TERCER MISTERIO DE DOLOR8 min read

LA CORONACIÓN DE ESPINAS

(Mateo 27, 27-31)

Nuevamente le atan las manos. La cuerda vuelve a cortarle en donde hay rozaduras anteriores.

Un soldado dice:

–           ¿Y ahora qué vamos a hacer? ¡Estoy aburrido y fastidiado!

Otro le contesta:

–           Espera… Los Judíos quieren un rey… ¡Se los daremos!…

Corre afuera, más allá del patio. Poco después regresa con un manojo de ramas de zarza, que todavía están flexibles porque es primavera, pero que tienen las espinas largas y puntiagudas. Con la daga les quita las hojas y las florecillas. Las dobla, entretejiéndolas de modo que formen una corona y la pone sobre la cabeza de Jesús, tratando de encajarla alrededor de la frente. Pero como es demasiado grande se le va hasta el cuello.

Otro soldado dice:

–           No le queda. Debe ser más estrecha. Quítasela.

Al quitársela, le rasgan las mejillas con peligro de dejarlo ciego. Pero si le arrancan una buena cantidad de cabellos. La estrechan y vuelven a probársela. Pero ahora lo han hecho demasiado y a pesar de forzarla, no le cabe. De nuevo se la quitan y le arrancan más cabellos. La vuelven a hacer. Ahora está bien. Por delante hay una hilera trile de espinas y por detrás donde se unen las ramas, hay un verdadero nudo de espinas que se clavan en su nuca.

El soldado que inventó este suplicio, le dice con burla:

–           ¡Ahora estás mejor! Pareces un bronce natural con rubíes. Mírate, ¡Oh Rey! En mi coraza.

Y le acerca su loriga reluciente.

Tito dice:

–           La corona no basta para representar un rey. Es necesario la púrpura y el cetro. En el establo hay una caña y en la alcantarilla una sucia clámide roja. Ve a traerla Cornelio.

Éste las trae. Le echan encima la sucia clámide. Antes de ponerle la caña entre las manos, lo golpean con ella en la cabeza y lo saludan diciendo:

–           ¡Ave! ¡Rey de los Judíos!  -y se mueren de risa.

Jesús no se opone a nada. Permite que se le siente en el ‘trono’ un artesón boca abajo que utilizan para dar de beber a los caballos. Ellos lo siguen golpeando y burlándose de EL, como ‘Rey de los Judíos’

Jesús no dice una palabra. Tan solo los mira… una mirada única de dulzura y de dolor tan atroz, que rompe el corazón el contemplarla…

Parece decir:

–           He venido a salvaros… ¿Por qué no me amáis?…

Los soldados suspenden sus burlas al oír la voz de un tribuno que ordena que lleven al Reo ante Poncio Pilatos.

Llevan a Jesús al atrio, donde el sol ya alumbra con todo su esplendor. Todavía lleva la corona, la clámide y  la caña.

El Procónsul le dice:

–           Adelante, para que te muestre al pueblo.

Jesús, pese a sentirse muy débil y enfermo, se yergue dignamente. ¡Vaya si parece un Rey! ¡Y un Rey muy Majestuoso!

Pilatos declara:

–           Escuchad hebreos. Aquí está EL. Lo he mandado castigar. Ahora permitid que lo deje libre.

Los judíos gritan:

–           ¡No! ¡No! ¡Queremos verlo afuera! ¡Que se vea el blasfemo!

El Gobernador ordena:

–           Sacadlo afuera. ¡Pero tened cuidado de que no le echen mano!

Y mientras Jesús entra en el atrio y aparece en medio de una decuria, Poncio Pilatos lo señala diciendo:

–           ¡He ahí al Hombre! Ahí lo tenéis. Aquí tenéis a vuestro Rey.  ¿No os basta todavía?

Es un día bochornoso. El sol cae directamente sobre todos, pues están entre la hora tercia y la sexta. Los que gritan parecen hienas rabiosas, enseñan sus puños y piden que se le mande a muerte.

Jesús sigue de pie, erguido con majestad. Nunca había resaltado esta realeza como ahora, ni siquiera cuando hacia milagros. Es una nobleza dolorosa, pero en tal forma divina; que basta verla para señalarlo como Dios. Jerusalén en este día está habitado por los demonios y dominado por el Infierno. Y ciertamente Satanás debió temblar al contemplarlo…

Jesús extiende su mirada sobre la turba. Busca… Y encuentra en este mar de caras que lo odian; las de sus amigos. ¿Cuántos?  Una veintena entre millares…

Inclina su cabeza abatido ante tal abandono. Le cae una lágrima… Luego otra… después la siguiente.

Ante su llanto no hay compasión, solamente Odio.

Dice Jesús:

Basta con decir la Verdad y ser bueno, para que la gente lo odie a uno, después de pasado el entusiasmo. La Verdad es reproche y consejo. La bondad arranca el látigo y hace que los no buenos, no teman más. De esto surgió el crucifige, después de haber gritado los hosannas. Mi vida de Maestro, se vio llena de estos dos gritos. El último fue el de ¡Crucifícalo!

Ahora mi Humanidad resplandece, pero hubo un día en que fue semejante a un leproso, por los golpes y la humillación que recibió.

El Hombre-Dios que en Sí tenía la perfección de la belleza física, apareció entonces ante los ojos de los que lo miraban, un ser feo, el oprobio de los hombres.

Era Yo todo una llaga.

El amor por mi Padre y por sus hijos, me llevó a entregar mi cuerpo a quien lo golpeaba. A presentar mi rostro a quien lo abofeteaba y escupía. Debía yo ser quebrantado, para expiar los pecados de la carne. En mi cuerpo no queda un lugar que no haya sido golpeado. Soy el siervo del que habla Isaías. Mi amor por mi  Padre inflamó en mí el deseo de devolverle a los hijos perdidos por el Pecado.

Los hosannas mentirosos del Domingo de Ramos, se convirtieron en el grito de muerte, sediento de sangre y los hombres utilizaron además de su cuerpo creado por Dios para atormentarme; las cosas creadas por ÉL, para ser instrumento de tortura y hacer más doloroso Mi Martirio.

Al suplicio al que se me sometió, se añadió otro: LA CORONACIÓN DE ESPINAS.

Ved, ¡OH, hombres, a vuestro Salvador! ¡A vuestro Rey coronado por el Dolor, para que en vuestra cabeza no fermenten tantos pensamientos!

Vosotros que os sentís ofendidos por cualquier cosa; mirad a vuestro Rey ofendido… ¡Y es Dios!, ¡Con el manto de púrpura, con la caña cual cetro y la Corona de Espinas!

Corona que desgarró mi carne, penetrando por múltiples heridas, para purificar vuestros pensamientos culpables.

Ahora Pilatos intenta por última vez salvarme y me presenta ante la plebe. Le causo compasión y espera que la plebe la tenga. Pero ante su dureza, ante sus amenazas, no tiene valor para obrar con rectitud y decir: “Le doy la Libertad porque es Inocente. Vosotros sois los culpables y si no os alejáis, probaréis el látigo de Roma.” Esto es lo que hubiera dicho si hubiera sido justo, sin calcular en el mal que le hubiera sobrevenido. PILATOS ES UN FALSO BUENO.

¡Oh, idólatras que no adoráis a Dios, sino a vosotros mismos y a quién entre vosotros es más poderoso! No queréis al Hijo de Dios. A causa de vuestros delitos no os ayuda porque sóis más serviciales con Satanás.

Teneis miedo del Hijo de Dios, como Pilatos. Y cuando sentís que os hace sentir su poder, al oir la voz de la conciencia que os reprocha en su Nombre, preguntáis como Pilatos, ¿Quién eres?

Quién sea Yo, lo saben aunque lo nieguen. Hace más de veinte siglos que estoy junto a vosotros y os instruyen sobre mis prodigios. Pilatos es más digno de Perdón. Ustedes tienen una herencia de veinte siglos de cristianismo,  para apoyar o aprender vuestra Fe en mi Doctrina, pero no quieren saber nada de ella. Los que no quieren arrepentirse, son como Pilatos. Hipócritamente preguntan: ¿Qué es la Verdad?

Si no es dinero, placeres, poder, gloria y honores; no creéis que valga la pena conocerla y también con un levantar de hombros; NO OS MOLESTÁIS EN CONOCERLA.

LA VERDAD SOY YO.

Estoy frente a ustedes, como lo estuve frente a Pilatos.

Os miro con ojos suplicantes Y OS DOY LO QUE NO LE DI A EL:

PREGÚNTAME Y TE INSTRUIRÉ.

Con amor miro a quien e busca y con tristeza amorosa a quien me rechaza.

PERO AMOR SIEMPRE.  PORQUE AMOR ES MI NATURALEZA.

*******

Oración.

Amado Padre celestial:

Arranca de nuestro corazón la Tibieza y la Hipocresía. Ayúdanos a deshacernos de los formulismos y del compromiso religioso sin amor. Enséñanos a conocerte y a amarte. Adrándote con una fe intrépida y un amor total. Ayúdanos a entregarnos a Ti plenamente, sin reticencias, ni cobardías. Gracias ABBA, por escuchar y atender esta oración. Amen

 

PADRE NUESTRO…

DIEZ AVE MARIA…

GLORIA…

INVOCACIÓN DE FÁTIMA…

CANTO DE ALABANZA…

 

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