Archivos diarios: 8/08/20

36 EL RESCATE DEL BAUTISTA

Hago un llamado URGENTE a todo el mundo católico para que el próximo DOMINGO 9 de Agosto se lleve a cabo una jornada de ayuno y oración a nivel mundial con el rezo del rosario de mi Preciosísima Sangre y con el rezo del Exorcismo de San Miguel, de 12:00 am a 6:00 pm, pidiéndole al Padre Celestial por la protección de mis Templos, Santuarios y Lugares Santos, que están siendo destruidos y profanados por las fuerzas del Mal en este mundo.

36 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Al día siguiente en el vado del Jordán, el camino verde que sigue paralelo al río, está lleno por viajeros que buscan la sombra de los árboles que lo bordean.

Hileras de borriquillos van y vienen junto con los hombres.

En el margen del río están tres hombres que pastorean algunas ovejas.

En el camino, José que está esperando, mira a un lado y a otro, buscando a alguien.

A lo lejos, en el entronque con otra vía, se ve aparecer a Jesús con los tres discípulos.

José llama a los pastores.

Éstos mueven el pequeño rebaño, haciéndolas avanzar por el prado.

Rápidamente se dirigen al encuentro con Jesús.

–       Yo casi no me atrevo… ¿Con qué palabras lo voy a saludar? 

José les dice:

–      ¡Oh, es muy bueno! Dile: «La paz sea contigo». El saluda siempre así.

–      Él sí…

–     Pero nosotros…

José trata de animarlos:

–      ¿Y yo quién soy? No soy ni siquiera uno de sus primeros adoradores y me quiere mucho… muchísimo.

El pastor Juan pregunta:

–      ¿Quién es?

José lo señala diciendo:

–      Aquél más alto y rubio. 

Simeón dice:

–      ¿Le hablamos del Bautista, Matías?

–      ¡Sí!

–      ¿No pensará que lo hemos preferido antes que a Él?

Matías contesta:

–       No, hombre, Simeón. Si es el Mesías, ve dentro de los corazones y en el nuestro verá que en el Bautista seguíamos buscándolo a Él.

–      Tienes razón.

Los dos grupos están ya a pocos metros el uno del otro.

Ya sonríe Jesús, con esa sonrisa suya indescriptible.

 José acelera el paso.

Las ovejas, trotan azuzadas por los pastores.

Jesús levanta los brazos como para abrazarlos,

Y saludando:

–     La paz sea con vosotros. ¡Paz a ti Simeón, Juan y Matías, mis fieles y fieles de Juan el Profeta!

Y besándolo en la mejilla, especifica:

–     Paz a ti, José.

Los otros tres lo adoran primero postrados, besando la orla de su túnica y luego de rodillas.

Jesús los invita:

–     Venid amigos. Vamos junto a las aguas del río y bajo aquellos árboles. Allí hablaremos.

Todos bajan hasta el sitio señalado por Jesús, que se sienta en una gran raíz que está sobre la tierra.

Los otros se sientan en el pasto, a su alrededor.

Jesús sonríe lleno de felicidad, los mira con atención y dice:

–     Permitidme que conozca vuestros rostros. Ya conozco los corazones; son de hombres justos que van tras el bien y aman despreciando las utilidades del mundo.

Os traigo saludos de Isaac, Elías y Leví. También el saludo de mi Madre. ¿Tenéis noticias del Bautista?

Matías contesta:

–      Todavía está en prisión.

Nuestro corazón tiembla por él; porque está en manos de un cruel al que domina una criatura del infierno y al que rodea una corte corrompida.

Nosotros lo amamos. Tú sabes que lo amamos y que él merece nuestro amor. Después de que dejaste Belén, fuimos perseguidos.

Pero más que el odio; sentimos el vernos solos, abatidos como plantas que el ventarrón haya tronchado; porque te habíamos perdido.

Luego, después de años de dolor; sentimos que el Bautista era el hombre de Dios que se predijo que prepararía los senderos de su Mesías.

José nos ha dicho que fuiste donde el Bautista. Nosotros no estábamos allí ese día; quizás habíamos ido por él, a alguna parte.

Le servíamos con mucho amor en los servicios de alma que él nos pedía, como con amor lo escuchábamos, aunque fuera muy severo, porque no eras Tú-Verbo; pero decía siempre palabras de Dios. 

Y fuimos a él, porque pensamos que al hacerlo, te encontraríamos a Ti. Porque era a Ti Señor, a quién buscábamos.

–      Lo sé. Me habéis encontrado. Estoy con vosotros. 

Y señalando a Juan, les pregunta:

–      ¿Conocéis a éste?

–      Lo veíamos con los otros galileos, entre las gentes más fieles del Bautista.

Juan lo señaló varias veces diciéndonos: ‘Ved. Yo el primero; él el último. Después él será el primero y yo el último’ Jamás entendimos lo que quiso decir.

Jesús voltea hacia donde está Juan; lo atrae hacia su pecho con una sonrisa más resplandeciente todavía,

Y dice:

–      El Bautista quería decir, que él era el primero en decir: ‘He aquí al Cordero de Dios’

Y que éste será el último de los amigos del Hijo del Hombre, que hablará a las multitudes del Cordero.

Pero que en el corazón del Cordero, éste es el primero, porque ama al Cordero más que todos. Esto es lo que quería decir el Bautista.

Cuando lo veáis; porque lo volveréis a ver y lo serviréis hasta la hora que ya está determinada; decidle que él no es el último en el corazón del Mesías.

No tanto por ser pariente, sino por su santidad; Yo le amo igual que a estos.

Acordaos de ello, si la humildad del santo se proclama ser el último. La Palabra de Dios lo proclama compañero de su discípulo a quien más ama.

Decidle que amo a éste, porque lleva su nombre y porque encuentro en él su marca. Pues su corazón fue preparado para recibir al Mesías.

–       Lo diremos. Herodes no se atreve a matarlo por miedo al pueblo.

Y en esa corte de avaricia y corrupción, sería fácil librarlo si tuviéramos el suficiente dinero. En realidad, una fortuna. 

Todos los amigos han cooperado, pero todavía nos falta mucho.

Tenemos mucho miedo de que se nos acabe el tiempo y por no reunir lo necesario, que lo maten.

–     ¿Cuánto es lo que os hace falta para el rescate?

–     No para el rescate, Señor. Herodías lo odia y no quiere ni verlo. Y ella es la dueña de Herodes.

Es imposible un rescate. Pero en Maqueronte se han juntado todos los codiciosos del reino. Lo único que les importa es gozar y sobresalir; desde los ministros, hasta los criados.

Y para hacer esto se necesita mucho dinero. Hemos encontrado quien, por una considerable cantidad de dinero, dejaría salir al Bautista.

Esto, también Herodes lo desea; porque tiene miedo, no por otra razón. Miedo al pueblo y miedo a la mujer.

Si conseguimos liberarlo; podrá fingir que él no lo hizo. Así contentará al pueblo y la mujer no podrá acusarlo de nada.

–     ¿Cuánto quiere esa persona?

–     Veinte talentos de plata. Tenemos solo doce y medio.

Jesús se vuelve hacia Judas y le dice:

–     Judas, tú dijiste que esas joyas son muy valiosas.Judas contesta contundente:

–      Hermosas y preciosas.

–      Me parece que tú eres experto en estas cosas. ¿Cuánto crees que valen?

–      Sí lo soy. ¿Acaso quieres venderlas?

–      Tal vez. Dime, ¿Cuánto pueden valer?

–      Si se venden bien, por lo menos ocho talentos.

–     ¿Estás seguro?

–      Sí, Maestro. Tan solo las tiaras y las gargantillas son gruesas y pesadas.

Y están llenas de rubíes, zafiros, esmeraldas y amatistas.

Es oro purísimo. Por lo menos valen cinco talentos.

Los he revisado bien. Al igual que los brazaletes.

No puedo comprender como las frágiles muñecas de Aglae, los han podido llevar.

–      Eran sus cadenas, Judas.

–      Es verdad, Maestro. ¡Pero a muchos les encantarían semejantes grilletes!

–     ¿Lo crees?… ¿A quiénes?

Judas contesta evasivo:

–     ¡Oh! ¡A muchos!

–     Sí. A muchos que tan sólo son hombres, porque así se les llama. ¿Conoces a algún posible comprador?

–     ¿Quieres venderlas? Y ¿Por el Bautista? Pero, ¡Es oro maldito!

–      ¡Oh, incomprensión humana! Acabas de decir con un deseo patente, que a muchos les gustaría ese oro. ¿Y ahora dices que está maldito? ¡Ay Judas! ¡Judas!…  

Es maldito. ¡Sí!…

Es maldito, pero ella dijo: ‘Se santificará si sirve al que es pobre y santo’

Y lo dio con el fin de que el que fuere beneficiado, ruegue por su pobre alma; que como embrión de futura mariposa, crece en la semilla del corazón.

¿Quién más santo y pobre que el Bautista? Él es igual que Elías por su misión; pero superior a éste en santidad. Es más pobre que Yo.

Yo tengo una Madre y una casa. Cuando se tienen estas cosas, puras y santas como las tengo, jamás puede uno decir que está abandonado.

Él ya no tiene casa. Ni siquiera le ha quedado el sepulcro de su madre. La perversidad humana, todo lo ha destruido y profanado.

Así que dime, ¿Quién sería el comprador?

–     Hay uno en Jericó y muchos en Jerusalén.

¡Pero éste de Jericó!, es un astuto orfebre oriental. Usurero; contrabandista; mercader en amores; ladrón ciertamente… y tal vez homicida.

Y seguramente también es un perseguido de Roma. Quiere que se le llame Isaac, para que lo tomen por hebreo. Más su nombre verdadero es Diomedes. Lo conozco bien…

Simón Zelote, que habla poco, pero substancioso y que todo lo observa.

Lo interrumpe:

–     ¡Lo comprendemos! ¿Cómo hiciste para llegar a conocerlo tan bien?      

Judas  balbucea:

–      Bueno. Sabes. Para agradar a los amigos poderosos, he ido a su casa. Hemos tenido tratos. Para los del Templo. ¿Sabes?…

–       Ya caigo. Toda clase de servicios. – Concluye Simón con un tono helado y lleno de ironía.

Judas se enciende, pero calla…

Jesús interroga:

–      ¿Podrá comprarlas?

–       Pienso que sí. Jamás le falta el dinero.

Ciertamente es necesario saber vender; porque el griego es astuto. Y si ve que se las tiene que arreglar con un hombre honrado… un pichón de nido. Lo despluma a su gusto.

Pero si se trata de un buitre como él…

Zelote concluye:

–     Ve, Judas. Eres el tipo ideal para esto. Tienes la astucia de la zorra y la rapacidad del buitre. Perdón, Maestro. Hablé antes que Tú.

Jesús dice:

–      Pienso como tú. Y le pido a Judas que vaya.

Se vuelve hacia su predilecto y le dice:

–      Juan, vete con él. Nos reuniremos cuando baje el sol; en la plaza que está cerca del mercado.

Mirando a Judas, agrega:

–      Ve y has lo mejor que puedas.

Inmediatamente Judas se levanta.

Juan tiene la mirada del perro que implora, porque se le ha arrojado fuera.

Sin embargo,  Jesús ignora esa mirada suplicante y se vuelve hacia los pastores:

El apóstol más joven también se levanta y sigue a Judas. 

Jesús dice a los pastores:

–       Quiero alegraros.

Juan, el pastor contesta:

–      Siempre lo harás, Maestro. El Altísimo te bendiga por nosotros. ¿Ese hombre es tu amigo?

–      Sí. ¿No te parece que lo sea?

El hombre baja la cabeza y guarda silencio.

Simón dice:

–     Sólo quién es bueno, sabe ver.

Yo no soy bueno y no veo lo que la bondad ve. Veo lo externo. El bueno baja hasta el interior. También tú Juan ves como yo. Pero el Maestro es bueno y… ve…

Jesús pregunta:

–     ¿Qué ves en Judas, Simón? Te ordeno que hables.

Simón respira profundo y luego dice

–     Pues… al mirarlo pienso en ciertos lugares misteriosos que parecen cuevas de fieras y aguas estancadas y envenenadas.

Se vislumbra apenas algo que no está bien. Y al punto se retira uno lleno de miedo.

Por el contrario, por detrás hay tórtolas y ruiseñores y suelo abundante en aguas buenas y rico en hierbas salutíferas.

Quiero pensar que Judas es así. Lo creo, porque lo tienes contigo. Tú, que conoces…

–     Sí. Yo lo conozco. Hay muchos pliegues en el corazón de ese hombre.

Pero no le faltan los lados buenos. Lo viste en Belén y en Keriot.

Este lado bueno, completamente humano, hay que elevarlo a una bondad espiritual.

Entonces Judas será como tú quisieras que fuera. Es joven…

–      También Juan es joven, tiene sólo diecisiete años…  

Jesús lo mira con la vista espiritual que lee los pensamientos y los corazones:

–     Y tú concluyes en tu corazón: «y es mejor».

¡Pero, Juan es Juan! Simón. Ama a ese pobrecito de Judas… Te lo ruego. Si lo amas… te parecerá más bueno.

–     Me esfuerzo en hacerlo, por Ti. Pero es él; el que rompe mis esfuerzos como si fueran cañas de río.

Maestro, yo tengo solo una ley: hacer lo que Tú quieras. Por esta razón amo a Judas; no obstante existe algo dentro de mí que me previene contra él.

–    ¿Qué cosa es, Simón?

–    Nada en concreto.

Algo así como el grito del soldado que está de guardia durante la noche y me dice: ‘¡Alerta! ¡No te duermas! ¡Mira!… ¡No sé!… no tiene nombre esta cosa. Pero, es contra él…

–    No pienses más en esto, Simón. Ni te esfuerces en definirla.

Hace daño conocer ciertas verdades. Y te podrías equivocar al conocerlas. Déjasela a tu Maestro. Dame tu amor y piensa en lo que me hace feliz.

Pasan las horas y por la tarde en la plaza,

Simón grita:

–    ¡Maestro! Ya viene Judas.

Jesús voltea hacia donde indicara su apóstol y puede constatar que Judas viene triunfante.

Juan sonríe a Jesús… Pero no parece muy feliz.  

35 UNA GUERRA DESIGUAL

Hago un llamado URGENTE a todo el mundo católico para que el próximo DOMINGO 9 de Agosto se lleve a cabo una jornada de ayuno y oración a nivel mundial con el rezo del rosario de mi Preciosísima Sangre y con el rezo del Exorcismo de San Miguel, de 12:00 am a 6:00 pm, pidiéndole al Padre Celestial por la protección de mis Templos, Santuarios y Lugares Santos, que están siendo destruidos y profanados por las fuerzas del Mal en este mundo.

35 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Se extiende la hondonada desertica en esta vasta soledad pedregosa.

Es un territorio tan abrasado que ha quedado reducido a polvo amarillento, que de vez en cuando el viento levanta en pequeños remolinos;

que parecen hálito de boca febril por lo seco y calientes que están y que son muy molestos, por el polvo que con ellos penetra en la nariz y en la faringe.

Muy raros se encuentran, algún pequeño matorral espinoso, que ha resistido en aquella desolación: parecen los restos de mechones de cabellos en la cabeza de un calvo.

Arriba, un cielo despiadadamente azul; abajo, el terreno árido; en torno, rocas y silencio. 

Es un lugar totalmente inhóspito en el que sobreviven  escasas plantas espinosas que tienen muy pocas hojas y algunos matorrales. 

Desde el momento en que decidieron quedarse, Judas que no está acostumbrado a sufrir ninguna incomodidad y jamás ha hecho ningún tipo de sacrificio personal, salvo los ayunos prescritos.

Ha sufrido terriblemente el paso de las horas…

Haciendo un recuento de todo lo que dejó atrás y lo que está ahora frente a él, en esta aventura que no está resultando para nada como lo esperaba…. 

Pero Satanás necesita enterarse de TODO lo que está haciendo Jesús. Y como en este apóstol tiene una posesión espiritual completa y perfecta por la soberbia y la maldad con que lo ha envenenado:

Y no está dispuesto a permitir que la comodidad egoísta de Judas, le arrebate la oportunidad inapreciable que obtuvo desde que el Maestro decidió incluirlo en el colegio apostólico.

E imponiendo su tiranía en el corazón del apóstol, la decisión de seguir adelante se fortalece, pues Judas está dispuesto a triunfar a como dé lugar…

Cuatro días después…

El mismo lugar del monte; sólo que ahora es de noche.

Una noche estrellada, con una belleza de cielo nocturno incomparable.

Las constelaciones mayores parecen racimos de diamantes, de claros topacios, de pálidos zafiros, suaves ópalos, tenues rubíes, en un radiante baño de luz.

Que titilan, se encienden y se apagan siempre más hermosas.

De vez en cuando una estrella fugaz raya el cielo y desaparece con rumbo desconocido en el horizonte. 

Los cuatro están sentados en círculo, a la entrada de la cueva.

Los restos de la hoguera ya son sólo un pequeño cúmulo de ardientes brasas, que con sus resplandores derraman su reflejo rojizo sobre los cuatro rostros.

Jesús está diciendo:

–     Sí, nuestra permanencia aquí ha terminado. Ésta. La mía duró cuarenta días…

La otra vez duró cuarenta días. Era todavía invierno en estas alturas y Yo, no tenía alimentos.

Fue un poco más difícil que esta vez. ¿No es así? Sé que habéis sufrido también en este tiempo.  

Lo poco que teníamos y que os daba no era nada, especialmente para el hambre de los jóvenes; era suficiente sólo para impedir que languidecierais.   

El agua, todavía más escasa.

El calor es tórrido durante el día; diréis que no hacía este calor en invierno; pero sí había un viento seco que bajaba quemando los pulmones desde aquella cima.

Y subía desde aquella hondonada cargado de polvo desértico y secaba más aún que este calor estival que se puede aliviar sorbiendo el jugo de estos frutos amargos ya casi maduros.

En cambio entonces el monte sólo proporcionaba viento y yerbas quemadas por el hielo en torno a las raquíticas  acacias.

No os he dado todo porque he reservado para el regreso los últimos panes y el último queso con el último odre…

¡Es hora de irnos!

Yo sé lo que fue el regreso, estando exhausto, en la soledad del desierto…

Recojamos nuestras cosas y pongámonos en camino.

La noche es aún más clara que la que nos condujo aquí. No hay luna, pero el cielo llueve luz. Vamos.  

Recordad este lugar, sabed recordar cómo se preparó Cristo y cómo se preparan los apóstoles, cuál es el modo que enseño de prepararse los apóstoles.

Se ponen en pie.

Simón hurga entre las brasas con una rama. Las reaviva y las extiende con el pie.

Echa encima algunas yerbas secas y en la llama enciende una rama de acacia que mantiene en alto a la entrada de la cueva. 

Mientras Judas y Juan recogen mantos, alforjas y unos pequeños odres de piel, de los que sólo uno está todavía lleno.

Luego apaga la rama contra la roca, carga su fardo y se pone el manto como todos, atándoselo a la cintura para que no moleste al andar.

Bajan sin más palabras uno detrás de otro por un sendero inclinadísimo, espantando a los pequeños animales que están comiendo las pocas yerbas que todavía resisten el sol.

El camino es largo e incómodo. Por fin llegan al llano.

Que sigue siendo arduo porque está lleno de piedras y lascas que se mueven traidoras bajo el pie, hiriéndolo incluso; porque la tierra reducida a polvo, las oculta y no se pueden evitar.

Aquí donde matorrales quemados, espinosos, arañan y dificultan el paso enganchándose en los bajos de las túnicas; pero es un camino más transitable.

Arriba las estrellas están cada vez más fulgurantes y hermosas.

Caminan por horas. 

La llanura es cada vez más estéril y triste.

En algunas grietas pequeñas del terreno, brillan luces fosforescentes, como si fueran brillantes sucios.

Juan se inclina a mirarlas…

Jesús explica:

–     Es la sal del subsuelo; está saturado de sal. Aflora con las aguas de primavera y después se seca. Por eso la vida no resiste aquí.

El mar Oriental, a través de profundas venas, esparce su muerte en muchos kilómetros a la redonda.

Sólo donde manantiales de agua dulce combaten su acción mordiente, es posible encontrar plantas… y también alivio.

Tan solo donde hay fuentecillas de agua dulce que le combaten, es posible encontrar algún refrigerio.

Siguen caminando y se detienen junto a un peñasco cóncavo que da un poco de refugio.

Jesús abre su alforja y dice:

–    Detengámonos aquí. Siéntense. Dentro de poco cantará el gallo.

Hemos caminado desde hace seis horas. Debéis tener hambre, sed y cansancio. 

Tomad. Comed y bebed sentados aquí en torno a mí, mientras os digo todavía otra cosa que vosotros transmitiréis a los amigos y al mundo.

Jesús abre su morral y ha sacado de ella pan y queso, lo corta y lo distribuye. De un odre sirve en un cuenco agua, y también la distribuye.

Judas pregunta:

-¿Tú no comes, Maestro?

-No. Yo os hablo. Oíd.

Hubo una vez un hombre que me preguntó si alguna vez había sido Yo tentado. Si había Yo pecado. Si jamás había Yo caído en tentación.

Y se admiró de que Yo el Mesías, hubiese pedido para resistir y para vencer, la ayuda del Padre, diciendo: «Padre, no me dejes caer en la tentación»».

Jesús continúa relatando su primer encuentro con Satanás y lo hace en voz baja, despacio, como si contase un hecho totalmente ignorado.

Judas baja la cabeza cohibido, como si estuviera molesto.

No es Judas, es Satanás hospedado en Judas que no puede asimilar el que un hombre, creatura muy inferior a él, lo haya vencido…

Pero los otros están tan centrados en mirar a Jesús, que eso les pasa desapercibido.

Jesús continúa:

–      Ahora amigos míos, podéis saber lo que tan solo superficialmente supo aquel hombre. 

Después del bautismo estaba limpio, pero no se está nunca suficientemente limpio respecto al Altísimo.

Y la humildad de decir «soy hombre y pecador» es ya bautismo que limpia al corazón.

Vine aquí. Me había llamado «el Cordero de Dios» aquel que santo y profeta, veía la Verdad y vio bajar al Espíritu sobre el Verbo y ungirle con su crisma de amor…

Mientras la Voz del Padre llenaba los cielos de su sonido diciendo: «He aquí a mi Hijo muy amado en quien me he complacido».

Tú, Juan, estabas presente cuando el Bautista repitió las palabras…

Después del bautismo, a pesar de estar limpio por naturaleza y limpio por figura, quise «prepararme».

Y por eso vine aquí.

Sí, Judas. Mírame, que mis ojos te digan lo que aún calla la boca. Mírame, Judas.

Mira a tu Maestro, que no se sintió superior al hombre por ser el Mesías.

Y que sabiendo que era el Hombre, quiso serlo en todo, excepto en condescender al mal. Eso es. Así.

Ahora Judas ha levantado la cara y mira a Jesús, que está frente a él.

Por su mirada pasa una sombra fugaz, antes de posar sus ojos atentos en su Maestro.

Con el Don del Discernimiento a veces Dios nos permite ver LA REALIDAD de lo que está sucediendo y cuando acontece que alguien muy querido nos apuñala el corazón…

O cuando los que nos ODIAN y nos perjudican, con este carisma también ‘vemos‘ QUIÉN ES el que verdaderamente nos atormenta y ¡Es mucho más fácil ejercer el PERDÓN!

La luz de las estrellas hace brillar los ojos de Jesús como si fueran dos estrellas fijas en un pálido rostro.

–     Para prepararse a ser maestro, hay que haber sido discípulo.

Yo, como Dios, sabía todo, con mi inteligencia, incluso, Yo podía comprender las luchas del hombre, por poder intelectivo e intelectualmente.

Pero un día algún pobre amigo mío, algún pobre hijo mío, habría podido decir y decirme: «Tú no sabes qué es ser hombre y tener percepción del sentido y pasiones».

Habría sido un reproche justo.

Vine allí, a aquel monte, para prepararme no sólo a la misión,  sino también a la tentación. 

¿Veis? Aquí, donde vosotros estáis, Yo fui tentado. ¿Por quién? ¿Por un mortal? No. Demasiado débil habría sido su poder.

Yo fui tentado directamente por Satanás.  

Y he sentido todas las necesidades del que está en el mundo:

He tenido hambre, he sentido sed. He sentido el frío hiriente de la noche del desierto. 

Estaba agotado. Hacía cuarenta días que no probaba alimento. Sentí el cuerpo quebrantado por la falta de descanso en el lecho.

Y por las largas caminatas recorridas en condiciones de debilidad tal, hasta el punto de no poder dar un paso más.

Pero mientras estuve sumergido en la Oración, todo desaparecía con el gozo de hablar con Dios.

Más bien que desaparecer, el dolor se me hacía soportable.

Lo sentía como una molestia de la materia, de quien está en el mundo.

Porque Yo también tengo un cuerpo verdadero y está sujeto a todas las debilidades, igual que todos los cuerpos humanos.

Sí. Del hombre he tomado la primera y la segunda de las tres partes que le constituyen.

Y con el cuerpo, tengo un corazón. 

He tomado la materia con sus exigencias y lo moral con sus pasiones. Y, si por voluntad propia he doblegado en el momento de su nacimiento todas las pasiones no buenas,

He dejado que crecieran poderosas como cedros centenarios, las santas pasiones del amor filial, del amor patrio, de las amistades, del trabajo, de todo lo que es óptimo y santo.

Aquí sentí nostalgia de mi Madre lejana, aquí sentí necesidad de que Ella prodigara sus cuidados a mi fragilidad humana.

Aquí sentí renovarse el dolor de haberme separado de la única que me amaba perfectamente,

Aquí presentí el dolor que me está reservado y el dolor de su dolor; pobre Mamá, se le agotarán las lágrimas de tantas como deberá esparcir por su Hijo y por obra de los hombres.

Aquí sentí el cansancio del héroe y del asceta que en una hora de premonición se hace conocedor de la inutilidad de su esfuerzo…

He llorado la tristeza llamada ‘magia de Satanás’

No es pecado estar tristes si los momentos son dolorosos, es pecado ceder más allá de la tristeza y caer en inercia o desesperación.

Y Satanás enseguida acude cuando ve a uno caído en languidez de espíritu.

Vino. Bajo apariencia de benigno viajero. Toma siempre formas benignas…

Yo tenía hambre… y tenía mis treinta años en la sangre. Me ofreció su ayuda.

En primer lugar me dijo: «Di a estas piedras que se conviertan en pan».

Pero antes… sí… antes me habló de la mujer… ¡Oh, él sabe hablar de ella, la conoce a fondo!

La corrompió primero, para hacerla su aliada de corrupción.

No soy sólo el Hijo de Dios, soy Jesús, el obrero de Nazaret.

A aquel hombre que me hablaba, preguntándome si conocía tentación y casi me acusaba de ser injustamente beato por no haber pecado, le dije:

«El acto se aplaca en la satisfacción. La tentación no rechazada no cae, sino que se hace más fuerte. Y a ello concurre Satanás azuzándola».

Rechacé la tentación tanto del hambre de la mujer como del hambre del pan.

Y debéis saber que Satanás me presentaba la primera – y no estaba equivocado, humanamente hablando – como la mejor aliada para afirmarse en el mundo.

La Tentación, no vencida por mi respuesta: «no sólo de sentido vive el hombre»  me habló entonces de mi misión.

Quería seducir al Mesías después de haber tentado al Joven y me incitó a aniquilar a los indignos ministros del Templo con un milagro…

No se rebaja el milagro, llama del Cielo, a hacer de él un montón de lazos mimbreños para coronarse con ellos.

No se tienta a Dios pidiendo milagros para fines humanos.  

Esto quería Satanás. El motivo presentado era el pretexto, la verdad era: «Gloríate de ser el Mesías»; para llevarme a la otra concupiscencia, la del orgullo.

No vencido por mi «No tentarás al Señor tu Dios«, me insidió con la tercera fuerza de su naturaleza: el oro. ¡Oh, el oro!

Gran cosa el pan y mayor aún la mujer, para quien anhela el alimento o el placer; grandísima cosa es para el hombre la aclamación de las multitudes…

Por estas tres cosas, ¡Cuántos delitos se cometen! ¡Ah!, pero el oro… el oro…!

¡Llave que abre, círculo que suelda, es el alfa y el omega de noventa y nueve de cada cien de las acciones humanas!

Por el pan y la mujer, el hombre se hace ladrón; por el poder, homicida incluso; pero por el oro se hace idólatra.

Satanás, el rey del oro, me ofreció su oro a condición de que lo adorase…

Lo traspasé con las palabras eternas: «Adorarás sólo al Señor tu Dios».

Aquí, aquí sucedió esto.

Jesús se ha puesto en pie.

En el marco de la naturaleza llana que le circunda y de la luz ligeramente fosforescente que llueve de las estrellas, parece más alto que de costumbre.

También los discípulos se levantan.

Jesús sigue hablando, mirando fija e intensamente a Judas,

Mientras continúa:

–      Entonces vinieron los ángeles del Señor…

El Hombre había vencido la triple batalla.

El Hombre sabía qué quería decir ser hombre y había vencido.

Estaba exhausto, la lucha había sido más agotadora que el largo ayuno…

Mas el espíritu descollaba en gran medida… Yo creo que ante este completarme como criatura dotada de cognición se estremecieron los Cielos.

Yo creo que desde ese momento vino a mí el poder de milagros.

Había sido Dios. Yo me había hecho el Hombre.

Ahora, venciendo al animal que estaba unido a la naturaleza del hombre, he aquí que Yo era el Hombre-Dios, lo soy.

Como Dios todo lo puedo, como Hombre todo lo conozco.

Haced también vosotros como Yo si queréis hacer lo que Yo hago. Y hacedlo en memoria mía.

Aquel hombre se maravillaba de que hubiera solicitado la ayuda del Padre. Y de que le hubiera rogado que no me dejara caer en tentación…

Es decir, que no me dejara a merced de la Tentación más allá de mis fuerzas.

Creo que aquel hombre ahora que sabe, ya no se asombrará. Actuad también vosotros así, en memoria mía y para vencer como Yo.

Y no dudéis nunca, viéndome fuerte en todas las tentaciones de la vida, victorioso en las batallas de los cinco sentidos.

Del sentido y del sentimiento, sobre mi naturaleza de verdadero Hombre (la que tengo además de mi naturaleza de Dios). Recordad todo esto.

Os había prometido llevaros a donde hubierais podido conocer al Maestro…

Desde el alba de su día, un alba pura como esta que está naciendo, hasta el mediodía de su vida; aquél del cual me alejé para ir hacia mi humana tarde…

Le dije a uno de vosotros: «Yo también me he preparado»; ahora veis que era verdad.

Os doy las gracias por haberme hecho compañía en este retorno al lugar natal y al lugar penitencial.

Los primeros contactos con el mundo me habían nauseado y desilusionado; es demasiado feo. Ahora mi alma está nutrida de la médula del león:

De la fusión con el Padre en la Oración y en la soledad. 

Puedo volver al mundo para coger de nuevo mi cruz, mi primera cruz de Redentor: la del contacto con el mundo.

Con el mundo en el que demasiado pocas son las almas cuyo nombre es María, cuyo nombre es Juan… Ahora escuchad;

tú especialmente, Juan:

–      Volvemos adonde mi Madre y los amigos. Os ruego que no le habléis a mi Madre de la dureza que han opuesto al amor de su Hijo; sufriría demasiado.

Sufrirá mucho, mucho, mucho… por esta crueldad del hombre… mas no le presentemos ya desde ahora el cáliz: ¡Será muy amargo, cuando le sea dado!

Tan amargo que, como un tóxico, le bajará serpenteando a las entrañas santas y a las venas y se las morderá y le helará el corazón.

¡Oh!, ¡no digáis a mi Madre que Belén y Hebrón me rechazaron como a un perro! ¡Tened piedad de Ella! Tú, Simón, eres anciano y bueno, eres un espíritu de reflexión y sé que no hablarás.

Tú, Judas, eres judío y no hablarás por orgullo regional. Mas tú Juan, tú, galileo y joven, no caigas en el pecado de orgullo, de crítica, de crueldad. Calla.

Más tarde… más tarde a los demás les dirás cuanto ahora te ruego que calles. También a los demás. Hay ya mucho que decir de las cosas del Cristo…

¿Por qué añadir lo que es de Satanás contra el Cristo? Amigos, ¿Me prometéis todo esto?

–      ¡Oh! ¡Maestro! ¡Claro que te lo prometemos, estate seguro!

–      Gracias. Vamos hasta aquel pequeño oasis acariciado por el camino que lleva al río. Allí hay un manantial, una cisterna llena de frescas aguas, sombra y verdura.

Podremos encontrar alimento y descanso hasta el anochecer. A la luz de las estrellas nos llegaremos hasta el río, hasta el vado.

Y esperaremos a José o nos uniremos a él en el caso de que ya haya vuelto. Vamos.

Y se ponen en camino, mientras el primer arrebol en el límite del Oriente dice que un nuevo día nace.

 

34 EL SACRIFICIO

Hago un llamado URGENTE a todo el mundo católico para que el próximo DOMINGO 9 de Agosto se lleve a cabo una jornada de ayuno y oración a nivel mundial con el rezo del rosario de mi Preciosísima Sangre y con el rezo del Exorcismo de San Miguel, de 12:00 am a 6:00 pm, pidiéndole al Padre Celestial por la protección de mis Templos, Santuarios y Lugares Santos, que están siendo destruidos y profanados por las fuerzas del Mal en este mundo.

34 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
13. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Juan 16, 13

Habla Dios Espíritu Santo

La Tierra es un altar. Un enorme Altar. 

Fue creada para ser un Altar de Alabanza  Perpetua a su Creador.

Pero el hombre con su Pecado, la ha convertido en un Altar de Expiación.

La Tierra debe como todos los demás astros del Universo, cantar los Salmos a su Creador.

Todos los astros cantan con su voz de luz y movimiento, en los espacios infinitos del Firmamento, las Alabanzas a Dios.

También la Tierra canta el Salmo de las Esferas, como el Cielo con los vientos, con las aguas, con las voces de las plantas y de los animales.

Sobre el Templo de la Tierra solo falta el hombre, que tiene una misión que debiera ser algo más que un deber, una alegría: AMAR A DIOS.

Dar inteligente y voluntariamente, Culto de Amor a Dios, correspondiéndole por el Amor que Él ha dado al hombre, dándole la vida y dándole el Cielo, después de la Vida.

Y la Tierra está llena de Pecado y por eso debe ser Altar de Expiación Perpetua,

De Sacrificio Perpetuo, sobre el cual ardan las hostias que sufren: los inocentes y los santos.

Las almas víctimas que se unen a la Gran Víctima y se inmolan por todos.

Y de esta manera se convierte la injusticia en Redención.

El sudor y el trabajo fertilizan los campos.

El sacrificio de  las víctimas, fertiliza los corazones y los prepara para la salvación.

SER CRISTIANO  =    INMOLACIÓN.

Debemos vivir en el Amor y alcanzar en la Escuela del Sufrimiento, la cima del Sacrificio y la caridad: el Martirio.

Con el ‘callar, aceptar, sufrir y ofrecer’, se vence a Satanás.

Con esto se da muerte al ‘yo’, a la propia voluntad.

El ‘yo’ es orgullo y a Satanás no hay nada que lo irrite más, que un acto de humildad.

Y LA VERGÜENZA DE SER VENCIDO

POR UN HOMBRE INFERIOR A ÉL POR NATURALEZA;

LO EXASPERA Y LO HIERE

Vivir para los hombres o para Dios.

La diferencia la establece la medida del sacrificio de nuestro egoísmo.

La vida cristiana es un perpetuo heroísmo. Porque es una lucha contra el Mundo, el demonio y la Carne.

La libertad que Dios nos concede, no nos permite ser hipócritas:

o con Jesús o contra Él.

Tu corazón se volcará a lo que le dediques: tiempo, dinero. energía.

Si somos de Dios no podemos pactar alianzas con el Enemigo.

El que quiere servir a dos amos, con alguno queda mal.

Y al que se acerca a Satanás, éste lo arrebata sin contemplaciones.

Judas quiso adorar en dos altares y es muy conocido en donde terminó.

El sacrificio que Dios quiere, es el espíritu compungido, obediente, amoroso; porque puede también realizar un sacrificio de Alabanzas, de alegría, de amor y no solo de expiación.

CUANDO LE SACRIFICAMOS NUESTRA VOLUNTAD A SU VOLUNTAD,

HAY QUE INVOCAR LAS LÁGRIMAS DE MARÍA,

QUE NOS VIGORIZAN E INFUNDEN VALOR,

PARA UN MAYOR SACRIFICIO.

El Crecimiento en el Amor aumenta el hambre de sacrificio…

Y el sacrificio más tremendo, se vuelve soportable, cuando se sabe su utilidad.

Entonces sobre las lágrimas florece una sonrisa y sobre la angustia, una seguridad.

El hombre espiritual deja de ser esclavo de los sentidos y siempre tiene en los labios con amorosa resignación, estas palabras:

“No lo que yo quiero, Padre mío. Hágase tu Voluntad.”

¡Padre, SI QUIERES aparta de Mí éste Cáliz! Pero NO SE HAGA MI VOLUNTAD, sino la Tuya!

EL SACRIFICIO ES AMOR OFRENDADO AL AMOR.

La Perfección está compuesta del fruto de incontables sacrificios.

EL SACRIFICIO Y LA PENITENCIA, SON EL CAMINO DE LA SALVACIÓN.

Para ser verdadero cristiano se debe amar y reparar por los que han esterilizado el amor en su corazones.

La forma más elevada del amor es el sacrificio que imita al Amor Supremo: EL AMOR REDENTOR. 

Jesús como Rey del espíritu, solo ofreció privaciones, sacrificios y dolores,

que le serán cambiados en gloria al que persevere hasta el fín y no claudique del Camino del Calvario,

Esa cruz me pertenece Señor, ¡Crucifícame Jesús, porque te adoro sobre todas las cosas! Y ayúdame a Amar, haciendo Tu Voluntad y no la mía…´´

que está sembrado de Dolor y de lágrimas.

NO HAY RESURRECCIÓN SIN CRUCIFIXIÓN.

La victoria está en el sacrificio.

EL SACRIFICIO ES OFRENDA DE AMOR OFRECIDA AL PADRE.

Los dones vienen de Dios. El amor es mérito del hombre. El sacrificio es amor.

Es el que hace esplendoroso el altar del corazón.

El holocausto voluntario perfuma como el Incienso más agradable y es más precioso para Dios, que el perfume de todas las flores de la Tierra.

En el Purgatorio estamos SOLOS y se sufre LA SENTENCIA EN LA CRUZ DE NUESTROS PROPIOS PECADOS, que merecemos… PROPORCIONADA POR LA JUSTICIA DIVINA

Cada renuncia va envuelta con el oro de la Caridad que la ofrece a Dios en un culto verdadero, para que tome valor de Redención y así la Tierra se salvará con el sacrificio.

El Sacrificio es el que abre los oídos del espíritu y es la sangre que lava la lengua que habla de Dios.

Jesús es el Verbo del Padre y su Palabra es lo más sagrado, porque es la que da la Vida Eterna.

No puede ser Profeta de Jesús, el que no se crucifica totalmente con Él y convierte su vida en un sacrificio continuo.

Las almas víctimas están totalmente fusionadas con Dios e igual que Jesús está en el Padre y es uno con Él;

las almas que se inmolan ven realizarse el Misterio de que Dios las trabaje para que sean espejos purísimos en donde se reproduzca la imagen de Jesús Crucificado,

tal y como Él está en la Cruz: coronadas, azotadas, clavadas, desoladas, traspasadas y desamparadas.

En el INFIERNO, EL REINO DEL ODIO están peor, los demonios desquitan su ODIO Y SE SUFRE EL CALVARIO DE JESUS CON TODO EL RIGOR DE LA JUSTICIA DIVINA

En cada uno de estos aspectos se convierten en un retrato viviente, para que el Padre se complazca en ellas y derrame gracias sobre los pecadores.

Como Iglesia, tenemos el deber sagrado de morir por Dios, abandonadas y crucificadas.

En el altar de la Tierra no fue consumada más que la Carne y la Sangre del Hombre-Dios.

En el altar del Cielo son ofrecidas las Hostias vivientes como oblación de suavísimo olor ardiente

sobre el altar del sacrificio de un corazón enamorado de Dios, constituyendo con esto: el Verdadero Culto a Dios.

LA PENITENCIA

Cuando Dios creó al hombre, se hizo un Templo perfecto para Sí Mismo y puso en él sólo una necesidad: la del Amor.

Amor de hijos hacia su Padre. Amor de súbditos para su Rey. Y amor de creaturas para su Creador.

Y si el ácido de la culpa no hubiese corroído las raíces del amor; éste habría crecido potente en nosotros como un gozo;

como una necesidad que produce alivio cuando se realiza, igual que lo es el respirar.

Y el amar se hubiera efectuado sin fatiga, porque el amor es la respiración y la sangre que hace vital al espíritu.

Peor que la ruina y la destrucción que hacen las bombas nucleares en el mundo material; más nefasta fue la Culpa.

Pues trastornó la Obra Maestra de la Creación y desbarató, en la raíz del hombre;

aquel conjunto perfecto de carne dócil al espíritu y aquel armónico contorno que pusiera Dios alrededor de su hijo; para que fuera un rey feliz.Desaparecido el amor del hombre para con Dios; desapareció el Amor de la Tierra para con el hombre.

Se desencadenó la ferocidad entre los seres inferiores; entre éstos y el hombre y…

¡El Horror de los horrores!.. Entre los mismos hombres.

La sangre hirvió a causa del Odio y se derramó contaminando el altar de la Tierra.

Y de la semilla de la Culpa nació una planta de amargo fruto y de punzantes ramas: el Dolor.

El Pecado evolucionó en perversión y ferocidad; haciendo que el Dolor se hiciera más vasto y complicado.

Jesús, el Dios-Hombre. Vino a santificar el Dolor, sufriéndolo por nosotros.

ALMAS VÍCTIMAS Y CORREDENTORAS

Y fundiendo el suyo que es Infinito, con el nuestro; para darle mérito.

Dos son las necesidades primordiales del hombre: el Amor y el Dolor.

El Amor que nos impide cometer el mal. Y el Dolor que lo repara.

Esta es la ciencia que se debe aprender: saber amar y saber sufrir.

El que aprende a dominar el arte de sufrir se convierte en penitente.

SOLO LA PENITENCIA Y EL AMOR PESAN A LOS OJOS DE DIOS;

 

Cuando nos crucificamos y Dios nos convierte en corredentores, somos pararrayos de la Justicia Divina… Y TENEMOS EL PALIATIVO DEL CIELO. EL SUFRIMIENTO SE TORNA GOZO

PARA DETENER LOS ACONTECIMIENTOS Y DESVIARLOS….

PENITENCIA

Su nombre causa horror, pero sus efectos dan frutos preciosos en el campo de las virtudes, porque surge de la humildad y es el fuego que conserva, desarrolla y fortalece las virtudes.

De ella nace el propio desprecio. Se desprende el ansia de padecer y se fortalece el hambre de crucifixión.

La Penitencia atrae a Dios y sirve para expiar y merecer, porque es el arrepentimiento activo.

La expiación por el dolor dado a Dios y un dolor reparador a través de un castigo infligido con objeto de desagraviarlo.

La Penitencia da luz y agilidad de espíritu, porque doma la carnalidad y es el arma más poderosa contra los vicios.

Porque ataca directamente todos los pecados capitales e impide que el alma se hunda en la molicie.

La Penitencia nos arranca del fango y nos dispara en el vuelo hacia el encuentro del Amor.

La Penitencia es un secreto entre el alma y Dios, consumado por amor a Él, a los hermanos y hacia nosotros mismos, para que el espíritu vuelva a ser rey.

Es la muralla que protege la castidad. Desarma la Justicia de Dios y la convierte en Gracias.

Purifica las almas; apaga el fuego del Purgatorio; eleva el alma de la Tierra

Y ES LA COOPERACIÓN A LA REDENCIÓN:

PORQUE LA PENITENCIA Y EL SACRIFICIO,ARRANCAN LAS ALMAS A SATANÁS.

La penitencia es la humillación que le infiltra el hombre a sus bajezas y miserias: trabajar para derribar el ‘yo’.

debe pedir a Dios, a través de una vida de Penitencia que nos lave de tanta humanidad y que nuestro corazón arda, por el celo de Dios y de las almas.

Y que nos convierta en carbones encendidos por la Caridad.

Y si no sabemos imponernos penitencias, hay que aceptar aquella de la vida que no es plena, diciendo: ‘Si esta pena viene de Dios, hágase señor tu Voluntad.’

Si viene de un pobre hermano cautivo: ‘Padre, yo te la ofrezco para que tú lo perdones y él se redima.’

Cuando se hace así, todo es puro y entonces se alcanza la pureza del Corazón que lo convierte en Trono de Dios.

Y aún el más perfecto de los penitentes, arrastra en su sacrificio escorias de imperfecciones humanas, de odios, de egoísmos…

Y Jesús enseñó que por más que ayunemos con la boca; si después no se ayuna con el corazón

dejando de perjudicar con las obras, con las palabras y hasta con el pensamiento, al prójimo; le resulta detestable nuestro ayuno, que da muerte a nuestra alma.

Porque las prácticas sin la caridad, sólo pavimentan el camino para el infierno…

La Penitencia que le agrada a Dios, sólo la conoce Dios.

Es mejor pasar por inmortificados a los ojos del mundo… y de esta manera la practicamos con la pureza de corazón necesaria.

“Bienaventurados los limpios de corazón…”

La Penitencia abre los ojos del espíritu. Los ojos del espíritu ‘ven’ las sublimes visiones y ellas anulan la sensibilidad corporal.

Es lo que nos ayudad a soportar los horrendos suplicios sonriendo.

El éxtasis anula la sensibilidad dolorífica.

Cuando alcanzamos la perfección en el amor, podemos ver con su perfección, la Perfección de Dios sin velos y con una verdadera anulación, lo material desaparece.

La alegría de la visión, suprime la miseria de la carne sensible al sufrimiento. Y empezamos a gozar del Paraíso.

La Penitencia no mata más que lo que va a morir.

No debe haber temor por el cuerpo al que se debe amar poquísimo:

sólo como se ama y se cuida un vestido, que tarde o temprano se vuelve inservible.

Los cilicios y las disciplinas no son las que matan. Los penitentes no mueren de esto.

Mueren por la Caridad que los consume y que arde en ellos como un horno. Porque la hoguera del amor consume más de lo que destruye la austeridad.

La Penitencia purifica el cuerpo y el alma.

El ayuno corporal, purifica los sentidos y es una reparación por los que aman la carne como la cosa más preciosa y solamente buscan la felicidad en los placeres sensuales y materiales.

El ayuno es una tremenda fuerza de oposición contra los males con los que Satanás inunda las almas; porque no solo de pan vive el hombre.

La Penitencia se ejerce con el control de las pasiones y la mortificación de los sentidos, controlando la lengua y guardando silencio exterior e interior.

Huyendo de la murmuración y el descontento; de los chismes y la fácil tentación del juicio y la condena.

La Penitencia es sufrimiento para el cuerpo y luz para el espíritu.

Fortifica la debilidad y alcanza las gracias de Dios.

Con la Penitencia se preparan los caminos y caen las cadenas de la esclavitud y el Pecado.

La Penitencia nos ayuda a vencer las tentaciones y a vencer a Satanás en los corazones que se desea redimir.

PORQUE CIERTOS DEMONIOS SE VENCEN

SÓLO CON LA ORACIÓN Y LA MORTIFICACIÓN

CON LA PENITENCIA SE ENCIENDE EL AMOR EN LOS CORAZONES APAGADOS

Los hombres no saben cuántas lágrimas; cuantos dolores; cuantas penitencias; cuantos sacrificios; son el precio de su existencia.

Creen tener la vida por la madre que los ha engendrado y por el padre que les ha dado el pan.  Esto es verdad, si se calcula con la medida de los brutos que así tienen la vida.

Pero la Verdadera Vida para darles tiempo para convertirse, es obra de las almas víctimas.

Muchos no mueren eternamente por estos héroes para ellos desconocidos, que metiéndose entre los hombres y Dios, con los brazos levantados trasfieren hacia sí mismos; como si fueran un pararrayos, los castigos divinos.

Y les trasfunden un poco de la sangre espiritual, que es sangre de Gracia, que circula en le Gran Cuerpo Místico, a los que están desvanecidos por las enfermedades morales.

Pero todo esto lo hacen a través del tamiz de su yo sacrificado y es como se filtra este bien a los malvados.

La Tierra tiene mucha necesidad de Penitencia, para que los débiles puedan tener fuerzas para resistir a Satanás.

Y aún el más perfecto de los penitentes, arrastra en su sacrificio escorias de imperfecciones humanas, de odios, de egoísmos…

la Penitencia; al tener subyugado al pólipo que lo humano lleva adherido en su fondo; confiere luz y agilidad al espíritu.

La penitencia nos arranca de la carnalidad y nos lanza como bólidos al encuentro del Amor.

La Penitencia debe siempre precederlo todo porque es la que amerita las alegrías.

Toda visión nace de una precedente penitencia y cada penitencia abre el camino para la más alta contemplación.

Sacrificio. Sacrificio. Sacrificio. Debe ser nuestra vida, nuestra fuerza, nuestra gloria.

En la Tierra el Amor de Jesús DOSIFICA nuestro calvario, Y ÉL ES EL CIRENEO que nos ayuda a recorrer el Camino…

Sólo cuando las almas se adormecen en Dios, es cuando dejan de ser hostias, para convertirse en dioses. Su vida es un total sacerdocio.

El Pensamiento del Crucificado, ¡Qué ligeras hace todas las penitencias del cuerpo y los dolores internos!

A Dios se le encuentra en la Cruz y la misión es ser un reflejo de Jesús Crucificado.

Las almas víctimas son los gigantes del Amor.

Expían por amor de los hermanos y esto es amor del prójimo llevado hasta el heroísmo.

Se ofrece al Dios Ofendido al que le brinda consuelo por la ofensa recibida y esto es Amor de Dios llevado hasta el heroísmo.

El Amor es el Sacrificador Eterno.

El que inmoló al Dios hecho Carne y…