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33.- EL PURGATORIO I

An Afternoons Amusements

                 A pesar de la persecución, los cristianos siguen aumentando en número y los catecúmenos están descubriendo los misterios maravillosos y los tesoros que encierra la doctrina cristiana. Y este conocimiento fortalece su fe, para defender con el testimonio de la sangre, su asombrosa religión.

La enseñanza de este día, corresponde a uno de los tres reinos espirituales, que existen en la creación:

EL PURGATORIO

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            Referencia Biblica de la existencia del Purgatorio: 2 Macabeos, cap 12, vers 46: «Es, pues, un pensamiento santo y saludable el rezar por los difuntos, a fin de que sean libres de las penas de sus pecados».

En la vida entendida como Prueba, en el momento decisivo de la muerte, nosotros mismos determinamos nuestro destino final, que proporcionaremos  al alma inmortal por su Origen Divino;  en alguna de las Tres Moradas que existen y que habremos elegido según el nivel de aceptación o rechazo a la gracia Divina otorgada en Jesucristo.

Dios es Amor.  Y según el fuego de las pasiones en que hayamos consumido nuestra vida terrenal, será el fuego que nos siga a la Vida Eterna…

Fuego responde a Fuego.

En el Paraíso es Fuego de Amor Perfecto.

El Purgatorio es Fuego de Amor Purificador.

Y el Infierno es Fuego de Amor Ofendido.

En el Paraíso: porque los elegidos amaron a la perfección, el Amor a ellos se da en su Perfección.

En el Purgatorio: porque los purgantes amaron tibiamente,  el Amor se hace flama que los lleva a la perfección.

En el Infierno: porque los malditos ardieron en todos sus fuegos, más que en el Fuego de Dios; el Fuego de la Ira de Dios los arde en eterno.

Y esto no lo podemos cambiar. Porque tanto el Cielo, como el Purgatorio y el Infierno fueron creados por Dios, al igual que el Universo y el planeta en que vivimos.

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Nuestra justicia ejercida en el Amor hacia Dios y hacia nuestro prójimo, serán los que proporcionarán los elementos de Premio o de Condena, de acuerdo a como vivimos y usamos todos los dones que la existencia terrenal nos concedió… Principalmente el de la Fe…

PORQUE ESTÁ ESCRITO:

El que rechace a Jesús como Salvador, inexorablemente deberá enfrentarlo como Juez…

De acuerdo a las Sagradas escrituras, hay dos juicios que enfrentaremos delante de Dios:

EL JUICIO FINAL, QUE OCURRIRÁ TRAS LA SEGUNDA VENIDA DE JESUCRISTO…

Y el JUICIO PARTICULAR que enfrentan todas las almas, en el momento de dejar este mundo material cuando  es el momento de su muerte.

Cada ser humano tendrá que rendir cuentas a Cristo por todos y cada uno de sus pecados.

Nadie podrá oponer excusas. Porque nuestra maldad le da vida a los pecados cometidos y son lo que Jesús llamó ‘espíritus inmundos’…

¿Cómo explicaremos la presencia adherida a nuestras almas, al igual que una madre en estado de gestación en nuestro propio ser, de estos espíritus que tienen el sello de creación de nuestro ADN y muestran la semejanza de la misma imagen única, dada a cada uno de nosotros por nuestro Creador y Padre Celestial?…

Muchos mentirosos hijos del Padre de la Mentira, no podrán aducir su acostumbrado: ‘Yo no fui… Yo no soy…’ Porque la evidencia estará al frente, como cada vez que nos miramos ante un espejo.

¿QUE PASA DESPUES DE LA MUERTE?
Santo Tomás de Kempis, el autor de Imitación de Cristo trata así el tema del Juicio: «Mira al fin en todas las cosas y de qué suerte estarás delante de aquel Juez justísimo, al cual no hay cosa encubierta, ni se amansa con dádivas, ni admite excusas, sino que juzgará justísimamente. ¡Oh ignorante y miserable pecador! ¿Qué responderás a Dios, que sabe todas tus maldades.»1jesucristo-cosmico

La muerte no se evita y son felices los que llegan a ella vestidos de amor, al encuentro de Aquel que los espera.

Temen a la muerte aquellos que no conocen el amor y que no tienen la conciencia tranquila. Éstos, cuando por enfermedad, por edad o por cualquier otro motivo, se sienten amenazados por la muerte; se asustan, se afligen o se rebelan. Intentan por todos los medios y con todas sus fuerzas, escapar de ella.

Inútilmente, porque cuando la hora ha sido señalada, ninguna cautela vale para desviar la muerte.

No solamente la muerte del pecador es horrible, sino también su vida. No hay que ilusionarse sobre su aspecto exterior, es un maquillaje. Un barniz para cubrir la verdad. Porque una hora; solamente una hora de la paz del justo, es incalculablemente más rica en felicidad, que ni la más larga vida de pecado.

Las apariencias indican lo contrario. Y así como a los ojos del mundo no aparecen la riqueza y la alegría de los santos; así también se esconde el abismo de inquietud y de insatisfacción que hay en el corazón del injusto.

Y del que como cráter de un volcán en erupción, vomita vapores acres, corrosivos y venenosos que intoxican  a los desventurados, cada vez más. Tratan de sofocar la inquietud buscando darse todas las satisfacciones que apetecen en su ánimo extraviado y por lo mismo satisfacciones de maldad, porque están fermentados en ella.

Los pecadores obstinados e impenitentes, llegan a la perfección del mal y su muerte es un horror que los hace estallar en la otra vida, porque los sumerge en un horror mucho más grande.

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El justo no le teme a la muerte, porque sabe que al obrar el bien tiene la sonrisa de Dios.

La muerte de los inocentes que mueren sin rencor, es bella como un martirio. Y como no tienen la mancha del odio, también son víctimas que Dios toma como hostias. Son las flores de hoy, cortadas por el Enemigo de Dios que busca destruir a sus hijos. Y por el Odio desencadenado con todas sus fuerzas en el fragor del Infierno de la violencia en su máximo esplendor.

Para los impíos la muerte es pavorosa. Tienen miedo. Y más miedo todavía cuando sienten que no han actuado bien o lo han hecho mal del todo.

La boca mentirosa del hombre trata de engañarse a sí mismo, para consolarse y engañar a los demás. ‘Yo he actuado bien’

Pero la conciencia, que está como un espejo de dos caras bajo su rostro y el Rostro de Dios, acusa al hombre de no haber obrado bien y de no obrar para nada bien como lo proclama. Y es entonces cuando un gran miedo los molesta: el miedo del Juicio de Aquel que todo lo conoce.

Y aquí la gran pregunta: ¿Por qué si se le teme tanto como a Juez, no evitan el tenerlo como tal? ¿Por qué lo rechazan como Salvador y no lo aceptan como Padre? ¿Por qué si lo temen, no actúan obedeciendo sus mandatos y no lo saben escuchar con voz de Padre que guía, hora por hora con mano de amor?

Si al menos lo obedecieran cuando habla con voz de Rey. Sería obediencia menos premiada, porque es menos dulce a su Sagrado Corazón. ¡Pero sería obediencia! Entonces, ¿Por qué no lo hacen y sin embargo le tienen pavor a la muerte?

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¿EN QUÉ CONSISTE EL PURGATORIO?

Las almas inmersas en aquellas llamas, no sufren sino por el Amor.

Dios Uno y Trino para las almas creadas por Él solo quiere el Bien. Jesús ha dicho que la Caridad es la más grande de las absoluciones y cancela las culpas y debilidades del hombre; ya que quien ama, vive en Dios y viviendo en Dios, poco peca. Si peca, rápido se arrepiente. Y para quien se arrepiente está el Perdón del Altísimo.

Las almas faltaron al amor. Si hubiesen amado mucho, habrían cometido pocos pecados relacionados con su debilidad e imperfección; pero no habrían nunca alcanzado la pertinacia consciente de la culpa aunque sea venial. Si hubieran cuidado de no lastimar a su amor; el Amor, viendo su buena voluntad, las habría absuelto también de las venialidades cometidas.

En la Tierra, las culpas se reparan expiándolas y si es posible a través del mismo medio con el que se cometieron. Quien ha perjudicado, restituyendo cuanto ha quitado con prepotencia. Quién ha calumniado, retractándose de la calumnia, etc. Y si esto quiere la pobre justicia humana, ¿Qué no querrá la Justicia Santa de Dios? ¿Y cual medio usará Dios para obtener su reparación? El mismo. El Amor exigiendo amor.

Este Dios al que hemos ofendido y que nos ama paternalmente; que desea reunirse con sus creaturas, las lleva a obtener esta reunión, a través de Sí Mismo. Y todo se clava sobre el Amor.

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Menos para los ‘muertos verdaderos’: los Condenados. Para estos muertos, está muerto también el Amor.

Las almas que viven su crucifixión espiritual en el Purgatorio, buscan y anhelan a Dios, no pudiéndolo tener todavía. Están separados de Él y ese es su mayor tormento. Dilapidaron el talento de su vida y ahora deben conocer y amar en el Purgatorio, Al que rehusaron conocer y amar en la existencia.

Ahora es justo que sean castigados de las culpas contra la Caridad, con el Fuego de la Caridad que rechazaron. Era Amor, ahora es Castigo. No se desprecia el Don de Dios. Ellas lo amaron con mucha tibieza y el Don se cambia en Castigo. Dios se retira.

Entonces ellas deben trabajar y completar activamente su expiación en el Purgatorio, pensando en la hora de su liberación en Dios.

El Purgatorio es Fuego de Amor Expiatorio. Las faltas de amor cometidas contra su Dios, las hace indignas de entrar a poseerlo. Las llamas purificadoras del Purgatorio, son un incendio que destruye las imperfecciones que no hubo voluntad de corregir.

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La Justicia Divina debe ser reparada. El alma tiene que limpiar sus impurezas y alcanzar el grado del amor perfecto, para unirse con la Perfección. El tiempo decretado por Dios de separación de Él, es de acuerdo a las culpas cometidas y a la gravedad de las mismas. Tanto más largo, cuanto más la culpa oprime el Amor.

Los sufrimientos del Purgatorio las transforma y las ayudan a alcanzar el grado de amor perfecto que las absuelve y las regresa a Dios. Nunca como después de la muerte las almas aman, porque su amor infuso a la Luz de Dios; los hace comprender como debieron amar y con qué perfección deben aprender a hacerlo; por lo que se negaron a aceptar en la Tierra.

El primer período es del Remordimiento. Luego sigue el del Amor activo, en el que ofrecen y Oran. Después, poco a poco van conociendo, momento por momento de eternidad. Y al conocer van aprendiendo a amar.

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Cuando sepan amar como nos ha sido mandado, terminará la expiación. Porque el Poder y el Paraíso se consiguen amando, tanto en la Tierra como en el Purgatorio.

¡Cómo se expía allí, lo que se hace sufrir al prójimo! ¡Por eso hay que ser buenos mientras se puede!…

Se purgan primero las culpas de la mente. Después las del corazón, los egoísmos. Por último las de la carne.

Luego deben desprenderse de los afectos terrenos y ese es otro tormento. A medida que crece en su interior el Fuego del Amor de Dios, van dejando de sentir el Fuego Purgativo que las rodea. Es un Fuego Poderoso que infunde deseos de sufrir y por eso ya no hace daño el sufrimiento.

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Ellas lo saben casi todo, en una medida mucho menor que los santos; pero lo saben. Los Purgantes comprenden lo que en vida no comprendieron, por estar saturados de sí mismos. No pueden dejar de sufrir, porque ahora es cuando comprenden, inmersos como están en un Fuego Expiatorio. Ven, conocen y aprenden a amar a Dios y al prójimo, a los que en vida amaron poco y mal.

Los sufrimientos del prójimo, aumentan su expiación; porque habiendo desaparecido el egoísmo, saben amar y sufrir con él y por él.

Cuando un alma está en el purgatorio, no hace más que amar; reflexionar  y arrepentirse a la Luz del Amor que para ella ha encendido aquellas llamas, que ya son Dios; pero que se lo ocultaban para su castigo. Y éste es el tormento. El alma recuerda la visión de Dios tenida en el Juicio Particular.

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Se ha llevado consigo aquel recuerdo y puesto que tan solo el vislumbrar a Dios, es júbilo que supera a toda cosa creada; el alma está ansiosa de volver a gozar de aquella felicidad. Aquel recuerdo de Dios y aquel rayo de Luz que la ha investido al comparecer delante de Él, hacen que el alma ‘vea’ en su verdadera dimensión, las faltas cometidas contra su Bien.

Y este ‘ver’ constituye; junto con el pensamiento de que por aquellas faltas cometidas voluntariamente, impiden la posesión del Cielo y la Unión con Dios por años o siglos. Y esto constituye la pena purgativa.

1JUICIO PARTICULAR

Es el amor y  la certeza de haber ofendido al Amor, el tormento de los Purgantes.

La Cruz que fue despreciada en la vida terrenal y el Cáliz que bebió Jesús, junto con el martirio del viernes Santo; deben experimentarlo con toda la crudeza de su realidad y sin lenitivos. El espíritu vivo está crucificado y Jesús ya no es el Cirineo; porque ellos no lo quisieron cuando Él se los ofreció.

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Entre más un alma en la vida ha faltado y más ciega está, por las espirituales cataratas que le hacen más difícil conocer y alcanzar aquel perfecto arrepentimiento de amor, que es el coeficiente primordial de su purgación y de la entrada en el Reino de Dios. El Amor fue suspendido en su vivir y ha quedado retardado, cuanto más un alma lo ha oprimido con la culpa.

Pero a medida que por el Poder del Amor ella se limpia, se acelera su resurrección al Amor y como consecuencia, su conquista del Amor; que se completa en el momento en el cual finalizada la expiación, es alcanzada la perfección del Amor y es admitida en la Ciudad de Dios.

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Las almas Purgantes no sufren más que por el Amor y expían con el Amor. El Amor que no le supimos dar en la vida terrenal, lo debemos dar en el Purgatorio. Y es por esto que el Purgatorio es solo sufrimiento de Amor.

Porque el hombre tiene toda la vida para amar a Dios. Y por haberlo amado poco en su Ley y haberle dado la espalda al pensamiento de Él, se vive amando y sin amarlo a Él; es justo que al no merecer el Infierno y sin tampoco merecer el Paraíso, tendrán que merecerlo ahora al incendiarse en la Caridad.

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Ardiendo más y más, cuanto más tibios han sido en la Tierra. Es justo que suspiren por miles y miles de horas de expiación de amor; lo que miles y miles de veces faltaron de suspirar en la Tierra por: Dios. Objetivo supremo de la inteligencia creada.

A cada vez que se le dio la espalda al Amor, corresponden años o siglos de nostalgia amorosa. Años o siglos, según la gravedad de la Culpa.

Teniendo la seguridad de alcanzar a Dios. Conociendo la súper eterna Belleza de Dios por aquel fugaz encuentro del Primer Juicio, cuyo recuerdo han llevado consigo para volverles más viva el ansia de Amor, ellas suspiran por Él. Lloran por su lejanía. Y saber que son ellas mismas la causa de esa lejanía las hace lamentarse, arrepentirse y las penetra siempre más de aquel Fuego Encendido por la Caridad por el Supremo Bien.

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El Purgatorio es el lugar en el cual el pensamiento de Dios, el recuerdo de Dios cuya Esencia brilló en el instante del Juicio Particular, las ha llenado del deseo de poseerla. Ellas expían la falta de amor por nuestro Dios. A través del Amor conquistan al Amor y por grados de Caridad siempre más encendida, lavan sus vestiduras hasta volverlas cándidas y luminosas para entrar en el Reino de la Luz.

El pensamiento de Dios. El recuerdo de Dios. Es para los Purgantes un santo deseo; nostalgia apesadumbrada pero plena de esperanza. Esperanza plena de tranquila espera. De segura paz que alcanzará la perfección, cuando se volverá conquista de Dios. Pero ya desde el espíritu purgante hay una alegre creatividad purgativa; porque toda pena cada instante de pena las acerca a Dios, su Amor.

Las almas inmersas en aquellas llamas, no sufren más que por el Amor. No merecen poseer la Luz, ni siquiera son dignas de entrar en el Reino de la Luz. Ellas al presentarse ante Dios, son investidas de la Luz de una breve, anticipada beatitud que les asegura su salvación y les da el conocimiento de lo que será su eternidad.

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Y experimentan compasión hacia su alma, por haberla defraudado de años de la feliz posesión de Dios.

Se sumergen después en el lugar de purgación, investidos por las llamas expiatorias. Estas son un incendio de amor, porque las purifica encendiéndolas en el Amor. Ellas dan amor, porque cuando el alma ha alcanzado en ellas aquel amor que no alcanzaron en la Tierra, son liberadas y se reúnen con el Amor en el Cielo.

Ellas arden en un fuego verdadero y necesitan el refrigerio de la Sangre de Jesús y sólo nosotros podemos dárselos. Las almas del Purgatorio están implorando continuamente la Sangre Salvadora del Redentor. Las cuentas del Rosario son flores que llevan cada una, una gota de la Sangre Preciosa de Jesús. Y es un refrigerio y un alivio sobre el alma por la que se ha ofrecido.

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Porque las almas purgantes no ven todavía a Dios, pero lo aman ya como en el Cielo y tienen los impulsos caritativos de los santos. Ellas esperan la ayuda y el consuelo de los hermanos militantes que apresuran su liberación.

Ellas nada pueden hacer para ellas mismas; pero sí pueden pedir y obtener para nosotros peregrinos aún sobre la Tierra. Ellas ofrecen su martirio sin descanso, para que nosotros venzamos a las fuerzas del Infierno. Y en el intercambio, nosotros podemos abreviar su pena debida a sus culpas y ellas hacen brotar una fuente de Gracias insospechadas pero reales.

Cuando los méritos de Cristo por las oraciones de los vivientes que los aman, son lanzadas como esencia de ardor en el Fuego Santo del Purgatorio; la incandescencia del Amor los penetra más fuerte y más adentro, entre el rutilar de las llamas que hace siempre más lúcido para ellas el recuerdo de Dios visto en aquel instante y disminuye el velo que los separa de Él.

Por eso es necesario rogar porque estas almas que sufren para alcanzar la gloria, sean veloces en alcanzar el Amor Perfecto que las absuelve y las une con Él. Nuestras oraciones, nuestros sufragios, son otros tantos aumentos del Fuego del Amor.

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Aumentan el ardor, pero ¡Oh, feliz tormento! También la capacidad de amar. Aceleran el proceso de purgación. Levantan a grados siempre más altos a las almas inmersas en aquel Fuego. Las llevan a los umbrales de la Luz. Abren las puertas de la Luz y finalmente introducen al alma en el Cielo.

A cada una de estas oraciones provocadas por nuestra caridad para quien nos ha precedido en la segunda vida, corresponde un aumento de caridad para nosotros. Caridad de Dios que nos agradece por proveer a sus hijos penantes que lo retribuyen por obrar para admitirlos en el Gozo de Dios.

Nunca como después de la muerte de la tierra, nuestros seres queridos nos aman. Porque su amor está ya infuso de la Luz de Dios y a ésta Luz, ellas comprenden como nos amaron y como debieron amarnos.

Ya no pueden decir palabras que invocan perdón y dan amor. Pero se las dicen a Jesús y ofrecen sus sufrimientos por nosotros.

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Y Jesús escucha a nuestros muertos que ahora saben ver y amar como se debe. Y Jesús presenta al Padre esas peticiones encendidas por la Caridad que arde en ellas y las hace dignas ante el Trono del Altísimo.

Por eso hay que confiar en Jesús. Él trabaja por nosotros y por nuestros seres queridos. Él eleva nuestros espíritus, llenándolos de alegría con la certeza de estas verdades.

Como en la vida de la tierra entre más se crece en el amor y más sutil se hace el velo que cela al viviente de la Divinidad, así también en el Segundo Reino; entre más crece la purificación y por eso el amor, más próximo y visible se hace el Rostro de Dios.

Ya trasluce y sonríe entre el relampaguear del Fuego Santo.

1Jesus en fundido_

Y es como un sol que se acerca siempre más y su Luz y su calor anulan siempre más, la luz y el calor del fuego purgativo; hasta que pasando del merecido y bendito tormento del Fuego, al conquistado y feliz refrigerio de la posesión; pasando de fuego A Fuego. De luz a Luz. Elevadas a ser Luz y Fuego con Él, Sol Eterno, como chispa absorbida por una hoguera. Y como lámpara arrojada en un incendio. ¡Oh, Gozo de los gozos cuando son introducidas en su Gloria! ¡Pasando de aquel reino de espera, al Reino del Triunfo, con el conocimiento del Perfecto Amor!

Este conocimiento es un misterio que la mente puede conocer por querer de Dios; pero no puede ser descrito con palabras humanas. Creamos que merecemos sufrir por toda una vida, para poseerlo en la hora de la muerte.

Y es como un sol que se acerca siempre más y su Luz y su calor anulan siempre más, la luz y el calor del fuego purgativo; hasta que pasando del merecido y bendito tormento del Fuego, al conquistado y feliz refrigerio de la posesión; pasando de fuego A Fuego. De luz a Luz. Elevadas a ser Luz y Fuego con Él, Sol Eterno, como chispa absorbida por una hoguera. Y como lámpara arrojada en un incendio. ¡Oh, Gozo de los gozos cuando son introducidas en su Gloria! ¡Pasando de aquel reino de espera, al Reino del Triunfo, con el conocimiento del Perfecto Amor!

Este conocimiento es un misterio que la mente puede conocer por querer de Dios; pero no puede ser descrito con palabras humanas. Creamos que merecemos sufrir por toda una vida, para poseerlo en la hora de la muerte.

1Dio_Padre

Creamos que no hay más grande caridad que la que procuramos con las oraciones a los seres que amamos sobre la Tierra y que ahora han iniciado su purgación en el amor, al cual le cerraron en vida las puertas del corazón, tantas y tantas veces.

Las verdades escondidas son reveladas para que procedamos en consecuencia. Para nosotros mismos y para los que amamos en el más allá. Por eso las almas víctimas se dejan consumir con una mayor alegría y una mayor decisión. El sufrimiento de la Tierra es nada en comparación del Sufrimiento del Purgatorio. La Cruz y el Calvario son dulces cuando es Jesús el que nos lleva entre los brazos. Los tormentos de la Crucifixión en la Tierra son dosificados por el Amor. 

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Y en el Purgatorio no es así. Ahí Jesús no puede dar el lenitivo de la Fe y por eso es mejor consumir la vida, en el sufrimiento del Amor por Él. Y derramar este amor también en el Purgatorio, para abrir las Puertas del Cielo a los que amamos.

Seremos dichosos si sabemos amar hasta incinerarnos de cuanto es débil y pecó. Al espíritu purificado por la inmolación del Amor, le vienen al encuentro los serafines y le enseñan el ‘Sanctus’ Eterno que cantaremos a los pies del Trono de Dios…

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HERMANO EN CRISTO JESUS:            

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA