207.- HORA DE LAS TINIEBLAS23 min read

01huerto

Han llegado al Getsemaní y avanzan por una vereda hasta  una explanada.

Y Jesús que está sumamente afligido, dice:

–                       Ahora dividámonos. Yo voy arriba a orar. Conmigo quiero a Pedro, a Juan y a Santiago. Vosotros quedaos aquí. Y si fuereis atacados gritad. No tengáis miedo. No se os quitará un cabello. Rogad por Mí.

Olvidad cualquier odio, cualquier miedo. Sólo será cosa de un momento… Y después la alegría será completa. Sonreíd, que Yo lleve en el corazón vuestras sonrisas. Bien. Os lo agradezco amigos. Que el Señor no os abandone….

Jesús empieza a caminar y se separa de los apóstoles.

Simón Zelote enciende una hoguera en el extremo del olivar con unas ramas secas y resinosas que arden crujiendo y expanden su olor a enebro.

Pedro le pide la antorcha y se va siguiendo a su Maestro, acompañado de Juan y de Santiago.

Judas Tadeo mira a su primo con una mirada tan intensa y doliente, que Jesús se vuelve para  buscar al que lo ha mirado. Pero Tadeo se esconde rápido detrás de Bartolomé y se muerde los labios para contenerse.

Jesús hace un gesto con la mano, que es a la vez una bendición y una despedida y luego prosigue su camino.

La Luna llena está ya muy alta, envuelve con su luz la alta figura de Jesús y parece hacerla más alta todavía, espiritualizándola; haciendo más clara la túnica roja y más pálido el oro de sus cabellos.

03luna

Detrás de Él, aceleran el paso Pedro -con la antorcha- y los dos hijos de Zebedeo.

Prosiguen hasta el límite del primer desnivel del rústico anfiteatro del olivar, que tiene unas pequeñas terrazas, que ascienden formando escalones de olivos en el monte.

Luego de subir casi hasta la mitad del monte, Jesús se detiene en un pequeño terraplén formado por los accidentes del terreno y rodeado por un tupido bosquecillo. Mira a su grupo apostólico y enseguida…

Jesús dice:

–           Deteneos, esperadme aquí mientras oro. Pero no os durmáis. Podría necesitaros. Y os lo pido por caridad: ¡Orad para que no caigáis en la tentación! –Porque no quiere que sucumban en la durísima prueba de la Hora que se aproxima. Y añade- Vuestro Maestro está muy abatido.

En efecto, su decaimiento es ya muy profundo. Parece que un gran peso lo oprimiera y ha desaparecido el Jesús vigoroso que hablaba a las multitudes: hermoso, fuerte, de mirada dominadora, sonrisa serena, voz sonora y bellísima.

La congoja que lo abruma, ha obrado un cambio muy notorio: es como uno que hubiera corrido o llorado mucho. Tiene la voz cansada, entrecortada. Está triste, muy triste, infinitamente triste…

Pedro responde por los tres:

–          Puedes estar tranquilo, Maestro. Vigilaremos y estaremos en oración. Sólo tienes que llamarnos e iremos.

Y los tres se apresuran a recoger unas ramas con qué encender una hoguera para combatir el frío y que los mantenga despiertos.

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Jesús camina dándoles la espalda y de frente a la luz de la luna que ilumina en su rostro un tremendo  sufrimiento que dilata sus pupilas y agranda aún más sus ojos; que se ven sumidos, marcándole profundas ojeras…

Y su expresión refleja un cansancio tan grande que lo hace subir cabizbajo y jadeando, como si le costara un gran esfuerzo todo movimiento.

Va con la cabeza inclinada y está muy abatido. Parece un hombre que haya sido herido de muerte y que siente que la vida se le escapa poco a poco. Como alguien que está horriblemente oprimido, por un trauma psíquico superior a sus fuerzas… De vez en cuando lanza un suspiro.

Mientras avanza entre los olivos, recuerda lo sucedido en las últimas horas…

            Jesús ha amado a Judas cómo sólo un Dios es capaz  de amar y con la sensibilidad del Hombre que recibe a cambio traición y desprecio. Sus ojos leyeron todo, en el corazón de Judas de Keriot.

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Es un hombre  tan  audaz, que le allanó siempre el camino más difícil y si él hubiera querido, hubiese sido también el más formidable apóstol. Pero…

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Judas es doble, astuto, ambicioso, lujurioso, ladrón, inteligente. Su apariencia siempre intachable y muy elegante, reafirmada por su educación en el Templo como escriba y sacerdote, lo hace más culto que los demás y había logrado imponerse a todos.

Y en esta noche en particular, el alma de Jesús agoniza por el doble esfuerzo que tuvo que hacer, al tratar de vencer los dos más grandes dolores que un hombre pueda soportar: La despedida de una Madre sin igual y la proximidad del amigo Traidor…

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Dos heridas que le taladran el corazón, una con su Llanto y la otra con su Odio.

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Jesús recorre con mirada triste, el sosegado olivar. Sube unos cuantos metros más, después da la vuelta y sube un escalón que se convierte en un parapeto que lo separa de los tres que quedaron abajo y que se eleva cada vez más, hasta una altura de más de dos metros y lo convierte en un refugio que lo protege de miradas indiscretas.

Sigue caminando y llega hasta una gran piedra que casi parece cerrar el camino. Exactamente sobre este peñasco se balancea hacia el barranco un olivo muy grande y nudoso que tiene el tronco dividido en dos, como las dos astas de una gran V.

Las gruesas ramas de la copa sostienen el abundante follaje, que se agita ondeándose bajo el viento suave; que dispersa el olor mezclado de tierra, el amargo del olivo y el perfume de las rosas y el musgo.

Jesús se detiene allí. No mira a la ciudad situada allá abajo.

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Toda blanca y resplandeciente, a la luz de la luna llena…

Se arrodilla… No existe un dolor más grande, más absoluto que el que siente Jesús en este momento.

Era Él una sola cosa con el Padre y Él lo ama desde la eternidad, como solo el Dios que es Amor, puede amar. Ha encontrado en su Hijo, su gozo y sus complacencias…

Jesús, que a su vez lo ama como solo Dios puede amar y al estar unido con Él, en esto encuentra su alegría divina.

Esta unión es un misterio, que la inteligencia humana no puede comprender… Y esto hace que la ausencia de Dios, sea una experiencia aún más aterradora y dolorosa…

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Con una tristeza solemne, ora con los brazos abiertos en Cruz y con el rostro levantado al Cielo. Está calmado.

La luna está casi perpendicular sobre su cabeza y el follaje del olivo proyecta su sombra sobre Él. Una oracion larga y ardiente, pronunciada con frases claras. No es un Salmo, ni el Padre Nuestro.

Es una plegaria que nace de su amor y de su necesidad de hablar con su Padre. De vez en cuando, un suspiro y algunas palabras más nítidas, brotadas desde lo más profundo de su corazón, en una alocución íntima con su Padre.

Es un diálogo en el que solo son audibles palabras de Jesús:

–                       Tú lo sabes… Soy tu Hijo… Todo, pero ayúdame… Ha llegado la hora… Yo ya no soy de la Tierra. Cesa toda necesidad de ayuda a tu Verbo… Que el Hombre te aplaque como Redentor, de la misma forma que la Palabra te ha sido obediente…Es lo que Tú quieres… Te pido piedad para ellos. ¿Los salvaré? Esto es lo que te pido. Así lo quiero: salvados del Mundo, de la Carne, del Demonio… ¿Puedo pedirte todavía?…

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Es una petición justa, Padre mío. No para mí. Sino para el hombre, que es creación tuya y que quiso transformar en fango también su alma. Arrojo en mi Dolor y en mi Sangre ese fango, para que vuelva a ser esa incorruptible esencia del espíritu grato a ti…

Y así continúan durante unos minutos. Luego…

Por una sola vez, se escucha el sonido de una voz paternal y amorosísima que dice:

–                       Tendrás que enfrentarlo sólo, como Hombre. Porque de Tí depende todo… El Adversario ya está preparado y no te dará ninguna tregua… Ha desplegado ya todas sus fuerzas.

Jesús confirma:

–                Y está por todas partes. Él es rey esta noche. En el palacio y en las casas. Entre los soldados y en el Templo… La ciudad está henchida de él y mañana será un infierno…

Sigue un largo y doloroso silencio… Enseguida…

Jesús se vuelve, apoya su espalda en la roca y cruza los brazos.

Desde el día anterior, después de la manifestación en el Templo, Jesús siente como aumenta hora tras hora la severidad del Padre y la disminución de su Presencia que es vital para su espíritu.

Como Víctima Expiatoria está probando el Rigor de Dios, pues está cubierto con todos los pecados del Mundo y tiene sobre Sí la Justicia Divina… Y está sufriendo infinitamente, el Abandono del Padre… 

Es el Hijo del Dios Altísimo; pero también Es el Hijo del Hombre. Y en este momento su Divinidad está aniquilada, por el Amor y la Obediencia. Es solamente el hombre a quien Dios, NO ayuda más.

Mira detenidamente a Jerusalén…  Su cara va tomando una expresión todavía más triste…

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Murmura entre dientes:

–                       Parece de nieve… Y es toda, un pecado. ¡A cuántos dentro de ella curé!… ¡Cuánto hablé!… ¿Dónde están los que me eran fieles?…

Baja la cabeza y mira fijamente al suelo cubierto de hierba pequeña  y salpicada de rocío, al cual se unen sus lágrimas que caen abundantes y brillan como diamantes, a la luz de la luna llena.

Después levanta su rostro. Abre los brazos y los junta sobre la cabeza y los balancea unidos así. Cuanto más se acerca la Hora de la Expiación, más siente que Dios se aleja de Él  y esto lo llena de terror. Se pone de pie. Palidece…

Mira hacia Jerusalén toda blanca, bajo la luz de la luna. Aparentemente toda en calma, toda buena…

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Cuando Dios se aleja se siente el terror. Se siente un ansia por la vida. Se experimenta languidez, cansancio, tedio. Y cuánto más profundo, tanto mayores son las consecuencias. Cuando es total, se siente la desesperación…

Las víctimas expiatorias que han probado el rigor de Dios, saben que después viene la gloria; pero sólo después de que la Justicia se ha aplacado…

Y cuando alguien, porque Dios así lo quiere, prueba este alejamiento sin haberlo merecido, se sufre mucho más. Porque el alma siente esta separación, de la misma manera  como es doloroso, cuando se arranca sin anestesia un miembro del cuerpo…

Jesús es la Gran Víctima ofrecida a Dios, como expiación del Pecado. Es el Cordero de Dios y cuanto más se acerca la Hora de la Expiación, tanto más siente el rigor y alejamiento del Padre.

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Su humanidad se siente menos sostenida. La paz desaparece, llega la ansiedad…Y el sufrimiento es indecible…

Es algo horroroso que solo quién lo experimenta, lo puede entender y Jesús probó esto para poder interceder por nosotros ante el Padre, aún por los momentos en que llegamos a la desesperación…

Jesús, con los brazos cruzados sobre el pecho mira intensa y fijamente la blanca y silenciosa ciudad que duerme…

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Y suspira con mayor ansiedad… Porque… Al alejarse el Padre…

LLEGÓ SATANÁS.

Incontables molestias le había acarreado desde que Jesús vino al mundo, desencadenando contra Él, el poder ciego y ávido que siempre imagina que otros pueden arrebatarles sus bienes usureados.

Se posesionó de Herodes el Grande, que arremetió con toda su furia homicida, obligándolo a huir a Egipto…

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Lo cercó en el desierto, después del Bautismo en el Jordán. Y luego, ¡Cuántas veces lo tentó para persuadirlo de que desistiera de su Evangelización!

¡Cuántas veces a lo largo de estos tres años, en los momentos de soledad!… Después de las extenuantes fatigas de la carne, en el continuo peregrinaje… En el continuo evangelizar y en los cansancios del alma, en que se vio y se sintió rodeado de enemigos, ¡Vino el Tentador y lo envolvió con el abatimiento! Y fueron otras tantas veces, que Jesús tuvo que librarse de sus insidias…  

Luego, azuzando contra Él a la clase dirigente e indigna, que se siente reprochada en su comportamiento: envidiosa y miedosa del Poder del Mesías cuya Palabra, aún sin hablar les hiere; pues es un reproche para los indignos y la santidad constituye una reconvención contra los impíos.

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Le suscitó enemigos y traidores. Y ha hecho que duden de Él, los discípulos y los amigos.

Había venido al Principio de su Misión para que no la realizase y ahora ha regresado…

Jesús y Judas… Son los dos personajes principales de la Tragedia y Satanás se ocupa personalmente de ellos.

Jesús ya había sido tentado en el desierto. Una leve tentación porque entonces Él tenía tan solo la debilidad del alimento material, pues Dios estaba con Él y lo fortalecía con la Oración.

Ahora, además del Abandono del Padre, Jesús sólo tiene su voluntad para sostenerse. Está hambriento de alimento espiritual y hambriento de alimento moral… Y no hay pan para su espíritu, ni pan para su corazón. No hay Dios para su espíritu y tampoco hay  afectos para su corazón. Como Hombre, su soledad es absoluta y sólo tiene su entereza humana para resistir…

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Ahora su Archienemigo mortal ha venido al Getsemaní a oprimirlo con sus terrores, continuando con su seducción satánica. Es su estrategia para arrebatar los corazones de los hombres y apoderarse de sus almas, como lo ha hecho desde el principio…

El Homicida por excelencia tiene la oportunidad para  adueñarse del alma de Jesús y confirmar su primera victoria con Adán…

Ha venido a librar la Última Batalla entre el Salvador del Género Humano y el Infierno.

Es la Hora de las Tinieblas

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Se presentó al principio de su Misión, tratando de impedir que la realizara. Ha regresado. Es su Hora: La hora del Odio Satánico. Multitudes de demonios hay sobre la tierra para seducir los corazones y ayudarlos a decidir su Muerte. Cada sinedrista tiene el suyo. Lo mismo que Herodes, Pilatos y todos los judíos que pedirán su Sangre.

También rodean a los apóstoles para adormecerlos y prepararlos a que sean cobardes, mientras Jesús se debilita cada vez más…

¡Pero qué grande es el poder de la Pureza! Juan será el primero en liberarse de su influjo… No abandonará a Jesús y le llevará a su Madre…

Jesús que es la Pureza misma; tiene que luchar contra su Enemigo que está listo para desplegar contra Él, todo su Maléfico poder y toda su violencia…

Satanás se materializa de repente…

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Parece un jeque árabe, con una vestidura muy lujosa en la que abundan recamados con hilos de oro y un gran manto, que le da aires de un personaje de teatro. Trae un turbante en la cabeza, cuyos flancos blancos y dorados le caen sobre la espalda y le cubren parte de la cara de tal forma, que así aparece un breve triángulo de piel bronceada formado por una boca hermosa y sensual, de labios perfectamente delineados. Una nariz larga y perfecta.

Unos ojos muy bellos, con una mirada abismal, que encierra toda su ferocidad, falsedad, ironía, Odio y asechanza; envueltos en resplandores magnéticos y fascinantes…

Es una figura imponente, poderosa y llena de misterio…

Y he aquí entonces, sutil como un cuchillo de viento, penetrante como aguijón de avispa, irritante como veneno de culebra: la voz de Lucifer.

Una flauta que suena en sordina tan tenue, tan tenue… Que no suscita nuestra vigilante atención.

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Penetra con la seducción de su mágica armonía, nos hace dormitar, parece un consuelo, tiene la apariencia de consuelo sobrenatural.

¡Oh Engañador eterno, qué sutil eres! El yo sólo pide ayuda. Y parece que aquel sonido de armonías narcóticas, le ayude. Palabras de compasión y de comprensión, dulces como caricias sobre una frente febril; calmantes como ungüento sobre una quemadura, que aturden como el vino generoso dado a quien está en ayunas.

El alma cansada se adormece. Y el poder letal de Satanás que puede dominar totalmente las mentes humanas que son tan vulnerables a su supremacía, ya no pueden escapar…

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Si no estuviera tan vigilante con su subconsciente, que vela tan sólo en aquellos que se nutren de la constante unión al Amor, acabaría cayendo en un letargo que la dejaría totalmente en las manos de Satanás, en un sueño hipnótico durante el cual Lucifer le haría cometer cualquier acción.

Pero el alma que se ha nutrido constantemente del Amor, no pierde la integridad de su subconsciente, ni siquiera en la hora en que los hombres y Dios parece que se unan para enloquecerla.

Y el subconsciente despierta al alma…  Le grita: “Actúa. Levántate. Satanás está detrás de ti”.  

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Con una voz grave, aparentemente suave e inofensiva, Lucifer exclama:

–                       ¡Estás solo!… Otra vez, sólo somos Tú y yo…

Jesús palidece y se pone de pie… Lo mira, pero no responde.

Lucifer continúa:

–                       Te lo advertí en el desierto. Ahora estás en la tierra y en medio de los hombres. Entre los hombres yo reino. Si Tú quieres, todavía puedo ayudarte… Te quiero servir porque eres bueno y yo siempre me acuerdo que eres mi Dios… Aunque por ahora me haya hecho indigno de llamarte como tal. ¿Ya lo viste?…

Y lanzando su primera estocada llena de vileza, agrega con displicencia:

Te dejaron solo y no solo eso, también te traicionaron. Has venido a sacrificarte por nada. Los hombres te odian por tu bondad. No saben de otra cosa más que de oro, comida, placeres…

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Sacrificio, dolor y obediencia son cosas amargas e insípidas para su paladar y no les interesan. ¿Ya ves que no merecen que sufras por ellos? Los conozco mejor que Tú.

Satanás se ha sentado en una roca, enfrente de Jesús y despliega todo su encanto y seducción.

Jesús sigue callado, orando en silencio.

Satanás lo escudriña con su mirada que es como un doble puñal, que perfora y que quema.

Y continúa:

–                        Desconfiaste de Mí. Hiciste mal. Comprobaste que tu aparición no cambió las cosas. El Templo sigue siendo un mercado y una corrupción. Tu divina sabiduría conoce que los corazones de los ministros del Templo son un nido de víboras que se destrozan entre sí, sólo por dominar… Son tan feroces como las hienas y no se les puede domar, más que con la fuerza humana. Ellos mismos, tus sacerdotes…

Levanta la mano derecha hacia Jesús y haciendo gala de su poderío sobre la mente y los sentimientos humanos, con su perfecta astucia le descorre los velos del futuro y le presenta todos los tormentos corporales con que lo van de torturar en las próximas horas, con un realismo total e impresionante…

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Jesús decide ignorarlo y prosigue en su oración y meditación…

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Y de pronto lo agita una pavorosa angustia; porque para evitarla se levanta  y  camina apresurado de un lado para otro,  susurrando palabras  casi incoherentes…

Alzando la cara, bajándola de nuevo, gesticulando, pasándose las manos por los ojos, por las mejillas, por el pelo; con mecánicos y agitados movimientos, propios de quien está sumido en una gran angustia: decirlo no es nada… Describirlo es imposible… Verlo es entrar en su angustia.

Gesticula hacia Jerusalén…  Luego vuelve a alzar los brazos hacia el cielo como para invocar ayuda…Se quita el manto como si tuviera calor. Lo mira…

Pero en realidad, ¿Qué es lo que ve?…

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¡La sombra de la Muerte!…

Ahora surge el miedo de perder la vida. ¡La vida!…

Tiene treinta y tres años. Es solamente un hombre inerme en este momento. Es el Hombre. Tiene por ello el amor virgen a la vida como lo había tenido Adán en el Paraíso terrestre. La alegría de estar vivo, de estar sano; de ser fuerte, bello, inteligente, amado, respetado.

La alegría de ver y de oír, de poder expresarse. La alegría de respirar el aire puro y perfumado. De oír el arpa del viento entre los olivos, del río entre las piedras y la flauta de un ruiseñor enamorado.

De ver resplandecer las estrellas en el cielo como ojos de fuego que lo miran con amor; de ver platearse la tierra por la luna tan blanca y resplandeciente que cada noche vuelve virgen el mundo y parece imposible que bajo su ola de cándida paz pueda actuar el Delito.

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Y todo eso tiene que perderlo. No volver a ver, no volver a oír, no moverse más, no volver a estar sano, no volver a ser respetado.

Convertirse en el aborto purulento que se esquiva con el pie, volviendo la cabeza con repugnancia. El aborto expulsado de la sociedad que lo condena para quedar libre de darse a sus vergonzosos amores y gozar de los vicios que ama, más que la honestidad…

La vida es amada por las honestas satisfacciones que proporciona…  

Tener un amigo sincero, es como tener un compañero en el camino. Caminar solos es demasiado triste. Cuando Dios elige para la soledad de víctima a un alma, Él se hace su compañero, porque solos no se puede estar sin capitular.

Y llega cómo una oleada la… ¡Nostalgia de las multitudes humildes y francas a las que daba luz y gracia y de las que recibía amor!

27sermon-monte (1)

¡Voces de niños que lo llaman con una sonrisa, voces de madres que lo llaman con un sollozo, voces de enfermos que lo llaman con un gemido, voces de pecadores que lo llaman con temblor!…

Todas las oye que le dicen:

–                “¿Por qué nos abandonas?

–                 ¿Ya no quieres acariciarnos?

–                ¿Quién podrá acariciar como Tú nuestros rizos rubios o morenos?”

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–                “¿Ya no quieres devolvernos las criaturas difuntas, curarnos las moribundas?

–                ¿Quién como Tú podrá tener piedad de las madres, Hijo santo?”

–                “¿Ya no quieres sanarnos?

–                Si Tú desapareces ¿quién nos curará?”.

–                “¿Ya no quieres redimirnos?

–                Sólo Tú eres la Redención.

–                Cada palabra tuya es fuerza que rompe una cuerda de pecado en nuestro oscuro corazón.

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–                Estamos más enfermos que los leprosos, porque para ellos la enfermedad cesa con la muerte, para nosotros se acrecienta.

–                 ¿Y Tú te vas?

–                ¿Quién nos comprenderá?

–                ¿Quién será justo y piadoso?

–                ¿Quién nos realzará?

–                ¡Quédate, Señor!”.

–                       “¡Quédate! ¡Quédate! ¡Quédate!” Grita la multitud buena.

–                       “¡Hijo!” grita la voz de su Madre.

–                       “¡Sálvate!” grita la vida.

28jsiguiendo

Jesús ha tenido que quebrar el sonido de todas y cada una de estas gargantas que gritan. Sofocarlas para impedirles gritar, porque tienen la fuerza de destrozar su corazón arrancando uno a uno sus nervios, tratando de impedirle que cumpla la voluntad de Dios.   

Entonces, Satanás de una manera vívida y cruel le presenta todos los tormentos y torturas que va a sufrir por manos de los hombres y trata de convencerlo de que su sufrimiento es inútil, por la ingratitud e incredulidad humanas

29flagelacion

Jesús palidece aún más. Cierra los ojos y aspira profundamente. Levanta la cara al Cielo, abre los brazos y dice:

–                        ‘¡ABBA, Padre! todo es posible para Ti, aparta de Mí esta copa; pero  no sea lo que Yo quiero, sino lo que quieras Tú’

Jesús acaba de vencer la Tentación Física… La primera parte de la oración ha sido dolorosa, pero todavía puede sentir la mirada de Dios y esperar en el amor de los amigos.

30JesusEnOracion

Satanás tiene un arrebato de rabia. Rechina los dientes, cierra los puños… Ha perdido la primera batalla… Pero se controla inmediatamente. Y cambia el rechinar en una diabólica sonrisa…

La Guerra no ha terminado… Todavía viene lo mejor: el Asalto siguiente será superior…

Con la Oración, Jesús acaba de vencerlo. El espíritu se sobrepuso al terror que siente la carne. Suspira profundamente… Y Jesús regresa a donde están los tres discípulos sentados alrededor del fuego, que es sólo un montón de rescoldos a punto de consumirse…

RESCOLDOS

Los encuentra medio dormidos.

Pedro se ha apoyado con la espalda sobre un tronco y con los brazos cruzados sobre el pecho, su cabeza balancea. Son los primeros albores de un profundo sueño.

Los dos hermanos están sentados sobre una gran raíz que sale de la tierra y sobre la que han puesto sus mantos para sentir menos la dureza de los nudos. Y aunque están más incómodos que Pedro, están profundamente dormidos.

Santiago tiene la cabeza recostada sobre la espalda de Juan y éste ha doblado la suya, sobre la de su hermano, como si al empezar a cabecear se hubiera quedado así.

Jesús les dice:

–                       ¿Dormís? ¿No habéis sabido estar despiertos una sola hora? ¡Y Yo tengo tanta necesidad de vuestro consuelo y de vuestras oraciones!

31sueño

Los tres, aturdidos dan un salto. Se frotan los ojos, murmuran una explicación, le echan la culpa de su somnolencia a la digestión…

–                       Es el vino…

–                        La comida…

–                       Pero ahora pasará.

–                       Ha sido un momento.

–                       No teníamos ganas de hablar y esto nos ha producido sueño.

–                       Pero vamos a orar y no sucederá más.

Jesús exhorta:

–                       Sí. Orad y velad. También vosotros tenéis necesidad de ello.

–                       Sí, Maestro. Te obedeceremos.

Jesús regresa. La luna le da en su rostro con su fuerte brillo de plata y lo ilumina. Se ve desconsolado, adolorido, envejecido.

1jluna

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, – CONOCELA

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