1.- LA PROFECÍA14 min read

Al rayar el alba de una fría mañana invernal, dos personas con ropajes oscuros caminan presurosas. Llegan a una plaza pavimentada con bruñida piedra, en la que señorea imponente una estatua del Amo del mundo: NERON. Alrededor hay extensas alamedas que se hunden en el bosque que sube hasta la montaña.

Atraviesan la plazoleta y siguen por un camino dividido al centro por balaustradas bajas, interrumpidas de trecho en trecho por pedestales con estatuas. A ambos lados del camino hay una sucesión de villas de recreo rodeadas por frondosos bosques de encinas, sicómoros, plantas resinosas y sombreadas por parras.

Los peatones tienen aceras pavimentadas con piedra rojiza. Se encuentran al paso un gran número de fuentes que lanzan continuamente sus abundantes chorros de agua, para refrescar el ambiente y calmar la sed de los viandantes. A unas tres millas se estrecha un poco la magnífica vía, donde se yergue majestuoso un arco del triunfo erigido por Augusto.

La luna llena es un magnífico y enorme disco que avanza hacia su ocaso e ilumina todo con sus suaves reflejos argentados. Los dos hombres continúan avanzando por la Vía Apia en dirección a la costa. Uno de ellos es un joven como de veinte años. El otro, un anciano de mediana estatura, de blanca cabellera y aspecto venerable que sostiene con firmeza su báculo.

amanecer

El firmamento por el oriente se ilumina con unos destellos de color esmeralda, que tienen en sus bordes unos reflejos azafranados… Poco a poco van surgiendo de entre las sombras de la noche los árboles con sus ramas desnudas y cubiertas de nieve; algunos con sus hojas plateadas que parecen de cristal por el hielo.

Luego emerge imponente el blanco mármol de las villas de recreo y los arcos de los acueductos que se extienden por la llanura a través de la campiña, hacia la ciudad. Mientras la aurora va iluminando con sus brillantes franjas de oro y rosa, que se reflejan en las gotas de rocío; en tanto que la niebla matinal se disipa y deja al descubierto un paisaje grandioso, en todo su magnífico esplendor.

El anciano cierra los ojos y suspira, mientras gruesas lágrimas se deslizan por sus mejillas. Recuerda lo sucedido en las últimas horas… otro suspiro mayor. Por espacio de treinta y tres años, después de la Muerte y Resurrección de su Maestro, no ha conocido el reposo. Báculo en mano ha ido por el mundo anunciando a los hombres el Evangelio. Ha agotado sus fuerzas en durísimas jornadas…

Y cuando la Iglesia empezaba a florecer… ¡ZAZ! Un hálito sangriento de cólera y de crimen la ha barrido de la faz de la tierra. Lo único que queda, son recuerdos de martirio y de muerte. El grano esparcido había producido ricos frutos… pero Satanás los ha aplastado.

MARTIRIO jean-leon-gerome-the-christian-martyrs_-last-prayer

Nerón gobierna el mundo poderoso como nunca, extendiendo su gloria sobre tierras y mares. Y aun cuando en Roma ya nadie cree que los cristianos han sido los autores del incendio, han sido declarados los enemigos de la humanidad y del Estado. Y el Edicto “QUE LOS CRISTIANOS NO EXISTAN” continúa contra ellos con todo su rigor y se extiende a todos los confines del imperio.

En el Palatino se sabe que los líderes de la Iglesia Cristiana siguen vivos, a pesar de los millares de cristianos que han sido sacrificados. Haloto y Sofonio Tigelino, los dos más crueles agentes de Nerón han resuelto apoderarse de ellos, porque esperan que con su muerte quede extirpada de raíz la odiada secta. Al barrio del Transtíber en el Janículo; han sido enviados varios destacamentos de pretorianos a registrar una a una, todas las casas.

Pedro no sabe qué hacer. Está lleno de incertidumbre y el miedo lo ha invadido. Se siente como si Dios lo hubiese abandonado. Su Rebaño ha sido dispersado y su obra parece destruida. Aquella Iglesia que antes del incendio estaba como un árbol exuberante en plena floración, ha sido reducida a polvo por el poder de Satanás. Y en medio de su soledad y de su amargura, Pedro extiende sus manos hacia el Cielo preguntando:

–         ¿Señor, que debo hacer? Soy un hombre cada vez más anciano y más débil. Y siento que ya no puedo seguir luchando contra este poder del Mal, que has permitido que gobierne y triunfe… – una oleada de dolor lo ahoga- Las ovejas que me ordenaste que apacentara ya casi se acaban. Tu Iglesia está a punto de ser aniquilada por completo. Y yo… ¿Qué quieres que haga ahora?

Esta última frase es un ronco sollozo que se convierte en un estremecimiento completo de su cuerpo, mientras el llanto brota incontenible.

Pero el cielo no responde. El Cielo está cerrado como un día lo estuvo para Jesús, en el Huerto de Getsemaní…

Y el apóstol vacila… ¡La Iglesia no debe perecer! La sangre de millares de inocentes ha empapado los cimientos de la capital del imperio más poderoso del mundo y ha dado testimonio de su fe y de su doctrina. Y él… ¿Está huyendo como un cobarde?…Esta tortura es más grande que cualquiera que hubiese conocido… Y las lágrimas fluyen más abundantes todavía…

El camino está casi desierto, a excepción de los pocos comerciantes que encuentran de vez en cuando y que se dirigen hacia la ciudad.

Cuando el sol se asoma sobre las colinas, de una manera insólita a Pedro le parece que en lugar de ascender hacia lo alto del firmamento, el disco solar descendiera de aquellas alturas, para dirigirse a su encuentro. El anciano se detiene y se pone una mano sobre la frente tratando de atisbar para distinguir mejor…

Y ante la sorpresa de David su joven acompañante, exclama:

–           Alguien viene hacia nosotros envuelto en los resplandores del sol.

El joven al principio no ve nada. Solo siente la brisa fresca de la mañana que mece ligeramente las hojas de los árboles. Y su sorpresa aumenta al ver que efectivamente, una alta figura se acerca…

AMANECER CREPÚSCULO

Mientras tanto el apóstol cae de rodillas, suelta su báculo y extiende los brazos hacia adelante, diciendo con el rostro radiante:

–            ¡Señor mío y Dios mío!…Domine ¿Quo vadis? ¿Señor a dónde vas?)

David, que también ha caído de rodillas, escucha una voz dulce y dolorida que dice:

–             Si tú abandonas a mi Pueblo, volveré a Roma para ser crucificado por segunda vez.

Pedro responde con vehemencia:

–            ¡OH NO, mi Señor! Por favor perdóname. Yo te amo y seguiré tus pasos. Dame fuerzas mi Jesús y dime que quieres que haga.

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Jesús le dice:

–             Nombra a Lino tu sucesor. La Iglesia NO morirá. Ya te dije que las puertas del Infierno no prevalecerán contra Ella.  Será atacada, oscurecida, hecha prisionera… Pero triunfará… En la persecución que tendrá lugar cuando sea adulta en la Era Satánica; cuando el Enemigo piense haber acabado con Ella… La Iglesia verá el ejemplo de la “Iglesia Niña” y dará mártires más gloriosos todavía…

Porque Satanás habrá refinado sus métodos de persecución haciéndolos más sutilmente diabólicos, pues estarán complementados con la más alta tecnología inventada por el hombre. Y aun así, te digo que mi Iglesia renacerá triunfante sobre todas las insidias, porque Yo he vencido a Satanás desde la Cruz. Y todo poder se me ha dado en el Cielo, en la Tierra y sobre el Infierno. Además, Mi Madre sigue pisando la cabeza de la Serpiente y Ella DEFENDERÁ y protegerá a sus hijos…

Cuando la Iglesia esté sola y herida, prisionera y crucificada; la Prueba será muy dura y dependerá del arrepentimiento de los hombres, el que sean mitigados los sufrimientos de la Gran Tribulación.  Porque cuando la locura humana y diabólica se hayan fundido; juntas desencadenarán un cataclismo sin paralelo…

Pero no siempre quien está en manos de sus enemigos es destruido por ellos. Queda solamente prisionero… ¡Felices los que sepan perseverar hasta el fin! Ha llegado la hora, Pedro mío… ¡Te estoy esperando!…

El apóstol yace postrado con el rostro en la tierra. Finalmente cuando se levanta, tiene en su cara una sonrisa radiante. Toma su báculo y se da la vuelta.

David al ver esto, como un eco repite:

–         Domine ¿Quo vadis?

Pedro contesta con una voz jubilosa:

–          A Roma. Volveremos a Roma…

Y regresan.

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Al día siguiente, el sol ilumina desde lo alto a tres jinetes que cruzan como una exhalación la plazoleta de Nerón desde la que parten diversos senderos que atraviesan el bosque y se dirigen a las más suntuosas quintas, pertenecientes a los patricios más ricos y prominentes de Roma. Palacios que rivalizan unos de otros en magnificencia y belleza.

El más señorial es una villa situada en la parte inferior de la colina. Domina el paisaje como si estuviera colocada en la cima. En el arco de la entrada a la galería porticada que parte del atrium hacia el interior de la casa, está la siguiente inscripción “ LA PUERTA DEL CIELO’

En los espacios abiertos hay magníficos jardines unidos por galerías porticadas muy largas, ceñidas por diversas fuentes hechas con mucho artificio y cisternas con figuras de metal, por las cuales se vierte el agua. Después del tercer patio hay un inmenso jardín bordeado por altísimos cedros, palmeras y sicomoros; fresnos, sauces y hermosos setos de flores que hacen del lugar un auténtico paraíso.

En un extremo del jardín hay una edificación parecida al Partenón. El frontón está adornado con una enorme cruz desnuda de cuyos brazos pende un sudario. Flanqueada a un lado por peces y al otro por una fuente que parece recoger el líquido de las gotas de sangre que brotan de la garganta abierta del Cordero Místico. Por dentro, en el muro posterior solo hay una enorme cruz desnuda y un altar de mármol.

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En el salón, alrededor de quinientas personas están celebrando la Eucaristía que preside un anciano de porte majestuoso. Amor, fe, imperio, dulzura, se reflejan en su mirada. Habla con voz pausada y ademanes de orador. Es el Pontífice de la Iglesia Cristiana y su voz resuena clara hasta el último de sus oyentes.

Es el apóstol Pedro que acaba de consagrar a Lino como su sucesor y le ha entregado la Iglesia como su rebaño. Ésta lo ha recibido como su nuevo pontífice. Antes de concluir con la bendición apostólica, Pedro les recomienda:

–             No olvidéis nunca que el Vicario de Cristo para ser auténtico, debe ser nombrado por ÉL.

Después de concluida la celebración Eucarística, los tres caballeros que galopaban veloces y están elegantemente vestidos, se acercan al apóstol y lo saludan reverentes. El más joven; un hombre que parece tener alrededor de cuarenta años de edad y luce llamativos mechones plateados en las sienes, dice con preocupación:

–             Santo Padre, no deberías estar aquí. El barco te está esperando en Ostia para llevarte a Sicilia. Desde que ejecutaron a Séneca, este lugar no es seguro. El único recinto inexpugnable son las Catacumbas…

Pedro contesta apaciblemente:

–             Ha llegado mi hora, Maximiliano. Tampoco ustedes deben estar aquí. Tienen una misión que cumplir y no es precisamente en Roma. La ciudad se ha vuelto muy peligrosa, especialmente para ti. ¿Qué harás si alguien te reconoce?

El hombre inclina la cabeza y como si se disculpara, dice:

–              Es que tú eres tan importante para nosotros…

Entonces el segundo hombre interviene:

–               Hemos venido por ti. No podemos permitir que te suceda nada. Nerón ha enloquecido por completo… Y más que nada, es una fiera sedienta de sangre.

Pedro niega con vehemencia:

–                No, senador Astirio. Voy a regresar a Roma.- y a continuación relata lo sucedido en la Vía Apia.

El más anciano de los tres, suplica:

–                Por favor, sólo espera unos días… Los suficientes para que nos relates la historia de Judas.

Pedro exclama entre admirado y sorprendido:

–              ¡LA HISTORIA DE JUDAS!Y mirándolo fijamente agrega- Tribuno Publio Quintiliano, extraño pedido es el tuyo.

JUDAS

En la mirada del anciano tribuno aparece una expresión de añoranza y suspirando agrega:

–            Ese hombre siempre me intrigó. Nunca comprendí porqué lo eligió el Maestro. Es un enigma que quisiera descifrar… En cierta manera también es la historia de Jesús. ¿No te parece?

Pedro parece reflexionar ante la insólita petición. Lleva su mano derecha hacia su frente y la toca por un largo momento. Luego, como si obedeciera a un Locutor interno dice:

–            ¡Uhmmm! No se me había ocurrido pensarlo así, pero… ¡Tienes razón! ¡El Espíritu Santo lo hará!-Pedro abre los brazos abarcando todo a su alrededor. Y agrega sonriente-Será la última lección en la Puerta del Cielo…Quién hubiera dicho que una de las mejores propiedades de Lucius Anneus Séneca se convertiría en nuestra escuela…- Pedro suspira profundo y agrega con determinación- Les contaré la historia de Judas y enseguida cada quién iremos al encuentro de nuestro destino. Lo que tiene que ser, será…

Tres semanas después, el senador Astirio toma el camino a Nápoles y Pedro regresa a Roma con su pequeño séquito. El tribuno Publio Quintiliano sigue por el camino que va hacia Ostia, para embarcarse en el “Cronos” que lo llevará a Sicilia. En su comitiva lleva a un esclavo encargado de sus caballos favoritos que al mirarlo con más detenimiento, se puede reconocer que es Maximiliano… Pero, ¿Por qué viaja disfrazado de esclavo?…

Tres días más tarde…

barco del imperio romano

Luego que el Cronos va navegando en mar abierto y se pierde en la lejanía el puerto de Ostia; aparece en la cubierta del barco, la elegante figura del patricio que ha abandonado su disfraz.

Publio al verlo le sonríe, le invita un refrigerio y le dice cordial:

–            Bienvenido a bordo del Cronos, Tito Petronio. Será un placer viajar en tu compañía.

El patricio le corrige:

–             Recuerda que Petronio, el consejero de Nerón, ha muerto. Mi nombre es Maximiliano de Jesús.

Publio lo mira con una curiosidad que le es imposible disimular; levanta su vaso y dice:

–             Salud, noble Maximiliano. Porque ahora eres siervo de Nuestro Señor Jesucristo. ¿Sabes qué es lo más interesante?

Petronio lo miró intrigado. Correspondió al brindis y dando un sorbo a su vaso con vino, preguntó:

–             ¿A qué te refieres?

–           Me gustaría saber por qué un hombre como tú, amante de la buena vida y los placeres; que ha conocido el poder en su máxima expresión, cómo fue que te convertiste de consejero del emperador, en cristiano.

El júbilo destella en la mirada del que fuera Árbitro de la Elegancia en la corte de Nerón, al contestar:

–            Acabas de pedirme lo que es mi máximo deleite: testimoniar lo que Jesús el Redentor Santísimo puede hacer con una escoria como yo… Para la gloria de Dios disponemos de tiempo, general. ¡Aleluya! –Al decir esto, levanta su vaso de cristal recamado en oro y el rubí del licor resplandece a la luz del sol que ilumina la nave que se desliza sobre las aguas del mar mediterráneo, en dirección a las costas sicilianas.

El general confirma:

–               ¡Amén! Y vaya que tenemos suficiente tiempo.-repite Publio, degustando con deleite el licor que se disuelve en su boca y arrellanándose en la poltrona en la que se ha recostado, agrega.- Soy todo oídos.

–                Un día…

La voz grave de Maximiliano resuena, al comenzar la historia más fascinante de su vida…

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HERMANO EN CRISTO JESÚS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

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