¡VOLAR EN AMOR Y HACIA DIOS!25 min read

Mayo 7 2020

Habla Dios Espíritu Santo

     Mis pequeños, Soy el Amor de Dios.  Si el mundo entendiera que viviendo en el Amor todo sería el Cielo, el Cielo en la Tierra.
    
     Vosotros Mis pequeños queréis alimentaros, pedid el Amor, pedid Mi Amor, el Amor de vuestro Dios Espíritu Santo.

     Yo Soy vuestro Dios el Santo Espíritu, el Santo Espíritu que vendrá a la Tierra a renovar todo y a renovarlo por el Amor.
    
Si, el mundo ahora se debate en todo lo contrario, es por el Enemigo.

El Enemigo el que ha querido destruir todo lo que se creó por el Amor, pero es Mi Amor el que lo ha de vencer.

Será eliminado, será echado afuera de la obra de Dios, será apartado; porque todo aquello que no está con Dios tiene que ser apartado, es el Amor el que ha de Triunfar.

   A vosotros se os ha dado esa Gracia y la habéis aceptado.

Y la habéis hecho crecer no solamente en vosotros, sino en los vuestros; habéis transmitido lo que se os dio por gracia Divina, por regalo Divino, Mi Amor.

     Ahora os pido Mis pequeños que lo sigáis transmitiendo no solamente en ejemplo, en palabra, en obra; sino en Oración, para que podáis llegar a todos los rincones de la Tierra.

Nosotros tomareMos vuestras peticiones a través de Mi Esposa, la Santa Virgen María, Ella me trae todas vuestras peticiones.

      Si, Mi Hijo el Amor, el Verbo, vino a la Tierra a enseñaros ése Amor que Es hechura de Dios, Yo Soy vuestro Dios junto con el Padre y con el Hijo, todos Una misma Persona,

Pero a todos nos une una cosa: el Amor.

Y mientras no se viva el Amor entre vosotros no habrá unión; por eso, unid, unid en vuestro corazón al mundo entero, unidlo al Cielo.

    Ya se os había dicho que con un puñado de gente totalmente consagrada a Nuestro Amor,  Nosotros podríamos marcar al Mundo, marcarlo en el Amor y unirlo. 

Por eso os pido Mis pequeños que hagáis eso.

Más hacedlo de corazón y con ése ferviente deseo que tiene también el Padre de unir; pero que salga de vosotros  pequeños, hacia los pequeños.

Porque el Amor grande ya está implantado en vuestro corazón y vosotros tenéis el deseo de vuestro Dios.

     Amaos los unos a los otros eso os lo dijo el Verbo y os lo repito nuevamente:

Amaos los unos a los otros como la Trinidad de Dios os Ama. Uníos, uníos.

 Os pido os preparéis para la Fiesta de Pentecostés que ha de venir.

Como os he dicho, Satanás prepara a su ejército, pero Nuestra Santísima Trinidad también prepara a Nuestro ejército.

Mis pequeños, vuestras potencias espirituales son tremendas, son grandísimas, pero vosotros no las aprovecháis porque

NO QUERÉIS ESTAR CONSCIENTES DE ELLAS.

Imaginad que vosotros compráis un coche con lo último en tecnología, lo más alto en tecnología, que puede correr a altas velocidades, es un coche que todos quisieran tener,

PERO VOSOTROS LO SACÁIS A LA CALLE Y LO LLEVÁIS A 30 KM/H

Y NO UTILIZÁIS TODA LA ALTA TECNOLOGÍA QUE TIENE ADENTRO,

PORQUE NO HABÉIS LEÍDO EL MANUAL PARA UTILIZAR TODA ESA TECNOLOGÍA

En lo espiritual estáis así, Mis pequeños. Las potencias de vuestra alma son inmensas.

Ciertamente vuestro cuerpo detiene mucho de esas potencias, porque todavía estáis muy avocados a darle más gusto al cuerpo que a vuestra alma.

Tenéis las potencias, tenéis el manual, que son los Mandamientos y todo lo que se os ha enseñado, para que podáis dar Gloria a Nuestra Santísima Trinidad.

PODÉIS HACER MUCHO PARA EL CIELO,

PODÉIS AYUDAR A INFINIDAD DE ALMAS EN SU SALVACIÓN,

Pero seguís prefiriendo vuestro cuerpo, vuestros gustos temporales…

Y no le hacéis caso a vuestra alma ni a Mi Presencia en vosotros.

Sabéis que Yo Vivo en vosotros desde el momento de vuestra concepción y os voy aconsejando a lo largo de vuestra existencia, lo que debéis hacer, lo que debéis evitar,

cómo crecer espiritualmente para alcanzar vuestra santidad y cómo debéis rechazar el pecado, para que no perdáis la oportunidad de regresar nuevamente al Reino de los Cielos.

Todo esto lo lográis a través de la Oración,

Y UNA GRAN MAYORÍA DE VOSOTROS NO ORA LO SUFICIENTE

O PRÁCTICAMENTE NADA

COMO PARA QUE YO PUEDA MANIFESTARME EN VOSOTROS

Y HACEROS CRECER EN VIRTUDES, EN CARISMAS, EN AMOR

Hay tantas bendiciones que quereMos derramar sobre las almas, pero no nos las pedís.

Vivís inmersos en este mundo, mundo que os hace olvidar las potencias que tenéis en vuestro interior.

Algunos deseáis tener las potencias de algunos santos, pero no hacéis nada para obtenerlas. 

CIERTAMENTE LOS DONES Y CARISMAS

TAMBIÉN OS LLEVAN A UNA RESPONSABILIDAD,

NO SON PARA JUGAR,

NO SON PARA ENVANECEROS ANTE VUESTROS HERMANOS;

LOS DONES, CARISMAS, VIRTUDES,

SON PARA SERVIR, NO PARA QUE OS SIRVAN.

El Amor, Nuestro Amor, que tenéis también en vuestro interior, pero que no dejáis que fluya a través de vosotros, de vuestras palabras, acciones, pensamientos, lo tenéis todo estancado en vuestro interior;

Preferís ser como los demás, no queréis ser diferentes para que no os señalen u os persigan u os hagan a un lado porque sois diferentes; porque creéis en Dios, porque habláis de cosas buenas.

Estos son martirios incruentos Mis pequeños, que os llevan a la santidad; porque os estáis apartando del mundo.

Os estáis apartando de la maldad, os estáis apartando de todo aquello que no os ayuda a crecer espiritualmente.

Sois esa María que prefiere estar junto a la Palabra, a la Sabiduría, y no esa Martha del mundo que, ciertamente quiere tener todo en orden, pero es del mundo, y no quiere crecer espiritualmente.

Tenéis un horizonte inmenso Mis pequeños, cuando dejáis que Yo Me libere en vosotros.

 CIERTAMENTE VIVO EN VOSOTROS,

PERO ME TENÉIS CALLADO, ESCLAVIZADO, ENCADENADO

SOY VUESTRO DIOS ESPÍRITU SANTO

CON UN POTENCIAL INMENSO QUE QUIERO COMPARTIR CON VOSOTROS

PERO VOSOTROS NO QUERÉIS ESCUCHARME

ORACIÓN + FE = MILAGROS

NI QUERÉIS TOMAR TODOS ESOS TESOROS ESPIRITUALES

QUE OS VAN A ENGRANDECER ANTE DIOS Y ANTE LOS HOMBRES. 

Desperdiciáis mucho, Mis pequeños. Y se os tomará en cuenta eso en vuestro Juicio Personal. Mucho se os dio y poco quisisteis tomar.

Recordad que venís a servir a vuestro Dios, ayudando a la salvación de vuestros hermanos,

y para que el Cielo se dé aquí en la Tierra a través del Amor y de la vida de Amor que debéis vosotros enseñar a vuestros hermanos.

Debéis ser ejemplos de Amor.

Entrad en Oración a vuestro corazón, platicad conMigo, vuestro Dios.

DejadMe que os guíe, dejadMe que os instruya, dejadMe que os de la Sabiduría Divina, para que seáis esas almas que quereMos ver entre los seres humanos,

Almas que brillen, almas que alaben Nuestro Amor,

¡Almas felices, contentas porque viven el Cielo en la Tierra!

Porque habéis dejado que Nuestra Presencia Viva en vosotros plenamente y se manifieste ante los hombres.

DEJADME PUES MIS PEQUEÑOS, TRANSFORMAROS,

LO NECESITARÉIS PARA ESTOS TIEMPOS DIFÍCILES QUE SE ACERCAN

SI NO OS LLENÁIS DE NUESTRO AMOR,

PADECERÉIS INMENSAMENTE

PORQUE SATANÁS NO PUEDE CONTRA NUESTRO AMOR

Y SI VOSOTROS ESTÁIS LLENOS DE NUESTRO AMOR,

DIFÍCILMENTE OS VENCERÁ. 

Manteneos unidos en Paz, en Amor, en Armonía Santa entre vosotros y mantened esa vida de Oración, que es comunicación con el Cielo,

para que os dejéis guiar a donde Nosotros, en Nuestra Santísima Trinidad, os quereMos guiar a cada uno de vosotros.  

Esclavizaos a Nuestro Amor y estad seguros que no os arrepentiréis de estar esclavizados al Amor de vuestro Dios.

Yo os bendigo en la Trinidad Perfecta del Amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo y en el nombre del Perfecto Tabernáculo Viviente, en la persona de la Santísima Virgen María.

Yo os concedo Mi Sabiduría y Mi Paz.

Id, hijitos Míos, a transmitir y a vivir el amor de vuestro Dios y así lograréis empezar a vivir en el camino de la realización plena, en la perfección, que se obtiene al vivir vida de AMOR

Yo os bendigo en el Amor de Mi Padre, en el Amor vivido por el Hijo y por Mi Amor infundido en los corazones.

http://diospadresemanifiesta.com/

LEVITACIÓN EN LOS SANTOS Y PERSONAS PIADOSAS

Leroy recogió doscientos quince casos; lo que constituye un fenómeno bastante raro.

Ciertos hechos citados en el Antiguo Testamento tienen ciertas analogías con la levitación.

Enoch raptado vivo en la tierra, Elias y su carro de fuego y Habacuc transportado desde Judea a Babilonia.

El Nuevo Testamento nos habla del traslado de Nuestro Señor sobre el pináculo del templo de Jerusalén, luego sobre la cumbre de un monte.

Finalmente, está el paseo de Nuestro Señor y San Pedro sobre el agua, y la Ascensión.

Desde esa época hasta nuestros días, las levitaciones (conocidas) parecen distribuirse casi parejas a través de los siglos.

Tenemos unas veinte para el siglo XIX y el comienzo del siglo XX.

«El caso más notable es el de San José de Cupertino en el siglo XVII.

 SAN JOSÉ DE CUPERTINO (1603-1663)

Sin duda uno de los santos mejor conocido por levitar durante la oración es San José de Cupertino, que experimentó tantas levitaciones que fueron presenciadas por sus hermanos de la Orden Franciscana y otros, que es considerado como el santo patrón del avión de pasajeros.

En la Biografía oficial de Fr. Angelo Pastrovicchi, que fue publicada por primera vez en 1767, el autor afirma que:

«No sólo durante los dieciséis años de estancia del santo en Grottella, sino durante toda su vida, estos éxtasis y vuelos eran tan frecuentes, como se lo demuestra en las actas del proceso de beatificación.

Que desde hace más de treinta y cinco años, sus superiores no le permitían participar en los ejercicios en el coro y el refectorio o en las procesiones, para que no molestara a la comunidad».

San José estaba a menudo embelesado en levitaciones notables, a menudo se dejaba llevar por Dios a distancias.

En los registros de su proceso de beatificación oficial [Acta Sanctorum], se registran setenta de sus levitaciones y vuelos extáticos.

Una noche de Navidad del Santo invitó a algunos pastores a unirse en la celebración del nacimiento del Salvador.

Cuando empezaron a tocar la gaita y las flautas, el Santo dejó escapar un grito de alegría y voló de una distancia considerable por el aire hasta el altar mayor.

Permaneció en su éxtasis alrededor de un cuarto de hora.

A pesar de que estaba en el aire inclinado sobre varias velas encendidas, sus vestimentas no se vieron afectadas.

Como de costumbre, todos los presentes estaban asombrados por el milagro.

Durante una ceremonia de profesión en Cupertino, el santo de pronto se elevó a la altura del púlpito y se mantuvo durante algún tiempo con los brazos extendidos y las rodillas dobladas.

¡Imagínese el asombro de los religiosos y de la congregación!

‍Un Jueves Santo, mientras rezaba ante una representación del santo sepulcro que estaba situado sobre el altar mayor y encendido con muchas velas y lámparas, el santo se levantó en el aire y voló hacia el altar.

Sin tocar ninguna de las decoraciones, se mantuvo por un tiempo hasta que el superior le ordenó su regreso.

Otra vez al escuchar a un sacerdote decir: «Padre José, que hermoso Dios ha hecho el Cielo»,

‍el santo salió volando y se quedó en las ramas superiores de un olivo.

Allí permaneció en una posición de rodillas durante media hora, mientras que la rama en que se apoyaba lo balanceó tan ligeramente como si se hubiera posado un pájaro pequeño en ella.

‍Una vez al pasar por Monopoli en su camino a Nápoles, fue dirigido por su compatriota religioso a la iglesia del monasterio para ver una nueva imagen de San Antonio de Padua.

Tras contemplar desde la distancia, de repente voló a la estatua y luego volvió a su antiguo lugar.

Después que la Inquisición oyó hablar de estas maravillas, sintieron la necesidad de investigar y ordenaron que el santo diera misa en su presencia en la Iglesia de San Gregorio de Armenia, que perteneció a las monjas de San Ligorio.

‍De repente, el santo se levantó con un fuerte grito desde una esquina y mientras oraba, voló hacia el altar.

‍Se quedó de pie en el aire, inclinándose sobre las flores y las velas encendidas con sus brazos extendidos en forma de cruz.

«En estos momentos yo no os puedo amar como quisiera amaros, vuestro cuerpo no soportaría tanto amor, tanta belleza, tanta vida, que yo le doy al alma cuando me ama de corazón.»

Las monjas lloraban alarmadas de que se iba a prender fuego, pero él regresó al piso ileso.

‍Sin duda uno de los testigos más importantes de las levitaciones del santo fue el papa Urbano VIII.

‍Durante la primera estancia del santo en Roma fue con el Padre General a visitar al Papa.

Mientras estaban agachados a los pies del Pontífice el santo quedó cautivado y se elevó en el aire hasta que el Padre General le ordenó que regresara.

El Papa se maravilló ante el fenómeno y le dijo al Padre General que él mismo testificaría sobre el acontecimiento si el santo muriera durante su pontificado.

Para satisfacer la curiosidad del embajador español ante la Corte Papal y su esposa que fueron a Asís con el propósito de ver a San José, al santo le dijo Fr Custos de ir a la iglesia y visitar la estatua de Nuestra Señora.

Al entrar en la iglesia él miró hacia la estatua de la Inmaculada Concepción en un altar, y voló sobre las cabezas de los presentes, y se mantuvo en el aire a los pies de la estatua.

Después de unos momentos voló hacia atrás y luego se retiró a su celda.

‍Ocasionalmente los éxtasis del Santo duraban seis o siete horas.

‍Un aspecto curioso es que, cuando le sobrevenía un éxtasis en la Santa Misa, siempre la reanudaba donde la había dejado.

‍Otro aspecto inusual es que sus vestidos no eran perturbados durante sus muchos vuelos tanto si viajaba hacia adelante o hacia atrás, hacia arriba o hacia abajo.

Era tal el fuego del amor por Dios de San de José de Cupertino que se podía casi siempre llevarle a una levitación con sólo decir el amor adorable de Dios o la Virgen María, o dándole a contemplar una imagen de Jesús o María.

Las actas de su proceso de canonización, en realidad, comprobaron más de 70 casos de rapto personal en la sola ciudad de Cupertino o en las cercanías.

Se trata en él, casi siempre, de vuelos extáticos, es decir, de levitaciones con movimiento de traslación.

Según advierte la bula de canonización, publicada el 16 de julio de 1767 por Clemente XIII, ningún Santo puede comparársele en este aspecto.

Se le vio volar del centro de la iglesia hasta el altar mayor, por un trecho de 25 metros aproximadamente; elevarse hasta el pulpito en la misma forma, volar sobre árboles y quedarse posado sobre ramitas flexibles.

Le ocurrió que con él se levantaran un confesor del convento de Cupertino, el Padre guardián del convento de Asís y un alienado que se le llevara para ser curado.

El papa Urbano VIII fue testigo de una levitación, lo mismo que en 1645 el Gran Almirante de Castilla, cuya esposa se desmayó por la emoción.

«La más célebre, sin duda, de las levitaciones de José de Cupertino fue la que presenció Federico de Brunswick y que asombró tanto a ese príncipe, que le determinó a abandonar la religión luterana.

Juan Federico, de entonces de 25 años, visitó en 1649 las principales cortes europeas.

Hallándose en Roma, quiso llegar hasta Asís, donde le impelía el renombre del Santo.

La mañana siguiente a su llegada al convento, asistió con dos chambelanes a la Misa celebrada por José.

Y le vio elevarse del altar en que oficiaba, cubrir de rodillas en el aire una distancia de cinco pasos y volver al altar.

Al día siguiente, en el momento de la consagración, José se levantó un palmo del suelo y se mantuvo así más de cinco minutos sobre la grada del altar, con el brazo levantado, sosteniendo la Hostia.

Al ver eso, narra Pastrovicchi, el príncipe se puso a llorar.

Uno de sus chambelanes, como él luterano, declaró que lamentaba haber venido para asistir a un espectáculo que trastornaba sus convicciones.

El príncipe, después de una conversación con José, no sólo se declaró católico, sino que después de haber asistido a las completas y seguido la procesión, se enroló como miembro de la Orden Franciscana.

Volvió en seguida a Brunswick para arreglar algunos asuntos y, el año siguiente, volvió a Asís para abjurar solemnemente a manos de José, en presencia de los cardenales Facchinetti y Rappacioli.

El chambelán luterano H. J. Blume se convirtió a su vez en 1653.

Una de las últimas levitaciones de San José, es la que ocurrió durante una operación.

He aquí la exposición del cirujano Francisco de Pierpolo, que observó los hechos:

«Durante la última enfermedad del Padre José, de acuerdo con las órdenes del médico Jacinto Carosi, tuve que aplicar una cauterización en la pierna derecha.

El Padre José estaba sentado sobre una silla, con la pierna apoyada sobre mi rodilla.

Ya estaba aplicando yo el hierro para la operación; noté entonces que el Padre José estaba arrebatado fuera de sí y en una abstracción completa; los brazos estaban extendidos, los ojos abiertos y vueltos hacia el cielo; la boca estaba entreabierta; la respiración parecía haber cesado.

Noté que estaba levantado de un palmo más o menos sobre la silla citada, en la misma posición en que se hallaba antes del éxtasis.

Traté de bajar la pierna pero no lo logré: la misma quedó extendida.

Una mosca se había posado en su pupila; cuanto más me esforzaba en echarla, tanto más se obstinaba al parecer en volver al mismo sitio; al final tuve que dejarla.

Para observar mejor al Padre José me puse de rodillas.

El médico antes citado le observaba como yo.

Ambos reconocimos visiblemente que el Padre José estaba arrobado, sin sentido físico, y que además estaba bien suspendido en el aire, como dije.

Esta situación duró un cuarto de hora, hasta que llegó el Padre Silvestre Evangelista, que vivía en el convento de Osimo.

Después de haber observado el fenómeno, este ordenó al Padre José de volver en sí por santa obediencia y lo llamo por su nombre.

El Padre José sonrió y recobró los sentidos».

SAN GERARDO MAJELLA (1726-1755)

Al igual que San José de Cupertino, San Gerardo Majella era a menudo embelesado en levitaciones notables, y a menudo era atraído por Dios hacia algunas distancias.

Era suficiente para San Gerardo Majella pensar en las perfecciones de Dios, contemplar el misterio de la Santísima Trinidad o el de la Encarnación, posar sus ojos en un crucifijo o una imagen de la Santísima Virgen, estar en la presencia del Santísimo Sacramento o incluso algún el milagro de la creación.

Los siguientes son algunos ejemplos:‍

Gerardo, con la intención de pasar unos días en Oliveto, recibió hospitalidad en la casa del arcipreste Don Salvadore.

‍Una mañana, la Santa Misa estaba a punto de comenzar, y Gerardo, a quien deseaba comunicárselo, no apareció.

Lo llamaron a su puerta, pero no hubo respuesta.

Por fin entraron y encontraron al hermano seráfico de rodillas en éxtasis, un crucifijo en la mano derecha, la mano izquierda en el pecho, la cara pálida, con los ojos medio cerrados.

Durante más de media hora, el arcipreste miró con admiración ante el espectáculo deslumbrante de levitación.

Esta casa hospitalaria ya había sido testigo de un éxtasis aún más notable, en el que el siervo de Dios estuvo suspendido sin apoyo en el aire.

Había tenido lugar en la misma mañana de su llegada a Oliveto.

‍Gerardo se había retirado a su cuarto para orar.

A la hora de la cena, el arcipreste fue para invitarlo a cenar.

Pero para su sorpresa se encontró con el hermano arrebatado en éxtasis y cerca de tres pies sobre el suelo.

Lleno de asombro, se retiró, pero volviendo poco después, lo encontró en el mismo estado.

Todos los testigos del acontecimiento extraordinario no pudieron sentarse a la mesa, esperando al huésped con lágrimas de emoción.

Por fin apareció, su rostro todo inflamado.

«Por favor, no esperen por mí», dijo al arcipreste.

«No quiero incomodarlos».

Para preservar la memoria de este rapto, el arcipreste marcó en la pared la sala la altura a la que había visto al Santo elevarse.

Un prodigio similar fue visto por toda la gente de Corato. ‍

El Viernes Santo de 1753, un cuadro que representa a Jesucristo Crucificado fue llevado en procesión.

Cuando la procesión entró en la iglesia de los benedictinos, Gerardo estaba ya en el interior dedicado a la oración.

Tan pronto como percibe la imagen sagrada del Salvador, un éxtasis se apoderó de él, y ante los ojos de todos, fue elevado a una altura considerable del suelo, con los ojos fijos en la imagen.

‍Otra ocasión fue cuando un mendigo ciego que vivía en Caposele tocaba con encanto la flauta.

‍Al verlo un día a la puerta del convento, Gerardo le rogó que tocara una conocida canción italiana: «En todas las cosas, oh Dios mío, quiero tu voluntad, no la mía.»

Inmediatamente, un rapto de amor divino se apoderó de él y comenzó a saltar, repitiendo las palabras: «Tu voluntad, oh Dios mío, y no la mía».

Entonces, de repente levantando los ojos al cielo, fue elevado en el aire con la rapidez de una flecha, y quedó por algún tiempo arrebatado en éxtasis.

‍Esta inversión de las leyes de la gravedad, esta agilidad sobrenatural, tomaba la forma incluso de un vuelo extático.

Gerardo volvía un día para Iliceto con dos compañeros jóvenes.

Al pasar por delante de una capilla dedicada a la Virgen Santísima, se puso en conversación sobre la Madre tierna y compasiva.

Luego tomó un lápiz y escribió algo en un trozo de papel, que arrojó en el aire como si fuera una carta.

En ese mismo momento, sus dos compañeros lo vieron a levantarse en el aire y volar con la rapidez y la ligereza de un ave a una distancia de más de tres cuartas partes de una milla.

Después, nunca dejaron de contar este hecho prodigioso de que habían sido testigos.

‍Hubo otras ocasiones en que el siervo de Dios fue favorecido con el vuelo extático.

‍A una persona piadosa llamada Rosaria le gustaba contar que ella lo había visto un día llevado como una pluma en el aire, con los brazos extendidos.

Voló así durante más de tres cuartos de milla, apresurándose al convento al que era llamado, sin duda, para algunos ejercicios de la Regla o algún deseo del Superior.

Se trataba de un intenso amor a Dios que llama a los santos cada vez más hacia él.

‍En los últimos meses de su vida, Gerardo lanzaba suspiros que atraían sobre sí miradas de asombro.

El Padre Cajone le reprendió por llamar así la atención sobre sí mismo, y Gerardo tomó la buena mano del padre y la puso sobre su corazón, que latía con furia terrible.

‍En una ocasión similar, Gerardo dijo a Dr. Santorelli: «Si yo estuviera en una montaña, me parecería que iba a incendiar el mundo con esta llama de amor».

Y luego tomó la mano del médico y la colocó sobre su corazón, que latía con furia inaudita, como si estuviera a punto de saltar de su pecho.

SAN PABLO DE LA CRUZ (1694-1775)

San Pablo de la Cruz, el santo fundador de los Pasionistas se encontraba en la ciudad de Latera, en la diócesis de Montefiascone, y estaba en la sacristía de una iglesia hablando con otros sacerdotes, cuando llegó a estar tan inflamado por el amor de Dios se levantó en el aire, ante el asombro completo de sus testigos.

Otra vez estaba en un pueblo en la isla de Elba en una misión, en la parte más ferviente de su sermón, caminó fuera de la plataforma, a través del aire y sobre las cabezas de la gente y luego regresó como si nada inusual hubiera tenido lugar.

Uno sólo puede imaginar las emociones sentidas por los que habían sido testigo de un despliegue inesperado de lo sobrenatural.

‍Durante los últimos años de su vida el santo estaba sentado en la sacristía Iglesia en Roma de los Santos Juan y Pablo y absorto en una conversación santa con un número de personas cuando

«Él comenzó, según su costumbre, a que su rostro se iluminara, rayos brillantes destellaban en su cara, y luego todo su cuerpo comenzó a temblar

Y luego, como yo creo, él percibió que estaba perdiendo el control de sus sentidos, se aferró con ambas manos a los brazos de la silla, apoyó los hombros en la parte posterior de la misma y tan pronto como él lo había hecho, empezó a subir, junto a la silla.

Ya tal altura, que creo que él debe haber subido al menos a la altura de cinco o seis pies… en este estado, continuó mucho tiempo en contemplación sublime.

Finalmente regresó a sí mismo, un ligero temblor tuvo lugar en todo el cuerpo, y poco a poco el siervo de Dios, con la silla, descendió y se apoyó en el suelo».

Entre las levitaciones del siglo XIX, citaremos las del bienaventurado Andreas H. Furent, comprobadas por numerosos testigos, que declararon en el proceso informativo de beatificación.

‍Él se elevaba y permanecía elevado a una altura de 20 centímetros, ya de pie, ya de rodillas, durante la Misa, haciendo el Vía Crucis, orando.

La Madre de Bourg, tía de monseñor d’Hulst, se elevaba a menudo delante de los miembros de su familia o delante de las religiosas de su comunidad.

‍A veces intentó resistir, pero inútilmente, como el día en que habiéndose trabado en su reclinatorio, lo levantó con ella y al soltarlo, éste cayó con ruido y se rompió.

Sor María de Jesús Crucificado (1846-1879), carmelita árabe, se levantaba muy alto sin algún apoyo.

En sus éxtasis, se levantaba por sobre los árboles en el Jardín del Carmelo de Belén, pero se deslizaba sobre la superficie de las frondas libremente en el vacío.

  1. Leroy obtuvo del R. Padre Buzy, capellán del convento, pormenores recogidos de testigos oculares.

«Sor María —escribe el Padre Buzy— se levantaba hasta la cumbre de los árboles en la punta de las ramas.

Ponía su escapulario en una mano, tomaba con la otra una ramita del lado de las hojas, y en un parpadear del ojo se deslizaba por el exterior del árbol hasta su cima.

Los testigos insisten en el hecho de que subía instantáneamente.

Pasaba también de un tilo a otro por las puntas de las ramas.

Una vez subida, se mantenía sobre ramas demasiado débiles como para sostener normalmente una persona de su peso«.

El Padre Buzy cita como ejemplos, dos o tres declaraciones hechas en el proceso.

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