IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
471b Lección sobre Dios-Amor.
Pedro estando a su lado, le tira a Jesús de la túnica de forma que le obliga a volverse hacia él…
Le susurra:
– No.
Es un espía.
Tadeo, estando a espaldas de su primo,
musita:
– Desconfía.
Nathanael, que se ha adelantado con Simón y Felipe,
se vuelve con una mirada avisadora que dice “no”.
Hasta los dos más confiados: Andrés y Juan;
indican que no con la cabeza por detrás de la espalda del importuno.
Pero Jesús no toma en consideración sus miedos sospechosos…
Y responde brevemente:
– Quédate.
Y ellos se deben resignar.
El hombre está contento y se siente menos ajeno al grupo.
Siente la necesidad de decir su nombre, decir quién es, por qué está en Palestina.
Él, que nació en la Diáspora pero que fue consagrado a Dios desde su nacimiento,
porque fue «consolación de sus padres»
Los cuales, agradecidos al Señor por haberlo tenido, lo confiaron a los parientes de Jerusalén,
para que fuera del Templo.
Y cómo en Jerusalén, sirviendo a la Casa de Dios, conoció al rabí Gamaliel…
Llegó a ser discípulo suyo, discípulo atento y amado:
agrega diciendo:
– Me llamaron José porque, como el antiguo, quité a mi madre la pena de ser estéril.
Pero mi madre, mientras me nutría, siempre me llamaba “mi consolación”
y vine a ser Bernabé para todos.
También me llama así el gran rabí, porque él se consuela en los mejores discípulos.
Jesús dice:
– Haz que te llame así también Dios.
Es más, que sea Dios sobre todo, el que te llame así.
Entran en el pueblo.
Jesús pregunta:
– ¿Lo conoces?
José-Bernabé responde:
– No.
No he estado nunca aquí.
Es la primera vez que vengo a Neftalí.
Me tomó consigo y con otros, el rabí…
Porque me he quedado sólo…
– ¿Tienes a Dios como amigo?
– Eso espero.
Trato de servirle como mejor puedo.
– Entonces no estás solo.
El pecador es el que está solo.
– Puedo pecar yo también…
– Tú, discípulo de un gran rabí;
ciertamente sabes las condiciones por las que una acción se hace pecado.
– Todo, Señor, es pecado.
El hombre peca continuamente.
Porque son más los preceptos que los momentos del día.
Y no siempre el pensamiento, ni las circunstancias, nos ayudan a no pecar.
– Sobre todo las circunstancias.
En verdad sobre todo ellas, a menudo nos inducen a pecar.
¿Pero tienes claro el concepto del principal atributo de Dios?
– Justicia.
– No.
– Potencia.
– Tampoco.
– … Rigor.
– Mucho menos.
– Y, a pesar de todo…
Eso es lo que fue en el Sinaí…
Y después otras veces…
– En aquel entonces fue visto el Altísimo entre rayos…
Que ceñían con terribles aureolas el rostro del Padre y Creador.
En verdad, no conocéis el verdadero rostro de Dios.
Si lo conocierais, y si conocierais su Espíritu;
sabríais que el principal atributo de Dios es el Amor.
Y además Amor misericordioso.
– Sé que el Altísimo nos ha amado.
Somos el pueblo elegido.
¡Pero servirle es terrible!
– Si sabes que Dios es Amor…
¡Cómo puedes llamarle terrible?
– Porque pecando perdemos su amor.
– Te he preguntado antes si conoces las condiciones por las que una acción se hace pecado.
– Cuando no es una acción de los seiscientos trece preceptos…
De las tradiciones, decisiones, costumbres, bendiciones y oraciones;
además de las diez imposiciones de la Ley.
O bien no es como los escribas enseñan estas cosas, entonces es pecado.
– ¿Aunque el hombre no lo haga con plena advertencia….
Y perfecto consentimiento de la voluntad?
– Incluso así.
Por tanto, ¿Quién puede decir: “No peco”?
¿Quién puede esperar la paz en Abraham al morir?
– ¿Son perfectos los hombres en el espíritu?
– No.
Porque Adán pecó y nosotros tenemos aquella culpa en nosotros.
Esa culpa nos hace débiles.
El hombre ha perdido la Gracia del Señor, única fuerza para sostenernos…
– ¿Y el Señor lo sabe?
– Él sabe todo.
– ¿Entonces tú crees que no tiene misericordia considerando lo que debilita al hombre?
¿Crees que exige de los que han sido heridos, lo mismo que podía exigir del primer Adán?
Aquí está la diferencia que vosotros no consideráis.
Dios es Justicia, sí.
Es Potencia, sí.
Puede ser también Rigor para el impenitente que persiste en pecar.
Pero cuando ve que un niño suyo…
Todos son niños sobre la faz de la Tierra, que es una hora de eternidad para el espíritu,
que se hace adulto en su examen espiritual de mayoría de edad eterna, en el juicio particular…
Cuando Él ve que un niño suyo falta porque es un distraído, por lentitud en saber discernir…
Por estar poco instruido…
O porque es muy débil en una o en varias cosas…
¿Tú piensas que el Padre Santísimo lo podrá juzgar con intransigente rigor?
Tú lo has dicho.
El hombre ha perdido la Gracia,
fuerza para reaccionar contra la Tentación y los apetitos.
Dios lo sabe.
No hay que temblar por temor a Dios y huir de Él como Adán después de la culpa,
sino que hay que recordar que Él es Amor.
Su rostro resplandece ante los hombres, pero no para reducirlos a cenizas;
antes bien, para confortarlos como hace el Sol con sus rayos.
El amor, no el rigor, irradia de Dios.
Rayos de sol, no un saetear de dardos.
Y además…
¿Qué ha impuesto de por sí el Amor?
¿Una carga que no se puede llevar?
¿Un código de innumerables capítulos que pueden olvidarse?
¡NO!
Sólo Diez Mandamientos.
Para tener al animal hombre embridado como a un potro, que sin la brida va al desastre.
Pero cuando sea salvado el hombre, cuando se le dé de nuevo la Gracia,
cuando llegue el Reino de Dios, o sea, el Reino del amor;
se dará, a los hijos de Dios y súbditos del Rey, un solo mandamiento,
en que todo estará comprendido:
“Ama a tu Dios con todo tu ser y al prójimo como a ti mismo”.
Porque has de creer hombre, que Dios-Amor no puede sino aligerar el yugo y hacerlo suave.
Y el amor hará suave el servicio a Dios, no temido ya, sino amado.
Sólo Amado, amado por Sí mismo y amado en nuestros hermanos.
¡Cuán simple será la última Ley!
Como es Dios:
perfecto en su simplicidad.
Escucha: ama a Dios con todo tu ser, ama al prójimo como a ti mismo.
Medita.
¡Los gravosos seiscientos trece preceptos, todas las oraciones y bendiciones
no están ya despojándose de sutilezas inútiles que no son religiosas,
sino esclavitud hacia Dios;
enumerados en estas dos frases?
Si amas a Dios, ciertamente lo honras a todas horas.
Si amas al prójimo, ciertamente no haces algo que le cause dolor:
no mientes, no robas, no matas o hieres, no eres adúltero.
¿No es así?
– Así es…
Maestro justo, yo quisiera estar contigo.
Pero Gamaliel ha perdido ya por ti a los mejores discípulos.
Yo…
-No es todavía la hora de que vengas a Mí.
Cuando llegue, tu propio maestro te lo dirá, porque es un justo.
– ¿Lo es, verdad?
¿Lo dices Tú?
– Lo digo porque es verdad.
No soy uno que derribe, para levantarse pisando al derribado.
Reconozco a cada uno lo suyo…
Pero… nos están llamando…
Sin duda, han encontrado los alojamientos para nosotros.
Vamos…
Oremos…