44.- EL MARTIRIO26 min read

Pablo de Tarso y Lucano el médico, han estado coordinando a la jerarquía de los cristianos y comunicando a Pedro todas las novedades. La primera parte de las obras de las Catacumbas, ha sido terminada. Y el senador Astirio, los mantiene informados del avance de los trabajos. Como Nerón emprende a capricho, nuevas y colosales construcciones, a nadie sorprende la construcción de dos nuevos laberintos, en diferentes puntos de la ciudad. Y que todos piensan que son los cimientos de otros tantos palacios, para el César.

Alternando las enseñanzas en casa por Fernanda y la asistencia a la Escuela de Apolonio, se aceleró la instrucción en el cristianismo de todos los miembros de la ‘familia’ de Nicolás y de su hermano Emiliano. En la Puerta del Cielo, el salón porticado que es en realidad, la Iglesia de la Santa Cruz, ha sido adornado para un evento muy especial. En el baptisterio, que es una piscina manantial, que está junto al salón más grande en el inmenso jardín. Todo está listo para recibir a los nuevos cristianos que llegarán allí, después de escuchar la última enseñanza del Catecumenado.

Un mensajero de la casa de Celina, le lleva una carta. La joven lee la tablilla y su mirada preocupada, nubla su bello semblante. Le contesta a Raymundo que al día siguiente por la tarde, regresará a su casa. Que diga a todos que la esperen.

Diana la ve y le pregunta:

–           ¿Qué es lo que pasa, hermana mía?

Celina contesta.

–          Te lo diré después que haya terminado con la enseñanza de este día, porque necesito tu apoyo en la Oración.

–           Está bien. Ya sabes que estoy contigo.

Y las dos se dirigen al salón donde las esperan unos trescientos catecúmenos y donde una Fernanda radiante y feliz, les da la bienvenida, pues su esposo y su cuñado, están en primera fila.

Celina ora el ‘Pater Noster’ y es seguida por todos. Y luego comienza la exposición de su tema, así:

–           Hermanos. Después de este tema, ya estaréis listos para pedir el Bautismo, el que de vosotros lo decida. Que la Gracia de nuestro Señor ponga en vuestro ánimo, el heroísmo necesario para una sabia decisión:

“Antes de conocer a Jesús, ustedes eran paganos demasiado carnales para el Evangelio. Y sin embargo si estáis bien preparados, sabréis seguir adelante hasta dar el testimonio final…  El Testimonio de la sangre: el martirio.

Erais lujuriosos, ambiciosos, disolutos, crueles, escépticos, viciosos y sabréis arrancar de vosotros mismos todas estas lacras, dejando desnuda el alma. Haciéndola sangrar para arrancar los tentáculos de la vida pagana y venir a Jesús, heridos en el pensamiento, en los afectos, en las costumbres, diciendo: ‘Señor, si Tú quieres, puedes sanarme’.

Y Jesús os ha sanado, cicatrizando todas vuestras heroicas heridas.

Porque es heroísmo el saber arrancar de sí, esto que es un mal, por amor de una Ley aceptada totalmente. Es heroísmo mutilarse de todo esto que es un tropiezo para seguirlo.

Es el heroísmo que Jesús indicó, dejándolo TODO, para ir a Él.

Regenerarse es hacerse un alma nueva. Despojándose de los compromisos y las ideas del mundo, para abrazarse de la Idea de Dios y vivirla. Vivirla verdadera e integralmente, llevando la civilización del Amor a la Tierra y amando hasta dar la propia vida. Porque, seguir a Jesús: Significa caminar por un camino que cada vez se hace más duro y bañado de lágrimas. Seguir a Jesús, significa imitarlo. Caminar detrás de Él, poniendo nuestros pies sobre sus huellas ensangrentadas, hasta llegar a la Cima del Calvario; amando como Él amó: amando a Dios sobre todas las cosas.

Amarlo hasta ofrecerle a Él, nuestra vida, para corresponder al Amor Infinito que la dio por la nuestra. Al meditar cuidadosamente la Pasión de Nuestro Señor, veremos lo que podemos esperar en la pasión que viviremos, al caminar detrás de Él: traicionado, acusado, vendido, apresado, juzgado, condenado, negado, flagelado, calumniado, crucificado, muerto y al parecer, abandonado también de Dios. La Pasión de Jesús, nos muestra el camino del martirio.

Se necesita valor y heroísmo para seguirlo y la decisión de mirar el sendero señalado, SIN MIEDO. Para dar la batalla, hasta el último combate, con serenidad y arrojo varoniles. El que vive y sufre siguiendo el ‘Camino de la Cruz’, el que después de haber participado del Calvario, le toca también la recompensa de Jesús: la Resurrección.

Porque no hay resurrección sin crucifixión. Y la gloria de poseer a Dios en una bienaventuranza eterna. El Sacrificio de Jesús, fue el sol que iluminó el Mundo. La luz de la Gracia baja a los corazones y la paz con Dios, los hace fecundos. Los méritos de su martirio, consiguieron para los cristianos, la capacidad de ganar el Cielo y poseer a Dios.

San Juan Bautista fue el Precursor de Jesús. Llevó una vida sacrificada que culminó cuando lo decapitaron. Fue el último mártir de Israel y el primer mártir cristiano. Todos los que decidimos ser cristianos, debemos ser dignos de llevar la palma del martirio.

La voluntad sincera del arrepentimiento, cuando todavía el hombre está sobre la tierra, tiene valor de purificación. El alma se ve libre de las cadenas de la esclavitud del Pecado, comprende lo que es Dios y ve la gravedad de sus errores, a la luz del Espíritu Santo. Ve la alegría de la que ha estado separado por años. Se despojan de toda inmundicia y contemplan el abismo de su propia degradación. Entre más profundo se ha caído, más dolorosa es la subida. Más penosa la cuesta que debe transformar la animalidad, en angelical belleza. Llevan una meta en el corazón y se dicen a sí mismos: “Supiste martirizar tu corazón, para que la carne gozara. Aprende ahora a martirizar tu carne, para dar a tu corazón, la Paz Eterna.” Estas son las almas mártires y dignas de Amor como las vírgenes, con una doble corona: la de su martirio terreno y ultraterreno, contra los vicios y por el amor. Porque amar con todas las fuerzas es ya un verdadero martirio.

Es entonces cuando se llevan a cabo, las Nupcias Espirituales, en las que la criatura se une a su Creador. El martirio suave y gozoso de tener que caminar sin ver. Fiándose totalmente de la Divina Providencia, que con amorosa solicitud, lleva al alma a una recreación, para ser el espejo acabado y perfecto que refleja a su Creador. Porque la vida es una prueba martirial y son vencedores, los que la sufren sin poner nunca en duda, la Infinita Bondad del Eterno.

La Cruz que las mata es el holocausto que las hace enloquecer en su espíritu. Y ellas se confían a Dios. Enfrentan la Prueba y permanecen fieles para elevarse. Solo Dios sabe cuáles batallas deben combatir. El Tentador les ha prometido la alegría y ellas se estrechan más fuertemente al Dolor, porque la alegría era el Mal y ellas han decidido seguir al Bien. El sabor del fruto del Bien, es amarguísimo a la carne humana, solo en la otra Vida, se convierte en miel paradisíaca.

 Rechazar a Satanás significa atraerse el Odio centuplicado del mismo y Dios nos da la fortaleza para que no venga la muerte antes de que cumplamos nuestra misión. Embelesados en el Cielo, debemos embelesarnos en el ardor de la contemplación; para poder sufrir la Pasión sin doblegarnos, permaneciendo luces del mundo y muriendo, para hacer oír la Voz del Cielo, que habla a través de nosotros.

Venceremos a Satanás. Y en la hora de la victoria, la Luz de Dios nos hace esplendorosos como soles. Cuando se vive de Fe, se muere con un esplendor de Fe, en el corazón y sobre los labios. Cuando se vive de pureza, se convierte sin muchas palabras. Las obras de la virtud, hacen convertirse al mundo. No todos se convierten pero lo hacen los mejores. Y esto es suficiente.

EL COMBATE.

En cada hombre, hay otro que se revela en los momentos de peligro.

Está el cínico. Que siempre se ríe de las víctimas y saca provecho de las desgracias ajenas.

Está el traidor. Mezcla del cínico y el cobarde, que siempre se inclina hacia el partido más fuerte, no dejando de quejarse de las fallas del perdedor.

El cobarde, no es tan delincuente como el cínico; ni tan asqueroso como el traidor. Pero muestra lo endeble de su formación espiritual.

Está el héroe. Que manso y aparentemente insignificante. Se afirma en la hora de la lucha y grita al enemigo: ‘¡Aquí estoy!’

Está el santo, que mientras todos huyen aterrorizados, dice: ‘Yo tomo su lugar.’

No es el ser tentados, lo que ha de causar temor. Así como tampoco la violencia de la tentación. Ni la reiteración de los recios ataques, deben inducir al alma al abatimiento y al desaliento para seguir adelante. La ira de Satanás, siempre se desata contra las presas que se le escapan y son conquistas de Dios.

En una batalla, ¿Dónde concentra el enemigo sus embestidas más fuertes? Endereza toda la artillería contra las posiciones más fuertes y que son de capital importancia. Cuando se ha conquistado la plaza fuerte; las débiles caen por sí solas. Sería necio gastar fuerzas y municiones en ataques a las defensas desmoronadas por la falta de iniciativa de sus defensores, que se rinden sin luchar.

Satanás es un estratega inteligentísimo, sagaz y muy cruel. Sabe regular muy bien sus asaltos. Donde aprecia debilidad espiritual y moral. Y donde ve un consentimiento pleno para aceptarle como amigo, usa de halagos. Y el hombre cae por sí mismo en sus garras. Sus ataques violentos los reserva, para donde advierte una resistencia y prevé una derrota. Entonces cambia los halagos por terror; sin cansarse de atacar una y otra vez. Usando todos sus efectivos y todos los medios, a fin de conquistar o al menos atormentar a los hijos de Dios.

La vida es una lucha cotidiana contra el Demonio, el Mundo y la Carne. Porque Satanás usa de los tres para hacer caer en pecado a la criatura y así privarla de la Gracia, para poder apoderarse de ella.

LA CARNE.

Las debilidades del ‘yo’, siempre presentes mientras el hombre vive y cuya solución solo es aplastada, conforme él ‘yo’ es crucificado.

EL MUNDO.

Los afectos y todo lo que constituye el respeto humano, son las armas predilectas para atormentar. Usa al hombre contra el hombre. Buscando siempre lastimar en donde más duele y con quién más se quiere.

EL DEMONIO.

Conforme avanza el alma en el descubrimiento del mundo espiritual, se descara completamente y se encara abiertamente: “Deja a Ese…” “Y te daré…” sigue una enumeración de lo que él considera que puede darle resultado. Como conoce muy bien a su presa, sabe por dónde llegar. Cuando no consigue su objetivo, su furia homicida lo lleva al ataque físico.

El santo cura de Ars, cuando Satanás lo atacaba físicamente, dejándolo como un boxeador de peso ligero, vapuleado por un boxeador de peso pesado. En su recámara, todo quedaba hecho un desastre, como si la hubiera arrasado un huracán. Su cama, era un amasijo de hierros retorcidos y como remate, un da se la incendió. A las preguntas de sus compañeros sobre lo que había acontecido; el santo cura de Ars, solía responder: “Cómo no pudo atrapar al pájaro, vino a quemarle la jaula.”

Pocas veces consigue alcanzarnos. El amor de Jesús y de María, protegen siempre y solo causa daños hasta donde se lo permiten.

El testimonio del Padre Pio es más que esclarecedor:

Las tentaciones de Satanás que quisieron hacer caer al padre Pío, se manifestaron de cada modo. El Padre Agostino nos confirmó que Satanás apareció bajo las formas más variadas: «bajo forma de jovencitas desnudas que bailaron; en forma de crucifijo; bajo forma de un joven amigo de los frailes; bajo forma del Padre Espiritual, o del Padre Provincial; de aquel del Papa Pío X y del Ángel de la guarda; de San Francesco; de Maria Santísima, pero también en sus semblantes horribles, con un ejército de espíritus infernales. A veces no hubo ninguna aparición pero el pobre Padre fue golpeado hasta salirle sangre, atormentado con ruidos ensordecedores, lleno de escupitajos etc. Él logró librarse de estas agresiones invocando el nombre de Jesús.

Las luchas entre el Padre Pío y Satanás se agriaron cuando el Padre Pío liberó a los poseídos. Más de una vez – el Padre Tarsicio contó de Cervinara – antes de salir del cuerpo de un poseído, el Malvado ha gritado: «Padre Pío nos das más molestias tú que San Michelle». Y también: «Padre Pío, no nos arranques las almas y «no te molestaremos.»

La carta a Agostino del 5 de noviembre de 1912: Estimado Padre», ésta también es su segunda carta a través de la concesión de Dios, y ha seguido el mismo destino de la anterior. Yo estoy seguro de que el Padre Evangelista ya le ha informado sobre la nueva guerra que los apóstatas impuros están haciendo en mí. Mi padre, ellos no pueden ganar, a su voluntad por mi constancia. Yo le informo sobre sus trampas sé que les gustaría inducirme, privándome de sus sugerencias. Yo encuentro en sus cartas mi único consuelo; pero para glorificar a Dios y para su confusión yo los llevaré. Yo no puedo explicarle, a usted cómo ellos están pegándome. A veces yo pienso que me voy a morir. El sábado yo pensé que ellos realmente quisieron matarme, yo no hallaba a qué santo pedirle ayuda. Yo me dirigí a mi ángel de la guarda, suplicándole ayuda, quien me hizo esperar largo tiempo, y finalmente, él voló alrededor de mí y con su voz angélica cantó los himnos de alabanza a Dios. Entonces una de esas escenas usuales pasó; Yo le reñí severamente, porque él me había hecho esperar tanto por su ayuda, a pesar de que lo había llamado urgentemente y por castigo, yo no quise mirarlo a la cara, yo quería que él recibiera más que un castigo de mí, yo quise huirle pero, él pobre, me localizó llorando, él me tomó, hasta que yo lo mirara, yo lo miré fijamente en la cara y vi que él lo sentía.»

(PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni – Edizioni «Padre Pio da Pietrelcina» Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo – FG)

La carta al Padre Agostino del 13 de febrero, de 1913, «Ahora, que veintidós días han pasado, desde que Jesús permitió a los diablos para descargar su enojo sobre mí. Mi Padre, en mi cuerpo todo se machuca de las palizas que yo he recibido en el presente por nuestros enemigos. En varias oportunidades, ellos me han quitado mi camisa incluso, y me han golpeado de una manera brutal»…

La carta al Padre Benedetto de fecha 18 de marzo de 1913, «Estos diablos no dejan de pegarme, mientras que también me tumban de la cama. ¡Ellos igualmente me quitan mi camisa, para pegarme! Pero ahora ellos no me asustan ya. Jesús me ama, Él me alza a menudo y me pone en la cama»

(PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni – Edizioni «Padre Pio da Pietrelcina» Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo – FG)

Satanás fue más allá de todos los límites de provocación, con el Padre Pío; hasta le dice que él era un penitente. Éste es el testimonio del Padre Pío: “Un día, mientras yo estaba oyendo las confesiones, un hombre vino al confesionario dónde yo estaba. Él era alto, guapo, me vistió con algo de refinamiento y era amable y cortés. Comenzó a confesar sus pecados; los cuales, eran de cada tipo: contra Dios, contra el hombre y contra las morales. ¡Todos los pecados eran molestos! Yo estaba desorientado, por todos los pecados que él me dijo, yo respondí. Yo le traje la Palabra de Dios, el ejemplo de la Iglesia, las morales de los Santos, pero el penitente enigmático se opuso a mi palabras justificando, con habilidad extrema y cortesía, todo tipo de pecado. Él vació todas las acciones pecadoras y él intentó hacer normal, natural, y humanamente comprensible todas sus acciones pecadoras. Y esto no solamente para los pecados que eran repugnante contra Dios, Nuestra Señora, y los Santos, él fue Rotundo sobre la argumentación, pero, qué pecados morales tan sucios y ásperos. Las respuestas que él me dio con la delgadez experimentada y malicia me sorprendieron. Yo me pregunté: ¿quién es él? ¿De qué mundo viene él? Y yo intenté mirarlo bien, leer algo en su cara. Al mismo tiempo concentré mis oídos a cada palabra, para darle el juicio correcto que merecían. Pero de repente; a través de una luz vívida, radiante e interior yo reconocí claramente quién era él. Con autoridad divina yo le dije: diga…….”Viva Jesús por siempre” “Viva María eternamente” En cuanto yo pronuncié estos nombres dulces y poderosos, Satanás desapareció al instante en un goteo de fuego, mientras dejaba un hedor insoportable».

Satanás es el mejor maestro en lo que consiste el conocernos a nosotros mismos. A veces está tan enojado, que descubre las tácticas que usará, al enumerar las debilidades de su víctima. Si el alma usa la inteligencia; de sus aparentes victorias, sacará las conclusiones necesarias, para preparar las defensas. Y es cuando es indispensable fortalecernos en el Señor y en la fuerza de su poder. Hay que revestirnos de las armas de Dios, para poder resistir las asechanzas del Demonio.

Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre; sino contra los Principados. Contra las Potestades. Contra los Dominadores de este mundo tenebroso. Contra los espíritus del Mal, autollamados dioses, que están en las alturas. Por eso hay que tomar las armas de Dios, para poder resistir en este día malo. Y después de haber vencido todo, mantenerse firmes. La Guerra es contra el Infierno fortísimo, el cual desencadena directamente las grandes tormentas, de las más poderosas tentaciones; en un postrer esfuerzo de abatir al espíritu gigantesco que se le resiste.

La Tentación es un elemento del Mal, que se puede cambiar en Bien y en gloria, mediante la libre voluntad con que el hombre la rechaza. A veces es tan sorpresivo y violento el ataque, que agarrando al hombre desprevenido, lo hace caer…  ¿Qué hacer? ¿Llorar y desesperar, porque estamos derribados mordiendo el polvo? ¿Quedar abatidos y darnos por vencidos, aceptando nuestra mísera realidad? ¿Tirar la toalla y batirnos en retirada, dejando que el Enemigo consuma su victoria y nos destruya por completo?

¡Claro que no! ¡Sólo los cobardes se dan por vencidos! Cuando se recibe un golpe bajo, (Los de Satanás, siempre lo son) y nuestro triste barro yace miserable y derrotado; debemos recordar, ¡Qué somos polvo! El Demonio que se retuerce de risa porque nos hizo caer; no hace más que recordarnos, la miseria que somos y como dependemos de Jesús. Dependiendo del daño recibido. Debemos serenarnos. Tratar de mirar objetivamente la situación y ¡Llorar amargamente! Pero no de abatimiento. Sino de arrepentimiento, por el dolor infligido a Dios por nuestro pecado.

Postrarse en Tierra y pedir perdón al señor, equivale a levantarse y seguir adelante. No debemos olvidar que los tropiezos que pone Satanás, son más grandes, cuanto más cerca estamos de Dios. Levantarse y proseguir con constancia inalterable, decididos a pertenecer más a Dios. ¡Dios sabe distinguir las caídas y es Padre que levanta a los que caen; no por malicia, sino por debilidad de la criatura y tropiezo de Satanás! El alma que lo conoce, sabe de la infinita bondad de Dios. Y confía en que el arrepentimiento sincero, obtiene de Dios el Perdón. Y Él, en su Infinita Misericordia, aumenta las fuerzas y los recursos que el alma necesita para perseverar y vencer. El demonio vencido, se retira con su mezquina victoria, diciéndonos: “De todas maneras, ¿Ya ves que eres un perro? ¡Te hice caer y te hice llorar! ¡Volveré y me las pagarás! ¡Te mataré!” La burla y la amenaza no faltan jamás. Su función es tratar de amedrentar a como dé lugar. Le encanta hacer una descripción minuciosa de lo que nos hará cuando caigamos en sus manos, cuando llegue nuestra hora. Tentación rechazada, es mérito adquirido. Lo que no consiguió con la Tentación, trata de conseguirlo con el terror. Pero ¡Si Dios está con nosotros! ¿Quién contra nosotros?

Para esto dejó al hombre su magnífica libertad de querer. Para que a través de ella y por mérito propio, alcance la gloria merecida. Conforme avanza el hombre en el conocimiento de Dios y por lo tanto del Amor; el alma extrae de la Verdad, la fuerza necesaria para remontar el Abismo y colocarse al nivel del enemigo en la Última Batalla.

Todas las luchas anteriores, tienen como finalidad entrenarnos, para el mortal Combate Final. En ella EL MARTIRIO DE LA HORA DE LA MUERTE ES LA BATALLA DEFINITIVA, que determina el curso de nuestro destino eterno. No podemos darnos el lujo de cometer el más mínimo error.

Si tomamos en cuenta que como hijos de Dios, somos dioses y que lo que decimos se hace; podemos entender el tremendo drama que se desarrolla con nuestras últimas declaraciones. Para esto hay que encuadrar el diálogo, en un plano totalmente espiritual. Y veremos claramente el combate, entre el alma que quiere retornar a Dios y el terrible Adversario que trata de impedirlo. Este conocimiento es invaluable para el momento en que tengamos que librar, nuestro propio y personal combate. Ya sea en una confrontación abierta, como la que tuvo Jesús con sus acusadores o en la paz del lecho de enfermo en la que termina la jornada terrena. Este combate es especialmente doloroso para los ateos. Por eso sus agonías son desesperadas y espantosas, cuando no terminan de manera súbita, con el homicidio o el suicidio.

Pruebas + sufrimiento = Amor Perfecto. La debilidad humana no es capaz de resignarse al Martirio. Pero los corazones que aman de verdad a Dios y deben dar testimonio de Él; Él Mismo les infunde una gracia sobrenatural: el Amor Perfecto.

Cuando se llega al Amor Total; ni las torturas, ni las acusaciones, ni las separaciones de los familiares; ni la pérdida de la vida, ni absolutamente nada tiene importancia. Todo se convierte en pedestal para levantarse al Cielo, para aceptarlo todo, para extender los brazos y el corazón a las torturas, mirando solamente hacia Dios.

El amor, el sacrificio y la confesión heroica de la Fe, es absolución. La vida es un martirio, cuando el mundo ha perdido toda atracción y el corazón suspira por el Cielo. Cuando se vive para enseñar a los demás el Amor; para consolar de sus desilusiones el Corazón de Dios y para perseverar infatigables en darle almas. Por eso debemos perseverar en cumplir nuestra misión y el ministerio recibido de Jesús, de santificar el Mundo y dar testimonio del Evangelio. De ninguna otra cosa nos debemos preocupar.

Si sabemos convertirnos en verdaderos hijos del Padre Celestial, debemos vivir, actuar y morir como tales.

Nuestra muerte debe ser brecha en los diques del Paganismo, como agua que socava una y otra vez… Y rompe lenta, pero inexorablemente, las más fuertes obras del hombre. Y nuestra sangre, igual que la de Jesús; brotando por miles de heridas, debe resquebrajar las murallas paganas para que el mundo pueda ser conquistado por el Amor. Hay que orar pidiendo la Sabiduría, para poder ser confesores. Cuando la poseemos y amamos verdaderamente a Dios; hacemos de este amor la razón principal de nuestra vida y es cuando alcanzamos la perfección espiritual: la Santidad. 

Con el Amor de Fusión Perfecto, nuestro espíritu es elevado al Cielo.

 Y podemos gozar de Dios, EN MEDIO DEL MARTIRIO CRUENTO.

No muertos. No torturados. No destruidos. No desesperados. Así como no es muerte el trabajo de parto, sino que es vida que genera vida: el dolor de un instante ofrecido a Dios, no es más dolor; sino gozo que se vuelve eterno, al dejar este mundo. Debemos por tanto, reflejar a Dios en sus cualidades y a Cristo Salvador en su Holocausto. Debemos imitarlo si realmente queremos sobrevivir y reunirnos con nuestro Padre. 

El que esté dispuesto para el Martirio, está listo para recibir el Sacramento del Bautismo. 

Celina calla…

Después de un momento de reflexión, todos se dirigen a la Iglesia de la Santa Cruz, donde se celebra la Eucaristía y donde los espera un grupo de obispos, para bautizarlos.    Nicolás  dice al saludar al obispo Francesco:

–           Ahora ya que me han dado el conocimiento de esta gloriosa Fe, mientras mi Fernanda me ha dado la dulzura, tú ábreme las puertas de la Gracia. Quiero ser de Cristo para ser igual al ángel que Él me ha dado por esposa y que me ha abierto los caminos celestiales en los que prosigo, olvidando todo el pasado. ¡No tardes más! ¡Oh, obispo! Yo creo y ardo por confesarlo, para la Gloria de Jesucristo, nuestro Señor.

Los cristianos escuchan conmovidos y alegres. Y sonríen al nuevo hermano y a la feliz Fernanda que lo tiene tomado de la mano, estando entre el esposo y el cuñado.

Al igual que los demás, Nicolás y Emiliano están vestidos de blanco y sin ningún adorno, ni joyas de ningún tipo. El Obispo Francesco pronuncia la fórmula sacramental del Bautismo, mientras los cristianos van siendo sumergidos uno a uno, por tres veces; en la piscina con el agua lustral.

Nicolás con las gotas de agua todavía escurriendo de sus cabellos, recibe el beso fraterno de los cristianos y sus felicitaciones. Que le dicen:

–          Serás un campeón entre nosotros.

El joven patricio contesta sonriendo:

–         No soy capaz de tanto. Yo, infeliz pagano envuelto en el error. Todo el mérito es de esta dulce esposa mía. Su belleza y su gracia, sedujeron en mí al hombre. Pero su Fe y su pureza, han seducido mi espíritu. He querido ser igual a ella, para poderla amar y comprender más, todavía. De mí, iracundo y sensual; ella ha hecho esto que veis: un manso y un puro. Y espero con ayuda de ella, crecer siempre más en este camino. Ahora te veo ángel de virginal candor, ángel de la esposa mía. Y a ti también Azharías. A ti te sonrío, porque me sonríes. ¡Ahora te veo, Angélico esplendor! La alegría de contemplarte es superior a toda la aspereza del martirio. Fernanda santa, prepárame para eso. Yo quiero entregarme completamente y consagrarme como tú. Quiero ser sacerdote e inmolarme a mi Señor Jesucristo. Sobre esta estola yo quiero escribir con mi sangre, el Nombre Santísimo del Cordero y ofrendar el Verdadero Culto a Dios.

–           Amén. –contestan todos.

Cuando la asamblea termina, los cristianos regresan a sus hogares.

Y en Roma, Celina redacta un documento donde autoriza la venta de sus propiedades y dona todas sus riquezas para que Pedro las distribuya, a los pobres de la Iglesia. Luego pide a Diana que la acompañe a orar durante toda la noche.

Diana le pregunta:

–           ¿Cuál es la razón para esta decisión?

Celina contesta:

–          Me enteré,  de que Narciso Haloto con calumnias, ha conseguido de su padre una orden de arresto contra mí. Piensa llevarme a los lupanares del Palatino y entregarme a los spintrias. (Maestros de voluptuosidad) Quiere retenerme prisionera, hasta que se canse de mí. Después de profanarme, quién sabe cuántas crueldades más tiene planeadas la ruin bajeza del despechado romano; pues está dispuesto a hacer uso de toda su fuerza y poder, para vengarse de lo que considera: ‘Estúpidos desprecios de una jovencilla orgullosa.’

Diana se queda muda de estupor y solo exclama:

–           ¡Oh!

Las dos se arrodillan ante la cruz, en el cubiculum de Celina. Y se sumergen en una larga y ardiente Oración…

Cuando llega la mañana, se levantan y preparan un pequeño altar, con linos muy finos y hermosas flores blancas.

Luego entra un hombre joven, elegantemente vestido; con su toga ribeteada de púrpura, parece un senador. Es Humberto y las dos jóvenes le saludan con gran veneración. Él saca de una bolsa, todo lo necesario para celebrar una Misa. Después se reviste con las vestiduras sacerdotales y se inicia la Eucaristía.

Celina y Diana, oran siempre más fervorosamente. Humberto consagra las Especies y después las da a las dos jóvenes, que las reciben con profunda adoración. Pero cuando el sacerdote las bendice al terminar la Misa y desciende del altar, solamente Diana se mueve.   Celina permanece postrada, su compañera la llama y la sacude suavemente. Humberto también se inclina y entre los dos, la levantan. Ya la palidez de la muerte, está sobre el rostro de Celina y los ojos están semicerrados por la agonía final. Respira fatigosamente y una alegría incontenible, ilumina su bello rostro. La colocan con cuidado sobre un largo diván que hay junto a una ventana abierta al atrium, donde se oye el agua del implovium, cuando salpica el hermoso jardín.

Tratan de ayudarla. Pero ella, haciendo un esfuerzo, levanta una mano y solamente dice dos palabras:

–           Gracias… Jesús…

Y sin ningún espasmo, expira…

Diana besa la blanca frente de su amiga. Y lágrimas silenciosas, resbalan por sus mejillas, mientras le dice:

–           Hermana mía, me has precedido. Te lo ruego, ora por mí, cuando llegue mi hora.

Humberto unge el cuerpo con los santos óleos y cruza sobre el pecho, las manos de la doncella; que parece como si durmiera  apaciblemente.

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

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