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299 LA MEMORIA DE LAS ALMAS

299 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Jesús está conversando con ll mercader de la caravana que lo acompaña a Ramot.

Y vuelve a preguntar a Misace:

–        ¿Por qué entraste, entonces, en el Templo?

El mercader le contesta: 

–        Por curiosidad.

En la calle, saliendo de una casa en que había contratado unos productos,

vi a un grupo de hombres postrados en actitud de venerarte.

Y me volvió a la mente lo que oí en Ascalón a un fabricante de alfombras.

Pregunté quién eras, porque me vino la sospecha de que fueras Aquel

de que hablaba la mujer, que estaba con el fabricante de alfombras,

que le hiciste el milagro de sanarla y tuviste caridad con sus hijos…

Habiendo sabido que eras Tú, te seguí.

Había concluido mis tratos por ese día…

Luego te perdí de vista.

En Jericó te volví a ver, aunque sólo un momento.

Ahora te encuentro otra vez… Mira…

–        Mira, pues, cómo Dios une y cruza nuestros caminos.

No tengo regalos que ofrecerte para agradecer tus gestos de bondad.

Pero antes de dejarte espero poder darte un regalo, a menos que no me abandones antes.

–        ¡No, eso no lo haré! 

Alejandro Misax no se vuelve atrás cuando se ha ofrecido!

Mira, pasado ese recodo empieza el pueblo. Me voy a adelantar.

Nos veremos en la posada.

E hinca las espuelas y se marcha casi al galope por el borde del camino.

-Es un hombre honrado e infeliz, Hijo mío – dice María.

-Y querrías verlo feliz según la Sabiduría, ¿no?

Se sonríen dulcemente, envueltos ya por las primeras sombras de la noche.

En la larga noche de Octubre, reunidos todos en una vasta habitación de la posada,

los peregrinos esperan a irse adormir.

En un ángulo, aislado, está el mercader, afanado en sus cuentas.

En el ángulo opuesto, Jesús con todos los suyos.

No hay más huéspedes.

De los establos llegan rebuznos, relinchos y balidos,

lo cual hace suponer que en la posada hay otras personas.

Pero quizás ya están en la cama.

Margziam se ha quedado dormido en los brazos de la Virgen,

olvidándose de golpe de que era «un hombre».

Pedro hay momentos que cede al sueño; no es el único,

también las mujeres ancianas, que bisbiseaban, se han quedado medio dormidas y ahora callan.

Están bien despiertos Jesús, María, las hermanas de Lázaro, Síntica, Simón Zelote, Juan y Judas.

Síntica está hurgando en el saco de Juan de Endor, como buscando algo.

Pero luego prefiere juntarse con los demás

y escuchar a Tadeo que está hablando de las consecuencias del exilio de Babilonia;

Judas de Alfeo concluye:

–        …Y quizás ese hombre es todavía una consecuencia de aquello.

Cualquier exilio conlleva una destrucción…

Síntica hace un gesto involuntario con la cabeza pero no dice nada.

y Judas de Alfeo termina:

–        De todas formas… 

Es extraño que con tanta facilidad uno se pueda despojar de lo que constituye un tesoro secular

para ser totalmente distinto, especialmente en estas cosas de religión.

Y de una religión como la nuestra…

Jesús responde:

–        No deberías asombrarte, cuando dentro de Israel ves a Samaria.

Un momento de silencio…

Los ojos oscuros de Síntica miran fijamente el perfil sereno de Jesús.

Mira con intensidad, pero no habla.

Jesús siente esa mirada y se vuelve a mirarla.

le pregunta: 

–       ¿No has encontrado nada de tu agrado?

–        No, Señor.

He llegado al punto de no poder ya conciliar el pasado con el presente,

las ideas de antes con las de ahora.

Y me parece casi una defección,

porque las ideas de antes me han ayudado muchísimo a tener las de ahora.

Tiene razón tu apóstol en lo que dice…

Pero la mía es una destrucción dichosa.

–       ¿Qué se te ha destruido?

–        Toda la fe en el Olimpo pagano, Señor.

De todas formas, me siento un poco turbada, porque leyendo vuestra Escritura

me la ha dado Juan.

Y la leo porque sin conocimiento no se posee. he encontrado que también en vuestra historia…

desde los albores, lo llamaré así, hay hechos que no se diferencian mucho de los nuestros.

Pues bien, quisiera saber…

–        Ya te he dicho que preguntes, que te responderé.

–       ¿Todo es error en la religión de los dioses?

–        Sí, mujer.

Sólo hay un Dios, que no es engendrado por otros,

que no subyace a las pasiones y necesidades humanas, un Dios único, eterno, perfecto, creador.

–        Yo lo creo.

Pero quiero poder responder -no con una forma que no acepta discusión,

sino argumentando para convencer- a las preguntas que otros paganos me pudieran hacer.

Yo, por virtud de este Dios paterno y benefactor, me he dado por mí misma respuestas

carentes de forma, pero suficientes para infundir paz en mi espíritu.

Y en mí había voluntad de alcanzar la Verdad.

Otros habrá menos ansiosos que yo de la Verdad, a pesar de que todos deberían tener este afán.

No tengo intención de quedarme parada y no hacer nada con las almas.

Quisiera dar lo que he recibido.

Para dar tengo que saber.

Concédemelo y te serviré en nombre del amor.

Hoy, por el camino, mientras observaba las montañas

y algunos aspectos me traían vivas a la memoria las cadenas de Hélade

y las historias de la Patria,

por asociación de ideas se me ha representado el mito de Prometeo, el de Deucalión…

Vosotros tenéis también una cosa semejante en la fulminación de Lucifer,

en la infusión de la vida en la arcilla, en el diluvio de Noé.

Son concomitancias pequeñas, pero que evocan…

Ahora dime: ¿Cómo es que las supimos, si no hubo ningún contacto entre nosotros y vosotros.

Y vosotros las poseíais ciertamente antes que nosotros,

y nosotros las recibimos, pero no hay noticia acerca de su origen?

Actualmente no nos conocemos en muchas cosas.

¿Cómo es que, hace milenios, ya tuvimos leyendas que recuerdan vuestras verdades?

–        Mujer, eres la que menos me lo debería preguntar,

porque has leído obras que podrían, por sí solas, responder a esta pregunta tuya.

Hoy, por asociación de ideas, del recuerdo de tus montes natales

has pasado al recuerdo de los mitos natales y a hacer comparaciones.

¿No es verdad? ¿Y, por qué?

–       Porque mi pensamiento, despertado, recordó.

–       Muy bien.

Pues las almas de los más antiguos, que dieron una religión a tu tierra, también recordaron.

Confusamente, hasta donde puede una persona imperfecta,

que está al margen de la religión revelada.

Pero se acordaron.

En el mundo hay muchas religiones.

Ahora bien, si tuviéramos aquí, en un cuadro claro, todos los detalles de ellas,

veríamos que hay como un hilo áureo perdido entre abundante fango, un hilo con nudos;

y, contenidos en estos nudos, retazos de la Verdad verdadera.

–        ¿Pero no venimos todos de un tronco común?

Eso dices.

Entonces por qué los antiguos de entre los antiguos, que descendían del tronco originario,

no supieron conservar consigo la Verdad?

¿No es una injusticia haberlos privado de ella?

–        ¿Has leído el Génesis, no es verdad?

¿Qué has encontrado en él

En sus comienzos, un pecado complejo, un pecado que abraza los tres estados del hombre:: 

materia, pensamiento y espíritu.

Luego un fratricidio.

Luego un dúplice homicidio;

como contrapeso de la obra de Enoc de mantener la luz en los corazones;

luego corrupción, uniéndose, por sed carnal, los hijos de Dios con las hijas de la sangre.

Y, a pesar de la purificación del Diluvio y la reconstrucción de la raza a partir de buen germen,

no de piedras como se dice en vuestros mitos, de la misma forma que la primera arcilla

modelada por Dios, a imagen suya y con forma de hombre,

no se había animado debido a un robo de fuego vital por parte del hombre,

sino por infusión de Fuego vital por parte de Dio;

7. Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. GÉNESIS 2, 7

a pesar de ello, volvió a aparecer el fermento soberbio, el ultraje a Dios:

«Vamos a tocar el cielo»

Y también la maldición divina: «Dispérsense y no se comprendan»…

Y el único tronco, como agua que al chocar contra la piedra se disgrega formando regueros

y no se vuelve a unir, se dividió: la raza se separó en razas.

La Humanidad, puesta en fuga por su pecado y el castigo divino,

se dispersó y no se volvió a reunir, llevando consigo la confusión que la soberbia había creado.

Pero las almas recuerdan, siempre queda algo en ellas;

y las más virtuosas y sabias vislumbran una luz, aunque débil,

en las tinieblas de los mitos: la luz de la Verdad.

Es este recuerdo de la Luz, vista antes de la vida, lo que remueve en ellas verdades

que contienen retazos de la Verdad revelada.

¿Me has comprendido?

–        En parte.

Pensaré en ello ahora.

La noche es amiga del que piensa y dentro de sí se recoge.

–       Entonces vamos a recogernos cada uno en sí mismo.

Vamos, amigos.

Paz a vosotras, mujeres, paz a vosotros discípulos míos.

Paz a ti, Alejandro Misace

–        Adiós, Señor.

Dios esté contigo – responde el mercader inclinándose..