EL SACRIFICIO
13. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Juan 16, 13
23 de agosto de 2021
Habla Dios Espíritu Santo
La Tierra es un altar.
UN ENORME ALTAR.
Fue creada para ser un Altar de Alabanza Perpetua a su Creador.
Pero el hombre con su Pecado, la ha convertido en un Altar de Expiación.
La Tierra debe como todos los demás astros del Universo,
cantar los Salmos a su Creador.
También la Tierra canta el Salmo de las Esferas,
como el Cielo con los vientos, con las aguas, con las voces de las plantas y de los animales.
Sobre el Templo de la Tierra solo falta el hombre, que tiene una misión
que debiera ser algo más que un deber, una alegría: AMAR A DIOS.
Dar inteligente y voluntariamente, Culto de Amor a Dios,
correspondiéndole por el Amor que Él ha dado al hombre,
dándole la vida y dándole el Cielo, después de la Vida.
Y la Tierra está llena de Pecado y por eso debe ser Altar de Expiación Perpetua,
De Sacrificio Perpetuo, sobre el cual ardan las hostias que sufren: los inocentes y los santos.
Las almas víctimas que se unen a la Gran Víctima y se inmolan por todos.
Y de esta manera se convierte la injusticia en Redención.
El sudor y el trabajo fertilizan los campos.
El sacrificio de las víctimas, fertiliza los corazones y los prepara para la salvación.
SER CRISTIANO = INMOLACIÓN.
Debemos vivir en el Amor
y alcanzar en la Escuela del Sufrimiento,
la cima del Sacrificio y la caridad:
EL MARTIRIO
Con el ‘callar, aceptar, sufrir y ofrecer’, se vence a Satanás.
Con esto se da muerte al ‘yo’, a la propia voluntad.
El ‘yo’ es orgullo y a Satanás no hay nada que lo irrite más, que un acto de humildad.
Y LA VERGÜENZA DE SER VENCIDO
POR UN HOMBRE INFERIOR A ÉL POR NATURALEZA;
LO EXASPERA Y LO HIERE
Vivir para los hombres o para Dios.
La diferencia la establece la medida del sacrificio de nuestro egoísmo.
La vida cristiana es un perpetuo heroísmo.
Porque es una lucha contra el Mundo, el demonio y la Carne.
La libertad que Dios nos concede, no nos permite ser hipócritas:
O CON JESÚS O CONTRA ÉL.
Si somos de Dios no podemos pactar alianzas con el Enemigo.
El que quiere servir a dos amos, con alguno queda mal.
Y al que se acerca a Satanás, éste lo arrebata sin contemplaciones.
Judas quiso adorar en dos altares y es muy conocido en donde terminó.
El sacrificio que Dios quiere,
es el espíritu compungido, obediente, amoroso;
porque puede también realizar un sacrificio de Alabanzas,
de alegría, de amor y no solo de expiación.
CUANDO LE SACRIFICAMOS NUESTRA VOLUNTAD
A SU VOLUNTAD,
HAY QUE INVOCAR LAS LÁGRIMAS DE MARÍA,
QUE NOS VIGORIZAN
E INFUNDEN VALOR,
PARA UN MAYOR SACRIFICIO.
El Crecimiento en el Amor aumenta el hambre de sacrificio…
Y el sacrificio más tremendo, se vuelve soportable, cuando se sabe su utilidad.
Entonces sobre las lágrimas florece una sonrisa…
Y sobre la angustia, una seguridad.
El hombre espiritual deja de ser esclavo de los sentidos
y siempre tiene en los labios con amorosa resignación, estas palabras:
“No lo que yo quiero, Padre mío.
Hágase tu Voluntad.”
EL SACRIFICIO ES AMOR
OFRENDADO AL AMOR.
La Perfección está compuesta del fruto de incontables sacrificios.
EL SACRIFICIO Y LA PENITENCIA,
SON EL CAMINO DE LA SALVACIÓN.
Para ser verdadero cristiano se debe amar.
y reparar por los que han esterilizado el amor en su corazones.
La forma más elevada del amor es el sacrificio que imita al Amor Supremo:
EL AMOR REDENTOR.
Jesús como Rey del espíritu,
solo ofreció privaciones, sacrificios y dolores,
que le serán cambiados en gloria,
al que persevere hasta el fín y no claudique del Camino del Calvario,

Esa cruz me pertenece Señor, ¡Crucifícame Jesús, porque te adoro sobre todas las cosas! Y ayúdame a Amar, haciendo Tu Voluntad y NO la mía…´´
que está sembrado de Dolor y de lágrimas.
NO HAY RESURRECCIÓN SIN CRUCIFIXIÓN.
La victoria está en el sacrificio.
EL SACRIFICIO ES OFRENDA DE AMOR
OFRECIDA AL PADRE.
Los dones vienen de Dios. El amor es mérito del hombre.
El sacrificio es amor.
Es el que hace esplendoroso el altar del corazón.
El holocausto voluntario perfuma
como el Incienso más agradable y es más precioso para Dios,
que el perfume de todas las flores de la Tierra.

En el Purgatorio estamos SOLOS y se sufre LA SENTENCIA EN LA CRUZ DE NUESTROS PROPIOS PECADOS, que merecemos… PROPORCIONADA POR LA JUSTICIA DIVINA
Cada renuncia va envuelta con el oro de la Caridad que la ofrece a Dios
EN UN CULTO VERDADERO
para que tome valor de Redención
y así la Tierra se salvará con el sacrificio.
El Sacrificio es el que ABRE los oídos del espíritu
y es la sangre que lava la lengua que habla de Dios.
Jesús es el Verbo del Padre y su Palabra es lo más sagrado,
porque es la que da la Vida Eterna.
NO PUEDE ser Profeta de Jesús,
el que NO se crucifica totalmente con Él
y convierte su vida en un sacrificio continuo.
Las almas víctimas están totalmente FUSIONADAS con Dios,
e igual que Jesús está en el Padre y es uno con Él;
las almas que se inmolan ven realizarse el Misterio
de que Dios las trabaje para que sean espejos purísimos
en donde se reproduzca la imagen de Jesús Crucificado,
tal y como Él está en la Cruz:
coronadas, azotadas, clavadas, desoladas, traspasadas y desamparadas.
En cada uno de estos aspectos se convierten en un retrato viviente,
para que el Padre se complazca en ellas
y derrame gracias sobre los pecadores.
Como Iglesia, tenemos el deber sagrado de morir por Dios,
abandonadas y crucificadas.
En el altar de la Tierra no fue consumada más
que la Carne y la Sangre del Hombre-Dios.
En el altar del Cielo son ofrecidas las Hostias vivientes
como oblación de suavísimo olor ardiente
sobre el altar del sacrificio de un corazón enamorado de Dios,
constituyendo con esto: el Verdadero Culto a Dios.
LA PENITENCIA
Cuando Dios creó al hombre, se hizo un Templo perfecto para Sí Mismo
y puso en él sólo una necesidad: la del Amor.
Amor de hijos hacia su Padre. Amor de súbditos para su Rey.
Y amor de creaturas para su Creador.
Y si el ácido de la Culpa no hubiese corroído las raíces del amor;
éste habría crecido potente en nosotros como un gozo;
como una necesidad que produce alivio cuando se realiza, igual que lo es el respirar.
Y el amar se hubiera efectuado sin fatiga,
porque el amor es la respiración y la sangre que hace vital al espíritu.
Peor que la ruina y la destrucción que hacen las bombas nucleares en el mundo material;
Pues trastornó la Obra Maestra de la Creación
y desbarató, en la raíz del hombre; aquel conjunto perfecto,
de carne dócil al espíritu
y aquel armónico contorno que pusiera Dios alrededor de su hijo;
para que fuera un rey feliz.
Desaparecido el amor del hombre para con Dios;
desapareció el Amor de la Tierra para con el hombre.
Se desencadenó la ferocidad entre los seres inferiores;
entre éstos y el hombre y…
¡El Horror de los horrores!..
¡ENTRE LOS MISMOS HOMBRES!
La sangre hirvió a causa del Odio,
y se derramó contaminando el altar de la Tierra
Y DE LA SEMILLA DE LA CULPA
NACIÓ UNA PLANTA DE AMARGO FRUTO
Y DE PUNZANTES RAMAS:
EL DOLOR.
El Pecado evolucionó en perversión y ferocidad;
haciendo que el Dolor se hiciera más vasto y complicado.
Jesús, el Dios-Hombre. Vino a santificar el Dolor,
sufriéndolo por nosotros.
Y fundiendo el suyo que es Infinito, con el nuestro; para darle mérito.
Dos son las necesidades primordiales del hombre:
EL AMOR Y EL DOLOR
¡Satanás también PERVIRTIÓ ESTO!
O ¿Cómo explican el éxito de 50 sombras de Gray?)
El Amor que nos impide cometer el mal.
Y el Dolor que lo repara.
Esta es la ciencia que se debe aprender:
SABER AMAR Y SABER SUFRIR
El que aprende a dominar el arte de sufrir se convierte en penitente.
SOLO LA PENITENCIA Y EL AMOR
PESAN A LOS OJOS DE DIOS;

Cuando nos crucificamos y Dios nos convierte en corredentores, somos pararrayos de la Justicia Divina… Y TENEMOS EL PALIATIVO DEL CIELO. EL SUFRIMIENTO SE TORNA GOZO
PARA DETENER LOS ACONTECIMIENTOS Y DESVIARLOS….
PENITENCIA
Su nombre causa horror,
pero sus efectos dan frutos preciosos en el campo de las virtudes,
porque surge de la humildad y es el FUEGO,
que conserva, desarrolla y fortalece las virtudes.
De ella nace el propio desprecio.
Se desprende el ansia de padecer…
Y se fortalece el hambre de crucifixión.
La Penitencia atrae a Dios y sirve para expiar y merecer,
porque es el arrepentimiento activo.
LA EXPIACIÓN POR EL DOLOR DADO A DIOS.
Y UN DOLOR REPARADOR
A TRAVÉS DE UN CASTIGO INFLIGIDO
CON OBJETO DE DESAGRAVIARLO.
La Penitencia da luz y agilidad de espíritu,
porque doma la carnalidad y es el arma más poderosa contra los vicios.
Porque ataca directamente todos los pecados capitales
e impide que el alma se hunda en la molicie.
La Penitencia nos arranca del fango,
y nos dispara en el vuelo hacia el encuentro del Amor.
La Penitencia es un secreto entre el alma y Dios,
consumado por amor a Él, a los hermanos y hacia nosotros mismos,
para que el espíritu vuelva a ser rey.
Es la muralla que protege la castidad.
Desarma la Justicia de Dios y la convierte en Gracias.
Purifica las almas; apaga el fuego del Purgatorio;

En el INFIERNO, EL REINO DEL ODIO están peor, los demonios desquitan su Odio y se sufre el Calvario de Jesús, CON TODO EL RIGOR DE LA JUSTICIA DIVINA
eleva el alma de la Tierra
Y ES LA COOPERACIÓN A LA REDENCIÓN:
PORQUE LA PENITENCIA Y EL SACRIFICIO,
ARRANCAN LAS ALMAS A SATANÁS.
La penitencia es la humillación que le infiltra el hombre a sus bajezas y miserias:
ES TRABAJAR PARA DERRIBAR EL “YO”
Se debe pedir a Dios, a través de una vida de Penitencia
que nos lave de tanta humanidad
y que nuestro corazón arda, por el celo de Dios y de las almas.
Y que nos convierta en carbones encendidos por la Caridad.
Y si no sabemos imponernos penitencias,
hay que aceptar aquella de la vida que no es plena,
diciendo:
‘Si esta pena viene de Dios, hágase señor tu Voluntad.’
Si viene de un pobre hermano cautivo:
‘Padre, yo te la ofrezco para que tú lo perdones y él se redima.’
Cuando se hace así,
todo es puro y entonces se alcanza la pureza del Corazón
que lo convierte en Trono de Dios.
Y aún el más perfecto de los penitentes,
arrastra en su sacrificio escorias de imperfecciones humanas,
de Odios, de Egoísmos…
Y Jesús enseñó que por más que ayunemos con la boca;
si después no se ayuna con el corazón
dejando de perjudicar con las obras, con las palabras,
y hasta con el pensamiento, al prójimo;
le resulta detestable nuestro ayuno, que da muerte a nuestra alma.
Porque las prácticas sin la caridad,
sólo pavimentan el camino para el infierno…
La Penitencia que le agrada a Dios, sólo la conoce Dios.
Es mejor pasar por inmortificados a los ojos del mundo…
y de esta manera la practicamos con la pureza de corazón necesaria.
“Bienaventurados los limpios de corazón…”
La Penitencia abre los ojos del espíritu.
Los ojos del espíritu ‘ven’ las sublimes visiones
y ellas anulan la sensibilidad corporal.
ES LO QUE NOS AYUDA A SOPORTAR
LOS HORRENDOS SUPLICIOS SONRIENDO.
EL ÉXTASIS
ANULA LA SENSIBILIDAD DOLORÍFICA.
Cuando alcanzamos la perfección en el amor,
podemos ver con su perfección,
la Perfección de Dios sin velos y con una verdadera anulación,
lo material desaparece.
La alegría de la visión, suprime la miseria de la carne sensible al sufrimiento.
Y empezamos a gozar del Paraíso.
La Penitencia no mata más que lo que va a morir.
No debe haber temor por el cuerpo al que se debe amar poquísimo:
sólo como se ama y se cuida un vestido,
que tarde o temprano se vuelve inservible.
Los cilicios y las disciplinas no son las que matan.
Los penitentes no mueren de esto.
Mueren por la Caridad que los consume
y que arde en ellos como un horno.
Porque la hoguera del amor consume más de lo que destruye la austeridad.
La Penitencia purifica el cuerpo y el alma.
El ayuno corporal, purifica los sentidos
y es una reparación por los que aman la carne, como la cosa más preciosa
y solamente buscan la felicidad en los placeres sensuales y materiales.
El ayuno es una tremenda fuerza de oposición
contra los males con los que Satanás inunda las almas;
porque no solo de pan vive el hombre.
La Penitencia se ejerce con el control de las pasiones
y la mortificación de los sentidos,
controlando la lengua y guardando silencio exterior e interior.
Huyendo de la murmuración y el descontento;
de los chismes y la fácil tentación del juicio y la condena.
La Penitencia es sufrimiento para el cuerpo y luz para el espíritu.
Fortifica la debilidad y alcanza las gracias de Dios.
Con la Penitencia se preparan los caminos
y caen las cadenas de la esclavitud y el Pecado.
La Penitencia nos ayuda a vencer las tentaciones
y a vencer a Satanás en los corazones que se desea redimir.
PORQUE CIERTOS DEMONIOS SE VENCEN
SÓLO CON LA ORACIÓN Y LA MORTIFICACIÓN
CON LA PENITENCIA SE ENCIENDE EL AMOR
EN LOS CORAZONES APAGADOS
Los hombres no saben cuántas lágrimas; cuantos dolores; cuantas penitencias;
cuantos sacrificios; son el precio de su existencia.
Creen tener la vida por la madre que los ha engendrado
y por el padre que les ha dado el pan.
Esto es verdad, si se calcula con la medida de los brutos,
que así tienen la vida.
Pero la Verdadera Vida para darles tiempo para convertirse,
ES OBRA DE LAS ALMAS VÍCTIMAS

Cuando nos crucificamos y Dios nos convierte en corredentores, somos pararrayos de la Justicia Divina… Y nuestra intercesión, ES PODEROSÍSIMA…
Muchos no mueren eternamente por estos héroes, para ellos desconocidos,
que metiéndose entre los hombres y Dios,
con los brazos levantados trasfieren hacia sí mismos;
como si fueran un pararrayos,
los castigos divinos.
Y les trasfunden un poco de la sangre espiritual, que es sangre de Gracia,
que circula en le Gran Cuerpo Místico,
A LOS QUE SE ESTÁN DESVANECIDOS
POR LAS ENFERMEDADES MORALES.
Pero todo esto lo hacen a través del tamiz de su yo sacrificado
y es como se filtra este bien a los malvados.
La Tierra tiene mucha necesidad de Penitencia,
para que los débiles puedan tener fuerzas para resistir a Satanás.
Y aún el más perfecto de los penitentes,
arrastra en su sacrificio escorias de imperfecciones humanas, de odios, de egoísmos…
la Penitencia; al tener subyugado al pólipo que lo humano, lleva adherido en su fondo;
confiere luz y agilidad al espíritu.
La penitencia nos arranca de la carnalidad
y nos lanza como bólidos al encuentro del Amor.
La Penitencia debe siempre precederlo todo
porque es la que amerita las alegrías.
Toda visión nace de una precedente penitencia
Y CADA PENITENCIA ABRE EL CAMINO,
PARA LA MÁS ALTA CONTEMPLACIÓN.
Sacrificio. Sacrificio. Sacrificio.
Debe ser nuestra vida, nuestra fuerza, nuestra gloria.

En la Tierra el Amor de Jesús DOSIFICA nuestro calvario, Y ÉL ES EL CIRENEO que nos ayuda a recorrer el Camino…
Sólo cuando las almas se adormecen en Dios,
ES CUANDO DEJAN DE SER HOSTIAS,
PARA CONVERTIRSE EN DIOSES.
SU VIDA ES UN TOTAL
SACERDOCIO.
El Pensamiento del Crucificado,
¡Qué ligeras hace todas las penitencias del cuerpo y los dolores internos!
A Dios se le encuentra en la Cruz
y la misión es ser un reflejo de Jesús Crucificado.
LAS ALMAS VÍCTIMAS SON
LOS GIGANTES DEL AMOR.
Expían por amor de los hermanos,
y esto es amor del prójimo llevado hasta el Heroísmo.
Se ofrece al Dios Ofendido al que le brinda consuelo por la ofensa recibida
y esto es Amor de Dios llevado hasta el Heroísmo.
El Amor es el Sacrificador Eterno.
El que inmoló al Dios hecho Carne y…
34 EL SACRIFICIO

Hago un llamado URGENTE a todo el mundo católico para que el próximo DOMINGO 9 de Agosto se lleve a cabo una jornada de ayuno y oración a nivel mundial con el rezo del rosario de mi Preciosísima Sangre y con el rezo del Exorcismo de San Miguel, de 12:00 am a 6:00 pm, pidiéndole al Padre Celestial por la protección de mis Templos, Santuarios y Lugares Santos, que están siendo destruidos y profanados por las fuerzas del Mal en este mundo.
34 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
13. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Juan 16, 13
Habla Dios Espíritu Santo
La Tierra es un altar. Un enorme Altar.
Fue creada para ser un Altar de Alabanza Perpetua a su Creador.
Pero el hombre con su Pecado, la ha convertido en un Altar de Expiación.
La Tierra debe como todos los demás astros del Universo, cantar los Salmos a su Creador.
Todos los astros cantan con su voz de luz y movimiento, en los espacios infinitos del Firmamento, las Alabanzas a Dios.
También la Tierra canta el Salmo de las Esferas, como el Cielo con los vientos, con las aguas, con las voces de las plantas y de los animales.
Sobre el Templo de la Tierra solo falta el hombre, que tiene una misión que debiera ser algo más que un deber, una alegría: AMAR A DIOS.
Dar inteligente y voluntariamente, Culto de Amor a Dios, correspondiéndole por el Amor que Él ha dado al hombre, dándole la vida y dándole el Cielo, después de la Vida.
Y la Tierra está llena de Pecado y por eso debe ser Altar de Expiación Perpetua,
De Sacrificio Perpetuo, sobre el cual ardan las hostias que sufren: los inocentes y los santos.
Las almas víctimas que se unen a la Gran Víctima y se inmolan por todos.
Y de esta manera se convierte la injusticia en Redención.
El sudor y el trabajo fertilizan los campos.
El sacrificio de las víctimas, fertiliza los corazones y los prepara para la salvación.
SER CRISTIANO = INMOLACIÓN.
Debemos vivir en el Amor y alcanzar en la Escuela del Sufrimiento, la cima del Sacrificio y la caridad: el Martirio.
Con el ‘callar, aceptar, sufrir y ofrecer’, se vence a Satanás.
Con esto se da muerte al ‘yo’, a la propia voluntad.
El ‘yo’ es orgullo y a Satanás no hay nada que lo irrite más, que un acto de humildad.
Y LA VERGÜENZA DE SER VENCIDO
POR UN HOMBRE INFERIOR A ÉL POR NATURALEZA;
LO EXASPERA Y LO HIERE
Vivir para los hombres o para Dios.
La diferencia la establece la medida del sacrificio de nuestro egoísmo.
La vida cristiana es un perpetuo heroísmo. Porque es una lucha contra el Mundo, el demonio y la Carne.
La libertad que Dios nos concede, no nos permite ser hipócritas:
o con Jesús o contra Él.
Si somos de Dios no podemos pactar alianzas con el Enemigo.
El que quiere servir a dos amos, con alguno queda mal.
Y al que se acerca a Satanás, éste lo arrebata sin contemplaciones.
Judas quiso adorar en dos altares y es muy conocido en donde terminó.
El sacrificio que Dios quiere, es el espíritu compungido, obediente, amoroso; porque puede también realizar un sacrificio de Alabanzas, de alegría, de amor y no solo de expiación.
CUANDO LE SACRIFICAMOS NUESTRA VOLUNTAD A SU VOLUNTAD,
HAY QUE INVOCAR LAS LÁGRIMAS DE MARÍA,
QUE NOS VIGORIZAN E INFUNDEN VALOR,
PARA UN MAYOR SACRIFICIO.
El Crecimiento en el Amor aumenta el hambre de sacrificio…
Y el sacrificio más tremendo, se vuelve soportable, cuando se sabe su utilidad.
Entonces sobre las lágrimas florece una sonrisa y sobre la angustia, una seguridad.
El hombre espiritual deja de ser esclavo de los sentidos y siempre tiene en los labios con amorosa resignación, estas palabras:
“No lo que yo quiero, Padre mío. Hágase tu Voluntad.”
EL SACRIFICIO ES AMOR OFRENDADO AL AMOR.
La Perfección está compuesta del fruto de incontables sacrificios.
EL SACRIFICIO Y LA PENITENCIA, SON EL CAMINO DE LA SALVACIÓN.
Para ser verdadero cristiano se debe amar y reparar por los que han esterilizado el amor en su corazones.
La forma más elevada del amor es el sacrificio que imita al Amor Supremo: EL AMOR REDENTOR.
Jesús como Rey del espíritu, solo ofreció privaciones, sacrificios y dolores,
que le serán cambiados en gloria al que persevere hasta el fín y no claudique del Camino del Calvario,

Esa cruz me pertenece Señor, ¡Crucifícame Jesús, porque te adoro sobre todas las cosas! Y ayúdame a Amar, haciendo Tu Voluntad y no la mía…´´
que está sembrado de Dolor y de lágrimas.
NO HAY RESURRECCIÓN SIN CRUCIFIXIÓN.
La victoria está en el sacrificio.
EL SACRIFICIO ES OFRENDA DE AMOR OFRECIDA AL PADRE.
Los dones vienen de Dios. El amor es mérito del hombre. El sacrificio es amor.
Es el que hace esplendoroso el altar del corazón.
El holocausto voluntario perfuma como el Incienso más agradable y es más precioso para Dios, que el perfume de todas las flores de la Tierra.

En el Purgatorio estamos SOLOS y se sufre LA SENTENCIA EN LA CRUZ DE NUESTROS PROPIOS PECADOS, que merecemos… PROPORCIONADA POR LA JUSTICIA DIVINA
Cada renuncia va envuelta con el oro de la Caridad que la ofrece a Dios en un culto verdadero, para que tome valor de Redención y así la Tierra se salvará con el sacrificio.
El Sacrificio es el que abre los oídos del espíritu y es la sangre que lava la lengua que habla de Dios.
Jesús es el Verbo del Padre y su Palabra es lo más sagrado, porque es la que da la Vida Eterna.
No puede ser Profeta de Jesús, el que no se crucifica totalmente con Él y convierte su vida en un sacrificio continuo.
Las almas víctimas están totalmente fusionadas con Dios e igual que Jesús está en el Padre y es uno con Él;
las almas que se inmolan ven realizarse el Misterio de que Dios las trabaje para que sean espejos purísimos en donde se reproduzca la imagen de Jesús Crucificado,
tal y como Él está en la Cruz: coronadas, azotadas, clavadas, desoladas, traspasadas y desamparadas.

En el INFIERNO, EL REINO DEL ODIO están peor, los demonios desquitan su ODIO Y SE SUFRE EL CALVARIO DE JESUS CON TODO EL RIGOR DE LA JUSTICIA DIVINA
En cada uno de estos aspectos se convierten en un retrato viviente, para que el Padre se complazca en ellas y derrame gracias sobre los pecadores.
Como Iglesia, tenemos el deber sagrado de morir por Dios, abandonadas y crucificadas.
En el altar de la Tierra no fue consumada más que la Carne y la Sangre del Hombre-Dios.
En el altar del Cielo son ofrecidas las Hostias vivientes como oblación de suavísimo olor ardiente
sobre el altar del sacrificio de un corazón enamorado de Dios, constituyendo con esto: el Verdadero Culto a Dios.
LA PENITENCIA
Cuando Dios creó al hombre, se hizo un Templo perfecto para Sí Mismo y puso en él sólo una necesidad: la del Amor.
Amor de hijos hacia su Padre. Amor de súbditos para su Rey. Y amor de creaturas para su Creador.
Y si el ácido de la culpa no hubiese corroído las raíces del amor; éste habría crecido potente en nosotros como un gozo;
como una necesidad que produce alivio cuando se realiza, igual que lo es el respirar.
Y el amar se hubiera efectuado sin fatiga, porque el amor es la respiración y la sangre que hace vital al espíritu.
Peor que la ruina y la destrucción que hacen las bombas nucleares en el mundo material; más nefasta fue la Culpa.
Pues trastornó la Obra Maestra de la Creación y desbarató, en la raíz del hombre;
aquel conjunto perfecto de carne dócil al espíritu y aquel armónico contorno que pusiera Dios alrededor de su hijo; para que fuera un rey feliz.Desaparecido el amor del hombre para con Dios; desapareció el Amor de la Tierra para con el hombre.
Se desencadenó la ferocidad entre los seres inferiores; entre éstos y el hombre y…
¡El Horror de los horrores!.. Entre los mismos hombres.
La sangre hirvió a causa del Odio y se derramó contaminando el altar de la Tierra.
Y de la semilla de la Culpa nació una planta de amargo fruto y de punzantes ramas: el Dolor.
El Pecado evolucionó en perversión y ferocidad; haciendo que el Dolor se hiciera más vasto y complicado.
Jesús, el Dios-Hombre. Vino a santificar el Dolor, sufriéndolo por nosotros.
Y fundiendo el suyo que es Infinito, con el nuestro; para darle mérito.
Dos son las necesidades primordiales del hombre: el Amor y el Dolor.
El Amor que nos impide cometer el mal. Y el Dolor que lo repara.
Esta es la ciencia que se debe aprender: saber amar y saber sufrir.
El que aprende a dominar el arte de sufrir se convierte en penitente.
SOLO LA PENITENCIA Y EL AMOR PESAN A LOS OJOS DE DIOS;

Cuando nos crucificamos y Dios nos convierte en corredentores, somos pararrayos de la Justicia Divina… Y TENEMOS EL PALIATIVO DEL CIELO. EL SUFRIMIENTO SE TORNA GOZO
PARA DETENER LOS ACONTECIMIENTOS Y DESVIARLOS….
PENITENCIA
Su nombre causa horror, pero sus efectos dan frutos preciosos en el campo de las virtudes, porque surge de la humildad y es el fuego que conserva, desarrolla y fortalece las virtudes.
De ella nace el propio desprecio. Se desprende el ansia de padecer y se fortalece el hambre de crucifixión.
La Penitencia atrae a Dios y sirve para expiar y merecer, porque es el arrepentimiento activo.
La expiación por el dolor dado a Dios y un dolor reparador a través de un castigo infligido con objeto de desagraviarlo.
La Penitencia da luz y agilidad de espíritu, porque doma la carnalidad y es el arma más poderosa contra los vicios.
Porque ataca directamente todos los pecados capitales e impide que el alma se hunda en la molicie.
La Penitencia nos arranca del fango y nos dispara en el vuelo hacia el encuentro del Amor.
La Penitencia es un secreto entre el alma y Dios, consumado por amor a Él, a los hermanos y hacia nosotros mismos, para que el espíritu vuelva a ser rey.
Es la muralla que protege la castidad. Desarma la Justicia de Dios y la convierte en Gracias.
Purifica las almas; apaga el fuego del Purgatorio; eleva el alma de la Tierra
Y ES LA COOPERACIÓN A LA REDENCIÓN:
PORQUE LA PENITENCIA Y EL SACRIFICIO,ARRANCAN LAS ALMAS A SATANÁS.
La penitencia es la humillación que le infiltra el hombre a sus bajezas y miserias: trabajar para derribar el ‘yo’.
debe pedir a Dios, a través de una vida de Penitencia que nos lave de tanta humanidad y que nuestro corazón arda, por el celo de Dios y de las almas.
Y que nos convierta en carbones encendidos por la Caridad.
Y si no sabemos imponernos penitencias, hay que aceptar aquella de la vida que no es plena, diciendo: ‘Si esta pena viene de Dios, hágase señor tu Voluntad.’
Si viene de un pobre hermano cautivo: ‘Padre, yo te la ofrezco para que tú lo perdones y él se redima.’
Cuando se hace así, todo es puro y entonces se alcanza la pureza del Corazón que lo convierte en Trono de Dios.
Y aún el más perfecto de los penitentes, arrastra en su sacrificio escorias de imperfecciones humanas, de odios, de egoísmos…
Y Jesús enseñó que por más que ayunemos con la boca; si después no se ayuna con el corazón
dejando de perjudicar con las obras, con las palabras y hasta con el pensamiento, al prójimo; le resulta detestable nuestro ayuno, que da muerte a nuestra alma.
Porque las prácticas sin la caridad, sólo pavimentan el camino para el infierno…
La Penitencia que le agrada a Dios, sólo la conoce Dios.
Es mejor pasar por inmortificados a los ojos del mundo… y de esta manera la practicamos con la pureza de corazón necesaria.
“Bienaventurados los limpios de corazón…”
La Penitencia abre los ojos del espíritu. Los ojos del espíritu ‘ven’ las sublimes visiones y ellas anulan la sensibilidad corporal.
Es lo que nos ayudad a soportar los horrendos suplicios sonriendo.
El éxtasis anula la sensibilidad dolorífica.
Cuando alcanzamos la perfección en el amor, podemos ver con su perfección, la Perfección de Dios sin velos y con una verdadera anulación, lo material desaparece.
La alegría de la visión, suprime la miseria de la carne sensible al sufrimiento. Y empezamos a gozar del Paraíso.
La Penitencia no mata más que lo que va a morir.
No debe haber temor por el cuerpo al que se debe amar poquísimo:
sólo como se ama y se cuida un vestido, que tarde o temprano se vuelve inservible.
Los cilicios y las disciplinas no son las que matan. Los penitentes no mueren de esto.
Mueren por la Caridad que los consume y que arde en ellos como un horno. Porque la hoguera del amor consume más de lo que destruye la austeridad.
La Penitencia purifica el cuerpo y el alma.
El ayuno corporal, purifica los sentidos y es una reparación por los que aman la carne como la cosa más preciosa y solamente buscan la felicidad en los placeres sensuales y materiales.
El ayuno es una tremenda fuerza de oposición contra los males con los que Satanás inunda las almas; porque no solo de pan vive el hombre.
La Penitencia se ejerce con el control de las pasiones y la mortificación de los sentidos, controlando la lengua y guardando silencio exterior e interior.
Huyendo de la murmuración y el descontento; de los chismes y la fácil tentación del juicio y la condena.
La Penitencia es sufrimiento para el cuerpo y luz para el espíritu.
Fortifica la debilidad y alcanza las gracias de Dios.
Con la Penitencia se preparan los caminos y caen las cadenas de la esclavitud y el Pecado.
La Penitencia nos ayuda a vencer las tentaciones y a vencer a Satanás en los corazones que se desea redimir.
PORQUE CIERTOS DEMONIOS SE VENCEN
SÓLO CON LA ORACIÓN Y LA MORTIFICACIÓN
CON LA PENITENCIA SE ENCIENDE EL AMOR EN LOS CORAZONES APAGADOS
Los hombres no saben cuántas lágrimas; cuantos dolores; cuantas penitencias; cuantos sacrificios; son el precio de su existencia.
Creen tener la vida por la madre que los ha engendrado y por el padre que les ha dado el pan. Esto es verdad, si se calcula con la medida de los brutos que así tienen la vida.
Pero la Verdadera Vida para darles tiempo para convertirse, es obra de las almas víctimas.
Muchos no mueren eternamente por estos héroes para ellos desconocidos, que metiéndose entre los hombres y Dios, con los brazos levantados trasfieren hacia sí mismos; como si fueran un pararrayos, los castigos divinos.
Y les trasfunden un poco de la sangre espiritual, que es sangre de Gracia, que circula en le Gran Cuerpo Místico, a los que están desvanecidos por las enfermedades morales.
Pero todo esto lo hacen a través del tamiz de su yo sacrificado y es como se filtra este bien a los malvados.
La Tierra tiene mucha necesidad de Penitencia, para que los débiles puedan tener fuerzas para resistir a Satanás.
Y aún el más perfecto de los penitentes, arrastra en su sacrificio escorias de imperfecciones humanas, de odios, de egoísmos…
la Penitencia; al tener subyugado al pólipo que lo humano lleva adherido en su fondo; confiere luz y agilidad al espíritu.
La penitencia nos arranca de la carnalidad y nos lanza como bólidos al encuentro del Amor.
La Penitencia debe siempre precederlo todo porque es la que amerita las alegrías.
Toda visión nace de una precedente penitencia y cada penitencia abre el camino para la más alta contemplación.
Sacrificio. Sacrificio. Sacrificio. Debe ser nuestra vida, nuestra fuerza, nuestra gloria.

En la Tierra el Amor de Jesús DOSIFICA nuestro calvario, Y ÉL ES EL CIRENEO que nos ayuda a recorrer el Camino…
Sólo cuando las almas se adormecen en Dios, es cuando dejan de ser hostias, para convertirse en dioses. Su vida es un total sacerdocio.
El Pensamiento del Crucificado, ¡Qué ligeras hace todas las penitencias del cuerpo y los dolores internos!
A Dios se le encuentra en la Cruz y la misión es ser un reflejo de Jesús Crucificado.
Las almas víctimas son los gigantes del Amor.
Expían por amor de los hermanos y esto es amor del prójimo llevado hasta el heroísmo.
Se ofrece al Dios Ofendido al que le brinda consuelo por la ofensa recibida y esto es Amor de Dios llevado hasta el heroísmo.
El Amor es el Sacrificador Eterno.
El que inmoló al Dios hecho Carne y…
UN PLAN DIVINO Y PERFECTO 2
Dios Uno y Trino lo sabe todo. Para Él no existe nada que le sea desconocido. La razón por la que perpetuó la raza del linaje humano, aun cuando en la primera prueba se hizo digna de perecer; la razón del Perdón que habéis alcanzado; es porque Él quería tener el consuelo y la alegría de tener a María para que lo amase.
¡Oh! Poseerla a Ella. ¡Vale la pena que el hombre fuese creado, dejar que viviese y decretar su perdón; tan solo para tener a la Virgen Hermosa, a la Virgen santa, a la Virgen Inmaculada, a la Virgen siempre amorosa, a la Hija Amada, a la Madre Purísima, a la Esposa Amante!
Dios quiso poner en el Universo que había creado de la nada, un rey que por naturaleza de la materia, estuviese sobre todas las creaturas hechas como él.
Un rey que por naturaleza del espíritu, fuese poco menos que divino unido por la Gracia, como lo fue al principio de sus inocentes días.
Pero la Mente Suprema que conoce todos los sucesos, sabía que el heredero del Padre cometería contra sí mismo el delito de matarse para la Gracia y el latrocinio de privarse del Cielo.
Judas pregunta:
– ¿Por qué entonces lo creó?
Jesús contesta:
– ¿Habríais preferido no existir?
¿Acaso no vale la pena haber vivido aun en medio de esta pobre y desnuda vida que habéis hecho más dura con vuestra maldad, para conocer y admirar la infinita Belleza que la mano de Dios sembró en el Universo?
El cielo y los astros; la tierra y todas las especies animales y vegetales, el mar y cuanto contiene es para vosotros. Dios los creó para que los gozáceis. Merece la pena vivir, para ver la magnífica obra de Dios y comprender su poder que os la da.
La eterna Bondad de Dios previó los medios para borrar la Culpa antes de crear al hombre. Y la Virgen fue creada en el pensamiento sublime de Dios.
Todas las cosas fueron creadas por Mí, Hijo Predilecto del Padre. Yo debía ser Hombre además de Dios. Hombre para salvar al hombre. Hombre para sublimarlo y llevarlo al Cielo, muchos siglos antes de la hora.
Porque el hombre en quién habita el espíritu, es la obra maestra de Dios y para ella fue hecho el Cielo.
Para ser Hombre tenía necesidad de una Madre. Para ser Dios, tengo necesidad de que el Padre sea Dios. Entonces Dios se creó la Esposa: Estrella de Perfección.
Al hombre y a la mujer que Satanás corrompió, Dios quiso oponer un Hombre nacido de una Mujer a la que Dios Mismo había sublimado hasta el punto de que pudiese concebir sin conocer mortal alguno.
Flor que engendra una Flor sin necesidad de simiente, sino por el contacto de un solo beso del Sol en el cáliz inviolable del Lirio-María.
Ruge Satanás mientras Ella nace. ¡Esta pequeñita te ha vencido!
Antes de que fueses el Rebelde, el Tortuoso, el Corruptor; eras ya el Vencido y Ella, tu Vencedora. Miles de ejércitos nada pueden contra tu poder y sin embargo estás vencido.
Su nombre, su mirada, su pureza; son fulgores y lanzas que te traspasan y te encierran en tu cueva del Infierno, ¡Oh, Maldito! Qué quitaste a Dios la alegría de ser padre de TODOS los hombres que creó…
Jesús continúa el relato de sus abuelos…
Joaquín y Anna, junto con Zacarías e Isabel se dirigen hacia el Templo para la ceremonia de la Purificación. Anna lleva en los brazos a la niña María, envuelta en una manta de lana ligera y suave.
Isabel dice:
– Me recuerdas el día que te casaste. Era yo una jovencilla entonces y te veías muy bella y muy felíz.
Anna contesta:
– Ahora lo soy más. Me puse el mismo vestido para este acto. Siempre lo guardé para estos momentos… y ya había perdido las esperanzas de ponérmelo para venir aquí.
– El Señor te ama mucho… –dice Isabel con un gran suspiro.
– Por esto le entrego lo que más amo: esta florecita mía.
– ¿Cómo vas a hacer para arrancártela del corazón, cuando llegue la hora?
– Recordando que no la tenía y que Dios me la regaló. Seré entonces más feliz que ahora.Cuando esté en el Templo me diré a mí misma: ‘Ora cerca del Tabernáculo. Ora al Dios de Israel y pide también por su mamá.’ Y me sentiré tranquila.
Y todavía tendré más gozo cuando diga: “Es toda suya. Cuando estos dos viejos felices que la consiguieron no vivan ya, el Eterno será para ella su Padre.” Créeme estoy convencida de que esta pequeñita no es nuestra.
No podía hacer otra cosa… Él me la puso en mi seno; regalo divino para enjugar mi llanto y consolar nuestras esperanzas y plegarias.
Por esto es suya y nosotros sólo somos sus felices guardianes… ¡Y por esto sea bendito!
Cuando entran en el Templo, Zacarías se separa del grupo y se va a los recintos de los sacerdotes. Desaparece detrás de un arco que conduce a un enorme patio rodeado de pórticos muy bien labrados, de mármol, bronce y oro.
Los demás se van a través de diversas terrazas, hasta la Puerta de Nicanor. Cuando llegan, ya los están esperando Zacarías, una virgen del Templo y otro sacerdote.Entregan las ofrendas: tortas de harina, dos palomos en su jaula de mimbre y grandes monedas de plata.
Anna da a Isabel a la niña, mientras Joaquín entra llevando consigo a un hermoso cordero que bala mientras es entregado para que lo degüellen.
Anna es rociada con el agua lustral y luego es llamada para que se acerque a la ara del sacrificio.
Después del sacrificio, Anna está ya purificada.
Zacarías dice algo a su colega y éste sonriente, asiente con un gesto. Luego se acerca al grupo y se congratula con los padres por su alegría y por su fidelidad a las promesas.
Toma el segundo cordero, la harina y las tortas… Y llama a la mujer que los acompañó…
Luego se acerca al grupo y dice:
– ¿Esta es la hija consagrada al Señor? La bendición de Él esté con Ella y con vosotros. Esta mujer es Anna de Fanuel, de la tribu de Aser, será una de sus maestras.
Y volviéndose a ella, agrega:
– Se ofrece esta pequeñita al Templo, como hostia de alabanza. Tú serás su maestra y bajo tu cuidado santo crecerá. Ana de Fanuel, acaricia a la bebita y Anna dice:
– Quisiera presentar mi ofrenda e ir a donde ví la Luz el año pasado.
Van hasta el lugar donde oran las mujeres y que está más cercano al Santo de los santos.
Por la puerta abierta, miran al interior semioscuro, del que salen dulces cánticos y brillan lámparas que esparcen su luz sobre todos los lirios, flores y niñas.
María se ha quedado como extasiada y aunque es una bebé, mira y sonríe al oir el canto.
Anna la besa y dice:
– Dentro de tres años, también estarás aquí Lirio mío.
Anna de Fanuel dice:
– Parece como si comprendiese. ¡Es una niña muy hermosa! La amaré como si hubiese salido de mi vientre. Te lo prometo Anna. Todos los años que Dios me lo permita.
Zacarías dice:
– Lo harás mujer. La recibirás entre las niñas consagradas. Yo también estaré aquí. Quiero estar ese día para decirle que ruegue por nosotros desde el primer momento…
Y mira a Isabel que comprende y suspira… Pues tienen el mismo problema de infertilidad. Tres años después…
La niña María camina en medio de sus padres, que se esfuerzan en sonreir y ocultar sus lágrimas.
Caminan muy despacio, como si quisieran que el Templo estuviese mucho más lejos todavía.
Cuando se encuentran con Isabel y Zacarías…
El sacerdote saluda:
– A los justos la paz del Señor.
Joaquín dice con voz temblorosa:
– Sí. Obténnos paz, porque nuestras entrañas tiemblan al hacer la ofrenda; como las de nuestro padre Abraham mientras subía al monte con Isaac.– Tened valor. Anna la profetisa cuidará de esta flor de David y Aarón. En estos días, es el único lirio que David tenga de su estirpe santa en el Templo y se le cuidará como perla de reyes.
Aun cuando el tiempo ya se acerca y las madres deberían consagrar a sus hijas, porque de una virgen de la estirpe nacerá el Mesías; por un debilitamiento de la fe hay muy pocas vírgenes y de la estirpe real, ninguna.
Es verdad que aun faltan seis lustros… Pero esperemos que María sea la primera de muchas de la estirpe de David, ante el Velo sagrado.
Luego Zacarías los conduce hasta la terraza grande, a los pies del ancho cubo de mármol, coronado con oro.
Cada cúpula, como una media naranja al revés, brilla con la luz del sol que ya está en su zenit. Un sonido de trompetas de plata anuncia al pomposo cortejo que con nubes de incienso, rodean la presencia del Sumo Sacerdote.
Las enormes puertas de bronce y oro se abren y un anciano de aspecto muy majestuoso, con sus riquísimas vestiduras que resplandecen el oro a la luz del sol y que lo hacen más imponente todavía, avanza hasta el borde de la grandiosa escalinata.
El Sumo Sacerdote mira a la pequeña María y sonríe. Levanta los brazos en forma de plegaria y todos inclinan la cabeza.
Luego hace una señal, llamando a la niña…
María se separa de sus padres y empieza a subir lenta y majestuosamente. Parece como si fuera extasiada, pues lleva en su rostro una sonrisa luminosa…
Cuando llega hasta el Sumo Sacerdote, se arrodilla y éste le pone las manos sobre la cabeza.
La víctima es aceptada.
María se levanta y el Sacerdote le pone la mano derecha sobre su espalda, para conducirla a la puerta donde la esperan un grupo de niñas y sus maestras…
Antes de hacerla entrar le pregunta:
– María de la estirpe de David, ¿Conoces tu promesa?
Una argentina voz infantil resuena firme:
– Sí. Dirigir a Dios mi corazón desde el amanecer y estar atenta a lo que quiera el Señor. Orando continuamente ante el Altísimo.– Entra, pues. Camina en mi presencia y sé perfecta.
Y María entra. La penumbra la absorbe en medio del grupo de las vírgenes, seguida por los levitas.
El Sumo Sacerdote vuelve a entrar seguido de todo su séquito sacerdotal y las puertas se cierran.
En medio de los sonoros ruidos de los goznes, se escucha el sollozo de dos ancianos en un solo grito:
– ¡María! ¡Hija!
Luego, haciendo fuerza a su corazón desgarrado:
– Demos gloria la Señor que la recibe en su casa y la conduce por su camino.
María está en su estancia, bordando una vestidura sacerdotal y orando…
Llega Anna de Fanuel:
– María, ¿Nunca te cansas de orar?
– La oración sería suficiente. Pero yo hablo con Dios. Lo siento dentro de mí. Dentro de la doble cortina está el Santo de los santos. Y nadie fuera del Sumo Sacerdote, puede entrar al Propiciatorio, donde descansa la Gloria del Señor.
La ley secular de Israel exige de cada joven que sea una esposa y una madre. Pero yo he consagrado a Dios mi virginidad, porque quiero ser sólo para Él. Soy virgen y siempre lo seré…
– No puedes actuar sobre la Ley.
– Desde que mis padres murieron, lo único que tengo y que quiero, es a Dios.
Cuando pienso en ellos, pienso que también están esperando junto con los Patriarcas y trato de apresurar con mi sacrificio, la llegada del Mesías, para que les abra las Puertas del Cielo.
La maternidad es una fuerza muy poderosa en mi corazón. Pero por eso mismo la he entregado y deseo que mi amor, encuentre un eco en el Señor.
Cuando llegue la hora, diré a mi esposo mi secreto… Y él lo aceptará…– Pero María, ¿Qué palabras le dirás para persuadirlo? En cambio del amor de un hombre, tendrás en contra la Ley y la vida.
– Tendré conmigo a Dios… Dios iluminará el corazón de mi esposo… Al leer a Daniel, comprendí el sentido de las palabras arcanas.
Las setenta semanas serán acortadas por las oraciones de los justos… La hora que oirá llorar al nacido de una Virgen está muy cerca. Yo he pedido a Dios que me diga ¿Dónde está la mujer que dará a luz al Hijo de Dios y al Mesías de su pueblo?
Descalza caminaría por la tierra y nada me impediría llegar hasta Ella para decirle: ‘Tómame como tu esclava y permíteme vivir bajo tu techo. Cuidaré tus ganados; daré vueltas a la piedra de tu molino, ponme donde quieras, haré lo que quieras, pero acógeme.
Lavaré los pañales de tu Hijo y seré tu sierva y la de Él… Pero permíteme escuchar su Voz. ¡Oh! La Voz del Mesías Niño y el eco de su risa…
– ¡Vaya que estás enamorada del Mesías! Pero yo he venido a otra cosa… María, el Sumo Sacerdote te llama…
– ¡Oh! Voy inmediatamente…
Atraviesan varios pórticos y patios y llegan hasta un suntuoso salón donde la esperan.
María hace una profunda inclinación en la entrada…
El sumo sacerdote le dice:
– Adelante María. No tengas miedo.
María avanza lentamente y con una majestad innata.
El Pontífice la mira atentamente y dice a Zacarías:
– ¡Cómo se reconoce en ella la estirpe de David!
Se vuelve hacia Ella y añade:
– Hija, conozco tu carácter y tu bondad. Sé que la Voz de Dios murmura en tu corazón las más dulces palabras. Sé que eres la Flor del Templo de Dios y que un tercer querubín está ante el Tabernáculo, desde que estás aquí.
Quisiera que tu perfume continuase subiendo con el incienso de cada día; pero la Ley dice otra cosa.
Ya no eres una niña, te has convertido en una mujer. Y toda mujer israelita debe casarse, para poder presentar su hijo varón al Señor. Tendrás que seguir la prescripción de la Ley. No tengas miedo. No te sonrojes. No olvido tu realeza.
La Ley te protege, pues prescribe que el varón tome por esposa a una de su estirpe. Pero aunque no lo prescribiese, yo lo haría; para no corromper tu sangre real.
¿Conoces a alguien de tu estirpe María, que pueda ser tu esposo?
María levanta su rostro completamente ruborizado y dice:
– A nadie.
Zacarías interviene:
– No puede conocer a nadie, porque entró cuando era muy pequeña. Y la estirpe de David se encuentra muy mal y dispersa, para poder formar de nuevo la palma real.
– Entonces que Dios escoja.
Las lágrimas que habían sido contenidas, brotan y bañan sus mejillas.
María manda una mirada suplicante a su maestra.
Anna de Fanuel dice:
– María se ha prometido al Señor, para gloria de Él y salvación de Israel. No era más que una niñita desde que ya había hecho esta promesa…
El Pontífice pregunta:
– Y ¿Por esto lloras? O porque no quieres obedecer la Ley.
María contesta:
– Por esto… no por otra cosa. Yo te obedezco sacerdote de Dios. Pero dime qué debo hacer. Ya no tengo padre, ni madre. Tú eres mi guía.
– Dios te dará el esposo. Y será un santo porque pones tu confianza en Dios. A él le dirás la promesa que hiciste.
– ¿Y la aceptará?
– Así lo espero. Ruega hija, para que él pueda comprender tu corazón. Vete ahora, qué Dios siempre te acompañe.
María se retira con Anna y Zacarías se queda con el Sumo Sacerdote.
Un mes después…
En un rico salón del Templo, están reunidos muchos hombres elegantemente engalanados, de diversas edades, apariencias y variadas clases sociales.En el ángulo más alejado, está José. Tiene treinta años, cabellos y barba castaños, muy bien arreglados y unos bellos ojos oscuros, amables y alegres como ahora, cuando sonríe al hombre que está junto a él, platicando animadamente.
Entra un grupo de jóvenes levitas y se coloca entre la puerta y una mesa larga que está junto a la pared.
La curiosidad aumenta, cuando una mano separa la cortina y entra un levita que trae en sus manos un manojo de ramas secas, en las que sobresale una que tiene una flor.
El levita las deposita con cuidado sobre la mesa.
Un murmullo recorre la sala. Todos alargan sus cuellos y tratan de mirar.
José ni siquiera se mueve y cuando su interlocutor le dice algo, hace una señal; como si dijese: “No. Eso es imposible…”
Y luego se oye el sonido de las trompetas de plata.
Rodeado de otros ancianos, entra el Sumo Pontífice y todos se inclinan profundamente.
Se dirige hacia la mesa y luego dice:
– Oídme vosotros de la estirpe de David. Os habéis reunido por orden mía. El Señor ha hablado, ¡Sea Bendito! Un rayo de su gloria ha descendido y como sol de primavera, ha dado vida a un ramo seco, que ha florecido milagrosamente, en el último día de las Encenias.
Mientras que todavía no se disuelve la nieve, Dios ha hablado, haciéndose tutor y padre de la virgen de David. Doncella santa, gloria del Templo y de su estirpe; dando a conocer el nombre del esposo que el Eterno quiere darle.
Este debe ser un hombre muy justo para que el Señor lo haya elegido para cuidar de su Virgen a quién Él ama tanto y esto hace que desaparezca toda preocupación sobre su destino.
Al que Dios señaló, confiamos completamente a la Virgen, sobre la que está la bendición de Dios y nuestra.
El nombre del esposo es José de Jacob betlemita; de la tribu de David; carpintero en Nazareth de Galilea.
José, ven acá. El Sumo sacerdote te lo ordena.
Hay un gran ruido, cabezas que se vuelven, caras llenas de desilusión o de alivio…
José se ha ruborizado y avanza todo turbado.Saluda reverente al Pontífice y éste dice:
– Acercaos todos y ved el nombre escrito sobre la rama. Tome cada uno la suya, para que esté seguro de que no hay engaño.
Todos obedecen, miran la rama que sostiene el Sumo Sacerdote y cada quien toma la suya propia.
Todos miran a José y el hombre con el que estaba platicando, le dice:
– Te lo dije José. ¡Quien menos se siente seguro, es quién vence la partida!
El Pontífice entrega a José su rama florecida y poniéndole la mano sobre la espalda le dice:
– No es rica y lo sabes, la esposa que Dios te entrega.
Pero tiene toda clase de virtudes. Procura hacerte siempre más digno de Ella. No hay flor en Israel, más pura y bella que tu esposa.
Salid todos ahora. Quédate José.
Y tú Zacarías pariente de Ella, tráela.
Cuando se quedan a solas…El Sumo Sacerdote le dice:
– María tiene que decirte su promesa. Ayuda a su timidez. Sé bueno con Ella que es tan buena.
José responde cortés:
– Pondré lo que soy a su servicio y nada me pesará si se trata de Ella. Puedes estar seguro.
María entra con Zacarías y Anna de Fanuel.
El Pontífice la llama:
– Ven María. Mira al esposo que Dios te destina. Es José de Nazareth. Volverás a tu ciudad. Ahora os dejo.
El Señor os guarde y os bendiga; os muestre su Rostro y tenga misericordia de vosotros siempre. Vuelva su Rostro a vosotros y os conceda la paz.
Zacarías sale con el Pontífice. Anna se congratula con José y también sale.
Los dos prometidos quedan uno frente al otro.
María está totalmente ruborizada y con la cabeza inclinada.
José igual; pero se sobrepone y finalmente encuentra las palabras.
Con una gran sonrisa le dice:
– Te saludo María. Te conocí cuando eras una niña pequeñita… Fui amigo de tu padre y tengo un sobrino de mi hermano Alfeo a quién amaba tu madre… su pequeño amiguito que ahora tiene dieciocho años.
Tú no nos conoces porque te entregaron al Templo muy pequeña, pero en Nazareth todos te quieren mucho y recuerdan que tu nacimiento fue un milagro del Señor, que hizo florecer a una flor estéril…Yo recuerdo la tarde en que naciste, porque hubo un gran aguacero que salvó la campiña y un arcoíris tan bello y magnífico, como no ha vuelto a haber…
Alegraste a tu padre, porque eras la flor que había venido del Cielo y murió hablando de su María, tan hermosa, tan buena y tan llena de sabiduría… Porque desde muy pequeña estabas llena de gracia.
Tu madre, con sus canciones llenaba toda tu casa y parecía una alondra en primavera cuando te llevaba en su vientre y después cuando te arrullaba en sus brazos.
Yo tenía dieciocho años y te hice la cuna. Tenía rosas grabadas, porque tu madre así la quiso. Tal vez todavía esté en tu casa. Eran mis primeros trabajos…
¡Quién me hubiera dicho que ibas a ser mi esposa!.. Enterré a tu padre y le lloré con corazón sincero, porque fue un buen maestro en mi vida…
María ha ido levantando poco a poco el rostro y cobrando confianza al oír que José le habla de este modo.
Y cuando oye lo de la cuna, una leve sonrisa se dibuja en sus labios.
Y cuando José le dice lo de su padre, le extiende la mano y dice con gran timidez:
– Gracias.
José toma entre sus fuertes manos de carpintero, la pequeña y delicada y la acaricia con afecto.
Al ver que María no dice nada más, él continúa:
– En tu casa falta la parte que fue derribada por orden consular, para hacer del sendero una vía por la que pasasen los carros de Roma.
Y el campo que te quedó, está un poco descuidado, porque hace tres años que ya no hay nadie que los cuide. Pero si tú me lo permites, yo me haré cargo de ellos….
– Muchas gracias, José. Pero tú tienes tus trabajos…
– Trabajaré en tu huerto en las primeras horas del día y para la primavera espero que todo esté en orden, para que estés contenta. Mira, -le entrega la rama florecida- Esta rama de almendro, es del árbol que está frente a tu casa.Jamás esperé ser yo el elegido, porque soy nazareo, (consagrado a Dios) Y sólo vine por obedecer las órdenes del sacerdote… Yo no pensaba casarme.
Ahora te digo que ésta es una flor de tu jardín. Tenlo, María. Con él te entrego mi corazón, que cómo este almendro ahora ha florecido para el Señor y para ti, esposa mía.
María toma el ramo. Está conmovida. Mira a José con más seguridad y su mirada se volvió radiante cuando lo escuchó decir: ‘Soy nazareo’
Toma valor y dice:
– También yo soy toda de Dios, José. No sé si el sumo Sacerdote te lo haya dicho…
– Sólo me dijo que eres buena y pura. Y que tienes que decirme una promesa tuya y que fuese bueno contigo. Habla María. Tu José quiere hacerte feliz en todo lo que desees.
No te amo con la carne, te amo con mi espíritu, santa doncella que Dios me entrega. Ve en mí a un padre y aun hermano, además de esposo. Y como a padre confíate y como a hermano, tenme confianza. – Desde mi niñez me consagré al Señor. Sé que esto no se hace en Israel; pero oía en mi corazón una voz que me pedía mi virginidad como sacrificio de amor, para que venga el Mesías. ¡Hace tanto tiempo que Israel lo espera!… ¡Y por esto no es mucho renunciar a la alegría de ser madre!
José la mira detenidamente, como si quisiera leer en su corazón…
Después le toma las dos manitas que sostienen la rama de almendro y dice:
– Y yo uniré mi sacrificio al tuyo y amaremos mucho al Eterno con nuestra castidad, para que Él envíe lo más pronto posible a la tierra al Salvador y nos permita ver su Luz resplandecer en el mundo.
María, vamos a tu casa y juremos amarnos como los ángeles lo hacen entre sí. ¿Cuándo debo venir por ti?
– Cuando quieras José.
– Entonces vendré en cuanto termine de arreglar tu casa, para recibirte. Ven María. Vamos a decirle al Altísimo nuestra promesa y cómo lo Bendecimos.
María se deja conducir dócilmente y los dos van a orar.
Dos meses después, se celebra el contrato de las bodas y el Pontífice sella el compromiso.
Los nuevos comprometidos esposos salen del Templo y José lleva a María a su casa de Nazareth. Sin levantar el sello de Dios; él, el casto; llevó su castidad hasta el heroísmo angélico, para custodiar el Arca Viva de Dios que ha recibido en tutela y que tendrá que devolver a Dios, pura como la recibió.
Cuando llegan a Nazareth…
Van en un carruaje, acompañados por toda la familia de José y el sacerdote Zacarías con su familia.
José señala con la fusta la casita que está en la falda de la colina y que tiene un extenso huerto y un pequeño olivar.
Y dice:
– Allá está tu casa, María.
Y cuando llegan al dintel, el carruaje se detiene y toda la comitiva de la familia de José les dan la bienvenida.
Ya tienen todo preparado para finalizar las bodas.María se quita el velo y el manto y José le muestra los arreglos que hizo a la casa, el huerto y el jardín.
Y dice:
– No hay manantial… Pero espero traer el agua para acá. Trabajaré en las tardes de verano, cuando venga a verte…
Alfeo pregunta muy extrañado:
– Pero ¡Cómo hermano!… ¿No vais a casaros ahora?
José responde:
– No. María quiere hilar telas, lo único que falta a todo el ajuar. Yo la apoyo. Es todavía muy joven y no importa si esperamos uno o dos años; mientras tanto Ella se acostumbra al hogar…
– ¡Claro! Siempre has sido un poco diferente a los demás y sigues siéndolo. Primero estabas decidido a no casarte y ahora…
No sé quién no tendría prisa por tener a una mujer en la flor de la primavera como lo está María y tú pones de por medio…
José sonríe y dice con elegancia:
– Alegría largamente esperada; alegría mucho mejor gozada…
Su hermano se encoge de hombros y pregunta:
– ¿Y entonces cuando pensáis celebrar las bodas?– Cuando María tenga dieciséis años. Después de la Fiesta de los Tabernáculos. Las tardes de invierno serán agradabilísimas para los nuevos esposos…
Y nuevamente sonríe mirando a María. Es una sonrisa delicada y de inteligencia mutua.
Luego continúa:
– En este cuarto grande que da al monte si te parece, aquí pondré mi taller cuando venga. Es junto a la casa, pero no dentro de ella.
Así no molestaré a nadie con mis ruidos. Pero María, si piensas de otro modo…
– No José. Está muy bien así.
Vuelven a entrar en la casa y prenden las lámparas.
José dice a todos sus parientes:
– María está cansada. Vámonos todos y dejémosla descansar.
Todos se despiden y José al último, después de hablar con Zacarías.
Dice a María:
– Tu primo te deja a Isabel por un tiempo. ¿Quieres? De mi parte sí. Para que te ayude a convertirte en una perfecta mujer de hogar.
Vendré por las tardes a acomodarte y a todo lo que tú necesites. Ella te podrá ayudar a comprar lana y todo lo que te haga falta. Yo pagaré todos los gastos. Acuérdate que prometiste recurrir a mí para cualquier cosa.
Adiós María. Duerme la primera noche en tu casa como dueña y señora. Y que el ángel del Señor te guarde. Que el Señor esté siempre contigo. Hasta pronto…
– Hasta pronto José. Qué también tú estés bajo las alas del Ángel de Dios. En lo que pueda te pagaré tu amor con el mío.
Y José se despide de los primos y se va, conversando alegremente con los suyos…
¿QUÉ ES UN ALMA VÍCTIMA?
EL VERDADERO CULTO A LA SANTÍSIMA TRINIDAD
En la Iglesia de la santa Cruz, que es el salón porticado en el jardín de la Puerta del Cielo, Pablo de Tarso está hablando a una multitud de cristianos, de todas las edades:
“Así pues hermanos míos, os ruego encarecidamente por la misericordia que Dios les ha manifestado, los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva. Ofreced vuestros cuerpos como una ostia o víctima viva, santa y agradable a Dios. Porque en esto consiste el Verdadero Culto.
No se dejen transformar por los criterios de este mundo, sino más bien renovad vuestros espíritus y dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cual es la Voluntad de Dios a fin de acertar que es lo bueno, lo más agradable, lo perfecto, que Dios quiere de vosotros.
SACRIFICIO VIVIENTE = CULTO VERDADERO.
Los sacrificios eran la base y la forma de la religión antigua. Todo se impetraba y todo se expiaba mediante sacrificios. Con el sacrificio se intentaba honrar a Dios o aplacarlo, agradecerle por una victoria o sanación.
Era la época del sacrificio material, porque no había otro rito, ni otro modo manifiesto, para honrar al eterno y conseguir su ayuda.
La Ley de los libros mosaicos, dice como las hostias de los sacrificios y las oblaciones de flor de harina, aceite, incienso, deben tener sal, pero no levadura, ni miel. Y deben ser tostadas y trituradas, antes de ser ofrecidas y siempre rociadas de aceite unidas al incienso.
La Ley también dice que de aquellos que pertenecían a la estirpe de Aarón, la estirpe sacerdotal; estaban excluidos del sacerdocio, los que tenían cualquier defecto físico o enfermedad incurable.
Cuerpo perfecto de construcción y de salud, debía ser el oficiante delante del Creador del hombre.
El Altísimo que había dado al hombre perfección de miembros, de sentidos, de sentimientos y para el Cual, el ver la enfermedad y la deformidad que eran el testimonio de la Rebelión del Hombre y del desprecio de Satanás a la obra más preciosa para Dios y por lo mismo también eran desprecio a Dios.
La Benignidad de Dios había indicado la forma de expiar los pecados. Todos menos uno: el Pecado Original. Éste solo podía ser lavado por una Víctima Perfecta y no existía en la Tierra. El hombre no había sido instruido por el Verbo Encarnado y faltaba la Víctima Santa para el Sacrificio Perpetuo y Perfecto.
Sintiendo la necesidad de adorar al Dios Verdadero, le hacía oferta de los dones que Él Mismo había dado al hombre. Recogía los animales y los frutos de la tierra y los consumía en el fuego para que realmente fueran sacrificados.
Pero ¿Eran Sacrificio Viviente? NO.
Eran sacrificios de animales y productos vegetales. Ya muertos los primeros y arrancados de la tierra que los nutría, los segundos.
No eran víctimas ‘vivas’ consumiéndose a sí mismas, para honrar a Dios. Y muy relativo era el sacrificio, aunque fuesen animales de mucho valor material.
En las religiones idolátricas Satanás enseñó a los hombres a adorarlo con sacrificios humanos.
Para el Dios Verdadero se le daba honor y reparación, con la inmolación de los animales que substituían sobre el altar, al verdadero Culpable. Sacrificio relativo e imperfecto.
Antes del Cristo Cordero, Inmolado para expiar las culpas humanas y aplacar la Ira Divina, nunca un hombre había sido sacrificado al Dios Verdadero, para darle honor y reparación perfecta.
Para que el espíritu del hombre fuese recreado en Gracia y reintegrado a su dignidad de hijo de Dios y coheredero del Cielo, para que la Justicia Divina fuera aplacada y el Mal Vencido, se necesitaba una Víctima Perfecta.
Una Víctima Única que siendo Dios como el Dios Ofendido, pagase de Dios a Dios, el rescate del Hombre, como Hombre Santísimo y expiase por el hombre pecador.
Sólo el Hombre-Dios podía aplacar a Dios y redimir al hombre, siendo Verdadero Dios y Verdadero Hombre.
Y EL VERBO SE HIZO CARNE.
Jesús se hizo Hombre y Jesús fue Inmolado. Pero su sacrificio no fue consumado sobre su carne muerta, sino en un Cuerpo Vivo, sobre el cual fueron arrojados todos los tormentos y expiadas todas las culpas, por las cuales el Inocente fuera gravado, para consumirlas todas.
SACRIFICIO TOTAL.
Del espíritu del Cristo, probado por el Abandono del Padre, para reparar la Culpa de Adán, culpable de haber abandonado a Dios y a su Ley.
Del Intelecto Perfecto del Hijo del Hombre, para redimir la soberbia de Adán. De la Carne Inocente del Cordero de Dios, para reparar la Lujuria de Adán.
Y para que el mundo siempre pecador, tuviese siempre una víctima perfecta, adelantó la Inmolación del Cristo y Pontífice Eterno, constituyendo el Sacrificio Perpetuo: el Eucarístico.
En el cual está todavía y siempre, Cristo en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Y es consumado y ofrecido en todos los altares de la Tierra…
SACRIFICIO PERPETUO Y SACRIFICIO VIVIENTE

“Oh Jesús Sacerdote, guarda a tus sacerdotes en el recinto de tu Corazón Sacratísimo, donde nadie pueda hacerles daño alguno; guarda puros sus labios, diariamente enrojecidos por tu Preciosísima Sangre. Entregamos en tus divinas manos a TODOS tus sacerdotes. Tú los conoces. Defiéndelos, Ayúdalos y SOSTENLOS, para que el Maligno no pueda tocarlos. Amén
El Nuevo Sacrificio de la Religión Perfecta.
Pero al sacrificio viviente que se consuma sobre los altares, el hombre debe unir su propio e individual sacrificio. Sacrificio que incluye la parte carnal, moral y espiritual.
Enfermedades, pobreza, trabajo extenuante, por la parte material.
Injusticias, calumnias, incomprensiones, por la parte moral.
Persecuciones por parte de los hombres o abandono de Dios para probar la fidelidad de su siervo, por la parte espiritual.
Y todavía más: fidelidad a la Ley conservando castos, justos y amorosos, los cuerpos, los pensamientos, los sentimientos y los espíritus.
Porque esto, más que los ritos exteriores, es lo que constituye el verdadero Culto A Dios.
No la forma solamente, sino la sustancia del Culto a Dios. Y la sustancia es dada del renovarse. La sustancia del culto a Dios es dada por un continuo, fatigoso y a veces muy doloroso ascenso hacia la perfección, para hacer la voluntad de Dios y poder llegar a ser santos y subir a la morada del Padre en la Eternidad.
Esta renovación, esta transformación, este ascenso a la Perfección, se hace con la voluntad humana unida al Espíritu del Hijo, dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo, de tal forma que con todos sus dones activos, se va haciendo todo lo que Dios propone hacer, en el modo como Dios lo propone, en la medida en que Dios lo señala.
Un continuo renovarse, espiritual y moralmente, para hacerse una humanidad nueva, alcanzando la Fusión Total con Dios, hasta poder decir: “A fin de vivir para Dios, estoy crucificado con Cristo. Y ahora no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí.”
La Palabra de Dios es levadura que hace fermentar la harina pura, la Harina de Hostias, para que esa harina con su perfección, sea levadura en la Gran Masa.
Cuando el ama de casa quiere hacer su pan, no toma la harina impura llena de salvado. Sino toma la harina más pura, la baña de agua y la pone a fermentar para que la levadura la levante y la convierta en un delicioso pan.
Es necesario que las hostias, en un espiritual sacrificio, vengan y se pongan a sí mismas sobre el Altar del Sacrificio.
Dios les pide expiación, reparación, perfección de Caridad, a las víctimas que son las columnas de la Iglesia que sostienen el Templo de Dios y que son las estrellas que señalan el Camino que termina en el Corazón de Cristo.
Soldados del Dios Verdadero. Atletas de la Religión Santa. Sacerdotes y víctimas del tiempo nuevo, que deben salarse con la sal de la voluntad heroica, la cual tuesta y cauteriza, pero fortifica las partes débiles. Ellas deben tostarse y triturarse en el Fuego de la Caridad y en la muela de la mortificación, para convertirse en Harina de Hostias.
‘Flor de Harina’ rociándose con la santa unción de las virtudes y olorosas por el abundante incienso de la Adoración, ofreciéndose, inmolándose, diciendo las perpetuas palabras de Cristo:
“Aquí estoy Padre, para hacer tu Voluntad y no la mía.”
La infamia de la Tierra es tanta, que sube con fuerza sacrílega hasta los Cielos con la fetidez del Infierno. Hay que purificar la Inmensa Catedral del Creador, para que Dios pueda todavía mirarla con Piedad que salva. Y es una bendición ser elegidos.
Es un privilegio de Dios, esta función de hostias, ‘redentores’, continuadores, completadores de la Pasión de Cristo.
Porque: LAS ALMAS-HOSTIAS-VICTIMAS, VIVEN LA CRUCIFIXIÓN TOTAL.
El alma que se ofrece a sí misma en una oblación perfecta y crucifica su voluntad, para hacer exclusivamente la Voluntad de Dios. Y decide amar lo que Dios Ama y hacer lo que Dios hizo:
VIVIR MURIENDO Y MORIR AMANDO.
Obedeciendo con una obediencia perfecta. IMITANDO A JESÚS EN TODO. Él Mismo personalmente, enseña a caminar paso a paso, siguiendo sus huellas ensangrentadas, por el Camino de la Cruz…
LA CRUCIFIXIÓN MORAL.
ES PRECISO MATAR EL ‘YO’ Y RENUNCIAR A TODO.
Se crucifican los afectos, aún los más legítimos y se abraza totalmente ‘la locura de la Cruz’. Se mata el respeto humano aceptando el desprecio del mundo.
Y deja de interesar la etiqueta que con burlas y escarnios, se debe soportar: ‘locos y endemoniados’.
Lo único que importa es lo que se es a los ojos de Dios. Y Él es el que, al cáliz de la amargura que el mundo hace tan cruel, le infunde su divina dulzura. Recordar al Maestro al que juzgaron igual, es el pensamiento que fortalece y ayuda.
El alma se vuelve profeta y apóstol y corre la misma suerte. El amor por su Dios le aporta: la PERSECUCIÓN.
LA CRUCIFIXIÓN FÍSICA
En enfermedades permitidas por Dios, el cuerpo se destruye en lenta agonía que sirve para expiación y redención.
Se crucifica la carne con todas sus apetencias y naturales inclinaciones. Se doblegan todos los instintos en una sumisión absoluta al espíritu. Con la ayuda de Jesús, que vive en el interior, el alma logra el total dominio y se obliga a vivir los mandamientos del Evangelio. La carne gime, pero el espíritu triunfa.
En una crucifixión auténtica, el cuerpo sufre los dolores físicos que sufrió Jesús, en la medida en que Él Mismo con ternura paternal, va imprimiendo su semejanza en el alma que ha sellado como suya y conforme el alma lo va soportando…
Y su semejanza de ‘Redentor’ va siendo grabada con divina precisión.
Las manos y los pies duelen y los clavos se sienten; al igual que las espinas y los azotes de la flagelación. Hay un dolor soportable, junto con un gozo muy intenso.
Cuando se ha avanzado tanto que Jesús deja que se experimente su dolorosísima agonía, la Misericordia Divina ayuda a nuestra debilidad y hace que sea posible amar el Dolor y el Sufrimiento.
En casos excepcionales, esta crucifixión sale al exterior y los estigmas se vuelven visibles.
Por lo general, las almas víctimas no quieren que nadie sepa su secreto y pasan inadvertidas en medio del mundo, llevando silenciosamente su martirio interior.
Las almas hostias mueren sobre la Cruz, con el martirio del Amor Total.
A esta crucifixión completa contribuyen:
LOS HOMBRES.
Que dominados por el mundo no pueden comprender al que vive estas realidades espirituales.
La incomprensión y la soledad se vuelven compañeras inseparables del alma- víctima.
Lo único que la sostiene y la compensa de todas sus amarguras: es Dios y su amor.
SATANAS.
Que en una permisión divina, fustiga con todo su odio y su furia al que se ha convertido en su mortal enemigo.
En esta batalla, Satanás utiliza a los hombres dominados por él y los convierte en flagelos humanos.
El hombre es el más cruel enemigo del hombre. Y los primeros enemigos son los propios familiares, las batallas de las víctimas se desarrollan entre el Paraíso y el Infierno.
El alma se debate en un mar que le lleva oleadas de dolor, de amargura, de angustia, en la oscuridad y la incertidumbre. De las que solo es rescatada, por la Infinita Bondad de Dios, que vuelve a llenarla de paz y alegría. Con sus lágrimas y oraciones obtienen gracias de Dios y Él las conforta para que esperen más bendiciones.
Es la Hora de Satanás. Y las víctimas llevan al culmen su sacrificio hasta el tormento de la Hora Nona. Y si es necesario derraman también su sangre en un martirio cruento. Y permanecen fieles en aquel océano de desolación.
Y dicen junto con Él:
¡Dios mío!… ¡Dios mío!… Llenando de plegarias el Cielo, hasta que el Padre Celestial sienta fundirse en Piedad su Indignación y su Justicia sea aplacada. Una vez más.
Los pecadores muertos a la Gracia no son felices. Parece que lo sean, pero no es así. Y aunque los momentos de ebriedad por los placeres, no los dejan comprender su estado; no faltan nunca las horas en las que un reclamo de la vida, les hace sentir su condición de separados de Dios.
Y es entonces la Desolación. Aquella tortura que Dios hace gustar a sus predilectos, para que sean como su Verbo: ‘salvadores’
En la hora crucial, el tormento de los tormentos: LA AUSENCIA DE DIOS.
Dios prepara a su atleta espiritual y en cierta manera lo prueba contra Sí Mismo.
El alma prueba su fidelidad en lo que pareciera el Abandono del que es su propia vida. ¡El Abandono de Dios! ES EL HORROR MÁS GRANDE DE LA MUERTE.
Y si es horrorosa para aquellos para quienes es únicamente ‘prueba’, es demoledor para las almas víctimas, para las que se convierte en una desgarradora realidad.
Porque ellas deben abrevar este cáliz, para perpetuar la Obra Redentora y salvar a los hombres que perecen en la desesperación.
Cuando esto sucede, Satanás ataca con peor ferocidad y atroz tormento. El alma libra un mortal combate en el que habrá un solo vencedor. El Espíritu Santo es la única y suficiente Fuerza que sostiene la voluntad para que sobrevenga la victoria.
Y el dolor es compensado con las gracias sobrenaturales, con las cuales Dios consuela a su amada. El alma de las víctimas que perseveran, jamás se pierde.
Son los verdaderos adoradores en espíritu y en verdad. Son las esposas-reinas del Esposo-Rey. Las que conocen sus secretos y guardan una intimidad y una unión tan completa, que el Amado les imprime su Imagen en una semejanza perfecta.
Y el alma sabe que Dios está encima de ella, Invisible pero Presente. Está protegida, por más que se crea sola, cuando le tocan las desolaciones. El amor nunca falta sobre las agonías y los sacrificios, de quienes trabajan por la Gloria de Dios y la Redención de las almas.
EL CRISTIANO VERDADERO, SIEMPRE ES UN ALMA VICTIMA.
Todos los cristiano auténticos, son hostias-vivientes.
Liberados de la esclavitud del pecado; sostenidos por la Gracia, ya no deben conocer la muerte del espíritu, si voluntariamente no se hacen siervos de la Culpa.
Y Dios le ha dado alas a los espíritus liberándolos de las cadenas para que volasen muy alto al encuentro de Aquel que siguieron conquistados por Jesucristo y por su Doctrina.
Los predestinados a la Gloria son los que no permanecieron sordos a su llamada, ni se detuvieron para seguirlo. Y con heroísmo emprendieron el camino de la perfección.
No desfallecieron o desconsolaron, ni cuando el amor de predilección del Señor, fue una secuela de pruebas y de penas. Y no se creyeron menos amados por ello. Al contrario, supieron convertir las aparentes derrotas, en aplastantes victorias…
Pablo calla…
Un gran silencio se extiende por todo el lugar.
Todos los cristianos meditan en sus palabras. Y se podría oír el zumbido de una mosca.
De pronto, Pablo siente un ligero tirón a su túnica por detrás y voltea.
Hay dos niños y los reconoce: son Cástulo y Fabio.
Pablo se inclina y mira de cerca la hermosa carita llena de inocencia y gravedad.
Los grandes ojos azules de uno y castaños del otro. Los cabellos rizados y oscuros.
Y la túnica blanca con una franja roja en los bordes.
Los dos niños están tomados de la mano. Tienen alrededor de seis años.
Los grandes y hermosos ojos azules de Cástulo parecen hacerse más grandes cuando miran a Pablo con mucha seriedad y con su vocecilla infantil, pregunta:
– ¿Eso que dijiste es solo para los grandes?
Pablo parece reflexionar y responde con gravedad como si estuviera con un adulto:
– No. Pero ¿Has comprendido de lo que hablé?
– Sí. –Resuena la vocecita decidida- Fabio y yo queremos ser hostias.
– Veamos… ¿Qué entendiste de lo que dije?
– Que Dios me quiere tanto, que quiso morir por mí. Y que si yo lo amo a Él, también debo morir por Él.
Que no tengo por qué preocuparme, porque Satanás estará muy enojado… Pero si me hace la guerra le va a ir muy mal, porque Dios me protegerá siempre y me va a llevar al Cielo.
– Es un compromiso muy serio. ¿Comprendes que si lo haces, Dios te lo tomará y tú deberás cumplir?
Cástulo parece elevarse y dice muy firme:
– Sí.
Fabio confirma a su vez:
– Yo quiero ser hostia.
Cástulo insiste:
– Yo amo a Jesús y quiero ser hostia. ¿Dime cómo lo hago?
– Pues, deberán decírselo a Jesús… Vamos a orar.
Y Pablo se arrodilla frente a la Cruz, junto con los dos niños que oran en voz alta…
Y cada uno hace su ofrenda viviente…
En todas las caras se dibuja una sonrisa.
Cástulo resumió en unas cuantas frases, la enseñanza de ese día.
Y todos recordaron porqué Jesús ama tanto a los niños.
Diana también recordó su propia ofrenda cuando era niña…
Con aquellos ejemplos ¿Quién puede mostrarse cobarde?
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
70.- LAS PEQUEÑAS HOSTIAS
Los mártires saludan y se despiden de los que se quedan…
Gael, un jovencito se arrodilla para recibir la bendición de Mía, su madre.
Después ella le dice con un suspiro:
– Bendito tú que ascenderás con la corona del doble martirio… Bendíceme ahora tú a mí….
Gael se toca una de las heridas producidas por el zarpazo de un tigre y con su sangre hace lo mismo que Emma, una niña como de diez años que con su sangre como si fuera un crisma, marca una crucecita en la frente de Jennifer, su madre. A la que deja para marchar alegremente a la hoguera.
Nathan, abraza a los dos compañeros de armas.
Y les dice:
– Alegraos conmigo, voy a la conquista de un Reino eterno… Ojalá decidierais uniros a mí en la Fe y conozcáis la verdadera dicha de morir amando.
Jeffrey un anciano, besa a su hija moribunda y se aleja decidido.
Todos antes de salir obtienen la bendición del sacerdote Jonathan.
Los pasos que van a la muerte se alejan por el corredor…
Los que han sido comisionados para escoltar a los prisioneros, preguntan a los dos soldados:
– ¿Os quedáis aquí vosotros?
Ellos contestan:
– Sí.
– Nos quedamos.
– ¿Por qué? Es… peligroso.
– Esta gente corrompe a los ciudadanos fieles.
Ambos soldados se encogen de hombros.
Y los intendentes se van, al mismo tiempo que penetran los fosores con sus camillas para llevar afuera a los muertos.
Se produce un poco de confusión, porque junto con los fosores han entrado también los parientes de los muertos y los moribundos, produciéndose lágrimas y adioses que se cruzan unos y otros.
Los dos soldados aprovechan esta circunstancia para decirle a un niño:
– ¿Cómo te llamas?
– Kevin.
– Fíngete muerto y te pondremos a salvo.
Kevin los mira con una infantil severidad…
Y les dice:
– ¿Traicionaríais vosotros al emperador poniéndoos a salvo mientras él puso su confianza en vosotros para su gloria?
Los dos militares contestan al mismo tiempo:
– ¡Niño!…
– ¡Ciertamente que no!
– Pues tampoco traiciono yo a mi Dios, que murió por mí en la Cruz.
Los dos soldados se miran verdaderamente estupefactos…
Y se preguntan:
– ¿Pero quién les infunde tanta fortaleza?
Y después, con el codo apoyado en la pared para sostenerse la cabeza, continúan observando meditabundos…
Regresan los intendentes con esclavos y camillas…
Uno comenta:
– Aún son pocos para la hoguera. A ver…
El otro levanta la voz y pregunta:
– ¿Quienes son los menos heridos que puedan sentarse?
¡Los menos heridos!…
Quién más, quién menos, todos están agonizando y ya no pueden sentarse…
Pero las voces suplican:
– ¡Yo!
– ¡Yo!
– ¡Yo! Con tal de que me llevéis…
Escogen otros once…
Louanne, una joven que fue triturada por la boa, suspira:
– ¡Dichosos de vosotros!
Samantha, otra que agoniza después del ataque de una pantera y ve alejarse a otra que estaba junto a ella y con la que una leona solo jugó…
Haciendo un esfuerzo le dice fuerte:
– ¡Ruega por mí, Rosalía!
Marlon, un jovencito que fue destrozado por un leopardo y ve que suben a la camilla a otro que perdió brazos y piernas entre las mandíbulas de un tigre y…
Con amor le dice:
– ¡Adiós, Christopher!
Jerónimo dice, besando a Matilda:
– ¡Madre, acuérdate de mí!
– ¡Nos encontraremos en el Cielo!
Y corre jubiloso hacia la salida.
Mariana se despide de Lorenzo, un joven que agoniza por el ataque de un león:
– ¡Hijo mío, cuando estés en el Cielo, llama pronto a mi alma!
Carolina le dice a Ian:
– ¡Esposo mío, que la muerte te sea dulce!…
Y sale feliz al encuentro con el fuego…
Se entrecruzan los saludos y las despedidas.
Y los intendentes se llevan las camillas…
El sacerdote Jonathan, que se encuentra lívido y a punto de morir, hace acopio de todas sus fuerzas para decir:
– Sostengamos a los mártires con nuestra plegaria y ofrezcamos el doble dolor de los miembros y del corazón que se ve excluido del martirio, por ellos. Pater Noster…
Apenas ha concluido la Oración sublime, cuando llega Mauricio corriendo jadeante…
Y al ver a los dos soldados se para en seco y contiene el grito que ya estaba a punto de salir de sus labios.
Los dos legionarios le dicen:
– Puedes hablar, hombre; que no te traicionaremos.
– Nosotros, soldados de Roma, pretendemos ser soldados de Cristo.
Jonathan exclama:
– La sangre de los mártires fecunda la gleba.
Y dirigiéndose a Mauricio, le pregunta:
– ¿Traes los Misterios?
Mauricio responde:
– Sí. He podido dárselos a los otros, momentos antes de que se los lleven a la hoguera. ¡Helos aquí!
Los soldados contemplan admirados la bolsa púrpura que el otro extrae de su seno.
Jonathan grita:
– ¡Soldados! Vosotros que os preguntáis dónde encontramos la fortaleza: ¡Aquí la tenéis!
¡Éste es el Pan de los fuertes! ¡Éste es el Dios que entra a vivir en nosotros! Este…
Lo interrumpe el grito de Grace, anhelante ante los espasmos del ahogo final:
– ¡Pronto! ¡Pronto, padre que me muero!… Dame a Jesús… Y moriré feliz…
Jonathan se apresura a partir el Pan para dárselo a la jovencita, que después de recibirlo se recoge quieta, cerrando los ojos.
Fabio suplica:
– A mí también… Y después llamad a los criados del Circo. Yo quiero morir en la hoguera... –borbollea un niño como de seis años, que tiene la espalda lacerada y rasgada la mejilla desde la sien hasta el cuello que sangra abundantemente…
Jonathan pregunta:
– ¿Puedes tragar?
– ¡Puedo! ¡Puedo!… No me he movido, ni hablado para no morir… Antes de recibir la Eucaristía. La esperaba… Ahora…
El sacerdote le da una miguita del Pan Consagrado, que el niño trata de tragar sin conseguirlo…
Uno de los soldados se inclina compasivo y le sostiene la cabeza.
Mientras el otro, habiendo encontrado en un rincón un ánfora que contiene todavía un poco de agua, procura ayudarlo a tragar, instilándole el agua en los labios, gota a gota.
Mientras tanto Jonathan parte las Especies que distribuye a los que tiene cerca y después, les suplica a los soldados que lo transporten para distribuir la Eucaristía a los moribundos…
Ellos le llevan con mucho cuidado con todos los que están esperando ansiosos la Eucaristía y observan asombrados, la transformacion en aquellos rostros sufrientes, que se llenan de alegría y de una gran Paz.
Pues reciben las Especies con mucha Reverencia y Adoración. ¡Y esto sucede con todos los mártires, sin excepción!
Por último, el heroíco sacerdote hace que le vuelvan a poner en el lugar donde estaba…
Y con mucho amor y agradecimiento les dice:
– Que nuestro Señor Jesucristo os recompense por vuestra piedad.
El pequeño Fabio que se esforzaba por tragar las Especies, sufre un ahogo y se agita…
Uno de los soldados lo toma compadecido entre sus brazos.
Más al hacerlo, un borbotón de sangre, brota de la herida del cuello, bañándole la lóriga reluciente.
– ¡Mamá! ¡El Cielo! Señor… Jesús… –el cuerpecito se abandona y el niño expira.
Los soldados exclaman:
– ¡Ha muerto!
– ¡Y sonríe!…
– ¡Paz al pequeño Fabio! –dice Jonathan, que va palideciendo siempre más.
– ¡Paz! –suspiran los moribundos.
Los dos soldados hablan entre sí…
Después, uno de ellos dice:
– Sacerdote del Dios Verdadero, termina tu vida admitiéndonos en tu milicia.
Jonathan responde fatigosamente:
– No en la mía… sino en la de Jesucristo… Más… no es posible… porque antes… hay que ser… catecúmenos.
Ellos objetan:
– No. Porque sabemos que en caso de muerte, se puede administrar el Bautismo.
El anciano jadea:
– Vosotros… estáis… sanos…
Los dos replican:
– Nosotros estamos a punto de morir, porque… Con un Dios como el vuestro, que os hace santos.
– ¿A qué continuar sirviendo a un hombre corrompido?… Nosotros queremos la gloria de Dios. Bautízanos.
– Yo soy Fabio como el pequeño mártir y mi compañero es Nathan, como nuestro glorioso compañero de armas…
Y enseguida volaremos a la hoguera. ¿Qué valor puede tener la vida del Mundo, una vez que hemos comprendido vuestra vida?
El sacerdote suspira y dice:
– Ya no hay agua… ni líquido alguno… – Jonathan se queda quieto y pensativo, como si oyera una voz interior.
Y luego, formando un hueco con su mano trémula, recoge la sangre que gotea de su atroz herida y ordena:
– ¡Arrodillaos!… Fabio, yo te bautizo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Nathan, yo te bautizo, en el Nombre del Padre. Del Hijo y del Espíritu Santo… El Señor esté con vosotros… Para la Vida… Eterna… Amén…
Al decir estas palabras… los ha aspergeado con su sangre.
Cuando la Oración termina, el sacerdote también ha terminado su misión de sufrimiento y su vida… Ha muerto.
Los dos soldados lo contemplan…
Luego observan por algún tiempo a los que van muriendo lentamente…
Serenos y sonrientes en medio de su agonía. Arrebatados por el éxtasis Eucarístico.
Luego Nathan el mayor, dice al otro:
– Vamos Fabio… ¡No esperemos ni un momento más!
Nathan contesta radiante:
– ¡Con tales ejemplos, es segura la Vida! ¡Vamos a morir por Cristo!
Y marchan veloces por el corredor, al encuentro del martirio y de la gloria.
Cuando llegan a donde están los otros cristianos reunidos para ser conducidos a la hoguera…
También ellos reciben de manos del diácono Máximo, el Pan de los ángeles y experimentan por primera vez, la sensación sublime de tener a Dios dentro de sí.
Nathan oye la confesión de Fe de sus antiguos camaradas y su sonrisa se vuelve más radiante al exclamar:
– ¡Alabado sea Jesucristo! Los tres vamos a pelear el Combate Final…
En la estancia que acaban de abandonar, los gemidos se van haciendo cada vez más tenues y escasos…
En el circo, todos los espectadores guardan silencio y escuchan atentos porque Nerón está cantando su Troyada…
Simultáneamente, en otro vasto salón en los subterráneos del Circo, donde la luz entra a duras penas por dos pequeñas aberturas al nivel del suelo y que sirven para que también entre el aire.
Están los prisioneros cristianos que han traído de las cárceles para completar el espectáculo.
Son personas de todas las edades y condiciones sociales. El lenguaje es pronunciado con variación de estilos, según sean patricios o esclavos. Y mezclado al latín vulgar, se oye el griego, español, tracio, etc.
Pero si diferentes son los trajes y los acentos; los espíritus son iguales y están unidos por la Caridad.
Ellos se aman sin distinción de raza o de nación. Se aman y buscan servir y ser de ayuda, unos para otros.
Los patricios de ricos vestidos, cuidan de los pobres, vestidos humildemente. Los más fuertes ceden los puestos más secos o menos incómodos, a los más débiles.
Y los abrigan con sus vestidos y togas, permaneciendo ellos con la túnica corta que cubre el pudor.
Usan togas y mantos para hacer con ellos colchones, almohadas o para cubrir a los enfermos que tiemblan por la fiebre. O están heridos por las torturas.
Los más sanos cuidan a los más enfermos, dándoles de beber con amor un poco de agua o vendando las heridas con pedazos de tela arrancados a sus vestidos… Curando los miembros dislocados y lacerados. Mojando las frentes, ardientes por la fiebre.
Y de vez en cuando, entonan en un canto suave: el Pater Noster y los salmos que hablan de amor y de esperanza…
Un niño gime en la semioscuridad y el canto se suspende…
Dimitry pregunta:
– ¿Quién llora?
Stanislao, contesta:
– Es Cástulo. La fiebre y la quemadura no lo dejan descansar. Tiene sed y no puede beber, porque el agua lastima sus labios quemados por el fuego.
Georgiana, una patricia de aspecto imponente y voz suave, dice:
– Aquí hay una madre que ya no puede darle la leche a su pequeño.
El sacerdote Pawel ordena:
– Lleven a Cástulo con Plautina.
Se levanta Stefan, un fornido hombre moreno y lleva con gran cuidado entre los brazos al niño de siete años, que está vestido con una tuniquita recamada de finas grecas, sucia y manchada de sangre.
Plautina se sienta en una piedra adosada a la muralla, que el anciano Matthew le cede…
Y se acomoda de tal forma que el niño pueda estar cómodo en sus brazos.
Luego dice al portador del pequeño mártir:
– Dámelo Stefan. Y que Dios te lo recompense.
Cuando Stefan lo deposita con mucho cuidado, queda al descubierto el rostro totalmente quemado del pobre niño martirizado.
Cástulo es el hermoso chicuelo que consolara a Marco Aurelio en el Tullianum y después que lo suspendieran sobre las parrillas en el Circo, ahora se ve monstruoso…
Sólo unos pocos cabellos quedan detrás de la cabeza. Adelante, la piel ha desaparecido por el fuego. No más frente, ni mejillas, ni nariz. Toda la carne es una viva tumefacción. Parece como si la hubiera corroído un ácido.
En el lugar de los ojos están dos llagas horripilantes y los labios son otra llaga que forma un agujero deforme. Este es el resultado de haberlo tenido inclinado sobre las llamas, únicamente con el rostro; porque la quemadura termina bajo el mentón…
Plautina se abre la túnica y hablando con el amor de una verdadera madre, se exprime su redonda mama llena de leche y hace destilar las gotas sobre los labios del pequeño que no puede sonreír, pero que le acaricia la mano para mostrarle su alivio.
Y luego, después de haberlo saciado; hace caer más leche sobre el pobrecito rostro, para medicarlo como si fuera un bálsamo. Es sangre de madre convertida en alimento y que da el amor por otra, que ha perdido a su hijo…
Plautina los ha perdido a todos… sus siete hijos y su esposo murieron martirizados en la arena, prácticamente repartidos en todas las formas de suplicio. A ella no la tocaron las fieras, porque ya se habían hartado…
El niño no gime más. Refrescado, calmado su sufrimiento y arrullado por la mujer, se adormece respirando afanosamente.
Plautina parece una madre dolorosa, tanto por la postura, como por la expresión. Mira al pequeño como si fuese verdaderamente su criatura y las lágrimas ruedan por sus mejillas.
Gira la cabeza hacia atrás, para impedir que caigan sobre aquella carita que está totalmente quemada.
El canto se reanuda, dulce y melancólico…
Killian, otro sacerdote; interrumpe en el fondo de aquel lugar…
Y con voz sonora dice:
– Nos acaban de avisar que Fabio ha muerto. Oremos…
Todos dicen el ‘Pater Noster’…
Cuando terminan; el anciano Joao exclama:
– ¡Fabio es feliz! Él ya ve a Cristo…
Antonio le contesta:
– Nosotros también lo veremos Joao e iremos a Él con la doble corona: la de la Fe y la del martirio. Seremos como renacidos sin sombra de mancha, porque los pecados de nuestra vida pasada serán lavados también con nuestra sangre.
Pecamos mucho, nosotros que fuimos paganos por largos años. Y es muy grande que a nosotros venga el júbilo del martirio, para hacernos nuevos y dignos del Reino.
Otra voz muy conocida, retumba:
– ¡Paz a vosotros, hermanos!
Muchas voces contestan:
– ¡Pablo! ¡Pablo! ¡Bendito seas!
Mucho movimiento sobreviene entre la multitud. Sólo Plautina se queda inmóvil, con su preciosa carga sobre su regazo.
– ¡Paz a vosotros! –repite el apóstol.
Y se mete hasta el centro…
Luego dice:
– He venido a vosotros con Artyom y Alexander, para traerles la Vida.
Hugo pregunta:
– ¿Y el Pontífice?
Pablo contesta:
– Él les manda su saludo y su bendición. Está vivo por ahora… él quería venir; pero Joaquín, William y Amine, nos avisaron que lo están buscando y es conocido por los guardias. Por eso vengo yo, que soy menos notorio y ciudadano romano.
A él debemos protegerlo en las Catacumbas. Hermanos, ¿Qué nuevas me tenéis?
Adam contesta:
– Fabio ha muerto.
Noha agrega.
– Cástulo ha sufrido el primer martirio.
Sienna dice:
– Jade ha sido conducida a la tortura.
Johanna informa:
– A Franco y a Aidan los han transportado con Lars y sus hijos… No sabemos a dónde…
Pablo responde:
– Oremos por ellos. Vivos o muertos, que Cristo dé a todos su paz…
Y Pablo, con los brazos abiertos en Cruz, ora. Está vestido como un siervo, con una vestidura corta, oscura y con un pequeño manto con capucha, que para orar, se ha echado para atrás.
A su espalda están Artyom y Alexander, vestidos como él. Son muy jóvenes.
Terminada la Oración, Pablo dice:
– ¿Dónde está Cástulo?
Noha responde:
– En el regazo de Plautina, allá en el fondo.
Pablo aparta a la multitud y se acerca al grupo. Se inclina y observa… Bendice al niño y a la mujer.
El niño despertó con los gritos que saludaron al Apóstol y levanta una manita, buscando tocar a Pablo, el cual la toma entre las suyas y le habla con dulzura:
– Cástulo ¿Me escuchas?
El niño responde con fatiga:
– Sí.
– Sé, fuerte, Cástulo. Jesús está contigo.
Cástulo se lamenta:
– ¡Oh! ¿Por qué no me lo habéis dado? ¡Ahora ya no puedo más! –y una lágrima brota entre aquellas llagas.
Pablo lo consuela:
– No llores, Cástulo. ¿Puedes ingerir aunque solo sea un pedacito? ¿Sí?… ¡Bien! Te daré el Cuerpo del Señor.
Después iré con tu mamá a decirle que Cástulo es una flor del Cielo. ¿Qué debo decir de tu parte a tu mamá?
– Que soy feliz. Que he encontrado una mamá que me da su leche. Que los ojos ya no hacen más mal. ¿No es mentira decirlo, verdad? Es para consolar a la mamá. Y porque yo estoy viendo el Paraíso y el lugar suyo y el mío, mejor que si tuviera los ojos todavía vivos.
Dile que el fuego no hace daño, cuando los ángeles están con nosotros. Y que no tenga miedo, ni por ella ni por mí. El Salvador le dará fuerza. ¡Jesús es tan Bueno!
– ¡Bravo, Cástulo! Le diré a tu mamá tus palabras. Dios ayuda siempre. ¡Oh, hermanos! ¡Y lo veis!
Este es un niño. Tiene la edad en que no se puede soportar un pequeño malestar. Y vosotros lo veis y lo habéis escuchado. Él está en Paz. Él está dispuesto a sufrirlo todo, aún después de haber padecido tanto, para ir hacia Aquel que él ama y que lo ama.
Porque es uno de aquellos que Él amaba: un niño…
Y éste es un héroe de la Fe. Tomen el coraje de este pequeño, hermanos. Ustedes saben que yo me hago pasar junto con éstos como sepulturero, para poder recoger cuantos más cuerpos podamos y depositarlos en suelo santo.
Por eso vivo junto a los tribunales y veo cómo viven los presos en el Circo y observo todo. Y me consuelo al pensar que yo también en mi hora, cuando Dios la reclame, seré por Él sostenido, como los santos que nos han precedido.
Hoy regresé de llevar al cementerio a Fátima, hija de Florián y de Valeria. No tenía más que catorce años y ustedes saben que estaba débil de salud. Con todo, ayer fue una gigante frente a los tiranos. El despecho de Nerón la torturó de muchas formas: lanzada, suspendida, estirada, desgarrada. Y siempre sanaba por Obra de Dios y siempre resistió a todas las amenazas.
Ahora ella está en la Paz. ¡Valor hermanos! También a ella la nutrí con el Pan Celestial. Y con el sabor de aquel Pan, ella caminó a su último martirio. Ahora os daré también a vosotros aquel Pan, para que sea día de fiesta sobrenatural para vosotros. El Circo os espera…
¡Y NO TEMÁIS! En las fieras y en las serpientes ustedes verán apariencias paradisíacas, porque Dios cumplirá para vosotros este milagro. Las fauces y las roscas les parecerán abrazos de amor. Las llamas, rocío matinal. Los rugidos y los silbidos serán voces celestiales…
Y como Cástulo, veréis el Paraíso, que ya desciende para recogerlos en su felicidad.
Todos los cristianos menos Plautina, se han arrodillado y cantan…
Mientras ellos cantan, han entrado también unos soldados romanos y los carceleros que al mismo tiempo que participan, montan guardia para que no entren personas enemigas.
Y el canto se eleva, dulce y armonioso:
Como anhela la cierva
Estar junto al arroyo
Así mi alma desea, señor Jesús
Estar contigo.
Sediento estoy de Dios
Del Dios que me da la Vida
¿Cuándo iré a contemplar
El Rostro de mi Señor?
Lágrimas son mi pan
Noche y día
Cuando oigo que me dicen:
¿Dónde quedó tu Dios?
Yo me acuerdo y mi alma
Dentro de mí, se muere
Por ir hasta tu Templo
A tu casa, mi Señor y Dios.
¿Qué te abate alma mía?
¿Por qué gimes en mí?
Pon tu confianza en Dios, que aún le cantaré
A Jesús. A mi Dios Salvador.
Pablo se prepara para el Rito y dice a Cástulo:
– Tú serás nuestro altar ¿Puedes detener el cáliz sobre tu pecho?
– Sí.
Extiende un lino sobre el cuerpecito del niño y sobre el lino apoya el cáliz y el pan. Y la Misa es celebrada para los mártires, por Pablo y los dos sacerdotes que lo acompañan.
El lino palpita sobre el pecho de Cástulo, el cual por orden de Pablo, tiene entre sus dedos la base del cáliz, para que no se caiga…
Cuando Pablo hace la consagración, un temblor de sonrisa se dibuja sobre el rostro llagado del pequeñín y después la cabeza cae con una pesadez de muerte.
Plautina se estremece pero se domina…
Pablo prosigue como si no notase nada. Pero cuando toma la hostia para darle al pequeño mártir, un fragmento…
Plautina le dice:
– Está muerto.
Pablo se paraliza por un momento y luego le da a ella, el fragmento destinado al niño que ha permanecido con los deditos cerrados alrededor de la base del cáliz, en la última contracción.
Y ellos le tienen que desprender para poder tomar el cáliz y darlo a los demás.
Después de distribuida la Comunión, la Misa termina.
Pablo se despoja de los vestidos y pone todo lo que ocupó en la Misa, en una bolsa que lleva bajo el manto.
Después declara:
– Paz al mártir de Cristo. Paz a Cástulo santo.
Y todos responden:
– Paz.
Pablo dice:
– Ahora lo llevaré a otro lugar. Denme un manto para envolverlo. Lo llevaré sin esperar la noche. Al anochecer vendremos por Fabio.
Las pequeñas hostias que se consagraron juntas, han partido juntos al cielo también… Pero a éste lo llevaré como a un niño dormido. Adormecido en el Señor.
Jack, uno de los soldados da su clámide y allí depositan a Cástulo.
Lo envuelven y Pablo lo toma en brazos, como si fuera un padre que lleva a otro lugar a su hijito dormido… Con la cabeza sobre la espalda paterna.
Pablo se despide:
– Hermanos, la Paz sea con vosotros y acuérdense de mí, cuando estéis en el Reino…
Y se va bendiciendo…
Un poco después, llegan los intendentes del Circo, para llevarlos a completar el espectáculo de aquella noche en que a los ojos del mundo, es el triunfo de la Hora de las Tinieblas…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
68.- EL SEGUNDO MARTIRIO…
El anciano Jonathan desventrado ha hablado con una voz tan fuerte, tan segura y resonante, que un sano no lo haría así.
Y ha trasfundido a todos, su espíritu heroico; de tal suerte que un cántico dulce, se eleva de aquellas criaturas destrozadas…
En Jesús puse toda mi esperanza
Él se inclinó hacia mí
Y escuchó mi clamor
Y me sostuvo con su Amor.
Yo te amo, Señor Jesús, mi fuerza
El Señor es mi Roca, mi fortaleza
Y mi Libertador. ¡Oh, Dios! ¡Roca en que me refugio!
Mi Escudo, mi Fuerza y mi Salvación.
Invoqué al Señor, tan digno de alabanza
Y me salvó de mis enemigos.
La muerte me asechaba,
Los tormentos de Belial me asustaban,
Los lazos del lugar oscuro me rodeaban
Y delante de mí, prepararon trampas mortales.
En mi angustia clamé al Señor Jesús
Invoqué a mi Dios y desde su Templo oyó mi voz
Llegó mi clamor a sus oídos.
Venceré, porque Él está conmigo
Venceré, porque Jesús conmigo está.
Venceré, vencerás, venceremos
En el Nombre Santísimo de Dios…
Una voz interrumpe el canto, al preguntar desde el corredor:
– ¿Dónde está mi mujer?
Clhoe le contesta con júbilo:
– ¡Fernando! ¡Esposo mío! ¡El niño está vivo! Te lo he salvado. Has llegado a tiempo, porque yo muero.
¡Toma a nuestro pequeño Bryan!
El hombre se adelanta, se inclina, abraza a su esposa moribunda…
Recibe al niño de la mano temblorosa que se lo da y sus dos bocas que tan santamente se amaron, se unen por última vez en el beso conjunto, que estampan sobre la cabecita del inocente.
Con un último esfuerzo exclama:
– Jonathan, bendíceme… muero…
Tal pareciera que la esposa hubiera detenido a propósito la vida, hasta la llegada del esposo. Ahora se deja caer con un estertor, entre los brazos del marido, al cual susurra:
– Vete, vete… por el niño… A Laur… -la muerte trunca la palabra.
Jonathan dice:
– Paz para Chloe.
Todos responden:
– Paz.
El marido contempla a sus pies:
Desangrada y desgarrada a la que fuera su mujer… Una joven hermosa y delicada.
Las lágrimas que se desprenden de sus ojos, caen sobre el rostro de la muerta…
Y con voz temblorosa y llena de amor, se despide:
– ¡Acuérdate de mí, fiel esposa mía!…
Y dirigiéndose a su anciano suegro, le dice:
– Paúl, la llevaré a la viña de Álvaro. Enrique y Rodrigo están aquí afuera con la camilla…
Paúl pregunta:
– ¿Os dejan pasar?
Fernando responde:
– Sí. El que aún tenga parientes entre los que están vivos, podrá recibir sepultura…
– ¿Con dinero?
– Y también sin él. Todo el que quiere puede venir a recoger a los muertos y a saludar a los que están vivos.
Con esto esperan que a la vista de los mártires, amedrentar a los que aún estamos libres, persuadiéndolos a no hacerse cristianos y que con nuestras palabras… Os ablanden a vosotros.
El que no tenga parientes irá a parar al Carnario. Con todo, nuestros diáconos buscarán por la noche los restos…
Axel pregunta:
– ¿Se está preparando acaso el nuevo martirio?
Fernando contesta:
– Sí. Para esto dejan pasar a los parientes. Y por esto también, hay que sepultar a los mártires por la noche. Ellos serán el objeto del espectáculo…
James, un joven poco herido, pregunta:
– ¿Así tan tarde? ¿Qué espectáculo puede haber por la noche?
Madeleine pregunta sorprendida:
– Sí. ¿Qué espectáculo?
Y Rowena, una mujer joven a quién un tigre le arrancó el brazo izquierdo, exclama:
– ¡La hoguera! … ¡Oh!…
La fuerte voz de Jonathan responde:
– Para los que esperan en el Señor, las llamas serán como el rocío dulce de la aurora. Recordad a los mancebos de los que habla Daniel.
Ellos pasearon cantando entre las llamas. ¡La llama es hermosa! ¡Purifica! ¡Y viste de luz!
Nada de inmundas fieras, de lúbricas serpientes, ni de miradas impúdicas a los cuerpos de las vírgenes.
¡Las llamas! Si algo de culpa queda aún en nosotros, que la llama de la hoguera venga a ser como el Fuego del Purgatorio…
Y varios cristianos confirman:
– ¡Oh! Podremos…
– Sí. Un breve purgatorio y después revestidos de Luz, vayamos a Dios. A Dios que es Luz, iremos nosotros.
Fortaleced vuestros corazones que querían ser luz para el mundo pagano…
– ¿Lo lograremos?…
– Que el fuego de las hogueras llegue a ser el inicio de la luz que nosotros habremos de proporcionar a este mundo de tinieblas. Y…
Y en eso se perciben pasos fuertes; herrados, en el corredor.
Dos soldados preguntan al aparecer en la estancia:
– Nathan. ¿Vives aún?
El joven sin ojos responde:
– Sí, compañeros. Vivo. Y es para hablaros de Dios…
Venid, porque yo no puedo ir a donde estáis vosotros, ya que no veré más la luz. Estoy ciego…
Los dos exclaman al verlo:
– ¡¡Infeliz!!
Pero Nathan objeta:
– ¡No! ¡Feliz!… Yo soy feliz. Al no ver ya las inmundicias del mundo. No entrando por mis pupilas las lisonjas de la carne y del oro, ya no me podrán tentar.
En las tinieblas de la ceguera temporal, estoy viendo ya la Luz. ¡Veo a Dios!…
Los dos legionarios exclaman alarmados:
– Pero, ¡¿No sabes qué dentro de poco vas a ser quemado?!…
– ¡¿No sabes que porque te amamos hemos pedido verte?!…
– ¡Por qué?…
– ¡Para hacer que huyeras, si aún estabas vivo!..
Nathan exclama asombrado:
– ¿Huir? ¿Tanto me odiáis qué queréis arrebatarme el Cielo? No erais así en las mil batallas que sostuvimos juntos, codo con codo, por el emperador. Entonces nos estimulábamos a ser héroes y ahora vosotros…
Mientras yo me bato por un Emperador Eterno, Infinito de Poder, ¿Me aconsejáis una vileza? ¿La hoguera…?
Y ¿No habría muerto gustoso entre las llamas, durante los asaltos a una ciudad enemiga con tal de servir al emperador y a Roma?
A un hombre igual que yo y a una ciudad que ahora existe y mañana, no.
Y ahora que estoy dando el asalto al Enemigo más verdadero, para servir a Dios y a la Ciudad Eterna, en la que reinaré con mi Señor Jesucristo, ¿Queréis que yo tema a las llamas?…
Ambos soldados se miran desconcertados…
Jonathan habla de nuevo:
– El mártir es el único héroe. Su heroísmo es eterno. Su heroísmo es santo. A nadie perjudica con su heroísmo.
No emula a los estoicos con áridos estoicismos; ni a los crueles, con violencias inútiles y nefandas. No se apodera de tesoros, ni usurpa poderes, sino que da.
Da de lo suyo: sus riquezas… sus fuerzas… su vida… Es el generoso que se despoja de todo para darlo.
Imitadle. Siervos ignorantes de un hombre cruel que os envía a matar y a encontraros con la muerte…
Félix dice:
– La muerte es la que te espera a ti.
Jonathan responde con firmeza:
– No. La Vida me espera… Pasad a la vida. A servir a la Vida y a servir a Dios. Por ventura, una vez pasada la embriaguez de la batalla, cuando en el campo se da la señal de silencio. ¿Habéis sentido vosotros alguna vez el gozo, qué veis rebosar en vuestro compañero? NO.
Sin cansancio, nostalgia, temor de la muerte. Náuseas de sangre y de violencias… Aquí… ¡Mirad!
Aquí se muere y se canta ¡Aquí se muere y se sonríe! Porque nosotros NO moriremos sino que viviremos.
Nosotros NO conocemos la muerte, sino la Vida, al Señor Jesús… -lo interrumpen nuevos pasos marciales en el corredor.
Entran una vez más aquellos dos hombres musculosos que vinieron al principio con las antorchas…
Con ellos están otros dos senadores con togas muy elegantes…
Y los augustanos Tigelino y Haloto, su principal coordinador en los juegos…
Las antorchas humean al tenerlas elevadas los dos primeros, mientras los augustanos se inclinan a observar los cuerpos…
Y los otros dos los siguen en silencio…
Haloto dice:
– Muerto…
Tigelino agrega:
– Éste también…
– Ésta agoniza…
– El niño ya está frío…
– El viejo morirá en breve…
– ¿Ésta?…
– La serpiente le ha fracturado las costillas. Fíjate como ya tiene espuma roja en los labios…
Y así continúan caminando, examinando y cambiando impresiones entre ellos…
Haloto opina:
– Yo diría que los dejásemos morir aquí.
Tigelino dice tajante:
– ¡No! El Juego ya está fijado y el César también espera esto…
El intendente del circo dice preocupado:
– ¿Bastará con los de las otras cárceles? Son demasiado pocos…
Bruno no ha sabido regular las cantidades. Demasiados a los leones y pocos en exceso para las hogueras.
Tigelino confirma:
– Así es. ¿Qué hacemos?…
El otro augustano piensa y murmura:
– Espera…
Haloto se coloca en medio de la estancia y dice:
– El que de vosotros se encuentre menos herido, que se ponga de pie…
Se levantan unas veinte personas.
– ¿Podéis caminar y valeros por sí mismos?
– Si, podemos.
Los perplejos testigos involuntarios de esta escena replican:
– Tú estás ciego. –le dicen sus compañeros a Nathan.
Nathan contesta serenamente:
– Pero me pueden guiar. No me privéis de la hoguera, pues pienso que estáis ideando eso…
Haloto está conmocionado…
Pero confirma:
– Efectivamente… ¿Y quieres la hoguera?
– La quiero como una gracia. Soy un soldado fiel. Mirad las cicatrices de mis miembros, como premio de mi prolongado y fiel servicio al emperador. Por favor, os lo suplico; concededme la hoguera.
Los augustanos lo miran sorprendidos…
Y en el juzgado más insólito, Tigelino dice agriamente:
– Si tanto amas al emperador ¿Por qué le traicionas?
Nathan replica:
– No traiciono al emperador, ni al imperio, puesto que no cometo actos contra su salud, sino que sirvo al Dios Verdadero que es el Hombre-Dios y el Único digno de ser servido hasta la muerte.
El indiciado ha hablado…
Satanás NO ha terminado.
Y para su impotencia desesperada.
El que se ha convertido en juez implacable dictamina la sentencia, que culmina el sacrificio ofrecido...
Tigelino, con voz estentórea, ordena:
– Que sea cómo quieres… ¡Vamos!…
Haloto confirma:
– ¡Vosotros los que podéis caminar, salid de aquí! Esperad junto a las salidas. Ahí se os darán nuevas ropas.
Y todos se dirigen hacia el lugar indicado…
Detrás de ellos, un intendente del Circo le dice a otro:
– Ronaldo, con semejantes corazones, son inútiles los tormentos. Te lo digo yo:
Con ellos lo único que hacemos, es cubrirnos de crueldad sin finalidad alguna…
Su compañero replica disculpándose:
– Tal vez es verdad, Emiliano. Pero el divino César…
Las voces se pierden al alejarse…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
38.- EL VERDADERO CULTO A DIOS
En la Iglesia de la santa Cruz, que es el salón porticado en el jardín de la Puerta del Cielo, Pablo de Tarso está hablando a una multitud de cristianos, de todas las edades:
“Así pues hermanos míos, os ruego encarecidamente por la misericordia que Dios les ha manifestado, los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva. Ofreced vuestros cuerpos como una ostia o víctima viva, santa y agradable a Dios. Porque en esto consiste el Verdadero Culto.
No se dejen transformar por los criterios de este mundo, sino más bien renovad vuestros espíritus y dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cual es la Voluntad de Dios a fin de acertar que es lo bueno, lo más agradable, lo perfecto, que Dios quiere de vosotros.
SACRIFICIO VIVIENTE = CULTO VERDADERO.
Los sacrificios eran la base y la forma de la religión antigua. Todo se impetraba y todo se expiaba mediante sacrificios. Con el sacrificio se intentaba honrar a Dios o aplacarlo, agradecerle por una victoria o sanación.
Era la época del sacrificio material, porque no había otro rito, ni otro modo manifiesto, para honrar al eterno y conseguir su ayuda.
La Ley de los libros mosaicos, dice como las hostias de los sacrificios y las oblaciones de flor de harina, aceite, incienso, deben tener sal, pero no levadura, ni miel. Y deben ser tostadas y trituradas, antes de ser ofrecidas y siempre rociadas de aceite unidas al incienso.
La Ley también dice que de aquellos que pertenecían a la estirpe de Aarón, la estirpe sacerdotal; estaban excluidos del sacerdocio, los que tenían cualquier defecto físico o enfermedad incurable.
Cuerpo perfecto de construcción y de salud, debía ser el oficiante delante del Creador del hombre.
El Altísimo que había dado al hombre perfección de miembros, de sentidos, de sentimientos y para el Cual, el ver la enfermedad y la deformidad que eran el testimonio de la Rebelión del Hombre y del desprecio de Satanás a la obra más preciosa para Dios y por lo mismo también eran desprecio a Dios.
La Benignidad de Dios había indicado la forma de expiar los pecados. Todos menos uno: el Pecado Original. Éste solo podía ser lavado por una Víctima Perfecta y no existía en la Tierra. El hombre no había sido instruido por el Verbo Encarnado y faltaba la Víctima Santa para el Sacrificio Perpetuo y Perfecto.
Sintiendo la necesidad de adorar al Dios Verdadero, le hacía oferta de los dones que Él Mismo había dado al hombre. Recogía los animales y los frutos de la tierra y los consumía en el fuego para que realmente fueran sacrificados.
Pero ¿Eran Sacrificio Viviente? NO.
Eran sacrificios de animales y productos vegetales. Ya muertos los primeros y arrancados de la tierra que los nutría, los segundos.
No eran víctimas ‘vivas’ consumiéndose a sí mismas, para honrar a Dios. Y muy relativo era el sacrificio, aunque fuesen animales de mucho valor material.
En las religiones idolátricas Satanás enseñó a los hombres a adorarlo con sacrificios humanos.
Para el Dios Verdadero se le daba honor y reparación, con la inmolación de los animales que substituían sobre el altar, al verdadero Culpable. Sacrificio relativo e imperfecto.
Antes del Cristo Cordero, Inmolado para expiar las culpas humanas y aplacar la Ira Divina, nunca un hombre había sido sacrificado al Dios Verdadero, para darle honor y reparación perfecta.
Para que el espíritu del hombre fuese recreado en Gracia y reintegrado a su dignidad de hijo de Dios y coheredero del Cielo, para que la Justicia Divina fuera aplacada y el Mal Vencido, se necesitaba una Víctima Perfecta.
Una Víctima Única que siendo Dios como el Dios Ofendido, pagase de Dios a Dios, el rescate del Hombre, como Hombre Santísimo y expiase por el hombre pecador.
Sólo el Hombre-Dios podía aplacar a Dios y redimir al hombre, siendo Verdadero Dios y Verdadero Hombre.
Y EL VERBO SE HIZO CARNE.
Jesús se hizo Hombre y Jesús fue Inmolado. Pero su sacrificio no fue consumado sobre su carne muerta, sino en un Cuerpo Vivo, sobre el cual fueron arrojados todos los tormentos y expiadas todas las culpas, por las cuales el Inocente fuera gravado, para consumirlas todas.
SACRIFICIO TOTAL.
Del espíritu del Cristo, probado por el Abandono del Padre, para reparar la Culpa de Adán, culpable de haber abandonado a Dios y a su Ley.
Del Intelecto Perfecto del Hijo del Hombre, para redimir la soberbia de Adán. De la Carne Inocente del Cordero de Dios, para reparar la Lujuria de Adán.
Y para que el mundo siempre pecador, tuviese siempre una víctima perfecta, adelantó la Inmolación del Cristo y Pontífice Eterno, constituyendo el Sacrificio Perpetuo: el Eucarístico.
En el cual está todavía y siempre, Cristo en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Y es consumado y ofrecido en todos los altares de la Tierra…
SACRIFICIO PERPETUO Y SACRIFICIO VIVIENTE El Nuevo Sacrificio de la Religión Perfecta.
Pero al sacrificio viviente que se consuma sobre los altares, el hombre debe unir su propio e individual sacrificio. Sacrificio que incluye la parte carnal, moral y espiritual.
Enfermedades, pobreza, trabajo extenuante, por la parte material.
Injusticias, calumnias, incomprensiones, por la parte moral.
Persecuciones por parte de los hombres o abandono de Dios para probar la fidelidad de su siervo, por la parte espiritual.
Y todavía más: fidelidad a la Ley conservando castos, justos y amorosos, los cuerpos, los pensamientos, los sentimientos y los espíritus. Porque esto, más que los ritos exteriores, es lo que constituye el verdadero Culto A Dios.
No la forma solamente, sino la sustancia del Culto a Dios. Y la sustancia es dada del renovarse. La sustancia del culto a Dios es dada por un continuo, fatigoso y a veces muy doloroso ascenso hacia la perfección, para hacer la voluntad de Dios y poder llegar a ser santos y subir a la morada del Padre en la Eternidad.
Esta renovación, esta transformación, este ascenso a la Perfección, se hace con la voluntad humana unida al Espíritu del Hijo, dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo, de tal forma que con todos sus dones activos, se va haciendo todo lo que Dios propone hacer, en el modo como Dios lo propone, en la medida en que Dios lo señala.
Un continuo renovarse, espiritual y moralmente, para hacerse una humanidad nueva, alcanzando la Fusión Total con Dios, hasta poder decir: “A fin de vivir para Dios, estoy crucificado con Cristo. Y ahora no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí.”
La Palabra de Dios es levadura que hace fermentar la harina pura, la Harina de Hostias, para que esa harina con su perfección, sea levadura en la Gran Masa.
Cuando el ama de casa quiere hacer su pan, no toma la harina impura llena de salvado. Sino toma la harina más pura, la baña de agua y la pone a fermentar para que la levadura la levante y la convierta en un delicioso pan.
Es necesario que las hostias, en un espiritual sacrificio, vengan y se pongan a sí mismas sobre el Altar del Sacrificio.
Dios les pide expiación, reparación, perfección de Caridad, a las víctimas que son las columnas de la Iglesia que sostienen el Templo de Dios y que son las estrellas que señalan el Camino que termina en el Corazón de Cristo.
Soldados del Dios Verdadero. Atletas de la Religión Santa. Sacerdotes y víctimas del tiempo nuevo, que deben salarse con la sal de la voluntad heroica, la cual tuesta y cauteriza, pero fortifica las partes débiles. Ellas deben tostarse y triturarse en el Fuego de la Caridad y en la muela de la mortificación, para convertirse en Harina de Hostias.
‘Flor de Harina’ rociándose con la santa unción de las virtudes y olorosas por el abundante incienso de la Adoración, ofreciéndose, inmolándose, diciendo las perpetuas palabras de Cristo:
“Aquí estoy Padre, para hacer tu Voluntad y no la mía.”
La infamia de la Tierra es tanta, que sube con fuerza sacrílega hasta los Cielos con la fetidez del Infierno. Hay que purificar la Inmensa Catedral del Creador, para que Dios pueda todavía mirarla con Piedad que salva. Y es una bendición ser elegidos.
Es un privilegio de Dios, esta función de hostias, ‘redentores’, continuadores, completadores de la Pasión de Cristo.
Porque: LAS ALMAS-HOSTIAS-VICTIMAS, VIVEN LA CRUCIFIXIÓN TOTAL.
El alma que se ofrece a sí misma en una oblación perfecta y crucifica su voluntad, para hacer exclusivamente la Voluntad de Dios. Y decide amar lo que Dios Ama y hacer lo que Dios hizo:
VIVIR MURIENDO Y MORIR AMANDO.
Obedeciendo con una obediencia perfecta. IMITANDO A JESÚS EN TODO. Él Mismo personalmente, enseña a caminar paso a paso, siguiendo sus huellas ensangrentadas, por el Camino de la Cruz…
LA CRUCIFIXIÓN MORAL.
ES PRECISO MATAR EL ‘YO’ Y RENUNCIAR A TODO.
Se crucifican los afectos, aún los más legítimos y se abraza totalmente ‘la locura de la Cruz’. Se mata el respeto humano aceptando el desprecio del mundo.
Y deja de interesar la etiqueta que con burlas y escarnios, se debe soportar: ‘locos y endemoniados’.
Lo único que importa es lo que se es a los ojos de Dios. Y Él es el que, al cáliz de la amargura que el mundo hace tan cruel, le infunde su divina dulzura. Recordar al Maestro al que juzgaron igual, es el pensamiento que fortalece y ayuda.
El alma se vuelve profeta y apóstol y corre la misma suerte. El amor por su Dios le aporta: la PERSECUCIÓN.
LA CRUCIFIXIÓN FÍSICA
En enfermedades permitidas por Dios, el cuerpo se destruye en lenta agonía que sirve para expiación y redención.
Se crucifica la carne con todas sus apetencias y naturales inclinaciones. Se doblegan todos los instintos en una sumisión absoluta al espíritu. Con la ayuda de Jesús, que vive en el interior, el alma logra el total dominio y se obliga a vivir los mandamientos del Evangelio. La carne gime, pero el espíritu triunfa.
En una crucifixión auténtica, el cuerpo sufre los dolores físicos que sufrió Jesús, en la medida en que Él Mismo con ternura paternal, va imprimiendo su semejanza en el alma que ha sellado como suya y conforme el alma lo va soportando…
Y su semejanza de ‘Redentor’ va siendo grabada con divina precisión.
Las manos y los pies duelen y los clavos se sienten; al igual que las espinas y los azotes de la flagelación. Hay un dolor soportable, junto con un gozo muy intenso.
Cuando se ha avanzado tanto que Jesús deja que se experimente su dolorosísima agonía, la Misericordia Divina ayuda a nuestra debilidad y hace que sea posible amar el Dolor y el Sufrimiento.
En casos excepcionales, esta crucifixión sale al exterior y los estigmas se vuelven visibles.
Por lo general, las almas víctimas no quieren que nadie sepa su secreto y pasan inadvertidas en medio del mundo, llevando silenciosamente su martirio interior.
Las almas hostias mueren sobre la Cruz, con el martirio del Amor Total.
A esta crucifixión completa contribuyen:
LOS HOMBRES.
Que dominados por el mundo no pueden comprender al que vive estas realidades espirituales.
La incomprensión y la soledad se vuelven compañeras inseparables del alma- víctima.
Lo único que la sostiene y la compensa de todas sus amarguras: es Dios y su amor.
SATANAS.
Que en una permisión divina, fustiga con todo su odio y su furia al que se ha convertido en su mortal enemigo.
En esta batalla, Satanás utiliza a los hombres dominados por él y los convierte en flagelos humanos.
El hombre es el más cruel enemigo del hombre. Y los primeros enemigos son los propios familiares, las batallas de las víctimas se desarrollan entre el Paraíso y el Infierno.
El alma se debate en un mar que le lleva oleadas de dolor, de amargura, de angustia, en la oscuridad y la incertidumbre. De las que solo es rescatada, por la Infinita Bondad de Dios, que vuelve a llenarla de paz y alegría. Con sus lágrimas y oraciones obtienen gracias de Dios y Él las conforta para que esperen más bendiciones.
Es la Hora de Satanás. Y las víctimas llevan al culmen su sacrificio hasta el tormento de la Hora Nona. Y si es necesario derraman también su sangre en un martirio cruento. Y permanecen fieles en aquel océano de desolación.
Y dicen junto con Él:
¡Dios mío!… ¡Dios mío!… Llenando de plegarias el Cielo, hasta que el Padre Celestial sienta fundirse en Piedad su Indignación y su Justicia sea aplacada. Una vez más.
Los pecadores muertos a la Gracia no son felices. Parece que lo sean, pero no es así. Y aunque los momentos de ebriedad por los placeres, no los dejan comprender su estado; no faltan nunca las horas en las que un reclamo de la vida, les hace sentir su condición de separados de Dios.
Y es entonces la Desolación. Aquella tortura que Dios hace gustar a sus predilectos, para que sean como su Verbo: ‘salvadores’
En la hora crucial, el tormento de los tormentos: LA AUSENCIA DE DIOS.
Dios prepara a su atleta espiritual y en cierta manera lo prueba contra Sí Mismo.
El alma prueba su fidelidad en lo que pareciera el Abandono del que es su propia vida. ¡El Abandono de Dios! ES EL HORROR MÁS GRANDE DE LA MUERTE.
Y si es horrorosa para aquellos para quienes es únicamente ‘prueba’, es demoledor para las almas víctimas, para las que se convierte en una desgarradora realidad.
Porque ellas deben abrevar este cáliz, para perpetuar la Obra Redentora y salvar a los hombres que perecen en la desesperación.
Cuando esto sucede, Satanás ataca con peor ferocidad y atroz tormento. El alma libra un mortal combate en el que habrá un solo vencedor. El Espíritu Santo es la única y suficiente Fuerza que sostiene la voluntad para que sobrevenga la victoria.
Y el dolor es compensado con las gracias sobrenaturales, con las cuales Dios consuela a su amada. El alma de las víctimas que perseveran, jamás se pierde.
Son los verdaderos adoradores en espíritu y en verdad. Son las esposas-reinas del Esposo-Rey. Las que conocen sus secretos y guardan una intimidad y una unión tan completa, que el Amado les imprime su Imagen en una semejanza perfecta.
Y el alma sabe que Dios está encima de ella, Invisible pero Presente. Está protegida, por más que se crea sola, cuando le tocan las desolaciones. El amor nunca falta sobre las agonías y los sacrificios, de quienes trabajan por la Gloria de Dios y la Redención de las almas.
EL CRISTIANO VERDADERO, SIEMPRE ES UN ALMA VICTIMA.
Todos los cristiano auténticos, son hostias-vivientes.
Liberados de la esclavitud del pecado; sostenidos por la Gracia, ya no deben conocer la muerte del espíritu, si voluntariamente no se hacen siervos de la Culpa.
Y Dios le ha dado alas a los espíritus liberándolos de las cadenas para que volasen muy alto al encuentro de Aquel que siguieron conquistados por Jesucristo y por su Doctrina.
Los predestinados a la Gloria son los que no permanecieron sordos a su llamada, ni se detuvieron para seguirlo. Y con heroísmo emprendieron el camino de la perfección.
No desfallecieron o desconsolaron, ni cuando el amor de predilección del Señor, fue una secuela de pruebas y de penas. Y no se creyeron menos amados por ello. Al contrario, supieron convertir las aparentes derrotas, en aplastantes victorias…
Pablo calla…
Un gran silencio se extiende por todo el lugar.
Todos los cristianos meditan en sus palabras. Y se podría oír el zumbido de una mosca.
De pronto, Pablo siente un ligero tirón a su túnica por detrás y voltea.
Hay dos niños y los reconoce: son Cástulo y Fabio.
Pablo se inclina y mira de cerca la hermosa carita llena de inocencia y gravedad.
Los grandes ojos azules de uno y castaños del otro. Los cabellos rizados y oscuros.
Y la túnica blanca con una franja roja en los bordes.
Los dos niños están tomados de la mano. Tienen alrededor de seis años.
Los grandes y hermosos ojos azules de Cástulo parecen hacerse más grandes cuando miran a Pablo con mucha seriedad y con su vocecilla infantil, pregunta:
– ¿Eso que dijiste es solo para los grandes?
Pablo parece reflexionar y responde con gravedad como si estuviera con un adulto:
– No. Pero ¿Has comprendido de lo que hablé?
– Sí. –Resuena la vocecita decidida- Fabio y yo queremos ser hostias.
– Veamos… ¿Qué entendiste de lo que dije?
– Que Dios me quiere tanto, que quiso morir por mí. Y que si yo lo amo a Él, también debo morir por Él.
Que no tengo por qué preocuparme, porque Satanás estará muy enojado… Pero si me hace la guerra le va a ir muy mal, porque Dios me protegerá siempre y me va a llevar al Cielo.
– Es un compromiso muy serio. ¿Comprendes que si lo haces, Dios te lo tomará y tú deberás cumplir?
Cástulo parece elevarse y dice muy firme:
– Sí.
Fabio confirma a su vez:
– Yo quiero ser hostia.
Cástulo insiste:
– Yo amo a Jesús y quiero ser hostia. ¿Dime cómo lo hago?
– Pues, deberán decírselo a Jesús… Vamos a orar.
Y Pablo se arrodilla frente a la Cruz, junto con los dos niños que oran en voz alta…
Y cada uno hace su ofrenda viviente…
En todas las caras se dibuja una sonrisa.
Cástulo resumió en unas cuantas frases, la enseñanza de ese día.
Y todos recordaron porqué Jesús ama tanto a los niños.
Diana también recordó su propia ofrenda cuando era niña…
Con aquellos ejemplos ¿Quién puede mostrarse cobarde?
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA
F40 LAS PEQUEÑAS HOSTIAS
LA ENTREGA
Los mártires saludan y se despiden de los que se quedan…
Gael, un jovencito se arrodilla para recibir la bendición de Mía, su madre. Después ella le dice con un suspiro:
– Bendito tú que ascenderás con la corona del doble martirio… Bendíceme ahora tú a mí….
Gael se toca una de las heridas producidas por el zarpazo de un tigre y con su sangre hace lo mismo que Emma, una niña como de diez años que con su sangre como si fuera un crisma, marca una crucecita en la frente de Jennifer, su madre; a la que deja para marchar alegremente a la hoguera.
Nathan, abraza a los dos compañeros de armas. Y les dice:
– Alegraos conmigo, voy a la conquista de un Reino eterno… Ojalá decidierais uniros a mí en la Fe y conozcáis la verdadera dicha de morir amando.
Jeffrey un anciano, besa a su hija moribunda y se aleja decidido.
Todos antes de salir obtienen la bendición del sacerdote Jonathan.
Los pasos que van a la muerte se alejan por el corredor…
Los que han sido comisionados para escoltar a los prisioneros, preguntan a los dos soldados:
– ¿Os quedáis aquí vosotros?
Ellos contestan:
– Sí. Nos quedamos.
– ¿Por qué? Es… peligroso. Esta gente corrompe a los ciudadanos fieles.
Ambos soldados se encogen de hombros.
Y los intendentes se van, al mismo tiempo que penetran los fosores con sus camillas para llevar afuera a los muertos.
MARTIRIO Y MUERTE DE FABIO Y DE CÁSTULO
Se produce un poco de confusión, porque junto con los fosores, han entrado también los parientes de los muertos y los moribundos, produciéndose lágrimas y adioses que se cruzan unos y otros.
Los dos soldados aprovechan esta circunstancia para decirle a un niño:
– ¿Cómo te llamas?
– Kevin.
– Fíngete muerto y te pondremos a salvo.
Kevin los mira con una infantil severidad y les dice:
– ¿Traicionaríais vosotros al emperador poniéndoos a salvo mientras él puso su confianza en vosotros para su gloria?
Los dos militares contestan al mismo tiempo:
– ¡Niño!…
– Ciertamente que no.
– Pues tampoco traiciono yo a mi Dios, que murió por mí en la Cruz.
Los dos soldados se miran verdaderamente estupefactos y se preguntan:
– ¿Pero quién les infunde tanta fortaleza?
Y después, con el codo apoyado en la pared, para sostenerse la cabeza, continúan observando meditabundos…
Regresan los intendentes con esclavos y camillas y dicen:
– Aún son pocos para la hoguera. A ver… los menos heridos que puedan sentarse.
¡Los menos heridos!…
Quién más, quién menos, todos están agonizando y ya no pueden sentarse, pero las voces suplican:
– ¡Yo!
– ¡Yo!
– ¡Yo! Con tal de que me llevéis…
Escogen otros once…
Louanne, una joven que fue triturada por la boa, suspira:
– ¡Dichosos de vosotros!
Samantha; otra que agoniza después del ataque de una pantera le dice a otra que estaba junto a ella y con la que una leona solo jugó:
– ¡Ruega por mí, Rosalía!
Marlon, un jovencito dice a otro que destrozó un leopardo:
– ¡Adiós, Christopher!
Jerónimo dice, besando a Matilda:
– ¡Madre, acuérdate de mí!
– ¡Nos encontraremos en el Cielo!
Y corre jubiloso hacia la salida.
Mariana se despide de Lorenzo, un joven que agoniza por el ataque de un león:
– ¡Hijo mío, cuando estés en el Cielo, llama pronto a mi alma!
Carolina le dice a Ian:
– ¡Esposo mío, que la muerte te sea dulce!…
Y sale feliz al encuentro con el fuego…
Se entrecruzan los saludos y las despedidas.
Y los intendentes se llevan las camillas…
El sacerdote Jonathan, que se encuentra lívido y a punto de morir, hace acopio de todas sus fuerzas para decir:
– Sostengamos a los mártires con nuestra plegaria y ofrezcamos el doble dolor de los miembros y del corazón que se ve excluido del martirio, por ellos. Pater Noster…
Apenas ha concluido la Oración sublime, cuando llega Mauricio corriendo jadeante y al ver a los dos soldados se para en seco y contiene el grito que ya estaba a punto de salir de sus labios.
Los dos legionarios le dicen:
– Puedes hablar, hombre; que no te traicionaremos.
– Nosotros, soldados de Roma, pretendemos ser soldados de Cristo.
Jonathan exclama:
– La sangre de los mártires fecunda la gleba.-Y dirigiéndose a Mauricio, le pregunta-¿Traes los Misterios?
Mauricio responde:
– Sí. He podido dárselos a los otros, momentos antes de que se los lleven a la hoguera. ¡Helos aquí!
Los soldados contemplan admirados la bolsa púrpura que el otro extrae de su seno.
Jonathan grita:
– ¡Soldados! Vosotros que os preguntáis dónde encontramos la fortaleza: ¡Aquí la tenéis! ¡Éste es el Pan de los fuertes! ¡Éste es el Dios que entra a vivir en nosotros! Este…
Lo interrumpe el grito de Grace, anhelante ante los espasmos del ahogo final:
– ¡Pronto! ¡Pronto, padre que me muero!… Dame a Jesús… Y moriré feliz…
Jonathan se apresura a partir el Pan, para dárselo a la jovencita, que después de recibirlo se recoge quieta, cerrando los ojos.
Fabio suplica:
– A mí también… Y después llamad a los criados del Circo. Yo quiero morir en la hoguera... –borbollea un niño como de seis años, que tiene la espalda lacerada y rasgada la mejilla desde la sien hasta el cuello que sangra abundantemente…
Jonathan pregunta:
– ¿Puedes tragar?
– ¡Puedo! ¡Puedo!… No me he movido, ni hablado para no morir… Antes de recibir la Eucaristía. La esperaba… Ahora…
El sacerdote le da una miguita del Pan Consagrado, que el niño trata de tragar sin conseguirlo…
Uno de los soldados se inclina compasivo y le sostiene la cabeza. Mientras el otro, habiendo encontrado en un rincón un ánfora que contiene todavía un poco de agua, procura ayudarlo a tragar, instilándole el agua en los labios, gota a gota.
Mientras tanto Jonathan parte las Especies que distribuye a los que tiene cerca y después, les suplica a los soldados que lo transporten para distribuir la Eucaristía a los moribundos…
Por último, hace que le vuelvan a poner en el lugar donde estaba y dice:
– Que nuestro Señor Jesucristo os recompense por vuestra piedad.
El pequeño Fabio que se esforzaba por tragar las Especies, sufre un ahogo y se agita…
Uno de los soldados lo toma compadecido entre sus brazos, más al hacerlo, un borbotón de sangre, brota de la herida del cuello, bañándole la lóriga reluciente.
– ¡Mamá! ¡El Cielo! Señor… Jesús… –el cuerpecito se abandona y el niño expira.
Los soldados exclaman:
– ¡Ha muerto!
– ¡Y sonríe!…
– ¡Paz al pequeño Fabio! –dice Jonathan, que va palideciendo siempre más.
– ¡Paz! –suspiran los moribundos.
Los dos soldados hablan entre sí…
Después, uno de ellos dice:
– Sacerdote del Dios Verdadero, termina tu vida admitiéndonos en tu milicia.
Jonathan responde fatigosamente:
– No en la mía… sino en la de Jesucristo… Más… no es posible… porque antes… hay que ser… catecúmenos.
Ellos objetan:
– No. Porque sabemos que en caso de muerte, se puede administrar el Bautismo.
El anciano jadea:
– Vosotros… estáis… sanos…
Los dos replican:
– Nosotros estamos a punto de morir, porque… Con un Dios como el vuestro, que os hace santos, ¿A qué continuar sirviendo a un hombre corrompido?… Nosotros queremos la gloria de Dios. Bautízanos. Yo soy Fabio como el pequeño mártir y mi compañero es Nathan, como nuestro glorioso compañero de armas… Y enseguida volaremos a la hoguera. ¿Qué valor puede tener la vida del mundo, una vez que hemos comprendido vuestra vida?
El sacerdote suspira y dice:
– Ya no hay agua… ni líquido alguno… –Jonathan se queda quieto y pensativo, como si oyera una voz interior. Y luego, formando un hueco con su mano trémula, recoge la sangre que gotea de su atroz herida y ordena- ¡Arrodillaos!… Fabio, yo te bautizo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Nathan, yo te bautizo, en el Nombre del Padre. Del Hijo y del Espíritu Santo… El Señor esté con vosotros… Para la Vida… Eterna… Amén…
Al decir estas palabras… los ha aspergeado con su sangre.
Cuando la Oración termina, el sacerdote también ha terminado su misión de sufrimiento y su vida… Ha muerto.
Los dos soldados lo contemplan… Luego observan por algún tiempo a los que van muriendo lentamente… serenos y sonrientes en medio de su agonía… Arrebatados por el éxtasis Eucarístico.
Luego Nathan el mayor, dice al otro:
– Vamos Fabio… ¡No esperemos ni un momento más! ¡Con tales ejemplos, es segura la Vida! ¡Vamos a morir por Cristo!
Y marchan veloces por el corredor, al encuentro del martirio y de la gloria. Cuando llegan a donde están los otros cristianos reunidos para ser conducidos a la hoguera, también ellos reciben de manos del diácono Máximo, el Pan de los ángeles y experimentan por primera vez, la sensación sublime de tener a Dios dentro de sí.
Nathan oye la confesión de Fe de sus antiguos camaradas y su sonrisa se vuelve más radiante al exclamar:
– ¡Alabado sea Jesucristo! Vamos a pelear el Combate Final…
En la estancia que acaban de abandonar, los gemidos se van haciendo cada vez más tenues y escasos…
En el circo, todos los espectadores guardan silencio y escuchan atentos porque Nerón está cantando su Troyada…
Simultáneamente, en otro vasto salón en los subterráneos del Circo, donde la luz entra a duras penas por dos pequeñas aberturas al nivel del suelo y que sirven para que también entre el aire. Están los prisioneros cristianos que han traído de las cárceles para completar el espectáculo.
Son personas de todas las edades y condiciones sociales. El lenguaje es pronunciado con variación de estilos, según sean patricios o esclavos. Y mezclado al latín vulgar, se oye el griego, español, tracio, etc.
Pero si diferentes son los trajes y los acentos; los espíritus son iguales y están unidos por la Caridad. Ellos se aman sin distinción de raza o de nación. Se aman y buscan servir y ser de ayuda, unos para otros.
Los patricios de ricos vestidos, cuidan de los pobres, vestidos humildemente. Los más fuertes ceden los puestos más secos o menos incómodos, a los más débiles. Y los abrigan con sus vestidos y togas, permaneciendo ellos con la túnica corta que cubre el pudor. Usan togas y mantos para hacer con ellos colchones, almohadas o para cubrir a los enfermos que tiemblan por la fiebre, o están heridos por las torturas.
Los más sanos cuidan a los más enfermos, dándoles de beber con amor un poco de agua o vendando las heridas con pedazos de tela arrancados a sus vestidos… Curando los miembros dislocados y lacerados. Mojando las frentes, ardientes por la fiebre. Y de vez en cuando, entonan en un canto suave, el Pater Noster y los salmos que hablan de amor y de esperanza…
Un niño gime en la semioscuridad y el canto se suspende…
Dimitry pregunta:
– ¿Quién llora?
Stanislao, contesta:
– Es Cástulo. La fiebre y la quemadura no lo dejan descansar. Tiene sed y no puede beber, porque el agua lastima sus labios quemados por el fuego.
Georgiana, una patricia de aspecto imponente y voz suave, dice:
– Aquí hay una madre que ya no puede darle la leche a su pequeño.
El sacerdote Pawel ordena:
– Lleven a Cástulo con Plautina.
Se levanta Stefan, un fornido hombre moreno y lleva con gran cuidado entre los brazos al niño de siete años, que está vestido con una tuniquita recamada de finas grecas, sucia y manchada de sangre.
Plautina se sienta en una piedra adosada a la muralla, que el anciano Matthew le cede… Y se acomoda de tal forma que el niño pueda estar cómodo en sus brazos. Luego dice al portador del pequeño mártir:
– Dámelo Stefan. Y que Dios te lo recompense.
Cuando Stefan lo deposita con mucho cuidado, queda al descubierto el rostro totalmente quemado del pobre niño martirizado. Cástulo es el hermoso chicuelo que consolara a Marco Aurelio en el Tullianum y después que lo suspendieran sobre las parrillas en el Circo, ahora se ve monstruoso…
Sólo unos pocos cabellos quedan detrás de la cabeza. Adelante, la piel ha desaparecido por el fuego. No más frente, ni mejillas, ni nariz. Toda la carne es una viva tumefacción. Parece como si la hubiera corroído un ácido. En el lugar de los ojos están dos llagas horripilantes y los labios son otra llaga que forma un agujero deforme. Este es el resultado de haberlo tenido inclinado sobre las llamas, únicamente con el rostro; porque la quemadura termina bajo el mentón…
Plautina se abre la túnica y hablando con el amor de una verdadera madre, se exprime su redonda mama llena de leche y hace destilar las gotas sobre los labios del pequeño que no puede sonreír, pero que le acaricia la mano para mostrarle su alivio.
Y luego, después de haberlo saciado; hace caer más leche sobre el pobrecito rostro, para medicarlo como si fuera un bálsamo. Es sangre de madre convertida en alimento y que da el amor por otra, que ha perdido a su hijo…
Plautina los ha perdido a todos… sus siete hijos y su esposo murieron martirizados en la arena, prácticamente repartidos en todas las formas de suplicio. A ella no la tocaron las fieras, porque ya se habían hartado…
El niño no gime más. Refrescado, calmado su sufrimiento y arrullado por la mujer, se adormece respirando afanosamente. Plautina parece una madre dolorosa, tanto por la postura, como por la expresión. Mira al pequeño como si fuese verdaderamente su criatura y las lágrimas ruedan por sus mejillas. Gira la cabeza hacia atrás, para impedir que caigan sobre aquella carita que está totalmente quemada.
El canto se reanuda, dulce y melancólico…
La voz de Killian, otro sacerdote; interrumpe en el fondo de aquel lugar…
– Nos acaban de avisar que Fabio ha muerto. Oremos…
Todos dicen el ‘Pater Noster’…
Cuando terminan; el anciano Joao exclama:
– ¡Fabio es feliz! Él ya ve a Cristo…
Antonio le contesta:
– Nosotros también lo veremos Joao e iremos a Él con la doble corona: la de la Fe y la del martirio. Seremos como renacidos sin sombra de mancha, porque los pecados de nuestra vida pasada serán lavados también con nuestra sangre. Pecamos mucho, nosotros que fuimos paganos por largos años. Y es muy grande que a nosotros venga el júbilo del martirio, para hacernos nuevos y dignos del Reino.
Otra voz muy conocida, retumba:
– ¡Paz a vosotros, hermanos!
Muchas voces contestan:
– ¡Pablo! ¡Pablo! ¡Bendito seas!
Mucho movimiento sobreviene entre la multitud. Sólo Plautina se queda inmóvil, con su preciosa carga sobre su regazo.
– ¡Paz a vosotros! –repite el apóstol. Y se mete hasta el centro- He venido a vosotros con Artyom y Alexander, para traerles la Vida.
Hugo pregunta:
– ¿Y el Pontífice?
Pablo contesta:
– Él les manda su saludo y su bendición. Está vivo por ahora… él quería venir; pero Joaquín, William y Amine, nos avisaron que lo están buscando y es conocido por los guardias. Por eso vengo yo, que soy menos notorio y ciudadano romano. A él debemos protegerlo en las Catacumbas. Hermanos, ¿Qué nuevas me tenéis?
Adam contesta:
– Fabio ha muerto.
Noha agrega.
– Cástulo ha sufrido el primer martirio.
Sienna dice:
– Jade ha sido conducida a la tortura.
Johanna informa:
– A Franco y a Aidan los han transportado con Lars y sus hijos… No sabemos a dónde…
Pablo responde:
– Oremos por ellos. Vivos o muertos, que Cristo dé a todos su paz…
Y Pablo, con los brazos abiertos en Cruz, ora. Está vestido como un siervo, con una vestidura corta, oscura y con un pequeño manto con capucha, que para orar, se ha echado para atrás. A su espalda están Artyom y Alexander, vestidos como él. Son muy jóvenes. Terminada la Oración, Pablo dice:
– ¿Dónde está Cástulo?
Noha responde:
– En el regazo de Plautina, allá en el fondo.
Pablo aparta a la multitud y se acerca al grupo. Se inclina y observa… Bendice al niño y a la mujer. El niño despertó con los gritos que saludaron al Apóstol y levanta una manita, buscando tocar a Pablo, el cual la toma entre las suyas y le habla con dulzura:
– Cástulo ¿Me escuchas?
El niño responde con fatiga:
– Sí.
– Sé, fuerte, Cástulo. Jesús está contigo.
Cástulo se lamenta:
– ¡Oh! ¿Por qué no me lo habéis dado? ¡Ahora ya no puedo más! –y una lágrima brota entre aquellas llagas.
Pablo lo consuela:
– No llores, Cástulo. ¿Puedes ingerir aunque solo sea un pedacito? ¿Sí?… ¡Bien! Te daré el Cuerpo del Señor. Después iré con tu mamá a decirle que Cástulo es una flor del Cielo. ¿Qué debo decir de tu parte a tu mamá?
– Que soy feliz. Que he encontrado una mamá que me da su leche. Que los ojos ya no hacen más mal. ¿No es mentira decirlo, verdad? Es para consolar a la mamá. Y que yo estoy viendo el Paraíso y el lugar suyo y el mío, mejor que si tuviera los ojos todavía vivos. Dile que el fuego no hace daño, cuando los ángeles están con nosotros. Y que no tenga miedo, ni por ella ni por mí. El Salvador le dará fuerza. ¡Jesús es tan Bueno!
– ¡Bravo, Cástulo! Le diré a tu mamá tus palabras. Dios ayuda siempre. ¡Oh, hermanos! ¡Y lo veis! Este es un niño. Tiene la edad en que no se puede soportar un pequeño malestar. Y vosotros lo veis y lo habéis escuchado. Él está en paz. Él está dispuesto a sufrirlo todo, aún después de haber padecido tanto, para ir hacia Aquel que él ama y que lo ama. Porque es uno de aquellos que Él amaba: un niño…
Y éste es un héroe de la Fe. Tomen el coraje de este pequeño, hermanos. Ustedes saben que yo me hago pasar junto con éstos como sepulturero, para poder recoger cuantos más cuerpos podamos y depositarlos en suelo santo. Por eso vivo junto a los tribunales y veo cómo viven los presos en el Circo y observo todo. Y me consuelo al pensar que yo también en mi hora, cuando Dios la reclame, seré por Él sostenido, como los santos que nos han precedido.
Hoy regresé de llevar al cementerio a Fátima, hija de Florián y de Valeria, no tenía más que catorce años y ustedes saben que estaba débil de salud. Con todo, ayer fue una gigante frente a los tiranos. El despecho de Nerón la torturó de muchas formas: lanzada, suspendida, estirada, desgarrada. Y siempre sanaba por Obra de Dios y siempre resistió a todas las amenazas. Ahora ella está en la Paz. ¡Valor hermanos! También a ella la nutrí con el Pan Celestial. Y con el sabor de aquel Pan, ella caminó a su último martirio. Ahora os daré también a vosotros aquel Pan, para que sea día de fiesta sobrenatural para vosotros. El Circo os espera… ¡Y NO TEMÁIS! En las fieras y en las serpientes ustedes verán apariencias paradisíacas, porque Dios cumplirá para vosotros este milagro. Las fauces y las roscas les parecerán abrazos de amor. Las llamas, rocío matinal. Los rugidos y los silbidos serán voces celestiales y como Cástulo, veréis el Paraíso, que ya desciende para recogerlos en su felicidad.
Todos los cristianos menos Plautina, se han arrodillado y cantan…
Mientras ellos cantan, han entrado también unos soldados romanos y los carceleros que al mismo tiempo que participan, montan guardia para que no entren personas enemigas. Y el canto se eleva, dulce y armonioso:
Como anhela la cierva
Estar junto al arroyo
Así mi alma desea, señor Jesús
Estar contigo.
Sediento estoy de Dios
Del Dios que me da la Vida
¿Cuándo iré a contemplar
El Rostro de mi Señor?
Lágrimas son mi pan
Noche y día
Cuando oigo que me dicen:
¿Dónde quedó tu Dios?
Yo me acuerdo y mi alma
Dentro de mí, se muere
Por ir hasta tu Templo
A tu casa, mi Señor y Dios.
¿Qué te abate alma mía?
¿Por qué gimes en mí?
Pon tu confianza en Dios, que aún le cantaré
A Jesús. A mi Dios Salvador.
Pablo se prepara para el Rito y dice a Cástulo:
– Tú serás nuestro altar ¿Puedes detener el cáliz sobre tu pecho?
– Sí.
Extiende un lino sobre el cuerpecito del niño y sobre el lino apoya el cáliz y el pan. Y la Misa es celebrada para los mártires, por Pablo y los dos sacerdotes que lo acompañan. El lino palpita sobre el pecho de Cástulo, el cual por orden de Pablo, tiene entre sus dedos la base del cáliz, para que no se caiga…
Cuando Pablo hace la consagración, un temblor de sonrisa se dibuja sobre el rostro llagado del pequeñín y después la cabeza cae con una pesadez de muerte.
Plautina se estremece pero se domina…
Pablo prosigue como si no notase nada. Pero cuando toma la hostia para darle al pequeño mártir, un fragmento…
Plautina le dice:
– Está muerto.
Pablo se paraliza por un momento y luego le da a ella, el fragmento destinado al niño que ha permanecido con los deditos cerrados alrededor de la base del cáliz, en la última contracción.
Y ellos le tienen que desprender para poder tomar el cáliz y darlo a los demás. Después de distribuida la Comunión, la Misa termina.
Pablo se despoja de los vestidos y pone todo lo que ocupó en la Misa, en una bolsa que lleva bajo el manto.
Después declara:
– Paz al mártir de Cristo. Paz a Cástulo santo.
Y todos responden:
– Paz.
Pablo dice:
– Ahora lo llevaré a otro lugar. Denme un manto para envolverlo. Lo llevaré sin esperar la noche. Al anochecer vendremos por Fabio. Las pequeñas hostias que se consagraron juntas, han partido juntos al cielo también… Pero a éste lo llevaré como a un niño dormido. Adormecido en el Señor.
Jack, uno de los soldados da su clámide y allí depositan a Cástulo. Lo envuelven y Pablo lo toma en brazos, como si fuera un padre que lleva a otro lugar a su hijito dormido… Con la cabeza sobre la espalda paterna.
Pablo se despide:
– Hermanos, la Paz sea con vosotros y acuérdense de mí, cuando estéis en el Reino…
Y se va bendiciendo…
Un poco después, llegan los intendentes del Circo, para llevarlos a completar el espectáculo de aquella noche en que a los ojos del mundo, es el triunfo de la Hora de las Tinieblas…
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
F38 EL VERDADERO CULTO A DIOS
En la Iglesia de la santa Cruz, que es el salón porticado en el jardín de la Puerta del Cielo, Pablo de Tarso está hablando a una multitud de cristianos, de todas las edades:
“Así pues hermanos míos, os ruego encarecidamente por la misericordia que Dios les ha manifestado, los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva. Ofreced vuestros cuerpos como una ostia o víctima viva, santa y agradable a Dios. Porque en esto consiste el Verdadero Culto.
No se dejen transformar por los criterios de este mundo, sino más bien renovad vuestros espíritus y dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cual es la Voluntad de Dios a fin de acertar que es lo bueno, lo más agradable, lo perfecto, que Dios quiere de vosotros.
SACRIFICIO VIVIENTE = CULTO VERDADERO.
Los sacrificios eran la base y la forma de la religión antigua. Todo se impetraba y todo se expiaba mediante sacrificios. Con el sacrificio se intentaba honrar a Dios o aplacarlo, agradecerle por una victoria o sanación. Era la época del sacrificio material, porque no había otro rito, ni otro modo manifiesto, para honrar al eterno y conseguir su ayuda.
La Ley de los libros mosaicos, dice como las hostias de los sacrificios y las oblaciones de flor de harina, aceite, incienso, deben tener sal, pero no levadura, ni miel. Y deben ser tostadas y trituradas, antes de ser ofrecidas y siempre rociadas de aceite unidas al incienso. La Ley también dice que de aquellos que pertenecían a la estirpe de Aarón, la estirpe sacerdotal; estaban excluidos del sacerdocio, los que tenían cualquier defecto físico o enfermedad incurable. Cuerpo perfecto de construcción y de salud, debía ser el oficiante delante del Creador del hombre.
El Altísimo que había dado al hombre perfección de miembros, de sentidos, de sentimientos y para el Cual, el ver la enfermedad y la deformidad que eran el testimonio de la Rebelión del Hombre y del desprecio de Satanás a la obra más preciosa para Dios y por lo mismo también eran desprecio a Dios. La Benignidad de Dios había indicado la forma de expiar los pecados. Todos menos uno: el Pecado Original. Éste solo podía ser lavado por una Víctima Perfecta y no existía en la Tierra. El hombre no había sido instruido por el Verbo Encarnado y faltaba la Víctima Santa para el Sacrificio Perpetuo y Perfecto. Sintiendo la necesidad de adorar al Dios Verdadero, le hacía oferta de los dones que Él Mismo había dado al hombre. Recogía los animales y los frutos de la tierra y los consumía en el fuego para que realmente fueran sacrificados.
Pero ¿Eran Sacrificio Viviente? NO.
Eran sacrificios de animales y productos vegetales. Ya muertos los primeros y arrancados de la tierra que los nutría, los segundos.
No eran víctimas ‘vivas’ consumiéndose a sí mismas, para honrar a Dios. Y muy relativo era el sacrificio, aunque fuesen animales de mucho valor material.
En las religiones idolátricas Satanás enseñó a los hombres a adorarlo con sacrificios humanos. Para el Dios Verdadero se le daba honor y reparación, con la inmolación de los animales que substituían sobre el altar, al verdadero Culpable. Sacrificio relativo e imperfecto. Antes del Cristo Cordero, Inmolado para expiar las culpas humanas y aplacar la Ira Divina, nunca un hombre había sido sacrificado al Dios Verdadero, para darle honor y reparación perfecta.
Para que el espíritu del hombre fuese recreado en Gracia y reintegrado a su dignidad de hijo de Dios y coheredero del Cielo, para que la Justicia Divina fuera aplacada y el Mal Vencido, se necesitaba una Víctima Perfecta. Una Víctima Única que siendo Dios como el Dios Ofendido, pagase de Dios a Dios, el rescate del Hombre, como Hombre Santísimo y expiase por el hombre pecador.
Sólo el Hombre-Dios podía aplacar a Dios y redimir al hombre, siendo Verdadero Dios y Verdadero Hombre. Y EL VERBO SE HIZO CARNE. Jesús se hizo Hombre y Jesús fue Inmolado. Pero su sacrificio no fue consumado sobre su carne muerta, sino en un Cuerpo Vivo, sobre el cual fueron arrojados todos los tormentos y expiadas todas las culpas, por las cuales el Inocente fuera gravado, para consumirlas todas.
SACRIFICIO TOTAL.
Del espíritu del Cristo, probado por el Abandono del Padre, para reparar la Culpa de Adán, culpable de haber abandonado a Dios y a su Ley.
Del Intelecto Perfecto del Hijo del Hombre, para redimir la soberbia de Adán. De la Carne Inocente del Cordero de Dios, para reparar la Lujuria de Adán. Y para que el mundo siempre pecador, tuviese siempre una víctima perfecta, adelantó la Inmolación del Cristo y Pontífice Eterno, constituyendo el Sacrificio Perpetuo: el Eucarístico.
En el cual está todavía y siempre, Cristo en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Y es consumado y ofrecido en todos los altares de la Tierra…
SACRIFICIO PERPETUO Y SACRIFICIO VIVIENTE
El Nuevo Sacrificio de la Religión Perfecta.
Pero al sacrificio viviente que se consuma sobre los altares, el hombre debe unir su propio e individual sacrificio. Sacrificio que incluye la parte carnal, moral y espiritual.
Enfermedades, pobreza, trabajo extenuante, por la parte material.
Injusticias, calumnias, incomprensiones, por la parte moral.
Persecuciones por parte de los hombres o abandono de Dios para probar la fidelidad de su siervo, por la parte espiritual.
Y todavía más: fidelidad a la Ley conservando castos, justos y amorosos, los cuerpos, los pensamientos, los sentimientos y los espíritus. Porque esto, más que los ritos exteriores, es lo que constituye el verdadero Culto A Dios.
No la forma solamente, sino la sustancia del Culto a Dios. Y la sustancia es dada del renovarse. La sustancia del culto a Dios es dada por un continuo, fatigoso y a veces muy doloroso ascenso hacia la perfección, para hacer la voluntad de Dios y poder llegar a ser santos y subir a la morada del Padre en la Eternidad. Esta renovación, esta transformación, este ascenso a la Perfección, se hace con la voluntad humana unida al Espíritu del Hijo, dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo, de tal forma que con todos sus dones activos, se va haciendo todo lo que Dios propone hacer, en el modo como Dios lo propone, en la medida en que Dios lo señala. Un continuo renovarse, espiritual y moralmente, para hacerse una humanidad nueva, alcanzando la Fusión Total con Dios, hasta poder decir: “A fin de vivir para Dios, estoy crucificado con Cristo. Y ahora no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí.”
La Palabra de Dios es levadura que hace fermentar la harina pura, la Harina de Hostias, para que esa harina con su perfección, sea levadura en la Gran Masa. Cuando el ama de casa quiere hacer su pan, no toma la harina impura llena de salvado. Sino toma la harina más pura, la baña de agua y la pone a fermentar para que la levadura la levante y la convierta en un delicioso pan.
Es necesario que las hostias, en un espiritual sacrificio, vengan y se pongan a sí mismas sobre el Altar del Sacrificio. Dios les pide expiación, reparación, perfección de Caridad, a las víctimas que son las columnas de la Iglesia que sostienen el Templo de Dios y que son las estrellas que señalan el Camino que termina en el Corazón de Cristo.
Soldados del Dios Verdadero. Atletas de la Religión Santa. Sacerdotes y víctimas del tiempo nuevo, que deben salarse con la sal de la voluntad heroica, la cual tuesta y cauteriza, pero fortifica las partes débiles. Ellas deben tostarse y triturarse en el Fuego de la Caridad y en la muela de la mortificación, para convertirse en Harina de Hostias. ‘Flor de Harina’ rociándose con la santa unción de las virtudes y olorosas por el abundante incienso de la Adoración, ofreciéndose, inmolándose, diciendo las perpetuas palabras de Cristo:
“Aquí estoy Padre, para hacer tu Voluntad y no la mía.”
La infamia de la Tierra es tanta, que sube con fuerza sacrílega hasta los Cielos con la fetidez del Infierno. Hay que purificar la Inmensa Catedral del Creador, para que Dios pueda todavía mirarla con Piedad que salva. Y es una bendición ser elegidos. Es un privilegio de Dios, esta función de hostias, ‘redentores’, continuadores, completadores de la Pasión de Cristo. Porque: LAS ALMAS-HOSTIAS-VICTIMAS, VIVEN LA CRUCIFIXIÓN TOTAL.
El alma que se ofrece a sí misma en una oblación perfecta y crucifica su voluntad, para hacer exclusivamente la Voluntad de Dios. Y decide amar lo que Dios Ama y hacer lo que Dios hizo: vivir muriendo y morir amando. Obedeciendo con una obediencia perfecta. IMITANDO A JESÚS EN TODO. Él Mismo personalmente, enseña a caminar paso a paso, siguiendo sus huellas ensangrentadas, por el Camino de la Cruz…
LA CRUCIFIXIÓN MORAL.
ES PRECISO MATAR EL ‘YO’ Y RENUNCIAR A TODO.
Se crucifican los afectos, aún los más legítimos y se abraza totalmente ‘la locura de la Cruz’. Se mata el respeto humano aceptando el desprecio del mundo. Y deja de interesar la etiqueta que con burlas y escarnios, se debe soportar: ‘locos y endemoniados’. Lo único que importa es lo que se es a los ojos de Dios. Y Él es el que, al cáliz de la amargura que el mundo hace tan cruel, le infunde su divina dulzura. Recordar al Maestro al que juzgaron igual, es el pensamiento que fortalece y ayuda. El alma se vuelve profeta y apóstol y corre la misma suerte. El amor por su Dios le aporta: la persecución.
LA CRUCIFIXIÓN FÍSICA.
En enfermedades permitidas por Dios, el cuerpo se destruye en lenta agonía que sirve para expiación y redención. Se crucifica la carne con todas sus apetencias y naturales inclinaciones. Se doblegan todos los instintos en una sumisión absoluta al espíritu. Con la ayuda de Jesús, que vive en el interior, el alma logra el total dominio y se obliga a vivir los mandamientos del Evangelio. La carne gime, pero el espíritu triunfa.
En una crucifixión autentica, el cuerpo sufre los dolores físicos que sufrió Jesús, en la medida en que Él Mismo con ternura paternal, va imprimiendo su semejanza en el alma que ha sellado como suya y conforme el alma lo va soportando…
Y su semejanza de ‘Redentor’ va siendo grabada con divina precisión. Las manos y los pies duelen y los clavos se sienten; al igual que las espinas y los azotes de la flagelación. Hay un dolor soportable, junto con un gozo muy intenso.
Cuando se ha avanzado tanto que Jesús deja que se experimente su dolorosísima agonía, la Misericordia Divina ayuda a nuestra debilidad y hace que sea posible amar el Dolor y el Sufrimiento.
En casos excepcionales, esta crucifixión sale al exterior y los estigmas se vuelven visibles. Por lo general, las almas víctimas no quieren que nadie sepa su secreto y pasan inadvertidas en medio del mundo, llevando silenciosamente su martirio interior.
Las almas hostias mueren sobre la Cruz, con el martirio del Amor Total.
A esta crucifixión completa contribuyen:
LOS HOMBRES.
Que dominados por el mundo no pueden comprender al que vive estas realidades espirituales. La incomprensión y la soledad se vuelven compañeras inseparables del alma- víctima. Lo único que la sostiene y la compensa de todas sus amarguras: es Dios y su amor.
Que en una permisión divina, fustiga con todo su odio y su furia al que se ha convertido en su mortal enemigo. En esta batalla, Satanás utiliza a los hombres dominados por él y los convierte en flagelos humanos. El hombre es el más cruel enemigo del hombre. Y los primeros enemigos son los propios familiares, las batallas de las víctimas se desarrollan entre el Paraíso y el Infierno.
El alma se debate en un mar que le lleva oleadas de dolor, de amargura, de angustia, en la oscuridad y la incertidumbre. De las que solo es rescatada, por la Infinita Bondad de Dios, que vuelve a llenarla de paz y alegría. Con sus lágrimas y oraciones obtienen gracias de Dios y Él las conforta para que esperen más bendiciones.
Es la Hora de Satanás. Y las víctimas llevan al culmen su sacrificio hasta el tormento de la Hora Nona. Y si es necesario derraman también su sangre en un martirio cruento. Y permanecen fieles en aquel océano de desolación. Y dicen junto con Él:
¡Dios mío!… ¡Dios mío!… Llenando de plegarias el Cielo, hasta que el Padre Celestial sienta fundirse en Piedad su Indignación y su Justicia sea aplacada. Una vez más.
Los pecadores muertos a la Gracia no son felices. Parece que lo sean, pero no es así. Y aunque los momentos de ebriedad por los placeres, no los dejan comprender su estado; no faltan nunca las horas en las que un reclamo de la vida, les hace sentir su condición de separados de Dios. Y es entonces la Desolación. Aquella tortura que Dios hace gustar a sus predilectos, para que sean como su Verbo: ‘salvadores’
En la hora crucial, el tormento de los tormentos: LA AUSENCIA DE DIOS.
Dios prepara a su atleta espiritual y en cierta manera lo prueba contra Sí Mismo. El alma prueba su fidelidad en lo que pareciera el Abandono del que es su propia vida. ¡El Abandono de Dios! ES EL HORROR MÁS GRANDE DE LA MUERTE.
Y si es horrorosa para aquellos para quienes es únicamente ‘prueba’, es demoledor para las almas víctimas, para las que se convierte en una desgarradora realidad. Porque ellas deben abrevar este cáliz, para perpetuar la Obra Redentora y salvar a los hombres que perecen en la desesperación.
Cuando esto sucede, Satanás ataca con peor ferocidad y atroz tormento. El alma libra un mortal combate en el que habrá un solo vencedor. El Espíritu Santo es la única y suficiente Fuerza que sostiene la voluntad para que sobrevenga la victoria. Y el dolor es compensado con las gracias sobrenaturales, con las cuales Dios consuela a su amada. El alma de las víctimas que perseveran, jamás se pierde.
Son los verdaderos adoradores en espíritu y en verdad. Son las esposas-reinas del Esposo-Rey. Las que conocen sus secretos y guardan una intimidad y una unión tan completa, que el Amado les imprime su Imagen en una semejanza perfecta. Y el alma sabe que Dios está encima de ella, Invisible pero Presente. Está protegida, por más que se crea sola, cuando le tocan las desolaciones. El amor nunca falta sobre las agonías y los sacrificios, de quienes trabajan por la Gloria de Dios y la Redención de las almas.
EL CRISTIANO VERDADERO, SIEMPRE ES UN ALMA VICTIMA.
Todos los cristiano auténticos, son hostias-vivientes. Liberados de la esclavitud del pecado; sostenidos por la Gracia, ya no deben conocer la muerte del espíritu, si voluntariamente no se hacen siervos de la Culpa. Y Dios le ha dado alas a los espíritus liberándolos de las cadenas para que volasen muy alto al encuentro de Aquel que siguieron conquistados por Jesucristo y por su Doctrina.
Los predestinados a la Gloria son los que no permanecieron sordos a su llamada, ni se detuvieron para seguirlo. Y con heroísmo emprendieron el camino de la perfección. No desfallecieron o desconsolaron, ni cuando el amor de predilección del Señor, fue una secuela de pruebas y de penas. Y no se creyeron menos amados por ello. Al contrario, supieron convertir las aparentes derrotas, en aplastantes victorias…
Pablo calla…
Un gran silencio se extiende por todo el lugar. Todos los cristianos meditan en sus palabras. Y se podría oír el zumbido de una abeja.
De pronto, Pablo siente un ligero tirón a su túnica por detrás y voltea.
Hay dos niños y los reconoce: son Cástulo y Fabio.
Pablo se inclina y mira de cerca la hermosa carita llena de inocencia y gravedad. Los grandes ojos azules de uno y castaños del otro. Los cabellos rizados y oscuros. Y la túnica blanca con una franja roja en los bordes.
Los dos niños están tomados de la mano. Tienen alrededor de seis años. Los grandes y hermosos ojos azules de Cástulo parecen hacerse más grandes cuando miran a Pablo con mucha seriedad y con su vocecilla infantil, pregunta:
– ¿Eso que dijiste es solo para los grandes?
Pablo parece reflexionar y responde con gravedad como si estuviera con un adulto:
– No. Pero ¿Has comprendido de lo que hablé?
– Sí. –Resuena la vocecita decidida- Fabio y yo queremos ser hostias.
– Veamos… ¿Qué entendiste de lo que dije?
– Que Dios me quiere tanto, que quiso morir por mí. Y que si yo lo amo a Él, también debo morir por Él. Que no tengo por qué preocuparme, porque Satanás estará muy enojado… Pero si me hace la guerra le va a ir muy mal, porque Dios me protegerá siempre y me va a llevar al Cielo.
– Es un compromiso muy serio. ¿Comprendes que si lo haces, Dios te lo tomará y tú deberás cumplir?
Cástulo parece elevarse y dice muy firme:
– Sí.
Fabio confirma a su vez:
– Yo quiero ser hostia.
Cástulo insiste:
– Yo amo a Jesús y quiero ser hostia. ¿Dime cómo lo hago?
– Pues, deberán decírselo a Jesús… Vamos a orar.
Y Pablo se arrodilla frente a la Cruz, junto con los dos niños que oran en voz alta y cada uno hace su ofrenda viviente…
En todas las caras se dibuja una sonrisa.
Cástulo resumió en unas cuantas frases, la enseñanza de ese día. Y todos recordaron porqué Jesús ama tanto a los niños.
Diana también recordó su propia ofrenda cuando era niña…
Con aquellos ejemplos ¿Quién puede mostrarse cobarde?
HERMANO EN CRISTO JESUS:
ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA
A37 SACRIFICIO DIVINO
Hijitos Míos, estoy en la Cruz. Estoy clavado en la Cruz. Sufro. Y no solamente por los dolores en el cuerpo; sufro, por vuestros pecados. Pero también Me da alegría ver como Mi Sufrimiento, no fue en vano.
Veo las almas buenas alrededor del mundo, almas buenas que van a creer en Mí, almas buenas que van a luchar y hasta dar su vida por defender lo que Yo os estoy dando hasta este momento: hasta Mi última Gota de Sangre. Mi Muerte, pero también Mi Resurrección.
Estas almas buenas Me dan mucha alegría, a pesar de este dolor tan grande que tantas y tantas almas, en verdad Me están causando y Me causarán.
Es mucho el Dolor y mucha la alegría, es Mi Vida, Mi Vida por vosotros. Cuando lleguéis al Reino de los Cielos, entenderéis lo que esto significa: que todo un Dios, Yo vuestro Hermano, Cristo Jesús, Me dé por vosotros.
Vosotros en la Tierra apreciáis la amistad de un amigo; apreciáis mucho, cuando ese amigo os ayuda con detalles grandes y bellos. Se da en lo económico, se da hasta en su persona por ayudaros, defendiéndoos frente a un ataque.
Tantas y tantas formas en las que responde un amigo. Y vosotros apreciáis mucho esa amistad.
Habéis menospreciado Mi Donación como Dios, hacia vosotros, Yo Soy más que el mejor amigo que tengáis en la Tierra; sobrepaso sus cuidados, su respuesta en todo lo que haya hecho en vuestra vida.
Soy vuestro Dios y os conozco desde antes de que bajarais a la Tierra. Me di por cada uno de vosotros. He gozado vuestros momentos bellos. He sufrido cuando habéis sufrido dolores físicos, morales, espirituales.
Pero así como las alegrías en Mi Ser son inmensas, infinitas porque Soy el Infinito; también Mis Dolores, los que Me causáis, son Dolores inmensos, infinitos. Os agradezco Mis pequeños, los que estáis Conmigo, las alegrías que Me dais, porque sigo sufriendo aquí en la Cruz por vosotros.
Vosotros estáis pensando en Mí y eso aminora los Dolores de Mi Sufrimiento, de Mi Donación. Y sobretodo, los ataques tan fuertes de los escribas y fariseos que querían terminar con Mi Vida a toda costa.
Sí, ciertamente todavía hay escribas y fariseos entre vosotros. Y no Me refiero exclusivamente a los del pueblo judío, sino de todos los pueblos que Me quieren borrar nuevamente, de la faz de la Tierra.
Os gusta hacer vuestra voluntad y Me hacéis a un lado, os creéis sabios y perfectos y no es así. Queréis hacer vuestra propia vida y os dejáis guiar en vuestro libre albedrio, por la ley humana. Pero sin virtudes, sin valores; simplemente lo que vuestro instinto os marque.
No os dais cuenta que tenéis un alma. Que El Espíritu Santo habita en vosotros, que no podéis ser animales. Sois Mis hermanos, sois creaturas de Dios. Vuestra dignidad es inmensamente más alta que la de cualquier animal, no os podéis dejar llevar solamente por vuestros instintos.
Tenéis un alma que debe tender a Mí y debe moderar vuestros actos. Ciertamente tenéis instintos, pero también tenéis virtudes, que eso no lo tienen los animales, ni otras creaturas creadas. Vosotros sois los reyes de la Creación, porque el Creador Vive en vosotros.
Yo Me he dado por vosotros, para levantaros nuevamente a esa dignidad en la que fuisteis creados.
Ciertamente el Pecado Original os llevó a niveles bajísimos y esto es para que os deis cuenta hasta dónde puede caer un alma, cuando se aparta de Nosotros, de Nuestra Santísima Trinidad.
Ciertamente os animalizáis, cuando dais la espalda a Nuestra Gracia, a Nuestro Bien. Vuestra dignidad es muy grande y debéis respetarla. La debéis buscar, os debéis dejar guiar por Nuestra Gracia, por Nuestra Presencia en vosotros y con ella os debéis santificar.
Un animal no puede hacer nada de esto, la santidad es solamente para el hombre. Dejaos guiar plenamente por Nosotros, en Nuestra Santísima Trinidad, porque siempre os dareMos lo mejor. Y sobre todo, os dareMos los dones que nadie os puede dar, dones que solamente Nosotros los podemos crear y regalar a cada uno de vosotros.
Esto le da mucha envidia a Satanás, perdió todo con su Traición. Y en forma similar llevó a vuestros Primeros Padres, a que se apartaran de Mí. Cortaron la Savia Divina que los alimentaba. Satanás hizo lo mismo y por envidia, él los llevo hacia la separación de Mí.
Actualmente Mis pequeños, vosotros ya tenéis una Evangelización de un poco más de 2000 años. Una Evangelización Divina. Cuando nacisteis ya había Luz en el Mundo: Mi Luz Divina, que se debió haber transmitido de generación en generación, desde que llegué a la Tierra a daros esta Vida Divina; para que hicierais de vuestro Mundo, un Cielo.
Pero Satanás os siguió atacando y preferisteis manteneros en el Mal. Preferisteis seguir viviendo bajo vuestros instintos animales e hicisteis a un lado la dignidad Divina.
Una dignidad que tiene vuestra alma y que debe estar perfectamente conectada a Mí vuestro Dios, en Mi Santísima Trinidad.
Habéis desperdiciado oportunidades inmensas, infinitas; vuestro mundo está en decadencia, cuando debiera ser ya una Joya que iluminara los Cielos del Universo.
La Tierra recibió a su Creador. La Tierra recibió Educación Divina. La Tierra vivió los Milagros de su Redentor. la Tierra fue purificada con la Sangre de su Dios, ¿Qué más podría pedir una persona, una creatura, una Creación?
Yo Soy El Todo, Soy vuestro Dios y la Tierra fue escogida para algo grande. Teníais ya la Luz para que el Universo entero volteara a veros y la desperdiciasteis.
Tuvisteis la Luz y preferisteis las Tinieblas, por eso os repito: estoy aquí en la Cruz, viendo la Obscuridad a donde la gran mayoría de vosotros habitantes de la Tierra, habéis llevado Mi Gracia, Mis Enseñanzas, Mi Presencia.
Porque preferisteis al que ES toda Maldad, Odio, Desamor, Guerra, Destrucción y Me Duele… Me duele mucho que la gran mayoría os dejéis guiar por el que os quiere destruir.
Y aquí Me tenéis abandonado en la Cruz, sufriendo por vosotros, llamándoos nuevamente a que regreséis a Mí.
Me ofrezco día a día, en las Misas Me doy por vosotros… Y son tan pocos los que escuchan Mis lamentos. Lamentos de Amor que os quieren volver a la santidad de vida y ganar lo que os prometí os daría, en Mi Predicación Terrena.
Ciertamente hay alegría en Mi Corazón al ver a las pocas almas que Me aman, que Me buscan, que oran Conmigo, que aprenden de Mí, que Me comparten sus alegrías y tristezas. Aquellas almas son las que ven en Mí, su Luz y su Guía. Aquellas almas que sufren, cuando sienten vacío en su corazón cuando las pongo a prueba; para así ver y comprobar que realmente, Me queréis.
Las pruebo con una soledad Divina y cuando veo que el alma se desespera, que no sabe qué hacer al no sentirMe en su corazón, Me hace llorar de felicidad… Porque es cuando veo que el alma Me ama, que no puede apagar su sed, si no Me tiene a Mí su Dios, su Creador, su Salvador.
¡Benditas estas almas que Me dan alegría!, Las consiento en la Tierra y las consentiré inmensamente en el Reino de los Cielos, por esa alegría tan grande que Me dais; de sentirMe necesario para vuestra vida, para vuestra misión, para vuestro gozo, mientras estáis en la Tierra.
Hijitos Míos, los primeros cristianos llevaban consigo Mi Gracia y Mi Amor en sus corazones y era tal el aprecio de estas Gracias, que se les había otorgado, que les infundía una gran alegría. Y se les conocía así entre el pueblo, por la gran alegría de los cristianos.
Y ya fuera que estuvieran reunidos gozando en sus grupos de oración, en su vida de todos los días, como cuando se les perseguía y se les asesinaba por ser seguidores Míos, la alegría siempre permanecía en ellos. Ciertamente tenían momentos difíciles cuando se les torturaba, cuando se les perseguía…
PERO ELLOS SE MANTENÍAN EN CONTACTO CONMIGO A TRAVÉS DE LA ORACIÓN
Y MI PRESENCIA LES DABA LA FORTALEZA NECESARIA PARA SUFRIRLO TODO
CON AMOR Y CON PAZ EN SU CORAZÓN.
ENMEDIO DE LOS TORMENTOS SE AFERRABAN A MÍ, se calmaban y la alegría volvía a ellos.
Estando en las cárceles, los cantos se escuchaban desde lejos y la Presencia de Mi Santo Espíritu, los llenaba de una alegría inmensa, de una alegría Santa que se contagiaba.
Y así iban hacia el suplicio llenos de Paz, sabiendo que Yo los recibiría inmediatamente, al momento en que terminara su martirio y empezara una nueva vida Conmigo en el Cielo.
Cuando un alma está Conmigo, pase lo que pase, la alegría y la paz siempre estarán con ella. Y os lo pido Mis pequeños, en estos tiempos; que pase lo que pase, lo aceptéis como Regalo de Dios, porque nada sucede por casualidad y sin permiso de nuestra Santísima Trinidad.
Tendréis momentos difíciles y la alegría y la paz deberá reinar en vosotros. Tendréis momentos buenos y la alegría y la paz deberá también estar con vosotros.
Ciertamente es más difícil estar felices en los momentos de martirio, de persecución, de desastre, de muerte; pero la paz y la felicidad, la alegría que debe haber en vosotros; siempre mostrará a vuestros hermanos que Yo Habito perfectamente en vuestro ser.
Y eso es lo que quiero que mostréis a vuestros hermanos, que Yo Cristo Jesús, sigo habitando entre los hombres. Sigo habitando en los que son Mis discípulos y sigo habitando en aquellos que Me abrieron su corazón de par en par, para que Yo Reinara en ellos.
Ciertamente, estoy en vosotros. Pero muchas almas no me permiten Reinar en su ser y acaban sacándoMe de su corazón. Sigo reinando y reinaré en aquellas almas que Me invitan, que Me buscan. Aunque las ponga a prueba, no descansan hasta que Yo habito perfectamente en ellas.
A veces, Me hago difícil de encontrar y ahí veo realmente cuánto vale el alma a la que estoy poniendo a prueba: si es un alma que lucha hasta encontrarMe, si es un alma que no se deja vencer por las pruebas, hasta que Yo ya vivo plenamente en ella.
O veo si es un alma tibia, que lucha en un principio, pero se da por vencida después o las almas que por último, Me cierran las puertas de su corazón, de su vida, de sus intereses. Almas que no luchan por la gran riqueza que pueden obtener al encontrarMe.
Yo Soy el Tesoro más grande que puede existir y aquel que Me encuentra y que Me deja habitar en él, se vuelve inmensamente feliz, BuscadMe Mis pequeños.
Aunque os ponga pruebas difíciles, Yo estoy siempre junto a vosotros; Me escondo para probaros, pero nunca Me aparto de vosotros. Pase lo que pase, quiero estar seguro de vuestro amor. Quiero estar seguro que realmente Me amáis y que sin Mí no podéis vivir.
Quiero estar seguro que estaré con vosotros toda vuestra existencia. No os canséis en la búsqueda, Yo os recompensaré infinitamente cuando Me encontréis y cuando no Me dejéis ya, salir de vuestro corazón.
Quiero Ser vuestro Prisionero, quiero estar siempre en vuestro corazón bajo llave, con vuestras cadenas de amor. No dejéis que Me salga de vuestro ser, no Me cambiéis por otros intereses mundanos y a veces, hasta pecaminosos.
No encontraréis nada, ni a nadie, que se pueda equiparar Conmigo. Os repito, Soy el gran Tesoro. Si realmente Me amáis, no Me perdáis, gozad de Mis Bendiciones, de Mi amor, de Mi compañía, de Mis Milagros, de Mi Paz y de Mi Amor. Soy vuestro TODO, no Me cambiéis por lo que no vale.
Yo Me vine a dar por vosotros, Mi Donación fue por la salvación de las almas y de todos los tiempos. No todas las almas se salvarán pero no por Mi Nombre, no por Mi Juicio; sino porque ellos mismos escogieron a quién servir. Ciertamente, no fue a Mí, vuestro Dios, ellos hicieron ya su propio juicio y escogieron seguir al Mal.
Me duele Mis pequeños, porque Mi Sangre se derramó por todos. Y especialmente, por los grandes pecadores. Pero ni aun así, escogieron la Verdad, ni escogieron el Amor, ni escogieron servir a su Dios y su Salvador. Tontamente, escogieron servir a su Enemigo, a aquél que con mentira los engañó; porque aun sabiendo la Verdad, se mantuvieron en su juicio falso.
Yo no vine para condenar, Yo vine para salvar a todas las almas. Las almas que se condenan, se condenan porque ellos se han condenado a sí mismos. Escogen el apartarse de Mí, prefieren vivir en la Maldad. Satanás los lleva a aborrecer Mi Santo Nombre.
Mucho Dolor Me causan estas almas, porque no tienen idea de lo que es sufrir eternamente.
Mis pequeños, orad por estas almas; para que no hagan tanto daño a vuestros hermanos y a vosotros mismos. Que Mi Sangre Preciosa, que se dio por ellos les cubra; para que Satanás no las manipule y os hagan más daño con sus malos juicios y con su servicio a Satanás.
Mi Sangre Preciosa es protectora de las almas, con Ella os debéis cubrir continuamente, Mi Sangre Preciosa os purifica de vuestras faltas y Mi Amor os vivifica y os lleva a un crecimiento alto en el Amor.
Mi Amor os debe llenar completamente y esto os debe llevar a la perfección de vuestros actos, para que así alcancéis la santidad a la cual estáis llamados. Estos son tiempos de santidad, porque son tiempos difíciles y de gran ataque espiritual por parte de vuestro Enemigo, protegeos y proteged a los vuestros.
Que vuestro día, sea día de oración. No importa lo que estéis haciendo, ofrecedMe todos vuestros actos por la salvación de las almas y el ofrecimiento de lo que estéis haciendo, esto es Oración porque estareMos unidos. Mi Vida, fue de plena oración al Padre. Unidos a Mí Mis pequeños, alcanzaréis la plenitud, porque Yo Soy la Plenitud y la Perfección.
No os apartéis de Mí en ningún momento. Y menos en estos momentos que serán de Gran Prueba espiritual para toda la Humanidad y el Universo entero. Me tenéis a Mí, vuestro Salvador y Redentor. Tenéis a Mi Madre, vuestra intercesora y La que ha de luchar y vencer a Satanás en estos tiempos.
Este es Su momento. Uníos a Ella, para que asegure vuestra salvación eterna y vuestro triunfo en vuestra misión, que se os ha encomendado a cada uno de vosotros. Buscad la salvación, buscad vuestra perfección y Yo estaré junto a vosotros.
JV. dice: Veo la Cruz vacía, ya no está Nuestro Señor en la Cruz. Nubarrones sobre ella, el viento las mueve rápido, todo está solo.
Mis pequeños, Me han bajado de la Cruz, todo está desolado, ya no estoy entre los hombres. Os he dejado un Legado de Sabiduría Celestial, que pocos aprovecharon en ése momento. Hay una gran desolación, los corazones están abatidos, no saben si hicieron el bien o el mal: gritaban primero ¡Aleluyas! y después, ¡Crucifícale!
Esto es lo que hace el hombre. A ratos Me abren su corazón y poco tiempo después, Me traicionan y Me sacan de su corazón y prefieren vivir en pecado. Así es el corazón del hombre, no busca mantenerse en el Bien.
Otros luchan y van logrando vivir más tiempo en el Bien y en la virtud y así, sus vestiduras se empiezan a blanquear, caminan entre los hombres y se ven diferentes. Las vestiduras de la gran mayoría de los que les rodean están grisáceas, sucias y no ponen mucho de su parte para limpiar esas vestiduras, que son su alma.
Otras almas van entendiendo lo que es vivir realmente unidas a Mí vuestro Dios, vuestro Jesús, que se dio por vosotros y que os dejó la Sabiduría Divina para caminar entre la mentira, entre la maldad y no ensuciarse con todo ello. Estas almas van limpiando todavía más sus vestiduras y ante los Ojos del Cielo, estas almas se ven más relucientes entre los hombres.
Son pocas las que se ven así; una por aquí, otra por allá. Y mientras más os acercáis a la perfección de vuestra vida espiritual, vuestras vestiduras se vuelven más puras, más bellas, brillan. Y se acercan al final de su existencia, de su misión y cuando llegan a Mí, solamente les queda un toque para llegar a la perfección total.
Pero qué alegría Me dan estas almas, que pusieron todo de su parte, para alcanzar esa pureza, ya desde la Tierra.
Quiero que vosotros seáis así, Mis pequeños. Me tenéis a Mí vuestro Dios, que caminé en la Tierra entre los hombres. Os conozco, sé de vuestros defectos y de vuestras cualidades; pero no Me meto en vuestra vida, hasta que vosotros Me lo pedís.
Y cuando Me dais libertad de acción para llevaros a la perfección, ¡Qué alegría Me dais!, Voy eliminando de vosotros todo aquello que no os deja crecer, que no os purifica, que os detiene para llegar a esos altos grados de perfección, a donde Yo quiero que lleguéis.
PedidMe Mis pequeños, que actúe en vuestra vida, dejadMe Ser ese Artista que haga Su obra perfecta en vosotros.
El escultor, el pintor, se enorgullecen de sus obras, cuando las consideran perfectas, Yo quiero Ser el que os perfeccione, vosotros gozaréis inmensamente y Yo también porque seréis obras perfectas, salidas de Mis Manos Divinas.
Cuando lleguéis al Reino de los Cielos, comprenderéis todo esto y gozaréis inmensamente el que os hayáis dejado mover por Mí. A vosotros os gusta lo bello. Sobre todo, cuando ya habéis crecido espiritualmente.
A Mí también Me gusta y más, cuando es la perfección en vosotros, Mis hijos. A eso fuisteis llamados, a ser perfectos, como Mi Padre y vuestro Padre Es Perfecto, dejadMe terminar Mi Obra en vosotros.
Ciertamente hijitos Míos, este es el Tiempo de Mi Retorno a la Tierra. Pero a una Tierra que Me recibirá con los brazos abiertos. Una Tierra en que los hombres que la habiten en ése momento, alabarán Mi Santo Nombre. Me buscarán, gritarán Aleluyas; se amarán como nunca antes se han amado, con un amor fraterno y Celestial.
Regresaré entre Aleluyas del Cielo y de la tierra. Se unirán los Cielos, se unirá la Tierra y se sentirá el Amor entre los dos. Habitantes del Cielo y de la Tierra gozarán el verse, gozarán el verMe.
Estos acontecimientos que estáis padeciendo, prepararán el corazón del hombre a amarse los unos a los otros, como os pedí cuando subí a los Cielos. No miréis la dureza de los acontecimientos, porque ciertamente os los merecéis.
Vuestro corazón se ha apartado de Mi Corazón y son pocos los que Me buscan y luchan por tenerMe en su corazón. Y habéis sido acrisolados en el Amor por preservar Mi Nombre entre los hombres, Mi Amor en los corazones y la Esperanza de Mi Retorno.
Tendréis la dicha, los que seréis escogidos para empezar un Nuevo Mundo, el VerMe llegar entre nubes y con Mis ángeles cantando, las trompetas sonando y los coros angelicales gozando, gozando Mi Triunfo y Mi Regreso.
Mi Triunfo, entre los hombres que lucharon por Mi Retorno, por su Fe. Su Fe será recompensada al verMe bajar y convivir entre los hombres. ¡Cuánto gozo tendréis, Mis pequeños! ¡Cuanto Amor derramaré entre las almas escogidas, que vivirán ésos momentos! Será el encuentro Divino con las almas escogidas: el Cielo, uniéndose con la Tierra.
Que ése sólo momento, lo tengáis muy presente en vuestra mente y en vuestro corazón: Yo con los hombres, el Cielo unido a la Tierra. Todo Luz, todo alegría, todo Paz, todo Amor. La Tierra, recibiendo a su Salvador.
Alegría infinita tendrán ésos iniciadores del Nuevo Reino del Amor en la Tierra. Manteneos en ésa esperanza que se realizará, os lo aseguro.
Aceptad las pruebas que vengan en breve… Y agradeced Mis pequeños con todo vuestro corazón, el haber sido escogidos para estos momentos de la Historia: para ver el Regreso de vuestro Dios, entre vosotros.
Os bendigo Mis pequeños y agradezco vuestra Fe, vuestra confianza y vuestro amor hacia Mí vuestro Dios, vuestro Salvador, vuestro Redentor.
Que Mi Amor os cubra, os proteja y os llene de Bendiciones para que vayáis preparando el camino de regreso a vuestro Dios y Salvador entre los hombres.
Yo os bendigo en Nombre de Mi Padre, en Mi Santo Nombre y en el del Amor de Mi Santo Espíritu.