32 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Hago un llamado URGENTE a todo el mundo católico para que el próximo 9 de Agosto se lleve a cabo una jornada de ayuno y oración a nivel mundial con el rezo del rosario de mi Preciosísima Sangre y con el rezo del Exorcismo de San Miguel, de 12:00 am a 6:00 pm, pidiéndole al Padre Celestial por la protección de mis Templos, Santuarios y Lugares Santos, que están siendo destruidos y profanados por las fuerzas del Mal en este mundo.
A través del camino montañoso, Jesús va caminando con sus discípulos por una vereda serpenteante que corta la pendiente y sigue el curso del río.
Juan está rojo como la púrpura, cargado como un mozo de cuerda, con una saca grande bien llena.
Judas, por su parte, porta la de Jesús junto con la suya.
Simón lleva sólo la suya y los mantos.
Jesús viste de nuevo su túnica, la madre de Judas debe haber encargado que se la lavaran porque no tiene arrugas. Y calza sus sandalias.
A pesar del calor y la fatiga, Juan no pierde su buen humor.
Y exclama:
– ¡Cuánta fruta! ¡Qué hermosos viñedos hay en aquellas colinas! Maestro, ¿Este es el río en cuyas riberas nuestros padres cogieron los racimos milagrosos’
Jesús contesta:
– No. Es el otro que está más hacia el sur. Pero toda la región es rica en sabrosas frutas.
Simón observa:
– Ahora ya no es tan fértil aunque siga siendo bella.
Jesús aclara:
– Muchas guerras han devastado la tierra. Aquí se formó Israel… pero para esto debió fecundarse con su sangre y la de los enemigos.
– ¿En dónde encontraremos a los pastores?
– A cinco kilómetros de Hebrón; en las riberas del río que me preguntaba Juan.
– ¿Entonces es más allá de aquellas colinas?
– Sí.
– Hace mucho calor, Maestro. Después ¿A dónde iremos?
– A un lugar mucho más caliente. Pero os ruego que vengáis.
Caminaremos de noche. Las estrellas son tan claras que no hay oscuridad. Os quiero mostrar un lugar…
Juan pregunta:
– ¿Una ciudad?
– No. Un lugar que os hará entender al Maestro; mejor tal vez que sus palabras.
Judas dice:
– Perdimos varios días por ese incidente sin importancia. Destruyó todo…
Y mi madre que había preparado tantas cosas, ha quedado desilusionada. No sé por qué has querido retirarte hasta la purificación.
Jesús contesta:
– Judas, ¿Por qué llamas sin importancia un suceso que fue una gracia para un verdadero fiel? ¿No querrías para ti una muerte semejante?
Había esperado toda su vida al Mesías. Cuando era anciano fue por caminos ásperos a adorarlo. Cuando le dijeron: ‘Está en…’ conservó en su corazón por treinta años, las palabras de mi Madre.
El amor y la fe lo revistieron con su fuego en la última hora que Dios le reservó. El corazón se le partió de alegría.
Se le incendió en el fuego de Dios como un holocausto agradable. ¡Qué mejor suerte que ésta!
¿Aguó la fiesta que habías preparado?… Ve en esto una respuesta de Dios.
Que no se mezcle lo que es del hombre con lo que es de Dios. Tu madre, me verá otra vez. todo Keriot puede venir al Mesías; el viejo ya no tenía fuerzas para hacerlo.
He sido feliz de haber estrechado con el corazón, al viejo padre que moría y de haber encontrado su espíritu. Y por lo demás…
¿Para qué dar escándalo con mostrar desprecio a la Ley? ¿Cómo puedo decir que sean fieles, si Yo no lo Soy?
Simón responde:
– Creo que este es el error de nuestra decadencia. Los rabíes y los fariseos aplastan al pueblo con sus preceptos y después hacen como el que profanó la casa de Juan, que la convirtió en un burdel.
Judas aclara:
– Es uno de Herodes.
– Sí, Judas. Pero las mismas culpas cometen las castas que se llaman a sí mismas ‘santas’ ¿Tú qué opinas Maestro?
– Afirmo que con tal de que haya un poco de verdadero fermento y de verdadero incienso en Israel, se hará el pan y se perfumará el altar.
– ¿Qué quieres decir?
– Quiero decir que si hay alguien que con recto corazón venga a la verdad. La Verdad se esparcirá como fermento en la masa de harina y como incienso en todo Israel.
– ¿Qué fue lo que te dijo esa mujer?
Jesús no responde y se vuelve hacia Juan:
– Pesa mucho y te cansas. Dámela.
El discípulo más joven contesta:
– No, Jesús. Estoy acostumbrado a las cargas y luego… me lo aligera al pensar en la alegría que tendrá Isaac.
Al dar vuelta a la colina, a la sombra del bosque se encuentran con las ovejas de Elías, los pastores están bajo la sombra de un árbol, cuidándolas.
Ven a Jesús, se levantan de un salto y corren. Cuando están frente a Él,
Jesús les pregunta:
– La paz sea con vosotros. ¿Qué hacíais?
Isaac contesta:
– Estábamos preocupados por Ti. Por el retraso. No sabíamos si ir a tu encuentro u obedecer.
Decidimos venir hasta aquí para obedecerte y al mismo tiempo satisfacer a nuestro amor; pues debías de haber llegado aquí desde hace varios días.
– Tuvimos que detenernos.
– ¿Pasó alguna desgracia?
– Ninguna, amigo. Un fiel murió en mi pecho. Sólo fue eso.
Judas interviene:
– ¿Qué querías que sucediese pastor? Cuando las cosas están bien organizadas…
Claro que es menester saber disponerlas y preparar los corazones para recibirlas. Mi ciudad tributó honores al Mesías. ¿Verdad, Maestro?
Jesús responde:
– Es verdad, Isaac. Al regresar pasamos por la casa de Sara.
También la ciudad de Yuttá, sin ningún otro preparativo que el de su bondad sencilla y la verdad con la que me predicaste, logró entender la esencia de mi doctrina.
Aman con un amor práctico, desinteresado y santo. Isaac, te envían alimentos y vestidos.
Todos contribuyeron a aumentar los óbolos de tu casa. Tómalos. No tengo dinero. Pero te traje esto que está purificado con la caridad.
– No, Maestro. Déjalo contigo. Yo estoy acostumbrado a no tener nada.
– Ahora tienes que ir a lugares a donde te enviaré y lo necesitarás. No es mucho pero sabrás emplearlo.
Ahora se dirige al discípulo más joven:
– Juan, dale aquella alforja.
Y agrega mirando a Isaac:
– Es un regalo que está lleno de amor.
Isaac toma la alforja y va a vestirse detrás de un matorral; pues todavía está descalzo y viste su rara toga improvisada con su cobija.
Elías dice:
– Maestro, tres días después de que te fuiste, estábamos apacentando los animales en Hebrón.
Y la mujer que estaba en la casa de Juan, nos mandó una criada con esta bolsa diciendo que quería hablar con nosotros.
La primera vez la devolví y le dije: ‘No tengo nada que escuchar’.
Luego la sirvienta regresó y dijo: ‘Ven, en el Nombre de Jesús’. Y fui… esperando que no estuviese su… el hombre que la tiene allí.
Quería saber muchas cosas, pero yo hablé con prudencia. Es una prostituta.
Tuve miedo de que fuese una trampa contra Ti. Me preguntó quién Eres; donde vives; qué es lo que haces; si eres un grande de Israel.
Le dije: ‘Es Jesús de Nazareth. Está por todas partes, porque es un maestro y va enseñando por la Palestina’
También dije que eras un hombre pobre y sencillo. Un obrero a quien ha hecho sabio la Sabiduría… no dije más.
Jesús contesta:
– Hiciste bien.
Y simultáneamente Judas exclama:
– ¡Has hecho mal! ¿Por qué no le dijiste que Él es el Mesías? ¡Qué es el Rey del Mundo!
¡Hay que aplastar la soberbia romana bajo el poder de Dios!
Elías explica:
– No me hubiera entendido. Y luego… todo lo que es de Jesús, es santo.
¿Cómo puedo saber lo que ella piensa? No quise poner en peligro a Jesús, hablando de más. Que el mal le venga de cualquier otro, pero no de mí.
Judas se vuelve hacia Juan:
– Juan, vamos a decirle quién es el Maestro. A explicarle cuál es la Verdad santa.
Juan objeta:
– Yo no. Iré solo que Jesús me lo ordene.
– ¿Tienes miedo? ¿Qué puede hacerte? ¿Te causa asco?… El Maestro no le tuvo.
– No es miedo ni asco. Tengo compasión de ella.
Pero pienso que si Jesús hubiera querido; se hubiera detenido a instruirla. No lo hizo. Entonces no es necesario que lo hagamos nosotros.
Elías muestra la bolsa diciendo:
– Entonces no había señales de conversión. Pero ahora…
Judas la toma y se sienta sobre la hierba.
Extiende su manto y abre la bolsa dejando que caiga sobre él, todo su contenido:
Es un montón de anillos, collares, gargantillas, brazaletes, aretes, pulseras, tiaras… adornadas con piedras preciosas.
Oro brillante que cae sobre el amarillo oro del vestido del apóstol.
Judas, exclama admirado:
– Maestro, ¡Son puras joyas! ¿Qué hacemos con ellas?
Simón aconseja:
– Se pueden vender.
Judas responde sin esconder su asombro:
– Sería un desperdicio.
Elías explica:
– Yo también le dije cuando las recibí: ‘Tu dueño te pegará’ y ella me respondió: ‘No son suyas. Son mías. Y puedo hacer con ellas lo que se me antoje.
Sé que es oro de pecado… Pero se hará bueno, si se emplea con quien es pobre y santo. Para que se acuerde de mí’…
Y se puso a llorar desconsoladamente.
Judas dice:
– Ve, Maestro.
Jesús contesta rotundo:
– No.
– Manda a Simón.
– No.
– Entonces voy yo.
– ¡No!
Los ‘no’ de Jesús, son cortantes e imperiosos.
Elías ve que Jesús está enojado y pregunta preocupado:
– Maestro, ¿Hice mal en hablar con ella y en haber tomado el oro?
Jesús contesta:
– No hiciste mal. Pero no hay nada que hacer.
Judas insiste:
– Pero tal vez esa mujer quiera redimirse y tenga necesidad de ser instruida.
Jesús suspira y se arma de paciencia. Luego dice:
– Existen en ella tantas chispas para provocar el incendio en que pueda quemarse su vicio y volver a ser un alma otra vez virgen, por el arrepentimiento.
Hace poco os hablé de la levadura que se esparce en la harina y la hace un pan santo. Oíd esta breve parábola:
Esa mujer es harina. Una harina en quién el Maligno ha mezclado sus polvos de infierno.
Mis palabras y Yo, somos la levadura.
Pero si hay mucho salvado en la harina; piedras, ceniza, arena; ¿Podrá hacerse el pan aunque la levadura sea buena?…
¡No se puede hacer!
Es necesario quitar con paciencia, ese tamo. Las cenizas, las piedritas y la arena.
La misericordia pasa y ofrece ese tamiz. El primero.
El que se compone de verdades breves; pero fundamentales, como son las necesarias para que entienda que está atrapada en la red de la ignorancia completa, del vicio y del gentilismo.
Si el alma lo acepta, empieza la primera purificación.
La segunda viene con el tamiz del alma misma; que compara su ser con el del Ser que se le ha revelado… Y esto le da horror.
Y aquí empieza su obra.
Por medio de una operación más minuciosa, limpia lo que es harina; pero que aún tiene granitos pesados, para poder obtener un pan óptimo…
Cuando está lista; vuelve otra vez la Misericordia y se introduce en esa harina preparada.
Y también ésta es otra preparación, Judas. Que la fermenta y la hace pan.
Pero ésta es una operación larga que necesita de la voluntad del alma.
Esa mujer tiene ya en sí, lo mínimo que era justo darle y que puede servirle para terminar su trabajo.
Dejemos que lo haga, si quiere hacerlo. Sin que nada la perturbe.
Cualquier cosa turba a un alma que se elabora: la curiosidad; celo imprudente; las intransigencias; así como las piedades excesivas.
– ¿Entonces, no vamos?
– No, Judas. Y para que ninguno tenga tentación, vámonos.
En el bosque aprovecharemos la sombra. Nos detendremos en las márgenes del Valle de Terebinto.
Allí nos separaremos.
Elías volverá a sus pastizales con Leví.
José vendrá conmigo hasta el paso de Jericó.
Después nos volveremos a reunir.
Tú, Isaac; continúa haciendo lo que hacías en Yutta, partiendo de aquí por Arimatea y Lidia, hasta llegar a Docco. Allí nos encontraremos.
Hay que preparar la Judea y tú ya sabes cómo hacerlo
Judas pregunta:
– ¿Y nosotros?
Jesús contesta:
– ¿Vosotros? Vendréis conmigo para ver mi preparación. También Yo me preparé para la misión.
– ¿Fuiste con un rabí?
– No.
– ¿Con Juan?
– De él, sólo recibí el bautismo.
– ¿Entonces?…
– Belén ha hablado con las piedras y los corazones.
También allá donde te llevaré Judas… un corazón, el mío. Y también las piedras, hablarán y te darán la respuesta.
Elías trae leche y pan y dice:
– Tratamos de persuadir a los de Hebrón; pero no creen más que en Juan. Para ellos es su ‘santo’ y no quieren a nadie más.
Jesús dice:
– Es un pecado común a muchos. Miran al obrero y no al Dueño que lo envió.
¡No importa! El Verbo sufre, pero no guarda rencor… ¡Vámonos!