615 La Tierra Prometida3 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

470 Lección a una suegra sobre los deberes del matrimonio.

Los montes boscosos y fértiles donde se halla Yiscala ofrecen alivio de verde, de brisas, de aguas.

Y hermosísimos horizontes nunca iguales,

distintos según que el camino se oriente a uno u otro de los puntos cardinales.

Al norte se ve una sucesión de cimas selvosas de los más variados verdes,

pareciera que es una ascensión de la Tierra hacia el azul firmamento,

al que parece ofrecer como don de agradecimiento por las aguas y los rayos que éste le regala,

todas sus bellezas vegetales.

Al nordeste la vista desciende,

tras haberse detenido hechizada, en esa joya de variante color,

que es el gran Hermón, según las horas y la luz…

Y que alza su cono más alto cual gigantesco obelisco de diamante, de ópalo, de palidísimo zafiro;

De tenuísimo rubí o de acero recién templado, según que el sol lo bese o lo deje…

Y en la medida de los juegos de luz sobre las nieves perennes, que hacen las deshilachadas nubes

transportadas por los vientos.

Desciende la vista por las pendientes esmeraldinas de sus mesetas, crestas,

hoces y picos, que están al pie del gigante regio.

Y luego, mirando progresivamente hacía el este, se extiende el vasto altiplano verde,

de la Gaulanítida y la Auranítida, limitado en su extremo oriental por los montes que se difuminan

entre las brumas de las lejanías.

Al oeste, por el distinto verde que al Jordán orilla y su valle señala.

Y más cercanos, espléndidos como dos zafiros, se ven los dos lagos de Merón,

comprendido dentro de su bajo círculo de bien regada llanura.

Y de Tiberíades, gracioso cual delicada pintura al pastel,

comprendido entre las colinas que lo ciñen,

distintas en aspecto y tonos.

Y sus riberas perennemente floridas:

sueño de oriente por las palmas que cimbrean la cima con la brisa de los cercanos montes,

poesía de sus más bellos lagos por la paz de las aguas y los cultivos de las riberas.

Y luego al sur, el Tabor con su peculiar cúspide.

Y el pequeño Hermón, todo verde vigilando la llanura de Esdrelón, cuya amplitud se intuye,

por una vastedad de horizonte no interrumpido por elevaciones montanas.

Y aún más abajo a mediodía, los altos, poderosos montes de Samaria,

que se extienden más allá de la vista del hombre hacia Judea.

El único que no aparece es el lado oeste, donde deben estar el Carmelo

y la llanura que sube hacia Ptolemaida, escondidos ambos por una cadena más alta que ésta.

Jesús avanza por el camino que va entre los montes…

Unas veces solo, otras acompañado de uno u otro apóstol suyo, que se ha adelantado hasta Él.

Se detiene una vez a acariciar a los hijos pequeños de un pastor, que juegan cerca del rebaño…

Que lo ha reconocido como el Rabí descrito por otros que lo han visto.

Acepta la leche que el pastor quiere darle «para Ti y para los tuyos».

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