757 Cuando No Retumba el Rayo7 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

529 Enseñanzas a los apóstoles mientras realizan trabajos manuales en casa de Juan de Nobe.

Los días son fríos por el invierno que se acerca más…

Ya se siente en el viento que sopla entre los árboles desnudos de follaje.

Son fríos y serenos estos primeros días de Diciembre.

En la cima del montecito donde está construida Nobe, el viento frío aunque templado por el sol;

que desde la aurora al ocaso acaricia con sus rayos las casas y los huertos,

se miran adornados con pequeños bancales verdes por las hortalizas invernales, al amparo de las casas.

Y con otros del color de la tierra cuando está bien nutrida…

Son desnudos bancales ya preparados para la siembra de las legumbres.

Mirando alrededor…

Donde los ojos no ven tono gris de olivos, serpentino y esquelético fluir de vides desnudas,

Se pueden contemplar campos arados, sembrados ya con cereales,

que pronto germinarán con el primer calor de la precoz primavera palestina, templadas por el sol.

En los días serenos, como es el que señorea ahora, hay ya templanza de primavera germinadora;

tanto que en los almendros rayanos a las casas,

las yemas se hinchan en las ramas que sólo pocos días antes aparecían completamente infecundas.

Yemas oscuras que apenas destacan en las ramas, oscuras también ellas;

pero que ya testifican que la vida llega, que está próximo a despertar el robusto tronco.

En el pequeño huerto de Juan, en la parte de atrás de la casa, hay una franjita de terreno cultivado,

mientras que el terreno que orilla la casa está custodiado por un nogal.

En esa franjita se alza un grueso almendro, quizás más viejo que el amo;

tan pegado a la casa, que por un buen trecho de tronco ha tenido que echar ramas sólo por tres partes,

porque en la cuarta, la pared de la casita lo impedía.

Pero más arriba, el árbol se suelta formando una maraña de ramas que cuando florezcan,

parecerán una nube ligera por encima de la terraza.

Serán un precioso dosel, más hermoso que un baldaquino regio.

Y para no estar ociosos…

Jesús y los apóstoles trabajan bajo el solecito que alegra y calienta.

Ceñida la túnica a la cintura, los que saben de carpintería y de cierres, arreglan o hacen nuevos utensilios y jambajes.

Otros excavan el terreno con la azada, recalzan en las verduras trasplantadas;

refuerzan un seto de cañas secas y de espino albar verde, que cierra por dos partes el pequeño huerto.

Podan el almendro y el nogal.

Atan sarmientos que el viento del invierno ha desatado.

Todos los apóstoles trabajan en el huerto y en la casa de Juan de Nobe, igual que lo hicieran en aguas hermosas.

Jesús y sus primos ajustan una puerta que en la parte baja estaba podrida…

Y que tenía el cerrojo medio arrancado.

Por su parte, Felipe y Bartolomé trabajan con tijeras de podar y hocino, en los viejos árboles frutales;

mientras los pescadores están atareados con unas sogas y unas mantas viejas:

Quién componiéndolas con unos puntos..

Muy masculinos.

Quién poniendo arandelas y carrillos, con la intención de crear en la terraza, un toldo útil en el verano.

Elisa teje sentada en la terraza, apoyada la espalda contra una pared.

Y los demás se ocupan en arreglar el tejado de una terraza.

Asomándose por el antepecho de la terraza para hablar con la anciana discípula;

que está hilando lana, sentada contra la soleada pared…

Pedro dice:

–                    Vas a estar muy bien aquí, Elisa.

La mujer responde:

–                      Sí.

Hablando entre dientes, porque tiene en la boca unos juncos con los que está atando los sarmientos a los soportes.

Felipe agrega:

–                      Cuando la vid esté templada y el almendro arreglado…

Este lugar en verano, será verdaderamente bueno.

Pedro se asoma por una pared de la terraza y dice:

–                       Aquí estarás bien, Elisa.

Felipe, mientras amarra los ramojos a las estacas…

agrega:

–                       Tienes razón, Pedro.

Cuando la vid se haya alargado y el almendro arreglado;

será un buen lugar en el verano.

Jesús levanta la cabeza para mirar a su alrededor…

Contemplando algo muy particular, que lo mantiene silencioso.

Mientras Elisa, la voltea para mirar al Maestro…

Diciendo con tristeza:

–                   ¿Quién sabe si estaremos aquí en el verano?..

Andrés pregunta:

–                       ¿Y por qué no?

Llena de incertidumbre, Elisa titubea:

–                     Pues…

No sé…

No me formo esperanzas desde que…

Yo no hago ya cálculos sobre el futuro…

Desde que he visto que cada pronóstico mío termina con un sepulcro.

Tomás interviene:

–                       ¡Ey!

El Maestro no se va a morir pronto…

Y Él ha elegido este lugar para morada suya.

¿No es verdad, Señor?

Mientras trabaja con el cepillo en el lado de la puerta que está arreglando;

Jesús contesta:

–                  Es cierto.

Pero también es lo que dice Elisa…

–                 Tú eres joven.

¡Y sobre todo, sano!

Jesús replica:

–                No solo se muere de enfermedad.

Bartolomé refiere:

–                ¿Quién está hablando de muerte?

¿Tú Maestro?

¿Lo dices por Ti?…

En verdad parece que hace tiempo se ha calmado el odio.

Mira, nadie nos perturba.

Saben que estamos aquí.

Incluso ayer se encontraron con nosotros, mientras volvíamos de la ciudad con las compras y no nos molestaron.

Juan se dirige a su hermano y dice:

–                 Cierto.

Lo mismo nosotros, mientras íbamos a los pueblos cercanos a avisar que estabas aquí.

Nunca ninguna molestia.

Y eso que nos topamos con Elquías, Simón Boeto, Sadoc, Samuel, Nahúm…

Y hasta Doras.

También nos han saludado.

¿Verdad Santiago?

Santiago de Zebedeo contesta:

–                 Cierto.

Debemos aceptar que Judas de Keriot  ha trabajado muy bien.

Mientras en nuestros corazones lo criticábamos, regresamos aquí.

Y…

¡No ha habido ninguna molestia!

Los hechos confirman sus palabras.

Parece que hubiéramos vuelto a los bellos días de Aguas Hermosas.

¡Ah!

¡Aquellos primeros tiempos!…

¡Oh, si fuese verdad!…   -suspira el hijo de Zebedeo.

Pedro lo acompaña con otro suspiro mayor:

–                 ¡Oh!

¡Ojalá fuera verdad!

¡Ojalá fuera verdaderamente así!…

¡Ojala lo fuera!

Mientras gira el uso…

Elisa intercala con tono de proverbio:

–                 ¡Cuando no retumba el rayo, no quiere decir que haya sereno!

Pedro pregunta:

–                  ¿Qué insinúas?

Elisa sentencia:

–                Digo que a veces una gran paz en lugar donde hay tormentas…

Es preparación a una tempestad más peligrosa que nunca.

Tú, que eres pescador, deberías saberlo.

–                       ¡Qué si lo sé mujer!

El lago es a veces, una enorme tinaja llena de aceite azul.

Generalmente, cuando la vela está pendiente y el agua quieta…

La tormenta está por echarse encima.

¡Y qué borrasca!

Viento de bonanza, viento de sepulcro para los navegantes.

Viento de calma chicha…

Viento que sepulta a los marineros porque están en el ojo del huracán…

La discípula recomienda:

–                       ¡Uhm!

Si yo estuviese en vuestro lugar, desconfiaría de ‘taaanta’ paz

¡Demasiada, diría yo!

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