245 EL COCODRILO

253 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Con un crepúsculo incomparable, el sol se hunde en el horizonte.

El mar parece que hierve de rojo, porque refleja el cielo.

Con ese rojo tan avasallador, que casi parece irreal.

como si el firmamento se hubiera bañado de sangre.

A pesar de la brisa marina, todavía hace calor.

Van caminando a la orilla del mar, para esquivar el ardor del terreno seco.

Muchos se han quitado las sandalias y levantado los vestidos;

para ir caminando mojados los pies con el agua.

Pedro afirma:

–      Si no estuvieran las discípulas, me metería desnudo a nadar.

Pero debe salir también de allí…

Porque Magdalena dice:

–     Maestro, conozco muy bien esta zona.

¿Ves allá donde el mar tiene aquella mancha amarilla, en su azul?

Allí desemboca un río 

Perenne, incluso en este tiempo de verano.

Y es necesario saber vadearlo…

Pedro exclama:

–     ¡Oh! ¡Hemos vadeado tantos!

¡No será el Nilo!

Atravesaremos también éste.

–     No es el Nilo, pero en sus aguas y en sus riberas, hay animales nocivos y peligrosos. 

No se puede pasar a la ligera y descalzos;  

porque entonces te hieren.

Es necesario pasar con cuidado y no quitarse las sandalias, para no hacerse daño.

–      ¡Oh!

¿Qué clase de bichos son?

¿Leviatanes?

–     Dijiste bien, Simón.

Se trata de cocodrilos

Aunque pequeños, son lo suficientemente grandes, para no dejarte caminar por un buen trecho…

Y hasta algún espacio de tiempo. 

–        ¿Y qué hacen ahí?

–       Creo que los fenicios los trajeron por razón de culto.

Pasaron de los templos al limo del río.

Ahora son unos lagartones enormes…

Y aquí se han quedado.  

Al reproducirse casi sin depredadores, tienen muchas crías… 

Y los más pequeños, no por ello son menos agresivos.

¡Porque tienen unos dientes…!.  

Los romanos vienen para celebrar partidas de caza y para otra serie de diversiones…

Yo también he venido con  ellos

Todo sirve para… disfrutar el ocio.

Ocupar el tiempo.

Además las pieles son bonitas y se usan para muchas cosas.

Por la experiencia que tengo, dejad que os guíe. 

Los romanos suelen venir aquí, para cazarlos y para divertirse…

También yo venía con ellos.

Las pieles son bellas y sirven para muchas cosas.

Dejad que mi experiencia os guíe.

Pedro dice:

–     Está bien.

Me gustaría verlos.

–      Tal vez veremos alguno…

A pesar de que la caza los está exterminando.

Dejan la orilla y se dirigen hacia el interior.

Encuentran un camino de primer orden entre medias de las colinas y el mar. 

Llegan a un puente que cruza un río grande, que por ahora no lleva mucha agua.

Hay muchas espadañas y cañas que forman pequeños islotes.

La ribera tiene zarzas y árboles tupidos.

Llegan pronto a un puente muy arqueado, tendido sobre un río. 

Que aunque es de cauce grande, ahora parece pobre de aguas, reducidas al centro del lecho.

Donde no hay agua se ven juncales y cañizares ahora semi- agostados por el verano.

No obstante en otras estaciones del año, sin duda forman minúsculas islas en medio de las aguas.

En las orillas hay matorrales y árboles frondosos.

En el grupo apostólico… 

A pesar de escrutar mucho con la mirada, no ven ningún animal…

Y muchos sufren un desencanto.

Pero, estando ya para terminar el paso del puente,

que es una recia construcción  de la ingeniería romana;

con un único arco muy alto, para que no lo invadan las aguas en tiempo de crecida.

Marta da un grito agudísimo y retrocede aterrorizada. 

Un enorme lagartón, con la clásica cabeza de los cocodrilos, 

está atravesado en el camino y pareciera que está dormido.

Magdalena grita: 

–      ¡No tengas miedo, mujer!

Cuando están ahí no son peligrosos. 

Lo malo es cuando están escondidos y se mete el pie sin verlos.

Pero Marta se mantiene prudentemente atrás.

También Susana se lo toma muy en serio…

María de Alfeo es más valiente, pero sin imprudencia. 

Al lado de sus hijos, sigue adelante mientras mira

Los apóstoles no tienen ningún miedo…

Miran y hacen comentarios sobre el feo animal.

El cual se digna girar lentamente la cabeza, para que lo vean también de frente.

Y luego hace ademán de moverse,

como si quisiera ir en dirección a estos importunos viandantes.

Otro grito de Martha, que se hace atrás más todavía;

imitada esta vez por Susana y María Cleofás.

Pero María de Magdala coge una piedra, se la tira al animal y le da en un costado

Y éste escapa por la arena hacia abajo sobre el guijarral, para alcanzar rápido su guarida.

Y se sumerge en el agua lodosa.

Magdalena dice a su hermana: 

–     Ya no está.

Ven, acércate, miedosa. 

Lo malo es cuando se esconden y pasa uno sin verlos.

Las mujeres se juntan de nuevo.  

Pedro comenta: 

–       Pero es feo con ganas, ¡eh! –

Dejan la ribera y siguen por el camino principal.

Pedro dice:

–       De veras que es feo.

Judas pregunta:

–      Maestro…

¿Es verdad que en en el pasado, les daban de comer víctimas humanas?

Jesús responde:

–      Se le consideraba animal sagrado.

Representaba a un dios.

Y, de la misma forma que nosotros ofrecemos el sacrificio a nuestro Dios,

ellos, los pobres idólatras, lo hacían con los rituales y errores que su condición comportaba.  

Y en su paganismo, lo hacían a su manera.

Susana pregunta:

–      Pero, ¿Aún lo hacen?

Juan de Endor contesta:

–      Sí.

En algunos lugares idólatras., donde su dios se los exige.

María de Alfeo: 

–      ¡Dios mío!

Pero se los darán muertos, ¿O no?

–      No.

Si se los dan es vivos.

Jovencitas, niños, en general: las primicias del pueblo.

Al menos eso es lo que he leído –

Las mujeres lo miran espantadas. 

Martha gime aterrorizada:

–     ¡Oh!

¿Y si hay más animales de esos?…

Hermasteo, que hasta ahora ha guardado siempre silencio,

dice:

–       No tengas ningún miedo.

Basta con hacer algo de ruido y escapan.

Soy práctico, he estado varias veces en el Bajo Egipto.

Y hace una demostración, golpeando entre sí un par de varas.

Tengo experiencia también, en observarlos de cerca.

Martha dice:  

:      ¡Oh! Yo…

Si tuviera que acercarme a él, me moriría de miedo. 

–      ¿Sí?

Pues ése no es nada mujer, respecto al verdadero cocodrilo… 

Es al menos, tres veces más largo y ancho.

Y además muy voraz, si está hambriento.

Ése ciertamente estaba ya lleno de culebras o conejos montaraces.

Martha exclama quejumbrosa:

–      ¡Misericordia!

¡También culebras!

Pero, ¡¿A dónde nos has traído, Señor?!

Está tan asustada que la risa se apodera irresistiblemente de todos.

Reanudan la marcha dando palmadas o golpeando en los troncos…

La parte peligrosa queda atrás.

Marta se ha juntado a Jesús y pregunta frecuentemente:

–       ¿Es seguro que ya no habrá más?

Jesús la mira y menea la cabeza sonriendo…  

Pero la tranquiliza:

–      Estamos ya muy cerca de la llanura de Sarón. 

que no es sino belleza.

¡De todas formas, sí que me teníais reservadas hoy sorpresas, las discípulas!

No sé verdaderamente por qué eres tan asustadiza.

–       Yo tampoco lo sé.

Pero todo lo que repta me aterroriza.

Tengo la impresión como de sentir el frío de esos cuerpos fríos y legamosos sobre mí.

Y me pregunto por qué existen.

¿Son, acaso, necesarios?

-Esto habría que preguntárselo a Aquel que los hizo.

Tú cree que si los ha hecho es señal de que son útiles…

Aunque sólo fuera para hacer brillar el heroísmo de Martha.

Lo dice Jesús con un brillo perspicaz en sus ojos.

–       ¡Oh, Señor!

Tienes razón en bromear;

pero yo tengo miedo y creo que no me venceré jamás. 

Jesús, con una sonrisa más enigmática, todavía,

responde

–     Eso lo veremos…

Después haber dejado atrás el punto peligroso…

Jesús pregunta:

–      ¿Qué es lo que se mueve en aquellos zarzales?

Martha se espanta:

–      ¡Oh, no!

Otro cocodrilo…

Las hojas se mueven y se asoma una cara humana.

Es una mujer que los mira y huye hacia la campiña con un alarido.

El poder de la Oración:… la FE y el amor unidos, producen los milagros. Pregúntenlo a Santa Águeda y su historia con el ETNA

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