250 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
258 Jesús revela a Santiago de Alfeo cuál será su misión de apóstol
La tarde baja envuelta en los gorjeos de los pajaritos.
En medio del rumor del viento que acaricia y refresca la cima y es preludio del rocío de la noche.
Santiago está todavía retirado dentro de la grieta del monte, sentado. en cuclillas;
con la cabeza inclinada hasta las rodillas, elevadas y ceñidas con los brazos
Es tan profunda su meditación que pareciera que está dormido.
Se ve claramente que no percibe lo que sucede a su alrededor.
Concretamente una pelea entre dos aves grandes,
que por algún motivo suyo particular combaten ferozmente en el pequeño prado.
Pareciera que son gallos de montaña, urogallos o faisanes.
Porque tienen el volumen de un gallo pequeño y plumas irisadas;
sólo un pequeño yelmo de carne roja como un coral en la parte alta de la cabeza y en las mejillas.
Si la cabeza es pequeña, el pico debe ser un punzón de acero.,
utilizado sin piedad en la lucha.
Plumas que vuelan por el aire, sangre que cae al suelo;
en medio de un guirigay muy sensible;
que ha hecho callar silbos, trinos y gorjeos, en la espesura.
Los pajarillos observan el feroz carrusel…
Santiago no oye nada.
Jesús, sin embargo, sí que oye;
baja de la cima adonde había subido y dando unas palmadas, separa a los contendientes;
los cuales huyen sangrando:
uno hacia la ladera del monte, el otro a la copa de un roble.
Y allí se pone en orden las plumas erizadas y alborotadas.
Santiago no levanta la cabeza tampoco por el ruido que ha hecho Jesús;
Quien sonriendo, camina un poco más..
Y se para en el centro del prado.
Su túnica blanca parece teñirse de rojo en la parte derecha;
por la intensidad del arrebol del ocaso.
Parece verdaderamente como si el cielo hubiera prendido fuego.
Pues bien, a pesar de todo, Santiago no debió estar dormido,
porque cuando Jesús susurra – verdaderamente sólo susurra:
– Santiago, ven –
levanta la cabeza de las rodillas, abre el cerco de sus brazos, se pone en pie…
Y va hacia Jesús.
La Voz de Dios se escucha, especialmente SI ES a las 3.00 AM;
cuando es emergencia que Oremos, por algo relacionado con Satanás
ES LA HORA DE INTERCEDER
¡¡Por lo que SEA que Dios lo esté necesitando!
Se para frente a Él, a unos dos pasos de distancia,
y lo mira.
Jesús también lo mira, con expresión seria aunque alentadora…
Por una sonrisa que es visible, aun no siendo ni de labios ni de miradas.
Lo mira fijamente, como queriendo leer hasta las más imperceptibles reacciones
y emociones de su primo y apóstol.
El cual, como ayer, sintiéndose a las puertas de una revelación, palidece….
Y su palidez es mayor todavía, hasta parecer una continuación con su túnica de lino,
cuando Jesús levanta los brazos…
Le apoya las manos en los hombros y mantiene esta postura:
Santiago asemeja entonces verdaderamente a una hostia…
solamente los mansos ojos castaño oscuros y la barba castaña;
ponen algo de color en ese rostro atento.
Jesús dice:
– Santiago, hermano mío.
¿Sabes por qué he querido que vinieras aquí?
¿Y estar a solas para hablarte, tras horas de Oración y meditación?
Da la impresión de que a Santiago le cueste responder…
Al fin, abre los labios para responder en voz baja:
– Para darme una lección especial.
Para el futuro.
O porque soy el menos dotado de todos;
te doy las gracias de antemano…
Aunque se trate de una corrección.
Créeme, Maestro y Señor, que si soy tardo e incapaz;
es por deficiencia, NO por mala voluntad.
Jesús dice:
– No se trata de una corrección.
Sino de una lección para cuando no esté con vosotros.
Durante estos meses has pensado mucho en tu corazón, lo que te dije un día,
Cuando te prometí que vendría aquí contigo, no sólo para hablar del profeta Elías….
Y para contemplar el mar que desde allí resplandecía infinito,
sino para hablarte de otro mar, aún mayor,
más mudable, más engañoso que éste, que hoy parece el más plácido de los embalses…
Pero que quizás, dentro de pocas horas se tragará, con hambre voraz;
barcas y hombres.
Nunca has separado el pensamiento de lo que te dije entonces….
Ni del hecho de que la venida aquí tuviera que ver con tu destino futuro.
Tanto es así, que te estás poniendo cada vez más pálido;
al intuir que se trata de un grave destino.
De una herencia llena de tal responsabilidad,
que haría temblar incluso a un héroe.
Son una responsabilidad y una misión que deben ser actuadas,
con toda la santidad que es posible en un hombre para no defraudar el deseo de Dios.
Es una misión que lleva consigo la santidad posible,
para que el hombre no eche a perder la voluntad de Dios.
No tengas miedo, Santiago; no quiero tu mal.
Por tanto, si te destino a ella, es señal de que sé que no te dañará,
sino que te dará gloria sobrenatural.
Escúchame, Santiago,
pon paz en ti con un vivo acto de abandono en Mí,
para poder oír y recordar mis palabras.
Nunca volveremos a estar tan solos, ni con el espíritu tan predispuesto a comprendernos.
Yo un día me iré, como todos los hombres, que tienen un tiempo de permanencia en la tierra.
Mi permanencia cesará de una forma distinta de la de los hombres, pero cesará;
entonces no me tendréis a vuestro lado sino con mi Espíritu;
el cual te lo aseguro, no os abandonará jamás.
Me iré después de daros lo necesario, para hacer progresar mi Doctrina en el mundo;
después de cumplir el Sacrificio y obteneros la Gracia;
con ésta y con el Fuego sapiencial y heptamorfo podréis hacer,
lo que ahora sólo con imaginarlo os parecería locura y presunción.
Yo me iré y vosotros os quedaréis.
El mundo que no ha comprendido a Cristo, tampoco comprenderá a los apóstoles de Cristo.
Por eso os perseguirán.
Os dispersarán, como si fuerais los más peligrosos para el bienestar de Israel.
Pero, puesto que sois mis discípulos;
debéis sentiros contentos de sufrir los mismos dolores que vuestro Maestro.
Tú serás el jefe de los creyentes que Jesús haya hecho en Jerusalén.
Y deberás saber amar perfectamente, para ser un jefe santo.
Un día de Nisán te dije: “Tú serás el que quede, de los profetas del Señor”.
Tu madre, por ministerio espiritual, ha intuido de alguna forma el significado de estas palabras.
Pues bien, antes de que se cumplan para mis apóstoles;
a ti, y para ti, se te habrán cumplido ya. Santiago.
Todos serán dispersados excepto tú, hasta la llamada de Dios a su Cielo.
Permanecerás en el lugar para el que te elegirá Dios por boca de tus hermanos.
Tú, descendiente de la estirpe real, en la ciudad real.
Levantarás mi cetro y hablarás del verdadero Rey.
Rey de Israel y del mundo.
Según una realeza sublime que sólo comprenden aquellos a quienes es revelada.
Entonces necesitarás fortaleza, constancia, paciencia y sagacidad sin límites.
Tendrás que ser justo con caridad, con una Fe simple y pura como la de un niño.
Y al mismo tiempo erudita, propia de un verdadero maestro, para sostener la Fe,
agredida en muchos corazones y por muchas cosas contrarias
Y para refutar los errores de los falsos cristianos y las sutilezas doctrinales del viejo Israel.
El cual, ciego ya desde ahora, estará más ciego que nunca cuando haya matado la Luz.
Y forzará las palabras proféticas e incluso los mandamientos del Padre, de quien procedo,
para persuadirse a sí mismo, y así darse paz.
Y persuadir al mundo, de que los patriarcas y los profetas no hablaban de Mí,
sino que Yo era solamente un pobre hombre, un iluso, un desquiciado -esto para los mejores-
O para los menos buenos del viejo Israel, un hereje endemoniado.
Te ruego que entonces seas otro Yo.
¡No, que no es imposible! Es posible.
Deberás tener presente a tu Jesús, sus actos, su palabra, sus obras;
como si te depositaras suavemente en el molde de arcilla que usan los fundidores de metales
para darles una impronta
Yo estaré siempre presente.
Tan presente y vivo con vosotros, mis fieles, que podréis uniros a Mí, ser vosotros otro Yo, con sólo desearlo.
Y tú, que has vivido conmigo desde la más tierna edad,
que recibiste el alimento de la Sabiduría de manos de María antes que de mis propias manos;
tú que eres sobrino del hombre más justo que tuvo Israel, tú debes ser un perfecto Cristo…
– ¡No puedo, no puedo, Señor!
Da esta misión a mi hermano, a Juan, a Simón Pedro, al otro Simón; a mí no, Señor.
¿Por qué a mí?
¿Qué he hecho para merecerlo?
¡¿No ves que soy un pobre, bien pobre, hombre que tiene sólo una capacidad:
quererte mucho y creer firmemente en todo lo que dices?!
– Judas tiene un temperamento muy fuerte.
Irá muy bien donde haya que abatir el paganismo.
No aquí, donde lo que habrá que hacer será convencer del cristianismo a aquellos que,
por ser ya pueblo de Dios, creen a pies juntillas que están en lo cierto;
no aquí, donde lo que hay que hacer es convencer a todos aquellos que, a pesar de creer en Mí,
se sentirán defraudados por el desarrollo de los acontecimientos.
Convencerlos de que mi Reino no es de este mundo;
sino que es el Reino enteramente espiritual de los Cielos, cuyo preludio es una vida cristiana.
O sea, una vida en que los valores preponderantes sean los del espíritu.
El convencimiento se obtiene con una firme dulzura.
¡Ay de aquel que echa las manos al cuello para persuadir!
La víctima dirá “sí” en ese momento, para librarse del estrangulamiento, pero luego huirá.
Y -si no es un malvado, sino solamente una persona extraviada- no volverá hacia atrás
ni querrá aceptar ya confrontaciones.
O si es un malvado o simplemente un fanático, huirá para ir a armarse…
Y luego dar muerte a este que atropellando a los demás, proclama doctrinas distintas de las suyas.
Pues bien, tú estarás rodeado de fanáticos, fanáticos cristianos y fanáticos israelitas.
Los primeros querrán de ti acciones de fuerza, o al menos el permiso para llevarlas a cabo.
Porque el viejo Israel, con sus intransigencias y restricciones;
estará todavía presente en ellos, agitando su venenosa cola.
Los segundos marcharán contra ti y los otros, como si fuera una guerra santa
en defensa de la vieja Fe y de sus símbolos y ceremonias.
Y tú estarás en el centro de este mar tempestuoso.
Tal es el sino de los líderes.
Tú serás la cabeza de los cristianos de la Jerusalén cristianizada por tu Jesús.
Habrás de saber amar con perfección para poder ser líder santamente.
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