189 EL MILAGRO ESPECTACULAR
189 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Una vez que se ha calmado el griterío,
Jesús empieza a hablar:
“El Señor dijo a Josué:
“Habla a los hijos de Israel y diles: Separad las ciudades de que os hablé por medio de Moisés para los fugitivos;
para que en ellas se puedan refugiar los que involuntariamente hayan matado a una persona,
pudiendo evitar así la ira del pariente próximo, del vengador de la sangre'”.
Pues bien, Hebrón es una de estas ciudades.
También está escrito:
“Los ancianos de la ciudad no entregarán al inocente en manos de quien lo busca para matarlo;
antes bien lo acogerán, le darán morada y permanecerá allí hasta el juicio y hasta la muerte del sumo sacerdote de entonces,
después de lo cual podrá volver a su ciudad y a su casa”.
En esta ley está ya presente y establecido el amor misericordioso hacia el prójimo.
Dios ha impuesto esta ley porque no es lícito condenar al acusado sin haberlo escuchado, ni matar en un momento de ira.
Lo mismo puede decirse también para los delitos y las acusaciones de orden moral.
No es lícito acusar si no se conoce, ni juzgar sin haber oído al acusado.
Mas, hoy día, a las acusaciones y condenas debidas a culpas supuestas en todos o a culpas imaginadas, se ha añadido una nueva serie:
La que se dirige y se pronuncia contra los que se presentan en nombre de Dios.
Durante los siglos pasados, se ha repetido contra los Profetas; ahora es contra el Precursor del Cristo y contra el Cristo.
Ya lo habéis visto.
Juan, atraído con engaño fuera del territorio de Siquem, espera la muerte en las prisiones de Herodes,
porque nunca se doblegará ante ninguna mentira ni amaño alguno.
De todas formas se podrá truncar su vida, cortarle la cabeza.
Mas no podrán quebrar su honestidad, ni separar su alma de la Verdad,
a la que él ha servido fielmente en sus más distintas formas: divinas, sobrenaturales o morales.
De la misma forma, se persigue al Cristo, con furia doble, diez veces mayor, porque
Él no se limita a decir: “No te es lícito” a Herodes.
sino que con vehemencia va diciendo en nombre de Dios y por el honor de Dios esto mismo,
por todos aquellos lugares donde entra y encuentra pecado o sabe que hay pecado,
sin excluir a ninguna categoría.
¿Cómo es posible esto?
¿Es que ya no hay siervos de Dios en Israel?
Sí los hay.
Lo que pasa es que son “ídolos”.
En la carta de Jeremías a los exiliados, están escritas entre muchas cosas éstas.
Quiero que pongáis atención en ellas;
porque toda palabra del Libro es una enseñanza que, desde que el Espíritu la hace escribir por un hecho presente, se refiere a un hecho futuro.
Así pues, está escrito:
…”Cuando entréis en Babilonia veréis dioses de oro, plata, piedra, madera…
Cuidaos de no imitar las obras de los extranjeros. Y no tengáis miedo a sus ídolos…
Decid en vuestro corazón:
“Sólo a ti se te debe adorar, Señor”‘.
La carta enumera las particularidades de estos ídolos, que tienen lengua fabricada por un artífice;
de la que no se sirven contra sus falsos sacerdotes, que los despojan de su oro para ataviar a las meretrices…
Y luego toman el oro profanado por el sudor de la prostitución para volver a componer al ídolo;
de estos ídolos que pueden ser corroídos por la herrumbre o la polilla…
Y que están limpios y ordenados solamente cuando el hombre los lava y los compone;
pues por sí mismos nada pueden hacer a pesar de tener en la mano el cetro o la segur.
Y termina el Profeta diciendo: “Por tanto, no los temáis”. Luego añade: “Estos dioses son inútiles como vasijas rotas.
Sus ojos están llenos del polvo que levantan los pies de los que entran en el templo.
Están bien custodiados:
Como en una tumba o como quien hubiera ofendido al rey, porque cualquier persona podría despojarlos de sus valiosas vestiduras.
No ven la luz de las lámparas; son en el templo como las vigas.
Las lámparas lo único que hacen es ahumarlos, mientras lechuzas, golondrinas u otros pájaros vuelan sobre sus cabezas y los motean de excrementos.
Y los gatos se guarecen entre sus vestiduras y las rompen.
Por tanto no hay que tenerles miedo, son cosas muertas.
El oro no les sirve para nada, sólo es una cosa externa; si no se limpia no brillan.
Tampoco sintieron nada cuando los fabricaron.
El fuego no los despertó.
Los compraron a precios fabulosos.
Los llevan a donde el hombre quiere, porque son vergonzosamente impotentes…
¿Y por qué pues, se les llama dioses?
Porque se les dedica adoración, ofrendas y la pantomima de falsas ceremonias:
Los que las celebran no las sienten, quienes las ven no creen en ellas.
Si se les hace algún mal, como si es un bien, no responden.
Son incapaces de elegir o destronar a un rey.
No pueden devolver las riquezas, ni tampoco el mal.
No pueden salvar a un hombre de la muerte, ni al débil de las manos del déspota.
No sienten piedad ni por las viudas ni por los huérfanos. Asemejan a las piedras de la montaña…
Así, más o menos, dice la carta.
Mirad, ya no tenemos santos sino ídolos, en las filas del Señor;
por este motivo el mal es capaz de alzarse contra el bien:
El mal que motea de excremento el intelecto y el corazón de los que ya no son santos y anida entre sus falsas vestiduras de bondad.
Ya no saben pronunciar las palabras de Dios.
Es lógico: su lengua es obra humana y hablan por tanto, palabras de hombre.
¡Cuando no de Satanás!
Sólo saben arremeter insensatamente contra inocentes y pobres;
pero guardan silencio ante la corrupción grave.
En efecto, habiéndose corrompido todos, no pueden acusar al otro de las mismas culpas propias:
Con ambición – no por el Señor sino por Satanás -, trabajan aceptando el oro de la lujuria y del desmán.
Y lo trafican y sustraen, en manos de un frenesí que desborda todo límite y arrasa cuanto encuentra a su paso.
Sin cesar, se les deposita encima el polvo que fermenta sobre ellos.
Externamente su rostro está limpio, pero el ojo de Dios ve muy sucio su corazón.
La herrumbre del odio y el gusano del pecado los corroe.
No saben cómo hacer para salvarse.
Blanden maldiciones, como cetros o hachas, sin saber que sobre ellos pesa la maldición.
Están encerrados en su pensamiento y en su odio, cual cadáveres en sus sepulcros o prisioneros en sus cárceles-
Y permanecen ahí agarrándose a las barras, pues temen que una mano los aleje de ese lugar:
En efecto donde están, estos muertos son todavía algo, momias, nada más que momias de aspecto humano.
Y sólo el aspecto, pues su cuerpo está reducido a madera seca;
mientras que fuera serían objetos desechados por el mundo que busca la Vida, que necesita la Vida como el niño el pecho materno…
Y que acepta a quien le da Vida y no hedor de muerte.
Están en el Templo sí, y el humo de las lámparas – de los honores – los ahuma…
Pero la luz no les llega; todas las pasiones – los pájaros y gatos – anidan en ellos;
pero el fuego de la misión no les da el místico tormento de ser consumidos por el fuego de Dios.
Son -refractarios al Amor
El fuego de la caridad no los enciende, la caridad no los viste con sus áureos esplendores:
La caridad de dúplice forma y origen:
Caridad para con Dios y para con el prójimo, la forma; caridad de Dios y del hombre, el origen.
Dios se aleja en efecto, del hombre que no ama, siendo así que el origen divino cesa;
el hombre se aleja del malvado, cesando así el segundo origen.
La Caridad arrebata todo al hombre que no tiene amor.
Se dejan comprar con precio maldito, se dejan llevar a donde quieren la ganancia y el poder.
¡No, no es lícito! Ninguna moneda puede comprar la concienci.
Y menos aún la de los sacerdotes y maestros.
No es lícito mostrarse sumisos ante las cosas fuertes de la Tierra cuando quieren conducirnos a obrar en contra de lo que Dios ha establecido:
Esto no es sino impotencia espiritual. Y está escrito:
“El eunuco no entrará en la asamblea del Señor”.
Si, pues no puede ser del pueblo de Dios el impotente por naturaleza, ¿Podrá ser su ministro el impotente de espíritu?
En verdad os digo que muchos sacerdotes y maestros, habiendo perdido su virilidad espiritual,
han venido a ser, culpablemente eunucos espirituales.
Muchos. ¡Demasiados!
Meditad, observad, comparad…
Y os daréis cuenta de que tenemos muchos ídolos y pocos ministros del Bien, que es Dios.
Ahora se ve por qué sucede que las ciudades-refugio no son ya tales.
Ya no se respeta nada en Israel.
Los santos mueren por el odio hacia ellos, de los no santos.
Pues bien, mi propuesta es una llamada.
Os llamo en nombre de nuestro Juan, que se está consumiendo por haber sido santo;
que sufre ahora la acción punitiva por ser Precursor mío y por haber tratado de quitar de los caminos del Cordero las inmundicias.
Venid a servir a Dios. El tiempo está cercano. No os coja desapercibidos la Redención.
Haced que llueva en terreno sembrado; si no, en vano caerá la lluvia.
Vosotros, habitantes de Hebrón, debéis ir a la cabeza, porque habéis convivido aquí con Zacarías e Isabel, los santos que merecieron del Cielo a Juan
Aquí Juan ha esparcido el perfume de su gracia con verdadera inocencia de párvulo.
Y desde su desierto, os ha enviado el incienso anticorruptor de su Gracia, prodigio de penitencia.
No defraudéis a vuestro Juan, que ha llevado el amor al prójimo hasta una altura casi divina,
de forma que ama al último habitante del desierto cuanto a vosotros, paisanos suyos.
Estad seguros que impetra la Salud para vosotros.
Y la Salud está en seguir la Voz del Señor y creer en su Palabra.
Venid en masa, de esta ciudad sacerdotal, al servicio de Dios.
Yo paso y os llamo:
No seáis menos que las meretrices, a las cuales les es suficiente una palabra de misericordia,
para abandonar el camino recorrido precedentemente y tomar el del Bien.
Cuando he llegado me han preguntado:
“Pero, ¿No nos guardas rencor?”.
¡Rencor! ¡No; antes bien, amor!
Espero incluso veros entre las filas de mi Pueblo, del Pueblo que guío hacia Dios en el nuevo éxodo hacia la verdadera Tierra Prometida:
El Reino de Dios, al otro lado del Mar Rojo de los sentidos, más allá de los desiertos del pecado;
libres ya de todo tipo de esclavitud, hacia la Tierra eterna, de pingües delicias, colmada de paz…
¡Venid! Es el Amor que pasa; quien quiera puede seguirle, porque para ser acogidos por El se requiere solamente buena voluntad.
Jesús ha terminado en medio de un silencio atónito.
Parece que muchos están sopesando las palabras que han escuchado…
Prueban su sabor, las degustan, las confrontan.
Mientras esto sucede y Jesús cansado y sudoroso, se sienta a hablar con Juan y Judas.
Y he aquí que se alza un clamor al otro lado del muro…
Gritos confusos que luego se vuelven más claros:
– ¿Está el Mesías? ¿Está?
La respuesta es afirmativa.
Entonces pasan adelante a un hombre contrahecho que de tan torcido como está parece una “S”.
– ¡Es Masala!
– ¡Demasiado contrahecho!
– ¿Qué puede esperar?
– ¡Ahí está su madre!
– ¡Pobrecilla!
El arquisinagogo:
– Maestro, su marido la rechaza por ese aborto de hombre de su hijo.
Así que vive aquí de la caridad; pero ahora es ya anciana y le queda poca vida…
El aborto de hombre – realmente es así – está ante Jesús.
No puede ni siquiera ver su rostro de lo encorvado y torcido que está.
Parece una caricatura de hombre-chimpancé o de un camello humanizado.
La madre, anciana y mísera, ni siquiera habla.
Sólo emite una voz que parece un gemido:
– Señor. Señor…
Jesús pone sus manos sobre los hombros sesgados del hombre, que apenas si le llega a la cintura…
Levanta su rostro hacia el Cielo
y dice con voz potente:
– ¡Enderézate y sigue los caminos del Señor!
El hombre experimenta un brusco movimiento…
Y como impulsado por un resorte, queda derecho como el más perfectode los hombres.
E1 movimiento ha sido tan repentino, que parece como si se hubieran roto unos resortes, que lo tuvieran contenido en esa posición anómala.
Ahora le llega a Jesús a los hombros
Lo mira y cae de rodillas, con su madre, ante su Salvador.
Es indescriptible la reacción de la muchedumbre…
A pesar de todas las resistencias, Jesús se ve obligado a permanecer en Hebrón;
porque la gente está dispuesta a formar barreras en las salidas para impedirle marcharse.
Así…
Entra en la casa del anciano arquisinagogo, que tan cambiado está respecto al año pasado…
60 DUELO EN LA FAMILIA
60 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
La tarde agoniza en medio de un gran arrebol de ocaso que, como un fuego que se va apagando, se vuelve cada vez más oscuro hasta asumir casi un color violeta rubificado.
Una coloración espléndida, rara, que pincela difuminándose lentamente el occidente, hasta desaparecer en el cobalto oscuro del cielo.
La noche avanza cada vez más con sus estrellas y con su arco de luna creciente, ya camino de la segunda fase.
Los agricultores acuden raudos a sus casas, las bajas casitas de Nazaret, que muestran ya los fogones encendidos y se nota por los aros de humo que salen de ellas.
Jesús está para entrar en la ciudad y contrariamente a cuanto desearían los otros, no quiere que ninguno vaya a avisar a su Madre.
Trata de calmarlos:
– No va a suceder nada. ¿Por qué intranquilizarla antes?
Cuando entran en el poblado de Nazareth y el grupo camina por las calles, entre las casas sucede algo muy curioso, porque pasa de todo:
Algún saludo, algún cuchicheo después que han pasado, algún volverse de espaldas maleducado… O incluso ruidosos portazos cuando pasa el grupo apostólico.
La gesticulación de Pedro es un verdadero poema, pero también los demás empiezan a inquietarse sorprendidos.
Los hijos de Alfeo parecen dos condenados: caminan con la cabeza baja a ambos lados de Jesús, observando todo.
Y de vez en cuando se miran asustados entre sí o manifiestan temor por Jesús, según lo que sucede en su caminata a través del poblado.
Él, como si no pasara nada, responde a los saludos con su habitual afabilidad y se inclina para acariciar a los niños.
Los cuales en su simplicidad, no toman partido como los adultos y son siempre amigos de su Jesús, que siempre se muestra tan afectuoso con ellos.
Uno, un tonelito muy regordete de unos tres años, separándose del vestido materno, acude corriendo a su encuentro y le tiende los bracitos diciendo:
– ¡Súbeme!
Y dado que Jesús lo complace y lo sutoma entre sus brazos, éste lo besa con su boquita toda embadurnada del higo que está chupando.
Y luego lleva su amor hasta el punto de… ofrecerle a Jesús un trocito de higo, diciendo:
– ¡Toma! ¡Está bueno!
Jesús acepta el ofrecimiento y ríe cuando ese hombrecito naciente le mete el trocito de higo en la boca.
Isaac, cargado de ánforas, viene de la fuente.
Ve a Jesús, deja la vasijas en el suelo y corre a su encuentro,
gritando:
– ¡Mi Señor! Tu Madre ha vuelto ahora a casa. Estaba donde su cuñada. Pero… ¿Recibiste la carta?
Jesús responde:
– Estoy aquí por este motivo. No digas nada a mi Madre, por ahora. Primero voy a casa de Alfeo.
Isaac, prudente, no dice más que:
– Te obedeceré.
Y tomando sus ánforas, va directamente a casa.
Jesús dice a los primos:
– Pongámonos en camino. Vosotros amigos, nos esperaréis aquí. Estaré poco tiempo en casa de Alfeo.
Pedro protesta:
– ¡Nooo!
Nosotros no entramos en la casa del luto. Estaremos fuera, eso sí. ¿Verdad?
Los demás apoyan:
– Pedro tiene razón. Nos tendrás cerca, aunque estemos en la calle.
Jesús cede a la voluntad de todos, pero sonríe… al comprender sus temores.
Y dice:
– No me harán nada. Creedlo.
No son malos. Sólo están humanamente exaltados. Vamos.
Jesús encabeza la comitiva, detrás avanzan Tadeo y Santiago.
Llegan a la calle donde está la casa y avanzan hasta la entrada del huerto. Después de cruzarlo, en la cocina están los hermanos de Tadeo y Santiago, junto con otros familiares.
Encuentran a Alfeo, cocinando y… llorando.
En un ángulo, Simón y José con otros hombres, sentados en grupo. Entre ellos está Alfeo de Sara.
Están allí, callados como estatuas. ¿Será ésta, costumbre en los funerales?
Jesús entra saludando:
– Paz a esta casa y paz al espíritu que la ha dejado.
La viuda emite un grito y hace un movimiento instintivo de cerrarle el paso a Jesús, interponiéndose entre Él y los otros.
Simón y José se levantan, hoscos y confundidos; pero Jesús no muestra darse cuenta de su actitud hostil.
Va hacia los dos hombres. Por su aspecto, Simón tiene ya rebasó los cincuenta y cinco años.
Jesús abre los brazos en amorosa iniciativa y los dos hombres se turban aún más, pero no se atreven a comportarse groseros.
Alfeo de Sara tiembla angustiado, sufre visiblemente.
Los demás se muestran reservados, en espera de una indicación.
Jesús pregunta gentil:
– Simón, tú, ya cabeza de la familia, ¿Por qué no me recibes afablemente?
Vengo a llorar contigo. ¡Cuánto habría deseado estar con vosotros en la hora del duelo! Pero me encontraba lejos, no por culpa mía.
Eres justo, Simón. Y lo debes reconocer.
El hombre sigue con actitud reservada.
Jesús se dirige al otro:
– Y tú, José, que tienes un nombre muy estimado por mí, ¿Por qué no acoges mi beso? ¿No me permitís llorar con vosotros?
La muerte es lazo para los verdaderos afectos. Y nosotros nos quisimos. ¿Por qué ahora debe haber desunión?
José responde con dureza:
– Por ti nuestro padre ha muerto resentido.
Y Simón reclama:
– Debías haberte quedado. Sabías que estaba agonizando. ¿Por qué te marchaste? Te quería a su lado…
Jesús replica con tristeza:
– No habría podido hacer por él más de cuanto hice. Y vosotros lo sabéis…
Simón, más justo, dice:
– Es verdad. Sé que viniste y que te echó. Pero era un enfermo, un hombre afligido.
Jesús responde sin esconder su aflicción:
– Lo sé. De hecho dije a tu madre y a tus hermanos: “No le guardo rencor, porque comprendo su corazón”.
Pero por encima de todos está Dios. Y Dios quería este dolor para todos. Para mí que creedlo, he sufrido como si me hubieran arrancado carne viva.
Para vuestro padre, que en esta pena ha comprendido una gran verdad, la cual durante toda la vida le había permanecido oscura;
para vosotros, que con este dolor tenéis el modo de ofrecer un sacrificio más beneficioso que el becerro inmolado.
Y para Santiago y Judas, que ahora ya no están menos formados que tú mi Simón;
porque tanto dolor, para ellos es la mayor carga y los oprime como rueda de molino y los ha hecho adultos de perfecta edad, ante los ojos de Dios.
José rebate con mayor dureza:
– ¿Qué verdad ha visto nuestro padre? Una sola: que su sangre en la última hora, le era enemiga.
Jesús corrige con firmeza:
– No. Que el espíritu es más que la sangre. Ha comprendido el dolor de Abraham y por eso Abraham le ha ayudado.
– ¡Ojalá fuera verdad! Pero ¿Quién lo asegura?
– Yo, Simón.
Y más que Yo, la muerte de tu padre. ¿No ha anhelado mi Presencia? Tú lo has dicho.
– Lo he dicho. Es verdad.
Quería que viniera Jesús. Y decía: “¡Al menos que no muera el espíritu! Él puede hacerlo. Lo he rechazado y no volverá. ¡Oh, muerte sin Jesús, qué horror eres! ¿Por qué le obligué a irse?“.
Sí, esto decía, como también: “Él me preguntó muchas veces: ¿Debo marcharme?’ y yo lo eché. Ahora ya no vuelve“. Te anhelaba, te anhelaba.
Tu Madre te mandó recado, pero no te encontraron en Cafarnaúm y él lloró mucho. Y con sus últimas fuerzas tomó la mano de tu Madre y quiso tenerla cercana.
A duras penas podía hablar, pero decía: “La Madre es un poco el Hijo. Me agarro a su Madre para tener algo de Él, porque tengo miedo de la muerte”. ¡Pobre padre mío!
Se produce una escena oriental de gritos y actos de dolor, en la que todos toman parte; también Santiago y Judas, que se han atrevido a entrar.
Jesús, que solamente llora, es el más tranquilo.
Simón pregunta:
– ¿Lloras? ¡Entonces lo querías?
Jesús, con sus mejillas bañadas por el llanto, responde:
– ¡Simón! ¿Lo preguntas?
Si hubiera podido, ¿Crees que habría permitido este dolor suyo? Yo estoy con el Padre, pero no por encima del Padre.
José replica con mucha aspereza:
– Curas a los moribundos y a él no lo curaste.
– No creía en Mí.
Simón observa:
– Esto es verdad, José.
Jesús baja los brazos con gesto de derrota:
– No creía y tampoco deponía el rencor.
Yo no puedo hacer nada donde hay incredulidad y odio.
Por eso, os digo: no sigáis odiando a vuestros hermanos. Vedlos. Que su congoja no resulte gravada por vuestro rencor.
Vuestra madre está más acongojada por este odio vivo que por la muerte, que termina en sí misma.
Y en vuestro padre termina en la paz porque su deseo de Mí le significó perdón de Dios.
Ni hablo de Mí, ni abogo por Mí. Yo estoy en el mundo, pero no soy del mundo. Aquel que dentro de Mí vive, me compensa lo que el mundo me niega.
Sufro con mi Humanidad, pero elevo el espíritu por encima de la Tierra y siento júbilo por las cosas celestes.
¡Pero ellos!… No faltéis a la ley del amor y de la sangre. Amaos. En Santiago y Judas no existe ofensa a la sangre. Pero, aun en el caso de que existiera, perdonad.
Mirad con ojo justo las cosas y veréis que los más ofendidos han sido ellos. Incomprendidos en las necesidades del alma raptada por Dios. Y a pesar de todo no guardan rencor, sino que sólo desean el amor. ¿No es verdad, primos?
Judas y Santiago, a los cuales la madre tiene estrechamente abrazados, asienten entre lágrimas.
Jesús amonesta dulcemente:
– Simón, eres el mayor, da ejemplo…
Simón balbucea:
– Yo… por mí… Pero el mundo… pero Tú…
– ¡Oh, el mundo! Olvida y cambia a cada amanecer… Y Yo…
Ven, dame tu beso fraterno. Yo te quiero. Esto lo sabes. Despójate de estas escamas que te hacen duro y no son tuyas; sino que te vienen de persona a ti ajena y menos justa que tú.
Tú juzga siempre con tu recto corazón.
Simón, todavía un poco reticente, abre los brazos.
Jesús lo besa y luego lo conduce adonde sus hermanos. Se besan entre llanto y lamentos.
Jesús se dirige al otro:
– Ahora tú, José.
– No. No insistas. Tengo presente el dolor de nuestro padre.
– En verdad tú lo perpetúas con tu rencor.
– No importa. Soy fiel.
Jesús no insiste.
Se vuelve hacia Simón:
– La tarde está avanzada. Pero, si quisieras… Nuestro corazón arde por el deseo de venerar sus restos mortales. ¿Dónde está Alfeo? ¿Dónde le habéis puesto?
– Detrás de la casa. Donde el olivar cesa contra el barranco. Un sepulcro digno.
– Te lo ruego. Llévame.
Y dirigiéndose hacia María de Cleofás, exhorta:
– María, sé fuerte. El esposo exulta porque ve a sus hijos en tu seno.
Quedaos. Yo voy con Simón. ¡Estad en paz! ¡Estad en paz! José, te digo a ti cuanto dije a tu padre: “No hay rencor en mí. Te quiero. Cuando quieras que venga, llámame. Vendré a llorar contigo. Adiós“.
Y Jesús sale con Simón…
Los apóstoles miran de reojo con curiosidad, pero se sienten contentos al ver a Jesús y Simón en armonía.
Jesús los llama:
– Venid también vosotros. Son mis discípulos, Simón. Ellos también desean honrar a tu padre. Vamos.
Se van por el olivar y todo termina.
Jesús dice:
Como ves, Simón – menos obstinado – se rindió, si no completamente sí al menos en parte, a la justicia, con santa prontitud.
Es cierto que no se hizo discípulo mío y menos aún apóstol enseguida, sino hasta después de otro encuentro, por la muerte de Alfeo. Pero sí fue al menos, espectador y no enemigo.
Incluso fue tutor de su madre y de la mía en momentos en que había necesidad de que un hombre las protegiera y defendiera de las sátiras de la gente.
No fue fuerte hasta el punto de imponerse contra quien me llamaba “LOCO”.
Todavía era “demasiado hombre”, se avergonzaba un poco de Mí y se preocupaba por los peligros que podía correr toda la familia a causa de mi apostolado contrario a las sectas.
No obstante, ya estaba en el camino del Bien por el cual luego, después del Sacrificio, supo proseguir cada vez más firme, hasta confesarme con la sangre.
La Gracia obra en ocasiones fulminantemente, otras veces lentamente, mas siempre obra en donde existe la voluntad de ser justo. Ve en paz. Queda en paz en medio de tus dolores. Lleva por Mí la Cruz.
Te bendigo, discípulo@ de los Últimos Tiempos.
52 EL LLAMADO DE MATEO
52 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Está haciendo mucho calor. El mercado ha terminado y en la plaza vacía, hay unos cuantos ociosos y unos niños que juegan.
Jesús, en medio de sus apóstoles, llega del lago a la plaza.
Acaricia a los niños que corren a su encuentro y le platican sus confidencias. Una niña muestra un golpe que le sangra en la frente y de ello acusa al hermanito.
Jesús dice:
– ¿Por qué has herido así a tu hermanita? ¡No está bien!
El niño se mortifica y contesta:
– No lo hice a propósito. Quería tumbar aquellos higos y tomé un bastón. Era muy pesado y se me cayó sobre ella. Cogía higos también para ella.
Jesús le pregunta:
– ¿Es verdad, Juana?
Entre hipos la niña contesta:
– Es verdad.
– Entonces puedes ver que tu hermano no te quiso hacer daño.
Quería hacerte feliz. Ahora, al punto haced las paces y daos un beso. Los buenos hermanitos y también los buenos niños, jamás deben saber lo que es el rencor. ¡Ea, pues!
Los dos niños se besan con lágrimas.
Los dos lloran juntos. Ella porque le duele el golpe. Y él porque le pesa haber causado ese dolor.
Jesús sonríe al ver ese beso lleno de lagrimones.
Y dice:
– ¡Y ahora, porque veo que sois buenos, Yo os cortaré los higos!
Como es muy alto extiende el brazo y sin esfuerzo alguno, los corta y se los da.
Acude una mujer:
– Juana. Tobías. ¿Para qué molestáis al Maestro? ¡Oh, Señor! Perdona…
Jesús dice:
– Mujer. Se trataba de hacer las paces.
Y las hice con el objeto mismo que provocó la guerra: los higos. A los niños les gustan los higos dulces y a Mí… me gustan los corazones dulces e inocentes. Me quitan mucha amargura.
La mujer señala a unos fariseos:
– Maestro, son los señores esos, los que no te aman.
Pero nosotros, el pueblo; te queremos mucho. Ellos son pocos. Y nosotros muchos…
– Lo sé, mujer. Gracias por tu consuelo. La paz sea contigo.
¡Adiós, Juana! ¡Adiós, Tobías! Sed buenos. No se porten mal. Y ya no se peleen. ¿Lo recordarán?
Los dos niños responden juntos:
– Sí.
– Sí, Jesús.
Jesús sonriente, al empezar a caminar, dice a sus discípulos:
– Ahora que con la ayuda de los higos, los cielos se han despejado de las nubes que había. Vámonos a… ¿A dónde queréis ir?
Ellos no saben y mencionan diferentes lugares.
Pero Jesús mueve la cabeza sonriendo.
Pedro dice:
– Yo renuncio. A menos que Tú no lo digas… hoy tengo ideas negras.
Tú no viste; pero cuando desembarcamos, estaba ahí Elí, el fariseo. ¡Más verde que lo acostumbrado! ¡Y nos miraba en una forma, que…!
Jesús dice:
– ¡Dejadlo que mire!
Judas exclama:
– ¡Eh! No hay remedio. ¡Pero te aseguro Maestro, que para hacer las paces con ese, no bastan los higos!
– ¿Qué fue lo que dije a la mamá de Tobías? ‘He hecho las paces con el objeto mismo de la guerra’
Y trataré de hacer las paces al volver a ver a los principales de Cafarnaúm, que según ellos les he ofendido. De este modo se contentarán. Probablemente no lo lograré; porque falta en ellos la voluntad de hacer las paces.
Cuando llegan a la plaza, Jesús va directo al banco de la alcabala,…
Y donde Mateo está haciendo sus cuentas y verificando el dinero que subdivide en categorías y lo pone en bolsitas de diversos colores.
Luego las coloca en una caja fuerte de hierro, que dos esclavos transportan a otro lugar.
Apenas si levanta la cabeza para ver al que se había retrasado en pagar.
Mientras tanto, Pedro jala de una manga a Jesús:
– No tenemos nada que pagar, Maestro. ¿Qué haces?
Jesús no le hace caso.
Mira atentamente a Mateo, que se ha puesto de pie al punto, en actitud reverente.
Le da una segunda mirada que traspasa.
No es la del Juez severo de otras veces.
Es una mirada de llamamiento, de amor, que lo envuelve totalmente.
Mateo se sonroja completamente. No sabe qué hacer, ni qué decir.
Majestuosamente, Jesús ordena:
– Mateo, hijo de Alfeo, ha llegado la hora. ¡Ven!… ¡Sígueme!
Totalmente asombrado, Mateo responde:
– ¿Yo?… ¡Maestro! ¡Señor! ¿Pero sabes quién soy? Lo digo por Ti. No por mí…
– Ven y sígueme; Mateo, hijo de Alfeo. –repite Jesús con voz más dulce.
– ¡Oh! ¿Cómo es posible que yo haya alcanzado favor ante Dios?… ¿Yo?… ¿Yo?…
– Mateo, hijo de Alfeo. He leído en tu corazón. Ven. Sígueme.
La tercera invitación es una caricia….
– ¡Oh! ¡Al punto, Señor!
Y Mateo, con lágrimas en los ojos…
Sale por detrás del banco sin preocuparse siquiera por recoger las monedas esparcidas sobre él. No pide la caja fuerte, ni le importa nada más.
Camina hacia el Maestro diciendo:
– ¿A dónde vamos, Señor? ¿A dónde me llevas?
– A tu casa. ¿Quieres dar hospedaje al Hijo del Hombre?
– ¡Oh! Pero…pero… ¿Qué dirán los que te odian?
– Yo escucho lo que se dice en los Cielos y es: ‘¡Gloria a Dios por un pecador que se salva!
Y el Padre dice: ‘Para siempre la Misericordia se levantará en los Cielos y se derramará sobre la Tierra. Porque con un Amor Eterno. Con un Amor Perfecto, te amo. Y por eso, también contigo uso de Misericordia…”
Ven. Y que al venir a tí; además de santificar tu corazón; santifique también tu casa…’
– La tengo ya purificada por una esperanza que tenía en el alma. ¡Pero cómo podía creer que se convertiría en realidad! ¡Oh! ¡Yo con tus santos!…
Y mira a los discípulos.
– Sí. Con mis amigos. Venid. Os uno y sed hermanos.
Los discípulos están tan estupefactos, que no saben qué decir.
Detrás de Jesús y de Mateo, caminan por la plaza que está completamente desierta.
Siguen por una calle estrecha que arde bajo un sol abrasador. No hay ser viviente alguno en las calles. Tan solo polvo y sol.
Entran en una casa muy hermosa, con un portón que se abre hacia fuera.
Un hermoso atrio está lleno de sombra y frescura. Llegan a un pórtico ancho que hay en el jardín.
Y Mateo dice:
– ¡Entra, Maestro mío! –luego ordena a los siervos- ¡Traed agua y de beber!
Los criados obedecen al instante.
Mateo sale a dar órdenes, mientras Jesús y los suyos se refrescan.
Regresa y dice:
– Ahora, ven, Maestro. La sala está fresca.
Ahora vendrán mis amigos. ¡Oh! ¡Quiero hacer una gran fiesta! Es mi regeneración. ¡Es tan maravilloso!… ¡Esta es la verdadera circuncisión! Me has circundado el corazón con tu amor. ¡Maestro, será la última fiesta!
Ya no habrá más fiestas para el publicano Mateo. No más fiestas mundanas. Sólo la fiesta interna de haber sido redimido y de servirte a Ti. De ser amado por Ti.
¡Cuánto he llorado! No sabía cómo hacer… Quería ir…pero… ¿Cómo ir a Ti? A Ti, Santo… ¿Con mi alma sucia?
Jesús declara:
– Tú la lavabas con el arrepentimiento y la caridad. Para Mí y para el prójimo.
Jesús se vuelve hacia sus discípulos y llama…
– Pedro; ven aquí.
Pedro que todavía no ha hablado, pues sigue tan asombrado, da un paso adelante.
Los dos hombres, casi de la misma edad; de estatura baja y robustos; están frente a frente.
Y Jesús ante ellos, los mira con una gran sonrisa.
Luego dice:
– Pedro. Me has preguntado muchas veces quién era el desconocido de las bolsas que llevaba Santiago. Míralo. Lo tienes enfrente.
Pedro exclama:
– ¿Quién? ¡Este, lad…! ¡Oh, perdona Mateo! Pero…
¡Quién lo hubiera pensado! Y exactamente tú. Nuestra desesperación por la usura, ¿Qué fueses capaz de arrancarte cada semana, un pedazo de corazón, al dar ese rico óbolo?
Mateo apenado, inclina la cabeza y dice:
– Lo sé. Injustamente os tasé.
Pero mirad. Me arrodillo ante todos vosotros y os digo: ¡No me arrojéis! Él me ha acogido. No seáis más severos que Él.
Pedro, que está junto a Mateo; lo levanta de un golpe.
En peso, ruda, pero cariñosamente.
Y dice:
– ¡Ea! ¡Ea! ¡Ni a mí, ni a todos los demás!
A Él, pídele perdón. A nosotros… ¡Ea! Todos hemos sido ladrones, igual que tú… ¡Oh! ¡Lo dije! ¡Maldita lengua! Pero soy así.
Lo que pienso, lo digo. Lo que tengo en el corazón; lo tengo en los labios… Y besa a Mateo en las mejillas.
Los otros también lo hacen con más o menos cariño.
Andrés lo hace con reserva, debido a su timidez.
Judas de Keriot se muestra frío. Parece como si abrazara a un montón de serpientes, pues apenas si lo toca.
Se oye un rumor en la entrada y Mateo sale.
Entonces Judas de Keriot se acerca a Jesús.
Está escandalizado y dice:
– Pero, Maestro. Me parece que esto no es prudente. Ya te empezaron a acusar los fariseos de aquí.
Y Tú… ¡Un publicano entre los tuyos! ¡Primero una prostituta y luego un publicano! ¿Acaso has determinado arruinarte? Si es así… ¡Dilo, que…!
Pedro interviene irónico:
– Que nosotros desfilamos. ¿Es así?
Judas le contesta con altanería:
– ¿Y quién está hablando contigo?
– Sé que no estás hablando conmigo.
Pero yo por el contrario; hablo con tu alma de refinado señorito. Con tu purísima alma. Con tu sabia alma. Sé que tú, miembro del Templo; sientes el hedor del pecado en nosotros; pobres, que no pertenecemos al Templo.
Sé que tú, judío perfecto; amalgama de fariseo, saduceo y herodiano. Medio escriba y migaja de esenio. ¿Quieres otras palabras nobles?…
Te sientes mal entre nosotros. Como una alosa cualquiera en una red de pescados sin valor. Pero ¿Qué quieres qué hagamos? Él nos tomó y nosotros nos quedamos.
Si te sientes mal, vete tú. Respiraremos mejor todos. También Él.
Cómo puedes ver; está descontento de mí y de ti. De mí; porque falto a la paciencia y también a la caridad. Pero más de ti; que no entiendes nada.
Con todo tu tejido de nobles atributos y que no tienes ni caridad, ni humildad, ni respeto. No tienes nada, muchacho.
Solo un gran humillo… y quiera Dios que ese humo, no sea nocivo.
Jesús, de pie. Disgustado, con los brazos cruzados, la boca cerrada y los ojos duros; ha dejado que hable Pedro.
Después le dice:
– ¿Ya terminaste, Pedro? ¿También tú has purificado tu corazón de la levadura que había dentro?
Has hecho bien. Hoy es Pascua de Ácimos para un hijo de Abraham. El llamado del Mesías es como la sangre del cordero sobre vuestras almas.
Y donde está, no bajará más la culpa. No bajará si el que la recibe le es fiel. Mi llamado es liberación. Y se le festeja con diversas clases de levadura.
A Judas, no le dice nada.
Pedro, mortificado; guarda silencio.
Y Jesús agrega:
– Mateo regresa con amigos.
No les enseñemos otra cosa que no sea virtud. Quien no pueda soportar esto, váyase. No seáis iguales a los fariseos: que oprimen con preceptos y son los primeros en no observarlos.
Mateo vuelve a entrar con dos romanos y empieza el banquete.
Jesús está en medio, entre Pedro y Mateo.
Hablan de muchas cosas. Y Jesús, con paciencia explica a Ticio y a Cayo, lo que desean. Hay muchas quejas contra los fariseos que los desprecian…
Y Jesús responde a todas sus inquietudes.
Dice:
– Pues bien. Venid a quien no os desprecia. Y luego obrad en tal forma, que al menos los buenos, no os puedan despreciar.
Cayo dice:
– Tú eres bueno; pero eres solo.
Jesús objeta, señalando a sus discípulos:
– No. Estos son como Yo.
Y además, está el Padre, que ama a quien se arrepiente y quiere volver a su amistad.
Si al hombre le faltase todo, pero tuviese al Padre, ¿No sería la alegría del hombre la más completa?
De esta forma se va desarrollando la conversación.
Y el banquete ha llegado a los postres; cuando un criado hace señas al dueño de la casa y luego le dice algo en voz baja.
Entonces Mateo dice a Jesús:
– Maestro. Elí, Simón y Joaquín, piden permiso para entrar y hablarte. ¿Quieres verlos?
Jesús contesta:
– ¡Claro que sí!
– Pero… mis amigos son gentiles.
– Y ellos vienen a ver exactamente esto.
Que los vean. De nada serviría esconderlo. No serviría para el bien, porque la malicia aumentará el hecho, hasta llegar a decir que también había prostitutas. Que entren.
Mateo inclina la cabeza.
Los tres fariseos entran.
Miran alrededor con una sonrisa proterva y están a punto de hablar.
Pero Jesús, que se ha levantado y va a su encuentro junto con Mateo.
Mientras pone una mano en la espalda de Mateo, les dice:
– ¡Oh! ¡Hijos verdaderos de Israel! Os saludo y os doy una gran noticia, que ciertamente alegrará vuestros corazones perfectos de israelitas.
Los cuales quieren como él, que todos los corazones observen la Ley, para dar Gloria a Dios. Pues bien; Mateo, hijo de Alfeo; desde hoy no es más el pecador; el escándalo de Cafarnaúm.
Una oveja roñosa de Israel ha sido curada. ¡Alegraos!
Después se curarán otras ovejas pecadoras en vuestra ciudad; de cuya santidad os interesáis mucho y también serán gratas y santas ante…? ¡Eh Señor. Mateo deja todo para servir a Dios.
¡Dad el beso de paz al israelita extraviado que torna al seno de Abraham!
El fariseo Simón, dice con desprecio y sarcasmo:
– ¿Y torna con los publicanos en estrepitoso banquete?
¡Oh! ¡De verdad que se trata de una conversión favorable! Elí. Mira. Ahí está ese Josías, el procurador de mujeres.
Elí responde:
– También está Simón; hijo de Isaac el adúltero.
– Y aquel es Azharías: el cantinero en cuyo casino, los romanos y los judíos juegan a los dados; pelean, se emborrachan y van en busca de mujeres.
El fariseo Joaquín, dice:
– Pero, Maestro. ¿Sabes al menos quienes son esos?
Jesús contesta amable:
– Lo sé.
Elí dice:
– ¿Y vosotros? Vosotros de Cafarnaúm. Vosotros, discípulos. ¿Por qué lo habéis tolerado?
¡Me admiras, Simón de Jonás!
Pedro se queda callado.
Simón inquiere, escandalizado:
– ¡Tú, Felipe, que aquí todos conocen!
¡Tú, verdadero israelita! ¿Cómo es posible que tú hayas permitido que tu Maestro comparta la comida con publicanos y pecadores?
Felipe los mira sin turbarse, pero también guarda silencio.
Joaquín:
– ¡Ya no hay más vergüenza en Israel!
Los tres están escandalizadísimos.
Y lo manifiestan con una andanada de frases condenatorias.
Jesús interviene:
– Dejad en paz a mis discípulos. Solamente Yo lo quise.
Simón dice con sarcasmo:
– ¡Eh! ¡Bien! Se comprende.
¡Cuando se quiere hacer santos a otros y uno no lo es; se cae pronto en errores que son imperdonables!
– ¡Y cuando de educa a los discípulos en la falta de respeto!
¡Todavía me está quemando la risa irreverente que me hizo ese judío del Templo! ¡A mí! ¡A Elí el fariseo! No se puede hacer otra cosa que faltar al respeto a la Ley.
Se enseña lo que se sabe.
Jesús responde con firmeza:
– Te equivocas Elí. Os equivocáis todos.
Se enseña lo que se sabe, es verdad. Y Yo que sé la Ley, la enseño a quien no la sabe: a los pecadores. Vosotros… os conozco dueños de vuestra alma.
Los pecadores no lo son. Busco y busco su alma. Se las vuelvo a dar, para que a su vez me la traigan. Tal como está: enferma, herida, sucia.
Y Yo la curo y la limpio. Para esto he venido. Los pecadores son los que tienen necesidad del Salvador. Y vengo a salvarlos. Comprendedme. No me odiéis sin razón.
Jesús es dulce, persuasivo, humilde.
Pero ellos son como tres cardos espinosos. Y salen muy enojados.
Judas de Keriot murmura impotente:
– Se fueron. Ahora nos criticarán por todas partes.
Jesús dice:
– ¡Dejad que lo hagan!
Procura solo que el Padre, no tenga nada que criticarte. No te apenes, Mateo. Ni vosotros, amigos suyos. La conciencia nos dice: ‘No hagáis el Mal.’ Y eso es más que suficiente.
Y Jesús vuelve a sentarse en su lugar…
62.- LA ORGÍA INOLVIDABLE…
El emperador Tiberio, fue muy aficionado al dinero y difícilmente se le arrancaba. Con el tiempo, su avaricia le llevó a la rapiña y el lema que rigió su gobierno fue: ‘Que me odien con tal dé que me teman’.
Cuando comenzó su vida militar, antes de que fuera César, sus compañeros le conocieron por su afición al vino hasta tal grado, que los soldados le apodaron: ‘Biberius Caldus Mero’ (todas estas palabras aluden al vino de diversas maneras)
Su crueldad y su hipocresía eran tales, que cuando Augusto lo nombró su sucesor, las palabras que pronunció en su lecho de muerte, fueron: ‘Desgraciado pueblo romano que va a ser presa de tan lentas mandíbulas’
También era un hombre extremadamente lujurioso. En su retiro de Capri tenía una habitación destinada a sus desórdenes más secretos, guarnecida de lechos alrededor….
Y allí, un grupo elegido de jóvenes disolutos reunidos de todas partes y algunos que inventaron ‘monstruosos placeres’, a los que llamó ‘spintrias’(sus maestros de voluptuosidad)
Formaban entre sí una triple cadena y entrelazados de esta manera, se prostituían en su presencia para estimular sus lánguidos deseos; pues al final de su vida, solo era un anciano impotente.
Como gran adicto al sexo, en el palacio de Roma que se ha salvado del incendio, también tenía todo un sector destinado a lo mismo.
Además de esa habitación especial, hay diferentes salones arreglados especialmente para estos placeres, adornados con cuadros y bajorrelieves lascivos y llenos de libros de Elephanditis (Pornografía gráfica), para tener en la acción modelos que imitar.
Sus jardines han sido diseñados como bosques y selvas consagrados a Venus Afrodita y están decorados con grutas excavadas en la roca y en las cuales hay hermosas y artísticas estatuas que parecen casi vivas.
En las cuales se ven jóvenes de ambos sexos, mezclados en actitudes voluptuosas y posiciones obscenas y sugerentes, con trajes de ninfas y faunos.
Hay también un baño con una piscina especialmente diseñada, en la cual enseñó a niños de tierna edad a los que llamaba sus ‘pececillos’ a que jueguen entre sus piernas, excitándole con la lengua y con los dientes.
Y a los más grandecitos que estaban en lactancia aún, les ofrecía los genitales para que le diesen el género de placer al que sus tendencias y su edad le inclinaban de una manera especial.
Recibió un legado de uno de sus amigos que le daba a elegir entre un cuadro de Parrasio en el que Atalante prostituye su boca a Meleagro o un millón de sestercios…
Tiberio prefirió el cuadro y lo colocó como un objeto sagrado en su alcoba…
Y este cuadro adorna ahora el salón principal de la casa de Tiberio en Roma, justo encima de donde se encuentra el triclinio imperial.
Aminio Rebio y Vitelio en su infancia, fueron ‘pececillos’ de Tiberio y desde su juventud, han sido marcados con el afrentoso nombre de ‘Spintria’.
Y por su gran experiencia en estos oficios, Vitelio ahora es el intendente de placeres de Nerón…
Aminio Rebio, Faonte el liberto del César y dos enviados de Tigelino; fueron a las cárceles para elegir doncellas y jóvenes cristianos… Para recreación del César y de sus invitados…
La fiesta en el palacio de Tiberio en el Esquilino, está en todo su apogeo…
Cientos de lámparas brillan sobre las mesas y penden de las murallas.
Los acordes de la música, invaden el ambiente.
El aroma de las flores y los perfumes de Arabia, son aspirados con deleite por los invitados lujosamente ataviados y que reclinados en sus triclinios, disfrutan de los deliciosos manjares y los exquisitos vinos que aumentan la euforia general.
Y las rosas siguen cayendo…
Nerón está muy contento…
Y Popea regia y magnífica, luce su belleza con una sonrisa congelada que no llega a sus ojos, ni ilumina la expresión sombría que encubre su dolor, después del asesinato de su hijo Rufio Crispino.
Nerón ya cantó su Troyada y una atronadora tempestad de aplausos y aclamaciones le alimentan su insaciable vanidad de artista.
Algunos que levantaron sus manos como enajenados por su prodigioso talento, le han dejado sumamente satisfecho.
De vez en cuando mira con una sonrisa de maligna crueldad a Marco Aurelio y a Petronio, a los que tiene como invitados de honor, muy cerca de él…
Petronio, ingenioso y elegante como siempre, hizo destellar su inteligencia y exquisita agudeza a lo largo del banquete…
Sacando a Marco Aurelio de varias sutilezas engañosas por parte de los demás augustanos…
Y luchando él mismo en aquellas arenas movedizas que son las intrigas de la corte imperial, saliendo adelante con donaire y su gallardía habitual.
Marco Aurelio está tranquilo y se porta tan distinguido como su tío, con una innata elegancia y sobriedad en todos sus ademanes.
Popea mira disimuladamente a Marco Aurelio…
Pues que lo único que la alienta en este banquete, es la alegría anticipada de su venganza sobre el tribuno.
Se siente un poco mareada por el vino y el humo del incienso.
Finge que disfruta de los espectáculos que han sido preparados para la fiesta…
Nuevamente se da lectura a versos y se escuchan diálogos en los cuales la extravagancia, ocupa el lugar del ingenio.
Después Paris el célebre mimo, hace una representación magistral en lo que parecen escenas llenas de encantamiento.
Pues con los movimientos de sus manos y del cuerpo, tiene una increíble habilidad para expresar cosas que parecen imposibles de hacer patentes en una danza…
Sus manos parecen oscurecer el aire creando una nube animada, sugerente, voluptuosa, que circunda las formas de una doncella agitada por un inefable desmayo…
Es una verdadera pintura, no una danza…
Una pintura expresiva en la que se revelan los secretos del amor, embelesante a la par que impúdico.
Y al finalizar da principio una danza báquica, llena de gritos desenfrenados y licenciosos desbordes.
Acompañados del son de cítaras, tambores, laúdes y címbalos, en una música incitante a dar rienda suelta a la pasión.
Marco Aurelio mantiene en todo momento una actitud tranquila, digna y un tanto seria.
Su carácter reservado y su calma intrigan a todos los augustanos, pero especialmente al César y a Popea…
Tanto Marco Aurelio como Petronio participan del banquete y beben vino, pero sin perder la sobriedad.
Se mantienen sonrientes y ecuánimes.
Entrada la noche Faonte, el liberto del César se acercó y murmura unas palabras a su oído.
El César hace un gesto de asentimiento…
Están en el salón que Nerón llama su ‘Paraíso de deleites’ y que forma parte del sector de la casa de Tiberio que fue construida para sus placeres.
Los esclavos siguen trayendo más viandas y licores que sirven en la espléndida vajilla ribeteada en oro y las ricas copas artísticamente diseñadas y decoradas con escenas voluptuosas y acordes a la ocasión.
Los manjares y las bebidas han sido especialmente preparados con afrodisíacos.
Entonces Tigelino se acercó a Nerón y a Popea, diciéndoles algo en voz tan baja que…
Petronio que está al lado del César, lo único que pudo captar fue la respuesta del emperador:
– No importa. Aún nos queda el Circo. Entonces será un espectáculo digno de la multitud.
Lo que Tigelino les ha comunicado, es que por la enfermedad de Alexandra, no ha sido posible sacarla de la prisión y no participará de la fiesta de esa noche.
Popea no logró ocultar su desencanto y su frustración.
Después de un tiempo prudencial le solicitó a Nerón permiso para retirarse, pues se siente indispuesta.
Y no pudo evitar mirar al tribuno con rencoroso desprecio y a Petronio con una ominosa mirada, que acompañó con su eterna y congelada sonrisa.
El César se levantó para escoltar a Popea que se despidió de los presentes y a los que Nerón les dice que regresará pronto.
Y efectivamente, un poco más tarde volvió al salón, para disfrutar de la sorpresa preparada por Vitelio.
Entre los asistentes al banquete está el joven Aulo Plaucio, un hombre lleno de belleza y gallardía que es amante de Nerón y que tiene una gran voz de barítono.
Nerón había dicho siempre y le ha hecho creer que lo ama y que lo nombrará su heredero al trono del imperio.
En todos los banquetes, después que Popea se retira; él hace las delicias del emperador.
Entre los acordes de la música, el aroma del incienso y las bromas con que el César está demostrando su gran satisfacción en esta noche en particular…
Nadie se percata de la señal que Tigelino le hace a Nerón.
Enseguida éste llamó a Faonte, a Doríforo y a Aulo Plaucio.
Cuando llegaron ante él, ordenó a los libertos que lo sujetaran y ante la sorpresa general; éstos lo tiraron sobre el lecho imperial y lo inmovilizaron…
Mientras el César, haciendo derroche de violencia, lo violó.
Después de esta infamia, Nerón se levantó como si nada hubiera sucedido…
Y declaró:
– Que mi madre bese ahora a mi sucesor.
A continuación, lo acusó de conspiración y ordenó que lo torturaran.
Recomendando que los verdugos lo hieran de manera que se sienta morir y que su muerte sea lenta en el suplicio.
Y luego, envanecido por hacer todo siempre impunemente, se volvió hacia Petronio, lo miró con crueldad y advertencia…
Y dijo con displicencia:
– Ningún Príncipe ha sabido cuanto puede hacerse desde el poder.
Enseguida miró a Vitelio, agregando:
– Veamos querido amigo, lo que has preparado para nuestro deleite.
Después de que los libertos se llevaron a Aulo Plaucio, que se había desmayado de terror.
Vitelio se levantó, hizo una reverencia a Nerón y se acercó a Aminio Rebio, que a su vez descorrió una cortina casi transparente que había en un extremo del salón.
Detrás de ella, está un grupo de varones y doncellas que evidentemente han presenciado todo lo sucedido.
Y todo esto fue hecho a propósito, para quebrantarles el espíritu…
Y mostrarles lo que les espera, al que tenga la osadía de no someterse.
Tigelino les da una orden y ellos avanzan formando una larga fila de un extremo a otro del enorme salón.
Para que el emperador y sus invitados, puedan verlos y examinarlos bien a todos.
Son veinticuatro mujeres y veintidós hombres, cuyas edades oscilan entre los quince y los veinticinco años.
Todos están totalmente desnudos y llevan una corona de rosas en la cabeza.
Han quedado de pie, frente al César y sus convidados.
Lo más sorprendente es que mantienen una dignidad majestuosa…
A pesar de la humillación que debe significarles el no llevar ninguna prenda de vestir que los cubra…
Marco Aurelio reconoció a varios y sintió una gran opresión.
Cuando vio a Margarita, la hermana de Alexandra, un profundo dolor se le clavó en el pecho.
Inclinando la cabeza, cerró los ojos y oró…
Petronio permaneció imperturbable. Conoce a Nerón.
Y con su elegancia característica, ni un solo músculo de su rostro, delató sus verdaderos pensamientos y sentimientos…
Séneca, movió la cabeza casi imperceptiblemente y la inclinó para esconder la expresión de su rostro…
Trhaseas frunció el entrecejo y una fugaz sombra de desaprobación nubló su semblante. Y se sumió en sus reflexiones…
Lucano pareció sorprenderse, pero asumió su actitud de siempre.
Plinio solo miró, pero no demostró nada.
Marcial levantó una ceja y no manifestó lo que pensaba. Mantuvo una actitud expectante…
Todos los demás miraron a los jóvenes con una mezcla de admiración, curiosidad morbosa, intensa avidez, lujuria y lascivia.
Nerón los observó atenta y detenidamente a cada uno de ellos…
Y con una sonrisa, dirigió una mirada de aprobación a Vitelio, Tigelino y Aminio Rebio, que han esperado expectantes su dictamen.
Ellos los seleccionaron.
Y están seguros de que ni siquiera el exigente y perfeccionista Petronio, podrá poner una sola objeción a aquel estupendo grupo de jóvenes…
Que son una muestra excelente de juventud y belleza:
Cuerpos y rostros perfectos. Portes regios y de gran dignidad, sin llegar a la altivez.
Esta promete ser una gran orgía y una noche de placeres incomparables…
Vitelio le prometió que ha preparado con ellos una serie de fantasiosas representaciones, en las cuales él podrá elegir a los que más le agraden, para su placer personal.
Están por gustar de un deleite nuevo y bastante raro… Porque a pesar de su edad, todos son vírgenes…
Lo único que molestó a Nerón y mucho; fue que ninguno al mirarlos él a la cara, bajase la mirada, ni el rostro.
No fueron retadores ni altivos.
Sólo le miraron ellos a su vez con tranquilidad y sin hacer ninguna inclinación. Sin el menor rastro de temor o servilismo.
Sin ninguna turbación o nerviosismo.
¡Y nadie le hizo una reverencia!
Y esto último, lo consideró un gran insulto a su megalomanía.
Petronio también notó esto.
Y conociendo al César, aumentó su admiración y su respeto por los cristianos.
Y también su preocupación por lo que sucedería a continuación…
Nerón dio la espalda a sus prisioneros y por unos instantes permaneció así.
Su rostro regordete toma una expresión concentrada y terrible…
Mientras parece reflexionar, con su mano izquierda se toca su corona de laurel.
Y tomando la orla de su manto cuajado de estrellas de oro y perlas, con un ademán regio lo levantó con su mano derecha y dándose vuelta, lo soltó hacia atrás.
Enseguida, miró a los jóvenes cristianos. Caminó lentamente frente a ellos…
Los fue recorriendo uno a uno con lentitud y una expresión maligna y cruel en sus ojos azules, que hizo estremecer a quienes lo conocen muy bien.
Luego dijo con voz muy pausada:
– Estas hermosas cabezas, caerán en cuanto yo lo ordene.
Sorpresivamente, una voz muy serena y varonil, respondió:
– El poder que Dios te ha concedido tiene un límite.
Nerón se volvió con rapidez, buscando entre los hombres al que habló…
Y que al parecer NO está enterado de que a nadie le está permitido hablar, a menos que el emperador lo haya interrogado primero.
Y con una voz contenida y terrible, preguntó:
– ¿Quién dijo eso?
Da un paso al frente un joven que hubiera podido ser el modelo con el cual Miguel Ángel esculpió su ‘David’ y…
Que con su armoniosa voz, confirmó:
– Yo…
Y ante la mirada interrogante del César, agregó:
– Mi nombre es Oliver y soy cristiano.
Cierto es que tienes poder sobre nosotros.
Eres nuestro emperador y como a tal te respetamos.
Pero no puedes ir más allá de lo que te ha sido concedido.
A tu pesar, también tú obedeces los Designios misteriosos del Dios Único y Verdadero.
Nerón amenazó con voz glacial:
– Puedo hacer contigo lo que acabo de hacer con Aulo Plaucio.
Inesperadamente, una voz dulce entre las vírgenes, se elevó con impresionante firmeza…
Y dijo:
– ¡NO! Porque somos Templos vivos del Dios Único y Verdadero. Y NO puedes profanarlos a tu placer.
Nerón se volteó rápidamente, para conocer a la que se ha atrevido a hablarle de ese modo.
Y vio a la más jovencita entre las doncellas que están ahí.
– ¿Quién eres tú? –preguntó con un tono vibrante de ira.
Ella se irguió aún más.
Y su voz continuó tranquila declarando:
– Fátima. Soy cristiana. Y te repito: Somos Templos Vivos del Espíritu Santo.
Y estamos aquí, NO PARA TU DELEITE, sino para dar testimonio del Dios Altísimo.
Nerón la fulmina con la mirada, antes de decir con voz escalofriante:
– ¿Sabes que puedo enviarte para que te deshonren los gladiadores y se diviertan contigo hasta que se cansen?…
Otra voz dulce y femenina lo interrumpió:
– Puedes. Claro que puedes ¡Si Dios te lo permite!…
Y sin que nadie se lo ordenase, da un paso al frente identificándose:
– Soy Margarita y soy cristiana…
Y tú eres esclavo del amo al que perteneces: Satanás.
Y es él a través de ti, el que verdaderamente nos quiere destruir.
Tú solamente eres su miserable instrumento…
La joven virgen se yergue imponente y mira severamente a Nerón…
Su actitud es tan digna que parece una Reyna más majestuosa que la misma Popea.
Y tan solemne que parece una diosa, pues irradia la misma Presencia que un día dejara pasmado a Marco Aurelio…
Cuando Alexandra dijo que el herido permaneciera entre los cristianos…
Petronio la admira literalmente con la boca abierta…
Todos están paralizados por el asombro, pues nadie le ha censurado jamás nada al emperador y esta actitud es inaudita…
Esta virgen bellísima parece una deidad airada y sus palabras manifiestan su severidad implacable…
Trhaseas se cubre la boca tratando de cubrir la exclamación que se le escapa admirado:
– ¡Athena Parthenos!
Definitivamente las cosas para el César, no están resultando como las esperaba…
Entonces dijo con tono lastimero:
– ¿Qué clase de religión impera en vosotros que os hace hablar así? Soy tu emperador.
El tono grave de otra voz masculina, rasga el aire:
– ¿Acaso ignoras que no hay religión si es violenta y oprime a los que no quieren?
Da un paso al frente mientras agrega:
– Soy Sergio y soy cristiano.
Nerón exclama con desprecio:
– ¡Cristiano! ¿Cómo se llama tu Dios?
– El Altísimo Señor del Universo: Yeové, el Padre Eterno. Jesucristo su Hijo y el Espíritu Santo.
Nerón pregunta perplejo:
– ¿Son tres dioses?
Otra voz masculina le responde:
– NO.
Y el que habló dio un paso al frente mientras continua:
– Son Tres Personas Distintas y un solo Dios Verdadero.
Todopoderoso. Creador, Dueño y Señor de todo el Universo.
Los que le adoramos somos cristianos. Mi nombre es Joshua.
Nerón suelta una carcajada y se burla:
– ¡Todopoderoso!
Y con gran sarcasmo agrega:
– ¿No es acaso ese hebreo que fue crucificado con los malhechores en el principado de Tiberio y murió en la Palestina?
Una joven que todavía no cumple los 18 años, se adelanta y proclama:
– Sí. Murió en la Cruz para salvarnos. Su nombre es Jesús.
Dios lo resucitó y Reina Glorioso desde el Cielo. Y Gobierna todo el Universo y el mundo espiritual e invisible.
Agrega con voz muy dulce, identificándose:
– Mi nombre es Jade y soy cristiana.
El César la mira fijamente por un momento demasiado largo…
Enseguida se dibuja en su rostro una sonrisa escalofriante y pregunta suavemente:
– Si es como dices. ¿Por qué ha dejado que cayerais en mis manos?
En este momento yo soy vuestro dios.
Y os enseñaré a comportaros ante vuestro emperador.
Yo voy a demostraros cuál es el verdadero poder. –Estas palabras las declara Nerón con el rostro oscurecido por una expresión despiadada e inhumana.
En el silencio que sigue, solo se oye el chisporroteo de las lámparas de aceite…
porque hasta los músicos se han quedado paralizados, viendo el contraste total entre la cara de los aterrorizados comensales…
Y el semblante tranquilo de todos los jóvenes.
Después de un momento se oye como una campana, otra voz resonante y firmemente armoniosa:
– Mi nombre es Daniel y soy cristiano.
¡Y te aclaro que NO haremos lo que esperas de nosotros, según lo que estamos concluyendo!– Dice mientras recorre con una mirada significativa…
Las pinturas y las estatuas que adornan el salón.
Y finaliza con tono solemne, como si fuera un maestro, ante un alumno díscolo:
– En este lugar al que nos has traído…
Nerón lo mira colérico…
Sin decir una sola palabra, va hacia su pretoriano más próximo y le saca la espada de su vaina.
Con gesto feroz mira al que habló al último y camina hacia él…
Mientras sentencia airado e implacable:
– ¡Doblegaré tu locura!
El joven lo mira impasible y declara:
– Puedes aplicarme las torturas más crueles, pero NO me perjudicarás.
Tú en cambio, estás preparando tu alma, para tormentos eternos.
Y los que me inflijas serán dulces, comparados con los que te esperan a ti.
Y te los infligirá el que ahora te induce a atormentarnos.
Nerón se acerca furioso y lo atraviesa con la espada de tal forma…
Que la punta de la misma sale por la espalda del infortunado, goteando sangre…
Cuando la saca con un movimiento violento; la espada ensangrentada salpica sus vestiduras de color amatista y antes de que pueda decir nada…
La voz del joven que está al lado del que ha sido herido, se oye con acento triunfal:
– Yo soy Iván y también soy cristiano…
Y debes saber que los que temen a Dios, no pueden ser perjudicados, ni doblegados por los tormentos.
Los suplicios resultan ser sus ganancias para la Vida Eterna, porque todo lo sufren por Cristo.
Es el mayor de todos.
Un joven como de unos veinticinco años. De rubios cabellos oscuros y ensortijados. Y con unos bellos ojos verdes como el mar.
– ¡¡¡Aaaahhh!!!
Esta exclamación de sorpresa y admiración, que brota de todas las gargantas, impide una respuesta al insolente.
Nerón voltea y se queda mudo y boquiabierto…
El joven que acaba de herir en forma tan atroz, en lugar de derrumbarse, se ha erguido aún más.
Y su herida ha sanado instantáneamente de forma impresionante, ante los ojos de todos los asistentes a este drama tan singular…
El César está impactado, pero su ferocidad es más fuerte y su crueldad prevaleció.
Dirige una mirada significativa hacia Aminio Rebio: hombre infame, afeminado y cruel.
Y éste se acerca al insolente, obedeciendo la orden silenciosa del emperador…
Con su mano derecha acaricia con lascivia, el cuerpo perfecto de Iván…
Y éste le dice con tono tranquilo:
– No lo hagas. ¡Detente o lo lamentarás!…El Ángel del Señor está conmigo y no te permitirá lo que pretendes…
Aminio Rebio no lo escucha y mucho menos le hace caso.
Excitado por la lujuria ante la hermosura llena de gallardía de aquel cuerpo perfecto y musculoso…
Lo manosea con sumo deleite, lleno de lascivia…
Pero de repente se aparta como si hubiese sido herido por un rayo.
Y grita con inmenso dolor:
– ¡No veo! ¡No veo! El ángel me ha herido en los ojos y no puedo ver nada.
¡Piedad! ¡Piedad! –y se hace para atrás trastabillando, como hacen los ciegos cuando no tienen quién los guié.
Fátima grita con júbilo:
– ¡Dios resguarda su santuario! Y ¡Ay de vosotros que pretendéis profanarlo!…
Todos los que antes los miraran con lujuria, han perdido la avidez y ven cómo se está arruinando su grandioso festín sexual…
Nerón está estupefacto y aterrado…
Pero arrebatado por la ira como si fuera una fiera herida.
Ordena a sus libertos que los cristianos sean conducidos a la tortura y que los verdugos desplieguen contra ellos toda su violencia…
Concluye diciendo:
– Yo mismo supervisaré los tormentos. ¡Llévenselos!
Y volviéndose a los invitados del frustrado banquete, les dice:
– ¡Vamos! La fiesta apenas comienza…
Todos lo miran pasmados, entre admirados y aterrorizados…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
34.- PERDONA NUESTRAS OFENSAS II
Es necesario saber siempre perdonar, porque TODOS tienen necesidad del Perdón.
El crecimiento espiritual se manifiesta a través de esfuerzos superiores a las fuerzas humanas. No es un mérito guardar silencio: pero lo es y muy grande, cuando se lo guarda al NO responder cuando se recibe una ofensa. Este Perdón es muy valioso como testimonio para impulsar a otros a la conversión.
La única medicina para calmar la ira, es callarse.
En las disputas es muy difícil conservar la justicia y la paz del espíritu. Y los que son enemigos nuestros, son amigos de Satanás. ¿Queremos ser amigos de Satanás, al odiar al que nos odia?
El perdón es un regalo que nos devuelve el equilibrio interior y la salud: mental, espiritual y física. A fuerza de otorgarse una y otra vez; es como cubrirnos con una cúpula de fuerza protectora para las agresiones. En otras palabras: les quitamos a los demás, el poder para hacernos daño.
El Perdón es el Testimonio más poderoso de que Dios está con quién lo ejerce.
Al igual que la Fe y el amor, tiene su origen en la voluntad.
Esta es la respiración de la vida del cristiano:
QUERER CREER. QUERER AMAR. QUERER PERDONAR. QUERER SALVARSE.
Amar Quiere decir imitar con espíritu de amor a quién se ama. El Amor es magnánimo y misericordioso. Tiene necesidad de perdonar. Porque no puede odiar.
EL PERDON HACIA LOS DEMÁS, ATRAE EL PERDÓN DE DIOS.
El hambre de aceptación es un instinto básico en el ser humano y es por eso que los rechazos y las agresiones son tan dolorosos. Son como ardientes flechas que producen heridas punzantes en las que se inocula un veneno atormentador compuesto de Ira, Dolor, Amargura, Rencor y Venganza.
Su doloroso aguijón produce primero un escozor que dependiendo de nuestra susceptibilidad y nuestra soberbia, se va agigantando hasta convertirse en Odio. Nos enferma y nos hace perder el equilibrio en nuestras tres partes: el cuerpo, el alma y el espíritu.
Cuando concluí la enseñanza del Padre Nuestro, lo hice con estas palabras: “Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre Celestial los perdonará. En cambio, si NO perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.”
Mis palabras NO dejan alternativa.
Cuando tenemos una fe auténtica al orar el Pater Noster, si lo decimos, tenemos que hacerlo.
Y SI NO LO DECIMOS, PERDEMOS LO MÁS IMPORTANTE DE DIOS EN ESTA TIERRA: SU PERDÓN.
YO practiqué esta enseñanza cuando desde la Cruz, oré para el perdón para mis asesinos…”
¿POR QUÉ DEBEMOS Y NECESITAMOS PERDONAR?
El hombre para ser feliz, necesita amar y ser amado.
Si Dios es amor y estamos hechos a imagen y semejanza de Él, es por eso que el Amor juega un papel tan fundamental en todas las relaciones humanas.
Al enfrentarnos a un mundo que NO SABE AMAR, el rechazo es determinante en las consecuencias de nuestras reacciones a lo que nos rodea.
Fuimos creados para amar y al empeñarnos en odiar, nos forzamos a funcionar al contrario.
Éste conflicto es el núcleo de todas las alteraciones psicológicas en el ser humano.
Especialmente dañino es, cuando se ve obligado a odiar, lo que debe ser lo más amado en este mundo después de Dios: los hijos o los padres.
El hombre es la maquinaria más perfecta y su desequilibrio afecta las tres partes de él. Cuando el Odio se enseñorea de nuestro ser, el espíritu muere a la Gracia y se pierde la armonía con su Creador.
Al perder la armonía con la principal fuente de la Vida: Dios; se entra en contacto con la energía emanada por Satanás a través del Odio, que afectan terriblemente al alma y al cuerpo.
EL ODIO MATA EL ESPÍRITU.
El espíritu muerto es controlado por Satanás.
El alma se enferma.
De acuerdo al daño recibido son las alteraciones psicológicas manifestadas. Y la dureza de corazón y de carácter se agudiza.
Entre más herida está una persona, más llena de Odio, Amargura; y más endurecida estará. Al NO tener armonía con Dios, perdemos la armonía con nosotros mismos y NO podemos tenerla tampoco con los que nos rodean.
Y la depresión es el termómetro que marca la intensidad de una ira reprimida y convertida en Odio contra sí mismos y que NO encuentra salida a través de una venganza contra el que lo dañó.
El cuerpo: una mente dañada, se proyectará en un cuerpo enfermo. Éste es el origen de un gran porcentaje de las enfermedades crónicas, que la ciencia no ha podido curar.
El Odio es invalidante: la artritis y el cáncer, son un claro ejemplo de ello. Cuando el hombre aprende a perdonar, la mejoría es notable.
EL PERDON ES SALUD PARA EL CUERPO Y PARA EL ALMA.
Y PARA EL ESPIRITU ES SALVACIÓN.
PERDONAR ES SANAR. PERDONAR ES LIBERARSE. PERDONAR ES RESUCITAR.
EL PERDON DE DIOS
Dios perdona a cualquiera que con corazón contrito, humilde y decidido a perseverar en el bien, se lo pide. Porque por más grande que sea el pecado cometido, el arrepentimiento sincero, alcanza de Dios el Perdón.
Dios conoce nuestra debilidad. Sabe de qué barro estamos hechos y distingue perfectamente las intenciones del corazón. La humildad y el amor, siempre obtienen su Perdón.
La soberbia de la inteligencia y la lujuria de la carne, son los pecados que espiritualmente dejan al alma como un cadáver putrefacto y asqueroso.
Y así es como nos ven los ojos de Dios.
El llanto del arrepentimiento de un corazón contrito y humillado, es amor expiatorio que unido al Amor Purificador del Perdón de Dios, curan las almas de tan horrendas heridas.
Cuando se ama a Dios, el Pecado duele y no se quiere OfenderLo.
Para gozar de la protección de Dios, es necesario su Perdón. El alma que se sabe perdonada y tiene la seguridad de tener a Dios consigo, recupera la alegría y la paz. El bienestar se extiende hasta el cuerpo.
Yo sabía que esto era tan importante, que por eso lo convertí en Sacramento. El salmo 32, expresa muy bien este alivio.
ES NECESARIO EL PERDÓN DE DIOS
El Sacramento de la Reconciliación, es un Sacramento de Liberación y de Sanación
Interior. Yo lo instituí precisamente por esto: el Pecado toma vida propia.
Y quise liberar a vuestro espíritu de las cadenas y las cargas por el Pecado. Y vuestra alma del Caos y la Destrucción, que siempre traen consigo.
El Perdón de Dios resucita nuestro espíritu a la Gracia y nuestra alma se une a la Vida: la Santísima Trinidad.
¿POR QUÉ ES NECESARIO EL PERDÓN DE LOS DEMÁS?
Casi nunca nos gusta reconocer las cosas lamentables de nuestra propia conducta. No es fácil reconocer nuestras culpas. Se necesitan grandes dosis de humildad, para reconocer los propios errores.
Y una confesión dolorosa que NO siempre estamos dispuestos a hacer.
Una auténtica disculpa, es mucho más que el mero reconocimiento de un error. Equivale a confesar que algo que dijimos o hicimos, le provocó un daño a otro.
Y que ese daño como un boomerang, también nos lastima a nosotros.
Nuestro equilibrio interior es tan sensible, que aunque conscientemente nos neguemos a aceptar que actuamos mal y disponemos de una montaña de justificaciones; la conciencia es un juez tan implacable, que hasta que NO resarcimos el daño, es como nos sentimos mejor.
El arrepentimiento sincero, es una medicina dolorosa y amarga, pero sus efectos son tan saludables, que cuando lo llevamos activo a solicitar el Perdón y somos capaces de decir sinceramente: ‘Lo siento. Lamento mucho haber… Por favor, Perdóname.’
Estas palabras obran efectos maravillosos y curativos. Purifican de una manera esplendorosa nuestro interior. ¡Cuántas relaciones importantes se restaurarían, si fuésemos capaces de decirlas más seguido!
En una ocasión tuve un paciente que me fue a consultar, aquejado por una serie de síntomas: insomnio, depresión, dolores de cabeza, trastornos estomacales, etc. El reconocimiento médico no reveló ningún trastorno orgánico.
El Espíritu Santo me hizo ‘percibir’…Y finalmente le dije:
– Si no me dice usted lo que pesa en su conciencia, NO podré ayudarlo.
El hombre me miró sorprendido. Y después de dolorosas vacilaciones, confesó que como albacea del testamento de su padre, había despojado a su hermano de su parte de la herencia.
Allí mismo lo persuadí para que pidiera perdón a su hermano y le devolviera lo que le había quitado.
Después de haberlo hecho, el hombre fue a darme las gracias, porque se había curado.
A veces dudamos de pedir perdón por temor a vernos desairados. Es una dolorosa posibilidad que NO debe detenernos. Porque en el dado caso de que así sucediera, ya NO ES responsabilidad nuestra, el que no haya una reconciliación.
Vale la pena porque seremos nosotros los que sanaremos.
¿PORQUÉ ES NECESARIO EL PERDÓN HACIA NOSOTROS MISMOS?
ARREPENTIMIENTO: Pesar de haber hecho una cosa con intención de resarcir y reparar el daño.
REMORDIMIENTO: Inquietud interior que perturba la conciencia, ante el recuerdo de un crimen cometido.
Cómo podemos observar el remordimiento es pasivo y el arrepentimiento es activo. Esta diferencia marca las consecuencias de nuestras acciones.
Cuando reconocemos nuestras culpas y pedimos perdón al que ofendimos, el siguiente paso es perdonarnos a nosotros mismos.
Cuando este último perdón NO lo llevamos a cabo, NO podemos recuperar la paz del espíritu.
Diablo significa Acusador.
Él hace honor a este título utilizando algunos pecados nuestros, como verdaderos tormentos que convierten la vida en un infierno.
Cuando esto sucede, el hombre que comete pecados tan atroces que le resulta imposible pensar que pueda alcanzar el Perdón: los remordimientos torturan tanto y el hombre se siente tan culpable, que cree que Dios no puede perdonarlo.
La humildad, llorando dice: ‘Señor, ten piedad de mí. Yo no puedo, Tú si puedes. Ayúdame porque solo Tú puedes hacerlo.’
La soberbia impotente, declara: ‘Dios NO puede perdonarme. Es imposible.’
El que dice estas palabras está midiendo a Dios consigo mismo. Y piensa que Dios NO perdonará, porque si él fuese el ofendido, NO perdonaría.
El humilde compadece y perdona, aun cuando sufra por haber sido ofendido.
El soberbio NO perdona, porque NO quiere renunciar a su Rencor.
El que NO se perdona a sí mismo, está odiándose. Y sé autodestruye con un castigo AUTO-impuesto, ya que de manera subconsciente busca sufrimientos para castigarse y se entrega a relaciones destructoras.
El arrepentimiento auténtico debe tener un valor viril y sin pedir excusas, ni dárselas; hay que aceptar las consecuencias del pecado, como un doloroso medio de expiación.
Y con renovadas fuerzas, aceptarnos como somos, amándonos y con inmensa gratitud hacia Dios.
Cuando hemos alcanzado el Perdón de Dios, debemos hacerlo extensivo a nuestra voluntad, con este pensamiento: “Si Dios me ha perdonado, ¿Quién soy yo para NO hacerlo?”
La soberbia impulsada por Satanás, es la que dice que Dios NO PUEDE perdonarnos.
Pues donde abunda el pecado, sobreabunda la Gracia. Esto debemos recordarlo porque nos muestra la infinita misericordia de Dios y debe ser el baluarte cuando Satanás quiere afligirnos, con sentimientos de culpa.
Entonces, ¿Qué es lo que debemos hacer? Efectuar los Siete Pasos del Perdón aplicados a ¡NOSOTROS MISMOS!
Por ejemplo, si nuestro pecado fuese como el de Judas y ya cometimos el DEICIDIO, después de pedir perdón al Señor con arrepentimiento sincero, vamos a orar: “Yo…(fulano de tal), ME PERDONO A MÍ MISMO POR HABER MATADO A JESÚS, EN….
¡Y asunto concluido! Aceptemos las CONSECUENCIAS de nuestro Pecado como expiación por el mismo.
Y cuando Satanás venga a fastidiarnos, simplemente le decimos: ¡VADE RETRO SATÁN! Mi Abba ya me perdonó y yo también me perdoné…
¡LÁRGATE DE AQUÍ! ¡YO NO TENGO NADA CONTIGO! Invoquemos a nuestra Madrecita y verán como sale huyendo el muy Cobarde…
¿PORQUÉ ES NECESARIO PERDONAR A LOS DEMÁS?
Muchas personas creen equivocadamente que el perdón solo debe otorgarse, cuando el ofensor se muestra arrepentido. Si queremos obtener óptimos resultados, debemos corregir este error.
Primero que nada tenemos que estar conscientes, que el perdón es un Regalo. Tanto para el perdonado, como para el perdonador.
El que recibe la mayoría de los beneficios, es el que lo otorga.
A menos que decidamos amar nuestras enfermedades y desequilibrios y seguir manteniéndonos alejados de Dios por el resentimiento; NO nos queda otra alternativa.
Porque ni siquiera podremos volver a orar el ‘Pater Noster’, con la seguridad de estar siendo atendidos.
Hagamos el Perdón activo, si podemos decirle a nuestro Ofensor: “Yo te perdono por esto…” Qué bien o si NO, al menos hagámoslo espiritualmente y digámosle a Jesús: “Señor yo perdono a fulano por esto… Bendícelo.”
Punto final, ya no tenemos pagarés que nos estorben para seguir amando y produciendo Amor…
¿CUÁNTAS VECES SE DEBE PERDONAR?
Para el Amor y para el Perdón, no hay límites. No lo hay. Ni en Dios, ni en los verdaderos hijos de Dios. Mientras dure la vida, no hay límite.
En el cristiano, por más que las culpas produzcan dolor, hay que perdonar siempre al que nos hace daño.
La primera vez que perdonamos de verdad duele tanto; que es como si nos desollaran vivos.
Después va disminuyendo la sensación de dolor, hasta que quedamos envueltos en una muralla de amor tan densa; que los dardos envenenados del Demonio, pierden toda su eficacia.
Conforme nos habituamos a ejercer el Perdón, se va formando un escudo formidable a nuestro alrededor, que inclusive desarma al Enemigo.
Porque se convierte en un ejercicio tan habitual, que llegamos a perdonar en el mismo momento en que estamos siendo ofendidos y al contestar con amor, estamos poniendo la otra mejilla, al mismo tiempo que detenemos la flecha de fuego llena de Odio que se ha lanzado para herirnos, antes de que ésta llegue a tocarnos.
El Perdón de las ofensas es la Prueba de nuestra caridad y de nuestra unión con el Verbo.
Si consideramos las flechas de las ofensas como ofensas, NO las podemos amar. Si consideramos a los que nos afligen como injustos, NO los podemos amar.
Si consideramos las ofensas como plumas agregadas para volar a Dios y miramos a los torturadores como los cooperadores más valiosos para que adquiramos méritos celestiales, entonces SÍ los podemos amar.
Desgraciadamente vivimos en un mundo que nos obliga a practicar el perdón continuamente y por lo mismo, su valor es inapreciable. Porque al ser el Odio, el principal elemento que nos rodea; la única manera de neutralizarlo es el Perdón.
Él nos ayuda a convertirnos en amos de nuestras pasiones y el Dolor deja de ser un Verdugo, para transformarse en un Maestro.
Y el maravilloso bienestar que lo acompaña es sensacional.
Entonces somos espectadores de las ofensas que nos infieren, sin sentirnos lastimados por ellas. Y somos capaces de realizar, al compadecer el porqué de la crueldad del ofensor, el precepto más asombroso de la Doctrina Cristiana: amar a nuestros enemigos.
EL AMOR A NUESTROS ENEMIGOS
“El que no ama, permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un asesino. Y como lo saben ustedes, en el asesino NO permanece la Vida Eterna.” (1 de Juan 3, 15)
A S E S I N O.
Es una palabra bastante fuerte para calificar una conducta bastante común en nuestros días.
Es imposible pasar por esta vida, sin encontrarnos con gente que de muy diversas maneras, nos lastiman una y otra vez.
La reacción más natural es el enojo y el resentimiento.
Entonces ¿Cómo poder cumplir con el Mandamiento tan perentorio de Jesús?
El Perdón es totalmente activo y requiere de un enorme esfuerzo de la voluntad, pero su ejercicio es sumamente fácil, si dejamos que sea Jesús el que lo haga por nosotros.
Si él vive dentro de nosotros y de verdad lo amamos. Basta con que le entreguemos lo que sentimos y le pidamos ayuda. Nunca nos defraudará.
Cuando logramos dominar el ejercicio del Perdón, nuestra vida se transforma de manera total.
Es infinitamente feliz y saludable; porque el Odio aparte hacernos vivir infelices y amargados. Es una pasión tan avasalladora, que cuando no se vierte al exterior en desórdenes de conducta violentos, se vuelve contra nosotros mismos y toma cualquiera de las dos formas: alteraciones físicas que desarrollan enfermedades psicosomáticas hasta llegar al cáncer.
O alteraciones nerviosas en forma de depresión que culmina con el suicidio. lA DESESPERACION ES EL PRIMER PASO…
Viendo el contexto completo de lo que significa el Odio, adquiere sentido la fuerte palabra: ‘asesino’.
Si no somos asesinos de los demás, lo somos de nosotros mismos.
Si es el Odio o la indiferencia, uno de los látigos que nos fustigan, roguemos a Dios para que sane nuestro corazón, entregándole nuestros sentimientos y pidiéndole que resucite el amor.
Porque es solamente amando como adquiere sentido nuestra vida. Cuando todas nuestras potencias están ocupadas en amar, no hay lugar para el resentimiento.
Es al señor al que le toca castigar, las venganzas se le deben entregar a Él. Al hombre le toca amar y perdonar. Compadecer y perdonar. Orar y perdonar. ¡Cuánta necesidad de ayuda y de perdón, tienen los culpables ante Dios!
Y solo a través de la Oración se ahuyentan los fantasmas de Satanás y podemos sentir la Presencia de Dios que nos llena de fortaleza, amor y compasión.
Si Dios está cerca puede uno enfrentarse a todo y soportarlo con rectitud y mérito. Solo la Fe en Aquel del cual nos alimentamos, puede ayudarnos a vencer el Odio y hacer posible lo que para muchos no solo es imposible, sino una verdadera locura: el amor por nuestros enemigos.
¿CÓMO DETECTAR AL ESPIRITU RENCOROSO?
El espíritu rencoroso es uno de los principales obstáculos para la Oración. El rencor es hijo del Odio y la Soberbia. El rencor es pecado. El pecado impide la comunicación con Dios.
Satanás es habilísimo para disfrazarse con la hipocresía. El que trata de orar con el rencor en el corazón, NO recibe contestación. Y el alma deja de orar. Deja de ser creyente. Es por eso que Jesús es tan intransigente con este Mandamiento.
En nuestro corazón siempre debe haber paz y alegría. Y el espíritu rencoroso nos está saboteando, si al pensar en nuestro ‘enemigo’ sentimos malestar y evitamos encontrarnos con él. Decimos perdono, pero no olvido.
Reconocemos que en el fondo del corazón, nos alegra que le vaya mal y lo consideramos ‘un justo castigo por su maldad’. Deseamos que Dios se encargue de vengar pronto nuestros agravios.
Cuando ‘inadvertidamente’ dejamos caer indirectas y pequeñas puyas venenosas que le hagan la existencia tan pesada, como nos la hicieron a nosotros. Cuando nos vengamos con críticas y murmuraciones, tratando de destruir la reputación del ‘enemigo’.
Si reconocemos cualquiera de estas circunstancias con alguien relacionado a nuestra vida, ¡Es el momento de efectuar los Siete Pasos del Perdón, para recuperar nuestro equilibrio interior!
En primer lugar, debemos recordar que el verdadero cristiano no ve en sus semejantes, ‘enemigos’. El Enemigo ya sabemos quién es.
Porque se debe amar a los malvados.
Porque con el amor se alcanza la misericordia que los convierte y los salva.
Cuando se siente aversión por el enemigo, es señal de que se puede fermentar en el corazón, la levadura del Odio.
El que camina por el Sendero de la Cruz, siguiendo a Jesús y NO perdona, termina por encaminarse hacia el Odio.
NO SE DEBE ODIAR AL QUE NOS ODIA. No abráis ni siquiera un resquicio a lo que no es de Dios.
¡Hay peligro de perecer y de ser vencidos por el verdadero Enemigo! ¡NO! Tened Caridad y prudencia…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
N130 ESTAD PREPARADOS Y ALEGRES
Hijitos Míos, Mi Amor de Padre no ha sido entendido. Tenéis siglos conociendo Mi Amor y Mi Misericordia, Mis cuidados hacia vosotros. Tenéis el Antiguo Testamento, en donde Yo Me manifestaba y cuidaba a los que estaban Conmigo.
Viene Mi Hijo y os enseña Mi Amor y al Hombre. Aún a pesar de que vivieron el Amor de un Dios en la Tierra, aún así Me siguen haciendo a un lado.
He dado todo, os he dado a Mi Hijo, se dio por todos vosotros. Dio hasta la última gota de Su Sangre por vuestra salvación. Dio Mi Amor, os enseñó las bellezas del Cielo… Os invitó a que hicierais un cambio de vida, para que pudierais llegar fácilmente al Reino de los Cielos, después de haber cambiado vuestro entorno; llenando de Amor a todos los que están a vuestro alrededor y no habéis hecho caso.
Habéis constatado a lo largo de vuestra vida, por lo menos en algunos momentos de ella, que cuando estabais viviendo en amor, en paz, en caridad; todo os iba bien, porque Yo estaba con vosotros, porque Yo cuido a los Míos.
Cuando vosotros Me dais vuestra vida, Yo la tomo con alegría y os cuido, os consiento; pero cuando Me dais la espalda, Me atacáis, Yo tengo que reprenderos y vosotros lo tomáis a mal y os vais alejando de Mí y de Mi Amor, porque nada más recordáis el castigo…
Pero en la Tierra también vuestros padres amorosos os dan castigos para que regreséis al buen camino. Ya habéis tenido muchas oportunidades a lo largo de vuestra vida.
Y si aceptarais con humildad estos llamados de Mi Corazón, para que vosotros regresarais al buen camino, llegaríais fácilmente a la santidad; porque la santidad es precisamente eso: reconoceros pequeños, humildes, necesitados de Mi Gracia y de Mis cuidados.
Sabiendo que sin Mí, no sois nada, porque Yo Soy el Todo. Pero vuestra soberbia no permite este crecimiento en vosotros, porque os quedáis, os repito nada más en el castigo y Me veis como un Dios Justiciero y malo y no veis la parte buena, que son las nalgaditas que os doy, para que vosotros regreséis al buen camino.
Y sobre todo, apartando el pecado de vuestra vida para no volver a cometerlo.
Pero os entercáis en vuestra soberbia, os entercáis en vuestra mala voluntad, empezáis a uniros con hermanos vuestros que tienen la misma mentalidad… Y así, Mi Amor que debiera crecer entre los hombres, se va apartando de vosotros porque no lo queréis, lo atacáis, os olvidáis de Mí…
Y solamente venís a Mí si os sucede algo grave, pero no para un cambio verdadero de alma y corazón; sino a veces, hasta pidiéndoMe con grosería, ésa necesidad que vosotros queréis para vosotros mismos o para otro de vuestros hermanos y no agradecéis Mis Bendiciones.
Cuánta maldad hay en vuestro corazón, no habéis aprendido todavía a amar y al no saber amar, no apreciáis Mi Amor de Padre y de Dios.
Es tanto, tanto lo que Yo os doy. Yo os cuido de día y de noche. NO OS IMAGINÁIS los ataques que tenéis de parte de Satanás a lo largo de vuestra vida y Yo os voy cuidando para que Satanás no os destroce, no destruya vuestra alma, no os quite las oportunidades de vuestra salvación eterna…
Y de eso, vosotros ni os enteráis. Pero ahora que os lo digo, ¿Cuántos de vosotros Me lo agradeceréis? POCOS, muy pocos. Pensáis que es una obligación Mía, como Padre y como Dios, protegeros en todo momento y de hecho lo es. Pero vosotros, en lugar de cambiar, os mantenéis en una vida de maldad y Yo os sigo cuidando.
Pero llega un momento en que vosotros os salís totalmente de Mi Gracia, porque no queréis nada Conmigo y empezáis a sufrir fuertemente; porque es cuando ya Satanás os puede atacar libremente.
Cuando vosotros Me hacéis a un lado totalmente de vuestra vida y cuando empezáis a sufrir, Me echáis la culpa a Mí, vuestro Dios. Yo, que Soy todo Amor y quiero lo mejor para vosotros. Pero vosotros os escapáis de Mis Manos, no queréis estar Conmigo.
Como Padre vuestro TENGO que permitir ya que Mi Justicia caiga sobre la Tierra, porque muchos de vosotros solamente con el Dolor entendéis. Me duele esto Mis pequeños, porque Yo Soy todo Amor; pero vosotros NO queréis vivir en él.
Habéis escogido a Satanás en vuestra vida, por más que os he avisado que vivir amparados por Satanás os va a llevar hacia el Mal, os traicionará, os destruirá, pero no queréis entender con Mis Palabras Sabias.
El Mal os rodea y vosotros lo aceptáis en vuestra vida. Rendís culto al que os traiciona y os destruye. Qué tontos sois, Mis pequeños.
Ciertamente es un Enemigo Invisible, pero la gran mayoría de vosotros ya aceptáis la Maldad que él os ofrece y cuando ya estáis embebidos en ése mal, ya no os podéis salir de él.
Es cuando os acordáis de Mí, pero muchas veces ya es demasiado tarde, la muerte os alcanza

EN EL JUICIO PARTICULAR, SATANÁS RECLAMA LA PERTENENCIA DEL ALMA, POR LOS ESPÍRITUS INMUNDOS (los pecados) QUE LA POSEEN
Y LA DECISIÓN QUE TOMÁSTEIS ES SENTENCIA QUE SE EJECUTA.
Y la maldad que cometisteis a lo largo de vuestra vida, no será lo mejor para vosotros en vuestro Juicio. Y de esta forma, muchas almas se condenan, porque tontamente os acercasteis a Satanás y dejasteis que él manipulara vuestra vida.
Muchos hermanos vuestros están dejándose guiar en estos momentos, por las Mentiras de Satanás y ¿Qué no os dais cuenta cómo él os destruye y os quiere matar eternamente? Y vosotros seguís cuidando a vuestro Verdugo… ¡Qué tontos sois, Mis pequeños!
Vosotros en vuestra vida humana ciertamente que no cuidáis a vuestros enemigos; es más los evitáis, no queréis nada con ellos. Os reunís con hermanos vuestros, con los que os lleváis bien, con los que podéis entablar conversación a gusto y vosotros los aceptáis como a vuestros amigos y los cuidáis.
¿Por qué si esto lo hacéis en vuestra vida humana, por qué no lo hacéis en vuestra vida espiritual? Satanás es vuestro Enemigo y no queréis entender esto. Yo Soy vuestro Padre, vuestro Creador, vuestro Amigo. De Mí sólo sale el Bien, todo el bien que tenéis proviene de Mí y no Me cuidáis…
En cambio, estáis con el Enemigo y a él sí le cuidáis. Os sigue destruyendo y seguís estando con él. ¿No se os hace tonto esto, Mis pequeños? ¿Por qué no alcanzáis a ver ésta realidad?
Mucho he hecho por vosotros, alrededor del mundo. Os he avisado de múltiples formas… A lo largo de vuestra vida os he dado la Luz para que vayáis entendiendo todo esto y no queréis.
El Tiempo ya está sobre vosotros. Arrepentíos, porque Mi Justicia YA ESTÁ LLEGANDO. Tened cuidado y llorad por vosotros mismos; porque esto que se vendrá, es causado por vuestra necedad, por vuestra tontería.
Por haberle hecho caso a Satanás en vuestra vida y haberMe apartado a Mí vuestro Dios, que os quiero más que a un amigo. Pero Me habéis hecho a un lado y Mis Bendiciones ya no llegan a vosotros, porque vosotros mismos habéis cerrado vuestro corazón a Mis cuidados, a Mis llamados, al Amor.
YA ESTÁIS VIENDO el resultado de vuestra tontería con el Cambio que se ha de venir sobre la Tierra. Será eliminado todo el Mal que vosotros aceptasteis y cuidasteis. Os daréis cuenta en ése momento que estabais en el Error pero como os dije, para muchos de vosotros será demasiado tarde.
Y recordad las Palabras de los Evangelios, que no todo aquél que Me diga “Señor, Señor”, tendrá el Reino de los Cielos, porque en ése momento sí Me reconoceréis como vuestro Señor y vuestro Dios…
Pero vuestra vida de Maldad, de negación a Mi Gracia y de muchas otras cosas tremendas que hicisteis contra Mí, vuestro Dios y contra vuestros hermanos, no os darán la salvación eterna.
Siento mucho esto que os digo Mis pequeños, pero se tiene que dar. No puedo permitir que la Maldad siga creciendo como va. Tengo que detenerla por aquellos que Me aman y no quiero que Satanás los aplaste; porque son almas buenas, son almas que han cuidado Mi Amor sobre la Tierra, que han cuidado Mi Amor en su corazón.
Orad pues, Mis pequeños. Y seguid adelante AUNQUE LOS ACONTECIMIENTOS OS ENVUELVAN, COMO PARTE DEL GRAN CAMBIO, de la Gran Tribulación, donde los Míos serán cuidados.
Donde aquellos que vivieron en la Maldad verán su Destino Eterno, en las Llamas que os están Esperando. No quisisteis entender… ME DUELE, Me duele vuestra condenación eterna, pero no quisisteis atender a Mis llamados de Amor.
Porque las Llamas del Infierno ya están sobre la Tierra. Estáis viendo la Maldad de Satanás desatada por todos los pueblos de la Tierra.
En profecías pasadas se os avisaba de que iba a llegar el momento en que veríais a los demonios caminar entre vosotros y los estáis viendo.
Estáis viendo a hermanos vuestros haciendo el Mal por todos lados. Son almas satanizadas, son almas que se han llenado del Mal de Satanás y os están atacando. Están destruyendo lo que viene de Mí. Están apartando a las almas del Amor Verdadero y las están llevando a creer en otras ideologías muy aparte de lo que se os ha enseñado.
La Tierra fue creada en un Principio, siendo un Paraíso en donde puse a vuestros Primeros Padres… Y la Tierra debiera ser ése Paraíso junto con el Universo entero. Todo fue creado por Mí, para que vivierais en el Amor, vivierais el Cielo en la Tierra.
Todo tenía una finalidad buena, santa, bella, pero Satanás tenía que ir en contra de todo lo Mío, de todo lo Creado, de todo aquello que os iba a dar alegría.
DEBÍAIS TENER UNA UNIÓN PLENA CONMIGO y él no puede aceptar ésta unión de las almas con su Dios. Por eso podéis ver como ha ido apartando a lo largo del tiempo, a las almas de Mí, vuestro Dios.
Cada vez son menos los que atienden Mi Llamado, cada vez son menos los que oran, cada vez son menos los que Me buscan y que confían en Mis Palabras y que las quieren hacer vida en su propia vida.
Lo veis en las Iglesias, cómo se van vaciando. Veis que ya no hay suficiente amor entre los hombres, ya no vivís en Caridad, vivís peleando los unos con los otros; ya no hay respeto entre unos y otros, ya no hay comprensión ni paciencia.
Cuando veis a vuestro hermano que os ataca y a veces injustamente, respondéis también con maldad, cuando debierais responder con virtud, con amor, con respeto hacia vuestro hermano.
Cómo queréis que se viva la virtud, si no se está viviendo ya entre los hombres y muchas veces ni vosotros mismos la estáis propiciando. Queréis que se os respete, queréis vida de amor, queréis paz a vuestro alrededor, pero vosotros mismos no estáis moviendo ni un solo dedo para ello.
Exigís, pero no dais y todo lo que tenéis ahora a vuestros alrededor, es causado por Satanás. Tenéis injusticias en los mismos gobiernos de la Tierra, tenéis injusticias en las familias; en la misma Iglesia, ya no se vive en Caridad y con respeto hacia lo que ellos están cuidando.
Ya no se vive Mi Palabra entre los hombres, hay un gran desamor entre todos vosotros. Satanás se ha introducido dentro de vuestros corazones y estáis causando la misma separación que vuestros Primeros Padres tuvieron Conmigo.
En su voluntad, ellos ya no quisieron obedecerMe, cometiendo el Pecado Original y vosotros estáis ahora en la misma situación. Estáis queriendo hacer de vuestra propia vida lo que vosotros queréis y no respetáis Mis Leyes y Mandatos. La soberbia os ha cegado y ¿Pretendéis que todavía se os consienta con Mi Amor?
Qué errados estáis, Mis pequeños. No estáis dando lo que debéis dar para ser amados y respetados y exigís que se os dé lo mejor para vosotros, cuando no estáis poniendo el ejemplo.
Vendrán los tiempos en que sí se vivirá en el Amor en las Virtudes, como os he dicho; por eso tiene que ser eliminada toda la Maldad, toda la cizaña que Satanás sembró.
Os he dicho que el trigo y la cizaña ya se están separando, poco es el trigo y mucha la cizaña. No desfallezcáis Mis pequeños, sois trigo. Seguid adelante, manteneos junto Conmigo y cerrad vuestros oídos y vuestro corazón a las insidias de Satanás. Ya falta poco, vuestro premio está ya muy cerca; confiad en Mis Palabras y no os alejéis de Mí, Mis pequeños.
PedidMe la Luz del Espíritu Santo para estos momentos cumbres de la humanidad, os he dicho que os voy a ir guiando y sobre todo a los que serán Mi Nuevo pueblo, que son los que irán entendiendo las señales que se irán dando en los Cielos y en la Tierra.
Ciertamente Satanás a través de su gente aquí en la Tierra, tratará de ir quitando veracidad a las Señales que Yo os daré; pero vosotros los que estáis Conmigo, gracias a la Luz de Mi Santo Espíritu, las entenderéis. A pesar de que quieran desviar vuestra atención, éstos hermanos vuestros que se han apartado de Mi Gracia y que ahora atacan todo lo que viene de Mí.

”EL VIDEO FALSO” En el terremoto del sábado en Ecuador… BBC MUNDO: “No obstante, estas señales de advertencia luminosas podrían ayudar a prevenir desastres.”
https://actualidad.rt.com/actualidad/204951-extrana-luz-cielo-ecuador-terremoto
Los gobiernos de la Tierra tratarán de negar los Signos de salvación y de conversión que os daré. Los científicos no entenderán claramente lo que esté pasando, porque su mente está cerrada hacia lo que es espiritual y Divino; pero también tratarán de negar todo lo bello que Yo os daré para que Me sigáis y os dejéis guiar por el buen camino.
Muchos de vuestros hermanos atacados ya por Satanás y guiados por él por años, no entenderán éstos signos bellos y buenos, porque ellos están rodeados de maldad y obscuridad.
Ciertamente al darse los primeros signos que vendrán de Mí, las almas se convulsionarán. Pero los que estáis Conmigo, alegría tendréis.
Los que no están Conmigo, grandes problemas tendrán. Será como locura en su ser, sentirán Mi Llamado, pero su vida con Satanás será para ellos como una lucha fuerte, interna, que no les permitirá tomar el buen camino que Yo les señalaré en ésos momentos.
Ciertamente habrá convulsión mundial, algunos para el Bien y otros para el Mal; porque Mi Gracia se recibe en forma diferente sobre aquellos que están Conmigo y aquellos que están en contra Mía.
La Verdad es una Mis pequeños y solamente puede venir de Mí, el Error que ha diseminado Satanás por toda la Tierra creará graves problemas en las almas, porque ellas mismas no sabrán qué hacer…
Porque si han vivido en el Mal y están siendo llamadas para el Bien, no sabrán qué hacer. Algunas podrán ser rescatadas gracias a vuestra oración, gracias a vuestra intercesión.
Mi Gracia, al caer sobre vosotros los que estáis Conmigo, os hará los apóstoles de éstos tiempos, tratando de salvar almas. Pero ciertamente, seréis más atacados por Satanás, porque él no querrá que vosotros le quitéis las almas que él ya ha destruido. Porque Mi Amor todo lo puede, Mi Luz disipa las Tinieblas.
Vosotros seréis Luz en las Tinieblas y NO TEMÁIS temáis porque Yo estaré con vosotros. Solamente quiero que vosotros donéis vuestra voluntad totalmente a Mi Voluntad, para que seamos Uno solo y Yo pueda caminar en vosotros sobre la Tierra, ayudando a vuestros hermanos para este Cambio tan bello que se ha de dar para vosotros.
Pero un cambio tremendo, destructivo, para aquellos que están con Satanás.
Un gran Viento vendrá del sur. Viento destructor que arrasará casas, edificios, vegetación, árboles, será un caos y eso iniciará la Gran Purificación.
La gente no sabrá a dónde ir, correréis por todos lados, veréis esta gran destrucción y lloraréis por vuestros pecados. Entenderéis que esto os lo habéis ganado por vuestro error, sabréis que esto viene de fuerzas sobrenaturales. Fuerzas que el mismo hombre no puede controlar.
Los mismos científicos y gobernantes de la Tierra no sabrán qué hacer, correrán para un lado y para el otro y muchos morirán en su error; por haber permitido que Satanás guiara sus vidas y que vosotros gobernantes, actuarais en injusticia y maldad sobre vuestros respectivos pueblos.
Este inicio de la Gran Tribulación será tremendo Mis pequeños, porque no habréis visto nada parecido en la historia de la humanidad.
Se desgajarán los árboles fácilmente, los mismos edificios caerán con facilidad, sus cimientos no serán suficientes para mantenerlos de pié. Una gran nube de polvo os envolverá y no sabréis qué hacer, si correr o manteneros en el lugar que estéis. Os arrodillaréis y pediréis clemencia, pediréis Misericordia…
Pero como ésta no fue pedida para Mi Hijo, para que no fuera Crucificado, ahora tendréis vosotros vuestra propia crucifixión, porque no habrá clemencia tampoco para vosotros, porque no vivisteis en el Amor.
Conoceréis la Maldad de Satanás a quien Adorasteis, a quien permitisteis vivir en vuestra vida. Os horrorizaréis por lo que sucederá. Conoceréis vuestro error pero como os dije, será demasiado tarde. No habrá quien perdone vuestros pecados, porque todo será un Caos.
Los Míos serán preservados, los resguardaré en lugares seguros, que Yo Mismo produciré en ésos momentos.
Mis ángeles os cubrirán con sus alas y no padeceréis lo que la gran mayoría de la humanidad padecerá
Mi Justicia estará sobre los malos, Mi Misericordia sobre los Míos.
Soy un Juez Justo, Soy un Padre Verdadero para los que están Conmigo. ¿Cómo pedís Misericordia vosotros, los que Me habéis negado toda vuestra vida, los que no respetasteis Mis Leyes y Mi Amor. Los que le disteis cabida a Satanás en vuestro corazón y Me sacasteis del vuestro y todavía pedís Misericordia?
Hipócritas, malvados, vuestro corazón no estaba Conmigo, Me traicionabais a cada momento y todavía pedís Misericordia… No había amor en vuestro corazón, no dabais amor a vuestros hermanos, los atacabais y os aprovechabais de ellos ¿Y todavía pedís Misericordia? ¡Ingratos! Mi Misericordia es para los Míos, es para los que están Conmigo, es para los que sí aprecian Mi Amor.
Confiad pues Mis pequeños los que estáis Conmigo, que seréis preservados del Gran Castigo, AgradecédMelo y soltaos totalmente a Mi Voluntad; para que Yo Me sirva de vosotros para este cambio que será benéfico para las almas buenas y será ejemplo y castigo para los que no quisieron escuchar a su Dios.
Comenta J.V: También en éste Mensaje, Dios Padre me permite ver en visión lo que está sucediendo.
Hijitos Míos, luego vendrá un gran torbellino y purificará todo, éste sacará de la Tierra todo aquello que la ha ensuciado. Todo aquello afectado por Satanás será eliminado y la Luz vendrá para todos vosotros, los que estáis Conmigo. La Luz en el Universo entero se dará, todo volverá a ser Mío y todo vivirá nuevamente en Mí, Mi Amor por fin triunfará.
La Sangre Preciosa de Mi Hijo purificará al Universo entero, a todas las almas, a todo lo creado.
Mi Hija, la Siempre Virgen María os cuidará y os guiará para que vengáis a Mí y que podáis recibir ésa vida que os dejó Mi Hijo. Viviréis, Mis pequeños, las dulzuras de Mi Amor. Conoceréis para qué fuisteis creados, gozaréis Mis mieles, Mis Bendiciones, Mi Amor Infinito.
Conoceréis el por qué del Cantar de los Cantares. La vida plena de vuestro Dios en vosotros, el Gozo inmenso del alma al recibir la Gracia de vuestro Dios en vosotros. Mi Vida se dará sobre la Tierra a través de vosotros, seréis Mis instrumentos de Amor, viviréis en Mi Amor todos vosotros, cuidándoos los unos a los otros.
Iniciaréis un nuevo pueblo, guiados por Mis Leyes, por Mi Amor, viviendo las Virtudes, viviendo vida Celestial aquí en la Tierra y en el Universo entero.
Esto y más Mis pequeños gozaréis en la Purificación, en las Nuevas Tierras y Cielos que se os darán. Ya no habrá fronteras ni en la Tierra ni en los Cielos, os conoceréis los unos a los otros, aunque alejados o cercanos estéis.
Mi Corazón y Mi Amor os unirán, porque así como Somos Tres en Mi Santísima Trinidad unidos en un solo Amor y en un solo Dios, el Universo entero será UNO, por Mi Gracia y por Mi Amor.
Tantas bellezas que os tengo reservadas para vosotros los que habéis vivido, los que habéis caminado, los que habéis confiado, los que habéis defendido Mi Amor.
Aunque caísteis, os levantasteis, no dejasteis que la Maldad se implantara en vuestros corazones. Mi Amor venció a ésa Maldad que vosotros desechasteis a tiempo y por él fuisteis creciendo, hasta conocer Mi Amor y vivirlo. Ahora gozareis grandemente Mis Bondades.
Mi Amor se derramará sobre vosotros y vosotros Me amaréis todavía más, porque Me conoceréis todavía mejor. Amar a vuestro Dios, amarMe a Mí, vuestro Padre y vuestro Creador, es el gran Gozo de las almas, el gran gozo que se vive en el Reino de los Cielos, que viven los santos ángeles y santos y ése gran gozo tendréis aquí en la Tierra y en el Universo entero.
Preparaos Mis pequeños, para el gran encuentro con vuestro Dios, para el gran gozo que se vendrá después de la Purificación. Mi Luz será dada por fin, en el Universo entero.
Mi Luz, iluminará todo aquello que ahora está en Tinieblas y que no entendéis. Cuando estéis en la Luz plena del Universo entero entenderéis Mi Mensaje de Amor, entenderéis por qué os creé y por qué creé al Universo entero. Entenderéis lo que verdaderamente es Mi Amor, porque ahora casi no tenéis idea de lo que es el Amor de vuestro Dios.
Os extasiaréis con todas las bellezas que conoceréis, cuando se abran vuestros sentidos. Y Me agradeceréis el que os haya cuidado, porque el hecho de que estéis Conmigo no es casualidad, Mis pequeños.
Yo os creé para que estuvierais Conmigo pero, contabais con vuestro libre albedrío para hacerMe a un lado de vuestra vida o permanecer Conmigo toda vuestra vida… Y porque perseverasteis, Mi Gozo tendréis. Os amo, Gracias, gracias por estar Conmigo, gracias, Mis pequeños.
Os Amo y Os espero al final del camino, a las Puertas de Mí Reino Celestial, ya de Nuevo en Nuestro Mundo. Ahí estaré como Padre Amoroso os estrecharé junto a Mí Corazón, para gozar en vosotros Mí Amor.
Confiad en Mí, hijitos Míos, Yo no Me separaré de vosotros en ningún momento. Os daré fuerza física y espiritual para vencer en ésta prueba.
Prueba que os hará alcanzar vida de Amor en ésta Nueva Era de Mi Santo Espíritu por venir.
Confiad, que Yo estoy a vuestro lado, para guiaros y en vuestro corazón para amaros y daros fuerza. Fuerza que ha de vencer a las fuerzas del Mal.
Yo os amo y os bendigo en Mi Santo Nombre, en el de Mi Hijo y en el del Amor de Mi Santo Espíritu. ¡Llamadlo, hijitos Míos, llamadlo!
18.- MI PADRE, MI ENEMIGO
Jesús, con todos los suyos, van por el lago de Tiberíades; repartidos en dos barcas que navegan muy juntas entre sí. Jesús va en la de Pedro, junto con Simón, José y los dos primos: Santiago y Tadeo. En la otra; los dos hijos de Zebedeo; con Judas, Felipe, Tomás, Nathaniel y Mateo.
Las barcas se deslizan empujadas por el viento boreal, que apenas si peina el agua con hilillos de espuma en el hermoso lago. Van dejando dos estelas que se funden, confundiendo sus espumas, pues apenas las separan un par de metros. De barca a barca; intercambian palabras, noticias. Y los galileos explican a los judíos las características principales del lago; los diferentes poblados y sus distancias.
Jesús está sentado en la proa, gozando de la belleza que lo rodea; del silencio, del cielo despejado, del viento fresco que le acaricia el rostro y de las aguas que bañan las playas, en las riberas verdes; esparcidas entre los blancos poblados.
Parece distraído a la conversación de los discípulos. Va recargado sobre un montón de velas, con la cabeza inclinada sobre el espejo zafiro que es el lago; como si lo único que le interesara, es cuanto vive bajo la transparencia del agua.
Va totalmente absorto en sus pensamientos. Pedro le pregunta dos veces que si el sol que ya está en su cenit, no le molesta. Luego le ofrece pan y queso. Pero Jesús no quiere nada y Pedro lo deja en paz.
Un grupo de lujosas barcas de recreo, pequeñas y ligeras. Adornadas con baldaquines de púrpura y mullidos cojines, se atraviesan en el camino que llevan las barcas de los pescadores.
Estrépito, risas y perfumes, pasan con ellas. Pues las hermosas mujeres, con alegres romanos y palestinenses y uno que otro griego; son jóvenes, ricos y despreocupados. Lucen hermosas y elegantes vestiduras. Un joven alto con un vestido rojo, adornado con grecas y ceñido con un cinturón de oro que es una obra maestra de la orfebrería, dice:
– ¿La Hélade es hermosa? Pero ni siquiera mi olímpica patria tiene este azul y estas flores. En realidad no es extraño que las diosas la hayan abandonado para venir aquí. Arrojemos flores sobre las diosas, ¡Que ya no son griegas, sino judías!
Y esparce sobre las mujeres que van en su barca, pétalos de espléndidas rosas. Y avienta otras a la barca más cercana.
Un romano responde:
– ¡Arroja! ¡Arroja más, griego! Pues Venus está conmigo. Yo no desfloro. ¡Yo recojo las rosas de esta hermosa boca! ¡Es mucho más dulce! –y se inclina a besar la boca entreabierta y sonriente de la hermosísima rubia que tiene la cabeza entre sus piernas y va recostada entre cojines.
Pero las barcas están a punto de chocar.
– ¡Atentos, si queréis vivir! –Pedro grita enojado mientras vira para evitar el choque, con fuerte golpe de barra.
Insultos de hombres. Gritos espantados de las mujeres van de barca a barca. Los romanos insultan a los galileos:
– ¡Alejaos, perros judíos!
Pedro, rojo como un gallo de pelea, de pie sobre el borde de la barca que se balancea; con las manos en la cintura, responde vivamente y no perdona a nadie. Ni a romanos, ni griegos, ni hebreos y hebreas. Y especialmente a estas últimas les dedica un ramillete de floridos insultos que es mejor dejar en la pluma… el altercado dura mientras la maraña de quillas y de remos, no se deshace. Y cada quién se va por su camino.
Jesús no cambió de posición. Se quedó sentado y ausente. Sin mirar, ni decir nada. Ni a las barcas, ni a sus ocupantes. Apoyado sobre el codo, sigue mirando la lejana ribera, como si no sucediese nada a su alrededor. A Él también le avientan una flor, que casi le pega en la cara y se oye una risa femenina.
Es la rubia del romano, que dice:
– ¡También los dioses abandonaron el Olimpo! ¡Allí está Apolo, esperándome!…
Pero Él… nada.
La rosa cae sobre las tablas y llega hasta los pies de Pedro que hierve como una caldera. Cuando las barcas se alejan, la rubia se pone de pie y mira atentamente el sereno, inaccesible e indiferente rostro de Jesús; que parece tan lejano del mundo.
Judas de Keriot dice:
– Oye, Simón. Tú que eres judío como yo. Responde: Aquella hermosísima rubia que estaba entre las piernas del romano. La que se puso de pie. ¿No es la hermana de Lázaro de Bethania?
Zelote responde seco:
– Yo no sé nada. Hace poco que regresé al mundo de los vivos y esa mujer es joven.
Judas dice con cierta ironía:
– ¡Espero que no me vayas a decir que tampoco conoces a Lázaro de Bethania! Sé muy bien que eres su amigo y que has estado en su casa, con el Maestro.
– ¿Y qué si así fuese?
– Puesto que así lo es. Yo digo que también debes de conocer a la pecadora que es la hermana de Lázaro. ¡Hasta las tumbas la conocen! Hace diez años que está en la boca de todos. En cuanto llegó a la pubertad empezó a ser ligera de cascos. Pero ¡Desde hace cuatro años! No puedes ignorar el escándalo, aunque estuvieras en el ‘Valle de los muertos’. Toda Jerusalén habló de ella y Lázaro se encerró desde entonces en Betania.
Hizo bien. Nadie hubiera puesto un pie en su espléndido palacio de Sión; a donde también ella iba y venía. Quiero decir: ninguno que fuese santo. Todo se sabe y en todas partes. Ahora, ciertamente está en Mágdala. Tal vez se encontró un nuevo amor… ¿No respondes? ¿Puedes desmentirme?
– No desmiento. Callo.
– Entonces, ¿Es ella? ¡También tú la reconociste!
Simón suspira antes de responder:
– La conocí de pequeña, cuando era pura. La vuelvo a ver ahora. Pero la reconozco. Impúdicamente refleja la cara de su madre, que era una santa.
– Entonces, ¿Por qué querías casi negar que tu amigo fuese su hermano?
– Nuestras llagas y las de los que amamos, tratamos de tenerlas cubiertas. Sobre todo cuando se es honrado.
Judas ríe forzado.
Pedro observa:
– Dices bien, Simón. Tú eres un hombre honrado.
Judas insiste:
– ¿Y tú la reconociste? Seguro que vas a Mágdala a vender tus pescados. ¡¿Y quién sabe cuántas veces la habrás visto?!
Pedro contesta:
– Muchacho. Ten en cuenta que cuando uno tiene los riñones cansados por un trabajo honrado, no se le antojan las mujeres. Se prefiere solo el lecho casto de nuestra esposa.
– ¡Eh! ¡Pero lo bello a todos gusta! Al menos que no se vea otra cosa, se le mira.
– ¿Para qué? ¿Para decir: ‘No es comida para tu mesa’? No. ¿Sabes? De mi trabajo en el lago he aprendido varias cosas y una de ellas, es que peces de agua dulce y de fondo; no están hechos para agua salada ni vertiginosa.
– ¿Qué quieres decir?
– Quiero decir que cada uno debe estar en su lugar; para no morir de mala muerte.
– ¿Te hacía morir la Magdalena?
– No. Tengo el cuero duro. Pero ya que me lo dices. ¿Acaso tal vez tú te sientes mal?
– ¿Yo? ¡Ni siquiera la he visto!
– Mentiroso. Apuesto que te habrás arrepentido de no haber estado en la primera barca, para verla mejor. Me habrías soportado con tal de estar más cerca. Y tan cierto es lo que te digo, que me honras con tu palabra; en honor suyo; después de tantos días de silencio.
Judas se defiende:
– ¿Yo? Pero… ¡Ni siquiera me hubiera visto! ¡Ella miraba fijamente al Maestro!
– ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Y dices que no la mirabas! ¿Y cómo hiciste para ver a donde miraba, si tú no la veías?
A la ironía de Pedro, todos ríen. Menos Jesús y Zelote.
Jesús, que parecía que no oía; pone fin a la discusión preguntando a Pedro:
– ¿Es aquello Tiberíades?
– Sí, Maestro. Ahora llegamos.
– Espera. ¿Puedes meterte en aquel lugar tranquilo? Quiero hablaros solo a vosotros, antes de entrar en la ciudad.
– Mido el fondo y te lo diré. –Pedro echa una pértiga larga y lentamente va hacia la playa- se puede, Maestro. ¿Quieres que me acerque más?
– Todo lo que puedas. Hay sombra y paz. Me gusta.
Pedro va hasta la ribera y como a unos quince metros, Jesús le dice:
– Detente. –a los de la otra barca- Vosotros, acercaos lo más que podáis para oír.
Jesús deja su lugar y se sienta en el centro de la barca; de tal forma que todos le puedan oír:
– ‘Escuchad. Os parecerá que algunas veces no ponga atención a vuestras conversaciones y que por eso sea Yo, un Maestro descuidado, que no se preocupa de sus discípulos. Tened en cuenta que mi alma no os abandona ni un instante. ¿Habéis visto a un médico cuando estudia a un enfermo de un mal que no conoce y que tiene síntomas raros? No separa sus ojos de él. Después de haberlo visitado, lo vigila. Cuando duerme y cuando está despierto. Por la mañana y por la tarde, cuando está callado y cuando habla; porque todo puede ser un medio y guía; para descifrar la enfermedad que oculta y curarla. Os tengo unidos con hilos invisibles, pero sensibilísimos; que están en Mí y me trasmiten aún las más leves vibraciones de vuestro ‘yo’. Os dejo que penséis que sois libres, para que manifestéis cada vez más lo que sois. Cosa que sucede cuando un alumno o un maníaco, cree que el vigilante lo ha perdido de vista. ¿Qué sois? ¿Qué debéis ser? Sois la sal de la tierra. Y debéis ser la luz del mundo. Os escogí Yo…
Y Jesús da una larga lección para forjar a sus apóstoles. Concientizándoles de la realeza de su sacerdocio; mientras el sol, lentamente se encamina hacia su ocaso…
Al día siguiente…
La ciudad de Tiberíades es nueva y rica. Es moderna y está mejor delineada que otras ciudades palestinenses. Presenta un conjunto armonioso que ni siquiera Jerusalén tiene. Hermosas y rectas calles que ya tienen el sistema de alcantarillado, lucen amplias y muy limpias. Plazas anchas, con bellas fuentes de mármol. Y palacios que rivalizan unos de otros, en el estilo de Roma, con atrios llenos de luz.
Las casas más hermosas, son las que están a la orilla del lago. Las tres primeras son señoriales.
Jesús viene caminando por la avenida que bordea el lago y Pedro pregunta:
– ¿Has estado alguna vez en Tiberíades, Maestro?
Jesús contesta:
– Nunca.
– ¡He! ¡Antipas ha hecho bien las cosas y en grande, para adular a Tiberio! ¡Es un vendido ese…!
Jesús no lo deja continuar:
– Me parece que es más bien una ciudad de descanso, que de comercio.
– Los negocios están del otro lado. Tiene mucho comercio. Es muy rica.
– ¿Estas casas son palestinenses?
– Sí y no. Muchas pertenecen a romanos.
José el pastor dice:
– Maestro, hemos llegado. Esta es la casa del mayordomo de Herodes.
La casa señalada es la primera. Tiene un jardín tapizado de flores. Fragancia de jazmines y rosas, se extienden hasta el lago.
Jesús pregunta:
– ¿Y aquí está Jonathás?
– Aquí. Es el mayordomo del Mayordomo. A él le fue bien. Cusa no es malo y es justo en reconocer los méritos de su mayordomo. Es uno de los pocos de la corte que es honrado. ¿Voy a llamarlo?
– Ve.
José va hasta el gran portón y toca. Acude el portero. Hablan entre sí y José hace un gesto de desagrado. Después viene hacia Jesús, que lo espera bajo un árbol.
Le dice:
– Jonathás no está. Se encuentra en el Alto Líbano. Fue a llevar a Juana de Cusa, que está muy enferma. Dice el portero que fue él, porque Cusa está en la corte y que no puede venir por el escándalo producido por la fuga del Bautista. Y que la enferma empeoraba y se moriría. El criado dice que entres a descansar. Jonatás les ha hablado del Mesías y de tu nacimiento en Belén. Tu Nombre les es conocido y te esperan.
– ¡Vamos!
En el atrio hay una gran cantidad de siervos de todas las edades. Todos se inclinan respetuosamente a saludar. Una anciana llora en un rincón.
Jesús entra y bendice con su ademán y saludo de paz. El siervo encargado, se acerca y le dice:
– ¡Oh! ¡Cuánto le pesará a Jonathás, no haber estado! Su esperanza era verte. Él nos ha alimentado con tu historia. Jonatás es bueno. Dice que lo es; porque lo hizo el beso que te dio.
– Solo en los buenos aumenta la bondad. ¿Está ahora ausente? Vine por él.
– Está en Líbano. Es la última esperanza para la joven patrona.
La anciana llora mucho más fuerte.
El criado explica:
– Es Esther. La nodriza de la patrona. Llora porque no se resigna a perderla.
Jesús la llama:
– Ven, madre. No llores así. Ven aquí, cerca de Mí. Enfermedad no quiere decir muerte.
Ella contesta afligida:
– ¡Oh! ¡Es muerte! Ella es buena. Honrada y muy amada. ¡Debe morir!
– Pero, ¿Qué es lo que tiene?
– Fiebre que la consume. ¡Oh! Yo quería ir con ella. Pero Jonatás prefirió criadas jóvenes; porque ella no tiene fuerzas y hay que cargarla en peso. Yo ya no sirvo para eso. Pero para amarla sí. La recibí del seno de su madre. Y he sido para ella madre desde que quedó huérfana y era apenas un bebé. He recibido todas las sonrisas y lágrimas de su vida. Le he dado todas las sonrisas y lágrimas de mi corazón. Y ahora muere y no la tengo cerca de mí…
Jesús la acaricia y le dice:
– Escucha madre. ¿Tienes fe?
– ¿En Ti? Sí.
– En Dios, mujer. ¿Puedes creer que todo lo puede Dios?
– Lo creo y también creo que Tú, su Mesías; lo puedes. ¡Oh! En la ciudad ya se habla de tu poder. Jonatás dijo: ‘Si Él estuviese aquí, yo te juro que Él la sanaría’ pero Tú no estabas aquí. Y él se fue con ella. Y ahora estará muriendo.
– No. Ten fe. Sonríe, madre.
– Pero ella no está. –la anciana vacila entre la esperanza y el temor- ella no está aquí. Y Tú… Tú estás aquí.
– Ten fe. Escucha. Si Jonatás regresa dentro de seis días, mándalo a Nazareth. A Jesús de José. Si no viene, iré Yo.
– ¿Cómo lo hallarás?
– Tú robustécete en la fe. Sólo te pido esto. Ya no llores madre. Yo me voy. No puedo esperar. Os bendigo.
– Maestro, regresa otra vez.
– Regresaré muchas veces. Adiós. La paz sea en esta casa y en todos vosotros.
Jesús sale con los suyos, acompañado por los criados que lo aclaman.
Su primo Santiago observa tristemente:
– ¡Eres más conocido aquí que en Nazareth!
Jesús lo mira y le contesta:
– Esta casa la preparó alguien que tenía verdadera fe en el Mesías. Para Nazareth, Yo soy el carpintero… Nada más.
– ¿Vamos de veras a Nazareth?
– Sí. Quiero hablar con mi Madre. Y hacer otra cosa más.
Los primos se ponen muy contentos.
Judas Tadeo dice:
– Santiago. Pasaremos por Caná. Vamos a casa de Susana. Nos dará huevos y frutos para papá.
Santiago responde:
– Y por supuesto también de su magnífica miel. ¡A él tanto que le gusta!
– Y lo alimenta.
– ¡Pobre madre! ¡Sufre tanto! Él no quiere morirse. –Santiago mira a Jesús en una muda plegaria.
Pero Jesús no da señales de haberlo visto.
Días después…
Al llegar a Nazareth, Judas y Santiago se separan para ir a su casa. Jesús y los demás, van a la carpintería. María no está. Y se lo dice un anciano llamado Alfeo de Sara, que fue amigo de sus abuelos: Joaquín y Anna.
Los apóstoles entran a la casa y Jesús se queda con Alfeo.
Éste le dice:
– Quería decirte que soy tu verdadero amigo. Yo no quiero darte consejos. Solo quiero ponerte sobre aviso. Yo creo en Ti, Mesías. Y me siento mal al ver que dicen que Tú no eres el Mesías. Que eres un enfermo que estás arruinando a la familia y a los parientes. La ciudad… ¿Sabes?… Alfeo es muy estimado y lo escuchan. También yo estaba aquella tarde en que Judas y Santiago te defendieron. Y defendieron la libertad de seguirte. ¡Oh! ¡Qué escena! No sé cómo tu Madre puede aguantar. Y la pobre María de Alfeo. En ciertas situaciones de familia, las mujeres son siempre las víctimas.
Jesús dice:
– Ahora mis primos están en la casa de su padre y…
– ¿Con Alfeo? ¡Oh! ¡Los compadezco! El viejo está realmente fuera de sí. Será por la edad o por la enfermedad; pero se comporta como un loco. Si no lo estuviera me causaría mayor compasión. Porque está poniendo en peligro su salvación…
– ¿Piensas que tratará mal a sus hijos?
– Estoy seguro. Me desagrada por ellos y por las mujeres. ¿A dónde vas?
– A casa de Alfeo.
– ¡No! ¡Jesús! ¡No quieras que te falte al respeto!
– Los primos me aman más que a ellos mismos. Y es justo que les pague con igual amor. Allí están dos mujeres a quienes amo. Voy. No me entretengas.
Jesús apresura el paso, mientras el otro se queda pensativo en medio de la calle. Jesús camina veloz y cuando llega al huerto de Alfeo, alcanza a escuchar el llanto de una mujer y los gritos descompasados de un hombre. En los umbrales de la casa, su Madre saca la cabeza y lo ve.
Jesús exclama:
– ¡Mamá!
– ¡Jesús!
Dos gritos de amor. Jesús quiere entrar, pero María lo detiene:
– No, Hijo. –y pone las manos en el marco de la puerta. Es una barrera de carne y de amor que repite- ¡No, Hijo! ¡No lo hagas!
– Déjame, mamá. No pasará nada.
Jesús está muy tranquilo. A pesar que la marcada palidez de María, ciertamente lo turba. Toma su muñeca delgada, le quita la mano del marco de la puerta y pasa.
En la cocina, esparcidos por el suelo, hechos un montón viscoso; están los huevos que trajeron de Caná. De la otra habitación, sale la voz quejumbrosa de un viejo que insulta, acusa, se lamenta; con uno de esos arrebatos seniles tan injustos; dolorosos e impotentes cuando se ven y tan penosos al sufrirlos.
El anciano grita dolorido:
– Ved mi casa destruida. Convertida en el hazmerreír de todo Nazareth. ¡Y yo aquí solo, sin ayuda! Herido en el corazón, en el respeto, en mis necesidades. ¡Esto es lo que te toca Alfeo, por haberte portado como un verdadero fiel! ¡Y porqué! ¿Por qué? ¿Por quién? Por un loco. Un loco que ha vuelto locos a mis estúpidos hijos. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Qué dolores!
Y se oye la voz de María de Alfeo que suplica llorando:
– ¡Calma, Alfeo! ¡Calma! ¿Ves que te haces daño? Espera a que te ayude. Tú que siempre has sido bueno. Siempre justo. ¿Por qué te portas así contigo? ¿Conmigo? ¿Con tus pobres hijos?
– ¡Nada! ¡Nada! ¡No me toques! ¡No quiero! ¿Buenos los hijos? ¡Ah, sí! ¡En realidad son solo dos ingratos! Me traen miel, luego de haberme convertido en un vaso de hiel. ¡Me traen huevos y frutas; después que se han atragantado con mi corazón! ¡Lárgate! ¡Lárgate, te lo digo! ¡Lárgate! No te quiero. Quiero a María. Ella sí que sabe hacerlo. ¿Dónde está esa débil mujer que no sabe hacerse obedecer de su hijo?
María de Alfeo, arrojada; entra en la cocina en el preciso instante en que Jesús está por entrar en la habitación de Alfeo.
Cuando lo ve se le arroja en los brazos, desesperada. Mientras María la Virgen; humilde y paciente, va a donde está el viejo iracundo.
Jesús trata de consolarla:
– No llores, tía. Ahora voy Yo.
Ella gime:
– ¡No! ¡No hagas que te insulten! Parece un loco. Tiene el bastón. No, Jesús. ¡No! Ya les pegó también a sus hijos.
– No me hará nada.
Y Jesús, suave pero resueltamente, hace a un lado a su tía y entra.
Saluda:
– La paz sea contigo, Alfeo.
El viejo, que está por acostarse en medio de mil quejas e insultos a María, porque es una ignorante que no sabe cómo hacerlo; se voltea inmediatamente:
– ¡Tú aquí! ¡Aquí! ¿Has venido para burlarte de mí? ¿También esto?
Jesús dice tranquilo:
– No. Vine a traerte la paz. ¿Por qué tan alterado? ¡Te pones peor! Mamá, deja. Yo lo levanto. No te lastimaré. Lo haremos fácil. Mamá, levanta las cobijas.
Y Jesús levanta con cuidado aquel montón de huesos que se desquebrajan. Anhelante, duro, quejumbroso y miserable. Lo recuesta con delicadeza, como si fuera un recién nacido.
Le dice:
– Así, así. Como hacía Yo con mi padre. Más arriba está la almohada. –lo acomoda- te sentirás mejor y respirarás más fácilmente. Mamá, ponle esa bajo la cintura. Estarás más cómodo ahora. Así. La luz que no le hiera los ojos; pero sí que pueda entrar aire puro. ¡Muy bien!
Después que lo acomoda sobre el lecho dice a María:
– Vi una pócima en el fuego. Tráela, mamá. Por favor endúlzala.
Luego añade con dulzura, dirigiéndose al enfermo:
– Estás sudando y te resfrías. Te hará bien.
María. Obediente, sale.
Alfeo está turbado:
– Pero yo… Pero yo… ¿Por qué eres bueno conmigo?
Jesús dice:
– Porque te quiero mucho. Lo sabes.
– Yo te quería. Pero ahora…
– Ahora ya no me quieres. Lo sé. Pero Yo sí te quiero y esto me basta. Luego me amarás…
– Y entonces… ¡Ay! ¡Ay, qué dolores! Y entonces, sí es verdad que me quieres, ¿Por qué ofendes mis canas?
– No te ofendo, Alfeo. De ningún modo. Te respeto.
– ¿Respeto? Soy el hazmerreír de Nazareth. Eso sí.
– ¿Por qué dices eso, Alfeo? ¿En qué cosa te hago el hazmerreír?
– En los hijos… ¿Por qué son rebeldes? ¡Por Ti! ¿Por qué se burlan de mí los demás? ¡Por Ti!
– Dime. ¿Si Nazareth te alabase por la suerte de tus hijos, experimentarías igual dolor?
– ¡Claro que no! Pero Nazareth no me alaba. Me alabaría si de verdad fueses Tú un conquistador. ¡Pero abandonarme por alguien que es poco menos que un loco que va por el mundo atrayéndose odios y burlas! ¡Pobre, en medio de los pobres!
¡Ah! ¿Quién no se burlaría? ¡Pobre casa mía! ¡Pobre estirpe de David! ¡Cómo termina! Y yo tenía que vivir tanto para contemplar esta desgracia.
Verte a Ti, la última palmera de la estirpe gloriosa, convertido en un demente por demasiado servilismo.
¡Ah! La desgracia vino sobre nosotros desde el día en que mi cobarde hermano se dejó unir con aquella insípida y prepotente mujer, que ejerció sobre él tanto imperio. Entonces dije: ‘José no es para el matrimonio. ¡Será infeliz!’ Y lo fue.
Él se conocía y nunca había querido saber nada de casamiento. ¡Maldita sea la ley de vírgenes huérfanas y herederas! ¡Maldición al destino y maldición a aquellas bodas!
La ‘virgen heredera’ con la pócima en la mano, regresa a tiempo para oír las lamentaciones de su pariente.
Se ve mucho más pálida; pero su actitud paciente no ha perdido la calma. Se dirige a Alfeo con una dulce sonrisa y le ayuda a beber.
Jesús le levanta la cabeza y dice:
– Eres injusto, Alfeo. ¡Pero has sufrido tanto que todo se te perdona!
– ¡Oh, sí! ¡Mucho he sufrido! ¡Dices que eres el Mesías y que haces milagros! Eso es lo que dicen. Si al menos me curaras para pagarme los hijos que me quitaste. ¡Cúrame y te perdonaré!
– Tú perdona a los hijos. Comprende su corazón y Yo te daré consuelo. Si tienes rencor, no puedo hacer nada.
– ¿Perdonar? –el hombre hace un movimiento rápido que agudiza los espasmos. Y de nuevo se enfurece- ¿Perdonar? ¡Jamás! ¡Lárgate, si sólo has venido para decirme esto! ¡Largo! Quiero morir sin ser perturbado.
Jesús tiene un gesto de resignación:
– Adiós, Alfeo. Me voy. ¿De veras me arrojas? Tío, ¿De verdad debo irme?
– Si no me curas, sí. Vete. Y di a esas dos serpientes, que su viejo padre muere teniéndoles rencor.
– No. Esto no. No pierdas tu alma. No me ames si no quieres. No creas que soy el Mesías. Pero no odies. No odies, Alfeo. Búrlate de Mí. Dime loco. Pero no odies.
– Pero, ¿Por qué me quieres tanto, si te insulto?
– Porque Soy Aquel a quien no quieres reconocer. Soy el Amor… Mamá, me voy a casa.
María dice con dulzura:
– Sí, Hijo, mío. Iré pronto.
Jesús se despide:
– Te dejo mi paz, Alfeo. Si me necesitas, mándame llamar a cualquier hora y vendré.
Jesús sale tranquilo, como si nada hubiera pasado. Una gran palidez cubre su cara. María de Alfeo, gime:
– ¡Oh, Jesús! Jesús, perdónalo.
– Claro que sí, María. Ni siquiera tienes que pedirlo. A uno que sufre, todo se le perdona. Ahora ya está más calmado. La Gracia trabaja aún sin que los corazones se den cuenta. Y luego, están tus lágrimas. Y también el dolor de Tadeo y de Santiago. Y su fidelidad a su vocación. La paz sea a tu angustiado corazón, tía. –Jesús la besa y sale al huerto para irse a su casa.
Al salir a la calle, se encuentra con Pedro y Juan. Están jadeantes por qué venían corriendo.
Pedro explica:
– ¡Oh, Maestro! Pero, ¿Qué sucedió? Alfeo el de la fuente le dijo a Tadeo: ‘Jesús está en tu casa’ Y Santiago me dijo: ‘¡Corre a mi casa! Quién sabe cómo sea tratado Jesús.’ Tus primos están espantadísimos. Yo no entiendo nada. Pero al verte, me tranquilizo.
– No ha pasado nada, Pedro. Es solo un pobre enfermo al que los dolores lo hacen insoportable. Ahora ya todo acabó.
– ¡Oh! ¡Me da gusto! ¿Y tú porque estás aquí? –pregunta Pedro con un tono de voz severo, a Judas de Keriot; que también se ha acercado.
Judas le contesta a la defensiva:
– También tú has venido.
– Me pidieron que viniera y por eso estoy aquí.
– También yo vine. Si el Maestro está en peligro en su patria; yo que lo defendí en Judea, puedo defenderlo también en Galilea.
– Para esto bastamos nosotros. Pero en Galilea no hay necesidad.
– ¡Ah! ¡Ah! ¡En realidad! Su patria lo arroja como un alimento indigesto. Me alegro por ti que te escandalizaste con un pequeño incidente ocurrido en Judea, donde Él es un desconocido. ¡Aquí, al contrario!… –y Judas termina con un silbido que es un poema de sátira.
Pedro concluye:
– Oye, muchacho. No estoy de buen humor para aguantarte. Olvida todo, si algo se te atora. – Se vuelve hacia Jesús y pregunta- Maestro, ¿Te hicieron algún daño?
Jesús contesta:
– No. Pedro mío. Te lo aseguro. Vamos más aprisa. Hay que consolar a los primos.
Apresuran el paso. Llegan y entran el gran taller de carpintería. Tadeo y Santiago están sentados junto al banco de carpintero. Jesús se les acerca sonriente, para asegurarles que su corazón los ama.
Y les dice:
– Alfeo está más tranquilo ahora. Los dolores se calman y todo está en paz. También vosotros tranquilizaos.
Los dos contestan al mismo tiempo:
– ¿Lo viste?
– ¿Y mamá?
– Vi a todos.
Tadeo pregunta:
– ¿También a mis hermanos?
– No. No estaban allí.
– Estaban. No quisieron dejarse ver. Pero nosotros sí los vimos. ¡Oh! ¡Sí hubiéramos cometido un crimen, no nos hubieran tratado como lo hicieron! Y ¡Pensar que veníamos volando desde Caná, por la alegría de volver a verlo y traerle lo que sabemos que le gusta! Lo amamos. Pero ya no nos comprende. Y ya no nos cree. –Judas dobla el brazo y llora con la cabeza sobre el banco, pues está sentado sobre el banquillo.
Santiago es más fuerte; pero su cara muestra su martirio interno.
Jesús les dice:
– No llores, Judas. Y tú, no sufras.
Santiago exclama:
– ¡Oh! ¡Jesús! Somos sus hijos y nos ha maldecido. Pero aun cuando esto nos destroza, ¡No daremos un paso atrás! ¡Somos tuyos! ¡Y tuyos seremos aun cuando nos amenacen con la muerte!
Jesús sonríe:
– ¡¿Y eras tú el que decías que no eras capaz de heroísmo?! Yo lo sabía. Lo estás diciendo por tu propia boca. En verdad serás fiel aún hasta la muerte. Y tú también.
Jesús los acaricia. Ellos sufren. El llanto de Judas empapa la parte curva de la piedra. Y en esta ocasión, se refleja mejor el alma de los discípulos.
Pedro, en su cara honrada, refleja dolor.
Y exclama:
– ¡Eh! ¡Sí! Es un dolor. Cosas tristes. Pero muchachos míos. –los sacude con cariño- No todos merecen esas palabras. Yo estoy dándome cuenta que he sido un afortunado porque me llamó. Esa buena mujer mía, siempre me dice: ‘Es como si yo estuviese repudiada, porque ya no eres mío. Pero yo digo: ¡Oh, feliz repudio!’ también decidlo vosotros. Habéis perdido a un padre; pero conseguisteis a Dios.
José el pastor, que siempre ha sido huérfano, está sorprendido de que un padre pueda ser causa de llanto y dice:
– Yo creía que era el más infeliz porque no tenía padre. Ahora me doy cuenta de que es mejor llorarlo muerto, que tenerlo por enemigo.
Juan se limita a besar y a acariciar a sus compañeros. Andrés suspira y guarda silencio. Tomás, Felipe, Mateo y Nathaniel hablan en voz baja en un rincón. Como quién respeta un dolor profundo y verdadero. Santiago de Zebedeo ora muy bajito, rogando a Dios para que de su paz.
Simón Zelote se acerca a los dos afligidos, pone una mano sobre la cabeza de Tadeo y el otro brazo alrededor de los hombros de Santiago y dice:
– No llores, hijo. ÉL nos lo había dicho: ‘Os uno a ti que por mi causa pierdes un padre y a ti que tienes corazón de padre, sin tener hijos’ Entonces no comprendimos la profecía que encerraba en sus palabras. Pero Él lo sabía. Pues bien, yo ruego y siempre he soñado en que se llamase ‘padre’. Os suplico que me aceptéis como a tal. Y yo como padre, os bendeciré siempre.
Los dos lo aceptan y lloran más fuerte.
María entra y corre junto a sus sobrinos. Los acaricia. Está pálida como un lirio. Tadeo la toma de la mano y se la besa diciendo:
– ¿Qué está haciendo?
María lo mira con dulzura y responde:
– Durmiendo, hijo. Vuestra mamá os manda un beso.
Y los besa a los dos.
Se oye la áspera voz de Pedro:
– Oye. Ven aquí un momento, que te quiero decir algo. –Y Pedro ase con su robusta mano, por un brazo a Judas de Keriot y lo lleva hacia la calle. Luego regresa solo.
Jesús pregunta:
– ¿A dónde lo enviaste?
Pedro contesta:
– ¿A dónde? A tomar un poco de aire. Si no, terminaría por dárselo yo mismo. Y de otro modo… y no lo hice solamente por Ti. ¡Oh! Ahora estamos mejor. Quién es capaz de reír, ante un dolor es un áspid. Y yo aplasto a las serpientes. Aquí estás Tú. Y tan solo lo dejé mirando la luna. Creo que yo me haré primero un escriba, con un milagro de Dios; a que él, ni siquiera con la ayuda divina, se haga bueno. Es más seco y duro que una piedra, bajo el sol de Agosto. ¡Ea, muchachos! Aquí hay muchos corazones que os aman sinceramente. Las borrascas hacen bien. Y mañana estaréis más frescos y más ligeros que los pájaros, para seguir a Jesús.
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
17.- LA LEVADURA DE PEDRO
Tres días después…
Está haciendo mucho calor. El mercado ha terminado y en la plaza vacía, hay unos cuantos ociosos y unos niños que juegan. Jesús, en medio de sus apóstoles, llega del lago a la plaza. Acaricia a los niños que corren a su encuentro y le platican sus confidencias. Una niña muestra un golpe que le sangra en la frente y de ello acusa al hermanito.
Jesús dice:
– ¿Por qué has herido así a tu hermanita? ¡No está bien!
El niño se mortifica y contesta:
– No lo hice a propósito. Quería tumbar aquellos higos y tomé un bastón. Era muy pesado y se me cayó sobre ella. Cogía higos también para ella.
Jesús le pregunta:
– ¿Es verdad, Juana?
Entre hipos la niña contesta:
– Es verdad.
– Entonces puedes ver que tu hermano no te quiso hacer daño. Quería hacerte feliz. Ahora, al punto haced las paces y daos un beso. Los buenos hermanitos y también los buenos niños, jamás deben saber lo que es el rencor. ¡Ea, pues!
Los dos niños se besan con lágrimas. Los dos lloran juntos. Ella porque le duele el golpe. Y él porque le pesa haber causado ese dolor.
Jesús sonríe al ver ese beso lleno de lagrimones. Y dice:
– ¡Y ahora, porque veo que sois buenos, Yo os cortaré los higos!
Como es muy alto extiende el brazo y sin esfuerzo alguno, los corta y se los da. Acude una mujer:
– Juana. Tobías. ¿Para qué molestáis al Maestro? ¡Oh, Señor! Perdona…
Jesús dice:
– Mujer. Se trataba de hacer las paces. Y las hice con el objeto mismo que provocó la guerra: los higos. A los niños les gustan los higos dulces y a Mí… me gustan los corazones dulces e inocentes. Me quitan mucha amargura.
La mujer señala a unos fariseos:
– Maestro, son los señores esos, los que no te aman. Pero nosotros, el pueblo; te queremos mucho. Ellos son pocos. Y nosotros muchos…
– Lo sé, mujer. Gracias por tu consuelo. La paz sea contigo. ¡Adiós, Juana! ¡Adiós, Tobías! Sed buenos. No se porten mal. Y ya no se peleen. ¿Lo recordarán?
Los dos niños responden juntos:
– Sí.
– Sí, Jesús.
Jesús sonriente, al empezar a caminar dice a sus discípulos:
– Ahora que con la ayuda de los higos, los cielos se han despejado de las nubes que había. Vámonos a… ¿A dónde queréis ir?
Ellos no saben y mencionan diferentes lugares. Pero Jesús mueve la cabeza sonriendo.
Pedro dice:
– Yo renuncio. A menos que Tú no lo digas… hoy tengo ideas negras. Tú no viste; pero cuando desembarcamos, estaba ahí Elí, el fariseo. ¡Más verde que lo acostumbrado! ¡Y nos miraba en una forma, que…!
Jesús dice:
– ¡Dejadlo que mire!
Judas exclama:
– ¡Eh! No hay remedio. ¡Pero te aseguro Maestro, que para hacer las paces con ese, no bastan los higos!
– ¿Qué fue lo que dije a la mamá de Tobías? ‘He hecho las paces con el objeto mismo de la guerra’ Y trataré de hacer las paces al volver a ver a los principales de Cafarnaúm, que según ellos les he ofendido. De este modo se contentarán. Probablemente no lo lograré; porque falta en ellos la voluntad de hacer las paces.
Cuando llegan a la plaza, Jesús va directo al banco de la alcabala, donde Mateo está haciendo sus cuentas y verificando el dinero que subdivide en categorías y lo pone en bolsitas de diversos colores. Luego las coloca en una caja fuerte de hierro, que dos esclavos transportan a otro lugar.
Apenas si levanta la cabeza para ver al que se había retrasado en pagar.
Mientras tanto, Pedro jala de una manga a Jesús:
– No tenemos nada que pagar, Maestro. ¿Qué haces?
Jesús no le hace caso. Mira atentamente a Mateo, que se ha puesto de pie al punto, en actitud reverente.
Le da una segunda mirada que traspasa. No es la del Juez severo de otras veces. Es una mirada de llamamiento, de amor, que lo envuelve totalmente.
Mateo se sonroja completamente. No sabe qué hacer, ni qué decir.
Majestuosamente, Jesús ordena:
– Mateo, hijo de Alfeo, ha llegado la hora. ¡Ven!… ¡Sígueme!
Totalmente asombrado, Mateo responde:
– ¿Yo?… ¡Maestro! ¡Señor! ¿Pero sabes quién soy? Lo digo por Ti. No por mí…
– Ven y sígueme; Mateo, hijo de Alfeo. –repite Jesús con voz más dulce.
– ¡Oh! ¿Cómo es posible que yo haya alcanzado favor ante Dios?… ¿Yo?… ¿Yo?…
– Mateo, hijo de Alfeo. He leído en tu corazón. Ven. Sígueme.
La tercera invitación es una caricia.
– ¡Oh! ¡Al punto, Señor!
Y Mateo, con lágrimas en los ojos; sale por detrás del banco sin preocuparse siquiera por recoger las monedas esparcidas sobre él. No pide la caja fuerte, ni le importa nada más.
Camina hacia el Maestro diciendo:
– ¿A dónde vamos, Señor? ¿A dónde me llevas?
– A tu casa. ¿Quieres dar hospedaje al Hijo del Hombre?
– ¡Oh! Pero…pero… ¿Qué dirán los que te odian?
– Yo escucho lo que se dice en los Cielos y es: ‘¡Gloria a Dios por un pecador que se salva! Y el Padre dice: ‘Para siempre la Misericordia se levantará en los Cielos y se derramará sobre la Tierra. Porque con un Amor Eterno. Con un Amor Perfecto, te amo. Y por eso, también contigo uso de Misericordia… Ven. Y que al venir a ti; además de santificar tu corazón; santifique también tu casa…’
– La tengo ya purificada por una esperanza que tenía en el alma. ¡Pero cómo podía creer que se convertiría en realidad! ¡Oh! ¡Yo con tus santos!…
Y mira a los discípulos.
– Sí. Con mis amigos. Venid. Os uno y sed hermanos.
Los discípulos están tan estupefactos, que no saben qué decir. Detrás de Jesús y de Mateo, caminan por la plaza que está completamente desierta. Siguen por una calle estrecha que arde bajo un sol abrasador. No hay ser viviente alguno en las calles. Tan solo polvo y sol.
Entran en una casa muy hermosa, con un portón que se abre hacia fuera. Un hermoso atrio está lleno de sombra y frescura. Llegan a un pórtico ancho que hay en el jardín.
Y Mateo dice:
– ¡Entra, Maestro mío! –luego ordena a los siervos- ¡Traed agua y de beber!
Los criados obedecen al instante. Mateo sale a dar órdenes, mientras Jesús y los suyos se refrescan.
Regresa y dice:
– Ahora, ven, Maestro. La sala está fresca. Ahora vendrán mis amigos. ¡Oh! ¡Quiero hacer una gran fiesta! Es mi regeneración. ¡Es tan maravilloso!… ¡Esta es la verdadera circuncisión! Me has circundado el corazón con tu amor. ¡Maestro, será la última fiesta! Ya no habrá más fiestas para el publicano Mateo. No más fiestas mundanas. Sólo la fiesta interna de haber sido redimido y de servirte a Ti. De ser amado por Ti. ¡Cuánto he llorado! No sabía cómo hacer… Quería ir…pero… ¿Cómo ir a Ti? A Ti, Santo… ¿Con mi alma sucia?
– Tú la lavabas con el arrepentimiento y la caridad. Para Mí y para el prójimo. Pedro; ven aquí.
Pedro que todavía no ha hablado, pues sigue tan asombrado; da un paso adelante. Los dos hombres, casi de la misma edad; de estatura baja y robustos; están frente a frente. Y Jesús ante ellos, los mira con una gran sonrisa.
Luego dice:
– Pedro. Me has preguntado muchas veces quién era el desconocido de las bolsas que llevaba Santiago. Míralo. Lo tienes enfrente.
Pedro exclama:
– ¿Quién? ¡Este, lad…! ¡Oh, perdona Mateo! Pero… ¡Quién lo hubiera pensado! Y exactamente tú. Nuestra desesperación por la usura, ¿Qué fueses capaz de arrancarte cada semana, un pedazo de corazón, al dar ese rico óbolo?
Mateo apenado, inclina la cabeza y dice:
– Lo sé. Injustamente os tasé. Pero mirad. Me arrodillo ante todos vosotros y os digo: ¡No me arrojéis! Él me ha acogido. No seáis más severos que Él.
Pedro, que está junto a Mateo; lo levanta de un golpe. En peso, ruda, pero cariñosamente.
Y dice:
– ¡Ea! ¡Ea! ¡Ni a mí, ni a todos los demás! A Él, pídele perdón. A nosotros… ¡Ea! Todos hemos sido ladrones, igual que tú… ¡Oh! ¡Lo dije! ¡Maldita lengua! Pero soy así. Lo que pienso, lo digo. Lo que tengo en el corazón; lo tengo en los labios. –y besa a Mateo en las mejillas.
Los otros también lo hacen con más o menos cariño.
Andrés lo hace con reserva, debido a su timidez.
Judas de Keriot se muestra frío. Parece como si abrazara a un montón de serpientes, pues apenas si lo toca.
Se oye un rumor en la entrada y Mateo sale.
Entonces Judas de Keriot se acerca a Jesús. Está escandalizado y dice:
– Pero, Maestro. Me parece que esto no es prudente. Ya te empezaron a acusar los fariseos de aquí. Y Tú… ¡Un publicano entre los tuyos! ¡Primero una prostituta y luego un publicano! ¿Acaso has determinado arruinarte? Si es así… ¡Dilo, que…!
Pedro interviene irónico:
– Que nosotros desfilamos. ¿Es así?
Judas le contesta con altanería:
– ¿Y quién está hablando contigo?
– Sé que no estás hablando conmigo. Pero yo por el contrario; hablo con tu alma de refinado señorito. Con tu purísima alma. Con tu sabia alma. Sé que tú, miembro del Templo; sientes el hedor del pecado en nosotros; pobres, que no pertenecemos al Templo. Sé que tú, judío perfecto; amalgama de fariseo, saduceo y herodiano. Medio escriba y migaja de esenio. ¿Quieres otras palabras nobles?… Te sientes mal entre nosotros. Como una alosa cualquiera en una red de pescados sin valor. Pero ¿Qué quieres qué hagamos? Él nos tomó y nosotros nos quedamos.
Si te sientes mal, vete tú. Respiraremos mejor todos. También Él. Cómo puedes ver; está descontento de mí y de ti. De mí; porque falto a la paciencia y también a la caridad. Pero más de ti; que no entiendes nada. Con todo tu tejido de nobles atributos y que no tienes ni caridad, ni humildad, ni respeto. No tienes nada, muchacho. Solo un gran humillo… y quiera Dios que ese humo, no sea nocivo.
Jesús, de pie. Disgustado, con los brazos cruzados, la boca cerrada y los ojos duros; ha dejado que hable Pedro.
Después le dice:
– ¿Ya terminaste, Pedro? ¿También tú has purificado tu corazón de la levadura que había dentro? Has hecho bien. Hoy es Pascua de Ácimos para un hijo de Abraham. El llamado del Mesías es como la sangre del cordero sobre vuestras almas. Y donde está, no bajará más la culpa. No bajará si el que la recibe le es fiel. Mi llamado es liberación. Y se le festeja con diversas clases de levadura.
A Judas, no le dice nada.
Pedro, mortificado; guarda silencio.
Y Jesús agrega:
– Mateo regresa con amigos. No les enseñemos otra cosa que no sea virtud. Quien no pueda soportar esto, váyase. No seáis iguales a los fariseos: que oprimen con preceptos y son los primeros en no observarlos.
Mateo vuelve a entrar con dos romanos y empieza el banquete.
Jesús está en medio, entre Pedro y Mateo. Hablan de muchas cosas. Y Jesús, con paciencia explica a Ticio y a Cayo, lo que desean. Hay muchas quejas contra los fariseos que los desprecian…
Y Jesús responde a todas sus inquietudes. Dice:
– Pues bien. Venid a quien no os desprecia. Y luego obrad en tal forma, que al menos los buenos, no os puedan despreciar.
Cayo dice:
– Tú eres bueno; pero eres solo.
Jesús objeta, señalando a sus discípulos:
– No. Estos son como Yo. Y además, está el Padre, que ama a quien se arrepiente y quiere volver a su amistad. Si al hombre le faltase todo, pero tuviese al Padre, ¿No sería la alegría del hombre la más completa?
De esta forma se va desarrollando la conversación. Y el banquete ha llegado a los postres; cuando un criado hace señas al dueño de la casa y luego le dice algo en voz baja.
Entonces Mateo dice a Jesús:
– Maestro. Elí, Simón y Joaquín, piden permiso para entrar y hablarte. ¿Quieres verlos?
– ¡Claro que sí!
– Pero… mis amigos son gentiles.
– Y ellos vienen a ver exactamente esto. Dejemos que los vean. De nada serviría esconderlo. No serviría para el bien, porque la malicia aumentará el hecho, hasta llegar a decir que también había prostitutas. Que entren.
Mateo inclina la cabeza.
Los tres fariseos entran.
Miran alrededor con una sonrisa proterva y están a punto de hablar.
Pero Jesús, que se ha levantado y va a su encuentro junto con Mateo. Mientras pone una mano en la espalda de Mateo, les dice:
– ¡Oh! ¡Hijos verdaderos de Israel! Os saludo y os doy una gran noticia, que ciertamente alegrará vuestros corazones perfectos de israelitas. Los cuales quieren como él, que todos los corazones observen la Ley, para dar Gloria a Dios. Pues bien; Mateo, hijo de Alfeo; desde hoy no es más el pecador; el escándalo de Cafarnaúm. Una oveja roñosa de Israel ha sido curada. ¡Alegraos! Después se curarán otras ovejas pecadoras en vuestra ciudad; de cuya santidad os interesáis mucho y también serán gratas y santas ante el Señor. Mateo deja todo para servir a Dios. ¡Dad el beso de paz al israelita extraviado que torna al seno de Abraham!
El fariseo Simón, dice con desprecio y sarcasmo:
– ¿Y torna con los publicanos en estrepitoso banquete? ¡Oh! ¡De verdad que se trata de una conversión favorable! Elí. Mira. Ahí está ese Josías, el procurador de mujeres.
Elí responde:
– También está Simón; hijo de Isaac el adúltero.
– Y aquel es Azharías: el cantinero en cuyo casino; los romanos y los judíos juegan a los dados; pelean, se emborrachan y van en busca de mujeres.
El fariseo Joaquín, dice:
– Pero, Maestro. ¿Sabes al menos quienes son esos?
Jesús contesta amable:
– Lo sé.
Elí dice:
– ¿Y vosotros? Vosotros de Cafarnaúm. Vosotros, discípulos. ¿Por qué lo habéis tolerado? ¡Me admiras, Simón de Jonás!
Pedro se queda callado.
Simón inquiere, escandalizado:
– ¡Tú, Felipe, que aquí todos conocen! ¡Tú, verdadero israelita! ¿Cómo es posible que tú hayas permitido que tu Maestro comparta la comida con publicanos y pecadores?
Felipe los mira sin turbarse , pero también guarda silencio.
Joaquín:
– ¡Ya no hay más vergüenza en Israel!
Los tres están escandalizadísimos. Y lo manifiestan con una andanada de frases condenatorias.
Y Jesús interviene:
– Dejad en paz a mis discípulos. Solamente Yo lo quise.
Simón dice con sarcasmo:
– ¡Eh! ¡Bien! Se comprende. ¡Cuando se quiere hacer santos a otros y uno no lo es; se cae pronto en errores que son imperdonables!
– ¡Y cuando de educa a los discípulos en la falta de respeto! ¡Todavía me está quemando la risa irreverente que me hizo ese judío del Templo! ¡A mí! ¡A Elí el fariseo! No se puede hacer otra cosa que faltar al respeto a la Ley. Se enseña lo que se sabe.
Jesús responde con firmeza:
– Te equivocas Elí. Os equivocáis todos. Se enseña lo que se sabe, es verdad. Y Yo que sé la Ley, la enseño a quien no la sabe: a los pecadores. Vosotros… os conozco dueños de vuestra alma. Los pecadores no lo son. Busco y busco su alma. Se las vuelvo a dar, para que a su vez me la traigan. Tal como está: enferma, herida, sucia. Y Yo la curo y la limpio. Para esto he venido. Los pecadores son los que tienen necesidad del Salvador. Y vengo a salvarlos. Comprendedme. No me odiéis sin razón.
Jesús es dulce, persuasivo, humilde.
Pero ellos son como tres cardos espinosos. Y salen muy enojados.
Judas de Keriot murmura impotente:
– Se fueron. Ahora nos criticarán por todas partes.
Jesús dice:
– ¡Dejad que lo hagan! Procura solo que el Padre, no tenga nada que criticarte. No te apenes, Mateo. Ni vosotros, amigos suyos. La conciencia nos dice: ‘No hagáis el Mal.’ Y eso es más que suficiente.
Y Jesús vuelve a sentarse en su lugar…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
13.- EL AMOR ENTRE EL SUFRIMIENTO
Por una vereda entre campos segados, quemados y amarillentos; Jesús camina entre Leví y Juan. Detrás vienen José, Judas y Simón. Es de noche, pero no hay alivio. La tierra es un fuego que continúa quemando después del incendio del día.
Todos caminan en silencio, fatigados y acalorados.
Jesús sonríe y pregunta a Leví:
– ¿Lo encontraremos?
El pastor contesta:
– Ciertamente. Por este campo guarda la mies y todavía no ha empezado la recolección de frutas. Los campesinos por eso están ocupados en vigilar los viñedos y los árboles frutales, protegiéndolos de los ladrones. Sobre todo cuando los amos son aborrecidos, como el que tiene Jonás. Samaría está cercana y cuando ellos pueden… ¡Oh! Con gusto a nosotros los de Israel, nos causan daño. Aunque saben que luego a los criados se les apalea. Pero como nos odian tanto.
– No tengas rencor, Leví.
– No. Pero Tú mismo verás como por culpa suya, Jonás fue golpeado hace como cinco años. Desde entonces pasa la noche en guardia. El flagelo es un suplicio cruel…
– ¿Todavía nos falta mucho para llegar?
– No, Maestro. ¿Ves allá donde terminan estos campos y empieza aquel monte oscuro? Allá están las arboledas de Doras, el duro fariseo. Si me permites, me adelanto para que me oiga Jonás.
– Ve.
Juan pregunta a Jesús:
– Pero Señor mío. ¿Así son todos los fariseos? ¡Oh! ¡Yo jamás querría estar a su servicio! Prefiero la barca.
Jesús, un poco serio, pregunta a su vez:
– ¿Es la barca tu predilecta?
Juan se apresura a contestar:
– No. ¡Eres Tú! La barca lo era cuando ignoraba que el Amor estaba en la tierra.
Jesús ríe de su vehemencia y dice bromeando:
– ¿No sabías que en la tierra estaba el Amor? Entonces ¿Cómo naciste, si tu padre no amaba a tu madre?
– Ese amor es hermoso, pero no me seduce. Tú eres mi amor. Tú eres el Amor sobre la tierra para el pobre Juan.
El rostro de Jesús se ilumina y atrae al joven hacia Sí y dice:
– Tenía deseos de oírlo decir. El Amor está sediento de amor. Y el hombre da y dará a su avidez siempre, gotas imperceptibles. Como éstas que caen del cielo y son tan pequeñitas, que se evaporan en el aire, al calor del estío. También las gotas de amor de los hombres se evaporarán en medio del aire, muertas al calor de tantas cosas. El corazón todavía las exprimirá… los intereses, los amores, los negocios, avaricia y tantas… tantas cosas humanas las consumirán. ¿Y qué subirá para Jesús?…
¡Oh! ¡Muy poca cosa! Los restos. Lo que queda de todos los latidos interesados de los hombres, para pedir, pedir, pedir cuando la necesidad apremia. Amarme sólo por amor, será una propiedad de pocos: de los Juanes. De los que quieran y aprendan a ser hostias…
Jesús suspira.
Han llegado al huerto y se detienen. El calor es tan fuerte, que sudan aún sin traer manto. En silencio, esperan. Del follaje espeso, apenas iluminado por la luna, emergen dos figuras. Una es Leví, que dice:
– Maestro, Jonás está aquí.
Antes de que Jonás se acerque a Él, Jesús dice:
– Mi paz llegue a ti.
Jonás no contesta. Corre y llorando se arroja a sus pies y los besa. Cuando puede hablar dice:
– ¡Cuánto te he esperado! ¡Cuánto! ¡Qué desconsuelo al saber que la vida se iba, que venía la muerte y que tenía que decir: ‘Y no lo vi’ y sin embargo no moría toda la esperanza! Ni siquiera cuando estuve a punto de morir. Recordaba que Ella dijo: ‘Vosotros, una vez más le serviréis’ y Ella no podía decir algo que no fuese verdad. Es la Madre del Emmanuel. Por esto nadie más que Ella, tiene a Dios consigo. Y tiene a Dios y sabe lo que es Dios.
– Levántate. Ella te saluda. La tienes cerca, muy cerca. Nazareth la hospeda.
– Tú y Ella… ¿En Nazareth? ¡Oh! ¡Si lo hubiese sabido! Por la noche. En los meses fríos de invierno, cuando la campiña duerme y los malos no pueden causar daño a los agricultores, hubiese ido corriendo a besaros los pies. Y hubiera regresado con mi tesoro de estar en lo cierto. ¿Por qué no te manifestaste, Señor?
– Porque no era la hora. Pero ya ha llegado. Es necesario saber esperar. Tú lo dijiste: ‘En los meses helados, cuando la campiña duerme’ y sin embargo ya ha sido sembrada, ¿No es verdad? Yo también era como el grano sembrado. Tú me viste cuando fui sembrado. Después desaparecí bajo un silencio obligatorio, para crecer y llegar al tiempo de la mies. Y resplandecer a los ojos de quienes me vieron recién nacido y a los ojos del mundo. Ese tiempo ha llegado. Ahora el recién nacido está listo para ser el Pan del Mundo. Ante todo, busco a mis fieles y les digo: ‘Venid. Saciaos conmigo’
Jonás lo escucha con una sonrisa radiante de felicidad y exclama:
– ¡Oh! ¡Eres Tú! ¡Eres exactamente Tú!
Jesús le pregunta:
– ¿Estuviste a punto de morir? ¿Cuándo?
– Cuando me medio mataron porque a dos parras mías les habían robado. ¡Mira cuantos cardenales! –se baja el vestido y muestra la espalda, que es como una pintura de cicatrices caprichosas. Y agrega- me pegó con un cordel de hierro. Contó los racimos que se habían llevado y revisó donde las uvas fueron arrancadas. Y por cada una, me dio un golpe más… hasta que quedé medio muerto. Me socorrió María, la hija del administrador. Me curó. Y después de dos meses me alivié, porque con el calor las llagas se infectaron y tenía mucha fiebre.
Dije al Dios de Israel: ‘No importa. Haz que vea otra vez a tu Mesías y no importa lo que sufro. Tómalo como sacrificio. No tengo nada que ofrecerte. Soy esclavo de un hombre y eso Tú lo sabes. Ni siquiera se me permite ir a tu altar en Pascua. Tómame por hostia… pero permite que lo vea otra vez.
– Y el Altísimo contestó: ‘Jonás, ¿Quieres servirme como tus compañeros lo hacen?
– ¿Y en qué forma?
– Como ellos lo hacen. Leví sabe y te dirá cuán sencillo es servirme. Quiero tan solo tu voluntad.
– Ésa te la dí, desde que apenas habías nacido. Por Ella, todo lo he vencido. Tanto los desconsuelos como los odios. Sucede que aquí no se puede hablar. El amo, en cierta ocasión me pegó porque yo insistía en que Tú ya estabas. Pero cuando él no estaba y a los que les podía tener confianza… ¡Oh! ¡Cómo les contaba el prodigio de aquella noche!
– Pues bien. Hoy es el prodigio de encontrarnos. Casi a todos os he encontrado. Y a todos, fieles. ¿No es esto una maravilla? Tan sólo por haberme contemplado con fé y amor, os habéis hecho justos ante Dios y ante los hombres.
– ¡Oh! ¡Y desde ahora tendré valor! ¡Mucha valentía! Porque sé que estás y puedo decir: Él está aquí. Id a donde está. Pero, ¿A dónde, Señor mío?
– Por todo Israel. Hasta Septiembre, estaré en Galilea. Nazareth o Cafarnaúm, frecuentemente me hospedarán. Y allí se me podrá encontrar. Después… estaré por todas partes. He venido a reunir a las ovejas de Israel.
– ¡Señor mío! Encontrarás muchos que no son ovejas. Desconfía de los grandes de Israel.
– No me harán ningún daño hasta que no llegue la hora. Tú dí a los muertos, a los que duermen y a los vivos: ‘El Mesías está entre nosotros’
– Señor, ¿A los muertos?
– A los muertos en su corazón. Los demás, los muertos en el Señor; se regocijarán con la alegría cercana de verse liberados del Limbo. Dilo a los muertos. Yo Soy la Vida. Dilo a los que duermen: Soy el Sol que se levanta y quita el sueño. Dilo a los vivos: Yo Soy la Verdad que buscan ellos.
– ¿Y curas también a los enfermos? Leví me contó lo que hiciste con Isaac. Tan solo para él hay un milagro porque es tu pastor, ¿O también para todos?
– Para los buenos, hay milagro como premio justo y para empujarlos hacia la verdadera bondad. También para los malvados. Para sacudirlos y persuadirlos de que Yo Soy y que Dios está conmigo. El milagro es un regalo.
– Señor, no te desdeñes de entrar en mi casa. Si me aseguras que en los terrenos no entra un ladrón; quiero hospedarte y llamar a tu alrededor a los pocos que te conocen a través de mi palabra. El patrón nos ha doblado y quebrado como tallos inútiles. No tenemos otra cosa, más que la esperanza de un premio eterno. Pero si te muestras a los corazones intimidados, renovarán su fortaleza.
– Voy. No tengas miedo por los árboles, ni por los viñedos. Puedes creer que los ángeles harán guardia.
– ¡Oh, Señor! Yo he visto a tus siervos celestiales. Creo y estoy seguro contigo. ¡Benditas estas plantas y estas viñas que tienen viento y canción de alas y de voces angelicales! ¡Bendito este suelo al que santifican tus pies! ¡Ven, Señor Jesús! ¡Oh! ¡Está con nosotros el Mesías!
Jonás está exultante de alegría. Y los lleva hacia su pobre choza.
Tres días después…
Jonás y los otros desgraciados campesinos como él, se despiden de Jesús. Es la hora de separarse.
Jonás pregunta:
– ¿No te volveré a ver, Señor mío? Nos has traído la luz al corazón. Tu bondad ha hecho de estos días, una fiesta que durará toda la vida. Tú has visto cómo nos tratan. A las plantas se les cuida mejor que a nosotros, porque valen dinero. Nosotros somos tan solo máquinas que lo fabrican y se nos hace trabajar hasta morir por esta causa. Pero tus palabras nos han llenado de esperanza. Has compartido el pan con nosotros; el pan que él ni siquiera da a sus perros. Vuelve Señor; para cualquier otro sería una ofensa ofrecer un albergue y una comida que hasta los mendigos desdeñan. Pero Tú…
– En ellos encuentro un aroma y un sabor celestial, porque hay en ellos fe y amor. Regresaré, Jonás.
– Señor, cuando Tú nos amas, no se sufre. Antes no teníamos a nadie que nos amase. ¡Si al menos pudiese ver a tu Madre!
– No te angusties. Cuando la estación sea más suave, vendré con Ella. No te expongas a castigos inhumanos, por el ansia de verla. Adiós a todos vosotros. Mi paz sea el escudo contra la dureza de quien os llena de temor. Adiós, Jonás. No llores. Con fe paciente has esperado tantos años. Te prometo ahora, que esperarás muy poco. No te dejaré solo. Tu bondad dio seguridad a mi llanto infantil.
– Sí. Pero te vas y yo me quedo…
– Jonás, amigo mío. No dejes que me vaya afligido por el peso de no poderte ayudar.
– No lloro, Señor. ¿Pero cómo lograré vivir sin verte, ahora que sé que estás vivo?
Jesús vuelve a acariciar al viejo deshecho y luego se separa. Pero de pie, en los bordes de la miserable área, abre los brazos y bendice la campiña. Luego se pone en camino.
Simón nota el desacostumbrado ademán y pregunta:
– ¿Qué haces, Maestro?
– He puesto una señal en todas las cosas, para que Satanás no pueda dañarlas, dañando también a esos infelices.
– Maestro, caminemos más aprisa. Te quiero decir una cosa que nadie más oiga.
Se separan del grupo y Simón dice:
– Lázaro tiene órdenes de usar el dinero para socorrer a todos los que en el nombre de Jesús, lleguen a él. ¿No podríamos liberar a Jonás? Ese hombre solo tiene la alegría de tenerte. Hay que dársela. Acá, los más ricos de Israel, tienen tierras óptimas y los exprimen con cruel usura, exigiendo de sus trabajadores el ciento por uno. Lo sabía desde hace años. Maestro, si quieres, da órdenes y Lázaro lo hará.
– Simón. Ya había comprendido porqué te despojabas de todo. No me es desconocido el pensamiento del hombre. También por esto te amé. Al hacer feliz a Jonás, haces feliz a Jesús. ¡Oh! ¡Cómo me angustia el ver sufrir a quién es bueno! Mi condición de pobre y despreciado del mundo, no me causa angustia alguna. Si Judas me oyese diría: ‘Pero ¿Acaso no eres Tú el Verbo de Dios? Manda y las piedras se convertirán en oro y en panes para los miserables’ y repetiría las asechanzas de Satanás. Deseo quitar el hambre a los que la tienen, pero no como Judas querría.
Todavía no estáis bien preparados para comprender la profundidad de lo que digo. Pero óyeme: si Dios proveyese a todo, haría un hurto a sus amigos. Los privaría de la facultad de ser misericordiosos y de obedecer con esto a su mandato del amor. La desgracia de otros, proporciona a mis amigos, la facultad de ejercitarla. ¿Has comprendido mi pensamiento?
– Es profundo. Lo medito. Me humillo al comprender cuán obtuso sea yo y cuán grande es Dios, que nos quiere con todos sus atributos. Que seamos más benignos, para poder llamarnos hijos suyos…
Simón reflexiona y luego se unen con el grupo que continúa su viaje hasta Nazareth…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
62.- LA ORGÍA INOLVIDABLE…
El emperador Tiberio, fue muy aficionado al dinero y difícilmente se le arrancaba. Con el tiempo, su avaricia le llevó a la rapiña y el lema que rigió su gobierno fue: ‘Que me odien con tal dé que me teman’.
Cuando comenzó su vida militar, antes de que fue César, sus compañeros le conocieron por su afición al vino hasta tal grado, que los soldados le apodaron: ‘Biberius Caldus Mero’ (todas estas palabras aluden al vino de diversas maneras)
Su crueldad y su hipocresía eran tales, que cuando Augusto lo nombró su sucesor, las palabras que pronunció en su lecho de muerte, fueron: ‘Desgraciado pueblo romano que va a ser presa de tan lentas mandíbulas’
También era un hombre extremadamente lujurioso. En su retiro de Capri tenía una habitación destinada a sus desórdenes más secretos, guarnecida de lechos alrededor….
Y allí, un grupo elegido de jóvenes disolutos reunidos de todas partes y algunos que inventaron ‘monstruosos placeres’, a los que llamó ‘spintrias’(sus maestros de voluptuosidad) formaban entre sí una triple cadena y entrelazados de esta manera, se prostituían en su presencia para estimular sus lánguidos deseos; pues al final de su vida, solo era un anciano impotente.
Como gran adicto al sexo, en el palacio de Roma que se ha salvado del incendio, también tenía todo un sector destinado a lo mismo. Además de esa habitación especial, hay diferentes salones arreglados especialmente para estos placeres; adornados con cuadros y bajorrelieves lascivos y llenos de libros de Elephanditis (Pornografía gráfica), para tener en la acción modelos que imitar.
Sus jardines han sido diseñados como bosques y selvas consagrados a Venus Afrodita y están decorados con grutas excavadas en la roca y en las cuales hay hermosas y artísticas estatuas que parecen casi vivas. En las cuales se ven jóvenes de ambos sexos, mezclados en actitudes voluptuosas y posiciones obscenas y sugerentes, con trajes de ninfas y faunos.
Hay también un baño con una piscina especialmente diseñada, en la cual enseñó a niños de tierna edad a los que llamaba sus ‘pececillos’ a que jueguen entre sus piernas, excitándole con la lengua y con los dientes. Y a los más grandecitos que estaban en lactancia aún, les ofrecía los genitales para que le diesen el género de placer al que sus tendencias y su edad le inclinaban de una manera especial.
Recibió un legado de uno de sus amigos que le daba a elegir entre un cuadro de Parrasio en el que Atalante prostituye su boca a Meleagro o un millón de sestercios… Tiberio prefirió el cuadro y lo colocó como un objeto sagrado en su alcoba… Y este cuadro adorna ahora el salón principal de la casa de Tiberio en Roma, justo encima de donde se encuentra el triclinio imperial.
Aminio Rebio y Vitelio en su infancia, fueron ‘pececillos’ de Tiberio y desde su juventud, han sido marcados con el afrentoso nombre de ‘Spintria’. Y por su gran experiencia en estos oficios, Vitelio ahora es el intendente de placeres de Nerón…
Aminio Rebio, Faonte el liberto del César y dos enviados de Tigelino; fueron a las cárceles para elegir doncellas y jóvenes cristianos… Para recreación del César y de sus invitados…
La fiesta en el palacio de Tiberio en el Esquilino, está en todo su apogeo…
Cientos de lámparas brillan sobre las mesas y penden de las murallas. Los acordes de la música, invaden el ambiente. El aroma de las flores y los perfumes de Arabia, son aspirados con deleite por los invitados lujosamente ataviados y que reclinados en sus triclinios, disfrutan de los deliciosos manjares y los exquisitos vinos que aumentan la euforia general. Y las rosas siguen cayendo…
Nerón está muy contento…
Y Popea regia y magnífica, luce su belleza con una sonrisa congelada que no llega a sus ojos, ni ilumina la expresión sombría que encubre su dolor, después del asesinato de su hijo Rufio Crispino.
Nerón ya cantó su Troyada y una atronadora tempestad de aplausos y aclamaciones le alimentan su insaciable vanidad de artista. Algunos que levantaron sus manos como enajenados por su prodigioso talento, le han dejado sumamente satisfecho.
De vez en cuando mira con una sonrisa de maligna crueldad a Marco Aurelio y a Petronio, a los que tiene como invitados de honor, muy cerca de él…
Petronio, ingenioso y elegante como siempre, hizo destellar su inteligencia y exquisita agudeza a lo largo del banquete, sacando a Marco Aurelio de varias sutilezas engañosas por parte de los demás augustanos y luchando él mismo en aquellas arenas movedizas que son las intrigas de la corte imperial; saliendo adelante con donaire y su gallardía habitual.
Marco Aurelio está tranquilo y se porta tan distinguido como su tío, con una innata elegancia y sobriedad en todos sus ademanes.
Popea mira disimuladamente a Marco Aurelio… Pues que lo único que la alienta en este banquete, es la alegría anticipada de su venganza sobre el tribuno. Se siente un poco mareada por el vino y el humo del incienso. Finge que disfruta de los espectáculos que han sido preparados para la fiesta…
Nuevamente se da lectura a versos y se escuchan diálogos en los cuales la extravagancia, ocupa el lugar del ingenio.
Después Paris el célebre mimo, hace una representación magistral en lo que parecen escenas llenas de encantamiento, pues con los movimientos de sus manos y del cuerpo, tiene una increíble habilidad para expresar cosas que parecen imposibles de hacer patentes en una danza… Sus manos parecen oscurecer el aire creando una nube animada, sugerente, voluptuosa, que circunda las formas de una doncella agitada por un inefable desmayo…
Es una verdadera pintura, no una danza…
Una pintura expresiva en la que se revelan los secretos del amor, embelesante a la par que impúdico. Y al finalizar da principio una danza báquica, llena de gritos desenfrenados y licenciosos desbordes acompañados del son de cítaras, tambores, laúdes y címbalos, en una música incitante a dar rienda suelta a la pasión.
Marco Aurelio mantiene en todo momento una actitud tranquila, digna y un tanto seria. Su carácter reservado y su calma intrigan a todos los augustanos, pero especialmente al César y a Popea…
Tanto Marco Aurelio como Petronio participan del banquete y beben vino, pero sin perder la sobriedad. Se mantienen sonrientes y ecuánimes.
Entrada la noche Faonte, el liberto del César se acercó y murmura unas palabras a su oído. El César hace un gesto de asentimiento…
Están en el salón que Nerón llama su ‘Paraíso de deleites’ y que forma parte del sector de la casa de Tiberio que fue construida para sus placeres.
Los esclavos siguen trayendo más viandas y licores que sirven en la espléndida vajilla ribeteada en oro y las ricas copas artísticamente diseñadas y decoradas con escenas voluptuosas y acordes a la ocasión. Los manjares y las bebidas han sido especialmente preparados con afrodisíacos.
Entonces Tigelino se acercó a Nerón y a Popea, diciéndoles algo en voz tan baja, que Petronio que está al lado del César, lo único que pudo captar fue la respuesta del emperador:
– No importa. Aún nos queda el Circo. Entonces será un espectáculo digno de la multitud.
Lo que Tigelino les ha comunicado, es que por la enfermedad de Alexandra, no ha sido posible sacarla de la prisión y no participará de la fiesta de esa noche.
Popea no logró ocultar su desencanto y su frustración.
Después de un tiempo prudencial le solicitó a Nerón permiso para retirarse, pues se siente indispuesta. Y no pudo evitar mirar al tribuno con rencoroso desprecio y a Petronio con una ominosa mirada, que acompañó con su eterna y congelada sonrisa.
El César se levantó para escoltar a Popea que se despidió de los presentes y a los que Nerón les dice que regresará pronto. Y efectivamente, un poco más tarde volvió al salón, para disfrutar de la sorpresa preparada por Vitelio.
Entre los asistentes al banquete está el joven Aulo Plaucio, un hombre lleno de belleza y gallardía que es amante de Nerón y que tiene una gran voz de barítono. Nerón había dicho siempre y le ha hecho creer que lo ama y que lo nombrará su heredero al trono del imperio. En todos los banquetes, después que Popea se retira; él hace las delicias del emperador.
Entre los acordes de la música, el aroma del incienso y las bromas con que el César está demostrando su gran satisfacción en esta noche en particular, nadie se percata de la señal que Tigelino le hace a Nerón. Enseguida éste llamó a Faonte, a Doríforo y a Aulo Plaucio.
Cuando llegaron ante él, ordenó a los libertos que lo sujetaran y ante la sorpresa general; éstos lo tiraron sobre el lecho imperial y lo inmovilizaron; mientras el César, haciendo derroche de violencia, lo violó.
Después de esta infamia, Nerón se levantó como si nada hubiera sucedido y declaró:
– Que mi madre bese ahora a mi sucesor.
A continuación, lo acusó de conspiración y ordenó que lo torturaran, recomendando que los verdugos lo hieran de manera que se sienta morir y que su muerte sea lenta en el suplicio.
Y luego, envanecido por hacer todo siempre impunemente, se volvió hacia Petronio, lo miró y dijo con displicencia:
– Ningún Príncipe ha sabido cuanto puede hacerse desde el poder. –Enseguida miró a Vitelio, agregando- Veamos querido amigo, lo que has preparado para nuestro deleite.
Después de que los libertos se llevaron a Aulo Plaucio, que se había desmayado de terror; Vitelio se levantó, hizo una reverencia a Nerón y se acercó a Aminio Rebio; que a su vez descorrió una cortina casi transparente que había en un extremo del salón.
Detrás de ella está un grupo de varones y doncellas que evidentemente han presenciado todo lo sucedido. Y todo esto fue hecho a propósito, para quebrantarles el espíritu y mostrarles lo que les espera, al que tenga la osadía de no someterse…
Tigelino les da una orden y ellos avanzan formando una larga fila de un extremo a otro del enorme salón, para que el emperador y sus invitados, puedan verlos y examinarlos bien a todos.
Son veinticuatro mujeres y veintidós hombres, cuyas edades oscilan entre los quince y los veinticinco años. Todos están totalmente desnudos y llevan una corona de rosas en la cabeza. Han quedado de pie, frente al César y sus convidados.
Lo más sorprendente es que mantienen una dignidad majestuosa a pesar de la humillación que debe significarles el no llevar ninguna prenda de vestir, que los cubra…
Marco Aurelio reconoció a varios y sintió una gran opresión. Cuando vio a Margarita, la hermana de Alexandra, un profundo dolor se le clavó en el pecho… Inclinando la cabeza, cerró los ojos y oró…
Petronio permaneció imperturbable. Conoce a Nerón. Y con su elegancia característica, ni un solo músculo de su rostro, delató sus verdaderos pensamientos y sentimientos…
Séneca, movió la cabeza casi imperceptiblemente y la inclinó para esconder la expresión de su rostro…
Trhaseas frunció el entrecejo y una fugaz sombra de desaprobación nubló su semblante. Y se sumió en sus reflexiones…
Lucano pareció sorprenderse, pero asumió su actitud de siempre.
Plinio solo miró, pero no demostró nada.
Marcial levantó una ceja y no manifestó lo que pensaba. Mantuvo una actitud expectante…
Todos los demás miraron a los jóvenes con una mezcla de admiración, curiosidad morbosa, intensa avidez, lujuria y lascivia.
Nerón los observó atenta y detenidamente a cada uno de ellos y con una sonrisa, dirigió una mirada de aprobación a Vitelio, Tigelino y Aminio Rebio, que han esperado expectantes su dictamen.
Ellos los seleccionaron y están seguros de que ni siquiera el exigente y perfeccionista Petronio, podrá poner una sola objeción a aquel estupendo grupo de jóvenes que son una muestra excelente de juventud y belleza: cuerpos y rostros perfectos portes regios y de gran dignidad, sin llegar a la altivez.
Esta promete ser una gran orgía y una noche de placeres incomparables…
Vitelio le prometió que ha preparado con ellos una serie de fantasiosas representaciones en las cuales, él podrá elegir a los que más le agraden, para su placer personal.
Están por gustar de un deleite nuevo y bastante raro… Porque a pesar de su edad, todos son vírgenes…
Lo único que molestó a Nerón y mucho; fue que ninguno al mirarlos él a la cara, bajase la mirada, ni el rostro. No fueron retadores ni altivos, solo le miraron ellos a su vez con tranquilidad y sin hacer ninguna inclinación. Sin el menor rastro de temor o servilismo. Sin ninguna turbación o nerviosismo. ¡Y nadie le hizo una reverencia! Y esto último, lo consideró un gran insulto a su megalomanía.
Petronio también notó esto. Y conociendo al César, aumentó su admiración y su respeto por los cristianos. Y también su preocupación por lo que sucedería a continuación…
Nerón dio la espalda a sus prisioneros y por unos instantes permaneció así. Su rostro regordete toma una expresión concentrada y terrible… Mientras parece reflexionar, con su mano izquierda se toca su corona de laurel. Y tomando la orla de su manto cuajado de estrellas de oro y perlas, con un ademán regio lo levantó con su mano derecha y dándose vuelta, lo soltó hacia atrás.
Enseguida, miró a los jóvenes cristianos. Caminó lentamente frente a ellos… Los fue recorriendo uno a uno con lentitud y una expresión maligna y cruel en sus ojos azules, que hizo estremecer a quienes lo conocen muy bien.
Luego dijo con voz muy pausada:
– Estas hermosas cabezas, caerán en cuanto yo lo ordene.
Sorpresivamente, una voz muy serena y varonil, respondió:
– El poder que Dios te ha concedido tiene un límite.
Nerón se volvió con rapidez, buscando entre los hombres al que habló y que al parecer no está enterado de que a nadie le está permitido hablar, a menos que el emperador lo haya interrogado primero.
– ¿Quién dijo eso? –preguntó con voz contenida y terrible.
Da un paso al frente un joven que hubiera podido ser el modelo con el cual Miguel Ángel esculpió su ‘David’ y que con su armoniosa voz, confirmó:
– Yo… -Y ante la mirada interrogante del César, agregó- Mi nombre es Oliver y soy cristiano. Cierto es que tienes poder sobre nosotros. Eres nuestro emperador y como a tal te respetamos. Pero no puedes ir más allá de lo que te ha sido concedido. A tu pesar, también tú obedeces los designios misteriosos del Dios Único y Verdadero.
Nerón amenazó con voz glacial:
– Puedo hacer contigo lo que acabo de hacer con Aulo Plaucio.
Inesperadamente, una voz dulce entre las vírgenes, se elevó con impresionante firmeza:
– No. Porque somos Templos vivos del Dios Único y Verdadero y no puedes profanarlos a tu placer.
Nerón se volteó rápidamente, para conocer a la que se ha atrevido a hablarle de ese modo. Y vio a la más jovencita entre las doncellas que están ahí.
– ¿Quién eres tú? –preguntó con un tono vibrante de ira.
– Fátima. Soy cristiana. Y te repito: Somos Templos Vivos del Espíritu Santo. Y estamos aquí, no para tu deleite; sino para dar testimonio del Dios Altísimo.
Nerón la fulmina con la mirada, antes de decir con voz escalofriante:
– ¿Sabes que puedo enviarte para que te deshonren los gladiadores y se diviertan contigo hasta que se cansen?…
– Puedes. Claro que puedes ¡Si Dios te lo permite!… -dijo otra voz dulce y femenina. Y sin que nadie se lo ordenase, da un paso al frente identificándose- Soy Margarita y soy cristiana… Y tú eres esclavo del amo al que perteneces: Satanás. Y es él a través de ti, el que verdaderamente nos quiere destruir. Tú solamente eres su miserable instrumento…
La joven virgen se yergue imponente y mira severamente a Nerón… Su actitud es tan digna que parece una Reyna más majestuosa que la misma Popea y tan solemne que parece una diosa, pues irradia la misma Presencia que un día dejara pasmado a Marco Aurelio, cuando Alexandra dijo que el herido permaneciera entre los cristianos…
Petronio la admira literalmente con la boca abierta…
Todos están paralizados por el asombro, pues nadie le ha censurado jamás nada al emperador y esta actitud es inaudita… Esta virgen bellísima parece una deidad airada y sus palabras manifiestan su severidad implacable…
Trhaseas se cubre la boca tratando de cubrir la exclamación que se le escapa admirado:
– ¡Athena Parthenos!
Definitivamente las cosas para el César, no están resultando como las esperaba… Entonces dijo con tono lastimero:
– ¿Qué clase de religión impera en vosotros que os hace hablar así? Soy tu emperador.
El tono grave de otra voz masculina, rasga el aire:
– ¿Acaso ignoras que no hay religión si es violenta y oprime a los que no quieren?-da un paso al frente mientras agrega- Soy Sergio y soy cristiano.
Nerón exclama con desprecio:
– ¡Cristiano! ¿Cómo se llama tu Dios?
– El Altísimo Señor del Universo: Yeové, el Padre Eterno. Jesucristo su Hijo y el Espíritu Santo.
– ¿Son tres dioses? –pregunta Nerón perplejo.
– No. –dijo otra voz masculina. Y el que habló dio un paso al frente mientras continua- Son Tres Personas Distintas y un solo Dios Verdadero. Todopoderoso. Creador, Dueño y Señor de todo el Universo. Los que le adoramos somos cristianos. Mi nombre es Joshua.
Nerón suelta una carcajada y se burla:
– ¡Todopoderoso! –Y con gran sarcasmo agrega- ¿No es acaso ese hebreo que fue crucificado con los malhechores en el principado de Tiberio y murió en la Palestina?
Una joven que todavía no cumple los 18 años, se adelanta y proclama:
– Sí. Murió en la Cruz para salvarnos. Su nombre es Jesús. Dios lo resucitó y Reina Glorioso desde el Cielo. Y gobierna todo el Universo y el mundo espiritual e invisible.-dice con voz muy dulce, identificándose- Mi nombre es Jade y soy cristiana.
El César la mira fijamente por un momento demasiado largo… Enseguida se dibuja en su rostro una sonrisa escalofriante y pregunta suavemente:
– Si es como dices. ¿Por qué ha dejado que cayerais en mis manos? En este momento yo soy vuestro dios. Y os enseñaré a comportaros ante vuestro emperador. Yo voy a demostraros cuál es el verdadero poder. –Estas palabras las declara Nerón con el rostro oscurecido por una expresión despiadada e inhumana.
En el silencio que sigue, solo se oye el chisporroteo de las lámparas de aceite, porque hasta los músicos se han quedado paralizados; viendo el contraste total entre la cara de los aterrorizados comensales y el semblante tranquilo de todos los jóvenes.
Después de un momento se oye como una campana, otra voz resonante y firmemente armoniosa:
– Mi nombre es Daniel y soy cristiano. Y te aclaro que no haremos lo que esperas de nosotros, según lo que estamos concluyendo.- Dice mientras recorre con una mirada significativa, las pinturas y las estatuas que adornan el salón- En este lugar al que nos has traído…
Nerón lo mira colérico…
Sin decir una sola palabra, va hacia su pretoriano más próximo y le saca la espada de su vaina. Con gesto feroz mira al que habló al último y camina hacia él, mientras sentencia airado e implacable:
– ¡Doblegaré tu locura!
El joven lo mira impasible y declara:
– Puedes aplicarme las torturas más crueles, pero no me perjudicarás. Tú en cambio, estás preparando tu alma, para tormentos eternos. Y los que me inflijas serán dulces, comparados con los que te esperan a ti. Y te los infligirá el que ahora te induce a atormentarnos.
Nerón se acerca furioso y lo atraviesa con la espada de tal forma… Que la punta de la misma sale por la espalda del infortunado, goteando sangre…
Cuando la saca con un movimiento violento; la espada ensangrentada salpica sus vestiduras de color amatista y antes de que pueda decir nada…
Y la voz del joven que está al lado del que ha sido herido, se oye con acento triunfal:
– Yo soy Iván y también soy cristiano… Y debes saber que los que temen a Dios, no pueden ser perjudicados, ni doblegados por los tormentos. Los suplicios resultan ser sus ganancias para la Vida Eterna, porque todo lo sufren por Cristo.
Es el mayor de todos. Un joven como de unos veinticinco años. De rubios cabellos oscuros y ensortijados. Y con unos bellos ojos verdes como el mar.
– ¡¡¡Aaaahhh!!!
Esta exclamación de sorpresa y admiración, que brota de todas las gargantas, impide una respuesta al insolente.
Nerón voltea y se queda mudo y boquiabierto…
El joven que acaba de herir en forma tan atroz; en lugar de derrumbarse, se ha erguido aún más. Y su herida ha sanado instantáneamente de forma impresionante, ante los ojos de todos los asistentes a este drama tan singular…
El César está impactado, pero su ferocidad es más fuerte y su crueldad prevaleció. Dirige una mirada significativa hacia Aminio Rebio: hombre infame, afeminado y cruel.
Y éste se acerca al insolente, obedeciendo la orden silenciosa del emperador…
Con su mano derecha acaricia con lascivia, el cuerpo perfecto de Iván y éste le dice con tono tranquilo:
– No lo hagas. ¡Detente o lo lamentarás!…El Ángel del Señor está conmigo y no te permitirá lo que pretendes…
Aminio Rebio no lo escucha y mucho menos le hace caso. Excitado por la lujuria ante la hermosura llena de gallardía de aquel cuerpo perfecto y musculoso, lo manosea con sumo deleite, lleno de lascivia…
Pero de repente se aparta como si hubiese sido herido por un rayo. Y grita con inmenso dolor:
– ¡No veo! ¡No veo! El ángel me ha herido en los ojos y no puedo ver nada. ¡Piedad! ¡Piedad! –y se hace para atrás trastabillando, como hacen los ciegos cuando no tienen quién los guié.
Fátima grita con júbilo:
– ¡Dios resguarda su santuario! Y ¡Ay de vosotros que pretendéis profanarlo!…
Todos los que antes los miraran con lujuria, han perdido la avidez y ven cómo se está arruinando su grandioso festín sexual…
Nerón está estupefacto y aterrado…
Pero arrebatado por la ira como si fuera una fiera herida, ordena a sus libertos que los cristianos sean conducidos a la tortura y que los verdugos desplieguen contra ellos toda su violencia…
Concluye diciendo:
– Yo mismo supervisaré los tormentos. ¡Llévenselos! –Y volviéndose a los invitados del frustrado banquete, les dice- ¡Vamos! La fiesta apenas comienza…
Todos lo miran pasmados, entre admirados y aterrorizados…
HERMANO EN CRISTO JESUS: