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En el Anochecer de los Tiempos


PROFECÍAS Y REVELACIONES

UNA VENTANA EN EL TIEMPO

Hace 4 Siglos una Religiosa Recibió Profecías, que están Desarrollándose Ahora

La Virgen se apareció a Sor Mariana Torres en Quito, Ecuador, en un convento, como Nuestra Señora del Buen Suceso.

Pidió que se le hiciera una estatua, que luego fue terminada por manos no-humanas.

Le dio advertencias y profecías extremadamente precisas para nuestro tiempo.

Sor Mariana predijo incluso la fecha de su muerte.

La Virgen María que se aparece con distintos nombres, es la misma María que con variaciones de lenguaje,

nos trasmite el mismo mensaje a todos los hombres, se hallen donde sea..

A veces pareciera que su mensaje se refiere sólo a la localidad pero con detenimiento,

se podrá descubrir que habla a cada uno en cada rincón del planeta..

Algo similar a lo que sucede con las Escrituras.

Con esta advertencia es que podemos abordar los extraordinarios mensajes,

que Nuestra Señora del Buen Suceso le dio a sor Mariana de Jesús Torres.

A fines del siglo XVI y principios del XVII en Ecuador,

diciéndole directamente que tales revelaciones se referían a sucesos que ocurrirían en el siglo XX.

Quien siga adelante leyendo este artículo,

podrá darse cuenta de la extraordinaria exactitud en las profecías hechas 4 siglos antes sobre nuestra época.

NUESTRA SEÑORA DEL BUEN SUCESO, QUITO, ECUADOR

El Convento de la Inmaculada Concepción fue el primer convento de religiosas en la ciudad de Quito, Ecuador.

La nobleza católica de la ciudad de Quito pidió al rey Felipe II este favor,

para que las mujeres de la colonia pudieran disfrutar de los beneficios de la vida religiosa.

Cinco hermanas profesas de la Orden fueron enviadas desde España, como Madres Fundadoras del nuevo Convento.

Estuvieron acompañados por una niña de 13 años de edad, Mariana de Jesús Torres, la sobrina de la madre superiora.

Ella se convertiría en la más conocida de las Madres Fundadoras, pero permaneció casi desconocida fuera del Ecuador hasta el siglo XX.

El convento se fundó oficialmente el 13 de enero de 1577.

La joven aprendiz hizo un rápido avance en la vida espiritual y disfrutó de muchos favores del Cielo.

Ella también practicaba la penitencia severa y fue elegida por Dios para sufrir como alma víctima.

Muchos de sus sufrimientos fueron ocasionados por sus hermanas de religión, que eran poco estrictas.

Y que se rebelaban contra la forma austera de vida insistida por la Beata Beatriz de Silva y las madres fundadoras españolas,

y requerido por la Santa Regla de la Comunidad.

Finalmente, la Madre Mariana fue elegida para ser abadesa en lugar de su tía enferma, que murió poco después.

PRIMERA APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA DEL BUEN SUCESO

Muy temprano en la mañana del 2 de febrero de 1594, la Madre Mariana estaba rezando en el coro alto del Convento,

suplicando fervientemente a Jesús y María por el alivio de las muchas pruebas severas del convento y la prevención de los muchos pecados.

Durante su larga oración, oyó una voz dulce llamarla por su nombre.

Mirando rápidamente, vio a la Santísima Virgen María con el Niño Jesús en su brazo izquierdo.

Cuando le preguntó quién era ella, Nuestra Señora respondió:

«Yo soy María del Buen Suceso, la Reina del Cielo y la Tierra….

Como su madre, llevo al Niño Jesús aquí, en mi brazo izquierdo..

De modo que juntos podamos frenar la mano de la Justicia Divina, que está siempre dispuesta a castigar a este infortunado y criminal mundo.»

«En la diestra, llevo el báculo que ves, por el deseo de gobernar este convento como abadesa y madre…

Satanás comenzará a tratar de destruir esta obra de Dios …

Pero no tendrá éxito, porque soy la Reina de las Victorias y la Madre del Buen Suceso.

Y es bajo esta invocación que deseo ser conocida en todo tiempo…»

La Santísima Virgen María coloca al Niño Jesús en los brazos de la Madre Mariana,

dándole un fuerte deseo de sufrir como alma víctima.

NUESTRA SEÑORA PIDE QUE SEA HECHA UNA ESTATUA

Nuestra Señora se apareció muchas veces más a la Madre Mariana.

Durante la aparición del 16 de enero de 1599,

Nuestra Señora mandó a la Madre Mariana fabricar una estatua que la representara a ella como se apareció a la religiosa.

Luego le ordenó que midiera su altura con la cuerda de su hábito religioso.

Nuestra Señora prometió:

«Cuando las tribulaciones del espíritu y los sufrimientos del cuerpo les opriman y parezca que se ahogan en un mar sin fondo,

miren a mi Santa Imagen, que será para ustedes una estrella de los náufragos.

Que siempre estará ahí,

dispuesta a escuchar sus lamentos y calmar su llanto.

Dígales que siempre deben recurrir a su madre con fe y amor…»

LAS ADVERTENCIAS SOBRE EL SIGLO XX

Temprano en la mañana del 21 de enero de 1610,

la Madre Mariana se vio favorecido por la aparición de los Arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael.

Entonces apareció la Virgen y relató muchas predicciones:

«Te hago saber que a partir del final del siglo XIX y poco después de mediados del siglo XX,

lo que hoy es la Colonia y luego será la República del Ecuador,

las pasiones estallarán..

Y habrá una corrupción total de las costumbres morales),

ya que Satanás reinará casi por completo por medio de las sectas masónicas.»

«Ellos se centrarán principalmente en los niños con el fin de mantener la corrupción.

¡Ay de los niños de esos tiempos!

Va a ser difícil recibir el Sacramento del Bautismo

Y también el de la Confirmación…

A menudo durante esta época, los enemigos de Jesucristo, instigados por el Diablo,

robarán hostias consagradas de las iglesias,

para que puedan profanar las especies eucarísticas…

«En cuanto al Sacramento del Matrimonio…

Va a ser atacado y profanado profundamente….

El espíritu católico rápidamente decaerá;

la preciosa luz de la Fe poco a poco se extinguirá…

Sumado a esto estarán los efectos de la educación laica,

que serán una de las razones de la escasez de vocaciones sacerdotales y religiosas.

«El sacramento del Orden, serán ridiculizado, oprimido y despreciado…

El Diablo tratará de perseguir a los ministros del Señor en todo lo posible…

el hará el trabajo con cruel y sutil astucia,

para desviarlos del espíritu de su vocación y corromper a muchos de ellos.

Estos sacerdotes depravados, que escandalizarán al pueblo cristiano…

Atraerán el odio de los malos católicos y de los enemigos de la Iglesia Católica Romana…

Y la caída de todos los sacerdotes de la Iglesia Apostólica…»

«Además, en estos tiempos infelices,

habrá un lujo desenfrenado, que atrapará al resto en el pecado

y conquistará innumerables almas frívolas, que se perderán.

La inocencia casi ya no se encontrará en los niños, ni la modestia en las mujeres.

En este supremo momento de necesidad de la Iglesia, el que debe hablar se callará».

LAS APARICIONES SE DARÁN A CONOCER EN EL SIGLO XX

Temprano en la mañana del 2 de febrero de 1610,

Nuestra Señora se apareció nuevamente a la Madre Mariana y repitió su demanda de tener una estatua.

Luego añadió:

«Dile al Obispo que es mi voluntad y la voluntad de mi Hijo Santísimo que su nombre se oculte a toda costa…

porque no es apropiado para cualquier persona en el momento presente conocer los detalles,

O el origen de cómo esta estatua vino a realizarse.

Este conocimiento sólo vendrá para el público en general en el siglo XX.»

«En esa época la Iglesia se encontrará atacada por hordas terribles de la secta masónica..

Y esta pobre tierra ecuatoriana estará agonizando a causa de la corrupción de las costumbres,

el lujo desenfrenado, la prensa impía.

Y la educación secular..

Los vicios de la impureza, la blasfemia y el sacrilegio, dominarán en este depravado tiempo de desolación.

Y quien debe hablar estará en silencio…»

LA ESTATUA ES TERMINADA POR LOS ÁNGELES

El escultor de la estatua de Nuestra Señora del Buen Suceso es llamado para esta tarea por la misma Virgen.

Sin embargo, el trabajo se previó que fuera completado por los Ángeles.

La Madre Mariana fue testigo de este prodigio temprano en la mañana del 16 de enero de 1611.

Ella vio en una visión a la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen María, los nueve coros de ángeles.

Y en particular a los Arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael, junto con el seráfico San Francisco.

Estos últimos cuatro se acercaron a la estatua,

y acabaron la obra que el escultor había tenido la intención de terminar ese mismo día.

Entonces vio a la Virgen entrar y animar la estatua.

Todos estos hechos fueron atestiguados por la Madre Mariana al obispo, antes de que él,

solemnemente consagrara e instalara la estatua.

El escultor, también declaró que no había terminado la estatua y que debía ser el trabajo de Ángeles.

CINCO PROFECÍAS PARA NUESTROS TIEMPOS

La más importante de las apariciones de Nuestra Señora del Buen Suceso tuvo lugar cerca del final de vida de la Madre Mariana.

La mañana del 2 de febrero de 1634, la Fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen María,

la Madre Mariana encontraba orando ante el Santísimo Sacramento, suplicándole poder estar unida a Él,

y ser devorada en ese amor que pertenece a la Virgen.

También le recordó proteger y preservar a sus hijas de su convento amado.

Cuando terminó la oración, vio la luz del santuario extinguida por sí misma, dejando al altar completamente a oscuras.

Nuestra Señora se le apareció para decirle que el Señor había oído sus clamores y pondría fin a su exilio terrenal en menos de un año.

«Prepara tu alma para que, cada vez mas purificada,

puedas entrar en la plenitud a la alegría del Señor.

¡Oh! ¡Si los mortales y en particular, las almas religiosas,

pudieran saber lo que es el Cielo y lo que es poseer a Dios!

¡De qué manera diferente vivirían!

¡Ni ellos mismos escatimarían sacrificios con el fin de poseerlo!»

La Santísima Virgen María explicó a continuación los cinco sentidos de la luz del Tabernáculo,

que se había extinguido ante los ojos de la madre de Mariana.

1 – Se propagarán Herejías

El significado primero es que al final del siglo XIX y en el siglo XX,

varias herejías se propagarán en esta tierra, entonces habrá una república libre..

A medida que estas herejías se extiendan y dominen,

la preciosa luz de la Fe se extinguirá en las almas,

por la casi total corrupción de las costumbres (moral).

Durante este período, habrá grandes calamidades físicas y morales, tanto públicas como privadas.

El pequeño número de almas que se oculten;

conservarán el tesoro de la Fe.

Y las virtudes sufrirán un martirio indeciblemente cruel y prolongado.

Muchas de ellas sucumbirán a la muerte por la violencia de sus sufrimientos…

Y los que se sacrifiquen por la Iglesia y el país se contarán como mártires.

Los hombres libres de la esclavitud de esas herejías;

aquellos a quienes el amor misericordioso de Mi Hijo Santísimo destinará para la restauración,

tendrán una gran fuerza de voluntad, constancia, valor y mucha confianza en Dios.

Para probar esta Fe y la confianza de los justos…

Habrá ocasiones en las que todo parecerá estar perdido y paralizado.

Esto entonces, será el feliz comienzo de la restauración completa.

Estas almas escogidas, que restablecerán la salud de la Iglesia;

son descritas en detalle como los Apóstoles de los Últimos Tiempos,

por San Luis María de Montfort en su Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María.

2 – El convento sufrirá Tribulaciones

El segundo significado, Nuestra Señora dijo,

«Es que mi convento, siendo muy reducido en tamaño, se sumergirá en un océano insondable de amargura indescriptible…

Y parecerá estar ahogándose en las aguas de diversas tribulaciones.

Muchas vocaciones auténticas perecerán, continuó.

La injusticia entrará incluso en este convento…

Disfrazada bajo el nombre de la caridad falsa, causando estragos en las almas.

Y las almas fieles;

llorando e implorando en secreto que estos terribles tiempos se acorten,

sufrirán un martirio lento y continuo».

3 – Se terminará la Virginidad de las Almas

La tercera razón de que se dé la extinción de la lámpara se debe al espíritu de IMPUREZA,

que satura la atmósfera de aquellos Tiempos.

Al igual que un océano sucio,

Correrá a través de las calles, plazas y lugares públicos, con una libertad asombrosa.

No habrá casi ningún alma virgen en el mundo» la Virgen dijo.

La delicada flor de la virginidad se vería amenazada por la completa aniquilación.

Sin embargo, prometió que siempre habría algunas almas buenas en los claustros,

donde puedan echar raíces, crecer y vivir…

Como un escudo para desviar la ira divina.

Sin virginidad, Ella dijo;

sería necesario que el Fuego del Cielo cayera sobre estas tierras para purificarlos.

4 – Los Masones corromperán a los Niños

La cuarta razón para que la lámpara se apague;

es que las sectas masónicas, después de haber infiltrado a todas las clases sociales,

sutilmente introducirán su enseñanza en los ambientes domésticos,

con el fin de corromper a los niños.

Y el Diablo se gloriará en el comedor,

con la exquisita delicadeza de los corazones de los niños. 

En estos tiempos desafortunados,

Nuestra Señora predijo el Mal asaltará la inocencia infantil.

De esta manera, las vocaciones al sacerdocio se perderán…

Lo que será una verdadera calamidad.

Una vez más Nuestra Señora prometió que durante este tiempo;

todavía habría comunidades religiosas que sostengan a la Iglesia…

Y sagrados ministros del altar… 

Almas ocultas y bellas, que trabajarán con valentía y celo desinteresado, por la salvación de las almas.

Contra ellos advirtió, los impíos desencadenarán una guerra cruel…

Dejando caer sobre ellos vituperios, calumnias y vejaciones;

con el fin de impedir el cumplimiento de su ministerio.

Pero, al igual que columnas firmes…

Se mantendrán firmes y lo enfrentarán todo con el espíritu de humildad y sacrificio,

con el que ellos están investidos;

en virtud de los Méritos Infinitos de mi Santísimo Hijo,

 quién les amará en las fibras más íntimas de su Corazón Santísimo y tierno.

Durante este tiempo la Virgen predijo, que el clero secular estará muy lejos de su ideal…

Porque los sacerdotes se volverán descuidados en sus deberes sagrados.

Perdiendo la brújula divina…

Se apartarán del camino trazado por Dios para el ministerio sacerdotal…

Y buscarán el bienestar y la riqueza, que se esforzarán por obtener indebidamente.

La Iglesia sufrirá en esta ocasión…

La Noche Oscura de la falta de un Prelado y Padre;

que vele por ellos con amor paternal, dulzura, fortaleza, discernimiento y prudencia.

Muchos perderán su espíritu, poniendo sus almas en gran peligro.

Nuestra Señora continuó explicando,

la Cuarta Razón para la extinción de la luz del Tabernáculo:

«Por lo tanto, recen con insistencia sin cansarse y lloren con lágrimas amargas en el secreto de su corazón…

Imploren a nuestro Padre Celestial, por el amor del Corazón Eucarístico de Mi Hijo Santísimo y de su Preciosa Sangre…

Derramada con tanta generosidad.

El podría tener piedad de sus ministros,

poniendo fin a aquellos Tiempos Ominosos.

Y enviando a la Iglesia, el Prelado que restaure el espíritu de sus sacerdotes.

Mi Hijo Santísimo y yo amaremos a este Hijo Predilecto, con un amor de predilección…

Y le haremos el regalo de una capacidad poco común;

humildad de corazón, docilidad a la inspiración divina.

FORTALEZA para defender los derechos de la Iglesia…

Y un corazón compasivo.

Para que como otro Cristo, él ayude a los grandes y pequeños;

sin despreciar a las almas más desafortunadas que pidan por la luz y consejo en sus dudas y dificultades.

En sus manos se colocarán la balanza del Santuario, para que todo sea pesado con la debida medida.

Y Dios sea glorificado.

Nuestra Señora continuó:

«La TIBIEZA de todas las almas consagradas a Dios en el estado sacerdotal y religiosa, retrasará la llegada de este Prelado y Padre.

Esto entonces, será la causa de la Maldición del Diablo, que tomará de posesión de esta tierra, donde alcanzará sus victorias…

Por medio de un extranjero y sin fe;

tan numerosas que, como una nube negra…

Se oscurecerán los cielos puros de la entonces República consagrada al Sagrado Corazón de mi Divino Hijo.

Con esta gente;

todos los vicios van a entrar…

Lo que atraerá a su vez todo tipo de castigo:

Tales como plagas, hambrunas, luchas internas y conflictos con otras naciones..

Y la APOSTASÍA…

La causa de la perdición de tantas almas tan queridas por Jesucristo y por mí.

Con el fin de disipar esta nube negra que impide a la Iglesia,

de disfrutar el día claro de la libertad, habrá una Guerra Formidable y espantosa,

que verá el derramamiento de sangre de compatriotas y extranjeros, de sacerdotes, seglares y religiosos.

Esta Noche será la más horrible;

ya que, humanamente hablando, el Mal parecerá triunfar.

Esta pues, marcará la llegada de mi Hora;

cuando yo, de una manera maravillosa, destronaré a los soberbios y maldeciré a Satanás,

pisoteándolo bajo mis pies y atándolo en el Abismo Infernal.

Así, la Iglesia y el país estarán finalmente libres de su cruel tiranía».

5 – Laxitud y Negligencia perseguirán a la Virtud

La quinta razón de que la lámpara se haya extinguido,

es debido a la laxitud y la negligencia de aquellos que poseen una gran riqueza.

Que estarán con indiferencia y verán a la Iglesia siendo oprimida, la virtud siendo perseguida…

Y el triunfo del Diablo;

sin emplear sus riquezas piadosamente para la destrucción de este Mal y la restauración de la Fe.

También es debido a la indiferencia de la gente al permitir que el nombre de Dios se extinga progresivamente…

Y la adhesión al espíritu del Mal, entregándose libremente a los vicios y las pasiones.

«¡Ay! ¡Mi hija predilecta!

 Si se te hubiera dado para vivir en esa época tenebrosa,

morirías de pena al ver todo lo que les he revelado a vosotros, que tendrá lugar.

¡Pero Mi Hijo Santísimo y yo tenemos un amor tan grande por esta tierra, nuestra herencia;

que deseamos, incluso ahora la aplicación de tus sacrificios y oraciones

para acortar la duración de tal terrible catástrofe!.»

Abrumada por la magnitud de los males que veía…

Y las incontables almas que serían condenadas en estos tiempos,

la Madre Mariana cayó inconsciente.

Allí, las hermanas la encontraron como si estuviera muerta, aplicándole golpes en su corazón.

Todos los esfuerzos del médico para devolverle la conciencia fueron inútiles.

De hecho dijo:

«Humanamente hablando, su vida debe haber terminado por el shock que había recibido.

Las hermanas la rodearon, suplicando al Cielo para que les dejara su gran tesoro;

la última de las madres fundadoras,

 «el pilar de la observancia, la columna de la casa».

Dos días más tarde, la Madre Mariana abrió los ojos…

Animó a sus hermanas a continuar siguiendo la Regla.

Y las consoló diciendo que ella se quedaría con ellos por un poco más de tiempo.

ÚLTIMA APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA DEL BUEN SUCESO

En los últimos diez meses de su vida, nunca la Madre Mariana recuperó el vigor de su salud…

Y se vio obligada a menudo a guardar cama.

En la enfermedad así como en salud, ella edificó la Comunidad con su ejemplo.

En medio de sus dolores intensos, siempre mantuvo una sonrisa en sus labios;

una admirable serenidad y un espíritu imperturbable;

propio de un alma cuya vida se había desarrollado a la sombra de la Cruz.

Tarde en la noche del 8 de diciembre de 1634, en la Fiesta de la Inmaculada Concepción,

Señora se le apareció por última vez a la Madre Mariana

Ella estuvo acompañada de nuevo por los Arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael.

Después de muchas revelaciones de Nuestra Señora, concluyó:

«En el siglo XX, esta devoción a Nuestra Señora del Buen Suceso, hará prodigios en lo espiritual;

así como en la esfera temporal.

Porque es la Voluntad de Dios reservar esta advocación y el conocimiento de tu vida para ese siglo,

cuando la corrupción de las costumbres será casi general… 

Y la preciosa Luz de la Fe casi se haya extinguido…»

La Madre Mariana de Jesús Torres murió de una muerte santa a las 3:00 pm,

el 16 de enero 1635, tal como lo había predicho.

Una y otra vez durante los últimos cuatrocientos años,

las profecías de Nuestra Señora del Buen Suceso se han cumplido.

Los siglos XIX y XX demostraron que la exactitud de las profecías fue sorprendente.

Es evidente que el significado del mensaje de Nuestra Señora, y la devoción a Nuestra Señora del Buen Suceso,

ahora es aún más importante en el siglo XXI.

Como vemos, el mundo está sumido en el error, la herejía y la sensualidad, por no hablar de los vicios de todo tipo.

El llamado de Nuestra Señora a la Oración, la Reparación y la Penitencia, se vuelve aún más urgente.

¿Cómo no podemos oír la súplica de Nuestra Señora y esforzarnos todos los días,

para consolar su corazón tierno e Inmaculado y el Sagrado Corazón de su Divino Hijo?

Fuente: Foros de la Virgen María

520 El Buen Pastor

520 IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

432a Con los campesinos de Yocaná, cerca de Sefori.

Los apóstoles comentan…

Bartolomé:

–           ¡Cuánta gente!

Tomás:

–           ¡Han venido todos, incluso los niños!…

Andrés:

–           El Maestro estará contento…

Tadeo exclama:

–            ¡Ah, ahí está el Maestro!

Vamos a acercarnos.

Se unen al Maestro, que camina con dificultad por el prado.

Porque va apretujado entre los muchos que le rodean.

Cuando los apóstoles logran llegar hasta Él.

Jesús pregunta:

–           ¿Judas sigue todavía ausente?

–            Sí, Maestro.

Pero si quieres lo llamamos…

–           No hace falta.

Mi Voz lo alcanza en el lugar donde esté.

Y su conciencia, libre, le habla con su propia voz.

No es necesario añadir vuestras voces…

Para forzar una voluntad.

Venid, sentémonos aquí con estos hermanos nuestros.

Y perdonad si no he podido compartir con vosotros el pan,

en un ágape de amor.

Mientras se acercan al lugar designado,

todos recuerdan al soberbio apóstol rebelde.

Pues es de sobra conocidos su desprecio y su repudio

hacia éstos ínfimos de la sociedad judía: los siervos hebreos.

La SOBERBIA es el principal signo de la posesión demoníaca perfecta y NO PUEDE reverenciar a Dios, porque Satanás lo odia y a sus instrumentos, es lo que les trasmite…

Actitud que se agudizó el año pasado, en la anterior visita

cuando verificaron el castigo, en las tierras de Doras…

Pero ahora comparten el gozo de tener la Presencia del Dios Vivo.

¡Y eso es lo único que importa!

Se sientan en círculo con Jesús en el centro.

Quien quiere alrededor de Él a todos los niños.

Los cuales, se pegan a Él mimosos y con confianza.

Una mujer grita:

–          ¡Bendícelos, Señor!

Que vean lo que nosotros anhelamos ver.

¡La libertad de amarte!

Un anciano gime:

–          Sí.

Nos quitan incluso esa libertad.

No quieren ver grabadas tus palabras en nuestro espíritu.

Ahora nos impiden vernos.

Y te prohíben a Ti venir…

¡Ya no oiremos palabras santas!

Un hombre joven, se lamenta:

–          Abandonados así, nos volveremos pecadores.

Tú nos enseñabas el perdón…

Nos dabas tanto amor, que podíamos soportar la malevolencia del patrón…

Pero ahora…

Jesús dice:

–           No lloréis.

No os dejaré sin mi palabra.

Volveré, mientras pueda…

Varios dicen:

–           No, Maestro y Señor.

–           Él es malo.

–            Y también sus amigos.

–            Podrían dañarte…

Y por causa nuestra.

–            Nosotros hacemos el sacrificio de perderte;

pero no nos des el dolor de decir:

«Por nosotros lo prendieron»».

–           Sí, sálvate, Maestro.

Jesús dice:

–            No temáis.

Se lee en Jeremías (Jeremías 36)

cómo él mismo dijo a su secretario Baruc que escribiera lo que el Señor le dictaba.

Y que fuera a leer el escrito recibido a los que estaban reunidos en la casa del Señor;

leerlo en vez del profeta, que estaba preso y no podía ir.

Así voy a hacer Yo.

Muchos y fieles Baruc tengo entre mis apóstoles y discípulos.

Ellos vendrán a deciros la palabra del Señor…

Y no perecerán vuestras almas.

Y Yo no seré prendido por causa vuestra;

porque el Dios altísimo me ocultará a sus ojos…

Hasta que llegue la hora en que el Rey de Israel deba ser mostrado a las turbas,

para que el mundo entero lo conozca.

Y no temáis tampoco perder las palabras que hay en vosotros.

También en Jeremías se lee que, aun después de que Yoyaquim, rey de Judá

– el cual esperaba destruir las palabras eternas y veraces quemando el rollo –

destruyera el volumen.

El dictado de Dios permaneció,

porque el Señor mandó al profeta:

«Toma otro volumen

y escribe en él todas las cosas que había en el volumen quemado por el rey».

Y Jeremías dio un volumen a Baruc…

Un volumen sin escritura.

Y dictó nuevamente a su secretario las palabras eternas…

Además de otras más como complemento de las primeras,

porque el Señor remedia los estropicios humanos

cuando el remedio es un bien para las almas.

Y no permite que el odio anule lo que es obra de amor.

Ahora bien, aunque a Mí,

comparándome a un volumen lleno de verdades santas, me destruyeran…

¿Creéis que el Señor os dejaría perecer sin la ayuda de otros volúmenes?

En ellos estarán mis palabras y las de mis testigos,

que narrarán lo que Yo no voy a poder decir

por estar prisionero de la Violencia y ser destruido por ella.

¿Y creéis que lo que está impreso en el libro de vuestros corazones,

podrá borrarse por el paso del tiempo sobre las palabras?

No.

El ángel del Señor os las repetirá…

Y las mantendrá frescas en vuestros espíritus deseosos de Sabiduría.

Y no sólo eso, sino que os las explicará…

Y seréis sabios en la palabra de vuestro Maestro.

Vosotros selláis el amor a Mí con el dolor.

¿Puede acaso, perecer lo que resiste incluso la persecución?

No puede perecer.

Yo os lo digo.

El don de Dios no se cancela.

El pecado es lo único que lo anula.

Pero vosotros, ciertamente no queréis pecar…

¿No es verdad, amigos míos?  Muchos contestan:

–            No, Señor.

–            Significaría perderte también en la otra vida.

–           Pero nos harán pecar.

–           Nos ha impuesto que no salgamos ya más de las tierras el Sábado…

–           Y ya no volverá a haber Pascua para nosotros.

Así que pecaremos…

Jesús afirma:

–           No.

No pecaréis vosotros.

Pecará él.

Sólo él.

Él, que hace violencia al derecho de Dios y de los hijos de Dios,

de abrazarse y amarse en dulce coloquio de amor y enseñanza en el día del Señor.

–           Pero él hace reparación con muchos ayunos y dádivas.

Nosotros no podemos…

Porque ya es demasiado poca la comida,

en proporción al esfuerzo que hacemos…

Y no tenemos qué ofrecer…

Somos pobres…

–             Ofrecéis aquello que Dios aprecia:

Vuestro corazón.

Dice Isaías (58, 3 – 7) hablando en nombre de Dios a los falsos penitentes:

«En el día de vuestro ayuno aparece vuestra voluntad y oprimís a vuestros deudores.

Ayunáis para reñir, discutir y perversamente, pelear.

Dejad de ayunar como hasta hoy, para hacer oír en las alturas vuestros clamores.

¿Es éste, acaso, el ayuno que Yo deseo?

¿Que el hombre se limite a afligir durante un día su alma,

y castigue su cuerpo y duerma sobre la ceniza?

¿Vas a llamar a esto ayuno y día grato al Señor?

El ayuno que prefiero es otro.

Rompe las cadenas del pecado, disuelve las obligaciones que abruman;

da libertad a quien está oprimido, quita todo yugo.

Comparte tu pan con quien tiene hambre, acoge a los pobres y a los peregrinos,

viste a los desnudos y no desprecies a tu prójimo»

Pero Yocaná no hace esto.

Vosotros, por el trabajo que le hacéis y que lo hace rico, sois sus acreedores.

Y os trata peor que a deudores morosos.

Alzando la voz para amenazaros y la mano para golpearos.

No es misericordioso con vosotros y os desprecia por ser siervos.

Pero el siervo es tan hombre como el patrón.

Y si tiene el deber de servir,

tiene también el derecho a recibir lo necesario para un hombre;

tanto materialmente como en el espíritu.

No se honra el Sábado, aunque se pase en la sinagoga;

si ese mismo día el que lo practica pone cadenas

y da a sus hermanos áloe como bebida.

Celebrad vuestros sábados razonando entre vosotros acerca del Señor.

Y el Señor estará en medio de vosotros…

Perdonad y el Señor os glorificará.

Yo soy el buen Pastor y tengo piedad de todas las ovejas.

Pero sin duda, amo con especial amor,

a las que han recibido golpes de los pastores ídolos,

para que se alejen de mis caminos.

Para éstas, más que para ninguna otra, he venido.

Porque el Padre mío y vuestro me ha ordenado:

«Apacienta estas ovejas destinadas al matadero,

matadas sin piedad por sus amos, que las han vendido diciendo:

`¡Nos hemos enriquecido!’,

Y de las que no han tenido compasión los pastores».

Pues bien, apacentaré el rebaño destinado al matadero,

¡Oh pobres del rebaño!

Y abandonaré a sus iniquidades a los que os afligen

y afligen al Padre, que en sus hijos sufre.

Extenderé la mano hacia los pequeños de entre los hijos de Dios

y los atraeré hacia Mí para que tengan mi gloria.

Lo promete el Señor por la boca de los profetas

que celebran mi piedad y mi poder como Pastor.

Y os lo prometo Yo directamente a vosotros que me amáis.

Cuidaré de mi Rebaño.

A quienes acusen a las ovejas buenas de enturbiar el agua

y de deteriorar los pastos por venir a Mí, les diré:

«Retiraos.

Vosotros sois los que hacéis que falte el manantial y se agoste el pasto de mis hijos.

Pero Yo los he llevado a otros pastos y los seguiré llevando.

A los pastos que sacian el espíritu.

Os dejaré a vosotros el pasto para vuestros gruesos vientres,

dejaré el manantial amargo que habéis hecho manar vosotros.

Y Yo me iré con éstos, separando las verdaderas de las falsas ovejas de Dios;

ya nada atormentará a mis corderos,

sino que exultarán eternamente en los pastos del Cielo».

¡Perseverad, hijos amados!

Tened todavía un poco de paciencia, de la misma forma que la tengo Yo.

Sed fieles, haciendo lo que os permite el patrón injusto.

Y Dios juzgará que habéis hecho todo y por todo os premiará.

No odiéis, aunque todo se conjure para enseñaros a odiar.

Tened fe en Dios.

Ya visteis que Jonás fue liberado de su padecimiento y Yabés fue conducido al amor.

Como con el anciano y el niño,

lo mismo el Señor hará con vosotros:

en esta vida, parcialmente y en la otra, totalmente.

Lo único que os puedo dar son monedas,

para hacer menos dura vuestra condición material.

Os las doy.

Dáselas, Mateo.

Que se las repartan.

Son muchas, pero en todo caso pocas para vosotros que sois tantos…

Y que estáis tan necesitados.

No tengo otras cosas…

Otras cosas materiales.

Pero tengo mi amor, mi potencia de ser Hijo del Padre,

para pedir para vosotros los infinitos tesoros sobrenaturales

como consuelo de vuestros llantos y luz de vuestras brumas.

¡Oh, triste vida que Dios puede hacer luminosa!

¡Él sólo!

¡Sólo Él!…

Y digo: «Padre, te pido por éstos.

No te pido por los felices y ricos del mundo,

sino por estos que lo único que tienen es a Ti y a Mí.

Haz que asciendan tanto en los caminos del espíritu,

que encuentren toda consolación en nuestro Amor.

Y démonos a ellos con el amor, con todo nuestro amor infinito;

para cubrir de paz, serenidad y coraje sobrenaturales,

sus jornadas, sus ocupaciones,

de forma que, como enajenados del mundo por el amor nuestro,

puedan resistir su calvario…

Y después de la muerte, tenerte a Ti, a Nosotros, beatitud infinita».

Jesús, mientras oraba, ha ido poniéndose de pie

y librándose poco a poco de los niñitos que se habían dormido sobre Él.

En su Oración, su aspecto es majestuoso y dulce.

Ahora baja de nuevo los ojos,

diciendo:

–            Me marcho.

Es la hora, para que podáis volver a vuestras casas a tiempo.

Nos veremos todavía otra vez.

Y traeré a Margziam.

Pero, cuando ya no pueda volver…

Mi Espíritu estará siempre con vosotros.

Y estos apóstoles míos os amarán como Yo os he amado.

Deposite el Señor sobre vosotros su bendición.

Poneos en camino.

Y se inclina a acariciar a los niñitos, que duermen.

Y no opone resistencia a las expresiones de afecto de esta pobre turba,

que no sabe separarse de Él…

Pero al final, cada uno se pone en camino por su parte,

de forma que los dos grupos se separan mientras la Luna desciende.

Ramas encendidas deben dar algo de luz al camino.

Y el humo acre de las ramas aún ligeramente húmedas,

es una buena justificación del brillo de los ojos…

Judas los está esperando apoyado en un tronco.

Jesús lo mira y no dice nada.

Ni siquiera cuando Judas dice:

–          «Estoy mejor».

Siguen caminando durante la noche, como mejor pueden…

Luego con el alba, más ágilmente.

A la vista de un cuadrivio,

Jesús se detiene y dice:

–           Separémonos.

Conmigo vienen Tomás, Simón Zelote y mis hermanos.

Los otros irán al lago, a esperarme.

Judas dice:

–            Gracias, Maestro…

No me atrevía a pedírtelo.

Pero Tú me lo has facilitado.

Estoy verdaderamente cansado.

Sí lo permites, me detengo en Tiberíades…

Santiago de Zebedeo no se puede contener,

agregando:

–            En casa de un amigo.

Judas abre muchísimo los ojos…

Pero se limita a esto.

Jesús se apresura a decir:

–           Me basta con que el sábado vayas a Cafarnaúm con los compañeros.

Venid para que os bese a los que me dejáis.

Y con afecto, besa a los que se marchan,

dando a cada uno de ellos un consejo en voz baja…

Ninguno expresa objeción alguna.

Sólo Pedro, ya cuando se marcha, dice:

–            Ven pronto, Maestro.

los demás apoyan:

–           Sí, ven pronto.

Y Juan termina:

–             Estará muy triste el lago sin Ti.

Jesús los bendice una vez más.

Y promete:

–            ¡Pronto!

Todos se separan y se van…

512 El Hombre-Dios

512 IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

427 Bartolomé instruye a Áurea Gala.

Son tan precoces las albas estivas…

Que breve es el tiempo que media entre el ocaso de la Luna y la aparición del primer albor.

De manera que, a pesar de que hayan caminado ligeros;

la fase más oscura de la noche los sorprende todavía en las cercanías de Cesárea.

Y tampoco da suficiente luz una rama encendida de un arbusto espinoso.

Es necesario hacer un alto…

Incluso porque la jovencita, menos acostumbrada que ellos a caminar de noche;

tropieza a menudo en las piedras medio sepultadas en la arena, del camino.

Caminan rápido y todavía está oscuro en las cercanías de Cesárea.

Jesús dice:

–            Es mejor detenernos un poco.

La niña no ve y está cansada.

Castañeteando los dientes, mezclando hebreo y latín en un nuevo idioma, para hacerse entender…

La niña responde rápida:

–             No, no.

Si puedo…

Vámonos lejos, lejos, lejos…

Podría venir…

Por aquí pasamos para ir a esa casa.

Jesús trata de tranquilizarla:

–           Iremos detrás de aquellos árboles y nadie nos verá.

No tengas miedo.

Bartolomé, para darle ánimos,

dice:

–             No tengas miedo.

A estas horas, ese romano está debajo de la mesa, borracho como una cuba,

convertido en una sopa de vino…

Pedro agrega:

–             Y estás con nosotros.

¡Todos te queremos!

No permitiremos que te hagan daño.

¡Oh! ¡Somos doce hombres fuertes!…

Pedro, que apenas es un poco más alto que ella.

Él tan corpulento, cuánto grácil y delicada es ella.

Él quemado por el sol y ella blanca como alabastro.

¡Pobre florecita que fue criada para ser solamente estimulante, valiosa, admirada y más preciosa!

Entonces se escucha la voz llena de amor de Juan…

La jovencita, a la última luz de la improvisada antorcha;

Levanta sus maravillosos ojos azul verde como reflejo del mar,

con dos limpios iris aún brillantes por el llanto vertido con el terror de poco antes…

Es recelosa, pero, no obstante, de ellos se fía…

Juan le dice:

–           Eres una hermanita nuestra.

Y los hermanos defienden a sus hermanas.

Y cruza con ellos el arroyo seco que está pasado el camino.

Para entrar en una propiedad que termina allí en un tupido huerto.

Es noche oscura.

Cuando llegan a la arboleda,

se sientan y aguardan.

Los hombres se dormirían gustosos…

Pero a ella cualquier ruido la hace gritar.

Y el galope de un caballo la hace agarrarse convulsa al cuello de Bartolomé;

que quizás por parecer el más anciano, atrae su confianza y confidencia.

Por tanto es imposible dormir.

Bartolomé le dice:

–            No tengas miedo.

Cuando uno está con Jesús, nunca sucede una desgracia.

La niña contesta temblando:

–           ¿Por qué?

Mientras sigue todavía asida al cuello de Bartolomé.

–           Porque Jesús es Dios en la tierra.

Y Dios es más fuerte que los hombres.

–           ¿Dios?

¿Qué cosa es Dios?

Bartolomé exclama:

–         ¡Pobre criatura!

Pero, ¿Cómo te educaron?

¿No te enseñaron nada?…

La niña contesta:

–            Sí.

A conservar blanco el cutis.

brillante la cabellera.

A obedecer a los patrones.

A decir siempre que sí…

Pero yo no podía decir sí al romano…

Era feo y me daba miedo.

¡Todo el día tenía miedo!

En su casa siempre había unos ojos…

Siempre allí…

Cuando en el baño, en los vestidores dónde uno se viste;

en el cubiculum…

Siempre estaban unos ojos…

Y esas manos… ¡Oh!

¡Y si alguien no decía sí, era apaleado!…

Y comienza a llorar.

Jesús dice:

–               No lo serás más.

¡Ya no recibirás más palos!

Ya no está el romano.

Ni están sus manos…

Lo que hay es la paz…

Felipe comenta:

–           ¡Es una crueldad!

Cómo a bestias y peor todavía…

Porque a una bestia le enseñas su oficio.

Y los otros comentan:

             ¡Pero qué horror!

¡Como a animales de valor, no más que como a animales!

Y peor todavía…

Porque un animal sabe al menos que le enseñan a arar.

O a llevar la montura y el bocado porque ésa es su función.

Pero a esta criatura la lanzaron sin saber…

Ella responde:

–            Si hubiese sabido, me hubiera arrojado al mar.

Él decía: ‘Te haré feliz…’

Zelote dice:

–            De hecho te hizo feliz.

De una manera que nunca imaginó.

Feliz en la tierra y feliz en el Cielo.

conocer a Jesús, es la felicidad.

Hay un silencio en el que todos y cada uno,

meditan en las crueldades y los horrores del mundo.

Luego en voz baja, la niña le pregunta a Bartolomé:

–            ¿Me puedes decir que es Dios?

¿Y por qué Él es Dios?…

Después de una pausa agrega:

–            ¿Porque es hermoso y bueno?…

Bartolomé se siente atolondrado.

Se toma de la barba con perplejidad.

Y dice lleno de incertidumbre:

–            Dios…

¿Cómo haré para enseñarte a ti, que no tienes ninguna idea de religión en tu cabeza?

¿Qué estás vacía de toda idea religiosa?

–            ¿Religiosa?

¿Qué es?

Esto provoca otra pregunta todavía más complicada, para el abrumado apóstol:

–           ¿Qué cosa es religión?

Bartolomé decide pedir auxilio:

–           ¡Oh, que esto no me lo esperaba!…

¡Altísima Sabiduría!

¡Me siento como uno que se está ahogando en un gran mar!

¿Cómo me las arreglo ante esta sima?

¿Qué puedo hacer ante el abismo?

Jesús aconseja:

–          Lo que te parece difícil, es muy sencillo Bartolomé.

Es un abismo, sí.

Pero vacío…

Y puedes llenarlo con la Verdad.

Peor es cuando los abismos están llenos de fango, veneno, serpientes.

Habla con la sencillez con que hablarías a un niño pequeño.

Y ella te entenderá mejor, como no lo haría un adulto.

Bartolomé pregunta:

–           ¡Maestro!

¿Pero no podrías hacerlo Tú?

–           Podría.

Pero la niña aceptará más fácilmente las palabras de un semejante suyo:

que las mías que son de Dios.

Y por otra parte es que…

Os encontraréis en lo futuro ante estos abismos y los llenaréis de Mí.

Debéis pues aprender a hacerlo.

–          Es verdad.

Voy a intentarlo.

Lo probaré…

Después de pensarlo un poco, Bartolomé pregunta:

–            Oye niña, ¿Te acuerdas de tu mamá?

Ella sonríe y contesta:

–           Si, señor.

hace siete años que…

Que las flores florecen sin ella.

Pero antes estaba con ella.

–           Está bien.

¿La recuerdas?

¿La amas?

Ella solloza con un:

–          ¡Oh!

Y da un pequeño grito.

El acceso de llanto unido a la exclamación lo dice todo.

–             ¡Pobre criatura!

No llores.

¡Pobre niña!

Escucha:

Oye, el amor que tienes por tu mamita…

–              Y por mi papá y por mis hermanos…  -contesta sollozando.

–             Sí.

Por tu familia…

El amor por tu familia.

Los pensamientos que guardas por ella.

El deseo que tienes de regresar a ella…

–            ¡Nunca más los veré…!

¡Ya nunca…!

–            Pero todo es algo que podría llamarse religión de la familia.

Las religiones, las ideas religiosas son el amor…

El pensamiento, el deseo de ir a donde está aquel o aquellos en quienes creemos;

a quienes amamos y anhelamos;

a quienes deseamos ver…

Ella señalando a Jesús,

pregunta:

–            Si yo creo en ese Dios que está allí.

¿Tendré una religión?…

¡Es muy fácil!

Bartolomé está totalmente desorientado:

–             ¡Bien!

¿Fácil qué cosa?…

¿Tener una religión o creer en ese Dios que está allí?

La niña dice convencida:

–            En ambas cosas…

Porque fácilmente se cree en un Dios Bueno, como el que está allí.

El romano me nombraba muchos y juraba.

Decía:

‘¡Por la diosa Venus!

¡Por el dios Júpiter!

¡Por el dios Cupido!

Han de ser dioses malos, porque él hacía cosas malas cuando los invocaba.

Pedro comenta en voz baja:

–            No es tan tonta la niña.

Ella dice:

–           Pero yo no sé todavía que cosa es Dios.

Veo que es un hombre como tú…

Entonces es un Hombre- Dios.

¿Y cómo se hace para comprenderlo?

¿En qué aspecto es más fuerte que todos?

No tiene ni espada, ni siervos…

Bartolomé suplica:

–           Maestro, ayúdame…

Jesús responde:

–           No, Nathanael.

Enseñas muy bien.

–           Lo dices porque eres bueno.

Busquemos otro modo de seguir adelante.

Se vuelve hacia la niña,

diciendo:

–         Oye niña…

Oye niña, Dios no es hombre…

Él es como una luz, una mirada, un sonido tan grandes, que llenan el cielo y la tierra e iluminan todo.

Y todo lo ve, instruye todo y a todo da órdenes…

Y en todas las cosas manda…

–            ¿También al romano?

Entonces no es un Dios bueno.

¡Tengo miedo!…

Bartolomé se apresura a aclarar:

–            Dios es bueno y da órdenes buenas.

A los hombres les ha prohibido armar guerras, hacer esclavos;

arrebatar a las hijitas de sus madres y espantar a las niñas…

Pero los hombres no siempre escuchan las órdenes de Dios.

Ella dice:

–            Pero tú, sí.

–            Yo sí.

–            Si es más fuerte que todos…

¿Por qué no se hace obedecer?

¿Y Cómo habla, si no es un hombre?

Bartolomé está perdido,

y exclama:

–           ¡Dios…!

¡Oh, Maestro!…

Jesús dice:

–           Sigue.

Sigue, Bartolomé.

Eres un maestro muy competente.

Sabes decir con gran simplicidad pensamientos muy profundos.

¿Y ahora ya no quieres seguir?…

¿Siendo un maestro tan sabio?

¿Y sabiendo decir con tanta sencillez los más altos pensamientos, tienes miedo?

¿No sabes que el Espíritu Santo está en los labios de los que enseñan la Justicia?

Bartolomé argumenta:

–            Parece fácil cuando se te escucha.

Todas tus palabras están aquí dentro.

¡Pero sacarlas afuera cuando se debe hacer lo que Tú haces!…

¡Oh, miseria de nosotros los humanos!

¡Maestros inútiles!

¡Ay, míseros de nosotros, pobres hombres!

¡Qué maestros de tres al cuarto!

–            El reconocer la nulidad propia,

predispone el corazón a la enseñanza del Espíritu Paráclito…

–          Está bien, Maestro…

De todas formas vamos a intentar seguir adelante.

Se vuelve hacia ella, mirándola con ternura,

diciendo:

–           Escucha, niña…

Dios es fuerte, fortísimo.

Más que César.

Más que todos los hombres juntos con sus ejércitos y sus máquinas de guerra…

Pero no es un amo despiadado que haga decir siempre que sí…

so pena del azote para quien no lo dice.

Dios es un Padre.

¿Te quería mucho tu padre?

–            ¡Mucho!

Me puso por nombre Áurea Gala, porque el oro es precioso.

Y Galia es mi patria.

Y decía que me amaba más que el oro que en otro tiempo tuvo…

Y más que a la patria…

–          ¿Te azotó tu padre?

Áurea Gala contesta:

–           No. Jamás.

Cuando no me portaba bien, me decía:

‘Pobrecita hija mía’ y lloraba.

–            ¡Eso!

Así hace Dios.

Es Padre, nos ama y llora si somos malos.

 

Pero no nos obliga a obedecerle.

Pero el que decide ser malo, un día será castigado con suplicios horrendos…

–           ¡Oh, qué bueno!

El dueño que me arrebató de mi madre y me llevó a la isla.

Y también el romano, irán a los suplicios.

¿Y lo veré?…

Esto es demasiado para el pobre Nathanael,

que contesta:

–           Tú verás de cerca a Dios, si crees en Él y eres buena.

Y para ser buena no debes odiar ni siquiera al romano.

–           ¿No?

¿Y cómo lograrlo?

–           Rogando por él.

–           ¿Qué es rogar?

–           Hablar con Dios diciéndole que lo amamos.

Y pidiéndole lo que necesitamos…

 Ella llevada por su coraje, con salvaje vehemencia,

exclama apasionadamente:

–          Pero, ¡Yo quiero que mis dueños tengan una mala muerte!

Bartolomé objeta:

–          No.

No debes…

Jesús no te amará si dices así.

–           ¿Por qué?

–           Porque no se debe odiar a quien nos ha hecho el mal.

–            Pero no puedo amarlos.

–           Pero puedes por ahora no pensar en ellos.

Trata de olvidarlos…

Luego, cuando Dios te instruya más…

Rogarás por ellos.

Decíamos pues, que Dios es Poderoso, pero deja a sus hijos en libertad de obrar.

Ella pregunta:

–           ¿Yo soy hija de Dios?…

¿Tengo dos padres?…

¿Cuántos hijos tiene Dios?…

Bartolomé contesta:

–          Todos los hombres son hijos de Dios, porque han sido hechos por Él.

¿Ves las estrellas allá arriba?

Las ha hecho Él.

¿Y estos árboles?

Los ha hecho Él.

¿Y la tierra donde estamos sentados?

¿Y aquel pájaro que canta?

¿Y el mar con su grandeza?

¡TODO!

¡Y a todos los hombres!

Y los hombres son más hijos que todo, porque son hijos por una cosa que se llama alma…

Y que es luz, sonido, mirada, no grandes como su luz, su sonido, su mirada, que llenan el Cielo y la Tierra;

pero hermosos de todas formas.

Y que no mueren nunca, como tampoco muere Él.

Porque es una partecita de Dios que es inmortal como Él.

            ¿Dónde está el alma?

¿Tengo yo también un alma?

–             Sí.

En tu corazón.

Y es la que te ha hecho comprender que el romano era malo.

Y ciertamente no te hará desear ser como él.

¿No es verdad?

–            Sí…

Áurea reflexiona después del titubeante si…

Y luego con firmeza dice:

–             ¡Sí!

Era como una voz de dentro y una necesidad de que alguien me auxiliara…

Y con otra voz aquí dentro – pero esta era mía – llamaba a mi mamá…

Porque no sabía que existía Dios, que existía Jesús…

Si lo hubiera sabido, le habría llamado a Él con aquella voz que tenía aquí dentro.

Jesús interviene:

–              Has comprendido bien, niña.

Y crecerás en la Luz.

Yo te lo aseguro.

Cree en el Dios verdadero.

Escucha la voz de tu alma alma en la que no existe todavía una sabiduría adquirida,

pero en la que tampoco existe mala voluntad…

Y encontrarás en Dios a un Padre.

Y en la muerte, que es un paso de la tierra al Cielo para los que creen en el Dios Verdadero y son buenos…

Encontrarás un lugar en el Cielo cerca de tu Señor.

Como ella se ha arrodillado delante de Él,

Jesús le pone su mano sobre la cabeza.

Áurea dice:

–           Cerca de Ti.

¡Qué bien se siente uno al estar contigo!

No te separes de mí, Jesús…

Ahora sé Quién Eres y por eso me arrodillo.

En Cesárea tuve miedo de hacerlo…

Me parecías sólo un hombre…

Ahora sé que Eres Dios escondido en un Hombre.

Y que para mí eres un Padre y un Protector…

Jesús agrega:

–           Y Salvador, Áurea Gala.

Ella exclama jubilosa:

–           Y Salvador.

¡Sí! Me salvaste…

–             Y te salvaré más.

Tendrás un nombre nuevo…

–            ¿Me quitas el nombre que me dio mi padre?

El amo en la isla me llamaba Aurea Quintilia, porque nos dividían por color y por número.

Porque yo era la quinta rubia así…

Pero ¿Por qué no me dejas el nombre que me dio mi padre?

–            No te lo quito.

Llevarás, añadido a tu antiguo nombre, el nombre nuevo, eterno».

Isaías 43 2 : «Yo nunca te dejaré»

–            ¿Cuál?

–             Cristiana.

Porque Cristo te salvó…

Comienza a alborear.

Vámonos.

Jesús se vuelve hacia su más anciano apóstol,

y agrega:

–           ¿Ves Nathanael qué es fácil hablar de Dios a los abismos vacíos?

Hablaste muy bien.

La niña se instruirá fácilmente.

Se formará rápidamente en la Verdad.

Y ordena con suavidad:

–           Sigue adelante con mis hermanos Áurea…

La niña obedece pero con temor.

Preferiría quedarse con Bartolomé, el cual comprende todo…

El apóstol le dice:

–           Voy enseguida.

Vete…

Obedece.

369 EL MESÍAS

369 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

La ciudad de Quedes está situada en un monte, de una cadena de colinas,

que se orienta de norte a sur: con dos líneas paralelas,

que se estrechan y forman casi un esbozo de X.

En el punto más estrecho, se sitúa Quedes: extendida desde la cima a las laderas,

más bien poco inclinadas, dominando el valle fresco y verde.

Es una bella ciudad rodeada de muros, con casas bonitas y una imponente sinagoga;

como imponente también es la fuente, con sus muchas bocas que dejan caer agua

fresca y abundante en la pila de la cual salen unos canalillos destinados a alimentar otras fuentes, 

Jesús entra en esta ciudad en día de mercado.

Su mano ya no está vendada,

pero tiene todavía una costra oscura y un amplio hematoma en el dorso.

También Santiago de Alfeo tiene una pequeña costra, en la sien

y todo alrededor, tiene una amplia moradura.

Andrés y Santiago de Zebedeo menos heridos,

ya no muestran señales de la pasada aventura.

Y caminan ligero, mirando a los lados y hacia atrás, porque están escalonados,

delante, detrás y al lado de Jesús.

Andrés dice:

–         ¡Pero ésta es una ciudad de refugio!

Pedro le responde:

–         ¡Sí, vaya!

¡Precisamente ellos van a respetar el amparo y la santidad de un lugar!

¡Pero qué ingenuo eres, hermano! 

Jesús va entre los dos Judas.

Delante de Él, en vanguardia, Santiago y Juan.

Y luego el otro Santiago con Felipe y Mateo.

Detrás de Él, Pedro, Andrés y Tomás.

Los últimos, Simón Zelote y Bartolomé

Todo va bien hasta la entrada en una bonita plaza;

la de la taza de la fuente y la sinagoga.

En la que se que se aglomera la gente que trata de negocios.

El mercado, está más abajo y en el suroeste de la ciudad,

donde desembocan la vía principal que viene del sur

y la otra por la que viene el grupo apostólico. 

Jesús, que viene del oeste ambas confluyen en ángulo recto y se funden en una sola,

que penetra por la puerta de la ciudad hasta transformarse en una vasta plaza oblonga,

en la que hay asnos y esteras, vendedores, compradores, y el consabido jaleo…

Pero cuando llegan a esta plaza más bonita que es el corazón de la ciudad

cuando llegan a esta plaza, empiezan las dificultades.

Junto al portón amplio y bello adornado con esculturas y frisos de la rica sinagoga,

hay un grupo numeroso de fariseos y saduceos,

parecen un grupo de sabuesos rastreros y gruñidores, a la espera de saltarle encima

al acecho de la presa, cuyo olor han sentido ya en el viento

grupo mezclado – como elemento excitante – con un grupito de rabíes

ya vistos en Yiscala, entre los cuales aquél llamado Uziel.

Y enseguida unos a otros se hacen señas indicando a Jesús y a los apóstoles. 

Juan exclama asustado: 

–          ¡Vaya, Señor!

¡Están también aquí! 

Volviéndose hacia atrás a hablar con Jesús.

Jesús dice:

–        No temas.

Sigue adelante seguro.

De todas formas, los que no se sientan dispuestos a hacer frente a esos desdichados

que se retiren y se vayan a la posada.

Quiero por encima de todo hablar aquí, en esta antigua ciudad levítica y de refugio.

Protestan todos:

–          Maestro, ¿Cómo puedes pensar que te vamos a dejar solo?

!Que nos maten a todos, si quieren!.

Nosotros compartiremos tu suerte.

Jesús pasa por delante del grupo enemigo.

Y va a colocarse contra la tapia de un jardín,

por encima de la cual llueven los cándidos pétalos de un peral en flor:

la tapia oscura y la nube cándida son marco y corona de Cristo,

que tiene enfrente a sus doce.

Jesús empieza a hablar.

Y su bonita voz entonada, llena la plaza y hace volverse a quienes están en ella.

Que dice:

–         ¡Vosotros, aquí reunidos, venid a escuchar la Buena Nueva,

porque más útil que los negocios y las monedas,

es la conquista del Reino de los Cielos!  

La plaza se llena de comentarios:

–        ¡Oh, pero si ése es el Rabí galileo! – dice uno.

–        Venid. Vamos a oír lo que dice.

–        Quizás hace algún milagro.

Y otro

–        Yo, en Bet Yinna, le vi hacer uno.

¡Y qué bien habla!

–        No como esos gavilanes rapaces y esas serpientes astutas.

Pronto mucha gente circunda a Jesús.

Y Él prosigue para esta gente atenta:

–          En el corazón de esta ciudad levítica no quiero recordar la Ley.

Sé que la tenéis presente en vuestros corazones como en pocas ciudades de Israel,

Y lo demuestra incluso el orden que en ella he encontrado,

la honestidad de que me han dado prueba los comerciantes a quienes he comprado

el alimento para mí y mi pequeño rebaño.

Y esta sinagoga, ornamentada como conviene al lugar donde se honra a Dios.

Mas, dentro de vosotros hay también un lugar donde se honra a Dios,

un lugar donde residen las aspiraciones más santas y resuenan las palabras más

dulcemente esperanzadoras de nuestra fe y las oraciones más ardientes

para que la esperanza se haga realidad: el alma:

éste es el lugar santo e individual, donde se habla de Dios y con Dios

en espera de que la Promesa se cumpla.

Pero la Promesa se ha cumplido ya. Israel tiene su Mesías.

Y Él os trae la palabra y la certeza de que el tiempo de la Gracia ha llegado,

de que la Redención está próxima, de que el Salvador está en medio de vosotros,

de que el invicto Reino de Dios comienza.

¡Cuántas veces habréis oído la lectura de Habacuc!

Y los más meditativos de vosotros habrán susurrado:

«Yo también puedo decir “¡Hasta cuándo, Señor, tendré que gritar sin que me prestes oídos?”

Desde hace siglos Israel gime así.

Mas ahora el Salvador ha venido.

El gran hurto, el perpetuo apuro, el desorden y la injusticia causado por Satanás,

están a punto de caer, porque el Enviado por Dios está para reintegrar al hombre

en lo que es su dignidad de hijo de Dios y coheredero del Reino de Dios.

Miremos la profecía de Habacuc con ojos nuevos,.

Y sentiremos que da testimonio de Mí,

que habla ya el lenguaje de la Buena Nueva que Yo traigo a los hijos de Israel.

Mas aquí soy Yo quien debe expresar un lamento:

«Se ha verificado el juicio, y, no obstante, la oposición triunfa».

Y lo expreso con profundo dolor.

No tanto por mí, que estoy por encima del parecer humano,

cuanto por aquellos que, por ser adversarios, se condenan,

y por los que se extravían por causa de los adversarios.

¿Os asombra lo que digo?

Entre vosotros hay mercaderes de otros lugares de Israel.

Ellos os pueden decir que no miento.

No miento con una vida contraria a lo que enseño

o no haciendo lo que del Salvador se espera.

No miento cuando digo que la oposición humana se yergue contra el juicio de Dios,

que me ha enviado, y contra el juicio de las gentes humildes y sinceras,

que me han oído y juzgado rectamente en lo que soy.

Algunos de la multitud comentan:

–        ¡Es verdad!

–        ¡Es verdad!

–        Nosotros, del pueblo, lo estimamos y sentimos que es santo.

Pero aquéllos (y señalan a los fariseos y compañeros) lo hostigan.

Jesús prosigue

–        En aras de esta oposición se lacera la Ley.

Y cada vez será más maltratada, hasta llegar incluso a abolirla,

con tal de cometer la suprema injusticia, la cual, no obstante, no durará mucho.

Bienaventurados los que en la breve y espantosa espera,

cuando parezca que la oposición haya triunfado contra Mí,

sepan seguir creyendo en Jesús de Nazaret, en el Hijo de Dios,

en el Hijo del hombre, anunciado por los profetas:

Yo podría cumplir el juicio de Dios con toda extensión, salvando a todos los hijos de

Israel.

Mas no podré hacerlo, porque el impío triunfará contra sí mismo,

contra la parte mejor de sí mismo.

Y de la misma forma que pisotea mis derechos y a mis fieles,

pisoteará los derechos de su espíritu, que tiene necesidad de Mí para ser salvado y

que es entregado a Satanás con tal de negármelo a Mí.

Los fariseos murmuran turbulentos.

Pero un anciano de majestuoso porte hace ya un rato que se ha acercado al lugar donde está Jesús

Y ahora, durante un momento de pausa del discurso, dice:

–        Entra en la sinagoga, te lo ruego;

enseña en ella. Nadie tiene más derecho que Tú a hacerlo.

Soy Matías, el jefe de la sinagoga.

Ven, que la Palabra de Dios habite mi casa como mora en tu boca.

Jesús responde:

–         Gracias, justo de Israel.

La paz sea siempre contigo.

Y Jesús, a través de la muchedumbre, que se abre como una ola para dejarlo pasar,

y luego se cierra formando estela y lo sigue,

cruza de nuevo la plaza y entra en la sinagoga,

pasando otra vez por delante de los fariseos gruñidores,

que entran también en la sinagoga, tratando de abrirse paso violentamente.

Pero la gente los mira con cara de pocos amigos,

y dice:

–          ¿De dónde venís.

Id a vuestras sinagogas y esperad allí al Rabí.

Ésta es nuestra casa y entramos nosotros.

Y rabíes, saduceos y fariseos, tienen que soportar quedarse humildemente a la puerta

para no ser expulsados por los habitantes de Quedes.

Jesús está en su sitio.

Tiene cerca al arquisinagogo y a otros de la sinagoga,

. Reanuda su discurso:

–           Habacuc dice – ¡y con qué amor os invita a observar! -:

«Extended vuestra mirada sobre las naciones, y observad, maravillaos, asombraos,

porque en vuestros días ha sucedido una cosa que nadie creerá cuando se la cuenten».

También ahora tenemos enemigos materiales en Israel.

Pero dejad pasar este pequeño detalle de la profecía

y miremos solamente al gran vaticinio enteramente espiritual que contiene.

Porque las profecías, aunque parecen tener una referencia material,

su contenido es siempre espiritual.

La cosa, pues, que ha sucedido

y es tal, que nadie podrá aceptarla si no está convencido de la infinita bondad del verdadero Dios –

es que Él ha mandado a su Verbo para salvar y redimir al mundo.

Dios que se separa de Dios  para salvar a la criatura culpable.

Pues bien, Yo he sido mandado a esto.

Y ninguna fuerza del mundo podrá detener mi ímpetu de. Triunfador sobre reyes

y tiranos, sobre pecados y necedades.

Venceré porque soy el Triunfador.

Una carcajada burlona y un grito se dejan oír desde el fondo de la sinagoga.

La gente protesta.

El jefe de la sinagoga, que está tan concentrado en escuchar a Jesús que tiene incluso

los ojos cerrados, se pone de pie e impone silencio,

amenazando con la expulsión a los perturbadores.

Jesús dice:

–        No te opongas a ellos; es más, invítalos a que expongan sus divergencias .

Los fariseos dicen:

–        ¡Bien! ¡Esto esta bien!

–        Déjanos acercarnos a Ti, que queremos hacerte unas preguntas.

Gritan en tono irónico los objetores.

–      Venid.

Dejadlos pasar, vosotros de Quedes.

Y la gente, con miradas hostiles y caras disgustadas.

Sin que falte uno que otro epíteto, los deja ir adelante.

Jesús en tono severo, pregunta: 

–        ¿Qué queréis saber? 

–         ¿Tú, entonces, dices que eres el Mesías?

¿Estás verdaderamente seguro de ello?

Jesús, con los brazos cruzados, mira con tal autoridad al que ha hablado,

que a éste se le cae de golpe la ironía y cierra la boca.

Pero otro toma la palabra en su lugar,

y dice:

–        No puedes pretender que se te crea por tu palabra.

Cualquiera puede mentir, incluso con buena intención

Para creer se necesitan pruebas.

Danos, pues pruebas de que eres eso que dices ser.

Jesús dice secamente:

–         Israel está lleno de mis pruebas.  

Y varios fariseos dicen:

–        ¡Ah! ¡Esas!…

–        Pequeñas cosas que cualquier santo puede hacer

–        ¡Han sido hechas y serán hechas en el futuro por los justos de Israel! 

Otro añade:

–          ¡Y no se da por sentado que Tú las hagas por santidad y ayuda de Dios!

Se dice, y verdaderamente es muy verosímil, que cuentas con la ayuda de Satanás.

Queremos otras pruebas.

Superiores, cuales Satanás no pueda dar.

¡Sí, hombre, una victoria sobre la muerte!…

–         Ya la habéis visto

–         Eran apariencias de muerte

Muéstranos a uno ya descompuesto que se reanime y recomponga, por ejemplo,

para tener la seguridad de que Dios está contigo.

Dios: el único que puede dar de nuevo respiro al fango que ya se vuelve polvo.

–        Nunca fue pedido esto a los Profetas para creer en ellos.

Un saduceo grita:

–        ¡Tú eres más que un profeta.

¡Tú, al menos Tú lo dices, eres el Hijo de Dios!… ¡Ja! ja!

¿Por qué, entonces, no actúas como Dios?

¡Ánimo, pues! ¡Danos una señal! ¡Una señal!

–         ¡Sí, eso!

Una señal del Cielo que diga que eres Hijo de Dios.

Entonces te adoraremos – grita un fariseo.

–        ¡Sí! ¡Eso es, Simón!

No queremos caer de nuevo en el pecado de Aarón.

No adoramos al ídolo, al becerro de oro,

¡Pero podríamos adorar al Cordero de Dios! ¿No eres Tú?

Si es que el Cielo nos indica que lo eres – dice el que tiene por nombre Uriel, que estaba en Yiscala.

Y ríe sarcásticamente.

Interviene otro, a voces:

–        Déjame hablar a mí, a Sadoq, el escriba de oro.

¡Óyeme, oh Cristo! Demasiados te han precedido, que no eran cristos.

Basta ya de engaños. Una señal de que lo eres.

Dios, si está contigo, no te lo puede negar.

Y nosotros creeremos en Ti y te ayudaremos.

Si no, ya sabes lo que te espera, según el Mandamiento de Dios.

Jesús alza la diestra herida y la muestra bien a su interlocutor.

Diciendo:

–        ¿Ves esta señal?

La has hecho tú. Has indicado otra señal.

Te alegrarás cuando la veas abierta en la carne del Cordero.

¡Mírala! ¿La ves?

La verás también en el Cielo,

cuando te presentes a rendir cuentas de tu modo de vivir.

Porque Yo te he de juzgar.

Y estaré allí arriba con mi Cuerpo glorificado, con las señales de mi ministerio

y del vuestro, de mi amor y de vuestro odio.

Y tú también la verás, Uriel, y tú, Simón, y la verán Caifás y Anás.

16. Y = dicen a los montes = y las peñas: = «Caed sobre nosotros = y ocultadnos de la vista del que está sentado en el trono y de la cólera del Cordero.

Y otros muchos, en el último Día, día de IRA día tremendo.

Y por ello preferiréis estar en el Abismo, porque mi Señal abierta en la mano herida

os asaeteará más que los fuegos del Infierno.

Sadoc replica furioso:

–         ¡Eso son palabras y blasfemias!

¿Tú en el Cielo con el cuerpo?

¡Blasfemo! ¿Tú juez en lugar de Dios?

¡Anatema seas! ¡Insultas al Pontífice!

Merecerías la lapidación – gritan en coro fariseos, saduceos y doctores.

El jefe de la sinagoga se pone de nuevo en pie, patriarcal, con su espléndida canicie 

como un Moisés,

y grita:

–        Quedes es ciudad de refugio y levítica.

Tened respeto…

–        ¡Viejas historias! ¡Ya no cuentan!

–         ¡Oh, lenguas blasfemas!

Vosotros sois los pecadores, no Él, y yo lo defiendo.

No dice nada malo. Explica los Profetas.

Nos trae la Promesa Buena. Y vosotros lo interrumpís, lo tentáis, lo ofendéis.

No lo permito.

Él está bajo la protección del viejo Matías, de la estirpe de Leví por parte de padre y

de Aarón por parte de madre.

Salid y dejad que ilumine con su doctrina mi vejez y la madurez de mis hijos.

Y mientras, tiene su anciana, rugosa mano puesta en el antebrazo de Jesús, como defendiendo.

Los enemigos de Jesús gritan:

–        ¡Que nos dé una señal verdadera y nos iremos convencidos!

–          No te inquietes, Matías. Hablo Yo

Dice Jesús calmando al arquisinagogo.

Y, dirigiéndose a los fariseos, saduceos y doctores, agrega: 

–        Al atardecer examináis el cielo…

Y si, en llegando el ocaso, está rojizo, sentenciáis en virtud de un viejo proverbio:

«Mañana hará buen tiempo, porque el ocaso pone rojo el cielo».

Lo mismo al alba, cuando en el aire pesado de niebla y vaho,  el sol no se anuncia

áureo, sino que parece esparcir sangre por el firmamento, decís:

«No pasará este día sin que haya tormenta».

Sabéis, pues, leer el futuro del día a partir de los signos inestables del cielo

y de los aún más volubles de los vientos.

¿Y no alcanzáis a distinguir los signos de los tiempos?

Esto no honra ni vuestra mente ni vuestra ciencia,

y completamente deshonra vuestro espíritu y vuestra presunta sabiduría.

Sois de una generación malvada y adúltera, nacida en Israel de la unión de quien

fornicó con el Mal.

Vosotros sois sus herederos, y aumentáis vuestra maldad y vuestro adulterio

repitiendo el pecado de los padres de este desmán.

Pues bien, sabedlo, tú, Matías, vosotros, habitantes de Quedes,

y todos los presentes, fieles o enemigos:

Esta es la profecía que digo, profecía mía,

en vez de la que quería explicar de Habacuc: a esta generación malvada y adúltera,

que pide una señal, no le será dada sino la de Jonás…

Vamos.

La paz sea con los buenos de voluntad.

Y, por una puerta lateral, que da a una calle silenciosa situada entre huertos y casas,

se aleja con sus apóstoles.

Pero los de Quedes no se dan por vencidos.

Algunos lo siguen.

Y al ver que ha entrado en una pequeña posada de los arrabales orientales del

pueblo, lo comunican al arquisinagogo y a los conciudadanos;

de forma que no ha terminado de comer todavía Jesús

y ya el patio soleado de la posada está abarrotado de gente,

y el anciano arquisinagogo de Quedes se asoma a la puerta de la habitación donde

está Jesús y se inclina implorando:

–        Maestro, en nosotros ha quedado todavía el deseo de tu palabra.

¡Era tan hermosa, explicada por ti la profecía de Habacuc!

¿Porque haya quien te odia,

deberán quedarse sin conocerte los que te aman y creen en tu verdad?

–          No, padre.

No sería justicia castigar a los buenos por causa de los malos.

Oíd entonces…

Y Jesús deja de comer para asomarse a la puerta

y hablar a los que están aglomerados en el patio

–          En las palabras de vuestro arquisinagogo se oye un eco de las de Habacuc.

Él, en nombre propio y vuestro, confiesa y profesa que Yo soy la Verdad.

Habacuc confiesa y profesa:

«Desde el principio Tú eres, y estás con nosotros y no moriremos».

Y así será. No perecerá quien cree en Mí.

Me pinta el Profeta como Aquel que ha sido establecido por Dios para juzgar,

como Aquel al que Dios ha hecho fuerte para castigar,

como Aquel cuyos ojos son demasiado puros como para ver el mal.

Y que no podrá soportar la iniquidad.

Pero, si bien es verdad que el pecado me repugna,

podéis ver que abro los brazos a los que están arrepentidos de su pecar,

porque soy el Salvador.

Por esto vuelvo la mirada también hacia el culpable e invito al impío a arrepentirse…

¡Oh, vosotros de Quedes, ciudad levítica,

ciudad santificada por el edicto de la caridad

para el culpable de un delito – y todo hombre tiene delitos hacia Dios,

hacia su alma, hacia su prójimo -, venid, pues, a Mí, Refugio de los pecadores!

Aquí, en mi amor, ni siquiera el anatema de Dios podría alcanzaros

porque mi mirada suplicante en favor de vosotros transforma el anatema de Dios

en bendición de perdón.

¡Escuchad, escuchad!

Escribid en vuestros corazones esta promesa,

como Habacuc escribió su profecía cierta en el rollo.

Allí se lee: «Si tarda, esperadlo, porque quien ha de venir vendrá sin tardanza».

Pues bien, Aquel que había de venir ha venido: soy Yo.

«El incrédulo no tiene en sí un alma justa» dice el Profeta,

y su palabra condena a los que me han tentado e insultado.

No los condeno Yo.

Los condena el Profeta que me vio anticipadamente y en mí creyó.

El, de la misma forma que me describe a mí, al Triunfador,

describe al hombre soberbio, diciendo que no tiene honor,

porque ha abierto su alma a la avidez y a la insaciabilidad,

como ávido e insaciable es el infierno.

Y amenaza:

«¡Ay de aquel que acumula cosas que no son suyas y se echa encima denso fango!».

Las malas acciones contra el Hijo del hombre son este fango;

querer despojarle a Él de su santidad

para que no haga sombra a la propia es avidez.

«¡Ay de aquel – dice el Profeta –

que reúne en su casa los frutos de su perversa avaricia,

para colocar alto su nido, creyendo salvarse de las garras del mal!”

Es deshonrarse y matar la propia alma.

«¡Ay de aquel que edifica una ciudad sobre la sangre y apresta castillos sobre la injusticia!».

En verdad, demasiados en Israel consolidan sus ávidas fortalezas

amasando con sus lágrimas y su sangre,

y esperan hasta el final para obtener la más dura mezcla.

¿Pero, qué puede una fortaleza contra los dardos de Dios;

qué, un puñado de hombres

contra la justicia de todo el mundo, que gritará de horror por el sin par delito?

¡Qué bien lo expresa Habacuc!:

«¿Para qué sirve la estatua?».

Estatua idolátrica ha venido a ser la falsa santidad de Israel

Sólo el Señor mora en su Templo santo, sólo ante Él se inclinará la tierra adoradora

y temblará atemorizada, mientras la señal prometida será dada, más de una vez,

y el Templo verdadero en que Dios descansa subirá, glorioso, a decir en los Cielos:

«¡Ha quedado cumplido!», de la misma forma que, con lágrimas,

lo habrá manifestado a la tierra para limpiarla con su anuncio.

«¡Fiat!» dijo el Altísimo, y el mundo empezó a ser; «fiat» dirá el Redentor, y

el mundo será redimido.

Yo procuraré al mundo con qué ser redimido.

Los redimidos serán aquellos que tengan la voluntad de serlo.

«Ahora alzaos. Vamos a decir la oración del Profeta…

¡Qué apropiado es pronunciarla en este tiempo de gracia!:

«He oído, Señor, tu anuncio, y he exultado.”

Ya no es tiempo de miedo, vosotros que creéis en el Mesías.

«Señor, tu obra está en medio de los años,

hazla vivir a pesar de las insidias de los enemigos.

En medio de los años la darás a conocer»

Sí, cuando la edad sea perfecta, la obra quedará cumplida.

«Y en el enojo resplandecerá la misericordia»,

porque el enojo será sólo para aquellos que hayan echado redes y lazos.

Y lanzado flechas al Cordero Salvador.

«Dios viene de la Luz al mundo.”

Yo soy la Luz que viene a traeros a Dios.

Mi esplendor inundará la tierra brotando a raudales «donde los afilados cuernos»

hayan desgarrado las Carnes de la Victima, última victoria «de la Muerte y de Satanás,

que huirán, derrotados, ante el Viviente y el Santo».

¡Gloria al Señor! ¡Gloria al Hacedor! ¡Gloria al Dador del Sol y de los astros!

¡Al Artífice de los montes! ¡Al Creador de los mares!

¡Gloria, infinita gloria al Bueno que quiso a Cristo para salvación de su pueblo,

para redención del hombre!

Uníos, cantad conmigo, porque la Misericordia ha venido al mundo

y se acerca el tiempo de la Paz

Aquel que tiende hacia vosotros sus manos os exhorta a creer en el Señor y a vivir en

Él, porque se acerca el tiempo en que Israel será juzgado con verdad.

Paz a vosotros, aquí presentes, a vuestras familias, a vuestras casas.

Jesús traza un amplio gesto de bendición y hace ademán de retirarse.

Pero el jefe de la sinagoga suplica:

–        Quédate más tiempo.

–        No puedo, padre.

–         Al menos, envíanos aquí a tus discípulos.

–        Los tendréis, sin duda. Adiós.

Ve en paz.

Se quedan solos…

Pedro dice: 

–        Yo quisiera saber quién nos los ha enredado entre las piernas.

Parecen nigromantes…

Judas de Keriot se adelanta, pálido;

se arrodilla a los pies de Jesús:

–        Maestro, yo soy el culpable.

He hablado en aquel pueblo… con uno de ellos, que me hospedaba…

–        ¿Cómo?

¡Vaya, vaya, conque penitencia ¿Eh?

Tú eres…

Jesús interviene cortante:

–         ¡Silencio, Simón de Jonás!

Tu hermano, sinceramente, se está excusando.

Hónralo por esta humillación suya.

No te angusties, Judas.

Te perdono.

Tú sabes que Yo perdono.

Sé prudente otra vez…

Y ahora vamos.

Caminaremos mientras dure la luna.

Tenemos que cruzar el río antes del amanecer.

Vamos.

Aquí detrás empieza el bosque.

Perderán nuestras huellas tanto los buenos como los malos.

Mañana estaremos en el camino de Panea

352 PARÁBOLA DE LOS OBREROS Y LA VIÑA

 

352 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Jesús ha subido encima de una caja que está colocada contra una pared.

Todos por tanto, lo pueden ver bien.

Ya se ha esparcido por el aire su dulce saludo, seguido luego por las palabras:

«Hijos de un único Creador, escuchad»,

para proseguir, en  el atento silencio de la gente:

El tiempo de la Gracia para todos ha llegado, no sólo para Israel,

sino para todo el mundo.

Hombres hebreos que estáis aquí por diversas razones, prosélitos, fenicios, gentiles,

TODOS, oíd la Palabra de Dios.

Comprended la Justicia, conoced la Caridad.

Teniendo Sabiduría, Justicia y Caridad, dispondréis de los medios para llegar al Reino de Dios,

a ese Reino que NO ES UNA ESCLUSIVIDAD de los hijos de Israel;

sino que es de todos aquellos que amen de ahora en adelante, al Verdadero, Único Dios.

crean en la Palabra de su Verbo.

Escuchad.

He venido de muy lejos, no con miras de usurpador, ni con la violencia del conquistador.

He venido sólo para ser el Salvador de vuestras almas.

Los dominios, las riquezas, los cargos, no me seducen.

Para Mí no son nada.

Son cosas a las que ni siquiera miro.

Es decir, las miro con conmiseración;

porque me producen compasión; siendo como son:

CADENAS para apresar a vuestro espíritu, impidiéndole así acercarse al Señor Eterno, Único,

Universal, Santo y Bendito.

Las miro y me acerco a ellas como a las más grandes miserias.

Y trato de liberarlas del lisonjero y cruel engaño, que seduce a los hijos de los hombres,

para que puedan usarlas con justicia y santidad.

No como crueles armas que hieren y matan al hombre y lo primero;

siempre,  al espíritu de aquel que las usa no santamente.

Pero en verdad os digo, PUPILAS APAGADAS, salud a un cuerpo agonizante,;

que da luz a los espíritus y salud a las almas enfermas….

¿Por qué?

Por qué el hombre ha perdido de vista el verdadero fin de su vida.

Y se ocupa de lo transitorio.

El hombre no sabe o no recuerda…

Recordando, no quiere prestar obediencia a esta santa orden del Señor:

Y hablo también para los gentiles que me escuchan.

De hacer el bien, que es bien en Roma como lo es en Atenas, en Galia o en África;

porque la Ley Moral existe bajo todos los cielos y en todas las religiones;

en todo corazón recto.

Y las religiones, desde la de Dios hasta la de la moral individual;

dicen que la parte mejor de nosotros sobrevive.

Y QUE SEGUN COMO HAYA OBRADO EN LA TIERRA,

ASÍ SERÁ SU SUERTE EN LA OTRA VIDA…

 Fin pues del hombre, es la conquista de la Paz en la otra vida;

NO las comilonas, la usura, el abuso de la fuerza, el placer aquí por poco tiempo;

para pagarlos eternamente con muy duros tormentos.

Pues bien, el hombre no sabe, no recuerda o no quiere recordar esta verdad.

Si no la sabe, es menos culpable.

Si no la recuerda, es bastante culpable, porque hay que tener encendida la Verdad,

cual antorcha santa, en las mentes y en los corazones;

pero si no la quiere recordar y cuando resplandece…

Cierra los ojos para no verla, aborreciéndola como a la voz de un orador pedante;

entonces su culpa es grave, muy grave.

21. El hijo le dijo: “Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.”

Y no obstante, Dios perdona esta culpa, si el alma repudia su comportamiento malo…

Y se propone perseguir durante el resto de la vida, el fin verdadero del hombre;

que es conquistarse la paz eterna en el Reino del Dios Verdadero.

¿Habéis seguido hasta ahora un camino malo?

¿Abatidos, pensáis que es tarde para tomar el camino recto?

¿Desconsolados, decís: «¡No sabía nada de esto!

¿Ahora me veo ignorante e inhábil»?

NO.

No penséis que es como con las cosas materiales.

Y que hace falta mucho tiempo y fatiga para rehacer de nuevo, con santidad, lo ya hecho.

La Bondad del Eterno, verdadero Señor Dios, es tal que, ciertamente;

no os hace recorrer hacia atrás la vida vivida para colocaros de nuevo en la bifurcación

21. El hijo le dijo: “Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.”

en que vosotros errando, dejarais el recto sendero, para seguir el malo;

SU BONDAD es tanta que, desde el momento en que decís:

«Quiero ser de la Verdad»,

O sea, de Dios, porque Dios es Verdad,

Dios, por un milagro enteramente espiritual, infunde en vosotros la Sabiduría,

siendo así que ya no sois ignorantes sino poseedores de la ciencia sobrenatural,

igual que los que desde años antes la poseen.

Sabiduría es desear tener a Dios, amar a Dios, cultivar el Espíritu,

tender al Reino de Dios repudiando TODO lo que es carne, mundo y Satanás.

Sabiduría es obedecer a la Ley de Dios;

que es ley de caridad, de obediencia, de continencia, de honestidad.

Sabiduría es amar a Dios con todo el propio ser,

Señor, enciende mi corazón en el FUEGO de tu AMOR ARDIENTE y ayúdame a AMAR como Tú Quieres que lo haga…

amar al prójimo como a nosotros mismos.

Estos son los dos elementos indispensables para ser sabios con la Sabiduría de Dios.

Y en el prójimo están incluidos no sólo los que tienen nuestra misma sangre, raza o religión,

sino TODOS los hombres:

ricos, pobres, sabios, ignorantes, hebreos, prosélitos, fenicios, griegos, romanos…

Jesús se ve interrumpido por un grito amenazador de algunos exaltados.

Los mira y dice:

–          Sí.

Esto es el amor.

Yo no soy un maestro servil.

Digo la Verdad porque debo hacerlo…

Así para sembrar en vosotros lo necesario para la Vida Eterna.

OS GUSTE O NO, tengo que decíroslo, para cumplir mi deber de Redentor;

os toca a vosotros cumplir con el vuestro, de personas necesitadas de Redención.

Amar al prójimo, pues. TODO EL PRÓJIMO. 

Con un amor santo.

No amarlo con deshonesto concubinato de intereses, de forma que es «anatema»

el romano, fenicio, prosélito o viceversa…,

Mientras no hay de por medio sensualidad o dinero.

Y luego, si surgen en vosotros el deseo carnal o de la ganancia, ya no es «anatema»…

Se oye otra vez el rumor de la gente.

Los romanos, por su parte, en su sitio en el atrio,

exclaman:

–          « ¡Por Júpiter!

–         ¡Habla bien éste!».

Jesús deja que se calme el rumor…

Y prosigue:

–           -Amar al prójimo como querríamos ser amados nosotros.

Porque no nos agrada ser maltratados, vejados, que nos roben o subyugue…,

Ni ser calumniados o que nos traten groseramente.

La misma susceptibilidad, nacional o individual, tienen los demás.

No nos hagamos, pues, recíprocamente, el mal que no quisiéramos recibir nosotros.

Sabiduría es prestar obediencia a los Diez Preceptos de Dios:

«Yo soy el Señor tu Dios. No tengas otro Dios aparte de Mí.

No tengas ídolos, no les rindas culto.

EL PRIMER MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS

No tomes el Nombre de Dios en vano.

Es el Nombre del Señor tu Dios.

Y Dios castigará a quien lo use sin razón, por imprecación o para convalidar un pecado.

Acuérdate de santificar las fiestas.

El Sábado está consagrado al Señor, que descansó en Sábado de la Creación…

Y le ha bendecido y santificado.

Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas en paz largamente sobre la tierra…

Y eternamente en el Cielo.

No matarás.

No cometerás adulterio.

La desgracia del ADULTERIO…

No robarás.

No hablarás con falsedad contra tu prójimo.

No desearás la casa, la mujer, el siervo, la sierva, el buey, el asno;

ni nada que pertenezca a tu prójimo».

Ésta es la Sabiduría.

Quien esto hace es sabio y conquista la Vida y el Reino que no tienen fin.

Desde hoy, pues, proponeos vivir según la Sabiduría;

anteponiéndola a las pobres cosas de la tierra.

¿Qué decís? Hablad.

¿Decís que es tarde?

No. Escuchad una parábola.

Un amo de una viña, al amanecer de un día, salió para contratar obreros para su viña.

Y ajustó con ellos un denario al día.

Salió de nuevo a la hora tercera.

Y, pensando que eran pocos los jornaleros contratados;

viendo en la plaza a otros desocupados en espera de que los contratara, los tomó y dijo:

«Id a mi viña, que os daré lo que he prometido a los otros».

Y éstos fueron.

Habiendo salido a la hora sexta y a la hora nona, vio todavía a otros y les dijo:

«¿Queréis trabajar para Mí? Doy un denario al día a mis jornaleros».

Aceptaron y fueron.

Salió, en fin, a la hora undécima.

Vio a otros que, ya declinando el sol, estaban inactivos:

«¿Qué hacéis aquí, tan ociosos?

^No os da vergüenza estar sin hacer nada todo el día?», les preguntó.

«Nadie nos ha contratado.

Hubiéramos querido trabajar y ganarnos el pan.

Pero nadie nos ha llamado a su viña».

«Bien, pues yo os llamo a mi viña. Id y recibiréis el salario de los demás».

Eso dijo porque era un buen patrón y sentía piedad del abatimiento de su prójimo.

Llegada la noche, terminados los trabajos, el hombre llamó a su administrador,

y dijo:

«Llama a los jornaleros y paga su salario, según lo que he fijado,

empezando por los últimos, que son los más necesitados;

porque no han tenido durante el día el alimento que los otros una o varias veces han tenido,

Y además, son los que, agradeciendo mi piedad, más han trabajado;

los he observado;

licéncialos, que vayan a su merecido descanso y gocen con su familia,

de los frutos de su trabajo».

Y el administrador hizo como el patrón le ordenaba.

Y dio a cada uno un denario.

Habiendo llegado al final aquellos que llevaban trabajando desde la primera hora del día,

se asombraron al recibir también sólo un denario.

Y manifestaron sus quejas entre sí y ante el administrador, el cual dijo:

«He recibido esta orden.

Id a quejaros al patrón, no vengáis a quejaros a mí».

Y fueron y dijeron: «¡No eres justo!

Hemos trabajado doce horas, primero en medio del aguazo, luego bajo el sol de fuego,

y luego otra vez con la humedad del anochecer.

Y tú nos has dado lo mismo que a esos haraganes que han trabajado sólo una hora!…

¿Por qué?».

Y especialmente uno de ellos levantaba la voz juzgándose traicionado

y explotado indignamente.

Y el amo de la Viña preguntó: 

«Amigo, ¿Y en qué te he perjudicado?

¿Qué he pactado contigo al alba?

Una jornada de continuo trabajo y, como salario, un denario. ¿No es verdad?».

«Sí. Es verdad.

Pero tú has dado lo mismo a ésos, por mucho menos trabajo…».

«¿Has aceptado este salario, porque te parecía bueno?»

«Sí. He aceptado porque los otros daban incluso menos».

«¿Te he maltratado aquí?”

«No, en conciencia no».

«Te he concedido reposo a lo largo de la jornada y comida…

¿No es verdad?

Te he dado tres comidas.

Y la comida y el descanso no habían sido pactados. ¿No es verdad?».

«Sí, no estaban acordados.”

«Entonces, ¿Por qué los has aceptado?”

«Hombre, pues…

Tú dijiste: `Prefiero así, para evitar que os canséis volviendo a vuestras casas’.

No dábamos crédito a nuestros oídos…

Tu comida era buena, era un ahorro, era…».

«Era una gracia que os daba gratuitamente y que ninguno podía pretender.

¿No es verdad?».

«Es verdad.»

«Por tanto, os he favorecido.

¿Por qué os quejáis entonces?

Debería quejarme yo de vosotros;

que, habiendo comprendido que tratabais con un patrón bueno

trabajabais perezosamente, mientras que éstos, que han llegado después de vosotros,

habiendo gozado del beneficio de una sola comida –

y los últimos de ninguna, han trabajado con más ahínco, haciendo en menos tiempo

el mismo trabajo que habéis hecho vosotros en doce horas.

Os habría traicionado si os hubiera reducido a la mitad el salario,

para pagar también a éstos.

No así.

Por tanto, coge lo tuyo y vete.

¿Pretendes venir a imponerme en mi casa lo que a ti te parece?

Hago lo que quiero y lo que es justo.

No quieras ser malo y tentarme a la injusticia.

Yo soy bueno».

¡Oh, vosotros todos, que me escucháis!

En verdad os digo que el Padre Dios propone a todos los hombres el mismo pacto.

Y les promete la misma retribución.

Al que con diligencia se pone a servir al Señor, Él lo tratará con justicia;

aunque fuere poco su trabajo debido a la muerte cercana.

En verdad os digo que no siempre los primeros serán los primeros en el Reino de los Cielos.

Y que allí veremos a últimos ser primeros y a primeros ser últimos.

Allí veremos a hombres no pertenecientes a Israel, más santos que muchos de Israel.

He venido a llamar A TODOS, en nombre de Dios.

Pero, si muchos son los llamados, pocos son los elegidos;

porque pocos desean la Sabiduría.

No es sabio el que vive del mundo y de la carne y no de Dios.

No es sabio ni para la tierra ni para el Cielo:

en la tierra se crea enemigos, castigos, remordimientos…

Y pierde el Cielo para siempre.

Repito: sed buenos con el prójimo, quienquiera que sea.

Sed obedientes, dejando a Dios la tarea de castigar a quien manda injustamente.

Sed continentes sabiendo resistir a la sensualidad;

honrados, sabiendo resistir al oro; coherentes, calificando de anatema,

a aquello que se lo merece.

Y no cuando os parece.

Y luego estrecháis contactos con el objeto que antes habíais maldecido como idea.

No hagáis a los demás lo que no querríais para vosotros.

Y entonces…

Los vendedores frustrados, irrumpen en el patio,

gritando:  

–         ¡Vete, profeta molesto!

–         ¡Nos has fastidiado el mercado!… –

          ¡Nos has arrebatado los clientes!… 

Y los que habían hecho alboroto en el patio cuando Jesús había empezado a enseñar

no todos fenicios:

también hay hebreos, que están en esta ciudad por intereses personales…

Y se unen a los vendedores para insultar amenazando y sobre todo,

para obligar a Jesús a abandonar el lugar;

porque no les gusta lo que aconseja en orden al mal. 

Jesús cruza los brazos y los mira, triste, solemne.

La gente, dividida en dos partidos, se enzarza, defendiendo u ofendiendo al Nazareno.

Lanzando Improperios, alabanzas, maldiciones, bendiciones;

gritos de: 

–        «Tienen razón los fariseos.

–        Eres un vendido a Roma, amigo de publicanos y meretrices. 

–       « ¡Callad, lenguas blasfemas!

–         ¡Vosotros sois los vendidos a Roma, fenicios del infierno!.

–        , «¡Sois diablos!»

–        «¡Que os trague el infierno!»,

–       «¡Fuera! ¡Fuera!»,

–         ¡Fuera vosotros, ladrones que venís a mercadear aquí, usureros!» etcétera, etcétera.

Intervienen los soldados,

diciendo:

–         « ¡De amotinador nada!

–         ¡Es Él la víctima!».

Y con las lanzas echan fuera del patio a todos y cierran el portón.

Se quedan con Jesús los tres hermanos prosélitos y los seis apóstoles.

El Triano se acerca a los tres hermanos,

y pregunta: 

–         ¿Pero cómo se os ha ocurrido hacerle hablar?

Elías responde:

–         ¡Muchos hablan! 

–        Sí.

Y no pasa nada porque enseñan lo que gusta al hombre.

Pero este no enseña eso.

Y es indigesto…

El viejo soldado mira atentamente a Jesús…

Que ha bajado de su sitio y está callado, como abstraído.

Afuera, la gente sigue enzarzada en la discusión….

Tanto que, del recinto militar salen otros soldados y con ellos el propio centurión.

Instan para que les abran, mientras otros se quedan a rechazar tanto a quien grita:

–       « ¡Viva el Rey de Israel!», como a quien lo maldice.

El centurión, inquieto, da unos pasos adelante.

Arremete coléricamente contra el viejo Aquila:

–         ¡Así tutelas a Roma tú?

¡Dejando aclamar a un rey extranjero en la tierra dominada?

El viejo saluda con reciedumbre y responde:

–         Enseñaba respeto y obediencia.

Y hablaba de un reino que no es de esta tierra.

Por eso lo odian.

Porque es bueno y respetuoso.

No he hallado motivo para imponer silencio a quien no iba contra nuestra ley.

El centurión se calma,

y barbota:

–         Entonces es una nueva sedición de esta fétida gentuza…

Bien.

Dadle a este hombre la orden de marcharse inmediatamente.

No quiero problemas aquí.

Cumplid esto y, en cuanto esté libre el trayecto, escoltadlo hasta fuera de la ciudad.

Que vaya a donde quiera.

A los infiernos, si quiere.

Pero que se vaya de mi jurisdicción. ¿Entendido?

El centurión saluda y responde: 

–          Sí.

Lo haremos.

El centurión da media vuelta;

con grandes resplandores de coraza y ondeos de manto purpurino.

Y se marcha sin siquiera mirar a Jesús.

Los tres hermanos dicen a Jesús:

–          Lamentamos…

Jesús replica con mansedumbre: 

–          No tenéis la culpa vosotros.

No temáis.

No os ocasionará ningún mal,

Yo os lo digo…

Los tres cambian de color…

Felipe dice:

–          ¿Cómo es que sabes que tenemos este temor?

Jesús sonríe dulcemente, es como un rayo de sol en su rostro triste…

–          Conozco lo que hay en los corazones y en el futuro.

Los soldados se han puesto al sol, a esperar.

Y no pierden ojo, más o menos solapadamente, mientras hacen comentarios…

Escipión y los soldados,

comentan:

–            ¿Podrán querernos a nosotros, si odian incluso a ése, que no los subyuga?

–           Y que hace milagros, debes decir…

–          ¡Por Hércules!

–         ¿Quién de nosotros ha sido el que ha venido avisar,

de que estaba el sospechoso y había que vigilarlo?

–          ¡Ha sido Cayo! H

–         ¡El cumplidor!

–        Ya hemos perdido el rancho y perder el beso de una muchacha!…

–        ¡Ah, sí!

–        ¡Epicúreo!

–       ¿Dónde está la bella?

–       ¡Está claro que a ti no te lo digo, amigo!

–         Detrás del alfarero, en los Cimientos.

–        Lo sé, unas noches…

El triario, como paseando, va hacia Jesús.

Se mueve alrededor de Él, mirándolo insistentemente.

No sabe qué decir…

Jesús le sonríe para infundirle ánimo.

El hombre no sabe qué hacer…

Pero se acerca más.

Jesús, señalando las cicatrices,

dice:

–          ¿Son todas heridas?

Se ve que eres un hombre valeroso y fiel…

El viejo soldado se pone como la púrpura por el elogio.

–         Has sufrido mucho por amor a tu patria y a tu emperador…

¿No querrías sufrir algo, por una patria más grande: el Cielo?;

¿Por un eterno emperador: Dios?

El soldado mueve la cabeza,

y dice:

–         Soy un pobre pagano.

De todas formas, quién sabe si no llegaré también yo a la hora undécima.

Pero, ¿Quién me instruye? ¡Ya ves!…

Te echan.

¡Éstas heridas sí que hacen daño, no las mías!…

Al menos yo se las he devuelto a los enemigos.

Pero Tú, a quién te hiere, ¿Qué le das?

–          Perdón, soldado.

Perdón y amor.

–         Tengo razón yo.

La sospecha sobre Ti es estúpida.

Adiós, galileo.

–          Adiós, romano.

Jesús se queda solo, hasta que vuelven los tres hermanos y los discípulos, con comida.

Los hermanos ofrecen a los soldados; los discípulos, a Jesús.

Éstos comen, inapetentes, al sol;

mientras los soldados comen y beben alegremente.

Luego un soldado sale a dar una ojeada a la plaza silenciosa. 

Y grita: 

–          Podemos ponernos en marcha.

Se han ido todos. Sólo están las patrullas.

Jesús se pone en pie dócilmente.

Bendice y conforta a los tres hermanos.

Y les da una cita para la Pascua en el Getsemaní.

Luego sale, encuadrado entre los soldados.

Le siguen sus discípulos, apesadumbrados.

Y recorren las calles vacías, hasta la campiña.

El Triario lo saluda: 

–         Salve, galileo

Jesús responde:

–       Adiós, Aquila.

Te ruego que no hagáis ningún mal a Daniel, Elías y Felipe.

Sólo Yo soy el culpable.

Díselo al centurión.

–        No digo nada.

A estas horas ya ni se acuerda de esto.

Y los tres hermanos nos proveen bien;

especialmente de ese vino de Chipre que el centurión prefiere a la propia vida.

Quédate tranquilo.

Adiós.

Se separan.

Los soldados franquean, de regreso, las puertas.

Mientras Jesús y los suyos se encaminan por la campiña silenciosa, en dirección este.

Nota importante:

Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,

para no perder la vista.

Y a un corderito, de nuestro grupo de oración, un padre de familia joven,

que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.

¡Que Dios N.S. les pague vuestra caridad….!

Y quién de vosotros quiera ayudarnos,

aportando una donación económica; para este propósito,

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19. que nosotros tenemos como segura y sólida ancla de nuestra alma, y = que penetra hasta más allá del velo, =Hebreos 6

341 LA FURIA DE POSEIDÓN

341 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

El Mediterráneo es una planicie borrascosa de aguas verde-azules que se embisten entre sí

formando altísimas olas con una hermosa cresta de espuma.

Hoy no hay niebla de calina, no.

Pero el agua marina, pulverizada por los continuos embates de unas olas contra otras,

se transforma en líquidas partículas saladas que abrasan, que traspasan incluso los vestidos,

enrojeciendo los ojos, quemando las gargantas, formando una opaca niebla sutil;

que se esparce como un velo de polvos de tocador salinos, por todas partes;

tanto en el aire, como encima de las cosas,

que parecen asperjadas con una harina brillante:

Y son los diminutos cristales salinos.

Esto no sucede en los lugares a donde llegan los embates de las olas

o sus vigorosas mojaduras,

que lavan el puente de un lado al otro y se precipitan hacia dentro,

saltando por encima de una parte de la obra muerta,

para volver a caer al mar, con estrépito de cascada, por los vanos de la parte opuesta.

Y la nave se alza y se hunde…

Como pajuela a merced del océano, reducida a una nada respecto a éste,

Que cruje y se queja desde las sentinas, hasta lo más alto de los mástiles…

El mar es realmente el amo y la nave su juguete…

El navío sube y baja, balanceándose a merced del oleaje marítimo;

desde su base en el fondo hasta la punta de sus mástiles,

cruje la madera golpeada por este mar embravecido.

A excepción de los que tienen que gobernar la nave, no hay nadie en el puente de mando.

Las escotillas atrancadas no permiten ver lo que pasa bajo la cubierta.

Pero indudablemente la mayoría de los navegantes están rezando a sus dioses favoritos,

para escapar de la cólera de la Naturaleza desatada con todo su furor.

El rugido del viento y los golpes de las olas,

de un mar que se manifiesta poderoso e implacable…

Ya no hay neblina, ni obscuridad.

Las poderosas olas se levantan y se estrellan sobre el puente de la nave,

pasando de un lugar al otro;

rompiéndose en una cascada, que moja todo lo que toca.

Aparte de los que están maniobrando, no hay ya nadie en el puente.

Ni ninguna mercancía.

Sólo los botes de salvamento.

Los hombres de la tripulación (el primero de todos el cretense Nicómedes),completamente desnudos, bamboleándose como se bambolea la nave,

corren de un lado para el otro;

para protegerse o para hacer maniobras, que son extremadamente difíciles;

porque el puente está continuamente inundado y resbaladizo.

Las escotillas atrancadas, no permiten ver lo que sucede bajo cubierta.

Pero, ciertamente ahí dentro, tampoco están muy tranquilos…

Y como prueba de esto…

Pedro saca la cabeza enmarañada por el viento que lo golpea sin piedad,

mirando con atención, evaluándolo todo…

Y vuelve a cerrar, justo antes de que un torrente de agua se le eche encima.

por la escotilla entreabierta.

Pero luego, en un momento de ausencia de ola, vuelve a abrir y sale afuera.

Cierra rápido y logra saltar antes de que la siguiente ola lo atrape.

Se agarra de donde puede y contempla este mar, que es literalmente un fragoroso infierno…

donde ruge el viento, el agua y la madera golpeada por las olas.

Se agarra a los soportes y observa ese infierno desatado  en que se ha convertido el mar;

Por todo comentario, se limita a silbar.

Y masculla algunas palabras.

Llega otra ola gigantesca…

Con una tremenda fragorosa avalancha…

Precipitándose poderosa, sobre la envergadura…

rompiendo un trozo de mástil…

Y al caer, arrastrado ahora por un aluvión de agua que irrumpe en el puente,

junto con un tremendo torbellino de viento, abatiendo un trozo del casco.

Los que están debajo deben tener la sensación de estar naufragando..

Pedro sigue avanzando sobre cubierta, con mucha dificultad…

Nicómedes está desnudo en la cubierta, girando órdenes a diestra y siniestra.

Y cuando lo ve, le grita:

–      ¡Fuera! ¡Fuera!

¡Largo de aquí!

¡Largo! Cierra esa portezuela.

Si la nave se llena de agua nos iremos a pique, hasta el fondo.

Agradece que todavía no ha echado la carga al mar…

No puede seguir, porque otra ola barre el puente, cubriendo a los que están en él.

–         ¿Lo ves?

Grita a Pedro, que chorrea agua por todas partes

Y agrega:

¡Jamás había visto una tempestad igual!

¡Lárgate de aquí! ¡Te lo ordeno!

No quiero hombres de tierra sobre la cubierta, en este terrible momento..

Éste no es sitio para jardineros, y…

¡Ya es mucho si no me veo obligado a deshacerme de la carga!…

¡Jamás he visto una tempestad como ésta!

¡Vete, te digo!

No quiero hombres de tierra estorbándome.

Y no sigue con su invectiva….

Porque una ola se estrella sobre el puente y cubre todo…

Amenazando con arrastrarlos también a ellos hacia el océano embravecido..

Es el segundo día de navegación, en una mañana terriblemente comprometida;

dado que el sol, que aparece y desaparece tras nimbos muy densos,

viene todavía de oriente.

Pues la nave, a pesar del zarandeo a que se ve sometida, avanza muy poco.

Y el mar parece ponerse cada vez más violento.

Nicómedes está amarrado con una cuerda en su cintura,

y grita:

–       ¿Lo has visto?

Pedro bañado como una sopa, sin mostrar ninguna emoción,

contesta:

–       Lo estoy viendo.

Pero esto no me altera.

No sólo sé vigilar jardines.

He nacido en el agua. De lago, es verdad…

¡Pero también en el lago hay tempestades!…

Antes de… cultivador fui pescador y conozco…

Pedro está tranquilísimo y sabe acompañar las oscilaciones a la perfección,

con sus piernas separadas y musculosas.

El cretense lo observa mientras se mueve para acercarse a él.

Y le pregunta:

–       ¿No tienes miedo?

–       ¡En absoluto!

¡Ni en sueños!

–       ¿Y los demás?

–        Tres de ellos son pescadores, cómo yo.

Mejor dicho, lo fueron.

Los demás a excepción del enfermo son fuertes.

–        ¿También la mujer?…

Nicómedes se interrumpe bruscamente, tras un momento de aparente quietud,

grita a Pedro:

¡Pon atención!

¡Fíjate! ¡Ten cuidado

¡Agárrate!

Una ola gigantesca se ha estrellado sobre el puente.

Pedro espera a que pase,

y dice:

–         ¡Qué bien me hubiera sabido esta bañada en los días calurosos!

¡Paciencia!…

¿Decías algo sobre la mujer? Ruega…

Y no estaría mal que también lo hicieras tú….

¿Dónde nos encontramos?

¿En el canal de Chipre?…

–       ¡Ojalá fuera así!

Me acercaría a la isla y esperaría a que se calmaran los elementos.

Apenas estamos a la altura de la colonia Julia o Berito, si lo prefieres.

Ahora viene lo peor…

Aquellas son las montañas del Líbano.

Pedro hace ritmo con sus piernas cortas y musculosas, siguiendo el movimiento del navío.

Y señalando hacia un punto determinado,

pregunta:

–           ¿No podríamos anclar en aquella población que se ve a lo lejos?

–           El puerto no es bueno, tiene bajíos y escollos.

No se puede.

¡Cuidado!…

Llega otro torrente con un tronco de árbol,

que hiere a un hombre de los que hacen maniobras…

Y no lo arrastra la marejada porque es detenido por un obstáculo…  

Sigue otra ola gigantesca…

Otro torbellino y otro pedazo de mástil que se va;

golpeando otra vez al hombre que, si no es arrastrado por las aguas,

es sólo porque la ola lo deja atascado,

contra el mismo obstáculo, que lo ha librado milagrosamente..

El cretense grita:

–        ¡Lo estás viendo!

¡Es muy peligroso estar aquí!

¡Vete abajo!

¡Lo estás viendo!

–           Lo veo.

Pero ese hombre…

–         Si no está muerto, volverá en sí.

Yo no puedo hacer nada.

No puedo atenderlo. Lo ves…

Estoy tratando de gobernar la nave, hasta que salgamos de esto…

No cabe duda que el cretense está al tanto de todo…

–       Déjamelo a mí.

Le atenderá la mujer…

–       ¡Haz lo que quieras!

¡Pero ya lárgate a tu camarote y cierra bien!

Pedro se arrastra hasta el lugar en donde está el marino herido.

Y tira de él por un pie, lo acerca a sí.

Lo ve… Silba…

Masculla:

–        Tiene la cabeza abierta como una granada madura.

Aquí haría falta el Señor…

¡Si estuviera Él!

¡Señor Jesús!

Maestro mío, ¿Por qué nos has dejado?

Un gran dolor estremece su voz…

Se carga al moribundo sobre la espalda y la túnica se le mancha de sangre.

Y se dirige hacia la portezuela del camarote…

El cretense le grita:

–         ¡Es inútil todo!

¡Míralo bien!

¡Es un hombre muerto!…

Pedro, con su carga encima, no le hace caso.

Y agarrándose fuertemente ante el embate de otra ola…

Vuelve a la escotilla.

El cretense le grita:

–        Es un esfuerzo inútil.

No hay nada que hacer.

¿No lo ves?

Pero Pedro, yendo cargado, le hace un gesto como diciendo: «no importa»

Y se arrima contra un palo para resistir una nueva ola.

Pedro dice para sí mismo:

–        Eso lo veremos.

Y abriendo la escotilla,

grita:

–       ¡Santiago! ¡Juan!

¡Venid aquí!

Los dos apóstoles acuden rápido..

Pedro cierra tras de sí la portezuela.

Y con ayuda de los apóstoles transportan al hombre herido;

hasta una mesa cercana, donde lo depositan.

A la pálida luz de las lámparas que se bambolean,

los apóstoles preguntan:

–         ¿Estás herido?

Pedro objeta:

–         Yo no.

La sangre es de éste. Rogad para que…

Y llamando a la griega,

añade:

¡Síntica! Ven, mira aquí un momento.

Una vez me dijiste que sabías curar heridos.

Mira esta cabeza…

Ven aquí y ayúdame a curarlo.

Tiene la cabeza abierta…

Síntica deja de sostener a Juan de Endor que está bastante mal y sufre mucho.

Y se acerca hasta la mesa en donde han puesto al herido.

La joven griega lo mira…

Y exclama:

–         ¡La herida es muy profunda!

Es igual a la que vi en dos esclavos.

Uno al que había golpeado el amo.

Y otro, al que lo había golpeado una enorme roca en Craparola.

Es necesaria mucha agua para lavar la herida y detener la sangre…

Pedro dice:

–        ¡Si solamente quieres agua!…

¡Hay incluso demasiada!

Ven, Santiago, con la artesa y ayúdame.

Entre los dos lo haremos pronto…

Van y vuelven, chorreando.

Y Síntica, con paños empapados en agua, lava y aplica compresas en la nuca…

Y aparece el daño infligido en el cráneo, en toda su horrorosa realidad…

Desde la sien hasta la nuca, el hueso está al descubierto.

No obstante, el hombre abre de nuevo los ojos, vagarosos y sin expresión.

Y se le oye roncar, está estertoroso.

Se apodera de él el miedo instintivo de morir.

Balbucea aterrado unas palabras en griego…

Síntica le habla en su mismo idioma, tratando de consolarlo, con su tono más maternal,

diciéndole:

–        ¡Bueno! ¡Bueno!

¡Te vas a curar! ¡Tranquilízate!

El hombre está semiinconsciente y la mira sorprendido.

Y al escuchar su lengua materna, un atisbo de sonrisa se dibuja en sus labios.

Busca la mano de Síntica y se aferra a ella.

En los umbrales de la muerte y con los embates del sufrimiento,

instintivamente el hombre es un niño, que busca la caricia maternal de la mujer,

que le ha hablado con ternura…

Cuando Síntica ve que la hemorragia se detiene,

dice con fe:

–        Voy a ungirlo con el ungüento de María.

Mateo, pálido como un muerto;

no se sabe si por el mar, el bamboleo del barco, por la sangre o por las tres cosas,

trata de objetar:

–        Pero eso es para los dolores reumáticos de Juan…

Síntica explica:

–        ¡Oh, lo hizo María con sus manos!

Se lo aplicaré rogando a Jesús…

Rogad también vosotros.

El Padre Celestial nos escuchará… Y

no le puede hacer ningún mal.

El aceite es medicina…

Mateo encoge los hombros y Síntica va hacia la alforja de Pedro.

Saca un recipiente que parece de bronce.

Lo abre y toma un poco de ungüento.

Lo calienta entre sus manos y lo vierte sobre un trozo de lino doblado,

que pone sobre la cabeza del herido, con un vendaje apretado.

Y lo recuesta sobre su manto doblado como si fuera una almohada.

Luego se sienta junto a él, orando mientras el herido parece adormecerse.

Arriba se sigue abatiendo la furia de los elementos sobre la nave;

que se hunde y se empina sin tregua.

Pasado un rato, se abre el portillo y entra presuroso un marinero.

Pedro pregunta:

–        ¿Qué pasa?

–        Que estamos en peligro.

Vengo por los inciensos y las oblaciones para hacer un sacrificio…

–        ¡Déjate de esas cosas!

–        ¡Nicomedes quiere sacrificar a Venus!

Estamos en su mar…

–        Que está desenfrenado, como ella. – barbota en voz baja Pedro,

Luego agrega con voz más fuerte:

–        «Venid vosotros.

Vamos al puente.

Quizás tengamos que intervenir…

Y mirando a Síntica,

le pregunta:

–        ¿Tienes miedo de quedarte con el herido y con estos dos?

Los dos, son Mateo y Juan de Endor que están hechos unos guiñapos

y absolutamente mareados…

Y Síntica responde:

–       ¡No!

No. Id si os parece…

Nota importante:

Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,

para no perder la vista.

Y a un corderito, de nuestro grupo de oración, un padre de familia joven,

que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.

¡Que Dios N.S. les pague vuestra caridad….!

Y quién de vosotros quiera ayudarnos,

aportando una donación económica; para este propósito,

podrán hacerlo a través de éste link

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19. que nosotros tenemos como segura y sólida ancla de nuestra alma, y = que penetra hasta más allá del velo, =Hebreos 6

322 REGRESO A CASA

322 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Una noche oscura de Diciembre.

Fría, ventosa.

Aparte de las hojas arrancadas de aquellos árboles que todavía las tienen

y que hacen murmullos confusos con los silbidos del viento;

no se siente ruido alguno por las calles de Nazareth, oscuras como las de una ciudad muerta.

A través de las casas trancadas no se filtran ni luz ni ruidos.

Es verdaderamente una noche de lobos…

Y, no obstante, por las calles desiertas de Nazareth, se mueve el Cordero de Dios,

en dirección a su casa.

Alta sombra oscura con su vestido oscuro,

casi se pierde en la tiniebla de esta noche sin estrellas.

Y su paso es sólo un leve crujido cuando su pie apoya sobre un conjunto de hojas que el viento,

tras haberlas remolineado en el aire, ha depositado en el suelo;

para, inmediatamente, volver a tomarlas y llevarlas a otro sitio.

Llega a la casa de María Cleofás.

Un momento duda si entrar en el huerto y llamar a la puerta de la cocina o si seguir…

Pero luego sigue, sin detenerse.

Ya está en la callecita de su casa.

Ya se ve el atormentado ondear de los olivos,

en el promontorio contra el que está construida la casa:

un ondear negro en el cielo negro.

Acelera el paso.

Llega a la puerta.

Escucha atentamente.

¡Tan fácil es oír lo que sucede en esa casa tan pequeña!

Basta arrimarse a las jambas para tener sólo los pocos centímetros de la madera de la puerta

entre quien escucha y quien habla…

Y no obstante, no oye ninguna voz.

–        Es tarde – suspira.

Esperaré a que amanezca para llamar.

Pero mientras está para irse, llega hasta Él el rítmico sonido del telar.

Sonríe.

Dice: -Está levantada. Teje. Sin duda es Ella…

Es la cadencia de Mamá.

Sonríe porque la sonrisa se oye en su voz antes triste, ahora alegre.

Llama.

El sonido cesa un momento;

luego, el ruido de una silla echada para atrás.

Seguida por la voz argentina que pregunta:

–        ¿Quién llama?

–        ¡Yo, Mamá!

–        ¡Hijo mío!

Un dulce grito de alegría (grito, aunque mantenido en tono bajo).

Se oye el rumor confuso de las manos en los cerrojos…

Se oye descorrerlos…

Y la puerta se abre, poniendo un recorte de oro en el color negro de la noche.

María cae en los brazos de Jesús, allí mismo, en el umbral de la puerta…

Como si no pudieran retrasar un minuto: Él, recibirla;

Ella, abandonarse en ese Corazón.

–        ¡Hijo!

¡Hijo! ¡Hijo mío!

Besos, las dulces palabras «Mamá – Hijo»... Luego entran y la puerta se cierra de nuevo, despacio.

María, en voz baja,

explica:

–        Están todos durmiendo.

Yo velaba…

Desde que han vuelto Santiago y Judas.

Y han dicho que Tú venías detrás, te he esperado siempre hasta tarde.

¿Tienes frío, Jesús?

Sí. Estás de hielo. Ven.

He mantenido encendida la lumbre.

Voy a echar un haz de ramas.

Así te calentarás.

Y lo lleva de la mano como si siguiera siendo el pequeño Jesús…

La llama resplandece alegre y crepitante en la lumbre avivada.

María mira a Jesús, que extiende las manos hacia la llama para calentárselas.

–        ¡Qué pálido estás!

No estabas así cuando nos separamos…

Cada vez estás más delgado y pálido, Hijo mío.

Tiempo atrás eras de leche y rosas;

ahora pareces hecho de marfil añoso.

¿Qué otras cosas te han sucedido, Hijo mío?

¿Otra vez los fariseos?

–        Sí…

Y más cosas.

Pero ahora me siento feliz,

aquí contigo; muy pronto estaré perfectamente.

¡Este año se celebran aquí las Encenias, Mamá!

Cumplo la edad perfecta aquí a tu lado.

¿Te sientes contenta?

–        Sí.

Pero la edad perfecta para ti, corazón mío, está todavía lejana…

Eres joven, y para mí sigues siendo mi Niño.

Mira, ya está caliente la leche.

¿Quieres beberla aquí o allí en la otra habitación?

–        Allí, Mamá.

Ahora tengo calor.

Me la bebo mientras cubres tu telar.

–        Vuelven a la pequeña habitación.

Jesús se sienta en el arquibanco, junto a la mesa, y se bebe la leche.

María lo mira y sonríe.

Sonríe más todavía cuando toca el talego de Jesús y lo pone encima de una repisa.

Sonríe tanto, que Jesús pregunta:

–        ¿En qué piensas?

–        Estoy pensando en que has llegado precisamente,

en el aniversario de nuestra partida para Belén.

También entonces había talegos, arquetas abiertas y llenas de ropa;

especialmente de ropa pequeña…

Para un Pequeñuelo que podía nacer…

Decía a José, que debía nacer – me decía a mí misma -, en Belén de Judá…

Los tenía escondidos en el fondo, porque José tenía miedo de esto…

No sabía todavía que el nacimiento del Hijo de Dios no estaría sujeto, ni para Él mismo

ni para su Mamá, a las comunes miserias de dar a luz y de nacer.

No sabía…

Y tenía miedo de estar lejos de Nazareth conmigo en ese estado.

Estaba segura de que iba a ser Puérpera allí…

Exultabas demasiado en mí, por la alegría de haber llegado a tu Natalicio.

Y por tanto, al Natalicio de la Redención, como para que pudiera equivocarme.

Los ángeles remolineaban en torno a la Mujer que te llevaba a ti, mi Dios…

Ya no era el sublime Arcángel, ni el dulcísimo Ángel custodio mío, como meses antes.

En ese momento era un sinfín de coros de ángeles, que, como saetas, venían del Cielo de Dios

a mi pequeño Cielo: mi seno, donde estabas Tú…

Los oía cantar y hablarse con sus palabras de luz…

Palabras ansiosas de verte a ti, Encarnado Dios…

Los oía en esas fugas suyas de amor, fugas del Paraíso para venir a adorarte,

Amor del Padre, escondido en mi seno.

Y yo trataba de aprender sus palabras… sus cantos… sus ardores…

Pero una criatura humana no puede ni decir ni tener cosas de Cielo…

Jesús la escucha, sentado.

Ella está de pie, junto a la mesa.

El, muy feliz; ella, soñando…

Una mano relajada sobre la oscura madera;

la otra, apoyada contra el corazón…

Jesús cubre su mano blanca y delicada con la suya, larga y más oscura;

y aprieta en su puño esa mano santa…

Y cuando ella calla, casi deplorando el no haber podido aprender de los ángeles palabras,

cantos y ardores,

Jesús dice:

–        ¡Todas las palabras de los ángeles, todos sus cantos, todos sus ardores,

no me habrían hecho feliz en la tierra, si no hubiera gozado de los tuyos, Mamá mía!

Tú me dijiste y me diste aquello que ellos no pudieron darme.

De ti, ellos aprendieron, no tú de ellos…

Ven aquí, Mamá, a mi lado; sígueme contando cosas…

No de entonces, sino de ahora.

¿Qué estabas haciendo?

–        Estaba trabajando…

–        Lo sé.

Pero, ¿Qué era?

De seguro que te estabas fatigando por mí.

Déjame ver…

María se pone más colorada que la tela que está sobre el telar y que está siendo observada

por Jesús, que se ha levantado.

–        ¿Púrpura?

¿Quién te la ha dado?

–        Judas de Keriot.

La consiguió de los pescadores de Sidón, creo.

Quiere que te haga una túnica regia…

Te voy a hacer la túnica, pero Tú no necesitas la púrpura para ser rey.

«Judas es más tozudo que un mulo»

Es el único comentario respecto a la púrpura regalada…

Luego se vuelve a su Madre:

–        ¿Y se hace una túnica entera con eso que te ha dado?

–        ¡No Hijo!

Podrá servir para las orlas de la túnica y del manto.

Más no…

–        Bien.

Entiendo por qué tejes franjas estrechas.

Entonces…

Mamá, me parece muy bien esta idea.

Consérvame aparte estas franjas;

un día te diré que las uses para un bonito vestido.

Pero todavía hay tiempo.

No te mates a trabajar.

–        Trabajo cuando estoy en Nazareth…

–        Es verdad…

¿Y los otros qué han hecho en este tiempo?

–        Se han instruido.

–        Es decir, los has instruido.

¿Qué te parecen?

–        ¡Oh, son tres personas buenas!

Aparte de Ti, nunca he tenido alumnos más dulces y atentos.

He tratado también de dar un poco de fuerzas a Juan.

Está muy enfermo. No vivirá mucho…

–        Lo sé.

Pero para él es un bien.

Por lo demás, él mismo lo desea.

Ha comprendido espontáneamente el valor del sufrimiento y de la muerte.

¿Y Síntica?

–        Es una pena mandarla lejos.

Vale por cien discípulos por santidad y por capacidad de entender lo sobrenatural.

–        Comprendo.

Pero tengo que hacerlo.

–        Lo que haces está siempre bien hecho, Hijo.

–        ¿Y el niño?

–        También aprende.

Pero estos días está muy triste…

Se acuerda de la desgracia de la que ahora se cumple un año…

¡Oh, no ha habido mucha alegría aquí!…

Juan y Síntica están afligidos pensando en la partida de aquí;

el niño llora pensando en su mamá muerta…

–        ¿Y tú?

–        Yo… ya sabes, Hijo.

No hay sol cuando estás lejos de mí.

No lo habría ni aunque el mundo te amara;

pero, al menos, habría cielo sereno…

Sin embargo…

–        Hay llanto.

¡Pobre Mamá!…

¿No te han hecho preguntas acerca de Juan y Síntica?

–        ¿Quién crees que iba a hacerlas?

María de Alfeo sabe, pero guarda silencio. 

Alfeo de Sara ha visto ya a Juan, pero no se siente curioso.

Lo llama «el discípulo».

–        ¿Y los demás?

–        Menos María y Alfeo, ninguno viene a esta casa.

Alguna mujer, para algún trabajo o consejo.

Pero los hombres de Nazareth ya no atraviesan mi puerta.

–        ¿Ni siquiera José y Simón?

-.         ..No…

Simón me manda aceite, harina, aceitunas, leña, huevos…

Como para subsanar el hecho de no comprenderte,

Como para hablar a través de estos presentes.

Pero se los da a María, su madre,

y aquí no viene.

Pero es que además viniera quien viniere solamente me vería a mí,

porque Síntica y Juan se retiran cuando llama alguna persona…

–        Una vida muy triste.

–        Sí.

Y el niño sufre un poco por ello;

tanto es así que ahora María de Alfeo se lo lleva consigo cuando me hace las compras.

Pero ahora ya no estaremos tristes, mi Jesús:

¡Estás Tú!

–        Estoy Yo…

Ahora vamos a dormir.

Bendíceme, Mamá, como cuando era niño.

–       Bendíceme, Hijo.

Soy tu discípula.

Se besan…

Encienden una nueva lamparita y salen para ir a descansar.

274 MARTIRIO DE JUAN BAUTISTA

274 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Jesús recupera la Majestad Divina que le es habitual. 

Y tan solo le queda una profunda tristeza, dulcificada con paz.

Con voz serena dice:

–       Venid.

Me lo contaréis.

De hoy en adelante me pertenecéis. 

Y los conduce a la habitación.

Cierra la puerta, corre las cortinas -no del todo- para suavizar la luz,

para crear un ambiente de recogimiento en torno al dolor

y la belleza de la muerte del Bautista,

para separar esta perfección de vida y el mundo corrompido.

Se sienta junto a ellos y ordena:

–      Hablad.

Mannaém sigue petrificado. 

Está con el grupo, pero no dice una palabra.

Matías expone:

–       Lo sucedido no se podía prever.

Fue la noche de la fiesta.

Tan sólo dos horas antes, Herodes había solicitado consejo de Juan.

se despidió de él muy afectuoso y con benignidad…

Poco antes de que se produjera… el crimen.

Ya no sabemos como calificarlo: 

La ejecución, el homicidio, el martirio, el delito, la glorificación,

Había mandado a un siervo suyo con frutas gélidas y vinos exquisitos para el prisionero.

Juan nos distribuyó estas viandas…

Jamás prescindió de su austeridad.

Éramos los únicos presentes.

Gracias a Mannaém, trabajábamos en el palacio,

para que pudiésemos estar al pendiente de nuestro Juan.

En la cocina estábamos Juan y yo.

Simeón tenía a su cuidado a los criados de las caballerizas,

para atender las cabalgaduras de los huéspedes.

Esta concesión nos permitía ver siempre a nuestro Juan…

El palacio estaba  lleno de gente importante:

jefes militares, personalidades de Galilea.

Herodías se había encerrado en sus habitaciones

después de una violenta escena que había tenido con Herodes, por la mañana…

Mannaém interrumpe:

–        Pero, ¿Cuándo llegó esa hiena?

Simeón contesta:

–       Dos días antes.

Nadie la esperaba.

Dijo al monarca que no podía vivir lejos de él y menos estar ausente en el día de su fiesta.

Serpiente y bruja.

Como siempre, había hecho de él un juguete…

Lo tiene convertido en un pelmazo.

Pero Herodes, ya desde la mañana, aunque ebrio de vino y de lujuria;

se opuso a conceder a la mujer lo que pedía a grandes gritos…

Y nadie imaginaba que fuese la vida de Juan.

Juan agrega:

–        Estuvo en sus habitaciones enojadísima.

 Desdeñosa, no aceptó los manjares que Herodes le envió en una vajilla preciosa.

Tan solo se quedó con una fuente con frutas y a cambio;

recompensó el presente con un ánfora de vino drogado para Herodes…

¡Con drogas!… ¡Ah!

¡Ya su naturaleza ebria y viciosa, bastaba para arrojarlo al delito! 

Matías agrega: 

–       Por los que servían a las mesas, supimos,

que a la mitad de la danza de las mujeres y mimos de la Corte.

en la sala del banquete irrumpió Salomé, bailando.

Los mimos y las bailarinas ante la joven real, se retiraron hacia las paredes.

Nos dijeron que la danza fue bella, lúbrica y perfecta.

Digna de los huéspedes…

Herodes… ¡Oh!

¡Tal vez un nuevo placer de incesto, fermenta en su corazón!

Pues al final de la danza, con satisfacción,

dijo a Salomé:

–       ¡Bailaste bien!

Mereces un premio.

Juro que te lo daré.

Juro que te daré cualquier cosa que me pidas.

Lo juro en presencia de todos.

Y la palabra de un rey es fiel incluso sin juramento.

Di, pues, qué quieres».

Y Salomé, fingiendo perplejidad, inocencia y modestia;

recogiéndose en sus velos con gesto pudoroso después de tanta desvergüenza,

dijo:

«Permíteme, gran señor, que reflexione un momento.

Me retiro y luego vuelvo, porque tu gracia me ha turbado»…

Y se retiró para ir donde su madre.

Selma me ha dicho que entró riendo, diciendo:

«¡Madre, has vencido!  Dame la bandeja».

Y Herodías, con un grito de triunfo, ordenó a la esclava, que diera a la joven la bandeja

que le había enviado el rey con la fruta y que no había sido devuelta. 

Y dijo:

«Ve. Vuelve con la odiada cabeza y te vestiré de perlas y oro».

Selma, horrorizada, obedeció…

Salomé volvió a entrar en la sala bailando.

Y bailando, fue a postrarse a los pies del rey,

y dijo:

«En esta bandeja que has mandado a mi madre, en señal de que la amas.

Y de que también me amas, quiero la cabeza de Juan.

Y luego seguiré bailando, si tanto te gustó..

Bailaré la danza de la victoria.

¡Porque he vencido!

¡Te he vencido a ti, oh rey!

¡He vencido a la vida, y soy feliz!».

Esto es lo que dijo.

A nosotros nos lo repitió un amigo copero.

Herodes se turbó, en medio de dos quereres: ser fiel a su palabra y ser justo.

Pero no supo ser justo, porque es un desvergonzado.

Hizo una señal al verdugo que estaba detrás del trono real

Y tomando la palangana de las manos alzadas  de Salomé, fue a las habitaciones inferiores.

Salió de la sala del banquete para ir a las habitaciones bajas.

Juan y yo lo vimos cuando atravesaba el patio…

Luego oímos el grito de Simeón:

¡Asesinos!»…

Y lo volvimos a ver cuando regresaba, pasando con la cabeza sobre la bandeja…

Juan, tu Precursor, había muerto…  

Matías inclina la cabeza y se cubre el rostro con las manos;

con los fuertes sollozos con los que termina su relato. 

Después de un momento de silencio… 

Jesús pregunta: 

–     Simeón, ¿Puedes decirme como ha muerto?

El pastor llorando, lo mira,

y contesta:

–       Sí.

Estaba en oración…

Me había dicho antes:

«Dentro de poco volverán los dos que envié.

Y quien aún no cree creerá.

De todas formas, recuerda que si a su regreso ya no viviera,

yo, como quien está cercano a la muerte, todavía te digo;

para que tú por tu parte se lo digas a ellos:

Jesús de Nazaret es el verdadero Mesías».

Pensaba siempre en ti…

Entró el verdugo.

Yo grité fuerte.

Juan levantó la cabeza y lo vio.

Se puso en pie.

Dijo:

«Sólo puedes quitarme la vida.

Pero la verdad que permanece es que NO  es lícito hacer el mal«.

Estaba para decirme algo, cuando el verdugo volteó la pesada espada,

mientras Juan estaba todavía de pie… 

La cabeza cayó truncada del cuerpo,

con un gran chorro de sangre que enrojeció la piel de cabra… 

 Se puso de cera el rostro enjuto…

En que quedaron vivos, abiertos, acusadores: los ojos.

Y rodó hasta mis pies.

Yo caí junto con su cuerpo, vencido por el dolor…

Después… después…

Herodías laceró la cabeza brutalmente con un puñal… 

Y fue arrojada a los perros.

Pero nosotros la recogimos pronto y la envolvimos en un precioso lienzo, junto con el cuerpo… 

Durante la noche recompusimos el cuerpo y lo transportamos fuera de Maqueronte.

Y con la ayuda de otros discípulos…

Lo embalsamamos en una espesura de acacias allí cerca, con los primeros rayos del Sol

Pero otra vez nos lo quitaron para nuevas befas…

Porque ella no puede destruirlo y no puede perdonarlo.

Y sus esclavos temiendo la muerte,

nos la arrebataron con una ferocidad mayor que la de los chacales

Y fueron más crueles al quitarnos la cabeza de Juan.

18. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.» 19. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, Marcos 6

Si hubieses estado tú allí Mannaém…

Mannaén que está pálido por la ira y el dolor,

dice con voz contenida y terrible:

–       Si yo hubiera estado…

Pero esa cabeza es su maldición.

Nada se quita a la gloria del Precursor; aunque el cuerpo esté incompleto.

¿No es verdad, Maestro?

Jesús confirma:

–      Es verdad.

Aunque la hubiesen destruído los perros, no habría menoscabo en su gloria.

Matías añade:

–        Y su palabra no cambió, Maestro.

Sus ojos a pesar de que hayan sido befados… 

Y que hayan quedado lacerados con una gran herida,

todavía repiten:

‘No te es lícito…’

¡Pero nosotros lo hemos perdido!

Simeón agrega

–        Ahora somos tuyos porque él así nos lo dijo.

Y también nos dijo que Tú ya lo sabías.

–        Así es.

Hace meses que me pertenecéis.

¿Cómo vinisteis?

–        A pie.

En etapas.

Camino penoso en medio de arenas y sol abrasadores.

Pero todavía más duro por el dolor.

Jesús dice:

–       Ahora descansaréis.

Mannaém pregunta:

–       Decidme.

¿No se sorprendió Herodes por mi ausencia?

Juan contesta:

–       Sí.

Primero se inquietó.

Y luego se enfureció…

Pero pasado el arrebato, dijo: ‘Un juez menos’

Así nos lo contó nuestro amigo el copero.

Jesús dice:

–        ¡Un juez menos!

Dios le espera como Juez y es suficiente.

Venid al lugar donde dormimos.

Estáis cansados y sucios del polvo del camino

Encontraréis vestidos y sandalias de vuestros compañeros.

Tomadlos. 

Descansad y reponed fuerzas. 

Lo que es de uno es de todos los demás.

Tú Matías, que eres alto; puedes tomar uno de mis vestidos.

Luego proveeremos.

Esta noche, dado que es la vigilia del sábado, vienen mis apóstoles.

La semana entrante vendrá Isaac con los discípulos y luego, Benjamín y Daniel.

Y después de la Fiesta de los Tabernáculos, llegarán Elías, José y Leví.

Es tiempo que a los Doce, se unan  otros.

Id ahora a descansar.

Mannaém los acompaña y luego regresa.

Jesús se sienta pensativo y muy triste, con la cabeza reclinada sobre la mano

y el codo apoyado en la rodilla como soporte.

Manahén está sentado junto a la mesa.

No se mueve.

Pero está taciturno.

Su color es plomizo y su cara refleja una borrasca

Se han quedado solos los dos, sumergidos en su dolor. 

Después de un largo rato, Jesús levanta la cabeza, lo mira,

y le pregunta:

–      ¿Y tú?

¿Qué vas a hacer ahora?

Mannaém contesta dudoso:

–      Todavía no lo sé.

La razón para estar en Maqueronte ya no existe.

Quisiera permanecer todavía en la corte para saber…

Pero quisiera quedarme todavía en la Corte, para estar al corriente… 

Y para protegerte si sé algo.

–      Te sería mejor que me siguieses sin vacilación.

Pero no te hago fuerza.

Vendrás una vez que el viejo Mannaém, molécula por molécula, haya quedado deshecho.

–      Quisiera también quitarle la cabeza a esa mujer.

No es digna de tenerla…Un pálido esbozo de sonrisa asoma en el rostro de Jesús.

Y dice:

–      Además, todavía no estás muerto a las riquezas humanas.

Pero de todos modos te quiero.

Sé aguardar.

–       Maestro,… 

Quisiera darte mi generosidad para consuelo tuyo.

Porque sufres…

Lo veo.

–       Así es…

Sufro mucho… ¡Mucho!

–       Sólo por Juan.

No lo creo.

Sabes que está en paz.

–       Sé que está en paz y no lo siento lejano.

–       ¿Entonces?

–       ¡Entonces… Mannaém!

¿A qué precede el alba?

–       Al día, Maestro.

¿Por qué me preguntas?

–        Porque la muerte de Juan precede al día en que Yo seré el Redentor.

Y mi parte humana se estremece fuertemente ante esta idea…

Mannaém, voy al monte.

Quédate a recibir a quién venga.

A ayudar a los que acabaron de llegar.

Quédate hasta que yo regrese…

Después harás lo que quieras.

Hasta pronto.

Y Jesús sale de la habitación.

Baja despacio la escalera, atraviesa el huerto y por la parte posterior se aleja por una vereda; 

entre huertos de olivos, manzanos, vides e higueras.

Toma la pendiente de un suave collado donde acostumbra ir a orar… 

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273 EL LASTRE DE LA RIQUEZA

273 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Es en la casa de Cafarnaúm, a la sombra de los árboles en el huerto umbrío,

temprano  por la matutina.

Los apóstoles se fueron a predicar.

Jesús cura a unos enfermos, acompañado de Mannaém.

Que ya no lleva ni el precioso cinturón ni la lámina de oro en la frente:

sujeta su túnica un cordón de lana; una cinta de tela, como la prenda que cubre su cabeza.

Jesús tiene descubierta la cabeza, como siempre cuando está en casa. 

Una vez que ha terminado de curar y de consolar a los enfermos,

sube con Manahén a la habitación alta.

Aunque parece que la canícula ha terminado, el sol todavía calienta implacable…

Se dirigen hacia la parte mas sombreada y fresca.

Y se  sientan los dos en la pequeña terraza de la ventana que mira al mont

Mannaém dice:

–       Dentro de poco empezará la vendimia.

Jesús le contesta:

–       Sí.

Luego vendrá la Fiesta de los Tabernáculos…

Y el invierno estará a las puertas.

¿Cuándo piensas partir?

–       ¡Mmm!…

De mi parte no me iría nunca…

Pero pienso en el Bautista.

Herodes es una persona débil.

Si se le sabe influir

Se le puede sugestionar para que haga el bien y si no se hace bueno;

por lo menos que no sea sanguinario.

Desgraciadamente son pocos los que le aconsejan bien.

¡Y esa mujer!… ¡Esa mujer!…

Yo quisiera estar aquí hasta que regresen tus apóstoles.

Aunque mi ascendencia ha disminuido, desde que saben que sigo los senderos del Bien.

Pero no me importa.

Quisiera tener la verdadera valentía, de saber abandonar todo para seguirte completamente,

como aquellos discípulos que estás esperando.

¿Lo lograré alguna vez?

Nosotros que no pertenecemos a la plebe, somos más obstinados para seguirte.

¿Por qué será?

–      Porque los tentáculos de las míseras riquezas os retienen.

–      Conozco a algunos que no son tan ricos, pero sí son doctos o están en camino de serlo.

Y tampoco vienen. 

–       También están retenidos por los tentáculos de las míseras riquezas.

No se es rico sólo de dinero.

Existe también la riqueza del saber.

Pocos llegan a la confesión de Salomón: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad»,

considerada de nuevo y ampliada -no tanto materialmente cuanto en profundidad-

en Qohélet.

¿Lo recuerdas?

La ciencia humana es vanidad, porque aumentar sólo el humano saber

«es afán y aflicción de espíritu. 

Y quien multiplica la ciencia multiplica los afanes».

En verdad te digo que es así.

Como también digo que no sería así, si la ciencia humana estuviera sostenida y refrenada

por la sabiduría sobrenatural y el santo amor a Dios.

El placer es vanidad, porque no dura;

arde y rápido se desvanece dejando tras sí ceniza y vacío.

Los bienes acumulados con distintas habilidades son vanidad, para el hombre que muere,

porque con los bienes no puede evitar la muerte, y los deja a otros.

La mujer, contemplada como hembra y como tal apetecida, es vanidad.

De lo cual se concluye que lo único que no es vanidad es el santo temor de Dios

y la obediencia a sus Mandamientos.

O sea, la sabiduría del hombre, que no es sólo carne,

sino que posee la segunda naturaleza: la espiritual.

Solo el que logra ver la vanidad de todo lo mundano,

logra liberarse de cualquier tentáculo de pobres posesiones

e ir libre al encuentro del Sol.

–      ¡Quiero recordar estas palabras!

¡Cuánto me has dado en estos días

Ahora puedo ir entre la inmundicia de la corte, que les parece brillante solo a los necios.

Que parece poderosa y libre y es solo miseria, cárcel y oscuridad.

Me llevaré un tesoro que me permitirá vivir allí mejor, a la espera de lo superior.

Pero, ¿Llegaré alguna vez a esta meta sublime, que es pertenecerte totalmente?

–       Lo lograrás.

–       ¿Cuándo?

¿El año próximo?

¿Más adelante todavía?

¿O hasta que la ancianidad me haga prudente y sabio?

–        Lo lograrás.

-Llegarás… alcanzando la madurez de espíritu….

Perfección de voluntad y a una decisión perfecta

En el término de unas cuantas horas.

Y al decir esto, Jesús sonríe de una manera enigmática.  

Pues ha lanzado su mirada hacia el futuro y ve el heroísmo del que será capaz su discípulo.

Mannaém lo mira pensativo y escrutador…

Pero no pregunta nada más.

Después de un largo silencio que interrumpe Jesús,

al preguntar:

–        ¿Has estado alguna vez con Lázaro de Bethania?

–         No, Maestro.

Nos hemos encontrado algunas veces.

Puedo decir que no;

que si hubo algún encuentro, no puede llamarse amistad.

Ya sabes.

.

Yo con  Herodes, Herodes contra él…

Por tanto…

–        Ahora Lázaro te mirará más allá de estas cosas.

Te mirará en Dios…

Procura tratarlo como condiscípulo.

–        Lo haré si Tú así lo quieres…

Se oyen voces llenas de alarma en el huerto, que buscan al Maestro.

Preguntan con angustia:

–        ¡El Maestro!

–       ¡El Maestro!

–       ¿Está aquí?

Responde la voz cantarina de la dueña de la casa:

–        Está en la habitación de arriba.

¿Quiénes sois?

¿Estáis enfermos?

—       No. – 

         Somos discípulos de Juan. 

–       Y  queremos ver a Jesús de Nazaret.

Jesús se asoma por la ventana,

y dice:

—      Paz a vosotros…

Ellos levantan la cabeza  y los reconoce,

invitándoles:

–      ¡Oh!

¿Sois vosotros?

¡Venid! ¡Venid!

Sus  pasos apresurados suben por la escalera.

Son los tres pastores: Juan, Matías y Simeón.

Jesús deja la habitación y va a su encuentro a la terraza.

Manahén lo sigue.

Se encuentran justamente en el punto en que la escalera termina en la soleada terraza.

Los tres se arrodillan y besan el suelo.

Mientras Jesús los saluda.

–       La paz sea con vosotros…

Levantan la cabeza y muestran un rostro lleno de dolor.

Ni siquiera viendo a Jesús se sosiegan.

Su grito ahogado por el llanto:

–       ¡Oh, Maestro!

Juan habla en nombre de los demás:

–      Y ahora recógenos, Señor.

Porque somos tu herencia.

Y las lágrimas se deslizan por la cara del discípulo y de sus compañeros.

Jesús y Mannaém dan un solo grito:

–        ¿¡Juan!?

–        ¡Lo mataron…!

La noticia cae como un rayo que paraliza hasta el aire, en un silencio horrorizado.

Cuyo  enorme fragor cubre todos los ruidos del mundo,

a pesar de que haya sido pronunciada en voz muy baja.

Petrifica a quien la dice y a quien la oye.

Y se produce un rato de silencio tan profundo…

Que parece extenderse en su  profunda inmovilidad también en los animales,

las frondas y el aire,

Porque es como si la Tierra entera, para recoger esta palabra y sentir todo su horror,

suspendiera todo ruido  propio.

Queda suspendido el zureo de las palomas, truncada la flauta de un mirlo,

enmudecido el coro de los pajarillos.

Y como si de golpe se le hubiera roto el artilugio, una cigarra detiene su chirrido al improviso,

mientras se detiene el viento que, haciendo frufrú de seda y crujido de palos,

acariciaba las pámpanas y las hojas.

Jesús palidece.

Sus ojos se agrandan.

Vidrian por el llanto que se asoma.

Abre los brazos.

Su voz es más profunda, por el esfuerzo que hace para que sea firme y tranquila.

Y dice:

–       Paz al Mártir de la Justicia y a mi Precursor.

Cierra los ojos y los brazos sobre su pecho.

Su espíritu ora.

Entrando en contacto con el Espíritu de Dios y el de Juan  Bautista.

Mannaém no dice nada, no hace ningún gesto, ni se atreve ni a moverse.

Al revés de Jesús, se  pone colorado y la ira lo invade.

Se pone rígido y paralizado.

Toda su turbación se manifiesta en el movimiento mecánico de la mano derecha,

que sacude el cordón de la túnica y de la izquierda, que instintivamente busca el puñal

Pero no lo encuentra, porque se le olvidó que está desarmado.

Pues para poder ser discípulo del manso, es requisito para estar cerca del Mesías.

Y mueve la cabeza compadeciéndose de su fragilidad

y de sentirse tan impotente. 

Jesús recupera la Majestad Divina que le es habitual.

Y tan solo le queda una profunda tristeza, dulcificada con paz.

Con voz serena dice:

–       Venid.

Me lo contaréis.

De hoy en adelante me pertenecéis.

EVANGELIO DE SAN MARCOS

Capítulo 6

Muerte de Juan el Bautista

14. Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas.»

15. Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas.»

16. Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado.»

17. Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado.

18. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.»

19. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía,

20. pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.

21. Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea.

22. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.»

23. Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.»

18. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.» 19. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, Marcos 6

24. Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.»

25. Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»

26. El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales.

27. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel

28. y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.

29. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

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269 EL PECADO CONTRA EL ESPÍRITU SANTO

269 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Jesús, que se había retirado a la cocina para beber un poco de agua,

se asoma a la puerta a tiempo de oír la trillada y necia acusación farisaica:

«Éste no es más que un Belcebú, porque los demonios le obedecen.

El gran Belcebú, su padre, le ayuda.

Y arroja los demonios con la acción de Belcebú, príncipe de los demonios, no con otra cosa».

Jesús baja los dos pequeños escalones de la puerta y avanza unos pasos;

erguido, severo, sereno, para detenerse justo frente al grupo escribo-farisaico;

fija en ellos, su mirada penetrante.

Y les dice:

–       Vemos que incluso en este mundo un reino dividido en facciones contrarias,

se hace internamente débil, fácil presa de la agresión

y acción devastadora de los estados vecinos.

y éstos lo esclavizan.

Ya en este mundo vemos que una ciudad dividida en partes contrarias. pierde el bienestar.

Lo mismo se diga de una familia cuyos miembros estén divididos por el odio:

se desmorona, se convierte en una fragmentación que a nadie sirve,

irrisión para los ciudadanos.

La concordia, además de deber, es astucia;

porque mantiene la independencia, la fuerza, el afecto.

Esto es lo que deberían meditar los patriotas, los ciudadanos, los miembros de una familia,

cuando, por el capricho de un determinado beneficio,

se ven tentados a las siempre peligrosas opresiones y separaciones, peligrosas

porque se alternan con los partidos y destruyen los afectos.

17. Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has corrompido tu sabiduría por causa de tu esplendor. Yo te he precipitado en tierra, te he expuesto como espectáculo a los reyes. Ezequiel 28

es ésta, en efecto, la astucia que ejercitan los Dueños del Mundo.

Observad a Roma, observad su innegable poder, tan penoso para nosotros.

Domina el mundo.

Pero está unida en un único parecer, en una sola voluntad: «dominar».

Entre ellos habrá también, sin duda, contrastes, antipatías, rebeliones.

Pero estas cosas están en el fondo.

En la superficie hay un único bloque, sin fisuras, sin agitaciones.

Todos quieren lo mismo y obtienen resultados por este querer.

y los obtendrán mientras sigan queriendo lo mismo.

Mirad este ejemplo humano de astucia cohesiva y pensad:

si estos hijos del siglo son así,

¿Qué no será Satanás?

Para nosotros ellos son diablos y sin embargo, su satanismo pagano no es nada,

respecto al perfecto satanismo de Satanás y sus demonios.

En aquel reino eterno, sin siglo, sin final, sin límite de astucia y maldad;

en ese lugar en que es gozo el hacer el mal a Dios y a los hombres.

Hacer el mal es el aire que respiran, es su doloroso gozo, único, atroz.

Se ha alcanzado con perfección maldita la fusión de los espíritus;

unidos en una Sola voluntad: «hacer el mal».

Ahora bien, si -como pretendéis sostener para insinuar dudas acerca de mi poder-

me ayuda Satanás porque Yo soy un belcebú menor,

¿No entra Satanás en conflicto consigo mismo y con sus demonios

al arrojarlos de sus poseídos?

¿Y estando en conflicto consigo mismo, podrá perdurar su reino?

19. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno. 1 de Juan 5

No, no es así.

Satanás es astutísimo y no se perjudica a sí mismo.

Su intención es extender su reino en los corazones, no reducirlo.

Su vida consiste en «robar – hacer el mal – mentir – agredir – turbar».

Robar almas a Dios y paz a los hombres.

Hacer el mal a las criaturas del Padre, dándole así dolor.

Mentir para descarriar.

Agredir para gozar.

Turbar porque es el Desorden.

No puede cambiar: es eterno en su ser y en sus métodos.

Pero, responded a esta pregunta:

Si Yo arrojo los demonios en nombre de Belcebú,

29. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?» Mateo 8

¿En nombre de quién los arrojan vuestros hijos?

¿Querríais confesar que también ellos son belcebúes?

Si lo decís, os juzgarán calumniadores.

Y aunque su santidad llegue hasta el punto de no reaccionar ante esta acusación,

habréis emitido veredicto sobre vosotros mismos,

al  confesar que creéis tener muchos demonios en Israel.

Y os juzgará Dios en nombre de los hijos de Israel acusados de ser demonios.

Por tanto, venga de quien venga el juicio, en el fondo serán ellos vuestros jueces,

donde el juicio no sufre soborno de presiones humanas.

Y si, como es verdad, arrojo los demonios por el Espíritu de Dios,

14. Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy.» Y añadió: «Así dirás a los israelitas: “Yo soy” me ha enviado a vosotros.» Éxodo 3

prueba es de que ha llegado a vosotros el Reino de Dios y el Rey de este Reino.

Rey que tiene un poder tal,

que ninguna fuerza contraria a su Reino le puede oponer resistencia.

Así que ato y obligo a los usurpadores de los hijos de mi Reino,

a salir de los lugares ocupados y a devolverme la presa para que Yo tome posesión de ella.

¿No es así como hace uno que quiere entrar en la casa de un hombre fuerte,

para arrebatarle los bienes, bien o mal conseguidos?

Eso hace.

Entra y lo ata.

Una vez que lo ha atado, puede desvalijar la casa.

Yo ato al ángel tenebroso, que me ha arrebatado lo que me pertenece.

Y le quito el bien que me robó

Sólo Yo puedo hacerlo, porque sólo Yo soy el Fuerte, el Padre del siglo futuro,

el Príncipe de la Paz.  

Un escriba le pregunta:

–       Explícanos lo que quieres decir con «Padre del siglo futuro».

¿Es que piensas vivir hasta el próximo siglo y mayor necedad aún,

piensas crear el tiempo, Tú, que no eres más que un pobre hombre?

El tiempo es de Dios.  

Jesús lo mira con severidad, al responder:

–       ¿Y me lo preguntas tú, escriba?

¿Es que no sabes que habrá un siglo que tendrá principio pero no tendrá fin.?

¿Y que será el mío?

En él, triunfaré congregando en torno a Mí a aquellos que son sus hijos.

Y vivirán eternos como el siglo que crearé;

que ya estoy creando estableciendo al espíritu por encima de la carne,

del mundo y de los seres infernales, porque todo lo puedo.

Por esto os digo que quien no está conmigo está contra Mí.

Y que quien conmigo no recoge desparrama.

Porque Yo Soy el que Soy.

Y quien no cree esto, que ya ha sido profetizado, peca contra el Espíritu Santo;

cuya palabra fue pronunciada por los Profetas sin mentira ni error

y debe ser creída sin resistencia.

Porque os digo que todo les será perdonado a los hombres:

Todo pecado, toda blasfemia; porque Dios sabe que el hombre no es sólo espíritu, 

sino también carne.

Y carne tentada sometida a imprevistas debilidades.

Pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada.

Uno hablará contra el Hijo del hombre y será todavía perdonado,

porque el peso de la carne que  envuelve a mi Persona

y que envuelve al hombre que contra mí habla puede también inducir a error.

Pero quien hable contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en ésta ni en la vida futura,

porque la Verdad es eso que es:

El Don de Discernimiento de Espíritus

Es neta, santa, innegable.

Y es manifestada al espíritu de una manera que no induce a error.

Otra cosa es que yerren aquellos que, queriéndolo, quieren el Error.

Negar la Verdad dicha por el Espíritu Santo es negar la Palabra de Dios

y el Amor, que ha dado esa Palabra por amor hacia los hombres.

Y el pecado contra el Amor no se perdona.

Pero cada uno da los frutos de su árbol.

Vosotros dais los vuestros, que no son buenos.

Si dais un árbol bueno para que lo planten en el huerto, dará buenos frutos;

sin embargo, si dais un árbol malo, malo será el fruto que de él se recogerá.

Y todos dirán: «Este árbol no es bueno».

Porque el árbol se conoce por el fruto.

¿Cómo creéis que podéis hablar bien vosotros, que sois malos?

Porque la boca habla de lo que llena el corazón del hombre.

Sacamos nuestros actos y palabras de la sobreabundancia  de lo que tenemos en nosotros.

El hombre bueno saca de su tesoro bueno cosas buenas;

el malo, de su tesoro malo, saca las cosas malas.

Y habla y actúa según su interior.

En verdad os digo que ociar es pecado, pero mejor es ociar que hacer obras malas.

Y os digo también que es mejor callar que hablar ociosamente y con maldad.

Aunque vuestro silencio fuera ocio, guardad silencio antes que pecar con la lengua.

Os aseguro que de toda palabra dicha vanamente,

El Día del Juicio ante el Tribunal de Cristo, seremos recompensados. O nuestras obras serán quemadas como la paja. Tal vez recibamos alguna recompensa, QUIZÁS NINGUNA.

se pedirá a los hombres justificación en el día del Juicio.

Y que por sus palabras serán justificados los hombres.

Y también por sus palabras serán condenados.

¡Cuidado, por tanto, vosotros, que tantas decís más que ociosas!,

Pues que son no sólo ociosas sino activas en el mal…

Y con la finalidad de alejar a los corazones de la Verdad  que os habla.

Los fariseos consultan a los escribas y luego, todos juntos, fingiendo cortesía,

solicitan:

–       Maestro, se cree mejor en lo que se ve.

Danos, pues, una señal para que podamos creer que eres lo que dices.

–       ¿Veis como en vosotros está el pecado contra el Espíritu Santo,

que repetidas veces me ha señalado como Verbo encarnado?

Este es mi Hijo amado, ESCUCHADLE…

Verbo y Salvador, venido en el tiempo establecido;

precedido y seguido por los signos profetizados; obrador de lo que el Espíritu dice.

Ellos responden:

–       Creemos en el Espíritu, pero

¿Cómo podemos creer en Ti, si no vemos un signo con nuestros ojos?

-¿Cómo podéis entonces creer en el Espíritu, cuyas acciones son espirituales,

si no creéis en las mías, que son sensibles a vuestros ojos?

Mi vida está llena de ellas.

¿No es suficiente todavía?

No. Yo mismo respondo que no.

No es suficiente todavía.

A esta generación adúltera y malvada, que busca un signo,

se le dará sólo uno: el del profeta Jonás.

Efectivamente, de la misma forma que Jonás estuvo durante tres días en el vientre de la ballena,

el Hijo del hombre estará tres días en las entrañas de la tierra.

En verdad os digo que los ninivitas resucitarán en el día del Juicio, como todos los hombres.

Y se alzarán contra esta generación y la condenarán,

porque les predicó Jonás e hicieron penitencia y vosotros no.

Y aquí hay Uno mayor que Jonás.

Así también, resucitará y se alzará contra vosotros la Reina del Mediodía,

y os condenará.

Porque ella vino desde los últimos  confines de la Tierra, para oír la sabiduría de Salomón;

y aquí hay Uno mayor que Salomón.

–       ¿Por qué dices que esta generación es adúltera y malvada?

No lo será más que las otras.

Hay los mismos santos que había en las otras.

El todo israelita no ha cambiado.

¡Nos ofendes!

–       Os ofendéis vosotros mismos al dañar vuestras almas;

porque las alejáis de la Verdad, y por tanto de la Salvación.

Os respondo lo mismo.

1. Ten presente que en los últimos días sobrevendrán momentos difíciles; 2. los hombres serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos, 3. desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos del bien, 4. traidores, temerarios, infatuados, más amantes de los placeres que de Dios, 5. que tendrán la apariencia de piedad, pero desmentirán su eficacia. Guárdate también de ellos. 6. A éstos pertenecen esos que se introducen en las casas y conquistan a mujerzuelas cargadas de pecados y agitadas por toda clase de pasiones, 2 de Timoteo»

Esta generación no es santa sino en las vestiduras y en lo externo;

por dentro no es santa.

En Israel existen los mismos nombres para significar las mismas cosas,

pero no existe la realidad de las cosas;

existen los mismos usos, vestiduras y ritos, pero falta el espíritu de estas cosas.

Sois adúlteros porque habéis rechazado el sobrenatural desposorio con la Ley divina 

y os habéis desposado, con una segunda adúltera unión, con la ley de Satanás.

Sois circuncisos sólo en un miembro efímero, el corazón ya no es circunciso.

Y sois malos, porque os habéis vendido al Maligno.

He dicho.