P EL CELULAR CELESTIAL
15 de Enero de 2022
Habla Dios Padre,
Queráis o no queráis, lo aceptéis o no lo aceptéis, Yo habito en vuestro corazón.
La diferencia en la comunicación entre vosotros y YO,
estriba en que os déis plenamente cuenta de ello, lo aceptéis y decidáis libremente,
el empezar a entablar comunicación Conmigo.
Yo escucho TODOS vuestros pensamientos. Yo escucho plegarias y peticiones.
Yo escucho y veo todos vuestros pecados y faltas.
Yo vivo vuestra vida, pero no hay reciprocidad.
No hay intercambio de palabras ni de pensamientos.
Me tenéis como espectador furtivo, porque para algunos sí existo en su corazón;
pero no hay intercambio de pensamientos, porque ellos quieren mandar en sus vidas.
Para otros existo, pero Me tienen así, sólo como espectador.
Para otros no existo, ni en su corazón ni en su vida y Soy el Dios lejano, el inalcanzable;
el que estando tan lejos no puede conocer mí pensamiento ni mis necesidades.
Y para muy pocos, Soy el Dios que habita en ellos…
El Padre al que se le tiene la plena confianza de pedirLe consejo y ayuda,
el compañero íntimo al que sólo a Él se le pueden confiar ciertos secretos.
Estoy en vosotros, porque así fue dado desde el Principio.
Sólo espero el momento en que vuestra Fé y vuestro amor
Me permitan empezar a entablar la conversación del Amor con vosotros mismos.
Tratád, buscádMe en el interior de vuestro corazón y al encontrarMe ya no Me dejaréis, porque os colmaré de Mí Amor.
Os daré la compañía que necesitáis, os daré el refuerzo a vuestras vidas en el tiempo de la duda y de la perturbación espiritual.
Os acompañaré en todas vuestras acciones.
Me empezaréis a conocer y Me dejaré alcanzar.
Y probaréis manjares exquisitos que no volveréis a dejar de buscar, por nunca antes haberlos paladeado.
Yo Soy Vuestro Dios y os amo entrañablemente.
“Haced la prueba y veréis que bueno es el Señor”.
Hijitos Míos, Yo vuestro Dios y Padre vuestro, os pido esto.
El que algunos cuantos actualmente, se puedan comunicar Conmigo, no es un don especial;
ES OBLIGACIÓN por el amor que Me tenéis, el poder hacerlo.
Yo os envié a Mi Hijo a recordaros cómo debe vivir en familia en la Tierra y cómo se vive en Familia en el Cielo.
El que algunos cuantos se comuniquen Conmigo os debe dar la pauta
PARA QUE TODOS VOSOTROS LO HAGÁIS
Yo no Soy un Dios inalcanzable.
Y además os pido que no Me veáis como aquellos dioses a los cuáles no se les podía acercar,
porque en ése momento quedaban fulminados.
Os pido que no Me veáis como a un Dios que sólo escucha a los “buenos”
porque entonces pocos; muy pocos, podrían venir a Mi.
Os pido que no Me veáis como a un Dios rencoroso y vengativo;
porque entonces iría en contra de lo que Mi Hijo os predicó sobre Mí:
el Dios del Amor y del Perdón.
Yo Soy vuestro Dios, al que le debéis respeto
al que le debéis agradecimiento por haberos dado el Don de la Vida
Y QUE OS CUIDA EN TODO MOMENTO
Al que le debéis todo lo que en vosotros está y lo que os rodea.
Sí, Me debéis mucho;
pero lo único que os exijo, es vuestro amor.
Lo menos que un padre exige de sus hijos es algo del amor que él ha volcado sobre ellos, para hacerlos hombres de bien.
Yo Soy vuestro Dios y Mi exigencia que es de Amor.
Es que Me deis vuestro pequeño amor;
para que Yo os pueda corresponder dándoos nuevamente, mucho más Amor del que recibo.
Lo normal en una familia, es que los hijos se comuniquen con sus padres,
se compartan, se entiendan se pregunten unos a otros y esto irá creando una CONVIVENCIA.
Al comunicaros Conmigo estáis aceptando crear ésa vida familiar que todos debéis tener.
Cuando un alma se comunica Conmigo recibe un gozo extremo.
¡Qué dicha tan grande recibe el alma cuando se comunica con su Creador!
Al comunicarse Conmigo el alma une al Cielo con la Tierra.
Al comunicarse Conmigo,
el alma recibe Mi Sabiduría y Mis Bendiciones;
porque aprende a pedir exactamente lo que ella misma necesita y lo que necesitan sus hermanos.
Cuando el alma se comunica Conmigo, se sublima y crece a niveles inimaginables;
porque Yo vuestro Dios, hago Vida en ella.
El no comunicarse Conmigo crea separación el alma con su Dios.
No hay confianza, no existe una fe firme, no existe la esperanza de saberse escuchados.
Si lo veis todo esto a ojos humanos,
Me estáis haciendo una verdadera grosería.
¡Yo Soy un Dios vivo!
¡YO Soy un Padre que DESEA VEHEMENTEMENTE HABLAR
No, más que eso;
platicar con sus hijos, escuchar sus pensamientos y que también escuchen los Míos!
NO QUIERO TENER MONÓLOGOS CON VOSOTROS.
Sí, os acercáis a Mí a platicarMe de vuestros planes,
de vuestras desgracias, de vuestras necesidades, de vuestras alegrías, etc.
Sí, en parte es bello que os acerquéis a Mi con ésa Fe de saber que seréis escuchados por Mi
y que obtendréis mucho de lo que pediréis; pero
¿Por qué no Me dejáis a Mi también platicaros?
Yo también puedo hablar,
Yo también Me quiero comunicar con vosotros
Yo también tengo deseos y planes que platicarle a CADA ALMA.
Así como en una familia de muchos hijos
los padres tienen que platicar con todos ellos,
para ir entendiendo a cada uno de ellos,
puesto que todos son diferentes
y cada uno de ellos exige diferente tipo de atención;
Así Yo también, deseo platicar con cada uno de vosotros.
Yo deseo y necesito que Me escuche cada uno de vosotros, porque cada uno de vosotros tiene diferente misión en la Tierra
y debe ser guiado en forma diferente.
Por eso debéis acercaros a Mí, no solo a pedir lo que creéis que necesitáis;
sino DEBÉIS APRENDER A ESCUHARME
Para que Yo os guíe;
para que alcancéis la perfección en vuestra misión y en vuestra vida sobre la Tierra.
Ahora ENTENDED bien esto:
NO os estáis comunicando Conmigo por vuestra falta de Fe y de confianza…
O por soberbia: por sentiros ser más que Yo y que vuestras obras valen más ó que son más importantes que las Mías.
Os hablo fuerte para que entendáis que Mi sensibilidad es grande.
Y para que os deis cuenta que necesito de cada uno de vosotros, para que formemos ésa Familia en la cuál fuisteis constituidos.
Así que recordad nuevamente, NO ES DON DE ALGUNOS CUANTOS
Ni bendición para algunos cuantos el poderse comunicar Conmigo;
es obligación de amor de cada uno de vosotros el hacerlo.
Y esto se da en la Fe y en la confianza que Me tengáis.
Al vivir YA DESDE LA TIERRA ésa comunicación de familia.
Vuestra vida sobre la Tierra la llevaréis más fácilmente y vuestro regreso será de lo más normal.
Teméis a la muerte, porque teméis a lo desconocido y Yo Soy el Desconocido.
¡Conocedme y os daréis cuenta de Mi Bondad Infinita! ¡Confiad en Mi Amor!
Hijitos Míos, os pido que siempre os dispongáis a servirMe como Yo Me lo merezco.
Yo sí Me merezco todas las acciones de vuestra vida y aún vuestra propia vida.
Os he dicho que vosotros no digáis ésa frase de: “yo no me lo merezco”,
cuando os regalo algo material o espiritual;
porque Yo, siendo vuestro Padre os doy las cosas que tenéis, tanto materiales como espirituales por Amor;
Pero precisamente, porque Soy vuestro Padre y os he dado todo,
Yo SÍ Me merezco que vosotros estéis siempre pendientes de lo que Yo necesite de cada uno de vosotros.
Ciertamente, cada uno de vosotros tiene una misión diferente en la Tierra
y por eso os pido que estéis pendientes de lo que Yo os pueda pedir.
¡Cómo quisiera que vivierais así siempre, pendientes de Mis Palabras!
Pendientes de todo lo que sea necesario para la vida del Cielo sobre la Tierra
Y que ése es Mi deseo en vosotros.
Debéis estar pendientes Mis pequeños, de lo que Mi Santo Espíritu os dicte dentro de vuestro corazón.
Por eso, si vivierais en oración, fácilmente escucharíais la Voz de Dios en vuestro interior.
Pero al estar tan distraídos en las cosas del mundo,
no estáis actuando para Mí, para vuestro Dios, sino estáis actuando para el mundo.
Y se pierden tantas necesidades de Mi Corazón, porque no son escuchadas por vosotros.
Debéis entrar en contacto íntimo Conmigo, con vuestro Dios; para que estéis pendientes en qué Me podéis servir.
Yo os he dotado a cada uno de vosotros con diferentes dones, virtudes, capacidades; para que Me sirváis sobre la Tierra.
Sois Mis emisarios y ésa es una Gracia muy grande que os he concedido.
Al ser emisarios de Dios, vosotros podéis hacer grandes cosas para el Reino de los Cielos.
Cada uno de vosotros tiene una misión diferente.
Y cada uno de vosotros sabe hacer, en lo particular, lo que Yo os he pedido o pediré.
Algún otro podrá hacer algo similar a lo que le he pedido a uno de vuestros hermanos;
PERO QUIEN VA A HACER LO PERFECTO
Es aquél a quien Yo le he concedido lo necesario para llevar ésa función.
Y NADA MÁS ÉL
Ésa función específica para el Cuerpo Místico de Mi Hijo.
Sois como celulitas especializadas.
Y solamente cada uno de vosotros puede realizar la misión para la que vinisteis a la Tierra.
Y al deciros “celulitas especializadas” os debéis llenar de un gusto inmenso;
porque eso quiere decir que fuisteis ESCOGIDOS de una forma muy especial, para venir a la Tierra y servirMe.
Y es la realidad, Mis pequeños.
Cada uno de vosotros sois almas muy especiales para Mí, vuestro Dios.
Y QUE DEBÉIS LLEVAR UNA FUNCIÓN
O UNA TAREA MUY IMPORTANTE
Para la renovación del género humano…
Para elevar a ésta humanidad a la santidad en la que fuisteis creados desde un Principio.
Por eso os pido nuevamente que pongáis todas vuestras capacidades,
PERO SOBRE TODO VUESTRA VOLUNTAD
Con un gusto muy grande de servirMe;
sirviendo a vuestros hermanos.
Porque os repito:
SÓIS LOS ÚNICOS
que podéis hacer lo que tenéis que hacer…
Y NADIE MÁS
Lo podrá hacer mejor que vosotros.
Porque cada uno de vosotros es diferente.
Y a cada uno de vosotros os he dotado de ésas características especiales,
para hacer ésa tarea especializada que debéis llevar a cabo.
Y todo siempre dentro del Amor,
que Yo también he puesto en vuestro corazón.
Porque hijitos Míos, todo va a ser renovado.
Os he hablado de lo que padecerán las almas que no están Conmigo.
Pero las almas que se han mantenido Conmigo a pesar de los ataques de Satanás que os rodean;
CUMPLIENDO SU MISIÓN
HERÓICAMENTE
Gozarán inmensamente el cambio que tendréis aquí en la Tierra.
Y las que se hayan ofrecido por la salvación de sus hermanos
gozarán también inmensamente de Mis Bienes en el Reino de los Cielos.
TODO VA A SER PURIFICADO
LO QUE VÉIS AHORANO LO VOLVERÉIS A VER
Pero así tiene que ser, Mis pequeños.
LAS ESCRITURAS
TENDRÁN CUMPLIMIENTO
Yo Soy vuestro Dios, Soy Omnipotente…
Soy vuestro Padre, os Amo…
Os Bendigo en mi Santísima Trinidad.
383 SACRAMENTO DE LA CONFESION
383 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Y justo mientras se incendian el cielo y el lago por el fuego del ocaso, regresan hacia Cafarnaúm.
Están contentos.
Vienen hablando unos con otros.
Jesús habla poco, pero sonríe.
Hacen la observación de que, si el mensajero hubiera sido más preciso, habrían podido ahorrar camino.
Pero también dicen que la fatiga ha merecido la pena, porque un grupo de hijos de tierna edad,
ha recuperado a su padre sano,
cuando ya se estaba enfriando por la cercana muerte.
Y también porque ya no están sin un mínimo de dinero.
Jesús dice:
– Ya os había dicho que el Padre proveería a todo.
Felipe pregunta:
– ¿Y es un antiguo amante de María de Magdala?
Tomás responde:
– Parece…
Según lo que nos han dicho…
Tadeo pregunta:
– ¿A ti, Señor, que te dijo el hombre?
Jesús sonríe evasivamente.
Mateo afirma:
– Yo lo he visto más de una vez con ella, cuando iba a Tiberíades con amigos.
Esto es cierto.
Santiago de Alfeo, insiste:
-¡ Dínoslo hermano, condesciende a nuestra pregunta!…

La posesión demoníaca perfecta, tiene una arrogancia que se siente superior a los demás Y NO RECONOCE; pues no sólo admite señalando los pecados en los demás…
¡El hombre te pidió sólo la salud o también ser perdonado?
Con mucho desdén hacia Santiago,
Judas pregunta:
– ¡Qué pregunta más sin sentido!
¿Pero cuándo el Señor no exige arrepentimiento para conceder una gracia?
Tadeo lo defiende:
– Mi hermano no ha dicho una estupidez.
Jesús cura o libera y luego dice: “Ve y no peques más”
Judas replica:
– Porque ve ya el arrepentimiento en los corazones.
– En los endemoniados no hay arrepentimiento ni voluntad de ser liberados.
Lo cual lo ha demostrado, no sólo uno.
Recuerda todos los casos y verás que huían o arremetían como enemigos;
o por lo menos intentaban una o la otra cosa.
Y si no lo llevaban a cabo era sólo porque se lo impedían sus parientes.. – concluye Judas Tadeo.
Simón Zelote añade:
– Y por el poder de Jesús.

La posesión demoníaca perfecta, causada por la impenitencia y el egoísmo desenfrenado; provocan la ceguera moral, emocional y espiritual que Satanás necesita, para hacer capaces a sus instrumentos de cometer los más atroces crímenes….
Judas:
– Pero en ese caso Jesús tiene en cuenta la voluntad de los parientes,
que representan la voluntad del endemoniado.
El cual, si no estuviera impedido por el demonio, desearía la liberación.
Santiago de Zebedeo. exclama:
– ¡Cuántas sutilezas!
¿Y para los pecadores entonces?
Me da la impresión de que usas la misma fórmula, aunque no sean endemoniados.
Mateo dice:
– A mí me dijo: “Sígueme”
Y no le había dicho todavía ni una palabra respecto a mi estado».
Judas, que quiere tener siempre razón, a toda costa.
le responde:
– Pero te la veía en el corazón.
Pedro dice:
– ¡Bueno, bien!
Pero ese hombre, que según la opinión general era un gran lujurioso y un gran pecador;
no endemoniado, ni poseído;
porque un demonio, con los pecados que tenía ese hombre, lo debía tener por maestro…
si no incluso por amo, moribundo, etc. etc.,
En definitiva. ¿Qué te ha pedido?
Estamos paseando por las nubes, me parece…
Hemos regresado a la primera pregunta. .
Jesús condesciende a su deseo,
respondiendo:
– Ese hombre ha querido estar solo conmigo, para poder hablar con libertad.-
Lo primero que ha expuesto no ha sido su estado de salud…
Sino el de su espíritu.
Ha dicho: “Estoy muriendo, pero no cuanto he hecho creer a los demás para poderte tener pronto.
Necesito tu perdón para sanar.
Pero me basta tu perdón.
Si no me curas, me resignaré.
Lo he merecido.
Lo que te pido es que salves mi alma”
Y me ha confesado sus muchos pecados.
Una nauseante cadena de pecados…
Jesús dice esto, pero su rostro resplandece de alegría.
Bartolomé observa:
– ¿Y sonríes, Maestro?
¡Me sorprende!
– Sí, Nathanael
Sonrío. Porque esos pecados ya no existen.
Y porque junto con los pecados, he sabido el nombre de la redentora.
En este caso el apóstol ha sido una mujer.
Varios exclaman simultáneamente:
– ¡Tu Madre!
Otros:
– ¡Juana de Cusa!
– Si él iba a menudo a Tiberíades, quizás la conoce.
Jesús mueve la cabeza, negando.
Le preguntan:
– ¿Entonces quién?
– María de Lázaro – responde Jesús.
– ¿Ha venido aquí?
¿Por qué sin que la viéramos ninguno de nosotros?
– No ha venido.
Ha escrito a su antiguo compañero de pecado.
He leído las cartas.
Todas suplican lo mismo: escucharla, redimirse como ella se ha redimido, seguirla en el Bien como la
había seguido en el pecado.
Y con palabras conmovedoras y llenas de lágrimas, esas cartas le ruegan que alivie el alma de María,
del remordimiento de haber seducido su alma.
Y lo ha convertido.
Tanto, que se había aislado en su campiña para vencer las tentaciones de las ciudades.
La enfermedad, más de remordimiento del alma que física;
ha acabado de prepararlo a la Gracia. Eso es.
¿Estáis contentos ahora?
¿Comprendéis ahora por qué sonrío?
Todos dicen:
– Sí, Maestro.
Y luego, viendo que Jesús alarga el paso como para aislarse…
Se ponen a conversar en tono bajo entre sí…
Están a la vista de Cafarnaúm cuando, en la confluencia del camino que han recorrido ellos ,
con el que bordea el lago viniendo de Magdala, se cruzan con los discípulos, que han venido a pie,
evangelizando desde Tiberíades.
Todos, menos Margziam, los pastores y Mannahém;
que han ido desde Nazaret hacia Jerusalén con las mujeres.
Los discípulos han aumentado, por algunos que se han unido a ellos de retorno de la misión.
Y que traen consigo nuevos prosélitos de la doctrina cristiana.
Jesús los saluda dulcemente.
Pero enseguida se vuelve a aislar en una meditación y oración profundas,
unos pasos más adelante que ellos.
(Esto es ORAR en medio del mundo)
Los apóstoles por su parte, se unen al grupo de los discípulos, especialmente con los más influyentes;
o sea, Esteban, Hermas, el sacerdote Juan, Juan el escriba, Timoneo, José de Emaús,
Hermasteo el filisteo, que al parecer vuela en el camino de la perfección),
Abel de Belén de Galilea, cuya madre va al final del nutrido grupo con otras; mujeres.
De esta manera, discípulos y apóstoles se intercambian preguntas y respuestas sobre las cosas acaecidas
Así, se habla de la curación y conversión de hoy
y del milagro del estáter en la boca del pez…
Esto, por las causas que lo han originado,
suscita grandes comentarios, que se propagan de fila en fila, cual fuego aplicado a pajas secas..
314 MILAGROS BAJO LA LLUVIA
314 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Después de un rato de silencio…
Viene corriendo Timoneo:
Y dice:
– Maestro, allí se ve el pueblo antes de Aera.
Podremos hacer un alto en el camino o pedir burros
Jesús responde::
– Ya está dejando de llover.
Es mejor seguir.
– Como quieras Maestro.
Pero ahora, con tu permiso, me adelanto.
– Bien.
Timoneo se echa a correr con Marcos.
Jesús, sonriendo, observa:
– Quiere que tengamos un ingreso triunfal.
De nuevo están todos en grupo.
Jesús deja que se metan a hablar con pasión de las diferencias de las regiones.
Luego se retrasa, tomando consigo al Zelote.
En cuanto están solos,
pregunta:
– ¿Por qué te has puesto colorado, Simón?
Simón vuelve a ponerse rojo como las brasas, pero no dice nada.
Jesús repite la pregunta.
Simón, más rojo y más callado.
Jesús insiste en la pregunta.
– ¡Señor, pero si Tú ya lo sabes!
¿Por qué me obligas a hablar?
Dolido como si fuera un torturado.
– ¿Tienes certeza?
– No me lo ha negado.
Sin embargo, ha dicho:
“Lo hago por previsión. Soy sensato.
El Maestro no piensa nunca al mañana”.
Forzando las cosas, hasta podría ser así.
Pero… en todo caso es… en todo caso es…
Maestro, mete Tú la palabra exacta.
– En todo caso es una demostración de que Judas es solamente un “hombre“.
No sabe elevarse a ser un espíritu.
Pero, más o menos, sois todos así.
Teméis por estupideces.
Os preocupáis de previsiones inútiles.
No sabéis creer que la Providencia es potente y está presente.
Bien, que esto quede entre nosotros dos. ¿No es verdad?
– Sí, Maestro
Sigue un momento de silencio.
Luego Jesús dice:
– Pronto volveremos al lago…
Será hermoso un poco de recogimiento después de tanto camino.
Nosotros dos iremos a Nazaret y estaremos allí un tiempo, hacia las Encenias.
Estás sólo…
Tú, conmigo».
– Señor, Judas, Tomás, y también Mateo, están solos.
– No te preocupes.
Cada uno celebrará las fiestas con la familia.
Mateo tiene a su hermana.
Tú estás solo.
A menos que quieras ir con Lázaro…
Simón contesta rápido:
– No, Señor.
No. Quiero a Lázaro.
Pero estar contigo es estar en el Paraíso.
Gracias, Señor – y le besa la mano.
Hace poco que han dejado atrás el poblado, cuando he aquí que bajo otro aguacero,
aparecen de nuevo por el camino inundado Timoneo y Marcos,
que gritan:
– ¡Deteneos!
Está Simón Pedro con unos burros.
Lo he encontrado mientras venía para acá.
Lleva ya tres días de camino hacia aquí con los animales, bajo la lluvia.
Se detienen al amparo de un robledal que resguarda un poco del chaparrón.
Y ven venir, montado en un asno – el primero de una fila de borriquillos – a Pedro;
que con la manta que se ha echado sobre la cabeza y la espalda, parece un fraile.
Y lo saluda diciendo:
¡Ya decía yo que estarías mojado como uno que se hubiera caído al lago!
¡Vamos enseguida, a caballo todos, que Aera hace tres días que está ardiendo
de tanto como tiene encendidas sus chimeneas para secarte!
Rápido, rápido… ¡En qué estado!…
¡Fijaos aquí!
¿Pero no erais capaces de hacerle esperar?
¡Ah, si no estoy yo! ¡Pero, yo digo…!
¡Pero mirad aquí!
Tiene el pelo tieso como un ahogado.
Debes estar helado. ¡Con toda esta agua!
¡Qué imprudencias! ¿Y vosotros?
Tú el primero hermano, que no piensas.
Y todos los demás. ¡Bien guapos estáis!
¡Parecéis sacos caídos a un pantano!
¡Vamos, ligeros!
¡Ya no me vuelvo a fiar de confiároslo!
Me falta poco para ahogarme de horror…
Mientras el asno trota al lado del de Pedro, a la cabeza de la caravana asnal,
Jesús responde sereno:
– Y de lo que hablas, Simón
Jesús repite:
« Y de lo que hablas.
De palabras inútiles.
No me has dicho si han llegado los otros, si han partido las mujeres,
si tu mujer está bien…
– Te diré todo.
Pero ¿Por qué te has puesto en camino con esta lluvia?
– ¿Y tú por qué has venido?
– Porque tenía prisa de verte, Maestro mío.
– Porque tenía prisa de reunirme contigo, Simón mío.
– ¡Oh, mi querido Maestro!
¡Cuánto te quiero!
¡Mujer, niño, casa? ¡Nada, nada!
Todo es feo si Tú no estás.
¿Crees que te quiero así?
– Lo creo.
– ¿Quién?
– Un gran niño lleno de pequeños defectos.
Y bajo estos defectos, sepultadas, muchas dotes excelentes.
Pero hay una que no está sepultada: tu honestidad en todo.
¿Y entonces, quién está en Aera?
– Judas, tu hermano, con Santiago;
más Judas de Keriot con los otros.
Parece que Judas ha hecho las cosas muy bien.
Todos lo alaban…
– ¿Te ha hecho preguntas?
– ¡Muchas!
No he respondido a nada.
He dicho que no sabía nada.
Y es así, porque ¿Qué sé yo, aparte de haber acompañado hasta Gadara a las mujeres?
Mira, no le he dicho nada de Juan de Endor.
Él cree que está contigo.
Deberías decírselo a los otros.
– No.
Ellos, como tú, tampoco saben dónde está Juan.
Inútil decir más cosas.
¿Pero estos burros?… ¡Tres días!…
¡Qué gasto! ¿Y los pobres?
– Los pobres…
Judas tiene un montón de dinero.
Se ocupa él.
Estos burros no me cuestan un céntimo.
Los habitantes de Aera me habrían dejado incluso mil, sin ningún gasto, para Ti.
He tenido que levantar la voz para impedir venir a buscarte con un ejército de asnos.
Aquí todos creen en Ti.
Son mejores que nosotros… – y suspira.
– ¡Simón, Simón!
En la Transjordania nos honraron;
hubo un galeote, paganas, pecadoras, mujeres, que os dieron lecciones de perfección.
Recuérdalo siempre, Simón de Jonás.
Han llegado a la entrada del poblado,
y Pedro señala:
– Trataré de recordarlo, Señor.
Mira; mira, los primeros de Aera.
¡Mira cuánta gente!
Ahí están tus hermanos entre la multitud.
Y los discípulos a los que habías dicho que se adelantaran.
Y también los que han venido con Judas de Keriot.
Ahí está el más rico de Aera con sus servidores.
Quería que te alojaras en su casa.
Pero la madre de Timoneo ha hecho valer su derecho y estarás en su casa.
¡Mira, mira!
Están irritados porque el agua apaga las antorchas.
Hay muchos enfermos, ¡eh!
Se han quedado en la ciudad, junto a las puertas, para verte enseguida.
Uno que tiene un almacén de leña ha puesto a su disposición los cobertizos.
Hace tres días que están allí, ¡Pobre gente!
Desde que llegamos nosotros y nos extrañamos de no verte.
El grito de la multitud impide que Pedro continúe, así que se calla.
Y permanece al lado de Jesús como si fuera un escudero.
Ya han llegado a la gente.
La multitud se va abriendo y Jesús pasa con su borriquillo,
bendiciendo continuamente mientras pasa.
Entran en la ciudad.
Jesús indica:
– Vamos donde los enfermos, inmediatamente.
Sin hacer caso de las protestas de quienes quisieran ofrecerle un techo…
Darle alimento y fuego por miedo a que sufra demasiado.
– Ellos sufren más que Yo – responde.
Ya llegan al rústico recinto del almacén de la leña.
Abren de par en par la puerta.
Del interior del recinto sale un clamor quejumbroso:
– ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de nosotros!
Es un coro suplicante, constante como una letanía.
Voces de niños, de mujeres, de hombres, de ancianos:
tristes como balidos de corderos en pena;
acongojadas como de madres en agonía;
descorazonadas como de quien tiene una sola esperanza;
temblorosas como de quien ya sólo sabe llorar…
Jesús entra en el recinto.
Se yergue lo más que puede sobre los estribos…
Y levantando la mano derecha, con su voz potente como una trompeta
Con imperio y majestad,
declara:
– ¡A todos los que creen en Mí, salud y bendición!
Se apoya de nuevo en la silla y hace ademán de volver afuera.
Pero la multitud le oprime;
los que han quedado curados se cierran en torno a Él.
Y, a la luz de las antorchas, que al amparo de los pórticos arden
y dan viveza de resplandores al crepúsculo;
se ve al gentío que bulle delirante de alegría, aclamando al Señor;
al Señor, que casi desaparece en medio de un tapiz de flores de niños sanados;
que las madres le han puesto en los brazos, en el regazo y hasta en el cuello del asno;
sujetándolos para que no se caigan.
Jesús tiene los brazos colmados de niños, como si fueran flores y sonríe feliz.
Y los besa, porque, sujetándolos como está con los brazos, no puede bendecirlos.
Finalmente retiran a los niños.
Ahora son los ancianos curados los que lloran de alegría y le besan las vestiduras mojadas.
Y siguen los hombres y las mujeres…
Es ya de noche cuando puede entrar en la casa de Timoneo y reponerse,
con el fuego y la ropa seca.
311 LIBRO DE ESDRAS Y NEHEMÍAS
311 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Con la primera persona a la que se dirigen, preguntándole por Felipe de Jacob,
se dan cuenta de lo mucho que ha trabajado el joven discípulo.
La persona consultada, una viejecita llena de arrugas, que con fatiga transporta un cántaro lleno de agua,
mirando fijamente con sus ojitos hundidos por la edad al hermoso rostro de Juan,
que le ha hecho la pregunta sonriendo y precediéndola con un «La paz sea contigo»
tan dulce que la anciana ha quedado conquistada,
pregunta:
– ¿Eres el Mesías?
Juan responde:
– No.
Soy su apóstol. Él viene allí.
La anciana deja en el suelo su cántaro y dirige sus pasos, renqueando, al punto indicado;;
cuando llega, se arrodilla ante Jesús.
Juan, que está con Simón frente al cántaro, que casi se ha volcado;
derramándose la mitad de su contenido,
sonríe mientras dice a su compañero:
– Creo que es mejor que tomemos este cántaro y vayamos donde la anciana.
Toma el cántaro y se encamina, mientras,
añade:
– Sí.
Nos servirá para beber, porque todos tenemos sed.
Y llegando donde la viejecita, que arrodillada y no sabiendo exactamente qué decir,
– «¡Bonito, santo Hijo…
De la Madre más santa!»,
Mientras bebiéndose con sus ojos la figura de Jesús;
Quien, a su vez, le sonríe, repitiendo también:
« Levántate, madre.
¡Pero mujer, levántate!
Juan le dice:
– Hemos cogido tu cántaro, que casi se había volcado.
Hay poca agua.
Pero, si nos lo permites, bebemos esta agua y luego te lo llenamos.
La anciana replica:
– Sí, hijos, sí.
Lo que siento es tener solamente agua para vosotros.
Leche, como cuando alimentaba a mi Judas, querría tener en mi pecho,
para daros lo más dulce que hay en la tierra:
la leche de una madre; vino querría tener, del más selecto, para daros fuerzas..
Pero Mariana de Eliseo es vieja y pobre…
Jesús responde:
– Tu agua, madre, es para Mí vino y leche, porque la ofreces con amor.
Y bebe, Él el primero, del cántaro que Juan le ha acercado.
Luego beben los demás.
La anciana se ha levantado por fin.
Y ahora los mira como miraría al Paraíso;
pero al ver que han bebido todos y ahora van a tirar el agua que queda…
Y ya hacen ademán de ir a la fuente que gorgotea en el fondo de la calle,
la anciana se interpone defendiendo el cántaro,
y dice:
– No, no.
Esta agua de la que ha bebido Él es más santa que el agua lustral.
La conservaré con esmero para que me purifiquen con ella cuando muera.
Y, aferrando su cántaro, dice:
– Me lo llevo a casa.
Tengo otros.
Ya llenaré ésos.
Antes ven, Santo, que te enseño la casa de Felipe.
Y va dando trotecillos, ligera, toda encorvada, risueños su rostro rugoso y sus ojos avivados por la alegría.
Teniendo cogido el borde del manto de Jesús con sus dedos,
como temiendo que se le pueda escapar.
Y defendiendo su cántaro de las insistencias de los apóstoles; que quisieran que no llevase ese peso;
Va dando trotecillos muy dichosa, mirando la calle y las casas de Arbela
(desierta la primera, cerradas éstas, en el atardecer)
Con la mirada de un conquistador feliz de su victoria.
Por fin, al pasar de esta calle secundaria a otra más céntrica, en que hay gente que se apresura a llegar a casa.
Y la gente la observa con asombro, señalándosela unos a otros y preguntándole…
Ella espera a que se forme alrededor un corro de gente,
y grita:
– ¡Tengo conmigo al Mesías de Felipe!
Corred a decirlo por todas partes; primero a la casa de Jacob.
Que estén preparados para glorificar al Santo.
Grita hasta desgañitarse.
Sabe hacerse obedecer.
Le ha llegado, pobre ancianita lugareña, sola y desconocida, la hora de mandar.
Y ve a toda una ciudad revolucionada por su imperativo.
Jesús, mucho más alto que ella, le sonríe cuando de vez en cuando, ella lo mira;
y le pone una mano en su cabeza senil,
con una caricia de hijo que la hace desmayarse de felicidad.
La casa de Jacob está en una calle céntrica.
Abierta de par en par e iluminada, muestra tras el portal una larga entrada, en que hay
movimiento de gente con lámparas,
personas que, en cuanto Jesús aparece en la calle, corre afuera
el joven discípulo Felipe, luego su madre y su padre, parientes, domésticos y amigos.
Jesús se detiene y responde con majestuosidad al reverente saludo de Jacob,
luego se agacha hacia la madre de Felipe…
La cual, de rodillas, lo está venerando y la hace ponerse de pie, la bendice,
y le dice:
– Sé siempre feliz por tu fe.
Luego saluda al discípulo y al otro que ha venido con él.
La anciana Mariana, a pesar de todo, no suelta el borde del manto, ni su puesto al lado de Jesús,
hasta que están ya para poner pie en el atrio.
Entonces gime:
– ¡Una bendición para que yo sea feliz!
Ahora Tú estarás aquí… yo voy a mi pobre casa y…
¡Cuánta nostalgia en esa voz senil!
Jacob, al que su mujer le ha hablado en voz baja,
dice:
– No, Mariana de Eliseo.
Quédate tú también en mi casa, como si fueras una discípula.
Quédate el tiempo que el Maestro esté con nosotros, y sé feliz así.
Jesús dice:
– Dios te bendiga, hombre.
Tú comprendes la caridad.
– Maestro…
Ella te ha traído a mi casa.
Tú me has concedido gracia y caridad.
No hago sino restituir, y, en todo caso, míseramente, lo mucho que de Ti y de ella he recibido.
Quisiera que encontrarais acogedora mi casa.
La multitud, afuera, en la calle, los ve entrar,
y grita:
– ¿Y nosotros?
Queremos oír su palabra.
Jesús se vuelve:
– Es ya de noche.
Estáis cansados.
Preparad vuestra alma con un santo descanso.
Mañana oiréis la Voz de Dios.
Por ahora, os acompañen la paz y la bendición.
Y el portal se cierra, cubriendo con ello la felicidad de esta casa.
Santiago de Zebedeo, mientras se purifican del viaje;
hace esta observación al Señor:
– Quizás hubiera sido mejor hablar inmediatamente y partir al alba.
Los fariseos están en la ciudad.
Me lo ha dicho Felipe.
Te van a crear conflictos.
– Los que habrían tenido conflictos con ellos están lejos.
Los problemas que me puedan causar no tienen importancia.
El amor anulará…
Es la mañana del día siguiente…
La salida, alegre, entre los familiares de Felipe y los apóstoles.
La cita con los de Arbela, que esperan pacientemente.
El camino hacia la plaza principal,
donde Jesús empieza a hablar.
Se lee en el capítulo octavo del segundo de Esdras esto que ahora os repito aquí: “Llegado el séptimo mes…”
(Jesús me dice: “No escribas más. Repito íntegramente las palabras del libro“).
(Las palabras del libro son las de Nehemías 8, porque el primero y el segundo libro de Esdras reciben, respectivamente, en los nuevos títulos de los libros de la Biblia,
los nombres de libro de Esdras y libro de Nehemías)
303 EL APÓSTOL DEL CAMELLO
303 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Largas son las horas de un día cuando no se sabe qué hacer.
Y verdaderamente no saben qué hacer este sábado los que están con Jesús,
en una ciudad donde no conocen a nadie,
en una casa en que se ven divididos por las diferencias de lengua y costumbres,
como si no fueran ya suficientes los prejuicios hebreos,
para tenerlos divididos de los caravaneros y de los servidores de Alejandro Misax.
Por eso muchos están todavía en la cama, o dando cabezadas al sol que calienta el vasto patio
cuadrado de la casa.
Un patio adecuadísimo para recibir caravanas, con pilas, con argollas clavadas en las paredes
o en las columnas de un rústico pórtico dispuesto a lo largo de los cuatro lados,
y numerosas caballerizas, henales y pajares en tres de los lados.
Las mujeres están retiradas en sus habitaciones: no se ve ni una sola.
Margziam encuentra motivo de distracción incluso en este patio cerrado:
observa el trabajo de los estableros, que almohazan a los mulos, cambian las camas,
examinan las pezuñas, remachan las herraduras flojas…
O -y ello suscita en él aún mayor interés, porque es una cosa nueva-
observa encandilado lo que hacen los camelleros, preparando ya desde hoy la carga
para cada uno de los animales,
distribuyéndolo en proporción al animal, equilibrándolo,
y cómo les hacen arrodillarse y levantarse para poderlos cargar y descargar,
para premiarlos después con un puñado de legumbres secas que parecen habas,; en fin…
Una distribución de bayas de algarrobo,
que también los hombres mastican con gusto.
Margziam está verdaderamente asombrado y mira alrededor de sí para encontrar a alguien
con quien compartir su asombro.
Pero queda desilusionado porque los adultos no están atentos a los camellos:
unos hablan entre sí, otros están adormilados.
Se acerca a Pedro, que duerme como un bendito, apoyada la cabeza sobre el blando heno.
Le tira de una manga.
Pedro abre medio ojo y pregunta:
– ¿Qué pasa?
¿Quién me requiere?
El niño contesta:
– Yo.
– Déjame dormir.
He visto muchos camellos… Son animales feos.
El niño va donde Mateo, que está haciendo cuentas, pues en este viaje el tesorero es él:
Margziam le dice:
– He estado viendo los camellos, ¿Sabes?
Comen como las ovejas, ¿Sabes?
Y se arrodillan como los hombres y parecen barcas subiendo y bajando cuando caminan.
¿Tú los has visto?
Mateo, que ha perdido la cuenta por la interrupción, responde con un seco: «Sí»
Y vuelve a sus monedas.
Margziam mira a su alrededor…
Allí están Simón y Judas Tadeo hablando…
Y corriendo a su encuentro dice:
– ¡Qué bonitos son los camellos!
¡Y qué buenos!
Los han cargado y descargado.
Y se han agachado para que los hombres no se fatigaran.
Luego han comido algarrobas.
También los hombres.
A mí me gustaría…
Pero no sé cómo lograr que me entiendan.
Ven… – y coge de la mano a Simón.
Simón, absorto en el pacífico debate con Tadeo, responde distraídamente:
– Sí, bonito…
Ve, ve, pero ten cuidado de no hacerte daño.
Margziam lo mira perplejo…
Simón ha dado una respuesta fuera de lugar.
Casi llora.
Se aleja desilusionado y va a apoyarse en una columna…
Jesús sale de una habitación y lo ve muy murrioso y solo.
Se acerca al niño, le pone una mano encima de la cabeza y
le pregunta:
– ¿Qué haces todo solo y triste?
– Ninguno me hace caso…
– ¿Qué querías de ellos?
– Nada…
Hablaba de los camellos…
Son bonitos… me gustan.
Estar ahí arriba debe ser como estar en una barca…
Y comen algarrobas;
también los hombres…
Jesús comprende y dice:
– ¿Y quieres subir arriba y comer las algarrobas.
Ven, vamos donde los camellos.
Y lo toma de la mano y va al fondo del vasto patio con el niño, que se ha calmado por completo.
Va derecho hacia un camellero y lo saluda con una sonrisa.
Éste se inclina y sigue observando a su animal…
Está colocándole la cabezada y regulándole las bridas.
Jesús dice:
– Hombre, ¿Me entiendes?
El camellero responde:
– Sí, señor.
Hace veinte años que os conozco.
– Este niño tiene un deseo grande: subir a un camello.
Y un deseo pequeño: comer una algarroba…
Jesús sonríe más vivamente todavía.
– ¿Tu hijo?
– No tengo hijos.
No tengo mujer.
– Tú, eres muy guapo y fuerte,
¿No has encontrado mujer?
– No la he buscado.
– ¿No has sentido deseo de mujer?
– No. Nunca.
El hombre lo mira estupefacto.
Luego dice:
– Yo nueve hijos en Isquilo…
Voy: hijo. Voy: hijo. Siempre.
– ¿Los quieres a tus hijos?
– ¡Sangre mía!
Pero trabajo duro.
Yo aquí, hijos allí. Lejos…
Pero para que tengan pan ellos.
– Entiendo.
Entonces puedes comprender a este niño que quisiera montar en el camello
y comer unas algarrobas.
– Sí. Ven.
Y tomando al niño lo lleva hacia el camello,
mientras pregunta:
¿Miedo? ¿No? Bien.
¡Bonito el niño! También yo. Uno así.
Así moreno. Aquí.
Coge aquí. Fuerte
Y le pone la mano en el original agarre de la parte delantera de la silla.
– Sujetar.
Ahora voy yo.
Y camello arriba.
Y el hombre trepa hasta la alta silla, se coloca bien e incita al camello,
el cual, obediente, con una fuerte arfada, se alza.
Margziam ríe contento.
Y mucho más contento,
dado que el camellero le ha puesto en la boca una magnífica algarroba.
El hombre pone el camello al paso, a lo largo del patio;
luego, al trote; en fin, al ver que Margziam no tiene miedo, grita algo a un compañero
y éste abre la grandísima puerta trasera del patio,
y el camellero desaparece con su carga hacia el verde de la campiña.
Jesús vuelve hacia la casa y entra en una habitación grande donde están las mujeres.
pregunta:
– ¿Qué sucede, Hijo mío, que estás tan contento?
– Es la alegría de Margziam…
Que está galopando montado en un camello.
Salid para que lo veamos volver.
Salen todos al patio y se sientan en un pequeño muro bajo, cabe los pilones.
Los apóstoles que no duermen se acercan;
los que estaban asomados a las ventanas de la habitación miran hacia abajo,
ven y se acercan también.
Sus voces altas y juveniles, son las de Juan y los dos Santiagos,
y hacen reaccionar a Mateo.
Ahora están al completo, pues viene también Juan de Endor con los dos discípulos.
Pedro pregunta:
– Pero, ¿Dónde está Margziam, que no lo veo?
Jesús responde:
– De paseo en el camello.
Ninguno de vosotros lo escuchaba…
Lo he visto triste y he puesto el remedio oportuno.
Pedro, Mateo y Simón recuerdan:
– ¡Ah! ¡Claro!
Hablaba de camellos… y de algarrobas.
– ¡Pero yo tenía sueño!
– Yo tenía cuentas que hacer, para darte la
relación de lo que he recibido de los gerasenos y de lo que he dado como limosna»;
– ¡Y yo estaba hablando de cosas de fe con tu hermano!».
– No importa.
Me he ocupado Yo.
De todas formas, dicho sea de paso, también es amor ocuparse de los juegos de un niño…
Pero ahora vamos a hablar de otra cosa.
Fuera, toda la ciudad está de fiesta.
De nuestro sábado el único recuerdo que hay es una alegría general.
Es mejor que ahora nos quedemos aquí dentro, con mucha más razón,
considerando que si quieren pueden encontrarnos.
Saben dónde estamos.
Ahí está Alejandro inspeccionando sus camellos.
Voy a decirle que falta uno por mi culpa.
Y Jesús va raudo hacia el mercader y le habla.
Vuelven juntos.
El mercader dice:
– Muy bien.
Se divertirá, y le sentará bien una carrera bajo el sol.
Puedes estar seguro de que el hombre lo tratará bien.
Calipio es un hombre recto.
A cambio de la carrera te pido algunas palabras.
Esta noche pensaba en tus palabras…
En las de Ramot entre Tú y la mujer, en las de ayer.
Ayer tenía la impresión de estar subiendo a un alto monte, como los de la tierra en que habito,
que tiene su cima verdaderamente en las nubes.
Impulsabas hacia arriba, hacia arriba, hacia arriba.
Me sentía como enganchado por un águila: una de esas de nuestro monte mayor,
el primero que emergió del Diluvio.
Todo lo veía nuevo, cosas en las que nunca había pensado, todas hechas de una luz…
Y las comprendía.
Luego se me han embrollado.
Sigue hablando.
– No sé…
Todo era hermoso. Lo que decías de volvernos a encontrar en el Cielo…
He comprendido que allí se amará de forma distinta y, no obstante, igual.
Por ejemplo: no tendremos las inquietudes de ahora…
Y, no obstante, seremos todos para uno y uno para todos,
como si fuéramos una única familia.
¿Me equivoco?
– No.
Es más, formaremos una sola familia incluso con los que todavía viven.
Las almas no quedan separadas por la muerte.
Estoy hablando de los justos.
Ellos constituyen una sola gran familia.
Imagínate un gran templo donde haya unos que adoran y oran y otros que trabajan;
los primeros oran por éstos también, y éstos trabajan para los que oran.
Lo mismo las almas.
Nosotros trabajamos aquí en la tierra.
Ellos nos ayudan con sus oraciones.
Y nosotros debemos ofrecer nuestros sufrimientos por su paz.
Es una cadena que no se rompe.
El Amor une a los que vivieron con los que viven.
Y los que viven deben ser buenos para volverse a unir con los que vivieron
y desean que estén con ellos.
Síntica hace un gesto involuntario que frena inmediatamente.
Pero Jesús lo ve y la invita a salir de la circunspección que ella siempre observa.
– Pensaba…
Ya hace días que lo pienso y, a decir verdad, me turba,
porque me parece que creer en tu Paraíso significa perder para siempre a mi madre
y a mis hermanas… Un sollozo quiebra la voz de Síntica, y no continúa para no llorar.
– ¿Qué pensamiento es este que tanto te turba?
– Yo ahora creo en Tí.
A mi madre no sé pensarla sino como pagana.
Era buena… ¡Muy buena! ¡Eran muy buenas también mis hermanas!
La pequeña Ismene era la criatura más buena que la Tierra haya tenido.
Pero eran paganas…
Sin embargo cuando yo era como ellas pensaba en el Hades y decía:
“Volveremos a estar juntas”. Ahora ya no existe el Hades.
Existe tu Paraíso, el Reino de los Cielos para los que han servido con justicia al Dios verdadero.
¡No tienen culpa de haber nacido griegas!
Ninguno de los sacerdotes de Israel vino a decir: “El Dios verdadero es el nuestro”.
¿Y entonces? ¿Sus virtudes, nada?
¿Sus sufrimientos, nada?
¿Tinieblas eternas y eterna separación de mí?
Te digo: ¡Un tormento!
Me parece como haberlas renegado.
Perdona, Señor… Yo lloro…
Y se postra de rodillas y llora desolada.
– ¡Sí!
Yo también pensaba si, haciéndome justo,
volvería a ver a mi padre, a mi madre, a mis hermanos, a mis amigos…
Jesús posa sus dedos sobre la cabeza morena de Síntica,
y dice:
– Constituye culpa cuando, conociendo la Verdad se persiste en el Error;
no cuando uno está convencido de estar en la verdad y ninguna voz se ha acercado nunca
a decir: “Traigo la verdad.
Abandonad vuestras quimeras por esta Verdad y tendréis el Cielo”.
Dios es justo.
¿Crees que no va a premiar la virtud por el hecho de que se haya formado aislada
entre la corrupción de un mundo pagano?
– ¿Y el pecado original?
¿Y el culto nefando? Y…
Más cosas -para amontonarse sobre el alma afligida de Síntica-
saldrían de la boca de los israelitas,
si Jesús, con un gesto, no impusiera silencio.
Dice:
– El pecado original es común a todos, de Israel y no de Israel.
No es particularidad de los paganos.
El culto pagano constituirá culpa cuando la Ley de Cristo esté difundida en el mundo.
La virtud será siempre virtud a los ojos de Dios.
Y, por la unión mía con el Padre, digo y lo digo en su Nombre,
traduciendo en palabras el Pensamiento santísimo,
que los caminos del poder misericordioso de Dios son tantos
y tan totalmente orientados a la dicha de los virtuosos,
que serán eliminadas las barreras entre las almas,
y los que merecieron paz paz tendrán.
No sólo esto, sino que digo que en el futuro los que, convencidos de estar en la Verdad,
sigan la religión de sus padres con justicia y santidad, no serán malquistos de Dios
ni castigados por El.
Es la malicia, la falta de buena voluntad, el rechazar deliberadamente la Verdad conocida,
es, sobre todo, el impugnar la Verdad revelada y luchar contra ella,
es el vivir vicioso lo que realmente separará para siempre las almas de los justos
de las de los pecadores.
Levanta el espíritu abatido, Síntica.
Estas melancolías son un asalto infernal por la ira que Satanás siente hacia ti,
presa para siempre perdida.
El Hades no existe. Existe mi Paraíso.
Pero no es causa de dolor, sino de dicha.
Nada de la Verdad debe ser causa de abatimiento o duda;
antes al contrario, fuerza para creer cada vez más y con gozosa seguridad.
Pero tú manifiéstame siempre tus razones.
Quiero que tengas luz segura y firme como la del Sol.
Síntica, todavía arrodillada, le toma la mano y la besa…
El crrr crrr del camellero da a entender que el camello está para volver, al paso, sin hacer ruido
en la tupida hierba que hay fuera de la puerta trasera, la cual abre sin demora
uno de los hombres de la caravana.
Y Margziam vuelve contento, colorado por la carrera:
un minúsculo hombrecito subido a la alta grupa.
Ríe agitando los brazos mientras el camello se arrodilla, se deja deslizar desde la original silla,
acaricia al camellero de piel morena.
Y luego corre hacia Jesús gritando:
– ¡Qué bonito!
¿Vinieron en estos animales para adorarte los Sabios de Oriente?
¡Y yo voy a ir con ellos a predicarte por todas partes!
El mundo parece más grande visto desde allí arriba,
y dice: “¡Venid, venid, vosotros que conocéis la Buena Nueva!”.
También ese hombre la necesita…
Y también tú, mercader, y todos tus hombres…
¡Cuánta gente espera, y muere sin poderla recibir!…
Más gente que la arena del río. ¡Todos sin ti, Jesús!
¡Dísela pronto a todos!
Y se le abraza a la cintura levantando la cabeza.
Jesús se agacha para besarlo y promete:
– Verás el Reino de Dios evangelizado en los confines más lejanos de Roma. ¿Contento?
– Yo sí.
Luego iré a decirte: “Mira: éste, aquél y aquel otro país te conocen”.
Entonces sabré los nombres de esas tierras lejanas.
– Te diré: “Ven, pequeño Margziam.
Recibe una corona por cada país en que me has predicado.
Y luego ven aquí, a mi lado, como aquel día en Gerasa;
descansa de tus fatigas porque has sido un siervo fiel
y ahora es justa tu bienaventuranza en mi Reino”.
275 JORNADA APOSTOLICA
275 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Es ya plena noche cuando Jesús vuelve a casa.
Entra en el huerto sin hacer ruido.
Se asoma un momento a la oscura cocina; la ve vacía.
Se asoma a las dos habitaciones donde están las esteras y las camas: también están vacías.
El único indicio de que los apóstoles hayan regresado es la ropa cambiada amontonada en el suelo.
La casa está tan silenciosa, que parece deshabitada.
Jesús, haciendo menos ruido que una sombra, sube la pequeña escalera
-candor en el candor de la Luna llena- y llega a la terraza.
La atraviesa.
Parece un espectro moviéndose sin hacer ruido, un luminoso espectro.
En la incandescencia blanca de la Luna parece estilizarse, alzarse aún más.
Levanta con la mano la cortina que cubre la puerta de la habitación de arriba
que (estaba corrida desde cuando los discípulos de Juan habían entrado en la habitación con Jesús).
Dentro, sentados acá o allá, en grupos, están los apóstoles con los discípulos de Juan,
con Manahén.
Y también Margziam, que está dormido, reclinada su cabeza en las rodillas de Pedro.
La Luna se encarga de iluminar la habitación entrando con sus flujos fosfóricos por las ventanas abiertas.
Ninguno habla.
Y ninguno duerme; aparte del niño, sentado en el suelo sobre una estera.
El primero que lo ve es Tomás.
Que exclama sobresaltado:
– ¡Oh, Maestro!
Todos los demás también reaccionan.
Pedro, en su ímpetu, hace ademán de levantarse repentinamente,
pero se acuerda del niño y se levanta suavemente,
apoyando la morena cabeza de Margziam donde estaba sentado,
de forma que es el último en acercarse al Maestro.
Jesús mientras está respondiendo, con voz cansada como de quien ha sufrido mucho,
a Juan, Santiago y Andrés, que le están expresando su dolor.
Jesús dice:
– Lo comprendo.
Pero solamente el que no cree debe sentirse desolado por una muerte.
No nosotros, que sabemos y creemos.
Juan ya no está separado de nosotros; antes lo estaba.
Es más, antes nos separaba: o conmigo o con él.
Ahora ya no es así;
donde está él estoy Yo, junto a mí está él.
Pedro introduce su cabeza entrecana entre las cabezas juveniles.
Jesús lo ve,
Y pregunta:
– ¿También has llorado tú, Simón de Jonás?
Y Pedro, con voz más ronca de lo habitual,
responde:
– Sí, Señor.
Porque yo también había sido de Juan…
Y además… y además…
¡Y pensar que el viernes pasado lamentaba,
el que la presencia de los fariseos nos fuera a amargar el sábado!
¡Este sí que es un sábado de amargura!
Había traído al niño…
para gozar de un sábado más bonito…
Sin embargo…
– No desfallezcas, Simón de Jonás.
No hemos perdido a Juan.
Te lo digo también a ti.
Y en cambio tenemos tres discípulos bien formados.
¿Dónde está el niño?
Pedro señala y dice:
– Está allí, Maestro, durmiendo.
Jesús se inclina hacia la cabecita morena que duerme tranquila.
– Déjalo dormir.
¿Habéis cenado?
– No, Maestro.
Te esperábamos a Tí y ya estábamos preocupados por la tardanza.
No sabíamos dónde buscarte…
Nos parecía que te habíamos perdido también a Ti.
– Tenemos todavía tiempo para estar juntos.
¡Vamos, preparad la cena, que luego nos marchamos a otro lugar!
Necesito aislarme, entre amigos.
Si nos quedamos aquí, mañana estaremos rodeados de personas.
– Y te juro que no los soportaría.
Especialmente a esos reptiles de las almas fariseas.
¡Y sería grave que se les escapase una sonrisa -aunque fuera una sola-
referida a nosotros, en la sinagoga!–
¡Tranquilo, Simón!…
Pero he calculado también esto.
Por eso he vuelto para tomaros conmigo.
A la luz de las lamparillas encendidas a ambos lados de la mesa,
se ven mejor las alteraciones de los rostros.
Sólo Jesús se muestra con majestad solemne.
Margziam sonríe en el sueño.
Pedro explica:
– El niño comió antes.
Jesús dice: –
Entonces es mejor dejarlo dormir.
Y en medio de los suyos ofrece y distribuye la parca comida.
Y se la comen sin ganas.
Pronto termina la cena.
Jesús los anima diciendo:
– Contadme ahora qué habéis hecho…
Pedro dice:
-Yo he estado con Felipe por los campos de Betsaida.
Y hemos evangelizado y curado a un niño enfermo.
Felipe, no queriendo tomarse una gloria no suya.
aclara:
– Verdaderamente ha sido Simón el que lo ha curado.
-¡Oh, Señor!
Sé que he orado mucho, con todo mi corazón,
porque me daba pena el enfermito.
Luego lo ungí con el aceite y le he restregado ligeramente con mis rudas manos…
Y se ha curado.
Cuando le he visto que tomaba color su cara y que abría los ojos,
en pocas palabras que revivía, casi sentí miedo.
Jesús le pone la mano en la cabeza sin decir nada.
Tomás dice:
– Juan ha causado gran asombro al arrojar un demonio.
Pero hablar me ha tocado a mí.
Mateo agrega:
– También tu hermano Judas Tadeo lo ha hecho.
Y Santiago de Alfeo:
Bartolomé dice asombrado:
– Simón el Zelote ha curado a un leproso.
¡No ha tenido miedo de tocarlo!
Y luego me ha dicho: “Pero no tengas miedo.
A nosotros no se nos pega ningún mal físico por voluntad de Dios”
Jesús confirma:
– Bien dices, Simón.
Jesús mirando a Santiago de Zebedeo y a Judas de Keriot,
que están un poco retirados.
Pregunta:
¿Y vosotros dos?
El primero hablando con los tres discípulos de Juan,.
El segundo solo y mustio, como si estuviera enojado.
Santiago responde:
Pero Judas realizó TRES milagros poderosos: un ciego, un paralítico, un endemoniado.
A mí me parecía lunático.
Pero la gente decía eso…
La acción del Espíritu Santo fluyó con dos objetivos:
La santidad y la humildad de Santiago pasaron y permitieron la prueba para los dos.
Se cumplió la órden divina emitida por Jesús y la obediencia realizó los milagros requeridos.
Santiago fue humilde y no lamentó que los milagros los realizara Judas.
Pero Dios los hizo gracias a él y para que el apóstol rebelde reflexionara…
Pero no fue así.
Por su soberbia indomable, Judas desobedeció y buscó alojamiento del fariseo rico,
para gozar las comodidades a las que se cree con derecho,
porque él es rico y de linaje sacerdotal…

La posesión demoníaca perfecta NO PUEDE reverenciar a Dios, porque Satanás lo odia y a sus instrumentos, es lo que les trasmite…
y deslumbrar con el poder otorgado por Dios.
Pero Satanás está furioso por lo mismo.
Y la posesión demoníaca perfecta que le ofrecen, todos los vicios del apóstol indigno,
trasmiten el odio que lo consume a su instrumento maligno…
Y esto lo refleja la actitud de Judas….
Pedro dice:
– ¿Y estás ahí con esa cara habiéndote ayudado Dios tanto?
Judas replica:
– Yo también sé ser humilde.
Santiago:
– Luego nos alojó en su casa un fariseo.
Yo no me sentía a gusto, pero Judas, que es más hábil, le bajó bien los humos.
El primer día era altivo, pero luego..
¿Verdad, Judas?
Judas asiente con la cabeza, sin decir nada.
Jesús dice:
– Muy bien.
Y cada vez lo haréis mejor.
La próxima semana estaremos juntos.
Entretanto Simón, ve a preparar las barcas.
También tú, Santiago.
Pedro objeta:
– ¿Para todos, Maestro?
No cabremos».
– ¿No puedes conseguir otra?
– Se la pediré a mi cuñado, sí.
– Ve.
Y en cuanto hayas terminado vuelve.
Y no des muchas explicaciones.
Los cuatro pescadores se marchan.
Los demás bajan a coger sacos y unos mantos.
Se queda Manahén con Jesús.
El niño sigue durmiendo.
– Maestro, ¿Vas lejos?
– Todavía no lo sé…
Ellos están cansados y apenados.
Yo también.
Mi propósito es ir a Tariquea, a la campiña, para aislarnos en paz…
– Yo tengo el caballo, Maestro.
Pero si me lo permites, voy bordeando el lago.
¿Vas a estar allí mucho?
– Quizás toda la semana.
No más.
– Entonces iré. Maestro.
Bendíceme en esta primera despedida.
Y quítame un peso del corazón
– ¿Cuál, Mannaém?
– Tengo el remordimiento de haber dejado a Juan.
Quizás, si hubiera estado…
– No.
Era su hora.
Además él ciertamente se ha alegrado al verte venir donde Mí.
No tengas este peso.
Es más, trata de liberarte pronto y bien del único peso que tienes:
Hazte espíritu, Mannaém.
Puedes hacerlo.
Está en ti la capacidad de serlo.
Adiós, Mannaém.
Mi paz sea contigo.
Pronto nos veremos de nuevo en Judea.
Mannaém se arrodilla y Jesús lo bendice;
luego lo levanta y lo besa.
Vuelven los otros y se saludan recíprocamente, tanto los apóstoles como los discípulos de Juan.
Los últimos en llegar son los pescadores.
Pedro dice:
– Ya está, Maestro; podemos marcharnos.
Despedíos de Mannaém, que se queda aquí hasta la puesta del sol de mañana.
Recoged las provisiones, tomad el agua y vámonos.
Haced poco ruido.
Pedro se agacha para despertar a Margziam.
Pero Jesús objeta:
– No, deja.
Podría echarse a llorar.
Lo tomaré en mis brazos.
Y delicadamente levanta al niño, que refunfuña entre sueños un poco,
pero luego se acomoda instintivamente en los brazos de Jesús.
Todos se despiden de Mannaém que se queda en el umbral.
Y se van por la calle solitaria, bañada por la luna.
Bajan.
En el linde del huerto saludan nuevamente a Mannaém,
Y luego en fila.
Avanzan silenciosos por el camino iluminado por la luz de la luna y van al lago:
Que es un enorme espejo de plata bajo la Luna en su zenit.
Tres gotas rojas sobre el espejo sereno,…
Parecen los tres farolillos de las proas ya metidas en el agua.
Suben y se distribuyen por las barcas.
Los últimos en subir son los pescadores:
Pedro y un mozo ayudante, donde Jesús;
Juan y Andrés en la otra;
Santiago y otro ayudante en la tercera.
Pedro pregunta:
– ¿A dónde, Maestro?
– A Tariquea.
Donde desembarcamos después del milagro de los gerasenos.
Y habrá calma.
Pedro se adentra en el lago.
Y lo siguen también los otros detrás, con las barcas:
tres estelas en una.
Ninguno habla.
Sólo cuando están ya en zona abierta y Cafarnaúm se difumina entre el claror de la luna,
que uniforma todo con su diminuto polvillo de plata,
Pedro, como si le hablara a la caña del timón,
dice:
– Pues me da gusto.
Mañana nos buscarán, vieja mía.
Y gracias a ti no nos encontrarán.
Bartolomé pregunta:
– ¿Con quién hablas, Simón?
– Con la barca.
¿No sabes que para los pescadores es como una esposa?
¡Cuánto he hablado con ella!
¡Más que con Porfiria, Maestro!…
¿Está bien tapado el niño?
De noche hay relente en el lago…
Sí.
Mira, Simón, ven aquí, que tengo que decirte una cosa…
Pedro pasa la caña del timón al ayudante y va donde Jesús.
– He dicho Tariquea.
Pero será suficiente estar allí pasado el sábado para saludar de nuevo a Mannaém.
¿No podrías encontrar un sitio cerca de allí donde estar en paz?
– Maestro…
¿En paz nosotros o también las barcas?
Para las barcas hace falta Tariquea o los puertos de la otra orilla.
Pero si es para nosotros, basta con que te adentres en los bosques del otro lado del Jordán,
Y sólo los animales te descubrirán…
Y quizás algún que otro pescador que esté vigilando las nasas de los peces.
Podemos dejar las barcas en Tariquea, cuando lleguemos al alba;
luego nos echamos a caminar veloces hasta el otro lado del vado.
Se pasa bien en este período.
– Bien. Así lo haremos…
– Te da asco también a ti el mundo, ¿eh?
Prefieres los peces y los mosquitos, ¿eh?
Tienes razón.
– No tengo asco.
No hay que tenerlo.
Lo que pasa es que quiero evitar que arméis alboroto.
Y quiero consolarme en vosotros en estas horas del sábado
– Maestro mío…
Pedro lo besa en la frente y se retira secándose un lagrimón
que se empeña en rodar por su mejilla y bajar hacia la barba.
Vuelve a su timón y apunta al sur, con firmeza,
mientras la luz lunar decrece al ponerse el planeta, que desciende
por debajo de la línea de un collado, escondiendo su carota a la vista de los hombres,
pero dejando todavía el cielo blanco de su luz y de plata la orilla oriental del lago;
lo demás, es añil oscuro que apenas si se distingue a la luz del farol de proa.
https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC
229 EL APÓSTOL DE LA LUZ
229 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
El grupo va caminando por una cañada que hay entre dos colinas verdes y muy bien cultivadas, desde abajo hasta la cima.
Van todos avanzando por frescos atajos que conducen a Nazareth.
Las abruptas laderas de las colinas galileas, de tanto como la reciente tormenta las ha lavado…
Y junto con el rocío las conserva brillantes y frescas, al contacto con el sol mañanero
Parecen creadas esa misma mañana, frenesí rutilante bajo los primeros rayos del sol.
El ambiente está tan puro y radiante;
que pone de manifiesto hasta los más mínimos detalles, de los montes más o menos cercanos;
produciendo una sensación de ligereza y lozanía.
El rocío las conserva brillantes y frescas, al contacto con el sol mañanero
Todos admiran el paisaje imitando a Jesús.
Solo María Magdalena recorre con sus ojos indagadores la cresta de los montes, como si no encontrase un lugar
Así llegan al picacho de un monte.
La vista se deleita en un pedazo de lago, bellísimo en esta luz matutina.
Todos, imitando a Jesús observan con admiración.
Pero María de Mágdala pronto desvía de ese punto la mirada y busca algo en otra dirección.
Sus ojos se posan sobre las crestas montanas situadas al noroeste del lugar donde se encuentra;
pero parece que no encuentra lo que busca.
Susana, que también va con ella,
le dice:
– ¿Qué buscas?
Magdalena contesta:
– Quisiera reconocer el monte, en donde encontré al Maestro.
– Pregúntaselo.
Obviamente Magdalena se refiere al Monte de las Bienaventuranzas…
Que se encuentra entre el montón de colinas que se agrupan a lo lejos.
Martha dice:
– ¡Oh!…
No es necesario que lo perturbes.
Mira, ahora está hablando con Judas de Keriot.
Haciendo gestos muy expresivos con la mirada,
Susana cuchichea:
– ¡Vaya!…
¡Qué clase de hombre es ese!….
Y sin que agregue nada más, se entiende lo que quiere decir.
En ese preciso momento…
Finalmente después de un examen panorámico más minucioso,
Magdalena se vuelve hacia sus compañeras.
Mirando hacia los lagos y el Valle del Jordán, les señala un punto específico…
Y les dice:
– El monte es aquel, ciertamente…
No está por este camino; pero nunca olvidaré esa mañana.
¡Estaba fascinada con Él y cegada por Satanás…
Sólo me importaba el Hombre y no respeté su Divinidad…
Había decidido conquistarlo!…Era un día como éste, con tantas flores y tanta gente…
¡Sí! Algún día te llevaré allí, Martha.
¡Allí comenzó mi liberación!
¡Oh, Martha!
¡Y tuve la desfachatez de presentarme con un vestido muy pecaminoso!… ¡
Y con unos amigos que…!
No, no puedes sentirte ofendida por las palabras de Judas.
Mueve la cabeza, antes de agregar:
– Tampoco yo puedo ofenderme…
Me las merezco.
Todo me he merecido.
En este sufrimiento está mi expiación.
Todos recuerdan…
Y todos tienen derecho a decirme la verdad.
Yo debo guardar silencio.
¡Oh, si se reflexionara antes de pecar!
Quien me ofende, ahora es mi mejor amigo, porque me ayuda a expiar.
Su hermana un tanto molesta,
replica
– Pero eso no quita que haya faltado.
Y Martha se vuelve hacia María,
preguntando:
– Madre,
¿De veras tu Hijo está contento con ese hombre?

La posesión demoníaca perfecta NO PUEDE reverenciar a Dios, porque Satanás lo odia y a sus instrumentos, es lo que les trasmite… Y POR ESO SON TAN CRUELES
La Virgen contesta:
– Es necesario rogar mucho por él.
Jesús así me lo ha dicho.
Mientras tanto, el grupo ha llegado a cierto punto del trayecto;
donde el Maestro da unas instrucciones específicas…
Juan se separa de los apóstoles, para ir a ayudar a las mujeres,
en un lugar cuyo recorrido es bastante complicado.
Está escabroso, sembrado mucho más que el sendero, de piedras lisas como esquirlas de pizarra rojiza…
Y de una hierbecilla brillante y dura…
Muy traicioneras para el pie que si no se afirma, con seguridad.
Y se camina con mucho cuidado, las sandalias resbalan…
Y la caída no sólo sería aparatosa, sino con consecuencias indeseables.
Simón Zelote lo acompaña y los dos apóstoles acuden al rescate.
Y las discípulas apoyándose en ellos, suben el lugar peligroso.
Simón les dice:
– Es un poco difícil este atajo.
Pero no tiene polvo, ni hay gente.
Además, es más corto.
María da un profundo suspiro.
Y dice
– Es fatigoso, sí…
Lo conozco, Simón.
Vine a aquel pueblito que está en mitad de la pendiente…
Y lo recorrí con mis sobrinos, cuando Jesús fue arrojado de Nazareth.
Siempre amoroso y optimista,
Juan comenta:
– Pero desde aquí es bonito el mundo.
Allí están el Tabor y el Hermón.
Y al norte los montes de Arbela.
Y allá en el fondo el gran Hermón.
¡Qué pena que no se vea el mar como se ve desde el Tabor!
Susana pregunta:
– ¿Has estado allí, alguna vez?
– Sí, con el Maestro.
Zelote agrega:
– Juan, con su amor por el infinito…
Nos atrajo una gran dicha, porque Jesús allá arriba, habló de Dios…
Y este jovencito, con un arrobamiento como nunca habíamos oído;
nos dio
a todos una gran lección.
Y luego, después de tanto como habíamos recibido; obtuvimos una gran conversión.
Y volviéndose hacia Magdalena, agrega:
– Lo conocerás tú también María.
Y se fortalecerá tu espíritu aún más de lo que ya lo está.
Encontramos a un hombre endurecido de odio, afeado por los remordimientos.
Y Jesús lo transformó en una persona de la que no dudo en decir, que será un gran discípulo.
Como tú, María.
Porque, cree en la verdad de lo que te digo:
nosotros los pecadores somos más dúctiles a la acción del Bien que nos alcanza,
porque sentimos la necesidad de ser perdonados, incluso por nosotros mismos»
Magdalena, sonriendo le dice:
– Es verdad.
Pero eres muy bueno diciendo “nosotros los pecadores“.
Tú has sido un desdichado, no un pecador.
– Todos lo somos.
Quién más, quién menos.
Y quien cree que lo es menos, es el más; sujeto a serlo si es que no lo es ya.
Todos lo somos.
Pero son los pecadores más grandes que se convierten, los que saben ser absolutos en el Bien,
– Tu consolación me conforta.
Siempre has sido un padre para con los hijos de Teófilo.
– Y como un padre…
Exulto por teneros a los tres como amigos de Jesús.
– ¿Dónde encontrasteis a ese discípulo gran pecador?
Juan responde:
– En Endor, María.
Simón quiere atribuir a mi deseo de ver el mar el mérito de tantas cosas hermosas y buenas.
Pero si Juan el anciano ha venido a Jesús no ha sido por mérito de Juan el necio;
sino por mérito de Judas de Simón…
Termina sonriendo el hijo de Zebedeo.
Martha pregunta con incertidumbre:
– ¿Lo convirtió él?
– No.
Pero quiso ir a Endor y…
Zelote comenta:
– Sí, para ver el antro de la maga…
Judas de Simón es un hombre muy extraño…
Hay que tomarlo como es… ¡En fin!…
Y Juan de Endor nos guió a la caverna.
Luego se quedó con nosotros.
Y mirando a Juan, agrega:
Pero, hijo mío, el mérito es tuyo de todas formas;
porque sin tu deseo de infinito, no habríamos ido por ese camino y no le habría venido a Judas de Simón,
el deseo de ir averiguar esa extraña cosa.
Lo que para Simón es extraño, porque es distinto; nosotros lo llamamos satanismo en nuestra actualidad..
Para los hebreos era idolatría pura y por lo mismo, prácticamente incomprensible;
porque sus convicciones son contrarias y aman a Dios.
Magdalena, que conoce perfectamente las prácticas religiosas de los adoradores de dioses paganos;
por su intenso contacto de forma tan continua, tanto con romanos como con griegos:…
Y se enteró de sus creencias y pensamiento.
Y esto aunado a su dolorosa experiencia personal con Satanás…
la hace entender perfectamente toda la compleja situación;
que observa con su inteligencia despierta y bastante vivaz….
Suspira profundamente,
y dice:
– Me gustaría saber lo que dijo Jesús en el Tabor…
Y también reconocer el monte en que lo vi…
Zelote responde:
– El monte es aquel en que ahora parece encenderse un sol, por aquel pequeño estanque;
usado por los rebaños, porque recoge agua de manantial.
Nosotros estábamos más arriba…
Donde la cima parece abrirse cual largo bidente, que quisiera pinchar las nubes,
para llevarlas a otra parte.
Por lo que respecta al discurso de Jesús…
Creo que Juan te lo puede referir.
Juan se ruboriza y dice:
– ¡Simón!
¿Puede acaso un muchacho repetir las palabras de Dios?
– Un muchacho, no.
Tú, sí. Inténtalo.
Por complacer a tus hermanas y a mí, que te quiero más.
Juan se ruboriza todavía más,
cuando empieza a repetir el discurso de Jesús.
Dijo:
“He aquí la página infinita en que las corrientes escriben la palabra “Creo”.
Pensad en el caos del Universo, antes de que el Creador quisiera ordenar los elementos;
y constituirlos en maravillosa sociedad
que dio a los hombres la Tierra y cuanto contiene.
Y al firmamento los astros y los planetas.
Todo era todavía inexistente.
No existía ni como caos informe, ni como cosa ordenada, que Dios hizo.
Hizo pues primero los elementos que son necesarios, a pesar de que alguna vez parezcan nocivos.
Pero -pensadlo siempre- ni la más diminuta gota de rocío existe, sin su razón buena de ser;
no hay insecto, por pequeño y latoso que sea, que no tenga su razón buena de ser.
No hay monstruosa montaña que escupa fuego e incandescente lapilli de sus entrañas
que no tenga su razón buena de ser.
Y no hay ciclón que exista sin un motivo.
Y no hay – pasando de las cosas a las personas- hecho, llanto, alegría, nacimiento, muerte,
esterilidad o maternidad prolífica, larga vida matrimonial o rápida viudez;
desventura de miseria y de enfermedad, prosperidad de medios y de salud;
que no tenga su razón buena de ser;
aunque no se le presente como tal, a la miopía y soberbia humanas;
que ve o juzga con todas las cataratas y ofuscaciones propias de las cosas imperfectas.
Mas el ojo de Dios ve, el pensamiento ilimitado de Dios sabe.
El secreto para vivir exentos de estériles dudas,
que dan a la jornada terrena nerviosismo, agotamiento, hieles;
está en saber creer que Dios todo lo hace por una razón inteligente y buena;
Cuando estamos conscientes, de que TODO en la Tierra es pasajero…
Que NADA nos pertenece realmente,
porque Dios nos lo ha entregado para ADMINISTRARLO…
Y que Dios hace lo que hace por amor…
Su Voluntad permite, las acciones de Satanás en los sucesos de nuestra vida;
por Amor...
Y no por un estúpido intento de mortificar por mortificar.
Dios ya había creado a los ángeles.
Parte de ellos, por haber querido no creer que fuera bueno,
el nivel de gloria en que Dios los había colocado,,
se rebelaron y con su corazón agostado por la falta de fe en su Señor;
trataron de asaltar el inalcanzable Trono de Dios.
A las armoniosas razones de los ángeles creyentes;
habían opuesto su desacorde, injusto y pesimista pensamiento.

17. Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has corrompido tu sabiduría por causa de tu esplendor. Yo te he precipitado en tierra, te he expuesto como espectáculo a los reyes. EZEQUIEL 28
Y el pesimismo, que es falta de fe,
los hizo pasar de espíritus de luz, a espíritus entenebrecidos.
¡Vivan eternamente, aquellos que tanto en el Cielo como en la Tierra;
saben basar su pensamiento en una premisa de optimismo lleno de luz!
Nunca errarán completamente, aunque los hechos los contradigan.
¡No errarán, al menos por lo que se refiere a su espíritu,
que continuará creyendo, esperando;
amando sobre todo a Dios y al prójimo;
permaneciendo por tanto en Dios, por los siglos de los siglos!
El Paraíso había sido ya liberado de estos orgullosos pesimistas;

“Pues si Dios no perdonó a los Angeles que pecaron, sino que, precipitándolos en los abismos tenebrosos del Tártaro, los entregó para ser custodiados hasta el Juicio. 2 Pedro 2, 4
que veían negrura incluso en las luminosísimas obras de Dios…
De la misma forma que en la Tierra,
los pesimistas ven negrura hasta en las más claras y luminosas acciones del Hijo del Hombre.
Y queriendo aislarse dentro de una torre de marfil, pues se creen los únicos perfectos;
se auto-condenan a una oscura prisión que termina en las tinieblas del reino infernal;
el reino de la Negación;
porque el pesimismo es también Negación.
Dios hizo pues, la Creación.
Y, de la misma forma que para comprender el misterio glorioso de nuestro Ser Uno y Trino,
hay que saber creer y ver que desde el principio el Verbo existía y estaba con Dios;
unidos por el Amor perfectísimo que sólo puede ser espirado por Dos que Dios Son…
Así igualmente para ver la Creación como realmente es;
es necesario mirarla con ojos de fe, porque en su ser;
de la misma forma que un hijo lleva el imborrable reflejo de su padre…
La Creación tiene en sí el indeleble reflejo de su Creador.
Veremos entonces que también aquí al principio fueron el cielo y la tierra;
luego fue la luz, que puede ser comparada con el amor, porque la luz es alegría como lo es el amor.
Y la luz es la atmósfera del Paraíso.
Y Dios, incorpóreo Ser, es Luz y es Padre de toda luz intelectiva, afectiva, material, espiritual;
en el Cielo y en la Tierra.
Al principio fueron el cielo y la tierra…
Y les fue dada la luz y por la luz todo fue hecho.
Y de la misma forma que en el Cielo altísimo habían sido separados los espíritus de luz de los de tinieblas;
en la Creación fueron separadas las tinieblas de la luz.
Y se hizo el Día y la Noche:
El primer día de la Creación se había cumplido, con su mañana y su tarde, su mediodía y su media noche.
Y cuando la sonrisa de Dios la luz, pasada la noche volvió la mano de Dios, su poderosa Voluntad,
se extendió sobre la tierra informe y vacía.
Y sobre el cielo por el que vagaban las aguas -uno de los elementos libres en el caos-
y quiso que el firmamento separase el desordenado errar de las aguas entre el cielo y la tierra,
para que fuera entre-cielo que protegiera de los rayos paradisíacos;
contención de las aguas superiores;
para que no cayeran los diluvios sobre la fermentación de metales y átomos,
Y erosionasen y disgregasen lo que Dios estaba reuniendo.
Estaba establecido el orden en el cielo.
El imperativo dado por Dios a las aguas que se extendían sobre la tierra, puso orden en ésta.
Y tuvo origen el mar, con las arenas de las playas como sus límites….
Ahí está.
En él, como en el firmamento, está escrito: “Dios existe”.
Cualquiera que sea la capacidad intelectual de un hombre y su fe;
O SU NO FE, ante esta página;
en que brilla una partícula de la infinitud que es Dios y en que está testificado su Poder…
Porque ningún poder humano ni ninguna ordenación natural de elementos pueden repetir,
ni siquiera en mínima medida, un prodigio semejante…
Está obligado a creer.
A CREER no sólo en el poder, sino también en la Bondad del Señor,
que a través de ese mar le da al hombre alimento y caminos, sales saludables.
Y mitiga el sol y da espacio al viento, semillas a las tierras lejanas entre sí;
da voces de tempestades para que llamen a la hormiga que es el hombre hacia el Infinito, su Padre.
Y da la forma de elevarse, contemplando visiones más altas, a más altas esferas.
En la creación todo es testimonio de Dios, mas tres son las cosas que más hablan de Él:
La luz, el firmamento y el mar:
el orden astral y meteorológico, reflejo del Orden divino;
la luz que sólo un Dios podía hacer;
el mar, esa potencia que sólo Dios, tras haberla creado, podía meter en sólidos confines…
Y darle movimiento y voz, sin que por ello, cual turbulento elemento de desorden, dañase a la tierra.
A esta tierra que lo sostiene sobre su superficie.
Penetrad el misterio de la luz que nunca se agota.
Levantad la mirada al firmamento en que ríen estrellas y planetas.
Bajad vuestra mirada hacia el mar.
Ved su verdadera realidad: no es algo que separe;
sino puente entre los pueblos, con los que están en las otras orillas, invisibles, incluso desconocidas;
pero en cuya existencia es necesario creer, por el simple hecho de que existe este mar.
Dios no hace ninguna cosa inútil.
Por tanto, no habría hecho esta infinitud si no tuviera como límite, más allá del horizonte que nos impide la visión,
otras tierras, pobladas por otros hombres, con origen todos ellos en un único Dios,
llevados allá por tempestades y corrientes, por voluntad de Dios, para poblar continentes y regiones.
Este mar trae en sus ondas, en el rumor de sus olas y mareas, invocaciones lejanas;
es elemento de unión, no de separación.
Esta ansia que le produce a Juan una dulce angustia, es la llamada de los hermanos lejanos.
Cuanto más señor de la carne se hace el espíritu;
más es capaz de oír las voces de los espíritus que están unidos, aunque medie separación entre ellos
(como están unidas las ramas nacidas de una única raíz;
a pesar de que una ya ni siquiera vea a la otra porque un obstáculo se interpone entre ellas).
Mirad el mar con ojos de luz.
Veréis tierras y más tierras extendidas sobre sus playas, en sus confines.
Y, dentro de él, más tierras todavía…
Pues bien, de todas ellas llega un grito: “¡Venid! ¡Traednos esa Luz que poseéis, esa Vida que se os da!
¡Decidle a nuestro corazón esa palabra que ignoramos;
pero que sabemos que es la base del Universo: amor.
Enseñadnos a leer la palabra que vemos escrita, en las páginas infinitas del firmamento y el mar:
D i o s .
Iluminadnos, porque sentimos que hay una luz aún más verdadera,
que la que arrebola el cielo y hace de pedrería la superficie del mar.
Dad a nuestras tinieblas esa Luz que Dios os ha dado tras haberla engendrado con su amor;
que os ha dado a vosotros, pero para todos,
de la misma forma que se la dio a los astros para que la dieran a la Tierra.
Vosotros sois los astros; nosotros, el polvo.
Pero formadnos, de la misma forma que el Creador creó con el polvo la Tierra,
para que el hombre la poblara y lo adorase, ahora y siempre,
hasta que llegue la hora en que ya no sea Tierra, sino que venga el Reino,
el Reino de la luz, del amor, de la paz, como el Dios Vivo os ha dicho que será.
Porque también nosotros somos hijos de este Dios y pedimos conocer a nuestro Padre”.
Sabed ir por caminos de infinito, sin temores, sin sentimientos de desdén, hacia aquellos que invocan y lloran,
hacia aquellos que os producirán, sí, dolor, porque sienten a Dios pero no saben adorarlo,
pero que os darán también la gloria, porque seréis grandes en la medida en que, poseyendo el amor,
sepáis darlo, conduciendo a la Verdad a los pueblos que esperan”.
Jesús habló así.
Mucho mejor de como lo he dicho yo.
Pero al menos su concepto es éste.
Zelote:
– Juan…
Has dado una exacta repetición del Maestro.
Sólo has dejado fuera lo que dijo sobre tu poder de comprender a Dios, por tu generosidad de donarte.
Eres bueno, Juan.
¡El mejor de entre nosotros!
Hemos recorrido la distancia sin darnos cuenta.
Allí está Nazaret, construida sobre su terreno ondulado.
El Maestro nos está mirando y sonríe.
¡Venga, vamos a alcanzarlo para entrar en la ciudad juntos!
La Virgen dice:
– Gracias, Juan.
Por el gran regalo que has dado a la Mamá.
Magdalena:
– Yo también te doy las gracias.
También a la pobre María le has abierto horizontes infinitos…
Cuando se reúnen con Jesús,
les pregunta:
– ¿De qué hablabais tanto?
Zelote responde:
– Juan ha repetido tu discurso del Tabor.
Perfectamente.
Y hemos gozado de ello.
– Me alegro de que mi Madre, cuyo nombre tiene que ver con el mar…
Y cuya caridad es vasta como él, lo haya oído.
– Hijo mío,
Tú la posees como Hombre.
Y no es nada respecto a tu infinita caridad de Verbo divino.
– Ven, Mamá.
A mi lado; como cuando volvíamos de Caná o de Jerusalén;
cuando era niño, que me llevabas de la mano.
Y se miran con su mirada pletórica de amor.
https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC
220 PARÁBOLA DE LOS PECES
220 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Están todos reunidos en la espaciosa habitación de arriba.
El violento temporal se ha resuelto en una lluvia persistente, ora leve hasta casi desaparecer,
ora intensa con repentina furia.
El lago, de ninguna manera, está hoy azul:
sino amarillento con estrías de espuma en los momentos de viento y aguacero;
gris plúmbico con espumas blancas, en las pausas del turbión.
Las colinas -todas chorreando agua, con las frondas tan cargadas de lluvia…
Que todavía están plegadas, algunas ramas colgando quebradas por el viento,
muchas hojas arrancadas por el granizo, muestran regatillos por todas partes.
Aguas amarillentas que llevan al lago hojas, piedras y tierra arrancada a sus pendientes.
La luz ha quedado turbia, verdosa.
En la habitación están, sentadas junto a una ventana que abre un panorama a las colinas;
María con Marta, la Magdalena y otras dos mujeres que charlan sosegadamente.
Sin duda, más que la Magdalena que está muy quieta, cabizbaja, pensativa, entre la Virgen y Marta
Se han vuelto a poner los vestidos que han sido secados al fuego y cepillados, para quitarles el barro.
La Virgen se ha puesto su vestido de lana azul marino.
la Magdalena tiene uno prestado, corto y estrecho para ella, que es alta y bien modelada.
Trata de remediar la escasez del vestido envolviéndose en el manto de su hermana.
Y se ha recogido la cabellera en dos gruesas trenzas anudadas a la altura de la nuca,
porque para sostener ese peso no bastan de ninguna manera, las pocas horquillas que ha podido juntar en ese momento.
En efecto, ella siempre ayuda a las horquillas con una cinta fina, que le sirve también casi de sutil diadema,
cuyo color paja se pierde en el oro de sus cabellos.
En el otro lado de la habitación, sentados unos en taburetes y otros en los alféizares de las ventanas,
están Jesús con los apóstoles y el dueño de la casa.
Falta el sirviente de Marta.
Pedro y los otros pescadores están estudiando el tiempo,
haciendo pronósticos para el día siguiente.
Jesús escucha, o responde, a unos o a otros.
Santiago de Zebedeo, mirando un momento hacia las mujeres.,
comenta:
– Si lo hubiera sabido,
le habría dicho a mi madre que viniera.
Conviene que esta mujer se sienta enseguida relajada con las compañeras
Tadeo mira a su hermano Santiago,
y pregunta:
– ¡Ya!
Pero, ¿Y por qué mamá no ha venido con María?
Santiago de Alfeo responde:
– No lo sé.
Eso me pregunto también yo.
– ¿No será que se siente mal?
– María lo habría dicho.
– Yo se lo pregunto –
Y Judas Tadeo va donde las mujeres.
Se oye la respuesta de la cristalina voz,
de María:
– Está bien.
He sido yo, que le he ahorrado la paliza de este calor.
Nos hemos fugado como dos niñas, ¿No es verdad, María?
María llegó ya de noche y al alba hemos salido.
Sólo le he dicho a Alfeo: “Aquí está la llave. Volveré pronto. Díselo a María”.
Y he venido.
Jesús agrega:
Iremos todos juntos por la Galilea.
En cuanto el tiempo esté bien y María tenga un vestido.
Acompañaremos a las hermanas,, hasta el camino más seguro.
Así las conocerán también Porfiria, Susana y vuestras mujeres e hijas, Felipe y Bartolomé.
Dice: «las conocerán» y ello es exquisito.
Es por no decir: «conocerán a María».
También es fuerte, y abate todas las prevenciones y restricciones mentales, de los apóstoles hacia la redimida.
La impone, venciendo las resistencias de ellos, la vergüenza de ella y todo.
A Marta se le ilumina el rostro.
María Magdalena se ruboriza y mira suplicante, agradecida, turbada…
Sólo ella sabe, lo que piensa y siente…
María Santísima sonríe con su delicada sonrisa.
Pedro pregunta:
– ¿A qué lugar vamos a ir, Maestro?
Luego a Magdala, a Tiberíades, a Caná, a Nazaret.
Desde allí, por Jaffa y Semerón, iremos a Belén de Galilea, luego a Sicaminón y a Cesárea…
Un acceso de llanto de la Magdalena, interrumpe a Jesús.
Levanta la cabeza, la mira…
Y sigue hablando como si no hubiera sucedido nada:
– En Cesárea encontraréis vuestro carro.
Así se lo he ordenado al sirviente.
Iréis a Betania.
Nos volveremos a ver para los Tabernáculos.
Las principales fiestas hebreas, son:
La Pascua, que se celebraba durante el plenilunio de Nisán (marzo-abril)
Estaba seguida por la Pascua suplementaria, en el decimocuarto día del mes sucesivo;
para aquellos que no hubieran podido celebrarla;
Pentecostés o fiesta de las Semanas, cincuenta días después de la Pascua.
Los Tabernáculos o fiesta de las Tiendas, al final de las recolecciones de otoño;
Las Encenias o fiesta de las Luces; también llamada de la Purificación, de la Dedicación del Templo;
celebrada el 25 de Kisléu en Noviembre- Diciembre)
Magdalena recobra la tranquilidad al cabo de poco.
No responde a las preguntas de su hermana.
Sale de la habitación y se retira, rumbo la cocina, durante un tiempo.
Martha, humilde y apurada,
explica:
– María sufre, Jesús.
Al oír que debe ir a ciertas ciudades.
Hay que comprenderla…
Lo digo más por los discípulos que por ti, Maestro.
Jesús responde:
– Es verdad, Marta.
Pero debe suceder.
Si no afronta inmediatamente el mundo….
Si no ahoga ese horrendo tirano del respeto humano…
Su heroica conversión quedará paralizada.
Por eso lo hará inmediatamente y con nosotros.
Pedro promete:
– Con nosotros nadie le dirá nada.
Te lo aseguro por mí y por todos mis compañeros, Marta.
Tadeo confirma:
– ¡Pues claro!
La escudaremos como a una hermana.
María ha dicho que es hermana.
Y hermana será para nosotros.
Zelote apoya:
– Además…
¡Somos todos pecadores!
¡Y el mundo no nos ha concedido inmunidad tampoco a nosotros!
Por tanto comprendemos sus luchas..
Mateo agrega:
– Yo la comprendo más que todos.
En los lugares donde hemos pecado es muy meritorio vivir.
¡Las personas saben quiénes somos!…
Es una tortura.
Pero es también justicia y gloria el resistir allí.
Precisamente porque la potencia de Dios se manifiesta en nosotros con evidencia.
Somos medio de conversiones incluso sin hablar.
Jesús dice:
– Como ves, Marta…
Todos son comprensivos con tu hermana, todos la quieren.
Y la comprenderán y la querrán cada vez más.
Está llamada a ser signo indicador para muchas almas culpables y medrosas.
Y una gran fuerza también para los buenos.

Señor, enciende mi corazón en el FUEGO de tu AMOR ARDIENTE y ayúdame a AMAR como Tú Quieres que lo haga…
Y es que María, una vez que haya roto las últimas cadenas de su humanidad; será una llama de amor.
No ha hecho otra cosa sino cambiar de dirección, a la exuberancia de su sentimiento.
Ha colocado a nivel sobrenatural esta poderosa facultad de amar que tiene.
Y en este campo hará prodigios, os lo aseguro.
Ahora está todavía turbada;
pero cada día que pase la veréis calmarse y fortalecerse en su nueva vida.
En casa de Simón dije: “Mucho le es perdonado porque ama mucho”.
En verdad os digo ahora que todo le será perdonado; porque amará a su Dios con toda su fuerza;
con toda su alma, con todo su pensamiento, con toda su sangre, con toda su carne…
Hasta el holocausto.
Andrés suspira, muy profundo,
diciendo:
– ¡Dichosa ella, que se ha hecho merecedora de estas palabras!
Quisiera merecerlas también yo…
Jesús exclama:
– ¿Tú?…
¡Pero si ya las mereces!
Ven aquí, pescador mío, que quiero narrarte una parábola, que parece pensada exactamente para ti.
Martha suplica:
– Maestro, espera.
Voy por María.
¡Tiene mucha sed de conocer tu doctrina! …
Mientras Marta sale, los demás colocan los asientos en semicírculo en torno al de Jesús.
Vuelven las dos hermanas….
Y se sientan al lado de María Stma.
– Unos pescadores salieron a mar abierto…
Y echaron en el mar su red.
Pasado un tiempo la subieron a bordo.
Trabajaban fatigosamente, por orden de un patrón que les había encargado de la provisión de pescado selecto para su ciudad.
Les había dicho: “De los peces malsanos o de poca calidad no os preocupéis siquiera de sacarlos a tierra.
Devolvedlos al mar.
Otros pescadores los pescarán.
Pero, al ser pescadores de otro patrón, los llevarán a su ciudad:
pues allí se consumen cosas malsanas; cosas que hacen cada vez más abominable, la ciudad de mi enemigo.
Pero, en la mía: bella, luminosa, santa, no debe entrar ninguna cosa malsana”.
Subida pues a bordo la red, los pescadores empezaron su trabajo de discernimiento y selección.
Había muchos peces y de distintos aspectos, tamaños y colores.
Había peces de buen aspecto, pero llenos de espinas, con mal sabor;
con un grueso vientre lleno de lodo, gusanos, hierbas pútrida;
que hacían peor todavía el sabor, ya de por sí malo, de la carne del pez.
Había otros, por el contrario, de aspecto feo, con una cabeza que parecía la fea cara de un delincuente;
o de un monstruo de pesadilla;
pero los pescadores sabían que su carne era exquisita.
Otros, por ser insignificantes, pasaban desapercibidos.
Los pescadores trabajaban y trabajaban.
Ya las cestas estaban repletas de pescado exquisito.
En la red quedaban los peces insignificantes.
“Bueno, las cestas están repletas.
Vamos a tirar todo el resto al mar” dijeron muchos de los pescadores.
Pero uno, que había hablado poco mientras los otros cantaban las magnificencias;
o se burlaban, de todo pez que caía en sus manos, se quedó todavía hurgando en la red.
Y entre las menudencias insignificantes, descubrió todavía dos o tres peces y los puso encima de todo.
Los otros en las cestas. “¿Pero qué haces?” preguntaron los otros.
“Las cestas ya están completas y bien presentadas.
Las echas a perder poniendo encima atravesado, ese pez irrisorio.
Da la impresión de que lo quieres celebrar como el mejor.”
“Dejadme, respondió aquél, que conozco este tipo de peces, sus cualidades y su exquisitez.”
Ésta es la parábola, que termina con la bendición del patrón al pescador paciente, experto y silencioso;
que ha sabido discernir entre la masa los mejores peces.
Escuchad ahora su aplicación.
El soberano de la ciudad bella, luminosa y santa, es el Señor.
La ciudad es el Reino de los Cielos.
Los pescadores, mis apóstoles.
Los peces de la mar, la humanidad, compuesta por todo tipo de personas.
Los peces buenos, los santos.
El patrón de la ciudad abominable es Satanás.
La ciudad abominable, el Infierno.
Sus pescadores son el mundo, la carne, las pasiones malas encarnadas en los siervos de Satanás;
bien sean espirituales (demonios), o humanos (hombres corruptores de sus semejantes).
Los peces malos, la humanidad no digna del Reino de los Cielos: los réprobos.
Entre los pescadores de almas para la Ciudad de Dios,
habrá siempre unos que emularán la capacidad paciente del pescador;
que sabe buscar con perseverancia, en los estratos de la humanidad,
donde sus otros compañeros, más impacientes,
han separado sólo los que aparecían buenos a primera vista.
Y por desgracia, habrá también pescadores que, por ser demasiado distraídos y habladores…
Mientras que el trabajo de discernimiento exige atención y silencio;
para oír las voces de las almas y las indicaciones sobrenaturales;
no verán peces buenos y los perderán.
Y habrá otros que por demasiada intransigencia;
rechazarán a almas que si bien no son perfectas en cuanto a su aspecto exterior
son excelentes en todo lo demás.
No os debe importar que uno de los peces que capturéis para Mí, muestre signos de pasadas luchas…
O presente mutilaciones producidas por muchas causas…
Si su espíritu no está lesionado.
No debe importaros que uno de éstos, por librarse del Enemigo, se haya herido
y se presente con estas heridas;
si su interior da muestras de una clara voluntad de querer ser de Dios.
Almas probadas, almas seguras;
más que esas otras, que son como niñitos protegidos por sus pañales, su cuna y su mamá.
Y que duermen saciados y tranquilos, pero que en el futuro pueden, con la razón, la edad
y las vicisitudes de la vida que van viniendo;
dar dolorosas sorpresas de desviaciones morales.
Os recuerdo la parábola del hijo pródigo.
Oiréis otras parábolas, pues seguiré buscando la manera de infundiros recta inteligencia,
en vuestra manera de distinguir las conciencias y de elegir los modos,
con que guiar las conciencias; que son singulares.
Y cada una por tanto, tiene su modo especial de escuchar y reaccionar, respecto a las tentaciones y las enseñanzas.
No creáis que sea fácil discernir espíritus.
Todo lo contrario.
Se necesita ojo espiritual enteramente iluminado de luz divina;
intelecto penetrado de divina sabiduría infusa; posesión de las virtudes en forma heroica.
Se necesita capacidad de concentrarse en la meditación, porque cada alma es un texto oscuro, que hay que leer y meditar.
Se necesita una unión continua con Dios, olvidando todos los intereses egoístas;
vivir para las almas y para Dios;
superar prevenciones, resentimientos, antipatías;
ser dulces como padres y férreos como guerreros.
Dulces para aconsejar y animar.
Férreos para decir:
“Eso no te es lícito y no lo harás”
O: “Eso se debe hacer y tú lo harás”.
Porque -pensadlo bien- muchas almas serán arrojadas a los estanques infernales.
Pero no serán sólo almas de pecadores.
También habrá almas de pescadores evangélicos:
Las de aquellos que hayan faltado a su ministerio, contribuyendo a la pérdida de muchos espíritus.
Llegará el día, el último de la Tierra, el primero de la Jerusalén completada y eterna;
en que los ángeles, como los pescadores de la parábola, separen a los justos de los malvados;
para que, tras el decreto inexorable del Juez, los buenos pasen al Cielo y los malos al fuego eterno.
Entonces será manifestada la verdad acerca de los pescadores y los pescados.
Caerán las hipocresías y aparecerá el Pueblo de Dios como es;
con sus caudillos y los salvados por los caudillos.
Veremos entonces que muchos de entre los más insignificantes en su aspecto exterior.
O peor: tratados externamente, serán esplendor del Cielo.
Y que los pescadores calmos y pacientes, son los que más han hecho.
Y emitirán resplandor de gemas por el número de sus salvados.
La parábola queda así, dicha y explicada.
Pedro mira a Andrés.
Lo mira, lo mira…
Luego mira a la Magdalena…
Y pregunta:
– ¿Y mi hermano?…
¡Oh! ¡Pero!… –
Andrés dice con franqueza:
– No, Simón.
Respecto a ella no tengo mérito.
Lo ha hecho el Maestro solo.
Felipe cuestiona:
– ¿Pero entonces los otros pescadores?…
¿Los de Satanás, cogen sólo los restos?
Jesús responde:
– Tratan de coger los mejores…
Los espíritus capaces de mayor prodigio de Gracia.
Y se sirven para ello de los propios hombres y de las tentaciones de éstos.
¡Hay muchos en el mundo que por un plato de lentejas renuncian a su primogenitura!
Santiago de Alfeo dice:
– Maestro…
El otro día decías que muchos son los que se dejan seducir por cosas del mundo.
¿Serían también éstos de los que pescan para Satanás?
– Sí, hermano mío.
En aquella parábola, el hombre se dejó seducir por el mucho dinero, que podía proporcionar mucho placer.
Y perdió así todos los derechos al Tesoro del Reino.
En verdad os digo que de cien hombres, sólo la tercera parte sabe resistir a la tentación del oro.
O a otras seducciones.
Y de esta tercera parte sólo la mitad sabe hacerlo heroicamente.
El mundo muere asfixiado, porque se carga voluntariamente de las ataduras del pecado.
Vale más estar despojado de todo, que tener riquezas irrisorias e ilusorias.
Sabed hacer como los joyeros sabios,
que, habiendo tenido noticia de que en un lugar ha sido pescada una perla rarísima;
no se preocupan de conservar en sus cofres muchas joyas modestas,
sino que se liberan de todo, para comprar aquella perla maravillosa.
Bartolomé cuestiona:
– ¿Pero entonces…?
¿Por qué Tú mismo estableces diferencias entre las misiones que das a las personas que te siguen?
¿Y dices que debemos considerar las misiones don de Dios?
Deberíamos renunciar también a ellas,
porque respecto al Reino de los Cielos, no son tampoco más que migajas.
– No migajas:
Son medios.
Serían migajas, o, más aún, sucias briznas de paja, si vinieran a ser objetivo humano en la vida.
Quienes se afanan para conseguir un puesto con miras a una ganancia human;
hacen de ese puesto, aunque sea santo, una brizna de paja sucia.
Mas si la misión es para vosotros obediente aceptación, gozoso deber, total holocausto;
haréis de ella una perla singularísima.
La misión, si se cumple sin reservas, es holocausto, martirio, gloria.
Chorrea lágrimas, sudor, sangre.
Pero forma una corona de eterna majestad real.
– ¡No hay nada a lo que no sepas responder!
– ¿Pero, me habéis entendido?
¿Comprendéis lo que digo con comparaciones sacadas de las cosas cotidianas;
iluminadas -eso sí- con una luz sobrenatural, que las hace ilustrativas de cosas eternas?
– Sí, Maestro.
– Acordaos entonces del método para instruir a las turbas.
Porque este es uno de los secretos de los escribas y rabíes: recordar.
En verdad os digo que cada uno de vosotros, instruido en la sabiduría de poseer el Reino de los Cielos;
es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro aquello que necesita su familia;
usando cosas viejas y nuevas.
Pero todas con la única finalidad de procurar el bienestar a sus propios hijos.
Ya no llueve.
Dejemos tranquilas a las mujeres.
Vamos donde el anciano Tobías, que está para abrir sus ojos espirituales, en las auroras del más allá.
Paz a vosotras, mujeres.
https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC
201 PARÁBOLA DEL HIJO DEFORME
201 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Los olivos, ante un vientecillo ligero, bambolean entre el verdeplata de sus ramas, sus ovales gotas de jade colgadas del sutil pecíolo.
Los solemnes nogales mantienen, duros y erguidos en su pedúnculo sus frutos y los van engrosando bajo la felpa del ruezno.
Los almendros están terminando de madurarlos, bajo el involucro que ya frunce su terciopelo y cambia de color.
Las vides abultan sus uvas; ya alguno que otro racimo, en posición favorablemente orientada;
anuncia tímidamente el topacio transparente y el futuro rubí del grano maduro.
Las cácteas de la llanura o de las primeras pendientes, exultan por los adornos cada día que pasa más vivos;
de los óvalos de coral que un decorador alegre ha posado caprichosamente, en lo alto de las carnosas palas, que parecen manos,
muchas manos, dentro de fundas espinosas, que elevan al cielo los frutos que ellas mismas han nutrido y madurado.
Palmeras aisladas y tupidos algarrobos, recuerdan bastante a la cercana África:
Las primeras suenan las castañuelas de sus hojas duras, dispuestas en forma de peine curvo;
los otros se han vestido de esmalte verde oscuro.
Y están engallados, señoriales con ese vestido suyo tan hermoso.
Cabras bermejas y negras, altas, gráciles, de largos cuernos retorcidos y ojos dulces y penetrantes, comen las cactáceas.
Asaltan las carnosas pitas:
esos enormes pinceles de hojas duras y espesas que, semejantes a alcachofas abiertas;
desde el centro de su corazón, extraen poderosos el candelabro de siete brazos, digno de una catedral;
de su tallo gigante, en cuyo ápice flamea su flor amarilla y roja, de delicado perfume.
Los apóstoles preguntan:
— ¿De Yabnia vamos a ir a Ecrón?
Mientras van a través de unos feracísimos campos en que el trigo duerme su último sueño bajo el fuerte sol que lo ha madurado.
Extendido en gavillas por los campos segados y tristes, inmensos lechos de muerte; ahora que ya no están vestidos de espigas.
Sino poblados de despojos a la espera de ser transportados a otro lugar.
Mas, si los campos están desnudos, los manzanos se visten de fiesta, con sus frutos que se dan prisa en madurar…
Que pasan del verde duro del fruto aún demasiado joven al tierno, amarillento, rosado brillante como cera, del fruto que ya madura.
Y la piel elástica de los higos se rompe.
Y abren éstos su cofre, su dulcísimo cofre de fruto-flor.
Y muestran, tras la fisura verdeblanca o morada y blanca;
la gelatina transparente, salpicada de granitos más oscuros que la pulpa.
África y Europa se dan la mano vistiendo la tierra de bellezas vegetales.
En cuanto el grupo apostólico deja la llanura para tomar el sendero que trepa por una colina literalmente cubierta de viñedos.
Por esta pendiente rocosa que mira al mar.
Pendiente calcárea, en la cual la uva es verdaderamente preciosa, por la mutación de su jugo en almíbar
El maravilloso mar de Juan, creado por Dios, deja ver su desmesurado manto de seda crespa y azul.
Y habla de lejanías, de infinito, de poder;
cantando con el cielo y el Sol: el trío de las glorias creadoras.
Y la llanura toda se abre, con toda su ondulada belleza de tímidas elevaciones de pocos metros,
que se alterna con zonas llanas y dunas de oro, hasta las ciudades y pueblos de la orilla del mar,
blancos en el marco azul.
Juan está extasiado…
Y susurra:
– ¡Qué hermosura!
¡Qué hermosura!
Pedro dice:
– ¡Mi Señor!…
Este muchacho vive de azul; deberás destinarlo a ello.
¡Es como si viera a su amada cuando ve el mar! –
Como Pedro no ve mucha diferencia entre agua marina y lacustre; ríe con bondad.
Jesús responde:
– Ya está destinado, Simón.
Todos tenéis ya vuestro destino.
– ¡Pues qué bien!
Y a mí a dónde me vas a mandar?
– ¡Ah, tú…!.
– ¡Anda, dímelo!
– A un lugar más grande que tu ciudad y la mía.
Y Magdala y Tiberíades juntas».
– Pues me voy a perder.
– No temas.
Parecerás una hormiga en un esqueleto de grandes dimensiones.
Pero, yendo y viniendo incansable, resucitarás a ese esqueleto.
– No entiendo nada…
Sé más explícito.
– ¡Ya entenderás, ya entenderás!…
Y Jesús sonríe.
Y todos lo asaltan preguntando lo mismo:
– ¿Y yo?
– ¿Y yo?
Todos quieren saber.
Están en la orilla guijarrosa de un torrente, que lleva todavía mucha agua en su centro.
Jesús se agacha y coge del suelo un puñado de grava muy fina;
la tira hacia arriba y cae diseminándose en todas las direcciones.
Dice:
– Esto es lo que pienso hacer.
Mirad, sólo una piedrecita ha terminado entre mi pelo.
Pues bien, vosotros seréis diseminados así.
Santiago de Alfeo dice:
– Y Tú hermano, representas Palestina, ¿Verdad?
Y vuelve a preguntar:
– Quisiera saber quién será el que se quede en Palestina.
– Ten esta piedrecita.
Como recuerdo.
Y Jesús le da a su primo Santiago, el granito de grava que se le había quedado enredado entre sus cabellos.
Y sonríe.
Pedro dice:
– ¡¿No podrías dejarme a mí en Palestina?
Yo soy el más indicado, porque soy el menos cultivado.
Y, en nuestra casa, más o menos me arreglo, ¡Pero fuera…!
– Pues al contrario.
Tú eres el menos indicado para quedarte aquí.
‘Tenéis un prejuicio contra el resto del mundo.
Creéis que es más fácil evangelizar en país de fieles que de idólatras y gentiles.
Y sin embargo, la realidad es exactamente la contraria.
Meditad en lo que nos ofrecen las clases altas de la verdadera Palestina.
Y aunque menos, también el pueblo común.
Pensad luego que aquí, lugar de odio al nombre “Palestina” y de desconocimiento del nombre “Dios” en su verdadera expresión.
Hemos sido acogidos al menos no peor que en Judea, Galilea o la Decápolis.
Reflexionad en esto y veréis como caen vuestros prejuicios.
https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC
Comprenderéis que es exacto esto que digo.
O sea, que es más fácil convencer a los que ignoran al Dios verdadero, que no a los del pueblo de Dios.
Sutilmente idólatras; culpables, que orgullosamente se creen perfectos y que quieren seguir siendo como son.
¡Cuántas gemas, cuántas perlas ve mi mirada donde vosotros no veis sino tierra y mar!
La tierra de las multitudes que no son Palestina.
El mar de la Humanidad que no es Palestina: como mar,
no espera sino recibir a los buscadores de perlas, para ofrecérselas;
como tierra, que escarben en ella, para dejarse arrebatar las gemas.
En todas partes hay tesoros, pero hay que buscarlos.
Todo terruño puede esconder un tesoro y dar alimento a una semilla.
Como también toda profundidad puede celar una perla.
¿O es que pretendéis que el mar revuelva su fondo con terribles borrascas, para arrancar de los placeles las madreperlas
¿Y abrirlas con las embestidas de sus embravecidas olas, para ofrecerlas luego en la playa a los perezosos que no quieren esforzarse.?
O ¿A los pusilánimes que no quieren correr peligros?
¿Pretendéis acaso, que la tierra, sin semilla alguna, haga crecer un árbol de un grano de arena para daros frutos?
No, amigos míos.
Es necesario esforzarse, trabajar, tener coraje.
Sobre todo, huelgan los prejuicios.
Sé que desaprobáis quién más, quién menos, este viaje por tierras de filisteos.
Ni siquiera las glorias que estas tierras rememoran.
Las glorias de Israel que narran estos campos, fecundados con la sangre hebrea derramada para hacerlo grande.
O las ciudades arrebatadas una a una, de las manos de sus detentadores, para coronar a Judá y constituir una nación poderosa.
Ni siquiera ello basta, para despertar vuestra estima por este peregrinaje..
Ni siquiera es suficiente la idea de preparar el terreno, para recibir el Evangelio.
Y la esperanza de salvar espíritus.
No incluyo esta última entre las razones que someto a vuestra consideración, para que veáis la justicia de este viaje.
Sería un pensamiento, hoy por hoy, demasiado alto para vosotros.
Si bien llegará el día en que lo comprendáis.
En aquel momento diréis:
“Creíamos que era un capricho, una pretensión, poco amor del Maestro para con nosotros,
el hacernos ir tan lejos por un camino largo y penoso.
Arriesgando pasar momentos muy desagradables.
Sin embargo, era amor, previsión; era allanarnos el camino, para ahora que ya no lo tenemos.
Y que nos sentimos más desorientados; porque cuando estaba Él éramos como sarmientos que crecíamos en todas las direcciones;
pero sabiendo que la cepa nos nutría y que teníamos al lado, el palo robusto que nos podía sujetar.
Mientras que ahora somos sarmientos que deben crear por sí mismos una pérgola;
nutriéndose, sí, de la cepa de la vid, pero sin el madero en que apoyarse”.
Esto es lo que diréis.
Y entonces me lo agradeceréis.
Y, además…
¿Es que, acaso, no es hermoso ir dejando a nuestro paso destellos de luz en tierras envueltas en tinieblas?
¿Notas sonoras en corazones mudos, corolas celestiales en almas yermas como desiertos?
¿Perfumes de verdad para anular el hedor de la Mentira, sirviendo y dando gloria a Dios.
Y además hacerlo juntos así, Yo y vosotros.
Vosotros y Yo, el Maestro y los apóstoles, formando todos un solo corazón, un solo deseo, una sola voluntad?
¡Oh, que la esperanza, el deseo y el hambre de Dios consisten en querer que sea conocido y amado!
¡En querer reunir a todas las gentes bajo su dosel y que estén todos donde Él está!
¡Y son la misma esperanza, deseo y hambre de los espíritus;
los cuales no son de razas distintas sino de una sola: la creada por Dios!
Siendo todos hijos de Uno solo, tienen los mismos deseos, esperanzas, hambre, del Cielo, de la Verdad, del Amor real…
Se diría que siglos de error han cambiado el instinto de los espíritus, pero no es así.
El error envuelve a las mentes, porque éstas están fundidas con la carne
y se resienten del veneno inoculado por Satanás en el animal hombre.
De la misma forma, el error puede envolver también al corazón; pues como aquéllas, está injertado en la carne y se resiente de su veneno.
Una triple concupiscencia roe respectivamente la carne, el sentimiento y el pensamiento.
Mas el espíritu no está injertado en la carne.
Podrá sufrir un aturdimiento a causa de los golpes que le lanzan Satanás y la concupiscencia.
Podrá quedar casi ciego a causa de los baluartes carnales y de las salpicaduras de la sangre hirviente del animal-hombre en que ha sido infundido.
Sí, pero no cambiará su aspiración al Cielo, a Dios. No puede cambiar.
¿Veis el agua pura de este torrente?:
Ha descendido del cielo y al cielo tornará por evaporación de las aguas bajo el efecto del viento y el sol.
Baja y vuelve a subir.
El elemento no se consume sino que torna a los orígenes.
El espíritu torna a los orígenes.
Esta agua que corre entre las piedras si pudiera hablar, os diría que aspira a volver arriba, para que impulsada por el viento;
blanda, blanca, o rosada a la aurora, cobre encendido al ocaso, violeta como una flor en los crepúsculos ya estrellados,
surcar los hermosos campos del firmamento.
Os diría que querría ser tamiz para las estrellas que se asoman por los claros de los cirros, para que recordasen a los hombres el Cielo.
O hacer de velo a la Luna para que no vea las fealdades nocturnas…
Sí, os diría que aspira a volver arriba, antes que estar aquí, encerrada entre los bordes de las orillas.
Amenazada de convertirse en barro, obligada a saber de los connubios de culebras y ranas;
cuando lo que desea vehementemente es la libertad solitaria de la atmósfera.
Lo mismo los espíritus.
Si tuvieran el valor de hablar, dirían todos lo mismo:
“¡Dadnos a Dios! ¡Dadnos la Verdad!”.
Pero no lo dicen porque saben que el hombre no advierte, no comprende o ridiculiza esta súplica de los “grandes mendigos”
de los espíritus que con tremenda hambre – hambre de Verdad – buscan a Dios.
Estas gentes idólatras, estos romanos, estos ateos, estos desdichados que nos vamos encontrando en nuestro camino…
Y que siempre encontraréis, éstos que tienen denigrados sus deseos de Dios, por política, por egoísmo familiar,
o por herejía que radica en un corazón corrompido y prolifera en las naciones, éstos tienen hambre.
¡Tienen hambre! Y Yo, piedad de ellos.
¿Podría no sentir piedad Yo, que soy el que soy?
Si doy el alimento necesario por piedad, al hombre y al gorrión,
¿No habría de tener piedad con los espíritus a los que se han puesto obstáculos para ser del verdadero Dios?
Y que extienden sus brazos gritando:
“¡Tenemos hambre!’?
¿Creéis que son malos, salvajes, incapaces de llegar a amar la religión de Dios y a Dios mismo?
Pues estáis en un error.
Son espíritus que esperan amor y luz.
Esta mañana nos ha despertado el balido agresivo del macho cabrío, que quería alejar a ese perro grande que ha venido a olfatearme.
Os habéis echado a reír al ver que orientaba sus cuernos amenazador hacia el perro,
tras haber roto la delgada cuerda con que estaba atado al árbol bajo el que dormíamos,
habiéndose puesto de un salto entre el perro y Yo,
sin pensar que en la desigual lucha por defenderme a mí, el maloso le habría podido atacar y lo habría degollado.
Pues lo mismo estos pueblos, que veis como machos cabríos salvajes…
Sabrán defender la fe de Cristo, una vez que hayan conocido que Cristo es Amor que los invita a seguirlo.
Sí, los invita.
Y vosotros debéis ayudarles a venir.
Escuchad una parábola.
Un hombre se casó y tuvo muchos hijos de su mujer.
Pero, uno de éstos nació con deformidades físicas.
Parecía además, de raza distinta.
El hombre lo consideró un deshonor y no lo amó, a pesar de que la criatura fuera inocente.
El niño creció desatendido, apartado con los últimos siervos ya que en efecto, se le juzgaba inferior a sus hermanos.
No tenía madre – pues había muerto al darle a luz – que pudiera moderar la dureza del padre.
O impedir la burla de sus hermanos.
O corregir las ideas equivocadas que nacían en la mente salvaje del niño:
Que una pequeña fiera mal soportada en la casa de los otros hijos bien queridos.
El niño, así se hizo hombre.
Entonces su razón, que aunque se hubiera desarrollado con retardo, había llegado a la madurez;
comprendió que no era ser hijo, vivir en las cuadras, recibir un mendrugo de pan y un andrajo.
Y nunca un beso, un palabra, una invitación a entrar en la casa paterna… Y sufría.
Sufría, lamentándose en su cuchitril: “¡Padre! ¡Padre!”.
Mordía su pan, pero continuaba la gran hambre de su corazón.
Se cubría con sus andrajos, pero seguía el gran frío de su corazón.
Tenía como amigos a los animales y a algunas personas compasivas del pueblo.
Pero su corazón estaba solo.
“¡Padre! ¡Padre!”… Lo oían gemir siempre así como fuera de sí; los siervos, los propios hermanos, sus paisanos.
Y lo llamaban “el loco”.
Por fin, un día uno de los siervos tuvo el coraje de ir a verlo.
Estaba casi convertido en una fiera y le dijo:
“¿Por qué no te arrojas a los pies de tu padre?”.
“Lo haría. Pero no me atrevo…”.
“¿Por qué no vienes a la casa?”
“Tengo miedo.”
“Pero, ¿Desearías hacerlo?”
“¡Sí, ciertamente! Es de esto de lo que tengo hambre.
Ésta es la causa del frío que paso, por eso me siento solo como en un desierto.
Pero no sé cómo se vive en la casa de mi padre”.
Entonces el siervo bueno se puso a instruirle, a hacer que tuviera mejor aspecto…
A quitarle el terror a que su padre le tuviera aversión, diciéndole:
“Tu padre te querría a su lado, pero no sabe si tú lo quieres, porque siempre lo evitas…
Quita a tu padre el remordimiento de haber actuado demasiadoseveramente.
Ven. Tus hermanos tampoco tienen ya intención de burlarse de ti, porque les he referido tu dolor”.
Y así el pobre hijo, una tarde, guiado por el siervo bueno, fue a la puerta paterna…
Y gritó: “¡Padre, yo te quiero! ¡Déjame entrar!…”.
El padre que viejo y triste, pensaba en su pasado y en su futuro eterno, sintió un sobresalto cuando oyó esa voz.
Y dijo: “¡Oh, mi dolor se aplaca al fin, porque en la voz de mi hijo deforme, he oído la mía!
¡Y su amor prueba que es sangre de mi sangre y carne de mi carne!
Entre, pues, a ocupar su lugar junto a sus hermanos.
¡Bendito sea el siervo bueno que ha hecho posible que mi familia se completase, integrando al hijo repudiado con todos mis otros hijos!”.
Ésta es la parábola.
Ahora bien, al aplicarla debéis pensar que el Padre de los deformes espirituales:
Que son los cismáticos, los herejes, los separados, los pecadores voluntarios e impenitentes…
Dios, se ha visto obligado a la severidad por las deformidades voluntarias que ellos mismos han querido.
Pero su amor jamás ha abdicado.
Los espera. Llevadlos a él. Es vuestro deber.
Os he enseñado a decir: “Danos hoy nuestro pan, Padre nuestro”.
Pero, ¿Sabéis qué significa “nuestro”?
No quiere decir vuestro en el sentido de vosotros doce.
No es vuestro como discípulos de Cristo, sino vuestro como hombres.
He puesto en vuestros labios la Oración por TODOS.
Por todos los hombres:
Los presentes y los que vendrán; los que conocen a Dios y los que no lo conocen;
los que aman a Dios y a su Cristo.
Y los que no lo aman o lo aman mal.
Éste es vuestro ministerio.
Vosotros que conocéis a Dios, a su Cristo y los amáis, debéis orar por todos.
Os he dicho que mi Oración es universal, durará cuanto dure la tierra.
Pues bien, vosotros debéis orar universalmente…
Uniendo vuestras voces de apóstoles y vuestros corazones de discípulos, de la Iglesia de Jesús
a las voces y a los corazones de los que pertenezcan a otras iglesias, cristianas pero no apostólicas.
Y tenéis que insistir, porque sois hermanos.
Vosotros en la casa del Padre, ellos fuera de la casa del Padre común, con su hambre, su nostalgia…
Hasta que se les conceda, como a vosotros, el “Pan” verdadero, que es el Cristo del Señor, administrado en las mesas apostólicas.
No en otras, donde está mezclado con alimentos impuros.
Tenéis que insistir hasta que el Padre diga a estos hermanos “deformes”:
“Mi dolor se aplaca, porque en vosotros, en vuestra voz, he oído la voz y las palabras de mi Unigénito y Primogénito.
¡Benditos sean los siervos que os han traído a la Casa de vuestro Padre para que quedara completa mi Familia”.
Sois siervos de un Dios infinito y tenéis que poner la infinitud, en todas vuestras intenciones.
¿Habéis comprendido?
En una ocasión pasó por este lugar el Arca para ir a Ecrón, pero esta ciudad no pudo custodiarla y la envió a Betsemes.
El Arca vuelve a Ecrón.
Juan, ven conmigo.
Vosotros quedaos en Yabnia.
Sabed reflexionar y hablar.
La paz esté con vosotros.
Y Jesús se marcha con Juan y con el macho cabrío.
El cual, balando, le sigue como un perro.
199 LOS PROFETAS AL REVÉS
199 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Obedientes a la orden recibida, los grupos de los apóstoles van llegando a la puerta de la ciudad.
Jesús está con sus apóstoles, que le están narrando las peripecias de misión como ap´sotoles en la ciudad de Ascalón…
La altanera respuesta de Judas a la reprensión de Simón Zelote, con la explicación no comprendia por nadie más en el grupo apostólico…
Provoca la serena réplica de Santiago de Alfeo:
¡Pues vaya una razón!…
Y continúa:
– Nosotros…
¿No estamos aquí para corregirnos, antes que para corregir?
El Maestro ha sido primero nuestro Maestro.
No lo habría sido si no hubiese querido que cambiásemos nuestras costumbres e ideas.
Judas insiste:
– Era ya Maestro por la sabiduría.
Tadeo replica muy serio:
– ¿Era?… ¡Es!
– ¡Oh! ¡Cuántas cavilaciones!
Santiago de Alfeo aconseja con dulzura:
– Y también es Maestro de todos los demás.
No solo por la sabiduría.
Su enseñanza se dirige a todo lo que hay en nosotros.
Él es Perfecto. Nosotros imperfectos.
Esforcémonos pues por serlo y mejorarnos siempre más…
Judas replica a la defensiva:
– No veo la falta que he cometido.
Es que éstos son una raza maldita. Todos son perversos…
Tomás interrumpe:
– ¡Oye! No.
No puedes afirmar eso.
Juan fue a los de la clase ínfima.
A los pescadores que llevan el pescado al mercado.
Es del pescado más sabroso.
Por miedo de que el de la mañana no estuviese fresco por la tarde, volvieron al mar y nos llevaron con ellos.
Es pescado de lo más fino: han renunciado a su ganancia por dárnoslo.
Me parecía estar en el Lago de Galilea.
Y te aseguro que si el lugar parecía recordarlo, lo parecían más las barcas llenas de caras atentas.
Mucho más lo recordaba Juan. Parecía otro Jesús.
Las palabras de su boca sonriente, le salían dulces como la miel.
Su cara brillaba como otro sol. ¡Cómo se parecía a Ti, Maestro!
Era como estarte oyendo a Ti.
Con la fusión, el Padre Celestial habló a través del apóstol inocente y puro.
Y Juan fue otro instrumento perfecto en manos de la Voluntad Divina….
¡Yo estaba emocionado!
Hemos estado tres horas en el mar, esperando a que las redes extendidas entre las boyas, estuvieran llenas de peces.
Y fueron tres horas llenas de felicidad…
Querían verte, pero Juan dijo:
‘Os doy la cita en Cafarnaúm…’
Como si estuviera, en la plaza de la ciudad.
Han prometido que irán.
¡Han tomado nota!
¡Y hemos tenido que oponernos a que nos cargaran con demasiado pescado!
Nos han dado el más selecto.
Vamos a cocinarlo. Esta noche habrá´un gran banquete, para compensar el ayuno de ayer.
Judas pregunta turbado:
– Pero, ¿Tú qué dijiste pues?
Juan responde:
– Nada especial.
Tomás explica:
– A la manera como tú hablaste…
También Juan citó a los profetas. Pero los puso al revés.
Judas replica sorprendido:
– ¿Al revés?
¿Acaso los puso de cabeza?…
– Sí.
Tú de los profetas extrajiste aspereza y él, dulzura…
Porque la misma aspereza de ellos es amor.
Exclusivo. Violento, si quieres…
Pero siempre amor por las almas, que querrían que fuesen fieles al Señor.
No sé si lo has pensado tú, alumno de los escribas más famosos.
No sé si tú has meditado alguna vez esto;
yo sí, a pesar de ser orfebre.
Al oro también se le golpea con el martillo y se le pasa por el crisol, pero es para afinarlo.
No por aversión, sino por aprecio.
Así actúan los Profetas con las almas.
Yo lo entiendo; porque soy orfebre.
Pues bien, Juan ha citado a Zacarías, en su profecía a cargo de Jadrak y Damasco.
Y ha tocado el punto:
“A la vista de ello Ascalón quedará aterrorizada, Gaza experimentará una gran aflicción
y también Ecrón, porque su esperanza se ha desvanecido.
Gaza quedará sin rey”.
Y se ha puesto a explicar cómo todo esto era porque el hombre se había separado de Dios.
Y hablando de la venida del Mesías, que es perdón amoroso;
ha prometido que de una pobre realeza como la que desean para su nación los hijos de la tierra;
los que sigan la Doctrina del Mesías
alcanzarán una realeza eterna e infinita en el Cielo.
Dicho así no parece nada, pero ¡Había que oírlo!…
Se tenía la impresión de estar oyendo una música y de subir de manos de los ángeles.
Y mira por dónde…
Mira que los profetas que a ti te dieron de palos; a nosotros nos dieron un pescado exquisito.
Judas guarda silencio, totalmente desconcertado.
Jesús pregunta a sus primos y a Zelote:
– ¿Y vosotros?
Santiago de Alfeo explica:
– Fuimos por donde están los astilleros; los calafateadores.
Nosotros también hemos preferido ir a los pobres.
De todas formas, había igualmente filisteos ricos, que vigilaban la construcción de sus navíos.
No sabíamos quién debía hablar y lo decidimos como los niños: con puntos.
Judas sacó siete dedos, yo cuatro y Simón dos.
Todos preguntan curiosos:
– ¿Y qué fue lo que dijiste?
Tadeo refiere:
– Me di a conocer francamente por lo que soy.
Les he dicho que recurría a su hospitalidad para pedir la bondad de acoger la palabra de un peregrino;
que en cada uno de ellos veía a un hermano suyo, teniendo un origen y un término comunes.
Y la esperanza no común, pero llena de amor, de poderlos conducir consigo a la casa del Padre.
Y llamarlos “hermanos” por los siglos de los siglos en la gran dicha del Cielo.
“Está escrito en Sofonías, nuestro Profeta: “
La región del mar será lugar de pastores… allí tendrán sus pastos, al atardecer descansarán en las casas de Ascalón”,
Y he desarrollado este pensamiento diciendo:
“El Pastor supremo ha venido a vosotros, no armado de flechas sino de amor.
Os abre los brazos, os señala sus santos pastos;
no se acuerda del pasado, si no es para mostrarse compasivo para con los hombres;
por el gran daño que se han hecho unos a otros, como niños alocados, odiándose;
cuando, amándose pues son hermanos; habrían podido disolver muchos dolores.
Esta tierra será lugar de pastores santos, los siervos del Pastor Supremo;
los cuales ya saben que aquí tendrán sus pastos más fértiles y las greyes mejores.
Y su corazón cuando decline su vida, podrá descansar pensando en los vuestros y en los de vuestros hijos;
más íntimos que casas amigas porque su Señor será Jesús, nuestro Señor”.
Me han comprendido.
Simón ha hablado de su curación, mi hermano de tu bondad para con los pobres.
De esto último es prueba esta nutrida bolsa para los pobres que encontramos por el camino.
Tampoco a nosotros nos han hecho ningún daño los Profetas…
Judas Iscariote no abre la boca.
Me entendieron. Nos preguntaron…
Mi hermano Santiago; tu bondad para con los pobres.
La prueba aquí está.
Cinco gruesas bolsas para los pobres que encontremos por el camino.
Tampoco a nosotros los profetas nos hicieron ningún mal…
Judas traga saliva, pero permanece mudo.
Jesús dice consoladoramente:
– Pues bien.
Otra vez Judas lo hará mejor.
Él creyó hacerlo bien de ese modo. Como obró con fin honesto, no cometió ningún pecado.
También con él estoy contento. Hacerla de apóstol, no es fácil.
Una cosa me desagrada y es no haber tenido antes ese dinero y no haberos encontrado.
Me hubieran servido para socorrer a una familia muy desgraciada.
Zelote dice:
– Todavía podemos regresar.
Aún es temprano.
Pero; perdona, Maestro. ¿Cómo la encontraste?…
¿Tú que hiciste?
¿De veras nada? ¿No evangelizaste?
– ¿Yo? He paseado.
Con el silencio dije a una prostituta: ‘Deja tu pecado’.
También encontré a un niño, pilluelo como el que más y lo evangelicé.
Intercambiamos regalos.
Le di la hebilla que María Salomé me puso en el vestido y él me dio este trabajo suyo…
Jesús saca del bolsillo el muñeco caricaturesco…
Todos lo miran admirados y sueltan la carcajada.
Jesús continúa:
– Luego fui a ver los primorosos tapetes que hacen en un taller de Ascalón;
para venderlos en Egipto y otras muchas partes…
Luego he consolado a una niña huérfana de padre, curándole a su madre.
Y nada más.
Pedro dice asombrado:
– ¿Y te parece poco?
– Sí, porque hacía falta también dinero y no tenía.
Tomás decide:
– Pues volvemos dentro de la ciudad nosotros, que no hemos incomodado a nadie.
Santiago de Zebedeo lo embroma:
– ¿Y tus pescados?
— ¿El pescado?…
El pescado aquí está.
Vosotros que tenéis encima el anatema, id a la casa del viejo que nos hospeda y comenzad a prepararlo.
Jesús confirma:
– Sí.
De todas formas os voy a indicar la casa desde lejos.
Habrá gente. Yo no voy porque me van a entretener.
No quiero ofender al que nos da hospedaje y nos está esperando, faltando a su invitación.
La descortesía es una acción que falta siempre a la caridad.
Judas de Keriot baja más la cabeza y se pone morado como una berenjena.
Cambia tantas veces de color; cuantas veces ha caído en esa falta.
Jesús añade:
– Vosotros id a esa casa.
Buscad a la niña.
No os podéis equivocar porque es la única niña.
Le daréis esta bolsa y le diréis:
“Esto te lo manda Dios por haber sabido creer.
Es para ti, tu mamá y tus hermanitos”.
No digáis nada más.
Y regresaos al punto.
Vámonos.
El grupo se divide: con Jesús y a la ciudad, van Juan, Tomás y los primos.
Los otros regresan a la casa de Ananías, el hortelano filisteo.
https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC