazón corrompido y putrefacto,

no implica anatema acercarse a una de estas impurezas vivientes.

¡Oh, cuán pobre y pequeño es el pensamiento del hombre!

Decidme: 

¿Qué vale más, la carne y la sangre o el espíritu?,

¿Puede lo material corromper por proximidad, a lo incorpóreo?

No, os digo que no.

El espíritu tiene infinito valor respecto a la carne y la sangre; esto sí.

Pero, que tenga más poder la carne que el espíritu no.

Y el espíritu puede ser corrompido por cosas espirituales, no por cosas materiales.

No porque uno cuide a un leproso queda contaminado de lepra en su espíritu;

antes al contrario, por la caridad ejercitada hasta el punto de aislarse en valles de muerte

por piedad hacia el hermano, cae de él toda mancha de pecado.

Porque la caridad es absolución del pecado y la primera de las purificaciones.

Que vuestro pensamiento inicial sea siempre:

«¿Qué querría que hicieran conmigo, si estuviera como éste?».

Y obrad como quisierais que se obrase con vosotros.

Ahora todavía Israel tiene sus antiguas leyes.

Mas llegará un día, cuya aurora no está muy lejana,

en que se venerará como símbolo de absoluta belleza la imagen de Un

en quien quedará reproducido materialmente el Varón de dolores de Isaías

y el Torturado del salmo davídico;

Aquel que, por haberse hecho semejante a un leproso,

vendrá a ser el Redentor del género humano;

a sus llagas acudirán –como los ciervos a los manantiales- todos los sedientos, los enfermos,

los exhaustos, los que sobre la faz de la tierra lloran.

Y É1 calmará su sed, los curará, los reanimará, consolará su espíritu

y su carne; será aspiración de los mejores hacerse como Él, cubiertos de llagas,

exangües, maltratados, coronados de espinas, crucificados,

Nuestro verdadero bautismo lleno de gloria y júbilo celestial, es cuando somos capaces de decir: «Crucifícame Señor, porque te adoro sobre todas las cosas…

por amor de los hombres necesitados de redención,

continuando la obra del Rey de los reyes y Redentor del mundo.

Vosotros, que todavía sois Israel, pero que ya estáis echando las alas para volar al Reino de los Cielos

tened desde ahora esta concepción y valoración nueva de las enfermedades.

Y bendiciendo a Dios que os mantiene sanos, avecinaos a los que sufren y mueren.

Un apóstol mío dijo un día a su hermano:

«No temas tocar a los leprosos. No se nos pega ninguna enfermedad por voluntad de Dios».

Bien dijo.

En la Tierra el Amor de Jesús DOSIFICA nuestro calvario, Y ÉL ES EL CIRENEO que nos ayuda a recorrer el Camino… Y subir a la Cruz

Dios tutela a sus siervos.

Pero, en el caso de que fuerais contagiados cuidando a los enfermos,

cual mártires del amor seréis introducidos en la otra vida.

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279 LOS CINCO JUANES

279 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Jesús está en las llanuras de Corozaín, extendidas a la largo del valle del alto Jordán,

entre el lago de Genesaret y el de Merón. 

Una campiña llena de viñas en que ya se empieza a vendimiar.  

Isaac conversa con Jesús.

En  esta mañana se han unido a Él los discípulos que estaban en  Sicaminón, Esteban y Hermas.

Isaac justifica el no haber podido llegar antes porque no sabía si traer a los nuevos discípulos.

Y dice:  

–       Pero  he pensado que el camino del Cielo está abierto para todos, los que tienen buena voluntad.

Y a mí me parece que éstos, a pesar de ser discípulos de Gamaliel, la tienen.

Jesús responde: 

–        Has hablado y obrado bien.

Tráemelos aquí.

Isaac se marcha y regresa con los dos.

Jesús los saluda: 

–        La paz a vosotros.

¿Tan verdadera habéis juzgado la palabra apostólica, que habéis querido uniros a ella?

Esteban responde

–        Sí.

Y más la tuya.

No nos rechaces, Maestro.

–        ¿Por qué habría de hacerlo?

–        Porque somos de Gamaliel.

–       ¿Y qué?

Yo honro al gran Gamaliel y quisiera tenerlo conmigo porque es digno de ello.

Sólo le falta esto para que su  sabiduría se convierta en perfección.

¿Qué os ha dicho cuando os habéis despedido de él?

Porque os habréis despedido de él, ¿No?

–        Sí.

Nos ha dicho: «Dichosos vosotros que podéis creer.

Orad porque yo olvide para poder recordar».

Los apóstoles, que curiosos se han apiñado en torno a Jesús, se miran unos a otros…

Y se preguntan en voz baja:

–       ¿Qué ha querido decir?

–       ¿Qué quiere?

–       ¿Olvidar para recordar?

Jesús oye este cuchicheo,

y explica:

–       Quiere olvidar su sabiduría para asumir la mía.

Quiere olvidar que es el rabí Gamaliel,

para acordarse de que es un hijo de Israel, que espera al Cristo.

Quiere olvidarse de sí mismo, para acordarse de la Verdad.

Hermas dice:

–        Gamaliel no miente, Maestro.

–        No.

Lo engañoso es la maraña de pobres palabras humanas;

las palabras que ocupan el puesto de la Palabra;.

Hay que olvidarlas, despojarse de ellas;

acercarse desnudo y virgen a la Verdad, para ser vestido y fecundado.

Esto requiere humildad.

El escollo…

–       ¿Entonces nosotros también tenemos que olvidar?

–       Sin duda.

Olvidar todo lo que es cosa de hombre.

Recordar todo lo que es cosa de Dios.

Venid.

Vosotros podéis hacerlo.

Hermas asegura:

–        Queremos hacerlo.

–       ¿Habéis vivido ya la vida de los discípulos?

Esteban responde:

–       Sí.

Desde el día en que supimos que habían matado al Bautista.

La noticia llegó muy rápida a Jerusalén, por boca de los cortesanos y principales de Herodes.

Su muerte nos sacó del entorpecimiento. 

–       La sangre de los mártires siempre significa vida para los pusilánimes;

Esteban, no lo olvides.

–        Sí, Maestro.

¿Vas a hablar hoy?

Siento hambre de tu palabra.

–        Ya he hablado.

Pero hablaré más, mucho, a vosotros discípulos.

Los compañeros vuestros, los apóstoles, han empezado ya su misión tras una activa preparación.

Pero no son suficientes para las necesidades del mundo.

Y es preciso tener todo hecho dentro de los márgenes de tiempo.

Yo soy como quien tiene un plazo y antes de que termine ese tiempo tiene que tener todo hecho.

Os pido a todos, ayuda.

Y ayuda os prometo y un futuro de gloria en nombre de Dios.

La penetrante mirada de Jesús, detecta a un hombre todo arropado en un manto de lino:

Y pregunta: 

–        ¿No eres el sacerdote Juan?

El hombre responde: 

–       Sí, Maestro.

El corazón de los judíos es áspero como la quebrada maldita.

He huido para buscarte

–       ¿Y el sacerdocio?

–        La lepra fue la primera que me expulsó del sacerdocio;

luego fueron los hombres, porque te amo.

Tu Gracia me aspira hacia sí: hacia Ti;

ella también me arroja de un lugar profanado para conducirme a lugar puro.

Tú me has purificado, Maestro, en el cuerpo y en el espíritu.

Una cosa pura no puede acercarse a una cosa impura;

sería una ofensa para quien ha purificado.

–       Tu juicio es severo, pero no injusto.

–       Maestro, las fealdades de la familia son patentes sólo a quienes viven en ella.

Y no deben manifestarse sino a la persona de recto corazón.

Tú lo eres.

Y además Tú sabes las cosas.

A otros no se lo diría.

Aquí estamos Tú, tus apóstoles…

Y otros dos que también saben como Tú y como yo.

Por tanto…

–       Bien.

Pero…

¿Tú también?

¡Paz a ti!

¿Has venido para ofrecer más comida?

–       No.

He venido por tu alimento.

–        ¿Se te ha malogrado la cosecha?

–         ¡No!

¡Nunca tan rica

Maestro mío, busco otro pan y otra cosecha: los tuyos.

Tengo conmigo al leproso que curaste en mis tierras.

Ha vuelto a su patrón.

Pero tanto él como yo tenemos ahora un patrón al que seguir y servir: Tú.

–       Venid.

Uno, dos, tres, cuatro…

¡Buena recolección!

Pero, ¿Habéis reflexionado sobre vuestra posición en el Templo?

Vosotros ya sabéis, Yo también…

Y no digo más…

El sacerdote Juan. dice: 

–       Soy hombre libre y voy con quien quiero.  

El escriba Juan que también ha venido,

agrega:

–        Yo también.

Es el que el sábado dio comida en la primera multiplicación,

al pie del monte de las Bienaventuranzas. 

Hermas y Esteban dicen: 

–        Y nosotros también.

Y Esteban añade:

–       Háblanos, Señor.

No sabemos en qué consiste exactamente nuestra misión.

Danos lo mínimo para poderte servir inmediatamente.

El resto vendrá mientras te seguimos.

El escriba juan, pregunta:

–       Sí.

En el monte hablaste de las bienaventuranzas.

Ello era lección para nosotros.

Pero, respecto a los demás, en el segundo amor, el del prójimo…

¿Qué debemos hacer? 

Por toda respuesta, Jesús pregunta: 

–        ¿Dónde está Juan de Endor? 

Juan el apóstol dice:

–        Allí, Maestro, con aquellos curados.

–       Que venga aquí.

Y corre a llamarlo.

Acude Juan de Endor.

Jesús le pone la mano en el hombro, con especial saludo,

y dice:

–        Pues bien, voy a hablar ahora.

Quiero teneros delante de Mí a vosotros que lleváis nombre santo.

tú, mi apóstol; tú, sacerdote; tú, escriba; tú, Juan del Bautista;

y tú, por último, cerrando la corona de gracias concedidas por Dios.

Y, aunque te nombre el último, sabes que no eres el último en mi Corazón.

Un día te prometí estas palabras que voy a decir.

Recíbelas.

Y Jesús, como hace habitualmente, sube a un pequeño ribazo;

para que todos puedan verlo.

Tiene enfrente, en primera fila, a los cinco Juanes.

Detrás de éstos, el nutrido grupo de los discípulos;

mezclado con la multitud de los que, de todas las partes de Palestina,

han venido por necesidad de salud o de palabra.

–       Paz a todos vosotros.

La sabiduría descienda sobre vosotros.

Escuchad

Un día ya lejano uno me preguntó:

si Dios es  misericordioso con los pecadores y hasta qué punto lo es.

Quien lo preguntaba era un pecador que había sido perdonado

y que no lograba convencerse del absoluto perdón de Dios.

Yo por medio de parábolas lo calmé, lo conforté y prometí que para él hablaría siempre de misericordia,

para que su corazón arrepentido -que, cual niño extraviado, lloraba dentro de él- se sintiera

seguro de ser ya propiedad de su Padre del Cielo.

Dios es Misericordia porque es Amor.

El siervo de Dios debe ser misericordioso para imitar a Dios.

Dios se sirve de la misericordia como de un medio para atraer hacia sí a los hijos descarriados.

El siervo de Dios debe servirse de la misericordia como de un medio para llevar a Dios, a los hijos descarriados

El precepto del amor es obligatorio para todos.

Pero debe ser triplemente obligatorio en los siervos de Dios.

No se conquista el Cielo si no se ama.

Decir esto es suficiente para los creyentes.

A los siervos de Dios les digo:

«No se hace conquistar el Cielo a los creyentes si no se los ama con perfección».

¿Y vosotros, quiénes sois, vosotros que os ceñís aquí alrededor de Mí?

Por lo general sois criaturas que tendéis a la vida perfecta,

a la vida bendita, fatigosa, luminosa, del siervo de Dios, del ministro de Cristo.

¿Cuáles son vuestros deberes en esta vida de siervo y ministro?

Un amor total a Dios, un amor total al prójimo.

Vuestra finalidad: servir. ¿Cómo?

Restituyendo a Dios a aquellos que el mundo, la carne, el demonio le han arrebatado.

¿En qué modo?

Con el amor: el amor que tiene mil formas para desarrollarse…

Y un único fin: hacer amar.

Pensemos en nuestro hermoso Jordán.

¡Qué imponente, a su paso por Jericó!

Pero, ¿Era así en su nacimiento? No.

Era un hilo de agua.

Y lo hubiera seguido siendo si hubiera estado siempre solo.

Pero he aquí que de los montes y collados, de una y otra ribera de su valle,

desciende un sinfín de afluentes

unos solos, otros ya formados de cien arroyos;

Y todos desaguan en el lecho que va creciendo y creciendo;

hasta convertirse, del delicado riachuelo de plata azul que reía y jugaba en su niñez de río,

en el amplio, solemne, pacífico río que inserta una cinta de azul celeste

entre las fértiles riberas de esmeralda.

Así es el amor.

Un hilo inicial en los párvulos del camino de la Vida,

que apenas si saben salvarse del pecado grave por temor al castigo;

luego, prosiguiendo en el camino de la perfección, he aquí que de las montañas de lo humano,

agrestes, áridas, soberbias, duras

se exprimen, por voluntad de amor, multitud de riachuelos de esta principal virtud.

Y todo sirve para que ésta mane y brote:

los dolores, las alegrías, de la misma forma que sobre los montes sirven para formar riachuelo

las nieves heladas y el sol que las derrite.

Todo sirve para abrir a éstas el camino:

la humildad como el arrepentimiento; todo sirve para llevarlas al río principal.

Porque el alma, impulsada por ese Camino, se complace en bajar al anonadamiento del yo,

aspirando a subir de nuevo, atraída por el Sol-Dios,

una vez transformada en río caudaloso, hermoso, benefactor.

Los arroyuelos que nutren el arroyo embrional del amor de temor son, además de las virtudes; 

las obras que las virtudes enseñan a cumplir

las obras que, precisamente por ser riachuelos de amor,

son de misericordia.

Examinémoslas juntos.

Algunas ya eran conocidas por Israel, otras os las doy a conocer Yo,

porque mi ley es perfección de amor.

271 EVANGELIZAR CON OBRAS

271 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Y llevando al niño en medio entre Él y Mannaém, reanuda su camino.

Caminan ligeros por la campiña hacia Cafarnaúm

Durante el trayecto van hablando sobre la importancia de la Caridad.

Llegan a Cafarnaúm.

Los apóstoles ya han llegado.   

Después de la disputa con los fariseos ha comenzado ya la vigilia del sábado.

Y todos se han reunido en la terraza, a la sombra del emparrado,

donde cuentan a Mateo que todavía no está curado,

sus aventuras en sus respectivas misiones evangelizadoras.

Al oír el leve roce de las sandalias contra la pequeña  escalera, se vuelven.

Y ven que la cabeza rubia de Jesús sobresale cada vez más por el antepecho de la terraza.

Corren hacia Él, que viene muy sonriente…

Y se quedan de piedra cuando ven que detrás de Jesús hay un pobre niño.

Seguido por Mannaém, que sube regio y magnífico,

con su esplendorosa túnica de lino blanco.

Más bella de lo que ya de por sí es, ceñida por el valioso cinturón y  el manto rojo fuego,

de lino tan brillante que parece seda y que apenas si descansa sobre los hombros,

sostenido por fíbulas de oro, con rubíes;

para formarle una cauda detrás.

Y que junto con la prenda que cubre su cabeza de lino cendalí,

sujeta con una diadema sutil de oro,

lámina burilada, que divide su amplia frente a la mitad…

Y le hace parecer un rey egipcio.

La presencia majestuosa de Mannaém, evita una avalancha de preguntas;

expresadas de todas formas, muy claramente con los ojos.

Así que, después de los saludos recíprocos, una vez sentados ya al lado de Jesús,

los apóstoles, señalando al niño,

preguntan:

–       ¿Y éste?

Jesús responde:

–      Este es mi última conquista.

Un pequeño José, carpintero, como el que fue mi padre, el gran José;

por tanto, amadísimo mío, como Yo amado suyo.

¿No es verdad, pequeño?

El niño asiente con la cabeza.

Y Jesús lo llama:

–       Ven aquí.

Para presentarte a mis amigos:

Éstos de los que tanto has oído hablar.

Este es Simón Pedro, el hombre más bueno del mundo con los niños;

éste es Juan, un niño grande, que te hablará de Dios incluso jugando;

éste es Santiago su hermano, serio y bueno como un hermano mayor.

Y éste es Andrés, hermano de Simón Pedro:

harás inmediatamente buenas migas con él, porque es manso como un cordero.

Luego, éste es Simón el Zelote:

éste ama tanto a los niños que no tienen padre;

que creo que daría la vuelta al mundo, si no estuviera conmigo, para buscarlos.

Luego, éste es Judas de Simón y sentados junto a él, están:

Felipe de Betsaida y Nathanael.

¿Ves cómo te miran?

Ellos también tienen niños y quieren mucho  a los niños.

Y éstos son mis hermanos Santiago y Judas:

Aman todo lo que Yo amo, por eso mucho te querrán. 

(Los milagros son signos para ayudarnos en nuestro ministerio apostólico …

Señales para disipar dudas e incredulidad…

NO para proporcionarnos comodidades a los corredentores.

Por eso Mateo está incapacitado temporalmente…)

Ahora vamos a acercarnos a Mateo, que tiene muchos dolores en el pie.

Y a pesar de todo, no guarda rencor a los niños que, jugando alocadamente;

le han pegado con una piedra puntiaguda.

¿Verdad Mateo?

El apóstol sonríe y responde: 

–      Así es, Maestro. 

¿Es hijo de la viuda?

–       Sí.

Es un niño estupendo y muy inteligente, pero ahora está muy triste.

Mateo lo acaricia atrayéndolo hacia sí,

mientras dice.

–       ¡Pobre niño!

Voy a hacer que llamen a Santiaguito, para que juegues con él.

Jesús termina la presentación con Tomás,

el cual práctico como es

la completa ofreciéndole al niño un racimo de uvas arrancadas de la pérgola.   

Jesús concluye: 

–        Ahora sois amigos.

Y se sienta.

Mientras tanto, el niño disfruta sus jugosas uvas…

Y responde a Mateo, que lo tiene abrazado a su lado.

Pedro pregunta: 

–       ¿Dónde has estado tan solo, toda la semana?

Jesús dice; 

–       En Corozaín, Simón de Jonás.

–      Sí, lo sé.

¿Pero qué hiciste?

¿Estuviste en la casa de Isaac?

–       Isaac el viejo ha muerto.

–       ¿Y entonces?

–       ¿No te lo ha dicho Mateo?

–       No.

Sólo ha dicho que te habías quedado en Corozaín desde el día de nuestra partida.

–       Mateo es mejor que tú.

Sabe callar y tú no sabes refrenar tu curiosidad.

–       No solo la mía.

La de todos.

–       Pues bien.

Fui a Corozaím a predicar la Caridad con la práctica.

Varios le preguntan al mismo tiempo:

–      ¿La caridad con la práctica?

–      ¿Qué quieres decir? 

–       En Corozaín hay una viuda con cinco hijos y una anciana enferma.

El marido murió de repente cuando estaba trabajando en el banco de carpintero.

Y ha dejado tras de sí miseria y unos trabajos inacabados.

Corozaín no ha sabido encontrar una migaja de piedad, para con esta familia desdichada.

Fuí a terminar los trabajos y…

–       ¡¡¿ Queeé ?!!

Se produce un pandemónium:

Quién pregunta, quién protesta, quién regaña a Mateo por haberlo consentido.

Quién manifiesta admiración, quién critica.

Y por desgracia, quienes protestan o critican son la mayoría.

Jesús deja que la borrasca se calme, de la misma forma que se ha formado…

Y por toda respuesta, 

añade:

–      Y pasado mañana regresaré allí

Terminaré un trabajo.

Espero que al menos vosotros comprendáis.

Corozaín es un hueso de fruta cerrado, sin semilla.

Por lo menos vosotros sed huesos de fruta con ella.

Josesito, por favor dame esa nuez que te ha dado Simón.

Y escucha tú también.

¿Veis esta nuez?

La tomo porque no tengo otros huesos de fruta en la mano.

Pero, para entender la parábola, pensad en los núcleos de piñones o palmas.

Pensad en los más duros, por ejemplo: en los de las aceitunas.

Son envolturas clausuradas, sin fisuras;

durísimas, de una madera compacta.

Parecen mágicos cofres que sólo con violencia se pueden abrir.

Pues bien, a pesar de todo, si se echa uno de estos titos al suelo,

sencillamente arrojado  sobre la tierra. 

Y si algún caminante pasando por encima, lo incrusta en la tierra al pisarlo,

lo suficiente para que entre un poco en el suelo,

¿Qué sucede?

Pues que el cofre se abre, echa raíces y hojas.

¿Cómo se produce esto por sí solo?

¿Cómo lo logró?

Nosotros tenemos que emplear el martillo

Pues para conseguir abrirlos, tenemos que golpear mucho con el martillo;

Y sin embargo, sin golpes; el hueso se abrió.

¿Tiene algo mágico esa semilla?

No. Lo que tiene dentro es una pulpa.

¡Oh! ¡Una cosa muy débil respecto a la dura cáscara!

Y con todo, alimenta algo todavía más pequeño: la semilla.

Ésta es la poderosa palanca que fuerza, abre… 

Produce la planta con raíces y hojas, que luego será un árbol con frondas.

Haced la prueba de enterrar unos titos y luego esperad.

Veréis como algunos nacen y otros no.

Extraed de la tierra los que no han nacido.

Abridlos con el martillo.

Veréis como son semillas vacías.

No es pues, la humedad del suelo, ni el calor los que hacen abrir el hueso; sino la pulpa.

Y más: el alma de la pulpa;

el germen, que hinchándose, hace palanca y abre. 

Ésta es la parábola.

Apliquémosla a nosotros mismos.

¿Qué hice que no estuviera bien?

¿Nos hemos entendido tan poco, como para no comprender que la hipocresía es un pecado

y que la palabra es viento, si no es la fuerza de la acción?

¿Acaso no os he dicho siempre: Amaos los unos a los otros’?

El Amor es el precepto de la gloria.

Yo que predico, ¿Puedo faltar a la Caridad?

¿Daros el ejemplo de un Maestro Mentiroso?

¡No! ¡Jamás!

¡Amigos míos!

Nuestro cuerpo es el hueso duro;

en el hueso duro está encerrada la pulpa, el alma;

dentro de ella, el germen que Yo he depositado y que está formado de muchos elementos,

el principal de los cuales es la Caridad.

Es la caridad la que hace de palanca para abrir el hueso

y librar al espíritu de las constricciones de la materia

y restablece su unión con Dios, que es Caridad.

La caridad no se hace sólo de palabras o de dinero.

La caridad se hace sólo con la Caridad.

Y no os parezca un juego de palabras.

Yo no tenía dinero

Las palabras, para este caso, no eran suficientes.

Aquí había siete personas al borde del hambre y la angustia.

La desesperación ya lanzaba sus negras garras para hacer presa y asfixiar.

El mundo se apartaba, duro y egoísta, ante esta desventura;

daba muestras de no haber comprendido las palabras del Maestro.

El Maestro ha evangelizado con las Obras. 

Yo tenía la capacidad y libertad para hacerlo.

Y tenía el deber de amar por el mundo entero a estos míseros, a quienes el mundo desprecia.

He hecho todo esto.

¿Podéis todavía criticarme?

¿O debo ser Yo quien os critique, en presencia de un discípulo que no se acobardó

de meterse entre el aserrín y las virutas, por no abandonar al Maestro?

Y estoy seguro de que se convenció más de Mí,

viéndome inclinado, trabajando sobre la madera;

de lo que se hubiera persuadido viéndome sobre un trono.

O ante la presencia de un niño, que ha experimentado lo que Soy;

no obstante su ignorancia; la desventura que lo oprime…

Y su absoluta falta de conocimiento del Mesías, como Tal…

¿No respondéis?

No os apenéis sólo cuando levanto mi Voz, para corregir ideas equivocadas.

Lo hago por amor.

Si no… Meted en vosotros el germen que santifica y que abre el hueso.

De otro modo, seréis siempre seres inútiles.

Lo que hago debéis hacerlo con prontitud también vosotros…

Ningún trabajo, por amor del prójimo; para llevar a Dios un alma; os debe pesar.

El trabajo, cualquiera que sea; jamás humilla.

Pero sí humillan las acciones bastardas;

la falsedad; las acusaciones mentirosas; las acciones bajas, las denuncias mentirosas,

la crueldad, los abusos, la dureza; las vejaciones; 

la usura, las calumnias, la lujuria.

El Adulterio es el asesino mayor de las almas…

Éstas matan al hombre y con todo; las hacen sin experimentar vergüenza;

aún aquellos que quieren ser llamados perfectos.

Y que ciertamente se han sentido mal al verme trabajar con la sierra y el martillo…

El trabajo, sea cual fuere, no es nunca humillante;

Estas cosas son las que envilecen al hombre,

aunque, a pesar de ello, se lleven a cabo sin sentir vergüenza.

(Me refiero también a quienes quieren considerarse perfectos,

pero que se han escandalizado al verme trabajar con la sierra y el martillo).

¡Oh, el martillo!:

¡Cuán noble será, si se usa para meter clavos en una madera…

Y hacer un objeto que sirva para dar de comer a unos huerfanitos!,

¡Cuán distinta será la condición del martillo, modesta herramienta,

si lo usan mis manos y además con fin santo;

cuánto querrán tenerlo todos aquellos que ahora

¡Oh, hombre!

¡Criatura que deberías ser luz y verdad!

¡Cuán tenebroso y mentiroso eres!

Pero vosotros al menos comprended qué cosa es el bien.

Qué cosa sea la caridad.

Qué la obediencia.

En verdad os digo que los fariseos son muchos y que no faltan entre los que me rodean.

manifestarían a gritos su escándalo por causa de él!

¡Oh, hombre, criatura que deberías ser luz y verdad, cuánto eres tinieblas y mentira! 

.¡Vosotros, al menos vosotros, entended lo que es el bien!

¡Lo que es la caridad, lo que es la obediencia!

En verdad os digo que grande es el número de los fariseos.

Y…