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95.- UN ESCAPE MILAGROSO

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Marco Aurelio Petronio                     a          Tito Petronio Níger:

Hasta nosotros llega el eco Caríssime, de la mayor parte de los sucesos que están ocurriendo en Roma. Y lo que no sabemos, lo refieren tus cartas. En su viaje a Grecia, Tugurino recibió la orden de pasar por aquí, donde se entregó al saqueo de ciudades y templos para poder llenar el tesoro exhausto.

Al precio de sangre y de lágrimas, Nerón está edificando la Casa Dorada en Roma. Tú conoces a Tugurino. Prócoro fue igual que él hasta que redimió su vida con su muerte. Me preguntas si estamos fuera de peligro y yo te contesto que aquí estamos libres de preocupaciones. Y con esto es más que suficiente.

En este momento y bajo el pórtico desde el cual te estoy escribiendo, contemplo nuestra mansa bahía y la barca desde donde Bernabé tiende una red para pescar nuestra comida de hoy. ¡Oh, qué tranquilidad! Mi esposa está cerca de mí, devanando lana roja. El pequeño Sebastián duerme satisfecho.

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Y en los jardines, a la sombra de los nogales y los almendros, cantan nuestros hermanos, mientras trabajan. Y no son las parcas como antes lo creíamos, quienes hilan y devanan de tan grata manera, el hilo de nuestras vidas. Es Cristo, nuestro amado Salvador y Dios, quién nos bendice y nos protege.

Conocemos las lágrimas y los pesares porque la vida es una prueba de dolor y sufrimiento, que cada vez nos acerca más a Dios. Pero en estas lágrimas está el consuelo que tú conoces, porque cuando llegue el término de nuestra vida, nos reuniremos con esos seres queridos que han perecido y siguen pereciendo por su amor a la Verdad.

Aquí, Sarah dio un testimonio maravilloso. Siguen aumentando las conversiones y el triunfo de N.S. Jesucristo.

Y ¡Oh, sí querido mío! Somos felices. Y la nuestra es una felicidad que ni la muerte podrá destruir, porque al contrario, ésta nos abrirá las Puertas del Cielo, donde está la Felicidad total y eterna.

Y así transcurren los meses en medio de la paz y el gozo del espíritu. Soy feliz, porque mi felicidad está en Dios y lo adoro. Porque mi felicidad es Alexandra y la amo a ella y a su alma inmortal.

Y porque ambos nos amamos en Jesucristo, nuestro Dios y nuestro Rey que ha coronado nuestra dicha con el pequeño Sebastián.

Nuestra familia es nuestro tesoro. Y por eso en nuestro amor no hay separación, ni engaños, ni rutina, ni edad, ni muerte. Porque cuando la hermosura o la edad pasen y se agoten. Cuando nuestros cuerpos se marchiten y venga la muerte, quedará siempre el amor, junto con el espíritu.

Antes de que se abrieran mis ojos a la Luz, yo hubiera sido capaz de todo por el amor de Alexandra. Pero ahora te digo que entonces yo no la amaba, pues fue hasta que conocí a Jesús que supe lo que era el verdadero amor. Y ahora sí la amo como jamás imaginé que se pudiera llegar a amar.

En Él está la fuente de la Paz y la felicidad. Y no soy yo quién lo dice. La realidad de lo que estamos viviendo lo pregona. Y por eso te digo: compara la vida opulenta y llena de zozobras; los deleites inseguros del mañana; los banquetes orgiásticos y llenos de alegría ilusoria; con nuestra vida de cristianos y dime cual prefieres vivir.

Pero para poder comparar con mejor acierto, ven a nuestras montañas olorosas a tomillo. A nuestros olivares, viñas y riberas orladas de hiedra. Te aguardan aquí, corazones que te aman sinceramente.

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¡Oh, Maximiliano mío! A Alexandra y a mí nos asiste la consoladora esperanza de verte pronto. Ven con nosotros a completar y compartir nuestra dicha. Adiós.

Aurora termina de leer esta carta y se queda reflexiva unos momentos.

Luego llama a Héctor y dispone todo lo necesario para el viaje a Sicilia…

Semanas después…

Marco Aurelio acaba de regresar de Catania a donde fue a supervisar un embarque de vinos.

Entra tambaleante en la biblioteca y Alexandra le nota una tristeza muy grande en su rostro afligido y lleno de lágrimas.

Ella lo abraza protectora, mientras le pregunta:

–           ¿Qué sucede mi amor?

Un sollozo ahogado brota de su garganta, junto con la palabra apenas audible:

–           Petronio ha…

Y apenas va a contarle a su esposa la noticia que supo en el puerto, cuando entra Nicanor el mayordomo avisando que acaba de llegar el general Publio Quintiliano, con una comitiva de Roma.

Marco Aurelio respira profundo para controlarse,

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Y luego dice:

–           Más tarde te contaré… Vayamos ahora a recibirlos.

Cuando llegan al atrium y Marco Aurelio se adelanta a dar la bienvenida a Publio, ve a sus acompañantes…

Se queda paralizado y luego cae al piso, desmayado.

Cuando recupera el conocimiento, ve que lo han recostado en un lecho.

Y que lo mira sonriente el rostro preocupado de su tío.

–           Pero tú… pero tú… –balbucea aturdido.

Y luego agrega con énfasis:

–           ¡Tú estás muerto!

Maximiliano contesta sonriente:

–           No, querido mío. ¡Estoy más vivo que nunca!

Y le da un vaso con agua para que beba,

Mientras Marco Aurelio dice trastornado:

–           No entiendo nada. Nos contaron lo que pasó en la corte con Nerón, en Cumas… Séneca…

El tribuno sacude la cabeza y luego da un sorbo al agua.

Petronio le explica:

–           Nerón está inmerso en un baño de sangre. Ven…

¿Ya te sientes mejor? Vamos al triclinium y les contaremos todo…

Con un brazo rodea tiernamente a Aurora y con el otro ayuda a su sobrino a levantarse.

Y todos pasan a la terraza desde donde se contempla el espléndido paisaje que se domina sobre los acantilados, a escuchar la extraordinaria historia de lo que sucedió en Cumas…

La voz de Petronio se escucha fuerte y sonora:

–           Cuando se fue Asterio el liberto de Plinio, yo me puse a orar y entregué todo al Señor.

Entonces oí su voz de tenor llena de dulzura,

Que me preguntó:

–           ¿Estarías dispuesto a morir por Mí?

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Yo le contesté de inmediato:

–           ¡Oh, Señor mío! ¡Tú lo sabes que sí!

–           Pero todavía no llega tu hora. El Señor de la Vida y de la Muerte Soy Yo. ¿Recuerdas? – Le ví sonreír y fue algo maravilloso.

Luego agregó:

–          ¿Confías en Mí?

–           ¡Por supuesto que sí! Yo te amo y confío en Ti, Señor Jesús.

–           Entonces…

Me permitió ver lo que iba a suceder al día siguiente y me dio todas las instrucciones precisas…

Yo las obedecí.

Y cuando le conté todo a mi esposa, los dos oramos juntos y nos pusimos en sus manos.

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El día que me fui al convite… (Les relata todo lo sucedido en el banquete de Cumas)

Luego Aurora completa:

–           Cuando lo llevaron a la casa y le pedí al centurión que me dejara despedirme de él. En la Biblioteca Héctor y Darío sacaron por otra puerta el cuerpo sin vida y llevaron a Petronio a su cubiculum.

Enseguida  colocaron el cadáver que Aquiles había traído del Spolarium ese mismo día… Hay tantos muertos que no fue difícil conseguir uno con características parecidas a las de Petronio.

Lo vistieron con sus ropas y lo cubrieron con uno de los tapices que fuera adecuado. Afortunadamente el centurión fue muy respetuoso y no destapó el rostro, porque si no… –Aurora hace un gracioso gesto de horror.

Y prosigue:

–          Cuando los pretorianos se fueron, yo corrí a nuestro cubiculum y Maximiliano estaba sentado en el lecho y despierto.

El Señor Jesús me dijo que le diera de beber muchos líquidos y… ¡Aquí está! – Concluye feliz y besando a su esposo.

Marco Aurelio pregunta admirado:

–           ¿Y qué pasó cuando estuviste muerto?

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Petronio dice sonriente:

–           Después que bebí el vaso con el veneno, de repente me vi como si flotara por encima del triclinio imperial y sobre todos los convidados.

Observé mi cuerpo como si fuera una vestidura que me hubiera quitado.

Y ¡Me sentía tan bien! Yo seguía siendo yo… Mi cuerpo estaba tirado frente a mí.

No sentí cuando me abrieron las venas. Vi y oí cuando los médicos le dijeron a Nerón, que yo estaba muerto.

Luego alguien me llamó por mi nombre y vi junto a mí a un ser bellísimo,

Que me dijo:

–           No temas. Mi nombre es Geudiel. Soy tu ángel guardián. Ven conmigo.

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Suavemente me tomó de la mano y me condujo.  Pareció como si voláramos por el Universo…

Luego llegamos a un Reino de Luz. ¡Oh! ¡Qué belleza tan maravillosa!

Allí todo es perfecto. No existe la fealdad. Me dejó en el jardín de un palacio cuyas paredes también parecen de Luz.

Y me dijo:

–           Espera aquí. Voy a decirle al Señor…

Y mientras esperaba pasaron caminando los jóvenes que estaban en el banquete de Nerón y que murieron en la hoguera.

Todos me saludaron con mucho amor y,

Joshua me dijo jubiloso:

–           Maximiliano, me alegra mucho que pensaras en mí cuando te decidiste a convertirte.

¡Persevera hermano! ¡Te estamos esperando!

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No pude evitar reírme, porque ciertamente que después de que Nerón pateara su cabeza como si fuera un balón, en los calabozos de Calígula.

Y verlo regresar tan majestuoso con ella bajo el brazo, para enfrentarse con Enobarbo de aquella manera…

Fue cuando decidí conocer la religión cristiana…

En eso salió el Señor Jesús y yo lo contemplé asombrado.

Pude ver su Cuerpo que tiene carne como la nuestra y al mismo tiempo parece como si estuviera hecho de luz.

Sus cabellos y su barba son rubios. Sus ojos azules parecen zafiros. Su belleza varonil es tan perfecta y cautivadora…

Y vi todas sus heridas que despiden luz. Parecen rubíes luminosos en sus pies, en sus manos…  Y también se trasluce de su pecho.

Traía una túnica de una tela que no sé cómo describirla…

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¡Es tan Majestuoso! ¡Es Dios y es Rey!

Me trató con tanta dulzura, con tanto amor…

Luego Él extendió los brazos y su frente estaba llena de Luz. Comprendí que brotaba de donde le coronaron con espinas.

Sentí un infinito deseo de postrarme y adorarlo… Y lo hice.

Y Él me dijo:

–           Así os he amado.

–           Señor. –Le supliqué- ¿Me dejas quedarme?

–           Tienes una misión que cumplir. ¿O no quieres hacerla?

–           Claro que sí, Señor. Es solo que… se siente tanto gozo aquí. Te amo. Te adoro Señor mío y Dios mío…

–           Irás a decirles a tus hermanos, como el Cielo es una realidad espiritual. Y también…

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Jesús me dio otras instrucciones y luego me dio su Bendición.

Desperté…

Y me dí cuenta de que estaba recostado en mi lecho de la casa de Cumas.

Me levanté y pude observar la ceremonia de mis funerales desde la ventana.

Al día siguiente fuimos a la Puerta del Cielo y allí me encontré con Publio que había ido a vender todas sus propiedades de Roma.

Él y el senador Astirio me ayudaron con una nueva identidad, al traspaso de mis propiedades, borrando todo rastro de mi vida como Petronio.

Luego preparamos el viaje. Y antes de venirnos tratamos de salvar a Pedro invitándolo a viajar con nosotros.

Pero tuvo un encuentro con el Señor Jesucristo en la Vía Apia y se quedó en Roma…

Siguen conversando de todos los acontecimientos que hay en la capital del imperio.

Más tarde Publio se despide y se va con los suyos a su casa, que está del otro lado de la pequeña baía.

En la terraza han quedado sólo los dos matrimonios.

El cielo aunque nublado en parte, está sereno. El tiempo es apacible y el mar está en calma.

El calor va disminuyendo porque el sol ha comenzado a bajar y llegará dentro de dos horas a su ocaso.

Alexandra acuna a su bebé que saciado de la leche materna, duerme entre sus brazos.

Aurora come unos dátiles y nueces que ha tomado de un platón que hay sobre la mesa.

Y sonríe soñadora ante la imagen de la madre y el hijo.

Ésta mira amorosa a Marco Aurelio que en ese momento,

Dice a Maximiliano:

–           ¡Me siento tan feliz de tenerte aquí con nosotros, compartiendo la delicia de vivir en este lugar!

Cuando te escribí invitándote a venir a disfrutar de este paraíso, no sabía lo pronto que llegarías. ¿Y ahora qué haces?

Maximiliano contesta:

–           Recibí tu carta dos días antes del aviso de Asterio y te la contesté.

Pero cuando pude venir a traerte la respuesta yo mismo, no sabía que la noticia de mi muerte me iba a preceder.

En cuanto a tu pregunta, estoy escribiendo un nuevo libro.

–           ¿Cómo el Satyricón?

–           No. Aquel Petronio ya no existe. En Satyricón él narró las andanzas eróticas de tres jóvenes, porque fue una sátira del mundo y de la sociedad que él conoció.

Ahora soy cristiano y mi vida sólo tiene sentido, si la dedico para la gloria de Dios.

–           ¡Oh! ¡Tienes toda la razón! ¿Y ahora qué es lo que escribes, caríssime?

–           Antes de venir, estuvimos tres semanas con Pedro en la Puerta del Cielo, escuchando una historia fascinante… Tomé notas.

Y ahora estoy escribiendo lo que creo será el punto de partida para una Nueva Era: mis experiencias y mi transformación.

Y también los relatos de Pedro y de Publio sobre el apóstol Traidor,  junto con las enseñanzas que me convirtieron en cristiano.

Las estoy escribiendo para no olvidarlas y para que nuestros hijos NO decaigan.

Y sobre todo, que nunca olviden como se debe enfrentar una Persecución…

PERSECUCION ANTICRISTO

Y CÓMO SE DEBE MORIR… 

Marco Aurelio repite con una sonrisa interrogante:

–           ¿Dijiste nuestros hijos?…

Maximiliano confirma:

–           Sí. Nuestros hijos. –se levanta y poniendo una mano rodeando protector el hombro de Aurora que sigue sentada.

Anuncia feliz y triunfante:

–         Para el próximo verano esperamos la llegada de nuestro heredero.

Y se inclina con ternura, besando la frente blanquísima de su esposa.

Aurora sonríe ruborizada.

Y mirando a Alexandra le dice con dulzura:

–           Te veo a ti y a Sebastián… Y mi corazón rebosa de una dicha tan grande, al pensar que muy pronto nosotros también veremos realizados nuestros sueños así como ustedes ahora…

Al tener en nuestros brazos  el fruto viviente de nuestro amor.

El Señor nos ha bendecido también con un hijo.

Marco Aurelio exclama con júbilo:

–           ¡Alabado sea Jesucristo! Esto merece un brindis…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, CONÓCELA

94.- SENTENCIA MORTAL

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En una pequeña bahía de la isla, el atardecer baña con sus fulgores los árboles frondosos y las columnas de una hermosa villa cercana al mar.

Más de una vez, sentados en la terraza y tomados de la mano, Marco Aurelio y Alexandra, hablan de sus pasadas experiencias  y temores.

Sienten que todos sus sufrimientos han madurado sus almas y las han elevado hacia Dios.

En él ya no queda el menor rastro del antiguo patricio, cuya voluntad y deseos eran las únicas leyes de su existencia.

Aun así, ante aquellos recuerdos no hay huellas de amargura. Se alegran en Dios; en su Amor y en el amor que los une y que cada vez es más grande.

Les parece que ha pasado mucho tiempo y que aquel pasado doloroso ha sido superado, por el milagro que Dios ha realizado tanto en la arena como en sus vidas.

Ahora están dispuestos a enfrentar la muerte cuando ésta se presente y a disfrutar cada momento de su existencia, agradeciendo a Dios por su Don, como si cada día fuese el último.

Se aman con locura y aman todo lo que la vida les ofrece.

Son felices con la felicidad que Dios da al que le ofrenda cada instante a su servicio.

A los dos meses de estar en Sicilia; una tarde, los dos caminan por la playa con los pies descalzos.

Sintiendo la espuma que les hace cosquillas en los pies, cuando las olas revientan y se deshacen en minúsculas burbujas, formando una blanca estela.

Marco Aurelio está un tanto distraído, observando a un gran buque que se dirige hacia el puerto de Catania…

Y Alexandra le dice despacio:

–           Mi amor, tengo una noticia que darte…

Marco Aurelio sigue observando el barco

Y contesta despreocupado:

–           Sí… Dime… Hum… ¿Qué es?…

–           Creo que en un tiempo razonable, dejaremos de ser sólo nosotros dos.

–           ¡Uhmm!… –contestó el tribuno mirando a las gaviotas que se lanzan en picada en el agua, pescando.

Y luego, después de un instante, se detuvo en seco.

Se volvió hacia ella y preguntó

–           ¿Qué dijiste?… ¿Te estoy entendiendo bien?

Alexandra asintió, ruborizada y sonriente.

–           ¿Estás segura?

–           Sí. Llegará a nuestro hogar un bebé.

–           ¡Un bebé!… ¿Vamos a ser papás?… ¡Oh, Dios mío! ¡Un bebé!…

Y abrazó a Alexandra.

La levantó en el aire como si fuera una muñeca.

Y daba vueltas regocijado como un niño al que le ha llegado el mejor regalo del mundo.

Los dos ríen, locos de alegría.

–           ¡Un hijo…! ¡Un hijo! –Repetía Marco Aurelio embelesado.

–           ¡Voy a ser padre! –le gritó al mar y al viento, rebosante de una dicha que no puede controlar.

Rodeando la cintura de Alexandra, cayó de rodillas a sus pies, llorando de alegría y agradeciendo a Dios por el don magnífico de la vida.

–           ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias, Señor! Dios mío, esta noticia colma y rebosa mi felicidad.

¡Gracias, preciosa mía! ¡Un hijo!…

Luego se levantó y gritó a los cuatro vientos:

–            ¡Vamos a tener un hijo!…

Enseguida, volviéndose hacia ella,

le preguntó preocupado:

–           ¿Cómo te sientes?

Ella contestó:

–           Estoy muy bien. Yo también me siento muy feliz, amor mío… – contestó ella sonriendo dichosísima.

Una nueva vida de ventura inmensa había sucedido a su vida anterior.

Los atrae y los envuelve, como una encantada red.

En Roma bien puede el César seguir llenando el mundo con las explosiones de su ira y su locura, esparciendo el terror por doquier.

Ellos sienten sobre su cabeza una invisible custodia, infinitamente más poderosa que el odio de Nerón.

Y ya no temen ni a su cólera, ni a su maldad.

El César ha dejado de ser para ellos una amenaza.

Miraron el grandioso crepúsculo y oraron juntos, dando Gracias…

Luego fueron a la casa para dar la noticia a los demás.

En un tiempo cuando se hallaba en la prisión, Alexandra había estado demacrada por causa de la fiebre, el aire viciado, las incomodidades, en espera de la muerte.

Pero ahora la situación es muy diferente.

Está rodeada no solo de los más tiernos cuidados y atenciones. También de la comodidad, la abundancia y la exquisita belleza de todo lo que los circunda.

En la villa de Marco Aurelio sólo se respira la felicidad y la paz que da el vivir en compañía del Dios Resucitado.

Pasó el tiempo y nació un bebé muy hermoso, al que llamaron Sebastián.

Maximiliano sigue en Acaya.

Cuando supieron del regreso y la entrada triunfal de Nerón en Roma,  Marco Aurelio escribió una carta…

Y la comitiva de espectros que forman el lúgubre séquito del César, siguió aumentando cada día.

Pisón había pagado su conspiración con la cabeza.

Nerón está sorprendido ante el gran número de conspiradores.

Aumentó la guardia y mantuvo en estado de sitio la ciudad, enviando a diario sentencias de muerte con los centuriones, a las casas de los sospechosos.

Arrasando con culpables e inocentes, dando al César la excusa perfecta para confiscar sus riquezas.

Aun cuando Petronio se ha vuelto muy callado, Nerón ve un agravio en tal silencio.

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Y cuando el Árbitro elogia al César, a éste le parece entrever el ridículo a través de sus observaciones.

La verdad es que aquel brillante patricio mortifica su amor propio y pone un freno que lo molesta mucho, en su verdadera personalidad.

Como cada vez desciende más en el lodazal de una grosera y abyecta disipación; aquel exquisito árbitro del refinamiento empieza a ser para él, una carga muy pesada.

Sin saber exactamente porqué, le ha tomado una gran aversión al que fuera su director artístico.

Hasta aquel momento le ha perdonado la vida a Petronio solo por su viaje a Acaya; en el cual su elegancia y su profundo conocimiento en todo lo relativo a Grecia y a los griegos, le han sido muy útiles.

Pero Tigelino se ha ido infiltrando gradualmente en el ánimo del César, con la convicción de que Tugurino lo sobrepuja en buen gusto y en conocimientos.

Por esto insiste en que sería más apto para ocupar el puesto de Petronio, organizándole juegos, recepciones y triunfos.

El emperador estuvo de acuerdo con él… Y a partir de aquel momento Petronio estuvo perdido.

Pero Nerón no tiene suficiente valor para enviarle su sentencia en Roma.

Tanto él como Tigelino recuerdan muy bien que aquel refinado esteta, ha dado pruebas de su gran inteligencia, su sorprendente habilidad y energía en el puesto de embajador de Claudio; como Procónsul en Bitinia y posteriormente como senador, en la capital del imperio.

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Saben que es capaz de cualquier hazaña. Es tan popular, que en Roma cuenta no solo con el amor del pueblo, sino también con el de los pretorianos.

En lo más íntimo de su ser, se siente muy inferior al patricio y ninguno de los confidentes del César ha sido capaz de prever la reacción de Petronio.

Por eso, ha pensado que sería más conveniente atraerlo fuera de la ciudad y darle el golpe en una de las provincias.

César tiene una villa palaciega en Cumas y decide pasar unos días allá, en compañía de los más íntimos de su corte.

Petronio que también tiene una casa allí, intuye que su lucha de largos años con Tigelino se aproxima a su fin. Sabe que pronto será vencido en aquella contienda y también sabe muy bien porqué.

Cuando recibió la invitación para ir a Cumas con otros augustanos, presintió la traición…

Y aun cuando sospecha una trampa, se presentó con su carácter de siempre: alegre y despreocupado, pues desea alcanzar una última victoria sobre Tigelino…

Dos días después de llegar, Plinio que siempre había sido un amigo sincero suyo, envió a su liberto con una noticia urgente y secreta: la muerte de Petronio ha sido acordada.

El siguiente fin de semana, el César planea dar el que será el último banquete para el escritor.

No está seguro de la forma en que lo harán o si le enviarán la sentencia de muerte a su casa.

Petronio escuchó la noticia con inalterable calma.

Luego fue a su cubiculum y regresó con un pequeño cofre.

Dijo al mensajero:

–           Llevarás a tu señor este regalo y le dirás de mi parte que le agradezco su mensaje con toda mi alma, porque ahora puedo anticiparme a la sentencia.

Solo dile que por favor no lo muestre en este reinado a nadie. Porque la codicia de este tesoro, es una de las causas de mi sentencia.

Y le mandó su precioso vaso mirrino que era aún más hermoso que los vasos que Nerón estimaba tanto y que llamaba ‘homéricos’ porque tenían esculpidos en ellos escenas de los Poemas de Homero.

Cuando se quedó solo, se encerró a orar fervientemente, entregándolo todo al Señor.

Unas horas después, envió mensajeros en varias direcciones y con distintos encargos.

Luego habló con Aurora y la puso al tanto de la situación.

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Ella lo abrazó y le dijo:

–           No temas, amor mío. Dios sabe lo que hace y los dos haremos su Voluntad…

Mientras tanto, Tigelino lo acusó de estar involucrado y ser amigo del senador Escevino, que había sido el alma de la conspiración de Pisón.

La “Familia” de Petronio que había quedado en Roma, todos fueron arrestados y encarcelados.

Y los guardias pretorianos rodearon su casa…

Cuando esto le fue notificado, no experimentó ni mostró la menor inquietud.

Dijo a los augustanos a quienes había recibido en su espléndida villa en Cumas, que los invitaba a hacer una libación en honor del César.

Éstos se excusaron y se retiraron pronto.

Petronio comprendió que habían venido para ver su reacción y comunicarla a Nerón.

Dos días después le llegó la invitación al convite de Nerón.

Esa misma mañana escribió en la biblioteca y enseguida tomó un baño. Después se arregló más esmeradamente que nunca.

Hermoso y soberbiamente distinguido, como un dios griego, se dirigió a la villa del César. Ni la más leve preocupación se nota en su semblante.

Los augustanos le saludaron, unos con cordialidad y otros con expectación.

Los primeros, porque aunque saben que a Petronio lo rodean las nubes de la cólera del César; no piensan que el peligro sea tan inminente.

Su rostro alegre, su sonrisa y su elegante despreocupación de siempre, confirmó a todos sus regocijados compañeros de aventuras y de intrigas palaciegas, en aquella opinión.

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Los segundos saben que él sabe que está próximo su fin y no comprenden su actitud.

Petronio goza con su desconcierto. Está sentado en el triclinio, muy cerca del César.

Y los demás augustanos, al beber vino en las adornadas copas, derraman de ellas algunas gotas en honor de los dioses inmortales…

Y de todas las verdades discutidas por los filósofos griegos de todos los tiempos.

Petronio comenta:

–           Estimo solamente a dos filósofos: Virgilio Marón y Anacreonte. Los demás te los regalo, incluidos todos los estoicos griegos y romanos.

La verdad querido Plinio, reside a tanta altura que los mismos dioses no alcanzan a divisarla desde la cumbre del Olimpo.

Plinio lo mira con admiración y responde:

–           Uno puede no creer en los dioses, pero es posible admirar las obras de arte que inspiraron en Fidias, Praxíteles, Mirón, Escopas y Lisias.

Lo que menos importa es que se crea o no en los dioses, la costumbre y la superstición así lo prescriben. Que se hagan libaciones en su honor…

–           Aun así…

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Y Petronio conversa animadamente con todos:

De Roma, de arte, de los más recientes escándalos y divorcios, de asuntos de amor, de las carreras, del mejor gladiador, de los últimos libros…

Pasa de un tema a otro, con gracia y ligereza. Su buen humor está mejor que nunca.

De repente, el César le pregunta:

–           ¿Dónde está tu anillo, Petronio?

El Árbitro contesta sonriente:

–           Lo destruí antes de venir para acá.

Y agregó sin el menor rastro de enojo:

–           ¿Fuiste tú quién ordenó la prisión de mi ‘familia’ en Roma?

Nerón se queda confundido y no sabe qué responder.

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Tigelino lo rescata interviniendo con una ironía mortal:

–           Tú eras amigo de Flavio Escevino y estuvo contigo mucho tiempo en tu casa. ¿De qué hablaron?

Petronio contestó desdeñoso:

–           De lo mismo que habló contigo ese mismo día y que también estuvo en la tuya. ¿Recuerdas? Fue un día antes de la Fiesta Taurina.

Y volviéndose hacia el César, le dijo:

–           Yo no le temo a la muerte… Te conozco. Y después de lo que pasó con Séneca…Sé  muy bien lo que puedo esperar de ti.

Solo quiero dos cosas: yo no tengo esclavos. Todos mis sirvientes son hombres libres e inocentes de las intrigas de este Carnicero… –dice esto con desprecio y mirando fijamente a Tigelino.

Luego vuelve a mirar a Nerón y agrega:

–        Déjalos en libertad. A mi cadáver no le hagas ningún tipo de funeral. Entrégalo a mi casa en Cumas.

Ellos saben qué hacer conmigo. Y por último, yo haré un brindis a tu salud. Escoge la sentencia que tú quieras. Aquí estoy…

Y sonriente, levanta su vaso y espera.

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Todos han quedado paralizados, conteniendo el aliento.

Un profundo silencio se hace alrededor.

Nerón hace una seña a Epafrodito y le susurra algo al oído.

Este se va y regresa pronto con un pequeño frasco.

También se acercan dos de los médicos que cuidan a los ‘retardados’.

Nerón dice simplemente:

–           Ya no te necesito.

Petronio sonríe más y responde tranquilamente:

–           Entiendo. Quieres estar seguro del resultado y si no funciona una cosa, funcionará la otra.

No me gustaría manchar mi toga con sangre. Y tampoco me voy a dar muerte a mí mismo.

Amo demasiado la vida para suicidarme.  Aquí estoy para lo que dispongas.

Sólo quiero que parezca algo muy natural.  ¡Vamos!

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Y levanta su vaso con vino, adelantándolo hacia Epafrodito.

Éste  vacía una generosa cantidad del frasco azul que tiene en su mano, en el vaso de Petronio.

Mientras tanto, el patricio caído en desgracia,

Pregunta mirando fijamente a Nerón:

–           ¿Es el mismo que le diste a Británico? Espero que sí…

A ti tampoco te conviene ensuciar más tu imagen con mi muerte y puedes decir que me enviaste a una comisión en las provincias…

He sido tu consultor y es la última sugerencia que hago para proteger a mi emperador…

Nerón lo miró perplejo por tanto desenfado.

Enseguida, Petronio  apura el líquido de un solo golpe, ante el asombro de todos los presentes.

Con el vaso en la mano y luciendo en su bello rostro una luminosa sonrisa.

Pasea lentamente la mirada sobre todos los augustanos,

Y dice:

–           Amigos. La vida solo es… –ya no pudo terminar la frase.

Cayó en el lecho triclinio sin mostrar ningún espasmo.

Los médicos se acercaron. Lo examinaron.

Después de unos minutos, le hicieron un corte en los brazos y apenas si goteó sangre.

Luego dictaminaron:

–           Está muerto.

Entonces Popea dijo a Nerón:

–           Él tuvo razón. Sin querer nos dio una solución perfecta para no alborotar al pueblo.

Tigelino se mordió los labios…

Hasta en la última partida, no pudo evitar el sentirse derrotado por Petronio.

Nerón sonrió y dijo a Epafrodito:

–           Llévenlo a su casa y haz que alguien verifique los funerales. Liberen a todos los suyos.

Después que sacaron a Petronio, el banquete prosiguió como si nada hubiese ocurrido.

Los soldados llevaron el cuerpo exánime de Petronio y lo entregaron en su casa a Héctor, el mayordomo.

Luego Xavier dijo al centurión Marcelo:

–           Después del funeral, me llevas el informe.

Xavier se retira, dejando una decuria como escolta.

Estos acompañan el cadáver de Petronio hasta el atrium.

Aurora aparece majestuosa y dice a Héctor que lleven el cuerpo a la biblioteca, en donde a él le gustaba estar, para prepararlo para el funeral.

Y con su rostro bañado por las lágrimas, con voz dulce y humilde,

Le pide al centurión:

–           ¿Me podría dejar a solas con él unos momentos? Quisiera despedirme…

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Marcelo objeta:

–           Me ordenaron que supervise los funerales y que no me separe del cadáver.

Luego ordena a los pretorianos:

–           Ustedes esperen aquí. Yo iré con él.

Y sigue a los que llevan al difunto a la biblioteca.

Cuando quedan fuera de la vista de los demás soldados, Marcelo se inclina y

Dice en voz baja a Aurora:

–           Pero solo por unos momentos…

–           Nadie sabrá que tuviste un gesto de compasión para con quién tanto lo amó. ¡Que Dios te lo premie!

Y después de esto, te prometo que rendirás tu informe paso a paso.

Y Marcelo sale hacia un jardín interior, por otra puerta.

Después de unos quince minutos,

Aurora lo llama y le dice:

–           Gracias.

Marcelo regresa a la biblioteca, donde el cadáver de Petronio ha sido colocado sobre una camilla, cubierto con un hermoso tapiz blanco, recamado con hilos de oro.

Todo está listo y Héctor da orden de conducirlo, a los cuatro fornidos bitinios que eran los portadores de su litera.

Éste es flanqueado por los pretorianos.

Y Aurora, afligida y serena encabeza la procesión fúnebre, seguida por todos los habitantes de la casa.

Lo quemaron en una pira hecha de prisa, en el fondo del jardín.

Y luego lo depositaron en una tumba excavada bajo unos robles, junto a una estatua de Minerva.

Finalmente, la tumba es cubierta con un poco de césped y muchas flores de las favoritas de Petronio.

Antes de despedir a los soldados, Aurora les da a cada uno, uno de los preciosos vasos de Petronio.

Y al centurión le da a además, una bolsa de oro diciéndole:

–           Gracias por tu bondad. Ahora podrás rendir tu informe con verdad y decir que el noble Petronio descansa en paz.

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Pocos meses después, una mañana  Nerón se emocionó mucho al participar en las competencias de carros que junto con el canto, son su mayor pasión.

Y en una competencia especialmente reñida, él había logrado empatar; pero finalmente ganó por puntos y por decisión de los jueces.

Después de una agria discusión en el banquete donde el emperador había abusado del vino, llegó muy tarde al cubículum imperial…

Popea estaba embarazada de seis meses y le esperaba particularmente exaltada, por una de esas tormentas hormonales que las mujeres desatan, cuando están demasiado sensibles por el embarazo…

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Pero Nerón no estaba para oír reproches de ninguna clase…

Y respondió a los reclamos femeninos, con una furiosa patada sobre el insigne y abultado vientre imperial…

La emperatriz augusta se desplomó como fulminada por un rayo…

Y pocas horas después dio a luz a un feto muerto, que se llevó consigo la vida de su progenitora.

Al día siguiente en el servicio del desayuno, Nerón preguntó por su esposa…

Y fue informado por Epafrodito:

–           Majestad… La augusta emperatriz Popea Sabina, acaba de fallecer hace dos horas, después de dar a luz a un hijo varón muerto…

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Nerón levantó sus labios hasta su nariz… Pensó…

Y luego preguntó:

–           ¿Ya prepararon sus funerales?

Epafrodito respondió:

–           No divinidad. Estamos esperando vuestras instrucciones…

Nerón se quedó pensando…

Luego, con una de esas magistrales representaciones tan suyas…

Arrepentido,  lloró dramáticamente la muerte de su esposa tan amada y ordenó un fastuoso funeral para honrarla…

A continuación, ofreció en su honor una colosal ceremonia fúnebre y también decretó varios días festivos en honor a ella…

De esta manera pereció y desapareció de la memoria del mundo, la mujer que según Tácito ‘Poseía todo, menos honestidad.’

A pesar de toda la teatralidad desplegada en los funerales de Popea,

Nerón se consoló demasiado pronto en los brazos de Esporo.

Y la vida en el imperio y fuera de él, siguió su curso…

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HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA,CONÓCELA

62.- LA ORGÍA INOLVIDABLE…

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El emperador Tiberio, fue muy aficionado al dinero y difícilmente se le arrancaba. Con el tiempo, su avaricia le llevó a la rapiña y el lema que rigió su gobierno fue: ‘Que me odien con tal dé que me teman’.

Cuando comenzó su vida militar, antes de que fuera César, sus compañeros le  conocieron por su afición al vino hasta tal grado, que los soldados le apodaron: ‘Biberius Caldus Mero’ (todas estas palabras aluden al vino de diversas maneras)

Su crueldad y su hipocresía eran tales, que cuando Augusto lo nombró su sucesor, las palabras que pronunció en su lecho de muerte, fueron: ‘Desgraciado pueblo romano que va a ser presa de tan lentas mandíbulas’

También era un hombre extremadamente lujurioso. En su retiro de Capri tenía una habitación destinada a sus desórdenes más secretos, guarnecida de lechos alrededor….

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Y allí, un grupo elegido de jóvenes disolutos reunidos de todas partes y algunos que inventaron ‘monstruosos placeres’, a los que llamó ‘spintrias’(sus maestros de voluptuosidad)

Formaban entre sí una triple cadena y entrelazados de esta manera, se prostituían en su presencia para estimular sus lánguidos deseos; pues al final de su vida, solo era un anciano impotente.

Como gran adicto al sexo, en el palacio de Roma que se ha salvado del incendio, también tenía todo un sector destinado a lo mismo.

Además de esa habitación especial, hay diferentes salones arreglados especialmente para estos placeres, adornados con cuadros y bajorrelieves lascivos y llenos de libros de Elephanditis (Pornografía gráfica), para tener en la acción modelos que imitar.

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Sus jardines han sido diseñados como bosques y selvas consagrados a Venus Afrodita y están decorados con grutas excavadas en la roca y en las cuales hay hermosas y artísticas estatuas que parecen casi vivas.

En las cuales se ven jóvenes de ambos sexos, mezclados en actitudes voluptuosas y posiciones obscenas y sugerentes, con trajes de ninfas y faunos.

Hay también un baño con una piscina especialmente diseñada, en la cual enseñó a niños de tierna edad a los que llamaba sus ‘pececillos’ a que jueguen entre sus piernas, excitándole con la lengua y con los dientes.

Y a los más grandecitos que estaban en lactancia aún, les ofrecía los genitales para que le diesen el género de placer al que sus tendencias y su edad le inclinaban de una manera especial.

Recibió un legado de uno de sus amigos que le daba a elegir entre un cuadro de Parrasio en el que Atalante prostituye su boca a Meleagro o un millón de sestercios…

Tiberio prefirió el cuadro y lo colocó como un objeto sagrado en su alcoba…

Y este cuadro adorna ahora el salón principal de la casa de Tiberio en Roma, justo encima de donde se encuentra el triclinio imperial.

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Aminio Rebio y Vitelio en su infancia, fueron ‘pececillos’ de Tiberio y desde su juventud, han sido marcados con el afrentoso nombre de ‘Spintria’.

Y por su gran experiencia en estos oficios, Vitelio ahora es el intendente de placeres de Nerón…

Aminio Rebio, Faonte el liberto del César y dos enviados de Tigelino; fueron a las cárceles para elegir doncellas y jóvenes cristianos… Para recreación del César y de sus invitados…

La fiesta en el palacio de Tiberio en el Esquilino, está en todo su apogeo…

Cientos de lámparas brillan sobre las mesas y penden de las murallas.

Los acordes de la música, invaden el ambiente.

El aroma de las flores y los perfumes de Arabia, son aspirados con deleite por los invitados lujosamente ataviados y que reclinados en sus triclinios, disfrutan de los deliciosos manjares y los exquisitos vinos que aumentan la euforia general.

Y las rosas siguen cayendo…

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Nerón está muy contento…

Y Popea regia y magnífica, luce su belleza con una sonrisa congelada que no llega a sus ojos, ni ilumina la expresión sombría que encubre su dolor, después del asesinato de su hijo Rufio Crispino.

Nerón ya cantó su Troyada y una atronadora tempestad de aplausos y aclamaciones le alimentan su insaciable vanidad de artista.

Algunos que levantaron sus manos como enajenados por su prodigioso talento, le han dejado sumamente satisfecho.

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De vez en cuando mira con una sonrisa de maligna crueldad a Marco Aurelio y a Petronio, a los que tiene como invitados de honor, muy cerca de él…

Petronio, ingenioso y elegante como siempre, hizo destellar su inteligencia y exquisita agudeza a lo largo del banquete…

Sacando a Marco Aurelio de varias sutilezas engañosas por parte de los demás augustanos…

Y luchando él mismo en aquellas arenas movedizas que son las intrigas de la corte imperial, saliendo adelante con donaire y su gallardía habitual.

Marco Aurelio está tranquilo y se porta tan distinguido como su tío, con una innata elegancia y sobriedad en todos sus ademanes.

Popea mira disimuladamente a Marco Aurelio…

Pues que lo único que la alienta en este banquete, es la alegría anticipada de su venganza sobre el tribuno.

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Se siente un poco mareada por el vino y el humo del incienso.

Finge que disfruta de los espectáculos que han sido preparados para la fiesta…

Nuevamente se da lectura a versos y se escuchan diálogos en los cuales la extravagancia, ocupa el lugar del ingenio.

Después Paris el célebre mimo, hace una representación magistral en lo que parecen escenas llenas de encantamiento.

Pues con los movimientos de sus manos y del cuerpo, tiene una increíble habilidad para expresar cosas que parecen imposibles de hacer patentes en una danza…

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Sus manos parecen oscurecer el aire creando una nube animada, sugerente, voluptuosa, que circunda las formas de una doncella agitada por un inefable desmayo…

Es una verdadera pintura, no una danza…

Una pintura expresiva en la que se revelan los secretos del amor, embelesante a la par que impúdico.

Y al finalizar da principio una danza báquica, llena de gritos desenfrenados y licenciosos desbordes.

Acompañados del son de cítaras, tambores, laúdes y címbalos, en una música incitante a dar rienda suelta a la pasión.

Marco Aurelio mantiene en todo momento una actitud tranquila, digna y un tanto seria.

Su carácter reservado y su calma intrigan a todos los augustanos, pero especialmente al César y a Popea…

Tanto Marco Aurelio como Petronio participan del banquete y beben vino, pero sin perder la sobriedad.

Se mantienen sonrientes y ecuánimes.

Entrada la noche Faonte, el liberto del César se acercó y murmura unas palabras a su oído.

El César hace un gesto de asentimiento…

Están en el salón que Nerón llama su ‘Paraíso de deleites’ y que forma parte del sector de la casa de Tiberio que fue construida para sus placeres.

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Los esclavos siguen trayendo más viandas y licores que sirven en la espléndida vajilla ribeteada en oro y las ricas copas artísticamente diseñadas y decoradas con escenas voluptuosas y acordes a la ocasión.

Los manjares y las bebidas han sido especialmente preparados con afrodisíacos.

Entonces Tigelino se acercó a Nerón y a Popea, diciéndoles algo en voz tan baja que…

Petronio que está al lado del César, lo único que pudo captar fue la respuesta del emperador:

–           No importa. Aún nos queda el Circo. Entonces será un espectáculo digno de la multitud.

Lo que Tigelino les ha comunicado, es que por la enfermedad de Alexandra, no ha sido posible sacarla de la prisión y no participará de la fiesta de esa noche.

Popea no logró ocultar su desencanto y su frustración.

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Después de un tiempo prudencial le solicitó a Nerón permiso para retirarse, pues se siente indispuesta.

Y no pudo evitar mirar al tribuno con rencoroso desprecio y a Petronio con una ominosa mirada, que acompañó con su eterna y congelada sonrisa.

El César se levantó para escoltar a Popea que se despidió de los presentes y a los que Nerón les dice que regresará pronto.

Y efectivamente, un poco más tarde volvió al salón, para disfrutar de la sorpresa preparada por Vitelio.

Entre los asistentes al banquete está el joven Aulo Plaucio, un hombre lleno de belleza y gallardía que es amante de Nerón y que tiene una gran voz de barítono.

Nerón había dicho siempre y le ha hecho creer que lo ama y que lo nombrará su heredero al trono del imperio.

En todos los banquetes, después que Popea se retira; él hace las delicias del emperador.

Entre los acordes de la música, el aroma del incienso y las bromas con que el César está demostrando su gran satisfacción en esta noche en particular…

Nadie se percata de la señal que Tigelino le hace a Nerón.

Enseguida éste llamó a Faonte, a Doríforo y a Aulo Plaucio.

Cuando llegaron ante él, ordenó a los libertos que lo sujetaran y ante la sorpresa general; éstos lo tiraron sobre el lecho imperial y lo inmovilizaron…

Mientras el César, haciendo derroche de violencia, lo violó.

Después de esta infamia, Nerón se levantó como si nada hubiera sucedido…

Y declaró:

–           Que mi madre bese ahora a mi sucesor.

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A continuación,  lo acusó de conspiración y ordenó que lo torturaran.

Recomendando que los verdugos lo hieran de manera que se sienta morir y que su muerte sea lenta en el suplicio.

Y luego, envanecido por hacer todo siempre impunemente, se volvió hacia Petronio, lo miró con crueldad y advertencia…

Y dijo con displicencia:

–           Ningún Príncipe ha sabido cuanto puede hacerse desde el poder.

Enseguida miró a Vitelio, agregando:

–       Veamos querido amigo, lo que has preparado para nuestro deleite.

Después de que los libertos se llevaron a Aulo Plaucio, que se había desmayado de terror.

Vitelio se levantó, hizo una reverencia a Nerón y se acercó a Aminio Rebio, que a su vez descorrió una cortina casi transparente que había en un extremo del salón.

Detrás de ella, está un grupo de varones y doncellas que evidentemente han presenciado todo lo  sucedido.

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Y todo esto fue hecho a propósito, para quebrantarles el espíritu…

Y mostrarles lo que les espera, al que tenga la osadía de no someterse.

Tigelino les da una orden y ellos avanzan formando una larga fila de un extremo a otro del enorme salón.

Para que el emperador y sus invitados, puedan verlos y examinarlos bien a todos.

Son veinticuatro mujeres y veintidós hombres, cuyas edades oscilan entre los quince y los veinticinco años.

Todos están totalmente desnudos y llevan una corona de rosas en la cabeza.

Han quedado de pie, frente al César y sus convidados.

Lo más sorprendente es que mantienen una dignidad majestuosa…

A pesar de la humillación que debe significarles el no llevar ninguna prenda de vestir que los cubra…

Marco Aurelio reconoció a varios y sintió una gran opresión.

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Cuando vio a Margarita, la hermana de Alexandra, un profundo dolor se le clavó en el pecho.

Inclinando la cabeza, cerró los ojos y oró…

Petronio permaneció imperturbable. Conoce a Nerón.

Y con su elegancia característica, ni un solo músculo de su rostro, delató sus verdaderos pensamientos y sentimientos…

Séneca, movió la cabeza casi imperceptiblemente y la inclinó para esconder la expresión de su rostro…

Trhaseas frunció el entrecejo y una fugaz sombra de desaprobación nubló su semblante. Y se sumió en sus reflexiones…

Lucano pareció sorprenderse, pero asumió su actitud de siempre.

Plinio solo miró, pero no demostró nada.

Marcial levantó una ceja y no manifestó lo que pensaba. Mantuvo una actitud expectante…

Todos los demás miraron a los jóvenes con una mezcla de admiración, curiosidad morbosa, intensa avidez, lujuria y lascivia.

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Nerón los observó atenta y detenidamente a cada uno de ellos…

Y con una sonrisa, dirigió una mirada de aprobación a Vitelio, Tigelino y Aminio Rebio, que han esperado expectantes su dictamen.

Ellos los seleccionaron.

Y están seguros de que ni siquiera el exigente y perfeccionista Petronio, podrá poner una sola objeción a aquel estupendo grupo de jóvenes…

Que son una muestra excelente de juventud y belleza:

Cuerpos y rostros perfectos. Portes regios y de gran dignidad, sin llegar a la altivez.

Esta promete ser una gran orgía y una noche de placeres incomparables…

Vitelio le prometió que ha preparado con ellos una serie de fantasiosas representaciones, en las cuales él podrá elegir a los que más le agraden, para su placer personal.

Están por gustar de un deleite nuevo y bastante raro… Porque a pesar de su edad, todos son vírgenes…

Lo único que molestó a Nerón y mucho; fue que ninguno al mirarlos él a la cara, bajase la mirada, ni el rostro.

No fueron retadores ni altivos.

Sólo le miraron ellos a su vez con tranquilidad y sin hacer ninguna inclinación. Sin el menor rastro de temor o servilismo.

Sin ninguna turbación o nerviosismo.

¡Y nadie le hizo una reverencia!

Y esto último, lo consideró un gran insulto a su megalomanía.

Petronio también notó esto.

Y conociendo al César, aumentó su admiración y su respeto por los cristianos.

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Y también su preocupación por lo que sucedería a continuación…

Nerón dio la espalda a sus prisioneros y por unos instantes permaneció así.

Su rostro regordete toma una expresión concentrada y terrible…

Mientras parece reflexionar, con su mano izquierda se toca su corona de laurel.

Y tomando la orla de su manto cuajado de estrellas de oro y perlas, con un ademán regio lo levantó con su mano derecha y dándose vuelta, lo soltó hacia atrás.

Enseguida,  miró a los jóvenes cristianos. Caminó lentamente frente a ellos…

Los fue recorriendo uno a uno con lentitud y una expresión maligna y cruel en sus ojos azules, que hizo estremecer a quienes lo conocen muy bien.

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Luego dijo con voz muy pausada:

–           Estas hermosas cabezas, caerán en cuanto yo lo ordene.

Sorpresivamente, una voz muy serena y varonil, respondió:

–           El poder que Dios te ha concedido tiene un límite.

Nerón se volvió con rapidez, buscando entre los hombres al que habló…

Y que al parecer NO está enterado de que a nadie le está permitido hablar, a menos que el emperador lo haya interrogado primero.

Y con una voz contenida y terrible, preguntó:

–            ¿Quién dijo eso?

Da un paso al frente un joven que hubiera podido ser el modelo con el cual Miguel Ángel esculpió su ‘David’ y…

Que con su armoniosa voz, confirmó:

–           Yo…

Y ante la mirada interrogante del César, agregó:

–       Mi nombre es Oliver y soy cristiano.

Cierto es que tienes poder sobre nosotros.

Eres nuestro emperador y como a tal te respetamos.

Pero no puedes ir más allá de lo que te ha sido concedido.

A tu pesar, también tú obedeces los Designios misteriosos del Dios Único y Verdadero.

Nerón amenazó con voz glacial:

–           Puedo hacer contigo lo que acabo de hacer con Aulo Plaucio.

Inesperadamente, una voz dulce entre las vírgenes, se elevó con impresionante firmeza…

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Y dijo:

–           ¡NO! Porque somos Templos vivos del Dios Único y Verdadero. Y NO puedes profanarlos a tu placer.

Nerón se volteó rápidamente, para conocer a la que se ha atrevido a hablarle de ese modo.

Y vio a la más jovencita entre las doncellas que están ahí.

–           ¿Quién eres tú? –preguntó con un tono vibrante de ira.

Ella se irguió aún más.

Y su voz continuó tranquila declarando:

–           Fátima. Soy cristiana. Y te repito: Somos Templos Vivos del Espíritu Santo.

Y estamos aquí, NO PARA TU DELEITE, sino para dar testimonio del Dios Altísimo.

Nerón la fulmina con la mirada, antes de decir con voz escalofriante:

–           ¿Sabes que puedo enviarte para que te deshonren los gladiadores y se diviertan contigo hasta que se cansen?…

Otra voz dulce y femenina lo interrumpió:

–           Puedes. Claro que puedes ¡Si Dios te lo permite!… 

Y sin que nadie se lo ordenase, da un paso al frente identificándose:

–       Soy Margarita y soy cristiana…

Y tú eres esclavo del amo al que perteneces: Satanás.

Y es él a través de ti, el que verdaderamente nos quiere destruir.

Tú solamente eres su miserable instrumento…

La joven virgen se yergue imponente y mira severamente a Nerón…

Su actitud es tan digna que parece una Reyna más majestuosa que la misma Popea.

Y tan solemne que parece una diosa, pues irradia la misma Presencia que un día dejara pasmado a Marco Aurelio…

Cuando Alexandra dijo que el herido permaneciera entre los cristianos…

Petronio la admira literalmente con la boca abierta…

Todos están paralizados por el asombro, pues nadie le ha censurado jamás nada al emperador y esta actitud es inaudita…

Esta virgen bellísima parece una deidad airada y sus palabras manifiestan su severidad implacable…

Trhaseas se cubre la boca tratando de cubrir la exclamación que se le escapa admirado:

–           ¡Athena Parthenos!

Definitivamente las cosas para el César, no están resultando como las esperaba…

Entonces dijo con tono lastimero:

–           ¿Qué clase de religión impera en vosotros que os hace hablar así? Soy tu emperador.

El tono grave de otra voz masculina, rasga el aire:

–           ¿Acaso ignoras que no hay religión si es violenta y oprime a los que no quieren?

Da un paso al frente mientras agrega:

–      Soy Sergio y soy cristiano.

Nerón exclama con desprecio:

–           ¡Cristiano! ¿Cómo se llama tu Dios?

–            El Altísimo Señor del Universo: Yeové, el Padre Eterno. Jesucristo su Hijo y el Espíritu Santo.

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Nerón pregunta perplejo:

–           ¿Son tres dioses?

Otra voz masculina le responde:

–           NO.

Y el que habló dio un paso al frente mientras continua:

–      Son Tres Personas Distintas y un solo Dios Verdadero.

Todopoderoso. Creador, Dueño y Señor de todo el Universo.

Los que le adoramos somos cristianos. Mi nombre es Joshua.

Nerón suelta una carcajada y se burla:

–       ¡Todopoderoso!

Y con gran sarcasmo agrega:

–      ¿No es acaso ese hebreo que fue crucificado con los malhechores en el principado de Tiberio y murió en la Palestina?

Una joven que todavía no cumple los 18 años, se adelanta y proclama:

–         Sí. Murió en la Cruz para salvarnos. Su nombre es Jesús.

Dios lo resucitó y Reina Glorioso desde el Cielo. Y Gobierna todo el Universo y el mundo espiritual e invisible.

Agrega con voz  muy dulce, identificándose:

–         Mi nombre es Jade y soy cristiana.

El César la mira fijamente por un momento demasiado largo…

Enseguida se dibuja en su rostro una sonrisa escalofriante y pregunta suavemente:

–           Si es como dices. ¿Por qué ha dejado que cayerais en mis manos?

En este momento yo soy vuestro dios.

Y os enseñaré a comportaros ante vuestro emperador.

Yo voy a demostraros cuál es el verdadero poder. –Estas palabras las declara Nerón con el rostro oscurecido por una expresión despiadada e inhumana.

En el silencio que sigue, solo se oye el chisporroteo de las lámparas de aceite…

porque hasta los músicos se han quedado paralizados, viendo el contraste total entre la cara de los aterrorizados comensales…

Y el semblante tranquilo de todos los jóvenes.

Después de un momento se oye como una campana, otra voz resonante y firmemente armoniosa:

–           Mi nombre es Daniel y soy cristiano.

¡Y te aclaro que NO haremos lo que esperas de nosotros, según lo que estamos concluyendo!– Dice mientras recorre con una mirada significativa…

Las pinturas y las estatuas que adornan el salón.

Y finaliza con tono solemne, como si fuera un maestro, ante un alumno díscolo:

–       En este lugar al que nos has traído…

Nerón lo mira colérico…

Sin decir una sola palabra, va hacia su pretoriano más próximo y le saca la espada de su vaina.

Con gesto feroz mira al que habló al último y camina hacia él…

Mientras sentencia airado e implacable:

–           ¡Doblegaré tu locura!

El joven lo mira impasible y declara:

–           Puedes aplicarme las torturas más crueles, pero NO me perjudicarás.

Tú en cambio, estás preparando tu alma, para tormentos eternos.

Y los que me inflijas serán dulces, comparados con los que te esperan a ti.

Y te los infligirá el que ahora te induce a atormentarnos.

Nerón se acerca furioso y lo atraviesa con la espada de tal forma…-espada-sangrienta-

Que la punta de la misma sale por la espalda del infortunado, goteando sangre…

Cuando la saca con un movimiento violento; la espada ensangrentada salpica sus vestiduras de color amatista y antes de que pueda decir nada…

La voz del joven que está al lado del que ha sido herido, se oye con acento triunfal:

–           Yo soy Iván y también soy cristiano…

Y debes saber que los que temen a Dios, no pueden ser perjudicados, ni doblegados por los tormentos.

Los suplicios resultan ser sus ganancias para la Vida Eterna, porque todo lo sufren por Cristo.

Es el mayor de todos.

Un  joven como de unos veinticinco años. De rubios cabellos oscuros y ensortijados. Y con unos bellos ojos verdes como el mar.

–           ¡¡¡Aaaahhh!!!

Esta exclamación de sorpresa y admiración, que brota de todas las gargantas, impide una respuesta al insolente.

Nerón voltea y se queda mudo y boquiabierto…

El joven que acaba de herir en forma tan atroz, en lugar de derrumbarse, se ha erguido aún más.

Y su herida ha sanado instantáneamente de forma impresionante, ante los ojos de todos los asistentes a este drama tan singular…

El César está impactado, pero su ferocidad es más fuerte y su crueldad prevaleció.

Dirige una mirada significativa hacia Aminio Rebio: hombre infame, afeminado y cruel.

Y éste se acerca al insolente, obedeciendo la orden silenciosa del emperador…

Con su mano derecha acaricia con lascivia, el cuerpo perfecto de Iván…

Y éste le dice con tono tranquilo:

–           No lo hagas. ¡Detente o lo lamentarás!…El Ángel del Señor está conmigo y no te permitirá lo que pretendes…

Aminio Rebio no lo escucha y mucho menos le hace caso.

Excitado por la lujuria ante la hermosura llena de gallardía de aquel cuerpo perfecto y musculoso…

Lo manosea con sumo deleite, lleno de lascivia…

Pero de repente se aparta como si hubiese sido herido por un rayo.

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Y grita con inmenso dolor:

–           ¡No veo! ¡No veo! El ángel me ha herido en los ojos y no puedo ver nada.

¡Piedad! ¡Piedad! –y se hace para atrás trastabillando, como hacen los ciegos cuando no tienen quién los guié.

Fátima grita con júbilo:

–           ¡Dios resguarda su santuario! Y ¡Ay de vosotros que pretendéis profanarlo!…

Todos los que antes los miraran con lujuria, han perdido la avidez y ven cómo se está arruinando su grandioso festín sexual…

Nerón está estupefacto y aterrado…

Pero arrebatado por la ira como si fuera una fiera herida.

Ordena a sus libertos que los cristianos sean conducidos a la tortura y que los verdugos desplieguen contra ellos toda su violencia…

Concluye diciendo:

–           Yo mismo supervisaré los tormentos. ¡Llévenselos!

Y volviéndose a los invitados del frustrado banquete, les dice:

–        ¡Vamos! La fiesta apenas comienza…

Todos lo miran pasmados, entre admirados y aterrorizados…

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HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, CONÓCELA

56.- LA CALUMNIA

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Con esta consideración, Petronio emprendió el juego más peligroso que hubiera hecho en toda su vida.

Y empezó a hablar con aparente y fría indiferencia. La que adoptaba cuando solía criticar o ridiculizar los planes de César o de los augustanos.

–           ¡Habéis encontrado las víctimas! Es cierto. Podréis mandarlos a la Arena o hacerlos vestir las ‘túnicas dolorosas’ (túnica azufrada de los criminales, antes de prenderles fuego) También es cierto. Pero ¡Escuchad!

Tenéis poder, autoridad y pretorianos. Entregad los cristianos al populacho. Condenadles a todas las torturas que os plazcan. Todos sabemos que NO FUERON ELLOS los que incendiaron Roma.

¡Bah! ¿Para qué toda esta comedia detestable? ¡Sed dioses y reyes en realidad, ya que podéis permitíroslo! ¡Bah! ¡Engañad al pueblo! ¡Pero no os engañéis vosotros mismos!

En cuanto a ti, ¡Oh, César! Que acabas de amenazarnos con el juicio de las generaciones futuras, piensa que ese juicio te ha de alcanzar a ti también.

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¡Por la divina Atenea Nerón! ¡Nerón, señor del Mundo! Nerón dios, incendió Roma, porque es tan poderoso en la tierra, como Zeus en el Olimpo. ¡Nerón poeta amó tanto la poesía, que a ese amor sacrificó hasta la propia patria!

Desde el principio del mundo nadie ha realizado un hecho semejante. Nadie ha osado ni siquiera intentarlo. ¡Te imploro en nombre de las Musas que no renuncies a semejante gloria, porque los cantos que a ti se dediquen resonarán a través de los siglos!

¿Qué será Príamo a tu lado? ¿Qué Agamenón y Aquiles? ¡Qué los mismos dioses! No es necesario que declaremos que el incendio de Roma fue bueno. ¡Fue colosal y extraordinario y eso basta!

Y te digo además que el pueblo no ha de alzar una mano contra ti. No es cierto eso que te cuentan. Ten valor. Guárdate de llevar a cabo actos indignos de ti, pues lo único que podría amenazarte sería que las edades futuras declarasen: “Nerón incendió Roma. Pero César tímido y pusilánime poeta, negó después por cobardía un hecho tan colosal; culpando a personas inocentes.”

Las palabras de Petronio produjeron en el ánimo de Nerón una profunda impresión.

Pero Petronio no se hace ilusiones. Aunque acaba de recurrir a una medida extrema que sabe es un arma de dos filos: por un lado puede salvar a los cristianos y por el otro, es más fácil que se vuelva contra él y sea la causa de su propia destrucción.

Sin embargo no ha tenido ni un momento de vacilación, porque también se trata de Marco Aurelio, a quién ama como un hijo y del peligro, con el cual se complace en luchar.

Se prepara para lo peor. Piensa:

–          Los dados han sido lanzados. Y vamos a ver ahora el resultado de la jugada y hasta qué punto, el temor por su propia vida se sobrepone a su amor por la gloria.

En el silencio reinante, Popea y todos los presentes, miran al César expectantes.

Nerón levantó los labios hasta la nariz, como es su costumbre cuando está perplejo. Por último, se pintó en su rostro, una expresión de inquietud y desagrado.

Tigelino al notarlo, exclamó:

–           ¡Señor! Permíteme retirarme, porque cuando hay gentes que desean exponer tu persona a la destrucción, llamándote al mismo tiempo César cobarde, poeta insignificante, incendiario y comediante, ¡Mis oídos no pueden soportar tales expresiones!

Petronio se dijo interiormente:

–           He perdido. 

Pero volviéndose hacia Tigelino, lo midió con una mirada en la cual se advierte su absoluto desprecio de gran patricio culto y refinado, por aquel malhechor protervo y ruin.

Y le dijo:

–           Tigelino. Fue a ti a quién llamé comediante, pues no eres otra cosa en este mismo instante.

Tigelino mostró su rabia y lo miró con odio.

Luego dijo:

–           ¿Acaso porque no he querido seguir escuchando tus insultos?

–           Eres un histrión, porque estás fingiendo un amor sin límites hacia el César, tú que hace apenas unos momentos, le amenazaste con los pretorianos. Amenaza que todos comprendimos tan bien como él.

Tigelino, que no había pensado que Petronio fuera lo suficientemente audaz para hablarle así, se puso pálido, se sintió perdido y enmudeció.

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Sin embargo, ésta fue la última victoria de Petronio sobre su eterno rival, porque intervino Popea:

–           Señor, ¿Cómo puedes permitir que siquiera pase por la cabeza de alguien un pensamiento semejante? Y todavía más, que haya alguien que se atreva a manifestarlo así en tu presencia.

Vitelio exclamó:

–           ¡Castiga al insolente!

Nerón alzó de nuevo los labios hacia la nariz y volviendo hacia Petronio sus ojos miopes y vidriosos dijo:

–           ¿Es ésta la manera como correspondes a la confianza que te he brindado?

Petronio replicó:

–           Si estoy en un error, demuéstramelo. Te estoy diciendo la verdad.  Pero sabes que mis palabras las dicta solamente el afecto que te tengo.

Haloto repitió:

–           ¡Castiga al insolente!

–           ¡Castígalo! –exclamaron muchas voces a la vez.

Y en el atrium se notó un movimiento y un sordo murmullo.

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Empezaron a retirarse de Petronio, hasta dejarlo totalmente solo.

El mismo Plinio, su constante compañero en la corte, se apartó de él. Y también Marcial, que hasta entonces había sido su mejor amigo.

Pero Petronio no perdió su displicente sonrisa y reunió los pliegues de su toga, aguardando la sentencia del César.

Nerón dijo después de una larga pausa:

–           Me pedís que le castigue. Pero es mi amigo y compañero. Y aún cuando me ha herido hondamente, sepa él que para los amigos este corazón no encierra más que indulgencia.

Petronio pensó:

–           He perdido y estoy perdido. Acaba de dictar mi sentencia de muerte.

El César se levantó y se dio por terminada la reunión.

Petronio volvió a su casa.

Nerón y Tigelino pasaron al atrium de Popea, en donde los esperaban las personas con quienes el Prefecto había hablado ya.

Estos eran dos rabinos del Transtíber. Mitrados y revestidos con sus ropajes más solemnes. Su ayudante, un joven copista y además Prócoro Quironio.

A la vista del César, todos palidecieron por la emoción y le hicieron profundas reverencias.

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Luego uno de ellos, dirigiéndose a Nerón, dijo:

–           ! ¡Salve, oh soberano de la tierra y protector del Pueblo Elegido! César, león entre los hombres cuyo reino es como la luz del sol.

–           ¿Rehusáis acaso llamarme dios? –preguntó Nerón.

Los sacerdotes palidecieron aún más.

El más anciano de ellos respondió:

–           El predecesor de tu padre, Cayo César, era severo. Sin embargo nuestros enviados no lo llamaron dios, prefiriendo la muerte a la trasgresión de la Ley.

–           ¿Y Calígula no ordenó que fueran arrojados a las fieras?

–           No, señor. Cayo César temió a la cólera de Jehová.

Y al decir estas palabras levantaron la cabeza y miraron a Nerón con más entereza.

El César preguntó:

–           ¿Acusáis a los cristianos de haber incendiado a Roma?

Un rabino contestó:

–           Nosotros señor, los acusamos tan solo de esto: Desde hace tiempo han amenazado la destrucción del mundo por medio del fuego.

Y el otro agregó:

–            Lo demás te lo dirá este hombre cuyos labios no se han manchado con la mentira, porque por sus venas corre la sangre del Pueblo Elegido.

Nerón se dirigió entonces a Prócoro:

–           ¿Quién eres tú?

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Prócoro hizo una reverencia y dijo con voz meliflua:

–           Un hombre que te rinde sus homenajes ¡Oh, grande como Alejandro Magno! Y además un pobre estoico.

–            Aborrezco a los estoicos. Sus discursos me aburren y me es repulsivo su desprecio por el arte y su voluntaria suciedad e inmundicia.

–           ¡Oh, señor! Séneca tu maestro tiene mil cofres de madera. Si tú lo deseas yo podré tener el doble. Soy estoico por necesidad. Adorna ¡Oh, radioso! Mi estoicismo con una guirnalda de rosas, ponle delante un cántaro de vino y te cantará Anacreonte con tal entonación, que será capaz de ensordecer al último epicúreo.

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Nerón se sintió muy halagado con el epíteto ‘radioso’ y dijo sonriendo:

–           Estoy satisfecho contigo.

Tigelino exclamó:

–           ¡Este hombre vale lo que pesa en oro!

Prócoro replicó:

–           Pues junta a mí peso tu liberalidad. Pues de otra manera el viento puede llevarse toda mi recompensa.

Nerón observó:

–           Ciertamente, él no es más pesado que Vitelio.

–           ¡Oh, Apolo! El del arco de plata. Mi ingenio no es de plomo.

–           Veo que tu fe no te impide llamarme dios.

–           ¡Oh, Inmortal! Ahora mi fe está puesta en ti. Los cristianos blasfeman contra esa fe, por eso los aborrezco. Porque son enemigos de la raza humana y tus propios enemigos.

–           ¿Qué sabes tú de los cristianos?

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–           ¿Me permites llorar? ¡Oh, divinidad!

–           No. El llanto me fastidia.

–           Tienes toda la razón, porque los ojos que te han visto a ti, deben quedar para siempre libres de las lágrimas. ¡Oh, señor, defiéndeme contra mis enemigos!

Popea intervino con impaciencia:

–           ¡Háblanos de los cristianos!

El griego contestó:

–           Se hará como tú ordenes. ¡Oh, Isis! Desde mi juventud me consagré a la filosofía y al descubrimiento de la verdad. Busqué ésta entre los antiguos divinos sabios, en la Academia de Atenas y en el Templo de Serapis  en Alejandría. Cuando oí hablar de la existencia de los cristianos, creí que éstos formaban una escuela en la cual, yo podría encontrar acaso, unos pocos granos de verdad.

Y para desgracia mía, conocí a los integrantes de esa secta. El primer cristiano que mi mala suerte me puso por delante, me llevó a su grupo. Pero no me gustó nada de lo que enseñan. Y mejor los dejé. El segundo con el que me topé, fue un médico de Nápoles llamado Mauro.

Ellos adoran a un cierto Chrestos, quién prometió aniquilar a todos los hombres y destruir todas las ciudades de la tierra, dejándolos a ellos a salvo, si le ayudan a exterminar a los hijos de Deucalión.

Por esta razón, ¡Oh, domina! Ellos aborrecen a los hombres y envenenan las fuentes. En sus asambleas llueven maldiciones sobre Roma y sobre todos los templos en donde se rinde culto a nuestros dioses.

Chrestos fue crucificado, pero antes prometió que cuando Roma hubiera sido destruida por el fuego, él volvería y entregaría a los cristianos el dominio del mundo…

Tigelino explicó:

–           Ahora comprenderá el pueblo… Porqué Roma fue destruida.

Prócoro continuó:

–           Muchos lo comprenden ya, ¡Oh, señor! Porque yo recorro los campamentos con mis enseñanzas. Pero si me escucháis hasta el final, llegaréis a conocer las razones que justifican mi venganza.

Mauro el médico, no me reveló al principio que su religión enseñaba el Odio a la humanidad. Por el contrario. Me dijo que Chrestos era el Amor. Mi sensible corazón no pudo resistir una verdad semejante y le creí. Yo compartí con él hasta el último mendrugo, hasta la última moneda de cobre y…

¿Sabéis señora como correspondió a mi afecto? En el camino de Nápoles a Roma me hirió con el puñal y vendió a un mercader de esclavos a mi mujer y a mis hijos. ¡Oh! ¡Si Eurípides conociera mi historia!

Popea dijo compasiva:

–           ¡Pobre hombre!

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Prócoro contestó adulador:

–           Quién ha visto el rostro de Venus Afrodita no es pobre ¡Oh, domina! Y yo lo estoy viendo en este momento. Como les decía, vine a Roma para buscar a los jefes de los cristianos, para obtener justicia contra Mauro. Pensé que le obligarían a devolverme a mi mujer.

Conocí a su Pontífice Supremo, se llama Pedro. Y a otro que se llama Pablo y a otros muchos que sé donde vivían antes del incendio y donde se reúnen actualmente. Puedo señalar una casa en el Monte Vaticano y otro lugar que está fuera de la Puerta Nomentana, en donde celebran sus infames ceremonias.

He visto al apóstol Pedro y también como Mauro mataba a los niños, a fin de que el apóstol Pedro pudiera tener sangre con qué celebrar sus ceremonias. Y con esa sangre inocente, rocía la cabeza de los presentes.

Y también vi a Alexandra, la hija adoptiva de los Quintiliano, quién se jactaba de que no pudiendo aportar sangre de un infante, ofrecía en cambio la muerte de uno; porque había hechizado a la pequeña Augusta Claudia, tu hija ¡Oh, Ciro! Y la tuya ¡Oh, Isis!

Popea preguntó:

–           ¿Has oído César?

Nerón exclamó:

–           ¡Oh! ¿Es posible?

Prócoro prosiguió:

–           Yo hubiera podido olvidar los agravios hechos a mi persona. Pero cuando conocí el inferido a vosotros, quise matarle. Desgraciadamente me lo impidió el noble Marco Aurelio, pues está perdidamente enamorado de ella.

–           ¿Marco Aurelio? ¿Pero acaso no huyó de él esa joven?

–           Ciertamente. Pero él la buscó, pues no puede vivir sin ella. Por una miserable recompensa, le ayudé a encontrarla. Y yo fui quién le señaló la casa donde ella vivía en el Transtíber, entre los cristianos.

Allí fuimos juntos y con nosotros tu gladiador Atlante, a quién el noble Marco Aurelio alquiló para que lo protegiera. Pero Bernabé, el esclavo de Alexandra, aplastó a Atlante, como si fuera una alimaña. Porque es un hombre con una fuerza terrible…

¡Oh, señor! Publio y Fabiola le amaban por eso.

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Nerón exclamó:

–           ¡Por Hércules! ¡El mortal que ha aplastado a Atlante, merece una estatua en el Forum! Pero tú viejo o estás equivocado o nos engañas. Porque Marco Aurelio mató a Atlante con un puñal.

Prócoro replicó:

–           Así es como las gentes calumnian a los dioses. ¡Oh, señor! Yo vi como se rompían las costillas de Atlante en los brazos de Bernabé, quién se precipitó enseguida sobre Marco Aurelio.

Y lo hubiera matado también, si no hubiera intervenido Alexandra. Marco Aurelio estuvo largo tiempo enfermo después de aquel suceso. Pero ellos le curaron con la esperanza de que a influjos del amor, llegara a hacerse cristiano. Y en efecto, Marco Aurelio es cristiano en la actualidad.

Nerón preguntó asombrado:

–           ¿Marco Aurelio?

–           Sí.

Al escuchar esto, Tigelino preguntó anhelante:

–           ¿Y acaso también Petronio?

Prócoro se retorció como un gusano y se frotó las manos diciendo:

–           Admiro tu penetración, ¡Oh, señor! Así es. Es muy probable que Petronio también sea cristiano.

Nerón exclamó extrañado:

–           ¡¿Petronio cristiano?! ¿Petronio enemigo de la vida y sus goces? ¡No digas necedades! Es un completo disparate. No intentes persuadirme de eso, porque entonces no te podré creer nada de lo que me has dicho.

–           Pero el noble Marco Aurelio sí se hizo cristiano… Eso te lo puedo jurar por los resplandores que irradia tu persona. Yo lo serví fielmente y en recompensa, por insinuación del médico Mauro, me hizo azotar a pesar de ser viejo y estar enfermo. Y he jurado por las parcas que no olvidaría esa injuria.

Véngala tú, ¡Oh, señor! Y yo te entregaré a los cristianos. Yo sé quienes son y donde puedes encontrarlos. En mis desgracias siempre he buscado consuelo en la filosofía, hasta hoy. Pero de aquí en adelante lo he de hallar en los favores que desciendan sobre mí. ¡Soy viejo y no he conocido las dulzuras de la vida! Permite que empiece a disfrutarlas gracias a ti.

Nerón dijo con ironía:

–           Según eso, tú anhelas ser estoico frente a un plato bien colmado.

–           Quien te presta un buen servicio, merece que le colmen muy bien el plato.

Los ojos de Popea relampaguearon con odio antes de decir:

–           No te equivocas, filósofo. Lo que quieres, lo tendrás.

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Está deseosa de vengarse de Marco Aurelio, al que ya considera uno de sus enemigos.

En Anzio su pasión por él, solo había sido un capricho pasajero, nacido de un momento de celos, de ira y vanidad herida.

Pero la frialdad y la indiferencia del joven tribuno, hirieron profundamente su orgullo y llenó su corazón de despecho y encono.

El solo hecho de que Marco Aurelio se haya atrevido a preferir a otra mujer es tan intolerable, que se convirtió a sus ojos en un delito que clama venganza. ¡Y está dispuesta a destruirlos a los dos!

En cuanto a Alexandra, la odió desde que la viera por primera vez. Y se sintió profundamente alarmada por su belleza espectacular.

Bien puede Petronio decir lo que quiera acerca de que no tiene formas, cuando habla de ella al César. Pero que no trate de engañarla a ella. La había examinado con ojo crítico…

Y desde la primera mirada comprendió que Alexandra no solo podía rivalizar con ella, sino que ¡Puede llegar a eclipsarla!

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¡Y eso no va a permitirlo jamás! Por eso ha jurado su perdición.

Por todo esto dijo al César:

–           Señor, ¡Venga a nuestra hija!

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–           ¡Apresuraos! ¡Apresuraos! De otra manera, Marco Aurelio podrá ocultarla. Yo puedo señalar la casa a la que fue después del incendio.

Tigelino dijo:

–           Te daré una decuria e irás al instante.

El griego gimió:

–           ¡Oh, señor! Tú no has visto a Atlante en brazos de Bernabé. Si me das media centuria, iré a mostrar la casa. Pero solo desde cierta distancia. Más si no os apoderáis de Marco Aurelio, estoy perdido.

Tigelino miró a Nerón y dijo:

–           Divinidad, ¿No será oportuno acabar de una vez con el tío y con el sobrino?

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Nerón meditó un momento y luego replicó:

–           No. Todavía no. Aunque intentáramos persuadirlo, el pueblo no nos creería. Y jamás aceptará que Petronio, Marco Aurelio y los Quintiliano, prendieron fuego a Roma.

Sus casas eran demasiado hermosas. Más tarde les llegará su turno. Ahorita son otras las víctimas que necesitamos.

Prócoro Quironio dijo angustiado:

–           ¡Oh, señor! Entonces protégeme con una custodia de soldados.

Nerón ordenó:

–           Atiende a eso Tigelino.

Entonces el prefecto dijo al griego:

–           Mientras tanto te hospedarás en mi casa.

La más intensa alegría se pintó en el semblante de Prócoro y exclamó con voz ronca:

–          ¡Os los entregaré a todos! Pero Apresuraos. ¡Pronto! Apresuraos…

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HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA

49.- LAS LOCURAS DE NERON

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Cuando salieron de la casa del César,  Marco Aurelio dijo a Petronio:

–           Por un momento me dejaste petrificado y lleno de alarma. Pensé que te habías embriagado y solo esperaba la ruina. Recuerda que estás jugando con la muerte.

Petronio contesta seguro:

–           Esta es mi arena y me complace ser el mejor gladiador. Ya viste como concluyó todo… Mi influencia ha aumentado considerablemente desde hoy. Me enviará sus versos en un cilindro y eso es el mejor cumplido viniendo de él.

–           El Prefecto de los Pretorianos estaba furioso.

–           Tigelino al ver el éxito que alcanzan estas sutilezas, va a tratar de imitarme y superarme. Serán vanos sus esfuerzos, pues es tan solo una bestia cruel.

–           Es un enemigo muy peligroso. Él y la Augusta parecen congeniar bastante. ¿No te preocupa eso?

–           Popea está despechada. Y ahí no puedo hacer nada, más que esquivarla lo mejor que pueda. Si yo quisiera, acabaría con él y tendría al propio Enobarbo en mi poder. Pero NO quiero complicarme más la vida. El poder absoluto es una maldición…

–           ¡Qué habilidad la tuya para transformar la crítica en alabanza! Pero ¿Son realmente tan malos esos versos? Yo de eso no entiendo nada.

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Los versos no son peores que cualquier otros. Es verdad que Marcial tiene más talento en uno solo de sus dedos. Aun así, Barba de Bronce tiene algo… Sobre todo un inmenso amor por la poesía y la música. Y sí. Se esfuerza mucho en lo que compone.

–           Se considera una artista divino y no sé si sea genialidad o…

–           Pasado mañana nos reuniremos con él, para escuchar su Himno a Venus Afrodita que ya está terminando. Los versos de Nerón a veces son elocuentes y yo sé que para componerlos sufre una verdadera tortura. A veces le tengo lástima. ¡Hace unas cosas tan extrañas!

Marco Aurelio pregunta reflexivo:

–           ¿Podría alguien prevenir hasta donde llegarán las locuras de Nerón?

Petronio levanta los hombros:

–           ¿Quién puede saberlo? Está decidido a que ocurran cosas que durarán en la memoria de la historia, pues su mayor anhelo es ser un dios inmortal en el arte y de él se puede esperar cualquier barbaridad.

–           No entiendo cómo puedes encontrar emocionante una conducta tan inestable.

–           Y aunque a veces me siento verdaderamente hastiado, creo que bajo el reinado de otro César, me fastidiaría cien veces más. En estas incertidumbres es en donde encuentro el encanto de la vida.

–           ¿La vida? A veces parece que coquetearas con la muerte…

–           Quien no arriesga no pierde, pero tampoco gana. En el riesgo hay una especie de deleite y olvido del presente. Yo juego a la vida, es cierto. Y en eso mismo está el encanto.

Marco Aurelio dice con sinceridad y amor:

–           Te compadezco Petronio.

–           No más de lo que me compadezco yo mismo. Tu amigo el cristiano me dijo la verdad. Y sin embargo él debe saber que los hombres como yo, no aceptaremos su Religión. Yo no quiero cambiar. Mi vida es emocionante y a la vez detestable, lo sé.

–           Si al menos trataras de conocerla, cambiarías de opinión…

–           Antes, tú pasabas la vida agradablemente entre nosotros. Y cuando hacías tus campañas militares, ansiabas volver a Roma. Ahora hay en ti algo diferente, ya no eres el mismo y a veces me pregunto si te conozco todavía.

–           Ahora mismo me ocurre igual. Ansío volver a Roma.

–          Porque estás enamorado de una vestal cristiana, que está esperando por ti. No me sorprende esto, ni te lo reprocho. Pero lo único que me pregunto es: ¿Eres feliz? ¿Tu nuevo Dios te hace feliz?…

Puedo jurarte por el alma de mi padre al que tanto amaste, que nunca imaginé que pudiera existir una felicidad como la que ahora disfruto. Lo único que me preocupa es una especie de presentimiento extraño, que me aflige respecto a Alexandra.

–           Dentro de dos días trataré de obtenerte un permiso, para que puedas dejar Anzio por todo el tiempo que te plazca. Han pasado tres meses. Popea parece estar más tranquila y hasta donde sé, ningún peligro te amenaza; ni a ti, ni a Alexandra.

–           En la mañana, me preguntó la Augusta, qué había estado haciendo en Roma y me sorprendió mucho, pues ya sabes que me fui en secreto.

–           Es posible que haya enviado espías a seguirte. Sin embargo es necesario que ahora ella también cuente conmigo.

–            El día que me despedí de Alexandra. Los dos estábamos sentados en una banca del jardín de la casa del obispo Acacio. En una noche tan tranquila como ésta, ideando planes para el futuro. Sería imposible tratar de describirte la felicidad y el éxtasis que sentía en aquellos momentos, junto a la mujer que amo más que a mi propia vida. Cuando de súbito se escuchó el rugido de los leones….

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–           Tú sabes que esto es un fenómeno común y más cuando se acercan los juegos.

–           Pero desde aquel instante un presagio de infortunio, me inquieta profundamente. Te agradezco mucho ese permiso para salir de Anzio. Esto aliviará un poco la tortura que siento.

–           Los juegos son algo común y emocionante en nuestra cultura romana. ¿Por qué te angustias? ¡No te entiendo!

–           Me preocupa mucho mi esposa y ya no puedo permanecer aquí más tiempo. Me siento tan mal que estoy dispuesto a irme sin él.

–           ¿No crees que es un poco ridículo creer en presentimientos? Además ¿Cómo sabes que fueron leones? Los bisontes germanos rugen casi igual.

–           Anoche presencié una lluvia de estrellas…

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–           Yo también la vi. Fue un espectáculo muy bello. Y hay quien lo considera mal augurio…

Petronio medita unos momentos y después agrega:

–           Si vuestro Cristo se ha levantado de entre los muertos, Él puede protegeros contra la muerte, ¿No crees?

Marco Aurelio confirmó:

–           Así es. Los cristianos estamos protegidos de todas maneras. Para el que ama a Dios, la muerte no existe – Dijo estas palabras, mirando hacia el cielo lleno de estrellas.

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Petronio le miró completamente desconcertado… Y cambió de tema.

Una semana después…

El César estaba tocando y cantando en honor de Palas Atenea, un himno cuyos versos y música había compuesto él mismo.

Y aquel día sintió que su voz realmente cautivaba a sus oyentes.

Y esta convicción le exalta tanto, que se siente realmente inspirado y al terminar el canto, está pálido, sudoroso y conmovido.

No tiene deseos de escuchar elogios y dice:

–           Estoy fatigado y necesito aire. Saldré a dar un paseo. Entretanto afinad las cítaras.

Y enseguida se envolvió el cuello con un pañuelo de seda y dijo volviéndose a Petronio:

–           Acompáñame. Dame tu brazo Marco Aurelio, pues las fuerzas me faltan. Me apoyaré en ti. Mientras tanto Petronio nos hablará de música.

Y salieron hacia una terraza que tiene pavimento de alabastro.

Cuando estuvieron fuera, Nerón dijo:

–          Aquí uno puede respirar más libremente. Mi alma está conmovida y triste. Aunque ahora sí sé con este ensayo, que ya estoy listo para presentarme en público y alcanzar un triunfo sin igual.

Petronio contestó:

–          Puedes presentarte aquí, en Roma y en Acaya. Tu grandeza artística puede resistir la prueba.

El César contestó mirándolo fijamente:

–           Lo sé. Eres demasiado insolente como para prodigar elogios haciéndote violencia a ti mismo. Y te juzgo sincero como Marcial… Pero tú tienes más conocimientos que él. Dime cuál es tu concepto de la música.

–           Cuando te escucho declamar unos versos. Cuando te veo en el Circo dirigiendo una cuadriga. Cuando veo la belleza de una obra de arte y cuando te oigo en las armonías de tu música, nuevos deleites embelesan mi espíritu; aunque siempre me sorprendes, porque hay en ti, un mar de talento para eso.

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¡Qué profundo conocimiento tienes en la materia! –Exclamó Nerón admirado- Tú has dado expresión exacta a mis propias ideas. Y por eso te repito siempre que en toda Roma, eres el único capaz de comprenderme.

–           Mi concepto de la música está en perfecta armonía con el tuyo.

–           Soy el César y el mundo es mío. Puedo hacer lo que yo quiera. Pero la música me abre nuevos horizontes.

–           Las musas te inspiran.

–           Siento a las musas, a los dioses y al Olimpo.

Los dioses son generosos contigo…

–           Hay una grandeza que percibo como en medio de una niebla sutil. ¡Estoy tan emocionado que hasta me siento pequeño! ¿Puedes creerlo?

Petronio concede:

–           Sí. Solamente los grandes artistas tienen la facultad de sentirse pequeños en presencia del Arte.

–           Esta es un anoche de sinceridad y franqueza. Así pues, voy a abrirte mi corazón, como ante un amigo. Dime ¿Crees que soy un hombre ciego o falto de juicio?

–           Eres un artista buscando la inmortalidad.

–           Yo sé que el Pueblo de Roma, escribe en las murallas insultos contra mí. Gritan lo que consideran mis crímenes y dicen que soy un monstruo y un tirano, solo porque Tigelino ha obtenido unas cuantas sentencias de muerte contra mis enemigos.

–         No es posible complacer a todo el mundo. Los inconformes siempre van a criticar…

–           Sí, querido amigo. Me consideran un monstruo y lo sé. Y hablan tanto de crueldad cuando se refieren a mí, que en ocasiones he llegado a preguntarme ¿Efectivamente soy cruel?…

–           Tu talento para sorprender, es tan grande como su incomprensión…

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–            Pero lo que ellos no comprenden es que los hechos de un hombre pueden ser crueles, sin que él mismo lo sea. ¡Ah! Nadie creería que en los momentos en que la música me acaricia el espíritu, me siento tan bueno e inofensivo como un infante en la cuna.

–           El verdadero arte ennoblece…

–           ¡Es la verdad! La gente ignora cuanta nobleza se anida en este corazón. ¡Y cuántos tesoros descubro en él, cuando la música lo abre a sus olímpicas armonías!

Petronio no duda que el César esté diciendo la verdad y que la música le despierte nobles inclinaciones que están sepultadas por un monstruoso egoísmo desenfrenado y criminal.

Y solo contestó con seriedad:

–           Los hombres debieran conocerte tan profundamente como yo. Roma jamás te apreciará en tu justo mérito.

El César se apoyó más pesadamente sobre el brazo de Marco Aurelio, como si se sintiese abrumado por una gravosa injusticia y replicó:

–           Tigelino me ha contado que en el Senado dicen que Menecrato y Terpnum tocan la cítara mejor que yo. ¡Hasta eso intentan negarme!

–           El verdadero talento, siempre despierta la envidia.

–           Pero dime tú que eres siempre sincero dímelo ahora: ¿Ellos tocan mejor que yo? ¿O están siquiera a mi altura en destreza?

Petronio exclamó rápido:

–           ¡De ninguna manera! Tú tocas con mayor dulzura e intensidad. En ti se palpa al artista. En ellos al ejecutante experimentado. Y el hombre que los escucha primero a ellos, comprende mejor quién eres tú.

Nerón contestó con inmensa petulancia:

–           ¡Si es así, que vivan! Nunca podrán imaginar le importante servicio que acabas de prestarles en este momento, pues te deben la vida. Por otra parte, si yo los hubiera condenado, tendría que tomar a otros para remplazarlos.

Petronio se limitó a decir:

–           Y las gentes te acusarían de que por amor a la música, destruyes la música en tus dominios. ¡Oh, divinidad! Nunca mates el arte por el arte,

Nerón exclamó con admiración:

–           ¡Qué diferente eres de Tigelino! Pero ya lo ves. Soy un artista antes que todo y no puedo llevar una vida vulgar. La música me dice que lo sobrenatural existe y por esto yo lo busco con todo el poder y todo el dominio que los dioses han puesto en mis manos.

–           Los dones con que te han favorecido, deben desarrollarse para glorificarlos.

–           En ocasiones siento que para alcanzar el Olimpo, es necesario que yo haga algo totalmente extraordinario y que jamás se haya realizado. Algo que sea asombroso para los mismos dioses…

–           Esa puede ser una empresa hercúlea. Y hay que meditarla muy bien.

–           Sé que muchos me llaman loco. Pero yo no estoy loco. ¡Sólo estoy buscando la gloria! ¿Me entiendes?

–           Los grandes artistas llevan ese anhelo en la sangre.

–           ¡Y por lo tanto, mi anhelo es alcanzar la grandeza absoluta, porque solamente de esa manera llegaré a ser el más grande de los artistas!

Y bajando la voz para que Marco Aurelio no le oiga, le dice Petronio al oído:

–           ¿Sabes que condené a muerte a mi madre y a mi esposa, principalmente porque yo deseaba presentar el más grande sacrificio que un hombre pudiera ofrecer?

–           Y ciertamente diste un regio presente. Los dioses deben estar complacidos.

–           Pero parece que para abrir las puertas del Empíreo, se necesita algo más grande que eso y ya que el destino así lo quiere…

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Petronio se alarmó, pero controlándose dijo:

–           ¿Qué intentas hacer?

El César dijo suspicaz:

–           Tú lo verás más pronto de lo que te imaginas. Mientras tanto, solo piensa que existen dos Nerones: uno, el que el pueblo conoce. Otro, el que solo tú conoces. El cual si destruye como la muerte, dominado por un frenesí como Baco; se debe a la trivialidad y a las miserias humanas de la vida ordinaria que lo ahogan.

–           Pero para alcanzar la grandeza no hay necesidad de aniquilar la belleza de la vida.

–           Yo quisiera aniquilarla, aun cuando para ello sea necesario el uso del hierro o del fuego. ¡Oh! ¡Qué vulgar será este mundo cuando yo haya desaparecido de él!

–           Tu temperamento artístico está buscando un clímax.

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–             Nadie tiene la menor idea de mi verdadero temperamento artístico. Este es mi sufrimiento que me llena de melancolía.

Petronio dijo cauteloso:

–           Hay ocasiones que es necesario atemperar el talento, sobre todo cuando hay que ponderar el riesgo desde un trono imperial.

–           ¡Es muy pavoroso para un hombre cargar al mismo tiempo con el peso  del poder supremo y del más excelso talento!

Aunque Petronio se sintió aterrado, consiguió decir:

–           Simpatizo contigo profundamente, ¡Oh, César! Y en ello me acompaña también Marco Aurelio, que te deifica desde el fondo de su alma.

–           Por su parentesco contigo, también me es caro, aunque más bien sirve a Marte y no a las Musas.

–           Él sirve ante todo a Venus Afrodita.

Y en ese mismo instante decidió resolver el asunto de su sobrino de una vez por todas y alejar el peligro que pudiera amenazarle.

Y agregó:

–           Él está perdidamente enamorado… Permítele señor que vuelva a Roma, si no quieres que muera aquí a mi lado. ¡El rehén que le diste fue encontrado! Y Marco Aurelio al venir para Anzio, la dejó a cargo de un cierto Acacio. Marco Aurelio quería convertirla en una amante.

–           ¿Y por qué no lo hizo? Ella es suya. Se la cedí y puede disponer de ella como quiera.

–           Pero como resultó muy virtuosa, eso lo ha cautivado aún más y desea casarse con ella.

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–           No veo cual sea el inconveniente. Como es una de las hijas del rey Vardanes I, no hay diferencia de condición entre ellos.

–           Pero Marco Aurelio es ante todo un soldado. Y aunque se pasa la vida entre gemidos y suspiros, no hará nada sin el permiso de su emperador…

Nerón se quedó perplejo…

Luego dijo con cierta suspicacia:

–           El emperador no elige las esposas de sus soldados. ¿Para qué le sirve mi permiso a Marco Aurelio?

Petronio dijo con diplomacia:

–           Ya te he dicho señor que él te deifica.

–           Con mayor razón alcanza mi permiso. Sí. Es esa doncella bonita, pero demasiado escuálida. La augusta Popea se ha quejado de que ella fue la autora de un maleficio a nuestra hija, en los jardines imperiales. Y a causa de eso murió.

–           Pero yo le dije a Tigelino que los dioses no están sujetos a malos encantamientos. Recordarás divinidad su confusión y cómo tú exclamaste ¡Habet!

–           Sí. Tienes razón. Ya lo recuerdo…

Y volviéndose hacia Marco Aurelio, Nerón le preguntó:

–           ¿Es cierto que la amas como dice Petronio?

Marco Aurelio contestó con convicción:

–           Así la amo, señor.

Entonces Nerón detuvo su paseo y declaró:

–           Entonces te ordeno que partas mañana para Roma, a unirte con ella en matrimonio. Y no te presentes de nuevo ante mí, sin el anillo nupcial.

Marco Aurelio se quedó pasmado por un momento y luego exclamó con júbilo:

–           ¡Te doy gracias con todo mi corazón!

El César sonrió con una increíble, benevolencia y dijo:

–           ¡Oh! ¡Cuán grato es hacer felices a los demás! ¡Oh, si los dioses me dejaran hacer solo eso en la vida!

Petronio se preparó a dar el golpe final. Hasta ese momento, su gran influencia y sus maniobras inteligentes, habían salvado a su sobrino de las garras de Popea…

Y por eso dijo:

–           Concédenos un favor más, ¡Oh, divinidad! Declara tu voluntad en este asunto en particular, delante de la Augusta. Marco Aurelio no osaría jamás unirse en matrimonio a una mujer, que no fuese grata a la emperatriz. Tú puedes desvanecer su prevención con solo una palabra, manifestando que has ordenado que se efectúe el matrimonio.

–           Así lo haré. Nada podría rehusaros a ti o a vosotros. –declaró el César sonriendo a Petronio.

Después de esto, suspendió el paseo y emprendió el regreso.

Ambos le siguieron con el corazón inundado de felicidad por la victoria alcanzada.

Marco Aurelio tuvo que refrenar el impulso de lanzarse al cuello de Petronio y besarlo en las mejillas con amor y agradecimiento. Pues ahora le parece que ha quedado removido todo peligro y todo obstáculo…

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41.- INICIO DE LA RUINA DE ISRAEL

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El camino de Anzio no es accidentado, ni largo. La ciudad está compuesta de palacios y casas de campo construidas y amuebladas con lujo. En ellas se puede encontrar todo cuanto se puede exigir para una vida cómoda y con los refinamientos más exquisitos.

Es una ciudad construida para el recreo de los patricios de Roma…

Al tercer día de estar en Anzio, Nerón fue informado del fracaso romano en Judea y la derrota de Cestio Galo. Disimuló la consternación y el terror que le acometían cuando se ve forzado a distraer su atención de lo que le causa placer, para tener que afrontar problemas graves.

Y en apariencia se mostró jactancioso y muy airado; achacando cuanto había acontecido a la negligencia de los jefes romanos…

Y despreciando lo sucedido, deliberó a quién debía encargar de los asuntos de Oriente y que castigase a los rebeldes judíos, poniéndolos como ejemplo para evitar que la enfermedad de la rebelión se extienda a las naciones colindantes.

Haloto le recordó que Vespasiano en su juventud le había ayudado a Claudio a pacificar a los germanos y a Britania.

Él tiene la experiencia del ejercicio de la guerra, además de que sus hijos también son militares y Vespasiano tiene la habilidad para el triunfo.

De todo esto, Nerón sacó un presagio favorable y llamó a Vespasiano.

Cuando el general se presentó ante él, le anunció:

–           Escúchame muy bien Tito. Quiero que a esos perros judíos les des una lección que le sirva a todas las provincias, para aprender lo que significa desafiar las águilas romanas. Te ordeno que arrases su nación y que de su famoso Templo, no quede piedra sobre piedra. Porque el mensaje debe ser muy claro, para cualquiera que esté pensando en hacer lo mismo que Israel.

Vespasiano hizo el saludo militar al emperador y contestó:

–           Entendido majestad. No quedará piedra sobre piedra. Cumpliré lo que has ordenado. Israel será arrasado completamente.

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Nerón hizo una seña a Epafrodito y un esclavo se apresuró a escribir:

–           Tomarás el mandato de las legiones que están acantonadas en Siria y recogerás  de Alejandría, las legiones Quinta y Décima. He aquí el  poder para que reúnas a los ejércitos de los reyes aliados. ¡Si es necesario, perderemos una provincia rica para nosotros; pero convertiré a esa nación en un desierto, solo pasto para las fieras del campo! Ningún levantisco judío volverá a ser libre…

El esclavo le entregó la vitela y Nerón estampó su sello con su anillo de rubí.

Luego la enrolló  y se la entregó a su general.

Vespasiano y Tito partieron a cumplir lo ordenado y Nerón se quedó fastidiado.

Con este ánimo se puso a leer su poema sobre la destrucción de Troya y lamentó no haber podido jamás presenciar el espectáculo del incendio de una ciudad.

Luego de un momento de silencio, dijo:

–           Envidio a Príamo. Ha sido muy afortunado al asistir y contemplar, el incendio y la ruina de su ciudad natal.

Tigelino replicó al punto

–           Pronuncia solo una palabra, ¡Oh, divinidad! Tomaré en mis manos una antorcha y antes de que termine la noche, verás arder a Anzio.

–           ¡Calla, necio! ¿Y entonces a donde podría ir yo a respirar las brisas marinas, que son las que me conservan este don de los dioses que debo proteger para el bien de la humanidad?

¿Acaso no es Roma la que me hace daño? Son las exhalaciones de sus barrios infectos, las que aumentan mi ronquera…  

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Y se quedó mirando al vacío, como si contemplara una visión extática.

Y dando un gran suspiro añadió:

–           ¿Y el incendio de los palacios de Roma, no ofrecerían un espectáculo mil veces más trágico y grandioso que el de Anzio?

Y todos empezaron a comentar esta eventualidad. Previendo la  terrible catástrofe que  constituiría el cuadro de una ciudad como Roma, envuelta en llamas.

De la ciudad que era capital del Imperio que había conquistado el mundo y se viera convertida en cenizas…

Nerón declaró:

–           Si hubiera esa emergencia, mi Poema sería más grande que los cantos de Homero. Y yo reconstruiría la ciudad, alrededor de la Domus Áurea. Sería una urbe grandiosa moderna. Pero sería necesario darle otro nombre…

Y empezó a desarrollar su sueño fantasioso de la ciudad que admiraría la posteridad y que no sería superada jamás.

–           ¡Hazlo! ¡Hazlo! -exclamaron muchos de sus embriagados oyentes.

Vitelio dijo:

–           Sería un homenaje para el mejor artista de todos los tiempos. Podríamos llamarla Nerópolis.

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El César contestó:

–           Menester sería para ello, que yo tuviera amigos más fieles y abnegados.

Marco Aurelio se alarmó.

Pero luego pensó que todo era una locura y puntada de borrachos. Pues por insensatos que fueran el César y sus amigos, no se atreverían a poner en práctica una idea tan demencial. ¿O sí?…

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40.- EL PODER FRENTE AL PODER

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Pedro sale de la Puerta del Cielo, acompañado de algunos obispos, sacerdotes y un pequeño grupo de personas.

Van a Roma a visitar algunas comunidades cristianas. Al llegar a  la Vía Apia, se topó con la comitiva de Nerón que se dirige a Anzio.

Tuvo que esperar a que el paso del cortejo despeje la vía que ha sido desbordada con un auténtico desfile.

Para apreciarlo mejor se suben sobre unos enormes peñascos que están a la orilla del bosque, a la vera del camino.

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Pasó un destacamento de caballería númida, perteneciente a la guardia pretoriana.

Llevan uniformes amarillos, fajas rojas y enormes aretes, que dan reflejos dorados a sus caras negras.

Las puntas de sus lanzas destellan al sol.

Sigue otro destacamento de infantería, que se van colocando a lo largo del camino, para formar una valla que impide el acceso a la vía.

Vienen enseguida, innumerables carros custodiados por pequeños destacamentos de infantería y caballería pretoriana.
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En uno van los instrumentos musicales del césar y sus cortesanos. Arpas. Laúdes griegos, hebreos y egipcios. Liras, formingas, cítaras, flautas largas, címbalos y torcidos cuernos de búfalo.

Al contemplar aquellos instrumentos que dan al sol sus reflejos dorados por el oro, plata, bronce y piedras preciosas que los adornan; parecería que Apolo y Baco, acaban de emprender la marcha en un viaje por el mundo.

Después de los instrumentos siguen los carros de los danzantes, los músicos, los acróbatas y los actores.

Ambos sexos, forman grupos artísticos y llevan palmas en las manos.

Siguen multitud de esclavos destinados no al servicio, sino a la ostentación. Y niños vestidos con trajes de cupidos, que también son un adorno para la comitiva imperial.

Enseguida, otra cohorte especial de pretorianos: La Falange de Alejandro Magno.

Hombres de gigantesca estatura, de ojos azules, caras barbadas, cabellos muy rubios o rojos.

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Parecen verdaderas máquinas militares, con sus pesadas armas. Y la tierra se cimbra ante su potente y mesurado paso.

Entre el ejército imperial, destacan las águilas romanas, que anuncian a la nación más poderosa del mundo…

A continuación  aparecen los conductores de los encadenados leones y tigres de Nerón, que a veces le gusta uncirlos a sus carros.

Las cadenas están entrelazadas con guirnaldas y aun así parece que las fieras son llevadas entre flores. Son fieras domesticadas por hábiles domadores.

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Miran a la muchedumbre con ojos brillantes y somnolientos; por momentos alzan sus gigantescas cabezas y aspiran dilatando ruidosamente sus narices, con potentes resoplidos.

Se relamen con sus ásperas lenguas los hocicos y bostezan abriendo sus poderosas fauces.

Otra cohorte de pretorianos, una multitud de esclavos y luego el César, cuya presencia fue recibida con aclamaciones.

Viene sentado en un carro que tiran seis hermosos corceles blancos, con herraduras de doradas. El carro tiene la forma de una tienda abierta a los costados, para poder apreciar mejor la figura del emperador que va solo; acompañado por dos enanos arlequines.

Viste una túnica blanca, bordada con hilos de plata y perlas. Una toga de color amatista, la cual da tintes azulados a su rostro de piel muy blanca. Sobre su cabeza luce una corona de laurel y su cuerpo obeso hace que su cara ancha, aumente el volumen de su papada y también hace que su boca parezca estar más cerca de su nariz.

Trae protegido su corto y grueso cuello, con un pañuelo de seda que ajusta constantemente, con una mano blanca y gorda, cubierta de vello rojo. La expresión de su semblante tiene un aire de aburrimiento y contrariedad.

En conjunto, su persona es a la vez terrible y vulgar.

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Mientras avanzan, vuelve a uno y a otro lado la cabeza, escuchando los gritos de la multitud que le aplaude.

–          ¡Salve, divino César!

–          ¡Salve, conquistador!

–         ¡Salve, incomparable!

–         ¡Salve hijo de Apolo!

Estas aclamaciones le hacen sonreír.

Pero hay otras que son francamente ofensivas:

–            ¡Enobarbo, Enobarbo! ¡Matricida!

–            ¡Orestes! ¡Alcmeon! ¿Dónde está Octavia?

–            ¡Asesino! ¡Entrega la púrpura!

–            ¿Dónde está tu barba llameante?

–         ¿Temes acaso que se incendie Roma?

Y los que gritan así, no saben que en esa burla sangrienta, se encierra una tremenda profecía.

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A Popea que viene inmediatamente detrás de él, le gritan:

–           ¡Flava coma! (Pelirrubia, epíteto aplicado a las prostitutas)

Al experto oído del César llegan estos insultos y levanta su cristal pulimentado para ver si con sus ojos miopes, alcanza a descubrir a sus autores…

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Mientras hace esto; su mirada se cruza con la de Pedro.

Han llegado al Arco de Augusto y la comitiva imperial se detiene un poco, antes de seguir avanzando.

Y estos dos hombres se contemplan mutuamente…

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Y a ninguno de los integrantes de aquel brillante séquito, ni de la inmensa multitud, se les ocurrió pensar que en aquel momento, se encuentran frente a frente, los dos poderes más grandes de la Tierra…

 Uno de ellos,  pronto se desvanecerá, como un sueño fatídico de horror y de sangre.

El otro empezará la Conquista y la posesión Eterna, fundando su Sede en  la ciudad desde la cual irradiará su poder y su Luz, los cuales envolverán a todo el mundo.

La comitiva reanuda su marcha y Nerón desaparece de la vista de Pedro.

Detrás viene el carro de Popea, la emperatriz aborrecida por el pueblo.

Vestida como Nerón, con traje de color amatista; inmóvil, indiferente, pensativa; parece una hermosa y maligna divinidad.

Detrás de ella vienen los augustanos.

En primer lugar, Petronio con Aurora, Marco Aurelio y su séquito personal.

La muchedumbre lo recibe con aclamaciones y aplausos, pues es un personaje lleno de simpatía para el pueblo y éste lo ama.

Al parecer, Petronio es muy conocido y el pueblo lo ama por su munificencia.

Y su popularidad se ha extendido y ha aumentado, desde la vez que habló ante el César, para oponerse a la sentencia de muerte dictada contra la ‘familia’, (incluidos sirvientes, libertos y esclavos) del prefecto Albino Floro,  sin distinción de edad, ni de sexo.  Porque uno de ellos asesinó a ese monstruo de crueldad, cegado por la desesperación.

Petronio protestó por aquel bárbaro sacrificio, diciendo: ‘A tal señor, tal criado’.

Y el pueblo, que se había indignado ante aquella matanza, desde aquel día, amó más a Petronio.

Éste a su vez, no hace mucho caso de tales manifestaciones. Recuerda que el pueblo también había amado a Británico, envenenado por Nerón. Y piensa que la gente es hipócrita y voluble.

Y como el escéptico ‘Árbitro de la Elegancia’, es también supersticioso, considera el favor popular como el peor de los presagios.

Tigelino va en un carro tirado por yeguas adornadas con plumas blancas y rojas. A él y a Haloto, los recibieron con abucheos.

Entre otros, la multitud recibió a Vitelio con risas. A Trhaseas, con aplausos. Y a los demás, con indiferencia.

A Amino Rebio, con silbidos.

A Vespasiano y a sus hijos, con aplausos.

A Séneca, a Nerva, a Plinio, a Lucano y a Marcial, con admiración y aplausos…

A las mujeres célebres por su riqueza, su hermosura y sus vicios, con admiración.

Los ojos de la multitud pasan de los grandes personajes a los arneses; a las extrañas indumentarias de los sirvientes que vienen de todas las regiones del imperio.

En aquella procesión de orgullo, ostentación y grandeza; todo está hecho para deslumbrar, con el poder y la magnificencia, de la Roma Invencible, ante quién se inclina el mundo…

Y la comitiva prosigue su marcha, perdiéndose entre nubes de polvo.

Pedro reflexiona en la inmensidad y el poderío de aquella metrópoli, a la cual ha venido a anunciar el Evangelio.

Nunca había contemplado el portentoso dominio de Roma como ahora que los acaba de ver, personificados en Nerón, en sus legiones y en su imperio.

Concentrados en aquella ciudad enorme, depravada, depredadora, rapaz, desenfrenada e inabordable en su poder terrenal.

Y en aquel César desquiciado por su megalomanía. Convertido en parricida, matricida, fratricida, uxoricida.

Que arrastra tras de sí un séquito de sangrientos espectros, aún más grande que el número de los integrantes del séquito imperial.

Ese libertino. Ese bufón. Es a la vez el comandante de un poco más de treinta legiones y mediante ellas, Amo del Mundo.

Esos cortesanos cubiertos de oro y escarlata. Llenos de las incertidumbres del mañana, temblorosos por su propia integridad, pero más poderosos que reyes.

Al contemplar a Nerón y su séquito imperial; Pedro pensó que en realidad estaba viendo reunido en todo su esplendor, el Infernal Reino de Iniquidad de Satanás que ostenta el dominio de la tierra, que con mano de hierro tiene sometida a todas las naciones.

Y Roma, el corazón del imperio, debe ser conquistada para Cristo.

El Apóstol oró… y entregó a Dios aquella ciudad; aquel imperio y a todos sus habitantes.

Solo Dios sabe cómo algún día Roma será el Corazón de la Cristiandad…  

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39.- UNA TRAMPA MORTAL

00roma-imperialAl día siguiente de la Fiesta Flotante, Nerón decidió irse a Anzio y declaró que al tercer día se iría sin falta.

Y dio a los augustanos la lista de los invitados.

Petronio está por ir a la casa de Marco Aurelio, cuando le avisan que llegó un cisio y una invitación.

Al leerla frunció el ceño con preocupación y luego dijo a Aurora que se arregle, porque van a ir juntos a un evento muy importante.

En realidad lo único que ella hizo, fue cambiar su túnica por una de gran gala y adornarse con joyas más apropiadas, pues como todo en la casa de Petronio, siempre está preciosa y engalanada como una gran señora.

Cuando llegan a la casa de su sobrino, pocos minutos después llega el carruaje adornado y con la novia.

Marco Aurelio está más elegante que nunca… Y espera a la entrada de la casa, bajo un arco adornado con mirtos y rosas blancas.

Ayudan a bajar a Actea que trae un hermoso vestido color malva y luce llena de joyas en las que resplandecen amatistas y diamantes.

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Luego sigue la novia. Alexandra trae un vestido adornado con una greca recamada con hilos de plata y perlas. Blanco sobre blanco. Sus joyas hacen juego con una diadema cuajada de zafiros y esmeraldas, que realzan aún más su deslumbrante belleza.

Un finísimo velo blanco, bordado en plata y que parece de seda, le pende de la cabeza hasta los pies. Realmente parece una reina.

Marco Aurelio la admira embelesado. Avanza hasta situarse frente a ella y le da la mano.

El cortejo entra en la casa, que ha sido adornada espléndidamente. Adelante los novios. Le siguen Actea y unas doncellas. Enseguida Petronio y Aurora.

Completan el cortejo nupcial, Pedro y Bernabé, Mauro y otros cristianos.

La ceremonia es más bien íntima, porque los invitados no son muchos.

Hay música, cantos, danzas, ceremonia de saludos y aspersiones. Se paran frente al Lararium.

Los dos se dan la mano y dicen la frase ritual: “Donde estés tú Cayo, allí estoy yo, Caya.”

Luego continúan caminando alrededor del atrium y recorren los nichos de los antepasados de Marco Aurelio.

Siguen pasando bajo arcos adornados a lo largo de toda la casa. Marco Aurelio preside como si fuera un sacerdote.

En el umbral ofrecen dones: una roca y un huso que les da Actea.

En el jardín posterior están todos los siervos, que les dan la bienvenida y se inclinan ante ella, en señal de sumisión.

Llegan hasta el triclinium y empieza el banquete.

Alexandra sonríe a su esposo, que le habla y que la mira con amor.

Exquisitas viandas son servidas y escanciados finos licores. Los sirvientes se esmeran en que todos estén cómodos y bien atendidos. Los novios están radiantes.

Marco Aurelio les platica el  incidente que tuvo con sus esclavos el día de su regreso a su casa y finaliza diciendo:

–           Ahora todos son libres. Y algo me ha llamado la atención: el perdón que les otorgué no solo NO los volvió insolentes, sino que ni siquiera perturbó la disciplina.

Y he comprobado una cosa: Que jamás el terror les hizo prestar el servicio más esmerado que ha seguido a la gratitud. Ahora no solo me sirven bien, sino que parecen rivalizar entre ellos para ver quién adivina primero mis deseos.

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Actea y Pedro platican animadamente.

Petronio, contra su costumbre está callado y pensativo…

Marco Aurelio lo nota y le dice:

–           ¿No estás feliz por mi boda? ¿Por qué estás tan preocupado?…

Petronio lo observa con una mirada inescrutable…

–           Te lo diré más tarde. –contesta dándole un trago a su copa de vino.

Hacia el atardecer, los músicos descansan un rato.

Y Marco Aurelio le pide a Petronio que le diga el motivo de su preocupación.

Agrega:

–           Puedes hablar con libertad. Todas las personas presentes aquí, son de mi absoluta confianza.

Petronio le alarga la lista de los invitados al viaje a Anzio…

Y dice:

–           Partiremos mañana muy temprano.

Marco Aurelio se la devuelve diciendo:

–          Mi nombre figura en ella y también el tuyo. Hoy la trajeron también aquí.

–           Si yo no estuviera entre los invitados, eso significaría que llegó mi hora de morir. Pero parece que aún le soy útil a Nerón. Apenas acabamos de llegar a Roma y ya nos vemos obligados a irnos de nuevo, ahora hacia Anzio.

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Actea interviene:

–           Pero es necesario ir. Esa no es una invitación. Es una orden.

Marco Aurelio pregunta con un tono casi desafiante:

–           ¿Y qué pasaría si alguien se negase a obedecer?

Actea concluye lacónica:

–           Se le invitaría a hacer un viaje notablemente más largo y del cual NO hay regreso.

Marco Aurelio lleva sus manos hacia su cabeza, con un gesto de desesperación…

Se siente totalmente derrotado y dice:

–           Tendré que ir a Anzio… ¡Ahora! –Suspira con impotencia- ¡Considerad que tiempos vivimos y cuán viles esclavos somos!

Petronio interviene:

–           ¿Hasta ahora te das cuenta? Yo he dicho en el Palatino que estás enfermo, imposibilitado para salir de casa y sin embargo te están convocando. Esto prueba que en el Palacio alguien no da crédito a mis palabras y está tomando participación directa para solicitarte.

A Nerón le importa muy poco, puesto que solo eres un soldado sin nociones de poesía o de música y con quién a lo sumo, hablaría de las carreras en el circo. Lo más probable es que sea Popea la que ha puesto allí tu nombre. Y eso significa…

Petronio calla con un silencio más que significativo.

Pero Marco Aurelio comprende…

Él para ella, ahora es un capricho y persiste en hacer su conquista.

Moviendo la cabeza de un lado para otro, piensa: “¡Vaya, vaya! ¡Intrépida la Augusta!”…

Actea declara:

–           Significa  que Alexandra está en peligro. Popea es maligna y vengativa.

Marco Aurelio dice preocupado:

–           Yo no puedo arriesgarla.

Pedro aconseja con calma:

–           Ve a ese viaje. No desafíes al César y NO te preocupes por Alexandra. La llevaremos a casa de Acacio, el obispo. Tú NO temas al César, pues en verdad te digo que no ha de caer un solo cabello de tu cabeza.

Marco Aurelio contesta con ansiedad:

–           En Anzio yo tengo una casa de campo. Está muy cerca de la de Nerón. Yo quiero terminar mi instrucción.

Pedro, esa casa está a tu disposición. Ya NO podré ir a la escuela de Apolonio, ni a la Puerta del Cielo. Enviaré la mayor parte de mi ‘familia’ para allá y yo quiero recibir el Bautismo. ¿Cómo le hago?

–           Hay unos obispos que viajarán a Grecia y a Cartago. Te enviaré a Acacio y a Lucano el médico, para que prosigan con tu enseñanza. Todo estará bien. Ya lo verás…

Marco Aurelio mira a Alexandra con absoluto desconsuelo…

Y dice casi con ganas de llorar:

–           ¡Ay, amor mío! Entonces… -Y luego se vuelve hacia Bernabé:

–          Guárdala como la luz de tus ojos, pues ella es mi domina igual que la tuya.

luego toma la mano de su esposa. La besa y le dice:

–      Reina mía, necesito protegerte. Volveré. Volveré para ti, te lo prometo.

Enseguida, llama a Demetrio el mayordomo y le indica:

–        Enviarás a las prisiones rurales, una orden de indulto general. Que caigan los grilletes a los pies de los presos. Les darás suficiente alimento y cuando estén listos, reintégralos al servicio. Hoy es para mí un día de felicidad. Y quiero que vibre la alegría en nuestra casa.

Los llevarás luego al Pretor y les darás a ellos, lo mismo que has recibido. Les dirás también, que es el Regalo de mi esposa y la reina de esta casa.

Más tarde la fiesta termina y los invitados se retiran.

Alexandra y Marco Aurelio se reúnen unos minutos en la biblioteca, para despedirse en la intimidad.

Y cuando salen, la novia aún con su vestido nupcial, se retira en otro carruaje con Pedro, Isabel y Mauro.

Actea regresa al Palatino.

Marco Aurelio, con Petronio y Aurora, se quedan solos en la biblioteca.

Petronio comenta:

–           Barba de Bronce está ronco y maldice a Roma. Está desesperado y reniega de todo lo que le rodea. Ayer se empecinó en igualar a Paris como danzante y se puso a bailar las aventuras de Leda. Durante el baile sudó y luego se resfrió.

¿Puedes imaginar a nuestro Arlequín imperial tratando de ser cisne, con su gran abdomen y sus piernas delgadas y tambaleantes? ¡Y ahora quiere representar en Anzio semejante pantomima!

Marco Aurelio exclama:

–           Ya con haber cantado en público, escandalizó a mucha gente. ¡Pensar que ahora tenemos que aguantar a un César romano actuando como mimo!

–           Querido mío. Roma todo lo soporta. Ya verás como el Senado también aplaudirá al ‘Padre de la Patria’.

–           Y veremos a la plebe engreída, al ver al César convertido en bufón. Petronio dime tú mismo, ¿Acaso es posible llegar a un mayor envilecimiento?

–           Como tú vives en otro mundo, con Alexandra y los cristianos, es evidente que no sabes la última noticia: Nerón se vistió de novia y se unió públicamente en matrimonio con Pitágoras. Esto parecería rebasar los límites de la locura ¿Verdad?

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Pues bien. Llamó a los flamines (sacerdotes), quienes celebraron la ceremonia con toda la solemnidad y Nerón la presidió.  Soy de mucho aguante y estuve presente en ella. Sin embargo pensé que si los dioses existiesen, algo debiera suceder. Pues lo que no prohíben las leyes, lo prohíbe la honestidad.

Pero no, nada sucedió. El César no cree en los dioses; se siente totalmente impune y… pareciera que tiene razón.

Marco Aurelio dijo con una sonrisa llena de ironía:

–           De manera que Nerón es entonces y en la misma persona: sumo sacerdote, dios y ateo.

Petronio soltó la carcajada y dijo riendo:

–           ¡Vaya! Es verdad. No había pensado en eso. Pero es una combinación como no se ha visto otra igual en el mundo.

Siguió un largo momento de silencio.

Luego Petronio agregó:

–           ¿Sabes que es lo más gracioso? Este sumo sacerdote que no cree en los dioses. Y este dios que los desdeña; siendo ateo, les teme.

Marco Aurelio confirmó:

–           Y prueba de ello es lo que sucedió en el Templo de Vesta.

Y Petronio exclamó con asombro:

–           ¡Y aun así profanó a Rubria!

–           Por eso la invitó a la ‘Fiesta Flotante’ y cambió su lugar por el mío…

Éste último comentario, provocó un silencio lleno de remembranzas…

Y los dos llegaron a la misma conclusión.

Luego, el tribuno agregó en voz alta:

–           Es audaz la Augusta.

Petronio responde sumamente preocupado:

–           Lo es realmente. Porque ello puede ser causa de su propia ruina. Sin embargo, espero que Afrodita le inspire cuanto antes otro amor. Pero entre tanto, puesto que la emperatriz te desea, debes actuar con la mayor cautela.

Barba de bronce ha empezado a cansarse de ella: prefiere a Esporo o a Pitágoras. Pero por consideración a sí mismo, bien podría descargar sobre otros, la más terrible de las venganzas.

Marco Aurelio mueve la cabeza con asombro y concluye:

–           Cuando estábamos bajo aquellos árboles, yo no supe quién me hablaba. Pero tú alcanzaste a escuchar nuestra conversación. Yo le dije que amaba a otra y por eso no le podía corresponder.

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–          Si hubieras herido su vanidad, no habría salvación para ti. ¡Por Zeus! Si llegas a ofender a Popea, te puede estar reservada una muerte terrible.

En otro tiempo me era más fácil conversar contigo y convencerte. En esta emergencia ¿Qué puede haber de malo en que le sigas ligeramente el juego a la Augusta?

¿Acaso esta aventura podría ocasionarte alguna clase de pérdida o privarte de seguir amando a Alexandra? Ten presente además, que Popea la vio en el Palatino y ya sabe por quién la rechazaste. Va a ser capaz de buscarla hasta por debajo de las piedras y serás el causante no solo de tu propia destrucción, sino también de la ruina de Alexandra. ¿Entiendes la gravedad de la situación?

Marco Aurelio reflexiona… Comprende… Intenta decir algo…

Está paralizado por el asombro, pero de su boca no sale un sonido…

Luego palidece y se toma la cabeza entre las manos.

Enseguida  dice con angustia:

–           Si acepto a Popea, Nerón me condenará. Si la rechazo, Popea nos arruinará. ¡Oh!…

Está cazado en una trampa mortal.

Y NO hay salida…

Siguió un silencio muy denso que fue interrumpido por Petronio:

–           ¿Sabes por qué estoy doblemente preocupado? Temo que lo de Popea no sea solo un capricho pasajero. Verás… Hace tiempo que Nerón no le hace caso. El secreto mejor guardado del emperador es éste: mandó castrar a Esporo y está intentando cambiarlo en mujer…

Cuando se harta de sus libertinajes, se entrega a su liberto Doríforo, a quién sirve de mujer, tal como Esporo le sirve a él mismo. Y en estos casos imita la voz y los gemidos de una doncella que sufre la violencia de una violación… Es su última fantasía.

Y ahora lo de Rubria… Ese sacrilegio, Vesta lo vengará. Todos esos excesos le van a cobrar factura.

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Marco Aurelio exclama asqueado:

–           ¡Qué sociedad!

Petronio sentencia:

–           A tal sociedad, tal César.

–           Me iré contigo para que mañana salgamos juntos.

–           ¡Vámonos! –confirma Petronio.

Y Marco Aurelio prepara todo para irse con él.

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37.- EL CAPRICHO DE POPEA SABINA

Los augustanos abandonan el Palatino.

Al caminar por la inmensa galería porticada, Petronio miró a Marco Aurelio y dijo:

–           Barba de Bronce renuncia a su viaje por el momento. Está irritado y aburrido. ¡Esta combinación es muy peligrosa! En la fiesta se entregará a un desenfreno absoluto, tratando de aliviar su frustración y su tedio. ¡Ojalá no tengamos sorpresas desagradables!

Marco Aurelio sonrió y contestó:

–           Afortunadamente yo tengo mejores cosas de qué ocuparme y a ti te dejo los cambios de humor del César.

Petronio se detiene y advierte:

–           Fuiste invitado y ni siquiera se te ocurra pensar que puedes evitar asistir.

El tribuno movió la cabeza y fastidiado replicó:

–           Lo que a mí me sorprende es que a ti no te haya dominado el aburrimiento de cuanto te rodea.

–           ¿Quién te ha dicho lo contrario? Desde hace mucho tiempo me domina. Pero yo no tengo tus años. Y tampoco tengo alternativa. Al emperador nadie le abandona sin consecuencias…

–           Lo sé. Y según parece, tampoco se pueden desairar sus invitaciones. Definitivamente no envidio tus privilegios.

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–           Además, amo los libros, la poesía y me encantan las obras de arte. Me agrada mi hogar y la belleza de las obras maestras con que lo he adornado. Tengo todo lo más exquisito y perfecto. Sé que no he de encontrar ya nada superior a lo que actualmente poseo. Y no tengo ganas de desprenderme de nada de esto por ahora.  

–           Perder el favor imperial es una gran desgracia. Y un lujo que al parecer,  nadie se puede permitir voluntariamente sin perder también la vida…

–           He disfrutado lo mejor y la vida me deleita, mientras pueda darme el placer que necesito y pueda conservarla… porque no se sabe… –finaliza dando un profundo suspiro.

Marco Aurelio está tan contrariado, que mejor se queda callado.

Petronio lo observa desconcertado, pero tampoco le dice nada.

Después de un largo silencio, Petronio agrega.

–           ¿Sabes cuál es la última noticia? Tigelino, para las fiestas ha preparado los lupanares con las mujeres más nobles de Roma. Habrá doncellas que hagan su presentación como ninfas.–            ¿Eso te parece apetecible? ¡Convertir a las jóvenes patricias en prostitutas! ¿Tan hastiados están que lo execrable ya no es vergonzoso?

Petronio mira sorprendido a su sobrino y finalmente explota:

–           ¡Éste es nuestro mundo neroniano en Roma! ¡Creo que has arruinado tu vida haciéndote cristiano! ¡Por Pólux que no te comprendo! Nuestras locuras tienen cierto juicio, pero tú… Desprecio a Enobarbo, porque es un bufón griego. ¡Si al menos fuese romano!  ¡Hufff!…

–           La barbarie es barbarie en cualquier lugar. Ya no hay valores, ni honor. No veo de qué te sorprendes. Y sobre este asunto podría enseñarte cosas grandiosas que he aprendido…

–           No empieces con tus cosas cristianas.  No quiero saber nada de eso…

–           Está bien. Tienes razón. Todavía no es el momento en que podrías comprenderlas… Tal vez algún día anheles también aprenderlas.

Petronio agrega sin hacerle caso:

–           No cabe duda de que vamos de mal en peor… Pero este es el mundo que me ha tocado vivir ¡Y hay que tomarlo como es! Prepárate para ir al Fiesta Flotante en la Piscina de Agripa. Y será mejor que nos dispongamos para disfrutarlo…

Al día siguiente…

El buen gusto y refinamiento de Petronio, le han ganado el título de ‘Arbiter Elegantiarum’. Y por esas mismas cualidades, su genial dirección es indispensable para el desarrollo del artista que palpita en el emperador.

Comparándolo con el Prefecto de los Pretorianos, Petronio lo supera infinitamente en cultura, intelecto, conocimiento del Arte, refinamiento y buen juicio. En la conversación, su ingenio conoce la mejor manera de entretener al César.

Y lo que hasta ahora ha sido el mejor talento de Petronio para ser el consejero favorito del emperador, como un arma de doble filo se está volviendo contra él…

Y él ni siquiera imagina porqué…

Tigelino posee bastante buen sentido, para conocer sus propias deficiencias. Y sabe que NO puede competir con Petronio, Plinio, Séneca, Trhaseas u otros de los augustanos que se distinguen por su elegancia y su alcurnia, sus talentos o su ciencia.

Y ha decidido eclipsarlos por medio de una flexibilidad inagotablemente previsora en sus servicios y sobre todo por una magnificencia, capaz de sorprender aún la exaltada imaginación de Nerón.

Porque  conoce bien a Nerón y sabe por dónde llegarle, ha cultivado secretamente las debilidades de su personalidad para prevenirle en contra de su peor enemigo. Esto ha logrado que la influencia de Tigelino aumente día con día.

Y no es porque Nerón le quiera más que a los demás; sino porque el Prefecto de los Pretorianos ha encontrado la manera de hacerse cada vez más indispensable para el emperador.

Arbiter Elegantiarum, esto mortifica la vanidad de Nerón ¿Cómo es posible que alguien lleve delante de él, semejante calificativo?

Y además, hay que agregar el  terrible complejo que siente entre su obesa y grotesca figura y la innegable belleza varonil de su asesor artístico. La indiscutible superioridad en todos los aspectos de la poderosa personalidad de Petronio, ahora constituye su desgracia…

Pues esto ha despertado la envidia de Nerón y siente agobio por cada uno de sus triunfos… En cambio con Tigelino, César se siente a sus anchas; pues comparte con él su misma crueldad, sus bajezas y su ruindad.

¿Quién prevalecerá? ¿El artista o el monstruo?… La guerra y la competencia están muy reñidas…

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En un suceso sin precedentes en la ciudad, los pretorianos han rodeado las arboledas que están alrededor de un lago mediano y es conocido como la gran piscina de Agripa; para que nadie se acerque a molestar al César y a sus huéspedes, que constituyen cuanto hay en Roma de notable por su riqueza, hermosura y talento.

Tigelino quiere compensar al César la contrariedad sufrida, al diferir su viaje a Acaya y al mismo tiempo mostrarle a todos que no tiene rival para alegrarle la vida al emperador.

Para este objeto mandó traer desde las más remotas regiones del imperio: fieras, pájaros exóticos, peces raros, plantas, flores, etc. Y todos los detalles más insólitos que puedan realzar el esplendor de la magnífica fiesta.

Los impuestos de provincias enteras se consumen en la realización de los más insensatos proyectos…

Más el poderoso favorito no siente la menor vacilación al efectuarlos, con tal de asombrar a Nerón y complacer hasta el más mínimo de sus caprichos.

Esto es lo que hace que su influencia aumente día con día y Nerón lo considere casi indispensable…

Y por eso ha dispuesto dar la fiesta en gigantescas balsas, construidas con vigas doradas, cuyos bordes fueron decorados con magníficas conchas marinas. Adornó las orillas  de la piscina con palmeras, lotos y rosales.

También instaló jardines flotantes y alrededor de la piscina a intervalos regulares, fuentes con aguas perfumadas, altares con estatuas de dioses y quemadores de incienso.

Hay muchas  jaulas de oro y plata, con aves exóticas y multicolores…

En el centro de la balsa principal; está el pabellón de una tienda teñido de púrpura fenicia, que es sostenido en columnas de plata.

Debajo, las mesas están preparadas para recibir a los invitados con cristalería de Alejandría y vajillas de inestimable valor; botín recogido de Grecia, Asia Menor e Italia.

La balsa está adornada con tantas plantas, que semeja una isla flotante.

Y hay amarrados con cuerdas de púrpura y oro; botes con forma de cisnes, delfines, aves y peces que son bogados por jóvenes de ambos sexos; cuyas caras y cuerpos están desnudos, adornados con joyas y han sido elegidos por su gran hermosura.

Cuando Nerón llegó a la balsa seguido por Popea y los augustanos, se sentaron en los triclinios.

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Entonces los remos hendieron el agua y se pusieron en movimiento junto con los botes; describiendo círculos alrededor de la piscina.

Le rodean las otras balsas de menor tamaño; en una de las cuales van los músicos tocando sus instrumentos, resonando cantos melodiosos que llenan el ambiente de alegría.

El César con Popea a un lado, está gratamente sorprendido.

Especialmente al ver surgir entre los botes, hermosos jóvenes de ambos sexos, ataviados como sirenas y  tritones, con mallas glaucas que simulan escamas.

Y ejecutan una hermosa danza acuática en honor de Poseidón. Verdaderamente emocionado, Nerón aplaudió y alabó al organizador de la fiesta.

Pero al mismo tiempo y por fuerza del hábito, dirigió la vista hacia Petronio, deseando conocer su opinión.

Y se mostró más entusiasmado aún, al ver que el ‘Árbitro’ sonreía complacido, mostrando su aprobación con un gran aplauso carente de envidia. Pues  realmente el espectáculo es magnífico.

La Fiesta Flotante agradó mucho al César, por su novedad. Se sirvieron tan exquisitos manjares y vinos de tantas clases, que el más exigente sibarita no habría podido objetar nada.

Luego las mujeres se sentaron en la mesa de los augustanos; entre los cuales Marco Aurelio sobresale por su gallardía y juventud.

Anteriormente tanto su cuerpo como su rostro, denotaban con demasiado relieve al soldado profesional. Pero ahora la enfermedad le ha adelgazado y se ve más alto y estilizado. Sus facciones se ven como cinceladas con una varonil hermosura perfecta.

Su piel morena clara y sus enormes ojos castaños, mantienen una expresión soñadora. Su porte es distinguido: a la vez flexible y soberbiamente magnífico. Parece un dios griego tan bizarro y apuesto como Petronio.

Éste había afirmado como hombre de experiencia, que las damas de la corte se rendirían a sus encantos. Y en efecto, todos le miran con admiración sin exceptuar a Popea, ni a Rubria; la virgen vestal a quién César ha llamado a la fiesta.

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Los vinos empezaron a llevar calor a los corazones y a los cuerpos. Y la enorme balsa prosiguió su evolución, circulando lentamente con su carga de invitados que gradualmente se van entregando a una alegre y estrepitosa embriaguez.

La fiesta no había llegado ni a la mitad de su curso, cuando Nerón se levantó y le ordenó a Marco Aurelio que le deje su lugar…

Quiere estar al lado de Rubria, a la que desea con violenta pasión y le empezó a hablar al oído.

Fue de este modo que Marco Aurelio quedó junto a Popea, quién extendió el brazo hacia el joven oficial y le pidió que le asegurara el brazalete que se le había desprendido y que nadie notó que ella misma lo había soltado.

Al hacerlo gentilmente Marco Aurelio, con su mano un tanto temblorosa, rozó la piel de seda de la emperatriz.

Popea le miró fingidamente pudorosa y con un destello de deseo…

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La fiesta prosiguió.

El sol comenzó a ocultarse.

La mayor parte de los invitados ya están ebrios.

La gran balsa hace círculos cada vez más amplios, hasta casi llegar a la orilla.

Con la penumbra del anochecer, se encendieron millares de lámparas y nuevos grupos de mujeres formados por todas las invitadas de la fiesta, que se han despojado de sus ricas vestiduras y han quedado desnudas…

Con voces y ademanes seductores llaman a los hombres para que se reúnan con ellas.

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Entonces la balsa se aproxima a la orilla.

Todos, incluido el César quién atrae consigo a Rubria riendo y haciendo pícaros comentarios, desaparecen entre la arboleda.

Se diseminaron entre el bosque y las grutas artificiales, además de los muchos lugares próximos a las fuentes y manantiales y que han sido especialmente dispuestos para este fin.

Y empezó la orgía…

La lujuria y la locura se apoderaron de todos.

No se puede distinguir nada en medio de la oscuridad.

Ni donde está el César, ni quién está con quién.

Los sátiros y los faunos dan caza a las ninfas y apagan las lámparas que les estorban.

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Solo la luz de la luna llena, es mudo testigo del rumor de risas, gritos, suspiros y coloquios íntimos; además de los gemidos de placer.

Marco Aurelio no está ebrio, como el día de la fiesta en el Palatino, cuando estaba con Alexandra…

Y sabe perfectamente lo que está pasando a su alrededor.

Y decidió irse, pensando que a estas alturas, a nadie le importará un invitado menos.

Por primera vez siente náuseas…

Y recordando a Alexandra, se dijo a sí mismo:

–           La amo y le juré fidelidad. Debo regresar a casa a preparar la boda, en lugar de permanecer en este bacanal.

Y dando media vuelta se precipitó a través del bosque.

Un grupo de doncellas ataviadas con sutiles velos y bellas flores, le interceptaron el paso y danzaron a su alrededor, incitándolo a correr tras ellas…

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Después de provocarlo, huyeron pudorosas y coquetas.

Pero él se quedó enclavado en aquel sitio pensando en su esposa.

Jamás la había visto más hermosa, más pura, ni más digna de adoración, que al ver aquel bosque convertido en un santuario de placer y a todas aquellas jovencitas lascivas y desnudas.

Y el amor y el anhelo por Alexandra, invadieron todo su ser con un poder avasallador.

Simultáneamente se sintió lleno de disgusto y de una repugnancia como nunca antes la experimentara.

Descubrió que le asfixiaba aquel ambiente de infamia y deseando respirar aire puro, se apresuró a huir de allí.

Más apenas había dado un paso, cuando notó que una figura velada, se alzaba delante de él.

Le puso las manos sobre los hombros y le dijo al oído:

–           ¡Te deseo! ¡Te amaré y te haré dichoso! ¡Ven! Nadie nos reconocerá. ¡Apresúrate!

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Un gemido de deleite, un suspiro entrecortado y un beso desquiciante acarició el lóbulo de su oreja.

Mientras Marco Aurelio sentía en su rostro como una oleada de fuego, su aliento perfumado…

Ella prosiguió anhelante:

–           ¡Eres bello como Apolo! Y tan delicioso, ¡Oh! Si tan solo…

La voz susurrante fue como si lo despertara de un sueño.

Entonces él tomando dominio de sí, preguntó:

–           ¿Quién eres?

Ella se reclinó seductora en su pecho y siguió insistiendo:

–          Qué importancia tiene eso…  ¡Pronto! ¡Ya no perdamos más el tiempo! ¡Esta noche es perfecta! ¡Y yo quiero poseerte! ¡Ven! ¡Amémonos!

Marco Aurelio insistió:

–           ¿Quién eres?

–           ¡Adivina!

Y al decir esto tomó entre sus delicadas manos el rostro del joven patricio y a través del finísimo velo, lo besó ardorosamente hasta que le faltó el aliento…

Luego se apartó provocativa, diciendo:

–           ¡Noche de amor! ¡Noche de locura!…

Aspirando el aire ansiosamente, agregó:

–      ¡Hoy estamos aquí y somos libres! ¡Hoy puedes tenerme! ¡Hoy soy tuya! ¡Y yo quiero que seas mío!

Marco Aurelio la empujó suavemente hacia atrás y dijo:

–           Lamento no poder complacerte. Estoy enamorado de una mujer incomparable. Le pertenezco y ahora voy hacia ella.

–           Quítame el velo. –dijo ella inclinando hacia él la cabeza.

Y en ese preciso momento se oyó un leve roce entre las hojas de mirto…

Y ella se separó rápidamente y desapareció como si fuese una visión.

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Pero a la distancia se oyó su risa extraña, estridente, ominosa…

Petronio llegó junto a Marco Aurelio. Lo tomó del brazo y empujándolo, lo instó:

–           He oído y he visto. Alejémonos rápido de aquí.

Así lo hicieron.

Cuando llegaron hasta los cisios, Petronio le dijo:

–           Yo te acompañaré.

Y subieron los dos al carruaje de Marco Aurelio.

Todo el camino, lo recorrieron en silencio. Hasta que se hallaron en el atrium de la casa del joven tribuno…

Petronio preguntó:

–           ¿Sabes quién era ella?

Marco Aurelio se sintió profundamente disgustado ante la idea de que Rubria fuese una vestal y tuviese ese comportamiento tan impúdico.

Y sin disimular su desprecio contestó:

–          ¿Rubria…?

–           No.

–           ¿Entonces quién?

Petronio bajó la voz y dijo:

–          El fuego de Vesta ha sido profanado porque Rubria estuvo con el César. Pero la que se acercó a ti…

Y aquí su voz bajó hasta hacerse casi imperceptible:

–          Fue la divina Augusta.

Siguió un silencio tan denso que casi se podía tocar…

Luego Petronio continuó:

–          César no pudo ocultar a Popea, su inclinación hacia Rubria y tal vez por eso, ella quiso tomar venganza. Pero llegué yo a estorbarlo.

Si tú la hubieras reconocido… al rehusar su solicitud, sería irremediable tu ruina.

Habrías arrastrado en ella a Alexandra y también me habrías comprometido a mí.

Marco Aurelio comprendió la magnitud de la revelación y casi se ahogó por el asombro…

El tiempo pareció detenerse…

Mil ideas cruzaron por su mente como relámpagos y se reflejaron en su gran perturbación…

Luego explotó:

–           ¡Estoy harto de Roma! ¡Del César, de sus fiestas, de Tigelino, de la Augusta y de todos vosotros!…

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 ¡Me estoy asfixiando! ¡Yo no puedo seguir viviendo así! ¡No puedo! ¡Oh Dios mío! ¡No lo soporto más! ¿Me entiendes?

Petronio lo mira desconcertado y exclama:

–           ¡Marco Aurelio! Estás perdiendo el sentido del juicio, la moderación. ¿Qué te pasa?

Marco Aurelio replicó colérico:

–          Lo único que quiero es a Alexandra. Vine a prepararlo todo para mi boda y no me interesa otro amor, ni deseo a ninguna otra mujer. No quiero vuestra vida y no me interesan sus fiestas.

No soporto sus obscenidades y sus crímenes. ¡Soy cristiano! ¿Lo oyes? ¡Soy cristiano! ¡Y no sabes cuánto me alegro de serlo!

Petronio lo mira asombrado.

Es evidente que entre él y Marco Aurelio ya no pueden entenderse y que sus almas se han separado por completo.

Hubo un tiempo en que Petronio ejercía una gran influencia en el joven militar. Había sido para él un modelo en todo y con frecuencia unas cuantas palabras irónicas suyas, bastaban para frenarlo o para inducirlo a una resolución cualquiera.

Pero ahora ya no queda nada de aquello…

Y tan trascendental es el cambio, que Petronio ni siquiera intentó poner en práctica sus antiguos métodos. Porque comprendió que su ironía y su ingenio, habrán de estrellarse contra el nuevo hombre en que se ha convertido el Marco Aurelio que está ante sus ojos y al que apenas si reconoce.

Después de reflexionar un momento, se encogió de hombros y se fue para su casa muy disgustado.

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El veterano escéptico al ver a Marco Aurelio entendió que es un hombre tan diferente, que ya ni siquiera comprende sus reacciones.

Y este conocimiento lo llenó de contrariedad y hasta de un poco de temor…

Éste último llegó a su colmo, al meditar en los acontecimientos de esa noche…

Y piensa:

–           Si de parte de Popea esto no fue sólo un fugaz devaneo, sino un deseo más duradero, van a suceder una de estas dos cosas: Marco Aurelio no se le resistirá y en este caso, le vendrá la ruina por algún ‘accidente’, lo que parece poco probable por su actual estado de ánimo. O se le resiste…

Y entonces sí será segura su ruina y acaso también la mía… Precisamente porque soy su pariente y porque la Augusta terminará envolviendo en su odio a la familia entera y pondrá del lado de Tigelino todo el peso de su influencia.

Moviendo la cabeza, por todas las conclusiones que como un mosaico que se estuviera formando, le muestran un panorama cada vez más sombrío… Petronio es un hombre valiente y no le teme a la muerte. Pero tampoco tiene el menor deseo de atraerla tan pronto.

La Augusta ignora si ha sido reconocida por Marco Aurelio. Si ella piensa que no ha sido descubierta, su vanidad no sufrirá gran cosa.

Pero esta situación es muy precaria, podría modificarse en el futuro y es urgente neutralizar este gran peligro.

La cuestión es: ¿Cómo va a lograrlo?…  

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA

N13.- EL ASTUTO IMPOSTOR

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08 mar 2013 Él ha sido enviado a desmantelar Mi Iglesia y romperla mil pedazos *

Traducción Latinoamérica

Viernes 08 de marzo del 2013 a las 14:05 hrs.

Mi amadísima hija, Satanás está furioso en contra de Mi Iglesia en la tierra y su infestación continúa propagándose dentro de sus muros.

1rb5

El astuto impostor, que ha permanecido a la espera en los bastidores**, pacientemente, pronto declarará su reinado sobre Mis pobres incautos siervos sagrados. El dolor que infligirá es demasiado difícil de soportar para Mí y finalmente, su reinado culminará en la depuración final del mal desde dentro del núcleo de Mi Iglesia.

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Ha manipulado cuidadosamente su posición y pronto su actitud pomposa se verá rodeada por su espléndida corte.

Su orgullo, arrogancia y la auto-obsesión serán al principio cuidadosamente ocultados al mundo.

Para el mundo exterior, un suspiro de alivio se escuchará cuando las trompetas repiquen para anunciar su mandato como jefe de Mi Iglesia.

Mi Cuerpo es Mi Iglesia, pero no va a ser para Mí, Jesucristo; que él prometerá su fidelidad, porque no posee ningún amor por Mí.

Su fidelidad es a la bestia. ¡Y  cómo va a reír y a burlarse de Mis siervos sagrados que le apoyan!

1Rodrigo-Borgia-Jeremy-Irons

Él que se atreve a sentarse en Mi Templo y que ha sido enviado por el maligno, no puede decir la verdad, porque no proviene de Mí.

El ha sido enviado para desmantelar Mi Iglesia y romperla en mil pedazos* antes de que él la escupa por su repugnante boca.
Mi Cuerpo es Mi Iglesia. Mi Iglesia está todavía viva, pero sólo aquellos que dicen la Verdad y se adhieren a la Santa Palabra de Dios pueden ser parte de Mi Iglesia en la tierra.

Ahora que el insulto final sea manifestado en contra Mía, Jesucristo, por la Sede de Pedro, comprenderéis finalmente la Verdad.

El Libro de la Verdad predicho a Daniel para el tiempo del fin, no será aceptado fácilmente por los integrantes de Mi Iglesia, porque su contenido enfermará a Mis amados siervos sagrados cuando se den cuenta de que digo la verdad.

1RB4

El falso profeta, el que se hace pasar como el líder de Mi Iglesia, está preparado para colocarse las ropas, que no fueron hechas para él.
Él profanará Mi Sagrada Eucaristía y dividirá Mi Iglesia por la mitad y luego a la mitad otra vez.

Él hará esfuerzos para despedir a los fieles seguidores de Mi amado Santo Vicario el Papa Benedicto XVI, designado por Mí.

1Benedicto XVI

Él erradicará a todos los que son fieles a Mis Enseñanzas y los echará a los lobos.
Sus acciones no serán visibles inmediatamente, pero pronto las señales serán vistas mientras se dispone a buscar el apoyo de los influyentes líderes mundiales y de aquellos en puestos altos.
Cuando la Abominación eche raíces los cambios serán repentinos.

El Anuncio(la invitación) por parte de él para crear una Iglesia Católica unificada por la vinculación con todos los credos y otras religiones, vendrán poco después.

Él dirigirá la nueva única-religión mundial, y reinará sobre las religiones paganas. Él abrazará el ateísmo que dirá está asociado con la búsqueda de los así llamados “derechos humanos”.

Todos los pecados a los Ojos de Dios, serán considerados aceptables por esta nueva Iglesia que todo lo incluye.

1RB2

Cualquiera que se atreva a desafiarlo será buscado y castigado.

Aquellos sacerdotes, obispos y cardenales que se opongan a él serán excomulgados y despojados de sus títulos.

Otros serán intimidados y perseguidos junto con muchos sacerdotes que tendrán que pasar a la clandestinidad(ocultarse).
A esos pobres Mis siervos sagrados que reconocéis Mi Voz ahora, por favor escuchadme mientras me acerco a vosotros para llevaros consuelo.

Yo nunca os pediría que rechacéis Mi Iglesia en la tierra porque Fuí Yo, vuestro amado Salvador, quien la ha creado.

Ofrecí Mi Cuerpo como el Sacrificio Vivo para salvaros.

1Cristo02

Se os ha dado la responsabilidad de testificar en Mi nombre, para salvar las almas de aquellos a los que instruís y guiáis.

Todo lo que podéis hacer es confiar en Mí y continuar sirviéndome.

Lo que no debéis hacer es aceptar cualquier doctrina presentada a vosotros y que sabréis, inmediatamente, que no está de acuerdo con Mis Enseñanzas.

Debéis hacer lo que os dice vuestro corazón, pero sabed esto:1FALSO PROFETA
Este período va a causar un profundo dolor y la cruda aflicción que experimentaréis cuando veáis cómo Mi Iglesia será profanada os dejará llorando.

Pero debéis reconocer las mentiras que os han de ser presentadas como lo que son: un insulto a Mi muerte en la Cruz. 

1Cristo Sindonico

Esta destrucción puede resultar en el colapso de la estructura de Mi Iglesia.

Los cambios y adaptaciones de los edificios, junto con el nuevo templo creado para la única iglesia mundial será manufacturada y colocada en Roma.

1vaticano%20destruido

Tened la seguridad de que, al igual que Mi Templo es profanado;

Yo Jesucristo, el Salvador de toda la Humanidad, seré descartado y arrojado a la alcantarilla.

Vuestro Jesús

* En mil pedazos = es en sentido figurado, es decir romperla: en muchos pedacitos.

** en los bastidores = Reservadamente, entre algunas personas y de modo que no trascienda al público.

MARIA DE LA DIVINA MISERICORDIA

MARIA DE LA DIVINA MISERICORDIA