154.- EL ESCLAVO DE TODOS29 min read

800px-Second_Temple_Roof_IMG_0045

Los primeros rayos del sol, iluminan las cúpulas de oro del Templo de Jerusalén. Jesús avanza con paso largo, bajo los olivos del bosque que cubre el Monte. Está a punto de llegar a las murallas cuando lo alcanza corriendo Judas de Keriot.

Jesús se detiene y…

Judas dice jadeante:

–                       ¡Maestro! Hice bien en venir a buscarte. ¿Te ibas sin mí?

Jesús contesta:

–                       El alba ha despuntado. Voy a la Puerta de Herodes.

–                       Eso dijiste a todos los demás. Nosotros estuvimos juntos.

Jesús está muy serio:

–                       ¿Juntos?

–                       Es la verdad. Salimos juntos. Así lo quisiste. Luego preferiste ir solo a orar. Yo estaba dispuesto a ir contigo.

–                       En Nobe diste claras señales de que no querías pasar la noche en Oración con tu Maestro. Y no quise forzar tu voluntad. De nada hubiera servido…  El bien hay que hacerlo espontáneamente para que tenga perfume y sea fecundo. De otro modo no es sino una… pantomima y algunas veces peor.

–                       Pero yo… ¿Por qué estás como enojado conmigo desde hace algunos días? ¿No me amas ya?

–                       Con mayor razón te lo podría preguntar: ¿No me amas ya?…  Pero no te lo pregunto, porque también esta pregunta sería inútil y Yo no hago cosas inútiles.

–                       Bueno, entiendo… ¡Porque sabes muy bien que Yo te amo!

–                       Quisiera saberlo, Judas de Keriot. Quisiera poder decirte: ‘Sé que me amas.’ Pero como nunca hago cosas inútiles, tampoco digo palabras falsas. Por esto no te digo que sé que me amas.

–                       Pero, ¡Cómo Maestro! ¿Qué no te amo? ¿No trabajo por Ti? ¿Puedes dudarlo? Esto me aflige. ¿Yo que apenas veo que una cosa te aflige, no la hago más y estoy atento para no repetirla? Mira comprendí que te desagradaba que yo… saliese de noche. No he salido más.

1fariseos

Comprendí que te fastidiaban a más no poder las discusiones de tus enemigos. Fui, sin preocuparme de las injurias que me dijeron, a decirles que no se repitiesen. Y tú mismo ves que nadie te ha molestado. Y espero que ni siquiera en el Templo. No eres justo Maestro, con el pobre Judas.

–                       Eres el primero de entre los que me siguen, que me reprocha de injusto.

–                       ¡Oh, perdón! Tus palabras, tu seriedad, me causan tanto dolor. Que no soy capaz de reflexionar. Me enloquece, créelo. ¡Ea, paz mía! Hagamos las paces entre nosotros. Quiero estar contigo, como si estuviese unido a Ti. Juntos siempre.

–                       Un tiempo lo estuvimos. Pero dime Judas, ¿Ahora cuando lo estamos?

–                       ¿Te refieres a aquella noche? O ¿Cuándo no fui contigo a Betabara? Tú sabes por qué no fui a dónde estabas. Por bien tuyo…

banquete romanos

Y aquella noche… De vez en cuando requiero un poco de diversión… ¡Soy joven, Señor!…

3-edward-john-poynter

Pero fuera de esos momentos en que confieso haber cometido un gran error, no cabe duda de que siempre he estado junto a Ti.

–                       No me refiero a la proximidad corporal. Sino a la espiritual, a la de pensamiento y corazón, Judas. Tú estás lejos de tu Salvador y cada vez te alejas más.

–                       ¡Lo que me esperaba! ¡Para mí han de ser los regaños!…  Y mira con qué humildad los recibo. Te dije: ‘¡Despáchame!’ Y me has tenido contigo… ¿Ahora qué quieres de mí?

–                       ¡Qué qué quiero! Quisiera no haberme hecho Hombre, inútilmente por ti. Es lo que quisiera. Pero tú perteneces ya a otro amo; de otra nación. Hablas una lengua diferente… ¡Oh! ¿Qué puedo hacer, Padre mío; para limpiar el templo profanado de este hijo tuyo y hermano mío?

Jesús llora y su rostro está sumamente pálido. Se adelanta con la cabeza inclinada. Abrumado por el dolor que lo ahoga…

Judas a su espalda hace un gesto de burla, de amenaza; de un cruel juramento… Su cara que venía enmascarada con una hipócrita dulzura y humildad, sufre una transformación demoníaca. Se hace angulosa… Dura. Brutal. Cruel.

ojos grises de judas

Por unos momentos es como si reflejara a Satanás y su expresión es un Odio que no es humano. Y que se ve muy claro en sus pupilas. Y su fuego de odio extremo, converge sobre Jesús.

Alza los hombros con desprecio y pisa fuerte. Y una clara determinación se ve en todos sus movimientos…

Han llegado a la Puerta de Herodes.

La ciudad con sus murallas está cerca. La gente se amontona a sus puertas. Forasteros, campesinos, peregrinos y lugareños. Entre ellos están los Once, que al ver al Maestro, le vienen al encuentro.

Felipe dice:

–                       Maestro mientras te esperábamos, vino un hombre a buscarte. Dijo que te ruega Valeria, que vayas a la sinagoga de los libertos romanos. Que no dejes de ir. Te espera.

Jesús responde:

–                       Está bien. Iremos. Pero antes iremos a la casa de José de Séforis, porque mis vestidos están sucios…

Pedro pregunta

–                       ¿Dónde dormiste, Señor?

–                       En ningún lugar Simón. Oré en el monte. La tierra estaba húmeda y lodosa. Míralo… -Y muestra su vestido manchado.

–                       Está haciendo mucho frío. ¿Para qué oras al descubierto? Te podría hacer daño…

–                       Los elementos no hacen mal al Hijo del Hombre. Las cosas de Dios son buenas. Son los hombres los que odian al Hombre.

Pedro lanza un suspiro…

Van a la casa del Galileo. Los demás los siguen.

Más tarde…

La sinagoga de los romanos se encuentra en la parte opuesta del Templo, cerca del Hípico. Mucha gente está esperando a Jesús. Cuando apenas se le ve por la calle, lo señalan y las mujeres corren a su encuentro.

Jesús viene con Pedro y Tadeo.

valeria (2)

Valeria lo saluda:

–                       Salve Maestro. Te doy las gracias por haberme escuchado. ¿Entras ahora en la ciudad?

Jesús contesta:

–                       No. Desde hora temprana  estoy en ella. Fui ya al Templo.

–                       ¿Al Templo? ¿No te ofendieron?

–                       No. Era muy temprano y nadie me esperaba.

–                       Te mandé llamar por eso. Y también porque aquí hay muchos gentiles que quieren oírte hablar. Hace días que van al Templo a esperarte, pero se burlan de ellos y hasta los amenazan…También ayer estuve allí y comprendí que te esperan para ofenderte. Despaché mensajeros a todas las puertas para que te avisaran…

–                       Te lo agradezco. Pero Yo Rabí de Israel, no puedo subir al Templo. Entremos a la sinagoga.

El sinagogo de pie en el umbral, se inclina y se presenta:

–                       Matatías, Maestro. A Ti alabanza y bendiciones.

sinagogo

Jesús contesta:

–                       La paz sea contigo.

–                       Entra. Cierro la puerta, para estar tranquilos. Tanto es el Odio, que los tabiques son ojos y las piedras orejas, para observarte y denunciarte.

Y camina llevándolo a través del Patio, para entrar a la sinagoga.

Jesús dice:

–                       Matatías, curemos primero a los enfermos. Su fe es digna de su premio.

Y pasa con ellos imponiéndoles las manos y sanando.

Los milagros llenan de alegría y alabanzas el lugar… Y los corazones de Fe. Consuela a una viuda con la esperanza de su reunión con su esposo en el Cielo y ella le contesta:

–                       Me has consolado, Señor. Viviré cómo has dicho. Sé bendito y contigo tu Padre, para siempre.

El sinagogo,  mientras Jesús trata de avanzar, pregunta:

–                       ¿Puedo hacerte una objeción sin que por esto sea una ofensa?

–                       Habla. Estoy aquí como Maestro para dar sabiduría a quien me pregunte.

–                       Dijiste que algunos pronto serán gloriosos en el Cielo. ¿Acaso no está cerrado? ¿Acaso no están los justos en el Limbo, en espera de entrar en el Cielo?

–                       Así es. El Cielo está cerrado y lo estará hasta que el Redentor lo abra. Pero su hora ha llegado. En verdad te digo que el Día de la Redención, ya alborea en el Oriente y pronto estará en el cenit. En verdad, en verdad te digo que ya estoy  forzando las puertas; al estar ya casi sobre la cumbre del monte de mi Sacrificio…

the-crucifixion

Este ya me empuja sobre las Puertas del Cielo, porque ya está en movimiento. Cuando se cumpla, recuérdalo… Se abrirán las Puertas Celestiales, porque Yeové ya no estará presente con su Gloria en el Debir. (‘El Santo de los santos’ que estaba en la parte más sagrada del Templo de Jerusalén) E inútil será poner un Velo entre el Incognoscible y los mortales, pues Dios habrá abandonado su Templo.

El sinagogo se queda reflexionando en esta sorprendente revelación y…

Jesús concluye:

–                       Dios Hablará. Dios Obrará. Dios vivirá. Dios se descubrirá  a los corazones de sus fieles con Naturaleza Incognoscible y Perfecta. Los hombres amarán al Dios-Hombre y Él los amará…

Luego pasa a la sinagoga y habla sobre la parábola de los trabajadores de la viña…

parabola-vina-mateo-20-trabajadores-denario

Cuando termina, los gentiles le preguntan:

–                       ¡Oh, Señor! Dinos cómo podremos encontrarte para seguirte. Somos gentiles y no conocemos tu Ley. No tenemos tiempo para quedarnos aquí y seguirte ahora.  ¿Cómo haremos para alcanzar la virtud que nos haga merecedores de conocer a Dios?

En la sonrisa de Jesús hay luz, hay felicidad al ver sus conquistas entre los paganos. Pone sus manos sobre los hombros de Pedro y Tadeo…

Y con toda dulzura responde:

–                       No os preocupéis. Éstos os llevarán mi Doctrina. Pero mientras no lleguen, tened como norma las siguientes palabras que compendian mi Ley de Salvación:

Amad a Dios con todo vuestro corazón. Amad a las autoridades, a vuestros padres, amigos, criados. Aún a los enemigos, como os amáis vosotros mismos. Y para estar seguros de no pecar. Antes de hacer algo; bien sea mandado, bien porque lo queráis… Preguntaos: “¿Me gustaría que esto que voy a hacer, otro me lo hiciera?”  Y si no os gustare, no lo hagáis…  

Con estas sencillas líneas podéis trazaros el camino por el que llegaréis a Dios y Él a vosotros.  Con esta regla, seréis buenos hijos y buenos padres; buenos maridos, buenos hermanos. Honrados comerciantes y amigos. Por lo tanto seréis virtuosos y Dios vendrá a vosotros. Perdonad y seréis semejantes al Padre y Él os reconocerá como hijos suyos. Haced el bien a quién os haya hecho el mal y  Dios te llamará santo.

DIOS PADRE CREADOR

Ahora dejadme ir. Tengo otros que me esperan. Adiós Valeria. No temas por Mí. Aún no ha llegado mi hora. Cuando llegue, ni siquiera todos los ejércitos del César, podrían formar una valla contra mis adversarios.

Valeria contesta:

–                       Salve Maestro. Ruega por mí.

–                       Para que la Paz se posesione de ti. Adiós. La paz sea con todos.

Y con un gesto de saludo y bendición se retira del lugar…

Al día siguiente…

Los apóstoles y los discípulos van caminando muy despacio, cerca de las murallas de Jerusalén.

Judas viene detrás de todos, haciendo de orador a un pequeño grupo de discípulos llenos de buena voluntad.

Unos judíos que siguen al grupo, pero sin mezclarse con él, lo llaman por su nombre. La segunda vez, Judas mueve los hombros, pero no voltea. Pero a la tercera, lo tiene que hacer; porque uno de ellos se acerca y lo toma del brazo, obligándolo a detenerse.

Y le dice:

–                       Ven aquí por un momento. Tenemos que hablarte.

Judas responde seco:

–                       No tengo tiempo, ni puedo.

Andrés, que está junto a él, le dice:

–                       Ve. Ve. Te esperamos…  Mientras que no veamos a Tomás, no podemos dejar la ciudad.

–                       Está bien. Seguid. Pronto os alcanzo.  –dice Judas sin ganas de hacer lo que se le pide.

Cuando se queda solo, pregunta al que lo importunó:

–                       ¡Qué! ¿Qué se te ofrece? ¿Qué queréis? ¿No podéis dejar de molestarme?

El hombre le dice:

–                       ¡Oh, qué importancia te das! Pero cuando te llamamos para darte dinero, entonces sí que no te molestamos. ¡Eres un pedante! Pero hay alguien que te puede bajar los humos… ¡Recuérdalo!

–                       Soy libre y…

–                       No. No lo eres. Libre es al que de ningún modo podemos hacer esclavo. Y tú sabes su Nombre… ¡Tú! ¡Tú eres esclavo de todo y de todos!…  Y en primer lugar de tu orgullo. En pocas palabras, si no vienes antes de la hora sexta, (12.00 P.M.) a la casa de Caifás. ¡Ya te puedes componer! ¡Ay de ti!

TORRE

Es un ¡Ay! verdaderamente milagroso…

Judas ofrece:

–                       Está bien. Iré. Pero será mejor que me dejéis en paz si queréis…

–                       ¿Qué cosa? No haces más que prometer; pero en la realidad… nada.

Judas se desprende de un tirón del que lo tenía asido de la manga y al correr dice:

–                       Hablaré cuando esté allí.

Alcanza a los de su grupo. Y durante todo el tiempo,  está pensativo y de mal humor.

Andrés, preocupado le pregunta:

–                       ¿Malas noticias? ¿No? ¡Eh! Tal vez tu madre…

Judas, que al principio o miró mal y dispuesto a darle una dura respuesta… Lo piensa mejor y…

Judas cortésmente responde:

–                       Es verdad. Pocas buenas noticias. ¿Sabes? La estación… Ahora he recordado una orden del Maestro. Si ese hombre no me hubiera detenido, me habría olvidado hasta de ella. Me recordó el lugar donde vive y recordé el encargo. Bueno, cuando vaya al encargo, iré también  la casa de ese hombre. Y me enteraré mejor…

Andrés es sencillo y honrado, está muy lejos de sospechar que su compañero pueda mentir…

Le dice afanoso:

–                       Vete. Vete al punto. Lo diré a los demás. ¡Vete! ¡Vete! Y quítate esa ansiedad…

–                       No, no. Debo esperar a Tomás. Por lo del dinero, tú sabes. Un rato más o menos… Qué más da.

Los demás, que habían parado a esperarlos, los ven venir. Y cuando los alcanzan…

Andrés dice preocupado:

–                       Judas ha tenido malas noticias.

Judas reafirma:

–                       Es verdad. Pero cuando vaya al encargo, me enteraré mejor…

Bartolomé pregunta.

–                       ¿De qué cosa?

Juan dice al mismo tiempo:

–                       ¡Ved a Tomás que viene corriendo!

Y esto sirve para que Judas no responda.

Tomás dice agitado:

–                       ¿Os hice esperar mucho? Es que quise hacerlo bien… Vendí todo y lo logré. Mirad qué bonita bolsa, para los pobres. El maestro estará contento.

Santiago de Alfeo confirma:

–                       La necesitábamos. No teníamos ni siquiera un céntimo que dar a los pobres.

2485458837_e950a96b03

Iscariote tiende la mano hacia Tomás y demanda:

–                       ¡Dámela!

Tomás objeta:

–                       Jesús me encargó lo de la venta. Y tengo que entregarle el dinero en sus manos.

–                       Le dirás lo que valió. Ahora dámela que tengo prisa de irme.

–                       No. No te la puedo dar. Jesús me dijo cuando íbamos por el Sixto: “Luego me das el dinero”  Y así lo voy a hacer.

–                       ¿De qué tienes miedo? ¿De qué tome algo o de que te quite el mérito de la venta? En Jericó también vendí y bien… Hace años que soy el encargado del dinero. Es mi derecho.

–                       ¡Oh!… ¡Oye, si quieres pelear por esto, tenla! Cumplí con mi encargo y lo demás no me preocupa. Tenla, tenla… ¡Hay cosas mucho más hermosas que esto!…

Y Tomás le entrega la bolsa a Judas.

Felipe objeta:

–                       Bueno… si el Maestro ha dicho…

Santiago de Zebedeo sugiere:

–                       Vámonos ahora que estamos todos juntos. El Maestro ordenó que estuviésemos en Bethania antes de Sexta. Apenas si alcanza el tiempo…

Judas declara:

–                       Entonces os dejo. Adelantaos. Voy y regreso.

Mateo objeta:

–                       ¡No! Después. Él dijo muy claro: ‘Estad. todos juntos.’

–                       Todos vosotros juntos. Pero yo tengo que irme. Ahora que tuve noticias de mi madre…

Juan dice con tono conciliador:

–                       La cosa se puede interpretar así. Sobre todo si tiene órdenes que no sepamos.

Menos Andrés y Juan, todos los demás no quieren que Judas se vaya.

Al fin ceden diciendo:

–                       Está bien.

–                       Vete.

–                       Pero date prisa y sé prudente…

Bartolomé propone:

–                       Nos dividiremos es dos grupos y nos pondremos a esperar a Judas. Unos en la parte inferior. Otros en la alta. Los más ligeros en la inferior. Y así llegaremos juntos.

Se acepta la proposición y Judas parte por un vericueto que lleva al Monte Sión. Y corre como venado perseguido por los cazadores…

venado-cola-blanca

Lleva un aire lleno de sospecha. Y de vez en cuando se voltea como asustado. Tiene miedo de que alguien lo siga. Atraviesa como un viento cerca del acueducto, hasta una colina al otro lado del valle.

Más allá de las murallas, hay una enorme casa entre los olivos. La más bella en toda la colina. Hecha una mirada a su alrededor…  Y cuando no ve nada que lo perturbe, sonríe. Se arregla las vestiduras y empieza a subir despacio, para no sofocarse. Piensa… Su semblante se oscurece más.

Habla consigo mismo en voz baja.  Se detiene y saca la bolsa del dinero, la mira… Y reparte todo en varios bolsillos de su vestidura, para que no se note. Llega a través de un sendero arenoso entre los olivos hasta una puerta y llama.

Le  abren y lo conducen hasta una amplia sala semicircular, donde están reunidos los poderosos del Sanedrín.

Se encuentra con la cara socarrona de Caifás. La del ultra fariseo Elquías. La de garduña del sinedrista Félix. Junto con la viperina de Simón Boeto. También están Doras, Cornelio y Tolmai. Los escribas, Sadoc y Cananías, apergaminado en años; pero como si fuera un joven perverso, fuerte en el mal. Colascebona el Anciano, Nathanael ben Fabi. Doro, José y Joaquín.

Caifás ha dicho todos estos nombres como citando un listado de jueces y concluye:

–                       … Estamos reunidos aquí para juzgarte.

Judas los mira con una expresión muy rara… Mezcla de miedo, odio, violencia. Pero calla. No hace gala de su acostumbrada altivez.

Lo rodean burlones y cada uno lanza una invectiva…

sanedrin (2)

Elquías reclama:

–                       Bueno, ¿Y qué has hecho con el dinero?

Félix:

–                       ¿Qué cosa nos dices, sabio hombre que todo lo puedes?

Colascebona el anciano:

–                       Habla pronto y bien. ¿Dónde está tu trabajo?

Cananías:

–                       Eres mentiroso. Charlatán y bueno para nada. ¿Dónde está la mujer? ¿Ni siquiera te quedaste con ella?…

Doro:

–                       Y así en lugar de servirnos, le sirves a Él. ¿No es verdad?

Tolmé:

–                       ¿Es así como nos ayudas?

Son cargos pletóricos de ira, de amenaza. Son gritos de reproche y frustración…

Judas los deja que se desgañiten.

Cuando se quedan sin aliento, habla:

–                       Hice lo que pude. ¿Qué culpa tengo si es un hombre al que nadie puede hacer pecar? Dijisteis qué queréis conocer su virtud. Os he demostrado que no peca. Por esto os ayudé…. ¿Lograsteis algo? ¿Lo pusisteis en la silla del acusado? No. De cada tentativa vuestra de hacerlo aparecer como pecador. De que caiga en la trampa; ha salido más victorioso que antes…

asmodeo1

 Entonces, si no lo habéis logrado pese a vuestro odio, ¿Debía lograrlo yo que no lo odio? ¿Qué soy un imbécil por seguir a un pobre Inocente, demasiado santo para poder ser rey? ¿Y un Rey que destruya a sus enemigos?…

¿Qué mal me ha hecho para que yo se lo haga? Hablo así, porque creo que lo odiáis tanto, qué queréis verlo muerto.

No puedo persuadirme de que queráis solo convencer al Pueblo de que es un loco. Y persuadirnos a nosotros y a Él, de que le tenéis compasión…  Sois demasiado venenosos conmigo.

Y estáis demasiado enfurecidos por verlo tan superior al Mal, para que yo lo pueda creer. Me habéis preguntado que qué hice de vuestro dinero. Lo empleé en lo que sabéis. Tuve que gastar y gastar mucho dinero para convencer a la mujer… No lo logré con la primera y…

Cananías explota:

–                       ¡Cállate la boca! Nada de eso es verdad. Esa estaba loca por Él y no cabe duda de que fue inmediatamente. Tú mismo dijiste que ella te lo había confesado cuando estuviste con ella… Eres un ladrón… ¡Quién sabe para qué usaste nuestro dinero!

Judas replica:

–                       Para arruinarme el alma. ¡Asesinos de un alma! Para convertirme en un fraudulento. En uno que no tiene paz. En uno que sabe que sospechan de él, tanto Jesús como los compañeros. Tenedlo presente. Él me ha descubierto…  ¡Oh! ¡Si me hubiera arrojado!..  Pero no lo ha hecho, no. ¡Me defiende! ¡Me protege! ¡Me ama!… ¡Vuestro dinero! Pero, ¡Oh, Dios!… ¿Por qué tomé el primer céntimo?…

Nathanael ben Faba, dice:

–                       Porque eres un malvado. Entre tanto te lo chupaste y ahora gimoteas por habértelo acabado. ¡Vil habías de ser! Y ahora nada se ha logrado. Las multitudes aumentan a su alrededor. Y cada vez se sienten más atraídas. Nuestra ruina se aproxima y ¡Eso por culpa tuya! 

bartolami1

–                       ¿Mía? ¿Por qué entonces no os atrevisteis aprehenderlo y acusarlo de que quería hacerse rey? Me dijisteis que lo intentasteis pese a que os había dicho que era inútil, porque Él no tiene hambre de poder. ¿Por qué no lo indujisteis a pecar contra su Misión; si sois tan bravos?

Sadoc responde:

–                       Porque se nos escapa de las manos. Es un demonio que se esfuma como el humo, cundo quiere. Es como una serpiente: Fascina…  No se puede hacer nada, cuando lo mira a uno…

–                       Si… Mira a sus enemigos. A vosotros. Porque sé que si mira a los que no lo odian con todas sus fuerzas, como vosotros lo hacéis. Entonces su mirada conmueve. Impele a hacer el Bien.

¡Oh! ¡Esa mirada! ¿Por qué me ha de mirar a mí así, yo que soy un monstruo por culpa mía?… ¡Y por culpa vuestra que me hacéis que lo sea diez veces más!…  

Caifás interviene:

–                       ¡Cuánta palabrería! Nos aseguraste que tratándose del bien de Israel, ayudarías. ¿No comprendes maldito, que este Hombre es nuestra ruina? 

CAIFAS

Judas pregunta:

–                       ¿Nuestra? ¿De quién?

–                       ¡De todo el Pueblo! Los romanos…

Judas dice furioso:

–                       No es sólo la vuestra. Tenéis miedo de vuestra piel. Sabéis que Roma no intervendrá en contra nuestra, por causa de Él. Lo sabéis vosotros, como lo sé yo y como lo sabe también el pueblo.

Tembláis porque sabéis… que Él es el Mesías. Dios, el Hijo de Dios.  Porque tenéis miedo de que os arroje fuera del Templo, del reino de Israel. Y haría bien. Haría muy bien en limpiar su era de nosotros, hienas inmundas, apestosas, áspides…

Todos reaccionan furiosos… Lo prenden. Lo sacuden frenéticos, también ellos. Y como que lo aterrorizan…

Caifás le grita en su cara:

–                       Está bien. Así es y así son las cosas. Tenemos derecho a defender lo que es nuestro.  Se ha visto que las cosas pequeñas no bastan ya, para persuadirlo a que huya. A que deje libre el campo…  Ahora lo haremos nosotros mismos. Sin servirnos de ti, pedazo de imbécil. Charlatán. Y cuando le hayamos dado a Él su merecido; no dudes de que también te daremos el tuyo…

Elquías extiende su flaco brazo y con la mano,  le tapa la boca a Caifás.

elquías (2)

Luego con su flema fría de sierpe venenosa, dice:

–                       No. No así. Exageras, Caifás. Judas ha hecho lo que pudo… No debes amenazarlo…  ¿En el fondo no son sus intereses los nuestros?

Simón Boeto, dice colérico:

–                       ¡Pero eres un idiota, Elquías! ¿Qué yo tenga los intereses de éste?…   ¡Yo quiero que a Él se le arroje! Judas quiere que triunfe, para triunfar con Él. ¡Tú dices…!

Elquías dice conciliador:

–                       ¡Paz! ¡Paz! Siempre decís que soy riguroso…  Pero hoy soy el único magnánimo.- Se pone una careta de refinada hipocresía que no engaña ninguno de los buitres que están con él, excepto al ambicioso y crédulo apóstol que lo mira fascinado, como ante una sierpe hipnótica. Y agrega-   Hay que comprender y compadecer a Judas. Él nos ayuda cómo puede…

kaa

Es buen amigo. Pero claro, también lo es del Maestro.   Su corazón está afligido… Quisiera salvar al Maestro. Salvarse a sí y salvar a Israel… ¿Cómo pueden conciliarse ciertas cosas totalmente opuestas entre sí? Dejémosle que hable…

Judas responde conciliador:

–                       Elquías tiene razón. Yo… ¿Qué queréis de mí? Todavía no lo comprendo. He hecho lo que he podido. No puedo hacer más. Él es demasiado grande para mí. Me lee el corazón… Y no me trata como merezco… Soy un pecador. Él lo sabe y me absuelve. Si fuese menos vil debería… Fulminarme debería, para hacerme incapaz  de causarle ningún mal.

Judas se sienta, abatido…

Con la cara entre las manos. Los ojos fuera de sus órbitas, fijos en el vacío. Se ve claramente que sufre, presa de sentimientos contrarios…

Cornelio exclama:

–                       ¡Loco! ¿Qué más quisiere que se sepa? Estás así porque te arrepentiste de abrirte paso…

Judas replica:

–                       ¿Y qué si así fuese? ¡Oh, si así fuese! ¡Si estuviese realmente arrepentido y fuese capaz de permanecer así!…

Cananías grazna:

–                       ¿Lo veis? ¡Lástima de nuestro dinero!…

Félix les echa en cara:

–                       Estamos con alguien que no sabe lo que quiere. ¡Hemos escogido a alguien que es peor que un imbécil!

Sadoc confirma:

–                       ¿Imbécil?…  ¡Fantoche, querrás decir! Lo jala con un hilo el Galileo y se va con Él. Lo jalamos nosotros y se viene para acá.

sadoc y

Judas replica:

–                       ¡Oh! Bueno… Si sois tan buenos y más bravos que yo, arreglaos vosotros mismos. De hoy en adelante ya no me interesa nada. No esperéis ni un mensaje, ni una palabra. No podré hacerlo porque ya sospecha de mí y me vigila…

Simón Boeto pregunta:

–                       ¿No dijiste que te absuelve?

Judas se oprime la cara con las manos y exclama:

–                       Así es. Y precisamente porque todo lo sabe.  ¡Todo! ¡Todo lo sabe! ¡Oh!

Doras le grita:

–                       Entonces, ¡Lárgate de aquí, mujercilla vestida de hombre! ¡Malnacido! ¡Bestia! ¡Lárgate! ¡Lárgate! ¡Lo haremos nosotros! Y ten cuidado… Ten cuidado de chistarle una palabra; porque nos las pagarás…

Judas grita:

–                       ¡Me voy! ¡Me voy! ¡Hubiera sido mejor no haber venido! Pero acordaos de lo que ya os he dicho… –Se vuelve hacia dos de sus acusadores y agrega-  Simón, Él encontró a tu padre y también a tu primo, Elquías…  No creo que Daniel haya hablado. Estaba yo presente y no los vi que hablaran aparte. ¡Pero tu padre! No habló nada por lo que dicen mis condiscípulos. Ni siquiera ha revelado tu nombre.

Se limitó a decir que su hijo lo había arrojado porque amaba al Maestro y no aprobaba tu conducta. Pero dijo que nos veíamos. Que voy a tu casa… Y podría decir lo demás. Tecua no está en los confines del mundo… No digáis después que yo hablé, cuando ya muchos conocen vuestras intenciones.

Simón Boeto dice lentamente:

–                       Mi padre no hablará más. Ha muerto…  

aj6

Judas  está espantadísimo… Se cubre la boca con las dos manos…

Y grita:

–                       ¿Muerto? ¿Lo has matado … ¡Horror! ¡Para qué te dije dónde estaba!…

Simón dice con una lentitud que saca de quicio:

–                       Yo no he matado a nadie… No me he movido de Jerusalén. Hay muchas maneras de morir. Lo asaltaron. Por lo demás… Fue su culpa. Si se hubiera estado quieto y callado, todavía se le veneraría y serviría en casa de su hijo…

Judas exclama:

–                       ¡Lo mandaste matar! ¡Parricida!…

Simón Boeto se defiende:

–                       ¿Estás loco? Al viejo le pegaron. Se cayó, se pegó en la cabeza y murió… Fue sencillamente una desgracia. Peor para él que le tocó pedir peaje a un malandrín…

Judas está pálido y aterrorizado…

Aun así, acusa:

–                       Te conozco, Simón. No puedo creer… ¡Eres un asesino!

El otro se ríe en su cara repitiendo:

–                       Deliras. Ves crímenes en donde solo hubo una tragedia. Tan solo ayer lo supe y tomé las providencias para el caso. Para vengarme y para dar honores…  Si pude honrar su cadáver, no pude aprehender al asesino. Sin duda fue algún ladrón salido de Adomín…

Judas replica desesperado:

–                       No lo creo… No lo creo. ¡Largo! ¡Largo! Dejadme ir.

Recoge el manto que se le había caído y trata de salir…

Pero el decrépito Cananías extiende su mano, que parece una garra de buitre y lo detiene:

–                       ¿Y la mujer?

Todos inquieren:

–                       ¿Dónde está la mujer?

–                       ¿Qué hizo?

–                       ¿Qué dijo?

–                       ¿Lo sabes?…

AGLAE3

Judas está desorientado:

–                       Yo no sé nada… Dejadme ir.

Cananías aúlla:

–                       ¡Mientes! ¡Eres un fraudulento!

–                       No sé. Lo juro. Fue. Es verdad. Pero ninguno la vio, ni siquiera yo que tuve que partir inmediatamente con el Rabí. Tampoco mis compañeros. Hábilmente les he preguntado…  He visto las joyas destruidas que Elisa llevó a la cocina… Otra cosa no sé. ¡Lo juro por el Altar y el Tabernáculo!

Caifás dice:

–                       ¿Y quién te va a creer? ¡Eres un vil! ¡Así como traicionas al Maestro, también puedes traicionarnos! ¡Eres un traidor! Pero, ¡Ten cuidado!..

–                       No traiciono. Lo juro por el Templo de Dios.

–                       ¡Dilo si te atreves a revalidar tu juramento!

–                       ¡Lo juro por Yeové! 

Se pone de color negruzco al pronunciar el Nombre de Dios. Tiembla. Balbucea…  Un silencio de terror cunde por toda la sala.

Nahúm y otros le dicen:

–                       Repite el mismo juramento de que nos servirás solo a nosotros…

Judas protesta:

–                       ¡Ah! ¡Eso no, malditos! ¡Eso no! Os juro que no os he traicionado y que no os denunciaré al Maestro… Y ya cometí un pecado. Pero mi destino no lo uno al vuestro…  Vosotros que el día de mañana aprovechando mi juramento, me podríais imponer cualquier cosa… Hasta un crimen. ¡No!

Denunciadme como sacrílego al Sanedrín. Denunciadme como asesino a los romanos. No me defenderé. Dejaré que me maten. Y tendré una buena suerte, pero no juro más.

Se libra con violentos esfuerzos de quienes lo tienen asido y huye gritando:

–                       ¡Tened en cuenta que Roma os sigue los pasos!…  ¡Qué Roma ama al Maestro!…

Un fuerte portazo es la señal de que Judas ha abandonado la Cueva de los Lobos…

Se miran mutuamente…

La rabia y tal vez el miedo… Los ha puesto pálidos. Y como no pueden vomitar su ira y su miedo contra nadie… Se trenzan entre sí… Cada uno trata de echar su responsabilidad sobre el otro… De lo sucedido y de sus posibles consecuencias. Quien reprocha en una forma. Quién en otra. Quién por lo que pasó. Quién por lo que está por venir…

Jesus-Sanedrin2

Quién grita:

–                       ¡Fuiste tú el que quisiste seducir a Judas!

–                       Habéis hecho mal en tratarlo de esa forma.

–                       ¡Os habéis descubierto!

–                       Vamos detrás de él…

–                       Con dinero…

–                       Con excusas…

Elquías, que es al que más culpan… Chilla:

–                       ¡Ah! ¡Eso no! Dejadme a mí y veréis que tengo sagacidad. Judas sin dinero, se pone manso como un cordero.  –y añade con su sonrisa viperina- Hoy, mañana, durante un mes mantendrá su palabra… Pero después… Es demasiado vicioso para poder vivir en la pobreza que le da el Rabí. Y vendrá a nosotros… ¡Ja, ja, ja!  ¡Dejádmelo a mí! ¡Dejadme! Yo sé…

Sadoc advierte:

–                       Bueno. Mientras tanto… ¿Oíste No? Los romanos nos espían. Los romanos lo aman. Y es verdad. Esta mañana, como ayer y anteayer, lo esperaron en el Patio de los Gentiles.  Siempre están allí, las mujeres de la torre Antonia… Vienen hasta de Cesárea para escucharlo.

descanso

 

Doro dice con desprecio:

–                       ¡Caprichos de mujeres!  No me preocupan. Él es hermoso. Habla bien. Ellas están locas por los charlatanes, demagogos y filósofos.  Para ellas el Galileo es uno de ellos; nada más.

Y Joaquín:

–                       Les sirve para matar sus ratos de ocio. ¡Hay que tener paciencia si queremos lograr algo!

Doras confirma:

–                       Paciencia y astucia. También valor. Pero no lo tenéis. Queréis hacer algo pero sin mostraros. Ya os he dicho lo que haría yo, pero no aceptáis…

Caifás contesta:

–                       Tengo miedo al pueblo. Lo ama mucho. Amor aquí, amor allá. ¿Quién se atreverá a tocarlo? Si lo arrojamos, nos arrojarán también. Es menester…

Simón Boeto lo interrumpe:

–                       Es menester no dejar pasar más la ocasión. ¡Cuántas hemos perdido! A la primera que se nos presente hay que convencer aún, a los que de nosotros están inciertos. Y luego ver lo que haremos con los romanos…

Hechos-Apostoles-413-Pedro-Juan-Sanedrin-escribas-ancianos

Elquías dice:

–                       Eso se dice en un instante. ¿Pero cuándo y dónde tuvimos ocasión de hacerlo? Él no peca. No aspira al poder. No…

Caifás concluye:

–                       Si no hay motivo, se inventa. Ahora vámonos. Mañana lo vigilaremos… el Templo es nuestro. Afuera manda Roma… Afuera está el pueblo para defenderlo, pero adentro del Templo…. 

CAIFAS3

HERMANO EN CRISTO JESUS:

ANTES DE HABLAR MAL DE LA IGLESIA CATOLICA, CONOCELA

 

Deja un comentario

Descubre más desde cronicadeunatraicion

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo