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91.- EL SACRIFICIO PERPETUO III

misa-vaticano-2Era una persona de estatura normal, pero de pronto empezó a crecer, a volverse lleno de luz. Una Luz sobrenatural entre blanca y dorada lo envolvía y se hacía muy fuerte en la parte del rostro, de modo que no podía ver sus rasgos.

Cuando levantaba la forma vi sus manos y tenían unas marcas en el dorso de las cuales salía mucha luz. eran sus Llagas Santísimas.

¡Era Jesús!…

Era Él que con Su Cuerpo envolvía el del celebrante como si rodeara amorosamente las manos del señor Arzobispo.

En ese momento la Hostia comenzó a crecer y crecer enorme…

Y en ella, el Rostro maravilloso de Jesús mirando hacia Su pueblo.

Maximiliano, instintivamente inclinó abrumado la cabeza.

Anonadado por tanto Amor y tanta Majestad.

Pero Uriel le dijo:

 No bajes la mirada. Levanta la cara, Contémplalo…

Cruza tu mirada con la Suya y repite la Oración de Fátima:

Señor yo creo, adoro, espero y Te amo. Te pido perdón por aquellos que NO creen, NO adoran, NO esperan y NO Te aman. Perdón y Misericordia…

Ahora dile cuánto lo amas…

Rinde tu Homenaje Rey de Reyes:

El augustano lo hizo.

Se lo dijo y le pareció que solo a él lo miraba desde la enorme Hostia…

Pero comprendió que era así como contemplaba a cada persona:

Lleno de amor…

Luego bajó la cabeza hasta tener la frente en el suelo, igual como hacían todos los Ángeles y Bienaventurados del Cielo.

Por fracción de un segundo tal vez, pensó cómo era aquello de que Jesús tomaba el cuerpo del celebrante y al mismo tiempo,

Estaba en la Hostia que al bajarla el celebrante, se volvía nuevamente pequeña.

Y se dijo a sí mismo:

`Es Dios. Es Omnipresente, puede estar en todo lugar al mismo tiempo. 

 Y sus mejillas se llenaron de lágrimas por el agradecimiento a tanta Bondad.

Se sentía abatido  por el asombro….

A Dios se le recibe y se le adora de rodillas.

Jesús está Vivo y Presente en el Santísimo Sacramento del Altar.

Donde recibe la Adoración de la Creación entera.

LA FRACCIÓN DEL PAN

Desde ese momento el Sacrificio es consumado y aceptado por el Padre.

Los hombres ya NO están separados de Dios y se vuelven a encontrar unidos.

Es la razón por la que en este momento, se recita la Oración de todos los hijos:

«Padre Nuestro»…

La Fracción del Pan marca la Muerte de Jesús.

Anámnesis

Inmediatamente después de la elevación de la hostia y del cáliz consagrados, el Sacerdote suscita la Anámnesis, -aclamación- de los fieles, con las palabras: «hermanos, éste es el Sacramento de nuestra fe…»

La respuesta es una verdadera aclamación de la asamblea que se sabe unida con el celebrante y acepta a nivel comunitario la nueva alianza, que se está celebrando.

Hay cuatro textos diferentes:

1. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

2. Cada vez que comemos de este pan y debemos de este cáliz anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vueltas.

3. Por tu Cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.

4. Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado, Cristo vendrá de nuevo.

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F. Oblación.

En este momento se realiza de presentación:

«Por la que la Iglesia, en este memorial, sobre todo la Iglesia aquí y ahora reunida, ofrece al Padre, en el Espíritu Santo, la Hostia Inmaculada.

La Iglesia pretende que los fieles no sólo ofrezcan la hostia Inmaculada, sino que aprendan a ofrecerse a sí mismos.

Y que de día en día perfeccionen por la mediación de Cristo, la unidad con Dios y entre sí, de modo que se realice aquello de DIOS TODO EN TODOS”.

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Intercesiones -Conmemoraciones-,

La Eucaristía se ofrece por toda la humanidad.

Aquí se repiten las intenciones generales y particulares de la oblación.

La celebración es de toda la Iglesia celeste y terrena en Cristo.

Por eso hay aquí una petición por todos los vivos y difuntos.

Y se pide la intercesión de la Virgen Santísima, de los apóstoles, de los santos, para formar coro de alabanza y una gran petición universalista que desemboca en la doxología

  Anámnesis e Intercesiones. El sacerdote prosigue la oración eucarística recordando los misterios principales de la vida de Jesucristo, conmemorando a algunos santos (en primer lugar a la Virgen María).

Y haciendo peticiones por el Papa, el obispo del lugar, los fieles difuntos y los circunstantes.

En la Anámnesis, la Iglesia al cumplir este encargo que a través de los Apóstoles recibió de Cristo Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, recordando principalmente su bienaventurada Pasión, su gloriosa Resurrección y Ascensión al cielo.

En la Oblación, la Iglesia, especialmente la reunida aquí y ahora, ofrece en este memorial al Padre en el Espíritu Santo la víctima inmaculada.

La Iglesia pretende que los fieles no sólo ofrezcan la víctima inmaculada, sino que aprendan a ofrecerse a sí mismos y que de día en día perfeccionen, con la mediación de Cristo, la unidad con Dios y entre sí, para que finalmente, Dios lo sea todo en todos.

Las Intercesiones dan a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, celeste y terrena.

Y que la Oblación se hace por ella y por todos sus fieles, vivos y difuntos, miembros que han sido llamados a participar de la salvación y redención adquiridas por el Cuerpo y Sangre de Cristo.

h. Doxología,

Terminan las Anáforas cuando el sacerdote eleva la hostia y el cáliz y hace una Doxología -alabanza-, diciendo:

Por Cristo de, con El y en El, a Ti, Dios Padre Omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

Por la fracción del Pan y por la Comunión los fieles, aun siendo muchos, reciben de un solo pan el Cuerpo y de un solo cáliz la Sangre del Señor, del mismo modo que los Apóstoles lo recibieron de manos del mismo Cristo.

  Doxología Final La Doxología final expresa la glorificación de Dios, y se concluye y confirma con la aclamación del pueblo: Amén. La aclamación se puede repetir hasta tres veces.

El sacerdote eleva las especies eucarísticas y dice en voz alta (o canta): «Per ipsum et cum ipso et in ipso, est tibi Deo Patri omnipotenti, in unitate Spiritus Sancti, omnis honor et gloria per omnia saecula saeculorum»

(«Por Cristo, con Él y en Él, a Ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos»), a lo cual los fieles responden Amen.

12. EL PADRENUESTRO:

Padre Nuestro. Después de la admonición «Praeceptis Salutaribus moniti…» («Fieles a la recomendación del Salvador…») nos, Domine, ab omnibus malis…» («Líbranos de todos los males, Señor…») y la aclamación «Quia tuum est regnum et potestas…» («Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre señor»).

En la Oración dominical se pide el pan de cada día, con lo que se evoca para los cristianos;  principalmente el pan eucarístico y se implora la purificación de los pecados, de modo que, verdaderamente, «las cosas santas se den a los santos».

¿Puede alguien imaginarse eso? Nuestros ojos no lo pueden ver, pero todos estamos allá, en el momento en que a Él lo están crucificando y está pidiendo perdón al Padre, no solamente por quienes lo matan, sino por cada uno de nuestros pecados: “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”.

PATER NOSTER, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum.  Adveniat regnum tuum. Fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra. Panem nostrum quotidianum da nobis hodie, et dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo. Amen.

Cristo se ha hecho presente en medio de nosotros, por él hemos sido hechos todos hermanos en el Espíritu, hijos de un mismo Padre. Por eso, ahora juntos podemos orar en compañía de Jesús al Padre, como el mismo Jesús nos enseñó…

En este momento, oramos con Jesús, presente realmente, la oración al Padre: estamos unidos en oración Jesús, el Hijo Único y nosotros, los hijos adoptivos.

Los cristianos se arrodillan y adoran a Jesús. Cuando se vive con todo el corazón el Banquete  Eucarístico, se llenan del Amor Ágape y todo su ser se inflama con  aquel privilegio que el Señor nos concede.

Cuando iban a rezar el Padrenuestro, a Maximiliano le habló el Señor por primera vez durante la celebración y dijo:

“Aguarda, quiero que ores con la mayor profundidad que seas capaz y que en este momento, traigas a tu memoria a la persona o a las personas que más daño te hayan ocasionado durante tu vida, para que las abraces junto a tu pecho y les digas de todo corazón:

“En el Nombre de Jesús yo te perdono y te deseo la paz. En el Nombre de Jesús te pido perdón y deseo mi paz.

Si esa persona merece la paz, la va a recibir y le hará mucho bien; si esa persona no es capaz de abrirse a la paz, esa paz volverá a tu corazón. Pero no quiero que recibas y des la paz a otras personas cuando no eres capaz de perdonar y sentir esa paz primero en tu corazón.”

“Cuidado con lo que hacen” continuó el Señor “Ustedes repiten en el Padrenuestro: perdónanos así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

Si ustedes son capaces de perdonar y no olvidar, como dicen algunos, están condicionando el perdón de Dios.

Están diciendo perdóname únicamente como yo soy capaz de perdonar, no más allá.

Maximiliano se abatió y pensó:

No sé cómo explicar mi dolor, al comprender cuánto podemos herir al Señor y cuánto podemos lastimarnos nosotros mismos con tantos rencores, sentimientos malos y cosas feas que nacen de los complejos y de las susceptibilidades.

Perdoné, perdoné de corazón y pedí perdón a todos los que me habían lastimado alguna vez, para sentir la paz del Señor.

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Fracción del Pan

El momento de la Resurrección.

El instante en el que el Sacerdote, habiendo quebrado la Hostia, símbolo de la muerte de Jesús, deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el Cáliz de la preciosa Sangre, marca el momento de la Resurrección, pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y es a Cristo Vivo a quien vamos a recibir en la comunión.

El gesto de la fracción del pan, realizado por Cristo en la última Cena, significa que los fieles, siendo muchos, en la Comunión de un solo pan de vida, que es Cristo muerto y resucitado para la vida del mundo, se hacen un solo cuerpo (1 Co 10,17).

El sacerdote realiza la fracción del pan y deposita una partícula de la hostia en el cáliz, para significar la unidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor en la obra salvadora, es decir, del Cuerpo de Cristo Jesús viviente y glorioso.

El celebrante decía: “….concédenos la paz y la unidad… y luego: “la Paz del Señor esté con todos ustedes….”

Maximiliano de pronto vio que en medio de algunas personas que se abrazaban (no todos), se colocaba en medio una luz muy intensa.

Al instante supo que era Jesús y se abalanzó prácticamente a abrazar a la persona que estaba a su lado. Pudo sentir verdaderamente el abrazo del Señor en esa luz, era Él que lo abrazaba para darle Su paz, porque en ese momento había sido capaz de perdonar y de sacar de su corazón todo dolor contra otras  personas.

Eso es lo que Jesús quiere, compartir ese momento de alegría abrazándonos para comunicarnos Su Paz.

 Agnus Dei (Cordero de Dios)

13. CORDERO DE DIOS-MOMENTO DE LA PAZ: Reconocemos ahora que Jesús ha ofrecido su vida al Padre por nosotros en la Cruz, Él es el sacrificio vivo y santo que nos ha reconciliado para siempre con Dios.

Por Él nos ha llegado la paz verdadera: la que da Dios y no la que da el mundo. La paz de Dios es la salvación eterna, el perdón de los pecados, el amor que es capaz de entregarse a sí mismo en sacrificio por aquellos que ama.

La paz del mundo es la ausencia de conflicto que le permite a cada uno vivir según sus deseos. La paz de Cristo nos saca de nosotros mismos y nos pone al servicio de los otros, mientras que la paz del mundo nos sumerge en nuestro propio egoísmo, en nuestros gustos y rutinas.

Todos cantan la oración «Agnus Dei, qui tollis…» («Cordero de Dios, que quitas…»). El sacerdote luego eleva la Hostia y dice «Ecce Agnus Dei, ecce qui tollit peccata mundi. Beatae qui ad caenam Agni vocati sunt» («Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor»).

Los fieles, de pie o de rodillas, responden: «Domine, non sum dignus ut intres sub tectum meum, sed tantum dic verbo et sanabitur anima mea» («Señor, no soy digno (a) de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme»). Esta invocación acompaña a la fracción del pan y se concluye con las palabras: danos la paz.

Ad pacem (Rito de la paz). El sacerdote solo reza la oración Ad pacem («Domine Iesu Christe, qui dixisti…«) («Señor Jesucristo, que dijiste…») tras la cual, invita a los fieles a darse un saludo de paz.

Con este rito, la Iglesia implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y los fieles expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de comulgar en el Sacramento.

Cuando se ha terminado de distribuir la Comunión, el sacerdote y los fieles, oran un espacio de tiempo en secreto. Para completar la plegaria del pueblo de Dios y concluir todo el rito de la Comunión, el sacerdote pronuncia la oración para después de la Comunión, en la que se ruega por los frutos del misterio celebrado.

15. ACCIÓN DE GRACIAS: Eucaristía viene del griego y significa acción de gracias.

Debemos tomar conciencia de lo que hemos recibido y hacer de nuestra vida acción de gracias y reflejo del amor de Dios que hemos recibido en Jesús Eucaristía.

Agradecer a Dios significa vivir como vivió Jesús: sirviendo, amando, sanando, ayudando, enseñando, perdonando, entregando su vida por todos, sin excepción. Esto no es imposible cuando nos estamos alimentando del Dios que se nos da a Sí Mismo para vivir en nosotros y ayudarnos a cumplir plenamente el Mandamiento del Amor…

Llegó el momento de la comunión de los celebrantes, ahí Maximiliano volvió a notar la presencia de todos los sacerdotes junto a Monseñor.

Cuando él comulgaba, dijo la Virgen:

“Este es el momento de pedir por el celebrante y los sacerdotes que lo acompañan, repite junto a Mí: Señor, bendícelos, santifícalos, ayúdalos, purifícalos, ámalos, cuídalos, sostenlos con Tu Amor…

Recuerden a todos los sacerdotes del mundo, oren por todas las almas consagradas…”

Hermanos queridos, ese es el momento en que debemos pedir porque ellos son Iglesia, como también lo somos nosotros los laicos.

Muchas veces los laicos exigimos mucho de los sacerdotes, pero somos incapaces de rezar por ellos, de entender que son personas humanas, de comprender y valorar la soledad que muchas veces puede rodear a un sacerdote.

Debemos comprender que los sacerdotes son personas como nosotros y que necesitan comprensión, cuidado, que necesitan afecto, atención de parte de nosotros, porque están dando su vida por cada uno de nosotros, como Jesús, consagrándose a él.

El Señor quiere que la gente del rebaño que le ha encomendado Dios ore y ayude en la santificación de su Pastor.

Algún día, cuando estemos al otro lado, comprenderemos la maravilla que el Señor ha hecho al darnos sacerdotes que nos ayuden a salvar nuestra alma.

14. LA COMUNIÓN:

Este momento es absolutamente maravilloso, recibimos a Jesús en la Eucaristía, su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad. Dios viene a vivir en nosotros como en su propia casa, viene a transformarnos y a fortalecernos desde nuestro interior.

Como María en el momento en que recibió del Espíritu a Jesús en sus entrañas, así nosotros en la comunión, quedamos fecundados por el Espíritu de Dios: realmente llevamos en nosotros a Cristo.

Dios hace de su amor un acto: se nos entrega todo entero en la forma más sencilla y humilde (un trocito de pan) para que lo podamos recibir.

Los fieles que se encuentran preparados -esto es, sin haber cometido un pecado mortal desde su última  confesión  y habiendo ayunado durante una hora, pueden acercarse a recibir la Comunión.

Cantan la antífona de Comunión,

El sacerdote se prepara con una oración en secreto para recibir con fruto el Cuerpo y Sangre de Cristo.  Los fieles hacen lo mismo, orando en silencio.

Mientras el sacerdote comulga el Sacramento, comienza el canto de Comunión, que se prolonga mientras se administra el Sacramento a los fieles.

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Empezó la gente a salir de sus bancas para ir a comulgar.

Maximiliano está conmovido y Jesús le dice:

 “Quise salvar a mi criatura, porque el momento de abrirles la puerta del cielo ha sido preñado con demasiado dolor…” “Recuerda que ninguna madre ha alimentado a su hijo con su carne, Yo He llegado a ese extremo de Amor para comunicarles mis méritos.”

“La Santa Misa Soy Yo mismo prolongando Mi vida y Mi sacrificio en la Cruz entre ustedes. Sin los méritos de Mi vida y de Mi Sangre, ¿qué tienen para presentarse ante el Padre? La nada, la miseria y el pecado…”

“Ustedes deberían exceder en virtud a los Ángeles y Arcángeles, porque ellos no tienen la dicha de recibirme como alimento, ustedes sí. Ellos beben una gota del manantial, pero ustedes que tienen la gracia de recibirme, tienen todo el océano para beberlo.

Yo quiero saciarte y saciarlos a todos, porque son los hijos de mi dolor…

Había llegado el gran momento del encuentro, de la “Comunión”, el Señor le dijo a Aurora:

–      “Espera un momento, quiero que observes algo…”

Por un impulso interior ella levantó la vista hacia la persona que iba a recibir la comunión en la lengua de manos del sacerdote y arrodillada ante él. Era  Paulina, una cristiana que recién acababa de confesarse antes de que comenzara la Misa.

Cuando el sacerdote colocaba la Sagrada Forma sobre su lengua, como un flash de luz, aquella luz muy dorada-blanca atravesó a esta persona por la espalda primero y luego fue bordeándola en la espalda, los hombros y la cabeza.

Jesús le sonrió y le dijo lleno de alegría:

 “¡Así es como Yo Me complazco en abrazar a un alma que viene con el corazón limpio a recibirme!”

Aurora está atónita, mirando a esa amiga volver hacia su asiento rodeada de luz, abrazada por el Señor…

Piensa con adoración que para merecer el privilegio maravilloso de ser amados asi por Dios, hay que perseverar en mantener la santidad a cualquier precio y mejor perder la vida, antes que perderlo a Él…

Cuando Aurora  se dirigió a recibir la comunión Jesús repetía:

–         “La última cena fue el momento de mayor intimidad con los Míos. En esa hora del amor, instauré lo que ante los ojos de los hombres podría ser la mayor locura, hacerme prisionero del Amor. Instauré la Eucaristía.

 Quise permanecer con ustedes hasta la consumación de los siglos, porque Mi Amor no podía soportar que quedaran huérfanos aquellos a quienes amaba más que a Mi vida…”

Y recibió aquella Hostia, que tenía un sabor que era una mezcla de sangre e incienso que lo inundó totalmente. Sentía tanto amor que las lágrimas le corrían sin poder detenerlas…

Cuando llegó a su asiento, al arrodillarse dijo el Señor:

–           Aurora, adórame y repara. Cuando les enseñes a tus hermanos lo que verdaderamente significa y todo lo que sucede en el Sacrificio Perpetuo, es para que reflexionen en muchas cosas. Te pido que repares y es por esto…

De repente ella se sintió transportada instantáneamente hasta una Misa celebrada en el siglo XXI y Jesús le dijo:

–      “Escucha…”

Y al punto comenzó a escuchar dentro sí, la oración de una mujer católica que estaba sentada frente a ella y que acababa de comulgar…

Lo que ella decía sin abrir la boca era:

“Señor, acuérdate que estamos a fin de mes y que no tengo el dinero para pagar la renta, la cuota del auto, los colegios de los chicos, tienes que hacer algo para ayudarme… Por favor, haz que mi marido deje de beber tanto, no puedo soportar más sus borracheras y mi hijo menor, va a perder el año otra vez si no lo ayudas, tiene exámenes esta semana……. Y no te olvides de la vecina que debe mudarse de casa, que lo haga de una vez porque ya no la puedo aguantar… etc., etc.

Y Aurora lloró; porque ni una sola vez aquella mujer le dijo a Jesús que lo amaba….

Jesús dijo con un tono triste:

-“¿Te has dado cuenta? Ni una sola vez Me ha dicho que Me ama, ni una sola vez ha agradecido el Don que Yo le He hecho de bajar Mi Divinidad hasta su pobre humanidad, para elevarla hacia Mí. Ni una sola vez ha dicho: gracias, Señor.

Ha sido una letanía de pedidos… y así son casi todos los que vienen a recibirme.” “Yo He muerto por amor y Estoy resucitado. Por amor espero a cada uno de ustedes y por amor permanezco con ustedes…, pero ustedes no se dan cuenta que necesito de su amor. Recuerda que Soy el Mendigo del Amor en esta hora sublime para el alma.”

Comunión,

La Misa queda incompleta si no hay Comunión. La participación de los fieles en ella llega a la plenitud y perfeccionamiento cuando comulga el Cuerpo y Sangre de Cristo en su Misa.

Y es la Comunión dentro y no dentro de la Misa, la que da esa expresión de participación en función del sacrificio-banquete. Oblación a Dios y comida para enriquecer la vida espiritual en el banquete Pascual.

Después de la admonición «Praeceptis Salutaribus moniti…» («Fieles a la recomendación del Salvador…») nos, Domine, ab omnibus malis…» («Líbranos de todos los males, Señor…») y la aclamación «Quia tuum est regnum et potestas…» («Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre señor»).

En la Oración dominical se pide el pan de cada día, con lo que se evoca, para los cristianos, principalmente el pan eucarístico y se implora la purificación de los pecados, para que verdaderamente «las cosas santas se den a los santos».

Purificación de los vasos sagrados

Tras dar la Comunión a los fieles que se acercaron, el sacerdote termina de consumir la Sangre y luego purifica todos los cálices y utensilios utilizados durante la Misa.

De pronto el señor Arzobispo dijo: “Oremos” y  toda la asamblea se puso de pie para la oración final.

Ritos de despedida

La bendición del Sacerdote.

Cuando el celebrante iba a impartir la bendición, la Santísima Virgen dijo:

Recuerda que esta bendición puede ser la última que recibas en tu vida, de manos de un sacerdote. Tú no sabes si saliendo de aquí vas a morir o no.

Y no sabes si vas a tener la oportunidad de que otro sacerdote te de una bendición.

Esas manos consagradas te están dando la bendición en el Nombre de la Santísima Trinidad, por lo tanto, haz la señal de la Cruz con respeto y como si fuera la última de tu vida.”

Marca a los fieles con la cruz, como signo distintivo y a la vez como escudo protector contra las astucias del Maligno.

16. BENDICIÓN FINAL

Bendición. Antes de la bendición, se pueden introducir breves avisos para los fieles. Con la bendición final, el sacerdote bendice a los fieles «in nomine Patris et Filii + et Spiritus Sancti» («en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»).

Y despide al pueblo diciendo » Ite, missa est» («Podeis iros, la misa ha concluido») o «Benedicamus Domino» («Bendigamos al Señor»), dependiendo de la Misa, a lo cual el pueblo responde «Deo gratias» («Demos gracias a Dios»).

El beso del altar después una inclinación profunda del sacerdote, del diácono y de los demás ministros, concluyen la Eucaristía.

Es sumamente común continuar con un canto final, generalmente dedicado a la Virgen María; en algunos lugares además se agrega la tradicional oración a San Miguel Arcángel.

La Oración a San Michael: Sancte Michael Archangele, defende nos in proelio, contra nequitiam et insidias diaboli esto praesidium. Imperet illi Deus, supplices deprecamur: tuque, Princeps militiae coelestis, Satanam aliosque spiritus malignos, qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo, divina virtute, in infernum detrude. Amen.

Cuando la Misa terminó, los sacerdotes se retiraron y los cristianos continuaron en oración de meditación, disfrutando de la Presencia y la compañía de Jesús y haciendo las delicias del Dios que quiso hacerse Hombre y morir por ellos.

Jesús se quedó conversando y dando sus enseñanzas:

 “Yo lo sé todo, leo hasta en lo más profundo de sus corazones y sus mentes, pero me gusta que me cuenten ustedes sus cosas, que Me hagan partícipe como a un familiar, como al más íntimo amigo” ¡Cuántas gracias se pierde el hombre por no darme un lugar en su vida!”

-Jesucristo-Sumo-y-Eterno-Sacerdote-Jesus-Christ-Eternal-High-Priest

¿Se dan cuenta ustedes de que Él, el Amor, está pidiendo nuestro amor y no se lo damos? Es más, evitamos ir a ese encuentro con el Amor de los Amores, con el único amor que se da en oblación permanente.

La comunión debe dar frutos en vosotros. La hora que estamos viviendo, no admite filiaciones con la indiferencia. Tenemos que ser la mano larga de nuestros sacerdotes para ir donde ellos no pueden llegar. Para llevar a los demás el amor y las enseñanzas recibidas…

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Después de estas reflexiones, Nunca más tu Misa volverá a ser la de antes” y cuando lo recibas: ¡Ámalo con todo tu ser!

Experimenta la dulzura de sentirte reposando entre los pliegues de Su costado abierto por ti, para dejarte Su Iglesia y Su Madre, para abrirte las puertas de la Casa de Su Padre, para que seas capaz de comprobar Su Amor Misericordioso a través de estos testimonios y trates de corresponderle con toda la fuerza de  tu pequeño amor.

Que Dios te bendiga en esta Pascua de Resurrección.

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, CONÓCELA