191 PROFECÍA EN KERIOT
191 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
En el interior de la sinagoga de Keriot. En el mismo lugar en donde Saúl murió, después de haber visto la gloria futura del Mesías;
Jesús y Judas; los dos más altos que sobresalen entre el grupo, ambos con el rostro resplandeciente.
Uno porque ama y el otro por la alegría de ver que su ciudad ha sido fiel al Maestro…
Y que se está rindiendo honor con pomposo homenaje, ya que están todas las personalidades de Keriot.
Luego más distantes de Jesús, apretujados como granos dentro de un saco, están los habitantes de la ciudad, que llenan completamente la sinagoga;
donde, a pesar de que estén abiertas las puertas, apenas se puede respirar.
Cierto es que queriendo rendir homenaje, queriendo oír al Maestro;
al final terminan creando todos una gran confusión y un barullo que no permite oír nada.
Jesús soporta y guarda silencio.
Los otros sin embargo, se inquietan, hacen aspavientos y gritan:
– «¡Silencio!».
Pero el grito se pierde en el estrépito, como un grito lanzado en una playa en tempestad.
Judas no se anda por las ramas.
Se encarama en un alto escaño y traquetea las lámparas, que penden en forma de racimo:
El metal hueco retumba, las sutiles cadenas se entrechocan y suenan como instrumentos musicales.
La gente se calma.
Por fin se le puede escuchar a Jesús.
Dice al arquisinagogo:
– Dame el décimo rollo de aquel estante
Se lo dan.
Lo desata y se lo pasa al arquisinagogo diciendo:
– Lee el 4º capítulo de la historia, II° de los Macabeos.
El arquisinagogo, obediente, lee…
Así, ante el pensamiento de los presentes desfilan las vicisitudes de Onías, los errores de Jasón, las traiciones y los robos de Menelao.
Terminado el capítulo, el arquisinagogo mira a Jesús, que ha estado escuchando con atención.
Jesús hace un gesto para indicar que es suficiente,
y luego se dirige al pueblo:
– En la ciudad de mi queridísimo discípulo no voy a pronunciar las palabras habituales de adoctrinamiento.
Nos quedaremos aquí unos días, pero quiero que sea él quien os las diga.
Quiero que empiece aquí el continuo contacto directo, entre los apóstoles y el pueblo.
Había sido decidido en la alta Galilea y allí tuvieron su primera, fugaz manifestación radiante;
pero la humildad de mis discípulos, hizo que ellos mismos se retirasen a un segundo plano, porque tenían miedo a no saber actuar y a usurpar mi puesto.
No, no; deben actuar…
Lo harán bien y ayudarán a su Maestro,a cubrir las necesidades de la gente.
Así que aquí, uniendo en un único amor las fronteras galileo-fenicias con las tierras de Judá, las más meridionales;
las que lindan con las comarcas del sol y las arenas.
Allí comenzará la verdadera predicación apostólica.
El Maestro solo, ya no puede responder a las necesidades de la muchedumbre.
Además, conviene que los aguiluchos dejen el nido y emprendan sus primeros vuelos,
mientras está todavía con ellos el Sol…
Y Él con su ala fuerte los sostiene.
Por tanto Yo, durante estos días, seré su amigo y consuelo vuestro;
pero la palabra vendrá de ellos, que irán esparciendo la semilla que de Mí han recibido.
No os adoctrinaré por tanto públicamente; de todas formas os voy a hacer entrega de algo que es un privilegio:
Una profecía.
Os ruego que la recordéis cuando lleguen aquellos días;
cuando el evento más horrible que haya presenciado el género humano habrá oscurecido el sol…
Y en las tinieblas de los corazones, podrán ser arrastrados a cometer juicios erróneos.
No quiero que seáis inculpados, vosotros que desde el primer momento fuisteis buenos conmigo.
No quiero que el mundo vaya a decir que Keriot fue enemigo del Mesías.
Sería contra la caridad afirmar que por causa de un hijo o ciudadano malo, toda la familia o toda la ciudad sea anatema.
Yo soy justo y no quiero que os carguen culpas respecto a Mí, ni los que me odian ni los que me aman, espoleados por sus respectivos sentimientos.
Y así como os amo en tal forma que quiero defenderos de una acusación injusta; así también vosotros trataréis de amar a los inocentes.
Siempre. Cualesquiera que sean.
Cualquiera que sea el lazo que los una con los culpables.
Escuchad.
Llegará un día en que en Israel habrá delatores del tesoro y de la patria que, queriendo atraerse la amistad de los extranjeros;
hablarán mal del verdadero Sumo Sacerdote,
acusándolo de alianza con los enemigos de Israel y de malas acciones hacia los hijos de Dios.
Para conseguir esto, estarán dispuestos incluso a cometer delitos y a culpar de ellos al Inocente.
Y llegará también el momento en que en Israel,
más aún que en los tiempos de Onías, un hombre infame, tramando ser él el Pontífice;
se presentará a los poderosos de Israel y los corromperá con un oro, más infame aún de falaces palabras;
desfigurará la verdad de los hechos, no hablará contra las inmoralidades;
antes al contrario, persiguiendo sus indignos proyectos, se dedicará a corromper la moralidad,
para poder apoderarse más fácilmente de los corazones privados de la amistad con Dios:
Todo para conseguir lo que pretende.
Lo logrará, sin duda.
Tened en cuenta que, si bien los gimnasios del impío Jasón no están en el Monte Moria;
sí que están en los corazones de quienes habitan en el monte…
Y éstos por obtener una franquicia, están dispuestos a vender algo que vale mucho más que un terreno, o sea, la misma conciencia…
Los frutos del antiguo error se ven ahora:
Quien tiene ojos para ver, percibe lo que está sucediendo allí, donde debería haber caridad, pureza, justicia, bondad, religión santa y profunda…
Pues si ya son frutos que hacen temblar, los frutos de sus semillas serán además, objeto de maldición divina.
Y así llegamos a la verdadera profecía.
En verdad os digo que el que, mediante un juego largo y astuto, se ha apoderado del puesto y ha usurpado la confianza;
pondrá por dinero, en manos de los enemigos al Sumo Sacerdote, al verdadero Sacerdote;
al cual, trampeado con protestas de afecto, señalado a sus verdugos con un acto de amor, lo matarán sin respeto a la justicia.
¿Qué acusaciones dirigirán contra Cristo – pues estoy hablando de Mí – para justificar el derecho a matarlo?
¿Cuál es la suerte reservada a los que cumplan este acto?
Un destino inmediato de horrenda justicia.
Un destino no individual sino colectivo para los cómplices del TRAIDOR,
menos inmediato, pero más terrible que el del hombre cuyo remordimiento conducirá a coronar su corazón de demonio con un último delito contra sí mismo.
En efecto, éste acabará en un momento, mientras que este último castigo será largo, tremendo.
Leed esto en la frase:
“y encendido de cólera ordenó que Andrónico fuera despojado de la púrpura
y ejecutado en el mismo lugar en que había cometido el delito contra Onías”.
Sí, en la casta sacerdotal el castigo alcanzará no sólo a los responsables directos sino también a sus hijos.
El destino de la masa cómplice, leedlo en ésta:
“La voz de esta sangre grita a mí desde la tierra. Así pues, maldito serás…”.
Dios la dirá para todo un pueblo que no sabrá tutelar el Don del Cielo.
Porque, si bien es cierto que Yo he venido para redimir,
¡Ay de aquellos de este pueblo, que como primicia de redención recibe mi Palabra, que en vez de redimidos resulten asesinos!
He terminado.
Tenedlo presente.
Cuando oigáis decir que soy un malhechor, replicad:
“No. Ya lo dijo.
Se cumple lo establecido. Es la víctima sacrificada por los pecados del mundo”….
La sinagoga se vacía y todos hablan de la profecía y gesticulan por la estima de Jesús por Judas.
Los de Keriot están exaltados por el honor que les ha hecho el Mesías al elegir el lugar de un apóstol…
Y precisamente el apóstol de Keriot, para comienzo del magisterio apostólico.
Y también por el regalo de la profecía.
A pesar de su triste contenido, es un gran honor haberla recibido y además con las palabras de amor que la han precedido…
En la sinagoga quedan solamente Jesús y el grupo de los apóstoles que luego pasan al jardincito que está entre la sinagoga y la casa del arquisinagogo.
Judas, que se ha sentado, llora.
Tadeo le dice:
– ¿Por qué lloras? No veo el motivo…
Pedro confirma:
– Bueno, la verdad es que casi me pondría yo también a llorar.
¿Habéis oído? Ahora tenemos que hablar nosotros…
Santiago de Zebedeo, queriendo animar,
Agrega:
– Bien, pero ya hemos empezado un poco en el monte.
Lo haremos cada vez mejor.
Tú y Juan enseguida os habéis mostrado capaces.
Andrés comenta:
– Lo peor es para mí…
Pero Dios me ayudará. ¿Verdad, Maestro?
Jesús, que estaba pasando unos rollos que se había traído,
se vuelve y dice:
– ¿Qué decías?
– Que Dios me ayudará cuando tenga que hablar.
Trataré de repetir tus palabras lo mejor que pueda.
Pero mi hermano tiene miedo y Judas llora.
Jesús pregunta:
¿Por qué?
– Porque verdaderamente he pecado.
Andrés y Tomás lo pueden decir.
Yo he murmurado contra ti y Tú usas conmigo benevolencia llamándome “queridísimo discípulo” y queriendo que adoctrine aquí…
¡Cuánto amor!…
– ¿No sabías que te quería?
– Sí, pero…
Gracias, Maestro.
No volveré a murmurar pues verdaderamente yo soy tinieblas y Tú Luz…
En esto regresa el jefe de la sinagoga y lo invita a ir a su casa.
Mientras van, dice:
– Estoy pensando en lo que has dicho.
Si no he entendido mal, en Keriot, de la misma forma que has encontrado a un hombre predilecto, nuestro Judas de Simón,
has profetizado que encontrarás también a un hombre infame.
Me causa mucho dolor.
Menos mal que Judas compensará por el otro…
Judas, que ya se ha tranquilizado,
dice:
– Con todo mí ser mismo.
Jesús no dice nada, pero mira a sus interlocutores y abre los brazos en un gesto que quiere decir:
29 PRIMICIA DE ADORACIÓN
29 CONOCER A DIOS, ES EMPEZAR A AMARLO
El anuncio a los pastores,
Que vienen a ser los primeros adoradores del Verbo hecho Hombre.
Y ahora veo extensos campos. La Luna está en su cénit, surcando tranquila un cielo colmado de estrellas.
Parecen bullones de diamante hincados en un enorme palio de terciopelo azul oscuro.
La Luna ríe en medio con su carota blanquísima de la que descienden ríos de luz láctea que pone blanca la tierra.
Los árboles, desnudos, sobre este suelo emblanquecido, parecen más altos y negros.
Y los muros bajos, que acá o allá se levantan como lindes, parecen de leche. Una casita lejana parece un bloque de mármol de Carrara.
A mi derecha veo un recinto, dos de cuyos lados son un seto de espinos; los otros dos, una tapia baja y tosca.
En ésta apoya la techumbre de una especie de cobertizo ancho y bajo, que en el interior del recinto está construido parte de fábrica y parte de madera:
como si en verano las partes de madera se debieran quitar y se transformase así el cobertizo en un pórtico.
De dentro del cercado viene, de tanto en tanto, un balar intermitente y breve.
Deben ser ovejas que sueñan, o que quizás creen que pronto se hará de día, por la luz que da la Luna; una luz que es tan intensa que incluso es excesiva…
Y que aumenta como si el astro se estuviera acercando a la Tierra o centellease debido a un misterioso incendio.
Un pastor se asoma a la puerta, se lleva un brazo a la frente para proteger los ojos y mira hacia arriba.
Parece imposible que uno tenga que proteger los ojos de la luz de la Luna; pero, en este caso es tan intensa que ciega,
especialmente si uno sale de un lugar cerrado oscuro.
Todo está en calma, pero esa luz produce estupor.
El pastor llama a sus compañeros.
Salen todos a la puerta: un grupo numeroso de hombres rudos, de distintas edades.
Entre ellos hay algunos que apenas si han llegado a la adolescencia, otros ya tienen el pelo cano. Comentan este hecho extraño.
Los más jóvenes tienen miedo, especialmente uno, un chiquillo de unos doce años, que se echa a llorar, con lo cual se hace objeto de las burlas de los más mayores.
El más viejo le dice:
– ¿A qué le tienes miedo, tonto?
¿No ves qué serenidad en el ambiente? ¿No has visto nunca resplandecer la Luna? ¿Has estado siempre pegado a las faldas de tu madre, como un pollito a la gallina, no?
¡Pues anda que no tendrás que ver cosas! Una vez, yo había llegado hasta los montes del Líbano, e incluso los había sobrepasado, hacia arriba.
Era joven, no me pesaba andar, incluso era rico entonces… Una noche vi una luz de tal intensidad que pensé que estuviera volviendo Elías en su carro de fuego.
El cielo estaba todo de fuego. Un viejo — entonces el viejo era él — me dijo:
“Un gran advenimiento está para llegar al mundo”.
Y para nosotros supuso una desventura, porque vinieron los soldados de Roma. ¡Oh, muchas cosas tendrás que ver, si la vida te da años!….
Pero el pastorcillo ya no le está escuchando. Parece haber perdido incluso el miedo. De hecho, alejándose del umbral de la puerta,
dejando a hurtadillas la espalda de un musculoso pastor, detrás del cual estaba refugiado, sale al redil herboso que está delante del cobertizo.
Mira hacia arriba y se pone a caminar como un sonámbulo, o como uno que estuviera hipnotizado por algo que le embelesara.
Llegado un momento grita:
– ¡Oh! – y se queda como petrificado, con los brazos un poco abiertos.
Los demás se miran estupefactos.
Uno dice:
– Pero, ¿Qué le pasa a ese tonto?
Otro dice:
– Mañana lo mando con su madre.
No quiero locos cuidando a las ovejas.
El anciano que estaba hablando poco antes,
dice:
– Vamos a ver antes de juzgar.
Llamad también a los que están durmiendo y coged palos. No vaya a ser un animal malo o gente malintencionada…
Entran llamando a los otros pastores…
Y salen con teas y garrotes.
Llegan donde está el muchacho.
Que está muy feliz y sonriente…
Y señalando un lugar específico,
dice susurrando:
– Allí, allí …
Más arriba del árbol, mirad esa luz que se está aproximando. Parece como si siguiera el rayo de la Luna. Mirad. Se acerca. ¡Qué bonita es!
Los hombres comentan:
– Yo lo único que veo es una luz más viva.
– Yo también.
– Yo también».
– No. Yo veo como un cuerpo.
Lo reconozco: es el pastor que ofreció leche a María.
El niño grita:
– ¡Es un… es un ángel!
Mirad, está bajando, y se acerca…
De todas las gargantas escapa un:
– ¡¡¡Oh!!!
Largo y lleno de veneración…que se levanta del grupo de los pastores
El más anciano exclama:
– ¡De rodillas ante el ángel de Dios!
Y esto hace que todos caigan con el rostro en tierra.
Cuanto más ancianos son, más contra el suelo se les ve por la aparición fulgente.
Los jovencitos están de rodillas, pero miran al ángel, que se aproxima cada vez más, hasta detenerse.
Candor de perla en el candor de luna que le circunda, suspendido en el aire, moviendo sus grandes alas, a la altura de la tapia del recinto.
El Ángel dice:
– No temáis.
No vengo como portador de desventura, sino que os traigo el anuncio de un gran gozo para el pueblo de Israel, y para todo el pueblo de la tierra …
La voz angélica es como una armonía de arpa acompañada del canto de gargantas de ruiseñores.
El Ángel anuncia:
– Hoy en la ciudad de David ha nacido el Salvador.
Al decir esto, el ángel abre más las alas,y las mueve como por un sobresalto de alegría,.
Y una lluvia de chispas de oro y de piedras preciosas parece desprenderse de ellas.
Un verdadero arco iris de triunfo sobre el pobre redil.
El Ángel continúa:
– … el Salvador, que es Cristo.
El ángel resplandece con mayor luz.
Sus dos alas, ahora ya detenidas, tendiendo su punta hacia el cielo, como dos velas inmóviles sobre el zafiro del mar, parecen dos llamas que suben ardiendo.
– … ¡Cristo, el Señor!
El ángel recoge sus dos fulgidas alas y con ellas se cubre, es como un manto de diamante sobre un vestido de perla, se inclina como adorando, con las manos cruzadas sobre su corazón;
su rostro, inclinado sobre su pecho, queda oculto entre la sombra de los vértices de las alas recogidas.
No se ve sino una oblonga forma luminosa, inmóvil durante el tiempo que dura un “Gloria”.
Se mueve de nuevo. Vuelve a abrir las alas, levanta ese rostro suyo en que luz y sonrisa paradisíaca se funden,
y dice:
– Lo reconoceréis por estas señales:
En un pobre establo, detrás del Belén, encontraréis a un niño envuelto en pañales en un pesebre, pues para el Mesías no había un techo en la ciudad de David.
El ángel se pone serio al decir esto; más que serio, triste.
Y del Cielo vienen muchos — ¡oh, cuántos! — muchos ángeles semejantes a él, una escalera de ángeles que desciende exultando y anulando la Luna con su resplandor paradisíaco,.
Y se reúnen en torno al Ángel Anunciador, batiendo las alas, emanando perfumes, con un arpegio de notas en que las más hermosas voces de la creación encuentran un recuerdo, alcanzada en este caso la perfección del sonido.
Si la pintura es el esfuerzo de la materia para transformarse en luz, aquí la melodía es el esfuerzo de la música para hacer resplandecer ante los hombres la belleza de Dios;
y oír esta melodía es conocer el Paraíso, donde todo es armonía de amor, que de Dios emana para hacer dichosos a los bienaventurados, y que de éstos va a Dios para decirle: «¡Te amamos!».
El “Gloria” angélico se extiende en ondas cada vez más vastas por los campos tranquilos, y con él la luz.
Las aves unen a ello un canto que es saludo a esta luz precoz, y las ovejas sus balidos por este sol anticipado.
Mas a mí, como ya con el buey y el asno en la gruta, me place creer que es el saludo de los animales a su Creador, que viene a ellos para amarlos como Hombre además de como Dios.
El canto se hace más tenue, y la luz, mientras los ángeles retornan al Cielo…
…Los pastores vuelven en sí.
Y comentan:
– ¿Has oído?
– ¿Vamos a ver?
– ¿Y las ovejas?
– ¡No les sucederá nada!
– ¡Vamos para obedecer a la palabra de Dios!…
– Pero, ¿A dónde?
– ¿Ha dicho que ha nacido hoy?
– ¿Y que no ha encontrado sitio en Belén?
El que habla ahora es el pastor que ofreció la leche;
– Venid, yo sé.
He visto a la Mujer y me ha dado pena. He indicado un lugar para Ella, porque pensaba que no encontrarían hospedaje, y al hombre le he dado leche para Ella.
Es muy joven y hermosa. Debe ser tan buena como el ángel que nos ha hablado. Venid. Venid. Vamos a coger leche, quesos, corderos y pieles curtidas.
Deben ser muy pobres y… ¡quién sabe qué frío no tendrá Aquel a quien no oso nombrar!
Y pensar que yo le he hablado a la Madre como si se tratara de una pobre esposa cualquiera!..
Entran en el cobertizo y al poco rato, salen…
Quién con unas pequeñas cantimploras de leche, quién con unos quesitos de forma redondeada dentro de unas rejillas de esparto entretejido,
quién con cestas con un corderito balando, quién con pieles de oveja curtidas.
El más anciano dice:
– Yo llevo una oveja.
Ha parido hace un mes. Tiene la leche buena. Les puede venir bien, si la Mujer no tiene leche. Me parecía una niña, ¡Y tan blanca!… Un rostro de jazmín bajo la luna.
Y los guía. Caminan bajo la luz de la luna y de las teas, tras haber cerrado el cobertizo y el recinto.
Van por senderos rurales, entre setos de espinos deshojados por el invierno.
Van a la parte de atrás de Belén.
Llegan al establo, caminando no por la parte por la que fue María, sino por la opuesta, de forma que no pasan por delante de los establos más lindos…
Y aquél es el primero que encuentran. Se acercan a la entrada.
Y todos dicen:
– ¡Entra!
– No me atrevo.
– Entra tú.
– No.
– Mira, al menos.
– Tú, Leví,
mira tú que has sido el primero que ha visto al ángel, que es señal de que eres mejor que nosotros.
La verdad es que antes lo han llamado loco… pero ahora les conviene que él se atreva a lo que ellos no tienen el valor de hacer.
El muchacho vacila, pero luego se decide. Se acerca a la entrada, descorre un poquito el manto, mira, y…
Se queda extático…
e preguntan ansiosos en voz baja:
– ¿Qué ves?
Leví contesta:
– Veo a una mujer, joven y hermosa,
Y a un hombre inclinados hacia un pesebre y oigo…,
Oigo que llora un niñito y la mujer le habla con una voz… ¡Oh, qué voz!.
– ¿Qué dice?
– Dice: “¡Jesús, pequeñito! ¡Jesús, amor de tu Mamá! ¡No llores, Hijito!”.
Dice: “¡Ay, si pudiera decirte: ‘Toma la leche, pequeñín! Pero no la tengo todavía”.
Dice: “¡Tienes mucho frío, amor mío! Y te pincha el heno. ¡Qué dolor para tu Mamá oírte llorar así, y no poderte aliviar!”.
Dice: “¡Duerme, alma mía! ¡Que se me rompe el corazón oyéndote llorar y viéndote verter lágrimas!”, Y lo besa. y se ve que le está calentando los piececitos con sus manos,
porque está inclinada con los brazos dentro del pesebre.
– ¡Llama! ¡Que te oigan!
– Yo no. Tú, que nos has traído y que la conoces.
El pastor abre la boca, pero se limita a farfullar unos sonidos.
José se vuelve y va a la puerta.
Y pregunta:
Uno de los hombres contesta:
– Pastores.
Os traemos comida y lana. Venimos a adorar al Salvador.
– Entrad.
Entran. Las teas iluminan el establo.
Los viejos empujan a los niños delante de ellos.
María se vuelve y sonríe.
Los invitya con la mano, sonriendo,
y diciendo:
– Venid» « ¡Venid!»
Toma al que había visto al ángel y lo acerca hacia sí, hasta el mismo pesebre.
Los otros, invitados también por José, se arriman con sus dones y los depositan, con breves y emocionadas palabras, a los pies de María.
Luego miran al Niño, que está llorando quedo, y sonríen emocionados y dichosos.
Uno de ellos, más intrépido,
dice:
– Toma, Madre.
Es suave y está limpia. La había preparado para mi hijo, que está para nacer. Yo te la doy. Arropa a tu Hijo en esta lana; la sentirá suave y caliente…
Y le ofrece una piel de oveja, una piel preciosa de abundante lana blanca y larga.
María levanta a Jesús y lo envuelve en la piel.
Luego se lo muestra a los pastores, los cuales, de rodillas sobre el heno del suelo, lo miran extasiados.
Sintiéndose más valerosos, uno de ellos propone:
– Habría que darle un sorbo de leche.
O mejor: agua y miel. Pero no tenemos miel Se les da a los niñitos. Yo tengo siete hijos y entiendo de ello… –
– Aquí está la leche. Toma, Mujer.
El pastor objeta:
– Pero está fría.
Tiene que ser caliente. ¿Dónde está Elías? Él tiene la oveja.
Elías debe ser el de la leche, pero no está; se había quedado afuera y ahora está mirando por el portillo, y en la oscuridad de la noche se difumina.
– ¿Quién os ha conducido aquí?
– Un ángel nos ha dicho que viniéramos, luego Elías nos ha guiado hasta aquí. Pero, ¿Dónde está ahora?
La oveja lo delata con un balido
– Ven. Se te requiere.
Entra con su oveja, avergonzado por ser el más notado.
José dice reconociéndolo:
– ¿Eres tú!
María, por su parte, le sonríe diciendo:
– «Eres bueno».
Ordeñan a la oveja y, con la punta de un paño embebido de leche caliente y espumosa, María moja los labios del Niño, el cual absorbe ese dulzor cremoso.
Todos sonríen.
Y más aún cuando, con la punta de tela todavía entre sus labiecitos, Jesús se duerme bajo el calor de la lana.
Elías dice:
– Pero aquí no podéis quedaros.
Hace frío y hay humedad. Y además… demasiado olor a animales. No es bueno… y… no está bien para el Salvador.
– Lo sé – dice María suspirando profundamente.
– Pero, no hay sitio para nosotros en Belén.
– Ánimo, Mujer.
Nosotros te buscaremos una casa.
– Se lo digo a mi ama – dice el de la leche, Elías
Es buena. Os recibirá, aunque tuviera que ceder su propia habitación. Nada más que amanezca se lo digo. Su casa está llena de gente, pero os dejará un sitio.
– Por lo menos para mi Niño.
Yo y José podemos estar incluso en el suelo. Pero, para el Pequeñuelo…
– No te angusties, Mujer; yo me ocupo de eso.
Y diremos a muchos lo que nos ha sido comunicado. No os faltará nada. Por el momento, recibid lo que nuestra pobreza os puede dar. Somos pastores…
José dice:
– Nosotros también somos pobres, y no os podemos pagar.
– ¡Oh… ni lo queremos!
¡Aunque pudierais, no querríamos! El Señor ya nos ha retribuido. Él ha prometido la paz a todos. Los ángeles decían esto: “Paz a los hombres de buena voluntad”.
Pero a nosotros nos la ha dado ya, porque el ángel ha dicho que este Niño es el Salvador, que es Cristo, el Señor.
Somos pobres e ignorantes, pero sabemos que los Profetas dicen que el Salvador será el Príncipe de la Paz. Y a nosotros nos ha dicho que viniéramos a adorarle. Por eso nos ha dado su paz.
¡Gloria a Dios en el Cielo altísimo y gloria a este Cristo suyo, y bendita seas tú, Mujer, que lo has engendrado! Eres santa porque has merecido llevarlo en ti.
Como Reina, mándanos; que servirte será para nosotros motivo de felicidad.
¿Qué podemos hacer por ti?
– Amar a mi Hijo y conservar siempre en el corazón estos pensamientos.
– ¿Y para ti?
¿No deseas nada? ¿No tienes familiares a los que quieras comunicar que Él ha nacido?
– Sí, los tengo…
Pero no están cerca de aquí, están en Hebrón…
Elías dice:
– Voy yo.
¿Quiénes son?
– Zacarías, el sacerdote, e Isabel, mi prima.
– ¿Zacarías?
¡Lo conozco bien! En verano subo a esos montes porque tienen pastos abundantes y buenos. Y soy amigo de su pastor.
Después de que te vea establecida voy a donde Zacarías.
– Gracias, Elías.
– Nada de gracias.
Es un gran honor para mí, que soy un pobre pastor, ir a hablar con el sacerdote y decirle que ha nacido el Salvador.
– No.
Le dirás: “Ha dicho María de Nazaret, tu prima, que Jesús ha nacido y que vayas a Belén”.
– Eso diré.
– Que Dios te lo pague.
Me acordaré de ti, de todos vosotros…
– ¿Le hablarás a tu Niño de nosotros?.
Y todos los pastores se presentan:
– Yo soy Elías.
– Y yo, Leví.
– Y yo, Samuel.
– Y yo, Jonás.
– Y yo, Isaac.
– Y yo, Tobías.
– Y yo, Jonatán.
– Y yo, Daniel.
– Simeón, yo.
– Yo me llamo Juan.
– Yo, José;
y mi hermano, Benjamín. Somos gemelos.
María promete:
– Tenemos que marchamos…
Pero volveremos… ¡Y te traeremos a otros para adorar!…. -¿Cómo volver al aprisco dejando a este Niño? -¡Gloria a Dios que nos lo ha mostrado!
Leví con una sonrisa angelical, dice:
– Déjanos besar su vestido.
María levanta despacio a Jesús y, sentada sobre el heno, ofrece los piececitos arropados para que los besen.
Y los pastores se inclinan hasta el suelo y besan esos piececitos minúsculos cubiertos por la tela.
Quien tiene barba primero se la adereza.
Casi todos lloran y, cuando tienen que marcharse, salen caminando hacia atrás, dejando allí su corazón…
La visión me termina así, con María sentada en la paja con el Niño en su regazo…
Y José mirando y adorando, apoyado con un codo en el pesebre.
Dice Jesús:
Hoy hablo Yo. Estás muy cansada, pero ten paciencia todavía durante un poco. Es la víspera del Corpus Christi. Podría hablarte de la Eucaristía
y de los santos que se hicieron apóstoles de su culto, del mismo modo que te he hablado de los santos que fueron apóstoles del Sagrado Corazón.
Pero quiero referirme a otra cosa y a una categoría de adoradores de mi Cuerpo, que son los precursores del culto al mismo.
Los pastores; ellos son los primeros adoradores de mi Cuerpo de Verbo hecho Hombre.
Una vez te dije — y esto mismo lo dice también mi Iglesia — que los Santos Inocentes son los protomártires de Cristo.
Ahora te digo que los pastores son los primeros adoradores del Cuerpo de Dios. En ellos se encuentran todos los requisitos que se necesitan para ser adoradores del Cuerpo mío, para ser almas eucarísticas.
Fe segura:
ellos creen pronta y ciegamente en el ángel. Generosidad: dan todo lo que poseen a su Señor. Humildad: se acercan a otros más pobres que ellos, humanamente,
con una modestia de actos que hace que no se sientan rebajados; y se profesan siervos de ellos.
Deseo: lo que no pueden dar por sí mismos, se las ingenian para procurarlo con apostolado y esfuerzo. Prontitud de obediencia:
María desea que sea avisado Zacarías, y Elías va enseguida. No lo deja para otro momento.
Amor, en fin: no saben irse de ese lugar. Tú dices: “dejan allí su corazón”. Dices bien. ¿Y no habría que comportarse así también con mi Sacramento?
Otra cosa. Ésta enteramente para ti. Observa a quién se revela el ángel en primer lugar, y quién es el que merece escuchar las efusiones del ánimo de María: Leví: el niño.
A quien tiene alma de niño Dios se le manifiesta, y le muestra sus misterios y permite que escuche las palabras divinas y de María.
Y quien tiene alma de niño tiene también la santa intrepidez de Leví y dice: “Déjame besar el vestido de Jesús”. Se lo dice a María, porque es siempre María la que os da a Jesús.
Ella es la Portadora de la Eucaristía.
Ella es el Sagrario Vivo.
Quien va a María me encuentra a Mí.
Quien me pide a Ella de Ella me recibe.
La sonrisa de mi Madre, cuando una criatura le dice: “Dame a tu Jesús para que yo le ame” — tan feliz se siente —, hace que el color del Cielo se cambie en un esplendor más vivo de júbilo.
Dile pues: “Déjame besar el vestido de Jesús, déjame besar sus llagas”.
Atrévete incluso a más. Di: “Déjame reclinar mi cabeza en el Corazón de tu Jesús para sentirme así bienaventurada”.
Ven. Descansa. Como Jesús en la cuna, entre Jesús y María.
28 NACIMIENTO DE JESÚS
28 CONOCER A DIOS, ES EMPEZAR A AMARLO
Nacimiento de Jesús.
En el interior de este pobre refugio de piedra en que han encontrado amparo, unidos en la suerte a unos animales, María y José.
El fuego se adormila junto con su guardián.
María levanta lentamente la cabeza de su yacija y mira.
Ve que José tiene la cabeza reclinada sobre el pecho como si estuviera meditando…
Piensa, será que el cansancio ha sobrepujado su buena voluntad de permanecer despierto,
Y sonríe bondadosa; luego, con menos ruido del que puede hacer una mariposa posándose en una rosa, se sienta, para después arrodillarse.
Ora con una sonrisa beatífica en su rostro. Ora con los brazos extendidos casi en cruz, con las palmas hacia arriba y hacia adelante…
Y no parece cansarse de esa posición molesta.
Luego se postra con el rostro contra el heno, adentrándose aún más en su oración; y la oración es larga.
José sale bruscamente de su sueño; ve mortecino el fuego y casi oscuro el establo.
Echa un puñado de tamujo muy fino. La llama vuelve a chispear. Y va añadiendo ramitas cada vez más gruesas.
En efecto, el frío debe ser punzante, el frío de esa noche invernal, serena, que penetra por todas las partes de esas ruinas.
El pobre José, estando como está cerca de la puerta — llamemos así a la abertura a la que hace de cortina su manto —, debe estar congelado.
Acerca las manos a la llama, se quita las sandalias, acerca también los pies; así se calienta.
Luego, cuando el fuego ha adquirido ya viveza y su luz es segura, se vuelve; no ve nada…
Ni siquiera la blancura del velo de María que antes dibujaba una línea clara sobre el heno oscuro.
Se pone en pie y se acerca despacio a la yacija.
Y pregunta:
– ¿No duermes, María?
Lo pregunta tres veces, hasta que Ella torna en sí y responde:
– Estoy orando.
– ¿No necesitas nada?
– No, José.
– Trata de dormir un poco, de descansar al menos.
– Lo intentaré, pero la oración no me cansa.
– Hasta luego, María.
– Hasta luego, José.
María vuelve a su posición de antes.
José, para no ceder otra vez al sueño, se pone de rodillas junto al fuego, y ora.
Ora con las manos unidas en el rostro; de vez en cuando las separa para alimentar el fuego, y luego vuelve a su ferviente oración.
Menos el ruido del crepitar de la leña y el del asno, que de tanto en tanto pega con una pezuña en el suelo, no se oye nada.
Un inicio de luna se insinúa a través de una grieta de la techumbre. Parece un filo de incorpórea plata que buscase a María.
Se alarga a medida que la Luna va elevándose en el cielo y, por fin, la alcanza. Ya está sobre la cabeza de la orante, nimbándosela de candor.
María levanta la cabeza como por una llamada celeste y se yergue hasta quedar de nuevo de rodillas.
¡Oh, qué hermoso es este momento!
Ella levanta la cabeza, que parece resplandecer bajo la luz blanca de la Luna, y una sonrisa no humana la transfigura. ¿Qué ve? ¿Qué oye? ¿Qué siente?
Sólo Ella podría decir lo que vio, oyó y sintió en la hora fúlgida de su Maternidad.
Yo sólo veo que en torno a Ella la luz aumenta, aumenta, aumenta;
parece descender del Cielo, parece provenir de las pobres cosas que están a su alrededor, parece, sobre todo, que proviene de Ella.
Su vestido, azul oscuro, parece ahora de un delicado celeste de miosota; sus manos, su rostro, parecen volverse azulinas, como los de uno que estuviera puesto en el foco de un inmenso zafiro pálido.
Este color, que me recuerda, a pesar de ser más tenue, el que veo en las visiones del santo Paraíso, y también el que vi en la visión de la venida de los Magos,
se va extendiendo progresivamente sobre las cosas, y las viste, las purifica, las hace espléndidas.
El cuerpo de María despide cada vez más luz, absorbe la de la luna, parece como si Ella atrajera hacia sí la que le puede venir del Cielo.
Ahora ya es Ella la Depositaría de la Luz, la que debe dar esta Luz al mundo.
Y esta beatífica, incontenible, inmensurable, eterna, divina Luz que de un momento a otro va a ser dada, se anuncia con una alba, un lucero de la mañana,
un coro de átomos de luz que aumenta, aumenta como una marea, sube, sube como incienso, baja como una riada, se extiende como un velo…
La techumbre, llena de grietas, de telas de araña, de cascotes que sobresalen y están en equilibrio por un milagro de estática,
esa techumbre negra, ahumada, repelente, parece la bóveda de una sala regia.
Los pedruscos son bloques de plata; las grietas, reflejos de ópalo; las telas de araña, preciosísimos baldaquinos engastados de plata y diamantes.
Un voluminoso lagarto, aletargado entre dos bloques de piedra, parece un collar de esmeraldas olvidado allí por una reina;
y un racimo de murciélagos en letargo, una lámpara de ónice de gran valor.
Ya no es hierba el heno que cuelga del pesebre más alto, es una multitud de hilos de plata pura que oscilan temblorosos en el aire con la gracia de una cabellera suelta.
La madera oscura del pesebre de abajo parece un bloque de plata bruñida.
Las paredes están recubiertas de un brocado en que el recamo perlino del relieve oculta el candor de la seda.
Y el suelo… ¿Qué es ahora el suelo? Es un cristal encendido por una luz blanca; los salientes parecen rosas de luz arrojadas al suelo como obsequio;
los hoyos, cálices valiosos de cuyo interior ascenderían aromas y perfumes.
La luz aumenta cada vez más. El ojo no la resiste.
En ella desaparece, como absorbida por una cortina de incandescencia, la Virgen…
y emerge la Madre.
Sí. Cuando mi vista de nuevo puede resistir la luz, veo a María con su Hijo recién nacido en los brazos.
Es un Niñito rosado y regordete, que gesticula, con unas manitas del tamaño de un capullo de rosa;
que menea sus piececitos, tan pequeños que cabrían en el corazón de una rosa;
que emite vagidos con su vocecita trémula, de corderito recién nacido, abriendo una boquita que parece una menudita fresa de bosque,
y mostrando una lengüita temblorosa contra el rosado paladar;
que menea su cabecita, tan rubia que parece casi desprovista de cabellos, una cabecita redonda que su Mamá sostiene en la cavidad de una de sus manos,
mirando a su Niño, adorándolo, llorando y riendo al mismo tiempo…
Y se inclina para besarlo, no en la inocente cabeza, sino en el centro del pecho, sobre ese corazoncito que palpita, que palpita por nosotros…
en donde un día se abrirá la Herida.
Su Mamá se la está curando anticipadamente, con su beso inmaculado.
El buey se ha despertado por el resplandor, se levanta haciendo mucho ruido con las pezuñas, y muge.
El asno vuelve la cabeza y rebuzna.
Es la luz la que los saca del sueño, pero me seduce la idea de pensar que hayan querido saludar a su Creador, por ellos mismos y por todos los animales.
Y José, que, casi en rapto, estaba orando tan intensamente que era ajeno a cuanto le rodeaba, también torna en sí…
Y por entre los dedos apretados contra el rostro ve filtrarse la extraña luz.
Se descubre el rostro, levanta la cabeza, se vuelve.
El buey, que está en pie, oculta a María,
pero Ella le llama:
– «José, ven».
José acude. Cuando ve, se detiene, como fulminado de reverencia…
Y está casi para caer de rodillas en ese mismo lugar;
pero María insiste:
– Ven, José.
Y apoyando la mano izquierda en el heno y teniendo con la derecha estrechado contra su corazón al Infante, se levanta y se dirige hacia José,
quien, por su parte, se mueve azorado por el contraste entre su deseo de ir y el temor a ser irreverente.
Junto a la cama para el ganado los dos esposos se encuentran, y se miran llorando con beatitud.
María dice:
– Ven, que ofrecemos a Jesús al Padre.
José se pone de rodillas.
Ella, erguida, entre dos troncos sustentantes, alza a su Criatura en sus brazos,
y dice:
– Heme aquí, por Él, ¡Oh Dios!, te digo esto, heme aquí para hacer tu voluntad.
Y con Él yo, María, y José, mi esposo. He aquí a tus siervos, Señor, para hacer siempre, en todo momento y en todo lo que suceda, tu voluntad, para gloria tuya y por amor a Ti.
Luego María se inclina hacia José y, ofreciéndole el Infante,
le dice:
– Toma, José.
José está aterrotizado:
– ¿Yo? ¿A mí?
¡Oh, no! ¡No soy digno!
José se siente profundamente turbado, anonadado ante la idea de deber tocar a Dios.
Pero María insiste sonriendo:
– Bien digno eres de ello tú.
Y nadie lo es más que tú y por eso el Altísimo te ha elegido. Toma, José, tenlo mientras yo busco su ropita.
José, rojo como una púrpura, alarga los brazos y toma ese copito de carne que grita de frío;
una vez que lo tiene entre sus brazos, no persiste en la intención de mantenerlo separado de sí por respeto,
sino que lo estrecha contra su corazón rompiendo a llorar fuertemente:
– ¡Oh! ¡Señor! ¡Dios mío!
Y se inclina para besar los piececitos.
Los siente fríos y entonces se sienta en el suelo y lo recoge en su regazo,
y con su vestidura marrón y con las manos trata de cubrirlo, calentarlo, defenderlo del cierzo de la noche.
Quisiera acercarse al fuego, pero allí se siente esa corriente de aire que entra por la puerta.
Mejor quedarse donde está, o, mejor todavía, entre los dos animales, que hacen de escudo al aire y dan calor.
Y se pone entre el buey y el asno dando la espalda a la puerta,
con su cuerpo hacia el Recién Nacido para hacer de su pecho una hornacina, cuyas paredes laterales son: una cabeza gris, con largas orejas;
un hocico grande, blanco, con unos ojos húmedos buenos y un morro que exhala vapor.
María ha abierto el baulillo y ha sacado unos pañales y unas fajas, ha ido al fuego y las ha calentado.
Ahora se acerca a José y envuelve al Niño en esos paños calentitos, y con su velo le cubre la cabeza.
Y pregunta:
– ¿Dónde le ponemos ahora?
José mira alrededor, piensa…
Y dice:
– Mira, corremos un poco más para acá a los dos animales y la paja,
y bajamos ese heno de allí arriba y lo ponemos a Él aquí dentro.
La madera del borde le resguardará del aire, el heno será su almohada, el buey con su aliento lo calentará un poquito.
Mejor el buey. Es más paciente y tranquilo.
Y se pone manos a la obra mientras María acuna a su Niño estrechándolo contra su corazón, con su mejilla sobre la cabecita para darle calor.
José reaviva el fuego, sin ahorrar leña, para hacer una buena hoguera, y se pone a calentar el heno, de forma que según lo va secando, para que no se enfríe, se lo va metiendo en el pecho;
luego, cuando ya tiene suficiente para un colchoncito para el Infante, va al pesebre y lo dispone como una cunita.
Y dice:
– Ya está.
Ahora sería necesaria una manta, porque el heno pica y además para taparlo…
María dice:
– Coge mi manto.
– Vas a tener frío.
La manta es demasiado áspera; el manto, sin embargo, es suave y caliente. Yo no tengo frío en absoluto.
¡Lo importante es que Él no sufra más!.
José coge el amplio manto de suave lana azul oscura y lo dispone doblado encima de la paja, y deja un borde colgando fuera del pesebre.
El primer lecho del Salvador está preparado.
Su Madre, con dulce paso ondeante, lo lleva al pesebre, en él lo coloca.
Y lo tapa con la parte del manto que había quedado fuera y con ella arropa también la cabecita desnuda, que se hunde en el heno, protegida apenas por el fino velo de María.
Queda sólo destapada la carita, del tamaño de un puño de hombre.
Y los dos, inclinados hacia el pesebre, lo miran con beatitud mientras duerme su primer sueño;
en efecto, el calorcito de los paños y de la paja le ha calmado el llanto y le ha hecho conciliar el sueño al dulce Jesús.
Dice María:
Te había prometido que Él vendría a traerte su paz.
¿Te acuerdas de la paz que tenías durante los días de Navidad, cuando me veías con mi Niño? Entonces era tu tiempo de paz, ahora es tu tiempo de sufrimiento.
Pero ya sabes que es en el sufrimiento donde se conquista la paz y toda gracia para nosotros y para el prójimo.
Jesús – Hombre tornó a ser Jesús – Dios después del tremendo sufrimiento de la Pasión.
Tornó a ser Paz, Paz en el Cielo del que había venido y desde el cual, ahora derrama su paz sobre aquellos que en el mundo le aman.
Mas durante las horas de la Pasión, Él, Paz del mundo, fue privado de esta paz. No habría sufrido si la hubiera tenido, y debía sufrir, sufrir plenamente.
Yo, María, redimí a la mujer con mi Maternidad divina, mas se trataba sólo del comienzo de la redención de la mujer.
Negándome, con el voto de virginidad, al desposorio humano, había rechazado toda satisfacción concupiscente, mereciendo gracia de parte de Dios.
Pero no bastaba, porque el pecado de Eva era árbol de cuatro ramas:
soberbia, avaricia, glotonería, lujuria. Y había que quebrar las cuatro antes de hacerlo estéril en sus raíces.
Vencí la soberbia humillándome hasta el fondo.
Me humillé delante de todos. No hablo ahora de mi humildad respecto a Dios; ésta deben tributársela al Altísimo todas las criaturas.
La tuvo su Verbo. Yo, mujer, debía también tenerla.
¿Has reflexionado, más bien, alguna vez, en qué tipo de humillaciones tuve que sufrir de parte de los hombres y sin defenderme en manera alguna?
Incluso José, que era justo, me había acusado en su corazón.
Los demás, que no eran justos, habían pecado de murmuración sobre mi estado…
Y el rumor de sus palabras había venido, como ola amarga, a estrellarse contra mi humanidad.
Y éstas fueron sólo las primeras de las infinitas humillaciones que mi vida de Madre de Jesús y del género humano me procuraron.
Humillaciones de pobreza; la humillación de quien debe abandonar su tierra; humillaciones a causa de las reprensiones de los familiares y de las amistades,
que, desconociendo la verdad, juzgaban débil mi forma de ser madre respecto a mi Jesús, cuando empezaba ya a ser un hombre; humillaciones durante los tres años de su ministerio;
crueles humillaciones en el momento del Calvario;
humillaciones hasta en el tener que reconocer que no tenía con qué comprar ni sitio ni perfumes para enterrar a mi Hijo.
Vencí la avaricia de los Progenitores renunciando con antelación a mi Hijo. Una madre no renuncia nunca a su hijo, si no se ve obligada a ello.
Ya sea la patria, o el amor de una esposa, o el mismo Dios quienes piden el hijo a su corazón, ella se resiste a la separación.
Es natural que sea así. El hijo crece dentro de nosotras,
y el vínculo de su persona con la nuestra jamás queda completamente roto.
A pesar de que el conducto del vital ombligo haya sido cortado, siempre permanece un nervio que nace en el corazón de la madre (un nervio espiritual, más vivo y sensible que un nervio físico)
y arraiga en el corazón del hijo, y que siente como si le estiraran hasta el límite de lo soportable, si el amor dé Dios o de una criatura, o las exigencias de la patria alejan al hijo de la madre; y que se rompe, lacerando el corazón si la muerte arranca un hijo a su madre.
Yo renuncié, desde el momento en que lo tuve, a mi Hijo. A Dios se lo di, a vosotros os lo di.
Me despojé del Fruto de mi vientre para dar reparación al hurto de Eva del fruto de Dios.
Vencí la glotonería, tanto de saber como de gozar, aceptando sorber únicamente lo que Dios quería que supiera, sin preguntarme a mí misma, sin preguntarle a Él, más de cuanto se me dijera.
Creí sin indagar.
Vencí la gula de gozar porque me negué todo deleite del sentido. Mi carne la puse bajo las plantas de mis pies.
Puse la carne, instrumento de Satanás, y con ella al mismo Satanás, bajo mi calcañar para hacerme así un escalón para acercarme al Cielo.
¡El Cielo!… Mi meta. Donde estaba Dios. Mi única hambre.
Hambre que no es gula sino necesidad bendecida por Dios, por este Dios que quiere que sintamos apetito de Él.
Vencí la lujuria, que es la gula llevada a la exacerbación.
En efecto, todo vicio no refrenado conduce a un vicio mayor. Y la gula de Eva, ya de por sí digna de condena, la condujo a la lujuria;
efectivamente, no le bastó ya el satisfacerse sola sino que quiso portar su delito a una refinada intensidad; así conoció la lujuria y se hizo maestra de ella para su compañero.
Yo invertí los términos y, en vez de descender, siempre subí; en vez de hacer bajar, atraí siempre hacia arriba; y de mi compañero, que era un hombre honesto, hice un ángel.
Es ese momento en que poseía a Dios, y con El sus riquezas infinitas, me apresuré a despojarme de todo ello diciendo: “Que por Él se haga tu voluntad y que Él la haga”.
Casto es aquel que controla no sólo su carne, sino también los afectos y los pensamientos.
Yo tenía que ser la Casta para anular a la Impúdica de la carne, del corazón y de la mente.
Me mantuve comedida sin decir ni siquiera de mi Hijo, que en la tierra era sólo mío, como en el Cielo era solamente de Dios: “Es mío y para mí lo quiero”.
Y a pesar de todo no era suficiente para que la mujer pudiera poseer la paz que Eva había perdido.
Esa paz os la procuré al pie de la Cruz, viendo morir a Aquel que tú has visto nacer.
Y, cuando me sentí arrancar las entrañas ante el grito de mi Hijo, quedé vacía de toda feminidad de connotación humana: ya no carne sino ángel.
María, la Virgen desposada con el Espíritu, murió en ese momento; quedó la Madre de la Gracia, la que os generó la Gracia desde su tormento y os la dio.
La hembra, a la que había vuelto a consagrar mujer la noche de Navidad, a los pies de la Cruz conquistó los medios para venir a ser criatura del Cielo.
Esto hice yo por vosotras, negándome toda satisfacción, incluso las satisfacciones santas.
De vosotras, reducidas por Eva a hembras no superiores a las compañeras de los animales, he hecho — basta con que lo queráis — las santas de Dios.
Por vosotras subí, y, como a José, os elevé.
La roca del Calvario es mi Monte de los Olivos. Ése fue mi impulso para llevar al Cielo, santificada de nuevo, el alma de la mujer,
junto con mi carne, glorificada por haber llevado al Verbo de Dios
y anulado en mí hasta el último vestigio de Eva, la última raíz de aquel árbol de las cuatro ramas venenosas, aquel árbol que tenía hincada su raíz en el sentido,
y que había arrastrado a la caída a la Humanidad.
Y que hasta el final de los siglos y hasta la última mujer os morderá las entrañas.
Desde allí, donde ahora resplandezco envuelta en el rayo del Amor, os llamo y os indico cuál es la Medicina para venceros a vosotras mismas:
La Gracia de mi Señor y la Sangre de mi Hijo.
Y tú, voz mía, haz descansar a tu alma con la luz de esta alborada de Jesús para tener fuerza en las futuras crucifixiones que no te van a ser evitadas, porque te queremos aquí,
Y aquí se viene a través del dolor;
Porque te queremos aquí, y más alto se viene cuanto mayor ha sido la pena sobrellevada para obtener Gracia para el mundo.
Ve en paz. Yo estoy contigo .
23 LA CIRCUNCISIÓN
23 CONOCER A DIOS, ES EMPEZAR A AMARLO
La circuncisión de Juan el Bautista.
María es Fuente de Gracia para quien acoge la Luz.
Hay ambiente de fiesta en la casa. Es el día de la circuncisión.
María se ha preocupado de que todo esté lindo y en orden. Las habitaciones resplandecen de luz. Lucen por todas partes los más bellos paños, los más bellos atavíos.
Hay mucha gente.
María se mueve ágil entre los grupos, toda hermosa con su más bonito vestido blanco.
Isabel, reverenciada como una matrona, goza feliz su fiesta. El niño está en su regazo, saciado ya de leche. Llega la hora de la circuncisión.
Unos hombres dicen:
– Zacarías le llamaremos.
Tú eres anciano. Justo sería ponerle tu nombre al niño.
La madre exclama:
– ¡De ninguna manera!
Su nombre es Juan. Su nombre debe dar testimonio de la potencia de Dios.
– ¿Pero se puede saber cuándo ha habido un Juan en nuestra parentela?.
– No importa.
Tiene que llamarse Juan.
– ¿Tú qué dices, Zacarías?
¿Quieres tu nombre, no es verdad?.
Zacarías dice que no, con gestos. Coge una tablilla y escribe: «Su nombre es Juan».
Y nada más terminar de escribir, añade, ya su liberada lengua:
– Porque Dios nos ha hecho objeto de una gran gracia, a mí, su padre y a su madre.
Como también a este nuevo siervo suyo, el cual consumirá su vida en aras de la gloria del Señor y será llamado grande por los siglos y ante los ojos de Dios,
porque pasará convirtiendo a los corazones al Señor altísimo. Lo dijo el ángel y yo no lo creí.
Mas ahora creo y entra la Luz en mí. La Luz está entre nosotros y vosotros no la veis. Su destino es el de no ser vista, pues el espíritu de los hombres está lleno de estorbos, y además es perezoso.
Pero mi hijo sí que la verá y hablará de Ella y hará que a Ella se vuelvan los corazones de los justos de Israel. ¡Bienaventurados los que crean en Ella y crean siempre en la Palabra del Señor!
Y bendito seas Tú, Señor eterno, Dios de Israel, porque has visitado y redimido a tu pueblo, suscitando en él un poderoso Salvador en la casa de su siervo David.
Como prometiste por boca de los santos Profetas, ya desde los tiempos antiguos: librarnos de nuestros enemigos y de las manos de los que nos odian,
para ejercitar tu misericordia hacia nuestros padres y mostrar que te acuerdas de tu santa alianza.
Este es el juramento que hiciste a Abraham, nuestro padre: concedernos que, sin temor, de las manos de nuestros enemigos libres, te sirviéramos con santidad y justicia en presencia tuya toda la vida
Los presentes se quedan estupefactos, tanto del nombre como del milagro, como de las palabras de Zacarías. Isabel, que al oír la primera palabra de Zacarías ha gritado de alegría,.
ahora está llorando abrazada a María, que la acaricia contenta.
No veo la circuncisión. Veo sólo que traen a Juan y que chilla desesperado. No le calma ni siquiera la leche de su mamá. Tira patadas como un potrillo.
Pero María le toma en sus brazos y le acuna, y él se calla y se queda tranquilo.
Sara dice:
– ¡Fijáos!
¡Sólo se calla cuando le toma en brazos ella!.
La gente se va marchando lentamente. En la habitación se quedan únicamente María, con el pequeñín en sus brazos, e Isabel, dichosa.
Entra Zacarías y cierra la puerta. Mira a María con lágrimas en los ojos. Hace ademán de hablar. Guarda silencio.
Continúa adelante. Se arrodilla ante María,
y le dice:
– Bendice al mísero siervo del Señor.
Bendícelo. Tú puedes hacerlo, tú que lo llevas en tu seno. La palabra de Dios me ha hablado cuando he reconocido mi error, cuando he creído en todo cuanto me había sido dicho.
Yo te veo a ti y veo tu destino feliz. Adoro en ti al Dios de Jacob. Tú, mi primer Templo, donde el sacerdote, regresado, puede de nuevo orar al Eterno.
Bendita tú, que has obtenido gracia para el mundo y le traes el Salvador.
Perdona a tu siervo si no ha visto antes tu majestad. Con tu venida nos has traído todas las gracias. En efecto, doquiera que vas, ¡Oh Llena de Gracia!, Dios obra sus prodigios;
santas son las paredes en que tú entras, santos se hacen los oídos que oyen tu voz y la carne que tú tocas, santos los corazones, porque tú confieres Gracia, Madre del Altísimo,
Virgen profetizada y esperada para darle al pueblo de Dios el Salvador.
María sonríe, encendida de humildad,
Y habla:
– Gloria al Señor, a Él sólo. De Él y no de mí viene toda gracia.
Y Él te la dona para que lo ames y sirvas con perfección en los años que te quedan, para merecer su Reino, que será abierto por mi Hijo a los Patriarcas, a los Profetas, a los justos del Señor.
Y tú, ahora que puedes orar ante el Santo, ora por la sierva del Altísimo; que, si ser Madre del Hijo de Dios es destino dichoso, ser Madre del Redentor debe ser destino de atroz sufrimiento.
Ora por mí, que hora a hora siento crecer mi peso de dolor, y durante toda una vida tendré que llevarlo; no lo veo en sus detalles particulares, pero sí siento que será un peso mayor
que si sobre estos hombros míos de mujer se posase el mundo y tuviera que ofrecérsele al Cielo. ¡Yo, yo sola, una pobre mujer! ¡Mi Niño! ¡El Hijo mío!
El tuyo no llora si yo le acuno; pero, ¿voy a poder acunar yo al mío para calmarle el dolor?…
Ora por mí, sacerdote de Dios. Mi corazón tiembla como una flor en medio de un temporal.
Miro a los hombres y los amo, pero detrás de sus rostros veo aparecer al Enemigo, y veo cómo los hace enemigos de Dios, de Jesús, de mi Hijo…
Y la visión cesa con la palidez de María y esas lágrimas suyas que hacen luciente su mirada.
Dice María:
A quien reconoce su error arrepintiéndose y acusándose con humildad y corazón sincero, Dios lo perdona; no sólo lo perdona, sino que lo recompensa.
¡Oh, qué bueno es mi Señor con los humildes y sinceros, con los que creen en Él y en Él se abandonan!
Arrojad de vuestro espíritu todo lo que lo traba y lo hace perezoso. Disponedlo para que acoja la Luz, que es, cual faro en las tinieblas, guía y santo conforto.
¡Amistad con Dios, beatitud de sus fieles, riqueza no igualada por nada, quien te posee nunca está solo ni siente la amargura de la desesperación!
No anulas el dolor, santa amistad, porque el dolor fue destino de un Dios encarnado y puede ser destino del hombre;
eso sí, lo haces dulce en su amargura, y añades una luz y una caricia que, cuales celestes toques, alivian la cruz.
Y, cuando la Bondad divina os dé una gracia, usad el bien recibido para dar gloria a Dios.
No seáis como esos insensatos que de un objeto bueno se hacen un arma dañosa, o como los derrochadores que de la abundancia acaban haciendo miseria.
Me causáis demasiado dolor, hijos tras cuyos rostros veo aparecer al Enemigo, a aquel que arremete contra mi Jesús. ¡Demasiado dolor!
Yo quisiera ser para todos el Manantial de la Gracia, pero hay demasiados entre vosotros que no quieren la Gracia. Pedís “gracias”, pero con el alma privada de Gracia.
¿Cómo podrá la Gracia socorreros si sois enemigos suyos? El gran misterio del Viernes Santo se aproxima.
Todo en los templos lo recuerda y lo celebra. Pero es necesario que lo celebréis y lo recordéis en vuestros corazones, y que os deis golpes de pecho, como los que bajaban del Gólgota,
y que digáis: “Este es realmente el Hijo de Dios, el Salvador”, y que digáis: ‘Jesús, por tu Nombre, sálvanos”, y que digáis: “Padre, perdónanos”, y, en fin, es necesario decir:
“Señor, yo no soy digno; pero, si Tú me perdonas y vienes a mí, mi alma quedará curada. Yo no quiero, no, no quiero pecar ya más, para no volver a enfermarme y para no ser de nuevo detestado por ti”.
Orad, hijos, con las palabras de mi Hijo. Decidle al Padre por vuestros enemigos: “Padre, perdónalos”. Invocad al Padre, que se ha apartado indignado por vuestros errores:
“Padre, Padre, ¿Por qué me has abandonado? Yo soy pecador, pero, si me abandonas, moriré. Vuelve, Padre santo, que yo me salve”.
Poned vuestro eterno bien, vuestro espíritu, en manos del Único que lo puede conservar ileso del demonio: “Padre, en tus manos dejo mi espíritu”.
Si humilde y amorosamente cedéis vuestro espíritu a Dios, El ciertamente le guiará como hace un padre con su pequeñuelo; no permitirá que nada dañe vuestro espíritu.
Jesús, en sus agonías, oró para enseñaros a orar.
Os lo recuerdo en estos días de Pasión. Y tú, María, (se dirige la Virgen a María Valtorta) tú que ves mi gozo de Madre y te extasías con ello,
piensa y recuerda que he poseído a Dios a través de un dolor progresivamente más intenso, que bajó a mí con la Semilla de Dios
y, cual árbol gigante, fue creciendo hasta tocar el Cielo con su copa y el Infierno con sus raíces,
cuando recibí en mi regazo el despojo exánime de la Carne de mi carne,
y vi y conté sus laceraciones, y toqué su Corazón desgarrado, para apurar aquél hasta su última gota.
77 EL SEGUNDO MANDAMIENTO
77 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Jesús no está. Hay un gran desconcierto entre los discípulos. Su agitación es tanta, que parecen un enjambre provocado.
Hablan, miran fuera nerviosamente, hacia todas partes…
Finalmente toman una decisión respecto a lo que los tiene agitados.
Pedro ordena a Juan:
– Vete a buscar al Maestro. Está en el bosque junto al río. Dile que venga pronto para que diga lo que debemos hacer.
Juan va a la carrera.
Judas de Keriot, dice:
– No entiendo por qué tanta confusión y tanta descortesía.
Yo habría ido y lo habría recibido con todos los honores. Es un honor suyo y también para nosotros. Así pues…
Pedro advierte.
– Yo no sé nada.
Él será diferente a su pariente… pero a quién está con hienas se le pega el olor y el instinto.
Por lo demás, tú querrías que se fuese aquella mujer… ¡Pero ten cuidado! El Maestro no quiere y yo la tengo bajo mi protección.
Si la tocas… ¡Yo no soy el Maestro! Te lo digo para tu conducta futura.
Judas dice con ironía:
– ¡Hummm! ¿Quién es pues? ¿Tal vez la bella Herodías?
– ¡No te hagas el gracioso!
– Si me hago el gracioso es por tí.
Has creado en torno a ella una guardia real, como si se tratara de una reina…
– El Maestro me dijo: ‘Procura que no se le perturbe y respétala’ Y eso es lo que hago.
Tomás pregunta:
– ¿Pero quién es? ¿Lo sabes?
Pedro dice:
– Yo no.
Varios insisten:
– ¡Ea! ¡Dilo! ¡Tú lo sabes!
– Os juro que no sé nada. El Maestro lo sabe. Pero yo no.
– Hay que preguntárselo a Juan. A él le dice todo.
Judas pregunta:
– ¿Por qué? ¿Qué cosa especial tiene Juan? ¿Es acaso un dios tu hermano?
Santiago de Zebedeo responde:
– No, Judas. Es el más bueno de nosotros.
Santiago de Alfeo dice:
– Por mí ni me preocupo.
Ayer mi hermano la vio cuando salía del río con el pescado que le había dado Andrés y se lo preguntó a Jesús.
Él respondió: ‘Tadeo. No tiene cara. Es un espíritu que busca a Dios. Para Mí no se trata de otra cosa y así quiero que sea para todos.’
Y lo dijo en tal forma: ‘Quiero’ que os aconsejo de no insistir.
Judas de Keriot dice:
– Yo voy a donde está ella.
Pedro se enciende como un gallo de pelea y replica:
– ¡Haz la prueba! Si eres capaz…
– ¿La harás de espía para acusarme con Jesús?
– Dejo ese encargo a los del Templo.
Nosotros los del lago ganamos el pan con el trabajo y no con la delación. No tengas miedo de que Simón de Jonás la haga de espía.
Pero no me provoques y no te atrevas a desobedecer al Maestro, porque yo soy…
– ¿Y quién eres tú? ¡Un pobre hombre como yo!
– Sí, señor. al revés.
Más pobre, más ignorante, más vulgar que tú. Y no me avergüenzo. Me avergonzaría si fuese igual a ti en el corazón.
El Maestro me confió este encargo y yo lo hago.
– ¿Igual a mí en el corazón? Y…
¿Qué cosa hay en mi corazón que te causa asco? ¡Habla! ¡Acusa! ¡Ofende!…
Bartolomé interviene:
– ¡Judas! ¡Cállate! Respeta las canas de Pedro.
– Respeto a todos. Pero quiero saber qué cosa hay en mí…
Pedro estalla:
– Al punto eres servido.
Déjame hablar… hay tanta soberbia que con ella se puede llenar esta cocina. Hay falsedad y hay lujuria.
Judas casi se ahoga:
– ¿Yo falso?…
Todos se interponen y Judas debe callar.
Simón, con calma dice a Pedro:
– Perdona amigo, si te digo una cosa.
Él tiene defectos, pero tú también los tienes. Y uno de ellos es el de no compadecer a los jóvenes. ¿Por qué no tomas en cuenta la edad? ¿El nacimiento y… tantas otras cosas?
Mira. Tú obras por amor a Jesús. Pero, ¿No has notado que estas disputas le causan hastío? A él no le digo nada. –señala a Judas- pero a ti, sí.
Porque eres un hombre maduro y muy sincero, te hago esta súplica:
¡Él tiene tantas penas por sus enemigos y dárselas también nosotros! Hay tantas guerras a su alrededor. ¿Por qué provocar otra en su nido?
Tadeo confirma:
– Es verdad. Jesús está triste y ha adelgazado.
En las noches oigo que da vueltas en su cama y suspira. Hace algunos días, me levanté y ví que lloraba, orando.
Le pregunté: ‘¿Qué te pasa?’ Él me abrazó y me dijo: ‘Quiéreme mucho. ¡Qué fatigoso es ser ‘Redentor’!
Felipe agrega:
– También yo me di cuenta de que había llorado en el bosque junto al río.
Y a mi mirada interrogante respondió: ‘¿Sabes qué diferencia hay entre el Cielo y la Tierra, además de no ver a Dios?
Es la falta de amor entre los hombres. Me estrangula como una soga.
He venido a darles granos a los pajaritos, para que me amen los seres que se aman.’
Escuchar todo esto, resquebraja por un momento el gran egoísmo de Judas.
Siente una oleada de amor por su Maestro y el conocer su sufrimiento, se le clava como un puñal en su corazón.
Y se deja caer, llorando como un niño.
Y en ese preciso momento, entra Jesús con Juan:
– Pero, ¿Qué sucede? ¿Por qué ese llanto?
Pedro responde:
– Por mi culpa, Maestro. Cometí un error. Regañé a Judas muy duramente.
Judas replica entre sollozos:
– No… yo… yo… el culpable soy yo.
Yo soy el que te causa dolor. No soy bueno… Perturbo… Pero, ¡Ayúdame a ser bueno! Porque tengo algo aquí en el corazón…
Algo que no comprendo… que me obliga a hacer cosas que no quiero hacer. Es más fuerte que yo.
Y te causo dolor a Ti, Maestro; al que debería dar gozo. Créelo; no es falsedad.
Jesús dice:
– Sí, Judas. No lo dudo.
Viniste a Mí, con sinceridad de corazón; con verdadero entusiasmo. Pero eres joven…
Nadie. Ni siquiera tú mismo te conoces como Yo te conozco. ¡Ea! ¡Levántate y ven aquí!
Luego hablaremos los dos solos. Mientras tanto, hablemos de aquello por lo que me mandasteis llamar.
¿Qué hay de malo en que venga Mannaém?
¿No puede un hermano de leche de Herodes, tener sed del Dios Verdadero?
¿Tenéis miedo por Mí? Tened fe en mi palabra. Este hombre ha venido con fines honestos.
Pedro:
– ¿Entonces por qué no se dio a conocer?
Jesús:
– Precisamente porque viene como un ‘alma’; no como hermano de Herodes.
Se ha envuelto en el silencio, porque piensa que ante la Palabra de Dios, no existe el parentesco con un rey. Respetaremos su silencio.
Andrés:
– Pero si por el contrario… ¿Él lo envió?
– ¿Quién?… ¿Herodes?… No. No tengáis miedo.
Tadeo:
– ¿Quién lo manda entonces?
Santiago:
– ¿Cómo se ha informado de Ti?
– Es discípulo de mi primo Juan.
Id y sed con él corteses; como con los demás. Id. Yo me quedo con Judas.
Los discípulos se van.
Jesús mira a Judas, que está todavía lloroso y le pregunta:
– ¿Y? ¿No tienes nada que decirme?
Yo sé todo lo tuyo. Pero quiero saberlo por ti. ¿Por qué ese llanto? Y sobre todo, ¿Por qué ese desequilibrio, que te tiene siempre tan descontento?
– ¡Oh, sí Maestro! Lo dijiste.
Soy celoso por naturaleza. Tú sabes que así es… Y sufro al ver que… Al ver tantas cosas.
Esto me saca de quicio, porque soy injusto. Y me hago malo, aun cuando no quisiera. No…
– ¡Pero no llores de nuevo!
¿De qué estas celoso? Acostúmbrate a hablar con tu verdadera alma. Hablas mucho. Hasta demasiado…
Pero, ¿Con quién? Con el instinto y con tu mente. Tomas un fatigoso y continuo trabajo, para decir lo que quieres decir: hablo por ti. De tu ‘yo’.
Porque cuando tienes que hablar de otros y a otros, no te pones cortapisas, ni límites. Y lo mismo haces con tu carne.
Ella es un caballo bronco. Pareces un jinete a quien el jefe de las carreras, le hubiese dado dos caballos locos para hacer el paso de la muerte…
Uno es el sentido. Y el otro… ¿Quieres saber cuál es el otro? ¿Sí?…
Judas asiente con la cabeza.
Jesús continúa:
– Es el error que no quieres domar.
Tú… Jinete capaz pero imprudente. Te fías de tu capacidad y crees que basta.
Quieres llegar primero… no pierdes tiempo ni siquiera para cambiar de caballo.
Antes bien, los espoleas y pinchas. Quieres ser el ‘vencedor’… quieres aplauso.
¿Acaso no sabes que la victoria es segura cuando se conquista con constante, paciente y prudente trabajo?…
Habla con tu alma. De allí es de donde quiero que salga tu confesión. O, ¿Debo decirte lo que hay dentro?
Cuando se tiene una posesión demoníaca perfecta, Satanás es el Huésped dentro de nuestro corazón y la tragedia más grande de Jesús, es que Él ve con Quién está dialogando y lo tiene que mantener dentro de su círculo íntimo a pesar de ser su más grande Adversario…
Una sombra cruza por la mirada de Judas antes de responder:
– Veo que también Tú no eres justo. Y no eres firme y esto me hace sufrir.
– ¿Por qué me acusas? ¿En qué he faltado a tus ojos?
– Cuando quise llevarte con mis amigos, no te gustó.
Y dijiste: ‘Prefiero estar entre los humildes.’ Luego Simón y Lázaro te dijeron que era bueno que te pusieras bajo la protección de un poderoso y aceptaste.
Tú das preferencia a Pedro, a Simón, a Juan. Tú…
– ¿Qué otra cosa?
– Nada más, Jesús.
– Nubecillas… pompas de espuma.
Me das compasión porque eres un desgraciado que te torturas, pudiendo alegrarte.
¿Puedes decir que este lugar es de lujo? ¿Puedes decir que no hubo una razón poderosa que me obligó a aceptarlo?…
¿Si Sión no me hubiera arrojado, estaría refugiado en un lugar de asilo?
– No.
– ¿Entonces cómo puedes decir que no te trato como a los demás?
¿Puedes decir que he sido duro contigo cuando has faltado? Tú no fuiste sincero… las vides… ¿Qué nombre tenían esas vides?…
No fuiste complaciente con quién sufría y se redimía. Ni siquiera fuiste respetuoso conmigo. Y los otros lo vieron.
Y con todo; una sola voz se levanta incansable en tu defensa: la mía. Los demás tendrían el derecho de estar celosos.
Porque si ha Habido uno que fuera preferido y protegido, eres tú.
Judas, avergonzado y conmovido, llora.
– Me voy.
Es la hora en que soy de todos. Tú quédate y reflexiona…
– Perdóname, Maestro.
No podré tener paz, si no tengo tu perdón. No estés triste por mi causa. Soy un muchacho malvado… Amo y atormento…
Así sucedía con mi madre. Así es ahora contigo. Y así será con mi esposa, si algún día me caso… creo que sería mejor que me muriese.
– Sería mejor que te enmendases.
Estás perdonado. ¡Hasta luego!
Jesús sale.
Afuera está Pedro, que le dice:
– Ven, Maestro. Ya es tarde.
Hay mucha gente. Dentro de poco se pondrá el sol. Y no has comido. Ese muchacho es causa de todo.
– ‘Ese muchacho’ Tiene necesidad de todos vosotros para no ser el causante de estas cosas.
Procura recordarlo, Pedro. Si fuese tu hijo, ¿Lo compadecerías?
– ¡Uhmmm! Sí y no.
Lo compadecería. Pero le enseñaría también algunas cosas. Aunque fuese adulto le enseñaría como a un jovencillo mal educado.
Bueno… si fuese mi hijo, no sería así…
– ¡Basta!
– Sí, ¡Basta, Señor mío!
Mira, allí está Mannaém. Es el que tiene el manto rojo muy oscuro, que parece casi negro.
Me dio esto para los pobres. Y me preguntó que si podía quedarse a dormir.
– ¿Qué respondiste?
– La verdad. ‘No hay más que para nosotros…’
Jesús no dice nada. Deja a Pedro y va a dónde está Juan y le dice algo en voz baja.
Luego, ya en su puesto, comienza a hablar:
– La paz esté con todos vosotros, y con ella descienda sobre vosotros luz y santidad.
Está escrito: “No profieras en vano mi Nombre”.
¿Cuándo se le toma en vano? ¿Sólo cuando se le blasfema? No. También cuando uno lo profiere sin ser digno de Dios.
¿Puede un hijo decir: `Amo y honro a mi padre”, si luego, a todo lo que el padre desea de él opone una acción contraria?
No es diciendo: “padre, padre” como se le ama. No es diciendo: “Dios, Dios”, como se ama al Señor.
‘En Israel, que – como he explicado anteayer – tiene tantos ídolos en el secreto de los corazones, existe también un hipócrita alabar a Dios, un alabar que no queda corroborado por las obras de quienes lo hacen.
Hay en Israel también una tendencia: la de descubrir muchos pecados en las cosas externas y no querer encontrarlos donde realmente existen, en las cosas internas.
Tiene también Israel una necia soberbia, un antihumano y antiespiritual hábito: el de estimar blasfemia el Nombre de nuestro Dios pronunciado por labios paganos,
llegando a prohibirles a los gentiles el acercarse al Dios verdadero porque se considera sacrilegio. Así ha sido hasta ahora; cese ya.
El Dios de Israel es el mismo Dios que ha creado a todos los hombres. ¿Por qué impedir que los seres creados sientan la atracción de su Creador?
¿Creéis que los paganos no sienten algo en el fondo dei corazón, una insatisfacción que grita, que se agita, que busca?; ¿A quién?, ¿A qué?: al Dios desconocido.
¿Y pensáis que si un pagano orienta su propio ser hacia el altar del Dios desconocido, hacia ese altar incorpóreo que es el alma en que siempre hay un recuerdo de su Creador, el alma que espera ser poseída por la gloria de Dios,
como lo fue el Tabernáculo erigido por Moisés según la orden recibida y que llora hasta no quedar poseída, pensáis que Dios rechaza su ofrecimiento como si de una profanación se tratase?
¿Y creéis que es pecado ese acto, suscitado por un honesto deseo del alma que, despertada por celestes llamadas, dice “voy” al Dios que le está diciendo “ven”?
¿Mientras que por el contrario sería santidad el corrompido culto de un Israel que ofrece al Templo lo que tras haber gozado le sobra,
y entra a la presencia de Dios y lo nombra, al Purísimo, con alma y cuerpo que no son sino toda una gusanera de culpas?
No. En verdad os digo que es en ese israelita, que con alma impura pronuncia en vano el Nombre de Dios, donde se da la perfección del sacrilegio.
Es pronunciarlo en vano cuando – y estúpidos no sois – cuando, por el estado de vuestra alma sabéis que lo pronunciáis inútilmente.
¡Oh, verdaderamente veo el rostro indignado de Dios, volviéndose hacia otra parte con disgusto, cuando un hipócrita lo llama, cuando lo nombra un impenitente!
Y siento terror de ello, Yo que no merezco ese enojo divino.
Leo en más de un corazón este pensamiento:
“Pero entonces, aparte de los niños, ninguno podrá invocar a Dios, dado que en todas partes en el hombre hay impureza y pecado”.
No. No digáis eso. Son los pecadores quienes deben invocar ese Nombre.
Deben invocarlo quienes se sienten estrangulados por Satanás y quieren liberarse del pecado y del Seductor.
Quieren. He aquí lo que transforma el sacrilegio en rito. Querer curarse.
Llamar al Poderoso para ser perdonados y para ser curados. Invocarlo para poner en fuga al Seductor.
Está escrito en el Génesis que la Serpiente tentó a Eva en el momento en que el Señor no paseaba por el Edén.
Si Dios hubiera estado en el Edén, Satanás no habría podido estar. Si Eva hubiera invocado a Dios, Satanás habría huido.
Tened siempre en el corazón este pensamiento. Y llamad con sinceridad al Señor. Ese Nombre es salvación. Muchos de vosotros quieren bajar a purificarse.
Purificaos primero el corazón, incesantemente, escribiendo en él, con el amor, la palabra “Dios”.
No con engañosas oraciones o con prácticas consuetudinarias, sino con el corazón, con el pensamiento, con los actos, con todo vosotros mismos, pronunciad ese Nombre: Dios.
Pronunciadlo para no estar solos, pronunciadlo para ser sostenidos, pronunciadlo para ser perdonados. Comprended el significado de la palabra del Dios del Sinaí:
“En vano” es cuando decir “Dios” no supone una transformación en bien; y entonces, es pecado.
“En vano” no es cuando, como el latido de sangre en el corazón, cada minuto de vuestro día, y toda acción vuestra honesta, toda necesidad, tentación, todo dolor os trae a los labios la filial palabra de amor:”¡Ven, Dios mío!”.
Entonces, en verdad, no pecáis nombrando el Nombre santo de Dios.
Marchad. La paz sea con vosotros.
No hay ningún enfermo.
Jesús permanece con los brazos cruzados apoyado contra la pared, bajo el techado en que ya descienden las sombras.
Cuando termina, no hay ningún enfermo. Jesús se queda con los brazos cruzados y mira a los que se van yendo, después de que los ha despedido y bendecido.
El hombre vestido de rojo oscuro, parece que no sabe qué hacer.
Jesús no lo pierde de vista, cuando lo ve que se dirige hacia su caballo, lo alcanza y le pregunta:
– ¡Oye! Espérame. Ya va anochecer. ¿Tienes dónde dormir? ¿Vienes de lejos? ¿Estás solo?
El hombre contesta titubeante:
– De muy lejos… Y me iré. No sé… si en el poblado encontraré… o hasta Jericó. Allí dejé la escolta en la que no confiaba.
Jesús le dice:
– No. Te ofrezco mi cama. Ya está lista. ¿Tienes que comer?
– No tengo nada. Creí que este lugar sería más hospitalario.
– No falta nada.
– Nada. Ni siquiera el odio contra Herodes. ¿Sabes quién soy?
– Los que me buscan tienen un solo nombre: ‘Hermanos, en el Nombre de Dios’. Ven. Juntos compartiremos el pan. Puedes llevar el caballo a aquel galerón. Yo dormiré allí y te lo cuidaré.
– No. Esto jamás. Yo dormiré ahí. Acepto el pan; pero no más. No pondré mi sucio cuerpo donde Tú pones el tuyo, que es santo.
– ¿Me crees santo?
– Sé que eres santo. Juan, Cusa, tus obras… tus palabras.
El palacio real es como una concha que conserva el rumor del mar. Yo iba a donde estaba Juan… Y luego lo perdí.
Él me dijo: ‘Uno que es más santo que yo, te recogerá y te elevará’ no podrías ser otro, sino Tú.
Vine en cuanto supe en dónde estabas.
Zelote regresa del río, después de bautizar y Jesús bendice a los últimos bautizados.
Luego le dice:
– Esta persona, es el peregrino que busca refugio en el Nombre de Dios. Y en el Nombre de Dios lo saludamos como amigo.
Simón se inclina y el hombre también.
Entran en el galerón y Mannaém amarra el hermosísimo caballo blanco, con gualdrapas de color rojo que penden de la silla, adornadas con plata, en el pesebre.
Juan acude con hierba y un cubo con agua.
Acude Pedro también, con una lámpara de aceite, porque ya está oscuro.
Mannaém dice:
– Aquí estaré muy bien. Dios os lo pague.
Jesús le pone la mano en el hombro y le dice:
– Ven amigo mío. Vamos a compartir el pan…
Luego entran todos en la cocina, donde arde una tea y se reúnen para cenar…
67 EL REDENTOR
67 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Están todos en la margen oriental del Jordán, a la altura del vado donde un tiempo bautizaba el Bautista.
Juan dice a Jesús:
– ¡Qué extraño que el Bautista no esté aquí!
Santiago su hermano, observa:
– Y tampoco está en la otra ribera.
Pedro comenta:
– Le habrán echado el guante de nuevo esperando otra bolsa. ¡Son gentuza esos tipos de Herodes!
Jesús dice:
– Vamos a pasar allí y preguntamos.
Así lo hacen.
Y preguntan a un barquero de la otra ribera:
– ¿Ya no bautiza aquí el Bautista?
El hombre responde:
– No. Está en los confines de Samaria.
¡Tan bajo hemos caído! Que un santo tiene que pasar a campo samaritano para salvarse de los ciudadanos de Israel.
– ¿Y por qué os asombráis si Dios nos abandona?
– Yo sólo me asombro de una cosa: ¡Que no haga de toda Palestina otra Sodoma y Gomorra!…
Jesús dice:
– No lo hace por los justos que hay en ella, por los que sin ser todavía del todo justos, sienten sed de justicia y siguen las doctrinas de quienes predican santidad.
– Dos, entonces: el Bautista y el Mesías.
Al primero lo conozco porque yo también le he servido aquí en el Jordán, pasándolo en la barca a algún fiel sin pedir nada, porque él dice que debemos contentarnos con lo justo.
Me parecía justo conformarme con la ganancia por otros servicios. Y me parecía que era injusto el pedir paga por llevar a un alma hacia la purificación.
Me han tomado por loco los amigos, pero en fin… Si yo estoy contento de lo poco que tengo, ¿Quién puede quejarse?
Por lo demás, veo que aún no me he muerto de hambre, y espero que cuando muera me sonría Abraham.
Jesús pregunta:
– Así es, hombre. ¿Quién eres?
– ¡Oh!, tengo un nombre muy grande y me río de ello, porque sólo tengo sabiduría para el remo. Me llamo Salomón.
– Tienes la sabiduría de juzgar que quien coopera con una purificación no debe corromperla con el dinero.
Yo te digo: No sólo Abraham, sino el Dios de Abraham te sonreirá cuando mueras, como a hijo fiel.
– ¡Oh, Dios! ¿Lo dices de verdad? ¿Quién eres?
– Soy un justo.
– Te he dicho que hay dos justos en Israel: uno es el Bautista; el otro, el Mesías. ¿Eres Tú el Mesías?
– Soy Yo.
– ¡Oh, eterna misericordia!
Pero… un día oí a unos fariseos que decían… Bueno, dejémoslo… No quiero ensuciarme la boca. Tú no eres eso que decían de Tí.
¡Lenguas más bífidas que las de las víboras!…
– Soy Yo y te digo: No estás muy lejos de la Luz. Adiós, Salomón, la paz sea contigo.
El hombre está asombrado por la revelación
– ¿A dónde vas, Señor? – y ha asumido un tono completamente distinto.
Antes era un bonachón que hablaba, ahora es un fiel que adora.
– A Jerusalén, por Jericó. Voy a los Tabernáculos.
– ¿A Jerusalén? Pero… ¿También Tú?
– Soy hijo de la Ley Yo también. No anulo la Ley. Os doy luz y fuerza para seguirla con perfección.
– ¡Pero Jerusalén ya te odia!
Quiero decir, los grandes, los fariseos de Jerusalén. Te he dicho que he oído…
– Déjalos. Ellos hacen su deber, lo que creen que es su deber. Yo hago el mío. En verdad te digo que hasta que no sea la hora no podrán nada.
Los discípulos y el barquero preguntan:
– ¿Qué hora, Señor?
Jesús responde:
– La del triunfo de las Tinieblas.
– ¿Vas a vivir hasta el fin del mundo?
– No. Habrá una tiniebla más atroz que la de los astros apagados y que la de nuestro planeta, muerto con todos sus hombres.
Será cuando los hombres sofoquen la Luz que Yo soy. En muchos el delito ya se ha producido. Adiós, Salomón.
– Te sigo, Maestro.
– No. Ven dentro de tres días al Bel Nidrás. La paz a ti.
Jesús se pone en camino.
Seguido por sus discípulos, que van muy pensativos.
Jesús les dice:
– ¿Qué pensáis? No temáis ni por Mí ni por vosotros.
Hemos pasado por la Decápolis y la Perea y por todas partes hemos visto agricultores trabajando en los campos.
En unos lugares, la tierra estaba todavía cubierta por rastrojos y malas hierbas; árida, dura, ocupada por plantas parásitas que los vientos estivos habían llevado y sembrado arrebatando sus semillas a las desolaciones desérticas:
eran las tierras de los perezosos y vividores.
En otros lugares la tierra había sido ya abierta por la reja del arado, y limpiada, con el fuego y la mano, de piedras, espinos y malas hierbas.
Lo que antes era un mal, o sea, las plantas inútiles, he aquí que con la purificación del fuego y del tajo, se había transformado en bien: en abono, en sales útiles para la fecundación.
La tierra habrá llorado bajo el dolor de la hoja que la abría y hurgaba. Y bajo el mordisco del fuego que corría por sus heridas.
Mas reirá más hermosa en primavera diciendo:
“El hombre me torturó para proporcionarme esta opulenta mies que me embellece”. Y éstas eran las tierras de los voluntariosos.
En otros lugares, la tierra estaba ya esponjosa, limpia incluso de cenizas, un verdadero lecho nupcial para el desposorio de la gleba con la semilla y para el fecundo connubio que proporciona tanta gloria de espigas:
éstos eran los campos de aquellos cuya generosidad llegaba hasta la perfección de la operatividad.
Pues bien, igual sucede con los corazones. Yo soy la Reja de Arado y mi palabra es Fuego, para predisponer al triunfo eterno.
Hay quien, perezoso o vividor, aún no me busca, no me requiere, se satisface con su vicio, con las pasiones malvadas, que parecen frondas de hojas y de flores.
Y en realidad son zarzas y espinas que laceran a muerte el espíritu, lo atan y hacen de él haz para los fuegos de la Gehena.
Por ahora la Decápolis y Perea son así… y no sólo ellas. No se me piden milagros porque no se quiere el tajo de la palabra ni la quemazón del fuego.
Pero llegará su hora. En distinto lugar, hay quien acepta este tajo y esta quemazón, y piensa: “Es penoso, pero me purifica y me hará fecundo para el Bien”.
Éstos son los que, si bien no tienen el heroísmo de hacer, dejan que Yo haga. Es el primer paso en mi camino.
Hay, en fin, quienes ayudan con su diligente, diario, constante trabajo a mi trabajo; éstos no es que caminen, sino que vuelan por el camino de Dios;
éstos son los discípulos fieles: vosotros y los otros que están diseminados por Israel.
Mateo:
– Pero somos pocos… contra muchos.
Andrés:
– Somos humildes… contra los poderosos.
Tomás:
– ¿Cómo defenderte si quisieran hacerte algún daño?
Jesús responde:
– Amigos. Recordad el sueño de Jacob.
Él vio una multitud incalculable de ángeles que subían y bajaban por la escalera que le unía con el Cielo.
Una multitud; y no era más que una parte de las legiones angélicas…
Pues bien, ni todas las legiones que cantan “aleluya” a Dios en el Cielo, aunque bajaran y se pusieran en torno a Mí para defenderme, cuando llegue la hora podrían algo.
La justicia ha de cumplirse…
Pedro exclama:
– ¡Querrás decir la injusticia! Porque Tú eres santo y si te hacen algún daño, si te odian, son unos injustos.
– Por eso digo que en algunos el delito se ha cumplido ya.
Quien da vida en su corazón a pensamientos de homicidio es ya un homicida; si de hurto, es ya un ladrón; si de adulterio, es ya un adúltero; si traición, es ya un traidor.
El Padre sabe las cosas, y Yo también, pero Él me deja ir, y Yo voy; para esto he venido.
Mas el grano madurará y será sembrado dos veces antes de que el Pan y el Vino sean dados en alimento a los hombres.
– ¿Se hará un banquete de júbilo y de paz, entonces?
– ¿De paz? Sí. ¿De júbilo? También. Pero…
¡Oh…, Pedro, oh…, amigos, cuántas lágrimas habrá entre el primero y el segundo cáliz!
Sólo después de beber la última gota del tercer cáliz, el júbilo será grande entre los justos, y segura la paz para los hombres de recta voluntad.
– Tú estarás presente… ¿No es verdad?
– ¿Yo?… ¿Acaso falta alguna vez al rito el cabeza de familia? ¿Y no soy Yo la Cabeza de la gran familia del Cristo?

Dijo que Vendría: VINO. Dijo que Moriría: MURIÓ. Dijo que Resucitaría: RESUCITÓ. Dijo que Regresaría: REGRESARÁ.
Simón Zelote, que ha estado siempre callado, dice, como hablando consigo mismo:
– ¿Quién es Este que viene con las vestiduras teñidas de rojo?
Está hermoso con su vestido y camina en la grandeza de su fuerza”. “Soy Yo quien habla con justicia y protege salvíficamente.”
“¿Por qué, entonces, tus vestidos están teñidos de rojo y tus vestiduras están como las de quien prensa la uva?” “Yo solo, por mí mismo, he prensado la uva.
Ha llegado el año de mi Redención”.
Jesús observa:
– Tú has comprendido, Simón.
– He comprendido, mi Señor.
Los dos se miran; los demás los miran asombrados.
Y entre sí se preguntan:
– ¿Pero habla de las vestiduras rojas que lleva Jesús ahora, o de la púrpura de rey con que se adornará cuando llegue la hora?
Jesús se abstrae. Parece como si no oyese nada más.
Pedro toma aparte a Simón y le pide:
– Tú que eres sabio y humilde, explica a mi ignorancia tus palabras.
– Sí, hermano. Su nombre es Redentor.
Los cálices del banquete de paz y júbilo entre el hombre y Dios, y Tierra y Cielo, los llenará Él, por sí mismo, de su Vino, prensándose a sí mismo en el sufrimiento por amor de todos nosotros.
Por eso estará presente, a pesar de que las potestades de las Tinieblas, entonces, hayan sofocado aparentemente la Luz, que es Él.
¡Oh, hay que amar mucho a este Cristo nuestro porque mucho será rechazado!
Hagamos que en la hora del abandono no nos pueda llegar y reprender el lamento davídico: “Una jauría de perros (y entre ellos también nosotros) se ha puesto alrededor de mí”.
– ¿Tú crees?… Pero si nosotros lo defenderemos aun a costa de morir con Él.
– Nosotros lo defenderemos… Pero somos hombres, Pedro,
y nuestra audacia se fundirá aun antes de que le descoyunten a Él los huesos… Sí, nosotros haremos como el agua helada del cielo: un rayo la licúa en lluvia; luego el viento, en el suelo, vuelve a convertirla en hielo.
¡Así nosotros, así nosotros! Nuestra presente audacia de ser discípulos suyos – porque su amor y su cercanía nos condensan en viril intrepidez – se disolverá bajo la acción del rayo agresor de Satanás y de los satanizados.
Y de nosotros ¿Qué quedará entonces? Pero luego, tras la infame y necesaria prueba, la fe y el amor nos harán de nuevo compactos y seremos como un cristal que no teme incisión alguna.
Eso sí, sabremos y podremos esto si lo amamos mucho mientras lo tenemos con nosotros.
Entonces… sí, creo que entonces no seremos, por su palabra, ni enemigos ni traidores.
– Tú eres sabio, Simón. Yo… soy un iletrado.
Me avergüenzo de preguntarle a Él tantas cosas, y me duele cuando siento que son cosas de lágrimas… Mira su rostro: parece como si lo estuviera lavando un llanto secreto.
Observa sus ojos: no miran ni al cielo ni al suelo; están abiertos a un mundo para nosotros desconocido. Y ¡qué cansado y combado es su caminar!
Su actitud pensativa le hace parecer más viejo. ¡Oh, no puedo verlo así!
¡Maestro, Maestro, sonríe; no puedo verte tan lleno de amargura!
¡Te quiero como a un hijo! ¡Te daría pecho mi como almohada, para que durmieras y soñaras otros mundos!… ¡Oh, perdona si te he dicho “hijo”! Es que te quiero, Jesús.
– Soy el Hijo… ese nombre es mi Nombre.
Pero ya no estoy triste. ¿Lo ves? Sonrío porque vosotros sois amigos míos. Ved allí, al fondo, Jericó, toda roja con el ocaso.
Que dos de vosotros vayan a buscar alojamiento. Yo y los demás iremos a esperaros al lado de la sinagoga. Id.
Y todo termina mientras Juan y Judas Tadeo se ponen en camino en busca de una casa hospitalaria.
52.- EN LA ESCUELA DEL SUFRIMIENTO I

PRINCIPIO DEL DESASTRE
Mientras tanto en Roma, los cristianos advertidos por el Espíritu Santo; algunos abandonaron la ciudad y se fueron a la Puerta del Cielo o a otros lugares más lejanos, donde tenían parientes.
Otros, también siguiendo las instrucciones del Divino Espíritu, solo cambiaron de barrio o se refugiaron en casas de otros cristianos.
En la Puerta del Cielo, ante millares de cristianos reunidos, se oyó fuerte y clara, la voz apacible e inconfundible:
– ¡Qué la Paz sea con todos vosotros!
Es el apóstol Pedro que extendiendo sus manos dice tranquilamente:
– ¿Por qué perturba el temor vuestros corazones? ¿Quién de vosotros podría decir lo que va a suceder, antes de que llegue la hora? Si el castigo de Babilonia es el fuego de su Indignación Santa que ha permitido que esto sucediera, NO debéis olvidar que su Misericordia se extenderá a todos los que han sido purificados con el Bautismo y vosotros, cuyos pecados han sido redimidos con la Sangre del Cordero moriréis con su Nombre Santísimo en vuestros labios.
Creo que es necesario que Pablo os recuerde, una lección que ya habéis escuchado antes de vuestro Bautismo, cuando fuisteis catecúmenos.
Pedro se hace a un lado y la voz de Pablo resuena fuerte como una campana en aquel lugar.
Cada corazón bebe ansioso sus palabras:
“Nos gloríamos hasta en las tribulaciones, sabedores de que la tribulación produce paciencia. La paciencia, una virtud probada: la esperanza. Y la esperanza no quedará confundida pues el Amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones, por virtud del Espíritu Santo que nos ha sido dado. Porque si somos hijos, también somos herederos. Herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con Él, para ser también con Él glorificados.”
EL SUFRIMIENTO ES LA PARTE ESENCIAL DEL DOLOR.
El padecimiento toca al cuerpo y el sufrimiento toca el alma. Los dos constituyen la esencia de la Cruz, preparan al alma para la contemplación y son apoyos indispensables para la Oración.
Porque sin sufrimiento no existe la vida espiritual ni se puede llegar a la perfección. Pues la regeneración del alma es dolorosa.
El sufrimiento es medio no solo útil, sino necesario para la purificación, la transformación y divinización del alma. El que se niega a purificarse en su camino por la Tierra y NO aprende a amar de verdad, deberá hacerlo de una manera mucho más tremenda en el Purgatorio, donde la ausencia de Dios es el más terrible de los tormentos.
En nuestra jornada terrenal, Jesús dosifica el sufrimiento y nos ayuda a soportarlo, con su Amor.
Él nos imprime su Semejanza de tal forma que se llega a amar el sufrimiento y lo pedimos como una Gracia.
El alma que ama desea sufrir y el sufrimiento aumenta el amor. El amor y el sufrimiento, unen al alma con Dios hasta fundirla en una misma cosa con Él.
La comodidad y el placer son los peores enemigos del sufrimiento y cuando son apoyados por el amor propio, el alma huye del Dolor y por lo tanto de la Cruz.
El que huye de la Cruz, huye de la Luz. Se ama en la medida que se sufre. Y el que huye del sufrimiento, huye del amor.
No se puede orar; no se puede aceptar el sufrimiento, si no se cree y no se ama.
Amor es paciencia y perdón.
Paciencia en las tribulaciones. Porque el mal lo hereda el hombre de Satanás, Príncipe del Mal y Monstruo devorador e insaciable, de Odio Eterno y viviente.
El mundo es de los malos y el Paraíso de los buenos. Esta es la verdad y la promesa. El mundo pasa, el Paraíso, no. Y si es así, ¿Por qué perturbarse por lo que hacen los malos?
¿Por qué son felices los que obran mal?
Son los eternos lamentos de quién es bueno y oprimido. Porque la carne gime, cosa que no debería ser. Y cuanto más pisoteada, tanto más debería levantar, las alas del alma en el júbilo del Señor.
La Tierra es un lugar de exilio. La Humanidad entera está en marcha hacia la Eternidad. La vida es una Prueba para amar y expiar.
El sufrimiento que el hombre se procura al estar lejos de Dios y por desobedecer sus Leyes, es un cáliz amarguísimo y un sufrimiento inútil.
Al no beber en las fuentes de la Sabiduría, el hombre carece de la Fuerza de Dios, que podría consolarlo.
El hombre se cree siempre capaz de todo y trata de ser autosuficiente. Frecuentemente olvida que necesita a Dios y en ese empeño se va a la ruina.
El sufrimiento hace que el hombre recuerde que sin la ayuda Divina, somos causantes del mismo sufrimiento que nos aflige. Las desventuras manifiestan la locura y necedad humana y la existencia del Poder y la Bondad de Dios.
Cuando la soberbia más refinada de un alma llega hasta el punto de creerse buena, se cree que NO se merece sufrir tanto y se autoproclama que NO hay culpas que expiar. Cuando se piensa así, es porque se es un monstruo perfecto.
Es entonces cuando hay que mirar atrás en el pasado: ‘NO he robado’, ‘NO he matado’.
No son sólo éstas las culpas que merecen pena. No roba solamente el asaltante que hace uso de la violencia y sabe ocultarse para que no lo identifiquen.
Se roba de muchos modos y se roban muchas cosas que no son solo bienes materiales. Además del dinero, joyas, bienes: se roba honor, pureza, estima, salud, beneficios.
Y hacia Dios, respeto, culto de verdadera obediencia, agradecimiento, amor auténtico, etc.
Y esto lo hacen aparentemente las personas más honestas. ¿Aquel que lleva a alguien a desesperarse, no mata; aunque el desesperado no se suicide? Sí. Mata la parte más selecta: el espíritu, que desesperado se aleja de Dios y muere, cuando el Odio se apodera del alma.
El que con obras y palabras siembra la incredulidad y la idolatría en sí mismo o en los demás, comete el pecado de Deicidio, porque al matar la Fe imposibilita al alma para salvarse y además le roba a Dios el alma que le pertenece por justicia.
El que quita la paz y el honor a una mujer y niega la paternidad y el amor al bastardo que engendró, comete uno de los robos más graves y maldecidos por Dios… Y…
Nadie está sin culpas que expiar.
Meditando las cosas de esta forma, debemos llegar a la conclusión de que la vida más dolorosa es un castigo de amor muy leve, dado por un Dios Amorosísimo, que NO quiere castigar eternamente…
EL SUFRIMIENTO Y EL AMOR.
Nunca la caridad va separada del sufrimiento, porque al ser cosa santa, desencadena las iras del Enemigo y Satanás es experto en infligir tormento.
Y nunca el sufrimiento va separado de la gloria, porque Dios es justo y da a quién da.
Los propósitos del Amor, son constantemente atacados por el Demonio, el Mundo, la Carne. Y no hay flagelo más duro que los hombres mismos.
Ellos proporcionan el fuego y la purificación con la que el alma se prueba y se acrisola como el oro y la plata.
La sabiduría de la Resignación y las promesas del mundo futuro, preservan del Odio.
El Odio es poderoso en el mundo pero tiene sus límites.
El Amor no tiene límites, ni en fuerza, ni en tiempo. El amor se convierte en defensa y consuelo sobre la tierra y premio en el Cielo.
La justicia de Dios, siempre vigila aunque parezca ausente. Y el sufrimiento nunca debe conducir al Odio, aunque los hechos parezcan justificarlo.
Dios nunca retira la Gracia que da. Si el hombre permanece sin pecar, su sufrimiento lo lleva a la santidad.
Quien cree en Él, no debe estar triste y sin esperanza, como los que no lo conocen.
No es pecado estar triste, si los momentos son dolorosos. Es pecado ceder más allá de la tristeza y caer en la inercia y la desesperación.
La Oración y la Palabra son el lenitivo para los sufrimientos.
Solo se debe buscar el Amor de Dios para consolarnos. Y en el corazón solo debe existir un amor absoluto por Dios, sin apoyarse en nadie más.
A Dios no le agrada hacer sufrir al hombre, porque lo ama. Por ese mismo amor que lo indujo a Él para salvar, Él sabe que no hay otro camino que el de la Cruz.
Nunca impone sufrimientos que estén por encima de los que la creatura pueda soportar. Cuando el dolor aumenta, también es aumentada la capacidad de sufrimiento…
Y el Espíritu santo comunica la fortaleza necesaria, para que la voluntad del hombre siga siendo heroica y crezca la tolerancia y el amor. Y puedan cumplir la misión delicada y santa de ser víctimas que salven.
No importa el camino por el que se le llama, siempre será el amor. El alma aprende a amar hasta consumirse en una llama de amor, porque han comprendido la Fuerza Poderosa del Dolor.
Y el Amor hace que el sufrimiento sea dulzura y la dulzura sufrimiento.En la misma proporción en que se ama, Dios ayuda a triunfar.
Las almas-víctimas aman de una manera total y triunfan de una manera absoluta.
El viento de las contrariedades aviva a los que son verdaderas llamas en el amor. Arden y se consuman a sí mismas en una Oblación constante.
Los dolores más amargos son proporcionados por los más amados de los suyos. Los sufrimientos mayores vienen de los propios familiares. Son la corona de espinas de los elegidos.
Dios siempre sabe en qué medida debe probarlos. Cuando el sufrimiento aumenta, también aumenta la Gracia para soportarlo. Cuanto más fuerte es la Prueba, tanto más debemos confiar en Él.
Algunas veces es tan dolorosa que nos asalta el deseo de renunciar y el pensamiento de que era mejor NO haber conocido el Camino, jamás.
La voluntad de entrega y el amor que clama al Señor, es lo único que fortalece para salir adelante.
Cuanto se es mejor, tanto más se sufre.
El sufrimiento es amor activo que trabaja más que cualquier otra cosa a favor de las almas y principalmente en la salvación de los familiares, que son los primeros que hay obligación de salvar.
Cuanto más se sufre, más se redime. El sufrimiento es amor ofrecido en sacrificio a Dios y sirve para obtener gracias para los demás.
Nada se pierde en la economía santa del Amor Universal.
En el Sufrimiento está la perfección del Amor: Dar afecto y recibir indiferencia y odio. Dar obras y verlas rechazadas, supera en acerbidad a los tormentos que solo torturan el cuerpo.
La Indiferencia, la Ingratitud y el Odio, hieren al alma y convulsionan el espíritu.
Por eso Jesús debe ser el único amor de nuestro corazón, dulce tormento de nuestra alma y agradable martirio de nuestro cuerpo.
Debemos ser víctimas de su Corazón, por medio de un amargo disgusto que no sea Él.
Víctimas de su alma, por todas las angustias que la nuestra sea capaz de soportar.
Víctimas de su Cuerpo, con el alejamiento de todo lo que satisface al nuestro y por el sometimiento total de una carne criminal y maldita.
Él nos quiere conscientes de nuestro papel dentro del Cuerpo Místico.
Nos quiere vivos, vibrantes de Gracia, de Fe, de amor y por tanto de sufrimientos.
Nos quiere totalmente consagrados a Él, trabajando por sus intereses, sin perdonar esfuerzos, ni sufrimientos.
“En vuestro Nombre Señor obraré y sé que seré poderoso.”
Esta es la Oración que hemos hecho nosotros los apóstoles, pobres e ignorantes ante el mundo, pero ricos y sabios con Cristo. Él, lo único que nos pide son tres cosas:
1- REPARACIÓN. Sabiendo cuantas almas le ofenden, debemos trabajar con Él, reparando con nuestras oraciones, trabajos y penitencias.
2- AMOR. Intimidad con Aquel que es todo Amor y que se pone al nivel de sus creaturas para amarlas y enseñarlas a amarlo. Estrechando nuestra unión con Él.
Reparando, redimiendo y salvando con el Salvador Divino. Trabajando por Él, con Él y en Él, en íntima unión con sus sentimientos y sus deseos.
3- CONFIANZA. Debemos estar seguros de Aquel que es Bondad y Misericordia, estando en contacto con Él, las veinticuatro horas del día.
Viviendo con Él, que nos conoce y al cual conocemos.
Sabiendo que nos ama con locura, porque somos sus almas escogidas, para que viviendo en Él y conociendo su Corazón, lo esperemos todo de Él.
Este es el llamado que Jesús hace como invitación al alma que ha elegido y que siente estremecer su corazón ante este maravilloso privilegio. Pero…
EL HAMBRE DEL ESPIRITU, CONTRA LA RESISTENCIA DE LA CARNE.
Jesús tuvo necesidad de un Ángel Confortador que lo exhortara a sufrir en el Huerto de Getsemani.
Porque si para Él, era algo precioso el hacer la Voluntad del Padre, con su espíritu encendido por la Caridad, sin embargo NO estaba privado de los terrores y las rebeliones de la carne delante del sufrimiento.
Los pequeños Jesús también experimentan este dualismo entre el espíritu y la Carne.
El espíritu que grita: ‘! Inmolación para tener salvación!’
Y la carne que gime: ‘! Piedad! Quiero vivir y no sufrir’
Cuando esto sucede, Dios viene y auxilia fortificando la carne al Dolor, con su Palabra.
Él tiene piedad de nuestra carne, porque en las almas víctimas, es instrumento de Redención, cuando el Espíritu de Dios la posee y la mueve a su placer, como la hierba que el viento besa. Conocerá la gloria del Reino de Dios.
Jesús santificó también la carne, redimiéndola con su Doctrina y con la Sangre.
Es la vestidura del altar del corazón en el espíritu que se inmola en una carne pura, sacrificada, hecha preciosa por el Dolor.
No se debe esperar comprensión y gratitud del mundo. El Mundo los tratará como trató a Jesús: el Mundo no las conoce porque ya no son del mundo.
Ellas se inmolan por el Mundo y el Mundo las mira sacudiendo la cabeza, cubriéndolas de escarnio y golpeándolas con sus armas más perversas.
También el Mundo llega a matarlas y Dios les dará doble vida, porque serán mártires dos veces: del Mundo y del Amor.
No hay que cansarse de ser víctimas.
Las injurias y los golpes del Mundo, no obstante que son como golpes de ariete contra frágiles carruajes, NO deben apartarnos fuera de la Vía Purpúrea del Sacrificio, que se injerta en la Vía Regia que conduce al espíritu hacia Dios.
Hay que seguir a Jesús por la senda del Sufrimiento comprendido, aceptado, amado y vivido sólo por Él, como humilde respuesta a lo que nos pide el Señor.
Cuando las tribulaciones y el sufrimiento se hacen más agudos, hay que cuidarse del Desaliento, arma infernal usada por Satanás, para atrofiarnos toda actividad interior.
Es entonces cuando hay que encuadrar los sufrimientos, dentro de la real visión de la vida entendida como Prueba.
No hay que decir: ‘Todo es inútil’ cuando parece que la semilla haya caído en terrenos áridos.
Con el llanto se riega y con el holocausto total, todo se convierte en tierra fecunda. Y con la Oración y una inteligencia despierta al Amor, las derrotas se vuelven las más rotundas victorias.
El sufrimiento es el oro puro del amor del Alma-víctima, sangre del corazón de la mística Comunión de los Santos y que con Cristo a la cabeza, resucita a los muertos en el espíritu.
Resurrección mucho más preciosa que la de la carne.
El sufrimiento ofrecido a Dios con amor y con alegría, abandonándose completamente a la Voluntad de Dios, se convierte en un don precioso.
Y Él corresponde con su ayuda y su consuelo.
Él Mismo ayuda a sufrir. Y el auxilio de María es invaluable, con su dulzura maternal. Ella también nos forma y nos ayuda a extendernos sobre la Cruz, en la alegría de ofrecerse a Dios por los hermanos, igual que Jesús se entregó a nosotros.
Y es entonces cuando la Cruz se lleva con alegría y no pesa. El sufrimiento se vuelve dulce y conduce a la verdadera paz del corazón, porque en la Oración está el lenitivo y la fuerza para seguir siempre adelante, ofreciendo siempre a Dios todos:
Los sufrimientos interiores. Humillan mucho porque provienen de la experiencia de sus limitaciones, de sus defectos, de sus numerosos apegos.
Lo procuran, el desarrollo de las circunstancias que nos rodean y que la providencia de Dios permite para sus misteriosos designios, que siempre están llenos de Amor.
Los sufrimientos exteriores. Son los que con frecuencia nos procura Satanás, cuando nos ataca con toda su rabia y su furor, tratando de destruirnos para hacernos desistir de seguir a Jesús.
A todos nos atormenta con todo género de tentaciones. Con la Duda y la Desconfianza, con la Aridez y el Cansancio, con la Crítica, la Ironía y la Calumnia.
Y a veces con palizas que físicamente nos dejan fuera de combate por breve tiempo, pero que con la Oración son vencidas y ampliamente recompensadas.
También aquí entran los que provienen de las persecuciones que terminan con el martirio cruento.
EL SUFRIMIENTO EXPIATORIO.
El hombre peca con demasiadas maldiciones y para que Dios no acabe exterminándolo, porque además hace la tremenda acusación a Dios de las desesperaciones que son fruto natural de una vida sin Fe y alejada de Dios.
Y que se procuran a sí mismos con las consecuencias de sus actos. Y para que no finalicen condenados eternamente, es necesario que las víctimas amen, sufran, rueguen, bendigan, crean, esperen, adoren, sufran.
Sufrir, sufrir y sufrir, para que purifiquen a los que van a la muerte del espíritu.
El sufrimiento de las víctimas, es el que mantiene a raya a Satanás, que se ha vuelto poderoso por las demasiadas maldiciones que lo hacen permanecer haciendo el Mal.
El sufrimiento expiatorio convierte a las almas en salvadoras.
¡Salvar! Para salvar a la humanidad, Jesús dejó el Cielo y conoció la Muerte. Salvar es la más grande de las caridades.
Y convierte a las almas víctimas en salvadoras iguales a Cristo.
Para salvar al mundo de la desesperación las víctimas son torturadas con todas las desesperaciones y nunca cesan de sufrir.
Las calumnias y las murmuraciones del mundo, son su pan de cada día.
CON SU SUFRIMIENTO OFRECIDO Y ACEPTADO POR DIOS, SE CONVIERTEN EN LOS PEQUEÑOS CRISTOS…
¿POR QUÉ SUFREN?
Porque un alma necesita su agonía para volver a Dios.
Dios toma su ardor para calentar a otras almas y ellas se quedan frías; sufriendo la gélida aridez espiritual. Sintiendo que NO aman a Dios y con un dolor punzante por lo mismo.
Pero mantienen su fidelidad y esto detiene el Brazo de la Justicia Divina, para que NO descargue su cólera sobre los pecadores. Un solo acto de amor, cuando se sienten desamparadas, repara las ingratitudes de muchas almas.
Y cuando están insensibles y con su voluntad heroica, repiten su amor y su fidelidad y se entregan con docilidad, para seguir crucificadas, siendo un bálsamo precioso y un consuelo para el corazón de Dios.
Y beben su amargura voluntariamente, para expiar convencidos de que Dios trabaja con su sufrimiento, cuyos resultados solo verán cuando hayan regresado a Él.
Y con el llanto bañándoles las mejillas, lloran sobre el Corazón de Dios su Dolor y su tristeza, porque sobre Él es dulce amar y es dulce sufrir. Y le entregan todo su Dolor y su Tristeza.
Todo su sufrimiento y el Sufrimiento de la Creación que les rodea y que NO OFRECEN los que no saben cómo hacerlo.
Y Jesús es el Sol que ilumina con una sonrisa, en medio de la tempestad.
Y sus brazos son el consuelo que rodea su soledad.
El sufrimiento de las víctimas suple el segundo martirio que el Padre ya no quiere que Jesús cumpla.
Y por eso, a cada alma que se inmola, le es concedido expiar y salvar.
Los sufrimientos del alma-víctima, obtienen de Dios Luz, para que las almas puedan reconocerlo.
Siempre sufrirán los inocentes y los santos, porque ellos expían por todos.
Su dolor y su sufrimiento redime y salva.
Víctimas puras a las que consuma el amor, junto a la Gran Víctima, en el Sacrificio Perpetuo: La Eucaristía.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
R91 LA MADRE CELESTIAL
MARIA, la Palabra más dulce del Universo. La Palabra que encierra el Amor de todo un Dios Encarnado. La Palabra, que en la Humildad de Su Poseedora, se encarna el Verbo de Dios. La Palabra que lleva al Salvador y Redentor del Mundo. La Palabra que se llena de la Acción del Espíritu Santo para consentir la Obra de la Redención Humana. La Palabra que hace mella sobre el Mal al cumplirse la promesa de vuestro Dios, de que pisaría la cabeza de la Serpiente con Su Talón Virginal.
MARIA, Humildad Santísima, Amor Santísimo, Donación Total al servicio de Su Dios, de Su Creador. En Ella pusimos todas Nuestras Virtudes y Gracias. La dotamos de todas las excelsitudes y respondió a todas ellas como solamente una Reina puede responder, con Humildad, con Amor y con Su Donación. Donación interesada sólo en hacer Nuestra Voluntad.
Creación Nuestra en excelsitud, porque sólo de una Reina de Su talla, podía nacer el Redentor, Quién le había dado la vida, Quién le había dado el Amor Supremo. No podía nacer Mi Hijo Amado de cualquier mujer, de cualquier creatura llena de defectos por causa del Pecado Original. Sólo un Real y Purísimo Tabernáculo Viviente podía llevar a Su Dios en Sus Entrañas Virginales, Entrañas Santificadas por la acción del Espíritu Santo, quién, a Su vez, la hace Su Esposa para toda la Eternidad.
El Santo Espíritu de Dios se manifiesta en Ella y Pedimos Su Permiso para llevar a cabo Nuestra Obra de Salvación y Ella en Su dulzura, humildad y candidez, Nos responde nuevamente con la Realeza con la que fue constituida.
Mujer Total, Mujer Santísima, Mujer Virginal, nada se Nos escapó para la Creación de la Reina del Cielo, de todos los Ángeles y de todos los Santos.
Todas las Virtudes están en Ella y nuevamente Su Realeza vuelve a aflorar al dársele la Maternidad Universal al pié de la Cruz. Maternidad que Ella acepta con dolor y gustosa de alegrar a Su Hijo, a Su Dios, a Su Amor Infinito.
Ella callada, Ella obediente, Ella donada totalmente a la Voluntad Nuestra.
Siempre aceptando Nuestros Designios y así Ella se vuelve también, Cabeza y Madre de la Iglesia. Ella es la poseedora de la Sabiduría de Su Hijo y es ahora la principal columna en la cuál se apoyará en lo futuro la Iglesia, Poseedora y dispensadora de las Enseñanzas de Su Dios, Jesucristo hecho hombre, con la ayuda de María, Su Madre.
Es a través de María que se logra la principal intercesión de los hombres, de Sus hijos, para con Nosotros. Es a través de Ella que se logra la salvación hasta de los pecadores más empedernidos, en donde la Luz de la Verdad y la Luz de la Virtud, casi ya no se les ve. Y Ella, con Su Amor para con todos vosotros alcanza, en un acto majestuoso de Amor por Nosotros y de Amor por Vosotros, aplicando todo Su Amor y Sabiduría, alcanzará vuestra salvación.
Ella conoce el contento que da a Nuestro Corazón con la salvación de cada alma y en especial, por las que están prácticamente perdidas. Ella aprovecha y Nos muestra con Su Intercesión, hasta los actos más pequeños e insignificantes de vosotros, con tal de Movernos a la Misericordia y alcanzar la salvación eterna de las almas.
Lucha fuertemente contra Nuestro Enemigo y Ella lo puede TODO contra él. El Maligno la esquiva y NO soporta escuchar Su Santo Nombre.
Al nombre de MARIA, todos los espíritus del mal desaparecen, porque reconocen en Ella, Su Realeza Celestial, ya que a Ella la hemos dotado de todas Nuestras Potencialidades sobre todo lo creado y esto lo incluye a él. El Mal nunca podrá contra Ella y Ella siempre protegerá a Sus hijos: a vosotros, contra sus asechanzas.
Vivir bajo Su Amparo, vivir bajo Su Intercesión, vivir bajo Su Amor, es la mayor sabiduría que vosotros podéis tener, al donaros totalmente a Vuestra Madre Celestial.
La Pura, la Santa, la Inmaculada, la Sencilla y la Humilde. Es en la Humildad de María en donde se derraman todas Nuestras Bendiciones. Su Humildad Nos vence. Nada quiere para Ella, todo es para el servicio de Su Dios y de Sus hijos. El Amor a Nosotros es Su finalidad y Su Alimento Espiritual. Es Su Amor el que logra la santificación de las almas.
Ella os viste con la túnica preciosa de las virtudes y de los méritos y así os presenta en tal forma arreglados, que alcanza de Nuestra Divina Persona, al final de vuestra misión, Gracias de Santificación que en otra forma no se podrían lograr.
Ella se vuelve así, Dispensadora de TODAS las Gracias y Bendiciones, que otorgamos a todas las almas. Ella siempre está atenta a vuestras humanas y espirituales necesidades, nada se escapa a Su Vista e intercede insistentemente por la salvación de todos vosotros.
Por ello, las Fuerzas del Mal, siempre la atacan y aún la atacarán en éstos Tiempos que estáis viviendo, en los cuáles los Traidores a Mi Iglesia y a Mi Hijo, tratarán de evitar todo acto de devoción y respeto a Nuestra María, para que al NO recibir vuestras oraciones, plegarias, penitencias, ayunos, Ella NO os pueda ayudar.
Todo aquél que trate de evitar la Devoción a Mi Hija, la Siempre Virgen María, es un Traidor a Su Dios y a Ella. Y se ha vendido a las Fuerzas del Mal… Y aunque se luche y os quiten Sus Imágenes de los Templos, siempre llevad Su Imagen en vuestro corazón, en donde realmente habita, junto con Nosotros.
No os apartéis nunca de Su Providencia Virginal y NO sufriréis la muerte espiritual. Acudid siempre a Su Amparo y Guía, es Vuestra Madre Celestial. Ella os guiará siempre a la Pureza de Corazón y a alcanzar todas las Virtudes, las Santas Virtudes, que os alcanzarán la Gloria Eterna. Todo esto lo hará sólo por amor, en Ella no hay intereses superfluos, sólo el interés de que Nosotros nos alegremos con vuestra salvación.
Vivid en Ella, como Ella vive en Nosotros, postrados en amor, agradeciendo cada momento de vuestra existencia e intercediendo por la salvación de vuestros hermanos, tanto por los de la Tierra como por los del Purgatorio. Las almas devotas al Amparo y Amor de vuestra Madre Celestial, son almas escogidas para una segura salvación.
¡No hay creatura más excelsa en cielos y tierras, que Vuestra Madre Celestial, la Siempre Virgen María!
Os bendecimos en Nuestro Santo Nombre, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Que la Paz y el Amor estén siempre con vosotros y los vuestros y que la compañía y la veneración a Vuestra Madre Celestial os alcance la Vida Eterna.
Desde muy temprana edad Yo conocía la Sublime misión concebida por Dios Padre a la Doncella Elegida, para llevar a cabo la Obra de la Redención y Salvación del género humano. La sublimidad de ésta Misión sólo la podía llevar alguien en quién viviera la Presencia Real de Dios mismo. No sabía que era Yo, pero anhelaba servirla y mi Oración pedía, porque ya se había cumplido el Tiempo y para estar cerca del Redentor…
Después del Anuncio del Arcángel San Gabriel, comprendí plenamente que Fui creada para tal propósito. TODAS las Virtudes y Gracias de Dios estaban contenidas en Mí, para llevar al Rey de Reyes en Mi Seno Virginal. Ninguna otra creatura podía llevar a cabo tan Sublime Misión.
Era Dios mismo en Mí, Quien se movía en Mí, Reinaba en Mí, y Se iba a encarnar en Mí. Pureza Santísima, Vida Santísima era lo que se debía poseer para albergar al Santo de los Santos y todo eso lo puso Dios Padre en Su Humilde Servidora. Mancha de pecado nunca hubo en Mí, puesto que fui liberada de él.
La Nación Elegida debía dar a Luz al Salvador y Yo era en ése momento de la historia, la Mujer escogida para tan grandiosa Obra. Pero Mi corazón, Mi Alma, Mi Ser, nunca se movió a la Soberbia al contrario, Mí Corazón y Mi alma postrados estaban día y noche, dando Gracias por el momento Divino de la Encarnación del Verbo.
Nada Se Me escondió en el Conocimiento de Mi Misión. Todo se Me fue revelado y conocía los pormenores de ésta obra Santísima de Dios Padre. Mí vida transcurría como el de una simple y sencilla mujer ofrecida al templo por sus padres para el servicio sacerdotal. Mí alma volaba continuamente al encuentro del Ser Amado. Mí alma estaba unida plenamente a la Voluntad del Padre.
La Nueva Eva había sido concebida, la Nueva Eva que iba a permitir la entrada de la Verdadera Vida al Mundo, la vida del Verdadero y Santo Amor. Mi Alma así unida a Mi Dios Me instruía, Me alimentaba, Me comunicaba Su Voluntad. Su Vida era Mi Vida, pero todo esto Yo lo llevaba con el mayor recato posible.
La Humildad era Mi Corona, y la sigue siendo. Divina y Santa Humildad la que Mi Dios puso en Su Sierva y que por ella todo se logró.
Mi Vida seguía transcurriendo en la Sumisión a la Voluntad de Dios. Mi alegría era extrema, Se Me conocía en el Templo por llevar siempre esa alegría en el corazón. Santa era mi alegría puesto que Santo era Mi designio de Dios. Tanta amabilidad, tanta donación de Gracias, tantos dones y virtudes para ésta Su Humilde Sierva, no Me podían tener en otra forma. ¡Santa alegría de Dios!
De tenerlo a Él, primero en Mi Corazón y saber que pronto lo iba a tener en Mi Seno Virginal. Por fin llega el Santo Día de la Encarnación de Mi Dios y Señor. Tenía 16 años. Mi vida transcurría en la oración y el sacrificio de Mi Vida al Señor. Como te dije antes, fui preservada del mundo desde Muy Pequeña para que Mi ambiente que Me rodeara Me hablara sólo de Dios.
La Venida del Espíritu Santo a Mi Ser fue algo maravilloso, excelso, como sólo Dios sabe hacer Sus cosas. Vida en Mi Vida, Amor en Mi Amor, el Cielo entero en Su Humilde Esclava. Cuánto amor de un Dios para con Su Creatura, cuánta delicadeza en Su Petición. Cuánta Ternura del Espíritu al Poseerme en pleno. Dicha celestial, éxtasis eterno de Amor. Abrazos angelicales.
La Sublimidad del Amor ahora en Mí, Su Sierva. El cielo entero, por fin en la Tierra. El Hijo de Dios, ahora hecho Hombre, en la miseria de su Esclava. ¡Oh, Mi Dios y Señor, Bendito Seas por Siempre, porque has visto en Mí el depósito de Tú Amor! ¡Cuánta alegría! ¡Cuánta Paz! ¡Cuánto Amor! Extasis pleno de Amor, sólo soportable por Mi Cuerpo por no haber sido tocada por el Pecado Original.
Cuerpo y alma unidos en un éxtasis infinito, éxtasis sublime, éxtasis del Fruto de Dios en Mí, ¡Oh, Mis hijos!, el recordar éstos momentos tan sublimes sólo Me permiten nuevamente postrarme y alabar a Nuestro Dios por tan grandiosos portentos de su Amor hacia Mí y hacia vosotros.
La Salvación del género humano, por fin se realizaba. Las palabras de DIOS en los Profetas, por fin se Encarnaba. El Amor por fin llegaba a la Tierra a erradicar el Pecado y el Mal. La Luz por fin llegaba a la Tierra a alumbrar el Verdadero Camino, Mi Hijo, el Hijo de Mis Entrañas, Mi Dios Verdadero en todo Mi Ser.
¡Cuánto amor de Dios para con sus creaturas! La Humildad de Nuestro Dios, ¡De todo un Dios! Hijitos Míos, la Santa Humildad es la llave de entrada al Corazón de Mi Jesús y de Mi Dios. ¡Cultivadla!
Mis días posteriores a la Encarnación transcurrían en un verdadero Cielo. El Templo me cantaba sus alegrías, la Naturaleza entera se postraba ante Mí por llevar en Mi Seno Virginal al Creador Divino. Animales, plantas, astros, todos me cantaban sus alegrías y todas estas cosas las guardaba en Mi Corazón y agradecía a Mi Dios lo que había hecho con Su Sierva.
¡Cuántas enseñanzas recibí de Mi Dios en Mi Vientre! Cuánta dulzura, cuánto amor. Me guiaba, Me enseñaba, me instruía en Sus Misterios, pero Mi exterior nada decía. La Santa Humildad sólo comparte con su Creador para no envilecer en lo más mínimo la obra Divina de Dios en Su Creatura.
Hijitos Míos, ahora comparto éstos momentos santos de Mi Vida sobre la Tierra para guiarlos, ahora Yo como Vuestra Madre y Maestra, por el Camino santo de la Luz Divina. Ciertamente que NO es fácil el camino, pero al estar lleno de Luz Divina y alegría Santa, vuestro Camino se hace transitable a pesar de que esté lleno de rocas y espinas.
Nadie puede tratar de llegar al Reino de Dios sin que se tropiece en el Mundo, puesto que el Mundo está corrompido y ataca a todo lo que es de Dios, pero las rocas y espinas que os hagan caer y sufrir, son las pruebas que os van a hacer crecer y santificaros en el infinito amor de Mi Dios y Señor.
Aceptad pues las Pruebas, aceptad pues las caídas y dolores de las cuáles NI Yo estuve exenta. El Dolor fue compañero de Mi Vida, pero todo él fue unido a la Salvación que Mi Hijo os había traído.
Por eso Soy Corredentora junto con Él, porque los Dos sufrimos el Sufrimiento santo de la Redención del género humano.
Aceptad vuestra vida, aceptad las amarguras de vuestro corazón, agradecedlas así como debéis agradecer las alegrías y regalos de la Bondad y Misericordia de Vuestro Dios.
La Providencia de Nuestro Dios es Sabia y nos dá todo lo que el alma necesita para unirse a la obra redentora de Mi Jesús en cada uno de vosotros. Venid todos vosotros a Mi Seno Virginal donde os puedo purificar con la Presencia de Mi Hijo en Mí…
Y tomad de Mí, Vuestra Madre Celestial, todos los dones y virtudes, Gracias y Bendiciones con que fui dotada por la Santísima Trinidad para que se realizara en Mí el Inicio de la Obra Santísima de la Redención.
Porque Yo, vuestra Madre Santísima, fui instituida, por Nuestro Padre Dios, para ser la Bienaventurada, que trajera a la Tierra a Su Hijo Jesucristo. Mi Misión no sólo fue de Madre, sino también de apoyo total a la Tarea de Salvación de Mi Hijo.
Yo conocía Mi Misión y Mi Santo Esposo, el Santo Espíritu de Dios, Me indicó lo que habría de suceder. Me instruyó, Me guió, Me aconsejó, Me dió la fuerza necesaria para soportar tanto Dolor y Me hizo depositaria de las Verdades de Mi Hijo, Señor y Dios Mío. Nada se Me ocultó, lo supe con antelación lo acepté y AME ésta Gran Misión para servir a Mi Dios y a todo el género humano.
SÍ, la tarea iba a ser difícil, pero el Amor todo lo hace llevadero. Si alguien recibe un encargo, pero no tiene apoyo absoluto de quien se lo dá, la tarea se le hará difícil de llevar.
Sí, ciertamente Mi Tarea fue de mucho Dolor, pero también de un Gozo no terreno, de un Gozo celestial, de un Gozo divino. El servir a Nuestro Dios nos alcanza bendiciones inconmensurables y ésto no sólo lo viví Yo sino todos aquellos que a partir de la Venida de Mi Hijo, han vivido para Mi Señor en Su Santísima Trinidad.
¡Es una santa alegría la que Nuestro Dios regala al alma dadivosa!
Generalmente el alma se dá en determinada proporción a su Dios, pero a pesar de ello, Nuestro Padre le paga al alma, en forma desproporcionada, tal Donación.
Si dais el 25, el 50, el 75 ó el 100%, Nuestro Dios os lo va a regresar al ciento por uno, por éso la alegría de los corazones es diferente en cada ser. Según se dé el alma al Amor, va a recibir de regreso en la misma proporción, pero siempre será muchísimo más de lo que disteis.
Ahora, en éstos difíciles tiempos, en donde todo está revuelto, en donde el Pecado llama a cada alma en forma cruel, vil y despiadada. Porque el Pecado se os muestra “agradable al paladar” y en múltiples formas. Yo vuestra Madre, os vengo a proteger bajo Mi Manto, bajo Mi Ayuda y Mi Guía Maternal.
Nuestro Enemigo sabe también que este es el momento de la Historia en donde su poder se desatará al máximo, pero también sabe que aunque su Soberbia NO lo acepte, será vencido en breve. Pero en ésa “brevedad de tiempo”, para cada uno de vosotros Mis pequeños, puede llegar a ser fatal para vuestra alma.
El Maligno ha ido preparando el terreno para ir destruyendo vuestra espiritualidad y con ello, la cercanía con vuestro Dios. Os ha presentado un Mundo en donde podéis hacer todo lo que os plazca, en donde las pasiones desordenadas se puedan ejercer sin sentir el menor remordimiento.
En donde NO os sintáis pecadores a pesar de la perversidad de vuestras acciones y os resume todo en una frase: “si os sentís satisfechos con lo que estáis haciendo, todo está bien”.
iNo, Mis pequeños! Esta es una gran mentira, como Mentiroso es él. Sed conscientes que el Pecado dañó vuestra naturaleza humana y espiritual y si NO os acogéis a Nosotros NO podréis salir adelante.
La falta de espiritualidad que reina ahora en el Orbe es increíble, ya no se le hace caso a vuestro Dios ni a sus Leyes. Os ha hecho creer el Maligno que NO os debéis someter ante nada ni ante nadie, que sois dueños de vuestra vida y que tenéis la total libertad de obrar según vuestro “corazón os guíe”.
El alma dañada tiende fácilmente hacia la soberbia, el Demonio falló por causa de su Soberbia y ahora está envolviendo a todo el género humano en lo mismo. El no necesita cambiar su táctica de ataque, puesto que ésta le ha dado muy buen resultado desde que él cayó a estado de Demonio.
La Envidia que él os tiene, porque vé a vuestras almas capaces todavía, de alcanzar todavía un gran premio que él perdió, lo vuelve más Furioso contra vosotros.
Al ser la Soberbia su arma preferida, si NO os protegéis de virtud, de Fé y de Amor, podréis sucumbir fácilmente. La Soberbia es muy destructiva, porque deleita a vuestro gusto; o sea, a todas las pasiones del hombre y os ciega a la Verdad. Os hace creer que tenéis derecho a todo, sin limitantes y ¡Ésto no es así!
Porque vano hubiera sido el Acto Divino de vuestro Dios, al darle a Moisés las Tablas de la Ley, las cuales se dieron para todo el género humano y para todos los Tiempos.
Ya se os ha dicho que la Palabra de Dios y Sus Designios son siempre ETERNOS y NO se dieron sólo para una época de la humanidad. Cuando Dios, Nuestro Padre habla, es para todos en Todos los tiempos, porque El no tiene principio ni tendrá fin, como le sucede al cuerpo humano, pero NO al alma.
Las Leyes que os dio vuestro Padre Dios, son arma poderosa en su cumplimiento y os ayudan en la lucha contra las pasiones, que la Soberbia del Maligno, os pone. La Carne tiende a buscar lo burdo que pertenece a la Tierra, en cambio, el alma tiende a la perfección de su Creador.
El hombre no se puede ni se debe dividir, es una entidad y no puede decir le voy a dar a mi cuerpo lo que quiera y no voy a afectar mi alma, ¡Esto es imposible! Lo que vuestro cuerpo haga, lo padecerá vuestra alma. No podéis cometer una grave falta y solo culpar al cuerpo. El alma, de una u otra forma; quedará afectada con vuestro mal proceder. Esto es lo que logra provocar la soberbia en la mente del ser humano, le pretende quitar responsabilidades al alma, dejarla “tranquila”, a pesar de su mal actuar.
El Demonio, el Mentiroso por excelencia, siempre os va a presentar al pecado “agradable a vuestro paladar”, para que lo cometáis y no os sintáis culpables y si perseveráis en esa falta de Fe y de espiritualidad en la que ahora vivís, lo podrá lograr en un alto porcentaje. Pero a pesar de la falta de espiritualidad en la que vivís Mi Esposo Divino, el Santo Espíritu de Dios Quien habita en cada corazón, siempre le va a estar recordando al alma sus obligaciones y también aprobará o desaprobará vuestras acciones.
Ya os hemos dicho que cada alma es una joya preciosa para vuestro Dios y no está dispuesto a perderos por ningún motivo. Aún al mayor pecador que exista, vuestro Dios, VUESTRO PADRE, siempre luchará por recuperarlo. Por ello, ésta es Mi Misión en éstos tiempos, he sido constituida Corredentora y Madre Fiel de todo el género humano yestoy ahora luchando contra las Fuerzas del Mal para lograr regresar, al Redil de Mi Hijo, a todos vosotros, no importando en dónde estéis y lo que penséis, ya que más tarde comprenderéis el Amor Infinito de vuestro Dios.
Lo que ahora importa muchísimo, es que recuperéis vuestra espiritualidad, que volváis al buen camino, QUE CONFIÉIS EN VUESTRO DIOS, PASE LO QUE PASE, VEÁIS LO QUE VEÁIS.
La Lucha actual va a desatar los Poderes Absolutos de Nuestro Padre Dios, para defenderos contra los poderes fortísimos del Infierno. Sí, veréis cosas tremendas dentro de poco tiempo. La mente humana se maravillará de los poderes tremendos que veréis, tanto en lo Bueno como en lo Malo, por lo que será muy importante que cada uno de vosotros pida a Mi Esposo el Espíritu Santo, el Don de Discernimiento, para que NO os confundáis a quién seguir, ya que podríais fácilmente seguir al espíritu del Mal.
Sí, una Gran Confusión de mentes y de corazón se avecina. El Mal se presentará como ángel de Bien, quién luego Traicionará a todos aquellos que fielmente lo sigan, porque os seducirá con su palabra y sus acciones. Os presentará el fruto prohibido por vuestro Dios, de una forma agradable al paladar y todos aquellos que NO se hayan protegido con una Fé viva, con el Amor Infinito y con la esperanza de obtener algo mucho mejor de lo que él os prometerá, sucumbiréis para la Vida Eterna.
Yo Soy vuestra Madre Santísima, vuestra Guía y Protectora. Este es Mi Tiempo, un tiempo divino que Mi Padre Me concedió para venir a ayudaros. Qué más confianza puede tener un hijo, que en los consejos de su madre. Una madre puede dar su vida con tal de salvar al hijo de un peligro mortal.
Yo estoy aquí, dando todo lo que puedo, para tocar las fibras más sensibles de vuestro corazón y así llevaros al lugar más seguro para vuestra alma: el Corazón de Mi Hijo Jesucristo; quién os tomará dulcemente para presentaros a Dios Padre y con Él, gozar eternamente en Su Amor.
Hijitos Míos, ved como los Acontecimientos ya se están dando a nivel mundial. Observad con los ojos del alma y NO con los del cuerpo éstos Acontecimientos y así os daréis plena cuenta de la lucha real espiritual que se está dando. No es lucha de nación contra nación, de pueblo contra pueblo, de hermano contra hermano; sino que es la lucha de las diabólicas Fuerzas del Mal contra las Bondadosas Fuerzas de vuestro Dios.
No veáis los edificios derrumbados, sino ved las almas que llevaban vida de pecado ó de virtud. Ved como el Mal destruye con su sanguinaria crueldad, la inocencia total de un bebé en el aborto o a aquellas almas que se han Donado en totalidad a su Dios. Estad concientes de que todo ésto se os ha avisado con antelación desde la antigüedad, en las Sagradas Escrituras y actualmente con Mis Apariciones, en donde os lo vengo todo a recordar.
Todo se llevará a cabo como Nuestro Padre os lo profetizó, pero la Magnitud de los Acontecimientos, el Dolor y la Confusión que se vivirán durante ellos, podrá ser disminuida con vuestras oraciones, sacrificios, ROSARIOS, MISAS y con vuestra sincera respuesta en el vivir lo que Mi Hijo os predicó.
Yo vengo a recordaros lo que Mi Hijo os enseñó para protegeros, alimentaros y apoyaros en éste difícil momento para el Cielo y para la humanidad entera. Os quiero hacer una grave Advertencia para que estéis muy atentos: Aquél que os hable con palabras bellas, que agraden a vuestros oídos o a vuestro débil corazón, pero que se oponga a las Leyes y Decretos de vuestro Dios, NO le escuchéis, porque NO VIENE DE DIOS.
Nosotros NO os vamos a dejar solos ni un momento.¿Puede un padre o una madre olvidar al hijo, fruto de su amor? Si NO os separáis de Nosotros, si os cubrís con Nuestro Amor, las Fuerzas del Mal NO os podrán hacer sucumbir.
El Amor purificará todo. Así es que, hijitos Míos empezad a vivirlo con mayor magnitud, que NO os importe aparecer raros ante el Mundo entero, porque los “raros” llenos del Amor de Dios, serán los que habitarán el Nuevo Mundo por venir, donde Cielos Nuevos y Tierra Nueva darán la bienvenida a la Nueva Estirpe del Señor, la Estirpe del Amor.
Yo Vuestra Madre, oro por cada uno de vosotros estéis en donde estéis, hagáis lo que hagáis, viváis en la Luz Verdadera que Mi Hijo os mostró o no. Yo Soy la Madre del Consuelo, Soy la Madre del Amor, Soy la Madre de todo ser creado por Mi Dios a imagen y semejanza de Él.
Venid a Mí, para que os lleve a Mi Hijo y seáis purificados en Su Santísimo Amor. Venid a Mí para que se logre en vosotros también, la Encarnación. La Donación de Salvación abarca a todos los tiempos y siempre se vive en un continuo presente. La actualidad de las Palabras de Mi Hijo son de Verdad.
Venid hijitos Míos, venid al regazo de Vuestra Madre Celestial para consentiros, mimaros y amaros como a Mi Hijo. Yo os Bendigo en Nombre de Nuestro Padre Dios, de Mi Hijo Jesucristo, de Mi Esposo el Santo Espíritu de Amor y en Mi Nombre de Madre vuestra y de todo el género humano.
A42 EL HUMO DEL INFIERNO
Hijitos Míos, hoy os quiero dar uno de Mis Últimos Mensajes, la Renovación de la Iglesia y de la Humanidad.
Los Acontecimientos que estáis viviendo no son nuevos, ya estaban anunciados en la Sagrada Biblia. El momento culminante de Mi Misericordia se acerca a pasos acelerados, vuestras oraciones para lograr el Advenimiento de Mi Reino han surtido efecto benéfico sobre ésta humanidad. Todo será renovado en Mi Amor.
Hijitos Míos, os lo he remarcado en Mis Mensajes y en los Evangelios, en el Amor no hay temor. Antes de hacer uso de Mi Santa Justicia, agotaré los recursos de Mi Santa Misericordia. Los que son Míos, los que han tomado Mis Mensajes como cambio y medio de vida, NO DEBEN TEMER ACONTECIMIENTOS.
Éstos se tienen que dar para protegeros contra la furia destructora que Mi Enemigo quiere usar contra todo lo que es Mío, contra toda la Creación, contra todas las almas. Voltead a un lado y a otro y veréis cómo no ha respetado nada. Os ha engañado.
Y si véis más en lo profundo, veréis que nada de Mi Creación, de Mis Leyes y preceptos, nada ha sido respetado, ni aún Mi Santa Iglesia, de la cuál se va a apropiar por un tiempo.
Todo lo que os digo no es nuevo. Mis Profetas se los preanunciaron y si os habéis acercado a estudiar con profundidad espiritual Mis Palabras y las Enseñanzas de Mi Hijo Jesucristo, ahí encontraréis todo lo que ahora os explico.
Vivan en la Oración continuada, de día y de noche. Y velen, como os lo dijo Mi Hijo en los Evangelios, “Velen porque no sabéis cuando el ladrón llegará” Y os puedo asegurar que el Ladrón ya está. Velad por lo más preciado que tenéis, que es vuestra alma y del estado de Gracia en el que la debéis mantener.
Vivid en la alegría de corazón sabiendo que Me estáis sirviendo, que Me estáis ayudando, que Me estáis amando. Y que por tales motivos, la Gloria os está esperando para daros a unos el 30%, a otros el 50% y a otros el 100%, de acuerdo a lo que recibisteis y cómo lo trabajasteis.
Ofrecedme ya desde ahora vuestra vida y vuestra muerte, que no es otra cosa que el principio real de una nueva vida. Yo no Me separaré de vosotros en ningún momento. Aunque todo se vuelva obscuro exteriormente, voltead a vuestro interior y encontraréis Mi Luz, Mí Compañía, Mis Palabras de Aliento, Vuestro Sostén de Vida.
Y nuestra Compañía Protectora, en el momento del paso final de vuestras vidas. Momento anhelado de Mi Corazón, momento en el cuál Me haréis feliz por poderos tener nuevamente a Mi lado. Y ahora para toda la Eternidad en donde Yo Vuestro Dios, Me derramaré en gozo, alegría y regalos hacia vuestra alma, ahora triunfante.
Mi Iglesia también será renovada. El humo del Infierno la ha nublado, su santidad está opacada, muchos de Mis Ministros Me han traicionado. Orad por ellos, porque su Culpa tendrá que ser purificada y el dolor que han de sufrir, será mayor que lo que normalmente es para un alma mortal.
La sangre de los mártires de estos Últimos Tiempos, logrará la Purificación de Mi Iglesia y así se podrá nuevamente ofrecer el Sacrificio Santo y Sublime en toda su plenitud, en la Era del Amor por venir.
Os ha tocado vivir momentos de cambio muy importantes. Os he escogido a todos vosotros para vivir éstos momentos. Entrad en Oración profunda y dadme vuestra voluntad para que Yo obrando en vosotros, Me acompañéis a renovar el Mundo entero y así se complete por fin Mi promesa del Padre Nuestro: “Venga a nosotros Tú Reino”.
Podré nuevamente vivir con Mis creaturas y ellas reconocerán a Su creador y Me seguirán y se dejarán cuidar por el Supremo Pastor.
Por eso, espero con ansia eterna el Gozo de Mi Triunfo. Compartidlo Conmigo ya desde ahora. No os fijéis en los sucesos intermedios de purificación. Aunque sí, orad y ofreced sacrificios y penitencias por la salvación propia y la de vuestros hermanos.
Sino ved el Nuevo Mundo que os espera y el Gozo que Me daréis. Seréis un Nuevo Pueblo… Mi Pueblo escogido y Yo seré Vuestro Dios. El Único Dios, para todos los vivientes en ése tiempo.
¡Saltad de alegría! ¡Tocad los tambores y cítaras, porque el Triunfo se acerca! Vivid postrados en agradecimiento a Vuestro Dios y Señor porque ha tenido nuevamente, Misericordia para con Su Pueblo.
Llevad ésta alegría santa a vuestros hermanos y hacedlos entrar en Mi Corazón, con la ayuda de vuestro ejemplo de vida para Conmigo. Llevadme continuamente en Vuestro Corazón, para que Yo os instruya sobre el proceder que deberéis tener en cada uno de vuestros momentos futuros.
Dejaos llevar libremente por Mi Amor y Mi Voluntad. Yo os guiaré por Senderos de Luz y no permitiré que tropecéis en las Tinieblas. Yo, Vuestro Dios, os estaré acompañando en todo momento y os daré Fortaleza y Sabiduría, para sobrellevar estos últimos momentos de ésta Etapa de la Historia que terminará.
Vivid con la alegría del niño que espera la promesa del regalo que pronto se le dará. Vivid en la sencillez y en la confianza y no os preocupéis de lo material, eso pasará. El Nuevo Mundo traerá nuevas formas de vida. Bellísimas, santificadas por Mi Corazón. Lo que es de ahora, lastre y basura será en lo futuro.
Las nuevas riquezas del hombre, serán las verdaderas riquezas de Vuestro Dios. Las que habéis olvidado, las que habéis hecho a un lado, las que no habéis cultivado.
Un Mundo de Santidad y de Amor os espera, como no lo ha habido antes ni lo habrá jamás, hasta que entréis en el Reino de los Cielos.
Todos vosotros sois pequeñitos y si sois pequeñitos, vuestras obras también son pequeñas. Yo no espero de vosotros cosas grandes, maravillosas, inmensas, porque no las podéis hacer porque sois pequeñitos. Un niño pequeño da cosas pequeñitas a sus padres; pero las da de todo corazón y eso es lo que Me importa más de cada uno de vosotros
Que lo que hagáis. Lo hagáis de corazón. Que lo tengáis desde lo más profundo de vuestro corazón y Me lo entreguéis con todo amor, Mis pequeños. Y ese amor que iréis creando, eso es lo que irá Purificando la Tierra entera; porque para eso vinisteis, Mis pequeños, a producir Amor.
Ciertamente amor pequeñito, pero unido a los méritos de Mi Hijo Jesucristo, vosotros iréis incrementando ése amor con la Potencia de Mi Hijo.
Dad pues Mis pequeños, lo que podáis, aunque sea pequeñito. Pero dádMelo con amor, ofrecedlo por la salvación de vuestros hermanos, los que distraídos están con el mundo. Ellos mismos también hacen cosas buenas, pero están alejados de Mi Presencia. No quieren estar Conmigo o no les interesa.
OfrecedMe lo que vuestros hermanos hacen. DádMelo como si vosotros mismos las hicierais.
Os he hablado anteriormente de los hermanos mayores y menores de una familia, todos vosotros sois Mi familia, así es que si ellos, como hermanos pequeños no saben ofrecer lo que están haciendo, HACEDLO vosotros como hermanos mayores, los que oráis, los que estáis Conmigo.
Los que estáis buscando agradarMe, dádMe lo que vuestros hermanos menores están haciendo y también Me alegraré con ello y vosotros ayudaréis a vuestros hermanos menores a ganar el Reino de los Cielos porque ellos distraídos están con las cosas del mundo.
¿Veis, Mis pequeños, todo lo que podéis hacer por Mi Reino? Estáis salvando vuestra alma y estáis salvando la de vuestros hermanos, los que están distraídos. Pero también os pido que oréis por aquellos que están haciendo mal en el mundo, muchos de ellos ya Satanás los ha envuelto totalmente en su Maldad.
Algunos de ellos desesperados están porque no saben salir de esa fuerza satánica que los cubre. Ayudadles también con vuestra oración, sacrificios, penitencias, Misas, Rosarios, todo lo que podáis hacer por ellos. Yo amo a todas las almas, aún a aquellos pecadores y por eso envié a Mi Hijo, para que fuera principalmente a salvar a aquellos que más Me necesitaban.
Quitadle a Satanás, al Enemigo, ésas almas que luego podrán hacer grandes cosas para el Reino de los Cielos.
Hijitos Míos, el Pecado os afectó a tal grado que dejasteis que el Mal se introdujera en vuestro corazón; así el hombre fue avanzando y en lugar de irse hacia el Bien, la gran mayoría se fue yendo hacia el Mal. A TRAVÉS DE LA HISTORIA Satanás fue haciendo su obra destructora y así hizo que los hombres se llenaran de soberbia, que se pusieran en contra Mía…
Y por eso tuvieron su castigo, al grado de que se les cambiaron las Lenguas para que no se pudieran comunicar unos a otros. Y aún a pesar de ello, Me siguieron ofendiendo.
Si en la Torre de Babel hubo este cambio, ahora vendrá el cambio positivo, Mis pequeños. Esto que voy a permitir sobre la Tierra, lo que vosotros veréis como destructivo, os llevará nuevamente a la Unidad.
Os uniréis como hermanos por los desastres que habrán. Las fronteras se borrarán, será un solo pueblo todo el mundo y así se dará la Profecía de que seríais un sólo Rebaño bajo un sólo Pastor, que es Mi Hijo, Jesucristo.
La Maldad se acabará porque el mundo producirá amor. Los desastres harán que vosotros os unáis como hermanos y al ser así, hermanados en el desastre, también seréis hermanados en el amor.
Ciertamente, aunque hayáis dejado que el pecado entrara a vuestro corazón, hay bondad todavía en los corazones y es el momento en que el amor que tenéis fluirá, saldrá hacia el exterior. Lo transmitiréis a vuestros hermanos y os amaréis los unos a los otros como os pidió Mi Hijo Jesucristo.
¿Veis ahora cómo Mis Planes os estarán llevando a algo muy bello? Yo Soy vuestro Dios y lo que Yo permito siempre será para bien de Mis hijos. Os faltaba ese amor que ya habíais olvidado. Os estabais apartando los unos de los otros. Satanás nuevamente se estaba aprovechando de las almas para separaros y destruiros.
Al producir amor en toda la Tierra y viviendo como hermanos; en ése momento destruiréis las fuerzas de Satanás, porque el Amor destruirá el Odio y la Maldad que él ha sembrado. Vosotros pondréis vuestro granito de arena para crear este Nuevo Mundo. Hace tiempo os dije que vosotros mismos iríais preparando al Mundo, para la Segunda Venida de Mi Hijo.
Tenéis el libre albedrío y Yo no os puedo obligar al cambio. Vosotros, con vuestro libre albedrío debéis preparar el campo en el que vuestro Dios, Mi Hijo Jesucristo habitará entre vosotros. No lo podíais invitar a estar entre vosotros si hubiera todavía el Odio, Maldad, Destrucción, que había sembrado Satanás en vuestros corazones.
Ahora vosotros mismos, con todo esto que Yo permitiré, os llenaréis de amor. Y así, como verdaderos hermanos llenos de Amor y de ayuda de unos para con los otros, es como recibiréis a Mi Hijo.
Porque Satanás a través del tiempo os ha llevado a que vosotros os llenéis de las cosas del Mundo, busquéis fama, riquezas y queráis sobresalir ante todos, para que todos se den cuenta de que tenéis más que ellos. A veces os creéis superiores a vuestros hermanos y esa soberbia a la que habéis llegado, hace que vosotros mismos no os deis cuenta de la realidad que se vive en el mundo.
¡Cuántos hay que son mejores que vosotros, los que tenéis tantos bienes! ¡Vosotros, los que buscasteis dinero, bienes, fama! Cuando veis a estas almas santas, pequeñitas, que se dedicaron a buscarMe a Mí y no al mundo; os dais cuenta que perdisteis el tiempo y es el momento en que os llevaré a que vosotros os deis cuenta de vuestra realidad.
Mucho tiempo perdisteis en lo que debió haber sido vuestra misión sobre la Tierra y os desviasteis para buscar otros bienes, que solamente hicieron que vosotros no hicierais lo que Me prometisteis ibais a hacer por Mí.
Cuántas almas sencillas, pequeñas, son mejores que vosotros porque ellos sí encontraron la verdadera riqueza, que Soy Yo. Me buscaron afanosamente con amor y Me encontraron. Yo Soy la Riqueza Universal, Yo Soy vuestro Dios y Creador, Yo he creado todo cuanto existe, visible e invisible.
Entonces ¿En dónde quedan las riquezas del mundo, cuando Yo Soy realmente el Creador de todo cuanto existe? Y así como os las he dado, también os las quitaré para vuestro bien. (Libro de Job)
Así como un padre o una madre, al ver que sus hijos pequeñitos han tomado algo que les puede hacer daño, inmediatamente se lo quitan. Veo ahora que habéis tomado mucha Maldad del Mundo… Y especialmente aquellos que quieren apoderarse del mundo, que controlan los gobiernos, que controlan a vuestros hermanos y a vosotros mismos.
Tontamente le han hecho caso a Satanás, que les ha hecho creer que realmente controlarán; cuando serán ellos los que perderán todo, por haberse ido con mentiras a hacer lo que Satanás les aconsejaba.
¿Veis ahora Mis pequeños, cómo una gran mayoría de vosotros errasteis el camino? No buscasteis la verdadera riqueza, que es Mi Amor, que son las Gracias y Bendiciones que Yo continuamente os he dado a lo largo de vuestra vida. No pudisteis ver la grandiosidad de Mis obras dentro de la pequeñez en la que se os presentaba,
Porque Yo así actúo, os doy cosas pequeñas, pero que valen inmensamente. Y Satanás es al revés, os enseña cosas que brillan, que son grandes, que os deslumbran, pero que nada valen. Y así vais desperdiciando vuestra vida y hasta lucháis y matáis por quedaros con esas cosas que brillan y que os van a destruir a vosotros eternamente.
Apartad la soberbia de vuestro ser, de vuestra vida y llenaos de humildad, de la pequeñez que os enseñó Mi Hijo Jesucristo. Siendo Dios se hizo Pequeñito, se hizo humilde y sencillo. Se hizo pobre, cuando todas las riquezas del Universo Le pertenecen.
Seguid Su Ejemplo, Mis pequeños. Preparad vuestro momento final para que os presentéis ante Mí. Si sois llamados a Mi Presencia, llegad así, pequeñitos. PedidLe ayuda a Mi Hijo Jesucristo, para que el tiempo que os quede todavía de vida, sea un ejemplo para vuestros hermanos.
En la pequeñez está vuestra grandiosidad, porque os uniréis a los méritos de Mi Hijo, que es Dios. Aprended en lo pequeño, para que seáis grandes a los Ojos de vuestro Dios y Creador, que Soy Yo.
Vosotros los que estáis Conmigo, los que Me habéis seguido a través del tiempo incrementando vuestro amor hacia Mí, aceptando Mi Palabra, mejorándoos para alcanzar vuestra santidad; éstos son tiempos también para vosotros porque entenderéis fácilmente los acontecimientos que estáis viendo a vuestro alrededor.
Podéis ver en los acontecimientos grandes y en los pequeños Mi Presencia. Y os alegrareis, mientras muchos otros de vuestros hermanos sufrirán, llorarán y hasta Me maldecirán. No sabrán ellos lo que estará pasando y vosotros sí, Mis pequeños.
Veréis los cielos y aprenderéis de los acontecimientos que ahí veréis. Veréis al sol y éste, además de daros su luz, también os dará Conocimiento de Mi Presencia y de lo que vendrá. Veréis a vuestro alrededor la Naturaleza, cómo se comportará…
Y vosotros os daréis cuenta de cómo Yo iré manejando los acontecimientos para que vosotros, los que estéis Conmigo, no sufráis lo que los demás sufrirán, porque no estarán Conmigo. Se desesperarán y buscarán un bien que no encontrarán, porque ya ése bien se les habrá quitado.
Este es el regalo, Mis pequeños, para aquellos que Me han seguido; para aquellos que han sufrido persecución, porque Me pusisteis como lo Primero en vuestra vida. Fuisteis atacados por vuestros propios hermanos porque Me buscasteis y Me llevasteis a lo más profundo de vuestro corazón.
Mientras vosotros orabais, ellos se divertían y así sucedió cuando Noé subió al Arca, él advirtió por muchos años lo que iba a suceder, se burlaron de él, lo tomaron por loco; hicieron lo que quisieron con él y el tiempo llegó… Tal y como estaba anunciado y lo mismo sucederá en estos tiempos.
Habéis sido anunciados de los acontecimientos que ya se están dando y que se agravarán, pero los que estéis Conmigo seréis protegidos por Mi Gracia. Grandes Milagros veréis, Mi Poder Divino se derramará sobre aquellos que Me han sido fieles, Mi Justicia también caerá sobre aquellos que Me han querido hacer daño a Mí y a vuestros hermanos.
Estos serán los momentos de la Verdad Mundial, en donde os veréis tal cual sois y Me veréis a Mí también, vuestro Padre y vuestro Dios… Y lloraréis el haber desperdiciado vuestro tiempo y el haberMe maldecido, porque no tuvisteis lo que hubierais querido.
Sí, Mis pequeños. Os arrepentiréis del mal que Me hicisteis, del mal que os hicisteis a vosotros mismos y el mal que le hicisteis a vuestros hermanos y a la Naturaleza entera.
Es vuestro Juicio, Juicio personal en donde no podréis señalar a nadie; cada uno de vosotros, solos ante Mí, ante Mi Presencia Divina, ante el Amor Divino.
No os confundáis, Mis pequeños con lo que os puedan decir aquellas almas que no están Conmigo y están con Satanás, que os han hablado de cosas muy diferentes y que ven estos momentos en forma diferente. Y se aprovechan de los acontecimientos para buscar más las cosas materiales que las espirituales.
Se siguen engañando. Siguen buscando lo que no sirve, siguen perdiendo su tiempo, que es Mi tiempo.
El Tiempo ya está sobre vosotros y sobre toda la humanidad. ¿Cómo reaccionaréis ante los acontecimientos fuertes cuando éstos se den? Los que están preparados en el Amor, los aceptarán y Me los ofrecerán,
Los que no estén preparados, porque no quisieron llenarse de Mi Amor, sufrirán indeciblemente, pero por su falta de amor hacia Mí. Por su falta de docilidad a Mi Voluntad y por su falta de deseo de vivir según Mis Leyes. Ellos sí sufrirán por haberse apartado de Mí, vuestro Dios.
En cambio vosotros los que estéis Conmigo, a pesar de que os enfrentaréis a vuestras culpas, a vuestros pecados, aún así gozaréis; porque un padre que ama, comprende a los hijos y los aconseja, en lugar de reprenderlos con castigo.
Aprenderéis de vuestras faltas, aprenderéis de lo que el Mundo Me hizo y todo esto os servirá para que os mejoréis en lo futuro. Son tiempos de cambio, pero hacia el Bien, Mis pequeños. Tiempos en que buscaréis estar más Conmigo, buscando la Verdad, siguiéndola, amándola, porque Yo Soy la Verdad Misma.
Venid a Mí, Mis pequeños, llenaos de Mis bienes y pedidMe perdón por vuestros males. De esta forma os abriré Mis Brazos y podréis sentir Mi Amor en pleno, gozaréis Mi Amor, gozaréis Mi Perdón.
Os amo Mis pequeños, pero también haced vuestra parte. AmadMe de corazón a Mí vuestro Dios, porque Me lo merezco, Soy vuestro Creador. Vivid con la alegría del niño que espera la promesa del regalo que pronto se le dará.
Vivid en la sencillez y en la confianza y no os preocupéis de lo material, eso pasará. El Nuevo Mundo traerá nuevas formas de vida, bellísimas, santificadas por Mi Corazón. Lo que es de ahora, lastre y basura será en lo futuro.
Las nuevas riquezas del hombre, serán las verdaderas riquezas de Vuestro Dios, las que habéis olvidado, las que habéis hecho a un lado, las que no habéis cultivado. Un Mundo de Santidad y de Amor os espera, como no lo ha habido antes ni lo habrá jamás, hasta que entréis en el Reino de los Cielos.
Bellezas inimaginables os esperan, Cielos Nuevos, Tierras Nuevas, el Amor en Su Plenitud; vida de éxtasis tendréis, porque viviréis Conmigo en éste Nuevo Paraíso Terrenal.
Agradecedme ya desde ahora los contentos que os daré. Santa será vuestra alegría y vuestro gozo será colmado al vivir plenamente para Vuestro Dios y Señor.
“Benditos sean los que escuchan la Voz del Pastor y la siguen, porque de ellos es el Reino de los Cielos
Os amo, Mis pequeños y recordad que Somos una familia. Entended ahora vuestra misión. Entended ahora el regalo que os voy a dar, pero porque vosotros mismos lo vais a provocar con el cambio que tendréis del Mal hacia el Amor.
Recibid Mis Bendiciones, Mis pequeños, y dejad que Mi Santo Espíritu os guíe a todas estas bellezas que he preparado para vosotros, en donde vosotros mismos seréis actores de este nuevo cambio.
Os Bendigo, Mis pequeños y pedid Sabiduría para que podáis entender éstas Verdades que os enseño. ¡Yo Soy Vuestro Dios y Señor, Creador de Todas las cosas visibles e invisibles y no hay otro dios fuera de Mí! ¡Yo Soy el Alfa y el Omega! ¡Yo Soy el AMOR!
Yo os bendigo en Mi Santo Nombre, en el de Mi Hijo Jesucristo y en el del Paráclito de Amor. Recibid las bendiciones de Mi Hija, la Siempre Virgen María y del Señor San José y de todo el Cielo.
F33 EL GRAN TESORO
Hijitos Míos, os voy a hablar hoy sobre la Cruz. Muchos de Mís hijos y no sólo los de Mí Redil, sino de los apartados de el, no les gusta ver Mí Presencia en la Cruz. Prefieren y así lo dicen: “recordar al Jesús haciendo milagros, al Jesús Victorioso, al Jesús Niño o al Jesús Vivo entre los hombres.” Se espantan de Mí Presencia en la Cruz.
Vuestros Primeros Padres, al aceptar las proposiciones del Enemigo y al ponerse en contra del Amor y Voluntad de Mí Padre, aceptan actuar para él, lo escuchan y caen en el Principio del Mal. De una sola vez caen hasta el fondo del Pecado, porque todo lo tuvieron y lo obtenían de la Fuente Preciosa del Amor. Al aceptar lo que el Maligno les proponía, caen en las tinieblas y a la obscuridad del Pecado.
Es a través de ellos que el Pecado entra al Mundo. Es a través de ellos que se cierran las Puertas del Cielo. Es a través de ellos que el Mal se posesiona y ataca la Obra de Mí Padre en la Creación. Todas las Fuerzas del Bien quedan atadas por las del Mal. El Dolor entra en el Mundo. El Sufrimiento y el Hambre, las Pestes y la Guerra son consecuencia del Pecado Original.
Mí Padre no creó éstos yugos para el hombre y Su Creación. El Demonio los impuso sobre los hombres a causa de la Traición que realizaron vuestros primeros Padres a Dios Amor, Dios Creador.
La maldad se adueñó de lo que era la Obra Santa de Mí Padre. El Pecado había sido gravísimo, fue la aceptación total del Mal, a la negación voluntaria del Bien. ¡Pobres de Mís hijos que habían sido creados para el bien eterno!
Pero Mí Padre, siempre buscando vuestra salvación y vuestro bien, promete al incipiente género humano en la figura de Adán y Eva, que la salvación y restauración vendrá en un tiempo futuro. Promete, también a ellos, que la Serpiente del Mal será aplastada por La Mujer, Mí Madre.
El hombre tiene que pagar su penitencia y así pasan muchos siglos en los que la Mano Amorosa de Mí Padre nunca se apartó de ellos ni de sus descendientes. Pero por causa del pecado y sus consecuencias, ellos mismos las sufrirán en carne propia a través de los siglos y vendrán guerras, hambre, muerte, destrucción, enfermedades y lo peor: injusticias contra los que Mí Padre enviaba para guiarlos en el camino de la Luz y la Verdad.
Obviamente el que se había adueñado de éste mundo, reconocía en aquéllos profetas las bondades de Mí Eterno Padre y moviendo las voluntades humanas tan apartadas de la virtud, conseguía deshacerse de los enviados del Cielo. Pero aún así, Sus Palabras a través de Sus Profetas, lograban ir guiando a Su Pueblo por el buen camino.
Por fin llego Yo a la historia del hombre, Mí Presencia Viva anunciada por los Profetas por fin se realizaba y así llegaba Yo para guiar personalmente a Mí Pueblo a la Salvación Eterna. Pero, ¿Qué sucede?
Mi Enemigo percatándose de Mí Presencia sobre la Tierra, consigue deshacerse de Mí, a través de convencer a los mismos SACERDOTES Míos, a los de Mí Pueblo; a que me claven en una cruz, muerte que se destinaba a los peores criminales de ése tiempo.
Pero, ¿Qué significa en el transfondo ésa cruz? Esa cruz, que para los habitantes de ése tiempo significaba la peor muerte; se vuelve vida para todos. Se vuelve, nuevamente Luz en el Camino. Se vuelve Llave Sagrada que abre las Puertas del Cielo. Se vuelve la Donación del Amor de Vuestro Dios para los hombres.
¿Por qué?, os preguntaréis. Yo tenía que vencer al Mal con sus mismas armas. Por él entra la muerte al mundo y Yo con Mí Resurrección, vuelvo vida ése aparente crimen en la cruz. Se vuelve Símbolo de Vida, al Donar toda Mí Sangre para la Salvación del género humano.
Porque es gracias a Mí Sangre Preciosa derramada hasta la última gota, que se alcanza la sanación de las almas y de los cuerpos. Es a través de Mís Sufrimientos atroces, que restauro el sufrimiento infringido en el Paraíso, a Mí Padre Celestial.
Es a través de la Humillación a todo un Dios, que destruyo la Soberbia de Mí Enemigo.
Es a través de Mí Pobreza aparente y humana, que destruyo el poder y las riquezas de maldad con las que Mí Enemigo había contaminado al Mundo.
Es a través de Mí Sufrimiento en la Pasión, en donde tomo cada paso pecador del hombre sobre el Mundo, para ir derramando Mí Sangre gota a gota, sobre ésas Huellas del Mal…
Y levantando al hombre y restaurando su alma ante la Presencia de Mí Padre.
Es en sí la Cruz, la que marca Mí Triunfo sobre las fuerzas del Mal, que se habían posesionado de cuerpos y almas y de la Creación de Mí Padre.
Al ser levantado… Quedo Yo como el Triunfador sobre todo el mundo y sus pecados. Es Mí Triunfo Divino en donde las Fuerzas del Mal, ya no podrán en lo futuro, tener injerencia sobre los que serán Míos y para el Reino Eterno.
Es a través de Mí Presencia Sufriente en la Cruz en donde Yo voy a enjugar las lágrimas y sufrimientos de Mís Hijos. Es en la Cruz, Fuente de Mí Gracia y de Mí Amor hacia vosotros, a la que se acercarán todos aquellos que desearán en lo futuro, unirse a Mí Vida de Salvación, para todos sus hermanos.
Como véis hijitos Míos, Mí Sufrimiento en la Cruz, se vuelve Vida y Alegría para Mí Padre y para vosotros. No es un Cristo Sufriente. Es un Triunfo Alegre. Mí Corazón por fín lograba el anhelo de Mí Padre: por fin se restauraba el Reino sobre la Tierra. Por fín podía Vuestro Dios, vivir nuevamente entre vosotros.
Mí Cuerpo sufría un Sufrimiento Divino y Restaurador, Mí Alma y Mí Espíritu os daban nueva Vida en el Amor.
No es la Cruz la representación de Mí fracaso, como así Me quisieran ver Mís enemigos… Es y debe ser para los Míos: la representación de vuestro triunfo, del Amor Excelso de Vuestro Dios al darse a Sí Mismo en Mí Presencia Divina; para restauraros la Vida Divina que vive en vosotros. Es Mí Cruz el símbolo excelso del Amor Donado y Triunfante sobre las fuerzas del Mal.
En resumen, es Mí Cruz la Puerta de Entrada al Paraíso. Ved hijos Míos, es Mí Cruz vuestra salvación y el Amor de Mí Padre hacia vosotros. Ved el Triunfo de Vuestro Dios sobre las fuerzas del Mal, a la cuál ya no podrá vencer jamás.
Yo cargué la pesada Cruz de vuestros pecados por cada uno de vosotros. No os imagináis Mis pequeños, tanto dolor… Y sobre todo, cargar vuestros pecados: Tanta maldad, podredumbre, asco Me daba; pero alegría también llevaba al saber, que cargando la Cruz, os abría las Puertas del Reino de los Cielos y os daba la oportunidad de vuestra salvación.
Estos son tiempos Mis pequeños, en que carguéis también la cruz de vuestros pecados y aminoréis la Cruz que Yo cargué de los vuestros.
La Tierra se convulsiona. Vuestros pecados, el Pecado Original, lo que estáis provocando al apartaros de Mis Leyes y de Mi Amor, afecta también a todo lo Creado. Nada se rige ya por las Ordenes que le di a la Creación desde un Principio, todo se ha salido del Orden Creado por el Pecado.
Y vosotros lo estáis padeciendo. Además de que Satanás y sus secuaces, hermanos vuestros que se han dejado convencer con las Mentiras de Satanás, le están ayudando a afectar las Leyes de la Naturaleza; para destruiros, con lo que estáis viviendo y viviréis en muy poco tiempo por venir.
(Como ‘Gran Arquitecto del Universo’, les ha prometido una nueva tierra sólo para ellos. Pero ÉL NO ES CREADOR, ES DESTRUCTOR, ES LACAYO Y NO PUEDE HACERLO )
Será esta afectación por el Pecado, en donde la Naturaleza al convulsionarse, os afectará inmensamente. Muchos países que ahora conocéis, desaparecerán, nuevas tierras aparecerán. La Purificación, producirá mucho Dolor, muchas Lágrimas. Pero Mi Santo Espíritu, al Vivir en vosotros, os ayudará al ir padeciendo y aceptando esta cruz que os purificará…
Aprenderéis a ofrecérMela para aminorar Mis Dolores y también a ofrecerla por la salvación de todas las almas. Y especialmente, por aquellas que han cerrado su corazón, no quieren crecer espiritualmente y hasta satanizarse están dispuestas a estar, POR EL ENGAÑO QUE LES PRODUCEN LOS SUPUESTOS PODERES QUE MI ADVERSARIO LES OTORGA.
Vuestro futuro cercano, es tremendo, por eso, os insisto tanto en que os arrepintáis, que cambiéis de vida, que crezcáis en virtudes y en amor.
Os repito y os repito esto Mis pequeños, porque no os quiero perder. Entendedlo sois Míos, os Creé en el Amor y os quiero recuperar a pesar de que Me hayáis dado la espalda y que viváis en el pecado y en la maldad.
Sois Míos, Yo he puesto Mi Presencia en vosotros, vuestra alma Me pertenece.
DevolvédMela pura, para que Yo la santifique y viváis Conmigo eternamente.
No dejéis que Satanás os engañe y tome posesión de vuestra alma, Me haríais un gran daño… VA A DESTRUIROS, es como quitarle a un niño pobre, el único regalo que tiene.
Cada uno de vosotros es Mi Mundo, cada uno de vosotros, sois Mi consentido; os conozco a cada uno en perfección y Me di por cada uno de vosotros para vuestra salvación. Mi Sangre Preciosa que derramé no solamente en la Cruz; sino desde antes, en Mi Agonía y en Mi Pasión, fue por vuestra salvación y poco pensáis en ello.
Si Yo no hubiera venido a la Tierra Mis pequeños, las Puertas del Cielo, estarían aún cerradas y no tendríais todavía, posibilidad de entrar al Reino de los Cielos, si no se hubiera dado Mi Donación.
Dejad que Mi Santo Espíritu os enseñe todo esto, para que lo entendáis mejor y apreciéis mejor todo lo que Yo he hecho por vosotros.
Precisamente porque no apreciáis, no sabéis agradecer. Creéis que recibisteis poco y que os lo merecéis… Y por eso, no volteáis hacia Mí, ni Me agradecéis con todo vuestro corazón, lo que Yo he hecho por vosotros, aún a pesar de vuestro pecado y de la maldad que existe en los corazones.
Reflexionad, Mis pequeños, retomad toda vuestra vida. Meditad en los momentos de los pecados que cometisteis… Arrepentíos de corazón de ellos, porque el daño que Me hicisteis, fue muy grave y doloroso.
Grandes Bendiciones aún recibiréis, porque Yo Soy así. Soy el Todo Poderoso y os voy a consentir toda una eternidad y siempre os daré algo nuevo. Soy Infinito y Mis regalos también son infinitos. No Me cansaré de consentiros, no Me cansaré de amaros. Os pido que no Me olvidéis y que vosotros tampoco os canséis de amarMe, porque necesito de vuestro amor.
Mi Resurrección fue para todos vosotros, para todos los hombres de todas las épocas: pasado, presente, futuro. Mi Donación fue un Regalo para todas las almas y seguirá siendo, Mis pequeños. En Mi Resurrección, os doy regalos inmensos. Por Mi Resurrección, podéis tener vuestro regreso al Reino de los Cielos. Gracias a ella tenéis las Puertas abiertas del Reino de los Cielos.
Mi Donación fue para apartaros de las Garras de Satanás y para que os llenarais de Mis Gracias y Bendiciones. Os gané nuevamente el Cielo a todos vosotros: a vuestros hermanos del pasado, a vuestros hermanos del futuro. TODOS, todos tenéis derecho a regresar al Reino de los Cielos, porque en Mi Resurrección también os doy Mi Corazón, Mi Amor.
¿Quién os ha dado tanto? ¿Acaso podéis escuchar por ahí, que haya alguien mejor que Yo, que haya muerto por todos vosotros? ¿Qué aún a pesar de vuestras faltas, de vuestros olvidos, de vuestras traiciones, de todo el mal que cometéis, día a día y año tras año; todavía os quiera perdonar y que os ame, como Yo os amo?
No, Mis pequeños, no hay nadie como Yo, vuestro Dios-Hombre. Que os vine a Enseñar a cómo ser santos, a cómo ser sensibles a Mis Palabras, a Mis Pedimentos, a todas las Gracias que Yo obtuve para vosotros; por Mi Sacrificio, por Mi Donación, por Mi Muerte y Resurrección.
Desde antes de que Yo Naciera, Mis Gracias se derramaban por vosotros, pero el hombre no Me conocía. No conocía todavía el Amor que en Nuestra Santísima Trinidad, otorgaMos al hombre.
Me hice patente entre los hombres, viví para cada uno de vosotros. Sí, Mis pequeños, viví para salvaros. Para salvar a cada uno de vosotros, porque Yo como Dios tenía presente a todas las almas creadas desde el Principio. Os conozco a todos y A CADA UNO. A todos os amo, pero muchos Me han traicionado.
Al tener el libre albedrío, tenéis la libertad de venir a Mí, aceptar Mi Amor y ganar el Reino de los Cielos. O podéis traicionarMe, negar y atacar Mi Amor y perderos para siempre.
Os amo, Mis pequeños. Os amo a pesar de vuestros errores y de vuestra maldad. No hay Amor como el Mío en toda la Tierra ni en el Universo entero.
Yo vuestro Dios, en Mi Santísima Trinidad, os he ganado con Mi donación, con Mi Amor, con el derramamiento de Mi Sangre hasta la última gota… Y cada uno de vosotros, sabéis cómo Me habéis tratado a lo largo de vuestra existencia.
Muchos estáis Conmigo y habéis aceptado lo que os he pedido, aunque a regañadientes, tratáis de cumplir. Pero ciertamente, mucho os falta para llegar a la perfección en vuestra donación hacia vuestro Dios. La gran mayoría de vosotros Me habéis traicionado, Me habéis olvidado. Me buscáis cuando os conviene, vuestro corazón no está con el Mío.
Qué triste es esto Mis pequeños, siendo que Yo Me pasé treinta y tres años en la Tierra… Y día a día, todos vosotros y de todos los tiempos, estabais en Mi Corazón. Se os hace increíble o imposible esto, pero no para vuestro Dios. Yo, que tengo todas las capacidades y el Poder para hacerlo, lo hacía.
¿Hay alguien en la Tierra, que os ame, como os amo Yo, en todo momento, cada segundo, día a día? No, Mis pequeños. Ni aquél que vosotros creéis que os ama con todo su corazón, os lleva todo el tiempo en su mente y en su corazón. Difícilmente hay una alma que piense en otra, por más que la quiera. Y que la tenga en todo momento en su mente y en su corazón.
Os conozco y vuestro amor. Ciertamente, que no es como el Mío, tenéis muchas deficiencias en el amar, en el donaros. ¿Cuándo aprenderéis Mis pequeños, a estar más tiempo Conmigo? ¿Cuándo Me daréis, verdaderamente, vuestro corazón? ¿Cuándo Me buscaréis, como os busco Yo?
PedidMe esa Gracia, Mis pequeños, de la unión íntima con vuestro Dios, de la unión de Corazón a corazón, de la donación de vuestra pequeña existencia, de vuestro pequeño ser a Mi Ser. ¿Quién va a salir ganando en ésta unión, tan íntima, tan perfecta? Ciertamente que vosotros, una creaturita pequeñita con tantos defectos, con tantas caídas…
Ciertamente, en una unión íntima de Corazón a corazón, vosotros seréis los que ganareis con ella.
Cuando un alma se dona a Mí y se une a Mí, ciertamente que Yo la acerco todavía más de lo que vosotros imagináis. Vosotros no conocéis lo que pasa con vuestra alma cuando Yo la tomo y la pongo dentro de Mi Corazón. Simplemente, ya con Mi Deseo de unión, debierais tener una gran alegría y vivir en un éxtasis bellísimo. Eso es lo que quieren las almas que ya están Conmigo, en el Reino de los Cielos; ésa unión íntima, perfecta.
Ciertamente, que Yo os voy enamorando a lo largo de vuestra existencia. Hay almas que Me encuentran cuando son pequeñitas. Otras, se tardan más y otras, prácticamente al final de su existencia. Pero todas terminan ganando al encontrarMe, porque Yo Me dejo encontrar para aquellas que realmente Me quieren, pero con un corazón abierto.
Mi Corazón, está abierto para todos vosotros, ¿Por qué no venís a Mí, por qué Me teméis; si Yo solamente os quiero dar lo mejor de Mi Creación? Y especialmente, lo mejor de Mi Amor, ¿Por qué Me teméis, si Yo Soy el Amor Perfecto?
Mucho tenéis qué aprender. Venid, pedidMe ésa unión íntima Conmigo, ésa fusión de vuestro corazón a Mi Corazón. Os aseguro, que no vais a querer separaros nunca más de Mí. (ESTO ES COMPROBABLE. Cuando tenemos una probadita del Amor Divino, comprendemos perfectamente porqué los mártires le soportaron, Y LE SIGUEN SOPORTANDO a Satanás, todas sus torturas)
Aquél que desea algo de corazón y lo busca con ahínco, sale ganando; encuentra lo que está buscando y luego presume a todos lo que consiguió. Si tanto lucháis por las cosas que son del Mundo, ¡Cuánto más debierais luchar por tenerMe plenamente en vuestro corazón!
Yo Soy la Perla Rara, Yo Soy el Tesoro Escondido, ¿Por qué perdéis el tiempo en otras cosas Mis pequeños, cuando el Gran Tesoro, Soy Yo?
PedidLe a Mi Santo Espíritu que os conceda la Gracia de entender perfectamente lo que Yo hice por vosotros, para que aprendáis, también, a reparar vuestros errores. Y principalmente, que aprendáis a agradecer tanto Bien que se os ha concedido, empezando con el don de la vida.
Aprended a agradecedMe en todo momento; porque en todo momento estáis bajo Mi Mirada y en Mi Corazón. DadMe vuestro pequeño ser, para que Yo lo engrandezca en Mi Perfección. Yo Soy el Perfecto; si venís a Mí, Yo os llevaré a la Perfección.
Os amo, Mis pequeños. No desperdiciéis éstos regalos que os doy. Sed de estas almas que se den como os pido os deis, dejando que Yo Viva plenamente en vosotros y empezaréis a gozar Mi Reino, ya desde la Tierra. Encontrad el Tesoro. Poned todas vuestras capacidades para buscarMe y veréis que Me dejaré encontrar.
Soy vuestro Hermano Jesucristo y en las Escrituras tenéis Mi Palabra y os he dicho que lo que le hagáis a un hermano vuestro, Me lo estáis haciendo a Mí. ¿Cuántas veces meditáis antes de hacer algo o decir algo, a alguno de vuestros hermanos? Muy pocas veces.
Y eso, en lugar de llevaros a la santidad que es la perfección de vuestros actos, os está llevando a la maldad y a la destrucción espiritual. Destruís con los labios, a través de la crítica.
Destruís con los malos pensamientos hacia vuestros hermanos. Ciertamente no habláis, no lo dice vuestra boca, pero Yo sí escucho vuestro corazón y eso va dañando vuestra alma; porque los pensamientos cuando no son buenos, os dañan desde adentro y luego se manifiestan en actos.
Deseáis el mal a veces por envidias, corajes, venganzas.
Y todo eso afecta a vuestros hermanos, a quienes les estáis deseando ése mal.
Pero también se os regresa a vosotros, porque todo aquello que vosotros deseéis a vuestros hermanos, se os regresará a vosotros y a los vuestros.
Por eso insisto en vuestra perfección. Porque os tenéis que ir preparando para vivir en el Reino de los Cielos, donde todo es perfección.
Cuando no lucháis por obtener ésa perfección aquí en la Tierra, siendo un ejemplo para vuestros hermanos y ayudándoles también a lograrlo. Os tendréis que purificar; si es que vuestros méritos no os alcanzan para vuestra salvación, en el Purgatorio; lugar difícil, doloroso, del que ciertamente en algún tiempo saldréis de ahí, pero el sufrimiento es tremendo.
Hay tantas cosas malas que vosotros hacéis, deseáis, pensáis, que dañan continuamente a vuestros hermanos y a vosotros mismos. ¿Por qué no ir creando un Mundo de Amor con vuestros buenos deseos, pensamientos, acciones?
Vosotros lo podéis lograr, porque si Satanás os ha llevado al Mal en el que estáis viviendo, si siguierais lo que Yo os enseñé, vosotros mismos haríais el cambio.
¿Por qué habéis preferido vivir en el mal, buscar el mal, cuando éste mismo os causa tanto daño, tanto dolor y causáis también con él, daño y dolor a los vuestros? Cuando podríais hacer el Bien, buscar el Bien, luchar contra el Mal que os rodea e imponer el Bien que deseáis y que os atraerá Amor de vuestros hermanos.
No meditáis, no buscáis ni vuestro propio bien ni el bien hacia vuestros hermanos. No buscáis tener una vida espiritual alta, que os lleve directamente al Reino de los Cielos, cuando seáis llamados ante Mi Presencia.
Seguís prefiriendo la maldad de Satanás en vuestra vida, a luchar por un bien por vuestra perfección, que os dará alegrías inmensas; primeramente a Mi Corazón y después, a vosotros mismos y a vuestros hermanos. O acaso, ¿No se os hace bello recibir un bien cuando habéis dado primeramente, un bien a un hermano vuestro?
Es agradable recibir palabras de agradecimiento, un beso de amor por un bien hecho, un deseo bueno que salen de labios agradecidos porque les disteis un bien a vuestros hermanos, ya sea material o espiritual. Cuando vivís en el Bien, se goza, ¿Por qué entonces insistís en vivir en el Mal, que eso os lleva a pleitos fraternos en mayor o en menor grado?
¿Os gusta, acaso vivir peleándoos, matándoos, deseándoos cosas negativas, malas? Eso no es de gente santa, de gente sensata, de gente inteligente, de gente que viva y busque Mi Amor. Eso es de gente enferma. De almas enfermas en la maldad y sabéis cómo lo podéis evitar.
Solamente viviendo en las Virtudes, en el Amor, buscando el Bien de vuestros hermanos, ellos os agradecerán y vosotros gozaréis con su agradecimiento y sus buenos deseos.
Vosotros podéis lograr el cambio, pero deberéis meditar todo esto primeramente. Si vais a buscar el Bien para vuestros hermanos, os deberéis mantener en él. Porque si no, causaréis más problemas a los que os estén mirando, porque vuestras palabras, quizá sean buenas y vuestras obras no.
Y con eso, causaréis más disturbios en la mente y en el corazón de los que os vean o vivan con vosotros.
Yo os vine a mostrar el Camino, Mis Palabras fueron obras, no dije una cosa y obré de otra forma; como ciertamente los fariseos hacían, tenéis que ser de una sola pieza.
El Amor no miente, el Amor no traiciona, el Amor no critica, el Amor ayuda a levantar al hermano que vive en el error, el Amor perfecciona, el Amor da vida espiritual y Paz Celestial, el Amor es el Alimento de los Cielos.
Debéis empezar a vivir el Amor, para que podáis entrar fácilmente al Reino de los Cielos. Acudid a Mí vuestro Hermano, vuestro Dios, para que os Guíe. Os Enseñe y os lleve a amar verdaderamente a vuestros hermanos y a Mí vuestro Dios, como Yo os Amo.
Como Yo os amé, cuando Me di por cada uno de vosotros. Unid vuestras vidas, vuestras alegrías y sufrimientos a Mís Alegrías y Sufrimientos que tuve en la Cruz y salvemos juntos muchas almas.
Devolvamos vida nueva a aquellos que han muerto por el pecado y sus pasiones. Devolvamos amor y confianza a aquellos que ven en Mí Cruz sólo el fin de Mí Presencia sobre la Tierra y no el Principio del Reino Eterno.
Vivamos unidos a la Alegría de Mí Padre porque así con Mí Cruz, le he devuelto a Sus hijos amantísimos, que sóis todos vosotros.
¡Regocíjense Conmigo, con Mí Triunfo y Mí Alegría en Nuestro Padre Dios!
Yo os Amo infinitamente y os Bendigo en el Nombre de Mí Padre Eterno, en Mí Nombre, Vuestro Salvador Glorioso y en el del Amor Derramado y Purificador del Espíritu Santo.