Archivos diarios: 12/02/24

906 El Corderito de Dios

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

574b Hacia el Valle del Jordán

10/11/23

Enón queda atrás.

Bajan hacia el Jordán, hacia la llanura del valle del Jordán,

hacia nuevos acontecimientos, desconocidos todavía…

Pero el niño no se vuelve para mirar.

No hace comentarios.

No piensa.

No suspira.

Sonríe.

Mira a Jesús, allá, delante de todos, verdadero Pastor seguido por su rebaño.

Por ese rebaño del que ahora él, el pobre muchacho, también forma parte…

Y de improviso canta, a voz en grito…

Sonríen los apóstoles diciendo:

–               El muchacho se siente feliz.

Sonríen las mujeres diciendo:

–              El ave prisionera ha vuelto a encontrar libertad y nido.

Sonríe Jesús volviéndose para mirarlo.

Y su sonrisa, como siempre, parece hacer todo más luminoso…

Lo llama diciendo:

–              Ven aquí, corderito de Dios.

Quiero enseñarte una bella canción.

Y entona, seguido por los otros, el salmo:

«El Señor es mi Pastor.

Nada me faltará.

Me ha puesto en un lugar de abundantes pastos» etc. (salmo 22 que en la Neovulgata es el 23)

La hermosísima voz de tenor de Jesús se extiende por la campiña feraz.

Una voz tan potente por su carga de alegría;

que resalta sobre las otras, incluso sobre las mejores.

María de Alfeo dice:

–                Se siente feliz tu Hijo, María.

La Virgen le responde:

–               Sí, se siente feliz.

Todavía le queda algo de alegría…

María de Mágdala pregunta:

–               Ningún viaje es infructífero.

Jesús pasa derramando gracias.

Siempre hay alguno que verdaderamente encuentra al Salvador.

¿Recuerdas aquel atardecer en Belén de Galilea?

–               Sí.

Pero no quisiera recordar a aquellos leprosos, ni a este ciego…

María Salomé observa:

–              Tú perdonarías siempre.

¡Eres muy buena!

Pero también es necesaria la justicia.

Magdalena interviene:

–              Es necesaria.

Pero buena cosa es para nosotros que sea mayor la misericordia.

Juana de Cusa:

–              Tú puedes decir eso, pero María…

Susana:

–              María no quiere otra cosa sino perdón…

Aunque Ella no lo necesita.

¿No es verdad, María?

La Virgen dice:

–              No quisiera otra cosa sino perdón.

Sí, sólo perdón.

Ya el hecho de ser malo debe ser un terrible sufrimiento… – y suspira al decirlo.

Martha interviene:

–                ¿Tú perdonarías a todos?

¿Sin excepción alguna?

Y…

¿Sería justo hacerlo?

Hay quien se obstina en el mal y echa a perder todo género de perdón,

burlándose de él por tacharlo de debilidad.

María Stma.  responde:

–            Yo perdonaría.

Por mí perdonaría.

No por necedad;

sino porque a todas las almas las veo como a un niño más o menos bueno;

como a un hijo…

Una madre siempre perdona…

Aunque diga:

«La justicia requiere un justo castigo»

Si una madre pudiera morir por engendrar un corazón nuevo, bueno;

para el hijo malo…

¿Vosotras creéis que no lo haría?

Pero no se puede.

Hay corazones que rechazan toda ayuda…

Y yo pienso que incluso a ésos, la piedad ha de concederles perdón.

Porque ya grande es el peso que tienen en su corazón:

El de sus culpas, el del Rigor de Dios…

¡Oh, perdonemos, perdonemos a los culpables!…

¡Ahh!…

Si quisiera Dios acoger nuestro absoluto perdón,

para disminuir la deuda de los culpables!…

En tono de queja, María de Alfeo dice:

–            ¿Pero por qué lloras siempre, María;

incluso ahora que tu Hijo ha tenido un momento de alegría?

–             No ha sido alegría completa;

porque el culpable no se ha arrepentido…

La alegría de Jesús es completa cuando puede redimir.

Nique, que ha estado siempre callada…

De improviso dice:

–             Dentro de poco estaremos de nuevo con Judas de Keriot.

Las mujeres se miran…

Como si esta sencilla frase, fuera una cosa extraordinaria:

como si detrás de ella se escondiera…

Algo grande muy grande.

Pero ninguna dice nada.

Jesús se ha detenido en un olivar hermosísimo.

Se detienen todos.

Jesús bendice, parte el alimento…

Y lo reparte.

Benjamín mira todo lo que le han dado y pone orden en ello:

Túnicas demasiado largas o demasiado anchas, sandalias no adecuadas para su pie;

almendras todavía con su cáscara verde, las últimas nueces, un quesito, algunas manzanas rugosas;

un cuchillito.

Está contento con sus tesoros.

Ofrece lo de comer.

Las prendas de vestir las dobla y dice:

–              Me pondré la más bonita para Pascua.

María de Alfeo promete:

–              En Bethania te la arreglaré perfectamente.

De momento deja ésta fuera.

En Tersa la mojaré y más adelante habrá hilo para componerla.

Respecto a las sandalias…

No sé qué solución encontrar.

Magdalena dice:

–              Se darán éstas al primer pobre que encontremos…

Y que tenga un pie tan grande.

Se te comprará un par nuevo en Tersa.

Martha pregunta:

–               ¿Con qué dinero, hermana?

–               ¡Ah, es verdad!

No tenemos ya ni un céntimo…

Pero Judas tiene dinero…

Así Benjamín no puede recorrer mucho camino;

¡Con estas sandalias tan deterioradas!

Y además, ¡Pobre niño!

Su alma ha recibido la gran alegría, pero también su humanidad debe recibir una sonrisa…

Ciertas cosas agradan.

Susana, joven y alegre, ríe diciendo:

–              ¡Hablas como si supieras por experiencia;

que un par de sandalias nuevas constituyen la alegría de uno que no las haya tenido nunca!

–             Es verdad.

Pero es porque en realidad sé lo que puede agradar un vestido seco cuando estamos mojados.

Y uno fresco cuando sólo se tiene uno.

Yo lo recuerdo…

Reclinando la cabeza en el hombro de María Santísima, dice:

–              ¿Te acuerdas, Madre? – y la besa con ternura.

Jesús da la orden de reanudar la marcha, para estar en Tersa antes del anochecer:

–             Estarán preocupados aquellos dos, que no saben…

Santiago de Alfeo propone:

–              ¿Quieres que nos adelantemos y les digamos que estás llegando?

–               Sí.

Id todos menos Juan, Santiago y mi hermano Judas.

Tersa no está lejos…

Id, pues.

Preguntad por Judas y Elisa.

Entretanto id preparando los lugares para nosotros, porque;

habiendo tardado tanto y trayendo con nosotros a las mujeres;

conviene que nos quedemos por la noche…

Nosotros, entretanto, os seguiremos.

Esperad junto a las primeras casas…

Los ocho apóstoles se marchan raudos,

Jesús, más lentamente, los sigue.