523 El Apóstol Orfebre5 min read

523 IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

434 Trabajos manuales en Nazaret 

El tosco hogar del taller está encendido, después de tanto tiempo de inactividad,

y el olor de la cola hirviendo en un recipiente;

se mezcla con el típico olor del serrín y las virutas recién sacados.

que están saliendo, al pie de uno de los bancos de carpintero.

Jesús trabaja con ahínco unas tablas de madera,

que, con la ayuda de la sierra y del cepillo,

se transforman en patas de sillas, cajones, etc.

Los modestos muebles de la casita de Nazaret, han sido llevados al taller:

la mesa para amasar el pan, para repararla;

uno de los telares de María;

dos taburetes; una escalera de hortelano; un pequeño arquibanco;

y la puerta del horno, que está corroída en la parte de abajo, quizás por los ratones.

Jesús trabaja en arreglar lo que el uso y el tiempo han consumido.

Tomás por su parte, con todo un equipo de pequeños instrumentos de orfebre,

sacados de su talego, que yace encima de su lecho

(colocado, como el del Zelote, contra la pared),

trabaja con mano ligera unas láminas de plata.

Y el golpeteo de su martillito en el buril…

Que da sonido de plata…

se funde con el vigoroso ruido de los instrumentos de trabajo usados por Jesús.

De vez en cuando intercambian algunas palabras.

Tomás está tan contento de estar allí con el Maestro y en su trabajo de orfebre;

que efectivamente, lo dice.

Durante las pausas del diálogo, silba entre dientes muy bajo.

De vez en cuando levanta los ojos y piensa…

Fijando su mirada absorto, en la pared ahumada de la espaciosa habitación.

Jesús advierte esto,

y dice:

–          ¿Sacas la inspiración de aquella pared negra, Tomás?

Verdad es que así la ha puesto el largo trabajo de un justo;

pero no me parece que pueda dar motivos a un orfebre…

Tomás responde:

–           No, Maestro.

Un orfebre efectivamente, no puede representar con el rico metal,

la poesía de la santa pobreza…

Pero sí puede, con su metal, representar cosas bellas de la naturaleza.

Ennoblecer así el oro y la plata, imitando con ellos las flores, las hojas, que hay en la Creación.

Pienso en esas flores, en esas hojas…

Y para recordar exactamente su aspecto, miro fijamente así con los ojos a la pared.

Pero en realidad veo los bosques y los prados de nuestra Patria;

las hojas livianas, las flores que parecen copas o estrellas,

la compostura de escapos y frondas…

–          Eres un poeta, entonces.

Un poeta que canta en el metal lo que otro canta en el pergamino con la tinta.

–          Sí.

Efectivamente, el orfebre es un poeta que escribe en el metal,

las bellezas de la Naturaleza.

Pero nuestra obra, de arte y bella, no vale cuanto la tuya, humilde y santa;

porque la nuestra sirve para la vanidad de los ricos,

mientras que la tuya sirve para la santidad de la casa y la utilidad del pobre.

Zelote, que se ha asomado a la puerta que da al huerto,

con la túnica ceñida, remangado,

con un viejo mandil delante y en la mano un recipiente con barniz.

Dice:

–          Es como dices, Tomás.

Jesús y Tomás se vuelven a mirarlo, sonriendo.

Y Tomás responde:

–          Sí, es como digo.

Pero quiero que al menos en alguna ocasión,

el trabajo del orfebre sirva para adornar una…

Una cosa buena, santa…

–          ¿Qué?

–          Es un secreto mío.

Hace mucho que pienso esto.

Y desde que fuimos a Ramá, llevo conmigo un pequeño equipo de orfebre,

esperando este momento.

¿Y tu trabajo, Simón?

–           ¡Yo no soy un artífice perfecto como tú eres, Toma!

Es la primera vez que tengo el pincel en la mano.

Y mis tinturas son desiguales, a pesar de que ponga toda mi buena voluntad.

Por eso he empezado por las partes más… humildes…

Para agarrar algo de práctica…

Y te aseguro que mi impericia le ha hecho a la niña reírse con ganas.

¡Pero eso me hace feliz!

Cada hora que pasa renace a una vida serena.

Es lo que se requiere para borrar el pasado y hacerla completamente nueva…

Para ti, Maestro.

Tomás dice:

–          Ya, pero quizás Valeria no cede…

–           ¿Y qué crees que le puede importar el tenerla o no tenerla?

Si la tenía consigo, era sólo para no dejarla sola por el mundo.

Y la verdad es que sería una buena cosa el que la niña estuviera a salvo para siempre…

En todo, en el espíritu sobre todo.

¿No es verdad, Maestro?

Jesús responde:

–             Es verdad.

Hay que orar mucho por esto.

La criatura es sencilla y buena realmente.

Y educada en la Verdad podría dar mucho.

Tiende instintivamente a la Luz.

–            ¡Claro!

No tiene consuelos en la Tierra…

La pobrecita los busca en el Cielo.

Yo creo que, cuando tu Buena Nueva pueda ser predicada por el mundo,

los primeros que la acogerán…

Y los más numerosos, van a ser precisamente los esclavos;

los que no tienen ningún consuelo humano…

Y se refugiarán en tus promesas para tenerlos…

Yo digo que si me toca precisamente este honor de predicarte,

tendré un especial amor por estos desdichados…

Jesús dice:

–           Harás bien, Tomás.

–           Sí, pero…

¿Cómo vas a tener contacto con ellos?

–            Seré orfebre para las damas y…

Maestro para sus esclavos.

Un orfebre entra en las casas.

O a su casa vienen los siervos de los ricos…

Trabajaré…

Dos metales:

Los de la Tierra para los ricos…

Los de los espíritus para los esclavos.

–          Que Dios te bendiga por estos propósitos, Tomás.

Persevera en ellos…

–           Sí, Maestro.

Zelote dice:

–           Bueno…

Ahora que ya has respondido a Tomás, ven conmigo, Maestro…

A ver mi trabajo y a decirme qué es lo que debo barnizar ahora.

Cosas humildes todavía, porque soy un obrero con muy poca habilidad.

–          Vamos, Simón…

Jesús deja sus herramientas y sale con Simón el Zelote…

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