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20.- Y SIN SALIDA…

vasarri-boda-romanaY efectivamente. La casa de Marco Aurelio estaba arreglada como para una boda. Con el verdor del mirto, la hiedra, las flores. Todo había sido preparado para una recepción regia.

Marco Aurelio se sintió tan mal por la resaca, que había seguido meticulosamente los consejos de Petronio y por eso mandó a Secundino a buscarla, llevando el permiso otorgado por el César.

Petronio le había dicho:

–           Ayer te vi y estabas borracho. Te comportaste con ella como un rufián. En el amor,  no solo hay que atacar la plaza, hay que conquistarla. No seas majadero y recuerda que el buen vino debe beberse poco a poco.

Sintiéndose en un estado deplorable, mientras bebió una pócima para mejorarse, sólo atinó a contestar:

–           Pasaron muchas cosas y ya no sé lo que sucedió, me siento muy indispuesto. Sólo dime que será lo mejor que debo hacer.

Petronio prosiguió implacable:

–           Entérate también de que es muy dulce el desear, pero es más dulce aún el ser deseado. Gánate su confianza. Sé magnánimo. Júrale por los hados que la devolverás a la casa de Publio y dependerá de ti el que mañana sea ella, la que prefiera quedarse aquí contigo…

Marco Aurelio recuerda todo esto y su corazón palpita intranquilo, bajo sus elegantes atavíos.

¡Oh, dioses inmortales! ¡Si tan solo no se hubiese embriagado, ya tendría a Alejandra en su casa! Se la hubiera llevado desde el mismo banquete…

¡Pero NO!… ¡Oh! ¿Por qué tiene la desesperante sensación de haber cometido un terrible error?

¡Rayos! ¡Si tan sólo no le doliera tanto la cabeza!…

–           Ya deben haber salido de palacio.-pensó.

Se levantó y comenzó a pasear muy nervioso, lamentándose por haberle hecho caso a Petronio y NO haber ido personalmente por ella.

Mientras tanto…

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La comitiva viene recorriendo el Vicus de las Carenas. Las calles cercanas al palacio están casi desiertas, pero más adelante hay un movimiento inusual. Casi desde todas las calles, afluyen grupos de tres o de cuatro individuos, que se han ido agregando a la comitiva de la litera, mezclándose con los esclavos acompañantes.

Otros más numerosos vienen en dirección opuesta. Algunos se tambalean como si estuvieran borrachos y empieza a ser difícil avanzar.

Los esclavos gritan:

–           ¡Paso al noble tribuno Marco Aurelio Petronio!

Alexandra va notando a través de las cortinas como aumentan los transeúntes y en su corazón se alterna la esperanza y el miedo.

El mismo Secundino que al principio no receló nada, comienza a alarmarse, pues hay en todo aquello algo muy extraño.

Se dificulta cada vez más el paso de la litera. La multitud prácticamente la ha rodeado hasta el punto que Secundino se ve obligado a ordenar a los esclavos que rechacen a golpes a toda esa gente…

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De pronto se oye un grito entre los que encabezan la comitiva y en un instante se apagaron todas las luces.

Y alrededor de la litera se produjo un movimiento de empuje, un tumulto, una lucha. Secundino comprende al punto que es un ataque y se llenó de miedo.

Todos saben que el César con una turba de servidores, acostumbra dar asaltos por sorpresa por pura diversión y quién sea que resulte responsable por defenderse, tiene pena de muerte aunque fuese senador.

En tales casos los guardias cuyo deber es velar por el orden en la ciudad, fingen ser sordos y ciegos.

El tumulto sigue alrededor de la litera.

Secundino trata de proteger a Alexandra, huyendo con ella y dejando a los demás entregados a su suerte.

Cuando la tomó en sus brazos en medio de la oscuridad, ella gritó:

–           ¡Bernabé! ¡Bernabé!

La joven viste de blanco y es fácil distinguirla.

Secundino acababa de cubrirla con su manto, cuando se sintió levantado por el cuello y luego se desplomó como si lo hubiese herido un rayo.

Los esclavos en su mayor parte están derribados por el suelo, han escapado o se mantienen pegados a las murallas. En el lugar, solo ha quedado la litera completamente destrozada desde la primera embestida.

Bernabé se llevó a Alexandra y sus camaradas le siguieron dispersándose gradualmente en el camino.

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Más tarde…

Los esclavos llegan a la casa de Marco Aurelio con el cuerpo de Secundino. Se detienen a la entrada de la domus…  Deben dar cuenta a su amo de lo que sucedió.

–           Que lo declare Lucio, -dijeron en voz baja algunos- la sangre brota de su rostro, tanto como del nuestro y el amo lo quiere. Lucio corre menos peligro que cualquiera de nosotros.

Lucio, un antiguo esclavo galo que había criado a Marco Aurelio y había sido heredado a éste por su madre, dijo:

–           Yo se lo diré. Pero venid todos conmigo. No caiga solo sobre mi cabeza, la cólera del amo.

Mientras tanto en el triclinium, Marco Aurelio está ya completamente impaciente:

–      ¡Ya debían estar aquí! ¿Por qué no llegan?

De pronto se oyeron pasos en la entrada. Los esclavos se precipitaron al atrium y se detuvieron bruscamente. Levantaron los brazos, lamentándose.

Marco Aurelio corrió hacia ellos:

–           ¿Dónde está Alexandra? –preguntó con voz alterada.

Entonces Lucio se adelantó con el rostro ensangrentado y exclamó lastimero:

–          ¡Ved nuestra sangre señor! ¡Hemos luchado! ¡Algunos han muerto! ¡Luchamos por ella! ¡Ved nuestra sangre!

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Pero no dijo más porque Marco Aurelio cogió una estatuilla de bronce y con un golpe, destrozó el cráneo del esclavo.

Luego se tomó con ambas manos la cabeza y se mesó los cabellos con desesperación. Se le puso cárdeno el rostro y ordenó que azotaran a los esclavos.

Y en aquella casa engalanada para una fiesta, solo se escucharon los alaridos de dolor y el chasquido de los azotes.

Pero los gemidos de los esclavos no calmaron ni su dolor, ni su cólera. Reunió a otro grupo de siervos y salió a buscar a Alexandra, en una pesquisa sin éxito.

A su regreso ordenó que se llevaran el cadáver de Lucio, que nadie se había atrevido a tocar.

A los esclavos de cuyas manos Alexandra fue arrebatada, los envió a las prisiones rurales, castigo más terrible que la muerte. Luego se desplomó sobre una poltrona y se puso a planear los medios para encontrar y recuperar a Alexandra.

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Perderla, renunciar a ella, no verla nunca más… Le pareció imposible porque ya no podía vivir sin ella. 

Estos pensamientos lo envolvieron en un loco frenesí. Por primera vez en su vida, la voluntad imperiosa del joven guerrero, encontraba la resistencia inquebrantable de otra voluntad.

Y no podía comprender qué había sucedido, que lo hacía sentir tan impotente y hasta cierto punto derrotado, al ver tan contrariados sus deseos en lo que más había anhelado jamás.

Marco Aurelio habría preferido ver hundirse el mundo entero en ruinas, antes que ver fallidos sus propósitos. La copa de la felicidad le había sido arrebatada casi de los labios.

Lo que le había ocurrido era algo tan inaudito, que además clama la más terrible de las venganzas.

Por momentos sentía una irritación tan grande contra la joven, que casi se aproximaba a la locura y sentía deseos de destruirla. Pero luego le atormentaba el ansia de volver a verla, de perderse en sus ojos.

Y se sentía dispuesto a rendirse a sus pies y darle lo que ella le pidiera con tal de que volviese a su lado. Recordaba sus besos embriagadores…

Y finalmente lloró como un niño, al ver su sueño destruido.

Luego mil ideas descabelladas cruzaron por su mente: Tal vez Publio era el responsable de raptar a Alexandra y en todo caso. Él debía saber dónde encontrarla. Y se levantó bruscamente, dispuesto a ir a la casa de Publio.

Pero un nuevo pensamiento le paralizó y le llenó de pavor: ¿Y si había sido el mismo César, quién se había apoderado de ella?… Todo mundo sabe que Nerón para disipar el tedio, hace incursiones nocturnas.

Y en esos ataques se apodera de mujeres y las mantea en la capa de un soldado hasta que se desmayan. El propio Nerón llama a estas expediciones ‘caza de perlas’ porque se han dado casos en que ha sido una verdadera perla de belleza y juventud.

Entonces la rapta y la ‘perla’ es enviada a una de las casas de campo, donde se divierte con ellas. Y cuando se cansa, la cede a sus íntimos. ¿Y si fue esto lo que sucedió en el caso de Alexandra?…

El César la miró en la fiesta y Marco Aurelio no tuvo la menor duda de que se dio cuenta, de que es infinitamente más hermosa que la misma Popea.

Petronio dice que Nerón es un cobarde para obrar abiertamente y comete sus crímenes en forma clandestina. ¿Y si no fue  el César? Entonces ¿Quién ha tenido el atrevimiento?…

¿Habrá sido el gigante de ojos azules que tuvo la osadía de sacarla del triclinium imperial y se la llevó de la fiesta en sus brazos?

¡NO! ¡Es imposible que un esclavo se atreva a tanto! El único capaz es el propio César. Si esto es lo que sucedió, Alexandra está perdida para él. Podría recuperarla de cualquiera, pero del César, ¡NO! ¡Imposible!

La imaginación le presentó a Alexandra en brazos de Nerón…

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Y por primera vez entendió que hay pensamientos imposibles de soportar dentro de la resistencia humana.

Y entonces comprendió en toda su plenitud, la magnitud y la intensidad de su amor por ella. Y recordó todas las escenas desde que la viera por primera vez, cada una de sus palabras, sus gestos, sus ademanes.

La contempló en la fuente, en la fiesta. Volvió a sentir su calor, su perfume. La delicia de los besos que le diera en sus labios inocentes. Y le pareció cien veces más dulce, más hermosa, más deseable que nunca.

Era la única mujer deseada en todo el Universo. La elegida entre todos los mortales y las divinidades. Para él no existe nadie más que ella.

La tiene metida en su mente, en su corazón, en su sangre y corre por todas las venas de su cuerpo. Alexandra es su vida, su todo, el único tesoro que desea poseer. Nada le importa más que ella.

El solo pensamiento de que Nerón pudiera poseerla, le hace sentir la muerte. No puede soportarlo, ¡NO! Por un momento teme volverse loco de dolor. Ya no puede vivir sin ella.

Y un sentimiento de venganza se apoderó de él. Decidió ir al palacio y hablar con Actea. Y ordenó que tengan listo su Cisio.

Cuando llegó al arco de la entrada, el centurión lo recibió con una amable sonrisa.

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–          Salve, noble tribuno. Si deseas presentar tus homenajes al César, no has venido en momento propicio. Es imposible que te sea permitido verle ahora.

Marco Aurelio preguntó sorprendido:

–           ¿Qué ha sucedido?

–          La Infanta Augusta enfermó repentinamente ayer. El César y la Augusta Popea la están atendiendo, junto con los mejores médicos de la ciudad.

Ese es un suceso importante. Cuando nació esa hija, el César estaba loco de alegría.

Ama a esa niña con un amor sin límites. Y por esto, para Popea la niña le es doblemente preciosa, porque afirma su posición y aumenta su influencia sobre el emperador.

Marco Aurelio le contestó:

–           Solo deseo ver a Actea.

El centurión le hizo el saludo militar y le franqueó el paso.   Y entró al palacio.

Pero Actea estaba ocupada también cerca de la Infanta y Marco Aurelio tuvo que esperarla. Cuando regresó, la palidez de su rostro se intensificó al ver al tribuno.

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–           ¡Actea! –Exclamó Marco Aurelio, tomándola de la mano- ¿Dónde está Alexandra?

–           Yo iba a preguntarte lo mismo.-contestó ella, mirándolo de frente y con una expresión de reproche.

Pero aun cuando Marco Aurelio se prometió a sí mismo conservar la calma, dijo con el rostro descompuesto por el dolor y la cólera:

–           ¡Me fue arrebatada en el camino a mi casa! ¡Oh, Actea! Si no deseas ser causante de infortunios que tú ni siquiera puedes imaginar, dime la verdad ¿Se apoderó de ella el César?

Actea contestó con firmeza:

–           El César no ha salido de Palacio.

–           Por la sombra de tu madre. Por todos los dioses, dime ¿Entonces Alexandra no está en el palacio?

–           Por la sombra de mi madre, Marco Aurelio; yo te lo aseguro que ella no está en el palacio y que no ha sido el César quién te la ha interceptado. La Infanta augusta está enferma desde ayer y Nerón no se ha movido de su cuna.

Marco Aurelio suspiró aliviado, esa amenaza desapareció.

Se sentó en el banco y dijo con los puños apretados:

–           ¡Ah! Entonces ha sido Publio, el raptor. ¡Ay, de él!

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–          Publio Quintiliano, estuvo aquí esta mañana y preguntó por Alexandra a Epafrodito y a otros sirvientes del César. Les dijo que regresaría para verme, porque yo estaba ocupada y no pude atenderlo.

Marco Aurelio ´levantó los puños y dijo con ira:

–           Desea alejar de sí las sospechas. Si no supiera lo que ha sucedido, habría ido a buscar a Alexandra a mi casa.

–           Dejó escritas unas palabras en una tablilla. Por ellas te darás cuenta que sabía que Alexandra había sido sacada de su casa por el César, a petición tuya y de Petronio. El esperaba que te la enviaran y esta mañana estuvo en tu casa, donde le participaron lo ocurrido.

Y le mostró a Marco Aurelio la tablilla que le dejara el general.

El tribuno leyó y guardó silencio.

Actea adivinó los pensamientos que se ocultaban bajo su tétrico semblante y le dijo:

–           No, Marco Aurelio. Lo sucedido se ha verificado por voluntad de la misma Alexandra.

Marco Aurelio exclamó atónito:

–           ¡Entonces tú sabías que se proponía huir!

Actea le contestó un tanto severa y pausando las palabras:

–           Yo sabía que ella no sería nunca tu concubina.

–           ¿Y tú? ¿Qué fuiste tú durante toda tu vida?

Actea respiró profundo y contestó con serenidad:

–           Yo… Fui ante todo, una esclava.

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Pero no por esto se calmó la cólera de Marco Aurelio. El César le había dado a Alexandra. La buscaría, la encontraría y dispondría de ella a su antojo. ¡Así lo haría en verdad!

Ella sería su concubina. Se fue exaltando más y más.

Y Actea comprendió que eran su dolor y su ira las que en realidad hablaban. Pudo haber sentido compasión hacia él; pero le agotaron la paciencia los arranques del joven y le preguntó:

–           ¿A qué debo el honor de tu visita?

Marco Aurelio contestó:

–           Pensé que tú me podrías dar algunas respuestas. Alexandra al emprender la fuga se está oponiendo a la voluntad del César y voy a solicitar una orden para buscarla por todo el imperio, si es necesario.

Petronio apoyará esta petición y el registro comenzará hoy mismo. Así tenga que hacer uso de todas las legiones, la encontraré dondequiera que se haya ocultado.

Actea le advirtió:

–           Ten cuidado. No vaya a suceder que la pierdas para siempre por disposición del César, desde el momento en que la encuentres.

Marco Aurelio frunció el ceño:

–           ¿Qué quieres decir?

–           Escúchame Marco. Ayer Alexandra y yo estábamos en los jardines de Palacio. Allí encontramos a Popea con la Infanta Augusta que era conducida por una africana. Por la tarde se enfermó la niña y Coralia la nutriz sostiene que ha sido víctima de un hechizo y que la mujer extranjera con la que Popea habló, fue la causante del maleficio.

Si la niña mejora, esto quedará olvidado. Pero en caso contrario, Popea será la primera en acusar a Alexandra de hechicería. Y dondequiera que la encuentre, no habrá salvación para ella.

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Después de un momento de silencio en el cual Marco Aurelio asimila lo que Actea le ha dicho, exclamó:

–           Pero quién sabe si sea verdad que ha hechizado a la niña ¡Si me ha hechizado a mí!

–           Coralia repite que la niña empezó a llorar desde el momento que pasó frente a nosotras. Y realmente eso es lo que sucedió. Lo cierto es que ya estaba enferma cuando la sacaron a los jardines.

Marco, puedes buscar a Alexandra donde y cuando te plazca. Pero hasta que no haya recuperado la salud la Infanta Augusta no hables de tu amada al César, si no quieres atraer sobre ella la venganza de Popea.

Alexandra ha derramado bastantes lágrimas por causa tuya. Quiera Dios conservar su pobre cabeza, pues su vida pende de un hilo.

–           Tú la amas Actea. ¿Verdad? –preguntó Marco Aurelio con acento melancólico.

–           Sí. La amo. Es una criatura fácil de amar. –contestó Actea.

Y las lágrimas asomaron a sus ojos.

–           A ti no te ha correspondido con odio, como a mí.-dijo Marco Aurelio suspirando.

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Actea lo miró con duda, antes de exclamar:

–           ¡Hombre necio, apasionado y ciego!…  ¡Ella te amaba!

Marco Aurelio dio un salto.

–           ¡No es cierto! –gritó con dolor- ¡Ella me aborrece!… ¿Por qué dices eso? ¿Acaso ella te confesó sus sentimientos con tan solo un día de conocerla?

Y además ¿Qué clase de amor es ese qué prefiere la vida errante, los infortunios, la pobreza, la incertidumbre del mañana y hasta una muerte ignominiosa quizá… a todo lo que yo le ofrecí?…

Y continuó con un borbotón de frases apasionadas que reflejan toda impotencia de sus más caros e íntimos deseos:

Toda su persona la anhelaba. La esperaba con una casa engalanada para recibirla, él que deseaba servirla y la adora como a una diosa. Él, que estaba dispuesto a ser su esclavo si era preciso.

Él, que era un amante apasionado que la esperaba con una fiesta… Mejor para él no darle crédito a lo que dice, porque está a punto de enloquecer. No habría cambiado a esa joven por todos los tesoros del César y ella había huido de él. 

¿Qué clase de amor es ése que tiene al alcance la felicidad y busca el dolor? ¿Quién podría comprenderlo? Si no fuera por la esperanza que aún abriga de poder encontrarla, ya se habría arrojado sobre su espada.

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Y concluye desesperado:

–          El amor rinde, no hace huir. Es verdad que en la casa de Publio hubo momentos prometedores de una felicidad increíblemente cercana; pero ahora estoy convencido de que ella me odiaba entonces, me odia ahora y morirá con el corazón impregnado de odio hacia mí.

Actea, que normalmente es apacible y tímida; al escucharlo exclamó con gran indignación:

–           ¡Cómo te atreves a hablar así! ¿Cómo trataste de conquistar a Alexandra? En vez de inclinarte ante Publio y Fabiola para obtenerla de su mano y convertirla en tu esposa; la arrancaste de sus padres adoptivos, valiéndote de la estratagema de un rufián.

Tú no deseaste una esposa, sino una concubina. La humillaste. A la hija adoptiva de una casa honrada. A la hija de un rey; la trajiste a esta morada de crimen y de infamia. Todavía más: La profanaste haciendo pasar ante sus ojos inocentes, el espectáculo de una fiesta vergonzosa.

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Y te comportaste con ella, como si fuese una libertina. ¿Acaso olvidaste cómo era la casa de Publio y de Fabiola? ¿No sabías cómo la educaron?…

¿No tienes el suficiente criterio para comprender que hay mujeres distintas a Lucrecia, a Lucila y a Julia Mesalina; a Popea y a todas las demás que acostumbran asistir a las orgías de este palacio?

¿Acaso no te percataste con solo mirarla, de que Alexandra es una pudorosa doncella, que prefiere la muerte a la deshonra?  ¿Cómo sabes qué clase de Dios adora ella y si no es más puro y mejor que los que adoran las depravadas mujeres de Roma?

¡NO! ¡Ella no me hizo ninguna confesión de amor actual! Pero sí me dijo que era a ti a quién pensaba recurrir en busca de auxilio y que esperaba de ti que le obtuvieras el permiso para regresar a la casa de Publio.

Y Alexandra al expresarlo, se ruborizó como una virgen que ama y  confía. En el corazón de ella, había latidos consagrados a ti. Pero tú en cambio, la aterrorizaste y la ofendiste. ¡La indignaste tanto!…

Bien puedes buscarla ahora, con la ayuda de los soldados del César, pero debes saber que si llega a morir la hija de Popea, las sospechas recaerán sobre Alexandra, cuya destrucción es inevitable.

Marco Aurelio miró asombrado a Actea.

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La siempre dulce y apacible Actea le ha hablado con imperial enojo, le ha soltado todas sus verdades y parece una emperatriz más temible que la misma Popea.

La emoción de saberse amado por Alexandra le cayó como un rayo, en medio de su rabia y su dolor. ¡Amado por Alexandra! Saber esto le conmovió todas las fibras de su ser. La recordó con su rostro ruborizado y sus ojos radiantes. Y le pareció que fue cuando ella empezó a amarlo.

Y esa sola idea fue como una fresca brisa que le invadió de felicidad. De una felicidad mayor de la que nunca había experimentado y ansiado, hasta ese momento. Pensó que la habría podido conquistar gradualmente, sabiendo que su amor era correspondido.

Ella hubiera sido su esposa y hubiera sido suya para siempre. ¿Por qué no lo había hecho así? Al principio lo había pensado y estaba dispuesto a hacerlo…

Pero ella había huido y acaso fuera imposible encontrarla. Y si lo hace, con ello causará su muerte. Y ahora, ni ella, ni Publio, ni Fabiola, le brindarán una acogida favorable…

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Entonces su cólera se volvió contra Petronio. Él era el culpable de todo. De no haber sido por él y por haber escuchado sus consejos, Alexandra no se hubiera visto obligada a la fuga.

Ella ya hubiera sido su esposa y ningún peligro amenazaría su vida. Pero ahora ya es demasiado tarde y ya nada tiene remedio. Es demasiado tarde…

–           ¡Demasiado tarde! –repitió en voz alta. Y al decir esto sintió que un abismo se abrió a sus pies.

Actea, como un eco repitió:

–           ¡Demasiado tarde!

Y esta frase le sonó a Marco Aurelio como una sentencia de muerte. 

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En eso entró en el atrium Fabiola.

Y Marco Aurelio se encontró frente a frente, con su rostro triste. Había venido para tener noticias de Alexandra.

Al verlo, palideció y le dijo serena:

–           ¡Qué Dios te perdone Marco Aurelio, el daño que nos has hecho a nosotros y a Alexandra! Y que te lleve a la Luz.

Él se mantuvo de pie con la cabeza inclinada, abrumado por un sentimiento de culpa y de infortunio. Se envolvió en su toga y salió de allí totalmente desconcertado y confundido.

Avanzó por las inmensas galerías sumido en tormentosos pensamientos.

Ya no sabe cómo proceder. Por dónde empezar. Qué procedimiento seguir para remediar un mal que no tiene remedio.

¿Adónde acogerse? Una sola idea está fija en su mente: “O busca y encuentra a Alexandra. O algo funesto va a sucederle a él.”

Sin comprender todavía lo que Dios debe o puede perdonarle. A su juicio, Fabiola no tiene razón para hablar de perdón. Debía clamar por venganza.

En el patio, en la galería; se ve una multitud de patricios y senadores pidiendo informes acerca de la salud de la infanta, para mostrarse en el Palatino y dar testimonio de su solicitud.

Algunos notaron que viene del interior del palacio y le preguntan por la ‘divinidad’. Pero él apresura el paso sin contestar a nadie.

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Hasta que Petronio, que viene con el mismo propósito, casi se estrelló con el pecho de Marco Aurelio al detenerlo.

A Petronio le salvó el que el joven viniese tan trastornado al separarse de Actea. Se siente tan deprimido y exhausto que hasta su ira se esfumó.

Empujó a Petronio a un lado e intentó seguir su camino.

Pero el dramaturgo lo detuvo casi por la fuerza y preguntó:

–           ¿Cómo está la divina Infanta?

Marco Aurelio se irritó violentamente y contestó muy indignado:

–           ¡Qué los hados se la traguen a ella y a toda esta casa!

–          ¡Silencio, desgraciado! –exclamó Petronio mirando asustado a su alrededor y deseando que nadie hubiese oído.

Y tomándolo del brazo para alejarlo, agregó precipitadamente:

–         Si quieres saber de Alexandra, ven conmigo. Aquí no te diré nada.

Le pasó el brazo por la espalda del joven tribuno. Le llevó afuera del palacio lo más rápido que pudo. En realidad no tenía noticias que darle. Pero a pesar de su disgusto, ama a su sobrino y se siente responsable por todo lo que ha  ocurrido.

Cuando entraron a la litera le dijo:

–           He ordenado a mis esclavos que vigilen todas las puertas de la ciudad. Si Publio y Fabiola intentan ocultarla, también he tomado mis providencias y pronto sabremos en donde está. Y empezaremos a buscarla hoy mismo por toda Roma.

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Marco Aurelio le dijo muy deprimido:

–           Publio no sabe en dónde está.

–           ¿Cómo lo sabes?

–           He visto a Fabiola. Ella también la busca.

Petronio exhaló profundamente y contestó:

–          Ha sido una suerte para ti que el César no te la quitara. Estoy al tanto de todos los secretos del palacio.

Pero Marco Aurelio soltó un torrente de quejas, más doloridas que enconadas. Y con su voz quebrantada le refirió a Petronio su conversación con Actea, notificándole los nuevos peligros que amenazan a Alexandra.

Peligros tan terribles que va a ser necesario ocultarla a todas las pesquisas de Popea, en el caso de que la encuentren. Él ya no puede vivir sin ella. Luego hizo a Petronio amargos reproches por los consejos que le había dado.

De no ser por él, todo sería muy diferente. A medida que le fue relatando, ya no pudo contenerse y lloró amargamente de dolor y de cólera.

Petronio está atónito. Él jamás hubiera imaginado que Marco Aurelio estuviera enamorado hasta ese grado de desesperación. Y ve las lágrimas del valiente soldado con admiración y cierta envidia.

Cuando llegaron a la casa, el mayordomo les dijo que los esclavos enviados a las puertas no habían regresado y se les había enviado alimentos para que permanezcan vigilantes.

Petronio se volvió hacia su sobrino:

–           ¿Ya lo ves? Están en Roma. Los encontraremos. Pero es necesario que órdenes a tu gente, que también ellos vigilen. Envía los mismos esclavos que fueron a buscarla antes, porque la reconocerán más fácilmente.

Marco Aurelio suspira con desaliento, pero contesta:

–           Revocaré las órdenes que di, de enviarlos a las prisiones rurales y los enviaré a las puertas.

Escribió sobre una tablilla y Petronio la envió al punto, a la casa de Marco Aurelio.

Luego pasaron al pórtico interior, se sentaron en una banca y empezaron a conversar. Aurora, la de los cabellos dorados; les escanció sendas copas de vino de unas jarras que son unas primorosas obras de arte.

Petronio preguntó:

–           ¿Hay entre tus siervos alguno que conozca a ese gigantesco parto?

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Marco Aurelio contestó:

–          Secundino y Lucio lo conocían. Pero Secundino cayó al pie de la litera y a Lucio lo maté yo.

–           Lo siento. Lucio como a ti, también me llevó a mí en los brazos.

–          Pensaba manumitirlo… Pero ya no hablemos de él. Mejor dime como hallaremos a Alexandra. Roma es…

–           Por supuesto que no será fácil y tal vez tardemos un poco. Pero lo seguro es que la encontraremos. Tú acabas de acusarme de haberte aconsejado el procedimiento. Pero éste en sí era bueno. Solo fue malo cuando se arruinó.

Tú oíste decir al mismo Publio que pensaba retirarse a Sicilia con todos los suyos. Y en ese caso la joven también estaría lejos de ti.

–           Yo los habría seguido y ella estaría fuera de peligro. Pero ahora si esa niña muere, Popea creerá que ha sido culpa de Alexandra.

–           Cierto. Y eso me alarma a mí también. –Petronio reflexionó unos momentos y agregó- se dice que Popea sigue la religión de los judíos y cree en espíritus malignos.

El César es supersticioso. Si hacemos correr el rumor de que los espíritus arrebataron a Alexandra, esa noticia será creída. Especialmente porque ni César, ni Publio la han interceptado. Su fuga ha sido realmente misteriosa.

Ese parto no pudo haberla efectuado solo y ¿Cómo puede un esclavo reunir tantos cooperadores en un solo día?

petronio–           Los esclavos se auxilian mutuamente en Roma.

–           Sí, pero algunos pagan eso con la vida. Es verdad que se ayudan recíprocamente, pero no unos contra otros. Y en este caso sabían que la responsabilidad y el castigo caerían sobre los suyos. Por eso es muy improbable que haya sucedido así.

Después de reflexionar un momento, Marco Aurelio preguntó:

–           Bernabé no pudo hacerlo solo. Entonces ¿Quién lo ayudó?

Petronio contestó:

–           Sus correligionarios.

–           ¿Quiénes son?

–           ¿Cuál es la deidad que ella adora?

–           No lo sé.

–           Habrá que averiguarlo…

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HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONÓCELA

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PECADO Y LIBERACIÓN

Si reflexionamos con detenimiento todo el contenido del último artículo que completa el tema que nos ocupa, entenderemos más claramente los llamados a la Conversión que tanto nuestro Señor Jesucristo, como la Madre de Dios, están haciendo a la humanidad. Y también nos hará reflexionar en la clase de cristianismo que estamos practicando.

Esperamos que la reflexión profunda que hagamos sobre este testimonio, junto con la revelación que hizo Eduardo Verástegui en su última entrevista y que repetimos a continuación:

En su entrevista, Verástegui confesó a Cala que el secreto de sus 13 años de castidad ES SU INTENSA VIDA ESPIRITUAL.

Eduardo-Verastegui

“Soy una persona muy débil y es por eso que tengo una disciplina espiritual. Si me quitas mi disciplina espiritual, SI ME QUITAS A DIOS DEL CENTRO DE MI VIDA, YO COLAPSO EN DOS MINUTOS. No puedo. Vivo en un mundo lleno de tentaciones. Y la capital de las tentaciones es nuestra carrera.”

Nos haga meditar en nuestra situación particular y si deseamos convertirnos, basta con que le digamos sencillamente a Jesús: “Señor, ayúdame a cambiar. Dame la conversión que necesito para conocerte y amarte. Amén”

Y sé bienvenido a las filas de los adoradores del Espíritu Santo.

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MI APRENDIZAJE SOBRE EL PECADO

  1. Cuando hayas entrado en la tierra que Yahveh tu Dios te da, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones.
  2. No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia,
  3. ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos.
  4. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahveh tu Dios a esas naciones delante de ti.
  5. Has de ser íntegro con Yahveh tu Dios.
  6. Porque esas naciones que vas a desalojar escuchan a astrólogos y adivinos, pero a ti Yahveh tu Dios no te permite semejante cosa.
  7. Yahveh tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharéis.(Deuteronomio 18, 9-15)

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(Éxodo 20, 2-6)

2.- «Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre.

3.- No habrá para ti otros dioses delante de mí.

4.- No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra.

5.- No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian,

6.- y tengo misericordia por millares con los que me aman y guardan mis mandamientos.

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Durante los siguientes tres años, estos dos pasajes bíblicos adquirieron su plena relevancia, en el ministerio al cual había sido llamada. Durante ese tiempo mi aprendizaje fue intensivo y en los años posteriores, aunque de manera más esporádica, nunca dejaron de presentárseme estos singulares combates.

Al año siguiente de mi conversión, conocí al que sería mi director espiritual por casi catorce años y su oración, su sabiduría y su santidad; me guiaron en el escabroso sendero por el que me llevaba la Voluntad Divina.

En la parroquia a la que pertenecía, él ayudaba al párroco con las misas matutinas y presidía las asambleas de oración que los lunes de cada semana seguían después de la Misa de 7pm. En el Templo de Nuestra Señora de los Dolores. También supervisaba los diferentes ministerios y los grupos de evangelización que se habían formado.

En todo ese tiempo, el ministerio de sanación y liberación era conducido por Jesús a través de mi indigna persona. Y asistí a más de quinientas liberaciones.

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Lo que había aprendido en la casa de Alfonso era esto:

La confesión frecuente y la Eucaristía diaria, además del Rosario meditado con lecturas bíblicas, rezado en grupo por los demás y con maravillosas alabanzas, cantadas con fervor y adoración a la Santísima Trinidad, a María y al Espíritu Santo; eran el baluarte de nuestro grupo de guerreros oradores por la Liberación.

Siempre cuando había oportunidad, le preguntábamos al Señor en cada caso en particular; que era lo que ÉL quería hacer y Él nos señalaba con instrucciones precisas, cuantos días de ayuno y oración requeríamos y nos mostraba la estrategia a seguir.

Porque cada liberación era única, así como cada persona era diferente; como únicas y diferentes eran también las almas que requerían nuestra ayuda y distintos los pecados cometidos y los espíritus que estaban atormentando a los individuos.

Nuestras batallas más duras y más llenas de espectacularidad, eran contra las posesiones por los pecados de idolatría y el espíritu de Lujuria.

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Llegué a presenciar combates que en comparación, lo sucedido con David era como un juego de niños. Y varias veces los que terminábamos experimentando algo similar a los efectos especiales de la película Matrix, éramos los guerreros que tratábamos de liberar al que sufría la esclavitud por el Maligno.

Lo más penoso, eran las venganzas. Porque el Infierno es experto en desquitarse de lo que considera agravios insultantes… Y más infligidos por una ‘perra y estúpida mujercilla’, como me llamaban a mí. Porque como machistas, son maestros y nadie los supera.

Yo aprendí a lidiar con todo eso y le entregaba todo al Señor. Pero en una ocasión en que fue especialmente dolorosa y terrible la venganza que tuve que soportar…

ENOJO

Como la paciencia no es mi atributo principal, renegué y me porté como toda una mocosa majadera, en el apogeo de su berrinche.

Le reclamé a Jesús:

–          ¿Por qué tengo que hacer el trabajo de tus obispos? Yo no tengo la culpa que ellos no quieran sufrir, ni boxear o andar de toreros espontáneos con las huestes de horrorosos diablos que pululan por todas partes, atormentando a los que no quieren entender las consecuencias de sus pecados.

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Jesús me miró tan, pero TAN TRISTE; que yo me sentí como el microbio más patético y despreciable que pudiera existir. Y sentí tanto arrepentimiento, que llorando le pedí perdón y le prometí que ya no me volvería a portar mal con Él. Qué siempre cumpliría con mi ministerio, en donde quiera y como fuera; tan sólo por hacerlo feliz a ÉL.

Pero me sentía tan desconsolada, que le dije a Jesús:

–          Señor. ¿Por qué no les abres a todos, los ojos espirituales; para que contemplen la realidad de su situación con respecto al pecado?

Y Él me contestó muy serio:

–          ¿Quieres que se mueran de un infarto?

Su Infinito Amor y su Infinita Paciencia, también nos protege de nosotros mismos. Pero mientras tanto le destrozamos su Sacratísimo Corazón, con todas nuestras estúpidas frivolidades.

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Recuerdo que en una ocasión, la lucha era totalmente feroz en una liberación muy especial; para la cual Jesús nos había prevenido de manera muy particular y donde había demonios muy poderosos por el incesto, la perversión y el satanismo juntos.

En aquellos días, Jesús todavía no me había prohibido usar pantalones, que era una de mis prendas favoritas. Y yo, ya había adquirido experiencia y la voz ya no me temblaba, cuando de apabullar a Satanás se trataba.

 Y si alguien ajeno hubiese entrado a nuestro recinto de combates, hubiera visto como la que  parecía suspendida del techo era yo; pues era sostenida alrededor de mi cuerpo por una mano invisible y horrorosa que abarcaba casi toda mi cintura, que en aquel entonces medía alrededor de 66 cm.250px-Exorciste_chassant_huit_démons

La intención era estrellarme contra el piso, mientras todos mis compañeros tenían su propio combate particular; pues llegó un momento en que no había nadie que pusiera almohadones debajo de mí.

Y el esclavizado por las huestes infernales, parecía estar dormido tranquilamente, sobre la colchoneta que teníamos en la estancia.

Con una serenidad que sólo el Espíritu Santo es capaz de proporcionar, le grité a Lucifer:

–          ¿Vas a matarme? ¿Ya le pediste permiso a Jesús, Señor de la Vida y de la Muerte? Porque te advierto que te voy  a costar muy cara. Y el castigo que ya te dieron, no será nada comparado con el que te voy a proporcionar yo.

SANGRE DE JESUS

POR LA SANGRE PRECIOSÍSIMA DE JESUCRISTO LES ORDENO: SI NO SE LARGAN TODOS EN ESTE MISMO INSTANTE, LAMENTARÁN EL DÍA QUE ENTRARON A POSEER A ESE HIJO DE DIOS.

¡¡¡¿Entendieron?!!! ¿O quieren que se los explique con palitos y bolitas? Anda, ¡LÁNZAME! ¿Crees que te tengo miedo? ¡Mira!… -Y comencé a cantar  el Magníficat con un gozo inefable…

Más o menos a la mitad del Himno, todo quedó suspendido como por encanto. Y se hizo un silencio sepulcral.

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De repente me descendieron del techo con una suavidad muy delicada. (Como soy ciega y sorda espiritual, no estoy segura. Ahora que lo pienso, tal vez fue mi Ángel de la Guarda) Y cuando todo terminó, todos parecíamos boxeadores de peso mosca que hubieran luchado quince rounds con un gigantón de peso completo. Esa vez duré tres días en cama, hasta con fiebre; pero todos estábamos muy contentos.

La única huella extraordinaria de lo que había pasado, fue una quemadura con la forma de una mano gigantesca, que por el frente mostraba la silueta perfecta de un pulgar alargado con una uña tremenda. Y alrededor de mi costado se veía la palma y casi toda la parte central y baja de mi espalda, mostraba cuatro dedos enormes que se llenaron de un montón de pequeñas ampollas que parecían burbujas.

Mi hermana me curó con la pomada amarilla que se utiliza para las quemaduras y los siguientes quince días, tuve que dormir cuidadosamente recostada sobre el lado que no había sido lastimado, hasta que mi lesión sanó. Lo más extraño, es que mi blusa de seda blanca que me gustaba tanto, ¡Estaba intacta!

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Con cada liberación, siempre aprendía una nueva lección sobre las consecuencias de nuestra ligereza en el pecar.

Combatir con Satanás era magistral y en cada ocasión aumentaba nuestro adiestramiento y el caudal de conocimientos que nos hacía comprender más el sufrimiento humano y nuestra participación directa e involuntaria por nuestra ignorancia, con los pecados que todos cometemos.

Y que sin la extraordinaria capacitación que yo estaba recibiendo de manera tan insólita, jamás hubiera comprendido y asimilado en toda su pavorosa dimensión: la terrible realidad de lo que significa verdaderamente el Pecado y lo que se esconde detrás de él.

No hay pecados triviales. Por eso Jesús insiste tanto en que seamos santos y perfectos. El Pecado nos deforma y nos enferma, también físicamente; aparte de separarnos de Dios y permitir a Satanás, que ejerza un dominio completo sobre nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Terminando con un control tiránico e implacable, sobre nuestra conducta.

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Pero el materialismo imperante nos ha vuelto ciegos a todo esto. Y la gran apostasía nos impide reconocer estas verdades.

Por ejemplo el Odio y la falta de perdón, son los causantes directos de casi todas las formas de cáncer. Cada enfermedad tiene su raíz en el pecado correspondiente. Y así podría seguir con una lista interminable…

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Nómbrenme un pecadillo que para ustedes pueda ser aparentemente insignificante y yo les relataré una historia vivida en nuestras evangelizaciones. Puedo contarles innumerables vivencias reales; algunas con desarrollos tragicómicos, que les ilustrarían de innumerables y maravillosas maneras, todo lo que estoy tratando de exponerles.

Yo casi lloro de impotencia, cada que escucho a un sacerdote decir: ‘Las verdaderas posesiones son muy raras. Hay que hacer un estudio muy minucioso y luego determinar el tratamiento psicológico o psiquiátrico que se debe aplicar al paciente.’

Y esto lo dicen también, algunos exorcistas reconocidos a nivel mundial.

Cuando los oigo decir esto pienso: ‘este pobre iluso, jamás se ha topado con Satanás en su pavorosa realidad.

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Sólo lo proclama por su conocimiento intelectual y su formación teológica…Tal vez habrá visto las muestras de los pobres esclavizados y una que otra manifestación sobrenatural…Pero, ¡No lo conoce nadita! Porque si lo conociera, ¡Jamás diría eso!

También la infestación satánica me enseñó, por qué en el Antiguo Testamento los judíos tenían tantas ceremonias para purificarse.

Por ejemplo, cuando los leprosos eran curados o cuando alguien agonizaba y por cualquier motivo tenían que tocar al muerto; entonces tenían que subir al Templo de Jerusalén y hacer sus ritos especiales, porque se habían contaminado.

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En una liberación muy especial, se me aclaró el misterio.

La lepra infestaba al cuerpo por los pecados de impureza; así como sucede ahora, con las ETS y la plaga del Sida. Y también comprendí que los pecados cometidos por el difunto, eran espíritus vivos que se metían en el alma del pobre mortal, que estaba auxiliando al que había fallecido.

Porque antes del Sacramento del Bautismo, por causa del Pecado Original; Satanás tenía acceso total a cualquiera de las almas que quería infestar.

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Ya que el Sacramento del Bautismo, funciona como una coraza protectora, contra todos los ataques infernales; a menos que la resquebrajemos, con nuestra ligereza en el pecar.

Por eso me encuentro totalmente pasmada, con los que quieren ‘Modernizar la Iglesia’.

Me encantaría saber la respuesta de los que a ultranza y contra lo que sea, quieren que; por ejemplo el Adulterio de un segundo matrimonio, sea aceptado y los contrayentes NO estén excluidos de la comunidad eclesial.

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Y RECIBAN LA COMUNIÓN, porque ellos anhelan y tienen derecho a alimentarse del Manjar de Nuestro Dios Sacramentado.

¡¡¡POR DIOS !!!

¿Y qué piensan hacer, con la caterva de demonios generados por todos los pecados derivados de esta situación particular?

¿A dónde se van a ir o cómo los piensan expulsar o en qué los van a convertir?

‘¿Hay alguien que quiera explicarme esto?’

Porque una cosa es muy clara, ellos (Los espíritus demoníacos) por su propia voluntad, no van a abandonar la presa humana que les sirve de casa.

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El Antiguo Testamento, especifica claramente todas las situaciones que podían contaminar el alma y los rituales a seguir para limpiarla.

Si esto sucedía con los pobres hebreos que eran el Pueblo Elegido, imaginen por un momento lo que pasa en nuestra actualidad con los cristianos light que acomodan la Sagrada Escritura a su conveniencia y cometen ‘pecados comprensibles’ dada su situación muy particular.

Y con los tibios que están reacios a comprometerse; pues no quieren complicarse la vida, como les sucede a los pobres ‘loquitos y delirantes carismáticos del Espíritu santo’…

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 Porque piensan que con una rodilla doblada ante el altar del paganismo, pueden vivir cómodamente sin perder nada de lo que es más preciado para ellos. Y sin renunciar al egoísmo placentero que les permite disfrutar de la fe que ya se fabricaron y que nada les exige.

Y con la otra rodilla doblada ante el altar del Santísimo, ya se ganaron un Cielo que un Dios amoroso y comprensivo no les puede negar, porque asisten religiosamente a Misa los domingos y…

¿¡Para que meterse en complicados fanatismos!? ¡Qué por cierto hacen lucir bastante mal a los pobres chiflados carismáticos, que están determinados a embrollar la vida de los demás; sólo porque no comparten sus trastornadas ideas!

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Que al fin y al cabo, cuando sea el momento  preciso, ellos pedirán perdón por sus pecados y ¡Asunto solucionado! Fueron más astutos que nadie, se pasaron de listos y ya se sienten capaces de  enseñarle el Padre Nuestro al señor  Cura… ¿O no?

Lamentablemente solo la estupidez de los soberbios puede presumir así. Lucifer les demostrará en el Abismo Pavoroso del Infierno, las fallas de todos sus ‘comodísimos’ argumentos.

Y para los modernísimos  ateos y satanistas: los pobres ilusos y estúpidos cristianos, no somos más que una caterva de idiotizados seguidores de un pobre perdedor… Que también terminamos siendo perdedores.  Y dicen: Allá ellos con sus ideas extravagantes, porque en la New Age están todas las verdaderas respuestas… Y en… etc, etc, etc.

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Y de esta magnífica forma, los que hemos descubierto la Verdad contenida en Jesucristo, que ahora más que nunca mantiene su vigencia y que está teniendo el más poderoso cumplimiento de todo lo que contiene el Libro del Apocalipsis; terminamos aislados completamente… ¡Hasta dentro del círculo interior de nuestra propia familia!

Nuestra angustia aumenta porque ninguno de los que amamos, está dispuesto a hacernos el menor caso y siempre, casi salen huyendo cuando nosotros empezamos a hablar de Dios…

PARA ENTENDER MEJOR TODO ESTO

¿Se han fijado que en todos los pasajes del Evangelio donde Jesús sana a un enfermo o libera a un endemoniado, termina exhortándole: ‘Vete y no peques más’?

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¿Y que en los diferentes exorcismos realizados por Jesús y narrados por los Evangelistas, también el Maestro Divino hace una clara distinción entre demonios y ‘espíritus inmundos’.?

Bueno, pues la diferencia es la siguiente:

Los demonios son los ángeles creados por Dios que pecaron, perdieron la batalla con San Miguel y sus legiones y fueron sentenciados y castigados por Dios. Fueron arrojados del Cielo, hasta los Abismos del Infierno, que fue creado por su causa. Son los ‘ángeles caídos’ que ahora andan sueltos entre nosotros; aumentando el botín de almas incautas e irresponsables, a las que están arrastrando consigo hasta el Reino Maldito de Satanás.

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Los ‘espíritus inmundos’ los generamos nosotros con nuestros pecados realizados sin arrepentimiento y con lo que consideramos ‘defectillos’ que no tienen mayor importancia y que nos esforzamos muy poco para erradicar. Por ejemplo la falta de perdón y la amnesia repentina que nos ataca cuando rezamos el Padre Nuestro y nos topamos con la frase: ‘Perdona nuestras ofensas, COMO nosotros perdonamos…’

Esa incómoda palabrita, contiene la clave de toda nuestra relación con Dios…

Cuando Dios nos creó, lo hizo pensando en un Templo Vivo para que lo contuviera a Él.

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Con el Pecado, Satanás le robó su templo viviente del Espíritu Santo y… ¡Adivinen en templo de Quién nos convirtió!

Por eso es tan indispensable la CONVERSIÓN. Y por eso el Cielo insiste tanto en ello. También es otra de las poderosas razones, por la que castiga tan duramente la idolatría…

Y son tantos los católicos ‘creyentes’ que saliendo de Misa se van a las clases yoga, a las sesiones curativas del reiki y la acupuntura, a sus clases de artes marciales o de meditación cristiana yogística, etc. Y decoran su casa con los principios del feng shui y las hermosas esculturas de las hadas, los dioses paganos como los budas panzones  para la buena fortuna o las esculturas griegas y romanas, que sólo tienen para ‘admirar el arte clásico’.

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Y tantas creaturas hermosas y fantásticas que en razón de un arte decorativo, ni siquiera imaginan el imán que significan para lo Maligno y lo que verdaderamente constituye el no deshacerse de todas estas posesiones.

Trataré de explicárselos más claramente haciéndoles una comparación con la gestación de un bebé humano.

Cuando el diablo nos pone una tentación, nosotros con nuestra voluntad decidimos, SI VAMOS A CONVERTIRLA EN UN PECADO.  Y cuando la ejecutamos, es algo muy similar al coito de un hombre con una mujer.

En el apareamiento humano, si las condiciones han sido las favorables, se realiza la concepción de lo que primero es un diminuto embrión y culmina con el desarrollo de un ser completo y perfecto, después de nueve meses de gestación: un bebé. ¡El milagro de la vida! Realizado por el ejercicio de la procreación humana.

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Cuando ejecutamos el pecado, en nuestro cuerpo espiritual que tiene iguales y mejores potencias que el cuerpo físico y en esto no hay distinción sobre si somos masculinos o femeninos; también generamos un nuevo ser.

Y en este caso con la falta de arrepentimiento y el abuso repetido de un pecado consentido y deseado por el placer amargo que produce: el ‘espíritu inmundo’ que hemos engendrado, continúa creciendo hasta convertirse en un monstruo gigantesco; que termina dominándonos por completo con un vicio que no podemos refrenar y esclavizándonos en nuevas aberraciones.

¿¡Pavoroso!?…

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Yo que los conocí de diversas formas, me da escalofrío sólo de pensarlo.

El pecado es un ser vivo y maligno que está adherido a nosotros, dentro de nuestra alma y del que solo podemos desprenderlo con la poderosa vivencia de la CONVERSIÓN.

Pues, sólo EL PODER DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS puede arrancarnos de su tóxica influencia.

24LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO

 El Sacramento del Bautismo y de la Reconciliación, pueden liberarnos, para recibir la acción sanadora del Espíritu Santo en todo nuestro ser… Mientras estamos vivos y encarnados en esta tierra.

Ya que espiritualmente, cuando no hay arrepentimiento, somos como la medusa de la mitología griega: nuestro corazón es un nido de pavorosas serpientes, que seguirán vivas y nos proclaman acusándonos, como pertenencia exclusiva de Satanás, sin que Dios pueda hacer nada para reclamarnos como posesión suya.

Esto puede aclararnos un poco, el aumento de la MALDAD que nos rodea y que cada vez devora nuestra sociedad con formas más siniestras de pecar.

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Hace veinte años, pasé un período intensivo de seis meses, en los que tuve experiencias todavía más increíbles, pero de las que sólo les sintetizaré esto:

Después de la separación muy dolorosa que hubo entre mi esposo y yo, por la última de sus novias. Yo pasé una temporada con una de mis hermanas, que vivía en lo que entonces todavía era una ranchería, anexa al aeropuerto de la ciudad de Guadalajara. Estaban la tropa de todos mis sobrinos y sus parientes y amigos que no rebasaban los diez años. Para no hacérselos largo, terminé formando un grupito de niños a los que estaba evangelizando en el salón de la Iglesia.

Yo estaba muy feliz, por tres razones:

1.- Era la primera vez que daba catequesis evangelizadora para chiquitos y pensé que ya iba a disfrutar unas vacaciones de mis correrías en el Ring Celestial.

2.- Pensé que por fin iba a descansar de las sorpresas. Porque como me sucedió la primera vez, todos mis encontronazos con Satanás, eran como los espontáneos de las corridas de toros, todo sucedía de improviso y en el momento más inesperado. Haciendo una analogía, porque no se me ocurre otra: De repente me encontraba vestida de torero y enfrente de una bestia fenomenal.

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¿Qué se puede hacer? El Padre Tiberio me lo había dicho claramente: ‘Dios te favoreció con ese carisma y debes trabajarlo. No busques ese tipo de oraciones; pero tampoco las niegues. Deja que Jesús obre, como a Él le plazca. Sólo comunícamelo y yo ofreceré las misas y las oraciones por ti.’

3.- Por algo Jesús amaba tanto a los niños. Ellos no se entrampan en inquisiciones incrédulas y razonamientos escépticos. Aceptan todo y se abrieron a Jesús con una confianza maravillosa… Y Dios se manifestaba a ellos de forma increíble.

Con estas angelicales criaturitas, todo iba a salir perfecto y sin sobresaltos.

¡Tremenda equivocación!

 Aquí también mi dolor fue atroz. En una ocasión, estábamos hablando del perdón y una chiquita de ¡Nueve años! Se convulsionó delante de todo mi grupo y yo me quedé aterrada. Por primera vez no sabía qué hacer. Mi clase de doctrina se había convertido de pronto en lo que tanto temía. Pero los niños ejercitaron los dones que el Espíritu Santo les había regalado. Y yo aprendí otra lección, en mi larga carrera evangelizadora.

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Lo que sucedía era que esta pequeñina, había quedado huérfana de su madre a los cuatro años  y desde entonces, tenía cinco años soportando que tanto su padre como su abuelo paterno, la usaran como a una mujer adulta; desfogando en ella todos sus más bestiales instintos. Y habían profanado su inocencia de forma brutal.

La infestación diabólica también se produce a través de la violación, (por eso tantas violaciones terminan en locura y suicidio) Y los diablos que los perversos le trasmitieron, se manifestaron espantosamente.

Afortunadamente Jesús salvó la situación y mi equipo de exorcistas fue toda la tropa infantil que enfrentó todo con una lógica increíble…

Uno de los niños me dijo:

–          Oye Rosita, el diablo está muy enojado porque Jesús está con nosotros, ¿Verdad? – y todos los demás corearon- ¡¡¡SÍ!!! Se enojó muchísimo y por eso tumbó a Daniela.

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Punto final. Ya no hubo preguntas.

Otro día, un espíritu de femineidad se manifestó abiertamente a través de un pequeñín de cinco años, que además de ser sacudido; hizo una demostración de amaneramiento homosexual, verdaderamente pasmoso. (Y esta es una gran revelación para los que no comprenden la homosexualidad infantil; pues deberían revisar su conciencia, en lugar de juzgar y condenar a los pobrecitos homosexuales)

 Y mi equipo de pequeños exorcistas, que con los diferentes dones recibidos comprendió lo que sucedía; la lógica infantil llegó a la misma conclusión. Habían visto al diablo cuando lo perturbó.

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Después de un cuidadoso interrogatorio, me enteré que a los pequeñines, las visiones les eran mostradas en caricaturas. Y así veían todas las diabluras de Satanás, en una forma comprensible y sin que los aterrorizara. Pues así como no podemos ver a Dios como realmente es, sin morir de la impresión; lo mismo sucede con su Arcángel Caído.

Y a cada ser humano le concede verlo, en la proporción de su resistencia y según la misión que deba realizar. Las únicas personas que lo han conocido en todo su majestuoso horror, tengo entendido que fueron María Valtorta y Sor Faustina Kowalska.

Esta vez, terminado el episodio; los chiquillos oraron como si nada nos hubiera interrumpido y todo continuó con absoluta normalidad.

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Me maravillaba que los niños aceptaran con más sencillez y sin espantarse, lo que hubiera escandalizado a un adulto. En esta ocasión, la razón era por herencia: su abuela era una de las brujas no oficiales y reconocidas del pueblo. (Recuerden Éxodo 20)

Lo más triste fue constatar que en mi grupo que ya había crecido hasta casi noventa participantes, el 80% de los niños, había sufrido algún tipo de agresión sexual y abuso físico.

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También aprendí las muchas maneras en que podemos infectarnos espiritualmente, con infestaciones espirituales más espeluznantes que el Sida y el Ébola, principalmente a través del desenfreno sexual.

En el momento del apareamiento, los demonios cambian de casa y si por ejemplo hay un marido o una esposa novel que cediendo a una tentación, deciden echarse una ‘canita al aire’ de la que nadie se va enterar, pues han tomado todas las precauciones.

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Si el incauto que jamás ha pecado con la idolatría, se une a alguien que realiza trabajos de amarres amorosos, magia blanca, brujería o practica la adivinación por medio del tarot y ha tenido por simple curiosidad, una unión homosexual…

Después del devaneo amoroso, no va a comprender la fascinación que repentinamente siente por una sexualidad gay oculta en el closet o peor todavía, por el Ocultismo.

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Y tampoco puede resistir a un impulso nuevo y desconocido,  que lo arrastra a pecados más nefandos todavía. ¿Empiezan a captar la idea?…

Pero narrarles todo esto ahora, no lo soportarían. Primero digieran todo esto.

ESCLAVITUD

Después por influencia de los niños, acudieron también los padres y se abrió otro grupo de evangelización para ellos. Pero esa es otra historia…

Cuando todo esto sucedía, mis hijos eran pequeños y sólo escuchaban el teléfono descompuesto de los rumores y comentarios que todas estas cosas suscitaban en la familia y con las cuales mi madre, estaba en absoluto desacuerdo.

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Para concluir,  recientemente mis hijos me han llevado a las últimas producciones cinematográficas sobre el tema y me preguntaron: “Oye mamá. ¿Los exorcismos que tú viviste se parecen a esto? Y se quedaron pasmados cuando les contesté: “El exorcista, el Exorcismo de Emily Rose, el Conjuro y el Rito; son como una sola película ingenua de animados de Walt Disney, frente a las cosas que me ha tocado presenciar. Si se las contara todas, difícilmente las creerían.” 

Si ustedes amados hermanitos en Cristo, estuviesen en mi lugar y le hubieran propinado a Satanás, las soberanas palizas que ambos nos dimos mutuamente; pero en las que Mi Virgencita Adorable, mi amoroso Papá José y mi incomparable San Miguel Arcángel; siempre lo hicieron huir derrotado, teniendo que soltar a sus presas a pesar de todas sus estratagemas…

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Si hubiesen palpado como yo su odio mortal y hubiesen soportado sus criminales agresiones físicas y espirituales, que casi me costaron la vida en diversas ocasiones… Díganme: ¿Estarían dispuestos a descuidarse con los más ‘mínimos pecados veniales’ para que él pudiese atraparlos finalmente y vengarse a placer de todas las injurias que por vuestra culpa considerara haber recibido?

Medítenlo… 

Sin Jesús, soy la persona más cobarde de la Tierra y casi me desmayo de terror, de sólo imaginarlo y ¡No estoy dispuesta a ser atrapada por él, ni con la puntita de la más pequeña de sus espeluznantes garras! Lo conozco muy bien y sé de lo que es capaz. Por eso nadie me saca del Corazón Inmaculado de María Santísima y del Sacratísimo Corazón de Jesús.

Sagrados Corazones de Jesús, María y José

Resguardadita desde allí, estoy dispuesta a volver a vivir todas las experiencias aterradoras y espeluznantes que ya viví tantas veces. Fortalecida por el Amor de Mi Señor, ¡Veremos de qué cuero salen más correas!

Después de todo lo que Jesús me ha enseñado y me ha llevado a vivir… He comprendido que emprender el camino de la santidad, es la única alternativa.

Otra cosa que comprendí, es que el Sacramento de la Reconciliación, es un poderoso ministerio de sanación interior y de liberación, sencillamente maravilloso. Ese poder celestial otorgado solamente a los sacerdotes funciona de una forma increíble, aún de manos del sacerdote más pecador. ¡Así de maravilloso es nuestro Dios!

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Si tuviesen visión espiritual, verían como los espíritus inmundos salen disparados como balas, en cuanto el bendito sacerdote dice: ‘Ego te absolvo…’ Y formarían una valla inexpugnable para proteger a nuestros poderosos, benditos y santos sacerdotes, que sólo por haberse consagrado a Dios, son los trofeos favoritos de Satanás. Y deben sostener unas guerras titánicas, tan solo por mantenerse fieles al Señor.

No se le pueden pedir peras al olmo. A pesar de todos mis esfuerzos, soy solamente una aprendiz de santa. Pero busqué una solución y la encontré como anillo al dedo:

En mis oraciones, le he pedido a Jesús que el pecado me duela físicamente, cómo una advertencia para irme a confesar inmediatamente. Y me lo ha concedido. También le he suplicado al Padre Celestial, que me preste de su Santidad, cuando le entrego mi absoluta miseria.

Es la única manera de cumplir el requisito de ‘Sed perfectos como mi Padre Celestial es Perfecto.’

Ayúdame a amar a mi enemigo

PECADO Y LIBERACIÓN

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El 01 de Octubre de 2014 publicamos en este mismo sitio N58 Pecado y Liberación que fue el tercero de una serie de artículos conformando un testimonio que nos hace más claro y comprensible, el post que publicaremos mañana; en el cual el último Mensaje de Nuestro Señor Jesucristo muestra su preocupación y Dolor por nuestra rebeldía y rechazo a la Conversión.

Esperamos que la reflexión profunda que hagamos sobre este testimonio, junto con la revelación que hizo Eduardo Verástegui en su última entrevista y que repetimos a continuación:

En su entrevista, Verástegui confesó a Cala que el secreto de sus 13 años de castidad ES SU INTENSA VIDA ESPIRITUAL.

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“Soy una persona muy débil y es por eso que tengo una disciplina espiritual. Si me quitas mi disciplina espiritual, SI ME QUITAS A DIOS DEL CENTRO DE MI VIDA, YO COLAPSO EN DOS MINUTOS. No puedo. Vivo en un mundo lleno de tentaciones. Y la capital de las tentaciones es nuestra carrera.”

Nos haga meditar en nuestra situación particular y si deseamos convertirnos, basta con que le digamos sencillamente a Jesús: “Señor, ayúdame a cambiar. Dame la conversión que necesito para conocerte y amarte. Amén”

Y sé bienvenido a las filas de los adoradores del Espíritu Santo.

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MI APRENDIZAJE SOBRE EL PECADO

  1. Cuando hayas entrado en la tierra que Yahveh tu Dios te da, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones.
  2. No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia,
  3. ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos.
  4. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahveh tu Dios a esas naciones delante de ti.
  5. Has de ser íntegro con Yahveh tu Dios.
  6. Porque esas naciones que vas a desalojar escuchan a astrólogos y adivinos, pero a ti Yahveh tu Dios no te permite semejante cosa.
  7. Yahveh tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharéis.(Deuteronomio 18, 9-15)

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(Éxodo 20, 2-6)

2.- «Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre.

3.- No habrá para ti otros dioses delante de mí.

4.- No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra.

5.- No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian,

6.- y tengo misericordia por millares con los que me aman y guardan mis mandamientos.

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Durante los siguientes tres años, estos dos pasajes bíblicos adquirieron su plena relevancia, en el ministerio al cual había sido llamada. Durante ese tiempo mi aprendizaje fue intensivo y en los años posteriores, aunque de manera más esporádica, nunca dejaron de presentárseme estos singulares combates.

Al año siguiente de mi conversión, conocí al que sería mi director espiritual por casi catorce años y su oración, su sabiduría y su santidad; me guiaron en el escabroso sendero por el que me llevaba la Voluntad Divina.

En la parroquia a la que pertenecía, él ayudaba al párroco con las misas matutinas y presidía las asambleas de oración que los lunes de cada semana seguían después de la Misa de 7pm. En el Templo de Nuestra Señora de los Dolores. También supervisaba los diferentes ministerios y los grupos de evangelización que se habían formado.

En todo ese tiempo, el ministerio de sanación y liberación era conducido por Jesús a través de mi indigna persona. Y asistí a más de quinientas liberaciones.

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Lo que había aprendido en la casa de Alfonso era esto:

La confesión frecuente y la Eucaristía diaria, además del Rosario meditado con lecturas bíblicas, rezado en grupo por los demás y con maravillosas alabanzas, cantadas con fervor y adoración a la Santísima Trinidad, a María y al Espíritu Santo; eran el baluarte de nuestro grupo de guerreros oradores por la Liberación.

Siempre cuando había oportunidad, le preguntábamos al Señor en cada caso en particular; que era lo que ÉL quería hacer y Él nos señalaba con instrucciones precisas, cuantos días de ayuno y oración requeríamos y nos mostraba la estrategia a seguir.

Porque cada liberación era única, así como cada persona era diferente; como únicas y diferentes eran también las almas que requerían nuestra ayuda y distintos los pecados cometidos y los espíritus que estaban atormentando a los individuos.

Nuestras batallas más duras y más llenas de espectacularidad, eran contra las posesiones por los pecados de idolatría y el espíritu de Lujuria.

1ASMODEO

Llegué a presenciar combates que en comparación, lo sucedido con David era como un juego de niños. Y varias veces los que terminábamos experimentando algo similar a los efectos especiales de la película Matrix, éramos los guerreros que tratábamos de liberar al que sufría la esclavitud por el Maligno.

Lo más penoso, eran las venganzas. Porque el Infierno es experto en desquitarse de lo que considera agravios insultantes… Y más infligidos por una ‘perra y estúpida mujercilla’, como me llamaban a mí. Porque como machistas, son maestros y nadie los supera.

Yo aprendí a lidiar con todo eso y le entregaba todo al Señor. Pero en una ocasión en que fue especialmente dolorosa y terrible la venganza que tuve que soportar…

ENOJO

Como la paciencia no es mi atributo principal, renegué y me porté como toda una mocosa majadera, en el apogeo de su berrinche.

Le reclamé a Jesús:

–          ¿Por qué tengo que hacer el trabajo de tus obispos? Yo no tengo la culpa que ellos no quieran sufrir, ni boxear o andar de toreros espontáneos con las huestes de horrorosos diablos que pululan por todas partes, atormentando a los que no quieren entender las consecuencias de sus pecados.

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Jesús me miró tan, pero TAN TRISTE; que yo me sentí como el microbio más patético y despreciable que pudiera existir. Y sentí tanto arrepentimiento, que llorando le pedí perdón y le prometí que ya no me volvería a portar mal con Él. Qué siempre cumpliría con mi ministerio, en donde quiera y como fuera; tan sólo por hacerlo feliz a ÉL.

Pero me sentía tan desconsolada, que le dije a Jesús:

–          Señor. ¿Por qué no les abres a todos, los ojos espirituales; para que contemplen la realidad de su situación con respecto al pecado?

Y Él me contestó muy serio:

–          ¿Quieres que se mueran de un infarto?

Su Infinito Amor y su Infinita Paciencia, también nos protege de nosotros mismos. Pero mientras tanto le destrozamos su Sacratísimo Corazón, con todas nuestras estúpidas frivolidades.

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Recuerdo que en una ocasión, la lucha era totalmente feroz en una liberación muy especial; para la cual Jesús nos había prevenido de manera muy particular y donde había demonios muy poderosos por el incesto, la perversión y el satanismo juntos.

En aquellos días, Jesús todavía no me había prohibido usar pantalones, que era una de mis prendas favoritas. Y yo, ya había adquirido experiencia y la voz ya no me temblaba, cuando de apabullar a Satanás se trataba.

 Y si alguien ajeno hubiese entrado a nuestro recinto de combates, hubiera visto como la que  parecía suspendida del techo era yo; pues era sostenida alrededor de mi cuerpo por una mano invisible y horrorosa que abarcaba casi toda mi cintura, que en aquel entonces medía alrededor de 66 cm.250px-Exorciste_chassant_huit_démons

La intención era estrellarme contra el piso, mientras todos mis compañeros tenían su propio combate particular; pues llegó un momento en que no había nadie que pusiera almohadones debajo de mí.

Y el esclavizado por las huestes infernales, parecía estar dormido tranquilamente, sobre la colchoneta que teníamos en la estancia.

Con una serenidad que sólo el Espíritu Santo es capaz de proporcionar, le grité a Lucifer:

–          ¿Vas a matarme? ¿Ya le pediste permiso a Jesús, Señor de la Vida y de la Muerte? Porque te advierto que te voy  a costar muy cara. Y el castigo que ya te dieron, no será nada comparado con el que te voy a proporcionar yo.

SANGRE DE JESUS

POR LA SANGRE PRECIOSÍSIMA DE JESUCRISTO LES ORDENO: SI NO SE LARGAN TODOS EN ESTE MISMO INSTANTE, LAMENTARÁN EL DÍA QUE ENTRARON A POSEER A ESE HIJO DE DIOS.

¡¡¡¿Entendieron?!!! ¿O quieren que se los explique con palitos y bolitas? Anda, ¡LÁNZAME! ¿Crees que te tengo miedo? ¡Mira!… -Y comencé a cantar  el Magníficat con un gozo inefable…

Más o menos a la mitad del Himno, todo quedó suspendido como por encanto. Y se hizo un silencio sepulcral.

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De repente me descendieron del techo con una suavidad muy delicada. (Como soy ciega y sorda espiritual, no estoy segura. Ahora que lo pienso, tal vez fue mi Ángel de la Guarda) Y cuando todo terminó, todos parecíamos boxeadores de peso mosca que hubieran luchado quince rounds con un gigantón de peso completo. Esa vez duré tres días en cama, hasta con fiebre; pero todos estábamos muy contentos.

La única huella extraordinaria de lo que había pasado, fue una quemadura con la forma de una mano gigantesca, que por el frente mostraba la silueta perfecta de un pulgar alargado con una uña tremenda. Y alrededor de mi costado se veía la palma y casi toda la parte central y baja de mi espalda, mostraba cuatro dedos enormes que se llenaron de un montón de pequeñas ampollas que parecían burbujas.

Mi hermana me curó con la pomada amarilla que se utiliza para las quemaduras y los siguientes quince días, tuve que dormir cuidadosamente recostada sobre el lado que no había sido lastimado, hasta que mi lesión sanó. Lo más extraño, es que mi blusa de seda blanca que me gustaba tanto, ¡Estaba intacta!

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Con cada liberación, siempre aprendía una nueva lección sobre las consecuencias de nuestra ligereza en el pecar.

Combatir con Satanás era magistral y en cada ocasión aumentaba nuestro adiestramiento y el caudal de conocimientos que nos hacía comprender más el sufrimiento humano y nuestra participación directa e involuntaria por nuestra ignorancia, con los pecados que todos cometemos.

Y que sin la extraordinaria capacitación que yo estaba recibiendo de manera tan insólita, jamás hubiera comprendido y asimilado en toda su pavorosa dimensión: la terrible realidad de lo que significa verdaderamente el Pecado y lo que se esconde detrás de él.

No hay pecados triviales. Por eso Jesús insiste tanto en que seamos santos y perfectos. El Pecado nos deforma y nos enferma, también físicamente; aparte de separarnos de Dios y permitir a Satanás, que ejerza un dominio completo sobre nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Terminando con un control tiránico e implacable, sobre nuestra conducta.

gym-workoutSi todos los hombres reflexionaran en esto, se vaciarían los gimnasios y se llenarían las iglesias. Porque es mucho más importante la belleza y la salud del alma, que la del cuerpo. A éste se lo comerán los gusanos, pues estamos sujetos a la corrupción de la tumba. Pero las del alma, nos acompañarán por toda la eternidad y regenerarlas en el más allá, está mucho más que complicado. Y es aquí y ahora, mientras estamos encarnados; cuando podemos ejercitarlas.

Pero el materialismo imperante nos ha vuelto ciegos a todo esto. Y la gran apostasía nos impide reconocer estas verdades.

Por ejemplo el Odio y la falta de perdón, son los causantes directos de casi todas las formas de cáncer. Cada enfermedad tiene su raíz en el pecado correspondiente. Y así podría seguir con una lista interminable…

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Nómbrenme un pecadillo que para ustedes pueda ser aparentemente insignificante y yo les relataré una historia vivida en nuestras evangelizaciones. Puedo contarles innumerables vivencias reales; algunas con desarrollos tragicómicos, que les ilustrarían de innumerables y maravillosas maneras, todo lo que estoy tratando de exponerles.

Yo casi lloro de impotencia, cada que escucho a un sacerdote decir: ‘Las verdaderas posesiones son muy raras. Hay que hacer un estudio muy minucioso y luego determinar el tratamiento psicológico o psiquiátrico que se debe aplicar al paciente.’

Y esto lo dicen también, algunos exorcistas reconocidos a nivel mundial.

Cuando los oigo decir esto pienso: ‘este pobre iluso, jamás se ha topado con Satanás en su pavorosa realidad.

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Sólo lo proclama por su conocimiento intelectual y su formación teológica…Tal vez habrá visto las muestras de los pobres esclavizados y una que otra manifestación sobrenatural…Pero, ¡No lo conoce nadita! Porque si lo conociera, ¡Jamás diría eso!

También la infestación satánica me enseñó, por qué en el Antiguo Testamento los judíos tenían tantas ceremonias para purificarse.

Por ejemplo, cuando los leprosos eran curados o cuando alguien agonizaba y por cualquier motivo tenían que tocar al muerto; entonces tenían que subir al Templo de Jerusalén y hacer sus ritos especiales, porque se habían contaminado.

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En una liberación muy especial, se me aclaró el misterio.

La lepra infestaba al cuerpo por los pecados de impureza; así como sucede ahora, con las ETS y la plaga del Sida. Y también comprendí que los pecados cometidos por el difunto, eran espíritus vivos que se metían en el alma del pobre mortal, que estaba auxiliando al que había fallecido.

Porque antes del Sacramento del Bautismo, por causa del Pecado Original; Satanás tenía acceso total a cualquiera de las almas que quería infestar.

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Ya que el Sacramento del Bautismo, funciona como una coraza protectora, contra todos los ataques infernales; a menos que la resquebrajemos, con nuestra ligereza en el pecar.

Por eso me encuentro totalmente pasmada, con los que quieren ‘Modernizar la Iglesia’.

Me encantaría saber la respuesta de los que a ultranza y contra lo que sea, quieren que; por ejemplo el Adulterio de un segundo matrimonio, sea aceptado y los contrayentes NO estén excluidos de la comunidad eclesial.

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Y RECIBAN LA COMUNIÓN, porque ellos anhelan y tienen derecho a alimentarse del Manjar de Nuestro Dios Sacramentado.

¡¡¡POR DIOS !!!

¿Y qué piensan hacer con la caterva de demonios generados por todos los pecados derivados de esta situación particular?

¿A dónde se van a ir o cómo los piensan expulsar o en qué los van a convertir? ‘¿Hay alguien que quiera explicarme esto? Porque una cosa es muy clara, ellos (Los espíritus demoníacos) por su propia voluntad, no van a abandonar la presa humana que les sirve de casa.

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El Antiguo Testamento, especifica claramente todas las situaciones que podían contaminar el alma y los rituales a seguir para limpiarla.

Si esto sucedía con los pobres hebreos que eran el Pueblo Elegido, imaginen por un momento lo que pasa en nuestra actualidad con los cristianos light que acomodan la Sagrada Escritura a su conveniencia y cometen ‘pecados comprensibles’ dada su situación muy particular.

Y con los tibios que están reacios a comprometerse; pues no quieren complicarse la vida, como les sucede a los pobres ‘loquitos y delirantes carismáticos del Espíritu santo’…

TIBIEZA

 Porque piensan que con una rodilla doblada ante el altar del paganismo, pueden vivir cómodamente sin perder nada de lo que es más preciado para ellos. Y sin renunciar al egoísmo placentero que les permite disfrutar de la fe que ya se fabricaron y que nada les exige.

Y con la otra rodilla doblada ante el altar del Santísimo, ya se ganaron un Cielo que un Dios amoroso y comprensivo no les puede negar, porque asisten religiosamente a Misa los domingos y…

¿¡Para que meterse en complicados fanatismos!? ¡Qué por cierto hacen lucir bastante mal a los pobres chiflados carismáticos, que están determinados a embrollar la vida de los demás; sólo porque no comparten sus trastornadas ideas!

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Que al fin y al cabo, cuando sea el momento  preciso, ellos pedirán perdón por sus pecados y ¡Asunto solucionado! Fueron más astutos que nadie, se pasaron de listos y ya se sienten capaces de  enseñarle el Padre Nuestro al señor  Cura… ¿O no?

Lamentablemente solo la estupidez de los soberbios puede presumir así. Lucifer les demostrará en el Abismo Pavoroso del Infierno, las fallas de todos sus ‘comodísimos’ argumentos.

Y para los modernísimos  ateos y satanistas: los pobres ilusos y estúpidos cristianos, no somos más que una caterva de idiotizados seguidores de un pobre perdedor… Que también terminamos siendo perdedores.  Y dicen: Allá ellos con sus ideas extravagantes, porque en la New Age están todas las verdaderas respuestas… Y en… etc, etc, etc.

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Y de esta magnífica forma, los que hemos descubierto la Verdad contenida en Jesucristo, que ahora más que nunca mantiene su vigencia y que está teniendo el más poderoso cumplimiento de todo lo que contiene el Libro del Apocalipsis; terminamos aislados completamente… ¡Hasta dentro del círculo interior de nuestra propia familia!

Nuestra angustia aumenta porque ninguno de los que amamos, está dispuesto a hacernos el menor caso y siempre, casi salen huyendo cuando nosotros empezamos a hablar de Dios…

PARA ENTENDER MEJOR TODO ESTO

¿Se han fijado que en todos los pasajes del Evangelio donde Jesús sana a un enfermo o libera a un endemoniado, termina exhortándole: ‘Vete y no peques más’?

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¿Y que en los diferentes exorcismos realizados por Jesús y narrados por los Evangelistas, también el Maestro Divino hace una clara distinción entre demonios y ‘espíritus inmundos’.?

Bueno, pues la diferencia es la siguiente:

Los demonios son los ángeles creados por Dios que pecaron, perdieron la batalla con San Miguel y sus legiones y fueron sentenciados y castigados por Dios. Fueron arrojados del Cielo, hasta los Abismos del Infierno, que fue creado por su causa. Son los ‘ángeles caídos’ que ahora andan sueltos entre nosotros; aumentando el botín de almas incautas e irresponsables, a las que están arrastrando consigo hasta el Reino Maldito de Satanás.

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Los ‘espíritus inmundos’ los generamos nosotros con nuestros pecados realizados sin arrepentimiento y con lo que consideramos ‘defectillos’ que no tienen mayor importancia y que nos esforzamos muy poco para erradicar. Por ejemplo la falta de perdón y la amnesia repentina que nos ataca cuando rezamos el Padre Nuestro y nos topamos con la frase: ‘Perdona nuestras ofensas, COMO nosotros perdonamos…’

Esa incómoda palabrita, contiene la clave de toda nuestra relación con Dios…

Cuando Dios nos creó, lo hizo pensando en un Templo Vivo para que lo contuviera a Él.

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Con el Pecado, Satanás le robó su templo viviente del Espíritu Santo y… ¡Adivinen en templo de Quién nos convirtió!

Por eso es tan indispensable la CONVERSIÓN. Y por eso el Cielo insiste tanto en ello. También es otra de las poderosas razones, por la que castiga tan duramente la idolatría…

Y son tantos los católicos ‘creyentes’ que saliendo de Misa se van a las clases yoga, a las sesiones curativas del reiki y la acupuntura, a sus clases de artes marciales o de meditación cristiana yogística, etc. Y decoran su casa con los principios del feng shui y las hermosas esculturas de las hadas, los dioses paganos como los budas panzones  para la buena fortuna o las esculturas griegas y romanas, que sólo tienen para ‘admirar el arte clásico’.

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Y tantas creaturas hermosas y fantásticas que en razón de un arte decorativo, ni siquiera imaginan el imán que significan para lo Maligno y lo que verdaderamente constituye el no deshacerse de todas estas posesiones.

Trataré de explicárselos más claramente haciéndoles una comparación con la gestación de un bebé humano.

Cuando el diablo nos pone una tentación, nosotros con nuestra voluntad decidimos, SI VAMOS A CONVERTIRLA EN UN PECADO.  Y cuando la ejecutamos, es algo muy similar al coito de un hombre con una mujer.

En el apareamiento humano, si las condiciones han sido las favorables, se realiza la concepción de lo que primero es un diminuto embrión y culmina con el desarrollo de un ser completo y perfecto, después de nueve meses de gestación: un bebé. ¡El milagro de la vida! Realizado por el ejercicio de la procreación humana.

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Cuando ejecutamos el pecado, en nuestro cuerpo espiritual que tiene iguales y mejores potencias que el cuerpo físico y en esto no hay distinción sobre si somos masculinos o femeninos; también generamos un nuevo ser.

Y en este caso con la falta de arrepentimiento y el abuso repetido de un pecado consentido y deseado por el placer amargo que produce: el ‘espíritu inmundo’ que hemos engendrado, continúa creciendo hasta convertirse en un monstruo gigantesco; que termina dominándonos por completo con un vicio que no podemos refrenar y esclavizándonos en nuevas aberraciones.

¿¡Pavoroso!?…

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Yo que los conocí de diversas formas, me da escalofrío sólo de pensarlo.

El pecado es un ser vivo y maligno que está adherido a nosotros, dentro de nuestra alma y del que solo podemos desprenderlo con la poderosa vivencia de la CONVERSIÓN.

Pues, sólo EL PODER DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS puede arrancarnos de su tóxica influencia.

24LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO

 El Sacramento del Bautismo y de la Reconciliación, pueden liberarnos, para recibir la acción sanadora del Espíritu Santo en todo nuestro ser… Mientras estamos vivos y encarnados en esta tierra.

Ya que espiritualmente, cuando no hay arrepentimiento, somos como la medusa de la mitología griega: nuestro corazón es un nido de pavorosas serpientes, que seguirán vivas y nos proclaman acusándonos, como pertenencia exclusiva de Satanás, sin que Dios pueda hacer nada para reclamarnos como posesión suya.

Esto puede aclararnos un poco, el aumento de la MALDAD que nos rodea y que cada vez devora nuestra sociedad con formas más siniestras de pecar.

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Hace veinte años, pasé un período intensivo de seis meses, en los que tuve experiencias todavía más increíbles, pero de las que sólo les sintetizaré esto:

Después de la separación muy dolorosa que hubo entre mi esposo y yo, por la última de sus novias. Yo pasé una temporada con una de mis hermanas, que vivía en lo que entonces todavía era una ranchería, anexa al aeropuerto de la ciudad de Guadalajara. Estaban la tropa de todos mis sobrinos y sus parientes y amigos que no rebasaban los diez años. Para no hacérselos largo, terminé formando un grupito de niños a los que estaba evangelizando en el salón de la Iglesia.

Yo estaba muy feliz, por tres razones:

1.- Era la primera vez que daba catequesis evangelizadora para chiquitos y pensé que ya iba a disfrutar unas vacaciones de mis correrías en el Ring Celestial.

2.- Pensé que por fin iba a descansar de las sorpresas. Porque como me sucedió la primera vez, todos mis encontronazos con Satanás, eran como los espontáneos de las corridas de toros, todo sucedía de improviso y en el momento más inesperado. Haciendo una analogía, porque no se me ocurre otra: De repente me encontraba vestida de torero y enfrente de una bestia fenomenal.

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¿Qué se puede hacer? El Padre Tiberio me lo había dicho claramente: ‘Dios te favoreció con ese carisma y debes trabajarlo. No busques ese tipo de oraciones; pero tampoco las niegues. Deja que Jesús obre, como a Él le plazca. Sólo comunícamelo y yo ofreceré las misas y las oraciones por ti.’

3.- Por algo Jesús amaba tanto a los niños. Ellos no se entrampan en inquisiciones incrédulas y razonamientos escépticos. Aceptan todo y se abrieron a Jesús con una confianza maravillosa… Y Dios se manifestaba a ellos de forma increíble.

Con estas angelicales criaturitas, todo iba a salir perfecto y sin sobresaltos.

¡Tremenda equivocación!

 Aquí también mi dolor fue atroz. En una ocasión, estábamos hablando del perdón y una chiquita de ¡Nueve años! Se convulsionó delante de todo mi grupo y yo me quedé aterrada. Por primera vez no sabía qué hacer. Mi clase de doctrina se había convertido de pronto en lo que tanto temía. Pero los niños ejercitaron los dones que el Espíritu Santo les había regalado. Y yo aprendí otra lección, en mi larga carrera evangelizadora.

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Lo que sucedía era que esta pequeñina, había quedado huérfana de su madre a los cuatro años  y desde entonces, tenía cinco años soportando que tanto su padre como su abuelo paterno, la usaran como a una mujer adulta; desfogando en ella todos sus más bestiales instintos. Y habían profanado su inocencia de forma brutal.

La infestación diabólica también se produce a través de la violación, (por eso tantas violaciones terminan en locura y suicidio) Y los diablos que los perversos le trasmitieron, se manifestaron espantosamente.

Afortunadamente Jesús salvó la situación y mi equipo de exorcistas fue toda la tropa infantil que enfrentó todo con una lógica increíble…

Uno de los niños me dijo:

–          Oye Rosita, el diablo está muy enojado porque Jesús está con nosotros, ¿Verdad? – y todos los demás corearon- ¡¡¡SÍ!!! Se enojó muchísimo y por eso tumbó a Daniela.

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Punto final. Ya no hubo preguntas.

Otro día, un espíritu de femineidad se manifestó abiertamente a través de un pequeñín de cinco años, que además de ser sacudido; hizo una demostración de amaneramiento homosexual, verdaderamente pasmoso. (Y esta es una gran revelación para los que no comprenden la homosexualidad infantil; pues deberían revisar su conciencia, en lugar de juzgar y condenar a los pobrecitos homosexuales)

 Y mi equipo de pequeños exorcistas, que con los diferentes dones recibidos comprendió lo que sucedía; la lógica infantil llegó a la misma conclusión. Habían visto al diablo cuando lo perturbó.

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Después de un cuidadoso interrogatorio, me enteré que a los pequeñines, las visiones les eran mostradas en caricaturas. Y así veían todas las diabluras de Satanás, en una forma comprensible y sin que los aterrorizara. Pues así como no podemos ver a Dios como realmente es, sin morir de la impresión; lo mismo sucede con su Arcángel Caído.

Y a cada ser humano le concede verlo, en la proporción de su resistencia y según la misión que deba realizar. Las únicas personas que lo han conocido en todo su majestuoso horror, tengo entendido que fueron María Valtorta y Sor Faustina Kowalska.

Esta vez, terminado el episodio; los chiquillos oraron como si nada nos hubiera interrumpido y todo continuó con absoluta normalidad.

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Me maravillaba que los niños aceptaran con más sencillez y sin espantarse, lo que hubiera escandalizado a un adulto. En esta ocasión, la razón era por herencia: su abuela era una de las brujas no oficiales y reconocidas del pueblo. (Recuerden Éxodo 20)

Lo más triste fue constatar que en mi grupo que ya había crecido hasta casi noventa participantes, el 80% de los niños, había sufrido algún tipo de agresión sexual y abuso físico.

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También aprendí las muchas maneras en que podemos infectarnos espiritualmente, con infestaciones espirituales más espeluznantes que el Sida y el Ébola, principalmente a través del desenfreno sexual.

En el momento del apareamiento, los demonios cambian de casa y si por ejemplo hay un marido o una esposa novel que cediendo a una tentación, deciden echarse una ‘canita al aire’ de la que nadie se va enterar, pues han tomado todas las precauciones.

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Si el incauto que jamás ha pecado con la idolatría, se une a alguien que realiza trabajos de amarres amorosos, magia blanca, brujería o practica la adivinación por medio del tarot y ha tenido por simple curiosidad, una unión homosexual…

Después del devaneo amoroso, no va a comprender la fascinación que repentinamente siente por una sexualidad gay oculta en el closet o peor todavía, por el Ocultismo.

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Y tampoco puede resistir a un impulso nuevo y desconocido,  que lo arrastra a pecados más nefandos todavía. ¿Empiezan a captar la idea?…

Pero narrarles todo esto ahora, no lo soportarían. Primero digieran todo esto.

ESCLAVITUD

Después por influencia de los niños, acudieron también los padres y se abrió otro grupo de evangelización para ellos. Pero esa es otra historia…

Cuando todo esto sucedía, mis hijos eran pequeños y sólo escuchaban el teléfono descompuesto de los rumores y comentarios que todas estas cosas suscitaban en la familia y con las cuales mi madre, estaba en absoluto desacuerdo.

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Para concluir,  recientemente mis hijos me han llevado a las últimas producciones cinematográficas sobre el tema y me preguntaron: “Oye mamá. ¿Los exorcismos que tú viviste se parecen a esto? Y se quedaron pasmados cuando les contesté: “El exorcista, el Exorcismo de Emily Rose, el Conjuro y el Rito; son como una sola película ingenua de animados de Walt Disney, frente a las cosas que me ha tocado presenciar. Si se las contara todas, difícilmente las creerían.” 

Si ustedes amados hermanitos en Cristo, estuviesen en mi lugar y le hubieran propinado a Satanás, las soberanas palizas que ambos nos dimos mutuamente; pero en las que Mi Virgencita Adorable, mi amoroso Papá José y mi incomparable San Miguel Arcángel; siempre lo hicieron huir derrotado, teniendo que soltar a sus presas a pesar de todas sus estratagemas…

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Si hubiesen palpado como yo su odio mortal y hubiesen soportado sus criminales agresiones físicas y espirituales, que casi me costaron la vida en diversas ocasiones… Díganme: ¿Estarían dispuestos a descuidarse con los más ‘mínimos pecados veniales’ para que él pudiese atraparlos finalmente y vengarse a placer de todas las injurias que por vuestra culpa considerara haber recibido?

Medítenlo… 

Sin Jesús, soy la persona más cobarde de la Tierra y casi me desmayo de terror, de sólo imaginarlo y ¡No estoy dispuesta a ser atrapada por él, ni con la puntita de la más pequeña de sus espeluznantes garras! Lo conozco muy bien y sé de lo que es capaz. Por eso nadie me saca del Corazón Inmaculado de María Santísima y del Sacratísimo Corazón de Jesús.

Sagrados Corazones de Jesús, María y José

Resguardadita desde allí, estoy dispuesta a volver a vivir todas las experiencias aterradoras y espeluznantes que ya viví tantas veces. Fortalecida por el Amor de Mi Señor, ¡Veremos de qué cuero salen más correas!

Después de todo lo que Jesús me ha enseñado y me ha llevado a vivir… He comprendido que emprender el camino de la santidad, es la única alternativa.

Otra cosa que comprendí, es que el Sacramento de la Reconciliación, es un poderoso ministerio de sanación interior y de liberación, sencillamente maravilloso. Ese poder celestial otorgado solamente a los sacerdotes funciona de una forma increíble, aún de manos del sacerdote más pecador. ¡Así de maravilloso es nuestro Dios!

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Si tuviesen visión espiritual, verían como los espíritus inmundos salen disparados como balas, en cuanto el bendito sacerdote dice: ‘Ego te absolvo…’ Y formarían una valla inexpugnable para proteger a nuestros poderosos, benditos y santos sacerdotes, que sólo por haberse consagrado a Dios, son los trofeos favoritos de Satanás. Y deben sostener unas guerras titánicas, tan solo por mantenerse fieles al Señor.

No se le pueden pedir peras al olmo. A pesar de todos mis esfuerzos, soy solamente una aprendiz de santa. Pero busqué una solución y la encontré como anillo al dedo:

En mis oraciones, le he pedido a Jesús que el pecado me duela físicamente, cómo una advertencia para irme a confesar inmediatamente. Y me lo ha concedido. También le he suplicado al Padre Celestial, que me preste de su Santidad, cuando le entrego mi absoluta miseria.

Es la única manera de cumplir el requisito de ‘Sed perfectos como mi Padre Celestial es Perfecto.’

Ayúdame a amar a mi enemigo

N58 PECADO Y LIBERACIÓN

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MI APRENDIZAJE SOBRE EL PECADO

  1. Cuando hayas entrado en la tierra que Yahveh tu Dios te da, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones.
  2. No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia,
  3. ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos.
  4. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahveh tu Dios a esas naciones delante de ti.
  5. Has de ser íntegro con Yahveh tu Dios.
  6. Porque esas naciones que vas a desalojar escuchan a astrólogos y adivinos, pero a ti Yahveh tu Dios no te permite semejante cosa.
  7. Yahveh tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharéis.(Deuteronomio 18, 9-15)
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    (Éxodo 20, 2-6)
    2.- «Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre.
    3.- No habrá para ti otros dioses delante de mí.
    4.- No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra.
    5.- No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian,
    6.- y tengo misericordia por millares con los que me aman y guardan mis mandamientos.
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    Durante los siguientes tres años, estos dos pasajes bíblicos adquirieron su plena relevancia, en el ministerio al cual había sido llamada. Durante ese tiempo mi aprendizaje fue intensivo y en los años posteriores, aunque de manera más esporádica, nunca dejaron de presentárseme estos singulares combates.

Al año siguiente de mi conversión, conocí al que sería mi director espiritual por casi catorce años y su oración, su sabiduría y su santidad; me guiaron en el escabroso sendero por el que me llevaba la Voluntad Divina.

En la parroquia a la que pertenecía, él ayudaba al párroco con las misas matutinas y presidía las asambleas de oración que los lunes de cada semana seguían después de la Misa de 7pm. En el Templo de Nuestra Señora de los Dolores. También supervisaba los diferentes ministerios y los grupos de evangelización que se habían formado.

En todo ese tiempo, el ministerio de sanación y liberación era conducido por Jesús a través de mi indigna persona. Y asistí a más de quinientas liberaciones.

250px-The_Fall_of_the_Damned

Lo que había aprendido en la casa de Alfonso era esto:

La confesión frecuente y la Eucaristía diaria, además del Rosario meditado con lecturas bíblicas, rezado en grupo por los demás y con maravillosas alabanzas, cantadas con fervor y adoración a la Santísima Trinidad, a María y al Espíritu Santo; eran el baluarte de nuestro grupo de guerreros oradores por la Liberación.

Siempre cuando había oportunidad, le preguntábamos al Señor en cada caso en particular; que era lo que ÉL quería hacer y Él nos señalaba con instrucciones precisas, cuantos días de ayuno y oración requeríamos y nos mostraba la estrategia a seguir.

Porque cada liberación era única, así como cada persona era diferente; como únicas y diferentes eran también las almas que requerían nuestra ayuda y distintos los pecados cometidos y los espíritus que estaban atormentando a los individuos.

Nuestras batallas más duras y más llenas de espectacularidad, eran contra las posesiones por los pecados de idolatría y el espíritu de Lujuria.

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Llegué a presenciar combates que en comparación, lo sucedido con David era como un juego de niños. Y varias veces los que terminábamos experimentando algo similar a los efectos especiales de la película Matrix, éramos los guerreros que tratábamos de liberar al que sufría la esclavitud por el Maligno.

Lo más penoso, eran las venganzas. Porque el Infierno es experto en desquitarse de lo que considera agravios insultantes… Y más infligidos por una ‘perra y estúpida mujercilla’, como me llamaban a mí. Porque como machistas, son maestros y nadie los supera.

Yo aprendí a lidiar con todo eso y le entregaba todo al Señor. Pero en una ocasión en que fue especialmente dolorosa y terrible la venganza que tuve que soportar… Como la paciencia no es mi atributo principal, renegué y me porté como toda una mocosa majadera, en el apogeo de su berrinche.

Le reclamé a Jesús:

–          ¿Por qué tengo que hacer el trabajo de tus obispos? Yo no tengo la culpa que ellos no quieran sufrir, ni boxear o andar de toreros espontáneos con las huestes de horrorosos diablos que pululan por todas partes, atormentando a los que no quieren entender las consecuencias de sus pecados.

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Jesús me miró tan, pero TAN TRISTE; que yo me sentí como el microbio más patético y despreciable que pudiera existir. Y sentí tanto arrepentimiento, que llorando le pedí perdón y le prometí que ya no me volvería a portar mal con Él. Qué siempre cumpliría con mi ministerio, en donde quiera y como fuera; tan sólo por hacerlo feliz a ÉL.

Pero me sentía tan desconsolada, que le dije a Jesús:

–          Señor. ¿Por qué no les abres a todos, los ojos espirituales; para que contemplen la realidad de su situación con respecto al pecado?

Y Él me contestó muy serio:

–          ¿Quieres que se mueran de un infarto?

Su Infinito Amor y su Infinita Paciencia, también nos protege de nosotros mismos. Pero mientras tanto le destrozamos su Sacratísimo Corazón, con todas nuestras estúpidas frivolidades.

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Recuerdo que en una ocasión, la lucha era totalmente feroz en una liberación muy especial; para la cual Jesús nos había prevenido de manera muy particular y donde había demonios muy poderosos por el incesto, la perversión y el satanismo juntos. En aquellos días, Jesús todavía no me había prohibido usar pantalones, que era una de mis prendas favoritas. Y yo, ya había adquirido experiencia y la voz ya no me temblaba, cuando de apabullar a Satanás se trataba.

 Y si alguien ajeno hubiese entrado a nuestro recinto de combates, hubiera visto como la que  parecía suspendida del techo era yo; pues era sostenida alrededor de mi cuerpo por una mano invisible y horrorosa que abarcaba casi toda mi cintura, que en aquel entonces medía alrededor de 66 cm.

La intención era estrellarme contra el piso, mientras todos mis compañeros tenían su propio combate particular; pues llegó un momento en que no había nadie que pusiera almohadones debajo de mí.

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Y el esclavizado por las huestes infernales, parecía estar dormido tranquilamente, sobre la colchoneta que teníamos en la estancia.

Con una serenidad que sólo el Espíritu Santo es capaz de proporcionar, le grité a Lucifer:

–          ¿Vas a matarme? ¿Ya le pediste permiso a Jesús, Señor de la Vida y de la Muerte? Porque te advierto que te voy  a costar muy cara. Y el castigo que ya te dieron, no será nada comparado con el que te voy a proporcionar yo. POR LA SANGRE PRECIOSÍSIMA DE JESUCRISTO LES ORDENO: SI NO SE LARGAN TODOS EN ESTE MISMO INSTANTE, LAMENTARÁN EL DÍA QUE ENTRARON A POSEER A ESE HIJO DE DIOS.

¡¡¡¿Entendieron?!!! ¿O quieren que se los explique con palitos y bolitas? Anda, ¡LÁNZAME! ¿Crees que te tengo miedo? ¡Mira!… -Y comencé a cantar  el Magníficat con un gozo inefable…

Más o menos a la mitad del Himno, todo quedó suspendido como por encanto. Y se hizo un silencio sepulcral.

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De repente me descendieron del techo con una suavidad muy delicada. (Como soy ciega y sorda espiritual, no estoy segura. Ahora que lo pienso, tal vez fue mi Ángel de la Guarda) Y cuando todo terminó, todos parecíamos boxeadores de peso mosca que hubieran luchado quince rounds con un gigantón de peso completo. Esa vez duré tres días en cama, hasta con fiebre; pero todos estábamos muy contentos.

La única huella extraordinaria de lo que había pasado, fue una quemadura con la forma de una mano gigantesca, que por el frente mostraba la silueta perfecta de un pulgar alargado con una uña tremenda. Y alrededor de mi costado se veía la palma y casi toda la parte central y baja de mi espalda, mostraba cuatro dedos enormes que se llenaron de un montón de pequeñas ampollas que parecían burbujas.

Mi hermana me curó con la pomada amarilla que se utiliza para las quemaduras y los siguientes quince días, tuve que dormir cuidadosamente recostada sobre el lado que no había sido lastimado, hasta que mi lesión sanó. Lo más extraño, es que mi blusa de seda blanca que me gustaba tanto, ¡Estaba intacta!

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Con cada liberación, siempre aprendía una nueva lección sobre las consecuencias de nuestra ligereza en el pecar.

Combatir con Satanás era magistral y en cada ocasión aumentaba nuestro adiestramiento y el caudal de conocimientos que nos hacía comprender más el sufrimiento humano y nuestra participación directa e involuntaria por nuestra ignorancia, con los pecados que todos cometemos.

Y que sin la extraordinaria capacitación que yo estaba recibiendo de manera tan insólita, jamás hubiera comprendido y asimilado en toda su pavorosa dimensión: la terrible realidad de lo que significa verdaderamente el Pecado y lo que se esconde detrás de él.

No hay pecados triviales. Por eso Jesús insiste tanto en que seamos santos y perfectos. El pecado nos deforma y nos enferma, también físicamente; aparte de separarnos de Dios y permitir a Satanás que ejerza un dominio completo sobre nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Terminando con un control tiránico e implacable, sobre nuestra conducta.

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Pero el materialismo imperante nos ha vuelto ciegos a todo esto. Y la gran apostasía nos impide reconocer estas verdades.

Por ejemplo el odio y la falta de perdón, son los causantes directos de casi todas las formas de cáncer. Cada enfermedad tiene su raíz en el pecado correspondiente. Y así podría seguir con una lista interminable…

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Nómbrenme un pecadillo que para ustedes pueda ser aparentemente insignificante y yo les relataré una historia vivida en nuestras evangelizaciones. Puedo contarles innumerables vivencias reales; algunas con desarrollos tragicómicos, que les ilustrarían de innumerables y maravillosas maneras, todo lo que estoy tratando de exponerles.

Yo casi lloro de impotencia, cada que escucho a un sacerdote decir: ‘Las verdaderas posesiones son muy raras. Hay que hacer un estudio muy minucioso y luego determinar el tratamiento psicológico o psiquiátrico que se debe aplicar al paciente.’ Y esto lo dicen también, algunos exorcistas reconocidos a nivel mundial.

Cuando los oigo decir esto pienso: ‘este pobre iluso, jamás se ha topado con Satanás en su pavorosa realidad. Sólo lo proclama por su conocimiento intelectual y su formación teológica…Tal vez habrá visto las muestras de los pobres esclavizados y una que otra manifestación sobrenatural…Pero, ¡No lo conoce nadita! Porque si lo conociera, ¡Jamás diría eso!

También la infestación satánica me enseñó, por qué en el Antiguo Testamento los judíos tenían tantas ceremonias para purificarse. Por ejemplo, cuando los leprosos eran curados o cuando alguien agonizaba y por cualquier motivo tenían que tocar al muerto; entonces tenían que subir al Templo de Jerusalén y hacer sus ritos especiales, porque se habían contaminado.

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En una liberación muy especial, se me aclaró el misterio.

La lepra infestaba al cuerpo por los pecados de impureza; así como sucede ahora, con las ETS y la plaga del Sida. Y también comprendí que los pecados cometidos por el difunto, eran espíritus vivos que se metían en el alma del pobre mortal, que estaba auxiliando al que había fallecido. Porque antes del Sacramento del Bautismo, por causa del Pecado Original; Satanás tenía acceso total a cualquiera de las almas que quería infestar. Ya que el Sacramento del Bautismo, funciona como una coraza protectora, contra todos los ataques infernales; a menos que la resquebrajemos, con nuestra ligereza en el pecar.

Por eso me encuentro totalmente pasmada, con los que quieren ‘Modernizar la Iglesia’. Me encantaría saber la respuesta de los que a ultranza y contra lo que sea, quieren que; por ejemplo el Adulterio de un segundo matrimonio, sea aceptado y los contrayentes no estén excluidos de la comunidad eclesial y RECIBAN LA COMUNIÓN, porque ellos anhelan y tienen derecho a alimentarse del Manjar de Nuestro Dios Sacramentado.

¡¡¡Por Dios!!! ¿Y qué piensan hacer con la caterva de demonios generados por todos los pecados derivados de esta situación particular?

¿A dónde se van a ir o cómo los piensan expulsar o en qué los van a convertir? ‘¿Hay alguien que quiera explicarme esto? Porque una cosa es muy clara, ellos (Los espíritus demoníacos) por su propia voluntad, no van a abandonar la presa humana que les sirve de casa.

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El Antiguo Testamento, especifica claramente todas las situaciones que podían contaminar el alma y los rituales a seguir para limpiarla.

Si esto sucedía con los pobres hebreos que eran el Pueblo Elegido, imaginen por un momento lo que pasa en nuestra actualidad con los cristianos light que acomodan la Sagrada Escritura a su conveniencia y cometen ‘pecados comprensibles’ dada su situación muy particular.  Y con los tibios que están reacios a comprometerse; pues no quieren complicarse la vida, como les sucede a los pobres ‘loquitos y delirantes carismáticos del Espíritu santo’…

 Porque piensan que con una rodilla doblada ante el altar del paganismo, pueden vivir cómodamente sin perder nada de lo que es más preciado para ellos. Y sin renunciar al egoísmo placentero que les permite disfrutar de la fe que ya se fabricaron y que nada les exige.

Y con la otra rodilla doblada ante el altar del Santísimo, ya se ganaron un Cielo que un Dios amoroso y comprensivo no les puede negar, porque asisten religiosamente a Misa los domingos y…

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¿¡Para que meterse en complicados fanatismos!? ¡Qué por cierto hacen lucir bastante mal a los pobres chiflados carismáticos, que están determinados a embrollar la vida de los demás; sólo porque no comparten sus trastornadas ideas! Que al fin y al cabo, cuando sea el momento  preciso, ellos pedirán perdón por sus pecados y ¡Asunto solucionado! Fueron más astutos que nadie, se pasaron de listos y ya se sienten capaces de  enseñarle el Padre Nuestro al señor  Cura… ¿O no?

Lamentablemente solo la estupidez de los soberbios puede presumir así. Lucifer les demostrará en el Abismo Pavoroso del Infierno, las fallas de todos sus ‘comodísimos’ argumentos.

Y para los modernísimos  ateos y satanistas: los pobres ilusos y estúpidos cristianos, no somos más que una caterva de idiotizados seguidores de un pobre perdedor… Que también terminamos siendo perdedores.  Y dicen: Allá ellos con sus ideas extravagantes, porque en la New Age están todas las verdaderas respuestas… Y en… etc, etc, etc.

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Y de esta magnífica forma, los que hemos descubierto la Verdad contenida en Jesucristo, que ahora más que nunca mantiene su vigencia y que está teniendo el más poderoso cumplimiento de todo lo que contiene el Libro del Apocalipsis; terminamos aislados completamente… ¡Hasta dentro del círculo interior de nuestra propia familia!

Nuestra angustia aumenta porque ninguno de los que amamos, está dispuesto a hacernos el menor caso y siempre, casi salen huyendo cuando nosotros empezamos a hablar de Dios…

PARA ENTENDER MEJOR TODO ESTO

¿Se han fijado que en todos los pasajes del Evangelio donde Jesús sana a un enfermo o libera a un endemoniado, termina exhortándole: ‘Vete y no peques más’?

¿Y que en los diferentes exorcismos realizados por Jesús y narrados por los Evangelistas, también el Maestro Divino hace una clara distinción entre demonios y ‘espíritus inmundos’.?

Bueno, pues la diferencia es la siguiente:

Los demonios son los ángeles creados por Dios que pecaron, perdieron la batalla con San Miguel y sus legiones y fueron sentenciados y castigados por Dios. Fueron arrojados del Cielo, hasta los Abismos del Infierno, que fue creado por su causa. Son los ‘ángeles caídos’ que ahora andan sueltos entre nosotros; aumentando el botín de almas incautas e irresponsables, a las que están arrastrando consigo hasta el Reino Maldito de Satanás.

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Los ‘espíritus inmundos’ los generamos nosotros con nuestros pecados realizados sin arrepentimiento y con lo que consideramos ‘defectillos’ que no tienen mayor importancia y que nos esforzamos muy poco para erradicar. Por ejemplo la falta de perdón y la amnesia repentina que nos ataca cuando rezamos el Padre Nuestro y nos topamos con la frase: ‘Perdona nuestras ofensas, COMO nosotros perdonamos…’ Esa incómoda palabrita, contiene la clave de toda nuestra relación con Dios…

Cuando Dios nos creó, lo hizo pensando en un templo vivo para que lo contuviera a Él.

Con el Pecado, Satanás le robó su templo viviente del Espíritu Santo y… ¡Adivinen en templo de quién nos convirtió!

Por eso es tan indispensable la CONVERSIÓN. Y por eso el Cielo insiste tanto en ello. También es otra de las poderosas razones, por la que castiga tan duramente la idolatría…

Y son tantos los católicos ‘creyentes’ que saliendo de Misa se van a las clases yoga, a las sesiones curativas del reiki y la acupuntura, a sus clases de artes marciales o de meditación cristiana yogística, etc. Y decoran su casa con los principios del feng shui y las hermosas esculturas de las hadas, los dioses paganos como los budas panzones  para la buena fortuna o las esculturas griegas y romanas, que sólo tienen para ‘admirar el arte clásico’.

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Y tantas creaturas hermosas y fantásticas que en razón de un arte decorativo, ni siquiera imaginan el imán que significan para lo Maligno y lo que verdaderamente constituye el no deshacerse de todas estas posesiones.

Trataré de explicárselos más claramente haciéndoles una comparación con la gestación de un bebé humano.

Cuando el diablo nos pone una tentación, nosotros con nuestra voluntad decidimos si vamos a convertirla en un  pecado. Y cuando la ejecutamos, es algo muy similar al coito de un hombre con una mujer.

En el apareamiento humano, si las condiciones han sido las favorables, se realiza la concepción de lo que primero es un diminuto embrión y culmina con el desarrollo de un ser completo y perfecto, después de nueve meses de gestación: un bebé. ¡El milagro de la vida! Realizado por el ejercicio de la procreación humana.

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Cuando ejecutamos el pecado, en nuestro cuerpo espiritual que tiene iguales y mejores potencias que el cuerpo físico y en esto no hay distinción sobre si somos masculinos o femeninos; también generamos un nuevo ser.

Y en este caso con la falta de arrepentimiento y el abuso repetido de un pecado consentido y deseado por el placer amargo que produce: el ‘espíritu inmundo’ que hemos engendrado, continúa creciendo hasta convertirse en un monstruo gigantesco, que termina dominándonos por completo con un vicio que no podemos refrenar y esclavizándonos en nuevas aberraciones.

¿¡Pavoroso!?…  Yo que los conocí de diversas formas, me da escalofrío sólo de pensarlo.

El pecado es un ser vivo y maligno que está adherido a nosotros, dentro de nuestra alma y del que solo podemos desprenderlo con la poderosa vivencia de la CONVERSIÓN.

Pues, sólo EL PODER DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS puede arrancarnos de su tóxica influencia.

24LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO

 El Sacramento del Bautismo y de la Reconciliación, pueden liberarnos, para recibir la acción sanadora del Espíritu Santo en todo nuestro ser… Mientras estamos vivos y encarnados en esta tierra.

Ya que espiritualmente, cuando no hay arrepentimiento, somos como la medusa de la mitología griega: nuestro corazón es un nido de pavorosas serpientes, que seguirán vivas y nos proclaman acusándonos, como pertenencia exclusiva de Satanás, sin que Dios pueda hacer nada para reclamarnos como posesión suya.

Esto puede aclararnos un poco, el aumento de la MALDAD que nos rodea y que cada vez devora nuestra sociedad con formas más siniestras de pecar.

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Hace veinte años, pasé un período intensivo de seis meses, en los que tuve experiencias todavía más increíbles, pero de las que sólo les sintetizaré esto:

Después de la separación muy dolorosa que hubo entre mi esposo y yo, por la última de sus novias. Yo pasé una temporada con una de mis hermanas, que vivía en lo que entonces todavía era una ranchería, anexa al aeropuerto de la ciudad de Guadalajara. Estaban la tropa de todos mis sobrinos y sus parientes y amigos que no rebasaban los diez años. Para no hacérselos largo, terminé formando un grupito de niños a los que estaba evangelizando en el salón de la Iglesia.

Yo estaba muy feliz, por tres razones:

1.- Era la primera vez que daba catequesis evangelizadora para chiquitos y pensé que ya iba a disfrutar unas vacaciones de mis correrías en el Ring Celestial.

2.- Pensé que por fin iba a descansar de las sorpresas. Porque como me sucedió la primera vez, todos mis encontronazos con Satanás, eran como los espontáneos de las corridas de toros, todo sucedía de improviso y en el momento más inesperado. Haciendo una analogía, porque no se me ocurre otra: De repente me encontraba vestida de torero y enfrente de una bestia fenomenal.

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¿Qué se puede hacer? El Padre Tiberio me lo había dicho claramente: ‘Dios te favoreció con ese carisma y debes trabajarlo. No busques ese tipo de oraciones; pero tampoco las niegues. Deja que Jesús obre, como a Él le plazca. Sólo comunícamelo y yo ofreceré las misas y las oraciones por ti.’

3.- Por algo Jesús amaba tanto a los niños. Ellos no se entrampan en inquisiciones incrédulas y razonamientos escépticos. Aceptan todo y se abrieron a Jesús con una confianza maravillosa… Y Dios se manifestaba a ellos de forma increíble.

Con estas angelicales criaturitas, todo iba a salir perfecto y sin sobresaltos.

¡Tremenda equivocación!

 Aquí también mi dolor fue atroz. En una ocasión, estábamos hablando del perdón y una chiquita de ¡Nueve años! Se convulsionó delante de todo mi grupo y yo me quedé aterrada. Por primera vez no sabía qué hacer. Mi clase de doctrina se había convertido de pronto en lo que tanto temía. Pero los niños ejercitaron los dones que el Espíritu Santo les había regalado. Y yo aprendí otra lección, en mi larga carrera evangelizadora.

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Lo que sucedía era que esta pequeñina, había quedado huérfana de su madre a los cuatro años  y desde entonces, tenía cinco años soportando que tanto su padre como su abuelo paterno, la usaran como a una mujer adulta; desfogando en ella todos sus más bestiales instintos. Y habían profanado su inocencia de forma brutal.

La infestación diabólica también se produce a través de la violación, (por eso tantas violaciones terminan en locura y suicidio) Y los diablos que los perversos le trasmitieron, se manifestaron espantosamente.

Afortunadamente Jesús salvó la situación y mi equipo de exorcistas fue toda la tropa infantil que enfrentó todo con una lógica increíble…

Uno de los niños me dijo:

–          Oye Rosita, el diablo está muy enojado porque Jesús está con nosotros, ¿Verdad? – y todos los demás corearon- ¡¡¡SÍ!!! Se enojó muchísimo y por eso tumbó a Daniela.

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Punto final. Ya no hubo preguntas.

Otro día, un espíritu de femineidad se manifestó abiertamente a través de un pequeñín de cinco años, que además de ser sacudido; hizo una demostración de amaneramiento homosexual, verdaderamente pasmoso. (Y esta es una gran revelación para los que no comprenden la homosexualidad infantil; pues deberían revisar su conciencia, en lugar de juzgar y condenar a los pobrecitos homosexuales)

 Y mi equipo de pequeños exorcistas, que con los diferentes dones recibidos comprendió lo que sucedía; la lógica infantil llegó a la misma conclusión. Habían visto al diablo cuando lo perturbó.

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Después de un cuidadoso interrogatorio, me enteré que a los pequeñines, las visiones les eran mostradas en caricaturas. Y así veían todas las diabluras de Satanás, en una forma comprensible y sin que los aterrorizara. Pues así como no podemos ver a Dios como realmente es, sin morir de la impresión; lo mismo sucede con su Arcángel Caído.

Y a cada ser humano le concede verlo, en la proporción de su resistencia y según la misión que deba realizar. Las únicas personas que lo han conocido en todo su majestuoso horror, tengo entendido que fueron María Valtorta y Sor Faustina Kowalska.

Esta vez, terminado el episodio; los chiquillos oraron como si nada nos hubiera interrumpido y todo continuó con absoluta normalidad.

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Me maravillaba que los niños aceptaran con más sencillez y sin espantarse, lo que hubiera escandalizado a un adulto. En esta ocasión, la razón era por herencia: su abuela era una de las brujas no oficiales y reconocidas del pueblo. (Recuerden Éxodo 20)

Lo más triste fue constatar que en mi grupo que ya había crecido hasta casi noventa participantes, el 80% de los niños, había sufrido algún tipo de agresión sexual y abuso físico.

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También aprendí las muchas maneras en que podemos infectarnos espiritualmente, con infestaciones espirituales más espeluznantes que el Sida y el Ébola, principalmente a través del desenfreno sexual.

En el momento del apareamiento, los demonios cambian de casa y si por ejemplo hay un marido o una esposa novel que cediendo a una tentación, deciden echarse una ‘canita al aire’ de la que nadie se va enterar, pues han tomado todas las precauciones.

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Si el incauto que jamás ha pecado con la idolatría, se une a alguien que realiza trabajos de amarres amorosos, magia blanca, brujería o practica la adivinación por medio del tarot y ha tenido por simple curiosidad, una unión homosexual…

Después del devaneo amoroso, no va a comprender la fascinación que repentinamente siente por una sexualidad gay oculta en el closet o peor todavía, por el Ocultismo. Y tampoco puede resistir a un impulso nuevo y desconocido,  que lo arrastra a pecados más nefandos todavía. ¿Empiezan a captar la idea?…

Pero narrarles todo esto ahora, no lo soportarían. Primero digieran todo esto.

Después por influencia de los niños, acudieron también los padres y se abrió otro grupo de evangelización para ellos. Pero esa es otra historia…

Cuando todo esto sucedía, mis hijos eran pequeños y sólo escuchaban el teléfono descompuesto de los rumores y comentarios que todas estas cosas suscitaban en la familia y con las cuales mi madre, estaba en absoluto desacuerdo.

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Para concluir,  recientemente mis hijos me han llevado a las últimas producciones cinematográficas sobre el tema y me preguntaron: “Oye mamá. ¿Los exorcismos que tú viviste se parecen a esto? Y se quedaron pasmados cuando les contesté: “El exorcista, el Exorcismo de Emily Rose, el Conjuro y el Rito; son como una sola película ingenua de animados de Walt Disney, frente a las cosas que me ha tocado presenciar. Si se las contara todas, difícilmente las creerían.” 

Si ustedes amados hermanitos en Cristo, estuviesen en mi lugar y le hubieran propinado a Satanás, las soberanas palizas que ambos nos dimos mutuamente; pero en las que Mi Virgencita Adorable, mi amoroso Papá José y mi incomparable San Miguel Arcángel; siempre lo hicieron huir derrotado, teniendo que soltar a sus presas a pesar de todas sus estratagemas…

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Si hubiesen palpado como yo su odio mortal y hubiesen soportado sus criminales agresiones físicas y espirituales, que casi me costaron la vida en diversas ocasiones… Díganme: ¿Estarían dispuestos a descuidarse con los más ‘mínimos pecados veniales’ para que él pudiese atraparlos finalmente y vengarse a placer de todas las injurias que por vuestra culpa considerara haber recibido?

Medítenlo… 

Sin Jesús, soy la persona más cobarde de la Tierra y casi me desmayo de terror, de sólo imaginarlo y ¡No estoy dispuesta a ser atrapada por él, ni con la puntita de la más pequeña de sus espeluznantes garras! Lo conozco muy bien y sé de lo que es capaz. Por eso nadie me saca del Corazón Inmaculado de María Santísima y del Sacratísimo Corazón de Jesús.

Sagrados Corazones de Jesús, María y José

Resguardadita desde allí, estoy dispuesta a volver a vivir todas las experiencias aterradoras y espeluznantes que ya viví tantas veces. Fortalecida por el Amor de Mi Señor, ¡Veremos de qué cuero salen más correas!

Después de todo lo que Jesús me ha enseñado y me ha llevado a vivir… He comprendido que emprender el camino de la santidad, es la única alternativa.

Otra cosa que comprendí, es que el Sacramento de la Reconciliación, es un poderoso ministerio de sanación interior y de liberación, sencillamente maravilloso. Ese poder celestial otorgado solamente a los sacerdotes funciona de una forma increíble, aún de manos del sacerdote más pecador. ¡Así de maravilloso es nuestro Dios!

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Si tuviesen visión espiritual, verían como los espíritus inmundos salen disparados como balas, en cuanto el bendito sacerdote dice: ‘Ego te absolvo…’ Y formarían una valla inexpugnable para proteger a nuestros poderosos, benditos y santos sacerdotes, que sólo por haberse consagrado a Dios, son los trofeos favoritos de Satanás. Y deben sostener unas guerras titánicas, tan solo por mantenerse fieles al Señor.

No se le pueden pedir peras al olmo. A pesar de todos mis esfuerzos, soy solamente una aprendiz de santa. Pero busqué una solución y la encontré como anillo al dedo:

En mis oraciones, le he pedido a Jesús que el pecado me duela físicamente, cómo una advertencia para irme a confesar inmediatamente. Y me lo ha concedido. También le he suplicado al Padre Celestial, que me preste de su Santidad, cuando le entrego mi absoluta miseria.

Es la única manera de cumplir el requisito de ‘Sed perfectos como mi Padre Celestial es Perfecto.’

Ayúdame a amar a mi enemigo

127-EL ÓBOLO DE CLAUDIA

Los cordeleros siguen trabajando.

Luego, Jesús regresa despacio al almacén y se queda pensativo. Se sienta sobre un montón de cuerdas enrolladas. Ora intensamente…

Los once apóstoles continúan durmiendo profundamente. La vida en el puerto se desarrolla con la misma pacífica rutina, de las provincias gobernadas por el imperio más poderoso del mundo.

Roma es una máquina de eficiencia y disciplina…

Una hora después, el cordelero asoma la cabeza en el depósito y le dice a Jesús que vaya a la puerta, porque…

–                       Hay un esclavo que te quiere ver.

El esclavo. Un númida, está parado junto al platanar, en la plaza llena de sol… Cuando ve a Jesús, se inclina y sin hablar, le entrega una tableta encerada.

Jesús la lee y dice:

–                       Dirás que esperaré hasta antes del alba. ¿Entendiste?

El esclavo mueve la cabeza asintiendo. Y para que vea por qué no habla, abre su boca y le enseña la lengua tronchada.

Jesús mueve la cabeza con un gesto lleno de tristeza y dice:

–                       ¡Infeliz!  – acariciándolo con mucha compasión.

Por las mejillas del esclavo corren dos lágrimas. Toma la mano blanca entre las suyas negras y se la pone en la cara. La besa, se la lleva al pecho y se echa en tierra. Toma el pie de Jesús y se lo pone en la cabeza…

Un lenguaje mudo para expresar su agradecimiento por ese gesto de amor.

Y Jesús repite:

–                       ¡Infeliz!  -pero no lo cura.

El esclavo se levanta y pide la tableta encerada. Claudia no quiere dejar huellas de su contacto epistolar.

Jesús sonríe y devuelve la tableta. El númida se va y Jesús se acerca a donde está el cordelero…

El Maestro dice:

–                       Simón, debo quedarme hasta antes del alba. ¿Me lo permites?

Simón contesta:

–                       Todo lo que quieras. Me desagrada ser pobre…

–                       Me agrada que seas honrado.

–                       ¿Quiénes eran esas mujeres?

–                       Unas extranjeras que necesitaban de consejo.

–                       ¿Están sanas?

–                       Como Yo y tú.

–                       Entonces está bien. Ahí están tus apóstoles.

Los once salen del almacén, somnolientos.

Pedro dice:

–                       Maestro, hay que cenar antes de partir.

Jesús contesta:

–                       No. No partiremos hasta el amanecer.

–                       ¿Por qué?

–                       Porque me pidieron que así lo hiciera.

–                       ¿Por qué? ¿Por quién?…  Es mejor caminar de noche… La luna es nueva.

–                       Espero salvar a una criatura y esto es más luminoso que la luna y más refrescante que las frescuras de la noche.

Pedro lo lleva aparte:

–                       ¿Qué pasó? ¿Viste a las romanas? ¿Qué humor tienen? ¿Son ellas las que se van convertir? ¡Dímelo!…

Jesús sonríe:

–                       Si me dejas responder te lo diré, hombre curiosísimo. Vi a las romanas. Muy lentamente caminan hacia la Verdad. Pero no retroceden…  Lo que ya es mucho.

–                       Y… acerca de lo que dijo Judas, ¿Hay algo?

–                       Que continuarán venerándome como a un sabio.

–                       ¿Por causa de Judas? ¿Es él el que lo ha hecho?

–                       Vinieron a buscarme a Mí no a él…

Pedro pregunta inquieto:

–                       Entonces, ¿Por qué Judas tuvo miedo de encontrarse con ellas? ¿Por qué no quería que vinieras a Cesárea?

–                       Simón, no es la primera vez que Judas tiene caprichos estrambóticos…

–                       Es verdad. ¿Y van a venir esta noche las romanas?

–                       Ya vinieron.

–                       Entonces, ¿Por qué esperamos hasta que amanezca?

–                       ¿Por qué eres tan curioso?

–                       Maestro, sé bueno… Por favor dime todo.

–                       Te lo diré para quitarte toda duda. También tú escuchaste la conversación de aquellos tres romanos…

–                       ¡Claro que la oí!… Inmundos. Apestosos. Demonios. Pero a nosotros, ¿Qué nos importa?… ¡Ah! ¡Entiendo!… Las romanas van a ir a la cena y luego vendrán a pedirte perdón, por haber estado en medio de la inmundicia… Me maravilla que consientas en ello.

–                       Yo me maravillo de que te formes juicios temerarios.

–                       ¡Perdóname, Maestro!

–                       Sí. Pero ten en cuenta que las romanas van a ir a la cena y yo pedí a Claudia que interviniese a favor de esa muchachita…

–                       ¡Ah, pero Claudia no puede hacer nada!…  El romano compró a la muchacha y tiene todo el poder sobre ella.

–                       Pero Claudia tiene mucho más poder sobre el romano. Y Claudia me mandó decir que no parta hasta antes del alba. No hay otra cosa. ¿Estás contento ahora?

–                       Sí, Maestro. Pero no has descansado nada. Ven. Estás muy agotado. Vigilaré para que te dejen en paz. Ven. Ven. –y amorosamente tiránico lo jala, lo empuja y lo obliga a tirarse en el montón de cáñamo.

Pasan las horas. El sol se oculta. Cesa el trabajo. Entra la noche, las golondrinas van a sus nidos y los niños a la cama. Uno tras otro van muriendo los ruidos, hasta que solo queda el estrépito de las olas, al estrellarse sobre la playa…

Los apóstoles  duermen sobre el cáñamo.

Jesús está sentado sobre un malacate con las manos sobre las rodillas. Ora… Piensa… Espera.  No quita los ojos del camino que viene de la ciudad.

La luna está casi perpendicular y el mar retumba con mayor fuerza…

Por el canal avanza una barca pequeña y sube hasta la dársena silenciosa. Se detiene y bajan tres personas. Un hombre robusto, una mujer y una figura delicada. Se dirigen hacia la casa del cordelero…

Jesús se levanta y sale a su encuentro…

Cuando llega hasta ellos saluda:

–                       La paz sea con vosotros. ¿A quién buscáis?

Livia contesta:

–                       A ti, Maestro.  –descubriéndose y acercándose ella sola-  Claudia hizo lo que le pediste, porque era una cosa justa y completamente moral… –señala hacia la barca y agrega-  Aquella es la muchachita. Dentro de poco tiempo, Valeria la tomará como doncella de su pequeña Fausta…  Pero te ruega que entre tanto la tengas Tú, que puedes confiarla a tu Madre o a la madre de tus parientes. Es pagana del todo… Mejor dicho, es peor que pagana. El dueño que la alimentó no le enseñó nada en absoluto…  Nunca ha oído hablar ni del Olimpo, ni de ninguna otra cosa. Tan solo se siente aterrorizada ante los hombres, porque hace unas cuantas horas la vida se le reveló como es: brutal y cruel…

Jesús pregunta:

–                       ¡Oh! ¿Demasiado tarde?

–                       No, materialmente… él la preparaba poco a poco…  Digamos… para su sacrilegio. Y la niña está espantadísima… Claudia tuvo que dejarla durante toda la cena cerca de ese sátiro y sólo pudo intervenir cuando el vino le había nublado el pensamiento. No es necesario que te diga que si el hombre es un lúbrico en sus amores sensuales, lo es mucho más cuando está ebrio…

Pero es solo entonces que se convierte en un juguete con el que se puede hacer lo que se quiera y arrebatarle su tesoro.  Claudia se aprovechó del momento.

Ennio quiere regresar a Italia, de la que salió porque perdió el favor imperial… Claudia le prometió el regreso a cambio de la muchacha.

Ennio mordió el anzuelo… Mañana cuando ya no esté borracho protestará, la buscará, hará su comedia… Pero también mañana Claudia buscará el modo de hacerlo callar.

Jesús protesta:

–                       ¿Con la violencia? ¡No!

Livia sonríe con travesura:

–                       ¡Oh, Maestro! ¡La violencia empleada con buen fin!…  Pero no será necesaria… También Claudia se encargó de ‘ayudar’ a su marido a pasarla bien en la cena… Y ahora sólo Pilatos, que está inconsciente por el vino que digirió esta noche, está firmando y sellando la orden de que Ennio se presente en Roma… ¡Ah, ah!… Y partirá en primer buque militar.

Pero mientras tanto, es mejor que la niña esté en otra parte por precaución de que en cuanto a Pilatos se le pase la borrachera, se arrepienta y revoque la orden… ¡Es muy endeble!  Y es mejor así… Para que la niña olvide las asquerosidades humanas…

¡Oh, Maestro! Por este motivo fuimos a la cena. Pero, ¿Cómo pudimos ir allá hasta hace unos cuantos meses, sin haber sentido náuseas?… Tan pronto obtuvimos lo que se deseaba, nos salimos… Todavía nuestros maridos están imitando a los brutos ¡Qué náuseas, Maestro!  Y debemos recibirlos después… después que…

–                       Sed austeras y pacientes. Con vuestro ejemplo haréis mejores a vuestros maridos.

–                       ¡Oh, no es posible! Tú no sabes… -Livia llora más de coraje, que de dolor.

Jesús suspira y ella continúa:

–                       Claudia te manda decir que lo hizo para mostrarte que te venera como al Único Hombre que merece veneración… Y quiere que te diga que te agradece haberle enseñado lo que vale un alma y lo que vale la pureza. Lo recordará siempre…

¿Quieres ver a la niña?

–                       Sí. El hombre ¿Quién es?

–                       El númida mudo que emplea Claudia, para sus servicios secretos. No hay ningún peligro de delación… No tiene lengua.

Jesús repite:

–                       ¡Infeliz!

La romana toma a la niña de la mano y casi la arrastra hasta donde está Jesús…

Livia dice:

–                       Sabe unas cuantas palabras latinas. Judías casi ninguna. Es una salvajita… Que la eligieron únicamente como objeto de placer.  –y dirigiéndose a la niña-  No tengas miedo. Dale las gracias. Él fue el que te salvó. Arrodíllate y bésale los pies. ¡Ea! ¡Hazlo! ¡No tengas miedo! Perdona Maestro, todavía tiene el terror que le inspiraron las caricias de Ennio que estaba ebrio…

–                       ¡Pobre niña!  -dice Jesús poniéndole su mano en la cabeza- ¡No tengas miedo! Te llevaré a casa de mi Madre, por algún tiempo. A la casa de Mamá, ¿Entiendes? Y tendrás muchos hermanos buenos… ¡No tengas miedo, hijita mía!

En la Voz y en la mirada de Jesús hay todo: paz, seguridad, pureza, amor santo.

La niña lo siente y se echa para atrás el manto con su capucho, para mirarlo mejor. Y aparece el rostro delicado de una niña que se asoma a la pubertad…

Sus modales son sencillos. Su expresión está llena de inocencia. El vestido que trae le queda muy largo…

Livia dice:

–                       Estaba casi desnuda. Le puse lo primero que encontré. Lleva otros en la alforja…

Jesús la mira con piedad e infinita compasión y dice:

–                       ¡Es una niña!  -Y tomándola de la mano le pregunta- ¿Quieres venir conmigo?

La niña contesta:

–                       Sí, patrón.

Jesús rebate:

–                       No. No soy tu patrón. Dime Maestro.

–                       Sí, Maestro. –le dice con más confianza.

Y una tímida sonrisa se asoma en la carita que antes estaba pálida por el miedo.

Jesús pregunta:

–                       ¿Eres capaz de caminar mucho?

–                       Sí, Maestro.

–                       Después descansarás en la casa de mi Madre. En mi casa, hasta que llegue Fausta. Una niña a la que vas a querer mucho. ¿Quieres?…

–                       ¡Oh, sí! –y ella confiada, levanta sus bellísimos ojos verde-azul, que lo miran asombrados bajo sus cejas color oro y con un destello de terror que vuelve a turbar su mirada, se atreve a preguntar- ¿Ya no más aquel patrón?…

–                       No, más.  –le promete Jesús, poniendo su mano en su cabellera rubia.

Livia se despide:

–                       Adiós, Maestro. Dentro de pocos días iremos al lago. Tal vez podremos verte una vez más. Ruega por tus pobres discípulas romanas.

Jesús repica:

–                       Gracias…  Vete en paz. Adiós, Lidia. Di a Claudia que éstas son las conquistas que pretendo y no otras. – se vuelve  hacia la niña y agrega- Ven niña. Partiremos ahora.

Y tomándola de la mano, se dirige a la puerta del almacén y llama a los apóstoles.

La barca se va sin dejar rastro de haber venido y entra al mar abierto…

Caminan rápido y todavía está oscuro en las cercanías de Cesárea. Se detienen un poco, porque la niña que no está acostumbrada a caminar de noche y frecuentemente tropieza con las piedras del caminan…

Jesús dice:

–                       Es mejor esperar un poco. La niña no ve y está cansada.

La niña responde rápida:

–                       No, no. Si puedo… Vámonos lejos, lejos, lejos… Podría venir… Por aquí pasamos para ir a esa casa.  –Lo dice castañeteando los dientes, mezclando hebreo y latín para hacerse entender.

Jesús trata de tranquilizarla:

–                       Vamos detrás de aquellos árboles y nadie nos verá. No tengas miedo.

Bartolomé, para darle ánimos, dice:

–                       No tengas miedo. A estas horas, ese romano es una sopa de vino bajo la mesa…

Pedro agrega:

–                       Y estás con nosotros. Todos te queremos. No permitiremos que te hagan daño. ¡Oh! ¡Somos doce hombres fuertes!…

Pedro, que apenas es un poco más alto que ella. Él la robustez y ella la delicadeza. Él quemado por el sol y ella blanca como alabastro.

¡Pobre florecita que fue criada para ser solamente admirada y más preciosa!

Juan le dice:

–                       Eres una hermanita nuestra y los hermanos defienden a sus hermanas.

Cuando llegan a la arboleda, se sientan y aguardan. Los hombres se dormirían gustosos, pero a ella cualquier ruido la hace gritar.

Y el galope de un caballo la hace que se cuelgue del cuello de Bartolomé que tal vez por ser el de mayor edad atrae su confianza y de esta manera… No es posible dormir.

Bartolomé le dice:

–                       No tengas miedo. Cuando uno está con Jesús, nunca sucede una desgracia.

La niña contesta temblando:

–                       ¿Por qué?  – y sigue todavía asida al cuello de Bartolomé.

–                       Porque Jesús es Dios y Dios es más fuerte que los hombres.

–                       ¿Dios? ¿Qué cosa es Dios?

Bartolomé exclama:

–                       ¡Pobre criatura! Pero, ¿Cómo te educaron? ¿No te enseñaron nada?…

La niña contesta:

–                       Sí. A conservar blanco el cutis, brillante la cabellera. A obedecer a los patrones. A decir siempre que sí…

Pero yo no podía decir sí al romano… Era feo y me daba miedo. En su casa siempre había unos ojos.  En el baño, en los vestidores, en el cubiculum… Unos ojos… Y esas manos… ¡Oh! ¡Y si alguien no decía sí, era apaleado!… –y comienza a llorar.

Jesús dice:

–                       No lo serás más. Ya no está el romano. Ni están sus manos… Sólo la Paz.

Felipe comenta:

–                       ¡Es una crueldad! Cómo a bestias y peor todavía… Porque a una bestia le enseñas su oficio. Pero a esta criatura la lanzaron sin saber…

Ella responde:

–                       Si hubiese sabido, me hubiera arrojado al mar. Él decía: ‘Te haré feliz…’

Zelote dice:

–                        De hecho te hizo feliz, de una manera que nunca imaginó. Feliz en la tierra y feliz en el Cielo. Porque conocer a Jesús, es la felicidad.

Hay un silencio en el que todos meditan en las crueldades del mundo.

Luego en voz baja, la niña le pregunta a Bartolomé:

–                       ¿Me puedes decir que es Dios? ¿Y por qué Él es Dios?… –después de una pausa agrega- ¿Porque es hermoso y bueno?…

Bartolomé se siente atolondrado. Se toma de la barba con perplejidad y dice lleno de incertidumbre:

–                       Dios… ¿Cómo haré para enseñarte a ti, que no tienes ninguna idea de religión en tu cabeza?

Esto provoca otra pregunta todavía más complicada, para el abrumado apóstol:

–                       ¿Qué cosa es religión?

Bartolomé decide pedir auxilio:

–                       ¡Oh, que esto no me lo esperaba!…  Estoy ahora como uno que se ahoga en el mar. ¿Qué puedo hacer ante el abismo?

Jesús aconseja:

–                       Lo que te parece difícil, es muy sencillo Bartolomé. Es un abismo, sí. Pero vacío… Y puedes llenarlo con la Verdad. Peor es cuando los abismos están llenos de fango, veneno, sierpes. Habla con sencillez como si hablases a un infante. Y ella te entenderá como no lo haría un adulto.

Bartolomé pregunta:

–                       Maestro, ¿Pero no podrías hacerlo Tú?

–                       Podría. Pero la niña aceptará más fácilmente las palabras de un semejante suyo, que las mías que son de Dios. Y por otra parte, os encontraréis en lo futuro ante estos abismos y los llenaréis de Mí. Debéis pues aprender a hacerlo.

–                       Es verdad. Lo probaré…

Después de pensarlo un poco, Bartolomé pregunta:

–                       Oye niña, ¿Te acuerdas de tu mamá?

Ella sonríe y contesta:

–                       Si, señor. hace siete años que… antes estaba con ella.

–                       Está bien. ¿La recuerdas? ¿La amas?

Ella solloza en un:

–                       ¡Oh!  -y da un pequeño grito.

–                       No llores. ¡Pobre niña! Oye, el amor que tienes por tu mamita…

–                       Y por mi papá y por mis hermanos…  -contesta sollozando.

–                       Sí. Por tu familia… el amor por tu familia. Los pensamientos que guardas por ella. El deseo que tienes de regresar a ella…

–                       ¡Nunca más los veré…!

–                       Pero todo es algo que podría llamarse religión de la familia. Las religiones, las ideas religiosas son el amor… El pensamiento, el deseo de ir a donde está aquel o aquellos en quienes creemos; a quienes amamos y a quienes deseamos ver…

–                       Si yo creo en ese Dios que está allí, ¿Tendré una religión?… ¡Es muy fácil!

Bartolomé está totalmente desorientado:

–                       ¡Bien! ¿Fácil qué cosa?…  ¿Tener una religión o creer en ese Dios que está allí?

La niña dice convencida:

–                       En ambas cosas…  Porque fácilmente se cree en un Dios Bueno, como el que está allí. El romano me nombraba muchos y juraba. Decía: ‘¡Por la diosa Venus, por el dios Júpiter, por el dios Cupido!’ Han de ser dioses malos porque él hacía cosas malas cuando los invocaba.

Pedro comenta en voz baja:

–                       No es tan tonta la niña.

Ella dice:

–                       Pero yo no sé todavía que cosa es Dios. Veo que es un hombre como tú… Entonces es un Hombre- Dios. ¿Y cómo se hace para comprenderlo? ¿En qué aspecto es más fuerte que todos? No tiene ni espada, ni siervos…

Bartolomé suplica:

–                       Maestro, ayúdame…

Jesús responde:

–                       No, Nathanael. Enseñas muy bien.

–                       Lo dices porque eres bueno. Busquemos otro modo de seguir adelante. – se vuelve hacia la niña- Oye niña… Oye niña. Dios no es hombre…  Él es como una luz, una mirada, un sonido tan grande que llena el Cielo y la tierra. Y todo lo ilumina, todo lo ve, todo lo ordena y en todas las cosas manda…

–                       ¿También al romano? Entonces no es un Dios bueno. ¡Tengo miedo!…

Bartolomé se apresura a aclarar:

–                       Dios es bueno y da órdenes buenas. A los hombres les ha prohibido armar guerras, hacer esclavos, arrebatar a las hijitas de sus madres y espantar a las niñas… Pero los hombres no siempre escuchan las órdenes de Dios.

Ella dice:

–                       Pero tú, sí.

–                       Yo sí.

–                       Si es más fuerte que todos, ¿Por qué no se hace obedecer? ¿Y Cómo habla, si no es un hombre?

Bartolomé está perdido y exclama:

–                       Dios… ¡Oh, Maestro!…

Jesús dice:

–                       Sigue. Sigue, Bartolomé. Eres un maestro muy competente. Sabes decir con gran simplicidad pensamientos muy profundos. ¿Y ahora ya no quieres seguir?…  ¿No sabes que el Espíritu Santo está en los labios de los que enseñan la Justicia?

Bartolomé argumenta:

–                       Parece fácil cuando se te escucha. Todas tus palabras están aquí dentro. Pero sacarlas, ¡Oh, miseria de nosotros los humanos! ¡Maestros inútiles!

–                       El reconocer la nulidad propia dispone el corazón a la enseñanza del Espíritu Paráclito…

–                       Está bien, Maestro… –La mira con ternura y dice- Oye niña.  Dios es fuerte, fortísimo. Más que César. Más que todos los hombres juntos con sus ejércitos y sus máquinas de guerra…  Pero no es un Señor sin compasión que quiera siempre que se le diga que sí, so pena de azotarlo. Dios es un Padre. ¿Te quería mucho tu padre?

–                       ¡Mucho! Me puso por nombre Áurea Gala, porque el oro es precioso y Galia es mi patria. Y decía que me amaba más que el oro que en otro tiempo tuvo y más que a la patria…

–                       ¿Te azotó tu padre?

Áurea Gala contesta:

–                       No. Jamás. Cuando no me portaba bien, me decía: ‘Pobrecita hija mía’ y lloraba.

–                       Bueno. Pues así hace Dios… Es Padre, nos ama y llora si somos malos. Pero no nos obliga a obedecerle. Pero el que decide ser malo, un día será castigado con suplicios horribles…

–                       ¡Oh, qué bueno! El dueño que me arrebató de mi madre y me llevó a la isla. Y también el romano, irán a los suplicios, ¿Y lo veré?…

Esto es demasiado para el pobre Nathanael, que contesta:

–                       Tú verás de cerca a Dios, si crees en Él y eres buena. Y para ser buena no debes odiar ni siquiera al romano.

–                       ¿No? ¿Y cómo lograrlo?

–                       Rogando por él.

–                       ¿Qué es rogar?

–                       Hablar con Dios diciéndole que lo queremos…

Ella, llevada por su coraje, exclama apasionadamente:

–                       Pero, ¡Yo quiero que mis dueños tengan una mala muerte!

Bartolomé objeta:

–                       No. No debes… Jesús no te amará si dices así.

–                       ¿Por qué?

–                       Porque no se debe odiar a quien nos ha hecho el mal.

–                       Pero no puedo amarlos.

–                       Pero puedes por ahora no pensar en ellos. Trata de olvidarlos…  Luego, cuando Dios te instruya más… rogarás por ellos. Decíamos pues, que Dios es Poderoso, pero deja a sus hijos en libertad de obrar.

Ella pregunta:

–                       ¿Yo soy hija de Dios?…  ¿Tengo dos padres?…  ¿Cuántos hijos tiene Dios?…

Bartolomé contesta:

–                       Todos los hombres son hijos de Dios, porque Él los creó. ¿Ves esas estrellas allá arriba? Él las hizo. ¿Ves estas plantas? Él las hizo. La tierra en la que estamos sentados, el pájaro que canta, el mar inmenso…  Todo y a todos los hombres, los creó Él. Y los hombres son más hijos suyos que todo lo demás. Porque tienen algo especial que se llama alma y que no muere, porque es una partecita de Dios que es inmortal como Él.

–                       ¿Dónde está el alma? ¿Tengo yo también un alma?

–                       Sí. En tu corazón. Es la que te hizo comprender que el romano era malo y que ciertamente no te dejará que desees ser como él. ¿No es verdad?

–                       Sí…  -Áurea reflexiona… Y luego con firmeza dice- ¡Sí! Era como una voz que estuviese adentro y como una necesidad de tener quién me ayudase. Y con otra voz que era la mía, llamaba a mi mamita…  Porque yo no sabía que Dios existía. Ni que existiese Jesús… Si lo hubiera sabido, lo hubiera llamado a Él, con esa voz que llevaba dentro…

Jesús interviene y dice:

–                       Has comprendido bien, niña. Crecerás en la Luz. Yo te lo aseguro. Cree en el Dios Verdadero. Escucha la voz de tu alma en la que no existe todavía una sabiduría, pero en la que tampoco existe mala voluntad… Y encontrarás en Dios a un Padre. Y en la muerte, que es un paso de la tierra al Cielo para los que creen en el Dios Verdadero y son buenos…  Encontrarás un lugar en el Cielo cerca de tu Señor.

Como ella se ha arrodillado delante de Él, Jesús le pone su mano sobre la cabeza.

Áurea dice:

–                       Cerca de Ti. ¡Qué bien se siente uno al estar contigo! No te separes de mí, Jesús…  Ahora sé Quién Eres y por eso me arrodillo. En Cesárea tuve miedo de hacerlo… Me parecías sólo un hombre… Ahora sé que Eres Dios escondido en un Hombre. Y que para mí eres un Padre y un Protector…

Jesús agrega:

–                       Y Salvador, Áurea Gala.

Ella exclama jubilosa:

–                       Y Salvador. ¡Sí! Me salvaste…

–                       Y te salvaré cada vez más. Tendrás un nombre nuevo…

–                       ¿Me quitas el nombre que me dio mi padre? ¿Por qué no me lo dejas?

–                       No te lo voy a quitar. Junto a tu nombre antiguo tendrás otro nuevo…  Eterno.

–                       ¿Cuál?

–                       Cristiana. Porque Cristo te salvó… Comienza a alborear. Vámonos. –Jesús se vuelve hacia su más anciano apóstol y agrega-  ¿Ves Nathanael qué es fácil hablar de Dios a los abismos vacíos? Hablaste muy bien. La niña se instruirá fácilmente. Es la verdad. –y ordena con suavidad- Sigue adelante con mis hermanos Áurea…

La niña obedece pero con temor. Preferiría quedarse con Bartolomé, el cual comprende todo…

El apóstol le dice:

–                       Voy enseguida. Vete… Obedece.

Y quedándose con Jesús, Pedro, Simón y Mateo, advierte:

–                       Está mal que la tenga Valeria. Es pagana.

Jesús contesta:

–                       No puedo decirle a Lázaro que la tome.

Mateo sugiere:

–                       Está Nique, Maestro.

Pedro sugiere:

–                       Y Elisa…

Zelote:

–                       Y Juana, es amiga de Valeria… Valeria se la cederá con gusto. Estaría en una casa buena.

Jesús piensa y calla.

Bartolomé decide:

–                       Haz lo que te parezca. La niña con frecuencia vuelve atrás su cara. Voy con ella…  Confía en mí, porque ya estoy viejo. Me gustaría quedarme con ella. Una hija más…-Da un suspiro profundo y agrega- Pero no es de Israel…

Y se va el buen Nathanael, que es demasiado israelita.

Jesús lo mira y sacude su cabeza.

Zelote pregunta:

–                       ¿Por qué eso Maestro?

Jesús replica:

–                       Porque me causa dolor ver que aún los prudentes, son esclavos de prejuicios…

Pedro se acuerda de las dificultades que hubo por la griega y dice:

–                       Pero, lo digo aquí entre nosotros. Bartolomé tiene razón… Y aún más, debe tomar sus providencias. Acuérdate de Síntica y de Juan. Para que no suceda algo semejante. Envíala a donde está Síntica…

Jesús contesta:

–                       Dentro de poco, Juan morirá…  Síntica no está del todo instruida, para ser maestra de una niña como Áurea. Y no es un ambiente propicio…

Zelote insiste:

–                       Y con todo, no puedes tenerla. Piensa que Judas pronto se reunirá con nosotros. Y Judas… Permíteme que te lo diga, maestro…  Es un lujurioso y un… Uno que fácilmente habla, cuando puede obtener una utilidad…  Y tiene demasiados amigos entre los Fariseos…

Pedro exclama:

–                       Exacto…  Simón ha dicho la verdad. También yo pensaba en lo mismo. Haz lo que dice él, Maestro.

Jesús piensa y calla… Pasan algunos minutos…

Luego Jesús dice:

–                       Oremos. El Padre nos ayudará…

Y todos oran fervorosamente.

El alba se ha teñido de colores. Atraviesan un poblado y toman el camino que va por la campiña…

El sol calienta más fuerte. Se sientan a comer a la sombra de un nogal gigantesco.

Jesús pregunta:

–                       ¿Estás cansada?  – a la niña que come sin ganas- Dínoslo y nos detendremos.

Áurea responde:

–                       No, no… vámonos.

Santiago de Alfeo dice:

–                       Se lo hemos preguntado varias veces. Pero siempre dice que no…

Áurea insiste:

–                       Puedo. Todavía tengo fuerzas. Vámonos lejos…

Vuelven a caminar y Áurea se acuerda de algo.

–                       Tengo una bolsa. Las señoras me dijeron: ‘La darás cuando empiecen los montes.’ Y los montes están aquí.

Jesús se detiene…

Ella busca en la alforja que Livia le dio. Saca la bolsa y se la entrega al Maestro.

Jesús dice:

–                       El óbolo… No quisieron quedarse sin dar las gracias. Son mejores que muchos de los nuestros… -mira a sus apóstoles y dice- Toma Mateo. Guarda este dinero. Nos servirá para hacer limosnas secretas…

Mateo pregunta:

–                       ¿Debo decirlo a Judas de Keriot?

Jesús dice tajante:

–                       No.

–                       Él va a ver a la niña…

Jesús no responde.

Continúan caminando con fatiga, debido al mucho calor, al polvo y al reverbero. Comienzan a subir el Monte Carmelo. Aunque aquí hay más sombra y está más fresco, Áurea va tropezando con más frecuencia.

Bartolomé se acerca a Jesús:

–                       Maestro, la niña tiene fiebre y está agotada. ¿Qué hacemos?

Áurea se niega a detenerse. Está colorada por la fiebre. Acepta que Bartolomé y Felipe le ayuden; pero continúa caminando…

Pasan la colina y llegan al otro lado. La llanura de Esdrelón está allá abajo y más allá las colinas entre las que se encuentra Nazareth…

Continúan caminando y casi al pie de la colina, distinguen a un grupo de discípulos. Para las mujeres hay una carreta de la que tira un fuerte mulo.

Jesús exclama:

–                       ¡Es la Providencia que nos socorre!   -y ordena que todos se detengan, mientras va a hablar con ellos y sobre todo con las discípulas.

La lleva aparte con Isaac y les cuenta algo de lo sucedido con Áurea:

–                       La arrebatamos a un patrón inmundo. Quisiera llevarla a Nazareth para curarla, porque está enferma de miedo y de cansancio. Peo no tengo en qué llevarla. ¿A dónde vais vosotros?

Isaac contesta.

–                       A Belén de Galilea. A la casa de Mirta. Es imposible tolerar el calor de la llanura…

–                       Id primero a Nazareth. Os lo pido por caridad. Llevadla a donde está mi Madre y decidle que dentro de tres días, estaré en casa. La niña tiene fiebre y por eso no debéis hacer caso de sus delirios. Os lo contaré después…

–                       Sí, Maestro. Lo que Tú quieras. Partimos al punto. ¡Pobrecita niña! ¿La azotaba?…

–                       Quería violarla.

–                       ¿Cuántos años tiene?

–                       Más o menos trece…

Mirta exclama:

–                       ¡Un vil! ¡Inmundo! Nosotros la cuidaremos con cariño. Somos madres, ¿Verdad Noemí?

Noemí contesta:

–                       Cierto Mirta. Señor, ¿Es tu discípula?

Jesús se queda callado por unos omentos y luego dice:

–                       No lo sé todavía… Rogad mucho y no digáis nada a nadie. ¿Entendisteis? A nadie.

Las dos mujeres afirman:

–                       Así lo haremos.

Van con el carruaje. Isaac guía. Lo siguen Jesús y las mujeres. La observan por unos momentos y…

Exclaman:

–                       ¡Qué hermosa es!

Mirta la acaricia y dice:

–                       Querida, no tengas miedo. Soy una mamá, ¿Sabes? Ven…   -Y entre todos la levantan y la acomodan en la carreta.

Isaac humedece estos paños para ponérselos sobre la frente…Siente su calor y exclama:

–                        ¡Qué calentura!… ¡Pobre hija!…

Las dos mujeres se inclinan sobre ella y muestran sus cuidados maternales…

Áurea no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor, por la fiebre.

Cuando Isaac levanta el látigo para partir, le dice a Jesús:

–                       Maestro, en el puente encontrarás, a Judas de Keriot, que te está esperando como un mendigo…. Él fue el que nos dijo que pasarías por aquí. ¡La paz sea contigo, Maestro! Al anochecer estaremos en Nazareth!

El carruaje parte rápido… Y…

Jesús dice:

–                       ¡Demos gracias al Señor!

Suerte para la niña. Suerte para Judas. Es mejor que no se sepa nada…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

62.- LA ORGÍA INOLVIDABLE…

El emperador Tiberio, fue muy aficionado al dinero y difícilmente se le arrancaba. Con el tiempo, su avaricia le llevó a la rapiña y el lema que rigió su gobierno fue: ‘Que me odien con tal dé que me teman’.

Cuando comenzó su vida militar, antes de que fue César, sus compañeros le  conocieron por su afición al vino hasta tal grado, que los soldados le apodaron: ‘Biberius Caldus Mero’ (todas estas palabras aluden al vino de diversas maneras)

Su crueldad y su hipocresía eran tales, que cuando Augusto lo nombró su sucesor, las palabras que pronunció en su lecho de muerte, fueron: ‘Desgraciado pueblo romano que va a ser presa de tan lentas mandíbulas’

También era un hombre extremadamente lujurioso. En su retiro de Capri tenía una habitación destinada a sus desórdenes más secretos, guarnecida de lechos alrededor….

Y allí, un grupo elegido de jóvenes disolutos reunidos de todas partes y algunos que inventaron ‘monstruosos placeres’, a los que llamó ‘spintrias’(sus maestros de voluptuosidad) formaban entre sí una triple cadena y entrelazados de esta manera, se prostituían en su presencia para estimular sus lánguidos deseos; pues al final de su vida, solo era un anciano impotente.

Como gran adicto al sexo, en el palacio de Roma que se ha salvado del incendio, también tenía todo un sector destinado a lo mismo. Además de esa habitación especial, hay diferentes salones arreglados especialmente para estos placeres; adornados con cuadros y bajorrelieves lascivos y llenos de libros de Elephanditis (Pornografía gráfica), para tener en la acción modelos que imitar.

Sus jardines han sido diseñados como bosques y selvas consagrados a Venus Afrodita y están decorados con grutas excavadas en la roca y en las cuales hay hermosas y artísticas estatuas que parecen casi vivas. En las cuales se ven jóvenes de ambos sexos, mezclados en actitudes voluptuosas y posiciones obscenas y sugerentes, con trajes de ninfas y faunos.

Hay también un baño con una piscina especialmente diseñada, en la cual enseñó a niños de tierna edad a los que llamaba sus ‘pececillos’ a que jueguen entre sus piernas, excitándole con la lengua y con los dientes. Y a los más grandecitos que estaban en lactancia aún, les ofrecía los genitales para que le diesen el género de placer al que sus tendencias y su edad le inclinaban de una manera especial.

Recibió un legado de uno de sus amigos que le daba a elegir entre un cuadro de Parrasio en el que Atalante prostituye su boca a Meleagro o un millón de sestercios…  Tiberio prefirió el cuadro y lo colocó como un objeto sagrado en su alcoba…  Y este cuadro adorna ahora el salón principal de la casa de Tiberio en Roma, justo encima de donde se encuentra el triclinio imperial.

Aminio Rebio y Vitelio en su infancia, fueron ‘pececillos’ de Tiberio y desde su juventud, han sido marcados con el afrentoso nombre de ‘Spintria’. Y por su gran experiencia en estos oficios, Vitelio ahora es el intendente de placeres de Nerón…  

Aminio Rebio, Faonte el liberto del César y dos enviados de Tigelino; fueron a las cárceles para elegir doncellas y jóvenes cristianos… Para recreación del César y de sus invitados…

La fiesta en el palacio de Tiberio en el Esquilino, está en todo su apogeo…

Cientos de lámparas brillan sobre las mesas y penden de las murallas. Los acordes de la música, invaden el ambiente. El aroma de las flores y los perfumes de Arabia, son aspirados con deleite por los invitados lujosamente ataviados y que reclinados en sus triclinios, disfrutan de los deliciosos manjares y los exquisitos vinos que aumentan la euforia general. Y las rosas siguen cayendo…

Nerón está muy contento…

Y Popea regia y magnífica, luce su belleza con una sonrisa congelada que no llega a sus ojos, ni ilumina la expresión sombría que encubre su dolor, después del asesinato de su hijo Rufio Crispino.

Nerón ya cantó su Troyada y una atronadora tempestad de aplausos y aclamaciones le alimentan su insaciable vanidad de artista. Algunos que levantaron sus manos como enajenados por su prodigioso talento, le han dejado sumamente satisfecho.

De vez en cuando mira con una sonrisa de maligna crueldad a Marco Aurelio y a Petronio, a los que tiene como invitados de honor, muy cerca de él…

Petronio, ingenioso y elegante como siempre, hizo destellar su inteligencia y exquisita agudeza a lo largo del banquete, sacando a Marco Aurelio de varias sutilezas engañosas por parte de los demás augustanos y luchando él mismo en aquellas arenas movedizas que son las intrigas de la corte imperial; saliendo adelante con donaire y su gallardía habitual.

Marco Aurelio está tranquilo y se porta tan distinguido como su tío, con una innata elegancia y sobriedad en todos sus ademanes.

Popea mira disimuladamente a Marco Aurelio… Pues que lo único que la alienta en este banquete, es la alegría anticipada de su venganza sobre el tribuno. Se siente un poco mareada por el vino y el humo del incienso. Finge que disfruta de los espectáculos que han sido preparados para la fiesta…

Nuevamente se da lectura a versos y se escuchan diálogos en los cuales la extravagancia, ocupa el lugar del ingenio.

Después Paris el célebre mimo, hace una representación magistral en lo que parecen escenas llenas de encantamiento, pues con los movimientos de sus manos y del cuerpo, tiene una increíble habilidad para expresar cosas que parecen imposibles de hacer patentes en una danza… Sus manos parecen oscurecer el aire creando una nube animada, sugerente, voluptuosa, que circunda las formas de una doncella agitada por un inefable desmayo…

Es una verdadera pintura, no una danza…

Una pintura expresiva en la que se revelan los secretos del amor, embelesante a la par que impúdico. Y al finalizar da principio una danza báquica, llena de gritos desenfrenados y licenciosos desbordes acompañados del son de cítaras, tambores, laúdes y címbalos, en una música incitante a dar rienda suelta a la pasión.

Marco Aurelio mantiene en todo momento una actitud tranquila, digna y un tanto seria. Su carácter reservado y su calma intrigan a todos los augustanos, pero especialmente al César y a Popea…

Tanto Marco Aurelio como Petronio participan del banquete y beben vino, pero sin perder la sobriedad. Se mantienen sonrientes y ecuánimes.

Entrada la noche Faonte, el liberto del César se acercó y murmura unas palabras a su oído. El César hace un gesto de asentimiento…

Están en el salón que Nerón llama su ‘Paraíso de deleites’ y que forma parte del sector de la casa de Tiberio que fue construida para sus placeres.

Los esclavos siguen trayendo más viandas y licores que sirven en la espléndida vajilla ribeteada en oro y las ricas copas artísticamente diseñadas y decoradas con escenas voluptuosas y acordes a la ocasión. Los manjares y las bebidas han sido especialmente preparados con afrodisíacos.

Entonces Tigelino se acercó a Nerón y a Popea, diciéndoles algo en voz tan baja, que Petronio que está al lado del César, lo único que pudo captar fue la respuesta del emperador:

–           No importa. Aún nos queda el Circo. Entonces será un espectáculo digno de la multitud.

Lo que Tigelino les ha comunicado, es que por la enfermedad de Alexandra, no ha sido posible sacarla de la prisión y no participará de la fiesta de esa noche.

Popea no logró ocultar su desencanto y su frustración.

Después de un tiempo prudencial le solicitó a Nerón permiso para retirarse, pues se siente indispuesta. Y no pudo evitar mirar al tribuno con rencoroso desprecio y a Petronio con una ominosa mirada, que acompañó con su eterna y congelada sonrisa.

El César se levantó para escoltar a Popea que se despidió de los presentes y a los que Nerón les dice que regresará pronto. Y efectivamente, un poco más tarde volvió al salón, para disfrutar de la sorpresa preparada por Vitelio.

Entre los asistentes al banquete está el joven Aulo Plaucio, un hombre lleno de belleza y gallardía que es amante de Nerón y que tiene una gran voz de barítono. Nerón había dicho siempre y le ha hecho creer que lo ama y que lo nombrará su heredero al trono del imperio. En todos los banquetes, después que Popea se retira; él hace las delicias del emperador.

Entre los acordes de la música, el aroma del incienso y las bromas con que el César está demostrando su gran satisfacción en esta noche en particular, nadie se percata de la señal que Tigelino le hace a Nerón. Enseguida éste llamó a Faonte, a Doríforo y a Aulo Plaucio.

Cuando llegaron ante él, ordenó a los libertos que lo sujetaran y ante la sorpresa general; éstos lo tiraron sobre el lecho imperial y lo inmovilizaron; mientras el César, haciendo derroche de violencia, lo violó.

Después de esta infamia, Nerón se levantó como si nada hubiera sucedido y declaró:

–           Que mi madre bese ahora a mi sucesor.

A continuación,  lo acusó de conspiración y ordenó que lo torturaran, recomendando que los verdugos lo hieran de manera que se sienta morir y que su muerte sea lenta en el suplicio.

Y luego, envanecido por hacer todo siempre impunemente, se volvió hacia Petronio, lo miró y dijo con displicencia:

–           Ningún Príncipe ha sabido cuanto puede hacerse desde el poder. –Enseguida miró a Vitelio, agregando- Veamos querido amigo, lo que has preparado para nuestro deleite.

Después de que los libertos se llevaron a Aulo Plaucio, que se había desmayado de terror; Vitelio se levantó, hizo una reverencia a Nerón y se acercó a Aminio Rebio; que a su vez descorrió una cortina casi transparente que había en un extremo del salón.

Detrás de ella está un grupo de varones y doncellas que evidentemente han presenciado todo lo  sucedido. Y todo esto fue hecho a propósito, para quebrantarles el espíritu y mostrarles lo que les espera, al que tenga la osadía de no someterse…

Tigelino les da una orden y ellos avanzan formando una larga fila de un extremo a otro del enorme salón, para que el emperador y sus invitados, puedan verlos y examinarlos bien a todos.

Son veinticuatro mujeres y veintidós hombres, cuyas edades oscilan entre los quince y los veinticinco años. Todos están totalmente desnudos y llevan una corona de rosas en la cabeza. Han quedado de pie, frente al César y sus convidados.

Lo más sorprendente es que mantienen una dignidad majestuosa a pesar de la humillación que debe significarles el no llevar ninguna prenda de vestir, que los cubra…

Marco Aurelio reconoció a varios y sintió una gran opresión. Cuando vio a Margarita, la hermana de Alexandra, un profundo dolor se le clavó en el pecho… Inclinando la cabeza, cerró los ojos y oró…

Petronio permaneció imperturbable. Conoce a Nerón. Y con su elegancia característica, ni un solo músculo de su rostro, delató sus verdaderos pensamientos y sentimientos…

Séneca, movió la cabeza casi imperceptiblemente y la inclinó para esconder la expresión de su rostro…

Trhaseas frunció el entrecejo y una fugaz sombra de desaprobación nubló su semblante. Y se sumió en sus reflexiones…

Lucano pareció sorprenderse, pero asumió su actitud de siempre.

Plinio solo miró, pero no demostró nada.

Marcial levantó una ceja y no manifestó lo que pensaba. Mantuvo una actitud expectante…

Todos los demás miraron a los jóvenes con una mezcla de admiración, curiosidad morbosa, intensa avidez, lujuria y lascivia.

Nerón los observó atenta y detenidamente a cada uno de ellos y con una sonrisa, dirigió una mirada de aprobación a Vitelio, Tigelino y Aminio Rebio, que han esperado expectantes su dictamen.

Ellos los seleccionaron y están seguros de que ni siquiera el exigente y perfeccionista Petronio, podrá poner una sola objeción a aquel estupendo grupo de jóvenes que son una muestra excelente de juventud y belleza: cuerpos y rostros perfectos portes regios y de gran dignidad, sin llegar a la altivez.

Esta promete ser una gran orgía y una noche de placeres incomparables…

Vitelio le prometió que ha preparado con ellos una serie de fantasiosas representaciones en las cuales, él podrá elegir a los que más le agraden, para su placer personal.

Están por gustar de un deleite nuevo y bastante raro… Porque a pesar de su edad, todos son vírgenes…

Lo único que molestó a Nerón y mucho; fue que ninguno al mirarlos él a la cara, bajase la mirada, ni el rostro. No fueron retadores ni altivos, solo le miraron ellos a su vez con tranquilidad y sin hacer ninguna inclinación. Sin el menor rastro de temor o servilismo. Sin ninguna turbación o nerviosismo. ¡Y nadie le hizo una reverencia! Y esto último, lo consideró un gran insulto a su megalomanía.

Petronio también notó esto. Y conociendo al César, aumentó su admiración y su respeto por los cristianos. Y también su preocupación por lo que sucedería a continuación…

Nerón dio la espalda a sus prisioneros y por unos instantes permaneció así. Su rostro regordete toma una expresión concentrada y terrible… Mientras parece reflexionar, con su mano izquierda se toca su corona de laurel. Y tomando la orla de su manto cuajado de estrellas de oro y perlas, con un ademán regio lo levantó con su mano derecha y dándose vuelta, lo soltó hacia atrás.

Enseguida,  miró a los jóvenes cristianos. Caminó lentamente frente a ellos… Los fue recorriendo uno a uno con lentitud y una expresión maligna y cruel en sus ojos azules, que hizo estremecer a quienes lo conocen muy bien.

Luego dijo con voz muy pausada:

–           Estas hermosas cabezas, caerán en cuanto yo lo ordene.

Sorpresivamente, una voz muy serena y varonil, respondió:

–           El poder que Dios te ha concedido tiene un límite.

Nerón se volvió con rapidez, buscando entre los hombres al que habló y que al parecer no está enterado de que a nadie le está permitido hablar, a menos que el emperador lo haya interrogado primero.

–            ¿Quién dijo eso? –preguntó con voz contenida y terrible.

Da un paso al frente un joven que hubiera podido ser el modelo con el cual Miguel Ángel esculpió su ‘David’ y que con su armoniosa voz, confirmó:

–           Yo… -Y ante la mirada interrogante del César, agregó- Mi nombre es Oliver y soy cristiano. Cierto es que tienes poder sobre nosotros. Eres nuestro emperador y como a tal te respetamos. Pero no puedes ir más allá de lo que te ha sido concedido. A tu pesar, también tú obedeces los designios misteriosos del Dios Único y Verdadero.

Nerón amenazó con voz glacial:

–           Puedo hacer contigo lo que acabo de hacer con Aulo Plaucio.

Inesperadamente, una voz dulce entre las vírgenes, se elevó con impresionante firmeza:

–           No. Porque somos Templos vivos del Dios Único y Verdadero y no puedes profanarlos a tu placer.

Nerón se volteó rápidamente, para conocer a la que se ha atrevido a hablarle de ese modo. Y vio a la más jovencita entre las doncellas que están ahí.

–           ¿Quién eres tú? –preguntó con un tono vibrante de ira.

–           Fátima. Soy cristiana. Y te repito: Somos Templos Vivos del Espíritu Santo. Y estamos aquí, no para tu deleite; sino para dar testimonio del Dios Altísimo.

Nerón la fulmina con la mirada, antes de decir con voz escalofriante:

–           ¿Sabes que puedo enviarte para que te deshonren los gladiadores y se diviertan contigo hasta que se cansen?…

–           Puedes. Claro que puedes ¡Si Dios te lo permite!… -dijo otra voz dulce y femenina. Y sin que nadie se lo ordenase, da un paso al frente identificándose- Soy Margarita y soy cristiana… Y tú eres esclavo del amo al que perteneces: Satanás. Y es él a través de ti, el que verdaderamente nos quiere destruir. Tú solamente eres su miserable instrumento…

La joven virgen se yergue imponente y mira severamente a Nerón… Su actitud es tan digna que parece una Reyna más majestuosa que la misma Popea y tan solemne que parece una diosa, pues irradia la misma Presencia que un día dejara pasmado a Marco Aurelio, cuando Alexandra dijo que el herido permaneciera entre los cristianos…

Petronio la admira literalmente con la boca abierta…

Todos están paralizados por el asombro, pues nadie le ha censurado jamás nada al emperador y esta actitud es inaudita… Esta virgen bellísima parece una deidad airada y sus palabras manifiestan su severidad implacable…

Trhaseas se cubre la boca tratando de cubrir la exclamación que se le escapa admirado:

–           ¡Athena Parthenos!

Definitivamente las cosas para el César, no están resultando como las esperaba… Entonces dijo con tono lastimero:

–           ¿Qué clase de religión impera en vosotros que os hace hablar así? Soy tu emperador.

El tono grave de otra voz masculina, rasga el aire:

–           ¿Acaso ignoras que no hay religión si es violenta y oprime a los que no quieren?-da un paso al frente mientras agrega- Soy Sergio y soy cristiano.

Nerón exclama con desprecio:

–           ¡Cristiano! ¿Cómo se llama tu Dios?

–                      El Altísimo Señor del Universo: Yeové, el Padre Eterno. Jesucristo su Hijo y el Espíritu Santo.

–           ¿Son tres dioses? –pregunta Nerón perplejo.

–           No. –dijo otra voz masculina. Y el que habló dio un paso al frente mientras continua- Son Tres Personas Distintas y un solo Dios Verdadero. Todopoderoso. Creador, Dueño y Señor de todo el Universo. Los que le adoramos somos cristianos. Mi nombre es Joshua.

Nerón suelta una carcajada y se burla:

–                      ¡Todopoderoso! –Y con gran sarcasmo agrega- ¿No es acaso ese hebreo que fue crucificado con los malhechores en el principado de Tiberio y murió en la Palestina?

Una joven que todavía no cumple los 18 años, se adelanta y proclama:

–                      Sí. Murió en la Cruz para salvarnos. Su nombre es Jesús. Dios lo resucitó y Reina Glorioso desde el Cielo. Y gobierna todo el Universo y el mundo espiritual e invisible.-dice con voz  muy dulce, identificándose- Mi nombre es Jade y soy cristiana.

El César la mira fijamente por un momento demasiado largo…  Enseguida se dibuja en su rostro una sonrisa escalofriante y pregunta suavemente:

–           Si es como dices. ¿Por qué ha dejado que cayerais en mis manos? En este momento yo soy vuestro dios. Y os enseñaré a comportaros ante vuestro emperador. Yo voy a demostraros cuál es el verdadero poder. –Estas palabras las declara Nerón con el rostro oscurecido por una expresión despiadada e inhumana.

En el silencio que sigue, solo se oye el chisporroteo de las lámparas de aceite, porque hasta los músicos se han quedado paralizados; viendo el contraste total entre la cara de los aterrorizados comensales y el semblante tranquilo de todos los jóvenes.

Después de un momento se oye como una campana, otra voz resonante y firmemente armoniosa:

–           Mi nombre es Daniel y soy cristiano. Y te aclaro que no haremos lo que esperas de nosotros, según lo que estamos concluyendo.- Dice mientras recorre con una mirada significativa, las pinturas y las estatuas que adornan el salón- En este lugar al que nos has traído…

Nerón lo mira colérico…

Sin decir una sola palabra, va hacia su pretoriano más próximo y le saca la espada de su vaina. Con gesto feroz mira al que habló al último y camina hacia él, mientras sentencia airado e implacable:

–           ¡Doblegaré tu locura!

El joven lo mira impasible y declara:

–           Puedes aplicarme las torturas más crueles, pero no me perjudicarás. Tú en cambio, estás preparando tu alma, para tormentos eternos. Y los que me inflijas serán dulces, comparados con los que te esperan a ti. Y te los infligirá el que ahora te induce a atormentarnos.

Nerón se acerca furioso y lo atraviesa con la espada de tal forma… Que la punta de la misma sale por la espalda del infortunado, goteando sangre…

Cuando la saca con un movimiento violento; la espada ensangrentada salpica sus vestiduras de color amatista y antes de que pueda decir nada…

Y la voz del joven que está al lado del que ha sido herido, se oye con acento triunfal:

–           Yo soy Iván y también soy cristiano… Y debes saber que los que temen a Dios, no pueden ser perjudicados, ni doblegados por los tormentos. Los suplicios resultan ser sus ganancias para la Vida Eterna, porque todo lo sufren por Cristo.

Es el mayor de todos. Un  joven como de unos veinticinco años. De rubios cabellos oscuros y ensortijados. Y con unos bellos ojos verdes como el mar.

–           ¡¡¡Aaaahhh!!!

Esta exclamación de sorpresa y admiración, que brota de todas las gargantas, impide una respuesta al insolente.

Nerón voltea y se queda mudo y boquiabierto…

El joven que acaba de herir en forma tan atroz; en lugar de derrumbarse, se ha erguido aún más. Y su herida ha sanado instantáneamente de forma impresionante, ante los ojos de todos los asistentes a este drama tan singular…

El César está impactado, pero su ferocidad es más fuerte y su crueldad prevaleció. Dirige una mirada significativa hacia Aminio Rebio: hombre infame, afeminado y cruel.

Y éste se acerca al insolente, obedeciendo la orden silenciosa del emperador…

Con su mano derecha acaricia con lascivia, el cuerpo perfecto de Iván y éste le dice con tono tranquilo:

–           No lo hagas. ¡Detente o lo lamentarás!…El Ángel del Señor está conmigo y no te permitirá lo que pretendes…

Aminio Rebio no lo escucha y mucho menos le hace caso. Excitado por la lujuria ante la hermosura llena de gallardía de aquel cuerpo perfecto y musculoso, lo manosea con sumo deleite, lleno de lascivia…

Pero de repente se aparta como si hubiese sido herido por un rayo. Y grita con inmenso dolor:

–           ¡No veo! ¡No veo! El ángel me ha herido en los ojos y no puedo ver nada. ¡Piedad! ¡Piedad! –y se hace para atrás trastabillando, como hacen los ciegos cuando no tienen quién los guié.

Fátima grita con júbilo:

–           ¡Dios resguarda su santuario! Y ¡Ay de vosotros que pretendéis profanarlo!…

Todos los que antes los miraran con lujuria, han perdido la avidez y ven cómo se está arruinando su grandioso festín sexual…

Nerón está estupefacto y aterrado…

Pero arrebatado por la ira como si fuera una fiera herida, ordena a sus libertos que los cristianos sean conducidos a la tortura y que los verdugos desplieguen contra ellos toda su violencia…

Concluye diciendo:

–           Yo mismo supervisaré los tormentos. ¡Llévenselos! –Y volviéndose a los invitados del frustrado banquete, les dice- ¡Vamos! La fiesta apenas comienza…

Todos lo miran pasmados, entre admirados y aterrorizados…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, CONOCELA

61.- DOLOR DE UNA EMPERATRIZ

A la mañana siguiente, descansado y perfectamente arreglado. Elegante como siempre, Marco Aurelio regresó a la prisión.

Pero allí le aguarda un suceso inesperado. Por lo general todos los guardias pretorianos que por turno custodian la cárcel Mamertina, lo conocen y lo dejan pasar sin oponerle el menor obstáculo. Pero esta vez los soldados no le permitieron pasar.

Un centurión se acercó y le dijo:

–           Perdona, noble tribuno. Hoy tenemos la orden de no dejar entrar a nadie.

Marco Aurelio palideció y repitió:

–           ¿Una orden?

El soldado le miró con expresión compasiva y contestó:

–           Sí, señor. Una orden del César. En la prisión hay muchos enfermos y hay temor de que los visitantes puedan difundir el contagio por toda la ciudad.

–           ¿Dices que la orden es solo por el día de hoy?

–           La guardia se releva al mediodía.

Marco Aurelio permaneció silencioso, con una gran opresión en el corazón. El soldado se le acercó más y le dijo en voz baja:

–           Vuelve tranquilo señor. El guardián y Bernabé cuidan de ella.

Y al decir esto se inclinó y en un parpadeo trazó con su espada un pescado sobre las baldosas del pavimento…

Marco Aurelio le dirigió una mirada rápida y le dijo:

–           ¿Y tú eres pretoriano y cristiano?

El militar contestó señalando la prisión:

–           Sí. Me llamo Fabián, hasta que me llegue el turno de entrar allí.

–           Yo también adoro a Cristo.

–           ¡Alabado sea su Nombre! Lo sé señor. Pero no puedo dejarte entrar a la prisión. Escribe una carta y se la entregaré al guardián.

–           Gracias hermano mío. Que la Paz esté contigo.

Y estrechó la mano del soldado y se alejó de allí. La opresión en su corazón desapareció. El sol ya está en lo alto iluminando los muros de la cárcel y Marco Aurelio sintió su calor como una caricia que le traspasa hasta el alma y envuelve su corazón con un nuevo consuelo.

Aquel soldado cristiano fue para él otro testimonio viviente del Poder de Cristo. Se detuvo y miró hacia el cielo. Vio las nubes rosadas sobre el Capitolio y el Templo de Júpiter Stator y dijo:

–           ¡Oh, Señor Jesús! ¡Hoy no la he visto, pero creo en tu Misericordia y en tu Amor!

En la casa encontró a Petronio, que después de que llegó ya había tomado su baño, se había ungido el cuerpo y se disponía a descansar. Pero al ver a su sobrino tan elegante y bien dispuesto, con el rostro apacible y tan tranquilo como si ya hubiera pasado la tempestad; se quedó asombrado y confundido.

Y por primera vez no pudo aparentar su acostumbrada indiferencia…

Frunciendo el entrecejo preguntó:

–           ¿Ha pasado algo que yo no sepa? ¿Por qué te veo así?… -y Petronio movió las manos como si no comprendiera.

Marco Aurelio lo mira confuso y pregunta:

–           Así ¿Cómo?… ¿Qué tratas de decir?

–           No sé. ¡Tan cambiado! Casi pareces el mismo de antes… ¡No! Mejor que antes. ¿Qué tienes? Hay algo en ti… Lo percibo, pero no lo entiendo.

–           ¡Ah! ¡Ya sé!…

Y  Marco Aurelio comenzó a relatarle todo lo acontecido en los últimos días: su visita al Tullianum, su encuentro con Cástulo, con Fabián y lo que le sucedió al recibir la Primera Comunión. Luego concluyó emocionado:

–           ¡Te imaginas! ¡Tener a Dios dentro de mí! Siento una paz tan grande. ¡Es una experiencia maravillosa! Se me quitó la desesperación y la tristeza. El dolor casi desapareció y es como si lo tuviese anestesiado. Y luego, tengo en todo mi ser una felicidad tan plena, que es como si me hubiera embriagado… Per ésta es una embriaguez que no quiero que me deje nunca. Estoy lleno de la Paz de Dios y me siento muy tranquilo. Eso es todo. Y no… De todo lo demás, nada ha cambiado. La situación sigue exactamente igual.

Petronio lo mira perplejo. Apenas puede creer lo que oye…

Marco Aurelio lo mira sonriente y concluye:

–           He decidido que no les vamos a dar el gusto de regodearse con nuestra derrota ¿Qué te parece?

Después de una larga pausa, Petronio confirma:

–           ¡Me parece estupendo! – Está muy contento, a la vez atónito y desconcertado por completo…

Pero haciendo a un lado estas emociones, dice al tribuno:

–           Tengo noticias que darte. Estuve hoy en casa de Aminio Rebio a quién el César también fue a visitar. No sé por qué se le ocurrió a la Augusta llevar consigo al pequeño Rufio Crispino, hijo de su matrimonio anterior. Tal vez esperaba que el corazón del César se ablandara ante la infantil hermosura del niño. Desgraciadamente éste venía cansado y se quedó dormido, como le sucedió una vez a Vespasiano, durante la declamación que hacía César. Viendo esto, Enobarbo se enojó y le arrojó una copa de oro a la cabeza de su hijastro, hiriéndolo gravemente… Popea se desmayó y todos pudimos oír a Nerón cuando dijo: ‘¡Estoy harto ya de esa ralea!’… y eso, bien lo sabes tú, equivale a una sentencia de muerte.

Marco Aurelio declaró:

–           El castigo de Dios pende sobre la cabeza de la Augusta… ¿Por qué me cuentas esto?

–           Te lo cuento porque la cólera de Popea os ha perseguido a ti y a Alexandra. Ocupada ahora en su propia desventura, puede que abandone la idea de su venganza y sea más fácil influir en su ánimo. La voy a ver esta tarde y hablaré con ella.

–           Gracias. Esta sí es una excelente noticia. ¿Pero que no ha sido anunciado para hoy la Inauguración de los Ludus Matutinus?

–           Sí. Pero Nerón lo pospuso para dentro de diez días… Y mientras más tiempo tengamos disponible, mejor. No se ha perdido todo aún.

Pero el mismo Petronio no cree en lo que está diciendo porque sabe perfectamente que después de la rebuscada respuesta con la que el César contestó a la petición de Alituro, en la cual se comparó con Bruto, ya no puede haber salvación para Alexandra.

También se reservó por compasión a Marco Aurelio, lo que oyó decir en casa de Aminio Rebio: Que el César y Tigelino decidieron elegir para ellos y para sus amigos, a las más lindas doncellas y hermosos jóvenes cristianos, para profanarlos antes de la tortura…

En cuanto a los demás, serán entregados el día del espectáculo a los pretorianos y a los guardianes de las fieras.

Está convencido de que su sobrino no sobrevivirá a su esposa y desea endulzarle estos últimos días con todas las esperanzas y alegrías que le sea posible proporcionarle…

Y por eso agregó:

–           Hoy le diré a la Augusta: ‘Salva a Alexandra para Marco Aurelio y yo salvaré para ti, a Rufio’ y me propongo meditar seriamente como hacerlo. Este asunto es muy delicado. Una sola palabra dicha a Enobarbo en el momento oportuno, puede salvar o perder a una persona. En el peor de los casos ganaremos tiempo…

Marco Aurelio dijo abrazándolo:

–           Gracias. Te amo, tío. Estoy pidiéndole a Dios por ti.

Petronio se emocionó y dijo un poco precipitado:

–           Sería mejor me demostraras tu agradecimiento, comiendo y durmiendo bien. ¡Por Zeus! Ni en sus mayores tribulaciones, descuidó jamás Odiseo el alimento y el descanso. Me imagino que habrás pasado en la cárcel la noche entera.

–           Pues fíjate que no. Ya te dije que ayer me vine, dormí y descansé y… bueno, cené un poco.-dice Marco Aurelio como un niño cogido en falta- Pero te prometo que haré todo eso que deseas.

Petronio levantó un dedo y dijo:

–           Me encargaré de que Aurora haga que te alimentes como es debido.

Y se despidieron.

Petronio se fue a dormir y Marco Aurelio se fue a la biblioteca a escribir la carta para Alexandra.

Cuando la terminó la llevó al centurión Marcelo, que se la dio inmediatamente al guardia. Al poco rato, el soldado regresó trayendo un saludo de Alexandra y la promesa de responderle un poco más tarde. El tribuno decidió dar un paseo y luego regresar por la contestación de su esposa.

Está el sol ya muy alto y mucha gente afluye al Forum.

Cuando Marco Aurelio va de regreso a la prisión ve una lujosa litera que va abriéndose paso y pasa junto a él. Dentro de ella, vestido elegantemente de blanco, va un augustano cuyo rostro está oculto por un rollo de papiro que va leyendo con mucha atención. Un apretado grupo de gente estorba el paso de la litera, el hombre hace a un lado el rollo de papiro y asomando la cabeza grita:

–           ¡Dispersad esa plebe! ¡Pronto!

Al hacer esto, ha quedado frente a Marco Aurelio y al reparar en ello, tomó bruscamente el rollo de papiro y volvió a cubrirse el rostro.

El tribuno se lleva la mano a la frente creyendo que sufre una alucinación, porque el ‘augustano’ es nada más y nada menos que Prócoro Quironio en persona.

A Marco Aurelio se le aclararon muchas cosas en un instante y se acercó a la litera de Prócoro saludándolo, con una mirada penetrante.

El griego contestó con altivez y dándose mucha importancia.

–           Joven, te saludo pero no me detengas, porque me urge llegar a casa de mi amigo, el noble Tigelino.

Marco Aurelio, aferrándose a uno de los bordes de la litera y mirándolo fijamente,  le dijo con voz reprimida:

–           ¿Por qué traicionaste a Alexandra?

Prócoro exclamó temblando de terror:

–           ¡Oh, grandioso Apolo!

Pero en los ojos de Marco Aurelio no hay nada amenazante y recuperándose rápidamente, recuerda que ahora es un hombre rico e influyente. Y vuelve a hablar con arrogancia…

-¡Tú ordenaste que me mataran y que me enterraran en el jardín! ¿Ya se te olvidó?

Siguió un profundo silencio.

Y luego dijo Marco Aurelio con voz ronca:

–           Es verdad que te ofendí, Prócoro.

La humildad del tribuno encrespa la soberbia del griego. Este se irguió y castañeteando los dedos, lo que en Roma es una demostración de burla y desprecio, contestó con una voz tan fuerte para que todos pudieran oírle a su alrededor:

–           Amigo, si tienes alguna petición que presentarme, ven a mi casa del Esquilino por la mañana, a la hora en que recibo a mis clientes, después del baño.

Mientras tanto los corredores han abierto paso a los portadores y están listos para proseguir la marcha.

Prócoro hizo una señal con la mano y la litera continuó rápida su camino detrás de los corredores que gritan:

–           ¡Abrid paso a la litera del noble augustano Prócoro Quironio! ¡Paso! ¡Paso!

Marco Aurelio regresó con paso lento a la prisión y en una plegaria silenciosa, perdonó a Prócoro y a todos los que lo habían sumido en aquel drama que destroza su corazón…

Luego imploró la misericordia para todos y finalizó:

–           ¡Dios mío, ayúdame!…

Marcelo le entregó la carta de Alexandra. Marco Aurelio la apretó contra su pecho y se fue a casa de Petronio, para leerla con más calma. Y cuando llegó, desenrolló el largo papiro.

Su esposa, en aquella carta escrita apresuradamente, se despide de él para siempre. Sabe que ya a nadie le está permitida la entrada a la prisión y que solo podrá ver al joven tribuno desde la arena.

Le suplica que cuando sea llevada de la prisión Mamertina al circo, asista al espectáculo; pues desea verle por última vez en la vida, antes de partir para el Cielo.

En su carta no hay el más leve indicio de temor. Al contrario, lo exhorta a que sea valiente y que no olvide que después de Cristo, ella lo adora con todo su ser. Dice que tanto ella como sus compañeros de cárcel, ansían el momento de estar en la arena, para librar el combate final y en donde hallarán para siempre la libertad…

La verdadera libertad de las tribulaciones de esta vida…  Que no olvide que ella le ama. Que le ama tanto como él  ni siquiera puede imaginarse…

Que recuerde las enseñanzas de Cristo y así podrá alegrarse con ella en su martirio. Cada una de sus palabras demuestra un estado de euforia espiritual y sobre todo un desprendimiento total de todo lo que hay en la vida terrenal y que él mismo ya había advertido en todos los presos que están en la cárcel Mamertina.

Así como también su Fe imperturbable y su alegría por la esperanza en que todas las promesas de Jesús, se verán cumplidas más allá de la muerte:

“Ya sea que me libere Cristo en esta vida o después de la muerte, Él me unió a ti cuando nos casamos y por lo tanto soy tuya. Y aunque no hayamos consumado nuestro matrimonio, somos un solo cuerpo, así como ya somos una sola alma, porque sé que piensas y sientes lo mismo que yo. Y deseas estar unido a mí, tanto como yo lo deseo amadísimo esposo mío…

Te imploro que no llores por mí. Y no te dejes dominar por el dolor y el sufrimiento. Tú sabes como hay que entregarlo a Jesús e implorar de la Virgen María, su auxilio y protección.”

Es muy evidente que para ella la muerte no significa la disolución de su matrimonio.

Con una confianza infantil, asegura a Marco Aurelio, que una vez terminados sus sufrimientos y después de las torturas (No importa cuales sean), en la arena ella entregará su vida por amor a Cristo.

Y que cuando vaya al Cielo, le dirá a Dios que su esposo Marco, se quedó en Roma, ansiando unirse también a ella para poder adorarlo juntos, por toda la Eternidad…

Está segura de que el Señor la escuchará y pondrá una solución que los va a hacer muy felices…

Y también le pedirá a Jesús que su alma vuelva a él, aunque solo sea por un instante a decirle que está más viva que nunca… Con el misterio de la Comunión de los Santos, estará en contacto con él…  Que todos sus tormentos, sufrimientos y torturas habrán quedado en el olvido, porque ella será verdaderamente dichosa y bienaventurada.

Toda aquella carta respira felicidad y una gran esperanza.

Solo hay en ella una petición relacionada con asuntos terrenales: que si algo queda de su cuerpo, quiere que Marco Aurelio lo recupere del spolarium(lugar donde son depositados los gladiadores muertos) y la sepulte como su esposa, en la tumba donde él mismo reposará algún día…

Marco Aurelio leyó aquella carta con el ánimo acongojado y al mismo tiempo siente dentro de sí, aquella paz que lo fortalece.

En su corazón comparte la misma esperanza, la Fe y los pensamientos que animan a su esposa.

En la biblioteca, se levanta y deja a un lado sobre la mesa, la carta. Y se dispone a escribir a su vez, la contestación.

Después de reflexionar un poco, se sienta y escribe a Alexandra que irá diariamente a montar guardia al pie de los muros del Tullianum y pide a la joven que crea que tal vez Jesús aún quiera salvarla para él y regresarla a sus brazos aún en el mismo circo, pues él cree que Él, puede realizar ese milagro para los dos…  

Pero cuando Marco Aurelio llegó a la cárcel esa mañana. Marcelo el centurión abandonó las filas, se le acercó y le dijo:

–           Escúchame señor. Cristo te ama tanto que ha hecho un milagro en tu favor. Anoche el liberto del César y los enviados del Prefecto vinieron a elegir doncellas y jóvenes cristianos a quienes aguarda la deshonra. Preguntaron por tu esposa. Pero nuestro Señor Jesús le mandó una fiebre, la cual está haciendo mortíferos estragos entre los prisioneros del Tullianum y entonces a ella la dejaron en paz, porque estaba inconsciente…  Y bendito sea el Nombre de Jesucristo, porque la enfermedad que la ha liberado de la vergüenza, puede también salvarla de la muerte en la arena.

Marco Aurelio tuvo que apoyarse en el hombro del soldado, para no caer desvanecido. El joven tribuno, permaneció por algún tiempo con la cabeza inclinada… Luego la levantó y dijo en voz baja:

–           Dices bien, Marcelo. Cristo que la salvó de la deshonra, la salvará también de la muerte. Gracias hermano mío. Ruega por nosotros y yo rogaré por ti. Que la paz sea contigo.

Después de despedirse, se sentó luego en un peñasco, al pie de las murallas de la prisión y allí estuvo todo el día. Al caer la tarde, regresó a la casa de Petronio.

Mientras tanto, Petronio había entrado a su biblioteca…

Leyó la carta de Alexandra que se había quedado sobre la mesa donde él escribe…  Y después de leerla, estuvo mucho rato pensativo y reflexionando como nunca lo había hecho en su vida…

Luego tomó una resolución y antes de que Marco Aurelio regresara, se fue a visitar a la Augusta.

Encontró a Popea, a la cabecera del lecho del pequeño Rufio.

El niño a consecuencia de la herida en la cabeza, lucha ahora por su vida. Y su madre, con el corazón amargado por la desesperación y el terror, asiste impotente a sus delirios por la fiebre, pensando al mismo tiempo que si logra salvarlo, ello solo servirá para que enseguida perezca con una muerte más terrible.

Ocupada exclusivamente en su propio dolor, nada quiere oír de los problemas de Marco Aurelio, pero Petronio la aterrorizó:

–           Tú has ofendido a una Divinidad nueva y desconocida. Tú Augusta, según parece adoras al Jehová hebreo, pero los cristianos afirman que Cristo es Hijo suyo. Reflexiona ahora si no te estará persiguiendo la cólera del Padre. ¿Quién podrá afirmar que no es la venganza de Éste, la que ha caído sobre ti? Y quién sabe  si la vida de Rufio no depende sino de esto: de la manera en como tú obres.

Popea lo miró espantada y preguntó:

–           ¿Qué me aconsejas?

–           Aplacar a las deidades ofendidas.

–           ¿Y cómo?

–           Alexandra está enferma. Influye tú sobre el César o sobre Tigelino, para que sea entregada a Marco Aurelio.

Popea exclama con acento desesperado:

–           ¿Y piensas que yo pueda hacer eso? Mira lo que me está pasando…

–           Puedes hacer otra cosa entonces. Si Alexandra mejora, su destino es morir en el Circo. Dirígete al Templo de Vesta y pide a la Virgo Magna, que trate de estar como de manera fortuita cerca del Tullianum, en el momento en que conduzcan a los presos a la muerte y ordene que dejen en libertad a la doncella. Ella puede hacerlo y la gran vestal no te podrá negar eso.

–           Pero ¿Y si Alexandra muere de fiebre?

–           Dicen que el Dios de los cristianos es Vengativo pero Justo. Es posible que Tú logres aplacarlo, sólo con el deseo de ir en auxilio de esa joven.

–           Si es así, que me dé una señal indicativa de que Rufio sanará.

Petronio se encogió de hombros y dijo:

–           ¡Oh, divinidad! Yo no he venido a verte como enviado de Él. Me limito a decirte: es preferible que te encuentres en buena armonía con todos los dioses, tanto romanos como extranjeros.

Popea dijo con la voz quebrantada:

–           ¡Está bien! ¡Iré!

Petronio respiró con fuerza y aliviado. Y pensó:

–           ¡Al fin he podido hacer algo!

Al regresar a su casa recordó el enojo y la frustración tanto del César como de Tigelino, por no haber podido apoderarse de Alexandra, por la fiebre que la consumía…

Y después de ver al joven patricio, le dijo:

–           Ruega a tu Dios que no muera Alexandra de la fiebre que le aqueja, porque si ella se salva, la gran vestal, ordenará su liberación. La Augusta en persona le pedirá que lo haga.

Pero Marco Aurelio objetó:

–           Si ella no lo hace, Cristo la salvará.- convencido por la Fe y la esperanza.

Mientras tanto Popea, que por la salud de su hijo está dispuesta a ofrecer hecatombes a todos los dioses del Universo, se dirigió esa misma noche a través del Forum hasta el Templo de Vesta, dejando encargado a su niño a su fiel nodriza Amelia, quién también ha sido su propia nana.

Pero es demasiado tarde, porque en el Palatino ya ha sido decretada la sentencia de muerte contra el niño.

Así pues, apenas la litera de Popea desapareció a través de la Gran Puerta, entraron dos libertos del César al aposento del pequeño Rufio. Uno de ellos se arrojó sobre Amelia y la amordazó. El otro se apoderó de una estatuilla de bronce y mató de un solo golpe en la cabeza a la pobre mujer. Luego, los dos se acercaron a Rufio.

El pequeño, atormentado por la fiebre y sin darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor, sonrió a los hombres…

Éstos le quitaron a la nodriza el cinturón y poniéndolo alrededor del cuello del inocente niño, lo estrangularon. Éste, apenas pudo llamar una sola vez a su madre…Y murió. Lo envolvieron en una sábana y montando en los caballos que los estaban esperando, se dirigieron con el cadáver hasta el puerto de Ostia, donde lo arrojaron al mar.

Popea no encontró a la Virgo Magna y regresó al Palatino.

Y al encontrar vacío el lecho de su hijo y rígido el cadáver de Amelia, se desmayó. Cuando recuperó el conocimiento empezó a gritar y sus desesperados alaridos se oyeron toda la noche…

Pero el César le ordenó que asistiera a una fiesta que iba a dar ese día y de esta manera, Popea debió ataviarse con su túnica de color amatista y acudir al banquete con una sonrisa que enmascara su inmenso dolor.

Es una estatua regia. Hermosa como una diosa. Coronada en sus áureos cabellos, anonadada y muda, como el ángel de la muerte…

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

51.- EL ENCUENTRO

En el jardín de la casa del obispo Acacio, en el banco junto a la fuente que está rodeado de mirtos y rosales, están sentadas Alexandra y Jazmín, conversando animadamente, cuando entra Oliver, el sobrino del obispo y les grita:

–           ¡Rápido! ¡Vámonos! Roma está ardiendo.

Las jóvenes se levantan sobresaltadas y Alexandra palidece, mientras murmura angustiada:

–           ¡Marco Aurelio! Él va a venir a buscarme aquí. ¿Cómo le aviso? ¿A dónde vamos?

Se han reunido todos los moradores de la casa y el anciano Lautaro, está con todos en el Atrium. Llega corriendo Bernabé y dice:

–           ¡Todo el circo está ardiendo y hay incendios en muchas partes! ¡Tenemos que escapar!

Alexandra exclama afligida:

–           Pero ¡Marco Aurelio! ¡Mi esposo!

Lautaro recomienda:

–           No te preocupes. El Señor le ayudará a encontrarte. Lo importante es ponernos a salvo.

Oliver dice:

–           Yo sé como podemos llegar a las canteras de Calixto en una forma más segura. Síganme.

Y el joven Oliver encabeza al grupo de cristianos. Al salir a la calle, el viento trae el humo acre del fuego y todos siguen a Oliver; que da vuelta en la esquina y sigue por una estrecha callejuela.

Entretanto el terrible elemento ardiente, sigue abarcando nuevos barrios de la ciudad. Es imposible abrigar dudas de que manos criminales están encargadas de propagar el fuego, puesto que a cada momento y como siguiendo un plan predeterminado, se ven estallar nuevos incendios a remota distancia del foco principal. El grito de: ‘¡Roma perece!’ Se escucha por todos lados.

Algunos declaran que Vulcano por orden Júpiter, está destruyendo la ciudad con fuego, porque Vesta está vengando la violación de Rubria.

En el centro de la ciudad entre el Capitolio y el Quirinal, el Victimal y el Esquilino; así como entre el Palatino y el Monte Celio, en donde las calles están ocupadas por una población más densa, el fuego había empezado en tantos puntos al mismo tiempo, que muchas personas al huir en una dirección, se encontraban de repente con una muralla de fuego y tomaban otra dirección, solo para encontrarse con otro cerco de fuego que les cierra el paso. De esta manera quedan atrapados y finalmente mueren calcinados.

Dominada por el terror, el pánico y el frenesí, la gente no haya como escapar. Las calles están obstruidas y por todos lados avanza el incendio, abrasando a los infelices que quedan carbonizados, en aquel mar de fuego.

Y mientras unos imploran a los dioses, otros blasfeman de ellos a causa de la desesperación por la espantosa catástrofe. La destrucción parece tan completa, implacable y fatal, como el destino. Cerca del anfiteatro de Pompeyo, el fuego alcanza unos depósitos de cáñamo y de barriles de pez, con los que se embrean las cuerdas y las antorchas.

Y de repente se levanta una gran flama roja, tan brillante y tan enorme que ilumina toda la ciudad. Y en aquella gran tragedia que es una ruina total, la noche se convierte en día; con aquel fulgor extraño, que hace que la luz parezca de un mortal resplandor sanguinolento, en medio de las crepitantes llamas policromas.

De aquel mar de fuego se elevan hacia la atmósfera gigantescas columnas ígneas y lenguas que en sus cúspides estallan en fantásticos abanicos de chispas doradas, aumentando y propagando una conflagración que cada vez se extiende más, como una ola furiosa y atronadora que va devorando todo a su paso, en la desventurada ciudad.

Tres días antes del incendio, estaba Pedro en la Escuela de Apolonio en el Transtíber, cuando llegó el ingeniero Frontino, diciendo que sería posible continuar las obras de las Catacumbas, pues ya había recibido órdenes para extender la construcción de la Domus Áurea. Y comentó:

–           Para la extensión de lo que el Príncipe pretende, sería necesario derribar más de la mitad de la ciudad. Y la verdad no entiendo como eso será posible…

La sangrienta respuesta está envuelta en llamas.

En la parte de las catacumbas que ya había sido concluida, los dos laberintos de túneles galerías que se habían edificado subterráneos en dos polos opuestos fuera de las murallas de la ciudad; uno está en una vastísima área que había sido propiedad de Séneca. Tiene siete entradas y salidas: cuatro dentro de la ciudad en diferentes casas y barrios. Y tres, fuera de las murallas.

Por fuera, una de las entradas-salidas, está en una rica casa de campo, propiedad del senador Astirio y la otra junto a una cantera, en la propiedad que pertenece a Calixto. Por encima. Nadie sospecharía lo que está edificado abajo. Arriba nada había cambiado: campos de cultivo, extensos huertos y jardines, bosques, almacenes de grano y establos.

Oliver había participado en la construcción de las Catacumbas y ha guiado al grupo hasta una casa donde al llegar da una contraseña y lo hacen pasar de inmediato, junto con sus acompañantes. Aquí, el fuego no ha llegado todavía.

Los conducen a través de la casa, hasta el triclinium del jardín posterior. Junto a la fuente, hay un león y un águila de mármol y un par de corderos pastando junto a un trío de palomas, al lado de una balaustrada. Alberto, el que los ha guiado, toma la paloma del centro y la gira de su posición original, con la cabecita orientada hacia el norte… un ingenioso mecanismo, hace que se muevan los corderos y aparece una abertura bajo el emparrado, entre dos cipreses. Alberto, el que los recibió, le da a Oliver una antorcha y les indica que entren por allí, despidiéndolos con las palabras:

–           Pax Vobiscum. (Que la paz de Cristo esté con vosotros)

Todos no acaban de salir de su asombro, cuando a sus espaldas se cierran las puertas y se encuentran en un sótano, al que sigue una extensa galería, por donde avanzan siguiendo a Oliver…

Cuando por fin salen del oscuro y largo pasadizo a los espacios abiertos, desde donde se ve nuevamente la ciudad ardiendo, les parece increíble que realmente están fuera de las murallas de Roma.

Oliver les dice:

–           Vamos. No está lejos la casa de Calixto. –y decidido se dirige a través del campo, seguido por todos los demás.

Tres días después…

Marco Aurelio ha inhalado mucho humo, a pesar de todas las precauciones tomadas. La carrera desde Anzio. Los incidentes ocurridos mientras buscaba a Alexandra en medio de las casas incendiadas y humeantes; el insomnio, los terribles sucesos y extraordinarias experiencias de las últimas horas, han debilitado sus fuerzas y el resto de ellas parece abandonarlo ahora…

El joven tribuno se recarga vacilante, apoyándose en un peñasco. Pasan unos minutos, cuando distingue la inconfundible figura del Pontífice de la Iglesia cristiana, acercándose hacia él. Se arrodilla con gran veneración…

Pedro se acerca y le pone la mano sobre su cabeza inclinada, bendiciéndolo. Luego…

Pedro dice a Marco Aurelio:

–           Nada temas. La casa del cantero está muy próxima. Si te vas… –y le da las instrucciones necesarias. Luego agrega- En ella encontrarás a Lautaro, a Alexandra y al fiel Bernabé. Cristo, que la ha destinado para ti, te la conserva. Sigue adelante hijo mío y que la paz del Señor te acompañe siempre.

Las palabras de Pedro, al encontrarlo cerca de la cantera, le renovaron su esperanza y por un momento se siente desvanecer. Está cada vez más cerca de la persona que para él, es la más cara en el mundo. Pronto volverá a verla después de casi sentirla perdida, en el caos de la ciudad incendiada. Besa el anillo en la mano de su Pontífice y continúa arrodillado mientras él y los que lo acompañan se despiden bendiciéndolo y luego se alejan.

Marco Aurelio siente en su ser una alegría tan grande que casi lo hace desmayar. Y eleva una plegaria de agradecimiento al Dios que ha comenzado a amar con todas sus fuerzas. Recordó que cuando era niño creía en los dioses romanos, pero no los amaba. Ahora Jesús, su Dios amado, es la fuerza que lo impulsa en todo lo que hace.

Siguiendo las instrucciones de Pedro, llegó a la hondonada que está al filo de las cavernas de la mina de cantera. Y desde allí distingue al fin la finca en la que brilla una luz a través de la ventana. El portón está abierto y un extenso jardín rodea la casa. Una vereda bordeada de azucenas, llega hasta la puerta de madera de la entrada.

Marco Aurelio llama, jalando una campanilla y la puerta se abre, dejando ver la gigantesca figura de Bernabé, que al reconocer a Marco Aurelio, dice emocionado:

–           ¿Eres tú, señor? ¡Bendito sea el nombre de Jesucristo, por la alegría que darás a mi señora!

Y abre la puerta, inclinándose para que pase.

En la cocina cerca del fuego, está Alexandra sentada con una sarta de peces que está asando para la cena. Ocupada en separar los pescadillos y creyendo que es solo Bernabé el que ha entrado, no levanta la mirada.

Marco Aurelio se le acerca con los brazos extendidos y pronunciando dulcemente su nombre:

–           ¡Alexandra, amada mía!

Ella levanta su cara con asombro y alegría. Deja la sarta de peces a un lado. Se levanta y se arroja en sus brazos. Es un abrazo que como un cerco de amor, aumenta la dicha de tenerse; después de haberse sentido perdidos, el uno para el otro.

Se besan una y otra vez. Se miran extasiados y se vuelven a abrazar, repitiendo sus nombres con adoración, con ternura. Y sintiendo como un verdadero milagro, el poder estar juntos otra vez. Marco Aurelio la abraza. La acaricia sin poder asimilar que ya la tiene entre sus brazos.

Ella le mira con un amor inmenso y los dos se deleitan en su mutua alegría, amor y felicidad sin límites. Entre besos y caricias, Marco Aurelio le refiere su búsqueda en la incendiada Roma y la casa vacía de Acacio. También todos los temores y sufrimientos que padeció hasta encontrarla. Concluye diciendo:

–           Pero ahora que te he encontrado, no puedo dejarte cerca del peligro por más tiempo. Las turbas están enfurecidas. Bajo las murallas están matándose entre sí, los fugitivos de la ciudad y los esclavos que se han sublevado, entregándose al saqueo.

Alexandra exclama:

–           ¡Oh! Pobrecitos… la desesperación los ha enloquecido.

Marco Aurelio dice:

–           ¡Sólo Dios sabe qué calamidades más pesan todavía sobre Roma! Necesitamos salir de aquí, con todos vosotros. Vámonos a Anzio, en donde tomaremos un barco que nos lleve a Sicilia. Iremos a nuestras propiedades y allá nos encontraremos con Publio.

Alexandra escucha estas palabras, con el rostro radiante de alegría. Porque en efecto, los cristianos que anteriormente debían soportar las persecuciones de los judíos, ahora con los disturbios provocados por el desastre, estàn llenos de incertidumbre.

El obispo Lino, Lautaro y los demás que ya se han acercado a dar la bienvenida al joven tribuno, oyen con asombro la declaración de éste:

–           Roma está ardiendo por mandato del César. En Anzio se quejaba de no haber presenciado jamás un gran incendio. Y si no ha retrocedido ante un crimen de tal magnitud, pensad en qué otras atrocidades será capaz de perpetrar después del incendio. ¡Huid todos conmigo! ¡En Sicilia esperaremos a que pase la tempestad! Y cuando haya pasado el peligro volveréis, para seguir esparciendo la semilla y las enseñanzas de Cristo.

Afuera, en dirección al Monte Vaticano y como confirmación de los temores expresados por Marco Aurelio, se oyen gritos distantes, llenos de rabia y de terror.

En ese momento entra Calixto el cantero y cerrando precipitadamente las puertas, exclama:

–           En las inmediaciones del Circo de Nerón, están matándose. Los esclavos y los gladiadores están atacando a los ciudadanos. Hay saqueos por todas partes.

Marco Aurelio confirma:

–           ¿Lo habéis oído?

Lino dice con tono pesaroso:

–           Se ha colmado la medida y vienen calamidades inmensas sobre todos nosotros.

Pero Marco Aurelio piensa en Pedro y dice impetuoso:

–           Estad preparados. Voy a ir por el Pontífice. No lo vamos a abandonar aquí.

Alexandra lo abraza estrechándose a él y dice:

–           Llévate a Bernabé. No quiero que te suceda nada.

–           No, vida mía. Bernabé se queda contigo. Tú eres demasiado preciosa para mí- Y mirando al gigante, le sonríe y agrega-  y yo sé cómo él cuidará de ti.

Bernabé se ruboriza al recordar el incidente con Atlante y un poco turbado, dice a Alexandra:

–           El amo tiene razón, domina. Además, si Cristo te protegió y lo guió hasta aquí, nada malo va a pasarle.- Y mira con ojos suplicantes al tribuno.

Lino interviene:

–           Primero cenaremos y luego descansarás. Hijo, has hecho un largo viaje a caballo y muy accidentado. Mañana irás a buscar a Pedro. Además, todavía nos falta saber en todo esto, cual es la voluntad de Dios.

El obispo es la autoridad entre los cristianos. Todos le obedecen y entonan los cantos de agradecimiento antes de comer y luego se retiran a descansar.

A Marco Aurelio y Alexandra les dejan una habitación. Cuando se quedan a solas, el tribuno dice:

–           ¿Sabes que gracias a Petronio  el César me autorizó a venirme antes para que estuviera contigo? Me regaló un collar para ti… y…  ¡Oh!… No sé en donde lo perdí…

Alexandra lo besa tiernamente en la nariz y exclama:

–           ¿A mí qué me interesa un collar por fabuloso que sea y regalo del César? Lo único que me importa es que ya estás conmigo…

Entre besos y caricias, Marco Aurelio le relata todas las peripecias de su estancia en Roma y de su viaje desde Anzio.

Y agrega:

–           También necesito despedirme de Petronio…

Los acontecimientos tan extraordinarios hacen que los recién casados pospongan su noche nupcial; porque Marco Aurelio, vencido por el cansancio y las emociones, cae rendido en brazos de su esposa y se duerme como un niño.

Alexandra vela su sueño y lo besa con dulzura y delicadeza, elevando plegarias por este hombre bueno, que Dios le ha dado como esposo.

Al día siguiente, Marco Aurelio se despide de todos.

Lautaro envía con él a Oliver, para que lo acompañe a buscar a Pedro.

Marco quiere despedirse de Petronio, antes de abandonar Roma. Y cuando van caminando entre el caos de la ciudad que continúa ardiendo, un negro presentimiento le oprime el corazón…

Y recuerda las palabras de Prócoro Quironio, cuando antes de separarse, el griego le comentó:

–           Entre el Janículo y el Monte Vaticano, detrás de los jardines de Agripina, existen unas excavaciones de las cuales se han estado extrayendo piedras y arena, para construir el Circo de Nerón. Pues bien, escúchame señor. Hace poco los judíos, de los cuales hay un gran número en el Transtíber, han empezado de nuevo a perseguir a los cristianos. Recordarás que en tiempos del divino Claudio, hubo tales disturbios que el César se vio obligado a decretar la expulsión de los israelitas de Roma.

Marco Aurelio preguntó:

–           ¿Y por qué lo estás mencionando?

Prócoro contestó:

–           Y ahora que han vuelto gracias a la protección de la divina Augusta, se sienten seguros y han vuelto a molestar a los cristianos, de manera más insolente. Yo sé esto porque lo he presenciado. Ningún edicto ha sido promulgado aún contra los cristianos, pero los judíos se quejan de ellos continuamente al Prefecto de la ciudad. Los acusan de ser delincuentes y de predicar una religión que el senado no ha reconocido. Y por eso los cristianos se ocultan.

–           ¿Qué estás tratando de decir?

–           Esto, señor. Que las sinagogas existen abiertamente en el Transtíber, pero los cristianos se ven obligados a ocultar su condición como tales y por eso muy pocos los conocen, pues hacen sus reuniones en secreto.

Prócoro era tan parlanchín y tan mentiroso… Además, en aquel momento estaba tan obsesionado con encontrar a Alexandra en medio del caos horroroso del incendio, que casi no prestó atención a lo que decía.

Pero ahora sus palabras resuenan claras en su memoria… Y una duda le atravesó como un puñal. Él conoce perfectamente al griego y sabe que es un pillo consumado. Ya no tiene órdenes ni le estaban pagando por buscar a Alexandra. Su trato se había terminado la tarde en que Bernabé mató a Atlante y les había dicho a los cristianos que lo enterrasen en el jardín. Entonces… ¿Cómo sabe  Prócoro todas aquellas cosas y qué estaba haciendo entre los cristianos si es un bribón? ¿Acaso seguía espiando a Alexandra?…

El pensamiento de que Bernabé se había quedado con ella, le tranquilizó un poco; por si el griego estaba pensando en una venganza…

En ese momento, Oliver le preguntó:

–           ¿Adónde quieres que vayamos primero?

–           Vamos por Pedro, creo que a Petronio mejor le escribiré luego una carta…

–           ¿Y cómo sabremos donde está Pedro?…

Marco Aurelio miró a su alrededor y vio que estaban en la Puerta Flaminia. Luego dijo:

–           Oremos para que el Señor nos guíe.

Después de unos momentos, se dirigieron al río…

Y luego de atravesarlo, pasaron al campo Vaticano, más delante de la Naumaquia. Llegaron al Monte Vaticano y se fueron rodeando por donde no hay fuego, tratando de evitar los peligros, pues la ciudad sigue ardiendo. El Circo Máximo, es un montón de ruinas humeantes. Calles enteras y callejuelas se están derrumbando en medio de columnas de fuego que se elevan hacia el firmamento. El viento cambia de dirección y sopla con impetuosa fuerza desde el mar, llevando hacia los montes Celio, Esquilino y Vitimal, ríos de llamas, tizones y cenizas.

Hasta que al fin, las autoridades se pusieron a trabajar en programas de salvamento. Por orden de Tigelino que se había apresurado a venir de Anzio al tercer día, al quinto día empezaron a derribar los edificios del Esquilino para que el fuego, al llegar a espacios abiertos, se extinguiese por sí solo. Y esto se ha hecho simplemente para salvar los restos de la ciudad, porque no podía ni pensarse en el salvamento de lo que ya estaba ardiendo.

Y es necesario también ponerse en guardia contra las consecuencias de aquella devastación. En ella se perdieron incalculables riquezas…

Todas las propiedades de la mayoría de los romanos, quedaron reducidas a cenizas. Muchos vagan errantes y enloquecidos, en medio de la mayor miseria. El hambre ha empezado a morder las entrañas de los sobrevivientes, pues desde el segundo día de la catástrofe fueron consumidas las inmensas provisiones almacenadas en la ciudad.

En medio del caos y el desorden, nadie pensó en nuevos suministros. Solamente después de las promesas de Petronio, se comunicaron a Ostia las órdenes necesarias, pues las turbas están cada vez más inquietas y amenazantes, exigiendo: ‘Pan y techo’

En vano los pretorianos traídos desde todos los campamentos, se esfuerzan por mantener de algún modo el orden, pues se encuentran por dondequiera con una abierta resistencia. En diferentes puntos, grupos de gente inerme, señalan la ciudad ardiendo y gritan:

–           ¡Matadnos ahora! ¡Ya perdimos todo! ¡Qué nos importa la vida!

E injurian al César, a los augustanos, a los pretorianos. Y el tumulto va creciendo cada vez más, de tal forma que Tigelino al contemplar los millares de incendios, se dice a sí mismo, que son otros tantos fuegos de enemigos.

Además de una enorme cantidad de harina, hizo traer todo el pan que fue posible obtener no solo desde el puerto de Ostia, sino de todos los poblados circunvecinos. Y cuando llegó el primer suministro, el pueblo derribó la puerta que daba al Aventino y se apoderó en un pestañeo de todas las provisiones, en medio de un atropellado desorden.

Se peleaban por los panes, muchos de los cuales caían al suelo y eran pisoteados. La harina de los sacos rotos, blanqueaba como nieve en todo el espacio comprendido, entre los arcos de Druso y Germánico. Y aquel desordenado saqueo continuó hasta que los soldados dispersaron a la muchedumbre, disparando flechas y otros proyectiles. Nunca desde la invasión de Roma por los Galos a las órdenes de Bretón, había presenciado la ciudad un desastre más completo.

El Capitolio era un espectáculo inusitado, pues cuando el viento desviaba por momentos las llamas, se veían sus columnatas rojas como carbones encendidos. Si en el día era horrendo el espectáculo que deslumbraba la vista; la noche presentaba ser espeluznante como un infierno. Todo el centro de la ciudad, parecía el cráter de un volcán rugiente.

Diversos rumores y noticias agitan el mar de seres humanos, tratando de sobrevivir al mar de fuego. Estas noticias son alternativamente opuestas. Se habla de una inmensa provisión de trigo y vestidos, para ser distribuida gratuitamente al pueblo. Se dice también que el César ha dado orden de que a todas las provincias de África y de Asia, serían despojadas de todos sus tesoros y sus riquezas, para repartirlos a los habitantes de Roma, de tal forma que todos serán más ricos que antes del incendio.

Simultáneamente circula el rumor de que ha sido envenenada el agua de los acueductos. Que Nerón ha decidido exterminar hasta el último de sus habitantes y que luego se trasladará a Grecia o a Egipto, para fundar una nueva capital. Cada uno de estos rumores se extiende con la velocidad del rayo y encuentra fácil aceptación entre el pueblo, infundiéndole esperanzas o estallidos de terror, rabia, indignación y una ansiedad febril.

La creencia válida entre los cristianos de que está próximo el Fin del Mundo y su exterminio por medio del fuego, fue ganando terreno y más aún entre los paganos que rinden culto a los dioses del Olimpo o en otros cultos. Pues en ese aspecto, Roma había sido muy tolerante hasta hoy. Se dispusieron campamentos para el pueblo en los regios jardines del César, en los de Pompeyo, Salustio, Micenas. En los campos de Marte y otros edificios que el César dispuso. Los pavoreales, cisnes, flamencos, gacelas, etc. Que constituían el principal adorno de esos jardines, perecieron bajo el cuchillo y bandidaje de la plebe.

Mientras tanto, comenzaron a llegar abundantes provisiones del Puerto de Ostia; en una gran cantidad de barcos, buques y botes, anclados a lo largo del Tíber. El trigo es vendido a precios increíblemente bajos y se distribuye gratuitamente a los desvalidos. Cargamentos de vinos, aceitunas, castañas, toda clase de ganado. Todo esto hace que muchos infelices disfruten ahora de un bienestar aún mayor que antes del incendio. El peligro del hambre ha sido neutralizado casi por completo. Pero fue más difícil reprimir los robos, bandidaje, asesinatos y violaciones que a diario ocurren. La vida nómada asegura la impunidad a los facinerosos, que siempre que pueden proclaman su admiración al César y le tributan aplausos cada vez que aparece en público.

Y la ciudad sigue ardiendo. La violencia del fuego disminuyó hasta el sexto día. Se renovó su fuerza la séptima noche. Pero tuvo corta duración, pues ya casi no hay combustible que lo alimente.

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

37.- EL CAPRICHO DE POPEA SABINA

Los augustanos abandonan el Palatino. Al caminar por la inmensa galería porticada, Petronio miró a Marco Aurelio y dijo:

–           Barba de Bronce renuncia a su viaje por el momento. Está irritado y aburrido. ¡Esta combinación es muy peligrosa! En la fiesta se entregará a un desenfreno absoluto, tratando de aliviar su frustración y su tedio. ¡Ojalá no tengamos sorpresas desagradables!

Marco Aurelio sonrió y contestó:

–           Afortunadamente yo tengo mejores cosas de qué ocuparme y a ti te dejo los cambios de humor del César.

Petronio se detiene y advierte:

–           Fuiste invitado y ni siquiera se te ocurra pensar que puedes evitar asistir.

El tribuno movió la cabeza y fastidiado replicó:

–           Lo que a mí me sorprende es que a ti no te haya dominado el aburrimiento de cuanto te rodea.

–           ¿Quién te ha dicho lo contrario? Desde hace mucho tiempo me domina. Pero yo no tengo tus años. Y tampoco tengo alternativa. Al emperador nadie le abandona sin consecuencias…

–           Lo sé. Y según parece, tampoco se pueden desairar sus invitaciones. Definitivamente no envidio tus privilegios.

–           Además, amo los libros, la poesía y me encantan las obras de arte. Me agrada mi hogar y la belleza de las obras maestras con que lo he adornado. Tengo todo lo más exquisito y perfecto. Sé que no he de encontrar ya nada superior a lo que actualmente poseo. Y no tengo ganas de desprenderme de nada de esto por ahora.  

–           Perder el favor imperial es una gran desgracia. Y un lujo que al parecer,  nadie se puede permitir voluntariamente sin perder también la vida…

–           He disfrutado lo mejor y la vida me deleita, mientras pueda darme el placer que necesito y pueda conservarla… porque no se sabe… –finaliza dando un profundo suspiro.

Marco Aurelio está tan contrariado, que mejor se queda callado.

Petronio lo observa desconcertado, pero tampoco le dice nada.

Después de un largo silencio, Petronio agrega.

–           ¿Sabes cuál es la última noticia? Tigelino, para las fiestas, ha preparado los lupanares con las mujeres más nobles de Roma. Habrá doncellas que hagan su presentación como ninfas.

¿Eso te parece apetecible? ¡Convertir a las jóvenes patricias en prostitutas! ¿Tan hastiados están que lo execrable ya no es vergonzoso?

Petronio mira sorprendido a su sobrino y finalmente explota:

–           ¡Éste es nuestro mundo neroniano en Roma! ¡Creo que has arruinado tu vida haciéndote cristiano! ¡Por Pólux que no te comprendo! Nuestras locuras tienen cierto juicio, pero tú… Desprecio a Enobarbo, porque es un bufón griego. ¡Si al menos fuese romano!  ¡Hufff!…

–           La barbarie es barbarie en cualquier lugar. Ya no hay valores, ni honor. No veo de qué te sorprendes. Y sobre este asunto podría enseñarte cosas grandiosas que he aprendido…

–           No empieces con tus cosas cristianas.  No quiero saber nada de eso…

–           Está bien. Tienes razón. Todavía no es el momento en que podrías comprenderlas… Tal vez algún día anheles también aprenderlas.

Petronio agrega sin hacerle caso:

–           No cabe duda de que vamos de mal en peor… Pero este es el mundo que me ha tocado vivir ¡Y hay que tomarlo como es! Prepárate para ir al Fiesta Flotante en la Piscina de Agripa. Y será mejor que nos dispongamos para disfrutarlo…

Al día siguiente…

El buen gusto y refinamiento de Petronio, le han ganado el título de ‘Arbiter Elegantiarum’. Y por esas mismas cualidades, su genial dirección es indispensable para el desarrollo del artista que palpita en el emperador. Comparándolo con el Prefecto de los Pretorianos, Petronio lo supera infinitamente en cultura, intelecto, conocimiento del Arte, refinamiento y buen juicio. Y en la conversación, su ingenio conoce la mejor manera de entretener al César.

Y lo que hasta ahora ha sido el mejor talento de Petronio para ser el consejero favorito del emperador, como un arma de doble filo se está volviendo contra él…Y él ni siquiera imagina porqué…

Tigelino posee bastante buen sentido, para conocer sus propias deficiencias. Y sabe que no puede competir con Petronio, Plinio, Séneca, Trhaseas u otros de los augustanos que se distinguen por su elegancia y su alcurnia, sus talentos o su ciencia. Y ha decidido eclipsarlos por medio de una flexibilidad inagotablemente previsora en sus servicios y sobre todo por una magnificencia, capaz de sorprender aún la exaltada imaginación de Nerón.

Porque  conoce bien a Nerón y sabe por dónde llegarle, ha cultivado secretamente las debilidades de su personalidad para prevenirle en contra de su peor enemigo. Esto ha logrado que la influencia de Tigelino aumente día con día. Y no es porque Nerón le quiera más que a los demás; sino porque el Prefecto de los Pretorianos ha encontrado la manera de hacerse cada vez más indispensable para el emperador.

Arbiter Elegantiarum, esto mortifica la vanidad de Nerón ¿Cómo es posible que alguien lleve delante de él, semejante calificativo? Y además, hay que agregar el  terrible complejo que siente entre su obesa y grotesca figura y la innegable belleza varonil de su asesor artístico. La indiscutible superioridad en todos los aspectos de la poderosa personalidad de Petronio, ahora constituye su desgracia, pues esto ha despertado la envidia de Nerón y siente agobio por cada uno de sus triunfos… En cambio con Tigelino, César se siente a sus anchas; pues comparte con él su misma crueldad, sus bajezas y su ruindad.

¿Quién prevalecerá? ¿El artista o el monstruo?… La guerra y la competencia están muy reñidas…

En un suceso sin precedentes en la ciudad, los pretorianos han rodeado las arboledas que están alrededor de un lago mediano y es conocido como la gran piscina de Agripa; para que nadie se acerque a molestar al César y a sus huéspedes, que constituyen cuanto hay en Roma de notable por su riqueza, hermosura y talento.

Tigelino quiere compensar al César la contrariedad sufrida, al diferir su viaje a Acaya y al mismo tiempo mostrarle a todos que no tiene rival para alegrarle la vida al emperador. Para este objeto mandó traer desde las más remotas regiones del imperio: fieras, pájaros exóticos, peces raros, plantas, flores, etc. Y todos los detalles más insólitos que puedan realzar el esplendor de la magnífica fiesta.

Los impuestos de provincias enteras se consumen en la realización de los más insensatos proyectos…  Más el poderoso favorito no siente la menor vacilación al efectuarlos, con tal de asombrar a Nerón y complacer hasta el más mínimo de sus caprichos. Esto es lo que hace que su influencia aumente día con día y Nerón lo considere casi indispensable…

Y por eso ha dispuesto dar la fiesta en gigantescas balsas, construidas con vigas doradas, cuyos bordes fueron decorados con magníficas conchas marinas. Adornó las orillas  de la piscina con palmeras, lotos y rosales. También instaló jardines flotantes y alrededor de la piscina, a intervalos regulares, fuentes con aguas perfumadas, altares con estatuas de dioses y quemadores de incienso. Hay muchas  jaulas de oro y plata, con aves exóticas y multicolores…

En el centro de la balsa principal; está el pabellón de una tienda teñido de púrpura fenicia, que es sostenido en columnas de plata. Debajo, las mesas están preparadas para recibir a los invitados con cristalería de Alejandría y vajillas de inestimable valor; botín recogido de Grecia, Asia Menor e Italia. La balsa está adornada con tantas plantas, que semeja una isla flotante. Y hay amarrados con cuerdas de púrpura y oro; botes con forma de cisnes, delfines, aves y peces que son bogados por jóvenes de ambos sexos; cuyas caras y cuerpos están desnudos, adornados con joyas y han sido elegidos por su gran hermosura.

Cuando Nerón llegó a la balsa seguido por Popea y los augustanos, se sentaron en los triclinios. Entonces los remos hendieron el agua y se pusieron en movimiento junto con los botes; describiendo círculos alrededor de la piscina. Le rodean las otras balsas de menor tamaño; en una de las cuales van los músicos tocando sus instrumentos, resonando cantos melodiosos que llenan el ambiente de alegría.

El César con Popea a un lado, está gratamente sorprendido. Especialmente al ver surgir entre los botes, hermosos jóvenes de ambos sexos, ataviados como sirenas y  tritones, con mallas glaucas que simulan escamas. Y ejecutan una hermosa danza acuática en honor de Poseidón. Verdaderamente emocionado, Nerón aplaudió y alabó al organizador de la fiesta.

Pero al mismo tiempo y por fuerza del hábito, dirigió la vista hacia Petronio, deseando conocer su opinión. Y se mostró más entusiasmado aún, al ver que el ‘Árbitro’ sonreía complacido, mostrando su aprobación con un gran aplauso carente de envidia. Pues  realmente el espectáculo es magnífico.

La Fiesta Flotante agradó mucho al César, por su novedad. Se sirvieron tan exquisitos manjares y vinos de tantas clases, que el más exigente sibarita no habría podido objetar nada. Luego las mujeres se sentaron en la mesa de los augustanos; entre los cuales Marco Aurelio sobresale por su gallardía y juventud.

Anteriormente tanto su cuerpo como su rostro, denotaban con demasiado relieve al soldado profesional. Pero ahora la enfermedad le ha adelgazado y se ve más alto y estilizado. Sus facciones se ven como cinceladas con una varonil hermosura perfecta. Su piel morena clara y sus enormes ojos castaños, mantienen una expresión soñadora. Su porte es distinguido: a la vez flexible y soberbiamente magnífico. Parece un dios griego tan bizarro y apuesto como Petronio. Éste había afirmado como hombre de experiencia, que las damas de la corte se rendirían a sus encantos. Y en efecto, todos le miran con admiración sin exceptuar a Popea, ni a Rubria; la virgen vestal a quién César ha llamado a la fiesta.

Los vinos empezaron a llevar calor a los corazones y a los cuerpos. Y la enorme balsa prosiguió su evolución, circulando lentamente con su carga de invitados que gradualmente se van entregando a una alegre y estrepitosa embriaguez. La fiesta no había llegado ni a la mitad de su curso, cuando Nerón se levantó y le ordenó a Marco Aurelio que le deje su lugar… Quiere estar al lado de Rubria, a la que desea con violenta pasión y le empezó a hablar al oído.

Fue de este modo que Marco Aurelio quedó junto a Popea, quién extendió el brazo hacia el joven oficial y le pidió que le asegurara el brazalete que se le había desprendido y que nadie notó que ella misma lo había soltado. Al hacerlo gentilmente Marco Aurelio, con su mano un tanto temblorosa, rozó la piel de seda de la emperatriz.

Popea le miró fingidamente pudorosa y con un destello de deseo…

La fiesta prosiguió. El sol comenzó a ocultarse. La mayor parte de los invitados ya están ebrios. La gran balsa hace círculos cada vez más amplios, hasta casi llegar a la orilla. Con la penumbra del anochecer, se encendieron millares de lámparas y nuevos grupos de mujeres formados por todas las invitadas de la fiesta, que se han despojado de sus ricas vestiduras y han quedado desnudas; con voces y ademanes seductores llaman a los hombres para que se reúnan con ellas.

Entonces la balsa se aproxima a la orilla. Todos, incluido el César quién atrae consigo a Rubria riendo y haciendo pícaros comentarios, desaparecen entre la arboleda. Se diseminaron entre el bosque y las grutas artificiales, además de los muchos lugares próximos a las fuentes y manantiales y que han sido especialmente dispuestos para este fin.

Y empezó la orgía…

La lujuria y la locura se apoderaron de todos. No se puede distinguir nada en medio de la oscuridad. Ni donde está el César, ni quién está con quién. Los sátiros y los faunos dan caza a las ninfas y apagan las lámparas que les estorban. Solo la luz de la luna llena, es mudo testigo del rumor de risas, gritos, suspiros y coloquios íntimos; además de los gemidos de placer.

Marco Aurelio no está ebrio, como el día de la fiesta en el Palatino, cuando estaba con Alexandra… Y sabe perfectamente lo que está pasando a su alrededor. Y decidió irse, pensando que a estas alturas, a nadie le importará un invitado menos. Por primera vez siente náuseas…

Y recordando a Alexandra, se dijo a sí mismo:

–           La amo y le juré fidelidad. Debo regresar a casa a preparar la boda, en lugar de permanecer en este bacanal.

Y dando media vuelta se precipitó a través del bosque.

Un grupo de doncellas ataviadas con sutiles velos y bellas flores, le interceptaron el paso y danzaron a su alrededor, incitándolo a correr tras ellas…  Después de provocarlo, huyeron pudorosas y coquetas. Pero él se quedó enclavado en aquel sitio pensando en su esposa.

Jamás la había visto más hermosa, más pura, ni más digna de adoración, que al ver aquel bosque convertido en un santuario de placer y a todas aquellas jovencitas lascivas y desnudas. Y el amor y el anhelo por Alexandra, invadieron todo su ser con un poder avasallador. Simultáneamente se sintió lleno de disgusto y de una repugnancia como nunca antes la experimentara. Descubrió que le asfixiaba aquel ambiente de infamia y deseando respirar aire puro, se apresuró a huir de allí.

Más apenas había dado un paso, cuando notó que una figura velada, se alzaba delante de él. Le puso las manos sobre los hombros y le dijo al oído:

–           ¡Te deseo! ¡Te amaré y te haré dichoso! ¡Ven! Nadie nos reconocerá. ¡Apresúrate!

Un gemido de deleite, un suspiro entrecortado y un beso desquiciante acarició el lóbulo de su oreja; mientras Marco Aurelio sentía en su rostro como una oleada de fuego, su aliento perfumado.

Ella prosiguió anhelante:

–           ¡Eres bello como Apolo! Y tan delicioso, ¡Oh! Si tan solo…

La voz susurrante fue como si lo despertara de un sueño. Entonces tomando dominio de sí, preguntó:

–           ¿Quién eres?

Ella se reclinó seductora en su pecho y siguió insistiendo:

–          Qué importancia tiene eso…  ¡Pronto! ¡Ya no perdamos más el tiempo! ¡Esta noche es perfecta! ¡Y yo quiero poseerte! ¡Ven! ¡Amémonos!

Marco Aurelio insistió:

–           ¿Quién eres?

–           ¡Adivina!

Y al decir esto tomó entre sus delicadas manos el rostro del joven patricio y a través del finísimo velo, lo besó ardorosamente hasta que le faltó el aliento…

Luego se apartó provocativa, diciendo:

–           ¡Noche de amor! ¡Noche de locura! –Aspirando el aire ansiosamente, agregó- ¡Hoy estamos aquí y somos libres! ¡Hoy puedes tenerme! ¡Hoy soy tuya! ¡Y yo quiero que seas mío!

Marco Aurelio la empujó suavemente hacia atrás y dijo:

–           Lamento no poder complacerte. Estoy enamorado de una mujer incomparable. Le pertenezco y ahora voy hacia ella.

–           Quítame el velo. –dijo ella inclinando hacia él la cabeza.

Y en ese preciso momento se oyó un leve roce entre las hojas de mirto…

Y ella se separó rápidamente y desapareció como si fuese una visión. Pero a la distancia se oyó su risa extraña, estridente, ominosa…

Petronio llegó junto a Marco Aurelio. Lo tomó del brazo y empujándolo, lo instó:

–           He oído y he visto. Alejémonos rápido de aquí.

Así lo hicieron.

Cuando llegaron hasta los cisios, Petronio le dijo:

–           Yo te acompañaré.

Y subieron los dos al carruaje de Marco Aurelio. Todo el camino, lo recorrieron en silencio. Hasta que se hallaron en el atrium de la casa del joven tribuno…

Petronio preguntó:

–           ¿Sabes quién era ella?

Marco Aurelio se sintió profundamente disgustado ante la idea de que Rubria fuese una vestal y tuviese ese comportamiento tan impúdico. Y sin disimular su desprecio contestó:

–          ¿Rubria…?

–           No.

–           ¿Entonces quién?

Petronio bajó la voz y dijo:

–          El fuego de Vesta ha sido profanado porque Rubria estuvo con el César. Pero la que se acercó a ti… -y aquí su voz bajó hasta hacerse casi imperceptible- Fue la divina Augusta.

Siguió un silencio tan denso que casi se podía tocar…

Luego Petronio continuó:

–          César no pudo ocultar a Popea, su inclinación hacia Rubria y tal vez por eso, ella quiso tomar venganza. Pero llegué yo a estorbarlo. Si tú la hubieras reconocido… al rehusar su solicitud, sería irremediable tu ruina. Habrías arrastrado en ella a Alexandra y también me habrías comprometido a mí.

Marco Aurelio comprendió la magnitud de la revelación y casi se ahogó por el asombro… El tiempo pareció detenerse… Mil ideas cruzaron por su mente como relámpagos y se reflejaron en su gran perturbación…

Luego explotó:

–           ¡Estoy harto de Roma! ¡Del César, de sus fiestas, de Tigelino, de la Augusta y de todos vosotros!… ¡Me estoy asfixiando! ¡Yo no puedo seguir viviendo así! ¡No puedo! ¡Oh Dios mío! ¡No lo soporto más! ¿Me entiendes?

Petronio lo mira desconcertado y exclama:

–           ¡Marco Aurelio! Estás perdiendo el sentido del juicio, la moderación. ¿Qué te pasa?

Marco Aurelio replicó colérico:

–          Lo único que quiero es a Alexandra. Vine a prepararlo todo para mi boda y no me interesa otro amor, ni deseo a ninguna otra mujer. No quiero vuestra vida y no me interesan sus fiestas. No soporto sus obscenidades y sus crímenes. ¡Soy cristiano! ¿Lo oyes? ¡Soy cristiano! ¡Y no sabes cuánto me alegro de serlo!

Petronio lo mira asombrado. Es evidente que entre él y Marco Aurelio ya no pueden entenderse y que sus almas se han separado por completo. Hubo un tiempo en que Petronio ejercía una gran influencia en el joven militar. Había sido para él un modelo en todo y con frecuencia unas cuantas palabras irónicas suyas, bastaban para frenarlo o para inducirlo a una resolución cualquiera.

Pero ahora ya no queda nada de aquello. Y tan trascendental es el cambio, que Petronio ni siquiera intentó poner en práctica sus antiguos métodos. Porque comprendió que su ironía y su ingenio, habrán de estrellarse contra el nuevo hombre en que se ha convertido el Marco Aurelio que está ante sus ojos y al que apenas si reconoce. Después de reflexionar un momento, se encogió de hombros y se fue para su casa muy disgustado.

El veterano escéptico al ver a Marco Aurelio entendió que es un hombre tan diferente, que ya ni siquiera comprende sus reacciones. Y este conocimiento lo llenó de contrariedad y hasta de un poco de temor. Éste último llegó a su colmo, al meditar en los acontecimientos de esa noche…

Y piensa:

–           Si de parte de Popea esto no fue sólo un fugaz devaneo, sino un deseo más duradero, van a suceder una de estas dos cosas: Marco Aurelio no se le resistirá y en este caso, le vendrá la ruina por algún ‘accidente’, lo que parece poco probable por su actual estado de ánimo. O se le resiste. Y entonces sí será segura su ruina y acaso también la mía… Precisamente porque soy su pariente y porque la Augusta terminará envolviendo en su odio a la familia entera y pondrá del lado de Tigelino todo el peso de su influencia. –moviendo la cabeza, concluye-

Petronio es un hombre valiente y no le teme a la muerte. Pero tampoco tiene el menor deseo de atraerla tan pronto. La Augusta ignora si ha sido reconocida por Marco Aurelio. Si ella piensa que no ha sido descubierta, su vanidad no sufrirá gran cosa.

Pero esta situación es muy precaria, podría modificarse en el futuro y es urgente neutralizar este gran peligro.

La cuestión es: ¿Cómo va a lograrlo?…  

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

20.- Y SIN SALIDA…

Y efectivamente. La casa de Marco Aurelio estaba arreglada como para una boda. Con el verdor del mirto, la hiedra, las flores. Todo había sido preparado para una recepción regia.

Marco Aurelio se sintió tan mal por la resaca, que había seguido meticulosamente los consejos de Petronio y por eso mandó a Secundino a buscarla, llevando el permiso otorgado por el César.

Petronio le había dicho:

–           Ayer te vi y estabas borracho. Te comportaste con ella como un rufián. En el amor,  no solo hay que atacar la plaza, hay que conquistarla. No seas majadero y recuerda que el buen vino debe beberse poco a poco.

Sintiéndose en un estado deplorable, mientras bebió una pócima para mejorarse, sólo atinó a contestar:

–           Pasaron muchas cosas y ya no sé lo que sucedió, me siento muy indispuesto. Sólo dime que será lo mejor que debo hacer.

Petronio prosiguió implacable:

–           Entérate también de que es muy dulce el desear, pero es más dulce aún el ser deseado. Gánate su confianza. Sé magnánimo. Júrale por los hados que la devolverás a la casa de Publio y dependerá de ti el que mañana sea ella, la que prefiera quedarse aquí contigo…

Marco Aurelio recuerda todo esto y su corazón palpita intranquilo, bajo sus elegantes atavíos.

¡Oh, dioses inmortales! ¡Si tan solo no se hubiese embriagado, ya tendría a Alejandra en su casa! Se la hubiera llevado desde el mismo banquete…

¡Pero no!…

¡Oh! ¿Por qué tiene la desesperante sensación de haber cometido un terrible error?

¡Rayos! ¡Si tan sólo no le doliera tanto la cabeza!…

–           Ya deben haber salido de palacio.-pensó.

Se levantó y comenzó a pasear muy nervioso, lamentándose por haberle hecho caso a Petronio y no haber ido personalmente por ella.

Mientras tanto…

La comitiva viene recorriendo el Vicus de las Carenas. Las calles cercanas al palacio están casi desiertas, pero más adelante hay un movimiento inusual. Casi desde todas las calles, afluyen grupos de tres o de cuatro individuos, que se han ido agregando a la comitiva de la litera, mezclándose con los esclavos acompañantes.

Otros más numerosos vienen en dirección opuesta. Algunos se tambalean como si estuvieran borrachos y empieza a ser difícil avanzar.

Los esclavos gritan:

–           ¡Paso al noble tribuno Marco Aurelio Petronio!

Alexandra va notando a través de las cortinas como aumentan los transeúntes y en su corazón se alterna la esperanza y el miedo.

El mismo Secundino que al principio no receló nada, comienza a alarmarse, pues hay en todo aquello algo muy extraño.

Se dificulta cada vez más el paso de la litera. La multitud prácticamente la ha rodeado hasta el punto que Secundino se ve obligado a ordenar a los esclavos que rechacen a golpes a toda esa gente…

De pronto se oye un grito entre los que encabezan la comitiva y en un instante se apagaron todas las luces.

Y alrededor de la litera se produjo un movimiento de empuje, un tumulto, una lucha. Secundino comprende al punto que es un ataque y se llenó de miedo.

Todos saben que el César con una turba de servidores, acostumbra dar asaltos por sorpresa por pura diversión y quién sea que resulte responsable por defenderse, tiene pena de muerte aunque fuese senador.

En tales casos los guardias cuyo deber es velar por el orden en la ciudad, fingen ser sordos y ciegos.

El tumulto sigue alrededor de la litera.

Secundino trata de proteger a Alexandra, huyendo con ella y dejando a los demás entregados a su suerte.

Cuando la tomó en sus brazos en medio de la oscuridad, ella gritó:

–           ¡Bernabé! ¡Bernabé!

La joven viste de blanco y es fácil distinguirla.

Secundino acababa de cubrirla con su manto, cuando se sintió levantado por el cuello y luego se desplomó como si lo hubiese herido un rayo. Los esclavos en su mayor parte están derribados por el suelo, han escapado o se mantienen pegados a las murallas. En el lugar, solo ha quedado la litera completamente destrozada desde la primera embestida. Bernabé se llevó a Alexandra y sus camaradas le siguieron dispersándose gradualmente en el camino.

Más tarde…

Los esclavos llegan a la casa de Marco Aurelio con el cuerpo de Secundino. Se detienen a la entrada de la domus…  Deben dar cuenta a su amo de lo que sucedió.

–           Que lo declare Lucio, -dijeron en voz baja algunos- la sangre brota de su rostro, tanto como del nuestro y el amo lo quiere. Lucio corre menos peligro que cualquiera de nosotros.

Lucio, un antiguo esclavo galo que había criado a Marco Aurelio y había sido heredado a éste por su madre, dijo:

–           Yo se lo diré. Pero venid todos conmigo. No caiga solo sobre mi cabeza, la cólera del amo.

Mientras tanto en el triclinium, Marco Aurelio está ya completamente impaciente:

–      ¡Ya debían estar aquí! ¿Por qué no llegan?

De pronto se oyeron pasos en la entrada. Los esclavos se precipitaron al atrium y se detuvieron bruscamente. Levantaron los brazos, lamentándose.

Marco Aurelio corrió hacia ellos:

–           ¿Dónde está Alexandra? –preguntó con voz alterada.

Entonces Lucio se adelantó con el rostro ensangrentado y exclamó lastimero:

–          ¡Ved nuestra sangre señor! ¡Hemos luchado! ¡Algunos han muerto! ¡Luchamos por ella! ¡Ved nuestra sangre!

Pero no dijo más porque Marco Aurelio cogió una estatuilla de bronce y con un golpe, destrozó el cráneo del esclavo.

Luego se tomó con ambas manos la cabeza y se mesó los cabellos con desesperación. Se le puso cárdeno el rostro y ordenó que azotaran a los esclavos. Y en aquella casa engalanada para una fiesta, solo se escucharon los alaridos de dolor y el chasquido de los azotes. Pero los gemidos de los esclavos no calmaron ni su dolor, ni su cólera. Reunió a otro grupo de siervos y salió a buscar a Alexandra, en una pesquisa sin éxito. A su regreso ordenó que se llevaran el cadáver de Lucio, que nadie se había atrevido a tocar.

A los esclavos de cuyas manos Alexandra fue arrebatada, los envió a las prisiones rurales, castigo más terrible que la muerte. Luego se desplomó sobre una poltrona y se puso a planear los medios para encontrar y recuperar a Alexandra. Perderla, renunciar a ella, no verla nunca más… Le pareció imposible porque ya no podía vivir sin ella.  Estos pensamientos lo envolvieron en un loco frenesí. Por primera vez en su vida, la voluntad imperiosa del joven guerrero, encontraba la resistencia inquebrantable de otra voluntad. Y no podía comprender qué había sucedido, que lo hacía sentir tan impotente y hasta cierto punto derrotado, al ver tan contrariados sus deseos en lo que más había anhelado jamás.

Marco Aurelio habría preferido ver hundirse el mundo entero en ruinas, antes que ver fallidos sus propósitos. La copa de la felicidad le había sido arrebatada casi de los labios. Lo que le había ocurrido era algo tan inaudito, que además clama la más terrible de las venganzas.

Por momentos sentía una irritación tan grande contra la joven, que casi se aproximaba a la locura y sentía deseos de destruirla. Pero luego le atormentaba el ansia de volver a verla, de perderse en sus ojos. Y se sentía dispuesto a rendirse a sus pies y darle lo que ella le pidiera con tal de que volviese a su lado. Recordaba sus besos embriagadores…

Y finalmente lloró como un niño, al ver su sueño destruido.

Luego mil ideas descabelladas cruzaron por su mente: Tal vez Publio era el responsable de raptar a Alexandra y en todo caso. Él debía saber dónde encontrarla. Y se levantó bruscamente, dispuesto a ir a la casa de Publio. Pero un nuevo pensamiento le paralizó y le llenó de pavor: ¿Y si había sido el mismo César, quién se había apoderado de ella?… Todo mundo sabe que Nerón para disipar el tedio, hace incursiones nocturnas. Y en esos ataques se apodera de mujeres y las mantea en la capa de un soldado hasta que se desmayan.

El propio Nerón llama a estas expediciones ‘caza de perlas’ porque se han dado casos en que ha sido una verdadera perla de belleza y juventud. Entonces la rapta y la ‘perla’ es enviada a una de las casas de campo, donde se divierte con ellas. Y cuando se cansa, la cede a sus íntimos. ¿Y si fue esto lo que sucedió en el caso de Alexandra?… El César la miró en la fiesta y Marco Aurelio no tuvo la menor duda de que se dio cuenta, de que es infinitamente más hermosa que la misma Popea.

Petronio dice que Nerón es un cobarde para obrar abiertamente y comete sus crímenes en forma clandestina. ¿Y si no fue  el César? Entonces ¿Quién ha tenido el atrevimiento?… ¿Habrá sido el gigante de ojos azules que tuvo la osadía de sacarla del triclinium imperial y se la llevó de la fiesta en sus brazos?

¡NO! ¡Es imposible que un esclavo se atreva a tanto! El único capaz es el propio César. Si esto es lo que sucedió, Alexandra está perdida para él. Podría recuperarla de cualquiera, pero del César, ¡No! ¡Imposible!

La imaginación le presentó a Alexandra en brazos de Nerón…

Y por primera vez entendió que hay pensamientos imposibles de soportar dentro de la resistencia humana.

Y entonces comprendió en toda su plenitud, la magnitud y la intensidad de su amor por ella. Y recordó todas las escenas desde que la viera por primera vez, cada una de sus palabras, sus gestos, sus ademanes. La contempló en la fuente, en la fiesta. Volvió a sentir su calor, su perfume. La delicia de los besos que le diera en sus labios inocentes. Y le pareció cien veces más dulce, más hermosa, más deseable que nunca. Era la única mujer en todo el Universo. La elegida entre todos los mortales y las divinidades. Para él no existe nadie más que ella. La tiene metida en su mente, en su corazón, en su sangre y corre por todas las venas de su cuerpo. Alexandra es su vida, su todo, el único tesoro que desea poseer. Nada le importa más que ella.

El solo pensamiento de que Nerón pudiera poseerla, le hace sentir la muerte. No puede soportarlo, ¡NO! Por un momento teme volverse loco de dolor. Ya no puede vivir sin ella. Y un sentimiento de venganza se apoderó de él. Decidió ir al palacio y hablar con Actea. Y ordenó que tengan listo su Cisio.

Cuando llegó al arco de la entrada, el centurión lo recibió con una amable sonrisa.

–          Salve, noble tribuno. Si deseas presentar tus homenajes al César, no has venido en momento propicio. Es imposible que te sea permitido verle ahora.

Marco Aurelio preguntó sorprendido:

–           ¿Qué ha sucedido?

–          La Infanta Augusta enfermó repentinamente ayer. El César y la Augusta Popea, la están atendiendo, junto con los mejores médicos de la ciudad.

Ese es un suceso importante. Cuando nació esa hija, el César estaba loco de alegría.

Ama a esa niña con un amor sin límites. Y por esto, para Popea la niña le es doblemente preciosa, porque afirma su posición y aumenta su influencia sobre el emperador.

Marco Aurelio le contestó:

–           Solo deseo ver a Actea.

El centurión le hizo el saludo militar y le franqueó el paso.   Y entró al palacio.

Pero Actea estaba ocupada también cerca de la Infanta y Marco Aurelio tuvo que esperarla. Cuando regresó, la palidez de su rostro se intensificó al ver al tribuno.

–           ¡Actea! –Exclamó Marco Aurelio, tomándola de la mano- ¿Dónde está Alexandra?

–           Yo iba a preguntarte lo mismo.-contestó ella, mirándolo de frente y con una expresión de reproche.

Pero aun cuando Marco Aurelio se prometió a sí mismo conservar la calma, dijo con el rostro descompuesto por el dolor y la cólera:

–           ¡Me fue arrebatada en el camino a mi casa! ¡Oh, Actea! Si no deseas ser causante de infortunios que tú ni siquiera puedes imaginar, dime la verdad ¿Se apoderó de ella el César?

Actea contestó con firmeza:

–           El César no ha salido de Palacio.

–           Por la sombra de tu madre. Por todos los dioses, dime ¿Entonces Alexandra no está en el palacio?

–           Por la sombra de mi madre, Marco Aurelio; yo te lo aseguro que ella no está en el palacio y que no ha sido el César quién te la ha interceptado. La Infanta augusta está enferma desde ayer y Nerón no se ha movido de su cuna.

Marco Aurelio suspiró aliviado, esa amenaza desapareció. Se sentó en el banco y dijo con los puños apretados:

–           ¡Ah! Entonces ha sido Publio, el raptor. ¡Ay, de él!

–          Publio Quintiliano, estuvo aquí esta mañana y preguntó por Alexandra a Epafrodito y a otros sirvientes del César. Les dijo que regresaría para verme, porque yo estaba ocupada y no pude atenderlo.

Marco Aurelio ´levantó los puños y dijo con ira:

–           Desea alejar de sí las sospechas. Si no supiera lo que ha sucedido, habría ido a buscar a Alexandra a mi casa.

–           Dejó escritas unas palabras en una tablilla. Por ellas te darás cuenta que sabía que Alexandra había sido sacada de su casa por el César, a petición tuya y de Petronio. El esperaba que te la enviaran y esta mañana estuvo en tu casa, donde le participaron lo ocurrido.

Y le mostró a Marco Aurelio la tablilla que le dejara el general.

El tribuno leyó y guardó silencio. Actea adivinó los pensamientos que se ocultaban bajo su tétrico semblante y le dijo:

–           No, Marco Aurelio. Lo sucedido se ha verificado por voluntad de la misma Alexandra.

Marco Aurelio exclamó atónito:

–           ¡Entonces tú sabías que se proponía huir!

Actea le contestó un tanto severa y pausando las palabras:

–           Yo sabía que ella no sería nunca tu concubina.

–           ¿Y tú? ¿Qué fuiste tú durante toda tu vida?

Actea respiró profundo y contestó con serenidad:

–           Yo… Fui ante todo, una esclava.

Pero no por esto se calmó la cólera de Marco Aurelio. El César le había dado a Alexandra. La buscaría, la encontraría y dispondría de ella a su antojo. ¡Así lo haría en verdad! Ella sería su concubina. Se fue exaltando más y más.

Y Actea comprendió que eran su dolor y su ira las que en realidad hablaban. Pudo haber sentido compasión hacia él; pero le agotaron la paciencia los arranques del joven y le preguntó:

–           ¿A qué debo el honor de tu visita?

Marco Aurelio contestó:

–           Pensé que tú me podrías dar algunas respuestas. Alexandra al emprender la fuga se está oponiendo a la voluntad del César y voy a solicitar una orden para buscarla por todo el imperio, si es necesario. Petronio apoyará esta petición y el registro comenzará hoy mismo. Así tenga que hacer uso de todas las legiones, la encontraré dondequiera que se haya ocultado.

Actea le advirtió:

–           Ten cuidado. No vaya a suceder que la pierdas para siempre, por disposición del César, desde el momento en que la encuentres.

Marco Aurelio frunció el ceño:

–           ¿Qué quieres decir?

–           Escúchame Marco. Ayer Alexandra y yo estábamos en los jardines de Palacio. Allí encontramos a Popea con la Infanta Augusta que era conducida por una africana. Por la tarde se enfermó la niña y Coralia la nutriz sostiene que ha sido víctima de un hechizo y que la mujer extranjera con la que Popea habló, fue la causante del maleficio. Si la niña mejora, esto quedará olvidado. Pero en caso contrario, Popea será la primera en acusar a Alexandra de hechicería. Y dondequiera que la encuentre, no habrá salvación para ella.

Después de un momento de silencio en el cual Marco Aurelio asimila lo que Actea le ha dicho, exclamó:

–           Pero quién sabe si sea verdad que ha hechizado a la niña ¡Si me ha hechizado a mí!

–           Coralia repite que la niña empezó a llorar desde el momento que pasó frente a nosotras. Y realmente eso es lo que sucedió. Lo cierto es que ya estaba enferma cuando la sacaron a los jardines. Marco, puedes buscar a Alexandra donde y cuando te plazca. Pero hasta que no haya recuperado la salud la Infanta Augusta no hables de tu amada al César, si no quieres atraer sobre ella la venganza de Popea. Alexandra ha derramado bastantes lágrimas por causa tuya. Quiera Dios conservar su pobre cabeza, pues su vida pende de un hilo.

–           Tú la amas Actea. ¿Verdad? –preguntó Marco Aurelio con acento melancólico.

–           Sí. La amo. Es una criatura fácil de amar. –contestó Actea.

Y las lágrimas asomaron a sus ojos.

–           A ti no te ha correspondido con odio, como a mí.-dijo Marco Aurelio suspirando.

Actea lo miró con duda, antes de exclamar:

–           ¡Hombre necio, apasionado y ciego!…  ¡Ella te amaba!

Marco Aurelio dio un salto.

–           ¡No es cierto! –gritó con dolor- ¡Ella me aborrece!… ¿Por qué dices eso? ¿Acaso ella te confesó sus sentimientos con tan solo un día de conocerla? Y además ¿Qué clase de amor es ese qué prefiere la vida errante, los infortunios, la pobreza, la incertidumbre del mañana y hasta una muerte ignominiosa quizá… a todo lo que yo le ofrecí?…

Y continuó con un borbotón de frases apasionadas que reflejan toda impotencia de sus más caros e íntimos deseos:

Toda su persona la anhelaba. La esperaba con una casa engalanada para recibirla, él que deseaba servirla y la adora como a una diosa. Él, que estaba dispuesto a ser su esclavo si era preciso. Él, que era un amante apasionado que la esperaba con una fiesta… Mejor para él no darle crédito a lo que dice, porque está a punto de enloquecer. No habría cambiado a esa joven por todos los tesoros del César y ella había huido de él.

¿Qué clase de amor es ése que tiene al alcance la felicidad y busca el dolor? ¿Quién podría comprenderlo? Si no fuera por la esperanza que aún abriga de poder encontrarla, ya se habría arrojado sobre su espada.

Y concluye desesperado:

–          El amor rinde, no hace huir. Es verdad que en la casa de Publio hubo momentos prometedores de una felicidad increíblemente cercana; pero ahora estoy convencido de que ella me odiaba entonces, me odia ahora y morirá con el corazón impregnado de odio hacia mí.

Actea, que normalmente es apacible y tímida; al escucharlo exclamó con gran indignación:

–           ¡Cómo te atreves a hablar así! ¿Cómo trataste de conquistar a Alexandra? En vez de inclinarte ante Publio y Fabiola para obtenerla de su mano y convertirla en tu esposa; la arrancaste de sus padres adoptivos, valiéndote de la estratagema de un rufián. Tú no deseaste una esposa, sino una concubina. La humillaste. A la hija adoptiva de una casa honrada.

A la hija de un rey; la trajiste a esta morada de crimen y de infamia. Todavía más: La profanaste haciendo pasar ante sus ojos inocentes, el espectáculo de una fiesta vergonzosa. Y te comportaste con ella, como si fuese una libertina. ¿Acaso olvidaste cómo era la casa de Publio y de Fabiola? ¿No sabías cómo la educaron?…

¿No tienes el suficiente criterio para comprender que hay mujeres distintas a Lucrecia, a Leticia y a Julia Mesalina; a Popea y a todas las demás que acostumbran asistir a las orgías de este palacio? ¿Acaso no te percataste con solo mirarla, de que Alexandra es una pudorosa doncella, que prefiere la muerte a la deshonra? ¿Cómo sabes qué clase de Dios adora ella y si no es más puro y mejor que los que adoran las depravadas mujeres de Roma? ¡NO! ¡Ella no me hizo ninguna confesión de amor actual! Pero sí me dijo que era a ti a quién pensaba recurrir en busca de auxilio y que esperaba de ti que le obtuvieras el permiso para regresar a la casa de Publio.

Y Alexandra al expresarlo, se ruborizó como una virgen que ama y  confía. En el corazón de ella, había latidos consagrados a ti. Pero tú en cambio, la aterrorizaste y la ofendiste. ¡La indignaste tanto!… Bien puedes buscarla ahora, con la ayuda de los soldados del César, pero debes saber que si llega a morir la hija de Popea, las sospechas recaerán sobre Alexandra, cuya destrucción es inevitable.

Marco Aurelio miró asombrado a Actea.

La siempre dulce y apacible Actea le ha hablado con imperial enojo, le ha soltado todas sus verdades y parece una emperatriz más temible que la misma Popea.

La emoción de saberse amado por Alexandra le cayó como un rayo, en medio de su rabia y su dolor. ¡Amado por Alexandra! Saber esto le conmovió todas las fibras de su ser. La recordó con su rostro ruborizado y sus ojos radiantes. Y le pareció que fue cuando ella empezó a amarlo. Y esa sola idea fue como una fresca brisa que le invadió de felicidad. De una felicidad mayor de la que nunca había experimentado y ansiado, hasta ese momento. Pensó que la habría podido conquistar gradualmente, sabiendo que su amor era correspondido. Ella hubiera sido su esposa y hubiera sido suya para siempre. ¿Por qué no lo había hecho así? Al principio lo había pensado y estaba dispuesto a hacerlo…

Pero ella había huido y acaso fuera imposible encontrarla. Y si lo hace, con ello causará su muerte. Y ahora, ni ella, ni Publio, ni Fabiola, le brindarán una acogida favorable…

Entonces su cólera se volvió contra Petronio. Él era el culpable de todo. De no haber sido por él y por haber escuchado sus consejos, Alexandra no se hubiera visto obligada a la fuga. Ella ya hubiera sido su esposa y ningún peligro amenazaría su vida. Pero ahora ya es demasiado tarde y ya nada tiene remedio. Es demasiado tarde…

–           ¡Demasiado tarde! –repitió en voz alta. Y al decir esto sintió que un abismo se abrió a sus pies.

Actea, como un eco repitió:

–           ¡Demasiado tarde!

Y esta frase le sonó a Marco Aurelio como una sentencia de muerte. 

En eso entró en el atrium Fabiola.

Y Marco Aurelio se encontró frente a frente, con su rostro triste. Había venido para tener noticias de Alexandra. Al verlo, palideció y le dijo serena:

–           ¡Qué Dios te perdone Marco Aurelio, el daño que nos has hecho a nosotros y a Alexandra! Y que te lleve a la Luz.

Él se mantuvo de pie con la cabeza inclinada, abrumado por un sentimiento de culpa y de infortunio. Se envolvió en su toga y salió de allí totalmente desconcertado y confundido. Avanzó por las inmensas galerías sumido en tormentosos pensamientos.

Ya no sabe cómo proceder. Por dónde empezar. Qué procedimiento seguir para remediar un mal que no tiene remedio. ¿Adónde acogerse? Una sola idea está fija en su mente: “O busca y encuentra a Alexandra. O algo funesto va a sucederle a él.” Sin comprender todavía lo que Dios debe o puede perdonarle. A su juicio, Fabiola no tiene razón para hablar de perdón. Debía clamar por venganza.

En el patio, en la galería; se ve una multitud de patricios y senadores pidiendo informes acerca de la salud de la infanta, para mostrarse en el Palatino y dar testimonio de su solicitud. Algunos notaron que viene del interior del palacio y le preguntan por la ‘divinidad’. Pero él apresura el paso sin contestar a nadie.

Hasta que Petronio, que viene con el mismo propósito, casi se estrelló con el pecho de Marco Aurelio al detenerlo.

A Petronio le salvó el que el joven viniese tan trastornado al separarse de Actea. Se siente tan deprimido y exhausto que hasta su ira se esfumó. Empujó a Petronio a un lado e intentó seguir su camino.

Pero el dramaturgo lo detuvo casi por la fuerza y preguntó:

–           ¿Cómo está la divina Infanta?

Marco Aurelio se irritó violentamente y contestó muy indignado:

–           ¡Qué los hados se la traguen a ella y a toda esta casa!

–          ¡Silencio, desgraciado! –exclamó Petronio mirando asustado a su alrededor y deseando que nadie hubiese oído. Y tomándolo del brazo para alejarlo, agregó precipitadamente: -Si quieres saber de Alexandra, ven conmigo. Aquí no te diré nada.

Le pasó el brazo por la espalda del joven tribuno. Le llevó afuera del palacio lo más rápido que pudo. En realidad no tenía noticias que darle. Pero a pesar de su disgusto, ama a su sobrino y se siente responsable por todo lo que ha  ocurrido.

Cuando entraron a la litera le dijo:

–           He ordenado a mis esclavos que vigilen todas las puertas de la ciudad. Si Publio y Fabiola intentan ocultarla, también he tomado mis providencias y pronto sabremos en donde está. Y empezaremos a buscarla hoy mismo por toda Roma.

Marco Aurelio le dijo muy deprimido:

–           Publio no sabe en dónde está.

–           ¿Cómo lo sabes?

–           He visto a Fabiola. Ella también la busca.

Petronio exhaló profundamente y contestó:

–          Ha sido una suerte para ti que el César no te la quitara. Estoy al tanto de todos los secretos del palacio.

Pero Marco Aurelio soltó un torrente de quejas, más doloridas que enconadas. Y con su voz quebrantada le refirió a Petronio su conversación con Actea, notificándole los nuevos peligros que amenazan a Alexandra. Peligros tan terribles que va a ser necesario ocultarla a todas las pesquisas de Popea, en el caso de que la encuentren. Él ya no puede vivir sin ella. Luego hizo a Petronio amargos reproches por los consejos que le había dado. De no ser por él, todo sería muy diferente. A medida que le fue relatando, ya no pudo contenerse y lloró amargamente de dolor y de cólera.

Petronio está atónito. Él jamás hubiera imaginado que Marco Aurelio estuviera enamorado hasta ese grado de desesperación. Y ve las lágrimas del valiente soldado con admiración y cierta envidia.

Cuando llegaron a la casa, el mayordomo les dijo que los esclavos enviados a las puertas no habían regresado y se les había enviado alimentos para que permanezcan vigilantes.

Petronio se volvió hacia su sobrino:

–           ¿Ya lo ves? Están en Roma. Los encontraremos. Pero es necesario que órdenes a tu gente, que también ellos vigilen. Envía los mismos esclavos que fueron a buscarla antes, porque la reconocerán más fácilmente.

Marco Aurelio suspira con desaliento, pero contesta:

–           Revocaré las órdenes que di, de enviarlos a las prisiones rurales y los enviaré a las puertas.

Escribió sobre una tablilla y Petronio la envió al punto, a la casa de Marco Aurelio. Luego pasaron al pórtico interior, se sentaron en una banca y empezaron a conversar. Aurora, la de los cabellos dorados; les escanció sendas copas de vino de unas jarras que son unas primorosas obras de arte.

Petronio preguntó:

–           ¿Hay entre tus siervos alguno que conozca a ese gigantesco parto?

Marco Aurelio contestó:

–          Secundino y Lucio lo conocían. Pero Secundino cayó al pie de la litera y a Lucio lo maté yo.

–           Lo siento. Lucio como a ti, también me llevó a mí en los brazos.

–          Pensaba manumitirlo… Pero ya no hablemos de él. Mejor dime como hallaremos a Alexandra. Roma es…

–           Por supuesto que no será fácil y tal vez tardemos un poco. Pero lo seguro es que la encontraremos. Tú acabas de acusarme de haberte aconsejado el procedimiento. Pero éste en sí era bueno. Solo fue malo cuando se arruinó. Tú oíste decir al mismo Publio que pensaba retirarse a Sicilia con todos los suyos. Y en ese caso la joven también estaría lejos de ti.

–           Yo los habría seguido y ella estaría fuera de peligro. Pero ahora, si esa niña muere, Popea creerá que ha sido culpa de Alexandra.

–           Cierto. Y eso me alarma a mí también. –Petronio reflexionó unos momentos y agregó- se dice que Popea sigue la religión de los judíos y cree en espíritus malignos. El César es supersticioso. Si hacemos correr el rumor de que los espíritus arrebataron a Alexandra, esa noticia será creída. Especialmente porque ni César, ni Publio la han interceptado. Su fuga ha sido realmente misteriosa. Ese parto no pudo haberla efectuado solo y ¿Cómo puede un esclavo reunir tantos cooperadores en un solo día?

–           Los esclavos se auxilian mutuamente en Roma.

–           Sí, pero algunos pagan eso con la vida. Es verdad que se ayudan recíprocamente, pero no unos contra otros. Y en este caso sabían que la responsabilidad y el castigo caerían sobre los suyos. Por eso es muy improbable que haya sucedido así.

Después de reflexionar un momento, Marco Aurelio preguntó:

–           Bernabé no pudo hacerlo solo. Entonces ¿Quién lo ayudó?

Petronio contestó:

–           Sus correligionarios.

–           ¿Quiénes son?

–           ¿Cuál es la deidad que ella adora?

–           No lo sé.

–           Habrá que averiguarlo…  

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA