IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
456 Despedida de Gamala y llegada a Afeq. Advertencia a la viuda Sara y milagro en su casa.
Es una muy ventilada mañana.
Quizás por su posición y construcción escalonada…
Formando gradas que descienden desde el punto más alto de la ciudad,
hasta el linde con las murallas.
Que son muy sólidas y provistas de puertas también sólidas, herradas:
Puertas que propiamente puede decirse que lo son de una fortaleza.
Gamala goza de este viento tan benigno en tierras de Oriente.
Si ayer parecía bella a una hora plena de sol, ahora se presenta bellísima.
Las casas en la forma en que están dispuestas, no obstaculizan la visión del vasto panorama,
porque la terraza de una, está al nivel del bajo de la de la calle superior, de forma que cada calle
parece una larga terraza desde la cual puede verse el horizonte.
Y es un horizonte que en lo más alto del monte, se ve circular;
más abajo semicircular, pero en todo caso, vasto y hermosísimo.
Al pie del monte, el verdor de los encinares o de las campiñas,
pone un engaste de esmeralda más allá de la árida hoz que circunda la montaña de Gamala.
Luego al oriente hasta donde alcanza la vista, los cultivos de la altiplanicie, de la meseta.
Más allá de la vasta meseta…
Los montes de la Auranítida y más lejos aún, las más altas cimas del Basán;
al sur, la faja óptima entre el azul Jordán
y la elevación compacta y continua, que hay al oriente del río;
que es como el contrafuerte de la vasta meseta.
Al norte, los lejanos montes de la cadena libanesa;
sobre los cuales domina el imponente Hermón, de mil colores esfumados en esta hora matutina.
Y abajo, en el inmediato occidente, la gema del Mar de Galilea:
Verdaderamente una gema unida a un collar azul;
de un azul distinto del suyo, del Jordán, afluente y emisario del lago,
más estrecho en el lugar en que confluye,
más nutrido en donde reanuda su carrera hacia el mediodía,
brillante bajo el sol, sereno entre sus orillas verdes, verdaderamente bíblico.
El pequeño lago de Merón no se ve,
pues está escondido detrás de los montes que hay al norte de Betsaida.
Pero se intuye por la densa verdura de los campos aledaños, que luego se extienden hacia el noroeste,
entre el Mar de Galilea y el de Merón, en la llanura de Genesaret, donde está enclavada Corozaín.
Después de haber pernoctado donde recibieron hospedaje, todos están listos para partir.
Jesús se despide de los habitantes de la ciudad.
Los cuales, con orgullo ciudadano, se esfuerzan en mostrarle las bellezas del horizonte y las de la ciudad,
dotada de acueductos, termas y bellos edificios.
Sus dirigentes dicen:
– Todo esto es esfuerzo y dinero nuestros.
Porque hemos aprendido de los romanos y hemos querido tomar de ellos lo ventajoso.
¡Pero nosotros no somos como los otros de la Decápolis!
Nosotros pagamos.
Y los romanos, nos sirven.
¡Pero luego!… Basta.
Somos fíeles.
También es fidelidad este aislarnos…
Jesús responde:
– Haced que la fidelidad no sea formal, sino real, íntima, justa.
Si no, para nada servirán las obras de defensa.
Os lo repito. ¿Veis?
Habéis construido este acueducto.
Sólido, útil.
Pero si no estuviera alimentado por un manantial lejano…
¿Acaso os daría agua para las fuentes y termas?
– No.
No daría nada.
Sería una construcción inútil.
– Vosotros lo habéis dicho: inútil.
De la misma manera, las defensas naturales o materiales son inútiles,
si quien las manda construir no las hace poderosas con la ayuda de Dios.
Y Dios no ayuda si uno no es amigo suyo.
– Maestro…
Hablas como sabiendo que tenemos mucha necesidad de Dios…
– Todos los hombres tienen necesidad de Dios, para todas las cosas.
– Sí, Maestro.
Pero… parece que nosotros debiéramos tener más necesidad,
que todas las otras ciudades de Palestina y…
– ¡Oh!…
¡Un “oh” tan doloroso…!
(Lo qué Jesús ha visto espiritualmente, es la diáspora judía…
después de la desaparición de Israel como reino, en el año 70 por Tito Vespasiano)
Los de Gamala lo miran desorientados.
El más osado pregunta:
– ¿Qué piensas?
¿Que conoceremos aún los antiguos horrores?
– Sí, si no acogéis al Señor.
Más graves todavía y más largos…
Tan largos…
¡Oh! ¡Patria mía! Muy largos…
– Nosotros te hemos acogido.
¡Entonces estamos salvos!
La otra vez fuimos unos necios, pero Tú nos has perdonado…
– Haced por conservaros en la justicia de hoy respecto a Mí.
Y por crecer en justicia según la Ley.
– Lo haremos, Señor.